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La Biblia en el Carmelo femenino: la obra de María de San José (Salazar) María Pilar Mañero Sorolla, Universidad de Barcelona La conocida historia contada por Diego de Yepes en su Vida, virtudes y milagros de la Bienaventurada Virgen Teresa de Jesús, coreada luego por una tradición en torno a la formación cultural de Santa Teresa, ha proyectado un incidente famoso, aunque seguramente apócrifo, acaecido en el locutorio del Carmen descalzo de Toledo en 1577, en que Teresa de Jesús rechazó a una postulante que deseaba traer 'su' Biblia al Carmelo y que más tarde tuvo que habérselas con la Inquisición. 1 '¿A Biblia hija?' le preguntó Santa Teresa, acaso intuyendo ya la suerte de la desdichada. 'No vengáis acá que no tenemos necesidad de vos ni de vuestra Biblia que no sabemos más que hilar y hacer lo que nos manden'. Para juzgar el hecho, si es que, en realidad, se produjo, y entender las palabras y actitud de Teresa de Jesús, que tanto han despistado en la valoración de su conocimiento y decantación hacia las Sagradas Escrituras, habría que considerar, por supuesto, la ya desvelada estrategia en torno a la acción y la palabra de 'hilar' empleada como autorrepresentación femenina apropiada a las monjas de la Descalcez, en el consenso intuido por la fundadora en relación a la mentalidad y, por ende, espectativas de los superiores varones, no exclusivamente carmelitas, a los que las religiosas estaban sujetas, y universo masculino en el que forzosamente había de insertarse, en el siglo XVI (y aun ahora mismo), una orden femenina como la teresiana. Pero, muy especialmente, habría de tenerse en cuenta, además, el contexto desfavorable de prohibición y de sospecha en torno a las Sagradas Escrituras y literatura derivada de la Biblia en lengua vulgar, en el que nace y se desarrolla la reforma descalza; medida que afectaba, primordialmente, al círculo de iletrados ignorantes del latín: en definitiva, el círculo al que pertenecían la mayoría de las mujeres, incluidas las descalzas y la misma Santa Teresa. Estas circunstancias, evidentemente negativas, en una orden femenina en la que no abundaron en un principio (ni posteriormente) las religiosas doctas, no implicaba, en cambio, que, de puertas para adentro, no precisamente en el locutorio, sino en la intimidad del espacio y de la vida conventual de la clausura, velada al mundo y a los propios superiores, no se diese en un Carmen fundado por Teresa de Jesús, un clima, una atmósfera y aun un conocimiento bíblico; en parte arraigado y potenciado por la fundadora; en mucho consustancial a los propios orígenes de la orden de la Virgen del Carmen, y que no consiguieron minar ni el clima y la atmósfera general externa desfavorable, ni las prescripciones inquisitoriales de los sucesivos índices.

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La Biblia en el Carmelo femenino: la obrade María de San José (Salazar)

María Pilar Mañero Sorolla, Universidad de Barcelona

La conocida historia contada por Diego de Yepes en su Vida, virtudes ymilagros de la Bienaventurada Virgen Teresa de Jesús, coreada luego poruna tradición en torno a la formación cultural de Santa Teresa, haproyectado un incidente famoso, aunque seguramente apócrifo, acaecidoen el locutorio del Carmen descalzo de Toledo en 1577, en que Teresa deJesús rechazó a una postulante que deseaba traer 'su' Biblia al Carmelo yque más tarde tuvo que habérselas con la Inquisición.1 '¿A Biblia hija?' lepreguntó Santa Teresa, acaso intuyendo ya la suerte de la desdichada.'No vengáis acá que no tenemos necesidad de vos ni de vuestra Bibliaque no sabemos más que hilar y hacer lo que nos manden'.

Para juzgar el hecho, si es que, en realidad, se produjo, y entender laspalabras y actitud de Teresa de Jesús, que tanto han despistado en la valoraciónde su conocimiento y decantación hacia las Sagradas Escrituras, habría queconsiderar, por supuesto, la ya desvelada estrategia en torno a la acción y lapalabra de 'hilar' empleada como autorrepresentación femenina apropiadaa las monjas de la Descalcez, en el consenso intuido por la fundadora enrelación a la mentalidad y, por ende, espectativas de los superiores varones,no exclusivamente carmelitas, a los que las religiosas estaban sujetas, yuniverso masculino en el que forzosamente había de insertarse, en el sigloXVI (y aun ahora mismo), una orden femenina como la teresiana. Pero,muy especialmente, habría de tenerse en cuenta, además, el contextodesfavorable de prohibición y de sospecha en torno a las Sagradas Escriturasy literatura derivada de la Biblia en lengua vulgar, en el que nace y se desarrollala reforma descalza; medida que afectaba, primordialmente, al círculo deiletrados ignorantes del latín: en definitiva, el círculo al que pertenecían lamayoría de las mujeres, incluidas las descalzas y la misma Santa Teresa.

Estas circunstancias, evidentemente negativas, en una orden femenina enla que no abundaron en un principio (ni posteriormente) las religiosas doctas,no implicaba, en cambio, que, de puertas para adentro, no precisamente enel locutorio, sino en la intimidad del espacio y de la vida conventual de laclausura, velada al mundo y a los propios superiores, no se diese en unCarmen fundado por Teresa de Jesús, un clima, una atmósfera y aun unconocimiento bíblico; en parte arraigado y potenciado por la fundadora;en mucho consustancial a los propios orígenes de la orden de la Virgen delCarmen, y que no consiguieron minar ni el clima y la atmósfera generalexterna desfavorable, ni las prescripciones inquisitoriales de los sucesivosíndices.

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Más que ninguna otra orden en occidente, la del Carmen estabaorientada hacia la palabra divina porque la caraterística esencial en ellaera la plegaria, emanada de la Biblia, constante y perpetua por la oraciónindividual y el oficio común, extremadamente orientalizado según laantigua liturgia del Santo Sepulcro.2 Pues los carmelitas, desde antiguo,poseyeron misal propio, codificado por el general Sibert de la Beka en1312, que facilitaba las primeras páginas de cada libro bíblico y de unritual que propendía a la memorización de gran parte de las SagradasEscrituras, recitadas en las diversas horas canónicas y que no sólo informósino moldeó, poéticamente, la memoria de las religiosas.3 También,cotidianamente, excepción hecha de las grandes fiestas, se debía añadiral oficio del día el Pequeño oficio de la Virgen que además circulaba encastellano incluido en los Libros de horas y que, en el Carmen femenino,se constituyó en vehículo de conocimiento del Cantar de los Cantares, almenos de manera fragmentaria.

Como carmelita primitiva del Carmen reformado, profesa en elconvento de Malagón, recién fundado en 1572, María de San José (1548-1603) se conformó en las normas establecidas en la Descalcez por SantaTeresa y sufrió con ella y, a veces, por ella la atmósfera de desconfianza,represión y misoginia creciente en la lucha por la reconquista del poder ydel control religioso por parte de la clase sacerdotal, en lo que en muchoscasos acabó derivando un programa de unificación de la doctrina cristiana,del culto y de revisión y fijación de las Sagradas Escrituras por parte de laIglesia.4 Su experiencia de oración y meditación en relación a la Bibliafue, en puridad, semejante a la de Santa Teresa y como ésta buscó en lostextos sagrados su personal reforma espiritual y, sin lugar a dudas, supropia inspiración literaria. Pero la llamada 'monja letrera' por la mismafundadora contaba al entrar en el Carmen femenino con una formacióncultural insólita y superior a las descalzas de su tiempo, en gran parteresultado del también diferente estrato social del que procedía en relacióna las distintas monjas del Carmelo reformado.

María de San José se había criado en el palacio de Doña Luisa de laCerda, uno de los círculos más refinados e influyentes de la todavía Toledoimperial, en donde, en 1562, a la edad de 13 años, había conocido aSanta Teresa, en la primera visita de la por entonces monja de laEncarnación abulense a la llamada Casa de Mesa. Educada en lo quepudiéramos calificar como de pequeña corte, en calidad de deuda opariente de los duques de Medinaceli, María de San José había recibidouna cultura esmerada, preponderantemente clásica, llegando a dominarel latín y a conocer el francés. Sus gustos y aficiones parecen orientarse,ya desde esa época, hacia la literatura y la espiritualidad, consecuenciabastante lógica ambas del clima que ofrecía el palacio de Doña Luisa, sitenemos en cuenta que, por tradición familiar la Casa de Medinaceli,como la del Infantado, a la que igualmente se hallaba vinculada la de laCerda, y acaso ella misma, habían destacado en el quehacer y transmisión

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de las letras hispanas y permanecido abiertas a las nuevas corrientesreligiosas reformísticas.

Ignoramos qué Biblia pudo leer María de Salazar en el palacio toledanoen donde se educó, ni si poseyó algún ejemplar que, ella sí, llevara alCarmelo. Tampoco los conventos por los que pasó a lo largo de suexistencia como descalza, Malagón, Sevilla, Lisboa y Cuerva, conservanlibros ni catálogos de los tiempos en que vivió en ellos como simplemonja o ilustre priora. Las Crónicas portuguesas, que nos proporcionangran parte de las noticias que poseemos sobre su vida y su obra, nos ladescriben en el momento de dejar Lisboa, desterrada, en pose sublimadade retrato canónico, con la emblemática capa blanca del Carmen y 'unbreviario' por todo equipaje.5 Pero nada de lo poquísimo que llevó aCuerva se conservó en ese convento.

La estrecha relación que María de San José mantuvo con JerónimoGracián, superior, confesor, mentor y, sobre todo, alma gemela: amistadmás dilatada y recíproca que la mantenida con Santa Teresa, invita asuponer que de él recibiría dirección espiritual, magisterio e intercambiointelectual, más que cierto. En gran medida, a pesar de la acquiescenciaal programa de regulación, que no siempre represión, emprendido por laIglesia en lo que se refiere a Sagradas Escrituras, Gracián mantuvo en elCarmen, aunque sospecho que no indiscriminadamente, la veta humanay tolerante aprendida en la casa paterna, que tan bien cuadraba con laformación clásica de María de San José y que, en la línea de Vives yErasmo, defendía no sólo el acceso de la mujer a la Biblia, sino querecomendaba edificar su educación superior, humana y religiosa, a partirde ella.6 María de San José, por su parte, cumplía, gracias a su esmeradaeducación, los ideales elitistas del humanismo: su saber lingüístico leposibilitaba el acceso a la lectura directa de la Biblia en lengua latina,aunque, por ser mujer, fuese teóricamente excluida de su interpretaciónradical, reservada a la Iglesia, representada por la casta sacerdotal de losteólogos. Gracián fue en este sentido, como en otros, magnífico mentore interlocutor. En definitiva, en palacio o en el claustro, por las razonesapuntadas, María de San José pudo tener acceso a la Vulgata latina deGutenberg o a cualquiera de las traducidas que, menos probablemente,también pudo leer Santa Teresa; pues, en realidad, si bien es cierto que elConcilio de Trento había declarado la necesidad de corregir la antiguaVulgata recogiendo las enmiendas de Valla y Erasmo, la Iglesia no presentóuna versión oficial hasta la aparición de la Biblia Clementina de 1590,que también pudo conocer. Del mismo modo que, por las peculiaridadesapuntadas, manejaría, sucesivamente, los dos breviarios oficiales delCarmen, aunque los apreciara distintamente.

No se puede aquí detallar, por ser dilatada, la serie completa de lascitas y referencias bíblicas de la Madre María que, además de entenderlos textos latinos, había leído la Escritura en su totalidad. La mayoría delas referencias bíblicas de su obra están realizadas con la libertad de las

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transcripciones de entonces y se introducen como apoyatura a lasargumentaciones del discurso de la carmelita. En ocasiones con exactitud,como sucede, generalmente, con los Salmos: 'Cuan suave es el señor',repetidos, a veces, automáticamente, como jaculatoria o maldición, side los Salmos pasamos a las Lamentaciones de Jeremías: 'Maldito sea elhombre que confía en el hombre'.7 A menudo como comparación oejemplo del asunto que se está contando: 'y se persuada que no está elnegocio del buen gobierno sólo en hacerse las subditas a la condición dela prelada; antes me atrevo a decir que sola la prelada se ha de hacer a lacondición de las subditas, que así lo hacía el glorioso apóstol San Pablo,que con el triste se hacía triste y con todos se acomodaba', inserto, muysignificativamente, en Consejos que da una priora} Otras veces, glosandosu mensaje e introduciéndolo en la propia narración de hechos presentes,lo cual denota un gran conocimiento de las Escrituras, perfectamenteasimiladas y actualizadas a la situación que quiere destacar: 'Habémonosembarcado con Cristo en la navecilla,' dice refiriéndose a Matth, 8, 23-27 en Carta de una pobre y presa descalza, 'hase de levantar tempestad yaunque el Señor duerme y parece que nos vamos anegando, Su Magestadrecordará a tiempo, y nos librará'.9 Desde luego, no falta la paráfrasislibre a los textos sagrados reservada al Cantar de los Cantares, quemerecería estudio aparte, y que María de San José realiza en su poesía,verdadero eslabón hacia San Juan de la Cruz: '¡Ay, ay, Amado mío! ¿Quéte has hecho?/ ¿No te duele el clamor de mi gemido?/ Viendo mi corazónpor tí deshecho,/ y siendo tú la causa, que has herido/ con un terriblegolpe el tierno pecho,/ ¿por qué huyes de mi y te has escondido?';10 perotambién, y especialmente, en Ramillete de Mirra: a semejanza del procederde Santa Teresa en sus Meditaciones y con el subido sensualismo de lainspiración bíblica, que potenciaba la exégesis de la tradición monásticaa la que tenemos que adscribirla, María de San José, partiendo de unverso del comienzo del Cantar, que da título a su obra, 'Ramillete demirra es mi amado para mí; pondrele entre mis pechos', desarrollalibremente su comentario, atendiendo una meta discursiva propia.'' Enella va insertando otras referencias bíblicas para llegar al propósitotemático que le interesa y le afecta: el Breve Salvatoris de 1591, la historiadolorosa de una causa perdida, pues estamos ya en 1595, fecha de posibleconclusión de la obra.

Naturalmente, las referencias al Cantar son numerosas, como lo son alAntiguo Testamento, en general, más citado que el Nuevo, pues María deSan José realiza distintas referencias a 20 libros que, de nuevo, refrendanun conocimiento amplio de las Escrituras, aunque, como Santa Teresa,se decante, preponderantemente, por los Salmos, libro que registra elmayor índice de frecuencia, y los Proverbios, después del Cantar. En elNuevo Testamento, sus preferencias se inclinan, otra vez coincidiendocon Teresa de Jesús, por los Evangelios, y mayormente, por las Epístolasde San Pablo. Decantación esta última que, conocido el peculiar humor

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de la monja bachillera, ya pudiera obedecer, a la vez que a una necesidaddoctrinal, a una cortés réplica a la paulina ley del silencio femenino,coadyuvada en su transgresión por la misma palabra del santo.12

Reparemos que la polémica iniciada por Santa Teresa en Camino deperfección en torno a la reivindicación del derecho femenino a la vidaespiritual plena y libre y de la apología de la mujer orante, en un contextoen el que sigue prevaleciendo la antigua tradición misógina, se retomaen el Libro de Recreaciones en relación a la Biblia, pues recomendacióndivina fue dada a la fundadora de que las mujeres 'no sigan por sola unaparte de la Escritura, que miren otras'; especialmente, se entiende, aquellasque contradigan las palabras de Pablo y la tradición misógina, reverdecidaentonces por el ideario de Melchor Cano." María de San José, que noignora 'que es grande atrevimiento y cosa prohibida para mujeres ponertea explicar la escritura y tratar de ella', declina el magisterio, pero no elconocimiento de los libros sagrados; ni la conversación sobre el temacon las mujeres y en defensa de las mujeres, que habríamos de entendercomo dialéctica, pues nos movemos en la ficción de un diálogo en libertady desenfado entre religiosas.14

Abordando con diplomacia, pero con valentía, un problema espinoso,las apoyaturas de su argumentación serán justamente evangélicas yapologéticas de las mujeres del Evangelio, en cuya ejemplaridad pasadaescudará una subversión presente. A ellas Cristo, viene a sostener Maríade San José, no sólo confió su amor y sus secretos inescrutables sino lamisión de ser apóstolas de los propios hombres: 'En favor de las mujereshace aquella benignidad de nuestro dulce Maestro, que no se desdeñó deestar en un muy largo y alto coloquio con la Samaritana, sufriéndole elSeñor que ella se metiese en averiguar cuál era el lugar propio para adorara Dios, enseñándola Su Majestad y haciéndola divulgadora de su palabra.También sabemos que [a] la Magdalena y a las demás Marías revelóprimero el misterio altísimo de su Resurrección y mandó lo denunciasena sus hermanos. De suerte que no hay para qué nos excluyan del trato ycomunicación con Dios, ni nos quiten que no contemos sus grandezas yqueramos saber lo enseñado; y aquí está el freno para las atrevidas. Digoque hablemos y sepamos lo enseñado, no que enseñemos'.15

Pero, a diferencia de Santa Teresa que, en este y otros sentidos, pareciósiempre necesitar a los religiosos varones y aleccionaba a sus monjas,incluida su 'letrera', a someterse a los confesores y directores espirituales,María de San José muestra en sus escritos mayor libertad, cuando nofranco despego. No se le escapa el misterio encerrado en las Escrituras'de cuyo abismo de ciencia nace todo' (son sus palabras) pero sus librosno traslucen angustia o dependencia de los teólogos a los que se les permite'escudriñar los misterios'.16 La 'obediencia' afectuosa y cortés dispensadaa Gracián en el 'Prólogo' de sus Recreaciones viene contrastada por eldesdén manifestado hacia otros clérigos, a los que juzga como hombresignorantes y ciegos y a los que replicará, valiéndose de su pluma y de las

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Sagradas Escrituras como fuente de inspiración y documentación. En sulucha, su figura bíblica predilecta es la de Débora, mujer audaz, defensorade su pueblo, al que sirvió, incluso estimulando el coraje de los hombres.Su imagen valerosa y sus palabras: 'Nueva manera de batalla ha elegidoel Señor', le sirven para aleccionar a sus monjas hacia el martirio activocontra los 'superiores herejes', que tiene poco que ver con la humildadgazmoña y calculada que le enfada e irrita.17

Esta predilección reiterada por el Antiguo Testamento que María deSan José refleja en su obra podría ser motivo de reflexión y especulación.En realidad, la preponderancia de las citas del Antiguo Testamento en losescritos religiosos de los cristianos de occidente se hallaba en la línea dela exégesis monástica medieval a la que los carmelitas primitivos estabanadscritos por tradición. María de San José en su obra, replicandoamigablemente al propio Gracián que, paralelamente, está escribiendosu Historia de las Fundaciones, redacta la Historia del Carmelo primitivoa la luz de las Antiguas Escrituras. Justo para enseñar a los que no sabeny recordar a los que olvidan el origen de una orden. La opción no esgratuita, y aunque pueda parecer alarde de erudición bíblica, viene aincidir en el momento que la Descalcez, en torno al capítulo de Lisboade 1585, toma perspectivas funestas, que dolorosamente se confirmaránmás tarde, y se desecha por 'otros guisados' el rito jerosolimitanoincluyendo el 'Oficio de la Virgen' que la monja bachillera, fiel guardadorade las antiguas tradiciones, evoca con nostalgia."1 Pero, con todo, en esaimportante avanzada del cristianismo hacia el judaismo que traza, no sele escapa la analogía positiva existente entre otras religiones antiguasque conoce y así no tiene inconveniente en presentar concomitancias decristianos y gentiles a la luz de usos y creencias de la religión greco-romana: sobrepasando, en este sentido, el pensamiento de Santa Teresa;preanunciando, en cambio, el ecumenismo de Sor Juana Inés de la Cruz."

NOTAS

1 Diego de Yepes, Vida, virtudes y milagros de la Bienaventurada VirgenTeresa de Jesús (Madrid, 1587; repr. Buenos Aires: Emecé, 1946). Véase,a este respecto, Francisco de Santa María, Reforma de Descalzos (Madrid,1644), lib. 2, cap.XXV.

2 En relación a este tema ver el todavía imprescindible estudio de J. Vilnet,Bible et Mystique chez Saint Jean de la Croix, Etudes carmélitaines (Bruges:Desclée De Brouwer, 1947), pp.9 y ss.

•' Véase R.P.B. Zimmermann, 'L'Ordinal de l'Ordre de N.D. du MontCarmel par Sibert de Beka', Bibliothéque liturgique, 13 (Paris: Picard,1910), pp.43-73.

4 Para la vida de María de San José, véase mi artículo 'Exilios y destierrosen la vida y en la obra de María de Salazar', in Actas del Vil Simposio de

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la Sociedad Española de Literatura General y Comparada, Universidadde Barcelona/ Real Academia de Buenas Letras, 6-8 octubre de 1988(Madrid: 1616, 1988-89), pp.51-59.Véase Melchior de Santa Ana, Chronica de Carmelitas Descalgos particulardo Reyno de Portugal (Lisboa, 1657), vol. I, lib. 1, caps. 24-34; lib. II,caps. 4-5, 8-10, 22, 25 y 35-36.Interesante semblanza y copiosa documentación sobre la familia Gracián-Dantisco nos ofrece Margarita Monrreale en su 'Introducción' al GalateoEspañol de Lucas Gracián (Madrid: CSIC, 1968), pp.4-17.Ps. 33, 9. Libro de Recreaciones, en Simeón de la Sagrada Familia (ed.),Escritos Espirituales (Roma, 1979); Je. 17, 5. Ramillete de Mirra, p.329.1 Cor, 9, 21 y Rom 12, 15, en Escritos espirituales, p.250.Escritos espirituales, p.276.Ibid., p.498. Pero véase en este punto mi estudio 'La poesía de María deSan José (Salazar)', en Lou Charnon-Deutsch (ed.), Estudios sobre escritorashispánicas en honor de Georgina Sabat-Rivers (Madrid: Castalia, 1992),pp.200 y ss. y 217 y ss..Cantar 1, 1, Escritos espirituales, p.283.Ti. 2, 9 ; Co. 1, 14-34.Códice de Valladolid, edición, de Tomás de la Cruz (Roma: Teresianum,1965), I, 68.Libro de Recreaciones, p.142.Jo. 4, 7-42, Matth. 28, 7-8; Libro de Recreaciones, p.143; Consejos queda una priora, p.249.Libro de Recreaciones, p.144; Ju. 5, 8; Libro de Recreaciones, p.48.Libro de Recreaciones, p.127.Instrucción de Novicias, p.476.Libro de Recreaciones, p.106.