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AGUASCALIENTES VIVIÓ LA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA Luciano Ramírez Hurtado ¿Qué fue la Convención? La Convención fue ante todo un intento de negociación política entre las facciones revolucionarias, una disputa por el poder, un tratar de imponer su hegemonía, una lucha por el Estado. Fue el escenario institucional en donde midieron sus respectivas fuerzas políticas e ideológicas las principales corrientes revolucionarias en pugna que habían conformado la coalición antihuertista. La Convención fue una asamblea nacional de discusión que precedió al enfrentamiento militar interrevolucionario. Acudieron a ella las distintas facciones con el objeto de presentarse, identificarse, reconocerse y ponerse a prueba. En ese encuentro también hubo desencuentros; más que confluencia hubo confrontación de posiciones, vertientes y proyectos políticos así como enfrentamiento de tendencias ideológicas. Mientras el centro político de gravedad estuvo focalizado en los debates parlamentarios, la Convención fue el organismo de gobierno más legítimo, autorizado y representativo emanado de la Revolución. Los propósitos de ese foro de discusión fueron múltiples: tratar de evitar la escisión revolucionaria, acordar cambios drásticos en la dirección política del país, discutir los problemas socioeconómicos y políticos más importantes que aquejaban a la nación y proponer nuevas orientaciones y soluciones diseñando un nuevo proyecto de país, y como parte fundamental de ello construir el nuevo Estado nacional emanado de la revolución en cuanto a régimen político y forma de gobierno se refiere. La Convención, por último, fue también un laboratorio, un campo de experimentación cuyos resultados prácticos inmediatos fueron un rotundo y fascinante fracaso para su causa. Sin embargo, la riqueza de los debates, la identificación y clarificación de los problemas del país y la expedición del documento Programa de Reformas Político-Sociales de la Revolución fueron un triunfo teórico en materia de ideas, algunas de las cuáles quedaron plasmadas en la Constitución de 1917, mismas que fueron materializadas años después. Aunque la producción histórica sobre la Convención es menos raquítica de lo que normalmente suponemos, tan sólo cuatro autores han abordado en sus obras de manera global y exhaustiva el tema tanto de lo que aconteció como el de la discusión de las posturas ideológicas de las facciones. Vito Alessio Robles fue un autor/protagonista que militó en las filas villistas, de modo que no logró tomar distancia de su objeto de estudio y se inclinó,

AGUASCALIENTES VIVIÓ LA CONVENCIÓN … · Aunque la producción histórica sobre la Convención es menos raquítica de lo que normalmente suponemos, tan sólo cuatro autores han

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AGUASCALIENTES VIVIÓ LA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA

Luciano Ramírez Hurtado

¿Qué fue la Convención?

La Convención fue ante todo un intento de negociación política entre las facciones

revolucionarias, una disputa por el poder, un tratar de imponer su hegemonía, una lucha por el

Estado. Fue el escenario institucional en donde midieron sus respectivas fuerzas políticas e

ideológicas las principales corrientes revolucionarias en pugna que habían conformado la

coalición antihuertista. La Convención fue una asamblea nacional de discusión que precedió al

enfrentamiento militar interrevolucionario. Acudieron a ella las distintas facciones con el

objeto de presentarse, identificarse, reconocerse y ponerse a prueba. En ese encuentro también

hubo desencuentros; más que confluencia hubo confrontación de posiciones, vertientes y

proyectos políticos así como enfrentamiento de tendencias ideológicas.

Mientras el centro político de gravedad estuvo focalizado en los debates

parlamentarios, la Convención fue el organismo de gobierno más legítimo, autorizado y

representativo emanado de la Revolución. Los propósitos de ese foro de discusión fueron

múltiples: tratar de evitar la escisión revolucionaria, acordar cambios drásticos en la dirección

política del país, discutir los problemas socioeconómicos y políticos más importantes que

aquejaban a la nación y proponer nuevas orientaciones y soluciones diseñando un nuevo

proyecto de país, y como parte fundamental de ello construir el nuevo Estado nacional

emanado de la revolución en cuanto a régimen político y forma de gobierno se refiere.

La Convención, por último, fue también un laboratorio, un campo de experimentación

cuyos resultados prácticos inmediatos fueron un rotundo y fascinante fracaso para su causa.

Sin embargo, la riqueza de los debates, la identificación y clarificación de los problemas del

país y la expedición del documento Programa de Reformas Político-Sociales de la Revolución

fueron un triunfo teórico en materia de ideas, algunas de las cuáles quedaron plasmadas en la

Constitución de 1917, mismas que fueron materializadas años después.

Aunque la producción histórica sobre la Convención es menos raquítica de lo que

normalmente suponemos, tan sólo cuatro autores han abordado en sus obras de manera global

y exhaustiva el tema tanto de lo que aconteció como el de la discusión de las posturas

ideológicas de las facciones. Vito Alessio Robles fue un autor/protagonista que militó en las

filas villistas, de modo que no logró tomar distancia de su objeto de estudio y se inclinó,

inevitablemente, por justificar la actitud de los jefes de la División del Norte y a satanizar al

carrancismo; entre 1949 y 1951 publicó en la revista Todo, artículos varios sobre el tema,

intitulados “La Convención Revolucionaria de Aguascalientes”, mismos que compiló y casi

treinta años más tarde los publicó el Instituto Nacional de Estudios Históricos de la

Revolución Mexicana, como libro con el mismo título (primera edición en 1979 y reeditado en

1989). El estadounidense Robert Quirk, en su trabajo La Revolución Mexicana 1914-1915. La

Convención de Aguascalientes, logró un mayor grado de objetividad en su bien documentada

investigación realizada en la década de los cincuenta (publicada en inglés por la Universidad

de Indiana en 1960 y en español por la Editorial Azteca S.A. dos años más tarde), contextuó

satisfactoriamente la fase de la Convención en el proceso revolucionario, pero no hizo un

seguimiento adecuado de las ideas ni mucho menos las analizó a profundidad. Luis Fernando

Amaya (le publicó su obra la Editorial Trillas en 1966 y fue reimpresa en 1975 por la misma

casa editorial y en 1989 por el INEHRM) utilizó para su trabajo abundante material

documental y hemerográfico pero es menos objetivo que el historiador norteamericano pues

en varios momentos importantes de su investigación, el trabajo se convierte en un alegato

justificatorio.

Nos interesa en este trabajo destacar –básicamente a través de la mirada de la prensa y algunos

protagonistas- ciertos rasgos de cómo vivió Aguascalientes los días de la Convención.

Aguascalientes, foco de atención nacional

En octubre de 1914, repentinamente Aguascalientes se convirtió en el foco de atención de todo

el país y acaparó la atención pública. Los revolucionarios de las distintas facciones, la prensa y

la opinión pública volvieron su mirada expectante hacia la capital hidrocálida.

De inmediato los principales diarios de la prensa capitalina mandaron sus enviados

especiales. Fotógrafos y periodistas hicieron maletas y se prepararon con todo el equipo

necesario para estar presentes en el lugar de los hechos y cubrir la nota.

Historiadores, literatos, filósofos y reporteros plasmaron por escrito sus puntos de vista

de ese momento histórico. Lo deplorable del viaje, las impresiones de la ciudad, el carácter de

sus moradores, en fin, la atmósfera que flotaba en el ambiente en los días en que

Aguascalientes, ciudad progresista famosa por su actividad febril tanto por los talleres del

ferrocarril ahí instalados como por la existencia de la Gran Fundición Central, fue la sede de la

denominada por Martín Luis Guzmán <<azorada>> Convención.

El enviado especial de El Pueblo, diario ilustrado de la capital de la República, anotó sus

primeras impresiones al llegar a Aguascalientes en busca de hospedaje:

Después de un viaje largo, cansado y penoso; después de recorrer, de pie, dentro del tren, cerca de seiscientos kilómetros para llegar a esta capital, arribamos a Aguascalientes la noche del siete de octubre, a las ocho y veinticinco minutos de la noche, en busca de alojamiento. Aguascalientes parecía un desierto: toda alma viviente parecía haberse evaporado de las calles de esta ciudad, y henos aquí, a media noche, recorriendo toda la población, de puerta en puerta, buscando alojamiento, cansados y fatigados, después de dos días de viaje, y sin haber podido dormir ni un minuto siquiera. Todos los hoteles pletóricos de gente; las casas de huéspedes llenas también; numerosas casas de particulares alojando jefes y delegados a la Convención, y al fin, luego de recorrer como treinta hoteles que hay aquí y más de doscientas casas de particulares, el repórter se dirige desanimado a la plaza de Armas, en donde se encuentra con cerca de cien personas, que han corrido la misma suerte.1

A las impresiones de algunos reporteros se sumó la de Vito Alessio Robles, miembro de la

mesa directiva de la Convención, quien describió - aquella fresca mañana del sábado 10 de

octubre de 1914, cual turista con aguda capacidad de observación - lo mismo edificios civiles

1 El Pueblo, México, D.F., 13 de octubre de 1914

que religiosos así como monumentos, calles y plazas, además de distintos puntos de interés

típicos y el ambiente de lo que él calificó como “bello escenario aquicalidense”:

Muy temprano... recorrí en un carruaje tirado por caballos los principales sitios de la ciudad de Aguascalientes... El clima era dulce, a pesar de la altitud. El ambiente de la ciudad me pareció hermoso y acogedor, por sus calles tortuosas y estrechas, por sus frondosas arboledas, por sus arriates llenos de flores y por sus plazas y parques, entre los cuales se destaca el de San Marcos, circundado por antañosa barda. La arquitectura barroca tiene excelentes ejemplares en las iglesias de San Diego y San Marcos así como en el palacio de gobierno, por sus hornacinas, sus ornamentos llenos de requilorios y sus antiguos escudos nobiliarios, de los cuales quedan sólo las borduras atormentadas. En la plaza principal pude ver una bella y elevada columna jónica que los aquicalidenses, o hidrocálidos, afirman, orgullosos y convencidos, marca el centro geográfico exacto del territorio de la República Mexicana...2

Ambiente festivo

En esos días la ciudad de Aguascalientes era cualquier cosa, menos quietud y tranquilidad.

Continúa Alessio Robles en su narración:

Circulaban por las empedradas calles, centenares de automóviles, casi todos con los capacetes echados hacia atrás y en ellos militares tocados con sombreros texanos. Las plazas y las rúas llenas de soldados con cananas cruzadas en el pecho, repletas de brillantes cartuchos. La estación ferroviaria congestionada de convoyes militares.3

Podemos imaginar el ambiente tenso a la vez que excitante que vivió Aguascalientes en esos

días. La expectación, efervescencia y excitación llegaron a su punto más alto. Los moradores

de Aguascalientes, que tenían fama de pacíficos, industriosos y de ser fervientes católicos, no

pudieron menos que ver con asombro el arribo de innumerables forasteros, gente de todas

cataduras, muchos de ellos armados.

La nueva presencia acrecentada de militares, pertenecientes a distintos grupos

revolucionarios, tenía anonadados a los lugareños quienes contemplaron con "ojos muy

abiertos... a muchos de estos guerreros, de quienes oyeron relatar prodigiosas aventuras".4

Súbitamente el ambiente se tornó lúdico. Forasteros y lugareños se volcaron a las

calles, plazas y jardines públicos. "Las calles se ven henchidas de personas de todas las clases

sociales, y los comentarios se suceden con mucha rapidez. Los balcones están ocupados por

2 Alessio Robles, La Convención..., p. 121 3 Alessio Robles, La Convención..., p. 122 4 El Liberal, México, D.F., 14 de octubre de 1914

las familias más connotadas de Aguascalientes";5el enviado especial de El Pueblo, incluso,

anotó: “En estos momentos, las nueve de la mañana –del día 8 de octubre-, la ciudad presenta

un aspecto de día festivo, siendo grande la animación que se nota por las calles pues los

señores generales que han venido a asistir a la Convención, las recorren en sus automóviles,

visitándose mutuamente”;6 y agrega en otro telegrama enviado el domingo 11: “Hoy por la

mañana se celebró en la Catedral una solemne función religiosa; la basílica se hallaba pletórica

5 El Pueblo, 8 de octubre de 1914.

6 El Pueblo, 9 de octubre de 1914

de fieles. La ciudad presenta aspecto de día festivo por la animación que se nota en todas las

calles, portales y plazas”.7

De ese modo, el ambiente de la ciudad se transformaba, se vestía de fiesta y la alegría

imperaba por todas partes. Carlos Alberto Quiróz, reportero del diario capitalino El Liberal,

también dio cuenta a sus lectores de algunos detalles del ambiente que se respiraba: “A todas

horas se escuchaban en las afueras y en los patios de los hoteles las notas destempladas de

murgas que tocaban ‘La Valentina’, ‘La Cucaracha´, ‘La Adelita’ y ‘Jesusita en Chihuahua’,

coreadas con alarido de entusiasmo las bandas de música interpretaban por doquier las piezas

más gustadas y los corridos populares que con "destempladas notas de una charanga",8eran

cantados por improvisados trovadores en algunos barrios típicos; todo esto proporcionaba a la

población diversiones extraordinarias. A las audiciones musicales habría que agregar la

algarabía que armaban los niños cuando un tranvía adornado con papel multicolor anunció que

habría una corrida en la plaza de toros San Marcos.9

7 El Pueblo, 13 de octubre de 1914 8 El Liberal, 14 de octubrre de 1914

9 El Liberal, 14 de octubre de 1914.

El jefe de las armas de la ciudad de Aguascalientes, general Martín Triana, informó al

periodista Arturo Cisneros que “tomó con anterioridad por cuenta del gobierno, todos los

hoteles de la población, con objeto de alojar a todos los señores delegados a la

Convención”.10Desde los días seis y siete de octubre fueron llegando en trenes especiales,

procedentes de Torreón y ciudad de México, los delegados. En la estación los recibió

"entusiastamente" una curiosa muchedumbre, "una masa humana que pugnaba por ser la

primera en ver el descenso de los viajeros al andén” 11 ferrocarrilero.

Efectivamente, en ese mes de octubre de 1914, llegaron a Aguascalientes varios

millares de forasteros, de modo que los hoteles, mesones y casas de huéspedes, así como la

comida, fueron insuficientes para dar albergue y alimento a tanta gente. Fue tal la avalancha de

concurrentes a la Convención, que los cobertizos y salas de espera de la estación del ferrocarril

así como muchos vagones estacionados en sus patios, fueron habilitados como dormitorios, e

inclusive los cafés, billares y cantinas, que aunque en condiciones antihigiénicas y de

10 El Pueblo, 9 de octubre de 1914 11 El Pueblo, 8 de octubre de 1914.

incomodidad, fueron lugares concurridos para pernoctar.12 También algunas residencias

particulares, gracias a la intervención del gobernador o por propia iniciativa de sus

acaudalados y oportunistas dueños que buscaban quedar bien con quienes posiblemente

formarían la "nueva pléyade mexicana", dieron aposento a algunos delegados a la

Convención.13

Oportunismo político

Asimismo, el oportunismo político de algunos prominentes aguascalentenses no se hizo

esperar, ya que buscaron de distintos modos “acercarse al nuevo grupo poderoso” con el

propósito de crear nuevas amistades. Por su parte, Martín Luis Guzmán, quien escribió El

águila y la serpiente, novela histórica con destellos autobiográficos -que publicó por primera

vez en 1926 en el diario El Universal, en México, D.F.- emite una serie de impresiones y

comentarios; el testigo presencial de los acontecimientos, en su estilo agudo e irónico apuntó:

Aguascalientes, que en épocas normales no habría podido recibir, sin desbordarse, a doscientos o trescientos forasteros, halló esa vez hueco bastante para alojar en sus

12 Ramírez Plancarte, La ciudad de México..., pp. 75-78.

13 Alessio Robles, La Convención..., pp. 119-120; Martin Luis Guzmán, El águila y ...., pp. 319-321.

hoteles, bien diminutos, y en sus casas, no muy sobradas, a los millares de personas que la Convención llevaba consigo. Los cuartos de alquiler se agotaron de un solo golpe, pero no bien sucedió eso, empezaron a surgir de dondequiera ofertas de habitaciones confortables, de casas enteras, de pequeños palacios, y todo a título gratuito y meramente entusiasta de la Revolución, no a tanto el mes, ni el día ni la semana. En un principio yo no entendí bien aquel fenómeno, tan contrario a mis nociones de Economía Política. Era una depreciación de la propiedad raíz y un despego de la renta demasiado súbitos y espontáneos para que se compaginaran con las enseñanzas de mis maestros...; fallaba la ley de la oferta y la demanda con estrépito clamoroso...14

En ese mismo tenor el periodista de El Pueblo, anotó:

Con todo género de consideraciones fueron recibidos los delegados, quienes ocupando varios carruajes particulares, se dirigieron al Hotel Washington, considerado como el más importante de la población; allí concurrieron a saludar a los viajeros las personas de mayor prestigio político y social de Aguascalientes.15

Un singular desfile en la avenida de la Convención (hoy Madero)

14 Martín Luis Guzmán, El águila y la serpiente..., pp. 319-321 15 El Pueblo, 8 de octubre de 1914.

La ciudad, de poco más de cuarenta y cuatro mil habitantes, experimentó en las semanas

previas a la realización de la Convención, un cambio brusco en su paisaje urbano. Entre las

acciones realizadas por el gobierno revolucionario encabezado por Alberto Fuentes Dávila,

en materia de obras públicas, destaca la apertura de algunas calles y otras obras de

mejoramiento urbano. Éste había mostrado preocupación por mejorar la vialidad, pues

tenía la idea de abrir una calle recta y amplia, que estando sentado en las bancas de la plaza, pudiera ver el paso de los trenes. Existía entonces un callejón llamado de Zavala que se iniciaba en la Plaza de Armas y era cerrado en Morelos...Para ampliar la calle era necesario derribar las casas de ambos lados y además algo del fondo, siendo esta parte la más ardua y costosa, pues después estaba el enorme corralón donde se encerraban los tranvías y multitud de huertas enormes, que simplificaban el problema.16

Para cuando se supo que Aguascalientes sería sede de la Convención, se apresuraron los

trabajos. De manera que dicha avenida “prácticamente la inauguró el desfile de contingentes

16 Heliodoro Martínez López, El Aguascalientes que yo conocí, 2ª. Edición, [s.l., s.e.], 1978, p. 93

de hombres de a caballo y a pie de las diversas facciones revolucionarias”;17en las semanas en

que la ciudad de Aguascalientes fue sede de la Convención Revolucionaria, y precisamente

por ese motivo, a esa arteria se le puso oficialmente el nombre de "Avenida de la

Convención".

El enviado especial de El Pueblo, presenció dicho desfile. Lo describió así:

Varios jefes constitucionalistas recorren las calles de la ciudad montando hermosos caballos. [...] Pasa violento el auto que lleva la personalidad que más llama la atención en estos momentos: el coronel don Roque González Garza, representante del general don Francisco Villa en la Convención. Va en su auto rodeado de sus ayudantes y compañeros de larga y penosa campaña, al par que gloriosa, y detrás de él vemos a otro auto con más altos jefes. Luego pasa el joven y apuesto general don Dionisio Triana, en soberbio caballo; pasan después los coroneles Gregorio Osuna y Carlos Prieto, el primero con su afable sonrisa, y el segundo con su eterna e imponente seriedad; después el general Obregón,

17 Véase el artículo de Aurelio de los Reyes, “Federico Bouvi y los primeros años del cine en Aguascalientes”, en Espacios, cultura y sociedad, Aguascalientes, Ags., Instituto Cultural de Aguascalientes, año 2, número 8, primavera de 1992, p. 23

detiene su auto, cruza con nosotros breves palabras informándonos de que todo marcha a pedir de boca..., y luego vemos en otro coche a los hermanos Raúl y don Julio Madero, demostrando en su recio físico, una fase de la campaña revolucionaria; transitando sencillo y humilde, a pie... nos encontramos solo al general Eugenio Aguirre Benavides...; a poco vemos a Pedro Castillo, convertido en todo un coronel revolucionario, al general y doctor don Felipe Dusart, que en otro tiempo fue alma de la Cruz Roja Mexicana; y así, asistimos a un kaleidoscópico desfile de jefes y oficiales, algunos que nos son conocidos personalmente y otros por sus hechos y campañas revolucionarias, como a Orestes Pereyra, a Calixto Contreras, a José Isabel Robles, a Ceniceros, a Martin Espinosa, al general Cabral...18

Por supuesto que durante el mes que la Soberana Convención Revolucionaria permaneció en

Aguascalientes hubo diversos incidentes en distintos rumbos de la militarizada ciudad. El

exceso de forasteros, soldados ebrios y las pasiones desenfrenadas fueron el caldo de cultivo

propicio para ello. La presencia del general Francisco Villa y sus Dorados provocó asombro y

temor en ciertos sectores de la sociedad, sensación que fue en aumento tras la llegada de los

delegados zapatistas. Las sesiones de la Convención, como sabemos, se realizaron en el Teatro

Morelos, en todo momento pletórico de curiosos, fotoperiodistas y delegados acompañados de

sus asistentes; acaloradas y memorables discusiones tuvieron lugar en ese histórico recinto,

18 El Pueblo, 13 de octubre de 1914

como aquel incidente en que Antonio Díaz Soto y Gama, luego de sacudir y estrujar la

bandera nacional, estuvo a punto de ser acribillado por los enfurecidos asambleístas.

Entre los acuerdos más importantes que la Convención tomó en Aguascalientes

destacan: la declaración de la soberanía, esto es, como el órgano supremo de la nación; la

adopción en lo general de los principios del Plan de Ayala; la designación del Presidente

provisional de la República, cargo que recayó en la figura del general Eulalio Gutiérrez; el

cese de Venustiano Carranza como Primer Jefe del ejército constitucionalista encargado del

Poder Ejecutivo; el cese del general Francisco Villa como jefe de la División del Norte.

Y es que, a no dudarlo, aquel ya lejano otoño de 1914, Aguascalientes se había

transformado en el "reino de la revolución" y había pasado a ser "la capital de los ciudadanos

armados de México".