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Adolfo – Benjamin Constant Cap. I: «…timidez, ese sufrimiento interior que nos persigue hasta en la edad más avanzada, que hace retroceder en nuestro corazón las impresiones más profundas, que hiela nuestras palabras, que desfigura en nuestra boca todo lo que intentamos decir y no nos permite expresarnos sino con palabras vagas o con una ironía más o menos amarga, como si quisiéramos vengar en nuestros propios sentimientos el dolor que nos produce la imposibilidad de revelarlos.» Cap. II: «No suele uno percatarse hasta qué honduras, en la primera juventud, impresionan palabras de esta naturaleza y cuánto, a una edad en que todas las opiniones son aún dudosas y vacilantes, los niños se asombran al ver contradecir, en chistes que aplaude todo el mundo, las reglas de conducta que se les ha dado. Tales reglas ya no son a sus ojos más que fórmulas vulgares que sus padres convinieron en repetirles por mero cumplido ante la propia consciencia, y las bromas les parecen entrañar el verdadero secreto de la vida.» Cap. III: «El amor suple los largos recuerdos por una especie de magia. Todos los demás afectos tienen necesidad del pasado: el amor crea, como por encanto, un pasado en que nos envuelve; nos da, por decirlo así, la consciencia de haber vivido, durante años, con un ser que poco antes nos era casi desconocido. El amor no es más que un punto luminoso, y, sin embargo, parece apoderarse del tiempo. Poco ha no existía, pronto ya no existirá; pero mientras existe, irradia su claridad sobre la época que le ha precedido, como sobre la que ha de sucederle.» Cap. IV: «Encanto del amor, ¿quién podría pintarte? Esa persuasión de que hemos encontrado al ser que la naturaleza nos había destinado; esa luz que súbitamente se derrama sobre la vida, de la cual parece explicarnos el misterio; ese valor desconocido que damos a las menores circunstancias; esas

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Page 1: Adolfo

Adolfo – Benjamin Constant

Cap. I:«…timidez, ese sufrimiento interior que nos persigue hasta en la edad más avanzada, que hace retroceder en nuestro corazón las impresiones más profundas, que hiela nuestras palabras, que desfigura en nuestra boca todo lo que intentamos decir y no nos permite expresarnos sino con palabras vagas o con una ironía más o menos amarga, como si quisiéramos vengar en nuestros propios sentimientos el dolor que nos produce la imposibilidad de revelarlos.»

Cap. II:«No suele uno percatarse hasta qué honduras, en la primera juventud, impresionan palabras de esta naturaleza y cuánto, a una edad en que todas las opiniones son aún dudosas y vacilantes, los niños se asombran al ver contradecir, en chistes que aplaude todo el mundo, las reglas de conducta que se les ha dado. Tales reglas ya no son a sus ojos más que fórmulas vulgares que sus padres convinieron en repetirles por mero cumplido ante la propia consciencia, y las bromas les parecen entrañar el verdadero secreto de la vida.»

Cap. III:«El amor suple los largos recuerdos por una especie de magia. Todos los demás afectos tienen necesidad del pasado: el amor crea, como por encanto, un pasado en que nos envuelve; nos da, por decirlo así, la consciencia de haber vivido, durante años, con un ser que poco antes nos era casi desconocido. El amor no es más que un punto luminoso, y, sin embargo, parece apoderarse del tiempo. Poco ha no existía, pronto ya no existirá; pero mientras existe, irradia su claridad sobre la época que le ha precedido, como sobre la que ha de sucederle.»

Cap. IV:«Encanto del amor, ¿quién podría pintarte? Esa persuasión de que hemos encontrado al ser que la naturaleza nos había destinado; esa luz que súbitamente se derrama sobre la vida, de la cual parece explicarnos el misterio; ese valor desconocido que damos a las menores circunstancias; esas horas rápidas, cuyos pormenores escapan al recuerdo por su dulzura misma y no dejan en nuestra alma sino una larga estela de felicidad; esa alegría retozona que se mezcla a veces, sin causa, a un estremecimiento habitual; tanto placer en la presencia, y en la ausencia tanta esperanza; ese desprendimiento de todos los cuidados vulgares, esa superioridad sobre todo lo que nos rodea, esa certidumbre de que en adelante nadie puede con nuestra vida; esa inteligencia mutua que adivina cada pensamiento y responde a cada emoción… ¡encanto del amor, quien te ha saboreado no sabría describirte!»

«Leonor constituía sin duda para mi existencia un vivo placer, pero no era ya una meta, sino un lazo.»

«El diálogo había tomado un sesgo tempestuoso. […] La escena se hizo violenta. Prorrumpimos en reproches mutuos. […] Hablando así, vi su rostro repentinamente cubierto de lágrimas: me detuve, me volví atrás, me retracté, me expliqué. Nos besamos; pero se había producido el primer golpe, la primera barrera había sido franqueada. Ambos habíamos pronunciado palabras irreparables: podíamos callarnos,

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pero no olvidarlas. Hay cosas que no se dicen en mucho tiempo, pero que, una vez expresadas, no cesan jamás de repetirse.»

Cap. VI:«…encerré en mi corazón los menores signos de descontento y todos los recursos de mi espíritu fueron empleados en crearme una alegría artificial que velase mi profunda tristeza. Este trabajo causó en mí un efecto inesperado. Somos criaturas tan variables, que acabamos por experimentar los sentimientos que fingimos. Las penas que ocultaba las olvidé en parte. Mis perpetuas chirigotas disipaban mi melancolía; y las promesas de cariño que prodigaba a Leonor, expandían en mi corazón una emoción dulce muy parecida al amor.»

«Yo le hablé de mi situación […] de mi propio deseo […] Leonor se mostró inconmovible. Quise despertar su generosidad, como si el amor no fuese de todos los sentimientos el más egoísta y, por consiguiente, cuando está herido, el menos generoso.»

Cap. VIII:«…el secreto que ella me acusaba de ocultarle; ávida de engañarse a sí misma, buscaba un hecho donde no existía más que un sentimiento.»

Cap. IX:«Tal duplicidad estaba muy lejos de mi natural; mas el hombre se pervierte desde el instante que tiene en su corazón un solo pensamiento que se ve obligado constantemente a disimular.»

RESPUESTA:«Las circunstancias son poca cosa, el carácter lo es todo; es inútil romper con los objetos y los seres exteriores, no es posible romper consigo mismo.»