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Tomo XXIV . Año 45 . Nº 351 Septiembre 2012 Boletín Sagrados Corazones - Perú

50 AÑOS CONCILIO VATICANO II

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Nuestra Familia N 351

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Tomo XXIV . Año 45 . Nº 351 Septiembre 2012

Boletín Sagrados Corazones - Perú

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Sumario

Hermanos: Provincia del PerúHermanas: Provincia del Perú-Brasil-México

Laicos: Rama Secular-Sector Perúwww.sscc.pe

RESPONSABLESP. Raúl Pariamachi, ss.cc.

Hna. Candelaria Núñez, ss.cc.

DIAGRAMACIÓN Y DISEÑOSra. Haydeé de la Puente

REDACCIÓNHna. Graciela Zúñiga, ss.cc.

Hna. María Javier Echecopar, ss.cc.

CARÁTULA Y WEBSr. Fredy Caballero B.

CORRECCIÓN E IMPRESIÓNSrta. Delia Amado

COLABORADORESHno. Germán Huanca, ss.cc.Hna. Lucy Santa Cruz, ss.cc.Hna. Susana Dumrauf, ss.cc.

APORTES Y SUGERENCIAS

Secretaría [email protected]

Secretaría [email protected]

Editorial

Un Concilio diferente. Raúl Pariamachi ss.cc. ...................................................................................... 3

50 Años del Vaticano II

¿Un Concilio pastoral?. Raúl Pariamachi ss.cc. .... .................................................................................... 4

Recepción del Concilio en la Iglesia de América Latina. Mons. Demetrio Valentini .......................... 10

Leer los signos de los tiempos en la Iglesia y el Perú de hoy. Juan Borea ......................................... 15

Así vivimos el Concilio... Así anhelamos nuestra Iglesia. Susana Dumrauf ss.cc. y Lucy Santa Cruz ss.cc. .17

“Las madres del Concilio”. María Javier Echecopar ss.cc. ....................................................................... 23

Algunas figuras femeninas en el Vaticano II. Myra Poole snd. en “De pie para el Vaticano II” (extractos) y

otros artículos de internet. María Javier Echecopar ss.cc .................................................................................. 24

El significado del Concilio. Extracto de la X carta del P. Henri Sistermans ss.cc. traducido por el P. Hermann

Wendling ss.cc. .................................................................................................................................... 27

Noticias Breves ............................................................................................................................... 28

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Boletín “Nuestra Familia” Perú Septiembre 351 2012 / www.sscc.pe

Editorial

Un concilio diferente

E l jueves 11 de octubre se cumplirán 50 años de la inauguración del concilio que cambió el rostro de la Iglesia, celebrado en cuatro sesiones durante los otoños europeos de 1962 a 1965.

El Vaticano II fue un concilio diferente.

Un concilio diferente por sus dimensiones cuantitativas y cualitativas…

En el Concilio participaron alrededor de 2,500 padres conciliares (un número sin precedentes en la historia de los concilios), además de observadores de distintas iglesias y confesiones cristianas, de oyentes de la vida religiosa y el estado laical, de expertos en teología. Este evento eclesial se presentó como un signo de la unidad en la diversidad de una Iglesia abierta al mundo.

Un concilio diferente por su motivo de convocatoria y método de trabajo...

Las palabras de Juan XXIII en distintas ocasiones son una clara indicación sobre el motivo y el método del Concilio: una Iglesia que no se reúne para condenar, sino para interrogarse sobre la situación de las personas y los pueblos, reconociendo los signos de los tiempos; preocupada por presentar con un nuevo lenguaje las verdades de la fe según el ejercicio de un magisterio de carácter prevalentemente pastoral.

Un concilio diferente por la novedad y variedad de los temas y textos…

El evento eclesial más importante del siglo XX se expresó en 4 constituciones, 9 decretos y 3 declaraciones, donde la Iglesia habla sobre sí misma, sobre la revelación, la liturgia, la pastoral, el mundo, la misión, el ecumenismo, la comunicación, la educación, la libertad religiosa y las relaciones interreligiosas, como de los obispos, los presbíteros, los religiosos y los laicos en la vida y la misión de la Iglesia.

Nos parece relevante recuperar la memoria del Concilio, no para repetir recetas, sino para aprender de lo que fue capaz la Iglesia para atender a los desafíos de su época, para responder al Espíritu que habla en el tiempo que nos toca vivir.

Raúl Pariamachi ss.cc.

“Que entre un poco de aire fresco en la Iglesia”(Juan XXIII)

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¿Un Concilio pastoral?La relación clave entre Iglesia y mundo

Raúl Pariamachi ss.cc.

El papa Juan ha realizado la transición de la Iglesia hacia

el futuro. (Karl Rahner)

¿En qué sentido el concilio ecuménico Vaticano II es un concilio “pastoral”? Me parece que el análisis de determinadas palabras del papa Juan XXIII durante el anuncio, la convocatoria y la inauguración del Concilio podría contribuir a una respuesta, aunque evidentemente se requiere del concurso de otras entradas a este tema. Mi opinión es que la relación Iglesia-mundo es clave en la naturaleza pastoral del Concilio.

1. El anuncio…

Antes de referirme al anuncio del Concilio quisiera detenerme en el recuerdo que hiciera Juan XXIII de cómo surgió la idea del Concilio, en su discurso del 8 de mayo de 1962, ante un grupo de peregrinos de Venecia1.

Decía el Papa:

“¿Cómo ha nacido la idea del Concilio? ¿Cómo se ha desarrollado? De una manera que, cuando se cuenta, parece como algo inverosímil. Tan de repente fue el pensar en la posibilidad y, sin más, dedicarse a llevarla a efecto. De una pregunta hecha al Secretario de Estado, cardenal Tardini, en una conversación particular, llegamos a comprobar

que el mundo se encuentra inmerso en grandes angustias y agitaciones. Puse de manifiesto, entre otras cosas, cómo por un lado se proclama voluntad de paz y de acuerdo, pero por otro a veces, desgraciadamente, se acaba agudizando las diferencias y aumentando las amenazas. ¿Qué hará la Iglesia? ¿La mística barca de Cristo debe quedar a merced de las olas y ser empujada a la deriva, o no será más bien que se espera de ella no sólo nuevas exhortaciones, sino también la luz de un ejemplo fulgurante? ¿Cuál podría ser esta luz? Mi interlocutor escuchaba en actitud de respeto reverente y de espera. De repente me iluminó el alma una gran idea, advertida precisamente en aquel momento y acogida con indecible confianza en el divino Maestro. Y subió a mis labios una palabra solemne y comprometida. Mi voz la expresó por primera vez: ¡Un concilio!”2.

De estas palabras deseo subrayar las preguntas que se hace el Papa. Su punto de partida es la preocupación por la situación de un mundo que se mueve en ambigüedades que afectan la paz de los pueblos. ¿Qué hará la Iglesia?, es una interpelación al corazón de los cristianos. Es claro que se espera de la Iglesia no solo buenas exhortaciones, sino un

1 La historia del surgimiento de la idea de un concilio en Juan XXIII no es sencilla; al respecto, puede consultarse Giuseppe Alberigo, “El anuncio del Concilio. De la seguridad del baluarte a la fascinación de la búsqueda”, en Giuseppe Alberigo (dir.), Historia del concilio Vaticano II. Vol. I: El catolicismo hacia una nueva era. El anuncio y la preparación (enero 1959-septiembre 1962), Salamanca, Sígueme, 1999, pp. 21-29.

2 Alocución a los peregrinos venecianos. Citado por Hilari rAguer, “Su puesto en la historia”, en Josep María MArgenAt (ed.), Escritos del Papa Juan XXIII, Bilbao, DDB, 2000, p. 79.

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ejemplo luminoso. Vemos entonces que ya en la concepción del Concilio en la mente de Juan XXIII, aparecen estrechamente vinculados Iglesia y mundo. A mi entender, será esta temprana vinculación la que hará que este Concilio sea distinto.

El 25 de enero de 1959, el papa Juan XXIII –a casi noventa días de su elección– sorprendía a los diecisiete cardenales reunidos en consistorio en San Pablo Extramuros (con ocasión de la clausura de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos), al comunicarles su propósito de convocar a un concilio de la Iglesia3. El Papa comienza su discurso diciendo que el aniversario de la conversión de san Pablo lo ha movido a abrir su ánimo, confiado a la bondad de los cardenales, sobre algunos puntos más luminosos de su actividad pastoral. Me interesa destacar lo siguiente:

“Tenemos delante la sola perspectiva del bonum animarum [el bien de las almas] y de una correspondencia muy clara y definida del nuevo pontificado con las exigencias espirituales de la hora presente” –dice el Papa–4.

Es decir, antes de comunicar la celebración de un sínodo diocesano para Roma y un concilio general para la Iglesia universal, advierte que tiene en cuenta la perspectiva del bien de las personas (eminente principio pastoral); además, que tal principio está en íntima relación con la correspondencia de su pontificado con las exigencias espirituales de la hora presente. Es verdad que el Papa habla aquí de exigencias “espirituales”, pero estas exigencias espirituales están relacionadas con el bien del mundo. La preocupación por las nuevas situaciones se percibe en otros pasajes de la alocución…

Cuando se refiere a Roma:“Una verdadera colmena humana desde la que se extiende un rumor ininterrumpido de voces confusas, en busca de acorde, que fácilmente se entrecruzan y se deshacen, haciendo fatigoso y lento

el esfuerzo de unificación de espíritus y de energías constructivas para un orden correspondiente con las exigencias de la vida religiosa, cívica y social de la Urbe”5.

Cuando se refiere al mundo:“Alegre [espectáculo del mundo] por una parte, donde la gracia de Cristo continúa multiplicando frutos y portentos de elevación espiritual, de salud y de salvación en todo el mundo, y triste por otra, ante el abuso y el compromiso de la libertad del hombre, que no conociendo los cielos abiertos y rehusando la fe en Cristo (…) organiza la contradicción y la lucha contra la verdad y contra el bien”6.

Después de anunciar el sínodo y el concilio

(“ciertamente temblando un poco de conmoción, pero a la vez con humilde resolución de propósito”7), el papa Juan concluye augurando buen comienzo, continuación y término a estas tareas, “para luz, edificación y alegría de todo el pueblo cristiano”8 y para una renovada invitación a los fieles de las Iglesias separadas a que participen en este convite de gracia y unidad.

Entre el anuncio y la convocatoria del Concilio, Juan XXIII publica su encíclica Mater et magistra [Madre y maestra], el 15 de mayo de 1961. Un aporte significativo de esta carta es su enfoque de la presencia de la Iglesia en el mundo. Ya en su introducción se dice que aunque la Iglesia tiene como misión principal la santificación de las almas y su participación de los bienes sobrenaturales, también

3 Es proverbial escuchar que la sorpresa fue mayor porque Juan XXIII era considerado un papa de “transición”, debido a que fue elegido pocos días antes de cumplir 77 años de edad, después de un largo pontificado de Pío XII que duró más de 19 años.4 Alocución Questa festiva ricorrenza a los cardenales en San Pablo Extramuros, en Luis MARÍN, Juan XXIII. Retrato eclesiológico, Barcelona, Herder, 1998, p. 418.5 Questa festiva ricorrenza, p. 419.6 Questa festiva ricorrenza, p. 419s.7 Questa festiva ricorrenza, p. 420.8 Questa festiva ricorrenza, p. 421.

Dibujo: hno. José Luis Cortés

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se preocupa por las necesidades que la vida diaria plantea a los seres humanos, no solo de las que afectan a su sustento, sino de las relativas a su interés y prosperidad sin exceptuar bien alguno y a lo largo de las diferentes épocas9. En este sentido, es bueno reproducir aquella advertencia que hace el Papa hacia el final del documento:

“Nadie debe, por tanto, engañarse imaginando una contradicción entre dos cosas perfectamente compatibles, esto es, la perfección personal propia y la presencia activa en el mundo, como si para alcanzar la perfección cristiana tuviera uno que apartarse necesariamente de toda actividad terrena, o como si fuera imposible dedicarse a los negocios temporales sin comprometer la propia dignidad de hombre y de cristiano”10.

La cuestión es retomada en la constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo, donde se dice que la espera de una tierra nueva al final de los tiempos no debe debilitar el interés por cultivar la tierra presente: aunque se ha de distinguir progreso temporal y crecimiento del reino de Cristo, “el primero, en cuanto puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa en gran medida al reino de Dios”11. En realidad, se trataría del despegue de lo que será un desarrollo teológico en torno a la relación Iglesia-mundo, en el contexto de las deliberaciones durante el Concilio12.

2. La convocatoria…

El papa Juan XXIII convoca el Concilio el 25 de diciembre de 1961. El Papa fija su mirada sobre un mundo que padece los daños de un ordenamiento social equivocado; no obstante, quiero destacar aquí el talante esperanzado de su visión.

“Sabemos ciertamente que la contemplación de estos males impresiona los ánimos de algunos

hasta tal punto que no ven sino tinieblas que piensan que envuelven completamente este mundo. Sin embargo, Nos preferimos poner toda nuestra firmísima confianza en el divino Conservador del género humano, quien no ha abandonado a los hombres redimidos por Él. Más aún, siguiendo los consejos de Cristo el Señor que nos exhorta a reconocer los signos de los tiempos (Mt 16, 3), en medio de tinieblas tan sombrías, percibimos numerosos indicios que parecen auspiciar un tiempo mejor para la humanidad y para la Iglesia”13.

Me parece que esta mirada crítica y esperanzada a la vez, marcará el carácter del Concilio. La esperanza de Juan XXIII se enraíza en la confianza en Jesucristo, al punto que al discernir los signos de los tiempos descubre los indicios de un tiempo mejor para la humanidad y la Iglesia. El Papa sale al frente de quienes –quizá en su propio entorno– solo ven tinieblas, desconfiando finalmente de la providencia de Dios14. Cabe subrayar que esta visión esperanzadora tiene como correlato el compromiso de toda la Iglesia en la acción transformadora del mundo.

“Ante este doble espectáculo: por una parte, la humanidad que sufre una grave escasez de bienes espirituales; por otra, la Iglesia de Cristo pletórica de vitalidad, ya desde el comienzo de nuestro pontificado (…) juzgamos que formaba parte de nuestro deber apostólico el llamar la atención hacia esto, para que, con la colaboración de todos nuestros hijos, la Iglesia sea cada vez más capaz de solucionar los problemas del hombre de nuestro tiempo. Por esta razón, acogiendo como venida de lo alto una voz íntima de nuestro espíritu, pensamos que los tiempos están ya maduros para que demos a la Iglesia católica y a toda la familia humana un nuevo Concilio ecuménico”15.

Queda suficientemente claro que el Concilio se ubica en aquella doble realidad a la que alude el Papa:

9 Cf. Mater et magistra, n. 3.10 Mater et magistra, n. 255. Un poco más adelante el Papa dice: “La ardua misión de la Iglesia consiste en ajustar el progreso de la civilización presente con las normas de la cultura humana y del espíritu evangélico” (n. 256).11 Gaudium et spes, n. 39.12 La teología latinoamericana de la liberación tradujo este problema a la cuestión de la relación entre proceso histórico de liberación del ser humano y reino de Dios, concluyendo que “puede decirse que el hecho histórico, político, liberador es crecimiento del Reino, es acontecimiento salvífico, pero no es la llegada del Reino, ni toda la salvación”. Gustavo GUTIÉRREZ, Teología de la liberación. Perspectivas, Lima, CEP, 1971, p. 228.13 Constitución apostólica Humanae salutis, en Concilio Ecuménico Vaticano II. Constituciones, Decretos y Declaraciones, 3ª reimp., Madrid, BAC, 2004, p. 1068.14 Adelantándome diré que en la inauguración el Papa hablará de los “profetas de calamidades”, aquellos que “en los tiempos modernos no ven otra cosa que prevaricación y ruina; van diciendo que nuestra época, en comparación con las pasadas, ha ido empeorando; y se comportan como si nada hubieran aprendido de la historia, que también es maestra de vida”. Alocución Gaudet Mater Ecclesia en la inauguración del Concilio Vaticano II, en Luis MARÍN, o.c., p. 431.15 Humanae salutis, p. 1069.

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Obispos participantes en el Concilio de Vaticano II

el mundo y la Iglesia, en la perspectiva de que la Iglesia sea capaz de contribuir a la solución de los problemas del mundo. Por supuesto, Juan XXIII alude a los asuntos doctrinales y prácticos que tratará el Concilio sobre los bienes espirituales; sin embargo, advierte acerca de su relación con los bienes temporales.

“Aunque la Iglesia no tiene un fin primordialmente terreno, no puede, sin embargo, desinteresarse, en su caminar, de las cuestiones relativas a los bienes temporales ni descuidar los trabajos que éstos generan. Sabe perfectamente cuánto ayudan y defienden al bien espiritual aquellos medios que contribuyen a hacer más humana la vida del hombre cuya salvación eterna hay que procurar”16.

En una hermosa frase dice el papa Juan que su anuncio del 25 de enero de 1959, acerca de la celebración del Concilio, fue como si hubiera arrojado una pequeña semilla con ánimo y mano vacilantes, sostenido por la ayuda divina.

3. La inauguración…

En la mañana del 11 de octubre de 1962, el papa Juan XXIII inauguró el concilio universal Vaticano II en la nave central de la basílica de San Pedro, ante cerca de 2,500 padres conciliares venidos de todas partes del mundo, esperando la palabra del papa. La alocución es una de las expresiones más logradas de cómo Juan XXIII veía el Concilio, quien dijo que había escrito el discurso con “harina de su propio costal”17.

Retrocediendo un poco cabe recordar el radiomensaje que Juan XXIII dirigió al mundo el 11 de septiembre de 1962 (treinta días antes de la inauguración del Concilio), donde se refirió a la vitalidad ad intra y la actividad ad extra de una Iglesia que se sitúa ante las necesidades y las exigencias de los pueblos. El Papa dice que la razón de ser del Concilio es la reiteración enérgica de la respuesta del mundo moderno al testamento del Señor (cf. Mt 28, 19-20). Del mensaje también han quedado grabadas

aquellas palabras tan sentidas y tan atesoradas para la teología y la pastoral de la Iglesia latinoamericana: “Frente a los países subdesarrollados, la Iglesia se presenta como es y quiere ser, como la Iglesia de todos, particularmente la Iglesia de los pobres”18.

Volviendo al día de la solemne apertura, me interesa destacar aquí la relevancia de la alocución inaugural del Papa. En efecto, este discurso puede ser considerado como la clave para la comprensión del significado del acontecimiento y de los documentos del Concilio, como “una llave maestra para abrir la puerta principal del edificio conciliar”19, en el sentido de que el discurso ofrecería un principio formal.

Antes que nada, el papa Juan sostiene que atañe principalmente al Concilio que el depósito sagrado de la doctrina cristiana sea custodiado y enseñado de modo eficaz; en seguida, añade que tal doctrina abraza al ser humano entero, compuesto de alma y de cuerpo, como peregrino a la patria eterna: “se debe ordenar nuestra vida mortal de modo que cumplamos nuestros deberes de ciudadanos de la tierra y del cielo”20. Vemos como el Papa relaciona la perfección cristiana con la utilidad social, al mismo tiempo sugiere que se debe profundizar la doctrina en sintonía con la época moderna21.

16 Humanae salutis, p. 1071.17 Cf. Andrea RICCARDI, “El tumultuoso comienzo de los trabajos”, en Giuseppe ALBERIGO (dir.), Historia del concilio Vaticano II. Vol. II: La formación de la conciencia conciliar. El primer período y la primera intersesión (octubre 1962-septiembre 1963), Salamanca, Sígueme, 2002, p. 31.18 Radiomensaje al mundo Lumen Christi, Ecclesia Christi, en Luis MARÍN, o.c., p. 425.Cf. Vicente BOTELLA, El Vaticano II ante el reto del tercer milenio. Hermenéutica y teología, Salamanca, San Esteban, 1999, p. 89s.Gaudet Mater Ecclesia, p. 432.Más adelante señala el Papa: “Nuestro deber no es sólo custodiar ese tesoro precioso, como si nos ocupásemos únicamente de la antigüedad, sino también dedicarnos con diligente voluntad y sin temores, a aquella labor que exige nuestro tiempo” (Gaudet Mater Ecclesia, p. 434).19 Cf. Vicente BOTELLA, o.c., pp. 104-112.20 Gaudet Mater Ecclesia, p. 434.21 Más adelante señala el Papa: “Nuestro deber no es sólo custodiar ese tesoro precioso, como si nos ocupásemos únicamente de la antigüedad, sino también dedicarnos con diligente voluntad y sin temores, a aquella labor que exige nuestro tiempo” (Gaudet Mater Ecclesia, p. 434).

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Voy a fijarme en tres pasajes del discurso inaugural que son considerados como los tres puntos principales que permiten reconocer la forma excepcional del Concilio en la tradición conciliar22. Si bien Juan XXIII ha señalado la tarea que tiene el Concilio de cuidar el tesoro precioso de la verdad, también busca precisar en qué consiste para este Concilio una penetración actualizada de la doctrina cristiana.

“El punctum saliens [el punto esencial] de este Concilio no es, por tanto, una discusión sobre éste o aquel tema de la doctrina fundamental de la Iglesia, en extensa repetición de la enseñanza de los Padres y de los teólogos antiguos y modernos, que se supone siempre bien presente y familiar al espíritu. Para esto no era necesario un Concilio. Pero, de la renovada, serena y tranquila adhesión a toda la enseñanza de la Iglesia, en su integridad y precisión, como todavía resplandece en las actas de Trento al Vaticano I, el espíritu cristiano, católico y apostólico del mundo entero espera un paso adelante hacia una penetración doctrinal y una formación de las conciencias, en correspondencia más perfecta a la fidelidad a la auténtica doctrina, también ésta estudiada y expuesta a través de las formas de la investigación y de la formulación literaria del pensamiento moderno”23.

Esto significa que si bien el Concilio debe cuidar la doctrina, no deberá repetir lo dicho (para esto no era necesario un Concilio); más bien tiene que dar un paso adelante, a través de una penetración de la doctrina y una formación de las conciencias en diálogo con la investigación científica y el pensamiento moderno. Para tal efecto, se distinguirá entre el depósito mismo de la fe y la manera como se expresa.

“Una cosa es la sustancia de la antigua doctrina del depositum fidei [el depósito de la fe], y otra es la formulación de su revestimiento: y es esto lo que se debe –con paciencia, si es necesario– tener muy en cuenta, midiendo todo en las formas y proporciones de un magisterio de carácter prevalentemente pastoral”24.

En mi opinión estamos aquí ante la afirmación central del discurso, en la medida en que el Papa

está diciendo que para la presentación actualizada del mensaje cristiano es necesario atender a las exigencias de un magisterio pastoral. Finalmente, Juan XXIII no niega la existencia de errores que la Iglesia ha condenado con la máxima rigurosidad, pero en el presente prefiere la misericordia a la severidad.

“Ahora, sin embargo, la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia mejor que de la severidad: piensa salir al encuentro de las necesidades de hoy mostrando la validez de su doctrina, mejor que renovando condenas”25.

Espero que este breve análisis de algunos pasajes de los discursos de Juan XXIII durante el anuncio, la convocatoria y la inauguración, avale la opinión de que la relación Iglesia-mundo es clave para entender el carácter pastoral del Concilio.

En principio, debemos rechazar que la naturaleza pastoral del Concilio se mueva en el marco teórico de quienes reducen la pastoral a la actividad del pastor en la Iglesia. Es evidente que el Concilio ofrece orientaciones, criterios y acciones para los ministros de la Iglesia, pero su peculiaridad pastoral no radica aquí. Dicho esto, deberíamos evitar también la posición de quienes se limitan a distinguir (incluso a oponer) lo doctrinal y lo pastoral. No descarto que esta sea una distinción válida en algunos casos; por ejemplo, el propio Juan XXIII la aplica en ciertas ocasiones26. Lo que digo es que esta distinción no es suficiente para ponderar la calidad pastoral del Concilio (además se corre el riesgo de minusvalorar el Vaticano II porque “sólo es un Concilio pastoral”).

Una comprensión ajustada de la propiedad pastoral del Concilio tiene que partir de un concepto preciso de pastoral que supere la visión limitada de la pastoral como un campo de simples aplicaciones de la doctrina (análogamente como si la teología práctica fuera una mera aplicación de la teología dogmática). Parece que esta visión limitada de la pastoral comenzó a determinar el trabajo conciliar, hasta que durante el desarrollo del Concilio los padres fueron tomando conciencia de que lo doctrinal y lo pastoral están en una relación dialéctica, en un movimiento de ida y vuelta27.

22 Cf. Vicente BOTELLA, o.c., pp. 104-112.23 Gaudet Mater Ecclesia, p. 434.24 Gaudet Mater Ecclesia, p. 434.25 Gaudet Mater Ecclesia, p. 434.26 En realidad también me interesa advertir sobre una inadecuada relación entre teoría y praxis, sea que alguien se deje atrapar por el dogmatismo de la doctrina o sea que se deje obnubilar por la dictadura de la práctica.27 De hecho, los conflictos que surgieron entre la comisión teológica (encargada de las materias doctrinales) y otras comisiones preparatorias (encargadas de las materias prácticas), se explican en parte por la visión limitada de lo pastoral que algunos tenían.

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En realidad es necesario que demos un paso más. La pastoralidad del Vaticano II debe mucho a aquella reiterada relación que establece Juan XXIII entre Iglesia y mundo en sus discursos. Como hemos visto, esta estrecha relación está presente en el origen de la idea que tuvo el Papa de convocar a un Concilio; en su preocupación por la situación que percibía en Roma y el mundo; en las correspondencias iniciales que establece entre perfección cristiana y actividad terrena o entre bienes espirituales y bienes temporales; en su mirada crítica y esperanzada del mundo; en su sugerente icono de la Iglesia de los pobres; en su deseo de que este concilio exponga la auténtica doctrina en respuesta a los desafíos del siglo, asumiendo un fecundo magisterio pastoral; en su decisión de mostrar al mundo la validez de la doctrina en vez de repetir las condenas.

La pastoral debe entenderse como la realización de la Iglesia por su praxis en las concretas condiciones históricas; por una parte, se considera la acción que despliega la Iglesia en el cumplimiento de su misión; por otra parte, se considera que la acción de la Iglesia está determinada por las coordenadas socio-históricas28. Esta perspectiva permite situar la naturaleza pastoral del Concilio en un concepto de pastoral que ha transitado de la actividad del pastor a la acción de toda la Iglesia en la historia… donde toda la Iglesia aparece como sujeto de una praxis histórica en el mundo29. En consecuencia se produce el tránsito de la triple acción del ministro de la Iglesia (sacerdote, maestro y pastor) a la cuádruple acción de la Iglesia (comunión, liturgia, enseñanza y servicio).

El Concilio está signado por la conciencia de que la múltiple acción pastoral de la Iglesia se realiza en el mundo: la vida cristiana interpela la relación Iglesia-mundo y el devenir histórico coloca hitos a la práctica eclesial (M. Donzé)30.

En la noche de la jornada inaugural del Concilio, el Papa se asomó a la plaza de San Pedro, que estaba

abarrotada de peregrinos con antorchas que evocaban el concilio de Éfeso (431). Juan XXIII emocionado dijo que parecía que incluso la luna se hubiera apresurado aquella tarde para mirar tal espectáculo. Hacia el final de su breve discurso, envió un saludo afectuoso a los hombres y las mujeres del mundo:

“Regresando a casa, encontraréis a los niños; hacedles una caricia y decidles: ésta es la caricia del papa. Tal vez encontraréis alguna lágrima que enjugar. Tened una palabra de aliento para quien sufre. Sepan los afligidos que el papa está con sus hijos, especialmente en la hora de la tristeza y de la amargura. En fin, recordemos todos, especialmente, el vínculo de la caridad y, cantando, o suspirando, o llorando, pero siempre llenos de confianza en Cristo que nos ayuda y nos escucha, procedamos serenos y confiados por nuestro camino”31.

La Iglesia con un nuevo rostro ante el mundo. ¡Un Concilio pastoral!

28 Cf. Álvaro GRANADOS, Identidad y método de la teología pastoral. Ocho protagonistas del debate contemporáneo, Valencia, Edicep, 2010, pp. 25-35.29 Permítaseme agregar que en esta perspectiva se desarrolló también la teología de la liberación cuando se autocomprendió como una reflexión crítica de la praxis histórica a la luz de la palabra de Dios creída y vivida, en el contexto de la liberación de los pobres.30 Cf. Juan Manuel TORRES, “El método de correlación en la teología práctica”, en Theologica Xaveriana N° 171 (Enero-Junio 2011), p. 246ss.31 Saludo improvisado a los fieles tras la inauguración del Concilio, en Luis MARÍN, o.c., p. 440.

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10 50 Años del Vaticano II

Agradezco la invitación para reflexionar con ustedes un asunto que puede ser visto desde muchos ángulos diferentes y complementarios:

el impacto del concilio ecuménico Vaticano II en la Iglesia en América Latina. Por lo tanto, un intento de mirar un acontecimiento de ámbito mundial, el vigésimo primer concilio ecuménico de la historia de la Iglesia, pero visto desde el caminar eclesial de un continente, la Iglesia en América Latina.

Habría muchos episodios interesantes del proceso conciliar, que podrían ser el objeto de nuestra curiosidad histórica. Pero nuestro interés no es meramente histórico. Se trata, en verdad, de verificar cómo el proceso conciliar intervino en la Iglesia de América Latina, y ver cómo podemos apropiarnos de este proceso, para continuar nuestro caminar eclesial. Sólo vale la pena recordar hechos, si ellos iluminan la realidad actual, y pueden servir como punto de referencia para discernir y juzgar los nuevos pasos a dar.

Por lo tanto, propongo mirar al Concilio, a partir de su incidencia sobre la Iglesia en América Latina. Partiendo de su recepción más que del gran evento histórico amplio, que fue el Concilio Vaticano II. Pero aún así es importante vincular la situación actual con el acontecimiento histórico del Concilio. Después de 50 años de su realización, el Concilio corre el riesgo de ser ignorado u olvidado.

En la última asamblea de la CNBB, en abril de este año, tuve un susto cuando me di cuenta que

ninguno de los 300 obispos titulares de Brasil habían participado en la sesión de apertura del Concilio, el 11 de octubre de 1962. En 50 años, el tiempo se llevó a toda una asamblea de la CNBB. El susto y la sorpresa fueron mayores porque me vi a mí mismo como el último sobreviviente de una generación de obispos que vivieron el clima especial en torno a la apertura del Concilio.

El día 11 de octubre 1962 tuve la suerte de estar en la Basílica de San Pedro, y acompañar de cerca ese momento histórico de la inauguración oficial del Concilio. Fue una experiencia singular, que aún recuerdo vivamente. Yo había ido temprano a la Plaza de San Pedro para ver de cerca la procesión de los 2,500 obispos que habían acudido al Concilio. Fue entonces cuando tuve mucha suerte, me saqué la lotería: el fraile Boaventure Klopenburg, uno de los expertos en la preparación del Concilio, me dio una acreditación de periodista, con la que podría entrar en la Basílica. Acabé poniéndome más cerca del Papa que todos los cardenales, arzobispos y obispos.

Este hecho me pone ahora el compromiso y el empeño de trabajar para que la memoria del Concilio no se pierda. Con esta intención he escrito un pequeño libro, titulado: “Revisitar el Concilio Vaticano II”, donde explico brevemente, de manera sucinta, el rico proceso conciliar. Él puede ayudar. En cualquier caso, estoy pagando el precio de haber escrito el libro: en este año de jubileo del Concilio, tengo la agenda llena y apretada de reuniones y encuentros para reflexionar sobre el concilio Vaticano II.

1. Los primeros frutos del jubileo del Concilio. Algunas constataciones

Los diversos momentos de reflexión sobre el Concilio, ya me permiten percibir algunas observaciones interesantes.

En primer lugar, la gente sencilla, los laicos, los jóvenes, cuando toman conocimiento de lo que fue el Concilio, del clima de apertura, de participación, y esperanza que generó, hace que se den cuenta de que el Concilio fue una gracia de Dios. “Sólo con la ayuda de Dios fue posible la celebración de un Concilio como éste”, ésta es una de las constataciones que las personas hacen.

Recepción del Concilio en la Iglesia de América LatinaMons. Demetrio Valentini

Obispo de la Diócesis de Jales SP (Brasil)

Personalmente, me siento obligado a dar mi testimonio del contexto en el que se llevó a cabo este Concilio. Tuve

la suerte de vivir muy de cerca el Vaticano II, como estudiante de teología en Roma en el momento en que se

realizaba el Concilio.

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Juan XXIII reconoció en la rápida adhesión de la gente, del pueblo, un signo de la voluntad de Dios. Ahora, me parece importante constatar que la gente ahora también reconoce que la mano de Dios estuvo presente en este Concilio. Por lo tanto, no podemos descartar, despreciar o relativizar demasiado el Vaticano II.

Otra constatación se refiere a la consistencia de este Concilio. Fue un Concilio “pra valer” (“en serio”). Tomó un tema denso, la Iglesia, en la amplitud de sus diversas dimensiones. Un Concilio, por tanto, que necesita tiempo para ser asimilado y aplicado. En este sentido, es claro que el Vaticano II desencadenó un proceso que todavía está abierto. Ya sea o no convocado un nuevo Concilio, es importante sostener el proceso iniciado por el Vaticano II.

Pero la constatación más fecunda, es que este Concilio debe ser mirado con grandeza de alma. Aunque condicionado por diferentes circunstancias históricas, sólo nos situamos adecuadamente frente al concilio Vaticano II reconociendo correctamente sus grandes intenciones y su mentalidad abierta, su apertura de espíritu. El Concilio no fue un meteorito extraño, que pasó cerca de nuestro planeta, y poco a poco fue desapareciendo en el horizonte. La celebración de su jubileo parece confirmar su validez. El Vaticano II fue un momento de intensa vivencia eclesial, que ahora necesita integrarse en la dinámica de la vida de la Iglesia.

2. El Concilio y la identidad de la Iglesia en América Latina.

La Iglesia en América Latina abrazó al Concilio con gran generosidad y disposición. Incluso antes de la conclusión del Concilio, Dom Manuel Larraín y Dom Helder Cámara llevaron a Pablo VI la sugerencia de celebrar una gran reunión, para adaptar el Concilio a la realidad propia de América Latina. Fue con esta intención que se realizó la Conferencia en Medellín. Ella ya fue pensada y diseñada de acuerdo con el espíritu del Concilio, que había sentado las bases para una descentralización legítima de las estructuras eclesiales, en vista de la encarnación de la Iglesia en las realidades locales.

El concilio Vaticano II encontró la Iglesia en América Latina en pleno proceso de afirmación de su propia identidad eclesial. El continente latinoamericano, y la Iglesia en América Latina, estaban despertando para asumir su propia identidad, liberándose de dependencias históricas, que en muchos aspectos habían impedido la afirmación de su autonomía.

La cuestión central es comprobar en qué medida la aplicación del Concilio estimuló esta identificación, o cómo esta identificación se vio obstaculizada.

En primer lugar, es necesario reconocer que el Concilio se constituyó en un factor de gran estímulo para el proceso de descentralización de la Iglesia. El Concilio ofreció el soporte teológico, que permitía el sueño de una saludable diversidad de las Iglesias locales, que irían enriqueciendo a la Iglesia universal, por sus fisonomías eclesiales propias. Por esto, los líderes episcopales de América Latina habían acelerado la recepción del Concilio, realizando una “Conferencia General”, que asumiría la forma de una especie de “Concilio Regional”, para asimilar las grandes intuiciones del concilio Vaticano II en el contexto de la realidad latinoamericana.

El continente latinoamericano, tenía sed de autonomía política y de afirmación de su identidad. La Iglesia estaba dispuesta a abrazar las causas del pueblo, contribuyendo con su presencia de servicio y ofreciendo la riqueza de su fe, que alentaba la integración de los valores culturales y humanos en su fisonomía eclesial. En este contexto, el Concilio llegó con su incuestionable autoridad, como garante de este proceso de identificación continental, tanto desde el punto de vista político como eclesial. El Concilio Vaticano II vino a fecundar el proceso libertario de América Latina, con la participación de la Iglesia en forma intensa. El Vaticano II encontró la Iglesia en América Latina despertando a su autonomía y su propia identidad.

El Concilio animó a este proceso, y la Iglesia en América Latina abrazó el Concilio, sin calcular la resistencia que encontraría, tanto dentro de sí misma como de fuera, por parte de quien se sentía obligado a continuar tutelando la Iglesia en América Latina en la suposición de que la Iglesia no había alcanzado aún su madurez.

En primer lugar, por lo tanto, el Concilio despertó la Iglesia en América Latina, animándole a asumir su propia identidad, de forma autónoma y responsable. Al mismo tiempo, comenzaron temprano las resistencias a este proceso, particularmente frente a algunas expresiones eclesiales que se convertirían en características de la Iglesia en América Latina, y que se pueden enumerar así:

- Las comunidades eclesiales de base.- La opción por los pobres.- La teología de la liberación.- La lectura popular de la Biblia.Estas cuatro expresiones eclesiales se relacionan

muy bien entre sí, y se apoyan mutuamente.

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Sería interesante analizar de donde brotan sus motivaciones, y cómo se explican las reacciones que generan.

Tal vez la más controvertida de todas, la Teología de la Liberación, es la que más puede encontrar su justificación. Los pueblos de América Latina, sus países, la misma Iglesia, estaba viviendo un proceso libertario, que necesitaba con urgencia ser sustentado en sus motivaciones. Necesitaba de una “Teología de la liberación”, solicitada por un proceso que el Concilio incentivaba, de atención a los “signos de los tiempos”, con la recomendación de asumir y abrazar las causas de las personas, como “Gaudium et spes” había afirmado muy claramente. Quien combatía la teología de la liberación, demostraba no comprender las razones profundas de su urgencia y de su importancia. Así, en el momento de aplicar el Concilio, fueron apareciendo las resistencias a su proceso eclesial.

Análisis semejante daría para hacer acerca de las “comunidades eclesiales de base”. Para la gente que quería ser Iglesia, la manera próxima de alcanzar este deseo era organizarse en “pequeñas comunidades de base”, como “células estructuradoras” de la Iglesia. Comunidades eclesiales, sí, pero al mismo tiempo, se sentían insertas en la realidad, donde la fe llevaba a sus miembros a asumir también los compromisos de orden político y social, impulsando un proceso de liberación integral. Quien vino a luchar contra ellas, sospechando de su autenticidad cristiana, no entendía la motivación que las animaba. O entendía, sí, y se daba bien cuenta de que las comunidades eclesiales eran un factor de profundos cambios políticos que contradecían los intereses de aquellos que las combatían.

Se podría profundizar el análisis de estos enfrentamientos eclesiales, que a partir de estas cuatro características de la Iglesia en América Latina estaban teniendo lugar. Hecho con mente abierta, con grandeza de espíritu que inspira el Concilio, este

análisis podría ayudar a comprender mejor los desafíos que la Iglesia de América Latina aún enfrenta.

3. “Un continente que quiere ser cristiano, un pueblo que quiere ser Iglesia”.

A partir de reflexiones hechas a lo largo de varios momentos vividos en América Latina, y especialmente de mi participación en las Conferencias de Santo Domingo y Aparecida, y el Sínodo de América, llegué a esta síntesis: “Vivimos en un continente que quiere ser cristiano, y tenemos un pueblo que quiere ser Iglesia”.

Esta constatación tiene que inquietar a la Iglesia, y dejarnos inquietos con la urgencia de adecuadas respuestas pastorales. En un continente que, al menos por ahora, hace cuestión de declararse a sí mismo como cristiano, sentimos la urgencia inmediata de un amplio proceso de evangelización, que fortalezca esta profesada identificación. ¿Cómo atender a esta sed de identificación cristiana, manifestada por el continente?

En América Latina, el pueblo, las personas, quieren ser Iglesia. No es difícil comprobar esta verdad, dado el suceso de miles de expresiones eclesiales que hoy existen en los países latinoamericanos. Esto hace de nuevo pensar en las comunidades. Ellas precisan ser accesibles para las personas, de tal manera que las personas puedan ser fácilmente insertadas en la Iglesia, a través de comunidades que están próximas y bien premunidas de ministerios necesarios para su eclesialidad. Aquí aparece nuevamente la conveniencia de un análisis de mayor profundidad, para entender los impases eclesiales experimentados por nuestras comunidades, derivados de la falta de estímulo o de la desconfianza frente a las comunidades eclesiales de base.

4. La visión de la Iglesia como Pueblo de Dios.

La visión de la Iglesia como “pueblo de Dios” encontró una rápida y pronta acogida en América Latina. Esta opción de privilegiar la visión de la

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Iglesia como Pueblo de Dios tuvo un gran impacto y repercusión en todo el Concilio. Tanto, que fue comparada con la famosa “revolución copernicana”. Copérnico demostró que no es el sol que gira alrededor de la tierra, sino la tierra que gira alrededor del sol.

Así, la centralidad de la Iglesia no está en la jerarquía, sino en el pueblo de Dios, que incluye a todos los miembros de la Iglesia, de manera igualitaria y fundamental, y al servicio del cual está la jerarquía. Con la introducción del capítulo sobre el Pueblo de Dios, antes del capítulo sobre la jerarquía, el Concilio hace una clara opción por una visión bíblica y al mismo tiempo, histórica de la Iglesia. La visión de la Iglesia Pueblo de Dios en el concilio Vaticano II tiene una centralidad, cuyo alcance puede escapar a un análisis superficial de la eclesiología del Vaticano II.

El actual capítulo dos de la “Lumen gentium”, sobre la Iglesia pueblo de Dios, tiene una clara centralidad. Permite poner a la Iglesia en su relación histórica con la diversidad de los “pueblos, naciones y lenguas”, en su encarnación concreta y sus alrededores con la realidad histórica donde se encuentre la Iglesia.

Por lo tanto, parece errónea la interpretación divulgada a partir del Sínodo especial del aniversario conmemorativo de los 20 años del Concilio en 1985, que habría relativizado la visión de Iglesia Pueblo de Dios, para resaltar la dimensión de la Iglesia como misterio de comunión.

La declaración del Concilio, para ser bien entendida, debe estar ubicada en el contexto histórico en el que se formuló. Sirvió para fundamentar una nueva visión de Iglesia, que venía al encuentro de las altas expectativas de renovación eclesial que el Concilio había desatado. La visión de la Iglesia Pueblo de Dios atraviesa todos los documentos conciliares, y revela una insistencia deliberada. Siempre que se habla de Iglesia o de una dimensión relativa a la vida de la Iglesia, luego se resalta su universalidad eclesial, que la visión del Pueblo de Dios facilita. Esto se traduce

en una especie de advertencia del Concilio, al expresar claramente que “todos somos Iglesia”, y que los dones concedidos a la Iglesia son destinados a todo el Pueblo de Dios.

Así, por ejemplo, en la propia “Lumen gentium”, antes de hablar de los religiosos, que tienen la vocación de dar testimonio de la santidad de la Iglesia, el Concilio tomó la precaución de anteceder al capítulo de los religiosos, el capítulo sobre la vocación universal a la santidad.

En la Conferencia de Aparecida, se percibió la diferencia que la gente hace. En Santo Domingo sólo se veía a la gente desde lejos. En Aparecida, los peregrinos venían todos los días para participar en la Eucaristía en el santuario. Su testimonio de fe sencilla y auténtica, simplemente cambió el ambiente de la propia Conferencia. El ejemplo de las personas sencillas convirtió a los obispos. En la medida que la Iglesia de América Latina se mantenga cerca de la gente, mayor será la certeza de su autenticidad, y más podrá contar con la gracia de Dios en su caminada.

5. La colegialidad episcopal, expresión de la responsabilidad eclesial.

Otra afirmación importante del Concilio, que debe ser confrontada con la Iglesia de América Latina, es la definición de la colegialidad episcopal, en el capítulo 3 de la “Lumen gentium”. En este capítulo, el Concilio analiza y define la naturaleza y la misión del episcopado, entendido como un sacramento con dimensión eclesial muy clara y fundamental.

Teniendo en cuenta el formato que Cristo dio a su grupo de Apóstoles, el primero y fundamental “colegio episcopal”, la Iglesia desea hacer hincapié en su continuidad, en la misma comunión y en la misma misión. La misión confiada a los Doce, comporta la comunión y la igualdad entre ellos, y al mismo tiempo la misión propia confiada a uno de ellos, Pedro, al servicio de la unidad y la fidelidad de todos los demás. Esto es lo que la Iglesia profesa en la forma de “primado y colegialidad”, que el Concilio Vaticano II expresó y definió claramente.

Para la vida de la Iglesia son esenciales tanto la dimensión de la colegialidad, como la dimensión de primado. Ambos están al servicio de la comunión eclesial y de la fidelidad a Cristo. Cuando se rompe este equilibrio entre primado y colegialidad, la Iglesia queda expuesta a rupturas, fácil de romper y muy difícil de superar más adelante.

En una de las conferencias durante el Concilio, provistas por la CNBB en Roma en la “Domus Mariae”,

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un obispo ortodoxo presentó su lectura histórica de las grandes divisiones que se produjeron en la Iglesia, como consecuencia del ejercicio inadecuado de la colegialidad y del primado. Dijo que la ruptura con los ortodoxos, en 1054, se dio por no haber apreciado al primado. La colegialidad se exageró. A continuación, el Occidente, dejado sólo con el ejercicio del primado, condujo a la ruptura protestante, por la falta de colegialidad vivida al servicio de una descentralización sana de la Iglesia que podría haber ocurrido sin la ruptura protestante.

En cualquier caso, el punto de vista correcto de la colegialidad y de la visión de la Iglesia como Pueblo de Dios, derivan las grandes intuiciones pastorales del concilio Vaticano II. En particular, la importancia de las Iglesias locales, como la encarnación de la Iglesia en las realidades donde ella se inserte, en la diversidad de razas y culturas. Y también, la importancia de las comunidades eclesiales, donde el Evangelio puede ser vivido en la práctica de la vida diaria y de la inserción en el mundo.

La Iglesia de América Latina nunca puso en duda la importancia del primado de Pedro, expresado en la figura del Papa. Será que no estaría en la hora de dejar más espacio para el ejercicio de la colegialidad, inclusive para que la Iglesia Católica de América Latina esté en condiciones de ir al encuentro del pueblo que quiere participar activamente en la vida de la Iglesia, y no puede encontrar espacio en las estructuras existentes que la Iglesia le ofrece.

6. Contribución de la Iglesia en América Latina para la Iglesia Universal

En la Conferencia de Santo Domingo el Papa Juan Pablo II, lanzó por primera vez la idea de hacer una reunión en forma de un “sínodo continental”. La primera reacción fue de desconfianza, la sospecha de que el Papa estaba declarando el final de nuestras “conferencias generales latinoamericanas”. Lo que no se comprobó, como sucedería con mucho provecho, en la Conferencia de Aparecida.

Pero el hecho que a mí me parece innegable es éste: fue la experiencia de nuestras conferencias generales el que inspiró a la Iglesia para llevar a cabo los diversos sínodos continentales, que fueron ocurriendo en la preparación para el Jubileo del año 2000, y aún permanecen como referencias especiales en el contexto de las muchas iniciativas que surgieron después del Concilio.

Esto plantea la cuestión de la importancia de la Iglesia de América Latina, en el conjunto de la Iglesia universal. Una comprobación objetiva de esta importancia está dada por la estadística, que evidencia claramente el aumento proporcional de los católicos en América Latina. Pero la importancia de la Iglesia de América Latina no es sólo de orden estadístico. En la difícil tarea de abrir el camino para una fecunda diversidad eclesial, la Iglesia de América Latina podría servir como un buen campo de experimentación. Pues ella guarda con nitidez los rastros de su lugar de origen europeo, y al mismo tiempo ostenta, con alegría, las características heredadas de las poblaciones indígenas, enriquecidas con el aporte de otros grupos étnicos, entre los que se destacan rasgos africanos, esenciales para la comprensión de la verdadera identidad de la Iglesia de América Latina, en su unidad y al mismo tiempo su rica diversidad.

La Iglesia entera ganaría con el fortalecimiento de la identidad propia de la Iglesia en América Latina, que podría poner a disposición de la Iglesia universal los carismas con que fue agraciada por Dios.

Conclusión

La Iglesia de América Latina acogió el Concilio Vaticano II de forma inmediata, generosa y eficaz. El Concilio ha reforzado la identidad propia de la Iglesia latinoamericana. Pero el proceso de renovación conciliar no se ha agotado. Él necesitaría de un nuevo impulso para ser retomado. La celebración de los 50 años de la apertura del Concilio, puede llegar a ser una buena oportunidad para una nueva confrontación del Concilio con la Iglesia de América Latina, recuperando las grandes intuiciones pastorales, y superando las desconfianzas que dificultaron la implementación más profunda del Concilio. Identificar los puntos principales que necesitan ser retomados, es sin duda un motivo para estimular un diálogo abierto y responsable sobre el presente y futuro de la Iglesia en América Latina.

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Hay que recordar la importancia fundamental del Concilio para la Iglesia; es necesario hacerlo porque hay corrientes que desde hace

décadas intentan dar marcha atrás, restaurar un estilo eclesial dogmático y eclesiocéntrico. Esas corrientes se encarnan en grupos poderosos con presencia en la curia Vaticana; apelan al miedo a lo desconocido para ofrecer seguridad en base a cumplimiento de rituales y aceptación acrítica de dogmas y tradiciones muchos de los cuales no tienen asidero en la buena noticia de Jesús de Nazaret.

El Concilio fue convocado por Juan XXIII para actualizar la vida y mensaje de la Iglesia ante la nueva era que se vivía. Rompe con estilos que se habían consolidado en la vida eclesial y la habían alejado del mundo. Es un concilio Pastoral, no es dogmático. Se deja interpelar por la sociedad para dar respuesta a sus problemas; dialoga con el mundo y la ciencia. Parte del pasado pero no se centra en él; es de propuesta, mira hacia delante. Rompe con las definiciones para ir a las descripciones y las exhortaciones.

GS 4 señala que para cumplir su misión “Es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del evangelio, de forma que acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y la vida futura y la mutua relación entre ambas. Es necesario por ello conocer y comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones y el sesgo dramático que con frecuencia lo caracteriza”.

El Concilio fue una interpretación de la voz de Dios presente en “signos de los tiempos” y una respuesta a las demandas del mundo y de la Iglesia. Hoy la dinámica que inició nos sigue estimulando, pero hay nuevas demandas a las cuales dar respuesta, situaciones que hace cincuenta años no se imaginaban; por nombrar sólo algunas: el fin de la “Guerra Fría”, la crisis ecológica, la era digital, la nanotecnología...

Las preguntas claves son… ¿qué Iglesia querría Jesús para el Perú de hoy? ¿Y cómo nos ilumina el Concilio para dar esa respuesta? Algunas pistas para responder a esas esas preguntas:

Una comunidad de discípulos, de seguidores de Cristo (Mc 1, 18-20) como recuerda Aparecida. Una Iglesia centrada en la Buena Noticia y que se nutre con la Escritura, no en códigos y preceptos morales que son instrumentos útiles de acuerdo a los tiempos pero no son el centro de la llamada, y que no tienen la capacidad de enamorar al ser humano. Esto nos plantea el reto de conocer cada vez más el Evangelio y la manera de interpretarlo. Plantea también el ser capaces de discernir cuándo los instrumentos deben ser renovados para ser fieles a la llamada de Jesús.

Una Iglesia que escucha al mundo, y dialoga con él. Los gozos y esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. (…) La iglesia se siente por ello íntima y realmente solidaria del género humano y su historia. GS

1. Cuando la Iglesia no escucha al mundo traiciona su misión.

Una Iglesia solidaria, en especial con los marginados. Una Iglesia servidora con afecto pero también con hechos concretos. “La Iglesia abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad humana; más aún reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su fundador (…) se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo” (LG 8. (Mt 25, 31-46).

Leer los signos de los tiempos en la Iglesia y el Perú de hoy

Juan Borea, Comunidad Héctor de Cárdenas

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Una Iglesia de comunión, en la que cada cual tiene carismas en orden al bien común y ejerce sus ministerios. “Cristo instituyó en su iglesia diversos ministerios ordenados al bien de todo el cuerpo” (LG 18) en la que todos los bautizados tenemos igual dignidad. “La condición de este pueblo es la dignidad y libertad de los hijos de Dios” (LG 9).

El rol de las autoridades eclesiales (incluyendo los laicos que son autoridades en movimientos, comunidades e incluso en la estructura jerárquica actual) es buscar la comunión y liderar la vida eclesial en la que todos tenemos un rol. “Los sagrados pastores reconozcan y promuevan la dignidad y responsabilidad de los laicos en la iglesia. Recurran gustosamente a su prudente consejo (…) y denles libertad y oportunidad para actuar, más aún, anímenles a emprender obras por propia iniciativa (LG 37).

Hay un uso distorsionado del concepto de Pastor como si el resto fuéramos ovejas cuyo papel es seguir y obedecer ciegamente. Las parábolas del Buen Pastor hacen hincapié en otros aspectos: el que da la vida por sus ovejas, el que las conoce por su nombre (Juan capítulo 10). Cabe recordar las invectivas de Jesús contra los malos pastores en Mateo, 23. O la parábola de los viñadores, claramente dirigidas contra quienes se habían apropiado del mensaje de la Alianza para su provecho (Lc. 20, 9-19.

Hay que ejercer la autoridad no con el espíritu del “Mundo”, sino con el de Jesús. La autoridad es un servicio difícil, esforzado y pocas veces reconocido. Que debe ser ejercido con los lineamientos que encontramos en Marcos 10, 35 -45.

Una Iglesia que practica la corresponsabilidad. Todos somos responsables de ella. “Aún cuando algunos (…) han sido constituidos doctores (…) y pastores para los demás, existe una auténtica igualdad entre todos en cuanto a la dignidad y a la acción común a todos los fieles en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo”. Hay que cambiar el mal hábito de dejar en la actual jerarquía la responsabilidad y la tarea. Cuando se habla de Iglesia hablamos de todos; debemos exigir por tanto presencia en las decisiones, debemos ser consultados y si no lo somos, hacernos oír. “Los laicos tienen la facultad, más aún a veces el deber, de exponer su parecer acerca de los asuntos concernientes al bien de la Iglesia (LG 37)”.

Una Iglesia que busca la santidad pero que se sabe pecadora. “Todos los fieles (...) son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad” (LG 11). “La iglesia encierra en su propio seno a pecadores y siendo al mismo tiempo santa y necesitada de purificación, avanza continuamente por la senda de la penitencia y de la renovación” (LG 8).

Estamos en tensión hacia la santidad, pero debemos reconocer que en nosotros como personas e instituciones está presente el misterio de la iniquidad. Reconocernos pecadores no debe anularnos, pues confiamos en el perdón de Dios; pero sí debe ayudarnos no ser soberbios, a comprender (no justificar) nuestras fallas y las de otros, y a no tener a priori la actitud de condena a los demás. Cuántas veces como institución predicamos la falsa pureza de los fariseos (condenada por Jesús) y olvidamos su comprensión con las personas (Lc 11,37-12.3).

Una Iglesia Profética ante las injusticias y desigualdades; que alce su voz para anunciar el Reino y para denunciar lo que va contra él. “Toda forma de discriminación en los derechos fundamentales de la persona, ya sea social o cultural, por motivos de sexo, raza, color, condición social, lengua o religión, debe ser vencida y eliminada por ser contraria al plan divino (…) Resulta escandaloso el hecho de las excesivas desigualdades económicas y sociales que se dan entre los miembros o los pueblos de una misma familia humana” (LG 29). La Iglesia peruana ha sido fecunda en profetas; hoy se intenta adormecer e incluso acallar a los profetas. Por fidelidad al Señor, tenemos que seguir siendo la voz de quienes no tienen propia voz.

Una Iglesia realmente católica, universal. Que acoge a las personas desde su propia identidad, que recoge su cultura y se expresa en ellas entendiéndolas como riqueza y no como dificultad. “En virtud de esta catolicidad cada una de las partes colabora con sus dones propios con las restantes partes y con toda la iglesia (…) protege las diferencias legítimas y simultáneamente vela para que las divergencias sirvan a la unidad en vez de dañarla” (LG 13).

Estos retos son imposibles de asumir en la soledad. Por ello el Señor nos convocó como pueblo, como comunidad. “Fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres no aisladamente (…) sino constituyendo un pueblo” (LG 9). Esa gran comunidad debe estar conformada por comunidades (iglesias) menores en las cuales haya una relación personal, de conocimiento y amor, que supere la actual masificación en la que la persona es uno más de una multitud anónima. Y para que estas comunidades existan y tengan fuerza se hace necesario repensar la actual forma de organizarnos, y la actual estructura de los ministerios, incluyendo el ministerio presbiteral y episcopal.

La dimensión de los retos que tenemos por delante puede parecernos excesiva, y darnos temor. Pero no debemos asustarnos, pues contamos con la presencia del Señor. Recordemos las palabras de Jesús a sus discípulos asustados por la tempestad (Mt. 9, 23-27) “¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?”.

Confiados Hermanos, hermanas y laicos.

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Adela Villanueva Aguilar ss.cc., 83 años

Yo pensé que la vida religiosa se daba al amor de Dios en las diferentes formas: en el servicio, en las

misiones, visitando a los enfermos, en los hospitales… En la congregación me encontré con una vida semi conventual: solo algunas eran preparadas para trabajar en los colegios y otras hacíamos diferentes servicios en casa, sin salir de ahí. Las oraciones que teníamos eran monótonas. Caíamos en lo devocional, con un cierto intimismo: “mi Dios y yo”. La misa era en latín. Por un buen tiempo, veía que éramos como corderitos que seguíamos costumbres.

Teníamos pocos momentos de compartir y esto solo en grupo. No había espacios para intercambiar nuestra experiencia espiritual, menos para expresar y analizar lo que sentíamos. Todo esto me decepcionaba, pero tenía la esperanza de algo nuevo. Era joven, tenía mucha ilusión, soñaba con cambios en la Iglesia, la congregación, la sociedad, la familia. El Concilio dio un nuevo empuje para abrirnos al entorno. Esto me trajo mucho entusiasmo y puse todo de mi parte para sumarme a lo nuevo.

A nivel eclesial, se mantenía una postura machista; sin embargo, las religiosas y los religiosos cobramos un rol vital en la tarea apostólica. Ya teníamos acceso al evangelio en castellano.

Para mí, fue clave tomar contacto con las misiones. Desplazarnos a zonas periféricas fue todo un desafío. Veíamos muchas necesidades humanas y espirituales. Comenzamos a visitar nuevos lugares, a llevarles un mensaje de vida y se hacían contactos para ayudar, cuando veíamos otro tipo de necesidades.

Esto trajo un cambio en mi manera de ver a Dios como un papá que se entrega, que vela por los pobres. Descubrí que en la periferia había gran deseo de vivir la fe y ahí teníamos que ir. Creo que por muchos años, yo también había estado con mis sueños “adormilados”. Estos cambios rompieron todos mis esquemas… No me sentía sola, había muchos hermanos y hermanas con entusiasmo para lanzarse por nuevos caminos. Tuve

más contacto con la Palabra, con el Jesús del evangelio. Mis horizontes se ampliaron porque la invitación no era solo para los otros, era para mí. Hay que reconocer que no todas nos abrimos a esta experiencia, provocaba disgustos, pero la vida religiosa tenía que cambiar. Nuestra Iglesia tenía mucha riqueza. El Vaticano II nos transformó la mente y el corazón.

Hoy veo con pena, una Iglesia sectaria, que dice: “mantengo mi postura y defiendo mis propios intereses e ideales”, Esto nos hace perder de vista el servicio porque se confunde con el poder. Sueño con una Iglesia que considere las diferencias y se sienta una sola. Me gustaría cambiar el estilo jerárquico, para tener una relación de iguales. Me gustaría que a nuestro representante se lo llamara “Pastor” o “Servidor del pueblo” en lugar de Papa. Anhelo una Iglesia donde todos busquemos nuevos caminos y no solo decidan las autoridades. Una Iglesia participativa y en comunión. Un desafío que creo importante es la preparación de los sacerdotes para que puedan vivir, en parte, de un trabajo remunerado.

Todavía las mujeres quedamos fuera de muchas cosas… porque seguimos siendo consideradas y tratadas como auxiliar o apoyo. Hay muchas mujeres que entregan su vida a la parroquia, deberían ser remuneradas, ya que restan tiempo a su hogar. A veces veo una Iglesia que va marcha atrás, que quiere retroceder…

Así vivimos el Concilio… Así anhelamos nuestra Iglesia

El Concilio Vaticano II trajo nuevos aires a la Iglesia. Las ventanas se abrieron y el Espíritu inspiró grandes novedades. Aquí les presentamos los testimonios que recogen la vivencia de aquellos tiempos y también los anhelos y esperanzas que presenta el mundo actual a nuestra Iglesia.

Por Susana Dumrauf ss.cc. y Lucy Santa Cruz ss.cc.

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Benigna Arrese Paredes ss.cc., 90 años

Ah! El Papa Juan XXIII, fue un reformador… Con el Concilio hubo un cambio total en la vida religiosa.

Pudimos escuchar por primera vez, la misa en castellano y tuvimos más acceso a la biblia. Se consideró la realidad de la gente y por eso los sacerdotes tenían que aprender el idioma del lugar, para lanzarse a la misión. Nuestro buen obispo, Luis Dalle pidió que se estudiara el quechua y el aymara para servir mejor a nuestra gente, a los más sencillos, a los pobres, a los preferidos de Jesús.

Antes la vida conventual era de mucho silencio,

teníamos que hablar despacio y todo era más riguroso. Semanalmente hacíamos también el capítulo de culpa (dar cuenta de alguna falta externa de los acuerdos de convivencia ante la comunidad). Después del Concilio esto se fue dejando, poco a poco. Había formas que se fueron abandonando, para vivir una fe más profunda, una fe del corazón.

Pero con todos estos cambios, había que ir despacio. Surgían muchas cosas nuevas que podían hacer perder el centro. Había que cuidar muy bien la oración y la adoración. Eso dependía de cada una. Lamentablemente, muchas hermanas y sacerdotes de distintas congregaciones salieron.

Una de las experiencias fuertes que me marcaron fue la misión de Pedro Ruiz Gallo. Allá nos tocó enfrentar situaciones difíciles. No era ni casita, apenas un lugar donde vivir. Así fueron las primeras fundaciones, con poco pero con mucha alegría y espíritu de sacrificio. En estos tiempos todavía no teníamos caballo, caminábamos mucho. Al pueblo que íbamos llevábamos el Santísimo. Usábamos leccionario en castellano. Más de una vez, recordé la experiencia del Padre Damián. Él fue mi modelo. Él aceptó lo que le tocó vivir, yo también…

Por aquella época, visitamos también los campamentos, donde estaban los soldados. Íbamos una vez al mes. El general del ejército de este campamento también quería darnos obediencia. Nos decía: “Hermanas, ustedes tienen que atender a los soldados que trabajan en las carreteras, ellos también tienen alma, ustedes son cuatro, dos pueden quedarse aquí y las otras dos atenderlos a ellos”. ¡La santa obediencia del general! Y así lo hicimos, porque encontramos que el amor de Dios tenía que llegar a todos.

Luego de un tiempo íbamos a caballo a lugares más lejanos. Aunque la vida era sacrificada, la gente nos esperaba ansiosa y con mucho cariño y eso valía todo el esfuerzo. En el lugar donde estábamos no estaban nuestros hermanos de la congregación, solo había un sacerdote diocesano que celebraba misa cada quince días.

Me gusta una Iglesia preocupada por servir. Una iglesia que no descuide la oración, abierta a todos. Una Iglesia que sea testimonio en el lugar donde estemos, que nos distingamos por el trato, por la forma de relacionarnos. Una iglesia que no juzgue, que respete a todos…

María Gracia Moreno Orrego ss.cc., 84 años

V iví el Concilio y la preparación con mucha confianza, con entusiasmo. Eran tiempos de mucha algarabía,

de efervescencia… Estábamos impactados con las luces que el Espíritu nos entregaba. Se compartía mucho en la comunidad, toda la información que llegaba de Roma creaba mucha expectativa… claro!!! fue como un nuevo Pentecostés. La Iglesia de esos momentos y también la vida religiosa necesitaban cambios urgentes, había que dialogar con el mundo moderno. La sociedad traía grandes planteamientos y la Iglesia se había quedado atrás. El Concilio fue como un remezón muy fuerte.

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Es verdad que los cambios eran bastante radicales y entusiasmaban, pero a la vez había que lanzarse a vivirlos y eso también presentaba sus dificultades. A mí lo que más me impactó fue el nuevo sentido que se le dio a la misión.

Del “estar dentro del convento protegidas se nos envió a la intemperie, al lado de la gente, en especial de los más pobres y sencillos y de ahí toda la experiencia de trabajo con los laicos. Un gran paso: estar en medio de la gente, mirar desde donde ellos miran la vida, palpar de cerca sus necesidades y acompañarlos.

Y todo esto confirmaba aún más lo que yo vivía por dentro, en mi corazón. Respondía a un sentido muy fuerte que tenía del espíritu misionero. Esto me iluminó mucho porque me di cuenta con alegría que no estaba fuera de foco. Los cambios se dieron en todos los sentidos: en nuestro estilo de vivir la vida religiosa, en la liturgia, en la manera de vivir los votos… hasta en el cambio de hábito. Recuerdo que nuestra provincial fue una de las primeras en vestirse con ropa de seglar. Imagínense el impacto que eso causó... y eso pronto animó a otras.

Como en todo, las novedades trajeron de su mano algunas resistencias. No todos pudieron entrar en las formas y en el dinamismo que exigían las nuevas propuestas. Hubo críticas bastante ásperas, algunos pronosticaban la caída de la vida consagrada. Muchos también se despidieron de los conventos, porque no pudieron sobrellevar los cambios, pero sentían que eso no era por lo que habían entrado. El entusiasmo duró varios años. Nacieron Puebla y Medellín como una manera de aterrizar el Concilio en Latinoamérica. Y luego, poco a poco, el entusiasmo se fue apagando… Europa fue la primera en querer dar marcha atrás…

Hoy veo una jerarquía que mira con nostalgia el pasado, no es toda la Iglesia, claro, pero a veces la falta de comunión se hace patente y eso es un anti testimonio para muchos. Yo aspiro a una Iglesia donde todos tengamos cabida, más abierta, menos moralista, con nuevas estructuras que faciliten la vida y la misión. Una Iglesia más comprometida con los pobres, más entregada. Menos dogmática, más humana y cercana a los problemas de la gente. Una Iglesia que entregue más participación y formación a los laicos, una Iglesia más en sintonía con el estilo de Jesús, menos pomposa, con menos poder y más sencilla defendiendo la vida no desde un escritorio, sino desde la vereda donde camina el pueblo.

Germán Le Baut ss.cc., 71 años

E l Concilio anunciado por Juan XIII fue una gran sor-presa para todos. No le tomé mayor interés sino en

el noviciado, donde las pocas noticias mundanas eran las del periódico “La Croix”. Se hablaba sobre la prepa-ración de este encuentro que fomentaba una gran espe-ranza de cambio y de puesta al día.

El Concilio se desarrolló en cuatro sesiones, de oc-tubre 62 a diciembre 65. Yo tenía entre 21 y 24 años, cursaba el segundo de filosofía, el servicio militar y los dos primeros años de teología. Era para entusiasmarse el ver que la Iglesia era capaz de reformarse y lo hacía a pesar de una minoría opositora, que había gobernado el Vaticano desde tiempo. La Iglesia reconocía la mayor parte de los esfuerzos de renovación teológica y pasto-ral, especialmente en Europa central y nórdica. Fue el triunfo de los teólogos prohibidos de enseñar diez años antes. Los comentarios diarios en el periódico La Croix nos permitieron seguir de manera muy informada del avance del Concilio.

Tengo todavía presente un par de conferencias de Ivo Congar después de las dos últimas sesiones, con-tándonos lo logrado y lo que aún faltaba. Nuestro pro-fesor de liturgia en Estrasburgo, Cyrille Vogel me decía aparte: “la reforma va a fracasar, porque los curas son flojos e incapaces de novedad y creatividad”.

Recuerdo una anécdota: estando en retiro en el Monte Santa Odilia, el día que la comisión litúrgica sobre las modificaciones litúrgicas ensayaban el actual canon. Los retiristas quedaron todos sorprendidos por lo corto del inicio y lo expresaron con una carcajada, que no estaba previsto en las nuevas rúbricas. Nos habíamos

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acostumbrado tanto al canon romano, el N° 1, que no podía ser de otra manera.

El Concilio y su etapa posterior fueron de mucha euforia. Esto coincidió con un buen momento económi-co y cultural que luego se llamó los “golden sixties”(los 60 dorados) o para otros “crazy sisties”. La pequeña ola de renovación del Concilio fue barrida por una ola cul-tural mucho más grande que vinieron de la mano de la secularización y la aceleración de la emergencia del individualismo; gestores de la postmodernidad.

Mientras que en el mundo entero se aplica con seriedad y entusiasmo el Concilio, el sector minorita-rio entró en disidencia teniendo como líder a Lefevbre, mientras otros hicieron resistencia pasiva. Así la tensión ganó al mismo Pablo VI. La elección de Juan Pablo II le dio a la aplicación del Concilio un giro conservador y un repliegue eclesial que sigue hasta hoy, en un mundo cada día más acelerado.

¿Cuáles son los retos que veo hoy?

- Profundizar las grandes intuiciones del Concilio: la Iglesia pueblo de Dios, la Iglesia al servicio del mundo, la Iglesia al servicio de la Palabra de Dios, la Iglesia sirvienta y pobre en diálogo con todas las religiones.

- La Iglesia debe ser cada día comunidad de bautizados, más que jerarquía envedijada y asustada. Solo desde las pequeñas comunidades eso puede avanzar, que todos se vuelvan discípulos y misioneros y no solamente obispos y religiosos/as.

- Debe hacer el duelo de un poder pasado, volver a ser minoría abrahámica, cristológica y evangélica, que descubra que si las legiones romanas caminaron por ella, hoy la postmodernidad, le puede ayudar a construir un hombre nuevo. Eso supone discernimiento, trabajo y valentía, dolor y sangre, sin duda.

- La Iglesia debe volverse más católica, es decir, universal, aceptando todas las culturas y dejando de imponer una a todos, una iglesia pluricultural, más descentralizada, con diversas opciones teológicas y hasta éticas, que confíe más en la persona humana como persona y no como individuo, que viva la comunicación como un tener cuidado del otro.

- Una Iglesia más cercana de la persona humana, en sus debilidades y en sus pobrezas.

- Una Iglesia más profética, que enfrente mejor la dimensión política de su fe. Una Iglesia donde se dialogue tanto con los de dentro como con los de fuera.

- Una de las debilidades del Concilio fue no hacer una hoja de ruta para su aplicación, se fueron los obispos y dejaron a Pablo VI su puesta en marcha.

Inventó los sínodos, pero terminaron en ser la voz de su dueño: el Papa nombra obispos conservadores y repetidores de las últimas encíclicas y confían al mismo Papa decir mejor que ellos lo que han dicho, la Iglesia jerárquica se vuelve gaga. La Iglesia se “papabiliza”, se monarquiza cada día más, en vez de democratizarse en un diálogo de comunión más horizontal. Cada vez más se curializa y enfrasca en lamentables conflictos de poder.

- Probablemente al invierno de la Iglesia va a seguir un buen tiempo, la esperanza está en que es un invierno en el que nacen los brotes de la primavera. Cada uno tiene que ver qué brote va a hacer surgir y con quiénes lo va hacer.

- Al nivel personal: poner más la fe en Cristo que en la jerarquía, encontrar sus certezas en el evangelio que en el catecismo. Hacer comunidades con los creyentes más cercanos, donde la preocupación por la solidaridad sea más grande que las celebraciones formales. Vivir la fe con más alegría para que otros quieran hacer lo mismo. Que las caras de los niños y de los pobres nos hagan encontrar a Jesús cada día.

Manuel Estela, economista, 65 años

E l Concilio Ecuménico Vaticano II convocado por S.S. Juan XXIII, en 1959, tiene lugar entre 1962 y 1965.

Los años 1963 – 1965, estuvieron para mí signados por descubrimientos y esperanzas. Viví ese periodo en una notable comunidad de religiosos de los Sagrados Corazones. Ese hecho me permitió conocer a hermanos que hasta hoy constituyen parte relevante de las amistades que me ha regalado la vida: personas por las que guardo admiración y gratitud. En ese contexto, de una comunidad que percibía, seguía apasionadamente un kairos de la Iglesia –su puesta al día- de alguna manera comprendí que se trataba de un proceso destinado a hacer real para nuestro tiempo el significado de Buena Noticia que tiene el Evangelio de Cristo.

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A mi entender, si hablamos de desafíos la gran tarea sigue siendo asumir, vivir plenamente las orientaciones del Concilio Vaticano II establecidas en sus cuatro Constituciones: Sacro Sanctum Concilium, Dei Verbum, Lumen Gentium, Gaudium et Spes.

En tal sentido, me gustaría:

• Una Iglesia más fiel al texto bíblico -que convoca al esfuerzo para hacer más humana nuestra tierra, para construir un mundo que proyecte aunque sea parcialmente la bondad y la misericordia de Dios-, más fraterna y más sencilla. Menos preocupada por el afán de censura y menos próxima a posturas conservadoras vinculadas a las élites del poder.

• Una Iglesia centrada en pequeñas comunidades de creyentes firmemente convencidos de su fe; con pastores más inspirados en el Evangelio –que es vida, dignidad, solidaridad- y con menos dosis del “modelo curia” que tanto desprestigio está acarreando a la sede romana.

• Una Iglesia permanentemente interpelada por Cristo, el Evangelio y el Misterio Pascual. Una Iglesia lúcida de su fragilidad y debilidad; consciente que lo definitivo es el Reino de Dios que el Espíritu realiza; que camina hacia Cristo practicando la justicia en las cosas grandes y en las pequeñas, sabiendo que nadie tiene la exclusividad del Espíritu.

Adrián F. Revilla Vergara (57 años, abogado y economista)

Nací el 2 de abril de 1955 y fui bautizado 7 días después. Me confirmé a los 18 años de edad, como

único confirmando, en una ceremonia en la capilla donde habitualmente Monseñor José Dammert, celebraba misa cuando venía de paso por Lima. Pepe Dammert, muy amigo de mis padres, Obispo de Cajamarca, fue para mí el modelo de lo que tiene que hacer un pastor por su grey. El casó a mis padres, 42 años más tarde lo haría conmigo y Sandra, mi esposa. Soy ex alumno marista y estoy vinculado a la Comunidad Sagrados Corazones Héctor de Cárdenas desde 1970. Me gradué de abogado en la Pontificia Universidad Católica y luego hice una Maestría de Economía en la Universidad de Sussex, Inglaterra. He trabajado en el sector público y privado, en ONGs, empresas y últimamente en una entidd gremial, la Asociación de Bancos del Perú.

Estuve al tanto del Concilio Vaticano II casi desde su inicio, pues mi padre me comentaba sobre este acontecimiento que estaba viviendo la Iglesia. Lo que más recuerdo del Concilio, como niño, era ver las fotos con una gran cantidad de obispos, vivir por primera vez la misa en castellano y ver al sacerdote mirar a los feligreses y a las mujeres sin el velo también se permitió recibir la comunión en la mano y más tarde el inicio de las misas “a gogó”.

A partir del año 1971, conocí en Perú al Grupo Promotor del Movimiento por un Mundo Mejor. Con el tiempo, terminé colaborando con ellos, pues tenían una especial preocupación de hacer llegar el evangelio a las parroquias, así como el mensaje del Concilio. Se quería dar un nuevo giro a la vida parroquial, buscando la mayor participación de los laicos. Esto me sirvió mucho para conocer los documentos conciliares.

Con los años, me sorprendió la existencia de algunas personas que dentro de la iglesia, incluidos sacerdotes, consideraban, y lo siguen pensando a la fecha, que el Concilio Vaticano II había alejado a la Iglesia de la fidelidad del Evangelio y que debían mantenerse prácticas pre conciliares pues eran “más cercanas a la Palabra y a lo que Dios quería de nosotros”. La verdad, nunca entendí ni entiendo sus fundamentos. La participación de unos 2,500 obispos y la aprobación de cada uno de los documentos por más del 94% de los participantes, nos hablan de una casi unánime opinión sobre cómo debía orientarse la Iglesia del futuro.

Hoy lamentablemente determinados grupos y pastores desean dejar de lado el Vaticano II, prefieren olvidarlo basando su vivencia religiosa más en las formas que en el fondo. Creo que la Iglesia (todos nosotros los laicos y los religiosos) estamos pasando por una situación de cambio y cuestionamiento. No dudo en absoluto que la Iglesia continuará, pues está

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Cristo a la cabeza, pero creo que quienes más van a tener que cambiar son precisamente muchos de nuestros religiosos. Últimamente veo que parte de la jerarquía eclesial (obispos, párrocos, sacerdotes y religiosos) esta más preocupada de respetar lo que dice Roma que lo que dice el Evangelio. Por ejemplo, un comunicado de nuestra Iglesia en Lima hace poco se basó exclusivamente en el Derecho Canónico, pero no dio ni una referencia al Evangelio. Sorprende que algunos grupos religiosos quieran tener una foto con el Papa, para usarlo como elemento de marketing a fin de llamar adeptos.

Hace poco escuché a un hermano religioso dirigiéndose a los padres de familia de niños que harían la primera comunión, buscando explicar cómo era posible que Jesús estuviera en el pan. Argumentó sobre la transustanciación pero no dijo nada en lo absoluto de lo que significa la comunión, de lo que Cristo quiso expresar con la eucaristía, la solidaridad, la común

unión. Me apena que la preocupación por la teoría deje de lado el fondo, el compromiso, el amor. Dejar el amor es alejarse de Dios, porque Dios es amor.

Somos los laicos quienes tendremos que apoyar a nuestros pastores para que defiendan la verdad. Para que entiendan que podemos ser ovejas pero no borregos, pues tenemos capacidad de pensar, actuar y decidir por encima de lo que ellos argumentan y esa libertad a algunos no les gusta mucho.

Muchos de nuestros pastores deberían tener en cuenta lo que dice Jeremías (23, 1-2) “Ay de esos pastores que pierden y dispersan las ovejas de mis praderas. ( ) Ustedes han dispersado mis ovejas y las han echado en vez de preocuparse de ellas. Pero ahora me voy a preocupar de ustedes por todo el mal que cometieron”. Y no estaría mal que leyeran más a menudo el capítulo completo de Mateo 23, donde está el texto “¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos hipócritas!”.

Cómo no compartir con los lectores del boletín de la Congregación de los Sagrados Corazones,

la alegría que sentimos todos los que participamos del programa “Fermento SS.CC.”, al haber cumplido nuestras “Bodas de Acero”. Por ello, las comunidades educativas de Belén y Reina de la Paz, nos reunimos el martes 4 de septiembre para participar de la eucaristía, celebrada por el P. Sixto Vilca, ss.cc.; luego tuvimos un compartir, que resultó una verdadera fiesta. Nos acompañaron las religiosas de la congregación y de la comunidad laical.

En estos diez años, más de un centenar de integrantes de las comunidades educativas Belén y Reina de la Paz, nos hemos formado en la fe cristiana y en la Espiritualidad de los Sagrados Corazones; comprometiéndonos a ser fermento en la masa, hacer crecer el amor de Dios y ser semilla del evangelio en nuestros ambientes, en el hogar, como en el centro de trabajo.

Quiero agradecer al Señor la posibilidad que nos ha dado de aprender de la fe y la experiencia de Dios

Somos Fermento SS.CC. en la construcción del Reino

Prof. María Elena Neira

para vivir como comunidad de creyentes, el caminar de estos diez años de Fermento dentro del proceso que hemos vivido como colegio Belén y Reina de la Paz, miramos atrás y vemos que la disponibilidad y el acrecimiento se ha dado, el Fermento ha crecido y ya está dando sus frutos, cada uno cuenta con una comunidad de vida de fe.

La prolijidad de la celebración, creemos, que estuvo inspirada en la Hna. Marcela de Taboada, pionera del Programa en Lima, puesto que es ella quien nos ha enseñado a “dar todo”. Con gratitud las ocho comunidades de Fermento, los tres grupos que están en formación, grupos de deportes y artísticos SS.CC. le entregamos un símbolo en reconocimiento a su dedicación, perseverancia y entrega en la formación de laicos de las comunidades educativas ss.cc. Belén y Reina de la Paz.

Unámonos a Jesús y a María que nos sigan regalando la fe y la esperanza en este tiempo, sigamos siendo Fermento en la masa y luz para el mundo”.

BODAS DE ACERO

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E l martes, 08 de septiembre 1964, el Papa Pablo VI anunció oficialmente la presencia de auditoras en el Concilio Vaticano II y el 25 del mismo mes, la primera mujer entró en el aula conciliar, la francesa Marie-Louise Monnet. De septiembre 1964 a agosto 1965 se llamó a 23 mujeres, diez religiosas y 13 laicas, en su mayoría, de acuerdo a

criterios de internacionalidad y de representación. Su participación en las intenciones de muchos Padres conciliares, debe haber tenido un lugar simbólico, pero por el contrario, fue especialmente significativo, dejando huellas importantes en los mismos documentos conciliares. A través de documentación inédita y apasionante, el libro “Huéspedes en su propia casa: las mujeres del Vaticano II” presenta los rostros y las historias de estas “Madres del Concilio” que, por primera vez, han participado en algunas de las sesiones del Concilio y, respetando el orden de silencio en las asambleas generales, han sido sin embargo, capaces de encontrar las oportunidades adecuadas para pronunciar sus palabras.

Estas mujeres fueron:

“Las madres del Concilio”María Javier Echecopar ss.cc.

Religiosas:

1. Baldinucci, Sor Constantina. Superiora General de las Hermanas de la Caridad, Presidenta de la Federación Italiana de Religiosas Hospitalarias. Italia.

2. Chimy, Sor Jerome María. Superiora General de las Hermanas Esclavas de María Inmaculada. Canadá.

3. de Valon, Sor Sabine. Superiora General de las Religiosas del Sagrado Corazón y Presidenta de la UISG. Francia.

4. Estrada, Sor Cristina. Superiora General de las Esclavas del Sagrado Corazón. España.

5. Feddish, Sor Claudia (Anna). Superiora General de la Orden de San Basilio. Italia.

6. Ghanem, Sor Marie Henriette. Presidenta de la Unión de Superioras Mayores Maronitas, Líbano.

7. Guillemin, Sor Suzanne. Superiora General Hijas de la Caridad. Francia.

8. Khousam, Sor Marie de la Croix. Hermanas del Sagrado Corazón. Presidenta de la Unión de Religiosas de Egipto.

9. Tobin, Sor Mary Luke. Presidenta de la Conferencia de Superioras Mayores de Institutos Femeninos. Superiora General de las Hermanas de Loreto. USA.

10. Thomas, Sor Juliana. Secretaria General de la Unión de Superioras Mayores de Alemania.

Laicas:11. Bellosillo, Pilar. Presidenta General de la

Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas. España.

12. Cordero Lanza di Montezemolo (Amalia Dematteis). Presidenta del Patronato de la Asistencia Espiritual de las Fuerzas Armadas. Italia.

13. Ehrle, Gertrud. Presidenta de la Federación Alemana de las Mujeres Católicas. Alemania.

14. Goldie, Rosemary. Miembro del Consejo Pontificio para los Laicos y de Pax Romana. Australia.

15. Grillo, Ida (Marenghi-Marenco). Viuda de la Guerra. Italia.

16. Longoria de Alvarez Icaza Manero, Luz Maria. Presidenta del Movimiento de la familia Cristiana. México. *

17. McCarthy Catherine. Presidenta del Consejo Nacional de las Mujeres Católicas. USA.

18. Miceli, Alda (Esmeralda). Presidenta del Centro Italiano Femenino. Italia.

19. Monnet, Marie-Louise. Fed. Internacional de la Organización del Bienestar del Obrero Independiente. Francia.

20. Moyano Llerena, Margarita. Presidenta del Movimiento de la Familia Cristiana. Argentina.

21. Parentelli Manzino, Gladys. Presidenta Internacional: Juventud Agraria Rural Católica Femenina. Uruguay.

22. Roeloffzen, Anne Marie. Secretaria General de la Federación Mundial de la Juventud Femenina. Holanda.

23. von Skoda, Hedwig. Presidenta del Equipo Internacional de Renacimiento Cristiano. Checoeslovaquia.

* Juntamente con su marido José Alvarez Icaza Manero Presidente Movimiento de la Familia Cristiana. México.

Las Auditoras fueron 10 Religiosas y 13 laicas.

(Recopilación de Internet)

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ROSEMARY GOLDIE, Australiana

Sus padres fueron periodistas que re-

corrieron el mundo en gran medida. Goldie fue más adelante tan trotamunda como ellos, pero por razones diferentes. Ella se ganó una beca para estudiar en la Sorbona, trabajó en un doctorado de literatura francesa y se convirtió en miembro del Grial. Su carrera incluyó trabajar en Pax Romana, Friburgo, tener una cátedra de nueve años en la Universidad Lateranense y profesora visitante en Regina Mundi. Fue un miembro laico prominente de comisiones pre-conciliares y comités permanentes de los laicos de Pío XII en Roma. Viajó para organizar reuniones sobre el apostolado de los laicos en África, Asia y Europa. En 1957 organizó la segunda conferencia mundial de los laicos. Ella fue secretaria ejecutiva ‘de Copecial (Comité Permanente de los Congresos Internacionales del apostolado de los laicos). Ella sentía profundamente cuando no se le daba el título correcto de su posición como “Secretaria General” a la que su predecesor, un hombre, tenía derecho. Su comité sirvió como centro de intercambio de muchos asuntos conciliares. Ella era muy conocida por el entonces cardenal Montini, que la llamó “la niña del Vaticano”, debido a su pequeña estatura y también “minúscula, sabia, alegre y duendecilla”. Goldie trabajó en Roma en varios puestos durante 40 años y ella tiene el “dudoso honor de haber sido una mujer curial durante nueve años” Fue un testimonio vivo,

con conocimiento enciclopédico sobre los laicos y sus conexiones romanas. Murió en 1994.

LUZ MARIA LONGORIA DE ALVAREZ ICAZA MANERO. Mexicana

La única pareja convocada para asistir al Concilio, el matrimonio de José y Luz María Alvarez - Icaza de

México, fueron un ejemplo de la diferencia de trato entre mujeres y hombres. Ellos no fueron invitados como una pareja casada y fue José quien insistió en que su esposa también debía asistir al Concilio. Eran “Co-Presidentes del Movimiento Familiar Cristiano Latinoamericano”. Su entrada en el Concilio brazo en brazo por la puerta principal, causó un gran revuelo. Los obispos pensaban que eran turistas. También fueron a la Comunión brazo en brazo, enfureciendo a la Guardia Suiza, los organismos de control del Concilio. Había también dos bares para café: el Bar None para las mujeres y el Bar Jona para los hombres. José asistía siempre al bar de las mujeres como una forma de protesta contra la segregación. La hospitalidad fue una de las formas como este matrimonio ganó influencia en el Concilio. Por las tardes su casa alquilada, en la que vivían con dos hijas adolescentes, estaba abierta a Obispos y Seminaristas. Al terminar el Concilio, más de 1,000 habían compartido su hospitalidad. Luz María jugó un papel muy importante en el cambio de actitudes de algunos obispos hacia las relaciones con las mujeres por sus francas intervenciones en la sub-comisión de Gaudium et Spes.

PILAR BELLOSILLO. Española

Durante 13 años, como presidenta de la Unión Mundial de Organizaciones de Mujeres Católicas,

Algunas figuras femeninas en el Vaticano II1964 – 1966: Tercera y cuarta sesiones del Vaticano II

Myra Poole snd. en “De Pie para el Vaticano II” 26 de enero de 2010 (extractos)

y otros artículos de InternetIntroducción:

Estableciendo el escenario para Vaticano II

… Las mujeres estaban preparadas para el Concilio. Eran muy instruidas, Habían viajado mucho más que la mayoría de los Obispos y deseaban un compromiso mayor dentro de la Iglesia. Todas eran Presidentas de organizaciones Internacionales o cabezas de sus congregaciones religiosas. Muchas de ellas habían asistido a las comisiones preparatorias antes del Concilio, especialmente a la reunión de Friburgo del 17 de julio de 1960. Estas mujeres auditoras, invitadas inicialmente como “símbolos femeninos”, no podían hablar en la Sala Conciliar, pero algunas de ellas jugaron papeles muy importantes en las sub-comisiones a las que pertenecían… Estas son algunas de ellas.

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representa con mucho, al mayor número de mujeres - 36 millones. Ella era lo suficientemente humilde para reconocer lo mucho que aprendió del Concilio, sobre todo en el campo ecuménico. Había tenido poca experiencia este campo del desarrollo de la iglesia. Pilar admitió que “a veces se trataba de establecer una nueva jerarquía de valores, el deshacerse de sus ideas anticuadas fue doloroso pero conseguir nuevas fue muy gratificante” Su experiencia en el Concilio dejó clara para ella la importancia de una sólida base sobre la que valores nuevos pueden ser reconstruidos. “La iglesia”, dijo, nunca puede ser un sistema cerrado con todas las respuestas pre-empaquetadas en estilo microondas. Siempre se debe dejar espacio para que el Espíritu nos pueda dar nuevamente bofetada en la cara. La importancia de las organizaciones de base debe ser redescubierta, y poco a poco tenemos que retejer juntos el material comunitario de la iglesia a través de re-evangelización y la catequesis. Atrévete a arriesgarte, dijo, si quieres esperar a tener una certeza clara de 100% antes de actuar, no harás nada.

SOR MARY LUKE TOBIN. Estadounidense

Fue la Superiora General de las

Hermanas de Loretto al pie de la Cruz y la presidenta electa de la Conferencia de Superioras Mayores en los EE.UU. Ella era bien conocida por su trabajo y sus manifestaciones en pro de la paz y la justicia. Combinó una profunda seriedad con temas globales y

ambientales con una gran despreocupación que le permitió mantener el equilibrio sobre asuntos tan serios. En su octogésimo cumpleaños, se puso sus zapatillas de ballet y participó en un baile litúrgico. Con su mente aguda y gran experiencia después de reflexionar sobre la situación de las mujeres en el Concilio, con las siguientes palabras: “No había nada de la mentalidad de pedestal. Yo diría que había algo más - fuimos ignoradas o trivializadas. Tobin explicó la situación, como la había experimentado, en las siguientes tres categorías: “1. Una minoría de los hombres buenos, de diferentes partes del mundo, manifestó un apoyo respetuoso hacia nosotras. 2. La mayoría actuó con indiferencia, algunos nos tenían miedo y nos rehuían. 3. Algunos nos desaprobaban claramente y nos evitaban.”

MARIE-LOUISE MONNET. Francesa

Era bien conocida por los Obispos de Francia y fue

miembro de la famosa e inter-nacionalmente reconocida fa-milia Cognac-Monnet. Ella sólo hablaba francés y se consideró a sí misma como una mujer or-dinaria. Su hermano Jean era el secretario de habla Inglesa de las Naciones Unidas en Gi-nebra. Su experiencia le dio una mente abierta, y una com-prensión de la importancia de la internacionalidad y el papel de la hospitalidad. Esta última permite una conversación libre y no estructurados donde las nuevas ideas se inter-cambian y modificado en un ambiente relajado. Monnet tuvo una larga historia de participación de los laicos en los grupos de acción fundadores para jóvenes y adultos. A medida que estos grupos de jóvenes crecieron se am-pliaron en “La Federación Internacional de la Organiza-ción Independiente de Bienestar Social” y finalmente en el Movimiento Internacional de Apostolado en Sec-tores Independientes MIAMSI, en 1963. A partir de su experiencia como una nómada errante, especialmente en África; estaba convencida de la importancia del minis-terio en la vida ordinaria. Pero a pesar de su llamado a la “independencia”, siempre modificaba sus declaraciones con su conocida frase - ‘nada sin los obispos “.

SOR SABINE DE VALON rscj. Francesa

Superiora General de las Religiosas del Sagrado Corazón y Presidenta de la UISG, que en el otoño

de 1963, en una carta dirigida a todas las religiosas del Sagrado Corazón, escribe: “La atmósfera del Concilio hace vislumbrar la esperanza en el horizonte; no sabemos aún gran cosa de sus trabajos, pero presentimos que estarán, sin dudarlo, bajo el signo de la cruz, pero la cruz es buena y por ella el Espíritu Santo trabaja en la Iglesia y en el mundo, y sabrá renovar la faz de la tierra”. A partir del 26 de septiembre de 1964, primer día que entró en el aula conciliar, tuvo ocasión de enterarse de los trabajos del Concilio sin filtraciones ni ecos. Se cuenta que cuando en la Congregación General se habló de la clausura, la M. de Valon dijo sencillamente: “El Concilio acaba de declarar que no hay clausura para los Institutos apostólicos. No tenemos nada que debatir, sólo obedecer” Es casi imposible explicar en unas pocas líneas lo que supuso ese cambio de identidad impuesto, cuya primera señal exterior fue la supresión de la clausura. Inmediatamente, esto repercutió en la misión apostólica

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y en la vida de comunidad. A nadie se le escapa hoy que la supresión de la clausura fue condición esencial para las posteriores inserciones en medios populares. Evidentemente, todo este proceso no se hizo de golpe. Había que elaborar nuevas Constituciones, porque jurídicamente teníamos que cambiar de identidad. Había que celebrar un Capítulo General Extraordinario, para adaptarnos a la nueva situación, y probar durante algún tiempo ad experimentum un estilo de vida religiosa distinta en lo que tocaba especialmente a la vida apostólica y a la vida comunitaria. Había que clarificar la misión de la Congregación. Había que implicar, en todo ello, a todos los miembros de la congregación, lo que significaba una nueva forma de gobernar… Había… había …

GLADYS PERENTELLI. Uruguaya

También hubo rebeldía por parte de algunas mujeres en el Concilio, por ejemplo Gladys Parentelli, de 32

años de edad, ¡El Concilio cambió su nombre por el de Claudia ya que consideraban Gladys un nombre secular! Estudiaba en Lovaina pero estaba representando al movimiento “Internacional de la Mujer Rural” en Uruguay. Ella desafió las reglas al no cubrirse la cabeza y con el uso de mangas cortas, una regla que pocos desafiaban en ese momento en Italia. Ella se retiró antes de que terminara la última sesión y resumió el Concilio como lo había vivido como una mujer: “Fundamentalmente, esperaba que el Vaticano II se orientase hacia una apertura al mundo, que la Iglesia se abriese a los signos de los tiempos, que estaría de acuerdo con la vida de los cristianos más activos y progresistas, que daría una mayor participación a los laicos en todas las estructuras de la Iglesia, que la mujer fuese considerada un miembro con plenos derechos en la Iglesia, que la jerarquía fuese menos autoritaria, que la Iglesia tendría un estatuto de organización más democrático y menos jerárquico. Por

el contrario, la actual Curia Romana es la más autoritaria, dogmática, e inhumana y dura de corazón que la Iglesia ha tenido en este siglo.”

SOR SUZANNE GUILLEMIN fc.

Superiora General de las Hijas de la

Caridad, durante el Concilio Vaticano II. Era brillante, buena, santa y arriesgada… Una leader nata y sin embargo al alcance de todos. Fue una de las auditoras favoritas del Concilio. Se dice que no fue una sorpresa el que fuera invitada. Las estructuras tenían que cambiar, y ella asumió el desafío con todo lo que tenía. Sus palabras, tienen todavía todo su valor: En su famosa charla a los Obispos de Francia en Roma, el 26 de octubre de 1964, sostuvo que las nuevas estructuras eran críticas si las Hijas de la Caridad tenían que cumplir realmente misión original. “Entrar activamente en el movimiento de la Iglesia, y adaptarnos al mundo de hoy son materia de vida o muerte para una comunidad… Nuestra manera de llegar a Dios, nuestra forma de unión con Dios, y el lugar de nuestra contemplación, se encuentran dentro de nuestra acción, en el encuentro con las personas con las cuales estamos lado a lado en este momento.” Como vicentina dijo: “Una Hermana que encuentra a los pobres diez veces al día, encontrará allí a Dios diez veces al día… Esto los llama a una renovación del espíritu y de las estructuras.”

Bibliografía:

Valerio, Adriana. Madri del Concilio. Ventitré donne al Vaticano II. Roma, Carocci Editore, 2012, pagine 165, euro 16.

McEnroy, Carmel. Guests in Their Own House: the Women of Vatican II. New York, Crossroad Publishing Co. 1996, 309 pp.

Testimonio de Gladys Ethel Parentelli Manzino, Presidenta Internacional de la Juventud Agraria Rural Católica Femenina. Auditora al Concilio Ecuménico Vaticano II, presentado el 26 de junio de 2012 en el Curso Internacional de Verano: El Vaticano II, Concilio del Diálogo. Cincuenta Aniversario, en la sede de Santander de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, del 25 al 29 de junio de 2012.

Sr. Myra Poole snd una ponencia para Stand Up For Vatican II – 26 de enero de 2010, Inglaterra.

50 Años del Vaticano II

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50 Años del Vaticano II

Las solemnes reuniones que se iniciarán el próximo 11 de octubre en Roma, exhibirán sin duda un ilustre espectáculo por el cual nuestra imaginación se alimenta deliciosamente. Nunca fue celebrado un

Concilio más ecuménico, bajo el aspecto geográfico. Más de 2.000 Padres Cardenales, Patriarcas y Obispos asistirán en ese maravilloso ámbito de la vastísima Basílica Vaticana.

Pero más allá de la pompa exhibida en este evento que es seguramente el más grande del presente siglo, debemos penetrar su sentido profundo y real: en primer lugar nosotros los religiosos y las religiosas.

Porque este Concilio presentará en primer lugar “el maravilloso espectáculo de la verdad, unidad, y caridad” (5), espectáculo, digo, a disfrutar con los ojos de la Fe.

Contando con las promesas: “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (6), y escoltado por el Episcopado universal, el socio de su magisterio, el sucesor de Pedro abordará los graves problemas que apremian la Iglesia de hoy. ¿No les compete al Pontífice y a los obispos custodiar el depósito a ellos confiado? (7)

El sucesor de Pedro podrá repetir literalmente las palabras con que el Príncipe de los Apóstoles concluyó el primer “Concilio” de la Iglesia: “pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros…” (8)

La principal importancia del próximo Concilio no está en la solemne pompa de esta brillante reunión, sino en la preponderante influencia que compete en ella al Espíritu Santo. Los padres conciliares brillarán “no en palabras persuasivas de sabiduría humana, … sino en la fuerza de Dios” (9)

La Iglesia, de alguna manera compuesta por hombres, con sus vacíos de la condición humana, es animada sin embargo por el espíritu divino por cuya fuerza resiste tanto toda división interna cuanto todas las impugnaciones suscitadas por las puertas del infierno (10)

La acción del Espíritu Santo es la garantía segurísima de su perenne vitalidad. El grano de mostaza crece sin que ninguna fuerza pueda impedirlo. El Concilio presentará una nueva prueba de esta verdad.

Notas:5. Encycl. « Ad Petri Cathedram », 29 Iun. 1959; A.A.S. 51, (1959), p. 511.6. Math. XXVIII, 20.7. I Tim. VI. 20; II Tim. 1, 14.8. Act. Ap. XV, 28.9. I Cor. II, 5.10. Matth. XVI, 18.

El Significado del ConcilioExtracto de la X carta circular del Rvmo. Padre Henri Systermans ss.cc. Superior General

Roma, 12 de Junio 1962

(Traducción del latín de Hermann Wendling ss.cc. Perú)

En la próxima edición, continuaremos con la información sobre la presencia de la congregación en el Concilio.

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28 Noticias Breves

Comunidad de la Ensenada

• El padre Rufino viajó a Huaripampa del martes 28 al viernes 31 de agosto, para ayudar en las fiestas de Santa Rosa. Llegó justo a la hora del paro en defensa del aeropuerto de Jauja.

• Del 18 al 19 de agosto se realizó la segunda parte de los talleres de formación para los jóvenes de la parroquia Damián de Molokai: en Laderas se desarrolló el taller de teología, en Chillón, de Biblia y en La Ensenada, el taller sobre afectividad; con tando éstos con una buena participación de los jóvenes.

• El domingo 2 de septiembre se llevó a cabo el encuentro de los jóvenes de Confirmación y Comunidades de la parroquia, en el estadio de Laderas, con la finalidad de tener un día de integración a través del juego y del deporte. La jornada fue muy agradable con un sol brillante, un buen almuerzo preparado por el comedor y mucha fraternidad entre les jóvenes.

• Se espera el regreso del padre Marcelo para el 20 de septiembre, después de sus vacaciones en Francia y Canadá.

Colegio SS.CC. Recoleta

Agosto:

• Juegos Florales de Secundaria: El sábado 18 de agosto tuvimos la semifinal de baile coreográfico y música peruana y/o latinoamericana como preparación para la fecha central de los juegos florales.

• Agasajo Promoción 2012: El pasado 14 de agosto nuestros primeros puestos de la promoción asistieron a una presentación exclusiva del ballet nacional de Lima en el remozado teatro Municipal, con el objetivo de premiar a los diferentes colegios invitados a través del arte y de la cultura.

• Agradecimiento Promoción 2011: Como gesto de agradecimiento de la donación que la Promoción 2011 dio al área de Ciencias, el viernes 24 de agosto tuvimos un compartir con los alumnos del 2do año de DBI, las mamás delegadas de dicha Prom, la Presidenta de APAFA, las Asesoras de Ciencias y el Consejo Directivo.

• 2da reunión de acreditación: El 31 de agosto tuvimos la segunda reunión de acreditación que incluyó a docentes, administrativos y personal de servicio. A través de distintas dinámicas y charlas, entramos cada vez más en el proceso de acreditación sensibilizándonos con los cambios y retos a afrontar.

Setiembre:

• Kermesse: El domingo 23 de setiembre tendremos nuestra acostumbrada y muy esperada kermesse recoletana, donde compartiremos un día en familia a través de diferentes juegos, degustaremos distintos platos, jugaremos bingo y disfrutaremos del gran estelar sorpresa de la noche.

• Noche de Letras: El 25 de septiembre, como anticipo a la celebración del aniversario del colegio, tendremos la “Noche de Letras”. Espacio donde nuestros alumnos presentan sus trabajos literarios recopilados en un libro.

• Juegos Florales de Secundaria y DBI: El sábado 29 de agosto se tuvo los tan esperados Juegos Florales de Secundaria y Diploma de Bachillerato Internacional.

Colegio SS.CC. Belén

• Inicial:

El lunes 20 de agosto, los niños de este nivel disfrutaron de una visita al Planetario Educativo. Ellos pudieron experimentar de manera divertida y didáctica un viaje al espacio, para lo cual utilizaron un inflable portátil. Al mismo tiempo abordaron sencillos conceptos sobre astronomía, geografía, ciencia y ambiente. De esta manera, se complementó el aprendizaje significativo de nuestros niños.

• Primaria:

El miércoles 22 de agosto, los alumnos del nivel, juntamente con alumnos de Inicial, en diferentes horarios tuvieron un encuentro con el Señor en la Adoración al Santísimo, teniendo como ejemplo y modelo al Padre Eustaquio ss.cc., quien como pastor, asume el lema; Salud y paz. El 23 de agosto compartieron la Adoración, los alumnos de secundaria.

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• Secundaria: Área de Ciencias Sociales

* Viaje de estudios a la región de Ica: La promoción del segundo de secundaria viajó a Ica, Nazca y Paracas del 27 al 29 de agosto.

Con el objetivo de:

• Fomentar la identidad nacional y el conocimiento de las regiones de nuestro país.

• Crear lazos de integración y amistad entre los miembros de la promoción y sus profesores.

* Voluntariado BelenistaEl día 25 de agosto un grupo de docentes y alumnos fueron a Laderas Chillón para visitar a diferentes familias de este poblado llevando palabras de aliento a cada una de ellas, así como víveres, medicina y ropa.

* Área de Ciencia, Tecnologia y Ambiente.Aventura Científica. El viernes 24 de agosto, los alumnos de cuarto de secundaria realizaron una visita de estudio a Lunahuaná, con la finalidad de:

• Valorar la biodiversidad de la región y la importancia de conservarla para futuras generaciones.

• Desarrollar el nivel de educación ambiental con la finalidad de aumentar su sensibilidad y

un cambio de actitud ante los problemas de la variación climática.

* Belén obtuvo el 2do. lugar en “Copa Belén”

Categoría Mini basquet damasEste evento se realizó durante la semana del lunes 06 al sábado 11 de agosto. Resultados: 1° lugar: Santísimo nombre de Jesús2° lugar: Sagrados Corazones Belén3° lugar: Canonesas de la Cruz

* Talleres deportivos de la tarde

Resultados de nuestra participación en el VII Festival Internacional de Ajedrez Claretiano

Fecha: 01, 02 Y 03 de agosto del 2012.Categoría: SUB – 10 Y SUB – 12.

El evento contó con la participación de 510 ajedrecistas a nivel internacional. Nuestro colegio se hizo presente con 13 alumnos del área de selección y masividad.

• Inauguración:El día 22 de septiembre se llevará a cabo la Inauguración XXXIV de los Juegos de la Amistad, los que buscan integrar a nuestra familia belenista.

Noticias Breves

“Unidas en un solo corazón”

BIENVENIDOS

Con alegría y entusiasmo, esperamos en Arequipa a nuestros colegios hermanos SS.CC. en el 1er Encuentro de la Juventud SS.CC. a realizarse del 14 al 16 de septiembre.

Colegio Padre Damián - Colegio Sagrados Corazones

PADRE DAMIÁNSS.CC.

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P rincipalmente atañe al Concilio ecuménico esto: que el sagrado depósito de la doctrina cristiana sea custodiado y enseñado de forma más eficaz. Tal doctrina abraza al hombre entero, compuesto de alma y de cuerpo y, a nosotros, peregrinos hacia la suprema patria,

ordena tender hacia el cielo. Esto demuestra de qué manera se debe ordenar nuestra vida mortal de modo que cumplamos nuestros deberes de ciudadanos de la tierra y del cielo, y consigamos el fin, establecido por Dios. (…)

Pero, a fin de que tal doctrina alcance los múltiples estadios de la actividad humana, referentes a los individuos, a las familias y a la vida social, es necesario, ante todo, que la Iglesia no se separe del sagrado patrimonio de la verdad, recibido de los Padres; y, al mismo tiempo, debe también mirar el presente, a la nuevas condiciones y formas de vida introducidas en el mundo actual, que han abierto nuevas rutas al apostolado católico.

(…) Nuestro deber no es sólo custodiar ese tesoro precioso, como si nos ocupáramos únicamente de la antigüedad, sino también dedicarnos con diligente voluntad y sin temores, a aquella labor que exige nuestro tiempo, prosiguiendo así el camino que la Iglesia recorre desde hace veinte siglos.

El punctum saliens de este Concilio no es, por tanto, una discusión sobre éste o aquel tema de la doctrina fundamental de la Iglesia, en extensa repetición de la enseñanza de los Padres y de los teólogos antiguos y modernos, que se supone siempre bien presente y familiar al espíritu. Para esto no era necesario un Concilio. Pero, de la renovada, serena y tranquila adhesión a toda la enseñanza de la Iglesia, en su integridad y precisión, como todavía resplandece en las actas conciliares de Trento al Vaticano I, el espíritu cristiano, católico y apostólico del mundo entero espera un paso adelante hacia una penetración doctrinal y una formación de las conciencias, en correspondencia más perfecta a la fidelidad a la auténtica doctrina, también ésta estudiada y expuesta a través de las formas de la investigación y de la formulación literaria del pensamiento moderno. Una cosa es la sustancia de la antigua doctrina del depositum fidei, y otra es la formulación de su revestimiento: y es esto lo que se debe –con paciencia, si es necesario– tener muy en cuenta, midiendo todo en las formas y proporciones de un magisterio de carácter prevalentemente pastoral.

(…) Ahora, sin embargo, la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia mejor que de la severidad: piensa salir al encuentro de las necesidades de hoy mostrando la validez de su doctrina, mejor que renovando condenas. (…)

50 años del Concilio Vaticano II

Dibujo: hno. José Luis Cortés

“Gaudet Mater Ecclesia”Discurso del papa Juan XXIII en la apertura del concilio Vaticano II

(11 de octubre de 1962)