A.bierce p.de Santis

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    Diagnstico de muerte de Ambrose Bierce (1842-1914)ltimo piso de Pablo De SantisEn Los Signos, de editorial La Pgina S.A. Publicado por Pgina 12 Pablo De Santis

    Imagen de tapa: Archivo Campaa Nacional de LecturaDiseo de tapa y coleccin: Campaa Nacional de Lectura

    Coleccin: Cuentos cortos para el verano

    Ministerio de Educacin

    Unidad de Programas EspecialesCampaa Nacional de LecturaPizzurno 935. (C1020ACA) Ciudad de Buenos Aires. Tel: (011) 4129 1075

    [email protected] - www.me.gov.ar/lectura

    Repblica Argentina, 2007

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    N

    o soy tan supersticioso como algunos de tus

    colegas de ciencia, como t te complaces en decir

    dijo Hawve r, contestando una acusacin que no

    haba sido hecha Algunos de ustedes, slo algunos,confieso, creen en la inmortalidad del alma, y en

    apariciones que t no tienes la honestidad de llamar

    fantasmas. No voy decir ms que tengo la creencia de

    que a veces los vivos se pueden ver donde no estn, en

    l u g a res donde estuvieron, donde ellos vivieron mucho

    tiempo, quizs tan intensamente, como para dejar susi m p resiones en todo lo que los rodeaba. Lo se, en efecto,

    puede ser que un ambiente pueda ser tan afectado por la

    esencia de una persona como para impre s i o n a r, tiempo

    despus, su imagen a los ojos de otros. Sin dudas, la

    personalidad impresa tiene que ser el tipo justo de

    personalidad y los ojos que la perciben tienen que ser el

    tipo justo de ojos, los mos por ejemplo.

    S, el tipo justo de ojos, sensaciones convincentes del

    DI A G N S T I C O D E M U E R T EAM B R O S E BI E R C E

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    lugar errneo del cere b ro dijo el Dr. Fra y l e y, sonriendo.

    G racias; uno gusta tener sus expectativas gra t i f i c a d a ;

    esto es en rplica de lo que yo supongo que hara alguien

    c i v i l i z a d o.

    Disculpa, pero t dices que lo sabes. Es algo fcil de

    d e c i r, no crees? Quizs debieras decirme cmo lo supiste.

    Tu lo llamars alucinacin dijo Hawve r, pero no es

    as y le cont la siguiente ancdota.

    El ltimo ve rano, como sabes, fui a la ciudad deMeridian. Los parientes en cuya casa planeaba

    instalarme estaban enfermos, as que busqu otro s

    c u a rtos. Luego de algunas dificultades alquil una de las

    habitaciones libres que antes ocupaba un exc n t r i c o

    doctor de apellido Mannering, quien se haba ido va r i o s

    aos atrs, nadie saba adonde, ni siquiera su agente.

    Haba construido una casa y vivido all durante diez

    aos, acompaado por un viejo sirviente. Su prctica, no

    muy extensa, lo mantuvo ocupado durante algunos aos.

    Pero se vio recluido de la vida social y se convirti en un

    ermitao. Un doctor del pueblo, que fue la nica persona

    que tuvo alguna relacin con l, me cont que durante suretiro, se hizo devoto de una nica lnea de estudio, y

    expuso sus resultados en un libro que no fue re c o m e n d a d o

    a la aprobacin de sus colegas mdicos, quienes, sin

    e m b a rgo no lo considera ron enteramente sano.

    No tuvo oportunidad de ver el libro y no pudo re c o rd a r

    su ttulo, pero me dijo que expona una teora extra a .

    Deca en l, que era posible que una persona de buena

    salud pudiera pronosticar su propia muerte con pre c i s i n ,

    varios meses antes del eve n t o. El lmite, creo, era n

    dieciocho meses. Hubo cuentos locales sobre que haba

    e j e rcido sus poderes de pronstico, que quizs tu llames

    diagnstico; y que las personas a las que advirti eldeceso, murieron sbitamente en el plazo fijado, sin causa

    conocida. Todo esto, por cierto, no tiene nada que ver con

    lo que te dije; pienso que puede dive rtir a un mdico.

    La casa estaba amueblada, tal como l haba vivido.

    E ra una oscura morada para alguien que haba sido ms

    que un estudiante, un recluso y creo que me tra n s m i t i

    algo de su carcter, quizs algo del carcter de su

    anterior ocupante. Siempre sent una cierta melancola

    que no estaba en mi disposicin natural, pro b a b l e m e n t e ,

    debido a la soledad. No tena sirvientes que durmiera n

    en la casa, pero siempre tuve la adiccin, como sabes, a

    la lectura. Cualquiera que fuera la causa, el efecto fue unre c h a zo y un sentido de mal inminente; especialmente

    en el estudio del Dr. Mannering, a pesar de que esta

    habitacin era una de las ms luminosas y aireadas de

    toda la casa. El re t rato a tamao natural del doctor

    p a reca dominar completamente el ambiente. No haba

    nada inusual en la imagen; el hombre evidentemente

    luca bien, de unos cincuenta aos de edad, con cabello

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    Tengo la sensacin de que esto no es una part e

    i m p o rtante del incidente.

    Sin dudas te parecer un lugar comn "el cuento de

    fantasmas" algo que uno construye sobre las lneas

    dejadas por los viejos maestros del arte. Si as fuera, no

    te lo hubiera contado, an siendo ve rdad. Pe ro el

    h o m b re no est muerto; lo conoc hoy mismo en la Calle

    Unin. Me cruz entre una multitud.

    H a w ver finaliz su historia y los dos se quedaro ncallados. El Dr. Frayley distradamente golpe la mesa

    con sus dedos.

    Te dijo algo hoy, pregunt alguna cosa que te haya

    hecho creer que no estaba muert o ?

    H a w ver lo mir fijamente y no contest.

    Quizs continu Frayley l hizo alguna seal, un

    gesto, alz un dedo. Es un truco que l tena, un hbito

    cuando deca algo serio, anunciando el resultado de un

    diagnstico, por ejemplo.

    S, lo hizo, su aparicin lo hizo. Pe ro, por Dios! Lo

    c o n o c a s ?

    H a w ver empezaba a ponerse algo nerv i o s o. Lo conoc. Le su libro, como todo mdico de hoy en

    da. Es una de las contribuciones ms importantes del

    siglo a la ciencia de la Medicina. S, lo conoc; lo trat en

    su enfermedad durante los ltimos tres aos. l muri.

    H a w ver busc una silla, notablemente incmodo. Dio

    un par de zancadas y se sent. Luego se dirigi a su

    amigo, y en una voz no muy clara, dijo:

    gris metalizado, la cara recin afeitada y sus ojos

    o s c u ros y serios. Algo en esa i magen siempre atra p a b a

    mi atencin. La apariencia del hombre se convirti en

    familiar para m, hasta dira que me 'hechiz'.

    Una tarde estaba atravesando esta habitacin para ir a

    mi dormitorio, con una lmpara (no haba gas en Meridian).

    Me par, como era frecuente, frente al re t rato, que a la luz

    de la lmpara pareca cobrar una nueva expresin, casi

    indescriptible, pero realmente escalofriante. Me intere s p e ro sin inquietarme. Mov la lmpara de un lado a otro y

    o b s e rv los efectos que provocaba el cambio del punto de

    iluminacin. Mientras estaba absorto sent el impulso de

    darme vuelta. Y cuando lo hice vi a un hombre que se

    m ova a travs de la habitacin hacia donde estaba yo! Ta n

    p ronto como l se acercaba a la lmpara su ro s t ro se fue

    iluminando, y reconoc que era el Dr. Mannering en

    persona; era como si el re t rato estuviera caminando!

    ' Le pido disculpas', dije, algo framente, 'pero si usted

    golpe no lo escuch'.

    l me pas, dentro de una braza, extendi su dedo

    ndice como en adve rtencia, y sin una palabra, sem a rch, a pesar de que observ su ida no ms que lo que

    vi su entra d a .

    Por supuesto, no necesito decirte que esto

    p robablemente tu lo llamaras una alucinacin y

    m i e n t ras que yo la llamo una aparicin. Esta habitacin

    tiene slo dos puertas, una estaba cerrada; la otra

    l l e vaba al dormitorio, desde donde no haba otra salida.

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    D o c t o r, tiene usted algo para decirme como mdico?

    No, Hawver; eres el hombre ms saludable que conozco.

    Como amigo te recomiendo que vayas a tu habitacin. To c a s

    el violn como un ngel. Tcalo, toca algo alegre y jov i a l .

    Olvdate de todo este asunto.

    Al da siguiente Hawver fue hallado muerto en su

    habitacin, el violn en su cuello, el arco sobre las cuerdas, su

    msica se escuch antes de la Marcha Fnebre de Chopin.

    El hombre, cansado, sube al ascensor. Es una vieja jaula

    de hierro. El ascensorista viste un uniforme ro j o.

    Aunque lo ha cuidado tanto como ha podido, se notan

    los remiendos, la tela gastada, el brillo perdido de los

    b o t o n e s .Ultimo piso indica el pasajero. El ascensorista se haba

    adelantado a sus palabras, y ya haba hecho arrancar el

    a s c e n s o r.

    Cmo andan las cosas all afuera? Llueve? pregunta el

    a s c e n s o r i s t a .

    El pasajero mira su impermeable, como si ya no le

    p e rt e n e c i e radel todo.

    Si, llovi en algn momento del da.

    Ex t rao la lluvia.

    Hace mucho que trabaja aqu?

    Desde siempre .

    No es un trabajo aburrido?No tanto. Hablo con los pasajeros. Me cuentan sus vidas.

    Es como si viviera un poco yo tambin.

    El viaje es cort o. No hay tiempo para hablar mucho.

    Con una frase, o una palabra, a veces basta. Otros se

    quedan callados, y tambin eso es suficiente para m.

    Los dos hombres guardan silencio por algunos segundos.

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    L T I M O P I S OPA B L O DE SA N T I S

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    Apenas se oye el zumbido del ascensor.

    Djeme un re c u e rdo, si no es una impert i n e n c i a .

    El hombre busca en los bolsillos. Encuentra un reloj alque se le ha roto la correa de cuero.

    G racias. Lo conservar, aunque no miro nunca la hora .

    El pasajero siente alivio por haberse sacado el reloj de

    e n c i m a .

    Estamos por llegar dice el ascensorista. Ah, le

    aviso, el timbre no funciona. Ver una puerta grande, deb ronce. Golpee hasta que le abran. No se desanime si

    tiene que espera r. Siempre terminan por abrir.

    El ascensor deja atrs las ltimas nubes y se detiene.

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    AMBROSE BIERCE

    Naci en Ohio en 1842, EEUU, en una humilde familia de puritanos. Asisti un ao

    al Instituto Militar de Kentucky y particip en la guerra civil de su pas, la guerra de

    Secesin, cuando tena diecinueve aos. Una vez restablecida la paz, trabaj como

    periodista, dibujante y escritor de artculos periodstico-satricos en peridicos de

    San Francisco; su particular mirada crtica y desencantada se hizo muy popular.

    Desde 1897 a 1909 estuvo en Washington como corresponsal de importantes peri-

    dicos. En 1913 regres a California, y de ah pas a Mxico, donde desapareci en

    1914, probablemente asesinado en la Revolucin Mexicana. Fue un maestro en el

    gnero del relato breve, sobre todo con los temas de horror y misterio.

    PABLO DE SANTIS

    Naci en Buenos Aires, en el barrio de Caballito, el 27 de febrero de 1963. Es

    Licenciado en Letras de la Universidad Nacional de Buenos Aires. A partir de la

    obtencin del premio "Fierro busca dos manos", organizado por la revista Fierro en

    1984, comenz a escribir guiones de historietas.

    Fue jefe de redaccin de la revista Fierro y coordin la coleccin "Ened. Narrativa

    dibujada" (Ediciones Colihue), dedicada a los clsicos de la historieta. Trabaj

    durante muchos aos como periodista y escribi para televisin la miniserie

    Bajamar, y los textos de los programas que realiz Fabin Polosecki: El otro lado

    (1993-1994), y El visitante (1985). Es autor del libro de cuentos Espacio puro de tor-

    menta; las novelas El palacio de la noche, Desde el ojo del pez, El ltimo espa, La

    sombra del dinosaurio, Pesadilla para hackers, Lucas Lenz y el Museo del Universo,

    Astronauta solo, Las plantas carnvoras, Enciclopedia en la hoguera, Pginas mez-

    cladas, Filosofa y Letras, La traduccin, Lucas Lenz y la mano del emperador, El tea-

    tro de la memoria y El calgrafo de Voltaire; los libros de miscelnea TransilvaniaExpress. Gua de vampiros y de monstruos e Invenciones argentinas. Gua de cosas

    que nunca existieron; los ensayos Rico Tipo y las chicas de Divito y La historieta en

    la edad de la razn y el libro de historietas Rompecabezas. Fue jurado de varios

    concursos literarios. Actualmente dirige las colecciones para lectores adolescentes

    La movida y Obsesiones, de Ediciones Colihue. Como periodista, colabora en los

    diarios Clarn y La Nacin. Sus novelas fueron traducidas a nueve idiomas.

    Ejemplar de distribucin gratuita. Prohibida su venta.

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