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PUBLICACIONES DEL INSTITUTO CARO Y CUERVO XCII

ROBERTO FERNNDEZ RETAMAR

PARA UNA TEORA DE LA L I T E R A T U R A HISPANOAMERICANAPRIMERA EDICIN COMPLETA

SANTAF DE BOGOT 1995

LITERATURA HISPANOAMERICANA

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no creo ya tener tiempo para levantar otra armazn semejante y aun he llegado a creer, sinceramente, que le jeu ne vaut pas la chaadle [...] As acab, pues, aquella tan ambiciosa teora de la literatura. Alas, poor

PARA UNA TEORA DE LA LITERATURA HISPANOAMERICANA* La teora literaria es de aparicin tarda, y, en general, escasamente frecuentada en Hispanoamrica. Ello no es extrao: la propia historiografa de conjunto de nuestra literatura no surge sino hasta bien entrado este siglo, y su primer ejemplo se debe, por cierto, a un autor extranjero, el norteamericano Alfred Coester: Literary history of Spctnish America (Nueva York, 1916; traduccin al espaol de Rmulo Tovar, Madrid, If29). Parece que el primer intento orgnico de teora literaria en nuestras tierras es el folleto del costarricense Roberto Brenes Mesen Las categoras literarias (San Jos, Costa Rica, 1923), al final de cuyas ochenta y siete pginas se lee: "captulo primero de una obra de mayor consideracin; se edita por separado para servir a un propsito literario del autor". Los otros captulos, que yo sepa, no vieron nunca la luz. En 1944, el mexicano Alfonso Reyes public en su pas su ambicioso libro El deslinde, con el herldico subttulo de Prolegmenos a la teora literaria. (Recogido en el tomo XV, Mxico, 1963, de las Obras completas de Reyes). Trece aos despus de aparecida esta obra, cuya continuacin esperbamos con impaciencia sus vidos lectores, Reyes escribi en la "Carta a mi doble" (1957):|Ayl Mi rbita de cometa se dej atrs esa cierta zona del espacio. Medir la distancia a pequeos pasos me parece hoy menos tentador y, adems, * Con ligeras variantes, este es el texto de una ponencia leda en francs en el Coloquio sobre ideologas, literatura y sociedad en la Amrica Latina, celebrado en Royaumont del 15 al 17 de diciembre de 1972. Apareci por vez primera en Casa de as Ameritas, nm. 80, septiembre-octubre de 1973.

En 1945, el cubano Jos Antonio Portuondo dio a conocer en Mxico su Concepto de la poesa, que cuatro aos antes haba defendido orno tesis de grado en la Universidad de La Habana con el subttulo, que elimin en la publicacin, de Introduccin a la teora literaria. En la "Advertencia" inicial explicaba Portuondo que su libro, concebido con criterio marxista, "no se asoma a todos los problemas que plantea el fenmeno potico y que debe estudiar la teora de la literatura, sino slo [...] al inicial, referente a su gnesis, a su desarrollo, a su esencia. Los dems sern abordados en prximos estudios sobre la expresin potica, sobre la significacin de la obra potica, sobre la crtica y la historia literaria" (pg. 5). Al reeditarse el libro (La Habana, 1972), apareci acompaado de cinco valiosas "Aproximaciones a la teora de la literatura", pero sin los nuevos captulos anunciados ms de un cuarto de siglo atrs. Ello hace que, hasta ahora, probablemente la nica teora literaria completa escrita en Hispanoamrica sea el libro del chileno Flix Martnez Bonati La estructura de la obra literaria, (Una investigacin de filosofa del lenguaje y esttica) (Santiago de Chile, 1960: ed. de la que cito; 2^ ed., Barcelona, 1972): pues la obra del peruano Alberto Escobar La partida inconclusa (Santiago de Chile, 1970), a pesar de llevar el subttulo Teora y mtodo de investigacin literaria y de mencionar aspectos tericos de la literatura, no es en rigor una teora literaria, y se emparienta ms bien con obras pedaggicas como la de Wolfgang Kayser Investigacin y anlisis de la obra literaria (1948). Martnez Bonati proclama "haber logrado en este estudio, por caminos puramente filosficos y formales, una teora de la obra potica".1 ALFONSO RBVES: Al yunque (1944-1958), Mxico, 1960, pg. 9, Este libro se recoge en el tomo XXI (Mxico, 1981) de las Obras completas de REYES.

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Quiero adelantar dos observaciones a propsito de estas obras: la primera, que conviene recordar lo que a propsito del pensamiento contemporneo espaol e hispanoamericano en general y por consiguiente tambin la teora literaria escribi Jos Gaos al frente de su notable antologa sobre el tema 2 . Dio; all Gaos que "en la medida en que" ese pensamiento se alej;i "de la poltica en la acepcin amplia hacia la filosofa pura", desciende "en originalidad y vala"; y tambin: "en cuanto a la forma, la del tratado o curso sistemtico y metdico es la de la parte tambin menos original y valiosa, ms meramente didctica, de la obra colectiva; la de la parte ms original y valiosa es la del ensayo y el artculo y la del discurso,.." (pg. xxxv). Este criterio aconseja que, en lo que toca a los estudios de teora literaria en nuestra Amrica, no nos limitemos a las obras que asumen la forma "del tratado o curso sistemtico y metdico", y en cambio tomemos en consideracin otras, al parecer menos rigurosamente estructuradas en torno a esta disciplina, y que debemos a autores como algunos de los mentados Reyes, Portuondo y otros como Baldomcro Sann Cano, Pedro Henrquez Urea, Jos Carlos Maritegui, Juan Marinello, Mariano Picn Salas, Ricardo Latchman, Hctor P. Agosti, Jos Luis Martnez; o a autores no latinoamericanos como la sovitica Vera Kuteischikova, el alemn Adalbert Dessau, el checoeslovaco Oldfich Blic o el francs Noel Salomn: sin excluir, por supuesto, a muchos protagonistas de nuestra literatura, como Jos Mart, Rubn Daro, Csar Vallejo, Ezequiel Martnez Estrada, Jorge Luis Borges, Alejo Carpentier, Jos Lezama Lima, Octavio Paz, Cintio Vitier... Esta exclusin sera absurda, ya que la divisin del trabajo entre productores, enjuiciadores y tericos de la literatura no es frecuente en nuestras letras. Pero conviene no pasar al extremo opuesto, y tener en cuenta, en cambio, lo que ha recordado el colombiano Carlos Rincn: "Una concepcin materialista de1 JOS GAOS: Antologa del pensamiento de lengua espaola en la Edad Contempornea, Mxico, 1945. Es til recordar que los ltimos textos que aparecen en esta antologa provienen de El deslinde, de REVS.

las ideologas impide tomar al pie de la letra como cientficamente vlido lo que puede decir un escritor sobre su obra o sobre la de otros. Esta tesis se apoya en la definicin de los clsicos [del marxismo] segn la cual 'el proceso ideolgico se realiza de manera consciente, pero con una falsa conciencia' "". La segunda observacin que quiero hacer es que las obras que mencion al principio son intentos de teora de la literatura escritos en Hispanoamrica, pero no teoras de la literatura hispanoamericana. La razn de ello es simple: aspiran a ser teoras generales de la literatura. Bastara con tener presentes los ejemplos mayores de El deslinde, de Reyes, o de La estructura de la obra literaria, de Martnez Bonati, para comprobarlo. Portuondo, por su parte, al comentar la difundida Teora literaria (1949) de Rene Wellek y Austin Warren, apunta: "Los autores admiten el estudio de Jas literaturas nacionales, las cuales constituyen algo rns que simples categoras geogrficas o lingsticas, pero estiman que ellas deben ser estudiadas siempre en funcin de la tradicin europea" (lo que obviamente es inaceptable), y considera que en ningn caso "parece justo, en una obra de teora literaria, limitar su alcance a lo europeo. Toda teora debe aspirar a una comprensin universal" (Concepto..., 1972, pg. 190). El propio Wellek parecera avalar esta ltima opinin cuando, en la Teora de la que es coautor, define la "teora literaria" como el "estudio de los principios de la literatura, sus categoras, criterios, etctera" 4 . Slo que por supuesto, para que esa teora fuera de validez universal, adems de elaborarse con el instrumento intelectual correcto, tendra que ser universal, en primer lugar, la literatura con la que est operando, y de la cual deriva sus "principios [...], sus categoras, criterios,5 CARLOS RINCN: "Para un plano de batalla de un combate por una nueva crtica en Latinoamrica", Casa de las Ameritas, nm. 67, julio-agosto de 1971,-pgs. 39-40. 4 RENE WELLEK y AUSTIN WARREN: Teora literaria, traduccin del ingls por J. M. GIMENO, La Habana, 1969, pg. 48. La definicin se repite en: RBN WELLEK: "Liverary Theory, Criticism, and History" (1960), Concepls oj Critifism, 7da. ed., New Haven, 1965, pdg. 1.

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etctera" o, de lo contrario, tales entidades no las extrae sino las impone, normativamente, a la literatura, de la que ya no puede pretender ser su teora, sino su preceptiva. Ahora bien: existe ya esa literatura universa!, esa literatura mundial, no como un agregado mecnico, sino como una realidad sistemtica? Todos podemos citar aquel memorable 31 de enero de 1827 en que Eckermann entr en casa de Goethe y lo encontr leyendo una novela china, despus de comentar la cual, y de compararla magnnimamente con su propia Germn y Dorotea, pontific: "la poesa es patrimonio comn de la humanidad [... ] La literatura nacional no significa hoy gran cosa, este es el tiempo de la poca de la literatura mundial, y todos debemos contribuir a apresurar el advenimiento de esa poca" B , Que para entonces se haban echado ya las bases para esa futura "literatura mundial", lo explicaran, veintin aos ms tarde, los compatriotas y fervientes admiradores de Goethe que eran los jvenes Carlos Marx y Federico Engels, quienes al describir en el Manifiesto comunista (1848) las hazaas de la burguesa europea, la creacin por la gran industria del mercado mundial y el correspondiente carcter cosmopolita de la produccin y el consumo, aaden: y esto se refiere tanto a la produccin material como a la produccin intelectual. La produccin intelectual de una nacin se convierte en patrimonio comn de todas. La estrechez y el exclusivismo nacionales resultan cada da ms imposibles; de las numerosas literaturas nacionales y locales se forma una literatura universal8, Indudablemente, pues, la expansin capitalista europea haba sentado las premisas para una literatura universal, porque5 Sobre el tema, cf. FRITZ STRICK: Goethe and World Literalure, traduccin del alemn por C. A. M. SYM, Londres, 1949, pgs, [3]-16 y 346-351. HANS GEORGE RUPRECHT ha revelado en su notable investigacin " 'Weltliteratur' vue du Mexique en 1826" (Btilletin Hispanique, julio-diciernbre de 1971) una anticipacin de la idea goethiana expresada desde ^1826 en la revista mexicana El Iris, bajo la direccin del cubano JOS MARA HEREDIA. 1 CARLOS MARX y FEDERICO ENGELS: "Manifiesto comunista", Obras escogidas (La Habana, ca, 1962), pg. 17.

haba preparado la verdadera mundializacin del mundo. Pero esas premisas no podran ser coronadas dentro del marco capitalista: esa tarea correspondera precisamente al sistema que iba a quebrar por el momento, de modo todava incompleto a ese marco. No hay que olvidar la magnfica frase andariega con que se abre el Manifiesto: "Un fantasma recorre Europa". Como hoy sabemos, a ese fantasma le esperaban muchos caminos extraeuropeos. No existe todava, por tanto, un mundo uno. Cuando en 1952 el demgrafo francs Alfred Sauvy invent la expresin "tercer mundo", que tanta fortuna iba a tener a pesar de lo equvoco del ingenioso nombre (que hoy nos satisface tan poco), la amplia aceptacin y difusin del mismo por los ms dismiles pensadores y dirigentes ratificara la inexistencia de un mundo homogneo. Y al no existir este an, no existe todava, naturalmente, una literatura mundial o general. Y si el objeto en cuestin, la literatura mundial, no existe todava, cmo puede existir ya la teora, contemplacin o revelacin de ese objeto? Cabe una respuesta a esta pregunta, que supone incurrir en lo que podra llamarse la falacia fenmenolgica. Un ejemplo arquetpico de ella lo da Martnez Bonati en La estructura de la obra literaria cuando dice: Podra pensarse en una "teora" al modo de las ciencias empricas, en una hiptesis que resulta de la generalizacin inductiva del conocimiento de un nmero, cuanto ms grande mejor, de obras literarias. No es tal el mtodo que seguimos. Se trata, por el contrario, de una determinacin apriorstica de la estructura esencial y necesaria de estos objetos de pura intencionalidad que son las obras poticas. Una determinacin de validez irrestringidamente general para la cual basta idealmente una sola experiencia potica [... ] Se trata, pues, de filosofa, y los mtodos correspondientes son el anlisis de las significaciones y la fenomenologa (pg, 14). Esta falacia fenomenolgica ha sido ejercida ya por muchos autores de la Europa occidental a quienes directa o indirectamente sigue Martnez Bonati. Por ejemplo, en su libro por dems estimulante Conceptos -fundamentales de potica, (1946) (traduccin del alemn por Jaime Perrero, Madrid, 1966), afirma "mil Staiger que la idea de lo lrico, de lo pico y de lo

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dramtico "se me ha revelado alguna vez en un ejemplo. El ejemplo habr sido tal vez una poesa determinada. Pero ni siquiera eso es necesario [... ] la idea de lo 'lrico', una vez que la he captado, es tan inconmovible como la idea del 'tringulo' o como la del 'rojo', es objetiva, independiente de mi capricho o antojo" (pg. 23). Slo que unas lneas despus Staiger revela honestamente:De hecho, los ejemplos deban ser tomados del conjunto de la literatura universal. Pero difcilmente se hubiera podido evitar que los ejemplos elegidos no delataran la nacionalidad del autor de estas consideraciones. Se han aducido''con preferencia los poetas alemanes o griegos, por la nica razn de que con ellos estoy ms familiarizado. Mi punto de partida se hubiera denunciado tambin aun cuando estuviera mucho ms versado en la literatura eslava, nrdica o incluso extraeuropea [... ] Tales limitaciones son insuperables cualquiera que sea la postura que se adopte [ , . . ] Pudiera suceder [ . . , ] que este estudio, considerado desde un punto de vista revistiera tan slo algn inters para lectores de habla alemana [pgs. 24-25].

tacto [... ] con obras concretas de arte, que l ha tenido que seleccionar, interpretar, analizar y, finalmente, enjuiciar. Las opiniones literarias, las jerarquizaciones y los juicios de un crtico estn apuntalados, confirmados, desarrollados por sus teoras, y las teoras han sido extradas de obras de arte, y. sustentadas, ilustradas, hechas concretas y admisibles por ellas ["Literary Theory.,.", pgs. 5-6].

He aqu a qu queda reducida, pues, esa supuesta universalidad. En ese sentido, no es ocioso or lo que, a continuacin de aquella declaracin suya, aade Martnez Bonati:El tema de esta investigacin formaba parte del [... ] complejo de problemas a que di un primer tratamiento [... ] en mi tesis doctoral "Zu den Fragen einer Logik und Ontologie der literarischen Erzalung", realizada bajo la direccin del profesor Josek K'ning y presentada a la Facultad de Filosofa de la Universidad de Gottigen en diciembre de 1956 (pg. 16).

No procedi de otra manera el autor de la primera teora orgnica de la literatura que conocemos. La Potica de Aristteles, como observ Brenes Mesen en Las categoras literarias (pgs. 8-9), fue construida "en vista de las creaciones literarias entonces a su alcance. Es de justicia pensar que si literaturas distintas de la griega hubiesen entrado en el crculo de su observacin, la generalizacin terica habra sido diferente". Ya en este siglo, Boris Eijenbaum nos dir: "toda teora es una hiptesis de trabajo, sugerida por el inters en los hechos mismos"7; Krystyna Pomorska ha reiterado que "la teora de la literatura es una generalizacin de la literatura, es decir, de la prctica literaria [... ] un acercamiento teortico es bsicamente una generalizacin del conjunto de problemas representados en una obra o en un grupo de obras literarias dadas" 8 ; y ms cercanamente an, Robert Escarpit ha reparado en queno es cierto que los criterios de especificidad que hemos retenido sean mundiales o universales. Hay tiempos o regiones a los cuales nuestra fenomenologa de la literatura no es aplicable, aunque no fuera ms que porque la relacin significante-significado no es la misma [... ] o porque el equivalente de lo que llamamos literatura ha sido algunas veces concebido como tica antes de serlo como estticaB.

Su rigurosa investigacin, pues, aunque ofrecida como una teora de la obra potica en general, est sustentada en una especfica realidad literaria que no es la nuestra . "Pudiera suceder", para retomar las palabras de Staiger, "que este estudio, considerado desde un punto de vista, revistiera tan slo algn inters para lectores de habla alemana". Pues es lo cierto que, como Wellek explica,a las teoras literarias, a los principios, a los criterios, no se puede llegar en el vaco: cada crtico en la historia ha desarrollado su teora en con-

De Aristteles a nuestros das, abundan los ejemplos concretos de esta verdad: bastara con recordar, en este siglo, los7 BORIS EIJBNBAUM: "La vida socioliteraria" (1929), Problemas de Literatura, Revista Latinoamericana de Teora y Critica Literaria, Valparaso, nrn. 1, mayo de 1972, pg. 27. ' KRYSTYNA POMORSKA; Russian Formalis Theory and its Poetic /'biance, La Haya, 1968, pg. 11. 9 ROBERT ESCARPIT: "La littracure et le social", La Httrature ct le social. Ekm- ;/.: four une sociologie de la littrature (editado por Roberto Escarpit), P:'.rs, 1970, pg. 15.

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casos de los formalistas rusos, los estructuralistas checoeslovacos, , los estilsticos espaoles, los "nuevos crticos" norteamericanos, Barthes y sus secuaces, en un orden; Lukcs, Caudwell y Brecht, en otro, para verificar, dentro del mundo euronorteamericano, cmo sus conceptos tericos (y sus correspondientes crticas) han nacido del afrontamiento de una especfica praxis literaria. Si es cierto que muchos de esos conceptos tienen una validez que va ms all de esa praxis, tambin es cierto que hay para tal aplicabilidad lmites, los cuales, como dice la Pomorska (pg. 13), "son directamente proporcionales al trasfondo del que [los conceptos] surgen". Las teoras de la literatura hispanoamericana, pues, no podran forjarse trasladndole e imponindole en bloque criterios que fueron forjados en relacin con otras literaturas, las literaturas metropolitanas. Tales criterios, como sabemos, han sido propuestos e introyectados por nosotros como de validez universal. Pero tambin sabemos que ello, en conjunto, es falso, y no representa sino otra manifestacin del colonialismo cultural que hemos sufrido, y no hemos dejado enteramente de sufrir, como secuela del colonialismo poltico y econmico. Frente a esa seudouniversalidad, tenemos que proclamar la simple y necesaria verdad de que una teora de la literatura es la teora de una literatura, El primer problema que confrontamos al abordar esta cuestin es si existe, como una realidad distinta, la literatura hispanoamericana. Cuestin que sabemos que, sobre sus literaturas respectivas, ni siquiera se plantean los metropolitanos, y en cambio se la hacen normalmente los coloniales, y sobre todo ciertos coloniales. Tal pregunta nos arrastra, de inmediato, fuera de la literatura. Pues el trmino "hispanoamericano", que acabo de emplear, no es una categora literaria (como tampoco lo son los trminos "espaol", "francs" o "alemn"). "Hispanoamericano" es un trmino histrico. Emplearlo supone pasar de inmediato de lo estrictamente literario a lo abiertamente histrico. Como acertadamente seal Maritegui, "el 'nacionalismo' en la historiografa literaria es [ . . . ] un fenmeno de la ms pura raigambre poltica, extrao a la concepcin esttica

del arte"10. La existencia de la literatura hispanoamericana depende, en primer lugar, de la existencia misma y nada literaria de Hispanoamrica como realidad histrica suficiente. Mientras ella no era sino colonia espaola, no haba verdadera literatura hispanoamericana, sino literatura de espaoles en Amrica, literatura provincial: en el mejor de los casos, con los rasgos locales que ello supone, algunos de los cuales encontraran desarrollo posterior. A tal literatura claro que, subsidiariamente, le era aplicable la teora que con pleno derecho corresponda a la literatura metropolitana. La independencia de Hispanoamrica es, pues, la condicin sine qua non para la existencia de nuestra literatura, de nuestra cultura. Pero, debido sobre todo a lo artificial de esa independencia que no hizo sino facilitar nuevas dependencias, aquella condicin result necesaria pero no suficiente: "Nuestra literatura", dijo tambin Maritegui, "no cesa de ser espaola en la fecha de la fundacin de la repblica [... ] si no espaola, hay que llamarla por luengos aos literatura colonial" (pg. 219). Todava en 1881 pudo escribir Jos Mart esta observacin que no me canso de citar: "No hay letras, que son expresin, hasta que no hay esencia que expresar en ellas. Ni habr literatura hispanoamericana hasta que no haya Hispanoamrica" ". No es que para esa fecha no hubiera unas cuantas obras literarias de inters, sino que no haba an una literatura hispanoamericana, un sistema, una serie coherente, porque no haba an Hispanoamrica corno mundo autnomo. El proyecto burgus con que nuestras repblicas surgen a la luz se haba revelado irrealizable: nuestros pases abandonaron en el orden.poltico, econmico, al cabo tambin cultural el maltrecho tutelaje espaol de cuyo seno haban nacido, para caer bajo otros tutelajes ms voraces como el ingls primero y el norteamericano despus . Al hacer su primera gran crisis ese proyecto burgus, a10 Jos CARLOS MARITEGUI: Siete ensayos de interpretacin de la realidad peruana (1928), La Habana, 1963, pg. 214, 11 JOS MART: Ensayos sobre arte y literatura, seleccin y prlogo de ROBEI-.o FERNNDEZ RETAMAR, La Habana, 1972, pgs. 50-51.

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finales del siglo xix, slo un hombre pareci entender plenamente el drama hispanoamericano: Jos Mart (comprense sus planteos con las patticas "Palabras liminares" que un ao despus de la muerte del cubano el joven Daro pone a sus Prosas profanas). He insistido en otras ocasiones" en este hecho, y no puedo aqu sino apuntar que toda consideracin sobre nuestra historia, sobre nuestra cultura, sobre nuestra literatura y sobre la teora de nuestra actual literatura deber partir de su obra esencial. Slo ella nos permite entender cabalmente, por ejemplo, las caractersticas del primer momento en que nuestra literatura adquiere una coherencia ya no dependiente del mundo espaol, sobre el cual, por el contrario, va a ejercer influencia, mientras ella misma se remite a una pluralidad de fuentes en busca de su definicin. Maritegui haba apuntado:Una teora moderna literaria, no sociolgica sobre el proceso normal de la literatura de un pueblo, distingue en 1 tres perodos: un perodo colonial, un perodo cosmopolita, un perodo nacional. Durante el primer perodo, un pueblo, literalmente, no es sino una colonia, una dependen* cia de otro. Durante el segundo perodo, asimila simultneamente elementos de diversas literaturas extranjeras. En el tercero, alcanzan una expresin bien modulada su propia personalidad y su propio sentimiento, No prev ms esta teora de la literatura. Pero no nos hace falta, por el momento, un sistema ms amplio (pg, 219).

El peruano, cifndose a la literatura de su pas, estimaba que con la vanguardia esa literatura estaba entrando en su perodo de "cosmopolitismo". En la medida en que consideremos vlida esa teora suya, vista desde nuestros das y a escala continental, ms bien sera ya nuestro modernismo tan complejo que todava sigue siendo objeto de encendidas polmicas " el que inicia ese perodo de "cosmopolitismo". Tal perodo, por otra parte, no sera sino la contrapartida literaria del ingresol ROBERTO FERNANDEZ RETAMAR: Ensayo de otro mundo, La Habana, 1967; Introduccin a Jos Mart, La Habana, 1978; Calibn y otros ensayos, La Habana, 1979. ,1S Un resumen de esas polmicas se encontrar en ANTONIO MELIS: "Bilancio degli studi sul modernismo ispanoamericano", Lavor della Sezione Florentina del Grupo Ispanstico C, N, R., serie II, Florencia, c. 1969.

de la Amrica Latina en el mundo moderno, esa "ltima etapa del capitalismo" que dara en tierras latinoamericanas en Cuba sus primeros pasos. Despus de la magnfica anticipacin de Mart, algunas voces Rod, cierto Daro , de manera un tanto ingenua, condenan esos pasos y buscan insertarnos en una tradicin latina como modo de salvaguardar nuestra realidad. Para muchos, ese perodo se prolongar en la vanguardia. Pero otros como el propio Maritegui y en el orden literario figuras como Vallejo, Neruda, Guillen, Carpentier anunciarn ya el perodo "nacional": pienso, por supuesto, en la nacin latinoamericana, que no podr realizarse como proyecto burgus: nuestra Amrica, dijo tambin Maritegui, "no encontrar su unidad en el orden burgus. Este orden nos divide, forzosamente, en pequeos nacionalismos. A Norteamrica sajona le toca coronar y cerrar la civilizacin capitalista. El porvenir de la Amrica Latina es socialista" (pg. xii). Y ese perodo encontrar una primera realizacin concreta con el triunfo de la revolucin socialista en Cuba, la cual tendr tanta repercusin en todo el Continente, y echara su literatura a la contemplacin del mundo, segn todos sabernos y como lo atestigua, entre tantas cosas, esta misma reunin. Uno de los ms profundos conocedores de nuestras letras, el dominicano Pedro Henrquez Urea, anunci en 1926, con un aliento que no era frecuente en su prosa serena:Trocaremos en arca de tesoros la modesta caja donde ahora guardamos nuestras escasas joyas, y no tendremos por qu temer el sello del idioma, porque para entonces habr pasado a estas orillas del Atlntico el eje espiritual del mundo de habla espaola14,

Cuarenta y seis aos y una revolucin socialista despus, en 1972, escribira el tambin sereno Mario Benedetti de la literatura latinoamericana que "a su excelente nivel no llega hoy, ni por asomo, ninguna de las literaturas nacionales europeas.14 PEDRO HENRQUEZ URBA: "El descontento y la promesa" (1926), Seis ensayos en busca de nuestra expresin (1928), ahora en Obra crtica, Mxico, 1960, pg. 253.

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(Tal vez la nica excepcin sea la alemana.)" 1B Benedetti toma en cuenta, para fundamentar tan desafiante declaracin, no slo la nueva novela hispanoamericana, que ha conocido vasta difusin, sino tambin una poesa que ya tuvo realizaciones de primer orden en la vanguardia y aun en el modernismo, y, en general, una literatura y un pensamiento que arrancan de Jos Mart. Parece evidente que a estas alturas ya no es posible suscribir la frase citada de Martegui: "no prev ms esta teora de la literatura. Pero no nos hace falta, por el momento, un sistema ms amplio". Ahora s nos hace falta un sistema ms amplio. Su ausencia es deplorada por los jvenes crticos ms rigurosos de la actual literatura latinoamericana, como el colombiano Carlos Rincn y el chileno Nelson Osorio, ambos de orientacin marxista, aunque tan diversos en sus respectivos planteos 10. Que nuestra crtica ande a la zaga de nuestra literatura es bien explicable. Sin necesidad de compartir todas las sombras observaciones de George Steiner al respecto, es obvio que "el crtico vive de segunda mano. Escribe sobre. El poema, la novela o la obra teatral deben serle dados" 1T. Pero ahora que en Hispanoamrica (la cual est entrando en su madurez) ese poema, esa novela le han sido dados con calidad y originalidad, es impostergable que la labor del crtico sea cumplida a plenitud. Para ello requiere contar con un sealamiento adecuado de "los principios [ . . . ] categoras, etctera" de la actual literatura hispanoamericana: es decir, con su correspondiente teora literaria: a ella toca sealar el deslinde de nuestra literatura, sus rasgeos distintivos, sus gneros fundamentales, los perodos de" MARIO BENEDETTI: Los poetas comunicantes, Montevideo, 1972) pg. 9. " Cf,: CARLOS RINCN: op, cit., en nota 3; y NELSON OSORIO: "Problemas del lenguaje y la realidad en la nueva narrativa hispanoamericana" Problemas de Literatura, cit. en nota 7. Considero que la tarea terica y crtica de que estamos requeridos slo puede realizarse cabalmente a la luz del marxismo, pero ello no implica postular una panglosiana solucin al problema. Bastara con recordar las cuestiones polmicas suscitadas, por ejemplo, por ANDR GissELBRECHT en "Marxisme et thorie de la Ihtniture", Littrature et ideologies, nmero especial, 39 bis, de La Nouvelle Critique, cu. J970. " GEORGE STEINER: "Humane Literacy", Language and Silence, Essays 1958-1966, Londres, 1967, pg. 21.

su historia, las urgencias de su crtica, etctera. Proponerle mansamente a nuestra literatura una teora otra como se ha intentado, es reiterar la actitud colonial, aunque tampoco sea cuestin de partir absurdamente de cero e ignorar los vnculos que conservamos con la llamada tradicin occidental, que es tambin nuestra tradicin, pero en relacin con la cual debemos sealar nuestras diferencias especficas. Trabajar por traer a la luz nuestra propia teora literaria, para la que ya hay aportes nada desdeables, es tarea imprescindible (y colectiva) que nos espera.

PROBLEMAS TERICOS

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El investigador alemn Kurt Schnelle1, al abordar este problema, ha escrito: ALGUNOS PROBLEMAS TERICOS DE LA LITERATURA HISPANOAMERICANA*A la memoria de Pedro Henrquez Urea y Alfonso Reyes

Un reclamo En los ltimos aos, a medida que la literatura hispanoamericana encontraba acogida y reconocimiento internacionales, se ha hecho cada vez ms evidente la incongruencia de seguir abordndola con un aparato conceptuaTWjaHo^ a, .^.artkjde otras literaturas. Mientras i uE~cornplejo proceso de liberacin cuyo punto ms alto es por ahora la Revolucin Cubana lo acompaa una compleja literatura que en sus mejores creaciones tiende a expresar nuestros problemas y afirmar nuestros valores propios, sin dejar de asimilar crticamente variadas herencias, y contribuye as, de alguna manera, a nuestra descolonizacin, en cambio, esa misma literatura est todava _ _ , considerablemente requerida de ' Ionizada), o incluso se la propone "comogb distinto de lo que eni realidad es de nuevo corno una mera proyeccin metropolitana: con frecuencia, mediante una arbitraria jerarquizacin que empuja a primer_pJ^nojiis_K&qudasJpimales, y oxuixcje-siis^.eidaderas^junciongs: todo ello con motivaciones y consecuencjajLJdjtolgicas^djx^^

Las naciones latinoamericanas pueden enorgullecerse hoy en da de una serie de obras maestras, las cuales plantean con absoluto derecho su pretensin de ser valoradas dentro de la literatura mundial [... ] Pero el eurocentrismo hizo lo suyo para acelerar el alejamiento de la historia y la aproximacin del juego con temas y tradiciones literarias. Conceptos literarios tradicionales arrastrados como maligna enfermedad desde Goethe y otros poetas "clsicos" alemanes, se han mantenido hasta hoy tenazmente. Y con ellos tambin los juicios crticos de la novela clsica burguesa para aplicarlos a los nuevos fenmenos literarios, con todo lo que esto implica de error, como se puede ver en el caso de Lukacs. Es decir, supone una afectividad [afinidad?] electiva entre la burguesa y el proletariado, y en esta forma menoscaba y falsea toda la literatura proletaria, de Mayakovski a Brecht (pg. 162).

Y despus de mencionar "la opinin ms o menos ridicula de que la metodologa materialista dialctica estara superada y ^ slo con una yjsin estructural se llegara a una aclaracin cientfica del fenmeno literario", concluye Schnelle:La ciencia literaria latinoamericana, que hubiera debido darnos, al resto del mundo, un conocimiento de los nuevos fenmenos literarios del continente, se hall inhibida en la presentacin de los nuevos productos-^ literarios .debido al hecho de que en Europa haba "clsicos" con los cuales no se podan comparar a primera vista las grandes muestras de ' la novela latinoamericana (pg. 163).

Por su parte, el escritor uruguayo Mario^ Benedett'' es aun ms drstico al preguntarse: ~~~~debe la literatura latinoamericana, en su momento de mayor eclosin, someterse mansamente a los cnones de una literatura de formidable1 KST SCHNELLE: "Acerca del problema de la novela latinoamericana", VAHOS: El ensayo y la crtica literaria en Iberoamrica, Memoria del XIV Congreso Internacional de Literatura Iberoamericana. Universidad de Taranto, Taranto, Canad. 24-28 de agosto de 1969, edicin de KURT L. LEVY y KSITH BILIS, Toronto, 1970. 3 MAMO BENEDETTI: "La palabra, esa nueva cartuja", Critica c&mplice, La Habana, 1971. Estos conceptos (estas pginas) se hallan tambin en otros trabajos de Benedett,

.y*

* Publicado simultneamente en Casa de las Amricas, nm. 89, marzc^ abril e^7?,)y en Revista de Critica Literaria Latinoamericana, ler. semestre de 1975.

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eclosin [la de la Europa occidental], pero que hoy pasa por un periodo de fatiga y de crisis? [...] Debe considerarse la crtica estiuctnralista como el dictamen inapelable de nuestras letras? O, por el contrario, junto a nuestros poetas y narradores, debemos crear tambin nueuro propio 'enfoque crtico, nuestros propios modos de investigaciii,*nuestra valoracin con signo particular, salidos de nuestras condiciones, de nuestras necesidades, de nuestro inters? (pg. 36). N*estoy proponiendo [dir ms adelante Benedetti] que para nuestrs s valoraciones prescindamos del juicio o del aporte europeos [... ] en Arr erica Latina sabemos que nuestra comarca no es el mundo; por lo tam) sera estpido y suicida negar cuanto hemos aprendido y cuanto podemo: aprender an de la cultura europea. Pero tal aprendizaje, por importja-ite que- sea, no debe sustituir nuestra ruta de convicciones, nuestra propia escala de valores, nuestro sentido de orientacin. Estamos a la vanguardia en varios campos, pero en el campo de la valoracin seguimos siendo apgonor de lo europeo (pg. 37).

'**:

Tales planteos responden a exigencias insoslayables de nuesljro proceso histrico, y por ello no es extrao ver aparecer un reclamo similar, dentro de una discusin continental y aun munjdial, en diferentes autores. Este reclamo est presente tamoin en algunos trabajos mos 3 que aspiro a complementar con las actuales notas. General, colonial, racista Ya sabernos que a menudo los autores hispanoamericanos de :trabajos tericos, al absolutizar determinados modelos europeos, estn convencidos de haber arribado a conclusiones "generales", que en algunos casos pretenden ejemplificar con obras literarias hispanoamericanas: lo que, lejos de sancionar el carcter "general"- de su teora, por lo comn lo que hace es revelar su condicin colonial. A algunas de aquellas obras' Cf, por ejemplo, de ROBERTO FERNNDEZ. RETAMAR, adems de otros trabajos recogidos en este mismo libro: L.muyu de ,. _ munuv, La Habana, noro; Ensayo .. otro mundo, ^ .. , ..-_ , _ j ls hispanoamericana sea una "rama" .de la actual literatura espaola. Entiendo_ las palabras del agudo Cndido como un desafo polmico a los secesionistas a ultranza. " Cf. Cultura, sociedad y desarrollo, introduccin y seleccin del estadounidensf JOHN DUMOULIN, La Habana, 1973; y Cultura, ideologa y sociedad. Antologa de estudios marxistas sobre la cultura, seleccin, presentacin y traduccin del cubano DESIDERIO NAVARRO, La Habana, 1975: en ambos casos, patsim. [ 11 Conceptos ms recie.ites de "cultura", abordada con ptica semitica, se encuentran en el sovitico YURI M. LOTMAN: "El problema de una tipologa

cuencia reas supranacionales. Tal es el caso de esa "cultura ms amplia" a que se ha referido Cndido, , Pero, puede preguntarse un sobresaltado, no se tratar de esa misma cultura europea cuya arrogante pretensin de universalidad hemos convenido en rechazar? Este es el momento de recordar que aceptar esa "Europa" como un bloque prcticamente homogneo y ucrnico que hemos introyectado para postrarnos ante ella mansamente o para (pretender) impugnarla irritados, implica ya, sea cual fuere nuestra reaccin, una actitud de colonizados. As como es un fraude identificar (como tan frecuente es all} a "Amrica" con "los Estados Unidos", es otro fraude (esta vez, frecuente aqu} identificar a "Europa" con unos cuantos pases de la Europa occidental, de gran desarrollo capitalista, olvidndonos de que la Europa verdadera no es slo Londres y Pars: es tambin Sofa y Bra-' tislava; para no decir nada de lo que representa la evidente diversidad interna de aquellos mismos pases, donde han e.xitido el nazismo y la Comuna, Rhodes y Marx. Un imprescin1dible ejercicio de nuestra madurez obliga a rechazar aqull simulacro de "Europa" que pretendi hacer pasar por unjversales determinados rasgos locales, y proclamar, en cambi, que la Europa real, la que no tiene comillas, incluy ayer naciones de gran desarrollo capitalista y naciones atrasadas, pases colonizadores e imperialistas y pases colonizados, burguesas en ascenso y burguesas declinantes, movimientos reaccionarios y luchas obreras y campesinas, guerras de rapia colonialista e imperialista y guerras de liberacin nacional, fascismo italiano y revolucin espaola; e incluye hoy mismo pases capitalistas, desarrollados y subdesarrollados, y pases con proyecciones socialistas. Cmo podemos reclamar atencin y respeto para nuestras especificidades, sobre la base de negar atencin y respeto a las especificidades de otros? Pues'bien: la "cultura msiic la cultura", y el italiano FERRUCCIO ROSSI-LANDI: "Programacin social y comunicacin", ambos en Casa de as Amrica!, niSm. 71, marzo-abril de 1972, Una v'/ida idea de nuestra cultura y sus relaciones se encontrar en el cubanp ALEJO CARPENTIER: "De lo real maravilloso americano", Tientos y dijtrtncias, Mxico, 1964, y ediciones posteriores. ',

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amplia" a que se refiere Cndido no se identifica sin ms con la de "Europa"; en todo caso, aceptara que corresponde a aquel os pases de Europa, de Amrica, de Oceana y de otros lugares a los cuales podra aplicarse la denominacin*que el sabio lituano-chileno Alejandro Lipschtz (a quien volver a referirme ms tarde), tan inequvocamente anticolonialista y tan consecuente defensor de las comunidades indgenas de nuestri/continente, ha usado alguna vez: europoides". lio anterior significa que, sin renunciar a heredar crticament: lo que haya de positivo en ella, de ninguna manera identificara esa "cultura" con la que, en un sentido restringido, colon .zador, reaccionario, algunos toman por "cultura occidental", haciendo de paso curiosas martingalas cardinales. Es algo nucho ms vasto, geogrfica e histricamente hablando, e imjlica un mundo amplio, rico y dinmico en cuyo seno hay cuantiosas afinidades ("simpatas" dira Reyes) y diferencias, Estas ltimas son obvias: baste recordar la pluralidad lingstica, jara slo sealar la que acaso sea la ms evidente. Pero en re acin con las primeras, es aleccionador leer la siguiente caracterizacin que hizo de su literatura el hngaro Miklos Szabolsci, en una reunin que tuvo lugar en Francia, en 196915:El problema del estallido de la caparazn lingstica no se plantea entre nosotros, porque la lengua misma, sobre todo la hablada, se-halla en constante transformacin [... ] ese discurso lgico que los oprime a ustedes [los franceses], est an por crear [...] Segunda observacin prelimlinar, sin duda ms importante: no con referencia al romanticismo del siglo pasado, sino fundndome en ciertas investigaciones sociolgicas, creo que la literatura, -en el conjunto del modelo de la cultura, en el conjunto de la conciencia de los hombres, tiene en Hungra ms lugar

que en Francia. Durante mucho tiempo no hemos tenido grandes filsofos, En el siglo xvm y en el xix, las grandes ideas no se expresaban entre nosotros en obras tericas (no tenamos ni Voltaire ni Marx" ni Freud), sino en obras de poetas, sobre todo lricos. As, no slo el modelo de la cultura es ms literario, sino que la poesa ocupa un lugar privilegiado. An hoy, incluso en sus formas ms hermticas, ella es bastante leda por las gentes de la calle. Por otra parte, sta no es juna situacin exclusiva de Hungra: se la encuentra en Espaa, en Latinoamrica y tambin en algunos otros pases del Este, incluida Rusia. Es decir, que no se puede tomar el modelo de la literatura francesa como un modelo inmutable. Por otra parte, el papel de ciertas corrientes, de ciertas escuelas literarias es un poco diferente, en un pas como el nuestro, de lo que es, por ejemplo, en Francia o Alemania. El simbolismo francs tuvo una inmensa resonancia en Rumania, se convirti en una escuela de grandes poetas, pero al precio de una transformacin, de una adaptacin, de una folclorizacin, A partir de 1930, el surrealismo desempe en Checoeslovaquia un papel importante, mezclado sin embargo a otra tradicin y en una sntesis bastante alejada del modelo francs. Tambin los problemas relativos al juego de las formas, del contenido, de la funcin y del valor, han cambiado de aspecto y de funcin. Puesto que se ha evocado aqu el papel de la sociografa literaria, esa literatura entre la literatura y el documento, debo indicar finalmente que ella es entre nosotros infinitivamente mayor que en otros pases (pgs. 612-613).

"Cf, ALEJANDRO LIPSCHTZ: Perfil de Indoamrca de nuestro tiempo. Antologa 1937-1962 (1968), La Habana, 1972, pg. 92. En este libro capital, LIPSCHTZ combate el "desprecio para los hechos culturales ajenos" que "es el firn)e fundamento sobre el cual descansa la poltica cultural del europeo en Asia, frica, Australia e incluso Amrica Latina" (pg. 93). Para saber ' lo que; I IPSCHTZ considera como "cultura", cf. pig. 40. 15 MIRLOS SZABOLSCI: "L'enseignement de la littrature en Hongrie", VARIOS: L'enseignement de la littrature, [...] bajo la direccin de SESOE DOUBROVSKV y de TZVETAN TODOROV, Pars, 1971.

Szabolsci demuestra aqu ser consciente de las similitudes entre literaturas con un grado notable de convergencias; a despecho de las diferencias que provocan orgenes e idiomas distintos, y una ausencia de contactos que en muchos casos iha sido enorme. Esas similitudes no son azarosas: las ha provocado el surgimiento de los pases respectivos, como naciojjies modernas, en la periferia de los pases de gran desarrollo capir talista, con los cuales han mantenido relaciones que, unidas a sus propios elementos autctonos10, contribuyeron decisivamente a su perfil actual, ; Ya hace diez aos, al estudiar a Mart y destacar las semejanzas econmicas y polticas impuestas a los pases coloniajes " En nuestro caso, las poderosas transculturaciones que han estudiado, por ejemplo, el creador del trmino, e! cuhano Fernando Ortiz (en lo pue toca a nuestras herencias africanas), y LIPSCHTZ (con referencia a nuestras herencias amerindias), '.

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y semcloniales de Asia, frica y la Amrica Latina que denominaran, harto equvocamente, "tercer mundo", llam la atencin sobre cmo, sin embargo,la Amrica Latina se halla en una situacin particular, Mientras el "occidental" es un mero intruso en la mayor parte de las colonias que ha asolado, en el Nuevo Mundo es, adems, uno de los componentes, y no el menos importante, que .dar lugar al mestizo (no slo el mestizo racial, pdT supuesto). Si la "tradicin occidental" no es toda la tradicin de ste, es tambin su tradicin. Hay pues un contrapunto ms delicado en el caso de los pensadores latinoamericanos, al compararlos con los de otras zonas coloniales 1T.

Lo que entonces no vea con suficiente claridad, es que aquella "situacin particular" no lo era tanto. Un mayor conocimiento directo de pases de la otra Europa, de nuestra Amrica y de Asia, y un estudio ms detenido de ciertos hhos y autores, me han mostrado, por ejemplo, la cercana de no pocos de los; caracteres y problemas propios de la Amrica Latina con los de los pases de la Europa perifrica: en muchos de los cujiles, por aadidura, iban a desarrollarse, como en mi propio pas, procesos de horizontes Socialistas. Por otra parte, las similitudes estructurales entre los pases latinoamericanos y los de la otra Europa ya haban sido observadas por Lenin en los apuntes que tomara mientras preparaba El imperialismo, jase superior del capitalismo18. Tales apuntes, de indudable inters no obstante su parquedad, apenas han sido objeto, que yo sepa, de la atencin y el desarrollo merecidos. Las similitudes, sin embargo, llevarn sin duda a estudios ulte17 IRCOERTO FERNNDEZ RETAMAR: "Mart en su (tercer) mundo", Cuba Socialiiib, m'im. ~! lf\ ms graves y urgentes prosociales dirigido a las masas lectoras como excitante a la accin blemasj inmedJ I L / a W b l V/J Vtssbhll*l^*jkv w * > . v - . . _ - j ~- f - j ff"~

Cerca de veinte aos ms tarde, Portuondo no limitara ya ese "carcter dominante" a la novelstica, y escribira:33 Como lo ha sealado el francs AOR GISSBLBRECHT: "Marxismo et thorie de la littrature", JJttrature et iiielogies, nmero especial de La Nouvelle Critique, 39 bis, c. 1970, p;g. 33. 34 Cf. JAN MuKAosKy: Escritos de esttica y semitica del arte, traduccin del checo por ANNA ANTHONY-VISOV, seleccin, prlogo, notas y bibliografa de Jonni LLORF.T, Barcelona, 1975, passim. "Jos ANTONIO POUTUONDO: "El rasgo predominante en la novela hispanoamericana" (1951): El herosmo intelectual, Mxico 1955, pg. 106. El subrayado es de R. F, R.

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inaceptable de los lmites apriorsticos de la literatura, sino tambin en qu medida lo que pareca (o incluso era) central puede volverse marginal, y viceversa. El desconocimiento de estos hechos explica, por ejemplo, la incongruencia de quienes, a propsito de Mart, el mayor escritor hispanoamericano ("supremo varn literario" lo ha llamado Reyes con entera justicia 37, desautorizando as de paso algunas ideas de su propio deslinde), han iUhtido en deplorar el carcter "ancilar" de aquella obra magna, la cual, se dice, no pudo explayarse en los gneros supuestamente mayores: e ignoran, por aceptar otras categoras, que, jcomo el aire para la paloma de Kant, aquel carcter "ancilar" no fue el obstculo sino la condicin para que se alzara la grandeza de la obra concreta de Mart, expresin fiel y arquetpica de la literatura de nuestra Amrica. Gneros No se han destacado suficientemente estos hechos, que obligan a replanteos, y por lo pronto a reconocer el predominio en nuestras letras de gneros considerados "ancilares": crnicas como las del Inca Garcilaso; discursos como los de Bolvar o Fidel; artculos como los de Maritegui; memorias corno las de Pocaterra o muchas de las llamadas "novelas" de la Revolucin mexicana 3 8 ; diarios, no de elucubraciones subjetivas (Amiel, Gide), sino de campaa, como el del Che Guevara; formas "sociogrficas" como Facundo o como muchos testimonios actuales: no es un azar, sino una comprobacin, el que Mart sobresalga soberanamente en estos gneros, y en otros cercanos como la carta. Al lado de ellos, han solido empalidecer los otros gneros, supuestamente centrales en nuestro caso, obviamente laterales ; aunque, para seguir" ALFONSO REVS: El deslinde, di. en nota 25, pg. 213. " Uno de los buenos c ludilos de esas "nvelos", e! investigador alemn r DKSSAU, confiesa ijue "tales obras (de Azuela, Guzmn, Vasconcelos, incluso Romero) ms bien son memorias que verdadera novelstica", La novela de la Revolucin Mexicana, Mxico, 1972, pg. 18.

atenindonos a los hechos, habr que exceptuar de ese cmpalidecimiento a la poesa: en la cual, por cierto, tambin sobresali Mart. Ya hace algo ms de treinta aos el estadounidense H. R. Hays hizo ver que "quizs no se exagere al decir que, dentro de la literatura internacional, la mejor contribucin hispanoamericana es la de la poesa"B9. Pero hay que aadir que se trata de una poesa que suele preferir lo instrumental, y en la que, en todo caso, se producen singulares alteraciones en relacin con las corrientes metropolitanas. Szabolsci, quien destac que en nuestros pases "la poesa ocupa un lugar privilegiado", hizo ver tambin, por ejemplo, cmo el simbolismo en Rumania "se convirti en una escuela con grandes poetas, pero al precio de una transformacin, de una adaptacin, de una folclorizacin". Esa "transformacin", esa "adaptacin", esa "folcldrizacin" no estn presentes en lo ms creador y genuino le toda nuestra poesa ? Pudiera parecer que la voluntad de mucftos romnticos de volverse a las fuentes populares explica plenamente la existencia de un poema como Martn Fierro; pero no debe olvidarse que la tremenda originalidad de esta obra'es tal, que cuando apareci, si bien los escritores argentinos nas o menos convencionales de entonces escribieron al autor celebrando su obra, "es dudoso", corno observ con su habitual agudeza el dominicano Pedro Henrquez Urea, "que ninguno la considerase 'literatura', exactamente igual a como, por aquellos mismos das, ocurra en los Estados Unidos con las canciones de Stephen Foster, que, para los msicos cultos, podan ser excelentes en su estilo, pero no 'msica', es decir no'la msica que se oa en los conciertos"40. En cuanto al modcr39 H. R. HAYS: "La poesa latinoamericana" (prlogo a 12 Spariish meriean Poets, New Haven, 1943), Gaceta del Caribe, ao 1, nm. 3, mayo de 1944, pg. 16.

" PEDRO HENHQUBZ UREA: Ltterary Currents in Hspame Amenes, Cambridge, Massachusetts, 1945, pg. 147. Cito de la versin en espnph Las comentes literarias en la Amrica hispnica, traduccin del ingles por J. DEZ-CANEDO, Mxico, 1949, pg. 150. 1

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nism, tan dado al "rebusco imitado" " en la arrancada, slo aquellas alteraciones explican que condujera en su madurez al Cant a Ja Argentina, a los Poemas solariegos, a un reencuentro con nuestras realidades que desarrollara por ejemplo Tala; y otro tanto, con las variantes del caso, puede decirse de nuestro vanguardismo, al cuajar en la profunda voz mestiza, inconfundiblemente nuestra, revolucionaria del peruano Vallejo y el cubani**Guilln, o en el 'Canto general que retorna y ensancha el propsito de Bello, A veces, no slo corrientes literarias sino incluso formas estrficas sufren una curiosa mutacin de funciones en nuestros pases. Pocos casos ms ejemplares, en este sentido, qiie el de la dcima. Surgida en Espaa durante la segunda mitad del siglos xvi "2, en el seno de los medios cultos, como revela su complicada arquitectura, vendra a ser, sin embargo, la estrofa predilecta de buena parte de la poesa popular hispanoamericana: "slo aparece en la poesa popular de Amrica", dice el argentino Carlos H. Magis 43 . Para aadir ms inters a este41 JOS MART: "Julin del Casal", Ensayos sobre arte y literatura'al., en nota 3, pg. 234. MART' traza en este breve texto lo que serta parbola del "modernismo" (denominjcin que l no utiliza); "Es como una familia en Amrica esta generacin literaria, que principi por el rebusco imitado y est yj en la elegancia suelta y concisa, y en la expresin artstica y sincera, breve y tallada, del sentimiento perscnal y del juicio criollo y directo". "Cf, del espaol TOMS NAVARRO [TOMS] : Mtrica espaola. Resea histrica y descriptiva, Nueva York, 1956, pgs. 250-251. Cf. un valioso "Panorama histrico del gnero (se refiere a la dcima) en Espaa e Hispanoamrica" en la notable investigacin de la puertorriquea IVETTE JIMNEZ DE BEZ La dcima popular en Puerto Rico, Xalapa, Veracruz, 1964. Desgraciadamente, estn autora desconoce las bsquedas del cubano SAMUEL FEIJOO sobre la dcima popular cubana: cf., por ejemplo, de SAMUEL FEIJOO: Los trovadores del pueblo, t. I, Santa Clara, 1960, passim. " CARLOS H. MACIS: La lrica popular contempornea. Espaa, Mxico, Argentina, Mxico, 1969, pg, 526, Sin embargo, la cubana CAROLINA PONCET v CRDENAS (El romance en Cuba (1914), La H;ibana, 1972) estima que en el siglo xvm la poesa popular espaola se vala tambin de la dcima (pgs. 20-21), y cita en su apoyo un curioso e incontrovertible pasaje del francs J, P. BURGOING (nota 20, al pie de la pg. 21). El libro de PONCET Y CRDENAS se reprodujo ntegro en sus Investigaciones y apuntes literarios, seleccin y prlogo de MIRTA AOUIRRE, La Habana, 1985.

hecho, all donde, al parecer, comenz esta primaca de'la dcima como estrofa de la poesa popular hispanoamericana, es decir, en las Antillas de lengua espaola44, la estrofa tradicional preferida por la poesa popular espaola, el romance, no ha sido de elaboracin popular, sino hechura poco arraigada de poetas cultos. La mejor estudiosa del romance en Cuba, Carolina Poncet45, ha sealado ambos hechos reiteradamente: "Los romances no han constituido nunca en Cuba un gnero literario popular" (pg. 13); "el romance [ha] sido siempre aqu planta extica" (pg. 15); "donde verdaderamente florece la espinela es en la poesa genuinamente popular cubana" (pg. 20); "mientras ms carcter popular haya tenido o pretendido tener una tendencia literaria, mayor habr sido la importancia concedida en ella a la dcima" (pg. 26). No es,t de ms recordar que la mayor parte del Martn Fierro est escrita en una curiosa estrofa que no es sino una dcima trunca,48,44 Cf. del dominicano SCRATES NOLASCO: Una provincia joMtfrica, Cufia, Puerto Rico y Santo Domingo, Santiago de Cuba, 1952, pg. 24. l 43 CAROLINA PONCET y CRDENAS: op. cit,, en nota 43. : 41 En El Martn Fierro (con la colaboracin de MARGARITA GUERRERO), Buenos Aires, 1953, el argentino JOROB Luis BORDES cita una opinin ide Unamuno en que ste habla de "las montonas dcimas de Martin Fierro", BORGES acotn: "Acaso no es intil advertir que las 'montonas dcimas* [...] son realmente sextinas" (pgs, 71-72). Como se sabe, las "sextinas" son'de arte mayor (TOMS NAVARRO: op. cit., en nota 39, pg. 190), de modo que Borges est igualmente equivocado. La estrofa en cuestin es una "sextina" (cf, ELEUTEUIO F. TISCORNIA: La lengua de Martn Fierro, Buenos Aires, 1930, pg. 284, y TOMS NAVARRO: op. cit., pg. 349), pero tan "original" ("no tiene antecedentes en la poesa gauchesca", TISCORNIA: iMd.) que no es en realidad sino una .dcima (frecuente ella s en la poesa gauchesca) a la que se la ha privado de sus cuatro primeros versos, lo que deja'al quinto'(primero de la "sextilla") sin rima, Unamuno, pues, no estaba en e'ste punto tan desencaminado como crea el siempre ingenioso (y con frecuencia equivocado) BORGES. Ya el norteamericano HENRY A. HOLMES (Martn Firfo, an Epic o} i/ie Argentine, 1923) haba reparado en esa peculiaridad, segn el argentino EZEQUIEL MARTNEZ ESTRADA, quien la coment agudamente :en Muerte y transjiguracin de Martn Fierro, Mxico, 1948, torno II, pgs. 18 y sigs, IARTNEZ ESTRADA llama a esta estrofa "sexteta". Tambin el espaol ENRIQL DEZ-CANEDO seal el hecho, y habl de la "dcima trunca" Sel Martn Fierro en "Unidad y diversidad de las letras hispnicas" (1935), Letras de Amrica, Mxico, 1944, pg. 33. i

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siendo la dcima la estrofa habitual de los payadores rioplatejnses; y que en dcimas escribi su autobiografa la extraordinaria Violeta Parra: ambas obras, por otra parte, magnficas muestras de fusin de la poesa culta y la popular en Hispanoamrica. Me he detenido un poco mucho menos de lo que hubiera querido en esta relacin dcima romance, culta/ popl de ambas tendencias o intentos de solucin 7B.

Sobre esta cuestin, cf. por ejemplo, del colombiano JAIME MEJA DUQUE: "El 'boom' de la narrativa latinoamericana", Narrativa y neocoloniaje en /ilnrica Latina, Buenos Aires, 197'!; y de MARIO BENEDETTI: El escritor latinoamericano y la revolucin posible, Buenos Aires, 1974, especialmente pgs.rl47-155. ^ ALFONSO REYKS: "Fragmento sobre la interpretacin social de las letras iberoamericanas", Marginalia, primera serie, Mxico, 1952, pg. 154. Ahora en el torno XXII, pg, 155, de sus Obras completas, Mxico, 1989,,presentado por JISK Luis MARTNEZ.

Sin duda es integrando lo ms valioso de tales mtodos, y eludiendo sus escollos, como llegaremos a contar con la crtica que requerimos. Uno de esos escollos lo conocemos bien, y, hoy tirios y troyanos coinciden en denigrarlo (significativam :nte, entre quienes lo denigran con ms entusiasmo se hallan algunos de sus intransigentes practicantes de ayer): el sociolojftstno vulgar; pero con no menor energa merece ser recha otro escollo, para el que propongo la denominacin de estructuralimo vulgar, el cual, por otra parte, es el que nos amenaza ms, pues el estudio burgus de la literat tende hoy tildar de sociologismo vulgar a todo abordaje^ Jtiistrico de la literatura, e imponer, as su enfoque ahistori ;ista. Rechazar los escollos, sin embargo, no puede significar, de ninguna manera, rechazar los mtodos de los cuales aquellos escollos no son sino su desbordamiento, extrapolacin o absolutizacin. Sin lo mejor de tales mtodos, la crtica es sencillamente irrealizable: uno, nos llevar a articular nuestras qbras, para hacerlas plenamente comprensibles, con la historia real" JAIME LABASTIDA: "Alejo Carpentier: realidad y conocimiento ttico [... "i Casa de las Amtrcas, nm. 87, noviembre-diciembre de 1974, pg. 24.

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de nuestros pases: historia que en considerable medida est an por escribirse con criterio cientfico, lo que constituye una pesada dificultad para nuestro trabajo; otro, a capta.rslas verdaderas caractersticas formales de nuestras obras, y la funcin conceptual de esas caractersticas, en lo que es de mucha utilidad la leccin de della Volpe T0 . Ambos coherentemente integrados, harn posible contar con la crtica requerida por el abordaje maduro de nuestra literatura: ms madura, ella, que la teorizacin y la crtica sobre ella. Lo cual, a fin de cuentas, no es para alarmar como sera lo contrario: el predominio, por encima de la literatura misma, de la crtica y la teorizacin: y sobre, todo de cierta crtica y cierta teorizacin. De esto ltimo vemos muestras abundantes en ms de un pas capitalista, y constjtuye otro ejemplo, aunque la palabra nos sea tan desagradablej, de decadencia: no hay all el recio vuelo crtico que sera seal [de vigor intelectual, sino el "torpe vuelo de avutarda", corno! dira Antonio Machado, del alejandrinisrno, del bizantinismip, del escolasticismo ergotzador, de la retrica de nuevo (y viejo) cuo: en suma, del estructuralismo vulgar. Pero si siempre es preferible que la literatura alcance las realizaciones a que an no arriba el estudio sobre ella, la verdadera muestra de sa' ud es que la praxis literaria, corno toda praxis, sea iluminada por su correspondiente teora, hacindose as posible un enjuiciamiento a la altura de su objeto, e incluso la insercin orgnica y justa de este ltimo en un orbe histrico ms vasto". Final provisorio A lo largo de nuestra difcil historia, no nos han faltado contribuciones valiosas, y aun muy valiosas, a esa tarea colectiva" Una forma vlida de realizar esta labor se aprecia en obras recientes ci los crticos cubanos SERGIO CHAPLE: Rafael Mara de Mendive. Definicin de un pode, La Habana, 1973, y SALVADOR ARIAS: Bsqueda y anlisis, La Habano, 1974, " Un ejemplo de la crtica integral que requiere nuestra literatura es el libro, del peruano ANTONIO CORNEJO POLAR Los universos narrativos de Jos Mara 'Argiiedas, Buenos Aires, 1975,

que tenemos por delante, y a la que ofrecen un modesto aporte las pginas precedentes: la de precisar los verdaderos aspectos tericos de nuestra literatura, Desde la polmica Bello-Sarr len- to hasta la tarea fundadora de Jos Mart; y desde los estudios indispensables de Pedro Henrquez Urea y Alfonso Leyes hasta nuestros das, tales aportes constituyen un corpas qx e en gran medida espera an su apreciacin, articulacin y utJizacin adecuadas. Un captulo decisivo en el proceso df esa meditacin fue iniciado por Jos Carlos Maritegui al inoducir hace dcadas el materialismo histrico, en nuestros estudios literarios. Su tarea sera continuada por hombres como Jos Antonio Portuondo, y por un grupo apreciable de estudiosos ms jvenes a lo largo del Continente, a quienes hay que ai adir a investigadores rnarxistas no latinoamericanos que, sobre todo en aos recientes (a partir del triunfo de la Revolucin Cu >ana y de la atencin que ella atrajo hacia nuestra Amrica), han hecho importantes contribuciones. Entre todos ellos, y los que vayan apareciendo, se va desbrozando el terreno que nos permitir elaborar la teora adecuada de nuestras letras. El que an no contemos sino parcialmente con ella no debe descorazonarnos. El francs Jean Prus considera a la teora literaria, en general, como "una ciencia en va de constitucin", y i abla de su "estado an incierto" 7B ; y la revista francesa La Nitvelle Critique, al presentar el ensayo "Es posible una cilncia de lo literario?", afirma que "no disponemos an de trabajos que permitiran fundar una teora marxista del fenmeno literario"70. Quiz haya en esto cierta exageracin80; perq por lo que sabernos, y a pesar de lo enmaraado de nuestra hisfbria, en cierta forma nos encontramos, en este orden, en circunstancias parecidas al resto del mundo: con las particularidjades propias de cada uno, desde luego. Y el que, como paso indis-

" JEAN PERUS: Mithodes et techniques du travail en histoire ittraire, Pars, 1972, pg, 60. r " FRANGE VERNIER: op, cit, en nota 67, pg. 1 (presentacin!' por N[ouvelle] Critique, editora del ensayo). i 10 Cf. por ejemplo: ANDR GISSELBRECHT: op, cit, en nota 33. '

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TEORA DE LA LITERATURA HISPANOAMERICANA

pen'sable para elaborar nuestra propia teora literaria, insistamos en rechazar la imposicin indiscriminada de criterios nacidos de otras literaturas, no puede ser visto, en forma alguna, como resultado de una voluntad aislacionista. La verdad es exactamente lo opuesto. Necesitamos pensar nuestra concreta realidad, seutar sus rasgos especficos, porque slo procediendo de esa manera, a lo largo y ancho del planeta, conoceremos lo que tenernos en comn, detectaremos los vnculos reales^y podremo> arribar un da a lo que ser de veras la teora general de a literatura general.