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7 El catastro es uno de los puntos de encuentro entre hacienda y cartografía, entre política y tecnologías de la información geo- gráfica. En consecuencia, la historia de la car- tografía catastral constituye un campo de investigación pluridisciplinar, que atrae la atención de economistas y politólogos, de geógrafos, de historiadores y de otros muchos estudiosos, armados cada uno de su propio enfoque, objetivos y motivaciones. Esta diver- sidad de perspectivas es uno de los atractivos del campo, y constituye una poderosa fuente de dinamismo de las investigaciones. El propósito de este trabajo es ofrecer un balance de la investigación realizada en España en los últimos veinte años (1). La elección de cualquier frontera cronológica en las revisiones historiográficas entraña siempre una cierta arbitrariedad. Sin embargo, en este caso existe una justifica- ción de bastante peso. En 1988 se efectuó la publicación, casi simultánea, de dos obras que constituyen un hito en la histo- riografía del catastro: la edición de la Plani- metría general de Madrid, a cargo de Con- cepción Camarero Bullón (CAMARERO, ed. 1988), y la publicación de la obra colectiva El Catastro en España, realizada bajo la dirección del historiador Antoni Segura i Mas y publicada por el Centro de Gestión Catastral y Cooperación Tributaria (SEGU- RA, coord., 1988). La Planimetría general de Madrid consti- tuye, como es sabido, la mayor realización de la cartografía catastral urbana en la España del Antiguo Régimen; un trabajo monumental, que había permanecido iné- dito, y cuya edición vino a demostrar la importancia de los ensayos acometidos a mediados del siglo XVIII en el ámbito de los Dos décadas de investigación sobre historia de la cartografía catastral en España (1988-2008) Luis Urteaga Departamento de Geografía Humana Universitat de Barcelona Agosto 2008 (1) Este trabajo se ha elaborado en el marco del proyecto de investigación SEJ2005-07590-C02- 01/GEOG, financiado por la Dirección General de Investigación, y fue presentado como ponencia en el Segon Congrés Català de Geografia: “El mapa com a llenguatge geogràfic”, celebrado en Barcelona y Vila- nova i la Geltrú del 29 al 31 de mayo de 2008.

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El catastro es uno de los puntos deencuentro entre hacienda y cartografía, entrepolítica y tecnologías de la información geo-gráfica. En consecuencia, la historia de la car-tografía catastral constituye un campo deinvestigación pluridisciplinar, que atrae laatención de economistas y politólogos, degeógrafos, de historiadores y de otros muchosestudiosos, armados cada uno de su propioenfoque, objetivos y motivaciones. Esta diver-sidad de perspectivas es uno de los atractivosdel campo, y constituye una poderosa fuentede dinamismo de las investigaciones.

El propósito de este trabajo es ofrecerun balance de la investigación realizada enEspaña en los últimos veinte años (1). La

elección de cualquier frontera cronológicaen las revisiones historiográficas entrañasiempre una cierta arbitrariedad. Sinembargo, en este caso existe una justifica-ción de bastante peso. En 1988 se efectuóla publicación, casi simultánea, de dosobras que constituyen un hito en la histo-riografía del catastro: la edición de la Plani-metría general de Madrid, a cargo de Con-cepción Camarero Bullón (CAMARERO, ed.1988), y la publicación de la obra colectivaEl Catastro en España, realizada bajo ladirección del historiador Antoni Segura iMas y publicada por el Centro de GestiónCatastral y Cooperación Tributaria (SEGU-RA, coord., 1988).

La Planimetría general de Madrid consti-tuye, como es sabido, la mayor realizaciónde la cartografía catastral urbana en laEspaña del Antiguo Régimen; un trabajomonumental, que había permanecido iné-dito, y cuya edición vino a demostrar laimportancia de los ensayos acometidos amediados del siglo XVIII en el ámbito de los

Dos décadas de investigación sobre historia de la cartografía catastral en España (1988-2008)

Luis UrteagaDepartamento de Geografía Humana

Universitat de Barcelona

Agosto 2008

(1) Este trabajo se ha elaborado en el marco delproyecto de investigación SEJ2005-07590-C02-01/GEOG, financiado por la Dirección General deInvestigación, y fue presentado como ponencia en elSegon Congrés Català de Geografia: “El mapa com allenguatge geogràfic”, celebrado en Barcelona y Vila-nova i la Geltrú del 29 al 31 de mayo de 2008.

catastros con referencia cartográfica. Laedición de los mapas madrileños es primo-rosa, y los estudios introductorios, debidosa Concepción Camarero (CAMARERO,1988), Antonio López Gómez (LÓPEZ

GÓMEZ, 1988), y Francisco MARTÍN PERE-LLÓN (Martín Perellón, 1988), ofrecen uncumplido panorama de la génesis de la pla-nimetría catastral madrileña, de su contex-to institucional y de las características téc-nicas del levantamiento (figura 1).

El Catastro en España (SEGURA, coord.,1988) es una obra de distinta naturaleza ypretensión. Sin poner el foco en los aspec-tos cartográficos, el libro ofrece una narra-tiva bien informada de los sucesivos pro-yectos catastrales ensayados en este país,desde el Catastro de Patiño hasta los inten-

tos de modernización del catastro parcela-rio llevados a término en la segunda mitaddel siglo XX. Aunque desigual en su enfo-que y desarrollo, debido en parte a su auto-ría plural, esta obra ofrece un verdaderoestado de la cuestión de prácticamentetodo lo publicado hasta mediados de ladécada de 1980.

El interés por la problemática catastralno ha dejado de crecer desde entonces. Hancontribuido a ello la sensible mejora en lacatalogación y accesibilidad de los archivosespañoles, el creciente interés, nacional einternacional, por la documentación catas-tral como fuente histórica, y también, meparece, la consolidación de algunos gruposde investigación universitarios, que hanvolcado su actividad en la historia de la car-tografía y del catastro.

Las investigaciones realizadas en las dosúltimas décadas han aumentado sensible-mente nuestro conocimiento de la expe-riencia catastral española, de los recursosempleados, y de los resultados obtenidos.Esto ha inducido a los estudiosos a reflexio-nar sobre asuntos que ya eran conocidosdesde nuevos ángulos. Las aproximacionessumamente críticas, propias de los añossetenta y ochenta del siglo pasado, han sidopaulatinamente substituidas por la preva-lencia de la información y la descripción. Laespeculación genérica sobre los proyectos yla legislación tributaria ha dado paso a laapreciación específica de la práctica catas-tral en distintos períodos históricos. El en-foque centrado casi exclusivamente en laoferta de catastro se ha abierto a una consi-deración cada vez mayor de la demanda. Elexamen aislado de la cartografía catastral seha tratado de complementar con una apro-ximación más global, que contempla el con-junto de la cartografía oficial, y las institu-ciones que la producen. Es posible queestos cambios no hayan alcanzado a modifi-car por completo el paradigma dominanteen la historiografía del catastro, pero desdeluego han alterado bastantes de nuestraspercepciones sobre el problema.

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LUIS URTEAGA

Figura 1. Portada de la Planimetría General de Madrid.Edición a cargo de Concepción Camarero Bullón,Madrid, Tabapress, 1988, 2 vols. Edición de una obracapital entre los catastros del Antiguo Régimen, quevino a demostrar la importancia de los ensayos aco-metidos en el siglo XVIII en el ámbito de las averi-guaciones catastrales con referencia cartográfica.

La exposición se divide en tres partes. Enla primera se examinan los catastros delAntiguo Régimen, y la obra gráfica que sederivó de los mismos. A continuación seconsideran los intentos de modernizaciónfiscal del siglo XIX, destacando los dosmodelos de cartografía catastral ensayadosen España durante el ochocientos. Por últi-mo, se alude con brevedad a los estudiosconsagrados al catastro parcelario del sigloXX. Conviene aclarar que la literatura consi-derada tiene un carácter marcadamente his-tórico, y alude a la cartografía catastral enformato analógico. Se ha marginado delibe-radamente cualquier consideración relativaal catastro digital actualmente en vigor.

La cartografía en los catastrosdel Antiguo Régimen

La aparición en España de la institucióndel catastro, y al parecer hasta del términomismo, está vinculada a los cambios introdu-cidos por Felipe V en la administración de losterritorios de la Corona de Aragón en los pri-meros decenios del siglo XVIII (PRO RUIZ,1992). La implantación del régimen borbóni-co después de la Guerra de Sucesión (1701-1714) provocó, entre muchos otros cambios,un intento de homogeneizar fiscalmente losterritorios peninsulares de la monarquía his-pana. Como es sabido, las haciendas autóno-mas de los diversos territorios de la Coronade Aragón fueron suprimidas. En su lugar seimplantó un nuevo sistema fiscal que preten-día obtener el equivalente a la cantidadrecaudada hasta entonces en la Corona deCastilla por rentas provinciales. Las nuevascontribuciones, muy similares en cuanto a sudiseño general, tomaron nombres diferentes:equivalente en Valencia, única contribución enAragón, talla general en Mallorca y catastroen Cataluña.

Desde el principio, la voz catastro adoptódos acepciones distintas: contribución realsobre las rentas y propiedades, y padrón esta-

dístico de las fincas rústicas y urbanas, eincluso una tercera, la pesquisa o averigua-ción en sí misma. Así pues, con el mismovocablo se pasó a denotar la carga tributariaque se imponía a los contribuyentes y la ave-riguación que debía servir para evaluar lariqueza y efectuar el reparto tributario(CAMARERO, 2007a). En buena lógica, la ave-riguación debe preceder a la exacción. En lapráctica, sin embargo, las cosas no siemprefueron así. La norma en la mayor parte de loscatastros europeos del siglo XVIII fue el esta-blecimiento de un sistema de cupo: primerose fijó la cantidad global a recaudar y, parale-lamente, o posteriormente, se iniciaron laspesquisas para averiguar la riqueza y estable-cer un gravamen proporcional a la misma.

El catastro de Cataluña, conocido comoCatastro de Patiño por el nombre de suimpulsor, constituye un ejemplo caracterís-tico de los catastros setecentistas: desde laperspectiva de la exacción tributaria fue uncatastro de cupo; desde la perspectiva de laindagación de bienes fue un catastro literal(FACI LACASTA y CAMARERO BULLÓN, 2006 y2007). Los documentos empleados paraaveriguar y tasar la riqueza fueron básica-mente textuales en su primera etapa.

El peso de la investigación catastral sedescargó en los ayuntamientos. Para averi-guar la riqueza inmobiliaria se procedió, en laprimera etapa, 1716, a la descripción de bie-nes (tierras, edificios, ganado, familias…) ycargas y, a partir de en torno a 1720, a la reca-na, es decir, a la medición de las tierras y lospueblos de Cataluña (FERRER ALÒS, 2002).Esta medición, llevada a término por exper-tos «catastrenos» dependientes de la Inten-dencia, como lo había establecido la instruc-ción que acompañaba al real decreto dediciembre de 1715, dio lugar a la formaciónde unos libros catastrales en los que se regis-traban las fincas de cada término, su superfi-cie, lindes, cultivos y nombre de los propieta-rios. El reparto individual del impuesto seefectuaba basándose en estos documentos,asignando a cada propietario un porcentajede la cuota tributaria en función de la rique-

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DOS DÉCADAS DE INVESTIGACIÓN SOBRE HISTORIA DE CARTOGRAFÍA CATASTRAL EN ESPAÑA (1988-2008)

za registrada. Los cambios en la propiedad delas parcelas se anotaban en los libros derepartimiento y se comunicaban a la Inten-dencia. Cuando las anotaciones eran tannumerosas que hacían ilegible el documentose procedía a formar un nuevo repartimiento.

La cartografía parece haber desempeña-do un papel muy secundario, quizá margi-nal, en el Catastro de Patiño. Sin embargo, apartir del examen de la documentacióncatastral custodiada en el Archivo HistóricoProvincial de Lleida, Jesús Burgueño ha con-seguido identificar a un total de quince geó-metras, responsables de las mediciones efec-tuadas en los pueblos del territorio de laactual provincia de Lleida entre 1723 y 1767(BURGUEÑO, 2007). En muchos casos los tra-bajos de medición están acompañados por

croquis parcelarios de fincas individuales, yocasionalmente por un esquema del términocatastrado. Este modelo de representacióncartográfica y forma de realizar el catastro esigual al que José II propugnará para el catas-tro del Imperio Austro-húngaro, que se pon-drá en marcha siete décadas más tarde, en1785 y 1786. (figuras 2 y 3).

Concepción Camarero, por su parte, hallamado la atención sobre la creación en Bar-celona, en 1718, de una escuela de geómetras.Tales geómetras serían los responsables decomprobar por comisión de la Hacienda Reallos recursos presentados por los ayuntamien-tos contra los cupos del catastro (CAMARERO,2007b). Sabemos muy poco sobre el procesoformativo de estos técnicos, sobre su actividadpericial, y sobre su obra gráfica. En particular,

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LUIS URTEAGA

Figura 2. Libro de la recanación de 1740 de Pobella(Lleida). A partir de los años veinte fueron muchoslos pueblos que pidieron la actualización de su catas-tro y la medición de su territorio, en unos casos por-que entendían que no se había hecho bien la primeraaveriguación, en otros porque se había producido unareducción de la riqueza por diferentes causas, espe-cialmente catástrofes naturales (tormentas, pedriscos,inundaciones, “ayres fuertes”, etc.) (Archivo Históri-co Provincial de Lleida).

Figura 3. Libro de la recanación de 1732 de Castellbó(Lleida). Muchos libros de recanación se inician con lafigura del término, sus dimensiones y límites. A veces,como en este caso, se dibujan también los caminos y elrío. (Archivo Histórico Provincial de Lleida).

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Figura 4. Croquis del término de Almería del Catastro de Ensenada. Conscientes de las dimensiones del territorio acatastrar, de la complejidad de la pesquisa y de la carencia de suficientes geómetras, los responsables del Catas-tro dejaron el levantamiento cartográfico para una segunda fase. Por ello, la cartografía de Ensenada está consti-tuida por los dibujos de las parcelas trazados a mano alzada y por unos sencillos croquis de los términos. (Archi-vo Histórico Provincial de Granada).

existen dudas sobre si los geómetras del catas-tro llegaron a levantar mapas parcelarios deconjunto de los términos municipales. Salva-dor Llobet localizó planos parcelarios del sigloXVIII relativos a unos pocos términos delMaresme (LLOBET, 1955). Y Jesús Burgueñoha manejado el extraordinario mapa parcela-rio del término municipal de Solsona formadoa escala 1:11.000; un mapa que al parecerderiva de un litigio judicial y no de una ope-ración catastral (BURGUEÑO, dir. 2001 y BUR-GUEÑO, 2007). Sin embargo, resulta reveladorque el número de fincas del plano y su locali-zación geográfica coincida con el libro origi-nal del catastro de Solsona formado en 1716.

Es posible que una investigación a fondo ysistemática de los archivos municipales ofrez-ca nuevas sorpresas. Al respecto, cabe recor-dar que el Catastro de Patiño se mantuvo envigor durante más de un siglo, hasta laimplantación de la contribución territorial de1845, y que durante ese tiempo los pueblos deCataluña conservaron celosamente los librosde la recana o del Real Catastro. Unos docu-mentos que eran garantía del reparto equitati-vo de la carga tributaria entre los vecinos.

La experiencia del Catastro de Patiño nose trasladó directamente a la Corona de Cas-

tilla. El reformismo borbónico proyectósobre las tierras de Castilla unos objetivos demodernización fiscal análogos a los del Prin-cipado: simplificar y unificar el sistema tri-butario, y aumentar su eficiencia y equidad.Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido enCataluña, la reforma fiscal se intentó llevar atérmino empezando la casa por los cimien-tos, es decir, arrancando con una completaaveriguación de la riqueza de los contribu-yentes, previa a la exacción tributaria.

El proyecto catastral fue concebido por elsecretario de Hacienda de Fernando VI,Zenón de Somodevila, primer marqués de laEnsenada. La averiguación fiscal, llevada a tér-mino entre 1749 y 1757, con una operaciónpiloto previa seguida en Guadalajara en 1746,afectó a todas las provincias castellanas, que-dando excluidos los territorios forales del PaísVasco y Navarra y las islas Canarias. La unidadterritorial a catastrar fueron los pueblos y sutérmino, practicándose averiguaciones sobrecasi 15.000 entidades de población. (figura 4).

El Catastro de Ensenada constituye una delas mayores operaciones estadísticas de laEuropa del Antiguo Régimen, y dio lugar auna ingente masa documental que todavía noha podido ser sistematizada por completo.

Nuestro conocimiento actual de esta averigua-ción debe mucho a la labor, inspirada y muytenaz, de la geógrafa Concepción CamareroBullón. En una serie continuada de investiga-ciones, que se remontan a comienzos de losaños ochenta del siglo XX, Camarero ha ana-lizado el marco político y legal del catastroensenadista (CAMARERO, 1993, 1999 y 2004a),el procedimiento catastral (CAMARERO 1998,2002a, 2002b, 2003; CAMARERO, FERRER yGÁMEZ, 2001), la burocracia desplegada paraello (CAMARERO, 1999 y 2007) y, con muchodetalle, el acervo documental conservado paralas provincias de Burgos (CAMARERO, 1989) yMadrid (CAMARERO, 2001b, 2004c y 2005).Me parece oportuno citar aquí sus propiaspalabras para describir el catastro castellano:

“En los documentos elaborados quedaronregistradas más de siete millones de personasy varios cientos de millones de piezas de tie-rra que se pasearon y se reconocieron una auna, y muchas se midieron; se contaron lascolmenas, cada una de las cabezas de ganado;se obtuvieron las tazmías de cinco años; loscabildos, monasterios y nobles o titulares deseñoríos tuvieron que desempolvar legajos desus archivos para hacer copiar y autentificarlos documentos en los que figuraban susancestrales privilegios; no quedó casa, nicorral, ni tenada sin medir, ni cuba de vinosin cubicar; en muchos pueblos hasta se con-taron los árboles” (CAMARERO, 1999, 7-8).

En suma, el Catastro de Ensenada trató de“averiguarlo todo de todos” (CAMARERO,2002b). Paradójicamente, el enorme esfuerzocatastral llevado a cabo en la Corona de Cas-tilla no alcanzó el objetivo perseguido: lamejora del sistema tributario. El impuestoque debía derivarse de la averiguación catas-tral (la única contribución) no llegó a implan-tarse nunca.

El fracaso del plan de modernización delsistema tributario del Marqués de la Ensenadatiene una única excepción, pero de bastanterelieve tanto para la práctica fiscal como parala cartografía catastral: la Planimetría general

de Madrid, a la que antes se ha aludido. La Pla-nimetría es el resultado de una averiguaciónefectuada en la ciudad de Madrid entre 1750y 1751 para proceder a la reforma del la Rega-lía de Aposento, un tributo específico de laCorte que gravaba los bienes inmuebles. Parael arreglo de esta figura impositiva se ensaya-ron dos procedimientos complementarios(CAMARERO, 1988 y 2007; MARÍN PERELLÓN,1988 y 2000; ARAGÓN AMUNÁRRIZ, 2002). Elprimero, ya tradicional por entonces, fue larealización de una “visita general”, que con-sistía en el reconocimiento visual de las casaspara estimar su valor y documentar la propie-dad y su situación respecto al impuesto. Elsegundo sistema, totalmente moderno, fue laformación de un plano parcelario de cada unade las manzanas de la ciudad.

El trabajo cartográfico fue llevado a tér-mino por cuatro equipos encabezados cadauno de ellos por un arquitecto. El resultadoson 557 planos de manzanas a escala muydetallada (la mayoría a 1:267), acompaña-dos por seis libros de asiento de casas quecontienen la descripción catastral de casi8.000 inmuebles (figura 5). Se trata del pri-mer ejercicio completo de planimetría par-

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Figura 5. Planimetría General de Madrid. Plano de lamanzana 45, levantado por Fernando de Moradillo,1750. Un ejemplo característico de los planos demanzana de la Planimetría General. AHN.

celaria, y también del primer catastro efec-tivo de la Corona de Castilla. Los estudiosefectuados sobre la precisión de la Planime-tría general, a partir de comparaciones conel catastro actual, ponen de manifiesto unaelevada precisión (ARAGÓN AMUNÁRRIZ,2002, 33). Los planos manzaneros fueronempleados en 1769 por Espinosa de losMonteros para formar su conocido Planotopográfico de la Villa y Corte de Madrid, ypoco más tarde, en 1785, por Tomás Lópezpara formar su mapa de Madrid.

Los dos modelos de cartografía parcelaria del siglo XIX

El ideal político del catastro, comoremedio para las dificultades financierasdel Estado y vehículo de equidad y justiciafiscal, pasó directamente desde el reformis-mo ilustrado al pensamiento liberal. La for-mación del catastro fue una de las reivindi-caciones más reiteradas del liberalismoespañol durante el ochocientos. Tambiénfue una de las que generó más frustracio-nes. Para decirlo con brevedad, España nologró articular un sistema catastral conreferencia cartográfica en todo el siglo XIX.En un siglo que ha sido calificado como elsiglo de los catastros parcelarios (al menosen Europa), el fracaso del catastro españolha sido visto por algún historiador comouna auténtica metáfora del fracaso en laconstrucción del Estado liberal.

La pobreza catastral del siglo XIX hasido desfavorablemente comparada con loslogros del setecientos. En esta línea se haefectuado una entusiasta valoración delEstado borbónico, capaz de llevar a térmi-no gigantescas averiguaciones fiscales,como el Catastro de Ensenada, en contras-te con la ineficacia del Estado liberal, inca-paz de formar un catastro general en todoel ochocientos. Tales comparaciones, sinembargo, pueden resultar poco afortuna-

das. Desde luego, ignoran la existencia deuna importante labor cartográfica realizadadurante el ochocientos. En este caso, laausencia de un catastro general no significaexactamente la carencia de cartografíacatastral.

En efecto, a lo largo de la segunda mi-tad del siglo XIX se desarrollaron dosgrandes modelos de averiguación catastralque dieron lugar a dos familias distintas deplanos parcelarios. El primer modelocorresponde a los trabajos de estadísticaterritorial emprendidos para efectuar elreparto de la contribución de inmuebles,cultivo y ganadería implantada en 1845.Tales trabajos se prolongaron durantevarias décadas, aunque su período másproductivo corresponde a la década de1850. El segundo modelo corresponde alensayo de un catastro topográfico parcela-rio emprendido por la Junta General deEstadística en la provincia de Madriddurante la década de 1860.

La contribución territorial era unimpuesto de cupo, cuya gestión reposabaen dos agentes principales: los ayunta-mientos y las administraciones provincia-les de Hacienda. Los ayuntamientos teníanla responsabilidad de averiguar la riquezaimponible de los contribuyentes y efectuarel reparto de los cupos individuales. Lasadministraciones provinciales de Hacien-da, por su parte, se encargaban de la derra-ma de la contribución territorial entre losmunicipios, y asumían plena competenciasobre las tareas de inspección fiscal. Lademanda de trabajos catastrales podíatener así un doble origen. Los ayuntamien-tos podían encargar la formación de laestadística territorial como base para elreparto equitativo del impuesto, o tambiénpara litigar con el fisco respecto al cupomunicipal asignado. Las oficinas provin-ciales de Hacienda, al propio tiempo, po-dían requerir la realización de trabajospericiales para comprobar la riqueza efec-tiva de los pueblos, y la correcta asigna-ción de la carga fiscal.

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DOS DÉCADAS DE INVESTIGACIÓN SOBRE HISTORIA DE CARTOGRAFÍA CATASTRAL EN ESPAÑA (1988-2008)

La implantación de la contribución terri-torial generó así una ingente documenta-ción fiscal entre la que figuran padrones de riqueza, amillaramientos y mapas parce-larios municipales. Los primeros tipos dedocumentos, de carácter literal y numérico,son bien conocidos y han sido ampliamenteutilizados en estudios de historia rural ygeografía histórica (MATA y ROMERO, 1988;SEGURA, 1988; PÉREZ PICAZO, 1998; MATA yMUÑOZ, 1999; VALLEJO POUSADA, 2000). Ladocumentación cartográfica, en cambio,había pasado hasta hace poco bastante desa-percibida. Sin embargo, diversas investiga-ciones realizadas en los últimos años hanpermitido localizar y analizar una abundan-te documentación catastral relativa a lasprovincias de Baleares (ROSELLÓ, 2007;VIDAL, 2007), Barcelona (NADAL, MURO yURTEAGA, 2003; NADAL, URTEAGA y MURO,2005 y 2006), Girona (NADAL, 2006; NADAL

y BURGUEÑO, 2008b y 2008d), Lleida (BUR-GUEÑO, 2007), y Tarragona (MURO, 2007 y2008). La investigación puede considerarsecerrada en el caso de Barcelona. Para el restode las provincias citadas prosiguen las labo-res de catalogación y estudio. Sin embargo,se puede ofrecer ya una serie de conclusio-nes producto del trabajo realizado.

Tanto en Cataluña como en Baleares, lagestión de la contribución territorial seapoyó en una información estadística y car-tográfica compleja. Los documentos admi-nistrativos que debían servir de base para elrepartimiento de este impuesto (amillara-mientos, cartillas de evaluación y listascobratorias) se elaboraron, con caráctergeneral, para todos los municipios. La for-mación de los amillaramientos, que contie-nen el reparto individual de los cupos tri-butarios, estuvo precedida, en bastantescasos, de una completa averiguación peri-cial, que consistió en el deslinde del térmi-no municipal, la medición de todas las pro-piedades, y la evaluación de su producto.Las operaciones citadas quedaron refleja-das en dos tipos de documentos distintos:a) libros de apeo o de medición de tierras, en

los que se consignaba de modo literal elresultado de la operación, o b) mapas par-celarios municipales que representan el par-celario de rústica.

Los mapas parcelarios tienen dos for-matos distintos: atlas parcelarios municipa-les, divididos en secciones catastrales,levantadas a escala 1:2.000 ó 1:2.500 (y enocasiones a escalas mayores, hasta 1:500),y planos geométricos de conjunto del térmi-no municipal (usualmente a escala 1:5.000,pero a veces con escalas menores, hasta1:10.000). Cada plano geométrico contienelos límites de un término municipal, conindicación de los colindantes, y representael parcelario rústico con identificaciónnumérica de las parcelas (figuras 6 y 7).Unos registros estadísticos anexos ofrecenel inventario completo de las parcelas quefiguran en el mapa, indicando el nombredel propietario y las diferentes clases deaprovechamientos con su extensión (figura8). Se trata, por tanto, de una serie docu-mental homogénea y de gran riqueza, yaque permite reconstruir el paisaje rural aescala parcelaria, y dar una idea precisa dela distribución geográfica de la propiedadagraria y de los usos del suelo (buenosejemplos en BADÍA y RODRÍGUEZ, 2007 yFONT CASASECA, 2008).

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Figura 6. Cartela del Plano geométrico del términojurisdiccional de Llubí. Provincia de Baleares. Partidojudicial de Ynca. Levantado bajo la dirección del Geó-metra D. Pedro Moreno y Ramírez, 1859. I.G.N.

Los trabajos periciales fueron encomen-dados a geómetras privados que actuabancomo contratistas por encargo de los ayun-tamientos y, eventualmente, como técnicosa sueldo de las administraciones provincia-les de Hacienda. Algunos geómetras eranauténticos empresarios, capaces de organi-zar equipos de agrimensores que trabajabansimultáneamente en diversas provincias(uno de estos contratistas, Pedro MorenoRamírez, llegó a efectuar levantamientoscartográficos en Barcelona, Baleares, Lleiday Tarragona). La mayoría, sin embargo, ope-raba en el ámbito local (comarcal o provin-cial) y simultaneaban los trabajos de esta-dística territorial con fines fiscales con lapráctica privada de la agrimensura (MURO,URTEAGA y NADAL, 2005; NADAL, URTEAGA yMURO, 2006).

Empezamos a conocer con cierto detalleel instrumental empleado por los geómetrasdurante el ochocientos, sus técnicas delevantamiento y el grado de precisión alcan-

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Figura 7. Detalle del Plano geométrico del término jurisdiccional de Llubi (1859). Escala 1:10.000. Un ejemplocaracterístico de la cartografía parcelaria formada por Pedro Moreno Ramírez en la isla de Mallorca. I.G.N.

Figura 8. Pueblo de Campanet. Libreta de cálculos delos agrimensores, 1858. El levantamiento catastral deltérmino de Campanet (Mallorca) fue efectuado porun equipo de agrimensores al servicio de PedroMoreno Ramírez. En otras provincias, las “Libretas decálculo” recibieron la denominación de “Registro defincas”, “Libro de apeo”, y también “Matriz primitivacatastral”. I.G.N.

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zado en sus trabajos cartográficos (MURO,2007). También disponemos de las primerasaproximaciones acerca de su nivel de ingre-sos y de las expectativas económicas de laprofesión (URTEAGA, 2007). Asimismo, estáfuera de duda el modelo implícito de la esta-dística territorial desarrollada en España.

El inicio de las averiguaciones catastralesllevadas a cabo para la derrama de la contri-bución territorial coincidió casi exactamentecon la finalización del catastro parcelario enFrancia. El catastro francés tenía una estruc-tura local y unos requisitos de precisión car-tográfica bastante laxos: el sistema tomabacomo unidad de levantamiento la comuna,sin que las triangulaciones internas de cadacomuna tuviesen enlace con las vecinas. Losdocumentos gráficos y estadísticos utilizadosen el catastro de Francia (atlas parcelario,planos geométricos de conjunto, registroestadístico y matriz primitiva catastral) fue-ron imitados en España, manteniendo lasmismas escalas y las mismas denominacio-nes de los documentos. Y no sólo se impor-taron del país vecino las técnicas cartográfi-cas y los documentos fiscales. Algunosgeómetras franceses, expertos en trabajoscatastrales, llegaron a Cataluña a comienzosde la década de 1850 atraídos por las oportu-nidades que ofrecía la implantación de lacontribución territorial (NADAL, 2007; MURO,NADAL y URTEAGA, 2008a y 2008b).

De haberse llevado hasta el final, lostrabajos de estadística territorial iniciadosen la década de 1850 podían haber desem-bocado en un catastro muy parecido al deFrancia: un catastro barato, descentraliza-do, y de ejecución expeditiva. Asumiendosus limitaciones, la estadística territorialpodía haber sido plenamente funcionalpara las necesidades de Hacienda. Sinembargo, el modelo funcional y descentra-lizado fue abandonado a finales de la déca-da de 1850, y substituido por un enfoquecasi opuesto: un catastro uniforme, centra-lizado y de extrema precisión.

La ocasión para este giro profundo labrindó la promulgación de la Ley de medición

del territorio, que fue aprobada por las Cortesel 5 de junio de 1859. La citada ley perseguíados objetivos básicos: coordinar los distintoslevantamientos cartográficos del Estado yacometer la formación de un catastro parcela-rio. A diferencia de las operaciones de esta-dística territorial, que habían tenido uncarácter fragmentario y descentralizado, elnuevo catastro se concebirá como un proyec-to unitario, centralizado y general. La direc-ción de los trabajos catastrales no se enco-mendó al Ministerio de Hacienda, sino que sepuso bajo la responsabilidad directa de laComisión de Estadística General del Reino,un organismo dependiente de la Presidenciadel Consejo de Ministros que pronto pasaríaa denominarse Junta General de Estadística.

La labor de esta institución ha sido objetode un persistente esfuerzo de investigación,en el que han tomado parte historiadoresexpertos en fiscalidad, como Juan Pro Ruiz(PRO, 1992; 2007a y 2007b) y Rafael VallejoPousada (VALLEJO, 1998; 2001a y 2001b), ydiversos geógrafos (URTEAGA y NADAL, 1989;NADAL y URTEAGA, 1990; MURO, NADAL yURTEAGA, 1992; CANOSA, 1993; MURO, 2007b;NADAL, 2007a; URTEAGA, 2007a). A la luz delas investigaciones realizadas, la Junta deEstadística aparece hoy como uno de los hitosen la institucionalización de la geografía y laestadística en España. A la Junta se debenalgunos logros muy destacados en el campode la estadística demográfica, como la organi-zación de los primeros censos modernos depoblación (MURO, NADAL y URTEAGA, 1996), yen el campo de la cartografía topográfica ofi-cial, como el diseño y primer establecimientode la red geodésica. Pero, tal como suele ocu-rrir, los aciertos se combinaron con algunoserrores de bulto. El mayor de estos errores fueseguramente el planteamiento del catastro.

El planteamiento técnico del catastro,desarrollado por el ingeniero militar Francis-co Coello de Portugal y Quesada (1822-1898) fue totalmente atípico en la experien-cia europea (MURO, NADAL y URTEAGA, 1996;NADAL y URTEAGA, 1999; NADAL, 2007). Elnúcleo esencial del proyecto de Coello con-

sistió en fundir la realización del catastro par-celario con el levantamiento del mapa topo-gráfico a gran escala, de modo que la plani-metría catastral pudiese servir de base paraformar la carta geográfica. La fusión deambos levantamientos requería que la preci-sión de la planimetría catastral se acercase ala exigida para un mapa topográfico, y quelas operaciones planimétricas se simultanea-sen con las de nivelación. En consecuencia,los planos parcelarios debían realizarse aescala muy detallada (1:2.000 en el parcelariode rústica y 1:500 en el parcelario urbano),con representación de las curvas de nivelcada cinco metros. La ambición del proyecto,en relación a los medios técnicos y económi-cos de la época, era realmente desmesurada.

Para llevar a término sus planes, Coellodescartó la experiencia profesional de los agri-mensores y geómetras que venían realizandolevantamientos parcelarios para Hacienda, ytambién la experiencia de algunos cartógrafostan destacados en el ámbito internacional

como el italiano Ignazio Porro (MURO, NADAL

y URTEAGA, 1992) y el francés Jean-AntoineLaur (MURO, NADAL y URTEAGA, 2008b). En sulugar propuso y logró la creación de unaEscuela Especial de Topografía Catastral, en laque los aspirantes a tomar parte en el catastrorecibían una formación técnica básica enmaterias de topografía, trigonometría, geode-sia y evaluación catastral (URTEAGA, 2007). Encalidad de director de operaciones topográfi-cas, y contando con el personal salido de laEscuela Especial, Coello inició una pruebapiloto en la provincia de Madrid, que se exten-dió durante casi toda la década de 1860.

El levantamiento se ejecutó a escala1:2.000, distribuyendo el territorio en una retí-cula kilométrica regular que tenía su datum enel Observatorio astronómico de Madrid (figu-ra 9). Las hojas kilométricas se completabancon cédulas catastrales en las que se identifi-can las propiedades, con descripción de linde-ros y cálculo de superficies. En las zonas urba-nas se descendió a la escala 1:500, con curvas

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Figura 9. Topografía Catastral de España. Hoja kilométrica del término municipal de Carabanchel Bajo. Provincia deMadrid. Levantamiento ejecutado por la Junta General de Estadística. I.G.N.

de nivel, detalle parcelario y definición muyprecisa de los volúmenes de la edificación.Para tratar de neutralizar la resistencia allevantamiento catastral, se pospuso la evalua-ción de la propiedad y su puesta en tributa-ción. También se desestimó el plan inicial dedeslindar las propiedades a efecto de que elcatastro tuviera valor jurídico.

Pero todas estas renuncias no sirvieron denada. En 1866 Francisco Coello fue apartadode la dirección del catastro, y en 1869, cuan-do se llevaban algo más de 600.000 hectáreasparceladas, se decidió suspender el levanta-miento. En diez años de trabajo, en los que sehabía empleado a cientos de parceladores yoficiales del catastro, no se había conseguidofinalizar ni siquiera la provincia de Madrid. Elcatastro topográfico-parcelario quedó parali-zado. Los trabajos efectuados, que incluíanmuchos miles de hojas kilométricas a escala1:2.000 y 1:500, no se trasladaron a Hacienda.

Llegados a este punto resulta tentador tra-zar algunos paralelismos entre los ensayoscatastrales del siglo XVIII y los del XIX. Desdeel punto de vista fiscal, el Catastro de Patiñotiene su correlato en la contribución territo-rial del ochocientos. En ambos casos elreparto del impuesto se realizó por el sistema

de cupo. Y en ambos casos se descargó sobrela administración local el papel principal enla averiguación de la riqueza, en el repartoindividual de los cupos y en la cobranza delos mismos. Significativamente, la contribu-ción territorial funcionó mejor, es decir, conmás estadística territorial y menor oculta-ción de tierras, allí donde se había implanta-do el Catastro de Patiño. A su vez, el Catas-tro de Ensenada tiene su correlato en elcatastro topográfico-parcelario de la JuntaGeneral de Estadística. Se trata, en amboscasos, de averiguaciones catastrales muyambiciosas, pero sin ninguna repercusiónfiscal. En cierto sentido el catastro topográfi-co-parcelario desarrollado en Madrid puedeconsiderarse como un Catastro de Ensenadaa escala reducida, pero con muchos mapas.Impresionante para la historia de la cartogra-fía, pero irrelevante desde el punto de vistatributario. El paralelismo entre ambos ensa-yos tiene una plasmación concreta. Los pla-nos de la Planimetría General de Madrid,levantados a en 1750 y 1751, fueron utiliza-dos por los técnicos de la Junta General deEstadística como punto de partida para for-mar el extraordinario Parcelario urbano deMadrid a escala 1:500 (figuras 10 y 11).

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Figura 10. Topografía Catastral de España. Parcelario urbano de Madrid. Distrito de Audiencia. Escala 1:500. Levan-tamiento ejecutado por la Junta General de Estadística. I.G.N.

Pero los paralelismos acaban aquí. Laburocratización inherente a los procesos deconstrucción del Estado moderno deparóun destino distinto a la herencia del pro-yecto catastral de Ensenada y a la del pro-yecto de la Junta de Estadística. En 1869estaban destinados a las operaciones catas-trales más de cuatrocientos funcionarios,incluyendo 102 oficiales facultativos delcatastro, 200 parceladores, y 100 portami-ras que realizaban funciones auxiliares. Elcatastro podía suspenderse; pero nadieconsideró seriamente la posibilidad dedejar en la calle a sus operadores.

Los políticos liberales, entonces en elpoder, optaron por una reorganización pro-funda del servicio de estadística, que permi-tiese dar nueva dedicación al personal delcatastro. La reorganización del servicio seencomendó a Carlos Ibáñez e Ibáñez deÍbero (1825-1891), coronel del Cuerpo deIngenieros militares y geodesta de reconoci-

do prestigio internacional. En esencia, lareforma consistió en la creación de un orga-nismo de nuevo cuño, el Instituto Geográfi-co, al que se asignaban el conjunto de tra-bajos geodésicos, topográficos y catastralesde la Administración. El nuevo organismose concibió como un centro científico, ads-crito al Ministerio de Fomento, bajo ladependencia administrativa de la DirecciónGeneral de Estadística. El Instituto Geográ-fico, creado en las difíciles circunstanciasdel Sexenio revolucionario, iba a tener lavirtud de la continuidad. En 1873 cambiósu nombre por el de Instituto Geográfico yEstadístico, al recibir las competenciassobre estadística, y como tal se mantendríahasta muy andado el siglo XX (NADAL y UR-TEAGA, 1990; MURO, 1991; NADAL, MURO yURTEAGA, 1996).

El decreto fundacional del InstitutoGeográfico, promulgado el 12 de septiem-bre de 1870, ordenaba la supresión tempo-ral del catastro, y urgía la finalización de latriangulación geodésica de España. En elmismo decreto se creaba el Cuerpo deTopógrafos, incorporando al mismo el per-sonal técnico de estadística, es decir, losantiguos oficiales facultativos del catastro ylos parceladores. Por su número y atribu-ciones, los topógrafos pasaron a constituirla espina dorsal del Instituto Geográfico. ElCuerpo de Topógrafos recibió competen-cias exclusivas sobre las triangulacionesgeodésicas de segundo y tercer orden, lastriangulaciones topográficas y el levanta-miento de planos para la formación delmapa topográfico de España; y tambiénsobre el catastro y su conservación (URTEA-GA y NADAL, 2001 y 2007). Sin embargo,dado que el catastro parcelario había que-dado en suspenso, estas últimas competen-cias constituían más un homenaje retóricoal pasado que un plan de futuro. En reali-dad, en los treinta años siguientes los topó-grafos del Instituto Geográfico se dedica-ron esencialmente a levantar la planimetríay la altimetría del mapa de España a escala1:50.000.

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Figura 11. Parcelario urbano de Madrid. Distrito deBuena Vista. Poligonación. Escala 1:2.000. Levanta-miento ejecutado por la Junta General de Estadística.I.G.N.

El catastro en el siglo XXLa cuestión del catastro pasó a segundo

plano tras la Restauración Borbónica de1874. El Ministerio de Hacienda mantuvoel sistema de amillaramientos como expe-diente para el reparto de las cuotas tributa-rias. La medición del territorio permanecíasumergida entre las operaciones técnicasdel Instituto Geográfico. No obstante, losproblemas de fondo del sistema tributarioespañol distaban de estar resueltos. En rea-lidad, tal como ha explicado cumplidamen-te el historiador Rafael Vallejo (VALLEJO

POUSADA, 2001) tales problemas se agrava-ron considerablemente con el desarrollo dela crisis agraria finisecular.

La extensión de la filoxera llevó a laruina a muchos pequeños propietarios ycondujo a una desvalorización de la pro-piedad agraria. Sin embargo, para laHacienda pública resultaba complicadoreducir los cupos de la contribución, dadolo magro de sus ingresos. En aquellas con-diciones, el reparto del impuesto se hizomás conflictivo todavía. En la década de1890 el problema del catastro saltó denuevo con fuerza a la palestra, debatiéndo-se en la prensa y en las Cortes. Y por enton-ces, tras veinte años de mediciones porparte del Instituto Geográfico, la magnitudde la ocultación fiscal ya no podía hurtarseal escrutinio público.

A comienzos de 1893 el gobierno firmóun decreto ordenando que se utilizasen lasmediciones obtenidas en el levantamientoplanimétrico para que los delegados deHacienda pudiesen negociar desde unaposición de fuerza los cupos tributarioscon los Ayuntamientos. A partir de enton-ces la implantación del catastro progresócon relativa rapidez, en una secuenciacuyos pasos básicos han sido analizadospor Juan Pro (PRO, 1992). En 1895 se deci-dió realizar un ensayo de catastro pormasas que cultivo, que tendría como ope-ración piloto la provincia de Granada,donde se llevaron a cabo trabajos de campo

entre agosto de 1895 y marzo de 1896(FERRER y CALMAESTRA, 2007). Los topó-grafos del Instituto Geográfico realizabanla planimetría de los términos municipales.A continuación, los técnicos del Ministeriode Hacienda transformaban el plano en un“bosquejo agronómico”, señalando losaprovechamientos y las clases de terreno.

Los ensayos realizados por este procedi-miento llevaron a la implantación, en 1900,del Catastro por Masas de Cultivo y Clases deTerreno. El levantamiento catastral incluía laformación de un plano agronómico-catastralde cada término municipal. En el citadoplano se reflejaban los aprovechamientosagrícolas, clasificados según las calidades delos terrenos. Esta vez el catastro iba a tenerun carácter fiscal. Tras las mediciones topo-gráficas se establecían unas cartillas evalua-torias y registros fiscales de la propiedad rús-tica y pecuaria. Los trabajos de evaluacióncorrían a cargo de los ingenieros agrónomosy peritos del Ministerio de Hacienda. Ellevantamiento planimétrico seguía siendocompetencia del Instituto Geográfico.

Finalmente, en 1906 se aprobó la Ley delCatastro. Desde el punto de vista fiscal, laprincipal novedad de la ley de 1906 consis-tía en la sustitución del sistema de derramapor cupos por el de cuota directa. A tal efec-to, era imprescindible incorporar un proce-dimiento de referencia espacial de la propie-dad. El objetivo formulado entonces era queel levantamiento catastral tuviera un carác-ter parcelario, conteniendo el inventario lite-ral y gráfico de todos los predios. Sin embar-go, su formación se planificó en dosperíodos consecutivos. El primero, de avan-ce catastral, que serviría de base al repartoequitativo de la contribución territorial,constaba de dos partes: la planimétrica y laagronómica. El trabajo planimétrico suponíala formación de los planos de cada munici-pio, expresando los polígonos topográficos ylos planos de las poblaciones limitados a larepresentación de las manzanas. El trabajoagronómico consistía en el reconocimientopericial del terreno, incluyendo la determi-

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nación de las masas de cultivo, la descrip-ción literal de las parcelas y la evaluación delos productos líquidos imponibles. Finaliza-da la fase del avance catastral, se preveía laampliación de los trabajos topográficoshasta culminar el catastro parcelario.

Aunque para la realización de los traba-jos catastrales se barajaron distintas alter-nativas, entre otras la concesión de los mis-mos a empresas privadas, lo cierto es que apartir de 1900 el Instituto Geográfico logróconsolidarse como organismo responsablede la planimetría catastral. De hecho, lasgrandes reorganizaciones del InstitutoGeográfico están asociadas a los momentosde reordenación de los trabajos catastrales.

La primera ocurrió en el cambio desiglo. En febrero de 1900, al tiempo que seestaba tramitando la Ley del Catastro porMasas de Cultivo y Clases de Terreno, sedecretó la organización del Cuerpo deIngenieros Geógrafos dentro del InstitutoGeográfico y Estadístico. Ingresaron en elmismo los integrantes del anterior Cuerpode Geodestas, y los jefes y oficiales del anti-guo Cuerpo de Topógrafos. Además de asu-mir competencias sobre la red geodésica yla topografía, los ingenieros geógrafos pasa-ron a dirigir los trabajos cartográficos nece-sarios para la formación del catastro. Laorganización del catastro adoptó entoncesuna estructura provincial. Cada brigadadestinada a los trabajos catastrales estabaintegrada por un ingeniero geógrafo jefe debrigada, y dos o cuatro topógrafos auxilia-res. En cada una de las provincias catastra-das se organizó un centro directivo en elque trabajaban, como mínimo, dos ingenie-ros geógrafos.

La segunda gran reforma del InstitutoGeográfico se produjo durante la Dictadu-ra de Primo de Rivera. Un decreto ley de 3de abril de 1925 desintegró el InstitutoGeográfico y Estadístico, transfiriendo losservicios de estadística al Ministerio de Tra-bajo. Al propio tiempo, los antiguos servi-cios catastrales de la riqueza rústica delMinisterio de Hacienda quedaron incorpo-

rados al Instituto Geográfico, que pasó adenominarse Instituto Geográfico y Catas-tral. El cambio de nombre de la institucióncertifica el cambio de prioridades.

En efecto, los trabajos de avance catas-tral que venían realizándose desde 1906con finalidad fiscal quedaron suprimidos.En su lugar se decidió implantar un catas-tro topográfico parcelario que tuviera valorjurídico. El levantamiento parcelario debíarealizarse a escala 1:2.000, fijándose pormedios topográficos los lindes de las parce-las y las líneas separadoras de cultivos. Seregresaba así, en cierto modo, al plantea-miento del catastro efectuado por Francis-co Coello en la década de 1860. Y al igualque aquel ambicioso plan, la precisión dellevantamiento catastral ordenado porPrimo de Rivera ha resultado sospechosapara los historiadores. Juan Pro lo expresadel siguiente modo: “La exactitud que sepretendía dar al catastro era una proteccióncontra el éxito del mismo: su levantamien-to quedaba convertido en una tarea tanlenta y costosa, que ponía a los propietariosfuera del alcance del tributo por muchosaños” (PRO RUIZ, 1992, 296).

Las reservas de Pro Ruiz respecto alproyecto catastral planteado en la época dePrimo de Rivera tienen dos apoyos adicio-nales. Aunque el nuevo catastro pretendíatener validez jurídica, se mantuvo comoinstitución separada del Registro de la Pro-piedad, que seguiría siendo el garante delos derechos legales existentes sobre las fin-cas. Por otra parte, pese a que el catastroparcelario (con comprobación de la titula-ridad de las propiedades) debería resultaren la práctica mucho más costoso de esta-blecer que el avance catastral, los presu-puestos destinados a los trabajos catastralesno se aumentaron en absoluto. En la prác-tica, la superficie catastrada por los técni-cos del Instituto Geográfico descendió pau-latinamente.

La llegada de la República introdujo unnuevo cambio en la política catastral. Lapretensión de formar un catastro con valor

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jurídico fue abandonada, y se regresó almodelo de avance catastral (figura 12). Sinembargo, tal como ha demostrado el geó-grafo Felipe Fernández, la República hizolo más efectivo que podía hacerse para con-cluir el catastro: introducir la fotogrametríaaérea para formar los croquis del avancecatastral (FERNÁNDEZ GARCÍA, 1998 y2006). La Ley de 6 de agosto de 1932, queconsagraba el uso de la fotografía abrió unatercera y definitiva vía para el desarrollo delcatastro parcelario.

Los trabajos fotogramétricos se organi-zaron del siguiente modo: los vuelos eranrealizados por la Dirección General deAeronáutica, el Instituto Geográfico reali-zada los trabajos topográficos de apoyo y la

transformación de las fotografías a escalaaproximada de 1:2.500 ó 1:5.000 según lanaturaleza del terreno y el grado de parce-lación de las propiedades. Finalmente, lostécnicos del Ministerio de Hacienda teníana su cargo la realización de los croquis par-celarios y los trabajos de evaluación.

Tras el forzado paréntesis de la GuerraCivil el Instituto Geográfico y Catastral fuerecuperando sus actividades cotidianas entiempos de paz. La primera de las activida-des en ser reanudadas fue precisamente elcatastro. Las hectáreas producidas encampo en 1939 casi igualaron la media deldecenio anterior a la guerra, y en pocotiempo quedaría normalizado el servicio. Apartir de 1941 el Ministerio de Hacienda

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Figura 12. Término Municipal de Cornellá de Llobregat. Plano parcelario de rústica del polígono 5 (1932). Unejemplo característico de los levantamientos ejecutados por el Instituto Geográfico y Catastral en la década de1930. I.G.N.

dio prioridad a los levantamientos catastra-les efectuados sobre fotografías aéreas(FERRER RODRÍGUEZ y CRUZ VILLALÓN, 1988),y esta orientación se mantuvo hasta la con-clusión del catastro en la década de 1970.

La documentación cartográfica y foto-gráfica generada por el levantamiento delcatastro parcelario es colosal en su dimen-sión, y excepcional por su importancia his-tórica (figura 13). Desgraciadamente, nonos resulta bien conocida. Los sugerentesestudios del geógrafo Felipe FernándezGarcía han abierto una vía interesante paraconocer las fuertes fotográficas catastrales(FERNÁNDEZ GARCÍA, 1998, 2004 y 2007).Las investigaciones de Rafael Vallejo Pou-

sada (2007) han comenzado a arrojar algu-na luz sobre las especificidades de la carto-grafía catastral urbana. También contamoscon algunas monografías que dan cuentade la organización y evolución del levanta-miento catastral en algunas provincias;señaladamente en las de Granada (FERRER yCALMAESTRA, 2007), Jaén (RUIZ CAPISCOL yALCÁZAR MOLINA, 1998) y Lleida (SUÑOL

MOLINA, 1989). Sin embargo, resulta obvioque lo que conocemos es tan sólo la puntadel iceberg. Será necesario dedicar muchomás esfuerzo para llegar a conocer cabal-mente el catastro del siglo XX, los mediosempleados para su formación y los prota-gonistas del levantamiento.

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Figura 13. Fotografía aérea de la zona urbana del municpio de Vic, 1956. Las parcelas de rústica que rodean la ciu-dad aparecen numeradas y retintadas sobre la fotografía aérea. El recurso a la fotogrametría permitió agilizar nota-blemente el levantamiento del catastro parcelario. (Gerencia del Catastro de Barcelona).

EpílogoLa tarea indicada choca, sin embargo,

con una paradoja típica de nuestro tiem-po: la planimetría catastral contemporá-nea, la que describe el estado del territo-rio en el año 2008, resulta hoy por hoymucho más accesible que la cartografíahistórica. En efecto, actuando con exce-lente criterio, la Dirección General delCatastro, que gestiona la informaciónsobre 42 millones de parcelas rústicas ymás de 30 millones de inmuebles urba-nos, ha puesto esta información a dispo-sición del público. A través de la OficinaVirtual del Catastro, y usando los recur-sos de Internet, el investigador, al igualque cualquier ciudadano, puede obtenerla cartografía digital de esos millones deinmuebles instantáneamente y de modogratuito. Y, del mismo modo, acceder alos datos sobre titularidad de los inmue-bles, superficie, valor y aprovechamiento,con la única salvedad de las limitacionesque impone la legislación vigente enmateria de protección de datos.

La documentación catastral del sigloXVIII, que se conserva parcialmente engrandes archivos estatales, como el Archivode Simancas, el Archivo Histórico Nacionaly el Archivo de la Corona de Aragón, y enmuchos provinciales, está bien catalogada yconservada, y también resulta accesible alos estudiosos. Los fondos catastrales de lossiglos XIX y XX, por el contrario, tras sufrirdécadas de incuria y abandono, siguenestando, en buena medida, fuera del alcan-ce de los investigadores. Dispersa en unamultitud de archivos provinciales y locales,la planimetría catastral continúa sin catalo-gar, ignorada y a veces, desgraciadamente,en un estado de lamentable deterioro. Lasadministraciones provinciales de Hacienda,gestoras de la documentación del catastrodesde mediados del siglo XIX, no siemprecumplieron puntualmente su obligación detraspasar los fondos históricos a los archi-vos provinciales, en muchos casos por la

carencia de medios de éstos para recibir elingente volumen de documentación. Contodo, la Dirección General del Catastro hadado un gran paso en los últimos años y hapuesto en marcha un plan de archivos, quetiene casi culminado al día de hoy, con dosúnicos problemas: Madrid y Barcelona, alcarecer ambas provincias de archivo histó-rico provincial. En los ayuntamientos ydiputaciones provinciales, custodios de ladocumentación catastral local, no siempreha abundado la sensibilidad, ni los recur-sos, para catalogar y preservar la cartogra-fía del catastro.

Es muy de desear que esta situacióncambie. Los planos catastrales de los siglosXIX y XX son literalmente únicos: en sumayor parte son documentos manuscritosde los que existe un sólo ejemplar. Tam-bién son literalmente insustituibles; noexiste ninguna otra fuente a su nivel paraabordar el estudio histórico del paisaje, delos usos del suelo y de la propiedad rústi-ca y urbana. Los medios técnicos disponi-bles hoy para la recuperación y almacena-miento de la documentación cartográficadigital hacen perfectamente posible unatarea, que hace tan sólo una década podríaconsiderarse interminable o quizá dema-siado onerosa. Estoy persuadido de que lavaloración patrimonial de los mapas catas-trales y de la documentación catastral cre-cerá en los próximos años y que, gracias aello, será posible abrir una nueva etapa enla investigación sobre el catastro.

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