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3.30 Abril 2015 - avelamia.com · Y abril llega a tierras mexicas para insertarse en el alma de los mexicanos, quienes sabemos muy bien ser crueles con apodos, albures y bromas que

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DIRECTORIO Abril 2015

Año 3, número 30

Director José Luis Barrera Mora

Editor

Luciano Pérez

Coordinador Gráfico Juvenal García Flores

Asistente de editor

Norma Leticia Vázquez González

Web Master Gabriel Rojas Ruiz

Consejo Editorial Agustín Cadena

Alejandro Pérez Cruz Alejandra Silva

Fabián Guerrero Fernando Medina Hernández

Ilustraciones

Pág. 7: Patricia Highsmith, 1942, retratada por Rolf Tietgens.

Pág. 13: ”El perro”, Juan Antonio Mojica Pág. 19: Salida de Julio Scherer y su equipo de

las instalaciones del Excelsior (8 de julio de 1976), semanario Proceso.

Ave Lamia es un esfuerzo editorial de:

Director

Juvenal Delgado Ramírez www.avelamia.com

Reserva de Derechos: 04 – 2013 – 030514223300 - 023

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Norma Leticia Vázquez González

Medina Hernández

Patricia Highsmith, 1942, retratada por

”El perro”, Juan Antonio Mojica Salida de Julio Scherer y su equipo de

(8 de julio de

ÍNDICE

EDITORIAL

IMAGEN DEL MES “Sacri-legio” Glaspogo fotografía Modelo: Melina Balbuena

LA MÁS CRUEL: HIGHSMITH (1921 Luciano Pérez

1000 PEDAZOS Norma Elsa Pérez

EL PERRO Hosscox Huraño

LE PETIT PRINCE Leticia Vázquez

JULIO SCHERER GARCÍA (1926 – 2015) José Luis Barrera

LA CIUDAD QUE FUE TLATELOLCO Loki Petersen

ELLA MURIÓ LUNACÓLICA Neiffe Peña

SIETE IDILIOS Luciano Pérez

VISITA DE LAS SIETE CASAS EN LA COLONIA GUERRERO Tinta Rápida

SOBRE LOS AUTORES

ÍNDICE

EDITORIAL 3

IMAGEN DEL MES legio” Glaspogo fotografía

Modelo: Melina Balbuena 5

LA MÁS CRUEL: PATRICIA HIGHSMITH (1921 – 1995) Luciano Pérez 6

1000 PEDAZOS Norma Elsa Pérez 11

EL PERRO Hosscox Huraño 13

PETIT PRINCE Leticia Vázquez 14

JULIO SCHERER GARCÍA 2015)

José Luis Barrera 18

LA CIUDAD QUE FUE TLATELOLCO Loki Petersen 22

ELLA MURIÓ LUNACÓLICA Neiffe Peña 26

SIETE IDILIOS Luciano Pérez 27

VISITA DE LAS SIETE CASAS EN LA COLONIA GUERRERO Tinta Rápida 30

SOBRE LOS AUTORES 35

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Llegamos al número 30 de Ave Lamia, y con él llega también abril, el mes más cruel. Tal vez por eso a alguien en algún momento se le ocurrió celebrar a los seres más crueles de la creación, justamente en este mes: los niños, mismos que necesitamos para celebrar nuestra noche de Walpurgis.

Como bien decía T. S. Elliot en el entierro de los muertos, abril “…mezcla recuerdos y anhelos, (y) despierta inertes raíces con lluvias primaverales…”, y así recordamos aquel abril de 2013, cuando en la revista precursora de la nuestra, que aún andaba a gatas con pretensiones de volar, se habló de abril y su crueldad adjunta. Entonces el cruel destino se regodeaba viendo cómo nos rondaba un jaguar con piel de oveja. Pero por supuesto que no con alejarnos de las malas influencias la crueldad dejó de estar presente, porque abril convive con ella absolutamente mancomunada.

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Y abril llega a tierras mexicas para insertarse en el alma de los mexicanos, quienes sabemos muy bien ser crueles con apodos, albures y bromas que inciden “donde más duele” (como se acostumbra decir). Cuando alguien dice: “Ya te la aplicó” o “ya te chingó”, quiere decir que la burla rindió el fruto deseado: hicimos escarnio de alguien, a veces como venganza o por simple distracción. Así arreglamos las cosas en México, el duelo no es con armas de fuego, sino con la palabra, esa arma que mata en vida.

Aquí estamos llegando al cuarto mes, llegando a otra primavera más de la era del calentamiento global, y con ella nuestros colaboradores nos tienen guardados grandes momentos: un anticipo de terror por parte de Norma Elsa Pérez, un poco de sangre con Leticia Vázquez y otro tanto de pornografía por parte de Hoscoxx Huraño. Por supuesto que la melancolía estará presente con Mario Bravo y la poesía con Neiffe Peña, además de Luciano Pérez, quien con sus Siete Idilios se enlazará a las Siete Casas que nos propone visitar Tinta Rápida. Dos recuerdos, a Patricia Highsmith, fallecida hace dos décadas, y a don Julio Scherer, recientemente fallecido.

Amaury Pérez nos dice: “…no olvides que el amor vuela de noche y anida en otro abril cualquiera”. Y José Martí nos revela en uno de sus versos sencillos que Vierte abril tu pena. Y el tango sufre también con la Lluvia de abril de Miguel Calo. Abril nunca dejará de ser cruel.

Tal vez porque somos mexicanos, o por el niño que llevamos dentro o simplemente por ser humanos, la crueldad de abril ya muchas veces nos pasa desapercibida. Y si bien abril es el mes más cruel, esta faceta de la abyección no es exclusiva del cuarto mes del año. Así es que entremos de lleno a la primavera y comencemos los planes para los siguientes ocho meses, cuyos únicos augurios que nos alegran es que tengamos aún motivos para no terminar colgados de un árbol o con las venas cortadas de tajo.

José Luis Barrera

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Algunos dicen que leen para instruirse, otros que para en-tretenerse, y otros más que por puro deleite. De estos últimos los hay que les gus-tan los libros que hagan su-frir sabroso, nada más que por disfrute personal. Y de este último tipo de lecturas son las obras de una nove-lista que, pese a ser estado-unidense, sus compatriotas se han negado siempre a apreciarla, quizá por ser ella todo lo opuesto a una socie-dad complacida en “la mejor vida” y “el derecho a la felicidad”. Patricia Highsmith nunca congenió con el “american way of life”, y eso se refleja en la deliberada crueldad que se describe en sus muchos y provechosos libros. Desde joven decidió no vivir más en ese país tan basto y tan cursi, así que se estableció en la vieja Euro-pa.

Se cumplen veinte años de que falleció el 4 de febrero de 1995 la High-smith, cuyo nacimiento fue en Fort Worth, Texas, el 19

La más cruel: Patricia

Highsmith (1921-1995) Luciano Pérez

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de enero de 1921, en una Amerika que sin esforzarse mucho salió triunfante de la Primera Guerra, y que volvió a su modorra capitalista du-rante los alegres años veintes con jazz, ley seca, flappers y gángsters, hasta que llegó la Depresión. Su madre, Mary Oates, nunca la quiso, y el padre, Jay B. Plangman, se fue pronto. Patricia tuvo que pasar durante su infancia largas temporadas con su abuela materna texana, y su madre se volvió a casar, con un tal Stanley Highsmith, de quien la futura escritora tuvo el apellido. La madre quiso desde un principio abortar a la hija, bebiendo un tóxico, aunque nada sucedió; ella era bella y elegante, pero Patricia tuvo todo el rostro y figura del padre, un hombre nada agraciado de origen judío, y por eso todavía más odió Mary Oates a la High-smith. Así que ésta ya des-de sus orígenes experimen-taba la trama grotesca de la vida, que luego le sería tan útil en sus textos, y por eso desde los ocho años soñaba con asesinar a su padrastro. Durante la adolescencia se-guía con atención y tomaba notas de los casos crimi-nales que leía en los periódicos, como el del ase-sino y secuestrador Bruno Hauptmann, quien mató al bebé del famoso aviador

Charles Lindbergh. Y ya desde entonces comenzó a escribir cuentos de críme-nes. También fue evidente el definitivo apego hacia su propio sexo, que su madre detectó y por lo cual se burlaba de Patricia.

En 1938 ingresó al Barnard College de Nueva York, para estudiar letras inglesas, que para ella signi-ficó liberarse del infierno en que se había convertido su hogar, ahora con la mamá dedicada a la Ciencia Cris-tiana. La relación entre ellas nunca mejoró, así que el odio de la una hacia la otra fue definitivo. En esa escue-la Patricia recibió una sólida educación literaria, basada en los clásicos. Al graduarse en 1942, buscó trabajo en diversas revistas, incluso de

modas, pero de todas fue rechazada. Fue en este tiempo que escribió en su cuaderno: “Lo mórbido, lo cruel, lo anormal, me fasci-nan… La perversión es lo que más me interesa. Me gusta escribir de hechos crueles, el asesinato es fascinante…La crueldad físi-ca me llama mucho la atención, por lo visual y dramática. Y la crueldad mental es una tortura de la que conozco demasiado” ¡Y sólo tenía veintiún años! Ya tenía propuesto así un programa literario de vastas repercusiones futuras.

Consiguió empleo en una editorial como escritora de comics, lo cual sería una experiencia muy útil para su trabajo personal, ya que su sintaxis mejoraría, su estilo

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se concentró más, y apren-dería a delinear tramas y personajes. Nada de cabrio-las con el lenguaje, sino encauzar directo éste como un cuchillo, empuñándolo con destreza para luego en-cajarlo bien, como debe de ser. Y en 1943, para des-aburrirse de su trabajo, quiso vacacionar durante largos días en la ciudad de México y en Taxco, Gue-rrero, lugares que le gus-taron y a los que regresaría en años posteriores, en busca de temas y atmós-feras para su obra (su novela A Game for the Li-ving, de 1958, está ambien-tada en la ciudad de México, y nos es fácil reconocer las calles y colonias donde su-cede).

Continuó durante a-ños en su trabajo neoyorqui-no en los comics, y en 1949 estuvo como becaria en una colonia de artistas y escrito-res llamada Yaddo, también en Nueva York, donde in-gresó por recomendación de Truman Capote. Y ya estaba en esos años haciendo bocetos de lo que serían sus primeras novelas. La prime-ra que hizo no le satisfizo y nunca fue publicada. Pero hubo otras dos que serían importantes, sobre todo Strangers on a Train, que apareció en 1950 y de la cual Alfred Hitchcock hizo una muy buena película (en dos versiones, una sin el contexto gay de los perso-najes centrales, para el pacato público estadouni-

dense, y otra con ello, para los menos impresionables británicos). Es una novela muy bien escrita para al-guien que apenas comienza, y ya contiene las temáticas de asesinato, doble perso-nalidad, y traumas que caracterizan a los libros de la Highsmith. El malo se llama Bruno, en directo homenaje al secuestrador y asesino del niño Lindbergh. La otra novela es menos conocida, pero no por eso es menos buena, y de hecho no se publicó bajo el nombre de la autora, sino como Claire Morgan; se llama The Price of Salt, de 1952, y la cual trata, como dice la portada, sobre “el amor que la sociedad prohí-be”, es decir, el lesbianismo. A partir de ahí pudo vivir de sus ganancias como escrito-ra.

Desde los primeros años cincuentas Patricia dejó los Estados Unidos, y a lo largo de las décadas siguientes vivió en Francia, Inglaterra y Suiza, rodeada de gatos y de novias, sólo regresando a su país natal para breves visitas a edito-res, amigos y parientes. Y su carrera literaria despegó, logrando hasta su muerte publicar 22 novelas, 9 libros de cuentos, y un interesante manual sobre cómo escribir suspenso. No hay espacio

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para que comentemos aquí todos y cada uno de estos libros, tan recomendables y emocionantes. Sólo dare-mos una impresión en ge-neral, nacida de la devota lectura de quien esto escri-be, que se hizo fan de la autora desde hace muchos años y la tiene entre sus más preferidas.

Son los suyos libros de sabrosa angustia, donde a la gente buena y ordena-da todo le sale mal, mien-tras que a los villanos les va de maravilla, como en efecto ocurre en la realidad. Los crímenes no tienen una razón para que ocurran, simplemente carecen de sentido porque así está diseñado el mundo; por eso Patricia dijo no ser una Agatha Christie, para quien todo asesinato es un meca-nismo de relojería creado por una mente lógica. No es así, el criminal siempre deja cabos sueltos, muchas ve-ces por torpeza, y otras por una inconsciente (quizá no tanto) gana de ser atrapado. El malo pide a gritos ser castigado, deja todas las pruebas a la vista, y nada le sucede. Al bueno se le aprietan las tuercas, y se le hace víctima de bullying para que aprenda y entienda que existir es, en esencia, un castigo.

Como dije, no se pue-de aquí hablar de todas y cada una de las obras de Highsmith, así que sólo me ceñiré a algunas de mis pre-feridas. Nadie puede evitar querer al cínico señor Ripley, tan lleno de elegan-cia y de talento para las villanías. Son varias las no-velas que integran su ciclo, pero la favorita siempre ha de ser la primera, The Talented Mr. Ripley, de

1955, de la que se hizo también una inolvidable pelí-cula con Alain Delon como protagonista, bajo el título de “A pleno sol” y que fue todo un éxito. ¿Quién no quisiera ser como él? Hay un señor Ripley dentro de cada uno de nosotros, y es una lástima que por una impertinente timidez no permitamos aflorar esa per-sonalidad. Ripley mata, ma-

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ta, y vuelve a matar, nunca se cansa de hacerlo.

Por otro lado, ¿quién duda que el amor es una en-fermedad? Véase al desdi-chado David Kelsey en This sweet sickness, de 1960. Él ama a Anabelle con fervor, pero se le rechaza, y no hay explicación para este recha-zo, es así y nada más. En-tonces David decide, en vez de renunciar a ella, que debe adorarla, pero no él como tal, sino con otra per-sonalidad, la de un señor de apellido Neumeister y no la del pobre diablo que es Kelsey. Anabelle prefiere a un tal Gerald, y por lo tanto éste tiene que morir, así que David lo mata… accidental-mente, y entonces se arroja desde lo alto de un edificio. ¿Qué le costaba a Anabelle ser un poco más benévola con su adorador? Nada, pero ¿qué culpa tenía de que alguien se enfermase por ella tan dulcemente? La razón tiene corazones que la razón desconoce.

El Edith’s Diary, de 1977, es toda una lección de cuánto desea uno que la realidad sea la que uno decida. Edith tiene un hijo joven, Cliffie, y en su diario ella anota todos los éxitos y triunfos que él logra, sus títulos y méritos acadé-micos, su bella esposa y en-cantadores hijos, el magní-

fico empleo que ostenta, to-da una mejor vida en plenitud. ¿Acaso no son los Estados Unidos el país de la mejor vida? ¡Qué gusto para una madre tener tal hijo! Por supuesto, siempre y cuando fuera cierto. La verdad es que Cliffie es un holgazán, un inepto en todo, sin nin-gún porvenir, salvo comer y ver televisión. Sin embargo, esto no impide que Edith teja unos suéteres para sus nietos, los bellos hijos de Cliffie que no existen ni existirán. ¿No somos una Edith cada uno de nosotros? ¿Quizá por eso escribimos?

El espacio se acaba, mas no dejemos de men-cionar los Little Tales of Misogyny, de 1975, una se-rie de breves cuentos misó-

ginos donde a todas las mujeres les va mal en lo que se proponen hacer, porque, viéndolo fríamente, ¿por qué habría de irles bien? Todo tipo de accidentes raros y tontos hacen presa de ellas. ¿Quién les dijo que vivir era agradable? Invito a leer todos y cada uno de los libros de Patricia, déjense preocupar y suden con todo el sufrimiento. Así quedarán ustedes muy satisfechos. Y como dijo uno de sus bió-grafos, Andrew Wilson (en Beautiful Shadow:A Life of Patricia Highsmith, Blooms-bury, Nueva York y Londres, 2003), ella “celebró la irra-cionalidad, el caos, y la anarquía emocional”. ¿Hay mejores razones, es decir, sinrazones, que ésas para leerla?

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Hace mucho tiempo, tuve un muñeco de porcelana, sí; lo recuerdo muy bien: era un muñeco muy bonito, lamen-tablemente un muñeco úni-co pues hablaba, maldecía, gritaba, me amaba y tenía cuernitos. En un berrinche, el muñeco saltó del ju-guetero, saltó al vacío. Y ahí fue que se rompió, yacía en el suelo inerte, ya se había salvado de varias caídas, pero esa ocasión, para desventura suya y mía, se rompió todito, se hizo peda-zos, se hizo polvo.....

Desde ese entonces nunca he encontrado un muñeco igual; han sido mu-chos intentos fallidos.

Algunas niñas me han prestado los suyos, pe-ro ellos las extrañan y quieren regresar a su casita con ellas así que los tengo que regresar, otros no qui-sieron estar conmigo, algu-nos mas se escaparon y el resto, no tenia cuernitos....

A mis manos llego el libro egipcio de los muertos, repleto de formulas para invocar, elevar, levantar o castigar al difunto; yo lo único que quería era mi muñeco completito, mi com-pañía perpetua. Seguí pues leyendo el libro: así como Isis busco todas las extremi-dades regadas de Osiris por toda su región, pensé que sería buena idea confeccio-nar un muñeco igual al que tuve, con partes y extremi-dades de otros. En la escue-la, tomé clases de cocina, y lo primero que enseñan es a deshuesar y destazar un pollo, así que no sería difícil esa maquiavélica tarea. También me inspiro una peli muy conmovedora que trata casi de mi misma desventu-ra.

El mundo está lleno de tragedias, amar demasía-do, como una bestia, no es bueno, no es saludable, no está bien. Amar de verdad es muy trágico, aunque el amor es majestuoso cuando

trae corona de oro y es arro-gante y desdeñoso cuando lleva corona de espina.

Extraño mucho a mi muñeco y vacío está su lu-gar.

Hoy estoy decidida: Voy a cumplir el sueño de regresarlo, sé que será dife-rente, pero tendrá su misma esencia, su mismo espíritu, su mismo corazón, aunque sé también que no me amará igual. Ya conseguí las víctimas: las he elegido por alguna razón que me hacen recordarlo, total 35 muñecos serán inmolados hoy, debo confesar que algunos no me gustan pero necesito huesos, vértebras, necesito sus cuerpos. Bah, unos son muy salvajes, otros muy grotescos, otros muy predecibles, nada que ver con mi muñeco, tan mío, tan oscuro, tan solitario...

Bueno pues ¡qué ma-sacre! Sangre, tripas, bra-

1000 pedazos

Norma Elsa Pérez

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zos, piernas, un cierto olor a podrido, gritos...

Los muñecos sacrifi-cados no quedaron confor-mes ni yo tampoco. ¡Quedó bien feo! Y la comparación era abismal, por más que le plasme alma a un corazón y movimiento a un cuerpo inventado, mi intento fue fallido. Tuve que deshacerlo y llevar las partes desta-zadas que utilicé al panteón, el justo lugar para tirar todo el retacerío de los desafor-tunados.

Aunque más desafor-tunada me sentí yo por más que intenté que mi confec-ción saliera perfecta, esos muñecos no estaban listos aún para un sacrificio ritual, según las instrucciones del libro funerario. Terminé tris-te, decepcionada, cansada y como siempre, sola, añoran-do a mi muñeco que por latoso, berrinchudo e in-quieto, se cayó quedando sólo polvo. ¿Pero adónde iría? – Me pregunté....

La verdad no me dio remordimiento alguno el ha-ber cortado tanto muñeco y que ningún trozo de ellos me sirviera para reemplazar esa ausencia infame e infantil. Así que tuve una idea mejor: Comprendí que Isis fue a buscar lo irremplazable y mi error fue reemplazar el vacío infernal

que la devastadora pérdida deja a su paso. No es bueno unir pedazos con trizas de afectos despectivos. Me fui a dormir con esa idea, entonces cerré los ojos, todo en negro, todo en blanco, pensando....no puedo dor-mir, quiero ir a buscarlo. No se hable más, he decidido ir a buscarlo.

Así que siguiendo la ruta que mi muñeco tomó, yo también me subí al juguetero altisimo, recorrien-do entrepaño por entrepaño, a mi paso me iba memo-rizando todos los libros que ya no podré leer y también los discos que jamás podré escuchar.

Al fin llegué a la cima ahí donde él solía estar; estoy en el filo, me da vértigo, es adrenalina, es pánico, o quizá la carga de recuerdos que me persigue.

¡Uff! voy cayendo, a la mitad del vuelo se me re-ventó el corazón, ¡soy un ángel caído! estoy ya en el suelo o a lo mejor es la boca del abismo....

Levanto la cara para ver qué pasó y siento que una manita me toma del bra-zo y me ayuda a levantar.

¡Era mi muñeco! Y se veía más bonito, más feliz, y sus cuernitos resplandecían más.

– ¿Por qué tardaste tanto? Pero qué bueno que viniste, ya te extrañaba–. Y me abrazó.

Así pues nos fuimos adentrando a un camino os-curo, brumoso, fuimos rum-bo a la nada, a la espesura de lo inexistente, pero no importa, porque él y yo ja-más nos volvimos a separar.

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Me gusta pedirle que se monte en mí, sentir cómo abre lentamente su culo, que tiente a ciegas mis testículos y que de un solo golpe se meta mi verga hasta el fondo. Siento que la parto en dos cuando deja caer todo el peso de sus nalgas formidables sobre mi tronco de sangre.

Es una erudita cuan-do me abraza con el arco de sus piernas, la fuerza de su coño es un oleaje bermellón que me desintegra. Todo es una nota de luz, espuma de placer y de sudor, de gemi-dos mustios de oficinista formal rebasado por su mu-jer en la cama.

Se talla en mi verga como si fuera venganza por mis ausencias, por mis irre-verencias. Yo resisto estoi-camente, me concentro y

pienso que no me quiero venir, que no debo eyacular aun, me acuerdo entonces de los partisanos fusilados, de las cuentas por pagar, de Beethoven y su sordera, de mi futuro desempleo, de la paz mundial.

Aunque, siendo ho-nesto, me gusta más cogér-mela de lado, la pongo so-bre su propio costado, la to-mo por la cadera, le separo las nalgas y se la meto como si yo tuviera pija de gato, le duele, me duele, pero llego al éxtasis de un santo. No necesito pensar ni resistir, ella grita, jura obsce-nidades; y yo como perro con hueso, ni aflojo ni suelto, sigo embistiéndola, surcando su piel, abrién-dome paso por su entraña. Sus nalgas espléndidas se baten en mis manos, en el delirio del dolor y del celo.

Suspira y su voz es hipnótica, me pierde, me borra. Soy un átomo de un átomo. La oscuridad se desdobla como brisa marina y sé que “las arenas de África están llenas de poe-mas”. Todos los que copu-laron antes de mí y todos los que copularán después de mí, han sido iluminados por un instante purísimo y solitario de verdad, de silencio. Las palabras no me alcanzan para describir lo que percibo. Le muerdo la espalda, le jalo el cabello, aúllo, la penetro con furia sagrada, me siento una isla que se resquebraja. Soy un archipiélago. Coger es un acto de resistencia.

El perro

Hosscox Huraño

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La francomexicana con treinta y dos años estaba por traer al mundo al único niño que tendría, estaba contenta y amaba al futuro bebé, tanto como sus raíces galas y enseñar el idioma francés en dos escuelas, después de titularse en len-gua francesa. No faltaría a clase un solo día, ni siquiera el amor a su hijo la detendría en el inicio del nuevo curso. Poco antes del parto recordaba a los muchachos del curso. Era raro, aunque no era francesa, le molesta-ban las deficiencias y falta de fluidez de sus alumnos de primer nivel. No tomó en cuenta aspectos ligados en hispanohablantes a la hora de aprender francés, es más ni contó puntualidad, participación, desempeño, "que estudien más, si van a Francia no les van a per-donar si no dominan 'le, de, les, a, au', que estudien más".

Después pasó a pen-sar en su hijo...Antoine sal-dría del hospital con el po-pular traje de El Principito, traje confeccionado por la propia francófona.

En la perversión hay niveles, todo consiste en seguirlos, arriesgarse y a-costumbrarse, tener pocos escrúpulos o retraso men-tal, como Otis Toole. Pero este no era Otis Toole, él pudo haber toma-do otro camino, 'pero así nací, soy malo y me acepto malo, no puedo ser bueno, es como pedir al alacrán que no pique y no mate'. Escribió una vez en “la Corre”, como le decían en el ambiente. Él empezó a los 11 años tomando las Tecate del papá, ya en fiestas es-colares, donde empezó a

fumar, era el que más se embriagaba. Después empezó a irse de pinta, veía porno-grafía en la casa de su me-jor camarada, de su "car-nal", como le decía. “El carnal” era hijo de una maquiladora de cinco hijos, él era el mayor, así que la casa del “carnal” estaba libre toda la mañana y al no tener padre, aprovechaban para ver películas, fumar, oír música, tomar y comer chucherías con Coca-Cola. Con el tiempo medio estudió el Telebachillerato después de que lo corrieran del Bachilleres, en el Tele-bachillerato conoció al Winnie Pooh y al Cocodrilo. A su camarada dejó de verlo. – Nada de chinga-deras cabrón, me dejas la pinchi escuela y te pones a chingarle.

Le petit prince

Leticia Vázquez

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Esta ocasión, la o-brera no le dio a escoger, ya se le había acabado la paciencia. – No mi compa, mi jefa me consiguió jale en la maquila, hay muere, la chin-ga está cabrona, y la fiera me espera aunque me quede horas extras, ni tiem-po para la fiesta, suerte mi carnal. No lo volvió a ver, só-lo lo divisó una vez en el Al Súper, era diferente, no co-mo antes y como él.

♦ Empezó a aventar coca en el Telebachillerato. Y como no quiso seguir la escuela, entró a trabajar al pan Bimbo. Había oído que ahí les pagaban bien, "en un año ese wey se compró una casa con terreno gran-de, y cerca de La Dale, no es un palacio, pero ahí la va a ir construyendo”, le dijo uno de los listillos del barrio pobretón. Aguantó sólo dos años y lo único que consi-guió fue un cuarto de cinco por cinco en el Juan Pablo II, es un cuchitril, pero es mío, se dijo, y dejó La Bim-bo y la casa donde vivía hacinado con unos rateri-llos. La fiesta se hacía en grande, siempre había va-riedad, iban mujeres, cama-radas, jotos, hasta excon-victos, uno de ellos había

violado a la hija de su ‘morra’, como les dijo, "tenía diez años pero tenía de todo la puerquita". Ahora distribuía pornografía infan-til. "Así no me agarran tan pelada". Incluso le ofreció, "yo te consigo los niños, los llevo a mi casa, les doy medio de hartar, grabo, edito video, consigo clien-tes, hago de todo, tú sólo trabaja distribuyendo vide-os, y puedes ir escalando en el negocio, te recomien-do".

♦ Con el paso de los años los crímenes y delitos fueron aumentando, así co-mo riesgos y las ganas de no hacer nada, todo le daba flojera. Los asesinatos de mujeres, el tráfico de droga, hasta que lo invitaron a ser coyote. Ahí violó a quien quiso, a una guatemalteca se la llevó a la ciudad de Chihuahua, la violó cuanto quiso y después la mató para que no dijera nada.

La enterró en el te-rreno baldío de al lado, entre huizaches y gatuños, "aquí nadie te encuentra, estabas bien rica, pero vie-jas pa´qué, no puedo man-tenerme ni yo", le dijo mien-tras resanaba el montón de tierra.

♦ Años después escu-chó de los paraísos turísti-cos. Es cuando dejó de matar, violar, asaltar, y has-ta de drogarse. Nunca había violado niños, sólo mujeres y niñas. Hasta que un día uno de los clientes tenía dudas. A los tres días le llevó al mismo niño violado por él, tenía que probar la mercancía. Como jamás se hizo rico ni aventando grapas, ni pasando mojados, ni de padrote, ni de secuestrador, ni vendiendo carros chue-cos, decidió llegar hasta lo más nuevo, pornografía infantil, negocio que tam- poco le dejó millones, más bien problemas y ganas de ir con mujeres, "los niños

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son de vez en cuando", de-cía. Y así, sin familia, sin amigos, empezó a tratar ni-ños y después a bebés.

♦ Un día, mientras es-peraba a un cliente para que viera un catálogo de menores, se encontró con su padre, más bien vio a su padre, y lo atrajo sin querer con su mirada. Llovía, era raro que en esa frontera seca llovie-ra, lo vio como un mal au-gurio. “¿Qué vas a hacer con tu vida? Yo sé mis asuntos. Me cansé de decirte lo que tenías qué hacer, ya estás viejo, no vas a salir de donde mismo, así te vas a morir.”

Eso me pasa por ser buena gente, yo que quería saludarlo....Pa´la otra me escondo.

♦ El trabajo de trata de personas requería que via-jara por todo el norte y sur del país. La mejor era la zona de Chiapas, " ahí nos cruzamos", le propuso a su nuevo socio. Ahí en la frontera, era donde también iban y aventaban los cuerpos de los niños que morían o ma-taban. Un día leyó una pri-mera plana de un periódico local, "Trata de bebés, leyenda urbana". Así, que nadie crea es lo mejor, así seguimos haciendo nuestro agosto.

Tengo casi cincuenta años, ya estoy viejo para esto. Voy a aflojarle a la fiesta. Seguiré aventando droga. Mañana es mi último trabajo, se lo llevo al repar-tidor y a’i que él se haga cargo. Eso pensaba mien-tras se preparaba para ir a la gran ciudad.

♦ Después de tanto chingar a los jodidos como yo, hoy quiebro a alguien con feria, para que vean que ellos también sufren.

♦ Casi veinte horas llegó a la ciudad. Todo fue al azar, el hospital, la víc-tima, la hora, incluso. Sólo esperaría el momento ideal.

♦ Después de esperar por dos horas, vio a una pareja con un bebé y que se dirigía a abordar un auto. Inmediatamente se puso su capucha, corrió lo más rápi-do que pudo, empujó al hombre, que era quien lle-vaba al neonato y se lo quitó a la vez que golpeaba a la mujer en la cara y le pateaba el vientre. Todo fue rápido. Cru-zó la calle y se trepó a su carro. Iba a toda velocidad, dos horas después supo

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que la dichosa Alerta Amber de nada serviría para los padres que se quedaban sin hijo. Otras 20 horas para el regreso. La despedida de El Principito El pederasta pagó veinte mil pesos por el niño,

"un robo", dijo, pero el cri-minal le dijo que era un recién nacido, " el precio lo vale, si toma en cuenta que sólo una vez y morirá". El hombre violó al niño con todo y trajecito de principito dentro de su carro. Aún en la manita tenía la pulsera del área de maternidad: Recién nacido, Antoine González; madre, Jacqueline Betancourt.

Los tratantes espera-ron y juntaron los cuerpeci-tos de cinco bebés y tres niños, todos muertos. Los aventaron en la frontera. Entre ellos estaba El Principito, que al igual que en la novela célebre, sólo desapareció un día.

Cuando era niño y mi padre llegaba con su cargamento de periódicos de su oficina, los lunes por la tarde, mi faena era buscar las edicio-nes dominicales que traían las tras cómicas, de la cual destacaba por supuesto el magazine del Excélsior. Fue así que su remesa diaria de periódicos y el agrado con que mi padre leía el mencio-nado diario, me comencé a acostumbrar en la juventud a la lectura de dicho perió-dico, cuya dirección corría a cargo del prestigioso perio-dista Julio Scherer García desde 1968.

Julio Scherer García

1926 -

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Si bien Scherer Gar-cía inició estudios en la Fa-cultad de Derecho y luego se cambió a la de Filosofía de la UNAM, no terminó en ninguna de las dos por in-gresar de forma rápida al periódico Excélsior, cuyo

trabajoque le absorbió gran parte de su tiempo, y tras varios años de desempeñarse como reportero fue designado por la cooperativa como Director General en 1968,

Julio Scherer García

2015

José Luis Barrera

trabajo le entusiasmó tanto que le absorbió gran parte de su tiempo, y tras varios años de desempeñarse como reportero fue desig-nado por la cooperativa co-mo Director General en 1968,

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Recuerdo la línea edi-torial imprimida por don Julio al Excélsior, que no otorga-ba pleitesía alguna a la clase política. Crítico, directo y sin concesiones, era un diario que incomodó a los gobiernos de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Ál-varez, siendo este último el que le dio el golpe mortal a la Cooperativa Excélsior, que gozaba del prestigio de ser una fuerte y poderosa empresa editorial. Voces co-mo Miguel Ángel Granados Chapa, Daniel Cosío Ville-gas, Gastón García Cantú y el propio Scherer, no eran del agrado de las autori-dades, y por eso en agosto de 1972, varios empresarios encabezados por Juan Sán-chez Navarro promovieron un boicot de anunciantes, creando una grave crisis económica a la cooperativa.

Entonces comenzó la infiltración oficial en el inte-rior del periódico, al brindar un apoyo económico que trataba de dar la apariencia de rescate, aunque en reali-dad era una operación de desmantelamiento del equi-po de Scherer, y aunque don Julio intentó conservar la independencia editorial, comenzó una persecución en contra de él por parte del Consejo de Vigilancia del diario a través de la radio, la televisión y los diarios capi-

talinos oficialistas, a causa, o mejor dicho con el pretex-to, de la invasión de ejidata-rios en fraccionamiento Pa-seos de Taxqueña, desarro-llo urbanístico promovido por Excélsior. Y ya para cul-minar la labor desintegrado-ra, el 7 de julio de 1976, du-rante la Asamblea de la Cooperativa Excélsior, en una violenta irrupción de “los indios” (grupo contratado por las autoridades) extraje-ron de las oficinas un mani-fiesto de prestigiados escri-tores e intelectuales, plumas de ese diario, a favor de la institucionalidad de Excél-sior; por esta razón, ante la falta del manifiesto, la edi-ción del día siguiente salió con la página 22 en blanco en la que debió publicarse el desplegado referido. Entre

los colaboradores que firma-ban su adhesión a Julio Scherer y Hero Rodríguez Toro, se cuentan: Froylán López Narváez, Enrique Maza, Vicente Leñero, José Emilio Pacheco, Gastón García Cantú, Miguel Angel Granados Chapa, Angeles Mastretta y Carlos Monsi-váis. Pese a que la dirección general del periódico solicitó garantías de seguridad por la presencia de matones, los cuerpos policíacos locales y federales no intervinieron. Y fue justo el 8 de julio cuando Regino Díaz Redondo, quien años atrás fuera invi-tado a colaborar en el perió-dico por parte del propio Scherer, enviaba a un grupo de personas a notificar la destitución de Scherer Gar-cía.

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En noviembre del mismo año se presenta la renuncia de más de 200 reporteros, fotógrafos, dise-ñadores, articulistas, edito-rialistas y colaboradores, entre ellos: Manuel Becerra Acosta, subdirector; Octavio Paz, director del semanario Plural; Carlos Monsiváis, Vi-cente Leñero, Miguel Ángel Granados Chapa, Rafael Ramírez Castañeda, José Emilio Pacheco, Heberto Castillo, Abel Quezada, Jor-ge Ibargüengoitia y Froylán López Narváez.

Ahí comienza la de-bacle del prestigio de Excél-sior, mismo que nunca ha podido recuperar. Desde en-tonces también mi padre dejó de leer el diario y co-menzó su búsqueda de nue-vas opciones periodísticas. El Excélsior siguió llegando a mi casa junto con todos los que le daban a mi papá en su oficina, pero cuando su trabajo terminó, desapa-reció también este diario de nuestra casa.

Pero la inquietud de Julio Scherer y sus colabo-

radores llevan a la fundación del semanario Proceso en noviembre de 1976, que hasta el día de hoy se man-tiene como uno de los me-dios escritos con mayor credibilidad y autoridad para hablar de política institucio-nal, social, cultural y depor-tiva en nuestro país.

La labor periodística de Julio Scherer se ve en-salzada al recordar sus me-morables entrevistas, entre las que se cuentan las tan polémicas que realizó al Subcomandante Marcos en 2001, a Sandra Ávila Beltrán en 2008, a Ismael “el Mayo” Zambada en 2010, y a Ra-fael Caro Quintero en 2013.

Sobre Julio Scherer, Ignacio Solares dijo: ”…ha sabido templar en su pluma la calidad literaria y la valen-tía de un periodismo tras-cendente”. Insistiendo en este tema menciona: “la hermosa paradoja es que cuanto más literario es el periodismo y más periodís-tica cierta literatura, más his-tóricos y más operantes se vuelven”.

El último de los mu-chos reconocimientos que recibió fue el 3 de octubre de 2014 cuando le entregan la medalla John Reed por su trayectoria periodística y sus contribuciones a la libertad de expresión, otorgada por

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el Proyecto Cultural Revuel-tas. El artículo postrero de Julio Scherer, fue a propó-sito de la muerte del escritor Vicente Leñero, con quien lo ligaba una añeja amistad, que lo llevó a colaborar des-de 1972 en el Excélsior cuando don Julio era direc-tor, así como subdirector de la revista Proceso, por más de 20 años. Diciembre de 2014, unos meses antes de decirle adiós al mundo, Julio Scherer se despedía del amigo.

Hablar de Julio Sche-rer García, es mencionar la razón de ser de los perio-distas serios, que no aban-donan la pluralidad en aras de intentar decir cosas inteli-

gentes y verdaderas. Un pe-riodista de los que nunca conocerán las televisoras comerciales, y de los que tal vez no tengan referencia los televidentes asiduos. Pero para quien quiere crearse una opinión propia y no que les den las noticias codifi-cadas a favor del gobierno y los poderes fácticos del país, siempre tendremos un pequeño espacio para per-sonas como Julio Scherer García.

Un maestro del perio-dismo por vocación, un tipo inteligente que supo muy bien cómo sobrevivir “en medio de la tempestad”. Un periodista, un editor, un es-critor de los que hacen falta

para despertar al pueblo, y que por lo tanto es un antagonista natural de los poderosos, díganse políticos o empresarios y por supues-to un aliado de la inteli-gencia popular, aunque aún haya muchos que no se per-catan de la gran pérdida que implica Julio Scherer García.

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El nombre Tlatelolco evoca muchas cosas, la mayoría trágicas, tanto a nivel nacio-nal como personal. En ná-huatl significa “montículo de tierra”, en recuerdo de cuan-do fue una isla del mar texcocano. Y en esa isla, o montículo de tierra, se esta-bleció en 1338 un grupo de disidentes mexicas, que se negaron a continuar el cami-no hacia lo que sería Te-nochtitlan. A partir de ahí se llamaron tlatelolcas, y crea-ron su propia ciudad y reino, al norte de lo que llegó a ser el poderoso imperio azteca, con el cual no siempre llevarían buena amistad.

El máximo logro de los tlatelolcas fue crear en su isla el más grande tianguis (mercado) no sólo del Anáhuac, sino de toda Mesoamérica. Los españo-les quedaron maravillados cuando lo conocieron, lo cual no impidió que destru-yeran Tlatelolco por comple-to, precisamente en los últi-mos días, en 1521, de la re-sistencia del tlatoani Cuau-htémoc. Cabe recordar que junto a ese tianguis grande surgió uno más chico, el de Tepito (en náhuatl, chico se dice “tepiton”), que rivaliza-ría en precios y ofertas con el de Tlatelolco.

Los conquistadores acabaron con toda la urbe tlatelolca, de la que sólo quedaron algunos vestigios que aún pueden verse en la Plaza de las Tres Culturas, al pie de la iglesia de Santiago, construida en ho-menaje al santo que ayudó a los españoles en su lucha contra los árabes. El sitio quedó desolado, y quizá como desagravio los frailes franciscanos fundaron ahí, en 1533, el Colegio de la Santa Cruz de Santiago Tlatelolco, destinado éste a jóvenes indígenas de noble estirpe, para que aprendie-ran tanto español como latín, y se hicieran peritos en

La ciudad que fue Tlatelolco

Loki Petersen

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diversas artes. Sin embargo, a lo largo de los años se fue perdiendo interés en ese plantel, y para el siglo XVIII ya prácticamente no funcio-naba como tal.

Estos son los oríge-nes, pero lo que en este ar-tículo nos interesa es evocar el Tlatelolco de ahora, más que nada el grupo de edifi-cios que lo caracterizan, y que fue inaugurado el 21 de noviembre de 1964 bajo el pomposo nombre de Con-junto Urbano Presidente Adolfo López Mateos, con la presencia de este mandata-rio, que ya concluía su administración. Y fue en realidad hace cincuenta años, en 1965, que comen-zó a ser habitado con gente de clase media, sobre todo alta por lo caro de los departamentos, que luego los abandonarían en aras de

una “mejor vida”; así que pronto la Unidad se llenó de burócratas de niveles me-dios y bajos. El arquitecto Mario Pani, quien ya tenía experiencia en este tipo de

construcciones al haber rea-lizado en los años cincuenta los Multifamiliares Miguel Alemán y Juárez, fue el encargado de edificar lo que en un principio fue conocido como Ciudad Tlatelolco.

La extensa zona don-de se construyó la nueva “ciudad” tlatelolca pertene-cía a los Ferrocarriles Nacio-nales, en un lugar olvidado donde se acumulaban talle-res y almacenes, así como muchas viviendas misérri-mas de los trabajadores de la empresa. Todo fue demo-lido, así Tlatelolco como su par Nonoalco, que no son lo mismo aunque lo parezca.

Algunos dicen que esto fue en castigo por el movimiento ferroviario de fines de los cincuentas, cuando los obre-ros de ese ramo solicitaron mejores condiciones labora-les y salariales. Ahí edificó Pani su obra maestra, un montón de construcciones feas y frías, que fueron con-sideradas como símbolo de que la ciudad de México, y por lo tanto el país, ya eran modernos. Toda esa arqui-tectura de los años cincuen-ta, y sobre todo de los sesenta, tan alabada en su momento como funcional y aerodinámica, hoy está completamente caduca. Hay que haber vivido en Tlatelolco para experimentar la, repetimos, fealdad y frialdad de los departamen-tos. Dos décadas después de su inauguración ya se apreciaban huecos, grietas y oxidación por todos lados; y la inseguridad se hizo cada vez más evidente, pues el hampa hizo (hace) de las suyas, aprovechando que el “diseño moderno” de anda-dores, corredores, entradas, escaleras y elevadores faci-lita emboscadas y escapato-rias por parte de los de-lincuentes. Pero lo peor no fue esto, como veremos a continuación.

Tlatelolco ha tenido etapas trágicas que la han marcado en definitiva como

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un lugar ominoso y maldito. Ya mencionamos cómo los españoles destruyeron a sangre y fuego la localidad prehispánica. En la época colonial y a lo largo del siglo XIX hubo constantes conflic-tos entre vecinos tlatelolcas y tepiteños, que se odiaban intensamente y no vacilaban en matarse. Y ya en el XX hubo, como ya dijimos, la feroz represión contra los ferrocarrileros, por lo cual Tlatelolco fue castigado con-denándosele a la moderni-dad. Y en 1968 llegó el día crucial para la historia de México, ese dos de octubre imposible de olvidar, cuando un gobierno cuyo partido político sigue vigente llevó a cabo una masacre para que los rebeldes estudiantes no

“pusieran en mal” al país ante el mundo, dada la proximidad de los Juegos Olímpicos. Cuántos perecie-ron, cuántos desaparecie-ron, nadie lo sabe, pero hasta Tepito llegó el olor a muerte.

Y después, en 1985, llegó la puntilla con el terre-moto que cimbró a toda la capital, con particular énfa-sis en Tlatelolco. La Unidad fue construida sobre un terreno propicio a los hundi-mientos, pero eso nunca les ha importado a los ingenie-ros y a las autoridades, que han hecho y deshecho a su gusto en la capital, hacién-dola más frágil ante los fenómenos telúricos. Y no sólo eso, sino que los edificios tlatelolcas, como

muchos en la ciudad, no fueron hechos con los mejores materiales, sino que alguien prefirió “optimizar” recursos metiendo a su bolsillo buena parte del dinero con el que se construía el “México del futuro”. Un temblor en Tlatelolco, aun si es de mediana magnitud, es una vivencia aterradora, y más lo fue cuando el sismo; así que ese día 19 de septiembre de 1985, otra fecha decisiva para la historia de nuestra nación, se vino abajo el edificio Nuevo León, del cual ya se había reportado que no estaba bien y el gobierno no hizo el menor caso, y la mayoría de las otras edifi-caciones sufrió graves des-perfectos. Por lo tanto, hubo más muertos. La verdad es que todo el Centro Urbano debió ser demolido luego de tan trágico acontecimiento, pero se prefirió parcharlo, es decir, “reinventarlo”, como dicen ahora.

En fin, que hace cin-cuenta años Tlatelolco vol-vió a ser ciudad, más bre-vemente que la primera vez, pues muy pronto perdió ese mote y ya sólo se le dijo “Tlate”. Y ahí está todavía, como una inmensa base marciana lista para ser vola-da en cualquier momento, y que el tiempo se apresura en olvidar, con esos edificios

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anti-estéticos, como la vieja torre de Banobras, un ade-fesio total; o como el edificio sin ninguna gracia que fue sede de la Secretaría de Relaciones Exteriores (hoy Centro Cultural Universita-

rio). O todos los demás, los del ISSSTE por ejemplo, iguales y carentes de autén-tica forma. Más vale, si no se vive ahí, no pasar por ese sitio tan lleno de ingratos recuerdos. Que los

dioses se apiaden, y protejan, esta, para bien o para mal, significativa parte de nuestra capital, pues nunca se sabe cuándo llegará la siguiente destruc-ción.

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Ella murió lunacólica

Neiffe Peña

Ella murió lunacólica de cirrosis almática. Toda su existencia intentó desesperadamente, abstenerse de lunas, pero a la pobre le fue imposible. cada veintiocho días, ebria de crecientes, caía de nuevo menguada, mirada alunada, perdida de sí, tocada. Del Libro: La noche de los alientos Ciudad de México 18/08/01

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1.- De Attis a sus tepiteñas

Resucito cierto domingo tan sólo para ver el oro de sus cabellos, oh tepiteñas, mis amigas y seguidoras. Y para oír sus voces estridentes, tan llenas de palabras mal dichas pero bien sentidas. Y para oler el perfume barato y el jabón verde que emana de esos esforzados cuerpos de ustedes. Y para gustar de los besos que prodigan en zaguanes y azoteas, en talleres de zapatos y tortille-rías. Y para tocar esas o-frendas que me atraen, sus propias ropas; así que mal haría yo en no resucitar ese domingo en que me aguar-dan llorando y gritando, porque me añoran como el amante que ya no puedo ser.

2.- De Ajab a su Jezabel

Te han dicho: “¡mala mu-jer!”. Pero yo te conozco como nadie, y sé de tu valía y merecimientos, y sólo

porque eres fiel a los dioses cananeos, cananea tú mis-ma, los profetas te calum-nian y te zahieren, como si las cosas buenas fuesen propiedad exclusiva de ese Dios (ya no el mío) de cólera y espanto. Linda Jezabel, te canto con mis versos de ca-pitán, que si cazo a las ballenas color de la pureza dedicadas al “que es”, te las traigo presto para que las cocinemos y nos las almor-cémos, mientras oímos en la rockola de piedra canciones donde se rememoran tus maldades.

3.- De Némesis a su Tibulo

Negra soy, pero famosa. Y, ¿qué famosa no es hermo-sa? Por lo tanto, soy una calamidad, y por eso es que te pido dinero. Dame cuanto tengas de éste, para que yo te dé mi arte amatoria. Por-que sin unto en mis manos, ¿qué valor puedo tener? Ya sabes que, si no me das, te castigo sin misericordia, no tengo piedad cuando me enojo; sin embargo, también sabes, y tú más que nadie, que cuando se me trata co-mo deseo, nadie me gana a ser la más dulce, bonita, divertida y complaciente. Por lo tanto, dale más dena-rios a mi fama y a mi hermosura. ¿O no te han pagado todavía la beca que solicitaste? ¡No me digas que otra vez te rechazaron! ¿Acaso no eres uno de los mayores líricos que han existido? Quizá la oficina de cultura no lo sabe, pero ¿qué tengo que ver yo con eso? Consigue pues la pla-ta, amigo.

Siete idilios Luciano Pérez

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4.- De Lilith a su Hermann

¡Mi querido monstruo, a quien ensamblaron en Hei-delberg los doctores chifla-dos! Listo está tu desayuno de murciélago, el que tanto te gusta, el que la fuerza te da para los negocios funera-rios de donde procede el pan de cuervo y alimañas que comemos. ¡Hermann tan mío, tan enorme como un Apolo de locura! ¡Y tan gentil como un Bacchus lúdico y reptante! Eso eres tú, mi Hermann de Heidel-berg, con quien protagonicé en Amerika (yo, una origina-ria de Al Otro Lado del Bos-que, hoy en Romania), un idilio digno de ser cantado por los maestros de Alejan-dría. ¡Por ti, mi Hermann, moriría de nuevo para salir de mi cripta tan incólume y siniestra como cuando nues-tra primera noche!

5.- De Avelino Pilongano a su Macuca Burrón

Amores son mis obras, qui-zá dijo Ovidio, y ¿te han di-cho que yo no hago nada? ¡Pero si por amor a ti nunca he estado tan más hacen-doso y tan más abundante en mis trabajos elegiacos! Por lo tanto es calumnia la pereza que me asignan como culpa. O en todo caso, la mía es una pereza ante lo que no es digno partícipe de mi arte. Mas cuando de éste se trata, y siendo tú, Macu-quita, mi inspiración, no hay quien me supere en esfuer-zo, voluntad y destreza. Soy el mejor de todos. Y si no me aceptan en las oficinas de cultura ni en las publica-ciones, ¿tú crees que me importa? Nada, lo único que importa eres tú, y que mis elegías no tengan empacho en hacerte mayor a las más portentosas féminas feni-cias, helénicas y de la latini-dad. ¡Tú, Macuca, por quien eternamente me desvelo!

6.- De Yavé a su Yekina

Te juro, amiga con quien he creado al mundo, que tú y yo no nos hemos distancia-do según aseguran los que se dicen mis sacerdotes y seguidores. ¿Cómo yo, Ya-vé, puedo estar sin ti, pues que nuestros cuerpos se hicieron uno para que el cosmos apareciese? Por-que, dígase lo que se diga, hemos creado la materia, y si ésta es diablo, no es cul-pa de nadie. Todo en el mundo llegó a ser por noso-tros: las estrellas, los mares, los bosques y animales. Por tanto, tampoco es cierto que le di al humano dominio so-bre todo cuanto hay. No puedo regalar lo que es tuyo y mío, menos a quien es tan depredador e irresponsable. Y además, ¿por qué me han hecho gazmoño? Tú me co-noces bien, sabes que no lo soy. Amo, sudo, y nos com-penetramos, Yekina mía, y así es como han surgido las cosas, incluso esos huma-nos que me miran unos con espanto, otros con escepti-cismo, y la gran mayoría con un eterno desconocimiento de que no hay Dios si no hay Diosa. Es decir, que ni siquiera yo soy el que soy, si no es por ti.

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7.- De Micifuf a su Zapaquilda

Con mi bandera el tocino en todo lo alto, yo el feroz felino Micifuf te ofrezco un pedazo de pez, no sólo para que en mí fe tengas, oh grata Zapa-quilda, oh gata tan fina co-

mo pocas, sino para que en recuerdo de mi pasión te lo comas, cuidándote tú de las espinas, que sin éstas no hay amor que valga ni hay pez que de ellas carezca. ¡Los gatos enamorados can-tamos como pájaros enton-tecidos cuando queremos a

la que pretendemos! Y yo te pretendo, hermosa, yo que sin ti ni contigo puedo vivir. Así que si marido tienes déjalo atrás, y entonces a-bre la puerta a mi bandera, que en ésta el tocino deslumbra porque lo coció el sol.

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Como ya es tradición, cada año para la celebración de las Siete Casas, el Jueves Santo, propongo un recorri-do por iglesias y barrios de gran interés histórico y que sirvan para conocer más la bella Ciudad de México y sus tradiciones. La idea, que comenzó hace más de diez años cuando únicamente por placer y las más veces solo y otras tantas con algu-na compañía, fue convirtien-dose en un atractivo recorri-do al que se han ido suman-do cada vez más personas.

En este año corres-ponde la visita a un barrio emblemático de la ciudad que encierra mucha historia y nos invita a recorrer sus calles: la Colonia Guerrero, popular y tradicional por excelencia.

Esta colonia, que su-frió una transformación radi-cal a causa del sismo de 1985, aún conserva su esencia de barrio y la tradi-ción que le dan sus 140 a-

ños de existencia, de lo que ya se habló en esta revista (http://www.avelamia.com/201309_la_colonia_guerrero.htm). Con sus tradicionales salones de baile, cantinas y por supuesto iglesias, sea este recorrido un pretexto para conocer esta colonia compartiendo las tradiciones de este día.

1. Iglesia de San Fernando (Guerrero 39). Representa la estancia en el Huerto de los Olivos. Esta iglesia fue fundada en el siglo XVIII por ocho misioneros que venían de Querétaro, los cuales le dieron ese nombre en

honor al rey de España, Fernando VI, siendo ter-minada en 1755. Su na-ve es amplia y conserva las tribunas de madera tallada donde los frailes enfermos o ancianos po-dían oír misa. El altar, aunque no es el original, es una magnífica mues-tra del barroco churrige-resco con columnas estí-pites invertidas. La fa-chada principal. también de estilo barroco en tres cuerpos, muestra al cen-tro un gran relieve de San Fernando. El con-vento fue demolido, que-dando únicamente la i-glesia y el panteón hasta nuestros días.

La visita de las Siete Casas, en la Colonia Guerrero

Tinta Rápida

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2. Iglesia de San Hipólito (Av, Hidalgo, esq. con Reforma). Representa la llegada a la casa de Anás. Fue edificada en el sitio en donde los españoles sufrieron el mayor núme-ro de bajas registradas en sus tropas invasoras en la batalla denominada de “La noche triste”, a-contecida el lluvioso día del 30 de junio de 1520. En primera instancia se mandó edificar la ermita “De los Mártires”, que conmemoraría a los muertos en dicha batalla, y ya para 1602 se inició la construcción de un templo de mayor tama-ño, en cuyo conjunto existiría un hospicio para la atención de los enfer-mos mentales, cuya con-clusión fue hacia 1740. La última reconstrucción del templo corresponde al año de 1756, de cuya fachada se destacan las torres con un singular estilo mudéjar. Dentro del templo con nave de cruz latina se encuentra la capilla de los Mártires Mexicanos, así como la imagen religiosa más ve-nerada en la Ciudad de México: San Judas Ta-deo. De hecho la fiesta grande de la iglesia se celebra el 28 de octubre,

día de San Judas, y no el 13 de agosto, día de San Hipólito. Del antiguo hos-pital aún se conserva la estructura, aunque ahora se dedique a la actividad comercial.

3. Iglesia de San Juan de Díos (Plaza de la Santa Veracruz). Representa la llegada a la casa de Caifás. Fundada en 1604 por los padres “juaninos” como parte del Hospital de Desamparados de San Juan de Dios, fue dedi-cada a la atención de mestizos, negros y mula-tos. Terminado en 1729 por Miguel Custodio Du-rán y reconstruida en 1767, en la fachada prin-cipal destaca la portada de tres cuerpos en forma abocinada y columnas onduladas pertenecien-tes al estilo neoclásico, en donde se ubican las

esculturas de doce san-tos y al centro San Juan de Dios. La celebración más importante es el 13 de junio, cuando se celebra a San Antonio de Padua, a quien las muje-res casaderas le ofrecen trece monedas para que les consiga novio. A un costado de la iglesia se encuentra el Museo Franz Mayer, en lo que era el Hospital de Des-amparados y que en la época de Maximiliano se encargara de la atención médica a las prostitutas, para luego pasar a ser el hospital de la mujer. Hoy el museo ofrece una co-lección permanente de piezas de arte decorati-vo, además de diversas actividades culturales.

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4. Iglesia de la Santa Veracruz (Av Hidalgo 51, Plaza de la Santa Veracruz). Representa la llegada al pretorio de Pilatos. Compartiendo atrio con la anterior, en la plaza de la Santa Veracruz, se localiza la iglesia que le da nombre a ésta, que es, junto con la iglesia de Santa Catarina, la más antigua de la ciudad. Le antecedió una ermita i-naugurada por Hernán Cortés, erigida en 1586 y reconstruida entre 1757 y 1764; su fachada es una muestra del barroco churrigueresco, y en su interior se encuentra una imagen italiana de fines del 1400 de Jesús Crucificado, mejor cono-cida como “De los Siete Velos”, regalo de Carlos V a la Archicofradía de la Cruz, quien la había recibido a su vez como obsequio del Papa Paulo III. Despojada casi total-

mente de su esplendor interior, conserva la Ca-pilla de la Virgen de Gua-dalupe, originalmente de-dicada a San Francisco Javier, cuyo retablo en estilo churrigueresco de madera estofada y dora-da denota la magnifi-cencia de otros tiempos. Una placa en la fachada lateral indica que en este templo fue sepultado Ma-nuel Tolsá.

5. Iglesia de Santa María la Redonda (Riva Palacio 46). Representa la llegada a la casa de Herodes. El primer templo fundado en esta zona fue el de Santa María la Redonda en 1524, y fue por su ro-tonda construida en 1667 que se le dio el nombre con el que se hizo po-pular. La iglesia actual corresponde a la rees-tructuración del año de 1677, en un estilo barro-co sobrio en tezontle, con una sola torre he-xagonal y un nicho sobre el portón que aloja una imagen de la virgen la-brada en piedra. La pe-culiaridad del ábside que aloja el altar mayor es la

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forma de rotonda que ya se mencionó. Es de las pocas iglesias que con-servan un atrio arbolado y por su cercanía con la tradicional plaza de Gari-baldi, la misa dominical de medio día es acompa-ñada de mariachi.

6. Iglesia del Inmaculado Corazón de María (Héroes 132). Representa la segunda llegada al pretorio de Pilatos. Esta es una de las igle-sias de la época porfiria-na cuya primera piedra

fue colocada el 22 de mayo de 1887 por el presbítero Mateo Pala-zuelos; su autor fue el ingeniero Ismael Rego, quien la concluyó en es-tilo neogótico en 1902. Originalmente planeada de tres naves, al final só- lo se le construyó una, por lo que quedó muy desproporcionada; ade-más, al hacerse las co-lumnas de piedra y los arcos de hierro, no tuvo la suficiente consistencia para resistir el sismo de 1957, que ocasionó la separación del muro sur

de la bóveda. Desgracia-damente, este daño no fue reparado y el terre-moto de 1985 causó el derrumbe parcial, por lo que el INBA, la SEDUE y el INAH determinaron demoler el cuerpo del templo para construir uno nuevo, respetando la antigua fachada y las dos torres, que no ha-bían sufrido daños mayo-res.

7. Iglesia de los Ángeles (Lerdo 168). Representa la llegada al Monte Calvario con la cruz a cuestas. La actual edificación se atribuye a Manuel Tolsá y data de 1808. Se cuen-ta que durante una de las múltiples inundacio-nes de la ciudad, en 1580, el indígena Tzayo-que rescató un óleo de la Virgen María y le cons-truyó un humilde templo con pared de adobe, y

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esta imagen muy maltra-tada fue repintada en el muro en el que permane-ce intacta desde el siglo XVI. El recinto, en estilo neoclásico, cuenta con una magnífica cúpula cu-ya linternilla semeja una corona, y en la portada principal está rematada por un maravilloso relie-ve de la mencionada Vir-gen, cuya celebración es el 2 de agosto, y a decir de Ignacio Manuel Alta-mirano en su libro Paisa-jes y leyendas era una de las más concurridas.

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Ya cerca de la mitad del año, Ave Lamia sigue

volando sobre el cielo de la creación y llega el

número del mes de mayo con su estela

matriarcal que no nos abandona