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2
SINOPSIS:
Dav Connor y Sean , son tres hermanos que han dominado sus
demonios
pero nunca han podido olvidar a su hermano perdido, Kev, a quien
creían
muerto. Cuando los hermanos McCloud descubran que Kev está vivo,
no
descansarán hasta encontrarlo...
Golpeado y torturado casi hasta la muerte, Kev Larsen fue
encontrado hace
18 años en el callejón de un almacén. Sobrevivió a su terrible y
brutal
experiencia, pero sus recuerdos anteriores a esa noche han
desaparecido. Cuando
estuvo cerca de morir tratando de salvar a alguien de ahogarse, la
neurocirugía
necesaria para salvar su vida activó fragmentos de terribles
recuerdos. Con sólo
estos recuerdos y el nombre de su verdugo para guiarse, Kev está
decidido a
descubrir los secretos de su pasado.
Edie Parrish , siempre ha sido buena en no dejar que nadie se
acercase
demasiado. Si alguien llegase a conocer su talento especial, su
vida estaría en un
inminente peligro. Pero cuando Kev Larsen descubre quién es ella en
realidad,
Edie sólo tiene una elección, confiar en él. Y pronto, Edie no
puede resistirse a su
ardiente deseo por él... aun sabiendo que tendrá que pagar un alto
precio por ello.
Ahora Kev y Edie deben seguir esa carrera contrareloj y confiar en
el otro,
para impedir un legado mortal...
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PRÓLOGO
1994, Portland, Oregón
Tony Ranieri aspiró
el humo y palpó
las placas deslucidas en
su mano. No tenía paciencia
para los misterios. Ni en los libros, ni en la tele. Pura mierda para perder tiempo exprimiéndose
el cerebro. Pero allí estaba el misterio. En la cara de Tony.
Observó al niño verter desinfectante dentro del cubo y empezar con el piso, contemplando la
cola de caballo de
veteado pelo rubio oscuro,
los gruesos músculos de los
hombros del niño,
emergiendo de la parte superior de la camiseta con tirantes de Tony, dos tamaños demasiado más
grandes para él. El
patrón de carne reptando en
forma de cicatrices culebreaban
y se arremolinaban sobre la
su piel. Esas heridas
todavía habían estado exudando
la noche en que
encontró al desafortunado hijo de puta, casi dos años atrás. No se había atrevido a llevar al niño a
un hospital. Los tipos que le habían hecho eso estarían observando.
Tony se
había preparado para ver
esas heridas ponerse feas.
Había sangrado interno y
fracturas de hueso, también. Y la cara del niño. Madre de Dios.
Se había armado de valor para tener que esconder el cuerpo, haciendo de cuenta que nunca lo
había encontrado. Como si él no tuviera ya suficiente mierda en su conciencia.
Pero
él no había muerto. Tony pitó
su cigarrillo, en desafío a
la norma de no fumar en
la cocinacomedor. Su hermana Rosa,
colosal rompe pelotas, estaba en
casa, dormida. Su joven
sobrino Bruno se había ido a
dormir hacía unas horas
al piso de arriba. Y
el niño no iba a delatarlo.
El niño no podía hablar
una mierda. Podía
lavar platos, picar cebollas,
rasguñar
sobras, y pelear como un condenado demonio salido del infierno. Pero no podía decir una maldita
palabra.
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Pero algo había
interrumpido el festival de tortura. El bastardo había decidido acabar con el
niño. Matándolo a golpes y tirando su cuerpo.
Quién sabría por qué. Misterios. Jodidos sean.
El niño detuvo el fregado y miró por encima de su hombro. Quería decir algo, lo deseaba con
desesperación. Sus ojos verdes
ardían por la urgencia. Pero
nada salió. Los cables estaban
cortados. Estaba completamente jodido. Dolía mirarlo.
Los hombros del niño se desplomaron. Regresó al trabajo. Plaf, plaf, plaf.
Tony cerró los dedos alrededor
de las placas. Apagó el
cigarrillo. Él era un tipo
honesto. Asesinar o ser
asesinado, esa era la clase de
lema que apoyaba. La ambigüedad
le jodía la digestión.
Tony enrolló la cadena alrededor de su mano hasta que le quemó los dedos. Había encontrado
las placas en el bolsillo de
los jeans ensangrentados del niño
la noche que había ahuyentado al
asesino. No eran de él, aunque esa fue la primera suposición de Tony.
Estas placas pertenecían
a un soldado mayor. De
la generación de Tony. De
la guerra de Tony.
Tony había metido las narices, les había preguntado a sus compañeros de
la marina, y había
oído historias para congelarle la sangre a un tipo. El nombre impreso en esa placa metía miedo en
los corazones de los hombres más
aguerridos. Francotirador,
asesino, monstruo. Acusado de
atrocidades
indecibles. Desaparecido después de Vietnam, antes de que pudieran
llevarlo a un
tribunal militar. Probablemente degollado por el mundo del hampa.
Tendría la edad de Tony, en este momento, con un equipo bajo su mando. Tipos tan cabrones
como él, o peor. Siempre había peores.
Tony contempló a ese perdido y jodido niño inclinado sobre su cubo, y renovó la decisión que
tomaba cada noche. El niño no
estaba en condiciones para
tratar con la gente que lo
había
reducido a esto. Lo aplastarían como a una cucaracha. Él estaba mejor lavando platos y fregando
pisos.
Tony se quedó mirándolo, respirando humo. Odiando la horrible sensación de duda en sus
entrañas.
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El nombre de esas placas podría recomponer la destrozada vida del niño.
O podría matarlo de una vez por todas.
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CAPÍTULO 01
Estoy jodido.
El pensamiento pasó por la cabeza de Kev, tranquilo y desafectado. El estruendo del
agua helada llenándole los oídos. La corriente podría arrastrarlo en contados segundos.
Segundos medidos por las pulsaciones de la sangre a través de su cerebro. Cada latido
dolía como un delirante hijo de puta, pero no había nada como una muerte inminente
para quitarle a uno pensar en un dolor de cabeza.
El rostro de su pequeño ángel
le cruzó momentáneamente por la
mente. Su
compañero de sueños, su guía espiritual. Sus grandes ojos parecían tristes y asustados.
Había sabido desde que salió de la cama que hoy iba a ser el día. Había tenido esa
picazón, como si alguien estuviera clavando los ojos en la parte trasera de su
cuello. No
era ninguna sorpresa, ya que había reservado el día para las actividades deportivas de
alta adrenalina, el principal placer
por donde pasaba su vida.
Después de haber recibido una
pista del Más Allá sobre la
muerte acechando de cerca, una
persona
razonable y en sus cabales pasaría el día en el sofá, viendo las repeticiones, vagando por
la librería del centro comercial,
leyendo acerca de la conciencia
plena o de la
simplicidad de la voluntad. Tratando de pasar inadvertido en un multicine, viendo un
documental de la naturaleza. Sorbiendo un té verde con leche. Bien fuera de vista.
Él no. Las partes
razonables y cuerdas de
sí mismo estaban en algún lugar
lejano.
Junto con sus recuerdos y su normal y natural miedo a la muerte. ¿Peligro? Que venga
el hijo de puta. Él ya debería estar muerto de cualquier manera. Con sólo ver su rostro.
Los niños salían corriendo y gritando con sus madres al ver su lado malo.
El
frío había entumecido el dolor. Ya no sentía
la mano, apretada alrededor de las
ramas del árbol muerto. No sentía
la
fractura expuesta en su otro brazo. Su miembro
herido cayó en el agua, absorbido por
la corriente, a pocos metros de
la cresta de las
cataratas. Su hueso quebrado abultaba el nailon de su chaqueta, ligeramente enrojecida
por la sangre. Pero él dudaba estar usando ese brazo otra vez, una vez que el agua
lo
arrojara sobre el abismo.
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Como sea. Había quedado violentamente en
la miseria años atrás. Viviendo con un
tiempo prestado. Con medio cerebro, media vida. Sin absolutamente ninguna pista.
No empieces con eso. Sólo cierra
la jodida boca. Hacía mierdas
locas como estas con el
expreso propósito de mantenerse a sí mismo demasiado aniquilado por
la adrenalina
como para permitirse la autocompasión. Era el motivo por el cual se colgaba del borde
de los acantilados, se deslizaba por las traicioneras corrientes de aire y se transportaba
en balsas por rápidos muy peligrosos. Cuando estaba tan cerca de la muerte, se sentía
animado, conectado. Casi vivo.
Desde que Tony lo encontró él
había puesto a funcionar algún
mecanismo que
amortiguaba su volumen emocional
intensamente. Lo suficientemente necesario como
para funcionar, pero no más. Probablemente causado por el trauma de su cerebro que
había provocado la amnesia, dejándolo sin habla, allá por los viejos días malos.
Cualquier cosa que hacía, terminaba aburriéndolo. Si pudiera, se uniría a las fuerzas
armadas y volaría aviones de combate. Jugaría con juguetes como esos, síp. Hablando
de mecanismos de defensa. Pero
las fuerzas armadas no querrían
a un tipo con los
cables cruzados, una identidad dudosa y un agujero negro en su mente para que hiciera
volar
sus juguetes de cien millones de dólares. Lo pondrían a limpiar motores. En caso
de que lo tomaran. No, tenía que conformarse con los deportes de alto riesgo. Pateaban
a su culo a toda marcha, y a él le gustaba esa velocidad. El color, el ruido. El zumbido
de estar despierto y consciente de eso. Importándole una mierda.
Había conseguido
lo que quería. Pero
iba a pagarlo caro. Clavó
los ojos en la parte
superior de las cataratas. Se elevaban nubes de vapor desde las atronadoras toneladas
de agua cayendo estrepitosamente, a cientos de metros más abajo. ¿Cuántos cientos de
metros eran? Intentó recordar. Varios. Más de tres. Ufff ¡ja!
No es que le
diera miedo morir. A lo sumo,
sentía curiosidad. Lamentaba nunca
haber desentrañado los grandes
interrogantes de
su existencia, al menos no mientras
estuvo vivo, ¿y quién sabía
lo que sucedería después? Él nunca especulaba. Su actual
existencia terrenal era lo
suficientemente problemática, hasta donde
podía recordar. Aproximadamente la
mitad de su vida. No sabía
qué edad tenía. Tony calculó
alrededor de los veinte cuando había salvado a Kev del matón del almacén, dieciocho
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Al
menos el niño iba a lograrlo. Kev se quedó inmovilizado por las toneladas de agua
helada que caían, pero por el rabillo del ojo, vio actividad en los árboles atascados a la
orilla del acantilado. Los procedimientos de rescate estaban en camino. Otras personas
además de Kev habían estado en el lugar cuando él se había acercado a la orilla, donde
había visto a los niños haciendo un trompo, sin remos y fuera de control. Sólo un tipo
con un agujero negro en
su cerebro sería lo suficientemente
suicida como para saltar
detrás de ellos en ese punto de los rápidos, pero no tenía tiempo para reflexionar sobre
esa implacable verdad. Simplemente fue por ello.
Y luego, una larga y desesperada lucha con la naturaleza mientras el agua se volvía
más salvaje y el rugido de las cataratas más alto.
Mientras la muerte se acercaba, sonriente. Feliz de verlo. Su vieja amiga.
Tal vez él inconscientemente
lo había querido así. Bruno arrojaba a menudo en
su
cara esa mierda acerca del
deseo de morir, cada vez que él tenía un patatús practicando
deportes temerarios. Podría ser. No valía la pena preocuparse sobre eso, sin embargo.
En particular ahora.
Los niños habían volcado para
cuando los alcanzó. Kev vio la
cabeza de uno
entrando y saliendo del agua
por pura, pura suerte. Entonces
se hundieron en una
depresión, la balsa volcó, y
fueron lanzados como ramitas, el
niño agitándose
violentamente, ahogándose. Lo había
sujetado en su contra, luchando
y pateando. Había querido salvar
a ese niño. Lo deseaba
ferozmente. Sin embargo ahora
estaba
extenuado. De hecho, se sentía extrañamente sereno.
El otro niño se había caído sobre las cataratas. Eso era una mierda, y lo lamentaba. El
rescate estaba en camino para el otro, pero la voraz manera en que el agua empujaba al
árbol le dijo la dura verdad.
Iba a caerse. En cualquier momento.
Hizo un esfuerzo para girar la
cabeza y comprobar al
niño. Dieciséis años más o
menos. Una rata ahogada, aferrándose del lado fortuito de la roca que dividía la parte
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Falls1. El peso de la precipitación del agua lo inmovilizaba en contra del baluarte de la
roca. Ni siquiera podía moverse. Pero viviría. Eso era bueno.
No fue la fuerza ni la
habilidad lo que los había
estampado en contra de esa
prominente roca. Sencillamente fue la oportunidad. Y luego, con la misma rapidez, bam.
Esa hija de puta subió tan rápido que apenas pudo sacar al niño fuera del camino antes
que el tronco del árbol
le rompiera el brazo, aplastándole el
tórax sólo Dios sabía con
qué, sacudiéndolo… y entonces haciéndolo girar en forma perpendicular a las cataratas,
pegándolo en contra de la roca, arrastrado por el torrente. Había formado una barrera,
atrapado en contra de una represa temporal. Pero no por mucho tiempo.
Aplastándolo, pero salvándolo. Cuando
se soltara, lo jodería otra
vez,
definitivamente. Tenía que montar a esa bastarda a lo largo del acantilado.
La historia de su vida. Algo dentro de él se rió, con una petrificante ironía. ¿No era
siempre de esa forma? Como pasó con Tony, quien años atrás lo había arrastrado de sus
propios rápidos manteniéndolo allí,
con el daño cerebral, arrastrando
los pies y sin
poder hablar. Lavando platos y fregando pisos a cambio de comida y alojamiento en el
comedor. Durmiendo sobre un catre
hundido, viendo la pintura
descascararse del cuarto mohoso sin
ventanas detrás del comedor, donde
había dormido. Durante
muchos condenados años.
Llegó una soga para salvarlo. La misma soga que sentía que lo estrangulaba. Era casi
cómico. Salvo que no lo era.
El árbol estaba a punto de soltarse. Las ramas que pegaban contra las rocas del otro
lado estaban oscilando a causa
de las aguas bravas, doblando
sus flexibles puntas,
amenazando con desprenderlas. El árbol se estremecía, ondulando. El agua absorbía e
insistía.
En cualquier momento. Se tranquilizó, tratando de prestar atención, de concentrarse
en el presente, de respirar.
Difícil. Tanto frío. Tanta agua.
La boca del niño jadeó,
rogándole a Kev que hiciera algo. Como si él pudiera nadar en contra de esa corriente,
incluso si no estuviera jodido. Le
quedaba tanta fuerza como a una muñeca rota. Una
última oleada desprendió el
árbol. La gravitante cámara
lenta hizo que esos últimos
momentos de adherencia se extendieran infinitamente.
1 Tails Twin Falls: Cataratas de Colas Gemelas.
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Luchó por permanecer consciente. La última carrera salvaje. Mejor que disfrutara de
eso. Se preguntó si lo sabría, una vez que estuviera muerto, quién había sido antes. Qué
había hecho, a quién había conocido. A quién había amado.
Probablemente no. Esto fue todo lo que consiguió. Simplemente tenía que ser así.
Tsjoo , el río lo arrastró debajo del árbol y lo expulsó lejos en la vastedad. Un espacio
infinito, subiendo, bajando. Dándolo vuelta, culo para arriba.
El ángel se cruzó por su mente. Esos grandes ojos grises, tan dolorosamente dulces.
Una aguda punzada de pena que él no comprendía. Y otro rostro, también, frunciendo
el ceño con desaprobación mientras
las inmutables leyes de la
física eran implacables con
él. Un rostro que él veía
en sus sueños cada noche. Un
hombre joven. Su cara
exasperantemente familiar.
Kev había estado soñando con
ese hombre, esa misma mañana,
recordó
repentinamente. El hombre lo había estado regañando.
— Morir
es fácil. Tú mismo me dijiste
eso , —dijo el hombre—. Vivir
es lo difícil. Idiota.
Hipócrita. Estoy muy cabreado contigo.
Así que así había sido cómo había sabido hoy que estaría en peligro.
Parte de su mente ululó y gritó con una
irracional alegría ante la helada
ráfaga de
aire y agua en su cara. Guau. Esta mierda es divertida. Otra parte ponderó la velocidad de
aceleración de la caída de los objetos, la turbulencia y la probable fuerza del inminente
impacto contra las rocas debajo. Calculó hasta diez dígitos después de la coma decimal
en el último y eterno instante…
Y cayó dentro de una tajante y blanca nada.
Maldito sea el infierno. Bruja gorda, estúpida e inútil.
Ava Cheung redirigió su mente a
un punto culmine. Por lo tanto
toda esa
información transmitida por el
sistema nervioso humano provocaba
un movimiento
corporal sin complicaciones a través del espacio. Mucho de eso era automático. Uno no
podía imaginar cuánto hasta que
intentara proveer los
impulsos en el cuerpo de otra
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Mandy estaba respondiendo pésimamente. Tambaleándose, torpe. Ava no podía lograr
que la chica se callara la boca y la mantuviera cerrada. El babeo estaba volviéndola loca,
y era aún más grotesco en contrapunto con la belleza de Mandy, las pesadas pestañas
de sus ojos azules vacíos detrás de
las gafas, sus pupilas vastamente dilatadas por
las
drogas de preparación para el XCog2.
Ava suponía que el uso de
la corona maestra del XCog
requería de un nivel de
habilidad comparable al que debe tener alguien para manipular un instrumento a nivel
profesional. Lo que requería de
una intensa concentración para hacer
a la persona
coronada moverse y hablar naturalmente. A menos que uno aumente las dosis, lo que
disminuía la resistencia del sujeto, pero derretía a su cerebro en una escasa hora. No
era
un costo eficiente. Había que ser un virtuoso, como ella, y el Dr. O, por supuesto.
Esto hacía a la interfaz XCog
menos comercialmente viable. ¿Cuántas
personas estaban dispuestas a aportar
horas para perfeccionar una nueva
habilidad? Las
personas eran ociosas, perezosas y despreciables, por regla general. Necesitaban que las
cosas fueran fáciles.
Ava estaba decidida a encontrar la manera de poner el XCog al alcance de alguien
con el dinero necesario para pagar por ello, y Mandy era el enésimo esfuerzo para ese
fin. Pero un virtuoso necesitaba
un instrumento decente
para jugar. No un gorda,
desinteresada e indiferente pedazo de mierda.
Ava sacó de un tirón la corona cerebral y la arrojó encima de la mesa, con más fuerza
de la que debería, considerando cuánto había costado para desarrollarla y producirla. El
casco de plata aerodinámico era muy diferente del pesado y anticuado diseño del Dr. O,
que
le había provocado sus cefaleas a causa de
la
tensión. El Dr. O no había perdido
tiempo en la estética. Él había sido un hombre práctico.
El nuevo diseño era su propia elegante innovación. Todo lo esencial estaba allí, pero
el resultado final era una maraña
liviana como el aire de cables flexibles y sensores en
un ligero casco de tela metálica. Ambas coronas, maestra y esclava, estaban diseñadas
para ser fácilmente ocultas debajo de un sombrero, bufanda, o peluca.
La brillantez de Ava era un desperdicio en Mandy. La estúpida pequeña perra se iba
directo a la trituradora. Mandy lloriqueó cuando Ava quitó las gafas y la corona de la
cabeza de la chica, tironeándole con fuerza su largo cabello rubio. Se quitó las gafas de
2 XCog: arquitectura cognitiva experimental.
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la corona maestra. Estúpida vaca
sin talento. Coronarla era como
intentar enviar
impulsos nerviosos a través de un trozo de arcilla.
Ava se alisó su brilloso
cabello negro hacia atrás y
miró a Mandy, quien se
tambaleaba sobre sus pies,
boquiabierta. La chica estaba
vestida con un sostén
deportivo plateado y los pantalones cortos que Ava ordenaba como uniforme para los
sujetos que sometía a las pruebas del XCog. Le gustaba que sus chicas se vieran sexys y
elegantes. Pero Mandy parecía cualquier cosa menos elegante, con
la baba colgándole
de la barbilla.
Mirar la cara de la chica la fastidió. Abofeteó a Mandy. La chica tropezó en contra de
la mesa, viéndose vagamente confusa.
Ava la abofeteó otra vez, más duro. Y otra. Paf. Paf . La sangre goteaba de la nariz de
Mandy y de su labio partido. La chica llevó las manos hacia arriba, intentando cubrirse
la cara. Ava golpeó las orejas de Mandy y la parte trasera de su cabeza, derrumbándola
hacia adelante. Mandy cayó de un golpe sobre sus rodillas.
—Basta, Av. Son millones de dólares los que estás pateando.
Ava giró, y le disparó una venenosa mirada al hombre que acababa de entrar.
—Métete en tus jodidos asuntos, Des.
Desmond sacudió la barbilla en dirección a Mandy.
—Ella es mi asunto.
—Ella es un pedazo de mierda sin valor, —rechifló Ava.
—No descargues tu frustración sobre ella. —El arrogante tono yomelassétodas de
Desmond la hizo querer
arrancarle uno de sus
radiantes ojos
azules—. Pensaste que
aumentando el ataque
te daría un control más directo
sobre la corona que una dosis
más baja de
la droga. Estabas equivocada. Una
lástima. Un error involuntario. No
lo
haremos otra vez. Supéralo, Ava. Sigue adelante.
—¡Pero la idea básica es sólida! La próxima vez, recalibraré el…
13
No era posible argumentar con
Des cuando adoptaba ese tono.
Él era el que
conseguía el dinero y los contactos. Le había financiado todo su experimento, desde que
el Dr. O estiró
la pata. Pero chocarse contra los
límites de su poder
sobre el de él, la
ponía de mal humor. Pateó el
trasero de Mandy cruelmente. La
chica se cayó hacia
adelante con un gruñido patético.
—No me sermonees, —dijo, malhumoradamente—. ¡Yo soy la que se está rompiendo
la cabeza con los apestosos sujetos para llevar adelante los experimentos! ¡Perdiendo el
tiempo que debería usar para la
investigación, topándome y enervándome
con putas
extasiadas como ésta! —Pateó a Mandy otra vez, haciéndola llorar—. ¡Necesito delegar
esta tediosa mierda!
—Lo estoy intentando, bebé, pero
no entiendo por qué estás tan
empeñada en
sacudirlos. Yo disfruto de coronar, y si no fueron quemados o cortados, mucho mejor.
Es esa resistencia interior lo excitante, ¿no crees?
Ava bufó.
—Esto no se trata sobre
la excitación. Tú nunca has
intentado coronar a un sujeto
para nada más complejo que chuparte
la polla.
Intenta hacer que uno de ellos escriba
una cadena de caracteres, y
fíjate hasta dónde llegas. Puedes
obligar a una chica a
hacerte una mamada poniéndole un arma de veinte dólares en la cabeza. No necesitas
una
corona de XCog de diez millones de dólares. Quiero
comercializar XCog para
aplicaciones militares. ¿Entiendes? ¿Estás conmigo en esto?
—El sexo oral es en verdad un proceso bastante complejo. —Des sonaba ligeramente
herido—. En particular cuando estás colgado.
Ava puso los
ojos en blanco.
—Por favor. Deja la neurociencia para mí.
Des ondeó las manos desestimando el tema.
—Tengo buenas y malas noticia.
—No quiero oír malas noticias, —dijo ella irritada.
14
ratas de laboratorio escogidas
manualmente. También necesitamos que
alguien se
ocupe del problema de la eliminación. ¿Recuerdas a Tom Bixby, de Haven?
Ava hizo una mueca. Bixby había sido una de las mascotas ricas del Dr. O. Una que
había sobrevivido y prosperado después del Programa de Potencial Cerebral del Dr. O.
Había
ido a Harvard con Dessie. Ella todavía recordaba sus ojos ardientes, sus manos
torpes.
—Un cabrón arrogante, según recuerdo. ¿Esa es tu idea brillante?
—Él tiene su propia compañía militar privada. Compañía Bixby. Se extendió mucho.
Pienso que XCog sería sumamente interesante para él. Y tendríamos múltiples niveles
de seguridad, dado que él pertenece al Club O.
Los labios de Ava se curvaron.
—Pero es un hijo de puta.
Des rodó los ojos impacientemente.
—No te comportes como una nena
caprichosa. Proponerle una alianza
resolvería
todos nuestros problemas con un solo movimiento.
—Y crearía un montón más, —le dijo.
Los ojos de Des se estrecharon.
—Configuré una demo. Serás buena, Ava.
Bien, míralo. Mandándose
la parte. Tratando de controlarla con
su gran polla. Ella
cruzó los brazos sobre su pecho.
—Dime las malas, —le pidió—. Tal vez me animará.
Des la miro, las fosas nasales distendidas, las mejillas ruborizadas. La furia lo excitó.
Un hecho que ella a menudo convertía en su ventaja.
—Estaba en una reunión de
la Junta Directiva de la
Fundación Parrish, —le dijo
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casa. Contrató a un grupo de
expertos financieros para examinar
cada centavo del dinero de la
Fundación Parrish que se gastó
durante los últimos tres años.
Y para
investigar todos los proyectos futuros. No hay más tiempo.
—Oh, Dios, —gimió Ava—. ¡Estoy tan cerca de dar un gran paso adelante!
—Ya lo sé, ¿pero qué le vamos a hacer? Él es tan parecido a un pitbull como la rompe
pelotas de su esposa, que puede arder en el infierno. La Policía Clerical no quiere que
trascienda nada sucio, después del gran escándalo del Dr. O.
—Hipócritas hijos de puta. “El grupo Helix fue una víctima, también”—, imitó Ava.
Des contempló a la chica gimiendo a sus pies.
—Esta mierda no se
ve bien, Av. Déjalo para
cuando podamos permitirnos una
instalación más secreta, y eso no sucederá hasta después de que asumamos el control
del Directorio de la Fundación.
—¡No puedo esperar! Además, nadie
la extrañará. Es sólo una puta
que arrastré
afuera del piso del cuarto de baño de un club de baile. No es de extrañarse que sea un
fracaso. —Pateó a Mandy en el riñón—. Necesito mejorar
la materia prima con la que
trabajar.
—Necesitamos una financiación
segura primero. —La voz de Des
era severa—. Y
alguien que suministre ratas de laboratorio, y que se asegure de deshacerse de la basura
por nosotros. La Fundación Parrish
está observando como un
halcón. Es demasiado
arriesgado.
—Charles Parrish ha estado amasando centenares de millones en patentes médicas
durante años, —dijo Ava con amargura—. Como si
le importara de dónde provino el
olor antes de que su nariz quedara metida en la mierda.
—Gracias a Dios que él se está jubilando. Voy a dar un discurso adulador para ese
pomposo culo fruncido durante el banquete de jubilación. Aburrido hijo de puta.
—¿Jubilándose? Eso es bueno.
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—Matémoslo, entonces.
—Eso no resolvería nuestro problema.
—¿No? Tú estás en el
Directorio. Escogiste a dedo a
los últimos dos integrantes
después que nos deshicimos de Linda. Si Parrish desapareciera, el resto de ellos haría
cualquier cosa que tú quisieras, por sus sueldos de 400 mil, sus palcos, sus Lear jets. El
pago de sus lujuriosas vacaciones. Son ovejas. Es fácil, Dessie.
Des gruñó.
—No lo creo. No es tan simple.
—Sí es
simple, —insistió Ava—. Creamos
el Directorio perfecto. Eliminamos a
los perros guardianes. Creamos una
pantalla perfecta de proyectos en
desarrollo para
productos insulsos y absolutamente
limpios con los que se puedan
sentir virtuosos.
Desviando un porcentaje del dinero de regreso a las cosas auténticas, como hacía el Dr.
O. Y no lo jodemos, ni permitimos que nos estalle en nuestras caras.
Des parecía indeciso, pero no lo desestimó de inmediato.
—¿Quién hereda la fortuna de Parrish cuando él muera? —Preguntó Ava.
Des frunció el ceño pensativamente.
—Su hija menor, Ronnie. La de
trece años. Edie, la mayor,
estaba en Haven con
nosotros, ¿recuerdas? Anteojos, ortodoncia. ¡Guau guau! El programa de mejoramiento
cognitivo bombardeó lo mejor de ella, según recuerdo. Nunca llegó a entrar al Club O.
Simplemente no tenía lo que se necesitaba.
Ava asintió con la
cabeza. Recordaba a la
cohibida Edie. Una de
las privilegiadas, como
el mismo Des. Los niños ricos
que formaron parte de la versión
suave de los
juegos de la mente sucia del Dr. O, porque mamá y papá querían calificaciones mejores.
Ava odiaba la pequeña mierda consentida de todo eso.
—¿Quién hereda si Ronnie muere? —Su voz se endureció.
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—Av. Por favor, —refunfuñó Des—.
No podemos matar a todo el
mundo que
tengamos en la mira.
Él se encogió de hombros.
—La Fundación, supongo. Sé que
Edie fue eliminada de su
testamento, porque
escuché a escondidas a papá y Charles hablando de ella. Él le había cortado totalmente
sus fondos personales. Estaba
haciendo los preparativos para
desheredarla. Esto
sucedió unos cuantos años atrás.
—¿Qué hizo ella? ¿Drogas? ¿Fiestas? ¿Folló con los hombres
equivocados?
Des negó con la cabeza.
—No, sólo es rara. Lo
avergüenza. Charles no puede soportar
eso. Ella tuvo, ah,
problemas. Ya sabes… —hizo girar su dedo índice en círculos sobre su sien—. No me
sorprende, dado que es uno de
los fiascos del Dr. O. La
mayoría de ellos se
desmoronaron emocionalmente años atrás.
Ava se dio ligeros golpecitos sobre su labio.
—El Dr. O estaba tan encaprichado
con hacer una interfaz con Edie
Parrish, que
prácticamente la jodió él mismo, —dijo—. Ella tenía resultados experimentales perfectos
para eso, pero era la pequeña bebé de Charles Parrish. Tenía que mantenerla envuelta
en una burbuja. Ajustarse al programa de mejora cognitiva estándar. Eso lo volvía loco.
Ella dejó el resto del pensamiento silencioso. Cómo ella, Ava, había soportado la peor
parte de la frustración del Dr. O. Él se había desquitado con ella. Tenía una buena razón
para odiar a esa comedida pequeña perra princesa de Parrish.
Des se veía perplejo.
—¿Qué fue lo que él veía en ella? ¿Qué puedes ver tú en los resultados de las pruebas
y del MRI3?
La sonrisa de Ava era amarga. Des era un cabrón tan ignorante a veces.
3 MRI: Escaneador de resonancia magnética (Magnetic Resonance Imaging).
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El rostro de Des todavía
estaba en blanco.
—¿Y eso qué significa?
Ava suspiró.
—Fui su mejor interfaz, Dessie. Además de Kev McCloud, por supuesto. Fuimos los
únicos que no morimos de una hemorragia cerebral. Unos pocos duraron algunos días,
pero sólo McCloud y yo fuimos genuinamente aprovechables. Es por eso que sobreviví.
Es por eso que no me tiraron por el inodoro junto con el resto de ellos. —Se alisó el pelo
hacia atrás con un golpe de su mano, jactándose—. Y ser bonita ayudó, también.
Des se veía vagamente incómodo.
—Um. Ya veo. Yo, ah, lo siento.
Las hipócritas palabras con poco peso, la crisparon.
—No, no es cierto. No te importa una
mierda, y ambos lo preferimos de esta forma,
—le dijo sucintamente—. Kev McCloud fue la piedra angular de la investigación del Dr.
O. XCog no existiría si no
fuera por McCloud. Por lo que
el Dr. O siempre andaba
buscando resultados experimentales similares a los de él, y los míos. Y Edie Parrish los
tuvo. Eso es todo.
Des dejó escapar un gruñido de sospecha.
—Kev McCloud logró escapar y prácticamente joder todo el proyecto. Parece que esa
interfaz perfecta
tenía algunos demasiado grandes
condenados agujeros en ella. Y
su
gemelo, Sean, obligó al Dr. O a
cortarse su propia garganta,
¿recuerdas? Eso debería
hacerte reflexionar, Av.
Reflexionar, ja. Había pasado
noches sin dormir durante años.
Preguntándose
frenéticamente cómo Sean McCloud había logrado eso. Cuando ella no pudo hacerlo.
¿Cómo? ¿Cómo carajo lo había hecho él? Todos esos años de ser la muñequita esclava
para coronar del Dr. O. Usada como un títere, entre tanto soñando todo el tiempo con
19
la malvada sangre de sus arterias. Sus manos comenzaron a agitarse de sólo pensar en
eso.
—Los McClouds son bichos raros.
Edie será diferente. Ella es
femenina, artística,
creativa. Tímida, introvertida. Probablemente emotivamente devastada por su padre, lo
cual es bueno para nuestros
propósitos. Será una buena
chica. No me cortará la
garganta.
—¿Qué es esto? Primero quieres matarla. Y ahora quieres coronarla.
—Coronarla primero, matarla después,
—le dijo frívolamente—. El que
guarda, siempre tiene4.
Des le disparó una elocuente mirada a Mandy, quien estaba meciéndose en el suelo,
chupándose el pulgar.
—¿No llamarías a esto un desperdicio?
Ava apretó los dientes.
—No. A eso lo llamo un riesgo calculado. Entonces, ¿qué vamos a hacer en relación a
Parrish?
Ava suspiró. Des era jodidamente lento a veces.
—Des. Cariño. Sigue la idea
conmigo. Él está
a punto de jubilarse,
¿verdad? Una
edad peligrosa para un hombre.
¿Problemas de salud, dolores
crónicos? ¿Tristeza,
soledad? Y estuvo de duelo el año pasado, además. Pobre Linda. Debe estar muy frágil.
Deprimido. ¿Y su hija, con
sus problemas mentales? Oh, Dios. Tan
triste. Además, la
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desheredó. Ella debe estar tan
enojada con él. Debe sentirse
traicionada. Tal vez
incluso…
—Su voz bajó a un susurro—. ¿Lo asesinó?
La cara de Des adquirió una expresión
de reciente descubrimiento.
—Ella podría hacerlo. No sorprendería a nadie. Él es
tan puritano y pomposo culo
fruncido. Estoy asombrado de que nadie la haya incitado a llegar a eso.
—Tan triste, —dijo Ava solemnemente—.
Todos esos años de servicio
leal a la
compañía, a la comunidad… y tener un final como este,
de la mano de su propia carne y
de su propia sangre. Tiene un alcance Shakesperiano.
—Pero queda Ronnie para considerar, si estás hablando de dinero, —le dijo Des—.
Ronnie heredaría la…
—Edie debe estar tan celosa de su hermanita, —Ava lo interrumpió continuando con
sus sueños—. La pequeña favorita
de papi, ¿no es cierto? Apuesto
a que Edie pasa
noches despierta contemplando cómo
esa complaciente y creída pedazo
de mierda
merece morir. Por lo que termina
con la vida de la hermana…
y a continuación se
suicida. Es horrible. Es épico.
Des se rió entre dientes.
—Me encanta
la forma en que trabaja tu mente, —le dijo, con franca admiración—.
Tu ingenio retorcido no tiene límites.
—No hay límites, a excepción de tus escrúpulos de mierda, quiero decir. —Ava pateó
a la chica curvada en la parte trasera de su muslo—. Deshazte de esta basura por mí. Me
enferma mirarla.
La sonrisa de Des se desvaneció.
—Yo no hago el trabajo sucio, Av, —gruñó—. Incluso sabiendo que eso te excitaría.
—Entonces consíguenos más dinero. Eso me excitaría, también. Piensa por ti mismo.
¿No es para eso que
el Dr. O nos entrenó? —Se
lamió sus brillantes labios
rojos, un
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Todos sus billones,
invertidos en XCog, dándonos un
retorno porcentual del mil por
ciento. ¿Eso no sería simplemente… perfecto?
Su sonrisa mostró sus dientes perfectos. Desmond Marr, futuro presidente del grupo
Helix. Hombre graduado en Harvard. Príncipe consentido. Su esclavo personal.
Des había sido una de
las mascotas del Dr. O,
también, pero Haven había
sido un
lugar muy diferente para el hijo de Raymond Marr, el cofundador del grupo Helix. Des
había sido una mascota rica, un gato persa con un collar de diamantes. Desmond nunca
había experimentado la interfaz de esclavitud ocasionada por la corona en su vida.
Ava había estado en la otra categoría de mascotas. Las huérfanas, sin dinero, las de
clase gato callejero. Ava había
trabajado para su manutención, como
el resto de los fugitivos,
las prostitutas, los drogadictos, y
los rufianes juveniles. A
los que el Dr. O
podía joderlos y conseguir considerables resultados. El grupo Helix se construyó sobre
sus hombros.
O sobre sus huesos, más bien. Todo ellos terminaron muertos. Todo menos ella. Y tal
vez Kev McCloud. En alguna parte, allí afuera.
Des había sido su amante
durante años, desde que se
habían conocido siendo
adolescentes en el oasis de la depravación, Haven, del Dr. O. La chispa fue inmediata.
Tenían mucho en común. Salvo ciertas cosas que Dessie nunca podría comprender. Si
uno nunca fue un esclavo, ¿cómo podría saber exactamente lo que significaba dominar?
Un niño privilegiado con billones detrás de él nunca podría saber eso. Había un abismo
entre ellos. Triste.
Pero mírenla ahora. Ella no había estirado la pata por un derrame cerebral como el
resto de las ratas de
laboratorio. Ella era especial, y el Dr. O se había dado cuenta de
eso. De puta esclava zombi de coronación se había convertido en el logro supremo del
Dr. O. Había experimentado lo
más intenso y riguroso de las
técnicas de mejora
cognitiva del Dr. O. Él la había entrenado en la técnica del máster de coronación del X
Cog. Había hecho los arreglos
para sus altos estudios, sus
múltiples postgrados en
neurociencia y bioingeniería. Con
la tutoría del Dr. O, Ava
había desarrollado casi tantos
productos para la rama de
ciencias biológicas y la
nanotecnología del grupo
Helix como el mismo Dr. O, a través de los años. Él la había utilizado feo, pero la había
adiestrado para algo extraordinario.
22
A veces,
incluso extrañaba a ese depravado y psicopático hijo de puta
sádico. Era
lindo, tener a alguien que se sintiera orgulloso de ti. Que te posea.
Incluso cuando rompía tus huesos,
te cortaba los miembros y
chupaba tu sangre. Aplastándote como
polvo. Quemándote hasta convertirte en condenadas cenizas.
Des se acariciaba su erección,
contemplando su terso y curvilíneo
cuerpo, sus
pezones. Disparó una vacilante mirada a la chica gimiendo en el piso.
—Ignórala, —le
ordenó Ava—. Le daré una
inyección después, y la pondré en
el
refrigerador, ya que no puedes ensuciar tus manos blancas como la nieve.
Su cara se enrojeció. Regañarlo
agudizó su lujuria, pero ir demasiado lejos hacía que
la situación se le fuera de
las manos. Él era grande,
físicamente fuerte, sumamente
rápido, y tenía una veta cruel que discurría profunda y ampliamente.
—Ningún otro chiste sobre el trabajo sucio, —gruñó.
—Oh, Dessie. —Su voz era gutural—. Me encanta cuando eres duro.
—¿Sí? Date la vuelta. Te mostraré la dureza.
Ella vaciló, sintiendo el fuerte impulso en el aire. La oportunidad del momento tenía
que ser correcta. Se volvió, con una deliberada lentitud, ubicándose en la otomana. Su
microminifalda apenas ensombrecía las
partes que ella mantenía afeitadas,
perfumadas, y sin bragas.
Preparadas para su inmediato uso
a petición. El viejo
entrenamiento persistía. Se contoneó,
observándose a sí misma reflejada
en los brillantes archivos de
plata que tenía enfrente. Pelo
negro meciéndose, labios rojos
abiertos. Se veía bien, concluyó, complacida. Peligrosa, inestable. Caliente.
Des desabrochó su cinturón mientras
se acercaba, abriéndose los
pantalones. Sacando bruscamente ese
miembro como el de un caballo
del cual él se sentía tan
orgulloso.
Le empujó la falda hacia arriba sobre su culo, y separó sus nalgas, manoseando a su
coño. Ella se
contorsionó y jadeó con un
fingido entusiasmo alrededor de
sus dedos exploradores. Su ego
era tan grande que él siempre
compraba su actuación, sin
importar cuán extravagantemente ella sobreactuara. Hombres.
Empujó la mano más profundamente, gruñendo.
23
—Estás empapada.
En verdad, el hecho de haber golpeado a Mandy la había excitado, pero Ava no veía
una razón para negarle el
crédito. Además, ella podría
lubricarse por decisión. Sabía
qué cosas sucias pensar para conseguir excitarse.
—Tú me haces esto. —Dejó que
su voz temblorosa insinuara una
oculta
vulnerabilidad, calculada para inflarle
el ego, para hacerlo sentirse
como el rey del
mundo. Pensando que la controlaba, con su palpitante cetro.
Él asió las mejillas de su culo, y se condujo adentro. Ava lloriqueó cuando empezó a
bombear. Ésta era la parte
tediosa. Todos estos corcoveos y
gemidos. Des era
relativamente experto, también, por
lo que los empujes duraban un
aburridamente
largo tiempo hasta que se permitiera correrse. Irónico, que la política personal le dictara
que lo alabara por esa cualidad cuando ella preferiría infinitamente que se diera prisa.
Pero lo manejaba,
rebelándose dentro de ese familiar
estado de flotante desapego
donde siempre recurría para soportar
el sexo. Dejando salir sólo lo
suficiente de sí misma para
mantener una actuación convincente.
El resto de su altamente
interina
mente estaba trabajando. Preparando el siguiente experimento de XCog.
Lástima que el sujeto experimental no pudiera ser la misma Edie Parrish.
El pensamiento provocó una ráfaga
de genuino calor sexual que la
tomó por
sorpresa. Guau. Había puesto a Des de su
lado, usando su punto más débil, y eso
lo
excitaba, además. Puntos a favor.
—¿Ella es linda? —Le preguntó.
—¿Quién? —Gruñó Des, sus caderas golpeando en contra de su
trasero—. ¿De qué
carajo estás hablando?
—Edie Parrish. No la he visto durante años. ¿Es linda?
Sus empujes aminoraron.
—No lo sé. Está bien,
supongo. Alta, pelo largo,
feos anteojos. Se esconde. Buenas
tetas, sin embargo. ¿Por qué preguntas?
24
—Cuando la atrapemos, quiero coronarla. Y follarte. A través de ella.
Él se quedó tan desconcertado que se dejó de mover.
—¿Eh?
—Ella será la mejor
interfaz. —Se meció hacia atrás,
envolviendo a su polla otra
vez—. Mucho mejor que todos
los demás. La convertiré
en una monada caliente. Le
haré hacer cosas que nunca te has imaginado.
—Puedo imaginarme un infierno entero de cosas, —le advirtió.
Ella volteó la cabeza, sonriendo.
—Cosas que yo nunca haría por
mí misma, con mi propio cuerpo,
—le explicó
dulcemente—. Asquerosidades salvajes y sucias.
Desmond impactó con violencia contra ella, tan duro que se ahogó con un jadeo de
incomodidad.
—Eres una perra depravada, —le dijo, con tono de admiración.
—Vaya, gracias. —Se volvió,
preparándose en contra de cada
sacudida, haciendo
aullidos y gemidos felinos. Lo
tenía. Él haría cualquier
cosa para que eso sucediera,
ahora. Pero se dio cuenta, sorprendida, cuando la cabalgata llegó a su arrollador final,
que esta fantasía del trío XCog compeliendo a Edie Parrish había sido… oh, Dios… la
estaba haciendo correrse.
Explosivamente.
Chorreaba sangre mientras
corría. Rostros conmocionados, sus
bocas horrorizadas con un
“Oh”, tambaleándose hacia atrás. Nadie lo detuvo en su desesperada carrera hacia la oficina del
hombre. Tenía que decirles la verdad. Para hacer que el asesinato se detuviera.
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Error. Los había asustado a muerte. El derramamiento de su propia sangre los había cegado.
Él era una prueba viviente
de que el infierno sobre la
tierra existía. Algo para
negar, para olvidar.
Luchaba, pero estaba demasiado débil por las drogas y la tortura. Lanzó a uno de los tipos por
la ventana, pero había muchos
de ellos. Lo derrumbaron. Lo
arrastraron. Entonces vio al
angelito.
Qué extraño, ver a un ángel en el infierno. Pequeña, perfecta, vestida con un resplandeciente
blanco como una nube iluminada por el sol. Un halo blanco coronaba su pelo. Ella lo miraba con
sus valientes e insondables ojos. No a un monstruo de las colectivas
pesadillas humanas. Sólo a
él. Ella se retiró en la
distancia mientras ellos se lo
llevaban a rastras. Sus compasivos
ojos
siguiéndolo mientras él estiraba el cuello desesperadamente para mantenerla dentro de su campo
visual. Él gritaba, pero ella estaba demasiado lejos…
Jadeó por aire, sintió la
sacudida, pasando del sueño a
la conciencia, pero las
imágenes permanecieron. Su pequeño ángel. Sus ojos profundos y suaves. El hombre al
que le había pedido ayuda gritaba que se callara, que se fuera, que lo dejara en paz. El
personal de seguridad lo había
arrastrado afuera. Y un nombre.
Alguien estaba
gritando un nombre. El del monstruo que tenía que detenerse.
Osta… ¿Ostamen?
Lo perdió. Joder.
Se le fue de la mente,
como arena a través de sus dedos.
Respiraba agitado,&n