4
5.2 Reuniones y congresos Homenaje a Pedro Rosselló* Honda es nuestra complacencia al volver a sen- tirnos en medio de vosotros, con quienes de tiem- po atrás estamos ligados por las afinidades electi- vas de nuestros más caros anhelos. Tiene Ginebra, tiene Suiza entera, el don de ganar prontamente nuestro espíritu y nuestro co- razón. Podemos venir de muy lejanas tierras, mas aquí no nos sentimos extranjeros. Suiza es patria de todos. Patria hermosa por su esplendente geografía y su gloriosa historia. Pa- tria acogedora que predica y vive la libertad y la paz. Lo sabemos primordialmente los que aquí pasamos los primeros años de nuestra adolescen- cia al amparo de maestros que encaminaron nues- tro espíritu. Lo sabemos quienes años más tarde participamos aquí mismo en cenáculos interna- cionales comandados por mentes lúcidas que bus- caron y encontraron este ambiente de serenidad y de concordia, abierto a todos los horizontes. La intimidad de una amistad sin sombras, que va más allá de la tumba, nos obliga a agradecer conmovidamente la invitación que de manera tan generosa se nos ha hecho para venir desde Co- lombia a hablar hoy en el momento de este jus- tísimo homenaje que la Oficina Internacional de Educación y la Unesco consagran a Pedro Rosse- lló. Fue él el amigo predilecto con quien compar- timos el fervor por los problemas de la educación y la hermandad en propósitos que llenaron nues- tra vida. Muy cerca estuvimos de él cuando seguíamos a nuestros comunes maestros, los muy ilustres educadores ginebrinos Claparede, Bovet, Ferriére, Piaget, Dottrens, al amparo de esta noble ciudad y de su gente cultivada de mentalidad tan europea. Compartíamos, asimismo, con él la conmoción es- piritual que nos causara el pensamiento francés: Palabras pronunciadas por el doctor Agustín Nieto Ca- ballero en el homenaje que la Conferencia Internacional de Educación rindió a Pedro Rosselló. (París, septiembre 1971.) Durkeim y Binet, Pierre Janet y Langevin, y nues- tro preclaro conductor Henry Bergson. Nos venía también, y esto del otro lado del mar, el mensaje de John Dewey y William James, de quienes, de cerca y de lejos, habíamos sido sus discípulos. Y en la sangre y en la mente llevábamos a Es- paña. En esta misma urbe tuvimos el privilegio de conversar, a espacio sobre las enhiestas personali- dades españolas y los problemas comunes de la cultura, con Manuel B. Cossío, quizá la figura más valiosa y prominente del magisterio español en el presente siglo. Nadie como Rosselló para captar el pensamiento ecuménico de Cossío, y de cuantos maestros tenían algo nuevo que decir, porque las antenas de su inteligencia se mantenían en constante vibración. Era un placer de fina calidad espiritual dialo- gar con él. Cuántas veces en su oficina de trabajo, atestada de libros y documentos, o en la sala aco- gedora de su hogar, o en el rincón del restaurante adonde solíamos ir en su compañía, ya fuera en Ginebra o en Paris, pronto nos llevaba de la anéc- dota trivial a los grandes temas que encendían su espíritu e iluminaban el nuestro. Se tornaba combativo, siempre caballerosamen- te, cuando le tocaba sostener sus ideas. Defendip con ardor de cruzado sus puntos de vista. Mas sa- bía escuchar, y, aun cuando daba la impresión de que en lo esencial de su propia ideología no daba cuartel, gustaba de oír conceptos que bien podían ser antagónicos a los suyos, pero que a menudo le servían para reforzar sus propias ideas. Como buen maestro, derivaba siempre una enseñanza de las razones que le eran contrarias. Tema frecuente de nuestras conversaciones, a manera de leit motiv de la amistad que nos unía, era el de los problemas educativos de la América española, que tan íntimamente conocía. El soplo de sus ideas voló a través de los ma- res hasta las lejanas regiones andinas, y un día, 55

5.2 Reuniones y congresos - educacionyfp.gob.es

  • Upload
    others

  • View
    3

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: 5.2 Reuniones y congresos - educacionyfp.gob.es

5.2 Reuniones y congresos

Homenaje a Pedro Rosselló*

Honda es nuestra complacencia al volver a sen-tirnos en medio de vosotros, con quienes de tiem-po atrás estamos ligados por las afinidades electi-vas de nuestros más caros anhelos.

Tiene Ginebra, tiene Suiza entera, el don deganar prontamente nuestro espíritu y nuestro co-razón. Podemos venir de muy lejanas tierras, masaquí no nos sentimos extranjeros.

Suiza es patria de todos. Patria hermosa por suesplendente geografía y su gloriosa historia. Pa-tria acogedora que predica y vive la libertad y lapaz. Lo sabemos primordialmente los que aquípasamos los primeros años de nuestra adolescen-cia al amparo de maestros que encaminaron nues-tro espíritu. Lo sabemos quienes años más tardeparticipamos aquí mismo en cenáculos interna-cionales comandados por mentes lúcidas que bus-caron y encontraron este ambiente de serenidad yde concordia, abierto a todos los horizontes.

La intimidad de una amistad sin sombras, queva más allá de la tumba, nos obliga a agradecerconmovidamente la invitación que de manera tangenerosa se nos ha hecho para venir desde Co-lombia a hablar hoy en el momento de este jus-tísimo homenaje que la Oficina Internacional deEducación y la Unesco consagran a Pedro Rosse-lló. Fue él el amigo predilecto con quien compar-timos el fervor por los problemas de la educacióny la hermandad en propósitos que llenaron nues-tra vida.

Muy cerca estuvimos de él cuando seguíamosa nuestros comunes maestros, los muy ilustreseducadores ginebrinos Claparede, Bovet, Ferriére,Piaget, Dottrens, al amparo de esta noble ciudady de su gente cultivada de mentalidad tan europea.Compartíamos, asimismo, con él la conmoción es-piritual que nos causara el pensamiento francés:

• Palabras pronunciadas por el doctor Agustín Nieto Ca-ballero en el homenaje que la Conferencia Internacional deEducación rindió a Pedro Rosselló. (París, septiembre 1971.)

Durkeim y Binet, Pierre Janet y Langevin, y nues-tro preclaro conductor Henry Bergson. Nos veníatambién, y esto del otro lado del mar, el mensajede John Dewey y William James, de quienes, decerca y de lejos, habíamos sido sus discípulos.

Y en la sangre y en la mente llevábamos a Es-paña. En esta misma urbe tuvimos el privilegio deconversar, a espacio sobre las enhiestas personali-dades españolas y los problemas comunes de lacultura, con Manuel B. Cossío, quizá la figuramás valiosa y prominente del magisterio españolen el presente siglo. Nadie como Rosselló paracaptar el pensamiento ecuménico de Cossío, y decuantos maestros tenían algo nuevo que decir,porque las antenas de su inteligencia se manteníanen constante vibración.

Era un placer de fina calidad espiritual dialo-gar con él. Cuántas veces en su oficina de trabajo,atestada de libros y documentos, o en la sala aco-gedora de su hogar, o en el rincón del restauranteadonde solíamos ir en su compañía, ya fuera enGinebra o en Paris, pronto nos llevaba de la anéc-dota trivial a los grandes temas que encendían suespíritu e iluminaban el nuestro.

Se tornaba combativo, siempre caballerosamen-te, cuando le tocaba sostener sus ideas. Defendipcon ardor de cruzado sus puntos de vista. Mas sa-bía escuchar, y, aun cuando daba la impresión deque en lo esencial de su propia ideología no dabacuartel, gustaba de oír conceptos que bien podíanser antagónicos a los suyos, pero que a menudole servían para reforzar sus propias ideas. Comobuen maestro, derivaba siempre una enseñanzade las razones que le eran contrarias.

Tema frecuente de nuestras conversaciones, amanera de leit motiv de la amistad que nos unía,era el de los problemas educativos de la Américaespañola, que tan íntimamente conocía.

El soplo de sus ideas voló a través de los ma-res hasta las lejanas regiones andinas, y un día,

55

Page 2: 5.2 Reuniones y congresos - educacionyfp.gob.es

hace ya más de veinte años, es el mismo PedroRosselló quien llega a América a regar con susmanos la nueva semilla en el terreno que él mis-mo había preparado, desde su cátedra ginebrina,con aliento innovador. Por donde quiera que pasódejó la huella de su fe en la educación que mo-dela a las nuevas generaciones y, con ellas, a lanueva humanidad. Quienes estuvieron cerca de élno han olvidado la singular prestancia de estehombre, frágil en apariencia, pero tan fuerte ensu contextura mental.

Mientras recorría el nuevo continente no se leescapaba al perspicaz viajero la necesidad impe-riosa de convertir ese archipiélago de nacionesen la unidad soñada por Bolívar. Y se complacíaen relevar los intentos que vienen haciéndose,lenta pero seguramente, por llegar a la meta dP1ideal bolivariano. Nuestro amigo parecía ver deantemano a este conjunto de patrias americanasconsolidadas, en una sola fuerza material y espi-ritual, para conseguir la alta consideración y elauténtico respeto de todas las naciones.

El fue en su primera mocedad maestro cam-pesino —la naturaleza vibraba en él—, y por me-dio del estudio, grado tras grado, título tras título,había llegado a la cátedra universitaria. Sabía asípor propia vivencia lo que representa el magiste-rio, de todos los niveles, en la conducción de lospueblos. Y por ello su fe en América era la fe ensus educadores. América, tierra de promisión, cri-sol donde se funden razas e ideologías, con uncomún denominador de idioma, religión y tradicio-nes... ¡Qué campo admirable para realizar una ta-rea renovadora por medio de la cultura!

Su vivo interés por los problemas educativos queatañen al nuevo continente lo llevó a interesarseprimordialmente en el proyecto principal de laUnesco que, en el decurso de diez arios, laboró contan grande eficacia por conseguir, para cada unode los veinte países americanos: «Más y mejoresmaestros; más y mejores escuelas.. Todo ellovinculado al pensamiento de que vida y escuela nohan de estar separadas jamás. Seguía de cercacon igual interés la admirable labor desarrollada,en un paralelismo de miras y realizaciones, porla Organización de Estados Americanos y la Ofi-cina Iberoamericana de Educación.

Pensó, y en ello nos identificábamos con él, queel acercamiento y la mutua comprensión de lospueblos americanos hemos de buscarlos, todavíamás que en los palacios gubernamentales, en lasaulas de las escuelas, colegios y universidades.

Capacitar a quienes habrían de ser los guías dela niñez y de la juventud era para él el problemaclave de la docencia hispanoamericana. Sin esosconductores, pensaba, no habrá futuro promisorpara las presentes generaciones, tan necesitadasde una recta formación y de un serio aprontamien-to para su desempeño en la vida.

Tenía bien sentados los pies sobre la tierra fir-me, pero miraba siempre hacia lo alto. Era el es-píritu lo que primaba en él. Parecía sentirse ex-traño dentro de este mundo mecanizado que atodos nos envuelve. El humanismo, que tan cáli-

damente llevaba en su interior, lo traía a limitarel entusiasmo, tan en boga hoy, por los artefactosmecánicos. Entendía muy bien que éstos han ve-nido a ser de valiosa utilidad para el maestro,mas condicionaba siempre el fervor por ellos. Esti-maba que a la persona del educador no puedensustituirla ni el cine, ni la televisión, ni la radio,ni los computadores, ni otra alguna de las máqui-nas, que podrán informar, pero jamás formar alhombre. La máquina, lo sabía muy bien, es inerte;no hay en ella calor humano; no dialoga con elalumno; no admite interrupciones; carece del mag-netismo formativo del educador, magnetismo quees privilegio de los seres humanos. Pensaba que lamáquina no está hecha para modelar al ciudadano,para orientar su conducta, para encauzar sus sen-timientos, para despertar su conciencia sobre losserios problemas que incumben al honnüte hommede todos los tiempos.

Su sentido de confraternidad lo llevaba a buscarestrecha vinculación entre todos los educadores.Y era obsesión suya indagar constantemente so-bre lo que en educación estuviera ocurriendo enuno y otro pueblo.

De ahí su preocupación por la educación compa-rada, en la que a menudo halló patentes similitu-des. Las fronteras culturales entre distintas co-marcas no eran para él líneas de separación, sinode contacto.

Los treinta volúmenes del Anuario Internacionalse debieron en primer término a su esfuerzo.Estos volúmenes, y los que resumen los problemasdilucidados a lo largo de tantos años en las con-ferencias anuales de Ginebra, forman una enci-clopedia de problemas educativos, obra monumen-tal a la que consagró toda su recia voluntad.Y cuánto le debe también a este mismo esfuerzola recopilación de las Recomendaciones del BureauInternacional que tan valioso servicio presta atodos los interesados en el desenvolvimiento edu-cativo del mundo.

El pensamiento de la educación comparada pa-rece trivial en un primer enunciado, pero cuánhondas implicaciones tiene. Se trata de no ence-rrarnos dentro de nuestra reducida realidad geo-gráfica. El mundo es vasto, y en cualquier sitioen que estemos no es poco lo que tenemos queaprender de los demás. Lo primero es no pensaren que lo nuestro es lo mejor. Es importante co-nocer lo que otros hacen, y hemos de tener siem-pre abierta la mente para acercanos a lo nuevo.Estudiar. Reflexionar. Experimentar. Está bien quetengamos apego primordial por las cosas nuestras;que no perdamos el sentimiento de lo propio, delo nacional, pero hemos de poner cuidado en noaferrarnos a un nacionalismo inflexible, terco, ar-bitrario, intransigente, y, aun a veces, agresivo.

Tengamos presente que en las relaciones huma-nas de hoy ya no puede haber egocentrismo. Pu-diéramos decir que la pedagogía, como la cien-cia, como la técnica, tiende a ser de índolemundial.

La cultura tendrá forzosamente modalidades di-ferentes en los distintos pueblos, pero en término

56

Page 3: 5.2 Reuniones y congresos - educacionyfp.gob.es

de cuentas será un patrimonio común de la hu-manidad. Es frente a ello cuando mejor podemosdecir que, sin dejar de ser, en esencia, patriotashemos de considerarnos como ciudadanos del mun-do. Desde luego no se trata de extranj erizarnos,sino de asimilar lo que enriquezca nuestro propiopensamiento. Nuestra mente ha de ser hospita-laria y generosa al mismo tiempo, dispuesta a darcomo a recibir, con idéntico espíritu.

Si el mundo es uno, y por tanto debemos mi-rarlo en su conjunto, no ha de parecernos ex-traño el que queramos mantenernos informadosde lo que en cada región se lleva a cabo, sobretodo tratándose de la resolución de los problemaseducativos que han de ser la mayor preocupaciónde los hombres pensantes de cada nación. Es porlo que importa tanto conocer no sólo lo domés-tico, sino lo que está más allá de nuestras fron-teras. La llamada educación comparada se hace,por tanto, necesario imponerla como curso obliga-torio en todas las escuelas formadoras de maes-tros y profesores. Es cierto que es ardua, com-pleja y delicada la confrontación de los elementosde juicio que han de evaluarse para llegar a unaapreciación inteligente de cualquier tipo de com-paración que se haga. Pero no cabe duda de laconveniencia de adiestrar al magisterio en estadisciplina. No han de quedarse dormidos los maes-tros sobre lo que oyeron en las escuelas norma-les por donde pasaron. Por otra parte, la ley delmundo es el progreso. Y es ya una verdad decirque retrocede el que no avanza.

Tales eran los hilos conductores de la mentali-dad rossellista.

Tuvo Rosselló un esclarecido antecesor en lapreocupación por el estudio de la pedagogía com-parada y la cooperación intelectual: fue el ilustreMarco Antonio Jullien.

Son dos espíritus que se encuentran, que se jun-tan a cien arios de distancia. Para el espíritu nocuenta el tiempo, y es prácticamente Rossellóquien descubre a Jullien y lo presenta al mundo;lo presenta como el precursor de la Oficina Inter-nacional Ginebrina, y al mismo tiempo como pre-cursor de la Unesco. Sin tener noticia de la exis-tencia de Jullien, Rosselló trabaja durante ariospor el triunfo de las mismas ideas de su prede-cesor. Y cuán grande es su alegría cuando lo en-cuentra. Es Rosselló quien en su bello libro LePrecurseurs du Bureau International d'Educationnos cuenta cómo en 1925, año de la fundación deesta oficina, no sólo él, sino los mismos fundadoresignoraban la existencia de quien un siglo anteshabía lanzado las ideas cardinales de tan impor-tante centro coordinador. La misma consideraciónes hecha por la Unesco, y es por ello que las dosinstituciones se reúnen en París en el ario de 1948para rendir un cálido homenaje en el día delcentenario de la muerte del clarividente antecesor.Es precisamente en aquel día cuando Rosselló, enun emocionado discurso, destaca, al lado de otrosconnotados oradores, la sorprendente similitud depropósitos entre el gran soñador del pasado y losrealizadores de un siglo después.

Cuando en 1943 Rosselló habla de las vicisitudesdel Bureau International d'Education, sin ocultarsu pesimismo de aquella hora, no pudo siquieraimaginar que arios más tarde (1958) la Interna-tional Review of Education de La Haya le rendi-ría la singular ofrenda de una edición especial de-dicada a él con la muy valiosa aportación de doceeminentes educadores de Europa y Estados Uni-dos. Thougts on Comparative Education. Testsch-rift for Pedro Rosselló, se intitula la excelente pu-blicación hecha en honor del eximio maestro. Allíse rinde justísimo tributo a quien sus compañe-ros consideraron como preclaro paladín de la edu-cación universal.

En la educación comparada los analistas han di-ferenciado dos vertientes: la descriptiva y la expli-cativa. La una registra los hechos; la otra los in-terpreta. Rosselló realizó las dos: no sólo recopilólos millares de datos que llegaron a su conocimien-to, sino que se preocupó por darles una explica-ción. De ello nos queda vivo testimonio en la trein-tena de volúmenes del Anuario, y en el denso es-tudio sobre Las corrientes en la Educación, obrasque iluminan todo el panorama de la pedagogíageneral.

Fueron vigilias de muchos años de tesonera bre-ga las que consagra a su trascendental aspiracióneste apóstol excepcional que parecía trabajar atoda hora, sin pausa y sin fatiga.

De esta su pacientísima labor nos aprovechába-mos todos, gracias a la continua entrega que él ha-cía de su persona y de su tiempo. Jamás fue egoístade su sabiduría. Una innata generosidad primabaen él. Cuantos participamos en las conferenciasinternacionales de Educación reunidas aquí mis-mo, año tras año, es mucho lo que debemos a laintensa y eficacísima ayuda de tan admirable co-laborador. Cada vez que nos tocaba laborar al ladosuyo, él aliviaba este trabajo con su rica infor-mación, y sabía darle claridad mayor a nuestrospropios empeños. ¡Cuán grato y cuán justo es re-cordarlo en esta hora! En muchos de los aportespersonales que merecían elogio de nuestros com-pañeros estaba él, con su inteligencia, su perspi-cacia, sus vastos conocimientos, su don de con-sejo y —¿cómo no repetirlo?— con su modestia in-génita, virtud suya la más auténtica y enalte-cedora.

Por su labor de síntesis, por su poder de capta-ción de las más diversas ideas, por la misma fa-cilidad de concretar en fórmulas precisas que enveces otros presentábamos sin la justeza debid,-por todas estas cualidades de su ingenio, pudiéra-mos decir que unos y otros, conjuntamente, éra-mos sus deudores. Veníamos de ochenta países, y acada delegación nacional tenía algo que ofrecerle.Sin alarde de erudición era él quien nos informa-ba a todos. Ninguno tan al tanto de los más va-riados problemas pedagógicos, y ninguno con tanespontánea y desinteresada voluntad de servir.

Se daba cuenta de que vivimos en un mundoque entre todos lo estamos haciendo, y en el quecada cual tiene su parte definida. Pedro Rossellótomó responsablemente lo que a él correspondía.

57

Page 4: 5.2 Reuniones y congresos - educacionyfp.gob.es

Pudiéramos decir que su vida fue su verdaderacátedra.

Hemos querido exaltar, por sobre toda otra vir-tud. su generosa calidad humana. Por ello ganótan calurosas simpatías y tan profundo respeto.Por ello fue seguido con tan dolorosa angustia elvacilante apagarse de su vida.

Como el candil que al darnos su luz va consu-miéndose, así él, iluminándonos con su vida, iba

consumiendo su propio fulgor, y, de pronto, co-menzamos a ver el titilar de esa llama, aviván-dose por momentos y amenazando apagarse enseguida, hasta el instante en que, para desolaciónde sus admiradores y amigos, esa luz, que a tan-tos había guiado, se extinguió.

Mas, para bien de todos, detenido el motor desu existencia terrenal, nos queda la vibración desu espíritu.

58