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Psicología Evolutiva II P. Dr. Aitor Esteban, U.C.T. Tema IV: La adultez tardía Fac. de Psicología, Ciclo 05 ADULTEZ TARDIA Si bien el estudio de la problemática de la vejez puede rastrearse hasta los primeros pensadores de la humanidad, es relativamente reciente la investigación científica del proceso del envejecimiento, asi como también el desarrollo en medicina y psicología de las especialidades de gerontología y psicogerontología respectivamente. En efecto, la psico- gerontología o la psicología evolutiva de la vejez (también llamada senectud) se desarrolló prácticamente a partir de la década del 60. En la ciencia médica la geriatría o medicina gerontológica es una disciplina que cobró impulso con posteriorídad a la segunda guerra mundial, con la consolidación de las llamadas "sociedades de bienestar y del consumo" de los países desarrollados, por el aumento de la longevidad. En un primer momento, la medicina privilegió el estudio de la niñez, ante las altas tasas de mortalidad infantil y la escasa población anciana. Pero la existencia de servicìos de gerontología y de una política sanitaria para las personas ancíanas, que son tan o más vulnerables que los niños a las afecciones fisicas y psicológicas, recién se crearon y definieron en los últimos treinta años; ya que la población anciana alcanzó porcentajes significativos en la estructura demográfica mundial y, se prolongó progresiva- mente la esperanza de vida. Es importante tener en cuenta que la expectativa de vida de la población mundial se fue incrementando a medida que progresaron las condiciones sanitarias (p.ej. con la penicilina), educativas y económicas. En la actualidad en los países de mayor desarrollo el incremento en términos relativos de la población de ancianos se debe no sólo a la mayor esperanza de vida, como consecuencia de las mejores condiciones sociales y sanitarias, sino fundamentalmente por la disminución de la tasa de de natalidad. En esta relación entre tasas de natalidad y envejecimiento de la población podemos señalar que en 1900 la población mayor de 65 años era de aproximadamente un 1% y los menores de 5 años representaban el 12%. 50 años después (1950) los ancianos pasaron a ser el 6% de la población y los menores el 10%. En 1990 la espe- ranza de vida en el Perú era de 69 años para los hombres y 73 para las mujeres. En el 2012 aumentó a 79 para ambos. Es importante también considerar que en los países más desarrollados, dado el incremento de la población anciana, se ha producido un fenómeno migratorio en búsqueda de climas más benignos (templados o cálidos). Peláez en un informe sobre envejecimiento y salud en América Latina y el Caribe, afirmó que en el año 2001, 42 millones de personas tenían 60 o más años de edad y para el 2025 serán 95 millones. En esta fecha, la población mayor de 80 años representará el 10% del grupo de los mayores de 60 años. El envejecimiento de la población mundial ha provocado una revolución demográfica, y empieza a cuestionar la viabilidad de los sistemas de pensiones tal como se han venido organizando hasta ahora. El alargamiento y mejora de las condiciones de vida juega también como un factor que relativiza de modo impor- tante nuestra idea de la vejez y que obliga a repensar las diversas etapas del ciclo vital. De ahí que ya se comience a hablar también de “cuarta edad” para diferenciarla de la anterior, situándola en el período, cada vez más extenso, de personas que superan los 80 años. La OMS sitúa la edad media entre 45-59, la edad avanzada entre 60-74, la ancianidad de 75-90. Pero se suele hablar de tercera edad a partir de los 65, y de cuarta edad a partir de los 80. 1.- LONGEVIDAD Y ENVEJEClMIENTO Como afirma Cavanaugh (2006), los factores genéticos y ambientales determinan en forma conjunta los años que se espera vivir, llamados longevidad. Los investigadores distinguen tres tipos de longevidad: - Esperanza de vida promedio (llamada también esperanza media de vida): es la edad en que la mitad de las personas nacidas en un año determinado habrán de morir. - Esperanza de vida útil son los años que no se sufre enfermedad crónica ni deterioro. En teoría, corresponde exactamente a la duración de la vida. Sin embargo, la tecnología médica a veces permite vivir más tiempo, aunque no podamos realizar las actividades normales. Así pues, al tomar una decisión de tratamiento médico, empieza a darse prioridad a la esperanza de vida útil sobre el simple número de años que uno pueda vivír. - Esperanza máxima de vida es el límite de edad a que se llega. En la actualidad, los expertos estiman que es de unos 120 años, principalmente porque el corazón y otros órganos clave pueden vivir cierto número de años sin reposíción (Hayflick, 1998). 1.1. Factores -genéticos y ambíentales de la esperanza de vida Desde hace mucho, sabemos que las probabilidades de vivir largo tíempo crecen cuando se proviene de una familia de longevos (Haflíck, 1998), Los investigadores sospechan que, en gran medida, se debe a factores genéticos. Una interesantísima línea de investigación contemporánea -el Proyecto del genoma humano- trata de mapear todos los genes del ser humano. Esta investigación y sus aplicaciones en microbiología y genética conductual han aportado datos extraordinarios respecto al nexo de la genética con el envejecimiento y la enfermedad (Bergeman, 1997).

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Psicología Evolutiva II P. Dr. Aitor Esteban, U.C.T.

Tema IV: La adultez tardía Fac. de Psicología, Ciclo 05

ADULTEZ TARDIA

Si bien el estudio de la problemática de la vejez puede rastrearse hasta los primeros pensadores de la humanidad, es

relativamente reciente la investigación científica del proceso del envejecimiento, asi como también el desarrollo en

medicina y psicología de las especialidades de gerontología y psicogerontología respectivamente. En efecto, la psico-

gerontología o la psicología evolutiva de la vejez (también llamada senectud) se desarrolló prácticamente a partir de la

década del 60. En la ciencia médica la geriatría o medicina gerontológica es una disciplina que cobró impulso con

posteriorídad a la segunda guerra mundial, con la consolidación de las llamadas "sociedades de bienestar y del

consumo" de los países desarrollados, por el aumento de la longevidad. En un primer momento, la medicina privilegió

el estudio de la niñez, ante las altas tasas de mortalidad infantil y la escasa población anciana. Pero la existencia de

servicìos de gerontología y de una política sanitaria para las personas ancíanas, que son tan o más vulnerables que los

niños a las afecciones fisicas y psicológicas, recién se crearon y definieron en los últimos treinta años; ya que la

población anciana alcanzó porcentajes significativos en la estructura demográfica mundial y, se prolongó progresiva-

mente la esperanza de vida.

Es importante tener en cuenta que la expectativa de vida de la población mundial se fue

incrementando a medida que progresaron las condiciones sanitarias (p.ej. con la penicilina),

educativas y económicas. En la actualidad en los países de mayor desarrollo el incremento

en términos relativos de la población de ancianos se debe no sólo a la mayor esperanza de

vida, como consecuencia de las mejores condiciones sociales y sanitarias, sino

fundamentalmente por la disminución de la tasa de de natalidad. En esta relación entre tasas

de natalidad y envejecimiento de la población podemos señalar que en 1900 la población

mayor de 65 años era de aproximadamente un 1% y los menores de 5 años representaban el

12%. 50 años después (1950) los ancianos pasaron a ser el 6% de la población y los menores el 10%. En 1990 la espe-

ranza de vida en el Perú era de 69 años para los hombres y 73 para las mujeres. En el 2012 aumentó a 79 para ambos.

Es importante también considerar que en los países más desarrollados, dado el incremento de la población anciana,

se ha producido un fenómeno migratorio en búsqueda de climas más benignos (templados o cálidos). Peláez en un

informe sobre envejecimiento y salud en América Latina y el Caribe, afirmó que en el año 2001, 42 millones de

personas tenían 60 o más años de edad y para el 2025 serán 95 millones. En esta fecha, la población mayor de 80 años

representará el 10% del grupo de los mayores de 60 años. El envejecimiento de la población mundial ha provocado

una revolución demográfica, y empieza a cuestionar la viabilidad de los sistemas de pensiones tal como se han venido

organizando hasta ahora.

El alargamiento y mejora de las condiciones de vida juega también como un factor que relativiza de modo impor-

tante nuestra idea de la vejez y que obliga a repensar las diversas etapas del ciclo vital. De ahí que ya se comience a

hablar también de “cuarta edad” para diferenciarla de la anterior, situándola en el período, cada vez más extenso, de

personas que superan los 80 años. La OMS sitúa la edad media entre 45-59, la edad avanzada entre 60-74, la

ancianidad de 75-90. Pero se suele hablar de tercera edad a partir de los 65, y de cuarta edad a partir de los 80.

1.- LONGEVIDAD Y ENVEJEClMIENTO

Como afirma Cavanaugh (2006), los factores genéticos y ambientales determinan en forma conjunta los años que se

espera vivir, llamados longevidad. Los investigadores distinguen tres tipos de longevidad:

- Esperanza de vida promedio (llamada también esperanza media de vida): es la edad en que la mitad de las

personas nacidas en un año determinado habrán de morir.

- Esperanza de vida útil son los años que no se sufre enfermedad crónica ni deterioro. En teoría, corresponde

exactamente a la duración de la vida. Sin embargo, la tecnología médica a veces permite vivir más tiempo,

aunque no podamos realizar las actividades normales. Así pues, al tomar una decisión de tratamiento médico,

empieza a darse prioridad a la esperanza de vida útil sobre el simple número de años que uno pueda vivír.

- Esperanza máxima de vida es el límite de edad a que se llega. En la actualidad, los expertos estiman que es de

unos 120 años, principalmente porque el corazón y otros órganos clave pueden vivir cierto número de años sin

reposíción (Hayflick, 1998).

1.1. Factores -genéticos y ambíentales de la esperanza de vida

Desde hace mucho, sabemos que las probabilidades de vivir largo tíempo crecen cuando se proviene de una familia

de longevos (Haflíck, 1998), Los investigadores sospechan que, en gran medida, se debe a factores genéticos. Una

interesantísima línea de investigación contemporánea -el Proyecto del genoma humano- trata de mapear todos los

genes del ser humano. Esta investigación y sus aplicaciones en microbiología y genética conductual han aportado

datos extraordinarios respecto al nexo de la genética con el envejecimiento y la enfermedad (Bergeman, 1997).

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Incluso se intenta tratar las enfemedades genéticas implantando los genes "correctos", con la esperanza de que se

reproduzcan y acaben exterminando a los defectuosos.

Gracias a esos trabajos se empieza a descubrir que un numero creciente de personas viven 100 o más años. Por

ejemplo, Perls (1995) demostró que, en gran parte, la eficacia con que se enfrenten las enfermedades en la vejez

depende de los factores genéticos. Los muy ancianos son sanos porque tienen un alto umbral ante la enfermedad, y

muestran índices más bajos de avance de los padecimientos que los que contraen problemas crónicos a edad más

temprana y mueren antes.

La herencia es un factor esencial de la longevidad, pero también los factores ambientales influyen en el ciclo vital

(Bergeman, 1997: Hayflick, 1998). Algunos factores ambientales son evidentes: enfermedades, toxinas, estilos de vida

y clase social figuran entre los más destacados. Las enfermedades (la enfermedad cardíovascular y la enfermedad de

Alzheimer) y los problemas de los estilos de vida (tabaquismo y ejercicio son objeto de una atención esmerada por

parte de los investigadores. Las toxinas ambientales, procedentes principalmente de la contaminación (del aire y del

agua), constituyen un problema permanente. Así, las toxinas de los peces, las bacterias, las sustancias químicas

carcinógenas, en el agua potable y los contaminantes transportados por el aire son los principales agentes que acortan

la longevidad.

La clase social influye en la longevidad limitando el acceso a los bienes y servicios, sobre todo a la atención

médica: esto se observa especialmente entre los grupos étnicos minoritarios, entre los pobres y los adultos mayores

(National Center of Health Statistics, 1999, 2001). La mayoría tiene un seguro de cobertura reducida o ninguno, y

muchos no pueden pagar un estilo de vida más sano. Así, el envenenamiento por plomo en las tuberías viejas, la

contaminación ambiental y agua potable de mala calidad constituyen un problema serio en grandes zonas urbanas,

pero muchos simplemente no cuentan con recursos para cambiarse.

La forma en que los factores ambientales inciden en la esperanza promedio de vida va cambiando con el tiempo.

Por ejemplo, el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA) se convirtió en un factor durante la década de los

ochenta del siglo pasado y sigue matando a millones de personas en todo el mundo. Por el contrario, el impacto de las

enfermedades cardiovasculares ha venido disminuyendo un poco al decrecer sus índices.

La parte triste de casi todos los factores ambientales es que nosotros somos los responsables. Las consecuencias de

negar una buena atención médica, de seguir contaminando el ambiente, de no atacar las causas de la pobreza tienen

consecuencias innegables: acortan innecesariamente la vida, aumentan muchísimo el costo de la atención médica.

1.2. Teorías biológicas del envejecimlento

¿Por que todos los que viven una larga vida envejecen y mueren finalmente?

Hasta la fecha no hay una respuesta absoluta, aunque varias teorias complemen-

tarias ofrecen en conjunto algunas ideas (Cristofalo et al., 1999). Hay cuatro

grandes grupos de teorias biológicas del envejecimiento.

1. La teoría de deterioro y desgaste propone que el cuerpo, igual que cualquier

máquina, se deteriora gradualmente hasta que termina por desgastarse

totalmente. Explica bastante bien algunas enfermedades como la osteoartritis. Por largos años de uso de las

articulaciones se desgasta el cartílago que las recubre, ocasionando dolor y rigidez. Pero esta teoria no explica tan

bien otros muchos aspectos del envejecimiento (Hayflick, 1998).

2. Las teorias celulares explican el envejecimiento concentrándose en los procesos que ocurren dentro de las células

y que pueden hacer que se acumulen sustancias nocivas o que las células se deterioren con una larga vida.

Una familia de teorías se centra en el nivel celular para explicar las causas del envejecimiento. Para una de ellas, el

número de veces que las células corporales pueden dividirse impone un límite al ciclo vital de un organismo

complejo. Este proceso es esencial para equilibrar la muerte programada de células inútiles o potencialmente peli-

grosas y mantener el funcionamiento apropiado de órganos y sistemas. Las células cultivadas en el laboratorio

pasan por un número fijo de divisiones antes de morir; el número de las divisiones disminuye según la edad del

organismo donador; a este fenómeno se le llama límite de HayfIick, en honor a su descubridor, Leonard Hayflick

(1996). Este está genéticamente controlado. Existe un límite biológico al ciclo de vida de las células humanas, que

Hayflick estimó en 110 años.

¿A qué se debe que el número de divisiones sea limitado en el adulto? La evidencia indica que los extremos de los

cromosomas, llamados telómeros, cumplen una función importante. La enzima telomerasa se necesita en la repli-

cación del ADN para reproducir totalmente los telómeros. Pero con cada replícacíón se acortan, pues normalmente

las células no contienen telomerasa. Con el tiempo, los cromosomas se vuelven inestables y no logran replicarse

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porque los telómeros son demasiado cortos (Hayflick, 1998). Según algunos investigadores, en algunos casos las

células cancerosas proliferan con tanta rapidez, que activan la telomerasa; en otras palabras, pueden lograr la in-

mortalidad funcional y apoderarse del sistema orgánico (Mera, 1998)

Otras teorías celulares ponen de relieve los efectos destructivos que ciertas sustancias tienen en el funcionamiento

celular. P.ej. la teoría de los radicales libres (átomos o moléculas inestables y sumamente reactivos que pueden

causar daño corporal interno). Sus defensores piensan que el daño celular que deteriora el funcionamiento se debe a

los radicales libres, sustancias químicas producidas de manera aleatoria durante el metabolismo celular normal, que

se une con facilidad a otras sustancias del interior de la célula. El envejecimiento se debe a los efectos acumulados

de los radicales libres durante el ciclo vital. Intervienen en algunas enfermedades como la arteriosclerosis y el

cáncer. La formación de los radicales libres puede prevenirse mediante los antioxidantes. Se sabe que adminis-

trando antioxidantes, como las vitaminas A, C y E se reduce la aparición de enfermedades relacionadas con la

edad; pero no está comprobado que aumente la longevidad promedio (Cristofalo et al., 1999)

Otra teoría celular se centra en el enlace cruzado, en que algunas proteínas interactúan al azar con determinados

tejidos celulares, entre ellos los músculos y las arterias. El tejido elástico se endurece a causa del enlace; asi que

con el tiempo músculos y arterias serán menos flexibles. Los resultados pueden ser serios en algunos casos; por

ejemplo, el endurecimiento del músculo cardiaco obliga al corazón a trabajar más y esto, a su vez, aumenta el

riesgo de ataques cardíacos. Aunque sabemos que estas sustancias se acumulan, hay poca evidencia de que el

enlace cruzado cause algunos aspectos del envejecimiento (Hayflick, 1998).

3. Las teorias metabólicas se centran en algunos aspectos del metabolismo corporal para explicar el envecimiento.

Dos procesos importantes son la ingestión de calorías y el estrés. Se sabe que quienes limitan las calorías que

ingieren, en una dieta bien balanceda, viven más largo tiempo y sufren menos enfermedades. Asi, los habitantes de

Okinawua, que consumen apenas 60% de la dieta japonesa normal, tienen 40 veces más personas de 100 años, y la

incidencia de enfermedad cardiovascular, de diabetes y cáncer es la mitad que en el resto de Japón (Monezunski

1991). Aún no se comprueba si el tipo de dieta (bajo en grasas) o el número de calorías son el secreto.

Según otra variante de la teoria metabólica, disminuye la capacidad del sistema regulatorio hormonal para adaptar-

se al estrés (Finch y Seeman, 1999). Muchas investigaciones indican que los adultos jóvenes toleran niveles más

altos de estrés que los adultos mayores (Wintbourne, 1999) Es posible que la muerte se deba a que el organismo ya

no logra adaptarse al estrés (Flyflick, 1998)

4. Las teorías de la muerte celular programada establecen que el envejecimiento es un proceso genéticamente

programado. Es una posibilidad que va cobrando fuerza conforme la explosión del conocimiento de la genética

humana prosigue desvelando los secretos del código genético. Aún cuando la muerte celular parezca aleatoria, hoy

los investigadores creen que puede formar parte de un programa genético maestro (Bergeman, 1997; Cristofalo et

al., 1999; Hayflick, 1998). La muerte celular programada sería una función de los procesos fisiológicos, de la capa-

cidad innata de las células para autodestruirse y de la capacidad de las moribundas para desencadenar procesos

básicos en otras. En el momento actual, desconocemos cómo se activa el programa autodestructor y su funciona-

miento. Pese a ello, el conocimienio de la muerte celular programada es indispensable para entender cómo los

genes y los procesos fisiológicos interactúan con los factores psicológicos y socioculturales para causar el enveje-

címiento (Bergeman, 1997).

Por ejemplo, se sabe que la osteoartritis (Chartes, 1998), las alteraciones de las células cerebrales (Martin, 1998), la

enfermedad de Alzheimer (Woodruff-Pak y Papka, 1999), ciertos tipos de memoria (Johansson et al., 1999), la

personalidad (Bouchard, 1997) tienen fundamentos genéticos básicos. A medida que prosigue la investigación

genética, es muy probable que obtengamos algunas respuestas fascinantes a la pregunta: ¿por qué envejecemos?

Otras teorías son:

* Teoria inmunológica

La declinación programada en las funciones del sistema inmunológico conduce a

una mayor vulnerabilidad a las enfermedades infecciosas y por ende al envejeci-

miento y la muerte.

** Teoria autoinmune

Los sisternas inmunológiços se confunden y atacan sus propias células corporales.

2- CAMBIOS FÍSICOS

¿Cómo afecta el enveiecimiento el funcionamiento físico? Siguiendo a Papalia (Papalia, Wendkos, Duskin, 2005),

algunos cambios físicos, por lo regular asociados con el envejecimiento, son obvios para un observador casual. La pìel

más vieja tiende a palidecer, se llena de manchas y pierde elastícídad, y a medida que se reducen la grasa y los

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músculos, la piel se arruga. Las venas varicosas de las piernas se hacen má comunes. El cabello de la cabeza se vuelve

blanco y se adelgaza y el vello corporal se torna más escaso. Los ancianos pierden estatura a medida que se atrofian

los discos entre las vértebras espinales, y la postura encorvada los hace parecer incluso más pequeños. El adelgaza-

miento de los huesos puede causar una "joroba" en la parte trasera del cuello, en especial en las mujeres con osteo-

porosis. Además, la composicìón química de los huesos cambia, creando así un mayor riesgo de fracturas.

Son menos visibles los cambios que afectan los órganos internos y los sistemas corporales es decir, el cerebro y el

funcionamiento sensorial, motor y sexual.

2.1. Cambios orgánicos y sistémicos

Los cambios en el funcìonamiento orgánico y sistémico son sumamente varíables entre

individuos y dentro de éstos. Algunos sistemas corporales declinan con rapidez, otros lo hacen

dificilmente. El envejecimiento, junto con el estrés crónico, deprimen el funcionamiento

inmunológico, haciendo a la gente vieja más susceptible a los resfriados, la neumonia y otras

infecciones respiratorias (Kiecolt-Glaser y Glaser, 2001) y menos probable el protegerse de ellas (Koivula, Sten y

Makela, 1999). Por otro lado, el sistema digestivo permanece relativamente eficiente. Entre los cambios más serios se

encuentran los que afectan el corazón. Su ritmo tiende a hacerse más lento e irregular, a su alrededor se acumulan

depósitos de grasa que interfieren con su funcionamiento, y la presión sanguínea a menudo aumenta.

Otro cambio importante que afecta la salud es la declinación en la capacidad de reserva (o reserva órganica):

capacidad de los órganos y sistemas corporales de realizar entre cuatro a diez veces más esfuerzo de lo usual bajo

condiciones de estrés. Con la edad, los niveles de reserva tienden a caer y muchos ancianos no logran responder a las

demandas físicas adicionales con tanta rapidez o eficiencia como antes.

Sin embargo muchos ancianos normales y saludables rara vez advierten cambíos en el funcionamiento sistémico.

Muchas actividades no requieren un desempeño máximo para poder dísfrutarse y ser productivas. Al establecer su

propio ritmo, la mayoría de los ancianos hacen lo que necesítan y desean.

2.2. El envejecimiento del cerebro

En los ancianos normales y saludables los cambios en el cerebro por lo general son modestos, e implican poca

diferencia en el funcionamiento (Kemper, 1994). Después de los 30 años, el cerebro pierde peso, al principio

ligeramente, luego con mayor rapidez, hasta que, a los 90 años, quizás haya perdido hasta 10 por cíento de su peso.

Esta disminución de peso se atribuye a la pérdida de neuronas (células nerviosas) en la corteza cerebral, la parte del

cerebro que maneja las tareas cognoscitivas. La nueva investigación sugiere que la causa no es una reduccíón generali-

zada en el número de neuronas, sino más bien un encogimiento en el tamaño neuronal, debido a la pérdida de tejido

conectivo: axones, dendritas y sinapsís. Este encogimiento empieza temprano y avanza con mayor rapidez en la

corteza frontal, la cual es importante para la memoria y el funcionamiento cognoscitivo de alto nível (West,1996;

Wickelgrer, 1996). La formación de lesiones en la materia blanca de los axones afecta el desempeño cognoscitivo.

Los cambios en el cerebro varían de manera considerable de una persona a otra (Lreary et al ., 2003; Selkoe, 1991,

1992). Ciertas estructuras cerebrales, incluyendo la corteza cerebral, se encogen con mayor rapidez en los hombres

que en las mujeres (Coffey et al„ 1998). La atrofia cortical también ocurre más rápido en la gente con menor educa-

ción (Coffey, Saxton, Ratcliff, Bryan y Lucke, 1999). Se ha sugerido que la educación o factores relacionados -como

el ingreso elevado o la menor probabilidad de discapacidad- incrementan la capacidad, tanto de reserva del cerebro,

como para tolerar efectos potencialmente perjudiciales del envejecimiento (Friedland, 1993; Satz. 1993). El ejercicio

aeróbico hace más lenta la pérdida de tejido cerebral (Colcombe et al., 2003). En las ratas, una dieta rica en frutas y

vegetales retarda o revierte declinaciones relacionados con la edad en la función cerebral (Galli, Shukitt-Hale,Youdim

y Joseph, 2002).

Junto con la pérdida de materia cerebral, viene el hecho de que las respuestas se hacen

gradualmente más lentas, lo que empieza en la edad madura. Como se verá, el hecho de que el

sistema nervioso central se haga más lento afecta no sólo la coordinación física, sino también la

cognición.

No todos los cambios en el cerebro son destructivos. Los investigadores han descubierto que los

cerebros de ancia-nos producen nuevas células nerviosas, algo que se pensaba imposible.

Asimismo. la evidencia ha encontrado división celular en una sección del hipocampo, una parte del cerebro implicada

en el aprendizaje y la memorìa (Erìksson et al., 1998). En ratones adultos, esas células hipocampales de generación

reciente maduraron en neuronas funcionales (Van Praag et al., 2002). Esos descubrimientos generan la esperanza de

que los científicos logren encontrar, con el tiempo, la manera de usar el potencial restaurador del cerebro para curar

trastornos como la enfermedad de Alzheimer.

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2.3. Funcionamiento sensorial y psicomotor

Aunque algunos ancianos experimentan declinación aguda en el funcionamiento sensorial y psícomotor, otros

encuentran que su vida diaria prácticamente no cambia. Los deterioros tienden a ser más severos entre los viejos de

edad avanzada. Los problemas visuales y auditivos pueden privarlos de actividades, relaciones sociales e

independencia, y los deterioros motores pueden limitar las actividades cotidianas. Las nuevas tecnologías, como la

cirugía correctiva para las cataratas, los aparatos para mejorar la audición, o los implantes cocleares para corregir la

pérdida auditiva, ayudan a muchos ancianos a evitar las lìmitaciones sensoriales. Además, los inventores están

rediseñando el ambiente físico para satisfacer las necesidades de la población que que envejece.

a) Visión

Dos importantes cambios estructurales ocurren en el ojo. Uno es la disminución de la luz que pasa por él, de modo

que se necesita más luz para realizar actividades coma la lectura. Una respuesta lógica a este cambio consistiría en

aumentar los niveles de iluminación. Pero no siempre es una buena solución, porque también nos volvemos más

sensibles al resplandor (Whitbourne, 1999). Además, aminora la capacidad de ajustarnos (adaptación) a los cambios

de iluminación. Estos cambios son especialmente importantes para los canductores ancíanos, a quienes les cuesta

mucho ver después de quedar deslumbrados por los faros de un automóvil que viene de frente.

Las otras alteraciones estructurales se refieren al cristalino. Con la edad se torna más amarillo, disminuyendo la

discriminación de colores en el extremo del espectro correspondiente a verde-azul-violeta; su capacidad de ajustarse y

enfocar disminuye a medida que los músculos circundantes se endurecen (Fozard y Gordon-Salant, 2001). También

esto plantea un serio problema al manejar. Los conductores dirigen constantemente su atención del tablero de instru-

mento a otros vehículos y a los letreros de la carretera; los ancianos pueden perder información importante porque

tardan más en reenfocar.

Aparte de estos cambios estructurales normativos, existen enfermedades causadas por los cambios estructurales

anormales. Primero, las manchas opacas llamadas cataratas aparecen en el cristalino y esto limita la luz transmitida.

Las cataratas se tratan mediante la extirpación quirúrgica y el uso de lentes correctivos. Segundo, el fluido de los ojos

quizá no drene adecuadamente, provocando así gran presión; este problema, llamado glaucoma, es el daño irreversible

al nervio óptico causado por el aumento de la presión en el ojo; si no se trata, puede ocasionar ceguera. Es un trastorno

muy común en la adultez intermedia y tardía; suele tratarse con gotas.

La segunda gran familia de cambios en la visión proviene de las alteraciones de la retina. Ésta recubre aproximada-

mente dos terceras partes del interior del ojo. En ella se encuentran los receptores especializados de la vísión: conos y

bastones, concentrados en la parte central llamada mácula. Con los años aumenta la probabilidad de que degenere la

mácula (Fozard y Gordon-Salant, 2001). La degeneración consiste en que los receptores se destruyen en forma progre-

siva e irreversible por causas diversas. El problema se debe a que se pierde la capacidad de percibír detalles; p.ej., la

lectura se vuelve extremadamente difícil y la televisión a menudo se reduce a un borrón.

Una segunda enfermedad retìniana relacionada con la edad es consecuencia de la diabetes. Esta se acompaña de un

envejecimiento acelerado de las arterías, y la ceguera es uno de los efectos secundaríos más graves. La retinopatía

diabética, nombre con que se le conoce, puede consistir en retención de líquido en la mácula, en desprendimiento de la

retina, en hemorragia y en aneurismas, que es la alteración de la arteria retinal (Fozard y Gordon-Salant, 2001). Como

tarda muchos años en desarrollarse, es más común entre quienes empiezan a sufrir diabetes temprano en su vida.

El efecto combinado de las alteraciones estructurales del ojo crea otros tipos de cambíos. Primero, la capacidad para

captar detalles y discriminar diversos patrones visuales, llamada agudeza visual, disminuye constantemente entre los

20 y 60 años, apreciándose después un deterioro más rápido. La pérdida de agudeza se advierte sobre todo cuando los

niveles de luz son bajos (Fozard y Gordon-Salant, 2001).

b) Audición.

La pérdída del oído es uno de los cambios normativos más frecuentes en la senectud

(Whitbourne, 1999). El ruido fuerte es el principal enemigo de la audicíón en

cualquier edad. Seguramente hemos visto a personas que trabajan en ambientes

ruidosos usar dispositivos protectores en los oídos, a fin de no estar expuestos a un

fuerte ruido durante largo tiempo. No conviene usar audífonos pues pueden causar un

serio daño, especialmente a alto volumen, por lo que deben evitarse. El daño se produce sobre todo cuando se usan

mientras se hace ejercicio: el aumento de flujo de la sangre hacia el oído hace que los receptores del estímulo sonoro

sean más vulnerables al daño.

Los efectos acumulativos del ruido, y los cambios normativos relacionados con la edad provocan el problema audi-

tivo más común: reducción de la sensíbilidad a tonos agudos, llamada presbíacusia, que es más severa que la pérdida

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de sensibilidad a los tonos bajos. Hace difícil escuchar lo que otra gente dice, en especial cuando existe la competen-

cia de ruido de la radio, la televísión o de varias personas hablando a la vez. La investigación indica que, entre los 70 y

80 años, aproximadamente la mitad de los adultos mayores la sufren. El daño suele ser mayor entre los varones que

entre las mujeres; esa variación puede deberse a la exposición diferencial a ambientes ruidosos. La pérdida auditiva

suele ser gradual al inicio, pero se acelera de los 40 a los 50 años.

Dado que la audición interviene de manera importante en la comunicación social, su pérdida progresiva puede tener

un efecto igualmente importante en el ajuste social. La sordera en la senectud puede provocar numerosas reacciones

emocionales negativas: pérdida de independencia, aislamiento social, irritabilidad, paranoia y depresión. Muchas

investigaciones indican que la sordera por sí misma no causa desajuste social ni perturbación emocional. Pero los

amigos y los paríentes de una persona mayor le atríbuyen los cambios emocionales a este problema, que tensa la

calidad de las relaciones interpersonales (Whitbourne, 1996). En conclusión, la pérdída de audición quízá no afecte

directamente el autoconcepto de los adultos mayores ni sus emociones, pero sí puede hacerlo en su percepción de la

comunicación interpersonal. Si se canocen los problemas de sordera y la manera de superarlos, las personas sanas

pueden contribuir mucho a atenuar en lo posible los efectos que producen en la vida de los ancianos.

c) Gusto y olfato

Con frecuencia el gusto depende de lo que se puede oler. Las pérdidas de ambos sentidos

son una parte normal del envejecimiento, pero también pueden ser causadas por una amplia

variedad de enfermedades y medicamentos, por cirugía o por exposición a sustancias

nocivas en el ambiente.

Cuando la gente anciana se queja de que su comida ya no sabe bien, quizá sea porque

tiene menos papilas gustativas o porque los receptores del gusto no trabajan de manera

adecuada. También puede ser porque el bulbo olfatorio, el órgano en el cerebro que es responsable del sentido del

olfato, u otras estructuras cerebrales relacionadas están da-ñadas (Schiffman, 1997). La sensibilidad a los sabores

ácidos, salados y amargos resulta más afectada que la sensibilidad al dulce (Spitzer, 1988). Al parecer, las mujeres

retíenen los sentidos del gusto y el olfato mejor que los hombres (Ship y Weiffenbach, 1993).

d) Fortaleza, resistencia, eguilibrio y tiempo de reacción

Los ancianos tienen menos fortaleza de la que tuvieron y están limitados en actividades que requieren resistencia o

la habílidad para transportar cargas pesadas. Los adultos por lo general pierden alrededor de 10 a 20% de su fortaleza

a la edad de 70 años, en especial en los músculos de la parte inferior del cuerpo. La resistencia para caminar declina de

manera más consistente con la edad, en especial entre las mujeres, que otros aspectos físicos como la flexibilidad.

No obstante estas pérdidas son reversibles en buena medida. En estudios controlados con personas en sus sesenta a

sus noventa años, los programas de entrenamiento con pesas, potencia a resistencia que duraban de ocho semanas a

dos años, incrementaron la fuerza muscular, tamaño, movílidad, rapidez, resistencia y potencia de los músculos de las

piernas y la actividad física espontánea. Incluso la danza y el ejercicio aeróbico de bajo impacto e intensídad modera-

da incrementan la ínhalación máxima de oxígeno, la fuerza de los músculos de las piernas y el vigor.

Esta evidencia de plasticidad, o posibilidad de modificar el desempeño, es especialmente importante porque las

personas cuyos músculos se han atrofiado tienen mayor probabilidad de sufrir caídas y fracturas, y de necesitar ayuda

para las tareas de la vida cotidiana. Una razón de la susceptibilidad de los ancianos a las caídas es la menor

sensibilidad de las células receptoras que dan ínformación al cerebro acerca de la posición del cuerpo en el espacío, la

cual es necesaria para mantener el equilibrio. Los reflejos más lentos y la menor percepción de la profundidad también

contribuyen a la pérdída de equilibrio (Agency for Healthcare Research and Quality and CDC, 2002; Neporent, 1999).

A los ancianos les resulta más difícil que a los jovenes recuperarse cuando pierden su equilibrio. Muchas caídas y

fracturas se previenen al incrementar la fuerza muscular, el equilíbrio y la rapidez del andar, y al eliminar los peligros

que suelen encontrarse en el hogar.

Los ejercicios diseñados para mejorar el equilibrio ayudan a restablecer el cantrol corporal y la estabilidad de la

postura. La práctica china tradicional del taí chi es especialmente efectiva para mantener el equílibrio, la fuerza y la

capacidad aeróbica (Baer, 1997; Kutner. Barnhart, Wolf, McNeely y Xu, 1997; Lai, Lan, Wong y Teng,199S; Wolf et

al., 1996; Wolfson et al., 1996). El tiempo de respuesta, que por lo general se relaciona con cambios neurológicos,

también mejora con el entrenamiento. Los ancianos que utílizaron videojuegos durante 11 semanas empleando

"palancas de mando" y "botones disparadores" tuvieron tiempos de reacción más rápidos que un grupo

control sedentario (Dustman, Emnierson, Steinhaus, Shearer y Dustman, 1992).

2.4. Funcionamiento sexual.

El factor más importante para mantener el funcionamiento sexual es la actividad sexual constante a lo

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largo de los años. Un hombre saludable que ha sido sexualmente activo, por lo regular puede continuar alguna forma

de expresión sexual activa en sus setentas u ochentas. Las mujeres son fisiológicamente capaces de mantenerse

sexualmente activas mientras vivan; es probable que el principal impedimento para una vida sexual satisfactoria sea

la carencia de un compañero (Masters y Johnson, 1966, 1981).

En la edad adulta tardía el sexo es diferente de lo que era antes. A los hombres suele tomarles más tiempo

desarrollar una erección y eyacular; además, necesitan más estimulación manual y experimentan intervalos más largos

entre erecciones. La disfunción eréctil puede aumentar, pero a menudo es tratable (Bremner, Vitiello y Prinz, 1983).

La respiración entrecortada en las mujeres y los signos de excítación sexual son menos intensos que antes. La vagina

tiende a volverse menos flexìble y necesita lubricación artificial.

Sin embargo, muchos ancianos de ambos sexos disfrutan la expresión sexual (Bortz, Wallace y Wiley, 1999). En una

encuesta aplicada por correo a una muestra nacional de 1384 adultos de edad madura y ancianos, dos terceras partes

de los que tenían compañeros sexuales dìjeron que estaban satisfechos con su vida sexual (NFO Research Inc., 1999).

La expresión sexual seria más satisfactoria para la gente anciana si tanto los jóvenes como los viejos reconocen que es

normal y saludable. Por lo tanto, los arreglos de la vivienda y los cuidadores deben considerar las necesidades sexua-

les de la gente anciana. Por su parte, los medicos no deberían recetar medicamentos que interfieran con el funciona-

miento sexual y cuando uno de dichos medicamentos debe ser tomado, deberían alertar al paciente de sus efectos.

2.5. Problemas de salud

Hay unanimidad en los autores (Kail, Cavanaugh, 2006; Papalia, Wendkos,

Duskin, 2005) en que el estilo de vida puede aminorar el ríesgo de varias

enfermedades crónicas. La importancia de la promoción de la salud no disminuye

con la edad. Como veremos, influye en el sueño, en la alimentación y en el cáncer.

a) Sueño

Los adultos mayores sufren más problemas de insomnio que los más jóvenes (Bootzin et al., 1996). En comparación

con éstos, señalan que tardan aproximadamente el triple de tiempo en conciliar el sueño, que duermen menos en una

noche normal y que resienten más efectos negativos tras una noche de insomnio. Algunos de esos problemas se deben

a trastornos fisicos, a efectos secundarios de los medicamentos, a los de la cafeína y la nicotina, así como al estrés

(Bootzin et al., 1996). Los problemas de insomnio pueden alterar el ritmo circadiano, esto es, el ciclo de sueño-vigilia.

Las alteraciones causan a veces problemas de atención y de retención. La investigación revela que este tipo de trastor-

nos se corrige con una exposición bien cronometrada a la luz brillante (Terman, 1994).

b) Alimentación

Muchas personas ancíanas no comen tan bien como deberían. sea por la disminución de los sentidos del gusto y el

olfato, problemas dentales, dificultad para comprar y preparar los alimentos o un ingreso inadecuado. Muchos viven

solos y quizá no sientan deseos de preparar alimentos nutritivos para una sola persona. Los estudios han encontrado

evidencia de desnutrición o deficiencias dietéticas específicas en las dietas de muchos ancianos (Lamy, 1994; Ryan;

Craig y Finn, 1992), especialmente la falta de vitamina E, magnesio y calcio y el consumo excesivo de grasas (Voel-

ker, 1997).

La pérdida de dientes debido a las caries o a la periodontitis (enfermedad de las encías), que a menudo se atribuyen

al cuidado dental poco frecuente, tienen serias implicaciones para la nutrición. Ésta juega un importante papel en la

susceptibilidad a enfermedades crónicas como la arterosclerosis, la enfermedad cardiaca y la diabetes (Mohs, 1994).

Comer frutas y vegetales, en especial los que son ricos en vitamina C, cítricos y jugos, vegetales verdes frondosos,

brócoli, col, coliflor y col de bruselas, disminuye el riesgo de apoplejía (Joshipura et al., 1999). La deficiencia de

vitamina D incrementa el riesgo de sufrír fractura de cadera (LeBoff et al, 1999).

c) Cáncer

Los exámenes para detectar el cáncer son uno de los medios más eficaces para conservar la salud. Muchas veces se

trata simplemente de los que se realizan en un consultorio médico (estudios para diagnosticar cáncer de colon), en el

hogar (exploración manual de los senos); exámenes de sangre (para detectar el cáncer de próstata) o radiografias

(mamografías).

¿Por que son tan importantes esos exámenes? El riesgo de cáncer aumenta considerablemente con la edad (Frazer et

al., 1996). Todavia no se sabe bien por qué, pero los estilos de vida poco sanos (fumar y una dieta pobre), los factores

genéticos y la exposición a sustancias carcinógenas son importantes sin duda -aunque no explican en forma satisfac-

toria el aumento del riesgo (Frazer et al,, 1996). Las probabilidades de vida no pueden maximizarse si el cáncer no se

detecta a tiempo, incluso entre los adultos mayores (Segal, 1996). La detección temprana y los cambios del estilo de

vida irán cobrando mayor importancia, a medida que conozcan mejor las causas genéticas de algunos tipos de cáncer.

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d) Influencias en la salud

La actividad física, la nutrición y otros factores del estilo de vida influyen en la salud y la enferrnedad. Por ejemplo,

la obesidad afecta al sistema circulatorio, los riñones y el metabolismo del azúcar; por lo tanto, contribuye a trastornos

degenerativos y tiende a acortar la vida. Un estilo de vida más saludable permite que un número creciente de los

adultos jóvenes y de edad madura en la actualidad mantengan un alto nivel de funcionamiento físico hasta la vejez.

Un programa permanente de ejercicio previene muchos cambios físicos asociados con el envejecimiento normal. El

ejercicio regular fortalece el corazón y los pulmones y disminuye el estrés. Además, protege contra la hipertensión, el

endurecimiento de las arterias, la enfermedad cardiaca, la osteoporosis y la diabetes. Ayuda a mantener la velocidad,

el vigor, la fortaleza y la resistencia, y funciones básicas como la circulación y la respiración. También reduce la

posibilidad de lesiones al hacer más fuertes y flexibles las articulaciones y los músculos; ayuda a prevenir o aliviar el

dolor de la parte baja de la espalda y los síntomas de artritis. Al mejorar el estado de alerta mental y el desempeño

cognoscitivo, ayuda a aliviar la ansiedad y la depresíón ligera, y a menudo aumenta la moral. En la gente con

enfermedad pulmonar y artritis ayuda a mantener la independencia. La inactividad contribuye a enfermedades crónicas

importantes como la enfermedad cardíaca, la diabetes, el cáncer de colon y la alta presión sanguinea, asi como a la

obesidad (Agency for Healthcare Research and Quality, 2002).

3.- DESARROLLO COGNOSCITIVO

En el enfoque de desarrollo del ciclo de vida propuesto por Baltes, la edad trae

ganancias y pérdidas, según sea el área del desarrollo cognitivo que enfocamos.

3.1. Inteligencia y habilidades de procesamiento

¿Disminuye la inteligencia en la edad adulta tardía? La respuesta depende de qué

habilidades se estén midiendo y cómo (Papalia, Wendkos y Dustin, 2005). Algunas habilidades como la velocidad de

los procesos mentales y el razonamiento abstracto declinan en la vejez, pero algunos aspectos del pensamiento práctico

e integrado tienden a mejorar a lo largo de la mayor parte de la vida adulta (Stemberg et al, 2001). Ademas, aunque los

cambios en las habi-lidades de procesamiento reflejan el deterioro neurológico, existe mucha variación individual, lo

que sugiere que las declinaciones en el funcionamiento no son inevitables y pueden prevenirse.

a) Medición de la inteligencia en los ancianos

La medición de la inteligencia en los ancianos es complicado. Una serie de factores fisicos y psicológicos tienden a

disminuir las puntuaciones que obtienen en las pruebas y conducen a subestimar su inteligencia. Los ancianos, como

los jóvenes, se desempeñan mejor en la prueba cuando tienen buena condición fisica y están bien dscansados. Los

problemas neuro-fisiologicos, la elevada presión sanguinea u otros trastornos cardiovasculares que afectan el flujo

sanguineo al cerebro, interfieren con el desempeño cognoscitivo (Sands y Meredith,1992;Schaie, 1990). Las pérdidas

de visión y audición tambien dificultan la comprensión de las instrucciones de la prueba. Los límites de tiempo en la

mayoría de las pruebas de inteligencia son particularmente difíciles para los ancianos. Dado que los procesos físicos y

psicologicos, incluyendo las capacidades perceptuales, tienden a hacerse más lentos con la edad, los ancianos se

desempeñan mejor cuando se les brinda tanto tiempo como necesiten (Hertzog 1989; Schaie y Hertzog,1983).

La ansiedad ante la prueba es común entre los ancianos. Es probable que esperen tener un mal desempeño y esta

expectativa puede convertirse en una profecía que se realiza. Tal vez también carezcan de interés y motivación, a

menos que están presentando la prueba para solicitar un trabajo o por algún otro propósito importante.

Baltes y sus colegas propusieron un modelo de proceso dual, el cual identifica y busca medir los aspectos de la

inteligencia que continúan avanzando, asi como aspectos que es más probable que se deterioren. En este modelo, la

mecánica de la inteligencia consta de funciones de procesamiento de la información y solución de problemas que son

independientes de cualquier contenido particular. Esta dimensión, igual que la inteligencia fluida, tiene una base fisio-

lógica y a menudo se deteriora con la edad. La pragmática de la inteligencia incluye áreas de crecimiento potencial

como el pensamiento práctico, la aplicación de las habilidades y el conocimiento acumulado, experiencia especiali-

zada, productividad profesional y sabiduria. Este dominio, que a menudo sigue desarrollándose en la edad adulta

tardía, es similar a la inteligencia cristalizada, aun cuando es más amplio e incluye informacióny experiencia acumu-

lada de la educación, el trabajo y la experiencia en la vida. A través de la optimización selectiva con compensación, la

gente anciana usa sus fortalezas pragmáticas para compensar las habilidades mecánicas debilitadas (Baltes, Linder-

berger y Staudinger,1998).

b- Cambios en las habilidades de procesamiento

¿Qué sucede con la “mecánica” de la inteligencia en la edad adulta tardia? ¿como afecta el envejecimiento a la

maquinaria de la mente? Se cree que el motivo principal de los cambios en las capacidades cognoscitivas y la

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Psicología Evolutiva II P. Dr. Aitor Esteban, U.C.T.

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eficiencia del procesamiento de información es el hecho de que el funcionamiento del sistema nervioso central se hace

mas lento, Según la medicion del tiempo de reacción. Las habilidades usadas para el aprendisaje y la adquisición de

nuevas destrezas tienden a declimar en los ancianos (Craik y Sathouse, 2000) pero si bien las pérdidas en la velocidad

de procesamiento están relacionadas con el desempeño de ciertas capacidades, como el razonamiento, las capacidades

espaciales y la memoria no declinan con tanta rapidez como la velocidad de procesamiento (Verhaeghen y Salthouse

1997).

Adémas, la evidencia a favor del papel de la velocidad del procesamiento en el desempeño cognoscitivo (al igual

que la evidencia de la declinación cognoscitiva) proviene casi por completo de estudios trasversales, los cuales pueden

confundir la generación con la edad.

El estudio longitudinal de Scatle de la inteligencia adulta, en el cual se medían seis capacidades mentales primarias

(vocabulario, memoria verbal, numero,orientación espacial,razonamiento inductivo y velocidad perceptual) encontró

que el funcionamiento cognoscitivo en la edad adulta intermedia es sumamente variable. Pocas personas declinan en

todas o la mayoría de las áreas, y muchas mejoran en algunas.

3.2. ¿Cómo cambia la memoria?

Con frecuencia la mala memoria se considera una señal de envejecimiento. Sin

embargo, al igual que en otras capacidades cognoscitivas, el funcionamiento de la

memoria de la gente varía de manera considerable (Kall, Kava-naugh, 2006).

a) Memoria de trabajo

Se da ese nombre a los procesos y estructuras que contienen información en la mente

y que la usan simultáneamente para resolver un problema, tomar una decisión, realizar

alguna función o aprender información. Es un término general que designa varios pro-

cesos similares, que retienen información a corto plazo y que realizan cálculos relacionados con muchas habílidades

cognoscitivas y dominios del conocimiento (Zacks, Hasher y li, 2000). Tiene una capacidad relativamente pequeña.

Como se ocupa de inforrnación que se utiliza en el momento, si no hacemos algo para mantener activa la información

(mediante el repaso, por ejemplo), o si no lo ponemos en el almacenamiento a largo plazo, la página que estamos

usando se saturara pronto; habrá que eliminar la información víeja, si queremos incluir más.

La memoria de trabajo disminuye con la edad (Zacks et al., 2000); varios investigadores se valen de ella para expli-

car las dìferencias que con la edad se observan en el desempeño cognoscitivo en tareas que son dificiles y que exigen

mucho esfuerzo y recursos (Park et al., 1996). Junto con la rápidez psicomotora, es un constructo explicativo que sirve

para predecir el desempeño cognoscitivo (Salthouse, 2000).

b) Memoria de largo plazo

El estudio del deterioro se centra generalmente en dos tipos de memoria explícita: el recuerdo voluntario y

consciente de información que se aprende y se recuerda en un momento determinado, y la memoria implicita -el

recuerdo inconsciente de información aprendida antes, llamada en ocasiones memoria procedimental (relacionada con

habilidades motoras, hábitos y fomas de hacer las cosas). El primero se subdivide en memoria episódica (clase general

de la memoria que se relaciona con la obtención consciente de información a partir de un momento o suceso concreto)

y en memoria semántica (clase general que se refiere a la retención del significado de las palabras o de los conceptos

no vinculados a un momento ni suceso cancreto).

Se extraen varias conclusiones de los resultados de centenares de investigaciones (Báckman, Small y Wahlin, 2001).

Los adultos mayores tíenden a dar un rendimiento más bajo que los más jóvenes en pruebas sobre el recuerdo de la

memoria episódica: omiten mas información, incluyen más digresiones y repiten más cosas recordadas antes. Estas

diferencias de edad son considerables, por ejemplo, más de 80% de una muestra de personas de 20 a 30 años superará

a los adultos de 70 a 80 años (Verhaeghen y Salthouse, 1997). No se logra disminuirlas eficazmente con presentacio-

nes más lentas, ni ofreciendo pistas o recordatorios durante el recuerdo. Son más pequeñas en las pruebas de

reconocimiento, sin que se logre eliminarias por completo (Zacks et al., 2000). Los adultos mayores utilizan con

menos eficiencía las estrategias espontáneas para recordar mejor (Dunlosky y Hertzog, 2001).

En cambio, no se observan diferencias de edad en la memoria semántíca (Backman et al., 2001). Pero un área donde

tienen problemas es localizar las palabras; por ejemplo, localizar la palabra adecuada a partir de una definición y en

las veces que la tienen “en la punta de la lengua”. No se registran diferencias de edad en las pruebas de la memoria

implícita. (Fleischman y Gabrieli, 1998).

Un último tema de la investigación se refiere a la memoria autobiógráfica, los hechos que ocurren a lo largo de la

vida de un indivíduo. Se descubre un fenómeno interesante al examinar la distribución de los hechos autobiográficos

muy memorables durante el ciclo vital. Entre adultos jóvenes y mayores se reviven recuerdas vívidos de lo ocurrido

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entre los 10 y 30 años de edad, con mayor frecuencia que los ocurridos despues de los 30 años (Fitzgerald, 1999). El

mismo patrón se observa cuando se pide a la gente que diga el nombre de los ganadores del Óscar, de reportajes y de

equipos que jugaron la Serie Mundial (Rubin, Rahal y Poon, 1998). Es posible que este período temprano de la vida

influya más en la definición de nuestra personalidad, y que por lo mismo sirva para organizar los recuerdos (Fitzge-

rald, 1999).

En conclusión, en contraste con los estereotipos de un deterioro generalizado de

memoria con la edad, la investiga-ción revela que los hechos no son sencillos. El posible

deterioro depende del tipo de memoria (Papalia, Wendkos y Dustin, 2005).

3.3. ¿Por qué declinan algunos aspectos de la memoria?

¿Qué explica las pérdidas de los ancianos, en especial en la memoria de trabajo y la

memoria episódica? Los investi-gadores ofrecen varias hipótesis. Un enfoque se con-

centra en problemas con los tres pasos requeridos para procesar la información en la

memoria: la codificación, el almacenamiento y la recuperación. Otro enfoque se con-

centra en las estructuras biológicas que hacen funcionar la memoria.

a) Enfocando los problemas en la codificación, almacenamiento y recuperación, vemos que los ancianos tienden a ser

menos eficientes y precisos que los más jovenes al codificar nueva información para facilitar su recuerdo. P.ej.,

arreglando el material de manera alfabética o creando asociaciones mentales (Craik y Byrd, 1982). La mayoria de los

estudios han encontrado que los ancianos y los adultos jovenes conocen estrategias de codificación casi igual de

efectivas (Salthouse, 1991). Sin embargo en los experimentos de laboratorio es menos probable que los ancianos usen

dichas estrategias a menos que sean entrenados para hacerlo, se les anime o se les recuerde llevarlas a cabo (Craik y

Jennings, 1992; Salthouse,1991). Cuando los jóvenes y los ancianos recibieron una instrucción breve en una estrategia

efectiva de memoria (imaginaria visual) para recordar pares de palabra asociadas (como rey y corona), las diferencias

de edad en la frecuencia del uso de la estrategia fueron bastante pequeñas y no proporcionaban una explicación ade-

cuada de las diferencias de edad en el recuerdo; por ende, aun cuando los ancianos usan la misma estrategia que los

adultos jovenes, lo hacen de manera menos eficiente (Donlosky y Hertzog, 1998).

Otra hipotesis es que el material almacenado puede deteriorarse, al punto en que la recuperación se torna difícil o

imposible. Algunas investigaciones sugieren que con la edad ocurre un pequeño incremento en la “falla de almacena-

miento” (Camp y Mckitrick, 1989; Giambra y Arenberg, 1993). Sin embargo, dado que es posible que se mantengan

rastros de los recuerdos destruidos, es posible reconstruir o al menos reaprender el material con rapidez (Camp y

McKitrick, 1989; Chafetz, 1992)

Los ancianos tienen mayor dificultad que los jóvenes con el recuerdo, pero se desempeña casi igual de bien en el

reconocimiento, el cual impone menos demandas en el sistema de recuperación (Hultsch,1971; Lovelace,1999). Sin

embargo, incluso en las tareas de reconocimiento, a los ancianos les lleva más tiempo que a los jóvenes buscar en su

memoria (Lovelace,1990).

Por supuesto, es importante recordar que la mayor parte de la investigación sobre codificación, almacenamiento y

recuperación se ha realizado en el laboratorio. Por lo tanto, esas funciones pueden operar de manera algo diferente en

el mundo real.

b) Cambio neurológico. La declinación en la velocidad del procesamiento descrita antes, la cual refleja un funciona-

miento general más lento del sistema nervioso central, parece ser un contribuyente fundamental a la pérdida de memo-

ria relacionada con la edad (Luszez y Bryan 1999; Hartley, Speer, Jonides, Reuter- Lorenz y Smith, 2001).

Se estima que el hipocampo, que es crucial para la habilidad de almacenar nueva información en la memoria de

largo plazo (Squire, 1992), pierde 20 por ciento de sus células nerviosas con la edad avanzada (Ivy, MacLeod, Petit y

Markus, 1992). El aprendízaje inconsciente, que es independiente del hipocampo, es menos afectado (Moscovitch y

Winocur, 1992). Lo mismo sucede con el recuerdo del aprendizaje previo, el cual puede incluso mejorar como resul-

tado de la complejidad creciente de las conexiones nerviosas en la corteza (Squìre, 1992).

La atrofia en el cuerpo calloso afecta las tareas que involucran coordinación sensoriomotora entre los hemisferios;

por ejemplo, la respuesta de la mano izquierda a una luz que viene de la derecha. Los ancianos tienden a ser más

lentos que los jóvenes en esas tareas; sin embargo, las funciones atencionales del cuerpo calloso, que tiende a mante-

nerse con la edad, compensa las pérdidas (Reuter-Lorenz y Stanczak, 2000).

La declinacíón temprana en la corteza prefrontal subyace a los problemas de memoria, comunes en la edad adulta

tardía, como olvidar una cita y pensar que acontecimientos imaginados ocurrieron realmente (West, 1996), lo cual

tiene que ver con la falla del monitoreo de la fuente (la conciencia de dónde se originó un recuerdo). Una región

particular de la corteza prefrontal izquierda está implicada en la vulnerabilidad de los ancianos a los recuerdos y

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reconocimiento falsos, por ejemplo, "recordar" que un elemento familiar estaba en una lista cuando no lo estaba

(Jonides et al., 2000).

La probabilidad de que el deterioro neurológico esté detrás del debilitamiento de ciertas habilidades no significa que

nada puede hacerse. Los ancianos logran mejorar los juicios de la fuente prestando atención a los aspectos reales, más

que emocionales, de una situación (¿quién? ¿qué? ¿cuándo? ¿dónde? ¿como?) y siendo más cuidadosos y críticos al

evaluar de dónde viene un "recuerdo" (Henkel, Johnson y De Leonardis, 1993).

A menudo, el cerebro compensa las declinaciones relacionadas con la edad en regiones especializadas habilitando

otras regiones para ayudar. En un estudio, los investigadores usaron la tomografia por emisión de pesitrones (TEP)

para comparar la actividad cerebral de estudiantes uníversitarios con la de ancianos durante dos tareas de memoria.

Cuando se les pidió que recordaran conjuntos de letras en una pantalla de computadora, los estudiantes usaron sólo el

hemisferio izquierdo; cuando se les pidió recordar la localización de puntos en la pantalla, usaron sólo el hemisferio

derecho. Los ancianos que se desempeñaron casi tan bien como los estudiantes usaron ambos lóbulos frontales,

derecho e izquierdo, para ambas tareas (Reuter-Lorenz et al., 2000). La capacidad del cerebro para compensar de esta

forma ayuda a explicar por qué los sintomas de la enfermedad de Alzheimer no aparecen hasta que la enfermedad está

bien avanzada, y las regiones previamente no afectadas del cerebro, que pueden haber relevado las regiones dañadas,

también pierden la capacidad de trabajo.

3.4. Creatividad

¿Qué es lo que nos hace creativos? ¿Una productividad excepcional?

Duke Ellíngton escribio numerosas piezas musicales. Diego Rivera pintó

centenares de cuadros y Thomas Edison registró 1093 patentes (récord

todavía vigente). En cambio, Gregor Mendel escribió apenas 7 trabajos

científicos y, sin embargo, es un destacado personaje en la historia de la genética. A Lao Tzu se le recuerda principal-

mente por su inmortal Tao Te Ching. ¿Significa la creatividad una carrera caracterizada por la precocidad y la longe-

vidad? Wolfgang Goethe escribió poemas en la adolescencía, una novela de gran éxito entre los 20 y 30 años, famosas

obras de teatro entre los 30 y 40 años, la parte I de fausto a los 59 años y la parte II a los 89. Pero otros florecen a

temprana edad y decaen poco después, mientras que algunos son bastante improductivos en su juventud y florecen

tardiamente (Kail, Kavanaugh, 2006).

Los investigadores definen la creatividad del adulto como la capacidad de producir trabajos originales, de gran

demanda y apropiados para la tarea (Stemberg y Lubart, 2001). El resultado creativo, calculado por las ideas creativas

que tiene alguien o por las aportaciones importantes que realiza, varía en la vida adulta y entre las disciplinas

(Simonton, 1997; Sternberg y Lubart, 2001). Al considerarlas en función de la edad, el total de las ideas creatívas

tiende a aumentar entre los 20 y 30 años, a estancarse entre los 30 y 40, para luego decaer. Sin embargo, el deterioro

no significa que dejemos de ser creativos por completo; más bien, los creativos siguen generando ideas originales,

sólo que en menor cantidad que cuando eran jóvenes (Dixon y Hultsch,1999).

¿Qué aspecto presenta la tendencia al comparar varias disciplinas como matemáticas, biología y ciencias de la

Tierra? Una manera de examinarlo consiste en comparar tres momentos de la carrera: la edad en el momento de la

primera gran contribución, de la última contribución más importante y de la última contribución importante (Simon-

ton, 1997).

3.5. Sabiduría

Con el envejecimiento del planeta, la sabiduría se ha convertido en un tema importante de la investigación

psicológica (Papalia,Wendkos y Dustin, 2005). Erikson considera a la sabiduria como un aspecto del desarrollo de la

personalídad en la vida tardia. Otros investigadores definen la sabiduría como una extensión del pensamiento post-

formal, una síntesís de razón y emoción. Algunos dicen que la sabiduría es ver a través de ilusiones (McKee y Barber,

1999), o la pérdida de lo que Jung llamó el "falso yo" (Aldwin y Lewinson, 2001). Otro enfoque, con raíces en la

filosofia oriental, se concentra en el dominio espiritual.

Robert Sternberg clasifica la sabiduría como una capacidad cognoscitiva que es posible estudiar y demostrar. De

acuerdo con Sternberg (1998), la sabiduría es una forma especial de inteligencia práctica con un aspecto moral. Se

basa en el conocimiento tácito, y está dirigida a lograr el bien común por medio del equilibrio de múltiples íntereses,

que -con frecuencia- están en conflicto. A diferencia de otras formas de inteligencia, las cuáles se usan para cualquier

propósito, la sabiduría implica juicios de valor acerca de qué fines son buenos y cómo alcanzarlos mejor.

Baltes y sus colegas han realizado la investigación más extensa sobre la sabiduría (Baltes, 1993; Baltes y Staudinger,

2000; Pasupathi, Staudinger y Baltes, 2001). Ellos definen la sabíduría como la experiencia concerniente a la pragmá-

tica fundamental de la vida, es decir, el conocimiento y el juicio acerca de la conducta y significado de la vida. En

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cierto modo, se corresponde con la inteligencia espiritual como 9ª inteligencia. Aunque la sabiduria se relaciona con la

inteligencia cristalizada, la creatividad, un estilo sensato de pensamiento y dimensiones de personalidad como la

apertura a la experiencia y el interés en las necesidades y motivos psicológicos, la investigación sugíere que es una

cualídad única y separada (Staudinger, López y Baltes, 1997). Las condiciones favorables para su crecimiento inclu-

yen el aprendizaje y la práctíca en las habilidades y la motivación requeridas para esforzarse por la excelencia. La

orientación de mentores y el domínio de las experiencías críticas de la vida ayudan a preparar el camino (Baltes y

Staudinger, 2000; Pasupathi et al., 2001).

En una serie de estudios, Baltes y sus colegas pidíeron a adultos de diversas edades y ocupaciones que pensaran en

voz alta acerca de dilemas hipotéticos. Las respuestas fueron calificadas de acuerdo con criterios establecidos por los

investigadores (conciencia de que la vida es impredecibie, que las circunstancias varían de manera considerable, y que

la gente difìere en valores, metas y prioridades), y que no hay solución que sea la mejor para todos -entre otros (Baltes

y Staudinger, 2000; Pasupathi et al., 2001).

En uno de esos estudios (J. Smith y Baltes, 1990), 60 profesionales alemanes bien educados de 25 a 81 años recibie-

ron cuatro dilemas que implicaban problemas como: sopesar la carrera profesional frente a las necesidades de la

familia, y decidir sí se acepta la jubilación temprana. De 240 soluciones, sólo 5 por ciento fueron calificadas como

sabias de acuerdo con los criterios mencionados, y esas respuestas se distribuyeron de manera casi uniforme entre los

adultos jóvenes, maduros y ancianos. Los participantes mostraron más sabiduría acerca de decisiones aplicables a su

propia etapa de la vida.

En otro estudio, los investigadores reunieron a 14 adultos de edad madura y ancianos (edad promedio de 67 años)

que fueron nombrados por otros como sabios. Cuando se les presentaron dos dilemas (uno acerca de la viuda de 60

años y otro acerca de una llamada telefónica de un amigo que intenta cometer suicidio) esos "nominados a sabios"

igualaron el desempeño de psicólogos clínicos ancianos (que habían tenido el mejor desempeño en el estudio

anterior), quienes habian sido entrenados para manejar los tipos de problemas presentados. Ambos grupos "expertos"

díeron respuestas más sabías que grupos control de adultos ancianos y jóvenes con educación y posición profesional

similar (Baltes, Staudinger, Maercker y Smith, 1995).

La sabiduría tiene un aspecto interactívo. En un experimento, los adultos jóvenes y los ancianos dieron respuestas

más sabias a los dilemas hipotéticos cuando se les dijo que pensaran en lo que diría alguien cuya opinión valoraban.

Cuando se les dio tiempo extra para pensar en el problema, después de discutirlo con el cónyuge, un compañero

doméstico, un familiar o un amigo, los ancianos dieron respuestas más sabias que los jóvenes (Staudinger y Baltes,

1996).

En general, la sabiduría es un asunto individual, que no se sujeta a generalizaciones acerca del desarrollo normativo

ni se relaciona con el género. Cualidades como la apertura a la experiencia, la creatividad, el pensamiento reflexivo y

el razonamiento moral sofisticado contribuyen a ella (Pasupathi et al, 2001).

Pero quizá la contrìbución más significativa de esta línea de investigacicín al estudio de la sabiduría es el intento de

medirla de manera sistemática y científica. El hallazgo clave del desarrollo es que la sabiduría, aunque no es terreno

exclusivo de la vejez, es un área en la que los ancianos, en especial los que han tenido ciertos tipos de experiencias,

logran mantenerse o desempeñarse mejor.

4.- DESARROLLO PSICOSOCIAL EN LA ADULTEZ TARDIA

¿Cuánto cambia Ia personalidad en la vejez? No mucho, de acuerdo con ciertas investigaciones. Sin embargo, la

experiencia de personas como Jimmy Carter lleva a algunos teóricos a considerar la edad adulta tardía como una etapa

del desarrollo con sus propios problemas y tareas especiales. Muchos ancianos reexaminan sus vidas, completan los

asuntos ínconclusos y deciden cómo canalizar mejor sus energias y cómo pasar los días, meses o años que les quedan.

Con una aguda conciencia del paso del tiempo, algunos desean dejar un legado para sus hijos o el mundo, transmitir

los frutos de su experiencia y validar el significado de su vida. Otros simplemente desean tomar esta última oportuní-

dad de disfrutar sus pasatiempos favoritos, o de hacer cosas para las que nunca tuvieron suficiente tiempo cuando eran

jóvenes (Papalia,Wendkps y Duskin, 2005).

A continuación se presenta lo que la teoría y la investigación sobre el desarrollo

psicosocial dicen acerca de esta última fase del ciclo de vida, acerca de las formas

en que los ancianos afrontan el estrés y la pérdida, y sobre lo que constituye un

envejecimiento exitoso u óptimo.

4.1. Estabilidad de los rasgos de personalidad

Aunque alguna investigación encontró cambios en la vejez, en algunas de las

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"cínco grandes" dimensiones de la personalidad, como incrementos en la amenídad y decrementos en la extroversión

(D. Field y Míllsap, 1991), el trabajo de Costa y McCrae (1994, 1996) constituye una defensa impresionante de la

estabilidad esencial de los rasgos de personalidad. Es poco probable que a la gente hostil se le endulce el carácter con

la edad, a menos que reciba tratamiento psicoterapéutico; pero es probable que la gente optimista mantenga sus

esperanzas. Ciertos patrones de rasgos persistentes contribuyen a la adaptación al envejecimiento y pueden incluso

predecir la salud y la longe-vidad (Baltes, Lindenberger y Staudinger, 1998).

Contrario a las creencias de que los ancianos son depresivos, en realidad tienden a sentirse más contentos y satis-

fechos con la vida. En un estudio longitudinal que siguió a cuatro generaciones durante 23 años, las emociones nega-

tivas autorreportadas como la inquietud, el aburrimíento, la soledad, la infelicidad y la depresíón dismínuyeron con la

edad (aunque la tasa de decremento se hizo más lenta después de los 60 años). Al mismo tíempo, la emoción positiva,

excitación, interés, orgullo y una sensación de logro, tendía a permanecer estable hasta la vejez y luego declinaba de

manera ligera y gradual (Charles, Reynolds y Gatz, 2001).

Una posible explicacíón para esta imagen positiva general proviene de la teoría de la selectividad socio-emocional:

a medida que las personas envejecen tienden a buscar actividades y gente que les brinden gratíticación emocional.

Además, la habilidad de los ancianos para regular sus emociones ayuda a explicar por qué tienden a ser más felices y

alegres que los adultos jóvenes (Mroezek y Kolarz, 1998) y a experimentar emociones negativas con menos frecuen-

cia y de manera más fugaz (Carstensen, 1996).

Sin embargo, dos de los "cinco grandes" rasgos de personalidad tienden a modificar el patrón descrito. Las personas

con personalidades extrovertidas (amistosas y orientadas hacia lo social) tienden a reportar inicialmente niveles muy

altos de emoción positiva, y además tienen más probabilídad que otros de conservar este rasgo positivo a lo largo de

su vida. Es más probable que las personas con personalidades neuróticas (malhumoradas, susceptibles, ansiosas e

inquietas) reporten emociones negativas, y no positivas, y con el tiempo tienden a volverse incluso menos positivas y

no menos negativas (Charles et al., 2001). El neuroticismo es un predictor más poderoso de los estados de ánimo y de

los trastornos del estado de ánimo que la edad, la raza, el género, el ingreso, la educación y el estado civil (Costa y

McCrae, 1996).

¿Se vuelve la personalidad más rígida en la vejez? La investigacíón transversal temprana apoyaba esta idea. Sin

embargo, McCrae y Costa (1994), en estudios longitudinales grandes, que utilizaron una variedad de muestras y

medidas, demostraron que esto no es verdad para la mayoría de la gente. De igual manera, pruebas de personalidad de

3442 participantes en el Estudio Longitudinal de Seattle, encontraron sólo pequeñas disminuciones longitudinales en

la flexibilidad entre los 60 y los 81 años, pero diferencias de generación mucho mayores (Schaie y Willis, 1991).

Como grupo, las personas en las generaciones más recientes son más flexibles (es decir, menos rígidas) que las

generaciones previas. Esos hallazgos sugieren que los "incrementos" en la rigidez encontrados en los estudios

transversales tempranos están vinculados no a la edad, sino al bagage cultural de la experìencia en la vida que una

generación particular lleva a lo largo de la adultez. Si la flexibílidad se está volviendo más característica de los

jóvenes adultos actuales, y si estos llevan esa flexibilïdad a la vejez, entonces las futuras generaciones de ancianos

podrian adaptarse con más facilidad que sus predecesores a los desafios del envejecímiento (Schaie y Willis, 1991).

4.2. Teorías del envejecimtento psicosocial

1. Modelo de etapas normativas. Mientras los modelos de rasgos enfatizan la estabilidad fundamental de la estructura

de Ia personalidad, otros modelos, como el enfoque del desarrollo del ciclo vital de Baltes, buscan factores que pueden

contribuir al crecimíento personal. De acuerdo con los teóricos de etapas normativas, el crecimiento depende de

realizar las tareas psicológicas de cada etapa de la vida de una manera emocionalmente saludable.

Para Erikson, el mayor logro de la edad adulta tardía es un sentido de integridad del yo, un logro basado en la

reflexión acerca de la propia vida. En la octava y última etapa del ciclo de vida, íntegridad del yo frente a

desesperanza, los ancianos necesitan evaluar, sintetizar y aceptar sus vidas para admitir la proximidad de la muerte.

Con base en los resultados de las siete etapas anteriores, se esfuerzan por lograr un sentido de coherencia e integridad,

en lugar de rendirse ante la desesperación por su incapacidad de revivir el pasado de manera diferente (Erikson,

Erïkson y Kivnick, 1986). La gente que tiene éxito en esta última etapa integradora obtiene

un sentido del orden y significado de su vida dentro del orden social más amplio pasado,

presente y futuro. La "virtud" que es posible y necesario desarrollar durante esta etapa es la

sabiduria, una "preocupacion informada y desapegada por la vida al enfrentar la muerte"

(Erikson, 1985, p. 61).

Erikson decía que la sabíduría significa aceptar sin grandes arrepentimientos la vida que

a uno le tocó: sin detenerse demasiado en los "deberia haber hecho", ni en lo que podria

haber sido, “implica aceptar a los padres como personas que hicieron lo mejor que

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pudieron y que por lo tanto merecen amor, aunque no fueran perfectos. Supone aceptar la propia muerte como el final

inevítable de una existencia vívida lo mejor que uno supo vivirla. En resumen, significa aceptar la imperfección en el

yo, en los padres y en la vida.

La gente que no logra la aceptación se siente abrumada por la desesperanza al darse cuenta de que el tiempo es

demasiado corto para buscar otros caminos a la integridad del yo. Aunque la integridad debe ser mayor que la

desesperanza para que esta etapa se resuelva con éxito, Erikson sostenía que es inevitable sentir cierta desesperación.

La gente necesita lamentar no solo sus propios infortunios y oportunidades perdidas, sino la vulnerabilidad y el

carácter efímero de la condicíón humana.

No obstante, Erikson creía que a pesar de que las funciones del cuerpo se debilitan, la gente debe mantener un

"compromiso vital" con la sociedad. Con base en estudios de historias de vida de personas en sus ochentas, concluía

que la integridad del yo proviene no sólo de reflexionar sobre el pasado, sino de la estimulación y el desafio contínuos,

sea a través de la actividad política, los programas de ejercicios físicos, el trabajo creativo, o las relaciones con los

nietos (Erikson et al., 1986). La investigación inspirada por la teoría de Erikson apoya la importancia que los hombres

y las mujeres dan a esforzarse por la integridad del yo en la edad adulta tardía (Ryff y Heíncke, 1983).

2. Modelos de afrontamiento.

La salud de los ancianos ya no es la misma de antes, han perdído a viejos amigos y

familiares (a menudo al cónyu-ge) y es probable que no ganen el dinero que alguna vez

ganaron. Sus vidas cambian continuamente de una manera estresante. Sin embargo, en

general los ancianos tienen menos trastornos mentales y se sienten más satisfechos con la

vida que los jóvenes (Mroezek y Kolarz, 1998; Wykle y Musil, 1993). ¿Qué explica esta

notable habilidad de afronta-miento?

El afrontamíento es un pensamiento o conducta adaptativos, dirigidos a reducir o alíviar el estrés que surge de condi-

ciones nocivas, amenazantes o desafiantes. Es un aspecto importante de la salud mental. ¿Afrontan los ancianos mejor

o menos bien que los jóvenes? ¿Usan diferentes estrategias de afrontamiento? Los hallazgos varían, dependiendo en

parte de la metodología (Aldwin y Levenson, 2001). A continuación se examinarán dos enfoques teóricos del estudio

de afrontamiento: las defensas adaptatívas y el modelo de valoración cognoscitiva.

a. George Vaillant: factores en la salud emocional ¿Qué contribuye a la salud mental positiva en la vejez? De acuerdo

con tres estudios prospectivos de vidas durante 70 años, un importante factor predictivo es –como vimos más atrás- el

uso de defensas adaptativas maduras al enfrentar los problemas.

Vaillant en sus estudios con tres muestras de sujetos: nacidos en 1910, 1920 y 1930 encontró que en los tres grupos,

aquellos que en la vejez mostraron el mejor ajuste psicosocial, tenían los ingresos más altos y los apoyos sociales más

fuertes, y quienes reportaron la mayor satisfacción matrimonial y disfrute con la vida fueron los que, al inicio de la

adultez, usaron defensas adaptativas maduras como el altruismo, el humor; la supresión (no desanimarse), la antici-

pación (planeación para el futuro), y la sublimación (“convertir los limones en limonada”). El uso de defensas

adaptativas fue relativamente indepetidiente del CI, la educación y la clase social de los padres.

¿Cómo funcionan las defensas adaptativas? De acuerdo con Vaillant (2000), modifican las percepciones que tiene la

gente de las realidades que no puede cambiar, por ejemplo -en los estudios descritos- el uso de defensas adaptativas

predijo el funcionamiento físico subjetivo aunque no predijo la salud física objetiva medida por los médicos. Entre los

veteranos de combate de la Segunda Guerra Mundial, los que usaron defensas adaptativas tuvieron menor probabili-

dad de sufrir el trastorno de estrés postraumático.

Las defensas adaptativas pueden ser inconscientes o intuitivas. En contraste, el modelo de valoración cognoscitiva,

que a continuación se analizará, enfatiza las estrategias de afrontamiento elegidas de manera consciente.

b. Modelo de valoración cognoscitiva. Es un modelo de afrontamiento, propuesto por Lazarus y Folkman (1984),

que sostiene que, con base en la valoración continua de su relación con el ambiente, la gente elige estrategias

apropiadas de afrontamiento para manejar situaciones que ponen a prueba sus recursos normales. El afrontamiento

incluye cualquier cosa que un individuo piensa o hace al tratar de adaptarse al estrés, independientemente de qué tan

bien funcione. Como la situación cambia de manera constante, el afrontamiento es un proceso dinámico, en evolución;

por lo tanto, elegir la estrategia más apropiada requiere una revaloración continua de la relacíón entre la persona y el

ambiente.

Las estrategias de afrontamiento se dividen en:

- Afrontamiento centrado en el problema: se diride a eliminar, manejar o mejorar una condición estresante. Por lo

general predomina cuando una persona ve una oportunidad realista de cambiar la situación.

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- Afrontamiento centrado en la emoción: llamado en ocasiones afrontamiento paliativo, se dirige a "sentirse

mejor", manejar o regular la respuesta emocional a una situación estresante para aliviar su impacto fisico o

psicológico. Es probable que esta forma de afrontamiento predomine cuando una persona concluye que poco o

nada pue hacerse acerca de una situación. Una estrategia centrada en la emoción consiste en desviar la atención

de un problema; otra es darse por vencido; otra más es negar la existencia del problema. Por ejemplo, las

respuestas centradas en el problema a una serie de duras reprimendas del empleador pueden ser trabajar más

duro, buscar maneras de mejorar las habilidades de trabajo o buscar otro empleo. Las respuestas centra-das en la

emoción pueden ser negarse a pensar en las reprimendas, o convencerse a uno mismo de que el jefe no quería ser

tan crítica.

En general, los ancíanos usan más el afrontamiento centrado en la emocíón que la gente joven (Folkman, Lazarus,

Pimley y Novacek, 1987; Prohaska, Leventhal, y Keller, 1985). ¿Esto se debe a que son menos capaces de centrarse

en los problemas o porque son más capaces de controlar sus emociones?

Al parecer, la gente desarrolla con la edad un repertorio más flexíble de estrategias de afrontamiento. Los ancianos

tienden a usar el afrontamiento centrado en el problema, pero también son más capaces que los jóvenes de usar la

regulación de la emoción cuando la situacíón lo requiere, así como cuando la acción centrada en el problema es inútil

o contraproducente (Blanchard-Fields, Chen y Morris 1997; Folkman y Lazarus 1980; Labouvie–Vief, Hakim-Larson

y Hobart, 1987).

El afrontamiento centrado en el problema tiende a tener un efecto más positivo en el bienestar de los ancianos que el

afrontamiento centrado en la emoción, de acuerdo con un análisis comparativo de dos estudios longitudinales que

involucraron a 449 mujeres con una edad promedio de 70 años. El grupo de mujeres que usó el afrontamiento centrado

en el problema mantuvo una vinculación estrecha, con un sentido de dominio ambiental y propósito en la vida; para

las que usaron el afrontamiento centrado en la emoción, su uso se asoció con una disminución en el dominio ambien-

tal, autoaceptación y una mayor incidencia de depresión (Kling, Seltzer y Ryff, 1997).

En ocasiones, el afrontamiento centrado en la emoción es bastante adaptativo, y su uso flexible en situaciones

apropiadas representa una estrategia madura de afrontamiento. En un estudio (Díehl, Coy1e y Labouvie-Vief, 1996),

las adolescentes y los adultos jóvenes tendían a responder al conflicto de manera agresiva, mientras que los ancianos

recurrían menos a la confrontación y eran menos impulsivos. Tambien era más probable que los ancíanos se alejaran

de un conflicto o vieran su lado positivo. El afrontamieno centrado en la emoción es especialmente útil al enfrentar lo

que la terapeuta familiar Pauline Boss (1999) llama una pérdida ambigua. Boss aplica el término a pérdidas que no

están definidas de manera clara, o que no implican un cierre, como la pérdida por la enfermedad de Alzheimer de un

ser querido que aún está vivo, o el sentimiento de la pérdida de la tierra natal que los ínmigrantes ancianos sienten

mientras viven. En tales situaciones, la experiencia enseña a la gente a aceptar lo que no es capaz de cambiar, una

lección reforzada a menudo por la religión.

3. Teoría de la continuidad

La teoría de la continuidad, según la descrípción del gerontólogo Robert Atchley

(1989), enfatiza la necesidad que tiene la gente de mantener una conexión entre el

pasado y el presente. En esta perspectiva, la actividad es importante no sólo por sí

misma, sino en la medida que representa la continuación de un estilo de vida. Para los

ancìanos que siempre han sido activos y comprometidos, es importante continuar con

un alto nivel de actividad. Muchas personas jubiladas son felices realizando trabajos o actividades de tiempo libre

similares a las que dísfrutaron en el pasado (J. R. Kelly, 1994). Las mujeres que han desempeñado múltiples roles

(como esposa, madre, trabajadora y voluntaria) tienden a mantener múltiples roles, y a cosechar los benefícios cuando

envejecen (Moen et al. 1992). Por otro lado, la gente que ha sido menos activa tal vez se sienta mejor en la proverbial

mecedora.

Cuando el envejecimiento trae marcados cambios fisicos o cognoscitivos, es posible que la persona se vuelva de-

pendiente de los cuidadores, o tenga que hacer nuevos arreglos de vivienda. El apoyo de la familia, los amigos o los

servícios comunitarios contribuye a minimizar la discontinuidad. De tal manera, la teoría de la continuidad ofrece una

razón para mantener a los ancianos fuera de las instituciones y en la comunidad, así como para ayudarlos a vivír con

tanta independencia como sea posíble.

4.- Estilo de vida y aspectos sociales. Jubilación

El hecho de jubilarse y cuándo hacerlo se encuentran entre las decisiones del estilo de vida más cruciales que toman

las personas al aproxímarse a la vejez. Estas decisiones afectan tanto su situación financiera como su estado emocio-

nal, así como las formas en que pasan sus horas de vigília y las maneras en que se relacionan con la familia y los

amigos. El problema de proporcionar apoyo financiero para grandes cantidades de ancianos jubilados también tiene

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serias implícaciones para la sociedad. Un problema relacionado es la necesidad de contar con arreglos adecuados de

vívienda y cuidado para los ancianos que ya no pueden manejarse por si mismos.

Generalmente la gente se jubila porque lo decide, o porque se ve obligada a hacerlo –a veces a

causa de problemas serios de salud, como la enfermedad cardiovascular o el cáncer. Se observan

importantes diferencias étnicas y de género en las causas.

Durante los primeros años después de la jubilación las personas tíenen una necesidad especial

de apoyo emocional que las haga sentir que todavía son valoradas y que las ayude a afrontar los

cambios en su vida. El predictor más poderoso de la satisfacción en la jubilación es el tamaño de la red social del

jubilado. Para una jubilacíón satisfactoria son necesarias dos condiciones: hacer cosas satisfactorias y tener relaciones

satisfactorias. Sigue siendo realidad así la máxima de Freud: “la clave de la felicidad humana está en dos verbos:

trabajar y amar”.

La gente que se jubíla puede sentir la pérdida de un papel que es central para su identidad, o quizá disfrute la pérdida

de las presiones que se van con ese papel (Kim y Moen, 2002). La jubílacicíon también trae otros ajustes a los roles.

No sólo altera el ingreso del hogar, sino que también cambia la divisìón del trabajo doméstico, la calidad matrimonial

y la distribución del poder y la toma de decisiones. Puede disponerse de más tiempo para tener contacto con la familia

extensa y los amigos, así como para cuidar a los nietos. Por otro lado, sin embargo, las enfermedades o discapacidades

inesperadas, o los problemas matrimoniales de los hijos adultos pueden afectar la experiencia de la jubilación.

Algunos ancianos continúan trabajando por un salario, pero la mayoria se jubila. Sin embargo, muchas personas

jubiladas inician nuevas carreras, tienen un trabajo asalariado de medio tiempo, o hacen trabaja voluntario. A menudo,

la jubilación es un fenómeno en fases. La edad tiene efectos tanto positivos como negativos en el desempeño en el

trabajo, pero las diferencias individuales son más signifcativas que las diferencias de edad. Los trabajadores ancianos

a menudo son más productivos que los jóvenes. Aún cuando trabajan con más lentitud que la gente joven, son más

precisos. Tienden a ser más confiables, cuidadosos y responsables. Los ancianos tienden a estar más satisfechos y

comprometidos con su trabajo que los jóvenes. Están más involucrados, más comprometidos con sus empleadores.

Aunque la situación financiera de los ancianos ha mejorado, una proporción importante tiene probabilidades de vivir

en la pobreza en cierto punto. Para muchos adultos de edad madura actuales, el financiamiento para la jubilación es un

asunto delicado. La jubilación es un proceso en marcha y su impacto emocional debe ser evaluado en cada contexto.

Los recursos personales, económicos y socíales, así como el tiempo que la persona ha estado jubilada, también afectan

la moral. Los patrones comunes después de la jubilación incluyen un estilo de vida centrado en la família, la inversión

equilibrada y el esparcimiento serio.

5.- BARRUNTANDO LO ESENCIAL. Epílogo reflexivo en torno a la “tercera edad”

El niño es realista; el muchacho, idealista; el hombre, escéptico; y el viejo, místico (Goethe )

Como hemos visto, la tercera edad representa un sector de la población cada vez más amplio en nuestras sociedades

occidentales. Por otra parte, la dinámica social imperante puede conducir fácilmente a su marginación o, cuando

menos, a minusvalorar esta etapa del ciclo vital. El peligro es que esto dificulte tomar conciencia de las posibilidades

y oportunidades que este periodo de la vida ofrece. Es una etapa en la que, a través de unos obligados duelos y de una

particular tendencia a la interiorización, se puede alcanzar una acabada integración de la personalidad. Desde ella, y

con una mayor conciencia de la cercanía de la muerte, se hace posible una singular plenitud de vida y un “barruntar lo

esencial” en lo que podríamos llamar experiencia mística. Pero ¿cómo alcanzar esta meta sin morir en el intento?

5.1.- Juicios y prejuicios.

Todo un amplio conjunto de factores juegan, sin duda, en el modo en que se asuma y se viva este período de la vida.

Entre ellos, el factor social juega de un modo relevante. La idea que se tenga sobre la vejez en el propio grupo social,

la valoración o minusvaloración de la misma, los juicios, prejuicios y estereotipos que pesen sobre esta etapa de la

vida juegan un papel decisivo a la hora de afrontarla y vivirla. Calificativos que son frecuentes sobre los viejos como

precavidos, rígidos, irritables, olvidadizos, como también, pacientes, serenos, sabios, etc., responden, con frecuencia a

toda una mitología sobre la vejez que debería ser cuestionada.

Un hecho de importancia a tener en consideración sobre la imagen social de las personas mayores es la influencia

que ejerce sobre ella el carácter mercantilista que se nos impone en nuestra sociedad occidental. Hasta como países

parece que tenemos que ofertarnos en el mercado en esa reducción de la identidad a la “marca” (“marca Perú” de la

que tanto se habla). Y la “marca tercera edad” -hay que reconocerlo- no cotiza al alza en nuestros mercados. La razón

es bien sencilla: el viejo, al no ser un sujeto relevante de producción ni de consumo, los dos ejes esenciales de nuestro

sistema, queda excluido de la dinámica social imperante. Si a eso le añadimos el “juvenismo” que, acorde con el

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narcisismo posmoderno (y los intereses del mercado), glorifica el cuerpo y la juventud, todo desemboca fácilmente en

una consideración negativa de la vejez, que justifica su menosprecio.

Por ese prejuicio negativo, olvidamos los decisivos aportes de algunos ancianos: Goethe acaba el

Fausto a los 82 años, Cervantes finaliza Don Quijote a los 78, Lamarck a los 80 poner punto final a su

Historia natural. Tiziano a los 98 años pinta La batalla de Lepanto y La pietá, Verdi compone Falstaff

a los 80 años, Haendel a los 72 El triunfo del tiempo, Freud a los 74 escribe El malestar en la cultura y

a los 82 Moisés y la religión monoteísta...

Culturas de otros tiempos y otras latitudes guardaron, sin embargo, una notable estima del viejo y le

hicieron merecedor de ocupar puestos de particular relevancia en su entramado social. El arquetipo junguiano del

“viejo sabio” encontraba así un espacio saludable en esos grupos del que todos, viejos y jóvenes, se beneficiaban.

5.2. Inevitables pérdidas, necesarios duelos

El camino de la maduración humana se va realizando inevitable e inexorablemente a través de una serie de pérdidas

que estamos llamados a elaborar como condición sine qua non para abrirnos a nuevas posibilidades de crecimiento.

Madurar equivale, en buena medida, a disponer de capacidad para ir elaborando duelos y despedidas. Pero hay etapas

en las que esta elaboración de pérdidas reviste particular importancia. Y, sin duda, la de la tercera edad es una de ellas.

De su conveniente elaboración va a depender en muy buena medida el modo en el que este periodo de la vida sea

asumido y vivido como una nueva posibilidad de crecimiento, o que se convierta en el comienzo de un deterioro

generalizado y en una fuente de amargura y resentimiento con la vida.

Una de las pérdidas más palpables y difíciles es, sin duda, la que tiene lugar a ese nivel primero y primario que es el

de nuestra corporalidad –tal como lo analizamos en el apdo. 2. Como expresa Hermann Hesse en su lúcida vejez: El

camino que hasta hace poco era sólo un breve paseo se hace largo y fatigoso, y llega un día en que ya no podemos

recorrerlo. Tenemos que renunciar también a las comidas que durante toda la vida hemos saboreado con tanto gusto.

Las alegrías y los placeres corporales se hacen más raros y se pagan cada vez más caros... Es imposible ignorar todo

eso, es la amarga realidad.

En 2º lugar, la inteligencia también pierde rapidez, aunque se compense con experiencia. La dimensión afectiva es

la que probablemente se vea más condicionada por el contexto social: “Los jóvenes van por grupos, los adultos por

parejas y los viejos solos” (proverbio suizo). A partir de los 65 se produce un aumento del índice de suicidios, que se

inicia a partir de los 44. Pero también parece demostrado que el envejecimiento no es en sí mismo un periodo

depresivo. Todo depende de la capacidad para manejar y encajar las debilidades. “El secreto de una buena vejez no es

otra cosa que un pacto honrado con la soledad” (Gabriel García Márquez en “Cien años de soledad”).

A estas pérdidas de orden biológico, psicológico y social, que podemos pensar como estructurales, habría que añadir

otras en el orden de lo coyuntural. Cada generación encarnado unos ideales, procura hacer realidad unos proyectos,

sueña un mundo y una sociedad diferente desde las coordenadas socioculturales que les tocó vivir. Pero luego tiene

que convivir con una generación posterior que los cuestiona –como ellos hicieron con la precedente. Es ley de vida.

Tanto en el orden político y social, como en el estético y cultural, así como en el eclesial, las décadas de los 70-80

está caracterizada así por el florecimiento de una serie de movimientos socioculturales, que le dotaron de una

particular vitalidad y fuerza creativa en la búsqueda de nuevos horizontes, y encontró eco en Perú en varios frentes de

lucha “por la liberación” (frente a terrorismos, corrupción, invasiones, deuda externa…). Por eso muchos sexagenarios

y septuagenarios de hoy se vean confrontados a un duelo añadido a los que estructuralmente les corresponde en razón

de su biología y su edad: los sueños de su generación.

5.3.- Mirando hacia adentro.

Junto a la obligada operación de duelo y muy en relación con ella, hay que resaltar otro aspecto particularmente

relevante de esta etapa de la vida, que es el de una marcada tendencia a la introversión. Son muchos los estudios que,

en efecto, resaltan esta característica como una de las más destacables en el análisis de los procesos psíquicos de la

tercera edad. Característica, por lo demás, observable por igual en una gran diversidad de culturas.

La vida, en general, se enfoca en una progresiva atención al mundo interior más que hacia lo externo. Una progresiva

(a veces ambigua) acomodación a la realidad, aceptando lo que ella hace o no posible, con una paralela renuncia a la

idealización de tiempos anteriores, va propiciando cada vez más una mirada hacia el mundo interior. Las actitudes

más agresivas o competitivas de la adultez van dejando paso a una mayor tolerancia y a una suerte de “retirada” del

campo de acción. La disminución de la fuerza física favorece también el final de la actividad estresante propia del

periodo anterior y va abriendo paso al reconocimiento de la riqueza del mundo interno. La necesidad de reconoci-

miento social mediante el éxito y la vida pública se van reduciendo así en favor del enfoque a lo más íntimo. En

general, la gente mayor gusta más de la soledad, de los recuerdos y de la meditación.

Psicología Evolutiva II P. Dr. Aitor Esteban, U.C.T.

Tema IV: La adultez tardía Fac. de Psicología, Ciclo 05

Es el momento de avanzar en lo que Jung conoce como “proceso de individuación” (C. Jung) que, de alguna manera,

coincide con lo que podemos pensar como proceso de maduración de la personalidad. El Yo consciente, autónomo,

inicia un paso que pareciera regresivo pero que, en realidad, no lo es: más allá de su autoconciencia, busca hacia

adentro el verdadero Yo, que tiene su polo de gravedad en el “sí mismo” (Selbst), arquetipo nuclear de la personalidad

y centro integrador del individuo. La vida es así necesariamente despliegue (para diferenciarse) y repliegue (para

“integrarse” el Yo tiene que reconquistar lo más hondo de sí). Asimismo se relativiza la

“persona” (lo público, para Jung), y hay una mayor expresión de lo femenino en los

hombres y de lo masculino en las mujeres: muestra del camino hacia la mejor integración

personal. En resumen, el sujeto encuentra la posibilidad de vivir la etapa final de su vida no

tanto en clave de declive y senilidad, sino de ahondamiento y sabiduría. Como bien se ha

dicho, “en la juventud aprendemos, en la vejez entendemos”.

Cuando la integridad se logra, el sujeto reconsidera su propio pasado y tiene la convicción de que lo que él ha

llegado a ser es, en muy buena medida, consecuencia de sus propias decisiones, de un pasado trabajado que se

recuerda y se repiensa con unos sentimientos de satisfacción, gratitud y aprecio. La integridad, según Erikson, supone,

por una parte, una capacidad para valorar los beneficios de la época actual, pero, por otra también, de lo que ha sido la

propia historia, la propia juventud y las propias experiencias de vida. Hay una aceptación de que las metas de la vida

se han satisfecho suficientemente y de que no hay demasiados “cabos sueltos”. Sólo así se alcanza esa posición vital

que evita la desesperanza. Quien envejece debe integrar toda su vida, con sus rodeos y caminos equivocados, en una

concepción de sentido tan amplia y totalizadora que incluso el tiempo de vida que queda pueda formar parte de ella.

Por ello, Erikson, terminó por denominar también como “sabiduría” esta última etapa vital lograda. Una sabiduría que

facilita un amor pos-narcisista por la humanidad, asumiendo con serenidad el desvincularse de la vida misma ante la

perspectiva de la muerte.

La integridad o la sabiduría es un logro que no siempre se alcanza. Supone que se han resuelto bien una serie de

conflictos, entre los que habría que destacar tres más importantes. En primer lugar, la diferenciación de la propia

realidad personal de lo que ha sido el rol laboral y profesional (la “persona”), de modo que se pueda aceptar con

serenidad no ser ya el motor fundamental de la familia, de la comunidad o del trabajo. Saber, por tanto, despojarse de

las posiciones de liderazgo y ocupar, con toda calma, el asiento de atrás. Un segundo reto viene dado por el logro de la

capacidad para asumir y superar la incomodidad física que tiene lugar, en un grado u otro, por el desgaste y

debilitamiento biológico. Quien haya situado en el bienestar corporal y en todo lo que desde él se hace posible lo más

importante de la vida, tan sólo estará dejando paso al desengaño y la desesperanza. Por último, y sin duda

encontramos ahí el reto más difícil, asumir y aceptar la realidad más cercana de la muerte. Sólo desde ahí se podrá

pensar la propia vida como una aportación al entorno, en un modo de trascender al yo, sin quedar atrapado en la

preocupación por él.

5.4.- El buen envejecer. Desarrollo afectivo.

No es fácil envejecer bien. Los mencionados duelos son difíciles. Afrontar la nueva situación no como una amenaza

sino como un problema a resolver exige unas actitudes que no siempre están al alcance de todos. Si cada etapa del

desarrollo requiere un reajuste, en el paso a la tercera edad, este reajuste presenta unas particulares dificultades. Sin

duda, resulta más fácil pasar a ser joven que pasar a ser viejo.

Un capítulo importante a considerar en el proceso del buen envejecer se sitúa en el campo de la afectividad. Fácil-

mente, ésta va perdiendo plasticidad, capacidad de cambio, movilidad suficiente para nuevos intereses y vinculacio-

nes. Todo lo cual da pie a fijaciones en lo ya conocido, habitual y familiar. Y cuando la tercera edad está ya avanzada,

fácilmente puede tener lugar un proceso no ya de fijación, sino de auténtica regresión hacia unos modos de relación

objetal de un marcado carácter infantil. También puede acaecer que una vez desaparecida la fachada de los papeles

sociales desempeñados, puedan manifestarse, ahora sin pudor, las actitudes más egocéntricas y narcisistas que

subyacían. Por una razón o por otra pueden ahora ponerse de manifiesto actitudes infantiles de apego a las cosas en

conductas retentivas irracionales, el refugio en un propio pasado idealizado, la irascibilidad y la desconfianza

paranoide respecto a los otros, la intolerancia y el dogmatismo testarudo, los temores hipocondríacos, o bien, por el

contrario, una compulsión “creativa” en una urgencia por “dejar huella” al precio que sea.

Henry Ey, una de las figuras más eminentes de la psiquiatría francesa, diferencia cuatro reacciones negativas ante el

proceso del envejecimiento: a) Una primera sería la de ir dando paso a una situación de depresión y tristeza por la

pérdida de potencialidades o por un sentimiento de fracaso respecto a proyectos vitales anteriores; b) la segunda

vendría dada por un repliegue sobre sí mismo, como expresión de un resentimiento contra el mundo. El sujeto

entonces se va introduciendo en una posición de aislamiento, con un rechazo sistemático de todo contacto humano.

c) Otras veces, los deterioros que se van produciendo llenan al sujeto de angustia y dan paso a una actitud de rechazo

sistemático de la nueva situación. Es la típica negativa a envejecer en la que se emprenden tareas físicas y psíquicas

que están muy por encima de sus posibilidades o, en una huida hacia adelante, se acomete una actividad incesante y de

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efectos, a veces, catastróficos; d) por último cabe también adoptar la actitud de revuelta. Los profundos sentimientos

de frustración van generando actitudes agresivas hacia el mundo exterior en el que aún y, por encima de todo, se

pretende seguir imponiendo su voluntad. El rechazo de todo lo nuevo y de la juventud es un típico síntoma de esta

negativa actitud.

Acoger la vejez como posibilidad abierta para una buena culminación de la vida es una tarea que, aunque determi-

nada en buena parte por la vida anterior (dime cómo envejeces y te diré quién eres), deja sin embargo un espacio

abierto al buen trabajo interno. Supone primariamente llevar a cabo una tarea de aceptación de la nueva etapa que se

ha ido abriendo paso. Tan sólo cuando se realiza el conveniente duelo por todo lo anterior se hace posible sacar

partido al presente. Todo ello supone una reorganización cognitiva en orden a una necesaria sustitución de metas y

objetivos, en una acomodación a lo que todavía es posible y en una indagación también de nuevas posibilidades que

ahora se abren. La vejez se nos presenta como un camino alternativo y sorprendente -afirma Dolores Alexandre- ,

justo cuando las experiencias de pérdida comienzan a hacerse más frecuentes e inevitables y nuestro organismo

psíquico y somático desarrolla garras y tentáculos para evitar ser despojados. La gran trampa, en efecto, es empeñar-

se en retener a toda costa lo que un día nos ofreció seguridad y en lo que hasta ese momento nos ha servido de sostén:

eficacia, reconocimiento, saberes, haceres y costumbres, campos de decisión y autonomía. Quien no se acomoda al

espíritu de su edad, tiene todos los males de su edad, escribió un día Voltaire.

Tenemos que evitar dos extremos - dice Urbano Valero- : por una parte, aferrarnos a lo que antes

habíamos venido haciendo... y, por otra, replegarnos antes de tiempo y sin necesidad sobre

nosotros mismos. Indagar nuevos horizontes, mantener una actitud abierta ante lo que acaece a

nuestro alrededor, no cerrar más ventanas de las que de hecho nos vemos obligados a cerrar e

intentar abrir otras que, quizás, hasta el momento o no habíamos podido abrir o no las habíamos aún

descubierto. Es edad, pues, muy propicia para emplearse en actividades que perfeccionen la persona

moral e intelectualmente y que redunden en beneficio de los demás. No es época tan sólo de decir

adiós. Lo es también, desde esa mirada interior, de cultivar la propia realidad personal con una

valoración y un saber gustar de lo que todavía se es y de lo que todavía sigue siendo posible. Ese cultivo de la propia

realidad personal se dejará ver también en el cuidado del cuerpo, de su higiene, salud, alimentación, vestido y entorno.

Es edad también para repasar el ámbito de las relaciones interpersonales y para profundizar en vínculos que quizás

el exceso de actividades no permitió cuidar como correspondía. Tiempo igualmente para la reconciliación y el perdón,

para cerrar heridas antes de que sea ya demasiado tarde. Tiempo, asimismo, para abrirse a las nuevas generaciones en

una escucha atenta de lo que son y buscan, ofreciéndoles también, con humildad, el testimonio de la propia sabiduría y

experiencia. Saber pasar a un segundo plano dentro del entramado social. Como afirma E. López Azpitarte, a este

propósito es mucho más elegante adelantarse por la propia iniciativa que esperar a que tengan que imponerlo.

5.5.- Afrontar la muerte.

La palabra muerte se ha vuelto casi obscena en nuestra cultura. Cada vez son más usuales los eufemismos para

referirnos a ella: fallecimiento, defunción, desaparición. Este ocultamiento de lo que es el acontecimiento más seguro

de nuestra vida es quizás una muestra más de la exaltación del Yo en la que vivimos y de la paralela negativa a asumir

cualquier tipo de límite. Y la muerte constituye, sin lugar a ninguna duda, el límite fundamental, la mayor de todas las

heridas que se puede infringir a nuestro narcisismo. La muerte -afirma Auer- no se añade a la vida con tanta facilidad

como el amén a la oración. El inconsciente no cree en la muerte. Es un término ausente en su singular diccionario.

Mostramos una patente inclinación a prescindir de la muerte, a eliminarla de la vida, nos dice Freud. Hemos

intentado silenciarla, sobre todo cuando se trata de la propia muerte. En el inconsciente todos nosotros estamos

convencidos de nuestra inmortalidad. La negación de la muerte es el signo más ostensible de la negación de la

realidad, expresión también de la omnipotencia infantil; es la suprema violencia al deseo y sus pretensiones de

inmortalidad

La aceptación de la muerte, como la del propio envejecer, estará muy determinada por la propia dinámica global de

personalidad. Uno de los signos de que esa integridad de la que nos hablaba Erikson no se ha alcanzado es,

precisamente, el del temor a la muerte. Por el contrario, sólo es posible la aceptación libre de la vejez si se acepta la

finitud y la mortalidad. Ante la perspectiva de la muerte, en la integridad lograda, se adquiere un nuevo significado de

la vida, surge esa distancia interior respecto de la propia realidad vital en la que puede emerger una nueva identidad y

un nuevo compromiso con los demás.

La negación de la muerte viene a suponer, de hecho, una negación de la vida, de la vida que, en su limitación, es

donde posee su auténtico valor. Negar, por eso, la muerte influye de modo decisivo en nuestro modo de vivir. La vida

se empobrece -afirma Freud- , pierde interés, cuando la apuesta máxima en el juego de la vida, esto es, la vida misma,

no puede arriesgarse.

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Tema IV: La adultez tardía Fac. de Psicología, Ciclo 05

Abrir los ojos desde ese despojo en los duelos realizados, mirar al interior y reconocer la limitación de la vida en la

cercanía de la muerte, ayuda a tener un mejor cálculo de la insignificancia de las cosas y, por ello, se abre la gran

posibilidad de dotar a la propia existencia de un significado unitario que para muchos puede ser un barruntar lo

esencial

5.5.- Barruntando lo esencial.

La integridad enunciada por Erikson como el modo de identidad de la persona madura

en la tercera edad es una apertura a la esperanza desde la conciencia de que la propia vida

ha tenido un sentido, de que se ha construido una existencia que ha merecido la pena y de

que esa existencia puede ser considerada como una palabra, un mensaje positivo para el entorno en el que se ha

desenvuelto. Es una época en la que se guarda la conciencia de cuáles han sido los ejes a través de los cuales se ha

logrado la vertebración de la propia identidad personal y se ha adquirido también la sabiduría para discernir lo que nos

humaniza o deshumaniza. Todo ello posibilita, por lo demás, una disposición abierta y generosa frente a los demás.

Finalmente, el narcisismo radical del que todos partimos en nuestra infancia puede ceder paso a un descubrimiento de

la alteridad, a una actitud de compasión y de tolerancia, y a una mirada benevolente y generosa hacia los otros.

Resulta muy significativo a este respecto el término “gerotrascendencia”, que se comienza a utilizar para dar cuenta

del modo en que muchos ancianos afrontan el deterioro de sus cuerpos y sus facultades. Lars Tornstam (1993) y sus

colegas de la Universidad de Uppsala la definen como un cambio en la metaperspectiva de una visión materialista y

racional a una más cósmica y trascendente. El individuo gerotrascendente experimenta un sentimiento nuevo de

comunión cósmica con el espíritu del universo, una redefinición del tiempo, la vida y la muerte, así como una

redefinición del yo. Una particular tranquilidad anímica caracteriza este estado, sin que se pueda encontrar una

correlación entre este estado de ánimo y una creencia o práctica religiosa. Parece evidente, no obstante, que las

características que se señalan en ese estado que muchos ancianos experimentan guarda importantes analogías con lo

que la fenomenología de la religión entiende por experiencia mística. Dependiendo -nos dice este autor- de cómo

entendamos “religión”, la gerotrascendencia podría considerarse como una teoría del desarrollo religioso.

Este estado particular de paz y comunión, en el creyente cristiano, adoptará sin duda los contenidos particulares de

su creencia. El todo cósmico adquirirá una condición personal y la relación con ese todo se establecerá como un

vínculo personalizado y amoroso, que deja paso a una acentuación de la vertiente mística de la experiencia de fe. Una

experiencia favorecida por los obligados despojos que se tuvieron que llevar a cabo, por la conciencia valorativa de lo

que en la vida ha merecido o no la pena y por la tendencia a esa mirada interior que se va produciendo con el paso de

los años a partir de la vida adulta. Si la maduración afectiva humana hay que entenderla como un proceso de progre-

siva reducción del narcisismo, en una consiguiente apertura a la realidad del otro, en el ámbito de la experiencia de fe,

esa superación del narcisismo necesariamente tiene que desembocar en ese encuentro amoroso y gozoso que

caracteriza a la experiencia mística.

Son también numerosos los estudios en el campo de la psicología de la religión que señalan como última etapa del

desarrollo religioso ese tipo de experiencias de corte místico en las que el sujeto, en una fe “universalizante” y desde

el vacío de sí mismo, deja de centrarse en el propio yo a partir de una comprensión y valoración suprema del universo.

Es un proceso de comunión radical que se manifiesta en una opción por la justicia y el amor. No todos llegan a eso,

pero figuras como Gandhi, Luther King, o Madre Teresa ilustran bien lo que puede ser ese estado final.

Desde los inevitables despojos que han ido teniendo lugar con el desgaste y deterioro físico, en muchas de las

funciones psíquicas, en la reducción del campo social; desde esa mirada interior

que va abriendo paso a partir de la mitad de la vida con un adentramiento en lo más

profundo del ser; desde la integración personal que se hace ahora posible, el sujeto

de la tercera edad, con una conciencia cada día más lúcida de ser para la muerte,

puede conferir (y no sin dificultad) una insospechada plenitud a su vida en ese

barruntar el misterio de lo esencial. El grano de trigo se pudre anunciando su

muerte, pero cabe el convencimiento, la esperanza, de que la vida se abre a un

horizonte misterioso, insospechado, en el que la existencia puede cobrar su más

pleno y acabado sentido.

He ahí el camino y el reto para la 3ª y, cada vez más sobre todo, la 4ª edad. No obstante, ese ejercicio final de

integración se ve adelantado sorpresivamente por una enfermedad con diagnóstico fatal, y que los tratamientos

médicos no logran detener. Cuando la persona entra en la fase de cuidados paliativos, se ve enfrentada a su final de

modo trágico, y debe realizar aceleradamente el proceso interno de integración final. La atención paliativa debe

combinar el control de síntomas y la elaboración del duelo. Estadísticamente, 8 de cada 10.000 hab. pasan por esta

situación, lo que convierte los cuidados paliativos en un gran reto para las ciencias de la salud.

Psicología Evolutiva II P. Dr. Aitor Esteban, U.C.T.

Tema IV: La adultez tardía Fac. de Psicología, Ciclo 05

INDICE: ADULTEZ TARDIA

1.- LONGEVIDAD Y ENVEJEClMIENTO

1.1.- Factores genéticos y ambíentales de la esperanza de vida

1.2.- Teorías biológicas del envejecimiento

2- CAMBIOS FÍSICOS

2.1. Cambios orgánicos y sistémicos

2.2. El envejecimiento del cerebro

2.3. Funcionamiento sensorial y psicomotor

a) Visión

b) Audición.

c) Gusto y olfato

d) Fortaleza, resistencia, eguilibrio y tiempo de reacción

2.4. Funcionamiento sexual.

2.5. Problemas de salud

a) Sueño

b) Alimentación

c) Cáncer

d) Influencias en la salud

3.- DESARROLLO COGNOSCITIVO

3.1. Inteligencia y habilidades de procesamiento

a) Medición de la inteligencia en los ancianos

b) Cambios en las habilidades de procesamiento

3.2. ¿Cómo cambia la memoria?

a) Memoria de trabajo

b) Memoria de largo plazo

3.3. ¿Por qué declinan algunos aspectos de la memoria?

a) codificación, almacenamiento y recuperación,

b) Cambio neurologico.

3.4. Creatividad

3.5. Sabiduría

4.- DESARROLLO PSICOSOCIAL EN LA ADULTEZ TARDIA 4.1. Estabilidad de los rasgos de personalidad

4.2. Teorías del envejecimtento psicosocial

1. Modelo de etapas normativas.

2. Modelos de afrontamiento.

a. George Vaillant:

b. Modelo de valoración cognoscitiva.

3. Teoría de la continuidad

4.- Estilo de vida y aspectos sociales. Jubilación

5.- BARRUNTANDO LO ESENCIAL. Epílogo reflexivo en torno a la “tercera edad”

5.1.- Juicios y prejuicios.

5.2.- Inevitables pérdidas, necesarios duelos

5.3.- Mirando hacia adentro.

5.4.- El buen envejecer. Desarrollo afectivo.

5.5.- Barruntando lo esencial.