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ANÁLISIS 01 Editorial POLÍTICA 03 Los inmigrantes en la crisis, por Julia Pérez 05 La burbuja financiera y la crisis mundial de alimentos, por Jaime García Neumann 07 Esperanza de medios pobres, por Víctor Manuel Chávez Huitrón 9 ¿Morir por la democracia, por Federico Manfred Peter EDUCACIÓN 11 María Montessori y el centenario de la creación de la «Casa dei Bambini» de Roma, por Juan José Morales y Luis Jorge García Dueñas PENSAMIENTO 15 Fascismo posmoderno, por Mar Llera 18 La buena conciencia, por José Antonio Fernández Ruiz RELIGIÓN 20 Evangelizar imágenes falsas de dios, por José Serafín Béjar 22 Rincón bibliográfico SECCIONES ¿A dónde va Europa? «El acontecimiento será nuestro maestro interior». Emmanuel Mounier (1905-1950) Revista de pensamiento personalista y comunitario Órgano de expresión del Instituto E. Mounier año xxiv número 89 2008⁄ 4 www.mounier.org E n cualquier país europeo es- candaliza que las oligarquías terratenientes de países del Tercer Mundo mantengan una es- tructura social atrasada basada en el latifundio, aun cuando se encuen- tren implantados sistemas políticos democráticos, que son respetados mientras no toquen a los odiados te- rratenientes y a sus matones sueldo. Sin embargo sorprende que no se vea su equivalencia en los países más desarrollados. En estos impera un ca- pitalismo financiero que permite una democracia limitada, en la que todo está permitido mientras no se toque al latifundio financiero, a la oligar- quía del dinero y a sus cuatreros de cuello blanco. Naturalmente, los mandatarios del G20 y pico, reunidos en la Casa Blanca, sabían que la democracia occidental limita con la plutocracia globalizada. Ninguno ellos tiene el EDITORIAL Continúa en la página siguiente CONSEJO DE REDACCIÓN Director: Luis Ferreiro Secretario: Fernando Soler ([email protected]) Luis Capilla Carlos Díaz José Antonio Fernández Teófilo González Vila Carmen Herrando José M. Linares Poveda Eduardo Martínez Hermoso Julia Pérez Ramírez PRÓXIMOS NÚMEROS 2008 • N.º 90: Los pecados capitales • N.º 91: Resistencia y sumisión EDITA: Instituto Emmanuel Mounier c/ Melilla, 10 - 8º D 28005 Madrid Tel./Fax: 91 473 16 97 http:/www.mounier.org Periodicidad: trimestral. ISSN: 1698-5486 Depósito legal: M-3.949-1986. DISEÑO Y PRODUCCIÓN: La Factoría de Ediciones, SERVICIOS EDITORIALES, tel.: 91 521 32 20 Impresión: Color 2002, S.L. (Getafe) La cumbre del G20 y pico, ¿o de Alí Babá y los cuarenta ladrones? 26 PRESENTACIÓN 29 A la búsqueda de Europa Emmanuel Mounier 31 Sobre la identidad de Europa Dalmacio Negro 36 Una visión de Europa Teófilo González Vila 43 ¿Por qué el mundo eslavo no ha sido Europa? José María Vegas 48 Bar, bar, bar Carlos Díaz 53 El arraigo, una solución para Europa, según Simón Weil Carmen Herrando 58 Europa o la conciencia que no pudo ser Inés Riego de Moine 60 La imagen de Europa percibida por un mexicano Carlos T. Wagner 62 ¿Cómo veo Europa? Julio Ayala

¿A dónde va Europa?

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Page 1: ¿A dónde va Europa?

ANÁLISIS01 Editorial■ POLÍTICA

03 Los inmigrantes en la crisis,por Julia Pérez

05 La burbuja financieray la crisis mundial de alimentos,por Jaime García Neumann

07 Esperanza de medios pobres,por Víctor Manuel Chávez Huitrón

9 ¿Morir por la democracia,por Federico Manfred Peter

■ EDUCACIÓN11 María Montessori y el centenario

de la creación de la «Casa deiBambini» de Roma,por Juan José Moralesy Luis Jorge García Dueñas

■ PENSAMIENTO15 Fascismo posmoderno,

por Mar Llera18 La buena conciencia, por José

Antonio Fernández Ruiz■ RELIGIÓN

20 Evangelizar imágenes falsasde dios, por José Serafín Béjar

22 Rincón bibliográfico

SECCIONES

¿A dónde vaEuropa?

«El acontecimiento será nuestro maestro interior». Emmanuel Mounier (1905-1950)Revista de pensamiento personalista y comunitario � Órgano de expresión del Instituto E. Mounieraño xxiv � número 89 � 2008⁄ 4 � www.mounier.org

E n cualquier país europeo es-candaliza que las oligarquíasterratenientes de países del

Tercer Mundo mantengan una es-tructura social atrasada basada enel latifundio, aun cuando se encuen-tren implantados sistemas políticosdemocráticos, que son respetados

mientras no toquen a los odiados te-rratenientes y a sus matones sueldo.Sin embargo sorprende que no se veasu equivalencia en los países másdesarrollados. En estos impera un ca-pitalismo financiero que permite unademocracia limitada, en la que todoestá permitido mientras no se toque

al latifundio financiero, a la oligar-quía del dinero y a sus cuatreros decuello blanco.

Naturalmente, los mandatariosdel G20 y pico, reunidos en la CasaBlanca, sabían que la democraciaoccidental limita con la plutocraciaglobalizada. Ninguno ellos tiene el

EDITORIAL

Continúa en la página siguiente

CONSEJO DE REDACCIÓNDirector: Luis FerreiroSecretario: Fernando Soler

([email protected])

Luis CapillaCarlos DíazJosé Antonio FernándezTeófilo González VilaCarmen HerrandoJosé M. Linares PovedaEduardo Martínez HermosoJulia Pérez Ramírez

PRÓXIMOS NÚMEROS 2008

• N.º 90: Los pecados

capitales

• N.º 91: Resistencia y

sumisión

EDITA: Instituto Emmanuel Mounierc/ Melilla, 10 - 8º D ❚ 28005 MadridTel./Fax: 91 473 16 97http://www.mounier.orgPeriodicidad: trimestral.ISSN: 1698-5486Depósito legal: M-3.949-1986.DISEÑO Y PRODUCCIÓN: La Factoría de Ediciones,SERVICIOS EDITORIALES, tel.: 91 521 32 20Impresión: Color 2002, S.L. (Getafe)

La cumbre del G20 y pico, ¿o de Alí Babá y los cuarenta ladrones?

26 PRESENTACIÓN29 A la búsqueda de Europa

Emmanuel Mounier

31 Sobre la identidad de EuropaDalmacio Negro

36 Una visión de EuropaTeófilo González Vila

43 ¿Por qué el mundo eslavo no ha sido Europa?José María Vegas

48 Bar, bar, barCarlos Díaz

53 El arraigo, una solución para Europa, según Simón WeilCarmen Herrando

58 Europa o la conciencia que no pudo serInés Riego de Moine

60 La imagen de Europa percibida por un mexicanoCarlos T. Wagner

62 ¿Cómo veo Europa?Julio Ayala

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ACONTECIMIENTO 89EDITORIAL2

Las nuestras son las siguientes: lacrisis es consecuencia de conductasinmorales en el interior de un sistemade inmoralidad institucionalizada. Losmandatarios del G20 y pico estabanconvocados, en el mejor de los casos,para frenar las conductas inmoralesque, desde el caso ENRON, se reco-nocen como perjudiciales para el sis-tema. Pero nunca refundarán un siste-ma fundado sobre el desorden moral:las democracias que representan hanaceptado la primacía del dinero sobrelas personas, es decir, con nuestroconsentimiento consienten el poderantropófago del dinero.

Ante esto, nuestra exigencia es de-mocracia hasta el fondo de los fondosreservados, porque no hay democra-cia verdadera sin democracia econó-mica.

Luis FerreiroDirector de Acontecimiento

divosa entregará miles de millones sinobligación de informar a quién, cuántoy cómo, salvo remisión al Congreso deun informe cada cuatro meses (véaseel RD-L 6/2008, art. 6).

Y todo esto con carácter de urgen-cia, pues hay que rescatar a los ricosy satisfechos que no pueden esperar.Una urgencia que no ha existido nun-ca para rescatar de la miseria y elhambre a cientos de millones de per-sonas que, al parecer, si pueden es-perar, pues ya están acostumbrados.Según la FAO, 923 millones de perso-nas sufren hambre y bastaría con30.000 millones de dólares al añopara erradicarla, sin embargo apenasse han recaudado 2.000 millones alaño para este fin. Compárese estacantidad con los 3.850.000 millonesde dólares invertidos hasta el mo-mento en el salvamento del sistema fi-nanciero, califíquese la moralidad delsistema y extráiganse las consecuen-cias.

coraje suficiente para rebelarse y pro-poner la alteración de la estructuraeconómica establecida. Han queridoganar tiempo para que la crisis se so-lucione sola, aunque, claro, transfi-riendo dinero público, dinero del pue-blo, a las arcas privadas de un insa-ciable sistema financiero que juegacon el presente y el futuro de la hu-manidad.

La retórica va por un lado, los he-chos por otro. Nuestro presidente pro-clama los objetivos del milenio, perolos hechos dicen que el 0,7% del PIBpara el desarrollo se queda sistemáti-camente en la mitad, mientras queacaba de poner a disposición del muysolvente y modélico sistema financie-ro español nada menos que el 15%del PIB… ¡Menos mal que tenemosunos bancos magníficos, pues si lle-gan a ser malos les da el 100%! Consu pico de oro proclama la necesidadde transparencia, mientras crea unfondo reservado del cual su mano da-

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Page 3: ¿A dónde va Europa?

Los inmigrantes en la crisis

3ACONTECIMIENTO 89 POLÍTICA

Yo no creo que los banqueros nohagan bien su trabajo, es tanto el roboque comete el Banco al hacer una hi-poteca, que por unas cuantas que nologre cobrar no va a ir a la ruina, ga-nará un poco menos de lo esperado,que es lo que la banca llama «perder».

Tampoco a la Comunidad de Ma-drid le va a pasar nada si el inmigran-te se declara insolvente, como deberáhacer, y no puede recuperar su inver-sión. Son los inmigrantes los que sal-drán perdiendo y tendrán que acabaren su país de origen o en la ruina enéste. ¡Total los inmigrantes viven decualquier manera y con casi nada! ¡Yaún nos dicen desde Europa que ne-cesitaremos inmigrantes hasta el año2012!, eso sí «especialistas», y nos a-claran que especialistas en informáti-ca…

Con crisis o sin crisis, lo que siguesiendo bochornoso es el trato degra-dante y discriminatorio con el quenos comportamos. No es verdad quese «necesiten» inmigrantes, se necesi-

que recibieron para poner ese nego-cio.

Confiados en la situación de ciertaestabilidad en la que nos encontrába-mos, hay no pocas familias que hanpedido, y se les han concedido, crédi-tos para comprar una casa en sus paí-ses de origen. Ahora se encuentrancon que, sin trabajo, ¿cómo se hacefrente a ese crédito? Imposible. Mu-chos de ellos te dicen abiertamenteque si dentro de un mes o dos no hanencontrado empleo, no tendrán másremedio que regresar a su país y, siacaso, alquilar allí esa casa que estáncomprando, para mantenerse mien-tras encuentran algo.

Desde el Estado o la Banca se nosdice que la situación en España no esla misma que en otros países, aquí nohay hipotecas «subprime». ¿Acaso nolo son esos créditos de Aval Madridpara poner negocios, o esos créditosbancarios para la compra de propie-dades en el país de origen del emi-grante?

Julia PérezMiembro del IEM (Madrid)

Durante unos pocos años, los quetrabajamos en la atención a in-migrantes, hemos podido ver

cómo, en nuestro entorno madrileño,se estabilizaba la situación de muchosde ellos: los hombres tenían trabajo,sobre todo en la construcción (lasobras de la M30 han sido enormes), ylas mujeres encontraban ocupaciónen las labores domésticas y el cuidadode niños y ancianos, sobre todo. Peroha llegado la crisis y, como siempreocurre, los primeros que la padecenson los que ocupan puestos de los quese puede más fácilmente prescindir. Sien algunas familias de españoles tení-an a una mujer extranjera cuidandode los niños o en las tareas del hogar,y uno de ellos se queda sin trabajo, loprimero que se hace es prescindir deesa persona. Y es lógico, como tam-bién lo es que, con el parón en laconstrucción, el marido se quede sintrabajo.

Con la apertura del año escolar,hemos visto volver a pedir ayudaspara uniformes, libros de texto, etc.(cosa que hace años que no se pro-ducía), como consecuencia de unadisminución o falta absoluta de em-pleo.

Algunos inmigrantes, más asenta-dos, habían iniciado proyectos de au-toempleo (apertura de pequeños co-mercios, por ejemplo) y la crisis losestá poniendo contra las cuerdas,porque esos pequeños comercios loson de productos de los que se puedetambién prescindir: ropa, adornos,floristerías, joyería-bisutería. Y nosencontramos con que esas personasestán al otro lado del mostrador todoel día, sin vender nada y con un localdel que pagar alquiler y, en la mayoríade los casos, con un importante reci-bo mensual de devolución del crédito

Page 4: ¿A dónde va Europa?

tan personas que cumplan con untrabajo, sean nacionales o extranje-ros, pero con los mismos derechos,los mismos sueldos y los mismoscontratos de trabajo. Resulta indig-nante para un estudiante de 23 años,en paro, que le digan que se necesitaninmigrantes que sepan de informáti-ca, ¿para que él se quede en la calle,para pagar menos al inmigrante de loque tendrían que pagarle a él?

Ni el inmigrante ni el español tie-nen por qué aguantar esta locura enel mercado de trabajo, ni el abusobancario. Lo único decente que po-

dríamos hacer es dejar de pagar todosnuestras hipotecas mientras los Ban-cos se comportan como buitres. Ellosnunca pueden «perder», somos losdemás los que tenemos que financiarsu crisis. Y aún se permite un tal Sar-kozy decir que hay que «rediseñar» elcapitalismo. Que los bancos, las enti-dades financieras y el «capital» en ge-neral, no pueden estar tan libres por-que el «libre mercado» no funcionacomo ellos aseguraban que iba a fun-cionar. ¿Se puede rediseñar el robo?Más bien habría que determinarquién ha robado y enviarlo a la cárcel

además de poner las reglas, redise-ñar, para que no se pueda volver acometer el delito.

Con crisis o sin crisis, siguesiendo bochornoso que nos demoscuenta de que existe la crisis sola-mente cuando nos roza ligeramen-te, pero que la hayamos ignoradomientras los alimentos les faltan atantas personas en el Mundo ymientras no somos capaces de ges-tionar ayudas que no sean para«salir nosotros de la crisis»

Llevamos años hablando de «al-dea global» pero no nos lo cree-mos. Somos mucho más aldeanosde lo que pensamos y cada vez quearranca el motor de un coche enEuropa se está quedando sin co-

mer un año un habitante de África.Con tal de no apagar el motor somoscapaces de cerrar los ojos a lo que sea.

Ésta sería una «estupenda crisis» sisirviera para «rediseñar» algo radical-mente y como «aldea global», peromientras arreglemos nuestro cuartitodelantero y dejemos todo lo demásigual la crisis servirá, como ya se haoído «para limpiar el mercado». Nopodemos olvidar cuales son los «da-ños colaterales» que produce el «libremercado».

Rediseñemos al ser humano, aho-ra.

ACONTECIMIENTO 89POLÍTICA 4

Page 5: ¿A dónde va Europa?

Jaime García NeumannComisión de Justicia y Paz Valencia

La desintegración de la burbuja fi-nanciera global, que comenzó enlas últimas semanas, y sus conse-

cuencias por venir, tienden a agravardramáticamente la situación de ham-bre en el mundo y los limitados es-fuerzos que se están haciendo pararevertirla. De hecho, este derrumbecomienza ya a afectar la e-conomíareal y refuerza la crisis mundial de ali-mentos que empezó a finales de 2007,con el aumento desmesurado del pre-cio de los principales productos ali-menticios, y ha provocado hambru-nas y revueltas por hambre en más de40 países.

El problema es trágicamente sim-ple. El maíz, el arroz y el trigo, entreotros, que son precisamente el ali-mento básico diario de centenares demillones de personas en África, Asia eIberoamérica, han duplicado sus pre-cios en el último año, de manera queaquella franja de 1.400 millones depersonas que, según los organismosinternacionales, sobreviven hoy conmenos de 1,25 dólares diarios, muchomenos pueden atender ahora sus ne-cesidades básicas de alimento diario,con las secuelas apocalípticas dehambre, enfermedades, guerras ymuerte. Y están inmediatamenteamenazados más de 2.000 millones,según esos mismos organismos.

¿Sabe esto la población mundial,especialmente los grandes consumi-dores de los países desarrollados? ¿Losaben sus gobiernos? ¿Lo saben losdefensores de los derechos humanosy del derecho a la vida? ¿Es noticia deprimera plana en los medios de co-municación?

La noticias diarias de la realidadque nos llegan, de un tiempo paraacá, se refieren a los altibajos de lasbolsas de valores, las megafusiones de

grandes corporaciones y bancosdel mundo para apalancarse y nocaer, los llamados ‘paracaídas deoro’ de los altos ejecutivos que has-ta ahora dirigían el planeta y laayuda multi-billonaria de los go-biernos y bancos centrales al siste-ma financiero de los principalespaíses occidentales, incluidos los‘fondos compensatorios’ responsa-bles de la ‘ingeniería financiera decasino’ mundial y su enorme bur-buja de derivados.

Por supuesto que el sistema de cré-ditos y la liquidez monetaria debenser preservados como parte funda-mental de toda economía; pero lo queestá ocurriendo detrás de este propó-sito, es otra cosa. Hay una profundainmoralidad, injusticia e irracionali-dad en la forma en que se está llevan-do a cabo el llamado ‘rescate’ finan-ciero, sobre todo si se compara con lacrisis alimentaria, con la cual, ade-más, está relacionada.

La Reunión Cumbre de Alto Nivelque organizó la Organización de Na-ciones Unidas para la Agricultura y laAlimentación (FAO) en junio de esteaño en Roma, con más de 50 jefes deEstado y de Gobierno, tuvo que ocu-parse de la nueva crisis alimentaria,pero no logró otra cosa que ratificarla necesidad de cumplir los Objetivosdel Milenio del año 2000: reducir a lamitad, para el año 2015, la pobreza ex-trema que afectaba a cerca de 800 mi-llones de personas.

Pero según el director general de laFAO, Jacques Diouf, en su mensajedel día mundial de la alimentación elpasado 16 de octubre, sólo se ha con-seguido un 10% de los 22.000 millo-nes de dólares que se requieren paraestablecer un programa de seguridadalimentaria en los países más pobres,no sólo para la ayuda de emergenciaen casos de malnutrición grave e ina-nición, sino para la duplicación de la

producción existente y la promociónde la agricultura familiar. Compáren-se estas cifras con los 700.000 millo-nes de dólares otorgados por el go-bierno estadounidense a las corpora-ciones financieras privadas (más deun millón de millones, si se suma lodispuesto al comienzo de la crisis), o

los aportes de los principales paíseseuropeos, cuyos gobiernos ofrecieroncifras que suman el doble de las nor-teamericanas, para apuntalar a losgrandes bancos y corporaciones fi-nancieras privadas. Por ahora. ¡Y paracumplir el compromiso de reducir elhambre en el mundo sólo se han con-seguido dos mil millones!

Además, según Diouf, el númerode hambrientos en el mundo ha au-mentado en 75 millones en el últimoaño, sumando actualmente 923 millo-nes de personas. Lo más grave es que

POLÍTICAACONTECIMIENTO 89 5

La burbuja financieray la crisis mundial de alimentos

…el número de hambrientos enel mundo ha aumentado en 75millones en el último año,sumando actualmente 923millones de personas. Lo másgrave es que la hambruna actuales perfectamente evitable.

Page 6: ¿A dónde va Europa?

la hambruna actual es perfectamenteevitable. Según la FAO, el mundo tie-ne hoy la capacidad de producir ali-mentos para toda la población, perolos pobres no tienen la capacidadmonetaria de acceder a los mercadosglobalizados. Además muchos go-biernos han sido forzados por el FMIy el Banco Mundial a abandonar suspolíticas de soberanía alimentaria yprotección de sectores agrícolas, enaras del libre comercio global.

Por otra parte, de acuerdo al se-guimiento que hace la FAO, las prin-cipales causas de la crisis alimentaria

actual son la cartelización (10 grandescárteles de alimentos controlan el80% del comercio mundial), la espe-culación bursátil de derivados finan-cieros basados en los precios de cier-tos alimentos y la burbuja de los bio-combustibles, que han desplazadoparte de la producción agrícola (so-bre todo maíz, cereales, azúcar y acei-te) a la industria de bioetanol y bio-diésel, para lo cual se reciben ademássubvenciones oficiales. Según datosde la ONU, la cantidad equivalente demaíz necesaria para llenar de bio-combustible el tanque de un vehículofamiliar puede alimentar a una perso-na durante un año.

El informe final del Relator Espe-cial de las Naciones Unidas sobre elDerecho a la Alimentación, Jean Zie-gler, presentado a la Asamblea Gene-ral el 22 de agosto de 2007, recomien-da una serie de medidas, cuya urgen-cia se acentúa con la recesión que estáprovocando el derrumbe financiero:a) prohibición total de quemar la co-mida para fabricar biocombustible, oal menos, una moratoria de 5 añosmientras se encuentra una alternativa

que no afecte la alimentación; b) reti-rar de la Bolsa la fijación de los pre-cios de los alimentos básicos, e ins-taurar un sistema en el que el paísproductor negocie directamente conel país consumidor para excluir la ga-nancia especulativa; c) que las insti-tuciones internacionales concedanprioridad absoluta en los países máspobres a las inversiones en la agricul-tura alimentaria, familiar y de subsis-tencia.

Y algo más: considerar a los quehuyen de las zonas de hambruna ha-cia los países ricos, especialmentedesde el África subsahariana, nocomo inmigrantes ilegales sino como«refugiados del hambre», que lesamenaza mortalmente a ellos y susfamilias tanto o más que una perse-cución política.

El derecho a no tener hambre esuno de los derechos humanos reco-nocidos internacionalmente desdehace 60 años. Sólo una sociedad in-digna de llamarse humana puedepermitir que este genocidio silencio-so siga ocurriendo.

ACONTECIMIENTO 89POLÍTICA6

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Víctor Manuel Chávez HuitrónResponsable de formación del IMDOSOCvictorchavez@66 hotmail.com

En seco la realidad nos desborda yestremece. Hace décadas que novivíamos en un clima de alerta

permanente. De enero a la fecha laviolencia se ha cobrado la vida demás de 3800 personas a lo largo y an-cho del país manifestando formas ex-tremas de crueldad. Todo esto inquie-ta el ánimo de las personas enrare-ciendo la convivencia social ya de porsí minada en uno de sus elementosbásicos: la confianza.Pareciera que el miste-rio de iniquidad va des-trozando paulatina-mente la tranquilidadde la población, sobretodo de las clases socia-les media y alta, perotocando también a lospobres en tanto carnede cañón de los narco-traficantes y sicarios, alfin y al cabo, grupo hu-mano necesitado detodo, vulnerable y pres-cindible.

Y es que el combatefrontal del gobierno fe-deral y de algunos esta-tales al narcotráfico es casi una guerraque genera, a su vez, que los cártelesse maten entre ellos para ganar nue-vas plazas y hacer crecer su cuota demercado. Pero también existe la co-rrupción de órganos de procuraciónde justicia y de algunas partes de losmismos cuerpos policíacos —ya depor sí ineficientes— y esto genera im-punidad y resentimiento social. Laindustria del secuestro y todo el aba-nico de delincuencia organizada es-tán desatados y sin control algunoburlándose de la sociedad entera.Además, la pobreza crea su cultura y

ética de sobrevivencia a cualquiercosto, mientras que la riqueza generala prioridad humanitaria de salvarsesólo a sí misma. Todos estos elemen-tos parecen haber pactado la creaciónde un clima de violencia y muerte cu-yos primeros objetivos son ganar es-pacio e infundir miedo. Sí, los mexi-canos hemos perdido la tranquilidad,estamos como ratoncitos espantadosante la amenaza constante de no re-gresar sanos y salvos a casa. ¿Será queel estado mexicano ha perdido su ca-pacidad de cumplir con uno de susprimeros objetivos que es garantizar

seguridad a su población?Aún cuando se extiende un gene-

ralizado sentimiento de impotencia ypreocupación, creo que estamos lejosde perder el país, pues conservamosel asombro, la indignación, la volun-tad de reaccionar y recuperar lo quese nos está quitando y, por supuesto,hay esperanza manifestada en unamultiplicidad de signos. Por ejemplo,se constata un repunte en el ánimoreligioso (que no eclesial) de muchagente que, mañana tras mañana, seencomienda a Dios porque no quedaotro asidero. El miedo está llevando

desde el inconsciente a Dios y, aun-que no es el mejor de los caminos, síestá ayudando a recordar que sóloCristo Jesús ha vencido el mal y lamuerte con todas sus consecuencias;y aquí se necesita algo de esto. Tam-bién han surgido iniciativas de ora-ción por México y quizás hasta losateos y agnósticos participan en silen-cio pero con gusto y respeto. Otrosigno han sido las marchas silenciosasde miles de mexicanos (y también ex-tranjeros) por las principales aveni-das de varias ciudades del país exi-giendo un México sin violencia.

Pareciera que muchosestamos preocupados ytrabajando en la mis-ma dirección: acabarcon este clima demuerte e impunidad.Todos queremos verresultados y no dudode la buena voluntadde la mayoría de las au-toridades, pero la coti-dianeidad nos regresalos pies a la tierra:muertos a diario. Pun-to de partida: estamosmal.

En respuesta —qui-zás tardía, aún no sesabe— los principales

actores de la comunidad política, eco-nómica y social, convocados por elPresidente de la República, han pac-tado cerrar filas y trabajar por objeti-vos comunes con metas claras puestasen el tiempo. Todos queremos pensarque el camino emprendido es el co-rrecto, pero la mayoría tiene sus du-das y las minorías que son oposiciónal gobierno federal siembran zozobraexigiendo la renuncia de los gober-nantes de turno. Si eso ocurriera, ob-vio que el caos sería mayor y es preci-samente lo que quieren propiciar.Algún líder de estos grupos ha pro-

POLÍTICAACONTECIMIENTO 89 7

Esperanza de medios pobresUna mirada compasiva al México de mis amores

Page 8: ¿A dónde va Europa?

puesto de manera irresponsable «re-vocar» el mandato al Presidente de laRepública. Además, los medios decomunicación exhiben imágenes desangre y multiplican los comentariosperiodísticos al respecto; hacen suagosto lucrando con esta pena nacio-nal e influyen creando opinión pú-blica y publicada. Como es en todaspartes, los medios de comunicaciónsirven, en primer lugar, a sus accio-nistas y luego a la sociedad, son par-ciales y magnifican hechos distorsio-nando la percepción de la realidad.

El asunto se torna más complica-do si consideramos que el valor de lavida humana —desde su concepciónhasta su muerte natural— está ame-nazado desde el mismo marco jurídi-co vigente. La fragilidad de cada indi-viduo y familia se experimenta encarne propia con agobio. Hemos he-cho nuestra la expresión de José Al-fredo Jiménez cuando canta «aquí enLeón Guanajuato la vida no valenada». Hay muestras claras de unapérdida de humanidad. Las estructu-ras, el tejido social, los vicios históri-cos como la corrupción, la ignoran-cia y el hambre, así como la avariciade los que tienen mucho siendo po-cos, hacen que vivamos sumergidos,pasiva o activamente, en verdaderasestructuras de pecado que extienden

sus tentáculos y amplían sus redes co-rrompiendo a las nuevas generacio-nes más hondamente. El desorden es-tablecido está ahí y nos duele.

Y sin embargo, en sano realismo,México está de pie y la vida sigue: ni-ños, adolescentes y jóvenes siguenyendo todos los días a la escuela y suspadres a su actividad laboral; la in-dustria, el comercio, la actividad fi-nanciera se sigue abriendo paso enmedio de enormes dificultades y aho-ra en medio de esta crisis económicay financiera global; la gente sale a lacalle a divertirse, se enamora y secasa, algunos se separan o se divor-cian; sigue habiendo chicos que si-guen un llamado a la donación desdeel ministerio sacerdotal y otros tocanla puerta de alguna comunidad reli-giosa, incluso no ha dejado de habermisioneros mexicanos en otros paí-ses; sigue habiendo policías que cum-plen su deber y periodistas valientesque dan la vida denunciado el delito.La vida sigue abriéndose paso y se venpor doquier mujeres embarazadas ypartos hay por centenares al día; si-guen llegando turistas todos los días acasi todos los sitios visitables de Mé-xico. La vida intelectual, cultural, ar-tística, deportiva, filantrópica, reli-giosa y social se sigue desarrollando.El temor no nos ha paralizado. Tam-

bién estos son signos de esperanza.Los medios con los que se hace pre-

sente la esperanza parecen pobres einsignificantes si los comparamos conlos medios con que cuentan los quesiembran el horror. Pero los caminosde la fe, el amor y la esperanza nopueden ser distintos. Son la palabradicha con verdad, son los actos bienintencionados que dan frutos peque-ños de bondad, son los frágiles diálo-gos en los que alimentamos la utopíade un México distinto, pacífico, prós-pero y con justicia. Son los trabajos delas autoridades civiles, policíacas ycastrenses, procurando cumplir su ta-rea. Son los frutos de la sociedad civilque se organiza y trabaja gratuita-mente. Es la oración de muchos porun México mejor y sin violencia.Nunca ha sido distinto, el bien, el per-dón, la justicia, la paz se nutren de pe-queñas y enclenques acciones y, sinembargo, casi sin darnos cuenta, to-das ellas también hacen el tejido hu-mano que va formando la historia. Enmedio de tanta muerte que provocagente estúpida que sólo quiere ganarpoder y dinero, existe gente que desdela pobreza de sus medios inyecta vidaal país y lo hace porque ha podido to-car la esencia de su ser persona: naci-mos por y para el amor. Y esta es lafuente primera de la esperanza.

ACONTECIMIENTO 89POLÍTICA8

Page 9: ¿A dónde va Europa?

Federico Manfred PeterDoctor en Historia.

Tenemos una república que no si-gue las leyes de otras sino que daleyes y ejemplo a otras, y nuestrogobierno se llama democracia,porque somos muchos y no pocosque administran la república.

Nosotros gobernamos libre-mente; y asimismo en los tratos ynegocios que tenemos diaria-mente con nuestros vecinos.Comunicamos unos a otrosnuestros bienes particulares y elbien común no infringimos, nopor temor al juez sino por obede-cer a las leyes.

No necesitamos encarecernuestros hechos con elogios,pues, sabido es que, por nuestroesfuerzo y osadía, hemos hechoque toda la mar se pueda navegary recorrer toda la tierra.

Por tal ciudad, los difuntoscuyas exequias hoy celebramoshan muerto peleando. La grande-za de nuestra ciudad se debe a lavirtud y esfuerzos de los que porella han muerto. Estos varonesos ponemos delante de los ojos,dignos de ser imitados, para queconociendo que la libertad esfelicidad y la felicidad es libertad,no temáis los trabajos y peligrosde la guerra.

¿Quién ha pronunciado este dis-curso?

¡No, no ha sido el Sr. Bush! Oportunidad para ello no le ha fal-

tado, pero sí le faltan el valor moral yel espíritu de radical igualdad mani-fiestos en el texto. Por la causa de lademocracia americana no pelean to-dos; sólo lo hacen aquellos a los quese les paga. Y el comandante supremose encuentra lejos del escenario de losconflictos. Tal vez por ello le falta el

vocabulario adecuado. En plena crisisde los valores, los occidentales suelenponer bombas y bombones, técnica yayudas, en los campos de batalla. Susfanáticos enemigos vierten sangre yexponen sus vidas.

¡No, no ha sido tampoco el Sr. Za-patero quien pronunció este discur-so! A ese político moderno le horrori-za la guerra y le fascina la paz y el pro-greso exige que a la muerte violentase le considere accidente y se debecombatir con el diálogo en la boca delos fusiles. La acción militar es el ges-to teatral de una sociedad entregada ala barbarie de un diario bienestar. Lademocracia progresista no exige pri-vación ni sacrificio. ¡Es tu derechoque te dejen en paz gozando la vida!El progreso acaba de reemplazar elideal democrático, está prohibido mi-rar atrás, porque sobre los escombrosdel ayer se levantan los pisos moder-nos donde la eterna juventud habita.

Entonces, habrá sido uno de tantospolíticos que llenan los escenariospúblicos europeos y se pelean por ex-hibir la manifiesta originalidad de suproyecto.

¡No, tampoco! Nunca se atreveríanexigir a un público sacrificio o solida-ridad con un proyecto peligroso de di-fícil realización. El público modernoespera promesas, donaciones, regalosy subsidios, que le den soluciones y noretos inquietantes que perturban eldescanso y las merecidas vacaciones.

¿Quién entonces ha sido el atrevi-do por alabar el sacrificio y la entregade la vida a la democracia cuando es-tamos todos convencidos que el idealdemocrático es un truco más paraquitarnos la felicidad individual quese nos debe?

El individuo atrevido se llama Pe-ricles, quien como político y oradordio ese discurso fúnebre en el año 431a.C. en el cementerio del Keramicónde Atenas.

Su panegírico a los muertos encombate sirvió de soporte para for-mular un elogio a la gloriosa Atenasantigua que se nos presenta comocuna de la cultura cívica. El discursode Pericles es un reto para la concien-cia moderna: Ninguna promesa, nin-gún consuelo dulcificador en un mo-mento de la derrota militar. Son losindividuos que activamente partici-paban en las decisiones que rigen laciudad compartiendo sus riesgos. Asíse transformaban en ciudadanos acti-vos que gozan de libertad, justicia eigualdad. Esa ética o moral pública setraduce en proyecto colectivo en be-neficio de todos y que cuesta, y a ellosles ha costado la vida.

¿Por qué es imposible el discursode Pericles en la actualidad?

Egon Flaig, profesor de historiaantigua de la universidad de Rostock,menciona dos causas:

1. La ausencia de consenso básico enla sociedad moderna.¿Qué significa eso? No significa

que todos seamos de izquierda o dederecha. Esa discusión aburrida dis-trae al público y no toca los proble-mas esenciales. La falta de consensose manifiesta en el comportamientodiario común y corriente que persi-gue el propio beneficio sabiendo quecausa daño al interés general. La au-sencia casi notoria de espíritu cívicoen cuestiones de interés público esobvia y caracteriza el comportamien-to tanto de los pobres como de los ri-cos en nuestra sociedad. Un ejemplopatente es la actual crisis monetariainternacional o el pan y circo gratui-tos en reemplazo de una verdaderapolítica social. En ambos casos, la so-lidaridad no es con el bien común

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¿Morir por la democracia?…la solidaridad no es con el biencomún sino con los propiosintereses egoístas, indiferentesante los daños causados a losdemás. Sin embargo, todos elloscultivan un lenguaje solemne ehipócrita, elemento principal de lapublicidad y de las campañaselectorales.

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sino con los propios intereses egoís-tas, indiferentes ante los daños cau-sados a los demás. Sin embargo, to-dos ellos cultivan un lenguaje solem-ne e hipócrita, elemento principal dela publicidad y de las campañas elec-torales.

2. Prestar servicios está despresti-giado y el sacrificio se toma pornegativo.

Tonto es, quien no busca su propiaventaja y más tonto aquel que no sabeponer a salvo sus intereses particula-

res ante las reglas que la sociedad leimpone «injustamente». El clamor afavor de la llamada «profesionalidad»en los servicios sociales no hace másque justificar la propia indiferencia.Libertad es ser libre de responsabili-dad, e «insumiso» sinónimo de auto-nomía.

La sociedad bajo este estado de áni-mo cae en nueva barbarie. Barbarieque ahora no se encuentra apartada dela civilización en un remoto lugar, sinoque ocupa su mismo centro entregadoal progresismo. Cuando todo es consi-derado legítimo y para todo hay un

derecho, ya nada tiene valor y todo sereduce a apreciación subjetiva.

Así la voz de Pericles ha perdidotodo valor y carece de eco social; que-da reducida a un elemento curioso detiempos pasados. Admiramos la be-lleza museística del Partenón, peropreferimos las discotecas.

Naturalmente no nos referimos almundo griego como un ideal. No po-dríamos soportar su cruel realidad. Perodeberá ser nuestra referencia cuandousamos la «democracia» para taparproyectos egoístas de insolidaridad.

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La sociedad bajo este estado deánimo cae en nueva barbarie.Barbarie que ahora no seencuentra apartada de lacivilización en un remoto lugar,sino que ocupa su mismo centroentregado al progresismo.Cuando todo es consideradolegítimo y para todo hay underecho, ya nada tiene valor ytodo se reduce a apreciaciónsubjetiva.

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Juan José Morales Ruizy Luis Jorge García Dueñas1

El 6 de enero de 2006, se cumplió elprimer Centenario de la creaciónde la «Casa dei Bambini», en el

popular barrio romano de San Lo-renzo. Cien años después, el movi-miento pedagógico puesto en marchapor María Montessori sigue crecien-do, prácticamente, en todo el mundo.Lo que comenzó como una incipien-te experiencia pedagógica, dirigida alos niños menores de 6 años, hoy al-canza todos los niveles educativos, yvarios colegios de Enseñanza Supe-rior y algunas de las más prestigiosasuniversidades de Estados Unidos,Holanda y la India, se inspiran en losprincipios montessorianos. En Roma,con ocasión del Centenario, se cele-bró un gran encuentro internacionalen el que participaron más de 1.200educadores de 45 países, organizadopor la Opera Nazionale Montessori yla Association Montessori Internacio-nal (AMI).

Las sesiones se desarrollaron en elAuditorio Parco Della Musica deRoma, los días 6 y 7 de enero, y quizála experiencia más enriquecedora fueel debate protagonizado por los re-presentantes de las delegacionesmontessorianas de diversos países eu-ropeos: de Brasil, Corea, Japón, Méxi-co, África del Sur, Estados Unidos,Australia, India, China y Ucrania,quienes pusieron en común sus expe-riencias educativas llevadas a cabo, encondiciones sociales, económicas ypolíticas muy diversas, pero, en lasque, siguiendo a María Montessori,los niños y los jóvenes son lo más im-

portante del proceso educativo. EnRoma se constató la universalidad delMétodo Montessori, su vigencia y ac-tualidad. La «Montessori CentenaryConferencie» puso de manifiesto laextraordinaria singularidad de unamujer que, a través de unos princi-pios científicos muy fundamentados,dedicó toda su vida a la educación delos niños.

Breve apunte biográfico

María Montessori nació en Chiarava-lle, provincia de Ancona (Italia), el 31de agosto de 1870. A los doce años, suspadres se establecen en Roma paradarle la mejor educación posible, enla capital italiana se inscribe en unaescuela técnica para niños. Aunquesus padres deseaban que estudiaraMagisterio, única carrera accesible alas mujeres, a finales del siglo xix, ellainsiste en que quiere estudiar Medici-na, se matricula en la Universidad deRoma, y en 1896, a los 26 años se con-vierte en la primera mujer en Italiaque consigue la Licenciatura en Me-dicina. Ingresa como médico-asisten-te en la Clínica Psiquiátrica de la Uni-versidad de Roma. Y allí empieza atrabajar con los niños retrasados, alos que se trataba como a enfermosmentales.

En 1898, presenta una comunica-ción en un congreso pedagógico enTurín sobre el posible tratamiento deestos niños. Guido Bacelli, ministrode Educación Pública, la invita a darunas conferencias sobre el tema de laeducación de estos niños. Y cuando secrea una escuela estatal de «ortofre-nia» es nombrada su directora, per-maneciendo en el cargo de 1899 a1901. Interesada en ampliar sus estu-

dios viaja a Londres y a París, y a suregreso a Roma elabora un métodode enseñanza para niños deficientesbasado en los principios de ltard y Se-guin, con los que estudió durante suestancia en Francia. Y se centró enuna serie de experiencias relaciona-das con la lectura y de la escritura. Sumétodo da resultados muy positivosal aplicarse a estos niños, que consi-guen aprobar los mismos exámenesque los niños normales.

Sigue investigando, pero esta vezamplía su campo de trabajo a los ni-ños normales. Obtiene la cátedra deAntropología Pedagógica de la Univer-sidad de Roma, que simultanea con lacátedra de Higiene del Colegio de Ma-gisterio Femenino. El 6 de enero de1906 funda la primera Casa dei Bam-bini, en la calle Marsi del barrio ro-mano de San Lorenzo, una obra que,casi de inmediato, consigue resonan-cia en los medios educativos de lospaíses más avanzados.

En 1909, publica El Método de laPedagogía Científica aplicado a la edu-cación de la infancia en la «Casa deiBambini», su obra magistral, que enseguida se traduce al inglés, alemán,español, holandés, francés, ruso, ru-mano, y danés. Los principios básicosde la pedagogía de María Montessorison: autonomía, independencia, ini-ciativa, capacidad de elegir, desarrollode la voluntad y autodisciplina.

A partir de 1913, organiza en Romadiversos cursos internacionales, conun gran resultado, e inicia una seriede viajes por países de Europa, Amé-rica y de Asia, donde pronuncia con-ferencias, e imparte cursos de forma-ción. Roma, Milán, Londres, París,Berlín, Ámsterdam, Barcelona, SanFrancisco, Madrás y Karachi son al-

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María Montessori y el Centenario de la creaciónde la «Casa dei Bambini» de Roma

1. José Morales Ruiz es Doctor en Ciencias de la Información, Profesor Tutor de Historia Contemporánea de España de la UNED, y miembro de la Aso-ciación Montessori Española (AME) y de la Association Montessori Internacional (AMI). Luis Jorge García Dueñas es Director del Colegio Montessori-Lagas-ca. Es Vicepresidente de la Asociación Montessori Española (AME) y miembro de la Association Montessori Internationale (AMI).

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gunas ciudades visitadas por MaríaMontessori. Durante la PrimeraGuerra Mundial, viaja a los EstadosUnidos, donde funda un colegio demagisterio. También visita España.En Barcelona dirige un seminario depedagogía durante varios años. Allíprofundizó sus estudios en relacióncon la aplicación de sus principioseducativos aplicados a la educaciónreligiosa. En 1919, viaja a Londres y,en 1923, pronuncia varias conferen-cias en las universidades holandesas.En febrero de 1936, cuando es expul-sada de Italia y cierran sus escuelas,por considerar que los principiosmontessorianos son incompatiblescon el fascismo, María Montessori seinstala en Barcelona, donde escribeEl niño. El secreto de la infancia, algu-nos de cuyos capítulos se publican enfrancés en París.

Pero Montessori se ve obligada aabandonar la Ciudad Condal, dada lagrave inestabilidad política que hayen la España republicana, unos mesesantes del golpe militar que provocarála guerra civil española. Holanda,país que le dio asilo, se convirtió jun-to con la ciudad de Ámsterdam, en lasede de la Association Montessori In-ternationale, que había sido fundadaen 1929. Al estallar la Segunda GuerraMundial, María Montessori abando-na su país de adopción y viaja a la In-dia. Allí permanecerá hasta en 1946.Al apaciguarse el conflicto mundial,regresa inicialmente a Italia, pero de-cide instalarse de nuevo en Holanda,donde fallece a la edad de 82 años, en1952. Sus restos reposan en el cemen-terio católico de Noordwisk, una po-blación cercana a la capital holande-sa.

Montessori escribe sobre los orí-genes de su Método

En el primer Centenario dejemos quesea la propia María Montessori quienexplique cómo comenzó todo, en laCasa dei Bambini. 2

Era el 6 de enero de 1906, cuan-do se inauguró la primera escue-la para niños normales (sic.) detres a seis años, no con mi mé-todo, pues entonces no existíatodavía; pero se inauguró aquellaescuela donde mi método debíanacer poco después. Aquel díano se componía más que deunos cincuenta chiquillos pobrísi-mos, de aspecto rústico y tímido;algunos lloraban; casi todos hijosde analfabetos y sometidos a miscuidados. El proyecto inicial erareunir a los hijos de los inquilinosde una casa de vecindad, en unbarrio obrero, para impedir quequedaran abandonados por lacalle y la escalera, ensuciandolas paredes y sembrando el des-orden. En la misma casa se dis-

puso una habitación para esteobjeto y fui encargada de estainstitución, que «podría tener unexcelente porvenir».

Por una sensación indefinible,sentí confusamente en mi interiorque se iniciaba una obra grandio-sa de la que hablaría todo elmundo; así se anunció con énfa-sis, en la inauguración. Las pala-bras de la liturgia que en aqueldía de la Epifanía se leen en laIglesia, parecían un augurio y unaprofecía: «mientras la tierra sehallaba cubierta por las tinieblas,apareció la estrella de Oriente,cuyo resplandor guiaba a la mul-titud». Todos los que acudieron ala inauguración quedaban asom-brados y se decían: ¿por qué laMontessori exagera tanto la im-portancia de un asilo para niñospobres?

Comencé mi obra como uncampesino que hubiera guardadoseparadamente la buena semillay le ofrecieran un campo fecundodonde sembrarla con toda liber-

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2. MONTESSORI, María, El niño: el secreto de la infancia, México, Editorial Diana, 1982, p. p. 178 a 184.

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tad. Pero no fue así; apenas re-moví los terrones de aquella tie-rra virgen, encontré oro en lugarde grano. La tierra ocultaba untesoro precioso. Ya no era el al-deano que habíase imaginado:era como el talismán que Aladinotenía entre las manos, sin saber-lo, una llave capaz de descubririnmensos tesoros ocultos.

En efecto, mi acción sobreaquellos niños normales, meaportó una serie de sorpresas;será muy interesante conoceresta fábula maravillosa. Es lógicocomprender que los medios quehabían dado excelentes resulta-dos con niños deficientes debíanconstituir un verdadero talismánpara el desarrollo de niños nor-males y que todo lo que había te-nido éxito en el tratamiento de es-píritus débiles, en la rectificaciónde inteligencias falseadas, contu-viera los principios de higiene in-telectual, capaces de auxiliar alos espíritus normales para sucrecimiento robusto y recto. Todoesto no tiene nada de milagroso,y la teoría educativa que se haderivado de ello es lo que se pue-de construir de más positivo ycientífico, para persuadir a los es-píritus equilibrados y prudentes.

Pero he de confesar que losprimeros resultados me sorpren-dieron extraordinariamente y confrecuencia me llenaban de incre-dulidad. Durante mucho tiempofui incrédula, hasta convencermede que no era una ilusión. A cadanueva experimentación que meconfirmaba la verdad de aquelloshechos, me decía en mi interior:«Ahora no lo creo todavía, lo cree-ré más adelante».

Montessori y la liberación de losniños

En los años 70, el pedagogo nortea-mericano Corman MacCarthy publi-caba un interesante artículo sobreMaría Montessori, en el periódicoWashington Post3, en el que destacabala importancia de la aportación delMétodo Montessori en los centroseducativos de los Estados Unidos, yque recogemos parcialmente a conti-nuación:

(…) Montessori es una pala-bra de uso corriente, aunque porlo general no se la comprenda.Para algunos es una palabra fríaque significa permitir que los ni-ños hagan lo que quieran, es de-cir, un juego ideado para que losniños dóciles se conviertan enfieras indómitas. Para otros, unaescuela Montessori es una diver-sión más entre las muchas deque ya gozan los hijos de los ri-cos. Incluso hay quienes piensanque un aula Montessori, es un lu-gar donde los padres ambiciosos,conscientes de la carrera por al-canzar un estatus, envían a suhijo para conseguir un talentoprecoz. La causa de estas defini-ciones tan pobres es, en su ma-yor parte, la falta de informaciónsobre María Montessori y sus ex-perimentos originales en el en-tonces inexplorado campo de laniñez (…)

Aunque pasaron diez años an-tes de que María Montessori sededicara a su vocación —la libe-ración de los niños—, su trabajocomo médica entre los deficien-tes mentales, los pobres y losabandonados de Roma no fue envano. «Reunir nuestras fuerzas»,

escribió más tarde, «aun cuandoparecen estar dispersas y cuandonuestro objetivo apenas se perci-be, es una gran acción que tardeo temprano ha de dar sus frutos».A causa de su trabajo con los re-trasados mentales, a quienes lasociedad margina con más facili-dad, la atención pública se fijó enella. Cuanto más trabajaba conellos, tanto mayor era su certezade que esos niños tenían ampliasposibilidades mentales y espiri-tuales de alcanzar la normalidadsi tan sólo se les brindaban losmedios. Después de algunosaños sus niños, a quienes se su-ponía condenados a la idiotez, nosólo leían y escribían, sino queaprobaban exámenes destinadosa chicos normales. Un públicoasombrado aclamaba el trabajode la «dottoressa».

Pero Montessori estaba preo-cupada por otro pensamiento:«Mientras todos admiraban a misniños retrasados, yo investigabacuáles podrían ser los motivosque retenían a los niños sanos yfelices de las escuelas comunesen un nivel tan bajo que, tantopor el resultado de sus pruebascomo por su inteligencia, podíanigualarse a mis infortunadosalumnos». El problema la consu-mía. En 1906, después de habervisto languidecer a muchísimosniños sanos sometidos al tedioen las escuelas estatales, Mon-tessori aprovechó una oportuni-dad que tuvo de enseñar a ungrupo de «pequeños vándalos ig-norantes» en un barrio pobre deRoma llamado San Lorenzo. Laedad de los niños oscilaba entrelos tres y los siete años. «Cin-

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3. El artículo de Corman McCarthy fue publicado en el Washington Post, el 4 de septiembre de 1970, y está recogido en castellano, en OREM, R. C., Lateoría y el método Montessori en la actualidad, Barcelona, Paidos, 1986, p. p. 11 a 15.

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cuenta niños cautelosos, asusta-dos», los describió Montessorimás tarde, «tan tímidos que eraimposible hacerles hablar. Suscaras eran inexpresivas; susojos, tan azorados como si nun-ca hubieran visto nada en suvida… pobres niños abandona-dos que habían crecido en oscu-ras casuchas siempre a punto dedesplomarse y sin nada que esti-mulara sus inteligencias».

Al año siguiente los éxitos dela «Casa dei Bambini» se convir-tieron en historia mundial: sehabían creado 50 vidas nuevas,se había liberado el poder de lamente y el sentimiento. ¿Quéhabía sucedido? María Montes-sori resumió sus métodos en va-rios libros: The Secrett of Child-hood; The Absorbent Mond;Education for a New World. Li-bros que publicados hace mu-

chos años, todavía tienen la vi-gencia de los clásicos y que de-berían ser leídos por todo aquelque conozca a un niño. El obje-tivo número uno era ubicar alniño en «un ambiente agradabledonde no sintiera limitaciones».Las mesas, sillas, escritorios,estantes, piletas y demás obje-tos se graduarían al tamaño delos chicos. Montessori creía queal integrarse en un ambiente cá-lido y amistoso «los niños llegana parecerse a las cosas queaman».

En segundo lugar, la maestra«no tenía las ambiciones ni losprejuicios de una verdaderamaestra de escuela». Montesso-ri insistía en que el adulto de laclase no interfiriese en los es-fuerzos del niño, por mejor in-tencionada que fuera la interfe-rencia: «Los chicos que estánaprendiendo algo por primeravez son muy lentos. Su vida estágobernada por leyes muy distin-tas de las nuestras». Por último,los chicos trabajan con materia-les que proporcionan «educaciónpara los sentidos». Montessoriescribió que «a los chicos les en-canta tocar todo». Sin embargo,«cuando quieren ejercitar sussentidos, como el tacto, porejemplo, todos los condenancon el consabido ¡no se toca!».Los resultados de la aplicaciónde estos principios se compro-baron en la primera escuelaMontessori del barrio de San Lo-renzo, y pueden verse en la ac-tualidad en las escuelas Mon-tessori que todavía se mantie-nen fieles a la creadora delmétodo en todo el mundo (…).

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José Antonio Fernández RuizEducador

No ha hecho falta nada más queapareciera en los medios de co-municación que el director del

Tribunal de la Penitenciaría Apostóli-ca del Vaticano, el obispo GianfrancoGirotti, hablase de los nuevos peca-dos para un católico en la sociedadactual, para que todo hijo de vecino,incluyendo muchos creyentes, hiciesemofa de esta propuesta. Y es que vivi-mos tiempos difíciles para asumirnuestra autoría en lo que hacemos,decimos u omitimos, y que en len-guaje religioso llamamos pecado.

Hemos hecho de nuestra sociedadalgo tan complejo, tan enmarañado,que se escapan por entre sus rendijaslos responsables de lo que sucede: queun pederasta condenado y con 5 cau-sas pendientes no haya ido a la cárcely nadie se haya sentido culpable de loocurrido, echando todos balones fue-ra, es muestra de ello; que una clínicaabortista haya estado practicando du-rante años abortos ilegales, y que elproblema, para algún medio de co-municación «progresista», es que ungrupo de agentes de la Guardia Civilfabricaron el caso contra la clínica encontra de la decisión judicial, no dejade ser la justificación de lo injustifica-ble; que el conflicto más letal desde laII Guerra Mundial, con más de 5 mi-llones de muertos en la última década

(que en estos días ha vuelto a recru-decerse con miles de desplazados enla República Democrática del Con-go), y que sigamos informando quese trata de un conflicto étnico, sin quese analice las riquezas minerales quetiene esta zona de África y el papeldevastador que están jugando lasmultinacionales que extraen estasmaterias primas, es una actitud hipó-crita y criminal.

Y es que lo más sagrado para elhombre actual es su buena concien-cia1. Se puede poner en duda todo, detodo se puede opinar y mantener unapostura relativa, menos de nuestrabuena conciencia. En este asunto yano hay diferentes puntos de vista, nohay derechas ni izquierdas, todoscoincidimos en el mismo lugar: aun-que hagamos cosas antagónicas, nosune la buena conciencia. Por eso, nosienta nada bien cuando alguien sesale de este tácito consenso y se con-vierte en un moscardón molesto ypublica un libro que lleva por títuloCiencia y conciencia: hacia una buenasociedad. Sin descanso y sin dejarnosdescansar, es una nueva provocaciónde Carlos Díaz. La buena concienciasirve de buena almohada y mientrasdescansamos en ella no toleraremosque nadie nos moleste. ¿Tendrá quever el estado de agotamiento de la so-ciedad actual con nuestra buena al-mohada que nos dificulta levantar-nos?

Si la ciencia actual reduce a la per-sona a gen2 egoísta y la filosofía demoda se empeña en «disolver al hom-bre»3, los valores humanos en estacosmovisión filosófico-científica sereducen a un sociologismo moral quesepara ontología y ética. Todo lo quehago, por el hecho de hacerlo yo, esbueno. Este es el principio moral porexcelencia. Además suele ocurrir quehago lo que la mayoría, con lo cual esdoblemente bueno, porque lo hagoyo y además la mayoría corrobora miconducta. De lo que hacemos, lo úni-co que nos interesa son las sensacio-nes y vivencias, y no lo realmente vi-vido en ellas, es más importante lasensación que la realidad. Por esonuestra conciencia de la realidad estádeformada —es ideológica—: quéimportancia ha adquirido en nuestrasociedad el concepto de diversión,hay que divertirse por encima detodo, aunque para ello recurramoscon mucha frecuencia a comporta-mientos inmorales.

Y es que la buena conciencia está enel origen, no solamente de conductasindividualmente inaceptables, sino detodos los males que ha padecido lahumanidad. Necesitamos justificarante los demás y nosotros mismosnuestras acciones u omisiones, y sinembargo, qué poco hemos reflexiona-do sobre ella. Sin duda la crítica quelleva a cabo Nietzsche en La Genealo-gía de la moral al sentimiento de cul-

La buena conciencia

1. No sólo para el hombre actual, sino desde el origen de la humanidad, desde que el hombre es hombre. En el capítulo 4º del libro del Génesis con-testa Caín ante la pregunta acusadora de Dios: «¿soy yo acaso el guardián de mi hermano?». Hasta la historia más reciente, la historia de la modernidadno se puede entender sin los logros sociales, económicos y políticos de la burguesía, a la que Mounier dirige sus mejores dardos acusadores: «El burguésignora la cruz que el más miserable, el más pequeño rebelde, experimentan cada día. Se rodea de cosas bellas, como su mujer, es decir, de cosas agra-dables; se hace unas buenas costumbres y una buena conciencia; es un vividor… No es apto, decía Peguy, ni para el pecado, ni para la gracia, ni para eldolor, ni para la alegría. Hombre de salud, hombre de felicidad, hombre de bien: un hombre que ha encontrado su equilibrio, un ser desgraciado». E. Mou-nier: Revolución personalista comunitaria. Obras Completas. Ed. Sígueme. Tomo I, p. 392.

2. «Por qué tan acientíficamente se obstina la ciencia actual en pasar del somos genes al no somos más que genes, inferencia intolerable científica-mente? Todo parece estar en los genes» Díaz, Carlos: Ciencia y conciencia: hacia una buena sociedad. F.E.M. Colección Sinergia nº 31. Madrid. 2008.

3. En expresión de Lévi-Strauss, y es que en palabras de Julián Marías «se lleva mucho tiempo intentando la despersonalización, que los hombres pier-dan de vista su condición de personas, que se vean como organismos, reducidos a las otras formas de realidad que existen en el mundo; a última hora,reductibles a lo inorgánico. Por supuesto, sin libertad, sometidos a las leyes naturales –físicas, biológicas, sociales, psíquicas, económicas-, susceptiblesde toda manipulación desde todas esas instancias». De su libro: La perspectiva cristiana. Alianza Ed. Madrid, 1999, p. 122.

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pa ha hecho mella en nuestra con-ciencia, que nos hace impermeables ala asunción de responsabilidadesante los demás.

El mal de nuestro tiempo es éste:no asumir nuestras responsabilida-des ante los demás. Hemos ido arrin-conando a Dios que nos pregunta¿dónde está tu hermano?, hemos idodesprestigiando la razón-proféticapor incomodadora acusándola deiluminada e incluso hemos acabadoconsiderando a los demás comonuestros enemigos, ya que «el infier-nos son los otros». Nos hemos que-dado solos con nuestra buena con-ciencia a descansar, a dormir el eter-no descanso de los satisfechos.

Y sin embargo, qué tergiversacióndel lenguaje hemos hecho: la buenaconciencia es un pleonasmo. Toda

conciencia es inherentemente buena,si no, no es conciencia. Darnos cuen-ta erróneamente de la realidad no esser consciente, sino todo lo contrario.Si hay algo que nos diferencia de losanimales es la conciencia. Actuamossabiendo que lo hacemos, luego nues-tra conducta es responsable ante losdemás. También de lo que no hace-mos y también de lo que decimos. Aligual que lo único que necesitamospara actuar moralmente bien es unabuena voluntad (Kant), para ser per-sonas lo que necesitamos es una bue-na (?) conciencia, darnos cuenta delsufrimiento y del dolor del extranje-ro, del huérfano y de la viuda. Latoma de conciencia de nuestra res-ponsabilidad ante el prójimo es laúnica manera de ser consciente, detener conciencia y esta es la buena

conciencia, la propia de ser personas.Ahí estriba nuestro quehacer, que nopodemos eludir a no ser que abdique-mos de nuestra condición humana.

Ojalá nuestra buena conciencianos obligue desde este pequeño púl-pito en donde hoy escribimos a serunos apasionados de la verdad comoCharles Peguy lo fue de ella, lo cual lelleva a imponer a los Cahiers el si-guiente programa: «Decir la verdad,toda la verdad, nada más que la ver-dad, decir tontamente la verdad ton-ta, enojosamente la verdad enojosa,tristemente la verdad triste». No bus-car la paz de la conciencia en la abs-tención del silencio: «quien no grita avoz en cuello la verdad, cuando sabela verdad, se hace cómplice de losmentirosos y de los falsarios»5.

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Mar LleraUniversidad de Sevilla

Ciertas versiones de la posmoder-nidad se presentan a sí mismascomo el triunfo de la democra-

cia, la tolerancia y la libertad. Y sinembargo, llevan en su seno vestigiosdel más dogmático autoritarismo; dehecho, el nihilismo posmoderno pue-de ser interpretado como una veladareedición del nihilismo fascista quedeslegitimó el proyecto moderno.

La memoria de una señera víctimadel fascismo y sus campos de concen-tración, Viktor E. Frankl —psiquiatravienés fundador de la Logoterapia—contribuye a ilustrar esta analogía deun modo que desafía las evidencias.Pues —aparentemente— el arqueti-po antropológico de la posmoderni-dad es lo contrario del prisionero deun campo de exterminio: éste carecede todo, excepto de la vida; aquélnada en la sobreabundancia, pero suexistencia parece igualmente falta desentido; el nihilismo atenaza a los dostipos humanos de modo similar, aun-que antitético.

Nosotros hemos tratado de disol-ver las tradiciones y los referentesmorales suprasubjetivos, hemos que-rido liquidar la Teología y la Metafísi-ca; nuestro abanico de posibilidadesde acción se ensancha cada día: elmercado de la tecnología pone anuestra disposición mucho más de loque estrictamente necesitamos parala supervivencia. Somos herederos deuna Modernidad que ha exaltado lalibertad de constreñimientos y haquerido otorgar el protagonismo dela Historia al sujeto individual, subra-yando su dignidad personal y sus de-rechos inalienables. Esta utopíaemancipadora es el motor de nume-rosas revoluciones que han cuestio-nado las estructuras tradicionales dedominio, abriendo espacios de deli-

beración participativa a todos losmiembros de la sociedad.

No obstante, los sistemas de orga-nización nacidos del proyecto mo-derno amenazan hoy —paradójica-mente— el poder de quien creía ha-berlos diseñado para su propioservicio. Cada avance científico, cadaprogreso tecnológico, cada paso ade-lante en la construcción de nuestrosedificios normativos, institucionaleso productivos, es decir, en la fragua delos sistemas-marco donde se desarro-lla la actividad humana, reduce lasposibilidades para controlar reflexi-vamente tales sistemas y para some-terlos a criterios de racionalidad. Pa-radójicamente, la esfera de interven-ción de cada sujeto individual en elmundo social, político, económico ycultural se está estrechando. Sólo po-demos conquistar el poder si previa-mente nos subordinamos al mismo,si nos plegamos a las exigencias deesas estructuras sistémicas imperso-nales. Y aunque obtengamos un pro-vecho o un beneficio concretos, pare-ce que nunca podremos controlarcompletamente la lógica de los proce-sos que los posibilitan, la globalidaddel sistema y sus efectos colaterales.

El ciudadano que duda ante la uti-lidad de su voto, ante la influencia desu libertad de expresión sobre la opi-nión pública o ante la eficacia de susiniciativas personales para mejorar elmedioambiente, experimenta unasensación en parte contrapuesta y enparte análoga a la que pudieron expe-rimentar los condenados por el nazis-mo. Éstos disponían de muy pocasopciones, su ámbito de decisión eramínimo e implicaba cuestiones apa-rentemente triviales. Ante los ojos denuestros contemporáneos se abre —en cambio— un universo de posibili-dades ilimitado que los medios de co-municación se empeñan en publicitara cada instante. Sin embargo, tam-

bién nosotros tenemos la impresiónde que el mundo en que vivimos nosviene predeterminado, que poco po-demos hacer para cambiar la realidady —sobre todo— su lógica de funcio-namiento. Las decisiones de la mayo-ría de los individuos afectan a cues-tiones insignificantes en los nivelesmacro; sólo influyen en su vida per-sonal y en su entorno más inmediato.Además, condicionan únicamente elplano substantivo, casi nunca el pla-no formal. Podemos decidir entre A óB, pero no entre el conjunto de posi-bilidades AB y otro conjunto de posi-bilidades alternativas. Tampoco po-demos decidir sobre los procedi-mientos de toma de decisiones que lasociedad ha institucionalizado, o so-bre las múltiples variables que inci-den sobre su resultado.

Por otra parte, nadie logra liberar-nos de lo que Frankl denominaba «latríada trágica»: culpa, sufrimiento ymuerte. El grueso de la narrativa me-diática se sustenta precisamente sobreella; las noticias de cualquier periódi-co, telediario o boletín radiofónicoabundan cada día en crímenes, catás-trofes, homicidios y muchos otros ti-pos de tragedias en una amalgamamuy difícil de digerir. La sociedadcontemporánea podría hacer suyaesta queja del doctor austriaco:

…El sufrimiento es, en ciertomodo, un pozo sin fondo donde—al parecer— no existe el puntomás bajo absoluto: siempre pue-de seguir descendiéndose en él,más y más cada vez (Frankl,1946-1947 ab: 150).

Bajo la opresión totalitaria, el fun-dador de la logoterapia se vio privadode toda expresión de su dignidad per-sonal: no podía ejercer su libertad ex-terna, ni manifestar sus ideas, no leestaban permitidas las relaciones fa-

Fascismo posmoderno

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ACONTECIMIENTO 89PENSAMIENTO18

miliares o el contacto con el exterior,no podía distinguirse en aparienciade los otros, toda su actividad eraforzosa. Esta muerte del «yo» se plas-mó en una «infinita nostalgia»1, se-guida de «la náusea»2, hasta llegar a laasfixia de la vida afectiva, de los sen-timientos. Aunque siempre perma-necieron significativos rescoldos —como el recuerdo del amor fami-liar—, la apatía se fue apoderandoprogresivamente de su dimensiónemocional, como un mecanismo dedefensa para frenar la destrucción dela propia subjetividad y focalizar suatención hacia lo poco que en esas te-rribles condiciones todavía permitíala supervivencia. Viktor narra des-carnadamente su pasiva reacciónante la muerte de un compañero, alque los demás arrebatan sus escasísi-mas pertenencias:

«Inmediatamente después (del fa-llecimiento) llega a la barraca el ca-charro con la sopa; ésta es repartida ydevorada. (…) Mis frías manos apri-sionan el cacharro de sopa caliente.Mientras sorbo ansiosamente el con-tenido, miro casualmente por la ven-tana. Afuera el cadáver que acaban desacar clava en nosotros sus ojos fijos(…). No hace dos horas aún, estuvehablando con este camarada. Sigosorbiendo la sopa» (Frankl, 1946-1947 ab: 43, citado por Pareja, 2006:42).

Nos sorprende constatar que, enun contexto aparentemente opuesto,el hombre posmoderno también si-gue sorbiendo su sopa mientras con-templa en la pantalla de su televisorla miseria y la muerte de otros. Suapatía no responde a una necesidad

de supervivencia en sentido estricto,pero sí figuradamente: es una reac-ción destinada a mantener el equili-brio psicológico frente a la sobresatu-ración de estímulos mediáticos detinte negativo. El constante bombar-deo de mensajes primero despiertapero después va desdibujando todotipo de sentimientos y sensaciones,dispersa la atención y embota las fa-cultades perceptivas: confuso por la

proliferación de apelaciones a las queno puede dar respuesta, el organismoprocura centrarse en lo más inmedia-to, en aquello de lo que parece depen-der su exigua felicidad presente. Seeleva progresivamente el umbral desu sensibilidad: cada vez necesita estí-mulos más intensos o variados paramanifestar alguna reacción emotiva.

El sujeto conquista así una aparentetranquilidad, una precaria homeosta-sis, que —sin embargo— se ve cons-tantemente amenazada por la conti-nuidad del flujo mediático y que nopuede acallar ciertos reveladores sín-tomas: estrés, depresión, neurosis,adicciones, angustia, irritabilidad,agresividad, conflictos interpersona-les…

Respecto a este tipo de patologías,la logoterapia ofrece una mirada pe-netrante que permite descubrir suetiología para proponer una terapiaadecuada. Muchas neurosis respon-den a razones estrictamente noológi-cas, relativas a la cuestión del signifi-cado en su polisémica acepción, queincluye el sentido y la relevancia axio-lógica de aquello sobre lo que se estátratando. Cualquier terapia exige unatoma de posición ante el sentido yante el valor, no sólo hipotética, sinoefectivamente: es preciso responder ala interpelación de la realidad que serevela en tales términos, hacerse res-ponsable de aquello que está manifes-tando sus particulares exigencias a laconciencia personal.

Aun reconociendo el valor de lasaportaciones psicoanalíticas sobre laimportancia de la libido y del incons-ciente, Frankl posee una visión antro-pológica más amplia e integradora,menos reduccionista. Contra los pre-supuestos freudianos, en la situaciónde extrema indigencia a que fue so-metido, el prisionero 119-104 consta-tó el apagamiento casi completo delimpulso sexual en sí mismo y en suscompañeros encarcelados; no así dela vivencia del amor en un sentido es-piritual:

1. «Una primera sensación torturante es la ‘nostalgia infinita’ hacia los que quedaron en el hogar. Una nostalgia sentida en forma tan desesperada y ar-diente, que no se tiene más que un sentimiento: el de consumirse» (Frankl, 1946-1947 ab: 40, citado por Pareja, 2006: 40).

2. «La náusea ante todo lo feo, aun en lo puramente exterior, que rodea al recluso. Al igual que la mayoría de sus camaradas, ha sido vestido de trapos,junto a los cuales parecería elegante la vestimenta de un espantapájaros» (Frankl, 1946-1947 ab: 40, citado por Pareja, 2006: 41).

El constante bombardeo demensajes primero despierta perodespués va desdibujando todotipo de sentimientos ysensaciones, dispersa la atencióny embota las facultadesperceptivas: confuso por laproliferación de apelaciones a lasque no puede dar respuesta, elorganismo procura centrarse enlo más inmediato, en aquello delo que parece depender su exiguafelicidad presente.

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PENSAMIENTOACONTECIMIENTO 89 19

4. Citado por E. Mounier en El pensamiento de Charles Peguy, Obras Completas. Ed. Sígueme. Tomo Ipp 41.

«Mi espíritu está lleno de la figura(de mi esposa), que aferra gracias ami inquieta y vívida fantasía, talcomo nunca la había conocido en mivida normal. Sostengo conversacio-nes con mi mujer. (…) Un pensa-miento me atraviesa: por primera vezen mi vida, percibo la realidad deaquello que tantos pensadores hancalificado como la quintaesencia de laverdad de su vida, y lo que tantos poetas han cantado: siento en mí laverdad de que, en cierto modo, elamor es el último y más alto sentido aque puede llegar la existencia huma-na» (Frankl, 1946-1947 ab: 64).

En contraste con esta sublime per-cepción del amor, la posmodernidadse caracteriza por la hipertrofia deuna sexualidad progresivamente des-humanizada y orientada al serviciodel capital en términos instrumenta-les, cosificantes y mercantilistas comolos que denunció Herbert Marcusehace ya medio siglo en El hombre uni-dimensional.

El hombre es a un tiempo soma,psicología y espíritu. Sus dolencias noproceden de uno solo de esos niveles,sino de la interacción entre los tres,que se articulan en una unidad com-pleja no susceptible de simplificacio-nes. Ningún mecanicismo psicodiná-mico resulta adecuado para explicar

la complejidad humana, capaz de au-totrascendencia, de abrirse a referen-cias más allá de lo puramente orgáni-co y de lo psicológico; tendente –ade-más– no sólo a la homeostasis, sinotambién a la neguentropía autopoié-tica, que permite a la persona cons-truirse a partir del entorno y su caos,sus contradicciones y amenazas.

Por eso, a pesar del catastrofismoque caracteriza la semiosfera posmo-derna, no debemos capitular. No po-demos dejarnos engañar por los me-dios de comunicación, que suelen re-dundar en lo negativo, sin advertirsuficientemente las alternativas posi-tivas y las intervenciones que podríanmejorar nuestra situación. Los dis-cursos mediáticos llevan implícitauna imagen del público como recep-tor pasivo, que la realidad desmientesiempre en parte, pero que acaba pre-valeciendo cuando parece imposibletransformar las estructuras sistémi-cas. Este fenómeno provoca una de-cepcionante sensación de inutilidad,de impotencia. Mina la autoestimadel sujeto contemporáneo, ese “amora sí mismo que es punto de partida desu crecimiento como persona, perso-na que siente el valor de hacerse res-ponsable de su propia existencia”(Frankl, comunicación personal, cita-do por Pareja, 2006: 61).

Escapar del nihilismo posmoder-no requiere una voluntad de sentidotan firme y decidida como la que lle-vó a Frankl a solidarizarse con el des-tino de su familia y de su pueblo,aceptando padecer junto a ellos uncastigo atroz e inmerecido, pero sinrendirse jamás al dominio totalitario.Hemos de buscar sin descanso el paraqué de nuestra existencia y de nues-tros sufrimientos, cultivando nuestroespíritu y ejerciendo nuestra libertadinterior, a fin de evitar ese vértigo delvacío que nos destruye. Hemos decultivar la resiliencia, ese potencialdistintivamente humano que nospermite no sólo afrontar animosa-mente las dificultades, sino crecer conellas y superar así nuestros propios lí-mites.

Frankl, Viktor E. (1946-1947) (a): EinPsycholog erlebt das Konzentrationslager.Wien: Verlag für Jugend und Volk, 2 Aufla-gen.

Frankl, Viktor E. (1946-1947) (b): …trotzdemJa zum Leben sagen. (Drei Vortäge).Wien: Franz Deuticke, 2 Auflagen.

Frankl, Viktor E. (1996, 18ª ed.): El hombreen busca de sentido. Barcelona: Herder.

Pareja Herrera, Luis Guillermo (2006): ViktorFrankl. Comunicación y resistencia.Buenos Aires: San Pablo.

Notas bibliográficas

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Por esta razón, es una pregunta de-terminante para todo creyente plan-tearse cuáles son las fuentes de las quemanan su conocimiento de Dios. Nobasta con considerarse creyente; esnecesario también ofrecer creíble-mente una nítida imagen del Dios enel que se dice creer. Aquí fundamen-talmente radica la perplejidad delteólogo cristiano cuando descubrecómo una inmensa mayoría de cre-yentes tienen una imagen distorsio-nada del Dios de Jesús. En efecto, y anuestro juicio, el problema funda-mental del cristianismo actual consis-te en aquilatar la imagen de un Diosmás parecido a la proyección de to-dos nuestros anhelos inconfesados,que a la descripción que encontra-mos de Él en Jesús. Construir a unDios a nuestra imagen y semejanzaha sido históricamente la causa prin-cipal del ocultamiento de su verdade-ro rostro y, por tanto, de la pérdida de

credibilidad en Él. En este sentido ha-bríamos de interpretar la conocidareflexión del filósofo M. Buber acercadel término «Dios» como la palabramás vituperada, manipulada y adul-terada de la historia de los hombres.

De esta manera, hemos de reivin-dicar cómo sólo se sabe de Dios apartir de su Palabra a nosotros. Estaes la diferencia fundamental entre fi-losofía y teología. En efecto, la teolo-gía, entendida como cogitatio Dei, «lacuestión sobre Dios», encuentra, encontraste con la filosofía, su verdade-ra identidad. Así es, la filosofía, quetambién se ocupa de la cuestión deDios, hace de la cogitatio Dei un geni-tivo objetivo, es decir, la filosofía ha-bla de Dios en cuanto objeto de refle-xión, pretendiendo reducirse a unaséptico disputare de Deo. Sin embar-go, el teólogo interpreta este genitivoen sentido subjetivo, trayendo a lamemoria permanentemente cómo el

ACONTECIMIENTO 89RELIGIÓN20

Prof. José Serafín Béjar BacasFacultad de Teología de Granada

El mundo que nos ha tocado vivires harto complejo. En referencia ala dimensión religiosa de la per-

sona, ha quedado claro cómo los pro-nósticos ilustrados de emancipacióndel hombre y de su razón de toda tu-tela religiosa no se han visto cumpli-dos. De hecho, y en referencia a nues-tra vieja Europa, se han evidenciadociertas disensiones «amistosas» entreFrancia y Alemania a la hora de reco-nocer, dentro del texto de la constitu-ción europea, el legado espiritual delcristianismo en la configuración de laidentidad del viejo continente. Ade-más, el huracán de la globalización hatraído hasta nuestras tierras gentes deotras latitudes que aportan tambiénla especificidad de su tradición reli-giosa; especialmente del Islam. Asípues, el futuro, y esto es determinan-te a la hora de caminar hacia una lai-cidad positiva, no estará ajeno al pasode Dios por nuestra historia.

Sin embargo, al teólogo de oficio nosólo le preocupa la necesaria reivindi-cación de Dios en la concreta articula-ción social de nuestra convivencia,sino determinar, más estrictamente,los rasgos concretos que dibujan surostro. No es de extrañar que el Conci-lio Vaticano II, en referencia al proble-ma de la increencia, hiciera referenciaa la responsabilidad de las distintastradiciones religiosas, también delcristianismo, a la hora de velar el ver-dadero rostro de Dios (cfr. GS 19). Ode otra manera, al teólogo cristiano lepreocupa mucho más el cómo de Diosque una neutra afirmación de Él.

Evangelizar imágenes falsas de dios

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RELIGIÓNACONTECIMIENTO 89 21

objeto de su investigación, antes deser algo, es más bien Alguien. De estamanera, la persona del creyente estáreferido siempre a un dato previo, alDeus dixit, a la revelación. Esto quie-re decir, en lenguaje cristiano, quetodo lo que decimos saber de Diosdebe estar mediado por la experien-cia religiosa de Jesús de Nazaret. Ypor esta razón, no es extraño consta-tar que el problema fundamental queda unidad a todo el Nuevo Testa-mento sea precisamente clarificar larelación de este judío marginal del si-glo I con el Dios vivo y verdadero.Por tanto, y en teología cristiana, elpermanente esfuerzo por evangelizarnuestras imágenes falsas de lo divinose encuentra siempre mediado poreste binomio: Dios y Jesús.

Esta es la lógica que da unidad na-rrativa al conjunto de los cuatroevangelios y también, por extensión,a la totalidad de los veintisiete escri-tos neotestamentarios. Así pues, elconjunto de la tradición evangélicase muestra unánime en afirmar queJesús se refirió a Dios llamándolo«Padre». El título «Padre» aplicado aDios no es desconocido en las reli-giones antiguas ni tampoco en el ju-daísmo. Ahora bien, lo verdadera-mente genuino en Jesús es que elapelativo «Padre» aparece en vocati-vo, es decir, como una forma de co-municación directa y cercana conDios que adquiere ciertos tintes blas-femos cuando dicho vocativo ad-quiere la formulación de «Mi Padre».Al mismo tiempo, esta apelaciónconsigue un carácter unívoco cuan-do constatamos que el término con-creto que utiliza Jesús para dirigirse aDios es la voz aramea Abbá. Aunqueen los textos evangélicos el único tes-timonio explícito es el de Mc 14, 36:«En su oración decía: —Abbá, para ti

todo es posible: líbrame de esta copaamarga, pero no se haga lo que yoquiero, sino lo que quieres tú», hayserias constataciones que sirven deapoyo a esta certeza. Una, especial-mente significativa, es el hecho deque se haya mantenido en dos comu-nidades de lengua griega, Roma y Ga-lacia (cf. Gal 4, 6; Rom 8, 15), la invo-cación de Dios con el nombre arameode Abbá. En efecto, la supervivenciade un término arameo en el extranje-ro muestra el apego de estas comuni-dades de habla griega a un vocabloque seguramente hunde sus raíces enla historia.

Pero lo realmente interesante espreguntarse el porqué Jesús llamó aDios siempre Abbá cuando los textosde las oraciones judías públicas noconocen ni una sola vez la invocaciónde Dios como tal. La profundizaciónen la etimología de la palabra nos dala clave de comprensión de dicha pre-gunta, desvela en parte la autocon-ciencia de Jesús y nos acerca al senti-do último de tal vocativo. Abbá hacereferencia a la primera palabra que

usa el niño para dirigirse a su padre;es, por tanto, un simple balbuceo quees propio de la vida familiar de cadadía, una palabra vulgar empleada adiario. Este uso familiar y cotidianoexplica el escándalo que, en un con-texto judío que subraya altamente latrascendencia del Dios altísimo conrespecto al hombre pecador, generóesta praxis orante de Jesús. Abbá, portanto, está indicando, en el uso dadopor Jesús, una viva conciencia de in-mediatez y cercanía con el Dios de Is-rael que debió resultar francamenteintolerable a sus contemporáneos.

Las consecuencias que se puedenderivar de esta experiencia religiosade Jesús son innumerables pero desta-ca, sin duda, en el contexto religiosodel judaísmo del siglo I, aquella quehace referencia a la asimetría del Diosde Jesús. Así es, el Dios de Jesús no esun Dios simétrico, es decir, un Diosigualmente salvador o condenador. Esinteresante traer a colación aquellarespuesta del catecismo tradicional,que todavía pertenece al subconscien-te colectivo, y que a la pregunta sobrequién es Dios respondía: «Un ser infi-nitamente todopoderoso que premiaa los buenos y castiga a los malos». EnJesús hemos descubierto el rostro deun Dios Abbá que precede, con su be-nevolencia y amor, la libertad delhombre; un Dios que está «más alládel bien y del mal». Por tanto, el pri-mer paso en el proceso de evangeliza-ción de nuestras imágenes de Dios su-pone hacer la experiencia de que elamor de un Dios así no está sujeto nisubordinado a mis buenas obras, sinoa una absoluta gratuidad para con elhombre. O como afirmaba Lutero:«Dios no nos ama porque seamosbuenos o bellos, sino que nos hacebuenos y bellos porque nos ama».

…el primer paso en el procesode evangelización de nuestrasimágenes de Dios supone hacerla experiencia de que el amor deun Dios así no está sujeto nisubordinado a mis buenas obras,sino a una absoluta gratuidadpara con el hombre. O comoafirmaba Lutero: «Dios no nosama porque seamos buenos obellos, sino que nos hace buenosy bellos porque nos ama».

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Rincón bibliográfico

Ocho filósofos españolescontemporáneosCaballero Bono, J.L (Ed.): Ediciones Diálogo Filosófico, Madrid,2008. 452 págs.

Como resultado del la activi-dad del Foro promovido porDiálogo Filosófico durante losaños 2005 a 2007, en el quemediante ponencias fueron pre-sentados diversos pensadoresespañoles vivos, se publicaahora esta obra, en la que serecogen dichas ponencias, ofre-ciendo como resultado unaequilibrada, clara, crítica y rigu-rosa presentación de ocho delos pensadores españoles vivosde más predicamento en nues-tro panorama filosófico. Cree-mos que el esfuerzo de Caba-llero Bono ha sido realmentenotable y el resultado óptimo.

El propio José Luis CaballeroBono, editor de la obra y pro-pulsor del Foro, es quien asu-me la tarea de presentar elpensamiento de Julián Marías,mostrando cómo, partiendo deOrtega, ha llevado su pensa-miento más allá. Para ello, aunteniendo en cuenta lo más gra-nado de su producción, se cen-tra en dos obras capitales: Laestructura social y Antropolo-gía metafísica. Justifica estaelección en el hecho de que laproducción del autor a partir de1970 se ha centrado preferen-temente en la estructura empí-rica de la vida humana. Presta,en este contexto, especialatención a los conceptos deinstalación corpórea y a la con-dición sexuada. Pero, junto conello, describe y valora las apor-taciones de Marías en torno alcristianismo, donde se centranalguna de las reflexiones críti-cas que se hacen sobre el pen-sador orteguiano.

Quintín Racionero es quienaborda la exposición crítica dela obra de Gustavo Bueno. Ri-

guroso en su exposición, anali-za y expone primero el contextoen el que Bueno lleva a cabosu pensamiento, el materialis-mo, para poder luego abordarcoherentemente la crítica a supensamiento en tanto que ma-terialismo crítico, llegando a laconclusión de que la posturade Bueno termina siendo la deun idealismo encubierto. Dadala minuciosidad y cuidado enlos análisis llevados a cabo,Racionero se ve obligado acentrarse sólo en la exposiciónde los fundamentos de su on-tología materialista y de susfundamentos ontológicos.

La obra de José Antonio Ma-rina es presentada por Fernan-do Susaeta, calificándolo comodivulgador del proyecto filosófi-co denominado ultramoderno.El análisis de la obra de Marinase lleva a cabo en cuatro mo-mentos: estudio de su concep-ción de filosofía (como un nue-vo estilo de pensar cuyo objeti-vo no es la verdad sino lafelicidad, para lo cual hace de‘detective intelectual’), la expo-sición de la idiosincrasia delpensamiento ultramoderno(aclarando qué entiende Marinapor realidad, inteligencia, loirreal e inteligencia creadora),la racionalidad poética comobase de un proyecto ético y laexposición crítica de las para-dojas en las que desemboca elúltimo pensamiento de Marina,quien no acostumbra a afirmarsino a dictaminar, y lo hace —ajuicio del expositor— estre-chando la realidad, con orienta-ción cientifista, con incompren-sión para lo religioso y con unadeficiente fundamentación delos Derechos Humanos.

José Luis Cañas es quienasume la tarea de dar cuentadel pensamiento de Alfonso Ló-pez Quintás. Y lo hace de modogenético: siguiendo el proceso

de gestación de su obra, desdela metodología de lo suprasen-sible, el triángulo hermenéuticoy el método analéctico (su pri-mera aproximación al pensa-miento personalista) y su teoríade los ámbitos. José Luis Ca-ñas, por afinidad personal conel personalismo, no duda enuna sabrosa contextualizacióndel pensamiento personalista yde algunas sus principales ta-reas, que tan extensamente haabordado López Quintás en suproducción. Tomando comohito la Estética de la creativi-dad, se expone una segundaetapa más metodológica, quedesemboca en lo que Cañascalifica de ‘hermenéutica per-sonalista’, dedicada al abordajey exposición de la vida espiri-tual de los seres personales yla crítica a todas las instanciasantipersonalistas. Dada la cer-canía al autor y la magnitud delpensador retratado, quizás estaexposición, junto con la de Leo-nardo Polo, son las menos críti-cas del libro.

El cerne del pensamientoLeonardo Polo es expuesto porJuan Fernando Sellés, quienmuestra a Polo como pensadorindependiente, realista y aristo-télico, expone con admirableorden primero la gnoseologíapoliana, exponiendo el métododel ‘abandono del límite men-tal’. Desde ahí aborda el pro-blema de la esencia extramen-tal, la esencia humana, los ac-tos de ser extramentales y elco-acto del ser personal. Termi-na mostrando cómo la filosofíade Polo está radicalmenteabierta a la trascendencia.

Ildefonso Murillo, con suproverbial honestidad intelec-tual, es quien presenta y co-menta el pensamiento de Euge-nio Trías. Parte, para esta ex-posición, de la propia biografíade Trías, como clave de su pen-

samiento. Y concluye, de modooriginal, mostrando cómo lashondas divergencias con Tríastambién tienen que ver con lasdistintas instalaciones y trayec-torias biográficas de Trías y elpropio Murillo. Más probidadhermenéutica no cabe. El grue-so del texto lo dedica Murillo,tras realizar un recorrido por lasobras del autor, a detenerse enlos elementos de la filosofía dellímite, dando cuenta del back-ground de este pensamiento:Parménides, Platón y Aristóte-les. Desde ahí abordará los ha-llazgos más relevantes de la es-tética, gnoseología, ética, políti-ca y teoría de la religión deTrías.

Juana Sánchez-Gey da cuen-ta de la vida y obra de AdelaCortina, a quien clasifica en lageneración de los ‘filósofos jó-venes’ que comenzaron su an-dadura docente durante la tran-sición política. La presentacióndel pensamiento ético, políticoy religioso de Cortina se articulaen torno a dos obras funda-mentales: Ética mínima y Éticade la razón cordial, abordandotambién dos grandes temas delpensamiento de la filósofa es-tudiada: educación y ciudada-nía.

Finalmente, la interpretacióndel pensamiento personalistade Carlos Díaz está llevada acabo por su discípulo Xosé Ma-nuel Domínguez Prieto, vincula-ción que si bien no propiciauna presentación crítica sí per-mite una ordenación de unaobra tan ingente como la deDíaz y permite mostrar aquellasvetas que, sugeridas por Díaz,no han sido suficientementeelaboras por él. La exposiciónse articula en tres núcleos: laexposición del pensamientopersonalista (articulado en tor-no a la tesis de Soy amado,luego existo y a un concepto

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RINCÓN BIBLIOGRÁFICOACONTECIMIENTO 89 23

de persona como subsistenciarelacional, amorosa, abierta aquien es su fundamento), a suética pauperonómica (que haceel recorrido que va desde unarazón dialógica a una razónprofética, de una axiología auna aretología y que desembo-ca en un pensamiento político),para concluir con la exposiciónde su profético pensamientocristiano.

Estamos, al cabo, en pre-sencia de una obra que, alcabo, resulta representativa delo mejor de nuestro pensamien-to vivo. Obra, en fin, que nopuede faltar en la biblioteca detodo aquel que, más allá de lapobre pretensión de estar al díade lo que ‘se hace’ o ‘se pien-sa’, quiera filosofar él mismoentrando en contacto con la re-flexión viva de algunos de losmejores pensadores que ennuestro tiempo y en nuestropaís siguen dando-de-sí lacomprensión de lo real.

XOSÉ MANUEL DOMÍNGUEZ PRIETO

La educación en la encrucijadaJacques MaritainEd. Palabra, Madrid, 2008, 218 pp.

Ed. Palabra ha editado des-de su inicio cuatro obras deMaritain: Humanismo integral.Problemas temporales y espiri-tuales de una nueva cristian-dad; Los derechos del hombre.Cristianismo y democracia; Laintuición creadora en el arte yen la poesía; La educación enla encrucijada. Personalmente,Jacques Maritain -sin pretenderque su obra no haya sido afec-tada por el terremoto del tiem-po que todo lo mueve de lugar-me sigue ayudando para com-prender las incomprensionesajenas, es decir, para leer conprofundidad la trayectoria de lafilosofía expresada en cuantoshan dejado atrás la perspectiva

cristiana. No es el tomismo deMaritain lo que me seduce, nisu intransigencia escolástica,sino la sabiduría que hay entodo eso, es decir, también loincomprensible del propio Mari-tain. No diría yo, pues, enmodo alguno, que leer o tradu-cir a Maritain equivalga a andardesnortado e implique haberperdido el rumbo en las aventu-ras del espíritu: afirmacionessemejantes que aún se oyen yque dan prueba de la enormeindigencia y de pobreza de ba-gaje de quienes las profieren.

Maritain, por el contrario,nos enseña esto: "La norma deTomás de Aquino, en sus pro-pios estudios, era 'nunca dejartras el alumno cualquier dificul-tad sin resolver'; 'siempre ase-guraos -avisaba a sus discípu-los- de que realmente enten-déis o escucháis' y 'evitadlanzar largas peroratas sobrecualquier cosa'. También adver-tía a los profesores (este con-sejo era realmente necesariopara los educadores de sutiempo) 'nunca cavar delantedel estudiante una zanja queno puedas rellenar'"; "una grancantidad de madera húmedaarrojada al fuego solamente lo-gra extinguirlo" (p. 77). Si estasrecomendaciones están pasa-das, venga Dios y lo vea.

En la misma línea afirmaque la función de los grandeslibros de los clásicos es la de"esos huesos que se les da alos perros para que se les va-yan afilando los dientes; paracompletar la metáfora deberíaañadirse que ese hueso tienetuétano y que no sólo va a ser-vir para afilar los dientes delperro, sino que su sustancia lealimentará"(p. 102) haciendodescubrir, emocionar, disfrutarcon la verdad y la belleza quetransmiten y, si hay errores, sa-biendo discernirlos y juzgarlos,

aunque este proceso sea im-perfecto al principio". Frente ala ramplonería actual, en que nisiquiera se sabe definir en quéconsiste lo clásico, y en dondelos ayer "revolucionarios" sehan convertido en clásicos parasí mismos, clásicos del desen-gaño y de la zanja abierta, ren-queantes como viejas prostitu-tas reunidas en torno al triunfoegocéntrico, en no pocos casosrecompensado por el poder,frente a ese río de miasmas esnecesario leer a los clásicos. SiMaritain mismo no lo fuera, élpor lo menos sabe que nosiempre los clásicos están es-critos en lengua moderna, sinotambién en lenguas clásicas:algo que no está al alcance dela mayoría de los que niegan elclasicismo a los clásicos.

CARLOS DÍAZ.

Gracián: La España necesaria.Aula Política del Instituto deEstudios de la Democracia.Ed. Universitas, Madrid, 2008, 15ºpp.

«Imagino una nueva autono-mía de España: la Península or-ganizada en grandes regiones.Cada cual gobernada por unaAsamblea Regional o Parlamen-to Local, que nombraría susmagistraturas ejecutivas. Laasamblea se compondría de di-putados elegidos por sufragiouniversal directo en los distritosrespectivos. A este poder localse entregaría la solución de losasuntos localizados en la exis-tencia provincial. En manos delpoder Central y su ParlamentoNacional quedarían muy pocosasuntos.- A temas locales, so-luciones locales. En vez de unsolo Gobierno, enorme y abs-tracto, nueve o diez Gobiernosmenores que él. Es precisoacercar todo lo posible el lugarde la sentencia al lugar de ladelincuencia. La autonomía re-

gional traerá consigo la multipli-cación de la capitalidad. Que laprovincia sea lo menos provin-cia y lo más capital posible:eso es lo que importa conse-guir». No son palabras deProudhon, sino de Ortega yGasset, escritas en El Sol en1926.

Y cabe añadir con FranciscoRodríguez: «Nos parece quedon José Ortega y Gasset esta-ba muy lejos de imaginar la co-secha que iba a seguir a lasiembra posterior de las quepara muchos españoles fueronbrillantísimas ideas. Pero lo quetambién parece seguro es queel filósofo no pensó para nadaen que, puestas las Autonomí-as a competir entre sí, poraquello de defender unos inte-reses regionales siempre máscercanos al ciudadano, lo quese iba a acabar comprometien-do es la unidad de mercado y,por ello, nada menos que launidad de España» (p.93). Di-cho magníficamente por TeófiloGonzález Vila: «La cuestión so-bre la unidad de España entraen la órbita de lo moral por surelación con la exigencia básicade respeto a la dignidad de lapersona humana y con la deservicio al bien común en cuan-to conjunto de condiciones quehagan efectivamente posible elejercicio de los derechos funda-mentales y el pleno desarrollode la persona en todas sus di-mensiones… Así como es mo-ralmente malo el egoísmo per-sonal individual, contrario a laexigencia fundamental del amora los demás, de la justicia y lasolidaridad, así es también mo-ralmente malo y rechazable elegoísmo colectivo grupal, tanfácilmente travestidos de amora los demás, reducidos, sinembargo, éstos a sólo ‘losmíos’… Ahora bien, salvo quela conmoción sentimental conque se analice la situación es-

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pañola, provoque una total ce-guera mental, será difícil soste-ner que algún grupo humanose encuentra en alguno de lossupuestos en que resultara mo-ralmente admisible la preten-sión secesionista» (p.123).

Ahora bien, la proclividad aabusar del poder ¿es mayorcuanto menor es la altura insti-tucional del abusador y la dis-tancia que le separa de su víc-tima? Según José María Mon-toto, «la proclividad a abusardel poder es mayor cuanto me-nor es la altura institucional delabusador y la distancia que lesepara de la víctima. Esto losabe bien el pueblo llano, queen la Edad Media prefería quesu villa o lugar dependieran di-rectamente de la Corona (loca-lidades de ‘realengo’) antesque de la nobleza, y que fueranjueces y funcionarios depen-dientes de aquella los que juz-garan sus conflictos y adminis-traran sus intereses, en vez delos designados por un señorfeudal. Numerosos son los to-pónimos que, con orgullo, alu-den a dicha dependencia direc-ta de la realeza… Cuanto más

cercano sea el poder, más altaserá la probabilidad de que elAdministrador se vea personal-mente afectado por la decisiónque haya de adoptar y más pe-ligro correrá de incurrir en pre-varicación y cohecho» (pp.105-106). ¿Correcto? No esta-ría yo tan de acuerdo, pese a laplausibilidad argumental que deesta afirmación se deriva, pues¿es seguro que el «hagamosque el pueblo sea realmentesoberano» de los Estados y lasmonarquías y las repúblicas seve confirmado realmente porEstados, monarquías y repúbli-cas promotoras del lema? Des-de el fundador de la teoría delEstado, Hegel, pasando porStalin y por Hitler, que no sonmalos pesos pesados, ¿cuán-tas veces no hemos visto co-rromperse al Poder, ubicuo yomnipresente, con sus missidominici, sus brigadas popula-res y su pulpimorfa omnitud yen contra del pueblo? No hacetanto el PRI mexicano, a travésde su caciquismo institucional,me impresionaba en Chiapascon sus carteles debidamentefijados a las paredes y legal-

mente sellados dictando… ¡lasalineaciones de dos equipos in-fantiles de fútbol de la zona`!…¿Qué diferencia fáctica, pues,entre Estados, monarquías, re-públicas y dictaduras? ¿Y cómoen esas condiciones puede de-cirse "patriotismo sí, nacionalis-mo no? ¡La patria! ¿Cuántospobres no habrán muerto comochinches en horrendas batallasluchando por ella, la Patria, cu-yos abanderados estaban enotro sitio, entre los grandes ne-gociantes y banqueros y mag-nates y mandatarios y reyes yvirreyes? Todavía tengo en miretina a Salinas de Gortari lan-zando en el día conmemorativode la independencia de Méxicoel primero conforme a jerarquíadesde el balcón presidencial su«¡Viva México!», preludio de suhuída inmediata del país porgran corrupto? Decía MartínBuber que quienes pronuncianel nombre de Dios han cometi-do también enormes atrocida-des, ¡pues no digamos nadabajo el manto de la Patria, don-de embozados de toda laya co-meten crímenes de lesa huma-nidad. Y no olvidemos que al

«¡Viva México!» Le sigue su co-rrespondiente «¡Muera!», muerael gachupín…

Y es que la aporía arriba-abajo, así como su correlativaautonomía-heteronomía no pa-san de ser disquisiciones for-males, cuando lo único real-mente real y definitivamentedefinitorio es la alternativapronto-tarde, que por ser tem-poral es real; dicho de otromodo: ¿cuándo comienza laacción democrática? Cuandoempieza por transformar lascondiciones de vida de los deabajo, de los heterónomos, delos condenados de la Tierra,como dijera tiempo ha FranzFanon. Dime por dónde y cuan-do comienza tu acción y te dirépor qué democracia real optas.Ese es el verdadero Rubicón dela acción política. Que es el dela acción profética y el cambiodel corazón del propio corazón,la metanóesis. Léase, si se tie-ne buena voluntad y para salirde la ignorancia vencible, aEmmanuel Mounier y a sumaestro Charles Péguy, sobretodo.

CARLOS DÍAZ

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¿A dóndeva Europa?

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1. EUROPA, UNA IDEA QUE SOBREVIVE

Europa es, ante todo, una idea, y, como tal, es anteriora todas sus realizaciones Es una idea raíz y, por tanto,es más original que las naciones europeas, que engran parte han sido construidas contra la idea de Eu-ropa. Según Denis de Rougemont, la conciencia euro-pea se ha formado a lo largo de tres milenios. Su ori-gen es muy anterior al de cualquiera de las nacioneseuropeas reconocidas o reivindicadas. Su nombre apa-rece ya en los poemas de Hesiodo. El mito relata elrapto de Europa, hija del rey de Tiro, por la divinidadsuprema, a quien Homero nombra como Zeus europos(el que ve a lo lejos). La realidad histórica es el raptocontinuo de la idea de Europa por los egoísmos nacio-nalistas y por los intereses económicos.

A lo largo de los siglos, para los europeos que sufrí-an en las invasiones y las guerras interiores, la idea deEuropa se desarrollaría como un anhelo de paz univer-sal por dos vías. Por un lado, la que se refiere alpasado, como nostalgia del imperio romano que, porprimera vez, alcanzaba la paz universal. Dante deplo-raba la conducta posterior del género humano, y cómola túnica sin costura fue desgarrada por las uñas de lacodicia. Por otro lado, la propuesta escatológica delcristianismo, que apuntaba a la unidad del génerohumano en Cristo, invitaba a anticipar esa unidad en lareunión universal de los pueblos en una paz y felicidadterrenas. Eso debía ser Europa: un espacio exento deviolencia, de opresión, de explotación, bajo un gobier-no benéfico que velara por la paz y la felicidad detodos.

Sin embargo, la realidad ha convertido a Europa enuna frustración que remite constantemente a un deseo

PRESENTACIÓN

burlado, que hizo que Europa, concebida como eu-topía, como el mejor lugar para el ser humano, seconvirtiera en una quimera. La peor pesadilla deEuropa fueron las guerras continuas. Según lascuentas de Charles Tilly, sólo las guerras con participa-ción de las potencias europeas, en el siglo XVI se exten-dieron durante 95 años, en el XVII cubrieron 94 años, enel XVIII fueron 78 años, en el XIX hasta 40, mientras en elXX hubo 53 años de guerra. Y si, con el aumento de losaños de paz quisiéramos encontrar un consuelo,pronto tendríamos que desistir de él si atendemos a sucapacidad destructiva creciente y al número demuertos que han provocado: de una media de 3.000soldados muertos por año en cada Estado en guerra enel siglo XVI, a 223.000 en el siglo XX, a lo que hay queañadir las víctimas civiles en número creciente despuésde la revolución francesa, que propició un vuelco en elconcepto de la guerra. La guerra siempre había sido unasunto de los soberanos que armaban o contratabanejércitos de mercenarios. Desde entonces la guerrapasó a ser un asunto de la nación en armas, todo elpueblo se transformó en combatiente y, por tanto,podía ser objetivo bélico.

En estas condiciones, después de la II GuerraMundial, cuando los pueblos de Europa habían sucum-bido a la barbarie desatada por las pretensioneshegemónicas de los nacionalismos miopes y lasideologías fanáticas, las personalidades más lúcidas,abrumadas por la magnitud de la destrucción y eltemor a una nueva oleada de barbarie, procurabanencontrar una vía pragmática para evitar un nuevodesastre. Ya en 1947 Mounier declaraba: Hay quedespertar a los pueblos de Europa de esta muertepasiva. Desde hace tres años, Europa no sabe dónde

❏ LUIS FERREIRODirector de Acontecimiento

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EUROPA: GIGANTEECONÓMICO, ENANOPOLÍTICO, FANTASMAESPIRITUAL

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Estados? ¿Quién puede creerlo? El progreso político deEuropa se ha detenido, las naciones no pueden formarmás Estado que el suyo propio y, si acceden a construiruna estructura supraestatal es para salvar a la nación enmedio de unas condiciones que ya no le son favorables.Lo anunciaba Nietzsche en 1983: Lo que se dibuja comonecesidad de una unidad nueva va acompañado de ungran hecho económico que la explica: los pequeñosestados de Europa, quiero decir, todos nuestros Estadose Imperios actuales, se van a hacer insostenibles habidacuenta de las exigencias de las grandes relaciones inter-nacionales y del gran comercio que reclaman la exten-sión máxima, intercambios universales y un mercadomundial. Sólo el dinero obligará, pues, a Europa, prontoo tarde, a fundirse en una sola masa. Esa masa que tienecomo alma el dinero puede ser cualquier cosa, peronunca el ideal de Europa.

Si lo comparamos con los Estados Unidos de Améri-ca, salta a la vista el éxito del camino inverso, en estecaso fueron los estados los que llegaron a formar unarepública, aunque con el tiempo se ha convertido en unanación que, por su propio peso se ha transformado enun imperio con vocación hegemónica. Ambos extremosson igualmente indeseables, por un lado, el poderíonorteamericano lleva a los excesos del imperialismo,por otro, el raquitismo político europeo hace de Europaun actor subordinado, carente de iniciativa y pusilánime.

La idea práctica de constituir una federación derepúblicas europeas fue diseñada por Kant, hace másde 200 años, con la intención expresa de servir a la pazperpetua, en unos tiempos en los que más bien se vivíaen la guerra perpetua. Las ideas de Kant, influidas por larevolución francesa, no consiguieron hacerse realidad,pero una vez más enriquecieron la idea de Europa, porlo que merece la pena recordar que lo que exigía Kant alos pueblos participantes en la federación europea eratener una constitución republicana, que es aquellaestablecida de conformidad con los principios, 1.º de lalibertad de los miembros de una sociedad (en cuantohombres), 2.º de la dependencia de todos respecto auna legislación común (en cuanto súbditos) y 3.º deconformidad con la ley de igualdad de todos los súbdi-tos (en cuanto ciudadanos): es la única que deriva de laidea del contrato originario y sobre la que deben fundar-se todas las normas jurídicas de un pueblo (La pazperpetua). Requisitos estos, a los que ya no se prestaatención, puesto que el proceso economicista de asimi-

encontrarse a sí misma. Tiene una razón de aquí enadelante. La primera vocación de Europa es que noestalle la tercera guerra mundial.

Otros hombres, como Jean Monnet, Robert Schu-man o Konrad Adenauer, serán quienes pongan enmarcha el proceso práctico que desemboca en el Trata-do de Roma de Roma de 1957. Esa vía era un imperati-vo de urgencia para evitar una nueva confrontación quepodría haber sido suicida. Tal vez el gran logro de laComunidad Económica Europea haya sido no tanto laprosperidad, como la estabilidad en medio de lastensiones de la guerra fría.

Sin embargo, el mundo ha cambiado desde entoncesy, por tanto, la vocación de Europa también ha decambiar cuando la amenaza de la tercera guerramundial ha mutado en una no menos catastróficageopolítica del dominio mundial del Norte enriquecido,cuya paz armada deja a la mayoría de la humanidadabandonada a una geografía de la pobreza, de laemigración, del hambre, de las dictaduras, de violenciasde distinta clase, entre las cuales las guerras sonresponsables de un número de muertos mayor que elhabido en la II Guerra Mundial.

2. UNA EUROPA BLOQUEADA POLÍTICAMENTE QUE, SIN

EMBARGO, ACTÚA COMO BLOQUE ECONÓMICO

La conciencia que Europa ha tenido de sí siempre hasido la de cumplir una misión universal o, más aún,como dice Denis de Rougemont, universalizante. Paralo mejor y para lo peor, por ignorancia o por prepoten-cia, Europa se ha identificado con la humanidad. Esto leha llevado a los peores abusos, pero también le hapermitido imaginar la unidad del género humano. Lasideas sobre una federación de los pueblos europeos,acariciada por tantos europeos ilustres, no han sidomás que ensayos sobre la unidad de la humanidad bajouna constitución única. Sin embargo la actual constitu-ción política de Europa no es universalizable, Europa seencuentra bloqueada políticamente por el particularis-mo de la nación-estado, lo cual no es obstáculo paraque actúe en la escena internacional como un bloqueeconómico en contra de la igualdad en la humanidad.

¿Pretenden de verdad las naciones europeas,muchas de las cuales tienen un pasado imperial ymantienen ejércitos poderosos, formar un Estado de

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ha sido formulada (desde Kant hasta Habermas) comoun formalismo incapaz de seducir los sentimientos quelos nacionalismos sí han sabido manipular. Sí existe, encambio, una identidad europea que debería atraer lossentimientos de los europeos.

Pero también guardémonos de una superidentidadeuropea, de un eurocentrismo que no sería más que unaldeanismo a lo grande. Europa es un ideal, es ciertoque tiene unos orígenes concretos (griegos, hebreos,romanos, cristianos), pero esos orígenes no operan, enla idea de Europa, como un mito que obligue a unafascinación hacia el pasado, entre otras cosas por lasencilla razón de que ni es un mito, ni es un pasadoacabado. Son fundamentos originantes de un procesoque se reinventa, que se propone metas trascendentesy no paralizantes, que dan lugar a originales renaci-mientos y reformas. Lo que en Europa importa es elverdadero espíritu europeo, la creatividad cultural que leda una identidad abierta, construida y reconstruida a lolargo de los siglos, nunca fijada definitivamente. Eseespíritu europeo, desde sus orígenes, ha incorporadolas mejores aportaciones de los otros. Es característicoque lo mejor de Europa es lo extranjero que ha arraiga-do en ella, y que lo mejor de lo exterior a ella ha encon-trado refugio en su interior. Como lo es también que, ensus mejores momentos, su grandeza espiritual hasuperado siempre a sus realizaciones políticas, así fuedesde sus comienzos y puede verse en que las realiza-ciones políticas de Grecia o Israel fueron muy inferioresa un legado cultural que todavía es la influencia decisi-va para nuestra cultura.

Hoy podría ocurrir lo contrario, que en una realizacióneconómico-política gigante se desintegre toda unacultura. Por eso, el gran peligro de Europa es el nihilis-mo que lleva a confundir lo espiritual con lo fantasmal.A esto contraponemos la primacía de lo espiritual, quese realiza en lo personal y en la construcción de unaecumene en la que todos tienen cabida. Esto implica lasubordinación de la economía aun proyecto civilizatoriosuperior, que garantice un espacio sin explotación, niopresión, donde se den las oportunidades para eldesarrollo integral de la persona. Y que, en el planointernacional, se proyecte como una fuerza que rectifi-que la globalización, que contrapese a otras potenciasy abogue, en la esfera internacional, por una constitu-ción universal que asegure la justicia, la libertad y la pazpara toda la humanidad.

lación de naciones al servicio de la construcción delgran mercado ha sustituido al proceso federalista.

Sin embargo, puede ser que la aceleración de lostiempos vuelva anacrónico el debate entre nación yfederación. Europa se encuentra en una encrucijada, enla que su incapacidad de crear una entidad política queentierre de una vez las momias nacionalistas se encuen-tra con el empuje imponente de las fuerzas que impul-san la globalización. En ese caso, la federación ya nosería una respuesta suficiente, pues entonces elespacio para la constitución cosmopolita querida porKant se habría ampliado a todo el planeta, exigiendouna federación mundial, en la cual las repúblicas deberí-an ser de un tamaño superior al contemplado por Kant.Precisamente la Europa actual, el espectáculo de 27repúblicas incapaces de una acción conjunta, es unejemplo de lo que no podría ser una organización políti-ca mundial si quiere ser eficaz.

3. LA EUROPA DEL ESPÍRITU

Pero ¡cuidado! No nos vale cualquier Europa. La Europade los mercaderes y de los banqueros, que ha entrega-do su alma al dinero, es un engendro que no merecenuestra lealtad. Nadie arriesga su vida o la entregaabnegadamente por meros intereses materiales, másque si se le fuerza, por eso esa Europa sólo puede serel germen de un imperialismo más. Sólo merece la penaentregar la vida por causas ideales como la libertad, lajusticia… pero no por el libre cambio o por el incremen-to del PIB. ¿De que se asombran los políticos y losburócratas europeos cuando los pueblos rechazan unproyecto que se parece más a un código mercantil queuna Constitución para Europa?

Rechazamos también una Europa enferma de nacio-nalismo, Nietzsche tenía razón antes de las grandesguerras, más aún después de ellas: El nacionalismo esla enfermedad y sinrazón más destructiva de la culturaque existe, es la neurosis nacional de la que Europa estáenferma, y que perpetúa la división de Europa en peque-ños Estados y su pequeña política (El caso Wagner). Elfalso mito de la nación, la obsesión por un origen ligadoa la naturaleza, ha llevado a la creación artificial deidentidades cerradas que se alimentan de las diferen-cias reales o supuestas con los otros. Al lado de esto,una idea democrática de Europa, deseable en sí misma,

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E uropa, una palabra que ya casi no osábamospronunciar. Recuerdo la confidencia que en1942 me hacía aquella joven profesora de histo-

ria en un liceo francés. Antes de la guerra había habla-do mucho de Europa a sus alumnos tratando de des-pertar en ellos el sentido de aquella patria naciente, enuna época en que la palabra Europa era el título de unarevista de extrema izquierda, cubierta sin embargo desarcasmos por nuestra inteligencia nacionalista mien-tras la propaganda de Goebbels, surgida durante laocupación, se esforzaba en vano por captar ese senti-mentalismo de izquierda apoderándose de sus temashabituales. Pues bien, esa joven profesora no podía yapronunciar la palabra que durante tan largo tiempo ha-bía vehiculado sus esperanzas, pues por entonces Eu-ropa se había convertido ya en una nación alemana.Hoy parece que las circunstancias hacen que, si vuelvea poderse hablar de Europa sin sonrojarse, sólo puedaevocársela contra uno de los dos Imperios que, tanto enOriente como en Occidente, sostendrán en lo sucesivoel equilibrio del mundo. Sustraigámonos a esta ver-güenza última y veamos si la idea de Europa conservatodavía algo de vida en la conciencia francesa.

Lo que me lleva a evocarla ante ustedes es la lecturaque acabo de hacer de la última obra de uno de nues-

A LA BÚSQUEDADE EUROPA

❏ EMMANUEL MOUNIERFundador de Esprit

tros vecinos, uno de esos belgas impregnados de cul-tura y de civilización francesa, donde el señor Dumont-Wilden reedita y extiende sus reflexiones sobre el espí-ritu europeo, que ya habían llamado la atención antesde la guerra. Y en este camino por el cual nos conduceél a través de la historia vemos claramente que algunasEuropas han contribuido a formar la idea de Europa, al-gunas Europas entre las cuales nos toca elegir, sin queninguna de ellas pueda hoy reclamar para el futuro suparte real que un día en el pasado le asignara la histo-ria.

No hay más que echar una mirada al mundo para con-vencerse de que Europa no es un ser que esté ahí sinmás. Casi isla de Asia geográficamente, si por una espe-cie de milagro no hubiera llamado la historia la atenciónsobre ella, esta preciosa Europa parecería bien pequeñaentre la presencia de las masas de los continentes. In-cluso la historia oscila en la superficie antes de consoli-darse ella misma. En efecto, el mundo greco-romano quela funda la configura alrededor del Mediterráneo, com-pletamente impregnada de Asia hasta la hegemonía deAtenas, y de civilización africana hasta la caída de Carta-go. Toda su masa, fuera del Limes, queda excluida de suprimera cuna, mundo de los bárbaros parecido a esastierras desconocidas que los viejos mapas designabantodavía con la misteriosa fórmula hic sunt leones, aquí

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1. Conferencia de radio pronunciada el 4 de agosto de 1946 y editada por la Association des Amis d’Emmanuel Mounier. No hace falta ser demasiadoagudo para comprender el valor de estas palabras, tanto por su anticipación profética a los hechos acontecidos después de ellas, como por su plantea-miento de Europa como un entre relacional. Mounier piensa que tal entre sustituirá al contra existente siempre entre URSS (hoy Rusia) y EEUU y Europa.Empeño al que, por lo demás, se dedicó de por vida el propio Mounier, buscando el diálogo entre un marxismo eslavo demasiado dogmático, y un cris-tianismo occidental, demasiado difunto. Por eso estimamos que este texto de nuestro maestro es un prodigio de lucidez y que, al propio tiempo y evi-dentemente sin pretenderlo, ridiculiza por sí solo las pretensiones de los nacionalismos actuales, como las del francés Nicolás Sarkozy en nuestros días,que pretende «refundar» el capitalismo fortaleciendo por un lado el eterno chauvinismo francés, mientras que por otro apela a la noción de «globaliza-ción» sin fronteras, y eso por no hablar de los demás países del primer mundo, clonados de un mismo gen «refundador» (Carlos Díaz).

?

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sado de formación nacional demasiado rico como paratolerar que uno entre ellos imponga a los otros sus cos-tumbres y sus leyes.

Tampoco será ya Europa esa cosmópolis con la queaún sueñan algunos intelectuales liberales, esa socie-dad de espíritus elegidos, de culturas avanzadas, dePen clubs y de salones doctos que todavía hace viajara los suyos de capital en capital, se inclina nostálgica-mente sobre su reciente prestigio, echa de menos aque-lla dulce medida, aquella amabilidad civilizada que re-gulaban sus relaciones y que sin embargo ya no existe.Esos valores se pierden incontestablemente con sudesaparición pero, como las culturas forzadas y las flo-res raras, esta Europa llevaba en su propia fragilidad susvirtudes mismas.

La tercera evidencia es que Europa no se hará sinRusia, lo que no quiere decir que Europa deba ser rusamañana del mismo modo en que ayer fue alemana y an-tes de ayer francesa. Pero basta con examinar las cur-vas de natalidad así como las de la historia para com-prender que Rusia, sea la que fuere, tendrá una impor-tancia de primer plano en la Europa de mañana. Es poreso por lo que algunos lamentan verla todavía tan ce-rrada y desafiante ante este Occidente cuyo porvenirestá estrechamente vinculado al suyo.

La última cuestión de todas es la de saber si, mien-tras nos retrasamos construyendo Europa, la escala delmundo no habrá llegado a ser de tal naturaleza, que Eu-ropa sea un estadio ya sobrepasado. Pese a lo cual ellaseguiría conservando su realidad, si no como una uni-dad, sí al menos como articulación entre Oriente y Oc-cidente. Y es sin duda ese papel noble y delicado de bi-sagra de precisión el que es hoy el suyo. Ella puede evi-tar, por lo mismo, que el mundo no se rompa en dos ymañana digerir, sublimar y permitir actuar en ella a lasdos civilizaciones que están subidas sobre sus dos alas,de tal manera que la una presente a la otra desde suspropios rasgos un rostro que no inspire ya el terror sinola curiosidad y el intercambio1.

reinan los leones. Nosotros todavía sentimos ese retrasocuando se trata hoy de integrar los pueblos germánicosdel Norte y los pueblos eslavos del Este. El nacimiento yla estabilidad de la Europa bizantina, la conquista deGengis Khan, hubieran podido integrar Europa a Asia, laconquista árabe anexionarla al Islam. Y, finalmente pesea todo, después de algunas oscilaciones, la unidad euro-pea se ha cristalizado en su sitio.

Pero varios poderes la han expresado sucesivamen-te. Primero, en la Edad Media, la Europa cristiana vivifi-caba con una misma fe del uno al otro confín la diversi-dad de sus razas, la Europa unida en las cruzadas y enlas universidades. Esa Europa ha sido desbaratada bajoel empujón de los nacionalistas, cuyos primeros efectosmarcaron las incidencias políticas de la Reforma. Esadispersión fue frenada durante uno o dos siglos por laformación de la Europa francesa que, hasta Napoleón,fue el primer internacionalismo de estructura moderna.Contra esta hegemonía misma de uno entre los otrosexplotan de nuevo en 1814 los nacionalistas, se desa-rrollan durante el siglo XIX y triunfan durante la primeraguerra mundial y después de ella. Entre las dos guerrasmundiales se vivió un cierto retorno de la idea de los Es-tados Unidos de Europa, que sin embargo fue aplasta-da por la abstracción sin armas de la Sociedad de lasNaciones, la cual propició entonces una nueva idea he-gemónica, la idea hitleriana de la Europa alemana, queha zozobrado definitivamente, como se sabe.

Hoy parece que todos los mitos sobre Europa hansido utilizados sucesivamente y que nos encontramosante una especie de caos irresoluble, ese caos que anuestros amigos de América les da a veces la impresiónde que somos una especie de península balcánica in-capaz tanto de unificarse como de vivir dispersa, per-petuo tormento del mundo que debe incendiarse perió-dicamente para resolver sus conflictos.

Sin embargo, todas estas experiencias dejan unahuella y algunas lecciones.

La primera es que la idea de una Europa hegemóni-ca ya es imposible. Los pueblos europeos tienen un pa-

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1.- La identidad de Europa es el resultado de la sínte-sis, como en cualquier civilización, entre su geografía ysu historia. Por su geografía, Europa es una penínsulade Asia, o un Finis terrae si se descuenta la Rusiaeuropea. Lo extraordinario y singular es que por su«historia con contenido», como decía Ortega tiene elrango de Continente.

La inteligibilidad de su identidad recae, pues, en lahistoria. Pero la historia es en definitiva historia de lacultura y Europa debe su importancia histórica a la es-pecífica creatividad/dinamicidad de su cultura. Esto lahace tan diferente de otras historias, que podría repre-sentarse como el punto de referencia de una historiauniversal. A esto le debe el rango de Continente.

Su cultura ha hecho que la historia de Europa, sehaya universalizado. Es la única, de todas las civiliza-ciones conocidas, que ha salido fuera de sí, de sus már-genes geográficos, para universalizarse desparramán-dose por todo el ecúmene e influyendo en otras culturasy civilizaciones. En este sentido había sido hasta ahorauna civilización universal.

2.- Ahora bien, como la clave de las culturas y las civi-lizaciones es la religión, debe la universalidad ante todoal cristianismo, la única religión de naturaleza absoluta-mente universal en el tiempo y en el espacio. Cristotraspasa los límites de tiempo y lugar al morir «por to-dos». Por eso es equívoco hablar, salvo retóricamente,de las raíces cristianas de Europa. El cristianismo no esla religión de Europa, sino un injerto que arraigó en elsuelo del Imperio Romano. El Imperio Romano es el pa-trón vigoroso en el que se injertó la fe cristiana, dandoun giro radical a la historia. Pues es una religión revolu-

SOBRE LAIDENTIDAD DEEUROPA

❏ DALMACIO NEGROCatedrático de la Universidad San Pablo-CEU

cionaria por tener su punto de partida en la Encarna-ción, la irrupción de Dios en la historia. Como decía Pé-guy «Roma puso el lugar e Israel trajo el tiempo». De ahíel dinamismo de la cultura europea.

El injerto de la fe cristiana lo trajo San Pablo a la tie-rra europea movido por el sueño que tuvo en Misia depasar a Grecia, suelo del Imperio, que, universalista ensentido espacial, hizo suya la cultura griega. Grecia, porsí misma, seguramente no hubiera significado muchomás para Europa que las culturas egipcia, persa, he-brea u otras culturas sin Roma. La Roma imperial, consu concepción universalista del espacio, universalizó lacultura griega, no la egipcia, la persa o la hebrea, y lacultura griega recibió —en su fase helenística, grecorro-mana, la influencia del cristianismo, de origen cultural-mente semítico, pero también universal por ser una femás que una religión propiamente dicha; y como fe, esindependiente de la cultura.

La superior cultura griega —entonces grecolatina—se impregnó con la nueva forma de fe abstraída de sucultura originaria, la hebrea semítica, lo que la universa-lizó todavía más.

3.- Precisamente por ser el cristianismo un injerto en elsuelo europeo de la cultura griega se tiende a olvidar,que las Iglesias de Antioquía y Alejandría, también ensuelo romano pero de cultura semítica sin perjuicio delos influjos de la grecolatina, fueron por lo menos tanimportantes en su momento como la de Roma. Tieneinterés recordarlo por lo menos para comprender que lafe cristiana puede informar cualquier cultura, es decir,su naturaleza universalista en el tiempo, que encajabaen el universalismo espacial del Imperio.

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califas de Bagdad fueron los sucesores de Alejandro —no de Roma—, como señaló el historiador Ernesto Kor-nemann, limitó su universalismo, de modo parecido em-pero al de los emperadores romanos, al ámbito espa-cial. Su historia es sólo una historia de conquistaspolíticas de tierras, no una historia de renovaciones cul-turales, aunque las conquistas políticas lleven apareja-dos, como es lógico, cambios en la cultura. La culturamusulmana como tal, sólo puede universalizarse espa-cialmente, dominando tierras.

En contraste, en la historia europea, que, si bien estambién espacial, política, vocada como el Imperio a laconquista e integración de tierras, primó siempre a la

postre el aspecto temporal oespiritual; el joven Hegelcaptó este aspecto sustanti-vo de la historia europea alafirmar Geist ist Zeit, el espí-ritu es tiempo. Pues, en tantomanifestación de la historiacomo historia de la salva-ción, en la que el tiempo estáorientado a la eternidad y alprogreso del Pueblo de Dios—integrado por los cristia-nos pasados, presentes y fu-turos—, es, ciertamente, unahistoria del espíritu como de-cía Comte. Pero, el espírituno es aquí un espíritu objeti-vo, que sólo se proyecta enel futuro temporal, sino loque está orientado a la salva-ción de los hombres concre-tos en la eternidad. Con cier-

ta exageración, se podría decir de la historia europea,que no es sólo la historia de sus pueblos concretos,sino paralelamente la historia del Pueblo de Dios comouna comunidad espiritual encima de aquellos: «Haceddiscípulos de todos los pueblos», mandó Jesús a susdiscípulos (Mt. 29, 18) De ahí la singular historicidad dela cultura y la civilización europeas. Por una parte, laidea de Dios de la fe cristiana es radicalmente distintade la idea que se forman otras religiones y, por otra, lahistoria de la salvación se realiza en el tiempo —afec-tando a la Creación entera como una renovación de lamisma—, con una consciencia siempre presente de que

Esas dos ramas de la fe cristiana en el suelo semíti-co del Imperio, fueron destruidas por el islam, religiónsemítica con influencias judaicas y cristianas, que sepresentó como rival de la fe bíblica en cuanto a su vo-cación universal.

El cristianismo se distingue empero cualitativamentedel Islam porque su fe es la fe en Cristo, Hijo de Dios eHijo del Hombre resucitado. Se puede ser creyente o noen la divinidad de Cristo, pero esto no modifica la tras-cendencia objetiva que tuvo, y tiene, esa fe-creencia,para entender la historia de Europa y la universal. Conla fe cristiana, que inspira la «religión definitiva» (R. Bra-gue), se inició el último gran cambio de rumbo de la his-toria. Pues, al ser una fe, sedirige a los hombres con-cretos de cualquier tiempoy lugar para que se integrenlibremente en el Pueblo deDios, que trasciende lasfronteras, las culturas y lascivilizaciones.

Debido a la aparición delIslam y sus conquistas,quedó únicamente, durantemucho tiempo, el suelo eu-ropeo de Roma como es-cenario de la historia euro-pea hasta que, en el sigloXVI, su cultura, impulsadapor la vivencia de la heren-cia imperial romana y eluniversalismo de la fe cris-tiana, se desbordó decidi-damente fuera de sus fron-teras. Comenzó así su uni-versalización espacial, lo que hoy se llamaglobalización, una palabra absurda de la grosera cultu-ra cuantitativa vigente.

Es de Rémi Brague la idea de que la historia internade Europa consiste en una historia de sucesivas euro-peizaciones, renovaciones de su cultura, siguiendo elmodelo romano, por lo que la esencia de Europa radi-caría en sus permanentes autorrenovaciones o reeuro-peizaciones. En ellas se combinan la vocación espacialuniversalista, integradora, de Roma, con la temporali-dad del cristianismo como una historia, cuyo trasfondoes la historia de la salvación. El Islam, en cambio, cuyos

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…se podría decir de la historiaeuropea, que no es sólo lahistoria de sus pueblosconcretos, sino paralelamentela historia del Pueblo de Dioscomo una comunidadespiritual encima de aquellos:«Haced discípulos de todos lospueblos», mandó Jesús a susdiscípulos…

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cho— y el elemento hebreo —esencialmente la Religióncristiana, con la salvedad indicada de que más bien quede la Religión cristiana debiera hablarse de la Fe cristia-na, puesto que la Fe evangélica se desvincula de la reli-gión hebrea y es tan radicalmente universal como la li-bertad evangélica, la libertad de cada hombre, que des-cansa en esa Fe.

No obstante, desde el punto de vista de la cultura,esas tres culturas —la griega, la romana y la hebrea—habrían sido el origen de la gran síntesis que es la cul-tura europea. Sin ser desdeñables las aportaciones cul-

turales de las culturas au-tóctonas, ibérica, céltica,germánica, eslava y algunasotras, tienen una importan-cia cultural mucho menor. Elempeño romántico en resu-citarlas constituye precisa-mente una prueba, así comode la crisis de la cultura pro-piamente europea. Ahorabien, lo cierto es que, enesta perspectiva, la culturaeuropea no es original: debesu originalidad a la forma enque combinó todos esos an-tecedentes. La combinaciónse debe a la religión, puestoque la fe religiosa es la leva-dura que da la forma a lasculturas.

La fe cristiana universalis-ta sintetizó todos estos elementos adaptándolos a susnecesidades culturales igual que hizo el Imperio Roma-no, aunque este último diese más importancia al ele-mento griego. Se podría decir que esos elementos soncomo la materia de Europa y la fe cristiana su forma. Poreso, tales elementos no son tan vitales en sí mismos.Pudieron ser otros dado el universalismo de la fe cristia-na, pero históricamente son precisamente esos y nootros los que fueron reacomodados a la visión universa-lista cristiana, que encontró el campo preparado por eluniversalismo del Imperio. Son por eso los que matizanla fe cristiana en Europa y la singularizan respecto aotras culturas o civilizaciones en las que se injerte tam-bién el cristianismo, o mejor dicho, la fe cristiana, pues-to que el «cristianismo» como tal no existe. Incluso in-

el fin no es el futuro temporal sino la vida eterna de cadahombre concreto.

4.- La identidad de Europa radica justamente en esamanera de sintetizar el espacio y el tiempo. Por un lado,internamente, mediante sucesivas europeizaciones; porotro, externamente, en tanto que lo europeo no se ciñe,o se ha ceñido, a su estrecho espacio sino que ha ex-portado su cultura. En ella, lo histórico es como susubstancia, que acaba imponiéndose a lo meramentenatural. Europa es esencial-mente historia, la historia desu cultura, por lo que suidentidad hay que buscarlaen ella. Se podría decir queEuropa es su cultura, unacultura de naturaleza diná-mica que siempre aspira a irmás allá del tiempo.

Europa viene, pues, deRoma y de la fe cristiana. Sugran producto es su peculiarcultura, que es impredeciblehacia dónde va en este mo-mento. Sin su cultura tradi-cional no sería nada o seríaotra cosa; mas la cultura eu-ropea y sus tradiciones es-tán en todos los aspectosen franco declive sino endecadencia, como si laenergía de la que vive la tradición se hubiese agotado alagostarse el ciclo vital de su patrón y del injerto que dansu forma a Europa. Donde se percibe muy bien la índo-le de la situación histórica en que se encuentra Europa—a la postre una situación espiritual— es, por cierto, enla decadencia, algunos dicen muerte, del arte y la litera-tura actuales. En ellas es siempre donde mejor se ve elestado de la cultura.

5. Analíticamente, ¿cuáles son los elementos funda-mentales de la cultura europea?

Se repite hasta la saciedad que los fundamentalesson tres: el elemento griego —esencialmente la Metafí-sica— el elemento romano —esencialmente el Dere-

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Se repite hasta la saciedad quelos fundamentales son tres: elelemento griego—esencialmente laMetafísica— el elementoromano —esencialmente elDerecho— y el elementohebreo —esencialmente laReligión cristiana…

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torno mito del hombre nuevo de naturaleza distinta alhombre histórico. Sustituye la eternidad, a la que apun-ta la teología de la historia que imprime su dinamicidada la historia europea, por la utopía de un futuro feliz unavez regenerada la naturaleza humana. No pone su fe enla realidad de una vida sobrenatural, sino en el conoci-miento, lo que por la radicalidad que implica excluye asu vez el pensamiento. Como la cultura y la civilizacióndependen de las religiones, hay una lucha existencialentre la fe cristiana tradicional en sus distintas formas yla nueva religiosidad secular que salió a la luz en la re-volución francesa.

El desenlace es imprevisible, pero los síntomas soninquietantes. En Europa, la religión secular, que sólomira al futuro, está en continua expansión mientras latradicional, que mira a la eternidad, retrocede. Los sín-tomas espirituales y materiales apuntan a la pérdida porEuropa de su rango, en sí mismo precario, de Continen-te. Pues, debe esta condición a su cultura, precipitadode su historia. Y si cambiase la cultura, además haciauna forma de cultura que tendría que ser ahistórica,cambiará radicalmente lo que, no obstante, seguiría lla-mándose su historia, pero como un eterno presente. Eu-ropa dejaría de ser Europa.

8.- La religión secular, cuya fórmula corriente es el lai-cismo radical, es una religión que se apoya en la políti-ca, que ha venido sustituyendo desde hace tiempo ensus funciones a la religión tradicional. La nueva religión,de la que dependen las ideologías como una suerte deateologías políticas, es antitradicional. Y pretende reba-sar como una ideología el suelo europeo expandiéndo-se por todo el ecúmeno para sustituir a todas las reli-giones. Crecientemente enraizada en Europa desde larevolución francesa y el Romanticismo —no por ciertodesde la Ilustración—, ya compite vigorosamente en lasdos Américas con la tradición y la fe cristianas.

En Europa, la religión secular está detrás de los pro-yectos que propugnan la ampliación del suelo europeoincorporando al mismo la Turquía musulmana y es pre-visible que, posteriormente, el Norte de África. Estas tie-rras formaron parte, ciertamente, del Imperio Romano.Pero dominadas por el Islam, su adscripción a la UniónEuropea distorsionaría gravemente la forma de la cultu-ra europea cuya clave es la fe cristiana. Sin embargo, lareligión secular, que informa la política, busca, quizá ins-

troducen matices dentro de la misma Europa —el «cris-tianismo» francés, alemán, italiano, español, etc.— aun-que, naturalmente, en este caso, las diferencias seanmenores por compartir el patrón romano.

6.- Por todo ello, y esta es otra peculiaridad insepara-ble de la identidad de Europa, la Iglesia, depósito de lafe cristiana —por lo que en sí misma es una comunidaden el sentido de communio, el Pueblo de Dios—, es lainstitución más común —más pública— de Europa, lamás europea, y, al mismo tiempo, la más universalistaentre las instituciones europeas; universalismo acentua-do por formar parte de la Iglesia universal, aunque estéescindida institucionalmente desde el siglo XVI.

Efectivamente, la Iglesia —el Pueblo de Dios— hasido la constructora de Europa, ya que ha cohesionadomaterialmente, por decirlo así, los diversos elementosen que descansa su cultura. En este sentido, es tambiénla institución más política de todas las europeas inclui-do el Estado, que pese a su particularismo imita a laIglesia.

La Iglesia, aunque en sí misma sea universal, es lainstitución europea por excelencia y de ella depende laidentidad de Europa tal como se ha manifestado histó-ricamente. De ahí que en este momento en que se quie-re unificar Europa, sea fundamental la unidad de lasIglesias. Sólo un gigantesco Estado Totalitario, un gi-gantesco Estado-iglesia, podría unificar Europa sustitu-yendo a la Iglesia con métodos y maneras completa-mente distintos, con un alto grado de coacción. Dada lasituación, esto lleva a preguntarse a donde va Europa.

El mundo del siglo XXI se esta configurando o reorde-nando en torno a Grandes Espacios: Norteamérica, In-dia, China, Rusia, Indonesia, Brasil, se perfilan en el ho-rizonte, sin que parezca probable que el gran magma is-lámico, que se extiende desde Indonesia hasta laPenínsula Ibérica, llegue a configurarse como Gran Es-pacio político.

Europa podría ser un Gran Espacio si consiguiera seruna unidad. Pero inundada por la religión secular, la re-ligión del nihilismo, la religión laicista que compite conla fe cristiana, que se presenta también como universa-lista imitando al cristianismo, su porvenir es incierto.

7.- La religión secular es una religiosidad articulada en

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zá espurio en la cultura propiamente europea —pues seafirmó al destruirse la unidad de la fe— aunque hayaarraigado en ella? Ahora bien, es un hecho que la Téc-nica, la Ciencia y el Estado no sólo también están en de-clive en Europa, sino que no pueden ser espiritualmen-te vinculantes salvo apoyándose en la fuerza. Pues elúnico verdadero lazo social es de índole espiritual, sinque las ideologías —ni siquiera la de los «derechos hu-manos» que en fondo son nihilistas y destruyen el Dere-cho— puedan cumplir esta función. No importa que elEstado se haya convertido en un Estado-iglesia. Pues,este Estado, legitimado por la religión secular, es unacombinación de la técnica y la coacción como únicamanera de mantener integradas a las sociedades euro-peas en trance de desintegración.

El Estado únicamente puede vincular como instru-mento del Poder. Y la creciente ambigüedad del Poderdebido a su conquista por el espíritu de la religión secu-lar, es seguramente en este momento el problema másgrave que tiene Europa. Pues el Poder, encarnado en losEstados, ha hecho suyos el nihilismo y la carencia defundamentación de la religión secular, religión para estemundo. Guiándose por ella intenta imponer su propiamoralidad. Pero ésta disuelve el êthos de la cultura y lacivilización europea. Según eso, el porvenir de Europadependería de lo que pase con la Iglesia y el Estado.

Si la Iglesia consigue contener al Estado desembara-zándolo de la religión secular, cuya sustancia ha hechosuya, la sociedad europea, gravemente enferma, comolo prueba la catástrofe demográfica, podría seguramen-te revitalizarse apoyándose en su tradición —recuperan-do su êthos— y volver a ser un Gran Espacio. De hecholo ha sido en su larga historia y por eso es un Continen-te, no una Península o un Finis terrae. De su historiacomo Gran Espacio que reúne la rica variedad de susnaciones —otra peculiaridad europea es la Nación— sepodría decir que ha consistido en enfrentarse creadora-mente al resto del mundo. La misma unidad del mundoformando una sola constelación política se debe a la di-namicidad y el universalismo de su historia impulsadapor su éthos. Si recuperase la unidad del éthos, su iden-tidad, podría contar en la nueva constelación políticamundial en formación, sin perjuicio de compartir la sin-gularidad de su cultura con los nuevos poderes surgidosde su misma historia.

tintivamente, un aliado en el Islam contra la fe tradicio-nal.

En este orden de cosas, sería más lógica la plena in-corporación de Rusia al resto de Europa, de la queaquella Nación ha permanecido relativamente alejada apesar de su continuidad espacial y de compartir la fecristiana en su versión griega. Pues, pese al comunis-mo, una poderosa ateología política de la religión secu-lar, Rusia es culturalmente europea, sin perjuicio de laprimacía en ella de la herencia griega. No obstante, estono parece entrar en los proyectos de la burocráticaUnión Europea dominada por los políticos; y quizá tam-poco en los de Rusia, muy desorientada desde la im-plosión del Imperio Soviético. Mas, aún así, no se com-pensaría la ruptura cultural que entrañaría la introduc-ción de Islam, en el que, por otra parte, apenas cuentanlos elementos griegos y latinos. La incorporación deTurquía rompería la unidad de la cultura europea, mien-tras que la de Rusia la enriquecería.

9.- Desde el punto de vista histórico, la nueva religiosi-dad puramente secular, indiferente a la fe religiosa tra-dicional cuando no beligerante contra ella, rechaza ex-presamente la tradición europea al renunciar a su histo-ria y, en cierto sentido, a la historia misma, ya que lacultura europea debe su historicidad al cristianismo.Como dijo hace tiempo Zubiri, la época es una épocade desfundamentación. Y si triunfase la religión secular—que descansa en la Nada—, la cultura europea seríacompletamente diferente al desprenderse de la Metafí-sica, el Derecho y la Fe cristiana, sus elementos estruc-turadores. Pero entonces, perderían también su funda-mentación y su sentido los otros elementos propiamen-te europeos, la Ciencia, la Técnica y el Estado, en losque se apoya la religiosidad secular. ¿Quedaría Europafuera de la historia, como una tierra de nadie, quizá re-ducida a un protectorado, tal vez dividido, de otrosGrandes Espacios?

Por otra parte, al desfundamentarse la Ciencia, laTécnica y el Estado, productos exclusivamente europeosal ser una consecuencia, de los elementos originariosde la cultura europea, ¿quedaría, acaso la Técnicacomo único lazo espiritual, puesto que, a fin de cuentas,el Estado es también un aparato técnico coactivo, qui-

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espiritual-cultural de Europa no se corresponde sólocon la intención evangelizadora del análisis que se llevaa cabo, sino con la concepción misma de la que se par-te sobre lo que es Europa. El presente se examina y sevalora a la luz del origen y del recorrido histórico, quedan luz (en los diversos sentidos de esta expresión) aEuropa, a lo que Europa es como realidad con una iden-tidad que entraña unas exigencias. Sin caer en un esen-cialismo antihistórico, de algún modo se da por su-puesto que hay una Europa ideal, marcada por unasexigencias a las que hay que guardar siempre fidelidadcreativa (EE 12) y constituyen la medida con que ha dejuzgarse la Europa real en cada momento.

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Una visión sobre Europa que no puede dejar deser tenida en cuenta es la que se nos ofrece enla exhortación apostólica, de Juan Pablo II, titu-

lada precisamente Ecclesia in Europa (en adelante EE)1.Con independencia de la especial autoridad que paraun católico tenga este texto en razón de quien lo emite,nos parece que posee también, para cualquier lector, laque se funda en el rigor de los análisis, diagnósticos ypropuestas de acción que contiene, resultado de un lar-go trabajo realizado por quienes contaban con la capa-cidad y se encontraban en condiciones óptimas parallevarlo a cabo2. La perspectiva en que se sitúa esta re-flexión es obviamente la de la fe cristiana y, más con-cretamente, es la de quien contempla, a «JesucristoVivo en su Iglesia y Fuente de esperanza para Europa»según la fórmula con que se enuncia la finalidad evan-gelizadora de este examen que la Iglesia hace de Euro-pa para dentro de ella examinar su propia situación3.Esto explica que sea la situación cultural, axiológica,moral y no, p.e., la específicamente técnico-económicala que es objeto formal, directo y central de esta medi-tación sobre Europa. Pero esta atención a la dimensión

UNA VISIÓN DEEUROPA

❏ TEÓFILO GONZÁLEZ VILAMiembro del Instituto E. Mounier

1. La Iglesia en Europa, de 28 de junio de 2003 http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/apost_exhortations/documents/hf_jp-ii_exh_20030628_ecclesia-in-euro-

pa_sp.html. O, más fácilmente: en la página-web de la Santa Sede (vatican.va), mediante la ruta: Archivo de los Pontífices / Juan Pablo II / Exhorta-ciones Apostólicas. Ecclesia in Europa se corresponde con la IIª Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para Europa que tuvo lugar del 1 al23 de octubre de 1999. No deja de ser significativo que el texto de la Ecclesia in Europa esté vertebrado por el Apocalipsis, al que se ve justamen-te como evangelio de la esperanza.

2. Este texto viene a recoger y asumir en gran medida los frutos de la larga y minuciosa tarea llevada a cabo por quienes elaboraron, discutieron, apro-baron los trabajos de la correspondiente Asamblea Sinodal europea citada en la nota anterior.

3. Sin duda alguna la perspectiva cristiana y evangelizadora a la que en último término responde la visión contenida en ese texto constituye clave cen-tral para la recepción que cada uno haga de ella, pero no impiden la objetividad de los diagnósticos que se hacen ni la validez de los tratamientosque se proponen o, en todo caso, no más que cualquier otra perspectiva. Con seguridad la visión menos fiable sería justamente la que se preten-diera situada fuera de toda perspectiva y libre así de cualquier condicionamiento.

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SOMBRAS. El análisis parece poner de relieve que son eneste momento quizá más abundantes las sombras quelas luces. Y, sin incurrir en un pesimismo contrario a laesperanza, no hurta la mirada a datos gravemente ne-gativos. Tales sombras, tantas y tan densas, producenun «oscurecimiento de la esperanza» que viene a con-vertirse en inquietante rasgo definitorio general de lapresente situación. Ese rasgo es en realidad el reflejodel estado de ánimo de muchos hombres y mujeres queparecen «desorientados, inseguros, sin esperanza», en-tre ellos muchos cristianos (lo cual es prueba del domi-nio y extensión de esa mentalidad desesperanzada).Esa desesperanza, amasada con muy diversos compo-nentes, se manifiesta en «numerosos signos preocu-pantes» (en cuya condición de causa, motivo o efectode la falta de esperanza no entramos ahora). Entre losque podemos llamar aspectos de esa desesperanza es-tarían: —«la pérdida de la memoria y de la herencia cris-tianas», y con ella— «una especie de agnosticismopráctico y de indiferencia religiosa». Según esta visión,las sombras que oscurecen el panorama espiritual occi-dental surgen justamente del olvido de sus raíces cris-tianas y, en último término, de Dios, en que ha incurridoEuropa.

El Continente europeo parece acusar «todo el des-gaste» de la historia que se traduce «a menudo» en«desilusión» (EE 7). Los «símbolos» todavía «prestigio-sos de la presencia cristiana», que no faltan en Europa,«corren el riesgo de convertirse en mero vestigio del pa-sado» con «el lento y progresivo avance del laicismo»(ibidem). El laicismo sería, según esto, la causa de esadesvirtuación de los todavía presentes símbolos y testi-monio cristianos. Sin embargo, cabe preguntar si, a lainversa, no es ese avance del laicismo, al menos tam-

¿Qué es Europa en la visión que aquí se expone?«Qué es Europa» constituye ya una cuestión tópica queno por ello deja de ser necesario plantear ante deman-das o proyectos que podrían parecer inconciliables conla identidad de la realidad que así llamamos. Enfrentar-se a esas cuestiones4 está fuera del propósito y alcancede estas consideraciones. Nos interesa el concepto deEuropa sobre el que se construye la visión del docu-mento a cuyo contenido nos remitimos. Para esa visión,Europa, más que un lugar geográfico, es un conceptopredominantemente cultural e histórico, una realidadfraguada a lo largo de un proceso histórico mediante elque se integran pueblos y culturas diversas y en el quelo cristiano ha constituido el elemento aglutinante, laforma que le da su identidad (EE 19)5. Las raíces idealesdesde las que esta cultura ha recibido la savia de esosvalores son muy diversas, pero habrá sido la fe cristia-na la que aglutine la aportación de todas ellas y es en latradición cristiana donde tales valores encuentran suplena manifestación. Concebida de este modo su iden-tidad histórico-cultural, la presente situación permiteafirmar que en estos momentos Europa sufre una crisisde valores y justo cuando dispone de más medios, «dala impresión de carecer de impulso para construir unproyecto común y dar nuevamente razones de esperan-za a sus ciudadanos» (EE 108). Tal impresión resulta sinduda de las densas sombras que oscurecen el panora-ma cultural europeo, sombras de las que se hace unarealista, cruda, descripción, sin que esto impida señalartambién las luces que alumbran la esperanza de unaEuropa fiel a su historia de apertura en este momentode globalización. Ese inventario de sombras y lucesconstituye un capítulo importante de la Ecclesia in Eu-ropa. Veámoslo.

4. Aunque Europa sea un concepto cultural ¿puede desvincularse de su anclaje geográfico? Este modo de concebir a Europa no deja de plantear múl-tiples cuestiones para cuyo tratamiento no hay aquí cabida. Pero no será superfluo enunciar siquiera algunas: La extensión territorial de esa culturaeuropea ¿convierte en europeos a otros territorios o exige que esa cultura reciba otro nombre, p.e., el de occidental, en general? Si Europa no es unterritorio sino una cultura, ¿no podemos hablar de japoneses europeos? ¿Son europeos los gitanos que viven en Europa?.. ¿En qué sentido puedenconsiderarse definitorios de Europa valores a los que a la vez les atribuimos una validez universal? Y si esos valores reciben su plenitud de lo cris-tiano ¿pertenece lo cristiano a la esencia de lo europeo? ¿Qué peso identitario tiene en lo europeo lo islámico? ¿Será lo mismo cristianizar que eu-ropeizar? ¿Ha de ponerse lo europeo en esos valores o en un particular modo, en todo caso, accidental de entenderlos y vivirlos?

5. La afirmación de que la fe cristiana «ha plasmado la cultura del Continente y se ha entrelazado indisolublemente con su historia…» (EE 24) se haceen términos de especial seguridad y contundencia cuando se nos dice que «el cristianismo ha dado forma a Europa, acuñando en ella algunos va-lores fundamentales» (EE 108). Si se tiene en cuenta el sentido del término forma a partir de la tradición aristotélico-escolástica, esto supone ver enla fe cristiana una fuerza determinante en la misma «constitución real» de lo que es «Europa». Desde esta convicción no puede dejar de resultar sor-prendente que, en una futura posible «constitución jurídica» de esa «entidad» espiritual, cultural y sociopolítica que es Europa no se quiera siquieramencionar ese elemento decisivo de su constitución real.

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parece que la imposición de una particular opción, eneste caso, la laicista, constituya la mejor expresión de latolerante neutralidad.

Como efectos y síntomas de la pérdida de la memo-ria cristiana, este análisis señala una serie de fenómenosdel presente europeo Así:—En primer lugar, un «cierto miedo en afrontar el futu-ro».— Del futuro se tiene más que deseo, temor. Y de laangustia con que se le mira serían signos muy destaca-dos: —«el vacío interior que atenaza a muchas perso-nas» y «la pérdida del sentido de la vida» que a su veztiene su manifestación en «el dramático descenso de lanatalidad», «la disminución de las vocaciones al sacer-docio y a la vida consagrada», y, en general, «la resis-tencia» o aun «el rechazo, a tomar decisiones definitivasde vida» (como la del matrimonio) (EE 8).—Una «difusa fragmentación de la existencia» (sensa-ción de soledad; divisiones y contraposiciones), de laque serían «síntomas»: —el deterioro del concepto mis-mo de familia, —la persistencia y los rebrotes de con-flictos étnicos, —el resurgir de algunas actitudes racis-tas, —las mismas tensiones interreligiosas, —el ego-centrismo que encierra en sí mismos a las personas ylos grupos, —el crecimiento de una indiferencia éticageneral y —una búsqueda obsesiva de los propios inte-reses y privilegios. Para muchos, la globalización, en vezde llevar a una mayor unidad del género humano, ame-naza con seguir una lógica que margina a los más débi-les y aumenta el número de los pobres de la tierra. Locual pone de relieve —junto con la difusión del indivi-dualismo, un «decaimiento creciente de la solidaridad»interpersonal: muchas personas «abandonadas a susuerte, sin lazos de apoyo afectivo».

El proceso histórico occidental que ha llevado a laactual desmemoria cristiana socialmente generalizadaha sido a la vez —podemos nosotros señalar— el pro-ceso que va desde la absolutización del hombre, desdeel homo homini Deus (Feuerbach), que lleva consigo lamuerte de Dios (Nietzsche) hasta dar muerte al Hombremismo (estructuralismo), e incurrir en los más recientes

bién, consecuencia de la falta de fe viva en los cristia-nos, en la Iglesia que, aunque EE no evoque el caso deEsmirna, habría decaído de su anterior amor (Ap 2,4). Entodo caso, anverso o reverso de ese laicismo imperan-te, EE describe con realista claridad una indudable rea-lidad: «en muchos ambientes públicos es más fácil de-clararse agnóstico que creyente; se tiene la impresiónde que lo obvio es no creer, mientras que creer requie-re una legitimación social que no es indiscutible ni pue-de darse por descontada» (EE 7).

Todo esto significaría que Europa, la cultura occiden-tal, ha caído ya hace tiempo en «la insistente tentaciónde construir la ciudad de los hombres prescindiendo deDios o contra Él».Y esto significaría que «sería la convi-vencia humana misma la que, antes o después, experi-mentaría una derrota irremediable» (EE 5). Porque lacuestión está en cuáles son los resultados que puedenatribuirse a ese empeño por prescindir de Dios o por eli-minarlo sin más. La experiencia de Europa desde el co-mienzo de la modernidad hasta nuestros días parecellevar a la conclusión de que los derechos humanos nose sostienen, como pensaba el optimismo ilustrado,aunque Dios no existiera6, esto es, si no se remiten aDios como su último verdadero fundamento. La autono-mía de la Razón, cuya proclama y defensa marca la Mo-dernidad, deriva en presunta autosuficiencia, que es enrealidad castradora auto-reducción a su mero uso cien-tífico-positivo y le lleva hasta concluir en la muerte deDios y tras ésta y por causa de ésta (no sólo post, sinoque propter), en la muerte del hombre. No es en estaausencia de Dios donde la mentalidad más extendidave el origen de las plagas bélicas sufridas en el recientesiglo XX y en lo que va del siglo XXI. Según el que pare-ce dogma central del pensamiento mediáticamente do-minante, la ausencia pública de Dios constituye preci-samente la condición para asegurar la convivencia pa-cífica en una sociedad pluralista de increyentes ycreyentes de las más variadas especies. De ahí la legiti-midad de que algunos se consideran investidos paraimponer ese supuesto como verdad pública oficial. Y no

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6. Esto es, etsi Deus no daretur. Esta expresión se atribuye a Grocio (1583-1645), pero los términos con los que éste expresa la correspondiente ideason literalmente estos otros: «etiamsi daremus, quod sine summo scelere dari nequit, non esse Deum, aut non curari ab eo negocia humana» (Deiure belli ac pacis [1625], Prolegomena, n.11): aunque supusiéramos, cosa que no puede darse sin suma impiedad, que Dios no existe o no se cui-da de los asuntos humanos…

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las luces son más poderosas. Y la primera de las lucesque alimentan la esperanza en la vigorización espiritualde Europa, la primera de que se toma nota, es justa-mente el anhelo de esperanza, la imborrable nostalgiade la esperanza. Se trata ciertamente de un elementoconstitutivo, inextirpable, en el hombre y, por tanto, nosólo en el europeo. Lo que ocurre es que ese anheloaquí es tanto más agudo y acuciante cuanto más insa-tisfecho está. El hombre, sencillamente no puede vivirsin esperanza (EE 10). La pérdida radical de la esperan-za es la muerte. El insobornable deseo de felicidad quedefine al hombre es el que alimenta su anhelo de espe-ranza. Ese deseo le lleva a mantener denodadamente y,a veces (¡paradoja!) «desesperadamente» la esperanzaque le alimenta en la búsqueda de lo que ha de satisfa-cer el ansia de felicidad. Ese anhelo de felicidad y la es-peranza de alcanzarla, si bien suponen la falta de aque-llo que se espera y desea y constituye, en ese sentido,un momento negativo, es un dato, para la Iglesia, posi-tivo, por cuanto en ese anhelo tiene el evangelio dentrodel corazón de cada hombre el mejor aliado. La espe-ranza puede, sin embargo, errar en la determinación desus objetivos y dirigirse no hacia la fuente de agua viva,sino a las vasijas rotas que no pueden retenerla o inclu-so a los espejeantes pero sucios charcos del camino.EE, en un momento en que parecería volver a señalarsombras, señala los objetivos ilusorios que pueden se-ducir también a los cristianos, objetivos de escasa altu-ra, cerrados a la transcendencia, y entre ellos, concre-tamente, por ejemplo:—el paraíso prometido por laciencia y la técnica, —las diversas formas de mesianis-mo, —la felicidad de tipo hedonista, consumismo, o lassustancias estupefacientes, ciertas modalidades del mi-lenarismo, algunas —filosofías orientales, —formasesotéricas de espiritualidad (v. gr., diferentes corrientesde la New Age) (EE 10).

Después de señalar como positivo ese signo generalantropológico de la esperanza, deseo constitutivo de lahumana naturaleza, se señalan los signos positivos quepueden verse presentes en la Iglesia8 y en Europa. En-

fundamentalismos ecologistas antihumanistas (PeterSinger et alii), esto es, desde el antropoteísmo absolutoa la absoluta «antropolisis». En el «intento de hacer pre-valecer una antropología sin Dios y sin Cristo» (EE 9) lo-caliza este análisis una clara «raíz de la pérdida de la es-peranza». El olvido de Dios —se nos dice— condujo alabandono del hombre», por lo que, «no es extraño queen este contexto se haya abierto un amplísimo campopara el libre desarrollo del nihilismo en la filosofía; del re-lativismo en la gnoseología y en la moral; y del pragma-tismo y hasta del hedonismo cínico en la configuraciónde la existencia diaria» (ibidem 9). Se trata —añadamosnosotros— de fenómenos característicos del mundooccidental y que, dentro de éste, presentan especialamplitud y arraigo en el mundo europeo. Esa mentali-dad, por cierto —permítanme decirlo así— no se mani-fiesta sólo en los cuidados modos de educados, exqui-sitos, tolerantes agnósticos sino que, cuando entra encombinación con ciertas carencias intelectuales y éti-cas, así como con determinados ingredientes emocio-nales, se traduce en ceñudo ateísmo y no pocas vecesen insolente e insultante fundamentalismo cristofóbico.

Rasgo definitorio de esa nueva cultura, «influenciadaen gran parte por los medios de comunicación social»es «un agnosticismo religioso cada vez más difuso, vin-culado a un relativismo moral y jurídico más profundo,que hunde sus raíces en la pérdida de la verdad delhombre como fundamento de los derechos inalienablesde cada uno» y que da lugar a la que puede llamarseuna «cultura de muerte» (EE 9). No puede extrañar queante el desolador panorama que ofrecen las sombras dela situación descrita se llegue a afirmar como conclu-sión-resumen: «La cultura europea da la impresión deser una apostasía silenciosa por parte del hombre auto-suficiente que vive como si Dios no existiera» (EE 9)7.

LUCES. Por más que las sombras parezcan dominar elpanorama, es obvio que en una visión determinada porla perspectiva de fe como es la de la Iglesia en Europa,

7. El hecho de que esa apostasía no se afirme como un hecho indiscutible sino que se presente como objeto de una «impresión» y el que se diga «si-lenciosa», como si se dijera «inadvertida» incluso para quienes en ella incurren y como si de éstos pudiera decirse que «no saben lo que hacen», noresta gravedad al diagnóstico. Muy gravemente negativa ha de ser la situación cultural europea como para llegar a causar aun la mera impresión deque supone una «apostasía».

8. Signos de esperanza en la Iglesia se recogen en EE nn. 11-17.

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co fácil definir la modernidad por su oposición a la he-rencia cristiana, EE afirmará con seguridad una realidadque no dejarán de reconocer quienes procedan con ri-gor intelectual (que supone, a su vez, honradez): «Lamodernidad europea misma, que ha dado al mundo elideal democrático y los derechos humanos, toma lospropios valores de su herencia cristiana» (EE 108). Fren-te a quienes en algún momento y aun todavía hoy afir-man, a partir de determinados datos, que la proclama-ción moderna de las libertades públicas y de los dere-

chos fundamentales, de losderechos humanos, ha teni-do lugar contra la Iglesia ycon la Iglesia en contra, locierto es que por encima deaparentes defecciones, elreconocimiento de esas li-bertades y derechos, comola proclamación de los valo-res fundamentales y en pri-mer lugar el de la dignidadde toda persona y, por su-puesto, los emblemáticosde la Revolución por anto-nomasia —libertad, igual-dad, fraternidad— son sinlugar a duda fruto de la si-miente evangélica sembra-da por la Iglesia en la com-pleja historia europea. Asi-mismo es obvio (hastaresultar ya un tópico el se-

ñalarlo) que el proceso de secularización entendidocomo proceso de recuperación de su propia autonomíapor parte del orden temporal (tal como la define y reco-noce, p.e., GS 36) es un fenómeno que encuentra sumás honda explicación a partir de la concepción cristia-na del mundo9.

Disipar las sombras, alimentar y potenciar las lucesque ofrece el panorama cultural, axiológico, moral deEuropa exige afirmar, defender, realizar los valores co-

tre los síntomas esperanzadores que ofrece Europacomo comunidad civil se señalan los siguientes: —La creciente apertura recíproca de los pueblos; —lareconciliación entre naciones durante largo tiempo hos-tiles y enemigas, —la ampliación de la UE al Este euro-peo; —(reconocimientos, colaboraciones e intercam-bios que llevan poco a poco a una conciencia europeaque puede suscitar un sentimiento de fraternidad y lavoluntad de participación); —el hecho de que este pro-ceso se realiza según métodos democráticos, de mane-ra pacífica y con espíritu delibertad, respeto y valoraciónde las legítimas diversida-des; —la precisión que se hahecho de las condiciones ylas modalidades del respetode los derechos humanos;—la consideración dada alderecho y a la calidad de lavida en el ámbito de la legíti-ma y necesaria unidad eco-nómica y política de Europa.Y tras esa enumeración dedatos positivos, se expresa,por último el deseo de quese garantice la supremacíade los valores éticos y espiri-tuales con «fidelidad creativaa la tradición humanista ycristiana de nuestro conti-nente» (EE 12).

Frente a tantas aparien-cias en contra, incluso en momentos y tendencias quellegan a aparecer como expresión del más completo ol-vido de lo cristiano, en la visión de la Iglesia, también«en el periodo moderno y contemporáneo, cuando seha ido fragmentando progresivamente la unidad religio-sa, bien por las posteriores divisiones entre los cristia-nos, bien por los procesos que han alejado la cultura delhorizonte de la fe, el papel de ésta ha seguido teniendouna importancia notable» (EE 24). Es más: si es un tópi-

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9. No es éste en modo alguno lugar para desarrollar el concepto de secularización (o de la, digamos, «buena» secularización, si queremos evitar el equí-voco que se produce cuando se emplea ese término para hacer referencia a la desviación para la que es preciso utilizar el término secularismo). V. Gon-zález Vila, Teófilo, «Laicidad del Estado y libertad religiosa», en Pérez de laborda, Alfonso (ed.), Existencia en libertad. El Escorial 2003, Facultad de Teo-logía San Dámaso, Madrid, 2004, pp.190-246.

Disipar las sombras, alimentary potenciar las luces queofrece el panorama cultural,axiológico, moral de Europaexige afirmar, defender, realizarlos valores comunesfundamentales que encuentranen el cristianismo su mássólida fundamentación yplanificación.

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LOS VALORES BÁSICOS DE LA CULTURA EUROPEA. ¿Cuá-les son los valores, exigencias morales, derechos y li-bertades fundamentales universales y por eso comunesa todas las personas, que aparecen como base de lacultura europea? El texto al que nos remitimos ofrece endiversos momentos una relación de esos valores (térmi-

no bajo el cual se sitúan losque son asimismo derechoshumanos y libertades fun-damentales) 11.

En una primera relaciónesos valores que constitu-yen los «grandes paradig-mas de referencia» de lacultura europea, son los si-guientes: —El valor de lapersona y de su dignidadinalienable, —el caráctersagrado de la vida humana,—el papel central de la fa-milia, —la importancia de laeducación, —la libertad deopinión, de palabra, de reli-gión, —la tutela legal de losindividuos y los grupos, —la promoción de la solidari-

dad y el bien común, —el reconocimiento de la digni-dad del trabajo (EE 19). El reconocimiento y realizaciónde estos valores ha supuesto —se advierte expresa-mente— «que el poder político esté sujeto a la ley y alrespeto de los derechos de la persona y de los pue-blos» (EE 19).

En otra relación que, en la secuencia literal del texto,sería segunda se nos presentan como valores funda-

munes fundamentales que encuentran en el cristianis-mo su más sólida fundamentación y planificación. Setrata de valores comunes y universales que en esta vi-sión se consideran a la vez valores del Reino, sin queesto haga de ellos valores específica y exclusivamentecristianos, de manera que pueda por esto ponerse encuestión su universalidad.Esos valores que puedendecirse cristianos y europe-os porque han fraguado en ycon la fundamentadoraaportación de la imagen bí-blica del hombre y porqueEuropa los ha difundido fue-ra de sus límites, no dejande ser valores accesibles ala mera razón. Ni en suenunciado ni en su afirma-ción y fundamentación estánesos valores vinculados aninguna particular fe religio-sa, son valores intrínseca-mente vinculados con la dig-nidad de la persona, inteligi-bles y válidos para todapersona, encuentran eco enel corazón de todo hombre y son, por eso universales(EE 99). Y el hecho de que Europa se haya caracteriza-do por el reconocimiento y difusión de esos valores nopermite rechazarlos como expresión de un reprobableetnocentrismo, hostil para otras culturas. Porque no esEuropa la que ha hecho universales a estos valores, sinoestos valores, de suyo, esencialmente universales, losque han hecho universal la cultura europea (EE 25) 10.

10. Estas afirmaciones suponen obviamente adoptar una muy concreta opción y nos sitúan hoy frente al dogma del multiculturalismo «políticamentecorrecto», frente al relativismo ético y el positivismo jurídico, y nos llevaría a un debate, fundamental, en el que no es posible entrar sin desbordar los lí-mites de este escrito. Séanos, con todo, permitido tan sólo sugerir la necesidad de distinguir entre la universalidad de los valores y la particularidad decada una de las múltiples concretas encarnaciones y vivencias culturales en que se realizan. Ni los valores pueden realizarse sino en la concreción deunas formas culturales particulares, ni estas inevitablemente particulares concreciones les privan de universalidad. La difusión de los valores universalesexige no que se «desencarnen» absolutamente, sino que experimenten nuevas particulares encarnaciones culturales distintas en su particularidad de laparticular del difusor. El rechazo a la pretensión colonialista de quien quisiera imponer como universal su particular modo cultural de afirmar y realizar louniversal no exige negar lo universal mismo.

11. Los valores no son objeto directo de un tratamiento específico sistemático por parte de EE. Esto, sin embargo, no resta interés a las indicadas re-laciones de valores sino que, paradójicamente, permite ver en ellas, justo por su «espontaneidad», la expresión más segura de convicciones muy profun-das y de las prioridades más sólidamente asentadas en el pensamiento de la Iglesia.

Esos valores que puedendecirse cristianos y europeosporque han fraguado en y conla fundamentadora aportaciónde la imagen bíblica delhombre y porque Europa los hadifundido fuera de sus límites,no dejan de ser valoresaccesibles a la mera razón.

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A MODO DE CONCLUSIÓN. En síntesis, según la visión quede ella nos ofrece el documento pontificio al que nos he-mos remitido, Europa es, más que una realidad geográ-fica, una cultura fraguada a lo largo de la historia a par-tir de muy diversas raíces y gracias a la savia, el agluti-nante y la forma que aporta la fe cristiana. Esa cultura secaracteriza por el reconocimiento, defensa y difusión devalores fundamentales comunes y en primer lugar el dela dignidad incondicionada de toda persona humana.Aunque esos valores no sean europeos, sin ellos y sin elmodo de fundamentarlos y vivirlos que aporta el cristia-nismo no se entiende Europa tal como ha sido fraguadapor su historia. La revitalización de la Europa, la cons-trucción de la más amplia casa común europea, la aper-tura y presencia servidora de Europa en el actual mun-do globalizado, no puede dejar de pasar por reconocer,afirmar, revitalizar sus propias raíces y esto significa afir-mar, defender, realizar en una entrega generosa lejos detodo etnocentrismo y sin caer en un multiculturalismorelativista suicida, la dignidad de la persona y los dere-chos fundamentales que de esa dignidad emanan, entreellos, digamos, el de afirmarlos y realizarlos en cada lu-gar y tiempo con el concreto color de cada cultura par-ticular, sin por ello hacerles perder su universalidad.

mentales, de clara dimensión sociopolítica, los siguien-tes: La afirmación de la dignidad trascendente de la per-sona humana, —el valor de la razón, —de la libertad, —de la democracia, —del Estado de Derecho y de la dis-tinción entre política y religión (EE 109). Otros valoresconsiderados de especial relevancia y que se mencio-nan para indicar que son ellos los que deben presidir elproceso de globalización son la «solidaridad» y «sus co-rrespondientes valores de equidad, justicia y libertad»,(EE 112). Otra breve relación, que sería la tercera locali-zable en este texto, se incluyen en las palabras que sedirigen a los responsables de las Instituciones europeas«que tienen como objetivo declarado la tutela de los de-rechos de la persona humana» y les insta a alzar la vozfrente a la violación de los derechos humanos, entre losque expresamente se mencionan: —la libertad religiosa,—la vida humana desde su concepción hasta su muer-te natural y la familia fundada en el matrimonio. De es-tos valores se dice que «son las bases sobre las que seapoya la casa común europea» (EE 115), términos quemuestran la transcendencia que se les atribuye en laconstrucción de la nueva Europa12.

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12. Adviértase que en todas estas relaciones de valores, ocupa el primer lugar, como valor no ya fundamental, sino fundante de los demás, el de ladignidad de la persona: Con la afirmación de la dignidad de la persona va íntimamente unida la del «valor sagrado de la vida humana» (EE 19), en defen-sa de la cual es necesaria una «movilización general de las conciencias y un común esfuerzo ético» (EE 96). Y hasta tal punto ese valor radical de la dig-nidad de la persona está históricamente asociado a la civilización europea que asegurar la pervivencia misma de ésta y «devolver a Europa su verdade-ra dignidad» consistirá en hacer que Europa sea «un lugar donde cada persona ve afirmada su incomparable dignidad» (EE 96).

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¡A h! ¿Es que no ha sido Europa? Y, ¿desdecuándo no ha sido Europa? ¿Acaso desde elaño 17 (en el caso de Rusia) y desde el 45 (en

el caso de los demás países eslavos)? O, ¿tal vez,desde antes? Pero si hablamos de antes, del períodoanterior al comunismo, que unió a la fuerza al Esteeuropeo, a la vez que lo separó del resto de Europa, lacosa se complica, pues el mundo eslavo distaba muchode ser un mundo. ¿Qué relación tenían las católicasPolonia, Eslovenia o Croacia con las ortodoxas Rusia,Bulgaria o Serbia? Y ¿cuáles eran los vínculos realesentre la muy eslava Rusia y la romanizada Rumanía? Yno hablemos ya de los territorios eslavos del antiguoImperio Austrohúngaro. No olvidemos que fue en laeslava Praga en donde se fundó la primera Universidadde habla alemana. Vemos que el factor étnico y, enbuena parte, lingüístico que conforma el mundo eslavose complica mucho si tomamos en consideración otrosfactores no menos importantes (religiosos, políticos,culturales).

Pero, además, ¿qué es Europa? ¿No son las prime-ras preguntas un poco «germano/latino céntricas»,expresión de esa manía tan nuestra de creernos elombligo del mundo?

Por ceñir un poco el tema, me voy a referir breve-mente a la relación de amor-odio hacia Europa en la

¿POR QUÉ ELMUNDO ESLAVONO HA SIDOEUROPA?❏ JOSÉ Mª VEGAS

C. M. F.

Rusia prerrevolucionaria y, luego, a ese extrañamientode Rusia respecto de Europa tras la Revolución del 17 yde la incorporación a ese alejamiento del resto delmundo eslavo (más la Alemania oriental, además deHungría, que, no lo olvidemos, no es un país eslavo) trasla Segunda Guerra Mundial.

Empecemos por una obviedad. Rusia es el extremooriental de Europa, su margen asiático. De ahí, tal vez,la relación tensional que tuvo tradicionalmente con elresto de Europa y que en el siglo XIX se expresa deforma muy viva en las polémicas entre eslavófilos yoccidentalistas. Por cierto que España, que es el cabooccidental y el margen africano de Europa, ha tenidoproblemas similares (baste recordar las sabrosaspolémicas entre Ortega y Unamuno a este respecto enlos primeros años del siglo XX). Quién sabe si el haberforjado España su identidad nacional en lucha secularcontra el Islam, como Rusia lo hizo contra el yugo tárta-ro-mongol (1223-1480), nos ha dado un espíritu pareci-do, al menos en parte, a la vez que ha dejado en ambosun sello oriental característico en los dos pueblos (puescombatir contra alguien significa también convivir inten-samente con él, lo que acaba siempre por dejar en eladversario su huella profunda).1

Los eslavófilos2 parten de la superioridad de la razaeslava, se oponen a las reformas liberalizadoras y

1. Por cierto, que nuestros nacionalistas patrios, con sus fobias antiespañolas, deberían tomar nota de esto: cuando más combaten contra España,esto es, contra ese fantoche que se han construido para darle palos, para culparle de los (presuntos o reales) males propios y enorgullecerse mejorde lo bonito que tienen el ombligo, más «españoles» se vuelven. Mientras que aquellos (qué sé yo, asturianos o murcianos) que asumen sin mitifi-caciones y sin complejos la historia real y común labran mejor de manera positiva, constructiva y realmente solidaria y abierta su propia identidadespecífica. En una palabra, que el nacionalismo (cualquier nacionalismo) es un falseamiento contorsionado de la propia identidad.

2. Se considera que el iniciador del grupo fue el poeta A. S. Jomiakov (1804-1860).

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provoca la idea de que la salvación del mundo entero hade proceder de Rusia, de Moscú, en la que se haconservado la pureza del Cristianismo primitivo. Setrata, claro, de una apertura guiada por una fuerteconciencia de superioridad moral y religiosa, que reser-va a los pueblos eslavos, unificados bajo la TerceraRoma, el papel de guías de la salvación universal.

Este mesianismo, en el que se mezclan elementosreligiosos y políticos, era precisamente lo que impugna-ban los «zapadniki» u occidentalistas (zapad = occiden-te en ruso)4. Según éstos, lo que caracteriza a Rusia, suelemento distintivo es, sobre todo, consecuencia de suatraso y su falta de desarrollo y, continúan, la únicaposibilidad de salir de esta situación es común a todoslos pueblos: la cultura, la educación y el progreso. Portanto, los «zapadniki» no se limitan a idealizar aOccidente, sino que consideran que los países deloccidente europeo han respondido antes y de modofundamentalmente adecuado a las cuestiones que se leplantean universalmente a todo pueblo y a toda cultura:las relaciones entre razón y fe, religión, filosofía yciencia, individuo y colectividad, Iglesia y Estado, etc.Esta universalidad en los problemas, que conlleva laposibilidad de cooperar en la búsqueda de soluciones,no niega las peculiaridades y la originalidad de cadapueblo, ni la renuncia a fortalecer y engrandecer alpropio país. Significa sólo que hay un suelo común quefacilita la comunicación y hace que los logros y losprogresos de un país hayan de redundar en beneficio detodos los demás.

El cruce de estas dos tendencias contrapuestas dioen la historia de Rusia resultados paradójicos. Porejemplo, Yuri Afanasiev,5 una de las mentes rusas máslúcidas de la Rusia contemporánea, afirma que todoslos intentos de modernización (occidentalista) realiza-dos en Rusia desde tiempos de Pedro el Grande hanproducido el fortalecimiento del Estado que ha impedi-do el desarrollo de la sociedad civil.

Rusia se va desarrollando al hilo de estas tendenciascontrapuestas de apertura o cerrazón, o, mejor, de im-

occidentalizadoras que, según su opinión, infeccionan aRusia del racionalismo grecolatino que ha corrompido elcristianismo occidental (católico, propio de los latinos, oprotestante, propio de los germanos), a diferencia delcristianismo ortodoxo, con el que Rusia se identificaplenamente y en el que subsiste el único cristianismoverdadero. Los eslavófilos del siglo XIX, es verdad,idealizan la Rusia anterior a las reformas de Pedro elGrande (que reina nominalmente desde 1682 y realmen-te de 1689 y hasta su muerte en 1725), pero también escierto que las tendencias eslavófilas y antioccidentalestienen profundas raíces en la historia de la formación delImperio Ruso. La preponderancia, desde el siglo XIV

sobre la más abierta a occidente Kiev de Moscú y suabsolutismo centralizador, favorecido por la influencia«asiática» del yugo tártaro-mongol; el sentimientoantioccidental provocado por la enemistad con suecos,alemanes, polacos y lituanos, que tiene en la victoria deAlejandro Nevski sobre los caballeros teutones (1240)una expresión histórica fuertemente arraigada en laconciencia colectiva rusa, incluso en nuestros días; eldecidido rechazo por parte de la ortodoxia rusa de laUnión de las Iglesias occidental y oriental, decretada enel Concilio de Florencia (1439); y, de modo muy decisi-vo, la caída de la «Segunda Roma», Constantinopla, en1453, de la que los cristianos orientales culpan a la faltade ayuda por parte de los cristianos occidentales; todoesto había creado un profundo «backgroud» favorable alsentimiento no sólo eslavófilo, sino también paneslavis-ta, de fuerte acento mesiánico. La autoproclamación deIván el Terrible en 1547 como zar de todas las Rusias,que supone de facto la creación del Imperio Ruso, másla creación en 1589 del Patriarcado Ruso con sede enMoscú, sancionan finalmente la idea de que Moscú esla Tercera Roma: «La primera Roma y la segunda hanfenecido, la tercera nace ya gloriosamente, pero nohabrá jamás una cuarta…».3

Es interesante que la idea de la Tercera Roma, ligadaal paneslavismo, no implica, sin embargo, una cerrazónpura y simple sobre sí misma, sino que, por el contrario,

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3. Cf. Antonio Antelo Iglesias, «Notas sobre «Moscú, tercera Roma». Génesis y evolución de una teología política», en Espacio, Tiempo y Forma, SerieIII, Historia Medieval, t. V, 1992, p. 448.

4. El iniciador de la polémica con los eslavófilos fue Piotr Y. Chaadaev (1794-1856). Otros «zapadniki» importantes son I. S. Turgenev (1818-1883), V. P.Botkin (1811-1869) y T. N. Granovski (1813-1855).

5. Cf. Yuri Afanasiev, Mi Rusia fatal, Madrid, Anaya, 1994.

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listas y eslavófilas. La Revolución fue la aplicación brutaly sin miramientos de teorías racionalistas y cientificistaselaboradas en Alemania. En este sentido los comunistasrusos se comportaron como unos perfectos occidenta-listas. Apoyado en los instrumentos pretendidamentecientíficos de análisis de la sociedad del materialismohistórico Lenin pretendió demostrar científicamente queen Rusia, superado a marchas forzadas el feudalismo yalcanzada la revolución burguesa y la fase crítica deldesarrollo del capitalismo, se daban las condicionesobjetivas para la revolución socialista. Tuviera o norazón, el caso es que todo el programa bolcheviquetenía un fuerte sabor «zapadnik»: industrialismo, exten-sión universal de la cultura, espíritu científico frente asuperstición religiosa… ¿Se podía pedir más? Pero todoesto se realizó según los parámetros del «espíritu asiáti-co», en el que el sentido de la persona individual sedifumina. Yuri Afanasiev, sobre el trasfondo de la historiarusa, afirma que la revolución bolchevique fue la másconservadora de las revoluciones, porque se limitó aextender a toda Rusia las estructuras colectivistas delatrasado campesinado ruso. Voy a arriesgarme con unaafirmación algo exagerada, que se debe tomar cum micasalis, pero que se apoya en la autoridad del historiadormencionado. Si el zar Alejandro II suprimió en 1861 elrégimen de servidumbre del campesinado, la revoluciónbolchevique lo restauró y lo extendió al país entero. Deeste modo, la occidentalización que supuso el experi-mento de aplicar en la práctica las teorías de un judíoalemán imbuido de idealismo hegeliano, socialismofrancés y economicismo inglés, aderezado todo ello porel típico positivismo cientificista del siglo XIX, dio comoresultado en Rusia una versión del viejo mesianismopaneslavista, en el que había que sustituir simplementealgunos referentes ideológicos: donde había ortodoxia,pónganse materialismo dialéctico, y en vez de la terceraRoma, léase la vanguardia del proletariado mundialguiada por el Partido, la «sobornost» (conciliaridad), conla que se traduce en el cristianismo oriental la catolicidadde la Iglesia latina, es desplazada por la colectivización.

portación del progreso cultural y científico occidental oexportación de esa salvación que, según Dostoievskihabría de venir no por la razón o la ciencia, sino por labelleza (por la mística, se podría entender). Esedesarrollo es, sin embargo, real y va produciendo frutos,no exento de contradicciones, es verdad, pero eso noes privativo de Rusia, sino de la condición humana. Elsecular atraso de Rusia esconde potencialidades que,de repente, explotan y dan frutos que se incorporaninmediatamente al legado cultural de la humanidad.Basta pensar en la literatura rusa, que nace en el sigloXIX tocando desde el principio las más altas cimas de laexpresión literaria mundial.

A comienzos del siglo XX se estaban dando procesossimilares que anunciaban maduraciones espectacularesen diversos ámbitos de la cultura. Si nos ceñimos a lafilosofía, Vladimir Sololiev, considerado el padre de lafilosofía clásica rusa, muere en 1900. Pero no es unfilósofo que preanuncia un desarrollo futuro, sino unfilósofo de primera fila que dialoga con la gran filosofíaeuropea y con su ciencia de tú a tú. Tras él, una genera-ción brillantísima de filósofos podrían servir comoejemplo de lo que hubiera podido ser el ulteriordesarrollo de la cultura rusa. Se trataba de pensadores,por una parte, profundamente conocedores de la filoso-fía y la cultura occidentales; por otra parte, eran pensa-dores de fuertes inquietudes sociales, que les llevaron aasumir durante cierto tiempo posiciones muy cercanasal socialismo e, incluso, al comunismo; por fin, fueronpensadores que acabaron de nuevo en posiciones delcristianismo ortodoxo ruso. Es decir, en ellos y, a travésde ellos, se puede vislumbrar una síntesis de eslavófilosy occidentalistas, que hubiera dado a la cultura, a lasociedad y a la política rusas un impulso definitivo deincorporación a Europa, sin perder por ello sus ricasraíces propias y su originalidad específica.

¿Representó la Revolución de Octubre la rupturatraumática de ese proceso? Por un lado sí, sin duda6.Pero, por otro, de manera harto paradójica, la revoluciónunió y realizó al mismo tiempo las tendencias occidenta-

6. En lo que hace a la filosofía, basta pensar que la mayoría de aquella brillante generación de filósofos debió salir a la fuerza de Rusia en 1922 en elcélebre barco de los filósofos, lo que supuso la ruptura de una tradición en ciernes que, al crear escuela, hubiera sido, sin duda, extraordinariamente fe-cunda para la cultura rusa y para la misma ortodoxia. Al menos I. Ilín (1881-1954), N. Berdiaev (1874-1948), N. Losski (1870-1965), S. Frank (1877-1950)y otros pudieron seguir su actividad filosófica fuera de Rusia, a diferencia del genial Pavel Florenski (1882-1922), filósofo, teólogo, científico y sacerdoteortodoxo, que, tras varios años en el Gulag, fue fusilado en 1922.

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cercanos y tan distintos, y especialmente entre elbloque Occidental en expansión, vía Unión Europea(que ya casi toca las fronteras de Rusia), y el Oriental,representado hoy casi exclusivamente por Rusia, es undesafío y una posibilidad. La diversidad y la interdepen-dencia real puede derivar hacia una relación basada enel conflicto de intereses y hacia un nuevo e inestableequilibrio de fuerzas. Sería sencillamente un desastrepara la convivencia entre pueblos profundamente vincu-

No vamos a hablar del inmenso precio en vidashumanas y sufrimientos que el secularmente sufridopueblo ruso (y después aquellos otros que fueron entre-gados al poder soviético en el vergonzante Tratado deYalta) ha tenido que pagar por este experimento trági-co,7 que, sin embargo, a la par que aislaba a Rusia y alresto de países del área soviética del mundo occidental,alimentaba las utopías y ensoñaciones adolescentes deuna gran parte de la intelectualidad europea. No se leaen lo que digo la más mínima concesión a las maldadesmorales del capitalismo. Pero, por favor, dejemos ya deuna vez de justificar las atrocidades de unos a cuento delas maldades de otros. Es demasiado burdo, demasiadoestúpido, pero la broma está durando ya demasiadotiempo.

La caída del comunismo como un castillo de naipes,producto, entre otras cosas, de la rigidez dogmática delsistema y de su ineficiencia interna, que llegó a límitesinsoportables, produjo una traumática y virulentaapertura a Occidente. De nuevo las reformas liberales sehicieron desde arriba, al estilo soviético, sin la adecua-da preparación de la sociedad, de la población, que,como siempre, ha sido la pagana de la situación. Trasaquella apertura, después de la crisis, Rusia, que dispo-ne de un potencial inmenso, no sólo en recursos, sinotambién en capacidad técnica y en capital humano, seha ido rehaciendo y, favorecida por los altos precios delpetróleo y de la dependencia de Europa de sus enormesreservas de gas, ha cancelado su deuda externa y tratade reocupar el lugar y la influencia que, por extensión ypotencial, le corresponde en el mundo. ¿Estamos anteel peligro de una nueva cerrazón, de un nuevo enfria-miento de las relaciones con Occidente?

No voy a hacer de profeta. Diré sólo que Rusia es yha sido parte de Europa. Que la relación haya sido detensión, de conflicto, de aislamiento o de cooperaciónhabla sencillamente de cómo ha sido la historia deEuropa en su conjunto. En la época de la globalización,la relación entre los diversos pueblos europeos, tan

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7. Es procedente recordar aquí lo que dice Hegel sobre el intento revolucionario francés de realizar la idea política sin tener en cuenta las condicionesreales (las costumbres, las creencias, las instituciones), por la mera voluntad de los individuos, y que produjo resultados desastrosos (que en el casodel experimento comunista habría que elevar a la enésima potencia): «Una vez llegadas al poder, estas abstracciones han producido ciertamente,por una parte, desde que sabemos del género humano, el primer espectáculo prodigioso de empezar completamente desde el principio y por el pen-samiento la construcción de un gran estado real, con vuelco de todo lo existente y dado, y de querer darle como base simplemente lo racional ima-ginado; por otra parte, puesto que sólo son abstracciones sin ideas, ellas han transformado el intento en el acontecimiento más terrible y cruel».Fundamentos de la filosofía del derecho, § 258.

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pensamiento, sensibilidad, profundidad y penetraciónen el espíritu humano que encierra el alma rusa. Su«intelligentsia» ha sido tradicionalmente de las másbrillantes de Europa y ha seguido dando frutos a lo largodel siglo XX.8 Si queremos que Europa lo sea plenamen-te, no podemos vivir de espaldas a Rusia, ni permitirque ella nos dé la espalda. Pero para ello hay quetrascender el petróleo, el gas y los euros, elevar lamirada a otros valores, a los que nos unen desde laaltura y la profundidad. Y lo que más nos une son lasraíces cristianas comunes. Lo dijo Juan Pablo II: elcristianismo tiene que respirar con dos pulmones, eloccidental y el oriental. También clamó con frecuencia:¡Europa, no olvides tus raíces! No se trataba de volver aningún régimen de cristiandad, como los obtusos desiempre han querido entender, sino de reavivar el funda-mento cristiano real (que contiene al griego y romano) yque ha parido el sentido de la persona, de su dignidady de sus derechos. Ese es el legado positivo que todaEuropa ha producido para bien de toda la humanidad yque hoy, solapado por euroburócratas, mercantilismo yhedonismo, está en franco debilitamiento, si no enabierto peligro. Para reavivarlo necesitamos unos deotros, del esfuerzo de todos, de los valores más altosque cada uno desde su originalidad ha adquirido parabien de todos. Y los valores que Rusia ha atesorado ensu historia son parte de ese tesoro que no podemospermitirnos el lujo de ignorar.

lados, pese a todo, por la historia. Sólo por la vía delrespeto mutuo, el intercambio, la cooperación y laamistad se puede hacer de esa interdependencia y esadiversidad algo fecundo. Rusia tiene mucho que ofreceral resto de Europa y mucho que recibir de los otrospueblos europeos. En occidente se suelen subrayar loselementos negativos que en Rusia saltan a la vista. Peroesa visión parcial nos vuelve ciegos para los tesoros de

Si queremos que Europa lo seaplenamente, no podemos vivirde espaldas a Rusia, ni permitirque ella nos dé la espalda.Pero para ello hay quetrascender el petróleo, el gas ylos euros, elevar la mirada aotros valores, a los que nosunen desde la altura y laprofundidad.

8. Cito a este respecto la impresionante novela de Vasili Grossman, Vida y destino, el equivalente al Guerra y paz del siglo XX, y que revela la podero-sa vida espiritual subterránea que fluía en la época soviética.

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I. El padre Las Casas escribe: «Según Estrabón, libroXIV, la principal razón por la que los griegos llamaban alos otros pueblos bárbaros es porque pronunciaban malla lengua griega. Pero desde este punto de vista no hayhombre ni raza que no sea bárbaro en relación a otrohombre o a otra raza. Así, igual que nosotros conside-ramos bárbaros a la gente de las Indias, ellos nos juz-gan igualmente porque no nos entienden».

Todo pueblo es bárbaro para el otro pueblo, y paraeso, para que el extranjero sea el bárbaro, hay que in-ventar megarrelatos fundadores. En efecto, los chinos,sabios astrónomos, espíritus juiciosos, bien provistosde calendarios y de anales, pretendían existir desde unaépoca tan remota, que hubiera rebasado la época delorigen del mundo cuando Yam Quam-Siem asegurabaque desde el comienzo del mundo hasta el reinado delemperador chino Tienski (1620) pasaron más de dieci-nueve millones trescientos setenta y nueve mil noventay seis años. Se estrenaba así el Guiness de los recordsnacionalistas. Desde entonces, cada pueblo cree tenerla llave de oro del tiempo y haber fundado el annusmundi, la genealogía de la historia: para los romanos el2824 del viejo calendario, cuatrocientos años antes dela fundación de Roma, había llegado Eneas al Lacio,con sus troyanos escapados al furor de las llamas. Losromanos, no contentos con pertenecer a Venus porEneas, refrescaron su alianza con los dioses con el fa-buloso nacimiento de Rómulo, a quien celebraron comohijo del dios Marte, y a quien deificaron también des-pués de su muerte, lo que mereció este sensato juiciode Saint-Évremond: «Yo detesto las admiraciones fun-

BAR, BAR, BAR

❏ CARLOS DÍAZMiembro del Instituto E. Mounier

dadas en cuentos o establecidas por el error de los jui-cios falsos. Hay tantas cosas verdaderas que admiraren los romanos, que favorecerlos con fábulas es perju-dicarlos».

Los vicios, bien repartidos, bien saben, según Danielde Foe en su libelo del año 1700 The trueborn Englis-hman: el orgullo para la más vasta provincia, España, lalujuria para la Italia tórrida, la embriaguez para Alemaniay el desgobierno pasional para Francia. Naturalmente,todo eso en contraposición al inglés auténtico…

Pride, the First Peer, and President of Hell,To his share Spain, the largest province fell…Lust chose the torrid zone of Italy,Where Blood ferments in Rapes and Sodomy…Drunkness, the darling favourite of Hell,Chose Germany to rule…Ungovern’d Passion settled in France,Where mankind lives in haste, and thrives by chance.A dancing nation, flicke and untrue…

Lo cierto es que Ramiro de Maeztu también lo cons-tata: «Alemania, que no paga a nadie; Francia que nopaga a los Estados Unidos; Inglaterra que sólo paga a losEstados Unidos en dinero señal porque no cobra de Ale-mania y no sabe si cobrará de Francia; los Estados Uni-dos, que quieren cobrar a todo el mundo»1. ¿Europa?Edificar sobre una base griega un edificio gótico al bordede un cráter. En ella, lo que vale no dura, lo que dura novale. Europa es un trinconear de Buscones… «Decían dedon Clemente que era de muy buena cepa y, según el

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1. Defensa de la Hispanidad. Ed. Cultura Española, Madrid, 1941, p. 187.

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Maimónides, el misticismo quietista de Tofáil y, finalmen-te, la cristología panteística de Miguel Servet; también escierto que estas tendencias y desviaciones parciales, lasunas por ser anteriores a la verdadera historia de España,las otras por haberse desarrollado en el seno de razasque, con haberse españolizado mucho, nunca llegaronmás que a salpicar con algunas gotas de sangre semíticael torrente circulatorio de nuestra sangre aria y las otraspor ser aberraciones y descarríos parciales, que por sumismo carácter de excepción confirman más y más la re-gla general, ofrecen, sí, grande interés histórico, pero sondisonancias que acaban por perderse, y apenas se dis-ciernen en la grandiosa armonía final, en el sursum cordaque toda la ciencia española levanta en honor del Diospersonal y vivo»7. Dicho enfáticamente por otro prócer delas quintaesencias: «No hay nación más reacia que lanuestra a admitir la superioridad de unos pueblos sobreotros o de unas clases sociales sobre otras»8. En realidad,todo esto desemboca en una conclusión fuerte: «Si norestauramos la Institución de la Propiedad tendremos querestaurar la Institución de la esclavitud»9. La Santa Propie-dad y cierra España, y cierra Europa, y cierra el sepulcrodel Cid con siete llaves.

¿Ah, pero no queríamos oscurantismo sino moderni-dad frente a oscurantismo? Pues aquí la trae Montesquieuen plena era de las Luces: «El azúcar sería más caro si nose hiciera trabajar a los esclavos en las plantaciones quelo producen. Los individuos de que se trata son negros depies a cabeza; y tienen la nariz tan aplastada, que es casiimposible tenerles lástima. No es posible imaginar queDios, que es un ser sabio, haya puesto un alma, y sobretodo un alma buena, en un cuerpo enteramente negro.Una prueba de que los negros no tienen sentido común esque no aprecian el oro. Es imposible suponer que estasgentes sean hombres; ello nos podría llevar a dudar deque nosotros seamos cristianos».

¿De veras queremos racionalismo puro para Europa,como el de Benito Spinoza («la compasión es de por símala e inútil en el hombre que tiene a la razón como

bebía, era cosa de creer»2;. «no levantaba los ojos a lasmujeres, pero las faldas sí»3. ¡Y sálvese quien pueda en supropio país! «Sintetizando, podría decirse que el poderconstituido en España es, no una monarquía, sino unapoliarquía oligárquica y alternativa exornada con las apa-riencias heráldicas de la realeza antigua… Así, señores,un absolutismo esencial sistemático, una verdadera Esta-dolatría, consecuencia inmediata de la Ateocracia es lanota fundamental del Estado moderno»4. «El Estado, mi-rado en los sujetos en que desgraciadamente suele per-sonificarse, no pasa de ser una tertulia de caciques másarrogantes y verbosos»5.

Pero como siempre hay un roto para un descosido, heaquí al francés Pierre Bayle contraatacando pro domo sua:«La lengua francesa es desde ahora el punto de comuni-cación de todos los pueblos de Europa, y una lengua quese podría llamar trascendental, por la misma razón queobliga a los filósofos a dar este título a las naturalezas quese difunden y se pasean por todas las categorías», todoello dicho mucho antes de Hitler y Heidegger que tambiénarrimarán el ascua a su sardina más tarde… ¿O preferimosal portugués Camoens? Pues toma ziribicundia:

Del Tajo a China el portugués imperaDe un polo al otro el castellano bogaY ambos extremos de la terrestre esferaDependen de Sevilla o de Lisboa.

¡Y biba el Ecumenismo! Ramiro de Maeztu: Defensa dela Hispanidad: «Ni su Salmerón, ni su Pi i Margall, ni su Gi-ner, ni su Pablo Iglesias han aportado a la filosofía delmundo un solo pensamiento nuevo que el mundo estimeválido»6. Y, para redondear el ecumenismo, digamos conel mismo fervor que el insigne polígrafo español: «Quedanfuera del radio de la ciencia teológico-cristiana manifesta-ciones tan importantes como la moral estoica de Séneca,el gnosticismo de los priscilianistas, el panteísmo ideoló-gico o intelectualista de Averroes, el panteísmo emanatis-ta de Avicebrón, la concordia mosaico-peripatética de

2. Quevedo: Vida del Buscón, 1,2.3. Ibid., VI, 3.4. Vázquez de Mella. J: La persecución religiosa y la Iglesia independiente del Estado ateo. Junta del Homenaje a Mella, Barcelona, 1931, pp. 97 y 167.5. DH, p. 345.6. Ibid., p. 3457. Menéndez Pelayo, M: Textos sobre España. Ed. Rialp, Madrid, 1962, p. 190.8. DH, p. 67.9. DH, p. 76.

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Textos paralelos pero no tangentes los hay también apunta de pala en las lecturas por y contra cada país. Te-sis: Canovas del Castillo: «Son españoles los que no pue-den ser otra cosa». Emilio Castelar: «No hay nada más es-pantoso, más abominable, que aquel gran imperio espa-ñol que era un sudario que se extendía sobre el planeta».Antítesis: Marcelino Menéndez Pelayo: «España, evangeli-zadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes,luz de Trento, espada de Roma, cuna de san Ignacio, esaes nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. Eldía en que acabe de perderse volverá al cantonalismo delos Arévacos y de los Vectones, o de los reyes de Taifas»11.Ramiro de Maeztu: «El Imperio español era una Monarquíamisionera, que el mundo designaba propiamente con el tí-tulo de Monarquía católica»12. Síntesis precaria: en la emo-ción de la España vencida se inspiró Rubén Darío para susCantos de vida y esperanza, el primero de los cuales, Sa-lutación del optimista, único himno hispanoamericanoexistente, reza:

¡Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda,espíritus fraternos, luminosas almas, salve!

II. ¿Cómo están sobrellevando ustedes hasta aquí el es-cándalo del presente artículo, mis queridos lectores ami-gos? Yo bien, y usted. Por si nuestras palabras resultandemasiado exacerbadas al sosegado, nos complace re-producir las conclusiones que sobre la Europa de finalesdel XVII y principios del XVIII escribe un autor muy sabio quesi volviera a nacer volvería a repetir lo mismo de la actualEuropa: «¿Qué es Europa? Un encarnizamiento de veci-nos que luchan. Rivalidad de Francia e Inglaterra, de Fran-cia y Austria, guerra de la liga de Ausburgo, guerra de lasucesión de España, Guerra general, indican los tratadosde historia, que siguen con trabajo el detalle de esas con-fusas pugnas. Los acuerdos sólo conducen a cortas tre-guas, la paz no es ya más que una nostalgia, los pueblosestán agotados y la guerra continúa: los ejércitos vuelvena ponerse en campaña cada primavera. Leibniz, al ver queno se puede impedir a los europeos que luchen, proponevolver su furia guerrera hacia el exterior. Suecia y Poloniaconquistarán la Siberia y la Táuride, Inglaterra y Dinamar-

guía»)? Pues, con perdón, las cosas no van mejorandoy la razón se hace del rogar en Europa….

Los racionales y los religionarios, como dice PierreBayle, se disputaban las almas (es decir el $ y el €) y seenfrentaban en un combate que tenía por testigo a todaEuropa: «¡Soldado, ve a morir por la Patria! Si la Patria esuna unidad religiosa y moral que junta en íntima her-mandad las almas, y ata con la divina lazada de la cre-encia y tradición común la serie de las generaciones ycubre con amor de madre bajo los pliegues de su man-to a un pueblo que teje como una guirnalda su historiapara coronarla, entonces una voz augusta y solemne conel clamor de una raza saldrá de los templos y de los ho-gares y de los sepulcros de los antepasados gritandocon el acento imperioso del deber y el dulce de un sen-timiento maternal: ‘¡Ven a morir por la patria! ¡Dios loquiere!»10. Ya puestos, uno termina prefiriendo al generalmexicano Obregón de 1910 que tan panchamente y sinrubor declaraba: «Yo me declaro como candidato a lapresidencia por mis propias pistolas, sin ofrecimientosprevios de un programa: el que quiera, que me siga». Oal conquistador Hernán Cortes, aquel «escudero hartopobre y humilde», aquel «capitán de bandoleros», comolo llamó Heine, que sin embargo se revela como «el úni-co héroe a la altura del arte».

Los racionales y los religionarios, los Modernos y losAntiguos se disputan las almas y se enfrentan en uncombate que tenía por testigo a toda Europa, ¿no eraeso? Y si era eso, ¿por qué no repetir con Jules. Romainque «l’homme bien portant est un malade qui s’ignore»?El hombre sano es un enfermo que se desconoce, ¿seráeste el caso de Europa? Por lo menos algunos comoWoodrow Wilson no van por el buen camino de la saludmental: Sometimes they call me an idealist. Well, that isthe way I know I am american. America is the only idea-list nation in the world ¡Dios nos asista, Leopoldo decentrocampista y EEUU de idealista! ¿Alguien ha olvi-dado que la fama de Luis XIV se debía en buena parte alos 3.414.297 francos (calculados al tipo de 52 francosel marco de plata) que distribuyó entre escritores ex-tranjeros para que pregonasen sus méritos? SegúnDanton no se puede llevar la patria en la suela de los za-patos, y mucho menos en las botas claveteadas…

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10. Juan Vázquez de Mella: Ideario. III, Junta del Homenaje a Mella, Barcelona, 1931, p. 60.11. Textos sobre España. Ed. Rialp, Madrid, 1962, p. 170.12. Ramiro: DH, p. 45.

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orden, borrachos y embadurnados de tabaco, rodeanuna mesa inundada de restos de su francachela; un in-glés presenta galantemente a su dama una pipa y cer-veza. Entrad igualmente en el jardín de las flores, encuanto se conviertan en símbolo de las naciones, deja-rán de ser hermosas y perfumadas: el olor de las floresde Italia es demasiado fuerte y ataca el cerebro; el olorde las flores de Francia, aunque emperifolladas, des-lumbrantes y vivas, es débil y pasajero; las flores de Ale-mania y del Norte tienen poco o ningún olor y, cuandolo tienen, huelen mal…

¿Qué es Europa? Un pensamiento que no se conten-ta nunca. Sin piedad para sí misma, no deja nunca deperseguir dos búsquedas: una hacia la felicidad; la otra,que es aún más indispensable y más cara, hacia la ver-dad. Apenas ha encontrado un estado que parece res-ponder a esa doble exigencia, sabe que no tiene toda-vía, cual presa insegura, más que lo provisional, lo rela-tivo, y vuelve a empezar la búsqueda desesperada queconstituye su gloria y su tormento»13

Puesto a elegir entre Jorge Guillermo Federico Hegel(«la historia universal va de Oriente a Occidente. Europaes absolutamente el término de la historia universal»—Lecciones sobre la filosofía de la historia universal— yNapoleón (cette vieille Europe m`ennuie), hoy por hoyme quedo con el general fracasado y aburrido de Euro-pa. A Hegel le daría razón tan sólo en esto otro: en queen la historia caminamos entre las ruinas de lo egregio;en que las pasiones han arrancado de nosotros lo másnoble y lo más hermoso; en que entre las ruinas de Car-tago, Palmira, Persépolis o Roma nadie habrá dejado demeditar sin duelo sobre la caducidad de los imperios yde los hombres; en que nadie ha deplorado en la histo-ria a gran escala pérdidas personales, como sucedejunto al sepulcro de las personas queridas. Quizá el se-pulcro de las personas queridas sea la única verdad dela historia.

III. ¿QUÉ REMEDIO? PUES ESO, EL RE-MEDIO DE SIEMPRE:EL CORAJE DE SER PERSONA PARA HACER UNA EUROPA Y

UN MUNDO DE PERSONAS. «Si podemos encontrar las re-glas por las cuales una criatura racional tal como elhombre considerado en el estado en que se encuentra

ca tomarán por su parte América del Norte; para España,América del Sur; para Holanda, las Indias Orientales; Fran-cia ve el África enfrente, que se apodere de ella, que lle-gue hasta Egipto, que extienda hasta el desierto el reina-do de las flores de lis. Así todos esos soldados, todosesos mosquetes, todos esos cañones se emplearán almenos contra los salvajes y contra los infieles; ambicionese intereses divergirán en la lejanía del planeta y no volve-rán a encontrarse ya nunca…

¿Qué es Europa? Una forma contradictoria, a la vezestricta e incierta. Una complicación de barreras, y de-lante de cada una de ellas gentes cuyo oficio es pedirlos pasaportes y hacer pagar los impuestos; todas lastrabas posibles puestas a las comunicaciones fraterna-les. Campos, cuyas defensas se erizan tan bien, que yano se tiene tiempo de cultivarlos; no hay una fanega detierra que no se haya disputado desde hace siglos y nocerque a su vez cada propietario. Ya no hay grandes es-pacios libres, todo está regulado, fijado, delimitado; seestá oprimido, ahogado, todo está ocupado. Pero esasfronteras rigurosas se tornan inciertas, pues se las cam-bia según las conquistas, los tratados o las simples to-mas de posesión. Esas barreras se las adelanta, se lashace retroceder, se las suprime, se las restablece; losgeógrafos no han acabado de levantar mapas nuevos,cuando ya no valen esos mapas. De ahí viene esta con-tradicción interna: Europa es un compuesto de formasque declara intangibles y que no deja de tocar…

¡Europa, tierra de discordias y de envidias! De envi-dias, de amarguras y de acritudes. Los latinos despre-cian a los germanos, cuerpos macizos, temperamentostoscos, mentes pesadas; los germanos desprecian a loslatinos, fatigados y corrompidos. Los latinos disputanentre sí; se diría que sufren cuando tienen que recono-cer las cualidades de una nación vecina, son siemprelos desafectos los que se les vienen a las mentes. Comoen la capa de Asmodeo, el diablo cojuelo, donde se veuna infinidad de figuras pintadas con tinta china, ningu-na de las cuales es bella pero todas gesticulantes: unadama española cubierta con su manto que provoca a unextraño en el paseo; una dama francesa que estudia enun espejo gestos para ensayarlos sobre un joven abateque aparece en la entrada de su aposento con lunaresy carmín; unos alemanes desabrochados que, en des-

13. Hazard, P: La crisis de la conciencia europea 1680-1715. Ediciones Pegaso, Madrid, 1975, pp. 409-414.

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ante todo la guerra total de Cortés frente a la lucha ritualy pactada (guerra florida) con la que teotihuacanos ytlaxcaltecas se ejercitaban y surtían periódicamente deprisioneros. Vence así la masacre táctica frente al sacri-ficio litúrgico, la visión lineal frente a la interpretación cí-clica de la historia, el ‘sistema’ europeo frente al ‘orden’sideral americano, la Voluntad frente al Destino. Una so-ciedad perfectamente integrada y teocrática sucumbeante una cultura más individualista y secularizada pues-ta al servicio de un Dios celoso cuya ‘psicología’ los az-tecas no alcanzaban a comprender. Un conflicto dramá-tico, a la vez geológico y gnoseológico, donde los espa-ñoles representan la experiencia abierta (adaptativa) y larazón orientada (instrumental), frente a la experienciacerrada (tradicional) y la razón abierta (cósmica) encar-nada por los aztecas»18. Sólo en la acción se descubreaquello que proponía el europeo Tomás de Aquino, aun-que suene raro que los alemanes le llamen Thomas vonAquin: «Est in hominibus lex quaedam naturalis, partici-patio videlicet legis aeternam secundum quam bonum etmalum discernunt19.

IV. BAR, BAR, BAR… A estas alturas del partido nos pa-rece que la menos mala respuesta al bárbaro que llamaal otro bárbaro es la de Jean-Baptiste Rousseau en suOde:

Pero vosotros, mortales, que en el mundoCreéis tener los primeros puestosY compadecéis la profunda ignoranciaDe tantos diversos pueblos,Que confundís con el brutoAl hurón oculto en su refugio,Reducido casi al solo instinto,Decid: ¿quién es menos bárbaro,Una razón que os extravíaO un instinto que lo conduce?

en este mundo, puede y debe conducir sus sentimien-tos y las acciones que de ellos dependen14; si, digo, po-demos llegar ahí, no debemos inquietarnos porque hayaotras diversas cosas que escapen a nuestro conoci-miento». Escrito por John Locke en su Ensayo sobre elentendimiento humano (1690).

El re-medio no está fuera del tiempo, «no es fidelidadal pasado, es fidelidad al futuro. Quiero decir: es fideli-dad a los proyectos y empresas, es fidelidad a la meta.No es que yo sea fiel a lo que he dicho o hecho hacetreinta años; es que soy fiel a lo que quería hacer y que-ría ser hace treinta años, y lo sigo siendo porque no lohe conseguido»15. El remedio es haber recorrido un lar-go camino y acercarse a donde uno había estado y se-guía estando, o mejor, a donde seguía llegando16. Cami-nar juntos, intentando descubrir paso a paso, con tra-bajo y amor —con trabajos de amor— la realidadespañola. Continuidad no es continuismo: «Continuarquiere decir necesidad de continuar, y es la única ma-nera conocida de vivir históricamente; pero continuarsignifica continuar adelante»17.

Nunca aceptaremos con Simón Bolívar que «los quehemos trabajado por la revolución hemos arado en elmar». Jamás nos degradarán los peores, esos de losque Dionisio Ridruejo dijera:

Eran jóvenes; los más jóvenesYa van subiendo hacia sus canasY todavía hacia un castilloCon todo el mar en retirada.

Difícil está, pero nada grande se hizo sin una gran pa-sión. «Cierto que en muchas situaciones la pólvora re-sultó decisiva frente a la lanza, el bergantín frente a lacanoa, la caballería frente a la infantería, el metal, en de-finitiva, frente a la piedra —y en este sentido es legítimohablar no de un enfrentamiento entre dos culturas, sinoentre dos edades de la humanidad—. Pero lo que ven-ce y desorienta definitivamente a los imperios del Sol es

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14. Ibid., p. 67.15. Marías, J: La España real. Ed. Espasa Calpe, Madrid, 1976, p. 51.16. Ibid., p. 81.17. Ibid., p. 91.18. Rubert de Ventós, X: El laberinto de la hispanidad. Ed. Planeta, Barcelona, 1987, p. 20.19. Santo Tomás, Summa theologica, prima secundae, quaestio 91, art. 2º.

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«E char raíces», así se ha traducido enespañol la obra inacabada de Simone Weil,a la que la autora consagró los últimos

meses de su vida, cuando se encontraba en Londres,donde había llegado procedente de Nueva York.Simone Weil y sus padres tuvieron que abandonar laFrancia ocupada por los alemanes, porque eran judíos.Pero el dolor de corazón que agobiaba a Simone enaquellas circunstancias en las que sentía que habíatraicionado a su patria al dejar allí a tantos compatrio-tas bajo el yugo nazi, la llevó a solicitar de losmiembros de «Francia Libre» que encontró en losEstados Unidos su rápido regreso a Europa para estarmás cerca de Francia y trabajar desde Londres por laliberación de su país y de toda Europa de aquel malque la atenazaba. A punto de cumplir 34 años deedad, los últimos que cumpliría, pues habría de moriraquel mismo verano, Simone Weil recibe el encargo,por parte de la Resistencia francesa, de pensar yescribir sobre la Francia de mañana, sobre la Europade después de la guerra, aquella guerra que produjotantos horrores, y que algún día tendría que terminar.En Marsella, donde Simone pasaría la mayor parte dela contienda, ya había colaborado activamente con laResistencia, a través, sobre todo, de la red clandesti-na de la revista Témoignage chrétien (Testimoniocristiano), y fue interrogada varias veces por la Gesta-po como sospechosa de esta militancia que seimponía a sí misma, dada la urgencia —urgencia histó-rica— de la resistencia al nazismo.

EL ARRAIGO. UNASOLUCIÓN PARAEUROPA, SEGÚNSIMONE WEIL❏ CARMEN HERRANDO

Miembro del Instituto E. Mounier, Zaragoza

Las reflexiones de Echar raíces, o para decirlo másbrevemente, el arraigo, quieren ser la búsqueda de «unmétodo para insuflar una inspiración a un pueblo»1, enun momento de extrema urgencia como es el de larealidad apabullante de una Europa aplastada por labota del nazismo. Si Simone Weil había militado enmovimientos pacifistas hasta poco antes del inicio de laguerra, cuando comprende que Hitler no titubea lo másmínimo en sus intenciones de dominar y someterEuropa, su pacifismo se trueca en militancia en contrade la expansión nazi, y su arrojo llega hasta solicitar quela lancen en paracaídas desde suelo inglés hasta suelofrancés, para combatir al lado de los suyos… Porsupuesto, ningún miembro de la Resistencia se planteódar curso a semejante locura. Aunque también concibióotro proyecto, inspirada esta vez en el método deGandhi: el de fundar un cuerpo de enfermeras deprimera línea de fuego, que habrían de trabajar en elmismo frente de guerra, para ofrecer así la compasióncapaz de contrarrestar tanta barbarie.

En una Europa como la de hoy, ciertamente endecadencia, y que, como dice Benedicto XVI, estáexperimentando «una auténtica prueba de resistencia»2

debido de manera muy principal al relativismo reinante—que no deja de ser, en el fondo, un dogmatismo, y undogmatismo de los más rígidos—, las reflexiones deuna mujer como Simone Weil, que profesó ante todo unverdadero amor por la verdad, pueden resultar lumino-sas o, cuando menos, sugerentes. Se tratará aquí deofrecer algunas pinceladas de las que la autora nos

1. Simone Weil, L’enracinement. Prélude à une déclaration des devoirs envers l’être humain, Gallimard (Folio), Paris, 1993, p. 237. 2. Joseph Ratzinger, El cristianismo en la crisis de Europa, Cristiandad, Madrid, 2006 (2ª), p. 29.

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brinda en este libro sobre el arraigo, que es, segúnAlbert Camus, su primer editor, «un verdadero tratadode civilización».

Simone Weil está convencida de que desear la verdaden el fondo del ser es un ejercicio fundamental parallegar a percibir, si no la verdad completa, sí aspectossustanciales de la misma. Y la verdad, como ya revelaríaPlatón, está estrechamente ligada al bien y a la belleza,hasta el punto de que se trata de tres aspectos esencia-les de la realidad. Simone Weil, fiel lectora de Platón,está persuadida de que la verdad no es sino contactoreal con la realidad. Para ella, pues, es necesaria estased de verdad que, indudablemente, alberga en símismo cada ser humano, para llegar a saber de larealidad en la que cada persona está sumergida, larealidad en la que vive y donde se desarrolla su vida.Partiendo de estas consi-deraciones, este ensayosobre el arraigo se basaen la estrecha relaciónque la autora percibeentre la necesidad y elbien, es decir, entre lo quela realidad misma es yconlleva, y ese bien que,a su vez, equivale a loverdadero y a lo bello,como valores supremosde la realidad en estadopuro. No se trata sino deque el hombre se pongafrente a la realidad, contodo el ser, y la acoja consinceridad sin tacha.

«Todo deseo real de unbien puro, a partir decierto grado de intensi-dad, hace descender elbien correspondiente»3, afirma Simone Weil en laspáginas de L’enracinement («Echar raíces» o «el arrai-go»), invitando a despertar en nosotros ese deseo delbien, el bien más puro, que, sin duda, habita ennosotros. Porque la autora está convencida de que esta

relación íntima entre la necesidad y el bien forma partede la estructura fundamental de la naturaleza humana. Yen la obra a la que se está haciendo referencia trataSimone Weil de dejar bien sentado que si es posible (ynecesario) desarrollar de manera especial esta relaciónentre la necesidad y el bien en cada persona, y hacerlo,además, en las condiciones extremas de la guerra, queera su presente y su realidad inmediata, no puede serlomenos hacerlo extensivo a las condiciones sociales y ala política, que al fin y al cabo representan a escala sociallo que cada hombre vive individualmente. Esta es la tesisde fondo que preside esta obra inacabada de SimoneWeil.

Echar raíces o L’enracinement consta de tres partes.Sobre la primera, «las necesidades del alma», se diocuenta en el número 85 de Acontecimiento, donde se

presentaban estas necesida-des del alma, que son,además, obligaciones quecada hombre y cada sociedadtienen para con los demásseres humanos, hasta el puntode que, según la autora, sóloun régimen político que lastenga en cuenta puede serapropiado para el plenodesarrollo humano de laspersonas que viven bajo sujurisdicción. Las otras dospartes se refieren al desarraigo(déracinement) y al arraigo(enracinement), respectiva-mente. El arraigo es tambiénuna necesidad del alma, tal vezla más importante y descono-cida de ellas, a decir denuestra autora, aunque noaparece como tal en la lista de

necesidades del alma de la parte precedente. «Un serhumano —escribe Weil— tiene una raíz por su partici-pación real, activa y natural, en la existencia de unacolectividad que conserva vivos ciertos tesoros delpasado y ciertos presentimientos para el porvenir»4;

3. Simone Weil, L’enracinement, op. cit., p. 331.4. Ibíd., p. 61.

…invitando a despertar ennosotros ese deseo del bien, elbien más puro, que, sin duda,habita en nosotros. Porque laautora está convencida de queesta relación íntima entre lanecesidad y el bien formaparte de la estructurafundamental de la naturalezahumana.

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der por aprender, las ganas de saber, el deseo deverdad, en definitiva, se han vuelto algo raro, y ahí sitúael origen de tantos males…

A las citadas formas de desarraigo, hay que añadir ladestrucción de las tradiciones de un pueblo (y aquí laautora subraya la importancia que tiene el pasado,convencida de que la destrucción del pasado es uno delos mayores crímenes que se pueden cometer), el traba-jo proletario, o la reducción de la cultura a saberesmeramente abstractos.

El desarraigo en el mundo obrero es una parte centralde la obra de Simone Weil, y en este punto deja laautora salir lo mejor de su espíritu anarquista, recla-mando la importancia del auténtico sindicalismo. En laspáginas dedicadas a este asunto, Weil presenta todo unplan para reconstruir el mundo obrero tras la guerra,después de haberse detenido en analizar lo que produ-ce dolor en los obreros. Hay que recordar que SimoneWeil dedicó un año de su vida a trabajar como obrera endistintos puestos de trabajo, porque quería experimen-tar en sí misma la vida de una mujer obrera. Cobrabapor piezas, ella que no era precisamente habilidosa enlo manual, y vivía exclusivamente del escaso salarioobtenido en la fábrica. Fue una experiencia que lamarcaría profundamente y que la llevó, en adelante, aconsiderarse una esclava entre los nuevos esclavos delsiglo XX. Quedó persuadida de que hay que evitar acualquier precio que suceda aquello que denunciaba elpapa Pío XI: que la materia salga ennoblecida de lafábrica, mientras que los obreros resultan envilecidos9.

Entre las propuestas de Simone Weil contra eldesarraigo en el mundo obrero, figura sobre todo la de laformación de los obreros, con el fin de que éstos adquie-ran responsabilidades reales, de manera que dejen deser meros proletarios y sean personas que juegan unpapel consciente y determinante en la producción; aesta medida vienen a sumarse muchas otras que buscanincrementar el bien moral de los trabajadores, todo unplan que la autora formula de manera detallada: quetengan casa y un pequeño jardín en propiedad, y hasta

consiste, así, el arraigo, en cultivar este medio vital parael hombre, que le sitúa en la atmósfera necesaria paravivir como la «planta celeste» que es, y cuyas raícesestán, a la vez, en el cielo y sobre la tierra, como expre-sa Platón en el Timeo (90,a). Se trata, en realidad, comoescribirá en otra parte la autora, de recrear y vivificar elpacto que cada hombre realiza entre sí mismo y suscondiciones personales de existencia5, y que a su vezremite al pacto original del espíritu con el universo6, alprincipio de la vida humana.

Muchas son las formas de desarraigo, y hay que velarpara que no se produzcan, porque los males que acarre-an pueden resultar atroces: la conquista militar, comoera el caso en 1943, en plena guerra, cuando la autorapone por escrito estos pensamientos; pero también ladominación económica, y de manera muy especial yparticularmente destructiva el dinero, verdadero venenopropagador del desarraigo, que pudre de raíz todo loque toca, pues trastrueca cualquier iniciativa humana enburdo deseo de poseer y ganar. Otro veneno que junto aldinero contribuye al mal del desarraigo es la instrucciónde las masas sociales, que tal como lo analiza SimoneWeil en su tiempo, consiste en «tomar esta culturamoderna, elaborada en un medio tan cerrado, tan vicia-do, tan indiferente a la verdad, quitarle cuanto puedecontener de oro puro, operación que recibe el nombre devulgarización, y meter lo que queda, tal cual, en lamemoria de los desgraciados que desean aprender,igual que los pájaros dan de comer a sus crías con elpico»7. Y la autora añade poco más adelante esta aclara-ción tan significativa, que sigue apuntando, como eltexto precedente, al monopolio de la cultura por parte delos intelectuales (nombre, por otra parte, que Weilencuentra espantoso, aunque piensa que, por esomismo, quienes lo reciben no merecen otro): «Un siste-ma social está profundamente enfermo si un campesinotrabaja la tierra con el pensamiento de que, si es campe-sino, es porque no era lo bastante inteligente como parahaber sido maestro de escuela»8. En realidad, piensaSimone Weil, esto es posible porque el deseo de apren-

5. Simone Weil, Oeuvres complètes, VI, 1, p. 211.6. Simone Weil, Oeuvres complètes, II, 2, p. 109. Son las últimas palabras de Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresión (Paidós, Bar-

celona, 1995).7. Simone Weil, L’enracinement, op. cit., p. 65.8. Ibíd.9. Pío XI escribe estas palabras en la encíclica Quadragesimo anno, proclamada el 15 de mayo de 1931.

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contiene la cultura; sensibles al corazón de quienes nohan tenido la dicha o el privilegio de poder cultivar por símismos estas verdades.

Tras dedicar un buen espacio al desarraigo en elmundo rural y a la cuestión del desarraigo geográfico,Simone Weil afronta el tema del arraigo como solucióna tantos males que amenazan peligrosamente lassociedades europeas. Y trata de arrojar luz sobre unas«condiciones de existencia» que vienen a ser mediacio-nes (metaxu) que posibiliten una realidad social dondese pueda vivir esta relación fundamental entre la

necesidad y el bien, que es laidea de fondo de este ensayosobre el arraigo. Se trataría,en definitiva, de construir unacivilización con ciertosvalores, pero que primeroasiente sus fundamentos en«un interés apasionado porlos seres humanos, quienesquiera que sean, y por susalmas», en «la capacidad deponerse en el lugar del otro yde prestar atención a lossignos de los pensamientosno expresados», en «ciertosentido intuitivo de la historiaque se está cumpliendo»12.Una civilización así sólopuede ser posible henchidade espiritualidad, que es lo

que vendría a traducir ese amor por la verdad, o, paradecirlo con más propiedad, amor por la realidad, puesla verdad no es un objeto, sino «el fulgor de larealidad»13. Y es que, como escribe Simone Weil, «en elplano de los acontecimientos, la noción de conformi-dad con la voluntad de Dios es idéntica a la noción derealidad»14. De manera que todo viene a resolverse enuna necesidad de atención a los designios divinos y al

alguna de las máquinas de los talleres que habrían desustituir a las grandes fábricas; que la familia puedaparticipar en las actividades de los talleres, o por lomenos conocerlas; la formación de los jóvenes, lapromoción de actividades como el Tour de Francia, talcomo entonces tenía lugar, etc. Un plan centrado en ladignidad del hombre en el trabajo, algo que Simone Weilconsidera claramente un valor espiritual.

Pero todo este proyecto, que sería imposible detallaren estas páginas, conlleva asimismo la participación encierta cultura intelectual por parte de los trabajadores, demanera que éstos logrensentirse cómodos en elmundo del pensamiento,que es terreno propio decualquier persona quepiensa y busca la verdad. «Sinuestra cultura estuvierapróxima a la perfección —escribe Weil—, se situaríapor encima de las clasessociales. Pero como esmediocre, es en gran medidauna cultura de intelectualesburgueses, y de maneraparticular, después de algúntiempo, una cultura deintelectuales funcionarios»10.Simone Weil introduce aquíla propuesta de un esfuerzogrande de traducción —queno de vulgarización— por parte de quienes están másdedicados al mundo del pensamiento, para poder ofrecerestas verdades a los más humildes. Y es que está conven-cida de que «la verdad ilumina el alma en proporción a lapureza de ésta, y no según ninguna suerte de cantidad»11.Hacia esta misión debería estar enfocada la labor de losllamados intelectuales: hacer sensibles al corazón, toman-do la hermosa expresión de Pascal, las verdades que

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10. Simone Weil, L’enracinement, op. cit., p. 89.11. Ibíd., p. 90.12. Ibíd., p. 252. En realidad, estas consideraciones las escribe refiriéndose a cómo deben ser los dirigentes de la resistencia, pero el espíritu de las

mismas se hace extensivo al tipo de hombre que habrá de construir la civilización que surja tras la guerra.13. Ibíd., p. 319.14. Ibíd., p. 340.

Se trataría, en definitiva, deconstruir una civilización conciertos valores, pero queprimero asiente susfundamentos en «un interésapasionado por los sereshumanos, quienes quiera quesean, y por sus almas»…

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propiedad de estar orientada hacia el bien; por vivifi-car esta propiedad en lo político se tendrá que velarpermanentemente.

• La religión es, verdaderamente, una instanciasuperior que se sitúa muy por encima de la filosofíay de la política, de manera que toda acción personal—pero también toda acción social— puedan consi-derarse como «un puente hacia Dios».17

Tras estas reflexiones, ofrecidas por una mujer quevivió en el fecundo, y al mismo tiempo devastador,período de la Europa de entreguerras, buscó la verdadcon desazón hasta entregar su vida por ella, y anduvosiempre inquieta por la suerte de los desgraciados y delos últimos olvidados de este mundo, ponemos comocierre del artículo estas palabras del actual papa,Benedicto XVI, que se preguntan también por nuestraEuropa presente, e instan a mirar al Dios Padre deNuestro Señor Jesucristo. E invitan a tomar muy enserio la actual crisis de Europa. Muy probablemente, lasharía suyas la autora de L’enracinement:

Lo que más necesitamos en este momentode la historia son individuos que, a través deuna fe iluminada y vivida, presenten a Dios eneste mundo como una realidad creíble. Eltestimonio negativo de cristianos que habla-ban de Dios mientras vivían de espaldas a élha oscurecido la imagen de Dios y ha abiertolas puertas a la increencia. Necesitamoshombres que tengan su mirada dirigida aDios para aprender de él el verdadero huma-nismo.

Necesitamos hombres cuya mente estéiluminada por la luz de Dios y a los que elpropio Dios abra el corazón para que su inte-ligencia pueda hablar a la inteligencia de losotros y su corazón pueda abrirse a los de-más. Sólo a través de hombres tocados porDios, puede el propio Dios volver a habitarentre nosotros18.

misterio de esta presencia/ausencia de Dios en elmundo; y, en el fondo, a la autenticidad de la experien-cia religiosa, esa dimensión que todo hombre guardaen sus adentros. «Cuanto más lejos está el lenguajehumano de la Belleza divina —afirma Simone Weil—,más alejadas quedan de la verdad las facultades sensi-bles e intelectuales de los hombres, y más se alejan dela justicia las necesidades de la vida social»15.

Cuatro grandes inconvenientes impiden, sin embar-go, que este proyecto se lleve a cabo: nuestra falsaconcepción de la grandeza, la degradación del senti-miento de justicia, la idolatría del dinero, y la ausenciade verdadera inspiración religiosa. A su análisis dedicaSimone Weil las últimas páginas de L’enracinement, quequedan, como se ha indicado, inconclusas, aunqueabarrotadas de reflexiones hermosas sobre la religión, lapolítica, la ciencia o la cultura, muchas de ellas sorpren-dentes, en verdad.

Tratando de sintetizar lo expuesto, pueden destacarselas siguientes líneas esenciales de pensamiento en estetrabajo extenso e inconcluso de Simone Weil sobre el arrai-go o la necesidad que tiene el hombre de echar raíces:

• Cada hombre alberga en sí mismo un deseo profun-do de bien absoluto, que pone de manifiesto lo quede sagrado hay en su persona. Viene así a fundar laautora una auténtica filosofía de la dignidad humana,que difiere tanto del formalismo kantiano como delas declaraciones abstractas de los derechoshumanos.16

• Es necesario construir una espiritualidad y una civili-zación del trabajo, basadas ambas en la estrecharelación que existe entre la necesidad y el bien,relación que preside toda la obra, y de la que laespiritualidad y la civilización del trabajo no seríansino lógica consecuencia.

• No ha de concebirse la política como una «técnicadel poder» sino como arte inspirado y creativo, que,como cualquier actividad humana, participa de la

15. Ibíd., p. 275.16. Véase E. Gabellieri, Simone Weil, Ellipses, París, 2001, p. 25.17 Simone Weil. Oeuvres complètes, VI, 1, p. 176.18. Joseph Ratzinger, op. cit., pp. 47-48.

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No hagan nada por rivalidad o por vanagloria. Quecada uno tenga la humildad de creer que los otrosson mejores que él mismo. No busque nadie suspropios intereses, sino más bien preocúpesecada uno por los demás (Pablo a los Filipenses,2, 3-5).

E scribo este artículo —agradeciendo la invitaciónpara hacerlo— como miembro de un país del Sur(no acostumbro decir «Tercer Mundo»)1 y desde

una óptica que pretende ser «realista», sabiendo quesiempre será una mirada parcial y sujetiva, pues es mimirada y mi visión, ni pesimista ni optimista, basado enmis experiencias y observaciones personales de visita-dor temporal de algunos países del continente europeo,así como en las versiones y observaciones de algunoscompañeros del IEM-Py, de mis amistades, algunos,miembros de la «vieja Europa» Y de las inferencias quehan surgido de mis lecturas y estudios de una respeta-ble bibliografía.

Además, debo decir que, tamaña omnipotencia seríade mi parte pretender abarcar todo lo que el título deeste artículo implica. Hecha estas aclaraciones, a conti-nuación paso a compartir, poniendo en común, lo pocoque puedo aportar y que el espacio permite, pero con laprofunda convicción de un personalista que sabe queserá comprendido por otros hermanos personalistas,quienes a su vez aportaran sus observaciones sabiendoque así hacemos comunidad.

Reconociendo la muy rica historia europea, la deincontables grandes hombres y mujeres de diferentes

¿CÓMO VEOEUROPA?

❏ JULIO AYALAPsicólogo.Presidente del Instituto E. Mounier Paraguay

ámbitos: la Filosofía, la Teología, las Artes, las Indus-trias, la Literatura, la Pedagogía, etc. y los importantesaportes a los grandes avances de las Ciencias y laTecnología, sobre todo en los últimos siglos, hasta laactualidad, asumo el atrevimiento (?) de abordar el temaque me ha solicitado esta Revista, desde el pensamien-to personalista y comunitario. Diré, pues, en primerlugar que los progresos alcanzados por la civilizacióneuropea, en los ámbitos mencionados más arriba, endiferentes momentos de su larga historia, con unadiversidad de culturas, creencias y costumbres es laque, pienso, la enriquece, aunque también en otrosmomentos han aportado para los malentendidos,desde lo mínimo hasta los conflictos más serios comolas dos Guerras Mundiales, así como el holocausto dela Segunda.

Los filósofos de la Ilustración, también denominado«Iluminismo», de la «luz» y no de la «Luz», de la épocadel «yo» cartesiano, de Voltaire, así como de otrosfilósofos de aquel tiempo, sin descalificar sus aportes ala civilización moderna, y también la revolución indus-trial fueron criando un tipo de hombre individualista,solipsista, con todo lo que lo caracteriza hasta lageneración de una cultura de la indiferencia, de laexclusión, de la discriminación, del tener, de laposesión, de la avaricia; una cultura tendente a unafuerte deshumanización y despersonalización, unacultura de individuos sin lazos ni compromisos. Son losimpersonalistas que gustan del poder, del dominio, de laimposición, del placer, del dinero, del bienestar, delconsumismo, los que gobiernan y desgobiernan, y todo

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1. En todo el mundo hay 1er. y 3er. Mundo. Cada 1er. Mundo tiene su 3er. Mundo, en su propio país, en su propia ciudad, en su propio barrio.

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tomar un ejemplo, en el ámbito de la política muchosde sus exponentes presentan una fuerte tendenciapatológica a la mentira y estos mismos «políticos»hacen pasar la mentira como «verdad», se mienten a símismos —algo imposible—, mienten a sus pueblos y almundo. Obviamente, con las excepciones que honran alos políticos, aquellos que buscan el bien común, sinolvidar la grandeza de la política, el servicio. Losestudios psicológicos de los «políticos mentirosos», losconsideran «psicópatas de éxito», según la psicólogabritánica Lisa Marshall (año 1996) ya que presentan«características de quienes sufren de graves anomalíasde la personalidad». Coincido plenamente con estacolega, pues mis observaciones de personajes criollos,locales, de éste y otros ámbitos no quedan en zaga.Esta psicóloga también señala, y en esto tambiéncoincido con ella, que, sin embargo, los políticos no sonel único caso de «psicópatas exitosos», pues asítambién actúan hombres y mujeres de las grandestransnacionales, las industrias farmacéuticas, losgrandes Bancos, los agentes de la bolsa, los empresa-rios de la prensa, periodistas, etc.

Algunos individuos y/o la mayoría de ellos/as sufren deuna «tendencia patológica a la mentira» y «explotan a losdemás sin remordimientos». Sentencia que la he consta-tado en numerosos casos, sobre todo de políticos yempresarios de la prensa de mi país3. Algunos individuosy/o instituciones hasta «…dan para al Templo la décimaparte,…pero descuidan la justicia y el amor a Dios»4. Seconfía más en las propuestas del mundo, en lo material,en el dinero, antes que en Aquel que todo lo puede, es ladescristianización del Norte, sobre todo el olvido europeode sus raíces cristianas. Qué lejos estamos del testimo-nio de Pablo: «…he aprendido a arreglarme con lo quetengo. Sé pasar privaciones y vivir en la abundancia.Estoy entrenado para todo y en todo momento: a estarsatisfecho o hambriento, en la abundancia o en laescasez. Todo lo puedo en aquel que me fortalece».5

Los ideólogos del neoliberalismo propagan sus ideashasta penetrar en la vida práctica con todas sus conse-

realizado consciente y lúcidamente, con toda inteligen-cia y creatividad al servicio del provecho, individual odel grupo, siempre del mal. Así, pues, en la actual épocapredomina el mundo informático e informatizado y lapersona queda relegada a un segundo plano. Haytrastornos psicóticos crónicos, aunque no graves,compartidos por millones de individuos que no lesimpiden actuar socialmente como personas «norma-les», confundiendo autosuficiencia y bienestar con felici-dad.

Desde la perspectiva actual de lo que se ha dado enllamar la globalización, «globalización neoliberal» paraser más explícito, no podría hacer una referencia muyfocalizada sólo en Europa y ver con una mirada estre-cha o ciega a esta «mundialización», puesto queestamos viviendo, como nunca, un tiempo de interde-pendencia para bien y/o para mal. Así que mal podríacentrar mi mirada exclusivamente sobre el continenteeuropeo, sin olvidar, por supuesto el eurocentrismo,conducente a la conocida marginación, discriminación ydesigualdades de los mismos europeos y que hoy díase hace más y muy evidente con los emigrantes de ungran número de la población del Sur y otros lugares delmundo, simulando muchas veces mostrar gestos desolidaridad, que para las carencias de los sureños y deotros lugares son apenas migajas, con la salvedad deaquellas personas y organizaciones solidarias y genero-sas que a la hora de la verdad dan testimonio de relacio-nes verdaderamente fraternas. La propuesta personalis-ta es que debemos poner en el centro de toda actividadhumana a la persona.

«Gracias a las sociedades transcontinentales priva-das que operan desde su territorio, la Unión Europeaconstituye una notable potencia económica y comer-cial, pero ni tiene una política exterior coherente, ni unadefensa creíble. Además, algunos de sus principalesdirigentes políticos, (…) se complacen en adoptar unaactitud servil respecto al imperio»2. Desde una carenciade convicciones, el relativismo y el reduccionismo seapoderaron no sólo de Europa sino del mundo. Sólo por

2. Ziegler, Jean, Los nuevos amos del mundo, Ediciones Destino, S. A., 2003, p. 60.3. Ayala, Julio, «‘El país de las maravillas’ y el reino de la mediocridad», Revista Acontecimiento, Nº 78, 2006

Idem, «Modelos de políticos inteligentes minusválidos (los impersonalistas) y la democracia paraguaya», Revista Acontecimiento, Nº 80, 2007.Idem, «Doble vida, doble discurso: ¿esquizofrenia o perversión?», Revista Acontecimiento, Nº 83, 2007.

4. Lucas, 11:42, Biblia Latinoamericana, Edición Revisada 2004, 50º edición, Editorial Verbo Divino.5. Carta de Pablo a los Filipenses: 4, 11-13, Idem.

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cuencias. En todos los ámbitos se ha pasado de la justi-cia a la injusticia mediante la difusión del modelo dehombre-individuo difundido y defendido por el neolibe-ralismo, distinto al modelo de hombre-persona que lospersonalistas comunitarios proponemos. El pensamien-to del primero sería: «Consumo, luego existo», en tantoque nuestro pensamiento es «Amo, luego existo»6. Lamisión del hombre consiste en salir de sí para donarsea los demás, con fe y esperanza. En esta posmoderni-dad del progreso materialista de unos pocos, la crisiseconómica en la que estamos inmersos es de altoriesgo y parece ser que sólo unos pocos puedenvislumbrar alguna salida. «La crisis de lo personal, de locomunitario: crisis de creencias, de convicciones, deoptimismo, de esperanza, etc, crisis que afectan a lasinstituciones políticas, pedagógicas, internacionales yde cualquier otro sesgo»7. Todo este desorden estable-cido amenaza la integridad de la persona, mientras lospoderosos se unen para adorar al falso dios del dinero.A pesar de todo esto, se percibe —por otro lado— unacontracorriente, que basada en el «capital espiritual»,mediante el cultivo y la práctica de las virtudes, agregaalgo que el «capital social» no tiene, a fin de «evitar unaclase de ética de los negocios superficial que sueleguiarse por una agenda política»8.

Es indudable que se necesita crear riqueza, perohabría que hacerlo de manera que los dones de Dios losusemos de modo responsable y no con el propósito deacumular poder personal y/o de dominar a los demás.«La idea original de la Unión Europea tiene profundasraíces en la enseñanza social católica», según AlanFimister,9 pero pareciera que las vive poco. Sin embar-go, entiendo desde una esperanza activa que una nuevasociedad civil (una nueva civilización) está naciendo,como Mounier ya lo entreveía10.

Por todo esto me permito repetir ¿Debe hacerse unarevolución? Sí, es nuestra exigencia espiritual profunda.Entonces, preparémosla… (Mounier).

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REFERENCIAS

� Díaz, Carlos, La hora del personalismo comunitario(El compromiso de la acción). Editorial FundaciónEmmanuel Mounier, Madrid 2003.

� Capilla, Luís, Las multinacionales, voraces pulposplanetarios, Acción Cultural Cristiana, 1996.

� Capilla, Luís, Grupos financieros internacionales,Acción Cultural Cristiana, Madrid, 2000.

� Iniciativa Autogestionaria, El mito de la globalizaciónneoliberal: Desafíos y Respuestas. Acción CulturalCristiana, Madrid 1999.

� Moreno Villa, Mariano, Cuando ganar es perder,Salamanca 1997.

� Calvez, Jean-Yves, Una ética para nuestra sociedaden transformación, Ciudad Nueva Editorial, BuenosAires, 1993.

6. Díaz, Carlos, Soy amado, luego existo, Vol. II, Yo valgo, nosotros valemos, Editorial Desclée Brouwer, Bilbao, 20007. Moreno Villa, Mariano, Cuando ganar es perder, Acción Cultural Cristiana, Salamanca, 1997, p.73.8. Roosevelt Malloch, Theodore, Empresa Espiritual: hacer negocios virtuosos, citado por Zenit, org., Roma, 12 de octubre de 20089. Fimister, Alan, Entrevista sobre los Orígenes Católicos de la Unión Europea, citado por Zenit, Newcastle, Inglaterra, 5 de octubre de 2008.10. Mounier, Emmanuel, Manifiesto al servicio del Personalismo, Taurus Ediciones, Madrid, 1967, p. 15.

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¿Q ué puede decir una latinomericana sobreEuropa que no haya sido ya dicho desdeeste lado del Atlántico en el gran concier-

to de voces públicas en que nos insertamos quienesbregamos por una filosofía encarnada en la persona?¿Qué otra mirada es posible en esta encrucijada de lahumanidad en donde difícilmente se pueda perder devista la «reciprocidad de las conciencias» (Maurice Né-doncelle), que revierte en «reciprocidad de las vidas»,de pueblos y de naciones del mundo entero? Precisa-mente hoy, con el escenario de la crisis financiera mun-dial como fondo patético —¡por fin la ironía de una cri-sis que parece inquietarnos de verdad a todos!—, veni-mos a preguntarnos por enésima vez: ¿dónde vaEuropa?, ¿dónde va América?, es decir, ¿dónde vamostodos en este Occidente que supimos concebir? Y¿cuáles son los signos de los tiempos que nos advier-ten sobre el por-venir que tanto tememos y que en for-ma de amenaza (o esperanza) ya se halla instalado en-tre nosotros? Saber interpretar para saber hacer.

«En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: ‘Cuando veisque una nube se va levantando por el occidente, ense-guida decís que va a llover, y así sucede. Cuando el vien-to sopla del sur decís que hará calor, y así sucede. ¡Hi-pócritas! Sabéis interpretar el aspecto del cielo y de latierra, ¿cómo no sabéis interpretar los signos del tiempopresente? ¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos loque conviene hacer?’» (Lc 12, 54-57).

Edmund Husserl nos advertía en una conferencia de1935 que «las crisis europea radica(ba) en una aberra-

EUROPA, O LA CONCIENCIAQUE NO PUDO SER

❏ INÉS RIEGO DE MOINEMiembro del Instituto E. Mounier, Argentina

ción del racionalismo»1 y que, por ende, —concluía— senecesitaba una filosofía que ejerciera «el papel de cere-bro de cuyo funcionamiento normal depende la verda-dera salud espiritual de Europa»2. Pero esa filosofía di-rectriz nunca existió, las Weltanschauung —visiones delmundo— se rompieron como pompas de jabón, el nihi-lismo se apoderó de las conciencias y los corazones, yel racionalismo condujo por su hartazgo a los funda-mentalismos y totalitarismos de todo signo: he aquí unaEuropa herida y enferma desde la conciencia de su pro-pia crisis, una crisis ¿que lleva ya cuánto…? Han pasa-do décadas desde esta afirmación del padre de la fe-nomenología, cuando aún no se avizoraba la posmo-dernidad ni la globalización ni todos los «post» que hoyintentan narrarnos: ni el pensamiento único herederobastardo de los macro relatos, ni esta humanidad postantropo-teo-céntrica hija de la gran conciencia que nopudo ser. Europa creyó en la promesa de la moderni-dad, creyó que con el despertar de la conciencia racio-nal bastaba, y no alcanzó a ver a tiempo su propia cri-sis de identidad que arrastraba con ella a sus fielescompañeros de ruta: el sentido, el humanismo y la mis-mísima fe cristiana.

¿Por qué afirmamos que la conciencia no pudo ser?Porque, finalmente, luego de cinco siglos de madura-ción de una racionalidad que se manifestaba en la mag-nífica «conciencia pensante» fruto del casi inexpugna-ble ego cogito cartesiano dador de «sentido», Europaamanece al siglo XX despertándose de un sueño que nopudo alcanzar: tras el paso de Nietzsche, Marx y Freud,y lúcidamente anticipada por Kierkegaard, ya nadapudo ser pensado igual respecto al tema de la concien-cia, pues, en palabras de Paul Ricœur, «los tres se eri-gen delante de él (el filósofo) como los protagonistas de

1. Husserl, E.: «La filosofía en la crisis de la humanidad europea». En Invitación a la fenomenología, Ed. Paidós, Barcelona 1992, pp. 110-111.2. Ibid.

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el nombre de filosofía dia-lógica en Alemania y depersonalismo en Francia.Aparece en escena un nue-vo protagonista que des-plaza a esa conciencia queno pudo ser: es «el otro»,«el tú», visto bajo la im-pronta del amor, el encuen-tro, el derecho y la respon-sabilidad que se abren casipor arte de magia a su ser-vicio, o quizás por esa divi-na gratuidad que solemosolvidar. La síntesis de loque vengo a dejarles comorecordatorio de este corto

análisis se la debemos a Miguel Jarquín: «La concienciase fue de espaldas, el sentido cayó de rodillas para quese pusiera de pie la responsabilidad»4. Ya sabemos queno cabe la algarabía insensata de las trompetas, pero síla celebración de esta esperanza que hace avizorar unfuturo que se abre como promesa a vuestra Europa. Ellatiene de suyo todo el potencial para ponerse a trabajarpor humanizar a cada ser humano, aprovechando laoportunidad de sus peores crisis: a no olvidar que sóloel camino de las noches oscuras conduce a la claridaddel alba.

Y por si todavía cabe alguna duda, sabed que estasimiente de conversión europea viene fecundando demodo continuo y silencioso a Iberoamérica, ya habitadapor el «tú» desde los arcanos de su lengua, y que porende no hay lugar para lamentaciones ni dimisiones devuestra parte. Antes bien, si de verdad decimos creer enla reciprocidad de vidas y conciencias, cada cuota deresponsabilidad y cada cuota de amor vuestras redun-dará en cuantiosos dividendos de vida para esta huma-nidad común que aún tiene mucho que aprender deaquella conciencia que no pudo ser. Pues justamente suno poder viene gestando el alba del mayor de los pode-res silenciosos de este mundo: el amor hecho servicioen acciones responsables, en «obras que son amores»según el decir místico de Santa Teresa de Jesús.

la sospecha, los que arran-can la máscara. Ha nacido unproblema nuevo: el de lamentira de la conciencia, elde la conciencia como menti-ra»3. El estatuto de la con-ciencia se desploma, no pue-de mantenerse en pie, apare-ce en escena la sombragigantesca del inconsciente(Sigmund Freud) que nos lle-va al umbral del fracaso de laconciencia, por el que éstareconoce su propio límite ad-virtiendo que la certidumbreabsoluta de sí no era másque mera presunción, vani-dosa presunción de un ego demasiado inflamado e in-capaz de ver lo que ocurría a su alrededor.

¿Qué ocurría? El sentido se esfumaba, reverberabacomo espuma blanca sobre las olas profundas del in-consciente (Michel Foucault), el humanismo perdía sucarta de ciudadanía porque no había metafísica que loavalara ni antropología capaz de sustentar una idea dehombre que convenciera a todos (Martin Heidegger), ytodo ello en medio de una feroz crisis de fe cristiana queaún pretendía sostener los pilares anímicos de Europa.Ya lo sabemos y es lo que los profetas de la época su-pieron ver y decir: mientras Emmanuel Mounier en Fran-cia leía La agonía del cristianismo del español Miguel deUnamuno, él mismo lo corroboraba escribiendo La cris-tiandad difunta, y décadas más tarde el peruano Alber-to Wagner de Reyna confirmaba, cual humilde panfletoque se tira en las calles, La poca fe, la nuestra, tan ac-tual como consabida, herida por todos los flancos peromostrando desde su vulnerabilidad la fuerza indestruc-tible de su mensaje salvífico.

Pues a tantas crisis y caídas (las imaginamos siem-pre de crecimiento, miradas bajo la compasión de la es-peranza), a tanto intento fallido, a tanto dolor acumula-do, una nueva capacidad emerge para ver en medio delas cegueras, una nueva hermenéutica de la realidadque se asoma tímidamente en el horizonte europeo bajo

3. Ricœur, P.: El conflicto de las interpretaciones. II Parte, Ed. La Aurora, Buenos Aires 1984, p. 5.4. Jarquín, M.: La persona con discapacidad intelectual: el hermano. Ed. Fundación Emmanuel Mounier, Colección Sinergia, Madrid 2006, p. 75.

Aparece en escena un nuevoprotagonista que desplaza a esaconciencia que no pudo ser: es«el otro», «el tú», visto bajo laimpronta del amor, el encuentro,el derecho y la responsabilidadque se abren casi por arte demagia a su servicio, o quizás poresa divina gratuidad que solemosolvidar.

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A primera vista Europa y su cultura impresionan.Las distancias entre ciudades y países son mu-cho menores allá que acá; el idioma cambia de

nación en nación; los climas del sur son más benignosy los del norte son más extremosos. Para un mexicano,caminar entre la nieve resulta extraordinario, mientrasque para un nórdico europeo es norma invernal.

También asombran las grandes urbes europeas y suedad. Palacios de hace 8 siglos o catedrales históricasde diez centurias con facilidad duplican en edad a suscontrapartes latinoamericanas. La historia del medite-rráneo europeo está bien documentada por los últimos3.000 años; en cambio, los textos prehispánicos ameri-canos son muy escasos. Las razas europeas contrastanentre sí: reciedumbre, planeación y austeridad nórdica-sajona frente a complacencia, improvisación y esponta-neidad latino mediterránea. El latinoamericano se acer-ca más a estos últimos.

También se perciben las diferencias entre la realidadsocial de ambos continentes: Europa vive una estabili-dad y bonanza económica envidiable, donde el bienes-tar de todos sus ciudadanos está garantizado. Sin em-bargo, existe marginación y pobreza entre sus inmigran-tes, discriminados por la mayoría de los europeos;turcos, argelinos, libios, etíopes, sudaneses y marro-quíes son ahora los mendigos y prostitutas, comercian-tes ambulantes y precaristas que invaden a los paísesque antes los colonizaron. Empero, los contrastes entrelos latinoamericanos pobres y ricos, cultos y analfabe-tos, vociferantes y marginados, son mucho mayores queentre los europeos y sus inmigrantes.

El turista mexicano que visita Europa suele pertenecera las élites privilegiadas, mientras que los europeos queviajan por América Latina representan al habitante pro-

LA IMAGEN DEEUROPA PERCIBIDAPOR UN MEXICANO

❏ CARLOS T. WAGNERIMDOSOC

medio de allá. La percepción del viajero mexicano esque Europa goza de un bienestar compartido y estable,poco amenazado por los inmigrantes, mientras que Mé-xico va de crisis en crisis, de sobresalto en sobresalto,con contrastes crecientes de bienestar, educación, cali-dad de vida y expectativas de futuro. En general, laUnión Europea busca el bienestar compartido para to-dos sus habitantes, mientras América Latina es el conti-nente de los contrastes de opulencia y miseria, cultura eignorancia, protagonismo y marginación.

Para el empresario mexicano, Europa es modelo deintegración y responsabilidad laboral. Se percibe elcompromiso artesanal ancestral del trabajador en la ca-lidad y el orgullo de su trabajo, bien hecho desde la pri-mera vez. En consecuencia, allá existe puntualidad yformalidad en los acuerdos; aquí, en cambio, sólo losexportadores mexicanos suelen garantizar su calidaden serio; mientras que buena parte del resto de los tra-bajadores peca de incongruencia y mediocridad. El em-presario turista latino no suele percibir los elevadossueldos pagados por sus colegas europeos, como sufomento del mercado local, o el estado de bienestar so-cial europeo como elemento clave de su prosperidadcompartida y sostenida.

Para el político mexicano, Europa resulta toda unaexperiencia novedosa. Guerras y dictaduras marcaronsu pasado; control ciudadano e institucionalidad de lospartidos políticos rigen su presente. Como consecuen-cia, la participación electoral es muy intensa y los servi-dores públicos de carrera se distinguen de los funcio-narios elegidos. En México, para muchos la política esun gigantesco negocio, acaparado por unos cuantosoportunistas y pragmáticos, con nula definición ideoló-gica y con escasa participación electoral popular. A di-

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Esta evolución religiosa ya impacta a las familias, a laeducación básica, a la solidaridad social y al funciona-miento eclesial. Este modelo individualista aproxima pocoa poco a la cultura europea actual a la norteamericana,históricamente mucho más egoísta, más lucrativa y demayores contrastes sociales. En consecuencia, se relajanlos códigos éticos ancestrales, se sobrevalora el patrimo-nio sobre los conocimientos, se rompen las bases socia-les de la familia, de la comunidad y de la sociedad.

Y la tercera realidad creciente de Europa es la dismi-nución de su sentido estratégico trascendente. Tras laSegunda Guerra Mundial, Europa se sintió horrorizadaante la realidad del Holocausto, ante las perversionesnazis y ante los crímenes de guerra. Después reafirmósu visión cristiana ante el ateísmo marxista y luchó porla demoocracia ante la aberración bolchevique. Final-mente decidió integrarse en una historia y destino co-mún, la Unión Europea. Hoy, el Dios de siempre, a Eu-ropa le parece un anacronismo pre-moderno; la Fe cris-tiana con sus responsabilidades eclesiales comunitariasle resulta obsoleta; la globalización y el capitalismo sonsus nuevos ídolos.

Esta deshumanización de la Economía Social deMercado, ¿no será el inicio de otra crisis, confrontacióno némesis de la cultura europea? ¿Será que sólo unapersona mayor mexicana, con raíces familiares europe-as, entre catalano-hispánicas y alemanas, que ha vividolas tres realidades históricas europeas de dictadura,postguerra y globalización, además del entorno mexica-no, y que además busca vivir su Fe católica de cara a lamodernidad, a la ciencia y a la civilización actual, perci-ba tras la bonanza europea y las crisis mexicanas la im-portancia de los valores trascendentes de la ética socialcristiana?

Ante el paradigma de la Ética Social Cristiana, tantola realidad europea como la mexicana, pecan de miopíaal no percibir la deshumanización anticristiana que es-tán propiciando. Y en este sentido, ¿no deberíamosreafirmar nuestros valores antes de propiciar un nuevocolapso histórico? ¿No lo creen así?

ferencia de los políticos europeos, muchos políticosmexicanos anteponen los intereses de su facción albienestar de la Nación.

En la dimensión cultural, Europa también se distinguede América Latina por la importancia histórica, turísticay vivencial de las artes. Museos, conciertos, festivales yfolklores locales son apreciados y compartidos de ge-neración en generación, como fundamentos del bien sereuropeo. En México y en gran parte de América Latina,tales elementos culturales quedan reservados a las éli-tes, mientras el gran pueblo sólo sueña con emigrar alextranjero (Estados Unidos) para obtener un futuro me-jor.

En las anteriores impresiones, la Europa que percibi-mos los latinoamericanos lleva la delantera en eldesarrollo integral que buscamos los seres humanos. Apesar de tal ventaja, el visitante más experimentado ycrítico percibe en Europa algunas grietas recientes ensu trasfondo cultural, social y económico.

Así, Europa se cierra sistemáticamente ante las inva-siones de inmigrantes; se defiende ante ritos y creen-cias que alteran su tradición cristiana; rechaza costum-bres foráneas que su cultura no reconoce como igual-mente dignas. Por lo anterior, la Unión Europea aceptó,con relativa facilidad, la incorporación de 15 naciones asu esquema federativo; en cambio, la diversidad cultu-ral de negros y de asiáticos, islámicos o budistas, nogoza de la misma aprobación y por tanto, sólo sonaceptados como trabajadores eventuales, no inmigran-tes.

La segunda grieta europea es la renuncia, conscien-te o subconsciente, a su tradición cristiana. Tras la Gue-rra de los Treinta Años entre cristianos católicos y pro-testantes, los países resultantes siguieron siendoprofundamente cristianos, anglicanos, ortodoxos, lute-ranos o católicos, pero cristianos al fin y al cabo. Ahora,este cristianismo no está de moda; el culto histórico seha convertido en anacronismo; lo moderno es un cris-tianismo que es íntimo y personal, más no es comunita-rio ni social. Cada quien practica lo que quiere, a sumodo, y la comunidad eclesial se considera obsoleta.