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Sin Patrón. Fábricas y empresas recuperadas por sus trabajadores Lavaca Agencia (Acuña, Rosemberg, Gociol, Ciancaglini) Buenos Aires, Lavaca Editora, 2004 1

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Sin Patrón.Fábricas y empresas recuperadas por

sus trabajadores

Lavaca Agencia(Acuña, Rosemberg, Gociol, Ciancaglini)

Buenos Aires, Lavaca Editora, 2004

Prólogo:De Zanón a IrakEl 19 de marzo de 2003, estábamos en el techo de la fábrica de Cerámica Zanón, filmando una entrevista con Cepillo. Él nos estaba mostrando cómo los obreros habían evitado un desalojo por parte de la policía defendiendo su fábrica autogestionada usando hondas y las bolitas de cerámica normalmente usadas para moler la arcilla patagónica y convertirla en materia prima para los cerámicos. Su puntería era notable. Era el mismo día en que comenzaban los bombardeos a Bagdad.

Como periodistas, debíamos preguntarnos qué estábamos haciendo allí. ¿Qué posible relevancia podía tener esta fábrica en la punta más austral de nuestro continente, con su grupo de obreros radicalizados y sus historias de David y Goliat, cuando el apocalipsis mismo estaba lloviendo sobre Irak?

Pero nosotros, al igual que tantos otros, habíamos viajado a Argentina buscando experimentar de primera mano la explosión de movilización social que siguió a la crisis de 2001, un conjunto de nuevos movimientos sociales de gran dinamismo, que no sólo criticaban con fervor el modelo económico que había destruido su país, sino que estaban rápidamente construyendo alternativas locales en medio de los escombros.

Las respuestas populares a la crisis fueron variadas, desde asambleas barriales y clubes de trueque al resurgimiento de partidos de izquierda y movimientos masivos de desempleados; pero nosotros pasamos la mayor parte de nuestro año en Argentina junto a trabajadores de "empresas recuperadas". Sin casi ninguna repercusión mediática, los obreros de Argentina han respondido al crecimiento desenfrenado del desempleo y la fuga de capitales ocupando las empresas tradicionales que habían quebrado y reabriéndolas bajo una gestión democrática de los trabajadores. Es una idea antigua, recuperada y actualizada para una era nueva y brutal. Los principios son tan simples, tan elementalmente justos, que parecen más obvios que extremistas cuando son expresados por uno de los obreros del libro: "Formamos la cooperativa con el criterio de salarios iguales, tomando las decisiones básicas en asamblea; estamos en contra de la separación del

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trabajo intelectual y manual, queremos puestos rotativos y, sobre todo, el derecho de recambiar a nuestros representantes electos".

El movimiento de empresas recuperadas no es de una escala épica, se trata de alrededor de 170 empresas, empleando unos 10.000 trabajadores. Pero seis años más tarde, al contrario de lo que ha ocurrido con algunos de los otros movimientos novedosos del país, ha sobrevivido y continúa acumulando fuerzas en medio de la "recuperación" económica profundamente desigual. Su tenacidad proviene de su pragmatismo: se traía de un movimiento basado en la acción, no en las palabras. Y su acción definitoria, la de resucitar los medios de producción bajo control obrero, no se agota en su potente simbolismo. Está alimentando familias, reconstruyendo el orgullo magullado, y abriendo una ventana de enormes posibilidades.

Al igual que varios otros movimientos sociales emergentes alrededor del mundo, los obreros de las empresas recuperadas están reescribiendo la manera tradicional en la que se supone que debe ocurrir el cambio. En lugar de seguir un plan de diez pasos para la Revolución, los obreros están adelantándose a la teoría, yendo directamente al momento en que recuperan sus trabajos. En Argentina, los teóricos corren por detrás de los obreros de estas fábricas, tratando de analizar lo que ya se encuentra en plena y ruidosa producción.

Estas luchas han tenido un impacto enorme en la imaginación de los militantes sociales del globo (a esta altura hay muchas más tesis de graduación idealistas sobre el fenómeno que empresas recuperadas). Pero también hay un interés renovado en la autogestión desde Melbourne a Durban y Nueva Orleáns.

Una vez dicho esto, el movimiento en Argentina es tanto un producto de la globalización de alternativas como una de sus historias más contagiosas. Los obreros argentinos tomaron prestado el eslogan "Ocupar, Resistir, Producir" de uno de los movimientos sociales más grandes de Latinoamérica, el MST (Movimiento Sin Tierra), en el que más de un millón de personas han recuperado tierra en desuso para la producción comunitaria. Un obrero nos dijo que lo que está haciendo el movimiento en Argentina es "MST para las ciudades". En Sudáfrica vimos a una persona en una marcha con una remera que resumía esta nueva impaciencia aún más brevemente: "Basta de Pedir, Empecemos a Tomar".

Pero aun con la similitud en los sentimientos que florecen en distintas partes del mundo por las mismas razones, hay una necesidad urgente de compartir estas historias y herramientas de resistencia de manera i todavía más amplia. Por esta razón, este libro que tiene entre sus manos es de tremenda importancia: es el primer retrato comprensivo del famoso movimiento de empresas recuperadas de Argentina.

Su autor es el Colectivo lavaca, en sí una cooperativa de trabajo tal como las que están aquí documentadas. Mientras estuvimos en Argentina filmando nuestro documental, La Toma, nos cruzábamos con miembros de lavaca donde fuera que nos llevaran las luchas de los trabajadores: los cortes, la Legislatura, las calles, las plantas de producción. Su periodismo es del más comprometido y sofisticado que existe hoy en el mundo.

Y este libro es típico lavaca. Eso significa que comienza con un montaje cinematográfico, un marco teórico descaradamente poético. Luego, pasa a una escena de acción, con la información dura: los nombres, las cifras y el modus operandi detrás del robo armado en que consistió la crisis argentina. Con la escena ya presentada, el libro hace luego un primer plano de algunas historias de lucha, contadas casi íntegramente a través de los testimonios de los mismos obreros.

Este enfoque demuestra un profundo respeto hacia las voces de los protagonistas, pero a la vez deja amplio espacio para las observaciones de los autores, al mismo tiempo lúdicas y mordaces. En esta interacción entre las cooperativas que habitan el libro y la que lo produjo, hay una cantidad de temas que merecen ser mencionados.

Ante todo, está la cuestión de la ideología. Este movimiento es frustrante para algunos miembros de la izquierda que sienten que no es claramente anti capitalista, aquellos que se escandalizan ante la comodidad con la que existe dentro de la economía de mercado y ven a la gestión obrera como una mera forma novedosa de la auto-explotación. Otros ven al proyecto de cooperativismo, la forma legal elegida por la gran mayoría de las empresas recuperadas, como una capitulación en sí misma, insistiendo con que sólo la nacionalización por parte del Estado puede llevar a la democracia obrera hacia un proyecto socialista más amplio.

En las palabras de los obreros, y entre líneas, se pueden percibir estas tensiones y la compleja relación entre las distintas luchas y los partidos de

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izquierda argentinos. Los obreros del movimiento son en general muy cautos respecto a verse cooptados por los objetivos políticos de otros, pero al mismo tiempo no pueden darse el lujo de rechazar ningún apoyo. Pero lo más interesante por lejos es observar cómo los obreros de este movimiento resultan politizados por la lucha, que comienza con el imperativo más básico: los trabajadores quieren trabajar, para alimentar a sus familias. Pueden ver en este libro cómo algunos de los más poderos líderes obreros de Argentina de hoy descubrieron la solidaridad a lo largo de un sendero cuyo punto de partida era esencialmente apolítico.

Pero así se piense que la carencia de una ideología rectora es una trágica debilidad o una fortaleza novedosa, este libro precisa la manera en que las empresas recuperadas desafían el ideal más caro al capitalismo: la santidad de la propiedad privada.

La argumentación legal y política a favor del control obrero en la Argentina no descansa solamente en los salarios impagos, las ganancias evaporadas y las jubilaciones vaciadas. Los obreros presentan una sofisticada defensa de su derecho moral a la propiedad –en este caso, las máquinas y las instalaciones- basada no solamente en lo que se les debe personalmente, sino en lo que se le debe a la sociedad. Las empresas recuperadas se postulan como un remedio explícito a todos los subsidios, la corrupción y otras formas de subvención pública que los dueños disfrutaron durante el proceso de llevar sus firmas a la quiebra y sus riquezas a los paraísos fiscales, abandonando comunidades enteras al ocaso de la exclusión económica.

Este argumento está, por supuesto, disponible para su uso inmediato en Estados Unidos.

Pero esta historia es más profunda que la corrupción empresarial. Y es aquí donde la experiencia argentina realmente tiene resonancias con la de los norteamericanos. La explicación axiomática del colapso de Argentina en la izquierda dice que fue un resultado directo de la ortodoxia que el FMI impuso al país con tanto entusiasmo en los neoliberales noventa. Lo que este libro clarifica es que en Argentina, así como en la ocupación de Irak por Estados Unidos, todo ese discurso sobre la eficiencia del sector privado consistió simplemente en una pantalla para justificar una explosión de saqueo a escala masiva por parte de un pequeño grupo de élites. La privatización, la desregulación, la flexibilidad laboral: éstas fueron las herramientas para facilitar una transferencia masiva de riqueza pública a manos privadas, para

no mencionar las deudas privadas con el monedero público. Como accionistas de Enron, los empresarios que asoman en estas páginas aprendieron la primera lección del capitalismo y se detuvieron allí: la codicia es buena, y más codicia es mejor. Como dice un obrero en el libro: "Hay tipos que se despiertan por la mañana pensando en cómo jorobar a la gente, y otros que piensan, ¿cómo vamos a reconstruir a esta Argentina que han despedazado?".

Y para responder a esta pregunta, pueden leer una poderosa historia de transformación. Este libro toma como premisa esencial que el capitalismo produce y distribuye no solamente bienes y servicios, sino también identidades. Cuando el capital y sus especuladores buitres habían partido, lo que quedaba no era solamente empresas vacías, sino un país entero vaciado y habitado por personas cuyas identidades –como trabajadores- también les habían sido quitadas.

Como nos escribió uno de los organizadores del movimiento, "Se necesita una enorme cantidad de trabajo para recuperar una empresa. Pero el verdadero trabajo es el de recuperar al obrero, y esa es la tarea que recién comenzamos".

El 17 de abril de 2003, estábamos en la Avenida Jujuy en Buenos Aires, junto a las obreras de Brukman y una gran multitud de apoyo, frente a una valla, detrás de la cual había un pequeño ejército de policías custodiando la fábrica. Luego de un desalojo brutal, los obreros se decidieron a volver a trabajar en sus máquinas de coser.

Ese día, en Washington DC, USAID anunció que había elegido a la corporación Bechtel como principal contratista para la reconstrucción de la arquitectura de Irak. El saqueo estaba por comenzar en serio, tanto en Estados Unidos como en Irak. La crisis generada intencionadamente estaba sirviendo de pantalla para la transferencia de miles de millones de dólares públicos a un puñado de corporaciones con buenos contactos políticos.

En Argentina ya habían visto esta película: el saqueo al por mayor de los bienes públicos, la explosión del desempleo, el despedazamiento del tejido social, las impactantes consecuencias humanas. Y 52 costureras estaban en la calle, apoyadas por otros miles, tratando de recuperar lo que ya era suyo. Era, definitivamente, el lugar en el que había que estar.

Avi Lewis y Naomi Klein

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Trabajadores de otra clase.

Una hipótesisDurante dos largos años nos propusimos acompañar la recuperación de fábricas y empresa. A muchos de sus trabajadores los hemos vistos desolados ante la persiana baja, desafiantes ante la policía y eufóricos ante la expropiación. En cada uno de esos momentos observamos, también, como eran mirados por los pocos que se acercaron: como victimas o héroes. Con su derrota o su victoria anunciada por anticipado. Como testimonio de todo aquello que vimos, compartimos esta hipótesis acerca de un proceso en permanente evolución.

En épocas favorables para los simuladores, la información encuentra terreno fértil para disfrazar de opinión, intereses. El tráfico de noticias se atora con el piquete de los lobbies y lo que se deja de ver sigue el aritmético ritmo de la exclusión: hay más afuera que adentro de la agenda mediática. Y lo poco que hay queda desfigurado.

Así nos pintan estos tiempos: perversos y crueles.

Y así son los medios que tenemos para comprenderlos: una píldora para generar impotencia. Vemos todo lo que está mal. Y, cegados por el horror, no quedan ni la energía ni la paciencia, necesarias para la confianza.

Nomen est numen.Nombrar es conocer.Recuperar esta vieja máxima no se limita a repasar en voz alta los nombres, sino también los conceptos, ópticas e historias que tejen una realidad compleja y diversa.Se trata entonces de no simplificarla.Se trata de no señalar con el dedo lo que está bien o lo que está mal. Ni siquiera de distinguir lo verdadero de lo efímero.Se trata de nombrarlo todo, incluso lo aparentemente inútil.Porque ése es el único poder de la información: convertir los hechos en palabras.

Ésta es la historia de un cambio.

Pero como todo pecado no deja una lección sino una penitencia, eludimos los pronósticos.El límite de toda predicción es lo que las personas somos capaces de hacer.No es el azar sino el coraje lo que torna el futuro impredecible.De eso se trata esta historia y este cambio.

Producir un cambio es transformar un paradigma. Es un proceso cuya intensidad no depende de la cantidad, sino de la constancia. De la gota sobre la gota.

Si partimos, entonces, de entender al capitalismo no como un sistema que produce y distribuye bienes de tal o cual manera, sino como un productor y distribuidor de identidades, cada cambio estará marcado por una transformación en los paradigmas que modifican las perspectivas de esas identidades. Pero ¿cómo detectarlos?Adam Smith1 identificó uno: la riqueza de una nación depende exclusivamente de la destreza del trabajo y la proporción entre el número de trabajadores, útiles e inútiles.Marx señaló el definitorio: la propiedad de los medios de producción.Para cualquiera de ellos, los modos de producción de una sociedad constituyeron el principio axial de sus teorías.Hoy son relatos históricos que nos permiten reconstruir los cimientos del capitalismo industrial. Sin embargo, los cambios que registraron no fueron evidentes hasta que lo fueron. Es decir, de los viejos maestros lo primero que podemos aprender es que no hay ninguna seguridad de que las nuevas ideas, valores o procesos sean genuinamente decisivos en la historia social2.Hasta que lo son.

La división clásica de la economía determinaba hasta hace relativamente poco tiempo la existencia de tres sectores: primarios (agricultura y ganadería), secundarios (industrias) y terciarios

1 Smith, Adam, Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, Perfil Libros.2 Bell. Daniel, El advenimiento de la sociedad post-industrial, Alianza Editorial.

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(servicios). Lo cual originaba, de acuerdo al grado de desarrollo de cada uno, una correspondiente pirámide social, con sus diferentes clases e identidades. El conjunto formaba un mismo cuerpo económico y una misma organización social: el Estado-nación.

El capitalismo global rompió estos moldes y con ellos, las implicancias políticas y culturales que de esta estructura derivaban.

Clavó la estaca en el pecho de las burguesías locales, descuartizó la división de tareas desparramando los pedazos a lo ancho y largo del mapa y con ello asesinó todos los sistemas teóricos de sostén y oposición al capitalismo industrial.

Tal como describe Zygmunt Bauman3, "Henry Ford dependía de sus trabajadores para conservar su poder y sus riquezas, tanto como éstos lo necesitaban a él para ganarse su sustento. Esta perspectiva les permitía percibir sus relaciones como un conflicto de intereses". Eran los tiempos del capitalismo sólido, siguiendo la definición de Bauman, donde el Estado-nación representaba el escenario principal donde se librarían esos conflictos.

Hacia fines del siglo XX la escena se complicó, como en esos video games en donde los diferentes niveles de juego imponen dificultades cada vez mayores. "El poder normativo de los Estados-nación fue socavado casi por completo. Las empresas (y particularmente las grandes empresas, las que verdaderamente importan cuando se trata de equilibrar las cuentas del Estado y asegurar la vida de sus sujetos) apostaron, y con éxito, a independizarse del ámbito de la soberanía estatal. Los cimientos económicos de la supervivencia y el bienestar humanos son hoy día políticamente extraterritoriales, como solían ser hace dos siglos, en el umbral de la modernidad, cuando las empresas comerciales lograron escapar de la estrecha supervisión ética de la comunidad local hacia una tierra de nadie, en la que el

3 Bauman, Zygmunt, La sociedad sitiada, Fondo de Cultura Económica.

nexo del dinero era el único lazo social y la competencia feroz la única ley"4.

El escritor uruguayo Raúl Zibechi5 lo resume así: “La razón de ser del capitalismo es la acumulación, proceso que termina produciendo excedentes de capital y de mano de obra. Estos excedentes impiden o dificultan la continuidad del proceso de acumulación y sólo pueden resolverse mediante la destrucción o degradación del trabajo y el traslado de capital a otras áreas o regiones para evitar su devaluación. (...) Nada de esto es nuevo. Sin embargo, como señala David Harvey en El nuevo imperialismo, los anteriores equilibrios del capitalismo se han roto a favor de las viejas formas de acumulación, que reaparecen bajo nuevas modalidades a las que denomina ‘acumulación mediante desposesión'6. Se trata de modos similares a los que Marx llamó ‘acumulación originaria' de capital y que nunca fue abandonada por la burguesía, pero que parece ser un sello distintivo del capitalismo en su período de decadencia".

Esto es lo que Bauman denomina modernidad líquida y significa, nada menos, que el regreso a las más brutales y primitivas condiciones de producción.

Para los sistemas teóricos que analizaron el capitalismo industrial, el trabajo determinaba la clase social de pertenencia, pero también la potencia de cambio y el calibre de los conflictos, entre otras cosas.

La globalización destruyó la interacción de estas fuerzas hasta reducirlas a lo que esencialmente eran: meras relaciones de explotación.

En primer lugar –y sólo para priorizar lo que nos interesa para esta historia- el trabajo asalariado se convirtió en trabajo flexibilizado o basura, creando así una nueva categoría social. Una no clase. No

4 Ídem.5 Zibechi, Raúl, El nuevo imperialismo y América Latina, www.lavaca.org 6 Harvey, David, El nuevo imperialismo, Akal.

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hay derechos ni posibilidad de conquistarlos cuando de lo que se trata, día a día, es de garantizar la mera subsistencia.

La fotografía de la extinción del tradicional proletariado industrial la escribió, palabra por palabra, Pierre Bourdieu y un equipo de sociólogos. La llamó La miseria del mundo y en su afán por registrar la “profunda desintegración del orden industrial y, por consiguiente, del orden social” entrevistó a quienes estaban a punto de convertirse en piezas del museo social. Es el relato de “toda la distancia que separa al proletario –aun venido a menos o en decadencia, con ingresos reducidos pero regulares, sus cuentas en regla, su futuro pese a todo relativamente asegurado- del obrero al que la caída en la desocupación, sin protecciones ni garantías, remite a la condición de sub-proletariado, desamparado, desorganizado, obsesionado por la preocupación de vivir, mal que bien, al día, entre los alquileres impagos y las deudas impagables”7.

El desempleo –es decir, el no trabajo- se convirtió así en una nueva categoría social, pero también en una alternativa.

El territorio de la exclusión del mercado laboral y, con ello, de las identidades de clase, es tan ancho, profundo y vasto que se transforma así en otro mundo.

Un universo paralelo que necesita crear, con nada, todo lo que le es negado.

Harvey Brooks8 definió la palabra tecnología como “la utilización del conocimiento científico para especificar las formas de hacer cosas de manera reproducible”. Aplicando su mismo punto de vista, los trabajadores desocupados fueron los responsables de crear una tecnología social que aquí se trata de nombrar, sin jerarquizar los componentes, sino la totalidad de la fórmula.

7 Bourdieu, Fierre, Lo miseria del mundo. Fondo de Cultura Económica.8 Brooks, Harvey, Technology and the Ecological Crisis, 1971. Conferencia citada por Daniel Bell en su libro El advenimiento de la sociedad post industrial.

Se trata de la consecuencia directa de aquello que Bell tituló, en 1955, La desintegración del capitalismo y cuyo cadáver putrefacto quedó al descubierto en Argentina hacia fines del año 2001.

La argumentación de Bell era la siguiente:

Primero, el capitalismo tenía que ser entendido no sólo como un sistema económico, sino como un sistema social, enlazado por medio de la empresa, que suministraba el aglutinante social del sistema al crear a la vez una comunidad y una continuidad de intereses. Luego, se produce la fragmentación del capitalismo familiar, en parle por la intervención de los bancos o fondos de inversión, cuya implicancia más significativa es la mutación de la clase social dirigente: de la burguesía nacional a los gerentes corporativos o CEO. Esto significó, entre otras cosas, que el poder ya no estaría en manos de un grupo social específico, con sus correspondientes intereses, adversarios y conflictos, sino en una clase técnica, que de la misma manera que ocupaba un s i l lón en el directorio de una corporación, saltaba al sillón de un directorio político. Por último, las consecuencias. Dijo Bell: “Se están produciendo revoluciones silenciosas en la relación entre el poder y la clase social”.

Estas revoluciones incluían, para Bell, un cambio que desarrolló en un artículo publicado en la revista Fortune, donde analizó la composición de las fuerzas laborales a nivel global. Eran los años 50 y Naomi Klein ni siquiera había nacido, pero su magistral teoría del cambio en la producción capitalista desarrollada en No logo ya encontraba en Bell un ADN poderoso. Al capitalismo cada vez más le importaba menos fabricar objetos y se concentraba en dar vuelta la fórmula: la creación de culturas (entendida ésta como distribución de identidades), el control de los artefactos políticos y la tercerización de las tareas pesadas, como la producción económica. Parodiando la famosa frase de Bill Clinton, la economía, para los estúpidos.

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Ralf Dahrendorf también había advertido que lo que cuenta en la sociedad industrial no es la propiedad sino la autoridad, y que con la desaparición del propietario se produce una separación entre los órdenes políticos y económicos. “La posición de clase ya no determina la posición de autoridad en la clase política"9.

El pobre Bell llamó a su nueva teoría La sociedad post industrial. “Un término que significa que la sociedad occidental se halla a mitad de camino de un amplio cambio histórico, en el que las viejas relaciones sociales (que se asentaban sobre la propiedad), las estructuras de poder existentes (centradas en las élites) y la cultura burguesa (basada en las nociones de represión) se están desgastando rápidamente (...) No está completamente claro a qué se asemejarán esas nuevas formas sociales. No es probable que consigan la unidad del sistema económico y la estructura de la civilización capitalista desde mediados del siglo 18 a mediados del siglo 20. El prefijo post indica, así, que estamos viviendo en una época intersticial”.

De hecho, obnubilado por sus predicciones sobre el rol de la tecnología y el conocimiento en los años futuros, Bell había retrocedido un casillero. Estaba describiendo algo a lo que ya le había puesto nombre: la desintegración de un sistema.

De lo que sucedió con sus migas es de lo que trata esta historia.

El capitalismo industrial no murió de muerte natural. Mucho menos en América Latina.

En primer lugar, porque “según todos los análisis con los que contamos, aun desde diferentes perspectivas, el Estado benefactor fue la institución que permitió regular la sociedad de la producción en masa, caracterizada por la división taylorista del trabajo, la cadena de montaje fordisia y la centralidad del obrero especializado. Fue la rebelión obrera y de los sectores populares del Tercer Mundo, la que derribó todo el entramado construido luego de la crisis de 1929"10.

9 Dahrendorf, Ralf, Class and Class Conflict in an Industrial, Society Stanford.

En segundo lugar, porque estas rebeliones sembraron oleadas de conquistas y pérdidas de derechos absolutas. Sin medias tintas, la Argentina pasó de ser un país con una legislación laboral modelo a un modelo de precarización laboral y desocupación sin precedentes.

El punto de inflexión entre uno y otro fue la dictadura militar.

Fue el escritor Rodolfo Walsh el primero en denunciarlo en la carta que escribió días antes de ser secuestrado y desaparecido por militares argentinos. En esa carta denunció torturas, secuestros y muertes, al cumplirse el primer año del golpe, pero también que “en la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada”.

Miseria planificada11. ¿A qué se refería Walsh?

Veamos: reducción salarial masiva, redistribución de ingresos y concentración brutal de la riqueza, desocupación récord, derrumbe del consumo, éxodo de profesionales por la racionalización de la economía, endeudamiento externo histórico, atrofia de todas las funciones creadoras y protectoras del Estado, obediencia ciega a las recetas del FMI, reinado de los monopolios y de lo que llamó “nueva oligarquía especuladora".

Hay más: desnacionalización de la banca, dominio extranjero del ahorro interno y el crédito, premio a las empresas que estafaron al Estado.

Para Walsh el crimen mayor délos militares no eran las atrocidades cometidas hora a hora, sino el plan económico que fue, en muchos sentidos, una premonición de esa práctica llamada neoliberalismo. Un mercado absoluto, intemporal y metafísico.10 Zibechi, Raúl, La imposible reconstrucción del Estado benefactor, www.lava ca.org .11 Miseria planificada es el titulo del artículo escrito por Sergio Ciancaglini y publicado por el diario El País, de España y en el Herald Tribune. Fue recopilado en el libro Argentina, país desperdiciado, editado por Aguilar. Las ideas principales son las que se desarrollan aquí.

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Argentina abrió indiscriminadamente su economía, comenzó la destrucción de su industria, e inauguró lo que se ha dado en llamar el “Estado Hood Robín", Robín Hood al revés, que le quita a los pobres para darles a los ricos, según lo siguen reflejando las estadísticas sobre la creciente desigualdad económica.

El proceso militar cayó tras la borrachera de la guerra de las Malvinas y la democracia nació débil, en una sociedad que no la reconquistó sino gracias a la ineptitud militar.

El gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989) fue una mezcla dubitativa de víctima y cómplice de esa economía reconcentrada en pocas manos. No concluyó su mandato. Llegó entonces Carlos Menem para culminar el trabajo sucio. Aquel plan que Walsh denunciaba en su carta, Menem lo llevó a cabo entre 1989 y 1999 corregido, aumentado, y en democracia: Argentina había entrado en la era del pensamiento único. Ya no hacía falta el terrorismo de Estado para aplicarlo. La estrategia de la represión cambió por la del desempleo y la exclusión social: la desaparición económica de las personas. En treinta años, la ocupación industrial declinó cerca de un 50 por ciento, lo cual representó, entre otras cosas, la pérdida de más de 600.000 puestos de trabajo12. Para fines de 2000, según un trabajo realizado por el Ministerio de Economía, entre los diez mayores empleadores del país había cuatro supermercados, una cadena de comida basura y una empresa de seguridad privada. Es decir, empleos de baja calidad y poca estabilidad. El sector industrial, a excepción de los casos del ingenio Ledesma y la alimenticia Arcor, no figuraba en el grupo de las primeras treinta empresas generadoras de empleo. Un ejemplo: Mc-Donalds contrataba el doble de empleados que la petrolera Repsol-YPF13.

12 Entrevista al sociólogo Martín Schor, www.lavaca.org .13 Este estudio también puntualiza cuáles fueron las empresas que más despidos habían efectivizado en el quinquenio 1995-1999. el ranking encabezan Telefónica y Telecom, le siguen Edesur. Metrovias y Edenor. Y por supuesto YPF, que redujo ese quinquenio casi un tercio de su personal. Las seis empresas formaron parte de

Así, la clase media comenzó a caer masivamente bajo la línea de pobreza.

Y los pobres, bajo la línea de indigencia.

Luego llegó Fernando de la Rúa para caricaturizar lo peor de Alfonsín y lo peor de Menem. Terminó decretando el estado de s i t io y escuchó el trueno de cacerolas14.

En síntesis: Argentina tenía en 1974 una distribución de la riqueza similar a la de muchos países desarrollados. La diferencia entre el escalón más pobre y el más alto era de 12 veces. Las cifras de 2003 indican que la distancia entre el sector más rico y el más pobre es ahora cincuenta veces mayor. Esto representa, según la explicación del especialista Artemio López15, que “el grueso de la población transfirió a la cima el equivalente anual a 1.5 mil millones de dólares."

Con el grito de “que se vayan todos" como música de fondo y la escenografía de un país reducido a escombros institucionales, podemos comenzar a ponerle nombres a esta historia.

Escuchemos el primero: Juan Navarro.

En la década del 90 fue señalado como paradigma del éxito. Lo consagraron empresario del año en 1997, usando tres adjetivos: exitoso, ambicioso y audaz. También se lo llamaba gurú, talento financiero y ejecutivo brillante. Se decía que estaba creando una nueva cultura empresaria. Su imperio: el Exxel Group, un fondo de inversión que manejó el destino de 73 empresas y 40.000 empleados.

“Sin fortuna propia ni heredada, se puede decir que construyó con la velocidad de un rayo el tercer grupo económico privado más poderoso de

la privatización de los servicios y recursos públicos argentinos.14 Una encuesta realizada por la consultora Hugo Jaime y Asociados, que entrevistó a 100 personas en Capital y Gran Buenos Aires registró lo siguiente: "Uno de cada tres habitantes de la Capital federal y el Gran Buenos Aires dice que participó de cacerolazos o asambleas barriales. Es una cifra altísima. Significa, en concreto, que alrededor do dos millones y medio de personas participaron o participan de la protesta, la mayoría golpeando una cacerola en el balcón o en la puerta". Diario Página/12, 10-03-02.15 Consultora Equis, informe junio 2004, en base a cifras del Indec. Diario Clarín, 28 de junio de 2001.

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la Argentina, con ventas por 3.800 millones de dólares, a fines del 99", sintetizan los periodistas Silvia Naishtat y Pablo Maas en El cazador, la biografía que escribieron sobre Navarro.

La fábula cuenta que el 17 de marzo de 1992 Juan Navarro convenció a la banca Oppenheimer & Co de que lo ayudara a construir un fondo de inversión. A los pocos meses le enviaron 47 millones. Gastó 22 en la compra de las empresas Ciabasa, Poett (en la provincia de San Juan) y la división de aerosoles de la estatal petrolífera YPF. En menos de sesenta días, vendió esas empresas a la multinacional Clorox por 95 millones.

Para su segundo fondo recaudó 155 millones. Compró empresas de medicina prepaga y compañías eléctricas del interior. Para los fondos subsiguientes, prescindió de Oppenheimer. Desde entonces, ya nunca estuvo claro de dónde-provenía el dinero. “Cuando la Comisión Anti-lavado preguntó a los fondos norteamericanos que Navarro había presentado como sus inversores si efectivamente eran socios de Exxel, la mayoría lo desmintió u optó por el silencio" aseguró la entonces diputada Graciela Ocaña, integrante de esa comisión legislativa.

Un dato para tener en cuenta: del equipo de dirección del Exxel Group participó el ex embajador norteamericano en Argentina, Terence Todman.

Pregunta:¿Cómo compraba el Exxel tantas empresas?Respuesta:Por el sistema de apalancamiento.Explicación:"Las empresas tomaban créditos excesivos, aprovechando las bajas tasas de Estados Unidos. Eran créditos puentes para pagar su propia compra. Una vez en el poder de la empresa, la compañía lanzaba bonos garantizados con los bienes de la firma. Con la venta de los bonos, cancelaba los créditos"16.¿Qué significaba esto?Que Navarro obtenía un giro o adelanto bancario millonario para comprar las empresas. Apenas adquiridas, ese adelanto se convertía en un crédito que las empresas compradas eran forzadas a adquirir,

16 Naishtat, Silvia y Maas, Pablo, El cazador, Editorial Planeta.

ofreciendo sus activos como garantía. De esta manera, empresas sanas comenzaban una nueva administración con una flamante deuda millonaria. E impagable.

Así se describió la operatoria del Exxel Group en el informe parlamentario de la Comisión Investigadora de Lavado de Dinero:

“Cuando el Exxel se dispone a comprar una empresa, se asegura dos cosas: conseguir inversionistas del exterior que aporten capital y que algún banco le adelante una parte del precio de compra, en forma de crédito a corto plazo. Una vez con la compañía en su poder, el Exxel emite bonos a nombre de la empresa por una cantidad sustancial (la super-endeuda) e hipoteca todos sus bienes como garantía del pago del bono. En síntesis, compran una empresa –en gran parte- con el propio dinero de ella".

Cuentan que Navarro detestaba el manejo empresarial familiar, casi artesanal, de las empresas que compró. Por eso, su primera medida era desarticular el organigrama. Sentaba arriba de la pirámide a jóvenes y agresivos ejecutivos, que en ningún caso –decía- debían durar más de tres años en el puesto. Por eso, les pagaba más.

“Mucha gente se pregunta de dónde viene el dinero del Exxel. Sobre el origen de los fondos se han tejido las más diversas especulaciones: desde que es el continuador del imperio económico de Yabrán17 hasta que maneja dinero del ex presidente Carlos Menem. En esta investigación no se pudo comprobar ninguna de estas conjeturas. Pero una cosa es segura: al menos una parte sale del bolsillo de los contribuyentes (...) Las empresas que son adquiridas por los fondos, que luego las endeudan e hipotecan sus bienes, dejan de pagar el impuesto a las ganancias gracias a que las leyes impositivas permiten deducir los pagos de intereses. El costo fiscal de estas deducciones, es

17 Alfredo Yabrán, empresario postal sospechado de negocios turbios y muy comprometido en el asesinato del reportero gráfico José Luis Cabezas. Su final fue igualmente oscuro. Se suicidó en 1998 cuando estaba prófugo de la justicia. Semanas antes, entrevistado por el diario Clarín, había dicho: "El poder es impunidad."

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decir, la pérdida de ingresos al Tesoro Nacional por la menor recaudación, es soportado, de este modo, por el total de los contribuyentes, que no gozan de una ventaja similar. Los intereses que pagan los créditos hipotecarios, por ejemplo, no son deducibles del impuesto a las ganancias. Pero los intereses que toman los fondos como el Exxel para pagar las empresas que compran sí lo son”18.

En el año 2000 el Exxel Group acumuló activos por 4.500 millones de dólares.

Dos años después, el valor de su canasta de empresas apenas alcanzaba los 300 millones.

A fines de 2003, el estado de sus principales empresas era el siguiente:

Supermercados Norte: en 1996, el Exxel Group compró Norte en 440 millones de dólares a su fundador, Alberto Guil. La pago básicamente con deudas bancarias y con bonos que colocó en mercados internacionales. Dos años más tarde, la cadena francesa Promodés le compró al fondo que encabeza Navarro el 49 por ciento de Norte por 420 millones de dólares. Promodés tenía un reducido número de ejecutivos en la Argentina, que estaban ocupados en expandir su tienda de descuentos Día en Capital y el Conurbano, de modo que Norte .siguió gerenciada por el Exxel. Un año más larde, Norte compró la cadena Tía a la familia De Narváez y al Deutsche, en 630 millones de dólares. Norte-Tía pasó a liderar el ranking, con una facturación que rondaba los 2.000 millones anuales. Cuando la cadena de supermercados fue vendida en abril de 2001 a la francesa Carrefour acumulaba pasivos por 2.000 millones de dólares y una deuda financiera de 350 millones.

Interbaires (empresa operadora de free-shops en los aeropuertos): hasta diciembre de 1997 formaba parte –junto con OCA, Ocasa y Edcadassa- del imperio que se le atribuía al fallecido Alfredo Yabrán. En una operación polémica, el Exxel Group pagó 120 millones de

18 Naishtat, Silvia y Pablo Maas, El cazador, Editorial Planeta.

dólares por el 80 por ciento de la operadora de los locales del duty free. En noviembre de 2002 pasó a manos de su principal acreedor, el Deutsche Bank, por la imposibilidad de hacer frente a sus deudas, calculadas en 40 millones de dólares. London Supply, una sociedad formada por las familias Taratuty y Monteiro Branca (esta última de origen brasileño), la compró en marzo de 2003 por 20 millones de dólares.

Fargo (empresa alimenticia): fundada por Carlos Preiti, concentraba el 60 por ciento del mercado al momento de ser vendida en 140 millones de dólares. En febrero de 2003, el propio Preiti regresó a su antigua empresa, convocado por el fondo fiduciario que armaron los acreedores de la compañía, encabezados por el Deutsche Bank. La empresa había acumulado deudas por 150 millones de dólares.

Havanna (la fábrica de los mejores alfajores argentinos): fue adquirida por el Exxel Group en marzo de 1998. Las familias fundadoras recibieron 85 millones de dólares por una empresa que en esos momentos facturaba 15 millones de dólares, una ganancia anual de ocho millones y no tenía deudas. Cuatro años más tarde, sumaba un pasivo de 32 millones de dólares. Sus acreedores: un grupo de bancos, encabezados por el Deutsche, el Citi y el Río. En octubre de 2003, Guillermo Stanley, Carlos Giovanelli (ex directivos del banco Citi) y Chrystian Colombo (ex jefe de gabinete de la presidencia De la Rúa), socios en Desarrollo y Gestión, compraron Havanna al Exxel Group con una parte en efectivo de 5,5 millones de dólares y otra en créditos bancarios refinanciados, por 12 millones.

Musimundo (locales de venta de CD y video): en mayo de 1998, el Exxel le ofertó a la familia que encabeza Natalio Garber 230 millones de dólares. Cuando solicitó un concurso de acreedores, a fines de 2001, debía 206 millones de dólares. Sus principales acreedores: los bancos Citibank y Galicia (aproximadamente 70 millones dólares entre los dos), el brasileño Bozano y el Surpervielle. Estos bancos se quedaron con las acciones en caución

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OCA (empresa postal): fue adquirida por el Exxel Group en diciembre de 1997 en 450 millones de dólares y, asfixiada por las deudas, pasó a manos de un sindicato de bancos liderado por el Deutsche y el Citi. En febrero de 2004, por 32 millones de dólares cash y el compromiso de afrontar la deuda de 280 millones de dólares, el fondo de inversión norteamericano Advent se quedó con OCA, la empresa de correo privado que fue la nave insignia del grupo Yabrán.

Mastercard (tarjeta de crédito): perdió la licencia para Argentina.

IBG (comercio de ropa de marcas concesionadas: Lacoste, Polo Ralph Lauren, Paula Cahen D'Anvers, Coniglio, Kenzo): cuando entró en convocatoria de acreedores, la deuda sumaba 90 millones de dólares. Al cierre de 2003, el Exxel llegó a un acuerdo con sus acreedores. Logró una quita del 50 por ciento y obtuvo un plazo de 15 años y tres de gracia. Sus principales acreedores eran los bancos. En esa fecha, Coniglio, la única marca que no entró en el concurso, fue vendida a un grupo de productores de soja, encabezado por la familia Hinz y el constructor Jorge Greco. Cuando Exxel la compró tenía 6o locales. Cuando la vendió, tres.

Pero de todas las empresas que compró el Exxel Group, la que nos interesa en esta historia es la más pequeña: la heladería Freddo.

Fundada por un inmigrante italiano, Freddo acumulaba una historia de cincuenta años liderando el mercado ofreciendo productos de calidad a través de seis sucursales. Sus cincos socios recibieron del Exxel Group una oferta imposible de rechazar: 82 millones de dólares.La primera medida de la administración Navarro fue remodelar todos los locales.La segunda, bajar la calidad de sus materias primas.La tercera, subir los precios.No hubo cuarta: ya estaba quebrada.

Así fue como en la primavera de 2001 la heladería pasó a formar parte de los activos del Banco Galicia, como forma de capitalizar los 30 millones de dólares que había acumulado en deudas. El banco

convocó al antiguo propietario, Juan José Guarracino, para que la rescatara e inauguró con esta fórmula una modalidad que se repitió luego en varias empresas quebradas y apropiadas por los bancos. Los buitres financieros la llaman el “modelo Freddo”.

El veloz rayo de Navarro arrastró, en su efecto dominó, a una de las proveedoras de materias primas de las heladerías Freddo. Los ajustes de costos de la nueva administración dejaron a la firma Ghelco, del barrio de Barracas, sin uno de sus clientes. Tiempo después, acosada por la recesión y la especulación financiera, terminó en la quiebra.

Para los cuarenta obreros de Ghelco la maniobra significó primero un racionamiento de salarios; luego, meses sin cobrar un peso y por último, el cierre definitivo, que los dejó en la calle y sin posibilidad de reclamo: la ley de quiebras había sido modificada en tiempos de Carlos Menem y los trabajadores ya no eran considerados los acreedores privilegiados.

Primero estaban los bancos.

Por entonces, en la calle la desocupación se cotizaba a un 22 por ciento.

Y todos allí sabían qué les esperaba: tenían un promedio de 40 años, eran obreros especializados, con familias, deudas y necesidades impostergables.

No tenían ningún lugar a dónde ir y con esa convicción, se quedaron.

Una carpa verde, de camping, los albergó durante meses en la puerta de la fábrica cerrada. Dos patrulleros y una docena de uniformados los custodiaron.

Fue un policía, precisamente, quien les comentó que unos meses antes habían tenido que desalojar a palos a los obreros de una fábrica cercana. “Pero volvieron”, les dijo. “Formaron una cooperativa y entraron”.

Los obreros de Ghelco fueron ese mismo día a conocer a los otros obreros –de Lavalán- quienes, a su vez, los llevaron a conocer a un

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abogado –Luis Caro- que ahí mismo les copió los 84 artículos del estatuto de una cooperativa de trabajo: Vieytes, la llamaron.

La historia termina así:

La fábrica fue expropiada.

Los obreros, organizados en la Cooperativa de Trabajo Vieytes, se hicieron cargo de la reapertura*.

De Navarro ya nadie habla.

Hoy, los obreros de la ex Ghelco ganan el doble de salario. “El día que entramos no teníamos ni para pagar una bolsa de azúcar. Los muchachos de otra cooperativa –Unión y Fuerza- nos prestaron para comprar la materia prima y pagar la luz y así empezamos. Con el primer cobro, lo primero que hicimos fue devolverles la plata. No teníamos ni para comer, pero las deudas están primero y estábamos orgullosos de poder pagarlas."

Aquí es donde otra historia comienza.

Si uno ingresa ahora a la cooperativa Ghelco, en la sala de máquinas puede ver el siguiente escenario:

* Sin comentarios: El Defensor del Pueblo de la Nación, Eduardo Mondino, envió en mayo de 2003 a diferentes organismos de la Administración Pública Nacional pedidos de informes sobre la actividad que estuviesen desplegando alrededor de las fábricas recuperadas. Las conclusiones de las respuestas son las siguientes: "El Estado nacional no había atendido esta problemática y en algunos casos desconocía la existencia misma de esta realidad. El único organismo público que parece haber tomado nota es el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES), pero también es el que más críticas ha recibido por parte de las cooperativas en cuanto a su funcionamiento y tardanza en el otorgamiento de las matrículas habilitantes." El informe de Mondino transcribe, como .ejemplo, dos respuestas. Una, del Ministerio de Justicia: "No existe ningún programa o proyecto que contemple la organización y coordinación con otros organismos de gobierno de planes respecto a las empresas recuperadas, sus trabajadores y sus núcleos familiares". Otra, de la Jefatura de Gabinete: "No surgen antecedentes vinculados a la cuestión". Del Ministerio de Salud recibió, en cambio, una pregunta: "¿El Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER) está reconocido oficialmente? Y si es así ¿cómo funciona?".

En rueda, alineadas contra la pared, están las mezcladoras y moledoras funcionando a pleno.

En el centro, acomodados en tres filas, hay cuarenta pupitres escolares.

“Son para las asambleas. Nos decían que no podíamos resolver todo por asamblea porque si no parábamos el trabajo. Entonces a uno se le ocurrió que lo mejor era reunimos en la sala de máquinas, para que los que los que estuvieran de turno trabajaran, opinaran y votaran”.

Los obreros muestran orgullosos su obra: máquinas y democracia directa. Sonríen, se los ve relajados, seguros, conformes, plenos.

Ése es el cambio.

La historia de Ghelco viene a cuento para ilustrar uno de los movimientos más interesantes que han surgido al calor de la crisis argentina, porque sintetiza lo más importante para comprenderlo: sin Navarro no hay cooperativa Vieytes.

Sin dinero sucio, impune y fugaz, no hay fábricas recuperadas.

Navarro es el alias detrás del cual se esconde el capital anónimo, que a golpe de laptop puede trasladar inversiones de un lado a otro sin necesidad de dar siquiera explicaciones ni mucho menos sufrir las consecuencias de sus acciones. Es el poder tal y cual se encarna hoy: no ya en un lugar, sino en una capacidad para "la huida, el escurrimiento, el rechazo concreto a cualquier confinamiento territorial y de sus engorrosos corolarios de construcción y mantenimiento de un orden, de la responsabilidad por sus consecuencias y de la necesidad de afrontar sus costos"19.

En mayo de 2002, durante una sesión en la Cámara, un diputado sintetizó este estado de las cosas con la siguiente intervención:

"Hemos visto cómo un fondo común de inversión que fabrica deuda, toma las empresas con créditos a corto plazo y manda al bombo a firmas como Pan Fargo, Alfajores Havanna, Supermercados Norte o

19 Bauman, Zygmunt, Modernidad Líquida, Fondo de Cultura Económica

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Heladerías Freddo. ¿Qué ley contempla todo esto? Con todo respeto tengo que responder que hay que estudiar un poco más de economía moderna. Porque los delitos económicos ya no son un cheque sin fondos o un balance falso, sino los delitos de la electrónica, los delitos complejos de transferencias de miles de millones de divisas, que son los que están contribuyendo a que grandes masas indeterminadas de dinero vacíen países o hagan ricas a determinadas personas. (...) ¿Cuál es la tarea del Congreso? La que observamos en el Senado de Estados Unidos, cuando sentaron a los principales banqueros del país para advertirles que existían manejos de dinero en negro proveniente de la droga, del comercio de armas, del terrorismo, del juego, y que había que modificar la legislación. Esto es lo que deberá hacer este Congreso después de la emisión del informe de la Comisión Investigadora del Lavado de Dinero. Es decir, modificar la legislación para evitar estos conflictos"20.

La cita es reproducida aquí con un propósito: ilustrar el conocimiento del Parlamento argentino de estas maniobras y las consecuencias prácticas de este saber.

Ese día la Cámara no sancionó ninguna nueva norma.

Derogó, sí, la Ley de Subversión Económica por expreso pedido del FMI.

Es este poder respaldado por la asociación ilícita entre un capitalismo global especulador, gerenciado por los organismos internacionales de crédito; un Estado cómplice y una burguesía nacional corrupta; es ese cóctel feroz y decadente el que produce el enorme vacío, el agujero adonde van a caer aquellos que, sabiendo que nadie ni nada va rescatarlos, deciden inventar la única manera de condenarlo.

Repitámoslo: el poder no es ya un lugar, sino una capacidad.

Bauman la define así:

20 Intervención de Gustavo Eduardo Gutiérrez, diputado del Pálido Demócrata por Mendoza. Sesión ordinaria de la Cámara de Diputados, celebrada el 23/5/2002.

"Es el lápiz que separa lo legítimo de lo ilegítimo. El derecho a trazar el límite entre la coerción legítima (admisible) y la ilegítima (inadmisible) es el primer objetivo de toda lucha por el poder"21.

Los protagonistas de esta historia han sabido arrebatar el lápiz y escribir sus propias condiciones de legitimidad, debiendo leerse esta frase literalmente.

Ésta es la tensión que no se diluye y que, en la mayoría de los casos, continúa presente.

En principio, está expresada en la propia situación legal de cada fábrica recuperada. Sólo muy pocas lo han resuelto mediante algún tipo de compensación a los antiguos dueños, logrando así regularizar la titularidad de la propiedad de la empresa. Pero la gran mayoría permanece en un-verdadero limbo legal, como el caso Zanón, que ha conseguido frenar varias veces su desalojo debido al gran apoyo recibido por parte de la comunidad en donde está instalada. En otros, como Brukman, luego de tres desalojos y una dura resistencia, el juez que intervino en la quiebra dictó el procesamiento de sus antiguos propietarios y la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires decretó la expropiación, luego de analizar el plan de reactivación presentado por los obreros. En unos pocos casos, la presión combinada del movimiento y de algunos legisladores ha conseguido soluciones transitorias, como la expropiación de inmuebles y máquinas por el plazo de dos años.

Los procesos legales son muy dinámicos y cambiantes. Por lo general, los obreros comienzan el trámite legal ofertando el alquiler de la fábrica. La lectura pormenorizada de la Ley de Quiebras les permitió este recurso, ya que establece que deben agotarse todas las instancias para garantizar el pago de los acreedores. Luego solicitan la expropiación de máquinas y, por último, tramitan la expropiación de la propiedad, que solo puede realizarse con la sanción de una ley específica y, por lo tanto, ya no depende del juzgado actuante sino de

21 Bauman, Zygmunt, La sociedad sillada, Fondo de Cultura Económica.

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las legislaturas locales, donde los trabajadores presionan de manera directa, llegando incluso a acampar frente al despacho de los legisladores, vestidos con overoles y rodeados de sus familias.

Hasta el momento, la mayoría de las fábricas ha sido entregada de manera provisoria. Y hasta tanto no exista la voluntad política de modificar la Ley de Quiebras y crear de esa manera una herramienta eficiente, abarcadora y permanente, la batalla se libra round por round, fábrica por fábrica y trámite por trámite.

El poder no está dispuesto a soltar el lápiz.

Para las débiles instituciones de la inconstante democracia argentina, estas fábricas representan un dilema político y social para el que no tienen respuesta. Las que dieron han sido provisorias y arrancadas por la tenacidad de las luchas, la validez de los reclamos, la flagrante ilegalidad de las situaciones que las originaron y la orfandad de medidas para la creación genuina de empleo. No fueron, entonces, ni los funcionarios ni los jueces ni los expertos quienes les enseñaron a estos trabajadores a plantear con claridad sus reclamos ni a presentar las soluciones para calmarlos. Fue la propia experiencia acumulada la que les fue dictando las salidas de los atascos*.

* El quiebre legal: El artículo 191 de la Ley de Quiebras estipula que "la autorización para continuar con la actividad de la empresa será dada por el juez sólo en caso de que de su interrupción pudiera manar una grave disminución del valor de realización o se interrumpiera un ciclo de producción que puede concluirse". Los jueces han interpretado este artículo con mayor o menor amplitud, pero incluso en los casos resueltos en favor de los trabajadores la interpretación ha sido forzada por las dramáticas circunstancias: desempleo, fraudes patronales, millonarias obligaciones laborales impagas. El reclamo es la modificación de la ley concursal para alentar la continuidad de la fuente laboral. Dijo el Defensor del Pueblo de la Nación al respecto: "¿Cómo es posible que todos los actores –trabajadores, jueces y legisladores- transiten cotidianamente entre las fronteras de la legalidad y la ilegalidad sin que se haga algo para remediar semejante situación?".La pregunta sigue sin responderse.

El origen, quizá, puede rastrearse en la primera empresa expropiada, el frigorífico Yaguané, propiedad de Alberto Samid, un hombre cercano al menemismo y procesado por sus millonarias estafas al fisco. Este frigorífico llegó a liderar el ranking de facturación de exportación de carnes, pero sus obreros apenas si cobraban para comer. El error: al traspasarse legalmente la titularidad de la empresa, también heredaron sus millonadas deudas, que estaban obligados a pagar puntualmente.

Para evitar este tipo de herencias los trabajadores crearon una fórmula: agruparse en cooperativas de trabajo.

¿Por qué una cooperativa de trabajo? Por varias e inmejorables razones.

En primer lugar, porque de esa manera se aseguran legalmente que quede en claro que las deudas, delitos y penas corresponden a los antiguos propietarios y no a la nueva sociedad que se hace cargo de la recuperación de la producción.

También, porque son sociedades que reconocen el trabajo como capital suficiente para iniciar una empresa.

Sin embargo, en el origen el verdadero motivo fue práctico: consti tuir una sociedad en Argentina tiene un costo mínimo de 300 dólares. Darle forma legal a una cooperativa de trabajo requiere, en cambio, 45. Sólo hace falta que seis-integrantes aporten el 10 por ciento del salario mínimo, vital y móvil establecido por el gobierno.

El trámite de inscripción de este tipo de sociedades también es diferente. Deben acreditarse ante el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INARS), un órgano oficial que casi no tenía actividad hasta la llegada de estas cooperativas, que encontraron así una manera do eludir otra institución mucho más burocrática (y cara): el Instituto Nacional de Cooperativas, al que el ministro de la dictadura José Martínez de Hoz transformó en un museo, a fuerza de tantas normativas restrictivas.

Con el tiempo y las batallas por el reconocimiento consiguieron transformarlas, además, en un refugio impositivo, ya que están exentas

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del impuesto a las ganancias y en muchos distritos, de tasas municipales.

La huella de ese lápiz arrebatado al poder puede encontrarse, además, en los estatutos con los que fueron creadas. En especial, en dos cláusulas. La primera está relacionada con las ganancias. Ya no se habla de salarios sino de reparto. En general, hay una tendencia a repartir los ingresos en forma igualitaria, aunque en algunos casos establecen escalas de acuerdo con las responsabilidades. Sin embargo, en la práctica y en especial en los primeros meses de funcionamiento –donde los ingresos son más escasos- contemplan la necesidad de algunos de los miembros y reparten el dinero de acuerdo a un orden de prioridades: número de hijos, posibilidades de subsistir con otros ingresos, edad, años de antigüedad en la empresa, entre otros factores.

La segunda cláusula tiene que ver con la finalización de la sociedad. Los miembros que se retiran no tienen derecho al reclamo indemnizatorio. Como el valor de constitución es el trabajo, al dejar de trabajar no se gana nada. Si, incluso, la sociedad entera se disolviera, debe dejar constancia en su Estatuto del destino de los fondos que origine su liquidación, que está obligada a donar.

El INAES establece que toda cooperativa de trabajo debe designar un Consejo Directivo compuesto por un presidente, un vice y un tesorero. Sin embargo, en la mayoría de los casos el Estatuto fue escrito de manera tal que prevé que esos puestos no tengan plazo y sean automáticamente revocables por la sola decisión de la asamblea. La asamblea queda así consagrada como máximo órgano de dirección. Y puede ser convocada en cualquier momento. En muchas, es costumbre que no haya siquiera temario previo: cualquiera puede plantear un tema y los demás deben escucharlo. Los obreros debaten así las estrategias y acuerdos, los balances y las tácticas legales. Si es necesario, llaman a asesores (abogados, ingenieros, contadores) para que expliquen las cuestiones técnicas,

pero luego toman las decisiones por consenso o por mano alzada, según los casos.

Si bien es cierto que la mayoría de estas empresas se ha asumido como cooperativas de trabajo, en el momento de-mayor fervor del movimiento algunas reclamaron la estatización con control obrero, una propuesta que se alentó mucho más fuera que adentro del movimiento, ya que la estatización resultó de muy utópica materialización con un Estado que, en el mejor de los casos, las desprecia. Hasta el momento, se registran dos antecedentes.

Uno es el de la Clínica de Salud Medrano, que pasó en diciembre de 2003 a manos de la Ciudad de Buenos Aires, luego de dos años de ocupación de la clínica y de mantenerla en perfecto estado. El gobierno porteño aceptó hacerse cargo y luego de varios meses de inacción, decidió que los trabajadores fueran repartidos en diferentes instituciones del estado porteño. La clínica continúa cerrada, pese al compromiso de inaugurar allí un centro de atención a jubilados.

El otro es el del Hotel Nogaró, en la provincia de San Juan. Durante casi dos años su explotación estuvo a cargo de una cooperativa de trabajo hasta que el gobierno provincial decidió intervenirlo. Contrató a los cooperativistas por seis meses y luego decidió llamar a una licitación para entregarlo en concesión.

La viabilidad económica de las cooperativas de trabajo es una cuestión a analizar caso por caso. En principio, depende de la situación de la que parten. Para muchas, se limita al trabajo a facon, una modalidad que consiste en que el cliente adelante el capital necesario para que la cooperativa adquiera la materia prima para elaborar el pedido. Es la propuesta que inventaron para vencer las limitaciones que les imponen la falta de crédito y financiación.

Así han logrado poner a producir estas empresas, con el propio esfuerzo, incluso en el difícil contexto de falta de capacitación en áreas administrativas o comerciales, desconfianza de los antiguos clientes y hostigamiento policial-judicial. Con el tiempo, hay

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empresas que han logrado exportar o liderar el mercado y otras que siguen en el mismo punto en que arrancaron.

En cualquier caso, a partir de la experiencia de la gestión obrera, los trabajadores han podido identificar las verdaderas causas de las quiebras de sus empresas. Y llegaron a una conclusión: lo que las funde es el costo patronal.

Costo patronal no sólo refiere a la gran tajada que se llevan los patrones, sino también a toda la serie de gastos que debe amortizarla producción: los altos sueldos y prebendas gerenciales, las comisiones, los viáticos, viajes, chóferes y el pago a consultoras para realizar ajustes que, inevitablemente, señalan al costo laboral como el responsable del déficit.

Este nuevo concepto acuñado por los trabajadores –y que describe una realidad de la que la ciencia económica tiene pocas noticias- coloca la responsabilidad en el otro extremo. La idea de costo patronal deja al descubierto esas erogaciones que se hacen innecesarias bajo control obrero, ubicando la culpa de la quiebra claramente en la gestión empresaria. Lo curioso es que hoy en día varias de estas fábricas están siendo analizadas por expertos en management, con el interés de reformular los conceptos de gestión que la década del 90 impuso como manual incuestionable.

Toda fábrica recuperada sabe que su subsistencia depende de la legitimidad y los lazos sociales que sepa construir. Su defensa está basada en la convicción de sus trabajadores, pero también en el apoyo que logren cosechar entre vecinos, asambleas barriales, organismos de derechos humanos y partidos políticos, en ese orden. Incluso, una vez, recuperadas y debido a su constante precariedad legal, algunas fábricas recogieron la experiencia de la pionera IMPA para instalar en los espacios vacíos un centro cultural destinado a la comunidad. IMPA lo hizo como forma de autodefensa: ante la amenaza de un desalojo violento, abrió sus puertas para actividades tales como, teatro, video, cursos, apoyo escolar y charlas, la mayoría gratuitas y llevadas adelante por estudiantes universitarios

o integrantes de asambleas barriales. Garantizaron así que en los horarios considerados más vulnerables –las noches y los fines de semana- hubiese gente adentro de la fábrica. En la actualidad, y debido a la presión que ejercieron sobre el Estado, lograron que se instalen también escuelas reconocidas oficialmente, con orientaciones relacionarlas con el establecimiento productivo.

El lápiz ha tachado, así, cuestiones que el poder consagra como verdades inapelables:

1. La supremacía de la propiedad privada, a cualquier costo.

2. El Estado como único escenario posible donde dirimir los conflictos sociales.

3. La necesidad de contar con una clase gerencial para organizar la producción.

La comprobación de que ninguna de estas proposiciones es inevitable está presente cada vez que los obreros relatan su experiencia. En la fábrica Grissinopoli, por caso, uno de los obreros recuerda que lo que más le costó no fue resistir en la calle, ni soportar el hambre, ni desafiar a la policía, ni discutir con el juez ni conmover a los ediles. Lo que más le costó fue convencer a sus compañeros de que ellos estaban perfectamente capacitados para poner la fábrica a producir: “Creían que estaba loco”. Finalmente, cuando llegó el día en que las máquinas comenzaron nuevamente a funcionar, lloraron. Y lo abrazaron.Ser sus propios patrones les devolvió otra imagen de sí mismos.Supieron, entonces, que nunca más volverían a ser los mismos.Que no les había cambiado la vida, sino el destino.

En un antiguo libro de Derecho Laboral, el especialista francés Alain Supiot asegura que la primera acepción de la palabra trabajo se refiere al agobio de la mujer durante el parto. Alude, fundamentalmente, a ese acto que mezcla dolor y creación y que encierra, nada menos, que el misterio mismo del destino humano22.

22 Mecía, Dominique, El trabajo, Gedisa Editorial.

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Se podría decir que el destino de los obreros de las casi 170 fábricas recuperadas en Argentina ya fue escrito:

"La división de la sociedad en una reducida clase fabulosamente rica y una enorme clase que no posee nada hace que, esta sociedad se asfixie en su propia abundancia. Cada día que pasa, este estado de las cosas va haciéndose más absurdo y más innecesario. Debe eliminarse y puede eliminarse". Así habló Federico Engels el 30 de abril de 189123.

Ciento trece años después, los obreros de Zanón, en el sur de Argentina, eliminaron algo. Bautizaron su creación con un nombre de ensueño: Fábrica Sin Patrón. De ellos y de otros como ellos es esta historia y este cambio.

Las páginas que siguen son el resultado de dos largos años de recorrida por esa otra realidad que crece de espaldas a los medios e, incluso, a pesar de ellos. Intenta dejar testimonio de su riqueza, diversidad y contradicciones. Y devolver algo de lo mucho que aprendimos en el camino. A esta historia y a estos obreros les debemos, entre otras cosas, la forma legal que tenemos, pero sobre todo, los interrogantes sobre cómo sobrevivir y hasta las dudas sobre cómo crecer. Y hasta si es necesario hacerlo.

Les debemos, finalmente, leer la siguiente frase:

“Más allá de nuestra: diversas creencias, a menudo tan distintas, y a veces encarnizadamente enfrentadas, todos deseamos vivir con dignidad y sin miedo, que no nos humillen y que se nos permita buscar la felicidad. Esto constituye un terreno común lo suficientemente firme y amplio sobre el cual comenzar a construir la solidaridad de acción y concepción”24.Y comprenderla.Con energía, paciencia y confianza.

23 Introducción de Federico Engels al ensayo de Carlos Marx Trabajo asalariado y capital, Editorial Ateneo.24 Bauman, Zygmunt, La sociedad sitiada, Fondo de Cultura Económica.

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