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Nivel de Ingreso y vulnerabilidad de los hogares Conapo (2001), “Nivel de ingreso y vulnerabilidad de los hogares”, “Geografía de los activos familiares en el nuevo siglo: retos y oportunidades” y “Vulnerabilidad sociodemográfica”, en La población de México en el nuevo siglo, México , pp. 119-126, 135-143, 213-219 y 223-226. López Ramírez, Adriana Consejo Nacional de Población México es uno de los cinco países de América Latina con la máxima desigualdad en el ingreso (Morley, 2000). Las implicaciones de ese fenómeno han sido estudiadas desde distintas perspectivas con base en las encuestas nacionales de ingreso y gasto de los hogares y otras fuentes de información, como los censos de población. Sin embargo, aun se sabe poco sobre los impactos territoriales de la concentración del ingreso y sus vínculos con otros fenómenos, como puede ser la circularidad entre la percepción de ingresos bajos a lo largo del ciclo de vida del hogar y el rezago sociodemográfico, entre otros temas de relevancia crucial para la planeación demográfica y de política económica y social. En este capítulo se analiza la relación entre ingreso de los hogares y el grado de iniquidad en la distribución del ingreso y se destacan sus implicaciones territoriales, concentrando la atención en los hogares con los ingresos más bajos. Con esa finalidad se construyeron deciles del ingreso monetario per cápita de los hogares captados por el XII Censo General de Población y Vivienda 2000 y se definieron tres grupos de hogares: i) los que integran el cuarenta por ciento con los menores ingresos (deciles de I a IV); ii) lo hogares vulnerables, es decir aquellos que pertenecen al quinto decil y están en riesgo ante una eventual reducción de los niveles de ingreso; y iii) los hogares con los ingresos más altos (deciles VI a X). Distribución del ingreso per cápita de los hogares * Aun cuando existen estimaciones y opiniones diversas, puede decirse que la desigualdad ha sido una tendencia en la distribución del ingreso de los hogares. Así, se presenta un consenso entre los diferentes especialistas del tema en que las políticas económicas y sociales hasta ahora aplicadas no han sido lo suficientemente eficaces como para reducir la iniquidad en la distribución del ingreso, e incluso para mejorar el poder de compra de amplios segmentos de la población que están atrapados en condiciones de pobreza extrema. La información que se presenta en el cuadro 1 confirma la profunda iniquidad de la distribución del ingreso de los hogares mexicanos. Ahí puede verse que los integrantes del primer decil tienen un ingreso mensual de poco más de tres millones de pesos corrientes, mientras que los ubicados en el X decil obtienen 18.7 mil millones de pesos. Ello determina que en el primer decil el ingreso per cápita mensual promedio ascienda a un peso y entre los hogares mejor posicionados a 8 280 pesos. En segundo lugar, cabe destacar la escasa participación de las unidades domésticas situadas hasta el cuarto decil de ingreso en el reparto del ingreso monetario, pues obtienen seis por ciento del ingreso total de los hogares captado por el XII Censo de Población. Los hogares del quinto decil obtienen un ingreso promedio mensual de 1.4 mil millones de pesos equivalentes a 4.1 por ciento del total, proporción superior a la que representan los tres primeros deciles de ingreso. En los cinco deciles siguientes se forman claramente dos grupos, los que tienen una participación de entre cinco y diez por ciento (deciles VIVIII); llama la atención la significativa brecha de ingreso de los hogares, pues el VI decil tiene un ingreso de 1.7 mil millones (con un promedio mensual de 823 pesos) y el VIII decil 3.2 mil millones de pesos (1 475 pesos como ingreso promedio mensual). * La desigualdad en la distribución del ingreso en México ha sido una constante El ingreso per cápita mensual del primer decil asciende a un peso,

3.2 Nivel de Ingreso y Vulnerabilidad

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Para asignatua de Entorno Familiar y Social I

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Nivel de Ingreso y vulnerabilidad de los hogares

Conapo (2001), “Nivel de ingreso y vulnerabilidad de los hogares”, “Geografía de los activos familiares en el nuevo siglo: retos y oportunidades” y “Vulnerabilidad sociodemográfica”, en La población de México en el nuevo siglo, México, pp. 119-126, 135-143, 213-219 y 223-226.

López Ramírez, Adriana

Consejo Nacional de Población

México es uno de los cinco países de América Latina con la máxima desigualdad en el ingreso (Morley, 2000). Las implicaciones de ese fenómeno han sido estudiadas desde distintas perspectivas con base en las encuestas nacionales de ingreso y gasto de los hogares y otras fuentes de información, como los censos de población. Sin embargo, aun se sabe poco sobre los impactos territoriales de la concentración del ingreso y sus vínculos con otros fenómenos, como puede ser la circularidad entre la percepción de ingresos bajos a lo largo del ciclo de vida del hogar y el rezago sociodemográfico, entre otros temas de relevancia crucial para la planeación demográfica y de política económica y social.

En este capítulo se analiza la relación entre ingreso de los hogares y el grado de iniquidad en la distribución del ingreso y se destacan sus implicaciones territoriales, concentrando la atención en los hogares con los ingresos más bajos. Con esa finalidad se construyeron deciles del ingreso monetario per cápita de los hogares captados por el XII Censo General de Población y Vivienda 2000 y se definieron tres grupos de

hogares:

i) los que integran el cuarenta por ciento con los menores ingresos (deciles de I a IV);

ii) lo hogares vulnerables, es decir aquellos que pertenecen al quinto decil y están en riesgo ante una eventual reducción de los niveles de ingreso; y

iii) los hogares con los ingresos más altos (deciles VI a X).

Distribución del ingreso per cápita de los hogares *

Aun cuando existen estimaciones y opiniones diversas, puede decirse que la desigualdad ha sido una tendencia en la distribución del ingreso de los hogares. Así, se presenta un consenso entre los diferentes especialistas del tema en que las políticas económicas y sociales hasta ahora aplicadas no han sido lo suficientemente eficaces como para reducir la iniquidad en la distribución del ingreso, e incluso para mejorar el poder de compra de amplios segmentos de la población que están atrapados en condiciones de pobreza extrema.

La información que se presenta en el cuadro 1 confirma la profunda iniquidad de la distribución del ingreso de los hogares mexicanos. Ahí puede verse que los integrantes del primer decil tienen un ingreso mensual de poco más de tres millones de pesos corrientes, mientras que los ubicados en el X decil obtienen 18.7 mil millones de pesos. Ello determina que en el primer decil el ingreso per cápita mensual promedio ascienda a un peso y entre los hogares mejor posicionados a 8 280 pesos.

En segundo lugar, cabe destacar la escasa participación de las unidades domésticas situadas hasta el cuarto decil de ingreso en el reparto del ingreso monetario, pues obtienen seis por ciento del ingreso total de los hogares captado por el XII Censo de Población. Los hogares del quinto decil obtienen un ingreso

promedio mensual de 1.4 mil millones de pesos equivalentes a 4.1 por ciento del total, proporción superior a la que representan los tres primeros deciles de ingreso.

En los cinco deciles siguientes se forman claramente dos grupos, los que tienen una participación de entre cinco y diez por ciento (deciles VIVIII); llama la atención la significativa brecha de ingreso de los hogares, pues el VI decil tiene un ingreso de 1.7 mil millones (con un promedio mensual de 823 pesos) y el VIII decil 3.2 mil millones de pesos (1 475 pesos como ingreso promedio mensual).

* La desigualdad en la distribución del ingreso en México ha sido una constante

El ingreso per cápita mensual del primer decil asciende a un peso,

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En los dos deciles de mayor ingreso también se aprecian diferencias notables. En efecto, el IX decil obtuvo un ingreso de cinco mil millones de pesos y alcanzó un promedio mensual de 2 237 pesos, con una participación de 14.5 por ciento del total de ingresos familiares; el X decil, por su parte, obtuvo 18.7 mil millones de pesos, alcanzando un ingreso promedio mensual de 8 280 pesos, y una participación estrepitosamente alta de 53.7 por ciento del ingreso de los hogares mexicanos captado por el XII Censo General de Población y Vivienda.

En síntesis, 40 por ciento de las unidades domésticas con menores ingresos sólo cuenta con seis por ciento del total de recursos monetarios declarados y concentran cuatro de cada 100 pesos ganados por los hogares; en el otro extremo, la mitad de la unidades domésticas con los mayores ingresos recauda 90 por ciento del total de recursos, destacando que el X decil de ingreso obtiene más de la mitad del ingreso total de los hogares.

Esas desigualdades se traducen en una índice de Gini† sumamente elevado, al situarse en 0.62. Con el fin de ubicar este coeficiente en su justa dimensión, cabe precisar que la desigualdad de la distribución del ingreso se acentúa al observar sólo el ingreso corriente monetario, en lugar del ingreso corriente total.‡ Además, debe señalarse que, al realizar la ordenación de los hogares por su ingreso per capita, las diferencias son más evidentes con la obtenida si la ordenación se realiza con el ingreso total por hogar.§ El patrón de distribución territorial de la población tiene profundas implicaciones en el nivel de vida de la población. Las ciudades ofrecen una estructura de oportunidades que le otorga ventajas relativas a sus habitantes, frente a las que enfrentan quienes viven en localidades pequeñas, donde es sensiblemente menor la cobertura de los servicios esenciales, el equipamiento e infraestructura, así como las opciones para encontrar un empleo bien remunerado.

Cuando la distribución del ingreso tiene total equidad el valor del índice es 0, cuando existe la máxima concentración alcanza el valor de 1.

El décimo decil concentra la mitad del ingreso de los hogares mexicanos.

Cuarenta por ciento de los hogares perciben seis por ciento del total de recursos monetarios de todas las unidades domésticas

† Como se sabe, el índice de Gini es una medida de distribución cuyo valor varía de 0 a 1.

‡ Con datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares de 1998 la distribución del ingreso corriente total arroja un coeficiente de

Gini de 0.4761; en cambio, con la distribución del ingreso corriente monetario el indicador asciende a 0.5092. Dicha sobreestimación de

aproximadamente siete por ciento se observa en todos los levantamientos de la ENIGH de la década de los noventa.

§ El coeficiente de Gini de la distribución del ingreso censal de 2000 –en sentido estricto hablamos de la muestra censal del 10%–, es de 0.6109,

cifra inferior en tres por ciento al estimado mediante el ingreso per cápita.

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En el cuadro 2 se presenta información relativa a la distribución del ingreso de los hogares de acuerdo con el tamaño de la localidad de residencia.

Ahí se aprecian brechas significativas de ingresos de los hogares, pues de los 5.3 millones que residen en localidades pequeñas, es decir con menos de 2 500 habitantes, los que tienen menores ingresos (decil I al IV) representan 73 por ciento; los situados en el quinto decil, ocho por ciento, y los del grupo de altos ingresos, 19 por ciento.

La distribución del ingreso de los hogares de acuerdo con los grupos de deciles citados, permite advertir que los 2.9 millones de hogares residentes en localidades en transición urbana (localidades entre 2 500 y 14 999 habitantes) representan 53.3 por ciento y los ubicados en el grupo de alto ingresos, 35 por ciento.

La distribución de los hogares residentes en ciudades intermedias (entre 15 000 y 99 999 habitantes) muestra pautas opuestas a los anteriores tamaños de localidad (37% de hogares en los cuatro primeros deciles y 51% en los cinco deciles con mayor nivel de ingreso). Esta tendencia se acentua entre los hogares que viven en las ciudades grandes: a mayor tamaño de localidad, menor proporción de hogares de bajos recursos.

Por otra parte, es relevante tomar en cuenta que los patrones de la distribución territorial de los hogares tienen implicaciones significativas que deben considerarse al momento de formular prioridades de la política social y de desarrollo económico regional, pues del total de hogares, 23 por ciento reside en localidades pequeñas, alrededor de 13 por ciento en localidades en transición rural-urbana y en las ciudades intermedias, mientras que la mitad de los hogares reside en las grandes concentraciones urbanas.

Características sociodemográficas de los hogares

El tamaño, estructura y etapa del ciclo de vida de las unidades domésticas constituyen factores sociodemográficos cruciales en la determinación de su estructura de oportunidades y las vulnerabilidades a que están expuestos ante situaciones económicas adversas, cuya eventualidad escapa a su ámbito de competencia. Así, los hogares con ingresos per cápita menores tienen un promedio de miembros por hogar sensiblemente más grande que el grupo de altos ingresos (4.7 y 3.8, respectivamente).

La mayor presencia de menores de edad entre los hogares de bajos ingresos describe mayores responsabilidades. A su vez, el promedio de 1.6 menores de doce años de edad de los hogares de bajos ingresos sugiere una fecundidad más alta. Sin duda, se trata de una situación que contrasta con la

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prevaleciente entre los hogares de altos ingresos, donde el promedio de población menor de doce años es de 0.8 No se aprecian diferencias significativas con relación al promedio de adultos por hogar; en cambio, sí se advierten en el caso del promedio de adultos mayores, notablemente más alta entre los hogares de bajos ingresos que entre los mejor posicionados, lo cual nuevamente se traduce en una desventaja de origen sociodemográfico para los hogares de bajos ingresos, y en una preocupante vulnerabilidad para los adultos mayores integrantes de esos hogares.

La distinta composición etárea de los hogares es un elemento sociodemográfico con grandes consecuencias sobre su nivel de vida, sobre todo de los hogares que se encuentran en la situación económica más desaventajada. En efecto, los hogares con los menores recursos tienen más responsabilidad con relación a la manutención, alimentación, educación y cuidados de los menores de edad y de los adultos mayores.

Los hogares con los ingresos más bajos tienen una relación de dependencia total de 64 personas dependientes por 100 activos, mientras que en los hogares con ingresos intermedios (V decil) la relación es de 49 por cada 100, mientras que en el caso de los hogares con los ingresos más altos la razón disminuye sensiblemente, al situarse en 35 por cada 100, es decir 54 por ciento menos que en el caso de los hogares con los ingresos más bajos.

Cabe destacar la notable diferencia de los hogares con relación a la condición de actividad económica. Así, los que tienen los ingresos más bajos alcanzan un promedio de 1.2 miembros económicamente activos; los hogares en posición intermedia, 1.6 miembros; y los hogares con el ingreso más alto, 1.8 miembros. En cambio, la tasa promedio de inactividad es notablemente adversa para los hogares con los ingresos más bajos (un promedio de 1.9 miembros frente a 1.2 miembros, respectivamente), así como la tasa neta de participación de los mayores de doce años de edad.

Como puede verse, el tamaño y estructura de los hogares definen mayores vulnerabilidades para los que obtienen los ingresos más bajos. A esas situaciones adversas, debe agregarse el hecho de que el promedio de ocupados y de perceptores de ingresos es menor en los hogares de bajos recursos, pues mientras éstos tienen en promedio 1.2 ocupados y 1.5 perceptores de ingresos, los hogares mejor posicionados tienen 1.8 y dos, respectivamente.

Las condiciones económicas adversas influyen y limitan la capacidad de los hogares para mejorar sus condiciones de vida. Sin embargo, la índole e implicaciones presentes y futuras de las privaciones, así como las opciones de las personas, dependen en buena medida del ciclo de vida de sus hogares. A título de ejemplo sobre la importancia de ese proceso sociodemográfico, el cuadro 4 presenta el nivel de ingreso de los hogares según la etapa de su ciclo de vida. Así, en los hogares en formación,** la razón de dependencia total es más del doble en los hogares con los ingresos menores que en los mejor posicionados (de 72 por cada 100 frente a 32 por 100, respectivamente), así como la relación de dependencia juvenil.

** Para una caracterización de las etapas del curso de vida véase A. López, "Perfil sociodemográfico de los hogares en México", CONAPO, 2000.

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Por último, dada la etapa del ciclo de vida del hogar, la razón de dependencia de los adultos mayores es modesta y aún así muestra grandes discrepancias entre los hogares según su nivel de ingreso.

Los hogares con los ingresos más bajos tienen una razón de dependencia mayor

Las vulnerabilidades de origen sociodemográfico acentúan las desventajas económicas de los hogares con menores niveles de ingreso

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Los hogares en etapa de expansión, por su parte, también muestran fuertes discrepancias según su nivel de ingreso y revelan vulnerabilidades de gran trascendencia. En primer lugar, llama la atención que la razón de dependencia total entre los hogares con los ingresos bajos es de 78 dependientes por cada 100 activos, mientras que dicha razón, en los hogares con los ingresos más altos, desciende hasta 46 por cada 100. La dependencia infantil y de la tercera edad son modestas y muestran pautas semejantes en los distintos tipos de hogares.

En cambio, los hogares en la etapa de fisión, es decir la época en que los hijos empiezan a abandonar el hogar nuclear para formar los propios, tienen razones de dependencia total y juvenil semejantes, aun cuando en la razón de dependencia de la tercera edad se observa una ligera diferencia a favor de los hogares con menos recursos.

Por último, los hogares en la etapa de reemplazo vuelven a registrar situaciones relativamente contrastantes, definiendo una situación de alta vulnerabilidad para los hogares con los ingresos más bajos. La razón de dependencia total de estos hogares es de 125 personas dependientes por cada 100 teóricamente productivos, mientras que entre los hogares con los recursos más elevados dicha razón desciende hasta 91; asimismo, la razón de dependencia juvenil de los hogares de bajos ingresos es del doble que en los hogares mejor posicionados, lo que sugiere que en aquellos la relación entre generaciones es más estrecha, con las consecuencias adversas en cuanto a la manutención y cuidado de los menores de edad. Asimismo, la razón de dependencia de la tercera edad es mayor entre los hogares

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con menos recursos, lo que denota una mayor vulnerabilidad de la población de la tercera edad, dado lo limitado de los recursos de que dispone y sus necesidades de alimentación y cuidado de la salud.

Como puede apreciarse, los hogares con los ingresos más bajos enfrentan las condiciones más adversas de acuerdo con la etapa del ciclo de vida, pues tienen razones de dependencia mayores y la vulnerabilidad a que están expuestos los menores de edad plantea el desafío de definir políticas que fortalezcan sus estructuras de oportunidad y se evite con ello la transmisión generacional de los fenómenos adversos que obstaculizan el desarrollo de sus capacidades. Asimismo, llaman la atención las desventajas de los hogares en la etapa de reemplazo, pues, frente a los bajos recursos, enfrentan mayores responsabilidades con relación a la manutención, educación y cuidado de los menores de edad y de los propios adultos mayores.

Incidencia, intensidad y severidad de la desigualdad de ingresos

Como se mencionó, la desigualdad en la distribución del ingreso de los hogares tiene profundas implicaciones territoriales. Se trata de un conocimiento valioso tanto para definir políticas públicas dirigidas a atender las necesidades apremiantes de esos grupos sociales, como para identificar sus vinculaciones con otros procesos como los demográficos, económicos y ambientales, entre otros de gran relevancia.

Con el propósito de identificar a los hogares con menores recursos (decil I a IV de la distribución del ingreso per cápita), se estimó una versión modificada de la familia de índices propuesta por Foster, Greer y Thorbecke (1984). Como se sabe, mediante estas medidas es posible precisar las diferencias regionales de acuerdo al número de hogares en estas condiciones precarias, a escala estatal y municipal. Asimismo, con esos índices puede conocerse de manera sencilla la contribución de cada grupo de hogares a la composición del índice general o nacional.†† Al observar la incidencia de los hogares con bajos ingresos en las entidades federativas (es decir cuando el parámetro a del índice FGT es igual al cero), se advierte una gran asimetría en la distribución territorial de este tipo de hogares. En efecto, en siete estados de la República la incidencia de hogares dentro de los primeros cuatro deciles de ingreso supera el 0.55, a saber: Chiapas, con 0.72, Oaxaca, 0.68, Guerrero, 0.60, Zacatecas, 0.58, Tabasco, 0.57, Hidalgo, 0.56 y Puebla, 0.55; en el otro extremo, cuatro entidades cuentan con índices menores a 0.25, lo cual significa que menos de uno de cada cuatro de sus hogares se encuentra en los cuatro primeros deciles nacionales de ingreso (Distrito Federal 0.21, Baja California Sur 0.21, Nuevo León 0.19 y Baja California 0.15).

Al respecto, debe subrayarse que los porcentajes del primer grupo de entidades implican un amplio espectro de sobreincidencia de los hogares con bajos recursos, que va de Puebla, con 36%, a Chiapas con 78%, con respecto a una hipotética distribución equitativa de los hogares de bajos recursos a escala estatal, es decir 40 por ciento de este tipo de hogares en todas las entidades.

En cambio, las entidades con los menores niveles porcentuales de hogares con bajos recursos presentan una agrupación más compacta de subincidencia, la cual va de 48 por ciento en el Distrito Federal a 62 por ciento en Baja California.

Cabe recordar que este tipo de FGT (a igual a cero) no permite distinguir entre las unidades de análisis por debajo de la cota, es decir el mínimo del ingreso del V decil. En otros términos, con este tipo de FGT no es posible distinguir qué tan lejos están los hogares de la cota referida.

Con la finalidad de acceder a una distinción de la distancia promedio de cada grupo de hogares de las entidades federativas con respecto al límite, se estimó el conjunto de índices FGT para a igual a 1, lo cual puede interpretarse como la intensidad de los hogares dentro de los cuatro primeros deciles. El FGT(1) nacional asciende a 0.23; esta medida se puede expresar como el producto de la proporción de hogares en los cuatro primeros deciles de ingreso por la proporción de ingreso que le falta a cada hogar para ascender hasta el quinto decil de ingreso.

Las siete entidades con la mayor proporción de hogares en los primeros cuatro deciles de ingreso permanecen con la misma ordenación que en FGT(0), aun cuando los diferenciales se amplían respecto a la media nacional (0.23); esta es la situación de Puebla, que presenta un índice 40 por ciento mayor al nacional, así como de Chiapas, que lo sobrepasa en 114 por ciento.

†† Como se sabe, este tipo de índices se pueden descomponer aditivamente para cualquier tipo de segmentación exhaustiva y excluyente.

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En cambio, las entidades con los menores niveles porcentuales de hogares dentro de los cuatro primeros deciles de ingreso per cápita, no amplían tanto su diferencial con respecto al indicador nacional, aunque sí intercambian posiciones en la ordenación, pues Baja California Sur, con 0.11, pasa del lugar 30 al 29, dejando al Distrito Federal –que obtuvo 0.10— en su anterior posición; Baja California (0.10) y Nuevo León (0.09) también intercambian posiciones entre ellos. Finalmente este rango implica una banda de subestimación respecto al FGT(1) de 52 por ciento (Baja California Sur) a 60 por ciento (Nuevo León).

Con objeto de mostrar con mayor nitidez la iniquidad regional de la distribución de los hogares cuyos ingresos los sitúan dentro de los cuatro primeros deciles, se procedió a estimar FGT(2). En esta estimación, el mayor cambio observado es la salida de Hidalgo (pasa al octavo lugar) del grupo de los siete estados con los más altos índices, así como la inclusión de Michoacán, estado que ocupaba el noveno lugar en la ordenación con FGT(1), en tanto que pasó a ocupar el sexto lugar con la ordenación obtenida a partir del FGT(2).

Otro cambio relevante es el mayor diferencial con respecto a la medida nacional (0.18), de los cuatro estados con los mayores FGT(2), a saber: Chiapas sobrepasa la media nacional en 125 puntos porcentuales, Oaxaca en 122, Guerrero en 86 y Zacatecas en 67 por ciento. En el otro extremo de la ordenación estatal, el Distrito Federal y Baja California intercambian posiciones, quedando el primero en el lugar 31 y el segundo en el lugar 30.

La distribución de hogares con bajos recursos a escala municipal

Con la finalidad de acercarse a los impactos microrregionales de la iniquidad en la distribución del ingreso de los hogares, también se estimó el conjunto de índices FGT para los municipios del país. Para facilitar el análisis se estratificó para cada orden del índice (a = 0, 1, 2) en cinco grupos o categorías (muy bajo, bajo, medio, alto y muy alto) con el propósito de describir mejor la ubicación territorial de hogares con escasos recursos monetarios.

Entre los resultados principales del ejercicio destaca, en primer lugar, que existe una amplia dispersión de los municipios con elevados niveles porcentuales de unidades domésticas en los cuatro primeros deciles de la distribución nacional del ingreso per cápita. Los resultados del ejercicio FGT(0) dejan ver que poco más de 60 por ciento de los municipios del país (1 513) se ubicaron en los estratos alto (30.6%) y muy alto (31.3%); en contraparte, sólo diez por ciento de los municipios del país (principalmente delegaciones del Distrito Federal) se ubicaron en el estrato muy bajo, y 17 por ciento en el estrato bajo del porcentaje de hogares con ingresos hasta el cuarto decil.

En el mapa 1 puede verse la distribución territorial de la incidencia municipal de los hogares con bajo recursos monetarios. En el norte del país se forma una franja entre los estados de Sonora, Chihuahua, sobre la Sierra Tarahuamara, que desciende hacia Durango y Sinaloa. En el centro del país se forman otras microrregiones de hogares con bajos ingresos, particularmente intensa en la zona Huichol, avanzado hacia el norte de Jalisco, Zacatecas y el sur de Durango. En el sur de Nuevo León, San Luis Potosí y el Occidente de Tamaulipas se conforma otra microrregión de dimensiones considerables que avanza hacia el centro-sur del país, claramente sobre Guanajuato, Querétaro, Hidalgo y Veracruz, abarcando amplias zonas de Puebla. En el pacífico, sobre Michoacán, se conforma una microrregión que se prolonga hacia Guerrero, casi la totalidad de los estados de Oaxaca y Chiapas, uniéndose con el sur de Veracruz y Tabasco.

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Replicando el ejercicio estatal, se realizó una estimación municipal con la intención de conocer la intensidad de la presencia de hogares con bajos recursos en los municipios del país, es decir FGT(1). El ejercicio arroja resultados de sumo interés para el diseño de políticas, porque permite precisar territorialmente las brechas que separan a los hogares con bajos recursos con respecto al V decil, razón por la que el mapa de hogares con bajos ingreso se depura, como puede verse en el mapa 2. Por consiguiente, se trata de una estimación que permite evaluar la eficacia de la políticas públicas.

La solución de los problemas nacionales requiere de desagregaciones territoriales adecuadas

De los resultados principales de FGT(1) debe destacarse que el porcentaje de municipios en los dos primeros estratos (grado de intensidad muy bajo y bajo) asciende a 32 por ciento; en cambio, la proporción de municipios con grado muy alto y alto de intensidad desciende a 39 por ciento (25% y 14%, respectivamente). Sin embargo, cabe señalar que sólo el grado de intensidad muy bajo tiene un límite inferior por debajo del indicador nacional (0.23).

Una comparación de los mapas 1 y 2 deja ver claramente la diferencia entre incidencia (proporción de hogares con bajos ingresos) y la intensidad (brechas entre los hogares con respecto al quinto decil). Permanecen en el mapa 2 la Sierra Tarahumara; la zona Huichol; la microrregión en la confluencia de Nuevo León, Tamaulipas y San Luis Potosí; buena parte de la huasteca potosina, hidalguense y veracruzana; en el Pacífico sur, amplias regiones en Guerrero, Oaxaca y Chiapas; y en el extremo sur, una microrregión localizada en la Península de Yucatán.

La estimación de FGT(2) a escala municipal permitió conocer la severidad de la distribución de los hogares con los ingresos más bajos del país, razón por la que este cálculo arroja resultados útiles para la focalización de la política social y el fortalecimiento de la justicia distributiva en el ámbito microrregional.

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De entre los resultados principales del ejercicio con FGT(2), destaca que la proporción de municipios con grado de severidad muy bajo y bajo asciende a 45 por ciento del total, y en grado de severidad muy alto y alto se mantiene en los valores de FGT(1), es decir 40 por ciento, aun cuando debe señalarse que la distribución es distinta porque con grado de severidad alto se identifican 24 por ciento de los municipios del país, mientras que los municipios con grado muy alto de severidad disminuyen a 15 por ciento del total nacional.

En el mapa 3 puede verse que territorialmente la severidad de los hogares con bajos recursos conserva prácticamente las mismas microrregiones que en FGT(1), salvo que se aclara aun más la localización de

los hogares en las peores condiciones de ingreso.

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Conclusiones

El proceso de desarrollo de México se produce en medio de una alta iniquidad en la distribución del ingreso. En las últimas década el fenómeno ha cobrado mayor relevancia, vulnerando la estructura de oportunidades de que disponen las personas para el desarrollo de sus capacidades.

El análisis realizado con base en la información recabada en el XII Censo de Población Y Vivienda, deja ver

que la distribución del ingreso en el 2000 es muy concentrada, arrojando un índice de Gini de 0.63. Aun cuando la información adolece de problemas de captación de los ingresos de las personas, el análisis realizado deja ver que los hogares con ingresos hasta el cuarto decil conforma el grupo más vulnerable desde varios puntos de vista.

En primer lugar sus ingresos guardan una considerable brecha con respecto a lo ganado por los hogares del V decil de ingreso y abismal con los hogares con los ingresos más altos. A su vez, las características sociodemográficas de los hogares con los ingreso más bajo muestran que éstos son de tamaño más grande, con menos personas ocupadas y preceptores de ingreso, razones de dependencia juvenil y de la tercera edad más elevadas. El análisis de acuerdo con las etapas del curso de vida de los hogares mostró también mayores vulnerabilidades, sobre todo en los hogares en las etapas de formación, fisión y reemplazo. La estimación de los índices FGT permitieron estimar la incidencia, la intensidad y la severidad de los hogares con menores recursos monetarios. Entre los resultados principales destaca que esos hogares se localizan en microrregiones relativamente definidas a lo largo y ancho del territorial nacional.

Geografía de los activos familiares en el nuevo siglo: retos y oportunidades

La vivienda es el espacio donde las personas estructuran sus relaciones familiares, tan importante como decisiva para la reproducción doméstica y las relaciones de género y generacionales. En la vivienda familiar sus integrantes atraviesan por las distintas etapas de su curso de vida y es en ese espacio donde construyen y refuerzan vínculos afectivos con sus padres, hermanos, cónyuges, hijos u otros parientes próximos, los cuales les dan identidad y pertenencia de las personas.

El alojamiento en una vivienda digna y decorosa, derecho familiar sancionado en el artículo cuarto de la Constitución, conforma una estructura de oportunidades que es determinante para la integración de las familias y el desarrollo de las capacidades de sus integrantes, toda vez que su tamaño y características adecuadas, así como el acceso a servicios esenciales, reduce las tasas de morbilidad, propicia un clima de convivencia y respeto a la privacidad entre sus miembros y crea un clima educacional favorable para la población en edad escolar, que son aspectos que influyen en el desarrollo de las potencialidades humanas.

En el logro de esa aspiración familiar de amplio consenso nacional concurren los esfuerzos de los sectores público, privado y social, así como la movilización de los activos de las propias familias (monetarios, materiales y simbólicos). A las inversiones en remodelación, equipamiento y mantenimiento de las viviendas, se suman las relacionadas con la disponibilidad de bienes electrodomésticos y electrónicos, los cuales permiten la conservación de alimentos, reducen traslados a los centros de abasto, elevan el ahorro familiar y facilitan la ejecución de las tareas domésticas. Asimismo, la disponibilidad de este tipo de activos familiares contribuye a reducir la intensidad del trabajo doméstico y propicia nuevos arreglos y formas de organización familiar que pueden obrar en beneficio de una mayor equidad de género, aumentan la calidad de vida de las familias y las comunidades, y crean nuevas opciones del disfrute de tiempo libre.

A su vez, el acceso a los satisfactores como la radio, la televisión y la videocasetera facilitan el contacto más amplio con la sociedad y pueden contribuir en forma decisiva a la conformación de una ciudadanía moderna, capaz de desarrollar su agencia.

Es necesario definir políticas públicas para que todas familias tengan acceso a una vivienda digna decorosa La vivienda es el espacio en el que los miembros de las familias construyen sus vínculos afectivos Los bienes electrónicos pueden contribuir a la formación de una ciudadanía moderna, informada y participativa

La intensa innovación tecnológica de las últimas décadas ha transformado la organización social, los procesos productivos y la naturaleza de las relaciones entre los estados nacionales, haciendo evolucionar al sistema mundial hacia una era de globalidad e interdependencia. México está inmerso en ese proceso

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mundial. Las grandes metrópolis del país son el escenario donde se expresa de manera privilegiada el proceso de globalización, fenómeno que se extiende cada vez más al resto del sistema urbano nacional. Sin embargo, no debe perderse de vista que con una escala e intensidad menor, los asentamientos humanos pequeños no están exentos de la influencia de los instrumentos y medios de comunicación modernos, los cuales permiten su conectividad con el país y hacia el exterior.

La conectividad que ofrecen las nuevas tecnologías de información conforma una nueva estructura de oportunidades de bajo costo para el intercambio cotidiano de información con lugares remotos, promueve una inserción con mayores ventajas en los mercados e impulsa nuevas formas de comunicación interpersonal.

Por su parte, el automóvil es un medio de transporte personal y familiar generalizado en las ciudades debido a que permite reducir los tiempos y fatigas de los traslados a los lugares de trabajo, la escuela, el mercado y los sitios de esparcimiento, entre otros aspectos que inciden positivamente en la calidad de vida de las personas. Asimismo, la construcción de caminos en el medio rural está permitiendo una difusión creciente del automóvil o camioneta, que suele ser utilizado como transporte familiar o comunitario para trasladar los productos agrícolas a los mercados urbanos.

Sin duda, la disponibilidad de automóvil constituye un activo familiar preciado del cual las familias pueden disponer ante situaciones financieras adversas.

Como se comprenderá, los activos familiares materializados en bienes electrodomésticos, electrónicos, de conectividad así como el automóvil conforman una estructura de oportunidades que crean sinergias con los beneficios de las políticas, estrategias y programas sociales del Estado y el accionar de las fuerzas del mercado. En ese sentido, es relevante conocer el grado en que las familias disponen de dichos bienes, así como su expresión territorial. Datos provenientes del XII Censo General de Población y Vivienda 2000 dejan ver que la disponibilidad de bienes electrodomésticos todavía muestra importantes rezagos, sobre todo entre los activos que reducen la intensidad del trabajo doméstico. En efecto, mientras que del total de 21.5 millones de viviendas ocupadas, 85 por ciento dispone de radio, 86 por ciento de televisión y 79 por ciento de licuadora, una disponibilidad significativamente menor se aprecia en bienes como la videocasetera, el refrigerador y la lavadora. Así, sólo 39 por ciento dispone de videocasetera, 68 por ciento de refrigerador y 52 por ciento de lavadora.

Asimismo, debe señalarse que el calentador de agua, activo especialmente significativo para la higiene y el cuidado de la salud de las familias, tiene la segunda más baja disponibilidad (superada sólo por la videocasetera), al punto que sólo cuatro de cada diez viviendas dispone de ese bien.

Sólo una vivienda de cada diez dispone de computadora Los ocupantes de siete millones de viviendas cuentan con automóvil

Casi una de cada dos viviendas no dispone de lavadora

Una forma sencilla de aproximarse a la intensidad de las privaciones y su desigualdad territorial en el acceso de los bienes de referencia, es mediante una estratificación de los porcentajes de viviendas en el ámbito municipal con disponibilidad o sin ella de esos activos familiares. En el cuadro 1 puede apreciarse que el grado muy bajo de disponibilidad de radio caracteriza a sólo 11 municipios; a 176 municipios en el caso de la televisión; 211 de licuadora y 656 de videocasetera, es decir 0.45, 7, 9 y 27 por ciento del total de municipios del país, respectivamente. En el otro extremo de la distribución, en cambio, se aprecia que 941 municipios tiene grado de disponibilidad muy alto de radio, 1 039 de televisión, 1 068 de licuadora y 287 de videocasetera (39, 43, 44 y 12 por ciento del total de municipios, respectivamente).

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En los mapas 1, 2, 3 y 4 se presentan los patrones territoriales del grado de disponibilidad de esos bienes. En los tres primeros puede verse que en términos generales las zonas más pobladas, esto es, los municipios metropolitanos y las ciudades intermedias, conforman microrregiones con alta disponibilidad de activos, especialmente los ubicados en el norte de México, excepto la sierra tarahumara, y la zona centro del país, en tanto que en el sur se advierte la formación de microrregiones con grados muy bajos de disponibilidad de los activos, incluso en el caso de la licuadora, un bien cuyo precio es relativamente bajo.

En cambio, en el mapa 4 se observa que la disponibilidad de videograbadora se concentra en el norte (con más homogeneidad en Baja California) y en el corredor que se forma entre Chihuahua-Coahuila y continua por Durango con manchones grises hacia el occidente y centro del país, desembocando en el Valle de México y se agota en el sur del país, sobre los estados de Guerrero-Oaxaca y Veracruz, donde se suceden pequeños espacios con grado muy alto de disponibilidad que corresponden a los municipios más urbanizados, capitales de las entidades o ciudades medias de cierta importancia regional.

Una de cada tres viviendas no cuenta con refrigerador Consejo Nacional de Población 138 La

disponibilidad de refrigerador, lavadora y calentador de agua sigue en términos generales las pautas señaladas para los otros activos; sin embargo, en el primer caso, llama la atención el grado alto de disponibilidad casi generalizado en el norte del país (incluyendo Baja California Sur, aquí sí en todos sus municipios y no como en la disponibilidad de radio y videogradora) para descender a grado bajo y medio en el centro del país y caer a bajo y muy bajo en el sur, fenómeno que es aún más acentuado con la disponibilidad de lavadora, como puede verse en los mapas 5, 6 y 7.

El acceso al refrigerador muestra una diversidad de situaciones regionales, pues los 536 municipios con grado muy alto de disponibilidad se sitúan en climas diversos, como puede verse en el mapa 5, donde destacan los 477 municipios con clima árido y semiárido, poco más de 50 municipios en clima templado y sólo tres con tropical y semicálido. Un patrón similar se advierte con el calentador de agua (véase mapa 7). De hecho, de los 212 municipios con grado muy alto de disponibilidad de este bien, 26 tienen clima tropical y semicálido, 133 árido y semiárido y sólo 53 templado. Como se puede apreciar, dichos municipios se concentran en el norte del país; en el occidente y centro predominan los tonos grisáceos que describen baja y media disponibilidad, salvo en las ciudades grandes, y desde los estados de Guerrero y Oaxaca, por el océano pacífico y Veracruz en el Golfo de México, se levanta una barrera donde predominan el grado de disponibilidad muy bajo.

No obstante la apertura del mercado de la telefonía, la multiplicación de prestadores del servicio y la reducción del precio relativo del bien, las oportunidades de desarrollo familiar (y de cada uno de sus integrantes) asociadas a la disponibilidad este activo son profundamente desiguales entre las familias y las

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regiones del país. En efecto, sólo 36 por ciento del total de viviendas del país cuentan con la conectividad que proporciona el teléfono. Asimismo, cabe destacar que sólo 372 municipios tienen grado muy alto y alto de disponibilidad del teléfono, mientras que 1 772 municipios (73% del total) tiene grado muy bajo o bajo de disponibilidad de este bien, y sólo 298 municipios cuentan con grado medio.

La distribución territorial de este recurso en la vivienda deja ver que el grado muy alto y alto de disponibilidad del teléfono se concentra en los asentamientos más urbanizados del país, especialmente en las grandes concentraciones metropolitanas, mientras que el grado alto y medio en las ciudades intermedias, como se aprecia en el mapa 8; ahí mismo llama la atención que los municipios del sur del país con ese grado de disponibilidad se localizan en entidades con gran afluencia turística, como Guerrero, Oaxaca y Quintana Roo, formando auténticas microrregiones rodeadas de municipios con bajos niveles de conectividad.

La conectividad que proporciona la computadora refleja adecuadamente el carácter concentrado de la estructura de oportunidades de los hogares y de sus integrantes, lo cual significa que existe una profunda desigualdad social respecto de la posibilidad de capitalizar las ventajas que ofrece la globalización del comercio y del mercado de capitales. En efecto, sólo nueve por ciento de las viviendas dispone de computadoras para conectarse a los sistemas de información propios de la era de la globalidad que avanza rápidamente en los países de mayor desarrollo relativo.

Es necesario aumentar la disponibilidad de medios de conectividad porque crean una nueva estructura de oportunidad para las familias

Por otra parte, la disponibilidad de este bien es muy concentrada social y territorialmente, pues en 1 232 municipios el porcentaje de viviendas con computadora es inferior a uno por ciento, en más de 900 es menor a cinco por ciento, y sólo en 20 municipios la proporción se incrementa a uno de cada cinco hogares. Sobre este último grupo llaman la atención los casos de San Pedro Garza García, en Nuevo León, donde 48 por ciento de las viviendas dispone de computadora, así como del Distrito Federal las delegaciones Benito Juárez, Coyoacán y Miguel Hidalgo, donde 43, 34 y 32 por ciento de las viviendas respectivamente, dispone de este bien.

En el mapa 9 puede verse que los municipios con grado de disponibilidad muy alta y alta forman auténticos islotes de conectividad, localizándose ante todo en las zonas metropolitanas y en las capitales de los estados. Sin duda, dicha distribución revela uno de los grandes desafíos que encara la estrategia nacional de movilización de recursos hacia las zonas rezagadas para aprovechar las ventajas que ofrece el proceso de globalización mundial en que está inserto el país. Asimismo, debe mencionarse que la mala distribución del bien crea una profunda desigualdad en cuanto a las oportunidades sociales para que las familias y sus miembros puedan desarrollar sus capacidades productivas, acceder al conocimiento e información, así como al consumo de bienes culturales.

Al igual que en el caso de los activos como el teléfono y la videocasetera, la disponibilidad del automóvil particular se encuentra sumamente concentrada en las zonas urbanas del país, y en menor medida en los asentamientos en transición rural-urbana, es decir con un tamaño de población entre 2 500 y 14 999 habitantes. Así, poco menos de siete millones de viviendas disponen de automóvil o camioneta propios, esto es alrededor de 33 por ciento del total de viviendas del país, pero llama la atención que en algo más de 500 municipios cinco por ciento de las viviendas cuenta con el activo, y en 318 municipios densamente poblados, donde viven poco más de 28 millones de personas, cuatro de cada diez viviendas disponen del activo. Al respecto, llama poderosamente la atención que en doce municipios y delegaciones siete de cada diez viviendas cuenta con automóvil o camioneta propia.

La distribución a escala municipal de la disponibilidad del bien muestra profundos contrastes entre el norte centro y sur de México. En el mapa 10 puede verse que en los estados en frontera con Estados Unidos predomina el grado muy alto de disponibilidad del automóvil, salvo en el sur del estado de Sonora. Por Durango desciende el grado muy alto y alto de disponibilidad del automóvil hasta el occidente, siguiendo hacia la región centro, particularmente al área conformada por la corona regional de ciudades de la Zona Metropolitana del Valle de México, donde se observan espacios de muy alta y alta disponibilidad con el predominio de los tonos grises, los cuales se oscurecen conforme se avanza hacia el sur del país.

Sin duda, los activos familiares materializados en artículos electrodomésticos, electrónicos, de conectividad y el automóvil, guardan relaciones estrechas entre sí; asimismo, su disponibilidad se relaciona con la

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capacidad de ingreso y nivel de escolaridad de las familias. Igual importancia tiene el equipamiento e infraestructura de los municipios de residencia, como es la disponibilidad de agua entubada, energía eléctrica, líneas telefónicas, centros de venta de los bienes y de trabajadores especializados en la reparación y mantenimiento de los activos de referencia, entre otros factores que no dependen de las familias y que conforman estructuras de oportunidad sin las cuales las personas verían frustradas su capacidad de acceder al consumo de esos activos.

Índices de disponibilidad de activos familiares

Con el propósito conocer un poco más la interrelación de esos factores y el efecto conjunto sobre las familias y sus lugares de residencia, en el cuadro 2 se presenta la estimación de varios índices de disponibilidad de bienes electrodomésticos, electrónicos y de conectividad. Ahí puede verse que 928 municipios (37% del total) tiene grado de disponibilidad de bienes electrodomésticos muy alto y alto, mientras que 584 municipios tiene grado de disponibilidad muy baja; a su vez, las inequidades derivadas del disfrute de bienes electrónicos determinan una estructura de oportunidades precaria en 335 municipios y favorable en 1 530 municipios que tienen grado de disponibilidad muy alta y alta. El grado de disponibilidad de bienes de conectividad conforma una profunda desigualdad en el país. Así, sólo 200 municipios cuentan con disponibilidad muy alta y alta de esos bienes, y 1 456 municipios tiene grado de disponibilidad muy bajo.

Los bienes electrodomésticos facilitan el trabajo y pueden contribuir a la equidad de género en el seno del hogar

La política social del Estado y los beneficios de una economía competitiva crean un conjunto de opciones para que las familias y sus integrantes puedan acceder al disfrute de servicios esenciales, así como de los bienes mencionados. De esta forma, las condiciones económicas de las familias y la calidad del entorno local conforman estructuras circulares que facilitan u obstruyen el desarrollo de las capacidades de las personas, sus arreglos familiares, la equidad de género o el acceso al conocimiento mediante medios modernos.

Una forma de aproximarse a una realidad compleja y cambiante de los activos familiares y la calidad del entorno local es la comparación de los grados de disponibilidad de los activos con la incidencia de la marginación a escala municipal. En el cuadro 3 se presenta la relación entre los grados de marginación y de disponibilidad de activos. En términos generales se aprecia una concentración de municipios en los grados medios de marginación y de disponibilidad de bienes, aun cuando se advierte una relación más bien inversa en el caso de activos de mayor precio relativo, cuya disponibilidad en la viviendas es restrictivo para los hogares de bajos ingresos.

La menor disponibilidad de activos y la alta incidencia de la marginación tiene profundos impactos en la vida familiar, en los arreglos para realizar el trabajo doméstico y en el curso de vida de sus integrantes. Por ejemplo, la escasa disponibilidad en las viviendas de aquellos activos que influyen decisivamente en

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facilitar el trabajo doméstico y hacen posible tanto la conservación de los alimentos como el cuidado de la salud y la higiene, muestran una fuerte asociación con la incidencia de la marginación de los municipios de residencia. En el mismo cuadro 3 puede apreciarse que poco menos de 1 460 municipios con grado de marginación muy alto y alto tienen grado de disponibilidad muy bajo o bajo de lavadora, de donde se deduce que la tarea de limpieza de la ropa de las familias reclama esfuerzos mayores en las amas de casa de esas regiones del país. Una situación semejante se aprecia en la disponibilidad del calentador, donde 1 455 municipios, esto es 60 por ciento del total, exhibe un grado de marginación muy alto y alto y tiene la menor disponibilidad del bien. Por su parte, el grado muy bajo de disponibilidad del refrigerador afecta a poco menos de 1 000 municipios con grado muy alto y alto de marginación.

La posesión de activos de conecti-vidad guarda una relación estrecha con las condiciones socioeconómicas de las familias y del entorno local, bloqueando a mi-llones de hogares de la oportunidad de participar en el avance científico y técnico.

En efecto, 1 122 municipios con grado de mar-ginación muy alto y alto tiene grado de disponibilidad de teléfono muy bajo, en tanto que una situación más ex-trema se aprecia en la disponibilidad de la computadora, pues poco menos de 1 300 municipios con grado de marginación muy alto y alto tiene grado bajo de dis-ponibilidad del ac-tivo familiar.

En el otro extremo, 23 de los 24 municipios con grado de dis-ponibilidad de computadora muy alto tienen uno de marginación muy baja.

Fuente: estimaciones de CONAPO con base en los resultados definitivos del XII Censo de Población y Vivienda 2000, Resultados definitivos, México, 2001.

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Para asegurar mejores oportunidades a los niños y niñas, las viviendas deben contar con todos los servicios

Una de cada tres viviendas no cuenta con refrigerador

Como puede apreciarse, la disponibilidad de activos materializados en bienes electrodomésticos, electrónicos y conectividad y el automóvil conforman una estructura de oportunidades para el desarrollo de las capacidades de las familias y de cada uno de sus integrantes, crea un clima de educación adecuado para la población en edad escolar y propicia nuevos arreglos familiares que pueden conducir a una relación más equitativa entre hombres y mujeres. En ese sentido, es un imperativo definir políticas, estrategias y programas orientados reducir las profundas diferencias sociales y regionales identificadas.

Vulnerabilidad sociodemográfica

Pobreza y marginación económica y social

A pesar de los esfuerzos de política social encaminados a procurar la plena integración de la población a los beneficios del desarrollo, es evidente que millones de personas subsisten en tales condiciones adversas que no les es posible satisfacer siquiera sus necesidades básicas más apremiantes.

Esta situación estructural se ha visto agravada por recurrentes crisis económicas, que impactaron de manera negativa e intensa la capacidad adquisitiva de amplios segmentos de la población.

Como consecuencia de este desequilibrio, subsiste una realidad objetiva de exclusión social para millones de mexicanas y mexicanos, quienes, a pesar de sus derechos ciudadanos, no han sido partícipes de los beneficios del crecimiento económico. Las tradicionales desventajas sociales de estos grupos de la población se acentúan en un entorno de transformación de la economía y de fortalecimiento de los mercados, que modifican la estructura de oportunidades de trabajo, exigiendo mayor capacitación y competitividad.

Las políticas económica y social enfrentan al enorme reto que implica superar las tradicionales carencias y las insuficiencias de ingresos de vastos sectores de la población, y de aprovechar de manera efectiva las oportunidades que brinda el cambio económico. Sin embargo, los limitados alcances de las estrategias utilizadas han puesto de manifiesto, más allá de las deficiencias en la implementación de los programas o de la insuficiencia de los recursos que les han sido destinados, la multiplicidad, la diversidad y la complejidad de las interrelaciones de procesos que determinan la marginación, la pobreza y la desigualdad. Como consecuencia, ha surgido la necesidad de crear nuevos instrumentos analíticos y de imaginar, diseñar, poner en práctica y evaluar sus aportaciones y eficacia en el ámbito de las políticas públicas.

La pobreza, la marginación y la exclusión social afectan y comprometen la calidad de vida y los derechos ciudadanos de millones de mexicanos

Es necesario explorar nuevas vías de articulación entre la política de población y la política social

Vulnerabilidad social

El empobrecimiento y deterioro de las condiciones de vida de miles de familias mexicanas puso en claro que hay poblaciones que, si bien no se encuentran en condición de pobreza, pueden ser consideradas como vulnerables debido a que disponen de menores recursos para enfrentar y superar los efectos de las cambiantes circunstancias económicas o del propio ámbito familiar. La vulnerabilidad es un fenómeno multidimensional que, entre otras fuentes, tiene su origen en las tendencias del mercado laboral, en la insuficiente cobertura de diversos servicios sociales y en el debilitamiento del tejido social, lo que da cuenta, de acuerdo con algunos autores, de una creciente sensación de riesgo, inseguridad e indefensión, en vastos grupos de personas y familias.

La noción de vulnerabilidad en la esfera social ha sido utilizada para denotar la predisposición de cierto tipo de hogares y poblaciones para experimentar una disminución del bienestar de sus miembros como consecuencia de una conjunción de atributos que tienden a mermar su capacidad para controlar las fuerzas que los afectan. Las vulnerabilidades sociales se constituyen y desarrollan a partir de un complejo proceso que incluye dimensiones múltiples y que, de manera general, involucran propensiones y riesgos de experimentar mayores desventajas y una menor capacidad de respuesta para movilizar activos frente a

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cambios en la estructura de oportunidades, en los recursos que controlan, o a cambios en otras dimensiones.

Las vulnerabilidades se expresan en diferentes niveles: regiones, comunidades, poblaciones específicas, familias, hogares e individuos durante las distintas etapas del ciclo de vida y son de diferentes tipos: además de las vulnerabilidades asociadas con fenómenos y desastres naturales, existen las sociales que pueden surgir como consecuencia de la concatenación de uno o varios factores económicos, sociales, culturales y ambientales, que se complementan, potencian e interrelacionan estrechamente con los cambios derivados de la transición demográfica y la distribución territorial de la población.

La utilización de este enfoque en la definición de políticas públicas permite avanzar en el conocimiento de los recursos y los activos de que disponen los individuos y las poblaciones, las maneras en que los utilizan y la forma en que interactúan, con el fin de aprovechar las estructuras de oportunidades que brinda el entorno en que se desenvuelven. La propuesta brinda un instrumento que facilita identificar los recursos y los activos de las personas y de los hogares que los hacen más propensos a mantener y mejorar su calidad de vida, los pasivos que actúan en dirección opuesta y la estructura de oportunidades ofrecida por el entorno.

Además, permite a las instituciones, poblaciones, familias e individuos, conocer y reconocer las vulnerabilidades y formular estrategias de prevención de riesgos.

El enfoque de la vulnerabilidad social contribuye a identificar algunos de los desafíos prioritarios de la política de población

Vulnerabilidades sociales, curso de vida y transición demográfica

Las personas están expuestas a distintos tipos de vulnerabilidad en el transcurso de su vida. Por esta razón, es esencial que la política de población tome en cuenta la situación particular de mujeres y hombres, de los niños, los jóvenes, de los adultos y de los adultos mayores, en el contexto de la estructura de oportunidades en que se desenvuelve su vida cotidiana.

Por esta razón, se ha tomado el curso de vida como uno de los ejes articuladores del diagnóstico, identificando un conjunto limitado, pero ilustrativo, de vulnerabilidades de distinto origen. El segundo eje articulador está constituido por algunas de las dimensiones fundamentales del desarrollo y los derechos humanos como la salud, la educación, el trabajo y la vivienda. Finalmente, el tercer eje está constituido por el análisis de las interrelaciones que guardan las vulnerabilidades sociales con los procesos de transición demográfica que vive nuestro país.

La participación social y laboral de la población determina propensiones específicas en relación con las posibilidades de acceder a los beneficios del desarrollo. Los actores que conjugan ciertos atributos y características pueden acumular desventajas múltiples que involucran propensiones y riesgos de ver afectado su bienestar y el de sus familias.

La vulnerabilidad tiene origen también en la pertenencia a poblaciones definidas, entre otras, por su condición étnica (indígenas), de salud (discapacitados y enfermos crónicos), o por su ubicación en el territorio, sea por vivir en comunidades aisladas y dispersas, porque habitan en zonas de mayor riesgo de desastres naturales o por habitar en asentamientos urbanos donde se dificulta la integración social y económica de sus habitantes.

Vulnerabilidad y salud infantil

El nivel educativo y el estado de salud se diferencia claramente entre los distintos grupos sociales. Ambos constituyen dimensiones esenciales del desarrollo humano que permiten potenciar las capacidades de las personas y la ampliación de la estructura de oportunidades a la que tienen acceso.

Los rezagos educativos, vinculados con la condición socioeconómica de las familias, no solamente tienen un efecto negativo en la vida de las mujeres, sino que también influye en el desarrollo y la salud de sus hijos.

Una de las manifestaciones más palpables de la vulnerabilidad social de la población con bajos niveles educativos es la probabilidad que tienen sus hijos de fallecer durante la niñez: entre l992 y 1996, el riesgo de fallecer que tenía el hijo de una mujer sin escolaridad era 2.6 veces mayor que el de los hijos de las

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mujeres que habían completado al menos la educación secundaria. Otra fuente de pobreza y de vulnerabilidad sociodemográfica es la residencia en viviendas inadecuadas, sin dotación de infraestructura básica y en condiciones de hacinamiento. El piso de tierra y la falta de acceso a agua potable en la vivienda establecen condiciones que vulneran la salud de los habitantes de los hogares, en particular de la población infantil.

La vulnerabilidad social se manifiesta a lo largo del curso de vida de las personas La vulnerabilidad social y económica incide negativamente sobre la salud de la población infantil

En el año 2000, 13.3 por ciento de los hogares estaban constituidos por personas que habitaban en viviendas con piso de tierra, uno de cada diez no contaba con agua entubada y cinco por ciento de todas las viviendas no contaba con ninguno de estos dos servicios. El análisis espacial de esta vulnerabilidad de origen social muestra claramente que las carencias se ubican mayoritariamente en los estados del sur del país, pero que existen también, aunque en menor grado, a lo largo de todo el territorio nacional.

Las fuertes diferencias regionales se expresan en el hecho de que en el Distrito Federal poco más de uno por ciento de los hogares no cuenta con agua entubada, mientras que en Guerrero este porcentaje asciende a casi treinta por ciento (véase mapa 1).

Vulnerabilidad y educación de niños y jóvenes

Sin las capacidades que provee la educación, las posibilidades de desarrollo social e individual disminuyen sensiblemente; por ello, la inasistencia y el abandono escolar infantil y juvenil son una causa relevante de vulnerabilidad social por su efecto negativo en las oportunidades laborales y sociales futuras de estas poblaciones.

De acuerdo con la información del último censo de población, 7.4 por ciento del total de niños entre 6 y 14 años, no asisten a la escuela, y este porcentaje aumenta a más del doble (16.1%) cuando el rango de edades se amplía hasta los 17 años. La interrela-ción entre el desa-rrollo económico y social, la inasisten-cia escolar, y la dinámica demográ-fica se hace pa-tente al constatar que son los esta-dos con mayores niveles de pobreza y marginación, donde es mayor la deserción escolar. Además, preocupa

que en ocho entidades del país (Aguascalientes, Chiapas, Durango, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Puebla y Zacatecas), alrededor de la mitad de los jóvenes de 15 a 17 años, ya no acuda a la escuela (véase gráfica 1).

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El rezago educativo es una fuente de vulnerabilidad social La falta de acceso de los trabajadores a las prestaciones que marca la legislación laboral constituye una dimensión esencial de la vulnerabilidad económica y social de las personas y de las familias

La vulnerabilidad socioeconómica de la población adulta

En la etapa adulta del curso de vida, el trabajo constituye un elemento central del bienestar y la calidad de vida de los integrantes de los hogares.

Las modalidades de inserción de la población en el mercado laboral pueden ser otro elemento constitutivo de vulnerabilidad social y económica, ya que el bienestar que pueden alcanzar los trabajadores y sus familias está íntimamente relacionado con el monto de sus ingresos y, en su caso, con el disfrute de las prestaciones sociales indicadas en la ley laboral.

La vulnerabilidad social de los adultos mayores

Las diferentes dimensiones de la desigualdad se entrecruzan y refuerzan en la vejez, atrapando a las personas en una situación de desventajas múltiples respecto de la cual resulta hoy en día muy difícil de escapar. Así, el retiro o el abandono definitivo de la actividad económica, como transición que marca el paso a la vejez, es un evento, que en el mejor de los casos, vive un proceso de institucionalización parcial en México.

La mayoría de los adultos mayores no puede retirarse del trabajo con la protección de una pensión o jubilación, o bien, cuando se tiene acceso a ellas, los recursos son insuficientes para cubrir las necesidades básicas.

Las insuficiencias de la seguridad social explican la alta tasa de participación laboral después de los 65 años, así como la situación de dependencia respecto a las redes sociales y familiares de apoyo en la que viven cientos de miles de adultos mayores en México.

Del total de hogares que había en el año 2000, uno de cada doce contaba con un adulto mayor que no gozaba de servicios de seguridad social en alguna institución del Estado. Es en los

estados de mayor pobreza y marginación donde estos porcentajes son más elevados, llegando a representar 13 por ciento de los hogares en Puebla y en Guerrero, y 15 por ciento en Oaxaca.

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Si se restringe la observación exclusivamente a los hogares donde habitan personas de 65 años o más, en dos terceras partes vive una persona de este grupo sin acceso a la seguridad social, pero este porcentaje asciende o es superior a 80 por ciento en los estados de Chiapas, Guerrero, Hidalgo y Puebla (véase gráfica 2).

Una gran proporción de adultos mayores carece de acceso a los servicios de protección social Los rezagos económicos y sociales y los diferentes estadios de la transición demográfica pueden dar lugar a vulnerabilidades de tipo sociodemográfico

Vulnerabilidades sociodemográficas

El aumento de la esperanza de vida y la declinación de la fecundidad, la urbanización y la emigración internacional son procesos demográficos y sociales que en la esfera individual y familiar se acompañan de transformaciones importantes en la composición y la estructura de los hogares y que, en circunstancias económicas y sociales adversas, pueden dar lugar al reforzamiento de algunas vulnerabilidades de origen social, o bien al surgimiento de nuevas vulnerabilidades.

Un desafío importante de la política de población radica en la necesidad de identificar las fuentes de origen de vulnerabilidades potenciales que acompañan el proceso de transición demográfica, las cuales afectan las capacidades de los hogares y de las personas para movilizar sus activos y aprovechar las oportunidades que brinda el entorno en el cual se desenvuelven.

Fecundidad temprana

Entre las vulnerabilidades de origen sociodemográfico relacionadas con el comportamiento reproductivo de la población, se encuentran las relacionadas con la fecundidad temprana y los embarazos adolescentes, a menudo no planeados ni deseados, y que tienen importantes repercusiones sobre el curso de vida de los jóvenes, como la deserción escolar y la inserción en el mercado laboral en condiciones desfavorables.

Aunque la fecundidad ha descendido en todos los grupos de edad, es entre la población joven y adolescente donde la transición ha evolucionado más lentamente. De acuerdo con los datos del Censo del año 2000, 7.8 por ciento de las mujeres de 12 a 19 años ya había tenido un hijo, lo que representaba un volumen aproximado de 625 mil mujeres. Al igual que lo que sucede con otros factores de vulnerabilidad sociodemográfica, existe una elevada correlación, a escala estatal, entre la marginación y la probabilidad

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del embarazo adolescente: mientras que en el Distrito Federal 5.7 por ciento de las jóvenes de 12 a 19 años había tenido un embarazo, este porcentaje era casi del doble (11.2%) en el estado de Chiapas.

Once por ciento del total de las mujeres adolescentes con hijos eran solteras, lo que suele acentuar su vulnerabilidad y la de sus hijos a través de dos mecanismos fundamentales: el primero de ellos se relaciona con el frecuente abandono de la escuela y las secuelas que esta situación trae consigo; y el segundo, a la conformación de estructuras familiares femeninas monoparentales que tienden a aumentar las desventajas sociales y económicas de las poblaciones que las integran (véase mapa 2).

Descendencia final

La evolución tardía del descenso de la fecundidad también se presenta con mayor intensidad entre la población pobre y vulnerable social y económi-camente, lo que contribuye a perpetuar la transmisión intergeneracional de la pobreza. Por ejemplo, de acuerdo con los datos del censo de población del año 2000, la descendencia final de las mujeres de 45 a 49 años que viven en hogares en situación de pobreza ex-trema (5.7 hijos) es 49 por ciento supe-rior a la de las mujeres no pobres (3.8 hijos). Las diferencias todavía son más acentuadas si se compara la descen-dencia final de mujeres del primer quintil de ingreso per cápita (5.5 hijos) con las correspondientes al quintil de ingreso más elevado (3.1), (véase gráfica 3).

En lo que toca a la posibilidad de que las personas a lo largo de su curso de vida gocen de una vida saludable, conviene hacer notar que las po-blaciones que viven en condición de pobreza, marginación y vulnerabilidad sociocultural y económica tie-nen más riesgos de experimentar impactos negativos en la estructura y el bienestar de las familias debido a

su mayor propensión a experimentar enfermedades y muerte.

La fecundidad temprana tiene re-percusiones importantes sobre el curso de vida de los jóvenes

El rezago demográfico contribuye a perpetuar la transmisión intergene-racional de la pobreza

Tal es el caso, entre otros, de las poblaciones indígenas, las que mostraban en 1995 una tasa de mortalidad infantil 67 por ciento su-perior a la de la media nacional (véase gráfica 4).

Dependencia demográfica

El proceso de transición demográ-fica del país ha propiciado impor-tantes cambios en la estructura y composición de la población y de los

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hogares.

Estos cambios favorecerán una relación cada vez más ventajosa entre la población en edades dependientes (menores de 15 años y mayores de 65) y la población en edades laborales, ya que la última aumentará más rápidamente que la primera.

El índice de dependencia demográfica es un indicador que refleja ese proceso. Conforme aumenta el valor del índice, a menudo se está ante una situación en la que las personas en edad laboral deben intensificar sus actividades (más horas de trabajo, buscar mayor ingreso, etcétera) para sostener económicamente a un mayor número de dependientes demográficos. A escala nacional se espera que el índice, cuyo valor actual es de 64 personas dependientes por cada cien habitantes en edad laboral, continúe descendiendo durante los siguientes treinta años, para empezar a aumentar posteriormente, como consecuencia del envejecimiento de la población.

Algunos grupos de población ingresaron más rápidamente en el proceso de transición demográfica; mantienen menores niveles de fecundidad, mortalidad y crecimiento natural respecto a otras poblaciones que se encuentran menos avanzadas en el proceso de transición. Los grupos en rezago demográfico son los que comúnmente presentan condiciones de pobreza y marginación regional, estatal y municipal. Las entidades federativas con mayor porcentaje de hogares con más de un dependiente por cada persona en edad laboral son también aquéllas donde la marginación, la desigualdad y la vulnerabilidad social se manifiestan intensamente (véase gráfica 5).

Los índices de dependencia demográfica están estrechamente interrelacionados con los indicadores de pobreza y de marginación

La estrecha vinculación entre rezago demográfico y las condiciones de desventaja social se manifiesta también a escala municipal, donde es claro que la proporción de hogares donde hay más de uno o de dos dependientes demográficos por cada persona en edad laboral está íntimamente relacionada con el grado de marginación municipal (véase gráfica 6).

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La distribución espa-cial del índice de de-pendencia demográ-fica confirma la exis-tencia de procesos económicos y socio-demográficos com-plejos, pero íntima-mente relacionados. Los municipios con mejores condiciones de dependencia son los de la frontera norte del país, depositarios de importantes flujos migratorios; el índice de dependencia toma valores siempre me-nores a uno, en el rango de 0.42 a 0.80.

En este mismo rango de valores se ubica el índice en el resto de los municipios de la

península de Baja California, Sonora, Chihuahua (excepto en los municipios serranos) y en los municipios de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, con algunas cuantas excepciones.

La dependencia demográfica es favorable en general en los municipios costeros del Golfo de México.

En la costa del Pacífico, los municipios de Sinaloa presentan dependencia baja, al igual que en las grandes áreas metropolitanas, seguramente asociados a los más altos niveles de escolaridad de la población.

En cambio, los índices de dependencia demográfica más desventajosos corresponden a las sierras mexicanas, así como a Chiapas y a Yucatán (véase mapa 3).

Condición marital

Los cambios sociales y demográficos que han tenido lugar en nuestro país en las últimas décadas también han propiciado la transformación de los arreglos residenciales, dando lugar a una reducción importante del tamaño de los hogares y a una mayor diversidad y pluralidad de su estructura. A estos procesos sociodemográficos, que implican el surgimiento de nuevos arreglos residenciales, y que trasciende la caracterización del cambio demográfico determinado por el descenso de la fecundidad y la mortalidad, se le ha identificado como la segunda transición demográfica.

Los cambios sociales y demográficos han propiciado la reducción en el tamaño de los hogares y mayor diversidad y pluralidad en los arreglos residenciales

Estos procesos, que tienen lugar mayoritariamente entre los grupos de población y las regiones más avanzadas en la transición demográfica, se caracterizan por el aumento de la proporción y el volumen de los hogares encabezados por mujeres, los monoparentales y los hogares habitados por una sola persona. Cuando estos arreglos emergentes son acompañados de situaciones sociales o económicas adversas, existe el riesgo de que surjan vulnerabilidades sociales que pueden verse acentuadas, o mitigadas, dependiendo de la composición demográfica de dichos hogares.

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La transformación de la estructura de las familias en años recientes se expresa, entre otros factores, en los cambios en la condición marital: durante la última década, la proporción de personas de 15 a 49 años alguna vez unidas que estaban casadas por lo civil y lo religioso se redujo de manera importante, al pasar de 55.6 por ciento en 1990 a 46.3 por ciento en el año 2000. De manera concomitante, mientras que en los inicios de la década pasada una de cada siete personas de este grupo de

edad vivía en una unión de tipo consensual, en la actualidad una de cada cinco personas se encuentra en esa situación (véase cuadro 2).

Disolución de la unión

Ha habido también un importante aumento en la ruptura de las uniones: aun cuando se trata de una proporción relativamente pequeña de la población, es importante señalar que en la última década se duplicó el porcentaje de personas separadas, que pasó de 2.0 por ciento en 1990 a 4.1 por ciento en el año 2000.

La vulnerabilidad de los hogares monoparentales con jefatura femenina se acentúa en condiciones de pobreza y marginación

Las parejas que se establecen mediante uniones consensuales, y cuyo número se ha incrementado de manera notable en la última década, están más expuestas al riesgo de disolución: la probabilidad de que después de cinco años una unión libre termine en separación es siete veces mayor que la de un matrimonio. Después de diez años, una de cada cinco uniones libres se ha disuelto, en comparación con una de cada veinticinco entre las parejas casadas.

El aumento de las uniones consensuales y su mayor riesgo de disolución ha tenido como consecuencia un aumento en la proporción de hogares monoparentales con jefatura femenina y con hijos menores de 15 años, que se incrementó de 2.7 a 6.0 por ciento en la última década. Esto significa que

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en la actualidad existe una población de 1.4 millones de hogares que podrían ser considerados vulnerables en términos socioculturales y demográficos, especialmente aquellos que se encuentran en condiciones de pobreza y que no disponen de redes de apoyo familiares o sociales (véase gráfica 7).

Dispersión y aislamiento de las localidades

La vulnerabilidad sociodemográfica también puede tener su origen en la distribución territorial de la población, especialmente entre las poblaciones que residen en las áreas urbano marginales y, en el otro extremo, en el gran número de localidades rurales que se encuentran dispersas a lo largo del territorio del país. De acuerdo con el Consejo Nacional de Población, existían en el país más de 65 mil localidades rurales aisladas, donde residía una población de 4.6 millones de habitantes con un tamaño promedio de 70 habitantes por localidad.

Las localidades rurales dispersas y aisladas son más vulnerables

De las 32 mil localidades para las cuales fue posible determinar su grado de marginación, casi 90 por ciento era de alto o muy alto grado de marginación, lo cual hace particularmente vulnerable a la población que habita en estas localidades, en virtud de las carencias y precariedad de sus condiciones de vida y de su falta de acceso a servicios básicos (véase gráfica 8).

La información presentada en este capítulo deja ver que, en virtud de la entramada red de interrelaciones de los fenómenos demográficos con los determinantes económicos, sociales, culturales y políticos de la calidad de vida, es imprescindible que la política de población contribuya a contrarrestar, en el ámbito de su competencia, las fuerzas que dan lugar a los distintos tipos de vulnerabilidad. Su análisis demanda considerar al menos dos dimensiones analíticas: primero, reconocer e identificar con precisión las vulnerabilidades sociales, económicas y sociodemográficas de aquellas personas, familias y grupos que actualmente se encuentran en situación de riesgo e incertidumbre. La segunda dimensión requiere precisar las características que los hacen más propensos a mantener o a empeorar su condición actual y, por otro lado, conocer aquellas que los fortalecen y les brindan instrumentos para superar su situación, aun si es de pobreza, y

enfrentar mejor los riesgos y daños potenciales. En otras palabras, es necesario identificar los recursos y los activos de las personas, las familias, los grupos y las comunidades que los hacen menos propensos a sufrir algún daño o deterioro, así como los pasivos que pueden actuar en la dirección opuesta.