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Capítulo II PRÁCTICAS FUNERARIAS EN EL VALLE DEL CAUCA 2.1. El ritual funerario: un fenómeno universal y tradicional La muerte, como apunta John Bowker 79 ha sido concebida por los pueblos del mundo "de todos los modos posibles, desde la derrota y el castigo hasta la liberación y la oportunidad. Dentro de ciertas tradiciones a menudo se sostie- nen términos opuestos e irreconciliables, incluso en conjunción dentro de la misma tradición..Al considerar la muerte a un tiempo como amiga y enemiga, las religiones resisten, igual que siempre, a la falacia del cuestionamiento dicotómico". Por esta razón existe una notable variación en el tratamiento de los muertos, tanto en el seno de cada cultura como entre ellas mismas, por lo que inferir de datos etnográficos para llenar el vacío existente en el conoci- miento que tenemos sobre las sociedades del pasado, es altamente riesgoso. Toda sociedad sanciona el paso de un miembro desde un estado cualitativo a otro, del mundo de los vivos al mundo de los muertos, mediante prácticas funerarias que varían en el tiempo y el espacio, al igual que los ritos de paso que celebran el nacimiento, la iniciación a la vida adulta y el matrimonio. Estas prácticas representan un fenómeno universal, masivo, característico de cada cultura, local en cuanto detalles, diferenciado temporalmente mejor que otros objetos de estudio como los asentamientos; además de ser tradicional y conser- vador, lo que permite estudiar la formación y el cambio cultural de las comuni- dades en el pasado. El ritual funerario por estos rasgos aporta una información fundamental sobre aspectos ideológicos y socio-culturales de las sociedades, especialmente sobre sus concepciones religiosas, sus relaciones sociales, sus costumbres culturales y actividades económicas. Por otro lado, ofrece una serie de ventajas prácticas como el hecho de ob- servar una alta concentración de objetos en un espacio muy reducido; los ma- teriales suelen conformar un repertorio seleccionado intencionalmente; las 79 John Bowker, Los significados de la muerte, Cambridge University Press, 1996, p. 305.

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Capítulo I I

PRÁCTICAS FUNERARIAS EN EL VALLE DEL CAUCA

2.1. El ritual funerario: un fenómeno universal y tradicional

La muerte, como apunta John Bowker79 ha sido concebida por los pueblos del mundo "de todos los modos posibles, desde la derrota y el castigo hasta la liberación y la oportunidad. Dentro de ciertas tradiciones a menudo se sostie­nen términos opuestos e irreconciliables, incluso en conjunción dentro de la misma tradición..Al considerar la muerte a un tiempo como amiga y enemiga, las religiones resisten, igual que siempre, a la falacia del cuestionamiento dicotómico". Por esta razón existe una notable variación en el tratamiento de los muertos, tanto en el seno de cada cultura como entre ellas mismas, por lo que inferir de datos etnográficos para llenar el vacío existente en el conoci­miento que tenemos sobre las sociedades del pasado, es altamente riesgoso.

Toda sociedad sanciona el paso de un miembro desde un estado cualitativo a otro, del mundo de los vivos al mundo de los muertos, mediante prácticas funerarias que varían en el tiempo y el espacio, al igual que los ritos de paso que celebran el nacimiento, la iniciación a la vida adulta y el matrimonio. Estas prácticas representan un fenómeno universal, masivo, característico de cada cultura, local en cuanto detalles, diferenciado temporalmente mejor que otros objetos de estudio como los asentamientos; además de ser tradicional y conser­vador, lo que permite estudiar la formación y el cambio cultural de las comuni­dades en el pasado. El ritual funerario por estos rasgos aporta una información fundamental sobre aspectos ideológicos y socio-culturales de las sociedades, especialmente sobre sus concepciones religiosas, sus relaciones sociales, sus costumbres culturales y actividades económicas.

Por otro lado, ofrece una serie de ventajas prácticas como el hecho de ob­servar una alta concentración de objetos en un espacio muy reducido; los ma­teriales suelen conformar un repertorio seleccionado intencionalmente; las

79 John Bowker, Los significados de la muerte, Cambridge University Press, 1996, p. 305.

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tumbas constituyen un excelente espacio para la conservación de los materia­les; permiten reconstruir el tiempo, espacio y secuencias tipológicas; los restos funerarios representan total o parcialmente la sociedad que los dispuso y, final­mente, es un condensador de conductas sociales altamente significativas por lo que su estudio es particularmente rentable. Por estas razones, constituye una de las principales fuentes arqueológicas para el conocimiento de las socieda­des antiguas.80

Dado que cada comunidad concibe al mundo de manera diferente existe una gran variedad de rituales mortuorios, que tienen dos componentes consi­derados en conjunto: 1. El ritual o actividades sancionadas por la tradición, esenciales para transferir al miembro de la sociedad fallecido al otro mundo, antes, durante y después de la inhumación; 2. La posición social del difunto, que se refleja en los elementos materiales (ajuar, forma y tamaño de los recin­tos, posición del cadáver), requeridos para que una persona de determinado sexo y edad sea transportada al otro mundo. Mediante su propio ritual de muer­te la sociedad identifica y vincula a uno de sus miembros como parte integran­te de la misma. 81

2.2. Los enfoques de la Arqueología Funeraria o de la Muerte

Habitualmente se divide la historia del estudio de las costumbres funerarias en cuatro grandes tendencias: Arqueología Tradicional, Arqueología Procesual (Arqueología de la Muerte), Arqueología Postprocesual (Postmoderna), Enfo­que Marxista. No obstante, esta división no corresponde a una temporalidad puesto que desde principios del siglo XX tanto en el Reino Unido y Estados Unidos, y especialmente en la escuela marxista de la Unión Soviética se desa­rrolló un temprano interés por entender el sentido ideológico de los rituales fúnebres.

80 A. Ruz L., Costumbres funerarias de los antiguos mayas. México, UNAM, 1" reimpresión, /1968/ 1991; L. Binford, Mortuary Practices: Their Study and their Potential. In: An Archaeolngical Perspective. Orlando, Academic Press, 1972, pp. 208-243; V. A. Aliochkin, Estructura social y ritual funerar io de las sociedades agrícolas antiguas, Moscú, Nauka (en ruso), 1986; J. M. O'Shea, Mortuary Variabilily. An Archaeological Investigation, London, Academic Press, 1985; T. Chapa, La arqueología de la muerte. Planteamientos, problemas y resultados. En: Arqueología de la Muerte: Metodología y Perspectivas actuales. Fons Mallaria. Curso de Verano 1990. Diputación Provincial de Córdoba, 1991, pp. 13-38; C. Mata, Arqueología funeraria. Estado actual de la investigación en España. En; Actas del lio Congreso Nacional de Paleopatología. Valencia, octubre, 1993, pp. 167-176; M. Wysocki, A. Whittle, Diversity, lifestyles and rites: new biológica! and archaeological evidence from British earlier Neolithic mortuary assemblages, Antiquity 2000, 74(285), pp. 591-601; A. M. Boada, Variabilidad mortuoria y organización social prehispánica en el sur de la Sabana de Bogotá. En: Sociedades complejas en la Sabana de Bogotá, siglos Vil al XVI D.C. (B. Enciso, M. Therrien eds.). Bogotá, ICANH, 2000, pp. 21-43.

81 Aliochkin, 1986, p. 6.

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En los años 30 la arqueología soviética se interesó en la interpretación so­cial de las prácticas funerarias en dos direcciones: 1. El análisis de los enterramientos dobles de la Edad de Bronce, considerados reflejo de la familia nuclear como la unidad social más significativa de la época; 2. El estudio de la diferenciación social en la sociedad primitiva, buscando indicadores de pobre­za y riqueza. Posteriormente en los años 70 se consolidó la problemática de la reconstrucción de la estructura social de las sociedades antiguas en base a las prácticas funerarias. Esta escuela arqueológica propuso 6 componentes para analizar esta problemática: 1. El concepto sobre la muerte (cosmovisión) de la sociedad; 2. El desarrollo cultural en torno al ritual fúnebre (métodos y tipos de enterramiento, forma de las estructuras, actividades antes y después del ritual); 3. Las diferencias en edad y sexo; 4. La estratificación social (el ajuar como reflejo de la posición social); 5. Formas de matrimonio y familia (estratifica­ción horizontal y vertical); 6. Rasgos demográficos (esperanza de vida, causas de muerte, enfermedades, lesiones, cambios estaturales).

Las críticas a este modelo se basan en la necesidad de complementar la información fúnebre con excavaciones de asentamientos del mismo grupo es­tudiado, como también con el contexto osteológico. Igualmente se le critica por el uso del concepto de cultura arqueológica desde la perspectiva evolucionista unilineal, por'el escepticismo asumido sobre las estimaciones poblacionales y por aceptar el isomorfismo en la relación entre el ritual fúne­bre y las estructuras sociales. Finalmente se sugiere mayor discusión sobre las causas del cambio cultural y su incidencia en los patrones fúnebres.82

La Arqueología Tradicional se caracterizó por la tarea primordial de identi­ficar culturas arqueológicas y la reconstrucción de su trayectoria histórica en términos de movimientos de pueblos o interacciones culturales:83

1. Los restos fúnebres son una expresión del mundo intangible de las creen­cias religiosas.

2. Existe un pesimismo generalizado con relación a la posibilidad de en­contrar cualquier criterio para la reconstrucción de la sociedad viva a partir de los restos fúnebres.

3. La variabilidad de aspectos encontrados y su patrón de asociaciones fue­ron interpretadas generalmente mediante metáforas ideológicas.

i2 Ver comentarios en Current Anthropology, 1983, 24(2);145-147.

53 J. M. Vicent. Problemas teóricos de la arqueología de la muerte. Una introducción. En: Arqueoloxía da Marte. Arqueoloxía da Marte na Península Ibérica desde as Orixes ata o Medievo. R. Fábregas, F. Pérez, C. Fernández (eds.). Xinzo de Limia, Excmo. Concello de Xinzo de Limia, España, 1995, p. 17; V. Lull.. Death and society. A Marxist approach. Antiquity 2000, 74(285), p. 576.

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4. Las interpretaciones simples y accesibles fueron.hechas por medio de analogías formales deducidas de las fuentes históricas y antropológicas y de la misma experiencia de la vida cotidiana.

5. Los objetos fúnebres fueron ensamblados y usados para la descripción y cronología de las culturas de donde provienen, debido a su buen grado de conservación.

6. Énfasis en el análisis formal descriptivo y ausencia de análisis cuantitativo.

La Nueva Arqueología rompió con los antiguos paradigmas de la tradición historicista al aplicar los procedimientos de la antropología cultural al estudio del pasado. El enfoque Saxe-Binford consideró el ritual funerario como con­densador de conductas sociales altamente significativas, condicionadas por dos factores. En primer lugar por la "persona social" del difunto, "un compuesto de las identidades sociales mantenidas durante la vida y reconocidas como apropiadas para considerarlas en la muerte".84 Estas "identidades sociales" des­empeñadas por el muerto a lo largo de su vida corresponden a su paso por las distintas categorías de división de la sociedad: sexo, edad, posición social, afi­liación social, condiciones y localización de la muerte.85 Dado que el referente del símbolo funerario es la "persona social" del difunto, las diferentes "identi­dades sociales" que la definen deben tener una expresión en forma de elemen­tos o combinaciones de objetos dentro del contexto fúnebre. El segundo factor que propone Binford como dimensión explicativa de la variabilidad fúnebre es "la composición y tamaño de la unidad social que reconoce responsabilidades de estatus con el fallecido". El ritual en su forma final es la suma de comporta­mientos de un gran número de personas articuladas con el difunto de diferen­tes maneras.86

Binford planteó tres proposiciones para ser evaluadas mediante el registro arqueológico: 87

1. Debe existir una alta correspondencia -isomorfismo- entre a) la comple­jidad de la estructura de estatus en un sistema sociocultural y b) la com­plejidad del ceremonial mortuorio visto como un tratamiento diferencial

'de personas que ocupan diferentes posiciones de estatus.

84 Binford, 1972, p. 225.

85 R. Chapman, K. Randsborg, Approaches to the archaeology of death. In: The Archaealagy af death. R. Chapman, I. Kinnes, K. Randsborg (eds.), Cambridge University Press, 1981, p. 7.

86 Binford, 1972, p. 226.

87 Ibid., pp. 226-233.

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2. Las dimensiones específicas de la "persona social" que comúnmente tie­nen reconocimiento en un ritual mortuorio diferenciado, varía significativamente según la complejidad organizacional de la sociedad, medida por diferentes formas de prácticas de subsistencia.

3. Las formas en que varía la diferenciación en el ritual mortuorio varía significativamente con las dimensiones de la "persona social" simbolizada.

En resumen, Binford88 sugiere que "la forma y estructura que caracterizan las prácticas mortuorias de cualquier sociedad están condicionadas por la for­ma y complejidad de las características organizacionales de la sociedad mis­ma". En las sociedades de complejidad mínima las dimensiones de mayor relevancia en la diferenciación de estatus se basan en las cualidades personales de los individuos implicados, como la edad, sexo y capacidades diferenciales para la realización de tareas culturales. En los sistemas más complejos, las po­siciones de estatus son más abstractas.89

El procesualismo hizo énfasis en el análisis estadístico para el descubrimiento de relaciones entre las variables (correlación de Pearson), la evaluación del significado estadístico de esas relaciones (prueba de Chi-cuadrado), la interacción de conjuntos de artefactos (análisis de componentes principales) y en las comparaciones entre grupos (análisis de conglomerados jerárquicos) para determinar la filiación étnica; también en las comparaciones etnográficas como fuente para verificar las regularidades propuestas en el comportamiento social y mortuorio del análisis arqueológico.90

O'Shea propuso la clasificación de las clases de variación arqueológica mortuoria visible en 6 componentes:91

1. Biológico: Demografía, genética, dieta, patología.

2. Preparación y tratamiento: Tipo de disposición, programa de disposición.

3. Recinto mortuorio: Variedad del receptáculo, forma y dimensiones, materia prima, orientación.

4. Ajuar: Cantidad, cualidad, variedad, fuente.

5. Ubicación: Macro (localización del área de disposición), meso (localiza-ción dentro del área de disposición), micro (localización dentro del re­cinto de disposición).

8 8 Ibid., p. 235.

89 T. Chapa, 1991, pp. 16-17.

90 J. M. O'Shea, 1985, p. 20.

91 Ibid., p. 19.

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6. Ambiental: Entomológica, botánica, faunística.

Igualmente diseñó unas configuraciones de las variables referenciales espe­radas para las categorías de diferenciación social mayores.92

Valores referenciales

Edad, sexo

Frecuencia

Distribución espacial

Significados de la designación simbólica

Diferenciación vertical

Distribución asimétrica

Pirámide jerárquica

Disímil

Energía diferencial invertida en el tratamiento y ajuar funerario

Diferenciación horizontal

Distribución normal

Variable pero igual en tamaño

Similar

Niveles similares de energía invertida; uso de símbolos sin valor

Diferenciación de estatus especial

Variable

Bajo nivel de ocurrencia

Similar

Tratamientos no normativos; bajos niveles de energía invertida

Las posiciones de la Nueva Arqueología dominaron hasta mediados de los años 80, cuando surgieron fuertes críticas impregnadas de estructuraUsmo, cen­tradas en la excesiva simplicidad con que los procesual i stas abordaban el iso-morfismo entre la sociedad y el mundo funerario, aplicando unos criterios válidos solamente para unas culturas.93 El punto de partida de los post-procesualistas es que "el referente de las pautas funerarias no es tanto el propio orden social cuanto la representación del mismo en el pensamiento que vertebra culturalmente a la sociedad. La materialidad de los productos funerarios apare­ce manipulada por un discurso cuya voluntad de significar impone una media­ción irrevocable entre "lo que las tumbas son en sí mismas" y lo que fue la sociedad que las produjo. La cuestión es si estas mediaciones son o no trata­bles en el proceso de conocimiento arqueológico".94

Desde el marxismo contemporáneo igualmente surgieron críticos asiduos que consideran que el registro funerario es una actividad simbólica que debe ser analizada ideológicamente, dentro de las relaciones sociales de produc­ción, lugar en el que se genera el conflicto social. El problema no es medir la desigualdad en el reparto de riqueza o en la inversión de energía (trabajo so­cial) en las tumbas, sino "averiguar de qué manera esa desigualdad interviene efectivamente en la reproducción de los conflictos sociales entre los vivos".95

92 Ibid., p. 64.

93 Chapa, 1991, p. 19.

94 Vicent, 1995, p. 25.

95 Ibid., p. 27.

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El Enfoque Marxista es resumido por el español Vicente Lull96 de la siguien­te manera esquemática:

1. Las tumbas son depósitos de una labor social; la muerte consume lo que la sociedad produce.

2. No existe necesariamente isomorfismo entre la condición del individuo en vida y el reconocimiento social proporcionado postmortem.

3. Los restos fúnebres son una expresión indirecta de la existencia o ausen­cia de grupos de interés.

4. Las asimetrías entre los sitios fúnebres denotan asimetrías en el consumo social; las diferencias en el tratamiento fúnebre no son un reflejo de las diferencias entre individuos sino entre grupos socio-económicos y socio-ideológicos.

5. Cada producto social supone una unidad de valor entre lo que es social­mente producido y el acceso individual al consumo.

6. El valor social de los productos fúnebres debe ser calculado sobre la base del trabajo social necesario establecido por las relaciones sociales de pro­ducción.

7. El balance entre producción y consumo debe ser deducido para detectar las asimetrías sociales; por esta razón la Arqueología de la Muerte siem­pre será incompleta sin un claro compromiso con la Arqueología de la Vida.

A pesar de las críticas provenientes de distintos enfoques, sea estructuraUsta o marxista, hay que reconocer que la principal aportación de la Arqueología Social soviética y de la Arqueología de la Muerte o Funeraria occidental fue la recuperación de la dimensión intencional y significante del registro funerario. Las etapas de desarrollo de los enfoques corresponden a las fases de estudio de los cementerios, pues inicialmente se describen para caracterizarlos, establecer su cronología y vínculos culturales, al igual que su correspondencia étnica, empleando analogías etnográficas e históricas; posteriormente se analizan dentro del contexto general de la población, según sus patrones de asentamiento y organización socio-política, con el propósito de encontrar explicaciones sobre la variabilidad mortuoria y su asociación con la estructura social, empleando métodos estadísticos; finalmente la información sobre las tumbas, el cadáver y el ajuar se interpreta a la luz de su cosmovisión, la concepción del universo, de la muerte y del papel de la persona que representa el ritual y el difunto dentro de la sociedad que le dio vida, empleando enfoques teóricos. La descripción,

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el análisis y la interpretación corresponden a las fases del desarrollo ontogénico e histórico del conocimiento

El rescate de la importancia del estudio de los restos óseos humanos como pieza clave en la interpretación del mundo fúnebre, constituye una gran apor­tación, a pesar de la indiferencia de algunos investigadores. Los estudios de paleodieta, paleopatología, paleodemografía y, en fin, sobre la variabilidad de las poblaciones antiguas apoyados en rasgos métricos, morfoscópicos y recientemente genéticos, han permitido abordar temas tan importantes como el comportamiento, condiciones de vida y adaptación de las poblaciones a distintos entornos, basada en la plasticidad de respuestas del aparato múscu­lo-esquelético del cuerpo humano.97 Por otro lado, se plantea que estos pro­cedimientos metodológicos distan mucho de adecuarse a la complejidad de los contextos mesoamericanos y suramericanos, caracterizados por una gran diversidad y complejidad de prácticas mortuorias que incluían sacrificios hu­manos de prisioneros de guerra e infanticidio de niñas, r i tuales de desollamiento, descarnamiento, desmembramiento, escarificación, cremación y canibalismo ritual, "además de que algunas dimensiones biológicas y ecológicas han sido sobresimplificadas o de plano ignoradas", como anota el mexicano Alejandro Terrazas.9"

Finalmente, se observa un problema metodológico cuando arqueólogos sin formación osteológica excavan cementerios, lo que impide tanto un mejor re­gistro óseo como una mejor contextualización de la realidad fúnebre con el aporte bioantropológico, más aún cuando los restos se encuentran en mal esta­do de conservación requiriendo un estudio inmediato, pues su movilización y transporte los acabaría de malograr. De ahí la necesidad de abordar la proble­mática fúnebre de una manera transdisciplinaria, donde además de los elemen­tos culturales se incorpore la esfera biótica, contextualizada en su horizonte temporo-espacial y socio-histórico, y en la ideología de la sociedad que se estudia.

En Colombia se han adelantado investigaciones tendientes a reconstruir las costumbres funerarias de cazadores recolectores y plantadores tempranos99 y

96 Lull, 2000, p. 580.

97 Wysocki, Whittle, Op. Cit. p. 591.

98 Alejandro Terrazas, Problemas metodológicos en la interpretación de prácticas mortuorias en contex­tos arqueológicos. XI Coloquio Internacional de Antropología Física Juan Camas. Orizaba, México, 23-28 de septiembre, 2001, p.98.

99 Gonzalo Correal, Aguazuque. Evidencias de cazadores, recolectores y plantadores en la altiplanicie de la Cordillera Oriental, Bogotá, FIAN, Banco de la República, 1990; Ana María Groot, Checua. Una secuencia cultural entre S 500 y 3000 añas antes del presente. Fian, Banco de la República, 1992.

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sociedades agroalfareras100 de los Andes Orientales; también en el Valle del Cauca101. En alguno de estos estudios del altiplano Cundiboyacense, por ejem­plo, se ha concluido en base a la premisa de la inversión de energía por la profundidad y tamaño de las tumbas, como también por el número de objetos, que "aunque hay variabilidad entre individuos de Las Delicias, Soacha y Can­delaria, ninguno de ellos mostró una notoria inversión de energía en la tumba ni en el ajuar funerario. La diferenciación social estuvo basada en la dimensión de edad, sexo y en el rango heredado. Los individuos con más alto rango so­cial de las muestras no presentan evidencia de acumulación de riqueza. Ningu­no de estos tres casos apoya el argumento de una fuerte jerarquización sociopolítica ni la idea de control de recursos escasos o acumulación de rique­za como fuente de poder. Por el contrario, indican que algunos caciques "muiscas" basaban su preeminencia en logros personales y en fuentes diferen­tes al control de recursos".102

No obstante, no se tiene en cuenta que por cuestiones prácticas las tumbas de los adultos son mayores en correspondencia a su tamaño estatural, que en las zonas planas por el nivel freático las tumbas son menos profundas que en las lomas, y que la alta jerarquía era enterrada en sitios diferentes al resto del pueblo -al pueblo común se le enterraba en campo raso envuelto de una man­ta, sobre cuya sepultura se plantaba un árbol-, como lo describió fray Pedro Simón,103 señalando que a los señores principales se les momificaba y coloca-

100 Ana María Boada, Variabilidad mortuoria y organización social prehispánica en el sur de la Sabana de Bogotá. En: Sociedades complejas en la Sabana de Bogotá, siglos VII al XVI D.C. (B. Enciso. M. Therrien eds.). Bogotá, ICANH, 2000, pp. 21-43; H. Pradilla, descripción y variabilidad en las prácticas funerarias del Cercado Grande de los Santuarios, Tunja, Boyacá. En: Los chihchas. Adap­tación y diversidad en los Andes Orientales de Colombia, i. V. Rodríguez (ed.), Bogotá, Universidad Nacional Colciencias, 2001, pp. 165-206.

101 Carlos A. Rodríguez, Héctor Salgado. Las costumbres funerarias de las sociedades Agroalfareras prehispánicas de la región Samaría en el curso alto del río Calima. I milenio a. C. - siglo VI d.C. Cali, Informe Final, Instituto Vallecaucano de Investigaciones Científicas, 1990; C. A. Rodríguez. El Cacicazgo de Guabas. Variante Meridional de la Tradición Cultural Quimbaya Tardío (700-1300 D.C). Informe Final. Instituto Vallecaucano de Investigaciones. Científicas INCIVA. Alcaldía Muni­cipal de Guacarí, 1994; Sonia Blanco. Arqueología Urbana en el sur de Cali. Alcaldía de Cali, División de Cultura-INCIVA. Cali, 1996; S. Blanco, Reconocimiento y Prospección Arqueológica Estación de Servicio La Gran Parada, Vereda La Acequia, Municipio de Palmira Informe final Calima Darién INCIVA (MS. Sin publicar) 1999; S. Blanco, A. Clavijo. Prospección y rescate arqueológico del cementerio prehispánico de Coronado, Palmira, Valle del Cauca. Manizales, / Congreso de Ar­queología en Colombia. 1999; S. Blanco, Estudio de Impacto Ambiental Arqueológico Proyecto Centra Comercial Santa Bárbara Shopping Plaza. Municipio de Palmira. Informe Parcial y Plan de Manejo para la Mitigación de Impactos del Patrimonio Arqueológico. Ms. INCIVA. Calima- El Darién. 2001; S. Blanco, A. Clavijo. Prospección y Rescate Arqueológico en el Cementerio Prehispánico Coronado. Palmira-Valle del Cauca. Informe final I Etapa. INCIVA. FIAN. ICAN. Alcaldía de Palmira. 1999; S. Blanco, A. Clavijo, M. Cárdale, L. Herrera, Informes Parciales 1 y 2 Proyecto Coronado-Palmira. Palmira. 1999.

1 02 A. M. Boada, 2000, p. 42.

103 P. Simón, 1981, T 111, pp. 406-407.

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ba en cuevas con ofrendas majestuosas de oro y esmeraldas puestas en ojos, narices, boca y ombligo, acompañados de sus mujeres y siervos.

2.3. Las fuentes etnográficas

La observación directa de los rituales fúnebres de comunidades vivas per­mite contrastar y verificar las hipótesis deducidas del contexto arqueológico, siempre y cuando pertenezcan a la misma región y época. Así, por ejemplo, para Asia Central y Mediterráneo se dispone de excelentes fuentes escritas de historiadores de Grecia (Heródoto) y Roma (Plinio) antiguas. Para el continen­te americano, además de las fuentes escritas de los cronistas tempranos, las Relaciones Geográficas y Visitas, se posee una importante información etnográfica. Mientras que las primeras tienen la desventaja de haber sido escri­tas por observadores que tenían una posición religiosa medieval y, por consi­guiente, no lograron entender la esencia de los rituales indígenas, las segundas están distanciadas más de 500 años con relación a sus antecesoras prehispánicas, y pueden estar imbuidas por la religión judeo-cristiana imperante actualmente. A pesar de estas deficiencias no hay que desestimarlas del todo, pues su análi­sis crítico puede contribuir a corroborar o replantear algunas consideraciones del registro arqueológico, más aún si tenemos en cuenta el carácter conserva­dor y tradicional de los rituales mortuorios.

En tanto que no sobrevivieron indígenas en el valle del río Cauca, y que el estudio de los rituales de las comunidades indígenas contemporáneas es muy incipiente, se traerán a colación algunas descripciones realizadas por miembros de etnias colombianas con el fin de extraer similitudes que contribuyan a expli­car las causas de su complejidad.104 En la comunidad Yanacona del suroccidente de Colombia según Fredy R. Chicangana la muerte y la naturaleza son una sola, de manera que si el difunto fue adusto en vida, el viento se enoja, y al contrario será calmado; si fue un niño siempre habrá sol y la noche será estrellada. Los deudos se encargan de expiar las ofensas y culpas del difunto. Antes de la in­fluencia occidental se les enterraba de pie en un hueco que se hacía sobre otro hueco -se refiere a un hueco vertical y otro lateral- de manera que pudiese salir de noche, y para que la tierra no fuese un peso sobre su cuerpo y pudiese des­cansar; junto al cuerpo se colocaban vasijas llenas de chicha, maíz cocinado y mantas para protegerse del frío. Después de la muerte sobreviene la visita de Chaquilulo a la casa de los familiares, con el propósito de tranquilizar el muerto y contrarrestar lo negativo que haya quedado flotando en el espacio.

104 Recopiladas por el profesor Virgilio Becerra dentro del contexto de la asignatura Problemática Colombiana II (La muerte en Colombia prehispánica) durante el primer semestre de 1994 en la Carrera de Antropología de la Universidad Nacional de Colombia.

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Para los Murui-Muinane (Huitoto) de la Amazonia, de acuerdo a Eudocio Becerra, el enterramiento depende de la forma de muerte de la persona: haide si muere joven, safenaite si se muere viejo (se seca) y faiga si ha sido asesina­do; si el difunto fue perverso en vida no se le entierra sino que se incinera para destruir su mala energía, entre mayor maldad más se incinera con el fin de proteger a los vivos de los posibles males. Anteriormente el infractor era con­sumido y regurgitada su carne para extraer la maldad por parte de una comuni­dad diferente a su originaria y su cabeza entregada al jefe como prueba del ritual. Si muere un chamán se practica el iponako, un baile especial para evitar que se pierda su espíritu y se entierra boca abajo para evitar que salga su poder y afecte a los vivos (entre los Yucuna se observa algo similar, según José Juan Matapí, Información Personal).

Los enterramientos se efectúan en el interior de la maloca, con el cuerpo en posición sedente, la espalda apuntando hacia los rayos solares -hacia el este-para recibir calor; como ajuar funerario se colocan los objetos que hicieron parte de su vida cotidiana, inclusive antes de morir se pueden enterrar objetos para proteger al mundo de los vivos; los chamanes que presiden y sellan el ritual de muerte, depositan también pertenencias con significado mágico como collares y narigueras. El pozo por lo general es circular y de profundidad hasta la cintura o la axila de quien lo cava. Encima de la tumba se enciende una fogata para brindarle calor al difunto de manera que sus poderes no se enfríen ni se malogren. Posteriormente se abandona la maloca y no se puede volver a construir en este sitio. El aniversario se festeja con danzas.

En la comunidad Iku de la Sierra Nevada de Santa Marta, de acuerdo a Faustino Torres, el ritual fúnebre depende de la causa de muerte, la edad y el sexo del difunto. El cadáver se envuelve en una tela, hamaca o prenda de ves­tir, se acomoda sentado en un asiento, con un calabacito de cal y un gorro o una mochila con aguja según el sexo. Los mamos -sabedores- no permiten que los difuntos sean enterrados con sus propias pertenencias pues pueden tener malas energías impregnadas que lo desfavorecerían en el más allá por sus ma­los actos; por esta razón se prefiere envolverlos en helécho reforzado con ca­buya.

A los muertos por enfermedades se les entierra sentados mirando hacia el este o hacia las tierras sagradas; los ahorcados son enterrados en posición ver­tical con la cabeza hacia abajo, pues se supone que el espíritu se despojó del cuerpo por el ano. En este último caso se incinera el cadáver para evitar la contaminación de los vivos y causar muertes por ahorcamiento. A los muertos en accidentes se les prepara una ceremonia especial pero la forma de la tumba sigue siendo igual.

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58 PUEBLOS, RITUALES Y CONDICIONES DE VIDA PREHISPÁNICAS EN EL VALLE DEL CAUCA

El sitio de enterramiento lo define el mamo según un orden universal, y a los deudos les corresponde realizar pagamentos o rituales para que el difunto pague sus deudas y no sufra, en tanto que el único fin del hombre es superar todo a través de sacrificios; ese proceso de liberar al ser y de buscarle una limpieza se llama eisa. Solamente se puede alcanzar el punto de partida y lle­gar a la madre si se está limpio. Si fue correcto en la vida quedará exento de los pagamentos y llegará directamente a Chundwa, simbolizado por el pico más alto de la sierra: el pico Colón.

Gerardo Reichel-Dolmatoff105 describió en 1966 un ritual Kogi organizado por un mamo de la Sierra Nevada de Santa Marta. El autor sintetizó de la si­guiente manera el ritual de enterramiento:

1. Interpretación del cementerio como "aldea de la muerte", "casa ceremo­nial de la muerte", y la fosa como "casa" y "útero". Aquí se refleja el dualismo de la cosmovisión Kogi, la organización de la sociedad en gru­pos opuestos pero complementarios, la dualidad de la vida y la muerte, el lado derecho y el izquierdo, el bien y el mal. El universo o huevo cósmi­co se interpreta como un útero, al igual que la tierra, la sierra, la casa y la tumba.

2. Disposición del cadáver en posición fetal, envuelto en una mochila, ata­do con una cuerda en el cabello. La persona regresa al útero en posición fetal, envuelto en una mochila que representa la placenta y la cuerda el cordón umbilical, la que se corta a los nueve días para producir el renaci­miento en el más allá.

3. Posición del cadáver sobre el costado izquierdo y con la cabeza hacia el este, hacia donde nace el sol, símbolo de luz y de vida pues el ritual de enterramiento es un acto de "cosmificación"; en el curso de la vida los humanos siguen el camino del sol, hacia el este, y hacia la muerte, al oeste.

4. Diferenciación de los lados izquierdo y derecho, ubicación de las manos y pies. El movimiento de izquierda a derecha equivale a extraer lo nega­tivo y a introducir lo positivo.

5: Ubicación de las ofrendas en el fondo, los lados, el centro y la superficie del entierro. Las ofrendas se colocan en los 7 puntos del espacio sagrado: al norte, sur, este, oeste, cénit, nadir y centro. Las pequeñas ofrendas

1 05 G. Reichel-Dolmatoff, Notas sobre el simbolismo religioso de los indios de la Sierra Nevada de Santa Marta. En: Estudios antropológicos, A. y G. Reichel-Dolmatoff. Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura. Biblioteca Básica Colombiana, 1977, p. 238.

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PRÁCTICAS FUNERARIAS EN EL VALLE DEL CAUCA 59

incluyen alimentos, amuletos personales, pequeñas conchas de moluscos marinos, piedrecillas. Los bivalvos representan un sentido femenino y los gasterópodos el masculino.

6. Interpretación de la ofrenda como "comida para la muerte". Mediante las ofrendas los muertos participan en la esfera alimenticia y sexual de los sobrevivientes, siendo castigados estos últimos con enfermedades si no cumplen con sus deberes.

7. Apertura de la fosa y cerramiento de la "casa útero" acompañados de ceremonias.

8. Purificación mediante vueltas.

En la península de la Guajira "se es wayúu porque se tienen unos muertos a quien cuidar; se es wayúu porque se tiene una familia de carne (o parientes maternos) que te enseña desde niño que tienes un cementerio; y que a él vas a ir; y que por él puedes morir [...]", señala Miguel A. Valbuena.106 Para el wayúu los velorios y los entierros son momentos fundamentales de su vida, con los que se trata de propiciarle o prevenirle al difunto (yoruja) cualquier acción pendiente con relación a los vivos, parientes o enemigos.

Durante el velorio se resalta la relación social con el difunto y el reencuentro con sus parientes y aliados, y la redistribución de su riqueza o aportación de recursos si era pobre; durante el velorio el grupo familiar se reencuentra y se reviven historias y sucesos, se comparte comida, bebida y se llora. Esta acción se repite durante los aniversarios. Solamente después del segundo entierro en urna el difunto deja de ser yoruja y se va a descansar ajepirra en el Cabo de la Vela, hacia el fondo del mar.

Si la persona es asesinada tiene otro tipo de ritual, es considerada asiirru (una víctima) y lo caminan, le atan los pies y le colocan determinados objetos y animales pequeños con el fin de manifestar el rechazo y la rápida venganza contra el homicida.

En la comunidad Yuko (Motilón) de la Serranía de Perijá al momento de la muerte se produce una división en dos componentes: el elemento esencial de la personalidad del difunto, y el elemento propio de la corporalidad. Mientras existan partes blandas adheridas al cuerpo, la propia vida del difunto no termi­na y sus dos componentes continúan vagando cerca del lugar del enterramien­to primario. Por esta razón al cabo de dos años se produce una ceremonia de enterramiento secundario, acompañado de danzas y bebidas.

106 V. Becerra, 1994, p. 4.

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60 PUEBLOS, RITUALES Y CONDICIONES DE VIDA PREHISPÁNICAS EN EL VALLE DEL CAUCA

Inicialmente el cadáver es envuelto en su manta en posición de cuclillas con las rodillas contra el pecho y las manos sobre las mejillas, colocado sobre una parrilla y ahumado a fuego lento durante tres días y noches, hasta quedar redu­cido a una momia ennegrecida. La tumba se cava en el centro que habitó el difunto, orientando la pequeña fosa en sentido norte-sur, y en el fondo una armazón sobre la que se coloca el cuerpo con la cara hacia el oeste. La tumba se cubre con una reja de madera y se abandona la casa del muerto, acompañan­do el ritual con llantos; la pintura roja con achiote se considera señal de duelo. Durante el enterramiento secundario se conduce la momia a una cueva solitaria en la sierra de Tocore, donde reposan centenares de momias.107

A partir de estos datos etnográficos se puede realizar una aproximación a los rituales funerarios de las poblaciones indígenas que concebían la muerte y la natu­raleza una sola. La ceremonia mortuoria constituyó un rito de paso de gran impor­tancia pues contribuía por un lado a la consolidación de la identidad y territorialidad del grupo, acompañando al muerto con danzas, comidas y bebidas donde se mos­traba el vínculo étnico del grupo; y por otro, posibilitaba la expiación de las deu­das y malas energías producidas en vida por los difuntos, con el fin de retornar a la madre naturaleza purificado. De ahí que algunos grupos cremaban los cuerpos con el fin de eliminar las malas energías del difunto, y otras practicaban enterramientos secundarios para que el difunto descansara definitivamente en el mundo de los muertos; unos terceros trataban de retener los pies dentro de nichos para que no pudieran caminar de noche. En fin, el mundo de los muertos infundía mucho temor al mundo de los vivos, de ahí que los enterramientos se realizaban en lugares ceremoniales especiales, alejados de las viviendas, o cuando se practica­ban en su interior éstas eran abandonadas a su suerte108.

Además de acompañar los entierros con alimentos, depositaban las perte­nencias del difunto pues podían tener mala energía, misma que podía afectar la tranquilidad de los vivos. Algunos tipos de muerte eran considerados negati­vos, como el ahorcamiento y el asesinato; otros no producían malestar, como la muerte de los niños. La orientación del cadáver tenía que ver con la inten­ción de que el muerto no perdiera calor, y se colocaba el cadáver de tal manera que recibiera los rayos solares por alguna parte del cuerpo, de manera que no se malograran sus poderes. Dentro de la concepción del ciclo vital de la socie­dad, había diferencias según la edad y el sexo del muerto. Consideraban que después de muertos irían a un gran reino aparejado para ellos, y para mostrar

107 G. Reichel-Dolmatoff, Los indios motilones. Etnografía y lingüística. Revista del Instituto Etnológico 1945, pp. 46-55.

108 J. Virgilio Becerra (ed.), La muerte en la Colombia Prehispánica. Bogotá, Dpto. de Antropología, MS, 1994.

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PRÁCTICAS FUNERARIAS EN EL VALLE DEL CAUCA 61

mayor autoridad en el enterramiento de los señores principales inhumaban tam­bién a sus vasallos, a quienes emborrachaban hasta quedar sin sentido, para luego enterrarlos vivos.

El enterramiento de algunos personajes importantes como los chamanes generaba ceremonias especiales, quizá de mayor complejidad que las de los caciques pues los primeros infundían temor por los poderes que poseían, por lo que se inhumaban bocabajo para que la energía se retuviera en la tierra y no afectara a los vivos.

En base a las observaciones etnográficas y a las propuestas desarrolladas por varios autores que han trabajado en el ámbito de la Arqueología Funeraria o de la Muerte, y en la necesidad de reforzar el componente bioantropológico y medioambiental en la interpretación de los cambios socio-culturales, se pro­pone la siguiente tabla de componentes funerarios.

Tabla No. 1. Categorías

Categoría general

1. Cosmovisión

2. Contexto socio­económico

3. Biológica (condiciones de vida)

4. Preparación y tratamiento del cuerpo

5. Adecuación mortuoria (tumba)

6. Artículos (ajuar)

7. Localización

8. Ambiental

del análisis funerario

Clases mayores

Interpretación del universo, de la vida y de la muerte. Significado de las ofrendas. Rituales de muerte: desollamiento, descuartizamiento, cabezas trofeo. Organización social (filiación, residencia, parentesco, división del jerarquías)

trabajo,

Modo de reproducción (ciclo vital, matrimonio, trato a niños y mujeres) Organización política (unidades) Estructura demográfica (paleodemografía) Composición corporal Nutricional (paleodieta) Estado de salud (paleopatología) Tipo de disposición (directo, indirecto, individual, colectivo) Programa de disposición (ahumado, cremado, incinerado, momificado) Forma de muerte (natural, sacrificado, descamado, desollado) Variedad del receptáculo Forma y dimensiones Materiales no elaborados Orientación Cantidad Calidad (valor social) Variedad Fuentes (origen) Macro, del área de disposición, de la necrópolis Meso, dentro del área de disposición, la tumba en la necrópolis Micro, dentro del área de adecuación, del ajuar en la tumba Edafológica (suelos) Botánica (polen, fitolitos, macrorrestos) Faunística (restos animales) Ubicación geográfica (clima, humedad, precipitación)

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62 PUEBLOS, RITUALES Y CONDICIONES DE VIDA PREHISPÁNICAS EN EL VALLE DEL CAUCA

De acuerdo a estas premisas la excavación de cementerios se diseña de acuer­do a tres tipos de datos a rescatar esquematizados en un diagrama de flujo bioarqueológico:109

1. Dimensión espacial. Localización del cementerio con respecto al habitat de la población y el paisaje; su delimitación; localización y orientación de cada sepultura; posición de los materiales y localización de otro tipo de estructuras en el área del cementerio.

2. Construcción, empleo y factores de deterioro de las sepulturas. Tipología de las estructuras; número de enterramientos; preparación del cadáver; fac­tores de destrucción (guaquería, deterioro natural o antrópico por arado).

3. Clasificación del material. Análisis del ajuar; estudio del registro antropo­lógico; estudio del registro faunístico; análisis diversos (sedimentología, po­len, antracología, contenidos); cronología (tipología de las estructuras y ajuares, estratigrafía, sistema de datación absoluta -C14-).

2.4. Las fuentes etnohistóricas

Pedro de Cieza de León en su "Crónica del Perú" describió los enterramientos de los gorrones de la margen este del río Cauca de la siguiente manera: "°

"Los muertos que son más principales los envuelven en muchas de aque­llas mantas que son tan largas como tres varas y tan anchas como dos. Después que los tienen envueltos en ellas les revuelven a los cuerpos una cuerda que hacen de tres ramales, que tiene más de doscientas brazas, entre estas mantas le ponen algunas joyas de oro; otros entierran en se­pulturas hondas".

Los pobladores del valle de Lile (Cali) practicaban el ritual de las cabezas trofeo, rellenando de ceniza los cuerpos y cubriendo los rostros de sus víctimas con cera. Sobre sus enterramientos anotaba:"1

"Cuando los principales morían, hacían grandes y hondas sepulturas dentro de las casas de sus moradas, adonde los metían bien proveídos de comidas y sus armas y oro, si alguno tenían".

109 J. E. Buikstra, Mortuary practices, palaedemography and paleoapthology: a case study from the Koster site (Illinois). In: The archaealogy of death. R. Chapman, I. Kinnes, K. Randsborg (eds). Cambridge University Press, 1981, pp. 125; L. Manzanilla L., R. Arrellín, Los entierros de los túneles al este de la Pirámide del Sol: Proyecto UNAM 1987-1996. En: Prácticas funerarias en la Ciudad de los Diases. Los enterramientos humanos de la antigua Tealihuacan. México, HA UNAM, 1999, p.4.39.

I 10 Cieza de León, 1922, p. 87.

I 1 1 Ibid., p. 93.

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PRÁCTICAS FUNERARIAS EN EL VALLE DEL CAUCA 63

El capitán Jorge Robledo en su "Relación de algunos pueblos de la Gober­nación de Popayán, 1539-1541", describió las prácticas funerarias de los po­bladores de la ciudad de Cartago, correspondiente a la Provincia de Quimbaya,112

quienes secaban el cuerpo entre dos fuegos, le embadurnaban con el pigmento llamado bija, le colocaban sus joyas y lo envolvían en muchas mantas de algo­dón. Mataban dos indígenas, colocando uno de ellos a los pies y el otro al lado de la cabeza. Al lado del cuerpo ubicaban las armas del difunto, sillas, alimen­tos, bebidas y vasijas para que comiera de noche. La sepultura era muy profun­da y dentro de ella una bóveda donde cabían 4 de a caballo, cerrando la entrada con palos; rellenaban todo el pozo que tenía 4-5 estados de altura -un estado corresponde a una persona parada-. Antes de enterrarlo acompañaban al difun­to en su casa por más de dos meses, le hacían fiestas de noche donde le llora­ban y alababan. Las mujeres eran enterradas sin oro.

Sobre las creencias en torno a la muerte Cieza de León"3 comentaba que para los quimbayas todos los cuerpos resucitaban en partes donde iban a tener gran placer y descanso, por lo cual colocaban en las tumbas chicha, maíz, pescado y otros alimentos, junto a sus armas y útiles para sobrellevar la otra vida.

"Y creen que los cuerpos todos han de resucitar; pero el demonio les hace entender que será en parte que ellos han de tener gran placer y descanso, por lo cual les echan en las sepulturas mucha cantidad de su vino y maíz, pescado y otras cosas, y juntamente con ellos, sus armas, como que fuesen poderosas para los librar de las penas infernales"

De esta información se colige que los cronistas hicieron especial énfasis en las costumbres fúnebres de los señores principales y no describieron los ritua­les de los miembros comunes, que quizá fueron más sencillas, en tumbas más pequeñas y con sobrio ajuar funerario. En algunas ocasiones los cuerpos eran cremados en barbacoas a fuego lento hasta quedar secos, envueltos posterior­mente en mantas; en otras eran enterrados en sus casas. Siempre se colocaban chicha y alimentos para su viaje al más allá.

2.5. Las fuentes arqueológicas

Las prácticas fúnebres han sido uno de los principales atractivos de la ar­queología vallecaucana, tanto en la época de contacto, cuando los conquista­dores se convirtieron en los primeros saqueadores de tumbas, como en la Colonia

1 I 2 V. M. Patino, Op. Cit. p. 30. 1 1 3 Cieza de León, Op. Cit. p. 78,

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64 PUEBLOS, RITUALES Y CONDICIONES DE VIDA PREHISPÁNICAS EN EL VALLE DEL CAUCA

y en la época de colonización de la cordillera Occidental a principios del siglo XX.114 Los saqueadores de tumbas -guaqueros- han construido un modo de vida en varias poblaciones del occidente (Darién, Restrepo, Yotoco), hasta el punto que se han convertido en profesionales de esta labor, causando daños irreparables al patrimonio cultural que pertenece a todos los vallecaucanos y a la humanidad. A ello ha contribuido la riqueza material de yacimientos como Malagana, Palmira, con grandes ofrendas orfebres, la curiosidad de los ceramistas antiguos que produjeron bellas obras de arte (alcarrazas, patones, máscaras y otras), y la misma magnitud de las tumbas como las de Obando. Afortunadamente la existencia del Instituto para la Investigación y la Preserva­ción del Patrimonio Cultural y Natural del Valle del Cauca (INCIVA), la Uni­versidad del Valle, y el apoyo de la Fundación ProCalima, la Universidad Nacional de Colombia y últimamente la Fundación Ecoparque Llanogrande (FELLG) mediante proyectos sistemáticos ha contribuido al estudio y salva­guarda del patrimonio cultural regional.

Gracias a esta labor, hoy día conocemos muchos aspectos de la gran varia­ción de las costumbres fúnebres, formas, dimensiones y orientación de los re­cintos, que permiten inferir diferencias en la calidad, cantidad y ubicación del ajuar, tratamiento y disposición de los cuerpos, desde los grupos agroalfareros tempranos (Samaría, Darién, Malagana, Coronado, La Cristalina, Santa Bárba­ra, Estadio) hasta los tardíos (Almacafé, CIAT, Corpoica, Guacandá, El Car­men, Cantaclaro) (Figura 7).

En el valle del río Cauca se han adelantado estudios arqueológicos de varia­bilidad mortuoria para los tres grandes períodos: llama, Yotoco y Sonso.""'

1. Período Temprano (llama), I milenio a.C. En la región Calima de la cordillera Occidental tenemos El Topacio, El Pital, La Cristalina, El Llanito, La Iberia, La Aurora, Agualinda y Samaría. En la llanura del rio Cauca están Farfán, municipio de Tulúa; Malagana, Coronado, Santa Bárbara, El Estadio, El Sem­brador, municipio de Palmira; La Cristalina, municipio de El Cerrito; también algunas de El Carmen, municipio de Guacarí."6

Las poblaciones de este período aprovecharon los fértiles suelos de origen volcánico de la cordillera Occidental y el valle de inundación del río Cauca,

114 Cieza de León, 1922; Wassen, 1936; Pineda, 1945; Trimborn, 1949; Caldas et al. . 1972; C. A.

Rodríguez 1994, 1999, 2002; Blanco et al., 1999; Rodríguez et al., 2002.

1 1 5 Carlos A. Rodríguez, 2002. 1 1 6 E. Forero, Arqueología de rescate en la parcelación El Llanito. Región Calima. Cali, Cespedesia,

1990, 16-17(59):147-179; C. A. Rodríguez, H. Salgado, 1990; M. Cárdale, 1992; S. Blanco el al., 1999; J. V Rodríguez et al., 2002.

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PRÁCTICAS FUNERARIAS EN EL VALLE DEL CAUCA 65

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Figura 7. Formas de las tumbas de Samaría según período (Rodríguez, Salgado, 1990)

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66 PUEBLOS, RITUALES Y CONDICIONES DE VIDA PREHISPÁNICAS EN EL VALLE DEL CAUCA

con espesos bosques (que proveían animales de caza), recursos de arroyos y ríos (peces, tortugas, crustáceos) alternando períodos húmedos (entre 1450-1250 y 350-200 a.C.) con temporadas secas (entre 550-350 y 200-50 a.C). Dentro de las plantas se ha encontrado maíz (variedad Chapalote/Nal Tel/Po-11o), fríjol común, achiote (Bixa orellaná), calabaza o ahuyama {Cucúrbita sp.), arruruz (Maranta arundinacea L.), cuesco {Scheelea butyracea). Dentro de los restos de fauna se mencionan zaino (Tayassu sp.), cusumbo {Nasua nasuá), venado (Odocoileus sp), ratón, perro (Canis sp), peces, aves, reptiles, inverte­brados (moluscos terrestres). Dentro de los restos vegetales destacan las pal­mas (Attalea, Scheelea), importante fuente de aceite, maíz, cucurbitáceas.117

Desde el punto de vista social eran poblaciones estratificadas, y poseían una economía estable de agricultura y caza. Algunas construyeron canales y jarillones

Figura 8. Alcarraza antropomorfa femenina, Co­ronado, Palmira (Museo Arqueológico, Calima)

117 Cárdale et a l , 1995.

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PRÁCTICAS FUNERARIAS EN EL VALLE DEL CAUCA 67

como en Calima y Malagana (Fig. 10) para el manejo de las aguas. Las viviendas en la cordillera se establecían sobre terrazas artificiales (Fig. 21), mientras que en el valle debió ser de tipo palafito para evitar las inundaciones. La cerámica es muy fina, entre ellas vasijas de doble vertedera y asa puente (alcarrazas) (Figura 8), cuencos, vasijas con seres fabulosos (felinos, murciélagos, serpientes, aves, humanos). Son importantes las representaciones del chamán o curandero quien se asocia con la capacidad de transformarse en animal, especialmente en jaguar.118

2.5.1. Las prácticas funerarias de las comunidades tempranas

Las poblaciones llama de la cordillera Occidental en la región Calima inhumaban a sus muertos en cementerios ubicados en cercanías a los sitios

Figura 9. Malagana, Palmira, Tumbas 7, 8, 9 (Cárdale et al, 1995) Magdalena, Palmira Tumbas 7 , 8 , 9

118 Rodríguez et al., 1993; Cárdale et al., 1995; Botiva, Forero, 1993; Herrera et al., 1994; Archila et al., 1996; Herrera et a l , 1997; Bray et al., 1999; Herrera, Cárdale, 1999; Rodríguez, 2002; Rodríguez, Salgado, 1990; Cárdale, 1992.

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68 PUEBLOS, RITUALES Y CONDICIONES DE VIDA PREHISPÁNICAS EN EL VALLE DEL CAUCA

de habitación y dentro de sus viviendas; las tumbas son de pozo rectangular o circular, de no más de 300 cm. de profundidad, con cámara lateral de forma rectangular o semirectangular con extremos redondeados. No se han recupe­rado restos óseos por lo que se desconoce el tratamiento dado a los cuerpos, pero en Darién se han encontrado fragmentos de metates que posiblemente sostenían los cuerpos debajo de la cabeza, pelvis y pies. Algunas tumbas no poseían ajuar funerario; en otras destacan las alcarrazas, canasteros, patones, copas, ollas, cuencos, collares, volantes de huso, y especialmente las figuras antropozoomorfas representando felinos, murciélagos, ranas y serpientes, po­siblemente asociados a las transformaciones que sufren los chamanes o cu­randeros durante los trances,119 como se manifiesta en un instrumento en oro y hueso que ha sido considerado como trompeta, pero que en realidad se asemeja a los empleados para el consumo de rapé de yopo.120 Al parecer existía estatus social por las diferencias en el ajuar y en la forma y tamaño de las tumbas.

a) Hacienda Malagana, municipio de Palmira

Localizado sobre el río Bolo, en suelos aluviales con zonas bajas e inundables con terrazas adecuadas para vivienda, campos de cultivo y sitios ceremoniales.121 El cementerio se localiza entre el río Bolo y el zanjón Zumbaculo -posiblemente un antiguo brazo-, entre dos canales circundantes en cuyo interior se hallaba una zona elevada donde habitaron sus antiguos pobladores. La función de los canales era la de desviar el agua de los desbor­des del río Bolo mediante otro canal hacia la parte occidental (Figura 10). En este sitio existieron, según los autores, por lo menos dos ocupaciones anterio­res a Malagana. La primera representada por una cerámica de rasgos similares al llama, aunque no típicamente, denominada Protollama; sus fechas oscilan entre el siglo III a. C. y el II a.C.

La segunda correspondería a la llama, de presencia reducida. La tercera ocupación, Malagana, presenta la mayor cantidad de materiales culturales y los autores la relacionan con el período Yotoco de la región Calima (0-600 d. C ) . La cerámica resalta por ser de pasta fina, pintura roja y crema, con motivos

1 I 9 C . A. Rodríguez, 2002, p. 127.

120 Ver lámina 76 en Las tesoros de los señores de Malagana, Bogotá, Museo del Oro, 1996, p. 47; Richard E. Schultes, Albert Hofmann, Plantas de las Dioses, Orígenes del uso de los alucinógenos, México, Fondo de Cultura Económica, 2000, p. 118, 123.

1 2 I A. Botiva, E. Forero, Malagana Guaquería Vs. Arqueología. Bogotá, Banco de la República Boletín Museo del Oro. 1991, N° 31:125-129; M. Cárdale, L. Herrera, C. A. Rodríguez, Y. Jaramillo, Rito y Ceremonia en Malagana. (Corregimiento de El Bolo, Palmira, Valle del Cauca). En: Boletín de Arqueología. Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales, 1999, Año 14. Número 3; cf. Las tesaras de los señares de Malagana, Museo del Oro, 1996.

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PRÁCTICAS FUNERARIAS EN EL VALLE DEL CAUCA 69

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F i g u r a 10. Fotografía aérea de Malagana entre el río Bolo y el zanjón Zumbaculo, obsérvense los dos canales concéntricos señalados por las flechas.

geométricos. Sobresalen las alcarrazas con figuras antropomorfas, al igual que la fina orfebrería y el trabajo sobre piedra.122

Las tumbas eran de pozo rectangular, con los cuerpos en posición de decú­bito dorsal y los miembros extendidos (Figura 9). Algunos cuerpos muestran signos de cremación. El ajuar funerario estaba compuesto por vasijas peque­ñas, cuencos o alcarrazas, conchas marinas, cuentas de collar en cuarzo, estas últimas colocadas dentro de la boca o alrededor del cuerpo. Algunas tumbas presentaban un lecho de metates sobre el cual se colocaba el cuerpo.

Los esqueletos estaban enterrados con la cabeza orientada hacia el norte, exceptuando los entierros 16 y 2 que fueron colocados en posición este; el cuerpo en posición decúbito dorsal con los miembros extendidos. Siete de los cráneos (2, 4, 6, 7, 12, 15, 16) estudiados muestran deformación tabular erecta por compresión occipital. Dentro de las lesiones destaca la enfermedad articu­lar degenerativa en codo, desgaste dental, opacidad del esmalte.123 De Malagana

122 cf. Los tesoros de los señores de Malagana, Museo del Oro, 1996; M. Cárdale, L. Herrera, C. A. Rodríguez, Y. Jaramillo. Rito y ceremonia en Malagana, Boletín de Arqueología, 1999, Año 14, No. 3,

123 G. Correal, Estudio de los restos humanos y de los restos de fauna del sitio arqueológico de Malagana, Municipio de Palmira. En: Informe Proyecto Malagana, M. Cárdale, L. Herrera, C. Rodríguez. Cali, 1995, pp. 83-118.

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70 PUEBLOS, RITUALES Y CONDICIONES DE VIDA PREHISPÁNICAS EN EL VALLE DEL CAUCA

destacan las tumbas suntuosas saqueadas por guaqueros, con gran cantidad de piezas orfebres, alcarrazas, cuentas de collar de cuarzo y figuras humanas (Fi­gura 11).

Dentro de los restos de fauna se mencionan zaino {Tayassu sp.), cusumbo (Nasua nasua), venado (Odocoileus s.p), ratón, perro (Canis sp.), peces, aves, reptiles, invertebrados (moluscos terrestres). Dentro de los restos vegetales destacan las palmas (Attalea, Scheelea), importante fuente de aceite, maíz, cucurbitáceas.124

b) Coronado, municipio de Palmira

El Cementerio prehispánico de Coronado se encuentra ubicado en el perí­metro urbano del municipio de Palmira, en las coordenadas 76° 21' y 19,5" de longitud Oeste y 3o 29' y 47,7 " de latitud Norte . El yacimiento está delimitado

Figura 11. Alcarraza antropomorfa de estilo Malagana; la posición sentada en banco, el ros­tro enrojecido, los ojos pequeños, la boca con los dientes en forma apretada y el tocado sugie­ren que corresponde posiblemente a un chamán en trance (Labbé, 1999:20).

124 M. Cárdale et al , 1995.

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PRÁCTICAS FUNERARIAS EN EL VALLE DEL CAUCA 71

por los barrios 20 de julio al oriente, Ingenio Central Tumaco al occidente, al norte con algunas ladrilleras y el barrio Coronado y hacia el sur con las urbani­zaciones Villa Caimitos, Poblado Lourdes y Palma Real y el tradicional barrio Caimitos, derivados todos ellos de lo que antiguamente correspondió a la de­nominada hacienda Los Caimitos.

El área total del lote es de 50 hectáreas dedicadas en su mayor parte al cultivo de pastos y depósito de basuras y escombros, pero fue proyectado para ser urbanizado y a raíz de las labores de instalación de tubería se descu­brió la existencia del cementerio prehispánico. Antiguamente se adelantaron prácticas agrícolas mecanizadas para el cultivo de soya y caña, las cuales facilitaron el aplanamiento actual del terreno, en sus orígenes moderadamen­te ondulado. El sector hace parte del vértice de un cono de deyección corres­pondiente a las corrientes hídricas que descienden de la cordillera Central, que aportan materiales de carácter coluvio aluvial. Los zanjones Mirriñao y Zambrano afluentes del río Palmira, aportaron otros materiales que dan a es­tos suelos su carácter fértil. La zona objeto de la excavación conformó una especie de pequeña colina natural o un conjunto de ellas, circundada por agua, situación que facilitó el asentamiento y la construcción de sitios cere­moniales como el cementerio evidenciado.

Entre 1998-1999 los arqueólogos del INCIVA, con el apoyo de ProCalima y la Universidad Nacional adelantaron el rescate del cementerio más grande del Valle del Cauca, integrado por 112 tumbas, fechadas entre los siglos III a.C. y el II d.C.125 Se analizaron 101 individuos, de los cuales 4 neonatos (3.96%), 31 infantiles (30,69%), 5 juveniles (4.95 %), 61 adultos (60.39%). Las tumbas en su mayoría eran de pozo simple rectangular, oval y cuadrangular, aunque tam­bién se evidencian nichos, escalones, zanjas y divisiones entre el pozo y la fosa (Fig. 12, 14). El esqueleto habitualmente yacía en posición de decúbito dorsal y los miembros extendidos. La mayoría presenta orientación NS de la línea cabeza-pies, aunque se observan algunos orientados EW e incluso SN, por lo que es difícil establecer un patrón generalizado.

El ajuar está compuesto por vasijas rituales y domésticas (cuencos grises y rojos, alcarrazas, vasos silbantes), colocadas cerca del cuerpo (encima de la ca­beza, al lado del hombro, entre las piernas, hacia los pies); se destacan las más­caras antropozoomorfas, que observan las mejillas hinchadas como si mascaran

125 S. Blanco, A. Clavijo, M. Cárdale, L. Herrera. Informes Parciales 1 y 2 Proyecto Coronado-Palmira. Palmira, 1998; S. Blanco, A. Clavijo. Prospección y Rescate Arqueológico en el Cementerio Prehispánico Coronado. Palmira-Valle del Cauca. Informe final I Etapa. INCIVA. FIAN. ICAN. Alcaldía de Palmira, junio 28 de 1999; Gustavo A. Cabal. Heterogeneidad y centralización en la suela plana del Valle del Cauca: cementerio prehispánico Coronado. Cali, INCIVA, 17 de mayo de 2004.

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72 PUEBLOS, RITUALES Y CONDICIONES DE VIDA PREHISPÁNICAS EN EL VALLE DEL CAUCA

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Figura 12. Coronado, Palmira, Área 1, tumba 6 (Blanco, Clavijo, 1999).

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PRÁCTICAS FUNERARIAS EN EL VALLE DEL CAUCA 73

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Figura 13. Máscara antropomorfa de Coronado, tumba 47 (Museo Arqueológico Calima).

coca (Fig. 13, 14, 36). Abundan las cuentas de collar de cuarzo entre la boca y cerca de la pelvis (Fig. 34); además de cuentas de lidita de forma cilindricas. También se encuentran cuentas de collar en oro con figura de babilla y otros adornos orfebres con figura de insectos (Fig. 33).

c) La Cristalina, municipio de El Cerrito

La Hacienda La Cristalina donde se localiza el cementerio prehispánico excavado se ubica entre los ríos Cerrito al sur y Zabaletas al norte, los zanjones Culifunche al oeste y el Zumbaculo al este. En el sitio se distinguen cuatro patrones fúnebres, aunque todos comparten la posición de decúbito dorsal con los miembros extendidos y la cabeza orientada en promedio 20.9° NE, excep­tuando T-15 (78° SE) y T-3/1 (90° E); los pies dentro de un nicho (exceptuando las tumbas infantiles sin forma definida). En promedio los cuerpos yacen a 120-140 cm. de profundidad en el horizonte C, y el rasgo aparece a los 85-95 cm., definiéndose bien en el horizonte Ab que corresponde al piso de habita-

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74 PUEBLOS, RITUALES Y CONDICIONES DE VIDA PREHISPÁNICAS EN EL VALLE DEL CAUCA

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PRÁCTICAS FUNERARIAS EN EL VALLE DEL CAUCA 75

ción de la época. Exceptuando las tumbas No. 26 y 40, no contenían ajuar funerario interno.126

El primero corresponde al parecer a los enterramientos más antiguos -720 a.C. a 20 d.C, fecha calibrada- incluye las tumbas No. 27, 31, 34, 40; tienen un pozo rectangular a un lado de la fosa, 10-20 cm. encima del nivel de la misma. En algunas se observan huellas de postes a la entrada de la fosa y presencia de ajuar funerario (T-27, T-40) (Fig. 15). Hay un caso donde un pozo es compartido por dos fosas individuales de individuos de diferente sexo (T-31, 34). Solamente se observan individuos adultos de ambos sexos.

El segundo parece pertenecer a enterramientos más tardíos del período Yotoco -350 a 690 d.C, fecha calibrada- incluye las tumbas T-3, 9,10, 14, 15, 17, 26, con planta de forma similar a la suela de zapato, con fosa donde yace el cuerpo separada del pozo de forma cuadrangular por un canal. Comprende niños y adultos de ambos sexos. El tercero (Tumbas No. 16, 30, 35, 36) de forma inde­finida, atañe a niños.

El cuarto tipo está representado solamente por la tumba No. 1 que no conte­nía esqueleto ni ajuar interno; el pozo es rectangular y la fosa frontal de forma elipsoidal. A juzgar por la alcarraza fitomorfa fragmentada de color rojo loca­lizada en el descenso del pozo a la fosa, parece concernir a una tumba llama.

Las tumbas observan la mayor cantidad de materiales sobre sus cubiertas, que inicialmente configuraban montículos pero con el paso de los años y de la mecanización agrícola se aplastaron, dispersándose el material (Figura 16).

Así, por ejemplo, el 89% del material lítico yacía sobre las tumbas, el 7.1% en los pozos y solamente el 3.9% en las fosas. La cobertura de las tumbas con fragmentos gruesos de cerámica y material lítico se ejecutó probablemente per­siguiendo varios objetivos: 1. Para marcar o señalizar el sitio; 2. Como acto ceremonial; 3. Como protección contra el pisoteo del lugar, debido a que las características físicas del suelo son muy inestables ante la presión superficial. Al igual que en otros lugares del país, por ejemplo en los Llanos Orientales y en el Cocuy, la gente al pasar cerca de las tumbas colocaba piedritas en señal de veneración y respeto hacia los muertos. Las tumbas infantiles, especialmen­te las No. 15 y 16, además de las No. 3 y 14, observan la mayor concentración de material en su cubierta. Es probable que la alta mortalidad infantil les con­moviera mucho de ahí que colocaran la mayor cantidad de ofrendas sobre sus tumbas.

126 J. V. Rodríguez, S. Blanco, P. Botero, La Cristalina. El Cerrito: un yacimiento ritual agroalfarera temprano en el Valle del Cauca. Bogotá, Cali, Universidad Nacional de Colombia, INCIVA, 2002.

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76 PUEBLOS, RITUALES Y CONDICIONES DE VIDA PREHISPÁNICAS EN EL VALLE DEL CAUCA

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Figura 15. La Cristalina, El Cerrito, tumba 40 (caracol marino de ofrenda).

La presencia de acumulaciones de cerámica, líticos, restos de moluscos, carbón, barro quemado y huellas de fogones cerca de las tumbas, no asociadas con enterramientos, puede indicar que son el producto de ceremonias fúnebres de acompañamiento de los muertos con comidas y bebidas hasta la noche, cuando aprovechaban la presencia de moluscos que solamente salen de noche pues de día se esconden en la hojarasca.

La introducción de los pies dentro de un nicho puede obedecer a una intencionalidad ritual de cubrirlos para que los muertos no retornaran al mun­do de los vivos como posiblemente practicaban algunas comunidades del sur de Florida, aunque allí se les mutilaban los pies antes de enterrarlos.127 Los cuerpos muy cremados presentan desarticulación de sus miembros y mayor proceso de descomposición; las huellas de las parihuelas donde secaban los cadáveres se aprecian alrededor del cuerpo. A su vez, los cuerpos enterrados

127 R.S. Carr, M. Iscan, R. A. Johnson, A Late Archaic Cemetery in South Florida. The Florida Anthropologist 1984, 37(4): 172-1 88.

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PRÁCTICAS FUNERARIAS EN EL VALLE DEL CAUCA 77

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Figura 16. La Cristalina, El Cerrito, tumba 15, infantil con montículo funerario.

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78 PUEBLOS, RITUALES Y CONDICIONES DE VIDA PREHISPÁNICAS EN EL VALLE DEL CAUCA

cubiertos quizás por mantas como describían los cronistas para las comunida­des del siglo XVI, no observan avanzada descomposición tafonómica ni adherencias de carbonates, pues los textiles protegían el cuerpo de la acción de los agentes del suelo.

Siguiendo los principios de la arqueología funeraria se analizó estadística­mente la variación de las tumbas, encontrando que existen relaciones de carác­ter práctico en la construcción de las tumbas, por lo cual sus variables construcciones internas, forma de la fosa, pozo y tumba están significativamente correlacionadas entre sí a nivel de confianza 0.01, y a su vez con la cerámica Roja, Rojo/Crema y Sin Decoración. La cerámica en general está correlacionada entre sí, es decir, que a mayor presencia de uno de los tipos se esperan altas frecuencias de los otros, sin prelación.

Del sexo dependen otros factores como la deformación craneal, la presen­cia de ajuar y la orientación del esqueleto. Así, mientras que de 5 cráneos femeninos 2 están deformados (40%); de 5 masculinos 4 observan esta prác­tica (80%), pero el único individuo masculino que no está deformado (T-40) incluía como ajuar un caracol marino que connota un gran valor cosmogónico (Figura 15), indicando quizás que esta persona poseía estatus adquirido, mien­tras que los primeros estatus heredado y no necesitaban ostentar.I2X A su vez, el sexo masculino poseía mayor estatus que el femenino, que a su turno per­día sus dientes con más frecuencia. Llama la atención el caso T-26A, indivi­duo masculino adulto que manifiesta lesiones en cara y cuerpo producidas por alguna agresión en actitud defensiva, y posiblemente corresponda a al­gún guerrero que fue cremado e inhumado con su mujer al lado izquierdo (Figura 17, 58). Por otro lado, destaca el tratamiento diferencial de los cuer­pos, ya que solamente dos individuos masculinos (T-9B, T-26A) presentan huellas de intensa cremación y desarticulación, probablemente con el fin de eliminarles sus "malas energías". El individuo masculino de la T-40 que tenía un caracol al lado de su hombro izquierdo, tenía carbón dentro de su boca (Figura 15).

De la edad dependen la entrada de la fosa (canal divisorio) y la ubicación de la tumba, pues las periféricas son básicamente infantiles, pero son las que tienen mayor cantidad de material cerámico, como se aprecia en la T-16 que es la más rica en materiales. Probablemente la muerte infantil generaba un gran sentimiento de solidaridad, por lo cual la comunidad les ofrendaba de manera significativa. Excluyendo las construcciones internas, la forma del

128 A. M. Boada, 1995.

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PRÁCTICAS FUNERARIAS EN EL VALLE DEL CAUCA 79

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Figura 17. La Cristalina, El Cerrito, tumba 26 (dual, acompañada de cuenco).

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80 PUEBLOS, RITUALES Y CONDICIONES DE VIDA PREHISPÁNICAS EN EL VALLE DEL CAUCA

pozo y la forma de la tumba, las variables seleccionadas observan diferen­cias significativas, especialmente la edad, la orientación del esqueleto, la pre­sencia de lesiones óseas y la de cerámica, la ubicación del ajuar y el tratamiento del cuerpo.

d) Estadio Deportivo Cali

En el lugar en donde se desarrolla la construcción del estadio del Deportivo Cali, en Palmaseca, Palmira, la arqueóloga Sonia Blanco129 del INCIVA rescató entre 2003- 2004 un cementerio prehispánico con más de 40 tumbas que por sus características funerarias es muy diferente a los anteriores, aunque el ajuar se asemeja al estilo Malagana. De todas las tumbas la más espectacular es la No. 7, que corresponde a un enterramiento primario, individual, orientado este-oeste (Figura 18). El cuerpo es de una mujer en posición de decúbito ventral con los miembros inferiores nejados y las manos debajo de la pelvis -en posi­ción sedente-. Esta inhumación es la que mayor número de objetos presentó como ajuar; lo más destacable corresponde a 9 útiles elaborados en hueso hu­mano -radio, peroné- alineados al lado derecho del cráneo, orientados norte-sur, con las puntas hacia afuera-. Los útiles corresponden a punzones -posibles desangradores- pues presentan un borde afilado con el canal medular abierto; nueve de ellos con puntas romas y afiladas (Figura 19). Dos objetos tallados en hueso animal parecen corresponder a objetos para absorber alucinógenos, si­milares a otros elaborados en hueso y con cubierta de láminas en oro recupera­das en el yacimiento de Malagana.130

Asociado a dichos útiles, se encontró un caracol marino de la Familia CYPRAEIDAE, otro caracol marino pequeño (sin identificar) con cuatro perfo­raciones simétricas a manera de instrumento musical, huesos de animales y una cuenta de lidita plana y perforada, hallada en la punta de uno de los útiles.

En el costado derecho del esqueleto, cerca de las costillas, se registraron dos líticos correspondientes a un núcleo y un raspador respectivamente. Hacia los pies del individuo, se recuperaron 24 cuentas medianas de caracoles mari­nos (Cerithidea?) perforados en la parte superior y uno un poco más grande (posiblemente de la misma especie), igualmente perforado, que parecen haber formado un collar, el cual se encontraba dispuesto en forma semicircular (Fi-

129 Sonia Blanco, Gustavo Cabal. Cementerio prehispánico temprano, Estadio Deportivo Cali. Monitoreo arqueológico durante la cimentación de la tribuna oriental. Palmaseca, Palmira- Valle del Cauca. Informe Parcial, octubre 28 de 2003.

130 Ver Los tesaros de los señares de Malagana, Bogotá, Banco de la República, 1996, lámina 76, p. 47,

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PRÁCTICAS FUNERARIAS EN EL VALLE DEL CAUCA 81

Figura 18. Tumba 7 del Estadio del

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cha se observan huesos humanos afila­

dos; en la inferior un collar de caracoles y

una piedra de amolar.

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Figura 19. Punzón elaborado en radio humano, T-7, DepCali, Palmira

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82 PUEBLOS, RITUALES Y CONDICIONES DE VIDA PREHISPÁNICAS EN EL VALLE DEL CAUCA

gura 20). Un poco más abajo, hacia el oeste y de manera horizontal orientada norte-sur, se encontró una placa lítica, posiblemente una piedra de machacar como la que usan las chamanas zapotecas para macerar las plantas medicina­les,131 de 23 cm. de largo.

Por último, asociadas al collar y a los huesos de los pies, se evidenciaron dos cuentas de cuarzo de 12 y 17 cm. de diámetro respectivamente, perfora­das en la mitad; una cuenta más elaborada en concha o hueso y huesos de animal (mandíbula de mamífero roedor), este último hallado en el centro del collar.

En las tumbas excavadas hasta el momento, en este cementerio prehispánico, se aprecian dos sectores claramente diferenciados: el primero se encuentra al norte del cementerio donde aparecen individuos adultos en posición extendida,

Figura 20. Collar en caracoles marinos de la tumba 7 del Estadio.

131 R. E. Schultes, A. Hofmann, Plantas de los Dioses, p. 174.

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PRÁCTICAS FUNERARIAS EN EL VALLE DEL CAUCA 83

orientados norte-sur o este-oeste, concentrados al oeste del eje C y entre el eje 14 y el eje 17; cabe señalar que las labores de zanjados previas al monitoreo ar­queológico, alteraron algunos contextos como es el caso de una tumba destruida en la esquina sureste de la zapata E- 18, lo que hace pensar que el cementerio en el sector referido se extendía hasta el límite tentativo que nos muestra el canal del RS. 33.

En esta área de enterramientos de cuerpos extendidos, se presenta una inte­resante diferenciación de individuos con ajuar hacia el oeste y sin ajuar hacia el este. En el segundo sector localizado al sur, se encuentran individuos adul­tos e infantes en posición flejada, regularmente acompañados de ajuar; la ex­cepción es el neonato del contexto 23. Estos yacimientos varían en posición y orientación de los muertos y algunas veces están muy juntos.

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Figura 21. Alcarraza Yotoco con poblado; casas con cumbreras rectas (Cárdale et a l , 1989:13).

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84 PUEBLOS, RITUALES Y CONDICIONES DE VIDA PREHISPÁNICAS EN EL VALLE DEL CAUCA

2.5.2. Las costumbres funerarias de las poblaciones del período medio (Yotoco) (I milenio d.C, inicios del II milenio)

En la región Calima tenemos los sitios de El Dorado, La Iberia, El Topacio, Jiguales I y II, Samaría, La Primavera. En la llanura del río Cauca se encuen­tran Malagana, Coronado, Santa Bárbara, La Cristalina, El Estadio (Deportivo Cali) . Las comunidades Yotoco alcanzaron significativos niveles de jerarquización y especialización en actividades como la agricultura, alfarería y metalurgia, e incremento de la densidad poblacional. El caracol al parecer "fue un bien de élite obtenido por intercambio y quienes lo poseían ocupaban un lugar muy importante en la escala social".1" También son frecuentes las inhumaciones en sarcófagos como la tumba 21 del sitio Samaría en el curso alto del río Calima (Figura 22). '"

Período que transcurre entre los siglos I y finales del XII d.C.134 o entre 0-1100 d.C. I3S Durante 600 años, entre el 50 a.C. y el 550 d.C. las poblaciones se vieron afectadas por una larga temporada de humedad, especialmente en la llanura de desborde del río Cauca, lo que las obligó a replegarse a terrenos más elevados. En la región Calima se construyeron camellones y zonas de drenaje.

A juzgar por la iconografía en la cerámica se plantea continuidad entre llama y Yotoco, aunque hay un mayor énfasis en el color y disminución del modela­do. Aparecen vasijas grandes y se acude al uso de desgrasante de roca tritura­da. Hay un apreciable incremento poblacional y sobre las laderas se adecúan terrazas más amplias para la vivienda; las casas según la iconografía son de cumbreras rectas (Figura 21). Se establece una extensa red de caminos, se cons­truyen sistemas de eras y zanjas para los cultivos (maíz que desempeña un papel muy importante, calabaza, fríjol y otros) en la parte plana y anegadiza del valle del Dorado; también se intensifica la tala de bosques. En el valle del río Cauca poco se conoce este período, aunque existen evidencias de ocupa­ción para inicios del I milenio en Malagana, Coronado y la Cristalina.136

Entre el 550-650 d.C. sobreviene una temporada seca, marcando una transi­ción en este período, y entre 650-1200 d.C. aparece una época húmeda.

Las comunidades del período Yotoco en la región cordillerana, al igual que las llama enterraban a sus muertos en cercanía o dentro de sus viviendas, en

132C. A. Rodríguez. 2002, p. 161.

133 C. A. Rodríguez, H, Salgado. 1990.

134 Cárdale el al., 1989:15.

135 Rodríguez, 2002:129.

I 36 Cárdale et al.. 2000; Blanco et al., 1999; Herrera, Cárdale, 1999; Rodríguez el al., 2000.

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PRÁCTICAS FUNERARIAS EN EL VALLE DEL CAUCA 85

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Figura 22. Samaría, Alto Calima, tumba 21 (Rodríguez, Salgado, 1990).

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86 PUEBLOS, RITUALES Y CONDICIONES DE VIDA PREHISPÁNICAS EN EL VALLE DEL CAUCA

estructuras fúnebres similares a las anteriores. Algunas observan escalonamiento entre el pozo y la cámara, sin ajuar y sin cuerpo quizás por su descomposición. Primaba el entierro primario aunque se han detectado secundarios. En la llanu­ra los cementerios de Malagana, Coronado y La Cristalina137 presentan pozos cuadrangulares, rectangulares o semi-rectangulares, sin cámara y en su lugar una fosa de variadas formas (cuadrangulares, rectangulares, semi-rectangula­res, elipsoidales, semiovales), separada por un escalón del pozo.138 Los cuer­pos reposaban en posición de decúbito dorsal con los miembros extendidos, algunos con huellas de parihuelas (Fig. 31). El ajuar varía extremadamente, desde exuberantes objetos orfebres en Malagana, exóticas máscaras en algu­nas tumbas de Coronado, hasta tumbas sin ningún ajuar a su interior, como las de la Cristalina, o aparentemente un simple caracol marino. En varios se apre­cia deformación craneal, práctica considerada símbolo de rango heredado en­tre algunos grupos chihchas.139

2.5.3. Las costumbres funerarias de las sociedades del período tardío (si­glos VIII-XVI d.C.)

Se divide a su vez en las tres grandes tradiciones culturales: Quimbaya Tardío al norte del Valle, Sonso en la región Calima y Bolo-Quebrada Seca al sur del Valle.

Es considerado una tradición (horizonte, serie) por compartir estilos simila­res contiguos e incluye el complejo Guabas-Buga, los estilos quebrada Seca y río Bolo; se extendió desde Popayán al sur hasta Bolívar y Trujillo al norte. El cambio sociocultural es considerado como parte de un movimiento de pobla­ciones sobre una extensa zona de la región Andina, que se apropiaron de terri­torios y que la gran heterogeneidad morfométrica lo sustenta. Durante este período se aprecia la construcción de grandes plataformas artificiales. Las tum­bas alcanzan grandes profundidades, con enormes cámaras y ricos ajuares, re­flejando quizás la realización de enterramientos múltiples y la reutilización de los recintos funerarios; en algunos se han encontrado sarcófagos. La represen­tación del rostro refleja igualmente formas diferentes, entre ellas la nariz agui­leña y los ojos en forma de granos de café (Figura 23).'40

Cabe destacar que el municipio de Palmira posee los cementerios más gran­des; los yacimientos arqueológicos se ubican cerca del río Bolo (Malagana, 300 a.C. a 50 d.C), en el casco urbano (Coronado, 200 a.C. a 200 d.C), cerca al

137 S. Blanco et al., 1999; L. Herrera, M. Cárdale, 1999; C. A. Rodríguez et al., 2000.

138 F. Bernal, 1997; H. Salgado, 1996; J. V. Rodríguez et al., 2000, 2002.

139 A. M. Boada, 1995.

140 Bray, 1989:108; Cárdale et al., 1989:17; Rodríguez JV, 2003; Bernal, 1997; Salgado, 1996; Rodríguez et al., 2000, 2002.

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PRÁCTICAS FUNERARIAS EN EL VALLE DEL CAUCA 87

aeropuerto (Palmaseca, 1140 d.C.) y en la franja del corredor ecológico que se propone, como CIAT (1280 d.C), Corpoica (860 d.C), Cantarrana (1000 a 1110 d.C.) y en Aguaclara (Cantaclaro).141

a) CIAT, municipio de Palmira

Excavado entre 1991-1992 por Carlos A. Rodríguez y David Stemper en el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) de Palmira; corresponde al Período Tardío ubicado cronológicamente entre 1000-1600 d. C La cerámi­ca observa similitudes estilísticas con la hallada en los sitios Tinajas, Sachamate y Quebrada Seca excavada por J. C Cubillos (1984) en el extremo sur del valle geográfico del río Cauca. Se aprecia modificación del paisaje mediante gran­des movimientos y acarreos de tierra para crear montículos con fines residen­ciales, funerarios y, posiblemente agrícolas.142 La población nativa inició la

Figura 23. Figura antropomorfa con ojos en forma de grano de café y nariz

aguileña, Guabas, Buga (Museo Arqueológico Calima).

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141 Cubillos, 1984, Rodríguez, Stemper, 1993. 142 C. A. Rodríguez, D. Stemper, 1993, p. 77.

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88 PUEBLOS, RITUALES Y CONDICIONES DE VIDA PREHISPÁNICAS EN EL VALLE DEL CAUCA

ocupación del sitio en condiciones de sedimentación de desborde, laminar, tran­quila, producto de desbordes lentos de los ríos Cauca y Bolo hacia sus márge­nes. Posiblemente el hombre manejaba las palmas (Geonoma sp.). Con el incremento de las condiciones de humedad la población transporta limos finos para adecuar el piso de habitación.

También se excavaron tres tumbas de pozo de forma rectangular, cuyo ras­go se inicia a los 100-120 cm. de profundidad. Sus dimensiones oscilan entre 150-195 cm. de largo, 90-130 cm. de ancho y 150-230 cm. de profundidad. Se caracterizan por no tener ajuar funerario. Según los autores, fueron elaboradas al inicio de la ocupación Quebradaseca, tanto por su estratigrafía como por la cerámica localizada.

Las poblaciones correspondientes al período Quimbaya Tardío (siglos VIII-XVI d.C.) en el norte del valle del río Cauca elaboraron complejos sistemas de enterramientos, con tumbas muy profundas cuyos pozos alcanzaron hasta 720 cm. de profundidad y las cámaras dimensiones nunca vistas, de 360x800x335 cm., con enormes ajuares hasta de 800 objetos de cerámica, lítico y metal, como se observó en la tumba No. 2 de Dardanelos, municipio de Obando (Fig. 26, 27) , m donde se encontró solamente un esqueleto articulado, de sexo femenino adulto en posición de decúbito ventral -de gran significado cosmogónico- y muchos restos dispersos, desarticulados anatómicamente y fragmentados, seña­lando que fueron removidos durante la última inhumación. Otras tumbas de La Margarita y El Carmen,144 municipio de Guacarí (Fig. 24, 25), presentan pozos rectangulares simples y cámara a un lado, de no más de 280 cm. de profundidad, con ajuares más simples, aunque la tumba No. 3 resalta por su entierro colectivo y 31 objetos de ajuar funerario. En Ciudad Jardín, Cali,14"' se excavaron tumbas profundas cuyos pozos descendían hasta casi 6 m de profundidad y en una de sus paredes escalones para descender; las cámaras alcanzaban hasta 226 cm. de altura, con un tejido de vigas en el techo de la bóveda elaborado en arcilla y repello de algunas de las vigas en caliza blanca (Fig. 28, 29).

b) Hacienda El Carmen, municipio de Guacarí

Cementerio excavado por Carlos A. Rodríguez y colaboradores.146 La ocu­pación está fechada entre los siglos VIII-XI d .C, en un ambiente de borde

143 C. A. Rodríguez, J. V. Rodríguez. 1999.

144C. A. Rodríguez, El Cacicazgo de Guabas. Variante Meridional de la Tradición Cultural Quimbaya Tardío (700-1300 D.C). Informe Final. Instituto Vallecaucano de Investigaciones. Científicas INCIVA. Alcaldía Municipal de Cuacan'. 1994.

145 S. Blanco, 1996.

146C. A. Rodríguez. 1994; A. Cuenca, F. Rey, 1996.

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PRÁCTICAS FUNERARIAS EN EL VALLE DEL CAUCA 89

CONVENCIONES

1. Volantes De Huso 2. Copa 3 Vasija Globular 4. Cántaro 5. Vasija Frtomorta 6. Mano De Moler 7 Metate 8. Vaso De 4 Asas

El Carmen T-16

Figura 24. El Carmen, Guacarí, tumba 16 (Cuenca, Rey, 1996)

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9 0 PUEBLOS, RITUALES Y CONDICIONES DE VIDA PREHISPÁNICAS EN EL VALLE DEL CAUCA

lacustre, con viviendas construidas sobre rellenos artificiales cercanos a los cultivos. Dentro de estos últimos se han encontrado evidencias de maíz, ahuyama, palmas. Entre los restos de fauna destacan moluscos gasterópodos (caracoles), peces (bocachico, bagre sapo), mamíferos (curí, chucha, venado, armadillo, perro, zorro, zaino, ñeque). La producción alfarera corresponde al estilo de la Cultura Quimbaya Tardío, emparentados de alguna forma con los creadores de las culturas Sonso y Bolo-Quebrada Seca, existentes entre los siglos V-XVI d. C. Los representantes meridionales de dicha cultura serían, según el autor, los portadores del cacicazgo de Guabas, existente entre 700-1300 años d. C.147

Las tumbas son de pozo con cámara lateral donde ubicaban el cuerpo con su ofrenda; hay otras variantes con depresiones en el piso y con nichos. El pozo es de forma rectangular orientado NE-SW y NW-SE; unos pocos están orientados NS. La longitud varía entre 180-265 cm., aunque se presentan tumbas colectivas que pueden alcanzar dimensiones entre 345-425 cm (Figura 24). La anchura oscila entre 50-135 cm. y el de las tumbas colectivas entre 170-275 cm. La pro­fundidad alcanza entre 118-410 cm., siendo más profundas las colectivas.

En planta las cámaras observan formas rectangulares, semirectangulares y con tendencia a elípticas o cuadradas. La longitud oscila entre 80-225 cm., la altura entre 50-130 cm. y la profundidad 120-280 cm. El cuerpo era colocado en posición de decúbito dorsal con los miembros extendidos y la cabeza orien­tada hacia el norte o nordeste (Figura 25). Es probable que esta orientación esté relacionada con el punto cardinal de donde provienen los portadores de esta cultura148 aunque también se puede relacionar con la iluminación que pue­de proyectar el astro solar sobre el cuerpo del difunto teniendo en cuenta que la mayoría de cementerios presenta esta orientación. Algunos cuerpos eran quemados sobre esteras de fibras, como se aprecia en algunas tumbas de la hacienda El Carmen. El cronista Cieza de León señalaba que en algunas partes los quemaban hasta convertirlos en ceniza, y en otras solamente hasta quedar el cuerpo seco.

Al lado del cuerpo (cabeza, sobre el cuerpo o al lado de los pies) se coloca­ban objetos de cerámica (vasijas, volantes de huso, figuras antropomorfas), hueso (instrumentos) y piedra (metates, manos de moler), costumbre similar a la practicada por sociedades tempranas. La cantidad oscila entre 5-99 objetos. Parece ser, al juzgar por las descripciones de los cronistas, que las tazas en las que solía beber, los platos llenos de manjares y las vasijas con chicha eran para

147 C. A. Rodríguez, 1994, p. 109.

148 C. A. Rodríguez, Op. Cit. p. 39.

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PRÁCTICAS FUNERARIAS EN EL VALLE DEL CAUCA 91

PLANTA

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CORTE .CaCOs

CONVENCIONES

1 2

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12

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VOLANTE

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FRAGMENTO VASIJA FRAGMENTO VASIJA

CUENCO COPA

CUENCO

FIGURINA CUENCO

CÁNTARO VOLANTE

FIGURINA

COPA COPA

BASE COPA

Figura 25. El Carmen, Guacarí, tumba 5 (Rodríguez, 1994).

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92 PUEBLOS, RITUALES Y CONDICIONES DE VIDA PREHISPÁNICAS EN EL VALLE DEL CAUCA

que el muerto comiera de noche, lo que era verificado por sus congéneres.m

AI pozo también arrojaban objetos de cerámica como se evidencia por los frag­mentos encontrados en gran concentración, lo que podría confirmar la descrip­ción de los cronistas de que se quebraban (mataban) las vasijas con piedras y arrojaban los fragmentos a la sepultura para que todo muriera con el difunto. Las ceremonias realizadas al cabo de año, en donde se bebía, comía y se que­maban objetos, podría explicar la presencia de carbón en las tumbas y sobre ellas.

La cerámica está constituida tanto por vasijas de uso doméstico como ritual, entre ellas figuras antropomorfas y volantes de huso, quemadas al aire libre, cocción completa e incompleta en atmósfera oxidante, con desgrasante de are­na, cuarzo blanco y tiesto triturado; el color corresponde al café amarillento, café oscuro y rojo.

En la Margarita, Guabas, Carlos A. Rodríguez y Carlos H. Hiera excavaron a principios de los años 80 una tumba fechada en 1120 d.C, con características especiales que denotan una posición de élite de un individuo masculino defor­mado, inhumado con 5 individuos más en diferentes posiciones, entre ellos dos mujeres adultas y otros de diferentes edades. El ajuar estaba integrado por 31 objetos, entre ellos cerámica, dos figuras antropomorfas (Figura 23), un puñal en hueso de venado, agujas, dientes para collar y piezas metálicas.

c) Dardanelos, Cruces, Obando

Ubicado en colinas de la Formación Zarzal, modificadas para viviendas y enterramientos. Corresponde al sitio PK 187+400 de la Troncal del Gasoducto de Occidente, Hacienda Dardanelos, Corregimiento Cruces, municipio de Obando.150 Están fechadas entre los siglos VIII a XIII d.C.

La Tumba 1 había sido saqueada, pero se pudo establecer que el pozo tenía una forma rectangular, con dimensiones de 210x115x237 cm. (longitud, ancho, profundidad), con un nicho (190x50x45 cm.) en el pozo y doble escalonamiento. La cámara tenía unas dimensiones de 286x154x241 cm., con un esqueleto pues­to sobre fibras vegetales. Se obtuvo una fecha de 1080±60 años d.C.

La Tumba 2 (Figuras 26, 27) es la más espectacular de todas, tanto por sus dimensiones -de las más grandes excavadas en Colombia-, la cantidad y diver­sidad de objetos que integraban el ajuar funerario -800 objetos- como por su contenido ritual, pues había solamente un esqueleto articulado en posición de

149 Cieza de León, p. 30.

1 5 0 C . A. Rodríguez, 1996.

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PRÁCTICAS FUNERARIAS EN EL VALLE DEL CAUCA 93

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Figura 26. Dardanelos, Obando, tumba 2 (Rodríguez, 1996).

decúbito ventral extendido, acompañado de pequeños morteros perforados para colgar como los usados por los curanderos. En el pozo, de forma rectangular de dimensiones 400x320x642 cm., se encontró abundante material (cerámica, volantes de huso, morteros, semillas, carbón, huesos humanos dispersos). La cámara era de grandes dimensiones, 800x360x720 cm. y 335 cm. de altura. Se obtuvo una fecha de 780±50 años d.C. A juzgar por su edad (20-25 años), su sexo (femenino), se podría pensar que correspondió a alguna curandera que

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94 PUEBLOS, RITUALES Y CONDICIONES DE VIDA PREHISPÁNICAS EN EL VALLE DEL CAUCA

adquirió estatus por sus poderes, y preparaba las bebidas con hierbas macera­das con los morteros según el tipo de enfermedad diagnosticada. En algunos grupos indígenas los cuerpos de las mujeres fallecidas durante el parto, de las hechiceras y suicidas se enterraban boca abajo. m

El hecho de haberse encontrado cerca a su cuerpo dos morteros para colgar con el cual machacaban las hierbas para la elaboración de los brebajes durante los procedimientos de curación de enfermos, confirmaría su ocupación de curandera. Contenía en su lado este un entierro primario femenino con huellas de cremación, boca abajo, sin deformación craneal. Por otro lado, el hallazgo de cerca de tres centenares de volantes de huso; más de un centenar de vasijas; collares con dientes de animales; implementos de oro; y las mismas dimensiones de la tumba - cerca de 100 metros cúbicos excavados - confirman su elevado estatus social.

Hasta el momento es la tumba de mayores dimensiones excavada en el Valle del Cauca. Desdichadamente el elevado nivel freático y la presencia de un nacedero de agua a su interior deterioraron los restos óseos. Las demás tumbas ofrecen hallazgos interesantes con gran sentido ritual, como la Tumba 7 que contenía tres caracoles marinos a la entrada de la cámara, y en su pozo huesos humanos desarticulados y dispersos.

A juzgar por estas características se puede pensar que las tumbas fueron reutilizadas durante varios siglos por una misma comunidad que tenía en su memoria la tradición funeraria, y que mantuvo la forma de las mismas, pero que al inhumar nuevos individuos desarticulaba y dispersaba los anteriormente enterrados. Algunos individuos de gran estatus fueron preservados quizás por el respeto que se les profesaba, como se manifiesta en la Tumba 2, al igual que el ajuar funerario que se concentró sin alteración en el lado noreste de la cáma­ra, acumulado en tandas, vasijas sobre vasijas.

Llama la atención la incidencia del medio ambiente en la toma de decisio­nes en la elaboración de este conjunto ritual, pues al aprovechar las colinas de la Formación Zarzal y el hecho de que el nivel freático en su época fuese más bajo les permitió construir estructuras de grandes dimensiones y profundas, sin correr el peligro de derrumbes. Por esta razón las tumbas se mantuvieron intac­tas durante varios siglos, a pesar de que el nivel freático sea hoy día más alto.

d) Complejo Bolo Quebrada Seca

Las tumbas del complejo Bolo-Quebrada Seca, del valle de Lile y de la cor­dillera Central (Inspección Aguaclara, municipio de Palmira), en comparación

151 Alberto Ruz L. Costumbres funerarias de las antiguas mayas. México, UNAM, 1991, p.230.

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PRÁCTICAS FUNERARIAS EN EL VALLE DEL CAUCA 95

F i g u r a 27. Dardanelos, Obando, tumba 2 (Rodríguez, 1996).

con las precedentes, son monumentales. En la Calle de la Escopeta, Barrio Ciudad Jardín de Cali152 se excavaron unas tumbas ubicadas dentro de un gran cementerio cerca de plataformas habitacionales. Las tumbas son de pozo cua­drado o rectangular, de 80 cm. en promedio de longitud, profundidad entre

152 J. Ford, Excavations in the Vicinity of Cali, Colombia. London, Yale University PubUcations in Anthropology, 1944, N° 31, pp 1-83.

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96 PUEBLOS, RITUALES Y CONDICIONES DE VIDA PREHISPÁNICAS EN EL VALLE DEL CAUCA

280-550 cm., con escalones excavados en la pared NW para facilitar el descen­so distanciados a 30-48 cm.; algunos pozos poseen nichos hacia el norte o sur quizás para facilitar el acomodamiento de los cuerpos. La cámara es ovoidal entre 200-300 cm. de longitud y 100-350 cm. de altura; algunas cámaras po­seen tejido de vigas en el techo de la bóveda elaboradas en arcilla, seguramen­te para evitar el desprendimiento de sus paredes; también se observa repello de las vigas en caliza blanca (Tumba 2) (Figura 28). En el piso de las cámaras se aprecia un tendido de piedras de río orientadas NE sobre el que seguramente reposaba el cadáver. Los restos óseos se encuentran en mal estado de conser­vación. Como ajuar se hallaron cuentas de collar, narigueras en oro y material lítico. En la tumba 6 se halló un entierro múltiple primario compuesto por 7-8 individuos, adultos y niños, puestos unos encima de los otros, orientados EW, con una gran capa de fibra vegetal recubriéndolos (Figura 29).'•"

En las lomas de la Hacienda Cantaclaro, Inspección de Aguaclara, munici­pio de Palmira,154 se localiza un enorme cementerio integrado por decenas de tumbas cuya profundidad de los pozos oscila entre 3-10 metros; algunas cá­maras tienen forma de casa circular con refuerzo en sus paredes, otras po­seen techo a 4 aguas con orientación este-oeste, unas terceras observan varias cámaras ubicadas a distintos niveles (Figura 30). Los pozos son cuadrangula­res y poseen paredes rectas, con escalones para facilitar su descenso; están separados de las cámaras por un pequeño corredor. Los restos óseos se en­cuentran en mal estado de conservación; se ubicaron volantes de huso muy burdos similares a los descritos en otros contextos de este período Bolo Quebradaseca. En estas lomas se ubican también terrazas para posible vi­vienda y una compleja red de caminos que surcan los filos de las lomas de La Buitrera, comunicando la cordillera Central con el valle, desembocando ha­cia la región del río Bolo (Figura 39).

2.6. Los patrones funerarios del Valle del Cauca

Como se puede apreciar por esta sucinta descripción de los patrones fúne­bres del valle del Cauca, la complejidad de los enterramientos se incrementa con el tiempo, pues las tumbas alcanzan mayores dimensiones e incluyen cons­trucciones adicionales como nichos, escalones y reforzamiento de las bóvedas de las cámaras; aparecen los entierros colectivos con grandes cantidades de vasijas y restos humanos dispersos y desarticulados como si las tumbas hubie-

153 S. Blanco, 1996, p. 19.

154 Inspeccionado en septiembre de 2004 por un equipo integrado por arqueólogos del INCIVA, Uni­versidad Nacional e 1CANH; ha sido saqueado desde el siglo XVIII como consta en documentos de archivo.

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PRÁCTICAS FUNERARIAS EN EL VALLE DEL CAUCA 97

Corte AA

Ciudad Jardín Tumba 2

Figura 28. Ciudad Jardín, Cali, tumba 2 (Blanco, 1996b).

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98 PUEBLOS, RITUALES Y CONDICIONES DE VIDA PREHISPÁNICAS EN EL VALLE DEL CAUCA

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Figura 29. Ciudad Jardín, Cali, tumba 6 (Blanco, 1996b).

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PRÁCTICAS FUNERARIAS EN EL VALLE DEL CAUCA 99

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VALLE DEL CAUCA

Figura 30. Tumba No. 8, Hacienda Cantaclaro, Aguaclara, Palmira (Rodríguez et al, 2004).

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100 PUEBLOS, RITUALES Y CONDICIONES DE VIDA PREHISPÁNICAS EN EL VALLE DEL CAUCA

sen sido reutilizadas. Objetos de gran significado cosmogónico como las cuen­tas de cuarzo características de Malagana, Coronado y Santa Bárbara desapare­cen, pero los caracoles marinos continúan vigentes hasta épocas tardías mostrando su gran significado cosmogónico. La orientación general de la ca­beza continúa hacia el norte, al igual que la posición de los cuerpos en posi­ción de decúbito dorsal extendido, con la cabeza hacia el norte.

La mayoría de estudios arqueológicos ha hecho énfasis en las pautas fúne­bres, con especial atención en las características de los recintos (forma y di­mensiones de las tumbas), y su contexto cultural (cerámico, orfebre), desde la perspectiva individual. A partir del estudio del cementerio de Guacarí, y, espe­cialmente de Coronado, Palmira, se empieza a contextualizar la información fúnebre con la categoría bioantropológica (demografía de la población ente­rrada), proyectándose una dimensión poblacional, agregada.

De esta manera se pueden aplicar enfoques más amplios de la arqueolo­gía funeraria. Sin embargo, la categoría medioambiental ha quedado rele­gada a un segundo plano, por lo cual la relación entre los humanos y el medio ambiente no se puede apreciar en toda su dimensión. Para poder in­cluir todas las categorías del contexto fúnebre se requiere de un trabajo transdisciplinario, con la participación de especialistas en distintas ramas del saber, entre ellas la bioantropología, arqueología, edafología, biología y otras disciplinas de apoyo. No obstante, esta labor solamente se puede aplicar con un presupuesto bondadoso con las necesidades del proyecto, o a través de un apoyo interinstitucional. La posibilidad de integrar un equipo interdisciplinario e interinstitucional facilitó la realización de la presente investigación, que en otras épocas solamente se podría adelantar en pro­yectos de rescate arqueológico.

En síntesis, podríamos establecer algunos puntos comunes a los sistemas de enterramientos en el valle del Cauca, dentro de una cosmovisión que interpre­taba la vida y la muerte bajo un mismo sistema de flujo de energía, como en las sociedades mesoamericanas:155

• Tanto la vida como la muerte fueron desbiologizadas, pues ambas tuvie­ron una connotación cultural: se nacía cuando la familia lo consideraba pertinente, se moría para continuar otra vida, diferente cualitativamente.

155 Linda Manzanilla, Carlos Serrano (eds.), Prácticas funerarias en la Ciudad de las Dioses. Los enterramientos humanos de la antigua Teotihuacán. México, UNAM, 1999; Eduardo Matos M., Costumbres funerarias en Mesoamérica, Arqueología Mexicana, 1999, vol Vil, No. 40, pp. 11-17; Mercedes de la Garza, La muerte y sus deidades en el pensamiento maya. Arqueología Mexicana, 1999, vol Vil, No. 40, pp.40-45.

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PRÁCTICAS FUNERARIAS EN EL VALLE DEL CAUCA 101

• Tanto la vida como la muerte estaban integradas en el concepto del ma­nejo de la energía: unos eran sacrificados para que otros vivieran -absor­bieran la energía de los sacrificados-.

Los testimonios escritos y las excavaciones arqueológicas de contextos mortuorios de algunas comunidades indígenas del valle del Cauca dejan entre­ver otros aspectos importantes.

2.6.1. El tratamiento brindado a los cuerpos

Estos eran secados sobre fuego lento en barbacoas, embadurnados con un pigmento llamado bija, y envueltos en mantas. Al cremar los cuerpos su volu­men se reducía, por cuestiones prácticas o religiosas, perdiendo su articulación en las extremidades, especialmente de las inferiores. Por esta razón al ser colo­cados sobre parihuelas (Figura 31) dentro de las tumbas, las piernas podían desubicarse en relación con el eje del cuerpo (Figura 35). Los esqueletos yacen en posición de decúbito dorsal extendido con la cabeza orientada hacia el nor­te, de manera que fueran iluminados y cargados de energía por el sol, o seña­lando el norte como origen de todos los indígenas -menos probable-. Los pies en algunos sitios yacen dentro de nichos quizás para no perturbar al mundo de

Figura 31. Huellas de parihuelas en tumba 5, Área 2, Coronado, Palmira

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102 PUEBLOS, RITUALES Y CONDICIONES DE VIDA PREHISPÁNICAS EN EL VALLE DEL CAUCA

los vivos que temían mucho por la intranquilidad de los muertos (Figuras 12, 14, 17). Los entierros boca abajo tuvieron un gran significado ritual, probable-mente para orientar hacia el quinto punto cardinal, el centro de la tierra, y evitar las posibles malas energías (Figuras 18, 27).

En El Estadio, Palmira, se localizó un conjunto de huesos craneales y postcraneales cremados correspondientes a individuos de diferentes sexos y edades, con huellas de fracturas transversales evidenciando que corresponden a cuerpos sometidos al calor en acontecimientos rituales (Figura 32).

2,6,2, El ajuar

Compuesto por los adornos personales, chaquiras, armas, asientos, vasijas con alimentos para su mantenimiento en la otra vida y sus mujeres si tenía varias. Algunos quebraban las vasijas y sus trozos arrojados a las tumbas. Otros usaron objetos de uso cotidiano como vasijas, armas, artefactos empleados en

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Figura 32. Conjunto de restos cremados y desarticulados sin huellas de corte, Estadio tumba 44 (Blanco, Cabal, 2003).

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PRÁCTICAS FUNERARIAS EN EL VALLE DEL CAUCA 103

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Figura 33. Pieza orfebre en tumba 60, Área 1, Coronado, Palmira,

Figura 34. Cuentas de collar de cuarzo,

Coronado, Tumba 5. m

diferentes oficios (hachas, volantes de uso, morteros, manos de moler), y ador­nos personales (cuentas de collar).

Algunos objetos tuvieron un gran significado ritual como los morteros de colgar para machacar quizás plantas medicinales (Dardanelos, Obando tumba 2), los caracoles marinos (Estadio, tumba 7; La Cristalina, tumba 40; Dardanelos, tumba 7), máscaras (Coronado), cuentas de collar en cuarzo (Malagana, Coro­nado, Santa Bárbara, El Estadio) (Figura 34), objetos orfebres, metates, alcarrazas. Los caracoles marinos, las piezas orfebres y las cuentas de collar en

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104 PUEBLOS, RITUALES Y CONDICIONES DE VIDA PREHISPÁNICAS EN EL VALLE DEL CAUCA

cuarzo señalan que existieron lazos económicos con otras áreas como el Pací­fico y cordillera Central, como se manifiesta por la profusión de caminos entre el valle y ambas cordilleras. La elaboración de máscaras (Coronado), alcarrazas antropo-zoo-fitomorfas y retablos demuestra profundos conocimientos en el manejo de arcillas y el control de la temperatura durante la cocción.

2,6.3, La forma y tamaño de las tumbas

Variaba ampliamente, desde tumbas pequeñas de poca profundidad y pozo simple en los períodos tempranos de la llanura, hasta enormes, profundas y complejas construcciones con pozo y cámara, cuya entrada era tapada con palos, en las lomas. Las tumbas más profundas se localizan en colinas de-

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Figura 35. Santa Bárbara, Palmira, tumba 28 (piernas desarticuladas y huellas de cremación del cuerpo).

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PRÁCTICAS FUNERARIAS EN EL VALLE DEL CAUCA 105

mostrando que las poblaciones tenían buenos conocimientos de suelos, ni­vel freático y arcillas. En la cordillera Occidental, por la conformación vol­cánica de los horizontes superiores, exigía la búsqueda de suelos arcillosos estables; por esta razón, las comunidades procuraron ubicar las cámaras en profundidades que tuvieran características adecuadas para su excavación. Hay huellas de reutilización de tumbas durante un lapso de tiempo prolon­gado pues algunas como las de Dardanelos, Obando, presentan muchos cuerpos desarticulados tanto en el pozo como en la cámara, con las epífisis de los huesos destruidas, permitiendo la penetración de raíces al interior de los huesos tubulares.

2,6,4, Los rituales de acompañamiento

Los cadáveres no eran enterrados inmediatamente, sino que se mantenían en el interior de la casa del difunto, siendo acompañado con fiestas por sus familiares y amigos durante varios días y noches, llorando y recordando sus hazañas. Esta ceremonia no ofrecía riesgos para la salud de los acompañantes por la presencia de cadáveres, pues éstos eran secados, embadurnados con pigmentos y envueltos en mantas, por lo que debieron despedir agradables olo­res. Hay huellas de comilonas rituales de despedida del difunto, cuyos restos formaban parte del ajuar como en El Carmen, Guacarí (moluscos, peces, aves, curí, chucha, venado, armadillo, perro, zorro, pécari, ñeque) y la Cristalina (caracoles de hábitos nocturnos).

Figura 36. Máscara antropozoomorfa

de Coronado, Palmira (Museo Arqueológico Calima).

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106 PUEBLOS, RITUALES Y CONDICIONES DE VIDA PREHISPÁNICAS EN EL VALLE DEL CAUCA

2.6.5. El estatus social

La riqueza de las ceremonias y del ajuar dependía del estatus del individuo, siendo complejas y profundas en los individuos de mayor categoría. No obs­tante, en La Cristalina las diferencias no son tan marcadas mientras que en Malagana, durante la misma época, son muy significativas. Con el tiempo se incrementa el tamaño de las tumbas pues los suelos de las colinas como la Formación Zarzal en Obando y las lomas de Aguaclara en Palmira, permitían elaborar pozos hasta de 10 metros de profundidad. En los períodos tardíos, como señalan los cronistas las tumbas de los señores principales se construían cerca de sus aposentos y templos, acompañados de hileras de guaduas con las cabezas ensartadas de enemigos apresados en la guerra. Esta información no ha sido corroborada por el registro bioarqueológico.

2.6.6. El tipo de muerte

En la cosmogonía indígena el tratamiento mortuorio dependía además del estatus social, del ciclo vital y del tipo de muerte. Dos tipos de muerte eran reconocidas y enaltecidas: los hombres en las guerras y sacrificios y las muje­res durante el parto. Las diferencias regionales y temporales introducen otro factor de variabilidad mortuoria.

De la información arqueológica recabada hasta el momento se colige que existió una notable variación en el tratamiento de los muertos en el Valle del Cauca, tanto en el ámbito temporal (tendencia a mayores dimensiones y mayor número de entierros en los períodos tardíos), espacial (mayores profundidades en las lomas que en la llanura del río Cauca), local (vistosas piezas orfebres en Magalana, máscaras y entierros inclinados en Coronado, montículos funera­rios y canales divisorios en la Cristalina, cremación generalizada en Santa Bár­bara, útiles en huesos humanos en el Estadio) e individual (no se han encontrado tumbas idénticas). Es decir, cada tumba representó su propio mundo, colectivo en términos generales pero muy individual en esencia.