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AA como

alternativa

de solución...

dicen los

médicos

Mensaje a un

interno

AA como

alternativa

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médicos

2 Mensaje a un interno

Índice

Tema Página

Introducción ................................................................ 4

¿Cómo saber si soy alcohólico? ................................. 5

¿Me puede ayudar AA aquí adentro? ......................... 6

Lo que no hace AA adentro de la institución ............... 7

Evitando el primer trago .............................................. 8

Experiencias ............................................................... 9

Mi nombre es Rafael y soy alcohólico ..................... …9

Mi nombre es Marcelo y soy alcohólico ..................... 12

Mi nombre es Joel y soy alcohólico ........................... 14

Mi nombre es Carlos y soy alcohólico ....................... 16

Mi nombre es Jaime y soy alcohólico ........................ 18

Mi nombre es Mario y soy alcohólico ........................ 20

Mi nombre es Enrique y soy alcohólico ..................... 24

Mi nombre es José y soy alcohólico .......................... 25

Mi nombre es Gregorio y soy alcohólico ................... 26

Mi nombre es Carlos R. y soy alcohólico .................. 28

Mi nombre es Martín y soy alcohólico ....................... 30

Preparándonos para la libertad ................................. 32

Declaración de México………………………………….34

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Sección México 3

Cuestionario Sí No

1. ¿Ha tenido problemas legales por causa de la bebida?

2. ¿Ha pensado alguna vez que puede perder su posición social y familiar por su forma de beber?

3. Durante los últimos meses ¿ha tenido proble-mas en relación al alcohol?

4. ¿Ha jurado alguna vez a su familia o a usted mismo, que no volverá a beber?

5. ¿Ha tenido lagunas mentales a consecuencia de su forma de beber?

6. ¿Ha pensado que puede dejar de beber el día que quiera?

7. ¿Ha tenido la necesidad de beber a escondi-das?

8. ¿Le molestan los comentarios acerca de su forma de beber?

9. ¿Se ha propuesto no tomar una sola copa al día siguiente sin lograrlo?

10. ¿Se siente afectado moralmente debido a su forma de beber?

11. ¿Ha tenido problemas de salud causados por su forma de beber?

12. ¿Ha tenido la necesidad de tomar una copa después de haber bebido el día anterior?

13. ¿Ha intentado cambiar de bebida pensando que así podrá controlar su forma de beber?

Si contestó afirmativamente a tres o más preguntas, es probable que tenga problemas con su forma de beber.

Lo esperamos en cualquier Grupo de AA para aclarar sus dudas.

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Introducción

Este folleto relata cómo Alcohólicos Anónimos presenta una alternativa de solución para la enfermedad del alco-holismo. Queremos poner esta alternativa al alcance del interno que tenga problemas o sospeche tener problemas con su forma de beber.

Te queremos informar que el alcoholismo no respeta sexo, edad, posición social, nivel cultural o económico. Los que sufrimos las terribles consecuencias de esta en-fermedad no creíamos que nos afectaba tanto, pero no podíamos parar de beber a pesar de promesas, juramen-tos, limpias, hospitalizaciones; en fin, intentamos de todo. ¡Qué difícil era aceptar la impotencia hacia el alcohol! Como consecuencia, éste se convirtió en nuestra única obsesión.

Conocimos a exbebedores que pasaron por lo mismo. Ellos sabían de las consecuencias de la enfermedad por-que vivieron en carne propia la soledad, los resentimien-tos, los temores y los miedos. Ellos nos compartían cómo, por medio de AA, habían dejado de beber y super-aron su problema con la bebida.

Algunos de nosotros estuvimos algún tiempo en una insti-tución carcelaria. Alguien del interior nos habló de AA y, por primera vez, reflexionamos sobre nuestra manera de beber. De esta reflexión surgió una pregunta, ¿acaso seré alcohólico?

El propósito de este folleto es ayudarte a aclarar algunas de las dudas que puedas tener en lo que se refiere a esta enfermedad llamada alcoholismo. Hay una alternativa pa-ra detenerla y ésta se encuentra en la Comunidad de AA.

Hombres y mujeres que hemos dejado de beber y reor-ganizado nuestras vidas, te invitamos a saber de noso-tros. En AA te estaremos esperando.

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¿Cómo saber si soy alcohólico?

Beber significaba: alegría, superioridad, valentía. Tal vez nos hacía sentir mejores en todo y mucho más. El alcohol nos transformaba. Él era todo para nosotros, nunca nos imaginamos que día con día nos ganaba la partida.

Sentíamos terror al quedarnos sin alcohol y, algunas ve-ces, tuvimos que llegar a robar para conseguirlo. Al des-pertar de la borrachera nos encontrábamos con nuestros compañeros inseparables: la soledad, el resentimiento y la frustración. Hubo momentos que pensábamos en qui-tarnos la vida. Queríamos dejar de beber, pero no podía-mos.

El alcohol nos hizo vivir de una manera ficticia; creíamos ganarle la partida; era nuestro compañero inseparable; lo teníamos en cualquier momento; nos hacía sentir un gran valor para cometer cualquier acto de mal juicio. La socie-dad se alejó de nosotros y más nos rebelamos contra ella.

A consecuencia del progreso de la enfermedad, varios fuimos recluidos, en algunas ocasiones, en instituciones carcelarias. Nuestras vidas no tenían dirección. Los po-cos amigos que teníamos nos mencionaban que buscá-ramos cómo dejar de beber y nosotros nos imaginába-mos que una vida sin alcohol sería muy aburrida. No podíamos concebirla de otra manera. Hubo momentos que deseábamos dejar de beber, pero ¿Cómo?

No fue sino hasta que intentamos dejar de beber que nos dimos cuenta que no podíamos parar, ni cambiando de amistades, domicilio y de tipo de bebida. Nos encontra-mos en un callejón sin salida.

Buscamos de todas formas con juramentos y promesas, pero no funcionaba. Sólo encontramos la respuesta en Alcohólicos Anónimos, en donde hombres y mujeres con

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el mismo problema han dejado de beber. Eso era lo que habíamos buscado por mucho tiempo, pero sin lograrlo. No fue sino hasta que llegamos a AA que encontramos una vida útil y feliz.

Si crees haber pasado o sentido lo que te hemos relata-do, tal vez tengas problemas con tu forma de beber.

¿Me puede ayudar AA aquí adentro?

Puede que tu pregunta sea la siguiente: ¿cómo me puede ayudar Alcohólicos Anónimos dentro de la institución, si aquí no hay alcohol? La experiencia de algunos de noso-tros muestra que pensábamos igual que tú cuando nos dijeron que asistían algunas personas de AA a la institu-ción e informaban de cómo habían dejado de beber y compartían su forma de vivir sin alcohol. Aprendimos que beber fue un pretexto para fugarnos de la realidad y darnos valor. Buscábamos una felicidad ficticia. Hicimos cosas que sin el alcohol no hubiéramos hecho, y las con-secuencias fueron graves.

Algunos de los miembros te dirán cómo fueron sus pro-blemas con su forma de beber. Que han estado una o va-rias veces en una institución carcelaria por causa de su alcoholismo. Ahora, nuestra meta es no beber pase lo que pase. Nos dimos cuenta que cuando bebíamos teníamos problemas y en lugar de solucionarlos los empeorábamos. Hoy hemos aprendido a vivir sin alcohol.

En una ocasión, un interno nos comentó que desde que ingresó a AA su condena ya no la siente tan pesada, que está privado de su libertad física, pero interiormente es li-bre. Si quieres y te interesa saber más de AA, te estare-mos esperando. Pregunta al médico o a trabajo social los días que asisten y la hora en que se reúnen los compañe-ros externos e internos. Te estaremos esperando con los

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brazos abiertos para darte más información. ¡Queremos ser tus amigos!

Lo que no hace AA adentro de la institución

El único propósito de Alcohólicos Anónimos es ayudar a toda persona que tenga problemas con la bebida y que quiera dejar de beber. En AA todo es sugerido. La so-briedad depende del trabajo y de la honradez que sea-mos capaces de aplicar con base al Programa.

AA no tramita la libertad de nadie; tampoco trata de per-suadir a nadie para que ingrese a AA. Alcohólicos Anóni-mos no mantiene registros de los miembros, ni mucho menos se pasa lista de presentes; la asistencia debe ser voluntaria. Si somos respetuosos a los reglamentos de la institución carcelaria, los miembros de AA del exterior se-guirán asistiendo a compartir sus experiencias y juntos afrontaremos la vida sin alcohol.

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Evitando el primer trago

Cuando los alcohólicos hemos dejado de beber nos en-frentamos a una interrogante: ¿cómo enfrentar la vida sin alcohol? Al encontrarnos en esta situación, algunos pen-samos así: “ya no bebo, debo buscar un sustituto, hacer deporte”. Otros se dedican a la lectura, o se integran a alguna religión. Todo esto es válido, siempre y cuando no dejemos de asistir al Grupo de AA. Nunca se nos debe olvidar que somos enfermos de alcoholismo y que es una enfermedad incurable que, además de caracterizarse por ser obsesiva (radica en la mente). Si dejamos que nos gane la obsesión, volveremos a beber y el beber para el alcohólico es volver a sufrir.

No hay nada que nos dé mejor resultado, para evitar el primer trago y mantener la sobriedad, que el trabajar con otro alcohólico. Debemos transmitir este mensaje a otros alcohólicos que lo necesitan. Tú que estás privado de tu libertad, también puedes llevar este mensaje. Platica con tus compañeros de dormitorio acerca de lo que has en-contrado en AA. Siémbrales la inquietud. Si aceptan o no ser alcohólicos, la decisión es de ellos. Tú motívalos a asistir a una Reunión de AA, compárteles tu experiencia; es lo único que los alcohólicos tenemos para dar. Es nuestro tesoro y el compartirlo es nuestra responsabili-dad. Además, nos libera de una recaída y fortalece nues-tra sobriedad.

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Experiencias

Mi nombre es Rafael y soy alcohólico

Cuando ingresé a prisión mi mente empezó a trabajar a marcha forzada. Preguntas sin respuesta, como: “¿Cuán-to tiempo estaré aquí? ¿Mi familia estará bien? El miedo se apoderaba de mí: ¿Me irán a matar? ¿Mataré yo?”, me llevaban a un terrible sufrimiento. Sumado a esto, estaba

apandado por recomendación del director.

La soledad se apoderaba de mí. La tristeza me acosaba y tenía que cantar en mi celda para ahuyentarla. El recuer-do de mi vida pasada me ayudaba y me atormentaba. Anhelaba los momentos felices que, aunque pocos, pasé con mis seres queridos. También, sentía remordimiento de actos de mal juicio que había cometido. Todo esto me abrumaba y quería buscar la única salida que conocía, la fácil y falsa la del alcohol. En cuanto tuve oportunidad, aquí en prisión, empecé a tomar como lo hacía en la ca-lle. Esto me trajo problemas y más problemas.

Para acabarla de amolar, conocí la cocaína y la empecé a consumir junto con el alcohol. Trabajaba en un restauran-te dentro de la prisión, llevando el cubano y ganando bien, pero casi todo era para el alcohol y la droga: le daba muy poco a mi familia. Poco a poco me fui hundiendo. No podía salir, quería parar, pero no sabía cómo. El miedo, la desesperación y la frustración se apoderaban de mí. ¿Qué va a ser de mí? Pensaba que iba a enloquecer.

Los últimos días de mi alcoholismo y drogadicción fueron un infierno que no se lo deseo a nadie. Sentía una sole-dad interna que no llenaba con nada: ni con alcohol, ni con droga, ni con mi familia, ni con mis amigos. Parecía zombi, muerto en vida. Caminaba con un pánico tremen-do. Me encerraba en mi celda y no quería salir ni hablar

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con nadie. Llegaba la noche y empezaba a temblar, le tenía miedo. Miedo al día, miedo a todo y a nada. De re-pente me acordé de Dios y consciente o inconsciente, clamé a Él y le dije: “¡Ayúdame, porque ya no puedo más!”

Todavía arrastré esa soledad algunos días más y de pronto, sucedió el milagro. Cuando todo había fallado llegó Alcohólicos Anónimos. “¿Qué es eso?”, pregunté. Es un lugar donde si tú quieres, puedes dejar de beber. Todo mi ser vibró con esa esperanza. Irónicamente, un custodio me pasó el mensaje de AA y me dijo que había un lugar en el centro escolar donde me estaban esperan-do. Acudí.

Para mí no había de otra. Llegué en un día muy especial, pues era el aniversario del Grupo “12 de Enero”. Había pastel y mucha gente de AA. Me pasaron y me dieron mi junta de información, sentí el puente de compresión de alcohólico hacia alcohólico. Pensé: “Este es el lugar que anduve buscando”, un Grupo de AA.

En ese lugar sentí paz, tranquilidad y alegría por vivir, co-sas que yo anhelaba, que siempre busqué y que ahora estaban a mi disposición. En el Programa de Recupera-ción de AA me mostraron el juego de instrumentos espiri-tuales y empecé a tomarlos. Busqué un padrino, pues lo necesitaba, y él me ayudó con su experiencia, compre-sión y amor. Volví a sentir confianza en alguien y sentí confianza en mí. Los temores, la angustia y las frustra-ciones se empezaron a evaporar, se fueron. Acepté mi impotencia ante el alcohol y las drogas. Además, acepté que había llevado una vida ingobernable. Mírenme, esta-ba en prisión.

Empecé a tener fe en Dios, como yo lo concebía, alguien más poderoso que yo, que si se lo pedía, me podía ayu-dar. Me costó trabajo, pero ahora tenía compañeros y

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padrinos que me ayudaron y me siguen ayudando. Hoy sé que tengo un Padre amoroso, Todo Poderoso. Sé que si trato de permanecer cerca de Él y de hacer bien Su trabajo, Él hará el mío.

Fue importante hacer mi Cuarto y Quinto Paso y sentir la presencia de Dios, sentir ese perdón por tantas cosas que desde pequeño venía cargando. También me di cuenta que tenía cualidades y con ellas podía contrarres-tar esos defectos de carácter, pero ya tenía y tengo un Dios y Él puede ayudarme si se lo pido humildemente. Esto requiere de un esfuerzo continuo y sostenido en la práctica del Sexto Paso.

Pensaba que podía hacer una lista de las personas que dañé, pero que por estar en la cárcel no podía reparar daños. Mi padrino me indicó que podía empezar con las personas que más dañé y estaban cerca de mí: mis pa-dres, tíos, hermanos y hermanas. Era cierto y, junto con mi padrino, puse manos a la obra. Pedí perdón y lloré jun-to con mis seres queridos. No hubo reproches, sólo el perdón y el amor de Dios entre las dos personas. ¡Qué paz y tranquilidad! Después de haber practicado el Nove-no Paso, tuve la firme intención de que, al salir de aquí, repararé los daños que he hecho a las personas que no pueden venir a verme.

Hacer ese inventario diario, reconociendo mis faltas, tra-tar de corregirlas inmediatamente, y recordarlas para no volverlas a cometer; buscar por medio de la oración y la meditación mejorar el contacto consciente con mi Dios, preguntándole cuál es Su Voluntad para conmigo y la for-taleza para cumplirla y aceptarla, no ha sido fácil. Pero gracias a Dios y al Programa, aguantar diez años en pri-sión, durante los últimos seis en este mi querido Grupo “12 de Enero”, volví a nacer. Llevar el mensaje a los compas que sufren, en ingreso y en el Centro de Obser-

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vación y Clasificación (COC). Participar en la alegría in-terior en el nacimiento de un Grupo Institucional aquí mismo en el área de COC, Grupo “Renacimiento”. De eso hace tres años, por la gracia de Dios. Hacer la unidad con los compañeros y servir dentro y fuera del Grupo. Escribo esto porque puede haber compañeros como yo, que al-guna vez pensaron que se iban a morir borrachos o dro-gados; que siempre iban a seguir por el mal camino.

Hoy, por la gracia de Dios, encontré otro camino; el cami-nar sobre Principios y bases espirituales. Hoy sigo en la cárcel, pero no preso espiritual. Gracias al Programa de AA soy libre espiritualmente. Trato de regresar la dádiva apadrinando, pasando mi experiencia, sacrificando tiem-po, dinero y esfuerzo. No ha sido fácil, AA sí funcionó. Soy y doy, sólo por veinticuatro horas, testimonio del re-galo que Dios hizo por nosotros los alcohólicos: la sobrie-dad y una vida útil y feliz, donde quiera que uno se en-cuentre, aun dentro de una prisión.

Muchas gracias por su atención. Felices veinticuatro horas.

Rafael.

Mi nombre es Marcelo y soy alcohólico

Tengo casi ocho años de sobriedad, soy un expresidiario. Estuve recluido dos años con diez meses en una prisión del Estado de México. Empecé a asistir al Grupo de Al-cohólicos Anónimos a los pocos meses de entrar al reclu-sorio, sólo para no aburrirme. Ahí me di cuenta de mi al-coholismo y de los problemas que me había acarreado, ya que cometí un delito en estado de ebriedad por el cual fui sentenciado a ocho años de confinamiento. Los com-pañeros narraban sus experiencias, pero no lo aceptaba y sólo asistía porque me convenía. No valoraba lo que los compañeros me daban con su participación. El asistir al Grupo me ayudó a recuperar mi libertad, pero salí con la

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intención de seguir bebiendo. No me importaba en esos momentos mi sufrimiento ni el de mi familia.

Asistí al Grupo del exterior y con el tiempo llegó la acep-tación de la enfermedad del alcoholismo. Los compañe-ros que me recibieron me hicieron sentir bien, no les im-portó de donde venía y no me tenían miedo. Estaban practicando la Tercera Tradición y me invitaron a partici-par en las actividades del Grupo “Unidad y Servicio”. Pero lo más importante, no me obligaron a cambiar de juicios y actitudes. Con el tiempo llegó el cambio sin darme cuenta y también llegó la aceptación de un Poder Superior. Doy gracias a la vida por la aceptación, por la oportunidad que me da de enmendar los errores anteriores y no volver a delinquir.

En AA encontré amigos sinceros, aunque al principio no quería comprometerme con el Grupo de AA. Los compa-ñeros tuvieron la habilidad de motivarme a participar en los Tres Legados y así pude superar los deseos de ven-ganza, resentimiento y amargura, con los que salí del pe-nal. El Programa me ayudó a eliminar esos malos sentimien-tos. Espero que estas líneas le sirvan a los compañeros que están recluidos en estos momentos en una prisión. Todos te-nemos una oportunidad para cambiar y recuperar el valor de ser humanos. No somos tan malos como muchos piensan, sólo somos hombres con errores.

En el servicio encontré lo siguiente: que debo practicar el Programa en todos los actos de mi vida, debo dar sin re-cibir nada a cambio, debo ser agradecido con AA y com-partir con otros lo que a mí me dieron sin interés alguno.

Marcelo F.

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Mi nombre es Joel y soy alcohólico

Deseo brindarles un abrazo y un fraternal saludo a la ma-nera de Alcohólicos Anónimos, junto con mi sincera grati-tud y admiración por el apoyo moral y emocional que me brindaron de forma tan desinteresada, durante los cinco años que estuve recluido en la Prisión Militar. Gracias a ustedes, jamás me sentí solo, siempre vi y sentí en uste-des una nueva familia. Pueden estar seguros que su gran ayuda logró cambiar mi vida violenta, torcida y distorsio-nada del ayer.

Gracias a ustedes volví a nacer, a conocer la fe y la espe-ranza. Adquirí la fortaleza necesaria para el día de hoy, sin esfuerzo, decirle no a la primera copa. Sigo luchando por encontrar la paz, la tranquilidad y la felicidad para mis seres queridos. Gracias a ustedes he recuperado la auto-estima, la moral, la dignidad, mejor aún, el amor a la vida y a todo lo que me rodea; claro está, por mis semejantes. Mi mayor deseo es estar rodeado todos los días por uste-des, hermanos del mismo dolor y sufrimiento, y poder mostrar mi agradecimiento al maravilloso Programa de AA llevando el mensaje con creces a aquél que hoy sufre de alcoholismo.

Hasta el día de ayer, mi vida fue un caos moral, mental, familiar y social, pues muchas veces llegué a pensar y desear el suicidio. Siempre me autonombré el patito feo de la familia, compuesta por once hermanos y yo. Sufrí al sentirme rechazado por ellos cuando, después de un año de no vernos, fui de vacaciones ebrio y en un estado de-plorable. Me regresé porque me dijeron que nada más iba a darles problemas, penas, vergüenzas y mortificacio-nes a nuestros padres, que mejor ni fuera a visitarlos. Es-to me llenaba de resentimiento y bebía más.

Gracias a ustedes recuperé el cariño de mi familia. Me siento un hombre transformado, diferente al Joel suicida

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de ayer, que poco a poco se estaba destruyendo. Creo que el despojo humano que fui ayer quedó atrás. Asistí a un tratamiento psiquiátrico de un año y once meses. Lle-gué a sufrir desmayos, mareos, golpes, miedo, angustia, ansiedad e insomnio. Esto quedó en el pasado.

Hoy, gracias a ustedes y a mi Poder Superior, vivo y dis-fruto una nueva vida útil y feliz que desconocía, disfruto de una paz interna y mental que extrañaba.

Hoy, no necesito alcohol ni drogas para reír, dormir y jun-tarme con mis semejantes.

Hoy, me siento feliz y contento de haber podido disfrutar de la compañía de la Oficina de Paso Doce, de los gru-pos “4 de Agosto” y “Jardines del Molinito”. Ese era mi mayor anhelo al estar recluido, el estar rodeado de uste-des. Gracias, y que Dios, como cada quien lo entienda, los bendiga.

Estoy convencido que ustedes son mi nueva familia, que mi lugar está a su lado para seguir disfrutando de esta vi-da útil y feliz que me prometieron y me están cumpliendo.

Respecto a mi historial es muy largo y triste. He perdido empleos, familia, la cuenta de los meses en que fui priva-do de mi libertad por borracho. Hoy, no cambio por nada esta nueva vida de la que estoy disfrutando unido a uste-des en la Agrupación de AA. Así evito regresar al fondo y al lodo del que ustedes me rescataron.

Nuevamente, muchas gracias. ¡Qué Dios los bendiga, ayude y proteja siempre!

Su servidor, amigo y compañero, Joel.

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Mi nombre es Carlos y soy alcohólico

Antes que nada, le doy gracias a Dios, como yo lo conci-bo, por no haber bebido el día de hoy, y por darme la oportunidad de poder compartir mi experiencia con uste-des.

Nací sin ningún defecto físico, el 12 de marzo de 1960, en Tlalnepantla, Estado de México. Cursé la primaria, la secundaria y 2° semestre de bachillerato, con calificacio-nes medias. Soy el segundo hijo de una familia de cinco hermanos. Vivíamos con muchas carencias económicas; mi padre bebía mucho y no alcanzaba el dinero. Por lo tanto, mi madre tuvo que trabajar; eso nos permitió a mis hermanos y a mí vagar y aprender malas mañas. A los 16 años empecé a probar el alcohol; tuve algunas decepcio-nes amorosas y comencé a beber más, pues el alcohol me daba valor. Me sentía con seguridad de sacar a una chica a bailar o para entablar una plática. No me di cuen-ta cuándo se rompió esa barrera invisible del bebedor so-cial, al bebedor problema. Con unos tragos de más, no tenía miedo y peleaba con el que me buscara.

Cuando tenía 22 años comencé una vida llena de violen-cia, robos, mucho dinero, lujos y negocios. Recuerdo cómo inicié mi carrera delictiva. Un día, un amigo me in-vitó a cometer un asalto, ya que no tenía trabajo ni dinero y mi familia me pedía de comer, y acepté. Recuerdo que fuimos a robar y nos fue bien, pues ganamos mucho di-nero. Me compré un coche, ropa, comencé a gastar y a sentirme poderoso. A los quince días rompí un juramento y me fui a beber, choqué mi coche, se desbarató; fue pérdida total. Por la gracia de Dios no me pasó nada. Después del susto me fui a Coatzacoalcos, Veracruz, a invertir en autos, pero al llegar nos fuimos al bar y nos pusimos a beber. Me gasté lo de la inversión, nada más me alcanzó para comprar un carro.

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Regresé a México sin dinero. Como ya sabía cómo con-seguirlo, me fui a robar una y otra vez, hasta que en una ocasión me dieron dos balazos y casi me matan. Pero no entendí y a los quince días ya estaba robando de nuevo. Fueron largos años de robo, de buenas comidas, de di-versión y lujos durante los cuales me fui alejando de mi familia y de mis seres queridos. Se me olvidó darles lo más importante: amor. Como ya se imaginarán, llegó el tiempo de pagar. Me detuvo la Judicial Federal. Me tras-ladaron al Reclusorio Sur, donde permanecí un mes. Luego me trasladaron al Reclusorio Oriente, al módulo de seguridad, que es cárcel dentro de la misma cárcel. Ahí estuve durante siete meses. Me sacaron a población y volví a beber y a consumir droga.

Estuve trabajando dos años en un restaurancito que puse ahí adentro. Durante el tiempo que permanecí en el re-clusorio, conocí el Programa de Alcohólicos Anónimos y me quedé. Antes de llegar al Programa estuve a punto de agarrarme a fierrazos. En varias ocasiones me tuve que pelear; no me pasó nada gracias a Dios, pues Él siempre me protegió. Llevo en el Programa seis años con seis meses, tiempo durante el cual no he bebido. El Programa me ayudó a soportar la sentencia que me dieron (treinta y cuatro años once meses y diecinueve días). Gracias a las oraciones, me bajaron a veinticinco años y medio, quitán-dome otros problemas que tenía. Hoy, doy gracias a todo lo que he tenido que vivir afuera y aquí adentro de la pri-sión. Gracias a todo esto me he acercado a Dios. Y Él me ha escuchado cuando le ruego con humildad en oración. Con humildad. Llevo diez años dos meses preso, pero hoy, gracias a Dios y al Programa, me siento más libre que cuando andaba en la calle.

Espero que mi experiencia haga eco en aquéllos que to-davía buscan el camino de la vida fácil. Dios los bendiga

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junto con sus seres queridos y los acompañe en todo su camino en esta vida y en la otra.

Su amigo y compañero, Carlos.

Mi nombre es Jaime y soy alcohólico

Tengo 22 años y me encuentro en el Reclusorio Sur pur-gando una condena por haber cometido un delito en es-tado de intoxicación, con alcohol y drogas. Por no haber aceptado una nueva forma de vida, que me ofreció Al-cohólicos Anónimos a los 19 años de edad, cuando por primera vez me trasmitieron el mensaje. Provenir de una familia desintegrada y habitar en un lugar, en el cual era más fácil encontrar alcohol y drogas que una buena suge-rencia, fue lo que me facilitó el contacto con el alcohol, pues desde muy chico empecé a emborracharme.

La primera vez que bebí fue a los ocho años en una fiesta infantil, pues los padres de mis amigos permitieron que bebiéramos en su casa. Me invitaron a tomar una copa y, por no quedar como un cobarde, acepté. Sólo fueron dos copas las que bebí y terminé completamente ebrio, por lo tanto, no llegué a mi casa. Al segundo día, con temor y todo, me fui con mi hermano a casa. Fue la primera y la única vez que mi madre me reprendió enérgicamente, pues no tenía padre y eso le pareció sería el remedio, pe-ro no fue así. Por ser el menor de ocho hermanos, todo me fue dado, lo necesitara o no. Cuando llegué a la se-cundaria, siempre fui tímido, miedoso, e introvertido y por lo tanto, humillado por mis compañeros de escuela. Hasta segundo de secundaria fue cuando me convertí en una persona rebelde. Por no saber cómo manejar mi pubertad empiezo a beber en la escuela con mis compañeros, y a comprar amigos por medio del alcohol, dinero y cintas musicales.

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Empezó mi despertar sexual sin información de la vida o de lo que pasaba conmigo. Bajé mis calificaciones, salí de la secundaria; lo hice con un promedio aceptable, pero dejé de estudiar y trunqué mi carrera académica por mi alcoholis-mo a causa de no tener comunicación con mis hermanos ni con mi madre. En vez de estudiar, empecé a beber más con mis amigos en los videojuegos, y no pude dedicarme a una profesión. A los 16 años me inicié en un deporte es-pectacular, en el cual encontré alcohol, drogas, mujeres y dinero, todo lo que necesitaba o creí necesitar. Un año después me casé con una mujer magnífica. Tuve un perío-do de abstinencia para no mostrarme tal como era: un al-cohólico que ya había tenido que pasar por lagunas menta-les, por delirios y la vergüenza de quedarme tirado en una banqueta, completamente borracho; además un sin fin de decepciones amorosas que había sufrido debido a mi for-ma de ser, de pensar y de actuar; como un niño bueno, hipócrita y muy cariñoso por temor a perderla. De este ma-trimonio nacieron dos hijos.

Mi irresponsabilidad se incrementaba cada día y empecé con las fugas geográficas. Recibí el mensaje de AA a los 19 años. Asistí a un Grupo, en el cual permanecí siete meses, y tres como flotante. Al nacer mi tercer hijo, volví a beber a pesar de que a mi madre le decía que ya no quería beber. Era cierto, ya no soportaba las crudas. Lle-gué a la prisión por consumo de drogas y alcohol, con te-rror a lo desconocido. En el Centro de Observación y Cla-sificación (COC), me incorporé al Grupo nuevamente, y traté de cambiar, yendo del COC al centro escolar y no faltando a mis reuniones. A los tres meses me sentencia-ron y perdí definitivamente a mi familia. Hasta el día de hoy, no he vuelto a ver a mis hijos, ni a mi esposa; desde dos días antes de llegar a prisión sólo tengo la visita de mi madre y mi cuñada, ni siquiera mis hermanos vienen a visitarme. Empecé a apadrinarme e inicié el servicio de

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Cafetero; sigo sirviendo. Hoy cuento con servicio en el Comité de Información Pública, tanto en el “Grupo 12 de Enero” del centro escolar para la población, como en el Grupo “Renacimiento” de COC. Hoy, en mi segundo ani-versario, me acaban de negar la libertad anticipada. Perdí a mi familia, pero saben que estoy vivo gracias a AA, a mi padrino, y en primer lugar a Dios, como yo lo entiendo. Sé que cada día es una nueva oportunidad para seguir sobrio y para ser feliz o por lo menos estar tranquilo, y eso gracias a Dios y a AA. Mi madre, si no es feliz, por lo menos está tranquila. A pesar de estar en la cárcel, estoy sin beber y eso es mejor que estar sufriendo sentado en mi celda del orgullo o del alcohol.

Espero que mi experiencia le sirva a alguien para darse cuenta de que el alcohol y la droga no son la solución, y son más bien una puerta a la muerte y destrucción.

Felices veinticuatro horas de sobriedad, Jaime.

Mi nombre es Mario y soy alcohólico

Quiero compartir cómo ha sido mi experiencia con el al-coholismo y, también, cómo he vivido desde que, por la gracia de Dios, como yo lo entiendo, llegué a Alcohólicos Anónimos por mi forma tan descontrolada de alcoholi-zarme y la ingobernabilidad de mi vida. Tenía siete años cuando murió mi padre, quien afortunada o desafortuna-damente, no pudo dejarnos un terreno donde pudiéramos vivir mi madre y mis diez hermanos. Tuvimos que andar de un lado para otro constantemente, al grado de tener que vivir durante varias semanas a la intemperie, porque no había dinero para pagar una renta. Crecí con inseguri-dad y miedos tremendos que, de alguna manera, me lle-varon a probar el tequila y la cerveza.

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Tiempo después, a la edad de doce o trece años, inicié mis primeras borracheras junto con algunos amigos del barrio donde vivía, emborrachándome con alcohol y cer-veza. Recuerdo que me sentía bastante mal y todo me daba vueltas, vomitaba. Sin embargo, aún así, me gusta-ba el efecto del alcohol y seguía emborrachándome cada vez que tenía oportunidad. En aquel entonces, también me invitaron los demás chavos y adultos a probar o expe-rimentar con algunas drogas como: el thiner, pegamento para zapatos, tinta para zapatos y marihuana. Creía que todo lo que hacía estaba bien, y que no había tanto pro-blema al drogarme o alcoholizarme; me autoengañaba al pensar que era la pura vida. También acompañaba a mis cuates a desvalijar autos y a realizar uno que otro robo. Fui detenido, a mis catorce años, cinco veces por la policía y una más en el Tribunal para Menores de Ciudad Juárez. Antes de cumplir quince años llegué a vivir al DF con la intención de trabajar y estudiar, cosa que sí llevé a cabo durante más de dos años, aprobando satisfactoriamente 1° y 2° año de secundaria. Vivía solo, sentía que no tenía que rendirle cuentas a nadie y seguí alcoholizándome cada vez más y más.

Una vez tomé mucho tequila antes de salir de clases y al querer llegar a donde vivía, perdí el conocimiento. Des-perté dentro de un vagón del metro, estaba tirado en el piso con todos mis libros y útiles regados. Unos policías me sacaron de las instalaciones, hacia la calle y, a pesar de haber vomitado, no me pude recuperar. Esa noche es-tuve a punto de morir de frío por congestión alcohólica. Todo por querer demostrarle a mis cuates que sí sabía tomar tequila. A los 16 años conocí a la que después fue mi esposa, casándome a los 18 años de edad y abste-niéndome de drogarme sólo por temporadas. Seguía em-borrachándome cada ocho o quince días. Al levantarme, al día siguiente, en la mañana, al estar orinando sufrí

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desmayos, golpeándome muchas veces al dar el azotón, y ni aun así dejaba de emborracharme.

Al cumplir 19 años de edad, nació nuestro primer hijo. Dos años estuve a punto de quedarme en el avión debido a tanta marihuana e inhalantes que consumía. Sentí mu-cho miedo y dejé de drogarme, pero continué bebiendo alcohol; creía que no había problema. Después nació otro hijo, al tiempo una hija y por último otro hijo. Tienen 20, quince, doce y siete años de edad, respectivamente. Continué bebiendo sin importarme las carencias de mi familia. También sufrí graves accidentes en motocicleta y automóvil, yendo a parar varias veces al hospital. Por andar alcoholizado me vi involucrado en muchas peleas callejeras, resultando lesionado varias veces con arma blanca. Recuerdo que tuve pensa-mientos suicidas, pero reconozco que siempre me faltó valor.

En 1988 estuve preso en el reclusorio por primera vez, saliendo absuelto un año después, pues se mostró que no cometí ningún delito. En ese entonces, al estar reclui-do, unos compañeros me quisieron pasar el mensaje de AA y no quise ni siquiera escucharlos porque no me con-sideraba un alcohólico. También, le había prometido a mi esposa que al salir libre no iba a alcoholizarme. Sólo cumplí quince días después de que me dieron mi libertad. Todavía hice sufrir a todos mis seres queridos a conse-cuencia de mi alcoholismo y mi vida ingobernable, unos años más. Hasta que, gracias a un Poder Superior, llegué a AA en mayo de 1993 y me di la oportunidad de que-darme. Llegué en un estado crítico y al borde de un infar-to; física, espiritual y emocionalmente muy mal, y desde entonces no bebo alcohol. Gracias a Dios, como yo lo en-tiendo, pude dejar el tabaco. Sin embargo, al principio, al conocer a AA creí que bastaba con asistir a mis reunio-nes nada más cada domingo; con no beber, todo iba a estar bien. Me di cuenta que no era así, pues en diciem-

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bre de 1993, mi compañera tomó la decisión de separar-se de mí, mandándome a la tristeza.

Aún sigo viendo a mis hijos. Hasta la fecha, me sigue costando trabajo cortar la dependencia con mi compañe-ra. En la situación en la que me encuentro, estoy senten-ciado a 24 años nueve meses, modificándola a 23 años tres meses, confirmándola en la última instancia. Interpu-se el recurso de amparo y revisión de amparo, ambos me fueron favorables.

Estando preso murió uno de mis hermanos. Tiempo des-pués también un sobrino. Voy a cumplir cuatro años sin ver a mi madre que está muy enferma. Voy a cumplir tres años sin ver a mi hija y a mis hijos más pequeños. Mi es-posa, que no ha pedido el divorcio, me visita muy de vez en cuando. Gracias a mi Poder Superior, a que existe es-te Grupo “12 de Enero” de AA, al perseverar, tomar servi-cios y cumplirlos, apadrinarme, leer la literatura de AA y compartir mis experiencias, Dios me ha dado fortaleza para no seguir buscando refugio en el alcohol o las dro-gas; practicando, también, poco a poco, los Doce Pasos de Recuperación. Dios es testigo, una vez más, que soy inocente de los delitos de que me acusan, pero gracias a AA he podido aceptar lo que me está pasando. Reconoz-co que... ¿Quién va a pagar los anteriores platos rotos? Trato de entender que toda la vida es sólo el día de hoy, que Dios no se está equivocando al permitir que esté en este lugar; le pido mucha paciencia y fortaleza para espe-rar su decisión.

Hoy trato de entender que sólo por hoy debo de hacer las cosas de Dios y Él se encargará de todo lo demás.

Felices veinticuatro horas. Mario V.

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Mi nombre es Enrique y soy alcohólico

Todo empezó después de haberme casado. Ahí comencé a tomar y a faltar a mi casa por irme con mis amigos de trabajo a las cantinas. Me volví un teporocho pasivo, al grado que estando en el trabajo deseaba que llegara el viernes o sábado para irme a los bares.

Comencé a tener problemas con mi esposa por mi mane-ra de tomar. Había ocasiones que iba a casa de mis pri-mos bien tomado. Ellos me llamaban la atención por mi forma de tomar. Me decían que dejara ese vicio por que me iba a traer problemas con mi mujer. Yo les contestaba que no. ¡Qué equivocado estaba! La falta de atención a mi hogar comenzó a tener estragos, y yo seguía en lo mismo, tomando.

Cada día se me hacía más difícil dejar de tomar y aceptar que ya era un alcohólico compulsivo y agresivo con las personas que me rodeaban.

Un día que fui a casa de mi mamá, me dijo que ya dejara de tomar, que tuviera fuerza de voluntad. Lo intenté sin tener resultado. Comencé por perder el trabajo y a los que se decían mis amigos. También a mi esposa y a mis hijos por no darles dedicación, tiempo y el amor que se merecían.

Tuve que buscar un nuevo trabajo. Eso trajo nuevos ami-gos. Ellos me comenzaron a decir: “Por qué no probaba dejar de tomar a base de juramentos”. Pero, hasta el momento, no me habían dicho que había grupos de Al-cohólicos Anónimos.

Allí comenzó a brillar la chispa de la esperanza para dejar de tomar y tener fe en Dios para que me ayudara a cum-plir mis juramentos de tres meses. Logré dejar de beber, haciendo juramentos por cinco años. Hoy llevo quince años sin tomar.

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Ahora que estoy recluido en este penal, voy a las juntas del Grupo de AA. Me han ayudado con sus experiencias y a convencerme de que un Poder Superior podría devol-verme el sano juicio para poder mantenerme siempre so-brio, y poder aceptar que soy un alcohólico; además, me han ayudado hacer un minucioso inventario moral de mí mismo. Esto me sirve para recordar todo lo malo que hice cuando bebía y todo el daño que le hice a las personas que me querían.

Felices veinticuatro horas, Enrique.

Mi nombre es José y soy alcohólico

Para empezar a recuperarte del alcoholismo y la droga-dicción, tienes que aceptar que estás enfermo. Después tienes que poner todo de tu parte para darte cuenta de todo el daño que estabas haciendo a tus padres, herma-nos, tíos, primos, amistades y principalmente a tus hijos y esposa. Tienes que darte cuenta que al llegar tomado o drogado estabas causándoles temor, mal aspecto y les estabas dando mal ejemplo a tus hijos. Mientras que a tu esposa la estás obligando a que se separe o busque otra pareja. Para mí la vida como alcohólico se había vuelto ingobernable.

Si te pones a leer algunos de los libros de Alcohólicos Anónimos, te va a ser de gran ayuda. Si no te es suficien-te, hay grupos en los cuales te ofrecen ayuda, siempre y cuando estés de acuerdo en dejar de beber o de drogar-te. Tienes que olvidar todas esas malas amistades y pen-sar positivamente. Al paso de los meses, sentirás que ya te has curado, pero aún no, apenas es el comienzo. Tie-nes que entregarte a Dios; si te entregas a Él vas a em-pezar a cambiar de verdad. Si te ofrecen una copa o dro-ga, y tú dices no, habrás saltado una barrera. Pero si a la

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próxima la aceptas, todo habrá sido un fracaso y tienes que volver a empezar. Esto no es bueno, porque estás demostrando ser débil ante el alcohol, que está derriban-do a ese gran castillo que habías formado durante mucho tiempo. Si demuestras lo contrario, habrás logrado tu me-ta. Eso quiere decir que eres una persona sociable, un buen ejemplo para tu esposa e hijos. Te sentirás muy or-gulloso de ti mismo. Pero no debes dejar de reforzar esa gran barrera que le has puesto al alcohol y a las drogas. Como en mi caso que voy a cumplir en agosto tres años de haber dejado de drogarme. Así me siento bien.

Felices veinticuatro horas, José.

Mi nombre es Gregorio y soy alcohólico

Nací en el Estado de Veracruz en 1956. A la edad de 16 años empecé a beber alcohol a escondidas de mis pa-dres. A los 18 años me casé y continué embriagándome. Cuando mi madre o mi padre me decían que dejara de tomar me enojaba e inclusive los dejaba con la palabra en la boca; prefería irme a la cantina a convivir con mis ami-gos. No les dedicaba tiempo de calidad ni a mi esposa ni a mis hijos, pues pensaba que dándoles para sus gastos cumplía con mi deber de esposo y padre.

En 1992 nuestros problemas y discusiones se hicieron tan frecuentes que no hubo otra solución que separarnos. Yo, con mi orgullo machista, no hice nada por retenerla. A fines de ese año, me vine a la Ciudad de México y mi manera de beber se acrecentó. A pesar de eso, nunca me acerque a un Grupo de Alcohólicos Anónimos, si lo hubiera hecho podría haberme ahorrado el sufrimiento de seguir cayendo hasta tocar fondo.

En el 2002 cometí un delito en estado de ebriedad, a causa de esto, me dieron una sentencia de once años

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con seis meses. Comencé a asistir a las Juntas de AA que se llevaban a cabo en procesados, los domingos y martes de cada semana. Al principio no aceptaba mi de-rrota ante el alcohol. Pero las experiencias de mis com-pañeros que subían a tribuna me hicieron recapacitar y logré aceptar que mi vida era ingobernable, mi manera de beber ya no tenía control.

A principios de 2004 me pasaron a la población de sen-tenciados. Seguí asistiendo a las juntas de AA en el Gru-po “Todos Brillaremos”. Con la participación de algunos padrinos que nos visitan del exterior, se nos hacen más amenas e interesantes las juntas y, con la literatura que nos proporcionan, adquirimos más conocimiento y forta-leza para permanecer en pie de lucha contra nuestras adicciones, en mi caso, el alcoholismo y los defectos de carácter.

Como todos sabemos, el alcoholismo es una enfermedad crónica, incurable y mortal que puede afectar tanto a hombres como a mujeres, sin importar edad, religión o posición social. Sólo un Poder Superior, como cada quien lo concibe, puede ayudarnos a mantenernos sobrios. Asistiendo periódicamente a nuestras juntas lograremos una vida útil y feliz. Los Doce Pasos de AA son sugeridos, a nadie se le obliga, así como también las Doce Tradicio-nes. Todo esto nos sirve para cualquier aspecto de nues-tras vidas, para no dañar a nuestros seres queridos ni a la sociedad.

Yo los invito a que no cesen en su empeño de mantener-se alejados del alcohol y a llevar el mensaje a los que aún están sufriendo.

Felices veinticuatro horas, Gregorio.

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Mi nombre es Carlos R. y soy alcohólico

A mis 23 años de edad sé que mi problema no es muy grave, pero no deja de ser importante para mí. Me integré a Alcohólicos Anónimos al ingresar al reclusorio. Ahí fue donde, por primera vez, tuve la oportunidad de escuchar y ver cómo se trabaja en esta Agrupación, en la cual, verdaderamente, no hay distinción entre las personas.

No podía aceptar que era alcohólico, pues tomaba oca-sionalmente, aunque cuando lo hacía terminaba totalmen-te ebrio. No podía aceptar la gravedad de los efectos que tenía el alcohol sobre mí. Ahora me doy cuenta que era el principio de mi enfermedad y que, con el tiempo, se iba a agravar. El alcohol estaba ganando terreno. Ya estaba faltando a la casa y empezaba a desatender mis obliga-ciones. Gastaba dinero de más; dinero que hacía falta en mi hogar. Estaba haciendo parte de mi vida la costumbre de alcoholizarme.

El alcoholismo empezó a muy temprana edad, tal vez por que buscaba sentirme aceptado en algún grupo de ami-gos; por querer sentirme adulto; por problemas familiares o por el sólo hecho de saber lo que se siente; en ocasio-nes uno busca fugarse de la realidad. Mucha gente toma para olvidarse de sus problemas, pero al despertar sus problemas siguen ahí. Esto no termina ahí, toda esa maldad la trasmites a las nuevas generaciones porque nunca tuviste ni el tiempo ni la responsabilidad de apoyar a tus hijos, de educarlos, de atenderlos y orientarlos. Porque su padre, esa figura importante, ese superhéroe para ellos, dejó de serlo o nunca lo fue. Cuando logras darte cuenta de esto, ya todo está perdido.

El alcohol y las drogas hacen que transgredas la ley es-tablecida por la sociedad, cometas delitos, pelees con la gente y la molestes. Adoptas una actitud vulgar, convir-tiéndote en algo mal visto por la sociedad. Estos ya son

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los extremos de tu enfermedad. Podrías un día amanecer muerto en la calle, o en cualquier otro lugar, o ingresar a un hospital donde te informan que el alcohol te ha daña-do demasiado y no te queda mucho tiempo de vida. Podrías, también, ingresar a un reclusorio por haber co-metido un delito en estado de ebriedad. ¡Qué tristeza! Todo lo que empieza mal, así termina. Y dices que no eres alcohólico. ¿Por qué llegar hasta ese grado? ¿Por qué terminar así?

Esta es la experiencia compartida por varios compañeros alcohólicos que no han podido luchar en contra de esta terrible enfermedad. Pero los que todavía luchan con ella, con un cargo de conciencia y sentimiento de culpa, tratan de remediar algo de todo ese daño causado por ser alcohólico.

El alcohol lo empiezas a consumir ocasionalmente, te sientes bien, no pasa de una cruda en la que dices: “no vuelvo a tomar”; pero vuelves a hacerlo. El consumo se vuelve cada vez más excesivo y, entonces, el alcohol co-mienza a causar daño: cambias tu comportamiento, dejas tus obligaciones, viene la desintegración familiar, pierdes tu hogar, aparecen las enfermedades en tu organismo y con ellas la muerte. Todo esto tiene que ver con las malas amistades y tus malas decisiones. Te dejas guiar por “x” persona, haces lo mismo que ellos, quieres ser mejor y, como ahí sí eres reconocido, te quedas. Las drogas son algo parecido, te llevan por el proceso ya an-tes comentado: la locura y el suicidio.

Esto fue un pequeño resumen en el cual expreso el daño producido por el alcohol y por el alcohólico al igual que las drogas. No hay necesidad de llegar a estos extremos, planea tus propósitos y lucha por alcanzarlos. No es fácil, pero tampoco es imposible. Haz feliz a tu familia, sé feliz tú. En esos momentos en que los problemas se presen-

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tan ten la paciencia y la sabiduría de afrontarlos y solu-cionarlos sobrio. No busques fugarte de tu realidad es-cudándote en el alcohol o las drogas: “Poco a poco se va lejos”. “Vive y deja vivir”.

Carlos R.

Mi nombre es Martín y soy alcohólico

Me encuentro en el Centro de Readaptación Social de Chalco-Huitziltzingo, Estado de México, cumpliendo una condena por un delito que cometí cuando estaba sobrio. Con esto no quiero decirles que no he tomado. Me consi-dero un bebedor social, pues mi profesión es relacionada con alimentos y bebidas alcohólicas.

Cuando estaba en COC me sentía deprimido, desespera-do y arrepentido por mi actitud negativa ante la sociedad. Pasaban por mi mente muchas preguntas y reproches: ¿Cuándo saldré libre y estaré con mi familia? ¿Perderé a mi familia? ¿Por qué les causé este problema? ¿Por qué si los quiero les estaba causando problemas? Ahora, me he ido liberando poco a poco de los pensamientos negati-vo que se apoderaban de mí.

Cuando mi esposa pasó por primera vez a verme al COC, me abrazo, la abracé y me dijo: ¿Por qué tuve que pasar esta vergüenza y humillación? Se puso a llorar. Se me salieron las lágrimas y sinceramente le dije que me per-donara, que me tuviera confianza, que no le iba a fallar. Gracias a Dios me perdonó.

Cuando me pasaron a procesados tuve muchos momen-tos de reflexión. Me di cuenta que había Reuniones de Alcohólicos Anónimos, pero no me interesaban, no hice el intento de acercarme para saber, por lo menos, cómo se llevaban a cabo las Juntas que hacían los compañeros. Recuerdo que un sábado, durante la visita, mi esposa me

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dijo que si no salía absuelto de la sentencia me preparara para aceptar la realidad y las consecuencias de los actos que cometí. Cuando me dijo esto mi esposa, me quedé estupefacto. Después de unos minutos le pregunté ¿Por qué me dices esto? ¿Acaso no quieres que salga? Me di-jo: “Sí quiero que salgas, pero tienes que entender que cometiste un error”. La verdad, estaba tan confundido y renuente que no quería darme cuenta de la realidad.

Cuando me pasaron a sentenciados, después de unos días, me acerqué al Grupo “Primer Paso a la Libertad” para pedir informes a los compañeros de la Mesa. Me in-vitaron a asistir a las juntas. Estuve presente en algunas pero, como no me interesaba mucho, no ponía atención. Lo que yo quería era el beneficio de los sellos para cubrir el área médica. Después de estar presente constante-mente, se acercó un compañero y me proporcionó litera-tura. A la vez me invitó a que la leyera, me dijo que había muchas cosas interesantes y de provecho. Sin darme cuenta me fui integrando más al Grupo, con compromiso. El asistir a las juntas de manera constante me ha ayuda-do a ser mejor cada día.

Actualmente, tengo ocho años sin probar una copa. Sin-ceramente y con honestidad quiero decirles que estoy muy agradecido con mi Grupo por recibirme y darme la oportunidad de ser un compañero más, pues, desde que he estado asistiendo a las juntas de manera responsable mi vida ha cambiado. He reflexionado con respecto a mi familia. También he ido adquiriendo los elementos nece-sarios para tener una alternativa de vida mejor, con prin-cipios y valores para que, cuando tenga la oportunidad de estar en el exterior, no caiga en las garras del vicio. El Grupo me ha ayudado a liberarme de todo lo negativo que había en mí. La dinámica que se lleva a cabo en ca-da Junta me ha servido mucho, sobre todo, cuando se habla de responsabilidad, honestidad, respeto, reflexión y

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tolerancia. Yo pongo mucha atención e interés para asi-milar bien lo que se habla de cada tema; además, he perdido el miedo de hablar ante los compañeros, cosa que antes me daba pánico. Con todo lo que el Grupo me ha regalado estoy convencido que puedo ser un ser humano diferente, con ganas de vivir de una manera honesta, responsable puedo ser un ejemplo como esposo y padre para mi familia. Gracias por permitirme platicarles parte de mi vida. Felices veinticuatro horas.

Martín.

Preparándonos para la libertad

Si ya hemos recibido noticias de la fecha de nuestra liber-tad, hay que tomarlo con calma. Estaremos impacientes de salir a disfrutar la libertad para poder realizar aquello que quedó pendiente, esos proyectos que habíamos ima-ginado mas no comenzado.

Es importante recordar: Primero es lo Primero. Debemos, sin embargo, platicar con nuestros padrinos del exterior e informarles cuándo seremos puestos en libertad. Ellos se harán cargo de investigar qué grupos están cerca de donde radicaremos. Nos esperarán ese día y, de ser po-sible, nos acompañarán a nuestras primeras reuniones al Grupo que elijamos.

Te preguntarás por qué tanta insistencia en que se asista inmediatamente a un Grupo de Alcohólicos Anónimos. Los alcohólicos anónimos vivimos de experiencias, mues-tran que cuando un alcohólico va a ser liberado, el simple hecho de saberlo, le quita el sueño. Sufre una serie de emociones que, si no las sabe sobrellevar, lo conducen a beber regresando a la vida anterior. Las posibilidades de regresar a prisión son muchas.

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El mundo de afuera que conoció el recluso alcohólico, en el que se sentía el número uno, ha cambiado; ya no es el mismo. Adaptarse a esta nueva forma de vida es difícil. Sin embargo, AA nos ha estado preparando y lo seguirá haciendo en el exterior para reintegrarnos a este mundo como un ciudadano más. Si se pone en práctica lo que se ha aprendido, y se sigue aprendiendo en AA, la adapta-ción al mundo exterior será más fácil.

Otro punto muy importante y que nunca debe olvidar el alcohólico, consiste en que es alcohólico y nunca dejará de serlo. Para evitar una recaída, es necesario que no permita que se apodere de él la autosuficiencia, la sober-bia y la autoconmiseración.

Antes de que salgas, regala tu experiencia a aquellos que se van integrando al Grupo. Platica cómo sufriste para aceptar tu enfermedad y cómo te entregaste a tu Poder Superior. Eso que antes te avergonzaba y que ahora te sirve para ser libre.

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Declaración de México

“Somos Alcohólicos Anónimos.

Cualquier Sección, de cualquier

Grupo de Alcohólicos Anónimos

puede unírsenos.

Somos responsables sólo ante un

Dios de amor, tal como se exprese

en nuestra conciencia de Grupo.”

Ciudad de México, junio 7 de 1997

AA como

alternativa

de solución...

dicen los

médicos