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Santidad
La santidad que la iglesia pide
del consagrado, es
la misma santidad que
imprime el BAUTISMO y
que en la religiosa ha de
darse con marca de
excelencia, como dicen los
parámetros evaluativos del mundo de hoy
Cuando Moisés
condujo a los Israelitas al desierto,
nadie le preguntó si pensaban que eran
suficientes para
encontrar el camino sin guía o si la edad media del grupo
era lo suficientemente baja como para
hacer el viaje.
Su esperanza
era, sencillamente, que
todos irían a la nueva tierra, sin
que importara
lo que tuvieran
que llevar con ellos, y
que al hacerlo, El Señor les
convertiría en un pueblo
poderoso.
Llamadas, una a una, no a una asamblea gigantesca, con una tarea precisa en un
lugar especial, sino a unirnos, para
mantener la luz y el fuego de la esperanza. Lo que necesitamos es hacer brotar y crecer la espiritualidad de lo pequeño, hacer vivo y fecundo el camino de
la Infancia Espiritual que hemos
recibido como herencia de Santa
Teresita.
Tareas tan sencillas, como una
luz aunque pequeña que es capaz de mantener su
fulgor en medio de la oscuridad.
Tareas sencillas, como dice el Evangelio , ir de dos en dos, apoyándonos mutuamente, ayudándonos a seguir, animándonos mutuamente, fortaleciendo este camino de la infancia , tan nuestro, tan conocido.
El mundo ha cambiado con el testimonio y con
la vida entregada, no de masas, sino
de un pequeño grupo, de una
persona.
En el mundo sólo hubo un Gandhi, y un escaso círculo de discípulos, un Martín Luther King, entre otros. Pero en todos los casos la influencia de esas pocas personas fue muy superior a su número. La calidad, no la cantidad, fue lo que marcó su presencia en el mundo.
¿Qué nos pide este camino de la espiritualidad de lo pequeño?
Transparencia que viene de lo hondo,
así también lo trazó el Congreso
Internacional sobre la Vida Consagrada, todavía inédito en
sus contenidos para algunas de nosotras.
¿Qué nos pide este camino de la espiritualidad de lo pequeño?
Mujeres consagradas, profundas transparentes
y auténticas Es decir religiosas de una sola cara, de un Si, o de un
No. Recreadas mediante el fuego del Espíritu, con
rostro nuevo con la transparencia del cristal, con espiritualidad sana y
vigorosa.
¿Qué nos pide este camino de la espiritualidad de lo pequeño?
Religiosas, misioneras Teresitas
creyentes y transparentes como lo fue nuestro Fundador, como lo
fueron nuestras primeras Hermanas, que dejaban a las
personas que a ellos se acercaban mirando lejos ,mirando hacia arriba, a lo alto y a lo hondo y profundo. En ascensiones…,
siempre más alto…arriba corazones. Clarividentes y
contemplativas.
El cardenal Pironio refiriéndose a esta
necesidad de transparencia y silencio decía sabiamente. “Ver
lo pequeño es clarividencia.
Conservarse débil es fortaleza”. No hay duda que cuando se gana en profundidad se posibilita y ahonda la comunión-
La espiritualidad que conduce a la
santidad necesita de virtudes
sólidas que se logran con
tenacidad, con exigencia. La
abnegación del corazón y la voluntad, el silencio que permite la
soledad activa, el asumir la
incomodidad a favor del otro, el
ordenar el pensamiento y los
afectos, y armonizar lo
diverso.
Hacer personal y
comunitariamente un itinerario
que lleve a la transparenci
a de lo profundo
reclamo de cada una y de nuestras Comunidade
s Locales:
1. Los espacios de silencio, reflexión, meditación,
contemplación, estudio iluminación. Para ser
autenticas religiosas es indispensable atrevernos a mirar hacia adentro, hacia lo profundo, lo verdadero.
Se precisa apagar los ruidos y quedarnos a solas y dejar
que brote lo auténtico.
2. Recuperar el núcleo, es decir tocar el fondo,
dar con el centro de nuestra vida. Centrar la vivencia espiritual en lo
nuclear. No en lo periférico o superficial.
3. De lo nuclear parte las grandes opciones de nuestra vida. Lo nuevo siempre viene
de lo nuevo y la vida de la vida. Cuando buscamos vida y
vida abundante se precisa llegar a lo hondo, como quien
cava un pozo, en busca de agua limpia. Volver a las
fuentes de la Escritura, a las fuentes primigenias de nuestro
Carisma, tal cual como nos soñó nuestro Fundador. Tenemos que cultivar la capacidad de hondura de
maravillarnos de contemplar.
4. Evitar la tibieza y la mediocridad. No podemos
quedarnos en la normalidad de las cosas. La rutina es la
gran enfermedad que padece nuestro siglo, no
podemos quedarnos tranquilas con ser del
común y corriente.
5. Dar primacía a Dios. El tiene que ser el punto de
referencia de lo que hagamos, pensemos digamos, sintamos.
Saber hacer prioritario a Dios es hacer nuestra
vida consagrada auténtica y profunda.
6 Hacer el entrenamiento de: Preferir siempre lo poco, lo
indispensable, lo esencial., es decir satisfacer en nuestra vida
las necesidades y no tanto los deseos. Cultivar la espiritualidad de lo esencial y lo sencillo, Vivir un estilo de vida simple da una
gran consistencia y mucha fuerza para luchar y para contagiar lo
que se es. Recuperar la protección de la intimidad, donde se sitúa lo verdadero y lo sencillo.
7. Dar a fondo y gratuitamente: No estar apegadas a nada.
Sólo así se comparte, se agradece, se da sin necesidad de esperar recompensa. Esta experiencia de gratuidad, es
central en nuestra vida consagrada porque nos
permite dar y para siempre así con el pasar de los años no caeremos en la tentación de recuperar parte de lo que un
día entregamos.
8. Anteponer el SER al HACER, el VER AL PARECER. Esto es lo que nos recomienda el Santo Padre Benedicto XVI en la exhortación
Sinodal sobre la Eucaristía. No es fácil separar ambas realidades y no es fácil juntarlas. Pero es un hecho que ejercitarse en SER es
dar profundidad a nuestra acción y a nuestras personas.
Necesitamos vernos transparentes y transformadas por lo que somos
y no por lo que hacemos
“ La ORACIÓN personal y comunitaria es el lugar donde el DISCIPULO por la
PALABRA Y LA EUCARISTÍA CULTIVA una relación de profunda
amistad con JESUCRISTO . Es un signo del primado de la gracia
en el itinerario del Discípulo Misionero….
Es necesario “aprender a orar , volviendo siempre de nuevo a
aprender este arte de los labios del MAESTRO” ( DA 255)
¿Cómo evalúo en mi la espiritualidad de lo
pequeño?
¿He entrado en la onda del mundo, que
desprecia la perfección de lo sencillo de lo
pequeño?
REFLEXIONO: