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ACCIÓN POLÍTICA DE JÓVENES CHILENOS PARTICIPANTES DE
ORGANIZACIONES UNIVERSITARIAS1.
Juan Sandoval Moya2 & Fuad Hatibovic Díaz
Universidad de Valparaíso.
Resumen.
La comunicación se propone analizar los repertorios de acción colectiva y la estructura
organizacional de colectivos juveniles universitarios de las ciudades de Valparaíso,
Santiago y Concepción. La metodología es de tipo cualitativo y supuso realizar entrevistas
en profundidad a 15 jóvenes adscritos a cinco formas de asociatividad universitaria
diferentes: a) Colectivos No Partidistas Locales, c) Colectivo No Partidistas
Institucionalizados, d) Grupos de Voluntariado, e) Grupos Artístico-Culturales y e)
Juventudes políticas. Los resultados indican que los repertorios de acción y las formas de
organización de las Juventudes Políticas y los Colectivos No Partidistas Institucionalizados
presentan mayor complejidad orgánica, mientras que los Grupos Artísticos-Culturales y
Grupos Voluntarios se configuran bajo una organización horizontal, donde prevalece la
sinergia con otras organizaciones, el trabajo directo y territorial. Los Colectivos No
Partidistas Locales siguen el mismo patrón, no obstante, éstos buscan más explícitamente
su inserción en los movimientos sociales y los ciclos de protesta. Por otro lado, los
Colectivos No Partidistas Locales y los Grupos Artístico-Culturales asignan altos niveles de
legitimidad a la protesta violenta como forma de acción colectiva, mientras que las
Juventudes Políticas y los Grupos de Voluntariado promueven medios legales que
posibiliten una mayor convocatoria de la ciudadanía.
Palabras claves: acción política, jóvenes universitarios, Chile
1 Agradecimientos: La ponencia se enmarca en el proyecto de investigación FONDECYT N°
11130690: “Discursos sobre la política y la democracia y formas de acción política no convencionales de
estudiantes universitarios que participan en distintas formas de asociatividad juvenil”
2 Datos de contacto autor principal: Juan Sandoval Moya. Profesor Titular, Escuela de Psicología,
Universidad de Valparaíso. Av. Brasil 2140. Valparaíso (Chile). E-mail: [email protected]
1. El contexto de la discusión: Los jóvenes y la política en Chile.
A partir del ciclo de movilizaciones y protestas sociales ocurridas el año 2011 en Chile, el
estudio de la relación entre los jóvenes y la política ha adquirido cada vez más relevancia.
Las acciones de protesta de los estudiantes chilenos, pusieron en entredicho los estereotipos
dominantes sobre los jóvenes como actores despolitizados y se transformaron en un hito
que adquirió relevancia internacional por sus coincidencias con procesos de movilización
política ocurridos en otros países ese mismo año (Arditi, 2012; Roitman, 2012) y con los
cuales compartió algunas características comunes como el uso de las nuevas tecnologías de
la información y la apropiación expresiva de los espacios públicos (García y Aguirre, 2014;
Vammaro, 2014). Para algunos autores, los hechos del 2011 pusieron un signo de
interrogación sobre las bases del modelo político chileno, caracterizado por una radical
neoliberalización material y subjetiva (Mayol, 2012), y colocaron a los estudiantes
universitarios en el rol de catalizadores de un proceso de progresiva politización de la
sociedad chilena que se extiende hasta nuestros días (PNUD, 2015).
Sin embargo, mientras los jóvenes, especialmente los estudiantes universitarios, han
protagonizado este proceso de politización, diversas fuentes nos indican que también se ha
profundizado su distanciamiento de las dimensiones formales de la política. Ejemplo de lo
anterior es la drástica disminución de la participación electoral juvenil que experimentó
Chile desde el plebiscito de 1988 que puso fin a la Dictadura del General Pinochet y hasta
el año 2012 cuando se puso fin al sistema de inscripción voluntaria y voto obligatorio. Esta
tendencia no cambió con la implementación del nuevo sistema de inscripción automática y
el voto voluntario, por el contrario, esta tendencia se agudizó aún más, dado que los jóvenes
(pero también los demás segmentos etarios) siguieron sin participar electoralmente y se
mantuvo un “sesgo de clase” en la emisión del voto (Corvalán, Cox & Zahler, 2012;
Contreras & Morales, 2013). Del mismo modo, la última Encuesta Nacionales de Juventud
(INJUV, 2012) muestra cómo ha disminuido la confianza de los jóvenes en las instituciones
de la democracia y ha aumentado su distancia con las formas clásicas de organización,
especialmente los partidos políticos. En la misma dirección, varios estudios sociológicos y
psicosociales han argumentado, a partir de enfoques y perspectivas teóricas diferentes, la
existencia de una crisis de confianza, sentido y legitimidad de la política y la democracia
entre los jóvenes (Luna, 2008; Segovia & Gamboa, 2012; Aguilera & Muñoz, 2015;
Hatibovic & Sandoval, 2015), problematizando los efectos que tiene esta creciente
desconfianza sobre la cohesión social (Sandoval, 2012), sobre la construcción de una
sociabilidad restringida a la familia (Baeza, 2013), y la promoción de una concepción de lo
social vinculado sólo a un espacio interindividual o familiar (Ruiz, et al., 2011).
Hay varios antecedentes relevantes del proceso de redefinición que hacen los jóvenes de la
política a partir de sus experiencias de organización. Al respecto, Velásquez, Martínez y
Cumsille (2004), proponen que una de las vías más importantes de participación que
reconocen los jóvenes son las acciones de solidaridad y voluntariado. Cárdenas, Parra,
Picon, Pineda y Rojas (2007) proponen que existe un conjunto de actividades (grupos
culturales, colectivos artísticos, grupos de amistad, clubes deportivos y espacios
comunitarios) no consideradas tradicionalmente como parte de la política y que hoy se
constituyen en un laboratorio práctico para una nueva forma de entender la democracia y la
política por parte de los jóvenes. Desde una perspectiva complementaria, Aguilera (2010)
describe diferentes maneras de actuar políticamente a partir de las distintas adscripciones
que tendrían los jóvenes, proponiendo diferencias entre las formas de acción que articulan
los grupos políticos, grupos culturales, grupos de ayuda o voluntariado y las llamadas
“tribus urbanas”. Hatibovic, Sandoval y Cárdenas (2012) también han mostrado que se
constituyen distintos sujetos políticos a partir de formas de organización estudiantil
diferentes, como el voluntariado y los colectivos político-culturales, mostrando la
influencia de los discursos sociales en la construcción de las representaciones de la política
que realizan los jóvenes. A lo anterior se suman varios trabajos que han analizado más
directamente las formas de acción de las organizaciones juveniles, analizando la
apropiación masiva de las tecnologías de información y comunicación en las acciones de
protesta (Valderrama, 2013), los espacios de resistencia estudiantil en las calles, aulas y
pantallas (Cárdenas, 2014) y las dimensiones estéticas en la ocupación del espacio público
por parte de las manifestaciones estudiantiles (Leiva & Quezada, 2013; García & Aguirre,
2014).
Este conjunto de antecedentes describen cómo el interés de los jóvenes se ha centrado en
formas de participación y organización tales como los colectivos no partidistas, el
voluntariado y los grupos culturales, todas formas de asociatividad que tenderían a rebasar
los límites de lo instituido por la política tradicional. Si bien hay argumentos que insisten
en una desafección política que afectaría incluso a las prácticas no convencionales
(Mardones, 2014) o que discuten la consistencia de las nuevas prácticas juveniles
(Hatibovic & Sandoval, 2015); parece razonable sostener que los jóvenes que adscriben a
formas de asociatividad como las que se consideran en este trabajo, están lejos de alejarse
de la política, y más bien operarían una redefinición de la misma, dando cuenta de
trayectorias generacionales, procesos de invención de nuevas formas de acción y
organización y nuevas subjetividades políticas (Carrasco, 2010; Aguilera, 2010 y 2015;
Hatibovic, Sandoval & Cárdenas, 2012), incluso en aquellos que mantienen una militancia
en un partido político tradicional.
Como señalan Aguilera y Muñoz (2015), si no abordamos los significados con los cuales
los jóvenes se reapropian de la práctica política a través de sus formas de organización,
seguiremos obviando lo que hay de político en las experiencias de organización de los
jóvenes universitarios. Pero creemos necesario ampliar las interesantes aproximaciones
bibliográficas que ya se han realizado a este problema (Vommaro, 2014; Aguirre y García,
2014; Arias y Alvarado, 2015), abordando un análisis empírico de esta realidad social. En
este contexto, la presente comunicación se propone abordar las formas de acción política de
jóvenes universitarios chilenos que participan en distintas formas de organización juvenil,
tanto tradicionales como las Juventudes Políticas, como no institucionales, como los
Colectivos No Partiditas, Grupos Voluntarios y Grupos Artístico-culturales.
2. El concepto de Acción Política.
El abordaje tradicional del problema de la Acción Política ha sido el concepto de
participación. Según Sabucedo (1996: 89), la participación política cabría definirla “como
aquellas acciones intencionales, legales o no, desarrolladas por individuos y grupos con el
objetivo de apoyar o cuestionar a cualquiera de los distintos elementos que configuran el
ámbito de lo político: toma de decisiones, autoridades y estructuras”. Por su parte, según
van Deth (2001:4), “la participación política puede ser definida de forma laxa como la
actividad de los ciudadanos destinada a influenciar las decisiones políticas”, mientras que
Norris (2002: 4) la define como acciones que pretenden “influir directamente en las
agencias gubernamentales y los procesos políticos o indirectamente para impactar en la
sociedad civil, o que tratan de alterar los patrones sistemáticos de comportamiento social”.
Es decir, lo definitorio de la participación política sería el carácter interpelador del poder y
el interés de influir en la toma de decisiones de la sociedad.
Cabe destacar que los repertorios de la acción política son dinámicos y se transforman a
través del tiempo. Es decir, lo que resulta o no legítimo en un momento determinado
depende de los contextos políticos, culturales e institucionales vigentes en un momento y
lugar. Sin embargo, como señala Cuello (2010), dichos cambios también dependen de las
transformaciones en los modos de conceptualizar la propia categoría de estudio. Así es
como las definiciones de participación política dan cuenta cada vez más de repertorios en
los que se incluyen acciones de carácter contencioso o no institucional (Sorribas &
Brussino, 2013) y actividades cuyos propósitos responden a diversos temas de interés social
o bienes públicos (Delfino & Zubieta, 2010).
Por este carácter dinámico del fenómeno y sus categorías de estudio, nos encontramos con
diversos sistemas de clasificación de la participación política, siendo la distinción entre
participación política convencional y no convencional una de la más usada (Sabucedo,
1988). En el ya clásico trabajo de Barnes y Kaase (1979), en el que se propone esta última
tipología, los ítems destinados a evaluar la participación política convencional están
referidos a circunstancias relacionadas con el proceso electoral, mientras que los ítems
enfocados en la participación no convencional recogen actuaciones como hacer peticiones,
manifestaciones legales, daños a la propiedad o violencia personal. En la década de los
ochenta, Milbrath (1981) realiza una propuesta muy similar a la de Barnes y Kaase (1979) y
también distingue entre participación política convencional y no convencional. Por su parte,
Rucht (1992) establece que la acción política convencional se refiere a comportamientos
que se circunscriben a la regulación normativa de la participación política, mientras que la
no convencional no se corresponde necesariamente con el orden normativo y puede incluir
desde una marcha hasta la desobediencia civil. Según Sabucedo y Arce (1991), ambas
formas de participación política se diferencian atendiendo al criterio de demanda o no de
las mismas por parte del sistema: el poder constituido en la acción convencional, el
enfrentamiento con la legalidad en la acción no convencional.
Sin embargo, más allá del carácter canónico la distinción convencional v/s no
convencional, en los últimos años se ha puesto en discusión dicha tipología, cuestionando
su capacidad para discriminar nuevas formas de acción (Morales, 2005), la pertinencia de
su carácter dicotómico (Delfino & Zubieta, 2010; Sabucedo & Arce, 1991; Sorribas &
Brussino, 2013) y su vigencia frente nuevos marcos teóricos (Sandoval, Hatibovic &
Cárdenas, 2012). En el ámbito de las acciones convencionales, la discusión se ha
concentrado en el carácter diferenciado de la conducta de voto con respecto al resto de las
acciones políticas institucionalizadas (Delfino & Zubieta, 2010), y sobre el carácter
unidimensional de las formas de medición desarrolladas al respecto (Brussino, Sorribas,
Rabbia & Imhoff; 2013). Por su parte, en lo relativo a las acciones no convencionales el
mayor debate está puesto en el carácter heterogéneo de las actividades incluidas en esta
categoría (Sabucedo & Arce, 1991), más allá de los resultados empíricos a nivel
internacional que confirman la validez del constructo de acción política no convencional
(DiGrazia, 2014).
Lo anterior ha llevado a proponer otras tipologías de acción política. Muller (1982) agrupa
conductas políticas no convencionales –como las manifestaciones públicas– junto a
acciones convencionales en la categoría de participación democrática y legal; mientras que
clasifica otras conductas también consideradas no convencionales en la categoría de
participación ilegal y agresiva. Schmidtchen y Ühlinger (Sabucedo, 1988) también
encuentran dos grupos de acciones claramente diferenciados: legal e ilegal. En este caso,
actividades no convencionales aparecen en el grupo de conductas políticas legales, junto
con la conducta de voto y otras acciones convencionales, mientras que en las acciones
ilegales se establece una diferencia entre las actividades violentas y las que no lo son. Por
su parte, Sabucedo y Arce (1991), a partir de dos dimensiones: dentro-fuera del sistema y
progresivo-conservador, efectuaron un análisis de clúster que reporta la existencia de cuatro
tipos de participación política: (a) persuasión electoral; (b) participación convencional; (c)
participación violenta; y (d) participación directa pacífica. Más recientemente (Tausch et
al, 2011), en el campo general de los estudios sobre acción colectiva, han propuesto
diferenciar entre acción normativa y no-normativa con el propósito de diversificar los
repertorios de acción estudiados.
Sin embargo, a partir de una lectura transversal de todas estas formas de clasificación se
puede establecer con claridad que persiste una tensión o diferencia entre prácticas
normativas y otras desarrolladas fuera del canon institucional. Desde nuestra perspectiva,
esta distinción entre la dimensión “constituida” de la participación en las instituciones y
“constituyente” de la acción no institucional puede ser abordada a partir de la diferencia
teórica entre “la política” y “lo político” (Laclau y Mouffe; 1987).
Desde esta perspectiva, la Política se refiere a la necesidad práctica de orden y regulación
del espacio social, remite a las actividades dirigidas al gobierno y estabilización de las
relaciones sociales y su referente analítico principal es el Estado y sus instituciones. Lo
Político, por su parte, asume que la tarea de regulación del conflicto social es imposible, ya
que éste constituye el motor de las dinámicas sociales, aludiendo a la autonomía del mundo
social y sus tensiones con lo institucional. Desde esta distinción, el problema no sería la
convencionalidad de una organización o práctica social, “sino los momentos de
constitución de lo social a los cuales las acciones refieren: la política a la sociedad
constituida, mientras que lo político a la sociedad constituyente” (Sandoval, Hatibovic,
Cárdenas, 2012: 456). Desde esta perspectiva la distinción estaría puesta en lo político
como acción constituyente, como acontecimiento que posibilita que emerja algo nuevo e
indecidible (Sandoval, 2015), como “insurgencia” que nos conecta con otras formas de
acción (Arditi, 2012).
En este trabajo, lo que nos interesa es el nivel de “lo político”, que nos remite a los modos
como se constituyen los significados que le dan los propios jóvenes a sus prácticas políticas
en el marco de sus formas de organización, más allá de las definiciones institucionales que
se dan en el campo de la política. Asumimos que las formas de acción política de los
colectivos y organizaciones de jóvenes, se manifiestan a través de prácticas que están
sujetas a controversia, que forman parte de antagonismos cotidianos y cuyo análisis
empírico nos permitiría mostrar que más allá de las visiones institucionales de la política,
existen acciones contingentes que se articulan en la vida cotidiana de los jóvenes
universitarios y que tienen un profundo significado político.
3. Metodología.
La metodología es de tipo cualitativo y supuso realizar entrevistas en profundidad a 15
jóvenes de ambos sexos (10 hombre y 5 mujeres), de entre 18 y 26 años, de las tres
ciudades de mayor concentración de estudiantes universitarios del país: Santiago,
Concepción y Valparaíso, adscritos a cinco formas de asociatividad universitaria diferentes:
a) Colectivos No Partidistas Locales, b) Colectivos No partiditas Institucionalizados, c)
Grupos de Voluntariado, d) Grupos Artístico-Culturales, y e) Juventudes Políticas.
Las entrevistas se realizaron previa firma de un consentimiento informado por parte del
entrevistado en el cual se le explicitaban los objetivos del estudio y se le garantizaban las
condiciones de confidencialidad. Las entrevistas fueron grabadas y transcritas a partir de
una adaptación de las normas de Jefferson y sometidas a un procedimiento de análisis de
contenido.
El plan de análisis supuso cuatro etapas: la primera se centró en segmentar el material
transcrito con el objeto de identificar las unidades mínimas de significado y realizar el
proceso de codificación; la segunda se propuso identificar un sistema de categorías a partir
de las unidades de significado identificas en la etapa anterior; la tercera se propuso
reconstruir un relato descriptivo de cada posición o forma de asociatividad juvenil en el
cual se desarrollan las categorías identificadas; y la cuarta se propuso restablecer la
estructura general de los testimonios a partir de las relaciones que establecen entre sí las
categorías identificadas en cada posición analizada y sus condiciones de entorno.
4. Resultados
A continuación, se presentan los resultados descriptivos de la tercera etapa del análisis, en
el cual se ha caracterizado el discurso sobre las formas de acción política de cada forma de
asociatividad juvenil incluida en el estudio.
a) Formas de acción política en colectivos no partidistas Locales.
Los estudiantes que participan en Colectivos No Partidistas Locales (CNPL) presentan
trayectorias políticas que tienden a converger en una concepción particular de la política:
“todo es político porque en mis prácticas intento prefigurar la cultura que deseo y
eso es verdadera política, según mis criterios. ENT::::onces, todo lo que hago en
todas las formas que intento de generar en todos los espacios que tengo acceso”
(CNPL Conce).
Esta visión tiene su aterrizaje práctico en las formas de organización y acción que llevan a
cabo los jóvenes para conseguir sus objetivos. En esta posición, las estructuras orgánicas
son de poca complejidad pues no poseen presencia nacional, prácticamente no hay
diferenciación de roles y se busca promocionar las responsabilidades rotativas con el fin de
potenciar a todos sus miembros en todas las posibilidades de acción. Junto a ello, sus
reuniones son de tipo asamblea, con actas públicas, y complementadas con el uso constante
de redes sociales. En espacios públicos buscan darse a conocer mediante lienzos, pancartas,
banderas, flyers y discursos públicos, priorizando siempre la participación en
movilizaciones en el espacio público.
En relación a la valoración que hacen de las actuales formas de acción política que ha
asumido el movimiento social y estudiantil en Chile, ésta tiende a ser positiva sobre las
expresiones estéticas de la protesta, a pesar que también se realiza una crítica a la poca
efectividad que tienen estos medios para lograr cambios estructurales:
“nosotros lo que deberíamos hacer, es como la evolución que yo he visto en el
movimiento, es tener políticas, o sea, prácticas más duras, en el sentido de que,
llevar a cabo una propuesta, un programa, esas son las cosas (...) tiene más eficacia”
(CNPL Valpo)
Estos colectivos promueven las marchas y tomas de espacios como formas de acción del
movimiento social, a pesar de que hacen evidente una autocrítica respecto a la manera en
cómo se han ido desarrollando dichas prácticas. Podemos apreciar que a pesar de poseer un
discurso político y una práctica organizativa no institucional, estos jóvenes siguen usando y
validando las prácticas tradicionales del movimiento estudiantil, más allá del grado de
rutinización que éstas hayan alcanzado.
Respecto a las manifestaciones de carácter más violento, hay una opinión compartida sobre
la inevitabilidad de este tipo de manifestaciones, pues serían una respuesta a un sistema de
relaciones sociales violento:
“la violencia empieza desde arriba (...), violencia es esperar cuatro horas en un
consultorio para que te atiendan, para que te atiendan mal y te den amoxicilina,
¿cachay?, eso es violencia. Violencia es que en nuestro país personas que no hagan
nada ganen dieciséis millones y personas que trabajan todo el día partiéndose el
lomo ganen menos de trescientas lucas” (CNPNI Valpo)
Finalmente, en cuanto al uso de las tecnologías de la información en su acción política,
éstas cumplen el rol de informar, organizar, difundir y contactarlos con otras
organizaciones. Por tanto, reconocen el uso diario de Facebook, correos electrónicos y
Youtube, reconociendo la importancia que tienen hoy dichos medios en los movimientos
sociales. De esta manera, estas redes son consideradas herramientas de acción, siendo
medios y no fines, comprendiendo que la política sigue vigente en el espacio material de la
vida y que es allí donde lo cambios se deben realizar.
b) Formas de acción política en colectivos no partidistas institucionales.
Los jóvenes que se organizan en Colectivos No Partidistas Institucionales (CNPI) poseen
similares trayectorias políticas sobre las cuales cimientan su quehacer actual. Existe un
denominador común en sus primeras experiencias vinculadas al mundo estudiantil, en
específico como estudiantes secundarios, donde participaron de organizaciones políticas de
sus establecimientos educacionales, así como de las movilizaciones nacionales.
Estos colectivos pretenden refundar la política mediante nuevas organizaciones que surjan
desde los movimientos sociales, con nuevas lógicas que dejen atrás las formas más
convencionales de hacer política, y que promuevan una transformación real en la vida de
las personas. Asumen el reto que significa dicho cometido y convierten a la militancia en
parte sustancial de sus vidas, llegando –en muchos casos– a organizar su vida en torno a
ella.
Estos colectivos tienen formas de organización con un nivel de complejidad de nivel medio,
al poseer diferentes compartimentos orgánicos tales como un consejo político o una mesa
nacional, desde los cuales surgen otros espacios similares a nivel regional y en ámbitos
específicos como el estudiantil, docente o algunos sectores de trabajadores. Ellos destacan
que en dichos espacios, a pesar de tener jerarquías, se promueve la democracia como valor
fundamental de la organización, abriendo la comunicación entre los diferentes espacios.
A pesar de que la participación política de estos colectivos está enfocada fuertemente en el
movimiento estudiantil, reconocen tener aspiraciones partidarias con el fin de trascender de
lo gremial a lo nacional, proponiéndose transformar Chile actuando tanto en la política
institucional como en la política cotidiana:
“la política tiene que volver a la ciudadanía, le tiene que hacer sentido a la
ciudadanía, y también tenemos que lograr que la ciudadanía le haga sentido los
cambios que se están haciendo” (CNPI Conce)
En relación a la importancia que le atribuyen a las dimensiones estéticas dentro de sus
prácticas políticas, reconocen el valor de este nivel en el aspecto identitario, ya que un
logotipo o un color, les sirve para generar un sentido compartido entre ellos y también
generar un elemento diferenciador con los demás. Respecto a las dinámicas de las
movilizaciones sociales, hay una valoración positiva de instancias masivas de corte
simbólico como las realizadas en el ciclo de protestas del 2011 (“thriller de la educación” o
el “Genkidama por la educación”), reconociendo la importancia de realizar actividades
lúdicas que motiven a la ciudadanía y permitan generar un acercamiento entre las demandas
del movimiento y la subjetividad de los actores que se encuentran más lejanos:
“yo participé del thriller por ejemplo (risas) Eh… y habían cabros que no se poh,
que no van a asambleas, que no están ni ahí como con esa forma, pero que sí
estaban dispuestos o sí querían hacer algo por la movilización (...) su efectividad no
tiene que ver con que logran que la educación sea gratuita de inmediato, sino con
que suman gente a la lucha” (CNPI Stgo)
No obstante, estos jóvenes reconocen que las marchas y las tomas siguen siendo los
repertorios de acción que posee el movimiento estudiantil, los cuales no han perdido
vigencia, en cuanto expresen masividad y fuerza:
“yo estoy a favor de las tomas y las marchas, ehm:: soy una (ríe) fiel creyente en
que si el movimiento social no llega a las calles, si el movimiento social no crea una
ruptura social clara eh:: no es el movimiento social, o sea, hay que salir a marchar y
hay que crear esta ruptura dentro del cotidiano de la gente” (CNPI Conce)
Sin perjuicio de lo anterior, existe una visión crítica sobre las manifestaciones de carácter
violento, pues generan un quiebre entre la ciudadanía y los actores movilizados. Si bien
reconocen el papel que juegan los medios de comunicación al realzar más los actos de
violencia por sobre el movimiento, reconocen la responsabilidad política de los colectivos y
grupos que no son tajantes respecto a este tema.
Por otra parte, el uso de tecnologías de la información es cada vez más importante en estos
grupos, de modo que algunos incluso tienen un área especializada de comunicaciones. El
medio más usado es Facebook, y junto a éste, utilizan Twitter para comunicar sus
propuestas políticas, sobre todo en contextos de campañas electorales y auge de
movilizaciones sociales. A pesar de la valoración positiva de estos espacios virtuales, sigue
siendo la política cara a cara la que consideran crucial.
c) Formas de acción política en grupos artístico-culturales.
Respecto a los jóvenes que participan en Grupos Artístico-Culturales (GAC), podemos
señalar que sus primeros acercamientos a la acción política fueron en medio de las
movilizaciones estudiantiles, en específico en el ciclo de protestas del año 2006
denominado la “Revolución Pingüina”, adhiriendo a las convocatorias a marchas y paros
que se realizaron nacionalmente.
Definen su trabajo político en un área práctica que vincula la creación con la denuncia, a
través del teatro, la fotografía y la serigrafía. Son colectivos que se organizan en grupos por
afinidad, en espacios horizontales, asamblearios y por fuera de las instituciones. No
presentan cercanía con los partidos políticos, tanto por diferencias ideológicas como
prácticas, pues abogan por un trabajo más directo y genuino con la gente:
“Porque esto es más real, es más concreto. Veo a la gente con la que trabajo, me doy
cuenta con quienes puedo contar, con quienes no; veo el resultado inmediato del
trabajo (...). La política siento que todo es más... como más de mesa, más de
conversación, más de discurso, no sé, como tratar de siempre poner el discurso antes
de la acción, justamente” (GAC, Valpo)
Para ellos, su quehacer artístico informa, cuestiona, organiza e interviene el espacio
público, definiéndolo como una actividad profundamente política. Respecto a la motivación
que los une y mantiene activos, destacan la importancia que cobran las relaciones humanas
en el grupo. Junto a esto, están los vínculos ideológicos y/o valóricos, frente a los cual no
es posible identificar un cuerpo ideológico específico, sino más bien, ciertos principios
generales que los articulan como posición común.
A pesar de poseer una práctica política por fuera del movimiento estudiantil, estos jóvenes
subrayan la importancia que tiene la protesta social y su expresión masiva en marchas y
tomas, considerándolas como las herramientas que posee el movimiento estudiantil, ya que
al ocupar los espacios públicos se difunde el malestar para toda la sociedad, interpelando a
la ciudadanía e incitando a que la educación sea un tema de país y no sólo del gremio
estudiantil o docente.
Rechazan la represión del movimiento social, reconociendo que la protesta violenta es parte
de la expresión del mismo descontento ante los problemas sociales que aquejan a algunos
grupos sociales:
“si la gente tiene rabia ¿cachai? (...) están todos llenos de ira y al final tení que botar
esa ira de alguna manera y por eso yo creo que la mayoría de la gente está chata si
es por eso que salen a dejar la cagá” (GAC, Conce)
Por otra parte, las redes sociales y las tecnologías de la información que son más usadas
dentro de sus organizaciones es Facebook, plataforma utilizada para canalizar la
información, contactarse con otras organizaciones, comunicarse entre los integrantes de la
misma y difundir sus actividades.
d) Formas de acción política en grupos de voluntarios.
Los jóvenes que participan en Grupos de Voluntarios (GV) no poseen una trayectoria
similar al hablar de sus primeras experiencias de participación social o política. A
diferencia de las otras posiciones, la mayoría no participó dentro del movimiento estudiantil
secundario, y más bien, es en la universidad donde comienzan su trabajo como voluntario.
Tiene una visión crítica de las organizaciones políticas, en especial los partidos políticos,
porque no representarían sus expectativas respecto al trabajo directo con las comunidades:
“personalmente no siento afinidad por un partido político, no le veo una, en estos
momentos, un beneficio para la sociedad en su conjunto tener gente participando
ahí, porque no, no tiene una finalidad de beneficio para los otros” (GV, Conce)
Sin embargo, a pesar de no pertenecer a una organización política, entienden su trabajo de
voluntariado desde dicho campo, pues para ellos la política se desarrolla buscando el bien
común con los otros:
“Para mí la política es en general, la instancia donde la gente pueda dar a conocer su
pensamiento, llegar a hacer un debate dentro de este mismo y poder llegar a un
consenso del bien común de todas las personas” (GV, Valpo)
En relación a los elementos valóricos que los reúnen, no declaran seguir alguna ideología
específica, reconociendo la coexistencia de voluntarios con afinidad a distintas corrientes
políticas. Sus principios generales son la defensa de los Derechos de los Niños y Niñas y
los Derechos Humanos en general. Son jóvenes que apelan al compromiso personal como
vía fundamental para cambiar las condiciones sociales de algunos grupos menos
favorecidos. Por ello, los objetivos que persiguen son de dos tipos, a nivel interno se
proponen generar lazos de convivencia entre los voluntarios de modo de lograr una
identidad valórica compartida que fundamente el trabajo con las comunidades; y a nivel
externo se plantean detectar una necesidad sentida por la comunidad e intervenir en ella,
entregando materiales o herramientas que contribuyan a su superación.
Respecto a la manera como se organizan, existen directivas que velan por los temas más
logísticos, (como tesorería, secretaría, presidencia y vicepresidencia). Junto a esto, existen
encargados de áreas más específicas de trabajo y los voluntarios sin cargos específicos que
aportan con sus ideas y disposición en el trabajo directo con las comunidades.
Por otra parte, a pesar de pertenecer a espacios educativos, reconocen una participación
muy esporádica dentro del movimiento estudiantil, siendo críticos con la manera en que se
han realizado algunas de sus acciones, especialmente las tomas de establecimientos
educacionales. Sn embargo, coinciden con los demás grupos en valorar positivamente las
manifestaciones lúdicas y de carácter simbólico, pues este tipo de iniciativas tienen:
“un mensaje simple, que tenía una carga ideológica muy compleja, muy grande, y
que si se utilizaba el tema de las marchas, de explicarlo, como de llegar a
convencerlos a todos, de pensar de una misma forma, no iba a tener la misma
masividad que tuvo al final, como con simplificar el mensaje, hacer algo
estéticamente más atractivo, y que la gente llegara por lo entretenido, por lo
novedoso, y también porque compartía la idea general que se da” (GV, Conce)
Sobre el uso de tecnologías de información y redes sociales, reconocen que las utilizan para
la coordinación interna y para hacer convocatorias y difundir información sobre los
voluntariados. A pesar del uso diario que dan a estas tecnologías, han sido poco utilizadas
para promocionar sus organizaciones, señalándolo como una tarea pendiente.
e) Formas de acción política en Juventudes Políticas.
Los jóvenes que militan en Juventudes Políticas (JP) poseen similares experiencias de
iniciación en la política. Al igual que muchos de sus compañeros de generación, sus
primeras acciones fueron en movilizaciones estudiantiles vinculadas al mundo secundario,
ocupando cargos dentro de los Centro de Estudiantes o como activistas de base. Junto a esta
experiencia, se reconocen otras influencias que los incitaron a trabajar en la política
partidaria, destacando la relación con sus propios padres.
Son jóvenes que optan por la organización partidaria pues responde a sus aspiraciones de
realizar un proyecto político de alcance nacional:
“mi visión, es un proyecto país, un proyecto de sociedad, distinto, es lo que yo creo,
lo que yo aspiro y creo que eso, para mí, se representa a través de una organización
política más formal, más estable, que tenga como un proyecto completo” (JP,
Valpo)
La militancia cobra real valor en estos jóvenes pues es la manera como expresan y viven su
compromiso político. De este modo, no imaginan su vida sin la militancia, pues la
entienden como un hito en sus trayectorias biográficas, reconociendo ciertos sacrificios
como postergar el uso del tiempo de ocio en pos de una causa mayor:
“La militancia es una instancia donde uno elige libremente participar, de hacerse
parte de uno grupo de ideas y asumirlas como parte de uno, asumir una historia y
asumir una ideología” (JP, Stgo)
Evidentemente, no existe una sola forma de vivir la militancia, pues eso responde a cada
sujeto en su contexto particular, sin embargo, reconocen la existencia de algunos tipos de
militantes que se presentan más frecuentemente, entre ellos podemos destacar: los
militantes profesionales que reciben un sueldo por militar, los militantes de cuna, que
provienen de familias que históricamente han militado en el mismo partido político, los
militantes-simpatizantes que llegan a algunas actividades y a otras no, de modo que no
presentan constancia en su participación, y por último, el militante nuevo, que es más
impulsivo y presenta ganas de hacer cosas, incentivando y oxigenando al grupo.
En relación a sus formas organizativas, éstas son bastante complejas pues poseen diferentes
compartimentos orgánicos, con presencia de comisión política o secretaría general,
reconociendo así una jerarquía que cumple el rol de direccionar y confluir los temas que
mueven al partido. Junto a estas estructuras, están las organizaciones territoriales,
comunales y regionales, así como los frentes sectoriales de estudiantiles y trabajadores.
Además, poseen cargos de relaciones públicas tanto nacionales como internacionales. A
pesar de lo anterior, reconocen que existe comunicación entre los diferentes
compartimientos mediante la discusión constante de ideas y el planteamiento de propuestas
programáticas, buscando siempre el consenso y la unidad en la acción. Es por esto, que en
el espacio público tanto la acción como el discurso político siempre es unitario, llevando
lienzos o banderas con sus colores propios y logos del partido.
Con respecto a las estrategias que han utilizados los movimientos sociales, en especial el
estudiantil, está claro el apoyo que brindan tanto a las manifestaciones más simbólicas,
como a las más tradicionales. Respecto a las primeras, destacan el valor de la creatividad
pues promueve la participación de un sector de la población que no está acostumbrado a
involucrarse:
“es algo positivo, ocupar la creatividad en todos los aspectos es algo positivo y,
incentivar a lo que sigan haciendo po´, o sea la capacidad creativa no tiene que tener
límites, menos cuando se involucra con algo importante que es la política” (JP,
Conce).
En relación a las marchas y las tomas, concuerdan con otras posiciones al señalar que son
herramientas vigentes para el movimiento estudiantil, dejando en claro que son un medio
más que un fin. Sin embargo, estos jóvenes son críticos con la manera como estas prácticas
han sido ocupadas, reconociendo que su rutinización va en desmedro del mismo
movimiento. Opinión similar poseen respecto a las manifestaciones de carácter más
violento:
“Si nosotros queremos acercar a nuestros compañeros a la política que nosotros
queremos llevar, no lo podemos hacer de esa forma, los asustamos, tampoco
podemos llegar con un discurso de “violencia”, o sea, violento, a una población
donde la gente lo único que ve es violencia todos los días, (...) no está dentro de
nuestros objetivos, hoy en día, eso porque lo único que hace es alejar a la política,
nosotros queremos que se acerquen a la política” (JP, Conce)
Sobre el uso de redes sociales, las más frecuentadas son Facebook, Twitter y WhatsApp, y
son utilizadas para coordinar reuniones, compartir información, tanto al interior de la
organización, como hacia el exterior. La incidencia mayor al usar estas tecnologías es la
masividad en el acceso a la información, lo que garantiza abarcar amplios grupos sociales.
A juicio de estos jóvenes, estos recursos han contribuido positivamente en los movimientos
sociales, sobre todo por la inmediatez de la información y la capacidad de generar debate
entre diferentes actores.
5. Reflexiones finales.
Como se puede establecer de la presentación de los relatos, cada grupo estudiado se puede
diferenciar en su especificidad, no obstante, entre ellos se establecen vínculos que los
acercan o alejan a partir del establecimiento de relaciones de diferencia y/o
complementariedad entre sí.
En el caso de los Colectivos No Partidistas Locales, Grupos Artístico-culturales y Grupos
Voluntarios establecen una relación de complementariedad entre sí, donde el alejamiento de
los canales convencionales de participación, como también el rechazo a la institucionalidad
política tradicional da cuenta de repertorios de acción equivalentes. Esta relación de
complementariedad se produce a partir de una operación discursiva por medio de la cual se
transforma el exceso de burocracia, verticalidad, desconfianza y lejanía de las instituciones
de la democracia representativa y la política convencional; en horizontalidad,
descentralización, reciprocidad, transformación, solidaridad, transparencia y participación
activa e incidente en las formas cotidianas de hacer política no convencional
Podemos sostener que los discursos de estos tres tipos de organizaciones juveniles darían
cuenta de una nueva forma de entender la política y la democracia en la cual nociones como
cotidianidad, comunidad, experiencia y creación, asumen el lugar de tópicos
estructuradores de sus discursos, en oposición a nociones como representación,
institucionalidad y partidos políticos. Este proceso sería una evidencia que confirma que
estamos frente a jóvenes que adhieren a prácticas y formas de organización cada vez más
autónomas de las estructuras partidistas, en donde predomina la horizontalidad en sus
formas de participación, la deliberación directa en su toma de decisiones (Carrasco, 2010;
Aguilera, 2010; Zarzuri, 2010) y las dimensiones estéticas, culturales y tecnológicas en sus
manifestaciones y acciones públicas (Cárdenas, 2014; García &Aguirre, 2015). Estaríamos
frente a una transición profunda en las formas de entender y practicar la política por parte
de estos grupos juveniles organizados, que ha llevado incluso a proponer un sello
generacional para este proceso de reconstrucción de la política y la democracia (Aguilera y
Muñoz, 2015).
A diferencia de los tres grupos antes referidos, los jóvenes que militan en los Colectivos No
Partidistas Institucionales y en las Juventudes Políticas establecen una relación de mayor
cercanía con las prácticas políticas tradicionales. Los primeros, representan claramente el
proceso de transición de movimiento a partido, proponiéndose integrar en formas de
organización cada vez más complejas, los elementos de asociatividad propios de la
democracia directa y las lógicas de autonomía y organización horizontal. Por lo anterior,
estos colectivos enfrentan fuertes procesos de debate y tensión interna asociados a estos
procesos de institucionalización. Por otra parte, las Juventudes Políticas representan
paradigmáticamente a las organizaciones convencionales, desarrollando un discurso
disonante con respecto a los grupos no institucionalizados y conservando una mirada más
normativa para enfrentar los problemas ciudadanos. Sin perjuicio de lo anterior, tal como
han establecido otros estudios (Davis, 2012), hay que destacar que los jóvenes militantes
también valoran las prácticas que sobrepasan los límites de la política institucional,
especialmente en el campo concreto de las manifestaciones públicas y las protestas
ciudadanas.
Un elemento relevante en los relatos de los jóvenes es la valoración que hacen de la acción
violenta. Las posiciones que promueven nuevas prácticas políticas, es decir: los Colectivos
No Partidistas Locales y los Grupos Artístico-Culturales asignan altos niveles de
legitimidad a la protesta violenta como forma de acción colectiva. Para estos grupos la
violencia sería una “reacción o respuesta”, a partir de la diferenciación discursiva que
realizan entre la violencia directa y explicita (protestas callejeras) y la violencia indirecta e
implícita (sistema económico y político altamente desigual), de modo que podríamos decir
que para estos jóvenes esta última forma de violencia sería la base de la primera,
constituyendo por lo tanto su causa y justificación (Berroeta y Sandoval, 2014). Por el
contrario, quienes buscan vincularse con la ciudadanía de una manera más tradicional,
como las Juventudes Políticas y los Grupos de Voluntariado, se distancian de toda forma
de violencia y promueven medios legales que posibiliten una mayor convocatoria y
aceptación social de sus formas de acción.
En síntesis, la acción política en los colectivos estudiados se vincula fundamentalmente con
prácticas no institucionales como estrategia definitoria de la acción colectiva, razón por la
cual los jóvenes de todos los grupos perciben como legítimas las acciones orientadas a
“perturbar” el orden cotidiano del espacio público a través de acciones directas y
espontáneas, diferenciándose en el lugar que ocupa la acción violenta en este repertorio de
acción.
A partir de lo anterior, podemos proponer que en las formas de acción política de los
jóvenes se articula una tensión fundamental entre los repertorios de acción directa y las
formas de participación basadas en la representación, lo que se ha traducido en el desarrollo
de prácticas cada vez más autónomas de las estructuras partidistas a través de la promoción
de colectivos como formas de organización (Henao, Ocampo, Robledo y Lozano, 2008), y
por medio de prácticas donde predomina la horizontalidad en sus formas de participación y
la deliberación asambleística en su toma de decisiones (Aguilera, 2010). No obstante lo
anterior, Hatibovic, Sandoval y Cárdenas (2012) estudiaron los discursos de grupos de
universitarios chilenos sobre la acción política, estableciendo que el ejercicio de la
democracia directa es un objetivo valorado por los grupos políticamente activos, a pesar de
que los grupos menos activos no lo consideran con la misma relevancia.
La novedad de estas formas de acción política donde se mezclan las manifestaciones de las
protestas acción-performance, la participación horizontal, las asambleas y la influencia de
las nuevas tecnologías, es que desplazan el debate teórico de la acción política desde el
problema de sus fundamentos e identidades, a la pregunta por sus discursos y sus prácticas,
posibilitando su teorización desde perspectivas post-fundacionales (Sandoval, 2015).
Desde esta perspectiva, las distintas formas de asociatividad que desarrollan los jóvenes
universitarios considerados en este trabajo, constituyen ámbitos de articulación de
demandas que dan origen a formas de acción política específicas. Tal como muestran otros
trabajos (Henao et al. 2008; Aguilera, 2010; Hatibovic, Sandoval y Cárdenas, 2012) los
distintos grupos o colectivos de jóvenes podrían ser entendidos como campos asociativos
en los cuales se recrean y ensayan prácticas cotidianas de organización de la vida, de
expresión de la autonomía, de potenciación de las comunidades y de relación con el Estado
y sus instituciones.
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