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del Sagrado Corazón MISIONEROS DEL SAGRADO CORAZÓN Muchos de los Misioneros del Sagrado Corazón consideramos que la advocación mariana dada por nuestro Fundador es una de las joyas que tenemos como Congregación. P ara entender bien este título debemos realizar la lectura de derecha a izquierda, algo normal en las obras de Julio Chevalier. Lo importante de esta vocación es el Sagrado Corazón de Jesús. Él es el centro. María es la madre que nos lo ofrece, que desea que entremos en él, que anhela formarnos como formó a su Hijo Jesús para que la humanidad encuentre la ternura, compasión, misericordia, valentía, fuerza, fidelidad y constancia del amor de Dios revelado en su Hijo. Nuestro título mariano es Cristo céntrico. Ella es la madre que da, ofrece y entrega a su Hijo para “hacernos hijos y hermanos de Dios como hizo a Dios hijo y hermano del hombre”. Con su progresiva profundización de su concepto de Dios y de la espiritualidad del corazón, Julio Chevalier fue encontrando el lugar de María en su vida. Si en un principio, como hijo de su época, se fijó en el poder de intercesión de María, poco a poco se fue centrando en las relaciones existentes entre ella y la Trinidad, entre ella y su Hijo, entre ella y nosotros María, al mostrarnos el Corazón de Jesús, nos recuerda la profunda e íntima unión y relación que tuvo con su persona. Cómo por la unión que tuvo con él conoce las indescifrables riquezas de su Corazón y nos quiere conducir a él, fuente de un amor sin límites que da nacimiento a un mundo nuevo. Ella es la asociada al misterio de su Corazón que nos anima a trabajar en la misma misión de su Hijo a favor de la humanidad. María está próxima al mundo indigente, participa de la solicitud de su Hijo por el mundo. Su cántico de alabanza (Cfr. Lc 1,46-55), la escena de las bodas de Caná (Cfr. Jn 2, 1-11) y su estar al pie de la cruz asociada al dolor del Hijo por todos (Cfr. Jn 19, 25-37), son pruebas significativas de su preocupación por la humanidad sufriente. El interés mariano del P. Chevalier estaba motivado por una actitud de agradecimiento: “esta pequeña Congregación del Sagrado Corazón no es obra de una criatura, sino de Dios. Nació del amor del Corazón de Jesús bajo el poderoso amparo de María”. Chevalier recuerda cómo acudieron a ella en los inicios de la fundación: “esta causa es la tuya, a ti te toca salvarla; llega hasta el final y demuestra que eres la verdadera fundadora de esta obra”. En el pacto que realizaron los dos jóvenes sacerdotes con María, señalan que “en testimonio de gratitud hacia María la considerarán como su Fundadora y su Soberana, la asociarán a todas sus obras y harán amar de un modo peculiar”. Esta advocación mariana ha sido muy bien recibida por el pueblo cristiano. Es una de las imágenes de María más culturada según los diversos continentes, signo de la aceptación tenida.

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del Sagrado Corazón

MISIONEROS DEL SAGRADOCORAZÓN

Muchos de los Misioneros del Sagrado Corazón consideramos que la advocación mariana dada por nuestro Fundador es una de las joyas que tenemos como Congregación.

Para entender bien este título debemos realizar la lectura de derecha a izquierda, algo normal

en las obras de Julio Chevalier. Lo importante de esta vocación es el Sagrado Corazón de Jesús. Él es el centro. María es la madre que nos lo ofrece, que desea que entremos en él, que anhela formarnos como formó a su Hijo Jesús para que la humanidad encuentre la ternura, compasión, misericordia, valentía, fuerza, fidelidad y constancia del amor de Dios revelado en su Hijo. Nuestro título mariano es Cristo céntrico.

Ella es la madre que da, ofrece y entrega a su Hijo para “hacernos hijos y hermanos de Dios como hizo a Dios hijo y hermano del hombre”. Con su progresiva profundización de su concepto de Dios y de la espiritualidad del corazón, Julio Chevalier fue encontrando el lugar de María en su vida. Si en un principio, como hijo de su época, se fijó en el poder de intercesión de María, poco a poco se fue centrando en las relaciones existentes entre ella y la Trinidad, entre ella y su Hijo, entre ella y nosotros María, al mostrarnos el Corazón de Jesús, nos recuerda la profunda e íntima unión y relación que tuvo con su persona. Cómo por la unión que tuvo con él conoce las indescifrables riquezas de su Corazón y nos quiere conducir a él, fuente de un amor sin límites que da nacimiento a un mundo nuevo. Ella es la asociada al misterio de su Corazón que nos anima a trabajar en

la misma misión de su Hijo a favor de la humanidad. María está próxima al mundo indigente, participa de la solicitud de su Hijo por el mundo.

Su cántico de alabanza (Cfr. Lc 1,46-55), la escena de las bodas de Caná (Cfr. Jn 2, 1-11) y su estar al pie de la cruz asociada al dolor del Hijo por todos (Cfr. Jn 19, 25-37), son pruebas significativas de su preocupación por la humanidad sufriente. El interés mariano del P. Chevalier estaba motivado por una actitud de agradecimiento: “esta pequeña Congregación del Sagrado Corazón no es obra de una criatura, sino de Dios. Nació del amor del Corazón de Jesús bajo el poderoso amparo de María”. Chevalier recuerda cómo acudieron a ella en los inicios de la fundación: “esta causa es la tuya, a ti te toca salvarla; llega hasta el final y demuestra que eres la verdadera fundadora de esta obra”. En el pacto que realizaron los dos jóvenes sacerdotes con María, señalan que “en testimonio de gratitud hacia María la considerarán como su Fundadora y su Soberana, la asociarán a todas sus obras y harán amar de un modo peculiar”.

Esta advocación mariana ha sido muy bien recibida por el pueblo cristiano. Es una de las imágenes de María más culturada según los diversos continentes, signo de la aceptación tenida.