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A c e q u i a s 1 2 Quintín Balderrama, sj, nuevo rector de la UIA Torreón 4 60 años de la Universidad Iberoamericana 7 Liderazgo y verdad social SERGIO ANTONIO CORONA PÁEZ 9 Dos mundos diferentes RICARDO CORONADO VELASCO 14 Una conciencia que se abre paso JOSÉ MARÍA MARDONES 16 La vida no deja espacio para vivirla en su expresión light LEONOR PAULINA DOMÍNGUEZ VALDÉS 18 La vinculación docencia–investigación ANA MARÍA URDAPILLETA MEZA 21 A treinta años de su muerte Picasso: un decaloguista del arte moderno JAIME MUÑOZ VARGAS 24 Memorias de Antonia: un análisis desde la escatología cristiana MARCO ANTONIO BRAN FLORES, SJ 30 El cine iraní: un encuentro lúcido y apacible con el Medio Oriente GUILLERMO GARIBAY FRANCO 34 Nerudita CARLOS VELÁZQUEZ 35 Fértiles Fuegos CÉSAR CANO 36 Los poetas descifran el silencio MA. CRISTINA SOLÓRZANO GARIBAY/MARIANA RAMÍREZ 39 Mujer, la carne llama DANIEL MALDONADO 40 Los gestos de la erudición DAVID LANGMANOVICH 45 La utopía literaria de Mario Vargas Llosa: El paraíso en la otra esquina MIGUEL BÁEZ DURÁN 49 Ofensiva cultural en el Objetivo Hussein SAÚL ROSALES CARRILLO 55 Color de fuego RAFAEL MONDRAGÓN 58 Espejismos MANUEL IÑAKI LEAL BELAUSTEGUIGOITIA 59 El rabino MONIQUE MITASTEIN 60 Los coloquios del diablo RENÉ OROZCO GARCÍA 69 Un león en el pozo FERNANDO MARTÍNEZ SÁNCHEZ Juan Ricardo Herrera Valenciano, s.j. Rector Felipe Espinosa Torres, s.j. Vicerrector Educativo Carlos Portal Salas Director General Académico Juan Ignacio Hernández Guerra Abogado General Ma. Cristina Solórzano Garibay Directora y editora Mariana Ramírez Estrada Secretaria y correctora de estilo Jaime Muñoz Vargas Asesor Comité Editorial Ricardo Coronado Velasco Daniel Lomas Ramírez Jaime Muñoz Vargas Laura Orellana Trinidad René Orozco García Margarita Torres Rodríguez Patricia Hernández / Diseño Gráfico Viñetas: Patricia Hernández Acequias No. 24 Verano (junio) 2003, revista trimestral publicada y distribuida por el Centro de Difusión Editorial, dependiente de la Vicerrectoría Educativa de la Universidad Iberoamericana Torreón. Su distribución es gratuita para los alumnos, empleados y profesores del plantel. Toda colaboración o correspondencia deberá dirigirse al Centro de Difusión Editorial, Universidad Iberoamericana Torreón, Calzada Iberoamericana 2255, 27010 Torreón, Coah. Teléfono (871) 729 11 35 o en la dirección electrónica [email protected] Tiraje 1500 ejemplares. Impreso en Impresora Mayrán, S.A. de C.V., Calz. Industria 199 sur, Colonia La Fe, 27350 Torreón, Coah. Número de reserva al Título en Derechos de Autor: 04–1999–020116360000–102. Número de Certificado de Licitud de Título: 10825 y Número de Las opiniones vertidas en los artículos de esta revis-ta no representan en ningún modo la postura institucional de la Universidad. Son juicios de la estricta responsabilidad de los autores. contenido

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1

2 Quintín Balderrama, sj, nuevo rector de la UIA Torreón4 60 años de la Universidad Iberoamericana7 Liderazgo y verdad social

SERGIO ANTONIO CORONA PÁEZ

9 Dos mundos diferentesRICARDO CORONADO VELASCO

14 Una conciencia que se abre pasoJOSÉ MARÍA MARDONES

16 La vida no deja espacio para vivirla en su expresión lightLEONOR PAULINA DOMÍNGUEZ VALDÉS

18 La vinculación docencia–investigaciónANA MARÍA URDAPILLETA MEZA

21 A treinta años de su muertePicasso: un decaloguista del arte modernoJAIME MUÑOZ VARGAS

24 Memorias de Antonia: un análisis desde la escatología cristianaMARCO ANTONIO BRAN FLORES, SJ

30 El cine iraní: un encuentro lúcido y apacible con el Medio OrienteGUILLERMO GARIBAY FRANCO

34 NeruditaCARLOS VELÁZQUEZ

35 Fértiles FuegosCÉSAR CANO

36 Los poetas descifran el silencioMA. CRISTINA SOLÓRZANO GARIBAY/MARIANA RAMÍREZ

39 Mujer, la carne llamaDANIEL MALDONADO

40 Los gestos de la erudiciónDAVID LANGMANOVICH

45 La utopía literaria de Mario Vargas Llosa: El paraíso en la otra esquinaMIGUEL BÁEZ DURÁN

49 Ofensiva cultural en el Objetivo HusseinSAÚL ROSALES CARRILLO

55 Color de fuegoRAFAEL MONDRAGÓN

58 EspejismosMANUEL IÑAKI LEAL BELAUSTEGUIGOITIA

59 El rabinoMONIQUE MITASTEIN

60 Los coloquios del diabloRENÉ OROZCO GARCÍA

69 Un león en el pozoFERNANDO MARTÍNEZ SÁNCHEZ

Juan Ricardo Herrera Valenciano, s.j.Rector

Felipe Espinosa Torres, s.j.Vicerrector Educativo

Carlos Portal SalasDirector General Académico

Juan Ignacio Hernández GuerraAbogado General

Ma. Cristina Solórzano GaribayDirectora y editora

Mariana Ramírez EstradaSecretaria y correctora de estilo

Jaime Muñoz VargasAsesor

Comité EditorialRicardo Coronado VelascoDaniel Lomas RamírezJaime Muñoz VargasLaura Orellana TrinidadRené Orozco GarcíaMargarita Torres Rodríguez

Patricia Hernández /Diseño Gráfico

Viñetas: Patricia Hernández

Acequias No. 24 Verano (junio) 2003, revista trimestralpublicada y distribuida por el Centro de DifusiónEditorial, dependiente de la Vicerrectoría Educativade la Universidad Iberoamericana Torreón. Sudistribución es gratuita para los alumnos, empleadosy profesores del plantel.Toda colaboración o correspondencia deberá dirigirseal Centro de Difusión Editorial, UniversidadIberoamericana Torreón, Calzada Iberoamericana2255, 27010 Torreón, Coah. Teléfono (871) 729 1135 o en la dirección electrónica [email protected] 1500 ejemplares. Impreso en ImpresoraMayrán, S.A. de C.V., Calz. Industria 199 sur, ColoniaLa Fe, 27350 Torreón, Coah.Número de reserva al Título en Derechos de Autor:04–1999–020116360000–102. Número deCertificado de Licitud de Título: 10825 y Número deLas opiniones vertidas en los artículos de esta revis-ta norepresentan en ningún modo la postura institucional de laUniversidad. Son juicios de la estricta responsabilidad de losautores.

c o n t e n i d o

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e d i t o r i a l

El maestro Quintin Balderrama López, sj, tomó posesión como rector de la UIA

Torreón el 4 de abril de 2003. Sucedió en el cargo al ingeniero Juan Ricardo HerreraValenciano, sj, y con ello nuestra Universidad comienza un periodo de.trabajo signado,según palabras del rector entrante, por el ideal de que “la UIA Torreón se consolide ensu identidad propia sin dejar de ser parte del sistema UIA-ITESO; de madurar laexperiencia iniciada hace veinte años para crecer y desarrollarse de acuerdo a suspropias capacidades; de clarificar y definir hasta dónde quiere llegar y cómo debedarse a conocer”. Veinte años después de su fundación en estas tierras, la UIA Torreón es percibida yacomo una institución que, sin abandonar su profundo sentido de pertenencia a unsistema, pueda ser capaz de trazar rutas propias de organización y de trabajo. Paralograr ese propósito, el maestro Balderrama López observó que le han sidoencomendadas, entre otras tareas, “Fortalecer la comunicación formal e informal conlos diferentes equipos de la Universidad. Ser transparente y abierto para discutir lasdecisiones con los equipos...Rehacer el ambiente de trabajo entusiasta y dar confianza a todos”. El nuevo rector enfatizó que los proyectos de la UIA Torreón demandan lacapacidad de todos para establecer un diálogo abierto y propositivo, un diálogo que noanteponga “los intereses personales sobre el bien común” de la Universidad. Trataráentonces de promover un cambio de actitud comunitaria enmarcado en los planes detrabajo ya previstos por la UIA Torreón. Acequias da la bienvenida al maestro Balderrama López y desea que su nuevaestancia en estas tierras se traduzca en el ascenso de un escalón más de la UIA Torreónahora que ésta inicia, no sin refortalecido brio, su tercera década de vida.

JAIME MUÑOZ VARGAS

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El pasado 4 de abril tomó posesión comorector de la Universidad IberoamericanaTorreón el maestro Quintín BalderramaLópez, sj, quien fue electo como tal por elConsejo Educativo de la Universidad el 25de noviembre de 2002.

La ceremonia se llevó a cabo en el audi-torio San Ignacio de Loyola, contando con laasistencia de Juan Luis Orozco Hernández, sj,provincial de la Compañía de Jesús y DavidFernández Dávalos, sj, asistente de Educacióndel provincial, así como autoridades guberna-mentales y rectores del Sistema UIA ITESO yotras instituciones educativas de la región,miembros del patronato, autoridades univer-sitarias, profesores, personal, alumnos y exalumnos de la misma.

El padre Quintín Balderrama, pronuncióun discurso en el que destacó el compromisoy empeño que pondrá en su rectorado. Resal-tó su interés por exhortar a todos los miembrosde la comunidad UIA Torreón a participar“...en el gobierno de la Universidad, en undiálogo continuo, con amor y comprensión,tratando de buscar siempre el bien de losdemás”. Destacó también el hecho de que laIbero se encuentra en un momento de conso-

Quintín Balderrama, sj,nuevo rectorde la UIA Torreón

lidación y madurez a veinte años de su crea-ción, desde luego, atendiendo a su pertenen-cia al Sistema UIA–ITESO.

Asimismo, entre las tareas más importan-tes por desarrollar durante su rectorado, “enun ambiente de auténtica libertad, respetomutuo y normatividad participativa”, mencio-nó las siguientes:

• Fortalecimiento de una comunicacióntransparente y abierta con los distintos equiposde trabajo que conforman la Universidad.

• Fomentar la reconciliación de la comu-nidad universitaria, creando un ambiente deentusiasmo y confianza, con mayor cercaníahacia el personal.

• Atender eficazmente los principalesretos que enfrenta la UIA Torreón: fortalecerel nivel académico, integrando la formaciónsocial y valoral con la formación educativa,acrecentar la inscripción y formalizar la capa-citación ignaciana para profesores.

Para responder a los desafíos más impor-tantes en este momento dará continuidad alas estrategias propuestas en la planeación dela Universidad Iberoamericana Torreón deacuerdo a los Planes de trabajo 2003, que son:

1. Mejoramiento de la calidad académica.

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2. Apropiación, difusión y aplicación delModelo Educativo.

3. Desarrollo de carreras estratégicas.4. Vinculación, relación y promoción

de la Universidad con la Comarca Lagunera.5. Tecnología aplicada a la educación.6. Consolidación los servicios de apoyo

y control administrativo7. Concentración de esfuerzos de inves-

tigación en fe–cultura, pobreza y exclusión,Modelo Educativo e historia de la región.

Concluyó su discurso afirmando que

Quintín Balderrama López, sj, es licenciado en Filosofía y en Teología por el Instituto Libre deFilosofía en México, DF; licenciado en Psicología Educativa y en Orientación Vocacional por laEscuela Normal Superior Nueva Galicia en Guadalajara, Jal.; maestro en Economía de laEducación por la Univer-sidad de Stanford en Palo Alto, California.

Desde 1965 formó parte de distintos colegios pertenecientes a la Compañía de Jesús comoprofesor, prefecto y director admi-nistrativo, en Torreón, Tampico y Puebla. Fue rector del InstitutoLux en León, Gto. (1976–82) y del Instituto Cultural Tampico en Tampico, Tamps. (1989–95).

Dentro de la Compañía de Jesús también ha ocupado los siguientes cargos: director deEjercicios Espirituales en Puente Grandre, Jal. (1986–88), asistente de Educación y PromociónSocial (1991–2001), representante del provincial en el Consejo de Educación Superior (1998–2001)y ecónomo general de la Provincia (1995–2003).

En otros ámbitos de trabajo, ocupó la vicerrectoría del Centro Interregional de EstudiosSuperiores en Tula, Hgo. (1972–76); fue director de Vivienda y director general adjunto de laFundación de Apoyo a la Comunidad, formada en el DF después del terremoto de 1985.

El camino no es fácil y los propósitos están seña-

lados. Ninguna inseguridad tendrá lugar ni será

válida como pretexto, si somos responsables,

coherentes y consistentes en esta gran tarea de

hacer cada vez más a nuestra Universidad Iberoa-

mericana Torreón una Institución de excelencia

en el servicio de esta región y de nuestra Patria,

que requiere de hombres y mujeres para el servi-

cio a los demás, para la construcción de una so-

ciedad nueva fincada en la fe y en la esperanza

de un futuro mejor en donde impere la paz y

la justicia.

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La UIA Torreón a través de la revista Acequias, con la publicación de este mensaje* de aniversario pronun-ciado por Peter–Hans Kolvenbach, prepósito general de la Compañía de Jesús, comparte con la UIA ciudadde México el festejo por seis décadas de relevante presencia en la labor educativa mexicana.

60 años

VISIÓN DE LOS FUNDADORES

La Compañía de Jesús tiene como identidadpropia responder a la mayor gloria de Dios,sirviendo a la sociedad humana con creativi-dad y flexibilidad “según personas, tiemposy lugares”. La Universidad Iberoamericananació en un mundo destrozado por unaespantosa guerra mundial, en una sociedadmexicana muy distinta de la actual.

Se concebía la Universidad Iberoameri-cana como una institución que aportara a lacultura el fermento del pensamiento cristianopara que en México el desarrollo de la cienciay la tecnología no se realizara a costa de losvalores humanos. Desde entonces ha sidoempeño permanente de esta Universidad lacreatividad académica, demostrada en la aper-tura de carreras y especialidades impartidaspor primera vez en México y América Latina.En la labor universitaria realizada en estasaulas ha sido característica la búsqueda de laexcelencia académica, y como fruto de este

esfuerzo se pueden presentar los miles de exalumnos que han hecho su aporte al país des-de los más diversos sectores de la sociedad, sinexcluir las más altas magistraturas del Estado.HOY EL MUNDO ES OTRO

Hoy día, la creciente globalización económicay cultural del mundo nos hace vecinos de losque éramos remotos, y nos lleva a vivir unahumanidad única en la que la pluralidad deidentidades interactúan muy asimétricamente.

Esta realidad trae posibilidades nuevas,pero también grandes problemas e interrogan-tes mundiales. La universidad no está simple-mente para conocer la verdad, sino tambiénpara formar y aprender a hacer el bien con laverdad conocida. La comprensión de la reali-dad nacional, hoy inserta en un mundo ine-xorablemente globalizado, exige una visiónde conjunto, completa y multipolar.

Nuestro reto consiste en que la radicalidadevangélica inspire a la Universidad para quela sabiduría espiritual disponga de los saberes

de la Universidad Iberoamericana

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como instrumentos para defender la pluralidentidad de los pueblos y su vida digna. Losenfoques simplistas o meramente moralistassobre la globalización, ayudan poco. Sólo unavisión mundial de conjunto, multilateral ycompleja, junto con una radical decisión dedefender la pluralidad de los pueblos en suidentidad y dignidad, puede responder a losretos actuales con enfoques adecuados y accio-nes, tanto locales como globales. Problemascomo el de la pobreza y el empleo, la defensadel medio ambiente en la casa común de lahumanidad y la paz mundial, no son solucio-nables aisladamente, sino que requieren acuer-dos internacionales, autoridad mundial convalores y acciones locales acordes. Así no seimpondrá la ley del más fuerte y trabajaremoscon respeto a la dignidad e identidad de losdiversos pueblos.

Hay otros cambios culturales que afectanprofundamente a los valores humanos esen-ciales: por ejemplo, la creciente cosmovisiónsecularista y de individualismo progresivotiende a desterrar de la sociedad y de la univer-sidad, la fundamental pregunta sobre el sen-tido último de la vida, y reta a la antropología

solidaria que en la fe en Jesucristo nos comu-nica. De ahí que, como tal vez nunca antes,debamos buscar la formación integral y elcultivo de los valores y de la responsabilidad,haciéndonos hoy la antigua pregunta de Diosa Caín: “¿Dónde está tu hermano?” (Génesis4, 9).

SAN IGNACIO CONCIBIÓ LOS ESTUDIOS

UNIVERSITARIOS PARA SERVIR MEJOR

Al año de su conversión, Ignacio de Loyoladescubrió que necesitaba estudios universita-rios para mejor ayudar a los prójimos. En lailustración recibida por Dios en el puentesobre el río Cardoner, experimentó tan “gran-de claridad en el entendimiento”, que segúnél, superaba todo lo que entendió el resto desu vida (Autobiografía, n. 30). Sin embargo,esta iluminación mística extraordinaria no lellevó a desdeñar los estudios, sino que, por elcontrario, lo fue conduciendo a buscar lasmejores universidades de su tiempo.

Para Ignacio es inaceptable la exclusiónde una de las alternativas del dilema que lepuso el funcionario de la Inquisición en Sala-manca: enseñar “por letras o enseñar por Es-

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píritu”. Personalmente, y luego con sus compa-ñeros, quiere que los estudios exigentes vayanacompañados de la experiencia cristiana inte-rior en la que Dios se comunica a la criatura.Son dos polos necesarios y complementarios,y por eso querrá que tanto los jesuitas comoquienes trabajan y asisten a sus centros de en-señanza, se preparen bien “en virtud y letras”.Ignacio también descubrió en su vida univer-sitaria el difícil entre hablar de Dios y estudiar,viendo que la indiscreción y exceso en uno,puede perjudicar al otro y viceversa.

Hoy la Universidad Iberoamericana esuna Institución con espíritu y ciencia. Lacombinación de espíritu y letras hace posibleque la Sabiduría que viene de Dios ordenelos saberes, haberes y poderes humanos paramejor servir al prójimo.

LA UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA

CON ESPÍRITU Y CIENCIA

En la sociedad mexicana hay muchos milesde jóvenes que buscan la excelencia académicauniversitaria, pero ellos y la sociedad enteraclaman por una academia puesta al serviciode la vida de las mayorías y capaz de contribuira la construcción de una sociedad inclusiva,con verdaderas oportunidades para las espe-ranzas de los pobres.

Una universidad no es tal si silencia loinhumano de la actual abundancia global, nisi mira a otro lado para no ver las iniquidadesque claman al cielo. Tampoco basta denunciarla pobreza, la injusticia o el deterioro del medioambiente. Es necesario hacerlo universitaria-mente, con sabiduría espiritual y con el cultivoexistente de los saberes necesarios para cons-truir nuevas realidades más justas y más huma-nas. Tenemos que ordenar los medios a susfines correspondientes. Por eso hoy más quenunca necesitamos una Universidad que, enla formación de los jóvenes, en sus investiga-ciones y en su voz en la sociedad, se distingapor su conexión con las necesidades de lospobres y sus aspiraciones legítimas, al mismo

tiempo que hace de puente con el mundoempresarial y con la gestión pública, para quejuntos puedan construir una sociedad inclu-siva con oportunidades de vida digna paratodos.

Al preguntar con qué contamos hoy parahacer frente a estos retos, me parece impor-tante recalcar el hecho de que la ProvinciaMexicana de la Compañía de Jesús dirige ungrupo de universidades que están en procesode construir un sistema efectivo que funcionecomo vasos comunicantes. También contamoscon la Asociación de Universidades Latino-americanas confiadas a la Compañía de Jesús,con evidentes ventajas en la medida en querespondan a la línea que se han trazado depensar y actuar, con espíritu universal y arti-culadas en redes, conforme a nuestro carismafundacional y tradición. Estamos llamados aformar un sistema con una inspiración muydefinida, donde decenas de miles de profeso-res, investigadores y trabajadores, y cientos demiles de estudiantes ponen su talento univer-sitario para servir en Latinoamérica al prójimocon los saberes guiados por la sabiduría y lainspiración evangélica.

Es cada vez más necesario aprender atrabajar en equipo entre las universidades, ydentro de ellas, la sistemática reflexión entrejesuitas y tan numerosos laicos, convencidosde que cada día es más importante el especí-fico sello de la inspiración cristiana al modoignaciano, que hoy tiene extraordinariasposibilidades y vigencia.

Que en la celebración de estos 60 añosel Espíritu Santo nos ilumine, para que concreatividad respondamos a los retos de unaUniversidad que quiere servir y contribuir aformar personas competentes y solidarias, ya inspirar y producir soluciones humanasdonde los valores del Reino de Dios actúencomo levadura del mundo globalizado quenos ha tocado vivir.

* 7 de marzo de 2003.

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Menciona el Evangelio que hace dos milaños el procurador romano Pilatos se pregun-taba (¿o afirmaba desengañado?) “¿Qué es laverdad?” Un famoso poeta del siglo XIX pro-ponía que “todo es del color del cristal conque se mira”. Con estas frases, dos personajestan distantes en tiempo, espacio y culturamanifestaron sospecha ante la comúnmenteaceptada noción de verdad absoluta o almenos, la que podemos llamar verdad socialabsoluta.

El hombre es un ser que trabaja, quenecesariamente tiene que trabajar con conven-ciones o acuerdos sociales para poder comuni-carse, y en última instancia, para poder vivir.Parafraseando a san Lucas, diremos que en lacultura “vivimos, nos movemos y somos”. Unejemplo: en español, todos llamamos “blanco”al color de las nubes en verano. Pero igual-mente lo podríamos haber llamado al revés,“ocnalb” (pronunciando con un ligeramentemayor grado de dificultad). Si todos estuvié-ramos de acuerdo, “ocnalb” pasaría a ser untérmino usual del habla cotidiana y prontosería parte del vocabulario incluido por laReal Academia Española. El color blanco esllamado de muy diversas formas de acuerdoal consenso inicial de los diferentes gruposlingüísticos del mundo: white, bianco, blanc,blanch. Esta diversidad demuestra la naturalezapuramente convencional del vínculo que existeentre los conceptos u objetos y la manera comose les nombra; o como lo expresaría muchomejor un lingüista, del vínculo que existe en-tre los referentes, significantes y significados.

Pero las convenciones sociales van muchomás allá de la simple nomenclatura. La verdadtambién es objeto de convenciones sociales.

Los católicos mexicanos “sabemos” que losprotestantes “están equivocados”. Los protes-tantes, que por otra convención social seautodenominan en la actualidad “cristianos”para diferenciarse de los “católicos” y demás“incrédulos”, piensan que los errados somoslos católicos. Además, como uno de ellos medijo airadamente en cierta ocasión, no son“protestantes”, porque ellos no “protestan denada”. Las clases adineradas, las medias y lasde bajo ingreso poseen convenciones muydiferentes para el significado del polisémicoconcepto de “naco”. Si no me cree, realiceusted una pequeña encuesta y verá. Le asegu-ro que será una experiencia tan divertidacomo esclarecedora.

Por otra parte, entre los grupos queconforman una sociedad, sea urbana o rural,siempre hay ciertos individuos que, por gozarde mayor prestigio y credibilidad que otros,son creadores o promotores de consensos.Se trata de los líderes de opinión, aquellaspersonas a las que su grupo les atribuye totalo casi total veracidad y credibilidad en losdistintos campos del saber o quehacer coti-diano. Son aquellas personas “confiables”, aquienes los miembros de su grupo preguntansobre “la realidad de las cosas”. Son aquellaspersonas a las que se considera tan eviden-temente incuestionables, que incluso puedenimponer modas por la simple fuerza de suprestigio y encanto personal. Los medios decomunicación masiva pueden multiplicarsu impacto y alcance de una manera nuncaantes conocida.

Los que no son líderes, son directa oindirectamente seguidores de ellos. CuandoMadonna impuso el look virginal, muchas

SERGIO ANTONIO CORONA PÁEZ

Doctor en Historia por la UIA

ciudad de México. Coordinadordel Archivo Histórico Juan Agustínde Espinoza, sj, de la UIA Torreón.Autor de San Juan Bautista de losGonzález y Ríos de gozo púrpura.Coordinador de la colección LoboRampante y editor del boletínelectrónico Mensajero del ArchivoHistórico. Becario de Conacyt.

Sergio Antonio Corona Páez

Liderazgoy verdad social

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jovencitas comenzaron a usar aretes de crucesinvertidas, collares improvisados con rosariosy medallas religiosas, y no lo hacían por devo-ción. Otras, más conservadoras, continuaronusando la moda que diferentes líderes delvestir habían impuesto previamente.

Cuando una jovencita o una señora crea-tiva pero sin atributos de liderazgo diseña yusa su propio vestuario (sui generis), puedeconvertirse en una disidente y una transgre-sora de la moda aceptada y aceptable. Por estarazón se expone a ser motejada de “ridícula”,“estrafalaria” o “naca”. Pero si la innovadoraes una mujer a la que se le atribuye prestigio,estatus y credibilidad, su estilo personal seabre paso hasta imponerse, se convierte en unuso socialmente aceptado y valorado, es decir,se convierte en moda. Así surge una conven-ción social y con ella, una verdad social, unestilo con proyección y aceptación sociales.

En cada grupo suele haber —para bien opara mal— líderes que guían y orientan a losdemás miembros en las diversas áreas delconocimiento y de la conducta. Basta con queestas personas sean tenidas por informadas,prestigiosas o elegantes para que influyan ensus respectivos grupos. La mercadotecnia hautilizado hasta el cansancio la difusión de pro-ductos sobre la base del concepto de liderazgode opinión.

La influencia positiva o negativa del lide-razgo de opinión acerca de un grupo, sector osociedad dependen de las virtudes que se leatribuyen al líder. Hitler era un personaje aquien su pueblo confería credibilidad, genia-lidad e incuestionabilidad absoluta gracias asu carisma y a su ministro de propaganda. Yfue este hombre quien llevó a Alemania a laruina y a varios millones de personas al cam-po de exterminio. Muchos hemos visto lapelícula en la cual a míster Bean se le atri-buye erróneamente un gran conocimientosobre arte, con resultados verdaderamenteridículos.

Para cualquier partido político, la realidad

de un municipio o estado depende en granmedida, de lo que piensen y manifiesten suslíderes de opinión. Las percepciones indivi-duales de militantes y funcionarios son inter-pretadas a partir de lo que sus líderes —nonecesariamente sus dirigentes— opinan. Larealidad de la derecha no es la realidad delcentro ni la de la izquierda. Son realidadessimultáneas y diversas, de naturaleza consen-sual. Y cuando un grupo se fracciona, es por-que en el fondo estaba constituido por dosgrupos diferentes, con líderes, seguidores yverdades diferentes.

Es muy común que los funcionariosmunicipales, por su insuficiente conocimiento,prestigio o poder de convocatoria, requierande los servicios de líderes de opinión que lespermitan “vender su imagen” y a la vez, orga-nizar, difundir e implementar sus proyectosentre la población.

Como bien dice Michael de Certeau, larealidad social puede construirse de maneradeliberada y sistemática. Goebbels, el ministrode propaganda de la Alemania NacionalSocialista, sometió a la férula de la censuray de la propaganda a los medios masivos decomunicación. De esta manera, lo que losalemanes aceptaban y creían como verdaderoera únicamente lo que Goebbels decidía. EnMéxico hubo una época en la que todo loque informaba la televisión era incuestionable.Todos aceptábamos que la realidad era aquéllay solamente aquélla que nos daban a conocerlos medios masivos.

El hecho de conocer y opinar sobre lasverdades cotidianas por mediación de lasociedad parece ser un aspecto de la condi-ción humana. Por lo general, el ser humanodelega en los líderes de opinión la responsa-bilidad de sus propias certezas. Los pocoscuriosos o valientes que asumen la responsa-bilidad del conocimiento y del juicio directoy personal con independencia de su grupo oentorno social, son considerados místicos,rebeldes o locos. Así de simple. A

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—¿Me puedes prestar el teléfono? —me inte-rrumpió una voz femenina, con el dejo insu-frible de chica ibero.

—Siiii… —le respondí, sin quitar la vistade mi libro, con un deliberado gruñido, queevidenciara su impertinencia.

—Aaay, qué lindo, gracias… —y de reojola miré caminar hacia el escritorio de lasecretaria.

Tres cosas me incomodaron en ese mo-mento: el atrevido tuteo de una mocosa queni siquiera conocía, su irritante tonillo deniña boba y el que perturbara la paz de esaspreciosas horas de las ocho de la noche, enlas que, terminadas las clases, los profesoressolemos recogernos en nuestros cubículos aleer el periódico, preparar las clases del díasiguiente o simplemente, haraganear un poco—o un mucho, eso ya depende de cada quien—antes de ir a casa. “Para la otra, mejor meencierro”, pensé mientras me levantaba delsillón para cerrar la puerta de mi oficina. Volvía mi libro: ¡imposible concentrarme! La agudavocecilla implacable atravesaba las paredes devidrio y cartón del cubículo, de tal forma quetuve que zamparme, durante casi media hora,un precioso discurso que bien podría ilustrarel significado de la incoherencia. Yo no enten-día ni un ápice de lo que decía aquella mucha-cha: “…te lo dije güey, el güey se la bañó… ¡nogüey, no, no ese güey!, ese no es cabrón. Aaaycómo serás pendeja, güey, te digo del güey demate… sí güey, ese güey, güey… ¡no mamesgüey! ¿se lo dijiste? ¡no maaanchessss güey?¡Uta…! ¿y ora qué hacemos güey? ¡no chin-

gues güey?… nos van a coger… cabrona… ¿quéte dije!: el güey se la baña…”

Estuve tentado a salir de mi encierro, arre-batarle el teléfono a la chica, sacarla a empu-jones del lugar y lanzarla por las escaleras,asegurándome de que el impacto con el pisofuera tan contundente que en su vida —¿o sumuerte?— volviera a emitir jamás su chillonavoz. Pero deseché la idea, con sólo imaginarmelas funestas consecuencias para mi persona.Intenté luego taparme los oídos con mis manosy concentrarme en la lectura; pero ni era unaposición cómoda para el estudio, ni resolvíadel todo la cuestión: cada vez que tuvieranecesidad de voltear la hoja, habría estadoexpuesto a aquella tortura.

Debo confesar que soy un hombre prácti-co —aunque no lo parezca— y afecto a la solu-ción de problemas. Por lo tanto, como es micostumbre en estos menesteres, por principiode cuentas traté de calmarme. Reconocí enton-ces que mis estrategias preliminares resultabantan desesperadas y violentas como ineficientes,por no decir sangrientas. Con esfuerzo me se-rené: di cauce a una espesa lluvia de ideas, quehizo crecer en mi atribulado cerebro la hierbade mis pensamientos: y satisfecho, corté aquíalgo de pasto, allá algún helecho, acullá peque-ños hongos, con lo que formé un exquisitoracimo de tácticas de solución. Comencé porestablecer una hipótesis de trabajo: si yo noentendía a esa güey, digo, a la muchacha, noera porque ella fuera incomprensible, sino por-que hablaba distinto idioma que el mío. Deaquí brotó, como de manantial, un chorro de

RICARDO CORONADO VELASCO

Maestro en Ingeniería, maestroen Letras Modernas y candidato adoctor en Historia. Director delDepartamento de Ciencias FísicoMatemáticas de la UIA Torreón. Hapublicado, entre otros, Nocturnan-cia, Por las que van de arena, Los refu-gios de la memoria y Epistolario de unsueño.

Dos mundos diferentes…Ricardo Coronado Velasco

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preguntas: ¿Cuáles son las claves de su dialecto?¿Cuáles sus paradigmas, su visión del mundo?¿Qué estatutos estructuran su lenguaje, susintaxis? ¿Cuáles son los míos, que impedían lacomunicación y me daban la sensación de queella y yo pertenecíamos a mundos diferentes?

Yo ya había pasado por una experienciasimilar hacía algún tiempo. Esa vez me topécon que alguien había estado usando mi com-putadora en mi ausencia. Era mi hija, que enese momento había salido. Al regresar meencontró tratando de descifrar los geroglíficosque veía en el monitor.

—¿Qué es esto, hija?—Ahh, es que estoy chateando.—¿Chateando? ¿Con quién? ¿En qué

idioma?— Con mi amigo Micah, —ella pronuncia

Maica— de Corea. En inglés.—¿En ingleeess? ¿Algún inglés–coreano

desconocido?—No. En ingles, inglés.—¿Eso es inglés? Parece fenicio o sánscrito,

porque no se le entiende nada.—Ay papá, nada que ver, por eso mi mamá

te desafana —y me dirigió una mirada que nosupe interpretar si era de ternura o de infinitacompasión—.

Y no era para menos mi estupor. De ver-dad yo no entendía aquella jerga. Pero graciasa la buena relación que llevo con mi hija, ellaaccedió a explicármelo todo. Primero me costóentender que ella no era “ella” ni su amigoera su “amigo”: ella era Nice; y él, Dox_1. “Enel inter nadie es sí mismo”, me dijo, y yo mequedé en las mismas.

—Mira papá, esos se llaman nics: yo soynais y Micah, doxguiónbajouno.

—Ahh…—Ni Micah sabe cómo me llamo realmen-

te, ni yo estoy cien por ciento segura de que élse llame Micah.

—Ahh…Luego procedió a explicarme el galimatías.

Yo no sé si la traducción que me hizo pueda

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llamarse libre o libertina, pero en español,pasando por el inglés, rezaba más o menos así:

Dox_1: Hi (Hi!) [¡hola!]Nice: Hi (Hi!) [¡hola!]Dox_1: hru (how are you?) [¿cómo estás?]Nice: ftx (fine, thank you) [bien, gracias]Dox_1: oic (oh, I see) [oh, ya veo]Nice: me (I am eating) [estoy comiendo]Dox_1: weu (what are you eating?) [¿qué

estás comiendo?]Nice: md (my diner) [mi cena]Dox_1: 2l8 lol (it is to late! ja, ja, ja)

[¡pero es bastante tarde para ello! ja, ja, ja]Nice: y lol (yes, ja, ja, ja ) [Sí, ja, ja, ja ]Dox_1: then bbl (then I will be back

later) [entonces mejor regreso más tarde]Nice: np (no problem) [no hay problema,

no tienes que hacerlo]Dox_1: by tx (bye, thank you) [adiós,

gracias]Nice: yw (you are welcome) [de nada]

Sin duda esto nos parece ininteligible alos que fuimos jóvenes en los años sesenta,del siglo pasado. Lo manifiesta nuestras expre-siones “los jóvenes de ahora han perdido losvalores”, “los muchachos de hoy andan sinrumbo, sin saber a dónde dirigirse; no tieneninterés en nada”, “en la actualidad los chavosno saben lo que quieren”.

Sin embargo, caemos en el error que tantocriticamos —en su momento— a nuestros pa-dres: creer que los valores de los mayores sonla verdad absoluta, inmutable, irrefutable. Senos olvida que en esa interminable sucesiónde generaciones, cada una se apropia a sumodo de la herencia cultural de las anteriores;toma lo que le sirve y pone en la bolsa de losdeshechos históricos aquello que no va consu tiempo. Los viejos olvidamos que no hayvalores eternos y que muchos de los que colo-camos en el al santuario de nuestras vidasson, para los que nos suceden, inoperantes eincluso, algunos de ellos, inservibles.

Me gusta cómo Baltasar Gracián expresa

el asunto. Subraya la idea de que el mundo seforma de contrarios y se concierta de descon-ciertos: “No hay cosa —escribe— que no tengasu contrario con quien pelee, ya con victoria,ya con rendimiento, y todo es hacer y padecer;si hay acción, hay repasión”.

Y es verdad: a las viejas generaciones seoponen las nuevas; los generosos a los mez-quinos; a la sombra, la luz… El mundo seconserva y reproduce gracias a la convivenciaarmónica de los antagonismos. Acción yreacción, he aquí la clave. Estímulo y respuesta.Todo batalla con todo: los elementos, los malesy los bienes… los tiempos: a la antigüedad seopuso la edad media; a ésta, el renacimiento;la posmodernidad, a la modernidad. Acasoes este último contraste la polvareda que selevanta entre los jóvenes y los adultos de hoyen día, enturbiando la visión.

Después de todo, estamos convencidosde que la modernidad se ha agotado; dio de sílo que podía dar y se está colapsando. Somostestigos de la emergencia de un nuevo periodo.Hoy por hoy le llamamos posmodernidad,con la partícula “post” antepuesta a “moder-nidad”, que resalta su cualidad contestatariade ella. Presenciamos un tiempo en el que secuestiona la vigencia de todo lo prometidopor la modernidad.

¿Qué propuso la modernidad? Un nuevohombre, una nueva sociedad, el triunfo de larazón, la riqueza, la libertad y la justicia sobrela irracionalidad, la pobreza, la dominación yla arbitrariedad.

Hoy ya no estamos tan seguros de esasvirtudes. ¿Quién puede asegurar ahora que elser humano, con toda su racionalidad, es másimportante que la naturaleza? Los estragosecológicos delatan la irracionalidad del quese sintió heredero, dueño y señor del mundo.¿Qué su inteligencia le confiere al hombre unlugar privilegiado en el mundo? Acordémonosde aquella “lucha del hombre y la máquina”,en 1997: Deep Blue, la computadora creadapor IBM, ridiculizó las capacidades de aquél,

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derrotando al campeón de ajedrez de entonces,Gari Kasparov. ¿Qué la razón, la ciencia y latecnología crearían un mundo mejor? Bastarevisar la historia moderna de la humanidad:una larga cadena de guerras: las primera ysegunda mundiales, Corea, Vietnam, la Gue-rra Fría…, Irak… Por supuesto, nos acusan eldaño que los aerosoles y aires acondicionadoscausan a la atmósfera, los alimentos artificialesnocivos; Washington, Londres, Moscú… des-póticos; Nueva York, frívola e injusta; BuenosAires o Nueva Delhi, paupérrimas. ¿Progreso?¿Para quiénes?

El desencanto. El mundo, en especial losjóvenes, desilusionados, escépticos con respec-to a los ofrecimientos y augurios de la moder-nidad. “Los deseos de nuestra vida forman unacadena, cuyos eslabones son las esperanzas”,escribió Séneca alguna vez. Pero cuando sepierde la esperanza se rompe la cadena y nosinvade la angustia. La primera reacción es im-pugnar lo establecido. Impugnarlo con rabia.Aunque se corre de todos modos el riesgo deestancarse allí y no ser capaces de plantearnada a cambio (como lo hizo la generaciónde los sesenta, que se la pasó refutando a lasgeneraciones anteriores y posteriores a ella).Pero también se pude tener la fortaleza decontinuar al siguiente paso: la búsqueda deotros sentidos y valores que permitan la cons-trucción de un nuevo mundo. Este es el cami-no de la posmodernidad.

En otras palabras, la posmodernidad esla sensación de que tanto el mundo comonuestra percepción de él han cambiado.

La posmodernidad puede entenderse através de cuatro niveles, guiados por un mismohilo conductor: el cambio de época. Perollámese posmodernidad, posmodernización, pos-modernité o posmodernismo, a fin de cuentashablamos de un cambio que nos permiteproblematizar, criticar y proponer.

El cambio en el mundo se muestra envarios ámbitos. Por ejemplo, la definición defamilia. La familia nuclear ha dejado de ser la

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única célula reconocida de la sociedad, comola definían los positivistas: los límites tradicio-nales y los roles de los actores dentro de ellahan cambiado. Ahora aceptamos nuevasformas de relaciones dentro y fuera de ella:el padre o la madre solteros, los divorciados,la unión libre, el matrimonio entre homose-xuales… Otra muestra es el fenómeno de ladiáspora. La inmigración y la emigracióndesarraigan los límites entre lo propio y loajeno. Las fronteras han desaparecido conel internet. Éste y la movilidad propician laemergencia de terceras culturas, mezcla de lasexistentes: los jóvenes de todo el mundo vistenjeans, escuchan la misma música y las religionesorientales comienzan a ser una opción ennuestro país. Sin duda, ahora los contextossocioculturales son más flexibles y móviles:nuevos retos para entender a las personas.

Pero hay dos aspectos que tienen que vercon el cambio en la percepción del mundo ycon las dos anécdotas con que inicié mi ensa-yo. Por “cambio en la percepción del mundo”quiero decir la forma como los jóvenes lo expe-rimentan, lo viven, comparado con nosotros.

Una de ellas es la fragmentación de lasidentidades. A diferencia de otras épocas, enlas que una persona conservaba, en todo mo-mento y lugar, su esencia, su identidad, sunaturaleza —se era cortesano, herrero o súbditoen dondequiera—, en la posmodernidad eljoven es estudiante en la universidad, meseroen el McDonald’s, en el internet, musulmán,mujer, homosexual o cuatro personas a untiempo —identidades múltiples—.

La otra es la diferencia en los lenguajes,en las gramáticas. Los jóvenes hablan —esca-samente escriben— basados en una gramáticavisual; nosotros, en una escrita. Los jóveneshablan como si estuvieran viendo. Nosotros,en cambio, los que nacimos de los años cin-cuenta hacia atrás, hablamos como si escribié-ramos. Nuestra gramática pertenece más alámbito de lo escrito. Los profesores, sobretodo, nos expresamos como si leyéramos o

escribiéramos. Es natural. Ellos nacieron, seamamantaron y han crecido con la televisión,la cinematografía, el video, el nintendo y,principalmente, con el internet. La imagen esel medio; pero “el medio es el mensaje”, rezanlos comunicólogos.

Los jóvenes marchan irreparablemente“hacia la visualización total de la realidad, ‘lacivilización de la imagen’”, escribe José MaríaMardones en su espléndido ensayo La vida delsímbolo.

Pero hay un riesgo en ello. Los jóveneshan reemplazado la imagen por el símbolo.El símbolo es la forma de conocimiento conel que nos acercamos a esa realidad invisible,intangible, pero necesarísima para el hombre,que lo ubica en los terrenos del mito, de lareligión, de la fantasía. El símbolo enriquecenuestra realidad dándole dimensiones grati-ficantes y hasta saludables. La imagen, encambio, es reduccionista, empobrecedora. Elmundo es como es, y nada más. El problemade “visualizar” la realidad, es que la imagen esfácilmente manipulable. Facilita la alienación.Mardones advierte el peligro: “Vivimos unasituación paradójica: cuanto más crece elimperio de la imagen en nuestra sociedad ycultura tanto más se adelgaza la presencia delsímbolo.”

Si bien pareciera que la realidad se virtua-liza, tampoco nos toca a los viejos “enderezar-les” el mundo a los jóvenes. Porque ése es elque les hemos dejado, lo hemos construidopara ellos. Toca a las nuevas generacionesapropiárselo. Es decir, aprender a ser huma-nos en ese mundo. ¿Qué tipo de humanos?Quién sabe: pero seguramente el humanoque ellos decidan ser y puedan construir consus propios valores, esperanzas y cosmovisión.

No es, pues, que los jóvenes sean inacce-sibles, sin valores, desorientados, indigentesculturales; más bien es que ellos y nosotros,“sus mayores”, vivimos ya dos mundosdiferentes.

Y hasta aquí, lector. A

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La guerra es una de esas situaciones límite(K. Jaspers) que tienen la virtud de mostrarlo mejor y lo peor del ser humano. En mediode la barbarie que supone toda guerra, aúnlas tecnológicamente limpias, aparecen sín-tomas esperanzadores que indican la cons-trucción de una conciencia moral antibelicista.Sin duda es una buena noticia en medio dela aparente importancia de la reflexión y elpensar ético en nuestros días.

Lo primero que ha evidenciado esta guerrade Irak es la todavía impotencia de la razónante la lógica de la fuerza. Lo que el imperioamericano ha llevado a cabo no es diferente,dirán los historiadores, de lo que las potenciascoloniales europeas hicieron a finales del sigloXIX en África. Sencillamente impusieron lalógica del poder cuasi omnipotente: podían,ergo se hacía. Una suerte de sacralización delpoder desnudo que se buscará legalizar, luego,en un segundo o tercer momento, medianteel derecho positivo. Un intento legitimador através del derecho y la ley de los vencedores,claro. La razón occidental, presuntamenteilustrada, cuando se mira desde la cercaníade los hechos y las prácticas políticas, aparecemuy mezclada, cuando no al servicio delpoder. La famosa “dialéctica de la ilustración”es una expresión incluso débil de la imbrica-ción de la razón con el poder.

Al fondo de esta relación laten motiva-ciones que se revisten con ropajes mesiánico–

religiosos. Ayer, de la misión de Europa enotros continentes “paganos”, hoy de unavisión hecha de sensibilidad apocalíptica yde la tradicional “luz sobre el monte”, referi-da a Estados Unidos, que encuentra granresonancia en grupos evangélicos norteame-ricanos cercanos al presidente G. Bush y susconsejeros (G. Jackson), y al proyecto de rede-finir la situación mundial del momento.

Al final, podemos concluir que la declara-ción de esta guerra preventiva sigue estrecha-mente la lógica de la razón mediatizada porel poder de tan larga duración histórica y tanvisible en la época moderna. Bush, Aznar yBlair no ofrecen más que la continuidad deuna “vieja” y peligrosa conciencia decimonó-nica de la imposición imperialista de la razónde la fuerza. Incluso es revelador que hayanprescindido del aval “legalizador” de lasNaciones Unidas.

Pero asistimos a un cambio de concienciaexpresada —con todas las ambigüedades quese quieran— en medio de las manifestaciónde oposición y rechazo a esta guerra. Cuandose escuchan las razones esgrimidas, más alláde las discusiones por la invocada resolución1441 de la ONU, nos encontramos con unacoincidencia que llama la atención: en elfondo se apela a las víctimas de esta guerrapara deslegitimarla. Tanto políticos comomanifestantes, al final, recurren a la interpe-lación que procede de las víctimas como im-

José María Mardones

Una concienciaque se abre paso

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perativo moral que declara injusta la guerra.Una sola víctima, se diría en el límite (T. W.Adorno), bastaría para evidenciar el carácterinhumano y bárbaro de la guerra como solu-ción. La razón (práctica) humana y la compa-sión, elevan un grito y una exigencia de huma-nidad que descalifica la guerra, la liquidacióndel otro y la producción de víctimas inocen-tes, como medio al momento de solucionarlos problemas. Más allá de Sadam Hussein,de su buena o mala voluntad de plegarse a lasexigencias de la ONU, advertimos que se abrecamino una conciencia que ya no acepta laguerra como mediación humana.

Como la educación moral, el pensamientofilosófico tiene aquí un tema que estimula sutarea. Hay algo así como un aprendizaje moral alo largo de la historia, el cual proclamó I. Kant.¿Hay saltos cualitativos de paradigma moral, queya no se olvidan como afirma J. Habermas? ¿Nosencontramos realmente ante un “salto” moral oelevación general de la conciencia moral?

A esta situación no se ha llegado porquesí, mediante un mero discurrir evolutivo. Laterrible historia del siglo XX tiene mucho quever. La historia de dolor y de genocidio de estesiglo pasado es un poderoso acicate. “La me-moria de las víctimas” interpela desde su silen-cio que clama por una respuesta humana parasu destino. Esta conciencia moral se apoya so-bre montañas de cadáveres. Desde este ingentedolor humano parece que algunas gotas de

sufrimiento han horadado la frialdad de larazón y del concepto. Llámese experiencia decontraste o dialéctica, la razón humana se movi-liza para hacer justicia a la demanda que surgede ese “hecho” traumático. Aparece una razóncompasiva. Se desvela que lo que nos une ra-dicalmente a los humanos es la contingenciay el sufrimiento (M. Horkheimer). De ahí queuna razón humana tiene que ser solidariamentecompasiva. Esta nueva conciencia racional ymoral se está abriendo camino. Una concien-cia todavía débil y frágil que exige apoyo y cui-dado, pero que ya está en la calle.

El pensamiento moral de este último sigloha conocido una creatividad que podemosjuzgar de llamativa y ha tratado de respondertambién a ese clamor. Tanto la vía kantianade la universalidad que apela al olvido de lacondición humana (el “I’m a human being”,esgrimido por Luther King y el movimientode los derechos civiles), como su correctoradel olvido del ser humano individual y concre-to (W. Benjamin y los posmodernos), así comola corriente dialógica, desde Rosenzweig aLevinas, recurriendo a la interpelación delotro, de la víctima, están —en forma de nuevosmovimientos sociales y revueltas, rebeldía einconformismos— en el corazón de esta nuevaconciencia que pugna por abrirse camino.

¿Será una prueba de que allí donde creceel peligro crece también la posibilidad de lasalvación? A

JOSÉ MARÍA MARDONES

Doctor en sociología y teología.Estudió en Deusto, Bilbao yTübingen, Alemania. Investigadoren el Instituto de Filosofía delConsejo Superior de Investigacio-nes Científicas de Madrid, España.Es autor de diversas publicaciones,numerosos artículos, conferenciasy otras colaboraciones. Su atenciónse centra en el análisis socioculturaly su confrontación con la fe cristia-na. Sus últimas publicaciones hanabordado el pensamiento filosóficoy religioso de la actualidad.

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“Tarde que temprano, la vida nos alcanzaa todos”—me dijo hace unos días un buenamigo—. Tarde que temprano... demasiadotemprano algunas veces diría yo. No conozcotodavía a un ser humano común y corriente,al cual le guste sufrir gratuitamente, todavíano he conocido a nadie cuya estructura depersonalidad busque el dolor para sentir dolor.

Es verdad, que existen muchas personasque poseen una estructura de personalidaddepresiva y que con ella, buscan incesante-mente el drama, el dolor, la muerte. Algunossujetos con una marcada estructura melancó-lica, muy probablemente querrán evitar eldolor provocándose males mayores, como lasadicciones, la incapacidad para mantenerrelaciones afectivas fuertes y duraderas, elautosabotaje laboral y la acumulación de tareasinconclusas y asignaturas pendientes, entreotras. No obstante, la mujer y el hombrecomún viven para la búsqueda de la felicidady persiguen el eros vivificante antes que elpathos y el thanatos ... Pero la vida tiene siem-pre para nosotros una caja llena de sorpresasy un camino impredecible, mismo que indu-dablemente está lleno de momentos de enor-me intensidad, tanto en el gozo como en elsufrimiento.

Uno de los signos característicos de latransmodernidad (término morineano), está

centrado justamente en nuestra férrea volun-tad de evadir el sufrimiento, en nuestra bús-queda desesperada del placer que mitigue laangustia predadora ante el inminente misteriode la muerte, ante el dolor, ante la agonía,ante el sufrimiento y el dolor inmerecidos,porque nadie, absolutamente nadie merecevivir mal... y mucho menos merece morirmal. Ante la presencia del dolor, los sereshumanos huyen despavoridos y aterrorizadoscomo quien huye de un bombardeo, y buscanrefugio ahí donde les es posible; todos luchanpor escapar de la sombra amenazante delsufrimiento, especialmente de ese sufrimientolento, permanente, inseparable y misterioso,penar eterno en tanto que no tiene tiempopreciso y resulta imposible de programar yplanear en esta época en la que todo debeestar perfectamente planeado, controlado,organizado a corto, mediano y largo plazo...todo tiene que estar previsto, para que “unavez que la persona se sienta segura”, la vidacontinúe en la búsqueda incesante del gozo,del placer que le permita olvidar por uninstante siquiera el peso de su fragilidad, lainevitable aceptación de su vulnerabilidad:su finitud.

Las décadas comprendidas entre los cua-renta y los cincuenta años, marcan un hitodefinitivo en la vida de las personas, entonces,

La vida no deja espacio para vivirlaen su expresión

Leonor Paulina Domínguez Valdés

LEONOR PAULINA

DOMÍNGUEZ VALDÉS

Profesora de tiempo e investigadoraen el Departamento de Humani-dades de la UIA Torreón.

light

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la vida se atesora y se cuida como un tesoroque se cela, las fuerzas se conservan para me-jores momentos y ya la energía no se dispersani se dilapida absurdamente... aunque al mis-mo tiempo, todo adquiere una justa medidaen el absurdo de la vida. El deseo de vivir sevuelve mucho más intenso y el “ser” de lapersona se solidifica , el rostro y el cuerpoempiezan a mostrar las huellas que ha dejadola patina del tiempo, aunque como me dijoun viejo amigo, “Nunca un hombre o unamujer son guapos y elegantes antes de loscuarenta años”. Pero a pesar de la elegancia,la experiencia que dejó en el paladar el sabora acíbar y hiel se han amalgamado con lasdelicias de la miel tibia y dorada que escurríadel colmenar de las torres de marfil de lasonrisa adolescente.

Buscamos incesantemente la vida en light,pero no existe. La vida es más bien strong. Perola paradoja humana es sencillamente incom-prensible, porque mientras más hard, másstrong, más heavy es la vida, la mujer–hombrese abraza más a ella en ese intento abarcador,en esa búsqueda ilimitada y correcta: atinadade perfección que conduce al “Ser” hacia labúsqueda del Eterno Perfecto, del Absoluto,del que todo lo hizo bien.

Verano de 2002

A

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Parece ser que vincular la docencia con lainvestigación es una buena estrategia paramejorar la calidad de la educación, porqueel docente, al hacer investigación o, al menos,uso de la investigación, estaría en mejorescondiciones de brindar una educación de“mejor calidad”.

Algunos autores han hallado que estapropuesta está relacionada con la idea demejorar la imagen social y profesional de ladocencia: es un hecho que socialmente, ytambién académicamente, la actividad de lainvestigación y por consiguiente, los investi-gadores, gozan de un mayor prestigio y reco-nocimiento, que quienes sólo se desarrollanen la actividad docente.1

Ya mucho se ha escrito sobre la imagensocial del profesor y su situación económica ysocial. No es gratuito el dicho que mencionaque... “se pasa más hambre que la de un maes-tro de escuela” para ilustrar algunas situacionesde pobreza. Parece ser más fácil reconceptua-lizar la docencia, que incrementar los salariosdel gremio.

Dentro de las tareas que realiza el profesor,existen algunas que deben considerarse comouna forma de investigación, por ejemplo, haceracopio de material bibliográfico, seleccionar

y sistematizar los contenidos temáticos, asícomo las líneas de trabajo, lo que debe reali-zarse mediante la reflexión y el análisis de lasnecesidades de formación científica y profe-sional de los estudiantes.

Desde otra óptica se plantea que esta“desvalorización” del profesor y la sobrevalo-ración del investigador se debe a que no se hadocumentado la producción de conocimientosde los maestros y a la idea de considerar lainvestigación como la única vía válida paraproducir nuevos conocimientos y contribuiral desarrollo de la pedagogía. La práctica coti-diana del docente también es productora desaberes y en la medida en que se avance enel reconocimiento de esos saberes será posi-ble también la desmitificación de la investiga-ción como único medio para producir cono-cimientos.2

Debemos considerar que vincular ladocencia con la investigación puede ser con-veniente porque no existe presupuesto parapagar a investigadores, ya que el gasto nacio-nal en esta área educativa es el equivalentea uno al millar del gasto federal de destinadoa la educación, o sea, el 0.00001 % del totaldel presupuesto para este rubro.3

En este sentido, la propuesta de vincular

ANA MARÍA URDAPILLETA MEZA

Egresada del Colegio de Pedagogíade la UNAM. Candidata a maestraen Psicopedagogía. Profesora enel Departamento de Humanidadesy el área de Integración de la UIA

Torreón.

Ana María Urdapilleta Meza

La vinculacióndocencia–investigación

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la docencia y la investigación podría estar ope-rando la lógica de que “si no hay presupuestopara formar y contratar investigadores (siendofundamental la actividad investigativa) estalabor debe ser realizada por los docentes yacontratados; en consecuencia, éstos últimosserán ahora docentes–investigadores”.4

Esta propuesta también puede estar res-pondiendo a una necesidad de profesionalizara los docentes que fueron “improvisados”como tales por la carencia de profesores parael nivel de licenciatura, por lo que el egresadotuvo que ser incorporado rápidamente a lastareas educativas, en su gran mayoría, los nue-vos profesores llegaron a serlo sin experienciaprofesional en su campo, pues pasaron direc-tamente de la condición de alumnos a la detrabajadores académicos, carentes de una for-mación pedagógica sólida, o en todo caso,mediada por su paso por el sistema escolar, loque eventualmente ha dado como resultadola mera reproducción de lo aprendido de susmaestros.

Esta falta de formación profesional de losprofesores posiblemente no sólo está unida alproblema de la baja calidad de la educación,sino que también implica la necesaria y urgen-te profesionalización, lo que obviamente ha

de contar con estrategias que permitan quese dé este proceso de formación sin que eldocente abandone su centro de trabajo, loque facilitaría la propuesta de que investigueacerca de su materia, para lo cual ha de hacerobservaciones, análisis y propuestas de mejo-ramiento de sus clases. Así, trabajando y ana-lizando su trabajo, el maestro no sólo realizasu función, sino que a la vez se capacita yactualiza para la misma tarea.

En este sentido, la vinculación de ladocencia con la investigación implica másbien una vinculación de la investigación conlos procesos de formación o autoformaciónde los profesores, de lo que resultarían inves-tigadores como docentes, posibilitando reali-zar un tipo de investigación exclusivamentedestinada a la tarea educativa y por otro lado,que al mismo tiempo el investigador realizaraun trabajo docente.

Veamos estas dos propuestas más deteni-damente:5

a. La investigación para la docencia. Puedeentenderse como realizar investigaciones acer-ca del quehacer docente o sobre los métodosy contenidos de la enseñanza. Es decir, estapropuesta se entiende como un tipo de inves-tigación en donde el objeto de estudio es la

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docencia o los elementos que tienen que vercon ella o la facilitan.

Con dicha orientación, esta opción bus-caría que los productos de la investigacióntengan alguna utilidad práctica para los maes-tros, en la medida en que les brindarían cono-cimientos de aplicación directa a su función,ya sea en referencia a los métodos y contenidosde la enseñanza o en relación con los saberespropios del quehacer docente.

Los productos de estas investigaciones, alser recibidos por los profesores, aumentaríansu caudal de conocimientos y les permitiríantener un mayor número de herramientas con-ceptuales propicias a la reflexión y la acciónilustrada, para resolver los problemas conti-nuos y cotidianos que están constituyendo suprofesión.

b. El investigador como docente. Se podríapensar que los investigadores impartieran

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algunos cursos relacionados con las áreas demetodología o seminario de tesis, e inclusive,que impartieran cursos sobre los temas que seencuentran investigando.

Esta idea se fundamenta en que el inves-tigador como docente impartiría conocimien-tos de actualidad y acercaría a los alumnos alos métodos, técnicas y actitudes deindagación, disciplina y rigurosidad propiosde la investi-gación.

Esta propuesta encuentra el límite tantoen los contenidos previstos para cada una delas materias de los planes de estudios, comoen la misma capacidad didáctica del investi-gador. Además, habría que precisar en quéniveles de educación es factible establecerla.6

BIBLIOGRAFÍA

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1Arredondo, et. al., “Vinculación docencia–investiga-ción”, p. 23.2Amparo Ruiz, “La docencia y la investigación en cien-cias sociales”, p. 22.3Arredondo, et al., “La investigación educativa enMéxico. Un campo científico en proceso de constitu-ción”, p. 10.4Barabtarlo Anita, “Propuesta didáctica para la forma-ción de profesores en investigación educativa: métodode la investigación–acción”.5Stenhause L., “El profesor como investigador”.6“... en la docencia en forma de investigación, se le exigeal profesor que sea fundamentalmente investigador desu práctica docente”, Profirió Morán, “Problemáticade la vinculación docencia–investigación en el procesoenseñanza–aprendizaje”, p. 16.

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En la historia del siglo XX acaso no hay unartista más emblemático que Pablo Diego JoséFrancisco de Paula Juan Nepomuceno Maríade los Remedios Cipriano de la Santísima Tri-nidad Ruiz y Picasso. Se puede afirmar —sinmiedo a incurrir en hipérboles descabelladas—que el pintor malagueño sintetiza mejor queningún otro los afanes y los logros del artecontemporáneo. Si el arco de su vida —abiertoen 1881 y cerrado hace treinta años, en 1973—cubre la mayor parte de la pasada centuria, elarco de su obra representa cabalmente, y congenial esplendidez, la “estrategia lingüísticaglobalizadora”, la nueva gramática global dela que nos habla Subirats.

Proponer a Picasso como el summum delarte moderno es demasiado simplista, cierta-mente, pero es por medio de esas síntesis comoestablece sus primeras coordenadas el estudiode las corrientes estéticas. ¿Hay un autor másparadigmático que Góngora para compendiarel barroco literario español? ¿Hay un realizadormás significativo que Buñuel para perfilar alcine surrealista? ¿Alguien puede competir con-tra Hugo si queremos resaltar a la figura más

sobresaliente del romanticismo francés? Lavida y la obra de Picasso son, entonces, sumay espejo de modernidad, ruta indispensablepara acceder al conocimiento de la actitudcreativa asumida por los artistas del XX.

Si el autor del Guernica es eso, entoncespodemos repensar su propuesta como clave.Para comprender a Picasso, y al mismo tiempolas nociones básicas del arte vigesimista, sepuede observar la secuencia de sus obras;puesto que se trata de un pintor, hacer esoes lo más indicado. Pero hay otra puerta deacceso, siquiera una rendija, a Pablo Ruiz: laque se nos abre tras la lectura de sus declara-ciones. En ellas está condensada la visión dePicasso y es posible convertirlas en un decálo-go que abraza —a veces ceñidamente y a vecesno tanto— a buena parte de los protagonistasdel arte moderno. Tal es el propósito de esteacercamiento: espigar las palabras del mala-gueño y convertirlas casi en tabla mosaica dequienes renovaron y dieron vida a la pinturadel siglo recién ido.

En Picasso, poemas y declaraciones (Darroy Genil, México, 1944), nuestro artista vuelca

JAIME MUÑOZ VARGAS

Licenciado en Ciencias de la Infor-mación y candidato a maestro enHistoria. Investigador en el Archi-vo Juan Agustín de Espinoza, sj, ycoordinador del taller literario dela UIA Torreón. Ha publicado entreotros, El augurio de la lumbre, Palpitode la sierra Tarahumara y El principiodel terror; obtuvo el premio nacionalde novela “Jorge Ibarguengoitia”con Fervor de santa Teresa.

A treinta años de su muerte

Jaime Muñoz Vargas

Picasso:un decaloguista del arte moderno

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una serie de opiniones que acusan un sentidoconglobador, sintético. Habla de su experien-cia personal, en efecto, pero dicha experienciairradia su luz hacia múltiples destinos y pareceque está hablando, con o sin permiso, por latribu entera, por Gris, por Braque, por Mon-drian, por Grosz, por tantos otros. He aquí,mirada a vuelatecla, una tentativa de decálogopicasseano:

1. No buscar, sino encontrar. Se oponeaquí a la cristalización del arte por medio depesquisas deliberadas o de investigación. ParaPicasso, la búsqueda no es nada en sí misma,pues cualquiera puede tener esa voluntad. Eléxito del arte, entonces, radica no en la explo-ración, sino en el hallazgo de las nuevas rutasde navegación. “Lo que cuenta es lo que sehace y no lo que se tenía la intención dehacer”, dice.

2. El artista miente, pero dice la verdad.Picasso entiende la palabra arte como fingi-miento, como mentira o subjetivación de loreal. Éste es uno de los puntos caros a la retó-rica del artista contemporáneo, pues gravita,llevado a sus consecuencias últimas, en el re-sultado del arte moderno: la abstracción dela realidad, la demolición del modelo común-mente llamado figurativo. “Me gustaría sabersi alguien ha visto una obra de arte natural”,señala con ironía. Por supuesto que no, nadiela ha visto, dado que la naturaleza es natura-leza y el arte es arte. De allí parte, pues, lanoción del producto artístico como mentira,una mentira que en sus pliegues esconde elrostro de la verdad.

3. El arte no evoluciona. Picasso contradiceradicalmente la idea de evolución artística.“Para mí no hay en el arte ni pasado ni futuro.Si una obra de arte no puede vivir siempre enel presente no se la debe tomar en considera-ción”. Contrapone a la idea de evolución lade realización. Dependiendo de cada época,de cada caldo de cultivo, el arte producidoqueda peor o mejor realizado, y de allí sueternización, su perdurable presentismo. “Si

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se pudiera expresar gráficamente la historiadel arte como en una tabla de las que usanlas enfermeras para anotar los cambios detemperatura del enfermo, se vería el mismoperfil montañoso, prueba de que en el arteno hay progreso ascendente, sino alzas y bajasque pueden ocurrir en cualquier momento.Lo mismo sucede con la obra del artistaindividual”.

4. La pintura es, indefectiblemente, dibujo,composición y color. Moderna o antigua, lapintura es dibujo, composición y color. Enel caso del cubismo, como en el de cualquierotra escuela, observa Picasso, se han usadoesos elementos pero con diferentes temas,“pues hemos introducido (...) objetos y formasenteramente ignorados. Hemos abierto lamente a lo que nos rodea”.

5. El arte se construye con caprichos. Lacristalización de una obra de arte no dependede la preconcepción sino del capricho. Termi-nar un cuadro, pues, es una sorpresa, una ines-perada revelación. “Un cuadro no se proyectani se decide de antemano. Al hacerse, va cam-biando a la par que nuestras ideas. Y cuandose termina sigue cambiando según el estadode ánimo del que lo mire”.

6. El arte abstracto no existe. La abstracciónpura es imposible, dado que el punto de par-tida siempre será un referente que, trabajadopor la mano del artista en un proceso de su-presión–adición de elementos que borren larealidad, dejará de todos modos una huellade lo que fue al comienzo. “No existe el arteabstracto. Hay que comenzar siempre con algoy después se pueden quitar todas las huellasde realidad. Entonces ya no hay peligro, por-que la idea del objeto habrá dejado una marcaindeleble”.

7. La pintura está hecha de figuras. ParaPicasso no hay arte “figurativo” ni arte “nofigurativo”, pues toda la pintura se crea configuras. Una persona, un árbol, es una figuratanto como lo pueden ser un círculo y untriángulo. Cuando una figura ha perdido su

nexo con el referente lo único que hace esabreviar el camino hacia su impresión en lamente.

8. Todo objeto es materia del arte. No exis-ten objetos de primera ni objetos de segunda.Todo, absolutamente todo entra o debe entraren el arte con el mismo valor: el cielo, latierra, un pedazo de papel, una telaraña; logrande y lo pequeño, todo puede ser motivodel arte.

9. No existe entrenamiento académico parala belleza. El arte no se rige por un canon debelleza, sino por lo que el instinto y el cerebroson capaces de trazar.

10. El arte no se comprende. El valor delarte no radica en la comprensión, sino en laemoción inexplicable que produce. “Todo elmundo quiere comprender el arte. ¿Por quéno tratan de comprender el canto de unpájaro? ¿Por qué amamos la noche, las floresy todo lo que nos rodea sin tratar de compren-derlo? Pero si se trata de un cuadro, todostienen que comprender”.

He allí, sucintamente expuesto, un decá-logo del arte moderno, con todo lo que tengade incompleto y perfectible. Con respecto dedicho decálogo se podrán destacar, insistimos,coincidencias o disidencias de un cuadro aotro, de un pintor a otro, y como ejemplode esa síntesis picasseana podemos tomarun cuadro de Juan Gris (Le taureangeau, porejemplo) para verificar que le son aplicablestodas o casi todas las ideas del pintor andaluz.En lo que sí podemos estar totalmente deacuerdo es en que el genio de Picasso compren-dió la esencia del nuevo arte y por ello desató,como bien sabemos, la revolución pictóricamás importante de los tiempos modernos.

A treinta años de su muerte (Mougins,Francia, 18 de abril de 1973) el pintor mala-gueño sigue tan vivo, que cuando uno recorresus obras emana la impresión (releamos elpunto tres del hipotético decálogo) de quecada día pinta mejor. A

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SINOPSIS

El día de la muerte de Antonia marca el inicioy el final de esta película. Con alternancia denarración en off y diálogo, Antonia evoca lavida de su dinastía, cinco generaciones demujeres encabezadas por ella misma, en elmarco de una comunidad rural. Los ciclos dela naturaleza se suceden, los tiempos cambiany los nacimientos y las muertes son vistos conauténtica naturalidad (Isabel Jaime).

EL PRESENTE COMO POSTRIMERÍA (LA REALIDAD

ÚLTIMA Y DEFINITIVA ES LA PROMESA DEL HOY)La película inicia en las postrimerías de unavida, la de Antonia: “Ese día, antes que salierael sol, Antonia supo que su fin estaba cerca.Que ese era su último día”. Así que nuestraprotagonista dispone de su final: “llamaría asus seres queridos alrededor de su cama, lesanunciaría su muerte inminente, cerraría los

ojos y moriría”. Su destino inmediato al finestaba presente: “Bass, el granjero, le haría unataúd; Olga, la rusa, se encargaría del funeral”.

La película inicia con un final sereno, sinfingimientos ni dramas, que remata con unamaravillosa glosa a W. Benjamín: “no habíanada de qué arrepentirse”. Según Benjamín,en eso consiste la felicidad: en percibirse a símismo sin vergüenza.1 ¿Por qué Antonia notenía nada de qué avergonzarse? ¿Por quémoría en paz? Con esta frase en voz de la narra-dora y Antonia mirando a través de la ventanade su habitación, la directora de la películanos responderá con una historia, con el argu-mento de una vida que no se agota en sí, sinoque se prolonga en tres generaciones de muje-res y en una familia con vínculos plenos dehumanidad, no sólo por lazos de sangre.

De esta manera Marleen Gorris nos remi-te a la historia como respuesta a lo postrimero;

Memorias de Antonia*:un análisis desde la escatología cristiana

Marco Antonio Bran Flores, sj

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de cara a la pregunta por lo último y definiti-vo que conlleva todo final pone el argumentode una vida.2 Con ello parecería decirnos: lodefinitivo de una vida es su argumento, loimportante del futuro está en el presente, laconsumación de una vida radica en que “nohaya nada de qué arrepentirse”. El último díamarca un inicio: el de la vida de Antonia.

CIELO E INFIERNO COMO RECREACIÓN TEMPORAL

DE LA FAMILIA HUMANA

Si lo definitivo radica en la historia y su acon-tecer, cielo e infierno dejan impresa su huellaen cada momento del devenir humano. Noes que adquieran formas temporales, el tiempoes su ropaje habitual sin que ello mengue sudefinitividad. Cielo e infierno qua realidadescotidianas no irrumpen en la vida de los hom-bres, son los hilos de la trama que anudan eltejido vital de la existencia.

“Entonces, ¿no existe el cielo?” Despuésde una serie de muertes, Sarah interroga a suabuela mientras cabalgan sobre el percherónde ésta última. “Este baile es el único que bai-lamos. Nada muere del todo, siempre surgealgo nuevo: la vida quiere vivir”, con estarespuesta se abre una temática nodal en elfilme que será rematado a renglón seguidoen el guión por una segunda pregunta de lapequeña Sarah, que nos proporcionará laclave del talante de la película. “¿No es terribleque nada exista?” “Por eso existe demasiado.La vida prevalece”, responde Antonia. Comopodemos apreciar, no hay una respuesta di-recta sobre el cielo si por él entendemos un“más allá”. De lo único que sabemos es del“más acá”. Es por esto que en la película elcielo remite a la belleza de la vida —aquellaescena donde Antonia lanza al viento lassemillas mientras siembra—, a la alegría del

Marco Antonio Bran Flores, sjLicenciado en Filosofía por la UIA

ciudad de México, en Filosofía yCiencias Sociales por el InstitutoLibre de Filosofía y Ciencias y enCiencias Teológicas. Actualmentedesempeña el cargo de rector delInstituto Cultural Tampico.

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baile —como el que cierra el último banque-te—, al gozo de sentarse a la mesa —aquél gestonatural y desenfadado con que Antonia invitaa Letta a pasar a la mesa luego de la apariciónde ésta en el portal, en estado avanzado degravidez, con un hijo en cada mano—.

El cielo apunta a la paciente espera del“milagro de la muerte”, a la adecuación alpropio ser —la relación amorosa de Antoniacon el granjero Bass—, a la libertad que seasume a sí misma de manera creativa en elhecho de compartir y abrirse a otros paradejarse contaminar por el Otro —el incidentecon el párroco del pueblo—. El cielo implicala capacidad de indignarse, de reintegrar yconsolar —como a Labios Locos y a Dedeé—.En una palabra: el cielo indica el arte de sabervivir, porque, en medio de las dificultades, lavida también es el cielo.

Destaquemos que la película no afirmael cielo sino por vivencias. Y lo hace en lamedida que la unidad, la fiesta, el banquete,la alegría y el gozo del encuentro dan sentidoal modo como cada uno de los personajesenfrenta su presente. Se celebran la gratitudy la plenitud en el amor no para que los per-sonajes aspiren a un cielo postergado siemprepara mañana, sino porque esos momentosluminosos (los cielos) alientan sus vidas. Y esque en lo fundamental el cielo no es un esta-do —estar en Venecia, París o Maniatan—, elcielo es estar con alguien.3

“El mundo es un infierno poblado dealmas y demonios atormentados”, le confiesaDedo Torcido a Therese. Lastimado por laguerra, se ha recluido en la penumbra. Y antelo irracional de la brutalidad, sucumbe en supretensión por comprender: “No pensar dema-siado. Ya no quiero pensar”, termina su cartapóstuma antes del suicidio. Therese, quientambién ha sido víctima del demonio, encon-trará su salvación en la “perfecta unión entrelas matemáticas y la música”. Por su parte,Pette (el que es piedra, por contraposición alque no es de carne) es el personaje emblemá-

tico de los “demonios atormentados”: maltra-ta, golpea y abusa sexualmente de Dedeé, suhermana. “Es el demonio”, le dice Daniellea Lara cuando sorpresivamente lo encuentrafuera del supermercado. Morirá como havivido, de una manera violenta. Fruto de lamezquindad con que ha regresado a reclamarla herencia de su padre muerto, maldito luegode haber violado a Therese, la nieta de Anto-nia, encontrará su fin en manos de Janne, supropio hermano. El infierno, por contraposi-ción al cielo, apunta a la muerte como frutode la violencia entre los hombres. Indica lafrustración definitiva de una vida, de la histo-ria como posibilidad abierta. Muestra que lalibertad humana es capaz de destrucción total.En Memorias de Antonia el infierno remitesimbólicamente a aquellos que observan elbaile de la vida sin atreverse a participar enél, o a tomar asiento en la mesa.

En la cinta las estaciones de la naturalezahacen acto de presencia en ciclos aparentesque, sin embargo, nos enseñan que el tiempono es circular —como podría sugerirlo el hechode iniciar por el final—, ni lineal —como loexigiría la narración de una vida por sus etapasbiológicas—, ni siquiera dialéctico, en sentidohegeliano. En Memorias de Antonia el tiempo,en su sentido y estructura, es discontinuo; surasgo más llamativo es el derribamiento delmuro que separa presente y futuro: es antici-pación presente del futuro; o bien, es futurocomo consumación del presente.4 Esta con-cepción responde al modelo heracliano deparadojas coexistentes que se explican mutua-mente. Si observamos con atención se tratade la experiencia del presente y del futurocomo don. De lo trascendente como promesay a la vez como presente. Por eso en la tramade la película el tiempo no diluye las experien-cias de la vida: “En esto el viejo refrán se equi-voca. El tiempo no borra las heridas, sólo em-paña los recuerdos”. Entrelíneas, la directoraparece decir: porque somos libres, el cúlmende la creación puede ser el cielo o el infierno.5

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En la vida de Antonia la textura del cruceentre tiempo y libertad queda significada enla mesa. En cinco ocasiones se recurre a esteprodigioso símbolo para concentrar en él lavida del personaje principal. En franca acogidareivindicatoria sienta a su mesa a los extranje-ros (Bass, el granjero y Olga, la rusa), compartelo que posee y lo que es con los discapacitados(Labios Locos y Dedeé), sonríe e invita a lamesa a las madres solteras (Letta), regeneracon el alimento de su persona a las víctimasde violación y abuso (Dedeé y Therese) y bro-mea con los clérigos que “cuelgan la sotana”...En la mesa Antonia recrea la plenitud de lafamilia humana.

LIBERTAD HUMANA Y DESTINO

Memorias de Antonia se aleja definitivamentede cualquier planteamiento maniqueo. Enella el debate fundamental no se da entre lavida y la muerte, sino entre la vida y el mal.Vida y Muerte pertenecen tanto a la esferade Dios —de la omnipresencia y el milagro—,como a la esfera de lo humano —de la libertady sus consecuencias—. Por su parte, el malsólo es evidenciado como perteneciente a lasegunda esfera.

Respecto al ámbito de lo divino destacala aseveración: “La gente del pueblo aceptóa Antonia y a Danielle como se acepta la indi-ferente omnipresencia de Dios”. En esto senos revelará el tratamiento que se hará deDios a lo largo de toda la cinta. Por un lado,la frase citada evoca el texto paulino “en Élnos movemos, existimos y somos”. Afirmaque este presente es vida en el Señor sin queello anule la presencia del Mal en nuestrasexistencias concretas, ni nos evite el cansancioprovocado por el paso del tiempo. Se trata deun profundo llamado al sentido de realidadque nos indica que la vida “perfecta”, “angeli-cal”, “libre de error”, sencillamente no existe:esta vida es vida humana y es propio del serhumano cometer errores (errare humanum est,reza el viejo adagio latino), no hay más. La

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asunción pacífica de nuestra condición esruta que nos conduce al gozo de estar vivos.

Por otro lado, tal tratamiento a lo divinolleva el mérito de no poner en manos de Dioslo que sólo le corresponde a la libertad delhombre. En efecto, es en la libertad donderecae la decisión de cielo o infierno. Y es queDios no impone por fuerza nada a los sereshumanos, ni siquiera su proyecto inconmen-surable de plenitud y salvación: de una Huma-nidad Nueva. Es la responsabilidad de esalibertad a lo largo y ancho del argumento deuna vida lábil y fuerte, contingente y maciza,frágil y firme, donde se juega lo definitivo decada existencia.

A condición que de cada uno acepte sintapujos su propia “razón de vivir”, su propiacondición, todos pueden hallar propia dichay felicidad. Aún los discapacitados alcanzansu plenitud, las madres solteras también, losforasteros hacen lo propio, etcétera. En estaperspectiva no cabe buscar culpables de lacondición humana. Dios no es “culpable” delas taras o enfermedades. Cada quien es loque es y desde su singularidad puede lograrsu plenitud.

Tenemos arraigada en nuestras fibrasmás íntimas la arcaica sospecha de que lamuerte es un castigo. Sin embargo, en con-tra de ella, el encuentro con la muerte hacereaccionar en sentido de recuperar la propiahistoria —como en Antonia—, de enfrentar lapropia verdad —como en el Vicario y Letta—,de asumir lo que se debe vivir —como en Ma-donna Loca y el Protestante—. En último tér-mino, Dios no es responsable de la muerte:la muerte es decisión —Antonia muere, segúnsu nombre propio, “por suficiencia de sí”6—,es accidente o consecuencia, pero no castigo.

CONCLUSIÓN

Lo difícil de la existencia de un ser humanose revela cuando debe responder a la expe-riencia del límite, el dolor–sufrimiento provo-cados por el Mal, la suerte injusta del justo, la

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1Cf. W. Benjamín, Dirección única, Alfagura, Madrid,1987.2De manera evidente, la directora se coloca versus laconcepción vulgar de historia como principio y fin.Para ella el presente es “absolutamente relativo” (no“absolutamente absoluto”, como pretenden los críticosde la posmodernidad) pues prefigura lo que será, porirrupción, de una manera completa.3Recordemos que el dato cristiano fundamental sobreel cielo no es indicar tanto un estado espacio–temporalcomo un encuentro definitivo: el encuentro con Cristo.Por otro lado, el talante posmoderno, con su saludabledosis de desesperanza, nos permite arribar a una épocaen que la mayor preocupación de los seres humanos,por única vez en cientos de años, no es prolongarse enestado de eternidad, ni vivir inmortalmente, ni “salvarsu vida” para ir a un topos uranos después de la muerte:la aspiración fundamental es estar con otro.4Aquí podemos preguntarnos: ¿es el tiempo presentefragmento del futuro?, ¿acaso la vida se consolida sobrela base de infinidad de fragmentos del presente? Lapelícula nos aporta una respuesta sugerente: nos de-muestra que el presente es plenitud del futuro en loslímites de la existencia contingente presente. Con otraspalabras, que la incoación del futuro en el presente esplenitud del futuro (en el presente realmente vivido).El presente no es fragmento de un futuro que será, esplenitud de la totalidad en las dificultades del hic etnunc (aquí y ahora). En esto, en la consideración deuna historia personal “completa”, se nos revela la ten-sión entre fragmento y totalidad. Y en su veta posmo-derna la apuesta de la directora no es por el futuro: espor el futuro y el presente. Es el presente vivido a pleni-tud como apuesta de que lo será también a futuro. Enotras palabras, es el “ya” cristiano del Reino de Dios:vivir como salvados, redimir lo aún no liberado...5Dicho de otra manera, porque somos libres y el futuroestá en curso (lo definitivo está en curso), el final esincierto. En este sentido Cielo e Infierno son tambiénexpresiones de la incertidumbre que nos habita alpensar lo por venir. Por esto el presente se vive conla intensidad de lo definitivo...6Una clave de interpretación consiste en atender elsignificado de los nombres de los personajes. Así,Antonia significa “la que ha llegado a la madurez, laplenitud de sí”, Danielle “la que tiene visiones, la queve más allá de lo aparentemente perceptible”, Therese“la que concilia en sí a los contrarios”, Sarah “la queespera contra toda esperanza”, Allegonda (o Alegoría)nos remite al mundo dionisíaco, a la “locura”, a lascorrientes internas del ser.7En este sentido podemos completar lo dicho en lanota dos. El tiempo no es sólo proceso evolutivo dela naturaleza, es irrupción de la gracia en la historia,es discontinuidad. Y el filme afirma así que la realidades abierta, que ofrece posibilidades inimaginables. Larealidad siempre puede dar un plus: la realidad perso-nal, la comunitaria, la social, la histórica, la total.

causa que se pierde. Pero la vida de Antoniaconsiste en hacer una mala apuesta. Esperarcontra toda esperanza, apostar por la vida delfracasado, el sin–esperanza ni futuro. Si la fees la apuesta fundamental de una existenciahumana, Antonia parece decir: esta vida teda para creer, esperar y amar. La existenciahumana, tal como la vive esta mujer, es irrup-ción del don y tarea de la libertad: gracia ylibertad. Su forma de vivir, que le permiterealizar su vida; en realidad no conoce otraplenitud que la que recibe de súbito, porirrupción, por iniciativa de otro. Y es que antela indigencia humana lo único que puede daresperanza —esperanza que es don y que revelaque lo más propio nos ha sido dado— es larealidad de ser amado y amante, y el libreafincamiento en ella. Un amor más propioque cualquier otra cosa —como el de Antoniay Bass, el de Danielle y Lara, el de LabiosLocos y Dedeé, el de Therese y Simón, el deLetta y el Vicario...—y a la vez más no–propio:“el amor estalló por todas partes”.7 En estesentido, la película muestra que tenemos yalo que esperamos: la plenitud del amor enlibertad, el banquete de la comunión de vida.El amor es la única realidad que no pasarájamás (cf. 1Cor 13,8).

*Título Original: Antonia. País: Holanda/ Bélgica/Gran Bretaña. Año: 1995. Lengua original: alemán.Dirección: Marleen Gorris. Productores: GerardCornelisse, Hans de Weers, Hans de Wolf. Guión:Marleen Gorris. Fotografía: Willy Stassen. Arte: HarryAmmerlaan. Edición: Marina Bodbijl, Wim Louwrier,Michiel Reichwein. Música original: Ilona Sekacz.Duración: 102 min., el original; 90 min., versióncomercial. Intérpretes: Willeke Van Ammelrooy(Antonia), Els Dottermans (Danielle), Dora Van DerGroer (Allegonda), Mil Seghers (Dedo Torcido), FranWaller Zeper (Olga, la rusa), Jan Decleir (GranjeroBass), Veerle Van Overloop (Therese), Filip Peeters(Pitte), Michael Pas (Janne), Marina de Graaf (Dedeé),Jan Steen (Labios Locos), Leo Hogenboom (elPárroco), Flip Filz (el Vicario), Wimie Wilhelm (Letta),Elsie de Brauw (Lara), Reinout Bussemaker (Simón),Thyrza Revesteijn (Sarah).

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Entre las constantes agresiones entre judíosy palestinos, aquella olvidada pesquisa enAfganistán y la conveniente liberación del pue-blo iraquí: los sucesos recientes en el MedioOriente, además de vincular esfuerzos belicis-tas con proyectos imperialistas, han saturadolas agendas informativas y con ello, apretadolos hilos de los que cuelga la imagen de lospaíses árabes.

Por años, la mirada occidental del MedioOriente ha insistido en los modales terroris-tas, la religiosidad desmesurada y las usanzastrasnochadas de estos pueblos, que desde estaóptica muestran al exterior un semblante com-bativo y abatido: el rostro contemporáneo delmundo árabe en tiempos de arrebato.

Ésta es la visión del imperio, que inter-preta maniquea y tendenciosamente la realidade identidad de los otros: periféricos y oprimi-dos, aquellos que poco participan en la ligazóndel mercado y que en ocasiones obstaculizansu progreso. Aun así, persisten y dan la cara,unos con más fuerza y algunos más detrás deotros, con los medios posibles y desdetrincheras disímiles.

IRÁN EXPORTA CINE

Una de las ventanas complementarias a estospueblos es el cine, no aquel que acapara lassalas de exhibición o que inunda los estantesde estreno de los videoclubes, sino el quelogra traspasar los patrones de la industria y

acaricia las aspiraciones mayúsculas del arte,el cine que propone una perspectiva distinta.

En este caso, el cine iraní recrea la iden-tidad árabe y el contexto propio desde otroencuadre, con una sobresaliente narrativa yconsistente estética, que en sus películas nosólo modifica la imagen del Medio Oriente,sino que brinda también una lección de buencine.

En 1979, el Estado iraní reivindica supostura ante el gremio cinematográfico trasdescubrir el enorme potencial propagandísticodel cinematógrafo. Desde entonces, y con laconsigna de crear un cine islámico, la realiza-ción cinematográfica es impulsada y financiadaen gran parte por el Estado, además de contarcon una envidiable legislación que protegecada película desde su concepción hasta suexhibición, considerando al sector fílmicocomo una industria estratégica para el país.

A raíz del visto bueno y los sonados reco-nocimientos que obtuvieron varios títulosiraníes en festivales como el de Cannes y elde Venecia en la década de los noventa, surgióun raudal de interés por la cinematografíapersa, logrando con ello la exhibición y difu-sión de algunas de sus películas en el exterior.De ahí que comenzaran a hacerse del conoci-miento internacional, nombres como el delrespetado Abbas Kiarostami, director de Elsabor de las cerezas, Bajo los olivos, El vientonos llevará y Diez; Majid Majidi, realizador de

El cine iraní:un encuentro lúcido y apaciblecon el Medio Oriente

GUILLERMO GARIBAY FRANCO

Licenciado en Comunicación porla UIA Torreón.

Guillermo Garibay Franco

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Los niños del cielo, El color del paraíso y Baran;Jafar Panahi, discípulo de Kiarostami, quecon la cinta El globo blanco emprendió uncamino seguro en el quehacer fílmico; y otrasfiguras como: Mohsen Majmalbaf, AbolfazlJalili, Amir Naderi, Bahman Gobadhi y AsanYektapanah, entre otros.

No exenta de censuras y de intromisionesestatales, la cinematografía iraní resulta tam-bién de contiendas internas por temas contro-vertidos y propuestas innovadoras. En losniños, la familia, la amistad y la solidaridad,se centran las principales historias de este cine,que también esquiva desaprobaciones y aludea temas como la prostitución, el suicidio y laopresión de las mujeres. Un cine que integrarealismo y poesía, en el que coinciden la sim-pleza del relato y la complejidad de las lecturasposibles; un espacio de persistentes búsque-das por reflejos de identidad, que igualmentesirven para cuestionar las convenciones de lasociedad iraní y el comportamiento de suscomponentes.

LA MIRADA DE LA INFANCIA

En ocasiones desestimado por cierta recurren-cia alegórica y emotividad imperante, el cineque retrata la niñez iraní es el que ha cruzadofronteras y le ha dado a la industria fílmica deese país el lugar que tiene en el exterior, yaque según algunos es casi un género cinema-tográfico, dada la evidente analogía que liga a

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estas películas a partir de su concordancia enfiguras y proceder.

Es el cine que exterioriza la complejidaddel constructo infantil en oposición con elorden del universo adulto. Su principio argu-mentativo es la pérdida material o afectivaque conduce al menor por los callejones dela angustia y el sufrimiento, encontrando a supaso imprevistos y desconsuelos, pero tambiénimpulsos solidarios, voces sabias y atisbos deresolución; travesía en la que es acompañadopor un proceso de aprendizaje, que fuera dela pantalla alienta al espectador a replantearlo propio. Es éste el cine que restaura y reafir-ma el legado cultural islámico, sus atributosy valores colectivos, sus enseñanzas e ideales,y es también una suerte de discurso filosóficodel ser en el mundo, un ensayo poético sobrela humanidad en progresión.

Con una narrativa sencilla y bien lograda,Los niños del cielo cuenta la historia de unpequeño que pierde los zapatos de su herma-na y, consciente de las dificultades económicas,evita un disgusto a sus padres mediante losrelevos de sus zapatos con su hermana y suparticipación en una competencia atlética, enla que aspira a obtener el tercer lugar, cuyopremio consiste, precisamente, en unos zapa-tos. Despejada de artificios, esta cinta mani-fiesta, entre otras cuestiones, la desigualdadsocial de aquel país en la secuencia en la quepadre e hijo recorren una zona residencial deTeherán, pero sobre todo, subraya la solidari-dad y el sacrificio con el que estos niños res-ponden a sus padres, como manifiesto delaprecio que tiene la efigie paterna en la cultu-ra iraní.

Basado en un guión de Abbas Kiarostami,El globo blanco debe su belleza al transito me-tafórico de una niña por las calles de Teherán,que en la víspera del Año Nuevo pierde eldinero que su madre, después de insistentessúplicas, le dio para comprar su tan anheladopez de colores. Es el venturoso asomo y lainterrelación de la niña con el mundo fuera

de casa, lo que permite al espectador husmearen la incesante necesidad del ser humano porposeer aquello que no tiene y desatender loque tiene, de la misma forma como la pequeñaprotagonista ignora los peces que nadan en lafuente de su patio. La presurosa carrera porrecuperar el dinero antes de que cierre la tien-da de mascotas es el paralelo del obnubiladopaso del hombre por el seductor materialismo.

En El color del paraíso, la intensa y pro-funda relación de un niño invidente con lanaturaleza, amortiza la parvedad afectiva deun padre que poco ha superado la discapaci-dad de su hijo y la ausencia de su esposa.Una historia enmarcada por paisajes polifó-nicos, abundantes de color, donde la figuraentrañable de la abuela y las dos alegres her-manas constituyen cimientos de la búsquedade Mohammad por un hogar, que logra com-pletarse en el desenlace de la cinta, entretonos contemplativos y sustentos teológicos.

De aparentes conflictos pequeños comopremisa, parte en estos relatos una portentosaconsecución narrativa de tonos y peripeciasque traslucen las sombras del ser. Desde lacomplejidad del universo del niño, con laspesadumbres de los adultos en segundo plano,se dejan ver, también, los absurdos colectivos,la revalorización de la naturaleza, el respetopor los adultos y la pobreza sin retratos lasti-mosos: elementos que confluyen como reali-dades que no sólo le pertenecen al puebloiraní y que en su abordaje local, constituyenuna ventana a la condición universal delhombre.

RUPTURA Y SÍNTESIS

Con una producción de aproximadamente60 cintas al año, la industria fílmica de Iránda cabida a cineastas debutantes y a mujeresrealizadoras, que no sólo renuevan el panora-ma audiovisual persa, sino que elaboran pro-nunciamientos que replantean convencionesy roles sociales, como aquel de las mujerestrazado por cineastas como Tahminé Milani,

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directora de La mitad escondida, Kakadu y Dosmujeres; Samira Majmalbaf con La manzana(1998) y La pizarra (2000); y Rajshan Banni–Etemad y sus filmes Amarillo canario (1988),May Lady (1998), Debajo de la piel de la ciudad(2001) y Nuestros tiempos (2002), entre otros.

Con mayor libertad y críticas a las institu-ciones y los preceptos sociales islámicos, sur-gen cintas como El círculo, de Jafar Panahi,quien tras la ruptura con el modelo fílmicode Kiarostami, emprende una búsqueda porencuadres menos cuidados y que, más atentosa la reflexión, dibujan las historias de variasmujeres que padecen situaciones lamentablesen las que son discriminadas, perseguidas,encarceladas y excluidas de personalidadpropia. Cinta prohibida en Irán, que sinconcesiones representa una realidad visibley afanosamente ocultada. Una mirada pesi-mista a la condición femenina tras la Revolu-ción Islámica, que demuestra que no sólo lasmujeres cineastas tienen interés por atenderdichas cuestiones en sus relatos.

En La manzana, la liberación de dosniñas, Zahra y Massoumeh, tras el secuestrodoméstico en el que estuvieron desde su naci-miento, despliega en la terquedad del padreprisionero, la indiferencia vecinal y la inter-vención de la trabajadora social que acompañaa las menores por las calles de Teherán en suproceso de adaptación social; representa unasuerte de radiografía de la sociedad iraní,desde la cual Samira Majmalbaf enmarca lasrestricciones y subestimaciones que sufre lamujer en su país.

Cauteloso y pedagógico, Kiarostamiahonda en El sabor de las cerezas sobre el sen-tido de la vida y el suicidio, que en el dogmaislámico constituye una salida reprobable ypenosa. Es la historia de un intelectual queen la víspera de su suicidio, busca quién acepteenterrar su cadáver a cambio de una suma dedinero. La apuesta por la sencillez y la ense-ñanza son parte del discurso fílmico de lascintas de Kiarostami, que en esta película eva-

de disgustos e impugnaciones en un trabajoarriesgado y bien elaborado.

Las detenciones —como la de TahminéMilani en el 2001, acusada por ultraje a losvalores islámicos—, la exclusión y las prohibi-ciones gubernamentales, son reacciones quese originan del temor por transitar caminossin retorno y perder aquello que tanto atesoranlas autoridades de la Revolución Islámica: suorden social y su cultura de antaño. Por otrolado, existen evidentes intenciones de aperturay renovación que permiten la proliferación dediscursos diversos, que desde sustentos socio-lógicos y confrontaciones políticas en el cinesugieren replantear paradigmas. Partes queen conjunto conforman y reflejan un país derenuencias y aperturas, cuyas aspiraciones,méritos, temores y flaquezas encuentran sínte-sis en su propio cine.

UN RETRATO MÁS CERCANO

Realidad y ficción se dejan envolver en lashistorias de la niñez decidida, en los recatosy desahogos femeninos, y las disyuntivasdel hombre, enmarcados por la magnificen-te naturaleza bucólica y las agitadas urbes.Un cine que en sus desplazamientos detienesu atención en aquello que pocos ven: lospersonajes de las calles, los callejones redu-cidos, las veredas sosegadas, las voces de lanaturaleza...

Con caminos paralelos que confluyenenfáticamente, el cine iraní tiene a bien refle-jar en la sobriedad y la pureza de lo cotidiano,el retrato de un pueblo con valores arraigados,identidad firme y dinámica, que vive una reli-giosidad no tan opuesta a la de otros pueblos.Una cinematografía sólida, con sus propiasformulaciones estéticas y disertaciones filo-sóficas; un legado fílmico al mundo, queproporciona una mirada amplia y profundade sus protagonistas y escenarios, que cons-tatan la complejidad cultural y propician unencuentro conciliatorio con la realidad iraní,el Medio Oriente y la tradición islámica. A

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Cuántos besos caben en una antologíadime tan siquiera el arpa de un pájarode la avellana la risael repertorio de la guirnalda los días grisesla ciruela hecha a fuego hiedrapara sacar a las piedras de su ostracismo

Mujer menuda experta en Pablocómo podría ser yo un solo verso toda la vidael verso pendenciero, hermoso, cruel, realdescansar siempre en ese arte tuyo de menta por dentromenta que enfría tus manos frías y la brisacuando tu mirada llama a las barcarolas y ciega los faros

Yo, el latido que regresa siempre de maderacargo con poemas mi alma de buen niñoTe leo mi poesía y no consigo ni causarte una sonrisa ni un estragoNo te arranco de tu dicha que piensa en uvas en ausencia y en furiasMe pides que no la haga más de versosAseguras sólo querer mi silencio y la paciencia de mis ojos.

Carlos VelázquezNació en Torreón, Coah. en l978.Escribe prosa, poesía y críticamusical. Ha publicado en diversasrevistas. Es becario del FECAC.Asiste al taller literario del TeatroIsauro Martínez, dirigido por SaúlRosales Carrillo.

NeruditaCarlos Velázquez

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a Claudia

Qué vendrá después del fértil fuego de tus brazosdespués de la media luna pronunciada por tus labiosque destila sabor a miel ahogada

Acaso vendrán mujeres vestidas de nochea perpetrar el mar de furtivas cariciasa propagar la llama de los deseospara alejarme del recinto que ocupo en tu mirada

No quiero ver la colmena del cielosin que tus manos acaricien la brisa del invierno

Quiero ver cómo la luz se esconde en tu cuerpoy cómo la lluvia naufraga por galopar sobre el milagro de tus pechos

Escóndeme en la pequeña noche de tus ojosen las alas doradas que se van en tus piernaspara no ser llamado por la furia de los deseosy tocar por siempre el viaje de tu piel

Fértiles fuegosCésar Cano

César CanoEstudiante de Derecho en la UIATorreón e integrante del tallerliterario de esta Institución. Hapublicado en la revista Estepa delNazas y en el volumen colectivoMañana tampoco.

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Ekiwah Adler Beléndez, es originario de Amatlánde Quetzalcóatl, Morelos, y hasta los catorce años,había publicado dos libros, Soy (2000, poemasy cuentos), que ya tiene una segunda edición y elpoemario Palabras inagotables (2001); se tratade obras que muestran una sensibilidad capaz dedeslumbrar al lector, si se piensa en la corta edaddel autor.Como él mismo comenta, el interés por lapoesía surge de su entorno físico y sentimen-tal: “Vivo en el campo entre montañas miste-riosas, donde a los cuatro años me pasmabaviendo alguna flor, algún árbol que parecíahechizarme, o escuchando el canto de lasgolondrinas recitaba poemas que me brotabanespontáneamente, impregnando a mis imáge-nes de la naturaleza que me rodea... Fue mástarde, como a los 10 años, en un campamentodonde me enamoré de una chava y le escribíun poema que no le recité porque soy tímido(todavía me sigo enamorando muy seguido,ahora con mayor calentura). De alguna ma-nera este fue el poema a partir del cual meconcebí a mí mismo como poeta”.

Acerca de su proceso creativo, dice que seinicia tempranamente como una necesidad:“Desde muy chico, quizá sin saberlo del todo,desde la profundidad de mis entrañas tenía lanecesidad de explorar mi mundo y el exterior

a través de la palabra. El hecho de no podersubir un árbol o salir corriendo detrás de unapelota por mi parálisis cerebral, contribuyó aque escribiera poemas a tan corta edad, porqueme tomaba todo el tiempo para observar losdetalles de la gente, de mí mismo, de las emo-ciones. En el Jardín Borda, durante la presen-tación de Palabras inagotables, dije ‘creo que loque lo que los poetas hacen es descifrar elsilencio’”.

La lectura enriquece la escritura, cuandologra convertirse en una vivencia que dejahuella: “Cuando escribí mi primer libro noleía a otros poetas, salvo a Rumi, un místicoSufi, con quien me identifico por su deseode encontrar a Dios a través de la poesía yanhelar a Dios como a un amante. Creo quelos poetas que más han influido en mí sonRumi, Octavio Paz, Jaime Sabines y FernandoPessoa; aunque sería más preciso hablar de lainfluencia de un poema que en el momentome impregna con imágenes y al leerlo meparece el mejor. No he leído ni un libro com-pleto, leo poemas de muchos autores; hayveces que uno me prende más y paso variosdías leyéndolo y releyéndolo. En esta etapa demi poesía me prende mucho The love song of J.Alfred Prufrock de T.S. Elliot. Cuando leo unpoema que me colma de imágenes, el siguien-

Los poetas descifran el silencioEntrevista con Ekiwah

Ma. Cristina SolórzanoMariana Ramírez

MA. CRISTINA SOLÓRZANO

MARIANA RAMÍREZ

Directora y colaboradora de larevista Acequias, respectivamente.

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te que escribo de alguna manera se llena de laesencia de lo que yo viví al leer a ese poeta”.

Del encuentro con el otro a través de supoesía, el autor comenta que esta comunica-ción tiene sus polaridades: “La ventaja es quecuando en alguna presentación leo un deter-minado poema hay personas que puedenencontrar afinidad con ese sentimiento y teneralgo personal que compartir a partir de eso.Por otro lado, también hay una desventaja,porque cuando los chavos me oyen, con fre-cuencia me ponen como en un altar de ‘elpoeta’ y no me ven como el cuate que quisieraser uno más con ellos”.

Ekiwah desarrolla su talento en otrasdisciplinas artísticas, se interesa por el teatroy ha escrito dos obras que fueron representa-das en ConNos/otr@s, su escuela. Tambiénle atraen el canto y la pintura; ilustró los doslibros que ha publicado.

Para el joven poeta, la escritura es ya unoficio en el que quiere permanecer: “Escribomucho, y por primera vez descubrí la impor-tancia de releerme y rescribirme, puliendomis textos. En este momento tengo unos 90poemas y quiero pulirlos para después vercuáles toca publicar. Mi idea es que mi próxi-mo poemario se llame ‘Homenaje a la magia;un mapa sin fronteras’”.

POESÍA

para Malena

Encontré la llave a la puerta desconocidala puerta de los coloresy el murmullo de palabras.

Las llamas cuentan historiasunas están danzandootras caen al suelo, borrachas.Algunas, sólo me miran.

Este fuego me lo llevopara que siempre me acompañe.

Oigo la música de miles de violinestocando la melodíade la felicidad y la tristezade la esperanza y el desesperode la ira y la belleza.Esta melodía la guardo muy adentro,donde día tras día oigo su canto.

Veo los colores de las hojas de los árboles,el blanco de las nubes y la paz de los maresestas imágenes las quiero en mi casabrincando sin parar; jugando conmigo.

Quiero tener un itacate de palabrasconversando con mis manos,Susurrándole a mi oído.

Budapest, septiembre 2002

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MI NOMBRE

para Jeannine

Me llamo guerrero.

Un mago,un pájaro sin alas,un hechicero de las palabras,una piedra.Voy en busca del hombredetrás de mi nombre.

febrero 2001

¿DÓNDE?

¿Dónde puedo agarrar las imágenes,tenerlas cantando cerca de míel más bello de los pájaros?¿Dónde puedo agarrar ese fuego,tenerlo adentro para siemprehaciendo palabras nunca oídas?Todo aquello que está aquíes viejo y arrugado,yo quiero saltaral mundo de imágenes.¿Dónde? ¿Dónde? ¿Dónde?

2000

¿QUÉ SERÉ?

¿Seré roca inmóvil,pájaro sin alas?¿Seré como la luna,una reflexión de la luz?¿Seré fuego bailando?¿Seré nube flotando?

¿Qué seré?

junio 2000

DESEO

Quiero estar entre llamasbailando a mi lado,abrazándome a su misterio,cubriéndome en su pasión.

junio 2000

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I

Mujerla carne llama con su sed de ciervobusca rendir la niebla dulcela fragancia que se muerde en un batir de nubes desde el beso.

La sed aureola eclipses en tus pechosradicaliza lagos, cristal de poro en la humedaden la oquedad serpenteantedesnuda de silencio.

Hay una prisa por morder el sueñopor otorgarle rondas redivivascaminatas apremiantesextravíos cabalgantes en el lecho.

Mujerla carne llama con su sed de ciervoahoguémosla en rituales de hora ciertacon visos de llameantes moradorescalcinados por los cuerpos.

II

El mortuorio, el de la luz lamida por el truenoun vago ardor de fieras en la cazaaquél que dominó la sed del lince sobre el ahogo de los néctares finitos¿En dónde gime mi sombra su locuraen dónde allana el padecer del juegomanutención de horas rogando su alimento?

Solo me amaga la rumiante oscilación del silencioun témpano nevante de humedadeshijas del ocio baladícopulador sobre la grupa fresca de memoria.

Muero el tiempo.

III

Lo recuerdo:unos ojos invitaban a cegueras en las pielesy palpitaban lumbre en el caudal secreto

Una respiración a ritmo de gacelase ocultaba de la garra con la que muerde el cielo

Y ante la prioridad candenteen el silencio de la voz desnudalo recuerdo.

Mujer, la carne llamaDaniel Maldonado

Daniel MaldonadoEs originario de Torreón, Coah.(1978). Ha dado a conocer su obraen publicaciones periódicas de laComarca Lagunera y es autor dellibro de poemas Los otros males.Actualmente pertenece al tallerliterario del Teatro Isauro Martínez.

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En el discurso académico existe la erudición,y también existen los gestos de la erudición.Los últimos pueden o no coincidir con aqué-lla. Lo hacen en el caso de los autores verda-deramente grandes: un Ramón MenéndezPidal, un Américo Castro, un RaimundoLida. Pero en muchas ocasiones los gestos dela erudición suenan a falso. Parecen los gestosde un actor, de un mal actor, empeñado enmostrar lo que su personaje no es.

1La expresión más clara y contundente de laerudición de un autor es su uso de las notas,que se siguen llamando “a pie de página” auncuando, en los libros modernos, suelen com-ponerse al final de cada capítulo o inclusive,al final del libro. Para muchos, un libro sinnotas a pie de página parece un libro no ter-minado de escribir: algo así como ver al señoro señora de la casa saliendo a la calle conatuendos de fiesta, pero en chancletas. Y sinembargo, ¿son verdaderamente necesarias esas

líneas en cuerpo menor, en las que el autor oautora quieren mostrarnos sin lugar a dudaalguna que han leído todo lo que era obliga-torio leer?

Lamento desilusionar a algunas almascándidas, pero las notas a pie de página nosurgen naturalmente en el curso de la escritu-ra, como si fueran los brotes de un simbólicorosal. Casi siempre son añadidas al final, osea, cuando el texto ya está listo para la impren-ta. El libro podría pasar a la fase de impresiónsin ellas, pero se impone un prurito del autor,apoyado en una tradición de varios siglos.Texto sin notas, texto a oscuras, podría decirse.Pero la tentación de agregar notas innecesariasal texto principal está allí, siempre al acecho,como subsiste la tentación de beber en unalcohólico recuperado.

He explicado en otra parte que, al reciclaralgunos escritos redactados y publicados haceaños, y combinarlos con materiales más recien-tes para formar un libro (tema éste que tam-bién merecería un comentario por separado),

DAVID LAGMANOVICH

Nació en Córdoba, Argentina en1927. Estudió literatura españolaen la Universidad Nacional de Tu-cumán, institución donde tambiénha desempeñado una larga carreradocente. Obtuvo su doctorado enla Escuela de Lenguas y Lingüísticade Georgetown University, especia-lizándose en lingüística teórica yaplicada, y lengua española. Haimpartido cursos y conferenciasen varias universidades argentinas;trabajó como profesor en Chile,México y Venezuela y en importan-tes universidades norteamericanas.Su trabajo en Europa se ha desarro-llado sobre todo en las universida-des alemanas de Colonia, Berlín yAugsburg. En su amplísima biblio-grafía destacan Oficio crítico. Notasde introducción a la literatura hispanoa-mericana, Estructuras del cuento hispa-noamericano y Estudiar literatura. Esdirector de la colección Cuadernosde Norte y Sur (Torreón–Tucumán)junto con Jaime Muñoz Vargas.

David Lagmanovich

Los gestosde la erudición

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tengo y ejercito opciones distintas en cuantoal grado de formalidad de la presentación: ladivisión interna de los artículos en secciones,las referencias bibliográficas, las notas. (No esque haya encontrado la solución para todasestas cosas, pero al menos las considero yevalúo). Por ejemplo, en mi libro Estudiarliteratura, de 1992, omití completamente todareferencia en notas de esta clase; y en Oficiocrítico, de 1994, hice lo propio, aunque permi-tiéndome la broma de insertar una nota a piede página para explicar que no había notasen el libro. Sin embargo, en otros volúmenesintento hacer de ese instrumento erudito unuso juicioso: se busca que las notas no impon-gan una presencia desmedida, pero sí quecolaboren para completar y, sobre todo, faci-litar el traspaso de la información. Aun así,al reescribir trabajos antiguos me inclino areducir el número de notas, no lo contrario.

Sobre esta cuestión de las notas —lospedantes dicen “el aparato crítico”— permíta-seme, ya que no colgar aquí mismo una de

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dimensiones bien distintas. Algunas vecesestas notas al pie tenían a su vez notas a supropio pie, lo cual producía un casi indesci-frable efecto de cajas chinas. Así se llega a lasnotas al pie de una página que se derramanen forma incontenible sobre la siguiente, ytambién a la página con tres o cuatro líneasde texto y treinta o más de apretadas notas,frente a las cuales el usuario se queda perplejo,sin saber si le conviene leerlas o no.

Por último los norteamericanos, especial-mente en esta era de libros compuestos con elauxilio de la computación —émulos ciegos deun Gutenberg tecnológico, tan carente devista como de visión—, se decidieron por lasllamadas que refieren a un lugar distante, alfinal del capítulo y sobre todo del libro.Trocaron, pues, en la terminología al uso, lasfootnotes por las endnotes. Así hicieron ya defi-nitivamente imposible el vistazo rápido que,en un libro bien compuesto, nos permite de-cidir si queremos descender al sótano de lanota o mantenernos en el piso principal deltexto que estamos leyendo. Cualquiera que,al encontrar una llamada en la página 17, hatenido que decidir si viaja o no hasta la pági-na 239 para ver de qué se trata, reconocerá lasituación que pretendo describir.

En este mismo orden de cosas, recuer-do también que mi llorado amigo EnriquePezzoni intentó imponer a los colaboradoresde Sur, durante un periodo en que ejerció lasecretaría de redacción de la revista, la elimi-nación lisa y llana de las notas a pie de página.Para él las notas de esa clase no correspondenal estilo de una buena revista literaria, y segu-ramente no le faltaba razón. Justificaba Enri-que el noticidio explicando que si el contenidode la nota era importante, debía ser parte deltexto y no aparecer al pie; en caso contrario,podía figurar en el texto como acotación entreparéntesis, o desaparecer por completo.

Pezzoni nunca consiguió su objetivo, talvez porque los argentinos somos insegurostanto respecto del saber ajeno como del pro-

esas vistosas variedades epifíticas, al menosincluir unas referencias parentéticas, que ellector apresurado puede omitir.

Una buena costumbre del buen ensayismoinglés consistió en prescindir por completo delas notas a pie de página, excepto de aquellasque en forma sucinta, casi críptica, indicaranla fuente de una cita. El “pie” de tales notas alpie, en consecuencia, ocupaba menos de unalínea; y, al estar compuesto en un cuerpo muyreducido con respecto al texto, podía pasarcasi inadvertido, salvo para los lectores másacuciosos u obsesivos.

En cambio los alemanes, y por no sermenos los franceses, comenzaron a usar lanota al pie no en exclusiva relación con lasfuentes, sino como espacio auxiliar para inter-calar ampliaciones, comentarios y rectifica-ciones a otros autores, todo lo cual requiere

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pio. Hay quienes creen que si escriben “Laciudad de Buenos Aires está situada junto alRío de la Plata” están obligados a colgar deinmediato una nota para dar las fuentes detan desusada afirmación. Para muchos, lasobreabundancia de notas certifica erudición;para mí, indica más bien incapacidad paraprocesar e integrar en el texto la informaciónrecogida. Por este camino he conocido escrito-res obsesionados con la necesidad de agregaresos contrafuertes a la página, y hasta a algunoque contaba el número de notas del trabajopara que no hubiera menos de lo que manda-ba una proporción, arbitrariamente estable-cida por él, entre el número de notas y elnúmero de páginas.

En definitiva, creo que lo importante esrecordar que las notas al pie, por útiles que aveces resulten, son lastre, y por ello, su efectoinevitable —a veces necesario, muchas otraspernicioso— es el de impedir que la páginalevante vuelo. Y con esta discutible metáforaaeronáutica puede concluir esta sección.

2Todo lo anterior se refiere casi exclusivamentea las notas bibliográficas y, en especial, a aque-llas en las que el autor parece haberse acorda-do a destiempo de algo que también queríadecir y no alcanzó a incorporar en su texto.Hay otro tipo de notas, relacionadas con elmanejo de los textos clásicos, que provienende los estudios filológicos, y cuyo propósitoespecífico es iluminar el texto, hacerlo másaccesible al lector, superar las dificultadesintroducidas por el paso del tiempo y la con-secuente distancia cultural entre el texto ynosotros. Bien se sabe que aquí hay una tradi-ción de siglos, que reconoce en la época ale-jandrina y en el Renacimiento sus momentosculminantes.

Estas notas, claro está, no son de autorsino de editor: el texto es ajeno, por lo generalun respetado texto clásico. El sentido delproceso de anotación es doble: por una parte,

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ofrecer el libro más confiable que sea posible,anulando o limitando las consecuencias de la“corrupción” de los textos, proceso casi inevi-table que afecta tanto a los antiguos como alos modernos; por otra, iluminar los puntososcuros que presenta, de hecho, todo textodel pasado.

En función de lo dicho, las notas del tipoque estamos considerando suelen dividirse endos categorías: notas textuales y notas cultura-les. Las primeras son el vehículo adecuadopara consignar las variantes sufridas por eltexto a lo largo de sucesivos manuscritos yediciones. El editor ha escogido la varianteque considera más válida, pero ofrece al lectorel muestrario de las otras, como prueba dehonestidad intelectual y de respeto al texto.

Las otras notas, las culturales (tambiénllamadas notas filológicas, aunque todo esfilología) suelen ser léxicas, contextuales ointerpretativas. Muchas veces estas categoríasse superponen, ya que, por ejemplo, el hallaz-go de una palabra en el texto lleva a explorarel sentido de la institución a que se refiere, oa una circunstancia de la época del autor queilumina el contexto. Porque tal es la caracte-rística del texto literario, todo se origina enlas palabras y revierte a ellas. Y éste es el senti-do de la llamada “anotación” del texto. Anotarun texto es agregarle este tipo de notas, convistas a su publicación.

Pero en esto, como en todo, puede brillarla erudición auténtica y también pueden exis-tir tan sólo los gestos de la erudición. La dife-rencia se nota si se observa qué es lo que eleditor o anotador ha agregado al texto. Porqueel gesto vano de la erudición lo practica eleditor cuando anota lo que no está claro y leresulta conocido, al paso que deja sin anotaraquello que tampoco está claro y no conoce:o ha buscado la solución pero no la ha encon-trado, o tiene pereza de hacerlo, o simplementeno reconoce la dificultad.

Un ejemplo modesto. En el cuento “Lasiesta del martes”, de Gabriel García Már-

quez, es fácil poner una nota al pie cuandose mencionan las plantaciones de banano: sehace referencia a las compañías bananeras (laUnited Fruit), el episodio de la huelga en Cienaños de soledad, etcétera. Pero cuando se diceque Carlos Centeno, el ladrón muerto en elpueblo por la viuda Rebeca Buendía, estabavestido con “una franela”, ¿sabrá el anotadorque en Colombia esa palabra no designa nece-sariamente una tela, sino una prenda, que esla misma que nosotros llamamos “camiseta”,no importa con qué género esté confecciona-da? El editor responsable anota las dos cosas;el que sólo repara en lo primero, y pasa poralto lo segundo, simplemente está imitandolos gestos de la erudición.

3Por último, otro de los gestos frecuentes dela erudición —de la mala erudición, podríadecirse— es la verborragia: usar muchas máspalabras que las necesarias para decir las cosas.El auténtico erudito es por lo general sucinto:lo que agrega a su argumento fundamentales lo que hace falta para reforzarlo; el ejemplooportuno hace innecesaria una acumulaciónde ejemplos, la cita pertinente exime de laconversión del texto en una acumulación decitas, la bibliografía que aparece es la queefectivamente se usa...

Contención, moderación, economía:eso es lo que muestra un verdadero erudito,como los que he citado más arriba. Cuandosus obras son extensas, es porque absoluta-mente necesitaron ese espacio, todas esaspáginas, para desarrollarlas. El falso eruditohace todo lo contrario, y en ese pecado llevasu propia penitencia. El lector se harta delcircunloquio, la amplificación excesiva, el des-borde verbal. Y cuánta razón tiene: porque enla escritura auténtica, toda palabra significa.El mal periodista y el mal escritor lo ignoran;y en tal caso, poco importa lo que el hombresepa, pues de la erudición auténtica sólo hasabido absorber el gesto superficial. A

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Si para el escritor mexicano Carlos Fuentes,según se percibe con la lectura de su novelacumbre Terra Nostra, el Siglo de Oro —el delQuijote y Cervantes, el del Nuevo Mundocomo renovación del Viejo— es el siglo de lasutopías, para el peruano Mario Vargas Llosaéstas encontraron campo fértil para su germi-nación durante el siglo XIX —el siglo de Mada-me Bovary y Gustave Flaubert en Francia, elde la insurrección religiosa de los yagunzosde Canudos en Brasil— y más recientemente,gracias a la publicación de su novela El Paraísoen la otra esquina (2002), el de Flora Tristány su nieto, el pintor Paul Gauguin, dupla depersonajes en pos de realidades más satisfac-torias aunque no menos inalcanzables.

Vargas Llosa presenta las vidas ficciona-lizadas de Paul y de Flora —que, de hecho,nunca se conocieron— y lo hace siguiendouna estructura bien conocida por sus lectores,ya que antes la utilizó en El hablador y La tíaJulia y el escribidor: la alternancia. En los capí-tulos impares, el lector podrá encontrar lahistoria de los últimos días de Flora Tristánen su viaje por toda Francia, para hacerlesevidentes a los obreros y a las mujeres sus

derechos. Viaje donde, además, rememoralos pasos que la llevaron a convertirse en laredentora del mundo, en la mujer–mesíasdispuesta a transformar la existencia de losdesamparados entre las turbulentas injusticiastraídas por la revolución industrial. En loscapítulos pares, algunas décadas después de laodisea de Flora, se narra la de Paul Gauguin,obsesionado con la idea de hallar un edénalejado de la chata burguesía que lo rodea enFrancia, un espacio donde los colores y el ero-tismo exploten para alimentar su obra creativa.

El tema de la utopía, presente ya sea explí-cita o implícitamente en la obra de VargasLlosa, sobresale de forma fulminante en éstey en otros de sus textos. Tómense como ejem-plos La guerra del fin del mundo e Historia deMayta, en el caso de la novela, y La utopíaarcaica, en cuanto al del asedio ensayístico aJosé María Arguedas, su compatriota. El autorperuano va así, a lo largo de su deslumbrantecarrera literaria, de las utopías privadas (Rigo-berto en Elogio de la madrastra y su continua-ción Los cuadernos de don Rigoberto, PedroCamacho en La tía Julia…) a las colectivas(Saúl Zuratas “Mascarita” en El hablador,

MIGUEL BÁEZ DURÁN

Egresado de la licenciatura enDerecho por la UIA Torreón;recientemen-te fue profesor deasignatura en el área de Integraciónde la misma Institución. Maestroen Letras Españolas por la Univer-sidad de Calgary, Canadá. Hapublicado ensayos en la antologíaHoy no se fía; y los libros Vislumbresde cineastas y Un comal lleno de voces.

Miguel Báez Durán

La utopía literaria de Mario Vargas Llosa:El Paraíso en la otra esquina*

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Antonio Consejero en La guerra…, AlejandroMayta en Historia… o Santiago Zavala durantesu juventud bajo la dictadura de Odría enConversación en la catedral). De esas mismasilusiones, de esos mismos desvaríos surgenen el pasado dos personajes, tan emblemáticospara la literatura, que sus nombres parecenencuadrarla y liberarla al mismo tiempo:Emma Bovary y Alonso Quijano. Nacen a lalectura en siglos tan diferentes y no parececasualidad, sino más bien efecto de la conti-nuidad de una tradición literaria, el que estosdos personajes se hallen hermanados por elorigen de sus locuras: los libros. El mismoVargas Llosa afirma en La orgía perpetua, suensayo sobre Flaubert, que “El manchego fueun inadaptado a la vida por culpa de su imagi-nación y de ciertas lecturas, y, al igual que lamuchacha normada, su tragedia consistió eninsertar sus sueños a la realidad” (140). Mástarde, reafirmará estas ideas en sus Cartas aun joven novelista: “[…] cuando alguien —porejemplo don Quijote o madame Bovary— seempeña en confundir la ficción con la vida, ytrata de que la vida sea como ella aparece enlas ficciones, el resultado suele ser dramático.Quien actúa así suele pagarlo en decepcionesterribles” (14).

La misma academia, a veces tan perdidaen sus nubes de abstracción, se ha dado cuentade esta continuidad novelística entre Cervan-tes y Flaubert. Stephen Gilman en La novelasegún Cervantes le da la razón al escritor perua-no al decir: “Tal como Cervantes lo descubrió,y como Flaubert lo redescubrió, la inmersiónen la ficción es un peligro para la identidad.Tanto el Quijote como Madame Bovary sonnovelas acerca de adictos a la lectura: un hidal-go desesperadamente hastiado y una esposadesesperadamente insatisfecha, incapacesambos de nadar hasta la orilla de sus existen-cias provincianas” (16). Aunque sin la inter-vención tan palpable de la lectura, FloraTristán y Paul Gauguin intentan traducir ala realidad sus sueños y, como el manchego

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de principios del siglo XVII y la normanda delsiglo XIX, fracasarán de manera estrepitosaaunque no menos trágica.

Es en principio la insatisfacción ante larealidad lo que conduce a Flora y a Paul a suslocuras. Si Tristán se enfrenta al rechazo porabandonar su casa y es condenada no sólopor el esposo, André Chazal —capaz de violara Aline, la hija de ambos y futura madre dePaul, con tal de vengarse— sino también porlos tribunales y por la madre, es por su condi-ción de mujer. Eso la obliga a convertirse ensalvadora. Flora estará entonces dispuesta adeshacer entuertos, como don Quijote. SiGauguin se enfrenta a la satanización porhaber sido un perfecto burgués con esposae hijos, que renunció a todo para dedicarsea la pintura, por ser un hombre harto de lastendencias artísticas de su época, por estarconstantemente desilusionado de colegas yadmiradores, es gracias a su condición deartista.

Koke, como es llamado en Tahití, se lanzaen sus múltiples travesías a tratar de sumer-girse en un estado puro y primitivo del serhumano donde su desarrollo espiritual, artís-tico y emocional no se vea entorpecido poruna moral decadente y preestablecida. En susexploraciones eróticas, se parece más bien aEmma Bovary. También, en muchos sentidos,el sueño toca al autor, a Vargas Llosa, y loconduce a esa otra utopía, una que se debateentre la ficción y la realidad: la literaria. YaRaymond L. Williams lo hizo notar en su Otrahistoria de un deicidio: “Según Vargas Llosa,escribir novelas es un acto de rebelión contrala realidad, contra Dios, contra la creación deDios que es la realidad” (87). De esa luchaencarnizada con una realidad que presentatantos límites —lucha a librar en primera ins-tancia y durante su niñez con un padre auto-ritario— nace en el autor peruano la vocaciónliteraria y quizás también de ahí nazca su fasci-nación por figuras como las de Flora Tristány Paul Gauguin.

A pesar de ser narradas en alternancia,las utopías permanecen enlazadas durante lanovela entera. La de Flora es privada y se con-vierte en colectiva para favorecer a los trabaja-dores y a las mujeres. Privada pues Flora, viveun infierno en el matrimonio con Chazal y,tras abandonarlo, debe soportar su rencor sinbridas. Los viajes y las experiencias de la An-daluza, como la llama el narrador en segundapersona, desembocan una mañana en Auxerre,mañana con la que arranca el texto, mañanaen que la mujer se dice: “Hoy comienzas acambiar el mundo, Florita” (11). Paul insistecon una utopía en principio colectiva al ladode su amigo, el Holandés Loco. En ella, losdos pintores presidirían en Arles una comu-nidad idílica de artistas dedicados a trabajare intercambiar ideas. Ese Holandés Loco,mejor conocido como Vincent Van Gogh,ahuyentará con sus exabruptos a Gauguin.Después vendrá la utopía privada en Tahitíy, por último, en las Islas Marquesas.

Otro punto de reunión entre estos dospersonajes y el autor es Perú. Es precisamenteen Arequipa donde la batalla de Flora dejade ser personal para tornarse rabiosamentecolectiva ante las contradicciones de una socie-dad contrastante y provinciana. No es en Are-quipa pero sí en Lima donde Gauguin jugaráa encontrar el Paraíso durante su niñez, fielreflejo de su búsqueda en el futuro. No songratuitas las alusiones a estas dos ciudades.Además de la rebeldía frente a la realidad,compartida con sus personajes, Vargas Llosarecrea la época en la que los dos vivieron enPerú. Paul en Lima, capital del país, ciudaddonde nació el padre del autor, ciudad don-de halló otro espacio de autoritarismo en elColegio Leoncio Prado de La ciudad y los perros.Flora, por su parte, en Arequipa, ciudad nataldel escritor peruano, lugar de asentamientode su familia materna. La misma mujer–mesías se topará, en su afán por reclamar laherencia de su padre, con un abogado llama-do Mariano Llosa Benavides. Y la pregunta

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es obligatoria: ¿acaso un ancestro de VargasLlosa?

El título El Paraíso en la otra esquina esuna referencia a un juego de niños. Sin embar-go, también se constituye en metáfora de esabúsqueda del lugar inexistente, ese lugar alque quizás algún día se accederá para vivir lafelicidad eterna: el Paraíso, la Arcadia, la Edadde Oro, el Nuevo Mundo. No importa cómose le llame. A final de cuentas, es la Utopía.Y así, cada vez que Flora o Paul le preguntencon sus ojos vendados a otro niño si ahí, adonde han arribado, es el Paraíso, les respon-derán no, aquí no, vaya y pregunte en la otraesquina. En el punto culminante de la novela,un Paul Gauguin desahuciado y casi ciegoapenas observa borrosamente a un grupo deniñas de las Islas Marquesas mientras jueganal Paraíso y, como se les ha dicho a muchosseres humanos, la monja que custodia a lasniñas le dice que ése es un lugar al que él,Koke, nunca entrará. Gauguin sólo encogelos hombros y camina hacia su muerte:

¿Por qué te enternecía descubrir que estas niñas

marquesanas jugaban al juego del Paraíso, ellas

también? Porque, viéndolas, la memoria te devol-

vió, con esa nitidez con la que tus ojos ya no verían

nunca más el mundo, tu propia imagen, de panta-

lón corto, con babero y bucles, correteando tam-

bién, como niño ‘de castigo’, en el centro de un

círculo de primitas y primitos y niños de la vecin-

dad del barrio de San Marcelo, de un lado a otro,

preguntando en tu español limeño, ‘¿Es aquí el

Paraíso?’, ‘No, en la otra esquina, señor, pregunte

allá’, mientras, a tu espalda, niños y niñas cambia-

ban de sitio en la circunferencia (467).

En cualquier caso, las utopías más cerca-nas al Paraíso son las literarias. Las mismasde Cervantes y Flaubert. Porque Vargas Llosadesconfía de los esfuerzos de Gauguin y deFlora. ¿Cómo es posible que el pintor recupereese estado atávico del hombre en donde noexistía la moral burguesa? ¿Cómo es posible

que la mujer revolucionaria logre una socie-dad equitativa para obreros, mujeres y niños?¿Acaso Cervantes y Flaubert no desconfiaronde las ilusiones de don Quijote y madameBovary, sus personajes? Porque, aunque per-dure en el recuerdo del nieto y en los librosde historia como una defensora de las muje-res y de los obreros, el mundo inventado porFlora Tristán no aparece por ninguna parte.Tampoco el de Gauguin. Hasta en Tahití ylas Islas Marquesas, hasta en los lugares másrecónditos, se aparecen los colonizadores ylos misioneros para imponer sus excluyentespuntos de vista.

Ésta es la tercera novela en la que VargasLlosa se aleja de los derroteros de su país. Yalo había hecho anteriormente con La guerra…y con La fiesta del chivo. Aquí, ese joven autorafrancesado que deseaba con fervor conocerParís y que a final de cuentas lo logra, reviveese pasado no sin obviar lo que debió ser unainvestigación exhaustiva sobre los dos perso-najes históricos para ser capaz de moldearlosen personajes de ficción. Ésta es de esas nove-las de prosa hechicera, como diría el propioVargas Llosa, pues le impide al lector soltarlahasta su aparente agotamiento con el silenciode las letras. Ésta es de esas novelas a las queel peruano no es ajeno ni como lector ni comoautor. Recuérdense los magníficos ejemplosde Conversación en la catedral, La guerra delfin del mundo y, apenas hace algunos años, Lafiesta del Chivo. En suma, Mario Vargas Llosaparece decirles a sus lectores con El Paraíso enla otra esquina, que estas búsquedas de la uto-pía son, como las de los niños jugando con lavenda sobre los ojos, fútiles pero necesarias.Tan necesarias como la lucha utópica por laliteratura que él emprendió hace años. Sólopor eso, sólo por darnos el placer de la lectura,Mario Vargas Llosa merece un agradecimiento.

*Vargas Llosa Mario, El Paraíso en la otra esquina,Alfaguara, México, 2002, 485 pp.

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El día que la prensa anunció la “batalla deci-siva” en la invasión de Irak por el ejércitonorteamericano, Fulana buscó con desespera-ción agitada el sobre amarillo tamaño mediacarta que, finalmente, encontró reposado enla mesa del comedor de madera ebanisteadacon rococó pastelero. Su amiga Zutana que,contagiada de nerviosismo hasta la punta delpelo como un french poodle la seguía por lacasa en los afanes de la búsqueda, salió trasella hasta la vagoneta lustrosa y destellanteque las esperaba en la calle bordeada de árbo-les y ahíta de soledad aséptica. En la mañana,por teléfono, de parte de la propietaria de laGalería El Torreón las habían convocado a unencuentro de intelectuales y artistas de partedel Consulado de Estados Unidos en Monte-rrey. Empezaría a las seis. ¿Ya ves? Tenemos eltiempo justo. Y todo a causa del sobre que sehabía escondido en el lugar más a la vista. Aun-que también la invitación fue precipitada, nisiquiera les avisaron veinticuatro horas antes.

De manera individual, desde la galería

habían convidado a cada amiga advirtiéndolesque a solicitud del Consulado, la invitaciónera especial para los escritores. Ellas ya habíanpublicado libros de versos que les criticabancon desmesura y desconsideración quienes secreían detentadores de la verdad poética, por-que publicaban poemas de esos enmarañadosy sin rima. La crítica no las arredraba y Fulanaya había rebasado la docena de títulos, mien-tras Zutana tenía en prensa el que elevaría susvolúmenes hasta la decena, urgida por la espe-ranza de alcanzar la profusa productividad desu amiga. Ellas pagaban la edición de sus libros—como pagaban cada domingo (y a veces entresemana) la publicación de un poema conrecuadro en los periódicos, lo que les habíaatraído un prestigio de poetas que no les rega-teaba la ciudad, generosa como la Roma deHoracio—, pagaban la edición de sus libros yla regalaban íntegra a instituciones de bene-ficencia para que con la venta se allegaranfondos que alentaran su altruismo. No igno-raban que sus obras se empolvaban en las

Ofensiva culturalen el Objetivo Hussein

Saúl Rosales Carrillo

SAÚL ROSALES CARRILLO

Escritor, estudioso y promotor dela literatura en La Laguna. Fue pro-fesor del Departamento de Huma-nidades de la UIA Torreón y asimis-mo, ha impartido cátedra en dife-rentes universidades de la región.Ha publicado los poemarios Vesti-gios de eros, Transparencia cotidiana,Floraciones de sueño y Esquilas domés-ticas; y en prosa, los volúmenes decuentos Autorretrato con Rulfo, Vueloimprevisto, Memoria del polvo y losensayos Huellas de La Laguna. Tam-bién es director de la revista Estepadel Nazas y responsable de las edi-ciones de la colección MM, auspi-ciadas por el Municipio de Torreón.Desde 1999 es reconocido comoCreador Emérito por el gobiernocoahuilense.

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bodegas como los tesoros en los subterráneosde las pirámides de Egipto, pero eso no frena-ba ni su creatividad entusiasta ni su filantro-pía inagotable.

A bordo de la vagoneta alargada condispendio de gusano innecesario, nueva y decolor plata, conducida por Fulana, las dosdamas disfrutaron la refrigeración exhaladapor rejillas ocultas y las oberturas de Rossinique entonaron bocinas estereofónicas estraté-gicamente colocadas y camuflageadas, incluidala de Semíramis, inspirada por la reina míticade Asiria y Babilonia, lugar éste que fue lagran sede de una de las siete maravillas delmundo antiguo y capital de la legendariaCaldea, a orillas del Eufrates, por donde enestos días los bombardeos norteamericanosremueven la tierra en busca de vestigios cultu-rales que recuerden a la humanidad el valorde la civilización y el progreso, sobre todo elde la tecnología de guerra.

El vehículo manejado por Fulana dejó lacolonia residencial donde se erguían comominaretes altas palmeras que imitaban ladecoración citadina de las urbes del sur deEstados Unidos, no la natural de las geografíasxerófitas orientales, ni siquiera la de las imá-genes de su propia historia urbanística asenta-da en el Bolsón de Mapimí. La vagoneta deresplandor plateado atravesó rumbos popularesy antiguos de la ciudad alzada en el desiertode Chihuahua, ubicada en el área de influen-cia de Monterrey y a mil kilómetros de FortBliss, de donde había salido una disciplinadahorda de soldados norteamericanos a invadirIrak, el Irak de historia y polvo, no el impro-bable Irak de Borges, asentamiento de Uqbar(Borges Jorge Luis, Ficciones, Planeta–Agosti-ni, España, 1985, p. 14). El vehículo que lle-vaba a las dos mujeres llegó a la galería deartes plásticas donde la invitación telefónicaapremiante les había informado que sería elencuentro de escritores, intelectuales y artistascon el cónsul.

Al especular sobre la inminente reunión,

las dos amigas prefiguraron el intenso azulmagnético de los ojos diplomáticos, el doradodel pelo como nórdico, lo atlético del cuerpoalto similar al de Rambo. Un dios rubio. Unaestatua dorada. Podría ser un Richard Gere.No, mejor un Mel Gibson, miel Gibson. Ima-gínate, corazón valiente, corazón ardiente.Oye, a ver, ¿cómo reaccionaría tu viejo si seenterara que andas pensando en un rubio deojos azules, piel lechosa y cuerpo atlético comoel cónsul? Qué se va a enterar. No lee las noti-cias culturales. No le interesa la cultura. Ade-más, qué tiene pensar en un rubio así, ojosazules, alto. Es soñar, sólo soñar, pensar. Aun-que, qué raro el nombre del cónsul, oye. Nome parece nombre gringo. Pero así es de cos-mopolita la población americana. Nunca uncónsul había hecho esto de venir a hablar connosotros. Aunque fuera un Hugh Grant, pielcremosa y ojos azulísimos.

En un espacio amplio de la galería deslin-dado por muros y mamparas blancos en espe-ra de cuadros, los anfitriones habían dispuestotres círculos concéntricos de sillas. En unaparte del redondel se había instalado un gru-po de damas de la Sociedad de Poetisas delDesierto con carpetas portafolios, sobres gran-des y opúsculos en el regazo ataviado con vapo-rosos y finos vestidos de verano. Los círculosexteriores ya estaban casi llenos cuando Fula-na y Zutana llegaron. Posaron sus redondasposaderas en un par de asientos de la primerafila, que más bien había sido desdeñada porla timidez o la cautela de los invitados ya pre-sentes. Quién sabe por qué los lugares delfrente siempre son comprometedores paraalgunas personas, cuchichearon las damas dela vagoneta. Los temores, la pequeñez. Susaromas de minúsculos pomos y precios dedilapidación se esparcían en generosos efluviosque agradecían los olfatos legatarios del am-biente árido y polvoso, aunque desde el grupode damas de la Sociedad de Poetisas del Desier-to, aglomeradas como coro aristofánico aristo-fársico se exhalaban ricas fragancias similares.

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Cuando las manecillas de los relojes tradicio-nales se opusieron en una línea vertical mar-cando las seis de la tarde, una mujer con tipode oficinista desde fuera del circo avisó queel invitado no tardaría. Ya había salido de launiversidad donde también se presentó acharlar a las cuatro y estaba por llegar.

En la retaguardia de las señoras dos hom-bres más bien jóvenes, de unos treinta años,comentaban las noticias aparecidas ese día enla prensa. Encabezados de letras pesadas soste-nidos o flanqueados por fotos de militaresnorteamericanos en acción, mujeres y niñosvendados, manchados de sangre y sufrientes,auguraban la inminencia de la “Batalla deBagdad”. Otros encabezados informaban queEstados Unidos había reconocido que usabalas prohibidas bombas de racimo; que solda-dos estadounidenses habían disparado contrauna camioneta particular iraquí matando adiez mujeres y niños; que en el puente de Na-siriya, “puente de la muerte”, se amontonabanlos cadáveres de civiles; que una bomba cayóen un hospital de maternidad de Bagdad ysegó muchas vidas; que crecía la lista de mexi-canos muertos, heridos, desaparecidos y prisio-neros en Irak y que en el Medio Oriente seencontraban alrededor de 54 mil soldados deorigen mexicano. ¿Leíste el artículo que co-menta lo repugnante de los pragmáticos quele reprochan al gobierno de Fox haber votadocontra la posición de Estados Unidos en laONU y revalora el hecho como muestra de auto-nomía y dignidad? Dice que subyace una voca-ción de vasallaje en esa forma de pensar queantepone el utilitarismo a la soberanía y queMéxico, al votar contra Estados Unidos en elConsejo de Seguridad de la ONU ejerció, noenajenó su poder de decisión, su libertad, susoberanía y su dignidad. De ser pragmático aser buitre no hay más que una cintura flexible.

Nunca un cónsul gringo había aparecidopor aquí para convivir con gente como noso-tros. Como no conquistaron el voto del gobier-no vienen por el del pueblo. Es una batalla

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por la reconquista de la simpatía perdida acausa de la invasión.

Gastón García Cantú en su libro Lasinvasiones norteamericanas en México recuentacerca de trescientas desde 1799 hasta 1918.Podríamos ser récord Guinnes. Tenemos elinfortunio de ser vecinos del país más podero-so y ambicioso del mundo, y consecuente-mente, es nuestro el récord de invasionessufridas por su afán expansionista, interven-cionista, colonialista, imperialista.

En la televisión manejan lo de la invasióna Irak con el título que impusieron los gringos,“Objetivo Hussein”. Quieren esfumar sus actosinhumanos contra el pueblo de Irak y su am-bición de petróleo. Pero cómo está sufriendoel pueblo iraquí. Otra televisora usa “ObjetivoSaddam”, igual de equívoco a favor de EstadosUnidos. En términos de guerra, “objetivo” esel blanco de la muerte. Sin embargo, todo elpueblo iraquí ha resultado objetivo.

Creo que este encuentro es como unoque me platicó mi padre —comentó uno delos hombres sentados en la retaguardia de lasdamas—. Vivía él en la ciudad de México. Suaspiración de ser escritor lo había llevado aconvertirse en amigo de Jorge Ibargüengoitia,Ricardo Garibay, Luisa Josefina/ Un día, igualque sus amigos, fue invitado a una reunióncon un funcionario del área cultural de laEmbajada de Estados Unidos. Creo que lonarra Ibargüengoitia en La ley de Herodes. Enese tiempo por todo el mundo había manifes-taciones de repudio al intervencionismo nor-teamericano en Latinoamérica, por el asedionorteamericano contra Cuba, por la interven-ción armada de Estados Unidos en Vietnam.En sus guerras el gobierno gringo incluye unaofensiva cultural. Como dices, ahora quierenrecuperar la simpatía que han perdido por lainvasión a Irak/

Todos miraron hacia la puerta vidrieraporque alguien que la tenía enfrente indicócon una seña muda que ya llegaba el esperado.Hacia el ruedo venía una pareja. El hombre

llevaba en una mano un portafolios y en laotra un libro. Lo acompañaba una mujer dis-tinguida y elegante. Él vestía más con despreo-cupación que con mal gusto. Se introdujeronal primer círculo y mientras el esperado ocu-paba una silla sin destino prefijado, la mujerelegante y distinguida lo presentó y explicó elpropósito de la visita. El prestigio de su gale-ría El Torreón había facilitado que los america-nos se pusieran en contacto con ella para queen su local se llevara a cabo un encuentro entreel señor Robert Naranján y artistas, intelec-tuales y escritores locales, especialmente estosúltimos. Es por eso que contamos con la gratapresencia de todos ustedes. Como les avisamosal invitarlos, el señor Robert Naranján es fun-cionario del área de cultura y prensa del Con-sulado de Estados Unidos en Monterrey. Ledejo a él la palabra.

¿Entonces no es el Cónsul? —le preguntóFulana a Zutana, como si su amiga fuera suzahorí en el más desolado desierto—.

No. Y tampoco es rubio —le respondióZutana con ironía, sofocando la voz para nosabotear al funcionario de cultura y prensa delConsulado de Estados Unidos en Monterrey,que se disponía a dirigirse a sus oyentes—.

Sitiado en su epidermis olivácea o satu-rnina, que de ninguna manera podría serconfundida con la de Hugh Grant ni la deRichard Gere, tras unos lentes poco parecidosa los de Gandhi, montados sobre una narizincontestablemente hindú, y envuelto en unanube de espiritualidad atávica, el funcionariode la diplomacia norteamericana sin ningúnpreámbulo empezó a hablar de sí mismo comolo haría un amigo con el que ya se lleva unbuen rato platicando. Sin duda se encontrabaa gusto en su lugar sin privilegio, al ras delsuelo y sin escritorio de por medio, igual quelos otros del redondel pensado para que losasistentes se sintieran a la misma altura. Lasluces de la galería de artes plásticas acentuabanel color cenizo de su piel.

La placidez, la confianza, la serenidad y el

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desprejuicio del funcionario se contagiaron alos oyentes, reforzados por el aliento de confi-dencialidad en que envolvía las palabras conque refería sus orígenes. Había nacido en laIndia. Allí pasó sólo pocos de sus primerosaños porque su papá ingresó al cuerpo diplo-mático y debieron viajar por el mundo. Año-rando sus tierras y cielos tropicales semejantesa los de algunos lugares del sur de México, siguióa su familia por varias naciones europeas.Vivieron en España un tiempo pródigo queayudó a su infancia a descubrir el encanto dela lengua de Cervantes y de Agustín Yáñez.Finalmente el padre dejó el servicio diplomá-tico y se establecieron en Estados Unidos,donde su juventud cursó la enseñanza mediasuperior y la carrera de periodismo en laUniversidad de Columbia.

La serenidad de la voz narradora y el aurade espiritualidad del coterráneo de Gandhi, elMahatma partidario de la no violencia, echa-ron en los oyentes lazos de cordialidad. Elpúblico escuchaba cautivado y complacidocómo el joven Naranján, igual que cualquierinmigrante, había batallado para incorporarsea la vida americana, llena de oportunidadespero también de requisitos que templan elcarácter y capacitan para el triunfo. Debiótrabajar en empleos modestos, como lo hacequien edifica su vida desde los cimientos. Asípudo sustentar sus estudios. Finalmente sepreparó y compitió contra aspirantes no malcalificados para ganarse mediante examen unlugar en el servicio exterior de Estados Unidos.Enrolado en la diplomacia había recorridovarios países y en México, antes, se habíadesempeñado como canciller de la Embajadaamericana y tras salir un tiempo a otras misio-nes, regresó a México con destino en el Con-sulado de Monterrey.

Sin embargo, en ese tráfago siempre en-contró tiempo para escribir poesía y ensayo.Le apasionaba la literatura y por eso solicitótener un encuentro con los escritores locales,también otros intelectuales y artistas, pero su

interés especial era conversar con escritores.¿Quieren oír alguno de mis poemas?, ¿quierenleer ustedes alguno de los suyos?

Hubo mansas miradas de espera. Algunosojos perspicaces, incluidos los del coro aristo-fánico, se asentaron en el sobre amarillo deFulana, en espera de que se moviera, se abrie-ra, dejara salir sus blancas cuartillas comoblancas alas de paloma de la paz. Los zureosautóctonos prefirieron permanecer acurruca-dos en la mudez.

La cortesía frenó el ego de los escuchas ose abatió ante lo inesperado. Un silencio seempezaba a prolongar cuando el canciller deprensa y cultura del Consulado de EstadosUnidos en Monterrey, con su español adorna-do de cuidados defectos de pronunciación ycultivados solecismos, avisó que leería unode sus poemas de mayor estimación. Algunaspartes las diría de memoria. Abrió el libroque llevaba en la mano al llegar. En sus versos,el poeta Robert Naranján contemplaba elamor especial que se le reveló un día en NuevaYork. Una pareja se abrazaba y entrecruzabasu vista y sus sonrisas en un parque; luego, enel metro, otra pareja, ésta de negros, intercam-biaba sonrisas y miradas.

Al terminar el poema, el diplomáticoestadounidense habló del amor como el granremedio para los traspiés que da la humanidad,a la que él amaba profundamente. Sin mermarla espiritualidad que lo envolvía como nimbusde iluminado, comentó las dificultades de serun intelectual crítico y a la vez un servidor dela patria. Aportó detalles de la historia de sulibro. Contenía los poemas más queridos porél. Lo tradujo al español por sí mismo, conayuda de un poeta mexicano cuyo nombremencionó.

El público escuchó con interés profundodurante el resto del encuentro, hasta que elcanciller de prensa y cultura del Consuladode Estados Unidos en Monterrey concluyó sucharla en español y agradeció la atención dela audiencia.

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Con rechinidos de las patas de la sillas yuna masa de enunciados dichos en voz baja,la gente se puso de pie para empezar a salir.Mientras los primeros lo hicieron, las dos da-mas —Fulana con su sobre amarillo reposadoen el regazo y a bordo de la bolsa de mano—comentaron que el diplomático Naranján erael modelo de inmigrante que llega a EstadosUnidos y porque quiere puede. Asciende por-que la nación, sin discriminaciones, está llenade oportunidades, pero quien las ambicionedebe conquistarlas.

Por su parte, los dos hombres sentadosa la retaguardia de las dos damas perfumadascon refinamiento, consideraron el encuentrocomo parte de la estrategia de Estados Unidospara cosechar la simpatía que le urge en estemomento en que por todo el mundo se mani-fiesta el repudio por su invasión a Irak. No esnada gratuito que el diplomático se haya pre-sentado en tres universidades particulares, enninguna oficial, y haya promovido este encuen-tro. La presencia espiritual, creativa y ejemplarde este ciudadano norteamericano segura-mente conquistará copiosa simpatía para sucalculador gobierno.

Al gobierno norteamericano le interesaganarse en primer lugar la simpatía de quienestienen voz pública, de quienes influyen en elpensamiento colectivo: los escritores.

Una de las damas torció el pescuezo ele-gante y aún firme para dirigir una mirada sinintención pero certera a los jóvenes acuarte-lados a sus espaldas. La otra hizo lo mismoarrastrada por la acción de la primera. Ellosles correspondieron con una mirada tambiénneutra, despojada de interés, sin curiosidadni intención. La plática de los dos hombresse refería ahora a que la más avanzada tecno-logía de guerra se empleaba para bombardear,destruir y someter a los descendientes delpueblo que erigió la cultura, la escritura, loslugares bañados por el Tigris y el Eufratesdonde nació la civilización. En 1963 arqueó-logos norteamericanos en una expedición a

Tell Abu Salabikj, Irak, la antigua Mesopota-mia, descubrieron cientos de tabletas de arcillacon la inscripción de himnos religiosos, oracio-nes y proverbios. Esas reliquias las había acu-ñado la tierra desde más o menos cinco milaños antes de Cristo y al ser exhumadas, contri-buyeron a reforzar la hipótesis de que allí, entrelos sumerios de la antigua Mesopotamia cul-tivada y el contemporáneo Irak bombardeadopor Estados Unidos, allí había nacido la escri-tura, la manera de que el conocimiento sefijara y trasmitiera en el espacio y en el tiempo;la escritura, que es el instrumento que hacetrascender a los poetas y escritores.

Mientras el funcionario del Consuladode Estados Unidos en Monterrey, RobertNaranján, atendía a curiosos y zalameros quelo interrogaban, lo felicitaban por su charla ointentaban congraciarse con él, las dos muje-res, Fulana con el sobre amarillo en la mano,Zutana como su mánager, se alzaron de susasientos y después de dirigir una mirada cinti-lante de odio a los dos hombres de su retaguar-dia, se acercaron al núcleo del funcionario.

¿Es usted el encargado de tramitar lasmicas? —preguntó Fulana a Naranján—.

Es que las micas ya no sirven y ahora hayque usar/ —Zutana trató de estructurar unaintroducción que suavizara el abrupto abor-daje de Fulana, pero a su vez fue interrum-pida por la negación complaciente del funcio-nario del Consulado de Estados Unidos enMonterrey.

No, mi área son prensa y cultura —elenunciado se escuchó saturado de compren-sión para el pragmatismo desorientado—.

¿Entonces usted no me puede ayudar? —añadió Fulana dulcificando la voz y alzandoun poco su sobre amarillo—. Aquí traigo mispapeles.

No —dijo el funcionario de prensa y cul-tura del Consulado de Estados Unidos enMonterrey—. Emitió su negación plena dedeterminación, radiante de espiritualidad yrebosante de simpatía. A

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para Jessica, Alejandra, Laurita. También para Owain

…tú dende la hoguera / al cielo levantaste al fuerte Alcides…

Fray Luis de León, “A don Pedro Portocarrero”

Y todo vuelve siempre al lugar de su quietud.

Popol Vuh

Él se imagina como un ciego. Cuando un ciegocamina, siente una inseguridad terrible entreun paso y otro. De la tierra a la tierra, en elpie, está el espacio. Indecisión. Espanto. Owainpiensa. Se acerca a la puerta hacia el cuartoen donde están los reflectores. Calor. El movi-miento circular del sol marcado. Esto es ladanza de la tierra.

Es el momento. La raíz helada tiemblaadentro del pecho de Owain. Entonces, sabe.Se le ocurre una idea. “Lo único que debohacer —dice— es actuar como actúan las flores”.Es una flor ahora. La textura de su hombro esuna flor, también. Owain conoce el frío, en elcuarto de paredes blancas en donde ya está,con los otros. Entonces cierra los ojos.

En el momento que sigue, habrá de com-portarse como se comportan las flores.

Owain está sentado en una mesa circularque tiene dos vasos de unicel encima. Uno delos vasos con café negro y sin azúcar. El otrocon jugo de naranja. Owain tiene ambas ma-nos encima de la mesa, con las palmas haciaabajo. Las venas resaltan encima de las manos.El color azul se adivina por encima de la piel,la sangre azul. Owain mira sus manos, con lacabeza inclinada —un poco—. En un estado deestupor. Está sentado allí, solo. Espera, de algu-

na manera, que alguien conocido llegue y losaque de ese estupor, y lo libere de la muerte.

Los momentos antes de entrar todosjuntos al cuarto son siempre los más difíciles.Owain se sienta en un sillón junto a los otros;tiene una de sus manos apoyada en la rodilla.Las venas de su brazo están marcadas. Nuncaqueda recuerdo de las conversaciones que tienecon las otras personas. Hablarán rápidamente;palabras de aire que flotan, en el espacio inde-ciso. Entonces, el hombre gordo con acentodel sur del país abre la puerta. “Ya está todolisto”. Entran y en el cuarto hay una cámara,hay reflectores.

Owain lleva la mirada en el suelo cuandocamina en la calle; absorto en el color cenizadel asfalto. El cabello rojizo, muy bien cuida-do. Los ojos grisáceos, oscuros, que casi no sepueden ver. El sol brilla fuerte en la calle, yOwain a veces piensa en la danza celeste delos planetas, en círculos alrededor del sol. Asíes la gente. Habrá alguna vez calor, cuando élcamina. La ropa es escudo que guarda la fres-cura. También el pelo. La cara mirando haciael suelo. A veces, pero no muy seguido, unamujer o un hombre chocan contra el hombrode él, rozan su brazo. Él se despierta. Levantala mirada y el mundo brilla ahí, lleno de soni-do y de nombres. Entonces, Owain se acuerdade que, además de él, en el mundo —afuera—están los hombres.

Owain jura. Está furioso. Jura que nuncamás volverá a ir al cuarto. Jura que no volverá.Nunca más, nunca más. Sin embargo, se en-cuentra allí otra vez. Cuarto. Pared desnuda.Los reflectores. Calor en el cuarto. Es aquel

Color de fuegoRafael Mondragón

RAFAEL MONDRAGÓN

Nació en Villahermosa, Tabasco en1983. Ex alumno de la PreparatoriaCarlos Pereyra. Actualmente estudiala licenciatura en Lengua y Letrashispánicas en la UNAM.

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sudor en el cuarto que es como una segundapiel.

Imagina a la gente. Se sabe observado.Tiene vergüenza, entonces él no sabe qué ha-cer. Todas las cosas regresan. Él siempre regre-sa allí, a ese lugar. Es el temor de no sabercómo parar el movimiento. Eterno movimien-to entre la piel de otro. Color de fuego. Cuer-po herido. Hoy no hay silencio ni secretos. Haregresado; como los planetas. Una vez másllegó al lugar en donde no hay tiempo.

Hoy los ojos de él tienen la mirada llenade luna. Color de luna, gris plateado. Va haciaallá, camina, tiene esperanza, ésta vez no deja-rá que le suceda. Él va. Se acerca. Nace el mo-mento abrasador del fuego. La conversaciónen el sillón, inacabable, nunca de algo en espe-cial, allí; esperando a que abran la puerta.Owain no quiere dejarse vencer. Crucificado;cuerpo herido. Todo vuelve al lugar de suquietud. El hombre dice “ya está listo”. Soyuna flor, piensa Owain: recuerda los campos,las llanuras frente a los montes en donde haypasto. No dejará que le quiten la belleza. Él sedesnuda en el cuarto blanco, ante la luz defuego que se refleja entre su hombro de már-mol. La mujer podría ser bella pero hoy tieneun cuerpo incomprensible, más allá del pensa-miento. Suenan pasos. Owain recuerda. Inten-ta luchar, recuerda la calle. Una mujer le rozóel hombro, en la calle, y le hizo recordar quehay personas. No lo olvides. El horror de laprisión en donde no hay tiempo. De repente,después de quince minutos en la piel de ella,Owain se pregunta ¿pero qué estoy haciendoyo aquí? Imagina a la gente, y se siente llenode vergüenza. Desesperado. Quiere esconderse.Pero no hay sitio dónde esconderse, y menosaún ahora, que está pegado al sexo de esa bolade carne, incomprensible, mujer —jamás loolvides—. Owain se siente con la carne azul.Se mira a sí mismo, como espectador, afuera,no hay sonido posible —no olvides que afueraexisten las personas—, al lado de ti. Owainrecuerda que hay que actuar como una flor.

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Las hojas verdes anudadas a un tallo. Aquellospétalos de color. No lo olvides. En el cuarto,pared blanca. Movimiento circular. En dondeno hay tiempo.

—¿Qué es el aire?

—El aire es el silencio vacío

que se hace cuando alguien ama a alguien;

el deseo de ese amor se queda en el cielo, y viaja.

Así, los hombres y mujeres solitarios

que caminan por la calle, noche a noche,

pueden sentirse acariciados por el aire,

y saber que en ese instante son tocados

por el amor de otras personas.

—¿Qué es la vida?

—Es caminar por esas calles, enamorado de luna;

sentir el fuego horrible abajo, duro, en las entrañas.

—¿Las personas?

—Son muñecos de cera.

Cajas oscuras, frescas, en cuyo centro hay una raíz;

estrellas.

—Yo

—Soy la distancia entre un cuerpo y el mío.

El momento de caminar como ciego, las manos

encima de las mesas.

Alguien libéreme de este estupor.

Cuerpo herido; el fuego. En el eterno movimiento.

Con hojas verdes anudadas a un tallo.

Y los pétalos de color.

Hace algún tiempo iba todos los días a lapreparatoria. Él se sentía muy joven entonces.Campos de futbol enormes, por donde cami-naba, saliendo de clases. Iba todos los días ala preparatoria. Él recuerda, alguna vez, queuna mujer —también joven— le diría una pala-bra bonita, un coqueteo. Él jamás supo quéhacer. Qué hacer entonces. Y es que podríahaber tocado el cuerpo de ella, pero al mo-mento de intentarlo recordaba siempre: sabesque ella también es una persona. ¿Y qué signifi-caba eso? ¿Qué significa ser una persona, igualque él? Owain se siente una persona, pero nosabe qué significa eso.

Como cuando en las calles color ceniza,

alguien sin querer le roza el hombro cuandopasa y entonces, él recuerda: una persona meha rozado el hombro. Ante el misterio del quées eso. Y entonces, Owain se maravilla.

Owain trabajó cuatro meses con el hom-bre del acento sureño haciendo películas conél. “Tú puedes decir que eso es malo, perojamás podrás culparme; porque no puedes,no puedes saber”... Él se disculpa ante ti; sedefiende, en forma curiosa, agresiva. Piensaque lo vas a atacar. Cuando tú lo abrazas élse pone a llorar en tu hombro. No ves su caraporque está tapada por el cabello. El cuerpotiembla. Tiembla todo él. Escuchas cómo llora,silencioso. Él es un cuerpo cansado, que derepente está temblando.

Owain está vestido con un saco. Unacamisa fresca bajo el saco. Hojea las revistascon la mano derecha. Las poses de esos hom-bres y mujeres le parecen tan curiosas. Lasmujeres con los ojos cerrados. Bocas entrea-biertas, semejando algo. Algo que nadie sabequé es. Todos imitan algo. Como si en sus in-fancias hubieran visto a Dios, algún día, y eseDios, más que forma o sonido, hubiera sidoun sentimiento. Algo que ellos no volvierona sentir. “Sin embargo, más o menos así debe-ría verse...”

¿Quiénes son? ¿Quiénes son ellos? En lasportadas de las revistas viene un nombre ins-crito en una frase, pero Owain piensa: sé quedebe haber algo más.

—Oiga joven. ¿No va a comprar?Escucha eso, el grito enfurecido del ven-

dedor de las revistas. Entonces Owain sonríey dice que no. No va a comprar las revistas.

Quisiera decirle que la verdad y el secretodel tiempo no están allí, que hemos de buscaren otra parte, pero lo único que hace es son-reír, y deja la revista en donde estaba.

Owain camina mirando el cielo, paso apaso, disfruta entonces la libertad. Owain sedirige al parque, y cuando llega se sienta enuna banca. Se queda allí, sin hacer nada enespecial. Se queda en ese parque varias horas. A

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La había conocido en la lúgubre barra deun pub del centro. Recuerda que el ambienteplomizo sólo le había permitido imaginarsus facciones; de la boca de ella emergía uncigarrillo que anticipaba un rostro atrayente.

No fue difícil abordarla, ya que se antici-pó, fuego en mano, para que ella continuarabebiendo su tabaco; de ese modo, las copas ylas confidencias se sucedieron hasta que ellase marchó, alegando la fatalidad de la hora.Una tarjeta y un beso, que fue a la vez despe-dida y encuentro, estuvo revoloteando en sucabeza como gaviota ávida de peces.

A los pocos días decidió llamarle y, a pesarde que al otro lado de la línea lo saludabancon un afecto diáfano, su memoria y oídoconspiraban sobre la identidad de la mujer;aquella noche su voz era ronca y opaca, comoun golpear de olas en el acantilado, diferentea ese chorro de claridad que confirmaba supróxima cita.

Sentados frente a un par de tequilas, suvoz parecía fugarse y retornar al mismo tiempoa aquella que había escuchado en el bardepresivo. Pudo apreciar que ella recordabacon precisión sorprendente cada diálogo, cadaconfesión; intentó borrar esas paranoias desu mente y se concentró en sus manos, blancasy delgadas, que se movían con la eleganciade un cisne. Su pelo negro caía libre sobrelos hombros; sus ojos pequeños y brillantes,la hacían más misteriosa.

Varios tequilas después logró interrum-pirla con sus propios labios, que a partir deese momento comenzarían otro tipo de comu-nicación que se prolongaría hasta su modesto

piso de solitario. Tendidos sobre el altarvenusino de sábanas y fuegos, descubrió conlos ojos de sus manos aquellas potentes cade-ras, casi transparentes de tan blancas, enaje-nándose con los laberínticos suspiros que elcombate de los cuerpos arrancaba. Así, yertoy dichoso, terminó rendido ante el poderíode esa hembra soberana.

En el calendario se sucedían intermina-bles las lunas y las madrugadas, que seguíanaquellos duelos eróticos con justificadorecelo.

En una ocasión comparecieron a la vetus-ta morada de ella, que habitaba sin más com-pañía que la de su fiel siamés; así lo habíaconfesado alguna noche. Mientras le prepara-ba un explosivo scotch on the rocks, murmulloslejanos y familiares volvían a irrumpir en susoídos. Esos rumores siguieron constantes,aun cuando, ansioso y sensual, eliminaba san-dalias, medias, faldas, bragas, blusas y corpiñosde su compañera, sintiendo al mismo tiempocómo sus dedos y uñas, menos delicados queotras veces, le derramaban lava por su espalda,caderas y nalgas, dejándose envolver por elciclón de deseo que lo confinó en el hipno-tismo de la carne.

Al amanecer, lo sorprendió la ausenciade su Circe, que lo dejaba varado en las orillasdel placer, sin más protección que su memoria.Aturdido, alcanzó a escuchar unos apuradospasos y el gemido de la puerta que daba a lacalle; se precipitó hasta el balcón y con angus-tia en los ojos logró distinguir cómo su musase perdía radiante y risueña entre la espesurade la plaza.

MANUEL IÑAKI

LEAL BELAUSTEGUIGOITIA

Licenciado en Derecho por la UIA

Torreón. Es miembro del tallerliterario de Guillermo Samperio.

EspejismosManuel Iñaki Leal Belausteguigoitia

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El lunes entré a la sinagoga y busqué alrabino:

—Rabí Eliézer, vengo a pedirle consejo...—Pero si no eres creyente…—Rabí Eliézer, yo maté a mi marido.—¿Qué no murió de un paro cardiaco?—De eso se muere todo el mundo Rabí

Eliézer. Si Simón no se hubiera muerto, yo lohabría matado…

—No eres la primera mujer que ha queridomatar a su marido, alégrate, no lo hiciste.

—Lo intentaría si pudiera…—Tranquilízate, ya no puedes.El martes entré a la sinagoga y busqué al

rabino:—Rabí Eliézer, vengo a pedirle consejo…—Pero si no eres creyente…—Rabí Eliézer, mi madre mató a mi padre.—Tu padre murió cuando tenías tres años,

tu misma me lo contaste…—Bueno, Marcelo no era mi padre, pero

como si lo fuera...—¿Qué no murió de un paro cardiaco?—De eso se muere todo el mundo Rabí

Eliézer. Si Marcelo no se hubiera muerto, ellalo hubiera matado.

—Tu madre no es la primera mujer queha querido matar a su marido, alégrate, no lologró.

—Ella lo intentaría si pudiera...—Tranquilízate, ya no puede.El miércoles entré a la sinagoga y busqué

al rabino:—Rabí Eliézer, vengo a pedirle consejo…—Pero si no eres creyente…

—Rabí Eliézer, mi abuela mató a mi abuelo.—¿Cómo lo sabes, si tu abuela murió antes

de que tú nacieras? Por eso llevas su nombre.—Hay una maldición que pesa sobre mi

familia: todas las mujeres terminan matandoa sus maridos.

—Querrás decir que todas las mujeres detu familia han tenido ganas de matar a susmaridos; no son las primeras mujeres queintentan hacerlo…

—Y lo vuelven a intentar…—Pero no lo logran, alégrate y deja en paz

a los muertos.El jueves entré a la sinagoga y busqué al

rabino:—Rabí Eliézer, vengo a pedirle consejo…—Pero si no eres creyente…—Rabí Eliézer, prométame que no casará

a mis hijos...—Pero si no tienes hijos varones, solamen-

te cinco mujeres…—Da lo mismo, sus maridos serán mis

hijos, prométame que no las casará…—¿Quieres que permanezcan solteras?—Si las casa, querrán matar a sus maridos…—No serán las primeras que deseen matar

a sus maridos…—Terminarán en la cárcel, ¿qué será de

mis nietos?—Le pediré a Dios que tus hijas encuentren

buenos maridos. Alégrate, no les pasará nadaa tus nietos.

El viernes el rabino se levantó al alba y,como lo hacía todos los días, le dio las graciasa Dios por no haber nacido mujer.

Monique MitasteinFicha pendiente

Monique Mitastein

El rabino

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El príncipe de las tinieblas es un caballero

Shakespeare, El rey Lear

Conocí al profesor inglés, Avedon, duranteuna serie de conferencias sobre filosofía con-temporánea organizadas por la Universidadde C. Yo había llegado a la ciudad de Barce-lona hace apenas un par de días, después deun breve pero fructífero recorrido por España,sus museos y ciudades. La universidad mehabía invitado a participar como parte de unprograma de intercambio, que tenía comofinalidad estrechar el contacto académico entreLatinoamérica y España, promocionando lalabor de investigación en varias disciplinascomo historia, literatura, filología y filosofía.De una laboriosa selección a nivel nacional,únicamente fuimos escogidos dos representan-tes de México en materia de filosofía. Micompatriota, aunque venía de Guadalajara,había nacido en Oaxaca, lo que le daba a supersonalidad un aire “mediterraneizado” queentonaba armónicamente con el ánimo delos catalanes, quienes (por lo poco que podíadeducir de mi superficial experiencia) mante-nían un ambiente festivo y jocoso, por lo menosen estos días en que los desfiles de primavera

vestían las calles con buen humor y jolgorio.Yo, por mi parte, no tenía gran interés porfraternizar con más nativos que los necesarios.Bastante cansado era ya estar constantementepensando en el importante papel que mi com-patriota (Heriberto) y yo teníamos que desem-peñar frente a un público todavía desconocidoy que auguraba no pocas sorpresas. Dada laextensa fama que tenía la Universidad de C. poralbergar a las mentes más puntillosas en eluniverso de la filosofía española, nuestra parti-cipación en el ciclo no estaba exenta de ciertonerviosismo acentuado por la presencia delprofesor Avedon y todo lo que sobre él se decía.

El ciclo versaba sobre la postura del hom-bre frente a la paulatina desaparición de lametafísica en toda forma de pensamientoactual, y la manera en que se encaraba tal po-sición con una total separación de la idea dela trascendencia. Mi charla se titulaba Nostalgiapor el porvenir, en ella exponía la situación delser humano ante la disyuntiva de crear su fu-turo desde la mirada del otro (divino o terre-nal) u optar por una idea de futuro cuya com-plejidad radica en la imposibilidad de la abso-luta independencia de toda ligazón social. Eltema me interesaba bastante y le había dedica-

Los coloquios del diabloRomán René Orozco

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do un buen mes hasta tener todas mis ideasclaras. No podía permitirme causar una malaimagen o peor aún, una actitud de condescen-dencia. Por otro lado, mi mente forjaba desdehacía rato la idea de impresionar de tal formaa mis colegas europeos, que pudiera conden-sarse un puesto honorario en alguna de lasuniversidades participantes o en la mismaUniversidad de C., que gozaba de gran presti-gio en toda Europa respecto del área filosófica.Así, mi mente se dejaba llevar por estos agra-dables pensamientos, en tanto que el tiempoconsumía lentamente las veinticuatro horasque aun faltaban para el momento que yoconsideraba, sería inolvidable. Cuánta razóntenía sin saberlo.

El profesor Avedon era un sujeto de grue-sa complexión y andar elefántico que parecíasiempre estar a punto de romperse un hueso.Los quevedos que usaba y el corte de pelo tanparticular, le daban el aspecto de portada delibro viejo, aunque no aparentara tener másde cincuenta años. Su persona era bastanteconocida en los rumbos de la filosofía, quizáno tanto por su obra o su intelecto como porlas leyendas que circulaban en torno a su vida.Era uno de esos tipos en quienes se halla una

ROMÁN RENÉ OROZCO

Licenciado en Comunicación porla UIA Torreón, institución en laque es profesor de asignatura delárea de Integración y forma delparte del taller literario. Ha publi-cado en las antologías Hoy no se fíay Mañana tampoco.

curiosa mezcla de seriedad académica y entu-siasmo esotérico. Se podría pensar en unacombinación entre Paracelso, Aristóteles yH.G. Wells. A pesar de lo histriónico de suaspecto, Avedon gozaba de cierta admiracióny respeto (quizá por su osadía más que su ta-lento) a partir de la publicación de unos librosdonde exponía ciertas líneas de pensamiento,que retomaban la metafísica de Aristótelesadecuándola a un esquema cosmogónico másbien vulgar a mi vista, convirtiendo una bellareflexión del mundo en una mera exposicióncasi circense. Nunca un adjetivo lo calzó mejor,el profesor Avedon era un cirquero de la filo-sofía, si es que tal imagen puede ser concebidaen cabeza humana que se precie de serlo.

—Doctor Ignacio Taboada, este es el pro-fesor Avedon. En esta ocasión no expone nin-gún tipo de conferencia, pero participa de muybuena gana en todas las ponencias y nos alegratenerlo por aquí. Aunque quizá nos reserveuna sorpresa, ¿no profesor?

Al final de la frase capté una risa muysutil en el decano de la universidad al momentode hacer las presentaciones; quizá su alegríano era solamente figurada. Sentí un fuerteapretón de manos.

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—Encantado —respondió Avedon, dejan-do salir una voz grave y profunda en un espa-ñol perfecto—. Entonces usted es el mismoTaboada que va a exponer Nostalgia por elporvenir. ¿Cierto?

—En efecto, es mañana por la tarde. Espe-ro contar con su asistencia.

—Desde luego, normalmente en este tipode ciclos no me gusta perderme de ningunaconferencia, y menos si se trata de un exponen-te de un país tan exótico como el suyo. Debeser muy interesante su aproximación a la filo-sofía en un país tan alejado del desarrollo delpensamiento occidental, ¿no lo cree usted?

Ignoro si fue intencional la entonaciónque le imprimió a su comentario, pero mesentí agredido en cierta forma.

—No del todo —dije con calma— por lomenos no tanto como podría serlo en un paístan estoico como el suyo, tan alejado del sen-tido común. Me parece que Callada desespera-ción es como le llaman a ese concepto. ¿Loha escuchado?

Apenas un breve intercambio de palabrasy la guerra se había hecho. A pesar de los sub-textos, Avedon continuaba sonriendo cortés-mente y luego de un suave asentimiento meinvitó a discutir mis ideas en su piso, acompa-ñados de un poco de vino y pan con tomate.Le contesté que me daría gusto seguir la charla.Acordamos vernos a las diez de la noche esemismo día, y después de anotarme su direcciónen un trozo de papel, dio media vuelta conun aire de pintura renacentista y se perdióentre las demás personas que asistíamos alrecinto universitario. Afuera el sol catalántodavía brillaba y de cuando en cuando meparecía captar un ligero aroma marino en elaire, que me relajaba y hacía olvidar la malaimpresión que Kieran Avedon me había pro-vocado. ¿Cómo era posible que alguien tanpedante pudiera ser tan reconocido? ¿Habríaalgo que valiera la pena explorar en esa cabezatan contagiada de sí misma? Luego sentí curio-sidad. No había nada de malo en ir a tomar

unas copas con él. Por antipático que fuera,siempre podría sacarle alguna que otra infor-mación que pudiera utilizar en mi provecho.Quizá lo que necesitaba era un buen conver-sador con quien pudiera discutir algunas ideassobre mi conferencia. Mientras pensaba enesto mi malestar inicial se disolvía y las ideasvolvían a la calma. Los carros y las personasse movían como si estuvieran convencidos desu existencia, aunque este tipo de aspectos mesería puesto en duda más tarde. Minutos des-pués el sol casi había desaparecido.

Si hay algo que me llamó la atencióndesde el principio de mi llegada, fue una me-ticulosa organización de las fechas, los espaciosy la logística que seguirían las conferencias.Nuestros “guías” nos asistieron maravillosa-mente y por el resto de la tarde no había nadaque hacer en la universidad. Toda la mañanase había ido en familiarizarnos con el lugar yubicar los salones principales en donde seiban a exponer las diferentes charlas. El catalánque nos recibió, de una manera muy amable,nos sugirió a Heriberto y a mí que fuéramos adar un paseo por las famosas Ramblas y quedisfrutáramos el paisaje costero, con la finali-dad de relajarnos un poco y estar más descan-sados para la conferencia de mañana. Segui-mos su consejo y después de habernos presen-tado a las figuras más prominentes de la inte-lectualidad de España y Latinoamérica (ademásde Avedon), decidimos salir de la enclaustranteatmósfera académica, y pasear nuestra extran-jería “exótica” por las calles cercanas a la costay contemplar el mar por un rato.

Llegados a la plaza Cataluña bajamos delmetro y nos dirigimos hacia las Ramblas que,como es habitual, bullían con turistas nacio-nales y extranjeros que hacían imposible elconcepto de convivencia pacífica. Mi reloj ape-nas marcaba diez minutos antes de las ocho.Quedaba entonces suficiente tiempo paraexplorar el conocido paseo, aspirar el olor delmar y de paso, incrementar significativamentemi odio a las multitudes.

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Todo el rato que estuvimos caminandopor el extenso camellón de la calle, no apartémi pensamiento del encuentro con Avedon.¿Por qué querría saber más sobre mis ideas?¿Le interesaba mi conferencia genuinamente?Consideré que nada más se había portadoamable y que tal vez no sería tan necesario ira su piso. Por otro lado, la postura de una per-sona sensata, atenta y respetuosa que siempreme ha gustado aparentar, se vería añicada pormi actitud de egoísmo. E intuía que Avedon,siendo tan respetado, bien podría comentarel incidente de mi desaire y al cabo de un ratola embajada y mi universidad también lo sa-brían, lo cual no me era conveniente, dadosmis planes de expansión intelectual. No severía bien del todo que los demás directivosse enteraran de mi falta a la cita cuando se meofrecía la oportunidad de conversar con elfamoso Kieran Avedon (el mismo decano noshabía presentado y, por supuesto, fue testigode mi aceptación), siendo que existían muchaspersonas que hubieran pagado por tal privilegio.

—¿Sigues pensando en Avedon? —me pre-guntó Heriberto—.

—Sí, un poco. Me pone algo nervioso.—No te preocupes tanto por ese tipejo, lo

he leído en varias ocasiones y es muy aburrido.—¿De qué habla?—Demasiado esotérico para mi gusto,

pero ya ves que eso parece ser el ánimo actualdel hombre. La razón ya no tiene las respuestas,si no, ¿a qué crees que vienen todas estas con-ferencias de la trascendencia y la metafísica?.Si somos las últimas coca-colas filosóficas deldesierto de la contemporaneidad.

—Deja la poesía para luego. ¿Cómoesotérico?

—Ya te darás cuenta luego. Vas a ir, ¿no?Encogí los hombros mientras seguíamos

nuestro curso errático. La gente corría, cami-naba, se tropezaba, se caía, compraba, gritaba,reía y dejaba sueltos a sus niños para que cru-zaran las calles. Llega un momento en que yano se puede percibir a las personas individual-

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mente. Todo se homogeniza y la masa se hacepresente como una sola entidad. Tuve la im-presión de estar viendo un extenso campo detrigo multicolor que se movía y creaba ondascon la acción del viento. Mi mente vagabaentre las cabezas de la serpenteante multitudy sentí la brisa del mar. ¿Qué era yo frente aesa fuerza irresistible, mucho más presente ysensual que mis ideas? Si en verdad la razónnos abandonaba a las puertas del milenio dela incertidumbre, ¿hacia dónde derivar lospasos ahora que aniquilábamos el suelo? Unasomo de duda llegó a mi pensamiento, y sentími conferencia vana y absurda. Ya no podíaseguir defendiendo mis ideas de la forma enque las había concebido, algo en mí se enfer-maba. Decidí entonces visitar a Kieran Avedon.

Eran las diez con cinco minutos cuandoestaba pulsando el timbre correspondiente alpiso de Avedon y sin hacer saludo ni pregun-tas, se oyó un zumbido electrónico que indi-caba la desactivación del seguro. Empujé lapuerta y mientras la abría cesó el sonido. Elpiso de Avedon se localizaba en el sexto nivelde un antiguo edificio en el cruce de las ave-nidas Diagonal y Passeig Saint Joan. La ubica-ción era en verdad buena. Claramente podíandistinguirse, desde la ventana del balcón, lasocho torres semi–terminadas del templo de laSagrada Familia de Gaudí, y si uno volteabahacia la extrema derecha se accedía visual-mente a un mar apenas sugerido. Ocultadopor los edificios, las calles y las casas, el medi-terráneo parecía susurrar canciones a lo lejos.

La caballerosidad no era una característicaque uno podría apreciar de forma notable enel carácter de Avedon, pero la personalidadque veía en esos momentos cambió significa-tivamente la impresión que me había causadoen el primer encuentro. Avedon me recibiócon un excelente vino y durante una horaconversamos sobre la cultura española y cata-lana, sus choques y el desenvolvimiento socialen Reino Unido. No tocamos en absoluto eltema de la filosofía o de mi conferencia, y se

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cuidó de mucho de no rozar la cuestión o algoque la pudiera relacionar. Tuve un rato agra-dable y casi empezaba a experimentar simpatíapor este hombre, cuando aprovechó un brevesilencio para cambiar súbitamente de tema.

—¿Ha oído hablar del De occulta philosophia?El libro de Cornelius Agrippa, ese alqui-

mista desquiciado, famoso por su carácteresotérico y reservado. Alguna vez llegué a leerun par de extractos, pero sin interesarmedemasiado. Me atraía más debido al escándalosuscitado por su aparición que por su conteni-do, francamente monótono. En la época desu publicación armó tal revuelo que los im-presores eran inquiridos por la Iglesia y, gene-ralmente, tales procesos culminaban con penascarcelarias muy severas y la aniquilación totalde una reputación decente.

—Poco, en realidad no me interesan esetipo de trabajos —dije en un tono ligeramentemolesto por el radical cambio en la conversa-ción—.

—Quizá debería prestarle un poco más deatención. Puede encontrar un par de verdades.

—Lo dudo mucho. En todo caso no es laobra de un hombre de ciencia —contesté unpoco más enfadado—.

—Mi querido doctor Taboada, ¿y la filo-sofía es ciencia? Dígame si ha encontrado algode certeza incuestionable en los libros que tan-tas veces ha disfrutado y que le valen su títuloy su fama. La verdad que usted ha intentadobuscar en esos libros no es nada comparado alo que otros caminos pueden ofrecerle. Yomismo lo sé. Soy muy reconocido en el mundopor los títulos que he publicado, pero es sóloporque los necios nunca podrían entendermis verdaderos e inéditos pensamientos, sucompresión la reservo para mentes superiores.Doctor, usted es una persona a quien yo admiro.He seguido el desarrollo de su carrera conenorme interés, soy muy sincero en esto, yquisiera compartirle una pequeña parte, ape-nas un asomo del conocimiento que he adqui-rido gracias a una apertura de mente, superior

a la de toda esta bola de académicos pompososy esnobistas. Yo le ofrezco la certidumbre queha buscado y que todavía busca en una reali-dad insatisfactoria. No haría este ofrecimientoa cualquiera y confío en que sabrá valorar miconfianza.

Permanecí en silencio unos cuantos se-gundos. Avedon me miraba atento con susojillos azules que se empequeñecían aún mása través de sus ridículos quevedos, pero nopodía tomarlo a broma. “...Y su mirada aguile-ña, es la de un demonio que sueña...” Laimagen de Poe con referencia a la infausta avede su célebre poema, me vino a la mente conclaridad y no pude sacar de mi mente lo acer-tado de la comparación, justo en ese momentoen que Kieran Avedon me apuntalaba con sumirada. Con un gran esfuerzo, me levanté dela silla y comencé a moverme hacia la puerta.Avedon a su vez se levantó y alzó la voz:

—Por favor no se vaya. Quisiera que mepermitiera la oportunidad de demostrarle mispalabras. No tiene nada que perder, le aseguroque quedará usted satisfecho y... quién sabe,quizá hasta pueda interesarle.

Me detuve justo antes de abrir la puertay evalué la situación. Luchaba entre un senti-miento de repulsión y otro muy fuerte de cu-riosidad que no me dejaba cruzar el travesaño.Durante años había entregado mi vida a lasdisciplinas de la mente, en verdad me sentíaun amante de la sabiduría, pero no podíaignorar el sentimiento de insatisfacción queme depredaba en los últimos años. Mi ponen-cia sobre el futuro me significaba un dilema,pues estaría hablando de algo en lo que ya nocreía más. Me convertí en una víctima de mihastío. La invitación de Avedon me sedujo yaunque estaba convencido de que todo en éleran fantasías, sentía una gran curiosidad porsaber. Me volví y acepté.

—Espléndido —dijo Avedon, y me acercóuna copa—. Brindemos por la apertura de lamente y el ánimo de los buenos filósofos que nose negaban a nuevas formas de conocimiento.

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Tomé la copa y brindé junto con mi an-fitrión. El vino era condenadamente bueno,quizá un poco seco para mi gusto regular, perodecididamente efectivo y empecé a sentirmealgo más relajado. Pensé en los primeros filó-sofos, en los modernos; pensé en Heriberto,que seguramente estaría dormido en el hotel;pensé en el resto de Barcelona, que ignorabalo que estaba pasando en este sitio y en latransformación que operaba en mis más íntimosniveles de voluntad. Sonreí y apuré el conte-nido rápidamente.

Entramos en un pequeño salón donde lailuminación era bastante reducida sin quedartotalmente a oscuras. En el centro de la habi-tación había una mesa con unos extraños gra-bados en su superficie. Al parecer, se tratabade tres círculos concéntricos que ostentabanen sus interiores símbolos incomprensibles yunas curiosas palabras en latín que evocabanvarios nombres de antiguas divinidades paga-nas. Colgados del techo, unos amuletos condiversas formas animales se mecían suavementecon la brisa que entraba por la ventana abierta.Me acerqué para tomar un poco de aire ynoté que a un lado mío había varias macetascon unas extrañas plantas que florecían apesar de la poca luz.

—Belladona y beleño —dijo Avedon sinesperar a ser cuestionado—, se dice que lasbrujas los utilizaban para hacer pócimas ensus aquelarres. Sus propiedades alucinógenasy narcóticas inducían a las participantes a unestado más propenso para recibir mensajes desus señores servidores, usted sabe, machoscabríos, escobas voladoras y ese tipo de cosas.La gente sólo ve lo que quiere ver. Conservolas plantas como una curiosidad, un fetiche,pero no es eso lo que me interesa que usted vea.

Caminamos hacia la mesa sobre la cualAvedon colocó varios trozos de tela distribu-yéndolos en lugares específicos. Luego colocóun extraño candelabro en medio del grabadoy lo encendió. Procedió luego a situar justoencima de la flama, una especie de crisol lleno

hasta la mitad de un raro líquido oscuro. Sacótambién de un cajón una serie de cuchillos yutensilios de cobre y plata que dispuso alrede-dor del círculo de mayor tamaño.

—¿Qué significan las letras?—Agrippa fue alguna vez conocido por su

interés en algo llamado la gematría, una disci-plina que estudiaba el valor numérico y sim-bólico de las palabras. Lo que ve usted en lasuperficie de la mesa son palabras con unacarga energética específica que aceleran latrasmutación de las cosas. En esta ocasiónplaneo utilizarlas de manera diferente.

Avedon lanzó una larga cadena de com-plicadas explicaciones en donde relacionó lanumerología, la astrología y la alquimia conotras disciplinas menos conocidas, que enconjunto con las anteriores otorgarían a losiniciados la llave de los misterios de la exis-tencia y el conocimiento de lo oculto en lanaturaleza.

—No se asuste. Alguna vez Pitágoras hizolo mismo. Se decía que podía hipnotizar a laspersonas para ordenarles hacer lo que él qui-siera, aunque el hipnotismo no se descubrierahasta el siglo XVIII.

La explicación me había cansado, y elhumo que salía del crisol empezaba a marear-me. Le pedí a Avedon que por favor continua-ra rápidamente con su demostración antesque perdiera la paciencia. Esta vez no respon-dió. Me sonrió y se dirigió a un pequeñoarmario del cual sacó una espantosa máscarade fieltro negro con un largo pico curvado enel lugar correspondiente a la nariz. No pedímás explicaciones y me limité a observar susacciones. Se ajustó la máscara en la cabeza yluego se vistió con una larga capa de tercio-pelo azulado en el que lucían figuras queremedaban animales y hombres por igual,algunas veces el humano y la bestia se fundían.

Colocándose al centro de la mesa, Avedoncomenzó a proferir una retahíla de frases enun extraño lenguaje, al mismo tiempo queagitaba las manos y los brazos en torno a los

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tres círculos con las letras grabadas. La repeti-ción de los ruidos producidos por Avedon yel humo del crisol me empezaban a cansar ysentí fuertes náuseas. Caí sobre mis rodillastosiendo y al punto del vómito. Como pude,me enderecé apoyando las manos sobre lamesa y volteé la mirada hacia el techo. Elhumo se concentraba en el techo y empezabaa formar pequeñas nubes que giraban en elsentido del reloj justo por encima del centrode la mesa. Al mismo tiempo el contenido delcrisol burbujeaba y despedía un olor fétidocomo de mierda humana. Mi estómago no loresistió y vomité en el suelo, venciendo lapobre resistencia de mis piernas. Todavíaescuchaba la letanía de Avedon, que gradual-mente se convertía en alaridos ininteligiblesque me llenaban de temor. Desde el sueloalcanzaba a ver el borde superior del crisoltodavía humeante, sentía mi cabeza pesadacomo un yunque, pero alcancé a recargarmesobre la pared y entonces contemplé algoinsólito. Los animales representados en losamuletos que colgaban del techo se movían yescapando de sus minúsculas cárceles de metal,trepaban por las paredes y se paseaban por elresto de la habitación. Pero no había vistonada aún.

Volteé la mirada hacia la mesa y contem-plé el bizarro recipiente que se calentaba. Elcristal empañado del crisol no me permitíaver el interior, y a eso hay que sumarle la tre-menda cantidad de humo que había en elcuarto, pero lo que percibí fue claro: del inte-rior del crisol se extendió un pequeño brazode forma humana que buscaba asirse del bordevítreo. Luego apareció otro brazo y sujetó elborde del vaso con fuerza. Asomándose lenta-mente se empezó a ver la cabeza de un hom-brecito de color gris que tenía unas faccionesinfantiles. Avedon no detuvo ni un instantesus rezos y continuaba haciendo mesmerismossin tomar en cuenta lo que ocurría dentro dela habitación. Habría salido corriendo, perounos dolorosos calambres me atacaron las

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piernas inmovilizándome. Los animales de lahabitación se acercaban a mí con gran premura.Arrastrándome llegué a la puerta sólo paraencontrarla cerrada. Los cantos de Avedonme volvían loco, pero estaba demasiado débilpara moverme. El homúnculo se irguió porcompleto dentro del crisol y giró la cabezaen derredor como si buscara algo, hizo unamueca y luego dijo una frase en una lenguadesco-nocida. Detuvo su recorrido cuandonuestras miradas hicieron contacto, dándo-me cuenta en ese momento, antes de desma-yarme, que tenía unos penetrantes y horriblesojos azules.

Cuando desperté estaba acostado en unacama de hospital, tenía un fuerte dolor decabeza y una náusea que me torcía por dentro.Mi visión era borrosa, así que me costó unpoco de esfuerzo distinguir a Heriberto queestaba a mi lado y me miraba entre atónito ycauteloso. No supo cómo empezar a explicarmelo que había pasado.

—Diste la conferencia, todos los catedráti-cos estábamos esperando en el salón seleccio-nado. Te tardaste media hora en aparecer yluego... es muy confuso. Llegaste corriendo yvociferando que te perseguían unos demonios,tu ropa estaba manchada con mierda y luegote subiste al podio y no sé, a todos nos parecióque tenías ganas de volar. Te aventaste delpodio y te fracturaste la pierna derecha. Loúnico bueno fue que te desmayaste, así notuviste que pasar el rato de vergüenza. Cuandome acerqué a verte apestabas a alcohol y amariguana. Chingao, tú ni siquiera fumas¿Qué carajos tomaste y a dónde más fuisteanoche?

—Avedon —le dije— fue Avedon. Estuveen su casa y me dio algo, veneno, no sé.¿Dónde está ese desgraciado?

—Quizá primero tendrías que agradecerleal desgraciado ese que salvó tu conferencia.Cuando te desmayaste, él nos tranquilizó ysacó una copia de la conferencia que ibas aexponer. Al parecer tú se lo diste. Dijo que el

incidente no tenía porque afectar la seriedadde tu trabajo. De hecho lo hizo muy bien,ni yo me lo esperaba. La forma en que expusotu trabajo les gustó a todos los asistentes; meimagino que le contaste todo sobre el tema,si no, no me explico cómo lo pudo dominar.Estuvo muy bien, hasta el decano le ofrecióun puesto en la universidad. Titular. Quépena, pudiste ser tú. Pero bueno, lo impor-tante es que estás bien. Ese Avedon no es tanmal tipo como yo pensaba. Se comportó deuna forma ejemplar y hasta se ofreció a pagarpor tus tratamientos. Dijo que únicamentete sirvió dos copas de vino y te pusiste comoun endemoniado. Huiste de su piso y nopudo alcanzarte. Carajo, Nacho, pensé queel desmadroso sería yo, y mírate. Ya paraestas horas se habrán enterado en laembajada.

Escuchaba incrédulo todo lo que Heri-berto me relataba, pero ya no podía replicarnada. Mi cuerpo y mi mente estaban dema-siado agotados para pelear por un poco derazón. Claro, el humo, el vino, las plantas.Todo estaba allí. ¿Cuánto tiempo habríaestado planeándolo? “He seguido el desarrollode su carrera con enorme interés”. He sidoun imbécil. Pero, ¿y el homúnculo? ¿Losdemonios? Tal vez Avedon tenía razón. Sólovemos lo que deseamos ver, y la tragedia delporvenir no es su nostalgia, sino su anheloenceguecido por las pasiones. Conque el mal-dito va a trabajar en la universidad. Que se lotrague el cabrón.

Me sentía insoportablemente débil. Através de la ventana de mi cuarto de hospitalescuchaba los ruidos de la ciudad y pensé queexistían todavía muchos demonios que com-batir y mucho futuro para encontrarlos. Peroya les haría frente en otra ocasión, en esosmomentos, lo único que sentía era un ende-moniado sueño y decidí que lo mejor seríadejarme vencer por esta vez.

Torreón, Coah., 19 de mayo de 2003A

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Hay quienes adquierenla mala costumbre de ser infelices.

T. S. Eliot

IBELENIA

—Cuando lo trajeron a Pozo de Calvo, pocomás acá de Jimulquillo, ingeniero, el león rea-firmó su idea de que, ahora sí, estaba amolado—empezó la vieja cronista—. Lo habían elimi-nado como principal atracción del circo Varie-dades Royal —perteneciente a Frank Zabo, elgitano más gordo del mundo— y vino a parara este pueblo perdido entre arenales, mezquitesy cerros de mármol. Como se volvió un leónparlante, guardó la esperanza de llenar su vida,platicando su tragedia. Ignoraba que nosotros,gente acostumbrada a vivir y cantar llorando,

no le íbamos a prestar atención. En este sitiosemidesértico, bárbaro, nadie iba a apreciarlas habilidades lingüísticas que aquí desarrolló.Alguna vez le harían caso, ya lo verían, me dijo.

De su antigua y soberbia grandeza que-daban puros pellejos. Muy bien habría podidopasar por entre los barrotes de su jaula, unavez que los pobladores de estos añejos ranchosardidos por la sequía le hubieran dado elgusto de oírlo con atención; pero debíamosescucharlo todos, no solamente yo, cronistacentenaria, y mi tataranieto Nacho Guadalupe.Una vez cumplido su gusto, contento, se esca-paría para acudir al cañón de la Cabeza oremontaría la sierra de Jimulco, sólo por versi algún puma hembra le hacía aprecio, asíestuviera viejo para esos trotes.

Belenia, la mujer centenaria que decíahaber visto pasar por ahí a Porfirio Díaz, iba

Un león en el pozoFernando Martínez Sánchez

Fernando Martínez SánchezEscritor y periodista. Profesor deliteratura en la UIA Torreón.Cronista de la ciudad. Hapublicado Nada y ave, Sumapresencia, Los pájaros del atardecer eInnovación y permanencia en laliteratura coahuilense, entre otros.Algunos de sus textos hanaparecido en la revista Fronteras y enel suplemento cultural de LaJornada.

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desde El Barrial de Guadalupe a Pozo deCalvo, sólo por estar con el león, la acompa-ñaba su tataranieto, casi tan decrépito comoella, pues los demás vecinos nunca quisieronir, preferían quedarse a entonar sus viejas co-plas cardenches de amores lejanos y desatinosbañados de sotol y sangre, antes que escucharlas hazañas de un león que ni nombre tenía.

De vez en cuando Belenia le servía a lafiera alguna rata de campo, de las que le sobra-ban en la comida. Pero más que a alimentarlou oírlo, ella iba a platicarle sus consejas, y elleón escuchaba embelesado como al señor deMapimí, el Cristo crucificado que habíanllevado en préstamo a la parroquia de Cuen-camé, le crecieron tanto los brazos que ya nopudieron sacarlo, pues ahí lo requerían másque en su iglesia original —enfatizaba Belenia—,y se quedó para hacer milagros a los cuenca-menses.

Ella nació al otro lado del río. De niñavio, también, cómo instalaron un reloj de solque no se equivocaba al dar la hora, aunquele hicieran sombra las nubes que pasaban sinresolverse a soltar la lluvia, hasta que el Señorde Mapimí se los ordenaba.

Pero lo que más pedía el león que le con-tara la vieja, tenía que ver con el relato delgalope de los berrendos que se iban trotandoa beber en las orillas del río Nazas, luego deque casi se desbarrancaban, en fuerza de carre-ra, por la Cuesta de la Fortuna, cuando oyeronel fragor ferrocarrilero, en los buenos tiemposde la hacienda. Pero ahora Jimulco y sus alre-dedores eran tan pobres que ya ni el mármolse vendía, y de La Flor y sus grandezas no que-daba ni el tallo, aunque Belenia las percibíacon el vago perfume de la nostalgia.

En otras ocasiones, la matusalénica mujerle platicaba al león viejos cuentos de bandidos,indios salvajes, doncellas raptadas y tesoroscada vez más ocultos, mientras el ex rey de laselva se merendaba al coyote desorientadoque Nacho Lupe había logrado capturar por-que se había puesto encima una piel del carní-

voro. No se lo comían, pues lo considerabande mal agüero. Su destinatario era el león,para que lo hiciera tasajo con su maltrechadentadura.

Consumida la merienda y escuchadas lashistorias de Belenia, el félido paseaba por elestricto espacio de su jaula, hable y hable.Sus voces, por momentos, se volvían alaridos.Sus palabras registraban todos los timbres, losmatices y los ritmos que ya hubiera queridoun actor en el papel de Rey Lear, llorando porla ingratitud de sus hijas mayores. Cuando sulengua se cansaba de hablar la pasaba por susviejas heridas.

La cronista y su descendiente lo oían unrato, festejando sus ocurrencias y regresabana El Barrial, caminando junto a la vía, la viejapresumiendo de que primero se fatigaba Igna-cio Guadalupe que ella, aunque reconocíaque en algunas cosas sí le ganaba el hijo de subiznieto, sobre todo en la cacería y la lectura.La vista de él era nítida, ella solía ver borrosaslas imágenes.

Cuando pregunté la edad de la vieja,nadie en el pueblo supo decírmela. Todosafirmaron que desde que tuvieron razónconocían a Belenia, cuya cara apenas se veíade tantos surcos que el tiempo había dejadoen ella.

El mamífero de pelaje ocráceo —me contóla vieja— llegó a Torreón con el circo húngarode Praga. Entonces si era un león llameante yrugidor como la fragua de Vulcano. Incendia-ba la carpa que se erguía con sus llamativosbanderines trepidando en el viento de lacomarca, a la espera de la troupe de fieras,payasos, caballistas y fenómenos de todasclases, que se desgañitaban alborotando alos polvosos habitantes de aquel emporioalgodonero.

Conducido por su domador marchabael león, arrastrado de una cadena por cuyasolidez los espantados pueblerinos rezaban aDios. Sin justificación, entre el polvo de laancha y extensa calle sin pavimentar, surgió

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una afilada punta de flecha que había sidoremovida por el paso de carromatos, animalesy artistas, y que se clavó en una garra de lafiera, misma que pegó un rugido interminablea la manera de un moderno locutor deportivo.La marcha se detuvo y Antenor Cifuentes,el único veterinario de entonces, acudió deurgencia. El dueño del circo no había acepta-do que Belenia, experta en yerbas medicinales,le pusiera al rugidor un emplasto de goberna-dora, mariguana y sábila, calentado con unenorme mazacote de guayule parecido alparche de José Gris.

El león no murió, mas por el trancesufrido lo retiraron de la pista circense, luegode que el médico no lograba sacarlo de laanestesia, dejándolo convertido en un guiña-po de animal. El gordo Frank demandó alveterinario, pero antes se fue caminando apunta de resuellos desde el lugar donde seencontraba el circo, por terrenos de la prime-ra estación de ferrocarril, frente al hotel Fran-cia, hasta la calle Guadalupe Victoria, siguien-do la ruta del tranvía. Iba detrás de él unaestrepitosa chiquillería, un montón de curio-sos, dos o tres gendarmes y hasta unos jinetesde la Acordada. Frank Zabo y su tonel dehumanidad llegaron golpeando la impenetra-ble puerta de pino crudo de la casa consultoriode don Antenor, quien sólo de verlo por elojo de la chapa, agarró una temblorina quetodavía le dura.

El gordo destrozó el maderamen, usandosus puños como arietes, y reventó la cadenaasegurada con un poderoso candado de ferro-carril que el veterinario había puesto. Los dela Acordada le bajaron el coraje a punta decintarazos, lo amarraron y entre muchos losubieron a un caballo para remitirlo al va-gón que entonces servía de cárcel, pero elcuadrúpedo no soportó al pesado jinete, yazotó muerto. Hartos de batallar lo treparonen un carro de mulas y lo remitieron encade-nado a un corral, donde permaneció bajo lavigilancia de la autoridad, hasta que el juez

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escuchó sus razones, y lo puso en libertad,comprometiéndose a ejercer acción legal encontra del veterinario, quien al final, se vioobligado a vender todas sus vacas para cubrirel exorbitante precio del león, cuyo color ocrese había opacado. Para terminar de amolarla,los tribunales lo condenaron a hacerse cargode lo que sobraba del animal.

—Pude haberlo matado —contó Antenor—pero me dio lástima y se me ocurrió regalarloal zoológico de la alameda que, salvo dos otres venados y un halcón, carecía de otrosejemplares.

El administrador del zoológico, que nopodía mantener a semejante consumidor dealimentos, una furtiva noche ciega de luna yestrellas, lo dejó salir de su jaula. El león ayu-dado por su olfato ganó rumbo a Villa Juárez,pero el cansancio y la convalecencia lo obliga-ron a quedarse dormido, afuera de un rancho.Los perros levantaron a los dueños quienes,por tantito y lo matan con sus 30–30, pero alverlo tan esmirriado, se compadecieron de ély lo metieron a la troje, donde a fuerzas, con-sumió una paca de forraje y una batea de agua.Ahí se hubiera quedado con el asentimientode los alarmados vecinos, pero la negativa deéstos provocó que lo trajeran a Pozo de Calvodonde era tan frecuente la aparición de algúnpuma, que esto ya no asombraba a los lugare-ños, quienes, por otro lado, confiaron en quela permanente presencia del león espantaría alos coyotes que asolaban los escasos gallineros.

IILOS DERROTEROS DE UN LEÓN

Antes de morir, Ignacio Guadalupe tuvo laocurrencia de escribir, completo, el parloteodel león. Llenaba varias páginas de un viejocuaderno de contabilidad de la hacienda deLa Flor, cuyos últimos renglones no habíanservido para nada. Belenia, porque su descen-diente ya había fallecido, me pidió que loleyera y difundiera la historia del león parlan-chín, pues ella ya se sentía muy cansada para

hacerlo y era difícil que saliera del Barrial deGuadalupe.

No cometo la imprudencia de darles aconocer entero el monólogo del melancólicorugidor, sólo escogí aquellas partes que másatrajeron mi atención. De cualquier forma,advierto que la transcripción de Nacho Gua-dalupe se pierde, a veces, en el concepto detiempo y espacio, pero respeta el florido yhasta científico lenguaje del ilustrado animal,como lo verán enseguida:

Yo no lucía tan lacio como ahora, ¿quécreen?. —El león se acercaba a las rejas y poníasus garras en los travesaños. Aflautaba el hoci-co para aventar la voz—. Nunca me verían comoun falderillo lamiendo la mano de su amo.

Los invito a disfrutar el espectáculo deun león parlante. Mis colmillos siguen tanafilados como las cimitarras de Sandokan,capaces de hacer gajos un pedernal. Sigoestando orgulloso de mi melena, relumbrantemás que la de cualquier león de película. Meenorgullece decirlo, pero la piel de uno demis antepasados colgó de la tienda portátilde Tamerlán, cuyo casco llevaba de adorno elrabo del león de Nemea, del que yo desciendo,aquél cuya piel cubrió a Hércules.

Cuando salía por las noches a cazar tiernascorzas, el ocre de mi pelambre iluminaba laslobregueces de la jungla. Mis rugidos sembra-ban el terror en las manadas de antílopes, lospájaros salían de su sueño y armaban unaalgarabía por mi presencia: la del único reyde la sabana. ¡Qué diferencia con la perravida que hoy llevo! Y todo por culpa de...¡Bah!, no vale la pena acordarse. Mi dignidadme obliga a soportar, con todo el valor de micorazón, la desgracia que me cayó encima.

Cierto día una partida de batidoresbantúes peinó la selva donde yo reinaba. Porperseguir una adorable y apetitosa cervatillaen las orillas del Zambeze, caí en la trampa delos traficantes de fieras salvajes, proveedoresde los circos y zoológicos más famosos del

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mundo. Fue en Ceilán, en aquel año de...—no me quiero acordar— a subasta de fierasexhibieron a un soberbio tigre que no seresignaba a mi superioridad; el más esbeltoleopardo dibujaba todos los matices de laselva en su piel. Una pantera con mirada depedernal que había robado para su pelaje elterciopelo de la noche, se mantenía echadacon la misma indolencia que una princesa dela selva. A pesar de tanta carnívora belleza,excuso decirles que fui el animal mejor cotiza-do en el mercado cingalés. Barnum, Cecil B.de Mille, el emir de Jaipur, y hasta un caciquetropical, pujaron por comprarme. Ganó elprimero, más visionario que los otros. Deinmediato le pidió a un domador que meenseñara el truco que consiste en pedir aalgún voluntario que meta su cabeza entremis fauces el tiempo que dura rezar un padre-nuestro. Hasta que yo no escuchara el amén,mantendría abierto el hocico.

Claro, eran otros tiempos. Mi melena—se habrán percatado— no luce como enton-ces, mi rabo no sacude airoso su mechón, aunsi percibe el resuello de una corza. Es probableque el filo de mis zarpas no alcance a degollaruna lagartija, aunque yo afirme lo contrario.

A pesar de todo, mis aventuras selváticasy circenses llenarían los capítulos de unanovela de Rudyard Kipling. El relato de miscariños y venganzas, hummm... es intermina-ble. Sólo que, les aseguro, en ninguna parte lapasé tan mal como aquí. Se me derramara lamelancolía por el corazón, como dice donMiguel de Cervantes, si no me mantuviera laesperanza de ser escuchado.

Mientras yo leía, Belenia se levantaba lafalda imitando al león y se sacudía las moscasque para entonces coronaban su pelo amari-llento color meados de burro.

Mi desgracia empezó cuando místerBarnum, proclive a los negocios, concibió laperegrina idea de venderme al petrolero texa-

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no Huntington y éste me exhibió en unajaula como adorno del enorme vestíbulo desu hotel en Dallas, donde organizaba bacana-les, por lo menos tres veces al año. Un día sele ocurrió la estrafalaria idea de llevarme a surancho El arco del apache. A uno de sus hijosse le ocurrió jalarme la melena. Así lo habíahecho siempre, pero aquel día yo no estabade humor. Saqué una garra por entre los ba-rrotes de mi jaula y lo degollé igual que a uncervatillo.

Cuando Huntigton se dio cuenta de latragedia, sacó un pistolón calibre 44 y loapuntó hacia mi cabeza. Creí que iba a morircon dignidad. Pero en él pudo más la codiciaque la venganza y me vendió —¡a muy buenprecio!— a un cacique tropical que manteníaun zoológico privado en su hacienda enclavadacerca del volcán Popocatepetl. Él se habíafijado en mí desde la subasta de Ceylán.

Higinio Raygoza, tal era el nombre delcacique, no me quería como atractivo turísti-co. Tardé poco en averiguar sus intenciones.Me quería de cazador. En su mentalidad sehabía incubado la idea de establecer unavenatería surtida con los últimos enemigospolíticos del régimen para que yo les dieracaza. Si alguno lograba escapar de mis garrasy mis fauces, le concedería la gracia del destie-rro. Los románticos de nunca acabar, los ultraizquierdistas de melena leonina —de los queiban quedando pocos— serían mis primerasvíctimas.

A unos cuantos kilómetros del volcán,los botánicos al servicio de Raygoza habíanconvertido el terreno en una sabana semejantea aquella donde yo imperaba. Pretendían asíaplacar mi nostalgia y enardecer mi corazón.Los árboles y la maleza de mi hábitat habíansido importados a muy alto precio, para satis-facer la manía cinegética de aquel caciquetropical, quien no vaciló en utilizar los escasosrecursos del erario para importar —a precio dedólar— todo tipo de plantas y animales, aunlos más escasos en el planeta.

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Desde luego, para excitar mi hambre yvolverme más fiero, apartaron de mi dieta lostrozos de carne de antílope. Me mantendríanen ayunas para que no diera tregua a los per-seguidos. No acababa la sombra del Popoca-tepetl de extenderse a mi alrededor, cuandoencontré a mi presa, ayudado a fuerzas porun perro alano semejante a los que usabanlos encomenderos para cazar a los indios.

Raygoza comprendió que no me habíagustado la ayuda del perro, porque a los quin-ce días, cuando me llevaron a la siguientepartida de casa, me eché boca arriba, comoniño chiquito que no quiere dar un paso más.Se llevaron al can y emprendí mi siguientebatida sin que el hombre, un poeta rebelde,escapara de mis garras.

Nada me hubiera importado seguir siendoel verdugo de la dictadura, pero me picó eltábano de la dignidad, no era justo que mededicara a cazar hombres que para mí erantan fáciles presas. Aquila non capit muscas.

Ahí empieza la etapa más dramática demi vida: mi destierro a este lugar extremo delnorte mexicano, a este calvero, donde sólousted doña Belenia y Nacho Guadalupe,vienen a oírme. ¡Aaaah!... mi selva, miscorzas... la carne de antílope. Qué diferenciaentre aquella y los despojos de coyote queahora me sirven. Y ni esperanzas de comercarne de berrendo.

¿Dónde está mi melena de largas guedejasque relumbraban como el oro a la luz solarde la sabana? La soberbia elasticidad de mismúsculos, brincando de risco en risco, ¿quése hizo?, ¿qué se hizo el rey de la floresta?Tanta fanfarria que provocaba ya no se oye.

A pesar de todo soy un león verdadero.Aunque esté convertido en un saco de huesoscapaz de entrar y salir por las rejas de mi jaula.¿Verdad qué nadie se atreve a meter su cabezaentre mis fauces? Verdad que, así y todo, ¿sigosiendo un león, merecedor del reconocimientode la sociedad de los hombres? Ahora sí, mevoy a poner, de verdad, en huelga de hambre,

pues en este pueblo nadie quiere oírme. Miorgullo me reclama visitar otras latitudes máscuriosas, donde quieran escucharme. Noespero su compasión, porque mi dignidadreal no me lo permite. Si no deciden vender-me a las atracciones que pronto meterán bullaen la feria del Cristo de Mapimí, moriré, sinremedio, de hambre. Recogerán de mí unpellejo que no servirá ni de tapete en el bañodel presidente municipal de Sapioriz.

Estoy seguro de que, en otros lugares,pagarían muy buen precio por escuchar mishistorias. Un león parlante no es poca cosa,aunque a ustedes les aburra, por su ignoran-cia, el relato de mis derroteros.

III—Y, ¿qué fin tuvo el león, doña Belenia?

—Estaba viejo y enfermo para aguantaruna huelga de hambre y no dejó de engullirlos bocadillos que yo le llevaba, pero se mató,desilusionado, cuando acabó de leer unoslibros que Ignacio Guadalupe le había presta-do: las historias de Esopo en las que hablanlos leones. Así acabó por convencerse de quealgunos de su especie poseían el don de lapalabra, desde hacía casi tres milenios. Élpensó que no constituía ningún prodigio y setragó su lengua, estaba tan flaco, que no ledio trabajo.

—Tal vez si le hubieran prestado aquellaFlorecilla de San Francisco, donde éste aseguraal hermano león que la paciencia engendra laalegría, aún estaría hablando solo.

—Lo hallamos tieso, con el libro de fábu-las entre las fauces. El comisariado ofreció elcuerpo al Club de Leones de Lerdo para quelo disecaran y lo pusieran de adorno en susala de juntas. Pero al verlo, lo encontrarontan flaco, que no lo quisieron. Al final loechamos al monte. Al otro día no quedabanni sus huesos. Los coyotes se lo cenaron enun santiamén. Vale la pena, ingeniero, quecuente esta historia antes de que se acabe elmundo. A

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Acequias es una revista interdisciplinaria que aparece cuatro veces al año, paralela a lasestaciones: en primavera (marzo), verano (junio), otoño (septiembre) e invierno (diciembre);editada por la Dirección de Servicios Educativo Universitarios y dirigida, sobre todo, a lacomunidad que integra la UIA Torreón.

Se llama Acequias porque es una palabra con la cual se identifica la atmósfera agrícola deLa Laguna, porque remite a la feracidad del agua vertida en el desierto y, además, porqueeste vocablo sugiere, entre sus grafías inetriores, las siglas de la UIA: acequias.

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La fecha de cierre del número 25 de Acequias será el