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A la Luz de mi vida, · sus milenarias tradiciones, usos y costumbres. Para el caso de la civilización del Anáhuac, el símbolo supremo fue “el Quetzalcóatl”, que no era un

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A la Luz de mi vida, que alumbra con amor

el otoño de este caminante.

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Índice

La Toltecáyotl……………………………………………………………………….7

La sabiduría de los toltecas……………..……………………………………..9

La civilización del Anáhuac…………………………………………………….13

El pensamiento filosófico…………………………………………………….…16

Los toltecas y la Toltecáyotl…por qué exaltarlos…………………….…17

La dimensión histórica de los toltecas…………………………………….23

Los toltecas………………………………………………………………………….29

La palabra de los viejos abuelos toltecas…………………………………34

Hunab Ku o Tloque Nahuaque………………………………………………36

Teotihuacán………………………………………………………………….........42

Quincunce: La dialéctica tolteca…………………………………………....44

La ley del centro o el quincunce…………………………………………….46

El Quetzacóatl cósmico…………………………………………………………49

Los guerreros de la Muerte Florecida…………………………………….52

Cómo subir a Monte Albán……………………………………………………50

Hierofonías del Anáhuac……………………………………………………...55

Repensar nuestro pasado……………………………………………………..64

El concepto colonizador de “Mesoamérica”…………………………….66

Lo que nos dejaron dicho los Viejos Abuelos…………………………..69

El Calmecac tolteca……………………………………………………………...70

El Periodo Clásico o del esplendor Tolteca……………………………..72

La cultura del maíz……………………………………………………………….76

Mitla: el recinto de los muertos……………….…………………………….78

El espíritu de Monte Albán……………………………………………………90

La negación del Anáhuac……………………………………………………..101

En busca de la memoria histórica del Anáhuac………………………104

¿Cómo podemos aspirar a ser “toltecas”?....................................109

El regreso de Quetzalcóatl al Anáhuac…………………………………..112

Primer Manifiesto de la Toltecáyotl para el Cen Anáhuac……….117

¿Acaso podría ser?........................................................................127

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P R E S E N T A C I O N.

Este es un pequeño gran libro. Su contenido es sugerente, apasionado y

trascendente. Su autor, Guillermo Marín Ruiz, propone una visión

renovada de nuestro pasado indígena, para entender mejor la ancestral

herencia que corre por nuestras venas. Es el México Profundo, en

similitud con el concepto acuñado por el maestro Guillermo Bonfíl, que

no alcanza a ser entendido y asumido por los mexicanos de ahora,

aunque convivimos con el todos los días. Pero es el pasado que nos

marca y define.

El autor es un destacado profesionista y promotor cultural, no tiene

grado en Historia o Antropología pero es mejor que así sea, porque no

está atado al academicismo de esas profesiones ancladas en teorías y

conceptos que no nos ayudan a revisar nuestro legado indígena

anterior a los aztecas. La colonización española y las subsecuentes no

solo fueron una dominación militar, económica y social. Fueron ante

todo culturales y cosmogónicas. Descolonizarnos es la dura tarea por

delante para auto reconocernos.

En este libro, sus lectores encontraran la respuesta a muchas dudas y

preguntas sobre la idiosincrasia de los mexicanos, pero sobre todo a

entender que el rescate de lo pasado es la mejor arma para caminar al

futuro con certeza e impecabilidad. El compendio que aquí se presenta

resume las tesis y aportaciones de Guillermo Marín, incansable

guerrero en la tierra de lo que él llama “la reserva espiritual de

México”.

Oswaldo García Criollo

Oaxaca, Oax. 2015.

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Prólogo.

Quiero por este medio expresar mi admiración, agradecimiento y

respeto por el trabajo que a través de años de investigación

viene haciendo el compañero oaxaqueño Guillermo Marín.

Pasando por encima de las barreras puestas por las instituciones

coloniales existentes y con gran sacrificio personal, Guillermo

viene reconstruyendo los saberes que el genocidio/epistemicidio

contra los pueblos del Anáhuac y el Tawantinsuyo por más de

500 años de colonialismo han intentado destruir.

Su reconstrucción de los saberes toltecas nos invitan a pensar

más allá de las categorías patriarcales y coloniales que

caracterizan el pensamiento occidental centrado en la “razón” y

en el olvido del otro campo de percepción del conocimiento que

es energético e intuitivo/femenino.

Este pensamiento colonial destructivo de la vida centrado en

hombres occidentales rompió el sentido holístico e integral que

ha caracterizado los saberes humanos desde la antigüedad

pasando por todas las civilizaciones existentes antes de 1492.

Con la expansión colonial que produjo la civilización occidental

destruyeron todas las otras civilizaciones anteriores erigiéndose

así en la única civilización existente a nivel planetario hoy.

Así pasamos de los pensamientos de la dualidades integradas en

un todo más amplio, al dualismo que separa y destruye el

todo. Ese dualismo está en el centro de la destrucción ecológica

de la vida (humana y no-humana) hoy. Toda la tecnología

producida por la civilización occidental está construida a partir de

la cosmovisión dualista cartesiana que separa de forma artificial

la "naturaleza" de lo "humano".

De ahí se construye un mundo donde todas las formas de vida y

existencia no-humanas son vistas como inferiores, exteriores a lo

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humano y subordinadas a la razón instrumental de ser simples

medios hacia otros fines. Toda tecnología construida a partir de

esa racionalidad dualista occidentalo-céntrica, lleva en sí misma

la destrucción de la vida porque no ha pensado la reproducción

de la vida.

La gran catástrofe planetaria que vivimos hoy está constituida

por este pensamiento dualista destructor de la vida. De ahí la

urgencia del trabajo de Guillermo Marín de reconstruir los

saberes perdidos por la colonización que tanta falta nos hacen

hoy día para pensar en otra civilización posible, es decir, para

producir las categorías que nos permitan la construcción de una

nueva civilización planetaria respetuosa de todas las formas de

vida con el objetivo de construir “un mundo donde otros mundos

sean posibles”.

En este espíritu es que le doy la bienvenida a su nuevo libro La

Toltecáyotl. Muchas gracias, al maestro y hermano Guillermo

Marín.

Dr. Ramón Grosfoguel Universidad de Berkeley, Cal.

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LA TOLTECÁYOTL.

Cada una de las seis civilizaciones originarias de la humanidad tuvo

una estructura de pensamiento, que no solo interpreta el mundo y la

vida, sino plantea fundamentalmente la trascendencia de la existencia,

tanto en el plano individual como en el de la comunidad.

Estos diferentes y supremos “propósitos comunitarios”, poseían un

arquetipo. Así fue como Akenatón, Buda, Krisna, Zoroastro o

Quetzalcóatl, entre otros, construirán complejas estructuras de

pensamiento a las que en general podríamos llamar “filosofía o amor a

la sabiduría”, pero que están planteadas en sus religiones ancestrales,

sus milenarias tradiciones, usos y costumbres.

Para el caso de la civilización del Anáhuac, el símbolo supremo fue “el

Quetzalcóatl”, que no era un personaje toda vez que aparece con los

olmecas 1500 a.C., sigue presente con los toltecas en Teotihuacán 400

d.C. y aún se mantiene con los mexicas en Tenochtitlán 1519 d.C., todo

esto durante más de tres mil años. Quetzalcóatl no es un “dios”, es en

cambio el símbolo del equilibrio buscado entre la parte espiritual del

ser humano representada por un quetzal y la parte material de lo

humano representada por la serpiente que repta en el suelo, y

nombrado en lengua náhuatl como cóatl.

De esta manera, “el Quetzal-cóatl” es el símbolo de la búsqueda por

lograr el ansiado “equilibrio” en la vida humana entre el mundo

espiritual y el mundo material. El “equilibrio” entones ocupa un lugar

fundamental en el pensamiento filosófico del México antiguo, razón

por la cual lo que enseña la Toltecáyotl en esencia es lograr “el

equilibrio” en el plano cotidiano de la vida diaria.

Este “par de opuestos complementarios” logran la unidad perfecta con

“otro par de opuestos complementarios”, formados por la parte

derecha del ser humano o el tonal y la parte izquierda llamada nahual.

La primera asociada al mundo masculino, el sol y sobre todo el mundo

racional. La segunda asociada al mundo femenino, la luna y sobre todo

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asociado al mundo intuitivo. No es casual que en casi todas las

filosofías ancestrales se plantee lo mismo.

El Yin y el Yang se rigen por el mismo principio de un par opuestos

complementarios. Así pues, la propuesta tolteca es que el ser humano

está inmerso en la búsqueda del equilibrio de su vida, tratando de

“recorrer equilibradamente” los cuatro rumbos de la existencia,

simbólicamente representados por los cuatro rumbos cardinales,

cuatro figuras religiosas, cuatro animales y cuatro colores. No puede y

no debe darle mayor prioridad a cualquiera de los cuatro. Cada uno es

una parte importante de nuestro “ser y hacer”, pero cada uno con su

medida y su proporción, sin perder el equilibrio priorizando alguno de

ellos. Los Viejos Abuelos toltecas dejaron innumerable iconografía y

arquitectura de este precepto. Por ejemplo: un patio rodeado de cuatro

habitaciones apuntando perfectamente a los cuatro puntos cardinales.

Pero tal vez, uno de los más impresionantes y estéticos que se

conservan hasta nuestros días, son los llamados “voladores de

Papantla” en el que está representada esta alegoría filosófica.

Cuatro voladores apuntando a cada uno de los cuatro rumos de la

existencia, un quinto volador que está en el centro y es el encargado de

mantener el equilibrio y con “flor y canto” agradece a “Aquél por quien

se vive” la oportunidad del desafío. Los cuatro voladores dan cada uno

13 vueltas hasta llegar al tlaltípac o tierra desprendiendo su vuelo del

poste que significa la ceiba que une al cielo con la tierra y sus raíces

llegan al inframundo. La propuesta tolteca sigue siendo válida y vigente

hasta nuestros días. Más aún en el tiempo que nos ha tocado vivir,

donde TODO ES DINERO Y CONSUMO a través del culto al becerro de

oro. En efecto, en la sociedad en que vivimos los “mercaderes” tienen

el poder y todo lo han convertido en un “vil y vulgar negocio”. La

alimentación, la salud, la educación, la organización, el amor, la

realización humana. Todo es negocio y “en los negocios como en el

amor, TODO SE VALE”. En esto de “hacer dinero” no existe ética,

valores, respeto, dignidad, fraternidad, honradez, religión, ley,

autoridad, tradición, Estado de Derecho, etc. El “pez grande se come al

chico”, el abuso, la fuerza, el cinismo, la corrupción, la impunidad es el

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medio que justifica el fin supremo…tener dinero a cualquier precio, por

encima de todos y de todo…sin medida, tanto en el sector privado como

en el público.

Para esta visión necrófila del mundo y la vida el antídoto es la sabiduría

ancestral de la Toltecáyotl, que nos da un camino con un rostro propio

y un corazón verdadero. Tan válida como el budismo o el hinduismo,

pero diferente en tanto es la “propia-nuestra”, nacida y desarrollada en

nuestra tierra y por nuestros Viejos Abuelos hace miles de años.

Tenemos que cambiar. Lo difícil no es hacerlo, sino imaginarlo.

LA SABIDURÍA DE LOS TOLTECAS.

Los antiguos mexicanos llamaron Toltecáyotl, al conjunto de saberes y

conocimientos de los toltecas y toltecas a los hombres y mujeres que en

los Tollanes investigaban las capacidades energéticas del ser humano.

La Toltecáyotl seguramente se inició con la domesticación de las

plantas, la agricultura y la invención del maíz, hace ocho mil años, y ha

venido evolucionado y decantándose con los siglos. A pesar de que los

conquistadores de ayer y los colonizadores de hoy, han querido negarle

toda capacidad y valor intelectual a los pueblos originarios y a los hijos

de los hijos de los Viejos Abuelos, la sabiduría sigue viva y se ha sabido

mantener agazapada estos últimos cinco siglos en la cultura popular y

en los saberes comunitarios.

Mucha de esta sabiduría tiene orígenes remotos y aunque no la

entendamos, vivimos con ella y es ésta sutil cualidad, que nos hace ser

diferentes ante otros pueblos y nos da ese “toque” del ser mexicano. Es

lo que nos da “un rostro propio y un corazón verdadero”.

Lo más elevado de las que se nombran “instituciones” de un pueblo, las

creaciones, que dan apoyo a la estructuración de una cultura, todo eso y

probablemente también otras realidades, se incluían en el significado

de Toltecáyotl. (Miguel León Portilla. 1980).

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Existe un acervo riquísimo de sabiduría antigua en los pueblos

indígenas y campesinos del México contemporáneo. En la cultura oral

de algunos pueblos se sigue manteniendo en la memoria histórica a la

llamada “Hermandad Blanca”. Herencia ancestral de los toltecas y la

Toltecáyotl que no desapareció en el colapso del periodo clásico

superior y que todavía Cortés registra su existencia en las cartas de

Relación. En efecto, Cortés relata que cuando llegaron los españoles a

las costas de Veracruz, Moctezuma mandó pedir consejo a los sabios de

la Hermandad Blanca que vivían en el Calmécac de Cholula, en donde

estaban educando a los hijos de los “píltin” o principales, es decir, la

nobleza que gobernaría a los pueblos de la Triple Alianza.

“Toltecáyotl, traducida a la letra, significa toltequidad: esencia y

conjunto de creaciones de los toltecas. Pero cabe desentrañar mejor la

riqueza de sus connotaciones. De sentido abstracto y también colectivo

es este vocablo derivado de toltéca-tl. Los antiguos mexicanos lo

empleaban para abarcar lo que consideraban herencia suya, semilla de

inspiración y condicionante de ulteriores logros. La Toltecáyotl, el

legado de Quetzalcóatl y los toltecas abarca “la tinta negra y roja”, -la

sabiduría-, escritura y calendario, libro de pinturas, conocimiento de

los caminos que siguen los astros, las artes, entre ellas la música de

flautas, bondad y rectitud en el trato de los seres humanos, el arte del

buen comer, la antigua palabra, el culto a los dioses, dialogar con ellos

y con uno mismo...”. (Miguel León Portilla. 1980).

No podremos comprender a profundidad la historia y la cultura del

Anáhuac sin conocer la base filosófica que estructuró esta civilización a

lo largo de miles de años y que en los últimos cinco siglos, sólo se ha

encubierto, pero que sigue representando la esencia verdadera de

nuestra identidad de manera inconsciente.

Todas las grandiosas obras materiales e inmateriales de esta

civilización, que fueron transformadas por las mentes, almas y manos

de nuestros Viejos Abuelos, provienen de una línea de pensamiento

muy clara y definida, desde sus mismos orígenes. Fue esta “energía

creadora” la que saco a la materia de su estado natural y le dio forma,

color y sentimiento.

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Fueron los hombres y mujeres que aprendieron “a hacer mentir” al

barro, los metales, los textiles, la madera, las piedras preciosas, las

fibras vegetales y un sin número de materiales sacados de la naturaleza

y humanizados al incorporarlos con un alto sentido estético y místico al

mundo milenario del Anáhuac.

Fue la sabiduría de estos hombres y mujeres que aprendieron de la

naturaleza, la bóveda celeste y del Espíritu, a formar “rostros propios y

corazones verdaderos” en sus niños y jóvenes.

Todo este vasto e inconmensurable tesoro artístico que está vivo en las

los vestigios de los Tollanes, llamadas zonas arqueológicas, y que satura

los museos de México y el mundo, surge inevitablemente de una

estructura de pensamiento. Significa que la creación más elevada de la

civilización del Anáhuac es el conjunto de conocimientos que explican

el mundo, la vida y ubican a la existencia humana con una alta

responsabilidad por contribuir con las fuerzas generadoras a la

humanización del mundo y su mantenimiento a través de la armonía, el

equilibrio y la medida. La filosofía del Anáhuac o Toltecáyotl, es el

lenguaje en el que se expresa el Espíritu, cada una de sus maravillosas

creaciones representan palabras que sostienen un dialogo eterno entre

los seres humanos y lo inconmensurable, lo divino y lo sagrado.

No podemos seguir condenado a la civilización del Anáhuac al

epistemicidio y desprecio intelectual, que ha sido sometida por el

eurocentrismo y la colonización. La Toltecáyotl representa el

patrimonio más importante y menos reconocido de los antiguos

mexicanos.

Es desde la Toltecáyotl, la creación más importante de los toltecas,

desde donde debemos de partir para conocer e interpretar el pasado y

en consecuencia, entender nuestro presente. Es imprescindible la

descolonización intelectual y cultural para poder construir un futuro

“propio-nuestro”.

La Toltecáyotl deberá ser la línea de pensamiento que nos permita

“recuperarnos a nosotros mismos”. El desafío es llevar esa sabiduría

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que existe en nuestro interior a planos conscientes del mundo cotidiano

y con ella construir nuestro presente y diseñar nuestro futuro.

Cinco elementos son la herencia filosófica de los Viejos Abuelos.

Aparentemente están escondidos y camuflajeados en el inmenso

sincretismo cultural de nuestros días. Parecen elementos inconexos e

intrascendentes cuando los apreciamos sin integrarlos a un todo.

Sin embargo, son la esencia que distingue a nuestro pueblo milenario y

la herencia del pensamiento filosófico en la vida diaria. Los elementos

culturales que hemos heredado de nuestra antigua filosofía son: la alta

vocación espiritual y mística por la vida, la defensa de la familia y sus

valores, el inconmensurable amor por la naturaleza, el infatigable

espíritu constructor y el permanente optimismo por la vida, según el

Dr. Rubén Bonifaz Nuño.

En efecto, la herencia más importante y valiosa de los Viejos Abuelos

no se encuentra en la materia. No está en las zonas arqueológicas, los

museos o en los metales precisos. Se encuentra, en cambio, en la

percepción espiritual del mundo y de la vida.

En los valores, principios, sentimientos, actitudes, tradiciones, usos y

costumbres y saberes comunitarios que han ido cambiando y

amoldándose en estos cinco siglos de colonización, pero que mantienen

viva la esencia de una civilización que no ha muerto.

Esta sabiduría está viva en el conglomerado de pueblos y culturas del

Anáhuac de nuestros días. Entre el sincretismo y las apropiaciones, no

sólo de la cultura occidental, sino de África y Asia que también la han

enriquecido. (Tomado del libro RAICES Y ESENCIA DEL MEXICO

ANTIGUO. Guillermo Marín 2004)

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LA CIVILIZACION DEL ANAHUAC.

Gracias a la colonización mental que hemos sufrido los mexicanos, no

sabemos ni nos importa saber, cuál era el nombre que nuestros

antepasados le pusieron a su tierra y mucho menos cómo se llamaban a

ellos mismos y cuáles sus logros más importantes. Los mexicanos de

hoy vivimos una amnesia cultural inducida por la colonización.

Lo que hoy conforma el territorio de nuestro país, fue la cuna de una de

las seis civilizaciones más antiguas con origen autónomo del planeta.

Nuestros Viejos Abuelos se llamaban a sí mismos, Anahuacas, pues al

continente le llamaban en lengua náhuatl Ixachilan, que significa

inmensidad, y "Cen Anáhuac" al espacio en donde se desarrolló su

civilización (los que viven enteramente juntos en la tierra rodeada de

las grandes aguas). La lengua náhuatl era la lengua franca con la que se

comunicaban los Viejos Abuelos desde Nicaragua hasta el Norte de

Estados Unidos.

Esta civilización ha tenido una sola matriz filosófico-cultural, por

diferentes culturas que la han expresado; en tiempos y espacios

diferentes. Un hilo conductor en sus tres grandes períodos. La etapa de

formación e invención de todos los conocimientos; empezando por la

invención de la agricultura y el maíz, base y sustento de todo un pueblo

a lo largo de su existencia.

Estas seis culturas Madre tuvieron un cultivo como base de su

alimentación; unas el trigo, otras la papa, el arroz o el mijo; pero

nuestros Viejos Abuelos toltecas “inventaron” el maíz, ya que éste era

un pasto (teocintle), el que fue modificado hasta que se llegó al maíz

actual.

Estos siete mil quinientos años de historia del Desarrollo Cultural de

nuestro pueblo, los especialistas colonizados lo han llamado

indebidamente época “PREHISPANICA”, porque es grotesco nombrar

a los más antiguo de los “propio-nuestro” con el pueblo que nos

conquistó.

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Es importante subrayar la visión colonialista e hispánista de la historia,

vista por los ojos de los vencedores. Por qué nombrar a lo "propio

nuestro", a los Viejos Abuelos, con la referencia de los españoles. Por

qué no llamarla época PRECUAUHTÉMICA. La historia la escriben los

vencedores, por eso debemos tener presente, que tipo de historia

conocemos.

Pues bien, a la historia de nuestros Viejos Abuelos toltecas antes de la

invasión europea, los especialistas la han dividido en tres períodos. El

primero es el llamado PRECLÁSICO o periodo formativo, que los

investigadores lo sitúan aproximadamente del año 6 mil a.C. a 200

años a.C. El segundo período es el CLÁSICO o periodo del esplendor,

que parte del año 200 a.C. al 900 d. C. El tercer período que parte a

mitad del siglo IX y concluye con la invasión europea en 1519, es

conocido como periodo decadente.

Este increíble espacio de tiempo, 7500 años (casi cuatro eras

cristianas), lo podemos comparar con los últimos quinientos años de

historia, que con propiedad podríamos llamar "época Hispánica o

periodo colonial". El lector apreciará que la base estructural de lo que

hoy conforma nuestra nación, indiscutiblemente hunde sus raíces en el

México Antiguo. Y que somos, como pueblo, una continuidad

interrumpida hasta nuestros días en pleno siglo XXI.

Es importante mencionar, que como son extranjeros los que se han

interesado por lo “propio-nuestro” y por lo consiguiente, han

"estudiado e investigado" el Anáhuac Antiguo, y como lo señala el Dr.

Rubén Bonifaz Nuño, casi siempre con un ignorante menosprecio y un

inexplicable aire de superioridad; un día, estos señores, dividieron

arbitrariamente al Anáhuac en dos partes: “Mesoamérica y

Aridoamérica”, es decir los "indios-cultos-muertos-desaparecidos-del

pasado" que hacían pirámides y objetos bellos para el culto a sus dioses

y que vivieron desde lo que hoy son los estados de Sinaloa, Zacatecas,

San Luis Potosí y Tamaulipas hacia el sur y, los "indios-salvajes-

muertos-desaparecidos-del-pasado", que vivieron en la región norte de

México y la parte sur de lo que hoy es Estados Unidos.

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La civilización anahuaca no solo estuvo presente y vigente en todo lo

que hoy conforma el territorio nacional. Nosotros suponemos que esta

civilización es CONTINENTAL. En efecto, actualmente existen

Elementos Culturales muy similares, lo mismo entre un indígena

Kumiai de Baja California, que un indígena Maya de Quinta Roo.

Pero al mismo tiempo estas similitudes básicas las encontramos entre

un indígena del Canadá y un indígena de La Patagonia, pasando por la

gran llanura de Norte América, Centro América, la Zona Andina o la

Amazonia, es decir, entre un esquimal y un mapuche, pasando por un

zapoteco, un misquito y una arahuaca.

Los valores esenciales de la vida, la muerte, la naturaleza, el cosmos, lo

divino y lo sagrado, la familia, la comunidad, la solidaridad, los

comparten armoniosa e íntimamente, todos los pueblos llamados

"indios" del Continente Americano.

El desprecio que hemos heredado de los cinco siglos de colonialismo

hacia la valoración y respeto de los pueblos originarios, hacia los Viejos

Abuelos toltecas, -hacia nosotros mismos-, queda claro al llamarlos

despectivamente "indios".

Pues desde hace muchos siglos, se supo que los españoles se

equivocaron y que no llegaron a la India, por lo cual, los pueblos

encontrados no fueron los "indios" esperados.

Después de tantos años, por el colonialismo, ni siquiera nos ha

interesado saber, cómo se llamaban así mismos nuestros antepasados y

cuál es la raíz y la esencia de nuestro “rostro propio y nuestro corazón

veredero”. Nos la hemos pasado dolorosamente perdidos en el

“Laberinto, no de la soledad, como apuntó el Poeta Octavio Paz, sino en

laberinto de la desolación de ser, extranjeros incultos en nuestra propia

tierra. Tratando tercamente de ser lo que jamás seremos.

Dicho de otra manera, hemos perdido la memoria histórica de nosotros

mismos.

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Los Antiguos Mexicanos le llamaban al continente CEN-ANAHUAC y

ellos se llamaban a sí mismos ANAHUACAS, por lo que existían los

anahuacas mayas, los anahuacas zapotecos, los anahuacas mexicas y

así sucesivamente.

EL PENSAMIENTO FILOSÓFICO.

El conocimiento filosófico del México antiguo, es hasta la fecha el más

negado de todos los conocimientos. Los conquistadores y colonizadores

del Siglo XVI afirmaban que los Viejos Abuelos no eran seres humanos,

sino que eran animales, con lo que justificaban su deshumanizado

trato. Hasta la fecha la cultura dominante no acepta que los anahuacas

piensen y sean capaces, por ellos mismos, de iniciar un movimiento

social como el del EZLN. Aceptar que existió un elevado y sofisticado

conocimiento del ser humano, del mundo y del universo, es reconocer

por los colonizadores de ayer y de hoy, que se ha cometido una de las

una de las seis civilizaciones más importantes y antiguas de la

humanidad.

“Después de 1519 una inmensa mayoría de nuevas influencias pasaron

sobre la vida indígena. El imperialismo de los Habsburgo extrajo su

incentivo de las tradiciones peninsulares y descuidó las adaptaciones

regionales. El valle no fue nunca una “sede” para los españoles, salvo de

la manera más circunstancial. Los españoles establecieron su capital

colonial en el valle, pero resueltamente lo conectaron por carretera con

Veracruz y luego por mar a Sevilla. Casi nunca adoptaron los estilos

indígenas en la ropa ni en el diseño o la construcción de casas. En vez

de ello, exageraron sus propios estilos españoles, como para negar su

situación provinciana. La “cultura” de la civilización indígena tenía

para ellos, en el mejor de los casos, un atractivo exótico. Los españoles

consumían los productos de las chinampas, pero ignoraron los métodos

agrícolas de las chinampas hasta el siglo XVIII.” (Charles Gibson.

1967).

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Gibson examina la actitud del colonizador español, de no reconocer

ningún valor en la sabiduría y el conocimiento milenario de la

civilización vencida. La cultura colonizadora ha erosionado la punta del

iceberg de conocimiento de la civilización del Anáhuac y sobre ella ha

construido su endeble estructura ciega y depredadora. Sin embargo,

quien sostiene a la sociedad mexicana contemporánea,

indiscutiblemente que es el conocimiento generado a lo largo de ocho

mil años, que representa la inmensa base del iceberg que está bajo el

agua. No podemos negar que en los últimos quinientos años se ha

sumado, no sólo el conocimiento de Europa, sino del mundo entero.

Pero de la misma manera, no se puede seguir negado la existencia de la

sabiduría heredada por los Viejos Abuelos y su indiscutible

continuidad. En el “banco genético de información cultural” que existe

en cada célula de los mexicanos, están atesorados ocho milenios de

experiencia y sabiduría humana.

Querer negar el milenario y complejo andamiaje del pensamiento

filosófico del México antiguo, es como pensar que un mamífero pudiera

vivir sin un sistema óseo. Reducir a una mal interpretada religión, a un

puñado de leyendas y mitos inconexos y a un montón de deidades

incomprendidas, llamadas equivocadamente “dioses prehispánicos”, el

pensamiento decantado y sofisticado de la Toltecáyotl, es el mayor

crimen cultural de la historia de la humanidad, pues se ha tratado de

una manera maliciosa de hacer creer que el Cen Anáhuac no poseyó un

decantado y sofisticado conocimiento del universo, el ser humano, la

vida y su trascendencia espiritual. De igual magnitud y valor, que las

civilizaciones coetáneas como la de la China y la de la India.

TOLTECAS Y TOLTECÁYOTL...POR QUÉ EXALTARLOS

Algunas personas me preguntan el por qué exalto tanto a los toltecas y

la Toltecáyotl. La respuesta es muy sencilla, primero porque

representan lo mejor que tenemos de lo “propio-nuestro”, y segundo,

porque debido a la colonización mental y cultural esta información nos

es desconocida y negada.

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Pero además, podría añadir, se exalta sin límite y hasta la saciedad las

culturas grecolatina o la anglosajona, pero cuando uno exalta “la

propia-nuestra”, -porque debemos de recordar que somos parte de una

de las seis civilizaciones más antiguas del mundo-, inmediatamente

viene el feroz prejuicio colonizante… “¡estás idealizando demasiado, los

toltecas no eran perfectos!”, los colonizadores ingleses fueron peores

que los españoles, etc.”.

Es curioso, pero la gente en general, en este país está totalmente

desinformada de la historia, cultura y filosofía de su civilización Madre,

y aquellas personas que supuestamente “están informadas”, sus fuentes

son hispanistas y colonizantes, comenzando con la llamada “Historia

oficial” escrita por los vencedores en las que conoce la batalla ganada

por los mexicas en 1520 a los invasores extranjeros como “de la noche

triste”.

El hecho de que los textos escritos por conquistadores, misioneros y

colonizadores a principios de la invasión-ocupación, después de cinco

siglos sigan siendo tomados como “verídicas fuentes históricas”

desnuda totalmente la estructura del discurso histórico de los

vencedores, desde Hernán Cortés hasta Mel Gibson.

Estos textos fueron escritos por intereses personales y mezquinos,

Hernán Cortés para tratar de legalizar su situación de prófugo de la ley

de Cuba; Bernal Díaz después de decenas de años, ya anciano, escribe

para pedir una pensión a la corona española, los misioneros para dar a

conocer la cultura y las prácticas religiosas de los invadidos-

colonizados y poder hacer más eficaz la destrucción de su cultura y

religión a manos de la iglesia católica, los anahuacas conversos para

asimilarse más a la cultura del invasor.

Todos tienen en común el rechazo y la total incomprensión de una

civilización que era, en sus preceptos sociales, culturales, religiosos

muy superior a la europea venida del medievo o periodo oscurantista.

Sobresale la falta de interés de verdaderamente conocer y tratar de

entender la visión del mundo y de la vida de los invadidos. Jamás se

“descubrió al otro”, al anahuaca se le subsumió en el mundo conocido

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europeo, por eso les llamaron “indios”, pensando que habían llegado a

la India. Hasta la fecha la sociedad dominante no conoce, ni le interesa

conocer la visión del mundo y de la vida de los llamados pueblos

“indígenas”. Lo que les interesa son sus territorios y recursos naturales.

Cuando digo que la anahuaca era una civilización superior a la europea,

me baso al comprar la calidad y nivel de vida del ciudadano promedio

de Madrid con uno de Tenochtitlán en 1519, periodo por cierto,

postclásico de decadencia en el Anáhuac. En la alimentación, salud,

educación y organización social los anahuacas estaban en un condición

mucho mejor a nivel de pueblo común y corriente que los españoles.

Por supuesto las mentes colonizadas inmediatamente argumentarán

que los mexicas hacían “pavorosos sacrificios humanos”, pero la verdad

es que los españoles también los hacían, solo que les llamaban “autos

de fe” que estaban a cargo de la Santa Inquisición en donde se

quemaban vivas a decenas de personas en las plazas públicas en medio

de algarabía y vendimia.

Los hispanistas colonizados argumentan que los mexicas eran

guerreros y luchaban contra los pueblos vecinos. Los peninsulares

tenían siglos enteros luchando contra los árabes y la cultura del

medievo se caracterizó por las permanentes guerras entre reyes y

señores feudales durante mil años. Algo que omiten es la violenta

conquista que hicieron los reinos de Castilla y Aragón, en esos mismos

tiempos, de los reinos que existían en la península hasta forjar “a

sangre y fuego” el reino de España en 1516 (la doble conquista).

Los mexicas en cambio solo desde 1440 cuando Moctezuma

Ilhuicamina tomó el poder y a través de las “guerras floridas” en donde

estaba prohibido matar al enemigo, empezó 81 años de un limitado

dominio tan solo del Altiplano Central y parte de las costas del Golfo,

pero jamás dominaron todo el Cen Anáhuac, eso es un mito

colonizador.

Sin embargo, los “hispanistas colonizados” nunca hablan de los más de

mil años del periodo Clásico del esplendor del Anáhuac (200 a.C. a 850

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d.C.). Nunca toman en cuenta que en este periodo no hubo guerras, ni

sacrificios humanos, que se inventó el cero matemático, la cuenta

perfecta del tiempo, que se construyó el mayor número de pirámides

del mundo.

Pero aún más, los “hispanistas colonizantes” no hablan que somos la

única civilización antigua que inventó su alimento, es decir el maíz.

Que desarrolló un asombroso y eficaz sistema alimentario, desde la

milpa, los sistemas de riego, la chinampa, pasando por una excelente

alimentación e higiene tanto familiar como comunitaria. No hablan de

que la inteligencia y sabiduría del Anáhuac ha dado al mundo el

chocolate, el nopal, la vainilla, el amaranto, la calabaza, más de

cuarenta productos que hoy alientan a la humanidad.

Tampoco hablan de que la civilización del Anáhuac fue la primera que

tuvo un sistema de educación en el mundo. En efecto, desde

probablemente el año 1500 a.C. todos los niños del Anáhuac tenían que

ir a la escuela de siete a 18 años, y que esta educación era obligatoria,

pública y gratuita, misma que los colonizadores inmediatamente

desaparecieron, destruyendo las escuelas, quemando los códices y

asesinado a los maestros. Europa tuvo el primer sistema público de

educación en una región de lo que hoy es Italia hasta 1596 d.C.

No mencionan que en el Anáhuac no se inventaron armas. Las mismas

que recibimos de la prehistoria, después de más de siete milenios, con

esas mismas enfrentamos la invasión. Si bien la cultura mexica fue

guerrera, ésta solo imperó en el Altiplano Central y parte de la costa del

Golfo 81 años, es decir, de 1440 a 1521. Los colonizadores pretenden

hacernos creer que “la historia de los mexicas” (1325 a 1521) representa

la historia de la civilización del Anáhuac (6000 a.C. a 1521 d.C.).

Totalmente falso y doloso.

Los apologistas de la “hispanidad colonizadora” no argumentan que en

el Anáhuac no se desarrolló la moneda para impedir la expansión del

comercio, la explotación y el atesoramiento. Tampoco se permitió la

“propiedad privada”, todo era comunal y comunitario. Pero lo

fundamental, el propósito social era eminentemente de carácter

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espiritual. En efecto, así como en la cultura occidental dominante

actual, el propósito social, familiar, personal y del Estado es generar la

riqueza material, entiéndase acelerar el consumo y la economía, en el

Anáhuac estaba sustentado en la trascendencia espiritual del mundo

material.

En síntesis, no era una civilización basada en la guerra, la propiedad

privada, el comercio, el consumo. La prueba irrefutable es que los

vestigios de sus magnas construcciones llamadas Tollan, como

Teotihuacán, Monte Albán, Chichen Itzá, Palenque y Xochicalco, por

citar solo algunas, no fueron construidas como fortalezas, palacios o

zonas habitacionales. Sus grandes y majestuosas construcciones, como

en el caso de Monte Albán, en las que invirtieron 1350 años en su

proceso constructivo nos demuestra que existió “un propósito

comunitario compartido a través de muchas generaciones” y que tuvo

un objetivo-propósito muy elevado que no caducó o pasó de moda.

Lo cierto es que todo este esplendor civilizatorio que llevó a los más

elevados niveles “el desarrollo humano”, tuvo un colapso generalizado

desde Nicaragua hasta el Norte de los Estados Unidos, que fue el

territorio del Anáhuac. Una acción concertada en al que los venerables

maestros abandonar y destruyeron de súbito estas maravillosas

construcciones. Dejando dicho en la mitología anahuaca que

regresarían a restaurar la sabiduría y el equilibrio en el año “uno caña”

que se repite cada 52 años.

A partir del año 850 empezó la decadencia religiosa y filosófica en el

Anáhuac. Se crearon los Señoríos, empezó a desarrollarse las

rivalidades, las envidas y por supuesto los conflictos y guerras. La

llegada del Norte de los mexicas como chichimecas (barbaros), el

“pueblo sin rostro”, la fundación de Tenochtitlán en 1325 y la

trasgresión filosófica y religiosa de la milenaria sabiduría tolteca

conocida como Toltecáyotl a manos del ideólogo Tlacaélel, marcó el

último periodo cultural del Anáhuac, pero ni fue el más importante ni

el más largo.

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Finalmente quiero decir que sería una verdadera tontería suponer que

en el Anáhuac y en su longeva civilización “la perfección humana se

logró”. La esencia de lo humano es justamente su imperfección. La

sabiduría y la virtud es justamente darse cuenta de esa imperfección y

trabajar en consecuencia para mejorar, sabiendo que la perfección en

inalcanzable.

En el Cen Anáhuac existieron y siguen existiendo individuos y grupos

humanos de poco desarrollo y limitada consciencia. Aún en los mismos

días del esplendor existían pueblos básicos, poco evolucionados que

eran belicosos y guerreros. Por fortuna la condición humana es diversa

y la pluralidad desbordante, esa es una de las “maravillas de lo

humano”.

Pero si se puede generalizar y se debe generalizar cuando se construye

los fundamentos de una Identidad Cultural y una “memoria histórica”

de una nación. Así como occidente sustenta sus “mitos civilizatorios” en

las bondades y virtudes de la cultura grecolatina, sabiendo que los

griegos eran un puñado de pueblos esclavistas, guerreros y desunidos,

en permanentes guerras fratricidas y que nunca pertenecieron a

Europa, porque en su tiempo no existía culturalmente, sino estaban

integrados al mundo asiático; y que, los romanos eran una sociedad

imperialista, explotadora que llegó a bochornosos niveles de

degradación moral, ética y política. El occidente hegeliano fundamenta

su modelo civilizador en los mejores logros de estas culturas. Esto es

válido para ellos y todo mundo está de acuerdo.

De la misma manera, los que nos pensamos como los hijos de los hijos

de los pueblos originarios, los que nos sentimos legítimos herederos de

la sabiduría humana atesorada, sistematizada y trasmitida a lo largo de

ocho milenios hasta nuestros días, no importando si hablamos una

lengua originaria o vivimos en las montañas o desiertos o en una

ciudad, los que hemos activado el “banco genético de información

cultural” que se nos ha legado y que es nuestra mayor herencia cultural,

sentimos el orgullo de ser parte de esta civilización vigente, vibrante y

vital, que no ha muerto. Nosotros nos sentimos orgullosos hijos del

Anáhuac y de la Toltecáyotl, como otros pueblos se sienten orgullosos

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de India y el hinduismo o de China y el taoísmo o confusionismo. Ni

más ni menos.

Los que creemos que existen otras formas de relacionarnos entre los

seres humanos, la naturaleza y el cosmos. Que los seres humanos

durante estos diez mil años de “civilización humana” no solo hemos

estado pensando en atesorar, explotar, comerciar, sojuzgar, guerrear,

dominar y explotar a la naturaleza. Que han existido muchas

civilizaciones, culturas y pueblos que han buscado fines humanistas y

espirituales, sustentados en el respeto, el equilibrio y la equidad.

Los que estamos indignados por los cotidianos excesos e injusticias

sobre los pueblos del “México-profundo-anahuaca” a manos del

“México-imaginario-criollo”, y el desvergonzado cinismo y abuso de un

puñado de corruptos en el poder político y económico que han des-

gobernado y destrozado “su patria” desde 1821, excluyendo a la gran

masa popular en la toma de decisiones y en el justo reparto de la

riqueza.

Los que pensamos que el futuro de nuestro pueblo, justamente está en

el conocimiento y práctica de los valores y principios ancestrales que

guiaron a nuestros venerables antepasados en los momentos más

elevados y virtuosos de su desarrollo humano. Los que creemos que la

Toltecáyotl es una valiosa herencia que puede cambiar, para bien,

nuestro destino, como personas, familias, pueblos y nación. Por estas

razones dedico mi trabajo a investigar, promover y difundir la

civilización del Anáhuac y su filosofía, la Toltecáyotl. Desde esta

perspectiva, su exaltación es una necesidad emergente e impostergable,

La descolonización es un acto de dignidad y soberanía intelectual.

LA DIMENSIÓN HISTÓRICA DE LOS TOLTECAS.

Mucho se ha escrito de los “toltecas” y en verdad poco se sabe de ellos.

Se ha dicho –equivocadamente- que fue un “pueblo o cultura” y

generalmente se confunden con las historias del periodo Postclásico

decadente del Anáhuac (850-1521 d.C.).

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Los toltecas fueron un linaje de conocimiento de la sabiduría ancestral

del Cen Anáhuac. Es decir, tolteca es un “grado de conocimiento” de la

Toltecáyotl. Todas las civilizaciones antiguas con origen autónomo

tuvieron una “estructura de conocimiento” que les permitió desarrollar

el “andamiaje cultural” con el cual transformar el mundo y darle

significado, tanto en la material como en lo inmaterial. La Toltecáyotl

es la suma sistematizada de los conocimientos de la civilización

anahuaca por lograr “el equilibrio”, tanto en el plano material exterior,

como en el plano inmaterial interior.

Toltecáyotl será entonces el “arte de vivir en equilibrio” y por eso

“tolteca” es, -simbólicamente-, “el artista” entre los artistas. El que hace

brotar los rostros propios y los corazones verdaderos, el que ilumina

como una tea que no humea, “el maestro” entre maestros.

De modo que existían en el Cen Anáhuac un puñado de toltecas

provenientes de todos los pueblos y culturas. Estos hombres y mujeres

de conocimiento estudiaban y practicaban los conocimientos de la

Toltecáyotl, en el periodo Clásico en los Tollanes, en lo que hoy

conócenos como “zonas arqueológicas” y que nunca fueron palacios,

fortalezas, ciudades o “centros ceremoniales”. Si no, centros de

investigación y estudio de las posibilidades humanas en torno a

parámetros energéticos que hoy la ciencia occidental empieza a

percibir. El centro irradiador de la Toltecáyotl fue Teotihuacán lugar en

donde “los seres humanos alcanzaban la divinidad”.

La Toltecáyotl y los toltecas, seguramente surgieron desde el periodo

Preclásico. Evolucionaron desde ser nómadas, cazadores, recolectores;

pasando por sedentarios agricultores hasta lograr desarrollar y

construir un complejo sistema de conocimientos y valores que les

permitieron resolver sus problemas existenciales de carácter material

de manera eficiente, para pasar a plantear la solución de los problemas

existenciales de orden inmaterial o de trascendencia, con la llamada

cultura olmeca.

En efecto, los llamados olmecas o conocedores “de la medida del

movimiento”, fueron los primeros “maestros” que empezaron a

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estructurar lo que conocemos como Toltecáyotl. Es interesante

observar que a lo largo de la historia anahuaca, desde

aproximadamente el año seis mil u ocho mil antes de la era cristiana,

existió una línea de pensamiento unificador que estructuró y permeó

los tres periodos (Preclásico, Clásico y Postclásico) con una misma raíz

filosófica cultural, que se puede observar en la arquitectura,

iconografía, rituales, valores, usos y costumbres de todos los pueblos

anahuacas, aunque totalmente diversificada a través de sus pueblos y

culturas en el espacio y en el tiempo anahuaca. El maíz y Quetzalcóatl

son los símbolos por excelencia de la realidad material y espiritual del

Anáhuac.

Por ello, Quetzalcóatl no fue ni un personaje y menos un dios como lo

dijeron algunos pueblos anahuacas del periodo Postclásico, y los

conquistadores respectivamente. Quetzalcóatl en cambio es un símbolo

filosófico y un arquetipo humano como lo han tenido las otras

civilizaciones antiguas de la humanidad.

Porque podemos observar en la cultura olmeca en el año 1200 a.C. en

Chalcatzingo, Morelos a la “Serpiente Emplumada” esculpida en los

grandes peñascos del Tollán (zona arqueológica). Pero también lo

apreciamos en Teotihuacán en el año 200 d.C. en el periodo Clásico, y

aún en la Gran Tenochtitlán en el periodo Postclásico con los mexicas

en 1500 d.C. De modo que no pudo ser un ser humano. Tampoco fue

un dios, pues sabemos que en la religión anahuaca no existían dioses.

Solo se percibía una divinidad suprema que no tenía forma, nombre y

no podía ser representada. Sin embargo, existían múltiples

manifestaciones o advocaciones de su inconmensurable poder y

presencia. Estas múltiples advocaciones de lo desconocido,

innombrable, invisible e impalpable, los colonizadores de ayer y de hoy,

por ignorancia o por dolo, les han llamado “dioses”, para justificar su

erradicación y la imposición de su evangelio, y los investigadores, su

errados y desafortunados trabajos, que reducen la Toltecáyotl a un

puñado de idolatrías y “primitivas creencias”.

Pero la realidad es otra. “El Quetzalcóatl” nos está hablando de una

figura filosófica o de una aspiración humana por encontrar “el

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equilibrio” a través del uso correcto de “la medida”. Para la Toltecáyotl

el ser humano metafóricamente se divide en cuatro partes a partir de

“su centro” o llamado “co” en lengua náhuatl, que significa “ombligo,

pero que también significa el centro energético. Del ombligo a la cabeza

simboliza el cielo y el Espíritu, se representa con el Quetzal, como el

ave más bella que remonta las alturas deseadas por el ser humano. Del

ombligo a los pies, simboliza la Tierra y la materia, se representa con

una serpiente, que en lengua náhuatl se dice “cóatl”. De modo que

“Quetzal-cóatl” significa filosóficamente la unión y el equilibrio entre el

Espíritu y la materia. Las otras dos partes vienen de la división

longitudinal del ser humano en la parte derecha o tonal, y la parte

izquierda o nahual, que representan del mundo y del individuo

respectivamente: El Sol, lo masculino y la razón; y la Luna, lo femenino

y la intuición, respectivamente.

Quetzalcóatl, la Toltecáyotl y los toltecas son la parte más decantada, -

“el fruto florecido”-, de la civilización del Anáhuac y que hasta la fecha,

poco se sabe de este portentoso conocimiento que dio sabiduría,

dirección y continuidad a más de tres mil quinientos años de Desarrollo

Humano en el Cen Anáhuac.

De esta manera podemos afirmar que los maestros “toltecas olmecas”,

tuvieron su continuidad con los maestros toltecas mayas, zapotecos y

nahuas, por citar solo tres, de las diferentes culturas del Anáhuac. Sin

embargo, a partir del colapso del periodo Clásico alrededor del año

850, “los toltecas” desaparecieron del tlaltípac o faz de la tierra,

destruyendo sus numerosos Tollanes o centros de conocimiento, y

encubrieron su milenario conocimiento. Dejando la profecía que

regresarían a restaurar la armonía y el equilibrio en el Anáhuac en el

año “uno caña”, que se repite cada 52 años.

El mito o metáfora de que Quetzalcóatl, es que fue engañado y

derrotado por su contraparte Tezcatlipoca, quien logro vencer “las

defensas” que lo protegían en su palacio y le entregó un espejo como

regalo, el cual al verlo Quetzalcóatl, “visualizó a un anciano” y por lo

cual se trasgredió y pecó, perdiendo su pureza. Motivo por el cual

abandonó el Anáhuac. La metáfora nos sugiere que el conocimiento

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“envejeció” y tuvo que “retirase” temporalmente para “restaurarse” con

la promesa de que regresaría para restablecer la armonía y el equilibrio.

Tiempo después, el recuerdo de Quetzalcóatl y sus enseñanzas empezar

a transformarse y corromperse con las sucesivas generaciones. Algunos

pueblos transformaron los ancestrales mitos y los ajustaron a “su

historia”, en la cual aparece Quetzalcóatl como un dios o un personaje.

Este nuevo periodo se conoce como Postclásico y el “recuerdo” de

Quetzalcóatl se irá transformado según los intereses de los grupos de

poder. En efecto, durante el periodo Clásico existió un periodo de paz y

los pueblos vivieron en armonía y equilibrio durante más de diez siglos

guiados por los venerables maestros toltecas y la sabiduría de la

Toltecáyotl. Floreció la cultura en su diversidad pero mantuvo su raíz

filosófica y sobre todo, una unidad cultural asombrosa.

Esta “unidad en la diversidad cultural”, no solo se manifestó en los

múltiples idiomas, manifestaciones religiosas, arquitectura,

iconografía, arte, alimentos, vestido, etc. Sino fundamentalmente en el

aspecto filosófico. Una región tan extensa como el Cen Anáhuac y con

tantos pueblos diferentes, mantuvo la unidad cultural en base a la

matriz filosófica cultural que representó la Toltecáyotl. El tolteca, no

importaba que hablara lengua náhuatl, maya o zapoteco, hablaba de los

mismos conceptos filosóficos y mantenía los mismos valores y

principios. Lo que permitió que todos los pueblos fueran diferentes

pero hermanados por las mismas elevadas aspiraciones existenciales

consagradas en la Toltecáyotl.

A partir del Siglo X en el Anáhuac se inició la búsqueda de “re-

construir” esta asombrosa unidad cultural que duró un milenio, pero ya

no con la sabiduría, sino con las armas y las alianzas entre pueblos y

linajes familiares. En la ausencia de los toltecas, algunos pueblos y

líderes trataron de reunificar esta totalidad cultural. Los mayas, los

mixtecos, los purépechas y finalmente los mexicas lo intentaron, pero

con logros parciales y limitados en tiempo y espacio hasta la llegada de

los invasores europeos.

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Sin embargo, es importante señalar que los toltecas solo

“desaparecieron” del tlaltípac, pero nunca se extinguieron o se acabó la

Toltecáyotl. Los toltecas siguieron con el desarrollo de la Toltecáyotl,

pero ahora fuera del mundo cotidiano e inmediato, dejaron el mundo

del tonal y se fueron al mundo del nahual. Los toltecas han seguido sus

linajes de conocimiento a través del tiempo. Su capacidad e

impecabilidad los ha hecho ser “invisibles” en medio de los tumultos de

la colonia y el México independiente, llegando hasta nuestros días

impecables e inmaculados. Por otra parte, La Toltecáyotl ha seguido

viva en el subconsciente de los pueblos y culturas de lo que hoy

conforma México, en los que se conoce como “el banco genético de

información cultural”.

Finalmente los historiadores colonizadores desde Clavijero hasta los

contemporáneos (nacionales y extranjeros), han hecho de los “toltecas”

un pueblo y una cultura. Cosa que es un equívoco y una muestra del

desconocimiento y desprecio con el que han “investigado y estudiado”

el pasado ancestral de nuestra civilización. Actualmente en el mosaico

multiétnico de la nación, no aparecen los “toltecas” dentro de los 62

pueblos originarios. Sí fueron un pueblo, y éste fue tan importante,

cómo es posible que no exista en la actualidad, cuando encontramos

pueblos como los tacuates que, a pesar de su relativa importancia en el

“pasado indígena de la nación”, permanecen y han sabido sobrevivir a

su muerte histórica. Los toltecas nunca han sido un pueblo ni una

cultura, sino un grado de conocimiento de la Toltecáyotl.

Lo cierto es que los toltecas ocultaron sus conocimientos. No sabemos

la razón, pero la destrucción de los Tollanes, lo que hoy conocemos

como zonas arqueológicas del periodo Clásico, no solo representó un

formidable esfuerzo, sino es el símbolo irrefutable de que su

conocimiento se “encubrió”, pero que ha seguido en pleno y

permanente desarrollo. El hecho de que la cultura dominante no lo

pueda conocer y manipular esta sabiduría, no implica necesariamente

que no exista. Solo se ha mantenido fuera de “la realidad o mundo

conocido” de la cultura dominante.

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La Toltecáyotl y los toltecas son el mejor recurso que tenemos para

construir un país de justicia, igualdad y humanismo. Representa el

Patrimonio Cultural más importante que hemos heredado de los más

de siete mil quinientos años que conforman el pasado del Cen

Anáhuac. La profecía de su retorno sigue viva en el subconsciente y en

el corazón de los pueblos que conforman el “México” de nuestros días.

LOS TOLTECAS.

Por lo general los que han escrito la historia del México antiguo son los

extranjeros, quienes desde una visión eurocéntrica y una inexplicable y

supuesta superioridad cultural, siempre han juzgado nuestras

diferencias con la cultura europea como deficiencias. Lo que no es

como ellos, resulta inferior a su juicio.

Este prejuicioso estudio de nuestra historia ha sido “parcelado” como

botín científico personal de cada uno de los investigadores extranjeros

y de sus discípulos mexicanos. De este modo se mantienen conceptos

como “la civilización azteca, la civilización maya, la civilización

zapoteca”, como si fueran estructuras culturales y civilizatorias

diferentes.

“Se olvida que una cultura forma una unidad orgánica y que, por ello,

debe estudiarse desde su centro y no desde uno de sus aspectos

periféricos. El concepto de la vida es el <centro> de toda cultura. Son

ante todo las ideas acerca del origen, el sentido y la perennidad de la

existencia humana las que nos revelan el genio particular de una

cultura. Estas ideas son el resultado de una forma de conciencia

existencial del hombre en el cosmos; ésta es la causa de que sufran

sólo superficialmente la acción erosiva del tiempo.” (Mircea Eliade.

1962)

La cultura dominante no se ha tratado de explicar integralmente, no

sólo la civilización del Anáhuac, sino las culturas indígenas de toda

América como una sola civilización continental, con una multiplicidad

de culturas en tiempo y espacio, pero unidas sólidamente por una

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matriz filosófico-cultural. De esta manera se han estudiado por

extranjeros y sus discípulos mexicanos, cada una de las culturas como

ínsulas de investigación y no, como un macro proyecto civilizatorio que

ha conjuntado a muchos pueblos y culturas del continente Americano a

lo largo de ocho milenios.

“En verdad muchos de los toltecas eran pintores, escribanos de códices, escultores, trabajaban la madera y la piedra, construían casas y palacios, eran artistas de pluma, alfareros...” “Los toltecas eran muy ricos, eran felices, nunca tienen pobreza ni tristeza...” “Los toltecas eran experimentados, acostumbraban dialogar con su propio corazón. Conocían experimentalmente las estrellas, Les dieron sus nombres. Conocían sus influjos, Sabían bien cómo marcha el cielo, Cómo da vueltas...” (Informantes de Sahagún) La historia antigua de México se puede entender más fácilmente, como

la evolución compartida de los pueblos del Cen Anáhuac, con tres

grandes períodos: Preclásico, Clásico y Postclásico. Y con tres culturas,

todas hijas de la misma civilización, que influyeron o fueron las más

representativas del desarrollo de cada período, pero no las únicas. Para

el Preclásico fue la cultura olmeca, para el Clásico la cultura tolteca, y

para el Postclásico la cultura mexica. “Paradigma de cualquier otra

Tollan (Ciudad N. A.) era para los mexicanos lo que se sabía acerca de

Teotihuacán. Sus grandes edificaciones les parecían hechas por

gigantes y así hablaron de ellas con asombro, al igual que las

calzadas y otros recintos de la ciudad.

En Teotihuacán había alcanzado máximo esplendor una yuhcatiliztli,

<existir de un modo determinado>, que fue auténtica Toltecáyotl,

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obra de los sabios que allí gobernaron, <los conocedores de las cosas

ocultas, los poseedores de la tradición, los fundadores de pueblos y

señoríos...>.” (Miguel León Portilla. 1980).

El período clásico y los toltecas representan el momento de mayor

esplendor en el México antiguo. Los toltecas a partir de Teotihuacán

difunden los conocimientos de la Toltecáyotl a todos los centros de

investigación del Anáhuac.

Esto se ve confirmado por la influencia teotihuacana en los vestigios

arqueológicos de las construcciones, cerámica y frescos del clásico en el

universo cultural que conformaban el Anáhuac. Los toltecas

expandieron su sabiduría en todo el Cen Anáhuac y dieron a la

civilización su mayor punto de apogeo. Estos más de mil años de

esplendor no estuvieron basados en hechos de armas, pues existió una

paz total.

Tampoco fue producto de una dominación económica, pues el inicio de

la moneda y el auge del comercio se dieron con los aztecas en el periodo

decadente. Se entiende más como un proceso de elevada producción

del conocimiento y su expansión a todos los confines de aquel mundo.

“Pero más bien indican que la raíz de todas las religiones [filosofías N.

A.] Mesoamericanas es la misma, y no que Teotihuacán haya

impuesto sus dioses sobre los dioses de las otras naciones.

Es, sin embargo, curioso, por ejemplo, que la influencia o la conquista

teotihuacana al fin de Monte Albán II, aparezca en esa cultura una

proliferación de dioses antes no conocidos y que gran parte

corresponden a los dioses teotihuacanos.

Lo mismo parece suceder en Guerrero y posiblemente en Veracruz”.

[Ignacio Bernal. 1965.]

Lo que es más probable es que los toltecas, más que una cultura, fueran

un grado de conocimiento de los hombres sabios del milenario México

antiguo, y que Teotihuacán, fue el centro generador e irradiador de la

Toltecáyotl a todo el Cen Anáhuac.

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Sorprende hoy en día, encontrar a pueblos como los tacuates en Oaxaca

o los mayas en la península de Yucatán y no encontrar al pueblo tolteca

en el mosaico étnico del país. En la misma memoria histórica del Cen

Anáhuac, se reconoce a los Toltecas como los precursores de la

sabiduría y el conocimiento ancestral.

“Cuando aún era de noche, cuando aún no había día, cuando aún no había luz, se reunieron, se convocaron los dioses allá en Teotihuacan.” ‘Los toltecas llevaron ventaja en todo tiempo, hasta que vinieron a acercarse a la tierra chichimeca. Ya no se puede recordar cuanto tiempo anduvieron. Vinieron del interior de las llanuras, entre las rocas. Allí vieron siete cavernas, e hicieron esas cuevas templos, su lugar de súplicas. Y los toltecas iban siempre por delante.” [Informantes de Sahagún.]

“Sorprende no encontrar antecedentes de los principales factores de

una civilización cuyas normas en esencia, quedarán intactas hasta la

Conquista española.

Pero si es difícil admitir que rasgos culturales -como algunas

características arquitectónicas, la orientación de sus edificios o las

particularidades de su escultura y pintura- hayan podido desde su

nacimiento asumir un carácter definitivo, más difícil aún es imaginar

la aparición, en un estado de desarrollo perfecto, del sistema de

pensamiento que está en su base.” (Laurette Séjurné. 1957).

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Si la llamada cultura Olmeca es la cultura madre, la cultura Tolteca

representó el florecimiento de la sabiduría del México antiguo y resulta

el legado más valioso de Los Viejos Abuelos, así como para Europa fue

el periodo grecolatino. Después de su misteriosa y hasta hoy,

inexplicable desaparición, los pueblos que les precedieron en el período

Postclásico, siempre trataron de situar el origen de sus linajes en los

toltecas. Los toltecas y Quetzalcóatl son la expresión de la sabiduría y

la espiritualidad más profunda de nuestra civilización.

“Como Quetzalcóatl enseña que la grandeza humana reside en la

conciencia de un orden superior, su efigie no puede ser otra que el

símbolo de esa verdad y las plumas de la serpiente que lo representan

deben hablarnos del espíritu que permite al hombre -al hombre cuyo

cuerpo, como el del reptil, se arrastra por el polvo- conocer la alegría

sobrehumana de la creación, constituyendo así un canto a la soberana

libertad interior.

Esta hipótesis se ve confirmada, además, por el simbolismo náhuatl,

en el cual la serpiente figura a la materia -su asociación con las

divinidades terrestres es constante- y el pájaro, al cielo.

El Quetzalcóatl es entonces signo que contiene la revelación del origen

celeste del ser humano... Así, lejos de implicar groseras creencias

politeístas, el término Teotihuacan evoca el concepto de la divinidad

humana y señala que la ciudad de los dioses no era otra cosa que el

sitio donde la serpiente aprendía milagrosamente a volar; es decir,

donde el individuo alcanza la categoría de ser celeste por la elevación

interior.” (Laurette Séjurné. 1957).

En efecto, uno de los grandes misterios de la historia, no sólo del

México antiguo, sino de la humanidad misma, fue la inexplicable y

asombrosa desaparición de los toltecas en todo el Anáhuac en menos

de una generación. No se sabe por qué lo hicieron, pero a mediados del

siglo IX d.C. fueron destruidas piedra sobre piedra las centenarias

construcciones y cubiertas totalmente de tierra. Este fenómeno no fue

un hecho aislado o regional.

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Por el contrario, fue una acción coordinada y concertada en todos los

Tollánes o centros de conocimiento, que hoy llamamos “zonas

arqueológicas”. De Norte a Sur y de Este a Oeste. En menos de 50 años

fueron desapareciendo y lo que también resulta asombroso, es que no

existen huellas arqueológicas de una migración y mucho menos

aparecen en otro lugar del Anáhuac.

Literalmente los seres humanos que vivían en lo que hoy llamamos

zonas arqueológicas desaparecieron sin dejar rastro alguno y los

especialistas le llaman el Colapso del Clásico Superior.

LA PALABRA DE LOS VIEJOS ABUELOS TOLTECAS.

“Los maestros de la palabra”, los tlatolmatinime, como se les llamó en

su lengua, eran sacerdotes, poetas y sabios, autores de discursos,

empeñados en dominar el difícil arte de expresar el pensamiento con el

matiz adecuado y la metáfora que abre el camino a la comprensión.

Eran, como se lee en un texto indígena, “artistas del labio y la boca,

dueños del lenguaje noble y la expresión cuidadosa”. Muchos de ellos,

eran también maestros en centros prehispánicos de educación, donde,

junto con lo mejor de la herencia cultural prehispánica, se enseñaba

también el tecpillatolli, o sea el lenguaje noble y cuidadoso. Esos

mismos maestros de la palabra habían creado las que se llamaban

icniúhyotl, fraternidades de sabios y poetas...” (Miguel León Portilla.

1980).

En efecto, desde los mismos orígenes de la sabiduría humana, ésta se

ha guardado y transmitido en la lengua de los pueblos. Como ejemplo

diremos que la Biblia, el libro más antiguo del mundo, fue guardado y

transmitido a lo largo de siglos enteros por el pueblo hebreo.

“Los mesoamericanos habían desarrollado una oralidad que se

manifestaba, en diversas circunstancias, en forma de cantos, discursos

y recordaciones de acontecimientos importantes, divinos o humanos.

Dicha oralidad puede describirse como una forma de tradición oral que

se aprendía sistemáticamente en las escuelas y templos.

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Para transmitirla, los sacerdotes y sabios utilizaban sus libros o códices.

Los mayas leían en sentido estricto las secuencias logosilábicas de sus

libros. Los nahuas y mixtecas amoxohtoca, “seguían” el camino de las

secuencias de las pinturas y glifos incluidos también en sus códices”.

(Miguel León Portilla. 1968)

En la palabra, el conocimiento se transmite directamente. En el idioma

náhuatl los Viejos Abuelos atesoran valiosos conceptos como: “topial in

tlahtolli” el legado de nuestra palabra, “to-pializ” lo que nos compete

preservar, “yuhcatiliztli” la acción que lleva a existir de un modo

determinado, “Toltecáyotl” el conjunto de instituciones y creaciones de

los toltecas.

“Eran nuestros abuelos, nuestras abuelas, nuestros bisabuelos, nuestras bisabuelas, nuestras tatarabuelas, nuestros antepasados. Se repitió como un discurso su relato, nos lo dejaron y vinieron a legarlo a quienes ahora vivimos, a los que salimos de ellos. Nunca se perderá, nunca se olvidará, lo que vinieron a hacer, lo que vinieron a asentar, su tinta negra, su tinta roja, su renombre, su historia, su recuerdo. Así en el porvenir jamás perecerá, jamás se olvidará, siempre lo guardaremos nosotros, hijos de ellos.” (Fernando Alva Ixtlilxóchitl)

La civilización del Anáhuac tenía en su lengua franca, el náhuatl,

palabras que nos revelan la profundidad de su pensamiento y su

sabiduría sistematizada. Por ejemplo: “amoxcalli” biblioteca,

“tonalámatl” libro de la cuenta de los días y los destinos, “xiuhámatl y

tlacamecayoámatl” libro de los años y los linajes, “teoámatl” libro

acerca de las cosas divinas, “cuica-ámatl” libro de los cantares, “lemic-

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ámatl” libro de los sueños, “amoxohtoca” seguir el camino del libro,

“altehuehuehtkahtolli” antigua palabra del pueblo, “huehuehtlahtolli”

testimonio de la antigua palabra. De este último tomaremos un

fragmento de las palabras que le dirige una madre a su hija:

“Ahora mi niñita, tortolita, mujercita, tienes vida, has nacido, has

salido, has caído de mi seno, de mi pecho. Porque te ha forjado, porque

te ha moldeado, te hizo, te formó menudita tu padre, tu señor. Ojalá no

andes sufriendo en la tierra. ¿Cómo vivirás al lado de la gente, junto a

las personas? Porque en lugres peligrosos, en lugares espantosos, con

gran dificultad se vive. Así, un poquito concede a las personas, las haces

merecer su fama, su honra, su calor, su tibieza, su dulzura, su

sabrosura, el Señor Nuestro.” (Miguel León Portilla. 1991).

Como se aprecia, nuestra raíz es profunda, valiosa y muy antigua.

Cuando pensemos en la “Grecia Clásica” del año 500 a.C., debemos de

recordar y ponderar que, mil años antes, nuestros antepasados

construyeron en el Valle de Etla, Oaxaca, el antiguo Tollán conocido

como, la zona arqueológica de “San José del Mogote”.

HUNAB KU O TLOQUE NAHUAQUE.

De la antigua lengua maya: hunab ku, se traduce como "dador del

movimiento y la medida". Se compone de: hun, "único", "solo"; nab,

"medida" y "movimiento" y ku o kub, "dador".

La civilización del Anáhuac es una sola, por múltiples culturas

diferentes en tiempo y espacio que la integran. De modo que los mayas,

nahuas o zapotecos, por solo citar tres, de los más de doscientos

pueblos que existieron antes de la invasión y ocupación europea. De

modo que al poseer una misma “matriz-filosófico-cultural” conocida

como Toltecáyotl, no estamos frente a “diferentes civilizaciones”, es

decir, los mayas no son una civilización en sí mismos, son en cambio,

parte de un todo hermanado que se conoce como Civilización del Cen

Anáhuac.

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Así que el concepto filosófico-espiritual de Hunab Ku, "dador del

movimiento y la medida", no es creación única de la cultura maya, en la

lengua náhuatl (lengua franca del Cen Anáhuac por miles de años) se

nombra como Tloque Nahuaque. Así como Chac, que representa la

energía luminosa del mundo simbolizado con el agua, también existe

en la cultura zapoteca con el nombre de Cosijo, y de la misma manera

la encontramos en la cultural nahua con el nombre de Tláloc. Las tres

comparten la misma raíz filosófica-religiosa pero cada cultura la

representará iconográficamente de maneras distintas, pero todas

coincidirán en llevar unas anteojeras y una lengua de serpiente.

La concepción filosófica de “lo inconmensurable”, de aquella suprema

consciencia o energía primigenia los anahuacas determinaron que no

tenía nombre, ni forma, que era totalmente abstracto e inaprensible

para las limitadas posibilidades humanas. De modo que para el siglo

XVI los españoles le llamaban “Dios Padre”, Jehová y lo representaban

con un anciano sentado en un trono, sosteniendo en la mano derecha

una cruz y en la izquierda a un globo terráqueo. Los pueblos del Cen

Anáhuac, los anahuacas treinta siglos antes decían que era invisible e

impalpable, como el viento y la noche o le llamaban metafóricamente

“Aquél por quien se vive”, porque no se podía nombrar. De modo que

no podía ser representado porque era invisible, lo que implica que los

anahuacas no eran idólatras. El concepto en lengua náhuatl de “teotl”

no significa dios, aunque así lo tradujeron los primeros misioneros por

ignorancia e incapacidad cultural.

Nuestros antepasados tenían Hunab Ku o Tloque Nahuaque, o como le

llamaran en las otras lenguas anahuacas. La concepción de una fuerza

única, inconmensurable, invisible, impalpable e innombrable, era su

referente superior en los terrenos de lo divino y lo sagrado. Las

diferentes advocaciones o manifestaciones de esta suprema realidad

fueron representadas de manera simbólica. Estos diferentes

simbolismos o advocaciones de una sola realidad, los misioneros por su

corta visión o su fanatismo les llamaron “dioses”, justificando con esto

la inferioridad de la milenaria religión endógena de los anahuacas,

frente al sincretismo religioso y las múltiples transgresiones que sufrió

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la secta cristiana, surgida del judaísmo, al ser adoptada por las

diferentes religiones locales de los pueblos europeos y puesta por Roma

como religión de Estado. Y que para España, fue impuesta como

religión obligatoria por Isabel de Castilla, proscribiendo las religiones

de los arrios, judíos y musulmanes, que tenían siglos de profesar en la

península.

La confusión surge porque los primeros “investigadores” han sido

extranjeros, y ellos, siempre nos han “estudiado por nuestras

diferencias y no por nuestras semejanzas”, y desde una supuesta

superioridad inexistente. De modo que ven al Cen Anáhuac como un

“archipiélago en vez de un continente”, y sus “colegas nacionales”

totalmente sometidos y colonizados, repiten sus errores hasta

convertirlos en “la verdad oficial”.

Así que para los mayas y todos los demás pueblos del Anáhuac, Hunab

Ku era el centro de todo de la galaxia, y a su vez, el corazón y la mente

del Creador, hacia allí y a través del Sol, dirigían su mirada al estudiar

las estrellas. Hunab Ku, es el centro y existían “esencias” menores. Los

tlamatinime y las personas de conocimiento entendían la integralidad

del universo con la Tierra y la vida humana. Nada estaba separado y

todo era complementario. Y existía una consciencia o “energía”

superior que se encontraba en el centro de lo “inconmensurable”.

Los anahuacas, sabían que su corazón y su mente están en el centro del

universo y solo a través del Sol podían comunicarse con él. Considerado

el centro de la galaxia y a su vez, el corazón y la mente del creador.

Creador del mundo y del ser humano, construyó el mundo tres veces:

La primera vez fue habitado por genios. La segunda vez por los dzolob,

una raza oscura y siniestra, y la tercera y última por los anahuacas.

Los anahuacas por alguna razón, aproximadamente en el año 850 d.C.

en el auge de su brillante civilización, partieron de sus ciudades que

habían destruido, quemado y cubierto de tierra o simplemente

abandonaron, dejando atrás soberbias construcciones, observatorios

astronómicos, obras de arte, cientos de monumentos y estelas...y

desaparecieron, sin saber cómo destruyeron, por qué lo hicieron y a

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dónde se fueron. Se sabe que dejaron guardianes de sus centros de

investigación y estudio hoy conocidos como “zonas arqueológicas”, y

que ellos preservan los valiosos códices escondidos hasta ahora.

Algunos de los centros de conocimiento fueron repoblados por otros

pueblos, pero la mayoría de estos centros de investigación y estudio

fueron cubiertos y muchos de ellos siguen bajo tierra sin ser

“descubiertos”.

Conforme se descubre el legado de la Civilización del Anáhuac, nos

quedamos maravillados con estos adelantados astrónomos,

matemáticos, físicos, ingenieros increíbles, constructores de

monumentos imperecederos; consideraron los occidentales que

poseían una visión superficial e ingenua del mundo, atrasada y

primitiva. A la luz de los descubrimientos de las culturas anahuacas,

percibimos con verdadero asombro que en algunos aspectos estaban

más adelantados que los científicos actuales, y llevaban una ventaja de

casi mil años a las civilizaciones del entorno, mucho antes que las

civilizaciones contemporáneas de su época, los anahuacas dominaban

un sistema numérico binario exponencial, con base en el número 2. Ya

500 años antes de los árabes, utilizaban el concepto del 0, y su

calendario que sincroniza al sol, la luna y la tierra con el universo. Es

más, sus medidas astronómicas probaron ser tan exactas, que

comparándolas con las medidas tomadas por la NASA (Centro

Aeroespacial Estadounidense) son apenas diferentes en milésimas de

segundo; por ejemplo: Según los anahuacas, la rotación completa de la

Tierra alrededor del Sol es de 365,2420; mientras que la NASA lo mide

en 365,2422.

Los anahuacas mantenían la creencia de que del centro de la galaxia

(Hunab Ku), cada 5.125 años, surge un “rayo sincronizador”, que

justamente sincroniza al sol y a todos los planetas, con una poderosa

emanación de energía.

En la rotación completa del sistema solar en la galaxia, ellos hacían una

división de dicha elipse en dos, con una fracción cada una de 12.812

años, llamando a la fracción más cercana al centro de la galaxia, Día, y

a la parte más alejada de Hunab Ku; Noche, tal cual se divide en día y

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noche en la Tierra. A su vez, dicha elipse era partida en cinco períodos

de 5.125 años: los cuales eran: Mañana, Mediodía, Tarde, Atardecer y

Noche. Según nuestros Viejos Abuelos anahuacas, justamente en

nuestro nuevo milenio, estaremos ingresando en la mañana galáctica, y

es marcada por el rayo sincronizador desde Hunab Ku.

Los hombres y mujeres de conocimiento nos dicen que el período

intermedio al traspaso, dura 20 años, y ellos lo llaman “El tiempo del

No-Tiempo”, en donde ocurren grandes cambios. Es allí cuando

debemos ser capaces de transformarnos, puesto que será nuestra

decisión seguir como humanidad o perecer en nuestra autodestrucción.

Encontramos un calendario que abruptamente, finaliza luego de una

cuenta de 25.000 años, justamente en el cambio de nuestro milenio.

Junto con ese calendario.

Es lógico suponer que todo esto puede ser una mera coincidencia, y las

profecías, orientadas hacia personas que nacerían cientos de años

después, pueden ser sólo parte de un mito mal comprendido por los

que han comenzado a descifrar la escritura maya; además su extraña

desaparición, sin dejar rastros, plantea dudas sobre un pueblo que sin

un porvenir conocido en su propio tiempo, anuncia sin embargo, un

futuro a otra fase de la civilización humana. Sus profecías tienen base

científica, y aunque llegan a pocos iniciados llamadas poco perceptibles

aseguran están llegando, pocos saben las casi imperceptibles llamadas

de atención que se están recibiendo y que reciben quien es capaz de

interpretarlos, y que la experiencia demuestran que dichas profecías

están cumpliéndose.

Nuestros ancestros nos transmiten de hecho un mensaje de esperanza,

pues nos dicen que esta época es el “Final del Miedo”. Si somos capaces

de enfrentar este nuevo destino, podremos sobrevivir como especie y

civilización, pero el tiempo corre y hay que decidirse, la primera

profecía, marca los últimos 13 años, contando a partir de 1999, desde el

momento del eclipse anular de sol del 11 de Agosto (también anunciado

en sus mediciones), en los cuales cada individuo debe decidir sobre la

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humanidad; antes del Sábado 22 de diciembre de 2012, será el último

día, según los Viejos Abuelos toltecas.

El símbolo conocido como Hunab Ku, se encuentra en el Códice de

siglo XVI Magliabecchiano y en la reproducción que hizo Zelia Nuttall.

En él se pinta en una manta y tiene una inscripción que dice “arena y

agua”. Posteriormente fue asociado con la Vía Láctea y el “dios Hunab

Ku” por José Arguelles en 1987 en su libro El Factor Maya, quien

cambió el símbolo a uno circular.

Sin embargo, el símbolo en cuestión es propio de todas las culturas del

Cen Anáhuac y no solo de los mayas. Está compuesto por cuatro

mariposas que apuntan a los cuatro rumbos de la existencia dispuestas

en “pares opuestos complementarios”, negra con blanca y blanca con

negra, es decir, material e inmaterial, concepto iconográfico que nos

presenta claramente el principio dialéctico del par de opuestos

complementarios.

Es necesario saber que en la mitología tolteca del Anáhuac, los

“guerreros y guerreras de la Muerte Florecida” se representaban con

una mariposa en el pecho. Símbolo que implica que el ser humano es

un capullo en evolución-transformación y que partir de la “Batalla

Florida”, los guerreros salen victoriosos de su capullo convertidos en

mariposas que se elevan en busca del cielo. Podemos ver la mariposa en

el pecho de los llamados Atlantes de Tula, de Coatlicue y del Chac Mol.

En el centro del dibujo, donde se encuentran las cuatro mariposas

surge el símbolo del caracol marino cortado de manera transversal, que

es el símbolo por excelencia de Quetzalcóatl y que nos remite a la idea

del “soplo divino que le da consciencia a la materia”.

El símbolo representa cabalmente el principio rector de la Toltecáyotl,

como “el arte de vivir en equilibrio”. El equilibrio se logra a través de la

“medida”, a su vez, la medida se obtiene por el movimiento de los

astros o mecánica celeste. Es por ello que Hunab Ku significa, "dador

del movimiento y la medida" para la civilización del Anáhuac y sus

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diferentes culturas en tiempo y espacio, pero todas unidas por la matriz

filosófica-cultural de la Toltecáyotl.

TEOTIHUACAN EL LUGAR DONDE SE ALCANZA LA

DIVINIDAD

Teotihuacan fue el centro generador y reproductor de la Toltecáyotl en

el periodo Clásico o del esplendor de Cen Anáhuac. Los toltecas no eran

una cultura y mucho menos una etnia. Por el contrario, era un grado de

conocimiento. Los toltecas eran los hombres y mujeres de

conocimiento de todos los pueblos y culturas que se reunían en

Teotihuacan para investigar y aprender los nuevos aportes de la

Toltecáyotl, para después regresar a sus lugares de origen a difundirlos

entre los aprendices y maestros de los diversos tollanes que existían

desde lo que hoy es Nicaragua hasta el Norte de E.U. Esta sabiduría

era producida y compartida de manera comunitaria y por ello, llegarán

influencias de Teotihuacan a los más remotos confines del Cen

Anáhuac a través de los toltecas.

Los antiguos anahuacas no vivían en ciudades, como las de otras

civilizaciones como Mesopotamia y China, por citar dos ejemplos. Los

Altépetl que es la denominación para referirse a el centro neurológico

de los calpulli, diseminados en el campo, toda vez que las ciudades son

centros de poder que dominan y explotan a los núcleos campesinos

para poder alimentarse. La Toltecáyotl instruía a las personas, familias

y comunidades ser autosustentables, por lo cual era conveniente vivir

en el lugar en donde se trabajaba la tierra. Lugares como Cantona en

Puebla, son excepcionales y se explican por la producción intensiva de

obsidiana del lugar.

La civilización del Anáhuac llamaba Tollan, al lugar en donde se

desarrollaba la Toltecáyotl, y Altépetl, al lugar en donde vivían las

autoridades civiles, administra, religiosas y educativas de los centros

poblacionales. Huey Calpulli era donde se dirigían los calpulli menores.

De modo que Teotihuacan nunca fue una “ciudad” en la concepción

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occidental y menos “el lugar donde los hombres aprendían a ser

dioses”, porque en el Anáhuac nunca existieron dioses. Teotl en náhuatl

significa divinidad y tihua, lo que se construye o lo que se crea. Y can,

como “tierra de”.

Los toltecas en Teotihuacan eran teotlalol matini, es decir, doctos en

los sagrados conocimientos, porque la Toltecáyotl, en su nivel más

elevado se consideraba teotlamachiliztli o sabiduría espiritual. De

modo que todo lo que había y se hacía en Teotihuacan era teoyotl,

entendida como cosa divina o espiritual.

Si la Toltecáyotl fue la raíz filosófica o epistémica y cultural del Cen

Anáhuac, Teotihuacan fue su centro irradiador donde los seres

humanos se entrenaban con el tlamatinini, el maestro, la persona

experimentada temachtekatl en el teotlacualli o alimento espiritual.

Los toltecas eran personas de conocimiento tlaixmatlisitli, que sabían

los secretos de in tlilli, in tlapalli “la tinta negra la tinta roja”, eran

asiduos a la amoxtlatiloyan o biblioteca, eran amigos del amoxiutlatiani

el bibliotecario.

“El sabio: una luz, una tea, una gruesa tea que no ahúma. Un espejo honrado, un espejo agujereado por ambos lados. Suya es la tinta negra y roja, de él son los códices, de él son los códices. Él mismo es escritura y sabiduría. Es camino, guía veraz para otros. Conduce a las personas y a las cosas, es guía en los negocios humanos. El sabio verdadero es cuidadoso (como un médico) y guarda la tradición. Suya es la sabiduría transmitida, él es quien la enseña, sigue la verdad. Maestro de la verdad, no deja de amonestar. Hace sabios los rostros ajenos, hace a los otros tomar una cara (una personalidad), los hace desarrollarla. Les abre los oídos, los ilumina. Es maestro de guías, les da su camino, de él uno depende. Pone un espejo delante de los otros, los hace cuerdos, cuidadosos; hace que en ellos aparezca una cara (una personalidad). Se fija en las cosas, regula su camino, dispone y ordena.

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Aplica su luz sobre el mundo. Conoce lo (que está) sobre nosotros (y), la región de los muertos. Es hombre serio. Cualquiera es confortado por él, es corregido, es enseñado. Gracias a él la gente humaniza su querer y recibe una estricta enseñanza. Conforta el corazón, conforta a la gente, ayuda, remedia, a todos cura.”

QUINCUNCE: LA DIALÉCTICA TOLTECA

Existe en la iconografía del Anáhuac un símbolo que es constante desde

los olmecas hasta los mexicas, llamada "La Cruz de Quetzalcóatl". Una

cruz o equis que se encuentra presente en la mayoría de las llamadas

“obras de arte” del México antiguo.

Esta cruz generalmente se ubica en la frente, en el pecho o en el plexo

solar, si se trata de una figura humana. Si es un diseño geométrico,

generalmente se encontrará en los puntos fundamentales. Esta cruz se

conforma por dos ejes que dividen al espacio y al cuerpo humano a

través de dos líneas que se cruzan en el “ombligo de la tierra” o en el

ombligo humano.

“Esta Cruz, llamada de Quetzalcóatl, tiene el valor de punto central y,

como simboliza el recuentro del cielo y de la tierra. Bajo este aspecto, el

quincunce está abundantemente representado”. (Laurette Séjurné.

1957).

La primera línea imaginaria dividía al cuerpo humano en dos mitades.

Del ombligo a la cabeza era la representación del cielo y se simbolizaba

con un ave. Simbólicamente tenía dos órganos que representaban la

aspiración de la elevación, encarnando la máxima aspiración espiritual:

el cerebro y el corazón.

La segunda parte del ombligo a los pies, representando la tierra y

siendo simbolizada por una serpiente. Tenía dos órganos que

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encarnaban la energía que une al ser humano con la tierra y el mundo

material: los riñones y los genitales.

De modo que el ser humano, filosóficamente es el puente que une a los

opuestos complementarios. Como lo decían los Viejos Abuelos

poéticamente, “donde se besaban la tierra y el cielo”. Al ave la

representaron generalmente a través de un quetzal, un águila o una

guacamaya.

Al animal que representaba a la tierra se le simbolizó con una

serpiente, que en lengua náhuatl se nombra Cóatl. De modo que El

Quetzal-coatl, representa una figura filosófica espiritual, que está en

nuestro ser y que podemos llegar a encarnarla a través del equilibrio de

nuestra parte espiritual con nuestra parte material. El ser humano es

punto de contacto entre lo divino y lo mundano, entre la materia y el

espíritu, entre el cielo y la tierra.

Pero al mismo tiempo, los Viejos Abuelos dividen al ser humano en dos

mitades longitudinales, también a partir del ombligo. De lo que resulta

que tenemos una parte derecha o “Tonal”, que está asociada al mundo

conocido, la parte masculina, al día, el sol, lo caliente y

específicamente a la racionalidad, al mundo de los objetos. La parte

izquierda se llama “Nagual” y está asociada al mundo desconocido, a la

parte femenina, a la noche, a lo frío, a la luna y a la parte intuitiva, al

mundo de la energía.

“La primera gran sección del cuerpo humano se produce a la altura del

obligo... Es posible la existencia de una antigua equiparación entre esta

división del cuerpo en dos partes y algunos elementos míticos.

Partamos de una triple correspondencia entre cosmología, la

organización política y la división corporal. Según el mito, el monstruo

cósmico originario fue segmentado por el centro de su cuerpo para con

ello dividir los sectores que constituían el cielo y la tierra... La segunda

sección del cuerpo lo divide en parte derecha y parte izquierda... No

debe extrañar que en algunos casos la fuerza sobrenatural de los seres

humanos señalados por los dioses se creyera ubicada en el lado

izquierdo del cuerpo... Lo anterior sugiere que, así como el uso de la

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mano derecha estaba más ligado a las actividades cotidianas, sobre

todo a las que exigían destreza, la izquierda se ligaba en forma más

estrecha al mundo de lo sobrenatural... Por último, es necesario

mencionar que el punto central del cuerpo, la región del ombligo, es

uno de los más importantes en el pensamiento mágico, ligado a la idea

del punto central de la superficie de la tierra, la casa del dios del fuego,

sitio por el que el eje cósmico permitía la comunicación con el cielo y

con el inframundo.” (Alfredo López Austin. 1980)

El ser humano queda dividido en cuatro partes y representan los cuatro

puntos cardinales o rumbos de la existencia. Sin embargo, existe un

quinto punto, una quinta dirección: EL ARRIBA Y EL ABAJO. Lo que

se eleva trascendiendo el plano humano si se logran unificar en

equilibrio el par de opuestos complementarios. Y lo que se degrada y

cae, si se pondera con exceso cualquiera de los cuatro elementos sobre

los restantes, perdiendo el equilibrio.

LA LEY DEL CENTRO O QUINCUNCE.

“La Ley del Centro” de los Viejos Abuelos nos habla de que el ser

humano debe tratar de equilibrar los cuatro rumbos de la existencia en

su centro, para lograr la trascendencia. El dilema de estar en medio de

dos pares de opuestos complementarios y el desafío existencial de

buscar su equilibrio para trascender.

No se puede ser en la vida, totalmente espiritual, ni totalmente

material; ni totalmente racional, ni totalmente intuitivo. Cada uno de

estos cuatro opuestos complementarios debe estar en equilibrio. Si el

Equilibrio se logra (que se da en el centro) el individuo logra ascender y

evolucionar; pero si el equilibrio se pierde y se pondera más uno de los

cuatro opuestos, el ser humano cae en los degradados abismos de su

estupidez, pues es arrastrado por la “inercia de la materia” que lo lleva

a su destrucción o corrupción. Perdiendo la maravillosa oportunidad de

trascender su existencia.

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“El jeroglífico náhuatl más familiar es una figura que, bajo infinitas

variantes, está formada siempre por cuatro puntos unificados por un

centro, disposición llamada quincunce. Como lo demostró Eduardo

Seler, el cinco es la cifra del centro y éste a su vez, constituye el punto

de contacto del cielo y la tierra. Para mayor exactitud, el quincunce

designa además, la piedra preciosa que simboliza el corazón, lugar de

encuentro de los principios opuestos. He aquí entonces reunidos en un

signo todas las características del Quinto Sol –Corazón del Cielo-,

expresadas por la mitología. Todo está admirablemente estructurado.

¿No es, en efecto, el Quinto Sol el del hombre-dios cuyo corazón se

convirtió en el planeta Venus? ¿y no es justamente Quetzalcóatl quien

inauguró la Era del Centro revelando la existencia de una fuerza capaz

de salvar de la inercia? Pero hay más. El quincunce acompaña también

al dios del fuego –igualmente dios del centro y llamado por este hecho

“ombligo de la tierra”-,... la Ley del Centro ha abolido la fragmentación

de los contrarios. Basados sobre las revoluciones de los astros y sobre

arduos cálculos estos ciclos van, partiendo del más simple –el de la

muerte y resurrección de la Naturaleza-, hasta englobar unidades

inmensas que tienen por fin la búsqueda mística de los momentos de

liberación suprema, es decir, las concordancias entre el alma individual

y el alma cósmica, el tiempo y la eternidad, lo limitado y lo infinito.”

(Laurette Séjourné. 1957)

“La ley del Centro” los Viejos Abuelos la expresaron de manera

reiterativa en todo cuanto consistió su mundo material e iconográfico.

Lo expresaron en la arquitectura, pues las pirámides y recintos de

investigación y estudio son una clara expresión de esta filosofía. Basta

observar que la mayoría tienen un patio central y cuatro habitaciones o

cuatro pirámides en cada punto cardinal. Las pirámides tienen en

general cuatro niveles, cuatro caras y en la cúspide una base que las

unifica. Otra forma muy recurrente era señalarlo a través de una flor

con cuatro pétalos y un centro unificador Macuilxóchitl (cinco flor).

También a través de la llamada Cruz de Quetzalcóatl o sencillamente

con una equis, un circulo con dos líneas cruzadas en sus grabados, con

cinco círculos.

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El “quincunce” como lo llama la maestra Laurette Séjourné se

encuentra como motivo fundamental en los diseños arquitectónicos y

artísticos que los Viejos Abuelos construyeron, pintaron, grabaron y

bordaron, en pirámides, códices, estelas, textiles, frescos. Bástenos ver

con respeto y detenimiento este mensaje filosófico-espiritual, en los

vestigios materiales de esta maravillosa civilización. La aspiración

fundamental de los Viejos Abuelos, como la de todas las grandes y

antiguas civilizaciones, es la TRASCENDENCIA ESPIRITUAL DE LA

EXISTENCIA.

“La Unión de los Contrarios en la Religión Náhuatl. La dinámica de la

unión de los contrarios está en la base de toda creación, tanto espiritual

como material. Si el cuerpo “brota y florece” su alma, solamente si es

traspasado por el fuego del sacrificio, la tierra, a su vez, nos da sus

frutos más que penetrada por el calor solar transmitido por las lluvias.

Es decir, que el elemento generador no es el calor ni el agua simples,

sino una combinación equilibrada de los dos.” (Laurette Séjourné.

1957).

Los Viejos Abuelos se propusieron a través de lograr el equilibrio un

camino, similar al budismo, al cristianismo o al islamismo. Pero este

camino es diferente para nosotros, en tanto “es el nuestro-propio”, el

que nació en nuestras tierras, con nuestra gente y sus experiencias y

conocimientos. La filosofía que engendró el esplendor del México

Antiguo sigue viva, presente, vigente y vibrante; y por ahora, nosotros

somos parte inconsciente de ella. Como la grecolatina de la civilización

Occidental en nuestros días, que la separa más de dos mil años y sigue

viva en su esencia en el mundo occidentalizado. El problema es que

debido a la colonización mental, no la podemos hacer consiente. La

pregunta es: por qué los países colonizadores pueden tener conexión

directa con su pasado filosófico, como los europeos del pensamiento

grecolatino o los chinos y japoneses del pensamiento budista y,

nosotros los mexicanos, según nuestros colonizadores, no tenemos

ninguna relación con los siete mil quinientos años de desarrollo de un

pensamiento filosófico.

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EL QUETZALCÓATL CÓSMICO.

Desde el inicio de los tiempos, el ser humano ha tenido que enfrentar el

mundo, la vida y la muerte, desde dos posiciones fundamentales, con

sus innumerables variantes y tesituras.

Desde la perspectiva espiritual o desde la material. Dos formas

opuestas y complementarias. Esencialmente, el par de opuestos

complementarios que, dialécticamente explican la existencia, desde la

perspectiva “humana”.

En general, las civilizaciones más antiguas y con origen autónomo,

sustentaron su desarrollo humano, desde la perspectiva del Espíritu.

En ellas, “la materia” es un medio que permite el “trabajo” del Espíritu

en el plano humano.

Sin embargo, es la cultura Occidental la que se ha encaminado por el

desarrollo del mundo material. Esta visión nace de la “fusión de las

apropiaciones culturales” de los remantes de las civilizaciones Madre,

que surgieron entre los ríos Éufrates, Tigres y Nilo, y que para el año

336 a.C. se encontraban en decadencia. Razón por la cual, el

macedonio, Alejandro el Magno, las invadió y saqueó culturalmente

para dar las bases a través de su fusión, de lo que más adelante

conoceremos como cultura grecolatina, pero que tiene su génesis en la

sabiduría milenaria de Mesopotamia, Egipto e India.

El ser humano, cuando llega a un estadio de madurez existencial,

cuando ha dejado, por evolución, su estado “básico-animal” y se

cuestiona el significado y la trascendencia de su propia existencia, se

enfrenta al problema ontológico del ser. ¿Quién soy?, ¿de dónde vengo?

y ¿a dónde iré?

En la Historia de la Humanidad, especialmente en la antigüedad,

encontramos variados y diferentes caminos que se definieron por la

visión espiritual-trascendente. La renunciación total al mundo

material. El sacrificio simbólico y real, al cuerpo humano, como

símbolo de la materia. El dolor y la carencia como vía a la iluminación

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para llegar al mundo del Espíritu. La espiritualidad y hasta en la

religión, llegando a los espacios extremos del fundamentalismo.

De igual manera, podemos apreciar el camino opuesto. El del culto al

mundo material, y con él, al de los sentidos. La visión “del aquí y del

ahora”. De que lo único que se ve y se toca, es lo real y verdadero. De la

limitación y finitud de la existencia, y de la realidad “de los placeres”

terrenales. Hasta llegar al fundamentalismo “religioso”, del culto “al

Becerro de Oro”. Entendida en la filosofía popular, como “el cuanto

tienes, cuanto vales” y el dicho, “muerto el perro se acaba la rabia”.

Los antiguos habitantes del Anáhuac, como toda civilización Madre”,

también se plantearon el problema ontológico del Ser. Resulta

importante señalar que desde la temprana época olmeca (1500 a.C.), ya

encontramos muy claramente definida, lo que será a lo largo de por lo

menos tres mil años, la respuesta que iluminará el periodo de

esplendor con la cultura tolteca (200 a.C.-850 d.C.) y a pesar del

decaimiento cultural de periodo Postclásico, se mantendrá aún en los

mexicas (1325-1521 d.C.).

Asombra encontrar en “La Historia Universal”, una civilización que

desde el mismo inicio de sus orígenes, ya nos presenta totalmente

definida la respuesta al problema ontológico. En efecto, los olmecas

“como tales” aparecen alrededor del año 1500 a.C., determinados ya

con una propuesta filosófica totalmente decantada, que se mantendrá

intacta, en lo esencial, hasta la invasión europea. Tal vez, la única

salvedad es la trasgresión que hicieron los mexicas al pensamiento

tolteca, a partir del año 1440 d.C., con la ascensión al poder de

Tlacaélel, el ideólogo del imperialismo mexica, que trasgredió miles de

años de la Toltecáyotl y en menos de 81 años, llevó no solo a los

mexicas, a una catástrofe cultural-civilizatoria, sino que involucró a

todo el Anáhuac.

La respuesta de la Toltecáyotl, al problema antológico del Ser, la

encontramos presente iconográficamente desde los olmecas, en el

periodo de tiempo conocido como Preclásico. Se mantendrá

vigorosamente durante el siguiente periodo conocido como Clásico, en

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la llamada cultura tolteca. Y llegará incólume hasta el final del periodo

Postclásico con la cultura mexica.

La Toltecáyotl resuelve el problema filosófico de manera precisa y

clara. La respuesta es “el equilibrio”. El justo medio, el centro que

unifica y armoniza a los opuestos complementarios. Y de manera

simbólica lo representan con la figura del “Quetzalcóatl”. La metáfora y

la parábola serán el lenguaje del Espíritu. Con “Flor y canto” los

antiguos habitantes del Anáhuac nos hablan del maravilloso mito de

“La Serpiente Emplumada”.

Iconográficamente la encontramos presente en La Venta, Tabasco y en

Chalcatzingo, Morelos, en la cultura olmeca al inicio de la civilización

del Anáhuac. Pero indiscutiblemente que ésta “iconografía”, es la punta

de un inmenso iceberg filosófico tolteca. Así como “la paloma”,

representa iconográficamente para los judeo-cristianos, el Espíritu

Santo. Por ello “La Serpiente Emplumada”, será el motivo relevante en

el Tollán de Teotihuacán en el periodo Clásico del esplendor, y

posteriormente, en el periodo Postclásico decadente en Tenochtitlán.

Es el quetzal, el símbolo del Espíritu. En tanto es el ave con el plumaje

más hermoso que vence la gravedad y levanta el vuelo a las alturas

insondables del Espíritu.

Es la serpiente, el símbolo de la materia. En tanto es el reptil, el animal

que se arrastra sobre el mundo material y en donde ejerce su poder.

Los sabios y milenarios toltecas, definen entonces la respuesta, al

problema ontológico del ser, por medio del EQUILIBRIO. Encarnar el

símbolo del Quetzalcóatl en la vida de todos los días, en el mundo real,

es el desafío, no solo de Los Guerreros de la Muerte Florecida, sino de

todos: masehuales, hombres y mujeres; yaquis, nahuas, zapotecos o

mayas. De ayer y de hoy.

Esta es la razón por la cual, la institución de estudios superiores

conocida como Calmécac, era conocida por “la casa de la medida”. En

efecto, es la MEDIDA, lo que le permite al ser humano llegar el

equilibrio. El equilibrio, de tal suerte, no solo es SABIDURÍA, sino

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fundamentalmente BELLEZA. Razón por la cual los toltecas definieron

el campo del conocimiento filosófico como, “Flor y Canto”. En la que la

primera, representa simbólicamente la belleza, y el segundo, la

sabiduría.

La figura filosófica del “Quetzalcóatl” se nos presenta clara y luminosa

desde el inicio de la creación del Anáhuac. Alcanzará el cenit, en el

universo teotihuacano, y será expandido en todos los confines

civilizados del Cen Anáhuac por los sabios maestros y maestras

toltecas.

Quetzalcóatl para las culturas anahuacas, desde los olmecas hasta los

mexicas, será el símbolo de la perfección humana. Lo mismo que

Krishna y Zoroastro son para la India e Irak respectivamente. De esta

manera, Quetzalcóatl ocupa un lugar fundamental para la comprensión

de la Toltecáyotl y de lo que hoy somos los pueblos herederos de la

sabiduría de los toltecas.

LOS GUERREROS DE LA MUERTE FLORECIDA.

La Toltecáyotl, que era lo mejor de las creaciones y conocimientos de

los toltecas, tuvo un nivel de estudios muy elevado. Más allá de lo que

regularmente se estudiaba en los calmécac, que tenía como fin

capacitar cuadros de dirigencia para gobernar, organizar y administrar

a las comunidades, los toltecas poseían un conocimiento superior y de

mayor complejidad. Los toltecas desarrollaron lo que se conoce como

“el camino del guerrero”, para preparar a las personas a someterse a un

complejo, profundo y abstracto sistema de conocimiento, que requería

la mayor disciplina, fuerza de voluntad y sobriedad, dado que se

enfrentaban a una realidad totalmente desconocida, al percibir el

mundo como un universo de cargas energéticas y al ser humano como

creador de la energía más pura del universo.

Los alumnos que iniciaban esta lucha interior, se les conoció como Los

Guerreros de la Muerte Florecida y a su desafío interior se le conoció

como La Batalla Florida. Esta batalla se realizaba en los Tollanes que

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hoy llamamos "zonas arqueológicas". El concepto de la energía para los

toltecas milenarios, está más cerca de la física cuántica que de la física

newtoniana y al ser humano se le concebían como un toroide que podía

llegar a manejar, por su propia voluntad consiente, la energía que lo

componía, y con esta capacidad, “dar un salto mortal a lo

inconmensurable”.

CÓMO SUBIR A MONTE ALBÁN.

Nuestros Viejos Abuelos desarrollaron una civilización enfocada

fundamentalmente al desarrollo de las fuerzas espirituales del ser

humano. Todo, absolutamente todo cuanto ellos hacían estaba ligado a

procesos de carácter espiritual, manifiesto en el pueblo en la acendrada

religión, pero que tuvo su génesis en la estructura filosófica que

debieron manejar un selecto y discreto grupo hermético, como en

Egipto o el Tíbet. En efecto, el mayor potencial de nuestra herencia

cultural indudablemente es la filosofía que produjo nuestra civilización

y que tiene más de ocho mil años de estar viva, presente y vigente en

nuestra realidad, aunque no tengamos conciencia de ello.

Esta maravillosa herencia cultural sigue viva en todos los mexicanos,

pero especialmente a flor de piel en los pueblos indígenas y campesinos

de México (aunque no se quiera ver, entender y valorar por la cultura

colonizadora dominante) y confirma la hipótesis de que nuestra

civilización está concentrada desde hace ocho mil años en el desarrollo

del potencial humano que encierra el espíritu, pues a pesar del

"infierno de negación, injusticia y genocidio" que ha vivido en estos

cinco siglos, mantiene inalterable en lo esencial estos valores en

nuestra sociedad.

Este es el punto medular del misterio, no sólo de Monte Albán, sino de

las majestuosas construcciones del Período Clásico del México Antiguo

que hoy llamamos "zonas arqueológicas" y que en su día se conocieron

como Tollán, que no es una ciudad, pues a ésta se le llamó Altépetl.

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El problema es que desde la invasión europea han sido los extranjeros

los que han creado las "fantasías científicas" sobre el origen y función

de estas construcciones. Siempre nos han estudiado desde un plano de

una supuesta superioridad eurocéntrica, en el que, desde Hernán

Cortés y sus Cartas de Relación, nuestro mundo ha sido

intencionalmente confundido y negado, condenándolo a un estadio

primitivo de evolución, donde sólo existía como fin existencial una

degradada y sangrienta religión politeísta y un limitado afán

alimentario, como única estructura interna de nuestra antigua

civilización.

Por ello se entiende que cuando la gente sube a La Montaña del

Sagrada del Jaguar (Monte Albán), las explicaciones que se les dan son

insustanciales y ofensivas, producto del colonialismo cultural y de la

ignorancia, para las que este lugar fue una ciudad, una fortaleza, un

panteón o un palacio.

Visión limitada y prepotente del extranjero abusivo que nunca ha

querido apreciar y conocer el verdadero potencial humano, filosófico y

espiritual de nuestra civilización (de ayer y de hoy).

Pero existe la probabilidad de que los constructores de Daany Beédxe

(Monte Albán en lengua zapoteca), tuvieran una sabiduría milenaria

sobre ciertas áreas desconocidas, por Occidente, del maravilloso

misterio de la existencia humana, que estuviera relacionada con la

energía luminosa (átomos) y la energía espiritual (conciencia de ser) y

estas dos, con el universo. Sorprende que una de las seis civilizaciones

más antiguas de la humanidad, que cuenta con un desarrollo endógeno

y autónomo como China o la India, según los invasores europeos y sus

descendientes culturales, no haya desarrollado una profunda y vigorosa

filosofía capaz de crear y darle sentido y coherencia al maravilloso

mundo que los acogía a lo largo de siete mil quinientos años. Para el

pensamiento europeo de ayer y de hoy, los "nativos" hicieron esas

impresionantes construcciones para fines profanos y religiosos,

producto sólo de su percepción materialista del mundo y la vida; es

decir, fortalezas, palacios y adoratorios.

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Basta subir y ver las ruinas de este proyecto espiritual para entender

que ahí se construyó las bases de un magno y luminoso proyecto de

sabiduría espiritual. Basta dejar sentir al cuerpo y silenciar nuestra

europeizada razón para dejar que las piedras, las plazas, los valles y las

montañas que rodean a este misterioso sitio de poder y de armonía, le

hablen a nuestro espíritu adormecido y embrutecido por las miserias y

las avaricias de la materia, del maravilloso secreto del potencial

espiritual que encierra nuestra existencia. Que la energía atrapada en

aquellas piedras traspase nuestro caparacho de individualismo,

consumismo, vacío y estupidez existencial.

Subir a Monte Albán y despojarse de las mentiras y falsedades de una

envidiosa visión incomprendida de lo más interno e íntimo, que nos es

PROPIO, ESENCIAL Y VERDADERO.

Subir a Monte Albán y sentir el compromiso milenario de nuestros

Viejos Abuelos, por trascender nuestra existencia en el plano espiritual.

Subir a Monte Albán con humildad y respeto, como dignos herederos

de aquellos legendarios "Guerreros del Espíritu", para encontrar

inspiración y ejemplo en nuestra propia Batalla Florida.

En síntesis, dejar de subir a Monte Albán como "extranjeros incultos en

nuestra propia tierra", hijos del canal de las barras y las estrellas...como

gringos de tercera, perdidos en este cinco centenario laberinto de

soledades, vacíos, negación y desprecio hacia "lo propio-nuestro".

HIEROFANIAS DEL ANÁHUAC.

Los antiguos mexicanos forman parte de una sola civilización, por más

culturas diferentes que han existido en tiempo y espacio en el Anáhuac.

Lo que implica, fundamentalmente, que compartieron una misma

matriz filosófica cultural.

Este conjunto de ideas que explica la vida y la muerte y su relación con

la naturaleza, el universo, así como el sentido sagrado y divino de la

existencia, en lo fundamental, no es muy diferente de las otras cinco

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civilizaciones Madre del planeta. En efecto, cuando un ser humano o un

pueblo han llegado a un estadio superior de desarrollo, cuando han

satisfecho las necesidades básicas de subsistencia material,

necesariamente buscan darle significado a su vida y trascender su

existencia en el plano espiritual, sagrado y divino. Porque la toma de

conciencia de un mundo real y significativo se halla en íntima relación

con el descubrimiento de lo sagrado.

Aunque la agricultura se inventa en el Cen Anáhuac hacia el sexto

milenio antes de la era cristiana, la Cultura Madre aparece decantada y

con su propia personalidad, entre los estados de Veracruz y Tabasco

alrededor del año mil quinientos a.C. Los olmecas nos dejaron

testimonios de las bases de lo que será la civilización del Anáhuac. En

el período conocido como Formativo o Preclásico, los Viejos Abuelos

desarrollaron y perfeccionaron los sistemas: alimentario, de salud, de

educación y de organización social, que serán los cimientos

estructurales de donde se desprenderá lo que más adelante se conocerá

como período de Esplendor o Clásico, que comprende del 200 a.C. al

850 d.C.

Los toltecas llevarán al cenit civilizatorio el proyecto filosófico del Cen

Anáhuac que iniciaron los olmecas. Testimonio de esta continuidad

filosófica, cultural, y sagrada la podemos apreciar en la iconografía, que

nos presenta los diseños y símbolos fundamentales que dejaron

esculpidos, labrados, pintados o bordados: como el quincunce, la

serpiente emplumada, el jaguar, el águila, el árbol y la dualidad divina a

partir del par de opuestos complementarios que “humanizan” al mundo

y que se observan claramente a través de dos perfiles encontrados de

dos serpientes o dos quetzales. Y por supuesto el sistema constructivo

de pirámides truncadas, juegos de pelota, patios cuadrados

flanqueados por cuatro habitaciones, estelas, esculturas en tres

dimensiones y un largo etcétera, que llegará casi intacto y con pequeñas

variantes hasta la misma llegada de los españoles.

Poca gente observa estas similitudes que se mantuvieron por lo menos

tres milenios, no solo en el Cen Anáhuac, sino que asombrosamente, lo

comparten todos los pueblos indígenas desde Alaska hasta Tierra del

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Fuego; pero que la visión eurocentrista y colonizadora nunca ha

aceptado que en estas tierras existían antes de la invasión, pueblos con

una civilización mucho más adelantada que la europea de aquellos

tiempos. Y lo que también es importante señalar, que todos los pueblos

compartían una misma matriz filosófica, cultural y sagrada. Los

colonizadores siempre han estudiado a los pueblos y culturas invadidas

por sus diferencias, no por sus semejanzas. Las cuales son muchas y

muy asombrosas.

Pero el punto de esta reflexión es la necesidad de conocer la estructura

del pensamiento filosófico-religioso del Anáhuac, para que a partir de

su esencia y su raíz, podamos entender y visualizar el tronco y la fronda

del proyecto civilizatorio que eminentemente es de carácter sagrado y

divino. Este desafío es fundamental para entender de raíz nuestra

civilización Madre y acabar para siempre la paupérrima visión

colonizadora. La Hermenéutica del México Antiguo se nos presenta

como una próxima tarea urgente a emprender.

Nuestros antepasados más remotos, después de haber logrado

satisfacer las necesidades básicas de subsistencia, enfocaron toda su

capacidad, talento y sensibilidad para trascender los limitados espacios

materiales de la vida y penetrar a los insondables campos del Espíritu

Humano, el Universo y llegar a la fuente primigenia, es decir,

despegarse del mundo profano y entrar al universo de los sagrado y de

lo divino. La toma de conciencia de la sacralidad del mundo y de la

vida, liberan al ser humano de su estado animal-profano, donde

satisfacer sus necesidades materiales es todo cuanto existe en el

perímetro de su existencia elemental. La conciencia de un mundo

sagrado y la sacralidad de la vida humana permitieron a los Viejos

Abuelos crear su portentoso universo cultural. La conciencia de lo

sagrado fundamenta ontológicamente la existencia de la Civilización

del Anáhuac. El Anáhuac empieza a ser mundo en la medida en que se

devela su sacralidad y el ser humano deja de ser un animal con

necesidades básicas materiales, hasta que toma conciencia de su

potencial espiritual, su sacralidad y su misión en la vida y el universo.

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Lo hicieron los egipcios, los mesopotámicos, los chinos, los indios y por

supuesto que también lo hicieron nuestros Viejos Abuelos toltecas.

Este conocimiento es el legado más importante que hemos heredado de

miles de años de evolución y desarrollo humano. A este conocimiento

los Viejos Abuelos le llamaron TOLTECÁYOTL y se entiende como el

legado de los toltecas. Nuestra incapacidad para entender lo más

preciado de nuestro legado histórico-cultural, deviene en parte de que

actualmente vivimos en una cultura materialista, desacralizada y

pragmática; y por supuesto, por el colonialismo mental, cultural y

espiritual en el que hemos vivido los últimos cinco siglos.

Las bases de este conjunto de ideas es que la tierra es un ser vivo con

conciencia y vive ciclos cósmicos. Que el ser humano y la Tierra están

en íntima relación interdependiente. Que en la búsqueda de la

perfección humana, la tierra sufre cataclismos y que reinicia de nuevo,

con la experiencia acumulada del ciclo anterior. De esta manera, el

sentido histórico es cíclico y no lineal. Este concepto se explica en el

mito de la creación del Quinto Sol. El tiempo deja de ser ordinario y

pasa a ser sagrado en la medida de que el ser humano toma conciencia

de su responsabilidad y su misión en el mantenimiento del equilibrio

energético y la pureza espiritual que debe de alcanzar.

Existe una fuente suprema de la energía creadora, invisible,

impalpable, innombrable, que se inventó así misma. Este principio

creador tendrá muchas advocaciones diferentes y representaciones

parciales de su grandeza. Estas múltiples manifestaciones sacras los

europeos las han traducido como “dioses”, pero no lo son. Pues en

verdad actúan como representaciones parciales de la sacra totalidad.

De esta manera tenemos “expresiones parciales” de lo

inconmensurable. No son dioses en el sentido Occidental, sino

manifestaciones fragmentadas de una misma totalidad. Así que el Sol,

la Luna, Venus, La Vía Láctea, el agua, el viento, el fuego, la dualidad,

la serpiente emplumada, el jaguar, la serpiente, entre otros, son solo

símbolos metafóricos de la divinidad que entra en contacto con los

humanos y el mundo profano.

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Existen siete puntos cardinales de la existencia humana. El ombligo o

centro unificador del universo. Los cuatro rumbos de la existencia

dirigidos a los cuatro puntos cardinales. Cada uno de ellos tiene un

significado filosófico, religioso y esotérico. El cielo que cuenta con trece

niveles hacia el cenit y el inframundo que posee nueve niveles hacia las

profundidades.

El ser humano realiza su existencia material entre los primeros cinco

puntos. Empieza a ser “trascendente” en la medida que toma

conciencia de su potencial espiritual. En ese momento nace la historia y

la cultura. Si logra equilibrar el par de opuestos complementarios que

surgen de la relación Norte-Sur y Oriente-Poniente en el “centro

unificador”, logrará la conciencia y con ella la elevación y

trascendencia. Pero si desarrolla más alguno de los opuestos

complementarios, el desequilibrio lo arrastrará al abismo de la

estupidez humana. De esta manera la búsqueda del “equilibrio” resulta

uno de los elementos fundamentales para entender esta filosofía y su

íntima relación con el quincunce, Macuilxóchitl o la Cruz de

Quetzalcóatl, revelaciones de una interpretación filosófica, religiosa y

sagrada del Anáhuac.

El ser humano fue creado por el sacrificio de “las advocaciones” de

Aquél por quien vivimos. Por ello se nombra “masehual”, que significa

“merecido del sacrificio de las divinidades” y en consecuencia su vida

será un sacrificio espiritual permanente. El ser humano encuentra un

significado a su vida, más allá de tener comida, vestido y techo. El

mundo material profano es solo un medio para penetrar al mundo

espiritual sagrado. Es precisamente la toma de conciencia de la

sacralidad y la divinidad lo que nos hace humanos. Aquí se encuentra la

base de nuestra civilización. Los dos grandes objetivos existenciales

que tiene el ser humano son el de ayudar a las diversas advocaciones

del que, “Está aquí y en todas partes al mismo tiempo”, al

sostenimiento del universo y el de trascender su existencia material en

el plano espiritual. Sin esta misión la vida del ser humano no tiene

ningún sentido.

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Del primero diremos que a diferencia de la cultura Occidental, donde

Dios ha creado a su imagen y semejanza al ser humano y le entrega a la

Tierra y todos los seres que en ella viven para su dominación,

explotación y transformación. En cambio, los antiguos mexicanos

interpretan a la Tierra como su “madre querida” y se ubican como sus

pequeños hijos. Teniendo como obligación, no solo velar por

preservarla y mantener el equilibrio original, sino también

“humanizarla” a partir de la energía espiritual que puede producir el

ser humano a través de una vida virtuosa.

Este aspecto es muy importante. La humanización del mundo implica

darle un sentido sagrado y divino “a todo lo que nos rodea”. Es solo el

ser humano, quien puede hacer este milagro a partir de su potencial

espiritual. Este es uno de los propósitos más importantes de la

civilización del Anáhuac. Una misión que rebasa con mucho a un solo

individuo, a un pueblo y a muchas generaciones. El concepto de una

responsabilidad histórica y colectiva, seguirá viva aún en el periodo

Postclásico decadente, aunque transgredido por las reformas

ideológicas-religiosas del Cihuacóatl mexica llamado Tlacaélel. Y nos

explica cabalmente cómo fue posible realizar proyectos constructivos

de más de un milenio de duración, como el caso de Monte Albán, que

inició su construcción en el año 500 a.C. y fue abandonado mil

trescientos cincuenta años después en el 850 d.C.

El segundo objetivo civilizatorio es la búsqueda individual de la

trascendencia existencial a partir de un trabajo muy decantado y difícil,

que implica el dominio y conocimiento de sí mismo a partir enseñanzas

muy sofisticadas de carácter hermético. En el que básicamente se toma

al mundo y a los seres humanos como cargas energéticas y productores

de energía.

A este segundo objetivo le llamaron los toltecas simbólicamente “La

Guerra Florida”. Los valientes que la emprendían se les llamaban

“guerreros” y según su carga energética podían ser águilas o tigres. Sus

armas eran “flor y canto”, entendidos como belleza y sabiduría. El

objetivo supremo de los guerreros de la muerte florecida era “hacer

florecer su corazón” y darse como alimento espiritual a su pueblo.

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Es importante apuntar que los Viejos Abuelos toltecas mantenían una

cohesión social muy sólida y estratificada. Que existían “el ala y la cola”

de la sociedad integrada por masehuales. Personas que vivían su vida

de manera común y corriente. Campesinos, artesanos, servidores

públicos y lo que podríamos identificar como especialistas en la

medicina, la construcción, el arte, la ecuación, la religión, etc. Guiados

por las sólidas bases sociales, religiosas y morales que les

proporcionaban una reducida élite de personas que se dedicaban

totalmente a el estudio, la investigación y sistematización del potencial

espiritual-energético del ser humano. Estas elites vivían en los

alrededores de los que hoy conocemos como “zonas arqueológicas” y

que en la lengua franca de aquél entonces, el náhuatl, se llamaban

Tollán, que nunca fueron ciudades, palacios o fortalezas, como las

mentes colonizadas e ignorantes presuponen en la “historia oficial”.

Lo que no han querido aceptar los colonizadores, es que los Viejos

Abuelos toltecas poseían una profunda y decantada sabiduría humana.

Tan importante como las producidas por las civilizaciones de Egipto,

China o India. Que su proyecto civilizatorio estaba más allá de “la

dominación y explotación” del mundo material. Que el potencial de su

sabiduría estaba enfocado a alcanzar la aspiración más elevada de la

conciencia humana. Nos referimos a trascender al plano divino y

sagrado de la existencia a partir del desarrollo espiritual.

Los colonizadores desde el Siglo XVI hasta hoy, no aceptan que los

pueblos originarios y los hijos de sus hijos posean la condición

humana” y por supuesto, mucho menos reconocen el grado de

desarrollo material que tenía la civilización del Anáhuac. Aún en el

siglo XVI y en pleno Periodo Postclásico decadente, los pueblos del Cen

Anáhuac tenían mucha mayor calidad y nivel de vida que los pueblos

europeos. Esta es una inmensa verdad que los “investigadores” no han

querido ver y que echa por tierra todo el discurso cientista colonizador

de la inferioridad cultural de los invadidos y conquistados. Veamos por

qué:

La alimentación de los Viejos Abuelos toltecas era de mayor calidad

nutricional y variedad. Poseían la “chinampa” que implica la más alta

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tecnología humana hasta nuestros días, para hacer producir

intensivamente a la tierra todo el año. Inventaron el maíz a partir de las

transformaciones biogenéticas que le hicieron al pasto llamado

Teocintle. El sistema de salud había llegado a niveles de excelencia. Las

trepanaciones, así como la sabiduría de lo que hoy llamamos herbolaria

y el uso de las “plantas de poder” llegaban a todos. El concepto de

higiene personal, habitacional y urbana, era más avanzada que en

nuestros días. El sistema educativo encontrado en 1519, era muy

superior al europeo. La educación popular tenía 3 milenios y en

europea apenas inició en 1596. Los Viejos Abuelos vivían en una

civilización escolarizada que duró milenios antes de la invasión. El

sistema de organización social y régimen jurídico era tan eficaz y

eficiente, que ha sobrevivido hasta nuestros días en el sistema de

cargos de las comunidades indígenas y campesinas del México

contemporáneo.

El mundo “material” del Anáhuac era mucho muy superior al europeo.

El concepto de urbanismo que encontraron los invasores en la Gran

Tenochtitlán en el siglo XVI, solo lo llegaron a tener las ciudades

europeas hasta muy entrado el siglo XIX. Agua potable, el sistema

reticular de las calles, calzadas, avenidas, canales, puentes, uso

comunitario y gratuito del transporte, escuelas, hospitales, mercados,

bibliotecas, museos, zoológicos, canchas deportivas, centros culturales,

oficinas administrativas y un vasto etcétera.

Pero el “mundo material” es solo un espejismo para las conciencias

decantadas. Cuando un individuo o un pueblo han llegado a un nivel de

desarrollo existencial, buscan traspasar las sólidas murallas del

limitado mundo material y penetran al inconmensurable y maravilloso

mundo del Espíritu, de lo sagrado y de lo divino de la existencia. El

mundo material es solo la base de despegue que requiere el “mundo

espiritual” para trascender. Lo importante de la herencia de nuestros

Viejos Abuelos toltecas es precisamente la sabiduría que se acumuló

durante siete mil quinientos años para trascender nuestra existencia en

el plano espiritual y que nuestros colonizadores no han podido ver por

dolo y mucho menos comprender por incapacidad.

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La riqueza cultural, nuestro mayor Patrimonio Cultural, no está en las

“ruinas materiales” de las llamadas zonas arqueológicas, ni en los

“tesoros” que están guardados en los museos de todo el mundo. El gran

logro cultural de nuestra civilización Madre se encuentra depositado en

el corazón de cada uno de los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos. El

Tesoro esta dado en “flores y cantos” que viven en nuestro “Ser

espiritual”. En los sentimientos y en los pensamientos que como flores

y cantos pueden ayudarnos a trascender este precario y caótico mundo

material en el que ahora vivimos.

Es de esta forma que la TOLTECÁYOTL se nos revela como el potencial

cultural más importante que hemos heredado de nuestros antepasados.

La sabiduría sistematizada sobre el potencial espiritual que está

agazapada en el mundo cotidiano, en la llamada Cultura Popular, en los

saberes comunitarios, en los valores y principios de la educación

familiar. Esta milenaria sabiduría que vive refugiada en las tradiciones,

fiestas, usos y costumbres, es la que nos sigue dando “un rostro propio

y un corazón verdadero” y es la que nos puede conducir a la liberación

del oscuro, grotesco y deshumanizado mundo material en el que hemos

caído estos últimos cinco siglos de colonización y neocolonización.

Hasta ahora los investigadores solo han hecho arqueología e historia

del mundo material y profano del México antiguo. Son tiempos en que

los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos toltecas hagamos

arqueología del espíritu e iniciemos la reconstrucción de la historia

sagrada del Anáhuac.

Es necesario investigar, re-ordenar la información y crear nuevos

conocimientos a partir de acercarse a las manifestaciones de lo sagrado

y de lo divino que nuestros Viejos Abuelos nos dejaron, no solo en

vestigios materiales, sino también en símbolos, mitos, ritos,

tradiciones, leyendas, fiestas, usos y costumbres. Tanto en el

Patrimonio Cultural tangible como en el intangible. Tenemos que

entender que somos una sola civilización que sigue manteniendo su

permanente y necesaria continuidad a lo largo de ocho milenios.

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La pérdida de la memoria histórica por los procesos de colonización es

solo superficial y muy temporal. La esencia sagrada de nuestra

civilización, sus valores y principios siguen vivos y vigentes en cada uno

de los individuos, familias y pueblos que la conforman. El colonizador

nos ha tratado de hacer pensar que no existe ninguna conexión entre

los Viejos Abuelos y los mexicanos contemporáneos. Que el pasado

indígena esta total e irremediablemente perdido y extinto. Pero

indudablemente seguimos siendo la misma civilización, solo que ahora

potencialmente más enriquecida por cinco siglos de apropiaciones e

intercambios culturales con otros pueblos del mundo.

Nuestra potencial cultural seguirá latente hasta el momento que

tomemos plena conciencia de nuestra riqueza espiritual, a partir de

recuperar la memoria histórica.

El legado más valioso que poseemos de los Viejos Abuelos toltecas

indiscutiblemente es la espiritualidad y el misticismo con el que

interpretamos el mundo y la vida. Esta visión sagrada y divina se

encuentra atesorada en la TOLTECÁYOTL y representan las

hierofanías del Anáhuac.

REPENSAR NUESTRO PASADO.

Lo que hoy conforma el país que llamamos erróneamente México,

porque no todos somos mexicas. En las fuentes del siglo XVI se recoge

el nombre de esta tierra como Anáhuac. José María Morelos en 1813

convoca en Chilpancingo al “Primer Congreso del Anáhuac, para dar

los Sentimientos de la Nación, y todavía en 1821, Agustín de Iturbide se

corona emperador del Primer Imperio Mexicano del Anáhuac. De

modo que de manera descolonizada El Anáhuac fue la cuna de una de

las seis civilizaciones más antiguas y con origen autónomo del mundo.

De la invención de la agricultura y el maíz, en el sexto milenio a.C.,

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hasta la llegada de los españoles, transcurrieron siete milenios y medio

de desarrollo humano y cultural de carácter endógeno de nuestra

civilización.

Este desarrollo estuvo sustentado en una ancestral sabiduría que se fue

creando y sistematizando a lo largo del tiempo y a través de sucesivas

generaciones, que transmitieron la matriz filosófica cultural

diversificada en diferentes pueblos, lenguas y culturas diferentes, en

tiempos y espacios diferentes de todo el Cen Anáhuac, que partía de lo

que hoy es Nicaragua y llegaba hasta Estados Unidos y Canadá.

Toltecayotl fue el nombre en náhuatl, lengua franca que hablaban las

más de 260 culturas que existían antes de la invasión. La Toltecáyotl

representa el patrimonio más importante y el legado más valioso del

México antiguo que hemos heredado los mexicanos, y es la base

milenaria de la Matria o como lo llamó el antropólogo Guillermo Bonfil

batalla “El México profundo”.

Definitivamente esta sabiduría no se ha perdido. Como no se ha

exterminado y desaparecido el pueblo y la Cultura Madre que la

generaron. En estos cinco siglos solo ha sido negada por la cultura

dominante, pero su presencia es contundente e incuestionable y lo que

en esencia nos hace ser lo que somos, como individuos y como pueblo.

Linajes de conocimiento la han mantenido subterráneamente, miles de

comunidades la han protegido escondiéndola en el abigarrado

sincretismo de la Cultura Popular, y las culturas indígenas la han

sabido preservar estoicamente dentro de sus milenarios usos y

costumbres. La Toltecáyotl es una forma precisa y muy antigua, de ver

y entender el mundo y la vida.

Ante la crisis de las estructuras políticas, sociales y culturales del

sistema colonial en el que vive la sociedad mexicana, resulta

impostergable e imprescindible retomar la antigua sabiduría “propia-

nuestra”, para construir una sociedad más justa y humana, apegada a la

esencia de nuestros más profundos ideales y aspiraciones. Se requiere

repensar nuestro país.

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El CONCEPTO COLONIZADOR DE "MESOAMÉRICA".

Parte de la colonización mental y cultural, es que desde las Cartas de

Relación de Hernán Cortés, hasta nuestros días, son los extranjeros los

que “escriben nuestra historia”. Siempre desde una perspectiva

foránea, en general eurocéntrica y colonial, con una inaceptable

superioridad juzgan lo que no conocen en su esencia más íntima y

siempre a partir de parámetros culturales europeos y ahora

norteamericanos.

No solo es un problema de carácter económico, dado que los

investigadores extranjeros, en general, están apoyados y financiados

por instituciones económicamente poderosas, sino de una

“mansedumbre” e incondicionalidad de los “investigadores mexicanos”,

quienes en vez de mantener una posición crítica se ubican como

sumisos ayudantes de las “eminencias extranjeras”, como bien lo

apunto el Dr. Rubén Bonifaz Nuño.

“De esta suerte, valiéndose de análogas complicidades, los eruditos

estadounidenses han formado, respecto de la cultura olmeca, un

sistema de mentidas conjeturas cuyo cuyas principales características

son el desdén y la ignorancia. Condenable es eso, pero no es, en mi

opinión, lo peor; lo peor consiste en que los estudiosos mexicanos,

voluntariamente sometidos a una perversa forma de colonización

extranjera, se sujetan, por lo común, a las sistemáticas equivocaciones

de los eruditos estadounidenses, y las repitan y las confirman como

verdades, acaso con el deseo y la esperanza de que éstos los tengan

por iguales suyos.

De estos casos, por obvio principio de dignidad, no quiero ofrecer

ningún ejemplo.” (Rubén Bonifaz Nuño. 1995)

De esta manera, Paul Kirchhoff en 1943 lanza su temeraria propuesta

de dividir arbitrariamente al Cen Anáhuac en dos partes. Mesoamérica

y Aridoamérica, y acríticamente es aceptada su propuesta por los

dóciles “investigadores mexicanos”. Dese 1519, los invasores europeos

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nos han “estudiado” por nuestras diferencias, más no por nuestras

semejanzas. Nos han “estudiado” como un archipiélago de islas

culturales diferenciadas unas de otras (y de su propiedad intelectual).

Nunca han tenido la buena fe o la inteligencia de entender que somos

un continente cultural, desde Alaska hasta la Tierra del Fuego que está

unido indisolublemente por una matriz filosófica cultural que en el

Anáhuac se conoce como Toltecáyotl. El investigador alemán escribe:

“Mesoamérica”, publicado originalmente en 1943, fue un intento de

señalar lo que tenían en común los pueblos y las culturas de una

determinada parte del Continente Americano, y lo que los separaba

de los demás. Para lograr este propósito me impuse la limitación de

enumerar sólo aquellos rasgos culturales que eran propiedad

exclusiva de esos pueblos, sin intentar hacer una caracterización de la

totalidad de su vida cultural. Por la aplicación rigurosa de este

principio no se mencionan en mi trabajo rasgos tan fundamentales y

característicos de la civilización mesoamericana como la pirámide, ni

se analiza la configuración y estructuración de esa civilización, que

obviamente es más que la suma de sus partes. Falta también la

división de esta super área en áreas culturales que se distinguen no

sólo por la presencia o ausencia de determinados “elementos” sino por

el grado de desarrollo y complejidad que han alcanzado, siendo las

más típicamente mesoamericanas las más desarrolladas y complejas.

Falta, en fin, la profundidad histórica que la orientación misma de

este trabajo implica, esto es, la aplicación de los mismos principios a

épocas anteriores, retrocediendo paso por paso hasta la formación

misma de la civilización mesoamericana.

Concebí este estudio como el primero de una serie de investigaciones

que tratarán sucesivamente de estos problemas, anticipando que la

mayor parte de esta tarea deberían tomarla otros a su cargo. En esta

esperanza quedé defraudado, pues mientras que muchos han

aceptado el concepto “Mesoamérica”, ninguno, que yo sepa, lo ha

hecho objeto de una crítica constructiva o lo ha aplicado o

desarrollado sistemáticamente. Ahora, la iniciativa de los estudiantes

de la Escuela Nacional de Antropología e Historia de volver a

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publicar este trabajo, me hace abrigar nuevamente la esperanza de

que sea un investigador joven el que siga por el camino que yo señalé

hace años.” Paul Kirchhoff.

Esta “distorsión cultural” impide dimensionar en toda su grandeza y

trascendencia a una de las seis civilizaciones más antiguas del mundo.

Producto de lo anterior, podemos ver cantidad de títulos de “grandes

libros” escritos por los extranjeros y sus alumnos mexicanos, con

nombres como: “La civilización maya de Robert J. Sharer”, “La

civilización Zapoteca de Joyce Marcus, Kent V. Flannery”, “La

civilización azteca de George Clapp Vaillant”. O referencias tan

equivocadas como “El Calendario azteca o El Calendario Maya”. La

civilización del Cen Anáhuac es una sola, por más culturas diferentes en

tiempo y espacio que se hayan desarrollado en ocho mil años.

Recientemente, de manera muy tibia, se acaba de publicar la idea de

que en el continente solo ha existido una sola civilización y no dos,

como plantean “los investigadores extranjeros” desde Hernán Cortés

hasta Mel Gibson. Nos referimos al libro titulado “Dioses del Norte,

dioses del Sur de Alfredo López Austin y Luis Millones” (Era 2008,

Méx.), en la que los investigadores nativos proponen “cautamente”, que

tal vez es una y no dos, las civilizaciones del Continente Americano, que

en lengua náhuatl se nombra “Ixachilan”, en lengua aymara

“Akapacha”, y en lengua quechua “Tawaintisuyu”.

La descolonización de la Historia y la Cultura “propia-nuestra”, debe ir

desechando estos infundios y estas imposiciones producto del abuso

extranjero y la dejadez nuestra. El término “Mesoamérica”, del alemán

Paul Kirchhoff, lo copia del término “Mesopotamia” que significa

“entre dos ríos” y que es aceptable cuando se habla de la civilización

que se desarrolló entre los ríos Tigris y Éufrates en el Medio Oriente,

pero que en referencia al Anáhuac no tiene ningún sentido, porque

“Mesoamérica” significa literalmente “en medio de dos Américas”,

porque el prefijo “meso” viene de la voz griega que significa “”en medio,

medio”. Descolonizase es un acto de dignidad y de soberanía

intelectual.

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LO QUE NOS DEJARON DICHO LOS VIEJOS ABUELOS.

Eran nuestros abuelos, nuestras abuelas,

nuestros bisabuelos, nuestras bisabuelas,

nuestros tatarabuelos, nuestros antepasados.

Se repitió como un discurso su relato, nos lo dejaron y vinieron a legarlo. A quienes ahora vivimos, a los que salimos de ellos. Nunca se perderá, nunca se olvidará lo que vinieron a hacer, lo que vinieron a asentar, su tinta negra, su tinta roja, su renombre, su historia, su recuerdo. Así en el porvenir jamás perecerá, jamás se olvidará, siempre lo guardaremos nosotros, hijos de ellos. Nietos, hermanos menores, Tataranietos, biznietos, descendientes, su sangre, su color, lo vamos a decir, a comunicar a quienes habrán de vivir, habrán de nacer, a los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos Toltecas”. Crónica Mexicáyotl. Nota de Toltecáyotl: "El futuro de México está en recordar su pasado"

"recordar, recuperar, retomar, restablecer, reasumir, reconstruir,

retroalimentar, retornar, reparar, reanimar, reactivar, revelar,

rehabilitar, reclamar, revisar, reasumir, recobrar, reconocer,

reconciliar, revivificar, reconfortar, rectificar, replantear, reestructurar,

reencontrar, reflexionar, revolucionar, reforzar, refrendar,

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reincorporar, relatar, releer, renacer, renovar, reorganizar, restituir,

repasar, repercutir, replicar, reponer, representar, reproducir, requerir,

resaltar, reseñar, resguardar, respetar, resplandecer, resurgir, retener,

retoñar…

No para "volver al pasado" sino por el contrario, para construir nuestro

futuro (propio-nuestro).

EL CALMÉCAC TOLTECA.

Fue entonces cuando convocó el consejo de La Casa de la Medida

(calmécac) a una asamblea con todos los miembros de la institución,

dirigiéndose a los jóvenes:

-Escuchen con atención, águilas y jaguares, abran las alas de su

entendimiento y de su percepción. Amadas piedras preciosas, bellas

plumas de quetzal, flores bellas y olorosas de nuestro más preciado

jardín. Escuchen con atención, abran su mente, abran su corazón.

Esta humilde Casa, ha sembrado en su piedra preciosa, lo mejor de

nuestro pueblo, lo mejor de nuestros muertos. Ahora grandes personas

tienen atesorado en su pecho. Las cuales sustentan la tierra y el cielo

con su doctrina y su ejemplo. Sus amorosos y responsables maestros,

han abierto en su presencia los cofres y las cajas donde están guardadas

las riquezas de nuestro pueblo, donde está guardado y custodiado el

tesoro que nuestros Viejos y Sabios Abuelos toltecas nos legaron; sus

palabras, sus consejos.

Y ya que se les ha concedido la dicha de conocer la cara oculta, de la

sabiduría de nuestros antepasados. Es más grande su responsabilidad;

con el pueblo, con los Viejos Abuelos, pero fundamentalmente con "El

por quien se vive, El Invisible el impalpable" y por supuesto, con

ustedes mismos.

Por ello, están obligados a guardar y cumplir estrictamente todas las

enseñanzas que aquí se les ha dado, en favor de nuestra comunidad,

porque con esto, asegurarán su mantenimiento.

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Ahora saben que todo ser humano tiene una responsabilidad intrínseca

por el mismo hecho de existir. Que solo estamos por breve tiempo aquí,

que todos estamos en camino de nuestra verdadera casa. Que la

materia no puede ser salvada más que por su propia muerte, a través de

La Batalla Florida y el fuego liberador del sacrificio, que desprende la

energía espiritual, que busca su condición celeste y su origen divino...

¡el alma cósmica!

Ahora tendrán que ir al mundo de afuera y poner en práctica lo

aprendido. El servicio a la comunidad les dará la oportunidad de llegar

"Al Agua Quemada", estar en el centro de la lucha de los contrarios y

buscar el equilibrio. El agua y el fuego son elementos contrarios...y

complementarios, porque solo el fuego libera al agua de su destino

terrenal y si se logra “quemar", el agua se libera de su destino y se eleva

convertida en vapor, en busca de su origen celestial.

Queridos jóvenes; águilas y jaguares, plumas y piedras preciosas, frutos

florecidos de nuestra humilde Casa. Ha llegado la hora de servir a su

pueblo. Unos lo harán en el gobierno, otros en la administración y otros

más en la religión, otros en el sustento. Cualquiera que fuera su

destino, deben actuar con rectitud, sobriedad y honradez. Todos los

ojos del pueblo estarán puestos sobre ustedes. No pueden desviarse del

camino ni un solo dedo. El pueblo requiere de quien los organice y

dirija; por ello el pueblo necesita confiar y respetar a sus dirigentes. Si

esto no sucede, porque sus dirigentes se corrompan, se envicien o se

olviden de sus responsabilidades de servir por el bien público; el pueblo

se destruye, se corrompe, se desintegra. No olviden que el bien público

más valioso de la comunidad es el gobierno. Recuerden mandar

obedeciendo.

Servir es la virtud más difícil de la vida. Pero servir con poder, sin

abusar de él, sin servirse de él; representa el desafío más grande del

hombre. El poder marea y destruye al hombre hueco, pequeño y débil.

El poder es uno de los enemigos a vencer y tal vez de los más

peligrosos. Amados y queridos hijos nuestros, esperanza del mañana,

del Sol y de nuestros huesos; abran su corazón y su entendimiento... ¡El

hombre verdaderamente poderoso, es el que no desea nada!, porque ha

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llegado al dominio completo de sí mismo, de sus pasiones y

debilidades. El vencedor de la guerra florida no quiere, no desea nada

de "nuestro mundo"; cualquier cosa "de las nuestras", es mucho para

él. Para el inmaculado guerrero; solo flores, solo cantos, en medio de su

Batalla Florida.

Hoy en la noche el Supremo Consejo del pueblo se reunirá en privado,

con el Consejo de nuestra institución. Ahí se analizará quienes de

ustedes ya están florecidos, quienes de ustedes ya tienen en su pecho la

semilla del fruto, que será el sustento del pueblo. Sus maestros y su

tutor analizaran con el consejo, sus posibilidades para servir mejor.

Cualquiera que fuera su destino, cúmplanlo con eficacia y eficiencia...

con una lujuria callada por ser lo mejor de ustedes mismos. Sin miedo,

ambición, ni obsesión.

Mañana inicia la etapa más importante de su vida. Así que retírense a

descansar y no se preocupen durante la noche, que tendrán toda una

vida para ocuparse...buenas noches.

______________________

Tomado de: "Daany Beédxe el espíritu del guerrero" novela de

Guillermo Marín.

24. EL PERIODO CLÁSICO O DEL ESPLENDOR TOLTECA.

Resulta verdaderamente penoso para los mexicanos, que después de

cinco siglos, al igual que los conquistadores del siglo XVI, no nos haya

importado conocer, estudiar y difundir el pensamiento filosófico del

México Antiguo.

Como hemos dicho ya, el Anáhuac produjo una de las seis civilizaciones

más antiguas del mundo. La pegunta obligada es ¿por qué?, si China y

la India, que son civilizaciones tan antiguas como la del Anáhuac,

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tuvieron una filosofía que orientara, explicara y le dieran sentido y

continuidad a su evolución, la nuestra no posea, para los

investigadores, un pensamiento filosófico que sostuviera un proceso de

Desarrollo Cultural, tan largo y antiguo como las otras civilizaciones

"Madre" del mundo.

El mito de que los Viejos Abuelos eran agricultores idólatras, que

hacían sangrientas ceremonias al sol, al agua y al viento, es sólo

producto de las mentes colonizadoras que negaron y siguen negando,

cualquier valor de la civilización invadida. Cada una de las

civilizaciones “Madre” del mundo, han tenido que desarrollar, después

de satisfacer sus necesidades básicas de subsistencia, un cuerpo de

ideas muy elaboradas y complejas, que explican el origen de la vida, el

mundo y el ser humano; su razón de existir y dar respuesta a qué

sucederá después de la muerte, (el problema ontológico del Ser).

Esta estructura de pensamiento, que trata de resolver las tres preguntas

básicas que todo ser humano consiente y todo pueblo desarrollado

necesitan responder, “quién soy, de dónde vengo y a dónde voy”, es la

base en donde se asientan los demás conocimientos, tanto materiales

como espirituales, que le dan orientación y sentido a la existencia.

Cada civilización con origen autónomo, entre otras cosas, tuvo una

filosofía, una religión, un maestro, un grano como alimento básico y un

lenguaje estético.

Si unos tuvieron El Taoísmo, El Hinduismo, El Budismo, nosotros

tenemos a La Toltecáyotl, pensamiento filosófico del México antiguo.

Si otras civilizaciones tuvieron a Zoroastro, Hermes, Akenatón y

basaron su alimentación en el trigo, el arroz o la papa; nosotros

tenemos a Quetzalcóatl y al maíz.

Las ruinas de la civilización grecolatina nos “hablan” porque

conocemos a sus pensadores, filósofos y poetas. Las piedras de las

“ruinas” y los objetos que se encuentran en nuestros museos, nos

pueden “hablar” trasmitiendo su sabiduría, siempre y cuando

conozcamos la línea de pensamiento que la concibió; dejando de tener

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tan solo un valor “estético o turístico”, pasando a ser algo vivo, vigente

y vibrante.

La elevada abstracción del pensamiento filosófico se materializa en la

piedra, el barro o los metales y en el Patrimonio Cultural Intangible; de

modo que, no podemos aceptar la existencia de nuestros Viejos

Abuelos, sin un pensamiento filosófico afirmado e inconmovible en la

materia y permanente en nuestras tradiciones y costumbres. Resulta un

desafío impostergable iniciar el tercer milenio con el conocimiento de

la filosofía de nuestros Viejos Abuelos.

“TOLTECÁYOTL, CONCIENCIA DE UNA HERENCIA DE CULTURA.

Hurgaré, a través de los textos y otros testimonios nahuas

prehispánicos, en la conciencia que tuvo el hombre mesoamericano de

ser portador de un gran legado. Y añadiré que, lejos de querer

elaborar una erudita y estática recordación, al acudir a las fuentes en

náhuatl, busco también atisbos e ideas con significación para nosotros

y a la vez capaces de enriquecer los planteamientos sobre nuestro

propio patrimonio cultural.” (Miguel León Portilla. 1980).

El período de mayor esplendor del México antiguo fue el llamado

Clásico y comprende aproximadamente del año 200 a.C. al 850 d.C.

Más de mil años de un sorprendente y continuo proceso de crecimiento

humano y social. En este período la filosofía, la sabiduría y las ciencias,

llegaron a su máximo desarrollo. Los grandes centros de conocimiento

encabezados por Teotihuacán lograron su mayor apogeo.

La vida social encontró su equilibrio perfecto entre la satisfacción de las

necesidades materiales de subsistencia y las necesidades de

trascendencia de la existencia. El arte ha sido el mejor testimonio de

este luminoso período. Si las bases del desarrollo humano se dieron

con los Olmecas en el Período Preclásico, el vértice superior del

desarrollo cultural del México antiguo se alcanzó en el Período Clásico.

Fueron más de mil años de un impresionante avance humanista en el

Anáhuac. Todas las civilizaciones del mundo llamadas “Madre”

buscaron en el espacio más elevado de su desarrollo la trascendencia

espiritual de la existencia. Los antiguos mexicanos no fueron la

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excepción. Sus conocimientos del Espíritu humano, de la concepción

del mundo como campos de energía, de la relación del micro cosmos

con el macro cosmos y de la responsabilidad de interactuar como

“humanizador y equilibrador” entre la naturaleza y el cosmos, resulta

sorprendente y asombrosa.

Estos mil años de esplendor son fundamentales para explicarnos lo que

hoy somos los mexicanos. Necesitamos conocer por nosotros mismos

con mayor profundidad este período luminoso. Hacer nuestras propias

conjeturas con nuestros propios valores, dejar atrás la visión del

extranjero colonizador. Los europeos al final de la Edad Media

buscaron en su pasado inspiración para construir un puente que los

sacara del oscurantismo. La pregunta es, por qué nosotros no podemos

de la misma manera, buscar en el pasado una fuente de inspiración a

partir de los valores, principios y actitudes que crearon los Viejos

Abuelos para llegar al cenit de su evolución y desarrollo cultural. Y con

esos valores diseñar y construir nuestro futuro. Actualmente

desconocemos los alcances de sus logros espirituales y energéticos,

pero lo cierto es, que los vestigios materiales de su desarrollo nos dejan

sin aliento y exaltan nuestro espíritu.

Al recorrer Teotihuacán, por ejemplo, no podemos más que pensar en

sus logros intangibles, frente al impresionante manejo de la materia. Si

su pirámide de conocimientos estaba dirigida a alcanzar la conciencia

espiritual, cuando reflexionamos descolonizadamente en la cima de la

Pirámide del Sol, debemos de pensar en los alcances y logros que

debieron tener en el plano intangible del conocimiento, especialmente

en el campo de la energía.

Al descolonizar la concepción de nuestros Viejos Abuelos, por más

negación y destrucción de su conocimiento, entenderemos que siguen

vivos en nuestro corazón. Que la civilización del Anáhuac no ha

muerto, como predican los colonizadores desde hace cinco siglos. Y que

nosotros somos su continuación en el tiempo cíclico.

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LA CULTURA DEL MAÍZ.

"Escucha: el Tonacáyotl, maíz, Nuestro Sustento, es para nosotros

merecimiento completo. Porque es Nuestro Sustento, nuestra vida,

nuestro ser. Es andar, moverse, alegrarse, regocijarse. Porque en

verdad tiene vida Nuestro Sustento. (Códice Florentino)

"Maíz, sociedad, cultura e historia son inseparables. Nuestro pasado y

nuestro presente tienen su fundamento en el maíz. Nuestra vida está

basada en el maíz. Somos gente del maíz." (Guillermo Bonfil Batalla).

"El maíz es patrimonio cultural y natural que México ha legado al

mundo. Resultado de milenios de selección humana y natural. Una

creación humana prodigio de su sabiduría". (Bruce F. Benz").

"Existen alrededor de 41 razas de maíz mexicano. El maíz nació en

México y es la planta más evolucionada y domesticada del reino

vegetal. Actualmente se siembra en todos los continentes y sirve de

alimento a los seres humanos y de forraje para los animales, además

de muchos usos industriales" (arqueología mexicana INAH).

"El maíz era muy importante para los mayas, hasta el punto de que

creían que los dioses habían creado a los hombres con maíz y su

propia sangre, después de muchos intentos de hacerlos con otros

materiales que no sirvieron." (Charles Gallenkamp)

"Los dioses encomendaron a Quetzalcóatl la misión de proporcionar a

los seres humanos su comida. Como las hormigas viven debajo de la

tierra y son muy trabajadoras, Quetzalcóatl observó que una hormiga

roja venía saliendo del interior de la tierra, donde estaba escondido el

alimento de los seres humanos. La hormiga cargaba un grano de

maíz y Quetzalcóatl le preguntó el lugar de donde provenía el maíz,

pero la hormiga roja no le quiso contestar. Quetzalcóatl interrogó con

mucha insistencia a la hormiga roja, que terminó por decirle la

verdad. El maíz y muchos otros granos más estaban en el interior del

"Monte de nuestro sustento". (Los Viejos Abuelos, nuestra raíz

indígena).

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"El valor nutritivo del maíz es muy similar al de otros cereales, siendo

algo superior al de la harina de trigo y sólo ligeramente inferior al del

arroz. Estos tres cereales son los que más se consumen en el mundo"

(Fuente F.A.O.).

"Es que el maíz es más que si fuera nuestro padre; gracias a él

podemos vivir." (Javier Castellanos.)

"Los maíces ancestrales oaxaqueños pertenecientes al complejo de las

primeras razas domesticadas son el Bolita, Chatino Maizón y

Zapalote Chico." (El maíz, fundamento de la cultura popular mexicana.

SEP.)

"Las últimas investigaciones han encontrado restos de teocintle y

olotes en la zona Norte de Yagul en Oaxaca, con una antigüedad de

diez mil años, lo que constituye la evidencia más temprana conocida

hasta ahora en todo el planeta para documentar el origen del maíz."

(K.V. Flannery y D.R. Piperno.).

"El maíz es actualmente cultivado en la mayoría de los países del

mundo y es la tercera cosecha en importancia después del trigo y el

arroz. En México se producen diariamente aproximadamente 300

millones de tortillas. (Milpa Real S.A).

En un tiempo tan lejano, del que ya nadie se puede acordar, nuestros

antiguos dioses decidieron crear al hombre. Inmediatamente después

de esta maravillosa creación los dioses encomendaron a Quetzalcóatl

buscar el sustento de la humanidad. Dicen los Viejos Abuelos que

convertido en hormiga roja, Quetzalcóatl siguió a una hormiga negra

que sacaba de un hoyo de la tierra un grano de maíz y así descubrió el

cerro del sustento donde estaban guardados todos los nutritivos granos

que ahora nos alimentan.

Eso es lo que cuentan los Viejos Abuelos, pero ahora los científicos nos

demuestran que el maíz es una creación humana que se llevó a cabo en

el Valle de Tehuacán y/o en los Valles de Oaxaca, en los estados de

Puebla y Oaxaca hace aproximadamente entre ocho y diez mil años. En

efecto, a partir de transformar una planta parecida a un pasto llamado

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Teocintle, nuestros sabios antepasados crearon el maíz que nos ha

alimentado a todos los mexicanos durante miles de años y desde hace

quinientos al resto del mundo. Así es, el maíz hoy se siembra y se come

en todo el mundo, gracias a la sabiduría e inteligencia de nuestros

antepasados los legendarios toltecas.

MITLA LA CIUDAD DE LOS MUERTOS

¿A dónde iré? ¿A dónde iré? El camino del Dios Dual. ¿Por ventura es tu casa en el lugar de los descarnados?, ¿Acaso en el interior del cielo?, ¿O solamente aquí en la tierra es el lugar de los descarnados?. Ms. Cantares Mexicanos, Fol. 35 v.

Para penetrar en el mundo filosófico de los viejos abuelos, aquellos que

en Teotihuacán y Monte Albán, un día aprendieron a ser dioses, es

necesario despojarse de la mentalidad eurocéntrica, para la cual esta

civilización fue solamente primitiva y diabólica. Resulta en verdad un

desafió inconmensurable desarticular todo el andamiaje del

colonialismo cultural, que se fue elaborado a lo largo de estos cinco

siglos, sobre el conocimiento del México antiguo.

La religión, mitos y leyendas que sobrevivieron el período llamado

colapso del Clásico Superior (800 d. C.) no fueron ni con mucho, toda

la expresión de sabiduría y conocimiento de sí mismos; de la

naturaleza, del cosmos y de las ciencias; que lograron sistematizar en lo

que hoy llamamos “Toltecáyotl”. Este maravilloso conocimiento

misteriosamente desapareció al mismo tiempo en todo Mesoamérica

(simbolizado con la partida de Quetzalcóatl), los hombres que

habitaban Teotihuacán, Monte Albán y Chichén Itza, entre otros

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lugares, cubrieron estos centros de conocimiento fue modificándose a

través de 300 años, hasta que finalmente, los mexicas ( 1114 D. C.) lo

adoptaron y reformaron al final del período llamado Postclásico,

especialmente por el ideólogo del imperio azteca, Tlacaélel; y su

interpretación final que estuvo a cargo de los cronistas occidentales del

siglo XVI, quienes nunca pudieron o quisieron valorar esta civilización

de una manera respetuosa y prudente.

“Los cronistas de la colonia nunca se refirieron a la arquitectura de

Mitla, sin una mezcla de aversión y admiración: espanto y desprecio

ante la religión zapoteca, síntesis del Mal y del Error absolutos, y

reconocimiento de su grandeza artística “ ...” Luego de ridiculizar la

religión ajena en un largo párrafo para prevenir a sus lectores de

entusiasmarse más de lo conveniente por una cultura – después de

todo – de despreciarles “ bárbaros gentiles “, Burgoa hace una

descripción del conjunto de las columnas en la que incluso se

entusiasma ( no sin una resistencia final) ante la maestría de los

artífices zapotecos: ... edificaron en cuadro esta opulenta casa o

panteón ... igualando con maña las cuadras en proporción, que

cerraban, dejando un espacísmo patio, y para asegurar las cuatro

salas iguales obraron lo que sólo con las fuerzas e industrias del

artífice pudieron obrar unos bárbaros gentiles no se sabe de qué

cantera. Víctor Jiménez, Pág. 36

Para hablar entonces del Mictlán (lugar de los muertos) y de

Mictlantecutli y Mictlancihuatl (señor y señora de la muerte) tenemos

que desprendernos de la concepción occidental de la muerte. En efecto,

para nuestros viejos abuelos (y para muchos indígenas y campesinos de

hoy) la relación de la vida está indisolublemente unida a la muerte,

binomio dialéctico vida - muerte, muerte – vida. No podemos tener

conciencia plena de la vida, sino existe conciencia plena de la muerte.

De esta manera el nacimiento del quinto sol (en el que vivimos) fue

producto del sacrificio y muerte de Tecuciztécatl y Nanahuatzin, dioses

que saltaron al fuego cósmico que ardía en Teotihuacán, para de su

muerte se convertirían respectivamente en la luna y el sol; morir para

renacer y dar vida.

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-“¿Cómo habremos de vivir? ¡No se mueve el sol! ¿Cómo en verdad haremos vivir a la gente? ¡Que por nuestro medio se robustezca el sol, sacrifiquémonos, muramos todos!

...“Libremente aceptan la muerte los dioses, sacrificándose para que el

sol se moviera y fuera posible así la vida de los hombres. Moviéndose

al fin el sol, comenzaron una vez más los días y las noches; los

hombres habían merecido su vida gracias al auto sacrificio de los

dioses. Por esto, los seres humanos habrían de llamarse en adelante

masehuales, que quiere decir “merecidos”. León Portilla, pág. 25

Esta enseñanza que todos los días nos lo hace vivir el propio sol,

naciendo incansablemente por oriente y muriendo indefectiblemente

por el poniente; lo mismo que Tonantzin (nuestra madre querida, la

tierra) o Xóchiquetzal (la señora de las flores) que permanentemente

siguen este ciclo cósmico del nacer y el morir – morir y nacer. ... “De

esta manera ni la naturaleza ni el hombre están condenados a la

muerte eterna. Las fuerzas de la resurrección se ponen en obra: el sol

reaparece cada mañana después de haber pasado la noche “bajo la

llanura divina”, Teotlalliitic, es decir, en los infiernos; Venus muere y

renace; el maíz muere y renace; toda la vegetación herida de muerte en

la estación seca, resurge más bella y más amarilla en cada estación de

lluvias, del mismo modo que la luna desaparece del cielo y reaparece al

ritmo de sus fases.

“La muerte y la vida son dos aspectos de una misma realidad..., tal

vez ningún pueblo histórico ha estado tan obsesionado como el

mexicano por la presencia formidable de la muerte; pero para él la

vida brota de la muerte, como la pequeña planta del grano que se

descompone en el seno de la tierra... El guerrero muerto en el campo

de batalla o en la piedra de los sacrificios se convertía en un

“compañero del águila”, cuauhtecatl, es decir, en un compañero del

sol”. (Soustelle.pág.113)

“cuando morimos,

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no en verdad morimos, porque vivimos, resucitamos, seguimos viviendo, despertamos, Esto nos hace felices... ¿Acaso de verdad se vive en la tierra? No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí. Aunque sea jade se quiebra, Aunque sea oro se rompe, Aunque sea plumaje de quetzal se desgarra, No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí”, (Soustelle. pág.113)

Con base en la vida “verdadera” no es aquí en la tierra, el Masehual

tiene que sacrificarse para hacer digno su tránsito por esta existencia.

Si los dioses lo hicieron en el fuego cósmico de Teotihuacán; el hombre

lo hace en la Batalla Florida, aquella que se libra en las propias

entrañas, y en la vida cotidiana, a base de “flor y canto” y lleva por

victoria el “hacer florecer el corazón”. Los guerreros salidos del

Calmécac, sean tigres o águilas tendrán que aprender a fortalecer su

cuerpo y a decantar su espíritu; y si lo logran después de una vida de

impecabilidad y virtud, al llegar su muerte, podrán acompañar al sol en

su deslumbrante carrera hacia el cenit.

La vida entonces en el México antiguo, tenía como principal objetivo

llegar purificado a la muerte, que no era otra cosa, que LA VIDA

LUMINOSA DE LA CONCIENCIA. De esta manera la vida era un

desafío y al mismo tiempo una maravillosa oportunidad, un pasillo que

conducía a la puerta de la inmortalidad. Sin embargo no todos los

hombres tenían la fuerza espiritual, el dominio de su voluntad y el valor

de encarar la vida y la muerte de esta manera. Por ello existían cuatro

lugares para los muertos (según hayan vivido ) el más importante y

apreciado era el Ilhuicatltonatiuh el lugar prometido (simbólicamente)

para los guerreros de la batalla florida, aquellos que lograron florecer

su corazón y darse como alimento.

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... “Creían que las almas de los soldados que muriesen en la guerra o

prisioneros en poder de sus enemigos, y las mujeres que morían de

parto, iban a la casa del sol, que imaginaban Señor de la Gloria, en

donde pasaban una vida deliciosa; que diariamente, al salir el sol,

festejaban su nacimiento y le acompañaban con himnos, baile y música

de instrumentos desde el oriente hasta el cenit; que allí salían a recibir

las mujeres y con los mismos regocijos lo conducían hasta el

occidente”.

El segundo lugar era el Chichihuacuahco, allí iban los niños muertos,

quienes se alimentaban de un bello y frondoso árbol, de cuyas ramas

emanaban gotitas de leche, estos niños volverán al mundo para

probarlo cuando se destruya el quinto sol. El tercer lugar era el

Tlalócan, lugar a donde iban a parar los que morían de rayos, ahogados

en agua, los leprosos y bubosos, sarnosos, gotosos e hidrópicos. El

Tlalócan, la mansión de la luna, era un “paraíso” en el que había

condiciones ideales, un lugar agradable, fresco y ameno. Lugar donde

vivía Tláloc la representación de la vida luminosa por medio del agua,

que es la fuente de toda la vida en el planeta. Finalmente existía un

lugar para quienes no habían alcanzado la muerte luminosa del

guerrero, ni la muerte tierna del niño, ni la muerte asociada con el

agua. Lugar en verdad terrible porque significaba la nada, la muerte

estéril producto de una vida estéril, la muerte sin consecuencia y sin

trascendencia; la muerte... ¡para nada! este lugar se llamó el Mictlán y

estaba gobernado por los señores Mictlantecutli y Mictlancihuatl los

que morían producto de una vida estéril, tenía que hacer un largo,

penoso y sufrido viaje para llegar al final a convertirse en ¡nada!

(Fascinante concepción filosófica).

“Al Mictlán iban los que morían de enfermedad natural, fueron

señores o masehuales, sin distinción de rango ni de riquezas”... por

esto dice Sahagún que en el Mictlán se acababan y fenecían los

difuntos, pereciendo para siempre en la casa de las tinieblas y

oscuridad”. (Vicente Rivera Palacios. pág. 106).

El muerto en cuestión tenía que pasar por un largo y caudaloso río

llamado Apanohuaya, para lo cual necesitaba de ayuda de un perro

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(techichi). Posteriormente ya despojado de sus vestiduras tenía que

cruzar entre unas montañas que siempre estaban chocando una con la

otra y que se llamaban Tépetlmonamicitia. Después tenía que pasar por

un cerro erizado de filosos pedernales, para a continuación atravesar

los ocho collados o colinas llamado Cehuecáyan, en donde siempre

estaba cayendo una terrible tormenta de nieve, después tenía que

cruzar ocho páramos o llanuras en donde un gélido viento cortaba

como navaja, y luego tomaba una vereda en donde lo asaetaban,

llamado por eso Termiminalóyan. Después de estos terribles

sufrimientos se encontraba, con Teocoyleualoyan, inmenso tigre que le

comía el corazón, para sin él, caer en el Apanviayo en cuyas aguas

negras se encontraba la lagartija Xochitonal. Es entonces que había

concluido su terrible y dolorosísimo viaje, presentándose ante el Señor

Mictlantecuhtli quien le diría...”- Han terminado tus penas, vete pues, a

dormir tu sueño mortal”. Después de 4 años de viaje por el Mictlán, ¡La

nada era su destino final!

El Mictlán era un lugar místico dentro de la concepción filosófica del

mundo mesoamericano, punto de contacto entre la tierra y el

inframundo, puerta de entrada al pavoroso mundo de la nada... de

modo que existieron en toda Mesoamérica varios accesos a los

dominios de Mictlantecuhtli. En Oaxaca tenemos a Mitla población

situada a 40 Km. al oriente de la ciudad. En zapoteco se conoce como

Lyobaá que significa “lugar de descanso “. En conjunto consta de 5

unidades arquitectónicas; la más antigua, Antonio Caso la sitúa entre

450 y 700 años D. C., por ser posterior a Monte Albán la arquitectura

es similar, de origen zapoteco, es uno de los pocos sitios arqueológicos

que viniendo del período clásico, los españoles la alcanzaron a ver en

operación.

El sincretismo religioso, producto de la fuerza del misticismo religioso,

producto de la fuerza del misticismo que evocaba Mitla a los indígenas

del Siglo XVI, hizo que los españoles le llamaran San Pablo Mitla, en

honor a este santo que vivió en una caverna. La destrucción de Mitla

fue paulatina en los últimos cinco siglos. Actualmente el conjunto que

se encuentra en mejores condiciones, es el llamado de las columnas,

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que mantiene en el edificio norte un acceso a una construcción interior,

que a su vez consta de un patio y cuatro habitaciones.

Esta planta arquitectónica (un patio central y cuatro habitaciones en su

costado), la observamos en casi toda la arquitectura mesoamericana.

En su conjunto, forma la llamada cruz de Quetzalcóatl o Quincunce, los

cinco puntos integrados por el patio y las cuatro habitaciones; esta cruz

tiene el punto central que simboliza el encuentro del cielo y la tierra, el

“co” o centro esotérico y también constituye la figura clásica de Venus

como estrella de la mañana. Séjurné nos dice al respecto...” En fin, en

su acepción precisa de movimiento, el Quinto sol está representado por

dos líneas divergentes que constituyen cuatro palos contrarios – unidas

en un centro.

“Pero no sólo por el laconismo del Quincunce fue expresada la

Todopoderosa Ley del Centro. El eje mismo de la religión de

Quetzalcóatl, determina el simbolismo náhuatl, el cual no hace más

que iluminar las etapas del constante proceso de transfiguración al

que está sometida, en su punto central, la alianza creadora materia –

espiritual.

Como la realidad suprema reside en el centro de la materia, las

múltiples formas que asume la naturaleza en el mundo animal y

vegetal son consideradas envolturas – signos vitales – de esta

realidad y no difieren entre sí más que por el nivel de conciencia que

son susceptibles de alcanzar.

Lo mismo que la chispa divina engendra en la tierra la vida en toda su

riqueza, así el Quincunce, semilla de una cosmología revelada, florece

en un deslumbrante sistema de imágenes (y diseños arquitectónicos

N. A.) que, por pertenecer al universo de las formas, parece frecuente

de una lógica elemental engañadora”. (Pág. 108). Mitla al igual que

los edificios surgidos en el periodo del esplendor del clásico, no fue

concebida en su origen; ni como palacio, fortaleza o centro

“ceremonial “Por el contrario, el esfuerzo realizado en mover, tallar y

ensamblar esas monumentales piedras, tenían su origen en un

conocimiento que ahora no entendemos y estaba directamente

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relacionado con una forma de interpretar la vida en la energía,

inconcebible para nosotros en estos tiempos. Laurette Séjurné. 1957.

Uno de los espacios con mayor energía, se encuentra situado en el

interior del edificio “D” del grupo “de las columnas descubierto por

Marshall Saville a principios de este siglo, aunque se supone fue

utilizado como tumba, es un túnel subterráneo en forma de cruz, en el

que su acceso se hace por debajo de la parte poniente de la cruz. Parado

en el centro de la cruz, se vuelve a tener la sensación de encierro y

hermetismo que posee toda la arquitectura interior de las

construcciones en Mitla y en el llamado “laberinto” de Yagul. (Es

interesante mencionar que guarda esta cruz subterránea un asombroso

parecido a la galería subterránea del templo de Chavín de Huautar en

Perú).

La cruz de Quetzalcóatl o el llamado Quincunce que está presente tanto

en las grecas, como en la planta arquitectónica y en “la tumba” del

edificio “D”; nos evocan espacios alternos, que se esconden ante la

primera apariencia. En el caso del grupo “del Norte” y de “las

columnas”, hacia la parte Norte, que es el rumbo de la muerte siempre

se encuentra una entrada secreta a un espacio “hermético” y en caso de

la tumba del edificio “D” bajo la realidad aparente de la construcción,

está un espacio que invita a la introspección.

Es pues, creemos; que la primera concepción filosófica de los

constructores de Mitla, tenía que ver con un proceso iniciático, en el

que el aprendiz de este secreto y misterioso conocimiento, tendría que

avanzar de espacio en espacio físico, mismo que debía simbolizar su

avance en el terreno espiritual o energético.

Aunque los usos posteriores que tuvo después “religiosos”, tal vez

llegándose a convertir el lugar donde simbólicamente los hombres de

conocimiento morían a esta primera “realidad”, sujeta por la

materialidad del cuerpo; en un panteón de donde morían físicamente

los hombres que se encontraban ya muy lejanos al primer

conocimiento que engendró la creación de Mitla.

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Lo cierto es que Mitla fue utilizada ya en el período postclásico

(decadente) como sitio religioso (hasta la fecha, en el conjunto llamado

grupo de adobe, en la cima de una pirámide se construyó una capilla en

donde hay 3 cruces, en las cuales se ven ofrendas hechas por los

moradores de la región, con un sincretismo escalofriante).

Lo que resulta impresionante, además las enormes construcciones, son

sus tableros ¿ornamentales?, con grecas formadas de pequeños

pedazos de piedra perfectamente pulidos y ensamblados sin argamasa.

Los diseños nos hablan del caracol donde a través de él, se da “soplo

divino” y el símbolo por excelencia de Quetzalcóatl es un caracol

cortado longitudinalmente (bellísima alegoría filosófica)

“Se trata en realidad del soplo espiritual que permite los nacimientos

interiores. Es el símbolo del viento que arrastra las leyes que someten

a la materia: él aproxima y reconcilia los opuestos; convierte la

muerte en verdadera vida y hace brotar una realidad prodigiosa del

opaco dominio cotidiano”...”por otra parte, uno de los atributos más

constantes de Quetzalcóatl es una tibia florecida, y en el códice

Magliabecchi (pág16) está declarado (Quetzalcóatl como N.A.), hijo de

otro Dios llamado Mictlantecuhtli, que es el Señor del lugar de los

muertos”, alusiones patentes a la doctrina que enseña que la materia

no puede ser salvada más que por su propia muerte” (Séjurné pág.

152)

La otra advocación en las grecas de Mitla, tiene que ser necesariamente

Tláloc, de esta manera están representadas en Mitla las dos fuerzas

creadoras del universo humano. La vida “física-material” representada

por Tláloc-agua y la fuerza espiritual representada por Quetzalcóatl-

viento, en el marco prodigioso del recinto de la muerte, puerta a la vida

eterna.

“Fue Quetzalcóatl, símbolo de la sabiduría del México antiguo, quien

aceptó el encargo de restaurar a los seres humanos, así como

proporcionarles después alimento. Quetzalcóatl aparece en las

antiguas leyendas realizando un viaje al Mictlán, “la región de los

muertos”, en busca de los “huesos preciosos” que servirán para la

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formación de los hombres: Mictlantecuhtli, señor de la región de los

muertos, pone una serie de dificultades a Quetzalcóatl para impedir

que se lleve los huesos de las generaciones pasadas”. (León Portilla,

pág.17).

“¿Pero es necesario demostrar, después de lo que nos han enseñado

los mitos, que sólo quemando la materia es liberada la partícula

divina? El mensaje de Quetzalcóatl no dice otra cosa. Hemos visto que

el alma individual se desprende del cuerpo incinerado del rey del

Tollan, y que las cenizas del anciano ulceroso (Nanahuatzin N.A) es de

donde emerge el alma cósmica.

Esas narraciones, por otra parte, han indicado suficientemente que el

fuego liberador ES EL DEL SACRIFICIO Y DE LA PENITENCIA; y se

sabe que la institución del sacerdocio no tenía otro fin que la

enseñanza de las prácticas que conducían al desprendimiento de la

condición terrestre. Es entonces probable que el trofeo que perseguía

el guerrero de la “batalla florida” no era otro que su propia alma”

(Séjurné. Pág. 121).

Se sabe por el historiador oaxaqueño, José Antonio Gay, que en el

conjunto llamado grupo Norte, existía la entrada a una gruta muy

profunda y que por ello esta conjunto debió haber sido el más

importante, es más, se supone que Mitla se construyó por la existencia

de la misma gruta. En el año de 1590 se edificó una iglesia sobre este

edificio.

... “Pero el gran panteón zapoteca era sin duda Mitla. Se ha dicho ya,

que en aquel palacio subterráneo había cuatro departamentos, de los

cuales el primero era el templo para las divinidades zapotecas: ahora

debemos agregar, que el segundo estaba destinado al sepulcro del

sumo pontífice y sus ministros, y que el tercero era cementerio de los

reyes de Teozapotán (Zaachila N.A.), el último departamento tenía

cerrada con una pesada losa que se levantaba en determinadas

ocasiones. Los cuerpos de las víctimas, después del sacrificio, eran

arrojados allí. Los capitanes que habían perecido en la guerra,

aunque el combate se hubiese librado en lejanas tierras, eran también

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conducidos y sepultados allí. Muchos otros, cuando estaban

perseguidos por la pobreza o la enfermedad, solicitaban al sumo

sacerdote poner fin a su infortunio, penetrando en la profunda cueva

que se extendía al otro lado de la puerta: la losa entonces se

levantaba, y dando paso al desgraciado que buscaba allí descanso de

sus penas y las grandes ferias de sus antepasados, caía de nuevo

cerrando la puerta por mucho tiempo. El infeliz indio que había

entrado en tan lóbrega gruta buscando el bienestar y la dicha,

quedaba sepultado vivo; vagaba por algunos días en las tinieblas

tropezando con huesos descarnados y cadáveres en putrefacción,

aislado de todo género humano, destituido de todo socorro, sin

esperanza aún de que pudieran ser oídos sus lamentos, y en fin,

desfallecido por el hambre o devorado por venenosos insectos, él

mismo perecía.”

... “Se dice que esa cueva corre debajo de tierra no menos de cien

leguas. Burgoa entiende que no excedía de treinta, y cuenta que

después de la conquista, sabía su extrema profundidad por algunas

personas curiosas, se propusieron reconocerla en toda su extensión.

Llegado el día señalado, encendieron las teas, tendidos los cordeles

para evitar un fatal extravío y seguidos de muchedumbre de indios,

varios religiosos de Santo Domingo y personas principales de la

ciudad descendieron al palacio subterráneo e hicieron levantar la losa

que cerraba la gruta. Adelantaron algunos pasos en aquella sombría

mansión de los muertos, y a la luz de las antorchas distinguieron

prolongadas filas de gruesas columnas que sustentaban la techumbre.

Hubieron continuado adelante en aquellas lóbregas galerías, si el

miedo importuno no les da un pavoroso asalto. Pero observaron que

el suelo era húmedo en extremo, que se arrastraban cerca peligrosas

sabandijas y que el aire que se respiraba distaba mucho de ser puro; a

esto se agregó un golpe de viento, súbitamente apagó las teas: se

apresuraron, pues, todos a salir, tapiando enseguida la entrada con

cal y cantos, como permanece hasta el día.” (Gay.pág.74)

Como se ha dicho ya, Mitla fue construida probablemente en el quinto

siglo o sexto de la era cristiana, en el período en que cobra vigor el

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esplendor del llamado “Clásico”. A diferencia de las más demás

construcciones del Anáhuac de los “hombres de conocimiento” de

aquella época, Mitla no fue destruida, cubierta y abandonada, cuando

se dio el llamado “colapso del período clásico superior”.

Inexplicablemente siguió en funcionamiento hasta la llegada de los

españoles.

Cabe mencionar que el último rey zapoteco, Cosijopí, quien además de

aparentemente convertirse al cristianismo y gastar toda su riqueza en

la construcción del convento de Santo Domingo en su nativa

Tehuantepec; fue procesado posteriormente por el Santo Oficio, ya que

se le sorprendió en el ejercicio oculto de su antigua religión. En el “auto

de fe” que se instruyó en contra de los 6 sacerdotes mayores de Mitla,

llamados “Huipatoo”, todos fueron ejecutados y quemados vivos y el

rey zapoteco fue llevado preso a la capital de la Nueva España por un

año, con lo cual fue despojado de sus bienes y cargos, a su regreso

muere “misteriosamente” antes de llegar a Oaxaca.

La fuerza, presencia y vigencia de Mitla durante la primera etapa de la

colonia en Oaxaca, es demostrada por el hecho de que el mismo obispo

que persiguió a Cosijopí y a los sumos sacerdotes de Mitla, llamado

Fray Bernardo de Alburquerque, mandó construir entre 1535 y 1580 la

fachada del edificio del obispado (costado Norte de la catedral de

Oaxaca) a semejanza de las de Mitla, para fortalecer la imagen de

fuerza de la nueva religión.

Más allá de la transfigurada y degradada visión Occidental del Mictlán,

de las deformaciones que sufrió la Toltecáyotl (el sistema filosófico que

impulsó el desarrollo del esplendor mesoamericano, del período clásico

superior) a manos de los pueblos del período posterior, llamado

postclásico y las reformas de Tlacaélel (el ideólogo del imperio azteca).

La presencia e innegable simbolismo que representa la muerte, habita

en todos los espacios místicos y sagrados de los pueblos indígenas y

campesinos del llamado “México profundo”, y de alguna manera, vive

agazapada y subterránea en los grandes centros urbanos. La muerte

para los mexicanos es la sabia compañera, la que nos mantiene

consientes que sólo estaremos un tiempo muy corto aquí, la que no nos

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permite aferrarnos a nada, la que nos libera y nos da la única

oportunidad de llegar a la vida eterna. Muerte vida – vida muerte.

“Don Juan le trata de enseñar a Castaneda que la única “compañera”

sabía que tenemos en la vida es, precisamente, la muerte, quien no nos

dejará “aferrarnos” a nada, ya sean personas, objetos o sentimientos”.

(Marín, pág.39)

“Y así nosotros los arrinconados durante siglos, los conquistados, los

oscurecidos, los dispersos, recordaremos para ver cómo se descubren

estas raíces que son nuestras, y que se afincan vivas como nunca.

Porque el testimonio de la conciencia que los abuelos alcanzaron se

encuentra incólume, entre escombros amontonados por la destrucción

y el tiempo, esperando junto a la tierra la hora celeste de su

elevación.” (Bonifaz Nuño. Pág. 221).

Finalmente; piénsese así, que la energía espiritual y mística que

representa Mitla para las culturas zapoteca-mixteca, de ayer y de hoy

no pudo ser destruida por las fuerzas de las armas, ni por la religión

impuesta, ni por la negación permanente de sus sabios valores. Mitla

sigue siendo “EL CORAZÓN ESPIRITUAL DE LA MUERTE

FLORECIDA” y símbolo de permanencia de la vida de las culturas del

México antiguo... prodigiosa paradoja en el siglo XXI.

EL ESPIRITU DE MONTE ALBAN.

En el centro geográfico de una de las civilizaciones más antiguas del

mundo, nace deslumbrante la majestuosa Montaña Sagrada de Monte

Albán, llamada por los Viejos Abuelos zapotecos “Daany Beédxe” (La

Montaña del Jaguar).

El Valle de Oaxaca será el punto central del desarrollo y expansión del

antiguo pueblo zapoteca.

El milagro de la existencia del espíritu humano, dejó testimonio de su

aspiración celeste, por trascender los limitados espacios de la efímera

materia que lo contiene. De esta manera, Monte Albán resulta una

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evidencia reveladora e innegable de su inconmensurable capacidad

para transformar la materia en función del espíritu.

Monte Albán representa una expresión de la grandeza del espíritu

humano. Como todas las sabias civilizaciones del mundo, los antiguos

mexicanos buscaron en el vértice superior de su desarrollo humano, ¡la

trascendencia espiritual de su existencia material!

La civilización del Anáhuac nace en el sexto milenio antes de la era

cristiana. Junto con Egipto, Mesopotamia, China, India y la llamada

Zona Andina, formará parte de las seis civilizaciones más antiguas del

planeta con un origen autónomo, lo que implica que ningún otro

pueblo les trasmitió conocimiento alguno.

De la invención de la agricultura a la primera traza de Monte Albán,

transcurrieron cinco mil quinientos años, en donde se tuvo que sentar

las bases de lo que después se convertirá en el “milagro espiritual” de la

Montaña Sagrada.

En efecto, los antiguos pueblos anahuacas, nuestros “Viejos Abuelos”,

requirieron primero satisfacer sus necesidades básicas de subsistencia

material, para miles de años después, entrar en el inconmensurable y

maravilloso universo de la plenitud del desarrollo espiritual de su

existencia. Para ello, primero crearon un eficiente sistema alimentario.

No sólo domesticaron las plantas, sino que a diferencia de las otras

“civilizaciones Madre”, nuestros Viejos Abuelos toltecas, lograron

transformar el teocintle, que es un pasto pequeño, en la maravillosa y

generosa planta del maíz, hoy sembrada en todo el mundo. Es por ello

que los mexicanos somos la cultura del maíz.

La comida en el Anáhuac fue la base y sustento de su desarrollo

material y su esplendor espiritual. No se puede imaginar Monte Albán,

Mitla o Yagul, sin este decantado y eficiente sistema alimentario, que

impulsó este desarrollo humano. Los Viejos Abuelos crearon una

sofisticada, compleja y exquisita “cocina” que, nos llega hasta nuestros

días.

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Las tortillas, los chiles, las calabazas, el fríjol, el amaranto, el cacao, la

vainilla, las salsas, los nopales, el amaranto, plantas silvestres, frutos,

insectos, animales domesticados como el guajolote y el perro llamado

xoloescuincle, conformaron su sólida base alimentaria. Aunque no eran

vegetarianos, porque en su dieta se contemplaba de vez en cuando y

sobre todo en ceremonias y fiestas, el guajolote y xoloescuincle, se

cazan patos, libres, venado, armadillo y se pescaban peces de agua

dulce y se importaba de la costa pescado salado.

Finalmente no podríamos imaginarnos el prodigio espiritual de Monte

Albán sin el sistema alimentario que lo generó. En efecto, la milpa

permite que un hombre pueda en un espacio muy reducido de terreno,

sembrar maíz, fríjol, calabaza y chile, trabajar cuatro meses y darle de

comer a su familia durante un año. Esos ocho meses de “libertad

creativa”, que la sabiduría de un sistema eficiente alimentario le

permiten al ser humano invertirlos en un trabajo espiritual, nos

permiten entender el descomunal esfuerzo material que hicieron los

antiguos zapotecas a lo largo de más de mil trescientos años

interrumpidos de un infatigable impulso constructor, que posibilitó la

nivelación de la plaza principal en lo más alto de la montaña, la

extracción de miles de toneladas de roca ubicada a 14 kilómetros de

distancia y subirla a cuatrocientos metros de altura. Este colosal

esfuerzo humano, se realizó sin herramientas metálicas, sin

maquinaria, sin el uso de la rueda o animales de carga, y sólo se pudo

lograr gracias a un excelente sistema alimentario, que proveyera a lo

largo de cientos de años, la energía suficiente para que los antiguos

zapotecas cristalizaran sus aspiraciones espirituales más elevadas en la

Montaña Sagrada.

La civilización del México Antiguo por múltiples culturas que la

representan en tiempo y espacio, es una sola civilización. Los zapotecos

creadores de Monte Albán compartían las mismas aspiraciones y

conocimientos que los mixtecos, mayas, nahuas o totonacos. Sin

embargo, se debe subrayar que Monte Albán nacerá quinientos años

antes que Teotihuacán y existen algunas hipótesis en el sentido de que

si Veracruz y Tabasco son la génesis de la cultura olmeca en el período

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Preclásico; Oaxaca pudo haber sido el centro generador de la cultura en

el período Clásico, conocido también como el esplendor del Periodo

Clásico del Cen Anáhuac.

Lo cierto es que Monte Albán hunde sus raíces en el tiempo sagrado y

será un puente entre el mundo náhuatl y el mundo maya, entre Norte

América y Centro América.

Monte Albán, la Montaña Sagrada, es el resultado de más de cinco mil

quinientos años de desarrollo humano; desde la invención de la

agricultura, la milpa y el maíz, en el año seis mil antes de Cristo, hasta

el año quinientos antes de la era, cuando los antiguos zapotecas hacen

el primer trazo de lo que será Monte Albán.

En efecto, Monte Albán empezará su centenario proceso constructivo

en el año quinientos antes de Cristo. Por ello la influencia que recibirá

es la de la cultura madre. La presencia olmeca se puede apreciar en las

estelas llamadas “los danzantes.

Un dato revelador es que la planta arquitectónica de la Fase 1, se

mantendrá inalterada hasta el momento de su abandono,

próximamente en el año 850 de la era cristiana. Lo que nos indica que

para lo que fue diseñado este recinto funcionó, permanente y

adecuadamente durante mil trescientos años. Lo cual nos revela una

continuidad en su uso y en sus fines.

Otro elemento importante para entender el milagro de Monte Albán

representa la invención de un eficiente sistema de salud. En efecto,

después de la seguridad del alimento, lo que requiere una sociedad es

mantener la salud.

La milenaria civilización del Anáhuac inventó, desarrolló y perfeccionó,

a lo largo de miles de años, uno de los sistemas de salud más avanzados

de la humanidad y que hasta la fecha, mantiene vivos sus

conocimientos y sus prácticas curativas en toda la geografía nacional.

El Anáhuac antes de la invasión europea poseía el 75 % de la

biodiversidad del planeta. Los “Viejos Abuelos” conocían

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perfectamente todas las plantas, los insectos, animales y minerales de

su mundo. Así mismo, conocían con asombrosa perfección la anatomía

y la fisiología humana, lo que les permitió, no sólo realizar asombrosas

y complejas trepanaciones, sino que penetraron en campos de la

energía humana, lo que les facultó para entender la naturaleza

profunda de las enfermedades.

Herencia de esta sabiduría ancestral, hoy la encontramos en los

curanderos, sobadores y parteras de los pueblos anahuacas de México.

Testimonio de este conocimiento están los hombres y mujeres de

conocimiento mazatecos, que han hecho de Huautla, un punto de

interés mundial como el Tíbet o la India. Bástenos recordar el Códice

De la Cruz-Badiano, que recoge una mínima parte de esta sabiduría

curativa.

Pero para entender el milagro constructivo, que de manera sostenida se

realizó a lo largo de más de mil años los zapotecos mantuvieron de

manera inflexible y permanente, debemos de pensar en la creación y

desarrollo de un eficiente sistema educativo, que posibilitara, la

“retroalimentación” en las nuevas y sucesivas generaciones, con el

mismo proyecto comunitario.

En efecto, un proyecto comunal de esta envergadura representa el

anhelo más decantado de un pueblo y requirió del concurso de muchas

generaciones. Monte Albán no pudo ser obra de una mente sedienta de

un limitado poder temporal. Monte Albán representa un esfuerzo

compartido por muchas personas a través de muchos años y de

generaciones enteras por explorar los insondables misterios del

potencial espiritual del ser humano.

Ninguna dictadura ha durado mil trescientos cincuenta años. Monte

Albán no fue echo con esclavos ni con látigos. Responde en cambio a la

máxima aspiración de cualquier ser humano consciente y de todos

aquellos pueblos milenarios que un día llegaron a su madurez

existencial y que buscaron en la vida, la divina oportunidad de

trascender su limitada existencia material.

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Los antiguos mexicanos; al igual que los egipcios, los chinos o los

hindúes, buscaron en el cenit de su conocimiento, la luminosa esencia

de la existencia humana. Monte Albán representa un símbolo espiritual

afanosamente esculpido en la roca.

Monte Albán debió ser un centro de conocimiento, donde se estudiaba

e investigaban campos de la energía y la conciencia humana, que en

nuestros días, nos parecerían totalmente increíbles.

Por ello la educación en el México Antiguo fue una de las instituciones

más desarrolladas e importantes. A la llegada de los españoles en 1519,

en el período postclásico decadente, cuando habían pasado más de seis

siglos de que Monte Albán y Teotihuacán habían sido abandonados, no

existían niños sin escuela. La educación era obligatoria y gratuita.

Existían muy probablemente desde el año 1500 antes de Cristo, tres

instituciones educativas. El Telpochcalli era la escuela de los jóvenes en

donde se forjaban “rostros propios y corazones verdaderos”. Se iniciaba

desde los siete años y se abandonaba cuando los jóvenes se casaban.

Aquí se formaban, “los ciudadanos”, a partir del aprendizaje de los

conocimientos básicos de su cultura y su sociedad. El cuicacalli era la

casa del canto, un centro cultural donde a base de “flor y canto” se

enseñaba la sabiduría y la belleza a través de las artes.

El calmécac era la casa de la medida, lugar de altos estudios donde

asistían los jóvenes más adelantados que servirían como dirigentes,

administradores y sacerdotes.

Muy probablemente Monte Albán, como las zonas arqueológicas más

importantes del período clásico, fueron centros de investigación de un

conocimiento que hasta ahora la cultura occidental no valora

debidamente o no tienen la capacidad de entender, pero que todas las

civilizaciones más antiguas lo trabajaron coincidentemente.

Mientras que Occidente finca su potencial en la liberación de la energía

de la materia, las civilizaciones antiguas buscaron la liberación del

espíritu de la materia. Dos formas distintas de entender el mundo y la

vida.

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Monte Albán, no pudo ser una “ciudad”, pues el agua siempre ha estado

a 400 metros abajo en el río Atoyac y en toda la historia de la

humanidad, las ciudades siempre se asentaron al lado de las fuentes del

vital líquido. Monte Albán, no pudo ser una fortaleza, porque en el

período clásico no existieron las guerras y su arquitectura no es militar,

aunque en el período postclásico, ya abandonado, fue usado como

fortaleza en las guerras que libraron los zapotecas en contra de los

mixtecos.

Monte Albán, no pudo ser un palacio, pues su arquitectura no

concuerda con el espacio humano de casa-habitación y en el período

clásico no existieron los Señoríos. Monte Albán, no pudo ser un

panteón, aunque en el período postclásico, los pueblos decadentes

usaron sus ruinas abandonadas y cubiertas de tierra, para enterrar a

sus ilustres muertos.

Finalmente, Monte Albán, no fue creada como centro turístico, aunque

en la actualidad sea visitado por viajeros de todo el país y el mundo

entero. La carretera, el estacionamiento, el museo, la tienda y el

restaurante se han construido con otro fin, diferente a su propósito

original.

Para mantener el proyecto constructivo durante más de mil trescientos

cincuenta años consecutivos, se requirió contar, además de un sólido

sistema alimentario, un eficiente sistema de salud, de un eficaz sistema

educativo.

Por fuerza necesaria se requirió contar con un sólido sistema jurídico y

de organización social. Mover cientos de miles de toneladas de tierra

para aplanar a mano cuatro cerros, explotar profundas canteras,

transportar kilómetros enteros esas pesadas rocas, subir cientos de

toneladas de piedras a 400 metros de altura y con ellas, realizar una

exquisita y asombrosa talla, para ensamblar un conjunto de

construcciones (que por sus dimensiones y medidas, no pudieron ser

de uso común), se requirió de un sistema de organización para

mantener el mismo proyecto constructivo cientos de años y en

sucesivas generaciones en el seno de la sociedad.

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En efecto, el milagro de Monte Albán no se puede entender cabalmente

sin la dimensión “humana-comunitaria”, que fue la base y la esencia de

su construcción. Monte Albán no fue construido por esclavos y

dictadores. Monte Albán fue un esfuerzo compartido por el milenario

pueblo zapoteco y sus venerables maestros, que con su

inconmensurable sabiduría sobre el potencial espiritual de los seres

humanos, escribieron una de las páginas más luminosas de la historia

de la humanidad.

Esta sabía organización social, basada en principios y valores

universales, permitieron que los zapotecos consumaran su maravillosa

obra espiritual en lo más alto de la montaña, donde la piedra se

convirtió en testimonio viviente del espíritu.

La sabiduría y experiencia humana, acumulada a lo largo de más de

tres mil años, en torno a la organización social, sus derechos y sus

obligaciones, nos llega hasta nuestros días de manera casi intacta.

En Oaxaca el pasado es presente y futuro al mismo tiempo, cerrando el

círculo sagrado del tiempo. En Oaxaca se mantiene vivo el deporte más

antiguo de la humanidad, que se ha sostenido casi inalterado, durante

los últimos tres mil quinientos años. Nos referimos al juego de la pelota

mixteca. Actualmente en el estado de Oaxaca existen actualmente 570

municipios, casi una cuarta parte de todos los existentes en la nación, y

en la mayoría de ellos la comunidad se rige por “usos y costumbres”. De

esta manera el Sistema de Cargos sigue vigente de cara al siglo XXI y es

indiscutiblemente el pivote del desarrollo comunitario. El “Tequio”, el

trabajo voluntario y sin remuneración, sigue siendo una institución en

las comunidades indígenas y campesinas de Oaxaca, así como la

Guelaguetza, la gozona y la fajina.

En la asamblea se toman las disecciones que afectan al pueblo y el

principio de servicio a la comunidad, sobre cualquier otro principio o

valor, sigue vigente el eje rector de la vida comunitaria. El espíritu de

Monte Albán se expresa en el equilibrio que guarda la Montaña

Sagrada, entre el espíritu y la materia, entre la montaña, el valle y las

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cadenas montañosas que lo rodean. Monte Albán se yergue como un

náufrago milenario en medio de un mar de montañas.

El equilibrio de sus masas rocosas con sus espacios etéreos, entre la

sombra y la luz, entre lo divino y lo terreno. El equilibrio es el factor

que multiplica todas las percepciones y al mismo tiempo es su

sumatoria.

En Monte Albán el cielo y la tierra se logran milagrosamente tocar por

el hechizo del espíritu humano. La civilización del Anáhuac, es una

sola, por múltiples que sean las culturas que en tiempo y espacio hayan

expresado su sabiduría.

Los zapotecas, tienen la misma raíz de conocimiento que los mixtecos,

mayas o nahuas, el mismo pensamiento filosófico que engendró este

milenario proceso de desarrollo humano en busca de la perfección, y

con ello la Luz.

El misticismo y espiritualidad de los hijos de los hijos de los Viejos

Abuelos toltecas que impulsó por más de mil años el milagro

constructivo de Monte Albán, sigue vivo en el seno de la vida cotidiana

de los pueblos y culturas del Cen Anáhuac de hoy.

En estos quinientos años se ha desarrollado un abigarrado sincretismo

cultural, pero la esencia místico-espiritual sigue siendo casi la misma.

La forma ha cambiado, el fondo sigue intacto.

La milenaria búsqueda de trascender la existencia meramente material

de la vida y penetrar a los campos inconmensurables de lo divino y de

lo sagrado; de lo trascendente.

Sólo así se entiende el prodigio de Santo Domingo de Guzmán, La

Soledad o la capilla del Señor de Tlacolula, por nombrar sólo tres

ejemplos de un sin fin de testimonios espirituales esculpidos en la

materia.

El pueblo de Oaxaca es heredero del linaje de los hombres y mujeres

sabias que durante cientos de años, buscaron la luminosa conciencia

del espíritu. Sólo a través de “flor y canto”, el espíritu se libera de las

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terrenas cadenas que lo sujetan a esta efímera realidad. Flor y canto,

fue y sigue siendo para los oaxaqueños, belleza, sabiduría y fiesta.

Sólo así se puede entender en su profunda dimensión la fiesta de las

fiestas; La Guelaguetza, que no sólo convoca a cientos de personas de

las ocho lejanas y apartadas regiones del estado, sino de más de 12 mil

almas que el segundo y tercer lunes de Julio de cada año, se reúnen en

el Cerro del Fortín, para dar al público asistente sus bailes y música,

que los identifica y los une. La Guelaguetza representa el crisol donde

se funden miles de personas en un rito milenario con el paisaje, la

montaña, la danza y la música. “Flor y canto y el espíritu humano en

armonía” con la montaña sagrada.

Desde la más remota antigüedad, los oaxaqueños suben atávicamente

caminado los cerros sagrados para realizar “ceremonias”, en donde a

través de “flor y canto”, el corazón brota y florece…. ¡se estremece!

Después de conocer Monte Albán, después de recorrerlo y sentirlo en

toda su dimensión espiritual, no podemos más que preguntarnos por el

paradero del pensamiento que lo concibió.

En efecto, antes que el gran esfuerzo humano por construir este

impresionante monumento al espíritu humano, que consumió grandes

cantidades de energía, antes que los millones de toneladas de tierra y

cantera desplazados, antes de pensar en su larga existencia durante mil

trescientos años y en todos aquellos cientos de miles de personas que

por generaciones vivieron y murieron en este proyecto espiritual,

tenemos por fuerza que preguntarnos…

¿Cuál fue el pensamiento filosófico que lo concibió?, ¿cuál fue su

función, su objetivo real? Lejos ya de las colonizadoras historias que

desde hace quinientos años han condenado a la esterilidad espiritual y

filosófica, las más altas creaciones de la civilización del Anáhuac.

Porque después de estos quinientos años, después de que sabemos que

los antiguos anahuacas fueron una de las civilizaciones más antiguas

del planeta, que inventaron el cero matemático, que conocían con

asombrosa exactitud el movimiento del planeta y la compleja mecánica

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celeste, que eran capaces de realizar trepanaciones exitosas, que eran

capaces de conocer a la perfección las matemáticas, la física, la biología,

la botánica, la zoología, la medicina humana. Que dejaron testimonio

de su grandeza estética en la arquitectura, la escultura, el muralismo, la

cerámica, los textiles. Que sabemos que eran excelentes lapidarios y

talladores, que llevaron a la joyería a niveles excelsos. Que tenían un

sistema exacto de registro, que tenían bibliotecas donde los códices

eran guardados como la memoria misma del pueblo. Que habían

desarrollado un sistema de organización social justo y perfecto, que

habían desarrollado un sistema asombroso y numeroso de exquisitas y

complejas lenguas que sobreviven hasta nuestros días, que habían

creado un eficiente sistema de educación y de salud. Que inventaron el

deporte más antiguo de la humanidad, que sigue vivo hasta la

actualidad.

No podemos seguir tratando de ignorar la grandeza de su filosofía de su

concepción superior de la vida y del mundo. Condenando a nuestros

sabios abuelos toltecas a ser un pueblo “primitivo”, adorador de la

naturaleza, dedicado tan sólo a una rudimentaria agricultura de

subsistencia, sacrificando doncellas y realizando pintorescas

ceremonias paganas manchadas de sangre.

Monte Albán, Teotihuacán y Chichen Itza, entre muchos otros centros

de conocimiento del Cen Anáhuac, nos revelan un claro proyecto de

desarrollo humano que buscaba, como todos los pueblos antiguos del

mundo, la trascendencia espiritual de la existencia. La búsqueda

milenaria por liberar el espíritu de la materia.

Al igual que China o India, que son civilizaciones tan antiguas como la

nuestra, nuestros Viejos Abuelos toltecas desarrollaron y decantaron

un orden superior de ideas y conocimientos sobre el espíritu humano,

sobre la vida, la muerte y el mundo.

El legado más grande de Monte Albán, no se encuentra depositado en

la materia ruinosa que le conforma. Monte Albán representa un

patrimonio espiritual para México y el mundo, que espera paciente el

momento luminoso de su revelación exaltadora. El futuro de México se

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encuentra en su pasado. El desafío del futuro es que descubramos la

herencia espiritual de Monte Albán, en el fondo de cada uno de

nuestros corazones. Lo difícil no es hacerlo, sino imaginarlo.

LA NEGACIÓN DEL ANÁHUAC.

Los europeos que llegaron al Cen Anáhuac en 1492, no lo hicieron

producto de un viaje humanista o científico. Venían en una expedición

para encontrar una nueva ruta comercial a la India, toda vez que los

turcos habían cerrado el paso a las caravanas comerciales en el Medio

Oriente.

Tampoco vinieron los mejores y preclaros hombres de la Europa

Medieval. Por el contrario, eran dirigidos por un marinero que ahora se

sabe era judío catalán y que estaba financiado por los ricos mercaderes

que estaban desesperados por reiniciar sus operaciones comerciales

basadas en las importaciones que hacían de Asia.

La tripulación estaba constituida de carne de presidio, condenados a

cadena perpetua por crímenes y robos en España. Cristóbal Colón y sus

hijos exterminaron a los pueblos indígenas de las Antillas, en un frenesí

de riqueza fácil y rápida.

Después llegó la baja nobleza española, los misioneros fanatizados por

destruir una cultura y una religión que jamás llegaron a conocer y

menos comprender. Una corriente de pobres e ignorantes deseosos de

hacer fortuna a cualquier precio empezaron a poblar este milenario

continente. Sin dejar de mencionar a la burocracia corrupta y abusiva.

Este es el verdadero antecedente de la invasión, conquista y

colonización de nuestros pueblos y tierras. Desde 1492 los extranjeros

han llegado a apoderarse de nuestras tierras, a destruir nuestras

ancestrales culturas y a negarnos cualquier derecho, hasta el de ser

humanos.

El problema no es que sucedió hace más de 500 años. El verdadero

problema es que se ha venido repitiendo año tras año la misma historia

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de injusticia, explotación y negación. En efecto, la civilización invadida

ha sido negada totalmente de manera violenta o sutilmente de forma

sistemática.

Primero se afirmó que no éramos seres humanos. Después pasamos a

ser “indios” idólatras y los representantes de una civilización vencida.

Durante 300 años no tuvimos la menor posibilidad de poseer el orgullo

y el recuerdo de nuestros milenarios Viejos Abuelos.

En medio de luchas fratricidas, durante el siglo XIX mientras los

criollos se peleaban unos contra otros, después de haber corrido a los

gachupines, nuestra civilización pasó a ser un lastre y un estorbo para

la europeización que intentaron torpemente implantar los criollos.

Durante el siglo XX los descendientes culturales de los pueblos

originarios han sido tratados de “integrar al “progreso y

modernización” que los Estados Unidos impusieron a los criollos en el

poder.

En lo que va del siglo XXI las cosas no cambian. La cultura dominante

conformada con criollos agringados siguen negando tercamente a la

inmensa masa de mexicanos que, a pesar de su amnesia histórica y

cultural, su mestizaje tiene mayor raigambre indígena y de manera

atávica, mantienen viva en lo esencial las tradiciones y costumbres de

la civilización negada en su vida cotidiana, sea en las ciudades, los

cinturones de miseria o en el campo.

Desde 1521 los colonizadores han tratado de hacernos creer que la

civilización del Anáhuac no tenía mayor importancia, pero sobre todo,

que había desaparecido con la destrucción de la ciudad de México-

Tenochtitlán. Que “los mexicanos” tenemos nuestras mayores raíces en

la cultura española y que somos herederos del legado judeo-cristiano.

Que “lo mejor que tenemos” vino del otro lado del mar y que lo

indígena es vergonzante e intrascendente. Esta ideología ha sido la base

de la colonización y explotación durante estos cinco siglos. Negarle

cualquier valor a la civilización del Anáhuac y asumir su exterminio en

el siglo XVI.

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Si los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos pudieron sobrevivir al

infierno de la Colonia a manos de los gachupines. Si nos hemos

mantenido como nación en estos dos siglos de luchas y torpezas de los

criollos, ha sido gracias a las bases indestructibles de la civilización del

Anáhuac.

Al inicio del tercer milenio, los hijos de los hijos de la civilización del

Anáhuac empiezan a despertar de este letargo.

Estamos en tiempos de asombrosos cambios. Uno de los más

extraordinario se está dando de adentro hacia fuera en los pueblos y

culturas de esta civilización. Los insurgentes indígenas mayas de

Chiapas han dicho a toda la nación ¡YA BASTA! Y su voz reverbera en

la conciencia adormilada de los mexicanos. Esa voz que viene desde

muy adentro y desde tiempos ancestrales nos está transformando

aunque no nos demos cuenta. La Matria empieza a despertar.

Lo asombroso no es que no esté muerta la civilización del Anáhuac,

sino que nosotros somos parte viva de ella. Hemos sobrevivido a

nuestra muerte histórica gracias a nuestra madre querida. El futuro de

México es su pasado. Por el Anáhuac hablará el Espíritu desde lo más

profundo y desde lo más antiguo. Lo más genuino de nosotros llegará

del pasado como un maremoto. La diferencia es que no destruirá

nuestra otra parte occidental, sino las dos se fortalecerán y

acrecentarán unidas su potencial creador.

La presencia de la civilización del Anáhuac no es excluyente. Al

contrario, a lo largo de estos cinco siglos a través de un sabio ejercicio

de apropiación y resistencia cultural se ha mantenido usando en gran

medida a la propia cultura occidental. Después de quinientos años se

ha fundido en la superficie con ella.

Lo importante es que en el fondo de cada uno de los mexicanos subyace

el mayor potencial cultural y ese, indiscutiblemente es de la civilización

madre. Los dos nos enriquecen, el problema es que los colonizadores

nos han neutralizado al obligarnos a negar a la civilización del

Anáhuac.

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EN BUSCA DE LA MEMORIA HISTORICA

DEL ANAHUAC.

La colonización en México inició en 1521 con la destrucción piedra

sobre piedra de la ciudad más grande del mudo de aquellos tiempos. La

destrucción de Tenochtitlán es más que un símbolo de lo que

intentarán hacer fallidamente, primero los conquistadores, después los

colonizadores y en los últimos 181 los criollos. En efecto, el sistema de

colonial se basa en la explotación de los vencidos y en la depredación

de sus recursos naturales a favor del imperio. Sea este español, francés

o norteamericano.

Después de la invasión armada, los invasores les quitan a los vencidos 5

Elementos Culturales para condenarlos permanentemente a ser

esclavos y que nuca jamás piensen en volver a ser libres, de tal manera

que los puedan explotar con su trabajo y depredar impunemente sus

recursos naturales. Primero les quitan el idioma y les imponen la

lengua del vencedor. El objetivo es dejar "mudos" a los vencidos, que

no puedan trasmitir su Cultura y que dejen de pensar como sus

antepasados, logrando que al hablar la lengua del colonizador, los

vencidos piensen como él. Perdiendo la lengua no sólo pierden el más

fuerte lazo que los une entre sí, sino que, además, pierden su Cultura y

su identidad.

El segundo despojo del conquistador al conquistado es la "memoria

histórica", los recuerdos. Para que el pueblo invadido y vencido no se

acuerde que un día fue libre y dueño de su riqueza, su Cultura y su

identidad, se requiere volverlo amnésico. El vencido olvidará por

diversos medios su pasado y su "nuevo mundo" se iniciará con la

presencia de su conquistador. Tomará como propia la historia del

conquistador y desconocerá la “suya-propia”, sintiendo desprecio por

su propia historia.

El tercer Elemento Cultural que le quitan al pueblo vencido son los

conocimientos. En efecto, el objetivo es que él no se sienta capaz de

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transformar el medio ambiente en el que vive. Que es impotente y

estúpido. Que depende de su colonizador. Que sólo el invasor puede

crear, transformar y resolver. Que el vencido necesita que el "invasor"

haga las cosas. Lo dejan en calidad de estúpido e inútil.

El cuarto despojo al vencido tiene que ver con los espacios, no sólo

físicos, como son las mejores tierras, los minerales, los bosques, las

selvas o las costas. El cuarto despojo tiene que ver también con

espacios sociales, místicos, religiosos, recreativos y culturales. El

objetivo es hacer sentir al vencido como un intruso en la tierra de sus

antepasados. Dejarlo “sin raíz y en el aire”.

El quinto despojo es la religión y con ella la espiritualidad ancestral. Al

quitarle la religión, que forma parte íntima y directa de sus tradiciones

y costumbres, de la forma de ver y entender el mundo y la vida, el

invasor logra, no sólo que el vencido pierda la raíz espiritual de su

Cultura, sino que pierda el dominio del más allá. Es decir, lo único que

le queda es el mundo material e inmediato de su vida de esclavo. Pues a

su muerte, tendrá que ir al lugar "sagrado" de su conquistador donde él

seguirá de esclavo.

Cuando el invasor-conquistador le logra quitar esos cinco Elementos

Culturales al pueblo invadido, ha logrado "neutralizarlo" y lo condena

para siempre a un estado de explotación y esclavitud, porque el vencido

le enseñará a sus hijos, no a expulsar al invasor, sino a que sus hijos

aprendan a ser “invasores-explotadores-colonizadores” de su propio

pueblo, a desprecias su Cultura Madre y tatar de asimilarse a la de su

opresar. El sistema colonial implica que los vencedores como los

vencidos vean como algo natural la explotación, el saqueo y la

injusticia, como algo normal y cotidiano. Que en vez de rechazarla,

ellos mismos deseen fervientemente convertirse en uno más de los

históricos explotadores de su pueblo. Adquiriendo el carácter de

"colonizado-colonizador".

Cuando un pueblo es colonizado metal y espiritualmente, podrá ser

explotado, depredado y hasta masacrado, y a nadie le interesará

detener esta barbarie. Sólo desearán, sumarse a ella para sacar

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ganancia. De modo que para descolonizar a un pueblo se requiere:

recuperar la lengua, la historia, los conocimientos, los espacios y el

sentido espiritual por la vida. La educación descolonizadora requiere

enseñar a nuestros hijos a recuperar y revalorar estos Elementos

Culturales y el de la comunalidad.

Una de las tareas fundamentales es recuperar la memoria histórica y

para enfrentar este colosal desafió necesitamos de mucha inteligencia,

intuición y flexibilidad para armar "un rompecabezas" del cual,

conscientemente nunca hemos visto la imagen original desde la

invasión europea. Esto es, necesitamos primeramente conocer "el

pensamiento filosófico", conocido como Toltecáyotl, que pudo

estructurar siete mil quinientos años de desarrollo humano. No

podemos profundizar sobre los antiguos mexicanos, sino no conocemos

la propuesta filosófica, la estructura intelectual y espiritual que llevará

a transformar la naturaleza, para darle un "sentido humano". Es decir,

que no podemos entender a la cultura grecolatina sin conocer a sus

pensadores y poetas, sin ellos, es sólo vislumbrar el follaje, pero sin

poder llegar al tronco y mucho menos a la raíz.

Otro de los elementos imprescindibles es "concebir y entender" a

nuestro pasado como una CIVILIZACIÓN milenaria en permanente

transformación y vigencia absoluta. Desde la invención de la

agricultura y el maíz en el año 6 mil a.C., hasta nuestros días.

Entenderla como ser vivo, vibrante y vigente. Con sus periodos de

esplendor y sus periodos de decadencia, de luz y de oscuridad. Porque

nada en la vida y el mundo es totalmente bueno, ni totalmente malo.

Los Viejos Abuelos entendían esta ley universal en el concepto

filosófico de Ometéotl, la dualidad divina.

Para "penetrar profundamente" en la raíz de nuestra Identidad

Cultural, para poder descolonizar nuestra Cultura y a nosotros mismos,

necesitamos hacer una titánica labor de "arqueología del espíritu" y

dejar a un lado la arqueología de la materia del "colonizador-

colonizado", que con cuatro tapalcates quiere "explicar" nuestra

grandeza espiritual de manera "científica". Tenemos que

desprendernos de la historia oficial, desde las Cartas de Relación hasta

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el Libro de Texto Gratuito... pero saber usarlos en nuestro favor. Se

requiere también, retomar y revalorar la tradición oral, pero tratar de

"cernirla" de las distorsiones de buena y de mala fe, que ha sufrido en

estos 494 años de vivir en la clandestinidad, en manos de gente ilustre

y respetable, pero también en manos de oportunistas irresponsables.

Finalmente tendremos que apoyarnos en las bases filosóficas de otras

civilizaciones, para hacer extrapolaciones que nos ayuden a entender

los planteamientos filosóficos de los Viejos Abuelos toltecas, pues a

final de cuentas, todos los pueblos sabios y antiguos del mundo,

buscaron por diferentes caminos el mismo objetivo.

Entender la CIVILIZACIÓN DEL ANÁHUAC como un todo, es conocer

el impresionante esfuerzo que hicieron los Viejos Abuelos, de ser

bárbaros, nómadas, cazadores, recolectores en el sexto milenio a.C. y

llegar a dar las bases sólidas del Desarrollo Humano. Sin una base de

un sistema alimentario, un sistema de salud, un sistema de educación y

un sistema de organización y un régimen jurídico. Ni los toltecas, ni los

mayas, ni los zapotecos o mixtecos y por supuesto, la última cultura en

desarrollarse, los mexica, hubieran podido construir ni siquiera una

pirámide, o tener un calendario perfecto. Mucho menos penetrar en los

arcanos de la trascendencia espiritual de nuestro limitado perímetro

material de la existencia. Donde por cierto, encontramos su mayor

logro y aporte a la humanidad.

Necesitamos valorar el gran esfuerzo que hicieron nuestros Viejos

Abuelos en el periodo Preclásico y reconocer en los olmecas; no el

inicio de la civilización del Anáhuac, sino el final de un largo y complejo

proceso de sabiduría humana que duró 4 milenios y medio, pues la

cultura olmeca aparecerá aproximadamente en el año 1500 a.C.

Del Periodo Clásico debemos apreciar y exaltar más de mil años de

esplendor, que pocas civilizaciones han logrado tener. Donde no

existieron guerras, sacrificios humanos y señoríos. Muchos

investigadores no se explican o no "se quieren explicar" esta maravilla

humana, que se sustenta en el grado de desarrollo que se alcanzó en el

Preclásico. Teniendo satisfechas las necesidades básicas de subsistencia

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material, los Viejos Abuelos toltecas, guiaron a los pueblos en la

búsqueda de la trascendencia espiritual de su existencia. Ese es

precisamente su legado más importante que tenemos.

Pero debemos de reconocer que algo misterioso sucedió y que en una

generación, alrededor del año 850 d.C. los Viejos Abuelos destruyeron,

cubrieron de tierra sus monumentales construcciones y literalmente

desaparecieron de la faz de la tierra. Los venerables maestros toltecas

nos dejaron y dijeron dicho en sus profecías que regresarían. Esto los

académicos lo conocen como "el colapso del clásico".

Después sufrimos una época de decadencia ante la ausencia de

nuestros venerables maestros. El poder y la religión en manos de los

seres humanos, "comunes y corrientes", la historia nos enseña que se

degradan. A este periodo el Dr. Alfredo López Austin le llama régimen

suyuano. En el siglo XIII, mucho tiempo después de que se fueron los

toltecas, llegan al Valle de Anáhuac un pueblo bárbaro que venia del

Norte. Que no sabía hablar náhuatl, que no tejía algodón, "que no tenía

rostro", que nadie lo conocía.

En poco tiempo este pueblo se culturiza con los remanentes de cultura

tolteca que quedaban y como grandes guerreros, toman el poder y

cambian la historia, la filosofía y la religión de los antiguos toltecas.

Tlacaélel retoma el pensamiento tolteca pero lo transforma de ser

totalmente espiritual a ser material. La Guerra Florida tolteca, que se

liberaba en el corazón de cada guerrero por vencer sus debilidades y

sus pasiones, seria ahora una guerra contra los pueblos vecinos. Las

armas de los guerreros dejaban de ser "flor y canto" y pasaban a ser de

madera, hueso, piedra y obsidiana. Las milenarias escuelas de

enseñanza comunitaria (telpochcalli e ichposcalli) y de carácter

esotérico-espiritual (clamécac); pasaban a ser academias militares para

los masehuales y la nobleza respectivamente. La dualidad religiosa-

filosófica Tláloc-Quetzalcóatl, se cambió por Tláloc-Huichilopoztli,

deidad con la que llegaron al Valle del Anáhuac los mexicas y que

trataron de imponerla a los pueblos vecinos. Transgresión que les costó

muy caro a los mexicas cuando en 1519 el filibustero de Hernán Cortés

se hizo pasar como "el capitán de Quetzalcóatl" por la información que

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le pasó Malinche y logró hábilmente, canalizar todo el odio y

resentimiento que se le tenía al pueblo mexica, tanto por transgresores

de las enseñanzas de Quetzalcóatl como por su acción imperialista.

Sólo de esa manera se puede explicar la caída del formidable pueblo

mexica que, según los expertos, a la llegada de Cortés su ciudad tenía

alrededor de medio millón de habitantes. Lo que implica cientos de

miles de valientes y expertos guerreros.

De modo que no podemos y no debemos, sentar las bases de nuestra

descolonización en un solo pueblo y mucho menos en los mexicas.

Tenemos que dimensionar a nuestra civilización con todas sus

potencialidades. Sin restarle méritos a los mexicas, pero sin dejar de

ver MILES DE AÑOS DE SABIDURÍA Y DESARROLLO HUMANO. La

"grandiosa" historia de los mexicas, es más un mito del colonizador,

que con su Estado neocolonial de ideología criolla, ha pretendido que

los mexicanos confundamos la grandeza de nuestra milenaria

civilización, con la de un pueblo guerrero que un puñado de ellos

derrotaron. Entre más grande es la supuesta grandeza del pueblo

mexica, necesariamente es mayor aun la "epopeya" de un grupo de

aventureros ibéricos, que lograron derrotar y someter a "los más

ilustres y poderos indígenas del Nuevo Mundo".

La descolonización cultural, mental y espiritual comenzará cuando nos

dediquemos con inteligencia y no con fanatismo a "explorar" este

universo de textos, mitos, leyendas y sentimientos en los que nos han

atrapado los colonizadores.

¿CÓMO PODEMOS ASPIRAR A SER "TOLTECAS”?

¿Cómo podemos aspirar a ser "toltecas", si escondieron su

conocimiento? ¿Se manifestarán alguna vez? Si el conocimiento tolteca

está en el subconsciente nuestro, ¿cómo lo recuperaremos?-.

La aspiración a ser toltecas es una aspiración universal de todos los

seres y pueblos que han llegado a un nivel superior de conciencia. En

cada civilización tiene nombre diferente el llegar a ser un ser humano

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en equilibrio y conectado totalmente con el universo que le rodea,

desde una hormiga hasta una estrella. Aquellos que buscan como fin

supremo de la existencia la trascendencia espiritual.

La Toltecáyotl no se “rescata” o se “descubre”, en cambio se recrea al

“emerger” de lo más profundo de la tierra, la memoria histórica y de la

conciencia espiritual de cada uno de sus hijos. Por ello la Toltecáyotl,

como dice Felipe Chacón es “emergente”, porque viene de muy en el

fondo, donde siempre ha estado y en estos tiempos ha empezado a

“emerger” por sí misma.

La Toltecáyotl no ha estado “escondida” y menos “enterrada” en las

“zonas arqueológicas o depositada en los museos o guardada en códices

por descubrir”. Por el contrario, ha convivido con nosotros en estos

últimos 1165 años. Lo que nos ha sucedido, es que hemos perdido la

conciencia de poseerla, producto de la feroz colonización mental,

espiritual y cultural a la que hemos sido sometidos en los últimos cinco

siglos. La Toltecáyotl se manifiesta en nuestra cotidianidad en la

conciencia comunitaria, familiar e individual.

De hecho, es lo que nos hace “mexicanos”, aunque no nos demos

cuenta. Está presente en los valores, sentimientos, actitudes, que

tenemos frente a: la familia, la muerte, la “gozación” y la alegría, el

sufrimiento y el sacrificio, la Tierra y la naturaleza, el trabajo y la

comunidad, y un largo etcétera. Esto lo aprendí gracias al espejo de

Tezcatlipoca cuando viví con los españoles.

El ser un tolteca, por consiguiente, no es un asunto de erudición,

afiliación, o haber nacido en el seno de una comunidad indígena y

hablar una lengua originaria, o ser alumno de un gurú o chaman de

plástico y tener una membresía a una ONG prestigiosa, o simplemente

ser un lector asiduo de Carlos Castaneda.

Es algo más abstracto, complejo y sutil. Es un largo proceso que

implica mucho trabajo, desafíos y fracasos, para lo que se necesita

tener toneladas de impecabilidad, sobriedad, refrenamiento y

frugalidad con el mundo y la vida de todos los días.

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Pero sobre todo se necesita sensibilidad, disciplina y un permanente y

sostenido “intento inflexible” por mantenerse humildemente en este

proceso. Porque la verdad, “el ser tolteca”, podría bien decirse que

implica un larguísimo proceso para ser “un instante antes de partir”.

Cómo recuperar el conocimiento silencioso que está en el banco

genético de información cultural. Primero haciendo conciencia de que

nos hace falta y de que lo poseemos. El problema es que somos

inconscientes y ajenos a esta riqueza heredada, a este portentoso

Patrimonio Cultural.

Nos han educado durante siglos como, “extranjeros incultos en nuestra

propia tierra”, en una permanente y desquiciada actitud de despreciar

lo propio y exaltar lo ajeno.

En los últimos quinientos años el conquistador nos he enseñado “a

sangre y fuego a escuchar al colonizador”, al misionero, al

encomendero, al patrón, al capataz, al hacendado, al inversionista, al

político, al maestro, al extensionista y al locutor. Por ello, hemos

olvidado el ancestral arte de escuchar. Como cultura mestiza, no

sabemos escuchar. Porque debido a la colonización, el arte de escuchar

se ha convertido en la frustración de tan solo “oír”. Oímos al opresor y

aprendemos a obedecer. “Yo hablo y tú me entiendes”, tu obedeces, tu

acatas. Yo pienso y digo, y tú oyes y haces. (Lenkersdorf).

Necesitamos re-aprender el arte de escuchar, comenzando con

aprender a escucharos a nosotros mismos, a nuestro cuerpo, a la

naturaleza, al cosmos, y así, hasta llegar a escuchar la sabiduría del

silencio. Eso es justamente La Toltecáyotl. Y esta “Toltecáyotl”, la tuya,

la mía, la de todos nosotros en el aquí y en el ahora; por supuesto que

no será la de los Viejos Abuelos del periodo Clásico, “esa Toltecáyotl”

solo es una referencia histórica.

Tendrá que ser y es, la del Siglo XXI, con Internet, teléfonos satelitales

y computadoras. Porque los problemas y desafíos son otros, más en el

fondo, los valores y principios esenciales se mantendrán y se adaptan a

las nuevas circunstancias y desafíos. Pero la Toltecáyotl nos sirve de luz

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e inspiración para construir una nueva sociedad “nosótrica”

(Lenkersdorf), en la que se acabe para siempre la colonización, los

mandones y los mandados, los vencedores y los vencidos.

EL REGRESO DEL QUETZALCÓATL AL ANÁHUAC.

Cada pueblo milenario tiene sus mitos y sus profecías. Para el Cen

Anáhuac podrían ser las más importantes: La creación y destrucción de

los cinco Soles. El principio del par de opuestos comentarios y su

inmutable equilibrio. El espíritu del “Quetzal-cóatl” entendido como el

desafío equilibrador del Espíritu (Quetzal) y su contraparte la materia

(cóatl), y su profetizado regreso al Anáhuac.

Los anahuacas, mal llamados “mexicanos”, somos los hijos de una de

las seis civilizaciones más antiguas y con origen autónomo del mundo y

la que logró el más alto grado de desarrollo humano para todo su

pueblo en la historia de la humanidad.

En un universo totalmente integrado, como civilización hemos vivido

una oscura noche de cinco siglos en la que “los Señores del Dinero”, los

mercaderes, no solo se apoderaron del Cen Anáhuac, sino casi de todo

el mundo. Para el caso de nuestra civilización no solo nos vinieron a

invadir, robar, asesinar, sino lo más grave, nos han tratado de

desaparecer como civilización y como seres humanos.

Nos destruyeron nuestras instituciones, nuestras leyes y nuestras

autoridades. Nos han tratado de quitar la condición de seres humanos y

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han querido borrar los impresionantes logros civilizatorios,

especialmente en el terreno espiritual y de calidad de vida, únicos en la

historia de la humanidad.

Lo han tratado de hacer al tergiversar la historia y al intentar quitarnos

nuestras lenguas para dejarnos mudos y silentes. Nuestra memoria

histórica, nuestros recuerdos, para dejarnos amnésicos, como

“extranjeros incultos en nuestra propia tierra”, sumidos en la peor

ignorancia, la de sí mismos, pensando que nuestra presente y nuestra

realidad nada tienen que ver con nuestro milenario pasado, y menos

con nuestro futuro.

Nos han tratado de quitar también nuestros milenarios conocimientos,

para dejarnos ignorantes y estúpidos, incapaces de crear y recrear el

mundo en el que vivimos, esperando siempre que el extranjero

colonizador resuelva nuestros problemas.

Han tratado de apropiarse de nuestros espacios, no solo los físicos, sino

los sociales, simbólicos, comunitarios, sagrados. Para dejarnos sin

pertenencia, sin arraigo ni sustento, flotando en la nada, ajenos a

nuestra propia tierra e inmediata realidad.

Y finalmente nos han tratado de quitar nuestra espiritualidad, que

representa el mayor legado y tesoro de nuestra milenaria civilización.

Nos han impuesto, -a sangre y fuego-, una religión ajena al propio

invasor-colonizador, para tratar de volveremos idólatras y fanáticos,

insensibles e inconscientes. Fácilmente manipulables y mansamente

sometidos.

Y en los últimos doscientos años, producto de la neocolonización, los

criollos nos han excluido en la construcción y diseño de “su país”, en el

que nuestro fenotipo, nuestras culturas, nuestras aspiraciones son

excluidas radicalmente e impuestas violentamente las de Europa y

Estados Unidos, como una copia tardía, mal hecha y desubicada de la

realidad de la mayoría del pueblo.

Los descendientes invadidos-vencidos solo nos han usado como

soldados de leva para sus permanentes guerras y confrontaciones

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fratricidas, como mano de obra esclava, como enajenados

consumidores y como votantes que legalizan sus permanentes farsas

electorales de su democracia de opereta bananera.

En efecto, en estos últimos cinco siglos de invasión-ocupación los hijos

de los hijos de los Viejos Abuelos, los descendientes de los habitantes

originarios de estas milenarias tierras hemos sido condenados a la

pobreza material y a la miseria espiritual, seamos anahuacas o

mestizos, rurales o urbanos.

Durante los primeros tres siglos (1521-1821) inconmensurable cantidad

de riqueza salió de las entrañas sangrantes de nuestra Madre Querida a

través del trabajo esclavo, manchado de sangre y dolor. Cientos de

miles de toneladas de oro, plata y grana cochinilla impulsaron el inicio

del capitalismo europeo. El “México de los criollos” en estos 194 años

nos ha usado pero no nos ha permitido tomar decisiones en el diseño

de “su país”.

En los dos últimos siglos (1821-2015), cantidades inimaginables de

recursos naturales y materias primas han ido a parar a las fábricas de

los países europeos y Estados Unidos, y por la misma vía nos han

llegado millones de toneladas de productos chatarra. En estos dos

siglos mortalmente se ha depredado y contaminado materialmente

nuestra amada Tierra, espiritualmente nuestra gente y físicamente nos

han enfermado.

Para inicios del Siglo XXI, según la CEPAL, por cada diez millones de

“mexicanos” existe un supermillonario que, por supuesto es un

extranjero avecindado recientemente en el Anáhuac. Es decir, en el

neocolonialismo existen 11 “encomenderos”, cada uno con diez

millones de “naturales esclavos de su ignorancia” y otros diez millones

“expulsados” en Estados Unidos.

Sin embargo, los principios y valores fundamentales de la civilización

del Anáhuac, conocidos como Toltecáyotl siguen vivos y vigentes solo

que en el inconsciente de los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos

toltecas.

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En efecto, la sabiduría ancestral sigue viva, el problema es que está en

el subconsciente y solo en situaciones extremas aflora al consciente

como en los terremotos de la Ciudad de México en 1985, donde la

solidaridad, organización y hermandad pudieron hacer el milagro de

rescatar a las víctimas.

El neocolonialismo criollo y la globalización económica nos obligan

violenta o subliminalmente a dejar “lo propio” para asumir “lo ajeno”

como una forma de vida. Dejar de ser quienes hemos orgullosamente

sido durante miles de años y pasar a ser ciudadanos marginados,

subempleados, sumisos consumidores y votantes inconscientes, para

construir dependencia y destruir resistencia.

Pero la realidad nos dice que el mundo de los abusivos colonizadores se

está desmoronado, se cae a pedazos. El Estado moderno se derrumba

por sus propios excesos. El capitalismo financiero es la serpiente que se

está devorando así misma. El modelo económico mundial es un

rotundo fracaso material y espiritualmente. Ya no existe futuro por ese

camino que termina en un precipicio.

Sin embargo, lo único que todavía sigue en pie, firme como el tronco de

un árbol y sólido como la piedra es la milenaria sabiduría humana, para

el Anáhuac es la Toltecáyotl. Los valores, principios y saberes,

experiencia humana de vida de más de ocho mil años está latente en el

corazón del mestizo y sigue viva en el anahuaca.

No podemos seguir inconscientes otros quinientos años, de rodillas y

dándole la espalda a nuestra mayor herencia cultural. El legado de los

Viejos Abuelos toltecas que le dieron a la humanidad más de mil años

del más elevado desarrollo humano del planeta.

Ninguna civilización le dio a todo su pueblo la calidad alimenticia,

niveles de salud, educación obligatoria y logró la capacidad de

organización como los pueblos y culturas del Cen Anáhuac de 200 a.C.

al 850 d.C.

Requerimos urgentemente despertar y activar el Banco Genético de

Información Cultural que está depositado en cada uno de, los ahora,

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mal llamados “mexicanos”. Se requiere desarrollar una actitud crítica y

analítica para investigar, re-conocer, re-novar, re-valorar nuestra

milenaria cultura Madre, para re-nacer de nuestras más profundas

entrañas culturales.

Para refundar una nueva patria con la raíz ancestral de la MATRIA.

Debe resurgir el Anáhuac en donde se acabe la colonización, los

"vencedores y los vencidos", donde no se excluya lo mejor de nosotros

mismos y de las apropiaciones culturales que hemos hecho de todo el

mundo. Una patria sin abusos y abusadores, sustentada en la justicia y

en la equidad.

Asumiéndonos con una cultura mestiza, -como todas las del mundo-,

pero teniendo muy clara nuestra matriz-filosófica-cultural, que es la

Toltecáyotl, a partir de despertar nuestra memoria histórica y activar

nuestro Banco Genético de Información Cultural.

El desafío en principio es individual y despertada la consciencia, el

trabajo comunitario corre su propio cause. Requerimos “despertar para

soñar” y luego imaginar el mundo que necesitamos re-construir. Un

mundo que en sus bases se asienten los milenarios valores y principios

del La Toltecáyotl. Lo difícil no es hacerlo, sino imaginarlo.

El camino es de adentro hacia afuera y de abajo hacia arriba. El camino

está en lo profundo de nuestro corazón florecido. Se despierta en un

instante y se sueña una eternidad. Se requiere hacer urgentemente

“arqueología del espíritu” en el fondo de nuestro corazón.

El profetizado “Regreso de Quetzalcóatl” no es más que eso. El

equilibrio del “quetzal con el cóatl”, del espíritu con la materia. El

Quetzalcóatl no bien de afuera, llega desde lo más profundo y

verdadero de nosotros mismos.

El Quetzalcóatl, consiste encarnar en nuestra vida cotidiana los más

antiguos y valiosos conocimientos de la trascendencia de la existencia.

Implica el desarrollo de nuestro potencial espiritual como personas,

familia y pueblo.

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El Quetzalcóatl cobra un sentido doble. Es “emergente”, porque sale de

lo más profundo y valioso de nosotros mismos, y su “emergencia”

deviene, de que, no tenemos más tiempo para seguir siendo esclavos de

nuestra propia ignorancia. El futuro de nuestra Matria es su milenario

pasado.

PRIMER MANIFIESTO DE LA TOLTECÁYORL

PARA EL CEN ANÁHUAC.

Repensar el camino…

Después de vivir en un productivo y luminoso Desarrollo Humano de

carácter endógeno durante siete mil quinientos años, la invasión,

ocupación y colonización europea amputó brutalmente la plenitud de

nuestra civilización Madre y nos condenó a vivir en la oscuridad y la

ignorancia, cinco siglos de injusticia y explotación. De 1521 a 1821 la

colonización a manos de los gachupines en favor de la corona española

y de 1821 a la actualidad, la neocolonización de los criollos en favor del

capital trasnacional.

La guerra de conquista fue una lucha de hermanos contra hermanos

provocada por Hernán Cortés, valiéndose de las transgresiones mexicas

a la filosofía y religión emanada de la Toltecáyotl, asesorado por la

traición de la Malinche a su cultura Madre. Desde 1519 los extranjeros

nos han usado como carne de cañón para su invasión, conquista,

explotación y guerras fratricidas. Lo mismo como soldados y policías,

que como mayordomos, capataces, supervisores o peones, obreros y

empleados. Los explotadores siempre han sido una minoría, pero

siempre han usado a nuestros propios hermanos como fuerza armada o

como ejecutores de su represión y opresión.

Primero el colonizador y después el neocolonizador han encontrado en

la “ignorancia, la perdida de la memoria histórica y la identidad

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cultural”, las armas más eficaces para neutralizar, someter y explotar a

nuestros pueblos.

Sin embargo, a pesar del genocidio y epistemicidio, el terrorismo de

Estado y religioso, la injusticia y la explotación, nuestros pueblos

anahuacas han podido enfrentar este holocausto gracias a una

poderosa “cultura de resistencia” y han logrado mantener, pese a todas

las adversidades e increíbles desafíos, los Elementos Culturales más

importantes para no olvidar la esencia y la raíz de lo que en verdad

somos, especialmente durante los primeros cuatro y medio siglos de

ocupación. Por desgracia, en los últimos setenta años hemos perdido

gran parte de la memoria histórica y la identidad cultural de nuestro

milenario pasado, que nuestros “jóvenes abuelos” supieron defender en

la ocupación a través de la resistencia cultural.

Las luchas armadas y las luchas políticas a nivel local o nacional que se

han llevado en contra de la neocolonización han sido utilizadas por el

propio sistema colonial para fortalecerse, bajo la premisa de que lo que

no destruye fortalece. La lucha armada, tanto la de 1810 como la de

1910, han sido solo un “quítate tú para que me ponga yo”. La lucha

política desde la elección de Francisco Madero hasta la de Enrique

Peña Nieto ha sido, “que todo cambia para que todo siga igual”. El

enojo, la desesperación y sus consiguientes luchas políticas y estallidos

sociales del pueblo, han sido finalmente usados por los oportunistas y

traidores para sacar beneficios personales, de grupo económico o

partido político. Los líderes en demanda de justicia son comprados o

cooptados, y si son honestos, sencillamente eliminados.

El trabajo que vienen realizando muchas organizaciones de la sociedad

civil pretende llenar el vacío que ha dejado el Estado por estrategia,

negligencia, incapacidad o corrupción. En efecto, la asistencia en

materia de derechos humanos, alimentación, salud, educación y

organización social, tanto de ciudadanos que viven dentro y fuera del

país, es un trabajo que compete al Estado y al gobierno en sus tres

niveles de gobierno.

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Un trabajo asistencial y la lucha permanente para que el Estado cumpla

con su alta responsabilidad social, -que no resuelve de raíz los

problemas-, solo son pequeños paliativos para contener la

desesperanza y el sufrimiento de nuestros hermanos. Ciertamente es

un trabajo necesario y muy valioso, pero no ayuda a resolver de fondo

los problemas. El mismo sistema está diseñado desde sus estructuras

más profundas de manera injusta, en donde, desde 1521 existe un

reducido número de “mexicanos” vencedores y una mayoría de

“mexicanos” vencidos. En dónde debe existir una inmensa masa de

mano de obra barata y las arcas abiertas de los recursos naturales para

que los capitales, nacionales y extranjeros puedan multiplicarse sin

ninguna responsabilidad social, histórica o ambiental.

Para el caso de los millones de “mexicanos” migrantes en E.U., el

gobierno y la iniciativa privada reciben cada mes millonarios recursos

en dólares sin invertir un centavo en infraestructura, asistencia social o

inversión de capital. La “economía nacional” no reconoce y retribuye

con justicia este significativo aporte de los “hermanos expulsados” por

la injusticia social del neocolonialismo.

El punto de la reflexión es la acción cotidiana de resistencia frente a la

colonización. El refrán chino dice “que en vez de darle pescado al

hambriento, se le debe enseñar a pescar”. Pues bien, se propone en

base a esta metáfora, que en vez de “darle pescado o de enseñarlo a

pescar” al pueblo, se le debe enseñar a PENSAR. Porque una persona

que aprende a pensar, aprenderá por ella misma no solo a pescar, sino

a resolver todos los problemas personales, familiares y comunitarios.

Podrá escucharse la propuesta muy pretenciosa o con cierta

desvaloración de las personas, pero lo cierto, es que el sistema

neocolonial basa su estrategia justamente en la enajenación del pueblo

y la pérdida de su memoria histórica y su identidad para que no piense.

De esta manera el colonizador históricamente sabe que el colonizado

queda indefenso, vulnerable y dócil a cualquier explotación o injusticia.

De esta manera, “pensar, implica descolonizar”.

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Se requiere que el pueblo del Cen Anáhuac recupere su memoria

histórica y su identidad para que pueda, no solo pensar, sino pensar de

una manera descolonizada, es decir, desde la base más sólida, profunda

y enraizada de nuestra civilización Madre. Recuperar “la primigenia

noción del ser y hacer del ser humano, en el mundo y la vida”.

Reconstituir la percepción de la sacralidad y divinidad de la vida en

todos y cada una de sus expresiones. Y estos valores y principios no los

vamos a inventar o importar de otras latitudes como se ha venido

haciendo durante los últimos cinco siglos. Tenemos que iniciar “el

camino hacia adentro” para poder avanzar sólidamente hacia afuera.

Recuperar La Toltecáyotl a través de activar “el banco genético de

información cultural” por medio del fortalecimiento de la memoria

histórica y la identidad cultural “propia-nuestra”. Requerimos re-

descubrir los “saberes comunitarios”, re-valorar “los usos y

costumbres”, re-funcionalizar “las tradiciones y costumbres” emanadas

de la experiencia y sabiduría sistematizada a lo largo de más de ocho

mil años de Desarrollo Humano, y por supuesto, incluyendo las

apropiaciones culturales que hemos hecho de otros pueblos y culturas,

que nos hacen más ricos, plurales y diversos a partir de la

autodeterminación y el derecho universal a ser cosmopolitas muy bien

arraigados en nuestra milenaria cultura propia.

Necesitamos dejar de concebir “el mundo y la vida” como nos lo ha

impuesto la colonización a través del mito de la modernidad y el

progreso por medio de la riqueza material a través de la explotación, el

consumo, la individualidad, la comodidad y la enajenación disfrazada

de “diversión”. No podremos salir del calabozo de la colonización si

seguimos pensamos como nuestros carceleros. Necesitamos re-crear

nuestra propia episteme.

Se necesita adecuar la sabiduría ancestral conocida como Toltecáyotl,

que ha sobrevivido desde muchos siglos atrás agazapada y camuflada

en el inconsciente colectivo, en el “conocimiento silencioso” y que ha

permitido la sobrevivencia de nuestros pueblos y culturas anahuacas a

su muerte histórica durante el periodo Colonial y Neocolonial en estos

últimos cinco siglos.

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El reto es pasar esta sabiduría de la esfera inconsciente a la esfera

consciente de la vida personal, familiar y comunitaria. “Del mundo del

nahual al mundo del tonal”. El desafío es salir de la percepción

colonizada del mundo y la vida, llámesele “modernidad o capitalismo”,

no caer en el “idílico pasado”, ni en la tentadora utopía de un futuro

étnico soñado. Salir del presente opresor como única alternativa

existencia posible a través del “aquí y en el ahora”, con los Elementos

Culturales que han resistido estos cinco siglos a la opresión, con ellos y

solo con ellos, construir otra percepción del mundo y la vida, más

humana, justa y biófila. Más cerca de los siete mil quinientos años de

desarrollo humano endógeno que precedieron a la colonización y

neocolonización. Se requiere reconstruir una nueva “racionalización del

mundo y la vida” sustentada en lo mejor de nuestro pasado, que sea

“propia-nuestra”, estructurada con las bases más sólidas de la

milenaria experiencia de vida anahuaca.

Para ello, no solo tenemos que creer en nosotros mismos, sino

necesitamos conocer “la verdadera historia propia-nuestra”, vernos a

nosotros mismos con nuestros propios ojos a través del “Espejo

Humeante de Tezcatlipoca”, no con los ojos y mente del colonizador y

neocolonizador. Conocer la filosofía ancestral “propia-nuestra”, los

valores, principios y aspiraciones de nuestros sabidos antepasados,

aquellos que hace ocho mil años inventaron el maíz, la milpa, el cero

matemático o la cuenta perfecta del tiempo. Revivir en el fondo de

nuestros corazones las razones de la vida personal, familiar y

comunitaria; de nuestra Madre Querida Tonantzin, de nuestro Padre el

Sol y para que vivamos en equilibrio y armonía con “Aquél por quien se

vive, Aquél que está en el cerca y en el junto, Aquél que es noche

viento”. Hacer de la Toltecáyotl un proyecto de vida personal, familiar y

comunitario.

Tenemos que recuperar lo más valioso y antiguo de nuestro Patrimonio

Cultural Intangible. Darle a la Toltecáyotl su sentido esencial que es

significar la vida a través de nuestros valores y principios, encontrar el

equilibrio en la concepción más amplia del mundo y de la vida, material

e inmaterial, interna y externa, humana y universal, para que los hijos

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de los hijos de los Viejos Abuelos toltecas recuperen su “rostro propio y

su corazón verdadero” y vivan en armonía y equilibrio de manera

biófila.

La Toltecáyotl debe de dejar de ser objeto de estudio de la anquilosada

y colonizada academia occdentailzada, negocio de “la economía del

alma” a través del new age y botín de los gurúes mesiánicos de plástico

que garantizan la “iluminación” en cómodas mensualidades. La

Toltecáyotl por sí misma ha empezado a aflorar: como herbolaria,

medicina tradicional, danza ancestral, saberes comunitarios, etc., pero

de manera parcial y fragmentada. Se requiere una visión integral que

las unifique y parta desde la filosofía como “raíz-matriz” y se difunda

por todo el enramado de la vida en su sentido más amplio y universal.

La Toltecáyotl debe ser el “instrumento” descolonizador en base a la

plena recuperación de la conciencia y la responsabilidad. Por la acción

descolonizadora del pensamiento redefinir al interior de nuestra vida

personal, de la vida familiar y “la vida, en y para, la comunidad”, los

fundamentos de nuestra existencia, “su causa y su esencia”. Dejar de

ser objetos de la colonización para convertirnos en sujetos de nuestra

autodeterminación existencial. De nuestros propios valores, principios

y significados de vida, el mundo y de la existencia humana.

En base a esa conciencia lograda, debemos actuar con responsabilidad

existencial. Entablar la “Batalla Florida” en la vida diaria en contra de

los instrumentos perversos del colonialismo, como son: la enajenación,

el individualismo, el consumismo, la ignorancia, la corrupción, la

vulgaridad, la violencia, la irresponsabilidad, el abuso, el cinismo, -

entre otros-, que nos han conducido a jugar el papel de “colonizador-

colonizado”. Luchar contra “el enemigo interior” que nos hace esclavos

de “la inercia de la materia” para ser lo peor de nosotros mismos.

Luchar de manera permanente y constante por ser impecables en todos

nuestros actos, respetuosos de la vida, de todos nuestros hermanos con

los que compartimos el mundo y asumir el cumplimiento del “derecho

ajeno” y el bien común sobre el interés y la iniciativa privada.

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Florecer nuestros corazones en “actos verdaderos”, solidarios y

fraternos, respetuosos y educados, humildes y sencillos. Luchar por la

construcción de un mundo mejor, adentro y afuera de nuestro ser, en la

familia y en la comunidad. Volvernos guerreros y guerreas de la muerte

florecida, dándole un significado y sentido superior a nuestra

existencia, de manera personal y de forma comunitaria. Como lo

hicieron nuestros Viejos Abuelos durante más de mil años en el periodo

conocido como Clásico (200 a.C. a 850 d.C.) en el que se alcanzó el más

alto grado de bienestar para toda la población de un pueblo en la

historia de la humanidad.

Este desafío tiene dos vertientes, la interior y la exterior. La primera es

de carácter personal y debe estar dirigida a despertar la más primigenia

conciencia, la más esencial y ancestral, que es el desarrollo de nuestra

espiritualidad. “Conocer y hacerse amigo del ser que se va a morir”.

Este camino es de recorrido interior y no necesita de maestros. Todo

está en nuestro interior. Debemos aprender de nosotros mismos. Esto

requiere un intento inflexible, disciplina, valor, fortaleza y mucha

humildad para buscar la trascendencia espiritual de nuestra existencia.

La segunda vertiente es de carácter comunitario. Los Viejos Abuelos

nos legaron muchos siglos de experiencia y sabiduría, que en su día los

llevaron a alcanzar el nivel y calidad de vida más alto en la historia de la

humanidad para todo el pueblo. Estos conocimientos se han mantenido

en el “ser y hacer” de los pueblos y culturas del Anáhuac. A veces los

apreciamos evidentes y perfectamente delineados, en más de las veces

por causa de la colonización, los observamos camuflados, sincréticos,

mezclados con elementos culturales exógenos, pero todos ellos giran en

torno al concepto filosófico del calpulli.

Pero podemos vislumbrarlos a través de la Pirámide de Desarrollo

Humano tolteca. En efecto, “el camino de recuperación y reforzamiento

de la Toltecáyotl se encuentra en el restablecimiento de las bases de

esta sabiduría ancestral”. Esta tarea debe ser comprendida y

compartida por la comunidad, especialmente por “los que mandan

obedeciendo”. Debe hacerse “sin miedo y sin ambición”, es decir, sin

miedo a perder ni ambición en ganar. Se debe hacer porque es

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producto de la conciencia y de la responsabilidad que tenemos por

nuestro pueblo, su historia, su cultura ancestral y la vida en el planeta.

Se tiene que coordinar y organizar un esfuerzo sistemático y continúo

con toda la comunidad para integrar los sistemas que componen la

pirámide de desarrollo humano tolteca en la vida cotidiana a través de:

El sistema de alimentación, que va desde la tradicional siembra y

producción de alimentos hasta su almacenamiento, preparación y

consumo. Debemos devolverle a la alimentación, no solo su razón

esencial de fuente de energía, sino su dimensión sagrada y comunitaria.

Partiendo de que somos lo que comemos, debemos seleccionar aquello

que nos dará energía y formará parte de nosotros mismos.

El sistema de salud, ha sido un gran logro y representa una gran

herencia de sabiduría para mantener la vida de manera equilibrada.

Necesitamos recuperar los milenarios conocimientos sobre las plantas,

minerales y animales que nos ayudan a mantener la salud, además de

recuperar los conocimientos de curaciones, remedios, rituales, bebidas

y comidas, así como los hábitos higiénicos que nos permiten mantener

la salud de manera individual, familiar y en toda la comunidad.

La comunidad debe recuperar “el sistema de educación comunitaria”

sustentado en la trasmisión de los valores ancestrales que permiten

formar “rostros propios y corazones verdaderos” entre nuestros hijos,

tanto en el hogar, la escuela como en los espacios comunitarios. La

educación no es solo “instrucción”, es mucho más que eso. En la

educación quienes son los verdaderos maestros son los padres y la

escuela la familia. La pedagogía es el amor y la didáctica es el ejemplo.

Los hábitos personales, las relaciones familiares y la vida comunitaria

es el verdadero espacio en donde se desarrolla el proceso educativo. Se

requiere retomar la responsabilidad comunitaria de educar a los niños

y a los jóvenes en los más altos valores y principios de nuestra

milenaria civilización que están contenidos en la Toltecáyotl.

El sistema de organización. El bien común más preciado de un pueblo

es su gobierno. Debemos de recuperar las antiguas formas de

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organización comunitaria que son un patrimonio invaluable para

alcanzar, no solo el bienestar personal y familiar, sino para “lograr los

más elevados propósitos de la comunidad”. Afortunadamente todavía

siguen vivos “los usos y costumbres” en muchas comunidades

anahuacas. La Asamblea, el trabajo por la comunidad, “el mandar

obedeciendo”, el espíritu de servicio, la solidaridad, equidad y

fraternidad, fueron instrumentos con los cuales los Viejos Abuelos

obtuvieron grandes logros materiales y espirituales que hoy son

nuestro orgullo y representan la fuente de nuestra identidad.

La propuesta es que en vez de solo “dar pescado o enseñar a pescar”, se

debe enseñar a PENSAR. A través de esta metáfora proponemos una

actividad permanente y sistemática para capacitar a los hijos de los

hijos de los Viejos Abuelos. Apoyarlos con información para que

activen su “banco genético de información cultural” y construyan sus

propios caminos de descolonización y se “recuperen así mismos”.

Se requiere la capacitación en “memoria histórica” y fortalecimiento de

la Identidad Cultural para que nuestra gente tenga elementos y

recursos para que pueda entablar su lucha personal, familiar y

comunitaria por la descolonización. Para vencer la inercia que nos

seduce a ser “colonizadores-colonizados”, cómodos e ignorantes de lo

mejor de nosotros mismos.

Por lo anterior proponemos, que además de seguir apoyando a los

hermanos en sus problemas, se desarrolle una estrategia permanente y

sistemática de capacitación en las siguientes áreas:

Alimentación, para aprender a comer con mayores niveles nutritivos,

menores niveles de contaminación y menor costo familiar. No solo

enseñar a las mujeres, sino a la familia en general el delicado y

complejo “arte de alimentarse” para tener mayor energía, excelente

salud y alta calidad de vida.

Salud, a través del fortalecimiento de buenos hábitos higiénicos,

recuperación de la sabiduría ancestral de la herbolaria, recetas,

remedios y técnicas caseras para recuperar y mantener la salud. Así

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como la recuperación de los saberes comunitarios para el bien vivir

familiar y comunitario.

Educación, recuperar los valores y principios que han formado la

educación ancestral de nuestra civilización Madre. Fortalecer las

tradiciones, usos y costumbres que nos enseñaron nuestros

antepasados para respetarnos a nosotros mismos, a nuestra familia y a

la comunidad. Concientizar a la comunidad de la responsabilidad que

tiene la familia y la comunidad en la formación de valores, principios,

hábitos, especialmente con los niños y jóvenes, para construir una

excelente calidad de vida.

Organización, activar la memoria histórica sobre los usos, costumbres y

responsabilidades que las personas tienen en cuanto a la organización y

trabajo comunitario. Recuperar las tradicionales responsabilidades que

los miembros de la comunidad tienen por “servir y contribuir al bien

común”. Enaltecer “el servicio comunitario” y refrendarlo como parte

importante del Patrimonio Cultural Intangible que nos han legado los

Viejos Abuelos.

Memoria histórica e Identidad Cultural, activar el “banco genético de

información cultural” de las personas, familias y comunidad para

conocer “la verdadera historia” milenaria de nuestra civilización

Madre. Difundir cuáles fueron los valores, principios, anhelos, logros y

aportaciones de nuestros antepasados al desarrollo de la humanidad.

Conocer descolonizadamente los Elementos Culturales y filosóficos que

guiaron el Desarrollo Humano en el Cen Anáhuac a lo largo de más de

ocho milenios.

Creemos que un trabajo constante y sistemático de capacitación, por lo

menos en estas cinco áreas, podrá a mediano plazo empezar a

fructificar en nuestra gente a partir de que se concienticen y en

consecuencia actúen con responsabilidad en el plano personal, familiar

y comunitario.

Activar y fomentar el pensamiento crítico y analítico es fundamental

para combatir y erradicar la colonización de los opresores y liberarnos

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de la auto-colonización impuesta por la ignorancia, la desidia y la

irresponsabilidad. Tenemos que trabajar por las futuras generaciones a

partir del conocimiento y la sabiduría ancestral.

La Educación es lo único que puede acabar con la colonización.

¿ACASO PODRÍA SER?

Qué una de las civilizaciones más antiguas y con origen autónomo de la

humanidad, nuca hubiera construido un sistema filosófico que le

permitiera darle sentido y profundidad a los increíbles conocimientos

científicos y humanistas, que hasta nuestros días sorprenden, y que si

los aceptamos en civilizaciones similares como las de China y la India.

Qué sólo llegaran a construir un sistema muy rudimentario de "ideas

religiosas", donde los "dioses" del agua, del viento, del fuego, del Sol y

de la Tierra, fueran todo cuanto tuvieran para explicar sus

concepciones del fenómeno de la vida, la existencia humana y el

inconmensurable universo, dejando testimonio de esta sabiduría en las

increíbles construcciones, hoy llamadas zonas arqueológicas.

Qué a pesar de haber desarrollado por cuenta propia investigaciones

como la creación del maíz, sorprendente obra de la ingeniería genética

desarrollada hace ocho mil años, la invención del cero matemático, la

milpa y los extensos sistemas de regadío, así como las Chinampas, las

extraordinarias obras de arquitectura e ingeniería, las increíbles

trepanaciones, el asombroso estudio de la mecánica celeste y la exacta

cuenta del tiempo. Nuestros Viejos Abuelos sigan siendo considerados

como "primitivos" producto de una cultura neolítica.

Qué a pesar de haber lograron desarrollar un sistema comunitario,

justo y auspiciador de un sorprendente desarrollo humano, que por lo

menos tiene tres mil años de vigencia y que según los especialistas,

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produjo un período de paz absoluta de más de mil años en el llamado

período clásico (200 a.C. –850 d.C.) y que hasta la fecha se mantiene

vivo a través de los sistemas de cargos, el “mandar obedeciendo” de la

democracia participativa y las tradiciones y costumbres de miles de

pueblos indígenas y campesinos del México contemporáneo. Se sigan

considerando a los pueblos originarios como "salvajes".

Qué a pesar de haber elaborado a lo largo de por lo menos tres mil años

un asombroso y eficiente sistema educativo, en el que la educación

estaba perfectamente programada y desarrollada por maestros

especializados, que trabajaban en escuelas de diferentes niveles y

enfoques (Telpochcalli, Ichposcalli, Cuicacalli y Calmécac) que cubrían

ampliamente sus necesidades para mantener a través de la educación

su desarrollo civilizatorio a través de cientos de años. Se les juzgue

ahora como "incultos".

Qué a pesar de desarrollar un sistema alimentario casi perfecto, tanto

en la investigación, producción, almacenamiento y preparación de una

dieta con una alta eficiencia alimentaria. En donde los cereales,

semillas, verduras, frutas, insectos, aves y pescados, constituían su base

alimentaria, que hoy en día nos permite tener una de las más

importantes "cocinas" del mundo culinario, se puedan tachar a los

antiguos mexicanos de ignorantes.

Qué a pesar de contar con una milenaria tradición de investigación y

práctica de la medicina a través del conocimiento de las substancias y

elementos curativos que tienen los vegetales, minerales y animales,

mismos que clasificaron minuciosa y perfectamente y que todavía

pudieron ser recogidos mínimamente en textos escritos en el siglo XVI

y que hoy sorprenden al mundo de la medicina moderna. Y que a pesar

de las persecuciones, desprecio y negación absoluta a que ha sido

sometido el conocimiento de los hombres y mujeres sabios del México

antiguo, siga vivo, presente y vigente en la cultura indígena y popular a

través de las curanderas y curanderos, parteras y sobadores entre

muchos otros.

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Qué a pesar de haber tratado de extinguir violentamente la religión

milenaria de los antiguos pobladores del Anáhuac, ésta logró sobrevivir

hasta nuestros días a partir del sincretismo, la astucia, la imaginación y

la creatividad, que permitió embozar y ocultar sus creencias más

esenciales en los ritos y símbolos de la religión impuesta por medio de

la espada y que a pesar de ello se les acuse de idólatras primitivos.

Qué a pesar de haber sido maltratados, vejados y despreciados a lo

largo de 494 años, los pueblos anahuacas (originarios), mantengan a

flor de piel su sensibilidad, creatividad y su característico sentido

espiritual y místico por la vida, así como su permanente optimismo por

la vida a pesar de todas las injusticias y negaciones que

permanentemente les asechan.

Qué un día los mexicanos aceptemos vernos en el "espejo humeante" y

pudiéramos reconocer nuestro "rostro propio y nuestro corazón

verdadero" y darnos cuenta que somos hijos de nuestra ignorada,

despreciada y negada Cultura Madre. Que efectivamente somos

mestizos, pero que, nuestro mestizaje cultural está más cerca de lo

anahuaca (indígena) que de lo europeo. Que orgullosamente nos

aceptáramos como anahuacas en lo ontológico, en lo filosófico y en lo

espiritual.

Qué la sabiduría de nuestros Viejos Abuelos toltecas, con la que se

construyó a lo largo de miles de años, los valores más sólidos del

espíritu humano, que son inalterables en tiempo y espacio, ahora

fueran la luz con la que podamos diseñar nuestro futuro, sumándole las

más modernas y sofisticadas teorías y tecnologías, para construir una

sociedad más justa y democrática.

Qué un día se acabe para siempre los sistemas colonial y neocolonial de

explotación implementada desde hace quinientos años, que se acabe

para siempre en México los vencedores y el México de los vencidos, los

blancos y los “indios”, la gente bonita y los “yopes”, la minoría

extremadamente ricos y la mayoría extremadamente pobres. Qué se

dejen de importar modelos de desarrollo extranjeros, sean españoles,

franceses o norteamericanos y que los mexicanos diseñemos nuestro

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propio modelo, en base a nuestras más profundas tradiciones y

nuestras más modernas concepciones, en base a nuestras verdaderas

necesidades y nuestras más nobles aspiraciones.

En fin, ¿acaso podría ser?, que México retomara su luminoso destino.

Lo difícil no es hacerlo…sino imaginarlo. La descolonización mental y

cultural es una acción de dignidad y de soberanía intelectual.

Guillermo Marín. Verano del 2015

Oaxaca.