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CUADERNILLO ROMANTICISMO ALEMÁN 1

AA. VV. Corpus Romanticismo Alemán

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CUADERNILLO ROMANTICISMO ALEMÁN

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Johann Gottfried Herder (1744-1803)

Diario de mi viaje en el año 1769 (fragmentos)1

[…] El 23 de mayo partí de Riga y el 25 me hice a la mar para ir no sé adónde. Una gran parte de los hechos importantes de nuestra vida depende realmente de un juego del azar. Así llegué a Riga, así obtuve mi cargo eclesiástico, y así me deshice de él. Así salí de viaje. No me gustaba ni la vida social en el ámbito en el que me hallaba; ni el aislamiento al que me había sometido. No me gustaba ser maestro de escuela; la esfera de acción era para mí demasiado estrecha, ex-traña, impropia; yo, a mi vez, era demasiado amplio, extraño, y ocupado para esa esfera. No me hallaba cómodo como ciudadano, ya que mi vida hogareña sufría limitaciones, ofrecía pocas al-ternativas esenciales y exhibía una tranquilidad pesada y muchas veces asquerosa. Menos aún me sentía a gusto como autor, ya que había promovido un rumor que era tan inconveniente para mi posición como delicado para mi persona. O sea que todo me repugnaba. No tenía ni valor ni fuerzas suficientes para destruir todas esas situaciones contrarias y volcarme hacia una carrera completamente distinta. Me restaba entonces viajar: y como dudaba de la posibilidad de hacerlo, debía viajar lo más rápida, alocada y casi aventuradamente como fuera posible. […]¡En cuántas esferas hace pensar una nave que fluctúa entre el cielo y el mar! ¡Aquí todo da al pensamiento alas, movimiento y dimensiones atmosféricas! ¡El aleteo de la vela, la nave siem-pre vacilante, las nubes en lo alto, la inmensidad de la atmósfera infinita! En la tierra estamos atados a un punto muerto y encerrados en el círculo estrecho de una situación… ¡Alma mía! ¿cómo te encontrarás cuando salgas de este mundo?[…]¡Con cuánto recogimiento se oyen y se cuentan historias a bordo! Y un hombre de mar ¿hasta qué punto lo predispone todo para percibir lo aventuresco? Él mismo, medio aventurero al fin, busca mundos extraños ¡Cuántas cosas exóticas asoman ante su mirada estupefacta! ¿No lo he experimentado yo mismo con cada llegada a un país, un tiempo, una playa, etc.? Cuántas veces me he dicho a mí mismo: ¿es eso lo que has visto aquí al principio? Resulta que una primera mi-rada sorprendida construye relatos de gigantes, viajes de Argonautas, odiseas, relatos lucianos de viajes, etcétera. Un tripulante ansía ver esos primeros indicios. Después de un largo viaje ¡con cuánta ansiedad desea ver tierra firme! Al llegar a un país nuevo y extraño, ¿cómo no ha de pensar en oráculos? ¿Con cuánto asombro me embarqué yo mismo? ¿No vi, acaso, al principio, todo más maravilloso, más grande, más asombroso, más tremendo que luego, cuando hube co-nocido todo, cuando hube recorrido el barco? ¿Con cuántas ansias de novedades desembarca-mos en tierra firme? […] Resúmase ahora este anhelo de ver maravillas, esa costumbre de la vista de encontrar en primer lugar las maravillas. ¿dónde hay entonces relatos verídicos?, ¿cómo se hace toda poesía? Sin querer o poder mentir, Herodoto se convierte en poeta. Él y Orfeo, Homero, Píndaro y los poetas trágicos, ¡cuán nueva resulta su lectura desde este punto de vista![…]Tampoco hay duda de que la raíz más profunda de nuestra alma está cubierta de noche. Nuestra pobre pensadora ciertamente no estaba en condiciones de captar cada estímulo, la semilla de ca-da sensación en sus primeros componentes. No estaba en condiciones de oír en todo su fragor el zumbante mar del mundo con olas tan oscuras, sin verse cercada por el estremecimiento y la an-gustia, por la prevención de todos los miedos y la pusilanimidad, sin que se le cayera el timón de las manos... Por tanto, la naturaleza maternal alejaba de ella lo que no podía insertarse en su conciencia clara […]. El alma se encuentra en un abismo de infinitud y no sabe que está sobre él; gracias a esta dichosa ignorancia se mantiene firme y segura.

He rastreado la manera de pensar de las naciones, y lo que he averiguado sin sistema ni cavilo-sidad es que cada una de ellas gestó documentos según la religión de su país, la tradición de sus padres y los conceptos de las naciones, y que estos documentos aparecen en un lenguaje poéti-

1 Tomado de Ilse T.M. de Brugger (editor): La rebelión de los jóvenes escritores alemanes en el siglo XVIII. Textos críticos del Sturm und Drang. Ed. Nova, Bs. As. 1976.

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co, en revestimientos y ritmos poéticos, o sea, que en cada una de ellas se formaron canciones mitológicas nacionales sobre el origen de sus más antiguos monumentos.

¿Qué es una nación? Un gran jardín descuidado, lleno de hierbajos y maleza. ¿Quién aceptará indiscriminadamente este punto de reunión de necedades y defectos, de exquisiteces y virtudes, y (...) romperá una lanza contra otras naciones? Dejadnos contribuir al honor de la nación en la medida de lo posible; y también hemos de defenderla cuando se le inflige injusticia. Pero ensal-zarla ex profeso me parece un acto de vanagloria (...). Sin duda la naturaleza ha dispuesto que un hombre, y también un linaje y un pueblo, aprenda de otro y junto con otro (...), hasta que fi-nalmente todos hayan comprendido la difícil lección: no hay ningún pueblo que sea el pueblo escogido por Dios en exclusiva; todos han de buscar la verdad, el jardín de la mejor comunidad ha de ser cultivado por todos (...). Ningún pueblo de Europa puede cerrarse frente a los otros y decir neciamente: en mí y sólo en mi mora toda la sabiduría”

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Friedrich Schiller (1759 – 1805)

Cartas sobre la educación estética del hombre (fragmentos)

La época no parece pronunciarse en absoluto a favor del arte; al menos no de aquel arte hacia el que van a orientarse exclusivamente mis investigaciones. El curso de los acontecimientos ha da-do al genio de la época una dirección que amenaza con alejarlo cada vez más del arte del ideal. Éste ha de abandonar la realidad y elevarse con honesta audacia por encima de las necesidades; porque el arte es hijo de la libertad y sólo ha de regirse por la necesidad del espíritu, no por me-ras exigencias materiales.El filósofo y el hombre de mundo dirigen expectantes su mirada hacia la escena política, donde en estos momentos, según parece, se está decidiendo el gran destino de la humanidad. El hecho de no participar en este debate universal, ¿no delata una censurable indiferencia hacia el bien de la sociedad? Si este gran proceso incumbe de por sí, por su contenido y sus consecuencias, a to-do aquél que se considera un ser humano, tanto más ha de interesar, por el modo como se lleva a cabo, a aquél que piensa por sí mismo. El que me resista a esa tentación, y anteponga la belleza a la libertad, no creo que tenga que dis-culparlo sólo por mi inclinación, sino que espero poder justificarlo valiéndome de principios. Espero convenceros de que esta materia es mucho más ajena al gusto de la época que a sus ne-cesidades, convenceros de que para resolver en la experiencia este problema político hay que tomar por la vía estética, porque es a través de la belleza como se llega a la libertad.

La naturaleza no procede mejor con el hombre que con el resto de sus creaciones: actúa por él, mientras el hombre no puede hacerlo por sí mismo en cuanto inteligencia libre. Pero eso es jus-tamente lo que le hace hombre, que no permanece en el estado en que lo dejó la pura naturaleza, sino que posee la facultad de rehacer por medio de la razón el camino que ya había recorrido an-tes con la naturaleza, la facultad de transformar la obra de la mera necesidad en obra de su libre elección y de elevar la necesidad física a necesidad moral.

El hombre puede oponerse a sí mismo de dos maneras: o bien como salvaje, si sus sentimientos dominan a sus principios; o bien como bárbaro, si sus principios destruyen a sus sentimientos. El salvaje desprecia la cultura y considera la naturaleza como su señor absoluto; el bárbaro se burla de la naturaleza y la difama, pero es más despreciable que el salvaje, porque sigue siendo en muchos casos el esclavo de su esclavo. El hombre culto se conduce amistosamente con la na-turaleza: honra su libertad, conteniendo simplemente su arbitrariedad.

Si prestamos un poco de atención al carácter de nuestro tiempo, nos sorprenderá el contraste existente entre la forma actual de la humanidad y la forma que tuvo en épocas pasadas, espe-cialmente en la de los griegos. El prestigio de la educación y del refinamiento, que con todo de-recho oponemos a cualquier estado meramente natural, no cuenta para nada frente a la naturale-za griega, que se alió con todos los encantos del arte y con toda la dignidad de la sabiduría, sin convertirse por ello, como nosotros, en su víctima. Los griegos no nos avergüenzan tan sólo por una sencillez que es ajena a nuestro tiempo; son a la vez nuestros rivales, incluso nuestro mode-lo, en aquellas mismas cualidades que suelen servirnos de consuelo ante la desnaturalización de nuestras costumbres. Vemos a los griegos plenos tanto de forma como de contenido, a la vez fi-lósofos y artistas, delicados y enérgicos, reuniendo en una magnífica humanidad la juventud de la fantasía con la madurez de la razón.

En aquel entonces, en la maravillosa aurora de las fuerzas espirituales, la sensibilidad y el espí-ritu no poseían aún campos de acción estrictamente diferenciados, porque ninguna discrepancia los había incitado a separarse hostilmente y a delimitar sus respectivos territorios. La poesía no coqueteaba aún con el ingenio, y la especulación filosófica todavía no se había envilecido con sofismas. En caso de necesidad, poesía y filosofía podían intercambiar sus funciones, porque ambas, cada una a su manera, hacían honor a la verdad. Por muy alto que se elevara la razón, siempre llevaba consigo amorosamente a la materia, y por muy sutiles y penetrantes que fueran

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sus análisis, nunca llegaba a mutilarla. La razón separaba los elementos de la naturaleza humana y los proyectaba ampliados en su magnífico panteón de divinidades, pero no desmembrando esa naturaleza, sino combinando sus elementos de manera que ningún dios careciera de una comple-ta humanidad.

La naturaleza nos traza, en el ámbito de su creación física, el camino que hemos de seguir en el ámbito moral. Hasta que no se ha aplacado la lucha de las fuerzas elementales en los organis-mos inferiores, la naturaleza no emprende la noble formación del hombre físico. Del mismo modo, antes de aventurarnos a favorecer la multiplicidad natural del género humano, ha de ha-berse calmado en el seno del hombre moral la lucha de las fuerzas elementales, la pugna de los impulsos ciegos, y haber concluido definitivamente el despreciable antagonismo que reinaba en él.

La razón ya cumple con su cometido encontrando y exponiendo la ley. La animosa voluntad y el vivo sentimiento deben encargarse de ejecutarla. Para poder vencer en su lucha contra las fuer-zas naturales, la verdad ha de convertirse primero en una fuerza, y crear un impulso que la re-presente en el reino de los fenómenos, porque los impulsos son las únicas fuerzas motrices del mundo sensible. Si hasta ahora la razón había dado tan contadas muestras de su fuerza victorio-sa, no es porque el entendimiento no haya sabido ponerla de manifiesto, sino porque el corazón la desoyó y el impulso no actuó en su favor.

Así pues, ¿cómo es que persiste aún el dominio generalizado de los prejuicios y el obscureci-miento de las inteligencias, pese a las luces que expanden filosofía y experiencia? Vivimos en una época ilustrada, es decir, el saber que habría de bastar al menos para corregir nuestros prin-cipios prácticos se ha alcanzado y se ha expuesto públicamente. El libre espíritu de investiga-ción ha puesto fin a aquellos conceptos equívocos que durante mucho tiempo impidieron el ac-ceso a la verdad, y ha socavado la base sobre la que el fanatismo y el engaño erigían su trono. La razón se ha purificado de las ilusiones de los sentidos y de una engañosa sofística, y la mis-ma filosofía, que al principio nos hacía renegar de la naturaleza, nos llama ahora clara e impe-riosamente de vuelta a su seno -¿por qué, entonces, seguimos comportándonos como bárbaros?

Atrévete a ser sabio. Se necesita fuerza de ánimo para combatir las dificultades que, tanto la in-dolencia de la naturaleza como la cobardía del corazón, oponen al saber. No es casual que el mi-to haga descender, completamente armada, de la cabeza de Júpiter, a la diosa de la sabiduría, porque ya su primera misión es una acción guerrera. Nada más nacer, ha de vencer en duro combate a los sentidos, que se resisten a ver perturbada su idílica calma. La mayor parte de los hombres están ya demasiado fatigados y abatidos tras la lucha contra la necesidad, como para animarse a afrontar una nueva y más dura lucha contra el error. Contentos con evitar el penoso esfuerzo de pensar, dejan con gusto a otros la tutela de sus conceptos, y cuando sienten necesi-dades más elevadas, adoptan con ávida fe las fórmulas que el Estado y la Iglesia les proporcio-nan.

Pero, ¿acaso no estamos ante un círculo vicioso? ¿La cultura teórica ha de originar la práctica, y ésta ha de ser, sin embargo, condición de la teórica? Toda reforma política debe tomar como punto de partida el ennoblecimiento del carácter humano, pero ¿cómo puede ennoblecerse un carácter que se halla bajo la influencia de una constitución política degenerada? Para ello habría que buscar un instrumento que el Estado no nos proporciona, y abrir nuevas fuentes que conser-ven sus aguas puras y límpidas, a pesar de toda corrupción política.

Y con ello hemos llegado al punto al que se dirigían todas mis consideraciones anteriores. Ese instrumento es el arte, esas fuentes brotan de sus modelos inmortales.

El arte, como la ciencia, está libre de todo lo que es positivo y de todo lo establecido por las convenciones humanas, y ambos gozan de absoluta inmunidad respecto de la arbitrariedad de los hombres. El legislador político puede imponerles unos límites, pero no puede gobernar sobre

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ellos. Puede desterrar al amante de la verdad, pero la verdad permanece; puede humillar al artis-ta, pero no adulterar el arte. Sin embargo, nada es más habitual que el que ambos, ciencia y arte, rindan homenaje al espíritu de la época, y que el gusto creador se rija por el gusto crítico. Cuan-do el carácter se vuelve riguroso e inflexible, vemos a la ciencia vigilar estrechamente sus lími-tes, y al arte entregarse a las pesadas cadenas de las reglas; cuando el carácter se debilita y se desvanece, la ciencia busca únicamente gustar, y el arte divertir

El artista es sin duda hijo de su tiempo, pero ¡ay de él que sea también su discípulo o su favori-to! Que una divinidad bienhechora arrebate a tiempo al niño del pecho de su madre, que lo amamante con la leche de una época mejor y le haga alcanzar la mayoría de edad bajo el lejano cielo de Grecia. Que luego, cuando se haya hecho hombre, vuelva, como un extraño, a su siglo; pero no para deleitarlo con su presencia, sino para purificarlo, temible, como el hijo de Agame-nón. Si bien toma su materia del presente, recibe la forma de un tiempo más noble, e incluso de más allá del tiempo, de la absoluta e inmutable unidad de su ser. De este puro éter de su natura-leza demónica, nace la fuente de la belleza, libre de la corrupción de las generaciones y del tiempo, que, muy por debajo de ella, se agitan en turbios remolinos.

La humanidad había perdido su dignidad, pero el arte la salvó y la conservó en piedras cargadas de significación; la verdad pervive en el engaño, y la imagen originaria habrá de recomponerse a partir de una copia. Así como las nobles artes sobrevivieron a la noble naturaleza, la aventajan también en entusiasmo, dando forma a las cosas y estimulando la creación. Antes de que la ver-dad ilumine con su luz victoriosa las profundidades del corazón, la fuerza poética capta ya sus destellos, y las cumbres de la humanidad resplandecen, mientras en los valles reinan aún las ti-nieblas de la noche.Pero, ¿cómo se protege el artista de las corrupciones de su tiempo, que le rodean por todas par-tes? Despreciando el juicio de su época.

Vive con tu siglo, pero no seas obra suya; da a tus coetáneos aquello que necesitan, pero no lo que aplauden

El hombre puede alejarse de su determinación a través de dos caminos opuestos, de que nuestra época se ha extraviado por ellos, y ha caído, por una parte, en manos de la tosquedad, y por otra, de la apatía y de la depravación moral. De este doble extravío ha de regresarse por medio de la belleza. Pero, ¿cómo ha de poder la cultura estética enfrentarse a la vez a dos males opuestos y reunir en sí dos cualidades contradictorias? ¿Puede poner cadenas a la naturaleza del salvaje, y poner en libertad la del bárbaro? ¿Puede atar y desatar a la vez? Y si no fuera realmente capaz de ambas cosas, ¿cómo podría esperarse razonablemente de ella un efecto tan grande como el de la educación de la humanidad?

El desarrollo del sentido de la belleza refina las costumbres, de modo que no parece necesario aportar ninguna otra prueba. Nos apoyamos en la experiencia cotidiana, la cual muestra que, ca-si sin excepción, a un gusto cultivado van unidos un entendimiento claro, un sentimiento vivaz, una conducta liberal, e incluso digna, y a un gusto inculto, generalmente lo contrario.

La belleza debería revelarse como una condición necesaria de la humanidad.

Quien no se atreva a abandonar la realidad, no llegará nunca a conquistar la verdad.

El hombre, mientras no intuye ni siente, no es nada más que forma y capacidad vacía.

Sabemos que el ser humano no es exclusivamente materia, ni exclusivamente espíritu. La belle-za, en cuanto consumación de la humanidad del hombre no puede ser por tanto exclusivamente mera vida, tal como han afirmado agudos observadores que se atuvieron en demasía a los testi-monios de la experiencia, y a lo que el gusto de la época querría degradarla. La belleza tampoco puede ser exclusivamente mera Forma, como han juzgado algunos filósofos especulativos que

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se alejaron demasiado de la experiencia, y artistas que, tratando de filosofar sobre la belleza, se guiaron en exceso por las necesidades del arte. La belleza es el objeto común de ambos impul-sos, es decir, del impulso de juego. El habla justifica por completo este nombre, ya que acos-tumbra a denominar con la palabra juego todo lo que no es ni subjetiva ni objetivamente arbitra-rio y que, sin embargo, no coacciona ni interior ni exteriormente. Dado que el ánimo, al con-templar la belleza, se encuentra en un afortunado punto medio entre la ley y la necesidad, se sustrae de este modo a la coacción tanto de la una como de la otra, porque se reparte entre am-bas.

Nunca nos equivocaremos si buscamos el ideal de belleza de un ser humano por el mismo ca-mino por el que satisface su impulso de juego.

El hombre sólo juega cuando es hombre en el pleno sentido de la palabra, y sólo es enteramente hombre cuando juega. Sobre esta afirmación, os lo aseguro, se fundamentará todo el edificio del arte estético y del aún más difícil arte de vivir.

¿Qué es el hombre, antes de que la belleza suscite en él el libre placer y la serena forma calme su existencia salvaje? Un ser siempre uniforme en sus fines, y eternamente variable en sus jui-cios, egoísta sin ser él mismo, desatado sin llegar a ser libre, esclavo sin servir a ninguna regla.

Con las alas de la imaginación, el hombre abandona el limitado horizonte del presente; en el que se encierra la pura animalidad, para aspirar a un futuro sin limitaciones; pero mientras que el in-finito va naciendo ante su vertiginosa imaginación, su corazón no ha dejado aún de vivir en lo particular, ni de servir al instante. Inmerso en su animalidad, le sorprende el impulso hacia lo absoluto, pero como en ese sórdido estado todas sus aspiraciones se dirigen tan sólo a lo mate-rial y a lo temporal, y se limitan únicamente a su ser individual, aquella exigencia le induce sólo a extender hacia el infinito su ser individual, en lugar de hacer abstracción de él, a buscar una materia inagotable, en lugar de la forma, una variación incesante y una afirmación absoluta de su existencia temporal, en lugar de la permanencia.

¿Cuál es el fenómeno que anuncia en el salvaje el acceso a la humanidad? Por más ejemplos que busquemos en la historia, encontraremos siempre el mismo fenómeno en todas aquellas tribus que han conseguido abandonar la esclavitud del estado animal: el goce en la apariencia, la in-clinación al adorno y al juego.

La realidad de las cosas es obra de esas mismas cosas, pero la apariencia de las cosas es obra del hombre, y un ánimo que se deleita en la apariencia, ya no halla más placer en lo que recibe, sino en lo que hace.Es evidente que nos estamos refiriendo aquí a la apariencia estética, la cual hay que distinguir de la realidad y de la verdad, y no a la apariencia lógica que se confunde con éstas. A la apa-riencia estética, por tanto, se le aprecia por ser apariencia y no porque se le tenga por algo me-jor. Sólo la primera es juego; la segunda es un puro y simple engaño. Considerar la apariencia estética como un objeto, no puede perjudicar nunca a la verdad, porque no corremos el peligro de confundirla con la verdad, que es la única manera en que ésta podría resultar dañada; despre-ciar la apariencia estética significa despreciar al arte en general, cuya esencia es esa apariencia.

Al impulso de juego, que se complace en la apariencia, le seguirá el impulso mimético de for-mación, que considera la apariencia como algo autónomo

El hombre practica su derecho de soberanía en el arte de la apariencia, y cuanto más rigurosa-mente separe aquí lo mío de lo tuyo, tanto más minuciosamente separará la Forma del ser. Cuanta más autonomía sea capaz de darle a la Forma, tanto más ampliará el reino de la belleza, protegiendo a su vez los límites de la verdad; porque no puede purificar la apariencia de la realidad sin liberar a la vez la realidad de la apariencia.

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Pero el hombre sólo posee este derecho soberano en el mundo de la apariencia, en el reino in-animado de la imaginación, y lo posee sólo si se abstiene escrupulosamente de proclamar la existencia teórica de este mundo de la apariencia, y si renuncia a conferirle existencia práctica.

La apariencia es estética sólo si es sincera (si renuncia explícitamente a todo derecho de reali-dad), y sólo si es autónoma (si prescinde de todo apoyo de la realidad). Si la apariencia es falsa y finge ser real, y si es una apariencia impura y necesita de la realidad para lograr su efecto, no será entonces nada más que un vulgar instrumento orientado a fines materiales, y en modo al-guno puede hacer patente la libertad del espíritu.

En medio del temible reino de las fuerzas naturales, y en medio también del sagrado reino de las leyes, el impulso estético de formación va construyendo, inadvertidamente, un tercer reino feliz, el reino del juego y de la apariencia, en el cual libera al hombre de las cadenas de toda circuns-tancia y lo exime de toda coacción, tanto física como moral.

Oda a la Alegría 

¡Alegría, bella chispa divina,Hija del Elíseo!Entramos ebrios de fuego,Divina, en tu santuario,Tu hechizo vuelve a unirlo que la espada de los siglos separó;los mendigos se convierten en hermanos de los príncipesallí donde descansa tu suave ala.¡Sed abrazados, millones!¡Este beso para el mundo entero!¡Hermanos, por encima de la bóveda de estrellasdebe vivir un Padre amoroso.¡Quien logre el éxito enorme,ser amigo del amigo,quien consiga una dulce mujerque mezclar a su júbilo!¡Sí, cualquiera que tan sólo un almapueda llamar suya en toda la Tierra!Y el que nunca haya podido, sea excluidollorando fuera de esta banda.¡Quienes habitan el gran Orbeden homenaje a la simpatía!Les llevará a las estrellas,donde reina lo desconocido.Alegría beben los seresdel pecho de la Naturaleza;todos los buenos, todos los malvadossiguen su sendero de rosas.Besos nos dio y vides,un amigo, probado en la muerte;la lujuria le fue dada al gusano,y el Querubín se presenta ante Dios.¿Os postráis, millones?¿Presientes a tu Creador, Mundo?Buscadlo sobre el cielo estrellado,

sobre las estrellas debe vivir.La alegría es el fuerte resortede la eterna Naturaleza.Alegría, alegría, mueve las ruedasen el gran reloj del Mundo.A las flores hace salir de sus brotes,a los soles del firmamento.a las esferas echó a rodar por el espacio,fuera del alcance de los telescopios.Felices, como vuelan los soles,por los grandiosos espacios del cielo,seguid, hermanos, vuestra carrera,alegres, como un héroe a la victoria.Como el encendido fuego de la verdadsonríe al investigador.A la escarpada colina de la virtudempuja la carrera de los pacientes.En los soleados montes de la femira el hombre sus banderas al viento.Entre las grietas abiertas en el ataúduno se figura presente ante el coro de los ángeles.¡Resistid valientemente, millones!¡Resistid para un mundo mejor!Por encima de la bóveda de estrellasun gran Dios nos recompensará.Los dioses pueden no pagar al hombre,sin embargo es hermoso ser como ellos.El dolor y la pobreza se alejenpara regocijarse con la alegría.El rencor y la venganza sean olvidados,el enemigo mortal sea perdonado.Ni una lágrima sea derramada.Ni un remordimiento nos corroa.¡La cuenta de nuestras deudas sean destruidas!¡Reconcíliese el Mundo entero!Hermanos, sobre la bóveda de estrellas,

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Dios juzga tal como nosotros juzgamos.La alegría burbujea en las copas,en la dorada sangre de las uvas,bebida por dulces caníbales.El desesperado heroísmo –hermanos, vuela desde sus asientos.Cuando rebose el vino del Rihndeja que salpique los Cielos:este vaso de buen espíritu.Por quien adoran los cúmulos de estrellasPor quien alaban los himnos de los serafines,este vaso de buen espíritu,levantemos sobre la bóveda de estrellas.Firme valor en el pesado sufrimiento,ayuda en donde el inocente llora,para la eternidad el juramento hecho,la verdad tanto a amigos como a enemigos,El orgullo del hombre antes que el trono del rey,–hermanos, valga bienes y sangre–

por méritos su corona,abajo con esa pandilla de mentirosos.Cerrar aún más el círculo sagradojúrese por este vino dorado:para verificar el voto,¡júrese por el Juez de las estrellas!Devuélvanse las cadenas del tirano,generosidad también con el villano,esperanza en el lecho de muerte,¡gracia en el Juicio Supremo!¡También los muertos vivirán!Hermanos, bebamos y clamemos,todos los pecados serán perdonados,y no habrá más infierno.¡Una hora serena de despedida!¡Dulce sueño en el sudario!Hermanos –una simple fraseen boca del Juez de los muertos.

Reminiscencia inmortal (Versión de Antonio José Restrepo)Dime amiga, la causa de este ardiente,puro, inmortal anhelo que hay en mí:suspenderme a tu labio eternamente,y abismarme en tu ser, y el grato ambientede tu alma inmaculada recibir.En tiempo que pasó, tiempo distinto,¿no era de un solo ser nuestro existir?¿acaso el foco de un planeta extintodio nido a nuestro amor en su recintoen días que vimos para siempre huir?...Tú también como yo? Sí, tú has sentidoen el pecho el dulcísimo latidocon que anuncia su fuego la pasión:amémonos los dos, y pronto el vueloalzaremos felices a ese cieloen que otra vez seremos como Dios.

El paseo¡Te saludo, montaña mía, con tu rosada cima radiante, te saludo, sol, que tan dulcemente la iluminas!También a vosotros os saludo, campos vivaces, tilos susurrantes, y al coro alegre que se mece entre las ramas,también a ti, azul sereno, que se extiende inmenso en torno a la parda montaña, sobre el verde bosque,y también en torno a mí, liberado por fin de la prisión de mi estancia y de la angosta conversación, feliz de estar confiado a ti.La corriente balsámica de tu viento penetra en mí y me conforta y la vigorosa luz recrea a la sedienta mirada,poderosamente brillan los colores cambiantes sobre el prado en floración, pero sus encantadores contrastes se resuelven con elegancia,libre me acoge el amplio tapiz de los pastos, a través de su verdor serpentea amable el sendero campestre,

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la hacendosa abeja zumba a mi alrededor, con alas dubitantes danza la mariposa sobre el trébol rojo,un rayo del sol me alcanza ardiente, los vientos de poniente yacen silenciosos, sólo el canto de la alondra agita el aire sereno.Mas ahora el viento ruge desde un bosque cercano, se abaten las copas de los chopos y ondea con el viento la hierba plateada,me envuelve la noche ambrosíaca; el aire fresco de un sombrío hayedo me acoge como techo poderoso,en el misterio del bosque se me oculta de repente el paisaje y un sendero serpenteante me conduce hacia lo alto.Furtivamente penetra la trama frondosa de las ramas una débil luz, y asoma sonriente el azul.De repente se rasga el velo. El bosque abierto me devuelve sorprendido el deslumbrante esplendor del día.El horizonte se eleva inabarcable ante mi vista y una montaña azulada traza los confines del mundo.Al pie del monte, en el abismo que se precipita frente a mí, corre el espejo vivaz de la verdosa corriente.Infinito diviso el Éter bajo mí, infinito sobre mí, con vértigo si miro hacia lo alto, con terror si miro hacia abajo;pero entre la eterna altura y la eterna profundidad un sendero apuntalado guía seguro al caminante.Sonriendo discurren las fértiles orillas ante mí y el valle esplendoroso celebra la felicidad del trabajo.Mira aquellas líneas que limitan la propiedad del campesino, Deméter las ha trazado sobre el tapiz de los campos.Benéfica es la letra de la ley, obra del Dios que al hombre sostiene, desde que el amor huyó espantado de un mundo férreo,Pero un serpenteo más libre atraviesa los campos reglados, enredándose aquí en el bosque, encaramándose allí a la montaña,camino que une los países como un tenue vínculo; sobre la lenta corriente se deslizan las balsas,el campanilleo de los rebaños resuena por los campos bulliciosos y el solitario canto del pastor despierta al eco.Pueblos alegres adornan el río, otros desaparecen en el bosque, y otros se desparraman por la ladera de la montaña.Todavía vive el hombre en armonía con el campo, sus tierras se extienden pacíficamente en torno a su rústico techo,la vid trepa con familiaridad hasta la baja ventana, el árbol rodea la casa con el abrazo de sus ramas.¡Pueblo feliz de los campos! No despierto aún a la libertad, compartes alegre con tus tierras la ley limitada.El ciclo regular de las cosechas define tus deseos, tu vida discurre en función de tu trabajo cotidiano.Más, ¿quién me roba en un instante esta grata visión? Un espíritu foráneo se extiende veloz sobre los campos extranjeros!Hostil se aísla cuanto amorosamente se vinculaba sin mezclarse y sólo es igual aquello que como tal se ordena:veo formarse castas, una generación orgullosa como chopos se levanta airada con ordenada pompa,todo se convierte en regla, en elección y significado, este séquito de siervos me anuncia la llegada de un dominador,desde lejos lo anuncia el brillo de las cúpulas iluminadas, sobre base rocosa se alza la elevada ciudad.Los faunos del bosque son expulsados a lugares más salvajes,

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pero la devoción confiere a la piedra una vida más alta.El hombre estrecha su vecindad con el hombre. Su entorno se empequeñece, más activo, el mundo se revoluciona en él con rapidez.Mira cómo empieza la lucha impetuosa de las fuerzas encolerizadas, si grande es su disputa, más grande es su unión.Un único espíritu vivifica mil brazos, un único corazón, inflamado de un sentimiento, late en mil pechos,palpita por la patria y arde por la ley de los antepasados cuyos restos venerables reposan aquí sobre la tierra amada.Del cielo descienden benévolos dioses y adquieren una morada festiva en el recinto consagrado,se presentan con el regalo de espléndidos dones: Ceres primero trae el regalo del arado, Herrnes el ancla,Baco la uva, Minerva el fruto verde del olivo, también Poseidón porta el caballo de batalla,la madre Cibeles engancha los leones al carro y se convierte en ciudadana al traspasar la puerta hospitalaria.¡Piedras sagradas! De entre vosotras crecieron los colonos de la humanidad, que llevaron sus costumbres y el arte a las islas más lejanas del mar,los sabios dictaron el derecho junto a estas puertas de la sociedad y los héroes las atravesaron para luchar por los penates.Sobre este muro aparecieron las madres con los lactantes en brazos mirando a las tropas hasta que el horizonte las ocultó.Implorando se arrodillaron entonces ante los altares de los dioses, pidiendo gloria y victoria, rezando por vuestro retorno.Honor y victoria fueron concedidos, pero sólo regresó la gloria, una piedra conmovedora proclama el valor de vuestras acciones:«Caminante, si vas a Esparta, anuncia allí que nos has visto aquí yacer, como la ley lo ordenó».¡Reposad serenos, queridos! Regalo por vuestra sangre verdea el olivo, germina la valiosa semilla.El trabajo alegre y el gozo de la propiedad entusiasman, desde los juncos del torrente saluda el dios azul.El hacha se abate silbando sobre el árbol, la dríada gime, desde lo alto de la montaña, se precipita con estruendo la pesantez.De la cantera cae la piedra, impulsada por la palanca, el minero se sumerge en el abismo de la montaña.El yunque de Vulcano retumba con la cadencia de los golpes de martillo, bajo el puño saltan las chispas del acero.El lino dorado ciñe radiante al huso bailarín, por las torcidas maromas cruza tejedor el barco,desde la lejana bahía llama el piloto, esperan las flotas que transportan a tierra extranjera el fruto del duro trabajo local,otros introducen con júbilo los bienes de países lejanos, en lo alto de un mástil ondea una guirnalda de fiesta.Mira cómo pululan los mercados, instrumentos de una vida feliz, ruge en el oído perplejo el caos de lenguas extrañas.El comerciante amontona en la tienda los frutos de la tierra, lo que el suelo africano produce bajo el sol ardiente,lo que tuesta Arabia, lo que ofrece la extrema Tule, todo aquello con lo que Amaltea satisfecha llena su cuerno.La felicidad confieren allí las hijas de los dioses al talento, criadas por la libertad, crecen las artes del placer.El artista deleita la vista con su actividad imitadora, y animada por el escoplo habla y siente la piedra,

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Un cielo artificial se suspende sobre las esbeltas columnas jónicas, y un Panteón acoge en sí a todo el Olimpo,ágil como el salto de Iris en el cielo, como la flecha del arco, atraviesa el arco del puente la corriente impetuosa.En su tranquila estancia el sabio medita mientras tanto, proyecta órbitas enormes e investigando se aproxima al espíritu creadoprueba el poder de la materia, el odio y el amor del magnetismo, persigue al sonido por el aire y al rayo por el Éter,busca una ley estable en el terrible misterio del azar, busca un punto fijo entre la fuga de los fenómenos.La escritura presta cuerpo y voz a los pensamientos mudos y la palabra escrita se transmite a través de la corriente de los siglos.Ante la mirada asombrada se disipa la niebla de la ilusión y las sombras de la noche ceden ante la luz del día naciente.El hombre rompe feliz sus cadenas. Mas no rompa con las cadenas del miedo las riendas del pudor.La razón invoca libertad, pero también la exigen los instintos y ambos se sustraen con avidez de la sagrada naturaleza.En la tempestad se sueltan las anclas que le sujetaban al resguardo de la orilla la corriente agitada le atrapa con su poder,le arrastra hasta el infinito, la costa desaparece, sobre la cresta del oleaje se balancea el bote desarbolado,detrás borran las nubes a las firmes estrellas de la Osa, ya no queda nada, incluso Dios se ha perdido en el seno.De la conversación desaparece la verdad, de la vida la fe y la lealtad, mienten hasta los labios que juran.En la alianza más profunda del corazón, en el misterio del amor se presenta el sicofante desgarrando entre sí a los amigos,la traición escruta a la inocencia con ávida mirada, el colmillo del vicio asesina con su dentellada venenosa.Venal es el pensamiento en el espíritu corrupto, el amor despoja al libre sentimiento de su nobleza divina;de tus sagrados símbolos, verdad, se ha apoderado la mentira, violando las voces preciosas de la naturalezaque el corazón indigente reconoce en el impulso de felicidad, el sentimiento sincero se insinúa apenas en el silencio.En la tribuna alardea el derecho, en el hogar la concordia, el espectro de la ley se alza junto al trono de los reyes,puede que las momias duren años o siglos, que permanezca la imagen engañosa de una vida plena,hasta que la naturaleza despierte, y la necesidad y el tiempo rocen con sus poderosas manos el edificio vacío,como una tigresa que rompe la reja de hierro al recordar súbitamente el bosque de Numidiase alza la humanidad con el coraje de la infamia y la miseria padecida y en las cenizas de la civilización busca la naturaleza perdida,¡Así os abrís, oh muros, y ponéis en libertad al prisionero, para que regrese, salvado, al campo que un día abandonó!Mas ¿dónde estoy? El camino se oculta. Escarpados barrancos me impiden el paso hacia adelante y por detrás como abismos que bostezan.Tras de mí queda la fiel compañía de los jardines y los setos, ya no hay huella alguna de trabajo humano.Tan sólo veo ruda materia, de donde puede brotar la vida, y la roca bruta que aguarda la mano del artista,el torrente se precipita impetuoso a través de la garganta

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y bajo las raíces del árbol abre furiosamente una salida.Todo es aquí salvaje, terrible yermo. Sólo el águila se alza en el cielo desierto y une el mundo con las nubes.Ningún soplo de viento me alcanza el eco perdido de las fatigas y placeres humanos.¿Estoy realmente solo? No. Estoy de nuevo en tus brazos, naturaleza, en tu corazón. Fue sólo un sueño terribleque me atacó con las imágenes espantosas de la vida, pero descendiendo al valle desaparecen las tinieblas.Recibo una vida más pura de tus puros altares, ¡recupero el alegre coraje de la esperanzada juventud!La voluntad cambia eternamente el fin y la regla, los hechos cambian y se repiten de mil maneras.Pero tu honestidad, tu juventud y tu bella diversidad, naturaleza fiel, rinden honor a la vieja ley.Siempre la misma, conservas en buenas manos para el hombre maduro lo que te confiaron el niño juguetón y el joven,alimentas con el mismo pecho la múltiple diversidad de las épocas; bajo el mismo azul, sobre el mismo verdediscurren unidas las generaciones presentes y las lejanas. Mira cómo el sol de Homero también a nosotros nos sonríe.

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JOHANN WOLFGANG GOETHE (FRANKFURT, 1749-WEIMAR, 1832)

Las penas del joven Werther (fragmentos)4 DE MAYO DE 1771¡Qué feliz estoy de haber viajado! Querido amigo, ¡lo que es el corazón del hombre! Haberte dejado, a ti, a quien tanto quiero, tan inseparables los dos, y sin embargo estoy contento. Sé que me perdonas. Las otras amistades parecían haber sido escogidas por el destino para atormentar un corazón como el mío. ¡La pobre Leonor! Y, sin embargo, soy inocente. ¿Qué culpa tengo de que en su pobre corazón se encendiera una pasión por mí, mientras a mí me seducían los capri-chosos encantos de su hermana y me deparaban gratos momentos? Pero igual, ¿no tendré algo de culpa? ¿Acaso no alimenté sus sentimientos? ¿No fui complaciente al gozar de los ingenuos modos de su naturaleza, que tanto nos hicieron reír aun cuan¬do no tenían nada de risibles? ¿No he...? Ah, ¿qué es el ser humano, como para poder quejarse de sí mismo? Quiero, querido ami-go, te lo prometo, quiero mejorarme, ya no deseo volver a probar una y otra vez esos pequeños sinsabores que nos depara el destino como siempre lo hice, quiero gozar el presente, que el pa-sado sea pasado. Seguro, tienes razón, querido, las penas del ser humano serían mucho menores si los hombres no se dedicaran con tanto afán -sólo Dios sabe por qué nos hizo así- a empeñarse con la imaginación en volver a recordar los dolores del pasado, en vez de soportar aceptable-mente el presente. […]Por cierto, me encuentro muy bien acá, la soledad es un bálsamo precioso para mi corazón en este lugar paradisíaco, y la actual estación del año, que es la de la juventud, me templa el cora-zón, a veces un poco aterido. Cada árbol, cada arbusto es un ramillete de flores y uno desearía convertirse en abejorro y flotar en este mar de aromas, nutriéndose de ellos.La ciudad en sí es desagradable; en cambio sus alrededores albergan una naturaleza de una her-mosura indescriptible. Fue lo que llevó al fallecido conde von M... a trazar un jardín en una de estas colinas que se entrelazan en las más hermosas variaciones formando unos valles encanta-dores. El jardín es simple y, no bien se ingresa, uno nota que su trazado no es obra de la ciencia de un jardinero sino más bien la de un corazón sentimental que quiso venir a disfrutar.

10 DE MAYOSiento que mi alma ha sido inundada por una maravillosa alegría, similar a los dulces amanece-res primaverales que gozo de todo corazón. Estoy solo y me alegro de estar viviendo en esta zo-na, tan propicia para espíritus como el mío. Soy tan feliz, mi buen amigo, inmerso en la sensa-ción de una existencia tan apacible, que hasta mi quehacer artístico comienza a declinar. Ahora no podría dibujar ni un solo trazo, y sin embargo nunca fui mejor pintor que en estos momentos. Cuando veo la bruma que se levanta del valle y el sol que llega hasta, la impenetrable oscuridad del bosque, y tan sólo unos pocos rayos se filtran al recinto sagrado, y yo acostado entre el alto matorral al lado del arroyo, descubro a mi lado, en la tierra, la diversidad de mil hierbas; cuando veo la ebullición en el minúsculo mundo de la maleza, la infinita e inmensa variedad de insec-tos, de mosquitos, y los siento cercanos a mi corazón, y siento la presencia del Todopoderoso, que nos creó según su imagen y semejanza, y siento el hálito del amor divino, el que con eterna fruición nos sostiene y mantiene flotando; entonces, mi amigo, cuando mis ojos se adormecen y el mundo a mi alrededor y el cielo entero descansan en mi alma como la figura de una amada, entonces me invade la nostalgia y pienso: ¡ay, si pudieras volver a expresar todo esto, si pudiera plasmar sobre papel todo esto que es tan pleno, que vivo tan ardiente dentro de ti, que fuera el espejo de tu alma como tu alma es el espejo del Dios infinito! Mi amigo... Pero todo esto me es-tá consumiendo, sucumbo ante la fuerza de lo maravilloso de estas imágenes.

13 DE MAYO¿Me preguntas si debes enviarme mis libros? Por favor, querido, te pido por Dios que me libres de ellos. Ya no quien» volver a ser guiado, dirigido, alentado, estimulado. Este corazón ya bulle de emociones; necesito canciones que me arrullen y mi Homero me las brinda con creces. […]

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17 DE MAYOHe conocido a mucha gente pero aún no trabé amistad con nadie. No sé qué de ofensivo he de tener para la gente. Son muchos los que me estiman y se acercan a mí, pero me duele que el ca-mino que compartimos se separe después de un breve trayecto. Si me preguntas cómo es la gen-te de por acá, debo decirte: como en todas partes. El ser humano es una cosa uniforme. La ma-yoría emplea la mayor parte del tiempo para vivir y lo poco que le queda de libertad le asusta tanto que hace lo imposible para deshacerse de ella. ¡Oh, el destino del hombre!Sin embargo, la gente es buena. A veces, cuando me dejo llevar por las circunstancias y com-parto alguna de las alegrías que le han quedado al hombre, como divertirse abierta y francamen-te en una mesa bien compartida, una excursión, participar de un baile en el momento propicio, y otras situaciones semejantes, noto que me sienta bien. Sólo que en ese momento debo pensar en todas las otras fuerzas que residen en mi interior, que enmohecen sin ser aprovechadas y debo ocultar cuidadosamente. Ay, eso sí que angustia el corazón. Y, sinembargo, el ser malentendidos es nuestro destino.

22 DE MAYOA más de uno ya le ha parecido que la vida del hombre es un sueño. A mí también me acompa-ña esa sensación. Mas cuando compruebo los límites que se le han impuesto a la fuerza creadora e investigadora del ser humano, que todos sin esfuerzos tienden a satisfacer necesidades sin otra función que la de prolongar nuestra pobre existencia, y, luego, que todo el sosiego que existe en determinados aspectos de la investigación no es más que una ilusa resignación en la que pinta-mos coloridas figuras y luminosas perspectivas sobre las paredes que nos aprisionan, todo esto, Wilhelm, me enmudece. Me retraigo en mí mismo y descubro otro mundo. Otra vez, con más presentimientos y sombrías ansiedades, que en exposición y fuerza viva. Todo flota ante mis sentidos y con una sonrisa me sumerjo en este mundo. […]

26 DE MAYO[…]La primera vez que llegué de casualidad a los tilos, en una hermosa tarde, el lugar me pare-ció muy solitario. Todos estaban trabajando en el campo, sólo había un niño, de unos cuatro años, sentado en la tierra y tenía a otro niño, de unos seis meses, sentado delante de él, entre sus piernas, abrazado a su pecho, como si estuviera en una sillita para bebé, y a pesar de la vivaci-dad con que miraban sus negros ojos, el pequeño estaba quieto. Me encantó la escena; me senté sobre un arado que había enfrente y dibujé con gran entusiasmo esta imagen de la hermandad. Le agregué un cerco el portón de un granero, y unas ruedas de carro quebradas, todo lo que ha-bía detrás de ellos, y al cabo de una hora descubrí que había compuesto un dibujo de lo más aceptable, bastante interesante, sin que le hubiese agregado nada propio.

Esto confirmó mi propósito de atenerme, en el futuro, sólo a la naturaleza. Sólo ella es infinita-mente rica y sólo ella es capaz de crear a un gran artista. Se podrán decir muchas cosas positivas sobre las reglas, lo mismo más o menos de lo que se puede destacar de la sociedad burguesa. Alguien que se guíe por ellas no podrá producir algo pésimo o de mal gusto, como tampoco será un vecino insoportable o un notorio malvado quien se deje formar por las leyes y el bienestar. Pero, y se podrá decir lo que se quiera, toda regla artística destruirá el genuino carácter de la na-turaleza y su auténtica expresión. ¡Di que es demasiado duro! Sólo impone límites, poda los brotes llenos de savia, etc. Buen amigo, ¿quieres que te brinde una parábola? Es lo mismo que en el amor. Un joven corazón se enamora de una muchacha, pasa todas las horas del día con ella, desperdicia todas sus fuerzas, toda su fortuna, sólo para expresarle en cada momento que su entrega es total. Y en eso llega un filisteo, un hombre que ocupa cualquier función de burócrata, y le dice: «Distinguido señor, amar es humano, sólo que usted tiene que amar como un humano. Distribuya usted sus horas, algunas para el trabajo, y las otras, las del esparci-miento, se las dedica a su muchacha. Calcule sus bienes, y de lo que le sobre de los gastos le puede hacer un regalo, no se lo niego, pero no con frecuencia, sólo para su cumpleaños o para el día de su santo, etc.». […]

16 DEJUNIO

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¿Que por qué no te escribo? ¿Me lo preguntas tú, que eres un hombre sabio? Deberías presentir que me siento bien y que -bueno, para hacerlo breve- he conocido a alguien que me ha tocado el corazón. Yo he..., no lo sé. Resultará muy difícil contarte ordenadamente cómo sucedió que co-nocí a una de las criaturas más encantadoras. Estoy contento, soy feliz, y por lo tanto, un mal cronista. […]Nuestros jóvenes habían organizado un baile en el campo al que finalmente accedí a concurrir. Me ofrecí a acompañar a una joven del lugar, muy buena, bella, pero no muy interesante por cierto, y quedamos en que tomaría un coche para ir con ella y su tía hasta el lugar de la fiesta, recogiendo de paso a Charlotte S...-Va a conocer usted a una bella dama -me dijo mi acompañante mientras viajábamos hacia el palacete atravesando un amplio bosque.-Tenga usted cuidado -agregó la tía- de no enamorarse.-¿Por qué? -dije.-Porque ya está comprometida -me contestó- con un hombre muy bueno, que se encuentra de viaje para liquidar unos asuntos: su padre ha fallecido y ahora debe preocuparse por un ingreso acomodado.Tomé la noticia con bastante indiferencia.[…]Descendí del carruaje y una criada que había salido al portón nos rogó que esperásemos un momento, la señorita Lotte no tardaría en venir. Crucé el patio hasta llegar a la casa, una notable edificación, y tras subir las escalinatas y pisar el umbral de la puerta, presencié el espectáculo más encantador que jamás habían visto mis ojos. En el vestíbulo había seis niños, de entre once y dos años de edad, que se arremolinaban en torno de una muchacha hermosa, de estatura me-diana, que llevaba un simple vestido blanco con moños rosados en las mangas y en el pecho. Sostenía un pan negro y le cortaba un trozo a cada uno de los pequeños a su alrededor, en pro-porciones de acuerdo a la edad y el apetito; se lo entregaba con tanta gracia y ellos, que estira-ban los brazos para recibirlo aun antes de haber sido cortado, agradecían con total naturalidad; después se alejaban dando saltos, contentos con la comida, mientras los más tranquilos salían hasta el portal del patio para ver a las visitas y el coche en el que iba partir su Lotte.-Le pido perdón -dijo ella- por haberlo hecho entrar y hacer esperar a las mujeres. Al vestirme y dejar listas alguna cosas previendo mi ausencia en la casa, olvidé preparar la cena para mis pe-queños y no aceptan que otro que no sea yo les corte el pan.Le contesté con un cumplido sin mayor importancia; toda mi alma se concentraba en su persona, el tono, los gestos, y apenas tuve tiempo de recuperarme de esta sorpresa cuando ya había entrado a un cuarto para recoger los guantes y su abanico. […]

21 DE JUNIOEstoy viviendo días tan felices como Dios sólo tiene reservados a sus santos. Pase lo que pase conmigo, ya no podré decir que no he gozado la felicidad, las más genuinas felicidades de la vi-da. Ya conoces Wahlheim, allá me he establecido completamente, de ahí estoy a sólo media ho-ra de Lotte, allí me siento yo mismo, y gozo toda la felicidad que se nos ha dado a los seres hu-manos. ¡Cómo iba a imaginar que iba a estar tan cerca del cielo cuando elegí Wahlheim como lugar de partida de mis paseos! ¡Cuántas veces en mis largas caminatas, a veces desde las coli-nas, otras desde la planicie junto al río, habré visto ese pabellón de caza convertido ahora en el centro de todos mis deseos!Querido Wilhelm, he reflexionado sobre muchas cosas, sobre la permanente inquietud del hom-bre por ampliar su horizonte, hacer nuevos descubrimientos, divagar; y también sobre la fuerza interior que lo impulsa a aceptar las restricciones que imponen los límites, a dejarse llevar por el camino de lo acostumbrado, sin interesarse por lo que pase a su izquierda o a su derecha. […] Con lo lejano pasa lo mismo que con lo futuro. Ante nuestra alma se halla un todo, enorme y en penumbras, nuestra sensibilidad se diluye en él al igual que la mirada. Nuestro anhelo es el de poder entregarnos por completo y dejar que nos inunde un sentimiento majestuoso, magnífico, único. Pero, ay, cuando nos acercamos, cuando el allá se convierte en acá, cuando lo que fue es igual a lo que será, entonces nos quedamos con nuestra pobreza, con nuestras limitaciones; nuestra alma sigue sedienta del bálsamo que se nos ha escapado.

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Es así como el más errante vagabundo anhela volver finalmente a su lugar de partida, y encuen-tra en su casa, en el seno de su amada, junto a sus hijos y en su afán de mantenerlos, la satisfac-ción que infructuosamente había buscado por el mundo.

12 DE AGOSTOSin duda, Albert es el hombre más bueno que vive bajo el cielo. Ayer viví con él una situación excepcional. Fui a verlo para despedirme. Tenía ganas de salir a cabalgar a la sierra desde donde te estoy escribiendo ahora, y estando en su cuarto de pronto descubrí sus pistolas.-Préstame tus pistolas para el viaje -le dije.-Por mí -dijo-, si tienes la paciencia de cargarlas. Acá las tengo sólo de adorno.Tomé una de ellas, y él continuó:-Desde el día en que mi propia prudencia me jugó una mala pasada no quiero saber nada más de esas cosas.Me puso curioso y quise saber más detalles sobre el asunto-Hace algún tiempo -dijo- pasé como tres meses en casa de un amigo, en el campo. Había lleva-do unas tercerolas, las tenía descargadas, algo que me permitía dormir tranquilamente Era una tarde de lluvia, yo estaba sin hacer nada y de pronto se me ocurrió que tal vez, en caso de ser asaltados, sí nos harían falta las pistolas y que... ya sabes cómo es esto. Se las di al criado, le di-je que las limpiara y las cargara. Él se puso a hacer bromas con una muchacha, la quiso asustar y, de pronto, sabe Dios cómo, la pistola se disparó, con el cargador aún colocado, y le perforó la mano derecha destrozándole el pulgar. Debí enfrentar los lamentos y encima pagar la cura. Des-de entonces tengo las armas descargadas. Querido amigo, ¿qué es ser prudente? Nunca termina-remos de aprender lo que es el peligro. Sin embargo...Sabes cómo lo quiero al hombre, hasta que llega a sus «sin embargo». ¿Acaso no se sobreen-tiende que toda regla tiene sus excepciones? Pero él es así de escrupuloso. Cuando cree haber dicho algo a la ligera, una generalidad, una verdad a medias, no termina de modificarla, de arre-glarla, de componerla hasta que por último ya no queda nada de lo que dijo. A raíz de este suce-so se explayó tanto sobre el tema que al final terminé por no escuchar lo que decía, empecé a divagar en mis pensamientos y de pronto elevé la pistola y apunté a mi sien derecha.-¿Pero qué haces? -dijo Albert, al tiempo que me quitaba la pistola.-No está cargada -repliqué.-Y qué importa -me dijo impaciente-. No puedo imaginarme cómo un hombre puede ser tan ton-to como para pegarse un tiro, sólo pensar en esa idea me repugna.-¡Oh, hombres! -exclamé-, cada vez que hablan de una cosa tienen que decir: esto es una locura, esto es inteligente, esto es bueno, esto es malo. ¿Qué significado tiene todo esto? ¿Acaso han analizado así en profundidad las razones de lo que uno ha hecho? ¿Conocen acaso con absoluta seguridad los motivos de la determinación, por qué sucedió, por qué tuvo que suceder? Si lo hu-biesen hecho, no serían tan ligeros a la hora de juzgar.-Tendrás que reconocer -dijo Albert- que hay determinados hechos que son pecaminosos, cual-quiera haya sido el motivo que los generó.Me encogí de hombros y le di la razón.-Pero, amigo mío -seguí-, también en esto hay algunas excepciones. Es cierto que el robo es un pecado, ¿pero el hombre que roba para salvarse a sí mismo y a los suyos de morirse de hambre merece compasión o ser castigado? ¿Quién tira la primera piedra contra el marido que en su jus-ta ira sacrifica a su mujer infiel y al vil seductor? ¿O contra la muchacha que en un instante de éxtasis se deja llevar por la irresistible felicidad del amor? Incluso nuestras leyes, tan frías y me-ticulosas, se dejan conmover y retienen su castigo.

-Eso es completamente otra cosa -repuso Albert-, porque un hombre arrastrado por sus pasiones pierde la conciencia do lo que hace y es tratado como un ebrio o un loco.-Ah, ustedes los cuerdos -le contesté sonriendo-. ¡Pasiones, embriaguez, locura! Ahí están uste-des, los defensores de la moral, impávidos, ajenos. Censuran al ebrio, sienten repulsa por el lo-co, pasan de largo como un cura y, como los fariseos, agradecen a Dios por no haberlos hecho como a uno de ellos. Más de una vez estuve embriagado, mis pasiones nunca estuvieron muy le-jos de la locura, y no me arrepiento de lo uno ni de lo otro. Porque a mi manera he aprendido a

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comprender que a todos los hombres capaces de hacer algo extraordinario, algo imposible, siempre se los calificó de ebrios y locos. Y aun en la vida normal es insoportable escuchar como casi todos exclaman «ese hombre está borracho, está loco» sólo por haber realizado algo media-namente noble o generoso. Ustedes, hombres sensatos, cuerdos, avergüéncense.-Este es otro de tus desvaríos -dijo Albert-, exageras todo, y al menos acá estás errado, cuando quieres comparar el suicidio, y de esto estamos hablando, con un acto pleno de nobleza, cuando en realidad no se lo puede considerar de otra manera que como un gesto de debilidad. Porque está claro que es más fácil morir que seguir aguantando una vida llena de tormentos. Estuve a punto de abandonar la conversación porque no hay situación que más me saque de qui-cio, cuando estoy ha- blando con toda la fuerza de mi corazón, que alguien me venga con un lu-gar común carente de toda profundidad. Pero mu contuve porque lo he oído ya tantas veces y me alteré muchas veces más, y le contesté con cierta vehemencia:-¿A esto llamas tú debilidad? Pero, por favor, no te dejes deslumbrar por las apariencias. Un pueblo que sufre bajo el insoportable yugo de un tirano, ¿acaso es débil si por fin se levanta y rompe las cadenas? ¿Lo es un hombre que vence el terror de ver cómo su casa es presa de las llamas y junta todas sus fuerzas para rescatar cosas que en una situación normal sería incapaz de mover? ¿O puedes tildar de débil a aquel que enfurecido por una ofensa se pelea con otros seis y los vence? Y, querido amigo, si el esfuerzo significa valor, ¿por qué debemos considerar lo exaltado justamente como lo contrario?[…]-Amigo mío -exclamé-, el hombre es el hombre y la inteligencia que puede llegar a tener no vale mucho cuando golpean las pasiones y lo llevan hasta los límites de lo humano. Es más, pero lo dejamos para otra oportunidad -dije, y tomé mi sombrero.Oh, mi corazón se sentía tan pleno. Y nos separamos sin que nos hubiéramos entendido. Aun-que, en este mundo, no es fácil que uno llegue a entender al otro.

8 DE ENERO DE 1772Cómo puede haber gente que se desviva por todo lo que sea ceremonial, cuyo quehacer y pensar se consagren, año tras año, a lograr mejorar su posición en el protocolo, aunque tan solo sea arrimando algo más su silla a la cabecera. Y no es que no tengan nada que hacer; no, al contra-rio, justamente por dedicarse a las nimiedades de un ascenso quedan pendientes las cosas impor-tantes. La semana pasada, sin ir más lejos, hubo rencillas durante el paseo en trineo y todo se echó a perder.¡Qué necios aquellos que no ven que en realidad no es importante la posición en sí, y que los que están ubicados en el primer puesto casi nunca juegan realmente el primer papel! ¡Cuántos reyes son gobernados por sus ministros y cuántos ministros por sus secretarios! ¿Y quién es en-tonces el primero? Aquel, creo yo, que supera a los otros y además dispone de tanta fuerza y vi-veza como para aprovecharse del ímpetu y las pasiones ajenas en la consecución de sus propios fines.

12 DE OCTUBREOssian ha desplazado en mi corazón a Homero. ¡A qué mundo me lleva este numen! A caminar por las landas agrestes en medio de vientos tempestuosos que arrastran las ánimas de los antepa-sados entre espesas neblinas y la luz de la luna. Desde las montañas se oye el lastimero gemido de los espíritus en sus cavernas, en medio del rugiente torrente que atraviesa los bosques y del quejumbroso llanto de la doncella agonizante sobre las cuatro piedras cubiertas de musgo y pas-to que marcan la tumba del héroe caído que fue su amado. Allí encuentro al caminante bardo de sienes canosas que busca las huellas de sus antepasados por toda la extensa landa y encuentra sus tumbas, y entonces entre sollozos busca con su mirada el lucero de la noche que se esconde entre las olas del mar; y en el alma del héroe reaparecen los tiempos pasados cuando todavía el rayo amigo iluminaba los peligros al valiente y la luna alumbraba el barco engalanado en el que regresaba victorioso. Leo en su frente la profunda congoja, veo al último de los gentiles, desam-parado también él, tambaleándose extenuado hacia la tumba donde en una suma de alegrías do-lorosamente ardientes se empapa con la presencia sin fuerza de las sombras de sus muertos, y baja su mirada hacia la tierra helada y los altos pastos que mueve el viento para exclamar: «Ha

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de arribar el caminante, llegará el que me conoció en mi hermosura y preguntará: ¿dónde está el cantor, aquel cabal hijo de Fingalf? ¡Sus pasos pisarán mi tumba preguntando en vano por mí en esta tierra!» ¡Oh, amigo mío! Como un noble guerrero quisiera desempuñar mi espada y librar a mi príncipe del lacerante martirio de su lenta e infinita agonía para luego sacrificar mi alma por el semidiós liberado.

19 DE OCTUBRE¡Ah, qué vacío! Este espantoso vacío que siento en mi pecho. A veces pienso que, si pudiera una vez, una sola vez, estrecharla contra mi corazón, todo ese gran vacío volvería a estar pleno.

27 DE OCTUBREQuisiera abrirme el pecho tantas veces y hundirme los sesos cuando me doy cuenta de qué poco significamos el uno para el otro. El amor, la felicidad, el calor y la ternura que soy incapaz de entregar, el otro tampoco me los dará, y no podré alegrar al prójimo con un corazón lleno de di-cha si él mantiene su frialdad y su desgano.

27 DE OCTUBRE, AL ATARDECERTengo tanto para dar y mis sentimientos hacia ella consumen todo, tengo tanto, tanto, y sin ella todo se convierte en nada.

14 DE DICIEMBRE¿Qué es esto, querido? ¡Me asusto de mí mismo! ¿No es mi amor hacia ella el más sa-grado, puro y fraternal de todos los amores? ¿Acaso he sentido en mi pecho alguna vez un deseo reprobable? No quiero jurar... ¡Y ahora, sueños! ¡Cuánta razón tenían aquellos al culpar de estos contradictorios pensamientos a poderes extraños! ¡Esta noche! Tiem-blo al decirlo, la tuve en mis brazos, apretada bien fuerte contra mi pecho, llenando de infinitos besos aquellos labios balbuceantes de amor. Mis ojos se bañaban en la embria-guez de los suyos. ¡Dios mío!, ¿seré culpable de seguir sintiendo ahora semejante dicha, cuando con todo el íntimo fervor vuelve a mí el recuerdo de esa ardiente felicidad? ¡Lotte, Lotte! ¡Estoy acabado! Mis sentidos están perturbados, hace una semana que he perdido la claridad de mi conciencia, mis ojos están llenos de lágrimas. No me siento bien en ningún lado y me va bien en todo lugar. No tengo deseos, no quiero nada, lo mejor sería que me fuera.

En este tiempo y bajo tales circunstancias, en el ánimo de Werther se fue enquistando cada vez más la determinación de abandonar el mundo. Tenía decidido que era el último recurso, el fin de toda esperanza desde que había vuelto a ver a Lotte. Pero se había propuesto que no debía ser un acto espontáneo, tomado a la ligera, sino que el paso de-bía ser meditado con la mayor de las cautelas y darlo con plena convicción.En una esquela que dejó escrita, que no lleva fecha y parece ser el comienzo de una car-ta a Wilhelm, quedaron registradas sus dudas, la lucha interior que sufría.«Su situación presente, su destino, su participación en el mío, exprimen de mi calcinado cerebro hasta la última de las lágrimas. ¡Bajar el telón y retirarse! ¡Eso es todo! ¿Por qué tantas dudas y titubeos? ¿Porque no se sabe qué es lo que vendrá? ¿Y porque ya no se regresa? ¿Y porque nuestro espíritu tiene la característica de intuir la confusión y las sombras antes de que tengamos la certeza de algo?»Al final se había compenetrado y familiarizado tanto con esta triste idea, que la decisión estaba tomada y era irrevocable. […]

de Poesía y verdad

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Entonces había que empezar a tratar de forma misteriosa y singular extraños ingredientes del macrocosmos y del microcosmos y, sobre todo, se trataba de obtener sales de modos inauditos. Pero lo que me tuvo más ocupado durante bastante tiempo fue el llamado liquor silicum, que se genera al fundir cantos puros de cuarzo con la parte correspondiente de álcali, de lo que surge un cristal transparente que se funde en contacto con el aire y genera un bello líquido claro. Quien alguna vez haya realizado personalmente este proceso y lo haya visto con sus propios ojos no le reprochará su fe a quienes creen en la sierra virgen y en la posibilidad de seguir ac-tuando en ella y a través de ella. Había adquirido una gran pericia en la preparación de este licor silíceo. Los bonitos cantos blancos que se encuentran en el Main me proporcionaban un material perfecto, aunque tampoco dejé que me faltaran los demás ingredientes ni el empeño suficiente. Con todo, finalmente acabé cansándome al verme obligado a constatar que lo silíceo no estaba de ningún modo tan íntimamente unido a la sal como lo había creído en términos filosóficos, pues se precipitaba muy fácilmente, y el bellísimo líquido mineral que en una ocasión, para mi gran sorpresa, había aparecido bajo la forma de una gelatina animal, siempre terminaba por des-prender un polvillo que no me quedaba más remedio que tener por un finísimo polvo silíceo  y la naturaleza de éste de ningún modo me permitía percibir nada productivo ni albergar la espe-ranza de ver la transición de esta sierra virgen al estado maternal."Poesía y verdad", versión de Rosa Sala, Antología, Sudamericana, Buenos Aires, 1999

ReflexiónTodo lo dan los dioses, los infinitos,a sus favoritos, todo:todas las alegrías, las infinitas,todos los dolores, los infinitos, todo.

Pensamiento nocturnoYo os compadezco, estrellas desdichadas,tan bellas como sois y tan brillantes,que alumbráis al marino en apuros,no pagadas por dioses ni por hombres,pues no amáis ni el amor nunca gozasteis.

Sin cesar guían las eternas horasvuestro camino por el vasto cielo,¡y cuánto viaje ya tenéis cumplido,mientras yo, en los brazos de mi amada,de vosotras y de la medianoche,totalmente olvidado!

Canto de los espíritus sobre las aguasEl alma del hombrese asemeja al agua:viene del cielo,al cielo subey de nuevo tiene quevolver a la tierraeternamente cambiando.

Salta de la altaroca escarpadael chorro puro,

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se vaporiza suaveen ondas nubosashacia la roca lisa,y fácilmente recibidobulle celando,susurrandohacia los fondos.

Destácanse peñashacia el precipicio,espumea despechadoescalonadamentehasta el abismo.En lecho llanose arrastra hacia el valle verde,y en el liso lagoapacientan sus rostroslas estrellas.

El viento es de la ondaencantador galán;el viento mezcla a fondoespumosas olas.

¡Alma del hombre,cómo te asemejas al agua!¡Destino del hombre,cómo te asemejas al viento!

Elegía de Marienbad

¿Qué me reserva el devenir ahoray este hoy, en flor apenas entreabierta?Edén e infierno mi inquietud exploraen la instabilidad del alma incierta.¡No! Que al cancel de la eternal moradalos brazos me transportan de mi amada.

Cruél y dulce el ósculo postrero,almas gemelas, al herir, desprende;mi pie vacila ante el umbral severoque un querube flamígero defiende.Mi ojo impasible ante la vía desiertave las selladas hojas de la puerta.

¿Finó ya el orbe? ¿Sus rocosos murosno se coronan ya de sombra santa?¡La mies no grana? ¿Prados verdeoscurosya no cortejan al raudal que canta?¿Ni ante el mundo prolífero se extiendela comba astral que el devenir defiende?

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Como para agradarme -cual solía-ella se empina en el umbral, rïente,y me da gota a gota su alegríay se me anuda en ósculo ferviente.Sobre mis labios me grabó su beso,con llamas, añoranza y embeleso.

En lo más noble nuestro ser cultivaanhelos de rendirse a lo inefablepor honda gratitud que el don no esquivaal Ser puro, a lo Eterno inexpresable.Llemémosle Bondad; yo a su clemenciame acojo y me diluyo en su presencia.

«Haz como yo; cotéja el breve instantecon tu grácil cordura; no apresures,tómalo a punto, dúctil, insinuante,ya que en la acción o en el amar perdures.Si vistes de candor en el conflicto,serás hombre cabal y un héroe invicto».

¡Vano hablar, pensé yo, si un Dios te ha dadoel minuto feliz por compañero!Todo ser, junto a ti, predestinadose siente, no mi sino lastimero.Me espanta tu decir: dejar tu ladoes un alto saber que no he logrado.

Lejos ya estoy. ¿Qué me dará el instantefugaz? ¡Quién sabe! Mágico tesoropara crear Belleza. Como Atlante,me doblo al peso... y me deshago en lloro.De fuga en fuga, en fútiles andaresy, por alivio, lágrimas a mares.

¡Fluyan y rueden sin cesar! La llamajamás se apagará, que me devora;crepita, y por mi pecho se derramado muerte y vida traban lid ahora.Para el dolor del cuerpo hay plantas buenas,y a mí me ahogan inacción y penas.

Ya perdí el Universo y me he perdidoa mí mismo -yo, amado de los dioses-su Caja de Pandora me han vertido,rica en gajes u horóscopos atroces.Me tientan con la pródiga cascadade los goces... y me hunden en la nada.

El Rey de los Elfos (también conocido como El Rey de los Alisos)

¿Quién cabalga por la noche y el viento?Es el padre con su niño junto al pecho;él lleva al chico, lo lleva en sus brazos,

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lo lleva seguro, lo mantiene abrigado.

¿Hijo mío por qué escondes tu cara con miedo?¿Acaso no ves, padre, al rey de los elfos?¿Al rey de los elfos con cola y corona?Hijo mío es sólo una niebla que asoma.

«Ah, niño querido, ven, vente conmigo;muy bonitos juegos juego yo contigo,Flores de colores hay en la playa al lado.Mi madre tiene algunos vestidos dorados.»

¿Padre mío, padre mío, acaso no has oídolo que rey de los elfos me promete bajito?Estáte quieto, niño, quédate quieto;en las hojas secas susurra el viento

«¿Quieres venir conmigo, lindo muchacho?Mis hijas deben ya estarte esperando.Mis hijas abren las nocturnas danzasy te mecen y te bailan y te cantan».

¿Padre mío, padre mío, no ves a las hijasdel rey de los elfos en la vera sombría?Hijo mío, hijo mío, veo lo que me dices;los viejos sauces parecen tan grises.

«¡Te quiero, me atrae tu figura bellay si no eres dócil usaré violencia!».¡Padre mío, padre mío, me llega a agarrar!¡El rey de los elfos me ha causado un mal!

El padre se aterra, cabalga corriendo,sostiene en los brazos al niño gimiendo,con pena y esfuerzo alcanza el cortijo;En sus brazos ya está muerto el niño.

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FRIEDRICH HÖLDERLIN (LAUFFEN AM NECKARM, 1770-TUBINGA, 1843),

El punto de vista desde el cual tenemos que contemplar la AntigüedadSoñamos con formación, piedad, etcétera, y no tenemos absolutamente ninguna; es adoptada; soñamos con originalidad e independencia, creemos decir algo totalmente nuevo, y todo esto es, sin embargo, una reacción, una débil venganza, como si dijéramos, frente a la servidumbre con la cual nos hemos comportado para con la Antigüedad. Parece en verdad que casi ninguna otra elección está abierta: ser oprimido por lo adoptado y positivo o, con brutal arrogancia, ponerse a sí mismo, como fuerza viviente, frente a todo lo aprendido, dado, positivo. Lo más difícil en es-to es el hecho de que la Antigüedad parece estar en contra de nuestro impulso originario, que se encamina a formar lo no-formado, a perfeccionar lo natural originario, de modo que el hombre nacido para el arte, de manera natural, prefiere lo crudo, no instruido, infantil, antes que un ma-terial formado, en el que, para quien quiere dar forma, hay ya elaboración previa. Y lo que fue fundamento general de la decadencia de todos los pueblos, a saber, que su originalidad, su vi-viente naturaleza propia, sucumbió bajo las formas positivas, bajo el lujo que sus padres habían producido, esto parece ser también nuestro destino, sólo que en mayor medida, por cuanto un pasado casi ilimitado, que descubrimos o por instrucción o por experiencia, actúa y presiona so-bre nosotros. Por otro lado, nada parece más favorable que precisamente estas circunstancias en las que nos encontramos. Hay, en efecto, una diferencia entre el hecho de que aquel impulso de formación actúe ciegamente y el hecho de que lo haga con conciencia, que sepa de dónde pro-cede y a qué aspira, pues la única falta de los hombres es que su impulso de formación se extra-vía, toma una dirección indigna, falsa en suma, o yerra el sitio que le es propio, o, cuando lo ha encontrado, a medio camino se detiene y permanece cabe los medios que debían conducirlo a su fin. Que esto acontezca en grado mucho menor se asegura mediante el hecho de que sepamos de dónde procede y adónde se encamina en general aquel impulso de formación, que conozcamos las direcciones esenciales en las cuales va al encuentro de su meta, que tampoco nos sean des-conocidos los rodeos y descaminos que puede tomar, que todo lo que antes de nosotros y en to-mo a nosotros ha surgido de aquel impulso lo consideremos como surgido del comunitario fun-damento originario del cual ese impulso, en todas partes, surge con sus productos, que conoz-camos las direcciones más esenciales que él tomó antes de nosotros y en tomo a nosotros, así como sus extravíos alrededor de nosotros, y entonces, a partir del mismo fundamento que acep-tamos, viviente y en todas partes igual, como el origen de todo impulso de formación, nos pro-pongamos nuestra propia dirección, que es determinada mediante las pasadas direcciones puras e impuras, que, con conocimiento de causa, no repetimos, de ese modo en el fundamento origi-nario de todas las obras y actos de los hombres nos sentimos iguales y en unidad con todos, por grandes o por pequeños que sean, pero en la particular dirección que nosotros tomamos...

RECUERDOSopla el nordeste,el más querido de los vientospara mí, porque promete un espíritu ardientey buena travesía a los marinos.Ve, pues, ahora, y saludaal hermoso Garonay a los jardines de Burdeos,allí, donde en la abrupta orillabaja el sendero y en la corrienteprofunda cae el arroyo, y en lo altouna noble pareja de encina y chopo blancotodo lo contempla.

Aún lo recuerdo bien, y cómo

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inclinan sus frondosas copaslos olmos en el bosque, hacia el molino,y en la casa de labor crece una higuera.En los días de fiesta van hacia allílas mujeres morenas,sobre el suelo sedoso.Y cuando llega marzo,y son iguales los días y las noches,sobre lentos senderossumidos en dorados ensueñossoplan tenues brisas.Pero que alguien me acerquellena de luz oscurala olorosa copa.Que pueda descansar, pues dulcesería dormir bajo las sombras.No es buenotener el alma vacíade fugaces pensamientos. Sin embargo es buenoconversar, decirqué siente el corazón, y hablarde días de amor,de hechos que ocurrieron.

Pero, ¿dónde están los amigos? Belarminoy su compañero, ¿dónde están? Algunosno se atreven a acercarse a la fuente,y sin embargo, la riquezaempieza en el mar. Ellos,como pintores, juntanlo bello de la tierra, y no desdeñanel combate alado,ni vivir solos, a lo largo de años, bajoel mástil sin hojas, donde no brillan en la nochelos días de fiesta en la ciudad,ni músicas de cuerda, ni las danzas propias del lugar.Pero ahora los hombreshan partido a la India.Allí, en la cumbre con viento,junto a los viñedos, dondeinicia el Dordoña su descenso,y se une al grandiosoGarona, amplio como un mar,que entrega su corriente. Pero el marquita y da memoria,y también el amor fija las atentas miradas.

Pero lo que permanece, lo fundan los poetas.

Quejas de Menon por Diotima3¡Luz del amor!, ¿también te muestras tú a los muertos, tú luz dorada?¿imágenes de tiempo más claro lucís para mí en la noche?¡Amorosos jardines, montañas crepusculares,

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sed bienvenidos, y vosotros, silenciosos senderos del bosquecillo,testigos de celeste ventura, y vosotras, estrellas mirando desde lo alto,que en otros tiempos me concedisteis miradas de bendición!¡Y vosotras también, amorosas hijas del día de mayo,rosas tranquilas, y vosotros, lirios, aún os nombro a menudo!Pasan las primaveras, un año empuja al otro,alternando y luchando, así muge el tiempo al fluirsobre las cabezas mortales; pero no ante los ojos felices,pues a los amantes otra vida les es concedida.Porque todos los días y los años de las estrellas estaban,¡oh Diotima!, en torno nuestro íntima y eternamente unidos.Poemas, traduccción de José María Valverde, Editorial Icaria, Barcelona, 1983

Canción del destino de HiperiónAllá arriba marcháis por la luz,en blando suelo, ¡bienaventurados genios!Fúlgidas brisas de los diosesos tocan ligerascomo los dedos del artistalas sagradas cuerdas.

Sin hado, como el dormidoniño, respiran los celestiales;castamente guardadoen modesto capullo,florece eternopara ellos el espíritu,y los ojos dichososmiran en tranquilay eterna claridad.

Pero a nosotros no nos es dadodescansar en ningún lugar;desaparecen, caenlos dolientes hombresciegamente de unahora a otra,como agua de peñascoen peñasco, arrojada,a través de los años, allá hacia lo incierto.

El consenso público¿No es más bella la vida de mi corazóndesde que amo? ¿Por qué me distinguíais máscuando yo era más arrogante y arisco,más locuaz y más vacío?

¡Ah! La muchedumbre prefriere lo que se cotiza,las almas serviles sólo respetan lo violento.Unicamente creen en lo divinoaquellos que también lo son.

A las parcas

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Sólo un verano me otorgáis, vosotras las poderosas;y un otoño para dar madurez al canto,para que mi corazón, más obediente,del dulce juego harto se me muera.

El alma no obtuvo en vida derechodivino, tampoco abajo descansa en el Orco;pero si un día alcanzo lo sagrado, aquelloque es caro a mi corazón, el poema,bien venido entonces, oh silencio del reino de las sombras.

Contento estaré, aunque mi liraallí no me acompañe; por una vezhabré vivido como un dios, y más no hace falta.(Versión de Luis Cernuda).

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FRIEDRICH LEOPOLD VON HANDERBERG (NOVALIS) 1772 - 1801.

Himnos a la NocheI (Fragmento)Pero me vuelvo hacia el valle,a la sacra, inefable, Noche misteriosa.Lejos quedó el mundo hundido en una profunda caverna,áspera y solitaria su heredad.Entre las cuerdas del pecho sopla profunda la tristeza.En gotas de rocío quiero ahogarme para mezclarme en la ceniza.–La lejanía del recuerdo, los anhelos de la juventud, sueños de la niñez,breves alegrías de una vida demasiado prolongada:esperanzas inútiles se aproximan envueltas en mantos grises,como la niebla del atardecer después de que cae el Sol–.En otros lugares abrió la Luz sus tiendas rumorosas.¿Debía regresar con sus hijosque la esperaban con la fe de la inocencia?

¿Qué es esto que brota de repente lleno de presagioen el fondo del corazón y disipa la brisa de la melancolía?¿Eres dichosa en nosotros, Noche oscura?¿Qué ocultas bajo tu manto,qué toca mi alma con fuerza invisible?Un bálsamo precioso como de un ramo de adormiderasesparce tu mano.Se agitan las pesadas alas del espíritu.Oscuramente, indescriptiblemente, nos sentimos elevados–feliz y temeroso, veo un rostro grave,un rostro dulce y pío se inclina hacia mí,y, entre la tupida cabellerareconozco a la dulce y joven Madre–.

¡Qué parva y pequeña me parece ahora la Luz!¡Qué dichoso y bendito el adiós al día!

Cuando ya ni los números ni esquemasCuando ya ni los números ni esquemasconstituyan la clave de los hombres,y aquellos que ahora cantan o que besanposean mucha más ciencia que un sabio;cuando a una libre vida vaya el mundoy torne de esta vida hacia sí mismo;cuando la luz y sombra nuevamenteen claridad auténtica se unan;y cuando en la poesía y la leyendase halle la historia auténtica del mundo,entonces una mágica palabraahuyentará a cualquier falsa criatura..

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FRIEDRICH SCHLEGEL (1772-1829)

Conversación sobre la poesía (fragmento)La poesía acerca todos los corazones que la aman y teje entre ellos lazos indisolubles. Aunque persiguieran cada uno, en su propia vida, fines dispares; aunque uno despreciara totalmente aquello que para el otro es lo más sagrado; aunque se desconocieran, se equivocaran o permane-cieran eternamente ajenos, en este territorio, no obstante, un poder mágico más elevado los uni-ría y les brindaría la paz. Cada Musa busca y encuentra a la otra, y todos los ríos de la poesía van a confundirse en la inmensidad del mar universal.Única es la razón, y la misma para todos; pero, al igual que cada hombre tiene una naturaleza y un amor que le son propios, cada uno lleva en sí su propia poesía. Es bueno, y necesario, que és-ta siga siendo suya, de un modo tan seguro como él es lo que es, como él lleva en él, por poco que sea, algo de lo originario; y ningún crítico tiene el derecho ni la facultad de robarle su ser más propio, su fuerza más íntima, para retrotraerle a golpes de aclaraciones y purificaciones, a una imagen trivial desprovista de Sentido y de espíritu, como lo hacen los locos que no saben lo que quieren. No obstante, incumbe a la gran sabiduría de una crítica auténtica enseñarle cómo debe él mismo formarse en sí mismo; y, ante todo, a saber aprehender, en su fuerza y en su ple-nitud clásicas, cada una de las formas diversas y autónomas de la poesía, con el fin de que la flor y la semilla de espíritus diferentes al suyo se conviertan en el alimento y la simiente de su propia fantasía.El espíritu que conoce las orgías de la verdadera Musa jamás alcanzará el final de este recorrido, ni él se imaginará, locamente, haberlo alcanzado: ya que es para siempre incapaz de aliviar una nostalgia que, hasta en la cumbre de su apaciguamiento, encuentra siempre con qué volver a en-gendrarse. Inconmensurable e inagotable es el mundo de la poesía, al igual que la riqueza de la naturaleza derrochadora de vida lo es en plantas, animales y formaciones de toda suerte, de toda forma y de todo color. A tal punto que estas obras artificiales, o estos productos naturales, que tienen forma y nombre de poemas difícilmente podrán ser abarcados hasta por el espíritu más amplio. ¿Y qué son, comparados con la poesía, sin forma ni conciencia, que palpita en las plan-tas, irradia en la luz, sonríe en el niño, resplandece en la flor de la juventud, se inflama en el co-razón amante de las mujeres? Sin embargo, esa poesía es la primera, la originaria, sin la cual se-guramente no existiría poesía del verbo. Sí, todos nosotros, todos los que somos, nosotros los hombres, no tenemos para siempre y para la eternidad otro objetivo de júbilo, otro modo de ac-tividad que este único poema de la divinidad de la cual somos también una parte y la floración: la tierra. Pero está en nuestro poder percibir la música de este instrumento infinito, comprender la belleza de este poema, porque en nosotros también vive una parte del poeta, una chispa de su espíritu creador, que, sofocado bajo la ceniza de sinrazón que cada uno acumula, no deja jamás de incubar con una potencia secreta.No es preciso dedicarse a razonar a golpes de discursos y doctrinas para cultivar y propagar la poesía, o para ponerla al día, descubrirla, instalarla y darle leyes severas, como tanto lo desearía la teoría de la poesía [Dichtkunst]. Al igual que el núcleo de la tierra se cubrió por sí mismo de formaciones y vegetales, y la vida surgió por sí misma de las profundidades y todo se pobló de seres que alegremente se multiplicaron, la poesía se expande por sí misma, engendrada por la fuerza original invisible de la humanidad, cuando el cálido rayo de sol divino la toca y la fecun-da. Sólo los contornos y los colores podrían, recomponiendo su forma, expresar cómo se formó el hombre; y asimismo, de hecho, no se podría hablar de poesía más que en poesía.La visión que cada uno tiene de ella, dado que es ella misma poesía, es verdadera y buena. Pero debido a que su poesía, precisamente porque es la suya, está forzosamente limitada, la visión que cada uno tiene de la poesía no puede ser más que limitada: lo cual es intolerable para el es-píritu, sin duda alguna porque sabe, aunque no lo sepa, que ningún hombre es un hombre a se-cas, pero puede y debe ser a la vez, efectivamente y en verdad, la humanidad entera. Por eso, seguro de reencontrarse siempre a sí mismo, el hombre no deja de salir de sí mismo, con el fin de buscar y encontrar el complemento de su ser más íntimo en la profundidad del otro. El juego

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de la comunicación y del acercamiento es la ocupación y la fuerza de la vida, no hay realización absoluta más que en la muerte.Por ese motivo tampoco el poeta sabría contentarse con legar en las obras que deja tras de sí la expresión de la poesía que le es propia, tal como tomó forma innata en él. Debe esforzarse por ampliar sin descanso tanto su poesía como su visión de la poesía, y acercarlas a las más altas que puedan existir en la Tierra, esforzándose con la mayor precisión posible para ajustar su par-te al gran Todo: ya que la generalización mortal tiene precisamente el efecto contrario.Es capaz de ello a partir del momento en que encuentra el punto medio al comunicar con aque-llos que, llegados de otros lugares y por otras vías, también lo han encontrado. El amor necesita reciprocidad. Sí, para el verdadero poeta, hasta el comercio con los que no hacen más que ma-riposear en la superficie puede ser benéfico e instructivo. El poeta es un ser sociable.Por lo que a mí se refiere, siempre me resultó muy atractivo discutir de poesía con poetas y afi-cionados. Muchas conversaciones de este tipo quedaron grabadas en mi memoria; no sabría de-cir de otras cuánto queda de fantasía y cuánto de recuerdo; hay ahí mucho de verdad y alguna invención. Es el caso de esta plática, destinada a confrontar las concepciones más alejadas; cada una de ellas, desde su punto de vista, muestra el espíritu infinito de la poesía bajo una luz dife-rente, y todas se esfuerzan más o menos, tan pronto por un lado, tan pronto por el otro, en pene-trar hasta el núcleo propiamente dicho. El interés de esta pluralidad me decidió a dar a conocer las observaciones que me había inspirado un grupo de amigos (y que, para mí, en un principio, no se referían más que a ellos) a todos aquellos que sienten este amor y han decidido, gracias a la plenitud de su vida interior, iniciarse ellos mismos en los Misterios sagrados de la naturaleza y de la poesía.

Fragmentos críticos1. Muchos de los que son denominados artistas son en realidad obras de arte de la naturaleza.4. ¡Hay tanta poesía y sin embargo no hay nada más infrecuente que un poema! Esto se debe a la cantidad de esquemas, estudios, fragmentos, tendencias, ruinas y materiales poéticos.21. Así como un niño es propiamente algo que quiere llegar a ser un hombre, un poema es del mismo modo también un objeto de la naturaleza que quiere llegar a ser una obra de arte.37. Para poder escribir bien sobre un objeto, hay que haber perdido el interés en él. El pensa-miento que debe expresarse con sensatez ya tiene que haber pasado por completo, ya no tiene que ocupar a quien lo expresa. Mientras el artista invente y esté inspirado, se encontrará en un estado no liberal, por lo menos para la comunicación. Él querrá decir todo, lo cual es una ten-dencia errónea de los genios jóvenes o un verdadero prejuicio de los viejos chapuceros. De este modo, desconoce el valor y la dignidad de la autolimitación, que tanto para el artista como para el hombre es ciertamente lo primero y lo último, lo más necesario y lo supremo. Lo más necesa-rio porque allí, donde uno no se limita a sí mismo lo limita el mundo a uno, a través de lo cual uno se convierte en un siervo. Lo supremo porque uno no puede limitarse solo en los puntos y lados donde uno tiene fuerza infinita, autocreación y autodestrucción. Incluso una conversación amigable que no puede interrumpirse libremente en cualquier momento por una arbitrariedad incondicionada tiene algo no liberal. Sin embargo, un escritor que quiera y pueda decir absolu-tamente todo, que no guarde nada para sí, que desee decir todo lo que sabe, es de lamentar pro-fundamente. Solo hay que precaverse de tres errores. Aquello que parece y debe parecer arbitra-riedad incondicionada y, por lo tanto, irracionalidad o suprarracionalidad, tienen que volver a ser, no obstante, fundamentalmente necesario y racional, si no el humor se convierte en capri-cho, surge la falta de liberalidad y la autolimitación se vuelve autodestrucción. En segundo lu-gar, no hay que apresurarse demasiado con la autolimitación y primero hay que darle espacio a la autocreación, a la invención y a la inspiración, hasta que esté terminada. En tercer lugar, no hay que exagerar la autolimitación.42. La filosofía es la auténtica patria de la ironía que desearía definirse como belleza lógica: pues en todas las conversaciones orales y escritas en las cuales no se filosofa sistemáticamente, hay que brindar y exigir ironía. Incluso los estoicos consideraron la urbanidad como virtud. Además, hay una ironía retórica que utilizada con discreción tiene un efecto óptimo, especial-mente en lo polémico. Sin embargo, se enfrenta a la sublime urbanidad de la musa socrática,

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como la magnificencia del más brillante discurso de arte se enfrenta a una tragedia antigua de alto estilo. Solo la poesía puede también elevarse desde este lugar hasta la altura de la filosofía y no está fundamentada en pasajes irónicos como la retórica. Hay poemas antiguos y modernos que respiran constantemente en el todo y por doquier el hálito divino de la ironía. En ellos vive realmente una bufonería trascendental. En el interior, el estado de ánimo que para todo por alto y se eleva infinitamente encima de todo lo condicionado, incluso encima de su propio arte, vir-tud y genialidad. En el exterior, en la ejecución, la manera mímica de un buen bufón italiano habitual.48. La ironía es la forma de lo paradójico. Paradoja es todo lo que es a la vez bueno y grande.65. La poesía es un discurso republicano. Un discurso que es su propia ley y su propio fin, don-de todas las partes son ciudadanos libres y tienen permitido participar.68. ¿Cuántos autores hay ciertamente entre los escritores? Autor significa creador.85. Cada autor legítimo escribe para nadie o para todos. Quien escribe para que tal o cual quiera leerlo merecería no ser leído.108. La ironía socrática es la única involuntaria de modo absoluto y no obstante es un absoluto fingimiento sensato. Es tan imposible crearla artificialmente como develarla. Para quien no la posee sigue siendo un enigma aun después de la confesión más sincera. No debe engañar a na-die como a aquellos que la consideran un engaño, y que o bien gozan con la maravillosa picar-día de considerar todo el mundo como lo mejor, o bien se disgustan cuando la sanción establece que ellos también estarían incluidos. En la ironía todo tiene que ser broma y todo seriedad, todo tiene que ser sinceramente abierto y profundamente simulado. La ironía surge de la unión del sentido artístico de la vida y del espíritu científico, del encuentro de la filosofía de la naturaleza acabada y la filosofía del arte acabada. Contiene y excita el sentimiento del conflicto indisoluble entre lo incondicionado y lo condicionado, la imposibilidad y la posibilidad de una comunica-ción cabal. Es la más libre de todas las licencias, pues a través de ella uno se pone por encima de ella. No obstante, es la licencia más regulada, pues es absolutamente necesaria. Es una señal muy buena si los simples adeptos de la armonía no saben cómo tienen que tomar esta continua autoparodia, si creen y descreen una y otra vez, hasta marearse, si toman la broma por seriedad y la seriedad por broma.

FRAGMENTOS DEL LYCEUM (SELECCIÓN)6. Se censura la despreocupación métrica de los poemas de Goethe. ¿Quisieran que las reglas del hexámetro alemán fueran tan consecuentes y universales como el carácter de la poesía goet-heana?14: En poesía cada totalidad podría ser perfectamente una fracción, y cada fracción una totali-dad.21: Del mismo modo que un niño, propiamente hablando, es algo que quiere devenir hombre, un poema no es más que un objeto de la naturaleza que quiere devenir obra de arte.27: Un crítico es un lector que rumia. Necesitaría, pues, varios estómagos.33: La tendencia dominante en todo escritor es casi siempre una de estas dos: o bien no decir muchas cosas que necesariamente debería decir, o bien decir muchas cosas que no había ningu-na necesidad de decir. La primera tendencia es el pecado original de las naturalezas sintéticas, la segunda de las analíticas.48: La ironía es la forma de la paradoja. Todo lo que es a la vez bueno y grande es paradójico.55: Un hombre verdaderamente libre y cultivado debería poder situarse a voluntad, en el nivel filosófico o filológico, crítico o poético, histórico o retórico, antiguo o moderno, como se afina un instrumento al diapasón.61: El concepto de un poema científico, tomado en sentido estricto, es tan absurdo como el de una ciencia poética.65: La poesía es un discurso republicano; un discurso que es en sí mismo su propia ley y su pro-pia finalidad, y cuyas partes son ciudadanos libres que tienen el derecho de pronunciarse para llegar al acuerdo.68: ¿Cuántos autores hay, con exactitud, entre los escritores? Autor significa creador.79: Los textos alemanes llegan a la popularidad por la importancia de su autor, o por las alusio-nes personales, por una buena competencia, o por un esfuerzo sostenido, por una inmoralidad

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mesurada, o por una total oscuridad, por una armoniosa placidez, por un ecléctico aburrimiento, o por un continuo impulso hacia el absoluto.85: Todo autor digno de este nombre no escribe para nadie, o bien escribe para todos. Aquel que escribe para ser leído por uno u otro no merece ser leído.98: He aquí los principios fundamentales y universales de la comunicación literaria: 1) Es nece-sario tener algo que comunicar; 2) es necesario tener a alguien a quien comunicarlo; 3) es nece-sario poder comunicarlo verdaderamente, compartirlo con otro, y no exteriorizarlo simplemente; de lo contrario es mejor callarse.99: Aquel que no es completamente «nuevo» juzga nuevo a lo antiguo; y lo antiguo parece inde-finidamente nuevo hasta que deviene otra vez antiguo.100: A la poesía de uno se la llama filosófica; a la de otro, filológica; a la de un tercero, retórica, etcétera. ¿Qué es, entonces, la poesía poética?lOl: No es tanto el deseo de ser novedoso como el temor de ser anticuado lo que engendra la afectación.116: Se dice de los alemanes que por la profundidad de su sentido artístico y de su espíritu cien-tífico son el primer pueblo del mundo. Sin duda; salvo que hay muy pocos alemanes.117: La poesía no puede ser criticada sino por la poesía. Un juicio sobre el arte que no es en sí mismo una obra de arte, sea en la materia, como presentación de la impresión necesaria en su devenir, sea por su belleza formal o por su libertad expresiva, no tiene derecho de ciudadanía en el reino del arte.

Fragmentos de Athenaeum24. Muchas obras de los antiguos se convirtieron en fragmentos. Muchas obras de los modernos lo son desde su origen.51. Ingenuo es aquello que es o parece natural, individual o clásico hasta la ironía o hasta el continuo cambio de autocreación y autodestrucción. Si es meramente un instinto, entonces es in-fantil, pueril o necio. Si es mera intención, entonces surge una afectación. Lo ingenuo bello, poético e ideal tiene que ser al mismo tiempo intención e instinto. La esencia de la intención en este sentido es la libertad. La conciencia no es por lejos aún intención. Hay una determinada contemplación embelesada de la propia naturalidad o necedad que es indeciblemente necia. La intención no exige justamente un profundo cálculo o plan. Lo ingenuo homérico también es me-ramente instinto: hay por lo menos tanta intención en él como en la inocencia de niños amables o de niñas inocentes. Y si el propio Homero no tenía ninguna intención, entonces tiene intención su poesía y la verdadera autora de su poesía, la naturaleza.

Ideas (selección)3: Únicamente en relación con el infinito se engendran el valor y la utilidad; lo que no se rela-ciona con él es absolutamente vano e inútil.6: La vida eterna y el mundo invisible no pueden buscarse sino en Dios. En Él viven todos los espíritus, él es un abismo de individualidad, el único infinitamente pleno.10: Las ideas son pensamientos infinitos, autónomos, dinámicos por sí mismos, y divinos.13: Únicamente puede ser artista aquel que tiene una religión propia, una visión original del in-finito.15: Todo concepto de Dios es vacío parloteo. Pero la idea de la divinidad es la idea de todas las ideas.17: Cuando las ideas devienen dioses, la conciencia de la armonía deviene recogimiento, humil-dad y esperanza.20: Artista es aquel cuyo centro y fin de la existencia consiste en formar su sentido íntimo (Sinn).23: La virtud es la razón hecha energía.36: Todo hombre completo es un Genio. La verdadera virtud es genialidad.44: Nosotros no vemos a Dios, pero vemos lo divino en todas partes. Puedes sentir la naturale-za, el universo, inmediatamente, puedes pensarlos inmediatamente, pero no la divinidad. Sólo el hombre entre los demás hombres puede poetizar y pensar divinamente, y vivir en religión. Na-die puede ser en sí mismo, por su solo espíritu, su directo mediador, puesto que este mediador

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debe ser un objeto puro y al intuirlo pone el centro fuera de sí. Puede escogerse y darse el me-diador, pero no puede darse ni escogerse sino el que está dado como tal. Un mediador es el que percibe en sí mismo lo divino y se sacrifica, negándose a sí mismo, para anunciar, comunicar y presentar lo divino a todos los hombres mediante sus costumbres y sus actos, sus palabras y sus obras. Si este esfuerzo fracasa, es que lo que ha sido percibido no era divino, o era inadecuado. Mediatizar, estar mediatizado, es la vida superior del hombre, y cada artista es mediador para todos los demás.45: Es artista quien tiene su centro en sí mismo. Aquel que adolezca de ello debe escoger fuera de sí un guía y mediador, no para siempre sino sólo para comenzar. Pues sin un centro viviente, el hombre no puede llegar a ser; si le falta este centro sólo puede buscarlo en otro hombre, y só-lo un hombre provisto de un centro puede atraer y despertar el suyo.47: Dios es todo lo que es absolutamente original y supremo, es el individuo mismo en su poder supremo. ¿Pero, la naturaleza y el mundo no son también individuos?57: La plenitud de la cultura la encontrarás en nuestra poesía más alta; pero la profundidad de la humanidad, búscala cerca de la filosofía.61: Desde hace mucho tiempo se habla del gran poder de la Letra sin saber con precisión qué se dice. Es hora de tomar la cosa con seriedad, que despierte el Espíritu y se apodere otra vez de la perdida varita mágica.68: Dad únicamente forma humana a vuestra vida, y habréis cumplido: pero esperaréis en vano la culminación del arte y el fondo de la ciencia sin un algo de divinidad.69: La ironía es la clara conciencia de la eterna agilidad, de la plenitud infinita del caos.71: Sólo es un caos la confusión de donde puede surgir un mundo.74: Unid los extremos y tendréis el verdadero centro.83: Únicamente por el amor y por la conciencia del amor el hombre accede al hombre.98: Imagínate lo finito bajo la forma de lo infinito y pensarás al hombre.99: Quieres penetrar en la intimidad de la física, haz que te inicien en los misterios de la poesía.100: Conoceremos al hombre cuando conozcamos el centro de la tierra.107; Donde existe la política y la economía no existe la moral.103: Aquel que no aprenda a conocer la naturaleza por el amor, no aprenderá jamás a conocerla.127: Las mujeres tienen menos necesidad de la poesía que los poetas, puesto que su ser más propio es poesía.130: Aquel que está unido al mundo puede estar unido consigo mismo.145: Todos los hombres son un poco ridículos y grotescos, simplemente porque son hombres; y los artistas, también desde este punto de vista son doblemente hombres. Es así, fue así, será así

Bibliografía teórico-crítica recomendada

Abrams, M.H.: El espejo y la lámpara. Nova, Bs. As. 1982Argullol, Rafael: El héroe y el único. El espíritu trágico del Romanticismo. Ed. Destino, Barce-lona. 1990Beguin, Albert: El alma romántica y el sueño. FCE, México. 1992Hauser, Arnold: El romanticismo alemán y el de Europa occidental, en Historia Social de la Literatura y el Arte, II. Debolsillo, Barcelona. 2011Heine, Heinrich: La escuela romántica. Traducción, introducción y notas de Román Setton. Biblios, Bs. As. 2007Lacone-Labarthe, P. y Nancy, Jean L.: El absoluto literario. Teoría de la literatura en el ro-manticismo alemán. Eterna Cadencia, Bs. As. 2012Marí, Antoni: El entusiasmo y la quietud. Tusquets, Barcelona. 1992Safranski, Rudiger: Romanticismo. Una odisea del espíritu alemán. Tusquets, Bs. As. 2012http://www.bibliele.com/CILHT/idxalem.htmlhttp://www.adamar.org/archivo/i_epoca/num4/pag44_28.htm

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