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“Mientras exista una clase inferior, perteneceré a ella. Mientras haya un elemento criminal, estaré hecho de él. Mientras permanezca un alma en prisión, no seré libre.”

(a)(*)Antologia Del Pensamiento Anarquista Contemporaneo_el_lenguaje_libertario-2005

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  • Mientras exista una clase inferior, pertenecer a ella.Mientras haya un elemento criminal, estar hecho de l.Mientras permanezca un alma en prisin, no ser libre.

  • EL LENGUAJE LIBERTARIO

  • CHRISTIAN FERRER(Compilador)

    EL LENGUAJELIBERTARIOAntologa del pensamientoanarquista contemporneo

  • Terramar Ediciones Libros de AnarresPlaza Italia 187 Corrientes 47901900 La Plata Bs. As. /ArgentinaTel: (54-221) 482-0429 Tel: 4857-1248

    ISBN: 987-1187-53-X

    La reproduccin de este libro, a travs de medios pti-cos, electrnicos, qumicos, fotogrficos o de fotoco-pias est permitida y alentada por los editores.

    Queda hecho el depsito que marca la ley 11.723

    Impreso en Argentina / Printed in Argentina

    Ferrer, ChristianEl lenguaje libertario: antologa delpensamiento anarquista contemporneo -1a. ed. - La Plata: Terramar, 2005.336 p.; 20x12,5 cm. (Utopa Libertaria)

    ISBN 987-1187-53-X

    1. Anarquismo-Ideologa Poltica. I. TtuloCDD 320.57

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    SOBRE LOS LIBERTARIOSCHRISTIAN FERRER

    No hay muchas ideas que hayan merecido su nombre. Elanarquismo pudo reclamar ese derecho, y a ello contribuyeronlas impugnaciones gubernamentales y las connotaciones pnicasque fue acumulando su historia. Los anarquistas afrontaronpor un siglo entero el repudio y la persecucin por parte detodos los Estados por igual, irritados por los rasgos excntri-cos y extremos de ste pensamiento del afuera y tan refrac-tario a los smbolos de su tiempo. Originados en una hormaanmala, los anarquistas aprestaron y difundieron propuestasque no estaban contempladas en el pacto fundador del ideariorepublicano moderno y que daran contorno a la imaginacinantagonista del dominio del hombre por el hombre. No sor-prende que una leyenda negra haya acompaado la historiadel movimiento libertario: utopa, nihilismo, asociales, quime-ra poltica, fogoneros de asonadas violentas, maximalistas in-tratables. Las recusaciones no han sido escasas pero, aunquediversas y proferidas con buena o mala fe, no dejan de ser tri-viales, pues la cualidad absoluta o purista de las deman-das anarquistas no las transform necesariamente en el cerrojode una peticin imposible sino en el tnico de un pensamientoexigente que nunca ha favorecido fciles transacciones polti-cas o ticas. De all tambin que el anarquismo jams se bene-ficiara de la indiferencia pblica.

    La democracia es considerada por muchos el rgimen queha logrado conceder al habitante el mayor grado de hospitali-dad poltica posible. Pero la hegemona de que disfrutan en laactualidad las instituciones asociadas a la representacin quizsea consecuencia de una abdicacin, efecto de decepciones his-tricas. Y an, no es difcil reconocer en los regmenesrepresentacionales realmente existentes la yerra del aprendiza-je de la sumisin humana, que en el siglo XX se impuso, biencon maneras despiadadas, bien sofisticadas. Con ms razncausar asombro al lector de la historia de las ideas que en untiempo casi olvidado haya podido promoverse una sociedad

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    sin jerarquas e instaurado instituciones y modos de vida regi-das por costumbres y valores libertarios, cuyo rango abarc elanarcosindicalismo y el individualismo anrquico, el grupo deafinidad y la prctica del amor libre, la enseanza delantiautoritarismo en las escuelas racionalistas y la difusinde una mstica de la libertad hasta los confines geogrficos msinhspitos del planeta. Los anarquistas conformaron una co-rriente migratoria hormiga, en cuyo corazn y tripa se al-bergaba la proyeccin de un atlas indito en cuestiones econ-micas, polticas y culturales. Quien releve los actos histricosdel anarquismo, en los que se grabaron a fuego una moral exi-gente y tenaz, actitudes disidentes e imaginativas, humorpardico de ndole anticlerical e innovaciones en el mbito pe-daggico, se encontrar con una reserva de saber refractario,fruto de un maceramiento que hoy est olvidado o es descono-cido por la cultura de izquierda. De hecho, la supervivencia delanarquismo es, por un lado, casi milagrosa, dada la magnitudde hostilidad que debi sobrellevar y las derrotas que hubo deencajar; por otro lado su perseverancia es comprensible, puesno ha surgido hasta el momento antdoto terico y existencialcontra la sociedad de la dominacin de mejor calidad. Auncuando el alarmista se apresure en tacharla por fantasiosa, oincluso por peligrosa.

    El anarquismo se propag al modo de las antiguas herejas,como una urgencia espiritual que impuls al ideal de emanci-pacin madurado durante la Revolucin Francesa a corrersems all de los lmites simblicos y materiales permitidos porlas instituciones a las que se haba otorgado el monopolio de laregulacin de la libertad. Quiz porque los anarquistas fueronlos albaceas ms fieles de los afanes jacobinos, tanto como co-rreas de transmisin de la antigua llamada milenarista, pudie-ron transformar el lema de la libertad, la igualdad y la fraterni-dad en el trpode de una mstica poderosa. El anarquismo trans-mita un linaje de resistencia: fue en el siglo XIX la reencarna-cin de las rebeliones campesinas europeas, de las sectas radi-cales inglesas y de los sans-culottes. En los acontecimientosanimados por los libertarios se encarnaron energas polticasque esparcieron el reclamo de una sociedad antpoda, aun cuan-do los padres fundadores de la Idea no hayan ofrecido con-

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    tornos excesivamente planificados del futuro. Sirva esto paratranquilizar a quienes gustan de hacer enroques entre las pala-bras socialismo y totalitarismo.

    Tres doctrinas, liberalismo, marxismo y anarquismo, cons-tituyeron los vrtices del tenso tringulo de las filosofas pol-ticas emancipatorias modernas. El siglo XX se nutri de susconsignas, esperanzas y sistemas tericos tanto como los pusoa prueba y los extenu. De acuerdo con troqueles distintos,tanto Stuart Mill como Marx y Bakunin estaban atravesadospor la pasin por excelencia del siglo XIX: la libertad. Hay,entre las tres ideas, canales subterrneos que las vinculan conel mismo lecho ilustrado del ro moderno. Pero tambin abis-mos separan a las ideas libertarias de las marxistas, comen-zando por el nfasis puesto por los anarquistas en la correla-cin moral entre medios y fines, siguiendo por su escepticismoen cuanto a los privilegios que se arrogaron para s el partidode vanguardia y el Estado en los procesos revolucionarios, yculminando en la firme confianza depositada por losanarquistas en la autonoma individual y en los criterios per-sonales. Del liberalismo, los anarquistas nunca pudieron acep-tar su asuncin de que libertad poltica y justicia econmicafueran, eventualmente, polos difcilmente conciliables. Losanarquistas prefirieron no elegir uno u otro desidertum mo-ral y dejaron que el impulso informante y fundante de sus ideas,la libertad absoluta, resolviera esa tensin al interior de unhorizonte mental ms amplio.

    Para Mijail Bakunin, quiz la figura emblemtica de la his-toria del anarquismo, la libertad era un mito, una acua-cin simblica capaz de contrapesar las creencias estatalistasy religiosas; pero tambin un medio ambiente pregnante, eloxgeno espiritual de espacios inditos para la accin huma-na. Bakunin insisti en que era abyecto aceptar que un supe-rior jerrquico nos diera forma. En el rechazo de las palabrasautorizadas y de las liturgias institucionales los anarquistascifraban la posibilidad de implantar avanzadillas de un nuevomundo, forjando una red de contrasociedades a la vez aden-tro y afuera de la condicin oprimida de la humanidad.De all que el anarquismo no consistiera solamente en un modode pensar al dominio sino fundamentalmente en un medio de

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    vivir contra el mismo. En su voluntad de dar vuelta el ima-ginario jerrquico el anarquismo postul los fundamentos deuna ciencia y de una experiencia de la libertad: la ciencia de ladesobediencia como camino de autoconcientizacin y la expe-riencia de vivir cotidianamente como espritus libres, puesla historia es, para el anarquista, el campo de pruebas de lalibertad.

    Por haber demandado libertades irrestrictas el anarquismopudo realizar una autopsia poltica de la modernidad que calsus instituciones hasta el hueso, exponiendo impotencias y de-fectos de nacimiento. Esa autopsia le estuvo vedada al marxis-mo, obsesionado con la toma del poder, y al reformismo,que una y otra vez trastabill con paradojas a las que no pudodestrabar y sobre las que se arroja incombustiblemente hastanuestros das. Si suele decirse que Marx devel el secreto de laexplotacin econmica, fue Bakunin quien descubri el se-creto de la dominacin: el poder jerrquico como constantehistrica y garanta de toda forma de iniquidad. La intuicinterica de los padres fundadores del anarquismo coloc la cues-tin del poder separado en su mira: insistieron en que las des-igualdades de poder son determinantes, e histricamente pre-vias, de las diferenciaciones econmicas. Es entonces en el do-minio poltico (y no slo en las actividades cumplidas en losprocesos industriales) donde se debe hallar la clave de com-prensin de la sociedad de la dominacin. Sus colofones mo-dernos, el Estado liberal o el autocrtico, se constituan en pe-rros guardianes de la jerarquizacin del mundo. Hoy quizshabra que identificar esos cancerberos, adems, en otras insti-tuciones. Pero a los anarquistas siempre les ha sido indiferentesi un territorio es gobernado con puo de hierro o con pala-bras suaves, pues la zona opaca que combatieron es la volun-tad de sometimiento a la potencia estatal (un principio de so-berana antes que un aparato), centro unificador de una geo-metra concntrica y vertical. Todas las invenciones culturalesy polticas de ndole libertaria confluyeron en una estrategiahorizontal de la contrapotencia, negacin de la representacinparlamentaria que reduce las artes lingsticas y vitales de unacomunidad al juego de birlibirloque en que coinciden mayo-ras y minoras. Para Bakunin, las modalidades de la domina-

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    cin se adaptaban a los grandes cambios histricos pero lassignificaciones imaginarias asociadas con la jerarqua persis-tan, y se constituan en interdicto, en condicin de imposibili-dad para pensar el secreto del dominio. A lo largo del siglo XX,ha circulado en el espacio pblico la cuestin de la dignidadeconmica y ha podido tematizarse la opresin de gne-ro: ya han adquirido alguna suerte de carta de ciudadana entanto problemas tericos, polticos, gremiales, acadmicos operiodsticos. Pero la jerarqua contina siendo un tab.

    La camaradera humana exenta de jerarqua podr parecerun argumento de novela buclica o de ciencia-ficcin, pero esen verdad un tab poltico. Ese tab es combatido, sin embar-go, no slo en ciertos momentos histricos emblemticos sinotambin por medio de prcticas cotidianas que suelen pasardesapercibidas a los filsofos polticos nicamente obsesiona-dos con las condiciones de gubernamentalidad de un territo-rio, por la legitimidad de la forma-estado o de las institucionesrepresentativas, o por la fiscalizacin de sus actos. La posibili-dad de abolir el poder jerrquico es lo impensable, lo inimagi-nable de la poltica; imposibilidad garantizada por las tecnolo-gas de la subjetividad que regulan los actos humanos, que fo-mentan el deseo de sumisin, y que muy tempranamente seenrazan en el aparato psquico. Para Hobbes o Maquiavelono puede existe unidad entre el pueblo y su gobierno si no haysumisin voluntaria o involuntaria, legtima o ilegtima, yno hay sumisin sin terror, en alguna dosis. Fundar una polti-ca sobre la camaradera comunitaria y no sobre el miedo fue larespuesta anarquista, y para ello era preciso anular o debilitarlas instituciones autorreproductoras de la jerarqua a fin depermitir que la metamorfosis social no sea orientada por elEstado. Esta pretensin no poda sino ser considerada comouna anomala riesgosa por los bienpensantes y como un peli-gro por la polica.

    El genio del anarquismo no slo consisti en la promo-cin de un ideal de redencin humana sino tambin en la ins-tauracin de nuevas instituciones y modos de vivir al interiorde la sociedad impugnada que a su vez intentaban relevarla(sindicatos, grupos de afinidad, escuelas libres, comunidadesautoorganizadas y modos autogestionarios de produccin). De

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    all la obsesin del anarquismo por garantizar la correspon-dencia entre fines y medios. La disciplina partidaria, las elitesiluminadas y las maquinas electoralistas son la negacin delgrupo de pertenencia conformado por espritus afines, de lacapacidad organizadora de la comunidad y de la independen-cia poltica personal. El marxismo an no sabe cmo salir desus viejas certezas autoritarias ni sacar una enseanza libertariade setenta aos de desastre sovitico. En el caso del liberalis-mo, las expectativas de sus promotores estn fijadas en la posi-bilidad de hacer imperar la ley en las instituciones polticas.Pero el hecho de poder elegir en comicios a un amo bueno(del padrecito zar al demcrata bienintencionado laimaginera heroica de los entusiastas de la representacin pol-tica no ha cambiado sustancialmente) no mejora a un sistemade dominacin as como la fiscalizacin de los actos de gobier-no es una tarea defensiva que, por otra parte, suele reforzar elimaginario jerrquico. El problema de la legitimidad de ungobierno, tan importante para los filsofos polticos liberaleses, para un pensamiento contrainstitucional como el anarquis-ta, un problema mal planteado. Bakunin sostena en el sigloXIX que los parlamentos democrticos eran sociedadesdeclamatorias. Y hablaba de hombres que se tomaban en se-rio al arte del buen gobierno y al bien comn y no de lasmafias polticas de la actualidad, encadenadas a alianzas depoder de las que son inextirpables. La preocupacin por lainstitucionalizacin de formas democrticas y por la legitimi-dad de los gobiernos electos menosprecia la sustancia de larazn de Estado, plagada de decisionismo tecnocrtico, buro-cracias partidarias que dedican casi todas sus energas aautorreproducir sus condiciones de perdurabilidad, y por ase-sores y operadores gubernamentales, subespecie cuyos cubilesse ocultan tras bambalinas.

    Si las tumultuosas vicisitudes de la multitud del siglo XIXencontraron en las ideas libertarias una suerte de confirmacinpoltica es porque ellas se adecuaban dctilmente a las pasio-nes populares ansiosas de desencadenamiento. La energa os-cura del lumpenproletariado o de las sediciones populares nuncaha gozado de estima entre los que suponen que el funciona-miento automtico de las sociedades es precondicin y clave

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    de seguridad a la hora de permitir la discusin pblica de laslibertades. Pero las necesidades del perseguido son distintas alas del perseguidor. La poltica y la tica anarquista confiaronen artes comunitarias que eran an ajenas al proceso deinstitucionalizacin de poderes modernos tanto como en lagarra personal, que otorg estilo y temple a la potencia einsistencia de su rechazo. Tambin fueron la causa de que elanarquismo haya sido generador de un desorden frtil y de unaimaginera poltica impugnadora que son extraas a otras tra-diciones polticas. Por eso es inevitable que en los momentosfebriles de la historia se atisbe la presencia de anarquistas, tan-to en los pronunciamientos disidentes como en las asonadasespontneas, porque los anarquistas siempre han sido aves delas tormentas.

    En las prcticas histricas del movimiento libertario no seencontrar tanto una teora acabada de la revolucin comouna voluntad de revolucionar cultural y polticamente a la so-ciedad. De hecho, difcilmente podra acontecer lo que el sigloXIX conoci como revolucin si previamente no germinanmodos de vivir distintos. En la educacin de la voluntad,que tanto preocupaba a los tericos anarquistas, resida la po-sibilidad de acabar con el antiguo rgimen espiritual y psicol-gico del dominio. En esto reside la grandeza del pensamientolibertario, incluyendo a la variante anarcoindividualista, quees menos una voluntad antiorganizativa que una demandaexistencial, una pulsin anticonformista. La confianzaantropolgica en la promesa humana, tpica del siglo XVIII, fueel centro de gravedad a partir del cual el anarquismo despleguna filosofa poltica vital que intua en la libertad, no unaabstraccin o un sueo sino un sedimento activo en las relacio-nes sociales existentes. Bakunin o Kropotkin crean que el ori-gen de los males sociales no se encontraba en la maldad huma-na sino en la ignorancia. Indudablemente, en esto, losanarquistas son herederos de la ilustracin y justamente poreso crean en la educacin racionalista, incluso cientificista,aunque ello no los transform en meros positivistas.

    Contra lo que muchos suponen, el pensamiento anarquistaes muy complejo y no es sencillo articularlo en un declogo, puesnunca dispuso de un dogma sellado en un libro sagrado, y eso

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    concedi libertad terica y tctica a sus adherentes. Tampoco elanarquismo se preocup de construir una teora sistemtica so-bre la sociedad. Quiz la propia diversidad de las ideas y prcti-cas anarquistas favoreci su supervivencia: cuando alguna desus variantes decaa o se demostraba ineficaz, otra la sustitua.Del anarcoindividualismo al sindicalismo revolucionario, de lasexperiencias comunitarias a la difusin de ideas en grupos pe-queos, o bien las experiencias autogestionarias de la revolucinespaola, los anarquistas se han sostenido sobre una u otra face-ta de su historia. Por lo dems, los anarquistas saben que suideal constituye una ardua aspiracin porque sus exigencias loscolocan en un afuera de los discursos polticos socialmenteaceptados, tanto como sus prcticas son incompatibles con eldominio en cualquiera de sus formas. Pero si las ideas anarquistasan pertenecen al dominio de la actualidad es porque sostieneny transmiten saberes impensables, o al menos inaceptables, porotras tradiciones tericas que se pretenden emancipatorias. En elresguardo de ese saber antpoda reside su dignidad y su futuro.

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    LAS REDES DEL PODERMICHEL FOUCAULT

    Vamos a intentar hacer un anlisis de la nocin de poder.Yo no soy el primero, lejos de ello, que intenta desechar el es-quema freudiano que opone instinto a represin instinto ycultura. Toda una escuela de psicoanalistas intent, desde hacedecenas de aos, modificar, elaborar este esquema freudianode instinto vs. cultura, e instinto vs. represin me refiero tan-to a psicoanalistas de lengua inglesa como francesa. ComoMelanie Klein, Winnicot y Lacan, que intentaron demostrarque la represin, lejos de ser un mecanismo secundario, inte-rior, tardo, que intentara controlar un juego instintivo dadopor la naturaleza, forma parte del mecanismo del instinto o,por lo menos, del proceso mediante el cual se desenvuelve elinstinto sexual y se constituye como pulsin.

    La nocin freudiana de trieb no debe ser interpretada comoun simple dato natural o un mecanismo biolgico natural so-bre el cual la represin vendra a depositar su ley de prohibi-cin, sino, segn esos psicoanalistas, como algo que ya estprofundamente penetrado por la represin. La carencia, la cas-tracin, la prohibicin, la ley, ya son elementos mediante loscuales se constituye el deseo como deseo sexual, lo cual impli-ca, por lo tanto, una transformacin de la nocin primitiva deinstinto sexual tal como Freud la haba concebido al final delsiglo XIX.

    Es necesario, entonces, pensar el instinto no como un datonatural, sino como una elaboracin, todo un juego complejoentre el cuerpo y la ley, entre el cuerpo y los mecanismos cultu-rales que aseguran el control sobre el pueblo. Por lo tanto, creoque los psicoanalistas desplazaron considerablemente el pro-blema, haciendo surgir una nueva nocin de instinto, una nue-va concepcin de instinto, de pulsin, de deseo. Pero lo que meperturba o, por lo menos, me parece insuficiente, es que en estaelaboracin propuesta por los psicoanalistas, ellos cambian talvez el concepto de deseo, pero no cambian en absoluto la con-cepcin de poder.

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    Continan considerando entre s que el significado del po-der, el punto central, aquello en que consiste el poder, es an laprohibicin, la ley, la frmula no debes. El poder es esencial-mente aquello que dice no debes. Me parece que sta es unaconcepcin y de eso hablar ms adelante totalmente insufi-ciente del poder, una concepcin jurdica, una concepcin for-mal del poder y que es necesario elaborar otra concepcin delpoder que permitir sin duda comprender mejor las relacionesque se establecieron entre poder y sexualidad en las sociedadesoccidentales.

    Voy a intentar mostrar en qu direccin se puede desarro-llar un anlisis del poder que no sea simplemente una concep-cin jurdica, negativa, del poder, sino una concepcin positivade la tecnologa del poder.

    Frecuentemente encontramos entre los psicoanalistas, lospsiclogos y los socilogos esta concepcin segn la cual elpoder es esencialmente la regla, la ley, la prohibicin, lo quemarca un lmite entre lo permitido y lo prohibido. Creo queesta concepcin de poder fue, a fines del siglo XIX, formuladainicialmente y extensamente elaborada por la etnologa. La et-nologa siempre intent detectar sistemas de poder en socieda-des diferentes de las nuestras en trminos de sistemas de reglas.Y nosotros mismos, cuando intentamos reflexionar sobre nues-tra sociedad, sobre la manera como el poder se ejerce en ella, lohacemos fundamentalmente a partir de una concepcin jurdi-ca: dnde est el poder, quin posee el poder, cules son lasreglas que rigen el poder, cul es el sistema de leyes que el po-der establece sobre el cuerpo social. Por lo tanto, para nuestrassociedades hacemos siempre una sociologa jurdica del podery cuando estudiamos sociedades diferentes de las nuestras ha-cemos una etnologa que es esencialmente una etnologa de laregla, una etnologa de la prohibicin. Vean, por ejemplo, enlos estudios etnolgicos de Durkheim a Levi-Strauss, cul es elproblema que siempre reaparece, perpetuamente reelaborado:el problema de la prohibicin, especialmente la prohibicin delincesto.

    A partir de esa matriz, de ese ncleo que sera la prohibi-cin del incesto, se intent comprender el funcionamiento ge-neral del sistema. Y fue necesario esperar hasta aos ms re-

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    cientes para que aparecieran nuevos enfoques sobre el poder,ya sea desde el punto de vista marxista o desde perspectivasms alejadas del marxismo clsico. De cualquier modo, a par-tir de all vemos aparecer, con los trabajos de Clastres, por ejem-plo, toda una nueva concepcin del poder como tecnologaque intenta emanciparse del primado, de ese privilegio de laregla y la prohibicin que, en el fondo, haba reinado sobre laetnologa.

    En todo caso, la cuestin que yo quera plantear es la si-guiente: cmo fue posible que nuestra sociedad, la sociedadoccidental en general, haya concebido el poder de una maneratan restrictiva, tan pobre, tan negativa? Por qu concebimossiempre el poder como regla y prohibicin, por qu este privi-legio? Evidentemente podemos decir que ello se debe a la in-fluencia de Kant, idea segn la cual, en ultima instancia, la leymoral, el no debes, la oposicin debes/no debes es, en elfondo, la matriz de la regulacin de toda la conducta humana.Pero, en verdad, esta explicacin por la influencia de Kant esevidentemente insuficiente. El problema consiste en saber siKant tuvo tal influencia. Por qu fue tan poderosa? Por quDurkheim, filsofo de vagas simpatas socialistas del inicio dela Tercera Repblica francesa, se pudo apoyar de esa manerasobre Kant cuando se trataba de hacer el anlisis del mecanis-mo del poder en una sociedad? Creo que podemos analizar larazn de ello en los siguientes trminos: en el fondo, en Occi-dente, los grandes sistemas establecidos desde la Edad Mediase desarrollaron por intermedio del crecimiento del poder mo-nrquico, a costas del poder o mejor, de los poderes feudales.Ahora, en esta lucha entre los poderes feudales y el poder mo-nrquico, el derecho fue siempre el instrumento del poder mo-nrquico contra las instituciones, las costumbres, los reglamen-tos, las formas de ligazn y de pertenencia caractersticas de lasociedad feudal. Voy a dar dos ejemplos: por un lado el podermonrquico se desarrolla en Occidente en gran parte sobre lasinstituciones jurdicas y judiciales, y desarrollando tales insti-tuciones logr sustituir la vieja solucin de los litigios privadosmediante la guerra civil por un sistema de tribunales con leyes,que proporcionaban de hecho al poder monrquico la posibili-dad de resolver l mismo las disputas entre los individuos. De

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    esa manera, el derecho romano, que reaparece en Occidente enlos siglos XIII y XIV, fue un instrumento formidable en las manosde la monarqua para lograr definir las formas y los mecanis-mos de su propio poder, a costa de los poderes feudales. Enotras palabras, el crecimiento del Estado en Europa fue par-cialmente garantizado, o, en todo caso, us como instrumentoel desarrollo de un pensamiento jurdico. El poder monrqui-co, el poder del Estado, est esencialmente representado en elderecho. Ahora bien, sucede que al mismo tiempo que la bur-guesa, que se aprovecha extensamente del desarrollo del po-der real y de la disminucin, del retroceso de los poderes feu-dales, tena un inters en desarrollar ese sistema de derechoque le permitira, por otro lado, dar forma a los intercambioseconmicos, que garantizaban su propio desarrollo social. Demodo que el vocabulario, la forma del derecho, fue un sistemade representacin del poder comn a la burguesa y a la mo-narqua. La burguesa y la monarqua lograron instalar, poco apoco, desde el fin de la Edad Media hasta el siglo XVIII, unaforma de poder que se representaba y que se presentaba comodiscurso, como lenguaje, el vocabulario del derecho. Y cuandola burguesa se desembaraz finalmente del poder monrqui-co, lo hizo precisamente utilizando ese discurso jurdico quehaba sido hasta entonces el de la monarqua, el cual fue usadoen contra de la propia monarqua.

    Para proporcionar un ejemplo sencillo, Rousseau, cuandoredact su teora del Estado, intent mostrar cmo nace unsoberano, pero un soberano colectivo, un soberano como cuer-po social o, mejor, un cuerpo social como soberano a partir dela cesin de los derechos individuales, de su alienacin y de laformulacin de leyes de prohibicin que cada individuo estobligado a reconocer, pues fue l mismo quien se impuso la ley,en la medida en que l mismo es miembro del soberano, en lamedida en que l es l mismo el soberano. Entonces, el instru-mento terico por medio del cual se realiz la crtica de la ins-titucin monrquica, ese instrumento terico fue el instrumen-to del derecho, que haba sido instituido por la propia monar-qua. En otras palabras, Occidente nunca tuvo otro sistema derepresentacin, de formulacin y de anlisis del poder que nofuera el sistema del derecho, el sistema de la ley. Y yo creo que

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    sta es la razn por la cual, a fin de cuentas, no tuvimos hastarecientemente otras posibilidades de analizar el poder exceptoesas nociones elementales, fundamentales que son las de ley,regla, soberano, delegacin de poder, etc. Y creo que es de estaconcepcin jurdica del poder, de esta concepcin del podermediante la ley y el soberano, a partir de la regla y la prohibi-cin, de la que es necesario ahora liberarse si queremos proce-der a un anlisis del poder, no desde su representacin sinodesde su funcionamiento.

    Ahora bien, cmo podramos intentar analizar el poder ensus mecanismos positivos? Me parece que en un cierto nmerode textos podemos encontrar los elementos fundamentales paraun anlisis de ese tipo. Podemos encontrarlos tal vez enBentham, un filsofo ingls del fin del siglo XVIII y comienzosdel XIX que, en el fondo, fue el ms grande terico del poderburgus, y podemos evidentemente encontrarlos en Marx tam-bin; esencialmente en el libro II de El capital. Es ah que, pien-so, podemos encontrar algunos elementos de los cuales me ser-vir para analizar el poder en sus mecanismos positivos.

    En resumen, lo que podemos encontrar en el libro II de Elcapital, es, en primer lugar, que en el fondo no existe un poder,sino varios poderes. Poderes quiere decir: formas de domina-cin, formas de sujecin que operan localmente, por ejemplo,en una oficina, en el ejrcito, en una propiedad de tipo esclavistao en una propiedad donde existen relaciones serviles. Se tratasiempre de formas locales, regionales de poder, que poseen supropia modalidad de funcionamiento, procedimiento y tcni-ca. Todas estas formas de poder son heterogneas. No pode-mos entonces hablar de poder si queremos hacer un anlisisdel poder, sino que debemos hablar de los poderes o intentarlocalizarlos en sus especificidades histricas y geogrficas.

    As, a partir de ese principio metodolgico, cmo podra-mos hacer la historia de los mecanismos de poder a propsitode la sexualidad? Creo que, de modo muy esquemtico, po-dramos decir lo siguiente: el sistema de poder que la monar-qua haba logrado organizar a partir del fin de la Edad Mediapresentaba para el desarrollo del capitalismo dos inconvenien-tes mayores: 1) El poder poltico, tal como se ejerca en el cuer-po social, era un poder muy discontinuo Las mallas de la red

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    eran muy grandes, un nmero casi infinito de cosas, de ele-mentos, de conductas, de procesos, escapaban al control delpoder. Si tomamos, por ejemplo, un punto preciso, la impor-tancia del contrabando en toda Europa hasta fines del sigloXVIII, podemos percibir un flujo econmico muy importante,casi tan importante como el otro, un flujo que escapaba ente-ramente al poder. Era, adems, una de las condiciones de exis-tencia de las personas; de no haber existido piratera martima,el comercio no habra podido funcionar y las personas no ha-bran podido vivir. Bien, en otras palabras, la ilegalidad erauna de las condiciones de vida, pero al mismo tiempo significa-ba que haba ciertas cosas que escapaban al poder y sobre lascuales no tena control. Entonces, inconvenientes procesos eco-nmicos, diversos mecanismos, de algn modo quedaban fue-ra de control y exigan la instauracin de un poder continuo,preciso, de algn modo atmico. Pasar as de un poder lagu-nar, global, a un poder atmico e individualizante, que cadauno, que cada individuo, en l mismo, en su cuerpo, en susgestos, pudiese ser controlado en vez de esos controles globalesy de masa.

    El segundo gran inconveniente de los mecanismos de poder,tal como funcionaban en la monarqua, es que eran sistemasexcesivamente onerosos. Y eran onerosos justamente porquela funcin del poder aquello en que consista el poder eraesencialmente el poder de recaudar, de tener el derecho a re-caudar cualquier cosa un impuesto, un dcimo, cuando se tra-taba del clero sobre las cosechas que se realizaban; la recau-dacin obligatoria de tal o cual porcentaje para el seor, parael poder real, para el clero. El poder era entonces recaudador ypredatorio. En esta medida operaba siempre una sustraccineconmica y, lejos, consecuentemente, de favorecer o estimu-lar el flujo econmico, era permanentemente su obstculo yfreno. Entonces aparece una segunda preocupacin, una se-gunda necesidad: encontrar un mecanismo de poder tal que almismo tiempo que controlase las cosas y las personas hasta ensus ms mnimos detalles no fuese tan oneroso ni esencialmen-te predatorio, que se ejerciera en el mismo sentido del procesoeconmico

    Bien, teniendo en claro esos dos objetivos creo que pode-

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    mos comprender, groseramente, la gran mutacin tecnolgicadel poder en Occidente. Tenemos el hbito y una vez mssegn el espritu de un marxismo un tanto primario de decirque la gran invencin, todo el mundo lo sabe, fue la mquinade vapor o invenciones de este tipo. Es verdad que eso fue muyimportante, pero hubo toda una serie de otras invenciones tec-nolgicas tan importantes como sas y que fueron, en ltimainstancia, condiciones de funcionamiento de las otras. As ocu-rri con la tecnologa poltica, hubo toda una invencin al ni-vel de las formas de poder a lo largo de los siglos XVII y XVIII.Por lo tanto, es necesario hacer no slo la historia de las tcni-cas industriales, sino tambin de las tcnicas polticas, y yocreo que podemos agrupar en dos grandes captulos las inven-ciones de tecnologa poltica, las cuales debemos acreditar so-bre todo a los siglos XVII y XVIII. Yo las agrupara en dos captu-los porque me parece que se desarrollaron en dos direccionesdiferentes: de un lado existe esta tecnologa que llamara dis-ciplina. Disciplina es, en el fondo, el mecanismo del poderpor el cual alcanzamos a controlar en el cuerpo social hasta loselementos ms tenues por los cuales llegamos a tocar los pro-pios tomos sociales; esto es, los individuos. Tcnicas de indi-vidualizacin del poder. Cmo vigilar a alguien, cmo contro-lar su conducta, su comportamiento, sus aptitudes, cmo in-tensificar su rendimiento, cmo multiplicar sus capacidades,cmo colocarlo en el lugar donde ser ms til; esto es lo quees, a mi modo de ver, la disciplina.

    Y les cito en este instante el ejemplo de la disciplina en elejrcito. Es un ejemplo importante porque es el punto dondefue descubierta la disciplina y donde se la desarroll en primerlugar. Ligada, entonces, a esa otra invencin de orden tcnicoque fue la invencin del fusil de tiro relativamente rpido. Apartir de ese momento, podemos decir lo siguiente: que el sol-dado dejaba de ser intercambiable, dejaba de ser pura y sim-plemente carne de can y un simple individuo capaz de gol-pear. Para ser un buen soldado haba que saber tirar, por lotanto, era necesario pasar por un proceso de aprendizaje y eranecesario que el soldado supiera desplazarse, que supiera coor-dinar sus gestos con los de los dems soldados; en suma, elsoldado se volva habilidoso. Por lo tanto, precioso. Y cuanto

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    ms precioso, ms necesario era conservarlo y cuanta ms ne-cesidad de conservarlo, ms necesidad haba de ensearle tc-nicas capaces de salvarle la vida en la batalla, y mientras mstcnicas se le enseaban ms tiempo duraba el aprendizaje, msprecioso era l, etc. Y bruscamente se crea una especie de em-balo, de esas tcnicas militares de adiestramiento que culmina-rn en el famoso ejrcito prusiano de Federico II, que gastabalo esencial de su tiempo haciendo ejercicios. El ejrcito prusiano,el modelo de disciplina prusiana, es precisamente la perfeccin,la intensidad mxima de esa disciplina corporal del soldadoque fue hasta cierto punto el modelo de las otras disciplinas.

    El otro lugar en donde vemos aparecer esta nueva tecnolo-ga disciplinaria es la educacin. Fue primero en los colegios ydespus en las escuelas secundarias donde vemos aparecer esosmtodos disciplinarios en que los individuos son individualizadosdentro de la multiplicidad. El colegio rene decenas, centenas ya veces millares de escolares, y se trata entonces de ejercer sobreellos un poder que ser justamente mucho menos oneroso queel poder del preceptor que no puede existir sino entre alumno ymaestro. All tenemos un maestro para decenas de discpulos yes necesario, a pesar de esa multiplicidad de alumnos, que selogre una individualizacin del poder, un control permanente,una vigilancia en todos los instantes; as, la aparicin de estepersonaje que todos aquellos que estudiaron en colegios cono-cen bien, que es el celador, que en la pirmide corresponde alsuboficial del ejrcito; aparicin tambin de las notas cuantita-tivas, de los exmenes, de los concursos, etc., posibilidades, enconsecuencia, de clasificar a los individuos de tal manera quecada uno est exactamente en su lugar, bajo los ojos del maes-tro o en la clasificacin-calificacin o el juicio que hacemos so-bre cada uno de ellos.

    Vean, por ejemplo, cmo ustedes estn sentados delantede m, en fila. Es una posicin que tal vez les parezca natural.Sin embargo es bueno recordar que ella es relativamente re-ciente en la historia de la civilizacin y que es posible encon-trar todava a comienzos del siglo XIX escuelas donde los alum-nos se presentaban en grupos de pie alrededor de un profesorque les dicta ctedra. Eso implica que el profesor no puedevigilarlos individualmente: hay un grupo de alumnos por un

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    lado y el profesor por otro. Actualmente ustedes son ubica-dos en fila, los ojos del profesor pueden individualizar a cadauno, puede nombrarlos para saber si estn presentes, qu ha-cen, si divagan, si bostezan, etc. Todo esto, todas estas futili-dades, en realidad son futilidades, pero futilidades muy im-portantes, porque finalmente, fue en el nivel de toda una seriede ejercicios de poder, en esas pequeas tcnicas que estosnuevos mecanismos pudieron investir; pudieron operar. Lo quepas en el ejrcito y en los colegios puede ser visto igualmenteen las oficinas a lo largo del siglo XIX. Y es lo que llamartecnologa individualizante de poder. Es una tecnologa queenfoca a los individuos hasta en sus cuerpos, en sus compor-tamientos; se trata, grosso modo, de una especie de anatomapoltica, una poltica que hace blanco en los individuos hastaanatomizarlos.

    Bien, he ah una familia de tecnologas de poder que apare-ce un poco ms tarde, en la segunda mitad del siglo XVIII, y quefue desarrollada es preciso decir que la primera, para vergenzade Francia, fue sobre todo desarrollada en Francia y en Alema-nia principalmente en Inglaterra, tecnologas stas que noenfocan a los individuos, sino que ponen blanco en lo contra-rio, en la poblacin. En otras palabras, el siglo XVIII descubriesa cosa capital: que el poder no se ejerce simplemente sobrelos individuos entendidos como sujetos-sbditos, lo que era latesis fundamental de la monarqua, segn la cual por un ladoest el soberano y por otro los sbditos. Se descubre que aque-llo sobre lo que se ejerce el poder es la poblacin. Qu quieredecir poblacin? No quiere decir simplemente un grupo huma-no numeroso, quiere decir un grupo de seres vivos que sonatravesados, comandados, regidos, por procesos de leyes bio-lgicas. Una poblacin tiene una curva etaria, una pirmideetaria, tiene una morbilidad, tiene un estado de salud; una po-blacin puede perecer o, al contrario, puede desarrollarse.

    Todo esto comienza a ser descubierto en el siglo XVIII. Sepercibe que la relacin de poder con el sujeto o, mejor, con elindividuo no debe ser simplemente esa forma de sujecin quepermite al poder recaudar bienes sobre el sbdito, riquezas yeventualmente su cuerpo y su sangre, sino que el poder se debeejercer sobre los individuos en tanto constituyen una especie

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    de entidad biolgica que debe ser tomada en consideracin siqueremos precisamente utilizar esa poblacin como mquinade producir todo, de producir riquezas, de producir bienes, deproducir otros individuos, etc. El descubrimiento de la pobla-cin es, al mismo tiempo que el descubrimiento del individuo ydel cuerpo adiestrable, creo yo, otro gran ncleo tecnolgicoen torno del cual los procedimientos polticos de Occidente setransformaron. Se invent en ese momento, en oposicin a laantomo-poltica que recin mencion, lo que llamar bio-po-ltica. Es en ese momento cuando vemos aparecer cosas, pro-blemas como el del hbitat, el de las condiciones de vida enuna ciudad, el de la higiene pblica o la modificacin de lasrelaciones entre la natalidad y la mortalidad. Fue en ese mo-mento cuando apareci el problema de cmo se puede hacerpara que la gente tenga ms hijos o, en todo caso, cmo pode-mos regular el flujo de la poblacin, cmo podemos controlarigualmente la tasa de crecimiento de una poblacin, de las mi-graciones, etc. Y a partir de all toda una serie de tcnicas deobservacin entre las cuales est la estadstica, evidentemente,pero tambin todos los grandes organismos administrativos,econmicos y polticos, todo eso encargado de la regulacin dela poblacin. Por lo tanto, creo yo, hay dos grandes revolucio-nes en la tecnologa del poder: descubrimiento de la disciplinay descubrimiento de la regulacin, perfeccionamiento de unaantomo-poltica y perfeccionamiento de una bio-poltica.

    A partir del siglo XVIII, la vida se hace objeto de poder, lavida y el cuerpo. Antes existan sujetos, sujetos jurdicos a quie-nes se les poda retirar los bienes, y la vida adems. Ahoraexisten cuerpos y poblaciones. El poder se hace materialista.Deja de ser esencialmente jurdico. Ahora debe lidiar con esascosas reales que son el cuerpo, la vida. La vida entra en el do-minio del poder, mutacin capital, una de las ms importantes,sin duda, en la historia de las sociedades humanas y es evidenteque se puede percibir cmo el sexo se vuelve a partir de esemomento, el siglo XVIII, una pieza absolutamente capital, por-que, en el fondo, el sexo est exactamente ubicado en el lugarde la articulacin entre las disciplinas individuales del cuerpo ylas regulaciones de la poblacin. El sexo viene a ser aquello apartir de lo cual se puede garantizar la vigilancia sobre los in-

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    dividuos y entonces se comprende por qu en el siglo XVIII, yjustamente en los colegios, la sexualidad de los adolescentes sevuelve un problema mdico, un problema moral, casi un pro-blema poltico de primera importancia porque mediante y sopretexto de este control de la sexualidad se poda vigilar a loscolegiales, a los adolescentes a lo largo de sus vidas, a cadainstante, aun durante el sueo. Entonces el sexo se tornar uninstrumento de disciplinamiento, y va a ser uno de los elemen-tos esenciales de esa antomo-poltica de la que habl, peropor otro lado es el sexo el que asegura la reproduccin de laspoblaciones. Y con el sexo, con una poltica del sexo podemoscambiar las relaciones entre natalidad y mortalidad; en todocaso la poltica del sexo se va a integrar al interior de toda esapoltica de la vida que va a ser tan importante en el siglo XIX. Elsexo es la bisagra entre la antomo-poltica y la bio-poltica, lest en la encrucijada de las disciplinas y de las regulaciones yes en esa funcin que l se transforma, al fin del siglo XIX, enuna pieza poltica de primera importancia para hacer de la so-ciedad una mquina de producir.

    Foucault: Quieren ustedes hacer alguna pregunta?Auditorio: Qu tipo de productividad pretende lograr el

    poder en las prisiones?Foucault: sa es una larga historia: el sistema de la pri-

    sin, quiero decir, de la prisin represiva, de la prisin comocastigo, fue establecido tardamente, prcticamente al fin delsiglo XVIII. Antes de esa fecha la prisin no era un castigo legal:se aprisionaba a las personas simplemente para retenerlas an-tes de procesarlas y no para castigarlas, salvo en casos excep-cionales. Bien, se crean las prisiones como sistema de represinafirmndose lo siguiente: la prisin va a ser un sistema dereeducacin de los criminales. Despus de una estada en laprisin, gracias a una domesticacin de tipo militar y escolar,vamos a poder transformar a un delincuente en un individuoobediente a las leyes. Se buscaba la produccin de individuosobedientes.

    Ahora bien, inmediatamente, en los primeros tiempos delos sistemas de las prisiones qued en claro que ellos no produ-can aquel resultado, sino, en verdad, su opuesto: mientras ms

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    tiempo se pasaba en prisin menos se era reeducado y msdelincuente se era. No slo productividad nula, sino producti-vidad negativa. En consecuencia, el sistema de las prisionesdebera haber desaparecido. Pero permaneci y contina, ycuando preguntamos a las personas qu podramos colocar envez de las prisiones, nadie responde.

    Por qu las prisiones permanecieron a pesar de estacontraproductividad? Yo dir que precisamente porque, dehecho, producan delincuentes y la delincuencia tiene una cier-ta utilidad econmico-poltica en las sociedades que conoce-mos. La utilidad mencionada podemos revelarla fcilmente:cuantos ms delincuentes existan, ms crmenes existirn; cuan-to ms crmenes hayan, ms miedo tendr la poblacin y cuan-to ms miedo en la poblacin, ms aceptable y deseable se vuelveel sistema de control policial. La existencia de ese pequeo pe-ligro interno permanente es una de las condiciones deaceptabilidad de ese sistema de control, lo que explica por quen los peridicos, en la radio, en la televisin, en todos lospases del mundo sin ninguna excepcin, se concede tanto es-pacio a la criminalidad como si se tratase de una novedad cadanuevo da. Desde 1830 en todos los pases del mundo se desa-rrollaron campaas sobre el tema del crecimiento de la delin-cuencia, hecho que nunca ha sido probado, pero esta supuestapresencia, esta amenaza, ese crecimiento de la delincuencia esun factor de aceptacin de los controles.

    Pero eso no es todo, la delincuencia posee tambin una uti-lidad econmica; vean la cantidad de trficos perfectamentelucrativos e inscritos en el lucro capitalista que pasan por ladelincuencia: la prostitucin; todos saben que el control de laprostitucin en todos los pases de Europa es realizado porpersonas que tienen el nombre profesional de proxenetas y queson todos ellos ex presidiarios que tienen por funcin canalizarlos lucros recaudados sobre el placer sexual. La prostitucinpermiti volver oneroso el placer sexual de las poblaciones ysu encuadramiento permiti derivar para determinados circui-tos el lucro sobre el placer sexual. El trfico de armas, el trficode drogas, en suma, toda una serie de trficos que por una uotra razn no pueden ser legal y directamente realizados en lasociedad pueden serlo por la delincuencia, que los asegura.

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    Si agregamos a eso el hecho de que la delincuencia sirvemasivamente en el siglo XIX y aun en el siglo XX a toda una seriede alteraciones polticas tales como romper huelgas, infiltrarsindicatos obreros, servir de mano de obra y guardaespaldasde los jefes de partidos polticos, aun de los ms o menos dig-nos. Aqu estoy hablando precisamente de Francia, en dondetodos los partidos polticos tienen una mano de obra que varadesde los colocadores de afiches hasta los aporreadores o ma-tones, mano de obra que est constituida por delincuentes. Astenemos toda una serie de instituciones econmicas y polticasque opera sobre la base de la delincuencia y en esta medida laprisin que fabrica un delincuente profesional posee una utili-dad y una productividad.

    Auditorio: En la tentativa de trazar una anatoma de losocial basndose en la disciplina del ejrcito, usted utiliza lamisma terminologa que usan los abogados actuales en el Bra-sil. En el Congreso de OAB (Orden de los Abogados del Brasil)realizado hace poco tiempo en Salvador, los abogados utiliza-ron abundantemente las palabras compensar y disciplinar aldefinir su funcin jurdica. Curiosamente usted utiliza los mis-mos trminos para hablar del poder, es decir, usando el mismolenguaje jurdico: lo que le pregunto es si usted no cae en elmismo discurso de la apariencia de la sociedad capitalista den-tro de la ilusin del poder que comienzan a utilizar esos juris-tas. As, la nueva ley de sociedades annimas se presenta comoun instrumento para disciplinar los monopolios, pero lo queella realmente significa es ser un valioso instrumento tecnol-gico muy avanzado que obedece a determinaciones indepen-dientes de la voluntad de los juristas que son las necesidades dereproduccin del capital. En este sentido me sorprende el usode la misma terminologa, continuando, en tanto usted esta-blece una dialctica entre tecnologa y disciplina, y mi ltimasorpresa es que usted toma como elemento de anlisis social ala poblacin, volviendo as a un perodo anterior a aquel enque Marx critic a Ricardo.

    Foucault: Me sorprende mucho que los abogados utilicenla palabra disciplina en cuanto a la palabra compensar, no laus ni una vez y con respecto a esto quiero decir lo siguiente:creo que desde el nacimiento de aquello que yo llamo bio-po-

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    der o antomo-poltica estamos viviendo en una sociedad quecomienza a dejar de ser una sociedad jurdica. La sociedad ju-rdica fue la sociedad monrquica. Las sociedades europeas delos siglos XII al XVIII eran esencialmente sociedades jurdicas, enlas cuales el problema del derecho era un problema fundamen-tal: se combata por l, se hacan revoluciones por l, etc. Apartir del siglo XIX, en las sociedades que se daban bajo la for-ma de sociedades de derecho, con Parlamentos, legislaciones,cdigos, tribunales, exista de hecho todo un otro mecanismode poder que se infiltraba, que no obedeca a las formas jurdi-cas y que no tena por principio fundamental la ley, sino elprincipio de la norma, y que posea instrumentos que no eranlos tribunales, la ley y el aparato judiciario, sino la medicina, lapsiquiatra, la psicologa, etc. Por lo tanto, estamos en un mundodisciplinario, estamos en un mundo de la regulacin. Creemosque estamos todava en el mundo de la ley, pero de hecho esotro tipo de poder que est en vas de constitucin por inter-medio de conexiones que ya no son ms conexiones jurdicas.As, es perfectamente normal que usted encuentre la palabradisciplina en la boca de los abogados. Llega a ser interesantever lo que concierne a un punto clave: cmo la sociedad de lanormatizacin al mismo tiempo puede habitar y hacerdisfuncionar la sociedad del derecho.

    Veamos lo que pasa en el sistema penal. En pases de Euro-pa como Alemania, Francia e Inglaterra, prcticamente no hayningn criminal un poco importante y en breve no habr nin-guna persona que pase por los tribunales penales que no pasetambin por las manos de un especialista en medicina, psiquia-tra o psicologa. Eso porque vivimos en una sociedad en laque el crimen ya no es ms simplemente ni esencialmente latransgresin a la ley sino el desvo en relacin con una norma.En lo que respecta a la penalidad slo se habla ahora en trmi-nos de neurosis, desvo, agresividad, pulsin, etc. Ustedes losaben muy bien. Por lo tanto, cuando hablo de disciplina, denormalizacin, yo no caigo en el plano jurdico; son, por elcontrario, los hombres de derecho, los hombres de la ley, losjuristas, quienes estn obligados a emplear ese vocabulario dela disciplina y la normatizacin. Que se hable de disciplina enel congreso de OAB no hace ms que confirmar lo que dije y

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    no es que caiga en una concepcin jurdica. Los que estn fue-ra de lugar son ellos.

    Auditorio: Cmo ve la relacin entre saber y poder? Esla tecnologa del poder la que provoca la perversin sexual o esla anarqua natural biolgica que existe en el hombre la que loprovoca...?

    Foucault: Sobre este ltimo punto, es decir, sobre lo quemotiva, lo que explica el desarrollo de esta tecnologa, no creoque podamos decir que sea el desarrollo biolgico. Intent de-mostrar lo contrario, es decir, cmo forma parte del desarro-llo del capitalismo esta mutacin de la tecnologa del poder?Forma parte de ese desarrollo en la medida en que, por unlado, fue el desarrollo del capitalismo lo que hizo necesariaesta mutacin tecnolgica, pero, por otro, esa mutacin hizoposible el desarrollo del capitalismo; una implicacin perpetuade dos movimientos que estn de algn modo engrampados eluno con el otro.

    Bien, con respecto a la otra cuestin que concierne al hechode las relaciones de poder... Cuando existe alianza del placercon el poder, se es un problema importante. Lo que quierodecir brevemente es que es justamente eso que parece caracte-rizar los mecanismos de poder en funcin de nuestras socieda-des, es lo que hace que no podamos decir simplemente que elpoder tiene por funcin interdictar, prohibir. Si admitimos queel poder slo tiene por funcin prohibir, estamos obligados ainventar mecanismos como Lacan y otros estn obligados ahacerlo para poder decir: Vean, nos identificamos con elpoder. O entonces decimos que hay una relacin masoquistaque se establece con el poder y que hace que gocemos de aquelque prohbe; pero en compensacin, si usted admite que la fun-cin del poder no es esencialmente prohibir, sino producir, pro-ducir placer, en ese momento se puede comprender, al mismotiempo, cmo se puede obedecer al poder y encontrar en elhecho de la obediencia placer, que no es masoquista necesaria-mente. Los nios nos pueden servir de ejemplo: creo que lamanera como se hizo de la sexualidad de los nios un proble-ma fundamental para la familia burguesa del siglo XIX provocy volvi posible un gran nmero de controles sobre la familia,sobre los padres, sobre los nios, etc., al mismo tiempo que

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    produjo toda una serie de placeres nuevos: placer en los padresal vigilar a los hijos, placer de los nios en jugar con su propiasexualidad contra sus padres o con sus padres, etc., toda unanueva economa del placer alrededor del cuerpo del nio. Nohace falta decir que los padres, por masoquismo, se identifica-ron con la ley...

    Auditorio: Usted no respondi a la pregunta que se le hizosobre las relaciones entre el saber y el poder, y sobre el poderque usted, Michel Foucault, ejerce mediante su saber...

    Foucault: En efecto, la pregunta debe ser planteada. Bien,creo que en todo caso en el sentido de los anlisis que hago,cuya fuente de inspiracin usted puede ver las relaciones depoder no deben ser consideradas de una manera un poco es-quemtica, como: de un lado estn los que tienen el poder y delotro los que no lo tienen. Aqu un cierto marxismo acadmicoutiliza frecuentemente la oposicin clase dominante / clase do-minada, discurso dominante / discurso dominado, etc. Ahora,en primer lugar, ese dualismo nunca ser encontrado en Marx,en cambio s puede ser encontrado en pensadores reacciona-rios y racistas como Gobineau, que admiten que en una socie-dad hay dos clases, una dominada y la otra que domina. Ustedva a encontrar eso en muchos lugares pero nunca en Marx,porque en efecto Marx es demasiado astuto como para poderadmitir esto; l saba perfectamente que lo que hace la solidezde las relaciones de poder es que ellas no terminan jams, queno hay de un lado algunos y del otro lado muchos; ellas laatraviesan en todos lados; la clase obrera retransmite relacio-nes de poder, ejerce relaciones de poder. El hecho de que ustedsea estudiante implica que ya est inserto, es una cierta situa-cin de poder; yo, como profesor, estoy igualmente en una si-tuacin de poder, estoy en una situacin de poder porque soyhombre y no una mujer, y el hecho de que usted sea una mujerimplica que est igualmente en una situacin de poder, pero nola misma, todos estamos en situacin, etc. Bien, si de cualquierpersona que sabe algo podemos decir usted ejerce el poder,me parece una crtica estpida en la medida en que se limita aeso. Lo que es interesante es, en efecto, saber cmo en un gru-po, en una clase, en una sociedad operan redes de poder, esdecir, cul es la localizacin exacta de cada uno en la red del

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    poder, cmo l lo ejerce de nuevo, cmo lo conserva, cmo lhace impacto en los dems, etctera.

    Traduccin: Helosa Primavera

    NOTAS

    * Texto desgrabado de una conferencia dada por Foucault en 1976 en Brasil.Publicada en la revista anarquista Barbarie, Nros. 4 y 5 (1981-2), SanSalvador de Baha, Brasil.

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    LIBERTAD, DESVENTURA, INNOMBRABLEPIERRE CLASTRES

    No se da con frecuencia pensamiento ms libre que el deEtienne de La Botie. Tampoco la singular firmeza de este co-mentario escrito por un joven an adolescente. Quiz pudira-mos hablar de un Rimbaud del pensamiento. La audacia y lagravedad de su interrogacin es de evidencia accidental: quirrisin la de intentar dar cuenta de ella refirindola a su siglo,o la de remitir esa mirada altiva insoportable al crculo ce-rrado de los que vuelven a trazarse una y otra vez! Cuntosmalentendidos desde el Contra uno de los hombres de la Re-forma! No es sin duda la referencia a un determinismo histri-co cualquiera (circunstancias polticas del momento, pertenen-cia a una clase social) lo que conseguir desarmar la virulenciasiempre activa del Discurso, ni desmentir la esencial afirma-cin de libertad que lo crea y lo anima. La historia local y mo-mentnea es apenas, para La Botie, ocasin, pretexto: no haynada en l propio del panfletario, del publicista o del militante.Su agresin estalla con mayor alcance: plantea una preguntatotalmente libre porque est absolutamente libre de cualquierterritorialidad social o poltica, y es precisamente porque supregunta es transhistrica por lo que estamos en condicionesde orla. Cmo puede ser, pregunta La Botie, que la mayorano tan slo obedezca a uno solo, sino que tambin le sirva, yno tan slo le sirva sino que tambin quiera servirle?

    La naturaleza y el alcance de tal pregunta impiden de entra-da que se la pueda reducir a esta o aquella situacin histricaconcreta. La posibilidad misma de formular tan destructivapregunta remite, simple pero heroicamente, a una lgica de loscontrarios: si soy capaz de extraarme de que la servidumbrevoluntaria sea la tnica invariable de todas las sociedades, dela ma pero tambin de aquellas de las que me informan loslibros (con la excepcin, quiz retrica, de la antigedad ro-mana), es sin duda porque imagino el contrario de esa socie-dad, porque imagino la posibilidad lgica de una sociedad queignorara la servidumbre voluntaria. En esto radican el heros-

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    mo y la libertad de La Botie. Es acertado realizar este fcil yligero deslizamiento de la historia a la lgica, es acertado abrir-se al vaco de lo que parece ms evidente, es acertado ensan-char esta brecha en la conviccin general de que no se puedepensar en una sociedad sin divisin entre dominantes y domi-nados. Extrandose de esto y negando la evidencia natural, eljoven La Botie trasciende toda la historia conocida para decir:otra cosa es posible. No lo plantea en absoluto, es cierto, comoprograma a realizar: La Botie no es un partisano. Poco le im-porta, de cierto modo, el destino del pueblo mientras ste no sesubleve. Esta es la razn por la cual el autor del Discurso de laservidumbre voluntaria puede ser al mismo tiempo funciona-rio del Estado monrquico (de ah la torpeza de convertirlo enun clsico del pueblo). Lo que descubre, mediante un desli-zamiento fuera de la Historia, es precisamente que la sociedad,en la que el pueblo quiere servir al tirano, es histrica, que noes eterna y no ha existido siempre, que tiene una fecha de naci-miento y que algo tuvo necesariamente que suceder para quelos hombres cayeran de la libertad en la servidumbre: ... qudesventura ha sido sta que tanto haya podido desnaturalizaral hombre, nico ser nacido de verdad para vivir libre, y lehaya hecho perder el recuerdo de su estado original y el deseode volver a l?.

    Desventura: accidente trgico, desgracia inaugural, cuyosefectos no dejan de ampliarse hasta el punto de que se desvane-ce la memoria de lo anterior, hasta el punto de que el amor porla servidumbre ha sustituido al deseo de libertad. Qu dicerealmente La Botie? Ms que ningn otro clarividente, afirmaque este paso de la libertad a la servidumbre se produjo sinnecesidad y que la divisin de la sociedad en los que mandan ylos que obedecen fue accidental qu tarea la de detectar culfue esa impensable desventura!. Lo que aqu se designa esexactamente ese momento histrico en que nace la Historia,esa ruptura fatal que jams hubiera debido producirse, ese irra-cional acontecimiento que nosotros, los modernos, nombra-mos, en modo similar, el nacimiento del Estado. En esta cadatodos a uno solo, La Botie descifra la seal repugnante de unadegradacin quizs irreversible: el hombre nuevo, producto dela incomprensible desventura, deja de ser hombre, ni siquiera

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    animal. Puesto que las bestias... no se acostumbran a servirsino manifestando el deseo contrario..., este ser, difcil ya denombrar, est desnaturalizado. Perdiendo la libertad, el hom-bre pierde su humanidad. Ser humano es ser libre, el hombre esun ser-para-la-libertad. Qu desventura, en efecto, la que pudollevar al hombre a renunciar a su ser y a hacerle desear la per-petuacin de esta renuncia!

    La enigmtica desventura que origina la Historia desnatu-raliz al hombre al establecer en la sociedad una divisin talque la libertad queda desterrada, libertad que sin embargo esconsustancial a la naturaleza misma del hombre. Se detectan laseal y la prueba de esta prdida de la libertad, no slo en laresignacin a someterse, sino, an ms claramente, en el amorde la servidumbre. Con otras palabras, La Botie opera unadistincin radical a la naturaleza del hombre o el nico sernacido de verdad para vivir libre, y las sociedades sin libertaden las que uno manda y los otros le obedecen. Se notar que,de momento, esta distincin sigue siendo pura lgica. Ignora-mos, en efecto, todo lo que hace a la realidad histrica de lasociedad en libertad. Sabemos simplemente que, por necesidadnatural, la primera figura de la sociedad debi instituirse segnun concepto de libertad, segn la ausencia de la divisin entretirano opresor y pueblo, amante de su servidumbre. Sobrevie-ne entonces la desventura: todo se tambalea. Resulta de estaparticin entre sociedad en libertad y sociedad en servidumbreque toda sociedad dividida es una sociedad en servidumbre. Esdecir que La Botie no opera distincin alguna en el interiordel conjunto constituido por las sociedades divididas: no haybuen prncipe que pueda oponerse al tirano. La Botie se pre-ocupa poco por la caracterologa Qu importa, en efecto, queel prncipe tenga un natural amable o cruel? No es, de todasmaneras, al prncipe a quien sirve el pueblo? La Botie investi-ga no como psiclogo, sino como mecnico, se interesa por elfuncionamiento de las mquinas sociales. Ahora bien, no haydeslizamiento progresivo de la libertad hacia la servidumbre,no hay intermediarios, no hay la figura de un social equidis-tante de la libertad y de la servidumbre, sino la brutal desven-tura que provoca el derrumbamiento de la libertad de antes enla sumisin que le sigue. Qu quiere decir con eso? Que toda

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    relacin de poder es opresiva, que toda sociedad dividida esthabitada por un Mal absoluto debido al hecho de que es, comocontra natura, la negacin de la libertad.

    Por una desventura, se producen pues el nacimiento de laHistoria y la divisin entre buena y mala sociedad: es buena lasociedad en la que la ausencia natural de divisin asegura elimperio de la libertad y es mala aquella cuyo ser dividido per-mite el triunfo de la tirana.

    Diagnosticando la naturaleza del mal que gangrena todo elcuerpo social dividido, La Botie, lejos de enunciar los resulta-dos de un anlisis comparado de las sociedades sin divisin yde las sociedades divididas, expresa los efectos de una puraoposicin lgica: su Discurso remite a la afirmacin implcita,aunque previa, de que la divisin no es una estructura ontolgicade la sociedad y que, en consecuencia, antes de la aparicindesventurada de la divisin social, haba necesariamente, enconformidad con la naturaleza del hombre, una sociedad sinopresin y sin sumisin. A diferencia de Jean-Jacques Rousseau,La Botie no dice que esa sociedad quiz jams existiera. Inclu-so si los hombres la borraron de su memoria, incluso si l, LaBotie, no se hace muchas ilusiones sobre la posibilidad de unretorno, lo que s sabe es que, antes de la desventura, as vivala sociedad.

    Ahora bien, este saber que, para La Botie, no poda serms que a priori, de pronto, para nosotros que nos hacemoseco actualmente de la pregunta del Discurso, se inscribe en elorden del conocimiento. De lo que ignoraba La Botie noso-tros podemos hoy adquirir un saber emprico, que proviene noya de una deduccin lgica, sino de la observacin directa. Laetnologa trabaja precisamente sobre la lnea de particin an-tao reconocida por La Botie, y quiere conocer todo aquelloque concierne en primer lugar a las sociedades de antes de ladesventura. Salvajes anteriores a la civilizacin, pueblos ante-riores a la escritura, sociedades anteriores a la Historia: stasson ciertamente las bien llamadas sociedades primitivas, lasprimeras en desarrollarse en la ignorancia de la divisin, lasprimeras en existir antes de la fatal desventura. El objeto privi-legiado, si no exclusivo, de la etnologa es hoy en da el estudiode las sociedades sin Estado.

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    La ausencia de Estado, criterio inherente a la antropologapor el que se determina el ser de las sociedades primitivas, im-plica la no-divisin de este ser. Ya no se investiga en el sentidode creer que la divisin de la sociedad exista antes de la insti-tucin estatal, sino en el sentido de que es el Estado el queintroduce la divisin y es su motor y su fundamento. Suele de-cirse impropiamente que las sociedades primitivas eranigualitarias. Se enuncia, al decirlo, que las relaciones entre loshombres eran igualitarias porque ignoraban la desigualdad:un hombre no vala ni ms ni menos que otro, no habasuperior e inferior. Con otras palabras, nadie poda ms quenadie, nadie detentaba el poder. La desigualdad, ignorada porlas sociedades primitivas, es la que divide a los hombres endetentadores del poder y sujetos al poder, la que divide el cuer-po social en dominantes y dominados. sta es la razn por lacual los jefes no podan ser indicio de una divisin de la tribu:el jefe no mandaba pues no poda ms que otro miembro de lacomunidad.

    El Estado, como divisin instituida de la sociedad en unalto y un bajo, es la puesta en juego efectiva de la relacin depoder. Detentar el poder es ejercerlo: un poder que no se ejerceno es un poder, no es ms que una apariencia. Y quiz, desdeeste punto de vista, ciertas realezas, africanas u otra1, debieranser clasificadas en el orden, ms eficazmente engaoso que loque pudiera creerse, de la apariencia. Sea como sea, la relacinde poder pone en prctica una capacidad absoluta de divisinen la sociedad.

    Es, a este ttulo, la esencia misma de la institucin estatal, lafigura fundamental del Estado. Recprocamente, el Estado noes ms que la extensin de la relacin de poder, la incesanteprofundizacin de la desigualdad entre los que mandan y losque obedecen. Ser determinada como sociedad primitiva cual-quier mquina social que funcione segn la ausencia de la rela-cin de poder. Ser por consiguiente, llamada de Estado, cual-quier sociedad cuyo funcionamiento implique, por poco quepueda parecernos, el ejercicio del poder. En trminoslaboetianos: sociedades de antes o de despus de la desventura.Ni qu decir que la esencia universal del Estado no se realiza enmodo uniforme en todas las formaciones estatales cuya histo-

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    ria conocida se manifiesta de distintas maneras. Slo en oposi-cin a las sociedades primitivas, a las sociedades sin Estado, serevelan equivalentes todas las dems. Pero una vez acontecidala desventura y una vez perdida la libertad que rige natural-mente las relaciones entre iguales, el Mal absoluto es suscepti-ble de todos los grados: hay una jerarqua de lo peor, y el Esta-do totalitario, bajo sus distintas configuraciones contempor-neas, est ah para recordarnos que, por profunda que sea laprdida de la libertad, jams est del todo perdida, jams aca-ba de perderse.

    La Botie no puede llamar de otra forma a la desventuraque destruy la primera sociedad, en la que el disfrute de lalibertad no expresaba ms que el ser natural de los hombres.Desventura, es decir, acontecimiento fortuito sin motivo algu-no de producirse y que, sin embargo, se produjo. Por lo tantoel Discurso de la servidumbre voluntaria formula explcitamentedos categoras de preguntas: primera, por qu se produjo ladesnaturalizacin del hombre, por qu se dio la divisin de lasociedad y por qu sobrevino la desventura? Segunda, cmopueden los hombres perseverar en su ser desnaturalizado, cmopuede la desigualdad reproducirse constantemente y cmo pue-de la desventura perpetuarse hasta el punto de parecer eterna?A la primera serie de preguntas, La Botie no da respuesta al-guna. Enunciado en trminos modernos, se refiere al origen delEstado. De dnde sale el Estado? Es intentar razonar lo irra-cional, intentar remitir el azar a la necesidad, querer, en unapalabra, abolir la desventura. Es sta una pregunta vlida sinposible respuesta? Nada, en efecto, permite a La Botie darrazn de lo incomprensible: por qu los hombres renunciarona la libertad? Intenta, en cambio, aportar una respuesta a lasegunda serie de preguntas: cmo puede la renuncia de la li-bertad ser duradera? Es la principal intencin del Discurso ar-ticular esta respuesta.

    Si, de todos los seres, el hombre es el nico ser nacidorealmente para vivir libre, si es, por su naturaleza, ser-para-la-libertad, la prdida de la libertad debera ejercer sus efectossobre la naturaleza humana misma: el hombre se ha desnatu-ralizado, por lo tanto debe cambiar de naturaleza. No cabeduda de que no adquiere con ello naturaleza anglica alguna.

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    La desnaturalizacin se realiza, no hacia arriba, sino hacia aba-jo: es una regresin. Pero se trata acaso de una cada de lahumanidad en la animalidad? No, y con ms razn, porqueobservamos que los animales no se someten a sus amos msque por el miedo que les inspiran. Ni ngel, ni bestia, ni msac, ni ms all de lo humano, se es el hombre desnaturaliza-do. Literalmente, el innombrable. He ah la necesidad de unanueva idea del hombre, de una nueva antropologa, La Botiees, en realidad, el fundador desconocido de la antropologa delhombre moderno, del hombre de las sociedades divididas. Contres siglos de anticipacin, anuncia la empresa de un Nietzschems incluso que la de un Marx de reflexionar sobre la degra-dacin y la alienacin. El hombre desnaturalizado existe en ladegradacin porque perdi la libertad, existe en la alienacinporque debe obedecer. Pero es exactamente as? Las bestiasacaso no tienen que obedecer? La imposibilidad de determinarla desnaturalizacin del hombre como desplazamiento regresi-vo hacia la animalidad reside en este dato irreductible: los hom-bres obedecen, no forzados ni obligados, no bajo el efecto delterror, no por miedo de la muerte, sino voluntariamente. Obe-decen porque tienen ganas de obedecer, viven en la servidum-bre porque la desean. Qu significa eso? El hombre desnatu-ralizado, acaso an sera hombre, puesto que elige dejar deser hombre, o sea de ser libre? ste es, sin embargo, el nuevoaspecto del hombre: desnaturalizado, pero an libre, puestoque elige la alienacin. Extraa sntesis, impensable conjun-cin, innombrable realidad. La desnaturalizacin que sucede ala desventura engendra un hombre nuevo, en el que la volun-tad de libertad cede el lugar a la voluntad de servidumbre. Ladesnaturalizacin hace que la voluntad cambie de sentido, quetienda hacia una meta contraria. No es que el hombre nuevohaya perdido su voluntad, sino que la dirige hacia la servidum-bre: el Pueblo, como vctima de un sortilegio, de un encanta-miento, quiere servir al tirano. Y, al no ser deliberada, estavoluntad encubre, a partir de ese momento, su verdadera iden-tidad: el deseo. Cmo empieza este proceso? La Botie no tie-ne ni la ms remota idea. Cmo contina? Es que los hombresdesean que as sea, responde La Botie. No hemos avanzadomucho: la objecin es sencilla, no cabe duda. Pues lo que La

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    Botie pone en juego, discreta pero claramente, es la antropo-loga. Se trata de la naturaleza humana y sobre ella plantea, ensuma, la pregunta: es el deseo de sumisin innato o adquiri-do? Exista antes de la desventura que le haba permitido rea-lizarse? O bien debe su emergencia ex nihilo a la desventura,cual mutacin letal rebelde a toda explicacin? Preguntas me-nos acadmicas de lo que parecen, como nos incita a pensar elejemplo de las sociedades primitivas.

    Hay, en efecto, una tercera serie de preguntas que el autordel Discurso no poda plantearse, pero que la etnologa con-tempornea nos permite formular: cmo funcionaban las so-ciedades primitivas para evitar la desigualdad, la divisin, larelacin de poder? Cmo conseguan conjurar la desventura?Cmo actuaban para que no se diera? Pues, repitmoslo, silas sociedades primitivas eran sociedades sin Estado, no era enabsoluto por incapacidad congnita de alcanzar la edad adultaque marcara la presencia del Estado, sino claramente por re-chazo de esta institucin. Ignoraban el Estado porque no loqueran, la tribu mantena separado el jefe del poder, y, porqueno queran que el jefe pasara a detentar el poder, se negaban aque el jefe fuera jefe. Sociedades que rechazaban la obediencia:as eran las sociedades primitivas. Y guardmonos aqu igual-mente de cualquier referencia a la psicologa: el rechazo a larelacin de poder, el rechazo a obedecer, no son de ningunamanera, como lo creyeron misioneros y viajeros, un rasgo ca-racterstico de los salvajes, sino el efecto, a nivel individual, delfuncionamiento de las mquinas sociales, el resultado de unaaccin y de una decisin colectivas. No hay, por otro lado,razn alguna para invocar, con el fin de dar cuenta de esterechazo de la relacin de poder, un conocimiento previo delEstado por parte de las sociedades primitivas: habran hecho laexperiencia de la divisin entre dominantes y dominados, ha-bran comprobado y sentido lo nefasto e inaceptable de esadivisin y habran hecho vuelta atrs al tiempo anterior a ladesventura. Esta hiptesis nos remitira a la afirmacin de queel Estado y la divisin de la sociedad segn la relacin mando-obediencia son eternos. Se tratara de un razonamiento muyastuto que tendera a legitimar la divisin de la sociedad, alquerer descubrir en el hecho de la divisin una estructura inhe-

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    rente a la sociedad como tal. Sin embargo, esta concepcin seencontrara a fin de cuentas invalidada por las enseanzas dela historia y de la etnologa. No podran, en efecto, ofrecernosejemplo alguno de una sociedad de Estado que hubiera vueltoa ser sociedad sin Estado, sociedad primitiva. Por el contrario,ms bien parece que, llegados a un punto, y una vez franquea-do ste, la vuelta atrs se hace imposible, de tal manera queeste paso no puede darse sino en un nico sentido: del no-Esta-do hacia el Estado, nunca en el otro sentido. El espacio y eltiempo, un rea cultural o un perodo determinados de nuestrahistoria proponen el espectculo permanente de la decadenciay la degradacin en las que estn comprometidos los grandesaparatos estatales: por ms que el Estado se derrumbe y sedesmembre en seoros feudales o jefaturas locales, jams des-aparece la relacin de poder, jams se disuelve la divisin esen-cial de la sociedad, jams se realiza la vuelta al momento pre-estatal. Irresistible, abatido pero no aniquilado, el poder delEstado acaba siempre por reafirmarse, ya sea en Occidentedespus de la cada del Imperio romano, ya sea en los Andes,campo milenario de apariciones y desapariciones de Estados,cuya ltima figura fue el imperio de los Incas.

    Por qu la muerte del Estado siempre es incompleta? Porqu no lleva en s la reinstitucin del ser no dividido de la so-ciedad? Por qu, reducida y debilitada, la relacin de poderno deja de ejercer? Ser el hombre nuevo, engendrado en ladivisin de la sociedad y educado en ella, un hombre definiti-vo, inmortal, irrevocablemente incapaz de toda vuelta a la eta-pa anterior a la divisin? Deseo de sumisin, rechazo de laobediencia: sociedad de Estado, sociedad sin Estado. Las so-ciedades primitivas rechazaban la relacin de poder impidien-do as que se realizara el deseo de sumisin. Jams insistira-mos demasiado, parodiando a La Botie, en aquello que, enrealidad, no debieran ser ms que perogrulladas: primero, enque el poder slo existe en su ejercicio efectivo; y segundo, enque el deseo de poder no puede realizarse si no consigue susci-tar el eco favorable de su complemento necesario, el deseo desumisin. No hay deseo realizable de mandar sin deseo corre-lativo de obedecer. Decimos que las sociedades primitivas, entanto que sociedades sin divisin, negaban al deseo de poder y

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    al deseo de sumisin toda posibilidad de realizacin. Mqui-nas sociales habitadas por la voluntad de perseverar en su serno dividido, las sociedades primitivas se instituan como luga-res de represin del mal deseo. Ninguna posibilidad le era con-cedida: los salvajes no queran, ni quieren, saber nada de l.Estiman que este deseo es malo porque, si le permitieran reali-zarse, sera admitir una innovacin social que conducira a ladivisin en dominantes y dominados y al reconocimiento de ladesigualdad entre amos del poder y siervos del poder. Para quelas relaciones entre los hombres se mantengan como relacionesde libertad entre iguales hay que impedir la desigualdad, hayque impedir que aflore el mal deseo bifactico que atormentaquizs a toda sociedad y a todo individuo en cada sociedad. Ala inmanencia del deseo de poder y del deseo de sumisin y nodel poder mismo, o de la sumisin misma las sociedades pri-mitivas oponan el hay que y el no hay que de su Ley: no hayque cambiar nada de nuestro ser indiviso, no hay que dejar queel mal deseo se realice. Queda ahora muy claro que no es nece-sario haber hecho la experiencia del Estado para rechazarlo, ohaber conocido la desventura para conjurarla, o aun haberperdido la libertad para reivindicarla. A sus nios, la tribu pro-clamaba: Sois todos iguales, ninguno de vosotros vale msque otro, ninguno menos que otro, la desigualdad est prohi-bida porque es falsa, es mala. Y, para que no se perdiera elrecuerdo de la ley primitiva, la inscriban, en marcas igualesdolorosamente tatuadas, sobre el cuerpo de los jvenes inicia-dos en el conocimiento de esta ley. En el caso de iniciacin, elcuerpo del individuo, como superficie de inscripcin de la Ley,era objeto de una investidura colectiva, querida por la socie-dad entera, a fin de impedir que un da el deseo de un indivi-duo, transgrediendo el enunciado de la Ley, intentara investiral campo social. Y si, por ventura, a uno de los iguales quecomponen la comunidad se le ocurriera querer realizar el de-seo de poder y de investir con l el cuerpo de la sociedad, a estejefe deseoso de mandar, la tribu, lejos de obedecer, responde-ra: Has querido, t, uno de los iguales que somos, destruir elser indiviso de nuestra sociedad afirmndote superior a losdems, t, que no vales ms que los dems. Valdrs a partir deahora menos que los dems. Y el efecto, etnogrficamente

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    real, de este discurso imaginario era: cuando un jefe queraejercer como jefe, se le exclua de la sociedad, abandonndolo.Si insista, podan llegar a matarlo: exclusin total, conjuroradical.

    Desventura: algo se produce, algo que impide a la sociedadmantener en la inmanencia tanto el deseo de poder como eldeseo de sumisin. Emergen a la realidad de la experiencia, enel ser dividido de una sociedad formada, a partir de entonces,por desiguales. As como las sociedades primitivas son conser-vadoras porque desean conservar su ser-para-la-libertad, lassociedades divididas no se dejan cambiar, y el deseo de poder yla voluntad de servidumbre no acaban de realizarse.

    Es total, decamos, la libertad del pensamiento de La Botie,y transhistrico su discurso. La extraeza de la cuestin queplantea no desaparecer en nosotros con recordar que el au-tor pertenece a la burguesa de magistrados, ni con querer re-conocer en l tan slo el eco indignado de la represin real quese abati, en 1549, sobre la sublevacin de las Gabelas en elsur de Francia. La empresa de La Botie escapa a cualquierintento de apresarlo en un siglo, no es un pensamiento fami-liar en tanto que se desarrolla precisamente en contra de loque hay de tranquilizador en la evidencia inherente a cual-quier pensamiento familiar. Pensamiento solitario, pues, el delDiscurso, pensamiento riguroso que no se nutre ms que de supropio movimiento, de su propia lgica: si el hombre ha naci-do para ser libre, entonces el modo original de existencia de lasociedad humana debi necesariamente desarrollarse en la nodivisin, en la no desigualdad. Hay en La Botie como unadeduccin a priori de la sociedad sin Estado, de la sociedadprimitiva. Ahora bien, es quizs en este punto donde podra,curiosamente, revelarse una influencia de su siglo, una tomaen consideracin por La Botie de lo que suceda en la primeramitad del siglo XVI.

    En efecto, con demasiada frecuencia se olvida uno, al pare-cer, de que el siglo XVI es el del Renacimiento, el de la resurrec-cin de la cultura de la Antigedad griega y romana, pero tam-bin el que asiste al advenimiento de un hecho que, por su al-cance, va a trastocar la configuracin de Occidente, a saber eldescubrimiento y la conquista del Nuevo Mundo. Retorno a

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    los Antiguos de Atenas y Roma, es cierto, pero tambin irrup-cin de lo que hasta entonces no exista: Amrica. Puede medir-se la fascinacin que ejerci sobre Europa occidental el descu-brimiento del continente desconocido por la extrema rapidezcon que se difundan todas las noticias que provenan de allendelos mares. Limitmonos a sealar unos puntos de referenciacronolgicos2. A partir de 1493, se publicaron en Pars las car-tas de Cristbal Coln relativas a su descubrimiento.

    Poda leerse, en 1503, tambin en Pars, la traduccin lati-na del relato del primer viaje de Amrico Vespucio. Amrica,como nombre propio del Nuevo Mundo, aparece por primeravez, en 1507, en otra edicin de los viajes de Vespucio. A partirde 1515, la traduccin francesa de los viajes de los portugueseses un xito editorial. En una palabra, en la Europa de princi-pios de siglo, no haba que esperar mucho para saber qu suce-da en Amrica. La abundancia de informaciones y la rapidezde su difusin a pesar de las dificultades de comunicacin dela poca denotan un inters tan apasionado por parte de lasgentes cultivadas de aquellos tiempos, por las tierras recindescubiertas y los pueblos que las habitaban como por el mun-do antiguo que los libros revelaban. Doble descubrimiento eidntico deseo de saber que no abarca a la vez la historia anti-gua de Europa y su nueva extensin geogrfica.

    Conviene notar que esta rica literatura de viajes es sobretodo de origen espaol y portugus. Los explotadores y con-quistadores ibricos se lanzaban, en efecto, a la aventura ennombre y con el apoyo financiero de las monarquas de Ma-drid y Lisboa. Sus expediciones eran, de hecho, empresas deEstado, y los viajeros estaban, por consiguiente, obligados ainformar con regularidad a las muy puntillosas burocraciasreales. Pero de ello no se deduce que los franceses de entoncesno dispusieran, para satisfacer su curiosidad, ms que de do-cumentos suministrados por los pases vecinos. Pues si la coro-na de Francia, que se preocupaba poco en aquella poca porproyectos de colonizacin allende el Atlntico, no se interesa-ba sino de lejos por los esfuerzos de espaoles y portugueses, laempresa privada hacia el Nuevo Mundo fue, en cambio, pre-coz y mltiple. Los armadores y comerciantes de los puertos dela Mancha y de toda la costa atlntica organizaron, a partir del

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    inicio del siglo XVI, quizs incluso antes, expediciones hacia lasIslas y hacia lo que, ms tarde, Andr Thevet tuvo que llamarFrancia equinoccial. Al silencio y a la inercia del Estado res-ponda, desde Honfleur hasta Burdeos, la intensa y ruidosaactividad de los barcos y las tripulaciones que, muy pronto,establecieron relaciones comerciales regulares con los salvajessudamericanos. As es cmo, en 1503, tres aos despus deque el portugus Cabral descubriera el Brasil, el capitnGonneville llegaba al litoral brasileo. Tras muchas aventuras,consegua volver a Honfleur en mayo de 1505, en compaa deun joven indio, Essomericq, hijo de un jefe de la tributupinamb. Las crnicas de la poca no retuvieron ms quealgunos nombres, como el de Gonneville, entre centenares devalientes marinos que atravesaron el ocano3. Pero no cabe lamenor duda de que la cantidad de informacin de la que sedispone a propsito de esos viajes no da ms que una apagadaidea de la regularidad y de la intensidad de las relaciones entrefranceses y salvajes. Nada de extrao en ello: estos viajes esta-ban patrocinados por armadores privados que se guardabanmucho, a causa de la competencia, de publicar todos sus secre-tos de fabricacin! Y puede fcilmente imaginarse que larelativa escasez de documentos escritos quedaba ampliamentecompensada por la informacin oral de primera mano que trans-mitan los marinos, al volver de Amrica, en todos los puertosde Bretaa y Normanda, hasta La Rochelle y Burdeos. Estoequivale a decir que, a partir de la segunda dcada del sigloXVI, cualquier francs medio estaba en disposicin, si lo quera,de mantenerse informado de las cosas y las gentes del NuevoMundo. Este flujo de informacin, apoyado por la intensifica-cin de los intercambios comerciales, no dej de ampliarse yconcretarse al mismo tiempo. En 1544, el navegante JeanAlfonse, describiendo las poblaciones del litoral brasileo, eracapaz de elaborar una distincin, especficamente etnogrfica,entre tres grandes tribus, subgrupos de la muy importante et-nia de los Tup. Once aos ms tarde, Andr Thevet y Jean deLry llegaban a estas mismas orillas para trasmitir sus crni-cas, que hoy son irremplazables testimonios sobre los indiosdel Brasil. Pero, con estos dos maestros cronistas, nos encon-tramos ya en la segunda mitad del siglo XVI.

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    El discurso de la servidumbre voluntaria fue redactado, nosdice Montaigne, cuando La Botie tena dieciocho aos, es de-cir, en 1548. Que Montaigne, en una edicin ulterior de losEnsayos, rectificara esta fecha diciendo que su amigo no tena,de hecho, ms de diecisis aos, no cambia sustancialmente elproblema que nos ocupa. De ello podra simplemente deducir-se una mayor precocidad del pensador. Que La Botie hayapodido, por otra parte, rehacer el texto del discurso cinco aosms tarde, cuando, estudiante en Orlans, atenda a las clasesde sus profesores de derecho contestarios, nos parece a la vezposible y sin consecuencia. O bien, en efecto, el Discurso fueredactado en 1548 y su contenido, su lgica interna, no podansufrir alteracin alguna o bien fue escrito ms tarde. Montaignees explcito: fue escrito en el decimoctavo ao de La Botie. Aspues, toda modificacin ulterior no puede ser sino de detalle,superficial, destinada simplemente a precisar y afinar su expo-sicin. Nada ms. Y tambin nada ms equvoco que esa obs-tinacin erudita de reducir un pensamiento a lo que se procla-ma a su alrededor y nada ms oscurantista que esa voluntad dedestruir la autonoma del pensamiento recurriendo lamenta-blemente a las influencias. Pero, pese a todo, el Discursosigue ah, ese Discurso cuyo riguroso movimiento se desarrollafirme y libremente, como indiferente a todos los dems discur-sos de su siglo.

    Por eso probablemente Amrica, sin estar del todo ausentedel Discurso, no aparece sino bajo la forma de una alusin,por otra parte muy clara, a estos nuevos pueblos que acabande ser descubiertos. Pero, a propsito, si por ventura nacie-ran hoy gentes completamente nuevas, que no estuvieran acos-tumbradas a la sumisin ni atradas por la libertad, y que nosupieran qu es ni la una ni la otra, ni jams hubieran odonombrarlas, si se les diera a elegir entre ser siervos o vivir libressegn las leyes que acordasen, no cabe dudar de que preferi-ran mucho ms obedecer tan slo a su razn que servir a unhombre... En resumen, puede asegurarse que, en 1548, el co-nocimiento que se tena del Nuevo Mundo era en Francia yamuy dilatado y se renovaba continuamente gracias a los nave-gantes. Sera muy sorprendente que un La Botie no se hubierainteresado por lo que se escriba sobre Amrica o por lo que se

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    deca de ella en los puertos, Burdeos por ejemplo, que se en-contraba muy cerca de sus tierras de Sarlat. Por supuesto, elautor del Discurso no necesitaba, para concebirlo y escribirlo,todo este conocimiento. Habra podido perfectamente articu-larlo sin l. Pero este joven, que se preguntaba con tanta serie-dad acerca de la servidumbre voluntaria y soaba con la socie-dad anterior a la desventura, cmo habra podido no quedarimpresionado por la imagen que, desde haca largos aos, yalos viajeros esbozaban de aquellas gentes totalmente nuevas,salvajes americanos que vivan sin fe, sin rey y sin ley; hombresque admitan una sociedad sin ley ni emperador, en la que cadauno era su propio dueo?

    En una sociedad dividida, segn el eje vertical del poder,entre dominantes y dominados, las relaciones que unen a loshombres no pueden desarrollarse francamente, en libertad.Prncipe, dspota o tirano, el que ejerce el poder desea tan slola obediencia unnime de sus sbditos. stos responden a sudeseo, hacen posible su deseo de poder, no por el terror quepodra inspirarles, sino porque, obedeciendo, realizan su pro-pio deseo de sumisin. La desnaturalizacin excluye el recuer-do de la libertad y, por consiguiente, el deseo de volver a con-quistarla. Cualquier sociedad dividida est, pues, destinada aperdurar. La desnaturalizacin se expresa a la vez en el despre-cio que siente de un modo natural el que manda por los queobedecen y en el amor de los sbditos por el prncipe, median-te el culto que el pueblo rinde a la persona del tirano. Ahorabien, esta corriente de amor que mana sin cesar de abajo arri-ba, este amor de los sbditos por el amo desnaturaliza igual-mente las relaciones entre los sbditos. Al ser un don exclus