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    EDWIN H. SUTHERLAND

    EL DELITODE CUELLO BLANCOTraduccin del ingls de Rosa del Olmo.Edicin y prlogo de Fernando lvarez U ra.

    LA S ED I C I O NES D Eg x x . 1 3 4 a

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    Genealoga del Poder"Coleccin dirigida por:Julia Varela y Fernando lvarezUraDiseo de cubierta: Roberto T urganoDibujo de la portada:"Cazadores furtivos" deNacho Criado 1993

    NDICE GENERALSUTHERLAND, Edwin H.Madrid: La Piqueta, 1999I. Ttulo II. SeriePg- 339 (Ensayo)

    O Edwin H. Sutherlande Ediciones de La Piqueta De la presente edicin: Ediciones Endymionc/ Marqus de Santa Ana, 428004 MadridISBN: 84-7731-332-6Depsito Legal: M -38148-1999Impreso en: Grficas Pinaresc/ Buen G obernador, 2428027 Madrid

    PRLOGOPREFACIO5PRIMERA PARTE: INTRODUCCINI. El problema del delito de "cuello blanco"9SEGUNDA PARTE: INFORMES SOBRE SETENTAGRANDES CORPORACIONES.II . El informe estadstico3III. Es un delito el delito de "cuello blanco"? 87IV .Restriccin del comercio1 1V. Descuentos43VI . Patentes, marcas de fbrica y derechos de au tor49VII. Falsa representacin publicitaria63VIII. Prcticas laborales injustas79IX . Manipulaciones financieras01X. Delitos de guerra13XI. Delitos miscelneos25

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    8dwin H. Suther landTERCERA PARTE: CORPORACIONES DESERVICIO PBLICOXII. Informes de quince corporaciones de energa y luzelctrica233CUARTA PARTE: INTERPRETACIN

    XIII. El delito de "cuello blanco" es de lito organizado261XIV.Una teora del delito de "cuello blanco"277XV. Variaciones en los delitos de las corporaciones99Conclusin307TEXTOS ANEXOSAnexo 131 1Anexo 2330 NDICE DE CUADROSI. Distribucin del porcentaje de tres series de delincuentespor status econmico de las familias paternas60II . Distribucin del porcentaje de personas conde nadas a lospenales estatales y federales y a los reformatorios en1923 ,discriminados por sexo y por ganancias semanales. 62III. Decisiones de los tribunales y de las com isiones contrasetenta grandes corporaciones por tipo de ley violada76IV .Decisiones de los tribunales y de las comisiones con trasetenta grandes corporaciones por violaciones de leyesespecficas, segn jurisdiccin y procedimiento80V. Decisiones contra setenta corporaciones por perodos decinco aos y por tipo de ley violada84VI . Decisiones contra sesenta de las setenta corporacionespor restriccin del comercio segn los tipos de deman-da11 2VII. Decisiones por infraccin de patentes contra cuarentay cuatro de las sesenta y dos corporaciones productorasy mineras segn las clases de de cisiones15 2VIII. Decisiones por infraccin de patentes contra ocho corpo-racines comerciales segn las clases de decisiones15 4

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    10dwin H. SutherlandIX . Decisiones por infracciones de marcas de fbricascontra siete de las setenta grandes corporaciones15 5X. Decisiones por infracciones de derechos de a utor contracinco de las setenta grandes corporaciones155XI. Decisiones contra vientisis de las setenta grandescorporaciones segn la Ley de la Comisin Federalde Com ercio por falsa representacin publicitaria,clasificadas por tipos de decisiones166XII. Decisiones contra cuatro de las setenta grandes corpora-ciones por falsa representacin segn las leyesde alimentos puros167

    XIII. Decisiones tomadas por juntas nacionales de relacioneslaborales contra cuarenta y tres de las setenta grandescorporaciones por prcticas laborales injustas, segnlas relaciones con las decisiones de los tribunales183XIV.Denuncias por prcticas laborales injustas contracuarenta y tres de las setenta grandes corporaciones,clasificadas segn los tipos de denuncias187XV. Decisiones contra veinticinco de las setenta grandescorporaciones por violaciones miscelneas de la ley226XVI. Decisiones (incluyendo arreglos) contra quince corpora-ciones de energa y luz elctrica segn los tipos detribunal y de acciones235 PRLOGO*El delito de cuello blanco es el ttulo del libro ms importante deEdwin H. Sutherland, el socilogo del delito mas influyente delsiglo XX. Son bien conocidos los avatares por los que pas estelibro que fue publicado por vez primera en 1949 por la EditorialDryden Press de Nueva York. Sutherland era reticente a realizarrecortes y a si lenciar los nombres de las setenta grandes empresasnorteamericanas que sirvieron de base a su investigacin, tal y comole exigan de forma imperativa tanto la editorial que se hizo cargode la publicacin, como la Universidad de Indiana. Finalmente ter-min cediendo a las presiones hasta el punto de llegar a consolarsecon la idea de que la censura impuesta proporcionaba al libro unmayor valor ejemplar, pues obligaba a establecer una mayor distan-cia con las empresas especficas estudiadas, unas empresas quemostraban ser reincidentes en la delincuencia. Muchos aos despusde la muerte de Sutherland sus discpulos publicaron en laUniversidad de Yale, en 1983, una cuidada versin del libro originalsin recortes. Sin embargo una de las primeras traducciones de aq ue-lla primera versin censurada que Sutherland entreg a la imprentafue la t raduccin espaola realizada en 1969 por R osa del Olmo,profesora de la Facultad de Economa y Ciencia Social de laUniversidad Cen tral de Venezuela. Esta traduccin es la que ahorasirve de base a nuestra edicin, y queremos expresar nuestro msvivo y sincero agradecimiento a Rosa del Olmo por la generosa*Una buena parte de esta Presentacin ha sido publicada en forma de art-culo con el ttulo de El delito de cuello blanco en la Revista Claves de la

    razn prctica, n 93 de junio de 1999.

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    12ernando lvarez-Urarlogo3cesin de su valiosa t raduccin para la C oleccin Genealoga delPoder de Ediciones La Piqueta, pues gracias a ella podemos disfru-tar de uno de los textos clsicos d e la sociologa del delito, un libroque ha c ontribuido a revolucionar el panoram a de la criminologadel siglo XX. Hemos enriquecido la versin venezolana incluyendoen sendos anex os dos nuevos textos del autor sobre los delitos decuello blanco que fueron escritos poco antes de la publicacin deeste libro y que hasta ahora permanecieron inditos en espaol.La mayor parte de los come ntaristas de la obra criminolgica deSutherland coinciden en fijar como punto de partida del concepto dedelito de cuello blanco la reunin anual organizada por la AmericanSociological Society que tuvo lugar en Filadelfia, en diciembre de1939, es decir, diez aos an tes de que saliese a la luz la publicacinen ingls de este l ibro. Se trataba de la 34 reunin d e la Sociedad,que estuvo presidida por el socilogo de la Universidad de C hicagoJacob Viner, y en la que la conferencia pre sidencial corri a cargoprecisamente de Edwin H . Sutherland. Su disertacin se titulaba TheWhite Collar Criminal. El impacto que produjo esta conferenciaentre los socilogos que participaban en la reunin fue enorme.Tambin algunos peridicos publicaron resmenes del contenido dela intervencin, resmenes que en ocasiones dejaban traslucir laimagen de un Sutherland radical que adoptaba posiciones liberales'.Cmo lleg Sutherland a elaborar este nuevo concepto que fueclave en la formacin de una nueva sociologa del delito? Quefectos se derivaron de la introduccin de esta nu eva categora en lapercepcin del mundo del delito? Sigue teniendo vigencia en laactualidad un libro que cuenta ya con cincuenta aos de existenciadesde su primera publicacin? Intentar brevemente avanzar algu-nas respuestas a estas cuestiones, pero el objetivo principal de esta

    1La conferencia, un texto q ue roza la perfeccin, fue publicada por vezprimera en forma de artculo en la American Sociological Review (n 5,1940). Le hemos traducido al espaol y publicado como anexo en la edi-cin y traduccin que hemos realizado Julia Varela y yo mismo de lamonografia dedicada por Edw in H. Sutherland a un ladrn profesional: E.H. SUTHERLAND, Ladrones profesionales,' La Piqueta, Madrid, 1988,219-236.

    presentacin es facilitar una lectura ms sociolgica y contextuali-zada de este libro pionero de Edwin Sutherland.Para entender cmo surgi El delito de cuello blanco, para darcuenta sociolgicamente de sus condiciones de posibilidad, es pre-ciso remontarse a la propia carrera p rofesional de Sutherland e ins-cribirla en el marco social e institucional que favoreci la formacindel concepto de delito de cuello blanco. Dicho de otro modo, es pre-ciso estudiar la obra de Sutherland en estrecha vinculacin con elDepartamento de S ociologa de la Universidad de Chicago y con lasteoras del deli to dom inantes en la poca, pero es preciso tambintener en perspe ctiva la gran espiral de delitos de los poderoso s y elalto grado de corrupcin que se desencadenaron en los locos aosveinte, especialmente en Chicago, a la sombra de la prohibicin.Sociologa y reformism o social

    Son muy numerosos los trabajos que han puesto de relieve laestrecha relacin existente entre la naciente sociologa norteam eri-cana y los movimientos filantrpicos reformistas surgidos, sobretodo, en el marco de la religin baptista2. En Ch icago fue tambin

    2He aqu la referencia de algunos l ibros que se ocupan de la gnesis de lasociologa norteamericana en Chicago:S. PARK TURNER y J. H. TURNER, The im possible science. A n institu-tional analysis of american sociology, Sage Publications, Newbury Park,California 1990; D. ROSS, The origins of american social science,Cambridge, 1991; H. SCHWENDINGER y J. R. SCHWENDINGER, Th esociologist of the chair, A radical analysis of the formative years of NortAmerican sociology (1883-1922), Basic Books, Nueva York, 1974. Vasetambin el ya clsico libro de Fred H. MATTHEWS, Quest for anAmerican Sociology, Robert E. Park and the Chicago School, McGill-Queen's University Press, Montreal, 1977 as como el libro de DenisSMITH, The Chicago School. A liberal critique of Capitaalism, MacmillanEducation, Londres, 1988. Alin COULON, L'Ecole de Chicago, PUF,Paris, 1992. De los libros traducidos al espaol destaca el estudio de U lfHANNERZ, Exploracin de la ciudad. Hacia una antropologa urbana, F .C. E., Mxico, 1986 (edicin inglesa de 1980).

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    Prlogo514ernando lvarez-Uraun baptista, Albion Small, quien asumi en 1892 la direccin delprimer Departamento de Sociologa de los Estados Unidos deAmrica. Entre los profesores de sociologa del Departamentodominaban los que co mpartan proyectos reformistas de inspiracincristiana. Cuando en junio de 1906 el joven Edwin Sutherlandingres en ese Departamento el clima poltico e intelectual queencontr no le debi resultar en absoluto extrao pues su padre, quehaba estudiado l mismo en la Universidad de Chicago, era tambinun miembro cualificado de la Iglesia baptista, y de hecho desem-peaba el oficio de profesor de griego en el sem inario baptista deGibbon, en Nebraska. Precisamente en esa ciudad naci Edw in, eltercero de siete hermanos, el 13 de agosto de 1 883.La enseanza de la sociologa norteamericana en Chicago seimplant en un lapso de tiempo relativamente corto a travs de unaserie de medidas que se reforzaron e ntre si formando parte del pro-ceso de institucionalizacin de esta disciplina acadm ica. A la yamencionada creacin en 1892 del Departamento de Sociologa porel historiador y tambin socilogo de formacin alemana AlbionSmall, con la ayuda de fon dos privados, hay que aad ir la publica-cin en 1894 del primer manual de la especialidad, Introduction lothe Study of Society, escrito por George Vincent y por el propioSmall. En 1895 se cre el American Journal of Sociology y, en fin,en 1905 tambin Small contribuy a fundar la AmericanSociological Society. La sociologa era definida por este primergrupo de pioneros como una ciencia inductiva y de observacin, unaciencia experimental alejada por tanto d e la filosofa de la historia.En la gnesis de la sociologa de Chicago se prod ujo una estrechavinculacin entre sociologa y reformismo social. Albion Small,durante su estancia en Alemania entre 1879 y 1881 haba estudiadoen Leipzig y B erln con los economistas sociales Gustav Schmoller,Adolf W agner y Albert Schaffle. El planteamiento de los primerossocilogos de Chicago estaba por tanto ms prximo de las concep-ciones de los socialistas de ctedra que de las teoras revoluciona-rias de los movimientos sociales radicales. En uno de sus p rimerosartculos programticos Albion Small reclamaba la autoridad de lajoven ciencia social contra aficionados y agitadores especialmentede extrema izquierda. De he cho esta primigenia sociologa nortea-mericana, si la comparamos con la sociologa europea, surga mar-

    cada por una doble innovacin:1. Abandono de la preocupacin central por el capitalismo,que hasta entonces ha ba estado en la base de la reflexin sociol-gica de los socilogos clsicos europeos. La cuestin social fuesubstituida por los problemas sociales.2. Abandono, en fin, de la sociologa histrica para adop-tar como m odelo el paradigma ecolgico de las ciencias naturales.Las historias de vida y el anlisis circunscrito al presente iban agenerar una deshistorizacin de la sociologa que el funcionalismoen su doble vertiente, la gran teora, y el empirismo abstracto, tide tintes an ms radicales.Sociologa es por tanto, se escribe en el m encionado libro de textode 1894, la organizacin de todo el material proporcionado por elestudio positivo de la sociedad. No se t rataba sin embargo de unamorfologa social pues a esta primera fase descriptiva se aada unasegunda fase esttica o com parativa en la que se analizaba la dis-tancia entre los procesos reales y la idealidad proclamada. Po r lti-mo el anlisis sociolgico inclua una tercera fase dinmica en laque se analizaban las condiciones para un cambio social que hicie-se real el ideal. No sera justo hacer de la sociologa de Chicago u npleonasmo de la ingeniera social al uso pues la investigacin emp-rica no estaba en absoluto desvinculada de las consideraciones ti-cas3.3En el American Journal of S ociology de marzo de 1896 A. Small distin-gui con trazos firmes las diferencias entre scholarship y social agitationpero parece un tanto injusta y mecnica la tesis pretendidamente marxistadefendida por los Schwen dinger que no ven en le naciente sociologa de

    Chicago ms que una apologa apenas e ncubierta del capitalismo. Po otraparte el Departamento de Sociologa distaba de ser una entidad monolt icacomo seala H. KUKLICK , "Chicago sociology and urban planning policy.Sociological theory as occupational ideology", Them y and society, 9, 1980,821-845, p. 825. Sobre el importante papel jugado por Small en la institu-cionalizacin de la sociologa norteamericana reproduce documentos origi-nales y cartas de gran inters el minucioso trabajo de Vernon K. D IBBLE,The legacy of A lbion Small, The University of Chicago Press, Chicago,1975. Cf. Tambin Thomas L. HASKELL, The emergence of professionalsocial science. The american social science association and the nineteenth-century crisis of authority, University of Ill inois Press, Urbana, 1977, ascomo el artculo de H. E. BARNES, The p lace of Albion Small in ModemSociology, American Journal of Sociology, 31, 1, 1926, pp. 15-48.

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    A diferencia de Europa, en donde la tradicin acadmica hered a-da no dejaba much o espacio para la consolidacin de la sociologa,desde el m omento en el que la sociologa se insti tucionaliz en laUniversidad de Chicago se vio prcticamente libre de obstculospara su rpido desarrollo, lo que explica en parte el crecimientoexponen cial de la nueva disciplina que se nutri en un principio deuna estrecha vinculacin con el trabajo social. De hecho socilogostan representativos del Departamento de Sociologa comoAnderson, Shaw, McK ay, Thrasher y Wirth realizaron investigacio-nes directamente vinculadas con el trabajo socia14. El estudio decasos constitua entonces las perspectivas privilegiadas del nacienteSocial Work. La sociologa norteamericana adoptaba as una d imen-sin aplicada que por lo general estaba ausente en la tradicinsociolgica universitaria de Eu ropa. De hech o la sociologa france-sa por ejemplo, capitaneada por Emile Durkheim, se vio asediada afinales de siglo en La Sorbona por una gran o fensiva de las ctedrasde humanidades un idas en una especie de Sa nta Alianza. El vitalis-mo de B ergson y el espiritualismo cristiano de Peguy hicieron fren-te comn contra el sociologismo de Durkheim y su escuela. EnChicag o, mientras tanto, la sociologa se nutri de la perspectivainteraccionista introducida por el trabajo social, una perspectiva quese vio potenciada por el pragmatismo en tanto que escue la de pen-samiento genuinamente norteamericana que se institucionaliz entre1895 y 1900, es decir, coincidiendo con la institucionalizacin de la

    4Gracias al minucioso estudio de Mary Jo Deegan son bien conocidos enla actualidad los estrechos vnculos entre Henderson, Thomas y el prop ioSmall con Jane Addams y las trabajadoras sociales de Hull House, hasta elpunto de que Ch. H. Cooley lleg a comparar al Departamento deSociologa de Chicago con una especie de guardera de trabajadores socia-les. Cf. H. KUK L1CK op. c. p. 825. La propia Jane Addams, que se instalen Hull House en septiembre de 1889 y fund al ao siguiente el TheW orking People's Social Science Club, describe bien las relaciones conSmall y el Departamento de Sociologa: Jane ADDA MS, Tw enty Y ears atHull-H ouse. W ith autobiographical notes, Nueva York, 1940. Cf, Mary JoDEEGAN, Jane A ddams and the men of M e Chicago School, 1892-1918,Transaction Books, New Brunswick, 1990.

    sociologa en Chicago5.Los principales representantes del pragmatismo en Chicago fue-ron nada menos que John Dew ey y George Herbert Mead. Los prag-matistas asuman, siguiendo a William James, una concepcin rela-cional de la verdad que en trminos sociolgicos se tradujo por unamayor sensibilidad para escuchar el punto de vista de los actoressociales. Fue as como la historia social europea pas a v erse subs-tituida en la sociologa de Norteamrica po r las historias de vida. Adiferencia del concepto de degeneracin, que hunde sus races en laobra del psiquiatra francs Morel y que reenva a las patologas dela herencia, los socilogos de Chicago se sirvieron ms bien delconcepto de desorganizacin social enraizado en el darwinismosocial que confiere una mayor importancia al medio ecolgico, almedio social. La ciudad pasaba a convertirse as en el espacio deobservacin natural de la naiente ciencia social norteamericana. Laciudad es un mosaico de pequeos mundos en conflicto. La desor-ganizacin social es ms un fenmeno colectivo que un fenmenoindividual. Sin duda la desorganizacin reenva a un orden alterado,trastocado, perro tambin a una reorganizacin posible. Y en lamedida en que esos procesos de desorganizacin y reorganizacinno son exclusivamente de naturaleza biolgica, sino ms bien denaturaleza huma na, urbana, cultural, los socilogos de C hicago lle-garon a conceder una importancia primordial a las regiones morales,al orden moral. Hacer sociologa en C hicago equivala a objetivar elclima m oral en las distintas reas sociales de la ciudad6.Edw in S utherland, la forja de un socilogo del delito

    Cuando el joven Sutherland ingres en el Departamento deSociologa de Chicago, en 1906, uno de sus primeros y ms influ-5Sobre los enfrentamientos en La Sorbona cf. WolftEPENIES, Las tresculturas. La sociologa entre la literatura y la ciencia, F. C. E., Mxico1994.6Sobre los conceptos de desorganizacin social y orden moral vase eltrabajo de Peter JACKSON, Social disorganization and moral order in the

    city, Trans. art. British Geography 9, 1984, 168 - 1 8 0 .

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    18ernando lvarez-Urarlogo9yentes profesores fue Charles R. Hend erson, tambin baptista, queimparta un curso sobre el Tratamiento social del delito. Aos mstarde escriba Sutherland a un amigo: Cuando entr en el curso delDr Henderson recib de l personal atencin. Me habl, me cono-ci, y se interes por m. Concretamente yo me interes por hacersociologa y por el tipo de sociologa que el profesos Hendersondesarrollaba. Mary Jo Deegan seala que en los anales de socio-loga de Chicago Henderson es prcticamente un profesor olvidado,sin embargo fue uno de los socilogos ms influyentes delDepa rtamento. Estaba especializado en la criminologa, la reformade las crceles, la delincuencia juvenil, el seguro de sanidad y laintegracin del hombre moderno en un contexto secular y religioso7.El caso bien conocido de Graham Suniner, que sustituy el plpitopor la enseanza de la ciencia social, no era por tanto una exc epcin.Entre 1909 y 1911 nos encontramos ya al joven Sutherland impar-tiendo clases de sociologa y psicologa en el Grand Island Collegeen el que su padre era el Presidente. En 1911 regresa a laUniversidad de Ch icago para culminar sus estudios, y sabemos portoda una serie de testimonios de la poca que estaba bastante decep-cionado de la enseanza de la sociologa8. De hecho cua ndo regre-sa no se incorpora al Departamento de Sociologa sino al deEconoma Poltica con la intencin de trabajar con ThorsteinVeblen. Por desgracia Veblen abandon ese mismo ao laUniversidad de Ch icago para irse a Stanford por lo que Sutherlandpas a trabajar con Robert Hoxie, el principal colaborador deVeblen. Su Ph. D. en Sociologa y Econom a Poltica dirigido porHoxie, y tutorizado por Henderson, se titul Unemployment andPublic Employm ent Agencies y obtuvo la calificacin de magna cunlaude. Sutherland inauguraba as un campo de estudio vinculadocon la sociologa del trabajo en el que se inscribieron aos ms tarde

    7Mary Jo DEEGAN, op. c. pp. 18-19.8Son num erosos los trabajos sobre la vida y el it inerario intelectual deSutherland. Para este apartado me he basado sobre todo en datos propor-cionados en la documentada lntrocuccin que hicieron Gilbert y Colin Goffde la versin ntegra de El delito de cuello blanco de la Universidad de Yaleen 1983.

    otras investigaciones sociolgicas de Chicago como The Hobo deNeil A nderson.M e parece que la relacin de Sutherland con Veblen, aunque falli-da en parte, no debe ser pasada por alto. Veblen haba publicado en1904, el mismo ao en el que imprimi la primera entrega de Latica protestante y el espritu del capitalismo de Max Weber, unlibro titulado The Theory of Business Entreprise. El anlisis deVeblen sobre el espritu de un capitalismo industrial, cada vez msmovido por el desarrollo de la tecnologa y la creciente importanciadel crdito, conduca a conclusiones muy en la lnea de los procesosde petrificacin social sealados tambin por Webe r. Por otra parteya Veblen en su Teora de la clase ociosa haba introducido el con-cepto de depredacin para describir los comportamientos de indus-triales regidos por un egosmo voraz propio del salvajismo de lasclases altas. An ms, en la Teora de la clase ociosa Veblen esta-bleca explcitamente una analoga de fondo entre capitalista ydelincuentes: El tipo ideal de hombre adinerado se asemeja al tipoideal de delincuente por su utilizacin sin escrpulos de cosas ypersonas para sus propios fines, y por su desprecio duro de los sen-timientos y deseos de los dems, y carencia de preocupaciones porlos efectos remotos de sus actos; pero se diferencia de l porqueposee un sentido ms agudo del status y porque trabaja de modoms consistente en la persecucin de un f in ms remoto, contem-plado en virtud de una visin de mayor alcance. Veblen era quizsel nico profesor de sociologa de Chicago que mantena un discur-so abiertamente anticapitalista centrado en la cuestin socia19. Elhecho de qu e Sutherland quisiese trabajar con l, as como el obje-to de su tesis centrada en el parao indican que se adscriba a posi-ciones un tanto alejadas del reformismo social filantrpico, ms pr-ximas por tanto de los planteamientos socialistas.

    9Cf. Thorstein VEBLE N, Theora de la clase ociosa, FCE. Mxico, 1944,p. 234 (La edicin original es de 1899). Sabemo s que Sutherland concediimportancia a este texto pues l mismo lo cita en este libro y tambin en losPrincipios de criminologa en el captulo dedicado a La criminalidad y laorganizacin social . Sobre la relacin de Veblen y Weber con el capitalis-mo vase P. A. SAR AM , Veblen and Weber, on the Spirit of Capitalism,Journal of Historical Sociology, Vol 5, n 2, June, 1992, 234-252.

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    20ernando lvarez-Urarlogo1Entre 1913 y 1919 Sutherland fue profesor de Sociologa en elWilliam Jewell College de Liberty, en Missouri , una vez ms unainstitucin baptistalo. En 1919 pas a impartir clases en laUniversidad de Illinois. El catedrtico de sociologa E. C. Hayes lepropuso que esc ribiese un libro de texto de Criminologa que efec-tivamente escribi y sali a la luz por vez primera en 1924. Estemanual fue m ltiples veces reeditado y ampliado, y tambin tradu-cido a otros idiomas". En 1926 Sutherland pas al Departamento deSociologa de Minnesota, que tras Chicago, Columbia y W isconSinconsti tua el cuarto Departamento m s importante de los EstadosUnidos. Su inters continuaba centrado en los tem as criminolgicos,en la sociologa del delito. En una importante carta a su amigoLuther Bernard (13 de julio de 1927) Sutherland seala que su estu-dio de la sociologa responde a un inters en los mtodos para mejo-rar las condiciones sociales. Cuando m e conv ert en un offcer de laAsociacin de Proteccin Juvenil contempl por vez primera en mivida las condiciones de vida en las zonas de inmigrantes de unagran ciudad Esto me im presion profundamen te como haba ocu-rrido con la primera literatura que haba ledo (Jacob Riis, etc) ydesarroll una actitud supuestam ente radical. Estaba imp resionadopor la escasa m odificacin que se poda conseguir m ediante orga-nizaciones reformistas, y quera algo as como el socialismo (..)que podra provocar un cambio a la vez rpido y profundou.Entre 1929 y 1930 Sutherland pas a trabajar en Departamento deHigiene y Social de Nueva York, y desde ese ao hasta 1935 trabajen el Departamento de S ociologa de la Universidad de Chicago. Enel verano de 1 930 visit seis prisiones en Inglaterra, as como otrascrceles en el continente y en la pennsula escandinava. Como resul-tado de la actividad desplegada en Nueva York y en Europa public

    IEn estos aos nicamente publica en junio de 1916 un artculo sobreW hat Rural Health Surveys Hav e Reported?1lErnest W. BURGESS realiza una resea del libro en el AmericanJournal of Sociology (30 January, 1925) y dice de l que es el primer librode texto sociolgico en este campo ( p. 491).12Citado en M. S. GAYLORD y J. F. GALLIHER, The Criminology ofEdwin Sutherland, Transaction Books, New Brunswick, 1988, p. 12.

    en 1931 un importante artculo titulado The Prison as aCriminological Laboratc9y. Detengmonos por un momento en estetexto poco conocido pues a una contribucin importante deSutherland a la sociologa criminal.Uno de los presupuestos bsicos que parecen compartir los estu-diosos de la criminologa es que para luchar contra el mundo deldelito es preciso conocer al criminal. sis costumbres, y los m todosde los que se sirve para cometer sus fechoras. Como escribi unexperto en higiene m ental, a quien Sutherland cita quizs con unacierta irona, del mismo modo que c uando en el terreno de la agri-cultura se produce una plaga de insectos destructores los bilogosestudian sus caractersticas biolgicas y su comportamiento con elfin de acabar con ello y salvar las cosechas, el estudio de la perso-nalidad de los delincuentes en la prisin puede proporcionar cono-cimientos de vital importancia para atajar los crmenes.Efectivamente en la prisin el delincuente resulta fisicamente acce-sible y se lo puede observar durante un largo y continuado p eriodode tiempo. En la crcel m uchos presos refrescan su mem oria y estndispuestos a cooperar en proyectos de criminologa cientfica.Existen sin embargo, escribe Sutherland, dos grandes dificultadespara el estudio de los delincuentes en las prisiones. La primera esque los delincuentes que se encuentran en las prisiones no son todoslos delincuentes, sino nicamente u n selecto grupo de delincuentes.A la crcel no van todos los delincuentes, y los que v an difieren delos delincuentes que no van por el modo de pensar, por su statuseconmico, por su estabilidad emocional, raza, lugar de nacimien-to, y otras variables. Lgicamente los delincuentes ms hbiles einteligentes, o los que estn integrados en el crimen organizado tie-nen menos probabilidades de ser detenidos qu e los delincuentes queson dbiles mentales, por ejemplo. No se trata sin emba rgo de unadificultad insalvable pues incluso personajes como Capon e y algu-no de sus lugartenientes ya haban por esta poca visitado las crce-les. El problema es que ha y que ser cauteloso a la hora de presentartipologas y servirse de las e stadsticas oficiales, y sobre todo a lahora de generalizar y de extraer con clusiones a partir de datos pro-venientes de la observacin realizada en las crceles.La segund a dificultad se deriva de que la prisin no es el hbitatnatural del delincuente. Para algunos estudiosos del delito esta es

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    22ernando lvarez-Urjarlogo3una dificultad que invalidad los estudios realizados en las crcelespues estudiar la vida del delincuente en la crcel es como estudiar lavida de un len en una jaula. Sutherland seala que lo importante noson tanto las conductas m ateriales cuanto las interpretaciones que eldelincuente elabora de su prop ia vida y de sus propios actos por loque la prisin no invalida el estudio de los delincuentes, especial-mente de los mas v iejos, los ms difciles y los m s peligrosos.A la hora de analizar los trabajos que se vienen realizando en loscentros penitenciarios es preciso distinguir entre los fines adminis-trativos y los objetivos de control social. Ambos fines no siemprecoinciden, pero en todo ca so lo importante de estos estudios reali-zados en las prisiones es comprender al delincuente. Cuatro eranentonces, segn Sutherland, las principales lneas de observacin yde trabajo en las crce les, convertidas en laboratorios sociales paraestudiar el mundo del delito. La primera, dominante en Europa,estaba dirigida por criminlogos y psiquiatras y era una tendenciabiologicista u organicista, centrada en la he rencia y en la con stitu-cin fsica y psicolgica del delincuente. Esta tendencia exista tam-bin en los Estados U nidos en donde psiclogos y psiquiatras desa-rrollaron test mentales para medir la inteligencia y otros rasgos de lapersonalidad de los prisioneros. Una vez realizadas estas medidas secontrastaban con la med ia de la poblacin considerada norma l y seestudiaban las desviaciones a la media. En Estados Unidos ex istasin embargo una segunda tendencia en la que equipos m ultiprofe-sionales, formados por psiquiatras, psiclogos y socilogos, y tam-bin por criminlogos dependientes del Estado central, adoptabanuna posicin relativamente e xterior a la institucin para estudiar elmundo de los reclusos. Destaca en este sentido la experiencia deIllinois. Como subraya Sutherland una parte verdaderam ente inte-resante del trabajo de este e quipo es la recopilacin de biografiasde prisioneros realizadas bajo la direccin de los socilogos. Yaade: Cl/Jord R. Shaw ha publicado dos de estas autobiografasque parecen especialmente relevantes tanto para los objetivosadministrativos com o para una teora de la conducta criminal, ascomo para las polticas generales de control. Efectivamente elconocido libro de Shaw , la mtica historia de vida The Jack-Roller,acababa de ser publicado por la universidad de Chicago en 1930. Latercera lnea de estudio era la que se llevaba a cabo, por ejemplo en

    Massachusetts, por funcionarios de prisiones interesados sobre todopor la vida institucional y por el control inme diato de los reclusos.El cuarto tipo de prisin-laboratorio sera una frmula mixta delsegundo y tercer tipo: especialistas y funcionarios trabajaran juntosen favor de una mejora de la institucin y en favor de un mejorconocim iento del mundo de l delito. Trabajos en esta lnea se reali-zaban entonces en las crceles de Mosc y tamb in en alguna insti-tucin de Il l inois. Para Sutherland se trataba del m odelo ideal, unmodelo sin embargo que se en cuentra con frecuencia con la resis-tencia de la legislacin y de la opinin p blica. Por otra parte no esfcil encontrar buenos especialistas ni abundan los funcionariosadecuados para este trabajo. La formacin de unos y otros es defi-ciente. Sin embargo la tendencia para el futuro est clara y de ellose derivarn mejoras en el tratamiento de los reclusos as comoteoras ms ajustadas sobre la delincuencia y mejores programaspara la prevencin del delito13.

    Me parece que en este artculo aparecen ya de forma clara algu-nas lneas de fuerza caractersticas de la criminologa de Sutherland.Por una p arte la distancia con los planteamientos bioligicistas de laescuela positiva italiana de derecho pe nal era ya man ifiesta. Se dis-tancia tambin de las teoras psicolgicas e individualistas del deli-to, y muy e specialmente de los test me ntales. Cuando psiquiatras,psiclogos y criminlogos, andaban obsesionados por cuantificar laincidencia de la herencia y del medio en las conductas criminales,cuando expe rtos de todo tipo entraban a saco en las crceles con elfin de realizar el retrato-robot del tipo delincuente en estado puro,Sutherland se atreve a invalidad las elaboraciones tericas sustenta-das en las estadsticas criminales oficiales porque realmen te no sondelincuentes todos los que estn en las crceles y sobre todo porqueno estn en las crceles todos los que son delincuentes. Pero hayalgo ms, Sutherland asume un punto de vista sociolgico, un puntode vista en el que la variable clase social va a resultar decisiva paracomprend er el entramado jurdico-penal. Opta, en fin, por compro-meterse en la bsqueda de una teora del delito que sea a la vezI3Edwin H. SUTHERLAND, The Prision as a Criminological Laboratory,The Annals of the American Academy of Political and Social Science,157,

    Sep. 1931, 131-136.

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    24ernando lvarez-Urarlogo5explicita y que concurra a prevenir los actos delincuentes. Las prin-cipales condiciones para la formacin del concepto de delito de cue-llo blanco estaban dadas. Para avanz ar era preciso verificar empri-camente que los criterios de seleccin del sistema penal son social-mente selectivos. En este sentido result decisivo su encuentro conun ladrn profesional. Era un ladrn alto, bien vestido, de buenapresencia y modales afables, locuaz y observador, un ladrn al esti-lo de los que aparecen en algunas pelculas de amor y lujo. Suseudnimo era Chick Conwell, pero su nombre de pila eraBroadway Jones. La universidad de Chicago pag a iones cien dla-res por mes, durante tres meses, para que contase a Sutherland lahistoria de su experiencia en la profesin. El trabajo se inicio en1932 pero The Professional Thief no lleg a publicar hasta 1937cuando ya Sutherland haba abandonado Chicago en 1935 paraincorporarse como catedrtico de sociologa y director deDepartamento de la U niversidad de Indiana.

    Uno de los cap tulos ms llamativos del trabajo de Sutherland yConw ell es el dedicado al asesor jurdico. En l se pone muy clara-mente de manifiesto que los ladrones profesionales eluden casisiempre la accin de la justicia y por tanto no sufren condenas en lascrceles. Basta un somero conocimiento de las poblaciones reclusaspara darse cuenta que a las crceles van sobre todo delincuentescomunes procedentes de las clases bajas que se sirven fundamental-mente de mtodos intimidatorios para perpetrar los delitos. Pero silos ladrones profesionales, los ladrones de clase me dia, casi nuncavan a las crceles qu ocurre entonces con los delincuentes de cla-ses altas?, cuales son los delitos de las clases altas?, cmo consi-guen evitar los delincuentes de clases altas las condenas penales y lareclusin? Cuando se crean las condiciones intelectuales para obje-tivar un problema se ab re tambin la va a soluciones posibles. Peroen este caso esas condiciones intelectuales no estaban m uy distantesde la vida cotidiana de Chicago. La ciudad era entonces el laborato-rio social que alimentaba la reflexin sociolgica de la Universidad.Durante su estancia en Chicago Sutherland tuvo tiempo suficien-te para darse cuenta de que las conexiones entre el crimen organiza-do y los poderes pblicos corruptos estaban muy extendidos, tantoen los medios p oliciales como en la mag istratura y la adm inistra-cin. Por otra parte F rederik Thraser, tambin socilogo formado en

    Chicago por la m isma poca, haba puesto claramente de manifies-to en su investigacin sobre las bandas The Gang (1927) lasredes existentes entre las autoridades honorables y los gansters.Chicago, ciudad sin ley

    Cuando en 1892 se abra el primer Departamento de Sociologa deuna Universidad Norteamericana Chicago era ya una ciudad indus-trial en plena expa nsin. Entre 1887 y 1897 la supe rficie de la ciu-dad se multiplic por cinco y la poblacin por cuatro. Sin emba rgoentre 1900 y 1930, la superficie de la ciudad creci nicam ente un10% en extensin mientras que la poblacin se duplic. La densidadde la poblacin pas as a ser un factor decisivo de la morfologaurbana. En 1920 de los dos millones setecientos mil habitantes casiun tercio (805.482) eran emigrantes. Los blancos norteamericanosrepresentaban un 23,7% de la poblacin total. Treinta y nueve lne-as de ferrocarri l surcaban la ciudad y a ella afluan sin cesar emi-grantes y trabajadores de paso. Mas de mil iglesias daban cobijo aorganizacion es religiosas y filantrpicas mientras que e l peridicoTribune, en marzo de 1928, cuando se aproximaba el gran procesocontra Al Capone, haba censado 215 casas de juego con una cifrade negocios diaria estimada en ms de dos millones y medio dedlares. Las cifras oficiales indican que en ese ao se produjeron enChicago un total de 367 asesinatos por muerte violenta.En 1920 la suma de emigrantes rusos, alemanes y polacos pasa-ba de 350.00 y la de suecos, irlandeses, italianos y checos de losdoscientos mil. Como seal el socilogo francs MauriceHalbwachs, de quien retomo algunos de estos datos, el hecho de queexista en la Universidad de Chicago una escuela de sociologa ori-ginal se debe en parte a que los socilogos ansiosos de materialesempricos no tenan que alejarse demasiado de sus despachos paraencontrarse con su objeto de estudiom. Ante ellos se desplegaba unagran ciudad industrial en progresivo crecimiento acelerado en donde

    14Cf. Maurice HA LBW ACH S, Chicago, esprience thnique , reto-mado en VV.AA. L'Ecole de Chicago. Naissance de l'cologie urbaine,Aubier , Paris, 1979, p. 287 .

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    26ernando lvarez-Urarlogo7se daban c ita los problemas urbanos, la miseria, el fraude, las salasde baile de las taxi-dance, las apuestas trucadas en las carreras degalgos, el contrabando de licores y el gansterismo , con los centrosde trabajo social, las asociaciones filantrpicas, las ligas contra ladepravac in y el vicio, y tambin las agencias pblicas y privadasde colocacin. En 1920 se inici tambin la prohibicin que durhasta diciembre de 1933 y con ella Chicago p as a ser el paradigmade la ciudades sin ley, el epicentro del Imperio del crimen, el sm-bolo por antonoma sia de las ciudades peligrosas.John Tordo, que lleg a Chicago en 1915, fue el primer rey de losprostbulos, el gran empresario del negocio de la trata de blancas, ytambin el primer gangster fiel a la idea de que m s vale hacerseamigo de los hombre de la ley que combatirlos. El mismo podramuy bien encarnar el ideal asctico propio del empresario capitalis-ta descrito con trazos firmes por Max Weber: rostro descarnado yhuesudo de una palidez monstica, metdico, austero, sigiloso, pun-tual en el pago de sus deudas, astuto, previsor, de energa indoma-ble, escrupuloso en la contabilidad de sus diversos y prsperosnegocios, pacfico, pues jams em pu una pistola, en fin, amantede la msica pues las arias de las operas italianas embarga ban sis-temticamente de visible emocin su alma. Su esposa, una acauda-lada dama de Ken tucky de rancia estirpe norteamericana, lo consi-deraba el mejor de los maridos pue s convirti su vida de casada enuna larga y serena luna de m iel. Torno urda los asesinatos desde elm isterio de la som bra. Ro deado de bo rrachos no probaba una gotade alcohol. Envuelto en toda clase de disipaciones, no se m ezclabaen ninguna. Jams cruz sus labios una palabra obscena u ofensi-va. Por la maana, al salir de su hogar, situado en la Avenida deM ichigan, despeda a su esposa con un beso. T erminado su trabajodiurno, regresaba en su coche, alm orzaba en babuchas y se pasabala tarde tranquilamente en una butaca. Tal era su rutina (..) Eraamante de la msica y conoca a fondo las obras de los grandescompositores (.) Se comportaba con dulzura, reserva y dignidad(.) El que se topara con l sin conocer su verdadera personalidadhubiera llevado la impresin de un caballero distinguido15 . Cuando

    el gran Colossimo (Big Jim) fue asesinado en 1920 Johnny Tordoasumi el mando supremo del hampa en C hicago. Durante su reina-do setenta y cinco cervece ras, algunas de ellas de su exclusiva pro-piedad, funcionaron a pleno rendimiento. Con la ayuda de AlCapone los negocios de Tordo fueron aun mucho mas viento enpopa. Al comercio del alcohol y de cerveza se sumaban los garitosde juego y las c asas de prostitucin. Todo este ingente, claro esta, nose poda mantener en activo ms que con e l concurso que le presta-ban las maquinarias polticas, judiciales y policiales de la ciudad. En1925, cuando las cosas empezaban a p onerse ms difciles, Tordo sefue definitivamente de Chicago y Capone se vio entronizado comoel nuevo Napolen del hampa. Convirti el Hotel Levinsgton en sucuartel general y all, escribe Burns, celebraba sus conf erencias dia-rias bajo los retratos de Linco ln y W ashington: en su forma externase pareca mucho al Consejo de administracin de alguna gransociedad exportadora o casa bancaria de la calle La Salle.Elegantemen te vestido, las cabezas lam idas por el peine, y una floren el ojal de la solapa, los miembros del Consejo echaban displi-centemente bocanadas de hum o, bostezaban de cuando en cuando,y a veces asentan con la cabeza.Al Capone, que consideraba la bolsa de W all Street un juego frau-dulento, algo as como una mesa de ruleta trucada, senta sin embar-go una gran pasin p or las apuestas en las carreras de caballos. Enel hipdromo se paseaba entre los gentlemen rodeado de guardaes-paldas luciendo en su mano una sortija con un diamante de once qui-lates que le haba costado cincuenta m il dlares. Hice m i fortuna,deca, prestando un servicio pblico. Si y o v iol la ley, m is parro-quianos, entre los que se encuentra la mejor sociedad de Chicago,son tan culpables como y o. La nica diferencia entre nosotros con-siste en que yo ve nd y ellos com praron. Cuando yo vend o licores elacto se llama contrabando. Cuando mis clientes se los sirven enbandeja de plata se llama hospitalidad16.La alianza entre los poderes pblicos corruptos y las mafias diopaso a la impunidad. Las crceles se llenaban de pequeos y pobresrateros mientras los grandes delincuentes se paseaban desafiantes

    15Cf. Walter Nuble BURNS, Los gangsters de Chicago, Espasa Calpe,Madrid, 1972, pp. 24 y ss. 16Walter Nuble BURNS, op. c. P. 42 y 34.

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    28ernando lvarez-Urarlogo9acompaados de las autoridades de la ciudad que ellos mismoshaban contribuido a hacer elegir. Pero las cosas no podan seguir asindefinidamente.El 9 de julio de 1930 Jake Lingle, un periodista nacido en el WestSide que haba entrado de botones en el Chicago Tribune y que gra-cias a Al Capone se hab a convertido en el reportero de moda, en elprincipal cazador de noticias del mundo de l hampa, caa asesinadopor un asesino alto, rubio y de ojos azules, en un paso subterrneocuando se diriga al hipdromo de W ashington Park. La prensa deChicago ofreci 5 5.000 dlares a quien proporcionase las pistas quecondujesen a descubrir al asesino. Las montaas de papeles removi-das permitieron, entre otras cosas, formular una acusacin contraCapone por fraude fiscal. El proceso come nz el 6 de octubre de1931, cuando la popularidad de Cap one haba llegado a lo mas alto.Los efectos de Gran Depresin eran entonces devastadores yCapone no dud en recurrir a medidas filantrpicas para ganarpopularidad. Y as, en 1930, en un edificio del South Side, se distri-buyeron en seis semanas ciento veinte mil comidas a los parados, yel Da de accin de gracias Capone rega l cinco mil pavos a lospobres. Cuando apareca en pblico con su frac y su sombrero fle-xible gris de doscientos dlares, muchas mujeres se echaban a suspies e ins istan en besarle la mano. C uando apareca en los parti-dos de baseball, deporte que le apasionaba, el pblico prorrumpaen aplausos y saludos (..) Los p eriodistas estaban f ascinados por supersonalidadi7 . Pero Capone no tuvo tiempo de peregrinar alVaticano para lavar definitivamente su cara de asesino po r el mdi-co precio de entregar una limosna al Banc o del Santo Espri tu, nitampoco consigui abrirse un hueco en el mundo de las finanzaslegales. Sus abogados, entrenados en el arte de los arreglos y losmanejos con jueces y jurados, no pudieron h acer frente al moralis-mo del juez Wilkerson que lo conden a diez aos de crcel por eva-sin fiscal. Fue entonces cuando sus abog ados pusieron el grito enel cielo y, refrendados por algunos juristas eminentes, declararonque la sentencia co nsti tua una monstruosidad jurdica. Pero todofue en vano. Capone ingres en la crcel de Chicago y de esta pasa la de Atlanta para terminar al fin ingresado en la mtica Alcatraz.

    Cuando en la primavera de 1929 fue detenido en Filadelfia portenencia ilcita de armas haba declarado al director de la seguridadpblica su incapacidad para abandonar el mundo del hampa:Durante los dos ltimos aos he estado tratando de salirme, perouna vez que uno est en el racket se queda en l para siem pre. Losparsitos te siguen por donde v ayas, solicitando f avores y d inero, yno puedes librarte jams de ellos, vayas donde vayas. Sin embargogracias tambin a esas redes densas Capone logr sobrevivir a cua-tro jefes de po lica, dos adm inistraciones m unicipales, tres fiscalesfederales de distrito y un regimiento de agentes federales prohibi-cionistas; haba sobrevivido a innumerables campaas contra elcrimen, inv estigaciones de jurados de acusacin, cruzadas de refor-ma, campaas electorales para la limpieza general, cambios depersonal en la polica y pesquisas y debates del Congreso. Al fin enla celda de la crcel pudo dormir tranquilo. La hora de los gran deshroes del hampa, vanidosos y dados a la exhibicin de su fortuna,haba pasado. Pero Capone de j detrs de si ciertas lecciones parala Mafia y la Cosa Nostra y para las bandas interestatales que lesucedieron. Y la primera leccin fue la de evitar la publicidadis.Comenzaba entonces una nueva etapa para Amrica. FranklinDelano Roosevelt abra con el New Deal un nuevo espacio para lademocracia social y una ley del 5 de diciembre de 1933 abola deraz la prohibicin. El crimen orga nizado pasaba a re fugiarse en eljuego y en el anonimato, los capos de la maff ia intentaban adoptarla apariencia de legalidad. Qu ocurra en realidad bajo el m antoprestigioso y protector del mundo de los negocios honorables, alldonde el t ipo ideal de hombre adinerado, el capitalista que paraVeblen se asemeja al tipo del delincuente dispone sin escrpulosde cosas y personas para sus propios fines? Iban estos personajesa seguir gozando de un espacio de opacidad al margen de-toda con-sideracin tica y jurdica? Fue preciso que un socilogo comoEdwin Su therland hiciese acopio de sensibilidad, inteligencia, valory entereza mo ral, para poder pensar, y a la vez investigar, cmo elmundo de deli to no era ajeno al mundo caliginoso y secreto de lassociedades annimas.

    "Historia secreta de la mafia, Sedmay S. A. Bueno s Aires, 1974, T. II,p. 149. 18 Cf. F. D. PASLEY, Al Capone, Alianza, Madrid, 1970, p. 301 y 311-12.

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    30ernando lvarez-Urarlogo1Crnica del hampaChicago, la ciudad del crimen organizado, era el mismo tiempouna ciudad fascinante por la diversidad de una poblacin caracteri-zada por la m ulticulturalidad y por la afluencia incesante del dineroy de la fuerza d e trabajo. Esta ciudad, que hizo posible el nacimien-to y desarrollo de la sociologa norteame ricana, y en la que se ins-cribe la obra de E. Sutherland, fue tambin el caldo de cultivo quehizo posible el nacimiento de la novela ne gra.Cosecha roja se public por entregas entre noviembre de 1927 yfebrero de 1928 y L a llave de cristal en 1931. Conviene no olvidarque Da shiel Hammen adems de ser un libertario radical, y el granescritor creador la novela neg ra, extraa sus fuentes literarias de lavida cotidiana, y ms concretamente de las tramas q ue iban desdelos bajos fondos hasta las cumbres borrascosas, tramas que lmismo conoci practicando como detective para la agenciaPinkerton la tcnica de la observacin participante. Como e scribiRaymond Chandler Hammett trataba de g anarse la v ida escribien-do de algo acerca de lo cual contaba con informacin de primeramano. Una parte la invent; todos los escritores lo hacen; perotena una base en la realidad; estaba compu esta de co sas reales.L a realidad descrita por Ham mett desplazaba la trama de la nove-la policiaca de los espejos venecianos y de los bombones de choco-late envenenados con cianuro hacia el mundo del ham pa, entraba enlos callejones oscuros y en los ga ritos de juego, all donde la cremade la sociedad se codea con los ma tones y los asesinos a sueldo. Dehecho uno de los primeros encargos que recibi Hammett de laagencia fue informar sobre una huelga de los trabajadores de lacompaa minera Anaconda Cooper en Montana. La empresa leofreci a Ham mett 5.000 dlares para que m atara al l der sindicalFrank Little, y a pesar de que se neg, su negativa no pu do impedirun asesinato que efectivamente se produjo. Hamm en tena 23 aosy desde entonces su vida cambi. Cuando desde 1 922 comienza aescribir para la revista Black M ask escribe sobre un m undo en el quelos pistoleros pueden gob ernar naciones y casi gobernar ciudades,en el que los hoteles, casas de apartamentos y clebres restaurantesson propiedad de hom bres que hicieron su dinero regentando bur-deles; en el que un astro cinematogrfico puede ser el jefe de una

    pandilla, y en el que ese hom bre simptico que viv e dos puertas msall en el mismo piso, es el jefe de una band de controladores deapuestas; un mundo en el que un juez con una bodega repleta debebidas de con trabando puede env iar a la crcel a un hom bre portener una botella de un litro en el bolsillo; en el que un alto cargomunicipal puede haber tolerado el asesinato como instrumentopara ganar dinero; en el qu e ninguno puede cam inar tranquilo poruna calle oscura porque la ley y el orden son co sas sobre las cualeshablamos, pero que nos abstenemos de practicar; un mundo en elque uno puede presenciar un atraco a plena luz del da, y ver aquien lo comete, pero retroceder rpidamente a un segundo plano,entre la gente, e n lugar de dec rselo a nadie, porque los atracado-res pueden tener amigos de pistolas largas, o a la polica no gus-tarle las declaraciones de un o, y de cualquier m anera el picapleitosde la def ensa podr insultarle y z arandearle a uno ante el tribunal,en pblico, f rente a un jurado de retrasados mentales, sin que unjuez poltico haga algo ms que un adems superficial para impe-dirlo. No es un mundo muy fragante, pero es el mundo en el quevivim os y ciertos escritores de men te recia y fro espritu de desa-pego pu eden dibujar en l tramar interesantes y hasta divertidas19.Como b uen amante de la literatura y liberal es muy probable queSutherland fuese tambin un seguidor de las novelas de DashiellHamme tt, pues sabemos por alguno de sus bigrafos que era un asi-duo lector de novelas. Por otra parte, a diferencia de su maestro

    I9Raymond CHANDLER, El simple arte de matar, Bruguera, Barcelona,1980, pp. 214-215. En el curso de doctorado que impart en los aos ochen-ta sobre El delito de cuello blanco, en el Programa del Departamento deSociologa IV de la Universidad Complutense, una de mis estudiantes aquien agradezco su mediacin con Rosa del O lmo para la publicacin deeste libro realiz un estudio comparativo entre el anlisis de la corrupciny del gansterismo realizado por los socilogos de Chicago, especialmentepor Thrasher en The gang, y las novelas de Dashiell Hamm en, especial-mente Cosecha roja y L a llave de cristal, y conclua afirmando razonada-mente la mayor capacidad analtica y explicativa de la literatura deHammen. Lila Cristina MATEO RUIZ, Los gansters, la novela negra y laEscuela de Chicago (texto indito). Cristina Mateo es actualmente profe-sora de sociologa de la Universidad de C aracas.

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    32ernando lvarez-Ura Prlogo3Henderson, que segn Thomas nunca lleg a entrar en un saloon, noes descabellado pensar que tambin a Sutherland, durante su estan-cia en Chicago, le gustase perderse por los vericuetos de la gran ciu-dad -siguiendo en esto las recomendaciones que sistemticamenterepeta Robert Park a sus estudiantes-. Se da ade ms la circunstan-cia de que, segn nos cuenta ion Snodgrass, uno de sus ms m eti-culosos bigrafos, lejos del rigorismo puritano de su padre, le gus-taba jugar a la baraja, hacer deporte, era fumador, amante del cine yde los semana rios, gustos todos que en la poca se asociaban a losinconformistas; no era una persona especialmente religiosa y sesenta comprome tido, ms radicalmente que otros muchos socilo-gos de Ch icago, en la defensa de la justicia y en la profundizacinde los valores democrticos.Por esta misma poca vea la luz Un libro sobre los barones ladro-nes que ejerci una gran influencia en Sutherland20. El acta de naci-miento del concepto de delito de cuello blanco tuvo lugar sin embar-go en la ya mencionada Presidential adress del 27 de diciembre de1939, un mes mas tarde de que Al Capone, tras redimir varios aosde condena por su buena con ducta y por su eficiencia en el trabajocarcelario, abandonase la prisin para ingresan en el UnionMem orial Hospital de Baltimore.As debi de comenzar Sutherland su histrica conferencia: L oseconomistas suelen estar muy familiarizados con los mtodos utili-zados en el m bito de los negocios, pero no estn acostum brados aconsiderarlos desde el punto de vista del delito. Muchos socilogos,por su parte, estn fam iliarizados con el m undo de l delito, pero noestn habituados a considerarlo como una de las manifestacionesde los negocios. E sta conferencia intenta integrar ambas dim ensio-nes del conocim iento o, para decirlo de f orma m s exacta, intentaestablecer una com paracin entre el delito de la clase alta delitode cuello blanco compuesta por personas respetables o, en ltimotrmino respetadas, hombres de negocios y profesionales, y los deli-

    20Se trata del libro de Matthew JOSEPHSON, The Robber Barons, 1934.Sobre el influjo de este libro cf. Gilbert GEIS (E d.), W hite Collar Criminal.The Offender in Business and the Professions, Atherton Press, New York,1968, p. 57 y ss.

    tos de la clase baja compuesta por personas de bajo status socio-econmiconLos empresarios que se sirven de la falsa publicidad para mejorvender sus productos, y que por tanto atentan contra las normaslegalmente establecidas, lo hacen porque poseen un bajo cocienteintelectual, porque su nivel de lectura es muy deficiente, porque hanvivido una infancia y sin padre, porque no son suficientementericos, porque poseen algunos rasgos criminaloides de person alidad,por la combinatoria de determinados cromosomas, o se debe quizsa que no han resuelto correctamente su complejo de Edipo? ASutherland le gustaba ironizar sobre el valor explicativo de lasteoras al uso sobre la delincuencia que quedaban m uchas ante eldelito de cuello blanco. El concepto de delito de cuello blanco o bli-gaba a todo un desplazamiento terico para explicar las races deldelito. Sutherland agudiz particularmente sus crticas contra eldeterminismo biolgico, el individualismo extrem o de psiclogos ypsiquiatras, y tambin contra las explicaciones econm icas del deli-to que tendan a identificar el delito con la pobreza. Me parece queen gran medida la fuerza del concepto de delito de cuello blancocreado por Sutherland no solo deriva de abrir todo un inmenso espa-cio para la observac in y la reflexin de la sociologa criminal sinoque tambin proc ede de invalidar para siempre las teoras tradicio-nales del deli to. En realidad el nuevo concepto de deli to de cuelloblanco es inseparable de la teora tambin elaborada por Sutherlandsobre la asociacin diferencial. El hecho de que esa teora fuese for-mulada tambin en 1939, en la nueva edicin de su libro deCriminologa no es, en este sentido, una casualidad. Delito de cue-llo blanco y asociacin diferencial forman entre si una parejadialctica pues en esta caso el descubrimiento de un nuevo conti-nente -un mundo delictivo oculto y desconocido- obligaba a remo-delar el mapa general y por tanto las teoras explicativas de la delin-

    2IAs comienza el texto que Sutherland public en la AmericanSociological Review en febrero de 1940, artculo que hemos traducido eincluido en el anexo a Ladrones profesionales. En ese texto, al igual que enya citado artculo sobre las crceles, Sutherland hace referencia explcita aAl Capone p ara mostrar que se sita en un terreno nuevo, el de los nego-cios honorables.

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    34ernando lvarez-Urarlogo5cuencia. El ao 1939 marca un a ntes y un despus en la crimino-loga de Sutherland. Fue tambin el ao en el que C apone abandonla crcel, el ao, en fin, en el que Raymon d Chan dler publicaba Elsueo eterno.L a teora de la asociacin diferencialEn la 3' edicin de los Principios de Criminologa, que se publictambin en 193 9, Sutherland desarrollaba su teora de la asociacindiferencial, una teora que, como ya hemos sealado, vena exigidapor la ruptura operada en el campo de la sociologa del delito por elconcepto de d eli to de cuello blanco. Las teoras lombrosianas deldelincuente nato, las explicaciones psicolgico-psiquitricas sobrelos tipos criminales, la aplicacin de test mentales a los reclusos, ascomo de la identificacin del m undo del delito con el mundo d e lapobreza, junto con las polticas de prevencin basa das en la euge-

    nesia, conocieron entonces un descrdito total. Sutherland desplazel crimen del callejn para introducirlo en los consejos de adminis-tracin. Hay delincuentes pobres pero los delincuentes pobres noson los nicos delincuentes. Las altas tasas de la delincuencia decuello blanco se dan p recisamente en las zonas residenciales ajardi-nadas en donde viven los magnates de las grandes empresas rodea-dos de un lujo ostentoso. En contrapartida reas pobres de la ciudadpueden ser reas con bajas tasas de delincuencia como ocurre conlas zonas de asentamiento de los inmigrantes chinos. En fin, lasteoras psicolgicas y de la personalidad se haban mostrado ademsincapaces de ex plicar las razones de las bajas tasas de delincuenciafemenina.La teora de la asociacin diferencial es el resultado de aplicar elprocedimiento de la induccin analtica que Sutherland retom desu discpulo Alfred R. Lindesmith. Los pasos a dar para la elabora-cin de la teora eran los siguientes:1. Se define el tipo de conductas que se quieren explicar, eneste caso las conductas delincuentes.2. Se formula una conjetura o hiptesis explicativa de estetipo de conductas.3. Se estudia caso por caso a la luz de la hiptesis avanza-da con el fin de proceder a la validacin, rectificacin o falsacin de

    la hiptesis de partida.4. Si la hiptesis no da cuenta de los hechos de be ser a suvez modificada para explicar el caso negativo.5 . Se repite este procedimiento de modificar la hiptesishasta que se logra la certeza prctica de que se ha establecido unateora explicativa vlida. En el caso de Sutherland el resultado fuela teora de la asociacin diferencial.En la primera versin de la teora esta se resum a en siete propo-siciones que se convirtieron en nueve en la edicin de los Principiosde Criminologa de 1947, justo cuando el m anuscrito del libro sobreEl delito de cu ello blanco estaba casi listo para la imprenta. Las pro-posiciones aparecen en el captulo IV dedicado a una teora sociol-gica del comportamiento criminal, y son las siguientes:I. El com portamiento criminal se prende.2. El com portamiento criminal se aprende en contacto conotras personas mediante un proceso de com unicacin.

    3. El com portamiento criminal se aprende sobre todo en elinterior de un grupo restringido de relaciones pe rsonales.4. Cuando se ha adquirido la formacin criminal sta com -prende: a) la enseanza de tcnicas para cometer infracciones queson unas veces muy complejas y otras veces muy simples, b) laorientacin de m viles, de tendencias impulsiv as, de razonam ientoy de actitudes.5. L a orientacin de los m viles y de las tendencias impul-sivas est en fun cin de la interpretacin favo rable o desfavorablede las disposiciones legales.6. Un individuo se convierte en delincuente cuando lasinterpretaciones de sfav orables relativas a la ley prev alecen sobrelas interpretaciones favorables.7 . Las asociaciones dife renciales pueden variar en lo rela-tivo a la f recuencia, la duracin, la anterioridad y la intensidad8. La formacin criminal mediante la asociacin conmodelos criminales o anticriminales pone en juego los mismosm ecanism os que los que se ven implicados en cualquier otra for-macin. 9. M ientras que el compo rtam iento crim inal es la manifes-tacin de un conjunto de necesidades y de valores, no se explica poresas necesidades y esos valores puesto que el com portam iento no

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    36ernando lvarez-Urarlogo7criminal es la expresin de las mism as necesidades y de los mism osvalores.Y concluye Sutherland estas proposiciones con el siguientecomentario:El postulado sobre el que reposa esta teora, independientem entede cmo se la denomine, es que la criminalidad est en funcin dela organizacin social, es la expresin de la organizacin social. Ungrupo puede estar organizado bien para favorecer la eclosin delcom portamiento criminal, bien para oponerse a ese comp ortam ien-to. La m ayor parte de los grupos son am bivalentes, y las tasas de lacriminalidad son la expresin de una organizacin diferencial degrupo. La organizacin diferencial del grupo, en tanto que explica-cin de las v ariaciones de las tasas de criminalidad, corresponde ala explicacin po r la teora de la asociacin diferencial del proce-so m ediante el cual los individuos se conv ierten en criminales22.Para el socilogo norteamericano una persona acce de al comporta-miento delictivo porque mediante su asociacin con otros, princi-palmente en el seno de un grupo de conocidos ntimos, el nmero deopiniones favorables a la violacin de la ley es claramente sup erior

    22Mi traduccin procede de la edicin francesa: Edwin H. SUTHER-LAND y Donald R. CRESSEY, Prncipes de criminologie, Ed. Cujas,Paris, 1966, p. 88-90. Ex iste en francs una am plia literatura sobre los deli-tos econmicos. He aqu algunas referencias: Jean COSSON, Les indus-triels de la fraude f iscale, Seuil, Paris, 1971. K. TIEDEMANN,Thenomenologie des infractions economiques' .en Aspects criminologi-ques de la dlinquence d'affaires, Consejo de Europa, Estrasburgo, 1977.G. KELLENS y P. LASCOUMES, Moralisme, juridisme et sacrilge; lacriminalit des affaires. Analyse bibliographique, Deviance et Societ, 1 ,1977, 119-133. G. KELLEN S, Crise economique et criminalit economi-que, L'Anne Sociologique, 1978, 194 -208. Jean COSSON, Les grandsescrocs en aff aires, Seuil, Paris, 1979. Ph. ROBERT y C. FAUGERON, L esforms caches de la justicia: la crise de la justicie penale, Le centurion,Paris, 1980. H. D. BOS1Y, `Du Droit penal des affaires' Revue deI 'Universit de Bruxelles, - 3, 1984, 186-207. Es interesante, por sus abun-dantes referencias bibliogrficas, el libro ms reciente de Pierre LASCOU-MES, Elites irrgulires. Essais sur la dlinquence d'affaires, Gallimard,Paris, 1997, en donde se dedica todo un captulo (pp. 49-80) a la censuradel l ibro de Sutherland, en versin novelada.

    al nmero de opiniones de sfavorables a la violacin de la ley.La teora de la asociacin diferenc ial, al sustituir el concepto dedesorganizacin social, sobre el que reposa una buena parte de lasociologa de Chicago, por el de organizacin social diferencial,abra la va al estudio de valores, las culturas y subcu lturas en con-flicto. A partir de entonces ya era posible preguntarse quin impo-ne las reglas y en beneficio de quienes? Pero a la vez, en la med idaen que se trataba de una teora sociolgica fue leda, en lo que serefiere a las polticas de prevencin de la delincuencia y a las pol-ticas de reinsercin, como un sistema de referencia para un a formacompleja de intervencin social comunitaria. De hecho Sutherlandse interes por el trabajo que estaban realizando en Chicago lossocilogos Clifford R. Shaw y su amigo Henry D . McKay que com-partan en buena m edida con l la teora de la asociacin diferen-c i a 1 2 3 .Las reacc iones contra el concep to de delito de cuello blanco y lateora de la asociacin diferencial no se hicieron sin embargo espe-rar. Desde posiciones prximas al marxismo se le reprocho aSutherland que no se sirviese de conceptos tales como capitalismo,lucha de clases y otros. Desde los presupuestos tradicionales de lacriminologa, la psiquiatra y la psicologa se le acus de diluir losprocesos de dec isin de los sujetos en las interacciones sociales y deprescindir de la idea de una personalidad delincuente. A juicio deesos tericos del delito la teora sociolgica relegaba tanto los fac-

    23Sutherland reseo el libro Juvenile deliquency and urban areas. A studyof rates of delinquents in relation to diff erential characteristics of localcomunities in A merican cities en el que participaron muy activamente Shawh McK ay junto con Paul Cressey y otros socilogos (American Journal ofSociology, 49, 1943, pp. 100-101). En esta resea se refiere una vez mas alos delitos de cuello blanco y critica la identificacin del delito con lapobreza. Es muy probable que en la sustitucin del concepto de desorgani-zacin social por el de organizacin social diferencial haya influido la lec-tura de Sutherland del ya clsico libro de William Foote WHITE, SteetComer Society que el propio Sutherland tambin rese (Cf. AmericanJournal of Sociology, 50, 1944, 76-77). Sobre la central idad del conceptode desorganizacin social construido fundamentalmente por Thomas yPark, vase Peter JACKSON, Social disorganization and moral order in thecity, Trans. Inst. Br Geogra. 9, 1984, pp. 168-180.

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    38ernando lvarez-Urarlogo9tores internos como los individuales. A ello se sumaba el hecho deque Sutherland puso ms nfasis en los procesos de transmisin delos comportamientos delincuentes que en los de recepcin y elabo-racin personal.Entre las crticas propiamente sociolgicas destaca la rplica tem-prana de Paul Tappan a la que Sutherland pudo responder en sul ibro, as como la crtica realizada por Ed win Lem ert a partir delestudio de la conducta del falsificador de cheques sistemtico, crti-ca a la que no pudo responder Sutherland pues el artculo se publicen 1958, con posterioridad por tanto a la muerte de Sutherland quese produjo en 1950, un ao despus de la publicacin de El delito decuello blanco24.Para Tappan delincuente es el que es definido como tal por los tri-bunales de justicia mediante condenas formales. Se sum aba as a laopinin defendida por los abogados de la editorial Dryden Press queteman que, si el libro haca pblicos los nombres de las setentagrandes empresas, la casa editorial podr ser acusada de promoverun libelo al llamar delincuentes a las grandes compaas. La rplicade Sutherland parece sin embargo convincente pues, entre otrascosas, se basa en la impunidad, puesta de m anifiesto por el propioSutherland en The Professional Thief, de la que gozan los ladronesprofesionales: delincuente es quien transgrede las leyes o no eltransgresor de procedimientos posteriores de condena. Sutherlandlleg a considerar delincuentes no solo a los que atentan contra laletra de la ley sino tambin a quiene s vulneran el espritu de la leypuesto de m anifiesto por el legislador.An ms, se podra afirmar que su trabajo cientfico sobre los deli-tos de cuello blanco proporciona una informacin de primera mano

    24Para un seguimiento ms p untual de los debates en torno al deli to decuello blanco pueden consultarse las siguientes publicaciones: M. S. GAY-LORD y J. E GALLIHER, The Criminology of Edwin Sutherland,Transaction Books, New Brunswick, 1988; Karl SCHUESSLER Ed. EdwinII. Sutherland: Qn analyzing crime, Chicago University Press, Chicago1973; P. BEIRNE de.The origins and growth of C riminology. Essays onintelectual history 1760-1945, Dannouth, Aldesshot, 1994; R. MARTIN ,R. J . MUTCHNICK y W . T. AUSTIN, Criminological thought. Pioneers.Post and present, New York, 1990 en donde se recogen tambin las criticasa la asociacin diferencial en las pp. 163 y ss.

    a los jueces para conden ar a los delincuentes de cuello blanco ate-nindose no solo a los hechos, sino tambin al espritu de la ley, a lareincidencia, y sobre todo al m odus operandi. Sutherland entendaque el excesivo juridicismo y g arantismo en lo que se refiere a losdelitos de cuello blanco lejos de propiciar un sistema de defensa delos derechos ciudadanos, como tantas veces se afirma, en realidad,lo que crea es una doble balanza de la justicia: de un lado la balan-za que pena liza sistemticamente los delitos de los pobres y d e otrola que se muestra com placiente y condescendiente con los delitos delos ricos.Los trabajos de Edw in Lemert sobre el falsificador de cheques sis-temtico, basado en 62 falsificadores que cumplan condena s porfalsificacin de cheques y por firmar che ques sin fondos, as comoen tres entrevistas a falsificadores en libertad, mostraban que estosdelincuentes profesionales improvisan sus golpes, van con gran fre-cuencia a la crcel y que por lo general actan en soli tario. Comodeclaraba uno de estos falsificadores a Lem ert de cada diez falsifi-cadores de cheques nueve son lobos esteparios. Quienes trabajanen bandas no son verdaderos falsificadores pues actan por dinero.Nosotros lo hacemos por algn otro motivo. El trabajo nos da algoque necesitamos. Quiz s estamos locos...La teora de la asociacin diferen cial, que reposaba en la induc-cin analtica, pareca as derrumbarse ante la imposibilidad deexplicar la conducta del falsificador de cheques. Lem ert insista ensus textos en la tensin interior, en la soledad y el secreto con el queestos ladrones rodean sus golpes, algo que entraba en abierta con-tradiccin con las declaraciones de Chick Conwell a Sutherland. Latesis de Lemert es que el arte de la falsificacin ha cambiado hist-ricamente. La falsificacin organizada parece haberse originado enInglaterra, en el siglo XIX, cuando u n abogado de slida reputacinmont su banda de profesionales. Era un arte comp licado que exigacooperacin y d ivisin social del trabajo. El falsificador de cheque sde med iados del siglo XX, por el contrario, acta solo, no se aso ciacon otros delincuentes. Procedentes de la clase m edia tradicional, ode la clase alta, estos delincuentes se presentan a si mismo comoovejas negras. Por otra parte parecen estar situados en un a especiede tierra de nadie, a medio camino entre los delincuentes profesio-nales y los delincuentes de cuello blanco, como si se tratara de una

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    40ernando lvarez-Urarlogo1especialidad a punto de desaparecer. Esa posicin singular y coyun-tural priva de fuerza al argumento de Leme rt. Por otra parte paraSutherland el aprendizaje se produce en un proceso de interaccin,y Lemert, en la m edida en que no analiza la carrera de estos falsifi-cadores hacia el mundo del delito, nada nos dice de ese proceso deaprendizaje en cooperacin25.En todo caso en los aos cincu enta la sociologa de la desviaciny la psicologa del delincuente se tendieron a bifurcar en los EstadosUnidos: de un lado las teoras del control social, del otro las teoraspsicolgicas de la delincuencia basadas en factores de personalidad.La propia teora de la asociacin diferencial se vio tambin atrapa-da en esta dinmica co ntradictoria, de modo que mientras que losanlisis marxistas procedan a una lectura en trm inos de lucha declases y crmenes de los poderosos en el otro polo se produjeron lec-turas psicosociolgicas, como por ejemplo la teora de la identifi-cacin diferencial y lecturas abiertamente psicolgicas, y en algu-nos casos manifiestamente contrarias al propio concepto de apren-dizaje de Sutherland, com es el caso de la teora del estmulo refor-zador dif erenciado, de claro sesgo conductista26. En realidad dilui-da en la globalidad de la estructura social o reducida a procesos de25Edw in M. LEM ERT, "The behavoir of the systematic check forger",Social Problems, 6, 1958, 141-148. El art culo fue recogido ms tarde conotros textos en Edwin M. L EMERT, Human Deviance, Social Problemsand Social Control, Prentice Hall, Nueva York, 1967, pp. 109 y ss. En estarecopilacin Lemert incluye otro texto sobre los falsificadores de chequestitulaso "AAAn isolation and closure theory of naYve check forgey" (origi-nal de 1953).26Cf. Daniel GLASER, "Differential association and criminological pre-diction", Social Problems, VIII, 1, verano 1960, pp. 6-14, as como R. L .BURGUES y R. L. AKE RS, "A differential association reinforcementetheory of criminal behavoir", Social Problems, XLV, Otoo 1966, pp. 123-147. Vase tambin H. D. McK AY, Differntial association and crime pre-ventions: problems of utilisation, Social Problems, VIII, 1, verano 1960,pp. 25-37. Un buen resumen realiado bajo el epgrafe de "recientes refor-mulaciones de la teora de la asociacin diferencial" ha sido realizado porTamar PITCH, Teora de la desviacin social, Ed. Nueve imagen, Mxico,

    1980, pp. 63 y ss.

    subjetivacin la teora de Sutherland se vio de hech o reconducidahacia otras posiciones o reducida al silencio. Con la guerra fracomenzaban unos aos de plomo e n los que se produjo la gran ofen-siva del McCarthysmo. El Comit de Actividades Antinorteame-ricanas iniciaba la caza de brujas, una cacera de la que n o se librel propio Dashiel Hammett que cumpli seis meses de crcel y viocomo confiscaban sus ingresos por negarse a denunciar a compae-ros y amigos que m ilitaban activamente en el Partido Com unista.Sutherland, a pesar de su lenguaje prudente y m editado, pasaba porser un radical que efectivamen te arremeta contra las injusticias delas agencias oficiales de justicia. Su concepcin de la justicia nocoincida puntualmente con las leyes y menos an con los procedi-mientos penales, de modo que su teora pareca demasiado crticacomo para ser soc ialmente asumida en un clima p oltico militariza-do y atravesado por la dialctica infernal del amigo y el enemigo.Quizs la muerte lo liber de ser acusado y perseguido por sus ideaspolticas. En todo caso, y pese a que sus discpulos prolongaron suobra, el cuestionamiento de los delitos de cuello blanco qued c omoen sordina. A ello quizs contribuy una cierta ambigedad en ladefmicin del deli to ya que comprende a la vez los deli tos de losprofesionales y los delitos de las corporaciones27. Fue preciso queen 1975 se publicase el libro de Michel Foucau lt V igilar y c astigar.

    27La ambigedad ha sido sealada por el socilogo Gresham M. SYKES,Crimonology,, Harcourt Brace Javanovich inc. Nueva Y ork, 1978, p. 99.Entre los discpulos de Sutherland figuran los no mbres importantes soci-logos del delito tales como Albert Cohen, Marshal Clinard, Donald Cressy,Lloyd Oh lin, Alfred Lindesmith, Karl Schuessler, Donal Glaser... He aqualgunas de las obras publicadas por el los que se incriben en el marco de eldelito de cuello blanco: D. R. CRESSEY, Other peopl 's money, The FreePress, New York, 1953. D. R. CRESSEY, Thefi of the nation, Harper andRow Publishing, New York, 1%9. M. B. CLINAR D, The Black Market: AStudy of W hyte Collar Crime, Rinehart and Winston, Nueva York, 1952. M.B. CLINARD y P. C. YEAGER, Corporate Crime, Free Press, Nueva York,1980. M. B. CLINARD, Corporate Ethics and Crime. The of the MiddleMagnagement, Sage Publications, Beverly Hills, 1983. J. F. SHOR T Ed.Delinquency, Crime and Society, Free Press, Nueva York, 1976.

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    42ernando lvarez-Urarlogo3N acimiento de la prisin, un libro que conmocion profundamenteel panorama de la sociologa del delito, para que el concepto de deli-to de cuello blanco recibiese un n uevo y dec isivo impulso28.Foucault, a diferencia de Sutherland que puso entre parntesis losprocesos histricos, pudo ir ms lejos en el anlisis pues llev acabo una investigacin de genealoga del poder, un trabajo de socio-loga histrica sobre la prisin en el que puso de m anifiesto la disi-metra de clase con la que operan la ley y las agencias judiciales. Laprisin contribuye a hacer visible y ti l un tipo de i legalismo, losilegalismos populares, y a mantener en la sombra lo que se debe ose quiere tolerar: el trfico de armas, el trfico de drogas, la evasinde impuesto, y otros crmenes de los poderosos. An m s, desde lascumbres borrascosas, desde las heladas cimas del poder y la gloria,la delincuencia comn, por tanto las prisiones como determinadasteoras de la delincuencia tienden a convertir en un pleonasmo de ladelincuencia, se ve instrumentalizada de forma que los delincuentesprofesionalizados por las crceles pasan a engrosar las listas de esapoblacin de agentes que corren riesgos y estn expuesto a ser dete-nidos por trabajar al servicio de los ilegalismos de los grupos domi-nantes. El captulo de Vigilar y castigar sobre "ilegalismos y delin-cuencia" qued no obstante en un segundo plano, eclipsado por elanlisis de la sociedad disciplinaria y del panoptismo. Era precisoque en los aos ochenta irrumpiese con fuerza la marejada neo libe-ral para que los l lamados deli tos econmicos pasasen a ocupar elprimer plano de la escena social, y para que los discpulos deSutherland sintiesen la necesidad d e reeditar la versin ntegra, nocensurada, de El delito de cuello blanco.

    28De esa poca data por ejemplo el trabajo pionero de Pavarini sobre losdelitos econmicos, as como el auge del mov imiento de la criminologacrtica liderado, desde una perspectiva marxista, por Taylor, Walton yYoung: M. PAVARINI, Ricerca su tema di criminalit economica, La ques-tione criminale, 1, 1975, 537-545 . Para una evaluacin de ese movimientovase Elena LARRAURI, La herencia de la criminologa crtica, SigloXXI, Madrid, 1991.

    Delitos de mxima peligrosidadEn los aos ochenta se prod ujo el punto lgido de la resaca neoli-beral y tambin el inicio de una especia de reflujo29. Los escndalospolticos y financieros hacan estragos en la mayor parte de los pa-ses industriales avanzados precisamente cuando los amantes del

    misterio conmemoraban el centenario de los crmenes de Jack elDestripador. Mientras se sucedan las hiptesis mas descabelladassobre la verdadera identidad del asesino que sembr de escalofrosy terror las calles del East End londinense, el sensible corazn deWall Street se sobresaltaba cada da con la prctica de los leveragesbuy out, la mas refinada frmula de especulacin capitalista. El tr-fico de influencias, la informacin confidencial, las operacionesirregulares o manifiestamen te ilegales constituan por lo general elreverso de las opas hostiles, la compra de paquetes de acc iones quepermitan tomar por asalto los consejos de administracin, las fusio-nes, 'el saneamiento' y la venta de los activos de las empresas hastadescapitalizarlas convirtindolas en m era cscaras sin co ntenido.Los bonos basura, que sirvieron de puente para inesperados desem-barcos financieros, pasaron as a c onstituir el otro polo de los basu-reros sociales. Los amos del universo, amantes del golf, de losdeportes de vela y de las l imusinas, no eran sino el reverso de lostirados, de los homeless, vagabundos afincados en las estacionesentre latas de cerveza, dispuestos a emprender el viaje a ningunaparte. Durante 1988 se calcula que se produjeron en Estados Unidosfusiones y adquisiciones por valor de m as de 129.000 millones dedlares.En 1989 M ichael Milken, el rey de la especulacin, el empleadode lujo de la empresa Drexel especializada en inversiones e inter-mediacin en bolsa, en fin, el mago de las finanzas que desde su

    29Retorno en este apartado reflexiones que fueron objeto de anlisis msampl ios. Cf. Fernando LVAREZ-URIA, Los bajos fondos del delito.Comunicacin presentada en el I C ongreso/Asamblea de gentes del dere-cho del Estado espaol, Madrid 21 y 22 de noviembre de 1987, as com oFemando LVAREZ-URIA, Delitos de mxima peligrosidad, Viento Sur,17, septiembre-octubre 1994, pp. 115-121.

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    Prlogo544ernando lvarez-Uradespacho de Beverly Hills cre un mercado de bonos basura de180.000 millones de dlares, y que simplemente en 1987 obtuvounos ingresos calculados de 550 millones de dlares, es decir masde 1,5 millones de dlares cada da , fue al fin procesado por ungran jurado de Manhattan acusado de haber perpetrado 98 deli tospor los que el fiscal peda una pena de m as de treinta aos de crcel.En realidad el proceso contra este emp leado ejemplar fue propicia-do por la detencin previa de Ivan B oesky, otro tiburn de las finan-zas que, en un arreglo con la justicia, vendi a Milken para preser-var su propio pellejo. La judicatura norteamericana haba com pren-dido que para salvar al capitalismo de su propia voracidad e ra pre-ciso intervenir ya que el auge de operaciones financieras de carcterespeculativo m inaba las bases d el capitalismo productivo. La Leycontra Organizaciones Corruptas y contra el Fraude Organizadopermiti al Estado embargar todos los beneficios derivados de deli-tos probados y sirvi de punta de lanza para devolver una ciertatranquilidad al siempre agitado mundo de los negocios.Durante el franquismo se produjeron en los tribunales espaolesdos grandes proceso s por delitos econmicos: el caso de la quiebrade la Barcelona Traction (1948) y el Affaire Matesa (1969). Elhecho de q ue estos dos asuntos hiciesen correr ros de tinta pruebasu carcter excepcional. Pero la transicin democrtica fue lenta a lahora de tipificar los delitos econmicos hasta el punto, por ejemplo,de que la Ley de Reforma del Mercado de Valores de 1988 no arre-meta contra la prctica de la informacin confidencial en la bolsa.En Espaa, por estas mismas fech as, la prensa daba cuenta de irre-gularidades y de crmenes de los poderosos, pero el aparato judicialno estaba suficientemente equipado para hacer frente a los delitoseconmicos, entre otras cosas porque la reflexin terica sobre losdelitos de cuello blanco apenas comenzaba a esbozarse. Era la pocaen que nuestro pas era un paraso en el uso de la informacin con-fidencial insider trading objeto nicamente de sanciones admi-nistrativas, pero no penales. Por entonces las audiencias absolvan

    "Cf. C. SNCHEZ y L. FIDALGO, Abuso. Espaa, paraso del `insidertrading' , El Globo, 5 de septiembre 1988, pp. 44-48. He aqu algunos ttu-los en espaol a los que se poda acceder a comienzos de los aos ochentasobre estos asuntos: A. RODRGU EZ SA STRE, Los delitos financieros,

    los delitos fiscales recorriendo al vaco normativo. Las rentas tribu-tarias no declaradas a la Hacienda P blica en 1986 se estimaban enms de 9 billones de pesetas. El peridico Cinco das (1 de junio de1988) calculaba en que en torno al 60% de los rendimientos no sala-riales escapaban al control fiscal. Recurdese que, cuand o la espe-culacin inmobiliaria estaba en su apogeo, nada menos que elTribunal Consti tucional declaraba inconsti tucional la Ley de cam-bios 40/79 lo que equivala de hecho a deslegitimar la solicitud depenas de crcel presentada por el f iscal para diplomticos, arist-cratas y conocidos profesionales del derecho envueltos en el casoPalazn. Las recalificaciones especulativas de terreno s, las urbani-zaciones piratas, las adjudicaciones directas de con tratos por partede la Administracin, el reparto de las licencias de juego, el blan-queo de dinero proced ente de la venta de drogas en el que, segntodos los indicios, participaron algunos bancos espa oles, la impu-nidad de la que gozaron los suscriptores de primas nicas refugiodel dinero negro y tambin de grandes sumas de dinero amasadaspor conocidos capos del narcotrfico, la publicidad engaosa, elrobo de patentes, los atentados ecolgicos y las astillas en los juz-gados estaban entonces a la orden del da. Esos desmanes no fueron

    Madrid, 1934 (Prl. de J imnez de Asua). D. BEL L, 'El cr imen, una formaamericana de vida. U na extraa esca lera de movilidad social ' en El fin delas ideologas, Tecnos, Madrid, 1964, pp. 157-188. K. TIEDEM ANN , Elconcepto de delito econmico y de derecho penal econmico, NuevoPensamiento Penal, 2, 1975 , 461-475 . R. J . DE LA RUA, Los delitos con-tra la confianza en los negocios, Universidad de Venezuela, Caracas, 1980.F. PEARCE, Los crmenes de los poderosos. El m arxismo, el delito y ladesviacin, Siglo XXI, M adrid, 1979. J . BUST OS, Pena y Estado, Papers,13, 1980. C. VILADAS, Los delitos de quiebra. Norma jurdica y realidadsocial, Pennsula, Barcelona, 1982. C. VILA DA S, La delincuencia econ-mica en R. BERG ALLI , J . BUST OS y T . MIRALLE S, El pensamientocriminolgico, Pennsula, Barcelona, 1983, T. II. pp . 221-243. Vase tam-bin en ingls el art culo de Carlos VILA DA S 'Business Crime in Spain'en L. H. LEIGH, Economic Crime in Europe, London School ofEconom ics, Londres, 1980, pp. 1-14. La temprana traduccin del libro deSutherland por Rosa del Olmo no produjo tampoco en lengua espaola, unagran progresin de trabajos de sociologa del delito de cuello blanco.

    rlogo 7

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    46ernando lvarez-Urasuficientemente atajados a tiempo y crearon un clima de impunidadque min la m oral social. Aquellos polvos trajeron estos lodos.Los grandes duelos se produjeron sin embargo en torno a lo quelos peridicos denominaron por entonces la gran batal la bancar a.Un artculo de El Pas (12-11-1989) levantaba acta de la contienda:Se est produciendo una a utntica carnicer a f inanciera en la querancias familias, nuevos ricos, tecncratas reciclados y aprendicesde brujo sal tan a la yugular del balance enem igo con un frenesnunca visto. Lo que fue intemporal Ol impo se ha convert ido en uncirco abier to al pbl ico, en una gran cacer a, en una escopetanacional, en la que abundan las pasiones de todo tipo.Los aos ochenta fueron para los m ercados financieros algo seme-jante a las ciudades sin ley del lejano y salvaje Oeste. Pistoleros asueldo con pelo engominado pasaron a de nominarse a si mismosbanqueros u hom bres de negocios. Las opas hostiles, las jugadas depoker en el m ercado de valores y las fusiones empresariales a espal-das de los pequeos accionistas eran moneda corriente. Un capita-lismo voraz comenz a destruir, como una plaga de langosta, elviejo tejido industrial y comercial. Los muertos se contaban pormillares pero eran en realidad personas sin importancia, casi siem-pre ahorrativos inversores y pequeos industriales indefensos.Bordean do las leyes, burlndolas, e incluso abiertamente transgre-dindolas, proliferaron los ladrones de etiqueta, los chorizos conchistera y guante blanco capaces de com binar las maquinaciones-con el chantaje, el encubrimiento y la falsedad con las redes clien-telsticas, la arrolladora simpata natural y los paseos en yates deensueo con los poderes y las influencias. Banqueros, especulado-res, prestamistas siniestros, polticos a sueldo, especialistas en dere-cho mercantil sin escrpulos, organizadores de estafas maquinadasen la letra pequeo de los contratos, abogados del Estado que ase-soran a quienes se lucran del Estado, funcionarios corruptos y opor-tunistas de toda laya se han dado cita en un carn aval de asociacio-nes diferenciales para constituirse en banda s organizadas de m alhe-chores que atentan imp unemente contra los intereses de la sociedad,entre otras cosas porque destruyen cualquier vestigio de una moralcompartida. En un mercado de valores convertido en un saloon enel que ni tan