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milia arribista y asolada por la desventura, Efraín Wilson, hijo natural de J acabo Ler- ner, se inicia en una vida timorata y cruel sin conocer nunca a su padre. Asediado por sueños horribles en los que se ve arras- trado a un pozo "repleto de judíos que también son parecidos a los diablos" y por una sexualidad precoz y candorosa, vive, mientras se sumerge cada vez más en un mundito poblado por animales y fantasías que giran alrededor de la imagen del padre desconocido que está a punto de heredarle una fortuna modesta fruto de años de tra- bajo y del comercio de la carne). La habilidad narrativa de Goldemberg va al parejo del formidable mundo que es capaz de revelar, el mundo en gestación eterna de la diáspora que en su necesidad de identificarse con la inmediación cultu- ral debe conservar aquello que la identifi- que con su origen y su sentido. Lo que re- sulta es un mundo plagado de mitologías lentamente fraguadas por ellos y por los cristianos en sus mutuas asechanzas don- de se cocina el prejuicio y el lugar común. Así los programas culturales de la comuni- dad israelita invariablemente incluyen canciones o pequeñas escenificaciones ti- tuladas "La historia de Marya Kalish, una joven judía perseguida por los sicarios del Czar" que siempre rematan, en el progra- ma, con la frase: "¡NATURALICESE PERUANO!", o bien canciones como ·"Wi is main Kind?". Ese conflicto, que en las páginas de "Alma Hebrea", tiene su di- mensión humorística y casi disparatada, tiene, en la figura de Jacobo Lerner, su di- mensión trágica: es un personaje extraor- dinario que en sus avatares, su esencial descarrío, su desarraigo compulsivo sos- tiene una fidelidad amarga a insegura al instinto que lo preserva en su desubica- ción. (Entre 1922 y 1935 la creciente comuni- dad israelita del Perú funda una revista, "Alma Hebrea", y el "Círculo Cultural Is- raelita", pruebas manifiestas de su cre- ciente importancia y arraigo dentro de la vida mercantil y cultural de su "segunda patria". En la revista dedican secciones a los antedentes judíos en el país, anuncian películas donde Al Jolson cantará cancio- nes judías, ofrecen nociones de higiene que van desde la acidez estomacal a la acidia moral, denuncian a mercaderes antisemi- tas y analizan el fortalecimiento del nazis- mo en Alemania, o publican cartas como la del importante intelectual peruano en la que se invita a los judíos a unirse a los in- dios para lograr "al hombre nuevo"). 44 Libros Jacobo Lerner, equívoco, rebelde, her- mético, errante, preserva para la cir- cunstancia solitaria y atávica del eterno inubicado. Asediado en el recuerdo por el pogrom y amenazado en el presente por otros nuevos asedios se afianza en él la ne- bulosa condición del desastre íntimamente asumido de la desubicación. Antes de mo- rir convoca la frágil figura de su vástago cuando ya es demasiado tarde, tan tarde como cuando, a su vez, él fue convocado por el suyo. Palestina es una abstracción donde "Alma Hebrea" le dice que está "el hombre del mañana levantando su poema al surco", Rusia o Alemania existen sólo en función del dolor que le causaron y donde se pudre la flor etérea de la infancia y su condición de tratante de blancas lo hace extraño a los judíos exitosos de la co- lonia sumergidos en la competencia banal. En su lecho de muerte atina sólo a dictar una herencia irónica y a percibir el rumor sordo de su claudicación ante el sueño siempre pospuesto y siempre recurrente: verse, como un patriarca del Génesis, lle- no de hijos y riquezas en la tierra prometi- da que, en la realidad apenas se le dio a plazos. Goldemberg es un autor joven (33 años) que puede colaborar enormemente a certificar el diagnóstico que hiciera Rodrí- quez Monegal sobre la nueva novela: "no sólo está viva, sino que goza de buena sa- lud". Guillermo Sheridan • Goldemberg, Isaac, La vida a plazos de don Jacobo Lerner, LIBRE I (uno) editores, Lima, 1978. Ahorra las palabras La terquedad, además de ser un elemento decisivo en la transformación del mono en hombre, también ha servido como punto de partida para convertir al hombre en es- critor. Resulta por demás sorprendente, si no es que prácticamente aterrador, com- probar cómo, en medio de la barbarie en que vivimos inmersos, nunca faltan seres tercos y caprichosos que, a pesar de la ca- tástrofe tranquila en que suelen moverse, se niegan a ver las cosas tal como son (o como el poder de la costumbre quiere que las veamos) y se empeñan en convertirlas en palabras (hormigas vagabundas e in- cendiarias), velarlas con palabras o, mejor dicho, en tratar de contar las cosas de otra manera. Como prueba de ello tenemos el libro Ahora las palabras, segundo volumen de cuentos que publica el Taller de Cuento de la revista Punto de Partida, donde se reúnen los trabajos de siete aprendices de escritor: María Elena Azpíroz (México, D.F., 1957), Roberto Bravo (Veracruz, Ver., 1950), Diego Cornejo (Tepito, D.F., 1954), Gustavo Masso (México, D.F., 1952), María Matienzo (Puebla, se niega a dar su edad), Blanca Luz Varela (Teoloyu- can, Edo. de México, 1956) y Jaime Váz· quez(México, D.F., 1956). Ya su predecesor, Zepelín compartido (que reunía los cuentos primerizos de otros siete jóvenes prospectos de narra· dar), nos había permitido conocer lo hete- rogéneos y desiguales que suelen ser los productos salidos de un taller literario. Esta nueva publicación en poco hace va· riar nuestra opinión al respecto: no todo lo que sale de un Taller es literatura. Es evidente que Ahora las palabras solamente quiere ser un punto de partida: el primer combate formal que estos jóvenes sostie· nen con las palabras; pero los resultados nos hacen pensar que no estaría mal si al· gunos de ellos lo considerasen como un punto final... Las cosas no están como para andamos con cuentos; si la literatura todavía puede tener alguna razón para existir o sobrevivir en una sociedad como la nuestra -donde casi el4ü por ciento de la población ni siquiera sabe leer y escri- bir-, no es obligatorio que todos los que tienen ganas de escribir se conviertan en escritores. Es un hecho comprobado que en México, hacen más falta los buenos lec· tares que los relativamente muchos escri· tares que deambulan por todas partes. Escribir un cuento, de principio se pre· senta como una tarea más o menos fácil: basta con tener una buena idea y conver- tirla en palabras sobre una hoja de papel. Pero ésta es también la trampa del género, en realidad un cuento es el lugar donde la escritura debe alcanzar su máxima perfec- ción. El terreno del cuento no es tan segu· ro como muchos suponen, al contrario, la brevedad y la claridad que le deben ser in- herentes pueden convertirlo en un peli· groso pantano. Los autores de Ahora' las palabras aparentan conocer el lugar donde se mueven ("son serios y trabajadores", asegura Miguel Donoso Pareja, encargado de redactar la Nota introductoria del volu- men); pero, por desgracia, tal parece que sólo conocen el lugar a través de mapas y/0 fotografías; pues, una vez que se inter- nan en él, la mayoría se pierde y termina ahogándose en sus propias palabras.

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milia arribista y asolada por la desventura,Efraín Wilson, hijo natural de Jacabo Ler­ner, se inicia en una vida timorata y cruelsin conocer nunca a su padre. Asediadopor sueños horribles en los que se ve arras­trado a un pozo "repleto de judíos quetambién son parecidos a los diablos" y poruna sexualidad precoz y candorosa, vive,mientras se sumerge cada vez más en unmundito poblado por animales y fantasíasque giran alrededor de la imagen del padredesconocido que está a punto de heredarleuna fortuna modesta fruto de años de tra­bajo y del comercio de la carne).

La habilidad narrativa de Goldembergva al parejo del formidable mundo que escapaz de revelar, el mundo en gestacióneterna de la diáspora que en su necesidadde identificarse con la inmediación cultu­ral debe conservar aquello que la identifi­que con su origen y su sentido. Lo que re­sulta es un mundo plagado de mitologíaslentamente fraguadas por ellos y por loscristianos en sus mutuas asechanzas don­de se cocina el prejuicio y el lugar común.Así los programas culturales de la comuni­dad israelita invariablemente incluyencanciones o pequeñas escenificaciones ti­tuladas "La historia de Marya Kalish, unajoven judía perseguida por los sicarios delCzar" que siempre rematan, en el progra­ma, con la frase: "¡NATURALICESEPERUANO!", o bien canciones como

·"Wi is main Kind?". Ese conflicto, que enlas páginas de "Alma Hebrea", tiene su di­mensión humorística y casi disparatada,tiene, en la figura de Jacobo Lerner, su di­mensión trágica: es un personaje extraor­dinario que en sus avatares, su esencialdescarrío, su desarraigo compulsivo sos­tiene una fidelidad amarga a insegura alinstinto que lo preserva en su desubica­ción.

(Entre 1922 y 1935 la creciente comuni­dad israelita del Perú funda una revista,"Alma Hebrea", y el "Círculo Cultural Is­raelita", pruebas manifiestas de su cre­ciente importancia y arraigo dentro de lavida mercantil y cultural de su "segundapatria". En la revista dedican secciones alos antedentes judíos en el país, anuncianpelículas donde Al Jolson cantará cancio­nes judías, ofrecen nociones de higiene quevan desde la acidez estomacal a la acidiamoral, denuncian a mercaderes antisemi­tas y analizan el fortalecimiento del nazis­mo en Alemania, o publican cartas comola del importante intelectual peruano en laque se invita a los judíos a unirse a los in­dios para lograr "al hombre nuevo").

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Libros

Jacobo Lerner, equívoco, rebelde, her­mético, errante, preserva para sí la cir­cunstancia solitaria y atávica del eternoinubicado. Asediado en el recuerdo por elpogrom y amenazado en el presente porotros nuevos asedios se afianza en él la ne­bulosa condición del desastre íntimamenteasumido de la desubicación. Antes de mo­rir convoca la frágil figura de su vástagocuando ya es demasiado tarde, tan tardecomo cuando, a su vez, él fue convocadopor el suyo. Palestina es una abstraccióndonde "Alma Hebrea" le dice que está "elhombre del mañana levantando su poemaal surco", Rusia o Alemania existen sóloen función del dolor que le causaron ydonde se pudre la flor etérea de la infanciay su condición de tratante de blancas lohace extraño a los judíos exitosos de la co­lonia sumergidos en la competencia banal.En su lecho de muerte atina sólo a dictaruna herencia irónica y a percibir el rumorsordo de su claudicación ante el sueñosiempre pospuesto y siempre recurrente:verse, como un patriarca del Génesis, lle­no de hijos y riquezas en la tierra prometi­da que, en la realidad apenas se le dio aplazos. Goldemberg es un autor joven (33años) que puede colaborar enormemente acertificar el diagnóstico que hiciera Rodrí­quez Monegal sobre la nueva novela: "nosólo está viva, sino que goza de buena sa­lud".

Guillermo Sheridan

• Goldemberg, Isaac, La vida a plazos de don JacoboLerner, LIBRE I (uno) editores, Lima, 1978.

Ahorra las palabras

La terquedad, además de ser un elementodecisivo en la transformación del mono enhombre, también ha servido como puntode partida para convertir al hombre en es­critor. Resulta por demás sorprendente, sino es que prácticamente aterrador, com­probar cómo, en medio de la barbarie enque vivimos inmersos, nunca faltan serestercos y caprichosos que, a pesar de la ca­tástrofe tranquila en que suelen moverse,se niegan a ver las cosas tal como son (ocomo el poder de la costumbre quiere quelas veamos) y se empeñan en convertirlasen palabras (hormigas vagabundas e in­cendiarias), velarlas con palabras o, mejordicho, en tratar de contar las cosas de otramanera. Como prueba de ello tenemos el

libro Ahora las palabras, segundo volumende cuentos que publica el Taller de Cuentode la revista Punto de Partida, donde sereúnen los trabajos de siete aprendices deescritor: María Elena Azpíroz (México,D.F., 1957), Roberto Bravo (Veracruz,Ver., 1950), Diego Cornejo (Tepito, D.F.,1954), Gustavo Masso (México, D.F.,1952), María Matienzo (Puebla, se niega adar su edad), Blanca Luz Varela (Teoloyu­can, Edo. de México, 1956) y Jaime Váz·quez(México, D.F., 1956).

Ya su predecesor, Zepelín compartido(que reunía los cuentos primerizos deotros siete jóvenes prospectos de narra·dar), nos había permitido conocer lo hete­rogéneos y desiguales que suelen ser losproductos salidos de un taller literario.Esta nueva publicación en poco hace va·riar nuestra opinión al respecto: no todolo que sale de un Taller es literatura. Esevidente que Ahora las palabras solamentequiere ser un punto de partida: el primercombate formal que estos jóvenes sostie·nen con las palabras; pero los resultadosnos hacen pensar que no estaría mal si al·gunos de ellos lo considerasen como unpunto final... Las cosas no están comopara andamos con cuentos; si la literaturatodavía puede tener alguna razón paraexistir o sobrevivir en una sociedad comola nuestra -donde casi el4ü por ciento dela población ni siquiera sabe leer y escri­bir-, no es obligatorio que todos los quetienen ganas de escribir se conviertan enescritores. Es un hecho comprobado queen México, hacen más falta los buenos lec·tares que los relativamente muchos escri·tares que deambulan por todas partes.

Escribir un cuento, de principio se pre·senta como una tarea más o menos fácil:basta con tener una buena idea y conver­tirla en palabras sobre una hoja de papel.Pero ésta es también la trampa del género,en realidad un cuento es el lugar donde laescritura debe alcanzar su máxima perfec­ción. El terreno del cuento no es tan segu·ro como muchos suponen, al contrario, labrevedad y la claridad que le deben ser in­herentes pueden convertirlo en un peli·groso pantano. Los autores de Ahora' laspalabras aparentan conocer el lugar dondese mueven ("son serios y trabajadores",asegura Miguel Donoso Pareja, encargadode redactar la Nota introductoria del volu­men); pero, por desgracia, tal parece quesólo conocen el lugar a través de mapasy/0 fotografías; pues, una vez que se inter­nan en él, la mayoría se pierde y terminaahogándose en sus propias palabras.

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De los treinta y ocho textos que estossiete jóvenes aprendices nos entregan, sólonueve valen la pena de considerarse comocuentos y ser rescatados del olvido; y úni­camente tres de los fogosos escribidoresdemuestran tener talento y oficio para se­guir adelante en su aventura con las letras;lo demás no pasa de ser llamarada de peta­te o mero ruido... De hecho el libro, toma­do en su conjunto, es demasiado malo ybastante desalentador, por lo que intentarla reseña total de Ahora las palabras seríademasiado tedioso, e implicaría tener queagregar más ruido al ruido; esta reseña seconformará con tomar en cuenta sólo loque vale la pena de ser leído...

Comenzaremos por Roberto Bravo,quien aporta ocho cuentos al volumen, delos cuales sólo dos nos permiten sospecharque Bravo tiene algo importante que decir,ellos son: Día tras día y La clase de histo­ria. En ambos el narrador, sin apartarse niun ápice de lo que es considerado como"la realidad", establece un interesante jue­go con los diversos elementos que la inte­gran, para conseguir presentarnos una vi­sión lúcida e irónica, decididamente críti­ca de las condiciones infraculturales enque se ven obligados a vivir la mayoría denuestros compatriotas. La clase de historiaes una magnífica narración donde un gru­po de teporochos se reúne para emborra­charse, mientras uno de ellos, "el que sabemucho", se dedica a contarles, muy a sumanera, absolutamente alejado de todo loque enseñan los libros de Historia, la for­ma en que Lenin venció a los soldados delZar. Este cuento pudo haber sido una pe­queña obra maestra, desgraciadamentepierde mucha de su fuerza por culpa de laconfusa y no más idónea técnica narrativaque su autor eligió para desarrollarlo.

El siguiente aprendiz de narrador quevale la pena tomar en serio es GustavoMasso. Utilizando las técnicas y el lengua­je de eso que ha dado llamarse "literaturade la onda", Masso nos entrega cincocuentos, tres de los cuales logran superarlas limitaciones implícitas a este tipo de es­critura: Sin querer queriendo. La madruga­da de los abortados y Aquí nomás de habla­dor. Inmediatamente en estos textos sehace patente el indudable talento narrati­vo de Masso; sus cuentos, ya desde las pri­meras líneas, nos comunican su preocupa­ción por entender y desentrañar esa pesa­dilla que es la vida cotidiana; quizá su úni­co defecto consiste en la facilidad con queMasso cae en un maniqueísmo molesto,defecto principal de toda escritura que de

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principio se quiere comprometida con lasclases oprimidas. De cualquier modo haymomentos en los que Masso consigue,también valiéndose de la ironía, crear si­tuaciones y ambientes donde las palabrasdejan de ocultar lo que está ocurriendoahora mismo en cualquier lugar.

La violencia es el elemento distintivo ydeterminante en la escritura de GustavoMasso; ya sea en forma de pseudo libera­dor y purificadora bronca entre borrachos(La madrugada de los abortados), o en for­ma de contraproducente arenga revolucio­naria (Sin 'querer queriendo), o como apa­rente crimen gratuito (Aquí nomás de ha­blador); no cabe duda de que estos textosquieren hacernos partícipes, cómplices deesa terrible catástrofe tranquila en la queestamos atrapados.

Jaime Vázquez es, sin lugar a dudas, elúnico "aprendiz" que ya puede comenzara ser considerado como maestro. Los cin­co cuentos con que participa en el volu­men son los más consistentes y mejor lo­grados; en todos demuestra un gran domi­nio del lenguaje y la anécdota, y ningunocae en los errores y defectos que aparecenen los textos de sus compañeros de taller.Vázquez ya no está aprendiendo (en elsentido más académico y despectivo deltérmino) ni experimentando (en el sentidomás sin sentido del término) con la litera­tura; sus trabajos transparentan su verda­dero dominio del oficio, donde el aprendery el experimentar dejan de ser muletas deparalítico, para convertirse en voluntad deproducir literatura. Pero que esto no sirvacomo rama de laurel sobre la frente de estejoven narrador, sino como advertencia del(ahora sí) terrible y serio trabajo que le es­pera para poder llegar hasta donde, al me­nos estos cinco cuentos, nos permiten su-

poner que podrá llegar en su trabajo conlas palabras. Los títulos de los textos deJaime Vázquez, incluídos en Ahora las pa­labras, son: Por la ventana, Reina, Somo elfantástico. Vuelta al volante y Afine. Tal vezel más endeble sea este último, los demásson probablemente lo mejor que incluye ellibro.

Vázquez es quien mejor sabe aprove­char la influencia de sus autores favoritos,que en él ya no se reduce a mero plagio,sino que adquiere la calidad de recrea­ción y revaloración de dichas influencias.En ningún momento se le notan dudas oinseguridades al escribir, lo cual de­muestra que los cuentos de Jaime Váz­quez, atendiendo a los consejos del maes­tro Julio Cortázar, condensan "la obse­sión de la alimaña, son una presencia alu­cinante que se instala desde las primerasfrases para fascinar al lector, hacerle per­der contacto con la desvaída realidad quelo rodea, arrasarlo a una sumersión másintensa y avasalladora. De un cuento así sesale como de un acto de amor, agotado yfuera del mundo circundante, al que sevuelve poco a poco con una mirada de sor­presa, de lento reconocimiento, muchasveces de alivio y tantas otras de resigna­ción". En fin, Jaime Vázquez demuestraser lo suficientemente terco como para nodejar de maravillarse con esa hipnotizanteatracción que le provocan las palabras.

Ahora las palabras debe ser consideradoun mal libro, no importa si sus autores sonserios y trabajadores, lo cierto es que suscuentos dejan mucho que desear; no con­tienen el mínimo de calidad necesaria-excepción hecha de los trabajos antesmencionados- para ser consideradoscomo literatura; la mayoría se queda enmeros ejercicios de principiantes, escrituraen la que las palabras no alcanzan a supe­rar esa imprecisa barrera 'que separa a la li­teratura de los bocetos y proyectos deobra literaria. De cualquier modo, no estámal que se publique este tipo de libros, acondición de que sus autores estén dis­puestos a considerarlos como posible pun­to final para su carrera literaria. Lo que se­ría deseable es que este tipo de publicacio­nes tuviese un tiraje mayor y una mejordistribución entre el público lector, que es,al fin de cuentas, quien decide qué será ol­vidado y qué permanecerá.

Salvador Mendiola

• Azpíroz, Bravo, /'/. al.. Ahora las palabras. Edicio­nes de la revista Puntod/' Partida; UNAM, 1978, 11Ipp.