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Abuso Emocional El enemigo invisible

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Abuso Emocional

El enemigo invisible

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Título original: Abuso Emocional - El enemigo invisble Primera Edición - 2009. Buenos Aires, Argentina. Ninguna parte de este libro puede ser reproducido ni almacenado, ocopiado por ningún medio o dispositivo, ya sea impreso, electrónicoo mecánico, ni fotocopiado o republicado, en parte o totalmente, sin autorización previa y permiso por escrito del autor. © Por Mariana Barrancos, 2009 - Todos los Derechos Reservados Derechos de Autor - Registro Nacional de la Propiedad Intelectual de la República Argentina - No. 750269 24 de abril de 2009, Buenos Aires, Argentina.

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A mis hijos,

Gonzalo y Florencia

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Prólogo Ante todo, quisiera hacer una aclaración importante: la decisión de escribir este libro surgió de la importancia que tiene para las personas, poder tomar decisiones basadas en una información sólida y relativamente amplia acerca de un tema determinado. En este caso, el abuso emocional. Muchas veces, no logramos tomar las decisiones “correctas” o más convenientes debido a que carecemos de cierta información clave. Actuamos guiados por nuestras experiencias pasadas y nuestros juicios subjetivos, en lugar de actuar de un modo más imparcial, sobre la base de criterios más certeros y realistas. Las consecuencias o los resultados de nuestras acciones son diferentes cuando tomamos decisiones informadas que cuando tomamos decisiones ignorando ciertos datos. Personalmente, me atrevería a decir que la mayoría de las personas cometen ciertos errores debido a que realmente carecen de conocimientos suficientes como para proceder de un modo diferente. Dentro de ese contexto, se me ocurrió escribir una guía de información clave acerca del abuso emocional. Tanto esa guía (escrita en agosto de 2008), como este libro, están redactados intencionalmente en un lenguaje sencillo, con el objeto de que la información le resulte accesible y útil a cualquier persona, independientemente de su nivel intelectual o socio-cultural. No obstante, quiero destacar que la información compilada aquí, así como mis propias reflexiones sobre este tema, forman mi punto de vista personal. Estos conocimientos son el producto de muchos años de trabajo, análisis y estudio sobre este tema. Asimismo, lo que cada persona considere como “más conveniente” para sí misma, dependerá de cada uno y de la actitud que cada persona adopte frente a la vida. Por consiguiente, la interpretación de la información presentada en este libro, así como las decisiones que cada uno tome o considere “correctas” o “adecuadas”, serán responsabilidad de cada persona. Es muy posible que usted se sienta identificado con muchos de los ejemplos que le brindará este libro, ya que muchos han sido tomados de casos de la vida real. Sin embargo, no todas las soluciones o sugerencias de prevención se aplicarán en su caso particular.

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Cada persona es única, como también lo son sus experiencias de vida. Por consiguiente, sus relaciones personales, laborales, sociales y familiares, también son únicas. Así, es importante que al leer la información contenida en estas páginas, comprenda que no siempre los ejemplos o las soluciones coincidirán plenamente con las diferentes situaciones de abuso emocional que enfrentan las personas, a lo largo de su vida. Hay situaciones más complejas y otras menos complejas, hay personas que tienen una actitud frente a la vida más positiva y otras que tienen una actitud menos positiva. Además, hay personas que tienen ciertos problemas de salud mental, como algunos trastornos de la personalidad (o “de carácter”, según algunos profesionales de salud mental) y requieren de ayuda profesional. En estos casos, a estas personas no les alcanzará con adquirir conocimientos e información sobre el abuso emocional para resolver sus problemas más complejos. Deberán recurrir a algún tipo de terapia u orientación. Espero que la información contenida en estas páginas le ayude a comprender mejor este problema y lo guíe para hallar las soluciones adecuadas.

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Agradecimientos

Son muchas las personas, que a lo largo de mi vida me han enriquecido con sus experiencias personales y han hecho posible que diera a luz a este libro. En primer lugar, quiero agradecer profundamente a mis maravillosos hijos, Gonzalo Lucas Aizpún y Maria Florencia Aizpún, quienes me han dado muchísimas satisfacciones personales y se han convertidos en adultos jóvenes, brillantes, saludables y humanitarios, y junto a quienes aprendí excelentes lecciones de vida. También, quiero agradecer muy especialmente a mi madre, Norma Platini, quién siempre me alentó y me brindó su apoyo incondicional y mi prima, Graciela Ferreyra por su afecto sincero. Agradezco igualmente a mi padre, Ricardo Barrancos Mooney y su esposa Alicia Hidalgo, y a mis hermanos, Nicolás Barrancos y Diego Barrancos y mi cuñada, Andrea Rolando, quienes siempre aportaron sus diferentes opiniones y particulares puntos de vista. Agradezco igualmente a mis queridos amigos Diego Aizpún, Adriana Rolando, Ilirka Stevanovic, Alejandra Maschio, Leonor Nieva, Mirta Chiavón, Paul Scialdone, Natasha Andrievsky, Lori Walls, Kristin Clausen, Courtney Donaldson, Anne Marie Picard, Robert Lehman, Tracy Oliver, Mark Grawemeyer y Silvia Hamer, quienes con sus propias vivencias y opiniones me permitieron comprender las distintas situaciones por las que atraviesan los seres humanos. Asimismo, quiero expresar mi agradecimiento a todos los profesionales del campo de la salud mental, en particular al Dr. Joseph Carver, psicólogo clínico de Ohio, Estados Unidos, como también al Dr. Greg Mulhauser, fundador de Counselling Resource del Reino Unido, al Dr. Stephen Karpman, analista transaccional y creador del triángulo dramático de las relaciones interpersonales que lleva su nombre, a la Dra. Nora Femenia, exitosa psicóloga y mediadora, presidente de “Creative Conflict Resolutions”, de Florida, Estados Unidos, y al Lic. Evan Hadkins, escritor, consejero y terapeuta, creador de “Wellbeing and Health” y autor de “Living Authentically”; como también a todos los terapeutas y profesores de los diferentes cursos que he tomado en los últimos veinte años, quienes siempre me aportaron datos vitales e información muy valiosa que se sumaron a mis conocimientos ya adquiridos.

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Asimismo, agradezco a las agencias de traducción Language Learning Enterprises, Inc., Washington D.C., por asignarme la traducción de los documentos del Departamento del Menor y la Familia del Estado de Connecticut y a Docu-Trans LLC., Cincinnati, Ohio, por encomendarme la traducción de los documentos del programa "Guardianes de los Niños" de la organización “Darkness to Light”, fundadora del programa de prevención estadounidense sobre el abuso sexual infantil. Finalmente, deseo agradecer a todas las personas que han participado en la edición y publicación de este libro, por su dedicación y su impecable trabajo profesional. Este libro no pretende reemplazar ningún tratamiento terapéutico que usted esté realizando. Simplemente, pretende brindarle información que le servirá para contar con mejores herramientas a la hora de tomar decisiones personales y resolver, prevenir o evitar los problemas relacionados con el abuso emocional.

Mariana Barrancos

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Contenidos

Capítulo I Qué es el abuso emocional 11 La familia disfuncional 21 Capítulo II Ámbitos dónde ocurre el abuso emocional 33 Quiénes participan en una relación abusiva 60 Capítulo III El ciclo del abuso emocional 82 Grados de reacción 85 Cómo decir “No” 87 El efecto dominó 89 Capítulo III Causas probables 94 Trastornos de la personalidad 95 El abuso consciente 104 Consecuencias típicas 109 Capítulo IV Perfil del abusador 113 Perfil de la víctima 131 Capítulo V Indicadores, signos y síntomas 143 Tres preguntas clave para detectar el abuso 149 Factores que influyen 156 El proceso de cambio 159 Capítulo VI Tipos de abuso y negligencia 163 El abuso emocional ante la ley 170 La dependencia emocional o codependencia 172 Capítulo VII Técnicas de prevención 177 Recursos disponibles 186

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Capítulo VIII El abuso emocional en la pareja y la familia 189 Relaciones saludables y relaciones no saludables 191 Síndrome de Alienación Parental 197 Capítulo IX Expectativas realistas 200 Criterio certero 203 Sólo sé que no sé nada 209 Capítulo X Por dónde pasa la felicidad 214 Bibliografía Bibliografía de referencia 215

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CAPÍTULO I

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QUÉ ES EL ABUSO EMOCIONAL

Si bien no hay una definición “oficial” del abuso emocional, podemos identificarlo como el maltrato psicológico de una persona hacia otra. Es un proceso de maltrato emocional continuo que, con el tiempo, deteriora la autoestima de una persona (la víctima del abuso) porque, al igual que cualquier otro tipo de abuso, es una forma de agresión y violencia. Hay distintos niveles de abuso emocional. Algunos niveles son muy sutiles -como las manipulaciones o los juegos mentales- y otros son más evidentes, como la agresión verbal o la discriminación, por ejemplo. El abuso emocional es una manera inadecuada de relacionarse con otras personas. Puede ocurrir en diferentes ámbitos como el hogar, la escuela, el trabajo, un círculo social, un club deportivo, etc. y puede involucrar a una, dos o más personas. Ampliaremos más sobre este tema, más adelante. Abusar emocionalmente de una persona implicar socavar o minar su autoestima (lo que, con frecuencia, ocurre gradualmente) y debilitar psicológicamente a la víctima con el propósito de hacerla sentir insegura, convencerla de que no tiene valor como persona y quebrantar paulatinamente su equilibro emocional. Por consiguiente, el abuso emocional consiste en todas aquellas acciones, comentarios, gestos y actitudes que tienen por objeto descalificar a una persona, humillarla, degradarla, ignorarla, agredirla verbalmente (insultarla o desaprobar sus ideas y acciones), burlarse de ella y criticarla negativamente, entre otras cosas. Las distintas teorías Desde finales del siglo XIX hasta hoy, el campo de la salud mental ha ido evolucionando. Desde los tiempos de Freud y el nacimiento del psicoanálisis hasta las terapias más modernas de la actualidad, los conceptos y las ideas han ido cambiando. Los diferentes profesionales de salud mental como los psicólogos, psicoanalistas, psiquiatras, terapeutas, orientadores y consejeros, han seguido distintas líneas de pensamiento y apoyan diferentes ideas o teorías. En este libro abordaremos del tema de la salud mental desde el punto de vista del abuso emocional, pero sin profundizar en las diferentes teorías que apoyan los distintos profesionales del campo. Trataremos el tema desde una perspectiva general y amplia.

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Como veremos más adelante, cuando hablemos de los problemas psicológicos que padecen algunos abusadores, veremos que algunos profesionales de salud mental opinan que hay una diferencia importante entre los trastornos de la personalidad y los trastornos del carácter, mientras que otros opinan que tal clasificación no existe. De nuevo, aquí no discutiremos ese tema. Simplemente, citaremos y describiremos brevemente las características generales más importantes sobre los trastornos que padecen los abusadores o las víctimas de abuso emocional. ¿Para qué sirve informarse sobre el abuso emocional? Muchas veces, adquirir conocimientos e información sobre los diferentes patrones de conducta y sobre los diferentes trastornos de la personalidad (y/o del carácter), ayuda a las personas a comprender su manera de actuar y de relacionarse con los demás. Por consiguiente, esta información les aporta ciertas herramientas de cambio que pueden aplicar a su vida diaria para modificar aquellas conductas contraproducentes, que les impiden establecer relaciones más saludables. Cabe destacar que tanto los abusadores como las víctimas de abuso emocional pueden ser –indistintamente – niños, adolescentes, mujeres y hombres adultos o personas mayores. A su vez, estas personas pueden pertenecer a distintos niveles socio-culturales, es decir: tener un título universitario o no, tener una posición económica de privilegio o no, practicar una religión determinada o no, pertenecer a determinada cultura, etc. El abuso emocional no diferencia entre lo cultural, lo social o lo económico. A veces, es un problema que está vinculado a patrones de conducta aprendidos y practicados durante toda la vida. Otras veces, es producto de factores externos. Los patrones de conducta citados anteriormente pueden modificarse, en ciertas circunstancias, como también es posible que sólo se eliminen algunas conductas; pero, en última instancia, dependerá de cada persona tomar la decisión de cambiar su propia manera de actuar. Por otro lado, también hay algunas personas que sufren ciertos problemas de salud mental y requieren de un tratamiento determinado para poder resolver sus problemas, adecuadamente.

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¿Cómo actúan los abusadores? Además de lo citado en los primeros párrafos, los abusadores también pueden emplear tácticas como aislar a la víctima de sus familiares y sus amigos (su red de apoyo y contención), o bien pueden limitarla económicamente. El abusador necesita controlar a la víctima y para ello necesita confundirla y hacerle dudar de su propio criterio. Conforme vamos adquiriendo información y conocimientos, nuestro criterio se fortalece. Aprendemos a detectar las maniobras de control y los juegos de manipulación de los abusadores. Por esta razón, no es de sorprender que los abusadores intenten aislar a la víctima de cualquier fuente de información o de sentido común. Tenga en cuenta que algunos abusadores y algunas víctimas, como señalamos anteriormente, pueden tener problemas de salud mental importantes, más allá de los “niveles normales” de neurosis habituales que tienen las personas que no presentan problemas psicológicos graves. En muchos casos, las formas más sutiles de abuso emocional son difíciles de detectar y las personas no terminan de comprender por qué se sienten mal o no logran ser felices. Esto se debe a que las formas más sutiles de abuso emocional se llevan a cabo mediante métodos casi imperceptibles que logran deteriorar la autoestima de la persona. A continuación analizaremos un ejemplo de un caso de abuso emocional que pareciera “no tener nada de malo”, pero que encierra mucho daño como consecuencia del abuso subliminal que es difícil de percibir a simple vista. Veamos un ejemplo de un caso de abuso emocional en la niñez:

• El padre gana mucho dinero y es un profesional reconocido, pero suele malgastar el dinero que gana y siempre deja cuentas sin pagar. El padre es emocionalmente inmaduro y minimiza la importancia de priorizar las necesidades básicas y económicas de la familia. No sólo no le provee una estructura saludable a su familia, sino que además les enseña a sus hijos un modelo de vida que consiste en: “divertirse hoy y pagar algún otro día” (como si nuestras acciones no tuvieran consecuencias o como si las consecuencias no fueran importantes). Como el padre nunca le deja suficiente dinero a la madre, ésta suele pedirle a alguno de sus hijos que vaya al almacén (dónde habitualmente hacen las compras), y “traiga” algunas cosas para preparar el almuerzo, con la promesa de que el padre o la madre pasarán luego a pagar

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(lo que se conoce como comprar o pedir fiado). En este caso, tanto el padre como la madre están abusando emocionalmente del niño. No sólo no le proporcionan al niño una estructura saludable ni un modelo adecuado de conducta, o parámetros válidos sobre cómo conducirse correctamente en la vida, sino también, exponen al niño a una situación denigrante y humillante, ya que el dueño del almacén no siempre estará de buen humor para “venderle fiado” o tratar bien al niño. Este patrón de conducta de los padres, vale decir: “el no hacerse cargo de sus propias acciones”, denota la inmadurez y la cobardía de los padres, quienes no dudan en “mandar al frente” al niño, en una situación que no es positiva para la salud emocional del menor. El niño se siente mal, temeroso, ansioso, angustiado o humillado por tener que ir a “dar la cara” por sus padres y se verá expuesto a cualquier reacción que el dueño de la tienda pueda tener (una reacción que es impredecible). Consecuencias del abuso emocional en la niñez En primer lugar, el niño aprende que no es importante pagar las cuentas, ya que siempre se pueden pagar en algún otro momento y después de haber gastado el dinero en otras actividades que aportan diversión o brindan satisfacción. Aprende que las consecuencias de las acciones no son importantes, lo cuál es un error. Así, cuando llegue a la edad adulta, probablemente, el niño derrochará su dinero en salidas con sus amigos o en comprarse ropa cara o aparatos electrónicos sofisticados, en lugar de pagar el alquiler de su apartamento o la cuota de la hipoteca de su casa, el colegio de sus hijos, la obra social de la familia, el seguro del auto, las cuentas de luz, gas, teléfono, etc. Además, en la situación a la que fue expuesto cuando era niño, corrió el riesgo de ser receptor de la frustración o el descontento del dueño del almacén (ya fuere por no recibir el pago de los comestibles en el momento o porque el dueño de la tienda también se sintió insultado porque los padres enviaron a un niño a buscar comestibles sin pagar, en lugar de ir ellos mismos a tratar ese tema). Posiblemente este hombre se haya dirigido al niño con comentarios muy negativos, incluso delante de otras personas. Esa situación habrá causado que el niño se sintiera culpable o avergonzado por la actitud de sus padres y humillado ante personas desconocidas o vecinos.

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También es posible que el niño se haya sentido confundido. Cualquiera haya sido la consecuencia, el niño creció con ese impacto y lo trasladó a su vida adulta. Un niño que es criado de esta manera, aprende a tolerar humillaciones y abusos injustos por parte de personas cercanas que, supuestamente, lo aman (como sus padres) y también por parte de otras personas (como el dueño de la tienda, en este caso). Posiblemente, en su vida adulta, el niño tenderá a repetir este modelo de conducta con sus propios hijos o con sus amigos, abusando de ellos de la misma manera en que sus padres abusaron emocionalmente de él durante su niñez. Esto se debe a que la persona nunca logró comprender bien cómo ocurrió ese tipo de abuso, inicialmente. En su momento, él lo aceptó como una manera normal o habitual de crianza de sus padres. Así, cuando era niño y regresaba al hogar, quejándose porque el dueño del almacén le había dicho “cosas feas”, es probable que sus padres hayan minimizado la situación y le hayan dicho al niño que era “demasiado susceptible”. Ni hablar de los comentarios negativos que le habrán dirigido al niño si volvió con las manos vacías. Seguramente habrán culpado al niño por no traer los comestibles que le encargaron, con lo cuál habrán reforzado eficazmente la imagen negativa que el niño comenzaba a construir de sí mismo. Decirle a un niño cosas como: “Qué inútil eres” “No se te puede pedir un favor” “Así nunca lograrás conseguir nada en la vida” o “eres demasiado susceptible” denota la falta control de los padres respecto de su propia frustración. Un adulto emocionalmente saludable que ama a sus hijos, los protege y se preocupa por la salud emocional de los niños, en lugar de exponerlos a situaciones no deseables o usarlos para que hagan lo que ellos mismos no se animan a hacer. No hacerse responsable de las propias acciones, distorsiona la realidad de una situación determinada Las personas emocionalmente inmaduras suelen evadir cualquier tipo de responsabilidad con respecto a sus propias acciones y buscan “poner la culpa afuera”, es decir, culpar a los demás por lo que ellos hacen. Cuando esto sucede con los niños más pequeños (por lo general, en edad escolar) - y teniendo en cuenta que estos niños no cuentan con un criterio objetivo todavía - ellos suelen aceptar inconscientemente cosas como: “algo debe anda mal conmigo”.

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Así, pueden llegar a creer que realmente son malos hijos, que son inútiles, que son demasiado susceptibles o demasiado débiles, cuando esto no es verdad. Además, también se suma el hecho de que, a veces, los padres tienen expectativas demasiado altas respecto de sus hijos. Esto hace que los niños se sientan muy exigidos, frustrados o deprimidos, o bien, que se rebelen desde los primeros años de su niñez, al no lograr satisfacer las expectativas de sus padres. Otro ejemplo:

• La madre tiene un temperamento fuerte y siempre descalifica al padre o le quita autoridad frente a los niños. Además, la madre suele ser excesivamente estricta y fría con los hijos, y al mismo tiempo, el padre no pone límites a los abusos que comete la madre, porque carece de un carácter firme que le permita proteger a sus hijos. La madre no es afectuosa con sus hijos y con frecuencia les dice a los hijos varones: “los hombres no lloran” (sin tener en cuenta que tanto hombres como mujeres sí lloran y que sus hijos no son hombres aún, sino niños).

Los niños no nacen con un manual de instrucciones sobre la vida bajo el brazo. Aprenden a partir de lo que viven en el hogar, en la escuela, en la comunidad. Incluso los niños sin hogar, aprenden de lo que los adultos hacen, ya se trate de adultos que conocen en la calle o en un orfanato, un hogar sustituto, etc. De esta manera, los niños van construyendo sus propias ideas acerca del mundo que los rodea. A medida que crecen, pueden llegar a pensar que el mundo es un lugar seguro o inseguro. Cuando un padre abusa emocionalmente de un hijo, también comete un abuso de autoridad. Cuando el otro padre permite que esto ocurra y no interviene en absoluto (“se lava las manos”), comete lo que se conoce como “negligencia emocional”. Negligencia emocional La negligencia emocional implica descuidar las necesidades emocionales de los demás. Cuando una persona ignora las necesidades emocionales de otra persona - que generalmente se siente atemorizada, desconsolada o desprotegida - está cometiendo negligencia emocional. Ignorar las necesidades emocionales de los demás, también deteriora la autoestima y el sentido de valor personal de la víctima de este tipo de negligencia. Así, en el ejemplo anterior, si el padre no protege a los hijos de las conductas

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abusivas de la madre, el padre también está ignorando las necesidades emocionales de los niños. Con frecuencia, el abuso y la negligencia emocional suelen ir de la mano. Durante la vida adulta, los niños pensarán que no hay que llorar ni mostrar sus sentimientos o sus emociones genuinas porque eso demuestra vulnerabilidad o debilidad de su parte. O bien, es posible que se muestren extremadamente sensibles y temerosos ante cualquier tipo de situación de abuso o negligencia, siendo incapaces de poner límites saludables y de ejercer su derecho a ser respetados. Así comienzan los problemas y los bloqueos emocionales de los adolescentes y los adultos jóvenes. Si estos patrones de conducta no se corrigen, estas mismas conductas inadecuadas se perpetúan a lo largo de la vida adulta de esa persona. Ausencia de respeto por las necesidades emocionales de los demás Cuando no se respeta a un niño, se abusa emocionalmente de él. Y con esto también se le está enseñando a aceptar abusos y humillaciones, se le está enseñando que ese trato es “normal”, se le está enviando un mensaje muy poderoso: “Para que alguien te ame, tienes que tolerar el maltrato emocional", o bien “para ser aceptado no puedes mostrarte tal cuál eres o ser tú mismo, sino que tienes que comportarte como los demás esperan que te comportes". Esto le quita al niño su poder personal. Es por esta razón que algunas personas adultas adoptan una actitud extraña, como si siempre estuvieran rindiendo examen con respecto a lo que hacen o dicen; como si siempre dependieran de la aprobación de los demás para corroborar si lo que han hecho está “bien” o está “mal”. O como si siempre tuvieran que justificarse. Por lo general, son personas que se sienten juzgadas o evaluadas, constantemente. Suelen mostrarse como personas excesivamente complacientes que se esfuerzan por agradar a los demás a cualquier precio o que están dispuestas a soportar cualquier tipo de abuso con tal de recibir algunas migajas de afecto. En el mejor de los casos, los niños que han sido víctimas de abuso emocional, pueden llegar a rebelarse y negarse a aceptar ese tipo de maltrato por parte de los adultos. Estos niños que intentan preservar su salud emocional, intuitivamente “saben” que “no es justo” o que “no está bien” que los adultos les falten el respeto, que los usen, que tengan expectativas muy altas sobre ellos, etc. Por consiguiente, estos niños

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“rebeldes”, a veces, suelen ser vistos como niños problemáticos y suelen ser identificados como “un dolor de cabeza”. Es común oír a los padres decir cosas como: “Sólo te deseo que tengas un hijo como tú”, frase que normalmente es acompañada por un gesto de disgusto, rencor e impotencia personal. La idea es trasmitirle al niño que un hijo como él es un castigo para un padre, un mensaje hostil que distorsiona totalmente la realidad. No obstante, hay niños que tienen contacto con otros adultos (en la escuela, en un club deportivo, etc.) y pueden medir y evaluar cómo son tratados por otras personas que no abusan emocionalmente de ellos. Dependiendo del grado de control emocional que los padres tengan sobre sus hijos, los niños pueden darse cuenta cuándo un adulto los trata correctamente y cuándo no. O bien, pueden negar el hecho de que otros adultos los tratan bien o que los tratan de una manera respetuosa y saludable, porque eso no coincide con el patrón de relaciones, establecido en el hogar. Pero, también puede ocurrir lo contrario. Niños que son tratados con respeto en sus hogares, pueden ser acosados, intimidados o emocionalmente abusados fuera del hogar. Además, en la adolescencia, solemos ver que algunos niños (que provienen de familias educadas que respetaron siempre a sus hijos) se rebelan y piensan que es muy astuto de su parte convertirse en un trasgresor. Para identificarse con algunos de sus pares, sienten que deben violar las pautas de convivencia de una comunidad. Por ejemplo, la presión que ejercen los compañeros de escuela o amigos del adolescente, puede ser demasiado fuerte y difícil de resistir para un niño de 12 o 13 años. Para tener en cuenta No siempre las personas que son víctimas de abuso emocional han sufrido este tipo de abuso durante su infancia -ni todos los abusadores se rebelaron contra las reglas durante su adolescencia. A veces, son personas que tienen otros problemas de salud mental que pueden tener un origen biológico (o físico) independiente. No siempre tiene un origen emocional o psicológico debido a una mala relación familiar. Es importante distinguir cuando un abusador abusa emocionalmente de otra persona debido a patrones de conducta inadecuados, (pero siendo consciente de sus actos) de cuando lo hace

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porque el abusador sufre algún problema de salud mental (problemas médicos, psicológicos o psiquiátricos, etc.) y no tiene conciencia de lo que hace. No obstante, como veremos más adelante, algunas personas con problemas de salud mental sí tienen conciencia del daño que causan, como es el caso de los sociópatas o psicópatas que sufren del “trastorno de personalidad antisocial”. En otros casos, por ejemplo, los niños que padecen el trastorno de déficit de atención e hiperactividad, suelen agotar la paciencia de los padres, quienes se preguntan “¿Qué hicimos mal?”. En situaciones como éstas, los padres no han hecho nada mal. Los niños y los adolescentes (y también algunas personas adultas) que padecen este trastorno, sufren de un desequilibrio químico en su cerebro. El cerebro humano produce unas sustancias químicas llamadas neurotransmisores que requieren de un nivel óptimo (o rango normal) para que el niño, el adolescente, o el adulto funcione correctamente. Niveles bajos de serotonina, por ejemplo, producen depresión, fatiga, falta de apetito, trastornos del sueño, etc., mientras que niveles bajos de dopamina hacen que el control de las conductas impulsivas sea casi imposible. Las personas no siempre tienen conductas inadecuadas debido a problemas emocionales. A veces estos problemas tienen una causa fisiológica. Por esta razón, es fundamental informarse bien y consultar a un terapeuta o a un médico neurólogo o psiquiatra, según sea el caso. Problemas emocionales de los adolescentes La etapa de la adolescencia es una etapa plagada de cambios, tanto psicológicos como físicos. A veces ocurre que algunos niños que eran dóciles o sumisos durante la infancia, al entrar en la adolescencia se rebelan y muestran conductas desafiantes o de oposición. Cuando un niño ha acumulado mucha frustración emocional durante su infancia, no es de sorprender que se “descargue” durante su adolescencia. Muchas veces, el adolescente no logra comprender de dónde vienen sus problemas de relación o sus frustraciones, pero –intuitivamente- sabe que algo no funciona bien. Por consiguiente, algunos adolescentes escapan de sus hogares cometen actos de vandalismo, especialmente quienes se

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criaron en el seno de una familia disfuncional o de una familia muy restrictiva. Otras veces, intentan crecer más rápido, exhibiendo conductas propias de un adulto e inadecuadas para su edad. Asimismo, están aquellos niños que no maduran según su edad biológica y presentan conductas muy infantiles e irresponsables. Por lo general, no desean crecer, no desean dejar de depender emocionalmente de su familia de origen. Quizás porque sus padres les han creado dicha dependencia o los han sobreprotegido y los niños se sienten temerosos de funcionar de un modo independiente. Los adolescentes son personas que están haciendo una transición importante en su vida. Están probando los límites propios y ajenos, explorando las diferentes opciones que el mundo les ofrece y aprendiendo acerca de cómo funcionar independientemente de sus progenitores. Por lo general, suelen canalizar sus frustraciones de muchas maneras diferentes. Cuando su conducta es positiva, suelen mostrar un lado artístico, creativo o intelectual muy marcado. Cuando su conducta es nociva suelen consumir drogas, cometer delitos menores, agredir a otras personas o tener problemas en su comunidad. Estas conductas nocivas desequilibran el funcionamiento de toda la familia. Los padres comienzan a perder el control sobre el hijo adolescente y debido a su propia impotencia, suelen actuar incorrectamente. En respuesta a esto, no es raro encontrar adolescentes problemáticos que son verbalmente violentos hacia sus padres o que se deprimen con mucha facilidad y tienen ideas suicidas. ¿Por qué algunos adolescentes atacan a sus padres? El abuso emocional por parte de los adolescentes hacia sus padres, a veces suele ser una forma de “castigarlos” por la manera en que fueron criados, o bien puede ser una manera de intentar independizarse o diferenciarse de ellos. A veces, sólo se trata de canalizar sus frustraciones y proyectar sus intenciones a través de patrones de conducta negativos que aprendieron durante su infancia. Esto es similar a lo que hacen los padres con sus hijos pequeños cuando canalizan sus frustraciones o proyectan en sus hijos sus necesidades o temores. Además, los adolescentes suelen tener mucha necesidad de pertenencia, quieren sentirse identificados con algún grupo social. De modo que algunos se unen a grupos que tienden a tener problemas con la ley:

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cometen delitos menores o consumen drogas, beben alcohol en exceso, etc. Otros adolescentes tienden a preocuparse excesivamente por la moda y el dinero. Otros son más complejos y analizan obsesivamente todo, toman las cosas de un modo muy personal y tienden a deprimirse con facilidad. Cuando los padres intentan poner límites, los adolescentes reaccionan desde su inmadurez y su rebeldía. Por suerte, no todos los adolescentes son problemáticos. Algunos, a pesar de no haber recibido la mejor crianza que pueda esperarse de un padre o una madre, comienzan a analizar las relaciones familiares y las conductas de sus padres objetivamente, e intentan diferenciarse de ellos y romper el ciclo del abuso emocional familiar. Recuerde: Un adolescente es como un niño que ahora expresa sus ideas con la mente y

la voz de un adulto. LA FAMILIA DISFUNCIONAL En las familias disfuncionales el problema principal es que los miembros del grupo familiar no funcionan adecuadamente. Los roles se han cambiado. Alguno de los padres (o ambos) esperan que alguno de sus hijos (o todos) se comporten como adultos o eligen a algún hijo en particular, al que designan como su aliado. En este tipo de familias, por ejemplo, uno de los padres “compromete emocionalmente” a uno de sus hijos, señalándolo como el hijo “preferido o favorito”. Este tipo de relación es sumamente dañina, tanto para el hijo preferido como para los demás hermanos que han quedado relegados a un segundo plano. El hijo preferido se ve obligado a convertirse en cómplice del padre que lo absorbe y los esclaviza emocionalmente, actuando también como informante o vocero de ese padre. Este niño es moldeado y manipulado sutilmente por el padre demandante o castrador, quien espera que el hijo preferido se comporte como un adulto y satisfaga las necesidades emocionales que el verdadero cónyuge no satisface.

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Este tipo de desplazamiento emocional y reemplazo emocional que genera un intercambio de roles fue identificado por la Dra. Patricia Love1 como “Incesto Emocional”. La palabra “incesto”, si bien es una palabra muy fuerte, describe claramente el tipo de relación inadecuada entre el padre manipulador que abusa emocionalmente de su hijo y este hijo que ha señalado como su preferido. Las familias en las que se desarrolla una relación de incesto emocional presentan ciertas características comunes, por ejemplo:

• Los padres no muestran empatía ni tienen sentimientos genuinos de compasión por las necesidades emocionales de sus hijos. Tampoco les brindan a sus hijos contención.

• Uno de los padres no recibe apoyo emocional por parte de su cónyuge. Esto ocurre, generalmente, en los casos de padres divorciados, separados, viudos o solteros.

• Cuando uno de los padres se involucra de manera obsesiva con uno de los hijos, los otros niños se sienten excluidos. Por ende, se sienten heridos emocionalmente y desarrollan sentimientos de rencor y envidia contra el hermano favorito. También desarrollan una marcada necesidad de aprobación y aceptación por parte del padre manipulador.

• El padre manipulador es altamente dañino o tóxico porque suele mentir para negar la realidad acerca del tipo de relación patológica que establece con el hijo preferido.

A este tipo de padre (o madre) se lo conoce como el padre “emocionalmente castrador”, ya que le impide al hijo preferido establecer relaciones saludables fuera del vínculo que mantiene con dicho progenitor. Esto sucede porque este tipo de relación genera sentimientos de culpa y ansiedad, dónde el niño se siente responsable por el bienestar emocional del padre manipulador. Así, es común ver hombres adultos solteros que actúan como verdaderos sirvientes leales de sus madres dominantes. Aun cuando logran casarse o independizarse y vivir por su cuenta - lejos de la madre castradora -

1 “The Emotional Incest Syndrome” (Síndrome del Incesto Emocional), Dra. Patricia Love.

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fracasan reiteradamente en sus intentos por establecer relaciones con otras parejas y viven pendientes de las necesidades o exigencias de su madre. Hay muchas madres que les crean a sus hijos o hijas la responsabilidad de velar por ellas, mantenerlas al tanto de todo lo que sucede en la familia y postergar sus propias necesidades a fin de satisfacer las necesidades propias. Lo normal es que los hijos cuiden de sus padres cuando estos llegan a la vejez. Así, los hijos adultos suelen preocuparse y ocuparse de sus padres mayores, ya que los ancianos -muchas veces- dependen de otras personas para vivir y funcionar diariamente. Pero cuando un padre adulto (joven) compromete emocionalmente a un hijo menor (durante la infancia o adolescencia) y lo obliga (consciente o inconscientemente) a hacerse cargo de sus propias necesidades, entonces genera una relación familiar disfuncional. Esto se observa comúnmente, cuando en una familia hay niños que actúan como adultos. Las conductas adultas de los niños, así como las conductas excesivamente inmaduras, no son normales ni saludables. Para que un niño se desarrolle saludablemente (emocional y físicamente) necesita que sus padres cumplan la función de padres y le permitan al niño desarrollarse de acuerdo a su edad biológica real. Las mentiras cotidianas Otra de las características comunes de las familias disfuncionales son las mentiras rutinarias. Los adultos mienten como una manera de negar la realidad. Como si al mentir convirtieran a la familia disfuncional en una familia que funciona correctamente. La negación de la realidad a través de las mentiras periódicas se vuelve un hábito común y los miembros de la familia disfuncional se acostumbran a mentir o a aceptar las mentiras como parte de su interacción habitual. Los adultos y los niños de una familia disfuncional también mienten porque proyectan sus fantasías. A través de las mentiras expresan lo que les hubiera gustado decir o hacer, como si en realidad lo hubieran dicho o hecho.

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Este hábito de mentir, incluso acerca de las cosas más triviales, establece una estructura que respalda la noción de que “mentir no es tan grave” o “mentir no tiene nada de malo” o “decir la verdad no es tan importante”. Así, los niños aprenden a vivir fuera de la realidad, satisfaciendo la necesidad que tienen los padres de que sus hijos crean esas mentiras, lo cuál les evita cualquier tipo de responsabilidad por sus acciones futuras. Quienes mienten compulsivamente tienen un problema psicológico importante. Estas personas, ya sea que mientan acerca de cosas importantes como acerca de cosas triviales, dañan a los demás integrantes de la familia y necesitan realizar algún tipo de terapia para tratar su problema particular. Las mentiras generan una disfunción importante en una familia. Intentar construir una relación (de amistad, de pareja, laboral, etc.) sobre la base de las mentiras rutinarias es sinónimo de desastre total. Por ejemplo:

• Si uno de los padres tiene un problema de adicción grave, como por ejemplo la adicción al juego, es posible que el hijo que haya elegido como su preferido intente justificar la adicción del padre ante el resto de la familia. Y mentirá todo lo que sea necesario para justificar al padre. Es probable que el hijo preferido defienda al padre jugador diciendo cosas como: “Pobre papá, es que está tan deprimido desde que perdió su empleo que necesita una distracción” – (aunque haya perdido su empleo hace años o no haya trabajado nunca); o bien, “Pobre mamá, está todo el día encerrada en casa, ocupándose de las tareas domésticas y necesita una distracción” – (aunque tenga personal de limpieza que haga todas las tareas por ella).

En las familias disfuncionales los hijos se ven obligados a mentir como un recurso habitual, a fin de justificar cualquier conducta inadecuada del padre. Estas mentiras también sirven para negar cualquier referencia a la disfunción familiar que existiera en la realidad. Consecuentemente, los miembros de la familia se adaptan para funcionar dentro de este contexto. Padres de sus propios padres Como explicamos antes, en teoría, los padres deberían cumplir el rol de padres, mientras que los niños y los adolescentes deberían cumplir el rol

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de hijos. Pero como hemos visto, a veces se observa que algunos hijos terminan desempeñando el rol “de padres de sus propios padres”, desde una edad muy temprana. También analizamos que en la vida, es natural que, cuando alcanzamos la adultez, nos preocupemos por nuestros padres, los cuidemos y los ayudemos en la última etapa de sus vidas. Esto es normal. Pero cuando un niño de 10 años o un adolescente de 14 empiezan a preocuparse excesivamente por cuestiones que les competen a los adultos del hogar, entonces esta conducta no es normal. Cuando los niños se sienten agobiados por estas responsabilidades o los adultos se sienten frustrados porque sus hijos no satisfacen sus necesidades y expectativas, comienzan a surgir los abusos emocionales de tipo verbal (maltrato, insultos, exigentes demandas, amenazas, etc.) que desintegran toda posibilidad de que la familia funcione correctamente. Las familias disfuncionales suelen caracterizarse por presentar episodios cíclicos de peleas y discusiones, dónde los padres se agreden delante de los niños y los niños se ven obligados a participar y tomar parte por alguno de los padres. Básicamente, una familia disfuncional es una familia que no funciona correctamente. Este malfuncionamiento constante se vuelve una norma o regla de oro y los integrantes de la familia disfuncional acaban por acostumbrarse y aceptar ese malfuncionamiento como una manera “normal” de relacionarse entre sí. En la familia disfuncional, los roles no están claramente definidos y la lógica y el sentido común suelen estar ausentes. Otros ejemplos:

• Una niña de trece años le explicó a su maestra que la razón por la cuál no podía completar las tareas escolares era porque tenía que ocuparse de cocinar, lavar, planchar, limpiar la casa y cuidar a sus hermanos menores. Era la mayor de siete hermanos. La maestra le preguntó por sus padres y la niña explicó que su padre tenía dos empleos para poder mantenerlos y trabajaba todo el día fuera del hogar. Pero al hablar acerca de su madre, dijo: “Mi madre es una mujer que necesita del amor que le da un bebé”, y agregó, “cuando mis hermanos ya comienzan a caminar y a los 3 o 4 años comienzan a ir al jardín de infantes y ya no necesitan tanto a mamá, mi madre se embaraza de nuevo y deja de ocuparse de los hijos que ya tiene”.

Con la excusa (real) de estar ocupada amamantando a un bebé y ocupándose todo el día de su nuevo bebé, la madre sostenía que “no tenía

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tiempo de ocuparse de las cosas de la casa o de criar a sus otros hijos”, con lo cuál, esas responsabilidades recaían sobre las dos hijas mayores (de 13 y 10 años de edad).

• Una madre de dos niños pequeños acababa de ser abandonada por el padre de los niños. El problema era que este hombre ya tenía una familia antes de conocer a esta mujer, con quien tuvo también dos hijos. Ante la presión de la mujer porque el hombre dejara a su esposa legítima y su familia original, el hombre no cedió y decidió no volver a tener más contacto con esta mujer ni con los niños. La mujer cayó en un profundo pozo depresivo y sus hijos, de apenas 2 y 5 años de edad habían quedado, en cierto modo, librados a su propia suerte. La madre estaba tan deprimida que apenas si se ocupaba de darles de comer a los niños, asearlos, etc. Pasaba la mayor parte del día durmiendo o sentada en el piso jugando con sus hijos. No se ocupaba de limpiar su casa, ni de tratar de conseguir un empleo, ya que recibía beneficios del asistencia social y con eso lograba sobrevivir. Lo que empeoraba la situación era que había desarrollado una relación altamente dependiente con su hijo mayor. Ella se refugiaba emocionalmente en el niño, de tan sólo 5 años, quien a esa edad, ya vivía preocupado por las necesidades emocionales de su madre. La situación habitual era que los niños veían a su madre llorar por los rincones o dormir todo el día, debido a su depresión. Esta madre estaba descuidando las necesidades de sus hijos (negligencia emocional y física) a la vez que estaba sobrecargándolos de responsabilidades que no le corresponden a un niño. Los niños, estaban funcionando como padres de su propia madre.

Resumen de las características típicas: • La familia no logra definir, específicamente, los roles de cada

miembro del grupo familiar. • Los adultos "siempre tienen la razón” y los niños “deben aceptar esta

regla”. • Los miembros de la familia no se comprenden ni respetan

mutuamente. • Los miembros de la familia no confían entre sí. • Los niños comienzan a preocuparse por temas que les competen a

los adultos. • Los niños se sienten perdidos y solos. • Los padres no protegen a los hijos. • Los padres se comportan como niños o como adolescentes

inmaduros. • Los valores familiares son muy rígidos o muy liberales o carecen de

lógica.

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• No existe un sentido de unidad familiar, aunque puede haber un sentido de posesión por parte de los padres hacia los hijos.

• Se descuidan las necesidades emocionales de los niños. • Se espera que los hijos satisfagan las necesidades y expectativas de

los padres. • Se espera que el hijo preferido reemplace al cónyuge que no cubre

las expectativas del padre que crea el vínculo de dependencia emocional con ese hijo.

• Se ignoran o se niegan los episodios de violencia doméstica o abuso verbal o físico.

• Se minimizan las necesidades emocionales de los niños y el impacto que tienen las peleas y discusiones delante de a ellos.

• Se espera que el hijo preferido asuma la obligación de satisfacer las necesidades del padre que lo ha elegido como favorito.

Lo siguiente es otro ejemplo tomado de la vida real:

• En un hogar de una madre soltera, la madre trabajaba desde muy temprano en la mañana y dejaba a su hija de 8 años que despertara a su hermano de 4, le diera el desayuno, la ayudara a vestirse y luego lo llevara a la escuela dónde también asistía la niña. Al regresar, la niña debía calentar la comida que su madre les dejaba preparada para el almuerzo y pasaba el resto de la tarde en su casa, a solas, con su hermano menor. Si cuando la madre llegaba, los platos del almuerzo no estaban lavados, la madre se enfadaba terriblemente con la niña, diciéndole: “No puedes hacer nada bien. Además eres muy desconsiderada conmigo, que trabajo todo el día para mantenerte a ti y a tu hermano”.

Esta madre no sólo abusaba emocionalmente de su hija de 8 años, al descalificarla por aquello que “no hacía bien” y exigirle que hiciera cosas propias de un adulto, sino también, descuidaba física y emocionalmente a ambos niños. Una niña de tan solo 8 años de edad, no puede cuidar de sí misma y tener la responsabilidad de cuidar a su hermano de 4. No le corresponde a una niña de 8 años levantar a su hermano por la mañana, ayudarle a vestirse, llevarlo a la escuela, darle de almorzar, etc. Ésas son tareas de un adulto. Además, dejar a los niños pequeños sin la supervisión de un adulto se considera negligencia física y emocional. Y tampoco debemos olvidar la serie de insultos y comentarios negativos que la madre le profería a la niña por no lavar los platos antes que ella llegara de trabajar. Estos son sólo algunos ejemplos de abuso y negligencia emocional.

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Otro caso:

• Un padre extremadamente exigente con su hijo esperaba que éste fuera “no menos que perfecto”. El niño expresaba la angustia y la ansiedad que le provocaba la exigencia de su padre a través de un trastorno alimenticio. El padre culpaba a la madre porque el niño no comía nada y la madre se agarra la cabeza y decía “¡Mi hijo no me come nada!”.

Si estos padres hubiesen sido emocionalmente saludables, hubieran buscado la raíz del problema. Los padres emocionalmente saludables tratarían de averiguar por qué el niño no come, cuál es la causa por la cuál se siente tan mal que ha dejado de comer. Los padres egoístas esperan que sus hijos satisfagan sus propias necesidades y los presionan sin importar cuáles sean las consecuencias (en este caso, un trastorno alimenticio). Además, los padres posesivos que adoran ser el ombligo del mundo y se presentan como víctimas perfectas de cualquier problema familiar, son aquellos que dicen "mi hijo no me come". Como si el hecho de que el niño se alimentara fuera una obligación o un favor que debe hacerle a ese padre o como si el niño estuviera “castigando" a ese padre al negarse a comer. Los padres egoístas sólo tienen en cuentan sus propias necesidades y ven a sus hijos como meros instrumentos para satisfacer las mismas. El abuso emocional puede tomar muchas formas. Como dijimos antes, algunas son muy sutiles y otras son más obvias, pero en sí, cuando la salud emocional y la autoestima de un niño, o de un adolescente o un adulto, están en juego – y se está deteriorando lentamente, podemos tener la certeza de que se está cometiendo un abuso de tipo emocional. Actitudes típicas A continuación veremos ciertas actitudes típicas que se pueden observar en situaciones en que las que una familia disfuncional comete abuso y/o negligencia emocional:

• No prestarle atención a un hijo, ya sea cuando nos esté hablando o cuando lo veamos muy retraído, como “escondiendo un problema”.

• Ignorar la necesidad de afecto y la necesidad de relación de los

hijos o del otro cónyuge. Por ejemplo, cuando una persona se

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siente anímicamente mal, temerosa o deprimida y nosotros ignoramos su estado de ánimo. O bien, cuando una persona tiene necesidad de comunicarse y relacionarse e ignoramos su necesidad de comunicación.

• Minimizar los acontecimientos o las reacciones de los niños u

otras personas. Restarle importancia a aquellas cosas que, para la otra persona, sí tienen importancia.

• Descalificar a la persona, ya sea agrediéndola verbalmente o

mediante un gesto de desaprobación que la haga sentir mal. En este caso, el lenguaje corporal es muy importante, a veces un gesto puede herir más que una palabra o un insulto.

• Humillar a un niño, u otra persona, exponiéndolos a situaciones

denigrantes que los harán sentirse mal o les harán sentir vergüenza de sí mismos o de otros.

• Rechazar, criticar, amenazar o intimidar a un niño o al cónyuge.

Burlarse de una persona, o de sus ideas o sus tradiciones, o de su cultura.

• Pedirle a un niño que mienta o que haga algo por nosotros, así

nosotros no tenemos que hacerlo.

• Aislar a un niño o al otro cónyuge, controlar todo lo que hace o cuestionar todo lo que dice, o perseguirlo o acosarlo, incansablemente.

• Presionar o manipular a un niño o al cónyuge con un propósito

determinado. La manipulación de una persona como si fuera un títere, no tiene nada que ver con amar a una persona. “Querer controlar o dominar a una persona no es amar”.

• Exponer a una persona (por ejemplo a un niño) a que sea testigo

de un incidente de violencia doméstica. Obligarlo a que tome partido por alguno de los padres. No proporcionarle una estructura o un ambiente doméstico seguro.

• Manipular al cónyuge o a los hijos a través del dinero,

especialmente cuando se les crea una dependencia económica.

• Crear una dependencia afectiva o bien, promover las relaciones

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de tipo “simbiótico” entre los miembros de una familia. Recuerde: el perpetrador del abuso emocional puede ser consciente de ello o no. Percepciones y puntos de vista Muchas veces, el abuso emocional ocurre de manera espontánea debido a los patrones de conducta heredados por generaciones. Los abusadores que no tienen conciencia del impacto negativo de sus acciones, comentarios o actitudes, normalmente “no ven nada de malo” en la manera en que se relacionan con otras personas. Las víctimas, por el contrario, intuyen que una relación emocionalmente abusiva no es “normal”. Pero, lamentablemente, a veces, cuando las víctimas han sufrido el abuso emocional desde la infancia, crecen aceptando esa manera no saludable de relacionarse con los demás, como si fuera un patrón de conducta “normal“. Así, durante la vida adulta, las víctimas de abuso se sienten confundidas y no logran comprender cabalmente, qué es lo que no funciona en sus relaciones; ya sea en sus relaciones personales (de pareja), sus relaciones laborales (en el trabajo), sus relaciones sociales (con los amigos), etc. Cuando una persona siente que no goza de total libertad para expresar sus sentimientos o pensamientos, es probable que sienta temor por la reacción o respuesta que pueda suscitar en los demás. Esto se debe a que ha incorporado un tipo de patrón conducta de “adaptación” a las expectativas de los demás y un sentimiento de “deuda” hacia los demás. Son personas que piensan que necesitan de la aprobación de los demás para poder expresarse libremente o que las prioridades ajenas son más importantes que las suyas propias. El abuso emocional logra exactamente esto. Las víctimas de abuso suelen dudar de su propio criterio, pierden de vista que tienen los mismos derechos de expresar su opinión que los demás, olvidan que merecen ser respetadas al igual que cualquier otra persona y viven con la sensación de que deben pedir permiso para hablar, opinar, hacer algo, tomar una decisión, etc., o que necesitan la aprobación o aceptación de los demás. Recuerde: El abuso emocional es un proceso constante.