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ACTAS DE LAS JORNADAS SOBRE CASTRO VENTOSA. CACABELOS 2002

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Actas de las Jornadas sobre

Castro Ventosa

Coordinadores:

JOSÉ A. BALBOA DE PAZ

INÉS DÍAZ ÁLVAREZ

VICENTE FERNÁNDEZ VÁZQUEZ

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Edita: ©Patronato del Patrimonio Cultura de Cacabelos

© Excmo. Ayuntamiento de Cacabelos

Depósito Legal: LE-749-2003I.S.B.N.: 84-607-7675-1

Imprime:Peñalba Impresión, s.l.

Trav. Bellavista, s/n • 24400 PONFERRADATelf. 987 42 68 44

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COMITÉ DE HONORD. JOSÉ LUIS PRADA,

Ilmo. Ayuntamiento de Cacabelos

D. AGUSTÍN GARCÍA MILLÁN,Ilmo. Ayuntamiento de Villafranca del Bierzo

D. JULIO MORAL DE CASTRO,Director de la Sucursal de Caja España en Cacabelos

COMITÉ CIENTÍFICOPROF. DR. CARLOS FERNÁNDEZ, Universidad de León

PROF. DR. LEONARDO LOBATO ASTORGA, Uniersidad de León.PROF. DR. NARCISO SANTOS, Universidad de Oviedo

PROF. DR. ANTONIO R. COLMENERO, Universidad de Santiago

DTOR. LUIS GRAU LOBO, Museo Provincial de León

DTOR. FELIPE ARIAS VILA, Museo do Castro de Viladonga, Lugo

JESÚS CELIS, Técnico de Patrimonio del Instituto Leonés de Cultura. Diputación de León

JESÚS DEL VAL RECIO, Jefe del Servicio de Restauración, Dirección General de Patrimonio. Junta de Castilla y León

JULIO VIDAL ENCINAS, Arqueólogo Territorial de León. Junta de Castilla y León

COMITÉ ORGANIZADORMAR PALACIO BANGO, Vice-Presidenta del Patronato del Patrimonio Cultural de Cacabelos

ALFREDO RODRÍGUEZ, Presidente del Instituto de Estudios Bercianos

COORDINADORESPROF. JOSÉ ANTONIO BALBOA DE PAZ, I.E.S. Gil y Carrasco

INÉS DÍAZ ÁLVAREZ, Coordinadora del Patronato del Patrimonio Cultural de CacabelosPROF. VICENTE FERNÁNDEZ, I.E.S. Gil y Carrasco

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Castro Ventosa, la elevada y amurallada meseta entre los municipios de Villafranca y Cacabelos (León), desde la que se domina todo el Bierzo Bajo, es el yacimiento arqueológico más importante y significativo del Bierzo por sus dimensiones y ubicación en el centro de la comarca, así como por ser asiento de Bergidum, la ciudad que mencionan las fuentes clásicas e itinerarios de época romana.

Valorado el yacimiento desde el siglo XVIII como lugar de poblamien-to prerromano y romano (Jovellanos, Munárriz, Gil y Carrasco, Schulten) y declarado monumento nacional en el año 1931, fue objeto en el siglo XX de algunas excavaciones en el interior del recinto y de varias intervenciones en sus murallas, que han permitido reafirmar el gran valor arqueológico e histórico que presenta el yacimiento.

Las jornadas que sobre Castro Ventosa se llevaron a cabo en Cacabelos los días 4, 5 y 6 de octubre de 2002, quisieron ser una puesta en común de los numerosos trabajos interdisciplinares realizados en estos últimos años, con el objetivo de confirmar la importancia histórica de dicho castro, llamar la atención de la Administración sobre su lamentable estado y contribuir a su restauración y puesta en valor.

INTRODUCCIÓN

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Este libro de actas recoge los trabajos y ponencias de dichas jornadas, que son un recorrido por la historia del castro, el poblamiento prerromano, romano y medieval, el papel de Bergidum en la organización económica y territorial del Bierzo, sus diferentes procesos de abandono y repoblación, las vías romanas; estudios más particularizados sobre las murallas y ma-teriales recogidos en algunas intervenciones, así como los proyectos para su puesta en valor.

Porque en definitiva, los miembros del Patronato del Patrimonio Cultural de Cacabelos, organizadores de este encuentro, deseamos que Castro Ventosa (Bergidum), nudo en las comunicaciones de la provincia de Gallaecia, se convierta en un referente fundamental en la cultura y el turismo de Cacabelos y el Bierzo, y queremos contribuir con estas actas a la promoción de la Vía Nova como itinerario cultural.

Patronato del Patrimonio Cultural de Cacabelos.Abril, 2003.

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I.

Castro Ventosa en la Historia

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Introducción

Los orígenes de la ocupación en Castro Ventosa dentro de la cultura castreña todavía hoy permanecen oscuros y ello no deja de sorprendernos por cuanto este importante yacimiento arqueológico viene representando un papel primordial en la idea colectiva de un Bierzo que hunde sus raices en las etapas de los moradores de los castros, es decir, el Bergidum de los astures, sometido por Roma en el curso de las guerras Cántabro-astures. Castro Ventosa sigue siendo, según el esquema historiográfico hoy aceptado, el origen de Bergidum Flavium, una de las civitas romanas más señeras en este espacio que proporciona señas de identidad a los bercianos de hoy.

Ello se debe a un déficit en la investigación de la cultura castreña en el Bierzo que si bien concoce hitos fundamentales para explicar la cultura castreña de los astures1, adolece todavía hoy de estudios regionales extensos que completen la comprensión de la génesis, evolución y epílogo de los habitantes de los castros, sus relaciones con el territorio y aquellos aspectos sociales cambiantes consustanciales a su devenir histórico. Un esquema introductorio a estas Jornadas sobre Castro Ventosa obligaban, aunque solo fuese de pasada, a exponer algunas notas sobre las etapas de lo que hoy conocemos de esa Cultura Castreña en el Bierzo, con el deseo de que pronto Castro Ventosa sea una referencia obligada en el discurso científico de esta etapa cultural.

NOTAS SOBRE LAS ETAPAS DE LA CULTURACASTREÑA EN EL BIERZO.

JESÚS CELIS SÁNCHEZ Técnico de Patrimonio del ILC. Diputación de León

1 Vease al respecto algunos trabajos generales en Sánchez-Palencia (editor) (2000); Sánchez-Posse et allii (2002); Álvarez González (93); Celis Sánchez (2002); Sánchez- Palencia, Orejas, Sastre (2002).

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LOS INICIOS DE LA CULTURA CASTREÑA EN EL BIERZO

En el noroeste peninsular se observa una tendencia antigua a hacer estables los núcleos de población que, singularmente, se encierran en ámbitos diferenciados y delimitados por parapetos, empalizadas o murallas pétreas, conocidos como castros y que sirven para caracterizar una Cultura Castreña en la Asturia Interior. El hecho de la existencia de estos sistemas de delimitación habla en favor de la estabilidad en la ocupación. Esta sedentarización es consecuencia de un progreso en las técnicas agrícolas, de una mayor especialización en la ganadería y seguramente de un progreso técnico en el que está presente inludiblemente la metalurgia, especialmente la lenta generalización del metal hierro. Todo ello propiciará un desarrollo social tendente a la sedentarización, la diversificación funcional y la especialización, que poco a poco implicará un aumento demográfico y una extensión cultural a zonas donde es bien poco lo conocido con anterioridad a la Edad del Hierro, como es el Bierzo.

A pesar de establecerse distintas tipologías en la estrategia de población, enlazadas temporalmente, dependiendo de las distintas cronologías en las que se divide la cultura castreña prerromana, recientemente se ha planteado un único modelo hipotético que sirve para explicar un fondo común en la ocupación castreña durante toda la etapa prerromana. Los castros responderían a asentamientos propios de una sociedad campesina de grupos cerrados y autosuficientes que convivieron en el territorio de forma independiente y cuya base social debe ser más gentilicia que la relacionada con lo territorial. (Fernández-Posse 1998, 2000 y 2002).

No se ha encontrado un consenso entre los investigadores referente a la periodización de la cultura castreña ni sobre los límites de la misma, pero sí parece admitirse que existe una etapa temprana, formativa o inicial, entre el S. VIII-VII y el V o IV a Cto., en la que todavía están presentes algunos elementos de los últimos capítulos del Bronce Final. A ella le sigue una de desarrollo o castreño pleno, entre el S. V y el I a. Cto., que pasaría, entre el S. I. a. Cto. y los comienzos del S. II d. Cto., por un momento de desarrollo, curiosamente imbricada el la organización política y territorial de Roma, y finalmente una etapa, Castreña Final, desde esta última fecha al final de los tiempos romanos (Arias Vilas 2002, Fernández-Posse 2002:82-84).

Casi nada podemos aducir en favor de la determinación de los primeros asentamientos castreños en el Bierzo correspondientes a esa época formativa, y, habida cuenta de lo fragmentario de nuestros conocimientos sobre la Edad del Bronce, el hilo conductor que pretende unir El Bronce Final con los orígenes del La Cultura de los Castros del Noroeste se hace hoy por hoy imperceptible en esta comarca. Las estrategias de los investigadores no se han propuesto casi nunca el esclarecimiento de este tema, y cuando lo han hecho se han ocupado más en trasvasar generalidades tomadas de esquemas preconfigurados -ya sean

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provenientes del lo gallego-portugúes o de lo centromeseteño- que en el avance de la investigación regional. Sin disponer de otros instrumentos interpretativos que la mera arqueología objetual pretendí establecer (Celis 1996) el alcance de algunos hallazgos que podrían adscribirse a una fase antigua dentro del Bronce Final y la Primera Edad del Hierro, aun reconociendo lo todavía vago de estos planteamientos.

Otros objetos parecen ofrecer unas posibilidades para empezar a comprender los inicios de los castros en el Bierzo. En las últimas producciones del Bronce Final III, en torno a mediados del S. VIII, la espada de bronce de Villafranca del Bierzo parece presentar rasgos propios de las producciones broncíneas atlánticas del tipo Venat y otras características de las manufacturas del Mediterraneo Central (Delibes, Fernández Manzano 1979). Esta pieza, junto a otras del mismo signo, parecen ser el resultado cada vez más intenso de la presión en occidente del comercio orientalizante, aspecto que no podemos documentar en el Bierzo más que por las influencias descritas en este arma. Sin embargo, estas piezas podrían inaugurar la presencia de nuevas gentes en regiones astures apartadas del centro de la Meseta, que con una vinculación centro-meseteña2 se iniciaría en este momento, a caballo entre el Bronce Final III y la 1ª Edad del Hierro.

Otro importante hallazgo en Bembibre vendría a corroborar el atlantismo residual de ciertas piezas broncíneas en un momento coetáneo o ligeramente posterior. Nos referimos al depósito de puntas de lanza de bronce hallado en Bembibre (Manzano, Mañanes, Ramos, 1982). Sus tipos, presentan pequeñas dimensiones y matrices tubulares poco desarrolladas, no llegando a la hoja, siendo ésta maciza, de tendencia triangular. En cuanto a la tecnología, parece claro que pueden ser incluidas dentro de las aleaciones ternarias: bronce, estaño, plomo, documentadas con frecuencia en esta fase. La comparación con elementos de la Meseta cada vez más frecuentes hace pensar que aquí como en el caso de los presuntos depósitos de Cisneros, Castromocho, y otros hallazgos individuales en San Andres de Medina de Rioseco, S. Martín de Torres, Hinojo, etc. (Celis 1996 :53-54), sus responsables fueron poblaciones emparentadas o relacionadas con las gentes del grupo meseteño del Soto que, siguiendo a Fernández Manzano, Mañanes y Ramos (1982), parecen haberlas acumulado en depósito, seguramente lacustre, sin conocer su intencionalidad, tal vez como propiedad de un particular, depósito de comerciante, depósito artesano, pertenencias familiares, sustituto de enterramiento u ofrenda a las

2 Las influencias Venat se han reseñado para los inicios de la fase del soto de Medinilla en faleras, puntas de lanza,etc (Celis 1996, Delibes, Fernández Manzano, Fontaneda y Rovira 1999).

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aguas de una ciénaga. La reciente noticia de la aparición de un ejemplar similar a éstos, recogido en «La Corona» de Bembibre3, refuerza más la idea de posibles ocupaciones en poblados o castros.

Algúnos castros, emparentados dudosamente con los conocidos en el centro de la Meseta y en la región leonesa, han sido catalogados aquí a partir de las cerámicas a mano halladas en castros como los conocidos en «Pico Ferreiro» en Paradela del Río, en Toral de Merayo y en las excavaciones de Castro Ventosa (Mañanes 1981 y 1988: 148). En este último, el profesor Mañanes recogía cerámicas a mano a 1 m. de profundidad en asociación a restos de tres viviendas fabricadas en piedra. No sabemos si las cerámicas a mano descritas por Mañanes pueden asegurarse como pertenecientes a la 1ª Edad del Hierro, próximo a lo soteño o a su equivalente en ese momento formativo dentro de lo castreño, teniendo en cuenta del fenómeno de las perduraciones de este tipo de cerámica en la región hasta época romana. Pero posteriormente se han localizado aquí, en la limpieza de las murallas de época tardo-romana, algunas cerámicas a mano con perfiles carenados4, por lo que la existencia de una fase castreña prerromana, quien sabe si antigua, podría confirmarse.

La aparición de cerámicas negras a mano en el transcurso de las excavaciones dirigidas por Fernando Miguel en El Castillo de Ponferrada, solo reconocido por algunos restos materiales recogidos en las excavaciones de zonas vinculadas al recinto fortificado medieval, parece corresponder a un ajuar vascular de un yacimiento sensiblemente emparentado con lo meseteño, no diferenciándose mucho de los conocidos en las tierras sedimentarias leonesas, y que indefectiblemente se debe poner en relación con brazaletes de bronce en omega con estremos resaltados (Celis 1996 y 98), y con la reciente a parición de una fíbula de resorte también próxima a los ejemplares habituales en el ámbito centromeseteño del Soto de Medinilla5.

El caso de «La Corona de Bembibre», «CastroVentosa» y el «Castillo» de Ponferrada podrían no ser los únicos, ya que en el castro de Toral de Merallo se han

3 Información debida a Manuel Olano, vecino de Bembibre, quien nos asegura que una de las puntas de lanza similares a las del depósito de la misma localidad fue encontrada por él en el cerro que preside el caserío bembibrense y que por su forma se asemeja a los poblados de la edad del hierro meseteños.4 Informacion debida a Gregorio Marcos Contreras de la empresa Strato, a quien agradezco la información, en su informe «Limpieza perimetral del recinto amurallado de Castro Ventosa» León 2002, inédito, recoge tres frag. que asigna genericamente a la primera o segunda edad del hierro: un borde de vaso exvasado, dos carenas y arranque de borde de cerámica fabricada a mano.5 y 6 Estas piezas en estudio por el autor pertenecen a un lote adquirido por el director del Museo del Bierzo, D. Jesús Courel, la fíbula se ha recogido como procedente de las excavaciones recientes en El Castillo de Ponferrada, encontrándose fuera de contexto arqueológico. El segundo lote tal vez del castro de Columbrianos ingresó por compra en el Museo lo nos lleva a aceder a este hallazgo con mucha cautela.

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señalado cerámicas a mano de aspecto antiguo (Mañanes 88: 148, Bernarldo de Quirós y Neira 1999). En otro yacimiento ya estudiado por Luengo, el castro de Columbrianos (Luengo 1952) podría, de forma similar, estudiarse una fase antigua de la ocupación castreña si, como es previsible, un lote de fíbulas recientemente ingresada en el Museo del Bierzo tuviese segura esta procedencia (Celis 1998 a). En este conjunto se aprecian ejemplares antiguos de fíbulas de resorte enrrollado, anulares hispánicas, etc.6 (Fig. 1) que evidenciarían, una vez más, que los elementos de la cultura material de estos castros no son diferentes a los habituales en la zona meseteña en la fase antigua de la ocupación de la Edad del Hierro (Celis 2002 a).

Aunque evidentemente tenemos todavía meros indicios, el hecho de que alguno de estos yacimientos, presumiblemente más antiguos, ocupen zonas dominantes en la parte más baja del Bierzo, próximos a los ríos principales, me ha llevado a pensar que los primeros pobladores castreños pudieron ser subsidiarios o relacionados con los grupos de la 1ª Edad del Hierro de la Meseta, y que se ubicaron aquí según patrones similares (Celis 1996 y 1998 a). Estas gentes castreñas no modificaron sustancialmente sus patrones económicos y culturales en una fase posterior, plenamente integrados ya en la plenitud de la cultura castreña, en donde el continuismo es más patente a medida que se conocen datos nuevos. La propia ubicación del Castillo de Ponferrada en un promontorio en la horquilla entre los ríos Sil y Boeza es idónea para el asentamiento de las gentes castreñas, presenta una importante superficie de habitación en torno a una hectárea y es un promontorio dominante, no muy elevado, con una buena accesibilidad y en una zona con importantes recursos muy cercanos: terrenos llanos de fondo de valle con un importante potencial agropecuario (la Huerta del Bierzo). El caso de Castro Ventosa es diferente ya que se trata de un promontorio amesetado y alargado que debe su configuración actual al recinto amurallado tardorromano y que encierra una superficie de 6,2 hectáreas (Fig. 2), lo que indudablemente es un gran tamaño para un castro prerromano en el Bierzo, lo que nos induce a

Fig. 1.- Fíbulas atribuidas al yacimiento castreño de Colum-brianos. Museo del Bierzo.

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preguntarnos: ¿el presunto recinto castreño es similar al que ocupó la ciudad fortificada posterior?, ¿todo el recinto ha mantenido una superficie habitada?, ¿se trata en realidad de una ocupación castreña antigua o por el contrario es una concentración poblacional en un periodo final de la edad del Hierro ante la llegada de los romanos? Indudablemente la respuesta a estas interrogantes, cuando se inicien las excavaciones, contribuirá de forma notable a la comprensión del papel de este importante enclave.

LA PLENITUD DE LA CULTURA CASTREÑA PRERROMANA EN EL BIERZO

Los Montes de León, El Bierzo, La Cabrera y Laciana conforman una región natural de transición entre León, Asturias y Galicia. El espacio geográfico que ocupa contiene características peculiares que desde antiguo le han conferido una personalidad singular, manifiesta en un poblamiento que tiene el castro como unidad básica. Según la opinión de sus investigadores, como Cuevillas, Cardozo, Esparza o Mañanes, Sánchez-Palencia, etc., esta amplia zona se inscribiría dentro del ámbito castreño del N.W. o bien registraría una cultura castreña plena cuyas características serían comunes en gran parte de Asturias, montañas leonesas, penillanuras zamoranas: Carballeda y Aliste, y las porciones de Orense y Tras-os-Montes incluidas en época romana en el Conventus Asturum (Fernández-Posse 2002).

El inventario arqueológico ha registrado más de 120 castros en esta región, pero sólo en algunos de los mismos se ha puesto en evidencia una ocupación de la Edad del Hierro. Esto es debido a que los yacimientos catalogados como castros han deparado escasísimos hallazgos de cultura material que puedan permitir su aproximación cronológica y cultural, y que, al igual que ocurre en

Fig. 2.- Castro Ventosa.Vista desde el Oste.

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Galicia y Norte de Portugal, ciertas formas de la Cultura Castreña se encuentran vigentes en todo el siglo I y parte del II d. Xto. En un primer momento, el único elemento para su catalogación había sido el hallazgo en superficie de restos difícilmente interpretables, la adscripción a la protohistoria entonces se hacía por su posición más enriscada (Mañanes 1988). Esta visión se ha visto superada a partir de la valoración de otros elementos a considerar tales como la posición en el espacio, la ubicación, su vinculación al territorio susceptible de explotación económica, la superficie habitable, el papel de los restos defensivos, murallas y fosos, etc.; y, también, por exclusión de tipologías muy definidas, caso de los «castros mineros». Esta circunstancia, a mi entender, dificulta en alguna ocasión la completa seguridad de la adscripción cultural, ya que alguno de los castros catalogados como romanos, no exclusivamente mineros, pudieron albergar también fases prerromanas. Si después del trabajo de catalogación de Mañanes (1988) parecían existir unos 90 castros prerromanos de los que la mitad habrían sido romanizados, algunos trabajos regionales posteriores con un relevo metodológico, basado en la «arqueología del paisaje», constatan lo artificial de esta clasificación, vease por ejemplo los desarrollados en las Medulas (Sánchez-Palencia (coord.) 2000, y 2002), la cuenca del Boeza (Álvarez 1993) o el valle de Fornela (Celis 2002).

Sánchez-Palencia, Fernández-Posse y Fernández Manzano, Orejas y Sastre, etc. responsables del proyecto de «Zona Arqueológica de las Médulas» han establecido unos criterios para observar la posible adscripción prerromana en los castros (Fernández-Posse, Sánchez-Palencia 1998 y Sánchez-Palencia 2000, Fernández-Posse 2002:85). Entre ellos, y como criterio de diversificación de aquellos castros romanos y «castros mineros», los castros prerromanos presentan unas características bien marcadas.

Éstos delimitarían una importante superficie habitable, situándose en torno a una hectárea que, además de bien guarnecida, presentaría condiciones estratégicas sobre el territorio circundante, y ello con el empleo mínimo de recursos artificiales en su aislamiento o delimitación. De la interacción de estos factores se deducirá su especificidad. De sus excavaciones en «La Corona» de Corporales, entre los ríos Eria y el Cabrera, más tarde en «La Corona del Cerco» de Borrenes, así como en el «Castrelín» de S. Juan de Paluezas, se infiere que en época prerromana se produce un sistema de asentamientos independientes (Fernández-Posse 2000). Los asentamientos castreños en el Bierzo al igual que en otras áreas de los Montes de León, zona noroccidental de la Meseta, Valdería y Cabrera y seguramente la Cordillera Cantábrica, son comunidades estables, plurifuncionales y autosuficientes. Se separan por distancias desiguales y su distribución es aleatoria. Se sitúan en un espacio productivo próximo y muy diversificado de monte, pastos, tierras de regadío y también de secano y,

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además, es fácil que contengan otros recursos como los mineros. Con estas condiciones pueden diversificar su dieta y se proveen de materiales para fabricar sus cerámicas, objetos metálicos, objetos en piedra, construcciones, etc. Por otra parte, además de controlar este territorio necesitan destacarse como hito en el ámbito territorial por su deseo de identificación como comunnidad o grupo social (Fernández-Posse y Sánchez-Palencia, 1998). La muralla se construye lo primero como estructura señaladora y como referencia espacial para las construcciones interiores.

Los yacimientos investigados parecen presentan características afines. Suelen delimitarse por fosos, muralla, o los dos sistemas a la vez, que encierran un espacio no edificado en su totalidad, alineando aparentemente el caserío en relación con el trazado de la muralla, pero sin un verdadero urbanismo, con una red de edificaciones ciertamente constreñida en donde se desarrollan las «unidades de ocupación», definidas por los autores arriba citados como: «estructuras mínimas desde el punto de vista espacial, económico y social de la comunidad que habita el castro». Las edificaciones que conforman una unidad de ocupación se distribuyen en un sistema conexo de estancias y lugares semiabiertos, abiertos y zonas de influencia que se clasifican funcionalmente en viviendas, anejos de habitación, talleres y almacenes. Todas ellas tienen un carácter funcional y presentan una exquisita independencia espacial, aunque son complementarias unas con respecto a otras desde el punto de vista económico. Son unidades básicas de producción de familias nucleares con una dedicación principalmente agropecuaria, en donde algunas se especializan más en la metalurgia o en la fabricación de útiles líticos. Esta «especialización complementaria» lleva aparejada un grado de cohesión social interna que les confiere un caracter suprafamiliar.

Para Fernández-Posse y Sánchez-Palencia las comunidades castreñas serían sociedades cerradas y campesinas con unas mínimas desigualdades de acceso a los recursos u otros bienes, tanto entre ellas como en su propio seno, por lo que existe una escasa conflictividad social que, de producirse, se resuelve por segmentación para fundar castros nuevos (Fernández-Posse y Sánchez Palencia 1998 y 2002: 86).

La excavación de yacimientos prerromanos en el Bierzo ha proporcionado un panorama clarificador para esta fase de plenitud en la Cultura Castreña prerromana del Bierzo, en yacimientos como el «Castrelín» de S. Juan de Paluezas o «La Corona de Cerco» de Borrenes (Sánchez-Palencia, Fernández-Posse, Fernández Manzano, Álvarez González y López González 1990; Sánchez - Palencia (ed.) 2000).

«El Castrelín» de S. Juan de Paluezas (Fig. 3) es un yacimiento sobre la vega del Sil, pero que su territorio de explotación parece estar más enconsonancia con las tierras altas que miran al sur, en donde se obtienen los principales recursos

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del poblado, cuya ocupación jalona los últimos siglos de la era, observandose importantes estructuras pétreas de planta cuadrada y circular, entre las que se han asignado, al menos, cuatro unidades de ocupación y que, según han publicado sus excavadores, su cronología se sitúa entre el S. III y su final que se debió a un abandono en el S I a Xto., en el que sus moradores recogieron todo aquello que era aprobechable. La localización de vertederos con el residuo de fundido de bronce ha deparado el hallazgo de restos de moldes de arcilla para la obtención de bellas y complejas placas decoradas de anilla para la suspensión de sítulas, fabricadas con chapas de bronce (Fernández- Posse, Orejas, Plácido, Ruiz del Árbol, Sánchez-Palencia, Sastre Prats 2002).

Por último, «La Corona del Cerco» de Borrenes es un castro de potente muralla y foso que sus moradores parecen haber construido con un fin defensivo como paso previo a una ocupación que nunca se llevó a cabo, tal vez debido a que la la presencia romana cercenó estas espectativas sin haberse poblado. El recinto fue inmediatamente destruido con posterioridad a la presencia romana. Algunas construcciones en la zona norte se explicarían por la presencia de los constructores de tales defensas.

La cultura material muestra un importante conjunto cerámico (Galván, Fernández-Posse, Sánchez-Palencia y Galván, 1993) que integra una producción de ámbito castreño con una cierta estandarización de formas, todas ellas fabricadas a mano, con barros locales, en donde escasamente se advierten productos alóctonos, y que integran un conjunto de orzas de galbos abombados, rematados en bordes cortos y exvasados, un conjunto de ollas, cuencos, fuentes, y «urnas» que suelen llevar decoraciones plásticas, incisiones, acanalados o impresiones con estampilla, aquellas más comunes en círculos castreños. En el Castrelín se han separado dos tipos como son las ollitas de borde corto y

Fig. 3.- «Castrelín» de San Juan de Paluezas. Caserío excavado.

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Fig. 4.- «Castrelín» de San Juan de Paluezas. Construcciones castreñas y dispersión de hallazgos procedentes de actividades metalúrgicas, según Fernández-Posse, Montero, Sánchez-Palencia y Rovira (1993).

exvasado, con un cuello cilíndrico y amplio galbo, con pastas muy finas a las que los autores de su estudio separan, denominándolas «grises», así como el grupo de las decoradas a «escobilla». Junto a estos tipos sólo se recogieron algunos fragmentos de cerámica a torno, de pasta anaranjada que se asimilarían a los tipos celtiberizados de la zona meseteña y, por tanto, podrían ser objeto de intercambio o comercio, tal y como se había ya descrito en ciertos castros zamoranos de La Carballeda y Sanabria (Esparza 1986).

Otro aspecto a destacar es la metalurgia principalmente de hierro y de bronce (Fernández-Posse, Montero, Sánchez-Palencia y Rovira 1993). La investigación en el primero de los castros antes referidos ha podido determinar una unidad de ocupación cuya finalidad era laproducción metalúrgica, un espacio de vertido de deshechos de fundición en el caso del «Castrelín» de S. Juan de Paluezas (Fig. 4). Parece claro que se trata de trabajos de bajo nivel tecnológico en donde

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no se controlan excesivamente las fases de la producción, lo que produce una variabilidad en los componentes que integran los productos manufacturados, no cuidándose las aleaciones, y utilizando continuamente el refundido de objetos en desuso. Un conjunto de fíbulas, anillos, laciformes, chapitas y lingotes integrarían los productos broncíneos de escaso alcance, pensados para una demanda interna y, por lo tanto, constreñidos a una producción autárquica. Lo que no quita para que existan productos más delicados, que implican mejores conocimientos técnicos, como es el caso de las sítulas con un especial sistema de enmangue, lo que ha llevado a pensar que esta divergencia podría estar en relación con el interés del artesano por satisfacer una demanda más exigente de sus vecinos. La metalurgia del hierro ha producido importantes cúmulos de escorias que se recogen en los castros y un número superior de objetos utilitarios empleados en las actividades ergológicas de las distintas unidades de ocupación.

LOS CASTROS EN ÉPOCA ROMANA: el Castro de Chano, Peranzanes.Parece existir en el Bierzo una ruptura entre las ocupacionescastreñas prerromanas

y romanas, mucho más abundantes éstas a partir de la conquista. Ahora el paisaje cultural es reconocible a escala regional en base a la estructuración de la civitas, lo que se traduce en una estructura social tributaria romana, con un grupo formado por las aristocracias sociales y por la administración imperial. Es por ello que la pervivencia de los castros en época romana se concibe como un tipo de asentamiento integrado de forma funcionalmente diferenciada dentro de una nueva ocupación del territorio. Ahora lo característico es la convivencia del castro con otros tipos de asentamiento y su articulación dentro de una jerarquización comarcal, lo que, a veces, conlleva la ampliación, el desdoblamiento en otro u otros asentamientos de tipología distinta e incluso la desaparición del castro como tipo de emplazamiento (Sánchez-Palencia, Orejas y Sastre, 2002: 242-244 ).

Los castros ahora disminuyen la superficie habitable y presentan potenciales agrarios reducidos. Suelen existir conjuntos definidos como ocurre con el «Cabuerco de Valdelobos», el «Cerro Pendón» o «El Chao/ Vilaseca» en la zona de las Médulas (Orejas y Sastre en Sánchez- Palencia 2000: 261-63). Aparece ahora un poblamiento jerarquizado con lugares centrales más importantes que articulan un poblamiento comarcal de base rural, como se ha propuesto a escala regional para todo el Bierzo, en donde a la cabeza estarían los núcleos considerados como núcleos preponderantes en un ámbito rural de las civitates: Bergidum e Interamnium Flavium (Sánchez-Palencia et allii 1998). Algunos asentamientos castreños parecen haber pervivido en una situación anacrónica precisamente por el hecho de su adecuación a una quebrada topografía.

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Los sistemas de delimitación son en ocasiones los empleados por las técnicas mineras, como los canales, especialmente cuando se sitúan en territorios de explotación, como ocurre en el castro de las Torcas en S. Andrés de las Puentes en el Boeza (Sánchez- Palencia 1983, fig. 7) y en otros del entorno de Noceda (Álvarez 1993).

Uno de los yacimientos que manifiesta el cambio efectuado en el poblamiento es el Castro de Chano, en el Valle de Fornela, a él me referiré en adelante (Celis 1996, 1998 b y 2002 b).

En primer lugar el sistema empleado en el Castro de Chano para diferenciarse de los terrenos circundantes en una ladera, es un sistema complejo de excavación de potentes fosos, enormes zanjas y depósitos, para delimitar un yacimiento que no llega a la hectárea (Fig. 5). La zona habitable se sitúa en 1/4 de la superficie total, es decir una superficie de 2.300 mts.2. A traves de un canal de agua que discurre por la ladera derecha del arroyo Mondiego por encima del castro y en dirección sur-norte se llega a un lugar en hondonada de forma oval que hemos interpretado como un gran depósito. A partir del mismo se abren tres zanjas que llevan a tres fosos. De dos de ellos parten unas profundas cortas que descienden por la ladera del monte en su cara oeste. De la cara este también parte una zanja que cae hacia la vega aluvial del valle próximo.

Fig. 5.- Planta del «Castro» de Chano. Peranzanes.Junta de Castilla y León.

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El sistema descrito aproxima este recinto a los denominados «castros mineros», en el sentido más amplio dado a conocer por Sánchez-Palencia y Fernandez-Posse, (1985:282-83), es decir aquellos castros que han utilizado la fuerza hidraulica para tallar las profundas cortas que lo delimitan, escogiendose para ello espigones en las confluencias de los ríos, en donde se ha producido estos aislamientos, que no necesariamente deben estar vinculados con la explotación directa de materiales auríferos, sino que utilizan sistemas similares a aquellos otros que sí benefician depósitos sedimentarios auríferos, o bien lo hacen sobre materiales duros con la misma riqueza. En este caso, el afloramiento pizarroso del castro de Chano inserto en las formaciones de las Pizarras de Luarca no parece hacer pensar que las obras descritas se dediquen a la explotación aurífera, pues estos materiales del Ordovícico Medio no poseen mineralizaciones de este tipo.

De cualquier forma, esta acumulación de zanjas ya sea de funcionalidad económica o delimitatoria, es decir cultural, no parece ofrecer dudas al respecto de una asignación debida al impacto de Roma en la zona.

Por lo conocido en Asturia y Gallaecia estas características se apartan de lo conocido en los yacimientos prerromanos que hemos visto y sin enbargo, es muy frecuente entre los yacimientos castreños vinculados a la minería del oro, donde se encuentran numerosos ejemplos. Cabe pensar en los descritos en Lugo, en la zona del Caurel (Luzón et allii 1980) y el río Navia (Villa Valdés 2001). En el occidente de la Meseta (Orejas 1996), en el Eria o en el rio Cabrera, caso por ejemplo del castro de Corporales (Sánchez-Palencia, Fernández-Posse 1988) o en la denominada Zona Arqueológica de Las Médulas (Ruiz del Árbol, Sastre, Plácido 2000: 229-236) y en el Occidente de Asturias (Carrocera 1990 a y b, 1992. Camino Mayor, Vinegra Pacheco 1993), etc.

El sistema de ocupación apreciado en Chano es más parecido al modelo romano como observaremos a continuación:

El hábitat encontrado se debió escalonar en tres áreas. La primera es la más baja en torno a 40 mts. sobre el nivel del río y no se ha excavado, pero en ella aparecen muros rectos, y no parece que tuviera muralla o sistema delimitatorio, su orientación es nor-noreste. La segunda zona se encuentra en torno a los 80 mts. de altura relativa, es la zona donde hemos excavado, el núcleo mejor conservado de edificaciones, seguramente el más grande y denso, y curiosamente orientado al norte, en donde la insolación no llega a 7 horas en invierno. La tercera zona se encuentra en torno a los 100 mts de altura relativa, ascendiendo a una de las zonas más altas del yacimiento. Aquí se observan restos de construcciones circulares escalonadas siguiendo el arranque de una de las potentes zanjas que

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parten del foso más septentrional. Su orientación es nor-noroeste y tiene un dominio visual de 180º.

En cuanto a la accesibilidad es diferente en cada caso, dependiendo de la zona en la que nos encontramos. Por una parte la primera zona tiene una accesibilidad directa y fácil desde el fondo del valle, en la zona media es indirecta y debe hacerse por medio de rampas, mientras que la última es también indirecta y más complicada por la pendiente que media con la zona anterior.

Los trabajos de excavación se han centrado en el sector habitado de la ladera norte, donde se han documentado un total de diecisiete construcciones circulares, así como en los lugares abiertos y de paso, estructurados en caleyos, muros de nivelación, escaleras en piedra, etc.(Fig. 6). Una muralla o muro de nivelación de 1,80 metros de anchura delimita este conjunto. Se trata de una ancha banda que hacia el oeste, en donde produce un ámplio giro que nos muestra su composición a base de módulos, uno de los cuales produce un pequeño resalte o refuerzo. La disposición de las construcciones circulares se adapta a tres nivelaciones distintas, alineadas en dos hileras paralelas en dirección este-oeste en una superficie de 500 metros cuadrados. Las edificaciones están fabricadas con lajas de pizarra, con muros bien careados y ligeramente atalaudados, que conservan paramentos de hasta 4 metros de altura. Los diámetros oscilan entre los 3,5 y los 5,5 metros, mientras que los grosores de las paredes se sitúan en torno a los 45-60 cms. Generalmente las puertas de entrada se han conservado en buen estado, el umbral suele estar sobreelevado respecto al suelo exterior e interior, las jambas conservan una pequeña entalladura, seguramente para fijar el

Fig. 6.- «Castro» de Chano. Peranzanes. Detalle del caserío excavado.

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marco de la puerta y también se observan dos huecos a los lados para albergar un travesero de madera, quicio que daba paso al interior. Las orientaciones de los vanos se sitúan principalmente hacia el este o sur.

De todas las construcciones definidas, nueve pueden ser consideradas como ámbitos domésticos y su atribución se debe a los espacios destinados a hogar. Su interior se articula por medio de tres elementos, siguiendo un patrón preestablecido: una piedra con cazoleta con huellas de uso por rotación en donde debió colocarse un eje vertical de madera o cabrio giratorio, que interpretamos como elemento para colgar un recipiente sobre el fuego de la cocina y que precede al hogar. En medio y en el centro una trébede o vasar, realizada con cuidado, estaba formada por un pequeño murete exento con un hueco central alargado de dificil interpretación, serviría como cortavientos. Por último, el hogar se instala generalmente sobre una gran losa de pizarra jalonada por nuevas lajas hincadas. El suelo no se diferencia en todos los casos, existiendo un nivel de lajas sueltas que forma un echadizo de nivelación, colocado siempre sobre la base rocosa.

Existen otras construcciones que no responden a este patrón interno. Tal vez la funcionalidad pudiera ser otra, seguramente dependencias complementarias, necesarias por lo exiguo de la superficie habitable de los definidos como espacios domésticos. Sin embargo, constructivamente no se diferencian de las otras y no guardan correspondencia unívoca con las cabañas descritas, de ahí la dificultad de atribuirlas a una unidad de ocupación concreta.

En estas construcciones observamos lo conocido ya en yacimientos prerromanos, es decir, a pesar de lo limitado del espacio disponible se produce una predilección por la independencia de las unidades de ocupación, una adaptación al espacio demarcado por la línea de muralla y los sucesivos aterrazamientos, y una falta de una organización urbana, ya que no existen calles ni plazas. Los espacios exteriores son especialmente estrechos. Un conjunto de caleyos comunican series de construcciones, ocasionando espacios muertos entre ellas, razón por la cual, la superficie del muro de nivelación o muralla debía utilizarse como zona de tránsito entre grupos de unidades de ocupación. Un conjunto de rampas, escaleras y muros de refuerzo servían para facilitar el paso y para fortalecer una estructura urbana con problemas de solidez. La apariencia general del conjunto es de constreñimiento del espacio útil y su utilización intensiva con la finalidad de ganar terreno al roquedal. Pero en este yacimiento no se observa una completa identidad expresa con las unidades de ocupación de los castros prerromanos ya que la funcionalidad de ellas parece haber sido la misma. Esta observación podría indicar un grado de estandarización, es decir un sistema ya

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más planificado que parece coincidir con lo observado en otros castros insertos en la minería de oro de Los Ancares, como es el caso de Cervantes (López González y Álvarez González, 2000: 538).

En Chano el caserío parece haberse levantado de una sola vez y no existen signos que permitan establecer una relación del fin de la ocupación humana con algún episodio violento, aunque la existencia de un nivel de incedio en algunas de las cabañas, de objetos de adorno personal en bronce en el interior de algunas construcciones con signos de torsión por el fuego, y la presencia de dos atesoramientos monetarios recogidos en el interior de las cabañas IV y V, inducen a pensar en la posibilidad de un abandono rápido y generalizado del castro.

Estas observaciones redundan una vez más en un sistema económico que ya no es el prerromano, sino aquél de época romana en el que se abre paso a uno nuevo estadio integrado, en el que cada yacimiento desempeñaría un papel o función específica en la estructura de poblamiento propia de la política de explotación integral del territorio debida a la acción de Roma. En base a la obtención del recurso más preciado: el oro, se van a intensificar la producción de los demás recursos económicos, lo que va aparejado a una mejora del nivel de vida y, por consiguiente, a un aumento demográfico de los astures en zonas como la que nos ocupa, en donde no se conocía poblamiento previo alguno. En este punto cabe preguntarse ¿cuál sería la funcionalidad de éste y los otros castros de Fornela? Para definir estos aspectos debemos considerar en primer lugar la posición del yacimiento en relación con el entorno físico y cultural inmediato, dentro del alto valle del río Cúa y después insertarlo a escala regional, en el occidente de la Cordillera Cantábrica.

La riqueza mineralógica antigua del oro se localiza en la serie próxima de Los Cabos en donde se conocen explotaciones romanas en «El Corralín» o en las inmediaciones de Posadoiro sobre diques de cuarzo encajados en pizarras, pero el oro se recoge también en la formación Agüeira. Indicios próximos de hierro y plomo y cinc existen en estas series estratigráficas principalmente en la cabecera del río Cuiña, al NW de Tejedo de Ancares, en las pizarras de Luarca, y se compone, junto a la roca con anfíboles, de granates y cuarzo, de blenda, galena e indicios de pirita y calcopirita.

Desde el castro de Chano no se produce un control directo y exhaustivo del escaso territorio de explotación agropecuario, que en cualquier caso es de reducidas dimensiones, está situado en estas tierras altas, en torno a 1000 mts. y es potencialmente más apto para una explotación de los pastos de herbáceas que otros cultivos de cereales o legminosas. La orientación del castro parece estar más de acuerdo con la vigilancia del paso y con las importantes obras de

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delimitación explotación, que con un control y aprovechamiento del medio estrictamente agropecuario. El caserío hubiera controlado mejor este territorio si se hubiera ubicado en la zona de Peranzanes donde existe un territorio con mayores posibilidades de ser explotado como terreno agrícola y donde existen castros que creemos con esta funcionalidad.

De todas estas características analizadas se infiere que no parece haber existido una intencionalidad preponderante de optimización de recursos agrarios en relación con los suelos circundantes, tampoco parece observarse un control exhaustivo sobre el medio, que se explotaría preferentemente con fines ganaderos y forestales, y por supuesto no existe ninguna relación del tamaño del sistema delimitatorio con el área habitable poco estratégica. Todo ello redunda una vez más en una discordancia con los modelos de ocupación propuestos en otras zonas para los castros prerromanos y en especial se adapta a los modelos de las serranías del occidente de Asturia en época romana, terrenos preponderantemente abruptos (Fernández-Posse, Sánchez-Palencia 1988; Sánchez-Palencia y Suárez Suárez 1985; Ruiz del Arbol, Sasre, Plácido 2000: 231-237).

Las características internas de la formación de dos tesorillos de denarios ibéricos hallados en el interior de dos construcciones, aunque no pueden utilizarse para una datación absoluta del castro, nos llevarían a proponer fechas en torno a fines del S.II- primera mitad del S. I a.C. para su formación (Alegre Mancha, Celis 1994). La cronología que defendemos, en un momento temprano de la ocupación romana de esta región, nos lleva a proponer la cuestión de su ocultamiento y no recuperación en relación con niveles ideológicos premonetaristas todavía claramente indígenas, y con episodios que no tienen por que tener una causa bélica (Alegre Mancha, Celis 1994: 209-210), tal vez sean motivados por el abandono rápido del castro debido al traslado forzoso, que no bélico, de sus moradores.

Los endebles datos de tipología segura que aportan los restos materiales hallados en la excavación del castro de Chano parecen atestiguar el marcado carácter indigenista y la valoración de la no existencia de materiales explícitamente romanos, unido a la cronología relativa de ámplio aspectro que proporcionan algunos de los elementos en consideración. Pero existen otra serie de elementos que apuntan hacia una cierta modernidad de la ocupación del Castro de Chano, y que hacen suponer que la fecha de ocultación-no recuperación de los tesorillos coincide con el abandono del poblado, que debió ocurrir en un momento incipiente de la Cultura Castreña en época romana, inserto ya en la serie de procesos culturales de transformación profunda que situamos entre los momentos finales del S.I a.C y la primera mitad del S. I d. Cto. Cabe pensar

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por otra parte lo temprano de la implantación romana y la organización del nuevo orden social y económico en la región. El edicto de Augusto del año 15 a. C. hallado en Bembibre viene a confirmar una organización temprana de la nueva provincia Transduriana y el sistema de organización de estos pueblos en base a la civitas, estructurada en sistemas con alguna base anterior, en donde se articulan las sociedades en gens y en castella. Como se ha podido comprobar con la inmunitas concedida a los Paemeiobrigenses y la reposición a la gens de los susarros a los aiiobrigaicinos se establece esa reestructuración del territorio en base a premios y castigos en función del apoyo indígena en la fase de conquista (Grau Lobo y Hoyas edits. 2001).

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INTERVENCIÓN ARQUEOLÓGICA EN CASTRO VENTOSA: LIMPIEZA DE LAS MURALLAS DE 1988

INÉS DÍAZ ÁLVAREZ

Coordinadora del Patronato del Patrimonio Cultural

Introducción

La presente comunicación es el resumen y resultado de los trabajos de limpieza de la muralla de Castro Ventosa de 1988, expuestos en el Congreso sobre el “Origen de la ciudad en el Noroeste Hispánico”, de Lugo, en 1996 y la publicación del estudio de los materiales en 1999, en la Revista del Instituto de Estudios Bercianos1.

Estos trabajos se realizaron a través de un convenio entre el INEM y el Ayuntamiento de Cacabelos con la supervisión de la Junta de Castilla y León en la persona del arqueólogo territorial D. Julio Vidal Encinas.

Esta operación se realizó entre noviembre de 1987 y abril de 1988, y, gracias a las labores de desescombro y limpieza en algunos tramos de la muralla, pudieron constatarse diversos datos arqueológicos. Sin embargo, recordemos que recientemente, en el verano de 2001, se ha realizado otra intervención en el yacimiento que ha puesto al descubierto la practica totalidad de la muralla, cuyos resultados serán expuestos en las comunicaciones de D. Julio Vidal y D. Gregorio Marcos.

El yacimiento arqueológico de Castro Ventosa se encuentra situado en el lugar denominado con el mismo nombre, junto al pueblo de Pieros en los municipios de Cacabelos y Villafranca del Bierzo, sobre un cerro o plataforma formado por el río Cúa a 638 metros de altitud, y desde el cual se puede contemplar la practica totalidad de la olla berciana.

De origen prerromano2, se ha localizado tradicionalmente en este lugar el poblado de Bergidum de las fuentes clásicas, y son los restos arqueológicos más

1 Un estudio amplio en: DÍAZ ÁLVAREZ I., y GARÍN A.: Estudio arquitectónico de las murallas Bergidum-Cas-tro Ventosa, en Los Orígenes de la ciudad en el Noroeste Hispánico. Congreso Internacional, Lugo, mayo 1996. Lugo 1999. Estudio de los materiales arqueológicos de Castro Ventosa, Rev nº 25 de Inst. Estudios Bercianos, Ponferrada 1999.2 MAÑANES, T. (1981), El Bierzo prerromano y romano, León .

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destacados su magnifica muralla tardorromana. Este elemento estructural ha sido descrito desde el siglo XVIII por diferentes eruditos que trataron el yacimiento (Padre Flórez3, Jovellanos4, Gil y Carrasco5, Gómez Moreno, Adolf Schulten6, etc). Así mismo, el yacimiento también aparece ligado al nombre de Bergidum Flavium en diversas ocasiones por las fuentes clásicas, aunque en este caso la existencia del importante yacimiento romano de La Edrada al Norte de Cacabelos, sume en la duda a los investigadores que tradicionalmente lo asocian a Bergidum Flavium.

La importancia de Castro Ventosa queda bien patente cuando en 1931 es declarado Monumento Histórico, y en la actualidad dispone del máximo nivel de protección legal como Zona Arqueológica (Ley del Patrimonio Histórico Español 1985).

Metodología de trabajo

El objetivo de los trabajos realizados fue comprobar en primer término la existencia de la propia muralla, poner al descubierto el paramento oculto entre derrumbes y viñedos, y ver su estado de conservación. Dichos trabajos no respon-dieron a un proyecto arqueológico previo, y por tanto el programa y metodología se determinaron al inicio de los mismos.

En primer lugar y el primer paso efectuado (como útil de trabajo) para las labores de limpieza fue la división del perímetro de la muralla en sectores de 50 m., denominados LM (línea de muralla) situando el primero en el Noreste, con el fin de situar en el plano cualquier hallazgo (Fig. I). En segundo lugar, se procedió a una limpieza de la abundante vegetación, y seguidamente se despejaron los derrumbes en aquellas zonas donde estos era inferiores debido a las labores agrícolas, esto es, en zona Norte y Oeste, la zona que en 1990 fue consolidada. Posteriormente se practicó una pequeña zanja entre los derrumbes que permitió descubrir los restos del paramento, torreones, cenizales y puertas de acceso al castro. Las labores se realizaron siempre manualmente, con el apoyo de 8 operarios.

3 FLÓREZ, E. La España Sagrada, XVI, 28-30.4 JOVELLANOS, GASPAR MELCHOR DE, Diarios, J. MENDOZA, Oviedo. 1953.5 Viaje a una provincia del interior, León 1926.6 Cántabros y Astures y su guerra con Roma, Madrid 1943.

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Descripción y análisis arquitectónico de la Muralla

Construcción del paramentoEl recinto fortificado de Castro Ventosa está constituido por una muralla

torreada, adaptada a la topografía del terreno, que le proporciona una curiosa forma de suela de zapato o ameba, con una longitud de 1.200 metros.

Los lienzos de la muralla están construidos con sólidos de gran densidad unidos por argamasa donde la mayor parte son cuarcitas, de diferentes varie-dades, cantos rodados, pizarras y sillares de granito reaprovechados en menor cantidad.

Toda la muralla se construyó con un encofrado de piedra constituido por tres elementos:

- El primero y segundo, cara externa e interna, está constituido por un paramento de sillarejos con un espesor de 50 cm., que albergan al tercer elemento o relleno, formado por mampuestos de diferentes tamaños unidos por argamasa. Estamos pues, ante el aparejo que Vitruvio denominó εμπλεκτον (fig. 2), que podemos observar con gran claridad en la zona Oeste, donde

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encontramos la sección de muralla que conserva mayor cantidad de paramento, tanto en alto (7 metros) como longitudinalmente (52 metros).

Las observaciones realizadas en esta sección han permitido verificar aquellas hechas en otros sectores:

- La cimentación, que ha sido descubierta por la erosión, está realizada con cantos rodados de tamaños variables, desde muy pequeños a grandes bloques.

- El paramento exterior está construido a base de cuarcitas, pizarras y cantos rodados devastados.

- Los sillarejos se aparejan en hiladas, existiendo una preocupación por agrupar en la misma hilera las piedras de mayor tamaño. El resultado es una sucesión de hiladas de sillarejos de gran tamaño con hiladas de bloques medianos (fig. 3).

El relleno de la muralla se habría colocado a continuación, mediante el depósito de capas de cantos rodados y otras piedras, alternadas con lechadas de argamasa, que se apoyan contra los paramentos.

Una lectura minuciosa del muro nos ha permitido distinguir la sucesión de bloques de encofrados que se fueron encadenando para la construcción de la muralla (el mejor definido tendría una superficie de 14,30 por 7 metros). Es decir, que no se iba colocando una hilada de piedra en todo el perímetro de la muralla, para pasar después a la siguiente, sino que la muralla se va construyendo por bloques.

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Hemos distinguido tres de estos bloques que nos permiten decir que cro-nológicamente, el sector estudiado comenzó a construirse desde el norte hacia el sur, puesto que los bloques situados al norte sirven de apoyo a los situados inmediatamente al sur. Al interior de cada uno de estos bloques, las hiladas se irán posando de forma zigzagueante, lo que no deja de responder a una cierta lógica constructiva, que evita desplazamientos innecesarios de obreros y materiales.

Esta forma de aparejar se da en la totalidad de la muralla visible, que en 1988 correspondía a la zona Norte, Oeste y un pequeño lienzo en la cara Este.

Torreones y puertas

Otro de los elementos arquitectónicos son los doce torreones de planta semi-circular que fueron puestos al descubierto en las zonas del Noroeste (recordemos que un cubo, según Vitruvio, es una torre de planta cuadrada). Todos ellos se sitúan en la zona de mayor desnivel del castro. Es interesante señalar, además, la relación

Fig. 3.- Alzado del paramento externo de la muralla. Sector LM-9.

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entre los torreones y la presencia de desagües, pues solamente hemos encontrado desagües donde había torreones. Tampoco debemos olvidar que los torreones están engarzados en los lienzos, formando una sola unidad arquitectónica.

Todo esto nos hace pensar que los torreones no son propiamente elementos defensivos7, sino que actúan como verdaderos contrafuertes, ayudados por los desagües que permiten la salida de aguas en la zona con mayores pendientes, lo que probablemente explicaría la ausencia de torreones y desagües en otras zonas de la muralla.

Puertas del castroAdemás de los torreones y algunos tramos de los lienzos de la muralla, fueron

localizadas dos estructuras que corresponden a las puertas de entrada al castro, pero que no fueron excavadas puesto que no existía un proyecto riguroso de in-tervención, excavando solamente a modo de prospección y cubriéndolo todo de nuevo con el fin de evitar posibles deterioros.

La Primera puerta, o Puerta Oeste está situada precisamente bajo el ac-tual camino que asciende a la meseta castreña, donde se hallaron los siguientes elementos:

- El arranque de dos bastiones que se apoyan perpendicularmente contra la muralla, con un vano o espacio intermedio de 7 metros, donde se localizaron restos de una zona paso y el hallazgo de once pequeños bronces bajoimperiales constantinianos.

La presencia de esta estructura que acogen un nivel de circulación situarían pues la puerta del Oeste, que comunicaría el castro con la vega del actual Val-tuille y probablemente con la Vía Augusta que se dirigía a Lucus Augusti por el noroeste.

La segunda Puerta o Puerta Este, está situada también bajo el actual camino que asciende al castro y que conduce al lado Oeste donde está situada la anterior entrada. La búsqueda de esta puerta se efectuó en base a la información oral que aseguraba la existencia de sillares de granito en este punto, conjugada con la pre-sencia del camino actual.

La cata excavada en este lugar exhumó, efectivamente, tres sillares de granito aparejados8, (de 40 cm. de lado por un metro de largo) (figura 4) y el pavimento de

7 VITRUBIO, Libro I, p. 18.8 La memoria popular recordaba la presencia de un sillar de granito.

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N

Fig. 4.- Puerta Este. Alzado hipotético de la muralla.

Camino actual

Calzada romana

Fotografía de los sillaresde la Puerta Este.

1 m. 5 m. 10 m.

Paramento visible

una calzada, con tres niveles de encachado de cantos rodados en muy buen estado de conservación sobre el cual se encontró una moneda de Maximinus II.

Estamos pues, según todos los indicios y como en el caso de la puerta Oeste, ante una calzada con un nivel de circulación que comunica el recinto castreño con la vega del Cúa y que probablemente se dirigiría a la Vía Nova que comunicaba Astúrica Agusta con Brácara Augusta.

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Cenizales o escombreras

El estudio de la muralla se completó con la excavación parcial de dos ceni-zales o escombreras que proporcionaron diversos materiales tardorromanos de gran importancia para la datación de la muralla.

EI cenizal I fue excavado en un área de cuatro metros cuadrados, a pesar de que el área de ocupación era superior a la cuadrícula acondicionada, si bien se evitó excavar la totalidad de dicho área, para dejar un testigo a futuras intervenciones.

Los niveles estaban depositados en pendiente, descendiendo a partir del pie de la muralla, pendiente que va a guardarse en los diferentes estratos que fueron excavados.

La estratigrafía resultante fue la siguiente: Los niveles de ocupación del cenizal se sitúan por encima de la cimentación, y donde comienza los restos de argamasa y suelo natural se mezcla con abundante material cerámico bajo imperial como Terra Sigilata Hispánica Tardía y cerámica común.

Vista general del Cenizal I.

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El cenizal II está situado en el lado Norte de la Puerta Oeste y fue loca-lizado cuando se efectuaba la zanja que despejaba el paramento. Este segundo cenizal reviste especial interés, puesto que no había sido alterado por labores agrícolas y tampoco fue excavado con el fin de que formara parte del conjunto de la puerta.

Al igual que el anterior cenizal se encuentra por encima de la cimentación y pegado al paramento, claro indicio de posterioridad a la construcción de la muralla, y como en el caso anterior, la mayor parte de los materiales obtenidos son también cerámicas tardías, fragmentos de vidrio, hierro y cobre, así como el ya conocido peine de hueso, sin duda la pieza más interesante y original. Precisamente esta pieza fue estudiada por el conservador D. Fernando Pérez Rodríguez en 19969 que la catalogó como objeto de uso femenino perteneciente a la cultura de Tchernjahov-Sintana de Mures, en Europa Oriental, atribuida a al federación goda y aliados que se desarrolla entre mediados del siglo III y principios del siglo V en Ucrania, Moldavia y Rumania oriental. El peine está datado entre el último tercio del siglo

IV y la primera mitad del siglo V (años 365-450) y relacionado por tanto con el asentamiento de foederati godos.

Si esta catalogación es co-rrecta, el peine de Castro Ven-tosa testimonia la presencia o relación de gentes procedentes de la antigua federación gótica con la zona del Bierzo durante la primera mitad del siglo V en un territorio que en el 411 correspondería a los vándalos asdingios.

9 La cultura de Tchernjahov, la diáspora gótica y el peine de Cacabelos, Boletín del Seminario de Arte y Arqueología, pág. 173-184, Valladolid, 1996. Elementos de tipo oriental y danubiano de época bajoimperial en Hispania, Congreso Internacional “La Hispania de Teodosio”. Vol. 2, pág. 629-647 , 1997.

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Los materiales arqueológicos hallados durante las labores de limpieza de la muralla.

Como ya se ha mencionado, existe un amplio estudio en Díaz Álvarez, I. y Garín García A. en Estudios Bercianos Nº 25, 1999.

Los diferentes objetos recogidos durante este período, no sólo han permi-tido datar la construcción de la muralla, sino que la diversidad de las formas y materiales han permitido ver la perfecta integración de la ciudad en los circuitos comerciales y económicos del Imperio Romano.

Los diferentes materiales se agrupan en cinco materias principales:

1.- De origen animal: los huesos dónde se incluyen tanto los restos óseos derivados de la alimentación y los empleados como útiles o adornos como la ficha de juego y el ya mencionado peine.

Peine de hueso decorado.Museo de León.

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2.- De origen cerámico: En este apartado tenemos los recipientes, tierra cocida arquitectónica y adornos o utensilios.

Los restos cerámicos más abundantes son de uso doméstico, de mesa y cocina, con una gran variedad de pastas y formas tardías, y las más usuales ollas y dólia, que parecen responder a un mismo taller cerámico. Las cerámicas más comunes son Terra Sigillata Hispánica Temprana (en menor porcentaje que el resto), Terra Sigillata Hispánica Tardía (abundante), cerámica de paredes finas (muy escasa), cerámica común romana de tradición indígena (con ejemplos comparables a ti-pologías de la Meseta Norte), cerámica vidriada y cerámica rojo pompeyano muy extendida en todo el Imperio y a lo largo de toda su existencia.

Entre los restos cerámicos de sigillatas tardías, existe una pieza claramente diferenciada del resto de las vasijas que merece una especial atención. Se trata de un pequeño plato, con una cavidad central que por los restos de fuego se identifica con una palmatoria o útil para iluminación. A pesar de que en la zona berciana no conservamos ejemplares similares, sin embargo, son objetos muy comunes en diversas zonas de la península, y particularmente en la villa romana de La Olmeda (Palencia), lugar dónde el uso de esta singular pieza se destina a la iluminación sustituyendo a las lucernas, dónde por otro lado, son estas últimas muy escasas.

Cerámicas romanas: Jarrita de cerámica gris, fragmento de pateray palmatoria en T.S.H.T. Bronces: Asa y aplique. Museo de León. (Foto Imagen MAS)

Fichas de juego en hueso.

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Podemos ver un ejemplar de idénticas características en el Museo Arqueológi-co de Saldaña, en Palencia. La cronología para estos útiles es en ambos yacimientos tardía, es decir, siglo IV y V, y correlativa por tanto con al resto de los materiales del cenizal II. La referencia sobre esta singular pieza ha sido proporcionada por D. Javier Cortés (2003), miembro del “Patronato de la Villa Romana de la Olmeda” y descubridor de la misma.

En cuanto a la cerámica para almacenaje y transporte ha sido poco numerosa, y los fragmentos hallados se identifican con ánforas.

Vasija decorada T. S. H. T. Forma 37 b. Museo de León. (Foto Imagen MAS).

3.-Restos metálicos: En este grupo y al margen del metal base, distinguimos cuatro categorías: restos de construcción, recipientes, útiles varios y monedas. De entre ellos destaca una carita de bronce o aplique de singular factura similar a otra de las mismas características. hallada en Astorga, así como 16 monedas de bronce tardorromanas. en diferentes estados de conservación

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En este breve resumen de los materiales se deja entrever la escasa riqueza material de los mismos, lo cual nos está refiriendo una sociedad romanizada pero exenta de riqueza, aunque en cualquier caso se trata de una evaluación parcial y estudios posteriores lo complementarán.

4.-Restos de vidrio: Aquí se incluyen fragmentos de recipientes de peque-

ño tamaño y restos de elaboración o escorias de vidrio, lo cual podría apuntar la presencia de un taller en el yacimiento.

Conclusión Conocemos por los estudios del profesor Mañanes que la ciudad asentada en

Castro Ventosa es de origen prerromano, identificada tradicionalmente con Bergi-dum, y que pervive hasta el Bajo Imperio, con el dudoso paréntesis de ocupación en los tres primeros siglos de nuestra era.

Sin embargo, los autores que tratan la muralla siempre han tendido a fecharla en épocas diferentes.

Así Gómez Moreno10 dice que debió ser construida por suevos o visigodos. Schulten la atribuye a los celtas, y únicamente el profesor Mañanes, en su trabajo sobre El Bierzo Prerromano y Romano, considera que el sector norte (de LM 1 a LM 6) habría sido construido en época romana, mientras el resto correspondería a la época medieval11.

El presente trabajo pretende determinar la homogeneidad de los materiales y la técnicas constructivas a todo lo largo de la muralla, y su datación como Tardo-rromana, situada a partir finales del siglo III o comienzos del siglo IV, a juzgar por las monedas12, cerámicas y otros materiales tardorromanos que están superpuestos a la construcción. Por tanto, la fecha límite del amurallamiento estaría entorno al año 307, fecha correspondiente a la moneda de Maximino II de la calzada Este, es decir, que para esta fecha al menos la Puerta del Este estaría construida. Así mismo, otro dato a tener en cuenta, es la escasez de materiales altoimimperiales que alejarían la construcción de los primeros siglos de nuestra era.

Este momento histórico puede ponerse en relación con la política de res-tauración de las ciudades del imperio acometida por Diocleciano y Constantino

10 Catálogo Monumental de España. Provincia de León. Madrid 1925.11 León 1981, p. 131.12 Monedas: Maximino II (307-313); Constantino II (337-340 y Constante (337-350).

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(284-364) en consonancia con su política económica de mantenimiento de las ciudades como centros de producción. Pero también, estas murallas tienen un carácter defensivo (están claramente construidas para evitar que el enemigo entre) y tratarían de protegerse de las agresiones, no sólo las externas (los bárbaros), sino, sobre todo, las internas -recordemos los conflictos sociales provocados por los empobrecidos o bagáudas- que aumentaron con la inestabilidad económica tras la crisis del siglo III.

Estamos pues, en un momento histórico crucial, de conflictivo, agravado por las invasiones, en el que también otras ciudades del Noroeste (León, Braga, Lugo y Astorga) acometieron el amurallamiento.

En cuanto a la época y formas en que pudo haber sido destruida la muralla, debemos tener en cuenta al menos tres momentos: La primera nos viene dada por la referencia histórica de un privilegio expedido por el rey Alfonso IX en 1210 en el que tras los intentos fallidos de la repoblación de Castro Ventosa,13 manda destruir la población y “llevar al Monasterio de Carracedo todas las piedras hasta las más pequeñas”14. Desconocemos si con anterioridad había destruido algún lienzo, pero todo hace suponer que a comienzos de la Alta Edad Media y tras el periodo de invasiones y movimientos de pueblos germánicos, así fuera.

El registro arqueológico sólo nos aporta la destrucción temporal y el expolio de los sillarejos y piedras de mayor tamaño, sin concretar su cronología.

La última etapa de destrucción corresponde al siglo XX, entre los años 40 y 50, durante la plantación de las viñas en las zonas del Este y el Noroeste, que han permanecido en producción hasta el pasado año, momento en el que se realizó el actual paseo y se descubrió el paramento enterrado.

13 QUINTANA PRIETO, A. El Obispado de Astorga en el S. XIII. I.E.B pág. 46-47, Astorga 2001.14 Carta de Carracedo..., f. 3, núm. 14 Alf.. IX, II, Núm. 257.

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ANÁLISIS DE UN CONJUNTO DE MATERIALES ARQUEOLÓGICOS PROCEDENTES DEL CASTRO DE LA VENTOSA (EL BIERZO - LEÓN)

CARLOS FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ

Área de Prehistoria. Universidad de LeónCATALINA LÓPEZ PÉREZ

Dpto. de Historia I. Universidad de Santiago

Introducción

En los últimos años hemos asistido a continuos intentos que tratan de recuperar el yacimiento arqueológico conocido como Castro de la Ventosa (sin ninguna duda el principal poblado fortificado en altura que se localiza en la comarca berciana, también denominado Peña del Castro, Corona de Valtuille, Bergidum, etc.), con la finalidad de proceder a la puesta en valor cultural del mismo. Estos intentos han dado lugar a la realización de una serie de actuaciones centradas básicamente en la conservación de la muralla que rodea el perímetro del asentamiento y en facilitar el recorrido a los visitantes en torno al mismo, pero sin que se hayan realizado intervenciones arqueológicas de relieve desde la limpieza y análisis de determinadas estructuras dirigida por I. Díez Álvarez entre noviembre de 1987 y abril de 1988 (Díaz Álvarez & Garín García, 1998, 1999). Con anterioridad a las mismas tampoco se cuenta con referencias a la realización de importantes trabajos arqueológicos, contando tan solo con la apertura de diversas catas de sondeo por parte de los promotores del Museo Municipal de Cacabelos (Díaz Álvarez & Garín García, 1998) o de Tomás Mañanes (1981) a finales de los años setenta del pasado siglo.

A partir de este limitado número de actuaciones, y también del análisis de los materiales recuperados por particulares y depositados en diferentes centros, se ha señalado un posible inicio del poblamiento en el lugar durante el Bronce Final, si bien lo que sí parece más seguro es la existencia de una importante ocupación durante la Edad del Hierro y época romana, destacando el registro de época bajoimperial documentado en el entorno de la muralla (Díez Álvarez & Garín García, 1998), siendo ésta la estructura más conocida y de la que más referencias escritas nos han dejado un importante número de autores (como Jovellanos, Gómez Moreno o Schulten, entre otros) debido a su notable estado de conservación y a su visibilidad.

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Pero no es nuestro objetivo en este trabajo ocuparnos de aspectos tan significativos como los inicios de la ocupación en el cerro, ni la configuración de las estructuras de este yacimiento, o las referencias de los autores clásicos acerca de Bergidum y su posible identificación con el Castro de la Ventosa, sino que por el contrario vamos a abordar un tema mucho más simple, como es el análisis de una colección de materiales arqueológicos, con el fin de aportar un nuevo conjunto de datos que nos puedan ayudar a conocer un poco mejor una fase del poblamiento del castro y del grupo humano que lo ocupaba.

La colección.La muestra que vamos a analizar es producto de la recogida de materiales

realizada por un particular en diferentes episodios a principios de la década de los noventa (entre finales de 1991 y mediados de 1993) en una zona situada extramuros del poblado, entregándonos con posterioridad los mismos para realizar este estudio. Conforme se nos indicó, estos restos se localizaron en la superficie del terreno, en una finca que había sido arada para proceder a la plantación de viñedo.

El lugar de recogida se sitúa en la ladera occidental del cerro, si bien próximo al lienzo de muralla y a la Puerta Oeste del asentamiento, aproximadamente frente a los sectores LM6 y LM7 conforme a la distribución de la muralla realizada durante los trabajos de limpieza y excavación de finales de la década de los ochenta (Díez Álvarez & Garín García, 1998).

En principio parece lógico pensar que nos encontramos ante una zona de verte-dero o basurero extramuros de poblado, hecho que se refuerza si tenemos en cuenta que en las proximidades se ubicaría uno de los cenizales constatados durante las tareas arqueológicas en la muralla (Díez Álvarez & Garín García, 1998), identificado como cenizal II, ubicado en el sector LM7 y en el que también se recuperó un abundante conjunto de material arqueológico que incluía evidencias de diferentes naturalezas.

El conjunto que nos ocupa, en el que no se aprecia a priori una recogida selectiva, está formado por 40 piezas cerámicas (33 de cerámica común y siete de sigillata), 136 elementos óseos (de los que uno se relaciona indiscutiblemente con procesos de fabricación de objetos en esta materia prima), un fragmento de vidrio y por último dos restos metálicos (ambos de hierro).

Cerámica común.En la serie estudiada se han consignado 33 fragmentos correspondientes a ce-

rámicas comunes. Su fragmentario estado así como el deterioro de sus superficies ha impedido la clasificación formal de la práctica totalidad del conjunto, sin embargo las características de las pastas, el acabado de sus superficies y los rasgos morfológicos

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que definen a buena parte del conjunto, vienen a coincidir con los que determinan a las cerámicas comunes romanas.

En lo que respecta al primero de los aspectos citados hay que mencionar la presencia de cuatro grupos de pastas. Entre estos se advierte la preponderancia de las arcillas de carácter más depurado frente a las de fractura más grosera, que únicamente se encuentran representadas a partir de un solo grupo. Estos han sido diferenciados a partir de unas características que tras el análisis macroscópico se concretaron en:

• Grupo I: Las piezas que integran este grupo están caracterizadas por unas pastas porosas, de dureza media, textura fina y fractura quebrada-fina, cuya coloración se mueve entre diferentes tonalidades de grises. El material no plástico se presenta escaso, bien calibrado y se corresponde con micas, cuarzos y feldespatos.

• Grupo II: Entre estas piezas encontramos unas pastas determinadas por su porosidad y dureza, así como por una textura media o fina y una fractura quebrada. Su coloración se corresponde con tonos castaños aunque no faltan ejemplos a los que estos se suman los grises, fruto de una cocción de tipo reductor. El material no plástico se encuentra en cantidades abundantes, al tiempo que mal calibrado, identificándose en la mayoría de los casos con cuarzos, micas y feldespatos.

• Grupo III: Este grupo representa al conjunto de piezas de factura más tosca. Sus características vienen dadas por unas pastas duras, porosas, y de coloración negra, muy destacadas por una textura gruesa y una fractura quebrada-grue-sa. De acuerdo con esta matriz arcillosa se encuentra el material no plástico, por lo general abundante, mal calibrado e identificado con cuarzos, micas y feldespatos.

• Grupo IV: Junto con el primer grupo se presentan como las piezas de fábrica más cuidada. Sus pastas vienen determinadas por su dureza y porosidad, así como por una textura fina y una fractura quebrada-fina. El material no plástico se encuentra así mismo en tamaño pequeño, en cantidades medias o escasas, bien calibrado y se corresponde, por lo general, con micas, cuarzos y felde-spatos. Por lo que se refiere al color sólo cabe señalar que nos encontramos con pastas que oscilan entre tonos anaranjados y castaños.

Los aspectos morfológicos presentan, en contraste, unos resultados más po-bres. Tal y como se mencionaba con anterioridad, la reducida superficie conservada de los recipientes sólo ha permitido determinar con seguridad la presencia de un cuenco (CV-92/C-20) (Figura 1) y una olla (CV-93/C-29), aunque posiblemente hubiese que aumentar la relación porcentual de esta última (CV-93/C-31 y CV-92/C-23) (Figura 1). Sus rasgos tipológicos resultan plenamente coincidentes con

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la caracterización más habitual en estos formatos; el primero se configura a partir de un recipiente de borde curvado cerrado y labio redondeado, mientras que la se-gunda se identifica con el característico recipiente de borde oblicuo abierto y labio redondeado.

El apartado decorativo queda reducido a la anecdótica presencia de retículas bruñidas (CV-92/C-9), acanaladuras (CV-92/C-9, CV-92/C-12 y CV-93/C-33) y molduras (CV-92/C-9), documentadas en un reducido número de piezas, mientras que en lo referente al acabado de las superficies sólo cabe mencionar el alisado y la imitación de engobe rojo pompeyano, reunidos ambos en un solo fragmento (CV-92/C-28).

Terra Sigillata.Este grupo cerámico está representado únicamente por siete ejemplares, cuya

determinación se ha visto en buena medida limitada por el deterioro que presentan

Fig. 1.

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las piezas. Salvo en el caso de aquellos anecdóticos fragmentos cuya alteración superficial los presenta como dudosos ejemplares de las vajillas hispánicas altoimperiales, el grueso de la muestra se corresponde con las producciones de Terra sigillata hispánica tardía.

El cuadro tipológico que estas últimas nos proporcionan se presenta ciertamente reducido, puesto que únicamente ha podido ser documentada la presencia de un posible fragmento de Forma 73 (CV-92/S-7) (Figura 1), así como un ejemplar de Forma 37 T (CV-92/S-5) (Figura 1). Se trata ésta de una pieza de factura curiosa, puesto que tanto su perfil como el acabado de su superficie, no resultan habituales entre las vajillas tardías. Esta observación deriva del hecho de encontrarnos ante un barniz aplicado a partir de una fina capa de tono mate, y un cuerpo cuyo contorno forma un todo continuo desde la base hasta el labio.

Las cronologías propuestas para estas formas nos sitúan en unos ambientes claramente tardíos, que desde el s. III nos llevan hasta los momentos finales de la producción de sigillata hispánica (Filloy Nieva, 1995; Mezquíriz, 1985; Paz Peralta, 1991). No obstante y a pesar de estas consideraciones, la mencionada presencia problemática de algún ejemplar altoimperial, no permite descartar una ocupación anterior.

Los restos óseos.El conjunto faunístico analizado presenta un predominio prácticamente absoluto

de los desechos alimenticios, identificables por tanto con el grupo tafonómico 1 definido por Gautier (1987), claramente constatable gracias a la presencia de marcas de carnicería (despelleje, despiece y descarne) en algunas de estas piezas. Tan solo tres restos (dos fragmentos de asta de cérvido y otro de escápula de ungulado) se incluirían en la segunda categoría definida por este autor, en la que se engloban los desechos de manufacturas óseas [siguiendo la propuesta de Clason (1972), ambos fragmentos de asta, al no conservar la zona de unión al cráneo, no han sido incluidos en la elaboración de la Tabla 1].

Totalmente divergentes con el origen deposicional de los restos anteriores, hemos constatado una serie de restos de conejo (Oryctolagus cuniculus) con un estado de conservación que denota una intrusión claramente posterior en el tiempo, y que debemos poner en relación con las actividades fosoras propias de esta especie (grupo 5 de Gautier, que engloba los restos relacionados con las denominadas actividades de desenterramiento).

La presencia de otras especies nos ha quedado registrada en evidencias de tipo indirecto, documentándose en las superficies corticales óseas marcas de la alimentación de los cánidos domésticos, en forma de punciones y arrastres dentales.

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Por el contrario, y como hemos señalado, no se ha identificado ningún resto de esta especie ni de otras que no tuvieran finalidad alimenticia, quizás por que su deposición, una vez muertos, se produciría en áreas más alejadas de las zonas habitadas para evitar los problemas que conllevaría su proceso de descomposición.

Tabla 1: Distribución de los restos por especie. Se indica el número de restos (NR), el número mínimo de individuos (NMI) representados y el peso (P) en gr. Así como la frecuencia relativa del NR y del P.

El claro origen alimenticio de la serie analizada nos permite evaluar, teniendo siempre presentes las limitaciones que plantea una muestra tan reducida, las aporta-ciones que las distintas cabañas ganaderas y la actividad cinegética supusieron para la subsistencia de esta comunidad. En principio van a ser los ovicaprinos (predominan-do claramente el ganado ovino frente al caprino) los que aportan el mayor volumen de restos, lo que podríamos interpretar como el grupo del que más ejemplares se sacrifican de manera habitual. Los estadios de erupción y desgaste dental indican el predominio de ejemplares adultos, superando claramente los 24 meses de edad, do-cumentándose únicamente un metatarso de un ovicaprino que no habría alcanzado esta edad (epífisis distal sin fusionar, nº inv. H-18), aún cuando tampoco se trataría de un individuo excesivamente joven. Parece por tanto que se aprecia un aprovecha-miento de otros recursos de estas especies (lana, leche, etc.) y un claro interés por regenerar el rebaño mediante el nacimiento de nuevas crías, antes de proceder a su sacrificio para aprovechar la carne.

NR % NMI P %

Bos taurus 22 33.3 3 846.0 64.6Ovis aries 8 3 133.0 Ovis / Capra 20 44.0 2 155.0 23.4Capra hircus 1 1 18.0 Sus domesticus 13 19.7 2 121.0 9.2Lepus capensis 1 1.5 1 1.0 0.1Cervus elaphus 1 1.5 1 36.0 2.7

Total determinados 66 48.5 1310.0 69.9Indeterminados 70 51.5 563.0 30.1

TOTAL 136 1873.0

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El ganado vacuno, el segundo en importancia en cuanto a número de huesos identificados (más del 33% del total), sería el que más carne aportaría a la dieta (casi el 65% del total), tomando como referencia el peso de los restos según la propuesta de Kubasiewicz (1956). Nos encontramos también en este caso con ejemplares adultos, que claramente han superado los dos años de edad, si bien una pieza (fragmento distal de radio, nº inv. H-116) procedería de un bovino menor de cuatro años. En cualquier caso parece que se trata de ejemplares de los que también se aprovechan, previo al sacrificio, sus productos secundarios o derivados (como leche, abono o fuerza bruta).

Los suidos domésticos completan el principal componente cárnico de la dieta, si bien con un aporte mucho menor que ovicaprinos y bovinos tanto en número de restos como en el volumen de carne. Se trata de ejemplares sacrificados entre los 18 y los 30 meses, al igual que se ha podido documentar en comunidades castreñas del Noroeste peninsular (Fernández Rodríguez, 2000), hecho que debemos poner en relación con un momento óptimo en el crecimiento de los porcinos y el índice de magro y grasa que alcanzarían en este tramo de edad. La presencia de dos caninos inferiores nos ha permitido reconocer la presencia de al menos un macho (nº inv. H-71) y una hembra (nº inv. H-72).

Los restos de liebre y ciervo deben relacionarse con el desarrollo de una actividad cinegética que no podemos evaluar en su justa medida mientras no podamos analizar una muestra ósea más significativa. La presencia de importantes porcentajes de lepóridos (libre y conejo) nos ha llevado a sugerir la existencia de leporaria (amplios espacios cerrados donde se criarían en régimen de semilibertad estas especies, conforme recoge algún autor clásico) en el entorno de los grandes núcleos urbanos de época romana en el Noroeste, como Astorga o Lugo (Fernández Rodríguez, 2000), si bien por el momento no podemos sugerir lo mismo para este asentamiento teniendo en cuenta que tan solo hemos identificado un único resto de este grupo de especies.

Desechos de manufacturas óseas.Como ya señalamos, la muestra incluía tres piezas que podrían ponerse

en relación con la fabricación de objetos en materias duras de origen animal. Dos de las mismas se identifican con fragmentos de asta de cérvidos (nº inv. H-77 y H-108), si bien ninguna de ambas presenta las evidencias directas de manipulación propias de estos elementos (signos de corte o serrado, superficies pulidas, etc.), hecho que puede estar en relación con roturas y otros procesos postdeposicionales que han podido ocultar dichas marcas. En cualquier caso, y a tenor de lo constatado en otros yacimientos del Noroeste peninsular (Fernández

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Rodríguez, 2000; Fernández Rodríguez & Caamaño Gesto, 1996), la presencia de fragmentos de asta suele estar en relación con el procesado de los mismos para la realización de diferentes útiles.

El tercer elemento es un fragmento de escápula (nº inv. H-126), posiblemente de vacuno (Bos taurus), que presenta un serrado longitudinal que limita la fosa espinosa, zona más delgada de este elemento esqueletal y que habría sido la parte aprovechada. En la citada superficie serrada se aprecia la presencia de dos serrados transversales a la misma, con la que se entrecruzan, sugiriendo la obtención de delgadas placas óseas, a modo de láminas con una longitud en uno de sus laterales de unos 40.0 mm (Foto 1). Como resulta obvio, a partir de esta única evidencia

resulta extremadamente complejo el tratar de reconocer el tipo pieza o piezas que se obtendrían, pero sí nos sirve para constatar la existencia de artesanos del hueso en el poblado.

Vidrio.Este conjunto material está representado únicamente por un fragmento de

cuenco (CV-92/V-1) (Figura 1). A pesar de este carácter anecdótico la muestra no carece de interés, ya que se ha identificado con una de las piezas de vidrio más utilizadas durante época tardía en el Noroeste como recipiente para beber.

Metal.Igualmente escasa resultan las piezas metálicas encontradas entre las que do-

cumentamos un fragmento de vástago de un clavo de hierro de sección cuadrada (CV-92/M-1) y parte de una lámina de hierro de forma rectangular que se encuentra fracturada en ambos extremos (CV-92/M-2).

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Conclusiones.Resultan lógicamente limitados los aspectos que pueden concluirse a partir

de una muestra de carácter tan reducido y también muy posiblemente sesgado, si bien, y a pesar de tratarse de un volumen pequeño de restos, nos encontramos con una importante variedad de materiales, documentando la presencia de cerámicas comunes, sigillatas, huesos, vidrios y metales.

Esta limitación, sin embargo, no ha impedido llegar a concretar ciertas particularidades del depósito, un vertedero situado extramuros del poblado, entre las que tenemos que señalar en primer término las referidas a su cronología. Resulta evidente la adscripción romana de la muestra, y dentro de este amplio marco temporal son los ss. III-IV el único momento que ha podido ser fijado con seguridad. La Forma 37 T así como el cuenco de vidrio, nos remiten a estas épocas avanzadas, si bien no podemos descartar el que algunas de las sigillatas clasificadas como indeterminadas podrían adscribirse a momentos altoimperiales.

En principio esta apreciación cronológica, apuntando a una fase bajoimperial para la deposición de los materiales, se adecua perfectamente con la señalada por Díaz y Garín (1998) para los restos recuperados durante la limpieza de la muralla, de los que principalmente nos interesan los procedentes del denominado Cenizal II, situado junto a la Puerta Oeste del poblado, y al que podríamos vincular la muestra analizada por nosotros, procedente de una cota más baja en la misma ladera. Es probable, por tanto, que nos encontremos ante el resultado de un deslizamiento de los vertidos desde su lugar de deposición original, en la base de la muralla, hacia puntos más bajos de la ladera debido a procesos tafonómicos postdeposicionales de carácter claramente natural.

El análisis de los restos faunísticos viene a aportar la primera información sobre la alimentación cárnica de este periodo en El Bierzo, considerando que el volumen de restos recuperados en el asentamiento de El Fresno (San Román de Bembibre) no resulta en absoluto significativo (Fernández Rodríguez et al., 1999). Por otra parte, los datos faunísticos aportados por Díaz y Garín (1999) para el Castro de la Ventosa no dejan de ser meramente informativos ya que, como ellos mismos reconocen, sus conocimientos en este campo son limitados. De sus resultados cabe destacar la coincidencia con los nuestros en el predominio de ovicaprinos y bovinos, pero resulta cuando menos llamativa la muy limitada presencia de suidos y el alto porcentaje relativo de équidos, no habiendo sido identificado ningún elemento de esta especie en la muestra que nosotros estudiamos, como tampoco suele estar muy representada en las series procedentes de basureros al no haber sido objeto de consumo alimenticio entre

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las sociedades de este periodo en el Noroeste (Fernández Rodríguez, 2000). En cualquier caso, parece que se hace necesaria una revisión de la muestra ósea recuperada en los trabajos realizados en los años 1987-1988.

En relación con otros aspectos, la representación de los diferentes recursos ganaderos, a tenor de lo documentado en otros yacimientos del Noroeste peninsular (Fernández Rodríguez, 2000; Fernández Rodríguez & Fuertes Prieto, 1999), refleja un panorama semejante al documentado en asentamientos de carácter indígena (castros), con un predominio en el volumen de ovicaprinos, aun cuando siempre el aporte cárnico principal corresponda al vacuno, en tanto que suidos domésticos tienen una mucho menor aportación. Frente a esto, en los asentamientos de nueva creación en época romana (principalmente grandes urbes, pero también agregados poblacionales secundarios y otros), y sin considerar el aporte prioritario del vacuno, se aprecia una clara preferencia por los suidos frente a los ovicaprinos.

En principio por tanto parece reflejarse, a partir del componente alimenticio, una población predominantemente indígena, que lógicamente en algunos aspectos va a estar influida por los nuevos modelos introducidos durante el proceso romanizador, no sólo en cuanto a la cultura material se refiere (utilización de sigillatas o recipientes de vidrio, por ejemplo) sino también en relación con determinadas actividades, como puede ser la caza, poco desarrollada por los grupos indígenas del Noroeste y que hemos identificado como actuaciones de prestigio (Fernández Rodríguez, 2000). Sin ánimo de establecer ninguna comparación definitiva, el modelo que se nos presenta en Castro Ventosa es muy semejante al que hemos constatado en el asentamiento leonés de Lancia (Fernández Rodríguez & Fuertes Prieto, 1999).

Esta apreciación acerca de la población del Castro de la Ventosa aparece también sugerida, si bien de forma más difuminada, en el trabajo de Díaz y Garín, apreciando una falta de uniformidad en el registro cerámico que les lleva a sugerir que “... pertenecerían pues a gentes practicantes de los hábitos del mundo romano pero no pertenecientes a las altas capas de la sociedad” (Díaz Álvarez & Garín García, 1999: 95), aspecto que creemos puede explicarse perfectamente con la misma hipótesis que hemos barajado para el espectro faunístico.

Además de esto, el análisis del material óseo ha puesto de manifiesto la existencia de un artesanado que elabora piezas en esta materia prima, aspecto que también habían adelantado Díaz y Garín (1999), aun cuando se realizara a partir de piezas ya manufacturadas y no de los desechos de fabricación de las mismas, lo que, como ellos mismos señalan, también podría estar respondiendo a un proceso comercial. Lógicamente el hecho de constatar la presencia de estos

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artesanos no implica necesariamente que determinadas piezas elaboradas en esta materia prima no pudieran haber sido importadas desde otras zonas.

De forma genérica podemos señalar que el Castro de la Ventosa en época bajoimperial está actuando como otros asentamientos del mismo periodo en el Noroeste, reflejando la presencia de una población de clara raíz indígena que ha incluido en su forma de vida aspectos que denotan de forma clara la influencia de los grupos romanos asentados en esta misma zona.

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Apéndice: Datos biométricos macrofauna

Para la toma de valores biométricos en los restos óseos estudiados se ha seguido la propuesta metodológica de A. von den Driesch (1976), introduciendo el valor definido por J. Altuna (1980) referente al espesor distal de los metapodios de ungulados. Todas la medidas se expresan en milímetros, y los valores aproximados entre paréntesis.

Bos taurus L. (ganado vacuno)

Metacarpo (H-1) (H-52)

Anchura proximal 51.0Anchura mínima diáfisis 30.1Anchura distal 61.7Espesor distal 31.7

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Tibia (H-56)

Anchura distal 57.9

Astrágalo (H-115)

Longitud máxima lateral 67.1Espesor lateral 37.1Anchura distal 46.7

Metatarso (H-112) (H-113)

Anchura proximal (48.2)Anchura distal 56.2Espesor distal (30.4)

Ovis aries L. / Capra hircus L. (Oveja / Cabra)

Escápula (H-9) (H-66)

Longitud proceso articular 39.8Longitud cavidad glenoidea (19.0) 32.6Anchura cavidad glenoidea (16.0) 27.3Longitud mínima cuello 22.7 Capra

Húmero (H-10) (H-11) (H-12)

Anchura mínima diáfisis 12.6 Anchura distal 29.3 26.9Anchura tróclea 27.3 24.2 24.1 Ovis Ovis Ovis

Radio (H-62)Anchura articular proximal 28.3

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Metacarpo (H-61) (H-120)

Anchura proximal 22.6 23.9Anchura mínima diáfisis 13.3

Tibia (H-14) (H-15) (H-63) (H-64) (H-122)

Anchura mínima diáfisis 15.5Anchura distal 24.2 28.7 24.9 26.5 28.3 Ovis Ovis Ovis Ovis Ovis

Sus domesticus L. (Cerdo)

Tercer Molar superior (M3) (H-75)

Longitud máxima 28.2Anchura máxima 18.2

Tibia (H-107)

Anchura distal 29.7

Astrágalo (H-6)

Longitud máxima lateral 38.1Longitud máxima mesial 36.7

Calcáneo (H-69)

Anchura máxima 18.3

Cervus elaphus L. (Ciervo)

Tercer Molar inferior (M3) (H-125)

Longitud máxima 31.3Anchura máxima 13.3

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1. INTRODUCCIÓN.

El yacimiento arqueológico de La Edrada, incluido en el inventario de B.I.C de la Junta de Castilla y León en calidad de Zona Arqueológica, con fecha de declaración de 3/2/1994, se sitúa en el término municipal de Cacabelos, en la comarca de El Bierzo, en el extremo occidental de la provincia de León. Emplazado en una zona llana que ronda los 486 m sobre el nivel del mar, el acceso a la zona arqueológica se realiza a través de la carretera que, en dirección Norte, sale de Cacabelos en dirección a Arganza. El área sobre la que se realiza la intervención se encuentra en la actualidad prácticamente incluida dentro del casco urbano, al lado del cementerio municipal, cuyo proyecto de ampliación implica la puesta en marcha de la presente campaña arqueológica. Su localización geográfica coincide con los 42º 26’ 32” de Latitud Norte y los 6º 43’ 30” de Longitud Oeste, lo que nos sitúa en la hoja Nº 158-I del M.T.N, escala 1: 25.000.

Conocido desde antiguo gracias a los abundantes restos de cultura material dispersos por la zona, en los últimos trece años se han realizado varias intervenciones arqueológicas motivadas por las sucesivas obras de ampliación del cementerio, siendo, como se ha dicho, en este caso también el motivo que induce a la realización de esta nueva campaña. El planteamiento inicial de la intervención contemplaba la explotación de una superficie de aproximadamente 200 m2, que serían excavados en su totalidad. Sin embargo, un cambio en los intereses del consistorio local, implica la realización de la excavación en una finca localizada al norte del cementerio y contigua a éste de 1700 m2. Pese a esta variación en el proyecto inicial, no se puede llevar a cabo la excavación total de la zona que se verá afectada por la ejecución del proyecto mencionado. Así las cosas, la excavación arqueológica se ciñe a un sondeo

CAMPAÑA DE EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS EN “LA EDRADA” 2002.

PABLO RODRÍGUEZ GONZÁLEZ

NOEMÍ MARTÍNEZ MURCIEGO

JOSÉ CARLOS ÁLVAREZ ORDÁS

PABLO LOMBA MARTÍNEZS. Coop. Specum. Arqueología y Patrimonio

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Jornadas sobre Castro Ventosa 64

de algo más de 200 m2, quedando la posible ampliación de la misma supeditada a la naturaleza de los restos recuperados.

La intervención se desarrolla de modo manual con el concurso de operarios puestos por el ayuntamiento1, previa eliminación mediante el concurso de medios mecánicos de la capa superficial de la finca, la cual presentaba evidentes muestras de alteraciones producidas por el contínuo laboreo agrícola.

2. EL MEDIO FÍSICO Y CARACTERÍSTICAS DEL EMPLAZAMIENTO.La localidad de Cacabelos se sitúa en plena fosa berciana, estructura

tectónica que se origina en la fase Styrica del Mioceno, produciéndose debido a las presiones actuantes una serie de hundimientos y elevaciones que tienen su continuación hacia el norte en la Sierra de los Ancares y hacia el sur en la Sierra de la Cabrera. Queda constituido así un valle intramontañoso el cual recibirá, a partir del Vindoboniense, la deposición de las distintas facies sediementarias Neógenas y Pliocenas. La posterior acción erosiva, principalmente fluvial que actúa sobre estos relieves constituidos por depósitos poco consolidados Cuaternario, es la responsable de la apariencia que presenta el relieve en estas zonas bajas en las que se aprecia una sucesión de terrazas fluviales que enmarcan los cauces de los principales ríos que drenan la zona.

El yacimiento de La Edrada se asienta sobre una de estas terrazas fluviales, en la margen izquierda del río Cúa, afluente del Sil y que discurre de Norte a Sur desde su nacimiento en el Pico Miravalles hasta su desembocadura a la altura de la localidad de Villadepalos, a una altura de diez metros sobre el cauce actual. Toda la zona, hoy explotada como terreno de huerta y viñedo, presenta un ligero buzamiento de Norte a Sur, pese a lo cual podemos considerarla como una zona amplia y llana que sin duda favorecería el establecimiento de un núcleo de población.

3. Análisis de las estructuras: caracterización formal y funcional.La intervención arqueológica llevada a cabo ha permitido documentar un

total de 6 estructuras que podemos, de un modo genérico, situar en época romana, aunque como veremos, podrían pertenecer a dos momentos bien diferenciados. La principal dificultad a la hora de caracterizar estas estructuras la encontramos en las propias dimensiones del sondeo realizado. En efecto en todos los casos

1 No quisiera dejar pasar la ocasión de agradecer públicamente a Marcial, a Santos y a Eduardo su gran quehacer y el esfuerzo y entusiasmo que mostraron a lo largo de las densas jornadas que pasamos juntos.

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el desarrollo de las mismas supera, con bastante, las dimensiones que marcan los límites de la actuación, por lo que sólo podemos contar con unas evidencias parciales cuyas relaciones, en el momento actual, sólo podemos abordar desde la perspectiva de la hipótesis.

3.1. Estructuras Altoimperiales. A esta cronología creemos poder adscribir dos de los elementos localizados durante el proceso de excavación. Se trata de MR-1, muro de excelente factura, en cuya fabricación se emplean bloques de cuarcita y esquisto locales, trabados con argamasa de cal y reforzado al interior por machones dispuestos a intervalos de 2 metros aproximadamente. De esta estructura se exhuman dos tramos, uno de 10,5 m, dispuesto de Este a Oeste y otro, menor, de 2,4 metros, unidos en perfecto ángulo recto. En el extremo más oriental de dicho muro se aprecia una abertura que coincide, en el exterior con una evidente acumulación de cenizas las cuales penetran al interior de cuya interpretación nos ocuparemos más adelante.

La otra estructura de esta cronología presenta unas características constructivas similares a las del muro descrito. Se trata de una cloaca localizada como aquel en el ángulo SE del sondeo que conserva una profundidad de 1,16 m por una anchura de 0,60 m. El cauce está realizado con lajas de pizarra planas y con idéntico material se cubría la obra. De las lajas que actuaban de tapa sólo hemos podido constatar unas pocas bien conservadas, apareciendo las demás rotas en el interior del cauce.

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Esta conducción pasa por debajo de MR-1 en las proximidades del ángulo que dibuja el muro en la zona Oeste de su trazado, cimentándose el muro, en la zona de intersección sobre una gruesa laja de la tapa. Por el lado Norte la estructura principal recibe dos acometidas de menores dimensiones y peor factura que vendrían a completar la estructura de drenaje de la zona. La caída del agua se realizaría de este a Oeste, siendo evidente a simple vista el buzamiento del fondo del canal.

La cronología de ambas estructuras nos la darían, entre otros, elementos como la moneda de la ceca de Tarraco con la efigie de Vitelio (69-70 d. C.) localizada en los niveles de cimentación de MR-1. Si bien los hallazgos numismáticos no son de los mejores para datar, debido a su uso prolongado, las características del reinado de Vitelio, así como lo breve de su duración, influyen para que podamos considerar esta moneda como válida para tal uso. Otros materiales que nos ayudan a centrar estas fechas son los fragmentos de T.S.H, concretamente los escasos ejemplos de la forma 29 y de la 24/25, cuyas cronologías, en el caso de la última forma citada no suelen superar los primeros años del siglo II d. C. La decoración de guirnaldas a imitación de las producciones sudgálicas que orlan los galbos de la Drag. 29, confirman que pertenecen esos vasos a las primeras producciones hispanas. Resumiendo lo dicho, nos encontraríamos, para los niveles fundacionales de ambas estructuras con unas cronologías que podemos centrar en la 2ª mitad del siglo I o en los primeros años del siglo II d. C.

3.2. Estructuras Bajoimperiales. A esta cronología adscribiríamos las 4 estructuras restantes así como las rectificaciones que sufre la planta del edificio descrito en el apartado anterior, aunque en este caso esas evidencias sólo las hemos podido constatar en el perfil meridional del sondeo y habrán de centrar nuestro interés en la futura ampliación de la intervención. La fábrica de estos elementos emplea una serie de materiales, cantos rodados trabados con barro, que les confieren una naturaleza bien diferente respecto a la descrita para los elementos Altoimperiales. Si bien las características formales no creemos que sean definitivas a la hora de datar unas u otras estructuras, existe, relacionado con ellas, un elemento que nos induce a defender esta hipótesis. La diferente cota de cimentación existente entre ambos conjuntos y la existencia de un evidente paquete de rellenos intencionados constituidos por unos aportes arcillosos de entre los que se recupera principalmente material cerámico de claras cronologías Bajoimperiales, marca una evidente separación temporal entre ambos conjuntos.

Como ya se apuntó más arriba las dimensiones de la zona excavada constituyen el principal obstáculo para determinar la caracterización formal y

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funcional de las estructuras documentadas cuyas dimensiones, en todos los casos, trascienden los límites del sector intervenido. Por ello carecemos de las plantas completas, resultando así mismo complicado conocer las relaciones físicas que pudieran existir entre ellos. De todos modos contamos con una serie de elementos que pueden ayudarnos siquiera a teorizar sobre la posible función de alguno de los restos de las edificaciones exhumadas. En este sentido, y sin dejar de considerar las dificultadas comentadas, el elemento que creemos más fácil de identificar en cuanto a su función, es el delimitado por el ya conocido MR-1, al que se asociaría en parte la cloaca. Creemos que nos encontramos ante uno de los límites de un edificio termal, para cuya caracterización contamos con varios elementos. En primer lugar nos referiremos al mencionado hueco documentado en el extremo más oriental del muro. Habiéndose descartado la posibilidad de que se tratase de una rotura o un desperfecto ajeno a los intereses de los constructores, y asociación a un potente paquete de cenizas, ubicado en la parte exterior del muro y pegado a él, perfectamente localizado y circunscrito a las proximidades del vano, nos ha llevado a interpretarlo como la entrada de calor que serviría para caldear una habitación con hipocausto. Este paquete de cenizas se extiende por el interior del muro, pero queda constreñido, una vez más, a las proximidades del vano. Desde luego, un elemento que se serviría para disipar todas las dudas al respecto, lo constituiría la existencia del propio hipocausto. Por desgracia debemos concluir que no fue documentado. Sin embargo, entre los materiales de relleno que colmataban el espacio interior, se recuperaron restos de ladrillos de diferentes dimensiones. Así se pudo documentar la presencia de bipedales y de ladrillos cuadrados de menores dimensiones, posiblemente pedales, al lado de los cuales aparecen algunos fragmentos de ladrillos cuya reconstrucción parece indicar que serían rectangulares y huecos. Esto nos ha llevado a pensar en la posibilidad de que hubiesen formado parte del típico suelo volado propio de las estancias calefactadas y, en el segundo de los casos referidos, elementos para las concamerationes de los tabiques. En la zona exterior del recinto, pero siempre en sus proximidades se recuperaron otra serie de objetos en cierto modo relacionados con este tipo de instalaciones. Entre ellos mencionaremos varios fragmentos de piezas de hierro en forma de “T”, interpretados como elementos de fijación de las concamerationes de las salas caldaria o tepidaria. Así mismo fueron recuperados varios instrumentos relacionados con labores de higiene como una ciaticosomele, y numerosos fragmentos de acus crinalis realizadas en hueso acompañados de numerosos fragmentos de ungüentarios de vidrio. Contamos con otro dato al respecto, este un tanto más difícil de constatar por el momento. Varios vecinos del pueblo

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nos han informado que tanto dentro de los límites del cementerio como en algunas partes de la propia finca en la que se realiza la intervención, se han encontrado superficies, por ejemplo al excavar las tumbas, blanquecinas y muy duras, interpretadas por algunos de los comunicantes como piscinas forradas de hormigón, según palabras textuales de alguno de los comunicantes. Esto nos lleva a pensar en la posibilidad de que pudieran tratarse de obras de opus caementicium, hecho este que habrá de ser comprobado, pero cuya presencia, en el contexto que describimos, tendría una perfecta justificación.

El problema para la identificación funcional de las estructuras restantes se multiplica pues los restos conservados poco o nada aportan. La falta de conexión entre ellos, en el presente estado de la intervención, nos impide siquiera determinar si MR-2 pudiera tener o no relación con MR-1, como intuimos en un principio. Esta relación se fundamentaría en la común existencia de espacios cubiertos en los puntos donde se situaban los hornos de las termas, con la finalidad de proteger el fuego y el combustible empleado. De todos modos nada podemos decir al respecto por el momento.

Lo cierto es que, aún manteniendo la pertenencia a distintos periodos de las estructuras recuperadas, todas ellas presentan una misma organización espacial. Efectivamente parece que el eje de urbanismo dominante se establece de Este a Oeste. Este hecho podríamos ponerlo en conexión con la cercanía de una vía, la XVIII que desde el alto de cruza en esa dirección el valle hasta cruzar el Cúa por un puente cuya localización ha suscitado diferentes hipótesis. Creemos que la presencia de una vía de comunicación puede constituir un elemento de peso para servir como referente a la hora de organizar la trama urbanística de un núcleo cercano, y este de La Edrada sería un ejemplo más. Obviamente la lejanía de la zona excavada respecto al espacio por el que parece documentarse el discurrir de la vía, o nos permite fijar más esta apreciación.

4. ANÁLISIS DEL MATERIAL ARQUEOLÓGICO.Como suele ser común en este tipo de contextos arqueológicos, los

materiales en mayor medida representados son los cerámicos. Dentro de este grupo debemos hacer una a división a tenor de la naturaleza de los vasos documentados. Así se han recuperado ejemplos del piezas diremos finas, principalmente producciones hispanas de terra sigillata, acompañadas de materiales de almacenamiento y servicios de mesa y de cocina. Dada la proximidad del yacimiento al contexto de la cultura castreña del Noroeste, también se documenta la presencia de varios ejemplos de producciones cerámicas de clara

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filiación castreña. De un modo similar en cuanto a cantidades, se recuperan materiales metálicos y variados fragmentos de elementos elaborados con vidrio a los que hemos hecho referencia de pasada en el apartado anterior.

De entre los elementos de cultura material recuperados sobresalen en cuanto a número, los restos cerámicos. Por ello comenzaremos por el estudio de éstos, para luego continuar por los restos metálicos, incluyendo las monedas, y los de hueso, dejando para el final la mención a los materiales líticos recuperados.

Comenzando esta exposición por las producciones de terra sigillata, debemos señalar que las piezas más antiguas documentadas son las coincidentes con las formas Drag. 29 y Drag. 24/25. La antigüedad de las primeras, no olvidemos que forman un grupo cuya producción no trasciende los límites del 60/70 del siglo I (MEZQUIRIZ, 1985: 168) se ve acrecentada en parte por los motivos decorativos que presentan. Concretamente en el friso superior de uno de los ejemplares documentados se combinan los motivos vegetales dispuestos en guirnaldas, procedentes de los ejemplares más antiguos producidos en el sur de la Galia, con otros motivos iconográficos más comunes en las producciones hispánicas, como los círculos. En el segundo de los casos mencionados, son las 24/25 unas copas de pequeño tamaño cuya origen cronológico en los talleres hispanos se sitúa en época claudia, no llegando estas producciones, excepción

Fig. 2.- Sucesión de diferentes estructuras. En el centro y a la izquierda dos de los muros pertenecientes a la fase Bajoimperial. Obsérvese la diferente fábrica respecto a MR-1 a la derecha de la imagen.

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hecha del caso de Conímbrica (CONIMBRIGA, 1975: 184), donde aparecen incluidas en niveles trajaneos, al siglo II de la era.

Ambas producciones se documentan en diversos puntos de la excavación pero su valor principal se asienta en que alguno de los ejemplares aparecen en niveles que podríamos caracterizar como fundacionales de la estructura MR-1, lo que apoyaría su adscripción cronológica a una primera fase de ocupación del yacimiento.

Otra de las formas ampliamente documentadas es la 37. Este cuenco, sustituto de la forma 29, aparece ampliamente representado en el yacimiento, existiendo restos prácticamente en todas las unidades estratigráficas. Gracias a los diferentes acabados, como a la evolución de la decoración o los perfiles que presentan los diferentes ejemplares, podemos concluir que su existencia alcanza desde la 2º mitad del s. I hasta el s. IV-V, perteneciendo a esta última fase cronológica los ejemplares con decoración de grandes semicírculos rellenos con líneas de ángulos y trazados con compás. El estilo decorativo predominante es el tercero, el de círculos, fechado en el s. I-II. Gran cantidad de fragmentos de galbos decorados podrían pertenecer a esta forma si bien se ha decidido agruparlos bajo una misma sigla en el inventario. Le sigue, en lo que a decoración se refiere el segundo estilo o de metopas, centrado, en lo cronológico, en el s. I.

Respecto al resto de producciones de sigillata hispánica documentados, debemos concluir que, desde el punto de vista cronológico nos aportan poca información. Esto es debido a que se trata de vasos con una amplísima perduración. Tal es el caso de los abundantes ejemplos de la forma 8, cuya presencia en gran número está en concordancia con su abundancia en los yacimientos del norte peninsular. En este caso la estratigrafía de Pamplona la sitúa en el amplio periodo que va del s. I al IV, considerándose los ejemplares más antiguos aquellos que presentan el borde ligeramente inclinado hacia el interior (Mezquíriz, 1961: 52). En el caso que nos ocupa, el diverso acabado de estas piezas, en lo concerniente a los barnices, apoya esta larga perduración y aunque se han localizado ejemplares con el labio invasado, el contexto en el que aparecen hace que no puedan ser consideradas como elementos cronológico fiable.

Respecto a los tipos de cerámica común romana, denominada “de mesa”, las formas predominantes son las jarras, las botellas y los cuencos. Todas las producciones de este tipo documentados en el yacimiento de La Edrada tienen en común los procesos de fabricación. Así las pastas, bien decantadas, contienen unos desgrasantes finos, en ocasiones casi imperceptibles, unas superficies, sobre todo las exteriores –recordemos que en la mayoría de los casos estamos ante formas cerradas- finamente alisadas, casi bruñidas, de color naranja claro. Las cocciones de estos recipientes ocurre en atmósferas oxidantes si bien en algunos

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ejemplares se ha constatado un fino cordón gris en el centro que denota una atmósfera reductora en alguno de los momentos de la cocción. Sin duda los vasos más frecuentes son las jarras, siempre con un solo asa de tipo cinta, seguidas de las botellas con las mismas peculiaridades que las anteriores pero con el cuello y boca mucho más pequeño que las primeras y un mayor trabajo en la boca. Algunos autores se refieren a estos recipientes como “jarras de boca estrecha” (CARRETERO VAQUERO, S. 2000: 652). Nosotros preferimos mantener la denominación de botella por un motivo funcional. Mientras que las jarras están pensadas para servir, las botellas permiten su empleo como recipientes de almacén, tal vez no por un prolongado periodo, pero las peculiaridades de su boca aseguran la posibilidad de taponado, e incluso el modelado de sus bocas podría estar diseñado para encajar un tapón.

Cronológicamente estas producciones nos situarían en un periodo que iría desde el último tercio del s. I a finales del s. II.

Los cuencos adscritos a este grupo cerámico se caracterizan, además de por poseer las peculiaridades de pastas y superficies ya descritas, por presentar un borde entrante y moldurado, siempre con el labio engrosado, con un cuerpo ultrahemiesférico, caracterizado por la presencia de una carena cuya línea se refuerza con una incisión o con un pequeño baquetón de sección semicircular. Las cronologías defendidas para estos cuencos serían las mismas que las de las jarras y botellas e irían desde finales del s. I hasta los últimos años del II. Señalar que encontramos numerosas coincidencias entre nuestro ejemplares y los documentados entre el material recuperado en el campamento romano del Ala II Flavia de Rosinos de Vidriales, Zamora (CARRETERO VAQUERO, S. 2000: 667. Fig. 334, nº 87 y 89).

Por lo que respecta a la cerámica destinada a labores de almacenaje, debemos señalar la convivencia de especies propiamente romanas con otras de tradición castreña. Entre las primeras, todas de cocción oxidante y superficies anaranjadas, destacan los cántaros y las jarras de grandes dimensiones, entendiendo como adscribibles al primer grupo los restos de vasijas con dos asas afrontadas y al segundo aquellos que sólo poseen una. Incluso se ha documentado la presencia de dos fragmentos de ánforas, uno de ellos, debido a su finura, podría tratarse de un recipiente para salsas. En este caso las pastas y los acabados son un tanto más groseros que las de los ejemplares destinados al servicio de mesa y en eso nos hemos basado para aislar el grupo. De entre los recipientes de tradición castreña destinados a labores de almacén, destacan las orzas. Son estos unos vasos de grandes dimensiones, de aspecto resistente, con un borde evidentemente exvasado, casi plano y ligeramente engrosado en el labio y en su parte baja. Las pastas y las superficies, en los dos casos reductoras, así como las similitudes

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formales con estas mismas producciones elaboradas, eso sí, a mano, en los contextos castreños del Noroeste son evidentes.

Ollas y cuencos y platos de engobe interior rojo pompeyano entrarían dentro de la categoría de cerámica de cocina. Las primeras con cuello vuelto al exterior y unas superficies evidentemente alteradas por el contacto con el fuego, tienen un fondo plano y abundantes desgrasantes que garantizaría precisamente la resistencia de la pieza a las altas temperaturas. Entre ellas numerosos ejemplares evidencian cierto contacto con las producciones de tradición castreña. Los segundos, producción romana indiscutible presentan la única diferencia de poseer unos un labio simple ligeramente o un borde exvasado plano, ligeramente moldurado en la parte superior. Señalar que alguno de estos platos no presentan en el exterior evidencias de haber estado expuestos al fuego, por lo que tal vez deberíamos incluirlos dentro del grupo de la vajilla de mesa.

Dentro de las producciones relacionadas con la aplicación de engobes debemos señalar la presencia de una serie de producciones de un taller que, según Carretero (CARRETERO VAQUERO, S. 2000: 648), debemos considerar como asentado en el noroeste cuyas producciones tienen una distribución regional, abasteciendo a asentamientos civiles, como las capitales del convento astur y lucense y militares. Son unos cuencos de perfil troncocónico, con un estrangulamiento en la zona de la base, borde vuelto, casi horizontal, con unas pastas entre ocres claras y grises, cuyo interior aparece recubierto con una densa capa de engobe rojo vinoso. En ocasiones este engobe sale al exterior interesando una estrecha franja justo por debajo del borde. De entre los ejemplos recuperados destacamos un fondo que conserva la estampilla del taller con la marca “O QUINTI” dentro de una cartela cuadrada y situado en la parte exterior de la base. La cronología de estas producciones deberíamos situarla desde la época Flavia hasta finales del s. II d. C. si bien en algunos yacimientos se aprecia una mayor frecuencia de estas producciones hacia la segunda mitad del s. II, momento que parece ser el marco temporal en el que experimentan su mayor desarrollo (CARRETERO VAQUERO, S. 2000: 648).

Hemos dejado para el final el comentario de una serie de vasos encuadrables bajo la denominación de cerámica común romana de tradición castreña. Constituyen un conjunto de ejemplares que continúan la tradición de la cerámica a mano propia de los ambientes de la Edad del Hierro en el Noroeste, con la salvedad de que ahora se realizan a torno. Esta pervivencia se ejemplifica tanto en los modelos, por lo general cuencos, hemiesféricos con el labio inclinado al interior y evidentemente engrosado, ollas y orzas de diferentes tamaños, y en los acabados de las superficies, alisados, espatulados y bruñidos, del mismo modo que

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se mantiene el programa decorativo compuesto por líneas y retículas bruñidas y en la aplicación de finos cordones, verticales y horizontales e incisiones que, igual que ocurre con los cordones sirven para enmarcar las partes de las vasijas que soportan la decoración bruñida.

En líneas generales se trata, en el caso de las ollas y las orzas de recipientes con una marcada apariencia globular, con las características propias, en pastas y superficies, de un proceso de cocción en ambiente reductor, de ahí sus coloraciones grisáceas, pardas o negruzcas, y que incluyen entre los desgrasantes materiales como el cuarzo o la mica. La elección de estos materiales añadidos a la arcilla nos ofrece una referencia cronológica que nos sitúa en un ambiente similar al descrito para la 2ª fase de El Castro de Corporales (SÁNCHEZ-PALENCIA, J. & FERNÁNDEZ POSSE, Mª D. 1985: 245), concretamente en un momento situado entre el 70/75 y el 100/120 d. C. (SÁNCHEZ-PALENCIA, J. & FERNÁNDEZ POSSE, Mª D. 1985: 323), lo que coincidiría bien con las cronologías iniciales del yacimiento de La Edrada.

Dentro de estas producciones se ha constatado la presencia de restos de algunos vasos realizados a mano, por lo que deberíamos denominarlos o considerarlos como cerámica castreña propiamente dicha. Su presencia en un contexto tan romanizado sugiere una serie de reflexiones que serán abordadas más adelante.

Por último queremos hacer referencia a un grupo con personalidad propia dentro de este conjunto cerámico. Nos referimos a las denominadas jarritas grises. Destacan estas producciones por su excelente calidad, evidente en la pasta, perfectamente decantada y en la que los desgrasantes, principalmente de cuarzo y mica, presentan unos tamaños muy reducidos. Así mismo se consideran como indicadores de calidad la finura extrema de las paredes y los bordes de estas jarras y el depurado acabado que se les da a las superficies externas en las que destaca una fina decoración a base de líneas bruñidas verticales que, en el caso que nos ocupa, suelen situarse en la zona del cuello de las piezas. Estos atributos han inclinado a algunos investigadores la conveniencia de incluir estas jarras dentro del tipo de cerámica común romana (SÁNCHEZ-PALENCIA, J. & FERNÁNDEZ POSSE, Mª D. 1985: 250).

Formalmente estas jarras presentan un diseño globular en la panza sobre la que se sitúan dos o tres carenas perfectamente marcadas. Con el fondo plano, la transición de la panza al cuello queda señalada por un pequeño resalte o baquetón, de sección semicircular unas veces, rectangular otras. Los bordes presentan una tendencia exvasada rematando en un labio de sección apuntada. Como ya se ha dicho la decoración, compuesta por líneas bruñidas, se sitúa entre el baquetón

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que indica el comienzo del cuello y la carena superior de la panza. En todos los casos documentados estas jarritas cuentan con una sola asa, de tipo cinta y bastante estilizada.

En lo que a la cronología de estas producciones se refiere, nos encontraríamos en el último tercio del siglo I y el primero del II.

Otro grupo importante de restos recuperados lo constituyen los elementos metálicos, refiriéndonos en las líneas que siguen a aquellos ejemplares de formas más o menos reconocibles en cuanto a su uso y/o forma, bien sean de hierro o bronce.

Entre los objetos de hierro, sin duda los elementos más abundantes realizados con este material son los clavos. Con la característica sección cuadrada de los vástagos y las cabezas, cuando las conservan, planas, no podemos concretar su uso. Obviamente se relacionarían con la parte de madera de los edificios documentados. Su tamaño no parece indicar que formasen parte de puertas o mobiliario. Por otro lado, dada la superficie excavada creemos que el número de ellos documentados es un tanto escaso. Esto podría obedecer a una recuperación de estos elementos en fases de abandono de las estructuras a las que pertenecerían.

Otros hallazgos metálicos identificables en cuanto a su forma, son algunos ganchos y algunas placas dobles unidas entre sí por vástagos pasantes, que también podrían relacionarse con elementos de madera en los que se integrarían.

Uno de los elementos más interesantes de entre estas manufacturas realizadas con hierro es una especie de pasador en forma de “T” (nº de invent. 2002/35/018/35), interpretado como un elemento de sujeción de los tubuli a los tabiques (SILLIERS P. et alii 2000: 195, Fig. 2. B; ARRIBAS DOMÍNGUEZ, R. 2000: 330. Fig. 4. B). Es ahí donde radica la singularidad de este elemento y en su asociación de proximidad con el edificio que interpretamos como unas termas.

En general los hallazgos de materiales realizados en cobre y bronce son más abundantes que los realizados en hierro. También pertenecen a un espectro de producciones más finas, si se quiere. Componen este grupo varias fíbulas en omega, una cyathicosomele, una espátula, un alfiler para la ropa, alguna agujas de coser, un abrochador de cinto y algún otro elemento de difícil interpretación.

Dos son las fíbulas en omega documentadas presentan una descripción similar. Ambas presentan una aro de sección circular abierto en los extremos y rematado por unos remaches bicónicos más o menos moldurados. Son estas unas fíbulas casi una constante en todos los yacimientos romanos y eso unido a su larga perduración tanto en la Península como en otras partes del imperio (entre el s. I y el IV se fechan en Germania –MARINÉ, M. 2001: 272), no nos permite

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apuntar una cronología demasiado ajustada para ellas. Señala Mariné que pese a que el sistema de enganche de las fíbulas se va perdiendo con el tiempo, las villas que han aportado hallazgos de fíbulas, siempre ofrecen ejemplos en omega cuya presencia habría que relacionar, por otra parte, con la adecuación de estos objetos a gustos y necesidades, sobre todo en época Bajoimperial (MARINÉ, M. 2001: 269).

Otro de los elementos singulares recuperados es una cyathicosomele. Esta cucharilla con el vástago de sección circular rematada en un extremo por una dilatación en forma de oliva y la otra por una cucharilla con forma de hoja de olivo que se une al vástago mediante un nudo con decoración vegetal estilizada, suele pertenecer a ajuares de tipo médico, siendo empleada para la aplicación de ungüentos. Sin embargo no creemos que en este caso podamos relacionarla con un ajuar médico quirúrgico sino como parte integrante de una serie de objetos relacionados con la higiene, actividad para la que también se empleó. Para el mismo fin se emplearía la cucharita o espátula, también de bronce recuperada. Aunque mantiene el mismo tipo de vástago y una claras similitudes en lo que a la cucharilla se refiere, es un elemento que presenta una elaboración más tosca que la cyathicosomele.

Destacable en cuanto a su factura es una aguja, creemos que relacionada con el vestido, que remata uno de sus ápices con un elaborado aplique fusiforme. Dada su calidad, evidente pese al estado de conservación en que se encuentra, podemos considerarla como un elemento que denota cierto lujo.

Dentro del apartado de las agujas, se han recuperado otras tres, dos partidas y otra en perfecto estado, todas relacionadas con la costura.

Para el final de este apartado hemos dejado el comentario de un elemento de bronce singular. Se trata de una hebilla “cornuda” posiblemente asociada a un broche del tipo “Simancas” del grupo I. La cronología de este elemento iría desde los últimos años del s. IV hasta bien avanzado el V (AURRECOECHEA FERNÁNDEZ, J. 2001: 158). Sin duda este elemento ostenta la cronología más moderna de todos los materiales recuperados y podría servir de enlace cronológico entre las fases romanas de ocupación de La Edrada y las posteriores visigodas y altomedievales.

5. VALORACIÓN E INTERPRETACIÓN GENERAL DE LOS RESULTADOS.A la hora de abordar el apartado de las conclusiones finales extraídas de

la presente intervención, debemos tener en cuenta, como primer elemento, las dimensiones del sondeo efectuado. A todas luces y por lo que atañe a la superficie disponible debemos concluir que las dimensiones afectadas por la excavación

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arqueológica se demuestran insuficientes para apuntar unas consideraciones finales del todo fidedignas. Este problema se acrecienta si tenemos en cuenta la posibilidad de que el yacimiento, en su extensión total, ocupe toda la llanada de Cacabelos –en este caso quedaría por dilucidar si las evidencias arqueológicas presentes en zonas como San Esteban o Terra do Ouro, por citar sólo dos, formarían parte de este mismo enclave- lo que convertiría las dimensiones de la zona intervenida en algo meramente anecdótico.

Aún con estas consideraciones en mente, lo cierto es que de esta intervención se desprenden una serie de datos perfectamente documentados arqueológicamente y a su consideración nos dedicaremos en este apartado.

Como es lógico queremos comenzar por los aspectos cronológicos del enclave. A este respecto podemos centrar el periodo de ocupación entre la primera mitad del s. I y un momento, tal vez avanzado del s. V. A estas cronologías extremas se refieren una serie de materiales que, debemos puntualizar, se encuentran mejor justificados en lo que a los momentos iniciales se refiere, que al momento final o más moderno. Para situar los momentos fundacionales del enclave tenemos el apoyo de elementos como la cerámica y la numismática. En el caso de la primera dos son los tipos cerámicos que nos sitúan en estas fechas. Por un lado tenemos las producciones hispánicas de la Forma 29, vaso éste de poca perduración cronológica cuya cronología se suele aceptar como situada entre el 50, tal vez un poco antes, y finales del 60/70 d. C. Por otro lado los restos de la Forma 24/25, en varias unidades asociada a la primera también nos ofrecen cronologías similares, extendiéndose las producciones hispánicas entre el reinado de Claudio (41-54 d. C.) llegando a finales de la primera centuria. En este paréntesis temporal deberíamos encajar la moneda con la efigie de Vitelio, localizada en los niveles fundacionales de MR-1. Si bien no es demasiado prudente considerar los hallazgos numismáticos como referentes cronológicos seguros dada su larga pervivencia, como ya se ha comentado, las especiales características del reinado de Vitelio (69 d. C.), pueden hacer que este elemento aumente su valor cronológico. De todos modos su combinación en el contexto de abandono con las especies cerámicas comentadas parece confirmar su aprovechamiento como elemento de datación.

Los datos temporales que extraemos de los materiales arriba comentados nos sirven, a su vez, para situar la fecha de edificación de los elementos constructivos más antiguos documentados. Estos serían MR-1 y la cloaca localizados en el ángulo SE del sondeo, y lo que creemos poder identificar como un rudimentario pavimento en la zona centro-meridional del sondeo.

A tenor de estas cronologías, nos encontraríamos ante un asentamiento creado ex novo tal vez potenciado por las reformas flavias que Vespasiano pone en

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marcha tras su ascensión al trono imperial. No debemos olvidar tampoco en favor de esta consideración para el origen del asentamiento, la presencia de la vía 18 o Vía Nova que, aunque su origen coincida con los últimos momentos de la dinastía Julio-Claudia, alcanza su máximo esplendor bajo los Flavios, que la convierten en uno de los ejes vertebradores de la explotación del distrito minero del Noroeste. Mencionamos en este punto la presencia de la vía porque creemos que su existencia puede tener mucho que ver con la construcción y desarrollo de este enclave, no sólo en época romana, sino taimen en época medieval cuando se da la coincidencia del trazado de la vía con el del Camino de Santiago.

Retomando el discurso cronológico, esta que podemos denominar primera fase de ocupación, se ve seguida por otra cuya ejemplificación física descansa en la presencia de una serie de aportes de “escombros” de los que se recupera abundante material altoimperial, pero que debemos fechar en función de los materiales más modernos que contienen. Así la presencia de cerámicas principalmente del siglo IV y V, nos ilustran sobre una serie de cambios que afectan así mismo a los edificios fechados en la época anterior. Estos cambios afectan principalmente a la distribución interior del edificio delimitado por MR-1, obras que, para hacerse más evidentes, emplean el canto rodado y el barro en lugar de la argamasa y las lajas de pizarra y cuarcita locales. Una vez más las dimensiones del sondeo y el azar a la hora de establecer su ubicación han hecho que estas evidencias queden, en parte, sólo esbozadas en el registro puesto que aparecen todas ellas incluidas en los perfiles del sondeo. La naturaleza del resto de estructuras, elaboradas con la misma fábrica y con unas cotas de cimentación superiores a las de MR-1 las convertirían en integrantes de la hipotética fase dos de la ocupación.

En su informe sobre la campaña de excavaciones del 89, M. Figuerola apunta que “es difícil de constatar si estas dos épocas tienen una solución de continuidad”. En su intento de aislar niveles que pudieran marcar un tránsito o un nexo entre ambas sólo apunta que el s. III podría marcar el final del uso de las estructuras Altoimperiales. Los resultados de nuestra intervención nos inclinan a pensar que no existe un final para esas estructuras, sino un cambio de uso tal vez, pero que continúan en funcionamiento. Respecto a la continuidad entre ambas épocas creemos que se debe considerar esos aportes que en parte amortizan las estructuras Altoimperiales, como fases de construcción de nuevas superficies de circulación, en definitiva de uso.

Por último, y en lo que a aspectos cronológicos se refiere, queremos destacar la presencia de un elemento como la hebilla “cornuda” cuya cronología nos sitúa en un memento avanzado del s. V. Aunque su aparición se relaciona con un contexto arqueológico un tanto heterogéneo en lo que a su contenido se refiere, queremos

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interpretar su valor cronológico como el dato más moderno de los recuperados. Por ese motivo debemos contar con esta fecha como la más moderna del asentamiento aumentando en cien años las consideraciones para este punto establecidas por Figuerola, que sitúa el tope superior de la cronología de La Edrada en el s. IV apoyándose en una serie de elementos numismáticos y algunas producciones de T.S.H.T.

Para finalizar este apartado queremos presentar una reflexión sobre un tema surgido tras el estudio de los materiales cerámicos recuperados durante el proceso de excavación. En concreto se trata de una serie de reflexiones sobre las poblaciones que ocuparían el enclave. En un alto porcentaje de la cerámica común nos encontramos con vasos que se han denominado de “tradición castreña”, esto es, especies cerámicas habituales en los contextos de la 2ª Edad del Hierro del noroeste y que, elaborados a torno y de un modo, si se quiere mas industrial, aparecen ya en contextos romanos posteriores a la conquista, de ellos ya hemos hablado en el apartado pertinente. Si bien esta presencia en los yacimientos de época romana del noroeste no es nada anecdótica, lo cierto es que en el caso que nos ocupa se ha detectado la presencia de varios fragmentos de galbos realizados a mano, en ambientes reductores y en algún caso presentando una decoración estampillada que nos remiten a las más genuinas producciones de la cerámicas castreña. Tal vez esta presencia de vasos elaborados a mano, más que de las producciones a torno, nos esté informando sobre la presencia en La Edrada de gentes procedentes de este ambiente prerromano, quedando por resolver si estas poblaciones vendrían de la hipotética bajada al llano de los antiguos ocupantes de Bergidum o si, una vez establecido el enclave del llano, éste actuó como un polo de atracción para gentes de la zona. Desde luego con los datos con los que contamos poco más podemos decir al respecto, aunque si nos parece interesante incluir esta reflexión con la esperanza de que futuras intervenciones puedan arrojar más luz sobre este particular.

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6. VALORACIÓN CULTURAL Y CRONOLÓGICA DEL YACIMIENTO DE LA EDRADA.

A la hora de abordar cualquier tipo de valoración cultural del asentamiento romano de La Edrada, nos topamos con la ya antigua polémica de si este asentamiento es Bergidum Flavium o no. El principal argumento esgrimido a favor de la teoría del llano se asienta en la política flavia de favorecer los asentamientos en zonas bajas, fomentando el abandono de las zonas altas elegidas por los indígenas como localización de los más que conocidos castros, unidad de habitación típica de la zona antes de la conquista. En el otro extremo tenemos a los detractores de esta hipótesis que apoyan su interpretación en elementos como los filológicos y la conocida interpretación del término ciudad en alto o fuerte sobre un alto.

A tenor de los resultados obtenidos en esta última campaña de excavaciones arqueológicas en La Edrada, debemos decir que, en todo caso, las cronologías a las que nos refieren los materiales recuperados, remiten a un momento que habríamos de ubicar, para el origen del asentamiento, en la 2º mitad el siglo I. En este caso las fechas aportadas por los materiales recuperados no ofrecen

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demasiadas dudas y su ubicación en el depósito estratificado nos sitúa en los niveles de cimentación de las estructuras más próximas a los hallazgos.

Por otro lado debemos concluir, en base a los datos aportados una vez más por los restos de cultura material, que la ocupación del lugar, con las aún intuidas, pero que creemos fácilmente contrastables, modificaciones, se prolongaría hasta un momento, aún por determinar, de la tardoantigüedad, a partir del cual podríamos, en esta reconstrucción del periodo de ocupación del asentamiento, continuarían los niveles visigodos y altomedievales localizados en anteriores intervenciones.

Este prolongado periodo de ocupación coincide con una situación similar documentada en el castro, por lo que podemos encontrarnos ante la convivencia de dos núcleos que funcionan sincrónicamente durante su existencia. Queremos traer a colación, en apoyo a nuestra argumentación final, los resultados obtenidos por uno de nosotros en un enclave localizado en las proximidades de León que creemos puede ser muy valiosos, para el caso que nos ocupa. En este caso se trata de una fundación, también de época romana, por el medio de la cual transita una vía cuya existencia no podemos descartar como base del origen del enclave. En este punto encontramos la primera coincidencia con el asentamiento de La Edrada. Por otro lado, el yacimiento referido convive con el campamento romano de la Legio VII, y es de destacar que entre los materiales recuperados se cuentan varios fragmentos de impedimenta militar, como es el caso de los dos fragmentos de lorica scamata, puntas de jabalina, de dardos e incluso lo que parece ser la pinta de un pilum. En este sentido el dato que ofrecemos puede ser interpretado como que pueden producirse coexistencias en unos espacios más o menos próximos de variados tipos de asentamientos, y que la existencia de zonas de tránsito puede favorecer, y de hecho así sucede, la aparición de núcleos cuya economía es de suponer que estuviese en parte ligada con el tránsito que soportan esas vías.

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En este trabajo nos proponemos como objetivo el análisis de las características más sobresalientes y significativas que nos ofrecen los caminos de tiempos romanos en el marco territorial de la Asturia antigua en general (tanto transmontana como augustana), así como los rasgos propios de los recintos poblacionales y de los centros de aprovechamiento aurífero conectados con ellos.

Dicho análisis constituirá el paso previo necesario para el estudio de tales elementos en cada una de las cuencas fluviales que integran el suelo correspondiente a un área geográfica más reducida, en cuyo caso nos vamos a concretar en el concejo de Allande y el suelo adyacente, perteneciente en la actualidad al Principado de Asturias1 .

En realidad las conclusiones aportadas nos servirán para obviar la descripción reiterativa de cada uno de los poblados castreños de la región, así como de los yacimientos de oro (primarios y/o secundarios) en tanto en cuanto se hallaban integrados en el marco de cada una de las vías de comunicación que durante el Alto Imperio surcaban dicho territorio.

I

Los trazados camineros del Norte peninsular en tiempos romanos se encuentran ligados en su origen a la etapa histórica de la conquista de las regiones septentrionales por parte del Estado romano (guerras astur-cántabras y precedentes en territorio galaico)2 .

LAS VÍAS ROMANAS DE ASTURIA: ARTERIAS PARA LA EXPLOTACIÓN DE LA MINERÍA DEL ORO

NARCISO SANTOS YANGUAS

Universidad de Oviedo

1 Sirva como ejemplo el caso del valle del Arganza. Cf. N.SANTOS y A.GARCÍA LINARES, «Los caminos romanos del valle del Arganza en el concejo de Allande (Asturias)», Hispania Antiqua 17 (1993) 371ss.2 Ver a este respecto, entre otros, N.SANTOS, «Publio Carisio y las guerras astur-cántabras», BIDEA nº 104 (1981) 849ss.; «La conquista romana del N.O. de la Península Ibérica», Latomus 41 (1982) 5ss., y «La conquista romana de Galicia», Boletín Brigantium nº 2 (1981) 75ss...

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En este sentido no difieren sustancialmente de lo que sucedería en el resto de las regiones hispanas, en las que, inmediatamente después de la anexión de los distintos territorios, se procedería a su articulación y control administrativo mediante una red viaria adecuada3 .

Por ello no es de extrañar que, en un primer momento, tales arterias de comunicación de época romana adquieran un sentido eminentemente militar, como consecuencia sin duda de la necesidad de favorecer el traslado de las tropas (así como de los bagages e impedimenta que era preciso desplazar para su mantenimiento) con vistas a la anexión de las diferentes regiones de la Península4.

Desde esta perspectiva podemos asegurar que las vías de comunicación romana no se configurarían como una estructura descontextualizada, sino que se identificarían con un elemento más de los que utilizaba la administración romana con el objetivo de integrar el territorio de la Península Ibérica en su propio sistema5.

Como consecuencia de ello es posible afirmar que, a lo largo del trazado de estas rutas, en un principio naturales y con el paso del tiempo delineadas por la mano del hombre, al menos parcialmente, se iría estructurando el avance y desarrollo de la conquista de los distintos enclaves y regiones habitados por las poblaciones indígenas, así como el aprovechamiento económico inmediato del territorio que les estaba adscrito6.

Como objetivo global podemos asegurar que las calzadas o caminos romanos obedecían a varios motivos a la hora de ser trazados, que abarcaban desde la posibilidad de facilitar el avance del ejército romano con vistas a la anexión de los distintos territorios7 hasta la de favorecer el proceso de romanización acercando el mundo romano, tanto material como ideológico-cultural, al indígena.

Este hecho lo vamos a ver aflorar a través de dos exponentes distintos:- por una parte haciendo posible la comunicación entre los diferentes centros

de habitat;

3 J.M.ROLDÁN, «Introducción al estudio de las vías romanas del Sureste peninsular», Actas del symposium sobre Vías romanas del Sureste, A.GONZÁLEZ (ed.), Murcia 1988, pp.9ss.4 R.REBUFFAT, «Via militaris (en francés)», Latomus 45 (1987) 52ss. En este sentido la expresión via mi-litaris no designaría un camino estratégico sino una gran ruta de interés público, construida a expensas del Estado (su conjunto constituiría precisamente la red viaria de comunicaciones del Imperio).5 J.M.CAAMAÑO, «Aportaciones al estudio de las vías romanas. Técnicas de construcción y características generales de su trazado», Minia 2 (1978) 80ss.6 N.SANTOS, La romanización de Asturias, Madrid 1992, pp.246ss.7 Como ejemplo remitimos a J.RODRÍGUEZ, «Las vías militares romanas en la actual provincia de León», Legio VII Gemina, León 1970, pp.400ss.

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- y, por otra, mediante el aprovechamiento y explotación de los recursos económicos propios de las zonas previamente anexionadas8.

A lo largo de la primera fase de la presencia romana hemos de destacar el sentido predominantemente estratégico de estas rutas de época anterior, puesto que harían posible un avance más rápido de las unidades militares, cuyo cometido consistía en la anexión del territorio peninsular ibérico, al tiempo que favorecían el avituallamiento de dichos cuerpos de ejército9.

No obstante, resulta mucho más decisivo, a partir de las décadas inmediatamente posteriores a la conquista del suelo de las distintas poblaciones ibéricas, el papel desempeñado por estos caminos de comunicación desde el punto de vista económico, al llegar a poner en explotación los diferentes enclaves de esas tierras anexionadas y hasta entonces sólo parcialmente aprovechadas10.

Así pues, el trazado de la red viaria romana contribuiría enormemente al desarrollo de los sectores productivos del suelo habitado por las diferentes comunidades indígenas desde el momento en que logra introducirlas en los parámetros propios de los vastos y complejos sectores de la economía romana.

En consecuencia, a lo largo de dichas arterías de comunicación se vertebraría el aprovechamiento de los recursos mineros de las distintas regiones hispanas, potenciando al mismo tiempo un amplio desarrollo rural.

Además, asegurarían de esta manera a un mismo tiempo una estrecha conexión y dependencia del campo con respecto a los centros urbanos, así como de los campesinos en relación a los habitantes de las ciudades11.

En otros términos, hemos de resaltar el carácter «imperialista» de estos caminos romanos al contar con unos objetivos estratégicos y económicos a un mismo tiempo (la densidad y la construcción de la red viaria en los años previos e inmediatos a la ocupación romana así lo confirman).

Junto a ello servirían igualmente, quizás de manera secundaria (indirecta), a la difusión de la civilización romana, identificándose en este caso con una de las bases más claras de la política unificadora romana12.

8 M.A.RABANAL, Vías romanas de la provincia de León, León 1988, p.7.9 Contribuirían igualmente a un mantenimiento constante del orden al disponer de toda una serie de puestos de vigilancia, que se irían escalonando a lo largo del trazado de las mismas. Para el caso concreto del Norte peninsular remitimos a N.SANTOS, «Abastecimiento y gastos del ejército romano durante las guerras astur-cántabras», Homenaje a D. Juan Uría, Oviedo 1997, pp.173ss.10 J.M.ROLDÁN, «Introducción al estudio de las vías romanas del Sureste peninsular», p.9.11 En el caso de Asturias la explotación de los recursos próximos a cada centro de habitat, al no contar con grandes núcleos urbanos.12 P.LÉVÊQUE en R.CHEVALLIER, Les voies romaines, París 1972, p.V.

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Mapa 1. Vías de comunicación de época romana en el concejo de Allande.

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II

La historiografía referida al estudio de las vías romanas en la Península Ibérica, a pesar de ser ya más que centenaria (los primeros trabajos arrancan del siglo XVIII), ha contado con una metodología matizada por un excesivo afán de erudición.

Este planteamiento de base, lastrado en numerosísimas ocasiones por un localismo exagerado, nada tiene que ver con los modelos y técnicas de investigación necesarios para el conocimiento completo de ese trazado de caminos y de su significado13.

En este sentido una gran parte de los estudios y trabajos publicados al respecto, por lo general de carácter parcial, se hallan plagados de un cierto espíritu localista o regionalista, habiéndose llegado a identificaciones inadecuadas de mansiones, civitates o centros de población, que se han ido transmitiendo erróneamente de generación en generación, por parte de eruditos locales que buscan el prurito de equipararlos a sus lugares de nacimiento.

A la hora de analizar con un método apropiado el sentido de estas rutas de co-municación se hace necesario recurrir a los instrumentos de trabajo adecuados para ello, es decir tanto la documentación escrita (literaria y epigráfica) como la cartografía y los restos materiales sobre todo.

En el campo de la documentación escrita antigua sobresalen las referencias geográficas de los testimonios literarios (Estrabón, Plinio el Viejo, Mela y Ptolomeo), a pesar de que desgraciadamente para el Norte peninsular en general no pasamos de alusiones vagas e inconcretas, que en ningún caso nos permiten trazar y matizar el recorrido de alguna de ellas14.

Por lo que se refiere a las fuentes antiguas de índole estrictamente itineraria, magistralmente sintetizadas en su análisis por J.M. Roldán15, en el caso de Asturias únicamente encontramos en el Anónimo de Rávena referencias a un conjunto de mansiones escalonadas a lo largo de la ruta antigua que uniría Lucus Asturum con Lucus Augusti16.

13 Varios, Obras públicas en la Hispania romana, Madrid 1980, p.11.14 Tal vez porque ninguna tendría entidad suficiente en la Asturias antigua desde el punto de vista de la administración romana (grandes calzadas del Imperio), si hacemos excepción de la que desde Legio se prolongaría hasta Gigia (Gijón), y por ello no serían incluidas como vías principales en los Itinerarios (al menos en el caso del concejo de Allande).15 Itineraria hispana. Fuentes antiguas para el estudio de las vías romanas en la Península Ibérica, Valladolid 1975.16 Cuya identificación y recorrido no resulta tan fácil como a veces se ha pretendido, en especial porque se des-conoce todavía hoy si dicho trazado transitaba por la costa o por el interior. Más detalles en J.M.GONZÁLEZ, «Mansiones en el trayecto de la vía romana Lucus Asturum-Lucus Augusti», Archivum 6 (1956) 287ss. (partidario de un trazado costero, con el que no estamos muy de acuerdo).

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En dicho recorrido se nos consigna, además de la dedicatoria a los Lares Viales hallada en el arranque de dicha vía de comunicación (en concreto en el primero de dichos centros urbanos), la presencia de Passicin, identificada con la capitalidad o núcleo de población más importante de los pésicos (o simplemente con la derivación en el tiempo de lo que sería en su origen la civitas Paesicorum)17.

De la misma manera las llamadas Tablas (Itinerario) de barro apenas pueden servirnos para nuestros fines al haber sido consideradas como falsas 3 de ellas y resultar difícil concretar el recorrido de las mismas18.

En cuanto a los miliarios como fuente epigráfica y documental de información, no tenemos constancia de la existencia clara de ninguno de estos hitos métricos en el caso de Asturias, a pesar de que poseamos ciertas noticias referidas a posibles hallazgos de restos de un par de tales piezas19.

III

Por lo que se refiere al marco de los documentos escritos hemos de recurrir igualmente a la epigrafía, muy parcialmente aprovechable para nuestros objetivos a causa de que no disponemos de un número amplio y significativo de tales testimonios, enmarcados en la zona objeto de nuestro estudio.

En cualquier caso es posible hacer mención específica a dos lápidas, cuyo cam-po epigráfico puede tener un gran alcance histórico, lo que se desprende igualmente del lugar de su hallazgo: una de ellas, a pesar de no haber sido encontrada en suelo allandés sino a escasa distancia de la línea divisoria entre los concejos de Allande, Cangas del Narcea y Tineo (en territorio perteneciente en la actualidad a este último), adquiere un significado especial en relación con la población que habitaba dicha zona (los pésicos)20, mientras que la segunda esta dedicada a los Lares Viales, en conexión sin duda con las vías de comunicación existentes en tiempos romanos21.

1. El último de tales documentos fue descubierto en Comba, localidad muy próxima al límite con el concejo de Cangas del Narcea, en cuyas

17 Por desgracia ni el Itinerario de Antonino ni la Tabula Peutingeriana concretan más con respecto a nues-tros objetivos.18 Ver, por ejemplo, J.M.ROLDÁN, «Las Tablas de barro de Astorga, ¿una falsificación moderna?», Zephyrus 23-24 (1972-1973) 221ss.19 En cualquier caso sin contextualizar su hallazgo ni la vía a la que pertenecían. Cf. C.FERNÁNDEZ OCHOA, Asturias en la época romana, Madrid 1982, p.34.20 Sobre su importancia y significado histórico remitimos a A.GARCÍA LINARES y N.SANTOS YANGUAS, «Nueva lápida romana hallada en Arganza (Tineo-Asturias)», MHA 10 (1989) 151ss.21 Constituye al mismo tiempo un indicio claro del sincretismo y asimilación de la religión indígena prerro-mana al contacto con la cultura romana.

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proximidades se halla ubicada una explotación de oro aprovechada en tiempos romanos22.

En su campo epigráfico podemos leer con toda claridad la dedicatoria a los Lares Viales: en este sentido los dioses protectores de los caminos, que portan dicha advocación romana, constituyen el hito final de la evolución de los lares de las gentilidades o localidades indígenas, resultando además su culto un elemento típico en todo el N.O. de la Península Ibérica23.

Se identifica con el primer documento epigráfico encontrado en el concejo allandés, a pesar de que Julio Somoza menciona el hecho de que Fortunato Le Roux, ingeniero de las minas de Porcía, le había asegurado a través de una carta que en Figueras de Allande habían aparecido varias inscripciones romanas en piedra, una de las cuales se encontraba en su poder24, teniendo que identificarse posiblemente con la mencionada por Marcelino Menéndez y que correspondería a Villavaser.

2. Lo más significativo del segundo de estos testimonios epigráficos reside en el hecho de que aparece reflejada la alusión a la existencia de la civitas Paesicorum25, teniendo que situar posiblemente su emplazamiento en uno de los dos recintos castreños ubicados en las proximidades de la iglesia parroquial de Arganza (siglos XI-XII), en cuya cobertura del muro de cierre del «cabildo» se halla empotrada la inscripción26.

En cualquier caso constituye un monumento sumamente importante a la hora de concretar el área del Occidente asturiano en el que viviría la población de los pésicos.

En este sentido tal vez la documentación medieval podía constituir un elemento sumamente útil para el reconocimiento de los trazados de las vías antiguas; sin embargo, este tipo de testimonios presentan limitaciones derivadas del hecho de tener que ceñirnos exclusivamente, en el caso asturiano, a los datos aportados

22 Para más detalles remitimos a A.GARCÍA LINARES, «Una lápida a los Lares Viales en Comba (Allande)», BIDEA nº 107 (1982) 774ss.23 J.M.BLÁZQUEZ, Diccionario de las religiones prerromanas de Hispania, Madrid 1975, p.113. Sobre la presencia de dos inscripciones más dedicadas igualmente a estas divinidades en el vecino concejo de Tineo cf. J.MANZANARES, Dos aras, una inédita, a los Lares Viales en Tuña (Tineo-Asturias), Oviedo 1986.24 Gijón en la historia general de Asturias, Oviedo 1908, pp.208-209.25 La lectura de la lápida es la siguiente: TVTELAE/ C(ivitatis) P(aesicorum)/ PLACID/ VS/ PLACIDI/ VS/ EX VOTO.26 O bien el denominado Castillo de los moros, emplazado en término del pueblo de Agüera, o bien en El Rebollar (a unos 150 ms. aproximadamente de dicha iglesia en dirección Este). Tal vez forzando un poco las cosas sea posible pensar en que la «capital» de esta comunidad del Occidente asturiano antiguo sería el castro de San Chuis.

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por la diplomática medieval proveniente de los monasterios de Corias, Belmonte (Miranda), Cornellana, Oviedo y Santa María de Villanueva de Oscos27.

Ya en época moderna sobresalen las referencias de los Diarios de Jovellanos28, quien nos detalla, a través de la descripción de sus viajes, los lugares por los que va atravesando, lo que nos permite entrever una idea aproximada de las comunicaciones existentes en Asturias a finales del siglo XVIII, al tiempo que se pueden vislumbrar sus conexiones con los trazados viarios anteriores.

IV

Por otro lado la arqueología referente a las vías romanas de la Asturias antigua presenta una problemática muy variada, a causa precisamente de la escasez de restos; esta deficiencia tal vez obedezca al hecho de que tales rutas no dispondrían de las características más significativas con que contaban otras regiones hispanas y del Imperio, sino que se identifican con caminos terreros29.

Además, a través de la fotografía aérea no se logran siempre las ventajas con las que se trabaja en otras regiones peninsulares, siendo adecuadas en relación con los pasos de montaña pero muy difíciles de interpretar con respecto a las zonas prelitorales y boscosas30.

En cualquier caso el estudio de las vías romanas en el territorio asturiano plantea una problemática amplia, derivada no solo de la escasez de documentos antiguos sino también del riesgo implícito en la utilización de las fuentes diplomáticas medievales, o, en otros casos, de la imposibilidad de un adecuado reconocimiento topográfico del terreno, al no disponer de restos evidentes en relación con los trazados concretos de dichos caminos31.

Con respecto al recorrido propio de las vías romanas del N.O. de la Península Ibérica hemos de partir del hecho de que con anterioridad a la presencia romana existiría ya todo un entramado de caminos32.

27 Dichas referencias se hacen mucho más aprovechables en el caso de las regiones occidental y central de Asturias que en el de la zona oriental.28 Diarios, 3 vols., edición preparada por J.SOMOZA, estudio preliminar de A.DEL RÍO, Oviedo 1953-1956.29 Unas veces ofrecen, al menos en alguna parte de su trazado, empedrado de guijarro, pero en ocasiones mucho más numerosas se identifican simplemente con veredas de tierra apisonada.30 Ver, por ejemplo, como contexto general, M.GUY, «Méthodes de datation relative des voies de communi-cation par télédetection», Les routes du Sud de la France, París 1985, pp.9ss., referidas tanto a las imágenes aéreas como a las procedentes vía satélite.31 J.M.CAAMAÑO, «Alteraciones en las vías romanas y su difícil distinción con los caminos posteriores», Bracara Augusta nºs 75-76 (1979) 358ss.32 J.M.ABASCAL, Vías de comunicación romana en la provincia de Guadalajara, Guadalaja 1982, p.110.

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Esta afirmación nos viene corroborada plenamente por los resultados de las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en los recintos castreños de Cameixa, Borneiro, Briteiros y otros muchos del cuadrante nordoccidental hispano (como el camino de acceso al recinto de Viladonga en Lugo por ejemplo), en los que se nos muestran vestigios de sendas o veredas que serían utilizados también para carros y carretas33.

A este respecto no debemos olvidar que, en conexión con la penetración de elementos indoeuropeos en territorio ibérico, tendría lugar igualmente la intro-ducción del carro y del caballo, extremos ambos que aparecen documentados, por ejemplo, con la presencia de una llanta de rueda en el recinto fortificado de San Millán34.

Este transporte a base de carretas requeriría la existencia de una red viaria, aunque reuniese unos elementos mínimos; dicha infraestructura de comunicaciones estaría integrada por caminos y, ocasionalmente, por puentes, destinados a salvar los cauces fluviales y los accidentes geográficos más acusados de su recorrido35.

En este sentido es posible pensar que dichas construcciones destinadas a vadear las corrientes de agua contarían como material principal para su elaboración con la madera, al menos por lo que concierne al área astur, incluso en los momentos de presencia romana más intensa en la región.

Dicha infraestructura viaria solamente se desarrollaría en aquellas zonas en las que una demografía abundante hacía posible la existencia de un número más o menos elevado de recintos de poblamiento fortificados, y su finalidad consistiría en ponerlos en conexión entre sí (en época romana sin duda los centros de aprovechamiento aurífero potenciarían un desarrollo mayor de esta red de comunicaciones).

Este hecho traería consigo, además, la existencia de relaciones comerciales más o menos intensas entre los diferentes núcleos de población, así como de éstos con los enclaves en que se aprovecharían los recursos económicos, básicamente mineros, de la región36.

Como consecuencia de ello algunas áreas geográficas nos ofrecen un notable retraso con respecto a la presencia de una consistente red de comunicaciones, lo

33 C.TORRES, La Galicia romana, La Coruña 1982, p.229. En este sentido el acceso al recinto fortificado de Coaña documenta la existencia de un camino carretero, en el que las ruedas han dejado sus señales: cf. N.SANTOS, La romanización de Asturias, p.60.34 F.LÓPEZ CUEVILLAS y J.TABOADA, «Nuevas excavaciones en la cidà do castro de san Millán», CEG 13 (1958) 309. Cf. J.MALUQUER, «El poblamiento prerromano en la Meseta del Duero», Segovia y la arqueología romana, Barcelona 1978, p.24.35 C.TORRES, La Galicia romana, p.231.36 Más detalles en J.L.MAYA, «La cultura castreña asturiana: su etapa romano-provincial», Lancia 1 (1983) mapas de las pp.228 y 230.

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Jornadas sobre Castro Ventosa 92

que incidiría igualmente sobre un desarrollo menor en los restantes aspectos de su organización.

Así, por ejemplo, los recintos castreños de época prerromana correspondientes a la región de El Caurel parecen haber estado comunicados entre sí únicamente a través de veredas y caminos de escasa entidad37, experimentando un avance extraordinario a partir de las primeras décadas del Alto Imperio como consecuencia de la puesta en explotación de los recursos mineros de la región por parte del Estado romano (posiblemente en la región del Bierzo sucedería algo similar).

V

Este conjunto de senderos serían en su mayor parte terreros y se configurarían como resultado del paso, más o menos continuado, de animales y personas por un mismo lugar más que como efecto del trabajo de explanación del suelo.

Es posible, sin embargo, que en alguna parte de su recorrido fuese necesario recurrir a la acción humana para lograr un trazado adecuado, aunque, como norma general, se puede asegurar que se produciría una adaptación completa a la topografía, buscando en todos los casos el paso que presentase relieves menos accidentados38.

Así pues, por lo que respecta a la época prerromana hemos de pensar en una primera fase en la que las vías de comunicación se corresponderían con simples sendas, configuradas como consecuencia del paso continuado de hombres y animales.

Esta etapa vendría seguida de un período histórico que contaría con la presencia de caminos terreros, para finalizar, tal vez en los momentos inmediatos a la llegada de los romanos, con la existencia ya de caminos carreteros39.

No obstante, en el caso de las áreas montañosas, como en el concejo de Allande por ejemplo, éstas se identifican en tiempos prerromanos con las zonas más deprimidas de la cultura castreña, lo que implicaría un menor grado de desarrollo.

37 Sobre estos aspectos remitimos a J.M.LUZÓN, «Algunos aspectos de la minería antigua en Galicia», Es-tudos de cultura castrexa e de historia antiga de Galicia, G.PEREIRA (ed.), Santiago de Compostela 1983, p.219.38 T.MAÑANES, El Bierzo prerromano y romano, León 1981, p.256.39 En el marco de la cultura castreña prerromana las regiones montañosas no contarían con una red de caminos tan amplia ni de calidad comparable a la de las zonas llanas y próximas a la costa, lo que resulta comprensible si tenemos en cuenta que la importancia y significado de las vías de comunicación dependían en cada caso del nivel de vida alcanzado por sus usuarios.

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Junto a ello no resulta difícil pensar que serían igualmente las menos pobladas, por lo que la franja litoral, más llana, tendría sobre ellas la ventaja de entablar directamente toda una serie de contactos de tipo comercial40.

Ciñéndonos a la etapa de presencia romana en territorio peninsular ibérico, hemos de partir del hecho de que la administración romana se serviría en todos los casos, y de la misma manera con respecto a las regiones septentrionales hispanas, de los trazados viarios existentes con anterioridad, aunque buscando sus propios objetivos41.

En otras áreas geográficas de la Península se ha llegado a afirmar que los romanos apenas llevarían a cabo la creación y configuración de nuevas vías de comunicación, sino que su labor se reduciría exclusivamente a adaptar las ya existentes en tiempos prerromanos42.

En lo que respecta a las regiones nordoccidentales de Hispania el hecho no se nos manifiesta tan evidente: en cuanto a la zona meseteña de la actual provincia leonesa, por ejemplo, resulta lógico suponer la existencia de vías de comunicación de cierta entidad, debido al hecho de que las condiciones topográficas lo hacían posible43, de manera que la administración romana no se vería obligada a afrontar numerosos problemas en cuanto al desplazamiento de sus tropas, agilizándose de esta manera la dinámica de la conquista44.

Frente a ello las zonas montañosas ofrecían unas características muy distintas, ya que la ausencia de caminos obstaculizaba una penetración y anexión rápidas del territorio45.

Ante la presencia de tales inconvenientes los ejércitos romanos tratarían de afianzar su asentamiento definitivo en las zonas menos montañosas, de manera que, una vez que contaban con bases y retaguardia seguras, darían comienzo a la penetración en las regiones emplazadas más al Norte, cuya mayor dificultad de conquista no estribaría posiblemente en la resistencia opuesta por las poblaciones respectivas sino en el traslado de las tropas de una parte a otra46.

40 Strab. 3.3.8. Las propias características del suelo de las zonas más llanas conllevaría el hecho de que las comunidades que lo habitaban contasen con recursos económicos más abundantes que las que poblaban el interior de la región asturiana.41 Más detalles en J.M.CAAMAÑO, «Posible reutilización de caminos prerromanos en época romana», Gallaecia nºs 3-4 (1979) 281ss.42 J.M.ABASCAL, Vías de comunicación romana en la provincia de Guadalajara, pp.110-112.43 M.A.RABANAL, Vías romanas de la provincia de León, pp.26ss.44 J.M.ROLDÁN, «La etapa postnumantina», Historia de Hispania antigua. II: Hispania romana, Madrid 1978, pp.99ss.45 N.SANTOS, «La conquista romana del N.O. de la Península Ibérica», pp.16ss.46 F.J.LOMAS, Asturia prerromana y altoimperial, Sevilla 1975, p.99.

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Mapa 2. Asentamientos castreños, explotaciones auríferas y vías romanas en la cuenca del río Narcea (Concejo de Cangas del Narcea.

Mapa 3. Hábitat castreño, minería aurífera y vías romanas en el valle del río Arganza. (Concejo de Cangas del Narcea.

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VI

Como consecuencia de todo ello el avance romano hacia la región de Asturias se llevaría a efecto ya en tiempos de Augusto, incidiendo directamente sobre la zona central de la misma, para lo que contamos como indicador más fehaciente que corrobora este hecho con la inscripción descubierta en la Campa Torres, que se fecha en los años 9-10 d.n.e.47.

Dicho documento nos testimonia la llegada de destacamentos militares romanos al litoral gijonés, confirmando así un hecho que no aparece reseñado en las fuentes literarias, cuyas indicaciones parecen ceñirse exclusivamente a los enfrentamientos bélico- militares que tendrían como marco el territorio de la Asturia augustana48.

Por otro lado no debemos olvidar el carácter eminentemente militar de las primeras edificaciones en el centro de nuestra región, tal vez como derivación directa de la inestabilidad existente en dicho territorio como consecuencia de las sublevaciones de los astures49.

Teniendo como marco esta inestabilidad los emperadores Flavios llevarían a cabo un proceso de robustecimiento y potenciación de sus bases militares en el cuadrante nordoccidental de la Península, surgiendo entonces el campamento de la legión VII Gemina en un enclave idóneo para poder alcanzar, en un breve espacio de tiempo, el territorio propio de la Asturias antigua50.

Apoyándose, por consiguiente, en un triángulo de carácter defensivo-ofensi-vo y con base en la costa, que comprendería a grandes rasgos el territorio que se extiende entre Flavionavia (en la zona de Santianes de Pravia)51, el cabo Torres y Lucus Asturum, y cuyos objetivos estarían dirigidos prioritariamente hacia la región montañosa del interior, la administración romana trataría de ampliar lo más posible

47 F.DIEGO SANTOS, «Salutación Imperator XX de Augusto según la inscripción del cabo Torres (CIL II,2703)», BIDEA nº 12 (1958) 234ss. Este monumento no tiene nada que ver con las famosas Aras Sestianas, cuyo emplazamiento se correspondería igualmente con dicho territorio.48 N.SANTOS, El ejército romano y la romanización de los astures, Oviedo 1981, pp.18-29 y 59-63. Este monumento epigráfico marcaría el final de una vía de penetración por la que los ejércitos romanos alcanzarían la franja costera asturiana.49 Ver como indicativo CIL IX,395 = ILS 2648. Cf. A.SCHULTEN, Los cántabros y astures y su guerra con Roma, Madrid 1962 (2ª edic.), p.190. En este sentido algunos topónimos de la región central de Asturias (Priorio, Tutela...) marcan la presencia clara de ciertos destacamentos militares romanos (vexillationes) en dicha región.50 N.SANTOS, «El historiador Floro y la romanización de Asturias», BIDEA nº 122 (1987) 538.51 Más detalles en N.SANTOS, «Flavionavia, una civitas romana en territorio de los astures transmontanos», Espacio, tiempo y forma 10 (1997) 415ss.

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52 J.M.BLÁZQUEZ, «Introducción», Historia de Asturias Ayalga 3: Romanización y época visigoda, Salinas 1977, pp.XVIII-XIX.53 B.TARACENA, «Las vías romanas en España», III Congreso Arqueológico del Sudeste español, Murcia 1947, p.252. La configuración de este tipo de caminos se llevaría a cabo mediante la unión de varias capas de piedra y arena, para acabar con un enlosado en su parte superior.54 F.WATTENBERG, La región vaccea. Celtiberismo y romanización en la cuenca media del Duero, Madrid 1959, p.137.55 T.MAÑANES, El Bierzo prerromano y romano, p.256. Cf. igualmente al respecto E.LOEWINSOHN, «Una calzada y dos campamentos romanos del conventus Asturum», AEA 28 (1965) 27.56 C.DAREMBERG-SAGLIO, Dictionnaire des antiquités grecques et romaines, París 1877, p.785.57 V.W.HAGEN, Les voies romaines, París 1967, p.236. Cf. igualmente para el territorio de los astures J.RODRIGUEZ, «Las vías militares romanas en la actual provincia de León», pp.400ss.

su área de influencia, asegurando en todo momento la vía de comunicación que ponía en contacto Asturias con la Meseta a través del Pajares52.

Esta penetración de tipo militar daría origen a las primeras vías romanas en nuestro territorio, a pesar de que resulte difícil identificarlas con las denominadas viae silices, cuya construcción tampoco llegaría a ser demasiado frecuente en el ámbito de la Península Ibérica durante la Antigüedad53.

VII

Más fácil resulta pensar en la existencia de ciertos ejemplares de las llamadas viae glareae stratae, cuya fabricación resultaba mucho más sencilla54: tales caminos, por norma general de menor anchura que los anteriores, estaban conformados por dos capas de piedras, siendo las de la parte superior de tamaño más reducido.

Contamos con varios ejemplos de las mismas en la provincia de León, en especial en la región del Bierzo55, así como en el resto del territorio hispano, puesto que se identifica con la calzada militar típica de las provincias del Imperio frente a las anteriormente descritas, que serían las propias de la Península Itálica.

Así pues, el tipo de vías de comunicación más extendido por la Asturias romana se correspondería con los caminos terreros, no sólo en lo que concierne a las vías militares, sino también como algo generalizado a todo el ámbito cultural del Norte peninsular56.

Por consiguiente, resulta lógico suponer que los caminos romanos de tipo militar serían los primeros en configurarse, buscando como objetivo tanto favorecer los aspectos bélicos como asegurar un dominio más o menos completo del territorio, así como, ya en una fase posterior, la explotación de los indígenas y el aprovechamiento de sus recursos económicos, en nuestro caso básicamente los mineros57.

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Con el paso de los años esta clase de vías perdería su funcionalidad origi-nal, transformándose en enlaces de comunicación eminentemente económicos y conectándose de manera especial con los tajos y cortas correspondientes a las explotaciones de oro.

En este contexto adquiriría un valor excepcional la vía que, desde Asturi-ca Augusta, se desplazaba hasta Caesaraugusta y Tarraco, para desembocar finalmente en la capital del Imperio, de manera que el centro administrativo del conventus Asturum se convertiría en el núcleo de absorción de gran parte de los productos auríferos extraídos de los enclaves mineros correspondientes a dicho territorio58, y desde donde precisamente serían evacuados en dirección a Roma.

Del recorrido de estos caminos de carácter económico-militar se desgajaba un conjunto de ramales, que configuraban la red viaria de tipo secundario, elaborada igualmente a base de tierra apisonada59.

En cualquier caso esta forma de construcción de caminos en tiempos romanos respondería a un principio de economía simple, buscando el mínimo coste en su ela-boración y mantenimiento60.

De esta manera podemos asegurar que los caminos correspondientes a la As-turia transmontana serían en su mayor parte terreros, apareciendo el empedrado o enlosado únicamente en tramos o puntos muy concretos, coincidiendo con zonas en las que la erosión era especialmente significativa61.

Se trataría, como en el caso de un gran número de los pertenecientes a la región galaica, de vías de carácter secundario62, por lo que en modo alguno puede resultarnos extraña la no presencia de miliarios, dado que éstos solamente eran utilizados en las vías de primer orden63.

Esta ausencia de miliarios y caminos empedrados en el territorio asturiano antiguo (si hacemos excepción de algunos tramos de la vía de La Mesa y similares) conlleva el hecho de que en nuestros días resulte enormemente difícil poder seguir el trazado de dichas vías.

A este respecto prácticamente hasta finales del siglo XVIII la red de comunicaciones correspondiente al Principado de Asturias continuaría

58 M.A.RABANAL, Vías romanas en la provincia de León, pp.30-31.59 C.TORRES, La Galicia romana, pp.229-230.60 J.R.MÉLIDA, «El arte en España durante la época romana», Historia de España dirigida por R.MENÉNDEZ PIDAL, Madrid 1925, vol.II, p.571.61 Fuera de estos trazados mínimos el resto de su recorrido estaría constituido simplemente por la tierra pisada por hombres y animales.62 S.MADRAZO, «Las transformaciones en la red viaria asturiana, 1750-1868», BIDEA nºs 90-91 (1977) 63.63 M.RODRIGUEZ DÍEZ, Historia de la ciudad de Astorga, Astorga 1909, p.38. Cf. igualmente C.TORRES, La Galicia romana, pp.229-230.

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64 S.MADRAZO, «Las transformaciones de la red viaria asturiana», p.61.65 C.SÁNCHEZ ALBORNOZ, «Itinerario de la conquista de España por los musulmanes», Los orígenes del reino de Asturias, Oviedo 1972, pp.433ss. Ver igualmente M.D.N.ESTEFANÍA ÁLVAREZ, «Vías romanas de Galicia», Zephyrus 11 (1960) 5.66 3.1.2 y 3.3.8.67 T.MAÑANES, El Bierzo prerromano y romano, p.266.68 E.MENÉNDEZ PIDAL, Los caminos en la historia de España, Madrid 1951, p.23.

siendo la misma que la trazada por los romanos, con cambios apenas perceptibles64.

Debido a ello las rutas utilizadas en época visigoda, y posteriormente en tiem-pos medievales y modernos, tendrían el mismo recorrido e idéntica configuración que las delineadas por Roma65: en este sentido el Camino de Santiago (con todas sus variantes) cuenta como base con esta infraestructura romana.

VIII

Ahora bien, del mismo modo que sucedería en el caso de los asentamientos castreños (en cuya estructuración de su territorio hallamos una cierta jerarquización, vinculada sin duda a las civitates astur-romanas), parece haberse llevado a cabo una planificación, más o menos completa, de la red viaria existente en el marco de la región asturiana.

Si tenemos en cuenta las afirmaciones de Estrabón en el sentido de que el carácter accidentado del N.O. peninsular y sus rigores climáticos incidiría sobre la escasez de vías de comunicación terrestre66, por lo que un reducido número de sendas y veredas comunicaría Asturias y León en época prerromana, así como los diferentes centros de hábitat entre sí, podemos pensar que con la llegada de los romanos se llevaría a efecto no sólo una remodelación sino también una reestructuración casi completa de las comunicaciones.

En cualquier caso, a partir del momento de la presencia de los romanos (y contando con unos objetivos económicos prioritarios, de manera especial en el caso del Occidente de Asturias) el particularismo indígena puesto de manifiesto en el trazado de los caminos que unían los distintos recintos de población entre sí daría paso necesariamente al universalismo romano67.

Así, en un período de tiempo relativamente corto, se pondrían las bases para el surgimiento de un entramado viario destinado a mantener en conexión no sólo los centros de población sino también los enclaves de aprovechamiento económico (fundamentalmente mineros)68.

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En otros términos, el trazado de la red de comunicaciones a partir de las primeras décadas de nuestra era será concebido, en el caso de la Asturia antigua, como un todo orgánico, destinado a vincular entre sí los emplazamientos de habitat y éstos con los enclaves de aprovechamiento económico (sobre todo mineros pero también agropecuarios)69.

Refiriéndonos estrictamente a la región occidental de Asturias los enlaces de comunicación se desarrollarían en gran medida en función de las explotaciones mineras de oro, cuyo número sobrepasaría con mucho las que tradicionalmente han venido siendo catalogadas y documentadas70.

Por otro lado, no olvidemos que no se trataría de grandes calzadas o vías de comunicación sino de caminos de carácter secundario, que en cualquier caso tendrían asegurada en buena medida la circulación de carros y carretas, y a través de los cuales se haría posible dar salida a los productos auríferos con vistas a su llegada a la capital del Imperio.

Ahora bien, puesto que este tipo de vías de comunicación apenas cuenta con pequeños restos o vestigios de su existencia en un momento histórico concreto, sobre todo si tenemos en cuenta que serían reutilizadas a lo largo de las etapas históricas posteriores, solamente podremos establecer su trazado, en algunos casos hipotético o aproximado, tomando como puntos de referencia los elementos característicos de la época (siglos I y II d.n.e.) que permitan un acercamiento a nuestros objetivos.

Se comprende de este modo que la fijación concreta de los distintos emplazamientos de habitat, así como de los centros de aprovechamiento económico (mineros en su mayor parte), hará posible un trazado más o menos concreto de las vías que conectarían ambos tipos de enclave71.

En este marco se contextualiza la explicación de los 3 mapas que adjuntamos, en los que los recintos castreños principales parecen equipararse a nudos de enlace de la red viaria, al tiempo que la toponimia de la región (minera y no minera) pone al descubierto los tajos o cortas mineras que se interconexionaban.

69 De esta manera se comprende mejor el proceso de asimilación por parte de los indígenas de las formas de vida romana.70 En este sentido, como veremos después, la conexión se llevaría a cabo fundamentalmente con los princi-pales centros de habitat de la región, que a un mismo tiempo aportarían una gran parte de la mano de obra necesaria para llevar a cabo dichas actividades laborales. Para más detalles cf. N.SANTOS y E.CARTES, «Vías de comunicación y romanización del Occidente de Asturias», II Congreso Peninsular de Historia Antigua, Coimbra 1994, pp.423ss.71 Las huellas y vestigios de algunos puentes (como el de Lomes, por ejemplo), cuyas bases parecen remontar a tiempos muy antiguos, constituyen también indicios importantes acerca de estos caminos o enlaces de época romana, a pesar de que igualmente en estos casos serían rehechos en épocas posteriores, y hasta nuestros días, para poder seguir transitando por ellos y atravesar las corrientes fluviales correspondientes.

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72 Para este mismo valle en el concejo de Allande remitimos a N.SANTOS y A.GARCÍA LINARES; «Los caminos romanos del valle del Arganza en el concejo de Allande (Asturias)», pp.371ss., especialmente el mapa de la p.393.73 El recorrido de algunas carreteras (o caminos) actuales se identifica casi totalmente con el trazado corres-pondiente a antiguos caminos romanos, lo que nos esta informando acerca del nivel técnico y de ingeniería viaria alcanzado por los romanos, que en todos los casos trataría de recurrir a los lugares de topografía más suave.De esta manera sabemos que en el surgimiento de las polas asturianas tendrían mucho que ver las villas astur-romanas de tiempos bajoimperiales y visigodos: ver, como ejemplo, N.SANTOS y A.GARCÍA LINARES, « Las villas romanas en torno a Pola de Allande (Asturias)», Homenaje a F.Presedo, Sevilla 1994, pp.711ss.74 M.GUY, «Les termes via et strata dans les actes notariés médiévaux», Les routes du Sud de la France, París 1985, pp.53ss.

En el mapa 1 se ofrece una visión de conjunto acerca de las vías de comunicación en tiempos romanos en el concejo de Allande: elementos relacionados con la explotación minera y recintos de población marcan el trazado de una red viaria, de carácter básicamente económico, que los romanos pondrían en auge en relación con dichos objetivos durante el Alto Imperio.

Por su parte el mapa 2 recoge la interconexión existente entre explotaciones auríferas, asentamientos castreños y vías de comunicación de tiempos romanos en la cuenca del Narcea en su recorrido por el concejo de Cangas del Narcea.

Finalmente el mapa 3 explica, en un territorio más reducido (la cuenca del Arganza, afluente del Narcea), esa simbiosis que se opera entre el habitat castreño y la minería aurífera romana en torno a las vías de comunicación72.

IX

Con estos parámetros antiguos no creemos que se halle muy alejado de la realidad el hecho de que los centros habitados de tiempos medievales y modernos surjan como consecuencia de su conexión directa con la antigua red viaria romana, en especial si consideramos el territorio correspondiente a las regiones montañosas, de manera que tales núcleos de población surgirían al amparo de dichos caminos (o en la confluencia de algunos de ellos)73.

En este sentido las fuentes de información correspondientes a época medieval, y en especial los cartularios, ofrecen una documentación bastante fidedigna: vocablos como via y strata constituyen indicadores evidentes de presencia de caminos de comunicación correspondientes a tiempos antiguos74.

Por otro lado hemos de recurrir igualmente a ciertos elementos derivados de la toponimia, en especial a términos como «camino francés» (identificado con

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Jornadas sobre Castro Ventosa 101

camino de peregrinación -vía romana y/o camino empedrado-), «camino real», que, a pesar de haber tenido su origen en tiempos de Carlos III75, en la mayor parte de las ocasiones serían configurados tomando como infraestructura básica los caminos romanos antiguos.

Por último, en lo que respecta a los puentes que servirían para atravesar las diferentes corrientes de agua que se interponían en el trayecto de dichas vías hemos de partir del hecho de que, en un principio, serían construidos de madera, por lo que difícilmente pueden conservarse vestigios de los mismos.

Sin embargo, en el momento en que se produce la petrificación de dichas construcciones, ya en tiempos romanos, adquirirían una gran consistencia, que únicamente iba a ser alterada por la reutilización de sus elementos pétreos para otros menesteres o bien para la construcción de otros nuevos en tiempos medie-vales y/o modernos.

De esta manera los calificados en nuestros días como «puentes romanos» responden en sus bases a este tipo más antiguo de construcción, aun cuando con el paso de los años hayan experimentado toda una serie de alteraciones, reparaciones y transformaciones en sus estructuras76.

En este contexto parece haber constituido una norma general el hecho de recurrir al ejército como mano de obra para la realización de este tipo de construcciones (labor civil), lo que se nos atestigua claramente en el caso de las vías transalpinas: así Estrabón nos describe la hostilidad puesta de manifiesto por las poblaciones alpinas frente a la construcción de caminos y puentes, aspecto en el que el elemento militar desempeñaría un papel fundamental en dicha región77.

Pero es que tampoco en tiempos romanos estas construcciones destinadas a vadear los ríos serían en su totalidad de piedra, ya que las menos utilizadas y las que co-rresponderían a caminos de segundo orden estarían fabricadas a base de madera.

No obstante, es posible que un número amplio de las mismas se hubiesen conformado con piedras para poder soportar de esa manera el tráfico rodado que transitaría por las mismas.

En síntesis, pues, por lo que concierne a la tipología de las vías romanas de Asturias, existirían tres clases de rutas de comunicación, contando con una diacronía evidente:

75 J.M. ABASCAL, Vías de comunicación romana en la provincia de Guadalajara, p.112.76 M.VALDÉS GUTIÉRREZ, «Asturias histórica: Vías romanas», Covadonga 1 (1922) y 2 (1923).77 Strab. 4.6.7. Cf. F.LAGRANGE, «Les ponts romains. Diffusion des techniques et politique routière», Les routes du Sud de la France, p.129.

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78 Una descripción detallada de estas cuestiones y su aplicación se encontrará en N.SANTOS, «La vía de Pola de Allande a Grandas de Salime (vía romana del Puerto del Palo)», Espacio, tiempo y forma 13 (2000) [2001] 425 ss.; «La vía romana de Berducedo a Bustantigo en el concejo de Allande (Asturias)», Gerión 20,1 (2002) 359ss.; y «La vía romana del río del Oro y del Valledor en el concejo de Allande (Asturias)», HAnt 26 (2002) (en prensa).

- en primer lugar las de carácter militar,- y a continuación las conectadas con los centros de aprovechamiento

minero, - así como las destinadas a los intercambios comerciales, cuyas funciones se

llevarían a cabo de manera simultánea.Para el caso concreto de algún concejo del Suroccidenmte de Asturias, como el

de Allande, Cangas y/o Tineo por ejemplo, podemos adelantar ya que tales caminos se revitalizarían precisamente como consecuencia de la puesta en explotación de los recursos mineros de oro78.

Por otro lado, muchas de tales vías secundarias, tal vez utilizadas por los cuerpos de ejército romanos en una primera fase, se convertirían inmediatamente en caminos de intercambio en las décadas siguientes, sirviendo igualmente a la administración romana para el cobro de los impuestos y otros menesteres.

X

No debemos olvidar a este respecto las vías de penetración que pondrían en comunicación el territorio de los astures entre uno y otro lado de la cordillera cantábrica: de oriente a occidente se hallaban las de Riaño, Vegarada, Ventana, La Carisa, La Mesa, Trayecto y Leitariegos.

Este hecho parece demostrar que entre ambas vertientes de la cordillera existiría una comunicación fluida, por lo que en este caso (y en otros muchos) la montaña no separa sino que une (el territorio de los astures augustanos o cismontanos con el propio de los astures transmontanos, lo que facilitaría unas relaciones étnicas, comerciales y culturales, que se mantuvieron durante muchos siglos, prácticamente hasta nuestros días).

Además, es posible referirse a una serie de etapas clave en la configuración y desarrollo de las vías romanas del territorio ocupado por los astures:

1. la primera fase coincide con Augusto y la anexión del suelo de las comuni-dades indígenas correspondientes (guerras astur- cántabras): es entonces cuando se ponen las bases para el aprovechamiento de la infraestructura viaria prerromana y se asigna un sentido militar a dicho trazado (abarca aproximadamente medio siglo, hasta los años 40-50 d.n.e.);

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2. por su parte los comedios del siglo I d.n.e., y especialmente el último tercio del mismo (dinastía de los Flavios) coincide con una época de intensa actividad económica. Junto a ello la concesión del ius Latii como derecho único en todo el Imperio, abrirá un proceso de romanización, en el que sobresalen, además de la presencia del estatuto privilegiado, la implantación de un sistema impositivo-fiscal único y la consolidación de la propiedad privada.

Se va a producir entonces un contraste con respecto a la meseta norte, donde serían los julio-claudios y no los flavios quienes encauzarían dicho proceso por encontrarse anexionado dicho territorio desde mucho tiempo antes.

3. El tercer momento lo configura la etapa de los Antoninos, donde vamos a encontrar entre los astures augustanos una proliferación de miliarios (no así en Asturias debido a tratarse de caminos secundarios).

Esta potenciación del entramado de comunicaciones se relaciona sin duda con la importancia creciente de la legión VII Gemina, cuyas vexillationes (destacamentos) contribuirían en buena medida a la explotación de los recursos mineros, siendo algunos de sus miembros utilizados como ingenieros técnicos en el marco de las explotaciones auríferas.

4. Por último el período de los Severos se va a caracterizar por una recesión económica, que a su vez influiría sobre el trazado y mantenimiento de las vías de comunicación romana.

En este sentido, y a pesar de los intentos de Caracalla por frenar el proceso mediante la creación de la Provincia Hispania Nova Citerior Antoniniana en el año 214 (que abarcaba todo el N.O. peninsular, es decir el suelo correspondiente a los 3 conventus jurídicos de los astures, galaicos lucenses y galaicos bracarenses), la etapa de la anarquía militar acentuaría todavía más dicha situación negativa.

Ni que decir tiene que la pérdida de interés económico (al no ser posible la puesta en valor nuevamente de los recursos de oro de la región) acarrearía, a partir del año 235 sobre todo, un cierto abandono de las vías, debido al no mantenimiento al día de dichos trazados.

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LA VÍA NOVA ROMANA, UN GRAN ITINERARIO CULTURAL A TRAVÉS DE LA ANTIGUA GALLAECIA-ASTURIA

ANTONIO RODRÍGUEZ COLMENERO

Defición e importancia del objeto.

La via nova romana, construida por los emperadores Flavios como enlace directo entre Bracara y Asturica e inaugurada en el año 79 de la era por el gobernador de la provincia tarraconense, Cayo Calpetano Rantio Quirinal Valerio Festo, discurría transversalmente, desde Braga, por la actual provincia de Ourense, entre la Portela d´Home y los pasos de la Serra de Encina da Lastra, en la comarca valdeorresa, para después transitar, Bierzo arriba, hasta llegar a Astorga. El calificativo de nova proviene de su datación más reciente, casi un siglo de diferencia con respecto a las calzadas nº s XVII y XIX del Itinerario de Antonino, mandadas construir ya por Augusto para enlazar entre sí las dos ciudades conventuales mencionadas.

Puede afirmarse que la singularidad de esta ruta viene marcada por tres hechos relevantes: la envergadura de su trazado, con un auténtico derroche de técnica constructiva a través de una orografía imposible, en la que, sin embargo, se ve configurada una gran obra humana sobre uno de los paisajes de montaña más espectaculares de la península, en el que abundan bellas e inaccesibles crestas graníticas (Serra de Santa Eufemia o Picos de Oulego), simas de vértigo, como el cañón del Sil, surgencia termales famosas (Riocaldo, Baños de Bande, Baños de Molgas) y, ya en la actualidad, embalses de cierta envergadura (Lindoso, Vilarinho das Furnas, As Conchas, Vilariño Frío y A Rúa); el número de sus miliarios, más de 280, entre epigrafiados y anepígrafes (pintados en su día), que la convierten, con gran diferencia, en la ruta más ricamente amojonada de todo el imperio ro-mano; y la importancia, tanto de sus viaductos, conservados total o parcialmente (Puentes de San Miguel y Alberguería, en el Gerez, Ponte Pedriña, Ponte Bibei, Ponte da Cigarrosa y Ponte Navea), como de los monumentos que a su vera fueron levantándose a lo largo de etapas históricas más recientes (Santa María de Entrimo, Santa Comba de Bande, complejo monasterial de Celanova, iglesia manuelina de Sandiás, convento de Trandeiras, Os Milagros, torres defensivas y castillos de A Limia, Maceda, Trives, Bembibre, etc.).

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Pero, si importante es el tramo ourensano de la via nova, que viene a constituir su sector central, no lo son menos los de enlace con Braga y Astorga, por lo que toda actuación que se lleve a término en su ámbito ha de ser coordinada, en lo que respecta a decisiones de ámbito general y si se quiere obtener un producto de calidad, entre las administraciones respectivas deGalicia, Portugal y Castilla-León.

Propuestas de actuación a medio y largo plazo.

1. Estudio y determinación, tanto del trazado como de los vestigios monu-mentales.

Se está realizando en la actualidad, dentro del proceso ya muy avanzado del estudio global de las vías del Noroeste. La investigación se ha llevado a término bajo la dirección del que suscribe, con cargo a diversos proyectos de la Xunta de Galicia, en lo que dice relación a la temática de conjunto, y del Consello da Cultura Galega en lo que respecta al tema concreto de los miliarios.

Podemos adelantar que el decurso del camino se halla plenamente delimitado, al igual que sus vestigios monumentales específicos debidamente catalogados e interpretados. En breve empezarán a salir publicadas las correspondientes mono-grafías.

2. Puesta en valor de los vestigios.

Por lo que respecta al sector portugués de este gran camino, no queremos enfatizar más lo que ya es de sobra conocido: que el retazo comprendido entre Amares y Portela d´Home constituye una sinfonía de grandes sectores de camino intactos, que junto con los abundantísmos miliarios que lo jalonan y el bellísimo paisaje que lo circunda llevaría muchas páginas describir.

Pero también la via nova conserva dentro de la provincia ourensana y de la región leonesa del Bierzo una serie de sectores de su trazado todavía originarios, a la par que otros plenamente reconocibles.

• Sectores originarios todavía serían el comprendido entre Portela d´Home y Riocaldo (unos cuatro kilómetos), el denominado “Camiño da Xé”, entre Xinzo da Costa y las alturas del Rodicio (cinco kilómetros más o menos), y el que se encarama por la dorsal de la Serra de Encina da Lastra, en la frontera con León (unos seis kilómetros), más otro tramo no despreciable entre Cerezal de Tremor y, más o menos, Brañuelas. Otros, más modestos, son comprobables todavía en las bajadas a Ponte Navea y Ponte Bibei, en el término de Güín (Bande) y en varios parajes de A Limia. Urge mucho la

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concienciación de los respectivos municipios cara a una labor de limpieza, seguida de la correspondiente señalización, que en todo caso ha de ser consensuada y común a todo su decurso. Hacer transitable esta ruta en todo su recorrido resulta un imperativo urgente e ineludible.

• Trazados todavía reconocibles existen entre Torno y Parada de Ventosa (Lobeira), toda la Limia (dada la abundancia de miliarios), bajada de Miamán hasta Tioira, etc.

• Tocante a los miliarios, la política que juzgamos acertada es la de ubicar dignamente los ejemplares recientemente hallados o de antiguo conocidos, pero fuera de lugar, a la vera de la ruta histórica. De esta manera darían testimonio fehaciente de su paso. En tal sentido, se están recolocando en A Limia numerosos ejemplares, que contribuyen a potenciar el interés por el conocimiento de esta ruta. Sin embargo, sería patrimonialmente más acertado recoger los originales en museos específicos, ubicados en lugares estratégicos del recorrido, y sustituirlos por la respectiva réplica, puesto que de esta manera se preservarían los epígrafes genuinos, sometidos en algunos casos a una erosión galopante.

3. Plan de señalización.

Se hace preciso un bien estudiado plan de señalización de la calzada a lo largo de todo su ámbito, para lo que sería conveniente actuar de acuerdo, como ya se ha indicado, las administraciones que poseen intereses en la misma. Se cuenta ya para ello con un expresivo logotipo, que será necesario completar con textos adecuados a cada caso, señales diversas alusivas a las diversas categorías de monumentos y, en todo caso, una amplia guía en la que se recojan las principales noticias histórico-turísticas alusivas a los parajes por los que se transita. Por ello, la calzada romana solamente vendría a ser el hilo conductor del recorrido, ya que desde su eje podrán efectuarse frecuentes desplazamientos para visitar los yacimientos, monumentos y otros lugares de interés del entorno más o menos inmediato. A tal respecto, Allariz, Celanova, Xinzo de Limia o Las Médulas no deberían estar ajenos al recorrido que se proyecta.

La mansión de “Aquis Querquennis”, como epicentro integrador del camino.

Sin querer hacer de menos a otras mansiones de la ruta, la de Aquis Querquen-nis, en Portoquintela (Bande), se impone hoy día, junto con el punto estratégico de

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Portela d´Home y las ruinas de Castro Ventosa, Bergidum (Cacabelos) sobre todas la demás, tanto por su posición nuclear con respecto al recorrido de la vía como por su importancia arqueológica y paisajística. Fijar en ella uno de los puntos de referencia monumental y pedagógico preferentes de la ruta resulta no sólo justo sino también conveniente. Ello no impide que se vayan erigiendo a lo largo de este camino centros de interpretación diversos y actuaciones parciales que contribuyan a enriquecer el conjunto. El éxito del proyecto dependerá de la calidad de las apor-taciones parciales de cada sector.

1. Actuaciones ineludibles.

Las acciones de mejora previsibles en este yacimiento podrían ajustarse, por orden de urgencia, a la siguiente gradación:

1.1. Ejecución del plan, ya elaborado, de señalización de las ruinas exca-vadas y su entorno.

1.2. Finalización del edificio destinado a Centro de Interpretación de la Vía Nova y posible museo de sitio.

1.3. Conclusión del Plan de Ordenación Urbana de la zona, en fase de elaboración por parte del Ayuntamiento de Bande.

1.4. Readaptación, para plan director de todo este gran complejo, de las bases de partida ampliamente elaboradas en su día a tal efecto y sin-tetizadas en un extenso estudio que la Consellería de Cultura tuvo a bien sufragar, lo que llevaría consigo, además, una puntual puesta al día de las propuestas que en él se hacen, así como la corrección de las deficiencias que allí pudieran advertirse. En todo caso, un plan director integral de todo el conjunto debería abarcar los siguientes apartados:

a.- Excavación y puesta en valor del yacimiento arqueológico:

• Publicación de la gran memoria de 25 años de trabajos.• Programación seriada de la exhumación de nuevos sectores, atendiendo a

su interés científico y monumental, con el establecimiento de las pertinentes áreas de reserva arqueológica.

• Consolidación, recrecimiento, monumentalización e integración en la oferta pedagógico-turística de los sectores ya excavados pero que todavía no han sido intervenidos.

b.- Conservación y ordenamiento del paisaje del entorno:

• Mirador de la gran curva abandonada en la carretera Ourense-Portugal.

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• Caminos y senderos de acceso, históricos o no.• Conservación de la masa boscosa autóctona.• Área termal.• Zonas de aparcamiento.

c.- Aproximación a los objetivos que se pretenden con el centro de interpre-tación de la via nova y establecimiento de la dinámica que debe regirlo:

• Investigación, protección, difusión y rentabilización turística de este histórico camino.

• Confección de una base de datos científicos, gráficos y fotográficos, alusivos al mismo.

• Elaboración de guiones didácticos que sirvan de soporte para la temática que quiera exponerse a los visitantes a través de audiovisuales.

• Elementos expositivos, no virtuales, para la comprensión de los contenidos culturales que en dicho centro se acuerde difundir.

• Modos de captación de visitantes y atención a los mismos.

2. Guión básico para la musealización del Centro de Interpretación de la Via Nova, en Portoquintela.

Dada la posición céntrica que esta mansión desempeña en la vía y, habida cuenta de la monumentalidad de sus ruinas, parece lógico instalar en este lugar un centro de interpretación de todo su recorrido y significado global, que no impida que cada cual pueda desarrollar en su respectiva parcela las acciones que tenga a bien llevar a cabo. En todo caso, coordinarlas entre todos los miembros del grupo resultaría lo más positivo.

En el centro de interpretación de Aquis Querquennis se pretende instalar, en la planta superior un pequeño museo de sitio, y en el hall y la inferior todo lo que se refiere a la interpretación de la via nova, utilizando para ello elementos fotográficos, infográficos, maquetísticos, etc.

Los dos ámbitos destinados a esta función, dentro del edificio recientemente construido, se concretan en el gran hall de entrada y la planta inferior del edificio principal. No se puede echar en olvido que el esquema inicial del proyecto responde a una idea previa, organizadora del espacio, sugerida en su momento por el que suscribe y tenida globalmente en cuenta en el plano arquitectónico de la construc-ción. Se trata de mostrar, en primera instancia, a los visitantes, especialmente niños y jóvenes, hasta que punto era densa la red de vías del Imperio Romano y de que manera se viajaba por ellas en aquel entonces para, a continuación, abordar hechos

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similares desarrollados en torno a la via nova.El primer aspecto pretendemos que quede expuesto dentro del gran vestíbulo

que da acceso al edificio principal, y el segundo en la planta baja de esta misma construcción.

Hall de entradaEn el gran redondel, todavía sin pavimentar, situado en el centro del suelo de

esta estancia se prevé componer, mediante técnica musivaria o similar, el gran mapa de vías de todo el Imperio Romano con sus mansiones respectivas.

Al mismo tiempo, en la cúpula insinuada de la parte central del techo que recubre dicho sector de pavimento se ha pensado pintar el viaje diario, a través del cielo azul, de Apolo (el sol) montado en cuádriga, junto con los dióscuros (a caballo o en forma de estrellas), en consonancia con ciertos relatos míticos de la Antigüedad alusivos a viajes estelares.

En una de las paredes laterales se situaría un gran panel vitrificado e ilumi-nado por su parte posterior, mostrando el mapa general de las vías de Hispania, cuya alegoría aparecería en el centro bajo la conocida representación de matrona. Podría ser interactivo.

En la pared opuesta, panel similar con la red viaria de la Gallaecia romana. Interactivo, a su vez, como el anterior.

Junto a la puerta de ingreso al gran salón del edificio principal, bustos en bul-to redondo, sobre pedestal, del emperador Tito, bajo cuyo reinado se inauguró la via nova, y Cayo Calpetano Rantio Quirinal Valerio Festo, gobernador de Hispania Citerior, que la impulsó y dirigió.

Planta baja del edificio principalDedicada exclusivamente a la interpretación de la via nova.Interpretar la via nova consiste en visualizar retrospectivamente su función como

ruta principal de largo recorrido, que ha ido forjando ,a su vera, un determinado paisaje humano generado progresivamente, desde el momento de la inauguración de aquélla, en el año 79 de la era, hasta la segunda mitad del siglo XIX. De ahí que el relato que se estructure para su comprensión ha de hacerse a lo largo de épocas históricas diversas y de contenidos que, no sólo tendrán que ver con la calzada misma y el medio físico que recorre, sino también con el conjunto de restos y monumentos

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que, a lo largo de un dilatado proceso diacrónico, la han venido jalonando, aún en el caso de que se hallen a cierta distancia de la misma.

Opinamos, por tanto, que la exposición debería abarcar cinco ámbitos, al me-nos, que podrían ordenarse correlativamente en los siguientes apartados:

• Condicionantes geográficos y etnológicos del escenario.• La vía nova de época romana.• La vía nova, ruta medieval.• La vía nova rota: época moderna.• El nuevo paisaje humano de las rutas contemporáneas que la sus-

tituyeron.

1.Condicionantes geográficos (paisaje, cartografía, etnias, trazado de la ruta).El relato escrito que se establezca se apoyará en imágenes como las siguien-

tes:• Fotografías aéreas y panorámicas, desde tierra de los paisajes más im-

presionantes que recorre la vía (Terras de Bouro, Portela d´Home, A Limia, Codos de Larouco, Serra da Encina da lastra, Las Médulas, El Bierzo, etc.) sobreponiéndoseles a cada una, si se juzgase conveniente, el trazado de la ruta romana mediante alguna treta de diseño.

• Panorámica aérea de los castros más importantes del recorrido, como es el caso de Calcedonia, Lobosandaos, Santa María de Petín, Castro Ventosa, entre otros varios.

• Armazón de plano o mapa, a color y a una escala adecuada, sobre el que se sobreimpondrá, en detalle, la vía a lo largo de todo su decurso, señalando las fronteras de los distintos pueblos prerromanos cuyo territorio cruzaba.

• Posibles representaciones cartográficas de la calzada durante las pasadas centurias.

• Columna de los pueblos del Puente de Chaves dedicada por los Quar-quernos, los Límicos, los Coelernos y los Interámicos, junto con otras seis civitates vecinas.

2. La via nova de época romana.

• Panorámicas diversas de los miliarios del recorrido (agrupaciones).• Miliarios reales tardíos. Exposición sobre podios, con calco y

lectura.

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• Puentes y viaductos de la época (Puentes de San Miguel y Alberguería, Ponte Pedriña, Ponte Bibey, Ponte Navea, Ponte da Cigarrosa y, si se quiere aportar monumentos relativamente próximos de caminos deri-vados, Ponte Freixo y Puente de Baños de Molgas).

• Fotogramas de ruínas mansionarias (Aquis Querquennis, Río Caldo, Castro Ventosa, Las Médulas, Braga, Astorga, etc.).

• Detalles del trazado y caja de la vía.• Otros vestigios romanos de la época.• Viajeros ilustres de la calzada: Lucio Didio Marino, Quinto Licinio

Vecio, Hidacio.• La baja romanidad y las primeras huellas del cristianismo: Braga

(sarcófago), Montelios (iglesia), Falperra (vestigios de basílica),Santa Comba de Bande (sarcófago, altar y relieves), estela de Alepius (Baños de Bande), oratorio de Ouvigo (Blancos), Crismones de Ponte Bibei, restos cristianos en Astorga.

3. La via nova, ruta medieval.

• Vestigios prerrománicos de Ambía.• Templos romanos y góticos del camino.• Puente románico de Porto (Amares), Ganceiros y otros.• Castillos netamente medievales.• Restos monasteriales.• Posibles cruces y cruceros• Laudas sepulcrales de Ouvigo y Vilariño.

4. La via nova rota: época moderna.

• Puente de San Miguel, destruido por los portugueses en las guerras de restauración: paradigma de la rotura de una ruta que unía dos pueblos hermanos.

• Monasterios y conventos (Trandeiras, Montederramo, Carracedo, etc.)-• Santuarios famosos: O Viso, Os Milagros, etc.• Viaductos del momento.• Pazos.• Castillos.• Pequeños monumentos rurales: hórreos, cruceros, fuentes arcadas, hornos

comunales, molinos, etc.• Barriadas típicas de casas de la época.

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5. El nuevo paisaje humano de las rutas contemporáneas que sustituyeron a la via nova.

• Hotel balneario de Río Caldo.• Balneario de Baños de Molgas.• Colegio de Os Milagros.• Una granja porcina de A Limia.• Autovía de las Rías Baixas.• Viaducto del río Tremor.

Lo expuesto no pretende ser más que una guía para empezar a trabajar en una idea y un relato coherentes, que deben generar los entendidos en el tema y plasmar los creadores y técnicos competentes en la materia.

4. Acciones conjuntas o individuales, que pueden ser ejecutadas de inmediato:

• Potenciación del complejo arqueológico de “Aquis Querquennis” y del centro de interpretación que allí se proyecta, de acuerdo con los paráme-tros expresados.

• Potenciación de Bergidum,Las Médulas (patrimonio de la humanidad), Río Caldo, A Proba, A Cigarrosa, etc.

• Confección de una guía pluridisciplinar de la “via nova”, compiladora de la época romana y de los monumentos históricos posromanos.

• Organización de eventos relacionados con la “via nova” y la caminería antigua, en general:

- Simposios científicos alternantes. - Peregrinación cultural anual y colectiva desde Braga a Astorga, siguiendo

las etapas marcadas por las antiguas mansiones. Al final de cada una de las etapas: conciertos, representaciones teatrales, proyecciones cinema-tográficas, conferencias, romerías a santuarios del camino, degustaciones gastronómicas, etc.

- Campaña de propaganda alusiva a la via nova, que habrá de acometerse a través de todos los medios posibles de difusión, una vez que se encuentre debidamente señalizada y puesta en valor esta ruta.

En fin, la reciente petición de un gran proyecto INTERREG III a las autori-

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dades comunitarias, no sólo para esta vía sino también para la XVII, coparticipado por más de una veintena de instituciones, tanto españolas como portuguesas, habrá de constituir en el futuro la ocasión esperada para echar a rodar juntos un proyecto capaz de transformar esta reliquia histórica en una realidad actual viva y vivificante en todos los aspectos.

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Nuestro objetivo en este trabajo es hacer un breve recorrido por los lugares de paso de la Vía Nova, también denominada Vía Nº XVIII del Itinerario de Antonino, entre las actuales ciudades de Braga, en territorio portugués y Astorga en la Comunidad Autónoma de Castilla y León. Nos centraremos, por lo tanto, en la descripción de los lugares de paso de esta vía de comunicación diseñada en época de los Flavios para comunicar las ciudades de Bracara Augusta con Asturica Augusta por el interior del territorio astur-galaico, denominado en el recién descubierto Bronce de Bembibre como la Provincia Transdurianae1.

La red viaria de este amplio territorio del NW peninsular se articulaba en cuatro ejes de carácter principal, tres de ellos, las vías nº 17, 19 y posiblemente la nº 20 fuesen proyectadas en época julio-claudia, mientras que una cuarta la vía nº 18 del Itinerario de Antonino o también denominada Vía Nova por sus constructores fue trazada en una época más tardía, es decir, durante el reinado de la dinastía Flavia, según quedó expresado en los miliarios más tempranos que se cono-cen a lo largo de su trazado, dedicados a los emperadores Tito y a su hermano Domiciano. Estos mojones mensu-rativos remataban con un breve pero expresivo formulario, correspondiendo el más completo de todos a un ejemplar que se conserva en el atrio de la iglesia

EL DECURSO DE LA VÍA NOVA

SANTIAGO FERRER SIERRA

Grupo Arqueológico Larouco

1 Sobre este tema se puede consultar la monografía: Luis Grau y J.L. Hoyas (edit.) El Bronce de Bem-bibre. Un edicto del emperador Augusto.Museo de León, 2001 o A. Rguez Colmenero, El más antiguo documento (año 15 a.C) hallado en el Noroeste peninsular ibérico. Cuadernos de Estudios Gallegos, T. XLVII, Fasc. 112, pp.- 9-42.

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parroquial de San Justo de Cabanillas, muy cerca de Noceda del Bierzo (León), que expresa nítidamente: Vía nova facta ab Asturica Bracar(am)2 (Se construyó la vía nova desde Astorga a Braga). El resto de los miliarios conocidos, dedicados a estes mismos emperadores, utilizan un formulario mucho más sencillo: Vía Nova facta ab Asturica3, Vía nova facta a Bracara4 o simplemente Vía nova5.

Esta nueva arteria comunicaba, por el interior de Galicia, como ya dijimos con anterioridad, las ciudades romanas de Bracara Augusta, actual Braga con Asturica Augusta, actual Astorga, efectuando un recorrido de 215 millas expresadas, claramente, en el miliario in capite viae dedicado al emperador Adriano que se conserva depositado en el museo D. Diego de Sousa en la ciudad de Braga y de 218 millas si hacemos caso a la suma de las distancias parciales intermansionarias del Itinerario de Antonino, en todo caso, alrededor de 325 Kms actuales

¿Con que objetivo se construyó esta nueva vía? Mientras que las vías augustas cumplían una misión de control estratégico del territorio recién conquistado, articulando la comunicación de los tres núcleos más importantes creados ex novo: Asturica, Bracara y Lucus Augusti que cerraban, en forma de triángulo, este amplio territorio, el nuevo eje proyectado por el interior no tenía otra finalidad más que económica en un momento en el que las explotaciones de los recursos primarios, más concretamente los del oro, se encontraban en plena fase de actividad. Como podemos observar, esta vía, establecía un vínculo de comunicación entre los distintos centros mineros por los que transcurría, así tenemos, en su decurso o en sus inmediaciones las explotaciones auríferas de Cexo y Fontechide en territorio de los Coelernos que ocupaban las tierras orensanas de Celanova, Monte Medo en el valle de Maceda, las explotaciones primarias de San Juán de Rio en tierras de Caldelas y Trives, las explotaciones de valle del río Sil y sus afluentes en las comarcas de Quiroga y Valdeorras, las explotaciones del Bierzo tanto Bajo como Alto y las explotaciones del interland de Astorga. Por lo tanto, parece evidente que fueron los intereses económicos los que prevalecieron, de una manera definitiva, para que

2 Gómez Moreno, Catálogo Monumental de la provincia deLeón, pp.- 87-88. S. Gómez Núñez, Las vías romanas entre Asturica Augusta y Bergido Flavio y la situación probable de la ciudad de Interam-nium Flavium.1931, pp.- 24-25. J. Rodríguez, Las vías militares romanas en la actual provincia de León. Legio VII Gemina, 1970, p.- 419. T. Mañanes, El Bierzo prerromano y romano, 1981, p.- 289. M.A. Rabanal Alonso, Vías romanas de la provincia de León, 1988, pp.-54—55.3 En el miliario de Ponte Bibey (Trives, Ourense) y en el de Ponte Navea (Trives, Ourense).4 En el miliario de Portela do Home. M.P. XXXIV (Portugal), en el de la M.P. XXXI (Ribeira do Pedredo, Parque Nacional Peneda-Gerez, Terras de Bouro), en el de la M.P. XIX (Lajedos, Saim, Terras de Bouro) y en el de la M.P. XIV (Bouça do Pedreiro, Sta Cruz, Terras de Bouro).5 En el miliario de la M.P. XVIII (Cha de Vilar, Chorense, Terras de Bouro).

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Roma proyectase la construcción de esta nueva vía con unos criterios constructivos basados en los más modernos avances técnicos de la época: 1. Puentes sólidos de los que se conservan muy pocos ejemplos6; tenemos que

destacar el puente sobre el río Bibey (Trives) que se mantiene prácticamente íntegro desde su construcción, el puente sobre el río Navea (Trives) que conserva los estribos de la fábrica original romana, el puente de A Cigarrota (A Rúa-Petín) sobre el río Sil, que conserva originarios los basamentos de sus pilas, el puente Pedriña (Lobeira) sobre el río Limia, actualmente sumergido bajo las aguas del pantano de las Conchas y los puentes San Miguel y Ribeira do Forno en el Parque Nacional de A Peneda-Gerez (Portugal), destruidos durante las guerras entre España y Portugal en 1642, de los que aun se pueden observar sus muros de encauzamiento y sus estribos laterales7.

2. Adaptación de su trazado a las distintas características orográficas por las que va transcurriendo, así tenemos que en la zona montañosa de Terras de Bouro la vía practica numerosos giros adaptándose, prácticamente, a la curva de nivel de los 450 mts y en la zona llana de A Limia en grandes alineaciones rectas y elevada sobre el terreno en forma ager o terraplén8.

3. Elección de un proyecto cons-tructivo basado en criterios de rasante que no superen el 6% de pendiente en los tramos más difíciles. Esto lo podemos comprobar en las distintas subidas y bajadas que tiene que practicar a lo largo de su trazado: zona de Baños de Riocaldo a Portela do Home (Lovios)9, subida desde Xinzo da Costa hasta el Rodicio, por el camino denominado de A Xé (Maceda), bajada desde Trives a ponte Bibey y continuación hasta el alto de A Hermida, por los Codos de Larouco (Trives y Larouco)10, o subida a la Sierra de la Encina de la Lastra (Rubiá).

6 Alvarado Blanco et alii.- Pontes históricas de Galicia, 1989. 7 Durán Fuentes, M.- La construcción de puentes en la antigua Gallaecia romana. Tesis doctoral inédita.8 Alvarado Blanco et alii.- La Via Nova en A Limia. Sus restos, trazado, mensuración y procedimiento constructivo. Bol. Auriense. Anexo nº 16. Ourense, 1992.9 Durán Fuentes et alii.- La Vía Nova en la Serra do Xurés-Ourense. Xunta de Galicia, 1999.10 Alvarado Blanco et alii.- La vía romana XVIII (Vía Nova). Revisión de su trazado y mensuración. II: de los Limici a los Gigurri. Bol. Auriense. Anexo 25. Ourense, 2000.

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4. La elección, en el proyecto constructivo, de pendientes máximas del 6% obligó a los romanos a practicar distintas soluciones para solventar las subidas y bajadas anteriormente expuestas, así tenemos que en el camino de A Xé se soluciona por medio de una sola alineación mientras que en la bajada desde Mendoya al puente Bibey se realiza practicando cuatro alineaciones en forma de zig-zag, obligando a sus constructores a sacrificar la distancia por las pendientes.

5. Otra de las características dignas de destacar es el elevado número de hitos miliarios que se conservan a lo largo de su trazado, con-virtiéndose en una de las vías que presenta mayor número de miliarios de todo el Impe-rio, llegándose a catalogar una cifra inestimable de doscien-tos y pico ejemplares; claro está que la mayor concentra-ción se produce en territorio del convento bracarense, reduciendo drásticamente su aparición en el convento asturicense11.

Podríamos seguir analizando muchas más características de esta vía, pero después de esta breve introducción y para no apartarse del título de este artículo continuaremos con el relatorio de su decurso, siguiendo la dirección de Braga hacia Astorga, advirtiendo desde un principio que su estado de conservación resulta muy diferente de unas zonas a otras, mostrando mayores dificultades de identificación en las doce primeras millas: Braga- Amares, y en sus cincuenta últimas: Cacabelos- Astorga; en el resto podemos plantear un recorrido bastante aproximado aunque no exento de algunas dificultades.

11 Para el estudio de los miliarios consultar: Matos Ferreira, José de.- Thesouro de Braga descuberto no Campo do Gerez. Reed. Camara Municipal de Terras de Bouro, 1994.Capela, M.- Miliarios do Conventus Bracaraugustanus em Portugal. Reed. Cámara Municipal de Terras de Bouro, 1987. Carvalho da Silva, A.- Elementos sobre a Vía Romana da Jeira. Minia, nº 5,1997, pp.- 45-157. Rguez Colmenero.- Aquae Flaviae. I. Fontes epigráficas da Gallaecia meridional interior. Chaves, 1997, pp.- 341-386. Rivas Fdez, J.C.- Addenda al catálogo y estudio de los miliarios orensanos. Bol. Auriense, IV, Ourense, 1974, pp.- 91-157. Idem.- Addenda al catálogo y estudio de los miliarios orensanos II. Los miliarios de Portela do Home y otros dos en el tramo inter-mansional Geminas-Salientibus.Bol. Auriense, V, Ourense, 1975, pp.-127-142. Durán Fuentes et alii, Op. Cit, 1999, pp.- 106-139.

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Así pues, la Vía Nova arrancaba de la ciudad de Braga cogiendo dirección norte, posiblemente por la calle y posterior camino de San Martiño que pasa por la Quinta de Dolgo con dirección a Dume, en donde se encuentran las ruinas de un antiguo monasterio medieval, y Palmeiras, no a través del puente de O Porto como así se ha venido manteniendo de forma general sino mucho más a occiden-te, cruzando el río Cavado en las cercanías de las Aceñas de Sta Marta. En el lugar no se encuentran vestigios de ningún puente pero si el topónimo significativo de la aldea que se emplaza en la margen derecha del mismo río denominada como Ponte. A partir de este lugar la vía comienza suavemente su larga ascensión a las estribaciones occidentales de la Sierra del Gerés, pasando por Paço y Barreiros. A esta altura se registra la primera noticia de la presencia de miliarios en la Quinta da Pena y Quinta de Agrolongo12, actualmente desaparecidos. Pasaría por Carra-cedo y por las cercanías de la aldea de O Pilar, en donde nos encontramos con el primer miliario conservado, sirviendo de fuste a un crucero, dedicado al empera-dor Caro. Continuaría ascendiendo por la parroquia de Caires hasta Paredes Secas pasando por el lugar de A Geira. Desde Braga hasta este lugar de Paredes Secas la Vía Nova no conserva restos de su decurso por atravesar una zona intensamen-te poblada y rica, escondiendo su derrota por las numerosas fincas de cultivo existentes. A partir de este lugar la vía se nos muestra con una claridad meridiana durante una distancia aproximada de 26 millas, es decir unos 40 km, en las que su magnifico trayecto se conserva nítido y transitable, discurriendo a media ladera y dibujando, primeramente un balcón desde el que se va contemplando el especta-cular valle del río Homen, para después penetrar en la frondosa vegetación autóc-tona del Parque Nacional de la Peneda-Geres y en el que tenemos la suerte de conservar gran número de miliarios, unas veces solos y otras agrupados durante las 26 millas consecutivas. Todo este largo trayecto es conocido con el nombre de A Geira, topónimo del que unos lo hacen derivar de la gran cantidad de giros que describe el trazado de la vía romana escribiéndolo con J y otros asociándolo a jornadas de trabajo, en este caso de caminata, y lo escriben con G. Continua, la Vía Nova, con suave ascensión por Paredes Secas, en donde se produce la reduc-ción de la milla 12 con la presencia de un miliario dedicado al emperador Maxi-mino y a su hijo Máximo, hasta la ladea de Sta Cruz pasando por las inmediaciones de Vilela donde testimoniamos la existencia de nuevos miliarios, en este caso uno de ellos dedicado a los emperadores Tito y Domiciano marcándonos la milla 13. A partir de Santa Cruz abandonamos la cuenca fluvial del río Cavado y nos intro-

12 Carvalho da Silva, A.- Art. Cit. 1997, p.-72.

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ducimos en la del río Homen, trayecto en el que la vía romana discurre de forma casi horizontal adaptándose, más o menos, a la curva de nivel de los 450 m.s.n.m. y describiendo numerosos giros imprescindibles para atravesar este agreste terri-torio. Saliendo de la aldea de Sta Cruz y a una corta distancia nos encontramos con la primera agrupación de miliarios situados en el paraje de Bouça do Pedreiro que nos indican que estamos en la milla 14. Es un conjunto formado por siete miliarios dedicados a distintos emperadores, correspondiendo el más temprano a Tito y Domiciano y el más tardío a Magnencio. La vía continua en un plano casi horizon-tal, primeramente ocupada por una pista de tierra la que abandona cerca ya del lugar de Lampaças o Bico da Geira en donde nos encontramos con más miliarios que indican la milla 15. Desde este lugar hasta la capilla de San Sebastián pasamos por el lugar de la reducción de la milla 16 donde encontramos otro cilindro esta vez dedicado al emperador Decio. Siguiendo nuestro recorrido y junto a un pequeño regato, en el paraje conocido en aquellos pagos como Ribeiro de Cabaninhas, locali-zamos la milla 17, jalonada, como no era menos de esperar, con otras tres grandes columnas en las que podemos leer, no sin dificultades, sendas dedicatorias a los emperadores Caracalla, Caro y Decio. Proseguimos describiendo grandes giros y atravesando numerosos regatos, siempre con dirección este, hasta llegar al lugar de Chá de Vilar en donde, aparece otro miliario semienterrado dedicado a los em-peradores Tito y Domiciano indicando la milla 18 desde Braga. La espléndida vista que se puede observar desde estas alturas resulta verdaderamente espectacu-lar en la que el paisaje de montaña se mezcla con el valle en cuyas laderas empina-das el hombre construyó sus aldeas rodeadas de praderías dispuestas en forma de interminables bancales en las que no faltan, parrales, olivares, limoneros y naranjos. La vía romana continua perfectamente transitable milla a milla, pasando por el paraje de Os Lajedos en donde nos volvemos a encontrar con otras dos columnas, una hincada dedicada a los emperadores Tito y Domiciano expresando claramen-te la milla 19 y otra tumbada en el suelo del emperador Caracalla. La siguiente milla la encontraremos después de recorrer aproximadamente unos 1670 mts en el lugar de A Pudriqueira, marcada por otras dos columnas, esta vez de los empe-radores Adriano y Carino. Siguiendo nuestro decurso, por este magnífico balcón, nos encontraremos, por debajo de la aldea de Travassos, con otros dos miliarios hincados al lado de la vía indicando uno de ellos la milla 21, dedicado a Heliogá-balo. Entre esta milla y la siguiente localizamos la primera mansión de la Vía Nova, Salaniana, ubicada en el paraje de Os Campos, único lugar, junto a ella, en la que se detectaron restos arqueológicos, coincidentes con lo que transcribe el Itinerario de Antonino quien la sitúa en la milla 21 desde Bracara. A poca distancia de este lugar

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se ubica la milla 22 representada por dos ejemplares que se encuentran, también hincados, posiblemente en su lugar originario. La milla 23 se encuentra en el para-je de Esporois y en la que podemos ver tres miliarios muy erosionados uno de ellos del emperador Juliano el Apóstata. Entre esta milla y la siguiente la vía romana sufrió grandes destrucciones, unas veces debidas a la construcción de la nueva carretera y otras a esconchamientos naturales de la montaña, quedando interrum-pido el continuo recorrido que veníamos efectuando. Pasando el lugar de la reduc-ción de la milla 24 representado por un miliario dedicado al emperador Maximino y a su hijo Máximo la vía vuelve a recuperar las características que veníamos des-cribiendo con anterioridad, pero esta vez por un corto espacio de terreno que llega hasta la milla 25 y que situamos en las inmediaciones de la aldea de Saa, don-de nos encontramos con otra columna dedicada a Decio que esta haciendo las funciones de fuste de un crucero colocada de forma invertida. Desde este lugar la vía se pierde totalmente al entrar en la aldea de Covide para volver a reaparecer una vez pasada dicha localidad, en el barrio de A Geirinha en donde un poco más adelan-te aparece otro miliario dedicado a Cons-tancio Cloro. La calzada romana continúa en dirección a San Joäo do Campo, pasan-do por la milla 27 testimoniada por dos columnas una dedicada a Magnencio y otra que sirve de crucero bajo un templete, esta vez dedicada al emperador Decio. A partir de este lugar la vía desaparece entre las tierras de cultivo para volver a reiniciar su derrota al introducirnos en el Parque Na-cional de A Peneda-Geres, por debajo del cruce de la carretera y la pista de tierra que comunica con la frontera española. A poca distancia de este cruce nos encontraremos con la milla 29 en el paraje de Volta do Gaviäo donde se localiza otra gran concentración de miliarios entre los que podemos destacar uno dedicado a Tito y Domiciano y otro a Maximino y Máximo. Continua la vía romana, con una suave bajada, hasta desaparecer en las aguas del embalse de Vilarinho das Furnas durante un corto trecho de camino y en el que se sitúa la

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milla 30 testimoniada por la aparición de dos nuevos miliarios uno de ellos dedi-cado a los hijos de Constantino. En este mismo paraje conocido como Bouça da Mó se exhumaron, hace algunos años, las ruinas de un pequeño edificio de planta rectangular relacionado con el paso de la vía y que sus excavadores identificaron como una mutatio13. Un poco más adelante podemos reconocer, otra vez, la derro-ta de este camino reaprovechado como pista de tierra que transcurre con dirección a la zona fronteriza bajo la espesa vegetación autóctona del Parque Nacional. Será en esta zona donde nos encontremos con la mayor concentración de miliarios de todo el decurso de la Vía Nova, así tenemos que en la milla 31, localizada en el lugar denominado como Ribeiro do Pedredo, observamos la presencia de diecisiete columnas, muchas de ellas honoríficas, dedicadas a distintos emperadores, siendo la más temprana de Tito y Domiciano (79-80 d.C.) y la más tardía que se registra en esta vía, dedicada al emperador Graciano datable entre los años 367 a 383 d.C.

Siguiendo, por esta misma pista, nos hallaremos con la milla 32 situada en un recodo del camino que se conoce como Volta do Covo y en el que podemos ver otro número considerable de miliarios, esta vez, die-ciocho. Poco más adelante la vía tiene que pasar dos pequeños cursos de agua sobre los cuales los roma-nos construyeron sendas

puentes de las que se conserva solamente una, en estado ruinoso, situada sobre el regato de Ribeira do Forno, destruida e 1642 durante las guerras hispano-portugue-sas. Continuando con nuestro recorrido, bajo el espeso bosque de robles, nos encontramos con otra gran concentración de miliarios, trece en esta ocasión, de-dicados a varios emperadores entre los que podemos destacar los de Maximino y Máximo, Decio, Tácito, Carino, etc., hincados a ambos lados de la vía. Por segun-da vez, este camino tiene que salvar un gran curso de agua, el rió Homen, y lo hacía por medio del Puente de San Miguel14 , obra destruida al mismo tiempo que la

13 Martinho Baptista et alii.- A Vía XVIII do Itinerário de Antonino na serra do Gerês-Xurés.Roteiro.I.C.N. 1995. p.-21.14 Durán Fuentes, M.- Op. Cit, 2000. pp.- 383-389.

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anterior, y de la que se conservan sus dos estribos latera-les con sus corres-pondientes muros de encauzamiento constr u idos con grandes sillares al-mohadillados dis-puestos a soga y ti-zón. La última milla en territorio portu-gués es la 34, situada junto a los puestos aduaneros en el pa-

raje de A Portela do Home, en donde se mantienen erguidos un total de ocho esplén-didas columnas.

En este paraje abandonamos, por lo tanto, el territorio portugués y nos introducimos en Galicia por la provincia de Ourense, dejando la cuenca fluvial del río Homen para introducirnos en la del río Limia. Las primeras millas en este territorio serán la 35 Lama do Picón y 36 Chan dos Pasteroques que también conservan agrupación de miliarios, esta vez, dislocados de sus lugares originarios y concentrados para crear el área recreativa del ICONA15. A partir de esta milla la aparición de miliarios va a ser mucho más esporádica, discontinua y escasa, desapareciendo en grandes trozos la derrota de la vía romana lo que no va a impedir que podamos intuir su trazado. Así nos encontraremos en la milla 39 con la segunda mansión de esta vía Aquis Originis, situada en el entorno del afloramiento de las aguas termales Baños de Riocaldo (Lovios). En el paraje de Os Covelos se realizaron varias campañas de excavaciones arqueológicas que pusieron al descubierto los restos de un gran edificio con estancias dedicadas a ámbito de cocina y un espacio termal calefactado por medio de un sistema de hipocausto16.

15 Durán Fuentes et alii.- Op. Cit. 1999, pp.- 106-139.16 Xusto Rodríguez, M.- Galicia. Romanización en el valle del río Caldo. Revista de arqueológía, 126, 1991, pp.- 22-31. Idem.- Arquitectura termal en la villa romana de Riocaldo. Revista de Arqueológía, 187, 1996, pp.- 46-55. Idem.- La villa romana de Riocaldo (Lobios, Ourense) y su ámbito termal. II Coloq. Intern. Arqueol. en Gijón. Termas romanas en el occidente del Imperio, 2000, pp.-297-304. Idem.- A vila romana de Riocaldo: estado da cuestión. Brigantium, vol. 12, 2000, pp.- 227-246.

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La vía continuaba con dirección noreste pasando por las cercanías de Lovios y Xendive, en donde después de un largo recorrido nos encontramos con otra columna dedicada a Constantino II, con rumbo a la siguiente mansión cruzando anteriormen-te el río Limia por el puente Pedriña, de factura romana, actualmente, bajo las aguas del embalse de As Concha. En la milla 53 localizamos la tercera mansión a partir de Bracara, Aquis Querquennis, uno de los centros más importantes de su recorrido y en la que se han realizado sucesivas campañas de excavaciones arqueológicas, que han servido para definir el ámbito del yacimiento dividido en dos áreas nítidamente diferenciadas: un campamento militar romano y un gran poblado identificable con la mansión17. En cuanto al campamento adopta rigurosamente los modelos clásicos conocidos, presentando un esquema urbanístico basado en una organización orto-gonal en base a un eje transversal (N-S) constituido por la vía principalis y otro longi-tudinal (E-W) compuesto por las vía praetoria y la vía decumana, dividiendo a este gran

rectángulo en cuatro grandes cuarterones, en torno a los cuales se van distribuyendo los distintos edificios mi-litares. El campamento aparece perfectamente defendido por un foso en V del tipo conoci-do como fossa fastigata, una muralla pétrea de 3 mts de anchura con torreones cuadrangu-lares y un espacio libre de edificaciones de 11 mts de anchura o inter-

vallum. Al interior de este recinto se accedía a través de cuatro puertas situada en los extremos de los principales ejes viarios: porta principalis sinistra y dextra y porta

17 Rodríguez Colmenero, A.- El campamento romano de Aquis Querquennis (Orense).II Seminario de Arqueología del Noroeste. Santiago de Compostela, 1980. Madrid, 1983, 247 ss. Idem.- Das römische Kastell von Aquis Querquennis (Orense, Spanien).Einige Parallelen zum obergermanischen Limes. Studien zu den Militärgrenzen Roms. Vorträge des 13. Internationalen Limeskongresses. Aalen, 1983, Stuttgar, 1986, 700ss. Idem.- Historia del Arte Romano de Galicia. En J. m Vázquez Varela- A. Rodríguez Colmenero, Arte Prehistórico y Romano, IX. La Coruña, 1993, edit. Hércules. Rodríguez colmenero et alii.- El complejo arqueológico romano de Aquis Querquennis. Porto Quintela (Ourense). Los orígenes de la ciudad en el noroeste hispánico, II, Lugo 1999, pp.- 891 ss.

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praetoria y decumana. El área excavada correspondiente al cuarterón noroccidental está constituida por cuatro edificios perfectamente definidos: dos pabellones de tropas (contubernia), dos graneros (horrea) y el hospital (valetudinarium). El otro ám-bito identificable con la mansión, con menor extensión excavada, se extiende en el entorno de la surgencia de las aguas termales.

La vía continua con su dirección abandonando el territorio de los Querquernos para introducirse en territorio de los Limicos, por la zona de Puente Linares, cruzando la totalidad de la llanura de A Limia por su margen izquierda, elevada sobre un agger o terraplén continuo hasta Busteliño, es decir, desde la milla 56 hasta la 7518, describiendo grandes alineaciones rectilíneas y conservando algunas agrupaciones de miliarios como los de la milla 67 en Vilariño das Poldras (Sandiás), en donde podemos observar tres grandes columnas una de ellas en magnífico estado de conservación dedicada al emperador Maximino y a su hijo Máximo19. En este tramo también nos encontraremos con la cuarta mansión de la vía, Geminas, situada a 69 millas de Bracara y que se localiza en la población de Sandiás, cerca del castillo medieval del cual se conserva su gran torre de homenaje.

E n B u s t e l i ñ o abandonamos la cuenca fluvial del río Limia para introducirnos en la del Arnoya por tierras del valle de Maceda, bajando de la portela de Miamán a cruzar el río por Vide y Parada para a continuación avanzar hacia Foncuberta, Tioira y Xinzo da Costa, dejando varios miliarios a su paso. En Xinzo da Costa será en donde tengamos que situar la quinta mansión de la Vía Nova, Salientibus. Desde aquí, la vía romana, comienza a ascender hasta las alturas del Rodicio por el llamado Camiño da Xe con una suave pendiente y una sola enfilada fosilizada en este viejo camino actualmente en desuso.

18 Alvarado Blanco et alii.- Op. Cit. 1999.19 Rodríguez Colmenero, A.- Aquae Flaviae, I, Fontes epigráficas…. pp.- 353-354.

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Una vez alcanzadas las alturas del Rodicio se introduce en la penillanura de la comarca de Caldelas en donde su derrota se va siguiendo, no sin dificultades, a través de los escasos restos que se conservan, hasta el alto de Cerdeira entrando ya en tierras de Trives. En este trayecto tenemos que situar la siguiente mansión, Presidio, presentando grandes dificultades para su localización.

Será en el paraje del alto de Cerdeira (San Xoán de Río) donde tengamos que abandonar el convento jurídico bracarense e introducirnos en el asturicense, por lo tanto, las distancias en millas dejarán de contabilizarse desde Bracara para hacerlo desde Astúrica. Entramos, pues, en territorio de los Tiburos, que se caracteriza por poseer una orografía muy accidentada teniendo que atravesar dos cauces fluviales de considerable entidad, primeramente el río Navea por un puente medieval que aún conserva, en sus estribos, restos de la fabrica romana20 y después el río Bibey por

otro magnífico puente, esta vez, íntegramente ro-mano, el único de esta vía que se conserva intac-to21. La vía, por lo tanto, tiene que discurrir por uno de los tramos más difíciles, caracteri-zado por grandes desniveles, a lo que los romanos aplicaron solucio-

nes técnicas, que respetando el 6% de pendiente, mejor se adaptasen al terreno. Así podemos comprobar que para salvar el profundo valle del río Bibey la solución escogida fue la de practicar varias alineaciones que describen un largo zig-zag en la vertiente derecha mientras que en la opuesta tuvieron que cortar la roca pizarrosa por medio de grandes tajos verticales que fueron muestra de gran admiración por los viajeros de siglos pasados. Contamos en esta zona con el primer miliario con

20 Alvarado Blanco et alii.- Op. Cit. 1989, pp.-69-75.21 Alvarado Blanco et alii.- Op. Cit. 1989, pp.-43-51. Caamaño Gesto, J.M.- Aportaciones al estudio de la Vía 18: los Codos del Larouco y el puente romano sobre el río Bibey.B.S.A.A, 1979, pp.- 203-227.

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indicación de milla desde Asturica; se trata de un ejemplar dedicado a Tito y Domi-ciano que expresa claramente la milla 94. Una vez salvadas estas dificultades, la vía romana, abandona el territorio de los Tiburos y adentrase en territorio de los Gigurros que ocupaban el valle de Valdeorras. Bajaba, pues, la vía de Larouco a Petín para cruzar el río Sil por medio de un gran puente de traza medieval que aún conserva restos de su primitiva fábrica romana, conocido como Ponte da Cigarrosa22 . Será en el entorno de este lugar donde tengamos que buscar la cuarta mansión viaria conta-bilizando desde Astorga, conocida a través de los itinerarios clásicos, como Foro. La vía seguía su derrota por la margen derecha del Sil con dirección suroeste-noreste, cruzando el valle valdeorrés por las inmediaciones de las actuales poblaciones de A Rúa, Vilamartin, Arcos, A Proba, Rubiá, Veiga de Cascallana, O Real, Porto y Robledo para comenzar, desde aquí, la subida por la ladera occidental de la Sierra de la Encina de la Las-tra y por Pena Tallada penetrar en la provincia de León aprovechando el pequeño valle de Val de Injertos, por Santo Tirso, Cabarcos y Por-tela de Aguiar, en cuyo término tendríamos que situar la mansión de Gemestario, bajar al río Sil para tomar dirección a Bergido. Cruzaría el rio Selmo, en Frieira, por un puente del que no se conserva ningún vestigio de fábrica romana, para continuar por la margen derecha del río Sil, cara Requeixo, Penedelo y Toral de los Vados. Entre estas últimas poblaciones, la vía romana tenía que salvar el río Burbia, haciéndolo, indudablemente, por medio de otro puente, del que sus grandes avenidas, no dejaron restos. Una vez salvado el Burbia entraba en zona llana donde, posiblemente, la vía discurría en ager mediante alineaciones rectas de las que aún se perciben restos

22 Alvarado Blanco, S.- El puente romano-medieval de A Cigarrosa (Ourense): una interpretación constructiva. Bol. Auriense, XXV, 1997, pp.- 81-117. Alvarado Blanco et alii.- Op. Cit. 1989, pp.- 61-67. Caamaño Gesto, J.M.- Pontes antigas do tramo ourensán da vía nova. Actas do I Seminario. A inxeñería histórica como patrimonio monumental: as pontes, Santiago de Compostela, 1985, pp.-63-66.

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fosilizados en un camino que discurre por el noroeste de los pueblos de Villanueva y Villamartin de la Abadía, continuando por Sorribas para llegar a Cacabelos. La importancia de los restos exhumados en el paraje de La Edrada, hacen de este lugar el principal candidato para la ubicación de la mansión de Bergido.

Desde esta mansión hasta Asturica, la problemática del trazado de las distintas vías que aparecen reflejadas en los itinerarios ofrece grandes dificultades. Sabido es que del Itinerario de Antonino parece deducirse que la vía XVIII aprovechó el trazado de la XIX, puesto que, muestra las mismas distancias y mansiones intermedias entre ambos puntos, es decir, Asturica – Interamnio 30 millas e Interamnio – Bergido 20 millas. De la interpretación de estos datos parece evidente que desde Cacabelos a Astorga ambas vías transcurrían por una misma derrota. Pero estudios realizados, por nosotros, basados fundamentalmente en el hallazgo, distribución e interpretación de nuevos miliarios, nos hacen desconfiar de que todo esto se reduzca a una sencilla interpretación teniendo que buscar otras alternativas. Así pues, nuestro criterio, divergente de la tesis oficia, que mantiene la existencia de un único camino, teniendo que plantear dos trayectorias diferentes, una para cada vía23. Para ello contamos, en primer lugar, con los datos que interpretamos en el miliario de San Justo de Cabanillas, dedicado a los emperadores Tito y Domiciano, con la expresiva frase: Vía nova facta ab Asturica Bracaram24, de la que tenemos que extraer el mayor partido posible. Si se construyó una vía nueva desde Astorga a Braga, parece extraño que tengamos que admitir un solo decurso para las dos vías, a lo largo de un trecho de 50 millas. En segundo lugar, la dispersión geográfica, aunque caótica, de los miliarios existentes en el Bierzo Alto nos están indicando el paso por dos puntos diferentes, uno por el valle de Noceda y otro por latitudes más meridionales. Claro está, que la opción norte cuenta con que el miliario anteriormente citado puede que se encuentre desplazado, y así se vino sosteniendo de forma reiterativa. Pero la existencia de otros dos ejemplares, anepígrafes, en esta misma zona, refuerzan nuestras sospechas. Y en tercer lugar, la reciente interpretación de un epígrafe procedente de la iglesia de Noceda, conservado

23 Rodríguez Colmenero, A.- Mansiones y mutationes en la vía nova, XVIII del I. de Antonino.Cadernos de Arqueología. Actasa do coloquio “A Rede viária da Gallaecia”. Homenajem a Martins Capella, 12-13, 1995/1996, 98ss.24 Gomez Moreno, Catálogo Monumental de España. Provincia de León. 1925, pp.- 87-88. .Gómez Nuñez, Vias romanas entre Asturica Augusta y Bergido Flavio. Boletín de la Real Sociedad Geográfica, LXXI, nº 11 y 12, pp.- 24-25. Justiniano Rodríguez, Las vias militares romanas en la actual provincia de León, 1970, p.- 419. Mañanes Pérez, Arqueología de la provincia de León, pp.- 76-77. Rabanal Alonso / García Martínez, Epigrafía romana de la provincia de León. Revisión y actualización, León 2001, 357-358, nº 325.

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en el Museo de Astorga, que hace referencia a un collegi commeatus (asociación de transportistas) de Interamnium Flavium25, refuerza cada vez más nuestras sospechas de que la Vía Nova transcurría por un trayecto más septentrional. Por otra parte, la presencia de un miliario de Nerón en Las Murielas (Almázcara), nos obliga a abandonar la trayectoria central, ocupada por la vía augusta, y buscar otras soluciones más al norte para la vía flavia.

Con estes antecedentes y consi-derando que nuestro planteamiento no se debe considerar como definitivo nos atrevemos a adelantar un trazado, para esta vía, lo más racional posible, esperando que en un futuro no lejano, poder contar con más elementos que nos permitan determinar con mayor precisión su decurso por esta tierras.

Así, desde Cacabelos la Vía Nova cogería dirección noreste, pa-sando por las inmediaciones de Magaz de Arriba, Cueto, Fresnedo y Toreno donde salvaría el curso del río Sil para a continuación subir a Villar de las Traviesas, Berciego, Robledo de las Traviesas y llegar al valle de Noceda situado en las estribaciones meridionales de la sierra del Gistredo, caracterizado por la presencia de numerosos yacimientos castreños vinculados a una intensa actividad minera26. De Noceda, la vía romana, continuaría por San Justo de Cabanillas, donde nos encontramos con el miliario de Tito y Domiciano marcando la milla 23 desde Asturica, Cabanillas de San Justo

25 Rodríguez Colmenero, A.- El más antiguo documento (año 15 a. C) hallado en el noroeste peninsu-lar ibérico.C.E.G. XLVII, 112, pp.-30-32. Idem.- Los castella de Susarros y Gigurros en el Noroeste Hispánico y sus primeras relaciones con Roma a través del bronce de Bembibre y otros documentos de reciente aparición. En El Bronce de Bembibre. Un edicto del emperador augusto. Museo de León, 2001, pp.-79-80.26 Álvarez González, Y.- Ocupación castreña prerromana en las cuencas del Noceda y del Boeza. Estudios Bercianos, nº 23, 1997, pp.- 5-17.

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con otro fragmento de miliario anepígrafe situado en el atrio de su iglesia y Quin-tana de Fuseros con otro miliario anepígrafe. Desde este lugar descendería por el camino de Las Candales en dirección al valle del río Boeza y a Folgoso de la Ribera, en cuyas inmediaciones nos encontramos con otro miliario dedicado a Tito y Do-miciano marcando la milla 22, situado en la ermita del Sto Cristo de La Ribera. La vía seguiría por el Camino Majuelo por el Alto de la Vela a salvar el rió Tremor por Cerezal y subir al Alto del Morueco para a continuación por Brañuelas enfilar por el valle abajo del río Porcos en dirección a Astorga. Será en esta zona donde nos encontremos con otro miliario situado en la iglesia de Culebros que nos testimonia el paso de la vía. De Brañuelas continuaría por Valbuena de la Encomienda, siempre con dirección sur – sureste, Porqueros, Zacos, Vega de Magaz, Magaz de Cepeda y por Villaobispo de Otero seguir dirección a Astorga.

Somos conscientes de las limitaciones de este trazado, basado en el encuadre del hallazgo de miliarios, al que tenemos que añadir la presencia de otro ejemplar, perteneciente indudablemente a la Vía Nova y recientemente interpretado por nosotros que fue encontrado en la población de Bembibre, lo que nos trastoca sensiblemente la propuesta diseñada con anterioridad, a menos que este pequeño tambor fuese desplazado de las inmediaciones de la vía. Como podemos apreciar abordar la solución definitiva a estos problemas no resulta demasiado fácil, debido quizás, a que el decurso de las dos vías, XVIII y XIX, transcurre por lugares próximos y la mezcla de miliarios de una con la otra resulta demasiado factible.

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CASTRO VENTOSA EN LA EDAD MEDIA

JOSÉ A. BALBOA DE PAZ

Profesor de Historia del I.E.S. Gil y Carrasco. Ponferrada

En opinión de los organizadores, uno de los objetivos de estas jornadas es la “puesta en valor” de Castro Ventosa. Esto solo es posible a partir de un conocimiento histórico más sólido del que tenemos actualmente, sin negar que algunos elementos conservados del yacimiento son por si solos muy atractivos, especialmente su em-plazamiento y los restos de muralla, sobre los que en gran parte descansan todos los proyectos de rehabilitación del castro.

El conocimiento de Castro Ventosa es bastante precario, con muchas lagunas e interrogantes, que solo podrán desentrañarse cuando se lleve a cabo un pro-yecto arqueológico sistemático. Desde el siglo XVIII, Jovellanos, Munárriz, Gil y Carrasco, Schulten y Gómez Moreno lo describen y valoran; pero solo las breves intervenciones arqueológicas de T. Mañanes e Inés Díaz nos han proporcionado una cronología mínima y datos plausibles sobre su poblamiento; pues las fuentes documentales -literarias y epigráficas- son escasas y, en algunos casos, discutibles y difíciles de interpretar.

Por lo que respecta a la Edad Media, de la que me voy a ocupar en esta charla, estas fuentes son algo más abundantes que las romanas, pero insuficientes; pues las únicas verdaderamente relevantes se reducen a las obras de San Valerio y a la documentación del Cartulario de Carracedo. En general estas referencias, y algunas otras de las que luego hablaremos, más que resolver problemas los crean. Solo la arqueología solucionará enigmas que hoy, a partir de estas fuentes documentales, resultan irresolubles. Por eso, mi intervención se hace desde un planteamiento problemático.

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1. El problema de Bergidum

Para los arqueólogos e historiadores de la Edad Antigua, la ubicación exacta de Bergida y Bergidum, y su valoración como castro astur y ciudad romana, ha constituido siempre un enigma, con respuestas dispares desde el siglo XVIII hasta nuestros días. Con más o menos profundidad han tratado sobre ese asunto el P. Flórez, Jovellanos, Munárriz, Schulten, Gómez Moreno, Syme, T. Mañanes, Rodríguez Colmenero, Inés Díaz, Sánchez Palencia, etc.

En el primer caso, Bergida o Vellica, las fuentes -Floro y Orosio- la localizan en territorio cántabro durante el periodo de las guerras de conquista (años 29 al 19 aC); y por tanto, el “sub moenibus Bergidae proeliatum”1, la batalla en la que los roma-nos derrotan a los cántabros, no sabemos a qué lugar ni a qué murallas se refieren. Muchos autores han cuestionado la localización berciana de Bergida y, por tanto, la identificación de la Bergida o Vellica prerromana con el Bergidum romano2, que solo han aceptado Schulten3 corrigiendo las fuentes, y Rodríguez Colmenero4 con una interpretación original sobre la amplitud geográfica de Cantabria antes y durante la guerra, al menos hasta la reorganización de Augusto. Sin embargo, al pie de Castro Ventosa, en Valtuille, se encontró una moneda de la rodela, típica de las guerras5, y hay autores como Sánchez-Palencia y Almudena Orejas que vuelven hoy a identificar ambos términos6. En todo caso, solo la arqueología podrá desvelar la existencia de las murallas de las que habla Floro, si es que existen; pues no es sostenible la opinión de Schulten que consideraba como celtas las actuales murallas de Castro Ventosa7.

Respecto a Bergidum Flavium tampoco hay una opinión unánime sobre su lo-calización. Las coordenadas de Ptolomeo (8.30 de longitud y 44.10 de latitud), la

1 FLORO: Epítome de Historia romana, II, 33, 48-50.2 Entre otros R. SYME (1970): “The conquest of Nord-West Spain”. En Legio VII Gémina. León, p. 83-103,al que luego han seguido otros muchos: Horrent, Lomas Salmonte.3 A. SCHULTEN (1962): Los cántabros y astures y su guerra con Roma. Madrid, p. 162 y ss.4 A. RODRÍGUEZ COLMENERO (1979): Augusto e Hispania. Universidad de Deusto, Bilbao. 5 T. MAÑANES (1983.): “La implantación romana en territorio leonés”. Lancia, 1, p. 1636 F.J. SÁNCHEZ PALENCIA y otros (2001): Las Médulas(León). Un paisaje cultural. León, p. 121: “El primer combate contra los cántabros tuvo lugar bajo los muros de Bergida; de aquí, emprendieron la fuga hacía el altísimo monte Vindio, donde parecía imposible el ascenso de las tropas romanas, ya que, según comenta Floro, era más fácil que llegara hasta ellos el mar. En Ptolomeo (II, 6, 20), el monte Vindio se extiende de oeste a este desde el convento lucense hasta los astures y relativamente cerca al mar; esta descripción es coherente con la identificación de Bergida con Bergidum Flavium, sobre todo si el río que en Ptolomeo (II, 6, 1) se señala como Miño se identifica con el Sil”.7 A. SCHULTEN (1962): Ob. Cit., p. 163: En dicha meseta (de Castro de Ventosa) subsiste todavía una muralla de cuatro metros de anchura y hasta siete de altura, en la cual se ven aún los hoyos de las vigas puestas en la muralla, como era costumbre céltica (César, “B. Gall.” 7, 23); de manera que la muralla parece ser la del Bergidum céltico”.

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distancia que separa este lugar de Asturica Augusta (50 millas), Lucus Augusti (70 millas) y Bracara Augusta, en las vías XVIII, XIX y XX, del Itineriario de Antonino, lo sitúan en el Bierzo, en los alrededores de Cacabelos; pero se discute el emplaza-miento exacto: Castro Ventosa8 o la Edrada9. También se discute su importancia: municipio romano10, como parece deducirse de la lápida de Cayo Valerio Arabino11, o simple “mansio” en estas vías12. Las recientes excavaciones en la Edrada (M. Fi-guerola 1987-89 y P. Rodríguez 2002), en las que aparecen importantes estructuras urbanas, termas y una atarjea o red de saneamiento de considerable dimensión, sugieren que estamos ante una verdadera ciudad.

Tal ciudad se situaría al norte de Cacabelos, en los alrededores del cementerio y la Casilla, entre el río Cúa y la reguera Argancina o de los Cucos. Sería intere-sante proseguir la excavación de la red de saneamiento, pues podría ser un buen indicador del trazado urbano, desde la reguera, de donde vendría el agua, hasta el río en que desaguaría. Fuera de la ciudad quedarían lugares como los Carneros, en la margen izquierda de la reguera, que alude -carnarius- a un cementerio, y donde efectivamente se hallaron tumbas13 y una lápida funeraria14; los Hornos, algo más al sureste, que hablan de la existencia de algún alfar; la Terra del Ouro; pago de San Esteban, la Sellana, etc.

Bergidum Flavium, que fue, o al menos así se cree, municipio romano como hemos dicho, no pudo ser una simple “mansio” sino una ciudad e importante nudo de comunicaciones; se configura así como el centro administrativo y político de las explotaciones auríferas de la comarca; pues es punto céntrico y equidistante de

8 El primero que localizó Bergidum en Castro Ventosa fue el P. FLOREZ (1762): España sagrada, t. XVI, p. 29, al que luego han seguido la mayoría de los historiadores. 9 M. GÓMEZ MORENO (1925): Catálogo monumental de la Provincia de León. Madrid, t.I, p. 57 puso en duda aquel lugar por la falta de agua; habla de la Edrada, en Cacabelos, como posible ubicación de Bergidum. 10 Así lo entiende M. PASTOR y J. CARRASCO (198- ): “Organización municipal y urbana en el territorio astur durante el alto imperio romano”. II Seminario de Arqueología del Noroeste. Madrid, p. 21011 J. VIVES (1971): Inscripciones latinas de la España romana. Barcelona, n° 1705 : “C(aio) Val(erio) Arabino/ Flauiani F(ilio) Bergido (F(laviensi)/ omnib(us) hon(oribus) in re(ublica)/ sua func(to) sacerdoti/ Romae et Aug(usti) P(rouinciae H(ispaniae) C(iterioris) ob curam tabulari/ censualis fideliter/ administr(atam) statuam/ inter Flaminales/ uiros positam ex/ ornandam uniuers(i) censuer(unt)”.12 Algunos consideran que Bergidum alude a un conjunto de villas (Sellana, San Esteban Terra del Ouro) que rodean una “mansio”. 13 T. MAÑANES (1988): Arqueología de la cuenca leonesa del río Sil. Universidad de Valladolid, p. 41: habla de sepulturas con grandes ladrillos, así como tégulas, ladrillos. 14 F. DIEGO SANTOS (1986): Inscripciones romanas de la provincia de León. León, p. 174. En los Carneros, Leoncio Valcarce descubrió la lápida funeraria de Didius Hermodorus, muerto a los 34 años.

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Las Médulas, La Leitosa o los Cáscaros. Varias vías secundarias hacia esos lugares así lo confirman.

Las excavaciones en Castro Ventosa y en la Edrada muestran una ocupación discontinua. Tomas Mañanes señala que en el castro dichas excavaciones descubren abundantes restos del Bronce tardío, de la Edad del Hierro, tardorromanos y medie-vales, pero en ningún caso hallazgos altoimperiales; por el contrario en la Edrada, el mismo autor señala que la mayoría de los materiales, como monedas y cerámicas, son de los siglos altoimperiales15; fecha que las excavaciones de estos últimos años confirman y matizan, pues prácticamente todos los materiales extraídos datan del siglo I al IV. Si hablamos de monedas, en la Edrada han aparecido áureos de Au-gusto, grandes bronces de Tiberio16, cuatro denarios de Trajano y uno de Septimio Severo17; pero en el castro, de las 40 monedas estudiadas por Mañanes solo 3 son del siglo III, el resto del IV, a partir de Constantino. Por ello, este autor supone que Castro Ventosa fue reutilizado a partir de Galieno, en relación probablemente con las invasiones de los franco-alamanes18. Conclusión semejante sacan Inés Díaz con las 16 monedas estudiadas de sus prospecciones de 1987-198819.

Las invasiones y la inseguridad social y política del siglo IV en adelante20 debieron favorecer el abandono de la llanura, por su difícil protección, y la reocupación del castro mas que abandonado, débilmente poblado en los siglos I y II21. Es entonces cuando se construye la muralla de cubos, que en gran parte se conserva en los lados norte y oeste22. Las murallas de Castro Ventosa, de 4

15 IBIDEM, p. 163.16 T. MAÑANES (2000). “Numismática romana en Bedunia, Asturica y Bergido (León)”. León y su historia, n° VI. Colección de fuentes e historia leonesa, n°84, p. 35.17 M. PARRADO (1999): Catálogo de Monedas. Museo de León, vol. I, Edad Antigua. León, p. 88 y 99.18 T. MAÑANES, Ob. Cit. p. 35.19 I. DIAZ; A. GARÍN (s/f): Estudio de los materiales arqueológicos de Castro Ventosa. Inédito, p. 18.20 E.A. THOMPSOM (1977): “Revueltas campesinas en la Galia e Hispania bajo Imperial”. en VV.AA. Conflictos y estructuras sociales en la Hispania Antigua. Madrid, p. 61-76; M. PASTOR (1978): “Con-sideraciones sobre el carácter social del movimiento bagaudico en la Galia e Hispania a fines del Imperio romano. En Memorias de Historia Antigua II, Univ. de Oviedo, p. 205-216; N. SANTOS (1986): “Las invasiones germanas del siglo III en Hispania. Estado de la cuestión”. Memorias de Historia Antigua. Universidad de Oviedo, n° VII, p. 151-175.21 F. DIEGO SANTOS (1986): Inscripciones romanas de la provincia de León. León. De finales del siglo II es la lápida de Commodo (170-192) hallada en el Castro, p. 61. En sus alrededores se hallaron la de los cónsules Iuliano II y Crispino (en Villadecanes), p. 62; la del legado de Augusto Granius Sabinus (Iglesia del Campo), p. 65, y en el mismo castro la funeraria de Rufinus Beibalus, p.177.22 Para Mañanes, la parte sur y este de la muralla sería medieval, del tiempo de la repoblación que los reyes leoneses, Fernando II y Alfonso IX intentan entre 1186 y 1210.

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metros de ancho y hasta 8 de altura, con 1.136 metros de perímetro, circunvalan una extensión de algo más de 6 hectáreas, espacio suficiente para acoger a una población importante. Esta muralla no difiere sustancialmente de las que, también del Bajoimperio, rodearon ciudades como Lucus, Asturica y Legio, aunque en este caso se trate de la reocupación de un antiguo castro y no del amurallamiento de la propia ciudad de Bergidum23.

Castro Ventosa se rodea, a partir de finales del siglo III o comienzos del IV, de una imponente muralla24; sin embargo T. Mañanes, en el estudio de las monedas halladas en el castro, señala que no hay ninguna del siglo V, concluyendo que éste debió de ser abandonado con las invasiones de suevos y vándalos, a principios de ese siglo25; abandono corroborado por la ausencia de restos arqueológicos de los siglos V y VI, e incluso de época visigoda26. Como veremos después, cuando analicemos el peine de la cultura de Tchernjahov, esto no es totalmente cierto; pero lo que es evidente es que durante época sueva y visigoda se menciona varias veces Bergidum -tambien Bergido, Bergio y Bergidon-, ciudad cuya existencia confirman algunas fuentes, aunque no su ubicación, que es lo que hay que dilucidar.

La primera fuente es el llamado Parroquial Suevo que, según Pierre David, se fecha entre los años 572 y 585, durante el gobierno del rey Mirón27. Este documento, cuya autenticidad es indiscutida, menciona la organización diocesana del reino suevo de Galicia, indicando las parroquias que integran cada una de sus diócesis; parroquias que en unos casos son ciudades o núcleos de población, y en otros, zonas o grupos étnicos, de acuerdo con el grado de romanización del territorio. Las que pertenecen a la sede asturicense, en su mayoría, sino todos, son nombres de lugar, es decir civitates o castella28. Son estas once parroquias: Asturica, Legio,

23 J.A. GUTIÉRREZ (1995): Fortificaciones y feudalismo en el origen y formación del reino leonés (siglo IX-XIII). Universidad de Valladolid, p. 94.24 I. DÍAZ y A. GARÍN (s/f): “Estudio arquitectónico de las murallas de Bérgidum-Castro Ventosa” y “Estudio de los materiales arqueológicos de Castro Ventosa”, señalan que la muralla debió construirse antes del año 307, p. 20.25 De opinión distinta es A. QUINTANA (1956): Monografía histórica del Bierzo. Madrid, p. 24. Para él, a diferencia de Interamniun Flavium, que supone destruida en estas invasiones, Bergidum pudo resistir el embate de los bárbaros. “Y no tardaremos en encontranos con ella subsistente y pujante”- dice. 26 T. MAÑANES, Ob. cit p. 3527 C. TORRES (1977): Galicia Sueva, Ed. Barrié de la Maza, La Coruña, p. 279.28 Un problema que está por resolver es el significado exacto del término “parroquia”.

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Bergido, Petra Speranti, Comancia, Ventosa, Maurelos superiores et inferiores, Senimure, Francelos y Pesicos29.

Suevos, vándalos y alanos, que desde el año 406 vagan por el interior del Imperio, atraviesan la frontera de Hispania en el otoño del año 409 y, según Hidacio, durante dos años devastan a sangre y fuego el territorio, provocando el hambre y la peste. Luego, en el 411 se lo reparten, mientras los hispanos “que per civitates et castella residui a plagis” se someten definitivamente a su dominación. Suevos y vándalos asdingos se asientan en el noroeste, en la provincia de Gallaecia: los suevos al oeste (conventus lucense y bracarense), y los vándalos al este (conventus asturum)30. Al parecer en el año 419 los vándalos, más numerosos, discutieron con los suevos por el Bierzo, poniéndoles cerco en los montes Nervasos o Narbasos31; cerco que lograría romper el romano Asterio, comite Hispaniarum, expulsándolos de Gallaecia. Desde entonces el Bierzo, primeramente en manos vándalas, se integra en el reino suevo hasta la conquista de éste por los visigodos de Leovigildo en el año 585.

El parroquial suevo nombra a Bergido como parroquia. No puede ser entendido este término de Bergido como aplicado a un territorio, en el sentido que luego tendrá el “territorium bergidense”, aunque desconozcamos el territorio propio de dicha parroquia; pues, como hemos dicho, las parroquias nombradas en la sede asturicense son ciudades, como Asturica y Legio, y castella32. Bergido debe ser igualmente una

29 IBIDEM, p. 281. P. RODRIGUEZ LÓPEZ (1906): Episcopologio Asturicense, p. 31, da otra versión de los nombres; dice así: “Ad sedem asturicensem: Asturica, Legio, Bergido, Petra separanti, Covianca, Ventosa, Murello superiore et inferiore, Senimure, Frogelos et Pésicos: sunt undecim”. La lectura Comancia o Convianca en relación con Ventosa tiene interés, pues C. Torres identifica Comancia con Trives y Ventosa con Caldelas; mientras que la otra lectura podría relacionar Covianca con Coyanza (Valencia de Don Juan) y Ventosa con Benavente, como hace A. QUINTANA (1970): Primeros siglos de cristianismo en el convento jurídico asturicense”. Legio VII, p. 449-450 . Esta lectura parece menos probable que la anterior, pues el Liber Itaci (F. DIEGO SANTOS (1979): “De la Asturias sueva y visigoda”. Asturiensia medievalia, 4, p. 68, nota 156) ofrece estas parroquias: “Ad Asturicam ipsam Asturicam Legio super Urbico Berizo Petra Speranti Tibris Caldellas Murellos superiores et inferiore Frogellos et Pesicos sub unus XI”, en el que se ve claramente que Comancia se sustituye por Tribes y Ventosa por Caldelas.30 F. DIEGO SANTOS (1979): “De la Asturias sueva y visigoda”. Asturiensia medievalia, 4, p 20 plantea una división este oeste y no norte o sur, como erróneamente se pensó anteriormente. 31 Se discute la ubicación de estos Montes Nervasos, que algún códice de la obra de Hidacio denomina Erbasos, por lo que algunos lo identifican con Erbás, entre León y Asturias. Sin embargo, hay un topónimo en el municipio de Balboa como monte Narbaso.32 Según J.J. SÁNCHEZ BADIOLA (1999): “La sociedad leonesa en la transición a la edad media”, Estudios Humanísticos, n° 21, p. 35: las fuentes tardoantiguas jerarquizan el poblamiento, a cuya cabeza están las civitates, seguidas a distancia por los castella o castros, villa, vici.

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ciudad, con entidad propia e iglesia parroquial33. Si en una diócesis tan extensa solo se nombran once parroquias, quiere decir que el grado de urbanización debía de ser escaso, lo que refuerza la importancia de las nombradas. No hablamos ahora de la temprana cristianización de la comarca, ni de la relación de Egeria, que peregrinó a los Santos Lugares en el siglo IV, con ella34; solo nos interesa constatar la existencia de una ciudad con el nombre de Bergido en los siglos V y VI; ciudad con comunidad cristiana y con iglesia. Desconocemos cuál fue su advocación, más tarde sabremos que la iglesia o iglesias de Castro Ventosa se nombran de Santa María, San Ascisclo y San Julián35.

Esta ciudad tiene continuidad en época visigoda. La menciona un nuevo parroquial, el controvertido texto de la Hitación de Wamba (672-680)36; pero sobre todo conocemos su existencia por la obra de San Valerio, que vivió en el siglo VII37. San Valerio nació en la diócesis de Astorga, probablemente en el Bierzo. En su autobiografía se define como “asturiensis prouinciae indigena”38; es decir, natural de la provincia asturiense. El término provincia tiene aquí un sentido claramente eclesiástico39. San Valerio, sin duda, conocía la organización administrativa visigoda, que San Isidoro nos ilustra con detalle; no había ninguna provincia asturiense40, pero sí una diócesis asturiense, que es a la que San Valerio alude y que, por lo que hemos visto en el parroquial suevo, comprendía, con pequeñas variantes41, el antiguo conventus asturum de época romana, integrado en la provincia de Gallaecia.

Dentro de la “provincia asturiense”, San Valerio distingue claramente entre “territorio Bergidense” y Bergidum42. Este autor es el primero que menciona el territorio bergidense tanto en la carta en la que habla de la monja Egeria como en la vida de San Fructuoso. Por ejemplo, en ésta dice que su padre, de linaje real, le llevó de niño “inter montium cornuallia Bergidensis territorii”; o que el santo construyó el monasterio Visoniense “inter Bergidensis territori et Galleciae prouincia confinibus”43 .

39 F.J. UDAONDO (1997): “Las entidades geográficas en las obras de Valerio del Bierzo”. Helmantica, n° 145-146, p. 210-211.40 L:A: GARCÍA MORENO (1989): Historia de España Visigoda. Madrid, p. 332-335. Señala que una provincia Asturicense con capital en Astorga, y otra de Cantabria, con Amaya, se crearán más tarde, en el año 680, para el control de los pueblos del norte.41 Es extraño que “Geurros”, “Pintia” “Cassavio”, en Valdeorras pertenecieran a la diócesis de Orense, y sin embargo, Trives y Castro Caldelas, más cercanas a aquella estuvieran integrada a la de Astorga. Ver I. GARCIA TATO (1996): Valdeorras de cara al año 2000. IEV, cuaderno monográfico 19, p. 123. 42 F.J. UDAONDO, Ob cit., p. 215 y ss.43 R. FERNÁNDEZ POUSA, Ob. cit. p.67 y 70

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Nadie antes de San Valerio había hablado de este territorio ni de sus gentes. En la carta de Egeria habla de “bergidensium”, bercianos44. Mañanes, ante la ausencia de testimonios epigráficos o literarios a una gens en el Bierzo, supuso que ésta debía ser la gens de los bergidenses45. Es probable, pero el bronce de Bembibre46 integra los castelani de la zona en dos gens, que parecen habitar en el Bierzo este y oeste respectivamente: los susarros y los gigurros. Posiblemente los bergidenses habitaran el centro de la hoya, en torno a Bergidum; de hecho, el territorio bergidense debe su nombre a la capital, Bergidum, aunque seguramente a partir de época sueva o visigoda.

Este territorio tiene unos límites bastante precisos. San Valerio los fija en relación con los tres monasterios que erige san Fructuoso. El monasterio de Compludo (complutense) al este, en los Montes de León47; el de Visonia (visoniense) al oeste, en la Sierra de Aguilar de la Lastra48; y el de Rupiana (rupianense) al norte, a los pies de los Montes Aquilianos49. No se precisan los límites por el sur, pero éstos no diferirían de los posteriores medievales, que conocemos con bastante precisión50. Con el término “territorium”, en época visigoda, se alude a una unidad

44 IBIDEM, p. 101. Un documento de 1048 dice que Pedro Froila fue “comite in terra Bergidensium”, en M. DURANY (1989): La región del Bierzo en los siglos centrales de la Edad Media 1070-1250. Santiago de Compostela, p. 23.45 T. MAÑANES (1982): El Bierzo prerromano y romano. León, p..... La Tutela Bolgensis, de la lápida hallada en la Edrada (Cacabelos) podría relacionarse con los bergidenses. La raíz Belg-/Bolg es la misma, así como la lectura en las fuentes de Bergida/ Belgida; véase Mª. J. PENA (1981): “El culto a Tutela en Hispania”, en Memorias de Historia Antigua. Univ. de Oviedo, V, p. 79. Esta autora cree incluso que esta raíz se encuentra aún en el segundo término de Cacabelos, algo muy discutible. 46 L. GRAU (Ed.) (2001): El bronce de Bembibre. Un edicto del emperador Augusto. Museo de León.47 Compludo estaba en territorio del Bierzo, pues al abandonarlo Valerio éste se dirige a un lugar “inter Asturiensis urbis et Castris Petrensis confinio”, castro que estaba probablemente en el Bierzo. Además un documento coetáneo, la donación del rey Chindasvinto, en el año 646, al monasterio de san Justo y Pastor de Compludo, dice que está “iusta ribulum quod dicitur Molina sub monte Irago in confinio Vergidensis”. G. CAVERO y E. MARTÍN (1999). Colección documental de la catedral de Astorga. Fuentes y estudios de Historia leonesa, n° 77, t. I, p. 51.48 VF, 6: “inter Bergidensis territori et Galleciae prouincia confinibus aedificauit monasterium Visuniensem”. Este monasterio se ha situado en Galicia y en los alrededores de Corullón, en San Juan de san Fiz; pero en mi opinión, como ya vio el P. Flórez, ob. cit., p. 37, estaba en el Bierzo, en las montañas de Aguiar, a orillas del Visuña o Selmo, muy cerca de Sobrado. La infanta doña Sancha lo entregó, en 1125, al monasterio de Valverde de Corullón, del que paso a Carracedo, que tuvo aquí hasta el siglo XIX un priorato.49 Rupiana está al pie de los montes Aquilianos; su solar lo ocuparía posteriormente el monasterio de San Pedro de Montes, construido por san Genadio, según el privilegio de Ordoño II “subtus castello antiquissimo Rufiano”. Montes se localiza siempre “in territorio bergidense”.50 J.J. SÁNCHEZ BADIOLA (1999/2000): “El territorio berciano durante la alta y plena edad media”. Tierras de León, n° 109-110, p. 140-142.

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políticoadministrativa integrada dentro de una provincia, al mando de un comes, que tiene atribuciones fiscales, políticas y militares51.

El padre de san Fructuoso sabemos que era dux o jefe militar de la provincia de Gallaecia y que, bajo su mando, estaba sometido el territorio bergidense52. Los conflictos entre san Fructuoso y su cuñado por el usufructo de determinados bienes en el Bierzo se explican por la consideración de tales bienes como públicos, no del padre ni del monje que se ha apropiado de ellos, sino para satisfacción de las necesidades militares de la zona; es decir bienes estipendiarios53. Como en época romana, en tiempo de los visigodos, el Bierzo o una parte sustancial del mismo, como antiguo distrito minero, fue propiedad del Estado, del rey.

Este territorio tiene como capital a Bergidum o Bergido. San Valerio no nombra en sus escritos muchas ciudades; todo su horizonte vital se circunscribe a Asturica y Bergidum, y en menor medida Legio y Toletum. Para él Bergidum, que debió conocer bien, se relaciona con un lugar donde se celebran ferias y donde tienen lugar intercambios comerciales54. También con una zona de viñedo, pues habla de la vendimia en sus inmediaciones. San Valerio cita dos veces esta ciudad, en el llamado sueño de Teodora, probablemente una mujer que pertenece a la nobleza local, de religión cristiana y muy preocupada por la educación de sus hijos. Es pro-bable, dice J. Udaondo, que esta familia ejerciese el patronazgo de la basílica de san Félix, oratorio, al que acuden para pedir protección antes de realizar la vendimia en Bergidum55.

El sueño de Teodora tiene que ver con la promesa hecha a san Valerio, de regalarle una capa de piel de cabra para la lluvia, por el libro que aquél había escrito para su hijo Bonoso, al que educó en su retiro de Ebronanto. Pasaron los años sin

51 A. BARBERO y M. VIGIL (1974): “Algunos aspectos de la feudalización del reino visigodo en relación con su organización financiera y militar”. En Los orígenes sociales de la reconquista. Madrid, p. 118-119. Para J. SÁNCHEZ BADIOLA (1998): “Algunas cuestiones sobre terminología territorial en el Reino de León durante la alta y plena edad media”. Estudios Humanísticos, 20, p. 32, el término “territoria” tiene un sentido geográfico y alude en muchos casos “a áreas de mediana entidad, de ámbito comarcal o, cuando menos, suprelocal, generalmente vinculados a una ciudad, fortificación o castro que actúa como centro territorial, y a las que se reconoce una cierta capacidad jurisdiccional y unidad administratica”.52 M.C. DÍAZ Y DÍAZ (1967): “Fructuoso de Braga y el Bierzo”. Tierras de León, n° 8, p. 43 y ss.53 BARBERO y VIGIL, Ob. cit. p. 12354 F.J. UDAONDO (1997): “Las entidades geográficas en las obras de Valerio del Bierzo”. Helmantica, n° 145-146, p. 218.55 IBIDEM, p. 220.

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cumplir la promesa, pero un día cuando se disponía a ir a la iglesia de san Félix56, poco antes de la vendimia, Teodora tuvo un sueño: Iba por un camino por el que discurrían con sus ganados otras gentes, cuando al pie del oratorio de san Félix, un toro bravo de un solo cuerno le atravesó el costado dejándola malherida. Nadie hacía nada por ayudarla hasta que se acercó a ella un joven de rostro resplandeciente, que censuró dicha conducta. Los que acompañaban a Teodora le exhortaron a que tal vez él podría hacerlo, a lo que contestó, que si Teodora le prometía que cuando regresara a Bergidum cumpliría la promesa hecha a Valerio, la curaría. La matrona lo prometió y milagrosamente quedó curada.57

El P. Flórez ya se percató de que este Bergidum al que viaja Teodora “debe entenderse del pueblo capital Bergidum, que dió al territorio nombre”58; pues si aquélla estaba ya en el Bierzo no pudo decirle el joven o ángel de San Félix que fuera al Bierzo sino a la ciudad de Bergidum. Una ciudad que da nombre a un territorio, probablemente en época visigoda, tenía que ser no solo la capital del mismo sino un núcleo de población importante. Esta importancia viene refrendada por las monedas de Sisebuto59, en las que se menciona a Bergio60, lo que indica que fue en época visigoda una ceca en la que se acuñaron monedas. Las cecas visigodas, muy numerosas en una línea que jalona la cordillera cantábrica, se han relacionado con una especie de limes o frontera frente a los astures, cántabros y vascones; pueblos poco romanizados, que ofrecieron una gran resistencia a su integración en el reino visigodo61.

56 Este san Félix se ha relacionado con el monasterio de San Fiz de Visonia, pues la basílica estaba muy cerca de Castro Petrense, que Mañanes y Frigetto identifican con Castropetre (Oencia); Sin embargo, por los textos de san Valerio, en versión de C. Aherne, parece deducirse que estaba entre el Bierzo y Maragatería, en los Montes de León. F.J. UDAONDO (1997): Ob. cit, p. 228 y 229, propone, bien un castro denominado Pedroso en Manzanedo de Valdueza, bien un lugar cercano a Villar de los Barrios, donde todavía se conserva un topónimo “Torre de San Félix”. La versión de Fernández Pousa y el P. Flórez es diferente y no localizan San Félix ¿No estaría en san Fiz de Corullón?57 M.C. DÍAZ Y DÍAZ (1967): Ob. cit., p. 179: “Ego tibi nullo modo subueniebo, nisi prius michi Iuramentum dederis, ut antequam ad Bergidum uadas, illum mantum Nunni Valerii, quem promisisti, facias” (....) “Ecce saluata es. Et si feceris hoc quod promissisti, bene ad Bergidum ibis, et bene inde remeabis”.58 E. FLOREZ: E.S., t. XVI, p. 335 59 A. ALONSO (..): “Fuentes para el estudio de la visigotización en la provincia de León”. Archivos Leoneses..., p. 63. Habla de dos monedas de Sisebuto con la ceca de Bergio, que desde el P. Flórez, que publicó en el siglo XVIII el dibujo de una de ellas siempre se identificado con Bergido.60 Esta corrupción de Bergidum, la encontramos también en una escritura de 976 (M. LUCAS (1986): El tumbo de San Julián de Samos. Santiago, n°61, p. 176): “et aliam in Bergio, a Burvia I, et in Carriceto aliam”.61 A. BARBERO y M. VIGIL (1974): Los orígenes sociales de la reconquista. Madrid, especialmente pág. 117 y ss..

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Todos estos datos confirman la existencia de una ciudad de nombre Bergidum o Bergido, capital del “territorio bergidense”, que debió estar situada en los alrededores de Cacabelos; pero que no podemos ubicar con precisión. A. Fernández y Morales, en 1861, nos trasmite una tradición por la que la ciudad de Bergidum, situada en la llanura de Cacabelos, no en Castro Ventosa, que él consideraba exclusivamente la ciudadela de aquella, fue destruida y sembrada de sal por orden de un rey godo, por rebelarse, y que lo único que se salvó de la ciudad fue el barrio judío, en el que luego se levantaría la villa de Cacabelos62. Esta tradición, de origen desconocido, no parece muy plausible; pues los restos arqueológicos de la Edrada no van más allá del Bajoimperio63.

No ocurre así con Castro Ventosa. Ya hemos hablado de sus murallas, cons-truidas a principios del siglo IV. La inestabilidad política, los saqueos y violencias de los germanos64, solo podían ser combatidas desde ciudades fuertemente amu-ralladas y pertrechadas, como Castro Ventosa; no por ciudades indefensas en la llanura. Hidacio recuerda cómo los hispano- romanos, que conservaban sus castella como lugares seguros, se enfrentaron en ocasiones a los suevos, obligándoles a firmar la paz y a entregarse mutuamente rehenes65. Este castella debe traducirse por “recintos fortificados”. Gómez Moreno66 y Mañanes67 hablan de Castro Ventosa como lugar inadecuado por carecer de agua, pero no debió ser así en el pasado, en que se habla de fuentes y pozos68. Incluso no hace muchos años brotaban fuentes en la ladera hoy cegadas.

Un argumento que refuerza la presencia germana en Castro Ventosa es el hallazgo de un peine de hueso, con decoración geométrica, durante la limpieza de la muralla. Según F. Pérez, el peine, que se puede fechar entre el 2° tercio del siglo

62 A. FERNÁNDEZ Y MORALES (1861): Ensayos poéticos en dialecto berciano. León, p. 367.63 F. DIEGO SANTOS (1979): “De la Asturias sueva y visigoda”. Asturiensia medievalia, 4, p 41. Habla, sin precisar pago, del hallazgo en Cacabelos de un molde de piedra para la fundición en serie de osculatorios, de época visigoda. Una fotografía del mismo en H. ZEIS (1934): Die Grabfunde aus dem Spanischen Westgotenreich, p.92, lám., 30, 1. 64 Un signo de esta inseguridad lo proporcionan los tesorillos, como los que se hallaron en Villarino del Sil y Villarinos de Balboa.65 HIDACIO: “Suevi sub Hermerico Rege medias partes Gallaeciae depredantes, per plebem, quae Castella tutiora tenebat, acta suorum partim caede, partim captivitate, pcem quam rumperant, familiarum quae tenebantur redibitione instaurant”. En P. RODRIGUEZ: Episcopologio Asturicense, p. 261-262.66 M. GÓMEZ MORENO (1925): Ob. Cit., p. 5767 T. MAÑANES (1988): Arqueología de la cuenca leonesa del Sil. Univ. de Valladolid, p. 44.68 En el Cartulario de Carracedo (M. MARTINEZ (1997): Cartulario de Santa María de Carracedo, 992-1500. Ponferrada) se menciona, en 1294, el foro de una casa en “o Castro (de Ventosa) con o orto de entrambas las fontes” (n° 695); y dos veces, en 1152 ( n° 32) y en 1172 (n° 55) el topónimo “el Pozo”, aludiendo a la existencia de algún pozo.

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IV y la 1ª mitad del V, es un elemento característico de la cultura de Tchernjahov-Sîntana Mures, que testimonia la presencia en la zona de gentes pertenecientes a la antigua federación gótica, que a partir del siglo V entraron en la Península con suevos y vándalos69.

2. El problema de Castro Ventosa

La ciudad de Bergidum, capital del territorium bergidense visigodo, mantuvo su existencia, al menos, hasta la invasión musulmana. Éstos llegan a la Península en el año 711 al mando de Tariq y Muza quienes, con el apoyo de una parte de la nobleza visigoda, derrotan a don Rodrigo en la batalla de Guadalete, y en menos de tres años la dominan. Muza, siguiendo la vía romana de Cesaraugusta a Asturica llega en el año 714 hasta León, Astorga y Bergidum, completando el dominio de la Galle-cia con la toma de Lugo, su capital70. En cierto modo, señalan Barbero y Vigil, los musulmanes dominan la zona más romanizada y reproducen el viejo limes visigodo contra astures y cántabros, nuevamente reacios a su sujección. Es probable, por tanto, que la presencia musulmana, durante el breve tiempo que permanecieron los agarenos en el noroeste, no alterara la vida de las comunidades, alcanzando acuerdos con la aristocracia visigoda, a semejanza del que conocemos en Murcia con el noble godo Teodomiro.

Probablemente el despoblamiento de Bergidum, que no su destrucción71, haya que ponerla en relación con la resistencia del reino astur y las campañas de Alfonso I que, al decir de Sánchez Albornoz, crearon en torno al reino asturiano un desierto estratégico. Sin embargo, desde muy pronto hay una decidida proyección hacia el Bierzo como atalaya protectora del reino asturiano; así se explica que ya en el 737 el rey Favila, hijo de Pelayo, consagrara la iglesia de Santa Cruz de Montes72. Castro Ventosa, con sus poderosas murallas, sería uno de los castella sobre los que

69 F. PÉREZ (1996): “La cultura de Tchernjahov, la diáspora gótica y el peine de Cacabelos”. BSAA, p. 183; IBIDEM (1997): “Elementos de tipo bárbaro oriental y danubiano de la época bajoimperial en Hispania”. VV. La Hispania de Teodosio, v. II, p. 629-647.70 C. ESTEPA (1997): “La ocupación musulmana de la Meseta Norte”. Historia de León, La Crónica 16 de León t. II, p. 408.71 No se aprecian indicios arqueológicos de su destrucción, al menos en lo que mejor conocemos que son sus murallas.72 M. CARRIEDO (1997): “Crónica de treinta reyes. De Pelayo a Alfonso VI (718-1109)”. Historia de León, La Crónica 16 de León t. II, p. 411.73 J.A. GUTIÉRREZ GONZÁLEZ (1995): Fortificaciones y feudalismo en el origen y formación del reino leonés (siglos IX-XIII). Valladolid, p. 115 y 269.

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se organizó la administración y defensa de dicho reino asturiano durante los siglos VIII y IX73; de ahí los tempranos ataques musulmanes sobre el Bierzo74. La cróni-ca Albeldense narra que en tiempos del rey Bermudo I, en el año 791, Yusuf ben Bujt derrota a los astures en Burbia, a los pies de Castro Ventosa75; pero será con Alfonso III (866-910), cuando las razzias musulmanas por la zona se hagan más frecuentes, según la mencionada crónica76.

Pese a dichas razzias, la proyección y consolidación del reino asturiano en el Bierzo se hizo evidente desde mediados del siglo IX. Poco antes del año 850, el conde Gatón, hermano de Ordoño I, repuebla el Bierzo, del que se titula conde y poco después, hacia 852-853 hace lo mismo con Astorga, como recuerda una sentencia que en junio de 878 emite Alfonso III, confirmando la posesión de Bri-meda al obispo Indisclo de Astorga. Según ésta, el obispo tomó por presura la villa de Brimeda, “quando populus de Bergido cum illorum comite Gaton exierunt pro Astorica populare”77. Justamente aprovechando tensiones y conflictos sociales internos en el emirato, Ordoño I inicia una progresiva expansión hacia el sur, hacia Astorga y León, contando con la numerosa población berciana. Por entonces debieron surgir todos esos poblados que llevan su nombre: Bercianos del Páramo, Bercianos de Valverde, Bercianos de Aliste, San Pedro Bercianos, Bercianos del Real Camino, etc.

También en los años centrales del siglo IX aparecen documentados los primeros lugares poblados del Bierzo tras la invasión musulmana, signo de que su origen es algunos años anterior. Así en el 853 Ordoño I confirma una donación de Ramiro I (844-850) a Samos: “In Bergido monasterium vocabulo sancti Iohannis et alium sancti Ste-phani cum omni acceso suo in villa Viogio; in villa Naragia terras”78; y el 857 el mismo rey cede a dos monjes el monasterio de Samos con sus antiguas pertenencias: “villas in territorio Bergido, vocabulo Viogio, ecclesia vocabulo sancti Iohannis et sancti Stephani (..),

74 Los ataques al Bierzo muestran que no se trata de una tierra de nadie, sino un territorio organizado, en el que hay un poder o unas minorías que se oponen a la presencia musulmana. Ese poder, y de ahí la batalla de Burbia, se localiza en torno a Bergidum o Castro Ventosa.75 Tradicionalmente este nombre de Burbia se ha identificado con el río del mismo nombre; pero probable-mente habría que relacionarlo con un lugar, donde hoy se asienta Villafranca del Bierzo, que en la Alta Edad Media se denominaba Burbia. Por tanto, la batalla se produjo a los pies de Castro Ventosa, en las cercanias de la via Augusta de Bergidum a Lucus.76 J. CASARIEGO (1985): Crónicas de los reinos de Asturias y León. León, p. 40:“Por esos mismos días (hacia el 868), otro ejército (de moros), que había invadido el Vergidum (Bierzo), fue destruido y se recobran afortuna-damente muchos lugares (que tenía el enemigo”); y poco después “en el año 915 de la Era (877), fue capturado en acción de guerra en los límites de Galicia uno de los jefes de España (zona árabe), llamado Abuhalit (Hasim ibn Abd al Aziz) que era valido del rey Mohamed ”.77 A. QUINTANA (1968): El obispado de Astorga en los siglos IX y X. Astorga, p. 33-3478 M. LUCAS (1986): Tumbo de San Julián de Samos (siglos VIII-XII). Santiago de Compostela, n° 41, p. 136.

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villa in locum Naragie”79. Estos lugares, Viogio (Villadepalos) y Naraya, están en las inmediaciones de Castro Ventosa, entre el Cúa y el Sil. Durany documenta en el Bierzo 17 núcleos de población en el siglo IX y 120 más en el siglo X, signo de la gran densidad de la comarca80.

El Bierzo se repuebla o se organiza políticamente a mediados del siglo IX81; pero ¿qué ocurre con Bergidum? Como vemos el término Bergido, en las escrituras anteriores, alude exclusivamente a la comarca, no a la ciudad. Creo que el “populus de Bergido”, de la escritura de 878, debe entenderse en ese sentido y lo mismo la expresión “et per strata quae discurrit ad Vergidum”, que aparece como localización de una donación de Alfonso III, del año 895, al monasterio de San Martín de Astorga82, aunque podría ser un resabio de la vía Asturica a Bergidum. Bergidum como nombre de ciudad desaparece de la documentación. Los dos antiguos asentamientos de la ciudad romana y visigoda tomarán, a partir del siglo X, los nombres de Castro Ventosa y Cacabelos. ¿Por qué se perdió el nombre? ¿Qué ocurrió con aquella ciudad? Por ahora no es posible responder a estos interrogantes; sin embargo, en opinión de J. Avelino Gutiérrez, el castro se convierte en estos momentos en un castella, con el nombre de Ventosa, para la defensa y organización del territorio83.

Ventosa, con su poderosas murallas fue sin duda la capital del Bierzo Altomedieval, tan inestable y sometido a frecuentes razzias musulmanas. Problemente aquí residían sus condes; y desde ella se organizaba y gobernaba la comarca. Sin embargo, a partir del siglo X Ventosa entra en decadencia hasta su casi total despoblamiento, ¿Cómo fue posible esto? ¿Podrían explicar dicha decadencia los sucesos ocurridos en el reinado de Alfonso III, que narra Sampiro, el cronista real nacido en Sorribas, a las faldas de Castro Ventosa? Realmente no hay otra explicación.

79 IBIDEM, n° 1, p. 6280 M. DURANY (1989): La región del Bierzo en los siglos centrales de la Edad Media, 1070-1250. Santiago, p. 25.81 Creo, con Barbero y Vigil, que este término debe entenderse más en el sentido de reorganización política que de una verdadera repoblación. El conde Gatón lo que hace es tomar el Bierzo, probablemente con una población numerosa, en nombre de los monarcas asturianos, crear una demarcación o condado del mismo, cuya capital tuvo que ser Bergidum o Ventosa, pues lo que se hace en otros lugares de la Meseta es restaurar y fortificar las antiguas ciudades, como Astorga y León. Esta población numerosa, integrada por indígenas y mozárabes, se intuye por la repoblación posterior de Astorga y la Meseta, topónimos como Columbrianos, Lavianos, Almázcara, y por la presencia de numerosos mozárabes en la documentación.82 G. CAVERO y E. MARTÍN: Ob. Cit., t. I, p. 5883 J.A. GUTIÉRREZ GONZÁLEZ (1995): Fortificaciones y feudalismo en el origen y formación del reino leonés (siglos IX-XIII). Valladolid, p. 115 y 269.

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La crónica de Sampiro incluye un relato, que algunos no aceptan84, pero que Fr. Justo Pérez de Urbel y A. Quintana consideran verídico85, en el que el cronista narra la rebelión de Fruela y sus hermanos Bermudo, Nuño y Odoario contra Alfonso III, a los que derrotó y cegó. Años más tarde, Bermudo, solo Bermudo, huiría de Oviedo a Astorga donde impondría por siete años su tiranía, probablemente entre el 891 y 898 aproximadamente. Con ayuda árabe se enfrentó a Alfonso cerca de Grajal86, pero éste lo derrotó, tomando Astorga y Ventosa, a las que sometió y castigó87. ¿Qué ciudad es esta Ventosa?. Para Pérez de Urbel y A. Quintana no hay ninguna duda, esta Ventosa no es otra que Castro Ventosa. Pero no todos aceptan esta identificación, por ejemplo, José I. González lo niega casi categóricamente88. Para él resulta dudoso que Sampiro mencione Ventosa, cuando todas las citas que conocemos a este lugar lo denominan Castro Ventosa; por eso cree que esta Ventosa debe situarse en Benavente o sus alrededores, donde en la Edad Media efectivamente hay una Ventosa89.

Estos argumentos han de tenerse en cuenta pero no son definitivos. Que Sampiro denomine simplemente Ventosa y no Castro Ventosa es irrelevante90, y es discutible la existencia en el siglo IX de la Ventosa benaventana, cuyas primeras menciones no van más allá de finales del siglo XII o principios del XIII, cuando

84 SÁNCHEZ ALBORNOZ (1975): El Reino de Asturias. IDEA, Oviedo, III, 661) afirma que el relato “es absolutamente legendario”; y A. COTARELO (1933): Alfonso III el Magno, p. 243 dice “que todo es pura fábula”.85 A. QUINTANA (1967): “La tiranía de Bermudo, el Ciego, en Astorga”. Archivos Leoneses, n° 40, p. 111-144. Aunque sin pruebas concluyentes, el autor proporciona muchos indicios que hacen plausible el relato de Sampiro que, por otro lado, sabemos que no está interpolado, sino que es suyo ¿Qué razón iba a tener Sampiro en narrar algo falso?, sobre todo cuando se trataba de lugares que el conocía bien, como Ventosa y Astorga; en uno casi había nacido, en otro fue obispo.86 Para A. QUINTANA, Ob. Cit. p. 123, nota 24, este Grajal no es el de Campos sino Grajal de Ribera, del ayuntamiento de la Antigua. El autor precisa que “según una u otra interpretación , es bien diferente el matiz que entraña esta expedición de Bermudo.87 Fr. J. PÉREZ DE URBEL (1952): Sampiro. Su crónica y la monarquía leonesa en el siglo X. Madrid, p. 280: “Ipse uero Ueremundus orbatus fraudulenter ex Oueto exiuit, et Astoricam uenit, et per VII annos tiranniden gessit arabes secum habens; una cum ipsis getulibus exercitum Graliare direxit. Rex uero Adefonsus hec audiens, obuiam illis processit, et eos, usque ad internicionem, deleuit. Cecus vero al sarracenus fugiit. Tunc edomuit rex Astoricam simul et Ventosam”.88 JOSÉ I. GONZÁLEZ (2002): “Importancia medieval del castro de la Ventosa”. Cimada, p. 43-54.89 De esta Ventosa benaventana habla A. QUINTANA (1970): “Los primeros siglos del cristianismo en el conventus jurídico asturicense”. En Legio VII. León, p. 450.90 Solemos tomar como nombre propio Castro Ventosa, pero probablemente el nombre fue simplemente Ventosa. Su situación y encastillamiento defensivo en un emplazamiento elevado, un castro, terminó dando paso al nombre de Castro Ventosa.

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esa zona cercana al Duero ya ha sido repoblada y consolidada91. Del siglo XII hay en el Cartulario de Carracedo una escritura que nombra “monte Ventosa” al lado del Cúa92. La realidad del siglo IX es muy distinta, la geografía histórica del reino astur, en lo que a León se refiere, está centrada en la repoblación del Bierzo y Astorga, condados que, por aquel entonces parecen estar en una misma mano, primero del conde Gatón y luego de sus herederos. Bermudo parece moverse y dominar ambas zonas y, por tanto, son sus capitales las que son objeto de represalia por parte de Alfonso III. El caso de los hijos de Sarracino, nietos del conde Gatón, a los que por deslealtad, Alfonso III arrebató el gobierno de Astorga y el Bierzo, y aún bienes propios, parte de los cuales -las tierras de montaña comprendidas entre Parada y Busmayor, con el Valcarce- dio a la diócesis compostelana para atención a los peregrinos que iban a Santiago93, puede ser aún eco de aquella insumisión.

Esto sí explicaría porqué Castro Ventosa, aunque no destruida, pierde pre-eminencia hasta casi su despoblamiento en el siglo siguiente94. La primera mención que conocemos de este lugar con dicho nombre es del año 981, es decir un siglo

91 A. QUINTANA (1968): El obispado de Astorga en los siglos IX y X. Astorga. Menciona este autor que en el año 927 el obispo de Astorga Fortis está en Galicia con el rey en viaje particular; entre los que acompañan a éstos están los nobles Nepociano, Ubdella y Pepi, que firman de Ventosa. Sáez, en su libro Sancho Ordoñez, cita varios poblados gallegos con este nombre, pero Quintana cree que su verdadera identificación es Castro Ventosa, y que son por tanto diocesanos del obispo Fortis, p. 258, nota 101.92 M. MARTINEZ (1997): Cartulario de Santa María de Carracedo, 992-1500. Ponferrada, p. 101. Es un cambio de propiedades entre el monasterio de Carracedo y Juan Peláez, en que ésta da una heredad “in territorio bericense, in subripa subtus monte Ventosa, sub signo sancta Mariae, discurrente fluvio Cua”. J.I. GONZÁLEZ, ob. cit. cree que esta denominación reponde al fracaso de la repoblación, pero es evidente que posteriormente hay numerosos documentos que vuelven a nombrar el lugar como Castro Ventosa y no monte.93 J. RODRÍGUEZ (1972): Ramiro II de León. Madrid, p. 222.94 ¿Qué relación puede tener esta Ventosa con la que menciona el “Codex Calixtinus”? En ese texto se relacionan las ciudades más importantes tomadas por Carlomagno en España, entre las que se mencionan: “Emerita, Altamora, Palentia, Lucerna Ventosa que dicitur Karcesa, que est in valle viridi”. Todas estas ciudades fueron ocupadas por Carlomagno, unas sin necesidad de lucha, otras, como Lucerna, sitiándola hasta derruir sus muros. “Rezó a Dios y a Santiago, dice el cantar, entonces se derrumbaron los muros y quedó sin habitantes y una masa de agua, como un estanque, se alzó en medio de la ciudad negra, oscura y horrible: nadaban allí grandes peces negros”. No nos importa ahora la leyenda sino la localización de Lucerna Ventosa, que muchos suponen en el Bierzo. El autor del cantar de Anseïs, que conoce bien el Camino de Santiago, nombra los principales lugares de la ruta. Anseïs se refugia en Luiserne, la ciudad de Valverde. (El Codex Calixtinus dice del Sil, que baña Ponferrada en Valverde; es decir que denomina al Bierzo como Valverde). De Luiserne, Anseïs se retira al mont de Ravanel (el monte Rabanal, el monte Irago), desde donde ven Estorges (Astorga). El monte Rabanal no es otro que el que se sitúa entre el Bierzo y Maragatería. Por último, Ventosa tiene una estrecha relación con el Castro Ventosa.

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después, en una donación del rey Ramiro III a la iglesia de León: “Aditimus etiam vobis et ecclesie Dei villa in Bertido nuncupata Soliana que fuit de Abnazar (...). Est namque ipsa villa subtus Castro de Ventosa, super rivulo qui vocitant Cua”95. Soliana o Sellana es un topónimo que aún se conserva en la margen derecha del Cúa, debajo de Pieros y Castro Ventosa. Hay una mención anterior, del año 938, en la que se habla de la iglesia de San Julián, que como luego veremos, no es otra que una de las de Castro Ventosa. Se trata de la donación de Gontina al monasterio de san Dictino de As-torga: “In Bergido villa quae dicitur Secobia de carrale quae discurrit a Sancto Iuliano usque in riuo Cua”96. Desconozco este topónimo Secobia, pero San Julián y río Cúa en Bergido solo puede aludir a la iglesia de Castro Ventosa.

Que Castro Ventosa no estaba deshabitado lo muesta con claridad la dona-ción de Todindo y su hermana Todil al monasterio de Carracedo del año 994: “de villa nostra propia quam habemos en Berizu, loco praedicto, quae vocitant Castro Ventosa, sub aula Sanctae Mariae, et Sancti Asciscli, ipsam villam, et sancti Juliani”97. El término “villa” significa aquí una explotación agrícola; pues la donación a San Salvador de Carracedo de “ipsam villam que est in Castro Ventosa”, incluye corte conclusa, terras, vineas, arbores ...oves, boves, cubas, lagares etc.; términos que caracterizan este tipo de villa98.

¿Qué significa, por tanto, Castro Ventosa? ¿Qué carácter tiene el lugar? No es un simple término geográfico, pues poco después se la calificará de villa99, además de mencionar su carácter de parroquia (sub aula) de Santa María, san Ascisclo y san Julián. No está claro si se alude a varias iglesias (Santa María y san Ascisclo una; san Julián, otra). Una iglesia de Santa María se cita con frecuencia en la zona, pero podría referirse a la parroquial de Iglesia del Campo, aunque no lo creo100; la de san Julián es claramente una iglesia en Castro Ventosa. En 1172, en un cambio de propiedades entre Carracedo y Domingo Pérez, éste da al monasterio “unum solare quod es in villa quae vocatur Castro, cum suo exitu, et est ad partem ecclesiae sancti

95 C. y E. SAEZ (1990):Colección documental del Archivo de la Catedral de León, vo.. II, doc. 482.96 G. CAVERO y E. MARTIN (1999). Colección documental de la catedral de Astorga. Fuentes y estudios de Historia leonesa, n° 77, t. I, p. 103.97 M. MARTINEZ (1997): Cartulario de Santa María de Carracedo, 992-1500. Ponferrada, p. 2498 CH. DUFORRCQ y J. GAUTIER-DALCHÉ: (1883): Historia económica y social de la España cristianaen la Edad Media. Barcelona, p. 29-30.99 J.J. SÁNCHEZ BADIOLA (1999): “La sociedad leonesa en la transición a la edad media”, Estudios Hu-manísticos, n° 21, p. 50. Ver los distintos significados del término “villa”.100 IBIDEM: año 1174, venta de una viña “subtus castro Ventosa sub signum Sanctae Mariae”, p. 69; año 1190, cambio de propiedades “in territorio bericense, in subripa subtus monte Ventosa, sub signo sancta Mariae”, p. 101. Sin embargo, en esa misma escritura añade la donación “et portionem quam habeo in illa ecclesia de Sancta Maria del Campo”, distinguiendo por tanto la iglesia de Santa María -la de Castro Ventosa- de la de Santa María del Campo -la actual de Iglesia del Campo, que está debajo del castro.

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Juliani”101; es decir, un solar en Castro Ventosa, al lado de la iglesia de san Julián102. Aunque buena parte del castro pertenece a Carracedo, la iglesia de Astorga tiene vasallos y heredades también aquí103.

Aunque un documento del año 1210, dice que Castro Ventosa era un desierto desde antiguo (“quod desertum fuerat ab antiquo”), lo cierto, recuerda Durany104, es que en la documentación de los siglos XI y XII dicho núcleo aparece con la categoría de “villa” (“hereditate... in villa que vocitant Castro”, se dice en 1152) y que, al menos, existían dos iglesias, las de Santa María y San Julián (años 1172 y 1174). Por tanto, no era un núcleo deshabitado ni sin importancia. Al contrario, la “villa” parece tener un alfoz en el que se incluyen otras “villas”, que habrá que entender como explotaciones agrícolas, por ejemplo la villa de Renedo, que nombran escrituras de los años 995 y 1033105. También se documentan en Castro Ventosa parajes o pagos propios, como el Pozo106, Golpejares107, Rabo de Asno108, Valdelinares109, el Pedrón110, La Moralina111.

3. La repoblación de Castro Ventosa

La decadencia de Ventosa la aprovechan Cacabelos y Villafranca que, desde su origen o repoblación, irán consolidándose, con Ponferrada, como las poblaciones más importantes en el Camino de Santiago a su paso por el Bierzo. La primera

101 IBIDEM, p. 62.102 El documento no dice Castro Ventosa, pero se infiere del mismo. En el cambio, Carracedo da a Domingo Pérez una tierra “in ipsa villa”, que tiene “per terminos Pelagio Cidiz”; este Pelagio es el mismo de una escritura de 1158 que tiene una viña “subter Castro de Ventosa, ubi dicunt Golpeliares” (C.C., p. 54)103 G. CAVERO y E. MARTIN (1999). Colección documental de la catedral de Astorga. Fuentes y estudios de Historia leonesa, n° 77, t. I, p. 206. Inventario de bienes raíces de la iglesia de Astorga, del año 1021, realizado en tiempos de Alfonso V. Entre los lugares en los que la iglesia de Astorga tiene vasallos y heredades aparece junta a Penarios, Sorribas, Robledo “Castro Ventosa”.104 M. DURANY (1989): Ob. Cit, p. 89.105 G. CAVERO y E. MARTIN (1999): Ob. cit., n° 174, año 995: “en Castro Ventosa la villa llamada Renedo”; IDEM, n° 269 “En el Bierzo, debajo del Castro de Ventosa, la parte en la heredad llamada Renedo”.106 M. MARTINEZ (1997): Cartulario de Santa María de Carracedo, 992-1500. Ponferrada, p. 48: “in villa quae vocitant Castro, loco predicto al poço, discurrente rivolo Cua”.107 IDEM, p. 54: “vinea quae habemus subter Castro de Ventosa, ubi dicunt Golpeliares”108 IDEM, p.: “Damus tibi duas vineas in Castro de Ventosa... et aliam terram in Rabo de Asino”.109 IDEM, p.: “Una terra que... ayo en o Castro de Ventosa, no lugar que dicen Valdelinares”.110 M.C. GOMEZ BAJO (1993): Documentación medieval del monasterio de San Andrés de Vega de Espinareda (León) (siglos XII-XIV). Salamanca, p. 44: “el nosso campo que avemos en Castro de Ventosa, yaz al Pedron”.111 IDEM, p. 58: “duas sortes que avemos eno Castro de Ventosa. Ela una sorte iaz a la moralina ... e la otra iaz al pedrón”

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mención de Cacabelos se encuentra en la donación de Vermudo II a Carracedo en el año 992, en la que el rey recuerda que esa villa, más las de Palacio y Sellana, son suyas por herencia de su padre el rey Ordoño IV112. Probablemente, como Castro Ventosa, también Cacabelos debió sufrir en los años finales del siglo X alguna razzia musulmana113 o, más probablemente la villa se vio afectada por la conflictividad social que se detecta en la zona a finales del siglo X y principios del XI114; pues cuando a comienzos del siglo XII, en 1108, el arzobispo compostelano Diego Gel-mírez reconstruya el “burgo” de Cacabelos, dirá que el lugar estaba destruido hasta el suelo115. Por esa reconstrucción y por la consagración de su iglesia, Alfonso VII, en 1130, da este lugar, ahora denominado “villa”, a la mitra compostelana116.

La razón de la decadencia del castro a partir del siglo IX se explica por el castigo de Alfonso III o las razzias musulmanas, pero también por el inadecuado emplazamiento de Castro Ventosa, en un altozano espacioso pero sin mucha agua117. Cuando el peligro ha pasado y la frontera fortificada avanza no ya al Duero sino más allá del Tajo, el emplazamiento de Castro Ventosa entonces ventajoso es ahora un inconveniente para el desarrollo urbano. De la misma manera que durante época romana la Bergida astur, por imperativos políticos, se traslada al llano; ahora, pasadas las dificultades de las invasiones germánica y árabe, la población desciende nuevamente a orillas del Cúa, en el entorno de la iglesia y el puente. El dinamismo de Cacabelos a partir de entonces será muy notable118. Lo mismo podríamos decir de Villafranca, que con el nombre de Burbia aparece en el siglo X; en el XII cambia de nombre, como reconoce una escritura de 1120 hablando de la iglesia de san Nicolás “que sita est in villa Burbia, que alio nomine

112 M. MARTINEZ (1997): Cartulario de Santa María de Carracedo, 992-1500. Ponferrada, p. 22: “Similiter et alias duas villas non procul de ipsa de Sancto Martino, Palaciu et Cacavolos. In aliam partem Cuae, aliam villam, nomine Selianam. Iste tres fuerunt incartatione patris mei domini Hordonii”.113 Se suele decir que en el año 997 Almanzor, en un de sus razzias a Galicia, destruyó Cacabelos y el mo-nasterio de Carracedo.114 M. DURANY (1989). Ob. cit., p. 39.115 E. FLOREZ (1765), E.S., t. XX. Historia Compostelana, p. 69: “Construxit namque Burgum Cacavellos, quod solo tenus destructum reperiit, et domibus inibi factis cum magno honore Ecclesiam consecravit”; que E. FALQUE REY (1994): Historia compostelana. Akal, p. 127 traduce: “reconstruyó el burgo de Cacavelos, que encontró derruido hasta el suelo, y tras hacer allí casas de gran lucimiento, consagró una iglesia”.116 Sin embargo, antes Vermudo II había concedido este lugar a Carracedo, tal vez por eso la infanta dona Sancha, en 1142, concede a este monasterio “de totum realengum, seu infantaticum quam habeo in territorio Bergidensi in villa nominata scilicet Cacavelos”. M. MARTINEZ (1997): Cartulario de Santa María de Ca-rracedo, 992-1500. Ponferrada, p. 43.117 Ahora no hay agua, pero un documento de 1294 del C.C., ff. 332, por el que el monasterio afora una casa en Castro Ventosa, añade “con o orto de emtrambas las fontes”, indicando que había al menos dos fuentes.118 M. DURANY (1989): La región del Bierzo en los siglos centrales de la Edad Media 1070-1250. Santiago de Compostela.

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nuncupatur Villafranca”, y crece en relación con el Camino de Santiago y los monjes de Cluny que levantan aquí un priorato119. Alfonso IX concede a esta población fuero en 1192120 .

La concesión de fueros por parte de los reyes a villas del Camino Jacobeo, que se nutrirán de una importante población franca, se relaciona con motivaciones económicas pero también políticas; motivaciones que encontramos igualmente en los proyectos de repoblación interior. Según García de Cortázar estas repoblaciones responden al interés de los monarcas leoneses por ampliar su propia plataforma de riqueza y poder, erosionada por la cristalización de grandes propiedades y juris-dicciones señoriales121. Es en ese contexto en que el se lleva a cabo la repoblación de Castro Ventosa por los reyes Fernando II y Alfonso IX, que conocemos por numerosos y prolijos documentos. Por el primero, de 1186, sabemos que ese intento repoblador lo lleva a cabo, con gentes de Villafranca, el rey Fernando II en compa-ñía de su hijo Alfonso; pero viendo las dificultades y el daño que a él y a su reino, es decir a las poblaciones inmediatas, va a causar desiste, al tiempo que prohíbe que se hagan nuevas repoblaciones en el Bierzo o que se destruya completamente (funditus, de raíz) el castro, cuyas piedras permite que se utilicen en la construcción del monasterio de Carracedo. A cambio de esta renuncia, el monarca recibirá en pago del convento 2.530 morabetinos122.

Esta promesa real fue incumplida dos décadas después, ya que sabemos que el monarca, o sus hombres -se cita a Arias Peláez-, con el propio concejo ocuparon “tierras” y “viñas” para levantar los edificios de la nueva población, a la que acu-dieron gentes de los alrededores, especialmente de Cacabelos. Según A. Quintana, la repoblación de este lugar debió reiniciarse a comienzos del siglo XIII, pues en 1204 Alfonso IX dió al obispo de Astorga los castillos y tierras de Cabrera y Lo-sada y entre los confirmantes hay un Fernando Fernández tenente de Villafáfila y de Castro-nuevo; y poco después en una nueva donación del rey al obispo de Orense se menciona a un Fernando Gutiérrez como tenente de Campo del Bierzo y el Castro-nuevo”. Este Castro Nuevo, en opinión de Quintana, no es otro que

119 IBIDEM, p. 41-42120 IBIDEM, ob. ci. y J.I. GONZÁLEZ RAMOS (1994): “Villafranca”. Historia del Bierzo. Diario de León, p. 50-51.121 J.A. GARCÍA DE CORTAZAR (1974): Edad Media. Historia de España de Alfaguara, t. II, p. 199.122 M. MARTINEZ (1997): Cartulario de Santa María de Carracedo, 992-1500. Ponferrada, p. 93: “Ego, Rex Fernandus cun filio meo Rege Domino A(defonso), veni in Bergido causa populandi Castrum de Ventosa, et videns quod inde animae meae, et regnum dagnum veniret, (...) et hominum de Villafranca populare dimisi (...) Et etiam quod nunquam in toto Bergido aliquam faciam populationem, nec aliquis de posteritate mea, et quod ipsum castrum destructum sit funditus, et postrarum, et petram ex eo in Carrazetum usque ad minimam deportari”.

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Castro Ventosa, al que se califica de “nuevo” por su repoblación y restauración, algo en mi opinión dudoso123.

Que Castro Ventosa estaba en plena repoblación lo demuestran dos dona-ciones de 1209 a la iglesia de Santiago, pues se veía perjudicada por la misma. En una le dona la mitad de una serie de derechos generados en esa villa, además de tres iglesias y la promesa de no cambiar el Camino de Santiago que pasaba por Cacabelos; todo ello en compensación por el daño que esta repoblación causaría a la villa de Cacabelos, que era de la mitra compostelana124. No está claro el signi-ficado de estas tres iglesias, pues desconocemos si lo que se dona son tres iglesias existentes en Castro Ventosa, o la licencia y terreno para la construcción de dichas iglesias, como ocurre con la donación al obispo de Astorga, que luego veremos. Si existían entonces dichas iglesias habrá que entender la escritura de 994 como las advocaciones de las mismas: Santa María, san Ascisclo y san Julián, lo que darían aún más relieve a la ciudad en los siglos anteriores.

En la segunda donación, el mismo rey concede Villagroy, un pequeño lugar en el municipio de Corullón, a la citada iglesia, con la aquiescencia del concejo de Castro Ventosa, que la había recibido previamente como parte del alfoz de la villa; la donación se hace en compensación de las tierras y viñas que la iglesia compostelana tenía junto al castro y que son utilizadas para construir edificios125. Esta escritura nos informa de la existencia del concejo e incluso de su papel en la organización de la villa; pero su relevancia no parece muy fuerte cuando no es capaz de evitar la intromisión de los monasterios y villas de los alrededores, que al final lograrán del rey la renuncia a la repoblación.

123 A. QUINTANA (1955): Ponferrada en la antiguedad. Madrid, p. 93. Sin embargo, el hecho de que estos personajes aparezcan como tenentes de Benavente, probablemente nos indique que este Castro nuevo es de aquella zona.124 L. ALVAREZ (1999): La documentación del tumbo A de la catedral de santiago. Estudio y edición. León, doc. 148: “Cum igitur in populatione mea quam facio in Beriz, in Castro Ventosa, ecclesia Beati Iacobi apostoli non modicam incurrat iacturam de villa sua de Cacavellis cuius incole ad eandem confluunt populationem. Dapmnum susceptum ei taliter recompenso. In primisdo eidem ecclesie vobisque (...) in perpetuum medietatem integram ipsius ville, scilicet, tam de petito quam de fossadaria que in pecunia fuerit data, quam de voce vel calumpnia, quan de portatico si ibi positum fuerit, necnon et de omni alio lucro quod de eadem provenerit villa, preter collectam meam et monetam. (...) Do etiam supradicte ecclesie Beati Iacobi vobisque, archiepiscope domne Petre, vestrisque successoribus tres ecclesias cum suis parrochiis in eadem villa in eisdem ecclesie ac vestro succesorumque vestrorum dominio iure integro in perpetuum permansuras. Concedo etiam ut de ipsa villa vestra de Cacavellis strata publica numquam mutetur”.125 IBIDEM, doc. 149: “quod do vobis (...) in perpetuum Villa Eloy, iuxta Villamfrancam, cum omnibus direc-turiis et pertinenciis suis de beneplacito et consensus concilii de castri de Ventosa cui eandem villam in terminis suis asignaveram, pro vineis vestris et terries quas iuxta Castrum iam dictum hactenus habebatis, que propter suam propinquitatem mihi et supradicto concilio fuerunt accomode ad populationis ibi edificia construenda”.

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Santiago no era la única iglesia perjudicada con la repoblación de Castro Ven-tosa, también lo era Astorga, a la que el rey tuvo que conceder otros privilegios que la compensaran, como la donación que hace en mayo de 1209, por el daño que le causaría esa repoblación, con la de Ponferrada y Viana. Por ello, le concede todas las iglesias de Ponferrada construidas y por construir, más “unam plazam ad construendam ecclesiam in Castro de Ventosa cum illa ecclesiae Sanctae Mariae quam ibi adquisierat homo meus Arias Pelagii de consensu, donatione et voluntate mea et concilii eiusdem villae”126. El texto es tan ambiguo, que no se acierta a localizar esa iglesia de Santa María, para unos en Castro Ventosa127, como parece lógico; para otros en Ponferrada128.

Además de las de Santiago y Astorga, las presiones debieron de ser muy fuertes por parte de los monasterio de Carracedo y San Andrés de Espinareda, y por las villas de Ponferrada, Cacabelos y Villafranca; pues al año siguiente el rey revocaba todo el proceso y, a cambio de dos mil aureos, “juramenti promito quod Castrum illud numquam reedificare faciam, nec populariab aliquo permitam”129, juraba nuevamente no volver a repoblar el castro. Decisión que pocos meses después confirmaba el papa Inocencio III, añadiendo una razón que, en parte, ya conocíamos pero el proceso repoblador obviaba, que “Castro Ventosa ex parte in possesionibus monasterii”130, que el castro era en gran parte propiedad del monasterio de Carracedo.

Aunque esto no era totalmente cierto, pues escrituras posteriores mencionan propiedades del Temple, hospital de San Lázaro131, monasterio de San Andrés de Espi-nareda132 y de muchos particulares, sí es verdad que una buena parte de las tierras que ocupaban el castro, no la jurisdicción, eran del monasterio, a quien veremos arrendar, incitar a la plantación de majuelos y viñas o al aforamiento del casar que allí poseen133. Pero ya no había población en el castro, aunque había casas134; ni iglesias, al menos parroquiales, pues muchas de las menciones a propiedades en el castro se declaran bajo la parroquia de san Martín de Pieros135. También el monasterio de San Andrés tenía en el Castro propiedades y caserías, que arrienda en varias ocasiones136.

En resumen, desde el siglo X, Castro Ventosa fue perdiendo paulatinamente su población, con una pequeña recuperación a principios del siglo XIII. Desde entonces, fue un páramo cubierto de tierras centenales y viñas, de diversos propietarios, con al-guna casería de Carracedo y San Andrés, pero sin formar ni concejo ni parroquia.

126 G. CAVERO y E. MARTIN (1999). Colección documental de la catedral de Astorga. Fuentes y estudios de Historia leonesa, n° 77, t. I, p. 284.127 P. RODRIGUEZ (1906): Episcopologio Asturicense. Astorga, p. 256.128 A. QUINTANA (1955): Ponferrada en la antiguedad, p.129 M. MARTINEZ (1997): Cartulario de Santa María de Carracedo, 992-1500. Ponferrada, p. 171.130 IBIDEM, p. 173.

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Más de un arqueólogo aquí presente se puede preguntar qué puede aportar la documentación de la Edad Moderna a una yacimiento arqueológico como es el de Castro Ventosa, o aún mejor, qué es lo que hace un historiador en este congreso. Incluso algunos se preguntarán el por qué de esta ponencia. Si partimos del hecho de que las excavaciones arqueológicas, sean éstas prerromanas, romanas o medievales, tradicionalmente han sido un coto exclusivo de los arqueólogos, la respuesta parece obvia; sin embargo consideramos que la visión y el trabajo que puede ofrecer un historiador en algunos casos y sobre todo en el que nos ocupa, en el que no se han efectuado intervenciones científicas sino más bien intervenciones de urgencia o de limpieza, puede resultar de utilidad tanto para el arqueólogo como para el propio yacimiento.

Indudablemente, la aportación de los historiadores no arqueólogos presenta grandes limitaciones, pero no más que las lecturas, muchas veces limitadísimas, que pueden ofrecernos los arqueólogos en cualquier tipo de excavación y sobre todo en yacimientos excavados de forma incompleta y de urgencia. Si las interpretaciones que se hacen desde el campo de la historia han de ser cautas, no lo habrán de ser menos las que se hacen exclusivamente desde el campo de la arqueología, cuestión ésta que creo que no necesita de muchos ejemplos por la abundancia y generalización de los mismos.

En el caso del Castro Ventosa, los hallazgos fortuitos, acaecidos con relativa frecuencia, al menos desde mediados del siglo XIX, y los que han proporcionado las escasas campañas arqueológicas de excavaciones, como las de mediados de los años setenta dirigidas por Tomás Mañanes y las de los noventa, por Inés Díaz, poca luz han dado al yacimiento.

LA EDAD MODERNA EN EL CASTRO DE LA VENTOSA.La puerta del Sol y la Puerta del Viento.Dos puertas para el mayor castro del noroeste.

VICENTE FERNÁNDEZ VÁZQUEZ

Profesor de Historia del I.E.S. Gil y Carrasco. Ponferrada

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Estando en esta situación de desconocimiento ¿qué lectura se puede hacer del yacimiento desde el campo histórico? En otra ponencia se aborda la historia de Castro Ventosa en la Edad Media, época ésta en la que nuestro Castro es un protagonista excepcional, al menos hasta la llegada de los árabes. No es nuestra opinión analizar la situación del Castro en esta época pero sí que nos planteamos que ese Castro Ventosa, ese Bergidum, Bergido,… del que tan abundantemente hablan las fuentes históricas medievales, sobre todo las de la épocas de los suevos y visigodos ¿dónde estaba localizado?, ¿en el mismo lugar que el yacimiento prerromano o el romano, o en un lugar distinto? Esta será una de las cuestiones que enlazando con la situación que atraviesa el Castro en la Edad Moderna y con la información que algunas fuentes modernas ofrecen, abordaremos en nuestra ponencia.

Comenzaremos señalando que al observar toda la producción científica que hasta el momento Castro Ventosa ha generado, parece, o al menos esa es la impresión que se tiene, que durante los siglos de la Edad Moderna no hubiese existido, como si hubiese desaparecido. Algo, por desgracia, frecuente con otros muchos yacimientos o monumentos, y con algunos de nuestro propio entorno berciano. Se habla de ellos en la Antigüedad, muchas veces partiendo de cuatro datos, referencias documentales o mínimos hallazgos arqueológicos, se sigue tratando de ellos en la Edad Media gracias a las abundantes referencias que sobre todo los Tumbos monásticos proporcionan, y como si del Guadiana se tratase no se vuelve hablar de ellos hasta que por un motivo u otro despiertan el interés de científicos, de curiosos o de aficionados en los siglos XIX y XX. Esto que podemos aplicar para el Castro Ventosa lo podemos hacer extensible, por ejemplo, al Castillo y Fortaleza de Ponferrada. Parece ser como si en la Edad Moderna se hubiesen evaporado. Sólo las citas de algún que otro curioso viajero, en la mayoría de las ocasiones peregrinos (en el caso del Bierzo), nos indican que seguían existiendo.

La explicación a esta situación es bastantes evidente, por un lado el estado de abandono y de ruina en la que se encuentran la mayoría de estos yacimientos en los siglos de la Modernidad favorece que sean pocas las fuentes de carácter literario que se ocupen de ellos, y por otro evidencia el escaso interés que despiertan tanto para el estudioso de los siglos XVI-XIX como para el arqueólogo que por su formación, o mejor deformación, considera que las fuentes de la Edad Moderna no pueden aportarle nada.

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Fuentes literariasSi nos centramos en el lugar que ocupa el Castro de Pieros en lo que podía-

mos considerar fuentes literarias, sobre todo en libros de viajes, testimonios de viajeros, más o menos eruditos que se acercan al Castro y recogen sus impresiones, realmente hemos de reconocer que es muy pobre la información que nos pueden suministrar y más pobre aún la información que pueden ofrecernos sobre el yaci-miento en cuestión, si bien hay que señalar que cualquier dato por pequeño que sea puede resultar interesante.

Los peregrinos y viajeros de los siglos XVI al XIX que han escrito sobre Castro Ventosa en general aportan muy poco. Sólo a partir del XVIII ilustrados como Jovellanos y E. Flórez, románticos como Gil y Carrasco o eruditos como Gadow muestran un mayor interés.

El padre Flórez en el tomo XVI de su España Sagrada1 recoge información a cerca de Bergidum, del Itinerario de Antonino, de Ptolomeo y de la lápida con la inscripción de Caio Valerio Arabino, del Museo Arqueológico de Tarragona en la que se dice que aquel ilustre varón fue natural de Bergido Flavio, en cuya propia república había gozado de todos los honores patricios.

Además de esta información de carácter histórico lo más interesante quizás sea la descripción que hace del Castro de la Ventosa y que transcribimos a con-tinuación: “Pero ya no hay vestigio en el mismo sitio, se encuentra a poca distancia donde hoy dicen castro de la Ventosa, que es una eminencia con planicie en la cima, de extensión capaz de una Ciudad, que domina todo el Bierzo, y era muy acomodado al genio de los antiguos, sin haver en todo el territorio sitio más proporcionado para Capital, según me informan: y de hecho la tradición del país es, que allí huvo Ciudad, y hasta hoy perseveran en el circuito de la planicie y cima porciones de sus muros. Por la misma utilidad y proporción para Capital del Bierzo, proyectó el rey D. Fernando II. Reedificar la población, pero a instancia del Mo-nasterio de Carracedo, cuyo es aquel territorio, desistió de la empresa, como también su hijo D. Alfonso IX por la misma razón. Conspirando pues a este sitio la distancia y las ruinas con la circunstancias de ser el más proporcionado para Capital del territorio dejaremos reducida a él la antigua Bergidum”.

Como podemos observar poca es la información práctica que nos propor-ciona esta fuente, y algo semejante ocurre con el ilustrado Jovellanos, que visita el Bierzo en la misma centuria. Informado de la existencia de Castro Ventosa por los monjes del Monasterio de Carracedo, tras algunos titubeos se decide visitarlo visitó el castro. Una vez allí nos habla de vestigios antiguos, de castillos, del “cas-

1 FLÓREZ, E. (1762): España Sagrada, tom. XVI, pp. 28-30.

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tro Ventosa, hoy llamado Monte de la Mesa” y al que considera de “corto techo por ciudad”, y nada más, al margen de equivocarse, quizás mal informado por los monjes, que el castro pertenecía al monasterio de Carracedo.

De todos los viajeros que en el XIX se acercan a nuestro castro y escriben sobre él, consideramos los testimonios más interesantes los de Enrique Gil y Ca-rrasco y del prusiano Gadow2 . El escritor y novelista romántico es con mucho el que más espacio le dedica al castro, pero su interés literario se centra en el paisaje, si bien nos informa de que en los siglos XVIII y XIX los monjes seguían usando las murallas del castro de cantera para sus construcciones monásticas.

En cuanto al profesor de la Universidad de Cambridge, éste recorrió con su mujer todo el norte de España y describió la situación del Castro de la Ventosa en las postrimerías del siglo XIX. Pese a que, como veremos recoge errores, debido a sus informantes, sin embargo consideramos su descripción de interés: “Cerca de Villafranca, en lo alto de una colina, estratégicamente situadas, hay unas ruinas imponentes con sólidos muros cubiertos de hiedra que la gente llama el Castro de la Ventosa, según la tradición local son los restos de aquel monasterio, o incluso de todo un pueblo. Y en efecto, todo un pueblo ha desaparecido, aunque no en esa pequeña planicie de la colina: se trata de la vieja Bergidum Flavium de los romanos. Pero ésta se situaba, aproximadamente, a una milla hacia el este del actual emplazamiento de Villafranca, y a media milla hacia el sur de la carretera que va a Ponferrada.

Ahora esas suaves colinas son campos de cultivo, pero numerosos restos de cimientos, muros y arcos han sido descubiertos. Algunos afirman, y los que con más vehemencia lo hacen son quienes menos saben del tema, que existen unos largos pasajes subterráneos que conducen desde la ciudad desaparecida a quién sabe dónde. ¡Alguien incluso llegó a indicarnos con detalle el curso de uno de aquellos túneles, que decía llegaba hasta el lejano río! Esto es, sin duda, un disparate absurdo. Lo único verdaderamente cierto era que nosotros nos encontrábamos en el reconocido emplazamiento del viejo Bergidum. Se han encontrado allí monedas romanas de plata y don López, el notario público, tuvo la amabilidad de entregarle dos a mi esposa. También habían encontrado una moneda de oro en la que venía inscrito el nombre de Sisebutus Rex, por una cara, y por otra, Bergio Pius, lo cual demuestra que este lugar tuvo su importancia en los tiempos de los visigodos; los moros fueron quienes lo devastaron”.

2 Si bien nació en la región de Pomerania con 25 años se trasladó a Inglaterra llegando a ser profesor de morfología de vertebrados de la Universidad de Cambridge. GADOW, H. Por el Norte de España (1897), Ediciones Trea, Gijón, 1997.

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En el siglo XIX poco más hay de interés científico, a no ser el informe de Fidel Fita en el que describe el lugar exacto donde se encontró la lápida de Cómodo, que está depositada en el Museo de León, pero que por no ser tema de esta ponencia obviamos.

Fuentes documentalesEste tipo de fuentes históricas son las más interesantes y también las más igno-

radas y por contra las que nos pueden ofrecer un mayor interés, ya que no se trata de opiniones con mayor o menor rigor científico ni de descripciones paisajísticas, sino de hechos históricos. Nos estamos refiriendo sobre todo a la documentación notarial conservada en el Archivo Histórico de Protocolos de León. Entre los miles y miles de documentos de los siglos XVI-XVIII relativos a las localidades del entorno del Castro Ventosa que se guardan en la citada institución son muchísimos en los que de una u otra forma se referencia el citado castro. Indudablemente, no toda la informa-ción es del mismo interés histórico, y podemos decir que la mayoría sólo sirve para constatar su existencia, cuestión ésta que la propia existencia del castro evidencia. Pero entre tanta información de tan escaso interés suministrada básicamente en es-crituras de compraventa, de foros, de testamentos, catastrales, de lindes o de visitas de términos,... las más interesantes son aquellas que hablan de gentes que habitan Castro Ventosa, de una entidad de población menor, supeditada a la jurisdicción de la villa de Pieros y que los documentos denominan Castro Ventosa, y que en ningún momento, por los lindes que se dan, fijan en lo alto de la meseta del castro o en la Peña, como desde siempre la han denominado los vecinos de Pieros, sino en la ladera del noreste, precisamente la que mira hacia Pieros y Cacabelos. Solar hasta finales del siglo XVIII de los Yebra, Valcarce y de otras familias hidalgas.

La pervivencia de esta entidad de población o de caserías dispersas, donde hemos señalado, hasta casi finales del siglo XVIII, y de los que no queda en la actualidad ni el menor vestigio material, nos lleva a pensar en la posibilidad de que el Castro Ventosa del que hablan las crónicas y fuentes medievales, tras la invasión árabe, no estuviese ubicado dentro el recinto amurallado, sino fuera, en la ladera. Apoyamos esta valoración en la ausencia, en los niveles próximos a la superficie del yacimiento, de construcciones medievales posteriores a las invasiones musulmanas3 .

Pero si nos centramos en los restos arquitectónicos actuales de origen romano, o sea, en las murallas, hay un documento de finales del siglo XVI que nos puede ofrecer

3 No de otro tipo de hallazgos como inscripciones, monedas romanas, etc., ya que todos los vestigios ar-queológicos estructurales siempre han aparecido a más de un metro de profundidad.

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una información más clara y de mayor interés. Se trata de un visita de términos entre las jurisdicciones de Pieros y de Villafranca4 . El documento se redacta en el siglo XVI y nos da una información que por su interés citamos el párrafo que más nos interesa destacar: “Y dende allí derecho besitaron y rrenobaron el mojón que se dize de la Puerta del Sol en el Castro, que es la mysma puerta, el mojón.

Y dende allí, atrabisando por el dicho Castro de la Ventosa del dicho térmyno, a donde dizen la puerta del Biento, que está en la çerca del dicho castro y la mesma puerta tiene por marco y dibisión de las dichas jurisdi-ziones”.

Con esta cita documental queda demostrada la existencia de las dos puertas del castro y no sólo eso, sino sus nombres: Puerta del Sol y Puerta del Viento, nombres con los que las conocían en el siglo XVI5 , que con el paso del tiempo se perdieron, pero que se conservaron al menos hasta finales del Quinientos. Las excavaciones realizadas por Inés Díaz han puesto al descubierto, si bien enseguida fueron tapadas de nuevo, una serie de sillares de granito de tamaño monumental junto a la entrada oriental al castro, que con toda seguridad son los únicos restos que quedan de la citada portada que se abría en ese lienzo de las murallas, conocida como la Puerta del Sol.

De la otra, posiblemente queden restos en la zona que falta por excavar, pero si no fuera así, la documentación histórica del siglo XVI, procedente de un pro-tocolo notarial, no de una excavación arqueológica, demostraría para siempre que en el lado occidental había otra puerta, denominada Puerta del Viento.

La existencia de estas dos puertas en el recinto amurallado, por otro lado es algo lógico, ya que la muralla tendría puertas y ellas comunicaría cono los caminos de acceso al recinto fortificado, y, curiosamente, los dos únicos caminos que acce-den al castro, desde tiempo inmemorial, son los que llegan las dos puertas citadas, a la del Sol y a la del Viento.

La desaparición de dichas puertas de los sillares de granito que la conformaban ha sido obra del tiempo, de la incuria de los hombres y de sus necesidades. Muchas de ellas habría que buscarlas en el monasterio de Carracedo y en los pozos, lagares y demás construcciones de todas las poblaciones del entorno.

4 A.H.P.L. Secc. de Protocolos, C-2898.5 Y por otro nada singulares, ya que estas denominaciones son bastante frecuentes en otras puertas de mu-rallas semejantes a las de Castro Ventosa.

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Finalmente, quisiera terminar mi ponencia con una alusión a la situación ad-ministrativa actual del castro, y aunque no se ajusta al tema del congreso considero que es casi un deber y una obligación hacerlo, así que ruego a los presentes perdonen mi atrevimiento.

Administrativamente, el Castro de la Ventosa pertenece a los municipios de Ca-cabelos y de Villafranca del Bierzo, pese a que algunos lo estimen equivocadamente exclusivamente de Villafranca. Pero no debemos olvidarnos de que el mencionado texto del siglo XVI no sólo se citan los nombres y se localizan las dos puertas del Castro sino que también se limitan las jurisdicciones, siendo las dos puertas y el camino interior del Castro que las une las que marcan la separación jurisdiccional y territorial entre las villas de Pieros y de Villafranca.

La ambigüedad con que se han hecho las últimas revisiones catastrales en los últimos tiempos, al adscribirlo sin ninguna razón ni justificación a Valtuille de Aba-jo, ha favorecido el error de incluirlo en el municipio de Villafranca, ayuntamiento al que pertenece la citada localidad desde su agregación al citado municipio en los años setenta del siglo XX, pese a la existencia de mapas del Instituto Geográfico Nacional en el que se reparte entre los dos municipios. Una cosa es que en el día de hoy la mayoría de las propiedades que están en el interior del recinto pertenezcan a vecinos de Valtuille de Abajo y otra cosa muy distinta es que el término pertenezca a la citada pedanía.

Esta consideración final, quizás sobraría si en los últimos tiempos no se hubiesen cometido los mencionados errores catastrales ni hubiese habido manifestaciones de alcaldes, como el de Villafranca, o de algún funcionario de la Junta de Castilla y León en las que manifiestan que el castro pertenece exclusivamente al Ayuntamiento de Villafranca. Para salir al paso de tales informaciones, y considerando que si bien a alguien de Madrid, de Londres o del León, esto le puede resultar pueblerino, sobre todo porque el único y verdadero protagonista de esta historia es CASTRO VEN-TOSA, en ningún momento lo es para los que vivimos aquí y especialmente para los habitantes de Pieros, que desde siempre han sido propietarios o como menos copropietarios de al menos de la mitad del castro, tal y como queda demostrado por el texto citado.

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APÉNDICE DOCUMENTAL6

Visita de términos entre Pieros y Villafranca.Villafranca del Bierzo, 1589, agosto, 31.A.H.P.L. Sección de Protocolos Notariales. C- 2898.

“Besita de términos entre Pieros y Villafranca. Año 1589. En la villa de Villafranca a treinta y un días del mes de agosto año de myll

e quinientos y ochenta y nuebe años. El doctor Barahona, corregidor y justicia mayor en este marquesado, Men García de Cançelada, alcalde hordinario, Pedro García de Castelo, Diego de Tapia Valcarcer, Diego Montoto, Cristóbal López de Cançelada, regidores, Diego de Quiroga, procurador general, estando juntos en las casas del consistorio de la dicha villa, dixeron que ellos abían sido citados y aperçebidos por Juan Mohedano, corregidor de la villa de Pieros por el Rey nuestro señor, que aora nuebamente abía tomado la posesión por su magestad de la dicha villa de Pieros, para que se hallasen hombres para besitar los térmynos de entre la dicha villa de Pieros y ésta de Vilafranca y le señaló la besita para el dicho día. Por tanto que mandaban a my el escrivano vaya con ellos a hazer la dicha besita y dar fee de lo que en ella pasase, y al dicho Diego de Quiroga, procurador general llame personas viejas y bedranos para que se halle (…) a la besita. Testigos Luys, veçino portero, y Bicente Docampo, carçelero, veçino desta villa. Ante my, Payo de Quindós./

Estando en el prado que dizen de Santa María do Campo, a treinta e un días del mes de agosto de dicho año de myl y quinientos y ochenta e nueve años, juntos el dicho juez, justizias y regimiento de la dicha villa de Vilafranca, espeçialmente el doctor Barahona, corregidor, Men García de Cançelada, alcalde hordinario, Pero García de Castelo, Diego de Tapia Valcarçe, Diego de Montoto, Cristóbal López de Cancelada. Regidores, Diego de Quiroga, procurador general, de la una parte, y de la otra Juan Mohedano, corregidor de la villa de Pieros, por el rey Nuestro Señor, y Juan de Çela y Alonso de Castro, vezinos y bedranos por él nomerados por el dicho lugar de Pieros, y Alonso de los Alvaredos, vezino del lugar de Valtuylle de Abajo, de hedad que dixo ser de sesenta años, y Alonso García Moreno, vezino y mayordomo de el lugar de Baltuylle de Arriba, de hedad que dixo ser de sesenta y çinco años, bedraños, nonbrados por parte de el dicho regimiento de la dicha villa de Villafranca, por ante nos Payo de Quindós, escrivano de el número y ayuntamiento

6 Dado el interés de la escritura mencionada ofrecemos su transcripción parcial.

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de la dicha villa de Vilafranca, y Gonzalo García de Hoyos, escrivano de su magestad y del dicho corregimiento de Pieros, se conformaron para visitar y rrenovar los términos y mojones que dibiden y apartan la jurisdizión de la villa de Villafranca y sus lugares y marquesado con la jurisdizión y coto de Pieros. Y resçibieron juramento de los dichos vedraños, que bien y fielmente declararían los dichos términos, mojones, los quales lo hiçieron forma de (…)Y prometieron de lo complir y hiçieron la dicha vesita y renobaçión de términos en la forma y manera siguiente:

Primeramente, todos juntos de un aquerdo y conformydad de todas partes besi-taron y renobaron el marco, térmyno y mojón que se llama de las Piedras, que parte y dibide la jurisdizión y término entre la dicha villa de Pieros, villa y marquesado de Vilafranca y por otra parte la abadía de Carraçedo.

Y luego de allí fueron y bisitaron y renobaron otro marco y mojón que se dize la Fuente del Prado, que dibide y aparta las dichas jurisdiçiones con las de Vilafranca y Pieros.

Y de allí fueron a besitar y rrenobar otro marco y mojón que se dize del Penedo de Pedrón, que dibide las dichas jurisdiziones.

Y dende allí derecho besitaron y rrenobaron el mojón que se dize de la Puerta del Sol en el Castro, que es la mysma puerta, el mojón.

Y dende allí, atrabisando por el dicho Castro de la Ventosa del dicho térmyno, a donde dizen la puerta del Biento, que está en la çerca del dicho castro y la mesma puerta tiene por marco y dibisión de las dichas jurisdiziones.

Y desde allí a otro marco y mojón que se dize Bal de Ancares y Rabo de Asno, mojón, y lo rrenobaron y lo dieron por bueno.

Y luego prosiguen en la dicha besita, besitaron el térmyno que se dize de la Mata de Bezerra, donde está otro mojón y lo rrenobaron.

Y desde allí se fueron proesguiendo a otro marco y mojón que se dize el Prado de Rejón y lo rrenobaron y era (…) de piedras.

Y dende allí fueron derecho a otro marco y mojón que se dize el Valle de Otero, que está junto a una heradad de Jual Río de…

Y dende allí a otro marco y mojón que está a do dizen el térmyno de Pedrón dacha y lo rrenobaron y echaron en de piedra.

Y dende allí derechos a otro marco y mojón que se dize de la Mata del Castaño y lo rrenobaron.

Y de allí (dieron por renobados) fueron los honbres por mandato de los dichos juezes y bedraños al marco que disen de Peña Rubia, que está en las arrancas de Ar-barbuena a bista del marco de la Mata del Castaño, donde se pusieron los honbres (continúa con los formulismos notariales típicos, testigos, …)

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Jornadas sobre Castro Ventosa 163

II.

Castro Ventosa: Propuesta de intervenciónen una zona arqueológica de El Bierzo.

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Jornadas sobre Castro Ventosa 165

DOCUMENTACIÓN DEL ÁREA DE PROTECCIÓN DELYACIMIENTO DE CASTRO VENTOSA

D. FERNANDO MUÑOZ Y D. EMILIO CAMPOMANES

El comienzo de un proteccionismo sistemático y científico del patrimonio his-tórico arranca a comienzos del siglo XIX, cuando Linneo clasifica la naturaleza con una tendencia taxonomista y analítica. De esta forma se clasifican las colecciones museísticas infundidas de un espíritu ilustrado. “El pensamiento evolutivo constituye, pues, el núcleo de toda concepción histórica moderna. Así según las concepciones modernas, toda actividad humana y todo destino humano del que se nos hayan con-servado testimonio o noticia, tiene derecho, sin excepción alguna de reclamar para sí un valor histórico”.

En la segunda mitad del siglo XX, se enfatiza en los sistemas interrelacionados y complejos, donde desde el ecologismo hasta las redes de comunicaciones impregnan las formas culturales.

En este contexto nos encontramos hoy en Cacabelos hablando de Castro Ven-tosa y la Vía Nova.

Castro Ventosa se sitúa en una elevada meseta, aislada, que se encuentra a 638 metros de altitud, en la denominada primera terraza de la cuenca de Ponferrada. Es un terreno rojizo y pedregoso, con el río Cúa por el Este. Geológicamente se trata de un terreno del periodo medio del mioceno, compuesto de arenas, limos arenosos y conglomerados terciarios, lo que le confiere el color rojizo

Geográficamente se encuentra dentro de la Unidad Morfoestructural de El Bierzo, que está formada por una cuenca intramontana terciaria que constituyen las tierras bajas de la Hoya y el cíngulo montañoso de materiales paleozoicos que se corresponden con las tierras altas y las alineaciones orográficas. Los límites de esta unidad quedan marcados al este por los Montes de León, que son la divisoria de aguas entre la Cuenca del Duero y la del Sil. Por el sur los Montes Aquilanos, separan el Bierzo de la Cabrera Baja. En la zona Oeste, los Ancares y El Courel, marcan la división con Galicia, por el Norte las estribaciones de la Cordillera Cantábrica y la Sierra de Gistredo, limitan con las comarcas de Babia y Laciana.

En el interior del yacimiento existe un vértice geodésico de tercer orden

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cuya altitud señala 639 m.s.n.m. Las coordenadas serían 42º 36’ 06’’ – 06º 45’ 05’’.

El recinto amurallado se encuentra en su totalidad dentro del término muni-cipal de Villafranca del Bierzo como se puede ver en el plano catastral, no obstante en los mapas cartográficos aparecía la división administrativa entre Villafranca del Bierzo y Cacabelos, en la mitad del recinto amurallado.

El yacimiento se sitúa en la meseta, entre los pueblos de Pieros, Valtuille, Villa-decanes, Sorribas y la iglesia de las Angustias de Cacabelos, es conocida con diferentes nombres según los pueblos desde los que se domina. Así, es el Castro de Pieros (en Pieros), Castro de la Ventosa (en Cacabelos), la Peña del Castro (en Villadecanes), el Monte de la Mesa (en Valtuille de Abajo), aunque parece que el nombre que más se utiliza es el de Castro Ventosa. Este lugar se ha identificado normalmente con la ciudad prerromana de Bergidum, incluso con la romana de Bergidum Flavium, aunque algunos autores, en este último caso, la ubican en el pueblo de Cacabelos y, en con-creto, en la zona situada al norte, donde está el pago de La Edrada.

El acceso principal se encuentra en la carretera N-VI entre las localidades de Villafranca del Bierzo y Cacabelos, 403 y 404 un camino que se desvía hacia el sur. También existen caminos vecinales para acceder al castro desde las localidades de Cacabelos y otro desde Villadecanes. En opinión de T. Mañanes (1981:99), éste último camino sería un ramal de la Via Nova.

A la vista del material arqueológico que aparecía tanto en Castro Ventosa, como en las inmediaciones de la localidad de Cacabelos, en los años sesenta, don Eumenio

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García Neira, recoge unas piezas que serán el embrión del museo de Cacabelos. En 1964, la Sociedad de Recreo y Expansión de Estudios Cacabelenses “San Floren-cio”, recoge en su reglamento, como finalidad principal de la misma, la “creación y conservación de un museo, en el que puedan recogerse cuantos objetos artísticos, históricos o valiosos puedan ser trasladados a él, bien en propiedad o bien en calidad de depósito”. En 1983 se inaugura el Museo de Cacabelos, ocupando el sótano del Ayuntamiento.

Con fecha de 18/6/1973 Bellas Artes autoriza a D. Tomás Mañanes para la excavación arqueológica en la zona de las murallas de Astorga y en el interior de Castro Ventosa.

En 1987 la Junta de Castilla y León lleva a cabo tareas de limpieza en el entorno de la muralla del Castro. La dirección de la misma fue encarga a la arqueóloga Inés Díez Álvarez, coordinando un equipo formado por personas del INEM, en colabo-ración con el Ayuntamiento de Cacabelos. Estas tareas se desarrollaron entre 1987 y abril de 1988.

En diciembre de 1997 se presenta un “Proyecto valorado para la limpieza íntegra del perímetro murado de Castro de la Ventosa en Cacabelos (León)” firmado por Gregorio Marcos Contreras, de la empresa Strato. En el cual Se prevé una limpieza externa de la muralla, eliminando los derrumbes que pueden servir para nivelar el paso, dejando un pasillo de 6 mts. Señalización en la carretera, flechas direccionales, panel de acogida, mesas interpretativas, atriles de los restos exhumados, realización de escaleras, diseño de un espacio museográfico y un tríptico informativo.

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El 25/5/2000 El Ayuntamiento de Cacabelos envía copia del proyecto “Limpieza del perímetro amurallado de Castro de la Ventosa” firmado por M. Sánchez Lagarejo, Ingeniero de Caminos y C.P. En la portada presenta el sello que dice “APROBADO 22-6-2000”. Acuerdo de la Comisión Territorial de Patrimonio Cultural, en sesión de 22/6/2000 sobre la limpieza del perímetro amurallado de Castro de la Ventosa en el que se “autoriza la solicitud en la forma presentada”.

Acuerdo de la Comisión Territorial de Patrimonio Cultural, de 20/7/2000 que informa favorablemente el “Acondicionamiento del camino de acceso al Castro de la Ventosa y puesta en valor del mismo” y solicita la conservación de las fábricas de la muralla, que los caminos de acceso se realicen con materiales menos urbanos y acuerda dirigir oficio a la Dirección General de Patrimonio para proceder a la deli-mitación de la Zona Arqueológica.

Proyecto: “Acondicionamiento del camino de acceso al Castro de la Ventosa y puesta en valor del mismo” firmado por M. Sánchez Lagarejo, Ingeniero de Caminos C. y P. Entre otras cosas plantea el acceso en automóvil al castro y aparcamiento. Se plantean obras de rasanteo y perfilado de 7.000 m2 en la zona de camino, 2.100 mts. de cuneta y construcción de 8 caños para drenaje y otras actuaciones en el tipo de pavimentaciones. La puesta en valor consistiría en la limpieza y retirada de tierras de la muralla, perfilado de la ronda perimetral del castro y restauración de diversos paños de muralla. El presupuesto total asciende a 171.850.827 ptas.

El inicio de los trabajos de seguimiento arqueológico de los trabajos de limpieza del recinto amurallado de Castro Ventosa (...) los trabajos serán efectuados por la empresa Strato bajo la dirección técnica de Gregorio Marcos Contreras, para la em-presa Begar, ejecutora de dicha. En el planteamiento de actuación, se prevé un pasillo perimetral de 6 mts en torno a la muralla; limpieza externa eliminando derrumbes, desescombros, y se considera necesaria la presencia de un arqueólogo. La limpieza “deberá ser cuidadosa en puntos en los que exista constancia de restos arqueológicos de cualquier tipo, como por ejemplo en las inmediaciones de las puertas”.

4.1.2. Yacimientos próximos En un área de un kilómetro entorno al recinto amurallado de Castro Ventosa, se

localiza un yacimiento arqueológico que por sus materiales hay que poner en relación con el propio asentamiento.

Las Barrancas. Es la zona situada al este del yacimiento, formado por los barrancos de la terraza fluvial que se asoma al Cúa a su paso por Cacabelos. De esta zona procede una cerámica y una punta de lanza depositadas en el museo de Cacabelos.

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Sin duda el yacimiento próximo más significativo es el denominado La Edrada, situada en la localidad de Cacauelos, se viene ubicando allí la localización de Bergidum Flavium. De allí proceden numerosas inscripciones y diversos materiales arqueológicos, así mismo se han realizado campañas de excavación en dicho yacimiento, provocadas por el crecimiento urbanístico de Cacabelos. Ya Gómez Moreno1, hace una sucinta, pero significativa, relación de los materiales arqueológicos que aparecen en Cacabelos asociados al asentamiento de Bergidum Flavium, y lanzando la hipótesis de una población prerromana y romana tardía en Castro ventosa, mientras que en época altoimperial se habría situado en la zona baja, a orillas del río Cúa.

PROPUESTA DE DELIMITACIÓN

Una vez analizado tanto la geografía, como las características del yacimiento y la proximidad de otros lugares con materiales arqueológicos en la zona, se propone un área de delimitación de Castro Ventosa como Zona Arqueológica.

Entendiendo la Zona Arqueológica como el lugar o paraje natural donde existen bienes muebles o inmuebles susceptibles de ser estudiados con metodología arqueológica, hayan sido o no extraídos y tanto si se encuentran en superficie, en el subsuelo o bajo las aguas territoriales españolas.

Atendiendo a esta definición, la delimitación de Castro Ventosa como zona arqueológica, ha comprender:

• En primer lugar la Muralla y el espacio delimitado por ésta. Ya que la mayor parte del yacimiento arqueológico, menor en perímetro que los recintos amurallados de León, Astorga o Lugo, está incluido dentro del recinto amurallado.

• En segundo lugar, el propio recinto amurallado, descubierto en su mayor parte. Aún conserva zonas donde no se ha podido localizar. Es en esta zona correspondiente con la posible puerta situada en el lienzo este, donde la ar-queología puede obtener importantes datos sobre la cronología del recinto amurallado.

• En tercer lugar, habría que definir un espacio, prolongación de las puertas conocidas, para incluir los accesos a las mismas, con la misma categoría de protección que el recinto amurallado y su interior.

• En cuarto lugar, definir un perímetro de protección en torno a la propia mu-ralla, ya que se conocen construcciones extramuros en casos como León o Astorga, por citar yacimientos próximos y de la misma cronología. Así mismo muchas de las actividades diarias tenían que realizarse fuera de las murallas como recoge la propia legislación romana

1 Gómez Moreno. 191980:57-62

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2 Fernández-Posse, Mª.D. y Fernández Manzano, J. 2000:823 La intencionalidad al marcar estos límites es que independientemente que se realicen concentraciones parcelarias en la zona, los límites queden fijos. Se habrá de observar en futuras concentraciones parce-larias, el trazado del camino del Barredo, ya que es uno de los límites de protección4 En la localidad de Valtuille de Abajo, se exceptúan las zonas marcadas como suelo urbano

• La proximidad de zonas como Las Barrancas, también deberían ser objeto de protección debido a su posible conexión con el yacimiento de Castro Ventosa.

• Al entender que el propio yacimiento es inseparable de su entorno, se mar-caría como zona de protección la terraza que forma el altozano donde se sitúa Castro Ventosa. La elección del terreno para el asentamiento de la muralla no es gratuito ya que existen diferentes variables a tener en cuenta, y estas variables está relacionadas con el territorio. Por un lado destacarse en el paisaje y convertirse en punto de referencia, sin grandes esfuerzos, lo que se ha denominado la visibilización2, por otro lado la muralla otorga al recinto una individualización en el espacio, dotándolo no sólo de unos límites y una habitabilidad, sino también acrecentando su presencia física.

Los límites propuestos3 para el área de delimitación vendrían dados:

• En la zona norte, por la Carretera Nacional VI.

• En la zona oeste, se tomaría como límite la carretera que se desvía desde la N-VI, hacia la localidad de Valtuille de Abajo4, hasta el Camino del Barredo que parte del sur de Valtuille de Abajo.

• En la zona sur, se tomaría como límite el camino anteriormente citado, hasta el punto en el que el límite administrativo de Villafranca del Bierzo, Villadecanes y Cacabelos, coinciden.

• En la zona este, el límite lo marcaría parcialmente la divisoria del término municipal de Cacabelos y Villadecanes, y el Camino de Villadecanes hasta unirse con el camino de acceso al castro desde la Nacional VI.

La protección del patrimonio empieza por la educación. Se necesita que los ciudadanos se identifiquen con sus bienes culturales, a través de conocimiento. Que defiendan con los medios que tiene a su alcance, ese patrimonio común.

Para proteger hay que valorar, para valorar hay que conocer y para conocer hay que educar e informar.

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Jornadas sobre Castro Ventosa 171

5.2. PROTECCIÓN

Declarado Bien de Interés Cultural.Fecha de incoación 03/06/1931.Fecha de declaración 03/06/1931.

Ley del Patrimonio Histórico Español 16/1985.

Ley de Patrimonio Histórico de Castilla y León 12/2002.

Decreto 273/1994, de 1 de diciembre, sobre competencias y procedimientos en materia de Patrimonio Histórico en la Comunidad de Castilla y León.

La situación urbanística del cerro donde se sitúa el castro es SUELO NO UR-BANO. Siendo su situación legal PÚBLICA y PRIVADA.

Otra de las medidas de protección del yacimiento se recoge en el acta de la Comisión Territorial de Patrimonio Cultural de León. Acta 4/2001 correspondiente a la sesión de 26 de abril de 2001.

El expediente OT-105/2001-99, corresponde al estudio técnico previo de la Zona de Concentración Parcelaria de Valtuille de Abajo.

La Comisión, en virtud de las competencias atribuidas por el artículo 9.1 del Decreto 273/1994, informa que:

• Dicho estudio deberá consultar los datos arqueológicos relativos a la zona a concentrar existentes en la Carta Arqueológica de la Provincia de León, la cual se encuentra a disposición de la Sección de Estructuras Agrarias en el Servicio Territorial de Cultura. Ello con la finalidad de comprobar si dentro de la zona a concentrar existen, o no, yacimientos arqueológicos que pudieran ser afectados por las obras de infraestructura precias en la Concentración.

• Consultar a la citada Sección de Estructuras Agrarias del Servicio Territorial de Agricultura y Ganadería, si sería posible incluir como “masa común” la Zona Arqueológica de Castro Ventosa situada dentro del perímetro amurallado del recinto arqueológico, con la finalidad de preservarla de las labores agrícolas y convertir así su titularidad privada en pública, para poder llevar a cabo en ella, acciones tendentes a su valorización como Patrimonio Histórico.

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I. INTRODUCCIÓN

El cuadrante noroccidental de la Península Ibérica –Galicia y la provincia de León, los conventus lucensis y asturicensis– posee la mayor parte de los mejores recintos amurallados del Bajo Imperio conservados en España: Lucus Augusti (Lugo), Legio (León), Astúrica Augusta (Astorga) y Bérgidum - Castro Ventosa, (Villafranca del Bierzo-

Cacabelos). La otra gran capital romana del Noroeste, Braga, la antigua Brácara Augusta, centro del conventus bracarensis, apenas ha dejado, desgraciadamente, restos materiales de su recinto amurallado, salvo los que a veces son exhumados por las excavaciones arqueológicas1 . Todos tienen en común su mismo origen histórico, además de una técnica edilicia que les asemeja

intensamente unos a otros, hasta tal punto que, por su proximidad geográfica, se diría que fueron construidos por las mismas manos, o, si se quiere, por los mismos

BÉRGIDUM-CASTRO VENTOSA: ELOGIO DE UNA ZONA ARQUEOLÓGICA DE EL BIERZO

JULIO M. VIDAL ENCINAS

ARQUEÓLOGO TERRITORIAL SERVICIO DE CULTURA

JUNTA DE CASTILLA Y LEÓN

1 M. Martins y M. Delgado, 1996: “Bracara Augusta: uma cidade na periferia do Imperio”. Los Finisterres Atlánticos en la Antigüedad (C. Fernández Ochoa, coord.), p. 121-127, con abundante bibliografía sobre las excavaciones de urgencia realizadas en la ciudad.

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Jornadas sobre Castro Ventosa 174

ingenieros, en el marco, quizás, de decisiones adoptadas para el conjunto del Imperio2 . Estos antiguos encintados conservan casi intacto su antiguo abolengo, acrisolado en el urbanismo de las ciudades actuales lo que les confiere un enorme valor patrimonial3. La única excepción es, precisamente, Castro Ventosa, cuya ocupación humana no tuvo continuidad en el tiempo, permaneciendo despoblado desde la Edad Media hasta la actualidad. Algo que le diferencia de los demás, redimiéndole de las dificultades que entraña la conservación e investigación del patrimonio en ciudades vivas, en continua renovación. Entre los recintos amurallados que la Tardía Romanidad nos ha dejado en España, estos de la provincia de León, junto con el de Lucus Augusti, constituyen un singular patrimonio cultural, el cual creemos que -salvo en el caso de Lugo y Astorga-, no ha sido valorado en la forma que merece (Fig. 1).

La Zona Arqueológica de Castro Ventosa está situada en la Comarca de El Bierzo, en la provincia de León. Se trata de una alargada meseta que se levanta a medio camino entre las localidades de Cacabelos y Villafranca del Bierzo, municipio, éste último, al que pertenecen buena parte de sus terrenos. El sitio es conocido de antiguo en la historiografía4; no en vano, destaca por el carácter monumental de su recinto amurallado –conservado en su mayor parte-; su marcada situación to-pográfica –auténtica atalaya, desde la que se divisa un gran territorio en el centro

2 Ello ha sido apuntado por C. Fernández Ochoa y A. Morillo, 1992: “Fortificaciones urbanas de época bajoimperial en Hispania. Una aproximación crítica (segunda parte)”. Cuadernos de Prehistoria y Ar-queología de la UAM 19, p. 319-360 (p.348). Los autores apuntan la posible existencia de un programa regional de fortificación para explicar las analogías entre estos recintos defensivos, que pudo haber sido realizado por el ejército, si bien no está probada su presencia como constructor. Tal punto de vista ha sido recientemente desarrollado por Fernández Ochoa en: La muralla romana de Gijón (Asturias). Electa-Ayuntamiento de Gijón, 1997, p. 250 y ss. Th. Hauschild, por su parte, también cree que el ejército romano guió la planificación de tales obras defensivas. Vid.: 1994: “Murallas de Hispania en el contexto de las fortificaciones del área occidental del Imperio Romano”. Actas del XIV Congreso Inter-nacional de Arqueología Clásica (Tarragona, 1993), p.223-232 (p. 230). En lo que hace referencia a la función que cumplen estos recintos defensivos en el contexto del Bajo Imperio vid.: J. Arce, 1982: El último siglo de la España romana: 284-409. Madrid, p. 94 y ss. También: A. Fuentes Domínguez, 1997 “Aproximación a la ciudad hispana de los siglos IV y V de C”. Congreso Internacional La Hispania de Teodosio (Segovia, 1995), p. 477-496 (p. 482 y ss.)3 Astorga, León y Lugo son Conjuntos Históricos y, el recinto amurallado de esta última, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2000. Castro Ventosa goza de protección legal desde 1931, con la categoría de Zona Arqueológica. 4 Entre otros: E. Flórez, 1762: España Sagrada, XVI, 28-30; M. Gómez Moreno, 1925: Catálogo Monumental de la Provincia de León. Ministerio de Instrucción Pública (Ed. Facsímil, Editorial Nebrija, 1979, León), p. 56-57; A. Schulten, 1943: Los cántabros y astures y su guerra con Roma. Madrid, 126; T. Mañanes, 1981: El Bierzo Prerromano y Romano. León, p. 98, 147-148 y 410. De este mismo autor, 1987: Arqueología de la cuenca leonesa del río Sil (Laceana, Bierzo, Cabrera). Universidad de Valladolid, p. 41-44. Unión Académica Internacional, 1991: Tabula Imperii Romani. Hoja K-29: Porto. Madrid, p. 31. Una breve alusión en: C. Fernández Ochoa y A. Morillo, op. cit., p. 334.

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de la hoya berciana- y sus grandes dimen-siones, realmente notables en el marco de los yacimientos castreños del Noroeste (Fig. 2).

La primera reseña sobre Bérgidum en las fuentes clásicas la procura el historiador Floro (finales del s. I d.C.-comienzos del s. II), quien escribió una Historia de Roma desde los orígenes hasta los tiempos del emperador Augusto. Alude, concretamente, a Bergidae, con motivo de las operaciones militares de los romanos en la conquista del Noroeste, las Guerras contra Cántabros y Astures (29-19 a.C.)5. Luego será el geógrafo Clau-dio Ptolomeo (s. II d.C.), quien menciona βεργιδου φλανιον en su Geografía6.

Por lo demás, Castro Ventosa ha atraído el interés de historiadores y arqueólogos

por causa de la ubicación de Bergidum Flavium, un enclave mencionado por el Itinerario de Antonino en las vías XVIII, XIX y XX7 , vías, todas ellas, que te-nían como objetivo la articulación de los conventus iuridici del Noroeste, enla-zando sus capitales, Astúrica, Brácara y Lucus Augusti (Fig. 3). El origen de tal interés se debe a su proximidad con otro gran yacimiento romano en la zona, La Edrada, situado al Norte de la localidad de Cacabelos, sitio que ha

5 Epitome 4,12,49: “primum adversus Cantabros sub moenibus Bergidae proeliatum (...)” 6 Ptolomeo II 6, 28. 7 XVIII ó ‘Vía Nova’ (‘Belgido’) (‘Item alio itinere a Bracara Asturicam’); XIX: (‘Bergido’) (‘Item a Bracara Asturicam’) y XX (‘Bergido’) (‘Item per loca maritima a Bracara Asturicam’). Cf. J. M. Roldán Hervás, 1975: Itineraria Hispana. Fuentes antiguas para el estudio de las vías romanas en la Península Ibérica. Universidad de Valladolid-Universidad de Granada, passim.

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deparado, especialmente en los últimos tiempos, hallazgos vinculados especialmente con el Alto Imperio8, así como una necrópolis de edad tardorromana o hispano visi-goda9. Otra de las fuentes relacionadas con las vías romanas, el denominado Ravennate o Anónimo de Rávena -que parece basarse en fuentes del siglo III d.C.-, menciona a Bergidon en el itinerario que describe para el noroeste peninsular10. Finalmente, cono-cemos la ciudad por uno de sus habitantes, como lo atestigua una inscripción hallada en Tarragona que nombra a Cayo Valerio Arabino, bergidoflaviense11.

II. ARQUEOLOGÍA DE CASTRO VENTOSA La historiografía sobre Castro Ventosa no ha sido unánime a la hora de

identificarlo con Bérgidum. Ello ha sido debido al hecho de la existencia, en los alrededores de Cacabelos –emplazamiento, éste último, sobre el que si se coincidía, por las distancias indicadas en el Itinerario de Antonino-, de dos importantes parajes de raigambre romana: La Edrada, situado al norte de la actual aglomeración urbana, y el mismo Castro Ventosa. El investigador que suscitó esta controversia fue, a principios del siglo XX, M. Gómez Moreno, para quien el cerro del castro no era muy adecuado para vivir, por su carencia de agua. Lo creía, eso sí, lugar de habitación para una población prerromana y su monumental muralla la atribuyó a tiempos de visigodos o suevos. Sin embargo, le pareció más idóneo, como asentamiento de Bérgidum Flavium, el pago de La Edrada, en dónde se recogían abundantes restos de filiación romana, que avalarían la existencia de una importante población en el lugar12.

Más tarde, Adolf Schulten (1870-1960) -quien visitó Castro Ventosa en 1923-, avalaría la situación aquí del antiguo Bérgidum, según sus palabras, “céltico”, tomado por los romanos en el curso de las guerras de conquista contra los astures y cántabros, quienes habrían construido la muralla visible en el sitio.

Pues bien, sea como fuere, lo cierto es que uno de los aspectos que resta todavía por precisar de forma fehaciente es el de la naturaleza de las diferentes ocupaciones humanas que se han producido en este extraordinario yacimiento arqueológico. Todo ello es debido, probablemente, a la inexistencia de campañas de

8 M. de Figuerola (s/f), Informe de la excavación arqueológica efectuada en La Edrada. Campaña 1988-1989. Informe inédito. Junta de Castilla y León.9 J. M. Vidal Encinas, “León”. Numantia 8 (en prensa). 10 Roldán, op.cit., 136-137.11 CIL, II, 4248.12 M. Gómez Moreno, 1925: Catálogo Monumental de la Provincia de León. Ministerio de Instrucción Pública (Ed. Facsímil, Editorial Nebrija, 1979, León), p. 56-57.

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excavación regulares y sistemáticas. Y, también, al escaso conocimiento que tenemos de las excavaciones realizadas hasta el momento. En efecto, el sitio fue objeto, entre 1975-1977 y 1981-1983 de diferentes campañas de excavación -sondeos principalmente-, de los que se tienen escasas noticias. Su director, no obstante, ha avanzado la existencia en el castro de “abundantes restos prerromanos”, en concreto, por ejemplo, cerámicas negras, bruñidas, hechas a mano, que habría que poner en relación con una fase de la Edad de Hierro regional, la conocida como Soto II13. Adscripción que, no obstante, para algunos investigadores, se intuye más que se demuestra14. Tal raigambre vendría también avalada por el propio significado del topónimo: Bérgidum se compondría de las palabras de origen céltico e ilirio-ligur Berg- “montaña” y dunum “fortaleza”, que explicaría a la perfección las características topográficas del emplazamiento15. Ciertamente, de constatarse de forma irrefutable una ocupación prerromana en Castro Ventosa, el lugar que de ella derivaría podría definirse como auténtico oppidum, o poblado emplazado en altura y de grandes dimensiones, referente social y político para las comunidades humanas del entorno, si bien tal denominación debe tomarse con cautela, a causa, como más arriba se indicaba, del escaso conocimiento que tenemos de su arqueología más antigua, especialmente aquella que hace referencia a su Prehistoria reciente.

Los hallazgos que acreditan la ocupación romana de Castro Ventosa son, por su parte, muy numerosos, pues el cerro ha deparado, desde antiguo, innumerables restos –cerámicas, epigrafía, material constructivo, monedas, etc.-, de tal filiación, si bien nada se sabe de su urbanismo o de las características de la arquitectura interior del poblado.

El elemento arquitectónico que, de una forma casi unánime, se ha venido adscribiendo a ésta época es la muralla, la cual habría sido levantada en un momento tardío, coincidente con las primeras invasiones germánicas. No obstante, han existido discrepancias hacia tal adscripción cultural. Así, por ejemplo, M. Gómez Moreno apuntó -eso sí, de forma nada categórica-, su creencia de que fuera obra de suevos o visigodos16, opinión que recoge T. Mañanes, sin descartar que pudiera haber sido

13 T. Mañanes, 1981: El Bierzo Prerromano y Romano. León, p. 98, 147-148 y 410. 14 Por ejemplo: J. Celis Sánchez, 1996: “Origen, desarrollo y cambio en la Edad de Hierro de las tierras leonesas”. Actas de Arqueoleón. Historia de León a través de la Arqueología. Junta de Castilla y León-Instituto Leonés de Cultura, p. 62.15 Mañanes, op. cit., 98 y 203. También: J. García Martínez, 1992: El significado de los pueblos de León. León, p. 66. 16 Gómez Moreno, op. cit., p. 57.

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levantada en el mundo romano tardío, como las de Astorga, Lugo y León17. Sin em-bargo, este último autor no deja de introducir cierta confusión cuando, en la misma publicación sobre El Bierzo Prerromano y Romano, distingue dos zonas en el recinto amurallado de Castro Ventosa. Por un lado, considera que la mitad norte, que es la única que presenta cubos o torres en los paños, puede ser atribuible al Bajo Imperio. Por otro, encuentra analogías entre la fábrica de la mitad sur y la de los castillos -como muy antiguos, bajo-medievales-, de Laguna de Negrillos y Castrocalbón, concluyendo que habría que relacionar esta parte de la fortificación con las acciones repobladoras de Fernando II y Alfonso IX, de finales del siglo XII y comienzos del XIII18.

Sea como fuere, lo cierto es que del mundo romano tardío proliferan los hallazgos cerámicos en el castro, siendo, por el momento, mucho más numerosos que aquellos que puedan relacionarse con el Alto Imperio. Esta particularidad

17 Mañanes, op. cit. p. 99-100.18 Mañanes, op. cit. p. 130-131.

Fig. 4a.- Longitud y anchura de los lienzos en los recintos amurallados tardo-rromanos del Noroeste.

Fig. 4b.- Relaciones dimensionales de las torres en los recintos bajoimperiales del Noroeste.

Fig. 4c.- Superficie de los recintos tardorromanos del Noroeste.

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ya había sido apuntada por T. Mañanes19 y corroborada recientemente por la publicación de los resultados de los trabajos arqueológicos realizados en Castro Ventosa en 1987-198820. Los hallazgos de carácter numismático, por su parte, vienen a corroborar tal cronología, pues abundan, sobre todo, los correspondientes a los siglos III y IV d.C21.

A resaltar, entre los hallazgos de época romana, dos de naturaleza epigráfica, en concreto, sendas inscripciones de carácter votivo. Ambas tienen en común la misma materia prima, pizarra, y cierta semejanza en los motivos decorativos: entrelazados o sogueados y motivos geométricos que también están presentes en ciertas placas de-coradas halladas en yacimientos castreños del Noroeste, cuyas características algunos han querido relacionar con el mundo prerromano, pero que, como es el caso de estas inscripciones, están presentes en momentos bien avanzados del Imperio Romano22. La primera apareció en 1896 y está dedicada al emperador Cómodo. Se fecha en el año 179 d.C23. La segunda, por su parte, fue hallada en 1934. Se fecha en 224 d.C. y presenta en su texto una abreviación que algún autor ha puesto en relación con Iupiter Dolichenus24, interpretación que habría que desechar, según han puesto en evidencia estudios posteriores25.

Finalmente, Castro Ventosa parece acreditar, según algunos indicios, una ocupación visigoda, como lo señalaría el hallazgo de un curioso peine que, por sus características formales, se ha puesto en relación con una cultura goda origi-

19 Mañanes, op. cit. p. 98.20 I. Díaz Álvarez y A. Garín, 1999: “Estudio de los materiales arqueológicos de Castro Ventosa”. Estudios Bercianos 25, 74-95. En 1987-1988, como paso previo a la restauración de un paño de la muralla, situado en la esquina noroeste del recinto, se llevaron a cabo, bajo la supervisión de quien suscribe estas líneas, trabajos de limpieza en buena parte del mismo, con la finalidad de intentar reconocer su trazado y estado de conservación. De forma puntual, se llevó a cabo un sondeo arqueológico en un vertedero localizado en la zona a restaurar, bajo la dirección de I. Díaz. Una noticia sobre tales trabajos en: Vidal y otros, 1990: “León”. Numantia. Arqueología en Castilla y León III. Junta de Castilla y León, p. 268. También: I. Díaz Álva-rez y A. Garín García, 1998: “Bergidum”. En: Los Orígenes de la ciudad en el Noroeste Hispánico (A. Rodríguez Colmenero, Coord.), p. 1125-1152. 21 M. S. Parrado Cuesta, 1999: Catálogo de monedas del Museo de León. Volumen I. Edad Antigua. Junta de Castilla y León-Unión Europea, p. 56. 22 Por ejemplo, F. López Cuevillas, 1946: “Las habitaciones de los castros”. Cuadernos de Estudios Gallegos 11-V, p. 62, en T. Mañanes, op. cit., 142-143. 23 M. A. Rabanal Alonso y S. M. García Martínez, 2001: Epigrafía Romana de la provincia de León: revisión y actualización. Universidad de León, p. 134-135. 24 A. García y Bellido, 1961: “Notas sobre arqueología hispano-romana de la provincia de León”. Tierras de León 2, 11-23 (p. 11-17). 25 S. Santamaría, 1981: “El culto a los lares en el Conventus asturum: la inscripción de Villadecanes”. Memorias de Historia Antigua V, 125-130. Ver también nota 19.

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naria de Europa Oriental, la Cultura de Tchernjahov26. Además, ciertos testimonios, también de este momento, sugieren que el antiguo poblado siguió ocupando un papel importante; no en vano, Bergido y Ventosa27 -que no parecen corresponder al mismo sitio- son aludidos tanto por el Parroquial Suevo (572-582) -integrando la diócesis de Astorga-, como en la leyenda de una moneda visigoda, de Sisebuto (comienzos del siglo VII d. C.), que lo nombra como Bergio Pius. En fin, aspectos, todos ellos, que muestran sugestivos interrogantes pero que, en cualquier caso, avalan la importancia e interés científico que para la investigación arqueológica tiene este sitio.

La documentación histórica alto-medieval, por su parte, alude, más que a la ciudad, al epónimo a que da lugar, el territorium bergidense: parece obligado aludir, y recordar, que el nombre de la Comarca de El Bierzo debe su nombre a este antiguo enclave. Así se constata en las obras de San Valerio, de fines del siglo VII28, o en documentos del s. IX (853, 857 y 872), que se refieren a Berizo o Bergido y Bergidum29. En el X tenemos territorio beridensi y, en el XI, Bericio y Bergido y no será hasta 1243 cuando encontremos por primera vez el vocablo Bierzo30. El topónimo Castro Ven-tosa aparece por primera vez en un documento del s. X (981), una donación del rey Ramiro III y Doña Sancha a la iglesia de León, siendo, más tarde, objeto de sendos intentos frustrados de repoblación por parte de Fernando II y su hijo Alfonso IX, en los años, respectivamente, de 1186 y 1210. A notar que, en el curso de ambos eventos, los monarcas ordenan la demolición de la muralla del castro y el traslado de la piedra resultante al vecino monasterio de Carracedo31 .

26 F. Pérez Rodríguez-Aragón 1996: “La Cultura de Tchernjahov, la diáspora gótica y el peine de Cacabelos”. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología LXII. Universidad de Valladolid, p. 173-184. 27 El topónimo del parroquial suevo oppidum berisidense, que se había relacionado con El Bierzo, hoy se acuerda descartarlo. Cf. L. A. García Moreno, 1999: “Civitates y Castella durante la época suevogótica en el noroeste de las Españas”. Los orígenes de la ciudad en el Noroeste Hispánico (Actas del Congreso Internacional, Lugo 1996), p.1347-1366 (p. 1357, nota 46) 28 R. Fernández Pousa, 1944: San Valerio. Obras. Madrid. 29 J. J. Sánchez Badiola, 1999-2000: “El territorio berciano durante la Alta y Plena Edad Media”. Tierras de León 109-110, p. 137-159 (p. 139). 30 J. García Martínez, 1992: El significado de los pueblos de León. León, 66. Una exhaustiva recopilación de las diferentes denominaciones en las fuentes medievales en: J. I. González Ramos (s/f): “Repoblación y orga-nización del territorio (1)”. Historia de El Bierzo. Diario de León-Instituto de Estudios Bercianos, p. 54.31 También de obligada consulta sobre estos aspectos: J. I. González Ramos, op. cit. p. 46, “Castro Ventosa: una repoblación frustrada”.

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III. CARACTERÍSTICAS DEL RECINTO AMURALLADO DE CAS-TRO VENTOSA

La meseta en la que se emplaza Castro Ventosa tiene una forma tendente a rec-tangular, con los lados menores redondeados, especialmente el meridional. No pre-senta una topografía uniforme sino que, en realidad, está constituida por dos ligeros altozanos, situados en los extremos septentrional y meridional del borde orientado a Poniente. Ambos están separados por un estrechamiento a la altura de su parte media, especialmente marcada en su lado oriental. Éste, además, presenta un suave declive, que disimula ligeramente la corona que dibuja la alargada plataforma del castro. La meseta está orientada en sentido Noreste-Suroeste, siendo su eje mayor de 442 metros de longitud y su anchura varía entre 168 y 117 metros. La superficie

que ocupa alcanza 6,2 ha., lo que le convierte en uno de los más grandes yacimientos arqueo-lógicos que, en su género, existen no sólo en la provincia de León, sino en el Noroeste hispánico. A la plataforma o meseta que describimos se ciñe una poderosa muralla que tiene 1.136 metros de longitud. Su existencia se conoce, prácticamente, a lo largo de todo el perímetro: únicamente restan por exhumar tramos muy puntuales que se sitúan en la parte media y sur del lado oriental. El muro tiene 4 metros de anchura32 y conserva, en algunos puntos, hasta 8 de altura (Fig. 2). La primera de las dimensiones corrobora el sustancial aumento que sufren los encintados romanos en esta época, doblando, a veces con creces, la anchura de los lienzos altoimperiales, según afirma C. Fernán-dez Ochoa33 . La muralla de Castro Ventosa, en tal aspecto, sería similar a las de Brácara Augusta (Braga), Caurium (Coria), Conímbriga (Condeixa-

a-Velha), Gigia (Gijón), Iruña, Lucus Augusti (Lugo) y Termantia (Tiermes). Su estado de conservación es irregular a lo largo del perímetro, pero, en general, creemos que

32 Por su proximidad, nos parece conveniente indicar que la muralla de Astúrica Augusta tiene 5,40 metros de espesor; la de Legio (León), 5,25 y la de Lucus Augusti (Lugo), 3,20/4,45 metros. Los datos están tomados de: ver nota siguiente. 33 C. Fernández Ochoa, 1997: La Muralla romana de Gijón (Asturias). Electa-Ayuntamiento de Gijón, p. 238.

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puede calificarse de bueno, si bien ha sufrido un expolio sustancial, como vienen a indicar algunas noticias históricas: la negativa del arzobispo de Santiago y del Mo-nasterio de Carracedo a los intentos regios de repoblar Castro Ventosa, primero por Fernando II y luego por su hijo Alfonso IX34, es posible que acarreara el saqueo de su muralla, utilizada como cantera. Ésta únicamente se encuentra colapsada en un pequeño tramo del lado oriental, en el que se pueden observar enormes bloques del núcleo de opus caementicium volcados, probablemente debido, o bien a causas naturales –más probable, creemos-, o bien como consecuencia de las labores agrícolas. Éstas han ocupado hasta su mismo trazado, probablemente desmontándola previamente, sobre todo en el lado oriental, en el que muchos viñedos se encontraban encima. El expolio ha afectado, principalmente, al paramento exterior, para recuperar la piedra que lo constituía, lo que ha provocado que, en algunos tramos, el núcleo se encuentre “colgado” a varios metros de altura, adosado al talud natural del cerro. No sabemos si estuvo defendida por un foso perimetral, del que, en todo caso, no existe actual-mente evidencia alguna. Probablemente nunca lo tuvo, por la propia topografía del emplazamiento, ya que al pie de la misma fortificación comienza el escarpe, que la defendía perfectamente. Este encintado dispuso de torres semicirculares, pero, de acuerdo con los últimos datos que poseemos, fruto de recientes trabajos de limpieza en su perímetro35, tales cubos no están presentes en todo él (Fig. 5 y Tabla). Asunto, éste, que no deja de ser curioso y sobre el que no disponemos, por el momento, de explicación alguna. En efecto, las torres sólo están presentes en el extremo septentrional del recinto y en su mitad noroccidental, faltando en el resto, en dónde no se ha hallado resto alguno de las mismas, ni en el subsuelo, ni en el paramento exterior del muro. El número de torres registradas en el curso de los últimos trabajos de limpieza es quince, todas de planta semicircular y situadas a intervalos irregulares: dos se encuentran a 5,19 m.; diez, todas ellas agrupadas en el extremo septentrional, presentan distancias comprendidas entre 9,70 y 15,61 m. Finalmente, existen dos distancias extremas entre cuatro de ellas, 51,93 y 60,48 metros. Las torres se proyectan al exterior del muro netamente, con medidas, eso sí, no regulares, entre 4 metros, la proyección máxima y 2, la mínima (media = 3,03 m.) Su diámetro oscila entre 6 metros, el valor máximo, y 4,75 m., el mínimo (media = 5,61 m.) (Tabla 1). A notar que, en el tramo inmediato que sigue a la torre

34 Badiola, op. cit., p. 157. 35 A lo largo del año 2001 se llevó a cabo una completa limpieza del recinto amurallado, con la finalidad de exponerlo en todo su perímetro. Los trabajos fueron promovidos por el Ayuntamiento de Cacabelos y la Junta de Castilla y León, con financiación del Ministerio de Fomento con cargo al denominado “1 % cultural”. La dirección corrió a cargo de D. Gregorio J. Marcos Contreras y la supervisión del autor de estas líneas.

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nº 15, hacia el sur, existen indicios bastante fidedignos de la posible existencia de una puerta, si bien sólo la excavación arqueológica de la zona lo podrá determinar de forma concluyente. En efecto, se ha podido registrar lo que parecen ser los arranques de sendas torres que, por su proximidad, parecen estar denunciando la existencia de una puerta (Fig. 5). Tal posible vano, al igual que el situado a Oriente, coinciden con los caminos actuales de acceso al castro. Conocemos bien el paramento exterior, pues la falta de excavaciones o circunstancias de índole natural, impiden, por el mo-

mento, conocer las características del interior. Aparentemente, se trata de un muro que, posiblemente, debió utilizar el borde natural del cerro para implantarse, regu-larizándolo previamente, para utilizarlo como uno de los lados que sirvió, a modo

de encofrado, para su elevación. Su cara ex-terior está compuesta por mampostería des-concertada (=opus in-certum) de muy variadas medidas, pero en la que predominan bloques de tamaño mediano y grande, que sirvieron para amparar la puesta en obra de tongadas de hormigón (=opus cae-menticium), constituidas

principalmente por canto rodado. Éste procede de las terrazas fluviales cuaternarias próximas; no en vano, el mismo castro se halla sobre una de ellas. No se constata la utilización de otro material que la piedra (ladrillo, por ejemplo), ni en el paramento,

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ni en el relleno. Esta técnica constructiva, a la que puede denominarse emplecton36, está bien documentada en muchos recintos amurallados tardorromanos, tanto en la provincia de León (Astorga y León), como fuera de ella (Gijón, Lugo...). La superficie de tal paramento estuvo en su día revocada, como lo muestran las juntas de argamasa, que desbordan hacia la superficie de los mampuestos, y, seguramente, decorada a base de un despiece de sillería, obtenido, ya sea por medio de un fileteado de pintura, ya sea por juntas realzadas: así parece sugerirlo el hallazgo, en algunos sitios, de líneas incisas en la argamasa, que dibujan un damero cuadrangular, las cuales debieron servir como guía a los decoradores para realizar dicho fileteado pintado o bien las juntas realzadas, que bien pudieron ser pintadas también37.

IV. UN FUTURO PARA CASTRO VENTOSA

Bérgidum-Castro Ventosa posee un gran valor monumental dentro de los ya-cimientos arqueológicos de su género, valor que, como sucede con otros casos singulares de la provincia de León – p.e., el Mausoleo o Martyrium de Marialba de la Ribera (Villaturiel)38 -, nunca ha sido objeto de la debida atención. Ello a pesar de tratarse de uno de los mayores yacimientos castreños de la provincia, con un recinto amurallado prácticamente completo, cuyo parangón hay que buscarlo en los grandes núcleos urbanos de la Antigüedad Tardía del Noroeste: Astorga, León y Lugo.

Además, la Zona Arqueológica se enclava en un territorio que cuenta con una gran riqueza patrimonial, la que jalona el tramo berciano del Camino de Santiago, con los Conjuntos Históricos de Cacabelos y Villafranca del Bierzo, el inmediato Mo-nasterio de Carracedo o el importante conjunto románico de Corullón. Territorio que se encuentra en unas inmejorables condiciones de comunicación en el ámbito interprovincial y local (la Autovía del Noroeste y la antigua CN-VI).

36 R. Ginouvés y R. Martín, 1985: Dictionnaire méthodique de l’Architecture Grecque et Romaine. I. Maté-riaux, techniques de construction, techniques et formes du décor. École française d’Athènes-École Française de Rome, p. 52. 37 En la provincia de León se conocen tales prácticas, por lo demás habituales en la arquitectura romana, en sendas construcciones: la muralla más antigua del recinto campamental de la Legio VII Gémina y el mausoleo tardorromano de Marialba de la Ribera. Cf. A. García y Bellido, Nueve estudios sobre la Legio VII Gemina y su campamento en León, 1968, León, 11-16 y T. HAUSCHILD, “La iglesia martirial de Marialba (León)”, Tierras de León, 9, 1968, 21-26. (p. 23) 38 Nos hemos referido en otro sitio a la situación inaceptable de abandono por la que atraviesa este singular Monumento. Cf. M. A. Sevillano Fuertes y J. M. Vidal Encinas, 2001: “Arqueología del entorno de la catedral de Astorga: la primitiva iglesia de Santa Marta como testimonio de la configuración de un área sacra. Actas del Simposio: La Catedral de Astorga (Agosto de 2000), p. 25-47 (p. 30)

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Por otro lado, el sitio tiene, asimismo, un notable valor ambiental y paisajístico que se encuentra en inmejo-rables condiciones, a pesar de tratarse de un paisaje fuerte-mente humanizado por el papel del viñedo en esta zona del Bajo Bierzo: el lugar cons-tituye una insuperable atalaya para contemplar e interpretar buena parte de esta Comarca. Algo que le hizo expresar a E. Gil y Carrasco, no sin cierto exceso romántico, que, si por el norte, “en vez de los montes monótonos y cerra-dos (...), encontrase la vista la inmensidad del mar, sería, sin duda, uno de los más hermo-sos puntos del globo”.

Pero, Bérgidum-Castro Ventosa alberga, al mismo tiempo, un valioso patrimonio científico, apenas atisbado en la actualidad; no en vano, constituye un punto de refe-rencia histórico para un período de tiempo muy dilatado, que podría cubrir, en primer lugar, la Edad del Hierro, particularmente en sus momentos postreros, el mundo que se encuentra Roma en estas tierras con la Conquista y posterior romanización. En segundo lugar, el sitio parece haber sido ocupado a todo lo largo del Imperio Romano, si bien los mejores testimonios arqueológicos que de este período ha de-parado son de época tardía, posiblemente porque las excavaciones arqueológicas no han alcanzado los niveles profundos del asentamiento, aunque es posible también que el asentamiento de La Edrada se hiciera en detrimento de Castro Ventosa en los primeros siglos del Imperio.

En tercer lugar, el sitio presenta indicios bastante prometedores en relación con un momento histórico que prácticamente permanece inédito desde el punto de vista arqueológico, no ya en El Bierzo, sino en toda la provincia de León, cual es el mundo hispano-visigodo. Así parecen sugerirlo ciertos hallazgos principalmente cerámicos –ya nos hemos referido más arriba a un peine de hueso que se ha puesto en relación

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con la cultura goda de Tchernjahov-, re-cuperados en el curso de los recientes trabajos llevados a cabo en el recinto amurallado39 .

Finalmente, Castro Ventosa parece haber mantenido su vigencia como centro político-militar de El Bierzo, al menos, hasta los años centrales del siglo XI, fecha a partir de la cual es sustituido por el castillo de Ulver –hoy Cornatel40 -, por lo que es posible que se puedan registrar hallazgos de estos momentos. A partir de entonces el sitio, al parecer, permanece despoblado, aún cuando, como hemos reseñado más arriba, exis-

tieron intentos de repoblarlo por parte de Fernando II y Alfonso IX.Como vemos, Castro Ventosa presenta un interés arqueológico muy especial,

por las variadas ocupaciones humanas de que ha sido objeto, de ahí la importancia que tendría, para la investigación histórica, su excavación arqueológica. Ello avala, creemos, la oportunidad que tendría un proyecto interdisciplinar de investigación, desarrollado a medio y largo plazo por un equipo con tradición y experiencia en los dominios culturales que guarda este yacimiento arqueológico.

V. INTERVENCIONES URGENTES O PRIORITARIAS PARA LA MEJORA DE LA ZONA ARQUEOLÓGICA Y SU INFRAESTRUCTURA

Castro Ventosa precisa, en primer lugar, de un proyecto de restauración de la muralla, el elemento de mayor valor monumental que, por el momento, posee el sitio, la cual debe ser consolidada adecuadamente para asegurar su conservación en el futuro. Al mismo tiempo, el paseo que se ha abierto a su pie -para liberarla de los derrumbes, conocer el estado real de su paramento exterior y permitir, en definitiva,

39 Vid.: G. J. Marcos Contreras, 2001: Trabajos arqueológicos en el yacimiento de Castro Ventosa.Limpieza perimetral del recinto murado. Informe inédito. Junta de Castilla y León. Se trata de fragmentos cerámi-cos de pastas de tonalidades grises, decantadas, con cocciones predominantemente reductoras y acabados alisados, espatulados o bruñidos. 40 Badiola, op. cit., p. 148.

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el acceso a la misma– debe ser objeto de adecuación ambiental, mediante la planta-ción de diferentes especies vegetales y la dotación de pequeñas zonas para reposo. El circuito amurallado, además, debería ser iluminado, lo que facilitaría su contemplación desde buena parte de El Bierzo, habida cuenta de la posición tan central que ocupa en el territorio comarcal.

Por otro lado, deben mejorarse sustancialmente los accesos a la Zona Arqueológica desde la antigua C.N.-VI a la altura de Pieros, mediante la construcción de una raqueta o similar que permita iniciar la subida hacia el castro en condiciones adecuadas de seguridad. En el mismo sentido, el camino o pista existente debe renovarse, dotándolo de cunetas para la evacuación del agua y un pavimento duradero, con el objetivo de promover el acceso peatonal o en bicicleta. Este recorrido tiene también que valori-zarse desde el punto de vista ambiental, dotándolo de plantaciones que tengan, por ejemplo, un sentido didáctico, y tiene que finalizar, a una distancia prudencial de la Zona Arqueológica, en un área de aparcamiento y recreativa, dotada de un centro de acogida al visitante, provista de servicios adecuados, que debe facilitar la interpretación del yacimiento arqueológico con el necesario apoyo de carácter museográfico.

Finalmente, es imprescindible la adquisición de los terrenos que se encuentran dentro del circuito amurallado, los que tienen el mayor valor arqueológico, para que cesen las labores agrícolas sobre ellos y se reserven para la realización de excavaciones arqueológicas.

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1. DESCRIPCIÓN

Como conozco bien a varios de mis compañeros en esta publicación y sé del rigor y celo que les caracteriza, renuncio a la descripción general de la fortificación que delimita el recinto de Castroventosa, así como a su glosa bibliográfica. Tareas ambas que adivino redundantes.

Me detendré exclusivamente en el comentario de los rasgos de la muralla que tienen una relación directísima con la propuesta para su restauración.

Destaca entre todos ellos, el enorme empaque de los muros, manifestado de manera palmaria en su sección transversal, con un espesor aproximado de 3,5 m y una altura que en sus puntos descollantes puede incluso superar los 8 m.

El lienzo se compone de dos tipos de fábrica, trabadas solidariamente. Al exte-rior, un paramento de mampostería ordinaria (opus incertum en la denominación latina) a base de piedra cuarcita cogida con mortero de cal y arena, que tiene un espesor medio de 40 cm.

El núcleo interno es una gran masa monolítica de hormigón ciclópeo de cal (opus caementicium). La construcción de esta clase de fábricas es bien conocida, frac-cionada en hiladas con una altura aproximada de 90-100 cm que a su vez se dividen en sucesivas tongadas que se ejecutan en dos fases, con la colocación en seco de la grava gruesa y el vertido posterior de la masa aglomerante, compactada mediante apisonado manual. Un sistema de puesta en obra que ha pervivido hasta la segunda mitad del siglo veinte reencarnada en la técnica de la tapia de tierra.

La franja de paramento correspondiente a cada hilada se levantaría con antela-ción a fin servir de molde al hormigón del núcleo (hoy llamamos a esto “encofrado perdido”). En la cara interna del lienzo no hemos detectado una fábrica gemela de tal modo que por este lado resultaría imprescindible la colocación de una horma corrida salvo, tal vez, en su base donde cabe la posibilidad de contener el hormigón en su fase amorfa contra la propia ladera del altozano.

LA RESTAURACIÓN DE LOS LIENZOS DE LA MURALLA

ELOY ALGORRI GARCÍA

Arquitecto.

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Observados con atención, los muros son un elocuente testimonio de su génesis.

Los cambios en el tamaño de los mampuestos o las tenues juntas de construcción nos revelan la evolución de la obra, dividida en tajos sucesivos que podrían abarcar la totalidad de un tramo vertical.

En el núcleo interno se detectan las hiladas e incluso las tongadas. En un área singular, aparecen unos mure-tes transversales realizados con canto rodado que habrían de servir como elementos separadores que troceaban la puesta en obra del hormigón en volúmenes más asequibles.

2. DIAGNÓSTICOLas partes supervivientes de la muralla no padecen problemas de estabilidad.

Hay algunos cortos tramos que están desplomados aunque paradójicamente tienen una altura moderada, mientras que los más esbeltos no acusan ningún tipo de movi-miento, ya sea desplazamiento o rotación. Lo más probable es que estos desplomes locales afecten exclusivamente a la hoja externa. Si se hubiera arrastrado también al gran núcleo de hormigón, la manifestación de este fenómeno sería mucho más aparatosa.

Los daños que socavan la integridad de la muralla, y consiguientemente su pervi-vencia futura, tienen que ver exclusivamente con la erosión de la masa de sus fábricas, fenómeno que con toda seguridad fue causado originalmente por el expolio pues es sabido que, tras el despoblamiento, el forro de mampostería devino históricamente en una de las principales canteras de la zona.

A la inicial acción destructiva de nuestros ancestros se acumula posteriormente la agresividad de los meteoros, cuya lenta y persistente acción encuentra en estas fábricas heridas e incompletas una víctima inerme.

3. JUSTIFICACIÓN CONCEPTUALLa intervención sobre la muralla persigue dos objetivos básicos:

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• Asegurar la supervivencia de los vestigios, mejorando su estado de con-servación tanto en lo que se refiere a la estabilidad de los lienzos como a la cohesión de la fábrica.• Facilitar al público profano la comprensión de las características de la muralla original (dimensiones, constitución material, aspecto, etc) que en la actualidad están veladas por el estado incompleto o ruinoso de los muros.

La restauración prevista para los años venideros tiene un precedente no muy lejano en el tiempo.

En 1990 la Consejería de Cultura y Bienestar Social de la Junta de Castilla y León promovió, aparte de otras labores, la restauración de un tramo de la muralla, incluyendo cuatro cubos, en una longitud aproximada de 58 m. El proyecto tuvo un importe de licitación muy moderado (6.869.218 ptas) y fue redactado y dirigido por los arquitectos Amando Cuellas Pestaña y Mª José Tanco Arranz.

Vistos lo resultado con la perspectiva que otorga el transcurso de una docena de años, cabe hacer, con un ánimo analítico, las siguientes reflexiones:

• La ejecución del suplemento del paramento exterior, con una fábrica de mampostería ordinaria a base de un tipo de piedra similar y una disposición de las piezas que reproduce la original, es una estrategia prudente que asegura una integración discreta con el conjunto. • La interposición de una línea discontinua de enripiado de lajas de pizarra facilita al identificación de las partes nuevas por parte del estudioso o el observador atento. Actuando con sutileza, pueden obtenerse distintos niveles de lectura sin necesidad de emplear signos exagerados que resulten llamativos en exceso.• Circunscribir la intervención sobre la muralla a su paramento externo (la hoja de mampostería) puede dar como resultado una idea equívoca de su constitución y empaque. Es esencial que también sea patente el núcleo de opus caementicium, el verdadero corazón de la fábrica. Si éste no se percibe, el lienzo pierde la dimensión monumental, convertido en un muro aterrazado de escala doméstica.

Tramo de muralla restaurado en 1990.

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4. PROPUESTA DE INTERVENCIÓNEl primer objetivo se centrará, por tanto, en la recuperación del porte original

de la muralla en varios de sus tramos.La selección de las zonas de intervención, lógicamente restringida a aquellas que

todavía conservan una parte sustancial de la fábrica, viene dictada por los siguientes criterios:

• Un reparto regular a lo largo de todo el perímetro, de modo que la auténtica dimensión de la muralla se ponga de manifiesto periódicamente cuando se recorre el camino de ronda abierto el año 2001.• Atención principal a los tramos que tienen un protagonismo paisajístico, es decir, que son visibles desde lugares lejanos o significativos. Así, la reconstruc-ción se focaliza en el primer lienzo visible desde el trayecto de acceso por el camino que viene de Pieros, o aquellos que tienen una presencia panorámica desde el Camino de Santiago, o incluso desde el gran eje de comunicación que atraviesa la comarca, formado por la autovía A-6 y la carretera N-VI.

Una de estas reconstrucciones se aborda desde un prisma singular e irrepetible, de carácter figurativo, con la finalidad de recrear el aspecto de la muralla en su fase histórica más boyante, es decir, en el período bajo imperial. Esta propuesta afecta básicamente a dos cuestiones: la coronación del lienzo y el revestimiento decorativo del paramento. Para facilitar la asimilación con el resto, más inexpresivo, el lenguaje con el que se formaliza este tramo especial simula la forma aleatoria propia de los procesos de degradación.

Otro lugar donde también pueda mostrarse de forma explícita la configuración original de la muralla será probablemente la puerta occidental, donde se van a realizar una investigación arqueológica exhaustiva. Pendiente de sus resultados, no se prefigura la concreción arquitectónica final.

Lógicamente, toda clase de intervención deberá ser respetuosa con los rasgos y detalles que informan del procedimiento constructivo original.

5. PUESTA EN OBRALas procedimientos técnicos empleados en la ejecución del suplemento de los

lienzos están condicionados por un factor determinante: la naturaleza incompleta del resultado final que ha de simular una imagen de deterioro azaroso.

En el caso de la mampostería esta exigencia resulta compatible con la puesta en obra habitual. Por el contrario, en el núcleo de hormigón ciclópeo no es repetible el método tradicional (colocación del canto rodado en tongadas de altura moderada, vertido de la lechada, compactación por apisonado) pues se requieren encofrados,

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Jornadas sobre Castro Ventosa 193

perdidos o recuperables, que contengan la masa en su fase formácea, antes del fra-guado del aglomerante. Como es obvio, la colocación de moldes es completamente incompatible con las formas que imitan lo fortuito.

La alternativa escogida pretende salvar esta dificultad y, a la vez, no distanciarse en exceso del sistema constructivo tradicional. Así, la puesta en obra prevista también se ejecuta en tongadas y reproduce la misma división en dos fases: colocación de la grava ciclópea de canto rodado, y vertido posterior de la lechada. Ésta última se realiza con un procedimiento de inyección que asegura la compacidad del resultado sin necesidad de efectuar el tradicional apisonado, método que resulta inapropiado cuando la masa no está contenida por moldes.

No obstante, aquejado ya del barniz de escepticismo que inevitablemente contagia la experiencia en el campo de la restauración monumental, debo reconocer que la virtualidad de esta última propuesta se pospone al examen irrevocable que representará su aplicación práctica.

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Jornadas sobre Castro Ventosa 195

LITOLOGIAS UTILIZADAS EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA MU-RALLA DE CASTRO VENTOSA

El encintado de muralla accesible a la observación actualmente en Castro Ven-tosa, consta de dos componentes, claramente diferenciados tanto en su composición como en su fábrica.

La parte externa de la muralla está constituida por un muro de mampostería desconcertada (=opus incertum) que, durante la elevación de la construcción debió ser utilizado como encofrado perdido, acogedor y sujetador del hormigón de cal y canto (=opus caementicium) que, en diferentes tongadas,se introducía en la parte interna como segundo componente de relleno, según una técnica constructiva que, puede denominarse “emplecton”.

La falta de excavaciones y circunstancias de índole natural, impiden, por el mo-mento, tener información sobre las características del paramento interior, necesario para la contención del hormigón ciclópeo. No obstante podemos avanzar que, muy probablemente y al menos en buena parte de su longitud, no estaría constituido por muro de mampostería, sino por el propio borde natural escarpado de la parte alta del cerro, cuya litología sedimentológica así lo propiciaba y permitía, mediante quizás algunos trabajos previos de regularización.

En la composición litológica de los bloques de mampostería constitutivos de los restos actuales del paramento externo de la antigua muralla, predominan amplia-mente los de cuarcitas y areniscas cuarcíticas (87% en recuento estadístico). Muchos bloques son paralelepipédicos, pero ésta característica geométrica no puede decirse que sea la predominante, aunque sí muy abundante, sobre todo en los de composi-ción cuarcítica.

GEOLOGÍA Y GEOMORFOLOGÍA DEL ÁREA REGIONAL DE “CASTRO VENTOSA” (CACABELOS-LEÓN). MATERIALES CONSTRUCTIVOS UTILIZADOS EN EL RECINTO AMURALLADO ROMANO. FORMACIONES Y CANTERAS DE EXTRACCIÓN.

L. LOBATO ASTORGA Departamento de Ingeniería Minera (Geodinámica).

Facultad de CC. Biológicas y Ambientales. Universidad de León.

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Jornadas sobre Castro Ventosa 196

Las dimensiones medias de los bloques cuarcíticos ofrecen una cierta varie-dad según las distintas zonas de la muralla. No obstante, prescindiendo de algunos escasos ejemplares con medidas extremas, tanto por exceso como por defecto, las medidas tridimensionales preponderantes se mantienen preferentemente dentro de unos límites que, después de un amplio número de mediciones (que consideramos suficientemente representativas) podemos resumir así:

Largo: Entre 35 y 45 cms. (1/2=40 cms.) (en sentido horizontal longitudinal de la muralla)

Ancho: Entre 20 y 32 cms.(1/2=26 cms.) (espesor medio del paramento exte-rior)

Alto: Entre 20 y 40 cms. (1/2=30 cms.) (en sentido vertical)

En algunas zonas muy determinadas de la muralla predominan bloques de las medidas más altas. Los de las medidas mínimas no suelen ser predominantes. No obstante, hay que precisar que si bien éstas medidas pueden ser representativas de la mayor parte de la muralla (la mejor conservada), no lo son tanto de la zona sur y sur-oriental cuya variabilidad es más acentuada y difícil de resumir.

Los restantes componentes litológicos de los bloques del paramento externo de la muralla son calizas (8%),pizarras (4%) y granito (1%).Se encuentran muy localizados y casi agrupados zonalmente. Las dimensiones de los bloque calcáreos y pizarrosos podrían encuadrarse, con ligeras variantes, dentro de la media de los cuarcíticos. Los bloques graníticos presentan dimensiones claramente diferentes y mayores.

El segundo componente de la muralla, el relleno de cal y canto ú hormigón ciclópeo (=opus caementicium) presenta, generalmente, unas características que permiten deducir algunas conclusiones sobre el origen de sus materiales y sobre su disposición.

La gran mayoría de los cantos (cuarcíticos) presentan dimensiones paralele-pipédicas aplanadas, con sus aristas y vértices redondeados por rodamiento pero manteniendo caras planas suficientemente amplias, indicadoras de un rodamiento escaso o realizado en condiciones especiales.

Están dispuestos en tongadas planas horizontales, generalmente con la cara más desarrollada situada en posición basal y formando hiladas de cantos aplanados que semejan una estratificación horizontal con cemento calcáreo.

Parece evidente que con ése tipo de canto y con ésa disposición se pretendía minimizar los componentes laterales (horizontales) de los esfuerzos compresivos y propiciar preferentemente su verticalidad.

El mortero aglomerante de los cantos está constituido por una mezcla de cal y

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Jornadas sobre Castro Ventosa 197

áridos menores, entre los que predomina la arena y ocasionalmente pizarra machacada hasta tamaño sub-arenoso.

No se ha constatado la utilización de otros materiales no rocosos (ej. ladrillo).Existe una zona de la muralla reconstruida en época reciente (1990), la cual se

distingue claramente del resto por el diferente tipo de roca utilizada.

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PROCEDENCIA DE LAS LITOLOGIAS-FORMACIONES Y CANTERAS DE EXTRACCIÓN.

Las características geológicas de los alrededores de la zona de Castro Ventosa, tanto desde el punto de vista estratigráfico-litológico como tectónico, han propiciado el que todos los materiales idóneos para su construcción se puedan encontrar, en condiciones favorables de extracción y transporte, dentro de un radio de distancia inferior a los 5 kmts.

En el Mapa Geológico de dichos alrededores, que se adjunta, se puede observar que Castro Ventosa se sitúa en la zona occidental de la Cuenca Terciaria del Bierzo, sobre la denominada Formación Toral(Paleógeno-Neógeno),que constituye la base de la sucesión estratigráfica de dicha Cuenca y se apoya directamente sobre los se-dimentos paleozoicos, que afloran ya a pocos kilómetros hacia el Oeste, fuera del límite de la Cuenca.

La Formación Toral está constituida predominantemente por arenas sueltas y lutitas arcillosas con algunas concreciones carbonatadas. Las areniscas carecen prácticamente de feldespatos y seguramente proporcionaron los áridos arenosos finos precisos para, previa mezcla con cal y agua confeccionar el magnífico mortero aglomerante que ha permanecido casi indemne hasta la actualidad, tanto en el hor-migón de relleno, como en el ensamblado entre los bloques del paramento exterior y en su enfoscado superficial.

El arranque y extracción de éstas arenas no ofrecería ninguna dificultad pues son arenas sueltas que se encuentran en las cercanías de la construcción, lo cual facilitaba el transporte hasta ella.

En esta misma formación, pero bastante más alejadas de Castro Ventosa, se encuentran algunas concreciones y niveles carbonatados, que corresponden a calizas arcillosas y suelos calcimorfos de zonas palustres. Tienen escasas dimensiones y malas características para su transformación en cal, por ello es de suponer que no fueran tenidas en cuenta para esa utilización.

Para la fabricación de la cal, elemento clave de la construcción romana, se cons-truirían hornos de calcinación en las inmediaciones del afloramiento de la Formación Caliza de Vegadeo (Cámbrico Inferior-Medio),situado a unos 4´5 kmts. al Sur-Oeste de Castro Ventosa.

El transporte de la cal sería más efectivo debido a su menor densidad respecto a los propios bloques de roca caliza y la vega del arroyo de los Valtuilles proporcionaba un camino llano y fácil hasta las inmediaciones de Castro Ventosa.

No obstante, durante algún tiempo se transportaron bloques de la Formación Caliza de Vegadeo, de dimensiones adecuadas para el paramento exterior de la muralla, las cuales podían ser modificadas mediante tallado con maza y cincel. El 8% de bloques

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Jornadas sobre Castro Ventosa 199

calizos pertenecen todos a ésta formación y se encuentran muy localizados en una zona de la muralla. Debieron constituir una prueba de comparación con respecto a los bloques cuarcíticos, con la cual se llegó a comprobar la mayor efectividad e idoneidad de éstos últimos, con los cuales se continuó el resto de la construcción.

Una prueba similar debió realizarse también con el 4% de bloques de pizarra, también susceptibles de ser tallados a las dimensiones precisas. Se encuentran igual-mente muy localizados en una zona de la muralla, precisamente en su parte basal. Provienen de la Formación Serie de los Cabos (Cámbrico Medio y Superior-Ordo-vícico Inferior) y prontamente fueron sustituidos por los bloques de cuarcita de la misma formación.

Las cuarcitas de la Formación Serie de los Cabos tienen una dureza que excede las posibilidades de ser talladas adecuadamente con las herramientas normales de la época; sin embargo, las características estratigráficas y principalmente las distintas estructuras tectónicas que presenta dicha formación en los afloramientos situados a unos 3 kmts. al Noroeste de Castro Ventosa, permitieron a los constructores roma-nos obtener los bloques cuarcíticos paralelepipédicos de dimensiones idóneas, con abundancia suficiente y mediante un arranque y transporte relativamente fácil.

Geológicamente, la zona paleozoica que rodea a la Cuenca Terciaria del Bierzo se incluye en la denominada Zona Asturoccidental-Leonesa del Macizo Herciniano Ibérico. Esta zona se divide a su vez en varios dominios y la parte aflorante al noroes-te de Castro Ventosa se incluye en el denominado Dominio del Navia-Alto Sil. En éste dominio y estratigráficamente por encima de la Formación Caliza de Vegadeo se sitúa propiamente la Formación Serie de los Cabos, que comprende una sucesión detrítica de gran espesor (entre 2.500 y 5.000 mts.) constituida por areniscas, cuarcitas y pizarras alternantes.

La deformación de los materiales de la Formación Serie de los Cabos en el Do-minio del Navia-Alto Sil tuvo lugar principalmente durante la Orogénesis Herciniana, desarrollándose durante varias fases que fueron acompañadas de un metamorfismo regional de bajo grado. La estructura general resultante se caracteriza por la presen-cia de numerosos cabalgamientos y pliegues de gran tamaño, de tipo isoclinal con planos axiales subvertivales en las cercanías de Castro Ventosa. Ello propicia una disposición subvertival ó con alto grado de buzamiento para las superficies de estra-tificación, las cuales se mantienen subparalelas a los ejes de los pliegues en dirección WNW-ESE.

Con posterioridad a esta estructuración general, se desarrollaron en éste dominio una serie de estructuras tardías,de menor entidad y más localizadas, que en general se manifiestan como fallas,”kink bands”, crenulaciones y diaclasas radiales.

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En la zona situada al Noroeste de Castro Ventosa, existe una red de diaclasas conjugadas con dirección transversal NNE-SSW que cortan perpendicularmente a las superficies de estratificación subverticales de los niveles cuarcíticos de la Serie de los Cabos, configurando en ellos bloques paralelepipédicos cuyas dimensiones dependen del espesor de cada estrato cuarcítico y de la mayor ó menor separación entre los juegos de diaclasas.

Con esa misma dirección también se han desarrollado algunas fallas de plano vertical y pequeño desplazamiento,las cuales han adquirido importancia al reactivarse con posterioridad al depósito del Terciario.Los juegos de reactivación de estas fallas y los últimos procesos periglaciares cuaternarios que llegaron a afectar a ésta zona, propiciaron fuerzas distensivas que afectaron al conjunto de superficies y fracturas que cuarteaban las rocas, al menos en la parte superficial y quizás hasta cierta pro-fundidad.

Los crestones cuarcíticos que sobresalen en el relieve de las laderas presentan estratos cuarteados por diaclasas con superficies muy planas y netas, formando para-lelepípedos, los cuales son fácilmente desprendibles por un simple ejercicio de palanca con una barra ó herramienta similar. Se trataría de escoger los estratos con bloques de dimensiones idóneas, desprenderlos y, por gravedad, dejarlos descender de forma controlada por la ladera, hasta cargarlos sobre carros adecuados para su transporte.

En las laderas de la parte alta del Arroyo de los Valtuilles se observan diversas zonas con cicatrices de acción antrópica, que seguramente corresponden a canteras utilizadas para ésta construcción y quizás también para otras.

En cuanto a los cantos cuarcíticos utilizados en el relleno interno (=opus cae-menticium), su índice de aplanamiento permite asignarlos mayoritariamente al glacis de acumulación más alto y antiguo de las cercanías de Castro Ventosa, el denominado G3,que forma una plataforma llana desarrollada a menos de 1 kmt. al norte de la construcción. Esta meseta llana sería así mismo, muy probablemente, la mejor zona de tránsito para el transporte de los bloques cuarcíticos desde las canteras.

Es muy posible que el desconocido paramento interno de la muralla de Castro Ventosa esté constituido por el borde exterior de una plataforma de glacis un poco más alto, todavía perteneciente al sistema G3 ó quizás ya al G2. Ello habría significado unas considerables ventajas para los constructores.

Por último, los escasos sillares graníticos, se encuentran en el basamento de algún cubo y sobre todo en las cercanías de las puertas. Sus dimensiones son generalmente mayores que la media de los bloques cuarcíticos. Se han aprovechado probablemente como restos de otras construcciones, mediante remodelación por tallado. Su petro-grafía es similar a la del stock granítico de Montearenas, cercano a Ponferrada.

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BIBLIOGRAFÍA.

Mapa Geológico de la Provincia de León E.1:200.000-“Instituto Tecnológico Geominero de España” (1994)

Mapa Geológico de España E.1:50.000.Hoja Nº 158 (Ponferrada)-“Instituto Tecnológico Geominero de España (1982)

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El enclave de Castro Ventosa o Cerro del Castro, el Bergidvm prerromano citado por las fuentes clásicas, después romanizado con el epíteto de Flavio, se localiza en la línea divisoria entre los municipios de Cacabelos y Villafranca del Bierzo1, concre-tamente en las pedanías respectivas de Pieros, desde donde se tiene el mejor acceso, y de Valtuille de Abajo. El emplazamiento se asienta sobre un cerro desgajado de la línea general de cumbres por una vaguada al norte, con una altitud de 642 m. s. n. m. y situado en las coordenadas 42º 36’ 04” N y 6º 45’ 06” O (que se corresponden con el vértice geodésico ubicado en el punto más alto del propio castro).

Ambos municipios de referencia pertenecen a la comarca de El Bierzo, sita en el extremo noroccidental de la comunidad de Castilla y León y de la provincia de León, en el límite con la vecina Galicia. Dicho espacio comarcal, a pesar de su complejidad geológica, conforma un área homogénea que se puede dividir en tres unidades básicas: un cíngulo montañoso de material paleozoico (El Bierzo Alto), una serie de alineaciones orográficas (la montaña Berciana) y una cuenca intramontana terciaria o Bierzo Bajo.

INTERVENCIÓN ARQUEOLÓGICA EN EL PERÍMETRO MURADO DE CASTRO VENTOSA (CACABELOS, LEÓN). 2001.

GREGORIO J. MARCOS CONTRERAS • MIGUEL ÁNGEL MARTÍN CARBAJO

JESÚS CARLOS MISIEGO TEJEDA • FRANCISCO JAVIER SANZ GARCÍA

EMILIA FERNÁNDEZ ORALLO

STRATO Gabinete de Estudios sobre Patrimonio Histórico y Arqueológico, S. L.

1 A finales del año 1997 el Excmo. Ayuntamiento de Cacabelos solicitó de este gabinete arqueológico la realización de un proyecto y presupuesto para la ejecución de la limpieza del perímetro murado del yacimien-to, con el fin de solicitar una subvención al Ministerio de Fomento para la realización de esos trabajos con cargo al 1% cultural de la construcción de la Autovía del Noroeste, A-6, tras aprobación por una Comisión Mixta formada por el mencionado Ministerio de Fomento y el de Educación y Cultura. Una vez concedida, el Ayuntamiento de Cacabelos adjudicó la ejecución de las obras a la empresa Begar, S. A., quien a su vez se encargó de la contratación del gabinete arqueológico STRATO. La intervención consistía en la limpieza y desescombro del exterior del recinto defensivo, así como la realización de un camino perimetral que per-mitirá un mejor acercamiento y visualización del conjunto, contemplándose igualmente la señalización del itinerario de entrada desde la antigua carretera N-VI, a la altura de Pieros. La dirección técnica y el plantea-miento han sido elaborados por la empresa ISNOR, bajo la dirección facultativa del ingeniero de caminos D. Manuel Sánchez Lagarejo, proyecto que en su día fue aprobado por la Comisión de Patrimonio de León en su reunión de fecha 22 de junio de 2000.

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El yacimiento de Castro Ventosa, en concreto, se encuentra dentro del Bierzo Bajo, en el límite septentrional de la denominada “olla berciana”. Se trata de un área general de llanura aluvial sobre sedimentos del Mioceno, entre los que, en algunos lugares, afloran materiales más antiguos, de origen ígneo, como Montearenas o el Pajariel. Este espacio interior conformó un territorio ondulado donde se suceden vegas y oteros, cuya altitud media ronda en torno a los 500 metros sobre el nivel del mar. Su especial configuración protegida de los vientos oceánicos por las montañas que lo circundan, su extraordinario clima, junto a los terrenos drenados por los cursos bajos de los ríos que nutren al Sil, dotan a la comarca de una gran feracidad, habiéndose asistido a la instalación de una pródiga huerta en la que se alternan los policultivos de hortalizas y frutales con los industriales (tabaco, lúpulo, etc.) y una alta presencia del viñedo, circunstancia que se ha convertido en una de las señas de identidad de la comarca.

El área arqueológica de Castro Ventosa está situada en un altozano y provista de una espléndida muralla torreada por sucesivos cubos. Aparece por primera vez entre las referencias históricas en relación con las guerras contra Cántabros y Astures (25-19 a. C.); en particular, Floro y Orosio citan ya a la Bergida prerromana, con cuya toma concluiría la campaña militar. La plataforma amesetada en la que se realizó el asentamiento mide unos 425 m en dirección N-S y unos 110 m de este a oeste, englobando una extensión aproximada de 5,3 Has rodeada por una muralla con un perímetro cercano a los 1.115 m. Su forma asemeja una huella o suela de zapato.

El cerro de Castro Ventosa parece haber sido ocupado ya desde época prerroma-na, a pesar de que las evidencias conocidas de este momento son escasas y dudosas. Ya en época romana el lugar va adquiriendo relevancia paulatinamente como núcleo de comunicaciones, repitiéndose las alusiones como mansio en diversas rutas; no obstante, no queda claro si la denominación de Bergidvm Flavivm se refiere en estos momentos a Castro Ventosa o al emplazamiento de La Edrada, en las inmediaciones de Cacabelos. Según diversos autores el Cerro del Castro no se reocupará hasta el s. III d. C., momento en el que se construye la muralla, si bien no faltan autores que retrasan esta repoblación a la época tardoantigua, en relación con el establecimiento de una ceca monetal, o incluso al s. XI, al aparecer citado en documentos de Al-fonso IX. No obstante, parece fuera de toda duda la ocupación del castro por una población estable en estos momentos e incluso en otros más avanzados, datables ya en época moderna.

La situación privilegiada de Bérgidvm Flavivm con respecto a las vías de comunicación se aprecia al estar referida, entre otros, en el Itinerario de Antonino. Se cita en concreto en la vía 18 o Vía Nova y la vía 19 o Vía Augusta, que unían

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Astorga con Lugo y Braga respectivamente. Siglos después de la caída del Imperio Romano esta ruta es puesta de nuevo en uso por los peregrinos que se dirigen a Santiago de Compostela, dentro del denominado Camino Francés de los itinerarios jacobeos.

Sería excesivamente prolijo recopilar en este trabajo todas las referencias escritas sobre el enclave de Castro Ventosa pues, aparte los autores clásicos, se inicia en el año 1891, en que el padre Fita da a conocer una inscripción. El enclave fue declara-do Monumento Nacional en 1931, elaborándose en 2001 la documentación para la delimitación del Bien de Interés Cultural.

Las intervenciones arqueológicas en el yacimiento se limitan a actuaciones puntuales de Tomás Mañanes, publicadas parcialmente en artículos sueltos, a los que siguió la puesta en valor de una parte del emplazamiento mediante la limpieza de un fragmento del perímetro en 1987-88 a cargo de Inés Díaz Álvarez y la consolidación de su muralla, como resto más visible, por A. Cuellas y M. J. Tanco en 1990, actuación a la cual la actual pretende continuar.

La presente actuación en el yacimiento arqueológico de Castro Ventosa2 tenía por finalidad la puesta en valor del enclave mediante la realización de un camino perimetral que permitiera una mejor visualización de la muralla que lo circunda, así como la ejecución de un paseo compatible con estos fines. Para ello se ha procedido a eliminar una abundante vegetación y los derrubios existentes al pie del muro, que dificultaban su correcta observación e incluso fosilizaban el lienzo defensivo en algunos puntos. Esa puesta en valor del enclave se enmarca en el contexto de la potenciación turística del lugar, dentro del entorno histórico del Bierzo, en el que también se incluirían otros lugares de interés como puedan ser el Monasterio de Carracedo, las vecinas poblaciones de Villafranca del Bierzo y Ponferrada o el

2 A raíz del encargo del Excmo. Ayuntamiento, en octubre de 2000, se solicitó de la Dirección General de Patrimonio de la Junta de Castilla y León el pertinente permiso de actuación arqueológica para la super-visión de los movimientos de tierra. Para ello, se redactó una nueva Memoria de Intervención, siguiendo en todo momento las directrices emanadas tanto del proyecto de actuación aprobado por la Comisión de Patrimonio de León como del propio Servicio Territorial de Cultura de León, representado en este caso por el Arqueólogo Territorial, D. Julio M. Vidal Encinas. Sin embargo, debido a una desafortunada serie de contingencias, dicho permiso se retrasó hasta los últimos días del mes de noviembre, siendo concedido por la Comisión Territorial de Patrimonio Cultural de León del día 26. Este retraso en los trámites administrativos provocó que se desaprovechase un mes de noviembre bastante seco que dio paso a las intensas lluvias caídas durante ese invierno, las cuales imposibilitaron y paralizaron las tareas previstas por causa, sobre todo, del terreno arcilloso que constituye la zona en la que se enclava el yacimiento, impidiendo no sólo el trabajo directo, sino la accesibilidad de la maquinaria al lugar, al haberse argayado parte del camino de acceso. Una vez solventados estos pormenores, principalmente en lo tocante a la reconstrucción del camino de acceso, pudieron iniciarse los trabajos que ahora se describen el 30 de mayo de 2001, concluyéndose los mismos el primero de agosto del mismo año.

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paraje recientemente declarado Patrimonio de la Humanidad de “Las Médulas”, por citar sólo los más conocidos y significativos.

Los trabajos se articularon en diferentes fases sucesivas, hasta lograr el estado deseado (Fig. 1). Como primera medida se procedió a realizar el desbroce de la vege-tación más exuberante, por lo general zarzas, arbustos y especies herbáceas de cierto porte, al tiempo que se aprovechaban estas tareas para abrir una pista perimetral para el tránsito de la maquinaria necesaria. En esta primera fase se mantuvo aún bastante tierra al pie de la muralla para tratar de proteger la construcción hasta el inicio de la limpieza efectiva. La pista de circulación se realizó a una distancia relativamente alta de la muralla, aprovechando en su máxima extensión la franja de expropiación de diez metros de ancho.

Se inició entonces la limpieza directa del muro defensivo una vez que se tuvo el bastante espacio para ello. Se procedió a eliminar los derrubios caídos al pie de la cerca en aquellos puntos en que ésta era visible, tratando de exhumarla solo allí donde su estado lo hacía aconsejable. Se planteó, acto seguido, una segunda fase para exhumar la estructura defensiva en su totalidad; sin embargo, ciertas dificultades en el reconocimiento de la misma en varios puntos aconsejaban la excavación de sondeos manuales que demarcasen la profundidad que debería alcanzar la maquinaria e incluso aclarase la alineación del muro en ciertos tramos. De este modo, se solicitó y obtuvo del Excmo. Ayuntamiento de Cacabelos el concurso del peonaje necesario para la realización de los sondeos en los lugares en que se creyó necesario. Así las cosas, se inició la ejecución de lo que a la larga acabarían siendo un total de dieciocho sondeos, totalmente manuales, con unas dimensiones de entre 1 y 2 metros de lado, que en su mayoría sirvieron para clarificar la estratigrafía en los puntos en que fueron ejecutados o la relación entre muros ya conocidos. Junto a ello también se pudieron plantear, gracias a este aporte de mano de obra no cualificada, una serie de zanjas transversales en aquellos puntos en los que la continuidad de la muralla presentaba problemas. Otras dos zanjas más se trazaron sobre zonas conservadas de la muralla, con la finalidad de establecer su anchura en distintos puntos y la naturaleza de los rellenos interiores y paramentos.

Los sondeos se concentraron principalmente en la parte septentrional del conjunto defensivo, donde el desmonte de la totalidad del sedimento acumulado al pie de la cerca podría derivar en problemas de muy diversa índole. Así, en buena parte del lateral este entre la puerta oriental y el primero de los cubos no se realizó el rebaje previsto hasta alcanzar los niveles de cimentación por dos causas primordiales. En primer lugar, el propio estado del lienzo de muralla en parte de este recorrido aconsejaba limitar, en la medida de lo posible, los movimientos de

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tierra a sus pies, y en segundo, la profundidad observada del cimiento en esta zona mediante la realización de los sondeos manuales, demarcaba una línea que habría dado una pendiente excesiva para el tránsito peatonal en esa zona.

Ha habido zonas en las que la limpieza se ha limitado a una intervención muy somera, ante la existencia constatada, bien por actuaciones anteriores, bien por evidencias localizadas en la presente, de acúmulos de material romano y restos constructivos, que generalmente se han designado como cenizales, cuya documen-tación más exhaustiva superaba las pretensiones previstas para esta actuación. Por ello, se han mantenido los sedimentos, debidamente protegidos, de cara a su más extensa investigación durante ulteriores actuaciones arqueológicas. En cambio, si se ha procedido a la limpieza detallada de la cara externa de la muralla en los puntos donde ésta se conservaba, eliminando los restos de vegetación, líquenes o tierra adherida.

Una vez efectuados una parte de los sondeos manuales, se procedió a ejecutar la tercera de las fases de limpieza intensiva de la muralla, aprovechando para ello los datos obtenidos en las catas. Dicho objetivo, no obstante, no fue tarea fácil en

Figura 1. Vista del conjunto de la actuación

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Jornadas sobre Castro Ventosa 208

muchos puntos, a los cuales haremos referencia más adelante, en su mayor parte debido al soterramiento del lienzo por parte de los derrumbes del propio sistema defensivo, verdaderos “pedreros”, donde el volumen de piedras acumulado suponía un impedimento añadido de focalización de la muralla, e incluso dificultaba la ma-niobrabilidad de la maquinaria.

Para una más correcta interpretación de los resultados obtenidos se ha proce-dido a dividir el perímetro intervenido en cuatro sectores que se corresponden, más o menos, con los cuatro puntos cardinales si bien la separación entre ellos se han establecido de manera convencional de acuerdo a ciertos elementos singulares. En la denominación de estos elementos se ha seguido con la referencia establecida por el plano de Cuellas y Tanco de 1990, donde se recopilan las estructuras visibles o conocidas por estudios anteriores así como aquellos puntos con restos arqueológicos en los que se ha mantenido una especial atención durante los presentes trabajos.

El primer sector (Fig. 2) se ubica al norte del castro, iniciándose en el cubo A (Fig. 3) y finalizando una vez pasado el tramo restaurado en 1990; abarca aproximadamente 250 m de longitud. Los primeros 100 metros de este sector no presentaban grandes dificultades ya que entre los cubos A y D el lienzo era visible y únicamente hubo de realizarse una limpieza somera (Fig. 4); conviene anotar, no obstante, que en este tramo tanto el paramento como los cubos conservan un escaso alzado (Fig. 5). Se recuperaron escasos restos arqueológicos (Fig. 6), en su mayoría material constructivo. A continuación, en un tramo de unos 50 metros entre los cubos D y E (Fig. 7), el muro estaba soterrado bajo una serie de parcelas de vides y frutales. La detallada limpieza de esta zona deparó la localización de dos nuevos cubos desconocidos hasta ahora, que fueron designados como D1 y D2 (Fig. 8), ambos muy arrasados. En los dos casos los vestigios exhumados co-rresponden al relleno interior de calicanto, siendo los paramentos prácticamente inexistentes. En la esquina oriental del primero de ellos se localizó una abundante concentración de evidencias arqueológicas (Cenizal V). La escasa separación entre estos dos cubos induce a pensar en la existencia en este punto de una pequeña entrada o portillo.

La parte que resta de este sector la conforman, en primer lugar, los 37 metros existentes entre el cubo E y el inicio de la parte restaurada en 1990, y en segundo lugar la propia zona restaurada, integrada por cuatro torreones semicirculares (F, G, H, I), que ocupa una extensión lineal de entre 80 y 100 m, en la que no se ha inter-venido ahora (Fig. 9). En los 15 metros anteriores al cubo F fue imposible localizar el paramento exterior de la muralla, quizá como consecuencia de la construcción de un camino agrícola de acceso desde Pieros o Valtuille de Arriba. En la finalización

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Figura 2. Elementos del Sector 1

Figura 3. Sondeo IX en el Cubo A.

Figura 4. Drenajes entre los Cubos B y C.

Figura 5. Cubo C.

Figura 6. Sondeo XIV. Cubo D.

Figura 7. Cubo E.

Figura 8. Sondeo XVI. Cubo D2.

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de los trabajos se eliminó el aterrazamiento construido en 1990 a los pies de la zona restaurada.

El Sector 2 u oeste (Fig. 10) abarca unos doscientos metros de línea defensiva desde el final del Sector 1 hasta un punto al sur del pozo en que la muralla conserva el mayor alzado en su paramento exterior, cifrado en torno a los 5 ó 6 metros. El primer tramo de este sector tiene una longitud de 87 metros y engloba los cubos denominados J, K y L (Fig. 11). La limpieza de este espacio fue, al igual que en el inicio del Sector 1, bastante sencilla, pues los aportes de derrubios permitían la observación de una parte del muro conservado, presentando tras el desescombro en el paramento exterior un alzado comprendido entre 1 y 1, 5 metros, tanto en el lienzo como en los cubos, si bien alguno de ellos tiene el frente destruido (Fig. 12). En todos los casos el relleno mantiene aún mayor altura. Durante las labores de limpieza entre los cubos J y K se constató la presencia de un nivel de tierra arcillosa anaranjada, muy compacta y con presencia abundante de restos óseos y cerámicos, la mayor parte de tipo constructivo, por encima de la cota de cimentación, materiales que posiblemente procedan del interior del castro.

Durante los siguientes 30 metros las tareas de desbroce fueron más complejas, debido al deficiente estado de conservación del muro, ya que tan sólo se descu-brieron porciones muy pequeñas del paramento exterior con escaso alzado, hasta llegar a la zona donde se halla la puerta oriental de acceso al castro, así como los restos de calzada identificada durante los trabajos llevados a cabo en 1987-88. En las proximidades de esta puerta, al norte de la misma, se produce un engrosamiento de la muralla o doble paramento (Fig. 13), con una anchura aproximada de 1 m y una longitud de 4 a 5 m, que finaliza en un nuevo cubo de pequeñas dimensiones, prácticamente arrasado, al que se ha denominado con la letra M (Fig. 14). Entre este cubo y la puerta propiamente dicha se localiza el Cenizal II, del que únicamente se acondicionó su superficie. De igual modo se actuó en el espacio de la puerta, toda vez que era necesario mantener la posibilidad de tránsito al interior por el camino de Valtuille; en efecto, en los alrededores de la puerta tan sólo se ha procedido a la eliminación de la vegetación de mayor porte que impedía una correcta visualización del conjunto y limitaba las posibilidades interpretativas (Fig. 15). En el tramo que falta hasta completar la totalidad del sector 2, los trabajos efectuados se limitaron a la nivelación del terreno y al arreglo de la pista, debido al perfecto estado de conservación de los muros, que no requirieron desescombro en ningún punto, antes al contrario, al inicio de este tramo desde la puerta oeste hubo de efectuarse el relleno del espacio al pie de la muralla para tapar la cimentación, que había sido descubierta por la escorrentía de la ladera a lo largo del último siglo.

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Figura 9. Zona restaurada en 1990.

Figura 10. Sector II

Figura 11. Cubos K y L.

Figura 12. Vista lateral Oeste.

Figura 13. Cubo M.

Figura 14. Drenaje Cubo M.

Figura 15. Vista aérea de la puesta Occidental.

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El Sector 3 (Fig. 16) engloba todo el cuadrante meridional de la estructura defensiva, extendiéndose a lo largo de unos 360 m. Varios factores se conjugaron para hacer de esta zona la más dificultosa en el desarrollo de los trabajos. Entre ellos cabe citar la mayor espesura de la vegetación, la carencia de puntos de referencia o la topografía del terreno, ya que este área presenta la máxima inclinación, lo que probablemente ha ocasionado una mayor destrucción de los lienzos, hecho que se traduce en una superior acumulación de derrumbes que enmascaran y ocultan los vestigios existentes.

En los primeros 100 m casi no se conservan restos del paramento exterior del muro, tan sólo de su relleno interno (Fig. 17), e incluso éste aparece en algún punto seccionado, apreciándose en toda su anchura. No obstante, concurrencias ocasionales de la cara exterior han permitido la delimitación del perímetro mura-do evitando intrusiones que pusieran en peligro la estructura defensiva. Al final de este tramo, y como consecuencia de la señalada inexistencia del forro externo, es posible apreciar las evidencias que traducen el método constructivo empleado para la realización de la muralla. Aquí se aprecia el relleno interno en una altura de unos 7 u 8 m, constituido por sucesivas tongadas de un metro de altura de piedras cuarcitas trabadas con mortero y delimitadas cada una de ellas arriba y abajo por una línea de pizarras. Según estos datos, las puertas de encofrado tendrían más o menos un metro de alto, siendo la distancia entre barzones de tres metros. No hay evidencias de los agujeros de las agujas, por lo que posiblemente serían rellenados tras desmontar el cajeado.

En los 100 metros siguientes las condiciones no mejoran, siendo necesarias continuas incidencias manuales hacia el interior para tratar de localizar la línea de-fensiva. Se observa que las mayores pérdidas o destrucciones del paramento exterior coinciden en los puntos en que la muralla presenta curvas o cambios de dirección, como ocurre en el extremo meridional, donde esta pérdida del muro exterior se prolonga por unos 25 metros, siendo visibles únicamente el relleno interno y una oquedad muy erosionada, correspondiente a uno de los múltiples canales de la red de drenaje. Como consecuencia de estos hechos en este punto se ubica uno de los mayores derrumbes de todo el trazado en extensión y altura; una vez eliminada toda la acumulación de piedras se localizó bajo ella una concentración de tierra negra con abundantes restos óseos que ha sido definida como Cenizal III.

Durante los siguientes 80 m las tareas fueron algo más sencillas, pues si bien el lienzo exterior presenta idénticos problemas de conservación, la documentación continuada del relleno interno en bastante altura facilitó en cierto modo los traba-jos. En este tramo se encuentra un gran bloque de calicanto sito en una posición

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Figura 16. Sector III

Figura 17. Estado final al SO. Figura 18. Bloque desplomado al SE.

bastante avanzada en relación a la línea de la fortificación; en un primer momento fue interpretado como una torre. Sin embargo, tras la limpieza realizada, parece más probable que se trate de un deslizamiento en bloque de una parte de la estructura que ha quedado así exenta y desvinculada de la línea de muralla (Fig. 18). No obstante, ante la duda suscitada por este elemento, se ha mantenido in situ a la espera de una actuación que clarifique su realidad particular.

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El tramo final de este Sector 3 deparó el hallazgo de más de 40 m de paramento exterior sin ningún tipo de rotura o interrupción del lienzo y con un alzado cercano a los 2 m (Fig. 19). En los metros finales de este tramo se documenta el denomina-do Cenizal IV, que se manifiesta como una gran mancha de ceniza con abundantes vestigios arqueológicos, material óseo y cerámico de uso constructivo, sin que falten restos pertenecientes a vasijas.

El último Sector intervenido, el 4 (Fig. 20), completa el perímetro de la defensa por el lateral este, y en él se encuentra otra de las puertas de acceso conocidas por estudios previos. En el primer tramo, de unos 45 m de largo, se pudo observar la superposición y caída de sucesivos fragmentos del lienzo, producto de varios derrum-bes en bloque, cuyas causas se desconocen. Estos muestran tamaños muy similares entre sí, ocupando una extensión de varios metros en relación al frente de muralla. La disposición escalonada del derrumbe posiblemente refiera que se produjo en un solo momento y la extensión que ocupa parece indicar que provienen de la parte más elevada del lienzo (Fig. 21). En esta zona se optó por conservar los derrumbes vistos sin ninguna modificación más allá de su limpieza.

Durante los siguientes 75 m tan sólo se realizaron las tareas encaminadas a la construcción del camino perimetral, con los desmontes y rellenos necesarios para el tránsito de la maquinaria, y sin acometer la búsqueda del lienzo murado. Esto fue así por cuanto en esta zona era preciso mantener transitable el otro de los caminos de acceso al castro, el camino de Villadecanes, que podía haber sido destruido a raíz de la búsqueda del lienzo (Fig. 22); además, la presencia en las cercanías de la denominada puerta oriental aconsejaban realizar este salto en la búsqueda del muro. De este modo, se elaboró tan sólo el camino hasta el lateral norte de la puerta oriental.

A partir de aquí la definición originaria de la traza del muro era sumamente imprecisa, por cuanto toda esta vertiente se encuentra ocupada por una viña desde la parte alta del cerro hasta el camino por el que discurre la declaración de Bien de Interés Cultural. Tanto es así que en la documentación planimétrica de Cuellas y Tanco la muralla era representada en esta zona con línea discontinua y ocupando una gran anchura ante lo indefinido de la misma. Los trabajos ahora acometidos han dado como resultado el descubrimiento del mayor sector de muralla oculta en todo el perímetro, cerca de 100 m, con una altura variable que oscila en torno al metro y medio (Fig. 23). Tras la localización inicial del lienzo y la elaboración del primer camino de tránsito de la maquinaria, se hizo necesaria la ejecución de una serie de sondeos, tal y como se ha comentado en líneas precedentes (Fig. 24). Estas catas tenían por finalidad constatar el estado del paramento murario, la profundidad relativa de su cimentación y la composición del derrumbe que la cubría. En el primero de los apar-

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Figura 19. Final del Sector III.

Figura 20.Sector IV.

Figura 21. Derrumbes del Sector IV.

Figura 22. Camino de acceso desde el Este Figura 23. Lienzo del lateral Este

Figura 24. Sondeo VIII.

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tados se pudo observar que tenía una conservación por lo general bastante buena en su cara exterior, con tan sólo una falla digna de mención en la parte central. Se observa, no obstante, que el muro se encuentra vencido en algunos puntos, con lo que su superficie exterior supera la vertical como consecuencia tanto del empuje de las tierras del interior como de factores ligados a su proceso de derrumbe y fosilización (Fig. 25).

Con respecto al segundo de los apartados, relativo al cimiento, se pudo com-probar como, en líneas generales, mantenía su estructura, documentada en otros puntos del perímetro murado, estando compuesta y definida por un pequeño escalón o resalte elaborado en la misma pizarra que el forro externo de la estruc-tura. Se observó también que en algunos lugares se encontraba a una profundidad importante, lo que traduce una gran cantidad de lienzo soterrado. Además de ello, está indicando con estas cotas una importante pendiente del terreno natural en el sector norte de la zona en que nos encontramos.

En el estudio de las características del material que cubre a la muralla en este punto, se aprecia que en su totalidad proviene de la propia estructura defensiva como consecuencia del derribo intencionado de la misma durante los años 50 del siglo XX para la plantación de la viña que ha ocupado este espacio hasta hoy en día. Este extremo era conocido por diversas informaciones que hablaban de la existencia de una mayor altura conservada en los inicios de la mencionada centu-ria, muro que fue demolido con el objetivo primordial de poner en uso agrícola la ladera mediante el relleno del escalón utilizando la propia piedra de la muralla. Los sondeos de este sector han deparado escaso o nulo material arqueológico digno de mención, lo que nuevamente redunda en la modernidad del derrumbe y colma-tación de la muralla. Por la suma de varias de las causas antevistas, en particular el desplome de la muralla en algunos puntos, la pendiente de la base geológica, etcétera, se determinó no realizar en esta parte todo el vaciado previsto, con el fin de no descalzar en exceso la cerca ni dejar finalmente un camino tan pendiente que resultara intransitable.

La mayor parte de los sondeos se han realizado en los sectores 1 y 4; en el primero de ellos para clarificar la unión entre el muro y los cubos en ciertos pun-tos donde éstos no eran muy claros y en el segundo para documentar los niveles de cimentación. La estratigrafía de estos sondeos es por lo general homogénea, compuesta por un único nivel de tierra arcillosa anaranjada con gran concentración de piedras de diferente tipo y tamaño, principalmente cantos rodados de cuarcita, pero también esquistos y pizarras además de algún ocasional ejemplo de granito (Fig. 26).

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Figura 25. Sondeo VI.

Figura 26. Sondeo V.

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Además de estos sondeos, finalmente en número de 19, se realizaron también con medios manuales un total de 4 zanjas. Estas se han diferenciado de los sondeos, más que por sus características intrínsecas o dimensiones, por la finalidad última que con ellas se perseguía, pues mientras todos los sondeos se encuentran al exterior de la estructura y en contacto con ella, las zanjas se plantearon inmediatamente sobre ella, cuando existía, o a su través cuando se realizan con intención de localizarla. De las dos primeras es poco lo que se puede decir; se plantearon en puntos donde la continuidad de la muralla no estaba clara para localizar al menos uno de los dos paramentos, siendo en ambos casos el resultado negativo.

Las otras dos zanjas se situaron sobre zonas conocidas de la muralla, la pri-mera entre los cubos D y D1 (Fig. 27) y la segunda al noreste entre los sondeos VIII y IX. Gracias a ellas se pudo constatar que la anchura de la muralla no es homogénea, presentando entre 3,40 y 3,70 metros. Sin embargo, en ambos casos la composición interna es la misma, con dos líneas de paramento a una sola cara al interior y exterior, estando el espacio entre ellas relleno por una mezcla de cantos rodados con argamasa de cal muy consistente.

Una vez concluida la construcción del camino perimetral en su totalidad, se procedió a realizar la limpieza directa de los paramentos exteriores de la muralla eliminando raíces, ramas, así como piedras sueltas y algo de tierra. Esta limpieza afectó también a los numerosos canales de drenaje existentes. Se actuó también en varios puntos donde era preciso un reconocimiento más cuidadoso, como es el caso del entorno del cubo denominado M. En este lugar se hizo visible una pieza de granito, encastrada en el muro, en la que se podían apreciar varias molduras (Fig. 28). Se procedió a su extracción observándose que se trata de un ara de grandes dimensiones, aproximadamente un metro de altura, y base cuadrada, de 40 + 40 cm. La parte superior muestra cubierta a dos aguas con roleos en los extremos y un agujero circular o focus en el centro; tras la limpieza de la misma, no se observa texto en ninguna de sus caras. Bajo ella y también formando parte del muro, se documentó un sillar de granito con al menos tres de sus aristas rebajadas, que tal vez en su momento haya servido de base al ara3 .

Como última parte de esta fase, se procedió a realizar un vuelo con la ayuda de un globo dirigible cautivo, para tomar fotos aéreas del enclave. Fruto de estos trabajos son algunas de las imágenes que se incluyen en estas páginas (Figs. 29 a 35).

3 Esta pieza fue depositada en el Museo de León junto con el resto del material arqueológico recuperado en la presente intervención arqueológica.

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Figura 27. Zanja 4.

Figura 28. Ara de la reforma del cubo M.

Figura 29. Foto aérea desde el Norte.

Figura 30. Foto aérea de la franja Norte.

Figura 31. Foto aérea del lateral Noroeste.

Figura 32. Foto aérea del lateral Suroeste.

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Figura 33 a. Vistas del lateral Sur. Figura 33 b.

Figura 34. Foto aérea desde el Este. Figura 35. Foto aérea del lateral Este.

Figura 36. Materiales recu-perados en torno al cubo M.

Figura 37 Terra Sigillata del Cenizal IV.

Figura 38. Materiales del Cenizal III.

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En lo referente a los materiales arqueológicos recuperados, se circunscriben casi en exclusiva a fragmentos cerámicos de diversas cronologías, que se distribuyen entre unos momentos indeterminados de la prehistoria reciente, posiblemente de la I Edad del Hierro, manifestadas por medio de un reducido número de cerámicas elaboradas sin la ayuda del torno de alfarero, y la Edad Moderna, pasando por las épocas romana, visigoda y medieval. Estas adscripciones, principalmente la romana y la visigoda, coexisten en los diferentes lugares y niveles intervenidos, lo que nueva-mente redunda en la gran remoción de que han sido objeto los niveles de colmatación de la muralla a lo largo de su historia (Figs. 36 y 38).

Los materiales más antiguos se pueden encuadrar en la Edad del Hierro. Se trata de tres fragmentos realizados a mano, sin la ayuda del torno de alfarero, cocidos en ambientes reductores, dos de ellos recuperados en el Cenizal IV, sobre los que son imposibles mayores precisiones.

La ocupación romana, fuera de toda duda, se manifiesta también en el elenco cerámico, con gran cantidad de ejemplares de diferentes especies. Entre la cerámica de cocina se observan bastantes ollas de superficies ennegrecidas por el fuego. También se recogen varios fragmentos de vasos de almacenamiento, caso de bordes reentran-tes de dolias o paredes muy gruesas de dolias o ánforas. Las especies de mesa están ampliamente representadas. Entre las comunes se observan formas como cuencos o jarras, las más abundantes, con algún ejemplar de copa.

En las producciones de lujo, por su parte, se puede diferenciar entre elementos altoimperiales (TSH), de los que tan solo se han recuperado dos ejemplares muy fragmentados en el Cenizal IV, pertenecientes en un caso a una Drag. 15/17 y en el otro a una Drag. 30, y los elaborados en momentos más tardíos de la presencia romana, mucho más abundantes. Dentro de esta producción (TSHt), ha sido posible reconocer las formas 37t, Ritt. 8, Hisp. 4, Hisp. 6 o Hisp. 7. En estos fragmentos las decoraciones son bastante escasas, con presencia tan solo de burilados, algunas estampillas o círculos en relieve realizados a molde.

Igualmente, es indicativa la presencia de algunos fragmentos cerámicos datados en época visigoda y que se documentan en el sondeo III, en los cenizales (II, III, IV y V), entre los cubos J y K y en el tramo comprendido entre el sondeo II y el III. Son piezas de pastas decantadas, cocciones predominantemente reductoras, acabados alisados, espatulados o bruñidos y tonalidades grises. Formalmente destacan dos fragmentos de cuencos y un borde de olla y decoraciones de ondas de peine, líneas bruñidas verticales o formando retícula. Ante la escasez de la muestra recuperada no se pueden determinar más características, aunque tanto la

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tipología de las formas como las decoraciones recuerdan a enclaves visigodos de ambas Mesetas.

La presencia de cerámicas medievales es meramente testimonial, limitándose a algunos fragmentos tempranos que se pueden atribuir al tipo denominado genérica-mente como “gris leonesa”, producción dominante en los conjuntos del s. XI. Las escasas cerámicas modernas impiden hacer mayores precisiones sobre las mismas.

Por lo que respecta a otros materiales, al margen de los fragmentos de clavos de hierro u otros metales y restos informes, se han reconocido tres mangos de utensilio realizados sobre hasta de ciervo. También se han recogido lo que parecen ser escorias de fundición, quizá de vidrio, y tal vez un fragmento de un horno.

En los extremos de la ocupación que apuntan los materiales, se puede plan-tear la presencia ya de un contingente humano más o menos estable en lo alto del cerro del Castro en momentos de la Edad del Hierro, cuya naturaleza e intensidad, con los datos con que contamos se nos escapa. Otro tanto se puede decir de la ocupación medieval, de la cual tenemos alguna constancia a través del pleito por la misma entre el Monasterio de Carracedo y Alfonso IX. Los restos modernos o contemporáneos deben ser puestos en relación con visitas puntuales más que con una ocupación continuada. No faltan, no obstante, los materiales romanos, tanto alto como bajoimperiales, y visigodos, lo que reavivaría nuevamente la polémica so-bre la ubicación de Bergidvm Flavivm en este punto o en La Edrada de Cacabelos.

Al margen de estas disquisiciones, el elenco material recuperado sí muestra con toda claridad la ocupación en momentos romanos y visigodos, pues ambas cronologías se encuentran representadas en prácticamente todos los conjuntos diferenciados. Como suele ocurrir en estos casos, los materiales tardorromanos superan ampliamente a los altoimperiales. Entre estos, como restos mas significa-tivos, se han localizado fragmentos de una Drag. 15/17 y de una Drag. 30, datables ambos, sobre todo la última, en momentos finales del s. I d. C. o iniciales del II d. C. Menos expresivos, desde un punto de vista cronológico, son el resto de evidencias romanas, de las que se puede precisar poco más que su pertenencia a la romanidad tardía. Otro tanto se puede decir de los elementos visigodos.

A tenor de los trabajos señalados, son múltiples y variadas las conclusiones que se pueden extraer de la presente intervención en el perímetro murado de Castro Ventosa, si bien buena parte de ellas no son definitivas a la hora de determinar la naturaleza, cronología e intensidad de su poblamiento, lo que por otra parte tam-poco se pretendía ahora. Dejaremos esos extremos para ulteriores intervenciones, como se ha hecho en la presente con ciertos puntos de la muralla.

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Como primer extremo se ha conseguido un conocimiento casi completo del estado de conservación de la muralla, puntos donde se localiza y donde no o, más habitual, donde cuenta con el material del interior pero ha perdido la cara exterior. Se han sacado a la luz una gran cantidad de tramos donde no se conocía la existencia de muro o esta constatación era muy deficiente, al poder observarse únicamente elementos sueltos entre la abundante vegetación. Siguiendo el desarrollo físico de la actuación, se realizaron dos vueltas por el exterior del yacimiento; una en la que se eliminó la vegetación y se abrió un primer camino para el tránsito de la maquinaria, efectuándose en la segunda pasada el camino completo que estaba previsto, de unos 10 m de anchura, acercándose para ello más a la muralla. En realidad la maquinaria ha sido necesaria para exhumar la cara de la muralla en muy pocas ocasiones, pues dada la escasa compacidad del relleno que la enmascaraba, la tierra se despega de ella por su propio peso, sin necesidad de más intervención que la excavación colateral de los derrubios. Esta circunstancia induce a pensar en el escaso espacio temporal que media entre esta actuación y la deposición que cubre la muralla, cifrable en algo más de 50 años en el lateral este, según informaciones orales obtenidas del propietario de los terrenos.

Según la dirección de desarrollo de los trabajos, iniciado en la intersección con el camino de acceso desde Pieros y siguiendo en el sentido contrario a las agujas del reloj, se ha empezado por el sector en el que se localizan los cubos de la muralla, limpiando todos los conocidos, el espacio entre ellos y documentando dos nuevos entre el D y el E, que han sido denominados D1 y D2 para mantener la seriación anteriormente establecida. Ambos presentan dimensiones similares a los ya existentes, encontrándose en un grado de destrucción más que apreciable, lo que impidió su exhumación con anterioridad; por ello y por la presencia de un Cenizal, denominado VI, en el ángulo oriental del cubo D1, ambos fueron exca-vados completamente. A continuación, y antes de llegar a la zona restaurada en 1990, se observa un espacio en el que la muralla está prácticamente desaparecida, bien por la acción del camino que por este lateral accede al alto desde Valtuille, bien por la antigua existencia de un vano en este punto, hipótesis que no ha podido ser confirmada al no haberse realizado excavaciones más allá de la línea exterior de la muralla.

En la zona restaurada en 1990 tan solo se procedió a rehacer el camino con las nuevas dimensiones, eliminando el aterrazamiento limitado con lajas de pizarra que se realizara en aquel momento. Incluso las actuaciones consistieron en un mero rastrillado manual del terreno junto a la cimentación, por cuanto se tenía noticia

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de la presencia de un Cenizal, denominado I, al sur del cubo I. A partir de este punto la limpieza se limitó casi con exclusividad a la retirada de la vegetación, que fue lo único necesario, hasta las inmediaciones de la puerta oeste. En estos metros el proceso ahora acometido ha sido en su totalidad manual, ante la existencia en sus proximidades de un basurero y a la vista de la relativa complicación de los restos de estructuras de la zona. Como primer dato interesante de este área, se ha constatado un nuevo cubo imbuido en una reforma de la muralla, que aparece como un muro adosado al original que en la actualidad conserva menor altura, conservando tan solo una hilada de piedras como promedio. Mientras que la línea primigénia del muro se incurva hacia el interior del castro, el añadido ahora documentado tiene una primera parte en paralelo con aquel para luego desarrollar el cubo que se ha denominado M; el anexo desaparece junto al cubo para mantenerse a partir de ese punto solo la muralla original.

Más adelante se constata el conjunto que compone la puerta oeste del encla-ve, por donde discurre el camino de Valtuille de Abajo. A ambos laterales de la vía pecuaria la muralla presenta sendos quiebros que vuelven hacia el exterior, muestra inequívoca de la presencia de elementos adosados. Siguiendo las informaciones de anteriores trabajos desarrollados en el castro, se trataría de dos torres cuadrangulares que flanquearían el vano. En la actual intervención se ha dejado en reserva esta zona prácticamente íntegra, pues a la problemática de tener que preservar el tránsito de este camino se une la presencia en la esquina de la torre septentrional de uno de los cenizales conocidos de antiguo. Sin embargo, la limpieza manual y cuidadosa de la torre meridional permite apreciar como el muro adquiere un desarrollo curvo, lo que obliga a reconsiderar la planta cuadrada al menos para este elemento, ya que todo apunta a que se trataría de un cubo como los restantes del perímetro.

Desde la puerta occidental hacia el sur la cerca defensiva presenta un tramo bastante largo en el que la altura conservada supera los cinco metros, siendo así uno de los puntos más vistosos del perímetro desde antiguo. En ella, no obstante, y al contrario de lo que ha ocurrido por lo común, ha sido preciso proceder a cubrir la cimentación, que el paso del tiempo, las tareas agrícolas y la erosión habían dejado al aire.

En el arco sur de la fortificación muestra una altura y conservación muy desigua-les, pasando drásticamente de tener buena presencia a desaparecer en varios puntos. Como norma general, la mayoría del tramo carece de cara externa o la conserva únicamente en una o dos hiladas desde el cimiento. Gracias a esto, se ha podido ob-servar en varios casos la fórmula constructiva de este elemento defensivo. Se trata de una estructura de cal y canto realizada sobre encofrado en tongadas, de tres metros

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de anchura por uno de altura, y separados por lechos de lajas de pizarra. A ello se adosaría el forro exterior, más vistoso, de mampostería en lajas trabada con argamasa de cal y, como se aprecia en algún punto, enlucido con argamasa más fina.

En el extremo meridional la muralla presenta un giro bastante brusco que ha provocado el derrumbe prácticamente íntegro de la misma en todo el esquinazo. Por ello, se efectuó una excavación manual del tramo a la búsqueda de la línea de lienzo, encontrando, en su lugar, el que se ha denominado Cenizal III, por lo que esa superficie se volvió a cubrir.

También en esta parte sur del cerro se aprecia la presencia de algunos bloques desprendidos de la estructura defensiva, en ciertas ocasiones de gran tamaño. En concreto, este tramo reconocido de muro finaliza en un complejo derrumbe escalo-nado de tongadas de la muralla, caídas progresivamente. Además se documentó en las inmediaciones el Cenizal IV, que se preservó cubriéndolo.

Desde este punto en adelante tan solo se elaboró el camino de ronda, por cuanto era necesario preservar el que sube desde Cacabelos y la búsqueda de la mu-ralla implicaría su destrucción. Ha quedado pues sin exhumar hasta lo que se viene considerando tradicionalmente la puerta este.

A continuación se sacó a la luz un gran tramo de lienzo desde la puerta este al cubo A, lugar en el que en los años 50 se desmochó la parte alta del muro vertiéndolo a su pie para conseguir un talud continuo en el que plantar vides. En todo este sector la alineación original era totalmente desconocida, localizándose ahora. Se concentran aquí buena parte de los sondeos efectuados, cuya finalidad primordial fue la búsqueda de las cotas de cimentación y la documentación de la estructura del relleno, para pro-ceder con mayor seguridad a su desmonte y nivelación. No obstante, la morfología de la cimentación determinó una gran pendiente, por lo que no se realizó el desmonte necesario completo, ya que dificultaría el tránsito, al contrario de lo que se pretende con la apertura de este camino de ronda.

Se concluyeron así los trabajos efectuados en la presente intervención. Se ha producido la exhumación casi íntegra de la línea de fortificación de este yacimiento, conociéndose a través de la actuación nuevos datos sobre la técnica constructiva de la misma, su estructura de cimentación, técnicas de drenaje y saneamiento, etc. Se ha incrementado de este modo, el conocimiento de este enclave.

Los materiales localizados en el transcurso de la actuación, además de confir-mar los extremos ya conocidos en cuanto a la ocupación del castro en momentos romanos y visigodos, apunta ciertos datos que permiten plantear el poblamiento en momentos anteriores y posteriores. Así, un reducido número de fragmentos cerámi-

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cos elaborados a mano refieren a la posible existencia de una población durante la Primera o Segunda Edad del Hierro, en el primer milenio a. C., ya anotada por ciertos autores como Tomás Mañanes. En el otro extremo, las cerámicas grises de tipo “gris leonés” apuntan a la realidad de la repoblación del alto en tiempos de Alfonso IX, en el siglo XI, que desencadenó un pleito con el monasterio de Carracedo, titular de estas tierras, que parece ser fueron utilizadas como cantera.

Vemos de esta manera como de esta intervención se desprenden una serie de conocimientos que, sin resultar excesivamente novedosos, sí contribuyen a determinar la realidad arqueológica de este enclave4.

4 Las principales referencias bibliográficas referidas en este trabajo son las siguientes. Cuellas, A. y Tanco, M. J. (1989): Proyecto para la restauración de las murallas de Castro Ventosa, en Cacabelos (León), León. Díaz Álvarez, I. (1988): Memoria de trabajo sobre la limpieza de las murallas de Castro Ventosa, Informe inédito. Díaz Álvarez, I. y Garín García, A. (1998): “Bergidum”, en Rodríguez Colmenero, A. (coord.): Los orígenes de la siudad en el Noroeste Hispánico, Actas del Congreso Internacional, Lugo, 1996, Lugo, pp. 1125-1152. Mañanes Pérez, T. (1981): El Bierzo Prerromano y Romano, León. Idem (1988): Arqueología de la cuenca leonesa del río Sil (Laceana, Bierzo, Cabrera), Valladolid. Idem (1989): “La cultura material de época romana en la cuenca alta del río Sil (Laceana, Bierzo, Cabrera)”, Congreso de Cultura Berciana, Ponferrada, pp. 31-48. Rabanal Alonso, M. A. (1989): “El Bierzo romano: realidad y perspectiva”, Congreso de Cultura Berciana, Ponferrada, pp. 65-85. Strato (2001): Trabajos arqueológicos en el yacimiento de Castro Ventosa. Limpieza perimetral del recinto murado, Informe inédito.

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EL PROYECTO DE PUESTA EN VALOR DEL CASTRO DE LA VENTOSA

MANUEL SÁNCHEZ LAGAREJOIngeniero de Caminos de ISNOR, S.A., y coordinador

del equipo redactor del Proyecto.

El proyecto de “Puesta en Valor del Castro de la Ventosa”, ha tenido como objetivo dar solución a unas necesidades existentes, y a su vez crear las condiciones adecuadas para que las actuaciones efectuadas se mantengan o mejoren en el tiempo. Para su redacción se ha contado con el amplio saber del arqueólogo territorial de León D. Julio Vidal Encina, y la apreciable colaboración del arqueólogo D. Gregorio Marcos y el arquitecto D. Eloy Algorri.

El Castro Ventosa que a lo largo de las jornadas organizadas a tal fin, ha sido ampliamente descrito dado su punto de vista histórico, ha estado sometido a una constante degradación, fruto principalmente de la acción humana, tanto por destruc-ción directa del mismo para el aprovechamiento de materiales, como por los daños derivados del aprovechamiento de los terrenos ubicados en el interior y entorno, y sin una clara delimitación de su “extensión”.

A lo largo del año 2001 se procedió a la excavación y limpieza de la muralla exterior del Castro y a la ejecución de un camino de ronda, que crease una barrera clara entre las propiedades y cultivos circundantes y la construcción histórica que se conserva.

Existía pues una primera necesidad de consolidación de la muralla a fin de evitar un aumento del deterioro, en este caso derivado principalmente de su exposición a los agentes atmosféricos. Dado su gran perímetro en esta primera fase, se han previsto actuaciones sobre varios tramos, tendentes a la consolidación de la fábrica, con un estudio de la estabilidad de los paños, y dada la tipología de la misma que desde el punto de vista estructural funciona como un muro de gravedad, trasdosado por las tierras del interior del Castro, con unos espesores próximos a los 4 metros y alturas de hasta 9 metros, la ejecución de drenajes que permitan mejorar dicha estabilidad. Asimismo se actúa sobre los lienzos y núcleo de las murallas, actuación ésta que ya ha sido ampliamente comentada en intervenciones anteriores.

Para que los trabajos que se realicen se consoliden en el tiempo es necesario que el enclave sea “utilizado” tanto desde el punto de vista arqueológico, como de atractivo

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cultural y turístico y a su vez estos aprovechamientos se realicen de manera ordenada y sin afecciones al propio Castro y su entorno.

Dada la privilegiada situación del Castro, en la zona central de la cubeta terciaria del Bierzo, lo que permite ver y a su vez ser visto desde cualquier zona de la misma, y teniendo en cuenta las vías de comunicación con el noroeste de la península que discurren por sus cercanías como son el Camino de Santiago, la carretera N-VI y la Autovía A-VI, así como el ferrocarril Palencia-La Coruña, y desde los que se puede apreciar con toda nitidez el paraje, es necesario que el viajero que transita por los mismos tome clara conciencia de la existencia de este importante enclave histórico, para que pueda convertirlo en una referencia de sus itinerarios o como destino es-pecífico de sus viajes.

Para ello se ha previsto la señalización informativa en las distintas vías de co-municación, así como la iluminación nocturna de las murallas, lo cual y dado su posición de dominancia visual sobre toda la zona circulante en varios kilómetros, lo hará altamente atractivo.

Ahora bien, se hace necesario que las visitas cuenten con unos accesos adecuados y ordenados, dada la fragilidad del enclave.

El principal acceso discurre desde el Camino de Santiago a su paso por el núcleo de Pieros, y es un camino de unos 1.300 metros de longitud, de uso agrícola, por lo que se ha previsto un diseño que sea compatible con el mismo, mediante la dotación de un pavimento de hormigón coloreado en ocre que permita el paso tanto de trac-tores como de vehículos de transporte de viajeros.

Pero recordando aquel poema de Celso Emilio Ferreiro “Camiño a pé e é por eso polo qué vexo o mundo tal cal é”, estimamos que la forma más adecuada de acercarse al Castro es andando, por lo que se ha previsto una senda peatonal que discurrirá por la margen derecha del camino, y dados los cambios de dirección existentes en el mismo, permitirá tanto la contemplación del Castro como del resto de la Comarca del Bierzo. Asimismo se ha acondicionado el camino desde Valtuille de Abajo, lo que permitirá completar el recorrido peatonal, e incluso servirá como variante del Camino de Santiago que permita acercarse a los miles de peregrinos que anualmente lo transitan.

Por último se ha dotado a la zona del Castro de los servicios de abastecimiento, saneamiento, energía eléctrica, alumbrado, telecomunicaciones, aparcamientos, etc. que permitirán que tanto las visitas actuales como las futuras actuaciones, que con fines arqueológicos y educativos, se desarrollen lo hagan contando con unas infraestruc-turas que permitan el mantenimiento limpio y adecuado del entorno, de tal manera que quien vaya a Castro Ventosa encuentre un lugar agradable que lo llene, tanto desde el punto de vista cultural como de naturaleza, y los haga volver y transmitir a los demás el encanto que el paraje tiene.

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III.

Puesta en valor del Patrimonio Arqueológico

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En los últimos años se han producido importantes y trascendentales cambios en la arqueología, tanto en su vertiente investigadora y de interpretación histórica como en lo relativo a la confirmación de los conceptos de patrimonio arqueológico y su conservación. Los arqueólogos ahora trabajan a la par con otros profesionales de diversas disciplinas científicas como zoólogos, antropólogos, etc., colaboración que hace posible que las conclusiones científicas trasciendan el estudio de la estratigrafía de los yacimientos y se amplíe al estudio de las características de los territorios en el pasado.

Igualmente importante se ha manifestado la creación de equipos de investiga-ción que han sabido poner al día la metodología arqueológica y sus nuevas orienta-ciones.

Los cambios y mejoras también han afectado a cuestiones de sumo interés como la documentación y protección del patrimonio arqueológico impulsados por la creación de un grupo de arqueólogos adscri-tos a diferentes unidades de la administración pública que dedican buena parte de su acti-vidad profesional diaria a aquellas tareas en las Comunidades Autónomas, impulsando, entre otras muchas cuestiones, la realización de los Inventarios Arqueológicos, unos ca-tálogos donde también juega un importante papel el diagnóstico de los yacimientos.

Este caso se produce en Castilla y León donde se entiende que cualquier iniciativa eficaz para la conservación del patrimonio arqueológico debe invertir primero en el mejor conocimiento del mismo.

Igualmente se ha realizado un notable esfuerzo en la programación de excavacio-nes arqueológicas ligadas a obras públicas

LA ADECUACIÓN DE YACIMIENTOS ARQUEOLÓGI-COS EN CASTILLA Y LEÓN.

JESÚS M. DEL VAL RECIO

CONSUELO ESCRIBANO VELASCO

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y privadas, aunque la tendencia debería ir dismuinuyendo conforme se pongan en práctica medidas preventivas más eficaces que protejan los yacimientos y hagan innecesaria la excavación de todos ellos.

Esto no debe ocurrir, sin embargo, en el ámbito urbano, donde la construc-ción debe llevar pareja, sin condiciones, la realización de excavaciones arqueo-lógicas. La arqueología urbana llevada a cabo hasta el momento ha permitido la recuperación de importantes documentos históricos sobre el pasado de nuestras poblaciones a la vez que el establecimiento de una conexión de la población local con su propia historia.

Toda esta actividad arqueológica ha contribuido a crear una nueva forma de poner en práctica los trabajos arqueológicos, siendo numerosos los licenciados que bien como profesionales libres, bien como empresas hacen las prospecciones, excavaciones, seguimientos de remociones de terrenos en obras públicas, análisis sobre el patrimonio para evaluaciones de impacto ambiental, etc.

Si es generalmente aceptado que la arqueología alcanza muchos mas ámbitos y tareas que hace décadas, por el contrario, estamos en disposición de comentar que las labores de difusión y divulgación del patrimonio arqueológico al público más general han sido injustamente descuidadas hasta fechas recientes provocando que la sociedad desconozca lo que hacemos los arqueólogos.

Ante ello se ha pretendido que a la par y sin descuidar las tareas antes mencionadas de investigación, protección y conservación exista una verdadera preocupación e intención de convertir la difusión de los resultados de nuestros trabajos en una labor rigurosa y seria que permita además contribuir a la gestión de los yacimientos.

Al papel tradicional en esta materia de los Museos Provinciales, se une ahora la idea de que los yacimientos constituyen en sí, a través de los restos exhumados y el paisaje que los rodea, un recurso más a tener en cuenta ya que permite una comprensión de la historia desde un punto de vista completamente diferente y, por supuesto, más directo. De otro lado, los bienes arqueológicos exhumados no dispo-nen de otra posibilidad futura que su posible musealización, su disposición para su disfrute público o, en su defecto, ser nuevamente tapados. Mantienen en común todos ellos a diferencia de otros recursos históricos que no poseen un valor económico por sí ni otra posible función. Constituyen, además, el principal campo de acción de los arqueólogos y, por lo tanto, tiene pleno sentido que estos sean entonces los mejores espacios para revertir a la sociedad los resultados de las excavaciones que en la inmensa mayoría de las ocasiones han pagado los contribuyentes, participándose

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así en la reintegración a la sociedad del esfuerzo de aquella en la inversión en los descubrimientos de los arqueólogos.

Reivindicamos por esto que los enclaves arqueológicos y los museos son compa-tibles y complementarios y que los primeros tienen un papel principal, único, para la identificación de los ciudadanos con esta singular faceta del patrimonio histórico.

Pero no todos los yacimientos arqueológicos conocidos pueden ser acondiciona-dos para la visita pública y su divulgación y su conservación deben ser las prioritarias, quedando excluidos, desde luego, los lugares especialmente vulnerables en los que la visita pública masiva pueda suponer un riesgo notable de deterioro. Este es el caso, a modo de ejemplo, de singulares yacimientos en cuevas con arte rupestre, como La Griega en Pedraza (Segovia), las pinturas y grabados igualmente paleolíticos de Ojo Guareña, en Burgos, o en esta misma provincia el conjunto de la Galería del Sílex en Atapuerca.

Otra cuestión es la preferencia en el tratamiento de las estructuras arqueológicas ya exhumadas ya que algunos de los yacimientos excavados no han llegado hasta nosotros precisamente en las mejores condiciones de conservación y, por lo tanto, deben ser los primeros en ser atendidos.

Junto a la conservación y el tratamiento preferente de los restos ya exhumados, debe haber necesariamente otra serie de condiciones y características que permitan a ciertos yacimientos entrar en esa condición selecta que les hace merecedores de su acondicionamiento para la visita pública como el interés científico de las investigacio-nes recientes en el lugar, pues una documentación moderna del lugar repercute en la calidad de la información obtenida y en la oportunidad de su uso por la sociedad.

La consideración administrativa de los lugares como Zona Arqueológica, es un aspecto más para tener en cuenta ya que constituye una referencia inequívoca que les hace sobresalir frente al conjunto de los yacimientos.

De la misma forma es necesario tener en cuenta la importancia histórica de un lugar, sobretodo como referente cultural, ya sea por ser un sitio con el que se identifica una determinada población o por su asociación a hechos del pasado de gran trascendencia.

Es tiempo, también, de que los yacimientos seleccionados para estos trabajos sean diversificados tanto cultural como funcionalmente incluyendo tanto lugares con arte, como poblados, necrópolis, etc., que abarquen, además, la mayor parte de los periodos de nuestra historia.

La accesibilidad del lugar debe ser valorada ya que es necesario que el acondicio-namiento para la visita pública vaya acompañado de una cierta facilidad para llegar, aunque sea necesaria su mejora, eso sí, sin que se ponga en peligro la conservación del lugar.

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Tampoco podemos dejar de lado cuestiones como el aprecio y la atracción de los ciudadanos por las manifestaciones artísticas rupestres. Ante la estima notable por estos lugares parece oportuno que se tengan en cuenta aquellos en los que, rei-teramos, pueda realizarse la visitar sin alterar su conservación.

No obstante, conviene no ceder ante la presión cada vez más importante sobre los lugares arqueológicos. No faltan últimamente iniciativas que propugnan que se excaven y pongan en valor yacimientos no investigados, cuestión que no parece que sea ni la más urgente, ni la más conveniente, por más que se presente bajo la formula de que aquellos, junto a los edificios históricos, sean elementos significativos indis-pensables para la dinamización turística de algunos territorios.

De acuerdo con los criterios expuestos, en Castilla y León no sobrepasan ex-cesivamente el medio centenar los lugares arqueológicos que reúnen varias de las condiciones señaladas y tan sólo algo más de una treintena aquellos en los que con-curren todas o casi todas de las condiciones, y que concentran una decidida voluntad de actuación. En algunos de los grandes yacimientos se ha procedido al encargo y aprobación de documentos de trabajo denominados Planes Directores, con los que cuentan Las Médulas en León, Clunia, Ojo Guareña y Atapuerca en Burgos, Numan-cia, Uxama o Tiermes en Soria o El castro de El Raso de Candeleda en Avila.

2.- Teatro romano de Clunia en Peñalba de Castro, Burgos.

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Estos planes abordan propuestas de futuro agrupando la documentación, pro-tección legal del lugar, programas de excavación previstos a corto y medio plazo, la consolidación y protección de los restos descubiertos o que se vayan descubriendo, la señalización descriptiva de estos y otras formulas divulgativas como son el esta-blecimiento de centros de interpretación de los lugares, las conocidas como Aulas Arqueológicas.

3.- Área con casas semirupestres del yacimiento de Tiermes, Montejo de Tiermes, Soria.4.- Casa de Los Plintos, Uxama , Burgo de Osma, Soria.

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Hay otros muchos yacimientos que si bien no cuentan con un Plan Direc-tor tienen, por supuesto, proyectos y programas de actuación; proyectos que en primer lugar atienden, como no podía ser de otro modo, la realidad física de las evidencias arqueológicas. Por un lado es necesario que pueden localizarse en zo-nas muy diversas desde el punto de vista altimétrico y geográfico, por lo que el tratamiento a considerar debe tener en cuenta lógicamente condiciones climáticas de gran dureza. Además, en otros casos la fragilidad de los hallazgos impide que puedan quedar a la intemperie y por lo tanto auspicia disponer de construcciones que las protejan.

Hay otros sitios en los que las excavaciones son un logro reciente, estudiándose inmediatamente del descubrimiento, y gozando de un mínimo trabajo de protección y consolidación, con muy positivos resultados.

Por el contrario hay otros cuantos en los que la degradación causada por su abandono obliga a la reconstrucción de algunos tramos de muros desmantelados, caídos o peligrosamente extraplomados, y por tanto, obligan a que las formulas de actuación consuman energías más importantes desde el punto de vista económico.

Estas diferentes situaciones propician necesariamente diversas propuestas dándose cabida a una cierta flexibilidad en los proyectos que se ejecuten, lo que no impide que se atenga a un razonable proceso en la intervención cuya aplicación puede y debe ser progresiva y escalonada.

El mantenimiento de las estructuras descubiertas debe ser el primer paso procu-rando la mínima modificación de los elementos originales y desde luego incidiendo en su conservación “in situ”, habilitando cualquier medida necesaria para su preservación y respetando la calidad medioambiental del lugar, ya que muchos de ellos están en parajes naturales extraordinarios.

Por poner sólo algunos ejemplos, en la comarca del Bierzo se han consoli-dado algunos yacimientos de La Zona Arqueológica de Las Médulas y las cabañas astures excavadas en el castro de Chano, que conservan en algunos casos alzados originales de más de tres metros de altura, aunque no son ni mucho menos los únicos ejemplos; otro tanto ocurre con la muralla del castro del Freillo en el Raso de Candeleda (Ávila), los muros de la Casa de los Plintos, en Uxama (Burgo de Osma, Soria), mas de una decena de los dólmenes de Sedano (Burgos) que fueron excavados y han sido objeto de trabajos de puesta en valor; los recintos del castillo y el despoblado medieval de Fuenteungrillo (Villalba de los Alcores, Valladolid) y así un largo etcétera.

Las características de otros lugares arqueológicos han exigido la realización de obras de cubierta. Pioneras en esta cuestión fueron las soluciones adoptadas para

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5.- Castro de El Freillo, El Raso de Candeleda, Ávila.

6.- Estructuras de habitación del Castro de Chano, en Peranzanes, León.

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las villas romanas palentinas de Quintanilla de la Cueza y La Olmeda, en Saldaña, aunque se ha recurrido a sistemas funcionalmente similares en Los Cinco Caños de Coca (Segovia), donde se conservan lienzos de pinturas romanas de mas de 10 metros de longitud, y en algunos casos hasta dos metros de altura. Mucho mas compleja en su diseño es la cubierta que protege los mosaicos encontrados en la villa romana de Baños de Valdearados, en Burgos y, todavía aun más, la de la villa romana de Alme-nara de Adaja-Puras en Valladolid.

En otros yacimientos se ha optado por una intervención de tipo interpretativo recreando a escala 1:1 volúmenes y ambientes. Tal es el caso de las casas –celtibérica y romana- y la muralla de Numancia (Soria), algunas de las atalayas musulmanas de la provincia de Soria, las viviendas vetonas del Freillo (Avila) y las torres campamentales de Petavonium (Zamora).

Las actuaciones en los lugares arqueológicos en Castilla y León distan mucho de tratar aquellos como lugares románticos, puesto que el objetivo nos es mostrar la estética de las ruinas sino conservar y dar a conocer el pasado del lugar.

Favorece esta cuestión el establecimiento de recorridos señalizados en muchos de los yacimientos. El castro de Yecla de Yeltes (Salamanca), las ciudades arevaco romanas de Numancia, Tiermes y Uxama (Soria), la estación rupestre al aire libre del

7.- Muralla del castro de Borrenes, en León

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Cerro de San Isidro en Domingo García (Segovia), Valonsadero (Soria), Siega Verde (Salamanca) y Las Médulas (León), entre otros, gozan de este tipo de información.

8.-.Casa de Numancia, en Garray (Soria).

9.- Yecla de Yeltes, Salamanca.

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10.- Itinerario por el yacimiento Paleolítico con arte rupestre de Siega Verde, Villar de Argañán, Salamanca.

11.- Señalización divulgativa de un canal de la mina romana de Las Médulas, León.

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Por lo que se refiere a la necesidad de hacerse comprender el éxito o fracaso de la visita depende de la percepción informativa que obtenga el sujeto, del mensaje que se quiera trasmitir y como ese mensaje es recibido.

Recrear los modos de vida del pasado es el principal objetivo y para ello es imprescindible recurrir a maquetas, reconstrucciones, reproducciones y todo aque-llo que permita visualizar gráficamente la evolución histórica. Parece conveniente que algunos de los elementos didácticos citados formen parte de la señalización que acompaña y explica las estructuras descubiertas, así como de aquellas publicaciones orientadas al público profano y, desde luego, si bien no este recurso no existe en todos los lugares, se ofrecen en los centros de interpretación de los yacimientos, las Aulas Arqueológicas, así denominadas por su condición preferentemente didáctica.

Tan importante como ser conscientes de la trascendencia de los trabajos alu-didos es interrogarse acerca de a quien van dirigidos.

Este interés por la comprensión social de la historia que emana de los yaci-mientos arqueológicos responde a la idea de la rentabilidad social de la arqueología. Para ello tiene que existir una adecuación de los contenidos al público de toda condición partiendo del hecho de que el visitante más numeroso no tiene por que tener unos conocimientos previos. Para lograr su comprensión conviene usar un lenguaje asequible al público no experto y ofrecer una información general, aunque

12.- Torres campamentales en el itinerario por el campamento de Patavonium, Rosinos de Vidriales.

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especificando las características especiales de cada lugar y acompañarlo con dibujos y reconstrucciones.

Este particular lenguaje de comunicación permite, desde el punto de vista histó-rico, una mejor observación y comprensión de los restos visibles. Otro tanto ocurre en las Aulas Arqueológicas, que preparan la visita y sirven de explicación teniendo el único objetivo de ser lugares expositivos desde la ventaja de la inmediatez al yaci-miento de modo que ofrecen todo aquello que no sería factible ni recomendable en la información que se ubique en el propio yacimiento; lugares donde se puede hablar de la economía, la sociedad, los hechos espirituales, en definitiva de las gentes en su contexto cultural, cronológico o ambiental.

Un espacio en el que lo principal no son los materiales arqueológicos “per se”, sino la interpretación de los hallazgos utilizando recursos gráficos, visuales y multi-media, videos, diaporamas, programas de ordenador, e incorporando otra serie de recursos que propician la participación del visitante: paneles interactivos, objetos que se puedan coger y manipular, juegos y talleres didácticos; en definitiva todo aquello que haga caer en la curiosidad de su descubrimiento y exploración.

Como fruto de estas formulaciones podemos citar, entre otras, la construcción y adecuación de las Aulas Arqueológicas de Numancia y Uxama, poblaciones celtibe-ro-romanas sorianas, la adecuación de la cueva con arte rupestre de Los Enebralejos en Prádena, Segovia, El Aula Arqueológica de Roa de Duero en el que se detallan los hallazgos del subsuelo de esta población burgalesa, el Aula Arqueológica de la Sierra de Atapuerca que ofrece una síntesis de los espectaculares descubrimientos en los yacimientos de este paraje en las proximidades de Burgos, la de Las Médulas, el Aula Arqueológica de Aguilafuente (Segovia), donde se interpreta la vida en una villa romana y su abandono, las Aulas Arqueológicas de Siega Verde, El Cabaco, y La Alberca (Salamanca) y el Aula Arqueológica de Yecla de Yeltes sobre el castro amurallado ubicado en esta población también salmantina.

En varios casos, queremos también mencionar que las Aulas Arqueológicas se han instalado en edificios rehabilitados, casas tradicionales o antiguas escuelas, una interesante tarea de recuperación de arquitectura popular. Esto ha ocurrido entre otros lugares en Peñafiel (Valladolid), donde el Aula Arqueológica se ha ubicado en un edificio de la Plaza del Coso y en Sedano (Burgos), en el propio edificio del Ayuntamiento, por poner sólo algunos ejemplos.

Finalmente mencionar que existe una apuesta decidida por otro tipo de recursos interpretativos que, siguiendo la denominación empleada en buena parte de Europa, se conocen como Parques Arqueológicos instalados en lugares al aire libre próximos a enclaves arqueológicos excavados o en proceso de investigación, donde se llevan a cabo recreaciones a tamaño natural de poblados, con itinerarios históricos sincrónicos

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13.- Aula Arqueológica de Las Médulas en León. 14.- Recreación de época visigoda en el Aula Arqueo-lógica de Agilafuente en Segovia.

15.- Interior del Aula Arqueológica de Siega Verde, Salamanca.

16.- Taller del Aula Arqueológica de Pintia en Peñafiel, Valladolid.

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y diacrónicos, que poseen un hilo conductor sobre un yacimiento o un territorio. En estos momentos existen el Parque Arqueológico de Atapuerca, en Burgos, las cabañas astures del castro de Chano, en el Bierzo (León) y el Parque Arqueológico de Los Enebralejos, en Segovia, y se halla en ejecución la primera fase del Parque Arqueológico de Roa, en la provincia de Burgos.

17.- Aula Arqueológica de Baños de Valdearados, Burgos.

18.-. Interior de una vivienda de la Edad del Bronce en el Parque Ar-queológico de Atapuerca, Burgos.

19.-. Recreación de viviendas astures junto al Castro de Chano, Peranza-nes, León.

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A pesar de la invitación gentil que mis buenos amigos del Patronato del Patrimonio cultural de Cacabelos me cursaron para asistir a las Jornadas sobre Castro Ventosa el pasado 5 de octubre, un compromiso previo e inaplazable me impidió tomar parte en ellas. Pero animado de nuevo por su llamada, quiero aprovechar el lance de la publica-ción de sus resultados para someter a su consideración algunas reflexiones sobre el asunto que debiera haber tratado allí, aunque apenas sean éstas notas veloces al hilo del tema que me encomendaron. Y éste no es otro que el de la estrecha y necesaria relación de los museos y los yacimientos arqueológicos, como el de Castro Ventosa, cuya integración en el marco de una auténtica política de conservación y valoración del Patrimonio cultural dista de haberse logrado y, en todo caso, es, creemos, la única vía razonable de organización de este tipo de recursos y de desarrollo futuro de los mismos.

Cuando aún los sitios arqueológicos no recibían la estima que hoy disfrutan, la de lugares susceptibles de conservarse y visitarse para todo tipo de público, cuando aún el patrimonio arqueológico no era un valor cultural de primer orden tanto en su faceta de fuente de conocimiento como en la de reconocimiento social, cuando apenas había posibilidad de conocerlos físicamente1; existían los museos.

Museos entre los cuales en nuestro territorio por veteranía, trayectoria, proyecto, cantidad y calidad de sus fondos, ámbito, titularidad y régimen competencial, el Museo provincial de León debe ocupar y ocupa un puesto de privilegio2. En efecto, aludimos al

MUSEOS Y ARQUEOLOGÍA: SOBRE UNA PAREJA DE HECHO.

LUIS GRAU LOBO

1 En León, apenas la villa romana Navatejera, cercana a la capital, era protegida de forma pionera por la entonces Comisión provincial de monumentos, con el destacado papel del Museo provincial, a finales del XIX. Aparte, el más simbólico que visible asentamiento de Lancia, también excavado por los individuos de la Comisión (Velázquez Bosco, en especial), o el siempre presente en su indómita monumentalidad circo minero de Las Médulas, eran los lugares casi míticos de la presencia real de la arqueología en el paisaje, entre los que el cerro de Castro Ventosa proporcionaba a la mirada romántica escenario de no pocas elucubra-ciones en el corazón berciano. 2 El Museo de León, provincial de arqueología y bellas artes fue fundado en 1836 aunque abrió al público en 1869 en el exconvento de San Marcos, su sede aún, y tiene encomendado desde entonces difundir y ofrecer interpretaciones de la historia del territorio provincial a través del Patrimonio cultural mueble de esta pro-cedencia en manos públicas, cuya custodia y correcta conservación también debe garantizar.

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más antiguo no sólo de los museos sino de cuantas instituciones se dedican en nuestra provincia a la protección y difusión del Patrimonio, tras más de siglo y medio de historia, que ha sufrido una biografía azarosa y crítica en muchos momentos pero que ha garantizado hasta hoy el mantenimiento de la herencia pública que le fue confiada. En la actualidad está dotado con los medios humanos, materiales y técnicos más preparados y homologables de la provincia y con las más ricas y nutridas colecciones y obras de cuantas manifiestan el pasado leonés. Además, éstas son propiedad de todos los ciudadanos, a través de la tutela de la administración estatal y autonómica en sus competencias respectivas. El Museo de León ha de responder con plenitud a estas premisas en breve cuando, por fin, concluya el dilatado y titubeante proceso de su ubicación en una sede estable y capaz3 para la que se prepara desde hace una década, entre otras actuaciones, mostrando estas posibilidades en su programación de exposiciones temporales.

Porque, que nadie se engañe, el Museo de León es, también, un museo del Bierzo, de hecho, el primer museo del Bierzo. ¿Cómo podría ser de otra manera siendo el museo de ámbito provincial y siendo la comarca berciana una de las partes más destacadas de ese territorio, sin duda la más singular en cuanto a sus características geográficas y culturales? ¿Cómo podría prescindir de una comarca tan extraordinaria en la que confluyen gran parte de los acontecimientos y testimonios que explican el pasado y el presente del territorio leonés? Y ello, por supuesto, sin demérito alguno ni obstáculo que suponga la existencia y desarrollo de otros proyectos o realidades museísticas ubicadas en la propia comarca. Antes al contrario. La práctica ha de-mostrado, aquí y en otros lugares, que un museo provincial sólido, consciente de sus compromisos y receptivo con la sociedad y el territorio a los que sirve, constituye una garantía, una enorme ventaja para cuantas operaciones de valoración local del Patrimonio, incluida su exhibición permanente o temporal, se lleven a cabo con responsabilidad y criterio4 .

Así parecieron entenderlo los redactores de la ley regional de Museos, cuando sancionaban el establecimiento de una planificación y dirección de la política museística y la sistematización de estos centros en la región, configurando

3 Proceso en marcha cuando se escriben estas líneas, tras muchos años de alternativas frustradas, que dará con un museo totalmente renovado en el céntrico edificio “Pallarés” de la capital leonesa, adquirido por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte a tal fin en 2001. 4 En este sentido, y pese a las limitaciones que ahora comentaremos, tanto la apertura de nuevos centros (léase Museo del Bierzo o Museo romano de Astorga, por ejemplo) como el mantenimiento de antiguos han recibido desde el provincial el apoyo que sus escasos recursos podían ofrecer. Un aumento de estos recursos, por tanto, no significará sino el incremento de esa ayuda, de esa referencia que creemos insustituible. Un mejor museo provincial quiere decir, en resumen, mejores museos en la provincia.

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principios de colaboración y apoyo técnico, así como los requisitos y las ventajas de conformación de una auténtica infraestructura cultural básica como es la museística. En definitiva, un marco de derechos y deberes de los museos entendido en un sistema organizado y regulado en los medios y en los objetivos5 . Aunque algunos reparos puedan ponerse al texto de la ley (como sucede con casi todas), en conjunto resulta una redacción correcta homologable con sus patrones de referencia y con el resto de legislación del país6 . Sin embargo, tras casi una década de vigencia apenas nada ha cambiado, o quizás sí, pues la situación hoy es más preocupante que hace nueve años debido a la proliferación de iniciativas y proyectos de espaldas a un marco legal que pretendía ampararlos y armonizarlos, cuando sólo ha conseguido en el mejor de los casos decepcionarlos. No funciona en la práctica ninguno de los organismos designados para guiar esa política de museos, no se han proporcionado los medios de apoyo o las herramientas de trabajo técnicos que permitan unificar criterios, no se han ofrecido mejoras o episodios apreciables de tutela de la administración competente que justifiquen una capacidad inspectora y reguladora que tampoco se ejerce, el sistema no ha funcionado y ni siquiera se puede contestar con diligencia a quienes, guiados por buen hacer, solicitan integrarse en él7 . Para el caso, en resumen, no estábamos peor antes. Y mientras tanto, asociaciones, ayuntamientos, diputaciones y organismos varios se empeñan en crear nuevos museos de forma poco coordinada y, en ocasiones, extemporánea, que en el haber suelen ser fruto de inquietudes culturales o demandas sociales cuya legitimidad está fuera de duda y cuyo entusiasmo no cabe dilapidar, pero en el debe pecan en ciertas ocasiones de ser instrumentados por oportunismo electoral o simple demagogia localista.

Es más fácil tener un museo que mantenerlo. La creación de un museo desde una administración tiene sentido únicamente si se cumplen una serie de condiciones, aquellas que la ley establece con claridad meridiana: la existencia de un patrimonio

5 Ley 10/1994 de 8 de julio, de Museos de Castilla y León, amparada hace meses en la ley 12/2002 de 11 de julio, de Patrimonio Cultural de Castilla y León. 6 En su origen está el Reglamento de Museos de Titularidad Estatal y Sistema Español de museos (R.D. 620/1987 de 10 de abril), elaborado por el entonces Ministerio de Cultura (al que se atiene el Museo de León, único de titularidad estatal en la provincia) que, en su día, tomó como referencia sistemas europeos de mayor tradi-ción, como la Reunión de los Museos Nacionales franceses. Pronto, la avidez legislativa de las Comunidades Autónomas, en lugar de empeñarse en un desarrollo normativo y dotacional de medios para un correcto cumplimiento de los textos estatales como la 16/85 de Patrimonio Histórico Español, se ha dedicado a enmendar la plana a la administración central mediante la promulgación de leyes sin cuento en materia de Patrimonio cultural y, también, de museos, que no hacen sino embarullar la cuestión, sobre todo, si no sirven después para todo lo que predican. 7 Por poner un caso, no es la primera vez que el director del Museo del Bierzo se queja con amargura en su columna de la prensa local sobre esta falta de respuesta a una solicitud remota y reiterada.

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público en peligro o en disposición de conformarlo; el establecimiento de medios materiales y humanos para su manutención, el compromiso presupuestario y estable de una vida más allá de la cinta cortada para la inauguración... Podríamos parafrasear a Ortega y Gasset afirmando que no hay mayor favor al Patrimonio que evitar la apertura de un museo innecesario.

Así ha de ser, en todo caso, si, cumpliendo con los requisitos que las distintas legislaciones, normativas y definiciones profesionales establecen para considerar museo a un centro cultural8, queremos tener una red articulada de museos sin arries-garnos al gasto enorme y absurdo que supondría dotar a todos ellos de los medios que demanda un mediano ejercicio de responsabilidad. Operación imposible sería querer tener muchos y variopintos museos a lo largo y ancho del territorio provincial, conformados en plenitud con la infraestructura que requieren. Contar con museos que dispongan no sólo de salas donde unas cuantas piezas históricas se ofrezcan a la vista pública con mayor o menor tino y oportunidad, sino también con estancias e instrumental preparados para la conservación preventiva y el almacenamiento, temporal o permanente, para la restauración, para la divulgación, para la investiga-ción, con personal de plantilla dispuesto a trabajar todos esos ámbitos, con fondos históricos, bibliográficos o técnicos que aseguren una vitalidad creciente y una proyección social afianzada. No es posible en este país, y no lo hacen en ninguno, destinar tales recursos a cada planteamiento museístico legítimo que se aborda, pero sí lo es cumplir con esas obligaciones y esos objetivos en el marco de un sistema organizado, en el contexto de una red de museos en la que las limitaciones de unos se vean amparadas por las posibilidades de otros. Esto se llama, desde hace tiempo, racionalización de los recursos. Y no implica demérito alguno para los centros que no los tienen entre sus muros, sino que, bien entendidos, manifiestan la posibilidad de hacer más con menos, incluso de hacer lo que de otra forma no podría llevarse a cabo. Así sucede, mal que bien, con los museos integrados en uno de estos sistemas, el más antiguo de todos, el Sistema Español de Museos. Este permite a sus integran-tes gozar de los beneficios de los medios a disposición de museos mayores y más dotados sin tener que recurrir a ingentes y poco justificables inversiones. Análisis de obras en laboratorios muy especializados, préstamos temporales o permanen-

8 La proliferación de lugares poco dignos u ocasionales autodenominados “museos” en la geografía espa-ñola es tan inquietante a efectos de su consideración técnica que ha dado lugar incluso a que pueda uno preguntarse por qué no se exige a quien promueve uno de estos centros para su visita que cumpla al menos con unos requisitos mínimos como los que requiere la apertura de cualquier espacio público (una mercería, sin ir más lejos). La ley sí lo hace, pero la realidad la ha superado hace ¿demasiado? tiempo. Si la misma palabra (museo) ha de servir para el museo de La Ercina o para el Guggenheim de Bilbao, entonces: ¿qué entendemos por museo?

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tes de piezas de gran nivel, desarrollo de sistemas informatizados de catalogación homogéneos para todo el Estado, adquisiciones centralizadas de material y útiles específicos, asesoramiento de Juntas de expertos en valoración o en otros aspectos técnicos, recepción de muestras itinerantes...

No es la única red en activo en nuestro país, por supuesto. Las xarxas o redes de Cataluña o Valencia, entre otras, demuestran que pueden y deben coordinarse desde las adquisiciones de material hasta la itinerancia de muestras temporales y que las reuniones de responsables de estos centros eliminan motivos de conflicto que, de hecho, no suelen ser más que falta de comunicación. Esperemos que nuestra región desarrolle un sistema que funciona en otros lugares, tanto en el ámbito regional como en otros de menor extensión9.

Todas las ventajas dependen del buen funcionamiento de los museos entendidos como una articulación coherente, ordenada, de la política cultural de un territorio, sin renunciar, claro está, a sus especificidades o idiosincrasias. No se trata de ir todos al mismo paso, ni por el mismo camino siquiera, pero sí de buscar destinos comunes y permitir a todos un itinerario para llegar a ellos. Coherencia y armonización, que no uniformidad.

En este contexto de colaboración, sin enfrentamientos estériles que causan grave desprestigio a la propia imagen social de la institución museística, debe considerarse la existencia de los bienes históricos y su distribución territorial. Desde hace dema-siado tiempo los museos han sido tenidos (aún hoy lo son incluso en instancias de competencia al caso) por simples expositores o custodios de objetos de valor histó-rico y, por tanto, la importancia de aquellos era medida en función del número y la calidad de éstos, fin último y justificación del museo. Hoy este añejo planteamiento ha cambiado, pese a que ciertos discursos neófitos e interesados siguen poniendo el acento en la vieja concepción. En nuestros días, un museo es valorado desde un punto de vista riguroso más por la articulación de su discurso y su implicación con el entorno y la comunidad a la que sirve que por sus obras, más por la calidad de las visitas que por la cantidad, más por aquello que hace que por lo que hicieron otros y se guarda en el museo.

Es curioso comprobar que las polémicas sobre la distribución territorial de ciertos elementos del Patrimonio histórico no se detienen a plantear la posibilidad, más eficaz y razonable, de promover operaciones que permitan incrementar ese

9 En este aspecto, la posibilidad apuntada por la ley 10/94 de museos de conformar redes locales o territoriales ofrece a León la oportunidad de acordar actuaciones conjuntas: entradas combinadas, promoción, itinerancia de muestras temporales realizadas por un museo en los restantes, compartir medios e información... La mera reunión periódica de responsables de museos de la provincia una vez al año ya sería un avance enorme.

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mismo patrimonio, tanto en número como en el aprecio y conocimiento que de él se tiene. Muchas formas hay de hacer esto. Una correcta valoración pública de lo que tenemos no ha sido aún lograda, pero tampoco se ha intentado de forma programada ampliar los límites de eso que ahora llamamos Patrimonio, de modo especial en el caso de la arqueología, límites que, en muchos casos, vienen impuestos por el azar, por circunstancias históricas que nada tienen que ver con nuestra actual coyuntura o con sencillos ejercicios de abandono. A los casos me remito.

En 1997 abría sus puertas el Museo del Bierzo. Al margen de la oportunidad de una denominación comarcal para una entidad tutelada por el mayor de los municipios bercianos, no por una administración igual o superior a su vocación territorial, su conformación final debió recurrir, por supuesto, a una estrecha colaboración con el museo provincial, depositario vía administración gestora (Junta de Castilla y León) de la gran mayoría de su sección arqueológica. Sin embargo, recuerdo aquellos días con el buen amigo Jesús Álvarez Courel cuando tras abrir una y otra caja del entonces embalado Patrimonio berciano, se sorprendía de la escasez tanto en cantidad como en representatividad, de los restos disponibles. Pronto llegó a una conclusión obvia: la notoriedad de muchos de los lugares del pasado remoto de la comarca no se correspondía con un desarrollo de los trabajos arqueológicos y del estado de nuestros conocimientos sobre ellos y, por ende, con los objetos recuperados allí.

Hace tiempo también, por fortuna, que la arqueología no se ocupa, como lo hiciera en sus orígenes, por llenar las vitrinas de los museos, pero no cabe duda de que su actividad provoca la extracción de objetos e interpretaciones históricas cuya presentación pública en los museos muchas veces pasa a ser el único testimonio directo de los trabajos (y hasta del sitio) que a la postre conservamos. Y en El Bierzo esto sucede en términos de anemia y falta de programación. Veinte años de trabajos arqueológicos en Las Médulas, promovidos por un equipo estable y competente avalado por la máxima institución científica del país constituyen un caso aislado y atípico que, además, no ha logrado una presencia real y efectiva del yacimiento más allá de su consabida monumentalidad per se y de una promoción turística desequilibrada y retórica respecto de las actuaciones realizadas in situ10.

10 El escaso refrendo en objetos arqueológicos “llamativos” de tan extraordinarios trabajos ni siquiera consta en los museos de la provincia aún. Ni los investigadores del CSIC consideraron su participación en la exposición temporal El Bierzo Piedra a piedra (I.E.B. y Museo de León, casa de cultura de Ponferrada, 1994) pese a haberse comprometido a ello, ni, por tanto, están presentes en el Museo del Bierzo, heredero de aquella muestra temporal. Cuando se escriben estas líneas una exposición temporal de gran presupuesto sobre el paraje está abierta en el Jardín Botánico de Madrid -¿por qué Madrid?-, antes de que cualquier otra presentación similar haya tenido lugar en tierras leonesas o bercianas en particular.

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Frente a ello, excavaciones puntuales y movidas por circunstancias ajenas, como la construcción de carreteras o de todo tipo de edificaciones, trabajos sin continuidad y reparaciones más o menos frecuentes en lugares como, sin ir más lejos, Castro Ventosa, conforman un panorama poco presentable para exigir de los museos o del patrimonio arqueológico en general más de lo que están dando, esto es, muy poco.

Y es que debates sobre supuestos centralismos o “apropiaciones” de objetos en materia de museos están más que caducos, obsoletos. Si hubo un tiempo, por suerte ya pasado, en que ciertos agravios (comparativos o no) daban pábulo a este tipo de reivindicaciones, en la actualidad no sólo quienes alientan polémicas interesadas y estériles apenas esgrimen argumentos de raíz cultural o histórica (si los tienen suelen estar tan deformados y maltraídos que no resisten el menor análisis), sino que los auténticos fundamentos son de signo espurio, denominados “políticos” pero, a menudo, “políticamente impresentables”, o, más bien, partidistas o propagandistas. Ese tiempo ha sido enterrado bajo legislaciones y normativas que desarrollan una distribución de la riqueza patrimonial acorde con la responsabilidad y requerimientos técnicos y económicos que vienen aparejados a su mantenimiento y promoción. Evitar la caída en discursos populistas o demagógicos en pos de una supuesta “propiedad” que nadie cuestiona evitará que la denuncia de “centralismo” se extienda ad infinitum desde la capital provincial a la comarcal, a la de partido judicial, a la municipal... y así un largo rosario de despropósitos.

La floreciente interpretación de la herencia cultural en clave identitaria y, aún de forma más aventurada, como recurso económico vinculado al turismo no hace sino proporcionar combustible a esos atizadores de hogueras para soslayar el auténtico debate tras cortinas de humo: la aplicación rigurosa de los criterios de conservación y difusión públicos del patrimonio, en cualquiera de sus formas y bajo cualquiera de sus circunstancias, ubicaciones o distribución territorial.

Porque, seamos serios, los museos, como el patrimonio cultural, incluido el arqueológico, no son recursos de atracción turística, que también, sino, sobre todo, y he aquí la idea motriz que dio lugar a ambos, al nacimiento de estos conceptos y que justifica los elevados gastos de su mantenimiento, espacios para la formación de la ciudadanía, ámbitos de reconocimiento de valores educativos, culturales, sociales, que sirven y han de servir más a la sociedad que les conserva (y que paga por ello) que a pretendidos contingentes de consumidores cuya visita ocasional es sólo motivo de satisfacción y no objetivo primero. Si estamos de acuerdo en este planteamiento, el Patrimonio cultural, los museos, no se conservarán por su hipotética rentabilidad

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económica, sino por su real rentabilidad socio-cultural para la comunidad que se empeña en ello. Es bueno para nosotros y, así, lo será también para otros. Si no se está de acuerdo con esta premisa es mejor que no se siga leyendo.

En este sentido, y para zanjar la primera parte de este texto, la referida a la distribución de los bienes objeto de los museos, pueden plantarse cuestiones impres-cindibles: ¿es mejor tener un buen museo o cinco malos?, ¿un bien cultural debe estar en un museo cuyo contenido y disposición la integran y complementan, al tiempo que aseguran su conservación y comprensión, o en condiciones impropias pero que satisfagan pretensiones coyunturales y ajenas? Cobran así pleno sentido las palabras que el responsable de un museo berciano me dijo con buen criterio hace tiempo: “no se trata de desvestir a un santo para vestir a otro”. Y dejar a ambos medio desnudos, añadiría.

Cabe ahora preguntarse sobre el panorama comarcal, sobre los museos asentados en El Bierzo, en el que cabe contextualizar el museo cacabelense, motivo implícito de la invitación que me trae aquí.

Andan las mayores poblaciones bercianas a la caza o promoción de un museo local, cediendo a la tendencia del resto del país11 , aunque en este caso al menos cuenten en su mayoría con centros preexistentes a los que es menester, como ya lo era mucho antes, reconducir y reformar íntegramente para lograr algo medianamente riguroso. Había museos en Bembibre, en Noceda, en Villafranca o en Cacabelos. Centros que vegetaban desde su impulso inicial, casi siempre fruto de particulares o grupos culturales que habían logrado perpetuar unas entusiastas recogidas de objetos cuyo interés se acrecienta con el tiempo y que, sólo en contados casos, habían recibido apoyos municipales circunstanciales y efímeros con cuya inercia lograron resistir hasta la fecha. Caso paradigmático es el Museo de Noceda, consecuencia de la constancia y empeño personales de Felisa Rodríguez, y que a mediados de los 90 era apenas una casa ruinosa y sórdida con mobiliario destartalado donde los objetos, de un valor exiguo pero apreciable, o se deterioraban sin remedio o habían desaparecido o estaban revueltos entre el escombro y la suciedad amasados con las

11 Ya sea en grandes “apuestas” políticas, cifradas a menudo en Centros de Arte Contemporáneo para los que se piensa primero en un arquitecto de postín antes de saber muy bien para qué han de servir, ya en proyectos de nivel más local, las ciudades españolas se empeñan desde hace dos décadas en competir sobre la categoría de sus museos de nuevo cuño (despreocupándose de los antiguos) tal y como en la Edad Me-dia pugnaban con la magnitud o prestancia de sus iglesias. Ciertos museos han pasado así a convertirse en “santuarios” de la cultura, rellenos de “reliquias” que han de atraer a “peregrinos” de otras latitudes. Poco se imaginaban quienes tildaron a los museos de santuarios (o cementerios) inertes de la cultura (De Proust a Valéry, pasando por toda la Vanguardia artística o los movimientos del 68) que el tiempo les daría la razón en un sentido muy diferente pero igual de alarmante.

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lágrimas impotentes de su fundadora. Este triste sino fue corregido con discreción por las autoridades municipales en 2000, fallecida ya la inspiradora de tan escueta como entrañable colección.

En Villafranca del Bierzo, a despecho de intentonas museísticas de otro signo, se halla -¿se hallaba?- uno de los museos más originales de la comarca, el de los Paules, cuya biografía reciente puede que no desmerezca a la antedicha, si bien aquí el munici-pio no ha tomado cartas en un asunto que parece no le inquieta o incumbe. Embalado y acosado, no sabemos si el Museo de Ciencias Naturales resistirá mucho aún.

En Bembibre, el Museo municipal del Alto Bierzo, fruto de la constancia y el candor de Ángeles Alonso y su grupo ha sido remodelado de arriba abajo en estos años (inaugurado en 2001) y aunque sigue lastrado por un prurito totalizador que le lleva a presentar vestigios arqueológicos apurados en muy escasa conexión con su marcado y sólido carácter etnográfico (aparte de ocupar un inmueble poco atractivo) es de prever que consolide su propuesta dedicada a la cultura tradicional como signo identificatorio suficiente de una intención vieja reconducida con tino.

Otros, los menos, son nuevos. Y disfrutan, espero que por mucho tiempo, del amparo propiciado por el deslumbramiento que este tipo de proyectos novedosos provocan a quienes los promueven. Así el caso del Museo del Bierzo, en Ponferrada, el último en incorporarse a este repaso sumario y, sin embargo, el más flamante en cuanto a los medios, sede y colecciones puestos a su disposición desde el momento en que el ayuntamiento zanjó una deuda que venía de antiguo (la corporación apro-bó su creación en 1967) y que se desarrolla febril en proyectos similares (museo del ferrocarril, de la Radio, adecuación del castillo...) que parecen convertir a Ponferrada en la capital de los museos bercianos, cuando hace años apenas lo era de la calamidad urbanística12 .

También han quedado para el recuerdo escarmentado episodios infaustos como el Museo de la Pizarra de San Pedro de Trones, sustentado por la sospechosa recopilación de bienes arqueológicos de un particular a cuyo designio se plegaron en el pretexto inaugural instituciones y empresas, hasta que todo saltó por los aires en ásperos litigios y descalificaciones. El ayuntamiento reconduce ahora el chasco por la vía de la enmienda: un proyecto auténtico sobre la explotación pizarrera y la vida tradicional en la Cabrera berciana. No es sensato hacer un museo a toda costa.

12 Todo ello con profusión de elementos menos acertados como la “templarización” folclorista de sus festejos y plazas o cierta tendencia protagonista de su retomada vocación capitalina. La industria turística es lo que tiene.

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A todo este panorama cabe añadir, claro está, centros de interpretación que siguen el modelo foráneo con acierto (Monasterio de Carracedo) y las aulas arqueo-lógicas, motivo éstas de escaso interés para el caso13.

Y, finalmente, Cacabelos, donde una reducida colección arqueológica ha com-partido desamparado y errante local con los más variopintos vestigios (maquinaria, libros, etc.) sin consolidarse como una propuesta válida, a la espera de su definición, discurso, objetivo y ubicación final. ¿Qué hacer con el museo municipal de Cacabelos? La respuesta a este interrogante tiene una dependencia directa de las cuestiones relacio-nadas con el Patrimonio que ha de darle sentido como planteamiento museológico.

De todas formas, este somero repaso puede arrojar alguna conclusión primera: que la última década ha proporcionado una relativa y acelerada metamorfosis de los museos bercianos y, en los casos menos favorecidos, la certidumbre de que es precisa una renovación, lo que no es poco. Es un proceso evidente también a nivel provincial14 y nacional. ¿Qué ofrece la arqueología a cambio?

Habida cuenta de que la mayoría de nuestro patrimonio puede tratarse desde el punto de vista de su consideración artística, arqueológica y etnográfica15, constatamos que si el primero se halla en situación de circuito cerrado en cuanto a su movilidad, en su mayoría en manos eclesiásticas y sometido a ámbitos de incremento vinculados a la expresión creativa contemporánea, de encauzamiento museístico muy especial16, sólo los dos restantes ofrecen posibilidades reales de facilitar nuevos nutrientes para futuros y actuales museos.

13 En efecto, no entraremos en comentar las aulas, ya que su renuncia explícita a contener objetos originales (por razones obvias de seguridad) y cierto planteamiento efectista, a veces frontero a lo ramplón, las con-vierte en meras presentaciones didácticas o centros de información turística de un lugar visitable. Su mayor inconveniente, sin embargo, es que están sustituyendo (con intención o por mera orientación de los recursos) a otras opciones, como, por ejemplo, los museos locales. 14 Lo será más aún cuando cristalicen tres grandes proyectos de la museística leonesa: El Museo de León, el MUSAC y el Minero de Sabero. 15 Son distinciones con un sentido más académico que real, soy consciente de ello, pero siguen sirviendo de categorías para el análisis. Y dejamos aparte, lo sé, otras “familias” (como el inmueble, por razones obvias) de un patrimonio cultural cada vez más inflacionista, que reúne al científico, natural... o al intangible, del que se preocupan ahora leyes y especialistas. Sin embargo prefiero atenerme a “productos típicos” de la tierra. 16 La llegada de obras de arte a un museo se produce en muy contadas ocasiones (compras excepcionales, depósitos no menos infrecuentes...) y apenas cabe plantear un nuevo centro a partir de unas colecciones artísticas de procura casi imposible, salvo que se extienda la concepción del museo hacia la de un centro dinamizador y proyectivo de la creación contemporánea como pretende el MUSAC ante la falta de colección estable de calidad suficiente.

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Prescindiremos de la consideración hacia los bienes muebles etnográficos17, pues ésta se vincula, aunque cada vez menos, a la disposición presupuestaria y ciudadana mediante depósitos, donaciones y compras, que tienen cabida en la vida autónoma del museo18. No ocurre así con el patrimonio arqueológico, estrictamente ceñido al desarrollo de procesos administrativos de excavación e investigación que, por des-gracia, cada vez tienen una menor vinculación con los museos, entendidos éstos de forma rudimentaria y cojitranca como meros receptores de objetos e inventarios.

Desde hace cerca de tres lustros asistimos al desarrollo creciente de un tipo de arqueología muy diferente de la que existía con anterioridad. Donde antaño se excavaba por motivos científicos, curriculares o académicos, ahora se hace a causa del avance implacable de obras públicas o privadas, que amenazan con convertir a la arqueología en mero trámite administrativo previo a cualquier construcción, en áreas delimitadas a priori o sobrevenidas como de interés histórico. Ambos planteamientos son, a nuestro juicio, equivocados si se excluyen o contraponen, y responden a razones externas alejadas de una dinámica interna de la protección y valoración social del Patrimonio arqueológico y, no digamos, de su difusión intra o extramuseística. Ambos plantea-mientos pueden ser correctos si se complementan y buscan un horizonte común de confluencia: la devolución a la sociedad que los financia y soporta de su inversión en forma de promoción y divulgación de lo exhumado, el perfil de una nueva arqueología cuya vocación sea la de una disciplina con una clara función de servicio público. Y ahí es donde el papel de los museos en esta vertiente deviene obligado, pues la arqueología y gran número de museos son dos caras de una única moneda.

Tres son los puntales que, a nuestro entender, sostienen esa vocación y todos ellos exigen una equilibrada interacción: la conservación in situ de los lugares y vesti-gios arqueológicos inmuebles y su puesta a disposición pública mediante operaciones que han venido a denominarse, de forma inexacta pero reveladora, “musealización”; la presentación pública de sus restos muebles en el marco de actividades museísticas permanentes o temporales que permitan valorarlos de manera rigurosa y contex-tualizada y la divulgación de los contenidos científicos derivados mediante el doble

17 Los bienes inmuebles, como, en especial para el caso berciano, los de carácter industrial, ofrecen tremen-das y originales posibilidades en potencia cuyo aprovechamiento esperemos no se produzca cuando de esta especie en extinción apenas queden ejemplares únicos. 18 A finales de 2002 se inauguraba el Museo etnográfico regional, en Zamora, fruto del coleccionismo de Caja España, demostrando que los años pasados han sido proclives a los rescates de este tipo de patrimonio reciente, casi inmediato, cuando se ha dispuesto de dinero y sensibilidad. La colección, por cierto, manifiesta un predominio abrumador de la zona occidental de la región.

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canal de su circulación en medios especializados y entre el público profano. En los tres aspectos nuestro déficit de partida es muy elevado.

Vayamos al caso cacabelense. No descubrimos ningún mediterráneo si afirma-mos que dos son los lugares que pueden alumbrar en Cacabelos la existencia de un museo arqueológico: Castro Ventosa y La Edrada. Un museo arqueológico que, por consiguiente, debiera buscar una orientación monográfica, centrada en inter-pretar dos de los más notables sitios históricos bercianos. Pero en ambos casos la gestión de la arqueología no ha ofrecido trabajos continuos o programáticos acordes con la calidad de los yacimientos. En ambos casos circunstancias sobre-venidas o urgentes, y en todo caso transitorias, han sido las únicas en provocar la mayoría de los trabajos que en ellos se han realizado en fechas recientes. Incluso hoy pueden llegar a lamentarse decisiones tomadas no tantos años atrás para la final destrucción de estructuras históricas ante el avance de construcciones modernas, caso del cementerio municipal en la muy probable ubicación de Bergidum Flavium, lugar epónimo de la comarca19. Poco, pues, que ofrecer a un hipotético plan de recuperación y valoración del Patrimonio en el que los museos son una parte más y no la más determinante, como argumentan quienes impulsando un centro de este tipo pretenden lavar la conciencia de anteriores errores o decisiones que nada tienen que ver con un plan u objetivo como el descrito. Un museo es en estas circunstancias una decisión menos molesta, más “fácil”. De ahí su desconexión con la realidad, de ahí sus limitaciones, de ahí sus conflictos y los vaivenes de sus muchas existencias precarias.

La confección y progreso de un plan de excavaciones programadas desde una íntima colaboración entre las autoridades municipales y autonómicas, aparte otras posibles entidades, tendría así el objetivo último de promover el acceso público en las mejores condiciones tanto a los lugares conservados y acondicionados para ello durante esas tareas, como a su conocimiento museístico (in situ y en las salas de un museo municipal) en el dominio territorial cercano, trabarían un panorama que de otra forma no sería sino una visión sesgada, disminuida y, posiblemente, ociosa20. Un museo municipal estable sería así la vertiente divulgativa y de conservación del patrimonio arqueológico mueble, para cuyo sostenimiento, cometido e impulso de

19 No me extenderé sobre particulares que, a buen seguro, encuentran correlato en otras páginas del volumen al que se destinan estas líneas. 20 Así ha sucedido con buen criterio, aunque no pocas dificultades motivadas en parte por la falta de modelos o de aplicación de los existentes a la hora de coordinar las actuaciones, con el Museo Romano de Astorga. Sólo la prolongada actividad arqueológica en el municipio ha hecho del museo una necesidad y un logro sólidos, combinados, además, con la visita de algunos de los lugares que le nutrieron y le dan sentido.

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sus actividades, una supuesta red provincial y la legal red regional de museos pro-porcionarían todas las garantías, toda vez que la arqueología así entendida le facilitaría sus obligaciones y razón de ser. Por fin, algunas recapitulaciones sobre lo dicho pudieran ser las siguientes:

- La necesidad de vitalizar, de aplicar la legislación y normativas en vigor a la hora de establecer cauces de intercambio, colaboración, asesoramiento y coordinación en los museos de la provincia, en el marco de desarrollo definido por ley y normas, para cuantos proyectos nuevos o de renovación se pretendan acometer.

- La conveniencia de perfilar la personalidad de los museos bercianos en pos de señas de identificación especializada y acordes con la idiosincrasia de sus fondos, actuales o venideros (sean éstos en depósito o nuevos), de manera que se cree una auténtica red de centros complementarios, no reincidentes ni parciales, al menos en las ciudades mayores: museo histórico en Ponferrada, etnográfico en Bembibre, monográfico de la arqueología local en Cacabelos, de ciencias naturales en Villafranca...

- Desarrollo de los trabajos arqueológicos encaminados al conocimiento del Patrimonio local de este signo (incluido el industrial) tanto como a su presentación social y musealizada, siempre que ésta sea entendida como la culminación inequívoca de esos trabajos y no como su sustituto.

- Replanteamiento de las estrategias de difusión de ciertos aparatos expo-sitivos (en particular las aulas arqueológicas) de forma acorde con los requerimientos y el desarrollo de las propuestas museísticas y arqueoló-gicas, que cabe concebir como operaciones coordinadas, compartiendo medios y objetivos.

Conservar el patrimonio, los museos, resulta costoso, en términos económicos y en otros, y la pregunta que debemos hacernos por tanto es ¿queremos hacerlo?, ¿merece la pena el gasto?, en fin ¿es un lujo o una necesidad? Si afirmamos que sí a las primeras y definimos como necesidad tales iniciativas, sólo nos queda plantear el mejor de los aprovechamientos y sacar el máximo partido de nuestro empeño, pues ya no se tratará de un gasto, sino de una inversión, en un recurso, no tan escaso como limitado, en el que conviene no errar el tiro ni disparar con salvas de fogueo.

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Una presentación arqueológica e histórica: algunos paralelos y diferencias entre el Castro de Viladonga y Castro Ventosa

La conjunción entre lo autóctono (de substrato muy antiguo) y lo foráneo (de aporte centroeuropeo, atlántico e incluso mediterráneo), que en buena medida es lo que caracteriza la Cultura Castreña del Noroeste, conoce unas fases de formación, desarrollo y evolución singulares, puesto que, si bien dicha cultura como tal se viene datando hoy entre el s. VIII a.C. y el I d.C., el uso del “castro” o castellum, como lugar de habitación, se prolonga en no pocas áreas hasta la época altomedieval.

El Castro de Viladonga y el Castro de la Ventosa son dos yacimientos paraleli-zables en cuanto que se trata de dos sitios cuya ocupación en época romana no sólo es indudable sino que además constituye lo más representativo y significativo desde el punto de vista arqueológico e histórico. Ambos se caracterizan por ser un modelo de asentamiento, cada uno de ellos en su dimensión (muy distinta) y en su ámbito (quizás también algo diferente), de traza castreña semi-urbana o proto-urbana, también a distinta escala, que alcanzan su máximo desarrollo en el momento en que tanto la Gallaecia como la Asturia cismontamana conocen una implantación político-adminis-trativa, económica, social e incluso ideológica de filiación romana.

Por ello, es importante destacar aquí es que el mundo de los castros no desapa-rece por completo después de la conquista romana del Noroeste por Augusto poco antes del cambio de Era, aunque este hecho sí provoca el final de la Cultura Castreña propiamente dicha. Es decir, muchos castros efectivamente se abandonan y sus gen-tes pasan a ocupar los valles y las zonas más llanas y abiertas, así como las ciudades y otros asentamientos de nuevo cuño tipo vici o villae, pero otros poblados castreños pervivieron durante la época romana, a veces hasta tiempos tan tardíos como los siglos IV y V d.C., conservando características propias al mismo tiempo que iban asimilando influencias foráneas, de tipo material y también ideológico.

EL CASTRO DE VILADONGA (LUGO) COMO PARADIG-MA DE ASENTAMIENTO CASTREXO-ROMANO: LA POTENCIALIDAD SOCIO-CULTURAL Y EDUCATI-VA DE UN YACIMIENTO ARQUEOLÓGICO Y SU MUSEO ANEXO

FELIPE ARIAS VILAS

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Más difícil es saber si en cada uno de los dos sitios citados, sus ocupantes per-tenecían a los mismos grupos sociales (uno o varios), o si en ambos predominaba el componente indígena más apegado a la tierra (como símbolo y como recurso), aunque “romanizado” y, desde luego, relacionado con otros tipos de asentamientos, fuesen ciudades (Lucus o Asturica), villae (Doncide o La Edrada), etc. En cualquier caso, Castro Ventosa, que triplica la extensión del Castro de Viladonga, tuvo una incidencia decisiva en la historia más antigua del Bierzo, como “lugar central” de éste durante siglos, mientras nuestro castro gallego, aunque cabeza comarcal de otros poblados, quedaría más dentro del ámbito directo de influencia del Lugo romano. En resumen, estamos ante dos yacimientos similares en su caracterización cronológico-cultural pero diferentes tanto en extensión como en presencia territorial, y lo que es indudable es que ambos llegan a nuestros días no sólo como magníficos e interesantísimos docu-mentos arqueológicos, sino también como ejemplos señeros y hasta espectaculares del Patrimonio Cultural gallego y berciano, motivo más que suficiente para volcarse en ellos desde cualquier punto de vista y por parte de la sociedad, representada en todas las administraciones implicadas.

Los trabajos arqueológicos en el Castro de Viladonga

Este yacimiento (Fig.1), que pertenece al municipio de Castro de Rei, domina un amplio panorama sobre la Terra Chá lucense y las sierras de Monciro, Pradairo y Meira, y está situado a 23 km. al N.E. de Lugo, muy cerca del km.70 de la carretera N-640 (de Lugo a Asturias por Vegadeo). El hallazgo casual de un torques de oro en 1911 le dio al Castro un cierto nombre tanto en el folklore popular como en la bibliografía posterior. Sin embargo, los trabajos arqueológicos no se iniciarían hasta 1971, bajo la dirección de Manuel Chamoso Lamas. Esta primera fase de excavaciones llegaría hasta 1978 y en ella se pondría al descubierto casi todo el recinto interior, acró-polis o croa del Castro. A lo largo de aquellos años se descubrieron restos de muchas construcciones, siempre hechas de piedra de pizarra o esquisto, de muy diverso tipo (circulares, cuadrangulares, alargadas...) y otros elementos constructivos de mucho interés (murallas, escaleras, pavimentos...). Pero además, ya desde muy pronto llamó la atención la ingente cantidad de materiales y objetos hallados, en muchos casos de clara cronología romana, todo lo cual, unido a su monumentalidad, hicieron del Castro de Viladonga un yacimiento singular y representativo de la Cultura Castrexa durante la etapa galaico-romana.

Entre 1978 y 1982 se produce un intervalo en los trabajos en el Castro, hasta que en esta última fecha, ahora bajo la dirección de F. Arias Vilas, se iniciaba la segunda fase de excavaciones que perdura hasta la actualidad, puesto que el yacimiento no está

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ni mucho menos agotado ni se puede dar por concluido el estudio e interpretación de sus estructuras y materiales, Sin embargo, los trabajos se han hecho, sobre todo desde 1992, de forma más intermitente y no con una periodicidad fija, tanto por pro-blemas presupuestarios como por la gestión concreta de la investigación arqueológica en Galicia. En esta segunda etapa iniciada en 1982, la atención a los trabajos en el Castro se conjugará siempre con la puesta en marcha y las actividades de su Museo Monográfico.

Tal como se apuntaba, el Castro (Fig. 2) consta de varios recintos de murallas y fosos (hasta cuatro por el lado Este -señaladas con M y F en el plano-, dos antecas-tros o áreas de expansión (-AC-, aún sin excavar en extenso), y la gran corona central interior, que es donde se hallan la mayoría de las construcciones descubiertas hasta ahora, articuladas a los lados de dos caminos que cruzan el Castro de Norte a Sur y de Este a Oeste y de una ronda interior paralela a la muralla principal (marcada con -), igual que existen otras zonas de paso o espacios para circular (- - -), que hoy se pueden usar (como la muralla) para hacer la visita al yacimiento. Las construccio-nes forman a veces conjuntos o unidades complejas (-A-); otras componen grupos de dos o tres viviendas (-B-), junto con una o varias dependencias anexas a modo de cobertizos o almacenes, áreas para trabajos domésticos y artesanales, cuadras o

Fig. 1. Vista aérea del conjunto del Castro de Viladonga y su Museo anexo.

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patios para animales, etc. En otras ocasiones, se trata de construcciones completas pero aisladas, usadas como vivienda (-C-) o bien como lugar de uso social o comunal (-D-). También hay restos de otras construcciones incompletas o de muros sueltos (-E-). Asimismo, pueden verse señales de hogares, piletas o surcos hechos en la roca natural y de uso diverso, agujeros para hincar postes, etc.

Desde 1982 se han venido continuando las campañas de excavación en el Cas-tro (18 hasta hoy), siguiendo ahora siempre, lógicamente los métodos sistemáticos y científicos pertinentes. La mayoría de los trabajos de esta segunda fase consisten en la ampliación de las áreas abiertas con anterioridad, mientras otras veces, las menos, se ha profundizado en las mismas para agotar los niveles arqueológicamente fértiles, todo ello tanto en el recinto o corona central como en otras zonas más periféricas del Castro como el antecastro Oeste o las murallas del lado N.E. Continúa así el descubrimiento de más estructuras de habitación, murallas, áreas de expansión, caminos de acceso, etc., y, por supuesto, el hallazgo de más materiales arqueológicos de todo tipo.

También desde 1982 se viene prestando una especial atención a la conservación, mantenimiento y presentación del yacimiento, teniendo en cuenta su amplia utilización socio-cultural, turística y, en general, didáctica para toda clase de público como más

Fig. 2.- Plano del yacimiento con indicación de las rutas y áreas de visita.

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adelante se detallará. Hay que resaltar que este Castro, por su monumentalidad y sobre todo por su conformación, da una idea perfecta de lo que es un poblado fortificado de la cultura castreña y galaico-romana del Noroeste, y hemos comprobado que así es percibido también por la gran mayoría de sus usuarios y visitantes.Además de las necesarias labores periódicas de limpieza y rozado de la vegetación (que se realizan cada ocho o diez meses aproximadamente, según las variaciones climáticas y estacionales), los criterios de consolidación de las estructuras del Castro (mejor y más deseable que la restauración, que es más ocasional y sólo se usa como último recurso) se basan en un gran respeto por la disposición y la fábrica original de las ruinas. Únicamente se reponen algunas piedras caídas de las hiladas superiores, sólo con el aglomerante cementicio imprescindible indicado muy discretamente al exterior de los muros, y recubriendo luego el remate superior de éstos con tierra y con terrones de hierba del mismo monte del Castro, para proteger aquellas estructuras arqueológicas de la erosión superficial y, precisamente, del “uso” por parte de los visitantes. De esta manera, la consolidación es relativamente segura, al tiempo que facilita la comprensión de los restos (siempre con la ayuda del Museo anexo), y resulta también aceptablemente natural y ecológica, algo que es agradecido de modo patente por buena parte de los usuarios del conjunto. Hay que resaltar este aspecto, por cuanto se conjuga bien con la existencia de un medio natural circundante que, aunque deturpado parcialmente por repoblaciones forestales a veces desmedidas, también ofrece elementos de fauna y flora autóctona de gran interés (como el llamado “musgo luminoso”, casi un endemismo en la península), además del evidente valor paisajístico del lugar.

Viladonga constituye así un verdadero ejemplo o modelo formal de castro del N.O., y a ello se suma la ingente cantidad de materiales en él aparecidos desde 1971. Entre los muchos objetos descubiertos se pueden citar ya ahora, (además de elementos constructivos como pesas de piedra para sujetar los techos de paja y tégulas e ímbrices para los tejados de barro, de introducción romana), varios torques de oro y bronce así como muchos otros adornos personales, armas y herramientas de piedra, bronce y hierro, numerosos apliques, broches, fíbulas y hebillas, unos tableros con sus fichas de juego, monedas de oro, plata y, sobre todo, de bronce (siempre romanas y en su mayoría tardías), dos pasarriendas y otros atalajes de caballería, vidrios, molinos de mano y, por supuesto, una ingente cantidad de restos cerámicos, tanto de tradición castreña como de importación romana, y tanto de cocina como de mesa: ollas y potes de varios tipos y tamaños, jarras, fuentes y platos, vasos “de paredes finas”, tazas de terra sigillata, incluso tardía, etc.

Las estructuras defensivas y de habitación y los materiales que continuamente proporciona, evidencian para el Castro de Viladonga un asentamiento u ocupación

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duradera e importante sobre todo entre los siglos II y V d.C., (sin perjuicio de la pro-bable existencia de una ocupación prerromana en el s. I a.C., aunque muy localizada tanto en el tiempo como espacialmente), haciendo de este yacimiento arqueológico un lugar clave para conocer, estudiar y comprender la evolución del mundo de los castros en la etapa galaico-romana, dentro de su entorno natural y tratando de ofrecer unos servicios culturales y de ocio adecuados.

Después de lo dicho queda claro que el alcance y ámbito de las excavaciones arqueológicas en Viladonga y en la Ventosa es hoy por hoy muy diferente, y en ello incide, lógicamente, la propia extensión de cada sitio. Mientras en Viladonga parece estar excavada (de momento) casi toda el área principal del yacimiento, en Castro Ventosa los trabajos apenas quedan limitados a la muralla y algunas de sus zonas adyacentes. A pesar de la monumentalidad de ambos conjuntos es similar, también es verdad que, a una escala de tamaño y fundamentalmente de apreciación visual por parte del visitante, la visión y la comprensión general de cada uno de ellos ofrece resultados con matices muy distintos.

En cualquier caso, también es obvio que lo descubierto hasta ahora en Viladon-ga es fruto del trabajo de muchos años y en varias fases, como se acaba de exponer. Quiere ello decir que en Castro Ventosa habrá que acometer también a este respecto un plan a medio o largo plazo, pues es casi impensable que se pueda excavar todo el yacimiento, o tan siquiera la mitad, en un breve espacio de tiempo por cuanto, además, las labores arqueológicas necesitan de cierto “tempo lungo” de asimilación, tiempo de larga duración que es el que, a su vez, va delimitando los problemas y aquilatando las necesidades, tanto científicas como patrimoniales. De igual modo, está claro que el interés arqueológico de Castro Ventosa no puede quedar reducido a la muralla, por muy espectacular que sea ella misma y la intervención que reciba, sino a todo el conjunto del poblado, o mejor sería decir, de la ciudad.

La formación y el desarrollo del MuseoLos museos de sitio arqueológico o monográficos de yacimiento, en todas sus

variantes, son una realidad evidente pero muy diversa, en conjunción (¿o en compe-tencia?) con otras figuras de conservación y utilización del Patrimonio Arqueológico («musealización» de yacimientos, parques arqueológicos (y/o temáticos), centros de interpretación, aulas didácticas...), en cuyo debate no entraremos aquí pues ya hemos dedicado varias líneas a estos temas. Lo cierto es que los museos de sitio propiamen-te dichos (es decir, los que son verdaderamente museos) tienen que cumplir unas innegables funciones y un papel singular e imprescindible no sólo dentro de una planificación museística global, sino también, y por ello es importante señalarlo aquí,

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teniendo en cuenta su gran implicación directa con el Patrimonio Cultural de una localidad, de una comarca o de un país y considerando, además, su destacado rol y función dentro de lo que se ha dado en llamar Turismo Cultural (y a veces, en nuestro caso, Turismo Rural), siempre considerando las pautas que, por su propio carácter, inciden en su funcionamiento, así como sus ventajas y aspectos positivos, que han de ser siempre más numerosos y de mayor peso que los inconvenientes y problemas que les pueden afectar.

Así pues, la visita al yacimiento castreño de Viladonga se complementa con el Museo construido en el ámbito exterior del mismo, al pie del último parapeto o mu-ralla del lado Este. En él, de acuerdo con su función, se explican las características del sitio y se muestran los objetos que en él aparecen para que el visitante, cualquiera que sea su extracción social y/o su nivel cultural, pueda alcanzar una comprensión más completa de esta parte del Patrimonio y de la Historia gallega en general y lucense en particular, pues este Museo siempre ha pretendido estar plenamente integrado en el entorno social que le rodea. Lógicamente, estamos hablando de una institución museística que tiene que cumplir las funciones conservadora, científica, didáctica y comunicativa (y turística, que también procede citarla aquí) que corresponden a este tipo de entidades.

El Museo, con un primer edificio construido entre 1975 y 1977, fue creado por el Ministerio de Cultura en 1983 y se abrió al público en 1986. En 1989 su gestión fue transferida a la Comunidad Autónoma de Galicia, que hizo unas importantes obras de reforma y ampliación entre 1992 y 1994.

De cara al público está organizado en cinco salas, de las cuales cuatro se desti-nan a exposición permanente y se han estructurado, incluso en el primer montaje de 1986, de tal modo que muestren y expliquen, de un modo didáctico, comunicativo y ameno (pero no por ello menos científico, algo que a veces se olvida), los diversos materiales del Castro y las informaciones sobre su configuración y disposición, los recursos económicos de su sociedad y sus relaciones, la cronología, etc.

Así, la Sala I (Medio Natural y Hábitat) muestra aspectos relacionados con el medio natural en el que se inserta el yacimiento; informa sobre el posible nivel prerromano del Castro, y explica la disposición y el tipo de defensas, la organización del poblado y los diversos tipos de construcciones y sus elementos. Pueden verse materiales como quicieras, pesas de techo vegetal, tejas, etc. Todo esto se expone, como en todas las salas, por medio de vitrinas con abundante información escrita y gráfica y con pane-les complementarios, para facilitar la comprensión de la ocupación del espacio en el Castro y todo lo relacionado con sus construcciones.

La Sala II (Cultura material - 1), la de mayor amplitud, se dedica a los elementos de la vida común y de la cultura material en el Castro de Viladonga y, por extensión,

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en la Cultura Castreña y Galaico-romana: numerosos útiles y herramientas de piedra, hierro y bronce, materiales domésticos como la cerámica castreña y romana (y den-tro de ésta la común, de cocina y de mesa, y la «terra sigillata»), molinos manuales, armas y otros objetos e instrumentos diversos. En esta Sala puede verse una gran maqueta que reconstruye este poblado castreño en su conjunto, con unos pulsadores y unas luces que identifican las diversas zonas excavadas y que la hacen, si se quiere, “interactiva” con todas las reservas que este término puede ofrecer en los últimos tiempos (Fig. 3).

La Sala III (Cultura material -2- y Creencias) completa el panorama de como era la vida en el Castro, mostrando los elementos de vestido y adorno para personas y caballerías, objetos de vidrio, apliques para enseres y útiles variados, joyas y aderezos similares, monedas (de oro, plata y, sobre todo, de bronce), juegos, amuletos y otros materiales de factura y uso diverso. Cuenta también con una maqueta que reconstruye uno de los barrios más completos del yacimiento.

Una Sala de Información Complementaria completa la exposición selectiva y re-presentativa de los materiales del yacimiento. En ella se resume la historia y el plan del Museo, así como los trabajos arqueológicos realizados en el Castro desde 1971. También puede encontrarse en esta Sala una información global sobre la Cultura Castreña, la época Galaico-romana, y sobre el entorno arqueológico del Castro de Viladonga, ilustrado todo con mapas, dibujos y fotografías, y con una pequeña vitrina que contiene materiales arqueológicos de la comarca.

Además de esta parte expositiva, existe una Sala de Actos o multiusos, para la proyección de audiovisuales y vídeos o para conferencias, utilizándose incluso como aula y asimismo como espacio para exposiciones temporales, generalmente relacio-nadas con el tema del Museo

El hecho de que estemos hablando de un Museo quiere decir que ha de ser bas-tante más que unas salas de exposición y de información al público, y por ello cuenta

con otras instalaciones y servicios internos que se resumen en: despachos y salas de trabajo (de ofi-cina, de documentación, de reprografìa...), una Bi-blioteca especializada en Arqueología y Museología

Fig. 3.- Una de las salas de exposi-ción permanente del Museo.

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(y en particular de temas patrimoniales gallegos), un taller de conservación-restaura-ción, un laboratorio fotográfico elemental, un almacén o sala de reserva para fondos arqueológicos en armarios compactos (lo expuesto, unos 1.100 objetos, no es más que el 2% de los materiales procedentes del Castro y guardados en el Museo), además de otras dependencias como un área dedicada a servir de “base” para los trabajos arqueológicos de campo, y otras dependencias y servicios complementarios. Todo ello permite que el Museo, además de conservar, documentar y estudiar sus fondos para una adecuada transmisión a la sociedad a la que se debe, pueda funcionar tam-bién como un centro de investigaciones arqueológicas sobre el mundo castreño y galaico-romano.

Esta dotación de infraestructuras se complementa (desde 1997, a cargo de la Xunta de Galicia) con una provisión estable de personal suficiente para atender todas aquellas funciones, con puestos de trabajo de técnicos superiores y medios, restaura-dora, dibujante, auxiliares (de museos y de administración), vigilantes de museos (y una guardesa del yacimiento), además de las imprescindibles contratas de limpieza y de seguridad jurada.

Es bien sabido que, a tenor de la situación actual del yacimiento berciano de Castro Ventosa, no es fácil que, al menos a corto o medio plazo, se piense en la ubicación de un museo, en la extensión completa del término, dedicado monográficamente al sitio y en este mismo lugar. Sin embargo, quizás a largo plazo pudiera ser una solución aceptable y hasta deseable tanto para la protección y promoción de las estructuras arqueológicas del castro como, desde luego, para la correcta conservación, exposición y contextualización de los interesantes materiales hallados en el.

Pero en todo caso, también nos podemos remitir aquí a las muchas otras figuras y/o conceptos de instalaciones que pueden acompañar hoy a los yacimientos visitables, entre las cuales figuran, por derecho propio como otras veces hemos insistido, los museos locales y/o comarcales (también municipales) dedicados fundamentalmente a uno sitio o a varios sitios arqueológicos (en este caso a Castro Ventosa, La Edrada y quizás algún otro), ubicados en localidades cercanas como lo es aquí Cacabelos al igual que la jiennense Linares en el caso de Cástulo o la murciana Mula en el del Cigarralejo, por citar sólo dos ejemplos de referencia.

Otras soluciones alternativas, no museísticas pero hoy contempladas también en la bibliografía y, lo que es más importante, en la práctica, son los llamados centros de interpretación, aulas didácticas o áreas de recepción, figuras y espacios que, por otra parte, aglutinará en su conjunto un museo propiamente dicho, que también ha de interpretar, enseñar y acoger, siempre pensando en todo tipo de público.

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Las posibilidades socio-culturales, educativas y turísticas de un sitio arqueológico y su museo anexo

No vamos a analizar aquí la organización e importancia de las visitas escolares al Museo y Castro de Viladonga, pero baste con señalar que fue desde siempre una de las preocupaciones y de las ocupaciones primordiales y de mayor incidencia en el funcionamiento del Museo. Ya en el curso 1987-88 se elaboraron unos Programas de Acción Didáctica, primero hechos de modo sencillo a base de fotocopias de unas fichas de trabajo escolar, y luego sucesivamente ampliados, mejorados y ya impresos, existiendo ahora una cuarta edición, actualizada conforme a los nuevos niveles educati-vos (Primario, Secundario y BUP-Bachillerato-FP), y compuesta por una Introducción común, y unas Unidades Informativas para profesores y unas Fichas para los alumnos, ya diferenciadas por niveles.

Tampoco es este el lugar para pormenorizar sobre su utilización y resultados, pues ya se hizo en otras ocasiones y tan sólo podría recordarse al respecto lo mucho escrito sobre la actitud y la aptitud de profesores y alumnos delante de un museo (Figs. 4 y 5). Lo cierto es que los grupos escolares suponen casi las dos terceras partes (entre el 55% y el 67% según los años) del total de visitas al Museo y al Castro, concentrándose sobre todo a finales de los trimestres del curso escolar y muy especialmente en los meses de mayo y junio. De todas formas, también hay que constatar ligeros descensos de las visitas escolares en etapas determinadas, por causas tan diversas como complejas, entre las que no son de menor incidencia el problema de la responsabilidad civil de los profesores en estas actividades llamadas extraescolares, la propia acomodación de muchos enseñantes al puro y simple uso de las aulas, y otras causas más puntuales como el propio tiempo meteorológico.

Otro aspecto en el que se intentó hacer hincapié ya desde los inicios del Museo fue el de establecer un amplio horario de apertura. Hay que tener en cuenta su em-plazamiento en el medio rural (a unos 20 minutos de Lugo capital y entre 10 e 30 de otros núcleos de la comarca (aunque es verdad que está situado justo al lado de una

Fig. 4. Actividad escolar dentro del Museo. Fig. 5. Actividad lúdico-didáctica en el Castro.

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carretera nacional, la N-640), por lo que la visita a Viladonga exige, como tantos otros lugares ubicados en rutas turísticas o no turísticas, un desplazamiento en cualquier tipo de vehículo. Por otra parte, las visitas de tipo individual y sobre todo de familias o grupos pequeños, se suelen concentrar en los fines de semana y mayoritariamente por las tardes. Por estas razones, el Museo de Viladonga siempre abrió todos los días de la semana (de lunes a domingo) en un horario ciertamente amplio (desde 1997 ininterrumpidamente un mínimo de 9 horas diarias). Lógicamente, como bien se puede suponer, esto sólo fue posible con una buena organización de los turnos de trabajo y libranzas del personal, pero desde luego y sobre todo gracias a su buena disposición (en general) y a la colaboración e incluso sacrificios del personal técnico, directivo y de otro tipo, como becarias, contratadas, etc., que a lo largo de estos años estuvo vinculado de alguna manera al Museo, incluso de modo voluntario, como algunos miembros de la Asociación de Amigos, existente y muy activa desde 1989. Estos voluntarismos han pasado a ser, afortunadamente en nuestro caso, historia, ya que hoy es imprescindible disponer de una dotación de personal estable y suficiente en esta clase de instalaciones, y más si se quiere prestar un servicio cultural eficiente al público cada vez más numeroso y diversificado.

Con estas bases, es explicable que el número de visitantes al Museo (y al Castro) de Viladonga fuese siempre relativamente alto o incluso muy alto, teniendo en cuenta que se trata de un centro «reciente» (por su propio carácter ya que los museos monográficos no son tan viejos en España...), así como su ubicación y características, pero también lo es si se compara con otros Museos urbanos y de mayor ámbito y amplitud.

No obstante, es obvio que el simple número de visitantes, con toda su importancia y pese a lo que algunas corrientes de opinión pretenden actualmente, no puede ser el único parámetro para apreciar si un Museo cumple o no su función socio-cultural y educativo-didáctica, aunque si la pueda desarrollar desde el punto de vista, sólo cuantitativo, del turismo. Aquel número se engrosa a menudo gracias a los grupos escolares en algunos casos, a la rachas promotoras de los operadores turísticos en otros, o incluso a los visitantes de exposiciones temporales en los de más allá.

Lógicamente, la acción socio-cultural y educativa es algo más profundo y mucho más difícil de medir. Saber si el visitante común, además de deleitarse con el Patri-monio, capta y entiende el mensaje que le quiere transmitir el Museo, no parece ser cosa de fríos números mensuales o anuales, sino que la evaluación, nunca puramente administrativa en este sentido, será siempre a medio o a largo plazo (como sucede con la educación, -y con la cultura en general-, que no es medible solamente por el número fríos y de corto alcance, sino por otros factores y manifestaciones mucho más complejas).

Una vez sentado esto, y sólo a modo de breve muestra indicativa, un vistazo a la

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estadística de visitantes del Museo de Viladonga nos ofrecería un abanico numérico que va desde los 9.415 del año 1988 (baja debida muy probablemente a los problemas de la responsabilidad civil de los profesores con los grupos escolares, que hizo descender el número de éstos), hasta los 16.307 de 1994 (considerando que en este año el Museo sólo abrió de marzo a diciembre, por las obras de reforma y ampliación), pasando por el período entre 1989 y 1992 en que las visitas se estabilizaron entre las 14.000 y las 15.000 antes de las citadas obras o entre las 16.000 y las 17.000 después de ellas.

Este ritmo ascendente se cortó en temporalmente en 1995, y sólo parece haber una razón que explique aquel descenso ocasional y no es otra que el cobro de tasas de entrada (400 pesetas de entonces para el común de los visitantes en los días laborables) desde octubre de 1994, aunque, afortunadamente, la recuperación desde 1997 fue muy notable y, desde entonces, el aumento de las visitas a Viladonga no ha cesado, al menos hasta el momento: más de 18.000 en 1999 (datos referidos a los visitantes que entran en el Museo) y casi 22.000 en el último año computado (2002).

Por otra parte, un análisis somero sobre la incidencia estacional e incluso mensual sobre las visitas, nos indicaría la ya mentada concentración de escolares, sobre todo en el mes de mayo, y la bajada que se produce en los meses de invierno (mayormente de diciembre a febrero) debida en buena medida a la propia ubicación del Museo. Pues en efecto, su imbricación con el contorno arqueológico (y natural) que es el propio yacimiento tiene indudables ventajas de uso cultural y patrimonial, pero también lleva aparejados inconvenientes derivados, por ejemplo, del tiempo meteorológico, ya sea en un parámetro estacional (en Viladonga nieva siempre algunos días al año), ya sea más puntual: en este Museo, al contrario de lo que suele suceder en centros sitos en zonas más turísticas -como en la costa-, los días de mal tiempo inciden decisiva y negativamente en las visitas y, en el caso del yacimiento, también para su aprovecha-miento cultural y didáctico.

Hay todavía otro aspecto digno de mención como sería la concentración de visitas de tipo individual, familiar o «de parejas» en los fines de semana (y ahora, ló-gicamente, cuando la entrada es gratuita, sábados tarde y domingos todo el día). Es importante y significativo constatar que buena parte de estas visitas, (sobre todo de la comarca de Lugo y Terra Chá pero también de más lejos y, además, de todo tipo y nivel socio-cultural), vienen inducidas por otras personas que ya estuvieron en el Museo y/o en el Castro. Esta circunstancia se da incluso con cierta incidencia, por lo que sabemos, en la “clientela” turística y, en todo caso, ello es un claro indicio de que el conjunto museístico y arqueológico ofrece atractivos y despierta interés suficiente para volver al mismo y además volver acompañado/a, muestra palmaria, a nuestro modo de ver, de que el papel socio-cultural, y también comunicador y didáctico del Museo se cumple unos niveles más que aceptables

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Las visitas que podríamos encuadrar en el apartado de turísticas o, en todo caso, de gente foránea y de paso, se concentran lógicamente en los períodos vacacionales (Semana Santa, “puentes” laborales y, por supuesto, en el verano, especialmente en julio y agosto). La existencia, relativamente reciente, de un buen acceso y señaliza-ción al conjunto de Viladonga, incidió decisivamente en su conocimiento y visita por parte de esta clase de público, incluso del que no sabía de su existencia, aunque en él también se advierte (y muy claramente teniendo en cuenta su muy diverso nivel cul-tural y socio-económico y con independencia de su país de origen -algo que pudiera ser chocante en algunos casos-), el efecto negativo del cobro de las tasas de entrada durante los días laborables.

Pero como antes señalábamos, números aparte, interesa más insistir en como medimos si el Museo cumple o no y hasta qué punto la función socio-cultural, comuni-cadora y didáctica (para toda clase de público) que tanto nos debe motivar y preocupar. Aunque no disponemos de ningún estudio científico sobre psicología cognitiva ni de comportamiento aplicada a nuestro caso, una serie de datos y apreciaciones, más o menos sistemáticas y continuas, nos van confirmando que aquella primera y primordial intención de llegar a toda la sociedad que nos movía ya en 1986 cuando iniciamos la andadura del Museo, no cayó en saco roto.

Por un lado, hay que considerar el nivel de atención y el grado de interés de los visitantes, (en su globalidad, sin entrar aquí y ahora en matices), ante los objetos pero también, y ésto es lo que nos parece más importante, ante todo tipo de información. El hecho de ser un Museo relativamente «pequeño» y perfectamente abarcable por el personal del mismo (con la ayuda de un circuito cerrado de televisión), permite observar aquel grado de atención delante de cada vitrina, panel u otros elementos expositivos y, básicamente, que es lo que más le interesa a las diversas clases de público. Dejando aparte la atención, que es común a casi todos los visitantes, prestada a las piezas más «espectaculares» o singulares, (como las joyas, llamativas por su materia primal -manteniendo así una de sus pristinas significaciones-, o a elementos «vistosos» -como la maqueta central que reconstruye el Castro, con fotografías y pulsadores in-cluidos- se puede constatar que el público visitante se interesa por una gran variedad de objetos del Museo, pero también por otros elementos y por la información que se ofrece sobre el yacimiento anexo e incluso sobre su contexto histórico; es decir, suele apreciar e interesarse por la globalidad del conjunto (Castro y Museo) y no sólo los detalles anecdóticos o las piezas más o menos relevantes.

Sirva como paradigma significativo el ejemplo de algunas personas del medio rural en el que se inserta el Museo, que quedan literalmente atónitas ante herramientas y útiles que tienen unos 1.700 años de antigüedad y con los cuales se sienten identifi-

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cados, pues algunos han utilizado objetos o enseres muy similares, o, cuando menos, están dispuestos a asumir su importancia, valor e interés como Patrimonio cultural e histórico que se les muestra, estableciéndose así una conexión y comunicación entre su memoria y sus saberes (individuales o colectivos) y aquello que el Museo guarda y les presenta.

Más difícil es apreciar el nivel concreto de entendimiento de lo que ofrece el Museo, pues es obvio que hasta ahora no sabemos exactamente hasta que punto este público variado asimila y ordena mentalmente todo lo que ve. Nos consta que, en conjunto, el público entiende lo que se exhibe dentro y fuera del Museo gracias a la información escrita y gráfica que se ofrece (aparte de los conocimientos que traiga cada visitante de por sí), pero ciertas preguntas, dudas o consultas eventuales, aunque algunas con cierta iteración, pueden y deben servirnos para mejorar la presentación y la información que se da, algo que no siempre los museólogos (como los arqueó-logos y los comunicólogos...) estamos dispuestos a admitir fácilmente y/o a poner en práctica.

Otro factor que, como ya se comentaba antes, puede indicar que el Museo y su yacimiento anexo «funcionan» de cara al público es la repetición de las visitas por parte de las mismas personas, solas o acompañadas de otras. Aún considerando que hay un cierto porcentaje de gente que entiende, y practica, que hay que enseñar a los parientes o amigos de fuera el Patrimonio o las cosas que se estiman de interés en su comarca o lugar (mecanismo de difusión que actúa en todas partes), aquella repetición de las visitas se produce también con personas nativas y residentes (no foráneas de lejos ni en situación de paso), e incluso se constata con cierta frecuencia que hay muchos escolares que, después de haber visitado el conjunto de Viladonga en grupo con su centro, inducen o «arrastran» posteriormente a su familia y/o amigos a hacer la misma visita, algo que resulta harto gratificante para los responsables y también para el personal del Museo (parte fundamental en su expresión pública), sobre todo porque cada vez, y siempre dentro de unos parámetros relativos, es más habitual y frecuente.

Así pues, el Castro y el Museo de Viladonga intenta llegar a toda clase de público de un modo comunicativo y didáctico, sean visitantes escolares, familiares o de otra clase y, también por supuesto, turístico, sin que ningún bloque prime excesivamente sobre los otros, aunque sea el papel más puramente educativo el que quizás absorba más tiempo y energías del personal de la instalación. Con los datos que tenemos y que tratamos de resumir en las líneas anteriores, creemos que aquel objetivo se va consiguiendo en buena medida. Existen limitaciones y condicionamientos, que en algún caso y de modo general corresponden al propio tipo y carácter del Museo, y en otros se deben a problemas, errores o carencias varias, pero lo cierto es que el funcionamiento de este conjunto patrimonial de cara a la generalidad del público es

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cabal y globalmente muy positivo, y además así es apreciado por los mismos visitan-tes, que en muchos casos llegan a entender el trabajo que hay detrás de las vitrinas («entre bastidores» como recordaba el lema del ICOM hace unos años). También es importante señalar que estos aspectos positivos no vienen dados exclusivamente por el número de visitas, lo cual, por otra parte y como insistíamos antes, ya sabemos que hay que calibrar con varios factores tanto estructurales como, tantas veces, externos y ajenos a los propios Museos, y en este caso a sus yacimientos anexos.

Pero se debe aceptar por todos, instancias político-administrativas por un lado y empresas e iniciativas privadas por otro, que conservar, documentar y transmitir el Patrimonio que guardan los Museos, y en nuestro caso el que tienen bajo su de-pendencia, tiene que ser algo estrechamente interaccionado, de manera estable y a unos niveles mínimos que garanticen el cumplimiento de las funciones que las leyes encomiendan a los museos o que señalan para el Patrimonio Cultural en general y para el Arqueológico en particular, y si no es así, que alguien se atreva a suprimir de aquellas leyes estos centros, o a declarar los yacimientos como simples máquinas de consumo para turistas.

El Museo arqueológico del Castro de Viladonga, que nació para complementar decisivamente una función socio-cultural y educativa del propio yacimiento, trata de cumplir sus fines como tal Museo (es decir, conservador, científico y didáctico-co-municativo), del modo más cabal y completo posible. Los más de 222.000 visitantes recibidos en estos quince años de vida cara al público desde su apertura en 1986 (mien-tras son casi unos 300.000 en el Castro), parecen dar fe de que se está en el camino adecuado, con las limitaciones de las que somos conscientes, y con las mejoras que siempre se podrán acometer. Con todo, creemos que hoy constituye el único ejemplo en Galicia de conservación y puesta en valor de un bien arqueológico por medio de la integración y conjugación de un yacimiento, presentado como ruina consolidada, y un museo propiamente dicho, que ofrece un discurso riguroso y al mismo tiempo con una clara orientación didáctica y comunicadora.

En la estrategia de difusión de nuestra acción cultural, y no sólo puramente museística y arqueológica, se ha tenido en cuenta su ubicación en el medio natural circundante, a cierta distancia de entidades de población importantes pero a la vez muy accesible desde éstas, características que, por un lado, contribuyen a su singula-rización frente a otras alternativas culturales de su entorno, y por otro, le facilitan el acceso a muchos sectores sociales.

La actividad difusora se basa en prestar la atención debida a diversos factores y aspectos entre los que baste recordar aquí solamente algunos: 1) una adecuada señalización en la red de carreteras que complemente la información disponible en oficinas de turismo, agencias de viajes, establecimientos hosteleros cercanos, etc.; 2) una

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presencia lo más constante posible en las “agendas” de los medios de comunicación, en publicaciones muy variadas en el ámbito del Patrimonio Cultural, Turismo Rural y viajes, así como en los programas culturales de las distintas televisiones (incluidas las locales); 3) la elaboración y difusión de una página Web propia e interactiva, con la colaboración de una ejemplar Asociación de Amigos como más abajo se insistirá; 4) el mantenimiento de un horario de apertura del Museo de, al menos, nueve horas ininterrumpidas de lunes a domingo (once en verano); 5) la creación y posterior actualización periódica de unos programas de acción didáctica (de tres niveles esco-lares) que buscan motivar la visita e incrementar el rendimiento educativo y cultural de la misma; 6) la cooperación en la producción de material divulgativo en diversos formatos (vídeo, diapositivas, postales y fotografías, etc.) en colaboración con otras instituciones y con asociaciones culturales; 7) la existencia de una infraestructura propia de publicaciones, tanto en su formato tradicional (Boletín Croa) como en edición electrónica (e-Castrexo en la Web), ambas en estrecha colaboración con la Asociación de Amigos del Museo; 8) una atención constante a la buena organización, funcionamiento y actualización (en la medida de los posible) de todos los servicios como Biblioteca, Conservación, Documentación, Difusión, etc., promocionando también la participación del personal técnico y auxiliar en todo tipo de proyectos y actividades relacionadas con el Patrimonio Cultural; 9) la realización de exposiciones temporales con un decidido carácter itinerante para favorecer la presencia del Castro de Viladonga en ámbitos tanto urbanos como rurales (de Galicia o de fuera de ella), y en ambientes tanto académicos o cultos como de tipo turístico, comercial, etc. (Fig. 6); y 10) la colaboración e intercambio con otras instituciones culturales, facilitando

Fig. 6. Exposición temporal «25 años de trabajos arqueológicos en el Castro de Viladonga» (1996).

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la presencia de sus fondos en exposiciones de terceros, prestando su cooperación a iniciativas de asociaciones culturales, tanto abriendo sus instalaciones para alguna de sus actividades como aprovechando el Museo y el Castro para el inicio y de desarro-llo de itinerarios culturales (las rutas de senderismo del río Azúmara y del Monte da Escrita nos ofrecen un buen ejemplo).

Aún siendo conscientes de que hoy pueda parecer una utopía, también estamos seguros que son muchas las potencialidades de Castro Ventosa para desarrollar todas estas actividades, e incluso muchas otras, nucleándolas bien sea en un futuro museo de sitio, en cualquier otra figura jurídico-administrativa (y cultural) que se arbitre, o bien en el propio Museo Municipal ya existente, claro está que convenientemente dotado de medios técnicos y personales, actualizado y promocionado.

El Museo y el Castro de Viladonga en Internet (www.aaviladonga.es)En estos dos últimos años, la Asociación de Amigos de Viladonga consideró

oportuno apostar por la utilización de las nuevas tecnologías para coadyuvar en las labores de difusión y promoción del Castro y del Museo, que mencionábamos en el apartado anterior.

Aprovechando la colaboración de profesionales afectos al Museo (en particular de Enrique Montenegro, vicepresidente de la Asociación de Amigos), se acometió la elaboración con medios propios de una página o sitio Web estructurada en varios apartados, que sirviese para dar a conocer en este ámbito el Castro, el Museo y la propia Asociación. El objetivo fundamental era acercarse a un público de cualquier procedencia y situación, conscientes del auge creciente de este medio de comuni-cación electrónico, promoviendo así su conocimiento y, por supuesto, su posible visita ya que no se trató nunca de substituir ésta por la simple contemplación en Internet.

Visto el “éxito” que, de modo casi inmediato, se consiguió, aún teniendo en cuenta que se trata de un mundo nuevo donde las coordenadas espacio-temporales se mueven a una velocidad vertiginosa, se estimó factible ampliar aquellos primeros objetivos de difusión y divulgación cultural, intentando cubrir otros de carácter más especializado y científico. Así, se elaboró una publicación electrónica de tema castrexo (de época prerromana y galaico-romana), denominada precisamente e-Castrexo, para que sirviese de intercambio de informaciones y conocimientos sobre esta larga etapa histórica gallega. En principio, se optó por recoger los artículos relacionados con el Castro de Viladonga y publicados en el Boletín CROA, pero muy pronto el ámbito se abrió también a otras aportaciones y áreas de la Cultura Castrexa en su conjunto, además de ofrecer enlaces con otros sitios Web del mismo tema e interés.

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Los resultados obtenidos hasta ahora son tan positivos que exigen continuamente la actualización, ampliación y mejora de esta oferta cultural a través de los medios internautas. Todo esto, tratándose de un Museo de sitio arqueológico y una Asociación de Amigos que no pertenecen al medio urbano, lo que agranda aquel “éxito” y, lo que es más importante, se refleja en la divulgación, en el conocimiento y en la utilización de este conjunto patrimonial de Viladonga.

Quizás es en este apartado de las llamadas nuevas tecnologías donde el campo de acción para Castro Ventosa puede estar especialmente abierto. Un sitio Web accesible e inteligible, atractivo e interactivo, completo en la medida de lo posible, y actualizado permanentemente puede ser una solución a corto plazo para la promoción y difusión (y por ende su protección) de tan singular yacimiento, lógicamente sin perjuicio de ir acometiendo actuaciones sobre el Patrimonio arqueológico real, que hoy día tantas veces es preterido, olvidado y deturpado frente al Patrimonio “virtual”, actualmente quizás más potenciado y “globalizado” pero desde luego menos verdadero y, sobre todo, que no debe eximir a nadie, y menos a ninguna institución pública, del deber legal y moral que tenemos de transmitir adecuadamente el Patrimonio Cultural, físico y real, que recibimos de nuestros mayores y que identifica a cada comunidad social, sea esta la comarca de A Terra Chá lucense, Galicia o el Bierzo.

El citado abanico de actuaciones garantiza una notable presencia del Museo del Castro de Viladonga en el universo comunicacional, con el objetivo de llegar al espectro de público más numeroso y diversificado posible, pero incidiendo de modo especial en tres grandes bloques: la población de la comarca en que se encuentra el Museo (incluyendo Lugo capital), los estudiantes de cualquier nivel educativo y, en fin, un extenso grupo de personas interesadas en una oferta cultural de calidad (incluyendo el llamado turismo cultural). Para todos ellos se ha diseñado un plan museológico que es destacado a todos los niveles por su carácter didáctico y comunicativo, y por la creación de un ambiente agradable y ameno (sin caer en lo excesivamente lúdico o facilmente“divertido”) de modo que invite e incite a conocer y disfrutar, y por ende a proteger, el Patrimonio Cultural y Natural de su entorno.

En definitiva, Viladonga se esfuerza por contribuir a la promoción y el desarro-llo cultural de la sociedad a la que sirve, a través de la conservación, investigación, difusión y exhibición (científica, didáctica y estética) de sus colecciones y, también, del yacimiento anexo que lo motiva y que es su razón de ser. Con esta tarea y con los medios y acciones brevemente expuestas aquí, procura coadyuvar a la recuperación y transmisión de nuestra memoria histórica para el resto de los ciudadanos, sean indígenas o foráneos. Una tarea en la cual la más que notable proporción de satisfechos y hasta de “adictos” (los que vuelven y traen consigo a más gente), nos ayuda a mantener la

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ilusión por ofrecer un trabajo bien hecho y por seguir esforzándonos en conseguir, por un lado, dar lo que algunos esperan al llegar a Viladonga, y, por otro, sorprender a quienes no se imaginan lo que un Castro y su Museo monográfico pueden ofrecer a la hora de la promoción socio-cultural, educativa y, también, turística.

Bibliografía (N.B.- Se recoge de modo selectivo la bibliografía básica sobre Viladonga -Castro

y Museo-, que contiene a su vez todos los títulos anteriores y complementarios; para Castro Ventosa nos remitimos a todo lo aportado por otros autores en este mismo volumen)

- F. ARIAS VILAS (1997 a): “El Castro de Viladonga (Lugo): 25 años de Inves-tigación y Patrimonio cultural”, Estudios Bercianos, nº 23, marzo 1997, p. 18-31.

- F. ARIAS VILAS (1997 b): “El Castro de Viladonga y su Museo monográfico”, Restauración y Rehabilitación (Madrid), nº 11, diciembre 1997, p. 56-64.

- F. ARIAS VILAS (1997 c): “Comunicación, difusión e didáctica. O caso do Museo do Castro de Viladonga (Lugo)”, Xornadas sobre Administracións Autonómicas e Museos (Santiago de Compostela 1996), Santiago de Compostela 1997, p. 227-253.

- F. ARIAS VILAS (1997 d): “Os museos de sitio arqueolóxico: un intento de revisión crítica”, El Museo de Pontevedra, LI, 1997, p.293-322.

- F. ARIAS VILAS (1999): “Sitios musealizados y museos de sitio: notas sobre dos modos de utilización del Patrimonio Arqueológico”, Museo (APME), 4, 1999, p. 39-57.

- F. ARIAS VILAS / MªC. DURÁN FUENTES (1996): Museo do Castro de Vila-donga (Castro de Rei, Lugo), (Xunta de Galicia), Santiago de Compostela 1996.

- F. ARIAS VILAS / E. MONTENEGRO RÚA (1999): “O Castro de Viladonga en Internet: obxectivos resultados”, Actas das III Xornadas ANABAD-Galicia, Ferrol 1999, p. 445-452.

- F. ARIAS VILAS / J.C. LLANA RODRÍGUEZ (e.p.): “El Castro de Vila-donga (Lugo). El uso cultural y turístico de un yacimiento arqueológico y su museo monográfico”, I Jornadas de Turismo Científico e Patrimonio Cultural (2002), Meda - Vale do Cõa, Coimbra 2003, p. 78-95.

- CROA. Boletín da Asociación de Amigos do Museo do Castro de Viladonga (revista anual desde 1991, véanse los índices).

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INDICE

Introducción .......................................................................................................... 9

I. CASTRO VENTOSA EN LA HISTORIA ......................................................... 11 - Notas sobre las etapas de la cultura Castreña en el Bierzo .............. 13

- Intervención arqueológica en Castro Ventosa: limpieza de las murallas de 1988 ................................................................................ 35

- Análisis de un conjunto de materiales arqueológicos pro- cedentes del Castro de la Ventosa (El Bierzo - León) ....................... 49

- Campaña de excavaciones arqueológicas en «La Edrada» 2002 .................................................................................... 63

- Las Vías romanas de Asturia: Arterias para la explotación de la minería del oro ............................................................................... 83

- La Vía Nova romana, un gran itinerario cultural a través de la antigua Galleicia-Asturia ...............................................................105

- El decurso de la Vía Nova .................................................................. 115

- Castro Ventosa en la Edad Media ..................................................... 131

- La Edad Moderna en el Castro de la Ventosa. La Puerta del Sol y la Puerta del Viento. Dos puertas para el mayor Castro del Noroeste. .............................................................................153

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II. CASTRO VENTOSA: PROPUESTA DE INTERVENCIÓN EN UNA ZONA ARQUEOLÓGICA DE EL BIERZO. .............................................................163

- Documentación del área de protección del yacimiento de Castro Ventosa .......................................................................................165

- Bergidum - Castro Ventosa: Elogio de una zona arqueo- lógica de El Bierzo ............................................................................... 173

- La restauración de los lienzos de la muralla ..................................... 189

- Geología y geomorfología del área regional de «Castro Ventosa» (Cacabelos - León). Materiales constructivos utilizados en el recinto amurallado romano. Formaciones y canteras de extracción ...................................................................... 195

- Intervención arqueológica en el perímetro murado de Castro Ventosa (Cacabelos, León), 2001. ......................................... 203

- El proyecto de puesta en valor del Castro Ventosa ........................ 227

III. PUESTA EN VALOR DEL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO ...................... 231

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- Adecuación de yacimientos arqueológicos en Castilla y León .......................................................................................233

- Museos y arqueología: sobre una pareja de hecho .......................... 247

- El Castro de Viladonga (Lugo) como paradigma de asentamiento Castreño-romano: La potencialidad Socio-Cultural y Educativa de un yacimiento arqueológico y su Museo anexo ................................................................................. 261

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