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CUADERNO 37 A. J. AYER PROPOSICIONES , BASICAS INSTITlITO DE INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS Colección: CUADERNOS Director: ENRIQUE VILLANUEVA Secretaria: MARGARITA PONCE· " l, . Traducci6n de MARGARITA M. V ALDÉS 11 UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MtXICO INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS 1981 \

A. J. Ayer - PROPOSICIONES BÁSICAS

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Los filósofos iI)teresados en la teoría del conocimientopropenden a obsesionarse por un ideal de certeza. Queriendorefugiarse del malicioso demonio cartesiano, buscanuna proposición, o clase de proposiciones, de cuyaverdad puedan estar absolutamente seguros. Piensan que,una vez que hayan encontrado esta base, podrán procedera justificar al menos algunas de sus creencias, peroque sin tal fundamento no puede haber defensa algunaen contra del escepticismo. A menos que algo sea cierto,nos dicen, nada puede ser ni siquiera probable.

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CUADERNO 37

A. J. AYER

PROPOSICIONES,

BASICAS

INSTITlITO DE INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS

Colección: CUADERNOS

Director: ENRIQUE VILLANUEVASecretaria: MARGARITA PONCE·

"l, .

Traducci6n de

MARGARITA M. V ALDÉS

11UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MtXICO

INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS

1981\

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Título original

Basie Propositions

Este artículo se publicó originalmente en el libro de A. J. AyerPhilosophieal Essays, Macmillan Press Ltd .

Primera edición en español: 1981

D. R. © 1981, Universidad Nacional Autóno~a de MéxicoCiudad Universitaria, México 20, D,. F.

Dirección General de Publicaciones

Impreso y hecho en México

ISBN 968·58·0112-6

PROPOSICIONES BÁSICAS

Los filósofos iI)teresados en la teoría del conocimientopropenden a obsesionarse por un ideal de certeza. Que­riendo refugiarse del malicioso demonio cartesiano, bus­can una proposición, o clase de proposiciones, de cuyaverdad puedan estar absolutamente seguros. Piensan que,una vez que hayan encontrado esta base, podrán proce­der a justificar al menos algunas de sus creencias, peroque sin tal fundamento no puede haber defensa algunaen contra del escepticismo. A menos que algo sea cierto,nos dicen, nada puede ser ni siquiera probable.

La discusión de este problema no suele confinarse alcaso de las proposiciones empíricas. Pues lo que se re­quiere es la certeza con respecto a cuestiones de hecho,en el sentido humeano de este término, y si bien gene­ralmente se está de acuerdo en que las proposiciones apriori son ciertas, también se sostiene que éstas no nosaportan conocimientos acerca de cuestiones de hecho.Pero tampoco la afirmación de que las proposiciones apriori son ciertas, deja de tener sus dificultades, dadoque seguramente es posible dudar de ellas. La gente co­mete errores en las matemáticas y en la lógica; calculamal, saca inferencias inválidas, construye sistemas abs­tractos que resultan ser contradictorios. Y supongo quealguien que se descubriera adicto a tales errores podría

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llegar a dudar de la validez de cualquier enunciado apriori que hiciera. Sin duda, su única base para suponererrónea una respuesta particular sería que no concordaracon alguna otra respuesta que él mismo considerase co­rrecta; sin embargo, la suposición de que estaba jus­tificado en considerarIa correcta sería tal que todavíapodría proceder a cuestionarIa. Reconociendo que algu­nas respuestas tienen que ser correctas, permaneceríapor siempre en duda acerca de cuáles podrían ser éstas."Tal vez", se diría a sí mismo, "los procedimientos queestoy tratando de seguir no son los correctos; o bien,aunque sean correctos, no los estoy aplicando adecuada­mente en este caso particular."

Sin embargo, puede decirse que esto sólo muestra quedebemos distinguir las proposiciones de las matemáti­cas y de la lógica, en cuanto tales, de las proposicionesempíricas acerca del comportamiento de las personas quese ocupan de las matemáticas o de la lógica. Que al­guien esté siguiendo el procedimiento correcto, o queesté siguiendo correctamente un procedimiento deter­minado, es una proposición empírica que efectivamentepuede ponerse en duda. Pero el resultado al que llega,esto es la proposición a priori de la lógica o de las ma-

, b·temáticas, es en sí misma verdadera con certeza, o len,falsa con certeza; es verdadera con certeza, si de algunamanera es verdadera. Pero ¿ qué significa aquí -decir dedicha proposición que es cierta? Simplemente que es a

priori. Decir que la proposición es verdadera co.n ~er­teza, o que es necesaria, o que es verdadera a prlOTl, essimplemente, en este caso, decir la misma cosa en tresformas distintas. Pero entonces, ¿ cuál es el objeto dedecir que las proposiciones a priori son ciertas, si estono es más que decir que las proposiciones a priori sona priori? La respuesta es que a la gente le gustaría pasar

de "p es verdadera con certeza", en este sentido, a "ppuede ser conocida con certeza como verdadera". Asu­men tácitamente que la verdad de una proposición apriori puede ser "clara y distinta mente percibida". Pero,si su fundamento para decir que tal proposición puedeconocerse con certeza es simplemente que es cierta enel sentido de ser a priori, entonces su uso del término"cierta" no les aporta nada. Siguen diciendo simplemen­te que una proposición a priori es una proposición apriori. Y, si al decir que tales proposiciones puedenconocerse con certeza quieren decir que algunas vecesse conocen con certeza, entonces su conclusión no se siguede su premisa, pues en cualquier caso en que se pretendatener semejante conocimiento, hay lugar para la dudaempírica: tal vez éste no sea el procedimiento correctoo no se haya aplicado correctamente en esta instancia.De tal manera, si bien hay un sentido en el cual las pro­posiciones a priori son inatacables -y explicar cuál essería explicar lo que se quiso decir al lIamarIas a priori-,también hay un sentido en el cual no lo son. No soninatacables, en tanto que siempre se puede preguntar,acerca de cualquier "percepción clara y distinta", en elsentido cartesiano del término, si realmente es clara ydistinta. Por supuesto, es fácil que tal pregunta se vuelvafútil. Si dudo de que haya hecho una suma correcta­mente .qué puedo hacer sino consultar las reglas tal y, e .como se exponen en los libros de texto, confrontar mIresultado con los de otra gente, repetir de nuevo lasuma? Y aun asÍ, es posible que haya leído mal los librosde texto, que otras personas me estén engañando, que sirevisara la suma una vez más obtuviera una respuestadiferente. Es claro que este proceso puede continuar in­definidamente, y precisamente por esto no tiene ningúnobjeto. Si nada va a satisfacerme, entonces nada va a

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satisfacerme. Y si nada cuenta como algo que logre sa­tisfacerme, entonces es necesariamente verdadero queno puedo llegar a estar satisfecho. Y si esto es necesa­riamente verdadero, entonces no es nada como parapreocuparse. De hecho, la preocupación puede continuar,pero en ese momento el estado de duda se vuelve neu­rótico. Nunca se resuelve, porque esto es algo que nole está permitido.

Sin embargo, la mayor parte de los filósofos no seinquietan de esta manera por las proposiciones a priori.Se contentan con decir que estas proposiciones son cier­tas, y no consideran como una objeción a esta manerade hablar el que a menudo la gente razone incorrecta­mente o se equivoque en sus cálculos. Por otro lado, muya menudo se inquietan por las proposiciones empíricas,precisamente porque no son a priori. Pues, siguiendo lamisma línea de antes, arguyen que, ya que estas pro­posiciones no son necesarias, entonces no son ciertas, yya que no son ciertas, no pueden conocerse con certezacomo verdaderas. Pero razonando de este modo se en­

cuentran expuestos a las provocaciones de la escuela deG. E. Moore. "Por supuesto, las proposiciones empíricasno son ciertas en la forma en que lo son las proposicionesa priori. Por supuesto, pueden negarse sin contradicción.Si no fuera así, no serían proposiciones empíricas. Perode esto no se sigue que no pueda decirse con propiedadque son ciertas en ningún sentido en absoluto. No sesigue que no puedan conocerse con certeza como verdade­ras". "¿ Quiere usted decirme -dice el profesor Moore­que usted no sabe que está despierto y que está leyendoesto? ¿ Quiere usted decirme que no sé que tengo unapluma en mi mano? Qué impropio sería, qué mal em­pleo del idioma, decir que el tener frente a mí una hojade papel no es algo cierto, sino sólo altamente probable.

Qué absurdo sería decir: 'Tal vez esto no sea una plu­ma; yo creo que 10 es, pero no lo sé'."

Ahora bien, el profesor Moore y sus amigos tienenrazón. Es buen idioma usar las palabras "conocer" (o"saber") y "cierto" en la forma en que ellos nos animana hacerlo. Si alguien quiere saber qué día de la semanaes y, cuando le digo que es lunes, me pregunta si esto escierto, entonces una respuesta como "Sí, absolutamen­te cierto; lo acabo de ver en el periódico y, además, re­cuerdo que ayer fue domingo" es una respuesta correcta.Contestar: "Bueno, me parece recordar que ayer fuedomingo, y creo que éste es el periódico de hoy, y meparece ver que dice 'lunes'; pero puedo equivocarmeacerca del periódico y, de cualquier manera, tanto lamemoria como la percepción son falibles. Por 10 tanto,no puedo tener la certeza de que sea lunes, pero piensoque muy probablemente lo sea"; dar, decíamos, una res­puesta de este tipo sería tedioso, y no sólo tedioso, sinoengañoso. Sería engañoso porque, de ordinario, decimosque algo no es cierto, sino cuando mucho altamente pro­bable, sólo en casos en donde tenemos alguna razón es­pecial para dudar, alguna razón que se aplica particu­larmente al caso en cuestión. Así, en el ejemplo queacabo de dar, podría estar justificado al decir que nosabía que era lunes, si mi memoria fallara frecuente­mente en asuntos de este tipo, o si hubiera mirado el pe­riódico descuidadamente, o si no fuera posible confiarque el periódico llevara 'impresa la fecha correcta. Perosi mi razón para decir que no es cierto, es simplementela razón general de que todas las creencias empíricasson falibles, entonces no está en consonancia con el usoordinario decir que es solamente probable. Es correctodecir que es cierto. Es correcto decir que yo sé.

De todos modos, esto no nos lleva muy lejos. Está muy

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está haciendo inaplicable a un conjunto de proposicio­nes a las cuales se aplica en el uso ordinario. Y esto, po­demos asumir, no es mera excentricidad de su parte.Tiene alguna raz6n para proceder así. Consideremoscuál podría ser.

Puedo pensar en dos razones para tomar tal camino;ambas son buenas razones en el sentido de que llamannuestra atenci6n sobre asuntos válidos de la 16gica. Enprimer lugar, puede sospecharse que alguien que pre­tenda saber, sin dar ninguna prueba, que esto o aquelloes el caso, está confiando en un acto de intuici6n; y

entonces el rechazo de la pretensi6n de saber procedede la negaci6n de que cualquier acto de intuici6n puedaconstituir conocimiento. El asunto 16gico es que, delhecho de que alguien esté convencido de que una pro­posici6n es verdadera, nunca se sigue que sea verdadera.Que A crea que p, puede ser una buena razón paraaceptar p, si A es una persona de fiar; pero no es de nin­guna manera una razón concluyente. Nunca es contra­dictorio decir a la vez que A cree que p y que p es falsa.Es sin duda contradictorio decir que A sabe que p yque p es falsa, pero la explicaci6n de esto radica s610 enque parte de lo que se quiere decir con que A sabe que p,como opuesto a que simplemente lo cree, es que p esverdadero. Si resulta que p no es verdadero, se sigue en­tonces que no era conocido, aunque no se sigue que nofuese creído. Ahora bien, una forma de resaltar esta dis­tinci6n es decir que el cohocimiento, o el saber, garantizala verdad o realidad de su objeto, en tanto que la creen­cia no; y puede permitirse esta manera de hablar entanto que no sea más que una forma pintoresca de ex­presar el hecho lingüístico de que es contradictorio ha­blar de que se sabe algo que no es el caso, pero no es con­tradictorio hablar de que se cree lo que no es el caso. Sin

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bien que Moore pruebe la existencia. de objetos externoslevantando las manos y diciendo que él sabe que existen; 1

pero es difícil que esto satisfaga al fil6sofo que ve aquíun problema. Ese fil6sofo querrá decir que Moore no saberealmente que estos objetos físicos existen, que no pue­de saberlo. Por lo menos, querrá plantear la pregun­ta: "¿C6mo lo sabe?" Ahora bien, puede argumentarseque ésta no es una pregunta sensata. Pero uno no va ahacer que la gente cese de plantearla por el mero hechode darles una lecci6n de lenguaje, como tampoco va aconciliar a la gente con la inducci6n simplemente ar­guyendo que un maestro de escuela puede correctamentedecir que sabe que la ley de Arquímedes es verdadera,que estaría confundiendo a sus alumnos si dijera queno sabe si es verdadera, sino que s610 la considera pro­bable. Aunque esto sea así, no viene a cuento.

Pero, en tal caso, ¿cuál es el problema? ¿Por qué lagente no queda satisfecha con el tipo de respuesta deMoore? Presumiblemente, la razón es que sienten queno contesta a la pregunta que ellos tratan de plantear.Después de todo, hay que suponer que el fil6sofo que dice

que Moore no sabe realmente, que realmente ~~ ~uedesaber lo que dice que sabe, se halla tan famIlIanzado(.Onel idioma como Moore. No está cometiendo un dis­

parate filológico, ni está poniendo en duda la honestidadde Moore. Si dice que Moore no sabe con certeza laverdad de una proposici6n tal como "Ésta es una manohumana", es porque piensa que nadie puede saber concerteza que tal proposici6n sea verdadera, que no es eltipo de proposición que pueda conocerse de esa manera.Pero esto significa que ha decidido usar la palabra "co­nocer" (o "saber") en una forma no convencional. La

1 Proof 01 an Externa! World (British Acaderny Annual PhilosophicalLecture, 1939).

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embargo, demasiado a menudo se considera que talesformulaciones implican que la propiedad de garantizarla verdad o realidad de su objeto pertenece al conoci­miento en tanto que un tipo especial de actividad mental;de lo cual se concluye que la verdad, o realidad, del su­puesto "objeto de conocimiento" puede inferirse simple­mente a partir de la ocurrencia del acto de conocimiento,considerado en sí mismo. Éste es un grave error, ya queel conocimiento, en el único sentido en que aquí se con­sidera, es siempre el conocimiento de que una u otracosa es de tal manera. Para que sea conocimiento, esnecesario que los símbolos que expresan lo que se co­noce enuncien algo verdadero; y que esto sea o no así,depende de la existencia o no existencia de la situacióna la cual los símbolos se refieren. No se va a decidir

examinando simplemente el "estado de aprehensión" dequien conoce. Mi propia posición es que es extrema­damente engañoso hablar de "actos de conocimiento" enabsoluto. Pero, aun concediendo que algo se describamediante esta expresión, de la ocurrencia de un actosemejante, considerado en sí mismo, nunca puede seguir­se que nada se conozca.

De esta manera, si el fundamento de Moore paradecir: "Yo sé que ésta es una mano humana" fuerasimplemente que hubiese aprehendido que esto era así, nosería concluyente; y puede ser que algunas personas hayantratado de rechazar su pretensión porque pensaron quesostenía que era concluyente. Sin embargo, de hecho, larazón de que uno haga una afirmación tal como "Éstaes una mano humana" nunca es simplemente que unoesté convencido de ello; más bien, es que uno tiene cier­tas experiencias visuales o táctiles. Y esto TÍoslleva a lasegunda de mis razones por las que la gente puede sen­tirse insatisfecha con la técnica de "Yo sé lo que sé".

Es que en el caso de proposiciones tales como "Ésta esuna silla", "Ésta es una mano humana", "Hay más deun cuadro en el cuarto" --de los cuales yo diría quelas sé ahora- no sería absurdo que alguien me pregun­tara: "¿ C6mo lo sabe?" Las respuestas que obtendríaserían: "Porque puedo verla", "Porque puedo tocarla","Porque los he contado", "Porque recuerdo haberlo vis­to", y así sucesivamente. En suma, una proposición tal

"Y" '11" d dcomo o se que esta es una SI a no pue e ser ver a-dera, a menos que algunas proposiciones de la forma"Y t . d ""Y d '" "Yo es oy Vlen o..., o estoy tocan o..., orecuerdo ... ", sean verdaderas. Por otro lado, una pro­posición de este último tipo puede ser verdadera encasos en que la proposición correspondiente en el nivel de"Yo-sé-que-ésta-es-una-silla" sea falsa. Ahora, démos elnombre de "enunciado de datos sensoriales" a una des­

cripción de lo que se ve, se toca, o de alguna otra ma­nera se percibe, tomando las palabras como "ver" y"tocar" en un sentido que no conlleve la implicaciónde que lo que se percibe es un objeto físico. Entonces,ningún enunciado tal como "Ésta es una silla" puede serverdadero a menos que algún enunciado de datos sen­soriales sea verdadero; pero, de nuevo, lo inverso no esel caso. Y esto explica, a mi entender, por qué algunosfilósofos han querido negar que cualquier proposiciónque afirma la presencia de un objeto físico pueda co­nocerse con certeza como verdadera. Lo que tratan deseñalar es que una proposición semejante no se siguede ningún enunciado de datos sensoriales; aunque sebase en el hecho de que alguien tiene alguna experienciasensorial, la descripción de la experiencia en cuestión nola implica lógicamente.

Esto también nos da la clave de lo que quieren decirquienes afirman que las proposiciones acerca de objetos

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físicos nunca pueden ser ciertas. No niegan que haya unsentido legítimo y familiar del término "cierto" en elcual pueda aplicarse a tales proposiciones, ni que seaun uso legítimo decir que uno sabe que son verdaderas.Lo que sostienen es simplemente que no se siguen deningún conjunto finito de enunéiados de datos sensoria­les. La sugerencia es la de que, por más fuertes que seanlas pruebas empíricas en su favor, no son nunca del todosuficientes; siempre son consistentes con su falsedad.Ahora bien, esto sin duda es discutible.2 Podría argu­mentarse que de hecho deberíamos tomar una cantidadfinita de datos sensoriales como prueba suficiente; yque, si las subsecuentes experiencias sensoriales resulta­ran desfavorables, deberíamos explicarlas en otra formaque no fuera la de decir que lo que tomamos por unobjeto físico nunca lo fue en realidad; podríamos pre­ferir desconfiar de nuestra experiencia aCtual, o salvarlas apariencias introduciendo alguna nueva hipótesis fí­sica. La dificultad está en que no hay una regla esta­blecida para resolver tales casos. Tiene que sentarse unprocedimiento y esto es, pienso yo, lo que han hechoquienes niegan que cualquier proposición acerca de unobjeto físico pueda ser cierta. Expresan la resolución detratar tales proposiciones como hipótesis, susceptiblesde revisión a la luz de la experiencia posterior.

Ahora bien, podemos estar o no de acuerdo con estapropuesta. Pero, aunque la rechacemos en favor de quese permita establecer concluyentemente la existencia deun objeto físico mediante un número finito. de experien-

2 ef. c. Lewy, "On the Relations oC Some Empirical. Propositions toTheir Evidence", Mind, vol. VIII (1944), 289, y "Entailmcnt and Em­pirical Propositions", Mind. vol. LV (1946), 74; también A. H. Basson."The Existence oC Material Objecu", Mind, vol. LV (1946), 308, y mipropio trabajo "Phcnomenalism" en mi libro Philosophical Essays, p. 135­137.

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l,

cias sensoriales, aún tendremos que reconocer que ningu­na descripción de una de esas experiencias implica lasdescripciones de las otras. Así que, si la prueba que unaproposición tiene que satisfacer para ser cierta es quedebe seguirse de la descripción de una experiencia par­ticular, de todas formas llegaremos a la conclusión deque todas las proposiciones acerca de objetos físicos soninciertas. Pero todo se reduce, entonces, a que una pro­posición acerca de un objeto físico es algo más que unadescripción de alguna experiencia particular. Decir quepor lo tanto es incierta implica aceptar que, de todoslos enunciados empíricos, sólo aquellos que se refierenexclusivamente a alguna experiencia inmediata, presen­te, han de ser considerados ciertos. Ahora bien esto, ,nuevamente, no es una explicación del uso ordinario. Esuna recomendación de filósofo. El problema que noscompete es el de por qué alguien querría hacerla.

La respuesta es que "certeza" se reserva para enun­ciados de este tipo porque se piensa que sólo éstos nopueden impugnarse. Si yo hago un enunciado de laforma "Y 'b " "Y , " "Yo perCI o... o o se... o o recuer-do ... ", la verdad de mi enunciado puede ponerse encuestión. Puede resultar que yo sufriera una alucinación,o que lo que pretendiera saber fuese falso, o que mimemoria me traicionara. Pero supongamos que soy máscuidadoso; supongamos que simplemente digo: "Me pa-ec ""S· t " "Pr e ... , len o que ... , arece que recuerdo ... "

¿ Cómo pueden impugnarse estos enunciados? ¿ En quéforma es posible refutados? Por supuesto, alguienque diga: "Siento un dolor de cabeza" o "Hay unamancha roja en el centro de mi campo visual" puedeestar mintiendo. Pero, se argumenta, seguramente debesaber si está mintiendo o no. Acaso engañe a otros acercade lo que ve o siente. Pero, si su enunciado se refiere

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solamente al contenido de su experiencia actual, ¿cómopuede estar equivocado? ¿Cómo puede siquiera dudaracerca de si es verdadero?

Examinemos esto. ¿Es imposible que alguien se pre­gunte si siente dolor? Ciertamente sería un tipo de dudamuy extraño. Supongamos que' alguien me dijera: "Pien­sas que te duele, pero en realidad no te duele." ¿Quédebería entender que está diciéndome? Tal vez que notengo un mal físico, que todo era mi imaginación o,en otras palabras, que la causa de mi dolor era psico­lógica; y esto bien puede ser cierto. Pero de aquí no seseguiría que no me doliese. Sugerirme que no me duelepodría ser una forma de tratar de suprimir mi dolor;pero eso es otra cosa. Esto no altera el hecho de quecuando siento un dolor, siento un dolor. Ésta es, sin duda,una verdad analítica.

Pero esto, puede objetarse, no es el asunto que se dis­cute. La pregunta es: "¿Qué estoy sintiendo?" ¿No po­dría acaso pensar que se trataba de un dolor cuando enrealidad era otra cosa? ¿No podría acaso pensar quetalo cual mancha de color era magenta cuando en rea­lidad era escarlata? ¿No podría acaso pensar que talocul nota era l\1i sostenido cuando realmente era el tono

natural de Mi? Seguramente uno puede describir mal lapropia experiencia. Y si puede describirla mal, {:puedealguna vez estar seguro de que la describe correcta­mente? Sin duda, yo veo lo que veo, siento lo que siento,experimento lo que experimento. Eso es una tautología.Pero, podría argumentarse, de eso no se sigue que sé lo queveo ni que sé lo que siento. Porque mi saber lo que veosupone que algún conjunto de símbolos, que uso paradescribir lo que veo, lo describen correctamente; y estopodría no ser asÍ.

Pero ¿qué significa en este caso "describir mal"?

¿Cuál es la prueba mediante la cual se determina quela mancha de color a la cual he llamado "magenta" esrealmente escarlata? ¿Se trata de una prueba física? Enese caso, muy bien puedo estar cometiendo un error, yun error fáctico. ¿Es la prueba lo que otra gente diría?También aquí puedo cometer fácilmente un error fác­tico. Pero supongamos que sólo intento nombrar lo queveo. ¿Puedo entonces estar equivocado? Llanamente larespuesta es que no, si sólo estoy nombrando. Pero sieso es todo lo que hago, entonces 110 estoy diciendo ab­solutamente nada. No puedo ni acertar ni equivocarme.Pero apenas voy más allá del nombrar y trato de des­cribir algo, entonces, puede argumentarse, corro el riesgode equivocarme incluso acerca del carácter de mi propiaexperiencia inmediata. Pues describir algo es relacionarlocon algo más, no necesariamente con algo en el futuro,o con algo que otra gente experimente, pero al menoscon algo que uno mismo haya experinentado ya en elpasado. Y, de hecho, puede que no se dé la relaciónatribuida.

Ahora bien, ésta es una idea muy común, pero estoypersuadido de que está equivocada. Indudablemente, sipor principio de cuentas he aprendido a usar correcta­mente un predicado sensorial, será de hecho verdaderoque cualquier objeto al que lo aplique adecuadamente,en cualquier ocasión distinta de la primera, se pareceráa algún objeto al cual lo haya aplicado adecuadamenteen el pasado. Pero no se sigue que, al usar el predicado,haga yo ninguna referencia al pasado. Muchos filóso­fos han pensado que sí se sigue, porque han asumidoque una palabra ostensiva se define en términos de lasemejanza de los objetos denotados por ella con algúnobjeto estándar. De esta manera, concediendo que apren­dí el uso de la palabra "verde" porque se me mostraron

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ciertos objetos que se parecían entre sí con respecto aser verdes, 10 cual es indudablemente verdadero, se su­giere que 10 que ahora afirmo cuando digo, por ejemplo,que el papel secante frente a mí es verde, es que se parecea dichos objetos en la forma en que éstos se parecíanentre sÍ. Pero tal sugerencia' es falsa; y para damoscuenta de que es falsa, sólo tenemos que reflexionar quedel enunciado de que este papel secante es verde no puedededucirse que exista en absoluto nada más. Sin duda, loque me justifica en llamado verde, por .oposición, diga­mos, a azul, es el hecho de que se asemeja a un conjuntode objetos más que a otro; pero esto no significa queal llamado verde esté diciendo que se asemeje a ningúnotro objeto. Aquí hay dos proposiciones que debemostener cuidado de no confundir. Una es que, si tanto acomo b son verdes, se asemejan entre sí con respecto alcolor más de lo que cada uno de ellos se asemeja en color

a cualquier cosa que no perteQezca a la clase de las cosasverdes; y la otra es que, si a es verde, hay por lo menosuna cosa b a la cual a se asemeja en color más de 10 quese asemeja en color a cualquier cosa que no pertenezcaa la clase de las cosas verdes. La primera de estas dosproposiciones es analítica: ejemplifica la gramática de'la clasificación de colores; pero la segunda es empírica.Que haya esa tal otra cosa b es, en el mejor de loscasos, una cuestión de hecho que ha de establecerse demanera independiente. No se sigue del hecho de que asea verde.

Esto muestra incidentalmente, cuán poco se logra al, ,

optar por hablar preferentemente de clases y no de pre-.. "dicados. Porque supongamos que sustItUImos a es ver-de" por "a pertenece a la clase de los objetos verdes".Entonces, ¿ cómo va a interpretarse la expresión "per­tenece a la clase de los objetos verdes"? Si sólo es una

forma de decir "es una cosa verde", la sustitución notiene caso. Si se considera equivalente a "es una de lascosas que son verdes", es una mala traducción, puestoque del hecho de que a sea verde no se sigue que hayaninguna otra cosa verde. Si se considera equivalente a"se semeja a otras cosas en ser verde", es de nuevo unamala traducción por la misma razón que antes. Quedala posibilidad de que la clase se defina por enumeración.Pero entonces tenemos la extraña consecuencia de quetodas las atribuciones de membreCÍa de clase se vuelven

analíticas, o bien, contradictorias: analíticas, en nues­tro ejemplo, si a, de hecho, es verde, puesto que "a esverde" significaría que "a es a o b o c o d ... ", en dondelas alternativas comprenden la lista de las cosas verdes;y contradictorias si no lo es, puesto que "a es verde"significaría entonces que "a es b o c o d ... ", en dondese entiende que b, c, d, ... son distintos de a. Otra con­secuencia extraña sería que "a es verde" no contradiríaformalmente "a no es verde", ya que si, de hecho, ano es verde, entonces, "a no es verde" significaría "a noes b ni c ni d ... ", y si, de hecho a es verde, entonces"a es verde" significaría "a es a o b o c o d ... "; y estasdos proposiciones, lejos de ser incompatibles, son ambasnecesariamente verdaderas. La explicación de esto esque, cuando se interpreta de tal manera el significadode la palabra "verde", éste varía de acuerdo a su deno­tación. Así, el resultado de convertir los predicados enclases y tratar estas clases extensionalmente, es que unono puede decir lo que significa una oración hasta nosaber si es verdadera. Ahora bien, yo estoy de acuer­do en que saber lo que una oración significa, es saberlo que la haría verdadera. Pero generalmente se sosten­dría, y pienso que con razón, que uno no podría decirsi una oración es de hecho verdadera, a menos que uno

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ya supiera lo que significa; de otra manera, ¿ qué es loque uno verificaría?

De cualquier forma que esto sea, queda el hecho deque la atribución a un miembro de una clase del pre­dicado por el cual la clase se define, no implica que laclase tenga otros miembros. y de esto se sigue que, siuso un predicado sensorial para describir lo que estoyexperimentando ahora, no necesariamente afirmo nadaacerca de alguna otra situación que no sea la que estáfrente a mÍ. Por consiguiente, ninguna apelación a esasotras situaciones puede mostrar que estoy equivocado. Noson pertinentes, ya que mi enunciado no hace ningunareferencia a ellas. Pero, entonces, ¿ estoy diciendo si­quiera algo acerca de esta situación? Parece que hemoscaído en un dilema: o bien sólo nombro la situación, encuyo caso no estoy haciendo ningún enun~iado acerca deella, y no surge ninguna cuestión acerca de la verdad,o la falsedad, del conocimiento o la ignorancia, de lacerteza o la incertidumbre; o bien, la describo. Y ¿ cómopuedo describirIa a menos que la relacione con algomás?

La respuesta es, sugiero, que en verdad describo lasituación, pero no relacionándola con algo más, sino in­dicando que cierta palabra se le aplica en virtud de unaregla de significado del lenguaje. Puedo tener dudas conrespecto a su descripción en el sentido de que pucdovacilar acerca de qué palabra he de aplicarIe, y pue­do equivocarme acerca de ella en el sentido de quc puedodescribirIa incorrectamente, ya que el estándar de co­rrección lo proporcionan mis propios hábitos verbales, olos de otros que usan el mismo lenguaje. PermÍtasemeexplicar esto con mayor amplitud.

Generalmente se concedería, ahora, que un lenguajedescriptivo, como opuesto a un lenguaje meranwnte for-

mal, no queda suficientemente caracterizado mediantesus reglas de formación y transformación. Las reglas deformación prescriben qué combinaciones de signos vana constituir oraciones correctas del lenguaje; y las reglasde transformación prescriben qué oraciones son válida­mente derivables unas de otras. Pero, para usar y com­prender un lenguaje de manera descriptiva, también ne­cesitamos reglas que correlacionen ciertos signos en ellenguaje con situaciotles de hecho; y éstas son las quellamo reglas de significado. AsÍ, una regla de significadodel castellano es que quienquiera que observe algoverde lo describirá correctamente si dice que es verde;o que quienquiera que sienta dolor, describirá correc­tamente lo que siente si dice que siente dolor. Estos ejem­plos suenan triviales, porque la enunciación de estasreglas no es informativa, excepto cuando se trata detraducir de un lenguaje a otro. Las reglas se aprendenostensivamente; su enunciación verbal es normalmentesuperflua. Por esa razón, puede incluso resultar enga­ñoso llamarIas "reglas" en absoluto. Pero, llámense comose llamen, uno no comprende el lenguaje a menos quesepa emplearIas. AsÍ, entiendo el uso de una palabra sisé en qué situaciones aplicarIa. Para esto es esencial queyo sea capaz de reconocer las situaciones cuando se mepresentan; pero para efectuar este reconocimiento nonecesito comparar conscientemente estas situaciones conrecuerdos de sus predecesoras. Tampoco necesito, comoalgunos filósofos han supuesto equivocadamente, teneruna imagen previa con la cual resulte que la situaciónconcuerde. Pues si puedo reconocer la imagen, entoncespuedo reconocer la situación sin la imagen; y si no puedoreconocer la imagen, entonces no me ayuda a identificarla situación. En cualquier caso, su presencia es super­flua. Que yo reconozca o no la situación va a decidirse

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por mi comportamiento, y uno de los criterios es queme halle dispuesto a usar las palabras apropiadas.

De tal manera, el sentido en el cual los enunciadoscomo "Esto es verde", "Me duele la cabeza", "Pareceque recuerdo ... " pueden llamarse indubitables es que,cuando se entienden como referidos solamente a algunaexperiencia inmediata, su verdad o falsedad se determinaconcluyentemente por una regla de significado del len­guaje en el que se expresan. Negarlas en las situacionesa las cuales se refieren es aplicar mal el lenguaje. Yéste es también el sentido en el que uno puede saber concerteza que son verdaderas. Pero debe señalarse que éstees más bien un caso de saber cómo que de saber que. Sitengo una experiencia, digamos una experiencia de dolor,de esto no se sigue que yo sepa qué experiencia estoyteniendo. Es perfectamente posible que yo tenga la ex­periencia sin saber absolutamente nada. El que yo sepaqué experiencia es, consiste en que sea capaz de identi­ficarla como un caso que cae bajo una regla particularde significado. No se trata, por tanto, de que yo sepa oignore algún hecho empírico, sino de que sepa o no sepacómo usar mi lenguaje. Tengo conocimiento cierto, enel sentido de que la verdad de lo que digo no puede sercuestionada, suponiendo que uso correctamente mis pa­labras; sin embargo, ésta es una suposición susceptiblede ponerse en duda. Y aquí la duda no es como la dudaempírica ordinaria, que versa sobre la precisión de al­guna extra poIación, sino como la duda lógica que consi­deramos al principio. Ha de resolverse apelando a lasreglas. Pero esto, de nuevo, da cabida a la.duda empíricaacerca de si realmente hemos llevado a cabo el proce­dimiento correcto. Se me dice que "magenta" es el nom­bre correcto de este color, y encuentro la confirmaciónen el catálogo de colores. Pero tal vez mi informante me

esté engañando, o tal vez lo oí mal, o tal vez este catá­logo no sea digno de confianza, o tal vez mis ojos meestén mintiendo. Hay maneras de poner a prueba estassuposiciones, pero los resultados de tales pruebas pueden,a su vez, cuestionarse. De manera que aquí la duda pue­de volverse de nuevo neurótica e interminable. En este

sentido, por tanto, nada necesita ser cierto. Sólo que, sino se admite que nada sea" cierto, la palabra "cierto"deja de tener cualquier uso.

La elección de los predicados sensoriales como bási­cos se objeta a veces diciendo que la experiencia sen­sible es privada. Se argumenta que el hecho de que yotenga las sensaciones que tengo no posee gran importan­cia, ya que no puedo comunicarlas a nadie más. Perola respuesta a esto es que puedo comunicarlas y las co­munico, pues el hecho de que yo salga con tal o cualenunciado, en tal o cual ocasión, cuenta para otra per­sona como una comprobación en favor de la proposiciónde que experimento tal o cual sensación, y de cualquierotra proposición con respecto a la cual esta proposiciónpueda tenerse en cuenta como prueba. La suposición dela otra persona es que estoy usando el lenguaje correc­tamente; y esto lo puede comprobar por sus propias ob­servaciones de mi comportamiento y de mi medio am­biente. Las reglas de significado son impersonales en elsentido de que no hacen más que prescribir qué palabrashan de usarse en qué situaciones. Que alguna otra per­sona esté en tal o cual situación, es una hipótesis em­pírica que compruebo haciendo observaciones cuya des­cripción adecuada dependerá, a su vez, de otra regla designificado. Llevar a cabo una observación es, por supues­to, una experiencia privada. Pero esto no quiere decirque nadie más pueda entender la descripción que hagode ella.

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Sin embargo, si una proposición básica se define comoaquella cuya verdad o falsedad, en una situación dada,queda establecida concluyentemente por una regla designificado del lenguaje, hay que notar que, si bien noes necesario que un lenguaje descriptivo contenga reglasde significado, no es necesario que contenga ningunaoración que exprese proposiciones básicas. Pudiera serque las reglas fueran de tal manera que toda descripcióncorrecta de una situación empírica supusiera alguna re­ferencia que fuera más allá de ella; en ese caso, si bien eluso de la oración dictado por la regla pertinente de signi­ficado estaría justificado en la situación dada, su verdadno quedaría establecida en forma concluyente. Suponga­mos, por ejemplo, que nuestro lenguaje no contuvieraningún predicado puramente sensorial, de tal manera quela oración de nivel más elemental que uno pudiera expre­sar, en dicho lenguaje, fuera una oración que atribuyesealguna propiedad a un objeto físico. Tal lenguaje podríaperfectamente comprenderse bien y aplicarse en formaconsistente. Palabras como "mesa" serían introducidas ,como en verdad se introducen normalmente, por reglas designificado; y comprender estas palabras sería, de nuevo,una cuestión de saber en qué situaciones aplicarlas. Ladiferencia estaría en que, del hecho de que fuera co­rrecto usar una determinada oración en una situación

dada, no se seguiría que lo expresado por la oraciónfuese verdadero. Que el uso de la oración fuera pres­crito en estas circunstancias por una regla de significado,establecería que lo enunciado por la oración fuese proba­ble, pero no que fuese cierto.

De esta manera, si mi razonamiento es correcto, es almenos engañoso decir que a menos que algo sea ciertonada puede ser ni siquiera probable. Lo verdadero esque nunca puede descubrirse que ninguna proposición

sea ni siquiera probable, a menos que alguien tenga al­guna experiencia. Pero decir que alguien tiene algunaexperiencia no es, en ningún sentido ordinario, decir quealguna cosa sea cierta. Que algo sea cierto o no, en elsentido aquí discutido, dependerá de las reglas de signi­ficado del lenguaje; de si son tales que garantizan laverdad o falsedad de un enunciado dado en la situa­

ción apropiada, o si simplemente justifican su uso. Enningún caso, como lo hemos visto, se excluye la duda;pero en el momento en que tal duda se perpetúa, dejade tener cualquier importancia teórica.