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La revolución silenciada. Hábitos de lectura y pedagogía política en el Perú, 1790-1814 Víctor Peralta Universidad Antonio de Nebrija, Madrid Este estudio se concentra en perfilar la vinculación existente entre la formación del hábito de la lectura, la creación de una opinión pública y la generación de una pedagogía política en el virreinato peruano entre 1790 y 1814. A través de un análisis de la prensa y los libros editados en esta coyuntura, se muestra cómo en Lima el interés por la lectura política va progresivamente desplazando a la lectura de tipo religioso a principios del siglo XIX. Se considera que un acontecimiento fundamental que explica esta transformación es el año 1808, cuando en la metrópoli se produce la invasión francesa. La efervescencia de este interés por la política en la población limeña se interrumpe en 1814, al restaurarse en España el absolutismo. El estudio del libro y del hábito de leer en Lima a fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX ha despertado poco interés, con la excepción de los clásicos estudios de José Toribio Medina y Rubén Vargas Ugarte. 1 Asimismo, los análisis concentrados en la evolución de la prensa durante la misma época muestran poco interés en el tema de la lectura, al concentrar- se exclusivamente la mayoría en el desmontaje del contenido ideológico de los mismos. 2 En consecuencia, ninguna de estas perspectivas se ocupa de determinar el impacto que la lectura tuvo en la transformación de la opi- nión pública casi al finalizar la dominación española. Si bien la lectura de libros y periódicos en el Virreinato se vio limita- da por la censura y por el alto grado de analfabetismo de la población, estos escollos no lograron impedir el surgimiento de espacios, tanto legales como clandestinos, que propiciaron el desarrollo de la lectura. Entre 1790 y 1814, varias circunstancias políticas permitieron que se produjera en Lima un encuentro entre el hábito de lectura, la formación de una corriente de opi- nión en la sociedad y la generación de una pedagogía política. 1 Medina, José Toribio: La Imprenta en Lima (1584-1824). 4 vols. Santiago de Chile, 1904. Vargas Ugarte, Rubén: Impresos Peruanos. Lima, 1954. 2 Porras Barrenechea, Raúl: “El periodismo en el Perú: 130 años de periódicos (1791-1921)” en Mundial, Lima, 28 de julio de 1921. Miró Quesada Laos, Carlos: Historia del Periodismo Peruano. Lima, 1957. Macera, Pablo: “El periodismo de la independencia” en Trabajos de Historia, vol. 2. Lima, 1977. Martínez Riaza, Ascensión: La Prensa Doctrinal en la Independencia de Perú, 1811-1824. Madrid, 1985. Villanueva, Carmen: El Peruano y la libertad de imprenta (1811-1812). Lima, Tesis PUC, 1968 (inédito). Dunbar Temple, Ella: “El Investigador, periódico de 1813 a 1814” en El Periodismo en la época de la Emancipación Americana. Lima, 1936. Tomo LIV, 1, 1997 107 (c) Consejo Superior de Investigaciones Científicas Licencia Creative Commons 3.0 España (by-nc) http://estudiosamericanos.revistas.csic.es

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  • La revolucin silenciada. Hbitos de lecturay pedagoga poltica en el Per, 1790-1814

    Vctor PeraltaUniversidad Antonio de Nebrija, Madrid

    Este estudio se concentra en perfilar la vinculacin existente entre la formacin delhbito de la lectura, la creacin de una opinin pblica y la generacin de una pedagogapoltica en el virreinato peruano entre 1790 y 1814. A travs de un anlisis de la prensa ylos libros editados en esta coyuntura, se muestra cmo en Lima el inters por la lecturapoltica va progresivamente desplazando a la lectura de tipo religioso a principios del sigloXIX. Se considera que un acontecimiento fundamental que explica esta transformacin esel ao 1808, cuando en la metrpoli se produce la invasin francesa. La efervescencia deeste inters por la poltica en la poblacin limea se interrumpe en 1814, al restaurarse enEspaa el absolutismo.

    El estudio del libro y del hbito de leer en Lima a fines del siglo XVIIIy principios del siglo XIX ha despertado poco inters, con la excepcin delos clsicos estudios de Jos Toribio Medina y Rubn Vargas Ugarte.1Asimismo, los anlisis concentrados en la evolucin de la prensa durante lamisma poca muestran poco inters en el tema de la lectura, al concentrar-se exclusivamente la mayora en el desmontaje del contenido ideolgico delos mismos.2 En consecuencia, ninguna de estas perspectivas se ocupa dedeterminar el impacto que la lectura tuvo en la transformacin de la opi-nin pblica casi al finalizar la dominacin espaola.

    Si bien la lectura de libros y peridicos en el Virreinato se vio limita-da por la censura y por el alto grado de analfabetismo de la poblacin, estosescollos no lograron impedir el surgimiento de espacios, tanto legales comoclandestinos, que propiciaron el desarrollo de la lectura. Entre 1790 y 1814,varias circunstancias polticas permitieron que se produjera en Lima unencuentro entre el hbito de lectura, la formacin de una corriente de opi-nin en la sociedad y la generacin de una pedagoga poltica.

    1 Medina, Jos Toribio: La Imprenta en Lima (1584-1824). 4 vols. Santiago de Chile, 1904.Vargas Ugarte, Rubn: Impresos Peruanos. Lima, 1954.

    2 Porras Barrenechea, Ral: El periodismo en el Per: 130 aos de peridicos (1791-1921)en Mundial, Lima, 28 de julio de 1921. Mir Quesada Laos, Carlos: Historia del Periodismo Peruano.Lima, 1957. Macera, Pablo: El periodismo de la independencia en Trabajos de Historia, vol. 2. Lima,1977. Martnez Riaza, Ascensin: La Prensa Doctrinal en la Independencia de Per, 1811-1824.Madrid, 1985. Villanueva, Carmen: El Peruano y la libertad de imprenta (1811-1812). Lima, TesisPUC, 1968 (indito). Dunbar Temple, Ella: El Investigador, peridico de 1813 a 1814 en ElPeriodismo en la poca de la Emancipacin Americana. Lima, 1936.

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  • Despotismo ilustrado y opinin pblica literaria

    Pablo Macera ha calculado que a fines del siglo XVIII menos del 20%de los habitantes de Lima, comprendidos dentro de la primera edad esco-lar, reciban instruccin elemental.3 Ello significaba que, potencialmente,poco ms de mil personas tenan el privilegio de aprender a leer y escribir.Los ms favorecidos con esa situacin fueron los miembros de la alta aris-tocracia, debido a que disponan de escuelas privadas como la de Negreiroso el prestigioso Colegio de San Carlos, lugar este ltimo al que slo seingresaba despus de probar limpieza de sangre. Ms abajo en la escalasocial, los hijos de los comerciantes y de los empleados pblicos, contabancon los Colegios Mayores y los conventos para acceder a la instruccin.Aunque la alfabetizacin estuvo ligada tanto a la nobleza espaola y crio-lla como a los sectores de medianos recursos, slo la primera pudo permi-tirse el hbito de una lectura continuada. Esto se debi principalmente ados factores. Primero, al alto costo del libro y, luego, a la frrea censuragubernativa que redujo el nmero de lectores a aquellos que detentabanimportantes cargos pblicos civiles y eclesisticos.

    En la ltima dcada del siglo XVIII, la posibilidad de ampliar el espa-cio de la lectura al resto de la aristocracia limea se materializ dentro de loscafs, ambientes pblicos originalmente destinados a la recreacin. En1771 se instal en Lima el primer caf pblico y hacia 1788 existan seisestablecimientos de este tipo. La aristocracia introdujo a principios de ladcada de 1790 la moda de acudir a estos establecimientos a leer y comentarlos peridicos. A esa transformacin contribuy la salida casi simultneadel Diario Erudito de Lima, El Mercurio Peruano y El Semanario Crtico.El Mercurio Peruano resalt con entusiasmo los cambios que en aquellosseis recreos inocentes comenzaba a propiciar la lectura de la prensa:

    (...) los cafs no han servido en Lima mas que para almorzar y ocupar la siesta: lasdiscusiones literarias empiezan ya a tener lugar en ellos. El Diario Erudito y elMercurio subministran bastante pbulo al criterio del pblico. Dichosos nuestrospapeles, si por medio de la crtica misma que sufran, conservan los cafs libres de lascbalas y murmuraciones, que en otras partes abrigan, y por ventura no se han desli-zado en los nuestros!.4

    3 Macera, Pablo: Noticias sobre la enseanza elemental en el Per durante el siglo XVIIIen Trabajos de Historia, t. II. Lima, 1977, pg. 258.

    4 Idea de las Diversiones Pblicas de Lima en Mercurio Peruano; Lima, 13 de enero de1791, pg. 29.

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  • Al igual que los cafs, el auge relativo de las libreras pblicas y parti-culares fue otra prueba de la innovacin del espacio pblico limeo. Hastamediados del siglo XVIII, por lo general eran las imprentas las que se encar-gaban de vender los libros. Algunos impresos, como los almanaques y guasde forasteros, podan encontrarse tambin en las boticas y en los cajones deRibera ubicados cerca del Cabildo. Esta costumbre se interrumpi en 1763,con la creacin de la primera librera especializada de Lima situada en laCalle de Palacio. Paralelamente, el fraile Diego Cisneros abri un estableci-miento similar conocido como la librera del Padre Jernimo. En este localpodan encontrarse libros importados de Europa que, por las poderosasinfluencias de Cisneros en las esferas de gobierno, no haban sido revisados;hecho que, a su vez, le permiti a Cisneros el abastecimiento de las bibliote-cas de importantes personajes pblicos como Rodrguez de Mendoza,Bermdez y Arris.5 En 1798 la librera de la calle de Palacio fue reemplaza-da por otra que fund el impresor Guillermo del Ro. Al terminar la centuriase form otro puesto particular de venta de libros en frente de la calle delEspritu Santo.

    A fines del siglo XVIII, Lima contaba con bibliotecas particulares derelativa importancia. Las bibliotecas ms renombradas estuvieron en poderde los conventos religiosos. La de mayor importancia, la biblioteca de losjesuitas, se estim contaba con unos treinta y cinco mil volmenes. En 1798se contabilizaron siete mil volmenes en la biblioteca del Convento de SanFrancisco.6 En la biblioteca de la Universidad de San Marcos exista tambinuna cantidad apreciable de obras literarias, jurdicas y polticas pero, a dife-rencia de las religiosas, el lugar permaneci cerrado y no se pudo consultarsino hasta despus de la independencia. Slo los prebendados, cannigos yempleados de la alta burocracia colonial estaban autorizados a tener en susbibliotecas libros de carcter histrico, literario y cientfico. La mayora deestas bibliotecas no sobrepasaban los doscientos volmenes y, casi sinexcepcin, todas respetaron la orden oficial de no adquirir las obras filosfi-cas y polticas reprobadas por el gobierno y perseguidas por la Inquisicin.7Al inventariarse las dos ms importantes bibliotecas particulares de fines delsiglo XVIII, la del cosmgrafo Cosme Bueno y la del oidor Echeveriz, conms de mil volmenes cada una, no se hall ninguna obra poltica censurada.

    5 Barreda y Laos, Felipe: Vida Intelectual del Virreinato del Per. Lima, 1964, pgs. 222-223.6 Macera, Pablo: Bibliotecas Peruanas del siglo XVIII en Trabajos de Historia, t. 1, Lima,

    1977, pg. 298.7 Apuntes histricos del General Manuel Mendiburu. Lima, 1906, pg. 72.

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  • Pese a la moda de los cafs, el aumento de las libreras y la existenciade bibliotecas particulares fue imposible la generacin de una corriente deopinin extra-literaria en Lima, tal como se produjo en Mxico o enBuenos Aires.8 Su explicacin est en que la principal dificultad seguasiendo la censura gubernamental impuesta a la difusin de la lectura profa-na. Al comenzar la dcada de 1790, an seguan estando vigentes los dis-positivos de censura de la Recopilacin de 1681. Estaba prohibida en todoel virreinato la lectura de libros de romance que traten de materias profa-nas, fabulosas y historias fingidas, porque se siguen muchos inconvenien-tes, por lo que mandamos a los virreyes, Audiencias y gobernadores que nolos consientan imprimir, vender, tener ni llevar a sus distritos, y proveanque ningn espaol ni indio lo lea.9 En Lima no se poda imprimir ni trans-portar obra alguna sin una previa licencia otorgada por los Consejos deCastilla e Indias. Se requera, adems, de otra licencia especial para ven-derlos. A pesar de la rigidez de estas trabas, la normativa de controlar lalectura no colm el desmedido afn de algunas autoridades por limitar almximo la difusin de ciertos escritos. Las clebres prohibiciones impues-tas sobre la lectura de Los Comentarios Reales, de Garcilaso Inca de laVega, y El Elogio al Virrey Juregui, de Jos Baquijano y Carrillo, fuerondos ejemplos del exagerado recelo esgrimido por parte de las autoridades.

    En ese contexto, la ocupacin predilecta de las tertulias limeas fuefomentar la discusin literaria en grupos selectos y con previo acuerdo delas autoridades. Se sabe que en 1785, Jos Mara Egaa animaba una de esasprimeras tertulias, que se reuna en su domicilio, con el propsito de entrete-nerse, practicando la lectura y la meditacin. Dos aos despus, el mismoEgaa se integr a otra tertulia denominada Academia Filarmnica, y en laque participaban siete miembros, entre los que destacaban Hiplito Unanue,Jos Rossi y Rub y Jos Baquijano y Carrillo. Dicha tertulia tena entre unade sus peculiaridades el contar para la discusin con la presencia de tresmujeres. El reglamento de la Academia Filarmnica dado a conocer a lasautoridades indicaba, con claridad, que en sus discusiones slo se tratabade materias literarias y se examinaban las noticias pblicas.

    La Academia Filarmnica, luego de disolverse, volvi a reintegrarsea fines de 1790 en una tertulia compuesta de cinco integrantes. Esta tertu-lia, autodenominada Sociedad de Amantes del Pas, opt por traspasar el

    8 Guerra, Francois-Xavier: Modernidad e Independencias. Mxico, 1993, pgs. 92-98.9 Medina, Jos Toribio: Historia de la Imprenta en los Antiguos Dominios Espaoles de

    Amrica y Oceana, t. 1. Santiago de Chile, 1958, pg. 492.

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  • espacio privado en que proyectaban sus discusiones, a travs del proyectode publicar un papel peridico. La Sociedad decidi aprovechar la coyun-tura abierta por la legislacin de prensa dada en la metrpoli en 1788, quepermita la publicacin de papeles siempre y cuando no se pusieran en ellosexpresiones torpes ni lbricas, y tampoco stiras de ninguna especie, niaun de materias polticas, ni cosas que desacrediten las personas, los tea-tros e instruccin nacional.10 En el prospecto donde se anunci la salidadel Mercurio Peruano, Jacinto Calero y Moreira asegur que el peridiconaca con el exclusivo fin de fomentar el conocimiento de la Historia, laLiteratura y las noticias pblicas, para ampliar y perfeccionar los asuntosinteresantes a la vida sociable. Lanzado en enero de 1791, bajo la protec-cin del virrey Gil de Taboada, el Mercurio Peruano lleg a alcanzar lacifra de las cuatrocientas suscripciones.

    El inters por impulsar la ilustracin con la creacin de tertulias desaln dedicadas a la prctica de lectura, se convirti en una nueva moda dela aristocracia limea. En mayo de 1791 el Mercurio dio cuenta de la for-macin de una Tertulia Potica, animada por Hiplito Unanue, e integradapor diez miembros. En marzo de 1794 el nmero de socios acadmicos dela Sociedad de Amantes del Pas se haba elevado a veintiuno. Pese a prohi-birlo sus reglamentaciones, estas tertulias no pudieron evitar el abordaje deltema de la poltica, motivadas primero por el desarrollo de la revolucinfrancesa y ms tarde por el estallido de la guerra entre Francia y Espaa.

    En su estudio sobre la vida intelectual del virreinato, Jos Barreda yLaos hall que slo dos artculos del Mercurio Peruano recogan cierta sen-sibilidad por la poltica. Se trata de la Disertacin histrica de Meligariosobre el hospicio de pobres en Lima y de la Defensa de los derechos delos negros bozales, escritos ambos donde se expresaba alguna intencinde regeneracin social.11 Existe, sin embargo, una prueba de que en la ter-tulia de los Amantes del Pas se discuta el significado poltico de la liber-tad y la democracia que proclamaban los revolucionarios franceses y nor-teamericanos. Esta es la Carta escrita a la Sociedad sobre el abuso de quelos hijos tuteen a sus padres, que trae comentarios bastante relevantessobre el significado que para Lima podra conllevar el arribo de tales ideaspolticas modernas. El relato comienza cuando Eustachio Phylomathos,ausente por siete meses de su hogar, retorna a ella y nota un cambio en la

    10 Gonzlez Palencia, Angel: Estudio Histrico sobre la Censura Gubernativa en Espaa,1800-1833. vol. 1; Madrid, 1934, pg. XXXI.

    11 Barreda y Laos: Vida Intelectual del Virreinato..., pg. 226.

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  • conducta de su hijo y sus tres hijas: o que todas estas criaturas me trata-ban de T. Al preguntar a su esposa las razones de tal novedad, ella le res-ponde que mientras estuvo ausente los cuatro haban estado en casa deDemocracia su madre durante mi ausencia, y que all les haban enseadolo que es comn en todas las clases de ciudadanos. Phylomathos, desola-do, hall un consuelo al indagar que la misma costumbre del tuteo se habaextendido a otras familias limeas. Pero un da, intentando corregir en suhogar a sus hijos, Phylomathos recibi una reprimenda de Democracia:

    (...) bien se conoce que Vmd. no quiere a sus hijos, y que ms bien es tirano de ellosque padre: Vmd. que quiere ensear a otros la buena crianza, debe saber primero, quees mucho atrevimiento el querer corregir una costumbre general; y que aunque no lofuera es mi voluntad, y basta para que sus hijos tuteen a quien les d la gana.

    Phylomathos concluye rogando al editor que se pregunte a todas lasdamas de Lima que piensan como Democracia que si nuestro idioma tie-ne los tratamientos confidenciales con separacin de los de reverencia, porqu los hemos de confundir? por qu hemos de acostumbrar a los hijos aque hablen a su madre en el mismo tono que a su esclava, y a que no dis-tingan a su padre de su calesero?.12 De estas cuestiones se desprende quelo que el autor de la Carta escrita a la Sociedad encontraba cuestionableen la sociabilidad propuesta por los partidarios de la democracia era unaigualdad que conduca a perder el respeto a la autoridad. La moraleja impl-cita era que sin una sumisin cotidiana al poder, el armazn de todo el cuer-po social corra el riesgo de debilitarse. La reflexin conclua en una expl-cita apologa del despotismo ilustrado.

    Los dos ejemplos anteriores muestran cmo el discurso del MercurioPeruano estuvo rodeado de una retrica de respeto absoluto a la autoridadpoltica virreinal. Los Amantes del Pas saban que su aporte al conoci-miento de los tiempos sera, tarde o temprano, objeto de un pronto recono-cimiento oficial. Como las sociedades de amantes que se formaron enEspaa, la peruana tambin aguardaba el otorgamiento de prebendas per-sonales ofrecidas por su protector, el virrey Gil de Taboada. ste, al remi-tir ejemplares del Mercurio Peruano al rey, fue muy claro en sealar quetodos ellos se haban ganado el derecho de acceder a cargos importantesdentro de la administracin. La ilustracin y el utilitarismo de la Sociedadde Amantes del Pas tuvo por fin su recompensa en 1794. Ese ao, Jos

    12 Mercurio Peruano; Lima, 16 de enero de 1791, pgs. 37-38.

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  • Baquijano y Jacinto Calero fueron promovidos por el gobierno para conti-nuar su carrera pblica en Espaa. Mientras tanto, Jos Rossi y Rub, tam-bin decida el mismo ao emprender el retorno a Madrid para ocuparse denegocios personales. De todos ellos, fue Baquijano quien ms rditos obtu-vo, al cumplirse su propsito de ver restituido su crdito pblico, heridopor la circulacin del Elogio a Juregui.

    El viaje de Baquijano, Calero y Rossi y Rub dej al MercurioPeruano sin sus principales animadores. La edicin de 1795 fue asumidapor el fraile Diego Cisneros, pero la prdida de lectores motiv su suspen-sin definitiva. Con el fin de esta publicacin, desapareci el ltimo bas-tin de la corriente literaria limea ya que, unos aos antes, haban dejadode circular el Diario Erudito y el Semanario Crtico. La experiencia delproyecto ilustrado se encamin a su fin con la partida del virrey Gil deTaboada. En efecto, el gobierno de Ambrosio de OHiggins termin con laera de los virreyes ilustrados. El nuevo mandatario actu bajo la consignade la metrpoli de evitar a toda costa la entrada de ideas extranjeras en elVirreinato. Acogindose a tal disposicin, el gobierno perdi todo intersen las tertulias. Tales reuniones, asimismo, se hicieron escasas al acatar laaristocracia dcilmente el mandato de la autoridad. La publicacin de LaGaceta de Lima, entre 1794 y 1799, cuyos editores fueron los ex-mercuris-tas Jos de Egaa e Hiplito Unanue, no alcanz ninguna resonancia debi-do a que ambos slo transcriban las noticias que publicaba El Diario deMadrid sobre la corte espaola. De otro lado, se hizo cotidiano el registrode todos los establecimientos donde se vendan libros y poda ejercerse lalectura. Debido a esa persecucin, en 1796, el que fuera ltimo editor delMercurio Peruano, el padre Cisneros, fue denunciado por la Inquisicin alhallrsele libros prohibidos tanto en su biblioteca como en su librera.

    El siglo XVIII lleg a su fin con la salida de un nuevo peridico ofi-cial de espordica aparicin e intrascendente como lectura: El TelgrafoPeruano. El gobierno apenas toleraba la lectura de obras religiosas, que eslo nico que las imprentas estaban autorizadas a editar. Todo esto no evitque el pblico lector adquiriera un nuevo hbito: la consulta de la prensaextranjera que arribaba por los puertos. El comercio libre se convirti en lava de entrada de una lectura que, aunque con atraso, supli la ausencia deinformacin. La aristocracia limea encontr pronto en la subscripcin atales papeles un sustituto a la temporal ausencia de diarios locales.

    La lectura de peridicos extranjeros a principios del siglo XIX contri-buy a formar una corriente de opinin poltica fuera del control del

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  • gobierno.13 El virrey, que en un principio confes no haberle preocupado lacirculacin de tales diarios por considerarlos inofensivos, muy pronto cam-bi de parecer al advertir el peligro de una lectura que poda afectar la segu-ridad del virreinato. En abril de 1799, OHiggins inform al secretario deEstado espaol que haba visto correr en manos de los vecinos de Limamuchos peridicos ingleses, franceses y norteamericanos en que se veany lean especies que era por dems llegasen al conocimiento del pueblo.14OHiggins, presuroso, public un bando dirigido a todos los habitantes dela capital para que entregaran al gobierno dichos papeles. No obstante, esamedida no logr impedir que la lectura llegara ahora a sectores de la aris-tocracia cada vez ms difciles de controlar. La opinin pblica limea sehaba ampliado y, con ello, creca el peligro de que la lectura poltica lle-gara a capas de la poblacin habituadas hasta entonces a una total sumisina la autoridad.

    El Fidelismo y la creacin de una corriente de opinin poltica

    Al comenzar el siglo XIX, la lectura clandestina del libro fue un atri-buto que la aristocracia comenz a compartir con otros sectores socialmen-te ms bajos. Prueba de ello son los oficios de los lectores descubiertos ydenunciados ante el Tribunal del Santo Oficio. En 1800, el aristcrataAntonio lvarez del Villar fue acusado por la Inquisicin por tener un libroimpreso en Paris titulado La Europa Poltica. Tambin fue denunciado esemismo ao el asentista de la casa de comedias, Andrs Maza, junto conAgustn Landburu, por leer malas obras. En 1803, se abri un procesocontra Francisco Gaviria y cien personas ms por sospecharse que habanledo las Cartas de Elosa y Abelardo.15 El gobierno del virrey Avils, asi-mismo, ampli dicha persecucin a los extranjeros. El virrey identific aestos ltimos como los instigadores de las lecturas prohibidas que prolife-raban en Lima. El 19 de noviembre de 1801, el Tribunal del Santo Oficio,hizo una advertencia al barn de Nordenflicht que aun cuando permane-ciese en el da en la religin luterana, no tena licencia ni estaba autoriza-

    13 Sobre la importancia de la lectura de los peridicos extranjeros en Francia en vsperas de larevolucin de 1789, Popkin, Jeremy D.: Revolutionary News. The Press in France, 1789-1799. Duke,1990, pgs. 20-21.

    14 Archivo General de Indias (en adelante AGI), Estado, Lima, 1, nm. 88.15 Palma, Ricardo: Anales de la Inquisicin de Lima. Buenos Aires, 1959, pgs. 330-333.

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  • do a prestar a nadie libros prohibidos.16 Por la misma causa fue denuncia-do Jos Joaqun de Olmedo, quien entonces estudiaba en el Convictorio deSan Carlos, por tener libros prohibidos y prestarlos a sus condiscpulos.

    En marzo de 1805, Espaa puso en vigencia un nuevo reglamento deimprenta para la circulacin de libros y prensa, con el que se pretendihacer ms eficiente el control de las ideas difundidas por la revolucin fran-cesa. Dicho reglamento introdujo la figura del juez de Imprenta, que vinoa reemplazar al Consejo de Castilla e Indias en la censura y el otorgamien-to de licencias tanto en Espaa como en Amrica.17 En Lima, el Tribunaldel Santo Oficio qued encargado de enviar las listas de censuras a la nue-va instancia metropolitana. Lo sorprendente de todo ello fue que de todaslas denuncias, ninguna ocurri por leer a un revolucionario francs. Losacusados fueron lectores a quienes se sorprendi consultando comediasteatrales como El Renegado de Francia o comentando La Henriada y ElJairo de Voltaire.18

    El registro de los establecimientos sospechosos de propiciar lecturasprohibidas prosigui en toda la ciudad al amparo de la nueva ley de impren-ta. El Gobierno y la Inquisicin coordinaron esfuerzos para hacer continuasrequisas en las libreras privadas as como en los cajones de Ribera. La per-secucin del libro se ampli a la misma aduana del Callao, donde no se per-miti la entrada de ningn bulto sin haber pasado previamente un rigurosocontrol.19 Slo los cafs se libraron de la persecucin gubernamental. Loscafs continuaron siendo los espacios predilectos del esparcimiento de lascapas altas y medias, aunque de vez en cuando los lectores acudan all paraocuparse de novedades y sostener conversaciones sobre las materias quellamaban la pblica atencin.20 Era cotidiana la lectura en los cafs de ElTelgrafo Peruano, un peridico que segn confesin de su editor tuvopor propsito ocultar la explosin de la revolucin francesa (que) bambo-le el espritu de los hombres, y dio un extraordinario impulso a su curio-sidad.21 Entre 1800 y 1805, la censura gubernativa fue tan estricta que,incluso, se prohibi publicar poesa para evitar que se deslizaran de su lec-tura interpretaciones polticas.22

    16 Torre Revello: El Libro, la Imprenta y el Periodismo..., pg. 132.17 Gonzlez Palencia: Estudio Histrico sobre la Censura Gubernativa..., pg. XVII.18 Palma: Anales de la Inquisicin..., pg. 336.19 Torre Revello: El Libro, la Imprenta y el Periodismo..., pg. 117.20 Mendiburu: Apuntes Histricos..., pgs. 79-81.21 El Peruano, nm. 15; Lima, 25 de octubre de 1811.22 Gonzlez Palencia: Estudio Histrico sobre la Censura Gubernativa..., pgs. XXXII-XXXIII.

    HBITOS DE LECTURA Y PEDAGOGA POLTICA EN PER, 1790-1814

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  • En marzo de 1805, Guillermo del Ro es autorizado por el gobierno areemplazar el intrascendente El Telgrafo Peruano por la MinervaPeruana. El cambio de ttulo anunci una innovacin ms trascendental. Elreinicio en 1804 de la guerra entre Espaa e Inglaterra hizo que el virrey seviera en la necesidad de auspiciar la prensa oficial como un medio parapromover la causa espaola. Tambin se esperaba que con la suscripcin alperidico se podra contribuir al sostenimiento de la causa. Ambas fueronlas razones que movieron al virrey Avils a autorizar que la MinervaPeruana se convirtiera en un delicado y sazonado ambig, con el fin prin-cipal de combatir las preocupaciones, y romper la densa tela de la ignoran-cia que cubra su dilatado hemisferio.23 Por vez primera el pblico limeotuvo en sus manos, al lado de rdenes reales, decretos oficiales y notas decarga, una informacin continua sobre el desarrollo del conflicto blico. Lainformacin de la guerra se consigui por varias vas, unas veces extractn-dose las gacetas europeas, otras veces recogindose la noticia en los nav-os llegados de la Pennsula o valindose de los correos terrestres. La estruc-tura de noticias se complet con la autorizacin a Del Ro para poder cubrirnoticias locales de carcter pblico como, por ejemplo, la amplia cobertu-ra que se dio a la introduccin de la vacuna contra la viruela entre la pobla-cin limea .24

    La Minerva Peruana, bajo el gobierno del virrey Fernando de Abascal,super la cifra de subscriptores establecida por el Mercurio Peruano alalcanzar los quinientos. Para Guillermo del Ro el secreto de la demanda desu diario estaba en haber intuido lo que el pblico deseaba ver publicado. Eleditor hallaba en la variedad de la noticia, el entretenimiento y la propagan-da fidelista las causas del incremento de lectura de la Minerva Peruana. Msadelante, la fama del diario oficial se acrecent al especializarse ste en elarte de convertir el rumor en noticia. El uso propagandstico del rumor calhondo en el gusto de los lectores. Esta prctica de fabricar la noticia se haracomn, sobre todo, despus de producirse la invasin francesa. Por ejemplo,el editor de la Minerva Peruana se encarg de alimentar el rumor populardel triunfo de la alianza hispano-francesa, y de la cada del desptico prnci-pe de la Paz, propalndose en el diario que Fernando VII marchaba aFrancia a hacerle una visita de agradecimiento a Napolen Bonaparte.25

    23 El Peruano, nm. 15; Lima, 25 de octubre de 1811.24 Minerva Peruana, nm. 41; Lima, 19 de noviembre de 1805 y nm. 42; Lima, 27 de

    noviembre de 1805.25 Ibdem, nm. 39; Lima, 31 de agosto de 1808.

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  • Hasta octubre no suspendi la Minerva Peruana este tipo de noticias al reci-bir informes que confirmaban la invasin francesa.

    El inicio de una retrica poltica anti-napolenica a travs de laMinerva Peruana se convirti en el medio ms recurrido por Abascal parasostener el fidelismo en Lima.26 Fue sta la primera vez en que un diario dela colonia haca uso de la propaganda poltica. En diciembre de 1808, jun-to con el arribo de una fragata procedente de Valparaso lleg el rumor deque todo el ejrcito francs haba sido derrotado. En Lima, a la orden derepique general e iluminacin de los edificios pblicos, sigui una edicinextraordinaria de la Minerva Peruana totalmente dedicada a resaltar eltriunfo y las glorias de la metrpoli.27 Dicha noticia se desvaneci sema-nas despus al conocerse la capitulacin de Madrid, hecho que Del Ropuso en conocimiento de la poblacin limea en la edicin del 20 mayo de1809. En septiembre se anunci que con el triunfo de la resistencia espao-la en Cuesta nuestra pennsula est ya casi enteramente libre de la pestenapolenica.28 Al poco tiempo, sin embargo, llegaron las noticias deldesastre del ejrcito espaol en Sevilla, con lo que los lectores quedaronconvencidos de que el diario limeo no daba una informacin veraz.

    Los lectores de la Minerva Peruana, cansados de sus invencionespolticas, acrecentaron su desconfianza con el contenido informativo deldiario oficial. Este imparable desprestigio se tradujo en una alarmante pr-dida de subscriptores. Guillermo del Ro, intentando revertir el descenso enla lectura de su diario, prometi ser ms severo en el uso de sus fuentes:

    (...) continuamente nos vemos inundados de noticias fabulosas, as pues para apre-ciar y dar un justo valor a ellas, es preciso hacer un clculo ms profundo del que vul-garmente se cree, porque de lo contrario, la mentira se fundir con la verdad. El mediopara no engaarse, es atenerse slo a lo que dicen las gacetas ministeriales: todos losdems papeles deben leerse con severa crtica y mucha cautela.29

    Pese a su propsito de enmienda, el peridico sigui publicando triun-fos ficticios que luego tuvieron que desmentirse. Se volvi a justificar ellanzamiento de noticias sin fundamento certero, considerando que nada es

    26 El estudio del uso de la retrica poltica como un lenguaje encargado de reformar las per-cepciones polticas para reconstituir el mundo social, en Hunt, Lynn: Politics, Culture and Class in theFrench Revolution. Berkeley, 1986, pgs. 19-51.

    27 Nieto Vlez, Armando: Contribucin a la Historia del Fidelismo en el Per (1808-1810).Lima, 1960, pg. 109.

    28 Minerva Peruana, nm. 66; Lima, 30 de septiembre de 1809.29 Ibdem, nm. 36; Lima, 26 de mayo de 1810.

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  • ms difcil en las actuales circunstancias que deslindar la realidad de lossucesos, cuando careciendo de noticias de oficio nos hallamos restringidosa las que nos prestan las papeletas, apenas veces dictadas por la opinin,por el deseo, no pocas veces por rumores vagos o forjadas con el fin deengaar o alucinar al pblico.30

    Es importante tener en cuenta que la retrica poltica fidelista no secircunscribi a la Minerva Peruana. La propaganda fidelista invadi tam-bin los cafs. El 13 de octubre de 1808, con ocasin de la proclamacin yjura de fidelidad a Fernando VII en Lima, en las puertas de todos los cafsse colocaron espontneamente carteles con la siguiente leyenda Tenemosrey, queremos jurarlo. Juramos a nuestro rey y seor Fernando VII.31 Enseguida, fue el propio gobierno el que patrocin la apertura de estos espa-cios pblicos a la lectura y discusin poltica, siempre y cuando se usaranpara alentar la causa del rey. Las sanciones contra todo aquel que en dichosestablecimientos vertiera frases contrarias al fidelismo se hicieron bastanteseveras. Segn el annimo autor del Quaderno de varias cosas curiosas,el 12 de julio de 1809 en el caf de Bodegones, Francisco Prez Canosa yJos Antonio Garca fueron sorprendidos hablando mal de la Junta Central,siendo por esa falta sentenciados a diez aos de destierro a un presidio defrica uno y otro a Chagres.32 Salvo ese incidente, no existen otras eviden-cias de que los cafs sufrieran clausura por las conversaciones polticas queall se daban.

    El teatro, al igual que los cafs, fue autorizado como espacio de discu-sin poltica, al verse su utilizacin conveniente para difundir la propagandarealista. Fue el propio virrey quien autoriz y asisti a la escenificacin de laprimera obra de contenido poltico en un teatro limeo, impresa de inmedia-to con el titulo de Loa alegrica con que solemniza el teatro de la ciudad deLima los das de nuestro soberano monarca el seor don Fernando VII, elda 30 de mayo de 1809, por un fiel americano espaol.33 La MinervaPeruana en seguida anunci, en su edicin del 22 de julio de 1809, el estre-no de otra obra de contenido poltico en el Teatro Principal titulada LosPatriotas de Aragn. La retrica fidelista no slo se incluy en los textos

    30 Ibdem, nm. 61; Lima, 11 de septiembre de 1810.31 Abascal y Sousa, Jos Fernando de: Memoria de Gobierno. Vicente Rodrguez Casado

    y Jos Antonio Caldern Quijano (eds.). vol. 1. Sevilla, 1944, pg. LXXX; Nieto Vlez: Contribucina la Historia del Fidelismo..., pg. 26.

    32 Urteaga, Horacio H.: Un indito valioso, Revista Histrica, t. II, trimestre III. Lima, 1907,pg. 408. Tambin Nieto Vlez: Contribucin a la Historia del Fidelismo..., pgs. 102-104.

    33 Medina: La Imprenta en Lima, t. III, pgs. 393-394.

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  • teatrales, sino tambin en los listines de las acostumbradas corridas de toros.Uno de estos programas se titulaba El Toro Maestro e inclua versos dondela valenta espaola apareca enfrentada a la perfidia francesa.34

    La importante innovacin poltica ocurrida en los espacios pblicos secompleta con el auge de las imprentas. stas fueron autorizadas a reeditarlas obras polticas de contenido anti-napolenico escritas en la metrpoli.En 1808 apareci en Lima la primera obra poltica, sin mencin de impren-ta ni autor, titulada El Patriota peruano expresndose por todos.35 En segui-da, la imprenta de Los Hurfanos fue autorizada a editar los Sentimientosde un americano, tambin de autor desconocido. La imprenta de la calleBravo, por su parte, puso en venta el folleto Viva Fernando VII.36 A laimprenta de los Hurfanos le correspondi imprimir la primera obra poti-ca poltica: El rbol, de Jos Joaqun Olmedo. El pblico limeo tuvo ensus manos, en 1809, las reimpresiones de la Carta que un espaol escribea Murat sobre sus aventuras en Espaa y del Diario Napolenico de hoymartes, aciago para los franceses y domingo feliz para los espaoles.Primer ao de la libertad, independencia y dicha espaola, de la decaden-cia y desgracia de Bonaparte, del abatimiento de la Francia, salvacin dela Europa y ltimo de la tirana napolenica.

    Un importante cambio en la lectura se observa a partir de 1808 si secompara la cantidad de impresos polticos y religiosos que circulaban enLima. Entre 1800 y 1807, tan slo se haban editado unos siete impresoscon cierto contenido patritico, mientras que los religiosos superaban elcentenar. Pero en 1808, Lima vivi una explosin de impresos polticos alcircular 25 obras de carcter poltico fidelista, que casi igualaban la publi-cacin de textos religiosos del mismo ao. Esta misma relacin se mantu-vo en los aos de 1809 y 1810, con una produccin de textos religiosos quea duras penas superaba la apreciable cantidad de impresos polticos. Unarevolucin silenciosa en la imprenta se haba activado a expensas de lalucha gubernamental contra la invasin francesa.37 La participacin de la

    34 Odriozola, Manuel de: Documentos Literarios del Per, t. 10. Lima, 1877, pgs. 384-385.35 Nieto Vlez: Contribucin a la Historia del Fidelismo..., pg. 70.36 Viva Fernando VII. Melpomene Peruana. Rasgo de tierna lealtad producido por amor

    y fidelidad de un americano con vista de los sentimientos que esparci en esta metrpoli la funestaretencin de la augusta persona del Rey nuestro seor en los dominios de la injusta Francia. Lima,1809. Medina: La Imprenta en Lima..., t. III, pg. 397.

    37 Sobre el significado de la imprenta en el fundamental paso de la lectura religiosa a la pol-tica, ver Darnton, Robert y Roche, Daniel (eds.): Revolution in Print. The Press in France, 1775-1800.Berkeley, 1989, pgs. 3-26. Tambin Chartier, Roger: The Cultural Uses of Print in Early ModernFrance. New Jersey, 1987, pgs. 189-191.

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  • imprenta en la propaganda fidelista se suspendi a mediados de 1810, alreportarse el psimo estado de mantenimiento de la mayora de ellas:

    (...) de quatro que tiene la capital slo hay una mediocremente servida, y las otrastres inutilizadas y sin esperanza de reponerse con letra de Europa.38

    LA CIRCULACIN DE LA LECTURA EN LIMA

    Religiosos Polticos Literatura Peridicos1800 5 1 1801 7 3 1802 12 2 5 1803 7 2 1804 10 1 1805 13 1 1 11806 13 4 1 11807 9 4 11808 30 25 11809 24 16 1 11810 24 13 1 11811 22 27 8 21812 21 26 12 51813 16 25 13 91814 22 29 10 31815 23 5 10 11816 18 1 16 1

    Fuente: Medina: La Imprenta en Lima, t. IV; Vargas Ugarte, Rubn: Impresos Peruanos, t. III y IV.

    Fue en ese momento cuando Abascal hizo pblica su intencin derelanzar el Mercurio Peruano en cuanto la imprenta quedara rehabilitada.Publicada esta primicia en la Minerva Peruana, ella alent el deseo delvirrey, augurando que en el momento que se lograran fundir nuevos carac-teres quedara verificado este proyecto y restablecido el papel peridico

    38 Minerva Peruana, nm. 41; Lima, 26 de junio de 1810.

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  • del Mercurio, (con lo cual) se han de circular todos los conocimientos ti-les de las ciencias naturales, las artes y la industria.39

    La estrategia usada por Abascal de patrocinar la difusin de la retri-ca fidelista se cancel en septiembre de 1810 al llegar a Lima las noticiasdel asedio a La Paz por los insurgentes bonaerenses. La invasin del AltoPer por el ejrcito de la insurgente Junta de Buenos Aires el 14 de sep-tiembre, oblig al virrey a prohibir que en la prensa volvieran a insertarsenoticias extranjeras, ni (de) otros papeles que no estn autorizados en bas-tante forma por el Gobierno, celando que no se introduzcan los sediciososde nuestros enemigos.40 Cuatro das despus, el virrey mandaba encarce-lar a Guillermo del Ro acusado de participar en la conspiracin que trama-ba ejecutar el clrigo Ramn de Anchoris. Dicho escndalo tuvo su origenen una polmica entablada entre Del Ro y un grupo de rioplatenses sobreel impreso Leales habitantes del Per, en torno al que se discuta si su autorera o no el den de Crdoba Gregorio Funes.41 El gobierno consider queestas reuniones no eran sino un pretexto para hacer conversaciones subver-sivas. De inmediato, Abascal relev a Guillermo del Ro de la edicin delperidico oficial. Con esa medida, el fin de la era de la Minerva Peruanavino casi de inmediato. El gobierno anunci la reaparicin de la Gaceta delGobierno de Lima, que quedaba limitada al extracto de las gazetas de laregencia, reales rdenes y algunos papeles importantes con que les favore-ce la superioridad.42

    La vuelta a la situacin poltica vivida antes de agosto de 1808 seextendi a todos los espacios pblicos limeos. Abascal, en adelante, vin-cul el reforzamiento de su autoridad a la restauracin de una frrea cen-sura gubernativa sobre todo escrito y lectura. A las imprentas, por ejemplo,se les prohibi editar nuevas obras polticas. En las funciones teatrales y enlos listines de las corridas de toros se proscribi toda alusin a la poltica.En todos estos casos, el virrey volvi a ampararse en la ley de imprenta de1805 para controlar la lectura. La persecucin oficial se ampli incluso alas inscripciones subversivas en pauelos, sobre todo despus de cono-cerse un informe elevado por la Inquisicin al Gobierno el 19 de julio de1810. El informe dio cuenta del hallazgo de pauelos con el siguiente

    39 Ibdem.40 Medina: Historia de la Imprenta en Amrica..., pg. 497.41 Vargas Ugarte, Rubn: Historia del Per. Emancipacin (1809-1825). Buenos Aires, 1958,

    pgs. 20-21.42 El Peruano, nm. 15; Lima, 25 de octubre de 1811.

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  • estampado: Personas, Conciencia y Comercio Libre.43 Abascal dispusoque tras borrar de los pauelos aquellas palabras, stos se devolveran a susdueos.

    Despus de varios meses de un estricto control impuesto sobre lo quela poblacin deba leer, el despotismo de Abascal se vio obligado a cedertras llegar de la metrpoli la orden que facultaba a los ciudadanos a expre-sar libremente sus pensamientos e ideas polticas. El 10 de noviembre de1810, en efecto, las Cortes decretaron la libertad de imprenta que autoriza-ba la libre publicacin y circulacin de peridicos y de impresos polticoscon el fin de frenar el despotismo. Abascal, contrariado por la noticia, aca-t la orden al hacer pblico el decreto el 18 de abril de 1811, suspendien-do su entrada en vigor hasta que no se organizara la Junta de Censura enLima. Con la libertad de imprenta se produjo el retorno de la retrica fide-lista que, esta vez, pareca obligada a ganarse a la opinin pblica a partirde su contienda con el discurso antagnico no oficial que la eliminacin dela censura permiti surgir.

    El liberalismo constitucional y la pedagoga poltica

    La libertad de imprenta complet la revolucin que en este campo yahaba propiciado la propaganda fidelista de Abascal. En 1811, por vez pri-mera, la folletera poltica superaba en cantidad a las publicaciones reli-giosas. Esta supremaca del impreso poltico se volvi a repetir en 1812,en 1813 y en 1814. El incremento de las obras polticas durante el inte-rregno liberal no fue, sin embargo, homogneo como ocurri hasta antesde 1810. Ahora destacaban, junto a los acostumbrados textos patriticosde arenga fidelista, los que polemizaban con las disposiciones de las auto-ridades locales amparndose en la libertad de expresar sus ideas. Esta lti-ma postura, apegada al mensaje del constitucionalismo espaol, fue muchoms radical y expresiva en algunos de los nuevos peridicos no oficialesque comenzaron a editarse. En 1811 slo un peridico El Peruano seadscriba a la nueva tendencia poltica, sumndosele El Satlite delPeruano en 1812. Con la clausura de ambos peridicos, ordenada por elvirrey en julio de 1812, dicha postura crtica y contestataria a la autoridadqued silenciada.

    43 Medina: Historia de la Imprenta..., pg. 29.

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  • El 6 de septiembre de 1811, Bernardino Ruiz, junto con Guillermo delRo y Gaspar Rico, decidieron editar El Peruano. Dicho peridico, impre-so en la imprenta de los Hurfanos, irrumpi en la esfera pblica usando untono fuera de lo comn. El Peruano ofreca ilustrar a la poblacin en susderechos de hombres libres, lo cual era sinnimo de enfrentar el arbitris-mo de la autoridad. En esa mira, el peridico prometi a sus lectores con-vertirse en un asilo seguro al inocente, y de espada exterminadora paratoda especie de delitos, que en tiempos anteriores cometan descarada eimpunemente (las autoridades), y que hoy gracias a los principios liberalesde las cortes se pueden reclamar y escarmentar con un juicio pblico anteel tribunal de la opinin pblica.44 Das despus, un lector remiti una car-ta a los editores, coincidiendo con ellos en que con la lectura de El Peruanolos limeos tenan por fin un motivo para abandonar su inaccin poltica:

    (...) esa languidez de sus almas, que hasta el da los ha hecho mirar con la ms fraindiferencia la ilustracin, el adelantamiento y los verdaderos intereses del Per. Nose diga ya en adelante que nuestro clima afeminado es el que nos detiene en el ocio,y nos ha conducido a una total insensibilidad hacia los grandes proyectos.45

    En todo momento, la intencin de El Peruano fue convertir la opininpblica en un tribunal tanto o ms legtimo que el mismo virrey.46 Las innu-merables cartas al editor que gener la lectura de los debates acerca de lalibertad de publicar y leer confirmaba tal propsito. Un lector de ElPeruano confesaba haber seguido con gusto los debates publicados sobrela libertad de imprenta en Cdiz, pero deca no entender si esa libertadfacultaba a la poblacin a leer todo tipo de papel. Los editores, sin recurriral parecer del virrey, le respondieron que nada serva peor al proyecto de lailustracin de la opinin pblica que una lectura limitada. La difusin delhbito de leer era absolutamente recomendable, siempre y cuando vene-remos nuestra santa religin y las leyes fundamentales del reyno, respete-mos las buenas costumbres...(ya que) la lectura de escritos que hieren a ladivinidad, es aborrecida de la nacin, y no est tampoco permitida.47 Otrolector, que deca estar tocado de la comezn de hablar y escribir, pre-

    44 El Peruano, nm. 15, Lima, viernes 25 de octubre de 1811.45 Ibdem, nm. 4. Lima, martes 17 de septiembre de 1811.46 Sobre la emergencia de la opinin pblica como contrapeso de la autoridad absolutista, ver

    Baker, Keith Michael: Politics and Public Opinion under the Old Regime: Some Reflections enCenser, Jack R. y Popkin, Jeremy (eds.): Press and Politics in Pre-Revolutionay France. Berkeley,1987, pg. 213.

    47 El Peruano, nm. 12. Lima, martes 15 de octubre de 1811.

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  • gunt a los editores si convena que ellos conociesen al autor de un escritocomo ordenaba la ley de imprenta. El mismo confesaba temer a la autori-dades y, por eso, preguntaba a los editores si revelaran su nombre en casode ocurrir la censura de un artculo que pensaba remitir:

    (...) me parece que ya oigo decir a U. con mucha entereza que no cometer semejantecrimen. Si quien pregunta es el Santo Oficio, o el superior gobierno tendr U. la mis-ma firmeza? No temer U. las casas matas, o los calabozos del santo tribunal?.48

    En varios nmeros de El Peruano, Gaspar Rico, que escribi bajo elseudnimo de El Invisible, asever que la plena vigencia de la libertad deimprenta era la nica manera de garantizar el destierro del despotismo enel virreinato. Fiel a esa consigna, el peridico se reafirm en su intencinde seguir insertando cualquier escrito, sin otra responsabilidad que reservarel nombre de su autor, para manifestarlo en caso de declarrsele infractorde la ley.49 El Peruano, incluso, en su propsito de ampliar el espacio parala opinin anunci estar dispuesto a imprimir todos los papeles que llevenlos pobres de todas clases, a quienes podr servir de consuelo el que seoigan o manifiesten sus desgracias.50

    Un total de cuatro expedientes de censura se abrieron en contra de ElPeruano mientras ste circul como defensor de la autoridad del pblico.El primer proceso en que se vio comprometido fue por oponerse a la cen-sura de dos manuscritos del brigadier Manuel Villalta, el segundo expe-diente se le abri por publicar un artculo de Miguel Eyzaguirre que abo-gaba por la abolicin del tributo, el tercero fue interpuesto por PedroAbada por habrsele calificado de extranjero y, el ltimo, por sospecharsesu vinculacin con El Satlite del Peruano.51 La Gaceta del Gobierno deLima, por su parte, hizo de El Peruano el blanco de sus ataques, sobre todocuando se hall en sus artculos un cuestionamiento a la autoridad delvirrey. En una de esas ocasiones, el diario de Abascal public la carta deJuan de Atalayuela en contra de Gaspar Rico por declamar que estamosrodeados de franceses y agentes de Napolen, y aunque hay regimiento deConcordia, no hay concordia en esta capital.52 El Peruano replic que lonico que haca era asumir la defensa de los derechos de los ciudadanos aexpresarse y formarse una opinin propia porque, de no hacerlo, de qu

    48 Ibdem, nm. 15, Lima, 25 de octubre de 1811.49 Ibdem, nm. 16, martes 29 de octubre de 1811.50 Ibdem, nm. 22. Lima, martes 19 de noviembre de 1811.51 Martnez Riaza: La Prensa Doctrinal..., pgs. 104-106.52 Suplemento a la Gaceta del Gobierno, sbado 18 de enero de 1812.

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  • deberan ocuparse unos hombres que jams tuvieron el derecho no slo deescribir, pero ni aun de hablar lo que sentan, sino de los infinitos abusosde que haban sido vctimas por largo tiempo?. Ilustrar a la opinin pbli-ca significaba, ante todo, romper con los defectos de nuestra educacin yla falta de costumbre de hablar ante el pblico.53

    Para los editores de El Peruano, en el ciudadano estaba arraigada lasumisin absoluta a la autoridad como resultado de las prcticas socialesinteriorizadas por el absolutismo borbnico. En consecuencia, el peridicodeba imponerse la tarea de incentivar una pedagoga poltica, basada eninculcar a los lectores la defensa de sus derechos civiles ante la arbitrarie-dad de una autoridad. Esta bsqueda de una nueva forma de insercin delos vecinos a la vida pblica explica la confrontacin entre el peridico yel virrey, quien se convirti en baluarte de la causa absolutista. La nuevapedagoga poltica que El Peruano aspiraba a inculcar en sus lectores com-binaba las definiciones moderna y antigua de la libertad. Efectivamente, enalgunos de sus artculos los derechos del ciudadano, a los que se hace cons-tante alusin, aparecen secundados por la recuperacin de una libertad con-forme al derecho natural.

    La opuesta visin de los derechos y la poltica que tenan El Peruanoy el virrey, se volvi tirante a raz del debate que gener la publicacin dedos obras del brigadier Manuel Villalta. Ambos escritos estaban dirigidosal Cabildo de Lima y solicitaban el reconocimiento al general Jos Manuelde Goyeneche por su triunfo en Guaqui sobre las tropas bonaerenses. Perola imprenta de los Hurfanos, en septiembre de 1811, interrumpi la edi-cin de los manuscritos al prohibrselo la Junta de Censura. La censura alos manuscritos de Villalta fue el pretexto usado por el virrey para expresara la Regencia su disconformidad con el uso de la libertad de imprenta por-que, en su opinin, afectaba la seguridad del gobierno. Abascal describilos manuscritos como unos de los muchos escritos perturbadores del ordenque presuponan que los espaoles americanos han estado encorvados yoprimidos.54 Gaspar Rico, que ley los manuscritos de Villalta antes deentrar en imprenta, asumi su pblica defensa al considerar que una ley decarcter natural la amparaba:

    (...) yo he ledo diez veces su papel y nada le encuentro censurable si nos atenemosal sentido natural del decreto de las Cortes.55

    53 El Peruano Extraordinario, nm. 35, Lima, martes 31 de diciembre de 1811.54 Medina: Historia de la Imprenta..., pg. 31.55 El Peruano, nm. 14; Lima, 22 de octubre de 1811.

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  • Era evidente que Gaspar Rico se refera a la ley de imprenta bajo laeclctica frase de una libertad reglada por exaltar sus derechos en la na-turaleza.

    La censura trascendi a la opinin pblica al ser abordado el casoVillalta de distinta manera por parte de El Peruano. Unas veces recurrien-do a la stira, como cuando se public la carta remitida por PaulaAdellqueta mujer legtima de la libertad de imprenta (que) ha odo que ladefensa del Sr. Villalta anda en curso; y procurando el alivio de su maridoen este continente, o ir al otro por si lo cura, espera el aviso de lo que resul-te en el Peruano.56 Otras veces, prefiriendo el tono serio, hacindose llegaral lector el dictamen en minora de la Junta Censora de la Libertad deImprenta, que consideraba que las expresiones del seor Villalta apenasson una dbil repeticin de las que se escriben, publican y circulan con msenardecimiento en Espaa...por qu condenar en Lima lo que circula libre,no slo en Espaa sino en todos los rincones de la Amrica?...En ltimoanlisis quiere decir esto que la imprenta de los Hurfanos de Lima enve-nena unas proporciones que han salido sanas y buenas de las de Cdiz,Madrid, Sevilla, etc. y andan esparcidas en todo el continente americano.57

    Cabe destacar que la guerra verbal que origin el caso Villalta seampli a otro espacio ajeno a El Peruano: el de los impresos. La polmicacomenz con la defensa de sus manuscritos que mand editar el propioManuel Villalta a fines de 1811. All, Villalta afirmaba que su intencin alquerer publicar los manuscritos censurados haba sido ver reflejado en elhomenaje pblico de un ilustre americano, el general Goyeneche, las glo-rias que a l se le haban negado con ocasin de la derrota de Tupac Ama-ru II por su condicin de criollo. El remordimiento que, desde esa poca,Villalta acumul contra el despotismo espaol le hizo convertirse en unfantico defensor de la libertad de imprenta, ya que sta asuma como unode sus fines desterrar el despotismo del que l se consideraba una vctima.Para Villalta era indispensable que el pueblo saliera de su pasividad ante laautoridad, y que la imprenta le apoyara a distinguir los delitos provenien-tes de una tirana. De no ocurrir de ese modo, la contienda estara ganadapor Los Prncipes que se aplauden de mantener a su nacin en un profun-do adormecimiento, (que) entienden mal sus intereses....58

    56 El Peruano, nm. 16; Lima, 29 de octubre de 1811.57 Ibdem, nm. 32, Lima, 19 de diciembre de 1811.58 Breves reflexiones sobre la censura de los oficios dirigidos al Excmo.Ayuntamiento de esta

    capital por el brigadier Don Manuel Villata del orden de Santiago, escritas por l mismo. Lima, 1811,pg. 13.

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  • Meses despus, comenz a circular por Lima un folleto redactado porVersimo Cierto, donde se calificaba de peligroso y subversivo el fervor conque en su impreso Villalta asuma la defensa de los derechos del pueblo,porque la experiencia ha acreditado con innumerables y dolorosos hechos,repetidos por todas partes de ambas Amricas, el abuso criminal que se hahecho de la libertad reglada por exaltar sus derechos con la naturaleza.59La carta de Versimo Cierto conduca la discusin al complicado terrenodel tipo de libertad acerca del que discutan Villalta y El Peruano. En efec-to, en muchos momentos a Versimo Cierto le pareca que estos dos pole-mistas centraban su atencin sobre la conveniencia de la restitucin de unajusticia antigua, la que demandaba el bien comn, pero en otros apartadostambin hacan expresa mencin a una libertad basada en los derechos delciudadano. La circulacin de otra carta que continuaba la polmica en tor-no a Villalta, esta vez dirigida por Metafrico Claros a Versimo Cierto,tampoco contribua a aclarar esta confusa visin de la libertad. MetafricoClaros asume la defensa de Villalta en su derecho de reclamar contra laarbitrariedad porque qu resultados trae consigo la vilsima servidumbrede agradar a los grandes por el inters de ese humo instantneo, que se lla-ma gloria! Ella hace perder al hombre la primera bendicin del cielo quees la libertad!.60 De esta discusin nicamente quedaba en claro que losconstitucionalistas aunque saban que su oponente era el despotismo, ten-an muchos problemas para precisar la identidad de la nueva expresin quebuscaban. No tuvieron oportunidad de hacerlo. El debate culmin con laaprobacin de la censura de los textos de Villalta y la posterior clausura deEl Peruano.

    El Satlite del Peruano, que apareci entre marzo y junio de 1812, seimpuso la misin de secundar las ideas polticas de El Peruano. En el pro-yecto de edicin del nuevo papel, estuvo inicialmente comprometida unaSociedad Filantrpica que deba ocuparse de la redaccin de los artculosde Poltica, de Literatura y de Ciencia. Pero al ser censurado el prospectodel peridico aparecido en marzo, la tertulia prefiri disolverse. ParaFernando Lpez Aldana, el nico tertuliano que decidi continuar laempresa, la actitud tomada por los miembros de la Sociedad Filantrpicaera lamentable ya que daba la razn a quienes expresaban reparos paraescribir por temor a la autoridad:

    59 Carta de Don Versimo Cierto a un condiscpulo suyo, sobre las reflexiones del seor Vi-llalta a la censura de sus oficios dirigidos al Excmo.Ayuntamiento de esta capital. Lima, 1812, pg. 16.

    60 Carta de Don Metafonio Claro a Don Versimo Cierto. Lima, 1812, pg. 2.

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  • (...) los efmeros socios con su retractacin, sin haber contribuido un pice al bene-ficio de su pas nada ms han logrado que cargar el peso enorme del general descr-dito, en lugar del honor que les estaba preparado si se hubieran sostenido noble y fir-memente en un comportamiento tan virtuoso, tan til, tan honorfico .61

    La circulacin de El Satlite fue considerada por Abascal comomucho ms peligrosa que la de su antecesor, por su insistencia de que en elPer no se cumpla la libertad de imprenta, calificndose a la Junta deCensura de viciosa. El Satlite, adems, public un artculo bajo el ttu-lo de Derechos del hombre, en donde se conclua que los nuevos dere-chos polticos afianzaban la igualdad entre espaoles y americanos.62 Estareflexin, que hubiera contribuido a aclarar la postura poltica de los cons-titucionalistas, fue, abruptamente, cortada en junio, al dejar de circular ElSatlite por orden del virrey.

    Los intentos del gobierno por silenciar a El Peruano y a El Satlite nopudieron impedir que el discurso constitucionalista invadiera otros espa-cios pblicos. En estos casos, dicha conquista se presentaba como el resul-tado de un duro enfrentamiento entre el empeo de las autoridades en sos-tener su arbitrariedad y la libertad de publicar las ideas. Un ejemplo fue lapublicacin en El Peruano de la carta de un lector oculto bajo el seudni-mo de Claudio Dudas, quien cont que un da haba visto dndose demojicones a unos muchachos por haberse roto entre ellos unas listas detoros pequeas, y que tenan por mote viva la libertad de imprenta. Habavarios partidos sobre el hecho: ste deca que no podan venderse ms lis-tas que las de a pliego, que estaban con privilegio, que ste era un derechoexclusivo al impresor de ella, etc; el otro, que haba libertad de imprenta, yque Perico el de la esquina poda imprimir y vender listas.63

    El gobierno de Abascal enfrent a los partidarios de una postura pol-tica contraria al absolutismo, reestructurando la retrica fidelista que supu-so interiorizar en el adversario la invulnerabilidad de la autoridad. Estaretrica poltica, a diferencia de la practicada anteriormente, persegua lospropsitos de mantener, por un lado, la lealtad de la poblacin a FernandoVII y las Cortes de Cdiz y, por otro lado, hacer interiorizar a los ciudada-nos la absoluta necesidad de cultivar la lealtad para con el virrey. Un ejem-plo del primer caso fue la invitacin que la Gaceta hizo para que todo aqul

    61 El Satlite del Peruano, nm. 1; Lima, marzo de 1812.62 Martnez Riaza: La Prensa Doctrinal..., pgs. 34-35.63 El Peruano, nm. 31, Lima, martes 17 de diciembre de 1811.

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  • que tuviera un escrito fidelista dedicado a la jura de la Constitucin enLima, lo remitiera de inmediato al diario:

    (...) esperamos que las bellas plumas de esta capital se exerciten en presentar al mun-do entero cuanto haya de notable en esta fiesta que ser sin duda de las ms admi-rables .64

    De otro lado, abundaron los ejemplos por intentar mantener la concor-dia en torno al virrey, caracterizndose todos estos discursos por lanzarduros ataques a los escritores que reclamaban un nuevo trato entre espao-les y americanos:

    (...) americanos espaoles que continuais denigrando en nuestros peridicos el nom-bre espaol habis perdido enteramente la moderacin, la gratitud, el pudor?Vosotros os abominis de llevar en vuestras venas la sangre que os d la vida quetenis, en otros climas se creen los hombres invencibles y dichosos con tener amigosespaoles solamente. Callad, pues, desconocidos, aprended en adelante a ser severosciudadanos .65

    El proyecto ms importante del virrey para refrenar la pedagoga pol-tica alentada por los anti-absolutistas se puso en marcha el 22 de septiem-bre de 1812. Ese da, la aparicin de El Verdadero Peruano, converta enrealidad el sueo de Abascal de lanzar la segunda poca del MercurioPeruano. Tal intento de imitar el mejor momento del despotismo ilustrado,comenz con la conversin del virrey en protector de la nueva publicacin.Los editores, el presbtero Toms Flores y Jos Pezet, manifestaron que latertulia literaria que tena la responsabilidad de editar El VerdaderoPeruano, se impona la tarea de promover la ilustracin general en concor-dancia con la autoridad virreinal. A este diario volvieron las reflexiones delos Filpatros, Aristios y Filaletes y las extensas disertaciones sobreGeografa, Historia, la condicin del indio y el estado del comercio carac-tersticos del viejo Mercurio Peruano. Las veces que se impuso el aborda-je de un tema poltico, se hizo consultando previamente el parecer delvirrey. As ocurri con el discurso poltico de Filpatro en homenaje a laConstitucin y tambin en los temas relacionados con la educacin.

    Uno de los problemas pblicos ms importantes que El VerdaderoPeruano se impuso abordar era el modo en que deba promoverse la edu-cacin popular bajo el espritu de la constitucin. El debate fue inaugurado

    64 Gaceta del Gobierno de Lima, nm. 76; Lima, 26 de septiembre de 1812.65 Ibdem, nm. 110; Lima, 28 de diciembre de 1812.

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  • por Flix Devoti a travs de su artculo Amor a la Patria, a la Constituciny al Rey, donde sealaba que la educacin nacional era el primer objetivode una sociedad bien educada y con la cual se preparaba el espritu pbli-co.66 Otro articulista reconoca que la ilustracin y el conocimiento de losderechos del hombre eran imprescindibles en una sociedad que aspiraba albien comn.67 A pesar de ambas afirmaciones, en el ensayo donde se perfi-l el nuevo proyecto educativo, se omiti toda referencia a la enseanza delos derechos del hombre. En la superacin de la ignorancia bastaba con for-mar escuelas regentadas por religiosos donde se ensee a los nios a leer,escribir y contar, y el catecismo de la religin catlica, que comprehende-r tambin una breve exposicin de las obligaciones civiles.68 Este peri-dico dej de salir el 26 de agosto de 1813, afectado por una crisis econ-mica y falta de subscriptores.

    Fue en medio de una aguda crisis econmica, provocada en Lima porel intento de Abascal de recuperar la capitana general chilena, cuando denuevo Guillermo del Ro pone en marcha el plan de editar un diario, estavez distinto a cuantos hasta entonces se haban publicado. El diario debaacomodarse a las crticas circunstancias que experimentaban los lectoreslimeos, por lo cual se fij su costo en apenas un real, ofreciendo a cambiofacilitar el giro domstico y comunicar con brevedad y exactitud las ocu-rrencias de Lima.69 Con la puesta en circulacin de El Investigador, el 1de julio de 1813, la lectura exclusiva de la noticia local vino a imponersecomo una moda de xito rotundo entre los lectores.

    Con El Investigador, Guillermo del Ro esta vez puso extremo cuida-do en no provocar las iras del virrey. Sorprendentemente, Del Ro refren-daba ahora el discurso oficial que denigraba las lecturas puestas en circu-lacin al amparo de la libertad de imprenta. Su balance sobre el significadode la lectura en el fomento de la ilustracin del pblico limeo no poda serms negativo:

    (...) el odio, la venganza, la stira mordaz y soez, abortaron producciones pueriles ydetestables. El bello sexo, digno de aprecio y respeto, se vio vilmente ultrajado en losversos denigrantes de un poetastro inmoral, indecente y mercenario; impugnacionesridculas y mal sazonadas inundaron la capital y slo sirvieron a manifestar el abusoque se haca de un bien que acababan de conceder las Cortes.70

    66 El Verdadero Peruano, t. I, nm. 9, Lima, 18 de noviembre de 1812.67 Ibdem, t. I, nm. 3; Lima, 8 de octubre de 1812.68 Ibdem, t. I, nm. 24; Lima, 4 de marzo de 1813.69 Medina: La Imprenta en Lima..., t. 3, pg. 118.70 El Investigador, t. III, nm. 45, Lima, 25 de julio de 1813.

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  • Aunque para El Investigador continuaba siendo indispensable la tareade la ilustracin popular, el mal uso del libre pensamiento mostraba queantes se requera de una slida infraestructura educativa para impulsarla.La supresin de la Inquisicin, ordenada por Abascal en septiembre de1813, se present como el momento oportuno para abordar el tema de laeducacin popular.

    El Investigador festej con algaraba la abolicin del Tribunal delSanto Oficio. De inmediato, el diario inici una campaa para que el edifi-cio de esta institucin se transformara en un espacio abierto al pblico, pro-poniendo que all se habilitara la primera biblioteca pblica de la ciudad.El Investigador retomaba as el viejo plan de Llano Zapata de 1758, propo-niendo al gobierno igualmente asumir la proteccin del nuevo estableci-miento. La biblioteca pblica, sealaba El Investigador, debera instalarseen la antigua sala de sesiones de la Inquisicin, y su entrada podra dar a laplazuela para que todo el pueblo vea si se cumple o no se cumple por losencargos de ella. Asumiendo que la existencia de una biblioteca bien sur-tida y atendida era vital en la campaa de procurar la ilustracin popular,el diario propuso trasladar a las estanteras de la biblioteca pblica lalibrera del fraile Diego Cisneros y los restos de la biblioteca (de SanMarcos) que dej arruinar, robar y malograr la indolentsima conducta yabandono con que se ha mirado en la universidad stas.71 El Investigador,asimismo, prometi iniciar una campaa para que la biblioteca se abaste-ciera con donaciones provenientes de bibliotecas particulares. El diarioauguraba que con la habilitacin de la biblioteca pblica se podra hastaevitar que los libros volvieran a ser mal usados, ya que no irn a pasar alas boticas para envolver ungentos, ni a los cajones de ribera para enrollarespeceras, o a otras manos como ha sucedido con tanto inestimable libroque se dio por el rey a la universidad.72

    La campaa que en favor de la difusin del libro haba iniciado ElInvestigador, fruto de su entusiasmo por ver extinguida la Inquisicin, con-tinu en nmeros siguientes, aunque esta vez motivada por un problemadistinto. Efectivamente, el diario lleg a la conclusin de que, desapareci-da la Inquisicin, ahora era un sector de la plebe el enemigo principal de laconservacin y lectura de los libros al traficar con su venta como envolto-rios de especeras. Dicha campaa de proteccin del libro comenz condenuncias de este estilo:

    71 Ibdem, nm. 61; Lima, 30 de agosto de 1813.72 Ibdem.

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  • (...) que en el quartel 1, no. 6, el mes de noviembre encontr el sereno a un negro enalta noche con unos libros que los haba robado, de quien fuesen dando las seas delas obras que son por el alcalde de este quartel, se le entregarn.73

    La obsesiva vinculacin de la plebe con el trfico del libro para su usocomo envoltorios, se expresa a travs de la carta de un lector oculto bajo elseudnimo de Un Librero lastimado de estos hurtos. ste clamaba por unremedio para contener el sistemtico robo de libros que de modo continuose registraba en el convento de los Descalzos. La reflexin comenzaba conel recuento de uno de esos tantos robos. Un sbado por la tarde se intro-dujo por una ventana a la celda del padre Fray Pablo Rosas un zambo achi-nado...que form un quipe de libros de dicho padre y de otro religioso quelos dio a guardar, temeroso de no experimentar segunda extraccin.Aunque el ladrn fue sorprendido por ambos frailes, logr fugarse hacia lahuerta de Palomares y del Altillo donde sus cmplices lograron esconder-lo. Ambos lugares, sealaba el Librero lastimado, eran desde hacamucho tiempo el centro de un gran trfico de libros robados. La plebe des-de all trasladaba los libros al panten de los cajones de Ribera y pulper-as, donde se deshojan para envolver especeras y otras vendimias. Si nohubieran estos compradores los ladrones se abstendran de tomar libros.El Librero lastimado propona como remedio prohibir a las pulperas ycajones la compra de libros a la plebe, redoblando la vigilancia de los sere-nos para decomisar los que se encontrasen porque de no, a la larga o a lacorta, acabarn con las libreras; pues causa lstima ver las obras truncas.74

    La asociacin de la plebe con el trfico de los libros hurtados fue obje-to de otro artculo, esta vez escrito en un tono satrico. Un lector inform aEl Investigador que, luego de ver cruzar por la plaza a un hombre que lle-vaba unos libros para su venta en los cajones de Ribera, se avalanz sobrel y hall entre los libros una Disertacin sobre la impropiedad con que seha dado siempre a la Inquisicin el nombre de santa y tambin El modo deganar dinero en poco tiempo y sin trabajo,75 entre otros ttulos ms.

    Ni la campaa emprendida para la formacin de la biblioteca pblicani la persecucin verbal de la plebe pudieron continuarse, debido a que ElInvestigador dej de circular el 31 de diciembre de 1814 por orden deAbascal. El virrey, en efecto, recibi una disposicin que suspenda la

    73 Ibdem, nm. 46; Lima, 16 de diciembre de 1813.74 Ibdem, t. IV, nm. 25; Lima, 4 de agosto de 1814.75 Ibdem, nm. 17; Lima, 17 de diciembre de 1813.

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  • libertad de imprenta casi al culminar 1814, medida con la que al mismotiempo se restableca la ley de imprenta de 1805. La orden fue ejecutadatan abruptamente que en el Per ya no existan peridicos cuando FernandoVII, en mayo de 1815, prohibi su publicacin tanto en Espaa como enAmrica. El 22 de marzo de 1816, el rey ordenaba recoger todos los cate-cismos polticos y religiosos editados bajo el interregno liberal.76 Ningunode los cinco catecismos polticos mencionados en la censura circulaban yapor Lima. La capital peruana haba entrado en una etapa de un progresivosilencio poltico. En 1815 la impresin de folletos polticos languideci, alcontarse apenas cinco impresos de este tipo, todos fidelistas, frente a 23 decontenido religioso. En 1816 dicha desproporcin se ampli a slo un tex-to fidelista contra 18 de contenido religioso. La prctica de la lectura vol-vi a tornarse montona y, junto con la pedagoga poltica, slo retorn aldebate pblico despus de la independencia.

    Conclusin

    La transformacin del hbito de lectura en Lima adquiri un primerimpulso con la puesta en circulacin de tres peridicos en la primera mitadde la dcada de 1790: el Diario Erudito, el Mercurio Peruano y elSemanario Crtico. De estos tres, fue el Mercurio Peruano el proyecto msimportante porque su publicacin culminaba el deseo de los virreyes ilus-trados de promover una selecta opinin pblica literaria. Quienes escribie-ron en el Mercurio Peruano pusieron todo su empeo en ampliar el cono-cimiento del pas en favor del proyecto ilustrado del virrey Gil. Estevnculo de reciprocidad entre la autoridad desptica y la Sociedad deAmantes del Pas, explica el escaso inters puesto por el Mercurio Peruanoen fomentar una corriente de opinin ms all de lo cientfico y lo literario.

    El segundo momento en la transformacin de la lectura en la capitalperuana se produjo despus de confirmarse en agosto de 1808 la invasinde la metrpoli por las tropas francesas y la posterior insurreccin espao-la. Por vez primera, Lima se vio inundada de folletos polticos fidelistascon los que el gobierno del virrey Abascal pretendi mantener la lealtad dela poblacin a Fernando VII. Indito fue igualmente que el diario oficial, laMinerva Peruana, convirtiera tal tipo de propaganda poltica en su cometi-

    76 Torre Revello: El Libro, la Imprenta y el Periodismo..., pg. CCXXXIV.

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  • do principal. La retrica fidelista inclusive se manifest en las entradas delos cafs y en el teatro. Esta fulgurante difusin de la lectura fidelista intro-dujo a una amplia capa de la poblacin, vinculada con la aristocracia, en elconocimiento de temas pblicos y polticos de los que hasta entonces hab-an estado celosamente marginados. El mismo virrey Abascal se encarg dela interrupcin de este avance de la lectura poltica, al advertir los peligrosque ella poda representarle, en caso de proseguir el xito de la insurgenciaque ya haban promovido las juntas tuitivas de Buenos Aires, Chile yQuito.

    Finalmente, el tercer gran avance de la lectura en Lima ocurri cuan-do se dio plena vigencia a la libertad de imprenta decretada por las Cortesde Cdiz. A travs de dos peridicos El Peruano y El Satlite delPeruano y algunos impresos, se trat de inculcar al pblico lector ladefensa de sus derechos civiles en contra de la arbitrariedad con que actua-ban las autoridades virreinales. Esta nueva retrica poltica anti-despticacaus la mortificacin del virrey Abascal, que no dud en calificarla desubversiva y de sumo riesgo para la seguridad de su gobierno. El tono con-testatario de los escritos en contra del despotismo fue, inmediatamente,silenciado con el cierre de El Peruano y El Satlite y la censura de algunosfolletos que se interpretaban como afines a aquel discurso poltico anti-absolutista. El temor a la autoridad que el gobierno de Abascal intentseguir inculcando bajo el clima de la libertad de imprenta tuvo un xitorelativo. Ello se reflej en el discurso escasamente poltico y, sobre todo,sumiso al virrey, que impregnaron sus editores al ltimo diario no oficial:El Investigador.

    No obstante, fue en la tercera fase del avance de la lectura cuando lapedagoga poltica hizo su aparicin en la sociedad limea. A travs de lasdiscusiones alentadas por Guillermo del Ro, Gaspar Rico y ManuelVillalta acerca del nuevo trato que deba existir entre ciudadanos y autori-dades, aflor la necesidad de promover nuevas interrelaciones sustentadasen un criterio eclctico del concepto de libertad, donde lo nico claro fuela oposicin a la continuidad del despotismo. Esta postura poltica fue defi-nitivamente suprimida por Abascal a fines de 1814, amparado esta vez enla Restauracin absolutista.

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