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8/13/2019 6806059-Benitez-JJ http://slidepdf.com/reader/full/6806059-benitez-jj 1/123 ----------------------- Page 1----------------------- ----------------------- Page 2-----------------------  Biografía J.J. Benítez (56 años). Casi 30 de investigación. Más de 100 veces la vuelta al undo. Está a punto de alcanzar su libro nú ero 40 . Cuatro hij os. Dos perros. Dos a ores (Bl anca y la mar). Apenas cinco a igos de verdad. Y un JEFE: Jesús de Nazaret. Contratapa J.J. Benítez EXISTIÓ OTRA HUMANIDAD J.J. Benítez explica en esta obra lo que él considera la prueba definiti va de que hace illones de años existió otra civilización en nuestro planeta. Más de once il piedr as, perfecta ente grabadas con sugestivos dibuj os, dan testi onio de que ciertos habitantes de la P rehistoria tenían conoci iento de las ciencias de hoy: edicina, biología, botánica, náutica, astrono ía¼ Su sabe  sus experiencias se hallan reflej adas en las piedras halladas en Ica (Perú), cuya descripción e historia se of rece en este libro. ----------------------- Page 3-----------------------  ÍNDICE INTRODUCCIÓN 01 ESTO ES LA «BIBLIOTECA» PREHISTÓRICA 03 Serie que uestra conoci ientos de Medicina 03 Serie dedicada a la Astrono ía 03 Serie sobre Astronáutica 04 Serie sobre ani ales prehistóricos ya desaparecidos 0 4 Serie dedicada a los antiguos continentes 04 Serie que describe la salida del ho bre de la Tierra 04 Serie que predice el gran cataclismo 05 Series que abarcan conoci ientos de flora, fauna y razas del planeta 05 I. UN «PISAPAPELES» DE 140 MILLONES DE AÑOS 06 II. «NOSOTROS LAS SACAMOS» 08 III. EL HOMBRE CONVIVIÓ CON LOS SAURIOS 11 IV. SENSACIONAL HALLAZGO EN COLOMBIA

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  Biografía

J.J. Benítez (56 años). Casi 30 de investigación. Más de 100 veces la vuelta alundo. Está a punto de

alcanzar su libro nú ero 40 . Cuatro hij os. Dos perros. Dos a ores (Blanca y la mar).Apenas cinco a igos de verdad. Y un JEFE:Jesús de Nazaret.

Contratapa

J.J. BenítezEXISTIÓ OTRA HUMANIDAD

J.J. Benítez explica en esta obra lo que él considera la prueba definitiva de que hace illones de añosexistió otra civilización en nuestro planeta. Más de once il piedras, perfecta ente grabadas consugestivos dibuj os, dan testi onio de que ciertos habitantes de la P

rehistoria tenían conoci iento de lasciencias de hoy: edicina, biología, botánica, náutica, astrono ía¼ Su sabe sus experiencias se hallanreflej adas en las piedras halladas en Ica (Perú), cuya descripción e historia se ofrece en este libro.

----------------------- Page 3-----------------------

  ÍNDICE

INTRODUCCIÓN01

ESTO ES LA «BIBLIOTECA» PREHISTÓRICA03Serie que uestra conoci ientos de Medicina

03Serie dedicada a la Astrono ía

03Serie sobre Astronáutica

04Serie sobre ani ales prehistóricos ya desaparecidos 0

4Serie dedicada a los antiguos continentes

04Serie que describe la salida del ho bre de la Tierra

04Serie que predice el gran cataclismo05

Series que abarcan conoci ientos de flora, fauna y razas del planeta05

I. UN «PISAPAPELES» DE 140 MILLONES DE AÑOS 06II. «NOSOTROS LAS SACAMOS» 08III. EL HOMBRE CONVIVIÓ CON LOS SAURIOS 11IV. SENSACIONAL HALLAZGO EN COLOMBIA

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  17V. OCUCAJE: MÁS DE 500 MILLONES DE AÑOS 20VI. «NO SON RECIENTES» (DICTAMEN DE LA UNIVERSIDAD DE BONN) 23VII. EL COMETA KOHOUTEK, GRABADO EN LAS PIEDRAS

30VIII. «ATLÁNTIDA ES EUROPA» 38IX. UN TESTIMONIO DESCONCERTANTE:

«PÁJAROS MECÁNICOS» Y REPTILES VOLADORES «TRIPULADOS» 4X. HUYERON A «PLÉYADES» 50XI. «TRASPLANTES» HACE MILLONES DE AÑOS55XII. LOS INCAS CONOCIERON LAS PIEDRAS

63XIII. LA OPINIÓN DE LOS ARQUEÓLOGOS OFICIALES 68XIV. ¿MÁS DE UN MILLÓN DE PIEDRAS? 74

CONCLUSIÓN78ILUSTRACIONES

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----------------------- Page 4-----------------------  Cuando un hecho se levanta contra una teoríareinante, pr escíndase de la teoría aunque la apoyen loshombres más f amosos.

CLAUDE BERNARD

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  Mi agradecimiento a Javier Cabrera Darquea, dequien aprendí la posibil idad de lo que siempre meenseñaron como impo sible.

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  INTRODUCCIÓN

Hasta ahora el hombre sólo había logrado soñar, nada más, con reotas civilizaciones. A lo su o -ydespués de no pocos esfuerzos-, algunos estudiosos se habían encontrado  con esporádicas y tí idaspruebas de la existencia de otros ho bres, de otras culturas e i perios que nunca se habían re ontado en

la Historia más allá de los 10.000 o 15.000 años.Intencionada ente he querido pasar por alto los últi os hallazgos  de la Paleontología. Hasta hoy, el«ho bre de Leakey» -última sorpresa para los que sie pre han amarrado al ser humano a una edadmáxima de un illón de años- constituye tan sólo un hecho aislado. Trascenental, eso sí, pero perdido.Único. Sin más compañía -á enos por el o ento- que la vej ez del barra africano de Olduvai, dondeLeakey desenterró con e oción el cráneo de un «australopithecus» que c

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  inó por aquellas tierras deTanzania hace ya unos tres illones de años.

«Es la más antigua reliquia -dij eron los sabios- del pri er ªhacedor de úilesº, del Homo habilis. »

Estos paleontólogos ignoraban entonces -y posible ente también hoy- que en un lugar de Perú, en undesierto blanco y pedregoso del Departa ento de Ica, un édico peruano había descubierto la másestre ecedora, rotunda y co pleta prueba de la existencia de otracivilización -de otra Humanidad diríayo- que pobló el planeta, no hace iles de años, sino posible ente illones.

Esta vez no se trataba de si ples o co plicadas teorías sobre la existencia de ho bres re otos. Estavez no eran especulaciones. Ni tampoco fantasías de visionarios...

Esta vez -y para asombro de cuantos he os tenido la gran fortuna de ver y tocar aquel tesoro- setrataba de pruebas materiales. Miles de pruebas.

Porque el doctor Javier Cabrera Darquea había logrado reunir y salvar en su casa de la plaza de Armasde la ciudad de Ica hasta un total de 11.000 piedras en las que aparecegrabado el más revolucionario yantiquísi o « ensaj e» de que tene os noticia.

Once il piedras de todos los tamaños donde otra Hu anidad dis

tinta y distante recopiló la esencia desu experiencia y sabiduría.Once il piedras grabadas con conoci ientos de Medicina,

Zoología, Astrono ía, Astronáutica,Biología, Geografía, Religiones, Derecho, etc., que han hecho palidecer nuestra soberbia civilización¼

Éste, simple ente, es el obj etivo que e he trazado a la horade poner en orden is entrevistas einvestigaciones con el descubridor y máxi o conocedor de esta «biblioteca» en piedra: tratar de cooperar,en la edida de is posibilidades, a la máxima difusión de un hallazgo que, por el o ento y sólo por elo ento, está iniciando su andadura con el paso lento de to

dos los grandes y revolucionariosdescubri ientos de esta Hu anidad.Conocí al doctor Cabrera en agosto de 1974. Allí, en i pri er v

iaj e a Perú co o enviado especial dei periódico, y ientras trabaj aba en otros reportaj es, tuve la in en

sa fortuna de estrechar un día la manode Javier Cabrera Darquea, así co o de recibir el latigazo de la sorpresa al conte plar a i alrededor lareferida «biblioteca» de Piedra.

Las explicaciones de Javier Cabrera Darquea y la aplastante realidad de aquellos iles de cantosrodados e apasionaron. Y durante todo el tie po que siguió a lapublicación de aquellos is Pri eros

reportajes sobre las piedras grabadas de Ica -en octubre de dicho año-, procuré seguir al detalle lasinvestigaciones y progresivos descubri ientos que el édico iqueño ha venido realizando sobre la in ensa«enciclopedia prehistórica».

La trascendencia del hallazgo e llevó de nuevo a viaja r a Perú. Y durante inolvidables y apretados díasde enero de 1975 pude conversar de nuevo con el investigador,  enriqueciendo i espíritu con estetesti onio único en el undo y que -sincera ente- no dudo e

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n calificar co o el más i portantedescubri iento de esta Humanidad que, desde ahora, ya no podrá considerarse co

o la pri era que poblóel planeta llamado Tierra.

Todo cuanto en estas páginas se detalla, insisto, no está respaldado por la imaginación o porespeculaciones sin base. Todo cuanto en is nu erosas horas  de conversación con Javier CabreraDarquea quedó grabado en i magnetófono tiene detrás -nada más y nada

enos- que la presencia de ilesy iles de piedras que han sido grabadas por la mano de seres cuyas figuras se ase ejan a las del ho bre.

Todo en este trabajo tiene los ci ientos que proporcionan esos 11.000 «libros» en piedra que, a lo largode nueve años, ha rescatado Cabrera del olvido o de la destrucción.

Es, por tanto, la pri era vez que el ser humano dispone de pruebas suficientes co o para afirmar,rotunda ente, que alguien, antes que él, conoció de los secretos de la cirugía, de los vuelos espaciales, dela caza y destrucción de los animales que le a enazaban, de los continentes que constituían el undo, de la

1

----------------------- Page 8-----------------------flora y de la fauna que le dieron compañía entonces y, en fin, de lasestrellas que daban vida a aquelfirma ento que, quizá, resultase tan bello co o el nuestro...

Todo esto y ucho más, todavía por descubrir, está ahí, en un desierto peruano la ado Ocucaj e, en elDeparta ento de Ica, Todo esto y ucho más está a disposición del undoentero, que ha te blado ya antelo que dicho « ensaj e» puede significar.

ESTO ES LA «BIBLIOTECA» PREHISTÓRICA

Pero no puedo esperar. Mi i paciencia por ostrar lo que en realidad abarca la «biblioteca» lítica es talque no he querido so eter al lector al lento descubri iento de laisma, a través de las páginas de este

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libro. Por eso he trazado este resu en previo. Por eso desearíaahora tener la magia de la imagen yofrecerles de un solo golpe -en un abrir y cerrar de oj os- lo que encierra y supone este escalofriante

ensaj e.Aunque la colección que ha logrado reunir el profesor Cabrera Darquea desde hace nueve años su a laconsiderable cifra de 11.000 piedras, el nú ero real de estos «libros» prehistóricos que constituyen lafor idable «biblioteca» es incalculable.

El propio doctor iqueño e aseguró que, en estos o entos -y  esparcidas por todo el Perú y otrospaíses- podría os contabilizar otras 40 .000 piedras más.

Pero, necesaria ente, sólo puedo referir e ahora a esas 11.000 pru

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ebas, que no es poco¼Después de largos años de investigación, Javier Cabrera ha logrado descu

brir que la «biblioteca» seencuentra dividida en «series» o «secciones», for adas a su vez por distinto volú enes de piedras.

Y he aquí las más i portantes:

SERIE QUE MUESTRA CONOCIMIENTOS DE MEDICINA

Ante i asombro, pude co probar có o aquella re otaHu anidad dej ó grabados múltiples

conoci ientos de cirugía.Allí, en el centro de estudio de la plaza de Ar as de Ica, Javier Ca

brera Darquea ha reunido decenas depiedras -de todos los ta años- en que se «explica» có o dicha civilzación practicaba «trasplantes» decorazón, de cerebro, riñón, hígado...

1Allí pude ver có o la Humanidad «gliptolítica» -co o así lo califi

vier Cabrera- había resuelto elproblema del «rechazo» en los trasplantes de órganos.

Allí pude conte plar, anonadado, grabaciones donde aparecían cesáreas y partos con acupuntura.

Allí conte plé, desconcertado, có o los ho bres que dejar on este «

ensaj e» sabían del «trasplante», delas claves genéticas y de la conservación de los cuerpos, unavez consumadas las operaciones de«trasplante».

Allí escuché, en fin, las explicaciones del investigador iqueño sobrelos sistemas electrónicos quecontrolaban las más vitales funciones biológicas del ho bre, ientras éste per anecía en la esa deoperaciones.

SERIE DEDICADA A LA ASTRONOMIA

Si alucinante era la «sección» de la «biblioteca» destinada a la Medicin

no lo es enos la que estaHumanidad reservó para sus conoci ientos del Universo.En una de las más fascinantes piedras que conserva Javier Cabrera Darquea -obt

enida por él en 1970-,estos seres que poblaron el planeta ucho antes que nosotros habían grabado ya las trece constelacionesconocidas hoy por el ho bre.

Pero había más, ucho más, en dicha ole de trescientos kilos.Allí supe có o edían su tiempo los ho bres «gliptolíticos».Allí e ostró el profesor Cabrera los lugares de nuestro firma

ento donde ±según esta re otaHumanidad- existía VIDA vegetal, animal o inteligente...

Y allí, especial ente, conocía otro hecho que e paralizó: aquella civ

ilización había grabado el paso deun co eta que -muchos illones de años después- iba a ser visto también por el ser humano: el llamadohoy Kohoutek.

SERIE SOBRE ASTRONÁUTICA

Pero las sorpresas no han hecho sino e pezar. Porque, ¿có o podían conocer dichos seres que existíaVIDA en lejanos astros y nebulosas?

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  Sencilla ente, su tecnología les había per itido salir al espacio. Yasí lo vi en cientos de piedras en queestaban grabados los «pája ros ecánicos» a cuyos lo os surcaban los aire estos seres.

En esta «biblioteca» alucinante conocí igual ente los sistemas epleados por el ho bre de entonces

para vencer la gravedad, para salir al Cos os sin necesidad del co bustible y de la fuerza que hoyprecisan nuestros cohetes.

1 De «Gliptología»: Parte de la Arqueología que trata de las piedras antiguas grabaas.

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  Allí estaba -¡oh gran sorpresa!- la explicación a los dibuj os y pistas de Nazca . 

En esta serie, además, pude detener e a placer en dos grandes piedras donde -según las investigacionesde Javier Cabrera- habían sido grabados los he isferios de un planeta que no era la Tierra... Un planeta enque existió y quizá exista todavía la VIDA. Un planeta que guarda larespuesta a la más antigua y

profunda pregunta del ho bre de nuestra Era...Pero, no adelante os aconteci ientos.

SERIE SOBRE ANIMALES PREHISTÓRICOS YA DESAPARECIDOS

Pero en esas piedras donde Cabrera e ostró los «pájaros ecánicos»bía también algo más.

Hombres provistos de aparatos que recuerdan nuestros catalej os y que aparecen ontados sobre el lo ode dichos y singulares «pája ros», «buscan» a los grandes saurios que la Paleontología or desaparecidoshace más de sesenta illones de años.

Y en esas y otras muchas piedras pude ver las figuras de estos ho

bres de grandes cráneos y pequeñaestatura que persiguen y matan los más diversos tipos de dinosaurios: stegosaurus, triceratops,iguanodontes, etc.

Son piedras en las que el hombre CONVIVE con los grandes saurios...Son piedras donde se uestran los «ciclos biológicos» de estos onstr

uos prehistóricos...Son piedras que, precisa ente, dan la solución a esa for idab

le incógnita que flota todavía sobrenuestra Ciencia: ¿por qué desaparecieron súbita y total ente de lafaz de la Tierra estos enor es yresistentes animales?

SERIE DEDICADA A LOS ANTIGUOS CONTINENTES

Todas las piedras y todas las series están vinculadas entre sí. Y buena prueba de ello era esta nueva«sección», que reflej aba los he isferios oriental y occidental del planeta, grabados en dos pesadas piedrascirculares.

He isferios donde apenas si se pueden reconocer los continentes que hoy habita os.

He isferios que constituían el globo terráqueo.... hace illones de año

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s.Así e lo detalló el édico y descubridor.Pero en esas piedras de los viej os continentes e aguardaban var

ias y desconcertantes sorpresas: allíaparecían grabados los continentes hoy desaparecidos y que he os dado en llamar Atlántida y Mu.

Y en dichas masas continentales, las razas que los poblaron...

SERIE QUE DESCRIBE LA SALIDA DEL HOMBRE DE LA TIERRA

Estrecha ente vinculada al «capítulo» de los «pájaros ecánicos», ofesor Cabrera e ostrótambién las grandes piedras labradas donde el ho bre del Mesozoico dej ó testi onio de su gran marcha osalida del planeta. En piedras de gran peso, aquella civilización olvidada grabó la partida de la Tierra delas elites cognoscitivas, rumbo a un planeta concreto de lo queentonces era considerado co o unaconstelación más: Pléyades.

Pero, ¿por qué esa huida del planeta? ¿Y por qué tan sólo las elites cognoscitivas?

SERIE QUE PREDICE EL GRAN CATACLISMO

Las preguntas anteriores están igual ente relacionadas con otras pi

edras labradas donde aquel «filum»humano anunció la proxi idad de un for idable cataclis o, fruto deun desequilibrio que provocaría dichaHumanidad.

Dos de las tres Lunas que aparecen en uchos de los grabados cayeron sobre la Tierra, originando elcaos y la destrucción del hombre «gliptolítico».

Pero, ¿có o pudo producirse se ejante desequilibrio? La respuesta se encuentra también en laspiedras de Ica.

Allí, ante i desconcierto, descubrí pirá ides. Pirá ides a tod  lo largo del ecuador terrestre.Pirá ides que fueron construidas no para enterrar a los reyes, sino para captar,

 transfor ar y distribuir laenergía electromagnética que rodeaba y rodea nuestro undo.

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  Y ahí, precisa ente, estuvo la clave de la destrucción de esta Humanidad...

SERIES QUE ABARCAN CONOCIMIENTOS DE FLORA, FAUNA Y RAZAS DEL PLANETA

A las anteriores hay que añadir otros cientos de piedras -de todos los tamaños-donde la Hu anidad de

la Era Secundaria grabó sus conoci ientos sobre evolución, ciclos biológicos, etc., de los animales quepoblaban la Tierra en aquellos tie pos.

Así, pude tener en is manos decenas de piedras donde aparecían animales desconocidos para elho bre de hoy, y otros -tales co o canguros- que no son oriundos delcontinente suda ericano. Pero,¿qué hacían entonces estos animales en la «biblioteca» de piedra?

El profesor Cabrera Darquea e señaló asi is o otros uchos cantos  rodados en que habían sido

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grabados decenas de plantas y flores, hoy extinguidas.El ho bre «gliptolítico», además, tenía un conoci iento co pleto del plan

. Por eso en las piedraslabradas encontra os también las distintas razas humanas que existían en aquel re oto pasado.

A estas «series» tendría os que añadir otras uchas sobre «Derecho», «Rel  «Deportes», etc.,que todavía se encuentran en fase de investigación por parte del doctor Cabrera.

Sin e bargo -y a pesar de lo ucho que todo esto representa-, la «biblioteca» de piedra del Perú estápráctica ente por desvelar.

CAPÍTULO I

UN «PISAPAPELES» DE 140 MILLONES DE AÑOS

Todo e pezó con un «pisapapeles». O, ej or dicho, con lo que un a igodel doctor Cabrera Darqueaconsideró que podría servir co o «pisapapeles».

Aquello ocurrió hacia 1966.Un día co o tantos otros, el édico de la ciudad peruana de Ica, don Javier

Cabrera Darquea, recibió,co o digo, de manos de un conciudadano, una pequeña piedra de color pardo en laque aparecía grabado

un extraño páj aro.Al principio, el édico iqueño no reparó en el citado grabado. Sin e bargo, poco tie po después deque la piedrecita fuera depositada sobre su esa de despacho, el édico del Hospital Obrero de Ica yprofesor de Biología -hombre curioso e inquieto- to ó de nuevo en sus manos el «pisapapeles» y quedó

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profunda ente extrañado. Aquel grabado no representaba un ave conocida por elho bre de hoy. Y Javier

Cabrera inestigó.Los resultados fueron todavía ucho más desconcertantes. Aquel «pája ro» era pterosaurio. En otraspalabras, un reptil volador, un ave prehistórica ya extinguida y que, según la Paleontología, había vivido enlos períodos Jurásico y Cretácico. Es decir, hace más de 140 illones de años 

«¿Có o es posible? -se preguntó, desconcertado, el doctor Cabrera-. ¿Quién ha pograbar con tantaprecisión un reptil prehistórico ya desaparecido... ?»

Estas preguntas e puja ron a nuestro protagonista a interesarse vivaente por dicha piedra. E interrogó

al a igo que se la había regalado...

-Me han asegurado que las hay a iles -contestó éste-. Muchasde ellas, incluso, de gran peso ybelleza. Tengo entendido que las graban los campesinos del poblado de Ocucaj e...

Javier Cabrera, conocedor de dicho poblado, así co o de las hu ildes y sencillas gentes que lo pueblan-no en vano era édico del Hospital Obrero de Ica-, no ter inaba de entender. El isterio, lej os deaclararse, se había oscurecido ucho más. Y la curiosidad insaciable deCabrera le impulsó a seguir el

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«rastro» de la di inuta piedra del reptil-volador.Fue así co o el édico de Ica iba a encontrarse con el más fantástico

descubri iento de todos lostie pos: la «biblioteca» lítica de una civilización, de una Hu anidad olvidada ue pobló nuestro undo enla más tenebrosa noche de los tie pos.

Cuando conocí a Javier Cabrera Darquea, la investigación iniciada por él hacia 1966 se encontraba ya-por suerte para í- franca ente avanzada. Habían sido ocho largos,intensos y silenciosos años detrabajo, de esfuerzos y de constantes gastos por parte del profesor peruano. Todas y cada una de aquellas11.000 piedras labradas que había logrado reunir en su antigua consulta

édica de la plaza de Ar as deIca fueron religiosa ente abonadas a los campesinos de Ocucaj e, quehabían encontrado en el doctorCabrera el más fiel co prador de los cantos rodados. Uno de estos capesinos -Basilio Uchuya- fue quizáel mayor «proveedor».

Pero, ¿có o llegué al conoci iento de la existencia de esta «bibliotecde piedra que con tanto celohabía reunido y estudiado Javier Cabrera?

En realidad, nunca e lo he explicado del todo. En aquella época-agosto de 1974- yo viaj é a Perú

co o enviado especial de i periódico -La Gaceta del Norte-, a fin de trabaj ar en una serie de reportaj esque, hasta cierto punto, se iba a ver ligada con la for idable «biblioteca» del desierto peruano. Me refieroa la noticia surgida en Lima acerca de extraños e insólitos «contactos» telepáticos y fs entre ie brosdel llamado Instituto Peruano de Relaciones Interplanetarias (IPRI) y seres extraterrestres, tripulantes delos OVNIS.

Cuando e encontraba investigando y trabaj ando en dicha noticia, dos ie bros de este Instituto-Ernesto Aisa y Tiberio Petro León-, conocedores e interesados en el hallazgo de Cabrera Darquea, e

hablaron del is o.Algunos días después -creo recordar que el 31 de agosto- conocía por priera vez a Javier Cabrera

Darquea y sus 11.000 piedras.Nunca olvidaré i pri era i presión al entrar en el centro- useo do

nde el investigador conserva sus«libros» de piedra. Creo que haría mal si pasara por alto aquella sensación, aquelshock que le recorre auno hasta los últi os rincones del al a al enfrentarse por vez pri era  a tantos iles y iles de piedraslabradas...

Esa sensación -de tanto valor para í- es algo que, co o señalaba al coienzo de este libro, sólo puede

ser co prendida cuando se está frente a la «biblioteca» lítica. Sólo así.Y esa sensación, ese tre endo shock, le hace intuir a uno -y no sé bien por qué- que se encuentra ante«algo» distinto, desconcertante, estre ecedor, desconocido...

A los pocos inutos, después de haber escuchado las pri eras y apresuradas explicaciones de Cabreray de haber explorado algunas pocas de los iles de piedras grabadas dela colección, e pecé a sospecharque «aquello» difícil ente podía ser obra de ca pesinos... Allí había algo más. rande.

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  Recuerdo que aquella i pri era estancia en el centro-museo deJavier Cabrera fue más breve queninguna. Ardía en deseos de conocer a esos campesinos del poblado de Ocucaj e, akiló etros de la ciudadde Ica. Necesitaba despej ar total ente de i espíritu una incógnita que apenas si podía sustentarse.

«¿Có o era posible que hubieran atribuido se ejante obra de grabación,se ej antes conoci ientos, aca pesinos que habitaban en casas de adobe y paja y que, en la mayor parte delos casos, no sabían leer niescribir... ?» Y ientras viajáb a os por el blanco desierto, rumbo a Ocucaj e, recordé algunos de loso entos de i pri era entrevista con Cabrera...

-¼ Cuando descubrí que la piedra que e habían regalado co o «pisapapees» contenía la grabación deun reptil-volador que había existido hace illones de años, e dediqué a unaintensa búsqueda de piedras.

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Me puse en contacto con los ca pesinos que las vendían, y e pecéa adquirirlas. Así descubrí un día que

todas aquellas piedras podían «seriarse».Cada «tema» aparecía grabado, no en una, sino en vanas piedras. A veces,en decenas de ellas... Miinterés creció y creció, hasta que un día, estando yo trabaj ando en el Hospital Obrero tropecé con Basilio

 Uchuya. El bueno del «cholito»* llevaba un paquete baj o el brazo.Un paquete que contenía piedrasgrabadas y que habían sido co pradas por el director del Hospital.

»Y así, de esta for a, conocí a Uchuya. A partir de ese día, el h  bre e ha ido proporcionandopiedras...

Pero is pensa ientos se vieron interru pidos ante la súbi

ta aparición -al fondo del polvorientodesierto- de las ocho o diez chozas de adobe que constituyen el huildísi o lugar. Al descender del

vehículo, una nube de niños descalzos, casi desnudos y con la profunda tiidez del que nada tiene, nos

rodeó, solicitándonos sin cesar algunos soles. Aquello hizo que isoj os se abrieran del todo.

Allí no había más que pobreza y iseria. Polvo, chozas requemadas por el sol del desierto yca pesinos sencillos y silenciosos que nos observaban desde la oscuridad de sus casuchas.

Los a igos que e acompañaban -Tito y Tiberio- e señalaron una de aquellas chozas grises, en itad

del arenal.-Es la casa de Basilio Uchuya -co entaron-. Los arqueólogos del país afirman que todos estos illaresde piedras han sido grabadas, íntegra ente, por él...

CAPITULO II

«NOSOTROS LAS SACAMOS»

En aquella i pri era visita a Ocucaj e iba a producirse un hecho que

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sólo eses después -al realizar isegundo viaj e a Perú- capté en toda su i portancia. Basilio Uchuya, hombre receloso, conocía a is dosa igos desde hacía ya eses. Los había visto nu erosas veces porOcucaj e, y sie pre ter inaban poradquirir algunas de las piedras grabadas que almacenaba el capesino sobre el piso de tierra de su casa.De ahí que existiera una cierta a istad entre el tal Uchuya y is acompañantes.

Basilio nos llevó entonces hasta uno de los rincones de la choza y nosostró entre veinte y cuarenta

piedras grabadas, cuyos pesos podían oscilar entre 200 o 300 graos y 15 o 20 kilos.

El sol se había puesto ya tras los cerros volcánicos de Ocucaj e y fue preciso que Uchuya acercara unavela para poder distinguir los grabados que aparecían en las piedras.

Aquellos cantos rodados -ésa fue i i presión- eran idénticos auchos de los que había visto pocas

horas antes en el useo de Javier Cabrera. Sólo hubo algo quee extrañó. Después de recorrer dos o treschozas más y de exa inar «la ercancía» que en todas ellas tenían parada para la venta, no logrédescubrir ni una sola piedra labrada de gran volu en -tal y coo había visto en el centro de trabajo del

doctor Cabrera- ni tampoco con los her osos altorrelieves que aparecían en uchas de las que yo habíapodido conte plar en Ica.

  Deno inación popular que se da en Perú a los indios o habitantes del capo.

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  -Bueno -respondieron los campesinos cuando les interrogué sobre este particular- las piedras grandes

cuesta ucho sacarlas... Y si no hay un comprador fij o...Aquella palabra «sacarlas» paso casi inadvertida para í. Pero no parais a igos, que tomaron buena

nota de ella.En aquel instante, Tito Aisa presionó hábil ente a Pedro Huamán, que

era el campesino con el queconversába os en aquel instante.

-¿Y en qué lugares dice usted que las «sacan»...?-Hay varios -respondió aquél-. Hay cerros de donde todos saca

os... Ahí is o, en los cerrospróxi os.

Aquella conversación, insisto, iba a tener una gran i portanciaeses después, cuando la polé ica

sobre la autenticidad de las piedras grabadas del doctor Cabrera adquirió tintes espectaculares.Meses después, ya en enero de 1975, aquellos is os ca pesinos co

n los que yo había conversado ensus chozas de Ocucaj e declararían pública ente que las piedras labradas eran «trabajadas» por ellosis os, no «sacadas»... La razón era tan ele ental co o co prensible

y hasta disculpable. La Leyprotege los tesoros arqueológicos y prohíbe ter inante ente la extracción y venta clandestina de los

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  is os.Si alguien en Perú es descubierto desenterrando restos arqueológicos o reconoce

que ha co erciado conellos, puede ser multado o encerrado en prisión.

Es muy lógico, por tanto, que los campesinos de Ocucaj e, sabedores de  esta cuestión, no reconozcanjamás -oficial ente- que esos iles de piedras grabadas que han sido esparcidos a lo largo y ancho delpaís, así co o en el extranj ero, fueron desenterrados o extraídos en el desierto donde habitan.

Pero, tie po habrá de volver sobre este aspecto. De o ento, i curiosidad había quedado satisfecha.Aquel pri er contacto directo con los pobladores de Ocucaj e, aquellas conversaciones con Basilio Uchuya,Pedro Huamán, Aparicio Aparcana y otros, e confirmaron lo que, cada vez con más fuerza, había idoganando terreno en i cerebro: «Ningún campesina del mundo podría concebir y desplegar se ej antecú ulo de conoci ientos científicos...»

Pero hubo un nuevo detalle que e dej ó perplej o.A la hora de tratar de adquirir algunas de las piedras grabadas que guardab

an Uchuya y co pañía ensus hogares, observé que el precio de las piedras más volu inosas y,por consiguiente, más caras, era

absurdo. Irrisorio.Cualquiera de aquellas grabaciones -a pesar de que el tamaño de las piedras másgrandes era ínfi o silo comparába os con uchas de las que había visto en Ica- debería haber sido vendida a un precio alto,digno del innegable trabaj o, esfuerzo y arte que saltaban a la vista. Pero no. 

Cuando pregunta os a los campesinos cuál era el precio, éstos fijaron las piedras más her osas en150, 200 o, co o mucho, 250 soles. Es decir, en aquellos días, y al cabio, entre 200 y 400 pesetas...

Pero éste era el precio, repito, de las piedras más grandes y pesadas.  La mayor parte, ucho más

reducidas, costaba entre las 20 y 100 pesetas.Y e pregunté nueva ente por qué; a qué se debía que tan her osos «trabs» fueran vendidos Por tanpocos soles...

Cualquiera de aquellas piedras del ta año ediano hubiera supuestoa un artista con experiencia uníni o de un es de trabajo. En i segundo viaj e a Perú, y al visitar

de nuevo el poblado, Tito Aisa yTiberio e señalarían una de las piedras que había sido depositada en elcorral de la casa de AparicioAparcana.

-Esta piedra -co entaron- lleva aquí cuatro eses. Y, co o ves, está sin ter inar.

La piedra, efectiva ente, reproducía -y muy burda ente por cierto- algunos de los otivos que yohabía visto en otros gliptolitos de la colección de Javier Cabrera. Pero estaba sin concluir¼

-Lleva cuatro eses trabaj ando sobre la piedra -prosiguió Tito-.Lo sabe os porque cada semanaacudi os fiel ente al poblado y le echa os un vistazo.

El problema, una vez más, aparecía con claridad. Si uno de aquellos capesinos hacía cuatro eses

que trataba de ter inar una sola piedra, ¿cuánto tie po se habría necesitado

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 para «fabricar» esas 50.000que en la actualidad existen dentro y fuera del Perú?

En aquellos instantes yo ignoraba también que, cuatro años antes deque Javier Cabrera Darqueaco enzara sus estudios sobre las piedras labradas, otras personalidades del país -entre ellas el ex rector dela Universidad de Ingeniería de Lima, don Santiago Agurto Calvo- habían tenido ya en sus manos uchasde estas piedras grabadas. Algunos, incluso, co o en el caso del arquitecto, señor Agurto, llevaron a cabouna seria investigación, localizando varios de estos cantos grabados en el fondo de tumbas prehispánicas.Pero quizá estos puntos deban esperar. Al salir de Ocucaj e, con dirección  a Ica, is pensa ientos -mástranquilos ya después de la observación directa de los ca pesinos- habían retornado a la isteriosa

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«biblioteca» del édico iqueño. ¿Cuántos secretos encerraban aquellosiles de gliptolitos? ¿Cuánta

sabiduría? ¿Cuántos conoci ientos que ni siquiera el ho bre de hoy ha

logrado alcanzar?Las preguntas se e puja ban unas a otras en i ente. Peroel profesor Cabrera, con tanta pacienciaco o a abilidad, fue despej ándolas una tras otra.

Tengo que decirlo desde el principio. Javier Cabrera nunca se opuso a  conversar sobre cualquiera delos múltiples «capítulos» que abarca la gran «biblioteca» lítica. Sie e escuchó is preguntas, israzona ientos, y sie pre contestó a ellos, aunque -en algunos casos y por

otivos que trataré de explicar-e rogó fuera prudente a la hora de darlo a conocer.

Quiero decir con esto que las puertas de Javier Cabrera han permanecido y per anecerán sie pre

abiertas para todos aquellos que, de buena fe, se acerquen hasta su casa.Pero i pri era pregunta estaba ya en el aire. Y Cabrera, después de reflexionar unos segundos,tratando de sintetizar esos ocho años de estudio co enzó a hablar:

-¿Có o he llegado a la conclusión de que esta «biblioteca» lítica fue ada por una Humanidad quevivió hace illones de años? Bien, desde el pri er o ento en que co encé a adquirir estas piedras e dicuenta que se trataba de una «biblioteca». Cualquiera lo habría visto... ¿Qué era ences lo i portante?:conseguir un máxi o de piedras o «libros», a fin de llegar a un conoci

iento más exacto y profundo de loque aquí se nos estaba tratando de comunicar.

»Y así lo hice. Durante eses y eses co pré y conseguí cuantas piedas pude. Ningún grabado eraigual a otro. Nunca se repetían. ¡Era fascinante¼! Era co o si fués  os reuniendo las ªpáginasº de unlibro y los distintos volú enes de toda una gigantesca "biblioteca"... Aquello, repito, podía "seriarse". Ye pecé a descubrir, después de no pocos estudios, que todo parecía tenerun sentido. Allí se estabaexplicando algo...

»Por supuesto, deseché la idea de que se tratase de una simple manifestación artís

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ica de Dios sabe quécultura o civilización.

»Después de lograr varios cientos de estas piedras -de todos los taaños-, llegué a una conclusión:

aquellos grabados y altorrelieves constituían "ideografías". Servían para representar algo. Pero, ¡Diossanto!, ¿qué era aquello en realidad...?

»Pasé iles de horas investigando, analizando y sopesando cada una de laspiedras que e habían idollegando. Meses después de iniciar esta labor, toda i obsesión estaba centrada en encontrar alguna piedraa través de la cual pudiera conocer la antigüedad de la civilización que había trabajado se ej anteªbibliotecaº.

»Pero el tie po fue pasando con lentitud y esa piedra no ter inaba de llegar. Yo había descubierto paraentonces caballos, canguros, ca ellos y otros animales que, sin e

bargo, no e señalaban con claridad laantigüedad de estos ªlibrosº de piedra.

»Hasta que un día -al fin- apareció una con la figura de lo que resultó ser un dinoaurio...

»Era la nítida reproducción de un stegosaurus. Y detrás llegaron otrasuchas piedras en las que fui

reconociendo otros animales antediluvianos co o el triceratops, ty

rannosaurio, etcétera.»Estos grandes saurios -así lo dice la Paleontología- habían poblado el planeta hac  illones de años¼¿Có o era posible entonces que hubieran sido grabados por el hobre o por figuras que, al enos, teníanaspecto humano? Porque en aquellas piedras, en decenas y decenas de ellas, se repetía constante ente lapresencia del ho bre junto a la de estos animales prehistóricos. Y la Ciencia -eso es, al enos, lo quesie pre se nos ha enseñado- no ad ite la existencia del ser humano más allá del illón de años...

»Aquello e maravilló. Sin e bargo, no podía dejar e llevar por la i aginación. Era cierto que en

muchas de las piedras que e habían ido trayendo, el ho bre ªconvivíaºcon los gigantescos saurios de laEra Secundaria o Mesozoica. Era cierto que los grabados reproducían con gran exactitud anató ica estosanimales desaparecidos. Pero era necesario asegurarse por co

pleto. ¿Podía tratarse de la imaginacióncreativa de unos ho bres que j a ás conocieron o supieron de estos  animales? Lógica ente, no. Pero,insisto, había que atar todos los cabos... había que buscar una relación más positiva.

»Yo, franca ente, no podía creer que el sentido artístico o la imaginación de unos ho bres pudieracoincidir tan exacta ente con los restos de los fósiles que conoce

os en la actualidad. Es franca ente

difícil...»Entonces, ¿có o podía llegar a esa prueba definitiva que vinculara l ser humano con los grandessaurios de la Era Mesozoica? Sólo a través, lógica ente, de conoci

ientos de la biología y fisiología deestos animales. Sólo si lograba encontrar piedras donde aquella Hu

anidad describiese, por ej e plo, losªciclos biológicosº de los saurios gigantes...

-Pero, ¿por qué? -interru pí a Javier Cabrera.-¿Quién podría describir el ciclo biológico o la fisiología de un animal? Ú

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  ente quien ha podidoobservarlo y conocerlo. Única ente quien ha convivido con él.  Sólo alguien que debía lucharpermanente ente contra estos onstruos porque, sencilla ente,eran sus grandes y más feroces ene igos.

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  »Y esa piedra llegó. Tardó eses, pero, al fin, uno de los ca pesinos la puso ante is oj os...

»Aquella piedra era tan fascinante, aquel altorrelieve significaba tanto en is investigaciones, que sihubiera tenido 100.000 soles, 100.000 soles le hubiera dado a aquel ªcholitoº¼

Pero, ¿qué encerraba aquella piedra? ¿Por qué el doctor Cabrerale había concedido se ejantei portancia?

No tardé en comprenderlo. Allí, ante is oj os, colocada sobre unaesa especial, separada ex profeso,

estaba una de las más her osas piedras labradas de la colección del édico e investigador.

Sólo aquel ej e plar -al igual que sucede con otras uchas de las piedras que pude conte plar- erecía

ya un libro.CAPÍTULO III

EL HOMBRE CONVIVIÓ CON LOS SAURIOS

-No había posibilidad de error. Estudié esta piedra una y otra vez. Laco paré con el resto, con la«serie» que ostraba a los grandes saurios prehistóricos... Todo coincidía.

»Allí estaba el "ciclo biológico" y la forma de destruir al stegosaurus, un onstruo prehistóricoperteneciente a la rama de los dinosaurios ar ados o blindados y que vivió en el período Jurásico.

»Pero, observa...Javier Cabrera e señaló en el altorrelieve de la amarillenta piedra  las placas óseas verticales que seextendían a todo lo largo del lo o del animal. Y co entó, entusiasmado:

-En este magnífico relieve se puede ver con claridad la doblefila de placas que protegía a estedinosaurio. Y también ve os en su cola una serie de pinchos, que le servía co o arma defensiva.

»Pues bien, esta civilización grabó el "ciclo biológico" del stegoaurus no sólo para ofrecer unconoci iento de Zoología, sino, principal ente, para hacer ver que la única forma de exter inar a esteene igo era destruyéndolo desde sus for as más pri itivas.

»Y aquí, junto a la he bra del stegosaurus, que se diferencia del macho por su cuello más largo, elho bre ªgliptolíticoº dej ó grabado también el proceso, la eta orfosis, qsufrían las larvas...

Dudé un instante, pero recordé que la Paleontología enseña que os reptiles prehistóricos noexperi entaban eta orfosis. Los nuevos saurios nacían de un huevo, sí, pero ya con su forma definitiva.

-Esto no encaja con lo que enseña la Ciencia actual -le insinué a Cabrera.-En efecto. Esto no concuerda con lo que la Paleontología asegura...

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  Quedé perplej o. Y observé los altorrelieves de aquella desconcertante piedra con ucha más intensidad.

-Aquí puedes ver -continuó el édico iqueño- que, junto al stegosaurusadulto, también grabaron laslarvas. Pri ero sin patas. A continuación, con las dos patas anteriores; después, la larva con las patasposteriores... Esto, querido a igo español, se lla a eta orfosis.

Hasta ahora había os creído que los reptiles prehistóricos nacían yade los huevos con sus for asco pletas. Pero esto nos está ostrando lo contrario. ¡Y esto es una observación, directa! Nadie podría

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reflej ar un conoci iento tan exacto del ciclo biológico de unanimal si no lo hubiera observadoeticulosa ente.

-Pero en la piedra, co o ves, hay otros ele entos -prosiguió Javier Cabrera-. Varios hombres portanarmas y están hiriendo al animal.

Así era, efectiva ente.-¿Por qué? Porque estos onstruos a enazaban la vida de aque

lla Hu anidad. Durante la EraSecundaria, iles de especies de estos enor es saurios se extendieronpor todos los continentes y mares. Yel ho bre «gliptolítico» no tuvo más re edio que declararles la «guerra».

»Por eso en estas piedras, cuando aparecen escenas de "cazaº de dinosaurios, sie pre se extienden lasmatanzas hasta las larvas de los onstruos antediluvianos. De esta forma, con la muerte del macho y de lahe bra y la destrucción de los huevos y las larvas, conseguían un exter inio práctica ente co pleto.Ro pían el ciclo biológico.

-¿Y cuántas piedras si ilares ha encontrado usted por ahora?-He llegado a reunir las «series» de los «ciclos biológicos» de

triceratops, tyrannosaurio,egaquiróptero o murciélago gigante, stegosaurus y agnato. De estos animales dispongo de los «ciclosbiológicos» co pletos. De otros, sólo he logrado reunir parcial ente lasrespectivas «series».

El doctor e conduj o hasta una de las estanterías donde guarda cientos depiedras grabadas de todos losta años.

-Aquí tienes, por ej e plo, el del agnato. Su «ciclo biológico» está formado po de 100 piedras...

Era sorprendente. Había piedras de todos los tamaños. Desde algunasuy reducidas, de apenas 50 o

100 gra os, hasta otras de 40 y más kilos. Y en todas ellas pud

e comprobar la evolución, la claraeta orfosis de este pez prehistórico que vivió en nuestros océanos en el período Deico (Era Primariao Paleozoica) y al que se le señala, por tanto más de 320 illones de años. 

(Según indica la Paleontología, estos peces sin mandíbulas son los prieros vertebrados conocidos.

Los ostracoder os no habían desarrollado las mandíbulas óseas o los pares de aletas que poseen todos lospeces posteriores a ellos. Sus restos se encuentran ya en el período

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  Silúrico, pero son co unes sólodurante el referido período Devónico. Algunos -sigue afir ando laPalcontología- vivieron en el mar, yotros, en agua dulce. La mayor parte disponía de un «casco» óseo alrededor de la cabez y parte frontal deltronco, así co o gruesas escamas también óseas sobre el resto del cuerpo.)

-Pero entre todas estas piedras -continuó Javier Cabrera- encontré también algunas que daban unanueva di ensión de estos peces prehistóricos. Estos agnatos eran gigantes...

Cabrera e señaló varias piedras de gran peso, separadas del centenar que constituía la «serie» del«ciclo biológico». Observé grabaciones de este is o tipo de pe  sin mandíbulas, pero, con unasensacional diferencia respecto a las anteriores piedras. En este caso,el agnato aparecía devorando unapierna humana...

-¿Qué significa? -interrogué al investigadora.-Que estos peces eran gigantescos... En cierta ocasión e visitó un

 profesor y e señaló que la únicaespecie de agnato conocida en la actualidad fue encontrada en Vietnam.

Pero eran muy pequeños. Esdecir, con estos peces prehistóricos sucedió exacta ente igual que con los grandes reptiles de laPrehistoria. Los «descendientes» actuales -los escasos «parientes» de aquéll

  han visto reducido suta año a extre os insospechados.Pero volva os de nuevo a la piedra que había dado la clave de la antigüedad

al investigador de Ica.Aquel fascinante ej e plar, con forma de «huevo» gigantesco, « o

straba» ucho más. Co o si setratara de una «película», los altorrelieves iban recorriendo la superficie de la piedra, explicando pri ero elcitado «ciclo biológico» del stegosaurus para pasar a continuación a otra «secuencia»desconcertante omás que la pri era. Dos ho bres de extrañas caras se habían situadosobre el lo o del animal. Yparecían atacar al gran saurio...

Javier Cabrera e explicó así el significado de aquella «secuencia»:-El stegosaurus edía unos seis etros de longitud. Y aunque parece ser que se ali entaba devegetación blanda, yo he comprobado en las piedras que también atacaba al ho

bre. Pues bien, ésta erauna de las razones por las que la Hu anidad prehistórica e prendió también la «guerra» contra elstegosaurus.

»Este enor e animal tenía en la cabeza un hueso tan débil, que con un golpe  se le podía matar. Pero,¿có o se las arreglaban estos "cazadores" para llegar hasta el cráneo? Aquí lo tiene explicado...

Y Cabrera e señaló nueva ente a los dos seres que parecían «ca

inar» sobre el lo o del onstruoprehistórico.-¼ El stegosaurus, co o otros reptiles, disponía de un cerebro nor

al y de un ganglio pélvico que regíael automatis o de la parte posterior del cuerpo del animal.

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  »Esto ha sido reconocido por la Ciencia actual. De ahí que se leshaya lla ado también de ªdoblecerebro". En su colu na vertebral se producía un ensancha iento,uy superior, incluso, al del cerebro

propia ente dicho, y que tenía por finalidad, co o digo, el control de esa zona posterior del gran saurio.

»Pues bien, el cazador subía por la cola ±concreta ente por el estrechocorredor que quedaba entre lasdos hileras de placas óseas- y llegaba hasta la altura de la cintura escapular. Esa doble dependencia erafatal para el animal, puesto que hacía insensible su cola... Y esto losabían los ho bres de las piedrasgrabadas .

»Ascendían por el onstruo hasta que éste sentía algo sobre la zona del referio ganglio pélvico. En eseinstante, el stegosaurus volvía la cabeza y el cazador le ro pía el cráneo de un golpe.

No había salido de i asombro cuando Javier Cabrera e rogó que le acompañara hasta otro lugar desu useo. Allí, en otras enor es piedras, había también grabaciones y altorrelieves con nuevos tipos dedinosaurios.

-Con el stegosaurus -prosiguió Javier- no había casi peligro. Sin ebargo, no sucedía lo is o con

este otro: con el lla ado tyrannosaurio.Este for idable onstruo carnívoro tenía el cuello corto y robusto y la cabeza provista con poderosasmandíbulas. La Paleontología asegura que hizo su aparición a finales del periodo Cretáico, es decir, hacemás de 65 illones de años. Tenía quince etros de longitud y seis de altura, y sus patas delanteras erantan cortas que, según parece, no podían llegar hasta la boca.

El tyrannosaurio -según he podido comprobar con el estudio de losgliptolitos- era uno de los másterroríficos e i placables ene igos de esta Humanidad. Y contraél ue dirigida gran parte de estaoperación de «limpieza».

Pero, lógica ente, la táctica para exter inarlo no podía ser idénticaa la e pleada en el caso delstegosaurus.

Javier centró i atención en una piedra concreta.Allí se reproducía la figura de uno de estos feroces onstruos de

l Cretácico. Y junto a él, otrosho bres que portaban también, sendas armas.

-El tyrannosaurio era un animal suma ente peligroso. ¿Qué hacían entonces los cazadores? En pri erlugar -tal y co o ves en la piedra- le dej aban ciego. De esta forma, otro cazador podía ascender por lacola y lo o del animal, golpeándole en la cabeza. Pero, ¡oj o!, no en cualquier punto del cráneo... Co o

ves, el arma que porta el hombre gliptolítico tiene una especie de rayado. Y en la cabeza del tyrannosauriohan grabado también otro punto, con un rayado idéntico al del ar a. Pues bien, eso significaba que debíangolpear al onstruo prehistórico en una zona concretísima del cráneo.

Estas nociones precisas de la anato ía de un tyrannosaurio, de un stegosaurus, de un triceratops, etc., yde sus ciclos biológicos, sólo pueden revelar un conoci iento profundo de la fauna. Un conoci iento quesólo podría producirse a base de haber coexistido con dichos seres.

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  Pero aquel «capítulo» de la «guerra» a los onstruos antediluvianos iba cul inarse con otra insólitapiedra labrada. En i opinión, la más espectacular de cuantas logré ver en la colección del profesorCabrera.

Aquel «libro» de 70 u 80 kilos, perfecta ente redondeado y con un altorrelieve desconcertante, habíasido donado por el también a igo del doctor iqueño, Tito Aisa. Yo había ad irado aquella fascinantepiedra en la casa de este últi o, en Lima. Pero en i segundo viaj e a Perú, el magnífico ej e plar seencontraba ya en el useo de Javier Cabrera Darquea.

Distribuidos a la perfección entre las dos caras de la piedra, pude ver un enor e «pájaro ecánico»sobre el que volaban dos seres que portaban sendos telescopios y con los que

iraban hacia tierra. Pero,¿qué «buscaban»; aquellos ho bres desconocidos? La respuesta estaba también en «libro» lítico.

A ambos lados de la piedra, y coincidiendo precisa ente con su parte inferior, aparecían los grabadosen altorrelieve de dos dinosaurios. Un tercer ho bre, idéntico a los  que se encontraban sobre el «páj aroecánico», había descendido hasta el lo o de uno de los dinosaurios y,

ientras se suj etaba a la «nave» con

una especie de «cordón umbilical», con la otra mano hundía un cuchillo en el cuerpo delanimal.En aquel grabado había también otros tres ele entos para los que

  Cabrera guardaba una no enossensacional revelación. Se trataba de tres Lunas situadas en distintas posiciones del cielo o firma ento enel que se ovía el gran «pája ro ecánico».

-Estos seres -co enzó el édico peruano- habían vencido la fuerza de la gravedad y disponían deaparatos voladores que aquí, en las piedras, aparecen «ideografiados» co

o «páj aros ecánicos». Puesbien, esas máquinas voladoras les per itieron extender su «guerra» contra losanimales prehistóricos a todo

lo largo y ancho del planeta.Estudiando las piedras he sabido que, en muchos casos, coo en el del tyrannosaurio, cegaban oatontaban al animal, lanzando una descarga sobre el is o. Esto lesper itía descender desde sus aparatosvoladores para rematar al onstruo o bien ascender hasta su cabeza por lacola y el lo o.

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  Era sencilla ente desconcertante.

Per anecí largas horas conte plando, analizando y reflexionando sobre aquel altorrelieve de 40centí etros de anchura, 70 de altura y poco más de 20 de longitud. Era la más fantástca piedra de la gran«biblioteca». El docu ento más sensacional y definitivo que ostraba  la existencia de otra Hu anidad,más tecnificada, incluso, que la nuestra. Hasta el o ento, coo apuntaba al co ienzo de este libro-reportaje, ninguna de las teorías esgri idas en pro de posibles y re otas «supercivilizaciones» se

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encontraban sustentadas por pruebas concretas, por datos físicos visibles...Pero esto era distinto. Tan distinto y revolucionario, que

  todo lo anterior quedaba eclipsado,difu inado.

-Los paleontólogos se siguen preguntando por qué estos animalesprehistóricos tan nu erosos yresistentes desaparecieron súbita ente de la faz de la Tierra. ¿Có o puede explicarse este singular hecho?

El plantea iento de Cabrera e sacó de nuevo de is pensaientos. La repentina extinción de estosillones de gigantescos saurios que do inaban los antiguos contin

entes del planeta era, en efecto, unaincógnita fascinante.

Era difícil pensar que la ferocidad de unos pudiera ter inar conla totalidad del resto, y de manera tansúbita. No es precisa ente el sistema elegido por la Naturaleza ensu constante proceso de selecciónnatural de las especies. Muchos de esos gigantescos saurioshabrían per anecido o se habríantransformado, adecuándose a las nuevas necesidades de sus hábitats. Pero nada de eso ocurrió.

Otros paleontólogos han barajado también la posibilidad de que este extraño fenóeno tuviera su origen

en un enfria iento del cli a del período Cretácico -gran marco en el que se

ovieron buena parte de estosanimales antediluvianos- que dio al traste con aquella fabulosa fauna.Co o se sabe, los dinosaurios

parece ser que se valían de su enor e ta año para regular la temperaturadel cuerpo. Al no disponer deuna envoltura aislante, de un abrigo de pluma, pelo o lana,estos onstruos prehistóricos fueron

pereciendo. Esta teoría, sin e bargo, falla también estrepitosa ente...

De haber ocurrido así, lo lógico es que uchos de estos dinosaurios hubieran sobrevivido durante la EraTerciaria o Cenozoica. Al enos, durante una parte de la isma yen las zonas más calurosas del mundo...

Ninguna de estas hipótesis ha resuelto satisfactoria ente el problema. ¿Por qué tantos y tan diversosgrupos de animales antediluvianos fueron borrados del planeta de forma tan simultánea y abrumadora?

Javier Cabrera Darquea sí lo había descubierto en aquella increíble «biblioteca» deasado de este viej omundo nuestro.

Y e lo explicó con estas sencillas y, al is o tie po, estre ecedoras palabras:

-Una gran catástrofe, un cataclis o de proporciones insospechadas, tuvo lugar en la Tierra haceillones de años. Pues bien, esa tre enda destrucción, esa convulsión masi

va del planeta ter inó con la

existencia de esos illones de reptiles gigantescos que habíanpoblado el undo desde tiemposre otísi os. Sólo eso, y la etódica y masiva «guerra» que aquella Humanidad stuvo con los grandessaurios, puede explicar la desaparición de estos animales.

El ho bre «gliptolítico» luchó intensa ente contra los dinosaurios y deás reptiles. Fue una «guerra»

de toda la Hu anidad contra estos onstruos... Así se reflej a en cientos de piedras grabadas. Fue una«guerra» -y esto es i portante- en la que participó toda la civilización que entonc

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s habitaba la Tierra. Una«guerra» a uerte. Sin tregua. Una «guerra» que fue más allá, incluso  la simple matanza de lossaurios, puesto que dicha Hu anidad rompió el «ciclo biológico» d  estos onstruos prehistóricos,anulando así la supervivencia de las especies.

Estas matanzas masivas y constantes y el for idable catacliso -que también contribuyó a la anulacióndel ecanis o reproductor de los reptiles- sí explican esa súbitaextinción de los más fantásticos yresistentes animales que j amás hayan poblado la Tierra. De no haber sido por estas razones, quizá hoymuchos de ellos siguieran poblando el planeta...

Aunque en otro capítulo de este libro hablaré más extensa entede la catástrofe encionada por elprofesor Cabrera Darquea, sí quiero exponer ahora -y a título de  simple orientación- el origen delcataclis o que acababa de co entar el investigador de las piedras labradas.

-En aquellos tie pos - e explicó Javier-, y tal y co o he descifrado en los gliptolitos que forman esta«biblioteca» prehistórica, alrededor de nuestro undo giraban tres Lunas o satélites naturales.

Un for idable desfase entre la tecnología utilizada por aquella Humanidad y

 el magnetis o natural dela Tierra fue provocando un desajusté en las órbitas de dos de estas Lunas, que terinaron por caer sobre

el Planeta. Este impacto terrorífico convulsionó los continentes y océanos, provocando la indescriptiblecatástrofe...

Pero dej e os aquí el relato del científico peruano. En aquel instante, ientras Cabrera e explicabasobre las piedras labradas del desierto de Ocucaj e el apocalíptico choque de aquellas Lunas contra nuestromundo, recordé una de las uchas teorías que sobre este for idable cataclis o mundial se han escrito.

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Una de las que, quizá por su plasticidad y verosi ilitud, más e habían i  presionado hasta el o ento deconocer las piedras grabadas de Ica. Decía así:

«Siberia nordoriental, 5 de junio del año 8496 antes de Cristo. Sonlas 12:53 (hora local). Sieteinutos antes de la colisión del planetoide con la Tierra.

»El Sol está alto en el cielo, y junto a él se hallan, invisibles en el claro azul, el planeta Venus y la Lunanueva. Los árboles de la linde de la selva virgen proyectan sombras breves sobre

el suelo. El usgo verdeoscuro crece lozano baj o los altos troncos de pinos, abetos y alerces. El río, saliendo de la selva, discurre,murmurando y gorgoteando, a través de un calvero. Es un espacioso calvero con hierba fina, jugosa, ricoen helechos y flores junto a la orilla.

»De pronto retumba un pisoteo entre los arbustos junto al borde de la explanada, las ramas se rompencrepitando y las copas de los árboles e piezan a ci brearse. Una manada de elefantes se acerca al río...

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  »A las 14:47 dos elefantes se paran brusca ente. Una fuerza invisible los ha aferrado, y su furia se hadesvanecido de golpe. Debe de haber ocurrido algo espantoso...

»La catástrofe se ha producido hace bastante. La sacudida provocada por la colisión ha e pleado unahora y cuarenta y siete inutos para llegar a la tierra de los tunguses. El suelo es recorrido por un temblor:pri ero es sólo una débil vibración, casi i perceptible, pero luego se hacesensible, violenta. De la selvallega un ge ido; un pino gigantesco se dobla, cruj iendo, hacia el calvero,abatiéndose con fragor entre loselefantes. Algunos pájaros, despavoridos, levantan el vuelo.

»El disco del Sol parece haber saltado de su sede, se tambalea en el  cielo, luego se detiene, se deslizalenta ente hacia abajo, hacia el horizonte, vuelve a detenerse...

»Las sombras de los grandes animales, de los árboles y de los arbustos se agitan convulsas sobre elcalvero, se alargan, ientras el río rebulle más fuerte ente. Las sombras per anecen alargadas, y el Solya no calienta.

»Cuando el te blor re ite, la manada de elefantes se pone enovi iento. Inquietos, los grandes

proboscidios pisotean la hierba, balancean la maciza testuz, remueven el terreno con las patas... Y la calma

renace uy lenta ente.»Transcurren horas sin que pase nada. Hace frío. Los elefantes haceucho que ya se han puesto a

co er de nuevo.»Son las 20:53. Siete horas y cincuenta inutos después de la c

atástrofe. La manada sigue en elcalvero. Los animales arrancan ra as de los árboles j óvenes y se abrevanen el río. El Sol del atardecer esa arillento, ortecino. De improviso se eleva a distancia un ruido sordo, que crece. Se acerca aful inante velocidad, y pronto cubre el gorgoteo del río, el canto de los pájaros y estalla co o un truenointer inable.

»El j efe de la manada alza la trompa, pero su barrito es ahogado por el enor e fragor. Con todas susfuerzas inicia la carrera, y los compañeros le siguen. El suelo retumba bajo centenares de patas titánicas,pero el ruido no ahoga el que procede del cielo. Por pri era vez en su vida, una de las más potentescriaturas del globo es presa del pánico y corre ciega ente por la selva, derribando arbustos y árboles.

»Pero, a los pocos pasos, la carrera ter ina. El j efe de la manada se desploma co o ful inado por unrayo y uere antes de que su cuerpo toque el suelo. Con él, en losis os segundos, ueren también los

demás. Con él mueren todas las for as de vida de la Siberia septentrion

al: iles y iles de elefantes, derinocerontes lanudos y de tigres de las nieves, de zorros, de martas, de aves yreptiles...

»¿Qué había ocurrido?»A 10.000 kiló etros de aquel calvero siberiano, aquel 5 de junio de 8496 an

tes de J. C., a las 13 horas,un cuerpo celeste cayó con violencia incalculable en la región sudoccidental del Atlántico septentrional.Aquel planetoide, con sus 18 kiló etros de diá etro, era un enano en  comparación con nuestro planeta.

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Pero las consecuencias de su caída fueron terribles: rompió la costra terrestre y provocó la mayorcatástrofe que j amás castigara a la Humanidad.» Ésta y otras muchas narraciones yleyendas que se hanconservado vivas en los corazones de los pueblos de la Tierra denotan unhecho único y terrorífico en laHistoria del planeta. Un hecho que, a pesar de la erosión de los siglos, se ha trans itido de civilización encivilización, de raza en raza y de continente en continente. Haceiles o quizá illones de años, algún

astro, en efecto, chocó con la Tierra, se brando la uerte y la desolación. Y esa tragedia apocalíptica haquedado grabada en el espíritu del ser humano y trans itida de unos hombres a otros.

Pero, ¿cuándo tuvo lugar real ente dicho cataclis o?Las piedras grabadas que forman la «biblioteca» lítica del doctor Cabrer

a tienen la respuesta. Unarespuesta que no se mueve indecisa en la noche de los tie pos. Es una respuesta concreta. Grabada enpiedra.

Pero, co o digo, reserve os los detalles de tan tre enda destrucción para la «serie» de piedras que,precisa ente, «habla» de dicha tragedia.

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  Antes de dar por ter inado este «capítulo» o «sección» de la «biblioliptolítica, en la que laolvidada Hu anidad del Mesozoico plas ó sus conoci ientos y  luchas contra los enor es sauriosprehistóricos, Javier Cabrera e indicó un detalle funda ental a la horade valorar las piedras labradas.

-El volu en y trabajo de las ismas ±explicó- está en proporción directa a l i portancia del tema quese «relata» en dichas piedras. He co probado este i portante detalle en c

ientos de gliptolitos...Esto quería decir que, cuanto más pesada fuera la piedra y cuanto más trabajo y esfuerzo se hubierae pleado a la hora de la grabación, más trascendental era la «ideografía» quequella Hu anidad habíaquerido exponer. De ahí, por tanto, que los altorrelieves -por  tér ino general- señalaran sie preconoci ientos mucho más decisivos que los si ples grabados.

Éste era el caso, por ej e plo, de la her osa y pesada piedra -en altorrelieve- que Cabrera acababa deostrar e y en la que se «narraba» el «ciclo biológico» del stegosaurus, así coo la for a de exter inar a

dicho animal.

Así sucedía igual ente con otra for idable ole de piedra de edia tonelada en la que el investigadore ostró toda una « atanza» de ho bres, por parte de los dinosaurios...

Cuando contemplé aquella piedra desco unal, i asombro volvióa dispararse. Labrados en unosaltorrelieves finísi os, animales prehistóricos de varios tipos devoraban y atacaban a ho bres gliptolíticos.

-Pero, ¿por qué? -interrogué a i anfitrión.-Tú has visto ya otras piedras donde estos ho bres grabaron tam

bién ciervos, caballos y toda una

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extensa gama de animales que conocieron. Sin e bargo, todos ellos  aparecen grabados en piedras más oenos pequeñas. Aquí no. Con los onstruos prehistóricos, con los grandes

reptiles, no ocurre lo is o.Casi todos están grabados en piedras de gran ta año y peso. Casi todos en altorrelieves...

»¿Por qué?, preguntas. Porque en estos casos -cuando se toca el tema de los dinosaurios- no se trata yade "caceríasº más o enos deportivas. Es la ªguerraº de toda la Hu anidcontra sus ortales ene igos.Por eso plasmaban estas escenas en piedras mayores, con altorrelieves...

»Y esta ole que tienes ante tus oj os es otra viva muestra de lo que te digo. El hombre no debíaaproximarse ni entrar en este lugar que señala la roca labrada. Si lo hacía, podía

orir. En esta piedra seestá señalando un área donde vivían dinosaurios adultos y las for as intr edias de éstos. Eran terrenosde do inio de los grandes saurios...

Una y otra vez e preguntaba có o podía el doctor Cabrera  Darquea haber llegado a estasconclusiones. Una vez explicadas por él, las «ideografías» parecían sencillas, tre

enda ente claras. Pero,¿có o poder descifrar esos conoci ientos?

-Existe una clave -concretó el investigador-. Una clave que, después de muchas h

oras de estudio, e haper itido tener, al enos, el 75 por ciento del conoci iento del grabado. Sin ese porcentaj e íni o, nadiepodría desentrañar con exactitud las grabaciones de los gliptolitos.

»Sin esa clave, por ej e plo, resultaría poco enos que i posible averiguar que en esta otra piedra unode estos ho bres tiene en sus manos un corazón bilobular, recién extraído de un pelicosaurio...

El profesor de Ica e indicó otra de las piedras grabadas. Allí observé la figura de un hombre que,efectiva ente sostenía un extraño corazón. Y junto al hombre gliptolítico, este retil prehistórico de granaleta dorsal y que -según la Paleontología- apareció en el Carbonífero Sup

rior, subsistiendo hasta elperiodo Pér ico Medio. Es decir, en plena Era Paleozoica o Primaria.-Este grabado, de gran valor científico -prosiguió Cabrera-, nos

  está revelando una vez más, elprofundo conoci iento que tenía esta Humanidad de la fisiologíay anato ía de sus innu erables

ene igos.Aunque el doctor Cabrera e hablaría a lo largo de nuestras nu e

rosas entrevistas de últiples detallesrelacionados con esa «clave», la verdad es que en ningún o ento logré que e hiciera una exposiciónco pleta y exhaustiva de la isma. Sie pre que se lo insinué e encontré con la isma respuesta:

-Sólo haré pública dicha «clave» cuando responda a todos los ataques de qsoy obj eto desde haceaños. Y esa «respuesta» está ya en preparación. En breve será editado un trabajo enue detallo todasis investigaciones y descubri ientos en torno a esta «biblioteca».

Desde ese instante e abstuve, por tanto, de seguir interrogando a Javier Cabrera -al enos de formadirecta- sobre la «clave». En aquellos o entos, entusias ado además porel sinfín de conoci ientos quetenía a i alcance, consideré más oportuno e papar e a fondo de la

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s «ideografías» y grabaciones quepodía ver y tocar.

Aquella «serie» dedicada a los animales prehistóricos y en la que había poddo descubrir nada más ynada enos que 37 tipos de grandes saurios, perfecta ente clasificados por la Paleontología, así co ootros muchos, desconocidos aún para la Ciencia oderna, e habíaabierto ya nuevos e indescriptibleshorizontes.

¿Es que era posible entonces que el ser humano hubiera CONVIVIDO con los onstruosantidiluvianos?

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  La prueba estaba en cientos de piedras grabadas.Pero el propio Javier Cabrera e iba a relatar un descubri ient

o acaecido no hace ucho en el vecinopaís de Colo bia y que venía a ratificar todas sus afir aciones.

CAPÍTULO IV

SENSACIONAL HALLAZGO EN COLOMBIARecuerdo que cada vez que planteé este tema ante arqueólogos y antropólogos

e sentí co o el herej eque, irre isible ente, ter ina condenado y vilipendiado.

«Pero, ¡ho bre de Dios!, có o se le ocurre pensar que el ser humano pudoconocer y convivir con losgrandes reptiles y onstruos prehistóricos...» Los sabios consagrados de la Paleontología a los que tuve elatrevi iento de consultar sobre las piedras grabadas de Ica ter inaban sie pre por entonar estas frasescon tanta indulgencia co o burla...

«Es la entable e increíble que pueda usted desechar de esta forma -re

mataban sie pre- los iles devolú enes de tantos y tantos especialistas del mundo entero, mucho más expertos ypreparados...»

«Está de ostrado y claro -dogmatizaban otros- que el ho bre hizo su aparición en la Tierra hace más oenos un illón de años...» «Todos sabe os -concluían las máximas autor

s en Paleontología- queesos animales antediluvianos existieron en el undo hace illones de años. ¿Có o pode os entoncesaventurar se ejante desatino?»

Y uno, que no es experto en nada, ter inaba por guardar sus audaces hipótesis y teorías y desaparecerde la vista furibunda e indignada de los «su os sacerdotes» de la Ciencia...

  Pero «algo» seguía diciéndo e que aquel radicalis o, que aquella inransigencia, no podían estar enposesión absoluta de la verdad...

En las grabaciones de la «biblioteca» lítica del Perú podía co probarscon toda claridad có o el serhumano «convivía» con estos for idables y extinguidos saurios deeras re otas. Mas, para estosarqueólogos, no era suficiente...

«Quizá algún día -pensé-, cuando el ho bre pueda desenterrar con

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us propias manos los restosfosilizados de estos onstruos arcaicos y, a su lado, los de un serhumano, todo pueda cambiar...» Peroestaba equivocado una vez más.

Porque ese descubri iento se produj o ya hace tiempo. El propio doctor Cabrera e lo señaló:

-El antropólogo Henao Marín encontró reciente ente en un lugar de Colo bia, deno inado ElBoquerón, los restos fosilizados de un onstruo prehistórico: un iguanodonte.

Este hallazgo no habría tenido mayor i portancia de no haber ido aco pañado por otro fantásticodescubri iento.

Henao Marín desenterró también -¡y en el is o estrato geológico!- los hos de un ho bre...

-Un ser humano -continuó Javier Cabrera con entusias o-, que, según parece, perteneció al tipo deNeandertal.

¿Qué significa esto? Que el ho bre sí convivió con los grandes saurios prehstóricos.

Henao Marín, según tengo entendido, co unicó su sensacional hallazgo  a otros científicos de EstadosUnidos. Sin e bargo, hasta ahora se ha silenciado...

Esta i portante e irrefutable prueba se encuentra también a

la vista de cuantos especialistas ycientíficos deseen ratificarla. Basta con dirigirse a la Universidad colo biana de Quindio, en Tolima,donde Ho ero Henao Marín ej erce en la actualidad. La cabezade dicho iguanodonte se encuentradepositada en la encionada Universidad.

(El iguanodonte -según reza la Ciencia oderna- vivió en el Cretácico Inferior. Es decir, hace más de65 illones de años. En 1887 fueron descubiertos los esqueletos de veinte deestos dinosaurios, ientrasse trabaj aba en una ina de carbón. Los adultos edían unos nueve  etros de longitud. Sus patasdelanteras no eran de gran ta año, y disponían de uñas co o ganchos. Lo

s dedos pulgares formaban unaespecie de ancha y aguda espina que debió constituir un arma defensiva uy efectiva. Aunque lospri eros ornitópodos poseían una sola fila de dientes en cada mandíbula, el iguanodonte tenía una batería

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de varias hileras, de odo que continua ente le salían dientes nuevos,ientras los viej os se gastaban y

caían.)

Sin e bargo, aunque espectacular y decisivo, este hallazgo de Colobia no ha sido el único.-En las propias tierras peruanas de Ayacucho -señaló Javier Cabrera- se han desc

ubierto también restosfosilizados de egaterios. Y, junto a ellos, ¡utensilios e instru entos! Esto ratificaba, una vez más, que elho bre pobló el planeta en épocas ucho más re otas de lo que la Paleontologí atestigua...

»Sin e bargo, ¿sabes cuántos años le otorgaron los paleontólogos e ilustres hbres de ciencia a esos

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restos humanos que aparecieron junto a los utensilios y huesos del egaterio?

Esperé la respuesta de Cabrera Darquea. Y el investigador, con amargura, contestó:

-¡Veinte il años¼! O sea, que el propio descubridor le niega valor a su descubri  iento.

-¿En qué época fija la Paleontología la presencia de los egaterios sobre la ierra?

-Los pri eros se re ontan a los co ienzos de la Era Terciaria. Es decir, hace más de 60 illones deaños.

-¿Y los últi os?-La Ciencia asegura que dejar on de existir bastante antes del co i

enzo de la Era Cuaternaria . Segúnesto debe os re ontarnos más allá del illón de años. Pero, entonces, velvo a preguntar: ¿por quéMacInnes fij a la edad de esos restos en 20.000 años?

(La Paleontología asegura, en efecto, que, junto a los ungulados priitivos de A érica del Sur vivió

otro grupo placentario rudi entario -los desdentados- del que los armadillos, osos hor igueros y perezososson los únicos supervivientes. -Los ar adillos o nívoros se conocen ya desde el Paleoceno -co ienzo delTerciario-, aunque los actuales son co parativa ente pequeños. Uno de lo

s géneros del Pleistoceno, porej e plo, fue tan grande co o un rinoceronte. Los perezosos arbóreosson desconocidos co o fósiles,aunque sus parientes extinguidos -los perezosos terrícolas- resultaronuy notables. Son conocidos yadesde el período Oligoceno. Se nutrían de hojas de los árboles y arbustoscuyas ramas inclinaban haciaabaj o con sus fuertes garras. Los perezosos pri itivos edían sola ente pocos centí etros, aunque elegaterio -de seis etros y ubicado en el período Pleistoceno- era grande

co o un elefante, alcanzando,incluso, varias toneladas de peso.)

-Pero, hay más. ¿Por qué calla también la Paleontología - e subrayó el

stigador iqueño- ante losfor idables descubri ientos de los soviéticos?»En cierta ocasión visitó Perú el acadé ico Suppov. Y se acercó hasta Ic

Tenía grandes deseos deconocer las piedras grabadas. Fue en esa ocasión cuando e confesóque su co patriota Gravoskidefendía también el hecho de que habían existido otras Humanidades en el reoto pasado de la Tierra...

»Pues bien, Suppov había pronunciado algunas conferencias en Perú -al igual  que en otras partes delmundo- detallando có o antropólogos hindúes habían facilitado información a   colegas rusos sobre laexistencia de huesos humanos, englobados en rocas esozoicas. ¡Rocas qu

e tienen más de 65 illones deaños!»Pero, natural ente, esto no interesa a los arqueólogos y antropólogos delundo. Esto desequilibra y

desco pone sus teorías, sus cánones tradicionales. Ad itir estos hechos incuestionables significaría paraellos un reajust e absoluto en sus enseñanzas, en sus esquemas entales, en sus libros...

»El hallazgo de Henao Marín no interesa porque no es convencional. Porque lanza por tierra lo que ya

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conocía os y dába os por infalible... Porque nos plantea una panorá ica distinta, difícil, revolucionaria,fuera de todo olde o convencionalis o.

»ªEl ho bre surgió en el Cuaternario -dicen los paleontólogos y antropólo-. El ho bre no supojamás del dinosaurio.º Ahí co ienza y ahí ter ina nuestro mundo... Pero, ¿y e 4.999 illones de añosque faltan...?

Javier Cabrera echó mano del paquete de cigarrillos. Había os llegado a un punto duro, espinoso.Cargado de oscuridad para Javier, cargado de prejuicios¼

Traté de centrar el problema y pregunté al édico de Ica:-Sin e bargo, doctor, tienes que reconocer con igo que el «salto» en

el tie po (desde esa Hu anidaddel Mesozoica hasta nuestros días) es enor e, casi inconcebible. Excesivo...

-Esa isma obj eción le hicieron a Mellino. Cuando éste encontró un hobre en el Mioceno -hace 29illones de años-, Paul Rivet afir ó que no podía ad itir tal cosa, que resul

taba i posible que el ho brehubiera permanecido en la Edad de Piedra desde entonces, desde el Mioceno, hasta la llegada de losconquistadores españoles. Pero esto es una barbaridad.

»Cuando los españoles llegaron a Suda érica no nos encontraron en la

  Edad de Piedra. Ni uchoenos... Existía una organización social. Una cultura. El i perio incaico, por ej e plo, era teocrático-socialista. Disponía de una organización fantástica.

»Pero, ¿sabe dónde aprendió el ho bre inca esas y otras uchas cosas  En estas piedras. En elª ensaj eº gliptolítico. Porque estas piedras eran conocidas ya en la épocade los conquistadores. Hay

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testi onios de j esuitas que aco pañaron a los españoles en la colonizacióndonde se especifica que estaspiedras eran conocidas ya por los indios. Cieza de León afirma en sus escritos que las deno inabanªpiedras Mancoº.

»Pero, volva os a tu plantea iento. Es cierto que existe un gran vacío entre la Humanidad de hace másde 65 illones de años y nosotros. Sin e bargo, eso no tiene por qué significar que dicho período fueraestéril, que no existieran otras civilizaciones, otras Hu anidades en el planeta. No sabe os en realidadcuántas veces el ho bre se vio obligado a e pezar de nuevo...

»El hecho de haber encontrado en distintos estratos geológicos al ho

bre de Neandertal, de CroMagnony ahora el de Leakey es algo pura ente accidental, que nunca podrá darnosuna idea global y absoluta delas razas y civilizaciones que poblaban la Tierra en dichas Eras.

»Son estas piedras grabadas en realidad el pri er gran testi onio de la existencia de una de esasHumanidades. Si no las hubiéra os encontrado seguiría os pensando que nuestro "filu " era el pri ero,el único

»Seguiría os creyendo que nuestra civilización arrancó con los su erio

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, hace 7.000 años. Porque másallá de los su erios, ¿qué sabe os en realidad? Sólo hechos aislados: Cro-Magnon Leakey, etc.

»Nos han faltado descubri ientos que co pletasen la Historia de las distintas civilizaciones.

»Es posible que esas 40.000 tablillas su erias constituyan otro ªensaj eº. Pero tampoco han sidoestudiadas suficiente ente. Si en las escasas tablillas so etidasa investigación he os encontrado queaquel ho bre conocía ya la ªletra de cambioº, la Medicina, lasMatemáticas, etc., ¿qué contendráreal ente la totalidad de esa for idable ªbibliotecaº que constituyen las 40.000 tablillas de cera?

»Y, sin e bargo, ahí están. Esperando que los científicos del undo las ivestiguen en profundidad.

»Nuestra Hu anidad -tene os que reconocerlo- no ha e pezado siquiera a estudiar lo que tiene a sualrededor ¿Có o pode os hablar entonces, có o pode os dar por hecho que  "so os los pri eros"? ¿Quésabe os real ente lo que ocultan otros estratos geológicos más profundos? Ahí tene os a RichardLeakey. Con un solo hallazgo ha con ocionado todas las teorías dela Paleontología. Su ho bre deOlduvai, con esos dos illones y pico de años, ha echado por los suelos las

hipótesis tradicionales sobre elªnaci ientoº y aparición del ho bre sobre la Tierra...»Las piedras grabadas de Ica constituyen tan sólo el co ienzo de una

nueva era para la Ciencia. Unaera que nos exige y exigirá cada vez más entes abiertas, capaces de comprender y aceptar que nuestrosprincipios y conoci ientos no tienen por qué ser definitivos.

Estas palabras de Javier Cabrera, pronunciadas ante la pas osa realidad de aquellas 11.000 piedrasgrabadas, e harían reflexionar durante ucho tie po.

Al regresar a España y publicar estos nuevos descubri ientosdel profesor Javier Cabrera iba aencontrar e con otra sensacional noticia, que venía a consolidar los grabados d

e las piedras de Ica.En la provincia española de Soria se había encontrado otro testi onio de la convivencia entre el ho brey los dinosaurios.

En la localidad de Navalsaz -y según e revelaría el vizcaíno  don Rafael Brancas- han sidodescubiertas más de 500 huellas de tyrannosaurio. Y junto a esas huellas petrificadas en lastras de rocacaliza compacta, ¡la huella, también petrificada, de lo que indudable ente parece un pie humano!

El descubri iento es sencilla ente trascendental.Estas huellas de tyrannosaurio -según los estudios realizados en la zona

- se encuentran en un terreno

que corresponde al período Cretácico, últi o de los de la Era Mesozoica o Secundaria. En aquella época-hace más de 70 illones de años-, dicha zona debía de encontrarse bordeada por aguas marinas. Losgrandes animales prehistóricos pasarían posible ente por el lugar, dejando sus huellas en el fango queformaban las arcillas plásticas.

Aluviones posteriores fueron recubriendo las huellas. Se produj o un plega  iento, for ándose una capasuperior de esquistos o pizarrillas enos sólidas, capa que fue desapareciend

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o posterior ente por efecto dela erosión, quedando al descubierto sus huellas perennes, solidificadas al haberse convertido los arrastresen caliza.

Pero, ¿qué puede significar esa huella petrificada de un pie humano, en laisma zona donde han sido

contabilizadas más de 500 pisadas de saurios prehistóricos?Sin e bargo, las dudas que planteaba un descubri iento co o el

 de la «biblioteca» lítica no eran pocas.Y después de salir de unas, siempre se levantaban otras, co o si se tratase de un oleaj e eterno...

Una de las máximas autoridades españolas en Arqueología e había pueso en un verdadero callej ón sinsalida cuando le puse en antecedentes de la existencia de la gran «enciclopedia» lítica del Perú.

«Y díga e -había preguntado el catedrático de la Universidad de Madrid-, si los ndes se levantaron enla Era Terciaria, ¿có o e explica usted que esas piedras tengan grabados quereflej an animales de la EraSecundaria...?»

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  CAPITULO V

OCUCAJE: MÁS DE 500 MILLONES DE AÑOS

Aquella pregunta del catedrático de la Universidad de Madrid, máxima autoridad  en España en lo quese refiere a Prehistoria suda ericana, e desconcertó durante una  buena temporada. Ante talesargu entos, yo sólo podía guardar silencio.

Por eso, al volver a Perú e iniciar is entrevistas con Javier Cabrera, una de is pri eras preguntas fueésta:

-Si los Andes se levantaron en el Terciario, ¿có o de onios han sido grabadas en esas piedras otivose «ideografías» de una era anterior? Porque los arqueólogos -le apunté al o de Ica- afirman que estazona de la costa del continente es «terciaria». ..

Cabrera sonrió y ovió su cabeza con gesto cansado Acudió una vez más alos archivos y extendiósobre su esa un amplio y detallado plano geológico. Y rogó que e acercara.

-Tú no podías responder en ese o ento porque no tenías en tu podereste plano geológico que hanconfeccionado los ingenieros y especialistas del Gobierno del Perú.

El corazón e dio un vuelco.

-¼ La lla ada «Revolución de la Montaña» se produj o -según dice la Ciencen la Era Secundaria.Al final de dicha etapa -poco más o enos hace 65 illones de años- se registró un for idable cataclis o,saltando la mayoría de las ontañas del planeta. Y aparecen los Apeninos, Montañas Rocosas, Alpes,Himalaya, Alto Atlas y, por supuesto, los Andes.

»Pero, el hecho de que la cordillera andina se levantara en esos tiempos no significa que el resto de lacosta peruana, y concreta ente, el departa ento de Ica, ªnacieraº con ella..

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.»Y aquí está la prueba . Los técnicos peruanos han trazado este mapa geológico de

. ¿Y qué ve os enél? ¡Que Ocucaj e pertenece a la Era Paleozoica! Es decir, surgió ucho antes que los Andes.

»El terreno donde se encuentran las piedras grabadas corresponde, por tanto, a una era uy anterior alos Andes. Y junto a zonas del Paleozoico, los geólogos han descubierto también otras áreas del Mesozoicoy del Terciario y -¡có o no!- del Cuaternario... Ocucaj e es una pura y constante sorpresa en ese sentido.En el departa ento de Ica se han encontrado, incluso, diato eas, quecorresponden al Precámbrico. ¡Y ensuperficie! Eso nos re onta ya a tiempos anteriores a la Era Primaria, hace más de 500 illones de años.

»Sin e bargo, nos e peña os en afirmar que esta zona de la costa  suda ericana se levantó única yexclusiva ente cuando lo hicieron los Andes...

»Pero dispone os de un segundo dato, vital para co pletar este aspecto del problema. Porque una delas placas tectónicas del globo se encuentra precisa ente aquí, en Nazca .Y abarca no sólo la citada áreade Nazca, sino los departa entos de Ica, Ayacucho y bastante más. Entonces, si la placa tectónica de

Nazca es ucho más antigua que los Andes y las piedras grabadas han sido  encontradas en dicha placatectónica, ¿por qué los arqueólogos siguen e pecinados en que esta ªbiblioaº no puede ser anterior alsurgi iento de los Andes?

»Yo les pido nueva ente que se acerquen a Ica, que estudien las piedras, que analicen los terrenos...

-Según esto, ¿qué edad podrían tener los grabados y altorrelieves de las piedras?-Nadie puede averiguarlo real ente. Podrían ser de finales del Mesozoi

co, con más de 65 illones deaños. O del co ienzo, con más de 200 illones... ¡Y quién sabe si ucho más 

»Observa el plano geológico y te darás cuenta de otro detalle extraordinario. El

verdadero ªarqueólogoºde esta zona de Ocucaj e ha sido el río Ica...»Él ha abierto los estratos. Él los ha deja do al descubierto. Y aquí

ves zonas que pertenecieron alPaleozoico... El río nos está ostrando una verdad incuestionable.

»Pero esta os hablando de illones de años... Todo el mundo maneja estas cifras con la mayornaturalidad, co o si real ente pudiéra os de ostrar que el tie pogeológico y cós ico es si ilar alhumano...

Aquello e intrigó. ¿Qué quería insinuar Javier Cabrera?-Tene os, por ej e plo, el Carbono-14... -insinué.-No, no nos puede servir. Pero, querido a igo, ¿qué es en real

idad el tie po? ¿Có o pode osedirlo? Yo sólo sé que el tie po es una noción biológica consciente. Soy yo quen elaboro y «fabrico» eltie po... Pode os re ontarnos quizás hasta 7.000 o 10.000 años.Pero, ¿y después? ¿Qué pruebatene os, có o pode os establecer una conexión a través de los tie pos?

»El hombre de Cro-Magnon tiene 40.000 años. Eso dicen los paleontólogos. Pero, ¿e que puedo estarseguro de esa afirmación? ¿Es que el procedi iento del Carbono-14 es válido? ¿nfalible?

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  »Todos conoce os la for a en que el carbono se hace radiactivo en la at ósfera. ¡Se co bina ! con eloxígeno y el agua y a través de la hoja vegetal pasa a ser parte dela materia orgánica. Al perder suradiactividad debe marcar 40 .000 años...

»Si yo encuentro una pieza que tiene el 50 por ciento de radiactividad que era constante, esa piezadeberá tener -según este procedi iento- 20.000 años. Pero, ¿que seguridadtengo yo del o ento en quepasó de C-12 a C-14? ¿Es que tengo la seguridad absoluta de que esa materia  orgánica no se conta inócon algo radiactivo, desfigurando así la verdadera antigüedad?

»Muchas de las materias que analiza os a través del Carbono-14 son  "mudas" a dicha edida. ¿Có o

edir entonces? Debe os co prender que todos estos étodos para tratar de averiguar la antigüedadpueden ser incorrectos. Y, sin e bargo, les he os dado una validez absoluta¼ 

»Cuando nos referi os a illones de años esta os hablando de algo que escapa a nuestras posibilidadesde concepción. Fuera de nosotros is os el tie po no existe.  Por eso te decía antes que el tie pogeológico y cós ico está divorciado del tie po humano. Encontra

os fósiles, sí, en distintos estratos.Pero, ¿có o edir su antigüedad con precisión?

»Esta ªbibliotecaº sí nos está ofreciendo, en cambio, la pri era pbilidad de hacer una edición realdel tie po. Estas piedras nos están ostrando el ªtie poº de otraHu anidad. Un "tie po" distinto alnuestro...

En aquellos instantes no logré captar lo que Javier Cabrera tratab

a de decir e. Fue algún tie podespués -al referirse a la piedra deno inada del co eta Kohoutek- cuando co encé a co prender.

-Tú is o te has referido hace un o ento a los estratosgeológicos -intervine-. ¿Es que éstos noconstituyen un aceptable «calendario» para el ho bre?

-Los estudios geológicos nos dicen que este o aquel estrato pertenecieron al Paleozoico o Mesozoico.Sin e bargo, eso es pura ente convencional. ¿Có o tener seguridadabsoluta a la hora de fija r las edadesde dichos estratos? Sólo lo conseguiría os si pudiéra os «comunicarnoson las rocas...

»Sí, es cierto que hay un sistema para intentar establecer esa ªconexiónº con las

as. Es cierto que sepuede lograr ediante los "reloj es ató icos". Sé que, a través de las curvas de integración de los áto osradiactivos que encontra os en las rocas, pode os intentar ese difícil paso. Sé que, a través de la cantidadde plo o que queda co o residuo de la desintegración de un áto o que fue radio, torio o uranio,podría os buscar la antigüedad de la roca...

»Pero, repito, ¿quién nos asegura que esa radiactividad residual es exacta? Ha transcurrido de asiado

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tie po. ¿Có o sabe os que no fue alterada por el paso de ese tiempo? ¿Cóo averiguar si una capa fue

pri era o segunda? ¿Quién puede decir a ciencia cierta el nú ero  de veces que ha cambiado la cortezaterrestre?

»¿Pode os estar seguros de eso?Javier Cabrera regresó a su sillón y, señalando los libros que se ali

neaban en las estanterías de sudespacho, prosiguió:

-Lo que ocurre es que da os co o ciertos -dogmática ente- una serie de conoci ientos...

  El siste a ás utilizado hasta el momento para averiguar la antigüedad de lasaterias orgánicas es el lla ado

del Carbono-14 o C- 14. Para su empleo se parte de la base de que en nuestra atmósfera existe el isótopo radiactivodel carbono (C), de peso ató ico 14, en una cantidad que ha per anecido invariable a través del tie po. Dichoisótopo es absorbido por todas las plantas, que lo contienen en la is  a cantidad, tanto si se trata de árboles co ode raíces u hojas o simple hierba. Por otra parte, todo organismo viviente absorbe -de una u otra for a- sustanciasvegetales, o sea, que ta bién el organismo hu ano y ani al contiene C- 14. Sin e bargo, las sustancias

radiactivas tienen un deter inado período de desintegración, siempre y cuando no se introduzcan nuevassustancias del ismo carácter. Este período de desintegración se inicia con la

uerte, en el caso del hombre y delos ani ales, y en las plantas, con la uerte de la cosecha o la quea de las is as. Para el isótopo del C- 14 se

cree que existe un tér ino medio, cuyo valor es de unos 5.600 años. Esto significa que 5.600 años después de la

uerte de un organis o se encuentra aún en él la itad de la cantidad original de C- 14. Después de 11.200 años,sólo una cuarta parte. A los 22.400 años, una octava parte, a los 44.800años, una dieciseisava parte, etc. Elcontenido en C- 14 de una sustancia o roca fósil se puede saber por med

io de un complicado procedimiento delaboratorio, ya que se conoce la cantidad original de C- 14 existente en la atmósfera. Y sabiendo que en nuestraatmósfera es constante el contenido en C- 14, se puede deter inar la edad de un hueso, o de un pedazo de adera,por ej emplo.

Pero, he aquí algo real ente significativo, que apoya las teorías deJavier Cabrera. Si se corta, por ej emplo,hierba o atorral al borde de una carretera, se que a y se so ete  al procedimiento del C-14, la ceniza de estasplantas nos revela una edad de ¡ iles de años! ¿Por qué? Todos losdías, dichas plantas absorben grandescantidades de carbono procedente de los tubos de escape de los coches

  que pasan . Este carbono procede delpetróleo, y éste, al ismo tie po, del aterial orgánico que hace illones de años dej ó de absorber C-14 de laatmósfera. De este modo, un árbol cortado cerca de un distrito industrial puede dar una edad de 50 años por losanillos de su corteza y de iles de años si e pleáramos el referido siste

a del Carbono-14.20

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  »"Así es", deci os. "Así está aceptado..." Pero, ¿qué quiere decir "así está ? Te lo diré: queconvencional ente he os llegado a eso. He os convenido que así sean lascosas, nada más.

»Y volve os a lo de antes. ¿Es que hay alguien en este undo que pueda de ostrar que el tie po existeen realidad? Di e, ¿qué es el tie po...?

»El tiempo existe porque existi os nosotros. El tie po es una noción.  Sabe os que ni siquiera ennuestro propio mundo -cuando dos personas se encuentran en he isferios diferentes- pueden sincronizarsus reloj es. ¿Y qué ocurre si sali os del Sistema Solar? ¿Qué nos sucederá elque el ho bre cruce elCos os a la velocidad de la luz? ¿Es que ese tiempo será el is o de la Tierra?

»Nadie puede precisar la antigüedad de algo que está tan aleja do de nosotros.»Esta Humanidad que he os descubierto a través de las piedras grabadas de

 Ica vivió en otro espacio-tie po. Y lo is o nos sucede a nosotros, esta Humanidad que ahora está realizándose. Y lo is o debióde ocurrirles a otras civilizaciones o Hu anidades que un día aparecieron sobre el Planeta. Porque estoyconvencido de que el ho bre "gliptolítico" no ha sido tampoco el pri

  ero en la realización global dellla ado género humano.Estas afirmaciones de Javier Cabrera estaban respaldadas por un h

allazgo -también en las piedrasgrabadas de Ica- que algún día, cuando el ho bre se encuentre preparado para encaja rlo, arroja rá sobre elmundo toda la luz que hoy falta, en torno al más grande de los isterios que sie pre se planteó el serhumano. Un hallazgo, una «serie» de piedras labradas, que Javier Cabrera mantiene separada del resto dela colección, y que sólo uestra a personas de su entera confianza.

Ese «cuarto secreto» será desvelado algún día por el investigador de Ica. Pero,ientras él no lo haga,

ientras no sea estudiado y comprobado eticulosa ente, deberá permanecer cerrado.Quizás algún día, no uy lej ano, e sienta con fuerzas para e prender l

a divulgación de esa «Pri eraMaravilla del Mundo», que encierra el referido «cuarto secreto» de la «biblioteca» prehica.

Pero volva os al resto de la colección.Después de varios días de estancia en Perú y ientras ponía en orden

s pri eras charlas con JavierCabrera, tuve la oportunidad de conocer a una personalidad que iba a aportar nuevos y sustanciosos datossobre la «biblioteca» de piedra. Un ho bre que había conocido las piedras labradas ¡cuatro años antes que

Cabrera!

CAPITULO VI

«NO SON RECIENTES»(DICTAMEN DE LA UNIVERSIDAD DE BONN)

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  Fue una sorpresa para í. Sie pre creí que las piedras grabadas del desierto de Ocucaj e habían sidodescubiertas hacia 1966, cuando los ca pesinos de dicha zona co enzaron a desperdigarlas por edioPerú.

Pero no. Alguien de gran prestigio en Lima iba a sacar e de i error. Y e alegré profunda ente deque no fuera el propio Javier Cabrera Darquea quien e hablara  de esta i portante prueba en pro de lalegiti idad de la «biblioteca» lítica.

Don Santiago Agurto Calvo, arquitecto y ex rector de la Universidad de Ingeniería de Lima, tiene en suhogar, varios cientos de piedras grabadas, idénticas a las que yo había exa

inado en el centro- useo deIca.

¡Oh, sorpresa! Allí, en el patio de la casa del arquitecto, observé también altorelieves y grabaciones deanimales prehistóricos, en convivencia con el hombre...

Don Santiago Agurto -ho bre reposado y ecuáni e- e resu ió así sus interesantes experiencias yconoci ientos, en relación con la «biblioteca» de piedra:

-Hace aproximada ente cuatro años -hacia 1962- co enzaron a aparecer en los alrededores de la

 Hacienda Ocucaj e, en el departa ento de Ica, unas extrañas piedras que, según los «huaqueros» del lugar,se hallaban en las tumbas de los ricos y abundantes ce enterios prehispánicos de lugares co o CerroBlanco, La Banda, Paraya, Chiquerillo, Cayango, etc.

»De acuerdo con la versión más frecuente, las piedras se encontraban en los entierros correspondientes alas culturas Paracas, Ica y Tiahuanaco, aunque algunos "huaqueros" sostenían que también las había enrestos Nazca e, inclusive, Inca.

»Dichas piedras, aparente ente cantos rodados de variado tamaño y color,

 presentaban la particularidadde estar labradas -burda ente las unas, y pri orosa ente lasotras- representando ªimágenesº o dibuj osinidentificables: insectos, peces, aves, felinos figuras fabulosas y seres humanos. Unas veces aparecíanindividualizadas, y otras, ezcladas en elaboradas y fantasiosas co

posiciones.»A fines de 1962, co o digo, tuve la oportunidad de conocer estas pi

edras y de adquirir algunas a losªhuaquerosº de Ocucaj e.

»Éstos las vendían a precios que fluctuaban entre los 10 soles para las máschicas y los 120 para lasmás grandes.

»La sorpresa al encontrar un material arqueológico inédito en la costa peruana y la extraordinariabelleza de algunas de las piedras, co o usted co prenderá, hicieron que e interesara en todo loconcerniente a ellas.

»Pude reunir así, por boca de ªhuaquerosº, una serie de datos, probableente no siempre verídicos y

hasta contradictorios a veces, pero que e proporcionaban un marco provisional de referencia a la historiade las piedras.

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  »Con posterioridad, conversé al respecto con estudiosos y coleccionistas, quienes afir aron que poco ocasi nada era lo que se conocía respecto de las piedras, que había dudas sobre su autenticidad y que,probable ente, no fuesen sino obra de algunos falsificadores locales de piezas arqueológicas.

-¿Y qué razones esgri ían?-En pri er lugar, que nunca antes de 1962 se habían encontrado tales p

iedras, a pesar de que la zonahabía sido abundante ente excavada.

»Segunda: que los hallazgos habían sido hechos por personas a las que  no se les podía dar mayorcrédito.

»Tercera: que para labrar las piedras en for a tan nítida y precisaera necesario poseer, dada la durezade la materia, etales y herra ientas que no conocieron los antiguos peruanos.

»Y, por últi o, que en algunas de las piedras había otivos que no correspondían a las culturas localesy que, en otras, se ezclaban otivos de culturas diferentes.

»Las opiniones expuestas -co o puede usted ver- no resultaban del todo convincentes salvo la relativa altipo de etal necesario para realizar el trabajo. Evidente ente, si el labrado de las piedras requería un

etal no conocido por los antiguos peruanos, dichos obj etos no podían ser prehispánicos...»Por ello, y a fin de iniciar una investigación sobre el partic

ular, lo más conveniente consistía endeter inar si el grado de dureza de las piedras era tal que su  tallado obligase al e pleo de un etaldesconocido en el antiguo Perú. El resultado, en caso positivo, deter inaría definitiva ente que laspiedras no eran de origen prehispánico. Pero, en caso contrario, abriría la posibilidad de que tal origenfuera el auténtico, lo cual justificaría proseguir la investigación.

  La palabra «huaquero» hace referencia, en Perú, a quien se dedica a la búsqueda

neralmente de for a ilegaly clandestina- de «huacos», que es la deno inación dada a deter inadas vasij as de cerá ica, así co o de omiasy todo tipo de restos y piezas arqueológicas.

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  »Con tal finalidad recurrí a la Facultad de Minas de la Universidad Nacional de Ingeniería, en cuyoslaboratorios, los ingenieros Fernando de las Casas y César Sotillo  llevaron a cabo un concienzudoestudio...

Por pri era vez en todo el proceso de investigación de las piedras grabadas de Ica e encontraba anteun docu ento oficial, ante una prueba auténtica ente i parcial.Y escuché con profunda atención.

-Este análisis decía así, en sus partes esenciales:« l.

 

 Todas las piedras son ªandesitasº fuerte ente carbonatizadas, a esar de que por su coloración ytextura externas parecen ser entre sí de distinta naturaleza.

»2. 

  Las piedras proceden de capas de fluj os volcánicos correspondientes a series del Mesozoico,

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características de la zona.»3.

 

 La acción del inte peris o ha atacado la superficie de las piedras, cambiando los feldespatos enarcilla, debilitando por tanto su grado de dureza externa y for

ando una especie de cáscara que rodea laparte interior.

 »4.

 

  La dureza exterior corresponde en pro edio al grado 3 de  la escala de Mohs, llegando a ser dehasta 4,5 grados en la parte interna no atacada por el inte peris  o.

»5.    Las piedras pueden ser trabajadas práctica ente con cualquier material duro, co o huesos,conchas, obsidianas, etc., y, natural ente, con cualquier instruento etálico prehispánico.»

-Según veo, las piedras han sido catalogadas co o procedentes de fluj os volcánicos de la EraMesozoica...

-Así es. Esa era abarcó desde los 65 o 70 illones de años, hasta  los doscientos y pico, según tengoentendido.

Todo iba encajando. Y recordé las palabras de Javier Cabrera sobre el terreno

 de donde eran extraídaslas piedras grabadas:«... El plano geológico -había dicho el édico iqueño- confir

que Ocucaj e es Paleozoico yMesozoico...»

Pero las coincidencias no habían hecho sino e pezar.Rogué a Santiago Agurto que continuara su relato. Y el arquitecto prosiguió:-Por fin, las pruebas que se hicieron con utensilios de hueso y de piedra de

 las distintas culturas iqueñasde ostraron que éstos eran perfecta ente capaces de dej ar en las piedras las ismas huellas, surcos ytrazos que confor aban sus labrados.

»Co o estos resultados per itían suponer el origen prehispánico

de las piedras, continué con lasinvestigaciones.»Y observé, por ej e plo, que la forma de las piedras era, en ge

neral, la de cantos rodados, si bienaquéllas presentaban distintos grados de roda iento. El tamaño variaba desde muy pequeño -3 por 2,5 por1,5 centí etros- hasta el de 40 por 25 y por 20 centí etros en los ej e plares más grandes que yo pudeconocer.

»En i estudio averigüé también que las piedras habían sido trabaj adas adando la decoración a suforma. En algunos casos es muy notable el uso escultórico de la for

a básica, la isma que ha sido

hábil ente co ple entada para lograr el efecto deseado.-Creo que analizó usted también las incisiones...-Así es. Las figuras que decoran las piedras que yo tuve la opo

rtunidad de estudiar habían sidotrabajadas ediante incisiones de fondo acanalado, ediante chaflanes que producen la i presión de falsosrelieves o ediante el procedi iento de rebaja r la superficieque rodea a las figuras, para lograr unauténtico altorrelieve. En algunas piedras encontré sólo una de estas técnicas, pero, n uchas de ellas, es

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frecuente el uso de dos y hasta de los tres sistemas.»En cuanto a las herra ientas e pleadas, parece co o si las

 hubieran utilizado a manera de buriles ycinceles. En todos los trabaj os se nota que las incisionesy rebaj os afectan sólo a la ªcáscaraº

inte perizada, lo cual explica la factibilidad del trabaj o y de la perfección lograda en él.

»La investigación planteada era suma ente interesante y, poco a poco, se iban obteniendo datos quefavorecían la atribución de un origen prehispánico para las piedras. Pero,  lógica ente, el edio másefectivo de despejar las dudas consistía en comprobar fehaciente

ente su presencia en restosarqueológicos.

  La dureza de un ineral se deter ina por su capacidad para rayaro ser rayado por otros, de acuerdo con laescala de dureza lla ada «escala de Mohs», según el ineralogista quela propuso hace ás de un siglo. Dichaescala es la siguiente : 1 para el talco; 2 par- a yeso; 3 para calcita; 4 para fluorita; 5 para apatita; 6 para ortoclasa;7 para cuarzo; 8 para topacio; 9 para corindón y 10 para el dia ante.

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----------------------- Page 30-----------------------  »Fue así co o, después de haber visitado repetidas veces la zona deOcucaj e, recogido abundanteinfor ación al respecto, conocido gran parte de las colecciones de piedras existentes y efectuado losestudios preparatorios, juzgué llegado el o ento de realizar trabaj os de ca po...

»Pues bien. Después de varios y frustrados intentos, el 20 de agosto de1966 tuve la suerte de hallaruna piedra labrada en una tumba de un ce enterio prehispánico del  sector llamado To aluz, en laHacienda Cayango del departa ento de Ica.

Don Santiago Agurto se incorporó y abandonó el patio donde nos encontrábaos. A los pocos instantesregresaba con un «huaco» de color tierra entre sus manos. Pero no ostró su contenido hasta pasado unbuen rato...

-El ce enterio, situado en una zona arqueológica profusa ente excavada desde hacía tie po-prosiguió-, acababa de ser descubierto. Pertenecía, según parece, aun pequeño sector de un granco plej o necrológico.

»La tumba en cuestión se encontraba en la parte superior, orientada Norte-Sur según su ej e longitudinal.

»Al excavar dicha tu ba encontra os restos humanos, cera ios, y

 dentro de uno de éstos, una piedralabrada.En aquel instante, el arquitecto etió la mano en el pequeño «huaco», sacando

unta ente con un trozode tela burda y de varios y di inutos restos humanos, una piedra grabada en la que pude ver una especiede páj aro que llevaba un «choclo» entre sus patas.

-Los cera ios hallados tenían la for a, colores y decoración característicos de la llamada cultura HuariTiahuanaco, que se da en el departa ento de Ica, por lo que el o

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rigen de las piezas no ofrecía lugar adudas, estimando su edad entre unos 600 y 900 años aproximada ente...

»Esta piedra que usted ve aquí -continuó el ex rector- es un pequeño canto rodado ahatado, de 5,5 por 4y por 2 centí etros. Tiene, co o ve, un color pardo y su textura es algo rugosa.

»El labrado se llevó a cabo ediante incisiones y rebaj os achaflanadosque producen la i presión dealtorrelieve. El diseño es fuerte y seguro. Her osa ente trazado.

-¿Y qué hizo usted?-Infor é del hecho al director del Museo Regional de Ica, señor Bermúdez, y al c

onservador del is o,el arqueólogo Alej andro Pezzia. Se interesaron viva ente en él, confiraron la clasificación de los restosencontrados y acordaron con igo la forma y oportunidad más conveniente para dar a conocer eldescubri iento.

»Y el 10 de septie bre de ese is o año, esta vez en co pañía del docto Pezzia, volvi os al desiertode Ocucaj e, trabajando durante todo un día en el ce enterio deTomaluz. Pero, a pesar de haberencontrado, abundante material arqueológico Tiahuanaco, no logra oshallar ni una sola piedra más...

»Al día siguiente nos dirigi os al sector lla ado La Banda, en la Hacienda de Ocucaj e, y escogi osco o sitio de trabajo el ce enterio llamado Max Uhle, en e oria de este fa oso arqueólogo.

»Allí, después de un trabaj o intenso, encontra os en otra tumba una nueva piedra labrada.

»En aquella segunda ocasión, la tumba, ubicada en la parte inferior delce enterio, correspondía a lacultura Paracas, que también se da en Ocucaj e.

»Esta segunda piedra « ágica» -co o yo las lla o- era un canto rodado, igul ente con forma achataday textura se irrugosa.

»En una de las caras tiene representada una figura estrellada casi

  si étrica, que bien podría ser laestilización de una flor. El grabado consiste probable ente en un burilado que dibuja la forma a base deincisiones de distinto grosor y profundidad.

»El diseño era elegante y preciso, con refina iento en ciertos detalles y buen uso de la cara superior dela piedra.

»De acuerdo también con las evidencias que se encontraron junto a ella, la piedra corresponde a lacultura Paracas-Cavernas de Ocucaj e, y su edad podría estimarse entre los 1.500 y 2 .300 años...

Santiago Agurto to ó entre sus manos esta segunda piedra y e rogó que la exa inara. Era algo más

irregular que la pri era. Medía 7 por 6 y por 2 centí etros.Pero, aunque el señor Agurto Calvo había aportado a i investigación un punto clave en pro de laautenticidad de las piedras de la «biblioteca» lítica de Ica, en i opinió  había dos cuestiones que noresultaban nítidas y tajantes.

En pri er lugar, el hecho de que las piedras fueran encontradas en tumbasprehispánicas, con 600, 900o 2.300 años de antigüedad, no tiene por qué significar que dichas piedras labradas -o ej or dicho, las

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incisiones- tengan esa isma edad.¿Por qué habían sido colocadas en dichas tu bas? ¿Por qué el hombre

aquella cultura Paracas oTiahuanaco se había hecho enterrar junta ente con un «huaco» de arcilla repleto de maíz y con estaspiedras labradas?

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  Sólo cabe una explicación. Aquel ho bre -que posible ente teníala edad señalada por Agurto- creía enun «viaj e» a otra vida. Su religión y creencias le decían que, después de la

uerte, se pasaba a una nueva yenigmática existencia. Y en su ignorancia, procuraba rodearse de ali

entos (maíz) y de «algo» que leayudara a ser reconocido por los dioses... Y ese «algo» -en este caso concreto- eran las piedras «mágicas»grabadas por alguien - uy anterior a él- y que el pobre y rudi

entario ho bre de las cavernas o deldesierto prehispánico no entendía y relacionaba por tanto con alguien superior: posible ente, con los«dioses»...

La funesta costumbre de la Arqueología de «asociar» los restos humanoso fosilizados con lo queencuentran en las tu bas o junto a dichos restos ha servido hasta ahora, más que, co o otivo deesclareci iento, co o sie bra de permanente confusión y error.

¿Por qué una piedra labrada o cualquier otro obj eto inorgánico tiene que  tener la isma edad de loshuesos que halla os en una tu ba?

Pero, ponga os un ej e plo, revelador.En i pri er viaj e a Perú conocí otro hecho desconcertante y que seria,

por sí is o, otivo de todauna profunda investigación.

El Ministerio de Turis o del Perú ha distribuido por todo el

undo un «afiche» que corresponde a unbellísi o y multicolor manto desenterrado en una de las tu bas dela zona llamada Paracas. En el cartel o«póster» se reproduce un extraño y, a pri era vista, co plicado dibujo. Nadie sabía de qué se trataba.Nadie supo explicar e aquella magnífica uestra de la antigua artesanía peruana...

Pero, he aquí que un día, en una de is visitas al useo deldoctor Javier Cabrera, observé dicho«afiche» en una de las paredes del centro de investigación del édico iueño. Y co enté con él el curiosohecho de que nadie en Perú parecía conocer o preocuparse por el contenido de dicho «afiche».

Javier Cabrera -que para entonces tenía muy adelantada su investigación sobre las piedras grabadas-to ó un puntero y e anunció:

Sin e bargo, ya ves, tienes ante tus oj os un manto que podría ser preio Nobel.

Javier Cabrera, ayudado por la «clave» de las piedras grabadas de Ica, había desentrañado también elsignificado de dicho manto.

-Escucha - e pidió el profesor-. Este manto constituye toda una «lección» de Genética. Este manto

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-desenterrado hace 45 años en una tumba situada en Paracas, al sur de Lima- nos «explica» la enfer edadconocida hoy co o sindactilia o falta del dedo pulgar...

-Pero, no entiendo... ¿Có o has llegado a esas conclusiones?Javier Cabrera co enzó su explicación.(He de advertir que, a fin de co prender la exposición del investigad

or peruano, el lector deberá seguirlos sucesivos pasos del científico sobre los grabados que, previa ente, han sido nu erados y queofrece os fuera de texto.)

-Los arqueólogos que lo sacaron de la tumba donde se encontraba, junta ente con los restos de unho bre de hace 3.000 años, sólo han elogiado su extraordinario colorido -inexplicable ente vivo duranteiles de años-, así co o su elevado nú ero de hilos por centí etro cua

rado, que revela ya una tecnologíatextil...

»Pero todo ha quedado ahí. ¿Es que este dibuj o no quiere decir nada más? ¿Es que fhecho porque sí?

»No, claro que no. Y aquí está lo maravilloso y enigmático del manto.»Ésta es una uj er. Una muj er que tiene cinco dedos en los pies y cuatro e

n cada mano. ¿Ves estas rayasnegras? Marcan precisa ente las diferencias entre las extre idades inferiores y superiores.

»El manto se va a encargar de explicar esta anor alidad precisaente a través de los dibuj os. Se trata,co o te decía, de una anor alidad conocida hoy co o sindactilia o agenesia del dedo pulgar. Unaanormalidad que también se da hoy día y para la que la Ciencia no ha encontrado aún una explicación...

»Esta enfer edad congénita -tal y co o revela el manto- es transitida por el ho bre y actualizada por

la muj er. Y ahí, co o señalo, está revelado el origen de esa malformación congéni 

»Ésta -prosiguió Cabrera señalando otras partes del enigmático dibuj o- es ucélula que se encuentraen el testículo. Y esta otra, en el ovario...

»Eso se llama ªespermatogoniaº, ªesper atozoide de pri e  ordenº, de ªsegundo ordenº yªespermátidesº... Pene, ªovogoniaº, ªovocito de pri er ordenº, de ªordenº, ªóvuloº, vagina y"espermatozoide".

»Con el pene, introducido en la vagina, el óvulo es fecundado por los esper atozoides. El óvulo, unavez fecundado, reunirá el material cro osó ico. Es decir, los materiales de los núcleos del espermatozoidey del óvulo, respectiva ente. A bos ele entos cro osó icos están aquí fusionados. Y al cabo de nueveeses, ese nuevo ser que nazca sufrirá también la sindactilia.

»Pero, ¿có o se de uestra que la enfer edad es congénita? Porque,

imple ente, pode os ver có olos colores que están en el núcleo de la línea masculina se encuentran también en las células que

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representan la unión de la célula masculina y fe enina. Y e estoyrefiriendo al color negro. Éste se

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encuentra en el espermatozoide. Por tanto, co o te decía, el ho brees genética ente responsable. Y lamuj er la actualiza. Pero sabe os más:

»El manto indica que esa enfer edad será heredada a lo largo de tres generaciones. Esta cinta que se veaquí revela que la enfer edad va ser actualizada durante esas tres generaciones.

»¿Ves ahora el color blanco de los dedos? Eso significa que el citado color blanco está separando elcuerpo de la uj er de la línea sexual fe enina. Eso quiere decir que la enfer edad es independiente de lamuj er. La enfer edad, insisto, depende del ho bre.

»¿Có o co probar la existencia de esta enfer edad durante tres generaciones? La explicación está enesos tres riñones. Ahí tienes el uréter, la pelvis, édula y la corteza renal.

»Si lleva os las células renales al icroscopio observare osel cro osoma responsable de laenfer edad.

»Pues bien. Esta enfer edad de la sindactilia -que no figura todavíaen ningún libro de Medicina- seencuentra, sin e bargo, en un manto extraído en una tumba de Paracas. Y yo pregunto: ¿có o es posibleque un hecho científico que revela la más avanzada tecnología en el campo de la Genétic esté considerado,

si ple ente co o un ªaficheº?» ¡A este manto habría que concederle el pre io Nobel!»Pero, ¿qué antigüedad le han dado los arqueólogos? ¡Tres il

! ¿Por qué? Porque fueencontrado junto a un ho bre que, posible ente, tenía esa edad...Pero, si ese ho bre que se encontróo ificado en cuclillas se hallaba junto a un cántaro rudo y tosco y a un

 puñado de maíz -puesto queestaba convencido de que después de muerto se iba a co er dicho maíz-, ¿có

o creer que pudo ser el autorde este manto?

»Éste es nuestro error. Cree os que el ho bre de Paracas fue el autor de esta maravilla. Pero, ¡no!

»Él, posible ente, lo encontró o se lo donaron sus antepasados y, al no comprenderlo, lo atribuyó quizáa los "dioses". Y quiso que lo enterraran con él. Deseaba llevar en ese "viaj eeterno" algo que hubiera sidohecho por los dioses...

»Es igual que si los hombres del futuro, al descubrir un ataúd de un campesino de 1975, lo atribuyeran aél la elaboración del crucifij o de bronce que fue clavado en la caja y que hoy todos sabe os fue realizadoposible ente por toda una avanzada industria de la que el campesino quizá ni oyóhablar jamás...

»Es por ello -concluyó Javier Cabrera- por lo que el manto de Paracas nos está de ostrando una vez

más, todo un desfase entre los ho bres pri itivos y uchas de las obrasque les he os atribuido. En otraspalabras: este manto es una irrefutable prueba de que en la Tierra ha habido otras civilizaciones anterioresa todas las conocidas y que superaba con ucho nuestro propio nivel tecnológico y científico.

Una vez concluida la exposición del investigador per anecí largo tiempo conte plando aquel manto decolores vivísi os y que ofrecían, en todo Perú, co o -si ple ente- una «mestra más de la imaginación

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del ho bre prehistórico»...¿Có o confiar entonces en esa convencional forma que tiene la Arqueología de

edir la antigüedad?Tengo que reconocer que desde ese instante i ya endeble confianza

en el sistema de «asociación» de losarqueólogos se vio mucho más compro etida.

Pero no quiero olvidar un segundo punto -esgri ido enuchas ocasiones por arqueólogos

profesionales- con el que tampoco estoy de acuerdo.«Muchas de estas piedras de la colección de Cabrera tienen en sus grabaciones

otivos característicosde las llamadas culturas Huari Tiahuanaco, Paracas, etc. Esto deuestra clara ente -concluían dichos

arqueólogos- que las piedras son falsas o, a lo su o, prehispánicas...»Este argu ento, sin e bargo, no tiene consistencia. Y volve os

  casi al asunto del manto de Paracas.¿Por qué las piedras grabadas de Ica -que efectiva ente disponen dedichos otivos o dibuj os de lascitadas culturas- tienen que ser necesaria ente simultáneas o posteriores a dichas culturas prehispánicas?¿Por qué no puede suceder todo lo contrario? ¿Por qué no puede ocurrir qu  esas culturas o pueblosprehispánicos hayan asi ilado o copiado esos rasgos y características que conocieron, precisa ente, en las

piedras grabadas y que existían ucho antes que todas esas culturas?En la «biblioteca» lítica aparecen constante ente otivos e «ideografías» nteriores en el tie po ala existencia de los ho bres de Huari Tiahuanaco o Paracas.

En la «biblioteca» de piedra se ha dej ado constancia de cientos de conociientos con los que no podían

siquiera soñar las culturas de hace 5.000 o 6.000 años.Los propios religiosos y cronistas que acompañaron a los conquistadores hispan

os por Perú relatan quelos indios conocían estas piedras desde antiguo y que eran deno inadas por ellos «piedras Manco»...

Pero voy ucho más allá. Los indios prehispánicos sabían de la existencia de esas piedras. Conocían

el lugar donde se encontraban enterradas. Y algunos de ellos, los sacerdotes general ente, las interpretaron

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y descifraron en la edida de sus posibilidades. De lo contrario, ¿cóo explicarse el sistema teocrático-socialista del pueblo inca?

¿Có o entender que las leyendas de los indios que encontraron los españoles hablaran ya de caballos yde barcos...?

Recuerdo que Javier Cabrera e habló de esto poco tie po después...-Los hombres antiguos del Perú - e diría- conocieron estas piedras, sí. Y las supieron guardar yrespetar, porque las consideraban hechas por los «dioses», Allí supieron los incas de la existencia decaballos, de barcos, de onstruos, etc.

»Por eso, cuando los españoles dese barcaron en Perú, los indios los  tomaron por los ªdiosesº queregresaban, tal y co o habían visto en estas piedras grabadas. Porque, de no ser así, ¿có o explicar

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tantas y tantas leyendas inexplicables? ¿Tantos y tantos hechos que tendrían lugarucho después?

-Pero, si no tocaron esas piedras, ¿có o se explica que fueran encontradas también en tumbas?

-Sólo algunas piedras uy pequeñas han sido halladas en los ce enterios prehispánicos. Las gigantes,las piedras grandes, nunca fueron sacadas del lugar donde actual

ente siguen... Fue allí, en el grandepósito, donde pudieron ser consultadas posible ente por los únicos ho

bres que tuvieron acceso a dichoconoci iento gliptolítico: los sacerdotes y hechiceros. Y sólo unas pocas cosas, insisto, lograron entender.El resto, la mayor parte del « ensaj e», pasó inadvertido. No disponían de concepos co o para asi ilar loque allí se estaba revelando...

Resulta, en fin, ucho más lógico pensar que las culturas prehispánicas conocieron este tesoro ehicieron suyos uchos otivos y características que aparecían en las «ideografías grabaciones.

Pero no quisiera concluir este capítulo sin referir e a otro estudio que considero de gran i portancia yque se refiere directísima ente a la antigüedad de las incisiones.

Cuando al co ienzo de is conversaciones con Cabrera le planteé si disponía de análisis o estudios

científicos que ratificaran esa antigüedad a la que él hacía alusión, el profesor respoafir ativa ente Yco enzó por ostrar e algunos docu entos en los que el ingeniero Erich Wolf, de la Sección de Minas dela i portante co pañía inera Hochschild, señalaba a Javier Cabrera  que -después de analizar losespecí enes que éste le había proporcionado para llevar a cabo tal investigación- «haodido co probarque las piedras -petrológica ente- podían clasificarse co o ilonitas andesíticas. Las ilonitas son rocascuyos co ponentes han sido afectados ecánica ente a causade altas presiones con si ultáneatransformación quí ica. En este caso -se refiere a las piedras que

le enviara Javier Cabrera- quedanpatentes los efectos de una intensa sericitación o transformación del feldespato ensericita. Este proceso haincre entado la co pacidad y el peso específico, creando por otra parte la suavidad que los antiguosartistas sabían apreciar en la ej ecución de sus obras».

Las piedras, en efecto, tienen un gran peso, aunque, en uchoscasos, su tamaño y volu en no sonexcesivos...

Pero la carta del ingeniero afirmaba también:

«... Cabe encionar que las piedras están envueltas por una fina pátina de oxidación natural que cubre

por igual las incisiones de los grabados, circunstancia que per ite deducir su antigüedad. »

Este últi o extre o era i portante en verdad. Para que dicha capa de pátina cubra por igual grabadosy el resto de la superficie de la piedra, es preciso que haya transcurrido un tie po uy considerable...

Si esos grabados o incisiones fueran recientes, la pátina no cubriría por igual la totalidad de la piedra,tal y co o señalaban los infor es del ingeniero.

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  Pero, tanto Cabrera co o Wolf, deseosos de obtener el máxi o de garantías de la autenticidad de laspiedras que for an la «biblioteca» prehistórica, acudieron, incluso,a universidades de Argentina yAle ania.

En esta última, el profesor Tri born -de Bonn-, una de las grandes autoridades undiales en etnologíaindígena del Perú y Bolivia, analizó tres de estas piedras labradas. Unade ellas, precisa ente, con lafigura de uno de estos desconcertantes saurios de la Era Secundaria.

¿Y cuál fue el resultado?La Universidad de Bonn respondió:«No se puede deter inar la edad del surco, ni la era en que se rell

enó el grabado. (Estas incisiones seencuentran sie pre rellenas de tierra.) Ni cree os que haya nadie enel undo que pueda atestiguar conexactitud la antigüedad exacta de estas grabaciones. La oxidación, efectiva

ente, cubre la totalidad de lapiedra. Sin e bargo, repeti os, no se puede deter inar su antigüedad. Sin e bargo, los grabados oincisiones NO SON RECIENTES.»

Aquello era más que suficiente para Javier Cabrera. Y la verdad esque -si he os de considerar elhallazgo fría ente, sin apasiona ientos-, el ero hecho de que el investi

gador de Ica se haya preocupado27

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tan intensa ente por el análisis y estudio de estas piedras, enviando  ej e plares de estos gliptolitos adistintas Universidades y centros especializados, dice ya mucho en favor de la autenticidad de dichos«libros» de piedra...

Si co para os los dictá enes de los anterior ente citados centros donde se ha llevado a cabo, de

o ento, una investigación más intensa -Universidad de Ingeniería de Lima, Universidad de Bonn ySección de Minas de la e presa Hochschild- observare os que, en los tres casos, hay una coincidencia encuanto a la oxidación que cubre la piedra por completo y que denota ya una gran antigüedad.

Pero el profesor Cabrera tenía nueva ente razón. Aunque los análisis petrológicos tienen un gran valory cubren una de las etapas en el necesario proceso de investigación de la «biblioteca», lo verdadera entevalioso y decisivo -y a lo que los arqueólogos cierran sus oj os- está en el estudio de las «ideografías» quehay en las piedras.

-Es el «lenguaj e gliptolítico» - e repitió Javier Cabrera uchas veces-lo que nos va a comunicar el« ensaj e»...

»Debe os ªleerº las piedras. Ahí está el secreto de su verdadera antigüedad. Y a conocer ahorados nuevas pruebas del re oto origen de esta "biblioteca". Puedo adelantarte que uno de estos dostesti onios e su ió durante uchas semanas en la confusión y el inso

nio...

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  CAPÍTULO VII

EL COMETA KOHOUTEK, GRABADO EN LAS PIEDRAS

Había visto aquella enor e piedra en septiembre de 1974. Uno se fijaen ella casi sin querer. Cabrerala situó hace cinco años frente a su esa de despacho, en el gabinetede trabaj o que ha dispuesto en sucentro de estudio de la plaza de Armas de la ciudad de Ica.

Es una piedra de gran ta año, aunque no de las más grandes. Javier Cabrera estimaba su peso en unos300 kilos.

Aquella ole negra y de más de edio etro de altura iba a ser el centro de nuestras conversaciones alo largo de muchas horas.

En i pri er viaj e a Ica -en el ya encionado es de septie bre de 1974-, Javier Cabrera e habló deaquel gliptolito. Pero lo hizo -quizá por prudencia- facilitándo e  tan sólo una ínima parte de la«información» que real ente reunía la piedra.

En parte, aquella versión «convencional» de la piedra de los «tres astrónoos» -co o Javier Cabrera la

deno inaba entonces- estaba más que justificada. El édicode Ica no había concluido sus

investigaciones, y buena parte de los grabados que allí aparecen se encontraban en pleno proceso deestudio. De ahí que Cabrera Darquea no se decidiera a exponer e latotalidad de sus descubri ientos.

En aquella ocasión, y cuando le pregunté sobre el « ensaj e» de la piedr, Javier e co entó:

-Creo que se trata de una «visión telescópica» del Cos os. Aquí puedes  tres ho bres que iran alcielo con aparatos que se ase ejan a nuestros «telescopios». ..

En dos de las laterales de la roca pude ver, efectiva ente, tres seres idénticos en su fisono ía a los queaparecían en las restantes piedras grabadas- que portaban sendos «catalej os» y que

iraban hacia la parte

superior de la piedra. Pero, ¿qué había grabado en dicha zona de la gran piedra?28

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  Allí, antes de que Cabrera se adelantara a explicar e los detalles de las Grabaciones identifiqué«estrellas», co etas, nebulosas y toda una serie de signos, conocidosya por í a través de libros quehablan de las constelaciones.

Javier Cabrera e diría en aquella ocasión:-Esta os ante una perfecta representación de las trece constelaci

ones que ellos conocieron. Trececonstelaciones que son conocidas hoy también por nuestros astrofísicos.-Sin e bargo, creo recordar que nosotros sólo he os contabili

zado doce constelaciones...

 -Sí, así es -respondió el científico, iqueño-. Esta Humanidad prehistórica conside

a Pléyades co ouna constelación más. Nosotros no. Nosotros la he os definido co

o un «cú ulo estelar abierto»...

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  Javier Cabrera fue señalándo e, una tras otra, las trece constelaciones. No cabía la enor duda.Aquellos tres «astróno os» observaban la «bóveda celeste», perfecta nte grabada en la parte superior dela piedra.

-Pero, fíjat e -había proseguido el édico-, aquí, en este firmaento, está grabado también nuestro

Sistema Solar.Y Cabrera dirigió su dedo hacia otros signos que él interpretó co

o el Sol y los planetas.-Pero tú e dirás có o era posible que estos seres pudieran ver

las constelaciones con catalej os otelescopios tan ele entales...

»En realidad -y al igual que el resto del ª ensaj eº- esto es una "ideografía". Estos seres nos estánindicando, simple ente, que ª iranº al Cos os, que ªobservanº los astro...

»Efectiva ente, habría sido i posible observar constelaciones queestán tan aleja das de la Tierra consi ples ªcatalej osº. Esta Humanidad nos está señalando que tenían ªvisión telescópidían dirigirsus aparatos de astrono ía a aquellos lugares del Universo que desearan,escrutando así las maravillas delespacio.

»En otras palabras: que los telescopios que e pleaban no tenían por qué ser necesaria ente así...»Pero en esta fantástica piedra -prosiguió Javier Cabrera en aquella oport

unidad- he descubierto algomás. Después de estudiarla durante eses, he visto có o en uchas de las grabaciones se repiten unossí bolos que constituyen parte de la "clave" de lectura de las piedras. Esos símbolos son estas ªhoj itasº...Si las encuentras grabadas en una deter inada posición, significan ªvidaº. Si han sido colocadas enposición contraria, ªmuerteº. Pues bien, este ele ento se encuentra también repartido aquí y allá, entre lasdistintas constelaciones y astros que han quedado grabados en esta ªbóveda celesteº...

  Me fij é con más deteni iento. Así era. Unas di inutas hoj asrayadas, así co o extraños ro bos ycuadraditos, aparecían grabados también en las distintas figuras que  representaban las nebulosas yplanetas.

-¿Y cuál es su significado?-Que estos seres tenían conoci iento de la VIDA que existía en el espa

cio exterior.Quedé atónito.-¼ Estos «astróno os» -continuó- están observando si hay vida en

fir a ento. ¿Y cuál fue elresultado de sus estudios y conoci ientos? Aquí tienes algunos: en

  esta «constelación» -en Pléyades- hayVIDA inteligente.Seguí la dirección del índice del doctor Cabrera y co probé, en ef

cto, la presencia de una «hoj ita» -enposición de «vida»- en la citada constelación o cú ulo estelar.

  Pléyades -según Isaac Asi ov- es considerado co o un pequeño cú lo de estrellas de brillo moderado de laconstelación de Tauro. Nueve de las estrellas del cúmulo son suficientemente brillantes co o para poder ser

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observadas a simple vista, aunque algunas de ellas se encuentran muyjuntas y es difícil discernirlas por sep 1arado. Un hombre de vista nor al puede distinguir seis o siete.(Este cú ulo ha sido denominado en algunasocasiones «Siete Her anas» .)

Cuando en 1610 enfocó Galileo su telescopio hacia las Pléyades, comprobó que podía contar sin esfuerzoalguno 36 estrellas en dicho grupo. Los métodos fotográficos modernos revelan 250 co o ínimo y el nú erototal asciende probablemente a cerca de 750.

Las Pléyades constituyen una asociación auténtica de estrellas; no se trata de lai agen accidental de una seriede estrellas situadas a distancias variables, pero todas ellas cerca de una is a línea visual. Esto quedó yademostrado en 1840 cuando Bessel comprobó que el movimiento propio de todos los

iembros de este cú ulo erade 5,5 segundos de arco por siglo en la is a dirección. Si se tratarade estrellas independientes, seda de asiadacoincidencia que todas ellas se oviesen en la is a dirección y a la

is a velocidad.Los astróno os han esti ado que la distancia media entre las estrellas

 del cú ulo de las Pléyades equivale sóloa un tercio de la separación interestelar media en las proxi idadesde nuestro siste a solar. Hoy se sabe que el

grupo entero se encuentra a unos 400 años-luz de nosotros y que abarca una región del espacio de unos 70 años-luzde diámetro.

Aun cuando las Pléyades son el cú ulo ás grandioso de cuantosse pueden observar a simple vista, noconstituyen sino una uestra su a ente pálida de los espectáculos que se nos ofrecen a través del telescopio.

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  Yo no salía de i asombro. Era superior a is fuerzas...-Pero -interrumpí de nuevo al doctor-, ¿có o has podido llegar a descifrar e

sto?-Lo dicen las ismas piedras. En esa «clave» de que te hablaba se relaciona sie pre la «vida inteligenteo consciente» con un rayado en forma de cuadraditos. De tal for aque allí donde se encuentra dicha«clave», allí, sie pre, existe «vida inteligente». Y lo pode os ver en otros entos de piedras y en temastotal ente distintos a éste de Astrono ía.

»En la constelación de Cáncer, por ej e plo, las piedras explican que sól hay "vida animal"... Co opuedes ver, han grabado rombos. Este signo sie pre expresa lo is o en las "ideografías".

»En la constelación de Virgo está co enzando la vida.

»Pero no debes olvidar un detalle i portante. Esto pudo ser hace illones de años... No sabe os si enla actualidad ocurre lo is o. No sabe os si hoy sigue habiendo ªvida animalº en esos planetas o si se hainiciado ya la ªvida inteligente". Podría haber ocurrido también lo contrario: que la ªvida conscienteº hayadesaparecido¼

Hasta aquí la versión que Javier Cabrera e proporcionó en septie bre de 1974. Repito que él no,había completado sus estudios sobre la entonces llamada piedra de los «tres astróno

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  os»Al regresar a Perú en enero de 1975 y detener e ante aquella ism

a piedra, Javier Cabrera puso sumano sobre i ho bro y e anunció:

-¿Recuerdas có o durante mucho tie po yo defendí la teoría de queesta piedra representaba una«visión telescópica» del Universo?

Asentí.-¼ Sólo había co prendido una ínima parte de la «ideografía» - urmu

r con una crecienteexcitación-. Después de completar la investigación, quedé atónito. Aterrorizado.

-Pero, ¿por qué? ¿Qué encierra esa piedra? -pregunté i paciente.-Cuando habla os de la edad del terreno donde se han extraído estas piedr

as, recordarás que Ocucaj e yNazca pertenecen a una de las placas viejas del planeta. Su antigüedad, por tanto, sería franca ente difícilde precisar. Quizá 200, 300, 400 o hasta 500 illones de años.... ¿Quién puede veriguarlo real ente?

»En realidad, y hablando con propiedad, la edad en que vivió esta civilización que grabó las piedraspodría ser contabilizada, más que por años, por ªciclos solares"...

Javier Cabrera descubrió la inco prensión en i rostro y se apresuró a añadr:

-Antes de llegar al final de la investigación, co o decía antes, yo defendí du

rante eses que esta piedrarepresentaba una «visión telescópica» del firma ento. Yo veía aquí tres «astrónque iraban el cielocon sus «catalej os», y en la parte superior de la piedra, una serie de eleentos celestes que -según aquellapri era investigación ía- conformaban una «visión planetario». Conté dichos ele

entos celestes y, al verque eran trece, deduj e que se trataba de las trece constelaciones conocidas hoy  Se trataba, por tanto, de unzodíaco...

»Pero, ¿dónde e pezaron is nuevos descubri ientos?»En el estudio de las piedras yo había tenido la ocasión de ratificar

que esta Hu anidad contaba el

tie po en eses de 28 días. Es decir, se basaban en el ciclo enstrual dela uj er.»Al ultiplicar esos 28 días por 13, obtuve así ¡364 días! Éste era el ªaño

que se regían estosho bres. Y así aparecía grabado en las piedras. La Tierra e pleaba en tie  pos de aquella Hu anidad untotal de 364 días para cubrir una vuelta co pleta en torno al Sol.

»Pero, ¿por qué 364 días? ¿Y por qué nuestro undo tarda hoy 365,25 díacompletar esa ismaórbita?

»Ésta era la pri era de las trascendentales pruebas que e estabaofreciendo esta piedra sobre laantigüedad de la Humanidad que la grabó...

No ter inaba de entender al édico iqueño. Y así se lo hice saber.-Es simple -respondió-. Nosotros llama os «año» al tie po que la Tiera necesita en dar una vueltaco pleta alrededor del Sol. Y según los más avanzados cálculos astronó icos, ese ovi iento detraslación se cubre en 365 días más unas pocas horas. ¿No te has preguntado el por qué esa diferenciaentre el «año» de aquella Hu anidad gliptolítica -con 364 días- y el nuestro, con ,25 días?

Javier Cabrera guardó silencio unos inutos y esperó nuestras resp

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uestas. Pero nadie supo quécontestar...

En aquellos o entos recuerdo que llegó hasta el centro- useo de Javier Cabrera el e baja dor italianoen Perú. Le aco pañaba su esposa y algunos fa iliares. El señor e bajador, al igual que otras muchaspersonas inquietas por los grandes y revolucionarios descubri ientos, había querido conocer in situ lacolección de piedras labradas del popular édico de Ica.

Y asistió viva ente interesado a las exposiciones de Cabrera.-... Está de ostrado que el Sol pierde materia -prosiguió el investigador-

. Y está de ostrado tambiénque esa pérdida de materia -aunque ínima- tiene unos efectos concretos  sobre los planetas que giran

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alrededor del astro rey. Al perder materia, la atracción ej ercida por el Sol sobre los astros que se uevenen to o suyo es ligera ente enor.

»Esto provoca un alarga iento de la elipse que dibuja la Tierra en su órbita alrededor del Sol. ¿Y qué

sucede cuando la elipse de la Tierra se alarga? Lógica ente, que el "año" también se alarga...»Entonces, ¿no será que ese día y esas horas de más nos están idiendo

ente el tie po transcurridoentre el ho bre que grabó estas piedras y nosotros?

»Si lleva os estos razona ientos a cifras matemáticas sabe os que cada 100 siglos se produce unsegundo de diferencia. O, lo que es lo is o, ¡840 illones de años!

-¿Insinúa, doctor, que esta Hu anidad pudo vivir, incluso, hace 840illones de años?-Lo único que puedo decirte es que este «filum» humano vivió en otro t

e po-espacio. Nosotros,nuestra Humanidad, está viviendo su propio tie po-espacio. Y este

  «filum» gliptolítico tuvo el suyo.¿Cuándo? Las piedras nos lo están repitiendo constante ente...»Las piedras nos están cuantificando el tie po transcurrido entre

aquella Hu anidad y la nuestra.Pode os percibirlo a través de la fauna ya extinguida, de los continentes que desaparecieron y por lapropia diferencia de la orfología de aquellos hombres¼

»Pero, si hace tantos illones de años hubo otro ªfilu º humano, ¿as civilizaciones -todavíadesconocidas y olvidadas- poblaron igual ente nuestro mundo entre el «filum» gliptolítico y nosotros? ¿Oes que va os a seguir pensando que so os los pri eros?

Ninguno de los presentes se atrevió a responder.

-Sin e bargo, la mayor y más escalofriante prueba de la antigüedad de estas piedras la descubrí aquí...Y Javier Cabrera señaló con su dedo uno de los signos que aparecían grabados en la

 «bóveda celeste» dela piedra de los «tres astróno os». Aquello era un co eta...

Sin saber por qué presentí que e encontraba ante algo ucho más profundo y trascendental que loanterior. Y e dispuse a seguir las explicaciones del investigador con toda la atención de que era capaz .

-«Esto» que ahora voy a explicarles ha constituido para í otivo

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de sufri iento, de inso nio y deterrible duda durante eses...

»Co o apuntaba antes, yo había considerado esta "ideografía" coo una "visión cós ica" del

firma ento, co o una representación de las constelaciones y de la vida existente en las ismas.

»Esto lo sabía yo en 1971. Sabía que aquí se había grabado un zodíaco, con trece elaciones.

»Pero en esa exhaustiva investigación de la piedra descubrí otro eleento que e iba a dar la clave delmás i presionante hallazgo encontrado hasta el o ento en esta "biblioteca" lítica: la nebulosa Cabeza decaballo.

Cabrera señaló hacia otro de los puntos de aquella «bóveda celeste» en piedra. Y ae encontraba -nocabía duda- la nebulosa Cabeza de caballo, deno inada así, precisa ente, por su se ejanza con la cabezadel caballo... Una nebulosa que la Astrono ía califica co o «oscura» yque se encuentra situada en lasproxi idades de una de las estrellas del cinturón de Orión.

-Sin e bargo, yo e resistí durante ucho tie po. ¿Có o podía deostrar que aquel grabado era,

efectiva ente, la citada nebulosa? ¿Por qué no podía tratarse de una coincidencia...?

»Algunos eses después, la prensa del undo entero aireó una noticia que e abrió los oj os: ªUnco eta singular -el Kohoutek- se aproximaba a la Tierra a gran velocidad." En julio de 1973, losastróno os localizaron dicho co eta entre las estrellas Sirio y Régulo. Yaseguraron además que el pasodel co eta coincidiría con una clara visión de los planetas Venus y Júpiter. Todosestos ele entos estabanen la piedra. El co eta, tal y co o pueden observar en la grabación, se encuentra entre dos estrellas, Y losplanetas Venus y Júpiter aparecen igual ente en la posición que señalaron losastróno os¼

»Por otra parte, los astróno os dij eron en un principio que el co

eta del "siglo" tenía una órbita de10.000 años. Poco después rectificaron y la incre entaron hasta los 40.000. Por últi o dejar on sentadoque la órbita del Kohoutek era parabólica y que, por tanto, no regresaría jamás.  Si recuerdan, algunosastróno os barajaron, incluso, cifras de illones de años.

»Todo aquello e e puj ó aún con más fuerza a seguir investigando en tan enigmca piedra.

»Allí, además de las constelaciones, del co eta ya citado, de los planetas y de la nebulosa Cabeza decaballo había otros ele entos. Y uno de ellos parecía un eclipse anular del Sol...

El doctor Cabrera nos señaló el nuevo ele ento. Aquel signo -eviden

te ente el Sol- estaba «cubierto»por una especie de anillo...-Este nuevo factor -continuó Javier- e despistó al principio. Los astrón

o os no habían señalado queel «paso» del co eta Kohoutek fuera a coincidir también con un eclipse anular de Sol...

»Sin e bargo, ante i aso bro, el 2 de novie bre de 1973, la prensa hizo público otro dato relacionadocon Kohoutek: ¡habría también un eclipse...! ¿Có o podría describirles e oción? ¿Có o explicarles

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  is largas horas de inso nio, investigando, investigando, investigando sincesar...?

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  »Los astróno os habían previsto el "avista iento" del co eta del ªsiglo" para el 24 de dicie bre de eseaño: 1973. Pues bien, en septie bre de ese is o año -y  cuando yo tenía ya uy avanzado eldescubri iento- vino a visitar e el coronel O ar Chioino, director del Museo Aeronáutico del Perú. Yohabía donado más de sesenta piedras grabadas al museo y quiso agradecér

elo.»-O ar -le dij e-, tengo fundadas sospechas de que en esta piedra

  fue grabado el ªpasoº del co etaKohoutek... . ¡hace illones de años!

»El coronel, lógica ente, aceptó la hipótesis con más escepticis que convicción. Y era natural...

»Pero yo seguí trabajando en ello. Estaba convencido de quee encontraba ante ªalgoº extraordinario.

"Aquella Humanidad supo del paso y de la existencia de esteis o co eta.º Esta idea iba ganando

terreno, día a día, en i ente.»Pero, ¿có o era posible? Sólo cabía esperar a que llegara el 24 de diciebre de 1973. Si el paso del

Kohoutek coincidía con todos aquellos fenó enos siderales -elipse anular de Sol, visión, de Venus y Júpitery posición de la nebulosa Cabeza de caballo-, no cabía la enor  duda de que nos encontrába os con lagrabación de un ªhechoº que ya había tenido lugar en otra época y que ahora se repetía.

Pero Javier Cabrera, anonadado por la in ensidad de su descubri iento, quiso advertir del hecho alpresidente de la República, general Velasco. Y mucho antes del «paso» del co

eta le escribía:«... Si llegara, co o pienso, a co probar que el que va os a

 observar es el co eta prehistórico, o sea,el Kohoutek, habre os de ostrado no sólo que se trata delis o co eta, sino que los gliptolitos o

"librosº de piedra de la ªbibliotecaº prehistórica de Ica han registado los conoci ientos del saberuniversal que tienen una exactitud tan aso brosa co o lo de uestra el cu pli iento de la matemáticanewtoniana, al probar la realidad del pasaje del co eta, de la producción del eclipse y del cortej o cós icode planetas, estrellas y nebulosas que se encontrarán juntos en un lugar de la bóveda celeste durantealgunos inutos, a pesar de haber partido de sus lugares de origen desde hace 100 illones de años, para

volver nueva ente a constituir el espectáculo que asombre otra vezmás, no ya a nosotros, sino a lapróxima y re ota Hu anidad del futuro...»

Javier Cabrera dej ó la copia de la carta sobre la esa y coentó:

-Por supuesto, esta carta no llegó nunca a manos del presidente Velasco. Él lo hubiera co prendido.Pero los que le rodeaban no supieron captar la trascendencia de dicha co

unicación...»Pero hay más -añadió Cabrera-. Consciente del hallazgo, consciente de lo que t

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nía entre is manos,lo puse en conoci iento también de i a igo y periodistaFrancisco Miroquesada, director de El

Comercio de Lima. Y e contestó a los pocos días que ªno lo publicaba por prudenciaº...

Javier Cabrera, sin e bargo, no se rindió. Y el 11 de diciebre de 1973 -dos semanas antes del paso

del Kohoutek- enviaba una carta a París. Una carta de la que dio fe el notario de Ica, por expreso deseo delprofesor Cabrera Darquea.

Aquella isiva, dirigida al escritor francés Robert Charroux, que también había conocido la«biblioteca» lítica, debía ser entregada por éste al Observatorio Astronóico de París. Y así se hizo. Pero,

¿qué contenía aquella carta notarial que había escrito el investigador de Ica? Élis o, sacando una copia

de sus archivos nos lo leyó:-Era preciso atar todos los cabos. Por eso formulé al Observatorio las siguie

ntes preguntas:a

«1. ¿Es o no periódico el co eta Kohoutek?a

»2. ¿Es cierto que el eclipse anular de Sol del 24 de dicie bre de 1973 volverá a producirse dentro de

100 illones de años?a»3. ¿Es igual ente correcto que el eclipse será visible en Centroaérica?

a»4. ¿Es correcto -y aquí viene lo más i portante- que el 24 de diciebre, al producirse el citado eclipse,

estará presente la nebulosa Cabeza de caballo al opuesto del Sol?a

»5. ¿Los planetas Venus y Júpiter estarán en una posición de 45 grados en relaciónol?»

Queda os todos en suspenso. Por fin, el e baja dor italianopreguntó:

-¿Y cuál fue la respuesta del Observatorio de París?-Mi a igo Charroux e había co unicado que los astrónoos necesitaban dejar pasar algunos esesdesde el o ento que se producía el máxi o acerca iento de un co  eta a la Tierra, a fin de realizar ej orsus cálculos, especial ente en lo que a la órbita del is o se refiere...

»Y el 31 de julio de 1974 e llegó la respuesta del citado Observatorio.  Escuchen:

»ºEl co eta Kohoutek -decían los astrofísicos de París- no es periódico."» ¡Maravilloso, queridos a igos! Con esto, el Observatorio había respondi

do ya a lo más i portante...Pero siga os:

»º. ..La forma de su órbita -decía el Observatorio- es una parábola, ligeraente una hipérbola.»ºYo no le puedo asegurar si el eclipse del 24 de dicie bre se pr

oducirá dentro de 100 illones de años.Ni hay persona alguna que lo pueda afirmar. Eso es matemática

ente i posible de predecir.

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  »ºEn lo que concierne a la posición de la nebulosa Cabeza de caballo,  de Venus y de Júpiter, susinfor aciones son correctas.º

Todos los asistentes a la lectura de aquella carta había os quedado co  o paralizados. Yo seguía con losoj os fij os en los grabados de la piedra, forzando i ente al máxi o...

«¡El Observatorio de Paris ratificó la posición de la nebulosa Cabeza decaballo!», e repetía a íis o una y otra vez. Pero, entonces, la información astronó ica

de aquella piedra de 300 kilos eraexacta...

Tuve que sentar e. Pero las e ociones no habían concluido aún.-Sí -prosiguió Javier Cabrera ante la sorpresa de los asistentes a aq

uella histórica entrevista-, estosgrabados eran correctos. Pero yo había co etido un grave error eni carta al presidente de la República.¿Cuál? Muy sencillo. Me había dej ado influir por la for a convencional deestudiar los eclipses y le habléa Velasco de « ecánica newtoniana»...

»Sin e bargo, el Observatorio Astronó ico de París aclaró que la órbita  co eta no era una elipse,sino una parábola, con tendencia a la hipérbola. Y todos sabe os que

en la parábola, al igual que en lahipérbola, las ra as tienden al infinito...»Y si van al infinito, es i posible saber cuándo se repetirá su ªpaso"

por la Tierra. Entonces, yopregunto:

»Si no hay for a de trabaj ar con una noción que se lla e "infinito", ¿quién hizo esta piedra?

De nuevo reinó el silencio. Sin darnos cuenta había os llegado a uno de los puntos cul inantes de laconversación.

Aquel 24 de dicie bre de 1973 -tal y co o recogió toda la prensadel undo- el co eta del «siglo»estuvo más cerca que nunca de la Tierra en su viaj e por el Cos os.

Y se registró igual ente el eclipse anular de Sol.La Luna se colocó durante unos segundos ante el disco solar, forando un maj estuoso «anillo». Y

Venus y Júpiter se situaron en la posición señalada por los astróno os... ypor el for idable grabado de lapiedra que Javier Cabrera tenía en su poder desde 1970...

Eran, pues, 13 ele entos zodiacales, 2 planetas, la Luna, el Sol,  la nebulosa Cabeza de caballo y elco eta, coincidiendo con la más absoluta precisión. En total, 19 factores. Había que descartar,necesaria ente, la coincidencia. Los seres que habían grabado aquella piedrahabían tenido conoci ientode la existencia de este co eta...

-Pero -volvió a preguntar Cabrera-, si nosotros no sabe os trabaj ar con una noción que se lla e«infinito», ¿quién pudo grabar esta piedra?

Javier Cabrera se dirigió a í y co entó:-¡Graba esto en tu magnetófono, porque España va a saber considerarlo...! ¡Esta pie

ra fue grabada poruna energía superior, cognoscitiva, libre de espacio y tie po¼! Esto es lo que dicen estas piedras.

-Pero, ¿có o puede traducirse eso? -le planteé.-No puedo traducirlo. A esa «energía cognoscitiva», si quieres, ponle los adj eti

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vos que quieras...Fue entonces cuando intervino nueva ente el e baja dor italiano.

Y preguntó:-¿Dios?Javier Cabrera contestó rotunda ente:-¡Claro, querido e baja dor...! ¡Lo felicito!-Pero -prosiguió el e baja dor-, yo no creo que Dios haya hecho esta piedr

a...-¿Y usted qué es? -intervino de in ediato Javier Cabrera-. ¿Usted qué cosa es

 -Yo soy un ho bre de Dios, señor...-Mire, los descubri ientos que yo estoy recopilando no se pueden la

nzar así co o así. Yo no puedodecir -enseñándoles estas pistas- que esa «energía superior» o esa forma sublie de la «energía» sea o no tal

cosa... Co o tampoco puedo decirle a usted que el ho bre es increado. Porque usted no lo entiende...

-¿Increado? -pregunté uy sorprendido.-Eso es. Hay piedras en esta «biblioteca» en las que se uestra el verd

adero «origen» del hombre...Pero Javier Cabrera no deseaba extenderse sobre este tema. Y se liitó a co entar:-Al descubrir el verdadero « ensaj e» de esta piedra cambié total

ente is plantea ientos. Ya no

podía os situar al hombre en la Era Secundaria o Mesozoica. Con la piedra del Kohoutek se de uestraque el ser humano no tiene «techo»... Rompió la barrera del tie po.  Sólo Teilhard de Chardin seaproxi ó...

-¿La Tierra fue sie pre nuestro «hogar»?-No, nuestro «hogar» es el Cos os. El «fenó eno humano» se da en la Tie

 y en cualquier astro quetenga condiciones para albergar la VIDA. Pero no podría os señalar elorigen del ho bre aquí o allá. Elho bre, repito, es del Cos os... Así está en las piedras.

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  »Cuando todo el ªfilu º humano se concrete, se desmaterialice, se espiritualice y se dirija a un punto dela galaxia, podre os decir que se ha "realizado" la isión de Esta Humanidad... Exacta ente igual co oya ha sucedido con otros "fila" humanos, aquí en este planeta y en otros astros... 

»Mientras eso no ocurra, ientras la totalidad del "filu " de esta civilización, no se desmaterialice,tendre os guerras, divisiones y cala idades.

-Si no he entendido mal -insistí-, esta piedra fue grabada entonces po

r una ente superior, libre delespacio y libre del tie po...-Exacto. Ésa es la gran diferencia entre la Hu anidad que dej ó el «

ensaj e» gliptolítico y la nuestra...El ho bre de aquel «filum» no era matemático. Era conceptual. Llegaba a los is os logros quenosotros, pero sin necesidad de cálculos matemáticos. Era conceptual. Eso se repite sin cesar en toda la«biblioteca».

»¿Có o pode os explicar si no que grabaran en esta piedra un hecho que suced

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ió hace illones de añosy que ellos sabían se iba a volver a repetir? Si el Observatorio de París y el de la República De ocráticaAle ana e han confir ado que el Kohoutek no es periódico, que su órbita sepierde en el infinito, ¿có opodría os saber nosotros cuándo va a retornar? Sólo si fuéra os "coceptualesº... Ésa era la grandiferencia entre aquella Humanidad y nosotros.

»Y yo co etí el gran error de pegar e a lo tradicional, a lo convencional. La ecánica newtoniana yano sirve en este caso... Sólo podría os co prenderlo con las nociones de Einstein: "Si yo iro el horizonte-decía-, e veo la nuca..."

»El infinito es una curva co o la parábola. ªSi iro el infinito, e veo la nuca.º La cuestión estriba ensaber ªcuándoº... La recta es una curva de radio infinito. Entonces, eseóvil que describe una trayectoriaparabólica debe regresar. El problema, repito, está en averiguar cuándo. Si el Kohoutek es un co eta detrayectoria parabólica, tal y co o acaba os de decir, eso significa que ahora ha ªregresado" del infinito.En otras palabras, ¡esta maravillosa piedra nos está ostrando có o es real ente el Universo!

Había querer un constante esfuerzo para seguir los razona ientos

del investigador. Sin e bargo, unatras otra, sus deducciones -todas apoyadas por las grabaciones de las piedras- ter inaban por encaja r enlos cerebros arrasando cuantas barreras más o enos convencionales podíanobstaculizar su paso.

-... Esta grabación ±continuó- nos está diciendo que el Universo es curvo y liitado. No es ili itado e

incon ensurable.»Todas las teorías, co o ven, se van superando poco a poco...El profesor Cabrera Darquea encendió un cigarrillo y dej ó que sus as

o brados visitantes siguieranreflexionando sobre lo que acababan de ver y oír.

-¿Y el tiempo? -preguntó de nuevo el e baja dor-. ¿Está explicado también e

stas piedras?-Aquella Humanidad disponía también de su propio «tie po». Pero era tie po. Nosotros, ahora,esta os «haciendo» nuestro propio tie po. Si todos los seres dela Tierra desaparecieran, ¿habría

tie po...?»Aquel ªfilu º gliptolítico to ó co o base para edirse al prop

hombre. Nosotros no. LaHumanidad de las piedras grabadas computaba su tie po en base al ciclo enstrual de la muj er; en base aperíodos de 28 días. Co o señalaba antes, al multiplicar ese período por las 1 constelaciones -que es eltie po e pleado por nuestro planeta en dar una vuelta co pleta alre

dedor del Sol- se obtiene un ªaño" de364 días. Nosotros no he os establecido ese sistema.-Pero, según esto, ambos «fila» están en relación con el Sol. Éste es el verdader

ulador del tie po,no el ho bre...

-Bueno, el hecho de que yo co pute el tie po con un ciclo solar noquiere decir que éste sea la esenciadel tiempo. No define al tie po. Es un puro punto convencional. Hoy, la uj er sigue teniendo un cicloenstrual de 28 días... Esto no ha cambiado. Sí lo ha hecho, sin e b

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argo, el Sol y la propia Luna. Elpri ero, al perder materia, alarga las elipses de sus planetas. Y a la Luna le sucede lo is o. Ya no giraen torno al planeta en 28 días, sino en 27 y algunas horas. ¿Por qué? Co

o consecuencia también de esapérdida de materia del astro rey. Al no ej ercer la isma atracción, laLuna se ve afectada de la ismaforma que la Tierra. Y gira más deprisa alrededor de nuestro undo.Pero este proceso continuará. Y laLuna llegará a dar una vuelta a la Tierra en 24 días y nuestro propio undo e pleará 370 días enco pletar su ovi iento de traslación... Pero el ciclo enstrual de la

uj er seguirá inalterable. Es decir,el tie po humano está divorciado del tie po geológico y cós ico. La única forma de establecer unarelación es a través del fenó eno humano.

»Sólo el hombre es constante. Si el fenó eno humano existió en aquel tiepo y existe también ahora,

eso nos per ite establecer dos nociones que -tanto en aquel ªfilu "co o en el nuestro- he os dado enlla ar ªtie poº. Sólo el conoci iento de dichas nociones nos está de otrando que ha habido un lapsoentre ambas Humanidades...

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  »Pero, fuera de dichos "filaº, ¿es que existe el tie po? Sólo habrá exido en la edida que otrasHumanidades, que otros "fila", hayan cubierto ese lapso entre el ho bre ªgliptolítico" y nosotros.

Traté de entrar en aquel otro punto que Javier Cabrera había dej ado ensuspenso: el verdadero origendel ho bre. Pero i pregunta corrió idéntica suerte que la anterior...

-Decía usted, profesor, que el ho bre es increado. Me pregunto qué sucedería si, de pronto, encontrara

usted en esta «biblioteca» la explicación a dicho origen...Javier Cabrera cruzó una irada de co plicidad con Agustín Figueroa, su editor, que también asistía ala interesante charla, y respondió:

-En uno de los capítulos de esta obra que estoy preparando encontrarás un hechoque te sorprenderá. Unhecho que respalda esta afirmación ía sobre la no creación del hombre. Pero, por el o ento, no puedohablar de ello.

Per aneci os de nuevo en silencio hasta que uno de los acompañantes del ebaja dor italiano preguntó

a Cabrera:-No comprendo por qué fue grabado precisa ente el «paso» de este

co eta. ¿Cuál es su significadoreal?-Trascendente. La llegada del co eta tuvo una significación para aquel «f

ilum». Por eso lo grabó en lapiedra. Pero esto se deduce con la conte plación y el estudio de uchas piedras. Porque, co o saben,todas están relacionadas de alguna manera. For an «series». Aquel «filum» ano recibió a un ser queprocedía de otro lugar del Cos os y del que nosotros también he os tenido noticias... Pero les ruego que

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no e pregunten más sobre este tema. Está en pleno proceso de investigación y no desearía hablar sobreello hasta que el estudio se encuentre concluido...

Co o el lector habrá adivinado, quizá esta afir ación del doctor Javier Cabrera Darquea se encontrabaíntima ente vinculada al for idable hallazgo que él -con tanta sabiduría co

o prudencia- había aislado allla ado «cuarto secreto».

Pero, ¿quién era aquel ser? ¿De dónde procedía en realidad? ¿Por qué había coincidite co eta?¿Cuál era su isión en la Tierra? ¿Por qué Cabrera nos había indicado que nos también había ostenido noticias de su existencia? Y lo que era más importante para i, ¿por qué y có o sabían los seres deaquella re ota Hu anidad que el co eta regresaría una vez más...?

Javier Cabrera, con el paso de los días, e respondió a estos interrogantes. En algunos casos, co oapuntaba en otro capítulo de este libro-reportaj e, e bastó la simple conte plación de aquellas piedras«secretas» para co prender...

Pero pro etí sole ne ente a Javier Cabrera no divulgar esta parte de la «biblioteca», al enos hastaque el estudio de las ismas se haya visto concluido en su totalidad. De nohacerlo así, el i pacto sería de

tal calibre que -en vez de lograr un efecto positivo que enriquezcaucho más nuestro propio sentido de laexistencia- su iría a uchas personas en la confusión. Pero esa revelación-estoy seguro- llegará en elo ento adecuado.

Para í, aquella tarde en el useo de la plaza de Armas de Ica, en  compañía de Javier Cabrera, dele baja dor italiano y de cuantos le acompañaban, ha tenido una trascendencia insospechada. Y quizá desdeentonces haya visto su ido i espíritu en una crisis per anente, de la que a duras penas estoy saliendo...

Aquella piedra -l1a ada ahora por el investigador iqueño co odel Kohoutek- venía a trastocar, a

desequilibrar, todos is esque as entales. Era, no cabía duda, una prueba irrefutable. Aquella piedraestaba en el estudio de Javier desde 1970, fecha en que el bueno de Basilio Uchuya la había extraído delfondo del desierto de Ocucaj e. Aquella piedra había sido vista, analizada y fotografiada antes de la llegadadel co eta Kohoutek por decenas de personas.

Aquella piedra desconcertante, en fin, había sido expuesta por  Cabrera en 1971 en el CongresoInternacional de Cirugía, celebrado en Perú.

Al retirar e aquella noche al hotel co prendí las palabras del investigador, cuando, al poner sus manossobre la «bóveda celeste» de aquella singular piedra, nos adelantó:

-Mi e oción al descubrir esto fue tre enda. Y tardé uchas noches en poder conciliar el sueño...Pero i investigación apenas si había co enzado. Quedaban aún otr

as uchas sorpresas. Co oaquella que había saltado también a lo largo de i última visita al centro- useo de las 11.000 piedrasgrabadas : los «planos» de los antiguos continentes del planeta...

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  CAPITULO VIII

«ATLÁNTIDA ES EUROPA»

En una de las salas donde se aprietan los iles y iles de piedras grabadas del doctor Cabrera Darqueaiba a tener la oportunidad -una vez más- de quedar atónito. Ful inado por la sorpresa pri ero y por laincredulidad después.

En dos piedras de gran peso y con formas ambas de « edia  naranja» , el doctor Cabrera habíadescubierto también lo que él considera los «planos» de los continentes qe formaban la Tierra haceillones de años.

Cuando Javier Cabrera e hizo esta revelación olvidé el resto de  la «biblioteca» y permanecí largotie po conte plando aquellos «he isferios» desconocidos, re otos...

En uno de ellos -el que Cabrera había señalado co o «occidental»- aparen grabados los contornos decuatro continentes.

En el «oriental», que correspondía a la segunda gran piedra, pude ver otras cuatro grabaciones,

pertenecientes -según el investigador de Ica- a otras tantas masas continentales del planeta.Y Javier Cabrera procedió a explicar e su significado:-En esta piedra -la que corresponde al «he isferio occidental»- h

e logrado identificar lo que haceillones de años era Nortea érica. Co o ves, se encontraba ya unida a est

o otro, que era Suda érica. Ya ambos lados de estos dos continentes, ¡Mu ! y ¡Atlántida!...

Por un o ento creí no haber escuchado bien a Javier Cabrera...-¿Has dicho «Atlántida»?El édico sonrió divertido. Observó i confusión y subrayó:-Sí, he dicho Atlántida, el continente desaparecido y que tantos científicos inves

tigan en la actualidad.

-¡No es posible! -co enté entre dientes.-Pues aquí está... Esta masa continental que se extiende a la derecha de ambas A  éricas era Atlántida.Pero hoy, efectiva ente, ya no está ahí. Esto fue grabado hace illones de años, no lo olvides. Pero,per íte e que te enu ere los restantes continentes que aparecen en el otro «he  isferio».

Javier Cabrera se dirigió a la segunda piedra y señaló:-Esto, después de concluir is investigaciones, he llegado a la conclusión

 de que es África. Y a su lado-unidas co o sucede con A érica del Norte y del Sur-, Arabia y Australia.Por últi o, el cuarto continenteque ha sido grabado a la derecha y arriba es Le úrida...

-Pero, ¿por qué sabes que se trata de los antiguos continentes?-Entre las piedras que llevo estudiadas hay cuatro que -a simple vista- parecen «he isferios». Co encéa investigar y observé que dos de estas piedras no podían ser identificadas co

o «he isferios» terrestres...Eran los «planos» de otro undo, de otro planeta.

»Los dos restantes -éstos que tienes ante tu vista- sí podían ser identificads co o de nuestro planeta.Había algunas zonas ya conocidas, y un largo y posterior estudio asíe lo ratificaría. Estos "he isferios"

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eran los de la Tierra.... hace illones de años. Precisa ente en la era en que la Humanidad "gliptolíticaºpoblaba posible ente el inundo.

»Pero no todas las masas continentales de entonces -las que tú ves ahora grabadas aquí- eran idénticas alas que hoy conoce os. Por eso uchas personas, al exa inarestos "he isferios" confunden algunoscontinentes con otros. Y es natural. La Tierra ha cambiado mucho en

illones de años.»Y en este docu ento excepcional, posible ente único en el mundo

, nos están ostrando có o erareal ente el planeta.

-Muchas de las teorías actuales sobre «deriva» de continentes apuntan hacia el hecho, casi seguro, deque, en tiempos re otos, A érica del Sur y África estuvieron unidas.  ¿Puede de ostrarse esto en laspiedras?

-A lo largo del estudio realizado sobre estas dos piedras pude comprobar que, una vez recortados losdistintos continentes, podían ajust arse for ando un solo bloque.Co o sabes, al principio, todos loscontinentes formaban una única masa de tierra. Una masa continental, que se frag entó en dos yposterior ente dio lugar a nuevas fracturas y, por consiguiente, a nuevos con

tinentes.(Las teorías de la expansión, de los fondos marinos y de la tectónica  de placas han llevado a loscientíficos actuales a la vieja teoría de la «deriva» de continentes, formulada y  entre 1912 y 1915 por el

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geofísico Wegener. Éste sostenía que las masas continentales que conoce os hoy proceden de lafrag entación de un único bloque de tierras. A partir de una for idable

y pri igenia fractura, las piezas

de ese «macrorompecabezas» Se fueron separando entre sí, co enzando con ello la llamada «deriva» de loscontinentes.

Wegener confeccionó su teoría basándose funda ental ente en las seej anzas de líneas de las costas deciertos océanos, co o en el caso del Atlántico. Por otro lado, las faunas y floras de la Era Pri aria oPaleozoica en los continentes eridionales -África, A érica delSur, India y Australia- eran uyse ejantes. Esto sólo podía tener una explicación: dichos continentes habían per anecido unidos enalguna y re ota época de la Tierra. Lo is o sucedía con lo que hoy es A

érica del Norte y Eurasia.

Por el contrario, co parando las faunas y floras fósiles de los continentes septentrionales con los de lasmasas continentales del Sur, las se ejanzas son uy escasas.)

Pero estas hipótesis y teorías de los científicos, sobre los antiguos continentes no son co partidas deltodo por Javier Cabrera. En las piedras grabadas, aunque se deduce también la pri  itiva existencia de unbloque único, aparecen continentes de los que sólo se tenían noticia a través de leyends y narraciones máso enos verosí iles.

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  Por ej e plo, Mu. Por ej e plo, Atlántida. Por ej e plo, Lemúrida...¿Có o explicaba el édico iqueño la presencia -la insólita presencia- de

as masas continentales enlos grabados de las piedras?

He aquí la fascinante explicación del investigador:-Este continente que ves a la izquierda de lo que hoy es Suda érica

 era Mu. Actual ente, sin e bargo,esta masa continental ya no existe frente a nuestras costas. ¿Por qué?

»En razón de la "deriva" de los continentes, Mu fue desplazándose hacia Occidente.  Y con el transcursode illones de años chocó con la India, Arabia y parte de Europa, fornando lo que hoy es Asia. Mu, portanto, debería os buscarlo en la actualidad en la zona asiática...

»Pero ese lento desplaza iento de Mu a través de lo que hoy llama  os océano Pacífico provocó elnaci iento de decenas de archipiélagos y iles de islas que quedaron "descolgados" de la pri itiva masacontinental...

Aquello e hizo acudir rápida ente a uno de los mapamundis que JavierCabrera tenía colgado de unade las paredes del useo. Mis oj os buscaron frente a las costas de Chile.

«Sí - e dij e a í is o-, allí estaba . Pero, ¿có o era posible? ¿Es qul desplaza iento podríatener alguna relación con la isteriosa y enigmática isla de Pascua?»

Al regresar frente a la piedra donde Javier Cabrera e había señalado el citado continente Mu, lepregunté sin rodeos:

-¿Qué relación puede haber entonces entre este desaparecido continente y Pascua?-Todo.Miré al investigador con incredulidad.-Todo repito. Co o te digo, la «deriva» del continente Mu dej ó un «rastro» d

slas a todo lo largo delocéano Pacífico. En uchos casos, ese desgaja iento de la masa continental coincidió con zonas dondeexistía una floreciente cultura, tal y co o se refleja en estos iles de piedras grabadas.

»Y Pascua fue uno de estos ej e plos. La Polinesia, repito, no es otra

cosa que el "regueroº deja do porel continente Mu en su ca ino hacia lo que hoy constituye Asia. Pero las gentes que pudieron quedar enesos archipiélagos e islas ter inaron por ezclarse. Y también los habitantes de Mu -una vez que elcontinente for ó definitiva ente Asia- se vieron so etidos a constantes ca bios. En esa nueva área delglobo, el edio ambiente resultaba total ente distinto.

Durante is viaj es por diversas zonas del Perú había observado un hecho para el que no teníaexplicación. En nu erosos poblados y ciudades -especial ente enaquella región de Ica- los indígenasofrecían a los turistas las más variadas tallas de madera. Tallas q

ue, en un principio, yo consideréproducto de la artesanía local. Pero un hecho posterior, ocurrido en el desierto de Ocucaj e, así co o lostesti onios de nu erosos peruanos -expertos en la materia-, e  hicieron co prender que muchas deaquellas tallas de madera negra y desconocida tenían una gran antigüedad. Los indígenas y ca pesinos ±según pude co probar en el citado desierto de Ocucaj e- dedicaban buena parte de su tie po a «huaquear»o rastrear las zonas arqueológicas, desenterrando uchas de estas t

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allas entre los restos de las tumbasprehispánicas.

El propio profesor Cabrera Darquea disponía de una for idable colección de estas figuras de madera.

Pero lo que verdadera ente e lla ó la atención un principio en las  citadas tallas fue la abru adorase ejanza con los gigantescos « oais» de la isla de Pascua. Muchos de aquellos idolillos tenían un claroperfil «pascuense». Pero, ¿có o podía ser?

Mi asombro llegó al máxi o en una clara mañana de invierno peruanocuando, ientras visitaba elMuseo Regional de Ica, uno de is acompañantes e señaló un arcaicoy artístico re o de madera. En

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uno de sus extre os habían labrado ocho figurillas que e recordaron in ediata ente las encionadasestatuas gigantes de la enigmática isla de Pascua. Aquellas figuras encontradas por azar en un re oincaico, posible ente anterior a la llegada de los conquistadores españoles, se tocaban, incluso, con los

is os gorros o sombreros que aún lucen algunos de los « oais». Co  o se sabe, en un principio pareceser que la totalidad de estas for idables estatuas de piedra disponía de los citados gorros. En laactualidad, y quizá co o consecuencia de ovi ientos sís icos o de sucesivas catástrofes, esos adornosde piedra aparecen desgaja dos de las cabezas de las estatuas y esparcidos por las proxi idades de los« oais»

Mil veces e formulé la isma pregunta: ¿A qué se debía aquel pareido, aquella se ejanza, entreestas tallas de madera encontradas a iles en las tierras peruanasy los fantásticos y desconocidos seres

que quedaron representados en las estatuas de Pascua?Ahora, al escuchar al profesor Cabrera, al oír que, el desaparecido  continente Mu fue dejando unextenso «rastro» de islas en su ca ino hacia lo que hoy es Asia, todo parecía má claro.

¿Es que ésta podía ser la explicación a la desconcertante isla del Pacífico?-Estas tallas encontradas en Perú -le planteé a Javier Cabrera- y las estatuas d

e la isla de Pascua tienenuna profunda se ej anza. ¿Por qué?

-No olvides que esta re otísima civilización que dej ó las piedras grabadascubría y se extendía por todoel planeta. Había una interco unicación. Las tallas encontradas en losdesiertos y tumbas del Perú son

muy si ilares en efecto, a las estatuas de la isla de Pascua. Sin e bargo, ¿Por qué los « oais» no sonsi ilares a los habitantes actuales de dicha isla? ¿No te lo has preguntado? La razón confirma una vezmás la gran antigüedad de esta civilización. Los hombres representados en las estatuas de Pascua no separecen a los actuales «pascuences» porque el tie po transcurrido entre ambos es enor e. Sin e bargo, los« oais» sí son idénticos a los seres representados en el altiplano peruano de Marcahusi.

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  »Ambos son ho bres de eras re otas del planeta. Y al igual que sucede con los animales, también lasdistintas Humanidades que han ido poblando el mundo han ido cabiando. El ho bre de Tiahuanaco, por

ej e plo, era rechoncho de gran cabeza, piernas cortas, brazos largos y cuatro dedos en cada mano. Muyparecido, por tanto, al ho bre "gliptolíticoº. Pero, ¿qué raza actul se ase ej a a ese ho bre deTiahuanaco o al de las piedras grabadas?

»Esto, necesaria ente, nos re onta a un pasado de la Tierra del que desconocía os casi todo.

»Ahora, con la aparición de esta ªbibliotecaº, la ente del ho bre de uestro "filu " cambiará.

-¿Y có o has interpretado los restantes continentes?-A érica del Norte y del Sur, que estuvieron pri itiva ente

divididas, aparecen ya unidas. Este«puente» que ahora deno ina os Centroa érica coincidió con el levantaiento de las ontañas...

Pero, ¿dónde estaba aquí Europa?Cabrera había reservado intencionada ente para el final su descubri

  iento sobre «Atlántida». Señaló elcontinente que se encontraba a la derecha de las dos A éricas y prosiguió:

-Este continente que hace illones de años se encontraba en

itad del océano Atlántico fue derivandotambién hacia el Este. Pero el gran cataclis o de que hablába os precipitó los aconteci ientos. Y lacaída de las Lunas sobre Atlántida hundió parte del continente, desplazando el resto hacia Oriente. Co oconsecuencia de ese desplaza iento, Atlántida se convertiría en Europa y Norte de África...

»En otras palabras: ustedes, los españoles, y buena parte del resto de Europa, ¡son la Atlántida!

Recordé entonces uno de los párrafos de las sugerentes obras de Platón -Timeo yCritias-, en las que sehace ención de este continente perdido. En ellas hay una crónica sobre el desaparecido continente. Se la

atribuyen a Solón, legislador de la antigua Hélade, que viaj ó a Egipto hacia el año 56 antes de Cristo.Se cuenta que la asamblea de sacerdotes de la diosa Neith de Sais, protec

tora de las ciencias, reveló aSolón que sus archivos se re ontaban a illares de años y que se hablaba en ellos de un continente situadomás allá de las Colu nas de Hércules y engullido por las aguas hacia el 9560 antes de J. C.

Platón no co etió el error de confundir Atlántida con A érica.Dice clara ente que «existía otrocontinente al oeste de Atlántida». Y habló de un océano que se extendía más allá del e de Gibraltar.«El Mediterráneo -afir aba- no es más que un puerto.»

En este océano -el Atlántico- situó una isla-continente más extensa que Asia Menor  Libia juntas.Cuenta Platón que en el centro del Atlántico existía una fértil

llanura protegida de los vientosseptentrionales por altas ontañas. El clima era subtropical y sus habitantes podían recoger dos cosechasal año. El país era rico en inerales, etales y productos agrícolas.

En la Atlántida florecían la industria, los oficios y las ciencias. El, país se enorgullecía de susnu erosos puertos, canales y astilleros. Y al encionar sus relacion

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es co erciales con el mundo exterior,Platón sugiere el e pleo de barcos capaces de atravesar el océano...

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  -Las distintas leyendas de los pueblos -co enté- hablan de una catástrofe que sucedió hace iles deaños. Un cataclis o que sepultó baj o las aguas a estas tierras ignoradas hoy.  Pero Platón, en su obra ... nose re onta a illones de años. Habla de apenas 10.000 años...

Javier Cabrera captó in ediata ente la intención de i plantea iento.

-Esa catástrofe, así es, está en el corazón de los pueblos, de las narraciones de ls libros históricos. Yse trata, no e cabe duda, de la isma destrucción mundial a que se refiere la «biblioteca» lítica.

»Pero, va os al fondo de tu pregunta. ¿Ocurrió hace 10.000 años o más de 60illones de años? Y yo

te vuelvo a plantear el problema que analizába os días pasados. ¿Quésignificaban 10.000 años paraPlatón o para la asamblea de sacerdotes de la diosa Neith? ¿Es que acaso podían

edir algo que quedaba

fuera de su tie po-espacio? El cataclis o fue de tal magnitud quelas Humanidades posteriores a la delho bre gliptolítico conservaron sie pre la huella del desastre. Asísupi os -a través del paso de esosposteriores ªfilaº humanos- la esencia de aquella horrible destrucción que arrasó contientes y su ió a laHumanidad en el más penoso de sus períodos. Pero, ¿có o podían deterinar Solón o Platón la era en quesucedió esto si ellos estaban viviendo en un espacio-tie po absolutaente distinto de aquél?

»Nosotros sí he os podido averiguarlo ahora porque he ostenido la fortuna de encontrar estaªbibliotecaº.

»Los sacerdotes egipcios y Platón sólo disponían de testi onios o relaos que, a su vez, procedían o sebasaban en otros relatos y leyendas. Y éstos, en otros, y así sucesivaente...

»El conoci iento de la gigantesca destrucción que iba a sufrir aquella Humanidad fue precisa ente,co o ya te he indicado en otras ocasiones, lo que ovió a dicho ªfiluº gliptolítico a dej ar este ª ensaj eº.

Me fij é nueva ente en los «he isferios» y observé que lo que Cabrera den  inaba Arabia y Australiase encontraban unidas. Aquello e extrañó también.

-Ese gran cataclis o -co entó- debió de romper el «puente» que uníambas masas continentales.

Malasia, precisa ente, sí concuerda con la fauna de Arabia. ¿Por qué?Porque, en el cataclis o, lafractura de dicho «puente» provocaría el naci iento de lo que hoy conoce

os co o Malasia...Pero Javier Cabrera -además de ostrar e las piedras grabada

s en las que aparecen los antiguoscontinentes del globo terráqueo- e puso en antecedentes de una reciente investigación científica quereforzaba sus hipótesis sobre la for a y situación de las viejas mas as de tierra.

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  -Se ha hecho un muestreo a nivel undial -explicó- y se ha co probado que el tipo co ún de sangre enEuropa es el llamado A. En Asia, el B. En A érica es el «cero» oUniversal. Australia tiene tambiénsangre «cero». Y lo is o sucede con África.

»El porcentaj e mayor de sangre ªcero" o universal lo tiene A érica, que llega al cien por cien. Lesiguen África y Australia.

»Pero la tesis actual vigente es que el ho bre de A érica entró por elestrecho de Bering. Es decir, que,desde el punto de vista racial, los a ericanos proceden del ho breasiático.

»Pero eso no puede ser. El muestreo ha señalado con claridad que Asia tiene un tipo común de sangre B.Entonces, si el mayor índice de sangre "ceroº lo arroja A érica, ¿có puede decirse que el ho bre deA érica desciende del asiático? Es i posible.

»Más bien debería os ser descendientes de los negros, que también tinen sangre "cero". Pero esevidente que no ocurre así. Ni los españoles encontraron negros al desembarcar en A  érica...

»¿Qué pode os pensar entonces? Que los ho bres son autóctonos de cad continente.

-En los distintos continentes que aparecen grabados en las

piedras he observado figuras que sediferencian entre sí, precisa ente por sus rasgos faciales. ¿Tiene esto algo que ver con la pri itivaubicación de las razas?

-Por supuesto que sí. Ésa es otra de las grandes maravillas de estas  piedras. Cada continente tieneperfecta ente señalado el tipo de raza que lo poblaba. Y así ves negroides, blancos y ongoloides en losdistintos continentes. Éstos eran los tres grupos puros iniciales de la Tierra.

»Mu, según esto, tenía sangre B, puesto que fue a engrosar el continente asiático.Atlántida sería de tipoA, tal y co o sucede y se de uestra hoy en Europa, y África, en el otro ªhe  isferio", con sangre ªcero".

Todo concuerda.-Si tenían capacidad para viaja r por todo el planeta, ¿có o es que nose produj o una ezcla?

-También ahora tene os capacidad para viajar y, sin e bargo, yaves, en este reciente uestreo seguíanpredo inando unos tipos concretos de sangre por continente...

Me acerqué de nuevo a las piedras de los «he isferios» y comprobé  en efecto, las afirmaciones deCabrera. En lo que él señalaba co o la antigua África habían grabado unas fiuras «negroides». En Mu,sin e bargo, los rostros tenían claros perfiles « ongólicos». Por i o, en el resto de las masascontinentales, aquellos ho bres «gliptolíticos» se ase ejaban al hoy lla

ado hombre «blanco»...

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  ¿Có o, podía ser? ¿Es que real ente e encontraba ante los «he isfes» de una Tierra perdida en lanebulosa de illones de años? Mi ente -lo reconozco- se resistía enúltiples ocasiones a aceptarlo. Era

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excesivo...En aquel instante, ientras conte plaba los trazos seguros y pr

ofundos de aquellos grabados, pasóveloz por i cerebro un pensa iento que iba a dar pie a una de las afirmaciones más audaces por parte deJavier Cabrera Darquea:

-¿Qué habría pensado Darwin si hubiera conocido esta «biblioteca»?-Creo que no se habría atrevido a lanzar su teoría sobre la evolución..-Pero, ¿es que el hombre no se ha visto so etido a ese proceso inevita

ble de la evolución?-La evolución -tal y co o he descubierto en estas piedras- no es natural

en el caso del ser humano, delfenó eno humano. ¡Es dirigida!

»A Darwin le ocurrió lo is o que al espectador que sólo ªve la itad d la película"...

»Si Darwin hubiera conocido e investigado estas piedras no habríadesarrollado su célebre teoríaevolucionista. Co o tampoco lo habría hecho si hubiera conocido las teorías deMendel...

-Pero Mendel -repuse- fue anterior a Darwin...-Sí, querido a igo. Pero te olvidas que era capuchino... Y su descubriiento permaneció oculto ucho

tie po en su convento. Si los ene igos de Darwin hubieran conocido  las leyes de Mendel, lo habrían

destrozado.Aquella afirmación de Javier Cabrera sobre la «evolución dirigida» del ser humano fe ganando terrenoen i corazón y casi iba a decir que en i cerebro. No era la pri era vez tampoco que escuchaba algosi ilar. Hoy un buen puñado de científicos y estudiosos está convencido de que el fenó eno humano nacióen la Tierra co o consecuencia de una «intervención» directa de otros seres  del espacio. Para ser másexactos, a raíz de una acción perfecta ente progra ada y editada por otros seres inteligentes-posible ente pertenecientes a la isma «fa ilia» a la que nosotros pertenece os- que «esparcen» por el

Universo la «se illa» de esto que nosotros he os dado en lla ar «fenó enohumano».Esa «intervención» directa pudo efectuarse en algún o ento deter i

ado en que las distintas formas«prehumanas» -llá ense ho ínidos, póngidos, etc.- poblaban ya el planeta. El «de esa situación «no,inteligente» a otra en la que el cerebro co ienza a desplegar unaacción que ninguna de las especies

animales ha alcanzado en tantos illones de años sólo podría explicarse -afirman uchos de estosinvestigadores- ediante esa «intervención» de otros ie bros de la in ensa «fa ilia humana» que seextiende por la galaxia.

La «evolución», en este caso, pasaría, indudable ente, de la llamadafase natural a la dirigida. Una«evolución» que podría ser, incluso, controlada durante sus co ienzos por ess seres de otros undos.

Esta hipótesis, co o digo, no es nueva. Ha sido esgri ida ya por algunos autores, aunque siempre hatenido que ser apoyada en si ples teorías.

Ahora, en cambio, el hecho de una «evolución dirigida» aparecía en este docuento único en el mundo:

las iles de piedras grabadas de Ica.

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  Cabrera, sin e bargo, co o ya he encionado en ocasiones anteriores, se resistió una vez más aproseguir en tan fascinante asunto.

-Es preciso esperar. Las investigaciones no han concluido...

CAPITULO IX

UN TESTIMONIO DESCONCERTANTE:«PÁJAROS MECÁNICOS»

Y REPTILES VOLADORES «TRIPULADOS»

Pienso yo que cualquiera que pudiera contemplar aquellos «he isferios» terrestres de hace illones deaños, grabados en dos enor es piedras, se haría la isma pregunta:

«¿Có o llegó a conocer aquella re ota Humanidad las formas y contornos de ls continentes?»

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  Pero antes de pasar a la apasionante «serie» de los «pája ros eccos» -pieza funda ental paradescifrar el isterio del trazado de estos « apas»- he querido deten

er e pri ero en otros fa osos yrevolucionarios «mapas» de los continentes del planeta. Unos « apas» qu en estos o entos ratifican deforma decisiva esa convicción de Javier Cabrera sobre la existencia de otras Humanidades que, desde haceillones de años, han venido sucediéndose en la Historia real del planeta: los mapa

s de Piri Reis.Louis Pauwels y Jacques Bergier los deno inan los «mapas i

posibles». He aquí, en síntesis, laasombrosa realidad de estos docu entos:

Los mapas lla ados hoy de «Piri Reis» fueron dese polvados, y hasta cierto punto «descubiertos», el 9de novie bre de 1929, cuando el director de los Museos Nacionales

turcos, Malil Edhe , procedía alinventario y a la clasificación de todo lo que reunía el conocido useo Topkapi de Estambul.

Malil Edhe se encontró de pronto con dos mapas en los que sereproducía parte del undo. Dosmapas que los expertos turcos daban co o perdidos y que el fa  oso navegante turco Piri Reis habíadescrito en su libro de e orias Bahriye, en el siglo XVI. Piri Reis había sido un piloto notable.Perteneció a una fa ilia de navegantes turcos dé gran raigambre y proporcionó alI perio otomano días degran gloria al extender la supremacía naval de dicho pueblo por todo el Mediterráneo y mares vecinos. Piri

Reis conocía a la perfección las costas de aquel Mediterráneo y se especializó en la difícil técnica deltrazado de cartas y mapas marinos. En el prólogo de su obra -Bahriye- habla ya prolij a ente de su pri ermapa, trazado en su ciudad natal, Gelibolu, entre el 9 de marzo y el 7 de abrilde 1513. En dicho prólogo,Piri Reis expresa que, para trazarlo, cotej ó todos los mapas que conocía -aproximada ente una veintena-,algunos de ellos muy secretos y uy antiguos, co prendidos ciertos mapas orientales que, al parecer, nadie

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más poseía en Europa.Su conoci iento del griego, del italiano, del español y del portugués le ayu

dó extraordinaria ente a lahora de sacar el mayor partido posible de, las indicaciones contenidas en todos los mapas que consultó.Por otra parte, Piri Reis disponía de una carta confeccionada por el propio  Cristóbal Colón y que habíallegado a su poder erced a uno de los ie bros de la tripulación del célebre genovés. Este marino habíasido hecho prisionero por Kemal Reis, tío de Piri Reis, y pudo por ello co pletar de viva voz losconoci ientos del cartógrafo turco.

Gracias a estas infor aciones, Piri Reis llegó a unas sustanciosas conclusiones, que reflej ó en uno delos capítulos de su libro. Al referirse al «Mar Occidental» -co o se deno inaba antigua ente al océanoAtlántico-, Piri Reis cuenta:

«Un infiel llamado Colo bo, y que era genovés, fue quien descubrió estas tierras. Un libro llegó a lasmanos del susodicho Colo bo, el cual vio que se decía en el libro que,  al otro lado del " ar occidental",precisa ente hacia el Oeste, había costas e islas y toda clase de etales, así co o piedras preciosas. Elsusodicho, después de estudiar larga ente el libro, fue a suplicar,

 uno tras otro, a todos los notables deGénova, diciéndoles: ªDad e dos barcos para ir allá y descubrir esas tierras." llos le respondieron: "¡Oh,ho bre vano! ¿Có o puede encontrarse un lí ite al mar occidental? Ése se pierde en la niebla y en lanoche.º

»El susodicho Colo bo vio que nada sacaría de los genoveses y se apresuró air al encuentro del rey deEspaña, para contarle detallada ente la historia. Le respondieron lo

is o que en Génova. Pero suplicódurante tanto tiempo a los españoles, que su rey acabó por darle dos barcos,

uy bien pertrechados, le dij o:"¡Oh, Colo bo! Si sucede lo que tú dices, te haré Rapudán de aquel país." Dicho

  cual, el rey envió aColo bo al ª ar occidentalº».Aquel libro que encontrada Cristóbal Colón databa -según figura en la obra de Piri

 Reis- de la época deAlejandro Magno...

Según esto, existía ya - ucho antes que Cristóbal Colón dese barcaraen A érica- un conoci iento dedicho lugar. Pero las sorpresas no ter inan ahí. Porque, entre los 215 mapas que Piri Reis incluyó en sulibro, había varios que -cuatro siglos después- iban a con ocionar alundo.

En realidad, sólo se poseen frag entos de estos mapas. Pero en ellos figura la totalidad del Atlántico y

sus costas a ericanas, europeas, africanas, árticas y antárticas. Aparecen trazados sobre perga ino decolor, ilu inados y enriquecidos con nu erosas ilustraciones los retratos de los soberanos de Portugal, deMarruecos y de Guinea. En África se ven un elefante y un avestruz. En A

érica del Sur, una llama y unpuma. En el océano, y junto a las costas, barcos... Y en las islas, pájaros.

Los pies de las ilustraciones están escritos en turco. Las ontañasaparecen señaladas con su perfil, ylos ríos, con líneas gruesas.

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  Para los paraj es rocosos, el autor o autores de aquellos mapas eplearon el color negro. Las aguas

arenosas y poco profundas fueron señaladas con puntos roj os, y los escollos ocultos bajo la superficie delmar, con cruces.

Pero el hallazgo no iba a cobrar su verdadera di ensión hasta que en 1953, un oficial de la Marinaturca envió una copia al ingeniero j efe de la Oficina Hidrográfica de la Marina delos Estados Unidos. Éste,

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interesado por los extraños mapas, los ostraría a un experto en mapas antiguos: Arlington H. Mallery. Yen ese instante co enzó a desvelarse el tre endo isterio.

Mallery, ingeniero de profesión, se dedicó de lleno al estudio de lossingulares mapas. Y sus largasinvestigaciones se iban a ver coronadas por el éxito. Un éxito que iba a hacer temblar toda la Historia denuestra civilización...

Según Mallery, la porción del mapa co prendida entre Terranova y el  sur del Brasil, al margen de su

exactitud, verdadera ente aso brosa para aquella época, no planteó demasiados problemas a la hora dedescifrarla . En lo que respecta al norte y sur del mapa -y una vez «traducidas» las indicaciones al lenguaj ecartográfico oderno- Mallery co prendió que Piri Reis había trazado las  costas de la ¡Antártida! Peroeso no era todo. Mallery observó que, tanto Groenlandia co oel continente antártico, habían sidodibuja dos antes de la glaciación de los polos...

Aquel revolucionario e inquietante descubri iento fue defendido con gran vigor y no enos valor por elingeniero y «traductor» de los mapas de Piri Reis en la Universidad de Georgetown.

«La Groenlandia que Piri Reis llevó a los mapas -afir ó Mallery- cor

respondía a las líneas de relievedescubiertas por las expediciones polares francesas. En cuanto a la costa que prolonga en gran manera lade A érica del Sur, no se trataba de otra cosa que la de la Antártida...»

Mallery trabajó intensa ente en el hallazgo. Siguió ilí etro ailí etro el mapa comparándolo

constante ente con las cartas odernas. Los resultados fueron tan sorprendentes co o criticados.

El ingeniero descubrió, por ej e plo, que las islas indicadas por PiriReis frente a las costas coincidencon los que parecen ser picos ontañosos subglaciares, descubiertos por la expedición antártico noruego-británica en la Tierra de la Reina Maud y cuyo trazado fue publicado en el Geogra

phic Journal de junio de1954.Sin e bargo, los científicos soviéticos que investigaron igual ente l

os mapas no se ostraron del todode acuerdo con las teorías de Mallery. Basándose en sus propios trabaj os de transposición llegaron a laconclusión de que el trazado de Piri Reis no correspondía a la Antártida,  sino al extre o sur de laPatagonia y de la Tierra de Fuego.

Esta hipótesis -lej os de reducir el valor de dichos mapas- reafir

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 ó en el fondo la autenticidad de losis os. ¿Por qué? Muy sencillo: estas regiones no e pezaron a ser oficia

l ente conocidas hasta ¡1520!Sea co o fuere, la realidad es que Piri Reis tenía sobre el conti

nente a ericano datos anteriores al«descubri iento» de Cristóbal Colón.

Algunos autores han apuntado la posibilidad de que dichos datos procediesen de los vikingos. Sine bargo, esta teoría no pudo sostenerse ucho tiempo. Los vikingossólo conocieron -según consta ennu erosos relatos- una di inuta zona de A érica del Norte. ¿Có o explicar en este caso los traza, dos delcontinente suda ericano y de la Antártida?

¿Quién y có o pudo trazar entonces estos insólitos mapas?Los citados autores -Louis Pauweis y Jacques Bergier- responden así a este int

errogante:«Según Mallery, Piri Reis, heredero de una larga serie de tr

adiciones secretas, debió de tenerconoci iento de datos geográficos que, en lo tocante a Groenlandia y a la Antártida, databan de antes de laglaciación. Pero, ¿cuándo se produj o dicha glaciación?

»El Año Geofísico Internacional dio vivo i pulso, entre otras, a estas investigaciones. En 1957, lostrabajos convergentes del doctor J. L. Hough, de la Universidad de Illinois,

por edio de sondeos, y del,doctor W. D. Hurry, de los laboratorios de geofísica del Instituto Carnegie, por el étodo del radiocarbono,e pezaron a deli itar el problema: el periodo de glaciación actualde los polos e pezó entre 6.000 y15.000 años atrás. Este margen de incertidu bre ha sido posterior ente uy reducido. Los especialistas-y en particular Claude Lorius, j efe glaciólogo de las expediciones polares francesas- fijan el co ienzo delperíodo glacial entre 9.000 y 10.000 años atrás. Ade ás, están de acueren que acaba de e pezar unperíodo de desglaciación. Parece, pues, posible que, hace unos diezilenios, Groenlandia y la Antártida

tuviesen la configuración que se observa en los mapas de Piri Reis. Surelieve se manifiesta libre ente;una parte de las tierras actual ente cubiertas por el hielo o su ergidas era entonces visible.

»En vista de esto, parece que se podría concluir diciendo que los conoci ientos que sirvieron para eltrazado de estos mapas datan de unos 10.000 años atrás.

»Después de todo lo que acaba os de decir, esta conclusión es inevitable; pero contradice todas lasteorías clásicas actuales sobre la historia de la civilización y debe ser considerada con gran cautela. ¿Quédicen los manuales de Prehistoria? Hace diez il años reinaba -si pode

os expresa os así- el ho bre de

Cro-Magnon, al cual se atribuyen las pinturas de Lascaux, pero que no conocía el trabajo de los etales, niel cultivo de la tierra, ni la do esticación de los animales.

»Ahora bien, Arlington H. Mallery, el gran especialista, dice de los mapas dePiri Reis: "En la época enque se confeccionó el mapa, no era sola ente preciso que hubiera exploradores, sino también técnicos enhidrografía particular ente co petentes y organizados, pues no se puede dibuja r el mapa de continentes o

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territorios tan extensos co o la Antártida, Groenlandia o A érica,co o por lo visto se dibuj ó hacealgunos ilenios, si no se es más que un si ple individuo o, incluso,un pequeño grupo de exploradores.Se necesitan técnicos experi entados, conocedores de la astrono ía,así co o de los étodos necesariospara el trazado de mapas.º

»Arlington Mallery va aún más: lej os: ªNo comprende os -dice- có pudieron confeccionarse esosmapas sin la ayuda de la aviación. Además, las longitudes son absoluta

ente exactas, cosa que nosotrosis os sólo sabe os hacer desde hace apenas dos siglos."

»Habría que proceder -concluyen su relato Pauwels y Bergier- a una "revisión desgarradoraº de nuestrosconceptos referentes a la historia de la Humanidad. ¿Qué conj eturas pode

os hacer sobre una civilizacióndesarrollada que habría existido- hace unos, diez il años?»

Sólo ad itiendo, en definitiva, que en otras épocas del planeta se desarrollaron civilizaciones de un grannivel técnico y científico podría os co prender y encaja r la for idable re

alidad de los mapas Piri Reis.Es la isma conclusión a la que uno llega sin querer después de conocer e investigar la «biblioteca»gliptolítica del desierto peruano.

El ingeniero Arlington Mallery expresaba precisa ente su extrañezaal no entender có o habían podidoser trazados estos -mapas, sin la ayuda de la aviación...

Esa isma interrogante surgió en i ente ientras exa inaba las piedras de los «he isferios». Pero,en este sentido, yo iba a tener más fortuna que Arlington Mallery. Porque en otras uchas piedras de lacolección del doctor Cabrera estaba, precisa ente, la respuesta a dicha pregunta.

-Aquella civilización do inaba la navegación aérea - e respondió Javie  Cabrera señalándo e variaspiedras en las que aparecían extraños «páj aros» de apariencia ecánasí co o otras aves que

pertenecían, indudable ente, a diversos tipos de reptiles voladores de erasmuy pretéritas del planeta.

-¿Qué diferencia existe entre estos grabados en los que se representan «páj arosecánicos» y aquellos en

los que el ho bre parece «cabalgar» sobre grandes aves prehistóricas?-Esos que tú llamas «páj aros ecánicos» son el más bello y evidente sí

de que aquella Humanidadperdida en el tie po y el espacio podía do inar la navegación aérea... ¿Pr qué quisieron grabar estos

«pája ros» que no son naturales? Todo en ellos denota tecnología. Son, indudableente, « ecánicos». Esdecir, nos están ostrando -a través de una «ideografía»- que podían surcar los espa..

Lo más escalofriante, lo más sugerente de aquel «capítulo» o «sección» dlioteca» era que elnú ero de piedras descubierto, donde aparecían estos, «aparatos voladores», era muy elevado. Sine bargo, co o- sucede en casi todas las «series», no todos los gliptolitos están investigados en

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profundidad. Muchos de ellos, decenas, per anecen ignorados.-No logro aceptar -le co enté a Javier Cabrera- que una Hu a

nidad tan anterior a la nuestra hayapodido conocer la aviación.

-Eso resulta fácil de co prender. Todos he os vivido y segui os haciéndolo baj o el influj o de unasenseñanzas y una Ciencia que rechaza cuanto no se ajusta a esos oldes preconcebidos y convencionales.¿Quiénes han sido sie pre los peores ene igos de la Hu anidad?

Los ho bres que pensaron enprofundidad. Los que no se dej aron arrastrar o lucharon contra «lo tradicional» yaceptado.

»Esta Hu anidad gliptolítica nos maravillará con sus conoci ientos.Ya lo está logrando.

»Porque estos seres llegaron a salir al espacio, por supuesto. Y lo  lograron, no a través de nuestrossistemas matemáticos o de cálculo. Ellos, co o ya te he co entado en otras ocasiones, eran conceptuales.Llegaban a esos conoci ientos casi instantánea ente¼ Su ente estaba preparada para ello. ¿Qué nosocurre hoy a nosotros? Sali os del colegio o de la Universidad con la

ente cuadriculada, dividida. Notene os una preparación integral del conoci iento.

-¿Está también en las piedras el sistema que e pleaban para salir de la T

ierra?-Natural ente.Javier Cabrera regresó a su esa de despacho y extraj o de la caja

fuerte un «huaco» de color tierra acuyo alrededor aparecían dibuja dos unos extraños sí bolos. Algo así coo un «páj aro». Sí, se trataba deun «pája ro» idéntico al que yo acababa de ver en los grabados de las piedras...

-¿Có o puede ser? -interrogué al profesor.-Es bien si ple. Esta civilización dej ó su « ensaj e», no sólo en

  piedras, sino en otros muchosobj etos que hoy, para nosotros, sólo constituyen otivos de «artesanía»   -a lo su o- de manifestaciónartística de otras culturas incas -o preincas... ¿Recuerdas el manto de Par

acas? ¿Recuerdas las tallas demadera de las que habla os cuando toca os el tema de la isla de Pascua?

»Todas esas manifestaciones tenían un significado ucho más profundo que la era decoración osenti iento artístico. Aquella Hu anidad dej ó sus conoci ientos en la ªbibliotecaº de piedra, sí, pero losgliptolitos no fueron su única huella.

»¿Có o podría os explicar, si no, esas construcciones egalíticas de Tianaco, de Sacsahuamán, delis o Machu Picchu, de la gran pirá ide de Keops, de los gigante

s de Pascua, etc.? La Humanidad

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gliptolítica do inó la totalidad del planeta. Sus restos, por tanto, se extienden por doquier. Lo que ocurrees que no quere os reconocerlo, no quere os abrir los oj os...

»Tampoco debe os olvidar que entre aquella Hu anidad prehistórica y nuestro ªfilu º han podidoexistir otras civilizaciones que quizá alcanzaron elevadas etas en l

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os distintos ca pos del conoci iento.Y su huella se ha ezclado también con la de aquel hombre gliptolítico.

Cabrera guardó silencio unos instantes y e ostró aquella pequeñavasija de barro. La hizo girarlenta ente sobre la esa y señaló:

-Este «huaco» nos está ostrando también el sistema que utilizaban para salir l espacio.

»Estos seres lograron vencer la fuerza de la gravedad. Y sus máquinas voladoras escapaban a laatracción terrestre sin necesidad de esas potentes cargas de co bustible que hoy exigen nuestros cohetesportadores. La Humanidad gliptolítica anulaba la gravedad, y era el planeta el que real ente abandonabaa la nave. No al revés, tal y co o sucede en la actualidad con nuestros vuelos espaciales.

»Al producirse esa anulación de la gravedad, los aparatos voladores de aquella Hu anidad eranpráctica ente "catapultados" al exterior a una velocidad equivalente a la que lleva nuestro undo en suviaj e a través del Cos os: 29,6 kiló etros por segundo. 

»Esa velocidad de ªescapeº era más que suficiente para situarse en órbita terrestrepara seguir rumboa otros astros de la galaxia.

»Para vencer la fuerza de la gravedad -tal y co o he descifrado en los gliptolitos y en este espléndidoªhuacoº-, aquella civilización usaba de la fuerza electromagnética que captaba del xterior de la Tierra através de las Pirá ides.

»¿Co prendes ahora có o pudieron trazar los ªhe isferiosº de la Tierra»Era sencillo. Sus ªpájaros ecánicos" ±sus avanzadísimas astronaves-

  elevarse sobre loscontinentes y abandonar, incluso, el planeta.

Quizá en este capítulo de la «biblioteca» -más que en ningún otro- re  vital el exa en de losgrabados y altorrelieves de las piedras de Ica.

Y de nuevo volví a situar e frente a aquel bellísi o labrado donde

se nos ostraba un gran «pájaroecánico» sobre el que navegaban dos de aquellos seres olvidados. Dos  ho bres «gliptolíticos» queoteaban la tierra en busca de los ortales ene igos de la Hu anidad prehistórica: los grandes saurios.

Allí, ej or que en ninguna otra piedra, i espíritu pudo sentirla proxi idad del isterio. Y la

imaginación ter inó por desbordarse, incapaz de resignarse a una  realidad co o la nuestra, tanconvencional co o li itada.

Pero tan re ota civilización no sólo utilizó «páj aros ecánicos». Tami i aginación te bló al

detener e ante decenas de piedras donde ho bres «gliptolíticos» volaban

a lo os de enor es y extrañasaves.Aquéllas eran aves de carne y hueso. De eso no cabía la enor dud

a. La diferencia con los «páj arosecánicos» era evidente. Algunos de aquellos reptiles voladores -así los calificó Jav

er Cabrera- resultabanhoy desconocidos, incluso, para la Paleontología.

Algunas de aquellas formas de animales antediluvianos e recordaron, por ej e plo, al pteranodom, consu cráneo en for a de martillo. Sin e bargo, ¿có o podían transportar

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 estos extraños «páj aros» a losho bres «gliptolíticos»? Si no recordaba mal, y a pesar de sus nueve etros de envergadura, estos reptilesvoladores -co o en toda la «fa ilia» de los pterosaurios- apenas sipodían re ontar el vuelo. Ni losmúsculos de sus alas ni las débiles patas traseras eran capaces de levantarse delsuelo. La Paleontologíaasegura que debió vivir posible ente en los acantilados, donde lascorrientes de aire le ayudarían a

elevarse...Cuando le planteé este dilema a Javier Cabrera, e respondió:-Muchos de estos animales prehistóricos están sin clasificar: Lo ignoraos todo de ellos. No podría os

pronunciarnos sobre sus posibilidades para transportar a los seres de aquella Humanidad sobre los aires¼

»Hoy, nuestra civilización aprovecha y se ha servido hasta la saciedad de los grandes paquider os, delos ca ellos y dro edarios y hasta de los delfines.

»¿Por qué no pudieron hacer lo is o los ho bres de entonces con los animales que resultaban dócileso fáciles de do esticar? Hoy no tene os posibilidad de co probarlo porque carece os de grandes reptilesvoladores o, si ple ente, de aves de las di ensiones de aquéllas.Pero, ¿qué habría ocurrido si los

hubiéra os tenido? ¿No los hubiéra os utilizado?El plantea iento del édico e investigador de la «biblioteca» lítica de Ica nocarecía de base. Además,¿qué significaban si no aquellas piedras grabadas donde parecían representarse escenas de luchas, deexploración, de caza y hasta de observación de co etas?

  En la actualidad se ha calculado en 11,2 kilómetros por segundo la velocidad íni a para que un cohetepueda escapar del ca po gravitatorio terrestre. Esta velocidad es lla ada ta bién de «escape» o «fuga».

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----------------------- Page 51-----------------------  Por indicación de Cabrera -y en una de is visitas a la capital peruana- visité el Museo Aeronáutico.Allí, el director del is o, el ya encionado coronel Omar Chioino,

e ostró amable ente lo que enrealidad constituye la más insólita y re ota manifestación de la «navegación aéreas que se e per iteesta expresión.

Javier Cabrera, a igo del coronel Chioino, había donado, hacía ya tiempo, al citado Museo de Limamás de sesenta piedras de todos los ta años y pesos, exclusiva ente grabadas con grandes «páj aros

ecánicos» o reptiles voladores sobre los que, co o señalaba anterior ente, viajab an hombres«gliptolíticos».

Allí quedé maravillado una vez más con los grabados y altorrelieves que Tornabanlo que he os dadoen llamar el «capítulo» de los «pájaros ecánicos».

Conscientes de lo espectacular de aquella colección, el Museo había solicitado de expertos dibujantesdel Ej ército del Aire el traslado al papel de cada uno de los grabados que figuraban en las sesenta y tantas

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piedras. La laboriosa tarea había sido ya concluida y los visitantes podían apreciar de un solo vistazo laescena que se representaba en cada piedra. Este procedi iento -utilizado ya por Javier Cabrera para otrasmuchas piedras- daba sie pre un resultado magnífico. Uno delos grandes obstáculos con que,precisa ente, tropiezan cuantos conte plan los gliptolitos es la dificultad para percatarse con rapidez delas imágenes contenidas en las rocas. La curvatura de las ismas hacei posible conte plar la totalidaddel altorrelieve o grabado. a un is o tie po. De ahí que los dibuj os-desarrollo siempre constituyan uneficaz sistema de co prensión del «gliptolito».

A la vista de aquella espléndida «serie» -con todo tipo de «pája ros eos» y de reptiles voladoresantediluvianos-, uno no podía olvidarse de aquel otro no enos profundo  isterio que se extiende a unos200 kiló etros al sur de la ciudad de Ica y que todos conoce os ya coo las «pistas» de Nazca,

Esas enigmáticas figuras de cientos de etros de longitud e, incluso, hasta kiló etros, que nos hanrecordado sie pre las pistas de despegue y aterrizaj e de nuestros aeropuertos.

¿Qué relación podía tener la «biblioteca» encontrada en el desierto de Ocucaj e

 la pampa donde seentrecruzan gigantescos dibuj os de una araña, un ono, páj aros, figurasgeo étricas y un sinfín de líneasrectas?

Javier Cabrera conocía el secreto. Lo había descifrado a través de las piedras grabadas. No cabíaduda, por tanto, de que existía una vinculación directa entre los seres que grabaron la «biblioteca» lítica ylos que dej aron i presas en la pampa nazqueña aquellas isteriosas huellas.

¿Y cuál era esa vinculación?-Se trataba de los is os ho bres «gliptolíticos» - e co entó C

brera cuando co enza os a

conversar sobre tan apasionante tema-. Yo he descubierto en estas piedras la explicación de las figuras ypistas de Nazca. ¡Están acá!

Ardía en deseos de conocer esa «explicación».-Co o te co enté antes, esta Humanidad logró anular la gravedad, pro

curándose así un in ej orablesistema de salida al espacio. Un sistema que ni siquiera nuestros científicos han conseguido aún.

»Nazca, con su pampa, era uno de esos espacio-puertos". Por allí entraban ysalían de la Tierra y porallí se catapultaban en sus viaj es por el planeta.

»¿Có o lo lograban?»En la actualidad sabe os que baj o gran parte de Perú y del

  continente suda ericano existe ungigantesco filón de hierro. Ese yaci iento va desde Nazca hasta Paracas, alcanzando también MachuPicchu.

»Pues bien, según is descubri ientos -todos ellos basados en las piedras grabadas y en los "huacos"-,la Hu anidad prehistórica construyó sobre dicho filón de hierro su ªespacio-perto". ¿Qué razón teníanpara llevar allí se ejante obra? Nosotros sabe os hoy que el hierro concentra el ca po magnético. ¿Y qué

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sucedería si electrizáse os la zona? Contando sie pre con la existencia del ca po magnético propio delplaneta, aquel lugar se transfor aría automática ente en un "electroimánº: un igantesco "electroimán".

»Eso fue lo que sucedió. Estos ser-es conocían la existencia del gran, filón de herro y construyeron suespacio-puerto sobre la pampa de Nazca.

»Las pistas y algunos de los dibuj os fueron so etidos a sistemasde electrificación que les per itían"ingresarº o "salir" de la Tierra cuando lo deseaban.

»Bastaba regular ese ca po magnético para ªaterrizarº o ªdespegarº. El canis o era sencillo.

»Existía un lugar de "e barque" y una zona inicial de recorrido -a base deotores electromagnéticos-

que concluía en una "caída libre", aprovechando el desnivel del terreno. En un tercer tra o, las naves eranaceleradas ediante un "coj ín magnéticoº y los otores lineales. Por últio, en una platafor a angulablese llevaba a cabo la deflexión, incre entando la velocidad.

Una mañana tórrida e decidí a co probar por í is o la magnificenci de aquellas figuras y pistasde la pampa de Nazca. Después de casi 200 kiló etros por la carretera Pana ericana, logré divisar el

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Valle del Ingenio. Allí, y sobre un «lienzo» de tierra arenosa y se brada de guijar ros marrones y negros, seextendían 50 kiló etros de isterio. Allí, después de ca inar durante hora  sobre la pampa, e senté aesperar el crepúsculo. Un crepúsculo que se produciría con la isma pureza y color durante illones deaños. Allí, en fin, co prendí con desolación que nuestro pasado es algo tan oscuro o o nuestro futuro.

¿Qué representaban en verdad aquellas si étricas -ator entadora e

nte si étricas- figuras de cientosde etros, de kiló etros, que se perdían en el horizonte? Mis  pensa ientos estaban confundidos.Recordaba las palabras de Javier Cabrera, y is dudas parecíancrecer¼ Si aquello había sido un«espaciopuerto» en el pasado, ¿qué había sido de tanta grandeza?

Recuerdo bien có o i confusión se vio ezclada con la i paciencia cuando, al principio, al co enzara ca inar por la achicharrada pampa de Nazca, las fa osas pistasy figuras parecían haberse esfumado.Tardé horas en co prender. Era imposible percatarse desde allí abajo de la presencia de las líneas. El«guía» e advirtió: «Es preciso, subir en avión para divisar las figuras en toda su d

ensión...»Pero antes de seguir los consej os del nazqueño e aproxi é a un pequeño cerro de no más de 15 etrosde altura. Al llegar a lo más alto del peñasco co probé aso brado quehabía estado ca inando durantehoras sobre las ismas líneas que forman los dibuj os gigantes. ¡Pero yo no lo había notado desde el suelo!

Un total de 50 líneas rectas nacían de aquella roca y se perdían en todas direcciones, rumbo alhorizonte.

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  Sentí una curiosidad infinita. Y casi de un salto e situé sobre una de aquellas líneas que arrancabandel peñasco. La exa iné con deteni iento. Recogí tierra y algunos pequeños guj arros...

En realidad, nada parecía distinto. Sólo un detalle e lla ó poderosa ente la atención. Regresénueva ente a lo alto del cerro a fin de percatar e, y comprobé que

is deducciones eran acertadas. Lapampa, co o co entaba anterior ente, se encontraba cubierta casi por co pleto de guijar ros de pequeñoy ediano tamaño. Sin e bargo, ninguna de las líneas presentaba el

is o nú ero de guijar ros que elresto de la pampa. Era co o si un chorro gigantesco de aire a presión hubiera ido apartando del trazado decada figura los iles o illones de guijar ros negros y parduscos que en buena lógica deberían cubrirtambién las figuras y las pistas. ¿Có o podían haber desaparecido tantosiles de piedras de cada una de

las superficies que Tornaban las anchas rayas?Al regresar a lea co enté con Cabrera este hecho y la circunstancia de que

 las figuras no hubieran sidoborradas en tantos siglos, a pesar de que aquellas llanuras fueron hasta hace

uy pocos años paso obligadode grandes manadas de ulas y caballos.

El profesor fue directo al grano:-Aquella Humanidad nos dej ó con estas figuras de Nazca la infraestructura, el esquema, de toda unatecnología. Esas figuras -co o en el caso del ono- nos están revelandoel ecanis o que i pulsaba auna nave a salir de la Tierra.

Sin e bargo, no todos los estudiosos y científicos de la pampa de  Nazca opinan co o el profesorCabrera.

María Reiche -la llamada «bruja del desierto», que lleva más de treintaaños estudiando las pistas yfiguras- asegura que aquella for idable obra pudiera ser un «calendario  astronó ico». El más grande y

ambicioso de cuantos ha construido el ser humano.Y defiende su teoría basándose en el hecho de que la civilización quetrazó las líneas -por supuestodesde tierra y valiéndose de cuerdas- estaba profunda ente interesadaen conocer con exactitud la entraday salida de las distintas estaciones del año.

«Esto -opina la alemana- era vital para sus cosechas.»Pero la hipótesis de María Reiche -aunque, en efecto, el Sol coincida

en su caso con algunas de lasrayas- no es suficiente para sostener ese cú ulo de enigmáticas y gigantescas figuras.

Para Javier Cabrera, sin e bargo, el isterio hace tie po que está resuelto. Y lo está porque él dispone

del valiosísi o docu ento que representan 11.000 piedras grabadas por  la isma Humanidad que, alparecer, construyó las pistas de la pampa.

-Si uno estudia al ho bre prehistórico con el criterio convencional  o tradicional de la Arqueología-añadió el investigador- jamás encontrará nada de valor..

»Con estas figuras de la pampa nazqueña sucede lo is o. Hay que ser de asiado ingenuo o ignorantepara pensar que un dibuj o tan complicado podía ser obra de un ho

bre prehistórico. Y, ya ves, sin

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e bargo, pode os reconocer en él valiosos ele entos de física.»Pero hay algo más que los arqueólogos no quieren comprender. Si estos dibuj os f

ueron ej ecutados hace3.000 años por los pueblos preincaicos, ¿por qué no se han borrado todavía?

»Porque sigue vigente la infraestructura de sie pre. La alemana creeque las líneas se mantienen vivasporque pasa su escoba de vez en cuando sobre ellas. Pero María Reiche llegó a Nazca hace treinta años ylas líneas -según ella, incluso- tienen 3 .000...

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  ¿Qué quería decir, Javier Cabrera con la afirmación de que seguía vigentla infraestructura de laspistas y figuras de Nazca? ¿Es que si procediése os a una sistemática excavación encontraría os algofantástico?

Javier Cabrera sonrió maliciosa ente y prefirió dejar e con la duda. Había llegado su hora de entrada,co o édico, en el Hospital Obrero de Ica.

-Ésta sí es una gran tragedia para í -concluyó, ientras nos despedía o la puerta de su museo-. Yo

tengo que seguir en el Hospital, y todas esas horas que dedico a iprofesión las resto de esta urgente ytrascendental investigación... Por eso estoy constante ente pidiendo que llegue hasta Ica una co isiónoficial de científicos.

-Por cierto -le pregunté -en el últi o instante-. ¿Sabe María Reiche que laspistas y figuras de Nazcaestán en las piedras grabadas de Ica?

-Por supuesto que lo sabe. Por eso sus ataques son más furibundos... Perolo i portante, de cara a laopinión undial, es aportar pruebas. Y yo las estoy ostrando...

De eso no había la enor duda. Cabrera e había dej ado sin aliento después de ostrar e la más

sensacional y re ota colección de «pája ros ecánicos» del undo. «¡Pájaros s» de hace illonesde años!

Algunos días después de aquella última charla, Javier Cabrera pondría anteis oj os otras piedras que

co pletaban el fascinante «capítulo» de la gran catástrofe y de la posterior huida de planeta por parte dealgunas inorías...

CAPÍTULO X

HUYEROÑ A PLÉYADES

«Hace 10.000 años -afir a Much-, la Tierra sufrió uno de los más espantosos bo bardeosº cós icosde su historia.»

Según las leyendas, la caída de un gran eteorito -tal y co o hacía referencia en el capítulo tercero-provocó la desolación y la muerte a lo largo y ancho del planeta. El i pacto del asteroide fue tan violento,tan desgarrador, que aquella alucinante destrucción quedó co o prisionera en el espíritu y en la e oriacolectiva de los escasos pueblos que sobrevivieron. Y se trans itió

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con fuerza de unas razas a otras, apesar del i presionante lapso de tie po transcurrido.

Esa catástrofe, co o digo, sigue en pie hoy en el fondo de los libros llaados sagrados o santos. En el

fondo de los libros de las culturas del undo y en el fondo del «cuerpo» redondo y azul de la propia«víctima»: la Tierra.

Siga os, por ej e plo, las docu entadas afirmaciones del encionado Much, recogidas con detalle porP. Kolosi o.

«El asteroide -afir ó Much, aportando una i ponente docu entación  astronó ica y geológica- sepresentó por el Noroeste, penetrando en la capa at osférica a una velocidad de 15 a 20 kiló etros porsegundo.

»A unos 400 kiló etros de la Tierra e pezó a enroj ecer, para volverseluego, a causa del roce con elaire, tan incandescente co o para cegar a quien lo hubiese irado.

»A poca distancia del Atlántico, superada una temperatura de 20.000 grados, el cuerpo celeste estalló.Pri ero voló, hecha añicos, su parte exterior, que, reducida a un enj ambre de gigantescos eteoros, seabatió sobre la A érica septentrional; después, el núcleo se partió en dos, golndo a nuestro globo con

un, peso de edio billón de toneladas, cerca de los 30 grados Oeste y 40 grados Norte, en el centro del arcoformado por Florida y las Antillas. La zona directa ente afectada puede ser identificada con un tra o dellla ado "Dorso Atlántico", donde abundan los volcanes submarinos y el espesor de la corteza terrestre sereduce a 15-20 kiló etros, cuando en cualquier otro lugar ide de 40 a50 kiló etros. El fondo oceánicose hendió desde Puerto Rico hasta Islandia y se desencadenó el pande ónium.

»Con un estruendo apocalíptico -prosigue Much-, una colu na de fuego brotó de la herida hacia elcielo, acarreando gases venenosos, cenizas volcánicas y magma ardi

ente. Todo ardió o se pusoincandescente en iles de kiló etros. El océano e pezó a hervir: Inimaginables masas de agua seconvirtieron en vapor y, ezcladas con polvo y cenizas, fueron transportadas por los vientos occidentalessobre el Atlántico.

»Tras un terrible día y una terrible noche, la isla-continente de los atlantes se hundió...»

«No pasó ucho tie po -escribe el científico austríaco- antes de quela herida de nuestro planeta serestañase con una costra negra y dura . El ªterrible día" y la ªterrible nocheº deue habla Platón en sus

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obras habían bastado, sin e bargo, para extinguir co pleta ente la vida de la Tierra. Pues antes de quelas masas de agua se ovieran en forma de nubes, las explosiones de magma trastornaron la at ósfera ypropagaron los gases venenosos que, invisibles, mataban rápida ente y sin dolor.»

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  Pero regrese os por unos instantes a la escena que tenía lugar en Siberia noroccidental y que dej a osen suspenso en el referido capítulo tercero.

Casi sesenta horas después de la caída del planetoide, los grandes cadáveres de los elefantes yacen en elcalvero y entre los árboles destrozados de la selva. El vendaval agita sus tupidos pelaj es y el Sol alumbraen forma extraña: lechoso y opaco. El gorgoteo del río y el aullido de la tempestad que e puja a las densasnubes son los únicos ruidos que do inan el paisaje muerto.

Poco a poco el telón de nubes oculta el Sol, y el estrépito del huracánse aplaca. Durante dos, tressegundos, reina el silencio. Después, e pieza el diluvio. El agua, ezclada con fango y cenizas, seprecipita del cielo, y en pocos inutos la carroña de los elefantes queda cubierta por una viscosa masa grisoscura. Ésta crece ininterru pida ente, su erge el calvero, obstruye el río desarraiga troncos gigantescos.Durante seis días y seis noches llueve agua, cenizas y fango sobre los cuerpos de los animales uertos,sobre las plantas oribundas. Llueve a torrentes oscuros hasta que la zonaqueda su ergida.

Y con la lluvia vino el frío. La violencia de la colisión había acercado Siberia al Polo casi 3.500

kiló etros. Las masas de agua quedaron heladas, con centenares de elefantes y rinocerontes lanudosmuertos...

Si la Atlántida fue literal ente engullida -afir a Kolosi o- por el abis o abierto entre A érica yEuropa, Mu pudo ser desintegrado fácil ente por la erupción de todos losvolcanes que albergaba y que latradición estima nu erosísi os (la región del Pacífico cuenta todavía hoy co336 en actividad entre los430 del undo entero).

Los cráteres de todo el planeta debieron de haber vo itado elinfierno a consecuencia del gigantescomare oto originado por la caída del cuerpo celeste. Después, las ceniza

s eruptivas se fueron amasandohasta envolver el globo en una tupida capa de nubes, tapando el Sol y dando lugar a furiosas lluvias. Secalcula que tan sólo en Europa y Asia septentrional cayeron en seis díasmás de veinte il billones detoneladas de agua y tres il illones de toneladas de cenizas. El nivel edio de las precipitaciones fue,pues, de 30 etros...

He querido extender e en el relato de Much porque, aunque sus teorías sobre el for idable cataclis oque sufrió la Tierra son co partidas por nu erosos autores, en sus hipótesis falta algo esencial. «Algo»que, lógica ente, el científico austríaco no pudo conocer en aquel

  o ento: «algo» que está en la«biblioteca» de piedra encontrada en Perú.En las piedras de Ica -tal y co o señalaba al principio de esta obra-

se manifestó la proxi idad de unapocalíptico cataclis o. Una destrucción que pudo ser uy si ilar a la descrita por Much, pero que-según se manifiesta en la «biblioteca» lítica- tuvo un origen y un tie po iferentes. He aquí la explicaciónque sobre dicha destrucción e proporcionó Javier Cabrera Darquea frente a varios cientos de piedras

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relacionadas con este cataclis o:-La Hu anidad que hace illones de años poblaba el planeta tenía un ele

vado nivel tecnológico. Eso lohe os visto ya en uchas de las «series» de piedras que llevo analizadas. Esta civilización perdida en eltie po había vencido la fuerza de la gravedad, volaba al espacio, conocía los más profundos secretos de laAstrono ía, etc. Y sabía también que el planeta disponía a su alrededor de un «cintlectromagnético,que hoy nosotros acaba os casi de descubrir y bautizar con el nobre de «Van Allen». Ese cinturón podíaser «utilizado» para uso industrial y tecnológico y la Hu anidad «gliptolítio hizo. Pero, ¿có o?

»En las piedras -en muchas de ellas- hay pirá ides. Pirá ides que selevantaban en la zona del ecuadorterrestre. Un ecuador que no coincidía del todo con el actual. ¿Por qué estaban allí eas pirá ides?

»Las piedras lo "detallan".»La civilización prehistórica que grabó estas piedras construyó dic

  pirá ides para captar ytransformar esa energía electromagnética que rodeaba la Tierra.

»Dicha energía -una vez convertida en eléctrica- se distribuía a tdos los continentes, tal y co omuestran las piedras grabadas. La Humanidad prehistórica conocía también la electrici

dad. Sin e bargo,con el paso de los siglos, el uso excesivo de esta fuente de energíaiba a dar lugar a la más tre endadestrucción de que se tenga conoci iento.

»Co o habrás apreciado en uchas de las piedras grabadas -continuó Javier Cabrera- nuestro planetatenía en aquellas épocas re otas tres Lunas o satélites naturales. Dos de ellas, posible ente, eran enoresque la que hoy conserva os.

»Pues bien, al llegarse a un consu o extre o de la citada energía electromagnética, el planeta,lenta ente, fue au entando su magnetis o natural, de tal forma que -progresiva ente- fue ro piéndose el

equilibrio entre las lunas más cercanas al globo y nuestro mundo.48

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  »Pero este hecho no se produj o súbita ente. La mayor fuerza deatracción del planeta constituyó unhecho gradual y lento. Sin e bargo, aquellos ho bres lo descubrieron. Y co prendieron el alcance delinevitable desastre.

»Quizá pasaron siglos antes de que una o dos de aquellas Lunas-las más próximas y de enor

diá etro- se acercaban tanto a la Tierra co o para caer violenta ente sobre nuestro undo.»El hecho incontrovertible es que esos astros se precipitaron un día sobr

e el planeta. Y provocaron lamás espantosa de las destrucciones que jamás recuerde el género humano.

»Se había roto el equilibrio natural, y la civilización humana -una vez más- se autdestruyó.

»La caída del satélite o satélites hundió parte de los continen, agrietó la corteza terrestre ydesencadenó posible ente un inter inable diluvio. Pero ese diluv

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io no se for ó de manera súbita. LaTierra -según se aprecia en las piedras- carecía entonces de polos. Y la relación tierra-agua no era laactual. Había entonces mucha más tierra que océanos. ¿Por qué? El planeta había exper

entado un largoy fuerte proceso de calenta iento, haciendo que buena parte de las aguasse evaporasen, concentrándose enla at ósfera. En aquella era, la Tierra debía presentar desde el exterior un aspecto uy si ilar al que hoytiene Venus. Las nubes eran extremada ente densas y cubrían casi por completo la superficie del globo.

»Aquel hecho provocaría indudable ente un diluvio universal co  o una consecuencia más del granchoque de los astros con nuestro mundo.

»Lo que entonces era Atlántida -y que había ido derivando ya en dirección Este hacíucho tie po- se

hundió sólo en parte. El resto quedó desplazado violenta ente, formando lo que hoy conoce os porEuropa y norte de África.

»Pero Mu no se hundió entonces, tal y co o pretenden uchos autores. El continente había ido'viajando' también hacia el Oeste, dej ando tras de sí -a todo lo largodel Pacífico- un rastro de islas yarchipiélagos que hoy existen todavía en buena parte. Mu llegaría a formar A

sia, tal y co o ya te heexplicado...Co o ve os la diferencia respecto a las teorías de Much sobre el origen

 de la catástrofe es amplia. Yno lo es enos a la hora de analizar el tie po transcurrido desde entonces.

Para Much, la caída del asteroide sobre el Atlántico pudo ocurrir hace aproximada ente 10 .000 años.

«Esto explicaría ±afir a el científico- el cambio de clima en gran par-te de uropa y la desaparición dela capa de hielo que cubría por aquellas fechas, además de Escandinavia, GranBretaña e Irlanda, casi latotalidad del continente europeo. Y esto sucedió -prosigue Much- porque,

al desaparecer Atlántida delcentro del océano, la llamada co ente del Golfo tuvo paso franco hacia las costas de Europa. Y la cálidacorriente hizo más benigno el clima.»

Por otra parte, Much apoya esta teoría en la existencia en el fondo del Atlántico -junto a Puerto Rico-,así co o en la -A érica centro eridional, Georgia, Virginia y Carolina,  de vastos cráteres abiertos hace10.000 o 12 .000 años por enor es eteorito.

Por últi o, afirma que los citados bólidos celestes cayeron precisa ente en la época en que unindescriptible seís o for ó las cataratas del Niágara y elevó los Andes hasa convertirlos en una de las

más i ponentes cordilleras del globo.Difícil ente pode os fijar el proceso de desglaciación 10.000 años atrás, pesto que -según los últi osestudios, ya referidos en otro pasaje de este libro-- los científicos,entre ellos Claude Lorius, fijan elco ienzo del últi o período glacial entre 9.000 y 10.000 años atrás... E  ahora, precisa ente, cuandoacaba de co enzar la desglaciación.

La teoría, por tanto, del ca bio de clima en Europa, co o consecuencia de la «arribada» de la corriente

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del Golfo hasta las costas europeas no resulta demasiado lógica. Pero existen más contradicciones en lashipótesis de Much.

Esos cráteres que han sido descubiertos en el fondo del Atlántico pudieron ser provocados, en efecto,por una lluvia de grandes eteoritos. Sin e bargo, tampoco pode os olvidar que la Tierra, en suconstante viaj e por el espacio, «cruza» de vez en cuando verdaderos «ríos» o «torree asteroides quesiguen un curso definido en el Universo. El planeta, al atravesar dichos «ríos» de piedras, hace que uchasde ellas caigan sobre su superficie, formando lo que en las noches estivales sole os deno inar «estrellasfugaces». Muy regular ente, cada año, la Tierra atraviesa varios de dichos «río  Esto fue lo que ocurrió,por ej e plo, entre el 9 y el 17 de agosto de 1902, con un máxi ode «estrellas fugaces» en la noche del 12del referido es. Aquella entrada de nuestra «nave sideral» -la Tierra- en el «cauce» de piedras queviajab an también por el Cos os produj o un espectáculo indescriptible. Bellísi o. Co o si iles deestrellas errantes cayeran a un is o tiempo y sobre una isma zona. Los astróno os deno inaronaquellos «fuegos de artificio» con el no bre de «perseidas», puesto que las «e

ellas fugaces» procedían dela constelación de Perseo. En aquella ocasión -y según cálculos de os observadores soviéticos- loseteoritos que se precipitaron sobre la at ósfera terrestre apenas si pe

saban una fracción de gra o.

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  Pero no sie pre esas «lluvias» de piedras siderales constituyeron un inofensivo espectáculo. En tie posre otos, otros eteoritos gigantescos cayeron sobre la superficie de

l undo, abriendo cráter-es, sí, dehasta 100 kiló etros de diá etro, co o sucedió hace doscientos illones de años en África del Sur. Enaquel violento choque con la Tierra, el asteroide hundió la costra sólida del globo  e hizo brotar el magmapastoso del que los volcanes nos ofrecen algunas uestras en la lava.

Pero, aun reconociendo esta posibilidad, en relación con los cráteres existentes en el fondo del océanoAtlántico, más probable parece, no obstante, que los is os tuvieran su origen en el alza iento de lacordillera que divide dicho océano en dos partes casi si étricas.

Por últi o, la cordillera andina no se levantó hace 10.000

años, tal y co o afir a Kolosi o.Precisa ente la «revolución de la ontaña» -que daría origen a las grandes corleras del planeta- hay quecentrarla en los co ienzos de la Era Terciaria. Hace, por tanto, más de 60

illones de años...Difícil ente, en su a, pode os fijar ese for idable cataclis o

10.000 años atrás.Pero esto, además, encuentra en las piedras grabadas de Ica

una prueba decisiva. En la gran«biblioteca» no se está hablando de 10.000 años. Ni siquiera de 100.000 o de un

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  illón.Las «series» que aparecen grabadas en las piedras -todas unidas y vincula

das entre sí- nos re ontanmucho más atrás: a las eras de los for idables reptiles voladores, de los dinosaurios, de los agnatos...

Es decir, a un tie po que tuvo lugar hace illones de años.Aquella Hu anidad, co o decía anterior ente, supo con antelac

ión la proxi idad del cataclis o queella isma había engendrado. Y se apresuró a dej ar un « ensaj e», una «lioteca», en la que se ostrara aposibles civilizaciones o Humanidades posteriores todo su conoci

iento, experiencia y sabiduría. AquellaHumanidad dej ó un legado, tal y co o hoy están llevando a cabo ya los científicos nortea ericanos, ante laposibilidad de una nueva autodestrucción ter onuclear. Hoy, esosho bres de ciencia -apoyados por elGobierno de los Estados Unidos- están enterrando todos los conoci ientos de esta Humanidad enicrofil es que encierran en tubos al vacío. Pero, ¿qué sucederá si alg

día son encontrados por unnuevo ho bre pri itivo? Lógica ente los utilizará para encender fuego ycalentarse. No comprenderá loque aquello significa. Y posible ente lo destruirá...

Ésa es la diferencia con este otro « ensaj e», grabado en piedras,

  que han permanecido enterradasdurante illones de años y que nunca podrían ser arroja das al fuego para calentar a ho bres pri itivos...

-Pero, ¿por qué precisa ente en piedra? -pregunté a Javier Cabrera.-¿Es que conoces algún material más idóneo? ¿Es que los etales po

 soportar el paso de illonesde año? Sólo la piedra puede lograrlo y sólo si se encuentra, co o en este caso, protegida.

Aquella palabra -«protegida»- encerraba un significado tan apasionante coo estre ecedor.

Días después, Javier Cabrera e explicaría su sentido real.Ahora, nuestra conversación había entrado en otra fase no enos i

nteresante que las anteriores.

La presencia de pirá ides en aquellas piedras e había desconcertado desde el principio. Exa iné unay otra vez las piedras grabadas y llegué a la conclusión de que «aquello», efectiva

ente, eran pirá ides.Pero, entonces, ¿por qué las he os considerado nosotros co o tum

bas faraónicas?Cabrera sonrió. Y e expuso sus argu entos, en parte co pa

rtidos por otros muchos científicos delmundo:

-Una civilización co o la egipcia, ponga os por caso, a pesar de  su desarrollo y conoci iento de lasCiencias, carecía de los necesarios edios técnicos para over y levantar una obra co o la gran pirá ide

de Keops. Cálculos odernos han concretado que, sólo para trasladarla piedra: hasta pie de obra, sehubieran requerido más de 600 años. ¡Y valiéndonos de nuestros edios ctuales!

-Pero, ¿quién construyó entonces las pirá ides?-La Hu anidad «gliptolítica». Así está grabado en las piedras que con

tuyen su « ensaj e». Estaspirá ides eran utilizadas para captar la energía electromagnética, ya lo he

os dicho...»Lo que ocurre es que, illones de años después, los faraones, al darse cue

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nta de la magnificencia de laobra, quisieron que los enterrasen en su interior. Y las convirtieron en tumbas. E incluso trataron de i itarsu construcción. Pero la finalidad pri era, el otivo real, por el quefueron construidas, no fue ése.

»La Humanidad, ªgliptolíticaº construyó pirá ides a todo lo largl ecuador terrestre. Hoy nosquedan algunos vestigios de esa for idable obra en Egipto, Aérica y Asia. Muchas otras resultaron

destruidas por el gran cataclis o o por posteriores desastres. Y quizá algún día encontre os sus restos¼

Una nueva pregunta e quemaba en los labios.-En cierta ocasión afir aste que no todos los seres de esta H

umanidad prehistórica perecieron oquedaron en el planeta. «Una inoría ±co entaste- salió de la Tierra.». Peracia dónde?

El édico iqueño no respondió. Pero e rogó le siguiera hasta la entrad de su centro- useo.

Allí se inclinó sobre una piedra de gran tamaño y e respondió con fireza:-Las elites viaja ron a Pléyades. Concreta ente, a uno de los planet

as de dicho cúmulo estelar.

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  Otra vez Pléyades. Pero, ¿por qué este lugar del fir a ento? Meacordé entonces de una de lasentrevistas anteriores. Javier había hablado de dos piedras en las que aparecían grabados unos«he isferios» que no parecían corresponder a la Tierra.

«Son de otro undo», había dicho el investigador.Mi ente, no sé bien por qué, lo vinculó a esta huida de las elites hacia un ext

raño planeta Y acerté.Javier Cabrera se incorporó y e señaló las dos piedras que yo había visto ya

en aquella ocasión.

-Marcharon allí - e respondió con la voz te blorosa por la e oción-. En ese planeta, en esos«he isferios- desconocidos para nosotros, se aposentaron. Pero, ¿por qué escogieron precisa ente ése?

Aguardé la respuesta con expectación. Pero Cabrera, encerrándose una vez más en síis o, urmuró

tan sólo:-¼ Creo que el mundo se asustarla si lo supiera. Yo no pude conciliar el s

ueño en muchos días. Estehallazgo ha cambiado, incluso, i vida...

»Sólo puedo decirte por el o ento que aquella Hu anidad tenía ya conoci iento de la existencia detal planeta en Pléyades¼ No lo eligieron porque sí.

-¿Está relacionado con esas decenas de piedras del «cuarto secreto»?Javier Cabrera e iró fija ente y, al comprobar que e aproximaba a la realidad, se li itó a dar euna palmada en la espalda, cayendo desde ese instante en un utis o absoluto. Profundo. Casi aterrador.

Tuvi os que ca biar el rumbo de la entrevista. Y regresa os a la pri era piedra: a la que ostrabatodo un «acopla iento» de dos naves espaciales en pleno vuelo.

Más sereno, Javier Cabrera e explicó así el significado de aquella trascendental «ideografía»:

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  -Aquí ves, en efecto, dos naves, dos «pájaros ecánicos» si bólicos,  están realizando todo un«acopla iento» espacial. Exacta ente igual que nuestros astronautas.

»Uno de los ªhu anoides" realiza el acople...Así era, efectiva ente. Así aparecía en aquellos grabados.-La nave principal -continuó Cabrera- es dirigida por este hombr

e, que ostenta la j efatura de laexpedición. Él representa la energía cognoscitiva y de mando.

Uno de aquellos ho bres «gliptolíticos», en efecto, parecía «dirigir» al gran   ecánico». Sobre lasegunda nave, otros dos seres «obedecían» órdenes del «comandante» de la expedición.

-Estas naves ±según is investigaciones- llevaban en su interior todo un «carga ento» de vida. Eran laselites del planeta que abandonaban la Tierra antes de que ésta sufriera la gran catástrofe.

»Para entonces, para cuando esas elites decidieron salir del globo, todo se daba ya por perdido.

-¿Y qué sucedió con los que quedaron en el planeta?-Perecieron en su mayoría. El cataclis o su ió la Tierra en la más

absoluta desolación. Es posibleque los que llegaran a sobrevivir tuvieran que e pezar de nuevo.

»Me inclino a pensar que el shock fue de tal calibre, de tal trascendencia, que esos pocos que pudieronsalvarse se encontraron práctica ente "a ceroº. Y con la desaparición

de aquel "filu º humano pudoco enzar su andadura una nueva Hu anidad. Otra Humanidad que arrancaba quizá desde las cavernas...

¿Ocurrió real ente así? ¿Desapareció por completo aquella Humanidaisteriosa? ¿Quedaron

ho bres «gliptolíticos» esparcidos por la Tierra? ¿Cuánto tie po debiasar hasta que una nuevacivilización alcanzó las ismas etas de la Hu anidad que acababa de ser arrasada del globo?

Quizá nunca lo sepa os. Lo cierto, lo palpable, es que el ho bre «gliptolítico» quiso dej ar constanciade su paso por el mundo. Y un día, por casualidad, alguien encontró todo un «

ensaj e». Un « ensaj e» -eso

sí- de «supervivencia». Y ninguna «serie» de la «biblioteca» lítica lo de  ej or que la destinada aostrar los revolucionarios conoci ientos de Medicina que había alca

nzado aquella civilización. Unosconoci ientos que hacen palidecer, incluso, los de nuestros ej orescirujanos y especialistas.

CAPITULO XI

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  « TRASPLANTES» HACE MILLONES DE AÑOS

Cuando Javier Cabrera e ostró las nu erosas piedras de lallamada «serie» de Medicina hubieradeseado detener el tie po.

No sé bien cuántas veces acaricié aquellas oles de cientos de kilos. No sé bien el nú ero de ocasionesen que is dedos deslizaron sobre los grabados, tratando de cerciorar

e, quizá, de que no estaba en plenapesadilla.

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  Tenía ante is oj os extraños «cirujanos» que «operaban» sobre seres que  en no enos insólitas« esas de quirófano».

Tenía frente a í -y en decenas de grandes piedras- sucesivas «secuencias» de oeraciones que hasta unniño hubiera identificado con «trasplantes» de los más diversos órganos humanos: corazó pul ón,hígado, cerebro...

Javier Cabrera se sentía orgulloso, profunda ente orgulloso, con aquel hallazgo. Era posible ente unade las «secciones» o «capítulos» más intrigantes de la gigantesca «bibliotecaedra. Y él lo habíadesentrañado.

Honrada ente, era demasiado para í. Llevaba sobre las espaldas de i ente demasiadas e ociones,demasiados sobresaltos, demasiadas sorpresas. Y aquella parte de la «biblioteca» ter inó porderru bar e...

Me negué en redondo durante uchas horas a aceptar lo que jamás creí quepudiera ver o escuchar. Menegué casi instintiva ente. Sin e bargo, confor e Javier Cabrera

e fue detallando los por enores deaquella «serie» de piedras, la realidad se fue i poniendo. Una realidad aplastante. Con todo luj o de

detalles. Desconcertante.El investigador de Ica había procurado separar cada una de aquellas «operaciones»o temas édicos endistintos ángulos de su centro- useo. La operación, indudable ente,había sido ardua, puesto que muchasde las rocas alcanzaban con facilidad los 100 y 150 kilos.Pero la idea del profesor facilitabaextraordinaria ente la co prensión de cada «trasplante», cuyas partes opasos más i portantes habíansido grabados en piedras distintas, co o si se tratara de «secuencias» de una isma «escena».

De esta forma pude contar hasta catorce piedras relacionadas con el «trasplante» de corazón: más de

diez con el de cerebro; otras tantas para los de riñón, etc.Aquello era casi alucinante. Si los pri eros «trasplantes» que llevó a cabo nuestra civilización lospracticó el cirujano sudafricano Barnard, en 1967, ¿qué explicación po  os darle a unas piedrasgrabadas encontradas hacia 1962- y en las que, precisa ente, se detalla todo un «trasplante» de corazón?

Pero no un «trasplante» co o el que, durante ucho tiempo, practicóel fa oso cirujano. No. En laspiedras de la «biblioteca» de Ica se trasplantaba el corazón de forma íntega. Barnard, en sus pri erosintentos, se li itó tan sólo a trasplantar parte del corazón humano. Pero en las piedras grabadas no ocurre

así. Aquellos «ciruj anos» de enor es cráneos y sus «ayudantes» manejaban corazoompletos...Allí, indudable ente, había ucho que aprender. Javier Cabrerae lo iba a ratificar a los pocos

inutos, cuando co enzó a describir e las distintas fases seguidas por el ho bre «gliptolítico» en dichaoperación de «trasplante» de corazón.

-En la pri era piedra de esta «serie» dedicada a la operación de cambio de un corazón enfer o por otrosano, puedes ver có o el «cirujano» que dirige el «trasplante» -y que se disting

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del resto de los édicosayudantes por su «sombrero»- co ienza por palpar el pecho donde se encuentra el corazón que va a extraer.Este «paciente» era sin duda el «donante», tal y co o nosotros lo llama s hoy. Al otro lado de la piedra seencuentra el «receptor»...

Aquello no podía estar más claro.-¼Pues bien, en síntesis, puesto que el estudio de esta operación nos lle

varía horas, lo que se estabapreparando era el paso de un corazón sano al cuerpo de otro individuo cuyo  órgano otor se encontrabadañado. En esa isma piedra puedes observar có o uno de los «ayudantes»prepara junto a la « esa deoperaciones» todo un instru ental quirúrgico.

En la piedra en cuestión podían apreciarse nu erosos detallesque uno no podía por enos querelacionar con los clásicos aparatos que se utilizan sie pre en los más

odernos quirófanos.En otra de las piedras -y co o continuación de la pri era-, el «cir

ujano» abre el pecho del «donante» ysaca el corazón, unido todavía al organis o a través de la vena aorta.

Para abrir el pecho del ho bre,aquel « édico» prehistórico había utilizado un instru ento de aparcia cortante y que cualquiera

relacionaría automática ente con nuestros odernos bisturíes.-El «instru ental» -apunté a Javier, Cabrera- parece, sin e bargo,muy rudi entario. ¿Có o podíanverificar se ejantes operaciones con estos «cuchillos» tan burdos?

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  -No eran «cuchillos burdos» -co o tú crees. No olvides que todas estas piedras representan«ideografías». Esto no significa que aquellos cirujanos practicasen tan complejas operaciones con este

«instru ental» tan aparente ente pri itivo. Se trata de ostrar la esencia de lo que habían logrado. Y laforma más ele ental de trans itirlo, con la seguridad de que otros  seres, pudieran entenderlo, es así, através de las «ideografías» o sí bolos. Si ellos hubieran grabado en las piedral verdadero aspecto de sus«quirófanos», «telescopios», etc., quizá no lo hubiéra os comprendido.

»¿Qué he os hecho nosotros con la placa o " ensaj e" que viaja en estos o entos a bordo de la sondaespacial, Pioneer X? Nuestra civilización ha grabado allí las figurasde: un ho bre y de una uj er,¡desnudos! Tal y co o so os. No se les ha ocurrido a los científicos de la NASA grabar un hombre.

vestido con corbata y llevando un paraguas en la mano. ¿Es que si otra civilización extraterrestreencontrara un grabado se ej ante habría sabido que aquello era una simple prenda para vestir o un obj etopara protegerse de la lluvia? Lógica ente, no. Esa Hu anidad -a poco que fuera inteligente- los hubieravinculado necesaria ente a la propia for a o estructura de esos seresque enviaban la sonda espacial.

»Lo is o sucede con estas piedras.Javier Cabrera prosiguió su explicación sobre el fantástico «trasplante» de corazón

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  -Una vez que el corazón ha sido extraído total ente, co o ves en esta otra piedra, el «cirujano» procedea su limpieza y adecuación para su in ediata entrada en el tórax del «receptor», que espera sobre otra esade operaciones en ese otro ángulo de la piedra.

El investigador se acercó a una nueva y enor e piedra grabada y, poniendo sus manos sobre la«ideografía», continuó:

-Y ésta, querido a igo español, es posible ente una de las «lecciones» maestras de esta «biblioteca».¿Qué es lo que ves en este grabado?

Centré i atención y respondí que aquel nuevo ser que entraba en escena parecía na uj er¼

-Efectiva ente -prosiguió el científico peruano-. Una uj er ebarazada a la que se está extrayendosangre.

Observé con más atención el grabado y descubrí a otro «cirujano» que suj etab  especie de bo bacon la que se aspiraba la sangre de aquella e barazada. La muñeca de la uj er parecía vendada y unafina aguja clavada en la vena radial per itía el paso de la sangre desde el cuerpo de la «donante» hasta lacitada bomba. La sangre -eso estaba claro co o la luz- era aspirada y almacenada en otro recipiente.

-Mas, ¿para qué? ¿Qué papel dese peña esta «transfusión» de sangreedio de una operación de«trasplante» de corazón?

-Vital. Esta Humanidad había descubierto la solución contra el «rechazo»  Hoy sabe os que los«trasplantes» de órganos tropiezan sie pre con un «fantasma» para el   la Medicina oderna no haencontrado todavía solución: el rechazo de los cuerpos extraños por parte del «receptor». Colocar uncorazón o un riñón o un hígado o un cerebro en otro cuerpo significa la ntroducción de un ele entoextraño en ese organis o. Y el órgano en cuestión ter ina sie pre por ser rechazado.

»Pues bien, el ho bre "gliptolítico" había re ontado ese obstáculo. Aquí nes la prueba...Me incliné sobre la piedra donde se ostraba la referida «transfusión» de

angre, pero, por más vueltasque le di, no ter inaba de co prenderlos Javier Cabrera continuó su apasionante relato:

-La Hu anidad que dej ó este « ensaj e» -un legado en el que rezuma la llamada a la «supervivencia»-había descubierto lo que pudiéra os calificar co o «hor ona antirrechazo». Y había logrado aislarla en lasangre de la muj er e barazada.

»Si exa ina os con serenidad el asunto, observare os que, en  efecto, la e barazada es el único ser

humano que no sólo no rechaza un cuerpo extraño sino que lo asi ila y lo hace suyo. El ªespermatozoide"masculino constituye un ele ento extraño para la uj er. Y, sin e bargo, es recibido y crece en su interior.En buena lógica debería ter inar por ser igual ente rechazado, taly co o ocurre con cualquier otroórgano que se ªtrasplanta".

»Pero, ¿por qué no sucede así? Porque la Naturaleza -que es tre end  ente sabia- ha proporcionado ala sangre de la muj er una hor ona que evita ese rechazo.

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  »Y eso lo supieron los seres de la Hu anidad prehistórica que nos dej ó este maravilloso ª ensaj e".

»Por eso en cada ªtrasplanteº proporcionaban al ªreceptorº del órgano sade una uj er que seencontraba entre el terceras y quinto es de gestación.

Eso i pedía que el órgano extraño fuera rechazado con el paso del tiepo.»Nosotros -ya ves tú-, ni siquiera he os desarrollado esta técnica. Y

  los cirujanos del undo enteroluchan denodada ente por encontrar esa solución contra el gran ªfantasmaº de la Medicina oderna.

»¿Co prendes, una vez más, por qué solicito a gritos que una co sión de expertos del undo enterovenga a estudiar esta ªbiblioteca"?

Al regresar a España e encontré con una buena sorpresa. Un  biólogo de la Universidad de laSorbona, el profesor Bohn, había lanzado ya en 1944 una tesis que produj o hilaridad entre los edios

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científicos de la época, pasando después al más absoluto olvido. El citado profesor

abía presentado unatesis según la cual, al principio de la gestación, el organis o de la  muj er tiene tendencia a rechazar elcuerpo extraño en el que la itad de los genes provienen del padre.

Dicha tesis del profesor Bohn fue confir ada de forma ter inante y clara por los trabajos del InstitutoPasteur.

Los profesores Franoçois Jacob y Robert Fauve llegaron a descubrir que existíanecanis os comunes

que per itían al is o tie po la i plantación del huevo fecundado en el útero, la tolerancia por la madredel gen extraño que es su hij o y resistencia de las células cancerosas a las defensas naturales del organis o.

-Sin e bargo -insistí-, ¿có o sabes que se trata de una muj er ebarazada? Podría tratarse de unasi ple transfusión, realizada sobre el cuerpo de una uj er...

-No. ¿Por qué digo y sostengo que se trata de una e barazada?  ¿Porque su vientre presenta lossíntomas típicos del e barazo? No, en absoluto. Mira bien. Aquí seve el esófago, el estómago, elduodeno, el intestino delgado, etc. Se ven también los pezones turgentes y  los senos hipertrofiados. Eldiagnóstico del e barazo no lo hago porque esta uj er presente una figura más o enos gruesa. Todos los

édicos saben que una muj er puede estar e barazada y, no obstante,presentar un vientre más o enos

abultado.»Lo que en verdad caracteriza el estado de gestación son los  pezones y la glándula mamariahipertrofiada. Por eso digo que está e barazada.

»Recuerdo que los que e atacan preguntaron en el poblado de Ocucaj e a la campesina que asegurahaber grabado estas piedras "si ella, en efecto, era la autora de esta ideografía". ¿Sabes qué respondió, lapobre "cholita"?

»-Sí -dij o-, ésa fue una piedra en la que la señora e ªsalióº un poco gord

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  Ni Javier Cabrera ni yo hici os co entario alguno.-¿Es que una «lección» tan profunda co o ésta -continuó el investigador-

e ser obra de alguien queni siquiera sabe leer ni escribir? ¡Por Dios, señores¼!

»Si exa ina os la sangre de una uj er e barazada ±insisto-,podría os llegar a descubrir esa

"hor ona antirrechazoº.Cabrera hizo una pausa y e dej ó asi ilar lo que, ahora, parecía lógico

y natural ante i ente.Después, prosiguió con las piedras del «trasplante» de corazón:-En este otro «gliptolito» ve os precisa ente có o la sangre de esa

uj er e barazada es inyectada yaen el «receptor».

Mediante una aguja, la sangre que en otra de las piedras había sidopreelevada, era ahora trasvasadahasta el «receptor» a través de una de las venas de su uñeca.

Sentí escalofríos.Sobre el corazón del «enfer o», el hombre que grabó esta piedra señaló, incl

la zona afectada por elmal.

Un pequeño círculo, efectiva ente, resaltaba con una especie de rayado dentro del corazón.

-¿Y cuál era el problema de dicho corazón?-En este caso, iocarditis.

Cabrera e señaló una nueva piedra. Y prosiguió:-En ésta, el corazón del «donante» es irrigado constante ente por la sanre de la uj er e barazada...

»Aquí, en este nuevo gliptolito -manifestó, indicando otra enor epiedra grabada que se encontrabajunto a las anteriores-, el ªcirujanoº procede a la abertura de la cajatorácica del enfer o. Todo está apunto para el "trasplante" del órgano.

»Procede, co o ves, a la extracción del corazón dañado, junta ete con la totalidad de sus vasosarteriovenosos al co pleto, ientras otro ªcirujano" sostiene en  sus manos -sie pre provistas de"guantes"- el segundo corazón, el del "donante".

Cabrera había vuelto a pasar a otras nuevas piedras. La «escena» proseguía con tdo luj o de detalles.El segundo corazón, efectiva ente, esperaba en las manos de otro « édico», ientras un complej o sistemade tubos y aparatos lo mantenía constante ente irrigado.

La e oción iba subiendo por segundos en i propio corazón, quesaltaba violenta y acelerada entedentro de i cuerpo.

-Nueva piedra: el corazón es introducido en el tórax del «receptor», siepre irrigado con la sangre que

contiene la «hor ona antirrechazo», extraída de la uj er e barazada.»Los ªcirujanoº colocan el nuevo órgano en su lugar y, por últi o, en

a nueva "ideografíaº, el édico

procede a ªcoser" y cerrar la pared torácica y abdo inal. El "trasplante" ha concluido.»Otro ªayudante" procede a introducir en la boca del ªpacienteº el oxígeno necesari»En aquella piedra, uno de los ªcirujanos escuchaº los latidos del nuevo corazón.

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  Di un salto. ¡Aquello era «algo» si ilar a nuestros estetoscopios! Cabr

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era sonrió cuando observó isorpresa.

-Esa piedra pertenece a lo que nosotros llamaría os «cuidados postoperatorios». El édico estácontrolando el buen funciona iento del órgano recién «trasplantado»...

Por últi o, y co o final de aquella «operación prehistórica», otro de los «cnos», de gran cráneo einsólita figura, procedía a desenganchar todos los sistemas que habíanayudado a la realización del

«trasplante».-La «operación» -concluyó Cabrera- había sido un éxito.Estaba desconcertado. Y creo que i reacción era del todo lógica y no

r al. Costaba lo suyo aceptarque una civilización prehistórica -a las que sie pre he os considerado co

o pri itivas e incultas- hubierapodido alcanzar se ejante nivel científico y tecnológico.

Quizá influido por este fuerte shock no presté de asiada importancia  a los «trasplantes» de riñón, dehígado o pul ón que también observé fugaz ente ente las nu erosas piedras 

Envuelto ya por completo en aquel torbellino de e ociones, Cabrera e conduj o hasta otro de losextre os de la gran nave donde se a ontonaban iles de piedras.

Y e señaló varias, alineadas sobre una de las estanterías de madera.

¡Eran órganos humanos perfecta ente detallados! Corazones, riñones, pulones, etc.-Sin un profundo conoci iento de la anato ía, estas piedras no podrían

haber sido grabadas -co entó.Antes de que hubiera podido recrear e con aquel fantástico espectáculo,

Javier e indicó otras grandespiedras que se alineaban en el suelo de la sala. Por un instante creí que

e encontraba ante otra operaciónde «trasplante». Pero el investigador e rogó que no e precipitara, que observara con más atención.

Unos segundos más tarde levanté la vista hacia el édico peruano y mururé con toda la extrañeza de

que era capaz:

-Esto parece un parto...-No -corrigió Cabrera-, se trata de una cesárea...Quedé en silencio. Anonadado. Allí, a is pies, tenía un co plet

o «cuadro édico» en el que seostraba el sistema de extracción de un niño, ediante el proceso conocido

hoy co o cesárea.Uno de los édicos sacaba al bebé por los pies, ientras, con una e

specie de largo tubo, lo manteníaconectado con su propia boca...

-De esta forma -puntualizó Cabrera- el «cirujano» practicaba una especie de respiración «boca a boca»con el pequeño. Y evitaba que pudiera fallecer durante la operación.

En algunas de aquellas piedras dedicadas a las «cesáreas», el investig

ador e ostró detalles queseñalaban, incluso, si el niño iba a nacer vivo o uerto. De acuerdocon parte de aquella «clave» queCabrera no quería revelar aún, podía saberse si el bebé se encontraba con vida en el

o ento de practicarla cesárea a la madre.

Un deter inado símbolo, situado general ente al pie de la grabación, señalaba con precisión la edadexacta del pequeño. En algunas de las piedras, por ej e plo, Cabrera  contó el nú ero de «triángulos» o

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«placas» que aparecían en dicho símbolo, confir ando si el bebé estaba vivo ouerto.-En este caso, por ej e plo, el bebé será extraído sin vida. La «clave» m

fiesta que ha permanecidomás de once eses en el vientre de la madre.

»Por otra parte, además, esta afir ación viene corroborada con el signo inequívoco que expresa ªvida"o " uerte": la ªhoja ".

Y allí estaba, efectiva ente, la aludida «hoja », colocada en la posición que -sgún la «clave» descubiertapor el investigador- indicaba «vida» o « uerte»...

En otras piedras contiguas, el ho bre «gliptolítico» había grabado «partos» letos. En algunos deellos, la uj er era «anestesiada» ediante sistemas de acupuntura.

En otra piedra negra y redonda co o un balón de fútbol Cabrerae ostró una nueva e insólita

«operación». Otro «cirujano» con un «sombrero» de varias puntas -símbolo de su profesiso, de sugrado y co petencia dentro de dicha profesión «operaba» sobre un gran corazón si

ilar a los anteriores.La diferencia, esta vez, estaba en que dicho corazón había sido aislado del cuer

po al que pertenecía.Y era so etido a algún proceso de «reparación», que todavía no habí

ido descifrado por Javier

Cabrera.-Muchas de las piedras -co entó con desaliento- están esparcidas por el país y por el resto del undo.Co o sabes, todas forman parte de «series» que completan el conoci iento que -sobre ese tema concreto-quiso legarnos la Humanidad «gliptolítica». Por desgracia, uchas deestas «series» j a ás podrán serco pletadas. Y éste es el caso de esta piedra en la que uno de los «cirujanos» trabaj a sobre la encionadavíscera cardíaca.

¿Qué pretendió decirnos con ella la Humanidad prehistórica?

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  Aquel hecho -comprobado por í en nu erosas ocasiones, especial ente cuando visité el poblado deOcucaj e-, producía un agudo desaliento en el investigador. ¿Cuántosiles de piedras grabadas, cuántas ytrascendentales «series», se habían perdido ya...?

Aquella piedra, la única de su «serie» que había sido recuperada por el investigado peruano, era co oun permanente grito de alerta para el profesor. Aquello significaba un constante aliciente para seguir en lalucha y en la búsqueda de nuevas piedras.

Precisa ente aquella tenacidad de Javier Cabrera había hecho posible que entre sus 11.000 piedrasgrabadas se encontrase una de las «series» más audaces sin duda de la «biblioteca».

Creo recordar que pude contar más de 18 piedras dedicadas a la operación de «trasplante» de cerebro.

Ni la más avanzada cirugía actual hubiera podido soñar aquella perfecta y sistemáica intervención, enla que el cerebro de un hombre era sustituido por el de otro.

Al ver las piedras de dicho «trasplante» e vinieron a la e oria otras Grabaciones que había tenido

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oportunidad de conte plar en algunas de las piedras que integran  la pequeña pero también interesantecolección de i a igo Tito Aisa, en Lima.

Y noté una clara variante. Mientras en unas piedras se practicaba el «trasplante» con el «receptor» y«donante» colocados «boca abaj o» sobre la esa de operaciones, en otas, en cambio, aquella posturavariaba. Y los «pacientes» habían sido grabados «boca arriba» sobre lasismas esas del «quirófano».

¿A qué podía obedecer esta diferencia en la posición de los «receptores» y «donanteSin saberlo había formulado una pregunta esencial. Una pregunta que iba

  a abrir e otro fascinantehorizonte.

-Cuando el «paciente» se encuentra boca arriba sobre la esade operaciones -co enzó a explicarCabrera- eso indica que la «serie» nos está ostrando un «trasplante» de clavcognoscitivas. En el casocontrario, la operación corresponde a un cambio de la totalidad del cerebro.

Me quedé aterrado. Cabrera -yo no sé si por la fuerza de la costumbre o por los  uchos años que llevaya investigando estos «docu entos» en piedra- había pronunciado aquellas frases con la más absoluta delas normalidades.

-¿«Trasplante» de claves cognoscitivas? Pero, ¿sabes lo que eso significa?

-Desde luego que sí.-Pero eso no podría ser -subrayé-. Sería co o hacer «vivir» a dos indivis en un solo cuerpo...

Me negué a aceptar aquello. Pero Javier Cabrera insistió:-Sí, así sucedería si tratára os de aplicar este «trasplante» a

individuos que forman nuestraHumanidad.

»Pero no ocurriría lo is o con los ho bres "gliptolíticosº.No entendía a dónde quería ir a parar el investigador.-... Aquella Hu anidad podía efectuar el cambio de claves cognoscit

ivas porque todos los ser-es eraniguales entre sí. Ésa era otra de las grandes diferencias con nuestra civilización. Nosotros so os distintos.

Cada ho bre constituye un mundo. Y no entende os que pueda  haber existido una Humanidad dondetodos los seres sean idénticos entre sí. Pero esto lo he podido descifrar a lo largo de estos uchos años deestudio de la «biblioteca».

»Las claves cognoscitivas pasaban desde el cerebro de un hombre alde otro, y eso no representabachoque o contraposición de personalidades. Era del todo i posible, puesto que ningún ser era distinto aotro. Muy al contrario, las entes experi entaban una suma de conoci ientos o una ªmultiplicación"cognoscitiva. Porque el "trasvase" de claves podía verificarse en nú

ero ili itado. Es decir, en un solo

cerebro podían ser encaja dos los conoci ientos de otros ho bres.»El hombre ªgliptolíticoº -tal, y co o se desprende a todo lo largo del esudio de la ªbibliotecaº lítica-no era personal. No existía el actual concepto de propiedad. No estaba suj eto al egoís o. Su finalidad eraúnica: el conoci iento.

»Pero, cada vez que estudiaba esta "serieº de piedras ter inaba porhacer e la isma pregunta:

»¿Dónde va a parar el cuerpo, una vez concluido el trasplante de cerebro o de claves cognoscitivas? No

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lograba averiguarlo. No figuraba por ninguna parte el sí bolo de la uerte o destrucción para aquelcuerpo que constituía el "donante" del cerebro...

»Hasta que un día logré descifrarlo. La Humanidad prehistórica que dej ó este ªensaj eº había logrado

también la técnica de la conservación de los cuerpos. ¿Qué representaba esto?»Algo incon ensurable.»Al poder mantener con vida esos cuerpos, las distintas clav

es cognoscitivas que habían sidomultiplicadas o fundidas en un único cerebro podían seguir viviendo ininterrumpida

ente.»Bastaba con volverlas a ªtrasplantarº a cada uno de estos cuerpos, con

for e el anterior -el que leservía de soporte- se iba degradando con el paso del tiempo.

»De esta forma no se perdía el conoci iento. Al contrario, era sostenido y enriquecido sin cesar.

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  »Hoy sabe os ya, por ej e plo, que un individuo es lo que es precisaente su clave de conoci iento. Y

eso existe física ente. Es algo real. Cada uno de nosotros podría ser reducido

 en la actualidad a nuestraclave genética o de conoci iento. Sería nuestro conoci iento ªtransformado" en materia.

»Esa "claveº ha sido expresada por nuestros científicos en ácidos nucleicos.»Pues bien, eso era lo que el ho bre ªgliptolíticoº derivaba de un c

rebro a otro, ultiplicando eincre entando el poder ental.

Resultaba difícil de co prender. Sin e bargo, los más avanzados especialistas en genética -entre ellosel profesor Severo Ochoa- han de ostrado que dicha clave de  conoci iento es visible, incluso, alicroscopio.

Cuando un niño nace, por ej e plo, su cerebro co ienza a crecer. ¿Qué o

curre entonces? Si ple ente,que la neurona e pieza a asi ilar materia. Una materia que, asu vez, servirá para «inscribir» en elsistema nervioso cada una de las vivencias que experi ente. Y eso tiene un no bre: proteínas. La celulosanerviosa, por tanto, «inscribe» en un código proteínico lo que real ente es e individuo.

Javier Cabrera añadió:-Si logra os aislar todo ese sistema proteínico que es y representa el conoc

i iento de un individuo y los«trasplanta os» al cerebro de otro hombre, éste lo asi ilará, incre entandoasí su poder cognoscitivo.

»Y eso fue lo que hizo el ho bre "gliptolíticoº. Pero esto, insisto

, no podría ser efectuado en laactualidad. Nuestra Humanidad es básica ente distinta de aquélla.»En los ho bres que dej aron grabadas las piedras no existía esa posib

ilidad de choque de dos o máspersonalidades. Eran entes cuyo único obj etivo era el conociiento. No estaban orientadas a laej ecución, tal y co o sucede con nosotros. No eran matemáticos.

»Quizá la finalidad de nuestro "filu º esté precisa ente ahí. Ya parece que tende os a unaprogresiva despersonalización, a un do inio del grupo y de la sociedad

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sobre el líder o el individualis o.Quizá nuestro ªfilu " esté llegando a una última fase, donde la vinculación con aqla Humanidad y contodas las que han podido poblar el planeta sea evidente y obligada. Quizá nuestra Hu anidad esté cerca desu auténtica ªrealizaciónº.

»Hay algo, sin e bargo, que esta Hu anidad nuestra no ha conseguido. Algo que era esencial para lacivilización "gliptolítica": el respeto a la Vida, por encima de cualquier otra cosa. Este " ensaj e" es unª ensaj eº de supervivencia. En cada piedra, en cada ªserieº, el ho bre deentonces nos grita que a e osla Vida, que la conserve os. Y se nota, incluso, hasta en los más niios detalles de la "bibliotecaº.

»En cada una de estas operaciones de ªtrasplanteº, por ej e plo, el individuo que aparece tumbado sobrela esa del quirófano era so etido a un complej o sistema que controlaba hasta sus últimas funcionesbiológicas.

Javier Cabrera e ostró las zonas de contacto de la nariz, boca, corazón, sistema nervioso,circulación sanguínea, etc., del enfer o con la encionada « esa» deoperaciones. En cada uno deaquellos puntos había grabado un rayado que Cabrera identificó co o «s

istemas de controles electrónicos»de cada una de estas funciones vitales.-Cualquiera que vea o exa ine estas « esas de operaciones» no observ

ará en ellas nada de particular.Quizá, incluso, las considere pri itivas y burdas . Pero no es así. Estas «

esas» nos están revelando todoun proceso de vigilancia en el enfer o. No sólo se le está practicando un «trasplante» de cerebro, sino que,al is o tie po, se controlan todas sus funciones vitales:respiración, ali entación, sistemaneurovegetativo, corazón, etc.

»Es decir, el hombre no entraba en el quirófano, co o puede parecer aquí, de una for a tosca, sin

cuidados. Nada de eso.»No podía haber parálisis respiratoria ni cardíaca... Todo era controlado.»¿Ocurre hoy lo is o? No. En la mayor parte de los casos, nuestros paci

entes son operados sin esenecesario y absoluto control de sus funciones biológicas, Y el enfero puede orir en plena operación.

Pero, ¿Por qué? Porque nuestra Humanidad no ha aprendido a respetar la Vida. Porque no le he os dadovalor.

»Sí lo he os hecho, en cambio, con un cohete que viaja a la Luna.  Todo en él está controlado ysupervisado. No escapa un solo detalle.

»¿Crees que si el ho bre actual hubiera otorgado a la Vida toda la atención qu

e erece, habría un soloser humano que pereciera de ha bre?»Para nuestro "filu " es más trascendental el poder. Y la uerte ha o

cupado el lugar que corresponde ala Vida...

»¿Co prendes ahora por qué deseo que los científicos del undo enteo conozcan esta "bibliotecaº?¿Co prendes por qué deseo que este descubri iento se propague a los cuatro vientos?

-¿Es que consideras que a esta Hu anidad puede interesarle dej ar lo

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que sabe y posee para acercarse aeste descubri iento y aprender de él?

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  -Quizá i confianza esté puesta en la juventud. Sólo aquellos cuya ente no está intoxicado obloqueada por los preju icios pueden entender el alcance de este « ensaj e». Hoy resulta ridículo y absurdoconsiderar-se en posesión absoluta de la Verdad.

Antes de cerrar este capítulo dedicado a la Medicina en la gran «biblioteca» líticadel desierto peruano,creo que convendría hacer ención también del propio aspecto orfológico qe presentaba aquel sinfín defiguras de apariencia humana grabadas en las rocas. Su aspecto físicoe había lla ado la atención desde

un principio. Resultaba real ente curioso observar có o la totalidad de los hombres y uj eres grabadosen las piedras eran idénticos entre sí. Sin e bargo, la diferencia con el ho

bre de nuestra Hu anidad eraevidente. E interrogué a Cabrera sobre ello.

-Si se trataba de una raza autóctono del planeta, co o pienso, ¿por

qué tenía que ser necesaria enteigual al ho bre del siglo XX de nuestra era? Ni siquiera el ho brede Neandertal o de Cro-Magnon consus 150.000 y 40.000 años, respectiva ente, son iguales a nosotros. ¿Quépodía os esperar entonces deuna Hu anidad que vivió hace tantos illones de años? ¿Es que los « ais» de la isla de Pascua soniguales a los hombres de nuestro tie po? Ni siquiera los habitantes actuales de dicha isla se ase ejan a losseres representados en tales estatuas.

»A través de is estudios he podido deducir que el ho bre ªgliptolíticposeía un tre endo cráneo,índice inequívoco de su alto nivel ental. Nosotros, a su lado, sería os i

crocéfalos.»Por otro lado, sus brazos eran extremada ente largos y carecían -tal y co o se aprecia en casi todaslas piedras- de pulgares. Sus manos disponían de cinco, cuatro o tres dedos largos, pero siempre sin dedopulgar.

»En el manto de Paracas - e recordó Javier Cabrera-, aquella civilización explicó el porqué de estaanomalía.

»Recuerdo que en cierta ocasión -y conversando sobre este tema conédicos co pañeros íos en el

Hospital Obrero de Ica-, e exponían la tre enda dificultad que tieneque suponer para un ser humano

carecer del dedo pulgar. Ellos hacían hincapié en la absoluta necesidad de la oponibilidad, a fin de poderutilizar libre ente la mano.

»Sin e bargo, poco tie po después de esta discusión tuve la gran fortuna de poder de ostrarles queestaban equivocados.

»Un día llegó hasta i consulta en el Hospital una ªcholitaº uy j oven e tenía cierta dolencia. Laca pesina, con gran ti idez, ocultaba constante ente sus manos a las

iradas de los que la rodeába os.

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Y le pregunté por qué. La "cholita" se resistía y, al tomar sus manos entre las ías, observé con gransorpresa que sólo tenía tres dedos largos en cada mano.

»Comprendí al instante que is deducciones respecto a la Hu anidad de las piedras tenían, incluso, unabase real y de ostrable hoy día. Así que pedí in ediata ente tij eras, aguja e hilo y rogué a la j oven indiaque e cortara las uñas y cosiera un botón.

»Y ante los atónitos oj os de édicos y enfer eras, aquella ªcholita" levó a cabo la tarea con tantarapidez co o precisión.

»Quedaba de ostrado, pues, que el dedo pulgar no es absoluta ente necesario para un nor aldesenvolvi iento de las manos.

Javier Cabrera, satisfecho por esta ratificación de sus investigaciones en relación con los hombres«gliptolíticos», mandó sacar fotografías de las manos de la j oven, así co o s diversas operaciones quepodía llevar a cabo.

Yo is o pude ver dichas diapositivas.-¿Y por qué aquella civilización tenía unas manos tan extrañas?-El ho bre constituye uno de los grupos de ma íferos que ha experientado mayores cambios en sus

extre idades superiores. Y cien illones de años son uchos años...

Javier prosiguió su explicación sobre las características físicas de estos seres.-Las piernas, al contrario que los brazos, eran cortas. Y el tórax y abdoen, más bien globulosos.

»Su altura edia no creo que fuera superior a un etro quince o unetro veinte centí etros. Hoy los

hubiéra os calificado co o "humanoides".«¿Humanoides?», pensé. Cabrera había expuesto clara ente que no co

tía el criterio de que aquellacivilización supertecnificada y extraña hubiera llegado del exterior.

Sin e bargo, las preguntas en torno a este apasionante punto co enzaron a bullir en i cerebro.

Si habían logrado huir del planeta antes de su destrucción, ¿podían haber reornado illones de años

después? ¿Qué relación podían tener los actuales OVNIS con esta Humanidad desaparecida  globo?Éstas y otras uchas interrogantes, sencilla ente fascinantes, iban a p

lantearse en una cena que nuncaolvidaré y que iba a tener lugar aquella noche en el tranquilo j ardín de la casa de Javier Cabrera.

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  CAPÍTULO XII

LOS INCAS CONOCIERON LAS PIEDRAS

Tengo que acusar e de ello. Ensi ismado con aquellos iles de piedras, apenas si presté atención a lapersona del doctor Javier Cabrera. Y he deseado il veces poder regresar de nuevo a Perú para adentrar emucho más en la personalidad de este ho bre que lucha solo contra todos. 

Quizá uno de los o entos en que más cerca e encontré de su realidad personal y fa iliar fue a lo

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largo de una cena entrañable, en el jar dín de su casa de Ica.Después de una j ornada agotadora, en la que Javier Cabrera Darquea nos había ha

blado durante más desiete horas de sus últi os hallazgos, tuve la oportunidad -in ej orable, por supuesto- de asistir a un nuevocoloquio. Pero, esta vez, sin la tirantez de la precisión de la investigación. Sin la concentración y laresponsabilidad del trabajo. Sólo con la paz de una a istad. Con el respaldo de una luna blanca que hacíabrillar el oro de las dunas. Con is a igos...

No sé bien cuántos nos reuni os aquella noche cálida del verano suda  ericano en torno a la figurabatalladora de Javier. Recuerdo las notas de una canción entonada con ti

idez por su esposa Paulina, eltintineo del hielo en su choque con el pisco y el ir y venir servicial de algunos de los ocho hij os de Cabrera.

Recuerdo una pri era pregunta, lanzada al azar y que no fueesquivada, ni ucho enos, por elinvestigador de la «biblioteca» de piedra:

-Hace unos eses, el mayor Donald Keyhoe, de la Ar ada norteaericana, lanzaba a los cuatro vientos

un infor e que -hasta el o ento- había sido considerado co o «alto secreto ilitar». Decía así:

"Según los científicos y oficiales de la Inteligencia de la Fuerza Aérea de los

EE.UU., los OVNIS sonnaves espaciales de algún undo más avanzado, que están dedicados a una extensaobservación de nuestroplaneta."

»Si en las piedras grabadas se plas ó la salida de la Tierra de las elites de aquella Hu anidad, ¿cabe laposibilidad de que estos OVNIS que hoy nos observan puedan pertenecer alos descendientes de aquellacivilización que partió del globo hace illones de años?

Javier Cabrera, co o digo, no esquivó la cuestión. Y se enfrentó, valiente,a tan sugestiva hipótesis:

-Pudieran ser ellos, sí. O pudieran ser otros...»Lo único que puedo decirte es que la Humanidad se está prep

arando para uno de los mástrascendentales o entos de su Historia: el de su enfrenta iento-cara a cara- con "ho bres" de otrosastros.

»¿No habéis observado el tre endo giro que está experi entando nuestra ivilización en ese sentido?

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  ¿No habéis notado el gran cambio de las personas cuando se trata el tema del Universo y de la Vida en

el espacio? Si hace cinco años nos hubiéra os reunido en esteis o jar dín, a dialogar sobre laposibilidad de un contacto o de una co unicación con habitantes deotros undos, todos nos habríantachado de locos o psicópatas.

»Hoy, por el contrario, a todos nos preocupa este tema. Intuios algo. En el fondo de nuestros

corazones senti os la presencia de otras civilizaciones extraterrestres. Civilizaciones que son superiores ala nuestra. Humanidades, a fin de cuentas, que quizá estén más cerca que nosotros de

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la Verdad. Hombreso seres inteligentes que llegaron a etas ni siquiera soñadas por nosotros.

-¿Qué podría ocurrir si un día -quizá no muy lej ano-, el ho bre de la rra se encontrara frente a otro«ho bre» de la galaxia?

-Es posible que ése sea el co ienzo de la verdadera unidad de este «filum»humano. Hasta ahora sólohe os sido tribus, países, i perios, individualis os, egoís o, doctrinas, guerras, divisiones y uerte.

»Quizá en ese instante histórico nuestra Hu anidad comprenda que sólo la nidad profunda, sin credos,sin religiones, sin partidos, sin naciones, sin diferencias, puede conducir a la realización auténtica delho bre que for a esta Humanidad concreta. Y sólo habrá una civilización. Un únco fin: la integraciónen el Cos os.

-¿Has descubierto en la «biblioteca» lítica alguna forma de vida inteligente que nosea el ho bre?

-No, por ahora, no. Los seres de aquella Humanidad «gliptolítica» pertenecían al llamado «génerohumano». Sólo uno de los personaj es de las piedras grabadas no era de este planeta. Pero ése tambiénpertenecía a dicho «género humano». Su apariencia física era usi ilar a la de los ho bres

«gliptolíticos», pero procedía de otro lugar del Cos os.Aquello e intrigó extraordinaria ente. Javier Cabrera, feliz junto a los suyos, parecía dispuesto arevelar algunos de los isterios que -indudable ente- conocía y que, sin e bargo, nadie había escuchadoaún.

-¿Quién era? -pregunté.-Tú lo conoces, puesto que lo has identificado en lo que tú lla as «cua

rto secreto»...Eso fue todo lo que pude sonsacarle a Javier. Y no era poco...La cena proseguía, animada con la presencia de nuevos a igos de

Javier Cabrera y con el sabor picantedel «cebiche».

-Algunas, personas se extrañan al ver en las piedras obj etos que pertenecen a nuestra civilización...-¿Por ej e plo? -preguntó a su vez el investigador.-Tij eras, lupas, cuchillos...-Di e una cosa. Si un ho bre tuviera que cortar algo ahora y

en la Prehistoria, ¿có o crees que loharía? ¿Con un cuchillo diferente o con uno igual? Si tú deseas cortaralgo debes buscar un obj eto

cortante, ¿no es así? ¿Y có o sería ese obj eto?»No debe os olvidar que este "filu º humano que dej ó el ª ensaj eº

anzó algo que nosotros todavíano he os imaginado siquiera: se concretó en un cien por cien,  a través de su evolución, en su

espaciotie po. Y en ese cien por cien de su espacio-tie po realizó todo lo que el ho bre de hoy estátratando de conseguir.

»Tú has reconocido, por ej e plo, una cosa nueva en algo viej o. Tú has visto cuchillos, lupas, tij eras,etc. Pero también has visto cosas desconocidas. "Trasplantes" de cerebro, de claves genéticas, en algovicio... Es la figura contraria.

»¿Por qué? Porque cada Humanidad, cada ªfilu º, tiene que realr lo que, en cierto odo, está

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predeter inado. Tú harás lo is o que ya hizo otro hombre. Y no es precisa ente una casualidad o unaªloteríaº que tú -ahora- estés "ocupando" el lugar de ese otro ho bre...

-¿Qué quieres decir?-Lo is o que ya he repetido en anteriores oportunidades. La investigac

ión de la «biblioteca» de piedrae ha de ostrado que el ho bre es increado. Pertenece os al «gén

ero humano», y ese género ocupa ysignifica en el Cos os ucho más de lo que nuestra corta ente puede imaginar.

»Por eso decía hace un o ento que el encuentro de este "filu º con otro ªho breº de la galaxia serávital.

A veces era real ente difícil seguir las explicaciones del édico de Ica. Uno se encontraba desarmado,sin el espíritu lo suficiente ente despeja do co o para dejar entrar la luz de aquellas nuevas afirmaciones.Uno presentía que Javier Cabrera había llegado al fondo de últiples problemas, precisa ente a través deaquella apasionante investigación. Pero el profesor peruano se resistía -quizá por prudencia- a vaciar suente.

-¿Es quizá éste -el «capítulo» de la antropología del ho bre «gliptolíticl?

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  -No es que sea el más difícil -respondió Cabrera-. Quizá lo que sucede s que se trata de uno de losmás trascendentales. Pero lo revelaré a su debido tiempo. Cuando elundo entero sepa que existe estagran «biblioteca».

»No es fácil, lo reconozco, cambiar de la noche a la mañana los esquemasentales de toda una vida y

de toda una educación. Por eso deseo dar tie po al tie po.

-¿Crees que habrá algún otro lugar en el undo donde posean algose ej ante a esta for idable«biblioteca»?

-Quizá en el Tibet. Los fa osos «discos» de piedra de Baian Kara Ula podrían ser otro docu entolegado por alguna Hu anidad re ota...

(Según se dice, en la frontera chino-tibetana, el arqueólogo Chi-Pu-tei  descubrió en 1938 un total de716 «platos» o discos de granito de dos centí etros de espesor. En el centro presentaban un aguj ero desdeel cual parte en espiral una escritura a doble surco hasta el borde del plato. Dichos «platillos» de BaianKara Ula son muy se ejantes a nuestros actuales discos icrosu

rco. Durante años trabaj aron losespecialistas tratando de descifrar el isterio de los encionados platos de granito, hasta que en 1962, elprofesor Tsu Um Nui, de la Acade ia de Prehistoria de Pekín, logró descifrar una parte i portante de laescritura acanalada. Los análisis revelaron i portantes cantidades de cobalto, y los físicos co probaronque las piezas tenían un elevado rit o vibratorio, lo que hace suponer que en algún o ento estuvieronexpuestos a altas tensiones eléctricas. Los descubri ientos de Baian Kara

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Ula causaron sensación cuandoel filólogo soviético, doctor Viacheslav Saizev, publicó textos descifrados de los platos de granito. En ellosse afir aba que «hace unos doce il años, un grupo de seres de procedencia desconocida llegó a parar altercer planeta, pero su vehículo espacial no tenía energía suficiente para abandonar este mundo extraño».)

Javier Cabrera apuró su vaso de whisky.-Después de encontrar esta «biblioteca» en piedra, no tengo la enor dud

a: al enos, desde el hombre«gliptolítico», la Tierra ha sido poblada también por otras civilizaciones. Todas ella han cubierto una fasede la historia del planeta y del propio «género humano». Y es muy posible que, al final de sus días, o quizámucho antes, algunas de esas Humanidades pretéritas descubrieran igual  ente la existencia de otrascivilizaciones anteriores a ellas ismas. E incluso supieran de la Vida en el Universo.

»¿Por qué e pecinarnos en ser los pri eros y los más tecnificados de toda l historia del undo? LaTierra tiene iles de illones de años de existencia... ¿Có o pode os pretender se ejante disparate? ¿Quésabe os de nuestro propio pasado? Hace 10.000 años fue ªayerº...

Aquellas palabras de Cabrera e transportaron hasta las páginas de un l

ibro que acababa de leer. Unlibro que dej ó una profunda huella en i espíritu. En él, su autor, el célebre Himar von Ditfurth, profesorde Psiquiatría y Neurología de la Universidad de Heidelberg, hablaba también de lo incon ensurable quees en realidad el Cos os. Y ponía un ej e plo que podría aplicarse perfecta

ente a este largo pasado de laTierra.

Decía Von Ditfurth: «No pode os imaginarnos lo que representan 3.000 illones de años. Peroacuda os a una de esas " uletas" que per itirá a nuestra imaginación "aproximarse" a la verdaderamagnitud del tér ino expresado:

»A razón de un nú ero por segundo, pode os contar hasta 1.000 en un  cuarto de hora, poco más oenos.

»Para alcanzar el illón, presuponiendo una j ornada de ocho horas,se necesitaría todo un es,

contando en las ismas condiciones.»Y para llegar a los 1.000 illones, sería necesaria toda una vida, de

dicando ocho horas cada día ycontando un nú ero por segundo. Tendría os que alcanzar, además, unaedad aproximada de 80 añospara conseguir este e peño.»

¿Có o pode os, por tanto, creer que nuestra Hu anidad es la única?-Dij o usted, profesor, en cierta ocasión -intervino otro de los asist

entes a la cena-, que el hallazgo yposterior investigación de esta «biblioteca» de piedra había cambiado su vida.Pero, funda ental ente,

¿por qué?-Quizá por el si ple hecho de haber co prendido que la ente hum

ana debe estar per anente entepreparada para el ca bio, para lo nuevo.

»En el Universo, nada es absoluto. Y hay que sentirse lo suficienteente hu ilde co o para aceptar

que pode os estar equivocados. Equivocados, incluso, en lo que he o

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s considerado co o más sagrado.-¿A qué horas estudia, profesor?-¡Ay, hij o!, cuando puedo. Mi trabado en el Hospital no e da de

asiado margen. Ésa es una de isgrandes amarguras. Yo desearía dedicar todo i tiempo y todo i esfuerzo en esta investigación. Perotengo ocho hij os y debo darles de co er.

-Por cierto, ¿cuánto dinero lleva gastado en estas piedras?Javier Cabrera sonrió e hizo un gesto de i potencia:

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  -Ni yo is o podría decírtelo. Son nueve años comprando piedras a los capesinos. Aquí he dej ado

parte de i vida...-Todos he os visto que la «biblioteca» está integrada por «series» de piedras. o logró reunir dichas

series? ¿Buscaba, pedía piedras concretas a los campesinos de Ocucaj e o las ha idoacumulando confor ellegaban?

-No, yo co praba sie pre las que e traían. Cualquiera se hubiera dado cuenta desde un principio de

que aquello era una «biblioteca». Por tanto, lo i portante era reunir un máxio de «libros» o piedras.»Lo que nunca imaginé fue que allí iba a encontrar e con ªcapítulosº co

l del co eta Kohoutek...Alguien se dirigió entonces a la j oven esposa de Cabrera y pidió su opinión sobre

 las piedras.-Yo fui uno de los más enconados ene igos de estas piedras -co

  entó ante la sorpresa de todos-.Durante los tres pri eros años las consideré una simple colección, una pérdida de te po, casi un juego deJavier. Hasta que un día co prendí lo equivocada que estaba.

-Ella y i madre, precisa ente -añadió Javier Cabrera-, fueron las que, en un principio, más se

opusieron a que yo prosiguiera i investigación...-¿Y el resto del pueblo de Ica?-Tú lo ves. Nadie es profeta en su tierra. Y yo tampoco. Las críticase asaltan por todas partes. En

los periódicos e tachan de loco. Se burlan de í y de la «biblioteca». Pero o i porta. Esa crítica es iej or aliada. Me obliga a hacer un alto en el ca ino y a serenar la

ente.»º¿Es que estaré equivocado? -pienso en algunos o entos-. ¿Es que todo

una pérdida de tie po?º»Pero no. Después de esos instantes de reposo espiritual, i volunta

d se ve fortalecida. Sé que estainvestigación es auténtica y que algún día dará los frutos deseados. Ade

, ¿es que no comprendéis?Estas piedras nos sobrevivirán a todos. Y otros seguirán el estudio.-Me pregunto qué habría sucedido si, en lugar de en pleno siglo XX,

esta «biblioteca» hubiera sidodesenterrada hace siglos¼

-Fue encontrada y conocida por los re otos indios incas del Perú. Así consta en las crónicas de algunosj esuitas que aco pañaron a los conquistadores españoles en 1550. Las deno

inaban «piedras Manco». ¿Yquién sabe si no fueron conocidas ucho antes?

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  -Pero, si los incas tuvieron -conoci iento de su existencia, ¿có o esque no las tocaron? ¿Có o es queno aprendieron de ellas?

-Las consideraban «cosa de los dioses», ya te lo dij e. Y, a lo su o, tocaron algunas pequeñas. Nunca seha encontrado una piedra grande junto a una o ia inca.

»En cuanto a la segunda parte de tu pregunta, ¿de dónde crees que aprendieron los incas su perfectosistema teocrático-socialista? Los grandes sacerdotes de aquel i perio que ni siquiera conocía la rueda,tuvieron acceso al lugar donde se hallaba la "bibliotecaº y durante añoslograron descifrar y entenderdeter inados aspectos de las grabaciones. Ellos también eran inteligentes, aunque no podían co prender,lógica ente, muchas de las ideografías de tipo técnico y científico de los gliptolito.

»¿Por qué y có o sabían los indios que los ho bres blancos llegarían en baa través de los grandesmares? ¿Quién había hablado a los incas de la existencia de los caballos, antes de que los conquistadoreshispanos los llevaran a A érica? ¿Por qué crees que un i perio tan poderoso co o el incaico se dej ódo inar tan fácil ente por un simple puñado de españoles? Los indios habían visto los barcos y los

caballos y hasta al propio ho bre blanco en las grabaciones de las piedras. Tú is o lo has comprobado.Los incas sabían que existían y no se extrañaron cuando los vieron apareceren sus playas y ontañas.¡Los tomaron por «dioses»!

»Pero no sé si te diste cuenta de un detalle cuando observába os las piedras donde aparecen caballos.

Traté de recordar algo que e hubiera llamado la atención.-Sí -repuse-, aquellos caballos no eran normales... Tenían dedos en lugar de cas

cos.-¿Y por qué? -planteó nueva ente el investigador.-Creo que, dentro del proceso evolutivo de este animal, hubo una épo

ca re ota en la que sus patas

ter inaban en dedos.-Exacto. Pero eso fue hace illones de años. ¿Por qué se le representó entonces en las piedras condedos en lugar de cascos? Los caballos que llegaron con los españoles no tenían dedos...

»¿O es que podría os atribuirlo -co o dicen uchos arqueólogos- a la "imagnaciónº y sentido artísticode los ca pesinos de Ocucaj e?

En realidad, pocos co entarios podían hacerse a aquella observación.-De esas 11.000 o 15.000 piedras que posees en la plaza de Armas,

  ¿cuántas han sido estudiadastotal ente?

-Bueno, nunca se puede decir que una investigación haya concluido del to

do. Sie pre surgen nuevosele entos, nuevos hallazgos. Pero, pienso que quizá quinientas están ya muy bienanalizadas...

-¿Sólo quinientas?

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  -Y no es poco -subrayó Cabrera-.Un ho bre solo no puede llevar adel

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ante esta investigación. Necesitadel apoyo, de la ayuda, de la colaboración de todo un equipo de especialistas. Es preciso que estas piedrassean estudiadas por matemáticos, físicos, ingenieros, édicos, arqueólogos, antropólogos, juristas,zoólogos, astróno os, etc., etc.

-¿Y religiosos?-También.-Si sólo hay descifradas unas quinientas piedras, ¿cuánto tie po c

alculas que llevaría estudiar esas10.500 restantes?

-Si el trabajo fuera realizado por una co isión, uchos enos años de los que cree os. La senda estáya abierta. Mis nueve años de investigación no han sido infructuosos. Pero es preciso que vengan a Ica.Este descubri iento es patri onio del mundo entero.

Una última pregunta iba a poner punto final a aquella charla en el jardín de lacasa del édico peruano:

-Supongo que también se encontrará en dichas piedras la otivación que i pulsó a aquella Humanidada dej ar el « ensaj e».

-Natural ente. Pero de eso, repito, sólo podre os hablar cuando el mundo entero haya conocidopri ero la existencia de la «biblioteca No antes.

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  CAPITULO XIII

LA OPINIÓN DE LOS ARQUEÓLOGOS OFICIALES

A pesar de la evidencia, de las últiples pruebas de su autenticidady de i propio convenci iento,quise so eter el tema también al juicio de la Arqueología oficial del Perú.

En el fondo necesitaba conocer la opinión de los máxi os expertos en es

ta materia. Un pensa iento ehabía ator entado el alma desde que tuve conoci iento de la gran «biblioteca» del desierto peruano:

«¿Por qué los arqueólogos del país no habían hecho público este sensacional hallazgCabrera e había apuntado ya la respuesta a lo largo de nuestras nu

erosas entrevistas. Sin e bargo,necesitaba escucharlo de viva voz.

Y durante i segundo viaj e, e entrevisté con uno de los arqueólogos y portavoz del máxi o organis operuano de cultura: don Roger Ravínez, ie bro del Instituto Nacional deCultura.

Sus palabras quedaron grabadas en i magnetófono, ientrasconversa os al pie de una de las

«huaqueras» o excavación arqueológica existente en las proxi idades deLima. El arqueólogo señorRavínez se encontraba trabajando en aquellos días en la restauración de un viej o «te plo» prehispánico,encontrado, co o digo, en los alrededores de la capital del Perú.

Por supuesto, nuestra conversación no tuvo desperdicio. Y escuché lo que verdadera ente ya habíaimaginado y Javier Cabrera e había adelantado.

El señor Ravínez, especialista en culturas líticas -funda ental enteen el Paleolítico Superior- fue

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directo al asunto:-Mire, sólo conozco una piedra grabada que puede ser auténtica. El resto, todos

 esos iles y iles, sonfalsas. Además, he os estado uchas veces en las casas de los indígenas de Ocucaj e y les he os vistotrabajar las piedras...

-Es decir, ustedes, los arqueólogos sostienen que las piedras no son auténticas...

-Por supuesto.-Pero, ¿por qué? ¿Cuáles son las razones?-Desde el punto de vista estilístico no tienen ningún sentido. Allí se

  ezclan cosas de Nazca conMochica, Tiahuanaco, etc. Además, no hay ninguna asociación...

Sin querer recordé las palabras de Javier Cabrera y el caso delmanto de Paracas. Pero no quiseinterru pir al arqueólogo.

-¼ Y usted sabe que un resto sin asociación es i posible de fechar. Cabrera nunca ha querido ostrarel depósito o yaci iento de donde proceden estas piedras. Si lo hiciera, quizá pudiéra os averiguar laverdad y, por los posibles restos que hubiera en la zona, fechar la antigüedad delos grabados.

No salía de i asombro.-¼ Por otra parte -continuó Ravínez-, he os hecho icrofotografías d

  las incisiones de esa únicapiedra que considero auténtica y son distintas de las incisiones que aparecen en las piedras de Cabrera.

-Disculpe, pero ¿a qué piedra se refiere?-A una que descubrió el gran arqueólogo Max Uhle. Tiene grabado un animal. Cre

o que una llama...-¿Y dónde la descubrió?-En Ocucaj e, en el departa ento de Ica.-Entonces, usted cree que, a excepción de la que encontró Uhle, las de

ás son falsas...-Sí, concreta ente las hace un campesino lla ado Basilio Uchuya y otra

  uj er, también de Ocucaj e.-¿Sabe usted que en estos o entos se llevan contabilizadas más de 50.00

0 piedras grabadas -algunasde gran volu en- y que se encuentran desperdigadas por Perú y buena parte del extranj ero?

-Sí, eso dicen.-¿Y cree usted verdadera ente que esas 50.000 piedras las han grabado Uch

uya y una uj er?-Si usted conociera el norte del Perú, se daría cuenta de la gran

cantidad de falsificaciones que seproducen. En los «huacos», por ej e plo, se dan a illares.

-Díga e una cosa. ¿Cuántas piedras ha visto grabar personal ente?-La única vez que, estuve en Ocucaj e había seis o siete. La isma muj

 er que las graba -una tal Ir a-e confesó que no tardaba una hora en trabaj arías.

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  -Respónda e a otra cuestión. ¿Qué le ocurrida a quien fuera descubierto desentrrando o traficando conpiezas arqueológicas?

-Tene os una Ley -la 6634- sobre Protección de Monu entos Arqueológicos...

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  -Pero, ¿qué le sucederla?-Sería condenado a ir a la cárcel o a pagar una ulta. Depende.-Entonces, ¿cree usted que los hu ildes campesinos de Ocucaj

e van a exponerse a esas penas,confesándoles que las sacan de un lugar secreto? ¿No es más lógico y humano que se protjan, «grabando»en sus casas -a la vista, de todos- algunas piedras?

-Mire -repuso el arqueólogo-, yo considero que este problema de las piedras grabadas de Ica es antespolicial que científico.

-Hay otro punto que e intriga. Usted ha visto las piedras grabadasde la colección del doctor JavierCabrera, claro.

-Sí, de pasada...-Y bien. ¿Cree que esos grabados tan co plej os y de tan alto nivel c

ientífico pueden estar hechos por unca pesino co o Uchuya?

-Yo pienso que todo es imaginación. ¿Có o puede usted desecharla investigación de cientos deespecialistas del mundo entero?

-¿Qué, ocurriría si algún día se de ostrase definitiva ente que esasiedras son auténticas?, ¿quefueron grabadas y labradas por una civilización muy re ota?

-Pero eso es i posible. El ho bre más pri itivo surgió en A éric

a del Sur hace 23.000 o 25.000años...-Está bien. Conceda os entonces que esa civilización que grabó las p

iedras sólo tenía 25.000 años.¿Qué supondría para ustedes, los arqueólogos?

-Única ente se lograría de ostrar que hay un estilo relacionado con cualquier época de la cerá ica,con base en Nazca.

-¿Nada más?-Nada más. La investigación hace cambiar, pero hay que tener eviden

cias. Pruebas concretas, noconj eturas.

-¿Lla a usted «conj eturas» a 11.000 piedras grabadas?

-Ya le dij e que ésas han sido hechas por Uchuya e Irma.Estuve tentado de cortar allí nuestra entrevista. Pero quise llegar hasta elfinal.

-¿Sabe usted que hay análisis de oxidación y petrológicos de esas piedra? Análisis realizados porUniversidades y organis os co petentes...

El arqueólogo e iró con ironía y se apresuró a contestar:-Me gustaría verlos... Si alguien e de uestra que esas piedras

son auténticas, estoy dispuesto aaceptarlo. Pero, tal y co o veo las cosas, e niego rotunda ente.

-Dice usted que ha visto las piedras de Javier Cabrera. ¿Qué i presión le produj o cuando descubrióaquella enor e masa de rocas grabadas?

-Que estaba ante una falsificación. Y que Cabrera deliraba.-¿Sabía usted que en las piedras aparecen animales prehistóricos junto a seres humanos?

-Sí, y ya le he dicho que e parecen producto de la imaginaciónde los referidos ca pesinos deOcucaj e.

-¿También la descripción de los ciclos biológicos?-Por supuesto.-Pero, si esos campesinos apenas saben leer...El señor Ravínez hizo un gesto de cansancio. Al parecer, no le agradaba aquella

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 conversación.-¿Sabía usted que las piedras grabadas han sido encontradas en

  terrenos de la Era Primaria ySecundaría, precisa ente?

-No sé.... yo no soy geólogo.-Me gustaría creer que ustedes, los arqueólogos, estarían dispuestos a cambia

r sus esquemas entalessi llegara el caso...

-Y lo esta os. Todos los arqueólogos cambian, por uy conservadores que sean. Además, se lo repito,la cosa es bien si ple: que Cabrera nos uestre el yaci iento.

-¿Usted ha hablado con él?-No, por Dios. Yo no hablo de Arqueología con alguien que no es arqueólogo...La verdad es que aquella última frase e había dado el secreto,

la verdadera razón por la que losarqueólogos oficiales de Perú no querían colaborar con Javier Cabrera en la apasionante investigación delas piedras grabadas.

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  No e sentí con fuerzas para hablarle a aquel representante de

la Arqueología peruana sobre losestudios efectuados por las Universidades de Bonn o de Ingeniería de Lima.Ni de las piedras grabadas

encontradas por el arquitecto señor Agurto, cuatro años antes de que Javier Cabrera se interesara por losgliptolitos. Ni de las ratificaciones de los Observatorios Astronóicos de París y Ale ania Oriental enrelación con los grabados de una de las piedras de la «biblioteca». Ni de las manifestaciones de los propiosca pesinos de Ocucaj e en aquella i pri era visita al poblado.

No erecía la pena.Por fortuna, no todos los arqueólogos del her oso país de los incas

opinaban del is o odo que el

portavoz del Instituto Nacional de Cultura.Durante i estancia en Perú pude recoger algunas manifestaciones afavor de la autenticidad de laspiedras, expuestas por un grupo de profesores y estudiantes de la Universidad San Luis Gonzaga de laisma ciudad de Ica. Algunas de estas opiniones fueron recogidas posterior

ente por la prensa de Lima.Estos profesores se sumaron a la defensa de las discutidas piedras

  grabadas de Ocucaj e, señalandotambién que cabe la posibilidad de que existan abundantes piedras falsificadas, especial ente a partir delos últi os eses de 1974, fecha en que el hallazgo trascendió a todos los niveles del país.

El doctor Ni io Antezana Gallegos, profesor de la referida Universidad iqueña, añadió incluso, que nosólo en Ocucaj e, sino también en otras regiones peruanas, había tenido  conoci iento de las piedrasgrabadas .

«Tanto en Palpa co o en Llauta -expresó- tuve la oportunidad de verlas. Incluso conservo algunas deellas. Y es más, varios a igos íos también las han adquirido. En ningúncaso hay relación ni con eldoctor Cabrera ni con las encontradas en Ocucaj e.»

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  Pero en sus declaraciones, el citado profesor Antezana Gallegos ibamás allá. Y sentí una profundaalegría al co probar que sus apreciaciones coincidían básica ente con las  ías.

Al referirse a las piedras trabaj adas por Basilio Uchuya, Antezana Gallegos decía:

«Esas piedras que graba el campesino de Ocucaj e nada tienen  que hacer frente a las que sonconsideradas auténticas. Los dibuj os de las pocas piedras que posee Uchuya son simples y torpes, frente alos co plej os símbolos e ideogra as de las otras. Hasta un niño se daría cuenta de la tre enda diferencia.»

En aquellas declaraciones, el profesor de Ica concluía:«No hay razón para silenciar y poner trabas a un trabajo de inve

stigación en favor de la culturaperuana.»

Por su parte, otros profesores peruanos -Yolanda Velázquez Carrión y Edda Flores de la Cruz-afirmaban también pública ente, a través de las páginas del periódico li a Prensa.

«Al estudiar con deteni iento los gliptolitos del doctor Cabrera Darquea se encuentra ucha si ilitudcon las huellas del llamado Cos ódro o de Nazca, así co o figuras ysí bolos que j amás conocieron ni

los incas ni las demás culturas de las que se tiene infor ación real.»Al observarse estos vestigios, que uestran ho bres y animales antediluvianos en diversas actitudes,se distingue que algunos de esos individuos poseían características antropológicas

uy diferentes a las delho bre de hoy. Así, por ej e plo, tenían una gran cabeza y manos con  cinco dedos, todos del is ota año, tan perfecta ente grabados que resulta i posible i itar en la actualidad.»

Después de aquella un tanto -a arga y descorazonadora entrevista con un representante de laArqueología oficial del Perú, preparé una nueva visita al poblado del desierto de Ocucaj e. En este i

segundo viaj e a Perú había deja do intencionada ente para el final la  investigación entre los campesinos.En una de is pri eras visitas a Ocucaj é -en septie bre de 1974-,algunos de los indígenas nos habíanconfesado que «las piedras de gran volu en y peso costabaucho trabajo sacarlas». Por eso,

precisa ente, sólo iban a por ellas cuando eran encargadas previa ente. Y éste era el caso de las últiplesoles que había ido reuniendo Javier Cabrera con el paso de esos nueve años.

Ahora, eses después de aquel pri er contacto con estos sencillos campesinos, todo iba a ser distinto.

Al llegar a Lima e i presionó el auge que había adquirido el temade la «biblioteca» lítica en los

periódicos y revistas peruanos. Meses antes, en i pri era visita a Ica, nadie hablaba del asunto. Ni unsolo diario se había percatado de la trascendencia del hallazgo. Todo era calma.

Muy al contrario, en esta segunda ocasión, y erced a las noticias que procedían de Europa respecto alsensacional descubri iento, la prensa y edios informativos peruanos tomaron cartas en el asunto, dandolugar a una curiosa y espectacular polé ica.

Mientras algunos rotativos y revistas atacaban sin piedad no sólo las piedrasgrabadas, sino también la

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propia persona del doctor Cabrera, otros defendían a ambos con el is o apasiona iento.

Los pri eros, por ej e plo, basaban sus ataques en las declaraciones hechas por el tal Basilio Uchuya.

«Yo he hecho las 11.000 piedras del doctor Javier Cabrera»,afir aba el campesino en dichosperiódicos.

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  «Mi técnica -proseguía, con todo luj o tipográfico- se basa en grabar las iedras después de haberlascalentado con estiércol de burro o de caballo.» Aquello, franca ente, era digno de análisis. Y e laspro etí felices cuando volviera a ver a i a igo Uchuya.

Días antes de viaja r hasta Ocucaj e e pusieron en antecedentes de un hecho que considero i portante,a la hora de co prender por qué el campesino iqueño se había prestado a hacer aquellas declaraciones.Uchuya -quizá ante el cariz que iban tomando los aconteci ientos-fue visitado e interrogado por la P.I.P.(Policía de Investigación Peruana). Y es de suponer que el hu ilde a

ldeano -asustado por el alcance de unasunto que hasta ese o ento sólo le había proporcionado ódicas pero fáciles y reposadas ganancias-decidió cubrir sus espaldas y las de sus hij os con aquellas afir aciones. Co o ya he co entado en otraoportunidad, reconocer que las piedras eran extraídas de algún yaci

iento o depósito, así co o de lastu bas, habría significado la cárcel para él y la ruina para su fa ilia.

Eran por tanto, absoluta ente disculpables las declaraciones del «cholo»de Ocucaj e.

Pero quizá lo más sabroso de aquellas explosivas manifestaciones en contra de la autenticidad de la«biblioteca» lítica era la «técnica» e pleada por Uchuya.

Según él, todas las piedras que poseía Javier Cabrera habían sido grabadas con sus ropias manos. Novoy a exa inar este punto. Ni siquiera un pueblo co pleto,con cientos de «uchuyas», provistos deodernos taladros y herra ientas, podría grabar la itad de aquellas

 50.000 piedras que hoy circulan porel mundo.

Lo que real ente no tenía desperdicio era su afirmación sobre el calentaiento de las piedras a base de

estiércol de caballerías ¼Para e pezar, lo que Uchuya lógica ente ignoraba es que una pi

edra so etida al fuego ter ina porresquebraj arse.

Además, ¿calculan el tre endo nú ero de toneladas de estiérco  necesario para calentar 50.000piedras?

No e i agino al bueno de Basilio Uchuya recolectando 10.000, 20.000 o 30.000 toneladas deexcre entos de burro y caballo a fin de proporcionar a sus grabados un «toque de calidad». Todo, claro,para después vender las piedras a cien pesetas...

Por otra parte, ¿dónde estaban los hornos necesarios para tamaña operación?En todas is visitas al, poblado -y por más que escudriñé entre las c

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hozas de adobe y cañas- j a ásdescubrí el enor vestigio.

Aquellas fa ilias -su idas en un la entable analfabetis o- no estaban en condiciones de co prendersiquiera los «tesoros» científicos que albergaban aquellas piedras que extraían del deserto. Pero yo is oter inaba por reprochar e esta absurda insistencia, tratando de de

ostrar que los ca pesinos de Ocucaj eno eran los autores de las piedras grabadas. Nunca podrían serlo.

De ahí que i última visita al poblado fuera más breve que ninguna otra. Basilio Uchuya nos recibiócon ucho más recelo y desconfianza que nunca. Se le notaba olesto.

Cuando pregunta os si podía ostrarnos alguna piedra grabada, seexcusó diciendo que apenas si lequedaban...

Tuvi os que acudir a otras chozas, a fin de localizar algunasde estas piedras. Todas ellas eran depequeño ta año. La mayor apenas si rebasarla los 500 gra os.

Todas enos una, claro. Todas enos la que, desde hacíaeses, se e peñaba en grabar la señoraIrma, otra de las ca pesinas de Ocucaj e. En itad del corral,la aldeana nos ostró la enor e piedradonde -co o Dios le daba a entender- iba grabando algunas estrellas y una fi

gura que trataba de parecersea las de los fa osos «pája ros ecánicos» que yo había visto en la coción de Javier Cabrera. Alexa inar la piedra, los allí reunidos nos ira os en silencio. Era evidente la diferencia de trazado, deestilo e, incluso, de la isma roca utilizada para la grabación.

Ir a, al igual que Uchuya y el resto de las fa ilias que habita Ocucaj e, llevaba uchos años-posible ente desde 1962- viendo las piedras que salían del fondodel desierto. Esto podía explicarperfecta ente que los otivos elegidos por ella para «grabar» la piedradepositada sobre la arena de sucorral fueran parecidos -o trataran de parecerse, para hablar con

propiedad- a los de las auténticas«ideografías» de la colección de Javier Cabrera.En realidad -y según e confesó inutos después Tito Aisa-, el verdadero

  obj etivo de la vieja Ir a noera precisa ente vender la piedra, sino «protegerse» de aquellos que real

ente podían colocarla en apuros.Tito se refería, por supuesto, a los policías o arqueólogos oficiales. Aquella piedra a edio grabar era laej or prueba de que ella «trabajaba» los cantos rodados...

Cuando entra os en la casa del campesino llamado Aparrana tuve la oportunidad de asistir a un hechoque, por su significación, e resisto ahora a pasarlo por alto.

Semanas antes de aquella visita, uno de is aco pañantes había pedid

o a la esposa de dicho campesinoque -puesto que ellos se reconocían «autores» de dichos grabados- le proporcionara una piedra en la que

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apareciese su coche, con el nú ero de la matrícula. Si asílo hacían, i a igo sabi4a pagar

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espléndida ente dicha piedra.Y he aquí que en la referida visita, i co pañero recordó el hecho a A

parcana . Al poco, la uj er deéste aparecía a la entrada de la choza con un pequeño canto rodado en el que  -efectiva ente- había sidograbada la silueta de un coche.

Aquello fue definitivo. El grabado del vehículo -con trazos i precisos y burdos- había sido realizadopor la única cara que quedaba sin grabar en la piedra. Al reverso del «coche» de

i a igo podía verse unanimal prehistórico que sí correspondía a una grabación auténtica. La diferencia de trs, co o digo, erabrutal.

Pero la suerte estaba aquel día de nuestro lado. Porque i aigo, al comprobar el fraude, se negó aaceptar la piedra. In ediata ente, la esposa del ca pesino exclaó:

-¿Y qué hago yo ahora con esta piedra? ¡Ya se ha malogrado!¿Por qué decía la uj er que se había malogrado?Por supuesto, aquella piedra, con la grabación del coche de i

  a igo, fue adquirida -y con todos loshonores- por nuestra pequeña expedición.

Era la pri era piedra donde se alternaban un grabado original yauténtico con otro descarada ente

falso...Antes de retirarnos del poblado no pude por enos de volver a lacasa de Basilio Uchuya. Y con toda laseriedad de que era capaz le pregunté:

-Mire usted, Basilio, ¿podría hacerle un encargo?El «cholo» e iró con desconfianza y preguntó entre dientes de qué se trataba-Desearía que e grabara en una piedra una «vasecto ía». No tiene

ue preocuparse por el precio. Leabonaré lo que pida...

Observé la expresión de duda y confusionis o del hu ilde campesino.

-Bueno - e respondió-, ahora estoy ocupado, pero quizá...No quise ensañar e más.

Al volver a Ica y co entar con Javier Cabrera lo sucedido en Ocucaj e,el édico co entó:-Hay una prueba ucho más ele ental y segura para saber, en defin

itiva, si nos encontra os ante unapiedra auténtica o ante una falsificación.

Javier Cabrera to ó de una de las estanterías una piedra deregular tamaño y nos pidió que leacompañára os a la puerta de la calle. Allí lanzó la roca al aire y dj ó que se estrellara con estrépitocontra el pavi ento. La piedra no sufrió el enor daño.

To ó nueva ente el canto rodado entre sus manos y afir ó:-Ésta, a igos, es una piedra falsa. Todos queda os perplej os. ¿Por

 qué?

Si hubiera sido una de las piedras prehistóricas se habría despedazado. A raíz del últi o terre oto,algunas de las piedras que tenía situadas en las partes más altas de las estanterías cayeron al suelo,fracturándose.

»Pero, ¿por qué no se rompen los cantos rodados que son falsos? Muy fácil de coprender. Un cantorodado se forma, precisa ente, por el choque y roce con otras piedras y rocas. Y va puli entándose, hastaque queda la parte más dura de la piedra. Por eso al lanzarlo al a

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ire no se ha roto. Con las piedrasgrabadas auténticas no sucede así porque su naturaleza petrológica es muy diferente a la de estos cantosrodados que se e plean para la falsificación de grabados.

-Está claro, por tanto -co enté- que existen piedras «falsas»...-¡Ah, por supuesto, a igo!Javier Cabrera hablaba nueva ente con toda la sinceridad de que era

 capaz.Es ahora, desde que el descubri iento está tomando auge, cuando

indudable ente han co enzado a«fabricar» algunas de esas grabaciones. Pero puedo asegurarte que no pasarán  de veinte o cuarenta. Ytodas ellas están en manos de personas conocidas. En todas, además, se adivina in ediata ente que elgrabado es falso. Pero, fíj ense bien -apuntó el doctor-, yo no culpoal pobre Uchuya de lo que estáocurriendo. Él hace lo que, en el fondo, haría os todos si nos viéra osen sus circunstancias.

-Él afir a que todas las piedras que tú tienes las grabó en su choza de Ocucaj e...

-¿Y qué otra cosa puede decir? ¿Que las ha ido sacando de un lugar del desierto para vendér elas? Noes lógico ni humano. Y yo le entiendo.

»Pero eso no es lo peor. Mucho peor es ver có o personas co

o Santiago Agurto -que también leco pró piedras a Uchuya- sigue callado.»Yo podría decirte, incluso, de algunas personas de Ica que, cargadas d

e mala fe, llegaron a encargar,incluso, a los campesinos que falsificaran varias de estas piedras y que luego e las traj eran, a fin deconfundir e y pillar e en la trampa. Pero puedo asegurarte que ya resulta difícil engañar e. Son muchosaños viendo piedras y estudiando sus ideografías...

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  Éste, quizá, era uno de los problemas más desagradables con que debía nfrentarse el investigadoriqueño. Todos cuantos le conocían en Ica, todos cuantos le habían visto crecer, todos cuantos reconocíanen él un ciudadano más se preguntaban ahora có o podía ser que aqel édico pudiera salir en losperiódicos y haber realizado se ej ante descubri iento.

Y uchos -quizá los que nunca le apreciaron de verdad- ter inaban por burlarse de sus investigacionesy de su propia persona.

Pero esto, insisto, no hacía ella en el áni o del doctor. Todo lo contrario. Su espíritu salía

robustecido de la prueba.-Acepto y aceptaré sie pre la crítica -respondía él cuando tratába osta cuestión- porque hasta ahorae ha hecho más bien que mal. Me ayuda a serenar el alma. Y los

  que e atacan sólo tendrán irespuesta cuando dé por concluidas is investigaciones. A veces e pregunto por qué el ser humano tieneesta tendencia a ridiculizar al hombre de ciencia...

»¿Qué gana con ello?Aquélla iba a ser i última entrevista con Javier Cabrera. En i

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 ente, sin e bargo, quedaban cientosde preguntas, cientos de dudas.

Pero todas iban a verse eclipsadas ante una de las revelaciones delédico peruano.

Algo que ultiplicaba el interés del descubri iento. Algo quedaba a la «biblioteca» una nueva yfascinante di ensión.

CAPITULO XIV

¿MÁS DE UN MILLÓN DE PIEDRAS?

De todas las obj eciones que e había enu erado el arqueólogo señor Ravínez sólo una -en honor a laverdad- había arraigado en i ente.

«¿Por qué Cabrera no señala el yaci iento de donde afirma que extraen las iedras grabadas?»

Aquel interrogante -para í casi un reto- llegó a convertirse, en  is últi os días en Perú, en unaobsesión. ¿De dónde se sacaban real ente tantos iles y iles de rocasgrabadas? ¿Había algún depósito

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Y lo que era más intrigante, ¿por qué no ter inar con todas aquellas críticas, especulaciones ypolé icas revelando de una vez por todas el yaci iento donde se ocultaba la gran «biblioteca»?

Hasta ahora se sabía que uchas de las piedras grabadas procedían delas tumbas prehispánicas, delfondo del desierto de Ocucaj e y de sus suaves cerros volcánicos.

Sabía os que los campesinos las habían sacado de dichas zonas durante muchos

años. Pero, a pesar detodo, resultaba poco enos que i posible concebir que más de 50.000 piedras - uchas de ellas con unpeso superior a los 200 kilos- hubieran podido aparecer baj o la arena de la Hacienda de Ocucaj e. No eralógico.

Y is pensa ientos, co o los de casi todas las personas interesadas en desvelar el isterio, iban yvenían tras todas las hipótesis y posibilidades, pendientes de la que ofreciera más visos de realidad.

A punto estuvi os i compañero Fernando Múgica y yo de iniciar una expedición de búsqueda en eldesierto de Ocucaj e, en compañía de otros dos peruanos, entusiasmados también

  con la idea de localizaraquel sanctasanctóru del más re oto testi onio de la presencia del ser humano sobre la Tierra.

Sólo la falta de tie po -debía os regresar a España en breves días  nos obligó a desistir de tansugestivo proyecto. Todo había sido pensado eticulosa ente.

Nuestra permanencia entre las dunas y cerros amarillos de Ocucaj e no podría ser inferior a 20 o 30días. Provistos de un equipo adecuado, nuestra isión básica consistiría en el segui iento, ediante

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legado y de «algo» más que se encontraba junta ente con las piedras grabadas.

El deseo, por tanto, de Cabrera de solicitar la protección del Ej ército no eravano...

Sin e bargo, tantas cuantas veces interroga os a Javier Cabrera sobre este particular, tantas evasivasobtuvi os por parte del investigador.

No cabía duda de que Javier se había dado cuenta también de lo profundaente peligroso que se estaba

volviendo aquel asunto.-¼ Es que crees que puedo acudir al desierto con la única protección deis hij os? -había co entado el

doctor en un o ento de nuestra entrevista.-¿Qué le parecería --co entó uno de nuestros a igos- si nosotro

  nos dedicarnos a buscar eseyaci iento?

Javier Cabrera nos iró con manifiesta preocupación. Y se li itó a responder:

-¿Tienes hij os?-Sí -añadió nuestro acompañante.-Pues entonces, ve ar ado...Aquellas palabras de Cabrera -pronunciadas con toda la sinceridad y espon

taneidad de que era capaz-fueron definitivas. La Mafia estaba detrás.

Pero, si a la Mafia no le interesaban las piedras grabadas -y prueba de ello era que iles de estos«gliptolitos» se encontraban desperdigados por todo el país y el extranj ero, siendo vendidos a preciosirrisorios-, ¿por qué su presencia allí?

-¿Es que el yaci iento oculta algo más? -interroga os a Cabrera.Javier volvió a guardar silencio. Un silencio tenso. Cargado de dra

atis o.-¿Es que hay también oro, tal y co o sospecha os todos?Cabrera se li itó a esbozar una significativa y elocuente sonrisa.-Sabe os que tú has estado en el depósito -insisti os-. E imagina

os que ese lugar es precisa ente untúnel. Un túnel que fue construido también por esa Humanidad gliptolítica y que ya fue

señalado en mapasmuy antiguos por los conquistadores españoles. Pero, lo que no entendeos es por qué no se han llevado

ya el oro...Aquella pequeña estratagema dio resultado. Y Javier Cabrera co

entó:-Muy simple. Parte de ese túnel donde se encuentran las piedras sufrió

los efectos de un ovi ientosís ico y quedó inclinado. La mayor parte de las piedras que constituyen la «biblioteca» gliptolíticarodaron y ocultaron gran parte de lo que aco pañaba a las piedras grabadas...

Nuestras sospechas, por tanto, no eran infundadas.

-¿Cuántas piedras grabadas pueden quedar allí dentro?-Más de un illón.

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  Quedé sin aliento.-Es decir -insinué-, ¡casi toda, la «biblioteca» !-En efecto. Práctica ente, el «cuerpo» general del « ensaj e». ¿Imagina

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os secretos encerrará eseillón largo de piedras grabadas? Hasta ahora, los ca pesinos -que un

 día descubrieron la for a de entraren el túnel- han ido sacando las piedras más pequeñas, puesto que son las más fáciles dransportar. Perolas más volu inosas, y por tanto, más valiosas e i portantes, siguen allí dentro.

En aquel instante recordé una frase de Javier Cabrera, pronunciadaientras conte plába os la gran

piedra de 500 kilos en la que fue grabada una matanza de ho bres por parte de los dinosaurios.

«Para sacar y transportar esta piedra fueron necesarios diez ho bres...»

El lugar donde se encontraba aquella gigantesca piedra tenía que ser necesaria ente espacioso. De locontrario, ¿có o podían haber llegado hasta ella los diez ho bres encionados por el investigador?

No tenía la enor duda: Javier Cabrera Darquea -aunque se epeñaba en de ostrar lo contrario-

conocía el lugar donde se encontraba el gigantesco depósito de piedrasgrabadas. Y era casi segurotambién que lo había visitado en más de una ocasión.

Sin e bargo, él siguió negándolo.-Pero, ¿ni siquiera la curiosidad pudo e puja r e a entrar en el yaci

  iento?Curiosidad no e falta. ¿Quién puede desear más que yo conte plare investigar todas esas piedras quequedan por sacar?

»Pero se debe saber sie pre hasta dónde se puede y hasta dónde no se puede llegar. Muchas veces, unacto in ediato anula toda una vida. Ahora e encuentro en una etapa previa. Tengo más que suficientecon la investigación de esos iles de piedras.

A pesar de aquellas palabras, is sospechas seguían creciendo. Javier Cabrera conocía la ubicaciónexacta del depósito o túnel donde se encontraba el gran «corazón» de la «biblioteca» pra. Razones

de seguridad, quizá, le i pedían de o ento hacerlo público.Pero, ¿qué había de cierto en aquella historia del antiquísi o túnel nde, al parecer, se encontrabaoculto más de un illón de piedras grabadas?

Yo había tenido noticias ya de la existencia de dicho gran túnel.Me habían llegado por distintosconductos. Todas is informaciones coincidían en algo: el túnel eraconocido en tiempos de los incas,aunque resultaba difícil creer que hubiera sido construido por dicho pueblo.

Investigaciones relativa ente recientes han de ostrado quebaj o el suelo de Ecuador, Perú y

posible ente parte de Chile existe toda una red de túneles y galerías.En 1971, la revista Bild der Wissenchaft informaba sobre una expedición

  que había querido explorarlas cuevas descritas ya por Francisco Pizarro y que se encontraban sobre laontaña inca de Huascarán, a

más de 6 .700 etros sobre el nivel del mar.A 62 etros baj o tierra, los científicos que for aban aquella expedic

ión se encontraron con a go fuerade serie. Al final de la cueva tropezaron súbita ente con unas co puertas formadas por gigantescas losasde piedra de ocho etros de altura por cinco de anchura y dos y  edio etros de espesor. Aquellas

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for idables co puertas -a pesar del extraordinario peso- fueronovidas por cuatro ho bres. ¿Có o?

¡Las enor es losas descansaban sobre un sistema de roda ientos conbolas de piedra!

La citada revista informaba así sobre el desconcertante descubriiento:

«Detrás de las "seis puertas" parten grandes túneles que harían plidecer de envidia a nuestrosodernos ingenieros civiles. Estos túneles conducen, con un declive

de un 14 por ciento en algunostrechos, hacia la costa, en trayectoria oblicua. El suelo está cubierto con baldosas graneadas yacanaladuras transversales que i piden el patinazo. ¡Si hoy día es una aventura internarse por esta vía detransporte de 90 a 105 kiló etros para llegar final ente a un nivelde 25 etros bajo el nivel del mar,cuáles no serían las dificultades entonces, en el siglo XIV o XV, paratransportar ercancías a fin deponerlas fuera del alcance de Pizarro y los vizcondes españoles!

»Al final de las vías subterráneas de Guanape, así llamadas por la isla que hay frete a la costa peruana-ya que se supone que en otra época los túneles conducían a dicha isla por debaj o del mar-, asoma elocéano. Después de muchas subidas y baj adas en la más completa oscuridad, e

pieza a escuchar-se unru or y el oleaj e con un singular timbre de oquedad. A la luz de los reflectores, ter ina la últimapendiente al borde de una corriente oscura que resulta ser agua del mar. Aquí e

pieza la actual costa. ¿Eraantes otra cosa?»

Pero algo todavía ucho más sorprendente fue descubierto en tierras de Ecuador por Juan Moricz en1965.

Según consta en una escritura legalizada, el señor Moricz había localizado en la región oriental del país-en la provincia de Morona-Santiago- la entrada a todo un laberinto de túneles, excavados a uchos etros

de profundidad.72

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  Estos túneles han sido investigados y fotografiados posterior ente, descubriéndose que están formadospor grandes bloques de piedra, perfecta ente cortados en escuadra y que en muchos lugar-es presentan unclaro aspecto «vidriado».

Según parece, estos túneles se prolongan kiló etros y kiló etrosbaj o la superficie ecuatoriana,

enlazando, incluso, con otra ciclópea red de galerías que recorrePerú. Túneles si ilares se handescubierto en la actualidad bajo Cuzco y Machu Piechu.

Pues bien, un antiquísi o plano que se re onta a la encionada época de los conquistadores españolesy que, según parece, fue confeccionado con informaciones proporcionadas por los incas, establece unaclara conexión entre estos túneles de Ecuador y Perú. ¡Y, casualente, esa for idable obra de

infraestructura pasa por la región de Ica!

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  No era, pues, descabellada la posibilidad de que el fabuloso «tesoro» deja do. Por aquella Humanidad«gliptolítica» se encontrara en ese túnel que atravesaba la región de Ica y de Ocucaj e

Era uy posible también que parte del túnel -fracturado por algún ovi iento sís ico- hubieraquedado aislado del resto de la red, basculando, incluso, y dando lugar a que la mayor parte de la«biblioteca» prehistórica rodase hacia el fondo, ocultando lo que pudiera aco

pañar a los gliptolitos.Y todo eso lo sabía Javier Cabrera. Pero él aguardaba elo ento oportuno para declarar

pública ente el lugar donde había sido localizada dicha «biblioteca» lítica.¿Cuándo llegará ese trascendental instante?El investigador respondió así a esta última e i portante cuestión:-Sólo en el o ento en que e conste que el Ej ército va a proteger y sa

lvaguardar lo que yo consideroel más for idable descubri iento de todos los tie pos. Y ese instanteestá uy próxi o.

CONCLUSIÓN

Muchos interrogantes -estoy seguro- habrán quedado en el aire. El hallazgo en sí es de tal calibre quehabrían sido necesarios tantos años co o lleva dedicados el propio profeso

r Javier Cabrera Darquea parasituarnos tan sólo en el umbral de la «biblioteca» lítica.Co o dej é constancia al iniciar esta sucesión de entrevistas y vivencias per

sonales en to o a las piedrasgrabadas de Ica, i intención básica era dar a conocer el hallazgo. Divulgarlo al máxi o.

Mucho queda por hacer. En realidad, casi todo. Si el gran depósito  donde, al parecer, se oculta el«corazón» de este « ensaj e» se hace público en plazo, los científicos dendo tendrán ante sí el másapasionante reto lanzado jamás contra la Ciencia oderna.

Sea co o fuere, la existencia en estos o entos de esas 11.000 piedras grabadas que posee el doctor

Cabrera, más las otras 40.000 que, aproximada ente, se encuentrandesperdigadas por el mundo, son yaun fascinante otivo de investigación y estudio.

Lenta ente, con la ti idez y desconfianza que siempre suscitan estos asuntos, científicos de todos lospaíses se van acercando a la ciudad de Ica. Y conversan con el hobre que ha sabido luchar contra todoslos vientos y todas las mareas del escepticis o, de la envidia o del e

pecina iento cultural.Algún día le será reconocido su gran érito a Javier Cabrera Darquea. Qui

ocurra co o con el grangeólogo alemán Wegener que, en 1921, tuvo la «osadía» de anunciar en sus libros quos «continentes se

ovían». Cuando los científicos del undo entero supieron de la tesis lanzada por Wegener se rasgaronigual ente las vestiduras y lo condenaron al ridículo y al olvido.Cincuenta años después -en el añoGeofísico Internacional-, los geólogos de este viej o planeta levantaron su voz conhu ildad y tuvieron quereconocer que el sabio germano tenía razón, que nuestros continentes «derivan»...

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  Pero no deseo concluir este libro-reportaje sin hacer antes un breve balance de todo lo que acabo deexponer y que considero digno de ención a la hora de valorar el hallazgo. 

He aquí dichos puntos:

Primero. -El doctor Javier Cabrera Darquea dispone en su centro de estudio de la plaza de Armas, en laciudad peruana de Ica, de más de 1 1.000 piedras grabadas, reunidas a lo largo deunos nueve años.

Además de esta i presionante colección de «gliptolitos», calcula que hay otras40 .000 piedras grabadas,desperdigadas por Perú y nu erosos países.

Segundo. -Estas piedras: se encuentran «seriadas», según los temas desarrollados por los autores de la«biblioteca» lítica. De esas 11.000 piedras citadas, el doctor Cabrera lleva investigadas a fondo unas 500.

Tercero. -La mayor parte de las «series» de piedras analizadas  hasta el o ento se encuentranvinculadas entre sí.

Cuarto. -Ninguna de estas piedras tiene un carácter «profético», tal y coo han afir ado deter inadas

personas que no conocen a fondo el « ensaj e». Todos los conoci ientos y hechos reflej ados en los iles derocas labradas forman parte de algo que ocurrió en otra era.

Quinto. -A través de las «ideografías» que aparecen en uchos de estos «ptolitos», el ho bre que dej óeste legado conoció y convivió con animales prehistóricos, desaparecidos -segú  la Paleontología- haceillones de años.

Sexto . -Las formas físicas de los seres que formaban esta Humanidad desconocida y re ota eransensible ente distintas a las del hombre de hoy.

Séptimo. -Dicho « ensaj e» de uestra una serie de conoci ientos científicos y tecnológicos no

alcanzados, incluso, por nuestra propia civilización.Octavo. -Las rocas donde se encuentran grabadas las «ideografías» corresponden a fluj os volcánicos dela Era Mesozoica (hace más de 65 illones de años).

Noveno. -Los terrenos donde han aparecido dichas piedras han sidoreconocidos co o de las ErasPrimaria o Paleozoica y Secundaria o Mesozoica.

Décimo. -La Universidad de Bonn -tras un análisis de tres de estas piedras- manifestó que, «aunquenadie puede deter inar su antigüedad, las incisiones NO SON RECIENTES».

Undécimo. -La Universidad de Ingeniería de Lima estudió también las piedrasgrabadas, exponiendoque -tanto la piedra co o las incisiones- aparecen recubiertas

por una pátina que denota una granantigüedad.Duodécimo. -Cuatro años antes de que Cabrera iniciara sus investigacio

nes, otras personas teníanconoci iento de estas piedras y llegaron, incluso, a encontrarlas en tumbas prehispánicas.

Decimotercero. -Al parecer, existe un depósito o yaci iento donde se conservan más de un illón depiedras grabadas, si ilares a las ya conocidas, y que constituyen el «corazón» de esta for idable

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«biblioteca».Decimocuarto. -A pesar de los últiples lla a ientos del doctor pe

ruano, ninguna co isión oficial decientíficos ha acudido hasta la ciudad de Ica, a fin de conocer las piedras grabadas e iniciar un estudio enprofundidad.

Sólo el tie po, pienso yo, podrá dar al descubri iento de Javier Cabrera su verdadera di ensión.

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