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Aimee carter the goddess inherritance 3 unlocked

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Amor o vida. Henry o su hijo. El fin de su familia o el fin del mundo. Kate debe elegir. Durante nueve meses de cautiverio, Kate Winter ha sobrevivido a una diosa celosa, un vengativo Titán y un embarazo que nunca pidió. Ahora la Reina de Dioses quiere a su hijo no nacido y Kate no puede detenerla hasta que Cronos le ofrece un trato. A cambio de su lealtad y devoción, el Rey de los Titanes perdonará a la humanidad y dejará que Kate se quede con su hijo. Sin embargo, aunque Kate acepte, él destruirá a Henry, a su madre y al resto del Consejo. Y si se niega, Cronos destrozará el mundo hasta que el último dios y el último mortal estén muertos. Con el destino de todos a los que ama descansando en sus hombros, Kate debe hacer lo imposible: encontrar una manera de derrotar al ser más poderoso de la existencia, aunque le cueste todo. Aunque le cueste su eternidad.

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Índice ÍNDICE

SINOPSIS

PRÓLOGO

CAPÍTULO 1: NACIMIENTO

CAPÍTULO 2: SANGRE Y PIEDRA

CAPÍTULO 3: LA HORA MÁS OSCURA

CAPÍTULO 4: EL CONSEJO DIVIDO

CAPÍTULO 5: DEBAJO

CAPÍTULO 6: RHEA

CAPÍTULO 7: ATENAS

CAPÍTULO 8: REINA

CAPÍTULO 9: MENSAJERO

CAPÍTULO 10: DESTRUCCIÓN

CAPÍTULO 11: HORIZONTE

CAPÍTULO 12: AHOGÁNDOME

CAPÍTULO 13: JUEGOS PERVERSOS

CAPÍTULO 14: CADENAS DE NIEBLA

CAPÍTULO 15: PUNTO DE QUIEBRE

CAPÍTULO 16: LA ÚLTIMA HORA

CAPÍTULO 17: LA ÚLTIMA RESISTENCIA

CAPÍTULO 18: MATANZA

CAPÍTULO 19: LUZ

CAPÍTULO 20: ETERNO

GUÍA DE DIOSES

SOBRE LA AUTORA

AGRADECIMIENTOS

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Sinopsis Amor o vida.

Henry o su hijo.

El fin de su familia o el fin del mundo.

Kate debe elegir.

Durante nueve meses de cautiverio, Kate Winter ha sobrevivido a una

diosa celosa, un vengativo Titán y un embarazo que nunca pidió. Ahora la

Reina de Dioses quiere a su hijo no nacido y Kate no puede detenerla hasta

que Cronos le ofrece un trato.

A cambio de su lealtad y devoción, el Rey de los Titanes perdonará a la

humanidad y dejará que Kate se quede con su hijo. Sin embargo, aunque

Kate acepte, él destruirá a Henry, a su madre y al resto del Consejo. Y si se

niega, Cronos destrozará el mundo hasta que el último dios y el último

mortal estén muertos.

Con el destino de todos a los que ama descansando en sus hombros, Kate

debe hacer lo imposible: encontrar una manera de derrotar al ser más

poderoso de la existencia, aunque le cueste todo.

Aunque le cueste su eternidad.

Último libro de la trilogía The Goddess Test.

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Prólogo

Traducido por Flochi

Corregido por BrendaCarpio

A través de su vida eterna, Walter había presenciado incontables veranos,

pero nunca uno tan interminable como este.

Sentado detrás de su escritorio de cristal, cabizbajo mientras leía la petición

delante de él, firmada por casi todos los dioses y diosas menores esparcidos

a través del mundo. Cada uno comprometido a hacerse a un lado y permitir

la supremacía de Cronos por tanto tiempo como significara que no habría

guerra. Ninguno de ellos parecía entender que ya estaban en el medio de

una.

¿Por qué lo harían? Él y los miembros restantes del Consejo habían hecho

su trabajo protegiendo al mundo de la destrucción de Cronos, pero eso no

duraría mucho tiempo. Cuando Cronos finalmente se liberara de su prisión

de la isla del Mar Egeo, la petición sería lo que era: un trozo de pergamino

sin sentido lleno de nombres de aquellos que serían los primeros en morir.

—¿Papi?

Exhaló y se enderezó, preparado para regañar a quien se atrevió a

molestarlo, pero se detuvo en seco. Su hija estaba parada en la puerta, su

cabello dorado como el perpetuo amanecer que se vertía a través de las

ventanas detrás de Walter. Ella era la única persona a la que no rechazaría.

Puso la petición a un costado.

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—Ava, cariño. No te esperaba hasta mañana. ¿Hay noticias?

Verla deteriorarse desde el solsticio de invierno había sido lo más difícil que

Walter había hecho, pero no tenía alternativa. Era por el bien común, y por

ahora era falsearlo todo, incluso la salud de su hija.

—Iris está muerta —dijo, y Walter se quedó inmóvil. Una gran tristeza que

no había sentido en siglos lo llenó, y la perpetua luz del sol pareció

oscurecerse.

—¿Cómo? —dijo, luchando por mantener su voz inalterable. Había sabido

que enviar a su mensajero para intentar negociar un alto en el fuego con

Cronos era peligroso, como lo había sabido Iris. Era la Guerra, y habría

bajas. Pero ella había estado dispuesta a correr con el riesgo, y él no había

imaginado que Cronos iría tan lejos contra un embajador.

—Nicholas terminó el arma hace una hora —dijo ella—. Calliope quiso

probarla.

Walter apretó los labios. No había pensado que eso fuera posible, pero las

habilidades de su hijo eran más grandes de lo que alguna vez había

estimado.

—¿Hay un cuerpo?

—Calliope la lanzó al océano —dijo Ava—. La traje para un velatorio

apropiado.

Tragando con fuerza, se obligó a asentir.

—Muy bien. Gracias, querida. Sé cuánto riesgo significa para ti. Y debido a

eso, debo insistir en que no hagas semejantes cosas en el futuro.

Ava dudó, pero después de toda su planificación, después de todas sus

apuestas, él sabía que ella no podría negarse a él ahora. Finalmente asintió.

—Lo siento.

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Walter abrió sus brazos, y Ava cruzó la habitación para acurrucarse en su

regazo. La envolvió, una concha de la hija que conocía, y enterró su nariz en

el cabello de ella.

—Yo soy quien lo lamenta, pero haremos lo que debemos para ganar. ¿Hay

noticias de Kate?

—Calliope dice que pasará mañana.

Por fin, algo iba bien.

—Entonces nuestra espera acaba.

—No importa —murmuró en su hombro—. Ha pasado tanto tiempo. Ha

perdido la esperanza hace mucho.

Nueve meses. Ese era el tiempo que Walter había estado encerrado en un

juego de estrategia y decepción con el ser más poderoso de la tierra. Desde

el solsticio de invierno al equinoccio de otoño, llevaba el peso del mundo

sobre sus hombros mientras ocultaba al mismo tiempo su carga de los

restantes miembros del Consejo. Con la deserción de Henry, eran

conscientes de que toda oportunidad de ganar contra Cronos habían pasado

de escasas a ninguna. Ava era su última esperanza de llevar a Henry a su

lado.

—¿Y tú, querida? —Apartó un mechón de cabello de sus ojos. Ni siquiera el

cansancio del pasado año pudo hacer disminuir su belleza.

Cuando Ava no respondió instantáneamente, confirmó sus sospechas. Él la

había visto marchitarse ante él, pero nunca había mostrado

voluntariamente su desesperación. Conocía los riesgos. Sabía que no podía

fallar.

—Voy a decirle.

Al principio pensó que lo había malentendido, pero cuando ella se alejó, sus

ojos azules acerados, supo que no.

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—Sabes que no debes —dijo él con la suave amonestación de un padre y la

orden de un rey—. Hemos trabajado demasiado tiempo para arriesgarlo

todo ahora.

—Pensé que era sólo por Kate. —Su rostro comenzó a enrojecer como lo

hacía cuando estaba a punto de llorar, y eso removió algo dentro de él. El

deseo paternal de impedir que se lastimara. Pero, ¿qué podía hacer cuando

sus acciones eran totalmente necesarias para evitar un dolor peor que el que

le estaba causando a ella?—. Nunca habría aceptado de haber sabido que

estaba embarazada. Lo sabes.

—Sí, lo sé. —Pasó sus dedos por su cabello para calmarla, pero ella dejó

escapar un sollozo—. Lo siento.

Ella se apartó de él y se tambaleó hasta ponerse de pie.

—En el momento en que Kate dé a luz, Calliope va a matarla, lo sabes. Y

vas a dejar que suceda de todos modos.

—Quizás no —respondió—. Tú misma dijiste que a Cronos le ha agradado.

Quizás eso sea suficiente.

—¿Quizá? —dijo Ava, medio loca de frustración—. ¿Vas a arriesgarlo todo

por un quizá, papi? No sabes a ciencia cierta lo que va ocurrir, y ese pobre

bebé…

—Debemos hacer todo lo que podamos para asegurarnos de ganar esta

Guerra, sin importar lo que cada uno de nosotros deba sacrificar. —Sin

importar cuántos tengan que morir—. Ahora no es el momento para

echarnos atrás.

—No es el momento para riesgos innecesarios y errores descuidados

tampoco. —Se dirigió a la puerta hecha una furia—. Voy a decirle a Henry

todo.

—Ava.

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Su voz retumbó a través de las paredes del palacio, sacudiendo los

cimientos del Olimpo. Cualquier rastro de afecto paternal se había ido. Era

la orden de un rey.

Ava se detuvo en seco. No tenía elección, no después de eones de

obediencia, y Walter sintió una punzada de culpabilidad al hablarle de tal

manera después de todo lo que él la había hecho pasar. Era necesario, sin

embargo. El destino del mundo dependía de eso.

—No le dirás —dijo él—. No hasta que Kate dé a luz.

—¿Cuál es la diferencia entre decírselo ahora y mañana? —dijo Ava

temblorosamente, pero se mantuvo firme. De cualquier modo, contestarle

solo habría enojado a Walter, pero estaba contento de ver que a ella le

quedaba algo de lucha.

—No se detendrá hasta que tenga a Kate de regreso —dijo Walter—. Pero

cuando lo haga, regresará al Inframundo y la protegerá con todas sus

fuerzas, y seguirá sin involucrarse en nuestra Guerra.

Los ojos de ella se agrandaron.

—Espera, ¿vas a usar al bebé como un cebo?

—Haré lo que debo para traer a Henry a la Guerra —dijo Walter—. Una

vida no vale la pena para perderlo todo.

Ava lo miró fijamente como si no lo reconociera. Aunque Walter raras

veces experimentaba temor, corría incómodamente a través de él, como

lodo en vez de sangre inmortal.

—Es un bebé —dijo ella—. No puedes simplemente… es un niño.

—Si Henry no participa en la Guerra, entonces millones de niños morirán

—dijo Walter. Ella tenía que entender; esta Guerra no era una cuestión de

obediencia y orgullo—. Me doy cuenta de lo difícil que es para ti, querida…

—¿En verdad? —El veneno en su voz lo puso mal. Nunca la había

escuchado hablarle a alguien de esa manera antes, mucho menos a él, su

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padre. Su protector. Su rey—. Es mi culpa que Kate esté allí en primer

lugar. El bebé podría morir por mi culpa.

—Haré todo lo que pueda para asegurarme que eso no suceda —dijo

Walter—. Una vez que esto acabe…

—¿Crees que alguna vez va a acabar? —siseó Ava—. Cuando el Consejo

descubra que estamos arriesgando al hijo de Henry para que él se involucre,

¿a quién van a culpa, papi? ¿A mí o a ti?

—Le informaré al Consejo sobre mi papel —dijo Walter.

—El único papel que el Consejo verá es el que yo interpreté, y eso voy a

arreglarlo antes de que el bebé muera y pierda a todos los que amo.

Walter se irguió en toda su estatura. Podría haber parecido un anciano, pero

junto a los Titanes, él era el ser más poderoso del mundo, y nunca dejaría

que alguien lo olvidara. Incluso su hija.

—Lo prohíbo.

Ava rió, pero no fue la risa de alguien que encuentra alguna alegría en la

vida; en cambio fue una llena de odio hacia sí misma y desesperanza.

—Demasiado tarde.

Antes de que Walter pudiera decir una palabra, un grito desgarrador lleno

de agonía rasgó desde las profundidades de la tierra y resonó a través de

todo el Olimpo.

—Él ya sabe —dijo Ava, y sin decir otra palabra, se deslizó a través de la

puerta y la cerró tras ella.

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Capítulo 1 NACIMIENTO

Traducido por Maru Belikov y Vanehz

Corregido por BrendaCarpio

enry.

Me senté de golpe en la oscuridad. Mi frente estaba

mojada con sudor mientras el sueño se desvanecía, pero

su grito me envolvió, adhiriéndose a sí mismo en mi

memoria.

Otra visión, una de docenas que había estado teniendo desde que dejé el

Inframundo hace una eternidad. Esta vez, sin embargo, no estaba viendo a

Henry ir sobre su vida como gobernante de la muerte mientras esperaba por

mí a que regresara. No estaba de pie sin poder hacer nada mientras Ava le

daba a Henry falsas noticias sobre que en África se suponía que estábamos

buscando a Rhea.

Finalmente Henry sabía lo que realmente había pasado, y en los minutos

antes de que el amanecer rompiera a través de la noche, me aferré a la

esperanza de que no era demasiado tarde.

—¿Una pesadilla, querida?

Temblé, y las velas esparcidas a lo largo de mi prisión se encendieron.

H

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Cronos se sentó al lado de mi cama, en la misma silla que él ocupaba cada

noche desde el pasado diciembre, cuando desperté con un palpitante dolor

de cabeza y recuerdos que deseaba que fueran pesadillas.

Esto no era una pesadilla, sin embargo. Cronos estaba aquí, trabajando lado

a lado con la Reina de los Dioses, quien no se detendría ante nada para

lastimarme tanto como pudiera.

Él bebé se movió dentro de mí, sin duda descontento con su despertar rudo.

No me atrevía a especular si era niño o niña. Si Calliope se salía con la

suya, quizá nunca lo sabría, y el dolor de cabeza ya era más de lo que podía

soportar. Descansé una mano sobre mi hinchado vientre, tan grande que el

más simple movimiento me era difícil, y mentalmente traté de

tranquilizarlo.

—¿Mi hijo? Por supuesto —dijo Cronos, estirándose hacia mi estómago.

Golpeé su mano lejos, y él se rió—. Parece que los juegos están por empezar.

—¿Qué juegos? —Sabía la respuesta antes de hacer la pregunta. Mi sueño,

mi visión, era el equinoccio de otoño, y finalmente Henry sabía que yo no

estaba.

Un dolor agudo se disparó desde mi espalda hasta mi abdomen, y jadeé.

Cronos estaba a mi lado en un instante, exactamente de la manera en que

Henry habría estado si estuviese aquí. Y me aparté.

—Calliope ha decidido que pase hoy —murmuró, y su voz habría sido

confortante si no viniera de él.

—¿Decidido que hoy pase qué? —Luché para pararme y caminar hasta el

baño, pero mis piernas no lo soportaron. Las frías manos de Cronos estaban

allí para estabilizarme, pero tan pronto como estuve de regreso en la cama,

me alejé de él.

—Que tu hijo nazca.

Todo el aire abandonó mis pulmones, y esta vez no tenía nada que ver con

el dolor físico. Él estaba mintiendo. Ellos estaban tratando de hacer que

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entrara en labor de parto antes de que Henry me rescatara, o… o hiciera

algo.

Pero mientras me inclinaba hacia atrás mi mano encontró un lugar mojado

sobre el colchón, y mi camisón estaba mojado en la parte de mis muslos. Mi

fuente se había roto en algún momento de la noche. Realmente estaba

pasando.

Nueves meses de espera. Nueves meses de miedo. Nueve meses del tiempo

siendo la única cosa interponiéndose entre Calliope y él bebé que estaba

esperando, y ahora se terminaba.

No estaba lista para ser una madre. Nunca en un millón de años había

imaginado tener niños antes de que cumpliera treinta, mucho menos veinte.

Pero Calliope no me había dado opción, y con cada día que pasaba, el temor

dentro de mí crecía más hasta que casi me ahogaba. Calliope alejaría al bebé

de mí, y no había nada que pudiera hacer al respecto. En cuestión de horas,

perdería a mi hijo, el hijo de Henry, a manos de alguien que quería nada

más que verme sufrir.

Pero ahora él sabía. Ahora había una oportunidad, si solo pudiese aguantar

un poco más hasta que Henry viniera.

Cronos debió leer la mirada en mi rostro, porque se rió y esponjó una

almohada para mí.

—No te preocupes, querida. Calliope no puede matarte al menos que yo se

lo permita, y te aseguro que nunca te lastimaré.

No era sobre mí por quien estaba preocupada.

—No vas a lastimarme, pero vas a dejar que Calliope lo haga —espeté—.

Vas a permitirle que tome al bebé en el momento en que nazca, y nunca

voy a verlo otra vez.

Cronos se me quedó mirando en blanco. Estos eran los momentos en que

recordaba que a pesar de su forma humana, era todo lo contrario. Él no

entendía por qué amaba tanto al bebé. O, cuando le daba a Calliope algo de

actitud y me golpeaba en la boca, porque instintivamente cubría mi vientre.

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Él no entendía cuanto el pensamiento de ser separada del bebé me hería

antes de que siquiera lo o la conociera.

Pero otra vez, Cronos también era el monstruo que intentaba destruir a sus

propios hijos, así que sospechaba que era tener mucha esperanza esperar

entendimiento.

—Sí quieres mantener a tu hijo, todo lo que necesitas es decir la palabra —

dijo él, como si fuera así de simple. Quizá para él lo era—. Me aseguraré de

que Calliope no se interponga en el camino. A cambio, todo lo que pido es

que gobiernes a mi lado.

No era la primera vez que él hacia esa oferta, y no era la primera vez que,

por un solo momento, pensaba en la posibilidad. Mientras el nacimiento del

bebé se acercaba, decir que no, no se hizo más fácil sino más difícil.

No era ningún secreto que Cronos me quería como su reina mientras

gobernaba todo el mundo, destruyendo a cualquiera que se atreviera a

interponerse en su camino. No tenía idea de por qué… la pequeña muestra

de compasión que le había mostrado en el Inframundo, quizá, o porque no

había peleado con él en la primera guerra, pero no importaba. Estaría a

salvo de la destrucción y, por ende, él bebé también. Henry, sin embargo,

sería la primera persona que Cronos destruiría, y el resto del mundo le

seguiría.

Tanto como amaba a este bebé, tanto como habría hecho lo que sea para

mantenerlo a salvo, no podía permanecer al lado de Cronos mientras él

destruía la humanidad. No podía hacer nada mientras mataba a cada

persona que amaba, y si accedía, él me mantendría viva hasta el final de

todas la cosas. No tendría la opción de morir como Perséfone había tenido,

y no podía vivir con esa culpa sin importar cuán feliz y a salvo mi bebé

estuviera.

Pero el tiempo estaba corriendo. El juego había cambiado ahora que el

Consejo sabía de mi ausencia, y si podía mantener a Cronos suponiendo lo

suficiente para no lastimar a nadie, entonces quizá eso le daría al Consejo la

oportunidad de encontrar a Rhea. Así que mentí.

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—Promete no matar a nadie, y pensaré en ello.

Él sonrió, mostrando un completo juego de dientes blancos. Cronos tenía la

sonrisa de una estrella de cine con aerógrafo, y solo lo volvía más

perturbador.

—¿Es así? Muy bien. Accede y dejaré a la humanidad tranquila. Mis

disputas no son con ellos, y uno debe tener súbditos cuando gobierna.

—Dije a nadie —señalé—. No sólo la humanidad. No puedes matar al

Consejo tampoco.

Cronos se me quedó mirando, y contuve mi respiración, esperando contra

todo pronóstico ganarle esta a él. Tenía que comprarle más tiempo al

Consejo.

—Seguramente entenderás por qué mis hijos deben ser contenidos, pero

estaré dispuesto a… considerarlo, dependiendo de la naturaleza de nuestra

relación. O cuanto estés dispuesta a dar. —Él paso sus dedos a través de mi

cabello, y suprimí un escalofrío—. Tú y yo, juntos por toda la eternidad.

Imagina, querida, la belleza que creáremos. Y, por supuesto, tu hijo tendrá

tu amor, y nunca tendrás que decir adiós.

Cerré mis ojos e imaginé el momento en que finalmente consiguiera

sostenerlo o sostenerla. Él bebé tendría cabello oscuro, estaba segura de ello,

y ojos claros como Henry y yo. Mejillas rosadas, diez dedos en la mano,

diez dedos en los pies, y lo amaría instantáneamente. Ya lo hacía.

—Serás su madre —murmuró él, su voz como el canto de una sirena—.

Siempre allí para amarlo, para educarlo, para criarlo a tu imagen. Y yo seré

su padre.

El hechizo que tenía sobre mí se rompió, y mis ojos se abrieron.

—Tú no eres el padre de este bebé —dije mientras otra ola de dolor pasaba

sobre mí. Esto estaba pasando muy rápido. Las contracciones se suponía

tenían que venir lentas y en las últimas horas, mi madre había estado en

trabajo de parto por un día cuando yo nací.

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Cronos se inclinó hasta que sus labios estaban a centímetros de los míos.

Arrugué mi nariz aunque su aliento olía como una fría briza de otoño.

—No, no lo soy. Soy mucho más.

La puerta se abrió de golpe, y Calliope entró. Había envejecido

progresivamente por los pasados nueve meses hasta que los ángulos sobre

su rostro se habían vuelto más afilados, y había crecido unos cuantos

centímetros por encima de mí. Mientras Cronos lucía como Henry, con su

largo cabello oscuro y ojos grises que crepitaban con el relámpago y la

niebla, Calliope ahora lucía como mi madre. Como una versión rubia de mí.

Y la odiaba incluso más por ello.

—¿Qué está sucediendo? —dijo ella, y manejé una débil mueca.

Aparentemente ella escuchó algo que no le gustó.

—Nada por lo que tengas que preocuparte —dijo Cronos mientras se

enderezaba, aunque sus ojos no dejaron los míos.

—Cronos me estaba haciendo una interesante oferta —dije, sonando más

valiente de lo que me sentía—. Resulta que él no va a darme de comida a los

peces como tú quieres.

Sus labios se torcieron en una mueca, pero antes de que pudiera decir una

palabra, Ava se apresuró pasando al lado de ella cargando una gran cesta de

sábanas y otras cosas que no pude distinguir en la luz de las velas.

—Lo siento —dijo ella, su rostro sonrojado.

—Ya era hora —espetó Calliope, y se enfocó en mí otra vez—. Yo sería

muy cuidadosa si fuera tú, Kate. Tengo un nuevo juguete, y he estado

ansiosa de probarlo sobre ti.

—¿Qué nuevo juguete? —dije a través de dientes apretados.

Calliope se deslizó al lado de mi cama.

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—¿No te he dicho? Nicholas generosamente donó su tiempo y habilidad

para forjar un arma que me permitirá matar a un dios. Su coordinación de

tiempo no podía ser mejor.

Mi sangre se heló. Nicholas, el esposo de Ava, había sido secuestrado en el

solsticio de invierno durante la batalla. Hasta ahora, nadie me había dicho

una palabra sobre él.

—Eso es imposible —solté. Nadie más que Cronos podía matar a un

inmortal.

—¿Lo es? —dijo Calliope con una maliciosa sonrisa—. ¿Estás dispuesta a

apostar la vida de tu dulce bebé sobre ello?

Mi corazón se hundió. ¿Ella iba a matar a mi bebé?

—¿Ava? —dije, mi lengua pesada en mi boca.

Mordiendo su labio, Ava colocó la cesta abajo al pie de la cama.

—Lo siento.

La habitación dio vueltas alrededor de mí. Esto era sólo otro juego. Calliope

estaba intentando asustarme al usar a las personas que más amaba en contra

de mí, y esta vez mi supuesta mejor amiga estaba en el juego.

¿Aunque, qué si no era un juego? Calliope había jurado que me quitaría la

cosa que más amaba, y en ese momento pensé que se refería a Henry y al

resto de mi familia. Pero ella quería decir al bebé. Estaba a punto de

conseguir todo lo que quería de mí, no había ninguna razón para que

mintiera. Y por la manera en que Ava no podía mirarme…

Mi garganta se hinchó hasta que apenas pude respirar.

—Fuera.

Ava parpadeó.

—Pero alguien necesita estar contigo…

—Prefiero tener a Calliope aquí que a ti, perra traidora —escupí—. Fuera.

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Sus ojos se llenaron de lágrimas, y para mi satisfacción, ella huyó,

dejándome sola con Cronos y Calliope. Ava merecía esto. Ella sabía lo que

esto significaba, que Calliope tenía toda la intención de sacrificar a mi bebé.

Y si Calliope realmente había forzado a Nicholas a forjar un arma, si Ava

había distraído al Consejo por los pasados nueve meses para darle suficiente

tiempo…

No me importaba cuán en peligro estuviera Nicholas. Era el hijo de

Calliope, y no importa cuán terrible persona era ella, no podía imaginarla

matando a su propio hijo. Pero ella mataría a mi bebé sin pensarlo dos

veces, y Ava lo había sabido todo el tiempo.

Incluso si nuestras posiciones hubieran sido a la inversa, incluso si Henry

era el único al que Calliope mantenía de rehén, yo nunca le hubiera hecho

esto a Ava. Nunca la habría traicionado y le hubiera permitido a Calliope

matar a su hijo.

—Eso no fue muy bueno —dijo Calliope en una voz cantarina, y mi

estómago se revolvió. Ella no podía matar al bebé. No le dejaría hacerlo.

—Necesito hacer pis —dije, empujándome para levantarme.

Calliope hizo un gesto vago y se entretuvo en desempacar la cesta. Cronos

me ofreció su mano, pero la aparté.

—Creo que puedo llegar al baño por mi cuenta —dije.

Cruzar la habitación no había sido tan fácil desde agosto, y mi cuerpo se

tensaban con cada paso que daba, pero lo hice. Mi prisión no era

exactamente acolchada, sin embargo no era una celda de concreto con un

colchón delgado y una sucia taza de baño. Era una habitación simple con un

baño incluido, y estaba a varios pisos de altura, haciendo de la ventana un

escape imposible. Podría ser inmortal, pero no tenía una pista de si el bebé

lo era o no. Y si Calliope Realmente tenía un arma que podía matar a un

Dios, no importaba, de cualquier forma.

Traté de escaparme varias veces, cuando todavía tenía la suficiente

movilidad para tener una oportunidad, pero entre Cronos, Calliope y Ava,

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alguien había siempre estado allí para detenerme. Lo más lejos que llegué

una vez fue a la playa, pero no podía nadar y ellos lo sabían. El Consejo

había intentado hacer de esta isla la prisión de Cronos, pero ahora era la

mía, también.

Cerrando la puerta detrás de mí, me senté sobre el borde de la tina de baño

y sostuve mi cabeza entre mis manos. La frustración se elevaba dentro de

mí, tratando de escapar en un gran sollozo, pero la tragué. Necesitaba un

momento, y llorar solo haría que Calliope viniera detrás de mí.

—Henry. —Cerré mis ojos con fuerza y traté de recordarlo—. Por favor,

ayúdanos.

Al final, salté en la visión. Después de casi un año en este agujero del

infierno, había aprendido cómo controlarlas, pero aún luchaba porque fuera

suficiente para verlo. Tres paredes doradas se formaron alrededor de mí y la

cuarta se convirtió en un largo panel de ventanas bastante parecidas a la

habitación de Henry. Pero a diferencia de la roca negra, vi el interminable

cielo azul a través del vidrio, y la luz del sol derramándose hacia adentro,

iluminándolo todo.

—Tú hiciste esto. —El sonido de la voz de Henry captó mi atención, y me

giré. Tenía a Walter de las solapas, y sus ojos quemaban con rabia y poder

que nunca había visto antes.

—Tenía que hacerse —dijo Walter inestablemente. Incluso lucía asustado—

. Te necesitamos, hermano, y si esto es lo que se necesita para llevarte a

verlo…

Henry lanzó a Walter contra la pared tan fuerte que esta se quebró, dejando

una red de rajaduras detrás.

—Te haré pagar por esto así sea la última cosa que haga —gruñó.

—Suficiente. —La voz de mi madre resonó, y ambos hermanos giraron

hacia ella. Lucía pálida, y unió sus manos en frente de la forma en que hacía

cuando estaba tratando de mantenerse bajo control—. Rescataremos a Kate.

Aún hay tiempo, y entre más desperdiciemos…

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—No podemos arriesgar nuestras fuerzas para rescatar una sola vida —dijo

Walter.

—Entonces yo lo haré —gruñó Henry.

Walter sacudió su cabeza.

—Es demasiado peligroso para que vayas solo.

—No estaremos solos —dijo mi madre—. Y si valoras tu soporte del

Consejo…

Los músculos de mi espalda y vientre se contrajeron, y el dolor me sacó de

mi visión. De regreso al baño, dejé salir un suave sollozo. Mi madre estaba

equivocada, ya no teníamos tiempo. El bebé estaba llegando sin importar

cuán fuerte tratara de hacerle esperar. Así viniera alguien o no, no había

salida de esto. Incluso si Henry y mi madre atacaban la isla, no había

garantía de que atravesaran las defensas de Cronos, y para entonces sería

demasiado tarde de cualquier forma.

El bebé me dio un codazo desde el interior, y me forcé a mí misma

presionarlo. Tenía que hacerlo, tenía que escapar. La vida del bebé dependía

de ello.

—Lo siento —susurré gentilmente presionando contra el punto donde me

había pateado—. Te amo, ¿bien? No voy a parar de pelear hasta que estés a

salvo. Lo prometo.

Alguien llamó a la puerta y salté.

—No creas que darás a luz en la tina de baño —dijo Calliope—. No tendrás

a ese bebé hasta que diga que lo hagas.

—Solo un minuto —grité, y me puse de pie el tiempo suficiente para abrir el

grifo y ahogar mis susurros en caso de que estuviera escuchando. No haría

mucho bien, pero la ilusión de privacidad tendría que ser suficiente por

ahora.

Volviendo a sentarme sobre el borde de la tina, froté mi vientre.

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—Tu papá es realmente genial, y lo verás pronto, ¿está bien? Él no dejará

que Calliope te haga esto tampoco, y él es más poderoso que yo. Toda la

familia lo es. Hoy probablemente será un día difícil, y dolerá, bien, me

dolerá, no dejaré que te hagan daño, pero al final estarás bien. Lo prometo.

No era una promesa vacía. Incluso si tenía que morir en el proceso,

Calliope no tocaría a mi bebé. No importa lo que costara, me aseguraría de

que no lo hiciera.

* * *

La labor de parto progresaba tan rápidamente que apenas pude salir del

baño.

Calliope no me ayudó para nada, sin medicación o palabras de aliento, y a

pesar que Cronos seguía a mi lado, no dijo nada mientras mis contracciones

se acercaban más y más entre ellas. Tenían que saber que los otros estaban

viniendo. No había otra razón para forzar al bebé a salir de esta forma y no

podía imaginar a Calliope renunciando a la oportunidad de hacerme el

mayor daño posible, no a menos que fuera horrible.

Me negué a gritar. Incluso en los momentos finales de la labor, mientras el

bebé rasgaba mi cuerpo, apreté mi mandíbula y empujé a través del dolor.

Desde que me convertí en inmortal, la única cosa que me había herido, era

Cronos, y aparentemente dar a luz era otra excepción. Mi cuerpo estaba

haciendo esto por sí mismo, y la inmortalidad no iba a detenerlo.

El momento en que el bebé me dejó, sentí como si mi corazón hubiera sido

arrancado de mi pecho y ahora descansara en los brazos de Calliope. Ella se

irguió, y un nudo se formó en mi garganta mientras veía al arrugado y

sangriento infante que sostenía.

—Es un niño —dijo, y sonrió—. Perfecto.

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De alguna forma, a pesar de las palabras que le susurré a él, las horas que

pasé sintiéndolo patear, y los meses que lo cargué, nunca se había sentido

completamente real. Pero ahora…

Ese era mi hijo.

Ese era mi hijo, y Calliope iba a matarlo.

No necesitaba ninguna herramienta para cortar el cordón o terminar el

resto del lío que dejó el nacimiento; en un parpadeo, todo estuvo limpio, y

el bebé estaba envuelto en una manta blanca. Como si lo hubiera hecho

miles de veces antes, lo acunó y se levantó, dejándome sola en la cama.

—Espera —dije en voz ahogada. Estaba exhausta y empapada en sudor, y a

pesar del dolor, luché para levantarme—. No puedes, por favor, haré

cualquier cosa, solo no le hagas daño a mi hijo.

Su llanto, tan diminuto y necesitado, llenó la habitación, y mi corazón se

desmoronó. Cada hueso en mi cuerpo demandaba que me levantara, que

fuera hacia él y lo salvara del dolor que le esperaba, pero no podía moverme.

Mientras más fuerte peleaba, más me congelaba y más dolía mi cuerpo.

Calliope me miró, sus ojos brillantes y llenos de malicia. Estaba disfrutando

de esto. Estaba revelando mi dolor.

—Eso no lo decides tú, mi querida Kate.

Al borde de mi visión, vi a Cronos cambiar.

—No herirás al niño —dijo, su voz baja y llena de truenos—. No es una

petición.

Sus ojos se entornaron. Iba a desafiarlo. Usar a mi hijo para probar su

dominación, que ella era la única que tenía el control. Pero no lo tenía y ella

lo sabía. Y por primera vez desde que oí del Rey de los Titanes, estaba

agradecida por él.

—Bien —dijo con voz afectada, como si solo estuviera dejándolo ganar

porque ella quería. Ambos sabían la verdad—. No lo mataré.

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El alivio barrió a través de mí como una droga y solté el aliento que había

estado conteniendo. Por Cronos, él viviría.

—Por favor, puedo… ¿Puedo sostener a mi hijo?

—¿Tu hijo? —Sus brazos se apretaron alrededor del bebé, y una mueca de

sonrisa curvó sus labios—. Debes estar en un error. El único niño en esta

habitación me pertenece a mí.

Sin otra palabra, caminó a través de la puerta en una nube de victoria,

dejándome vacía y completamente sola.

Ella no tomaría su vida, eso significaba que aún había tiempo. Pero ¿cuánto

tomaría antes de que se cansara de obedecer a Cronos y matara al bebé solo

para verme sufrir?

Tenía que tomarlo. Tenía que salvarlo. Incluso si Calliope no tocaba un

solo cabello de su cabeza, el pensamiento de él siendo cargado por ese

monstruo, cambiado en algo negro y más allá de reconocimiento, si mi

tiempo en el inframundo me había enseñado algo, era que esa clase de vida

era infinitamente peor que la paz de la muerte.

La desesperación se clavó como garras en mí, rasgándome de adentro hacia

afuera, y lentamente me giré hacia Cronos.

Su reina. Mi vida, mis elecciones, mi libertad por la de mi hijo.

—Por favor —dije, hipando—. Haré cualquier cosa.

Él pasó sus fríos dedos contra mi mejilla con marcas de lágrimas, y esta vez

no me moví.

—¿Cualquier cosa?

Las palabras fueron como cuchillos en mi lengua, pero las dije, de cualquier

forma.

—Cualquier cosa —susurré—. Sálvalo y… soy tuya.

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Cronos se inclinó hacia mí, deteniéndose cuando sus labios estuvieron a

solo centímetros de los míos.

—Como desees, mi reina.

El fuego se propagó a través de mi cuerpo, fiebre ardiente reemplazando las

heridas de dar a luz mientras Cronos me sanaba. Valía la pena. Henry

entendería y, de alguna forma, de alguna manera, lo reuniría con el bebé.

Mareada con esperanzas, me senté y toqué mi estómago plano. De alguna

forma, Cronos había regresado mi cuerpo a la forma en que estaba antes de

que quedara embarazada, y la pérdida de la hinchazón de mi vientre y mis

pechos, me desorientaba.

¿Por qué no dejarme con la habilidad de alimentar al bebé? ¿Por qué él sabía

que no importaría? Pero antes de que pudiera decir una palabra, el mundo

empezó a sacudirse.

—¿Qué…? —Empecé, aferrando el borde del colchón, pero algo en el borde

de mi visión, captó mi atención. El cielo a través de la ventana estaba

bañado de una antinatural luz dorada, y alrededor de nosotros, la isla entera

tembló violentamente.

—Regresaré, mi querida, y entonces estaremos juntos —dijo Cronos.

Presionó sus labios fríos contra mi mejilla, y en un instante, se había ido,

pero no me importaba.

En la distancia, una nube negra se acercaba, chisporroteando con luz.

A pesar de que Cronos no podía escapar de la isla por sí mismo, esa cosa,

pasó a través de la barra que el Consejo había creado, como si no fuera nada,

y vislumbré la silueta de un hombre en lo alto de ella. La esperanza creció

dentro de mí, y no tuve que ver su rostro para saber a quién pertenecía la

oscura figura.

Henry.

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Capítulo 2 SANGRE Y PIEDRA

Traducido por Wicca_82 y Lalaemk

Corregido por Val_mar

urante nueve meses, había soñado con este momento. En mis

visiones había visto a Henry hacer sus obligaciones diarias,

inconsciente de lo que estaba pasando mientras esperaba que yo

volviera a casa, y yo había deseado con cada fibra de mi ser que

él se diera cuenta de que algo iba mal y que viniera arrasando las puertas de

mi prisión. Lo había deseado tanto que me dolía la necesidad de dejar la isla,

dejar a Calliope y a Cronos y todos mis grandes miedos atrás.

Ahora finalmente podría tener la oportunidad y no podía irme. Sin

importar lo que estuviera esperando afuera, Henry, mi madre, una familia,

una guerra que ganar, no podía dejar a mi hijo.

Henry voló hacia el palacio y busqué en el cielo detrás de él a los otros

miembros del Consejo. Nada excepto el dorado antinatural. Mi pecho se

tensó. Él no podía venir solo. No era tan descuidado. Él no tenía el poder

para acabar con Cronos en el Inframundo, mucho menos fuera de su

territorio.

¿Dónde estaba mi madre? Incluso si los otros miembros del Consejo no

tenían interés en ayudarme, seguro que ella hubiera venido para proteger a

Henry. ¿Le había insistido él para no lo hiciera, porque era muy peligroso?

D

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25

Cuando estaba lo suficientemente cerca para ver la furia de su rostro, me di

cuenta. Estaba solo.

Nosotros estábamos solos.

Esperaba que convirtiera la pared exterior en escombros, pero en vez de eso,

voló por encima de mi habitación hacia otra parte del castillo, como si no

supiera que yo estaba allí. Quizás no lo sabía. Quizás Calliope estaba

intentando alejarlo y…

El arma.

Oh, Dios.

—¡Henry! —grité—. ¡Henry!

—Kate —dijo una voz desde el pasillo—. Kate, soy yo.

Corrí hacia la puerta, agachándome para mirar a través de la cerradura.

—¿Henry? Es eso...

Un ojo azul con largas pestañas me devolvió la mirada y mi corazón se

hundió. Ava.

—Aléjate de la puerta —susurró, mirando por encima del hombro. ¿De qué

estaba tan asustada? ¿Henry arrasando al final del pasillo y volándola en

pedazos? Si solo yo fuera tan afortunada.

—¿Por qué debería creerte? —dije—. Tú sabías que Calliope iba a matar a

mi hijo e hiciste todo lo que pudiste para que eso sucediera.

Parpadeó rápidamente y sus ojos se volvieron rojos y llorosos. Una vez,

hace tiempo, había pensado que Ava era una de las pocas que lucía preciosa

cuando lloraba, pero ahora todo lo que podía ver era la fealdad debajo.

Durante meses había aprendido acerca de las travesuras de los dioses

griegos, la historia que fue la base de su mitología. No todo era correcto,

mucho de ello había sido tergiversado y corrompido a lo largo de la historia

mientras los mortales las contaban. Y debido a eso, hubiera querido creer

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que los dioses eran básicamente buenos. Que ellos realmente estaban

pendientes de la humanidad, que sus vidas no habían estado llenas de

malicia y traición y egoísmo.

Independientemente de lo que Calliope y Cronos habían hecho, Ava podía

haberme dado la razón.

Una sola palabra ante el Consejo, y esto podía haberse acabado hace meses.

En vez de eso ella había convertido todas las esperanzas en polvo.

—Lo siento —susurró—. Eres mi mejor amiga, Kate. Por favor, nunca quise

que algo de esto pasara. No lo sabía.

—Sabías lo suficiente.

Ella miró sobre su hombro de nuevo.

—Una vez que esto acabe, puedes desgarrarme en pedazos tanto como

quieras. Pero ahora mismo tengo que sacarte de aquí.

Me burlé. Ahora Ava quería rescatarme, ¿después de que Calliope tuviera

exactamente lo que quería?

—Maldita sea, no voy a ir contigo a ningún lado.

—Puedo llevarte hasta tu hijo.

Mi corazón latió con fuerza. En un instante, mi disgusto se convirtió en

desesperación y tomó todo lo que tenía para no desgarrar la puerta abierta

con mis uñas.

—¿Sabes dónde está?

Ava asintió.

—Y si me dejas sacarte de aquí, puedo ayudarlos a salir libres de aquí.

Eso fue todo lo que necesitaba escuchar. Olvidé los pasados nueve meses.

Olvidé su comportamiento. Olvidé la muy probable posibilidad de que esto

fuera otra trampa para asegurarse de que Henry no pudieran encontrarme.

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Si había una posibilidad de que estuviera diciendo la verdad, si había una

oportunidad para poder salvar a mi hijo, no me importaba.

Di un paso atrás y una brisa llenó la habitación. La cerradura cedió y la

puerta se abrió, dejando ver a Ava. Ahora que estaba iluminado fuera, pude

verla como era debido. Su pelo rubio colgaba en flojos rizos y las sombras

hacían que las ojeras parecieran horribles. Nunca la había visto así antes, ni

siquiera la noche que había conocido a Henry en el río de Edén, la misma

noche que ella había tomado un baño en las furiosas aguas y aplastado su

cráneo contra las rocas.

¿Le habría salvado si hubiese sabido que un año y medio después, me

separaría de todo lo que amaba? ¿Qué se mantendría junto a Calliope

mientras me manipulaba para que quedara embarazada sólo para que

pudiera dañarme tanto como fuera humanamente posible?

¿Le habría salvado si hubiera sabido que Ava había sido totalmente

consciente del plan de Calliope para matar a mi hijo todo el tiempo?

No lo sabía. No me importaba. Si Ava ayudaba a salvarlo, si nos ayudaba a

escapar, los pasados nueve meses no importarían nunca más. Nunca lo

olvidaría, pero con el tiempo podría perdonar.

Corrí hacia la puerta. Ava me ofreció su brazo, pero yo lo aparté. El pensar

en tocarla hacía que mi estómago se sacudiera.

—No te molestes. Cronos me sanó. ¿Hacia dónde?

Ava languideció y dejó caer su mano y una punzada de culpabilidad me

recorrió antes de que lo empujara a un lado. No se merecía mi simpatía.

Nos movimos a un agonizante y lento paso, casi de puntillas a lo largo del

pasillo pavimentado. ¿Estaba en lo cierto? ¿Estaba ella sólo escondiéndome

para que Henry no pudiera encontrarme?

No importaba. Tenía que intentarlo.

Crack.

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Las paredes que nos rodeaban se sacudieron y Ava se lanzó hacia mí,

cubriendo mi cuerpo con el suyo mientras el techo se vino abajo alrededor

de nosotras. La parte de atrás de mi cabeza golpeó contra la pared, pero a

pesar de que esperaba sentir dolor, nunca llegó. Era inmortal ahora. Incluso

si el mundo entero nos enterraba, nosotras nunca moriríamos.

—¿Estás bien? —dijo Ava, tosiendo. El aire se había convertido en una

gruesa capa de polvo, y aspiré una bocanada de aire, la arenilla me

atragantó.

—Necesitamos seguir adelante —dije, tosiendo. Henry no preguntaría nada,

en el momento en que pusiera sus manos sobre mí, me llevaría de vuelta al

Inframundo. Nosotras teníamos que encontrar al bebé antes de que Henry

me encontrara a mí.

Trepé por los escombros, buscando a tientas mi camino a través del polvo

mientras los bordes afilados intentaban cortar mi piel impermeable. Mi pie

se enganchó en una roca que no podía ver, y me tropecé, lanzando mis

brazos hacia delante para frenar mi caída. Pero en su lugar unas fuertes

manos me cogieron, y miré hacia arriba.

Pelo oscuro, bello rostro, hombros anchos. Henry.

Parpadeé rápidamente, mis ojos lagrimearon hasta eliminar el polvo y su

rostro empezó a enfocarse.

No, no era Henry.

Cronos.

—Vamos, querida —murmuró, tirando de mi pie. Sus palmas de las manos

eran brasas calientes contra mi piel, y la bilis subió por mi garganta.

¿Dónde estaba Henry? ¿Por qué no estaba Cronos tratando de detenerle?

Porque él no tenía por qué. Un dios contra el Rey de los Titanes, no había

dudas. Y con el arma de Calliope, no sería una lucha justa entre hermanos

tampoco. Henry no sabría lo que estaba por venir, y luego.

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Cerré mis puños. Tenía que encontrar al bebé antes de que Henry me

encontrara, y tenía que encontrar a Henry antes de que fuera demasiado

tarde. No había otra opción.

—Quiero ver a mi hijo —dije, apartando mi brazo de Cronos y luchando

por mantener mi voz firme. A mi izquierda, un enorme agujero en la pared

de piedra abría paso a un dorado cielo y al sonido de las olas golpeando

contra la orilla—. Llévame hasta él.

—Todo a su debido tiempo. —Me condujo por el accidentado pasillo, y los

escombros se separaban hacia los lados para hacer un camino para nosotros.

Para él. Ava venía detrás, arrastrando sus pies y dispersando las piedras

como si estuviera tratando de hacer tanto ruido como fuera posible. ¿Una

advertencia a Calliope de que estábamos llegando? ¿Una señal para decirle a

Henry dónde estábamos?

De repente el aire cambió y el polvo se desvaneció, y el viento impregnado

de sal que soplaba del mar dio paso a los lánguidos lamentos de un recién

nacido. Parpadeé. Había pasado un largo tiempo desde que me había

sumergido en una visión sin quererlo.

Estaba rodeada de paredes pintadas para parecerse a una puesta de sol, y la

habitación estaba vacía excepto por una cuna blanca en el centro. Un nudo

se formó en mi garganta y miré por encima del borde, apenas atreviéndome

a tener esperanza.

Ahí, envuelto en una manta de punto, estaba mi hijo.

Sus sollozos se detuvieron, y abrió sus ojos como si estuviera mirándome

directamente. Pero eso era imposible, no podía verme. Nadie podía verme

en mis visiones. Era una observadora. Menos que un fantasma; no era nada.

El atractivo de sus ojos azules era irresistible, y extendí la mano para

tocarle. Por un segundo imaginé el calor de su suave piel y sus pequeños

dedos, y una sonrisa apareció en mi rostro.

—Hola —susurré—. Eres un pequeño hombre muy guapo.

Miró hacia el espacio que yo ocupada y casi no podía respirar. Era perfecto.

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Milo, el nombre salió de mi boca antes de que pudiera pensarlo, pero una

vez que lo hizo, parecía envolver al bebé, convirtiéndose en una parte tan

importante de él como su pelo oscuro o lo mucho que lo amaba.

Sí. Milo.

Un grito furioso rompió el hechizo entre nosotros, y los sollozos de Milo

volvieron, incluso más fuertes que antes. Intenté tocarlo de nuevo, para

ofrecerle cualquier pequeña comodidad que pudiera si es que realmente

podía sentir que yo estaba allí, pero mi mano pasó a través de él. Sus gritos

sólo se hicieron más agudos.

—¡Calliope!

Me petrifiqué. Henry.

Dividida entre dejar a Milo y encontrar a Henry, me quedé merodeando

cerca de la cuna. Por mucho que me matara dejar al bebé, tenía que saber

dónde estaba Henry. Si él estaba fuera de la guardería, si el supiera acerca

de Milo y estuviera yendo a salvarlo.

Por favor, por favor, por favor hazle saberlo.

Corrí a través de la puerta abierta y por una sección del palacio que nunca

había visto antes. Las paredes eran de un rico oro, no de piedra como las de

dentro de mi prisión, y la alfombra de color índigo hacia juego con las

cortinas de seda que colgaban cada tres metros en las paredes de afuera. El

pasillo ocupaba casi toda la longitud del palacio, y Calliope estaba parada en

el medio, solo a unos pocos centímetros de distancia de Henry.

Él me había salvado de las garras de la muerte en la orilla del río Edén.

Había luchado por todas nuestras vidas cuando Calliope me amarró con

cadenas en el Tártaro. Era el Señor del Inframundo, Rey de la Muerte, y

uno de los más poderosos dioses de la historia.

Pero nunca lo había visto tan terrorífico con su poder. Salía de él en olas

negras, sacudiendo los cimientos del palacio, e incluso aunque yo no estaba

allí realmente, por primera vez en mi vida estaba realmente asustada de su

persona.

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Satisfacción mezclada con miedo, pensé, y el desprecio me desgarraba a

medida que me acercaba a Calliope. Henry iba a acabar con ella. Sea cual

fuera el arma que decía poseer, no podía posiblemente competir con la pura

rabia que emanaba de él, alimentando su poder. Solo un Titán podía matar

a un dios, y Calliope era exactamente como yo: inmortal. Nada más.

Una explosión sacudió las paredes, y el pánico me atravesó. Milo. Henry no

tenía ni idea de que él estaba aquí, que Calliope se interponía entre él y su

hijo. Ni siquiera sabía que existía. Y si destruía todo el castillo…

Todo lo que necesitaba era un simple pensamiento, y nuestro hijo moriría.

Corrí hacia la guardería, pero antes de que pudiera ver el rostro de Milo por

encima del borde de la cuna, las paredes con la puesta de sol desaparecieron.

Me tomó varios segundos recuperar mi orientación. Cronos tomó mi brazo,

sus manos aun quemando contra mi piel, y Ava se quedó a mi otro lado.

Nos pusimos de pie en un pasillo de oro e índigo, pero estaba vacío.

¿Había terminado? ¿Nos lo habíamos perdido?

No, imposible. Mis visiones siempre estaban en el presente. No podía ir

hacia el pasado o ver el futuro. Henry y Calliope estaban en algún lugar

cercano. Tenían que estarlo. Por encima de nosotros, por debajo…

—Kate, querida. —La voz de Cronos cortó a través de mí como una daga de

hielo—. ¿Eres mía?

Nunca. Ni en un millón de años, ni si fuéramos los dos últimos seres en el

universo. Aunque la única otra opción que tuviera era vivir la eternidad

enterrada bajo piedras.

Pero sólo unos momentos estaban entre el castillo desgarrándose, y tenía

que salvar a Milo. Si eso significaba hacer una promesa que no pudiera

mantener, entonces lidiaría con las consecuencias después.

—Dame a mi hijo, y soy tuya.

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Mis pies dejaron el suelo mientras Cronos hacía que flotáramos, dejando a

Ava atrás. Juntos pasamos por el techo como si no estuviera allí,

elevándonos hacia el pasillo por encima de nosotros, y contuve la

respiración.

Nos quedamos sólo unos metros detrás de Calliope, y más allá de ella,

rodeados de poder oscuro… Henry.

Nos miramos el uno al otro por el pasillo, y mis rodillas casi se doblaron

con alivio. Por fin, alguien que me amaba.

Involuntariamente dio un paso hacia mí, pero a pesar de que era la primera

vez que lo veía desde el solsticio de invierno, mi cuerpo tiró en dirección a

la habitación de Milo. A sólo unos metros de distancia, dos puertas detrás

de Calliope, y sería capaz de sostener a mi hijo. Tendría la oportunidad de

salvarnos a todos.

Cronos agarró mi brazo, sus dedos de carne y hueso, ninguna cantidad de

un sutil tironeo o doblez pudo hacer que se aflojaran. Estaba atrapada como

lo había estado en prisión, pero esta vez ambas piezas de mi corazón

colgaban frente a mí, burlándose. Rogándome que hiciera algo.

Era impotente.

En mi mente, las horas pasaron, pero en Realidad sólo le tomó segundos a

Calliope para darse cuenta de lo que estaba pasando. Se volvió y sonrió, sus

ojos brillando con malicia, y algo se deslizó de la manga floja de su vestido

hacia su mano. Una daga.

La hoja brillaba con la misma esencia que había infundido las cadenas que

ella había envuelto alrededor de mi cuello, el mismo poder opaco que había

pasado a través de la roca que había usado para golpearme hasta la

inconsciencia el día en que me había secuestrado. No había mentido,

después de todo. De alguna manera, a pesar de que Cronos estaba a mi lado,

completo y sólido, ella se las arregló para separar una parte de él del resto. Y

ahora tenía el poder para matar a cada uno de nosotros hasta que fuera libre

de gobernar el universo al lado de Cronos.

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—Justo a tiempo —dijo ella, con una voz tan femenina como siempre, pero

regiamente saturaba cada sílaba.

—¿Kate? —Rompió la voz de Henry, y las olas de la energía oscura a su

alrededor se tambalearon. No, no, no, no podía parar ahora. Ella atacaría a

la primera oportunidad que le diera.

Di un paso hacia atrás. Olvidando la sutileza. Como el infierno si dejaba

que Cronos me alejara de mi familia.

—No los dejes que me sigan —le dije a Henry, y sin previo aviso, torcí mi

brazo del de Cronos tan fuerte como pude, tirando contra su pulgar. La

parte más débil de su agarre, si es que tenía puntos débiles en absoluto.

Tal vez me las arreglé para tomarlo por sorpresa, o tal vez simplemente

estaba sorprendido y quería ver lo que haría, pero Cronos no luchó

conmigo. Me dejó, y antes de que alguien pudiera decir una palabra, corrí

por el pasillo hacia la guardería.

Milo estaba en la cuna, llorando en silencio, y me moría por tocarlo al fin.

¿Cómo había sido posible que minutos antes, hubiéramos estado

conectados? ¿Cómo le había permitido a mi cuerpo dejarlo ir?

—Todo está bien —susurré, buscando por él. Se calmó, y esta vez, cuando

sus ojos azules se encontraron con los míos, sabía que me había visto—. No

voy a dejar que nada te pase.

El momento en que mis dedos rozaron su suave mejilla, alguien se aclaró la

garganta detrás de mí, y me volví. Calliope se quedó en el marco de la

puerta, y sostuvo la daga en la garganta de Henry.

Todo el aire escapó de mis pulmones. Esto era todo. Él iba a morir. Iba a

perder a mi esposo, mi bebé, mi familia entera a manos de una diosa loca

que no le importaba a quien lastimaba, siempre y cuando se saliera con la

suya. Por tanto tiempo como llegara a torturarme.

—No le hagas daño a él… no puedes, por favor —susurré, apretando el borde

de la cuna. Los ojos de Henry estaban abiertos, y me miraba, no, no a mí.

Más allá de mí. Miró fijamente a Milo. Era un pequeño consuelo, sabiendo

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que iba a morir con el conocimiento de que tenía un hijo. Al menos, tendría

ese momento.

—Por favor —escupió Calliope, una burla de mi desesperación—. Siempre,

por favor, como si eso fuera suficiente. Sabes que no es así, Kate. ¿Por qué

molestarse?

No importaba si algo de lo que alguna vez había hecho era suficiente, tenía

que intentarlo. No podría vivir conmigo misma si me rendía y la dejaba

tener todo lo que me importaba.

—Tú lo amas. Si lo matas, nunca lo tendrás. Vas a perder.

Se burló, pero una pizca de duda cruzó por su rostro.

—Voy a ser la reina del mundo. Nunca voy a perder otra vez.

—Ser reina no te hará feliz. —Estudié la forma en que sostenía a Henry. Él

podía romper su agarre si ella bajaba el cuchillo. Todo lo que necesitábamos

era una fracción de segundo, y podía distraerla lo suficiente para que Henry

tomara al bebé y desaparecieran—. Seguirás estando sola. Seguirás siendo

miserable.

Los ojos de Calliope se estrecharon.

—Lo que sea que crees que estás haciendo, no va a funcionar. Ya no lo

necesito más.

—Entonces, ¿qué es lo que quieres?

—Ya tengo exactamente lo que quiero. —Detrás de ella, Cronos se alzaba,

de alguna manera más alto de lo que había estado momentos antes. La

energía que irradiaba de Henry ya se había ido—. Primero voy a matar a

Henry, y luego voy a matar a tu madre y a cada uno de los miembros del

Consejo. Una vez que haya terminado, cuando el mundo se arrodille a mis

pies, sostendré a tu hijo, y me llamará madre y a ti traidora. Y juntos, te

veremos morir.

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Henry gritó y luchó contra ella, volviendo a la vida, pero lo que sea que lo

encadenaba mantenía su fuerza. Presionó la hoja en su garganta. No se

trataba de ganar más, sabía que me tenía a mí, y sabía que era el final.

Ahora era acerca de causarme el mayor dolor posible.

La burla estaba en ella, sin embargo. Sin Henry, sin mi madre, sin mi hijo,

me gustaría darle la bienvenida a la muerte.

Enfócate. Esto no podía ser todo. Tenía que haber algo que pudiera hacer…

una mágica combinación de palabras que podría decir para conseguir que

bajara la daga. Cualquier cosa.

Detrás de mí, los gritos de Milo se hicieron más fuertes, y tanteé alrededor

hasta que toqué su mano. Esto era todo. Estos eran los únicos momentos

que tendría a su lado. A pesar de la daga en la garganta de Henry, habría

hecho cualquier cosa para hacer que durara para siempre.

—Entonces mátame —espeté—. En este momento, delante de Henry, frente

al bebé, sólo hazlo. Porque te prometo que si le haces daño a alguno de los

dos, me aseguraré de que pases la eternidad ardiendo en el Tártaro.

Calliope inclinó su cabeza, y contuve la respiración. Tenía que estar de

acuerdo. Cualquier cosa para conseguir que bajara la daga, para darle a

Henry esa fracción de segundo de ventaja, algo.

Pero antes de que ella pudiera decir una palabra, Cronos exhaló, y la niebla

se arrastró por el suelo de la guardería.

—No. —La palabra era apenas un susurro, pero se hundió dentro de mí,

negándose a ser ignorado—. No vas a dañar a Kate, hija. Si ella muere, tú

también.

Tras la ráfaga de su excitación, Calliope palideció.

—No puedes mantener a Kate y a su engendro vivos. No ambos. Elige.

—Ya te he dicho lo que harás —dijo Cronos—. Me obedecerás, o tú serás la

que morirá. Es tu elección, no la mía.

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Apretando la mandíbula, clavó la hoja más profundamente en la piel de

Henry, y él hizo una mueca.

—Olvídate de mí. —Su voz resonó en mi mente con tanta claridad como si él

hubiera hablado—. Haz lo que tengas que hacer para escapar antes de que sea

demasiado tarde.

—No —susurré, y Henry entrecerró los ojos. Podía mirarme todo lo que

quisiera. No me iba a ir, no sin él. No sin el bebé.

A pesar de que todavía estaba pálida, los labios de Calliope se torcieron en

una sonrisa.

—Qué lindo. Puedes intentar todo lo que quieras, pero ella no va a salir de

a… —Se detuvo—. ¿Qué es eso?

La expresión de Cronos se quedó en blanco, y se dio la vuelta, buscando lo

que fuera que le había llamado la atención. ¿Qué era qué?

La mirada de Calliope estaba desenfocada, y su sonrisa vaciló.

—Padre, haz algo —dijo entre dientes, y al final lo escuché.

El estruendo de un trueno lejano, cada vez más fuerte con cada segundo que

pasaba.

El sonido del relámpago que iluminó el cielo más allá de las cortinas de

color índigo en el pasillo.

Una ráfaga de viento tan fuerte que aullaba por los pasillos. Y una docena

de gritos de guerra mezclándose entre sí, formando una armonía temible.

El Consejo había llegado.

El rostro de Calliope palideció como ceniza, y su control sobre Henry se

deslizó. No lo pensé. En ese momento, me aprendí de memoria la sensación

de la pequeña mano de mi hijo en la mía, y la solté.

Tan rápido como pude, me precipité hacia Henry y a Calliope, dejándolo

fuera del camino. Tomando el puño de ella, golpeé sus nudillos contra la

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pared haciéndola soltar la daga. No era un ser humano, sin embargo, al

igual que yo, no podía sentir dolor. Sin importar la cantidad de fuerza que

había usado, no tenía sentido.

Pero tenía que comprarle a Henry el tiempo suficiente para tomar a Milo e

irse. Juntas luchamos, diosa contra diosa, y dejé escapar un grito enfurecido.

Algo dentro de mí se hizo cargo, algo primitivo. Mientras Calliope luchaba,

yo también lo hacía, con todo lo que tenía.

—¡Cronos! —chilló Calliope, pero se desvaneció en una niebla misteriosa.

Su verdadera forma. Con una docena de dioses gritando, rodeando el

castillo, no importaba lo poderoso que fuera, no tenía más remedio que

luchar. No le sería de ninguna ayuda a ella.

Calliope debió haberse dado cuenta de lo mismo, porque con una oleada de

poder, me empujó, y caímos al suelo. Retorció mi cuello, y arañé su cara,

tratando de sacarle los ojos, pero ninguna podía lastimar a la otra.

—Perra —espetó—. Tú conspiradora, perra inútil.

—No puedes matarme. —Trabajé mis dedos alrededor de la empuñadura de

la daga y luché para quitarla de su agarre—. Muero, tú mueres, ¿recuerdas?

—Padre no tocará un pelo de mi cabeza.

—¿Estás dispuesta a apostar toda su existencia con respecto a eso?

Gritó y me arrancó la daga. No tenía ninguna posibilidad contra su enorme

fuerza, y vi con horror como mis manos se deslizaban y la punta de la hoja

se hundía en mi brazo.

Un dolor ardiente rasgó a través de mí, quemando todo a su paso,

infinitamente peor que el roce de la niebla contra mi pierna durante mi

ceremonia de coronación fallida casi un año atrás. Esto estaba dentro de mí,

fusionada junto con mi propio ser, asfixiándome hasta que sólo unos pocos

suspiros lastimeros quedaron.

Me estaba muriendo. Dos segundos más, y estaría…

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Un borrón negro se estrelló en su contra. A medida que el peso del cuerpo

de Calliope desaparecía, el agarre del cuello desapareció. La agonía quemaba

dentro de mí, dejándome sin aliento, y el fuego reemplazaba el hielo de la

hoja mientras sangraba profusamente. ¿Qué estaba ocurriendo?

Abrí los ojos, medio esperando ver allí a los dioses morir, pero en su lugar

vi una sonrisa maníaca de Calliope mientras yacía en el suelo a mi lado.

No, eso no era todo. Henry se cernía sobre ella, presionado extrañamente

contra su cuerpo en un ángulo que no entendí. Sus ojos abiertos, su boca

abierta, y sus manos se aferraban a algo contra sus costillas.

—Gané —susurró Calliope. Y mientras ella sacaba la daga ensangrentada

del pecho de Henry, finalmente entendí.

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Capítulo 3 LA HORA MÁS OSCURA

Traducido por Jessy y Val_mar

Corregido por La BoHeMiK

urante cuatro años, me había quedado al lado de la cama de mi

madre, viéndola desvanecerse. Su cuerpo que una vez había sido

fuerte y saludable, se había marchitado en una pobre imitación

de la mujer que recordaba, y no había pasado una hora sin

imaginarme como sería el día que la muerte la reclamara.

Había vivido con el constante temor de despertar y encontrarla muerta, una

sombra donde había estado una vez mi mamá. Veía el reloj llegar a

medianoche y me preguntaba si esa era la fecha que lloraría cada año por el

resto de mi vida.

Sabía lo que era perder. Sabía lo que era luchar contra lo inevitable.

Pero nada de eso me había preparado para ver a Henry morir.

La sangre brotando de la herida en su pecho. Cayendo de rodillas, con una

mano agarrando sus costillas y la otra tratando de alcanzarme. Nunca había

visto tan genuino temor en sus ojos. Los dioses no debían morir. No a

menos que ellos lo quisieran.

Traté de alcanzarlo con mi mano sana mientras la vida se drenaba de él.

¿Era la cuchilla lo suficientemente fuerte para matarme a mí también? Una

D

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vez que todo hubiera terminado, ¿estaríamos juntos en el otro lado, donde

sea que eso deba llevarnos?

¿Había siquiera otro lado para el Dios de la muerte?

El momento en que nuestros dedos se encontraron, mi cuerpo se sacudió.

Era una sensación familiar, mucho más impactante de lo que jamás había

experimentado, pero en el instante en que sucedió, lo supe. Íbamos a casa.

En un segundo, estaba a solo unos metros de distancia de Milo mientras

lloraba. Al siguiente, yacía en una pila con Henry, y el silencio nos rodeaba.

Ya no estábamos en el palacio de Calliope. Ni siquiera estábamos en la Isla.

Pero tampoco estábamos en el Inframundo, o al menos, en alguna parte de

este que alguna vez hubiera visto.

En cambio, estábamos en medio de una enorme habitación, desprovista de

cualquier cosa menos de un techo azul cielo y un piso de color ocaso. Las

paredes doradas parecían extenderse por siempre, y con el sol en el medio

del techo como si fuera un cielo real, todo brillaba con luz. Me debería

haber quitado el aliento.

Pero Milo había desaparecido. Donde sea que estábamos, supe por instinto

que él no se uniría a nosotros, y un dolor indescriptible se extendió como

ácido en mi interior. Con gusto hubiera sido apuñalada miles de veces en

vez de sentir esto siquiera un instante.

Sin embargo, no había nada que pudiera hacer. Mi madre estaba en la isla

con él, junto con James y el resto del Consejo, y eso debería ser suficiente.

La única persona que podía ayudar, me tenía clavada al piso color ocaso.

—Henry.

A pesar de que la última cosa que quería hacer era herirlo, no tenía más

opción que moverlo suavemente cerca de mí. La sangre empapaba su

camisa, y presioné mis manos contra su pecho en un intento por detener el

flujo, pero era inútil. Después de todo lo que habíamos atravesado juntos,

después de todo lo que él había hecho para protegerme, no podía hacer ni

una maldita cosa para salvarlo. No era justo.

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—¿Kate? —Su voz era densa y ronca, como si estuviera enfermo, pero no lo

estaba. Estaba muriendo—. ¿Estás… estás bien?

—Estoy bien. —Mentí, y mi voz se quebró—. No te sientes. Estás perdiendo

demasiada sangre.

¿Cuánta tienen los dioses en ellos? ¿La misma que los mortales? ¿Cuánto

pueden vivir si ella?

—No lo sabía —susurró—. Creí… Ava dijo…

—No es tu culpa. —Temblorosamente rocé mi boca contra la suya. Él sabía

a lluvia—. Nada de esto es tu culpa. Nunca debería haber confiado en ella.

Nunca debería haberte dejado. Lo siento.

Me besó de vuelta débilmente.

—Ese era… ese bebé era…

Un nudo se formó en mi garganta.

—Sí. Él es tu hijo. —Logré hacer una sonrisa en medio del llanto. Al menos

Henry lo sabría—. Lo llamé Milo. Podemos llamarlo de otra forma si

quieres.

—No. —Tosió, y algunas gotas de sangre mancharon sus labios—. Es

perfecto. Como tú.

Me apoyé en su pecho, colocando tanto peso en la herida como fuera

posible. Me negaba a decir adiós así. No a Henry, no a nuestra vida juntos,

a nada de ello. No estaba lista, y Milo merecía tener un padre. Yo no había

tenido uno al crecer, y cómo diablos iba a dejarlo sufrir el mismo vacío e

incertidumbre. Él merecía más que eso. Merecía tener una familia.

Mi brazo sangraba profusamente, y en unos instantes la habitación empezó

a dar vueltas. Los ojos de Henry, iluminados por la luna, permanecían

abiertos mientras sonreía.

—Nunca pensé que tendría un hijo. —Su voz tembló—. Nunca pensé que te

tendría.

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Apreté mis dientes contra el mareo, con cada segundo mi cuerpo se hacía

cada vez más débil.

—Vas a tenerme por un montón de tiempo más que esto. —Mi visión se

nubló, y me esforcé por mirar a nuestro alrededor. ¿Dónde estaban todos?

¿Por qué no podían sentir que la vida de Henry se agotaba del modo en que

yo lo hacía?

Porque no era su vida la que sentía agotándose. Era la mía.

—¿Kate? ¿Henry?

La voz de mi madre me inundó, y dejé escapar un cansado sollozo.

—¿Mamá?

Se arrodilló a mí lado, irradiando calidez, la esencia de manzanas y fresias.

—Vamos, cariño —murmuró—. Te tengo.

Sin embargo, no podía quitar mis manos de Henry. Ahora estaba frío, sus

ojos muy abiertos, sin parpadear, y su pecho estaba quieto. Los dioses no

necesitaban respirar, pero Henry siempre lo necesitó. Su corazón siempre

tenía latidos, pero ahora no veía ningún indicio de pulso.

Estaba muerto.

No recuerdo que los demás aparecieran. En un momento, mi madre me

sujetaba contra su pecho y envolvía su mano en mi sangrante brazo,

mientras yo gritaba, lloraba y me desvanecía. Al siguiente, Walter se cernía

sobre nosotros, Theo se arrodillaba junto al cuerpo de Henry y sus labios se

movían a un ritmo frenético.

—Sácala de aquí —dijo Walter con su estruendosa voz distante, mientras

yo me encogía en un oscuro rincón del fondo de mi mente. Manos amables

me levantaron, y creí oír la voz de James murmurando palabras de consuelo

que no entendía, pero que aparentemente me azotaban y gritaban. No podía

dejar a Henry. Si lo dejaba, nunca lo vería otra vez, y entonces realmente se

habría ido.

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Aunque, no podía irse. Simplemente no podía irse.

Otro par de manos se nos unió, pero estaba tan completamente sumergida

en mí misma que bien podría haber cerrado mis ojos y desaparecido en la

oscuridad. Aquí, nada podía tocarme. Aquí, Henry estaba en todas partes.

Aquí, era invierno otra vez, y estábamos acurrucados bajo el edredón de

plumas en el inframundo mientras las horas pasaban. Su pecho estaba

cálido bajo mi palma, y su corazón latía contra mis dedos, constante y

eterno. Aquí, nadie murió.

Un quejido llamó mi atención, y abrí mis ojos otra vez. La habitación

dorada había desaparecido, remplazada por la guardería de color atardecer

del palacio de Calliope. Y mi corazón se hundió. Ahí, tumbado en la cuna,

estaba Milo. Después de todo, mi madre no lo había salvado.

Me paré junto a él, pretendiendo que podía tocarlo y mecerlo para dormir.

Pretendiendo que no era sólo cuestión de tiempo antes de que el fuego

Titán en mis venas me consumiera y que Milo quedara huérfano. Nunca

había conocido a mi padre, pero atesoraba el tiempo que había pasado con

mi madre. Milo jamás tendría eso tampoco. El único momento que

tendríamos juntos, eran esos pocos segundos antes de que Calliope hubiera

matado a su padre, y él nunca lo recordaría.

No, teníamos el ahora. Incluso si no sabía que estaba con él, podría estar

allí. Lo estaría.

Acomodándome al lado de su cuna, lo miré sin parpadear, absorbiendo cada

segundo.

Y esperé por lo inevitable.

* * * Kate.

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La voz de James flotó hacia mí y se abría paso a través de lo que quedaba de

mí corazón.

Parpadeé. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Minutos? ¿Horas? ¿Días? No,

Calliope podría haber sido un monstruo, pero no dejaría solo a Milo por

tanto tiempo. Él dormía sonoramente en la cuna, su pequeño pecho subía y

bajaba. Me consolaba con cada respiración.

Vuelve, Kate.

Sus palabras eran un susurro en mi oído, pero me quedé donde estaba. No

había nada para mí en la realidad. Mi madre había vivido durante eones

antes de que yo hubiera nacido; podía hacerlo sin mí una vez más. Tenía

que hacerlo.

El aire se hizo fastidiosamente espeso.

Kate, lo juro, si no regresas, le diré a Henry que me besaste. Y que dijiste que tenía

un lindo trasero.

—¿Henry?

Mis ojos se abrieron de golpe. Esta vez mis ojos reales. El dolor de dejar a

Milo me quitó la respiración, como lo había hecho cada vez antes. Y difusas

formas flotaban delante de mí hasta que logré enfocarme. Un techo de color

azul cielo y, sin duda, un piso de color ocaso. Pero a diferencia de la

habitación bañada en luz dorada, esta era diferente. Más pequeña, silenciosa

y de alguna manera más oscura.

Frenéticamente miré alrededor de la habitación por cualquier señal de

Henry, pero él no estaba ahí. Entonces era la enferma idea de una broma de

James, para alejarme de lo único que me daba cierto consuelo en este

momento.

—¿Cómo te estás sintiendo? —Mi madre se cernía sobre la cama, aplicando

una compresa de algo que olía como miel y mandarinas en mi brazo. Al

darse cuenta de mi mirada, peinó mi pelo hacía atrás y me ofreció una

pequeña sonrisa que no llegó a sus ojos—. Una compresa para detener el

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dolor. Vas a tener que usar un cabestrillo, pero por ahora no se extenderá a

ningún otro lugar.

Sacudí mi cabeza.

—Quítala.

—¿Qué? —Su ceño se frunció—. Cariño, esto está salvándote la vida.

—No la quiero.

Me senté, y mi cuerpo gritó en protesta mientras arrancaba la compresa de

mi brazo. No me importaba. Henry estaba muerto, y nunca sostendría a mi

hijo otra vez. No quería que nadie salvara mi vida.

Mi madre puso su mano sobre mi hombro bueno, con firmeza pero

delicadamente, me guió de vuelta a la cama. No tenía la fuerza para luchar

contra ella.

—Es una lástima. Soy tu madre y ya sea te guste o no, no voy a dejarte

morir en mi presencia.

Lloriqueé, mirando hacia el techo sin nubes.

—No puedo hacer esto, mamá.

No la había llamado así desde segundo grado, cuando la chica más popular

de mi escuela privada en Nueva York casualmente lo escuchó y procedió a

burlarse de mí por los próximos cuatro años.

—¿No puedes hacer qué? —Puso la compresa en mi brazo otra vez, y

aunque dolía como el demonio, el dolor no se propagó.

—Tengo un bebé —susurré.

¿Siquiera sabía que era abuela? ¿Conocía el plan de Calliope? ¿O pensaba

que había escapado con Ava por nueve meses y me había olvidado de ella?

Vaciló, sin mirarme a los ojos.

—Lo sé. Lo siento, Kate.

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Eso fue todo. Simple reconocimiento. Sin ofrecerse a encontrarlo. Ninguna

promesa de robarlo de Calliope a la primera oportunidad que tuviera.

Tragué con fuerza, a casi nada de la histeria.

—Su nombre es Milo. Henry… a Henry le gustó ese nombre.

—Estoy segura que todavía le gusta.

La voz de James se filtró a través de la bruma que me rodeaba, levanté mi

cabeza. James se apoyó contra la puerta abierta, su pelo rubio alborotado y

sus mejillas sonrojadas, como si hubiera corrido una maratón. O tal vez era

porque no lo había visto a la luz del sol en mucho tiempo.

—Él está en otra habitación. Theo lo está atendiendo —dijo.

Theo, el miembro del Consejo con la habilidad de curar heridas causadas

por los Titanes. O si no curaba, al menos lo hacía menos doloroso.

¿Era posible? La forma en que los ojos de Henry se habían quedado

mirando sin ver, la ausencia del latido en su corazón, cualquier esfuerzo en

absoluto para mantener su cuerpo en funcionamiento… no podía ser.

—¿Henry está vivo?

El momento entre mi pregunta y la respuesta de James duró una eternidad.

De repente, quería oírlo, pero no quería saber. Podría haberme aferrado a la

deliciosa esperanza que James me daba por el resto de mi interminable vida.

Henry siempre podría estar en la habitación de al lado, vivo y esperando

por mí.

—Sí —dijo, y dejé escapar un suave sollozo. Mi madre tocó mi mejilla, pero

miré tras ella, concentrándome en mi mejor amigo.

—¿Puedo verlo? Necesito verlo.

Olvidé permanecer quieta. Luché para sentarme de nuevo, pero por segunda

vez, mi madre me retuvo, más insistente que antes.

—Puedes verlo tan pronto como estés lo suficientemente bien —dijo ella,

pero miró hacia James, e intercambiaron una mirada que no entendí.

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—¿Qué? —Mi cuello se tensó por el esfuerzo de mantener mi cabeza

erguida, pero no podía apartar la mirada—. ¿Qué está pasando?

James vaciló, y ese delicado globo de esperanza en mi interior estalló.

—Está inconsciente, y hay una posibilidad de que nunca pueda despertar.

Agarré las sábanas con mi mano buena. No estaba muerto, pero no estaba

vivo tampoco. Atrapado en medio, al igual que mi madre lo había estado

durante el tiempo que pasé en la Mansión Edén cuando el Consejo me había

puesto a prueba. Excepto que Henry era inmortal, y no tendría ninguna

liberación.

No sabía qué era peor, la muerte o esto.

—Theo detuvo la propagación, pero Henry fue apuñalado en el pecho —dijo

James. Se acercó a la cama y tomó mi mano, agarrándola suavemente. Mis

dedos temblaron—. No sabemos cuán malo es el daño. O si Henry siquiera

se recuperará lo suficiente para despertar.

—¿Ha… hay una cura? ¿Una manera de arreglarlo?

—No hay nada que podamos hacer —dijo James, y al otro lado, mi madre

secó las esquinas de sus ojos con un pañuelo—. Solo tenemos que esperar.

Mi garganta se contrajo. Tenía que existir una forma. Siempre la había. Si

Henry podía traerme de vuelta de la muerte, entonces podía encontrar una

manera para hacer lo mismo por él.

—¿Qué hay acerca de Cronos? ¿Él no podría hacer algo?

Silencio mortal. Los segundos pasaron, y sin aviso, mi madre y James

comenzaron a hablar al mismo tiempo.

—No puedo permitir esa posibilidad…

—Incluso si él pudiera, ¿realmente piensas…?

Ambos se detuvieron y se miraron el uno al otro, finalmente mi madre

habló primero.

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—No vas a volver ahí, cariño —dijo—. Es un milagro que Henry te haya

sacado en primer lugar, y arriesgó todo por ti. No querría que regresaras.

Sabes que no lo haría.

Si sólo se tratase de mí, entonces mi madre habría estado en lo correcto. Sin

embargo, no era únicamente acerca de mí. También era sobre Milo. Podría

haber sido una inútil rescatando a nuestro hijo, pero si Henry pudo

salvarme, entonces él también podía salvarlo. Y si había una forma de que

pudiera salvar a Henry, si había una forma de que pudiera darle a Milo el

padre que se merecía, entonces tendría que intentarlo.

—¿Cronos puede ayudar a Henry? —dije de nuevo en una voz tan firme

como pude reunir.

James se cercó más y apretó mi mano en la suya.

—Sí —admitió—. Él puede. Pero incluso si regresas con Cronos, él podría

no reparar el daño que ya se le ha hecho a Henry. Sabes que no lo haría.

—Correcto —susurré.

James está equivocado, pensé. Si Cronos tenía suficiente incentivo, él podría.

Y no iba a renunciar sólo porque ellos insistían que no tenía caso intentarlo.

Incluso si significaba ir directo a Cronos y darle todo, podría realmente

hacerlo si quería decir que Henry viviría.

* * *

Mientras me encontraba en la cama, planeaba.

Cada palabra que diría, cada argumento que usaría, todo lo que le ofrecería a

Cronos para que salvara a Henry. Capa tras capa de planos que, le

devolverían la vida a Henry y a nuestro hijo un padre. Lo que fuera lo

tomaría.

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Pasé mis horas con Milo, viéndolo dormir, viendo como Ava lo cambiaba,

viendo como Calliope intentó convencerlo para comer de una botella. Para

mi inmensa satisfacción, él se reusaba.

—Debes comer —dijo Calliope severamente mientras le ofrecía otra botella

caliente a mi hijo. Él giró su cabeza hacia otro lado, con su rostro arrugado y

colorado de tanto llorar. Ella estrecho sus ojos—. Callum, debes comer.

Indudablemente para ella sería Callum. Él era Milo, no Callum, y no

importa cuánto tiempo estuviera con esa perra, nunca sería de ella.

Sin embargo, mientras las horas se convirtieron en un día, luego dos, mi

preocupación superó mi odio por Calliope. Milo no estaba comiendo. Se

agitaba en su sueño, y cuando estaba despierto, sus ojos estaban

constantemente llenos de lágrimas. Él era miserable.

No sabía qué hacer. ¿Había alguna otra cosa, aparte de asaltar el palacio y

exigirle a Calliope que me lo devolviera? De todos modos nada funcionaría.

Podría tener al Consejo entero respaldándome, pero sin Henry, no sería

nada más que un inútil esfuerzo. Cronos me tendría retenida, Calliope

ocultaría lejos a mi hijo, y él solo podría debilitarse.

—Vamos, Milo —susurré mientras me apoyaba sobre su cuna. Por enésima

vez, traté de tocarlo, pero una vez más mis dedos traspasaron su mejilla—.

Perdón por no estar aquí. Si tuviera una oportunidad… —Mi voz se quedó

atrapada en mi garganta—. Sé que Calliope es horrible, pero necesitas

comer. Necesitas estar sano y fuerte para cuando finalmente consiga estar

contigo otra vez.

Al menos abrió sus ojos azules, y en ese momento, juré que él me vio.

—Ahí estás. —Le di una llorosa sonrisa—. Eres hermoso, sabes. Pones a

Adonis en vergüenza.

Sus sollozos se calmaron, y alzó sus brazos, como si estuviera tratando de

alcanzarme. Nuevamente traté de tocarlo, pero aún no podía. Sin embargo,

nunca dejaría de intentarlo.

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—¿Crees que podrías hacer eso por mí? —murmuré—. Solo come un poco.

Puedes estar tan infeliz como quieras. No te culpo. No va a durar para

siempre, lo prometo.

No podía. No lo dejaría.

—Tiene tus ojos.

Mi corazón estuvo malditamente cerca de detenerse. Lentamente me di la

vuelta, y a pesar de la escasa luz, pude ver cada rasgo de su rostro.

—¿Henry?

Sonrió sombríamente y abrió sus brazos. No pensé. Fui a él, enterrando mi

rostro en su pecho e inhalando, pero no olía a nada. No estaba aquí

tampoco. Sin embargo, podía tocarlo. Podía sentir su camisa de seda y el

calor emanando de su cuerpo.

¿Cómo?

—Te había extrañado —murmuró, rozando sus labios contra mi mejilla.

Cuando traté de girar mi cabeza para besarlo apropiadamente, se alejó, fuera

del alcance. El rechazo y la duda se apoderaron de mí. ¿Estaba enojado

porque se había quedado atrapado? ¿Por qué no pude salvarlo? ¿Sabía acerca

de mis planes para entregarme a Cronos a cambio de su vida?

Sin embargo, cuando seguí su mirada, me relajé. Milo.

Me escondí debajo de su brazo, y juntos nos acercamos a la base. Cuando el

bebé nos vio, intentó llegar hasta nosotros. Y hasta mí. Una parte del

corazón se me derritió.

Luego, Henry llegó hasta él, y antes de poder advertirle que no funcionaría,

sus dedos hicieron contacto con los de Milo. No es que se desvaneciera en el

desocupado espacio a su lado o se cerniera a un milímetro por encima de su

piel y pretendiera hacerlo.

Él verdaderamente estaba tocando a nuestro hijo.

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—Hola, hombrecito —dijo Henry solemnemente—. Escuché que no has

estado comiendo.

Produciendo una botella aparentemente de la nada, Henry me dejó y

recogió a Milo. Me quedé atrás, aturdida, mientras Henry le daba la leche.

Varios minutos pasaron, y al último Milo empezó a comer.

—¿Cómo…? —Una ola de mareos me atravesó. Esto no podía estar

sucediendo, no a menos que él estuviera muerto o… o algo que no

entendía—. ¿Cómo es esto posible?

—A veces juzgamos mal lo que es posible y lo que no.

La voz de Henry sonó en mi cabeza, claro como todo, y esperé para que

dijera esas palabras nuevamente. Para insistir en que solo porque no sabía

cómo funcionaba, no podía evitar que sucediera.

En lugar de eso, él sonrió, y Milo comió ávidamente.

—Porque lo es. ¿Qué más explicación necesitas?

Quería saber todo. Quería para saber cómo salvarlo, cómo unir de nuevo a

nuestra familia, cómo detener a Cronos y Calliope de asumir el mundo.

Pero en ese momento, sólo necesitaba escuchar una cosa.

—¿Te quedarás con él?

En sus brazos, Milo balbuceó, y traté una vez más de tocarlo. Pero nada.

—Por supuesto —dijo Henry, y presionó sus labios en mi frente—. Siempre.

Abrí mis ojos, más contenta y relajada de lo que había estado desde el

solsticio de invierno. A pesar del brillante cielo azul sobre mí, este lugar, el

que fuera, estaba tranquilo. Mi madre no me había dejado sola desde que

había regresado del castillo de Calliope, pero mirando alrededor, noté su

asiento vacío.

Finalmente, la oportunidad por la que había estado esperando.

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Balanceando mis piernas fuera de la cama, comprobé el suelo de color ocaso,

estaba más caliente de lo que esperaba. Y mi brazo quemado ya no estaba

más lastimado, mi madre tenía razón. Lo que estuviera en esa compresa

había detenido la propagación de la agonía hecha por la daga.

Mientras estuve inconsciente, alguien, espero que mi madre y no James, me

había vestido con un camisón blanco de seda, tan suave, que bien podría

haber sido agua contra mi piel. Tomé unos pasos tentativos, y una vez que

estaba segura de que no iba a colapsar, me dirigí a la puerta. No tenía idea

de dónde estaba, pero quería ver a Henry. Tenía que asegurarme que no

estaba muerto. Que mi visión no había sido su último adiós para mí. Para

nuestro hijo.

No. Él había prometido estar con Milo, y lo haría. Los Dioses no se

convertían en fantasmas corpóreos cuando morían, o al menos pensé que no

lo hacían. ¿Había un dios tan poderoso como Henry que nunca antes

murió?

Abrí la puerta de la habitación para revelar del otro lado un corredor, con el

mismo techo azul y piso color ocaso. Los colores debajo de mis pies

cambiaban mientras caminaba, y tuve que apartar mis ojos para revisar las

diversas puertas que estaba a unos seis metros de distancia a través del

pasillo.

Habitación tras habitación vacía. Algunas eran simples, como la mía, pero

otras estaban decoradas, una con detalles en azul claro y seda blanca que

hacía juego con mi camisón; otro con profundos verdes y flores brillantes

que crecían por todos lados. Se veía exactamente como el tipo de habitación

que mi madre podría tener si ella acabara de…

Espera.

Empujé la puerta abriéndola más ampliamente. No era solo un cuarto; era

una suite, con variedad de otras puertas decorando las paredes y mucho más

espacio del permitido por las otras habitaciones que la rodeaban. Avancé

poco a poco hacia la mesita de noche, donde se encontraba una fotografía.

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No, no una fotografía, un reflejo, como el que Henry había tenido de

Perséfone en la Mansión Edén, uno que capturaba un momento, no una

inmóvil fotografía.

Con una mano temblorosa, recogí el marco de madera y lo miré. Mi madre

y yo devolviendo la mirada. Reíamos en medio de Central Park. No

necesitaba ver los pastelitos o el desorden que quedaba de nuestro picnic

para saber lo que era.

Era el reflejo que Henry me había dado en nuestra primera y única navidad

juntos.

—¿Kate?

El marco se deslizó de mi mano, y el cristal se rompió al tiempo que

golpeaba el suelo. Juré y me agaché para recogerlo.

—Mamá, lo siento, no quería…

—Todo está bien —dijo, arrodillándose junto a mí y agitando mi mano

tratando de alejarme—. ¿Qué estás haciendo fuera de la cama?

Mientras me levantaba, el cristal se reparó a sí mismo bajo su dirección.

¿Cuánto tiempo podría tomarme aprender cómo controlar mis poderes de

esa forma? Había tratado de averiguar de lo que era capaz de hacer mientras

Calliope me tuvo cautiva, pero sin alguien para enseñarme, lo mejor que

manejaba era controlar mis visiones.

—Quería ver a Henry.

—Me parece justo.

Mi madre se irguió y colocó el recién reparado cuadro de vuelta en su

mesita de noche. Y era su mesita de noche; estaba segura sobre eso ahora.

Esta era su suite. Esta era su casa.

Esto era el Olimpo.

—¿Te importaría hacer un viaje conmigo antes de que vayamos a verlo? —

dijo mi madre, poniendo su brazo alrededor de mis hombros.

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—¿Qué? ¿Por qué? —espeté—. Mamá, quiero ver a Henry. Él estaba en mi

visión, sostenía a Milo y le dio de comer y todo.

Su ceño se frunció, pero en vez de decirme que estaba loca o que era mi

imaginación, ella suavemente dijo.

—Cariño, podemos hablar sobre eso más tarde. Walter llamó a una reunión

de emergencia del Consejo, y yo estaba de camino para ir a buscarte.

¿Para buscarme? ¿Con qué ayudaría al Consejo? Solo había sido inmortal

por un año y medio. Eso no era nada comparado con el resto del Consejo,

algunos de ellos eran más viejos que el albor de la humanidad. Como mi

madre. Como Henry. Como todos los seis originales hermanos, cinco,

ahora que Calliope los abandonó. Cuatro ahora que Henry estaba perdido

en un mundo entre la vida y la muerte.

—¿Qué ocurrió?

Mi madre dudó, y tomando mi brazo bueno, me guió a la puerta.

—No quiero preocuparte, pero…

—¿Pero qué? —Mi interior se congeló. ¿Lo peor había sucedido? ¿Estaba

Henry o Milo muertos?—. ¿Mamá, pero qué?

Sus ojos parpadearon hasta cerrarse.

—Es Cronos —dijo, con su voz quebrándose—. Él declaró la Guerra.

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Capítulo 4 EL CONSEJO DIVIDO

Traducido por Nanami27, Simoriah y Rihano

Corregido por BrendaCarpio

ólo la mitad del Consejo apareció.

Irene, mi tutora durante mi tiempo en el Edén, lloró mientras

Sofía, enfermera de cuidados en casa de mi madre y otra de los

seis originales, trataba de consolarla. En el lado opuesto del

círculo, Walter y Phillip, hermanos de Henry, se sentaron con sus cabezas

inclinadas juntas, y hablaban en voz baja. James y Dylan, el novio de Ava

de la Preparatoria Edén, permanecieron en silencio en sus respectivos

tronos.

Nadie más apareció.

—¿Dónde está todo el mundo? —le susurré a mi madre, aunque en la sala

sin fin, mi voz gritó.

—Algunos han optado por no unirse a nosotros. No vamos a tenerles rencor

por eso. —Se sentó y me hizo un gesto para que tomara asiento a su lado, en

el trono hecho de diamante blanco directamente desde el Inframundo. El de

Perséfone.

Dudé. Me senté allí un par de veces en el palacio de Henry, pero asumí que

estaba allí porque era su reino. ¿Era simplemente un lugar para sentarme, o

significaba esto que era un miembro del Consejo ahora? A pesar del honor,

S

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56

la idea de tener ese tipo de responsabilidad, ese tipo de control sobre las

vidas de los demás me hizo enfermar del estómago. Pero si ellos confiaban

en mí lo suficiente para hacerme uno de ellos, entonces yo haría todo lo

posible para ayudar.

—Estamos esperando por ti, querida —dijo mi madre, y me obligué a salir

de él. Posándome en el borde de la silla, acuné el brazo hacia mi pecho y

esperé. Sabía por qué Nicholas no estaba allí, por supuesto, ya que Calliope

lo mantenía como rehén. Ava estaba ayudándola, para salvar a Nicholas,

me di cuenta, pero eso no hacía más fácil de digerir su traición. Y Henry...

Todos tenían excusas para no estar allí, y después de que Ella había perdido

su brazo el día que Cronos escapó del Inframundo, no la culpaba por no

querer ser parte de ello tampoco. Pero ¿qué pasaba con Theo? ¿Qué pasaba

con Xander? El Consejo sin Calliope había discutido y estado en

desacuerdo, pero nadie había abandonado su posición.

Walter se levantó y se aclaró la garganta. Parecía más viejo de alguna

manera, a pesar de su intemporalidad. Sus hombros se hundieron bajo el

peso de todo lo que había sucedido, y junto a él, Phillip, por lo general tan

brusco e impermeable, no se veía mucho mejor.

—Hermanos y hermanas, hijos e hijas...

¿Hijas? Sólo Irene era su hija. Sofía y mi madre eran sus hermanas. A

menos que se refiriera a mí, también.

No. Fue un desliz de la lengua, nada más. Porque si me contaba a mí,

también, porque jamás nadie había hecho…

—Me entristece enormemente informar que Atenas ha caído.

Todas mis preguntas sobre mi padre volaron de mi cabeza. ¿Atenas había

caído? Irene lloraba, y Sofía la abrazó, frotando su espalda y murmurando

palabras de consuelo que no podía entender. Desconcertada, miré de ellas a

Walter. ¿Cómo podía caer Atenas? Esto no era la Grecia antigua. ¿Qué

quería decir eso?

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—¿Cómo? —dijo mi madre—. ¿Por qué? No tenemos ejército allí. No hay

soldados que amenazen el agarre de Cronos sobre el Mar Egeo. ¿Por qué

atacaría sin provocación?

No fue provocado, sin embargo. Cronos había prometido que nadie iba a

morir, siempre y cuando me quedara a su lado, y ahora lo había

abandonado. Mis manos comenzaron a temblar, y las metí entre las

rodillas. Al otro lado del círculo, los ojos de Walter se encontraron con los

míos. Él lo sabía.

—No podemos pretender entender cómo piensa Cronos —dijo él, y una

oleada de gratitud atada con culpabilidad me abrumó. Él no lo iba a decir.

—En cuanto a la forma en que atacó —dijo Phillip, llegando a estar al lado

de su hermano—. Él utilizó mi dominio. Fue un ataque calculado con

Atenas señalada específicamente, ninguna otra área fue tocada. Sin

embargo, el daño que hizo...

Irene gritó con más fuerza, y Phillip levantó la voz para que todos lo

oyéramos.

—La marea de la ola quitó casi todo.

Mi cuerpo se congeló, y la habitación de oro giró a mi alrededor hasta que

no pude soportarlo más.

—¿Acaso, alguien murió? —susurré.

Walter no dijo nada por un momento, y me pareció ver un destello de

compasión pasar por su cara.

—Sí. Casi un millón de personas perdieron sus vidas.

Algo dentro de mí se retorció, agudo e implacable, y si pudiera haber

vomitado, lo habría hecho. Casi un millón de personas habían muerto por

mi culpa, porque yo había mentido a Cronos. Había sabido que habría

consecuencias, sin embargo, lo había hecho de todos modos.

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No, no sabía que iba a ser algo parecido a esto. Esto no era una guerra entre

dos adversarios iguales; era una masacre de personas que ni siquiera sabían

que los dioses y los titanes eran reales.

—Un ataque puramente simbólico entonces —dijo Dylan, con el ceño

fruncido. Un mapa tridimensional de Grecia apareció en el centro del

círculo, completo con montañas, islas y mares, todo a escala y color

exactamente igual que lo serían si se tratara de una toma aérea. Por lo que

sabía, lo era.

El mapa se agrandó hacia Atenas hasta que el daño fue visible. Durante mi

primer verano lejos de Henry, James y yo habíamos visitado Grecia, y

pasamos semanas en la ciudad. Mis recuerdos de calles empedradas, gente

amable y que lo moderno se encontrara junto al antiguo bien podría haber

sido un sueño.

No quedó nada. Los escombros y lodo sustituían lo que había sido una

ciudad vibrante, ahora arrastrada hacia el mar. Las lágrimas se deslizaron

por mi cara, y no era la única que lloraba. A mi lado, mi madre deslizó su

mano en la mía, y hasta los ojos de James se pusieron rojos.

Atenas se había ido realmente.

—Mira —dijo Irene de repente, su voz gruesa—. Más cerca.

El mapa se agrandó, y evité mirar. No podía ver los cuerpos, si quedaba

alguno para empezar. No podía ver las caras de los que habían muerto por

mi culpa.

—El Partenón —dijo Irene—. Lo dejó en pie.

Abrí un ojo. El templo de Atenea —de Irene— estaba de pie, intacto a

excepción de los estragos del tiempo y la historia.

—¿Un mensaje? —dijo James, inclinándose hacia adelante.

—No puedo decirlo —dijo Walter con gravedad—. Tal vez él tiene un poco

de respeto por todo lo que hemos hecho para el mundo.

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—O tal vez quiere decir que va a mantenernos con vida si no nos

interponemos en su camino —dijo Irene, secándose los ojos con un pañuelo.

—No debemos caer como víctimas a la creencia de que la eliminación de

nosotros mismos de esta guerra evitará que suceda —dijo Walter con

sorprendente delicadeza—. Él tiene la intención de matarnos, a todos

nosotros, por mantenerlo encerrado en el Tártaro. La humanidad no es nada

para él, pero no dudará en acabar con ellos también, a sabiendas que nuestra

existencia está ligada a la de ellos. No tenemos más remedio que luchar

hasta que se haya terminado.

—De una forma u otra —susurró Irene.

Walter asintió.

—De una forma u otra.

—¿No hay algo que podamos hacer? —Las palabras salieron antes de que

pudiera detenerlas, y cada miembro del Consejo se centró en mí—. Cronos

debe querer algo.

—Sabes lo que quiere —dijo Walter, y mis mejillas quemaron. Sí. Él me

quería.

—Todos sabemos lo que quiere —interrumpió Dylan—. Muerte.

Destrucción. Violencia. Guerra. Para gobernar el mundo una vez más. Por

lo general, lo apruebo, pero no cuando somos los objetivos.

—Entonces, ¿qué es lo que vamos a hacer al respecto? —dijo James—.

¿Dejar que se salga con la suya?

—Ya he llamado a una reunión entre mis súbditos —dijo Phillip—. Ellos

saben que no deben someterse a su voluntad sin importar el costo.

—Cronos tiene más poder que todos nosotros juntos —dijo Irene, un borde

determinado en su voz ahora—. No podemos defendernos como somos

ahora y esperar lograr alguna medida de éxito.

—¿Qué pasa con los otros dioses? —dijo James—. Podrían ayudar.

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—Casi todos ellos firmaron una petición insistiendo en que no lo harán —

dijo Walter—. Además, todos podrían unirse a nosotros y poner todo lo que

tienen en esta guerra, pero aun así no sería suficiente. No son lo

suficientemente potentes como para compensar la pérdida de Henry y

Calliope.

Apreté los dientes. Henry no estaba muerto todavía.

—Yo podría hablar con Cronos —dije—. Él… él fue amable conmigo. Podría

escuchar.

—No —dijo mi madre—. Incluso si tuvieras esa clase de alcance sobre él, no

se detendrá ante nada hasta que tenga lo que quiere. Él ha esperado y

planeado durante eones. No vas a hacerlo cambiar de opinión, no importa

cuán encariñado pudiera estar contigo.

Al otro lado del círculo, James se centró en mí. No hice caso de la pregunta

en su mirada y me concentré en la imagen flotante entre nosotros en su

lugar.

—Podría funcionar —dije.

—Ese es un riesgo que no podemos correr —dijo Walter—. Calliope ya ha

demostrado que va a matarte si se le da la oportunidad, y Cronos puede no

estar dispuesto a protegerte más. No, debemos centrar nuestros esfuerzos

en surgir con una manera de equilibrar nuestras posibilidades a pesar de que

nuestros miembros faltan.

Frustración, caliente e inflexible, se levantó dentro de mí. Por supuesto que

me iban a invitar a unirme a ellos sólo para descartar toda idea que yo tenía.

¿Qué más podía esperar?

—¿Qué pasa con Rhea? —dije. Se sentía como años desde que había

decidido dejar el Inframundo para pedir su ayuda. Ella era la única que

podía hacer frente a Cronos en poder, y si alguien podía ganar esta guerra,

era ella—. ¿Qué dijo ella?

Silencio. Walter y Phillip intercambiaron una mirada inquieta, y

finalmente James intervino.

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—Nadie ha tratado de encontrarla.

—¿Qué? ¿Por qué no?

—No sabíamos que no estabas… —comenzó Walter, pero mi madre

intervino.

—La mayoría de nosotros no sabía que no estabas buscándola —corrigió, el

fuego en sus ojos. Los labios de Walter se apretaron bajo de su mirada.

—Sí. La mayoría de nosotros no sabíamos que ya no estabas buscándola.

Cierto. Ese momento entre Henry y Walter en la oficina. Henry había

insinuado que Walter podía haber sabido lo que estaba pasando.

—Y todo ese tiempo, ¿no te detuviste a pensar que podría ser una buena

idea enviar a otra persona en su lugar? —dije.

Walter se aclaró la garganta.

—Nuestros esfuerzos se centran en tratar de detener la guerra inminente,

no intensificarla.

—¿Ah, sí? ¿Cómo resultó eso? —dije, y mi madre me apretó la mano, una

orden silenciosa que dejara de hablar.

Esta era mi culpa, sin embargo, hasta el último pedacito de ello. Había

ganado la inmortalidad y robado a Henry de Calliope, o al menos así fue

como ella lo vio. Mi error estúpido había obligado a Henry liberar a Cronos

del Tártaro en primer lugar. Ahora, debido a que había dejado salir Cronos,

casi un millón de personas habían muerto y más indudablemente seguiría.

No, no me iba a callar.

—Mientras que el resto de debate y trata de averiguar qué hacer, voy a

encontrarla —dije—. Y voy a conseguir que nos ayude.

Esperé una discusión, pero en su lugar el Consejo se quedó en silencio.

—Es nuestra más grande oportunidad de obtener un aliado poderoso —dijo

Sofía después de un largo momento—. No podemos esperar influenciar a

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Calliope para que vuelva a nuestro lado, y sin un balance de poder, más

ciudades se derrumbarán, y más gente morirá. No sé qué opina el resto de

ustedes, pero estoy dispuesta a intentar lo que sea que pueda traernos paz.

Walter suspiró cansadamente.

—Muy bien. Si eres capaz de convencer a Rhea de asistirnos para contener a

Cronos, entonces nos harás un gran servicio, Kate.

Y posiblemente había evitado que millones, quizás billones, murieran. Sí.

Sin duda.

—Lo haré.

—Yo iré con ella —dijo James. Nuestras miradas se volvieron a encontrar, y

esta vez no aparté la vista—. Te guste o no, soy el único que puede

encontrarla, así que no discutas.

—No iba a hacerlo —dije—. Confío en ti. —Si había una persona que yo

sabía que no me traicionaría, era James. No tenía nada que ganar de esta

pelea excepto su propia supervivencia, y su habilidad para encontrar a

cualquiera significaba que no perderíamos tiempo buscando a Rhea. Él

sabría exactamente dónde estaba.

—Todos debemos confiar en los demás ahora —dijo Walter—. Aquellos que

están aquí y aquellos que no. —Se concentró en el trono vacío de concha

marina por un momento antes de volver su mirada hacia mí—. Todos

hemos cometido errores. Todos tenemos una carga que llevar. Pero a menos

que estemos unidos, caeremos, y debemos encontrar el perdón y la

compresión dentro de nosotros. La maldad pura no existe. Incluso Cronos

tiene sus razones para hacer lo que hace, y cuanto mejor nos entendamos

mutuamente, mejor oportunidad tenemos de encontrar una solución antes

de nuestras bases se derrumben.

Desvié los ojos. Una vez, la primera vez que había enfrentado al Consejo,

había perdonado a Calliope por matarme. Había sido capaz de ver más allá

de sus crímenes y examinar las razones subyacentes, y en una forma, había

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sido capaz de comprenderla. Pero si Walter realmente me estaba pidiendo

que hiciera lo mismo con Ava…

No era mi vida la que ella había amenazado. Era de la Milo, y algunas cosas

son imperdonables. Pero a pesar de mi ira, quería perdonarla; quería

simpatizar con ella. Quería que estuviera una vez más de nuestro lado. Y

podía entender por qué ella lo había hecho, incluso si no quería admitirlo

para mí misma. Calliope la había chantajeado, usando la vida de Nicholas

para asegurar la cooperación de Ava. El día en que ella y yo abandonamos el

Inframundo, las señales habían sido obvias, y si me hubiera tomado un

momento para pensar en eso, hubiera sabido que algo sucedía. La fuerza de

Ava estaba en cuánto amaba a otros. Yo había sabido que Calliope se había

llevado a Nicholas y que había hablado a solas con Ava, y debería haberme

dado cuenta de que Ava haría lo que fuera para protegerlo. Debería haber

hecho algo para ayudarla antes de ella tuviera que traicionarme.

Sin embargo, eso se había terminado. Ella había cometido sus errores, y yo

había cometido los míos. Haría lo que fuera para arreglarlos, y sólo podía

esperar que ella también hiciera lo mismo.

—Todos haremos lo mejor que podamos —dijo mi madre, y volvió a

apretarme la mano, su mirada fija en mí. Le di un leve asentimiento. Lo

intentaría.

—Entonces está hecho —dijo Walter, y en algún lugar en lo profundo del

palacio, sonó el trueno—. Kate y James intentarán aliar a Rhea con el

Consejo.

—Y nos prepararemos para la guerra —dijo Dylan con un destello en los

ojos.

—No —dijo Walter—. Nos hemos preparado lo suficiente. Ahora

pelearemos.

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* * *

Pasé los siguientes tres días junto a Henry mientras recuperaba la fuerza. Él

estaba en una habitación sin decorar a unas pocas puertas de distancia de la

mía, y mientras mi madre nos atendía a ambos, yo yacía hecha un ovillo

junto a él. Casi lo había perdido, todavía podría hacerlo si no convencía a

Cronos de deshacer el daño que había causado, y no iba a dejar su lado hasta

que tuviera que hacerlo.

El viento aullaba incesantemente, y en algún lugar a la distancia, los mares

golpeaban contra el resto del mundo. A pesar de los soleados cielos azules

sobre mí y el atardecer debajo, el trueno resonaba a todas horas del día y la

noche, e incluso si quisiera, no habría sido capaz de dormir.

Dividí mi tiempo en forma equitativa entre mi presente y mis visiones de

Milo. Henry no rompió su promesa; cada vez que yo llegaba, él estaba ahí, a

veces cargando a Milo, a veces cuidando su cuna mientras él dormía. Nos

quedábamos de pie juntos por horas y simplemente lo observábamos, y

Milo nos miraba. De algún modo, de alguna forma, él sabía que yo estaba

ahí, estaba segura de eso ahora. Envidiaba la habilidad de Henry de

cargarlo, pero al menos él tendría una oportunidad de conocer a nuestro

hijo. Si lo peor sucedía, Milo tendría esos momentos con él.

—Regresarás a mí, ¿verdad? —dije una tarde en que mi madre finalmente

decidió que yo había sanado lo suficiente para viajar. James y yo saldríamos

a buscar a Rhea en la mañana, y muy probablemente, esta fuera la última

noche que tendría con Henry y Milo por un tiempo.

—¿Qué quieres decir? —dijo Henry—. Estoy aquí ahora.

—Quiero decir aquí de verdad —dije—. ¿Vas a despertar? Sé que Cronos te

hirió, pero… estás aquí, y quizás si lo intentaras con mucha fuerza…

Henry me besó la frente, su palma apoyada en mi nuca.

—Siempre estaré aquí para ti, mi querida. Nada cambiará eso.

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Respiré hondo, negándome a llorar frente a Milo. Incluso si él dormía y

nunca lo averiguaría, yo lo sabría.

—Por favor despierta —susurré—. Te necesitamos. No… no así. Te

necesitamos. No podemos vencer a Cronos sin ti.

—No pueden vencer a Cronos conmigo. No sin Calliope —señaló.

—Lo estamos intentando. Él mató a una ciudad completa llena de gente.

Atenas ha desaparecido, y él va a matar una y otra vez hasta que consiga lo

que quiere.

—¿Y qué crees que es eso? —dijo Henry, y yo vacilé. No podía contarle

sobre el trato que había hecho con Cronos. Era demasiado complicado, y si

él se iba, yo no sería capaz de vivir con la culpa de saber que esta era una de

las últimas cosas que le había dicho.

—No lo sé —mentí—. El Consejo cree que quiere matarlos por mantenerlo

prisionero en el Tártaro.

—Quizá. —Pasó los dedos por mi cabello, su contacto tan gentil que se

sintió como una tibia brisa de verano—. Todo lo que yo quiero es a ti.

Me estremecí. Los labios de Milo se abrieron en su sueño, e hizo un

adorable movimiento de succión.

—Todo lo que quiero es que seamos una familia. Una familia verdadera y

viva, juntos y a salvo de todo esto.

—Lo estaremos —prometió—. Me aseguraré de eso.

Me apoyé contra él y envolví su cintura con un brazo, su camisa de seda

cosquilleando la parte interior de mi muñeca. ¿Cuánto tiempo pasaría hasta

que pudiéramos pasar tiempo juntos así de nuevo?

—James y yo nos iremos mañana a la mañana para buscar a Rhea.

Los dedos de Henry se quedaron inmóviles en mi cabello, y por un

momento no dijo nada.

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—¿Qué es tan importante que tienes que ponerte en una situación tan

peligrosa?

—La misma razón que antes —dije—. Si podemos convencerla de pelear de

nuestro lado, podríamos tener una oportunidad de ganar.

—Pero Cronos está haciendo estragos con el mundo. Si dejas el Olimpo, no

estarás a salvo.

—Ya no me importa —dije con tanta convicción como pude reunir—.

Además, él está mayormente atrapado en la isla con Calliope. Es lo

suficientemente poderoso para causar desastres naturales que matan

millones, pero África no está lo suficientemente cerca de Grecia para ser un

problema.

—¿Estás segura de eso?

Vacilé.

—No.

Se apartó de Milo para abrazarme con fuerza, casi posesivamente, y enterró

la nariz en mi cabello.

—Por favor, no te vayas. Rhea no peleará del lado de nadie, mucho menos

contra su propio esposo. No vale la pena el riesgo.

—Tengo que intentarlo. Sabes que sí.

—¿Aunque pueda matarte?

—No planeo permitir que eso suceda, pero… sí. Aunque pueda matarme.

Su expresión se nubló.

—Muy bien —murmuró—. Todo lo te pido es que recuerdes qué sucedió la

última vez que dejaste la seguridad del Consejo.

Fruncí el ceño.

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—Lo comprendo. Algo malo puede suceder si dejo el Olimpo. Cronos

podría atraparme, Calliope podría matarme o el cielo podría caerse y

aplastarme. Pero no puedo quedarme y observar a millones morir por mí,

¿de acuerdo?

—La humanidad no es nada comparada contigo —dijo él, tocando mi

mejilla, y retrocedí.

—Incluso si eso fuera verdad, y sabes que no lo es, Milo merece una vida

feliz, y eso significa asegurarme de que todavía existe un mundo para que él

viva. Tengo que hacer esto, Henry. Lo lamento. Te amo a ti y a Milo más

que a nada, y si tuviera una opción en el asunto…

—La tienes —dijo Henry—. Tienes tanta opción como la que estás

dispuesta a darte a ti misma.

Resoplé.

—De acuerdo. He elegido. Voy a pelear.

—No deberías estar peleando en primer lugar —dijo—. Eres demasiado

delicada, demasiado…

—¿Demasiado qué? ¿Demasiado joven? ¿Demasiado inexperta? No necesito

ser anciana para ser digna de algo, y voy a hacer esto te guste o no. —Lo

fulminé con la mirada, pero él desvió su vista. Varios segundos pasan, y

finalmente dije en una voz más suave—. Entiendo por qué no quieres

pelear, Henry. Lo entiendo. Pero eso fue antes de que todo esto sucediera.

Eso fue antes de que Milo naciera. Si no vas a pelear por mí, ¿entonces al

menos me permitirás pelear por él?

Henry se quedó en silencio por un largo momento, y ni siquiera el subir y

bajar del pecho de Milo me reconfortó. Esto era imposible. Medio muerto o

no, Henry era tan terco como siempre. Después de cuidar del bebé todo este

tiempo, él conocía a Milo incluso mejor que yo, y esa era la parte que yo no

entendía. ¿Cómo podía alguien mirar ese rostro y no querer abrir al mundo

en dos para recuperarlo? ¿Cómo podría Henry no necesitar proteger a su

propio hijo y darle el futuro que merecía?

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—Discutiremos esto una vez que hayamos hecho contacto con Rhea —dijo

él finalmente—. No prometeré nada, pero si hay una manera en que pueda

ayudar, lo haré. Como están las cosas, estoy algo atascado.

Esa era la concesión que iba a conseguir. Me paré en puntas de pie para

intentar besarlo, pero como él lo había hecho cada vez durante nuestras

visitas a Milo, él volvió la cabeza así que sólo capturé la esquina de su boca.

—Gracias —dije, negándome a permitir que su distancia me confundiera.

Quizás él fuera la Bella Durmiente, y un beso lo despertaría y lo apartaría

de su hijo. Si tan sólo fuera tan fácil.

—De nada. —Se inclinó sobre la cuna y tomó al bebé—. Estaremos aquí

esperando cuando regreses.

—Mejor así. —Sostuve la mano sobre la frente de Milo, tan cerca como

podía sin atravesarlo—. Los amo a ambos tanto. Lo sabes, ¿verdad?

Milo agitó los brazos, como para alcanzarme, y Henry besó su mano.

—Nosotros lo hacemos —dijo él—. Y no podemos esperar a estar de nuevo

contigo.

Le di un codazo en las costillas.

—Puedes contar con ello.

—¿Kate?

Abrí los ojos. James se inclinó hacia mí, con la nariz a centímetros de la

mía.

—Allí estás —dijo con un dejo de alivio—. Estabas sonriendo.

Me enderecé y ajusté el arnés envuelto alrededor de mi brazo quemado. Era

más fácil ignorar el dolor, mientras se convertía en la norma, pero cuando

me centraba en él, me hacía hacer una mueca de dolor.

—No me di cuenta de que era un crimen.

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—No lo es. —James me ofreció su mano, y la tomé—. Pensé que no ibas a

volver. He estado llamándote por tu nombre durante un buen tiempo.

Mis mejillas se pusieron calientes. Yo no sabía cómo actuaba durante estas

visiones, nadie se había molestado en explicármelo, y estaba demasiado

avergonzada para preguntar. ¿Podría James oírlo todo?

—Entonces, ¿por qué no te quebraste como lo hiciste la última vez? —

murmuré.

—¿Qué, quieres decir cuando yo estaba tratando de arrastrarte de vuelta del

olvido total? —dijo—. Lo siento por eso, ya sabes. Es de mala educación.

Pero si no lo hubiera hecho, aún estarías ahí, convencida de que Henry

estaba muerto. Así que en general, supongo que valió la pena.

Fruncí el ceño hacia él, pero tenía razón.

—¿Cómo hiciste eso de todos modos?

Se tocó la nariz.

—Mi secreto. Tal vez si te portas bien, te lo explicaré más tarde. ¿Nos

vamos? Empaqué una bolsa para los dos. En realidad, tu madre empacó la

tuya. Pensé que Henry me podría herir si me metía con tu ropa interior.

—Creí que Walter era el único que lastimaba —dije con una leve sonrisa.

Las cejas de James se levantaron.

—¿Viste o no la nube negra de la fatalidad cuando Henry irrumpió en la

isla de Cronos?

Mi sonrisa se desvaneció.

—Por supuesto.

—¿Y todavía crees que él no lo tiene en su interior?

Fruncí el ceño. James no tenía restregarme en la cara que yo no sabía lo que

mi marido era capaz de hacer. O de lo que yo era capaz, para el caso.

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—Vamos —dijo James, más suave esta vez, y tomó mi brazo bueno—.

Vamos a decir adiós.

Mi madre no era la única esperando por nosotros. Walter se puso de pie a

su lado, y su expresión suave no traicionó lo que fuera que estaba pensando.

Mi estómago se retorció. Yo lo había evitado desde la reunión del Consejo,

incapaz de olvidar como se había dirigido a mí, como su hija.

Parecía imposible. Tenía que serlo. Si yo fuera la hija de Zeus, lo habría

sabido. Pero cuanto más pensaba en ello, menos podía negarlo. James y Ava

habían mencionado que sólo sus hijos se unieron al Consejo; y si yo era un

miembro, entonces la respuesta era obvia.

Pero a pesar de la evidencia, una parte de mí quería quedarse en la negación.

Había vivido toda mi vida pensando que mi padre había dejado a mi madre

desde el principio, que él ni siquiera podía haber sabido que yo había

existido. Era más fácil que enfrentarse a la posibilidad de que lo había

sabido y simplemente no le importaba. Y si Walter era mi padre, entonces

no había duda de que no sólo había sabido que yo había existido, sino que

había sido muy consciente de todo lo que mi madre y yo habíamos pasado,

también. Y él nunca se preocupó lo suficiente para ayudar.

Mientras caminaba hacia él y mi madre, el resentimiento hizo hervir mi

sangre. No dijo nada cuando mi madre me abrazó y yo enterré la nariz en

su pelo, inhalando profundamente. No importaba quien era Walter para mí.

Yo tenía a mi madre, y ella era el único padre que alguna vez había

necesitado.

—¿Dónde están los demás? —dije. No es que yo esperaba que les preocupara

que me estuviera yendo, pero me imaginé que al menos querrían darle a

James una despedida decente.

—Intentando acorralar a Cronos completamente en la isla —dijo mi madre

con gravedad—. Nos uniremos a ellos una vez que te vayas.

El miedo se extendió por mí. Yo nunca había pensado en ella como un

soldado, había luchado mucho contra el cáncer que finalmente había

tomado su vida mortal, por supuesto. Pero esto no era cáncer. Esto era la

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guerra, y el pensamiento de mi madre luchando junto a Dylan, Irene y

Walter hizo girar mi cabeza. Era la persona más dulce que yo conocía.

Nadie podía permitirse sentarse en esta eventualidad, sin embargo. Si yo

supiera cómo luchar como ellos lo hacían, estaría en la primera línea,

también, usando todo el poder que tenía dentro de mí para conseguir que mi

hijo regresara. Como esto se presentaba, la única manera que tenía de

ayudar era esta. Y ese era la razón por la que nadie, ni siquiera Henry, me

hablaría de salirme de esto.

—Kate —dijo Walter, y mi madre me dejó ir—. Entiendes que Rhea es igual

de fuerte que Cronos, ¿no?

Lo miré. No nos parecíamos en nada el uno al otro, pero como los dioses

podían y de hecho cambiaban de formas, eso no significa mucho.

—Sí, lo sé. ¿No es ese todo el punto?

—Sí —dijo Walter, dándole a mi madre una mirada que no entendí—. Eso

también significa que si la presionas para hacer algo que no está dispuesta a

hacer, o si la molestas de alguna manera, ella tiene igualmente el potencial

de ser muy devastadora para nuestra causa.

—¿Así que quieres que sea condescendiente con ella? —le dije—. Estamos

en medio de una guerra.

—Sí, estoy consciente —dijo Walter secamente—. Simplemente te estoy

pidiendo que le muestres el respeto que se merece. Ella es nuestra madre.

Tu abuela por partida doble…

—¿Perdón? —solté. Mi madre apretó mi codo, pero me la quité de encima.

Una cosa era que yo, al menos, tenga la opción de pretender ser felizmente

ignorante de su papel en mi vida, pero que él fuerce esto en mí ahora... algo

dentro de mí se rompió—. Si finalmente vas a admitir que eres mi padre…

—Ahora no es el momento, Kate —dijo mi madre.

—Nunca es el momento adecuado —le dije bruscamente—. Es un simple sí

o no, Walter. ¿Eres mi padre?

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Levantó la barbilla y me miró.

—Sí. Nunca pensé que habría una pregunta.

Como si eso no fuera la gran cosa. Como si los años que yo había pasado

cuidando de mi madre por mi cuenta no importaran. Había llorado hasta

quedarme dormida incontables noches, aterrorizada de despertarme y estar

sola en el mundo, y todo este tiempo, mi padre no sólo había sabido de mí,

sino que había sabido exactamente dónde estábamos y por lo que estábamos

pasando.

—Entonces supongo que es una buena cosa que nunca pensara que

necesitaba uno —dije—. Ahora, si no te importa, tengo un titán que

encontrar.

—Kate —dijo mi madre, alcanzándome, pero jalé mi brazo. Sus labios se

abrieron por la sorpresa, y la culpa se apoderó de mi corazón, más dolorosa

que cualquier cosa que Cronos podía hacerme. Pero me mantuve firme.

—Tenemos que irnos. —Deslicé mi mano en el hueco del codo de James y

di un paso atrás, ignorando la forma en que mi garganta se apretó. No iba a

llorar. No más por Walter, y sobre todo no delante de él.

Por primera vez en el tiempo de nuestra amistad, James mantuvo la boca

cerrada. En su lugar, hizo un gesto en la dirección de Walter y mi madre.

En dirección de mis padres, me di cuenta. Por primera vez en mi vida, tenía

padres.

Eso debería haberme hecho girar de entusiasmo, o por lo menos debería

haberme dado un rayo de felicidad durante uno de los peores momentos de

mi vida. En su lugar, me daba náuseas.

—Adiós, cariño —susurró mi madre. Antes de que yo pudiera decir adiós a

su vez, luz dorada brilló en todas las direcciones, y puntos brillantes de

color irrumpieron en frente de mí cuando el fondo de la puesta de sol se

desvaneció.

James y yo aparecimos en una colina cubierta de hierba, y parpadeé. Sheep’s

Meadow en Parque Central, el lugar exacto en que me había reunido con mi

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madre todas las noches que había pasado en el Edén. Estábamos rodeados

de gente, pero ninguno de ellos miró en nuestra aparición. ¿Podrían vernos?

¿O James había hecho algo para hacerles creer que habíamos estado allí todo

el tiempo?

—¿Por qué estamos en Nueva York? —dije—. ¿Está Rhea aquí ahora?

—¿Rhea? ¿Qué estaría haciendo aquí? —dijo James, y me guió por la

colina—. Ella todavía está en África.

—Entonces, ¿por qué no estamos en África? —dije, y James sonrió. Era

evidente que estaba disfrutando de mi ignorancia.

—Estamos aquí porque aquí fue donde el Olimpo pasó a estar.

Dudé.

—Pensé que el Monte Olimpo estaba en Grecia.

—El Monte Olimpo lo está, pero Olimpo, la casa del Consejo, no está en un

lugar fijo. Bueno, no, lo está —se corrigió, señalando a la puesta de sol que

teñía el cielo de Nueva York—. Está atrapado eternamente entre el día y el

atardecer.

Correcto. De ahí la decoración interior.

—¿Por qué no podemos simplemente... aparecer allá?

—Porque extraño viajar, y pasa a ser que soy bueno en eso. —James tomó

mi codo, su mano caliente, incluso a través de mi suéter—. Estamos

manejando las cosas a la antigua y tomando el primer vuelo a Zimbabwe.

Esto nos dará algo de tiempo para trazar nuestro plan de juego, y pensé que

estirar tus piernas te haría algún bien. Además, sólo los seis hermanos

pueden desaparecer y reaparecer en otro lugar. Y ahora tú, también,

supongo, una vez que aprendas como —agregó—. Apuesto a que Walter te

enseñará una vez que regresemos.

La mención de Walter me revolvió el estómago.

—¿Por qué puedo hacerlo, también?

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James levantó una ceja.

—¿Te estás quejando?

—Por supuesto que no. —Me mordí el labio—. Esto no puede ser, porque

mis… mis dos padres… —Apenas pude decir la palabra—. Son parte de los

seis originales. Entonces Nicholas y Dylan también podrían hacerlo. Así

que, ¿por qué?

—Porque de lo contrario no vas a ser muy buena viajando por el

Inframundo, ¿verdad? —James desenredó su brazo del mío y lo envolvió

alrededor de mis hombros en su lugar—. Lo siento, Kate. Walter debería

habértelo dicho hace mucho tiempo.

Un sabor amargo llenaba mi boca. Sentirlo no iba a solucionar nada.

—Eso no importa. No lo necesito.

—Él es un poco mujeriego. —James estuvo de acuerdo—. Definitivamente

no es un buen modelo a seguir para el bebé. Afortunadamente Milo tiene a

Henry para admirar.

Por un momento me quedé en silencio. James no sabía si Henry volvería o

no a despertar de nuevo. Ni siquiera sabíamos si aún estaría con vida para el

tiempo en que regresáramos.

—Tu optimismo sigue desafiando a la realidad —murmuré.

—Yo estaba en lo cierto acerca de tu madre —dijo él, y negó con la cabeza.

—No, no lo estabas. Ella murió. Su forma mortal, de todos modos, y no

tenías idea de que yo iba a pasar las pruebas. No sabías si yo alguna vez la

volvería a ver.

James hizo un gesto ante mis objeciones.

—De cualquier manera, esto no es optimismo. Esto es un hecho. Henry va a

lograrlo.

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Estaba provocándome, el imbécil, pero no importaba cuanto, yo no quería

darle la satisfacción de saber que me tenía enganchada, no podía resistir.

—Está bien, me rindo. ¿Cómo puedes estar tan seguro?

Sonriendo, James se inclinó hacia mí, sus labios rozando el pabellón de mi

oreja.

—Porque —susurró él—. Rhea puede curarlo.

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Capítulo 5 DEBAJO

Traducido por Akanet y Shadowy

Corregido por Aldebarán

o sabías?

Me paré junto a la cuna de Milo, mirando hacia

abajo a su forma dormida mientras Henry se

paraba frente a mí. Se veía diferente, más

distante de alguna manera, como si estuviera en otro lugar, también.

Apenas me miraba, y se quedó mirando sin pestañear hacia el bebé.

—¿Sabía qué? —dijo después de un largo rato. ¿Estaba incluso escuchando?

—¿Sabías que Rhea podía curarte? —le dije, manteniendo un dominio

absoluto sobre mi temperamento. Todo lo que había sucedido no era culpa

de Henry, por supuesto, pero aun así. ¿Lo había sabido todo este tiempo?

¿Se daba cuenta Walter? ¿Mi madre?

—Yo… lo sospechaba —dijo Henry, y sus ojos se pusieron vidriosos de

nuevo. Donde quiera que estuviera, era seguro que esperaba que fuera más

importante que su propia vida—. No quería darte falsas esperanzas.

—Mentiras —le dije—. No querías darme esperanza alguna.

Pasaron varios segundos y, finalmente, su mirada se encontró con la mía.

—¿L

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—¿Vas a intentarlo?

—¿Intentar qué? Eres su hijo, ¿no es así? —le dije.

—En una forma de decirlo.

—¿Entonces por qué te diría que no?

—No le gusta molestarse a sí misma con nuestros asuntos —dijo Henry.

—Estoy segura de que no le importará apartarse de lo que sea que ella hace

con el fin de sanarte —le dije. ¿Por qué estaba siendo tan difícil?

¿Kate?

Me quedé helada al oír el sonido de la voz de James, pero Henry no hizo

mucho más que fruncir el ceño.

Kate, vuelve, dijo James, las palabras no fueron más fuertes que un susurro.

Es importante.

Siempre era importante. Suspiré internamente y me incliné sobre la cuna

para darle a Henry un beso en la mejilla.

—Me tengo que ir. Estaré de vuelta pronto.

—Por supuesto —dijo distraídamente, una vez más, mirando hacia abajo a

la cuna. Su mirada no estaba centrada en el rostro de Milo, sin embargo, era

como si estuviera mirando a través de él. ¿Qué estaba pasando?

El cuarto del bebé se desvaneció, reemplazado por el interior de un avión. A

pesar de la amplia sala que proporcionaba la primera clase, mi brazo dolía

por la forma en que me apoyé contra la ventana, e hice una mueca. Estos

fueron los únicos boletos que pudimos conseguir, y James habían insistido

en que Henry se lo pagaría. Durante mi primer verano lejos, había sido

reacia a gastar el dinero de Henry y forcé a James en clase turista. Esta vez,

no discutí. Había aprendido mi lección acerca de pasar doce horas

hacinados entre un bebé llorando y un pasajero roncando que trataba mi

hombro como una almohada.

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—Ahí estás —dijo James—. ¿Hambrienta? —Se sentó a mi lado, y sobre la

bandeja plegable delante de él estaban ubicados dos platos reales de

hamburguesas y papas fritas. Extravagante. James no se había molestado

con una de ellas, sin duda pedida para mí, pero con la otra había apilado las

papas en una estructura tambaleante.

—Depende —le dije, estirando mis piernas—. ¿Me alejaste de Henry sólo

para pedirme mis papas fritas?

—Por supuesto que no —dijo James alegremente, y sacó una botella de

plástico de salsa de tomate de su mochila—. Si las quisiera, me las habría

robado. ¿Salsa de tomate?

—¿De verdad trajiste una botella de salsa de tomate al avión? ¿Cómo la

pasaste a través de la seguridad?

Sonrió.

—Mi secreto.

Moví mi plato sobre mi bandeja plegable. A diferencia de la clase turista,

salía del brazo de mi silla, y en la parte posterior del asiento frente a mí

había una amplia pantalla reproduciendo una película que no reconocí.

—Estás loco.

—Prefiero el término habilidoso. —Roció en forma de foso con salsa de

tomate alrededor de su fortaleza de papas fritas—. De todos modos, te

desperté porque estabas murmurando algo. ¿Qué estabas soñando?

Agarré una de mis papas fritas y me la metí en la boca. No era del todo

mala para ser comida de avión. Por otra parte, las pocas comidas que había

tenido en aviones antes no habían sido servidas en porcelana blanca y con

cubiertos.

—No estaba soñando. Estaba con Milo y Henry.

James frunció el ceño.

—¿Con qué frecuencia está Henry allí contigo?

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—Todo el tiempo. Le pedí que se quedara, y lo hizo.

—¿Puedes tocarlo? —dijo James, y asentí—. ¿Qué pasa con Milo?

—Él puede. Yo no.

—Bien. —Su ceño se profundizó—. ¿Qué has estado diciéndole?

—¿Qué, no puedo mantener una conversación privada con mi marido sin

que te entrometas?

James dejó la botella a un lado y me miró.

—¿Le dijiste a dónde vamos y lo que estamos haciendo?

—Por supuesto —le dije—. Bueno, no, quiero decir, le dije lo que estamos

haciendo y que vamos para África. No mencioné Zimbabwe

específicamente.

—Bien. —Él pasó sus dedos por los míos, y me aparté, doblando mis manos

y colocándolas en mi regazo. Amigos o no, él intencionalmente había

lastimado a Henry hace tantos años al tener un romance con Perséfone.

Mientras que Henry podría haber estado dispuesto a perdonar, sin duda, no

lo había olvidado, y no estaba dispuesta a darle ninguna razón para

preocuparse—. ¿Cómo te ha estado tratando? ¿Ha dicho algo extraño?

¿Hecho algo que no parecía del todo bien?

—¿Qué es esto, veinte preguntas? —Me recosté en mi asiento, dejando mi

plato casi intacto—. No es de tu incumbencia.

—Sí, lo es. Nunca hemos tenido una situación como esta antes. Durante la

primera guerra, obviamente no estaba vivo en ese entonces, pero Walter…

—No quiero oírlo. —No cuando tenía algo que ver con Walter.

—Es necesario. —La voz de James era sorprendentemente amable—. No

importa lo que Walter es para ti, ¿de acuerdo? Olvídate de él. No es

importante en este momento.

—Nunca ha sido importante. —En lo que a mí respecta, nunca lo sería.

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—Yo no iría tan lejos —dijo James con una sonrisa irónica—. Él es el rey de

los dioses y cabeza del Consejo, después de todo. Todos somos sus hijos.

Sabes eso.

—Y qué, ¿estás diciendo que soy tonta por no averiguarlo antes? —le dije, y

aunque James negó con la cabeza, todavía me sentía como una idiota.

Estaba en lo cierto. Él y Ava me habían dicho que cada miembro más joven

del Consejo era uno de los hijos de Walter.

—No eres estúpida —dijo James—. No, en absoluto. Walter es el estúpido

por no intervenir para actuar como tu padre cuando Diana nos dijo que su

cuerpo mortal tenía cáncer. Tu madre quería que él lo hiciera —agregó—.

Así que no estés molesta con ella por esto, ¿de acuerdo? Ella luchó duro para

hacer que apareciera. Phillip incluso se ofreció a presentarse como tu tío,

pero al final, Walter decidió que pasar por eso sola te daría una mejor

oportunidad de superar las pruebas.

—Es un hijo de puta —susurré, medio esperando que un rayo rompiera a

través del cielo y nos noqueara en el aire.

—La mayoría de las veces —estuvo de acuerdo James—. Él no entiende bien

las emociones, supongo. No fue un gran padre para ninguno de nosotros,

excepto quizás para Ava, y fue adoptada. No puedes culparlo demasiado,

sin embargo. Tampoco tuvo exactamente el mejor modelo a seguir.

Eso no compensaba el abandonarme cuando sabía que lo había necesitado,

pero sí ayudó saber que yo era parte de la regla y no la excepción.

—Es bueno saber que no me perdí de nada —murmuré.

James soltó un bufido.

—Difícilmente. Hace parecer a Henry una pegajosa, colegiala de ojos

saltones.

Al menos sabía que Henry era un buen padre, y al final, eso era lo que

importaba, que Milo tenía un padre. Mi infancia ya había terminado. La

suya apenas estaba comenzando, y no estaba dispuesta a dejarlo pasar por lo

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mismo que yo había soportado. Tendría un padre, uno que lo amara, uno

que vería todos los días. Me aseguraría de ello.

—Tenemos que hablar acerca de tus visiones ahora —dijo James en voz

baja—. ¿Me dejarías ir contigo y ver?

—¿Venir conmigo? No es como que viaje, sabes. Todavía estoy aquí cuando

las tengo.

—Puedes llevar a alguien contigo si lo desea, sin embargo. Perséfone lo hizo

conmigo a veces.

—Estoy segura de que lo hizo —dije, rodando mis ojos.

Él gimió.

—No de esa manera. Quiero decir, puedes deslizarte en ella ahora, ¿no?

¿Has ganado control?

¿Después de nueve meses de nada más que hacer?

—Sí, lo tengo bajo control.

Puso su mano sobre la mía de nuevo, y esta vez no me aparté.

—No sé cómo lo hizo Perséfone, exactamente, pero me lo describió como

nadar a través de néctar. En vez de romper la conexión por lo que estaba

sola, me llevó con ella.

Bien. No estaba ayudando.

—Si me necesitas para llegar allí, entonces, ¿cómo te las has arreglado para

hablar conmigo cuando estaba allí antes?

—Eso es diferente. Lo hice mentalmente. —Así.

Su voz resonó en mi cabeza, más fuerte de lo que jamás había sido antes, y

me aparté de él.

—¿Qué fue eso?

—Shh —susurró alguien en los asientos detrás de nosotros.

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James se rió en voz baja, pero no había nada divertido en esto.

—Ese fui yo, por supuesto.

—Pero cómo… —Me detuve en seco y bajé mi voz a un susurro—. ¿Cómo

hiciste eso?

—Es fácil. Todos podemos hablar mentalmente de uno a uno. No todos a la

vez, porque eso se pondría muy atestado y muy, muy ruidoso, pero si

centramos nuestros pensamientos en una persona, podemos hacerlo. —Me

ofreció su mano de nuevo—. Inténtalo.

Dudé.

—¿Cómo?

—Sólo piensa en algo, y empuja ese pensamiento en mi dirección.

Cerré mis ojos y me concentré en la sensación de su piel contra la mía. Su

mano era cálida, sus dedos imposiblemente suaves, y había algo

reconfortante en ello. Familiar.

Esto es loco.

—Todos estamos un poco locos, cuando piensas en ello —dijo James, y mis

ojos se abrieron de golpe.

—¿Funcionó?

—Felicitaciones, has dominado el arte de pensar. Ahora vamos a llevar esta

conexión un paso más allá. Entra en tu visión y llévame contigo.

Al parecer, era demasiado esperar que él se hubiera olvidado de invadir mi

privacidad así.

—No va a funcionar. ¿Por qué quieres ir conmigo de todos modos?

—Por varias razones —dijo de una manera cautelosa que significaba que

estaba ocultándome algo. Bien pensado, yo estaba bastante segura de que él

siempre lo estaba.

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—¿Cómo qué?

—Así puedo obtener una buena idea de cómo es el diseño de la fortaleza de

Calliope —dijo—. Así sé dónde pasan su tiempo Calliope y Cronos. Así

puedo ver dónde…

Se detuvo, y frunció el ceño.

—¿Así puedes ver dónde qué? —dije, y su expresión se volvió distante.

—¿Alguna vez conociste a Iris? —dijo, y yo negué con la cabeza—. Ella fue

otro de los mensajeros de Walter.

—¿Fue?

Se aclaró la garganta y miró su fortaleza de papas fritas, pero su corazón no

parecía estar en ello más.

—Calliope la asesinó el día que Henry te rescató.

Mi boca se abrió, pero por un buen rato, nada salió. No importaba que yo

no la hubiera conocido; el dolor de James se deslizó a través de mí tan

ciertamente como si fuera tangible.

—Lo siento —dije al fin—. No puedo imaginar por lo que debes estar

pasando.

—Era una de mis mejores amigas —dijo en voz baja—. Es diferente cuando

eres inmortal, siempre tomas a la gente por sentado. Quiero decir, ellos

estarán ahí en un siglo o dos, ¿cierto? No hay necesidad de decirles cómo te

sientes, porque siempre habrá otra oportunidad.

Apreté su mano.

—Estoy segura de que ella lo sabía, incluso si tú nunca tuviste la

oportunidad.

—Walter nunca debería haberla enviado en primer lugar. —James tomó una

respiración temblorosa, y al fin me miró. Fingí no darme cuenta del

enrojecimiento en sus ojos—. Quiero ver dónde murió. Pero también

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necesito tener una idea de lo que está pasando así el Consejo puede formar

una estrategia. Si vamos a rescatar a Milo, necesitamos saber dónde está.

—¿Realmente harías eso? —dije.

Él me dio una mirada extraña y sonrió.

—Por supuesto. Es tu hijo.

Eso era todo lo que necesitaba oír. Apreté mi agarre en sus dedos, cerré mis

ojos y me concentré en su mano, todo el tiempo deslizándome en mi visión.

Él me contuvo hacia atrás, sin embargo, como si estuviéramos

moviéndonos por arena movediza. Esto era imposible.

—No puedo hacerlo.

Casi estás allí. Sigue adelante.

Seguí empujando. La calidez de Milo permanecía frente a mí, esperando, y

no podía decepcionarlo.

Finalmente, como si emergiera de un océano interminable de barro, salimos

a la superficie juntos. Planté mis pies firmemente en el suelo de la

guardería, pero James tropezó, y le tomó un momento para enderezarse.

—Whoa. Me olvidé de las secuelas. —Miró alrededor de la guardería de

color ocaso. Henry estaba de pie en la esquina, alimentando a Milo con un

biberón, y los ojos de James se ampliaron—. Finge que no estoy aquí.

—¿Qué…? —Empecé, pero Henry se volvió hacia mí, con una sonrisa vacía

en su rostro. La ansiedad se agrupó en mi estómago. ¿Se estaba

desvaneciendo? ¿Era por eso que apenas estaba allí más?

—Bienvenida de nuevo, Kate —dijo Henry, su voz tranquila de alguna

manera reverberando a través de la guardería, como si estuviera hablando

en un valle profundo—. Milo comenzó a quejarse.

—Claro —dije, mirando a James. ¿Henry no iba a decir hola?—. Lo siento

por irme así antes. Algo ocurrió.

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Henry asintió una vez, sus ojos desenfocados. Él apenas parecía notar que

estaba sosteniendo a Milo.

—Nada terrible, espero.

Negué con la cabeza.

—Sólo el almuerzo.

James se movió hacia Henry, un paso lento a la vez, hasta que estuvo a

apenas quince centímetros de distancia. Henry no hizo tanto como

parpadear. ¿Cómo podía verme y no saber que James estaba allí?

Sin decir una palabra, James salió de la guardería. ¿Esperaba que lo siguiera?

¿O estaba memorizando el pasillo en el que estaba Milo? Con suerte miraría

por la ventana, también, más no había forma de que él sabría en cuál nivel

estábamos. A menos de que Calliope no se hubiera fijado en el enorme

agujero en el suelo todavía.

Durante los siguientes minutos, ni Henry ni yo dijimos nada. En cambio,

me moví a su lado y observé a Milo comer. No pasaría mucho más tiempo

antes de que yo fuera la que estuviera sosteniendo el biberón por él.

Estábamos casi en Johannesburgo, y desde allí era un vuelo mucho más

corto a Zimbabwe. Tan pronto como Henry fuera sanado y Rhea estuviera

de nuestro lado, terminaríamos esta guerra.

Un movimiento cerca de la puerta llamó mi atención. Levanté la vista,

esperando que James volviera a escondidas a la habitación. En cambio una

chica entró, cargando una pila de mantas que oscurecían su rostro, pero yo

la hubiera reconocido en cualquier parte.

Ava.

Puso las mantas en un aparador metido en la esquina, una nueva adición

desde la llegada de Milo, y ella saltó.

—¿Q-qué estás haciendo aquí?

Mi boca se abrió. ¿Ella podía verme?

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—¿Qué crees que estoy haciendo aquí?

En vez de contestarme, se apresuró hacia nosotros, con los brazos

extendidos.

—Si Calliope averigua que has estado otra vez aquí, estará furiosa. Dámelo.

Sin advertencia, dio un paso a través de mí y tomó a Milo de los brazos de

Henry. Mis entrañas se convirtieron en hielo. Ella podía ver a Henry, pero

no podía verme.

Y estaba sosteniendo a nuestro hijo.

—Devuélveselo —dije, extendiéndome por él, pero por supuesto mis manos

pasaron a través de los dos.

Henry se aferró a la botella, y desprovisto de su comida, Milo empezó a

llorar. Sus gritos eran más fuertes y más sanos de lo que habían sido los

primeros días, pero tan tranquilizador como eso debería haber sido, ellos

impulsaron cada instinto que tenía de ayudarlo.

—Henry. —Agarré su mano—. No la dejes que se lo lleve. Él todavía tiene

hambre.

Finalmente Henry parpadeó y sacudió la cabeza lentamente, como si se

sacara de un sueño despierto.

—Estoy haciendo lo que se me ha pedido —le dijo a Ava, ignorándome—.

Estoy cuidando de mi hijo.

—Él no es tu hijo —siseó Ava, acunándolo en su pecho y dándole la espalda

a Henry. Furia caliente pasó a través de mí, remplazando mi asombro.

—Perra —gruñí, avanzando hacia Ava. No me importaba que ella no

tuviera idea de que yo estaba allí. Había intentado ver las cosas a su

manera, pero si ella iba a alejar a Milo de su padre, si iba a insistir en que

Calliope era su verdadera madre…

—¿Kate? —La voz de James cortó a través de mi rabia—. No te muevas. No

digas nada.

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—Esta vez no —dije, pero mis pasos vacilaron. Ava se encorvó sobre Milo,

como si estuviera escudándolo con su cuerpo. ¿De qué? ¿De su propio

padre?—. Se robó a Milo directamente de los brazos de Henry.

—Sólo está tratando de protegerlo —dijo James.

—¿Protegerlo? —Exploté—. Es su padre, y ella se está robando a Milo…

—Ella no se lo está robando.

—¡Mírala! Henry, ¿por qué no estás…?

Me di la vuelta para enfrentarlo, pero su expresión era tan inexpresiva

como siempre. Como si él fuera nada más que un modelo de cera sin vida.

—¿Henry? —dije con incertidumbre—. Henry, ¿qué está…?

James se interpuso entre nosotros, y lo miró con tanto odio que me detuve

en seco.

—Lo siento, Kate —dijo—. Ese no es Henry.

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Capítulo 6 RHEA

Traducido por Aylinachan y Maru Belikov

Corregido por Flochi

o es Henry.

Las palabras daban vueltas en mi cabeza como si estuvieran

atrapadas en un laberinto y no pudieran encontrar la salida.

—Por supuesto que es Henry —dije. ¿Quién más podría ser?

Me había tocado. Se había quedado con nuestro hijo. Había hecho todo lo

que Henry hubiera hecho.

Sin embargo, no me había besado. Algunas de las cosas que había dicho no

habían sonado bien, no habían sonado como Henry. Algo se sentía raro

todo el tiempo. Lo descarté como una consecuencia de mi visión, de él

apenas aferrándose a este mundo en primer lugar, pero ¿y si no lo era?

El frío me llenó de terror. La única persona capaz de imitarlo tan bien,

Cronos.

Por supuesto. Por supuesto. Yo era una idiota y todo este tiempo él había

jugado conmigo. Había cuidado de Milo. Lo había alimentado. Lo había

mecido para dormirlo. Había estado a mi lado durante horas, mirando como

el pecho de Milo se elevaba y caía de manera constante.

N

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—Vamos —dijo James suavemente, tomando mis manos temblorosas—.

Vamos a salir de aquí.

—No puedo. —Me quedé mirando la tomadura de pelo de Cronos en forma

de Henry y la furia ardiente que nunca había sentido antes corrió por mí—.

No puedo dejar a Milo.

—No hay nada que puedas hacer por él aquí —dijo James—. Ava se

asegurará de que no le pase nada.

A pesar de que la ira sacudía mis huesos, sabía que Cronos no lo lastimaría

tampoco. Cualquiera que sea la razón que tenía para hacerlo, él había sido

bueno con Milo hasta ahora y James tenía razón. No había nada que

pudiera hacer, no cuando yo no podía siquiera tocar al bebé.

—Vamos a ir al Consejo tan pronto como encontremos a Rhea —prometió

James—. Pero ahora tengo que hablar contigo y no podemos hacerlo delante

de él.

Miré a Cronos por encima del hombro de James.

—No está escuchando. Es prácticamente un zombie.

—Siempre está escuchando. —Me tocó el hombro—. Vamos, antes de que

vuelva a despertar y empeoren las cosas.

En otras palabras, antes de que pudiera amenazarme con guardar silencio o

la inacción. Después de decirle un silencioso adiós a Milo, cerré los ojos y

me fui de la guardería, luchando a través de la arena movediza para volver a

nuestra realidad.

Después de la brisa salada del Mediterráneo, el aire viciado del avión olía

extraño. A mi lado, James parecía tan pálido como me sentía yo y ardientes

lágrimas corrían por mi cara. James en silencio me ofreció un pañuelo de su

bandeja. Cuando no la acepté, él mismo me secó las lágrimas.

—Debería haberlo sabido —susurré.

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—No es culpa tuya —dijo James—. Cronos podría haber engañado a

cualquiera de nosotros y es lógico que tuvieras esperanzas de que Henry

estuviera en alguna parte. No es irracional. Es humano.

—Yo sabía que algo andaba mal. No paraba de decir cosas extrañas, no me

besaba y la manera en que podía sostener a Milo cuando yo no podía

tocarlo... —Negué con la cabeza—. Debería haberlo sabido.

—Ahora lo sabes, eso es lo importante —dijo James—. Necesito saber lo

que le dijiste.

Un nudo se formó en mi garganta.

—Todo.

Le hablé de Rhea. Le había dicho los planes del Consejo para luchar. Todo

lo que ellos me habían confiado, se lo revelé directamente al enemigo. Una

vez más, debido a mi estupidez, cualquier ventaja que habíamos tenido

sobre Cronos se había esfumado.

James me abrazó y me puse rígida. No merecía su simpatía.

—Todo va a ir bien —dijo, un vacío consuelo. Independientemente de si

había algo que él pudiera hacer o no, no podía garantizar que todo iba a salir

bien. No podía prometer que Henry viviría o que alguna vez podría abrazar

a Milo o que el Consejo capturaría a Cronos y se aseguraría de que Calliope

no hiciera daño a nadie. No podía compensar las incontables vidas ya

perdidas por mi causa.

—Nunca voy a verlos de nuevo —le susurré.

—Sí, lo harás. Me aseguraré de que lo hagas.

Me acurruqué en el asiento y apoyé la cabeza en su hombro, perdida en mi

interior. No podía soportar tanto antes de quebrarme y Calliope lo sabía.

Cronos lo sabía. Mantenerme fuerte para mi madre mientras se estaba

muriendo había sido fácil, mantenerme fuerte por mí misma había sido

imposible. Ahora no tenía a nadie por quien ser fuerte, ni siquiera a Milo.

Ni siquiera a Henry.

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James estaba siendo fuerte por mí, sin embargo. Se lo debía, y a Henry, a

Milo, a mi madre y a todo el mundo, tenía que tratar de no desmoronarme.

Tragué saliva y mi garganta seca protestó.

—¿Sabía él que estabas ahí?

Negó con la cabeza.

—Él podía verte, pero sólo porque te espera y ya ha establecido esa

conexión contigo. Sabrá que alguien vino porque estabas hablándome, pero

a menos que se dé cuenta de quién era yo, no va a ser capaz de ver si

volvemos otra vez.

—¿Cómo sabías que no era Henry?

—No lo sabía —dijo James, pasando los dedos por mi pelo—. No hasta que

lo vi. La única pregunta es ¿por qué?

Mi barbilla tembló.

—Hice algo muy estúpido.

—¿Qué estupidez? —dijo James.

Apreté los labios, luchando contra el impulso de volver a caer en la

guardería de la puesta de sol.

—Le prometí a Cronos que me quedaría con él y… y sería su reina si él no

mataba a nadie. Y si me daba a Milo.

James exhaló.

—Oh, Kate.

—Lo siento. —Traté de alejarme de él, pero apretó su brazo alrededor de mi

hombro—. Lo siento mucho, James. No tenía ni idea. Pensé… no sabía lo

que estaba pensando…

—Pensabas que tenías la oportunidad de hacer lo que siempre haces —dijo

James con una amabilidad que no me merecía—. Ibas a ofrecerte a ti misma

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con el fin de salvar a la gente que amas. Ese es el problema que tienes, lo

sabes.

Sorbí las lágrimas.

—Sólo quería ver a Milo de nuevo.

—Lo sé —murmuró, besando la parte superior de mi cabeza—. No tienes

nada de qué disculparte.

—Pero toda esa gente… Atenas…

—… habría sucedido igual sin importar lo que hicieras. Cronos siempre

tuvo la intención de causar tanta destrucción como sea posible. Eso no tiene

nada que ver contigo Kate, te lo prometo. —Hizo una pausa—. De hecho, el

acuerdo podría funcionar para nosotros.

—¿Cómo? —Me sequé las mejillas con la manga—. Él sabe que vamos con

Rhea para pedir su ayuda. Sabe que ella puede curar a Henry, y a la primera

oportunidad que Cronos tenga, va a matarlo.

—Probablemente —dijo James—. Nos aseguraremos de que no tenga esa

oportunidad, sin embargo, y mientras tanto, tenemos una línea directa con

Cronos.

—No va a atender a razones.

—No, pero podría escucharte. Sobre todo si se le convence de que estás

todavía de su lado.

Una oleada de nauseas se apoderó de mí.

—Nunca estuve de su lado.

—No importa si él no sabe eso —dijo James—. Siempre está dispuesto a

creer lo peor de nosotros. Utilizaremos eso en su contra. Supongamos que

quieres reunirte con él, pero Walter te tiene como rehén. Quieres estar con

Milo, por lo que ni siquiera es realmente una mentira.

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A menos que pudiera ver la mentira en una verdad, al igual que Henry

podía.

—Vendrá tras de ustedes —le dije—. Atacará el Olimpo.

James se rió entre dientes.

—La última vez que Cronos lo intentó, terminó en el hoyo más caliente y

profundo de la tierra. Dudo que lo haga otra vez.

Pero no importaba lo mucho que estaba tratando de convencerme de que no

era un gran problema, escuchaba la preocupación en su voz. Esta era toda su

familia, también. Esta era su casa y se lo estaba jugando todo ¿en qué? ¿En

la pequeña posibilidad de que Cronos pudiera escucharme? Si James tenía

razón y Cronos había oído todo lo que había sucedido en la guardería,

entonces sabía que yo lo sabía. Y sabía que estaba enfadada.

—¿Qué pasa si no funciona? —susurré, buscando su mano y entrelazando

mis dedos con los suyos. Un contacto amistoso. Nada más, pero necesitaba

más, y así lo hizo.

James apoyó la cabeza contra la mía.

—Entonces tendremos que pensar en algo más ahí fuera.

Seis horas y un vuelo de conexión más tarde, aterrizamos en Zimbabwe.

James paró un taxi en la acera del aeropuerto y pronto estuvimos viajando

en una carretera remota hacia un lugar que no podía pronunciar, sin

importar cuantas veces James tratara de enseñarme.

—Al final lo conseguirás —dijo con una sonrisa, pero un instante después

se puso serio—. Ninguno de nosotros ha contactado con Rhea en mucho

tiempo. No tengo ni idea de cómo va a reaccionar y no puedo prometerte

nada.

—No necesito promesas —le dije, pero mi interior se revolvió. ¿Qué pasaba

si no podía convencer a Rhea de que nos ayudara? ¿Y si no sanaba a Henry?

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Me enderecé en la parte trasera del taxi. No importaba lo que hiciera falta,

no importaba lo que tuviera que prometerle, encontraría una manera de

hacer que eso ocurriera. Encontraría una manera de salvar a Henry. Si Rhea

era realmente tan despreocupada sobre el resto del mundo que no estaba

dispuesta a dar un paso adelante y ayudarnos a luchar…

Ella lo haría. Tenía que hacerlo.

El paisaje de Zimbabwe, en su mayor parte, parecía sorprendentemente

familiar. Más seco y más salvaje, con maleza, pero más cerca de casa de lo

que esperaba. Apoyé la frente contra la ventana rota de la cabina. Unas

cuantas personas caminaban por la orilla de la carretera con carteles

maltrechos hechos de cartón, pero el taxi aceleró más antes de que pudiera

ver lo que decían.

Nos detuvimos al borde de un pueblo que parecía más un barrio pobre de

una ciudad. James me tomó de la mano con fuerza mientras caminábamos

por el camino angosto entre empedrados edificios juntos, alguno de los

cuales se inclinaban peligrosamente a un lado. Desperdicios llenaban las

improvisadas calles y algunos niños vestidos con ropas gastadas

comenzaron a seguirnos.

—¿No tenemos nada que podamos darles? —dije. James se detuvo el

tiempo suficiente para quitarse la mochila y sacar varias manzanas que

estaba segura de que no estaban ahí antes. Le dio una a cada niño, pero la

multitud continuó creciendo y frunció el ceño.

—Kate, quiero ayudar tanto como tú quieres, pero tenemos un horario.

—Hemos perdido un día de vuelo cuando podrías habernos dejado mucho

más cerca —le dije—. Tenemos unos minutos para esto.

James continuó sacándolas.

—Sabes cómo crear. Mete la mano y ayúdame.

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—En realidad, no sé —le dije, pero metí la mano en la bolsa y lo intenté de

todas formas. ¿Qué se suponía que tenía que hacer, solo imaginar que estaba

allí? Cerré los ojos e imaginé una jugosa manzana amarilla. Y entonces…

Nada. Perfecto.

James se rió entre dientes.

—Eres la peor diosa que he conocido.

—Calliope es la peor diosa que has conocido. Yo solo soy la más

incompetente. —Fruncí el ceño—. Ayudaría si alguien se hubiera

molestado en enseñarme como hacer las cosas, ya sabes.

—Oye, te enseñé como pensar. —Sonrió, y le lancé una mirada—. Hablando

en serio, todos más o menos ocupados ahora, pero veré lo que puedo hacer.

La mayoría de ello toma décadas por aprender.

Nosotros no teníamos décadas, no si yo tenía una oportunidad de ayudar en

la guerra. James sacó unas manzanas más, pero la multitud continuó

creciendo. ¿Estaban realmente tan hambrientos que una manzana era

suficiente para que dejaran de hacer lo que estaban haciendo y vinieran aquí

corriendo?

Un niño gritó en un lenguaje que no entendí, pero instintivamente supe lo

que estaba diciendo al chico con el que luchaba. Mía.

—Wow, oye, espera —habló James, tratando de pasar a través de los niños

y niñas con ojos inocentes para alcanzarlo—. Sin pelear, hay muchas de

donde…

—Cálmense, hijos míos —murmuró una voz que parecía venir de todos

lados y de ningún lugar al mismo tiempo. Inmediatamente los chicos se

quedaron quietos, y James dejó salir un profundo respiro. Él no necesitaba

decirme una palabra para saber lo que estaba sucediendo. Rhea estaba aquí.

La multitud se separó, y una chica que no podía tener más de trece caminó

con pies descalzos por el camino. Sus ojos resaltaban contra su piel oscura,

y ella llevaba una colorida bufanda alrededor de su cabeza.

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Se movía con una gracia inhumana, y aunque se mezclaba con la multitud

puramente por su apariencia, irradiaba calidez y confort. No poder y dolor

como Cronos. Mientras pasaba, los niños se estiraban para tocarla, como si

solo eso pudiera curar una enfermedad o darles suerte.

—Abuela —dijo James reverentemente, y mientras ella se acercaba a

nosotros, él se arrodilló—. Te he extrañado.

Rhea tocó su mejilla.

—Hermes —murmuró ella—. He estado esperando por ti. Ha sido

demasiado tiempo.

—Tenía intenciones de venir antes, pero… —Jame se detuvo. No había

excusa para no venir a ver a esta chica. Este Titán—. Lo siento.

—No hay necesidad de disculparse. Estás aquí ahora. Párate —dijo ella, y

así hizo James, deslizando su mano en las de ellas—. Déjennos hablar en

privado.

Ellos caminaron pasándome como si ni siquiera estuviera ahí. James parecía

estar en un trance, y yo vacilé. ¿Debería seguirlos?

—Tú también, hija de Deméter. —Las palabras de Rhea susurraron a través

del aire, y mis pies se movieron sin yo decirles que lo hicieran. En ese

momento la habría seguido hasta el fin del mundo si me lo pidiera.

—Nosotros ya no usamos esos nombres —dijo James, y troté para

alcanzarlos mientras rodeaban una esquina. Ninguno de los niños nos

siguieron, pero cada persona que pasábamos se nos quedaba mirando

abiertamente. ¿Debido a Rhea? ¿O porque James y yo éramos extraños?

Ella nos llevó a lo que resultó ser una gran choza azul con una cruz blanca

pintada en la parte superior. Entramos, y James tuvo que agacharse para

evitar golpearse con la cima de la entrada. En el interior, en lugar de la

iglesia que esperaba, estaba un hospital.

Cerca de una docena de hombres, mujeres y niños descansaban en cunas y

camas tan juntas que los doctores y enfermeras, o al menos asumía que eran

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doctores y enfermeras, no tenían espacio para deslizarse entre ellos. En

lugar de eso, cada paciente estaba de frente con sus cabezas cerca del pasillo

y a centímetros de la pared. Varios estaban tosiendo, y otros lucían tan

frágiles y cerca de la muerte que traté de memorizar sus rostros. ¿Los vería

en el Inframundo? ¿Tendría alguna vez la oportunidad de regresar si Henry

no lo lograba? ¿Qué pasaría con los muertos entonces?

No. No podía pensar así. Rhea nos ayudaría.

—Por aquí —dijo ella, y caminamos a través del estrecho pasillo hacia una

puerta trasera. Esperaba una oficina, pero en su lugar caminamos dentro de

un jardín floreciente con todo tipo de flores y plantas que no reconocí. Mi

madre habría amado este lugar—. Ahora, ¿por qué han venido?

—Sabes por qué —dijo James, aunque muy respetuosamente, y se sentó

abajo en un canasto que servía como un banco—. Cronos ha destruido

Atenas. Hera nos ha abandonado para pelear con él. Hades está al borde de

desvanecerse. Estamos desesperados, y necesitamos tu ayuda.

Rhea empezó a arreglar un arbusto con pequeñas flores blancas.

—Sabes mi posición sobre la guerra —dijo ella—. No puedo participar en

ningún bando.

—Por favor. —James arrugo el rostro. Ir contra ella era claramente doloroso

para él—. Si no nos ayudas a regresar a Cronos al Tártaro, destruirá la

humanidad y nos matará a todos si somos afortunados. Si no, pasaremos el

resto de la eternidad como sus esclavos. Sin Hera, no somos lo

suficientemente fuertes para pelear por nuestra cuenta.

Colocando las flores que recogió en una cesta, Rhea no dijo nada. Después

de casi un minuto, los hombros de James se desplomaron, y supe que era

inútil. Ni siquiera el hecho de la muerte era suficiente para convencer a

Rhea.

Hice una mueca. Era una cosa no querer pelear en ninguno de los bandos de

una guerra, yo tampoco estaba loca por sostener una espada y correr

gritando hacia un campo de batalla. Pero esto era diferente.

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—No te estamos pidiendo que pelees —dije—. Te estamos pidiendo que nos

ayudes a prevenir más muertes.

—Conozco a mi esposo —dijo Rhea—. Si me involucro, estaría forzada a

pelear, y no lastimaré a ninguna criatura viviente sin importar sus

intenciones. Eso incluye a Cronos.

—¿Incluso aunque mate a billones de personas y prácticamente a todo el

Consejo con el objetivo de conseguir lo que quiere? —Respiré hondo,

forzándome a permanecer calmada. Molestarme no ayudaría a la causa—.

Sabes tan bien como yo que la pasividad no es apoyar a la paz. Es hacerse la

vista gorda a lo que realmente está pasando. Y sin tu ayuda, sí perderemos.

James se estiró por mi mano, pero me alejé. Si él no estaba dispuesto a

pelear, entonces yo lo haría.

Rhea lentamente se giró hacia nosotros. Su serenidad se desvaneció,

reemplazada con una desaprobación fría y me armé de valor contra ella.

Podía disgustarle todo lo que quisiera. No me iba a rendir.

—No sería de ayuda para ti a pesar de lo que hiciera. Mi esposo no

escuchara razón —dijo Rhea—. No alzaré una mano contra nadie. Mis hijos

están mejor servidos por lo que hago aquí.

—Pero tus hijos están muriendo —dije—. Podrías detener eso. Podrías salvar

sus vidas, eres la única que puede. Si no lo haces, morirán, y todo debido a

ti.

Al momento que las palabras dejaron la punta de mi lengua, supe que era lo

incorrecto para decir, pero no podía retractarme ahora. Miré hacia James,

una silenciosa disculpa y rogué para que me ayudara. Él permaneció en

silencio.

Rhea se enderezó, su poderosa mirada enfocada directamente en mí.

—No, hija de Deméter. Ellos morirán debido a ti.

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Mi rostro ardió, y tomó todo lo que tenía no correr fuera de aquí tan rápido

como pudiera. ¿Cómo sabía? ¿Podía sentir la culpa flotando dentro de mí,

impulsada por cada vida ya perdida debido a mi estupidez?

—Mi nombre es Kate. Y lo siento. Lo siento. No sabía…

—La ignorancia no es excusa para las consecuencias que resultan debido a

ella.

—¿No crees que me di cuenta de eso? —Lágrimas calientes llenaron mis

ojos. Nunca odié tanto a alguien como a Rhea en ese momento. Ni a

Walter. Ni a Calliope. Ni siquiera a Cronos.

No, estaba equivocaba. Me odiaba a mí misma más de lo que jamás podía

odiar a alguno de ellos.

—Él tiene a mi hijo. —Mi voz se volvió gruesa, y mis manos temblaron—.

Por alguna razón incomprensible él quiere que sea su reina…

—No es incomprensible —dijo Rhea con una molesta calma—. Le mostraste

bondad y entendimiento cuando nadie más lo había hecho en un milenio.

Incluso las más ennegrecidas y retorcidas de las almas no puede evitar

responder a la compasión.

Vacilé.

—¿Cómo sa…?

—Sé todo lo que deseo saber.

Mordí mi labio.

—Entonces debes darte cuenta por qué esto es tan importante para mí.

Sabes lo que le prometí a Cronos. Sabes lo que me ha estado haciendo, lo

enfermo…

—Estoy al tanto —dijo Rhea—. Y tienes mi simpatía. Estar de pie a su lado

no te hace su igual a sus ojos, y es una vida difícil, una que no tienes el

poder para pelear.

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—Yo no, pero tú sí —dije—. Henry es tu hijo, ¿cierto? Él está muriendo. Te

necesita, pero en lugar de eso estás aquí con extraños…

—Nadie que camine esta tierra es un extraño para mí. —Sus ojos

destellaron, una extraña combinación del sol y el océano—. No estoy

abandonando a mi hijo. Él sabía las consecuencias de sus acciones cuando se

comprometió a ellas, y era un riesgo que estaba dispuesto a tomar para

salvarte.

Exhalé bruscamente. No estaba escuchando. No entendía, o quizá lo hacía,

y simplemente no le importaba.

—¿Qué sobre mi hijo? También es de Henry, sabes. Y es tu nieto. Su

nombre es Milo, y no tiene ni siquiera una semana de nacido. ¿Por qué se

merece ser criado por Cronos?

Rhea no dijo nada, y no pude detener las palabras fluyendo fuera de mí

ahora.

—Él nunca me conocerá. No conocerá a su padre. Crecerá llamando a la

perra que lo secuestró madre, el egocéntrico que mató a millones de

personas como su padre y nunca sabrá que estoy aquí afuera amándolo más

a cada momento de lo que ellos lo harán en una eternidad. ¿Qué pudo haber

hecho él para merecer eso?

—Nada —dijo Rhea suavemente—. Tú hijo no ha hecho nada para merecer

eso, así como las persona en esta aldea no han hecho nada para merecer

brutalidad y hambruna.

—Entonces ayúdalo como estás ayudando a estas personas —rogué—. Por

favor, haré lo que sea que quieras…

—Quiero que me dejes en paz.

—Está bien. —Tomé un tembloroso respiro. Ella no iba ayudar al Consejo

con la guerra. Si no lo hacía por billones de personas indefensas en el

mundo, entonces no había absolutamente nada que yo dijera o hiciera que la

hiciera cambiar de opinión—. Me iré, lo prometo. Solo… por favor. Ayuda a

Henry. Al menos dale la oportunidad a mi hijo de conocer a su padre.

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Una vez más, Rhea estaba en silencio. Sus ojos se volvieron distantes de la

misma manera que Cronos en el cuarto del bebé, y su mano estaba quieta a

medio camino de la cesta. Miré hacia James. ¿Era esa nuestra señal para

irnos? Él se encogió de hombros, y juntos esperamos.

—Muy bien —dijo ella al final, rompiendo el silencio—. Está hecho.

—¿Qué está hecho? —dije, dándole otra mirada desconcertada a James, pero

su ceja se arrugó en confusión—. Rhea, por favor… ¿qué está hecho?

—Dale a tu madre mis saludos —dijo ella, tocando mi hombro. El dolor en

mi brazo por la daga desapareció—. Eres fuerte, Kate. Más fuerte de lo que

crees. Mientras resistas a mi esposo, no me necesitas para tener lo que más

deseas.

—No es sobre lo que quiero —dije, a segundos de quebrarme. ¿Cómo podía

sanarme pero no ayudar a salvar personas que realmente la necesitaban?—.

Él va a matar a todos, esta aldea incluida.

Ella no respondió. En su lugar recogió más flores y regresó a la clínica.

Empecé a ir tras ella, y James agarró mi muñeca en un asidero de hierro.

—No —dijo él.

Antes de que pudiera protestar, otra voz susurró a través del jardín, ronca y

crepitante. Pero real. Tan, tan real.

—¿Kate?

Mi corazón martilló, y me giré, liberando mi mano de James.

Apoyado entre un retorcido árbol y un camino de helecho se encontraba

Henry.

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Capítulo 7 ATENAS

Traducido por Flochi y Maru Belikov

Corregido por BrendaCarpio

olé a través del jardín y me lancé en los brazos de Henry,

besándolo como si fuera la última oportunidad que tenía.

En verdad era él. Su piel estaba cálida, sus ojos de luz de

luna se enfocaron en mí, y la manera en que me levantó en

el aire y me besó, nadie, ni siquiera un Titán, podía hacer que mis entrañas

se volvieran papilla de la manera en que él lo hacía. Puso su mano sobre mi

espalda, la palma de su mano tan caliente que pude sentirlo a través de mi

camisa.

—Te extrañé. —Mi voz se quebró, y presionó su frente contra la mía así que

lo único que podía ver era a él.

—Estás bien. —Pasó sus dedos a través de mis cabellos de la misma manera

que James lo había hecho en el vuelo, pero eso no era nada más que un

recuerdo distante. Henry estaba aquí ahora, y una parte de mí volvió a

encajar en su lugar.

Él se tropezó, e inmediatamente caí al suelo, buscando en su cara alguna

señal de dolor. En lugar de hacer muecas de dolor, sonrió y tomó mi mano.

—Estoy bien. Solo necesito descanso.

V

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No estaba segura de creerle, pero James se puso de pie e hizo un gesto hacia

la puerta donde Rhea había desaparecida.

—Debemos darle las gracias y seguir nuestro camino —dijo, viendo a

Henry—. Me parece que no estás en condiciones de regresar al Olimpo, así

que tendremos que hacerlo a la vieja usanza. La puesta de sol es en pocas

horas.

—Espera —dije, ayudando a Henry a avanzar—. Hay un lugar que quiero

ver primero.

* * *

Henry y yo nos sentamos contra la pared del aeropuerto de Zimbabwe, mis

dedos entrelazados con los de él. No lo había soltado desde que había volado

a sus brazos en el jardín de Rhea, y él no había intentado hacerlo.

Lo había besado a hurtadillas en el taxi todo el camino al aeropuerto,

ignorando las muecas que James hacía en el asiento delantero. Ahora que

estábamos en público, Henry parecía vacilante, pero nunca me rechazó.

¿Cómo pude creer alguna vez en la estratagema de Cronos? Nadie,

especialmente el rey de los Titanes, podría reemplazar a Henry alguna vez.

—¿Quieres ver a Milo? —dije mientras esperaba que James regresara del

mostrador de pasajes.

—Sí —dijo Henry sin dudarlo, aunque el cansancio en su rostro me hizo

esperar. Rhea había quitado hasta el último rastro de Cronos de su cuerpo,

pero él se seguía moviendo como si sintiera dolor. ¿Qué le haría el hecho de

atravesar esas barreras de arenas movedizas? ¿Lo haría sentir peor?

—Una vez que descanses —dije, agarrando su mano—. Puedes dormir en el

avión.

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Su expresión osciló con decepción, pero no discutió. Si hubiera estado lo

bastante bien para verlo, habría luchado como el infierno para convencerme

y la satisfacción inquieta se fijó dentro de mí. Al menos había tomado una

decisión correcta en este día.

—¿Qué pasó? —Habló en voz baja, pero incluso en el medio del ruido del

aeropuerto, escuché cada palabra—. ¿Por qué vamos a Atenas?

Dudé. No había manera sencilla de decirlo y nada que pudiera hacer para

hacerlo menos doloroso, así que lo dije sin tapujos. Le conté todo de lo que

pasó desde que Calliope lo atacó. El asalto a Atenas, mis visiones, todo lo

que Cronos había dicho y hecho, todo salvo la parte donde me había

prometido a él. No pude decirlo, y por la manera en que los músculos de la

mandíbula de Henry se tensaron cuando describí cómo Cronos había

sostenido a nuestro hijo, no quería empeorar las cosas peor de lo que ya

estaban.

—Lo mataré —susurró Henry—. Si tengo que rasgar el mundo para hacerlo,

lo haré.

—Y entonces no serás mejor que él —dije—. Descubriremos cómo

conseguir a Milo sin que nadie más muera, lo prometo.

Henry asintió y pareció relajarse contra la pared. Al menos pensé que se

estaba relajando hasta que sentí las olas indicadoras de poder oscuro

emanando de él.

Toqué su rodilla.

—Henry, tanto como yo quiero rasgarle la cabeza al bastardo, no estás en

condiciones de meterte en una competencia contra un Titán. Descansa

primero, y encontraremos algo después.

Luego de un largo y tenso momento, ese poder resonante se desvaneció.

Miré alrededor con nerviosismo, buscando alguna señal de que las personas

deambulando alrededor de nosotros habían notado algo, pero nadie pareció

darse cuenta.

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A sesenta metros, encontré a James hablando con una mujer usando una

enorme mochila. Él señaló a lo largo de la terminal, y ella le dio una sonrisa

agradecida y corrió en esa misma dirección. Fruncí el ceño.

—No es el mejor momento para detenerse y dar direcciones, ¿no? —dije

cuando se nos unió. James se encogió de hombros.

—Tampoco es el mejor momento para reunir el suficiente poder para acabar

con la mitad de África —dijo, mirando fijamente a Henry. Se miraron entre

sí—. Además, dar direcciones es lo que hago. Entre otras cosas.

—Como robar bancos —dijo Henry.

—Eso fue una sola vez. —James negó con la cabeza y sacó tres tickets—. El

aeropuerto de Atenas ya no está más, pero conseguí llevarnos tan cerca

como sea posible. ¿Estás segura de querer hacer esto, Kate?

Asentí aturdida. Era importante informar al Consejo, pero yo tenía que ver

el daño. Cronos no había tocado el Partenón por una razón, y quizás allí

hubiera una pista, o algo que pudiera ayudarnos. Además, no tenía dudas de

que Henry se sumergiría en la guerra una vez que regresáramos al Olimpo,

y él necesitaba un descanso antes de ir cabeza a cabeza con Cronos.

Mantenerlo alejado todo el tiempo que fuera posible era la única solución en

la que podía pensar.

Henry presionó sus labios en mi sien.

—Ir a Atenas no ayudará —dijo en voz baja—. No cambiará nada.

—Puede que sí. Podríamos hallar algo. Esas personas murieron por mi

culpa…

—Claro que no. —El ceño de Henry se profundizó—. No tuvo nada que ver

contigo. Cronos habría atacado a la humanidad en un momento u otro, y

nada que pudieras hacer lo habría evitado.

James me miró, pero evité sus ojos. No podía decirle a Henry lo equivocado

que estaba.

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—Vamos —dijo James, ofreciéndole a Henry una mano. Él la rechazó, y el

brazo de James cayó a su lado—. Nuestro avión estará abordando pronto.

Debería llegar con tiempo suficiente para llegar a Atenas antes de la

próxima puesta de sol.

—¿Por qué importa eso? —dije, estabilizando a Henry por el codo mientras

él se ponía de pie temblorosamente.

—Porque mientras más cerca estemos de Cronos, en más peligro nos

encontramos —dijo James—. No sé ustedes, pero no estoy dispuesto a

arriesgarme por un tiempo prolongado.

A una parte de mí no le importaba, la parte que había muerto junto con el

pueblo de Atenas. Pero la parte de mí que sostenía la mano de Henry y que

soñaba con cuidar a Milo le importaba, por lo que asentí. Mientras menos

tiempo pasáramos en Grecia, mejor. Sin embargo, tenía que ir. No cedería

en eso.

—Tal vez tú deberías volver al Olimpo —le dije a Henry. Si Cronos

descubría que Rhea lo había sanado, Henry estaría muerto en el instante en

que entrara en su alcance. ¿Qué tan amplio era ahora? ¿Hasta qué punto

Cronos podía extenderlo? ¿A Atenas? ¿A Londres? ¿A la ciudad de Nueva

York? ¿Cuánto tiempo antes de que saliera de la prisión de la isla que los

otros lograron construir? Había salido del Inframundo en el solsticio de

invierno. ¿Haría lo mismo este diciembre?

Claro que sí. Esa era la razón por la que el Consejo estaba luchando ahora.

—No —dijo Henry con suave firmeza, y sus dedos se apretaron alrededor

de los míos—. No te dejaré otra vez.

Y egoístamente no podía pedírselo tampoco, a pesar de que nos pudiera

costar todo.

Nuestro vuelo estaba casi vacío. Era como los reportes que había visto en

televisión horas antes de que un huracán golpeara; las autopistas de salida

se atestaban con más personas de las que estaban diseñadas para manejar,

pero los caminos que conducían a la ciudad estaban desiertos.

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Esos éramos nosotros. Estábamos solos en primera clase, una necesidad

ahora que Henry estaba con nosotros y necesitaba espacio para descansar.

Me senté a su lado, observándolo dormir e intentando persuadirlo de comer

algo una vez que las comidas de lujo llegaron, pero no hizo mucho más que

recoger su pollo y recordarme que los dioses no necesitaban alimentos.

—Estará bien —susurró James desde el asiento frente a mí. Aunque Henry

había vuelto a quedarse dormido, siguió apretando mi mano—. Nunca debió

haber dejado el Olimpo en su condición, idiota terco. Una vez que

regresemos, se recuperará un poco más rápido.

—¿Lo crees? —Apreté los labios—. Esa es parte de la razón por la que quería

ir a Atenas. Me imaginé el momento en que volvamos, va a querer pelear

con los otros. No se dará el tiempo para recuperarse. Al menos de esta

manera recibirá algo de descanso.

James lo miró.

—¿Realmente crees que cambiará de idea sobre luchar?

—Claro. Tienen a Milo. —Y sin importar lo terco que pudiera ser Henry,

no abandonaría a su hijo—. ¿Hay otros?

—¿Otros qué?

—Titanes —susurré—. Hay otros en los mitos, ¿verdad? —James frunció el

ceño, la línea entre sus cejas profundizándose—. Sí, había otros, pero no

serán de ayuda. Fueron enterrados en el Tártaro con Cronos. —Debió haber

visto la mirada en mi cara porque agregó con rapidez—: No tenemos que

preocuparnos por ellos. Cronos nunca les permitiría salir, ante todo, quiere

ser rey, y ellos desafiarían su gobierno. Segundo, todos fueron capturados

antes que Cronos, y las medidas que los seis originales tomaron para

asegurarse que nunca verían la luz del día de nuevo… —Hizo una mueca—.

La única razón por la que no tomaron esas medidas contra Cronos es debido

a que Rhea les rogó que no lo hicieran. Era más o menos como matarlos —

agregó—. O al menos tanto como un Titán puede ser matado. Y debido a

que ella es su madre, la escucharon.

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—¿Es por eso que no la encerraron?

—Ella no luchó en esa guerra tampoco.

—Cierto —dije. Al menos ella era consistente.

—Deberías dormir un poco —dijo James—. Nos espera un día ocupado.

—Tú también —murmuré, y por el resto del vuelo, traté de seguir su

consejo. Pero dormir significaba visiones y Cronos o pesadillas de titanes

alzándose de la tierra, y no podía soportar ninguna ahora mismo.

El avión aterrizó, y de mala gana desperté a Henry. Sin ningún equipaje

que recoger, fue un camino fácil a través del aeropuerto para conseguir un

taxi, y una vez más nos acomodamos para un viaje.

Atenas no había sido el único sitio afectado por las secuelas del maremoto.

Señales de devastación estaban por todos lados: refugiados se encontraban

juntos en grandes tiendas en los alrededores del aeropuerto, escombros de lo

que una vez había sido Atenas estaban esparcidos a través de la costa, y las

ciudades a través de las cuales condujimos estaban prácticamente vacías.

—Los temblores, han asustado a nuestra gente alejándola —dijo el

conductor del taxi. Una vez más reconocí que las palabras no eran español,

pero de todas maneras las entendí. Esa habilidad debió desarrollarse entre

mi verano en Grecia y ahora—. Después de lo que ha pasado en Atenas,

muchos creen que hemos sido maldecidos.

—¿Temblores? —dijimos James y yo al mismo tiempo, aunque él habló en

lo que debió ser griego, mientras que yo usé español.

—¿No ha escuchado? —dijo el conductor, y por un momento los ojos de

James se volvieron distantes. No pude escuchar lo que estaba diciendo o a

quien se lo estaba diciendo, pero era obvio que se estaba comunicando con

alguien.

—Phillip dice que ha habido docenas de temblores menores alrededor del

Mar Egeo desde el ataque en Atenas —dijo James en voz baja—. Dos

significativos.

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—Él está intentando escapar de nuestras barreras yendo a través de la tierra

—dijo Henry a mí otro lado.

—¿No está funcionando, cierto? —dije, y ambos él y James sacudieron las

cabezas—. Bien.

Pasé el resto del viaje en taxi en silencio. Las horas pasaron mientras

íbamos a través del campo griego, dirigiéndonos hacia la destrucción

mientras todos los demás se iban. No me permití dormir. Me senté

rígidamente al lado de Henry, cuyos ojos se cerraban por largos períodos de

tiempo, y ni siquiera nuestro conductor parecía muy hablador una vez que

nos informó sobre todo lo que había pasado. James le dijo en que lados

cruzar, y a pesar de lucir molesto al ser dirigido por un turista, no se quejó.

Al final, después de preguntarme si alguna vez llegaríamos a Atenas, el taxi

se detuvo sobre un camino que terminaba en una colina.

—No puedo ir más lejos —dijo nuestro conductor en modo de disculpa—.

No queda nada más a donde ir, y apenas llené el tanque lo suficiente para

regresar.

—Está bien —dijo James, extendiéndole al hombre un fajo de billetes—.

Quédese con el cambio.

Los tres nos reunimos fuera del auto, y agarré el brazo de Henry mientras

James nos guiaba por el camino. Se inclinó mientras circulaba la colina, y

no vi ninguna señal de la ciudad, pero él parecía saber a dónde iba.

—Necesitas prepararte —dijo James mientras rodeábamos la esquina—.

Esto no será fácil.

—No vine aquí por fácil —murmuré. Henry no dijo una palabra, pero él

deslizó su brazo de mi agarre para envolverlo en su lugar alrededor de mis

hombros.

Calidez se esparció a través de mí, y aunque no era suficiente para hacerme

relajar, ayudó. El solo hecho de que Henry estuviera aquí hacía maravillas.

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Alcanzamos el otro lado de la curva. No sabía que había estado esperando,

más paisaje verde, más árboles, más Grecia, pero en el momento en que vi

la tierra delante de nosotros, me detuve en seco.

El océano brillaba en la distancia, agitando amenazadoramente mientras el

anochecer se acercaba. Delante de ello, donde Atenas se encontraba, no

había nada. La tierra que una vez había estado cubierta con edificios,

hogares y personas yendo a través de su vida diaria ahora era estéril y

marrón. Escombros destacaban donde antes habían estado rascacielos, y

aunque el equipo de rescate estaba esparcido a través de las ruinas, nunca

hubiese imaginado que hace menos de una semana, esto había sido Atenas.

—Se ha ido —susurró James, y a tientas busqué hasta que encontré su

mano. Sus dedos estaban fríos—. Sólo se ha… ido.

A mi otro lado, Henry reconoció la escena enfrente de nosotros con

sepulcral silencio. Tirando lo suficiente lejos de la destrucción para medir

su reacción, una ola de nausea se apoderó de mí. Él no lucía muy diferente.

Su expresión era imperturbable y sus ojos distantes, pero no había horror en

sus ojos. Solo la misma tristeza que siempre estaba allí.

Esto era su realidad. Él se rodeó con la muerte por eones; ¿por qué

presenciarlo en la superficie sería diferente de ver la muerte en el

Inframundo? ¿De gobernar sobre ellos, juzgar sus vidas, escoger los

destinos de esos que no podían elegir por sí mismos?

A pesar de la razón, la manera en que miraba a las ruinas con un silencio de

aceptación me daba escalofríos. Yo nunca quería lucir así. Nunca quería

sentir como si la muerte no fuera una gran pérdida, porque para la familia,

amigos y seres amados de Atenas habían dejado atrás, era terrible.

Me incliné contra él, y los tres no quedamos de pie allí, juntos. ¿Cómo

alguien que decía ser capaz de amar hacía esto?

Sin embargo, Cronos no era mortal. Él no entendía los lazos de la

humanidad o el miedo, e impacto de la muerte. Para él, no había hecho nada

más que limpiar un hormiguero o una vereda, sin darse cuenta que las

ondas serían sentidas por millones de personas.

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No, él sabía. Él sabía exactamente lo que estaba haciendo. A él simplemente

no le importaba.

—Podemos… ¿podemos ir al Partenón desde aquí? —dije—. Quizá Cronos

dejó algo o…

—No hay nada allí más que ruinas y polvo —dijo James.

—Lo sé, pero…

Henry apretó mi mano.

—Yo te llevaré.

Antes de que pudiera protestar, el mundo alrededor de los tres se disolvió, y

aterrizamos en medio de antiguas ruinas. Encima de nosotros, el cielo era

una sinfonía de color, un completo contraste con la devastación debajo.

—¿Estás bien? —dije, observando a Henry. Estaba pálido, y un fino brillo de

sudor cubría su frente, pero él asintió.

—Viviré. Busquemos esta pista.

El tono de su voz hizo obvio que estaba con James en esto, que no había

forma de que Cronos dejara ningún tipo de señal para nosotros, pero tenía

que intentarlo. Caminé alrededor de la estructura desmoronada, buscando

por lo que sea que luciera fuera de lugar. James y yo habíamos visitado el

Partenón durante mi primer verano lejos de Henry, pero yo apenas miré los

detalles en ellas, más enamorada de la vista. Ahora deseaba haber prestado

más atención.

¿Qué estaba buscando? Los pilares lucían igual. A pesar de la destrucción

abajo, el Consejo había estado en lo cierto: Cronos había dejado estas ruinas

tranquilas. ¿Por qué?

Quizá realmente era sólo una señal. Una oferta de paz si ellos se hacían a

un lado. Pero Walter había sido insistente que Cronos los destrozaría a

todos sin importar sus esfuerzos contra él. ¿Estaba equivocado? ¿O Cronos

estaba atrayendo a los otros a no entrar en acción?

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Pateé un poco de tierra. No hay manera de saber sin preguntar, y la

probabilidad de que Cronos me dijera toda la verdad era minúscula.

Excepto…

Entorné los ojos. El suelo no había sido hecho de tierra la última vez que

estuve aquí. Arrodillándome, limpiando el polvo lejos, revelando la

deteriorada piedra debajo. Mi corazón se hundió. Sólo escombros del

tsunami. Pero eso no tenía sentido. ¿Cómo pudo eso llegar aquí?

—¿Hay una manera de quitar todo este polvo de aquí? —dije, y a unos

metros de distancia, James movió su mano. Un viento suave sopló a través

de la tierra, revelando el suelo debajo… junto con una serie de dibujos

grabados en la piedra. No había manera de que un humano hubiese hecho

eso. Eran muy intrincados, muy sofisticados, muy imposibles. Las

imágenes parecían sesgar la misma piedra, como si esas cosas realmente

existieran con ellas.

—¿Qué demonios es eso? —dijo James. Él y Henry retrocedieron, y yo me

levanté. Esto no había estado aquí la última vez tampoco.

Sobre la tierra, era imposible de verlos todos mientras se esparcían a través

del Partenón. En lugar de eso me enfoqué en el más cercano a mis pies: un

dibujo de quince tronos, todos consumidos por fuego. Incluso aunque las

líneas no se movían, era fácil de ver el parpadeo de las llamas.

Mi pulso se aceleró, y me apresuré hacia el otro. Una figura enorme se

cernía sobre una grieta en la tierra, mientras una docena de pequeñas

figuras combatían.

Cronos escapando del Inframundo.

—¿Es esta su versión de historia? —dije, asombrada—. No solo historia,

pero sus planes para el futuro, también.

Lentamente Henry, James y yo caminamos alrededor de las ruinas,

examinando cada dibujo. Algunas eran de antes de que yo naciera, algunas

antes del nacimiento de la humanidad, y Henry y James en voz baja me las

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explicaron. Pero otros los reconocí. El dibujo de las rejas en Tártaro me

hizo temblar, y me alejé. Cada barra tenía una sangrienta mano sobre ella.

—¿Kate? —dijo Henry—. Ven a ver esto.

Me moví a su lado y deslicé mi mano en la curva de su codo.

—Qué…

Me detuve en seco. Bajo mis pies, un grabado de Cronos me miraba, y no

estaba solo. De pie al lado de él, sosteniéndose en él como estaba

sosteniéndome ahora en Henry, estaba una chica llevando una corona.

No solo una chica.

Yo.

Esa chica era yo.

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Capítulo 8 REINA

Traducido por Vanehz, Wicca_82 y Lalaemk

Corregido por BrendaCarpio

ilencio. Contuve el aliento, esperando que Henry dijera algo,

pero no lo hizo. No parpadeó, no se movió, no alejó la mirada

de la imagen. Solo miró, y las mismas olas negras de poder que

habían aparecido en el aeropuerto, empezaron a reunirse otra

vez.

Terrorífico. No había alguna posibilidad de que pudiera detener a Henry de

guiar su nube mortal de regreso a la isla de Cronos.

James se acercó lentamente y dejó escapar un silbido.

—Lindo. Cronos realmente capturó tu esencia. Y mira esa tiara.

Lo codeé.

—No soy yo.

—¿Quién más podría ser? Quiero decir, mírala; la nariz está un poco hacia

afuera, pero aparte de eso, es perfecta.

S

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—No soy yo —dije tercamente, dándole una mirada. Ambos sabíamos que

era mentira, pero Henry no podía saber sobre el trato que había hecho.

—Calliope ha estado cambiando su apariencia, y ella luce exactamente

como una versión rubia y mayor de mí. No puedes decir de qué color tiene

el cabello la chica, pero esa es definitivamente su nariz.

James sostuvo mi mirada por un largo momento, y finalmente la reenfocó

sobre la imagen.

—Tienes razón —dijo—. Debe ser Calliope.

Quería abrazarlo por mentir y golpearlo por hacerlo tan mal.

Sin embargo puse una sonrisa y envolví mi brazo alrededor de la cintura de

Henry.

—¿Ves? Son Cronos y Calliope. Nada más tiene sentido, de cualquier

forma.

Henry exhaló, como si hubiera estado conteniendo el aliento todo este

tiempo.

Quizás lo había estado haciendo.

—Por supuesto —murmuró—. Mi error.

Henry no era estúpido, pero no le había mentido. Calliope se parecía

bastante a mí, y a mi madre estos días. Con suerte, eso cubriría mis

mentiras lo suficiente para que Henry se recobrara. Y entonces, quizás su

participación sería suficiente para que el Consejo hiciera caer a Calliope y

recapturara a Cronos, después de todo.

No tenía estómago para mirar la imagen por mucho más tiempo, y atraje a

Henry y a James al borde del Partenón. Juntos, observamos hacia abajo la

devastación una vez más, pero esta vez, el agarre de Henry se sintió como

el acero. No me dejaría ir por nada del mundo, y tampoco lo iba a hacer yo.

No sé cuánto tiempo estuvimos parados allí. Minutos. Horas. Años. Estaba

perdida para siempre, esperando que algo pasara que me recordara que aún

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había un mundo allí afuera, un lugar por el qué pelear incluso a pesar de que

Atenas se había ido, y un futuro diferente a este, en el que Cronos me

buscaba. No era imposible, no aún, y no podía permitirme olvidar eso. El

océano embraveció, grandes crestas formándose y olas rasgando contra la

orilla, y algo surcó el cielo.

Parpadeé.

—¿Qué fue eso?

—¿Qué fue qué? —dijo James, y otra chispa corrió en el horizonte púrpura.

—Eso —dije mientras otra la seguía, y otra—. ¿Bengalas de rescate?

—No —dijo Henry—. Esto es el crepúsculo, y el Olimpo está más arriba. El

Consejo está atacando la isla.

Mi sangre corrió fría. Nunca había visto a los otros miembros del Consejo

atacar en su propio reino. Abajo, en el inframundo, sus habilidades habían

sido apagadas, pero sobre la superficie, deben haber estado dándose al

máximo.

¿A qué costo? ¿Quién sería el siguiente? Mi madre estaba entre ellos. ¿Sería

ella?

Tragué fuertemente, y mi visión se volvió borrosa. La última vez que había

hablado con ella, había sido una mocosa egoísta. No le había dado la

oportunidad de explicar por qué había mantenido la identidad de mi padre

en secreto. ¿Qué si esas fueran las últimas palabras que le escuchara decir?

—Debería ayudarlos —dijo James, y trató de dejar ir mi mano, pero lo

sostuve.

—Ten cuidado —dije—. Y asegúrate de que mi madre regrese a casa.

Besó mi mejilla.

—Siempre. Te veré en unos minutos.

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¿Unos minutos? James partió hacia el centro del Partenón, y a varios

metros de distancia, empezó a brillar. Antes de que pudiera dejar escapar

una palabra de sorpresa, él también se convirtió en una llamarada de luz, y

partió tras ellos.

—Oh, mi Dios —dije, mientras seguía su huella por el cielo—. No tenía idea

de que podíamos hacer eso.

—Ellos son más poderosos cuando el Olimpo está cerca —dijo Henry—.

Como dijo James, la batalla no durará mucho. Ven. Debemos regresar a

donde sea seguro para ti.

—Tú también —dije firmemente. Podía pretender que estaba bien todo lo

que quisiera, pero no me engañaba. Podía ver el cansancio en sus ojos. No

tenía oportunidad si Cronos descubría que estábamos aquí, si no lo sabía

ya—. ¿Podemos visitar el Olimpo en otra ocasión, cuando estés curado?

Henry me dio una mirada desconcertada.

—No regresaremos al Inframundo. Vamos al Olimpo. Cronos y Calliope

me creen muerto, y debemos reforzar esa idea.

Estaba equivocado; Cronos no creía que estaba muerto. Sabía que íbamos a

buscar a Rhea, y tenía que darse cuenta de que Rhea no se negaría a ayudar

a su hijo.

Así que ¿qué si no lo hacía? No sabía nada acerca del lazo de un niño a sus

padres. Se preocupaba por el control y el poder, no por el afecto y amor. Si

le dijera que Rhea se había negado a ayudar, ¿me creería?

—Todo bien —dije.

Debía hablar con James sobre eso más tarde. Henry estaba demasiado

cansado y necesitaba descansar, no trasnochar planeando la mejor forma de

arrancarle la cabeza a Cronos. Hubiera estado bastante animado por ello,

también, después de la imagen de mí detrás de Cronos.

—No sé cómo regresar al Olimpo.

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—Tienes suerte de que yo sí —dijo Henry con una débil sonrisa—. Cierra

tus ojos.

Miré las ruinas de Atenas una vez más. Haría esto bien. No podía

devolverle a la gente la vida, pero haría todo lo que podía para hacer su

estadía en el Inframundo feliz.

Enfocándome en las marcas en el cielo atacando la prisión en la isla, dije en

silencio una plegaria para que volvieran a salvo a casa. ¿Para quién? No lo

sabía. Para quien escuchara. Tenía que haber una forma de evitar que la

versión de Cronos sobre el futuro sucediera, y haría todo lo que podía para

encontrarla.

Al final, cerré mis ojos, y Henry envolvió sus brazos alrededor de mí. Un

viento cálido nos rodeó, y mis pies dejaron el suelo. Este no era el usual acto

de Henry de desaparecer y reaparecer, pero no importaba. Estábamos

juntos, y por un hermoso momento, estábamos volando.

* * *

Pasé incontables horas en el hospital, esperando que el doctor me dijera

cómo lo estaba haciendo mi madre en su última ronda de exámenes y

cirugías.

La ansiedad se había convertido en mi compañía más cercana durante estos

años, y no importaba cuántas veces jugara el juego, nunca sería más fácil.

Nunca había sido capaz de leer o entablar una pequeña conversación con los

otros que esperaban noticias. Algunas veces llenaba los espacios coloreando

libros con caros packs de crayones que encontraba en las tiendas de regalos.

Algunas veces, miraba la televisión, incapaz de enfocarme en lo que estaban

pasando. Nunca parecía ni de cerca tan importante como lo que le estaba

pasando a mi madre.

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Algunas veces imaginaba que podía sentir todo lo que ella sentía.

Imaginaba lo que podía ver si estaba despierta. Si no lo estaba, imaginaba lo

que estaba soñando. Y siempre, siempre, el tiempo se había detenido

mientras esperaba por las inevitables malas noticias.

Sabía que la perdería algún día, pero entonces vino Henry. Entonces

vinieron las siete pruebas. Entonces vino el resto de mi vida. En el

momento en que morí, el momento en que me tragué mi orgullo lo

suficiente como para pasar la prueba, mi madre había aparecido en toda su

inmortal gloria, y pensé que era la forma del universo de prometer que

nunca la perdería de nuevo.

Esa promesa era falsa.

Henry se sentó en su trono de diamantes negros en la amplia habitación

dentro del Olimpo, y sin decir palabra, me acurruqué en su regazo. Él me

besó, la clase de beso cálido, suave, que normalmente borraba cada

preocupación que tuviera, pero no hoy.

Esperamos. Él pasó sus dedos a través de mi cabello, jugueteando con las

puntas, y yo miré hacia el centro de la habitación del trono. Los sonidos

amortiguados de la batalla se filtraban hacia adentro del mundo debajo de

nosotros, y las nubes en el piso de la puesta de sol se arremolinaban, como

si ellos, también, pudieran sentir el malestar en el mundo.

Nunca cesaba de impresionarme cuán rápido unos minutos con mi madre

podían pasar. Cuando supe que podría nunca volverla a ver, sin embargo,

esos minutos se convirtieron en horas, y todo mi mundo se redujo hasta que

todo en lo que podía pensar era en ella.

—Dime sobre él —susurró Henry, su voz apagada, como si estuviera a

medio mundo de distancia.

—¿Milo? —dije.

—Sí.

Entrelazó sus dedos con los míos.

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—¿Cómo es él?

Estaba tratando de distraerme, mi corazón se encogió con gratitud.

—James me enseñó cómo mostrártelo. ¿Te sientes como para hacerlo ahora?

La sonrisa en su rostro valía la pena cada gota de culpa que sentía por

preocuparme por algo más que mi madre justo ahora.

—Sí. Me gustaría.

—Y, ¿estás seguro de que Cronos no es capaz de verte?

Acarició mis nudillos con su pulgar.

—Me aseguraré de ello.

Tirando a Henry en mi visión de la guardería, se sentía como arrastrarlo a

través de arenas movedizas, exactamente como había sido con James, pero

estaba casi demasiado distraída para notarlo. No tenía idea de qué iba a

decirle a Cronos. ¿Iba a dejarle continuar con su engaño? ¿O ya me había

delatado con James? ¿Y qué había de Henry? ¿Y si Cronos decía algo que

llevara a mi mentira hasta el Partenón? Pero necesitaba que Henry

encontrara a Milo. Necesitaba que buscara a nuestro hijo por más que una

fracción de…

Algo me tiró bruscamente de regreso al Olimpo. Perdida en medio de esa

arena movediza, no tuve elección más que regresar a la habitación del trono,

una vez más me sentí como emerger a la superficie después de un largo

tiempo nadando. Abrí mi boca para quejarme, segura de que era otra vez

James, pero mi madre me tiró en un abrazo antes de que pudiera siquiera

pronunciar una palabra.

—Kate.

Su voz me rodeaba, alejando mi frustración. Su piel estaba fría, pero estaba

viva.

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Peleando contra las lágrimas, la abracé tan fuertemente como pude. Su

cuerpo se sentía tan delicado como su hubiera estado en los últimos días de

su vida mortal.

—Lo siento; lo siento, mamá. Lo que dije antes, no quise…

—Lo sé —susurró—. Todo está bien. Simplemente estoy aliviada porque

estás a salvo.

Podría haberla sostenido para siempre, esperando que se calentara otra vez,

pero ella se alejó. Detrás de ella, los otros reunidos, todos peor que

cansados, pero ninguno estaba sangrando.

—Te dije que no fueras a ella —dijo mi madre, y me tomó un momento

darme cuenta de que le estaba hablando a Henry—. No debiste haber ido a

ninguna parte en tu condición.

Henry hizo una mueca, y puso una mano en mi espalda, como si no pudiera

hacer un movimiento sin tocarme. No iba a quejarme.

—Podrías haber estado más que molesta si no lo hubiera hecho —dijo.

—Probablemente —admitió mi madre, y nos besó a ambos en la frente—.

Gracias por cuidar de ella.

—Hey, ¿qué hay de mí? —dijo James, y ella se hizo a un lado para que el

pudiera unirse a nosotros—. Yo hice la mayor parte del trabajo.

—Tú insististe en dejarte caer en Nueva York en vez de África, como te

dije que hicieras —dijo mi madre, severamente—. Podrías haberla traído de

regreso días atrás.

James se encogió de hombros tímidamente.

—Sí, bien. Henry estaba estable, y no sería un viaje si no hay un viaje

involucrado, ya sabes.

—No pretendas que era algo más que tú queriendo pasar más tiempo con

ella —dijo Henry.

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James sonrió.

—¿Puedes culparme? No es la única de ustedes que se molesta conmigo por

más de unos minutos cada vez.

—Me pregunto por qué es eso —dijo mi madre, empujándolo con su cadera,

y él sonrió.

Detrás de ellos, alguien aclaró su garganta, y la sonrisa de mi madre se

desvaneció. Walter dio un paso adelante.

—Hermano —le dijo a Henry —Bienvenido de nuevo. ¿Estás bien?

Algo brilló en los ojos de Henry, como si estuviera tomando una decisión.

No había una pregunta real sobre lo que era, la última vez que ellos habían

hablado, había sido por una discusión sobre mí. Pero ahora yo estaba a salvo

y había cosas más importantes de las que preocuparse. Como rescatar a

Milo.

Enfádate con él después de la guerra, pensé, lanzando el pensamiento hacia

Henry. El Consejo ya está lo suficientemente fracturado.

La ceja de Henry se arqueó, y aunque no me miró, sus hombros se relajaron.

Al final se dirigió a su hermano.

—Estaré bien pronto. ¿Cómo fue la batalla?

—Fue lo que fue —dijo Walter, exhalando. Incluso él no podía esconder su

alivio ante el aparente perdón de Henry—. Mañana atacaremos de nuevo y

lo continuaremos haciendo hasta que hayamos hecho los avances necesarios

para permitir una estrategia ganadora. James nos habló de tu

descubrimiento en el Partenón. Quizás eso nos dará una pista acerca del

plan de Cronos.

—Quizá —dijo Henry. Walter lo miró como si lo estuviera evaluando y yo

automáticamente me moví en un intento de proteger a Henry de su

calculadora mirada.

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—Y tú, hermano —dijo Walter—. ¿Te unirás a nosotros tan pronto como

estés recuperado?

—Como estoy fuera de mi reino, no puedo imaginar que mi contribución

vaya a ser una gran cosa. Pero sí —dijo en voz baja—. Me uniré a ustedes.

—Yo también —dije y antes de que nadie pudiera protestar, añadí—. Tengo

derecho a luchar por mi familia. Mientras Henry se recupera, puede

enseñarme.

—No. —La voz de Henry fue un poco más que un susurro en mi oído—.

No te tendré luchando en esta guerra.

Una vez más, estábamos de vuelta en esto, Henry insistiendo que yo no

podía cuidar de mí misma. Y todo el Consejo negándose a aceptar que quizá

yo era capaz de ayudarlos, aunque fuera solo un poco. Quizás un poco sería

suficiente para cambiar el rumbo, aun así se negaron a considerar la

posibilidad. ¿No había probado ya que no era completamente

incompetente? Había sido la única en proponer ir al Partenón en primer

lugar. Había sido la única en descubrir los grabados. No sabía cómo luchar

como ellos todavía, pero podía aprender. Y mientras tanto, podía hacer un

infierno más que estar sentada alrededor y retorcerme el cabello.

Abrí mi boca para protestar, pero mi madre me adelantó.

—Kate puede luchar si ella quiere —dijo. Sus ojos se posaron sobre mí—. Si

Henry no quiere enseñarte, yo lo haré.

Henry frunció el ceño, pero Walter fue el primero en hablar.

—Muy bien. Si eso es lo que Kate quiere, que así sea. —Tocó el hombro de

mi madre y se giró para unirse a los otros en el lado opuesto del círculo.

Me quedé detrás de él. ¿Eso fue todo? Después de todo lo que había pasado,

¿eso era todo lo que él estaba dispuesto a darme? No se ofreció a enseñarme

él mismo, no es que lo esperara, y lo habría rechazado de cualquier modo,

pero aun así. No hay intención de insistir que me quede a salvo. Solo

permiso para salir fuera y morir si eso era lo que yo buscaba.

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Tal vez si no hubiera estado tan de los nervios, no me habría lastimado

tanto como lo hizo. Mi madre sabía que yo habría ido de todas formas. Ella

sabía quién era yo, y sabía que era inútil intentar discutir conmigo. Walter

no lo sabía sin embargo, y si él era realmente algún tipo de padre, debería de

haberse preocupado.

—Kate —comenzó Henry, pero me levanté, quitando mi mano de la suya.

Él podía protegerme por un tiempo antes de que pagara el precio, y yo no

iba a dejar que eso pasara. Tenía que aprender cómo controlar mis

habilidades. Tenía que aprender cómo protegerme a mí misma, solo así

podía proteger a Henry y a nuestro hijo.

—Necesitas descansar —dije más dura de lo que pretendía. Inclinándome,

besé su mejilla, como una disculpa silenciosa—. Te quiero. Solo necesito

estar a solas ahora mismo.

Capturó mis labios entre los suyos, y pasó un largo rato antes de que

finalmente se separara. Después de darle una pequeña sonrisa, agaché la

cabeza y corrí fuera de la suite, rezando en silencio para que nadie me

siguiera. Por supuesto que lo harían, sin embargo. Si Henry no lo hacía,

James lo haría, y si James no lo hacía…

—Cariño.

… Mi madre lo haría.

Reduje el paso para darle la oportunidad de que me alcanzara, pero no me

paré. ¿Qué haría ella si se enterara del trato que había hecho con Cronos?

¿Me ayudaría? ¿Se lo contaría al resto del Consejo? No podía estar segura, y

la desconfianza dolía como el infierno. Debería haber sido capaz de confiar

en mi propia madre sin preocuparme por las consecuencias.

—Solo quiero estar sola —murmuré, pero ella colocó su brazo sobre mis

hombros y se puso a caminar a mi lado. No la alejé. No podía. Incluso si la

ansiedad de la espera y la preocupación por que ella volviera se habían ido,

habría una próxima vez. Siempre había una próxima vez, y no quería

castigarme a mí misma apartándola ahora como había hecho antes yéndome

con James.

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—No deberías de estar sola ahora mismo —dijo, y había algo bajo sus

palabras que no entendí.

Ella estaba en lo cierto, sin embargo. Si fuera por mí, no estaría sola nunca

otra vez, pero ya no tenía ninguna garantía. Si lo peor sucedía —si el

Consejo no descubría una manera de parar a Calliope y encerrar a Cronos

una vez más— entonces podría tener a Milo, pero sería el juguete de Cronos

para la eternidad. Y prefería que Milo muriera y pasara el resto de la

eternidad ajeno en el Inframundo a que fuera sometido a la misma suerte.

Mi madre me llevó a su habitación, y mientras entraba, en las ramas de la

estructura de su cama nacieron flores de color magenta. Me senté al borde

de su colchón e inhalé. Olían como a verano.

—Siento no haberte contado acerca de tu padre antes —dijo, frotando mi

espalda, y me permití relajarme bajo su tacto. Después de años

preguntándome cuando sería su último momento, no tenía tiempo para

estar enfadada con ella.

—Está bien —dije, aunque no lo estuviera—. ¿Por qué no me lo contaste?

—Porque egoístamente quería guárdamelo para mí. —Se puso a mi espalda,

pasó los dedos por mi pelo y empezó a trenzarlo—. Amaba nuestra vida

junta. Echaba de menos el Consejo, pero tenerte a ti me compensaba más.

No había sido tan feliz desde...

Ella se detuvo en seco, y me miré las manos. Ella no necesitaba terminar

para saber lo que iba a decir.

—Desde que tuviste a Perséfone —murmuré.

—Sí. Desde que tuve a Perséfone. —Ella deshizo la trenza que acababa de

terminar hace unos segundos y empezó de nuevo—. Te crié como una

mortal porque creía en ese tipo de vida, lejos de la grandiosa existencia, te

daría la mejor oportunidad para pasar las pruebas. Pero a lo largo del

camino, descubrí lo feliz que era, solo éramos nosotras, dos perdidas en el

mar de la humanidad. Y si permitía a Walter entrar en nuestras vidas, eso

se habría hecho añicos.

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—Pero si Walter es inmortal, y tú eres inmortal, entonces ¿por qué no lo

era yo? —dije. Parecía una pregunta pequeña y sin importancia en el

entramado de las cosas, pero necesitaba algo pequeño y sin importancia

ahora mismo.

—Porque te tuve en mi forma mortal. —Empezó con una trenza pequeña,

uniéndola con otra más grande—. Eso fue parte de mi trato con el Consejo.

Los semidioses, y tú has sido siempre una semidiosa, querida, no son

inmortales, pero ellos pueden ganar la inmortalidad, como pueden los

mortales.

—¿Por qué tenía Henry que casarse con una mortal, para empezar? —dije—.

Por qué no, no lo sé. ¿Por qué no solo tenerme y casarme con él?

Ella se rió en voz baja.

—Y lo bien que les ha ido, ¿qué te parece? Aprendí la lección con Perséfone.

Henry buscaba una reina dispuesta, una que entendiera el precio de la

muerte, y él insistió en candidatas mortales. El Consejo consideró hacerte

nacer inmortal, por supuesto, desde que las otras tuvieran muertas

mortales, pero Calliope era la que insistía que tenías que ser una semidiosa.

—Su voz se iba apagando a medida que se daba cuenta de lo que significaba,

dos décadas demasiado tarde—. Pensé que era porque ella quería las mismas

cosas que Henry; que ella no quería empujar a otra chica a un matrimonio

y un papel que no quisiese, solo para acabar en desastre otra vez.

Aunque por eso no fue, por supuesto. Ella no quería competencia que no

pudiese matar.

—¿Sabía Walter que te ibas a poner enferma? —susurré.

—¿Qué? No, cariño, no. —Sus manos pararon—. Se suponía que nunca iba

a ponerme enferma. Se suponía que serías mayor. Se suponía que ibas a

tener la oportunidad de vivir, de elegir una vida por ti misma. El engaño se

suponía que nunca iba a ser parte de esto. Planeé contártelo en tu veinteavo

cumpleaños, y en ese momento tú podrías hacer las pruebas si quisieras

hacerlas. Cuando descubrí que tenía cáncer, fui al Consejo, y ellos

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decidieron acelerar la agenda. Aguanté tanto tiempo porque Theo me

ayudaba. Nada de eso estaba planeado, lo juro.

Asentí con la cabeza. Ella no me mentiría, no acerca de algo como esto. Y

todo lo que tuvo que pasar, todo lo que había sufrido… nadie en su sano

juicio se pondría a sí mismo a pasar por esto por una estúpida prueba.

Nunca hubiera pasado si ella no hubiese tenido cáncer, sin embargo. Nunca

habría estado tan asustada de la muerte de lo que estuve para renunciar a

seis meses de mi vida por salvar la de Ava. ¿Había sabido eso el Consejo?

¿Había ido a espalda de mi madre para darme una oportunidad de luchar?

Empujé el pensamiento fuera de mi mente. Era ridículo. Ni siquiera el

Consejo era capaz de eso. Esperaba.

—Walter sabía que yo estaba sola —dije—. ¿Por qué no vino a ayudarme?

—Porque él es el Rey de los Dioses, cariño, y por mucho que quiera a su

familia, él tiene el peso del mundo sobre sus hombros. —Ella terminó mi

trenza, y después de atarla con una cinta de su mesita de noche, cogió una

flor magenta y la puso en el final—. Walter no ha sido nunca como un

padre para ninguno de sus hijos.

—Eso me han dicho. —Me volví hacia ella—. ¿Qué hubiese ocurrido si yo

no hubiera pasado?

—Ya sabes qué habría pasado, cariño. Tu memoria habría sido borrada, y tú

habrías seguido viviendo tu vida.

—Pero tú habrías seguido aún viva —dije—. Tu cuerpo mortal hubiera

muerto, pero tú estarías todavía ahí. Y me hubieras visitado, ¿cierto?

Los ojos de mi madre empezaron a desenfocarse.

—Quizá en tus sueños, si el Consejo lo hubiera permitido.

Inhalé bruscamente, y un dolor peor que cualquier cosa que Cronos pudiera

lanzarme se enterró en mi pecho. Ella me hubiera dejado. Mi propia madre

me hubiera abandonado si no hubiera pasado.

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Entonces, ¿qué? Habría vivido el resto de mi vida mortal pensando que

estaba completamente sola. Lo hubiera estado, también, porque soñar con

mi madre, si el Consejo se lo permitiera, no era lo mismo que tenerla

conmigo. Ella sabía por lo que yo había pasado, cuidando de ella y viendo

cómo se iba desvaneciendo lentamente durante estos años. Sabía que yo

hubiese dado cualquier cosa para darle a ella más tiempo para estar

conmigo. Y ella me hubiera abandonado de esa forma igualmente.

Me puse en pie, con las piernas inestables.

—Necesito irme.

—¿Dónde? —dijo mi madre, levantándose conmigo, pero di un paso atrás.

La confusión y el dolor aparecieron en sus ojos, y miré hacia otro lado. Ella

era mi roca. Mi constante. Ella había jurado que me había tenido porque

quería hacerlo, y le creí. Yo no era el recambio de Perséfone, pero solo

porque yo había pasado esas pruebas. Si no lo hubiera hecho, no hubiese

sido más que una decepción, también, y me habría dejado exactamente igual

que había dejado a Perséfone. Como Perséfone la había dejado a ella.

Yo necesitaba el amor de mi madre y su apoyo más que nunca, pero por

primera vez en mi vida, dudé de ella. Y eso me mataba.

—Voy a traer a Milo de vuelta —dije—. Alguien aquí merece tener padres

que le quieran más que cualquier otra cosa, incluyendo su propia

inmortalidad.

Me dirigí hacia la puerta, con las lágrimas picando en mis ojos. En silencio

oré para que ella me dijera que me detuviera, que me abrazara e insistiera

que desafiaría al Consejo sin importar si le permitían que me viera. Que

ella hubiese estado allí para mí no importa lo que pasara.

—Kate.

Mi corazón estaba en mi garganta.

—Lo lamento. Te amo.

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Parpadeé rápidamente. Sin embargo, no bastaba haber permanecido

conmigo durante el tiempo de mi miserable vida mortal. No si significaba

desobedecer el Consejo.

—Te amo también —murmuré, y sin decir una palabra más, salí de la

habitación y cerré la puerta detrás de mí.

Un suave zumbido llenó la habitación cuando llegué. Había ensayado una y

otra vez lo que quería decirle a Cronos, mi último esfuerzo contra la guerra

inminente. Rhea podría haberse negado a ayudarnos, pero eso no

significaba que la batalla era inevitable, y tenía que intentarlo. Mientras mi

visión se ajustaba a la oscuridad, sin embargo, dejé escapar un grito

ahogado, todas mis frases cuidadosamente formadas fueron olvidadas.

Calliope paseaba de ida y vuelta en la habitación, sosteniendo a Milo contra

su pecho.

Me abalancé sobre ella, pero como siempre, fui directamente a través y caí

medio pie fuera de Cronos. Por primera vez desde que había escapado,

llevaba su cara en lugar de la de Henry. Así que él había absorbido todo lo

que le había dicho a James, después de todo. Se quedó en silencio, sólo

arqueando los labios. Por lo menos alguien encontraba mi rabia divertida.

—Por supuesto Madre lo sanará —dijo Calliope, su frente arrugada por la

preocupación—. Sé que tiene sus reservas en cuanto a la lucha, pero no

dejaría que uno de nosotros muriera así, ¿verdad?

Miró a Cronos buscando la confirmación, pero no dijo nada. Bien. Eso

significaba que no lo sabía.

—Padre, necesito a Henry. ¿No puedes deshacerlo?

—Quizá debería haber tenido esto en cuenta antes de intentar matarlo —

dijo Cronos neutral, y Calliope apretó su agarre alrededor de Milo, su ceño

profundizándose.

—Estaba apuntando a su hombro, no su corazón. Y no se suponía que él se

iba a ir. Juraste que lo sanarías.

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¿Ella no había tenido intención de casi matarlo? Entrecerré los ojos. Por

supuesto que había estado mintiendo todo este tiempo. Ella había estado

enamorada de Henry durante milenios, no era del tipo que renunciaba a

eso. Como Cronos me quería a su lado, Calliope quería a Henry al suyo.

—Entonces parece que las cosas no van de acuerdo al plan —dijo Cronos

claramente—. No puedes hacerme responsable por eso.

Milo comenzó a llorar, y Calliope dejó escapar un suspiro de frustración.

—Callum, cállate. Madre está tratando de pensar.

—Su nombre no es Callum, y yo soy su madre, perra —gruñí, pero por

supuesto que no me oyó. Ella depositó al bebé en los brazos de Cronos.

—Aquí. Le gustas más tú de todos modos. Necesito a Henry, padre, y tienes

que traerlo de vuelta para mí. Él no puede morir.

Milo calló. Al menos Calliope ya no lo seguía teniendo.

—Si él está en el Olimpo, está fuera de mi control —dijo Cronos.

—Entonces más le vale que no lo esté —dijo ella.

Cronos ladeó la cabeza.

—¿Te atreves a hablarme de tal manera? Yo soy tu padre, tu regente, el rey,

y sin embargo me tratas con tan poco respeto como lo haces con tus

enemigos.

Para mi gran satisfacción, Calliope quedó inmóvil, con la boca formando un

pequeño círculo.

—Yo no… —Se detuvo, nerviosa. Sirvió su derecha—. Sabes que yo te

respeto, padre, más que nada en el mundo. Yo sólo… Ya nada está saliendo

bien. Henry se suponía que tenía que ser mío en este momento, pero Ava

no se molestó en cumplir su promesa, cuando estuvo aquí rescatando esa

bruja.

Me calmo. ¿Qué más le había prometido Ava a Calliope?

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—Este tipo de comportamiento insolente no te conseguirá lo que quieres,

mi hija —dijo Cronos—. Sin duda, ya debes saberlo a estas alturas.

Ella asintió, y durante medio segundo, casi pareció mansa. —Aún estás de

mi lado, ¿verdad, papi? ¿No va a dejar de quererme, también?

Podría haber vomitado ante su manipulación sacarina, pero Cronos no se

inmutó.

—No, hija, no lo haré. Estamos en esto juntos, y te serviría bien recordar

eso.

—Por supuesto. —Calliope inclinó la cabeza, el primer signo de deferencia

que había mostrado desde que había llegado—. Lo siento por molestarte,

padre.

Él hizo un gesto desdeñoso, y ella salió de la habitación, cerrando la puerta

detrás de ella. Durante un largo momento, el único sonido que llenaba el

lugar eran los gemidos de Milo.

Al fin Cronos se centró en mí. Su rostro se transformó en una copia de

Henry una vez más, aunque ahora llevaba una máscara de falsa

preocupación.

—Querida, ¿qué está mal?

Todo lo que había planeado decir se había ido, pero al menos no tenía que

fingir llorar. Mis ojos estaban rojos e hinchados, y mis mejillas sonrojadas

de discutir con mi madre. Ver a Calliope con mi hijo había renovado mis

lágrimas de frustración, y un nudo en mi garganta. No había nada falso

acerca de mi dolor.

—Sabes que sé quién eres realmente —le susurré—. Cambia de nuevo a tu

cara normal. Por favor.

Cronos me miró, y al fin su aparición cambió hasta que tuvo la suya

nuevamente.

—Pensé que lo preferirías de esta manera.

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Él sabía muy bien que me estaba engañando todo el tiempo, pero tal vez no

era sólo para engañarme a mí, tal vez pensó que me iba a traer un poco de

consuelo, también. Tal vez esa era su versión de consolarme. Negué con la

cabeza.

—Henry está muerto. Rhea no lo pudo evitar. Y ella no… tampoco nos

ayudará.

—Lo siento —dijo Cronos. Puso a un Milo durmiente en la cuna y envolvió

sus brazos alrededor de mí. Contuve la respiración, negándome a abrazarlo

de vuelta. Podía decir que estaba preocupado todo lo que quisiera, pero

ambos sabíamos que no lo estaba. No podía estarlo. No lo tenía en él—.

Estaba seguro de que Rhea lo ayudaría.

—Nosotros… nosotros llegamos demasiado tarde —dije con la voz

quebrada, permitiendo que las lágrimas fluyeran—. En el momento en que

llegamos allí... —Estaba tan cerca de la verdad que no era difícil imaginar lo

que habría sentido al perder Henry por completo. Si Rhea no lo hubiera

sanado, habría estado muerto. Estaba segura de ello.

Nos quedamos en silencio durante varios minutos. Cronos hizo los gestos

habituales que hacía alguien cuando quería consolar a un ser querido;

palabras de consuelo, un toque gentil, prometer que todo iba a estar bien

mientras yo lloraba en su hombro. Pero yo no estaba llorando sobre la

supuesta muerte de Henry, y Cronos realmente no me amaba. ¿Cómo había

creído alguna vez que él podía ser Henry?

—¿Qué le prometió Ava a Calliope? —dije una vez que mis sollozos se

calmaron—. ¿Hizo algo para que él muriera?

Cronos se encogió de hombros y aflojó su agarre.

—Estoy seguro de que ella no lo hizo, aunque no puedo empezar a adivinar

sus intenciones.

Él estaba mintiendo, pero no había nada que pudiera hacer para recurrir a

ello.

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—¿Eres realmente leal a Calliope? —dije en voz baja—. Pensé que me

querías a mí.

—Lo hago —dijo—. No le soy leal a nadie más que a ti. Le digo lo que le

tengo que decir para mantenerla feliz, pero vivo para verte sonreír.

Basura. Hipé, me alejé de él, aunque él no me dejó ir por completo.

—Deja de matar a la gente. Por favor. Nadie debería tener que morir a

causa de una estúpida discusión familiar.

Cronos se detuvo.

—Nada me gustaría más que concederte tu solicitud, mi cielo, pero

seguramente debes saber que no es posible. ¿Qué esperas que haga? ¿Que

me retire al Tártaro sin siquiera pensarlo dos veces?

—Por supuesto que no —murmuré, limpiándome los ojos con la manga.

Cronos sacó un pañuelo de la nada, y sólo porque rechazarlo no me haría

ningún bien, lo tomé—. ¿Por qué es necesario que haya una guerra en

primer lugar? ¿Por qué no todos pueden coexistir?

—Porque, mi querida Kate, ellos no se detendrán hasta que yo haya sido

encarcelado una vez más, y no puedo permitir que eso suceda.

—¿Y qué pasa si prometen no tratar de enviarte de vuelta al Inframundo?

—Si fuera tan fácil, habríamos llegado a una solución hace eones. Por

desgracia, no lo es. Zeus nunca estará de acuerdo.

—Es un terco idiota —murmuré, y Cronos rió.

—Tienes razón, querida. Seguramente entiendes que mientras él gobierne

los cielos, no puedo parar.

—¿Pero qué pasa si él y el resto del Consejo prometen no atacar? —dije—.

¿Si pudiera conseguir que Walter/Zeus acceda a dejarte en paz, siempre y

cuando no lastimes a alguien más?

Cronos se encogió de hombros.

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—Si eres capaz de hacer lo imposible, entonces tal vez podría considerar

una tregua, aunque sin duda no puedo hablar por mi hija.

Sin Cronos, Calliope era casi impotente frente a los demás miembros del

Consejo.

—Alguien me dijo una vez que todo es posible si le das una oportunidad —

dije en voz baja—. Si Zeus está de acuerdo, ¿darás marcha atrás y dejarás

que el Consejo tome a Calliope?

—Sí —dijo Cronos, serpenteando sus brazos alrededor de mi cintura y

gentilmente atrayéndome hacia él—. No tengo ningún uso para ella por

más tiempo. Eres todo lo que necesito.

Todo mi cuerpo se entumeció. Por supuesto que él todavía esperaba que

fuera su reina. Pensaba que Henry estaba muerto.

Miré hacia la cuna. Nunca había sostenido a Milo. Apenas lo había tocado,

y ahora él estaría condenado a una vida con Cronos como un padre.

Entonces, ¿cuál sería el significado de todo por lo que estaba luchando?

Nada.

—Está bien —susurré—. Volveré a ti tan pronto como llames a una tregua y

los otros tengan a Calliope bajo custodia. Pero quiero que dejes ir a mi hijo.

—Si él se va, no puedo permitirte que te vayas con él.

Asentí con fuerza.

—Lo sé.

Él me estudió.

—¿Tú no quieres ser su madre?

Quería ser su madre más que a nada en el mundo, pero si dejaba a Cronos

cerca de él, yo sería todo lo contrario.

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—Quiero que mi madre lo críe en el Olimpo —le dije con firmeza. De esta

manera Milo estaría con Henry, y podría respirar más tranquila sabiendo

que se tendrían entre sí.

—Ya veo —dijo Cronos—. No quieres que yo sea su padre.

Apreté mis manos en puños.

—Me tendrás a mí. No necesitas nada más.

Él rozó sus nudillos contra mi mejilla en lo que estaba segura era su

intención de ser una caricia amorosa. Envió escalofríos por mi columna

vertebral, pero no del tipo que él deseaba.

—Necesito que seas feliz. Me dará un gran placer mostrarte la honestidad y

compasión que me tú me has mostrado.

—Si quieres mostrarme algo de esa honestidad y compasión, entonces me

darás a mi hijo —dije—. Y prometerás dejar de matar a toda esa gente.

—Haz que Zeus acuerde una tregua, y tendrás mi palabra —dijo Cronos con

una inclinación de cabeza, y produjo un manuscrito fuera de la nada y lo

puso en mi mano—. Una muestra de mis intenciones.

Empecé a desatar la cinta de seda negra, pero él puso su mano sobre la mía.

—Es una lista de nombres de los que se han convertido traidores y

prometieron lealtad a Calliope. Con tu marido muerto, es sólo cuestión de

tiempo antes de que derroquen al Consejo —dijo Cronos—. Si quieren

sobrevivir, mi perdón es su única esperanza. Y para eso, lo único que pido

es a ti.

Agarré el manuscrito, y aunque eso me rompió en pedazos, susurré.

—Gracias.

—No, querida —dijo Cronos y la niebla de sus ojos se arremolinó

malévolamente—. Gracias a ti.

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Capítulo 9 MENSAJERO

Traducido por Jessy y Val_mar

Corregido por Aldebarán

o que quedaba del Consejo estaba reunido en la habitación del

trono en el Olimpo. Era bien pasada la medianoche en Grecia

ahora, y después de la batalla al atardecer, varios de los

miembros se veían como si no hubieran dormido en meses. Sin

embargo estaban ahí, y eso era lo importante. Incluso Henry se había

reunido, aunque estaba en silencio y seguía viéndose desgastado.

—Bueno, Kate —dijo Walter desde su trono de cristal—. Estamos todos

reunidos. ¿Qué es tan importante que no podía esperar?

Me puse de pie. James se sentó frente a mí, y me concentré en él mientras

mis nervios se agitaban. Comienza de a poco. No era necesario decirles lo que

había negociado hasta que fuera necesario. No podía darles ninguna razón

para rechazar a Cronos.

—Cronos quiere establecer una tregua —dije, y una oleada de sorprendidos

murmullos se extendieron por todo el Consejo. Sólo James no se movió, sus

ojos estaban fijos en los míos. Él sabía el precio.

—Absolutamente no —dijo Walter, su voz retumbando con truenos—. No

vamos a negociar con un Titán.

L

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—Kate, ¿qué está pasando? —dijo mi mamá en voz baja, pero no titubeé. Si

la miraba, si veía la preocupación en sus ojos, si dejaba que la confusión en

su voz rompiera mi determinación, no tenía idea de lo que haría. Y no

podía correr ese riesgo.

—Él envió una lista de los dioses que se han puesto de parte de Calliope —

dije, tendiendo el pergamino a Walter, pero no hizo ningún movimiento

para agarrarlo—. Como una prueba de sus intenciones.

—Estoy seguro de que lo hizo —dijo Walter—. Y tan pronto como tenga

nuestra complacencia y su libertad, se volverá en nuestra contra y una vez

más intentará destruir el Consejo. No voy a permitir que ocurra.

—Va a destruir al Consejo de todas maneras —dije—. No tenemos el poder

para enfrentarlo y ganar. Puedes ser capaz de prolongar esta guerra otros

diez años, pero al final perderás. La humanidad será destruida. Y Cronos

nos matará a todos. Eso es inevitable. Entonces, ¿qué hay de malo en tratar

de negociar? Él está dispuesto a hacer un trato. ¿Eso no significa algo?

—No cuando estás pidiéndonos que negociemos con un Titán —dijo

Walter—. Cronos no llega a acuerdos. Su juego final siempre será nuestra

destrucción, y no parará hasta que se salga con la suya. Entiendo que seas

nueva en esto, Kate, pero eso no es excusa para tal obstinada ignorancia.

—Walter —dijo mi madre bruscamente—. Eso es suficiente. Kate tiene un

punto. Tal vez sería sabio de nuestra parte al menos considerar…

—Padre tiene razón —dijo Dylan, poniéndose de pie. Los círculos morados

bajo sus ojos no hacían nada para esconder la forma en que brillaban con

escalofriante fervor—. No tiene ningún sentido tratar de negociar con

Cronos. Él lo verá sólo como una debilidad, y no podemos permitir que él

crea que tenemos algunos agujeros en nuestra armadura que pudiera

aprovechar para su propio beneficio.

La manera en que me miró mientras lo decía me puso la piel de gallina.

—Y por eso, te refieres a mí —dije—. Crees que soy una carga.

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—No has sido útil para nosotros hasta ahora —dijo Dylan—. Cuando

mucho, sólo has empeorado las cosas. Cronos no tocó Atenas hasta que te

fuiste…

—Ella lo distrajo para nosotros y nos compró más tiempo —replicó James.

—… Pareces deleitarte distrayendo al Consejo e insistiendo en que hagamos

cosas que sabemos que no van a funcionar…

—Ella fue la única que se le ocurrió la idea de buscar en el Partenón.

—… Y por si fuera poco, casi consigues que maten a Henry y a tu propio

hijo…

—Él fue el que decidió ir tras ella sin respaldo…

—Ambos cállense inmediatamente —dijo Henry, pero era demasiado tarde.

Dylan podría bien haberme dado un puñetazo en el estómago.

—Lo sé —dije con voz ahogada—. Lo sé, ¿de acuerdo? Estoy tratando de

hacer las cosas bien. No quiero que siete mil millones de personas mueran a

causa de mi estupidez. No quiero perder a ninguno de ustedes. Y estoy

intentándolo...

—Entonces, quizá deberías tratar un poco menos —dijo Dylan, y dos tronos

debajo de él, Irene se levantó.

—Es suficiente —dijo ella con una voz peligrosamente suave que reflejaba a

la de su padre. Nuestro padre—. No es ninguna vergüenza explorar otras

vías. El que se mete en una lucha exclusivamente por la emoción de la pelea

es un tonto, sobre todo cuando arriesga vidas inocentes mientras lo hace.

—¿Estás llamándome tonto, hija? —dijo Walter. La mano de Irene se movió

nerviosamente a su lado, pero no dio marcha atrás. Podría haberla besado.

—No, padre. Simplemente estoy señalando que tienes opciones. Ni siquiera

sabemos lo que Cronos quiere o porqué lo quiere. Seguramente debe haberle

dado a Kate algún tipo de pista.

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Cada par de ojos en la habitación se volvieron hacia a mí una vez más.

Grandioso. Me sequé las palmas en mis pantalones

—Él quiere una vida —dije, reuniendo tanta convicción como podía. Tenían

que creerme—. Ha estado atrapado en el Inframundo por tanto tiempo que

sólo quiere una oportunidad para vivir otra vez. Él piensa que ustedes no lo

dejarán.

—No, no lo dejaremos —dijo Walter. Irene le dio una mirada y me hizo un

gesto para que continuara.

—Él está de acuerdo en dejar de atacarnos si dejamos de atacarlo. No va a

herir a nadie más. Y… y va entregar a Calliope, o al menos no les impedirá

traerla de vuelta.

—¿A cambio de qué? —dijo Dylan, y aunque Irene lo hizo callar, él

continuó—. ¿Dejarlo que se vaya? ¿Sabes lo que tomó contenerlo en primer

lugar?

Vacilé.

—No faltará a su palabra. Sabe las consecuencias si lo hace.

—¿Y cuáles, dime por favor, son las consecuencias para el ser más poderoso

del universo si muestra su poderío? —dijo Dylan—. ¿Qué podría querer más

que control absoluto sobre todas las cosas?

Silencio. Mi corazón, mi estúpido e inservible corazón que se preocupaba

demasiado por todo y todos, golpeaba dolorosamente, y mi respiración se

volvió entrecortada. Ya no era mortal, pero en este momento, me sentía

más humana de lo que nunca me había sentido en mi vida.

—Me quiere a mí.

Los segundos pasaban. Walter frunció el ceño profundamente, e Irene se

veía confundida. Detrás de mí, podía sentir la mirada de Henry, pero no me

di la vuelta. No podía.

Finalmente, Dylan soltó un bufido.

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—¿Tú? Tú no eres nada para él.

Me enfoqué en James otra vez, en silencio rogándole que explicara. Él

asintió y se puso serio.

—Durante nuestro viaje por el Inframundo, Kate tuvo un… encuentro con

Cronos —dijo James con prudencia. Dylan silbó sugerentemente, pero se

detuvo cuando vio a Henry tras de mí. Cualquiera que fuera la mirada que

le estaba dando a Dylan, estaba agradecida de que no podía verla—. Ella

habló con él y lo detuvo de atacarnos. Ava y yo no le creímos al principio,

pero él nos dejó ir a través del Inframundo sin restricciones después de eso.

—El encuentro en el palacio de Henry —dijo mi madre, con su maldita voz

astillada cerca de romper mi corazón—. Calliope dejó a Ava intacta por lo

que había hecho a Nicholas. Pero nunca entendimos porqué Cronos no

hirió a Kate.

Una vez más, todos se concentraron en mí, esperando a que hablara.

Aunque, era el silencio detrás de mí el que era insoportable, y traté de

alcanzar a Henry. Todo lo que toqué fue aire.

Sin embargo, después de un momento eterno, sus cálidos dedos encontraron

los míos, y dejé escapar un suspiro de alivio. Él entendió. Podía hacer esto.

—Cuando Milo nació y Calliope me lo quitó, Cronos estaba ahí —dije—. Le

pedí ayuda, y él dijo… dijo que si le prometía ser su reina, me dejaría tener a

Milo de nuevo. Y él lo protegería.

El ceño de Walter se profundizó, y unos cuantos asientos bajo él, Dylan

rodó sus ojos.

—¿No eres la pequeña sirena?

No le hice caso.

—Estuve de acuerdo. No quería hacerlo —agregué rápidamente—. Pero dije

que sí porque…

—Porque Milo es tu hijo —dijo James—. No necesitas explicarlo.

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Le di una mirada de agradecimiento. Él agarre de Henry en mi mano se

apretó, y continúe.

—Cuando voy a ver a Milo, Cronos siempre está ahí. Tomó la forma de

Henry al principio, y pensé… no me di cuenta quien era. Creí que era

Henry. Fue estúpido, lo sé, pero James me dijo quién era realmente. Y le

dije que Rhea se negó a ayudarnos.

—Fantástico —dijo Dylan—. Mientras tú estabas teniendo tu pequeña

aventura, ¿se te ocurrió decirle algún otro secreto celosamente guardado?

—Ya es suficiente, Dylan —dijo mi madre.

Dylan abrió su boca para replicar, pero antes de que otra pelea estallara,

solté abruptamente.

—Él piensa que Henry está muerto, no sabe nuestros números reales, y cree

que no tenemos más remedio que acordar una tregua. Y no lo hacemos —

agregué—. No al menos que queramos arriesgar el mundo entero.

—Si nos rendimos y le permitimos a Cronos ser liberado, ¿te das cuenta de

que él te querrá? —dijo Walter, y yo asentí—. Sin embargo, ¿esto es algo

que estás dispuesta a hacer?

—Sí —susurré—. No me gusta, pero si es la única manera de detener esta

guerra, lo haré. —Y Milo estaría a salvo. Sólo por eso valdría la pena.

James hizo una mueca.

—De verdad necesitas superar tu complejo de mártir. Uno de estos días va

hacer que te maten.

Detrás de mí, un par de pies se arrastraron, y Henry soltó mi mano

mientras se ponía de pie.

—Hermano —le dijo a Walter, envolviendo su brazo alrededor de mis

hombros y acercándome a él—. Si le permites a Kate hacer esto, ya no

tendrás mi cooperación. Ella es mi reina. Ya he completado su coronación,

y no le voy a permitir a nadie, ni siquiera un Titán, usurpar mi derecho.

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¿Su derecho? Antes de que pudiera decir una palabra, Walter me

interrumpió.

—Muy bien. Entonces no aceptamos la tregua de Cronos.

—¿Y la lista de traidores? —dijo Dylan, mirando el pergamino con un brillo

desagradable en sus ojos. ¿Qué pretendía hacer, dar caza a todos y cada uno

de ellos? De alguna manera no se sentía muy lejos de la verdad.

—Trataré con ellos personalmente —dijo Walter, y con un movimiento de

su mano, el pergamino desapareció—. Ya hemos perdido la alianza de la

mayoría de los dioses. Eso no es noticia.

—¿Entonces qué? ¿Vas a dejar que todas esas personas mueran mientras

peleas una guerra que sabes no puedes ganar? —dije, y el agarre de Henry

alrededor de mis hombros se tensó. Pero yo no era su derecho, y no dejaría

que algo como esto pasara sólo porque Walter decidió que la discusión

había terminado. Él no siempre estaba en lo correcto. Mi niñez era prueba

de eso.

—No —dijo Walter—. Tengo la intención de ganar la guerra. Ahora si nos

disculpas, Kate, tenemos que discutir el ataque de mañana. Dada tu

cercanía con Cronos, sería mejor si no oyes nuestros planes.

Nadie habló en mi defensa. Ni Henry, ni James, ni siquiera mi madre.

Después de varios segundos, tragué el nudo en mi garganta y me quité del

agarre de Henry. Si no me querían alrededor, entonces bien, pero no iba a

quedarme de brazos cruzados por la próxima década mientras ellos hacían

que mataran a todos.

Estaba a medio camino a la habitación de invitados cuando Henry me

alcanzó. Puso su mano en mi brazo, y no le hice caso, demasiado furiosa

para decir algo. Me había prometido que nuestra relación seria de igual a

igual. Que yo no le pertenecería a él. Ese no era el modo en que

funcionábamos, y ¿cómo se atrevía a insinuar que era suya por cualquier

otro motivo que no fuera el hecho de que yo quería serlo?

Entré enfurecida a la habitación e intenté dar un portazo, pero él la agarró.

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—Kate, por favor, ¿podrías escucharme?

—¿Por qué debería? —Vagaba desde un extremo de la habitación al otro,

mirándolo penetrantemente y en silencio desafiándolo a acercarse. Él sólo

avanzó lo suficiente para cerrar la puerta tras él—. No me escuchaste ¿por

qué, porque soy joven? ¿Por qué soy una chica? ¿Qué es Henry? ¿Por qué de

repente no soy nada más que tu derecho?

Él exhaló.

—Sabes que no pienso en ti de esa manera…

—De seguro podrías haberme engañado últimamente.

—Eso no es justo. Estoy tratando de mantener a mi familia intacta, y la

única manera de hacer eso es hablar un lenguaje que mi hermano entienda.

—Oh, ¿así que él es el misógamo1?

—Sí —dijo Henry—. Él nunca ha comprendido la relación de pareja. Ni en

su matrimonio, ni dentro del Consejo, ni siquiera entre sus hermanos. No

es justo, pero él es la cabeza del Consejo, y debemos jugar este juego a su

manera.

Me desplomé en la cama.

—Genial. Pasé toda mi vida queriendo una familia, y cuando finalmente

tengo una, está llena de personas que piensan que no soy mejor que

suciedad.

Henry dio unos cautelosos pasos hacia mí, pero se detuvo cuando le di un

vistazo.

—Desearía que me hubieras dicho de tu trato con Cronos.

—Hasta hace dos día, estabas en un coma —le señalé.

1 Misógamo: Enemigo del matrimonio.

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144

—Sí, pero has tenido muchas oportunidades para hacerlo desde entonces. Y

parece que como que los detalles de su acuerdo hubieran sido hechos

recientemente.

Me observó con su mirada firme y aparté la mirada.

—No estoy enojado contigo, Kate —dijo suavemente—. No puedo imaginar

lo que soportaste mientras te mantuvieron cautiva, y sinceramente, yo

habría hecho lo mismo si se invirtieran nuestras posiciones. Pero así como

tú eres mi compañera, yo soy el tuyo. Independientemente de las

circunstancias, debería haber sido una decisión que tomáramos juntos.

Lágrimas brotaron de mis ojos. No porque estuviera enfadada con él, sino

porque tenía razón.

—Lo siento. Temía que fueras tras él, y todavía estás demasiado débil…

—Acepto tus disculpas —dijo Henry—. Y te pido que aceptes la mía,

también. No voy a dejarte ir, Kate, porque te amo. No porque crea que me

perteneces. Cualquiera que haya estado alrededor tuyo por cinco minutos

sabe que no puedo pensar así.

—Al parecer mi propio padre no lo hace —murmuré, y Henry suspiró.

—Sí, bueno. Es fácil apuntar todo este desastre a Walter. Después de todo,

él es el que nunca le dio a Calliope el respeto y amor que ella se merecía.

—Se podría pensar que él habría aprendido de eso.

—Se podría pensar. —Se sentó en la cama, y no me alejé—. Quiero

recuperar a nuestro hijo tanto como tú, pero esta no es la manera.

Mis ojos se llenaron de lágrimas nuevamente. ¿Cuándo dejaría de estar al

borde de las lágrimas? ¿Cuándo por fin sostendría a Milo? ¿Cuándo sería

derrotada Calliope? ¿Cuándo volvería Cronos a su propia esquina del

infierno?

—No sé cómo ser yo sin él —dije—. Todo lo que hago, es como… Es como

esta necesidad empujándome en una dirección, y no puedo funcionar sin ir

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hacía ella. Y cuando no lo hago, estoy vacía. Él me necesita. Nos necesita, y

no estamos haciendo nada para traerlo de vuelta. Prácticamente lo hemos

abandonado.

Henry se puso sobre su lado así que estaba enfrentándome.

—¿Realmente crees eso? —dijo él, intercalando mi mano en la suya—. Estoy

seguro de que Milo no. Te dijiste a ti misma que crees que él sabe cuando

estás ahí.

Froté mis ojos con la mano libre.

—Lo quiero de vuelta, Henry. Quiero que seamos una familia.

—Somos una familia. —Me besó en la frente, el cuello, y finalmente rozó

sus labios contra los míos—. No podemos pretender que ha sido fácil, pero

amamos al otro incondicionalmente, y eso es lo que importa. Lo traeremos

de vuelta. Lo juro.

Mi barbilla tembló.

—¿Cómo?

—No lo sé todavía, pero encontraré la manera. Encontraremos una manera

juntos.

Lo besé de regreso, sin importar si él podía probar mis lágrimas.

—¿Cómo se supone que te ayude cuando todos piensan que soy inútil y no

me enseñan cómo usar mis habilidades?

—No creo que seas inútil —dijo, su respiración caliente en mi mejilla—.

Nada de eso, te lo aseguro. Te enseñaré todo lo que desees.

—¿En verdad? —dije, y él asintió.

—En verdad.

Lo abracé, enterré mi cara en hueco de su cuello, y dejé salir un suave

sollozo. Eso era todo lo que me permitía a mí misma, sin embargo; un

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sollozo, y ahora era momento para ponerse a trabajar. Ahora era momento

de probar que merecía mi lugar en el Consejo.

Sólo tenía que hacer una cosa primero.

—¿Quieres verlo?

—¿En serio tienes que preguntar?

Manejé una sonrisa aguada.

—Asegúrate de que Cronos no pueda verte.

—Lo haré.

Una vez que me hundí en mi visión, jalando a Henry conmigo, y esta vez

nadie nos interrumpió. Juntos peleamos a través de la arena movediza hasta

que el cuarto se disolvió alrededor de nosotros y surfeamos en el otro lado.

Milo estada tendido en su cuna, sus ojos apretados. Había de ser bien

pasada la medianoche en la isla. Cronos estaba parado en la esquina cerca de

la puerta, sus brazos cruzados como si estuviera esperando por mí, pero lo

ignoré. No sabía cómo decirle que Walter había rechazado. Si él no lo sabía

ya.

Henry y yo nos inclinamos sobre la cuna de Milo como pensé que lo

habíamos hecho una docena de veces antes, pero esta ocasión era realmente

él. Nosotros tres estábamos juntos, o al menos tan juntos como podíamos

estarlo por ahora.

—Él es hermoso —susurró Henry. No dije nada. No podía, no con Cronos

rondando cerca. Sonreí, cuidadosamente para mantener mis ojos en Milo, y

Henry tocó mi espalda. Él entendía.

—Mi querida —dijo Cronos, apareciendo en mi otro lado y tomando mi

mano—. ¿Tienes noticias de la tregua?

No podía decirle la verdad, no todavía. No tenía idea de qué haría él para

probar su dominio, ¿matar a otro millón de personas? ¿Destruir Grecia?

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Incluso si todo lo demás provenía de la forma en que Walter había tratado a

Calliope, esto era sobre mí. Y tenía que detenerlo.

—No han llegado a una decisión todavía —dije, mi mirada sin vacilar de

Milo—. Necesitan tiempo.

En la esquina de mi ojo, Henry me dio una mirada escrutadora. La ignoré.

—Muy bien. Espero que no les tome mucho. —Él empezó a masajear mi

hombro, e hice una mueca—. ¿Por qué estás tan tensa, mi querida?

Porque Henry estaba con vida y parado a cinco centímetros de mi codo.

Porque el Consejo, o al menos ciertos miembros, me culpaban por todo.

Porque si hacía un movimiento en falso, todo esto sería más.

—¿Realmente tienes que preguntar? —dije, imitando a Henry.

—No, supongo que no —dijo Cronos, y se movió detrás de mí para

masajear ambos hombros. Henry frunció el ceño y se alejó.

—Por favor no hagas eso —dije suavemente, pero Cronos continuó. Henry

se movió al otro lado de la cuna así él podía mirarme directo a los ojos, y

presioné mis labios juntos. ¿Él no entendía que yo no quería esto?

—Pronto serás mi reina —dijo Cronos, sus labios cosquillearon en mi oído.

La mirada en el rostro de Henry era asesina—. No tienes que cambiar tu

opinión, ¿lo tienes, mi querida?

Mis ojos se bloquearon en Henry. Él tenía que entender que todo era un

acto.

—No —dije—. No tengo que cambiar de opinión.

—Buena chica —murmuró Cronos, y Henry se irguió, sus manos en puños

como si estuviera a segundos de tumbar a Cronos.

—Voy a encontrar a Calliope —dijo Henry—. Permanece aquí.

Mis ojos se ampliaron, pero a pesar de mi silenciosa protesta, Henry se

inclinó sobre la cuna para besar mi cuello. Al menos entendió.

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Al dejar el cuarto, Cronos pasó sus manos hacia abajo por mi espalda antes

de regresar a mis hombros.

—Cuando tú y yo estemos juntos, nunca llorarás —murmuró—. Nunca

conocerás el dolor. Sólo conocerás la dicha y la felicidad. Todos se

inclinarán ante ti. Sabrán que tú, Kate Winter, eres mi reina. Y todos te

querrán y te temerán por ello.

No quería ser temida. No quería que nadie se inclinara ante mí, pero

Cronos nunca entendería lo que significa ser feliz sin el poder absoluto.

Nunca entendería por qué siempre amaría a Henry y nunca lo amaría a él.

Pero al menos Henry no estaba aquí para escuchar esto.

—¿Qué vas a hacer?

Las manos de Cronos se calmaron. Traté de girar, pero él bloqueó mi

camino. No es que importara. Yo había conocido esa voz donde quiera.

Ava estableció un montón de mantas en el tocador y se movió hacia

nosotros, sus ojos se centraron en Cronos. Ella no podía verme.

—¿A quién le estás hablando?

—Al bebé —dijo Cronos suavemente—. Alguien debe asegurar su

educación.

—No, no lo estabas —dijo Ava, avanzando hacia él. Sus manos temblaban.

Ella estaba tan asustada de Cronos como todos los demás—. Dijiste el

nombre de Kate.

—Así que hablé de su madre. —Cronos se enderezó y dejó caer las manos.

Aparentemente él había dado cuenta de que masajear los hombros de una

persona invisible no hacía mucho para sostener su argumento—. ¿Qué con

ello?

Ava lo miró.

—Kate está aquí, ¿verdad?

—Tal vez —permitió él—. Tal vez no.

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Mi estómago se retorció en nudos. Ella estaba tan cerca que yo podía

estirarme y tocarla si quería.

—Quiero hablar con ella —dijo Ava—. Sé que ustedes dos se comunican. Sé

que puedes escucharla y ella puede escucharte, y-y quiero que le digas algo.

¿Cómo podía ella posiblemente saber eso? Cronos no se lo había

mencionado, además no se había escuchado tan determinada para estar en

lo correcto. ¿Quién más sabía? El Consejo, pero nadie de ellos había estado

en contacto con Ava. A menos que fuera otro traidor.

No, imposible. Confié en el Consejo con mi vida. Excepto por Dylan, pero

él no se habría arriesgado a perder una batalla, especialmente alimentando

de información al enemigo. A menos que fuera todo una treta y él

realmente se estaba reportando a Cronos, después de todo.

Mordí mi labio. No podía pensar de esa forma, no a menos que lo hubiese

probado. Aun cuando él parecía odiarme, era fácil sospechar que Dylan

fuera una serpiente, pero esa clase de pensamiento y sospechas nos rasgaría

en partes. La última cosa que el Consejo necesitaba era alguien más

retrocediendo. Dylan y yo podríamos no habernos agradado mucho el uno

al otro, o en absoluto, pero eso no quería decir que no podíamos trabajar

juntos hacia un objetivo en común. Tanto como él no estaba haciendo lo de

acusarme y diciéndole a su novia secretos a las espaldas del Consejo.

—Si te gustaría hablarle, entonces habla —dijo Cronos, y la falsa nota de

calidez que él usó conmigo se evaporó—. Ella es perfectamente capaz de

escucharte.

Ava tomó otro paso tentativo hacia adelante, concentrándose en algún lugar

sobre mi hombro derecho.

—Kate… Kate, lo siento. Juro que no sabía qué estaba haciendo Calliope.

Nunca hubiera arriesgado la vida de tu bebé.

Me moví protectoramente en frente de la cuna de Milo. No había mucho

que hacer, pero me hizo sentir mejor, al menos.

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—Es muy tarde para disculpas —dije, y para mi sorpresa, Cronos abrió su

boca y pronunció esas mismas palabras, exactamente como las había dicho.

La expresión de Ava se volvió afligida.

—Por favor. Haré cualquier cosa.

—Vuelve al Olimpo —dije, y una vez más Cronos lo repitió—. Deja a

Calliope.

—No puedo —dijo ella—. No entiendes, ella tiene a Nicholas, y si no

coopero, va a matarlo como mató a Iris y a Henry.

En el momento que ella dijo esas palabras, un silencioso frío se estableció en

la habitación, y parpadeó varias veces.

—Lo siento tanto —dijo ella, y podía escuchar el sollozo burbujeando dentro

de ella—. Lo siento mucho, Kate. No puedo decirte…

—Entonces no lo hagas —dije—. Si realmente lo sientes, entonces haz algo

para probarlo. No importa qué. Pero para de actuar como una víctima

impotente y levántate para que creas en ti antes de que no te quede nada en

absoluto.

Lágrimas fluyeron por sus mejillas, y no trató de detenerlas.

—Sólo quiero que las cosas estén bien de nuevo. Por favor, Kate… tienes

que entender. Harías lo mismo por Henry, ¿verdad?

—Sí —dije suavemente—. Pero me habría odiado a mí misma cada

momento por eso, y en el instante en que me diera cuenta de que estabas

embarazada, hubiera peleado con Calliope a muerte para protegerte. Nunca

la dejaría destruirte como trató de destruirme.

Silencio se estableció sobre el cuarto una vez que Cronos terminó de

reproducirme. Ava se hundió en el piso, abrazando sus rodillas a su pecho, y

presioné mis labios juntos. Tan herida como estaba, mi vida no era la única

que Calliope trataba de destruir.

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—Tienes que entenderme —dije tranquilamente—. Haz lo correcto, y un

día tendrás mi perdón. Pero no tienes que hacer nada si no comienzas a

actuar como la Ava que conozco y te levanta frente a Calliope.

Ava sollozaba ahora, su cuerpo entero sacudiéndose.

—No puedo. No puedo. Ella lo matará. Por favor, Kate. Eres mi mejor

amiga. Eres la única que entendía antes. Por favor trata de entender ahora…

Callum, él está a salvo con ella, no quiere lastimarlo…

Algo feo se desenrolló dentro de mí, algo vicioso y oscuro donde cada

pensamiento terrible que alguna vez había permanecido latente, esperando

para salir de nuevo.

—Ella lastima a Milo cada segundo que lo mantiene alejado de Henry y de

mí, y eres quien la dejó tomarlo en primer lugar. No alzaste un dedo para

detenerla, y por ti, él está aquí, y nunca estará a salvo con ella. Nunca. Si no

puedes ver eso, si eres tan ciega de tus propias acciones que no puedes

tomar la responsabilidad por ella, entonces en lo que a mí concierne, nunca

fuimos amigas. Y nunca lo seremos de nuevo.

Sus ojos volaron abiertos. En lugar de la angustia que esperaba, se llenó de

fuego magenta, con tanta seguridad como Herny brillaba con la luz de la

luna y Cronos se arremolinaba como niebla. Ella desplegó sus piernas y se

puso de pie, y un aura de dolor brilló a su alrededor.

—Eres un mentiroso. —Sus palabras hicieron eco a través de la guardería, y

Milo dejó salir un asustado chillido. Ella lo ignoró y fue cara a cara con

Cronos, inconsciente de que yo estaba a medio metro de distancia—. Kate

nunca me diría esas cosas, y tus intentos por separar mi lealtad no

funcionarán. Incluso si Kate dijo esas cosas horribles, ella realmente no las

quería decir. Calliope está usando sus poderes para hacer que me odie,

¿verdad?

Calliope no tenía que cortar los lazos de nuestra amistad. Ava ya estaba

muy desgastada de forma irreparable. Pero no importa cuánto entendiera

por qué ella estaba haciendo esto, no importa cuánto quería perdonarla,

nunca había tenido sentimientos tan contradictorios por alguien en mi vida.

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Constantemente me desplazaba entre la furia irresistible y el profundo

deseo por entender, como si esas dos partes de mí estuvieran en guerra con

la otra. Y mientras había estado en la isla, lo suficientemente cerca para que

Calliope me tuviera cuando quería, perdonar a Ava no había pasado por mi

mente.

Tal vez Calliope estaba detrás de esto, después de todo. Tomé una profunda

respiración. Reconociendo que la tensión en la boca del estómago no

disminuía, pero me forzaría a mí misma a pasar la influencias de Calliope si

Ava tenía razón.

—¿Es así? —dijo Cronos con calma misteriosa, trayéndome de vuelta al

presente—. ¿Qué te hace estar tan segura? Ya estás de nuestro lado. No

tengo razón para mentir.

—Tienes cada razón para mentir —dijo Ava—. Le he dicho a Calliope, y

ahora te lo diré a ti. No soy tu perra. Estoy aquí por mi esposo, estoy aquí

por el bebé de Kate. No dejaré que tú o Calliope lo envenenen.

Una sombra se movió en la entrada, y Henry apareció. Estaba a salvo. Sin

palabras cruzó la habitación y tomó mi mano.

—Puedes decirme tantas cosas horribles como quieras. No te creeré. —La

voz de Ava tembló, pero poder irradiaba de ella—. Ella es mi mejor amiga, y

la quiero. No es que tú puedas entender la primera cosa sobre el amor.

Ella metió la mano en la cuna de Milo y lo recogió, y su llanto se volvió

más fuerte. Sus brazos se agitaron hacia a mí, y posé mi mano sobre su

frente.

—Está todo bien —susurré—. Estoy aquí.

Al dejar caer las palabras mi boca, sin embargo, Ava irrumpió hacia la

puerta, y era sólo por el apretado agarre de Henry en mi mano que me

abstuve de ir por ella.

—¿Adónde lo estás llevando? —dijo Cronos sin algún indicio de ira. Por el

contrario, él sonaba divertido.

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Ava lo fulminó con la mirada.

—A darle un baño y un biberón. Alguien necesita asegurarse de que sepa

que es amado, y tú y Calliope estoy segura como el infierno que no están

calificados.

Caminé hacia ella, tirando de la mano de Henry en un intento de seguirlo,

pero él se mantuvo firme.

—Vamos, Kate —dijo, y el mundo alrededor de nosotros comenzó a

desvanecerse—. No hay nada más que podamos hacer.

Y creí no decir nada mientras él me traía de vuelta al Olimpo, sabía que él

estaba equivocado. Había algo más, y ahora no tenía más remedio que

hacerlo.

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Capítulo 10 DESTRUCCIÓN

Traducido por Nanami27 y Simoriah

Corregido por Val_mar

o estaba segura de cuánto tiempo me quedé allí, mirando a

Henry en el medio de nuestra cama. El tiempo suficiente para

que mi corazón doliera de la misma manera que lo hizo cuando

me separé de Milo por mucho tiempo. Lo suficiente como para

estar segura de que la reunión del Consejo había terminado para ahora, pero

mi madre todavía no había venido a buscarme. Tal vez sabía que no quería

ser encontrada.

—¿Por qué crees que lo hizo? —le dije, rompiendo el silencio entre Henry y

yo.

—¿Ava? —dijo, y yo asentí—. Porque ama a Nicholas, y porque fue tan

ingenua como para confiar en que Calliope mantendría su palabra.

—Pero, ¿por qué Calliope fue tras Ava para empezar?

Henry se inclinó y me besó.

—Calliope ve a Ava como su mayor rival. Walter la ama más que a nadie

en el Consejo, y Calliope siempre ha estado celosa de la influencia que ella

tenía sobre él. Ava es poderosa por derecho propio, también. Calliope tiene

N

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control sobre la lealtad de una persona, pero Ava controla el amor. Ni

siquiera Calliope puede tocar eso.

El entendimiento cayó sobre mí.

—Te quería. Calliope iba a capturarte y obligarte a ser su socio. Ese era su

juego final, atraerte y mantenerte como una especie de mascota o algo así.

Tal vez por eso quería a Ava de su lado.

Henry no dijo nada. Esperé a que hablara, pero su mirada se volvió distante,

y con el tiempo se hizo evidente que no iba a responder.

Dudé. Otro de los temas a continuación.

—¿Crees que Ava tiene razón y Calliope está usando sus habilidades para

hacerme odiar a Ava?

—No lo sé. La única persona que puede responder eso eres tú.

Pero no tenía una respuesta. Ni siquiera sabía las preguntas correctas para

hacer. Mi ira no era irracional, pero nunca había estado tan furiosa y

frustrada con nadie en toda mi vida. Ni siquiera con Calliope después de

que había tratado de matarme. Si pude perdonarla, ¿entonces por qué no

podía perdonar a Ava?

Debido a que Calliope sólo había tomado mi vida. Ava había arrancado la

cosa más importante en el mundo lejos de mí.

—Todavía no tiene sentido —dije—. Si ella está usando los poderes de Ava

de alguna manera, ¿entonces por qué no hemos oído hablar de él? ¿Por qué

Cronos no me lo dijo?

—No lo sé. —Deslizó su mano por mi costado hasta descansar en mi

cintura—. No hay nada que podamos hacer al respecto ahora mismo, salvo

prepararnos para la posibilidad de que Calliope todavía tenga un as bajo la

manga.

Miserable como estaba, me reí en su hombro.

—Escucharte utilizar metáforas de póker es extraño.

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—Estoy mucho mejor de lo que podrías pensar —dijo él.

—Lo creo.

Me besó otra vez y pasó un dedo por encima de la cintura de mis

pantalones, dejando un calor abrasador donde quiera que me tocara. No

hacía falta ser un genio para saber lo que quería, y le devolví el beso, pero

puse mi mano sobre la suya. Suspiró.

—Lo siento —dije—. Es sólo que la última vez que hicimos esto, Calliope lo

usó contra nosotros. Y no puedo pasar por eso otra vez.

En lugar de protestar, Henry me atrajo más cerca, moviendo su cuerpo de

manera que descansó contra el mío.

—¿Es esta tu manera de ofrecerme más incentivos? ¿Gano la guerra, y

dormirás conmigo otra vez?

Rodé los ojos.

—Por favor. Si eso es lo que estuviera tratando de hacer, sería mucho más

obvia al respecto. Ganar la guerra es un poco vago, después de todo. Yo iría

a por algo más sólido.

—¿Por ejemplo? —murmuró.

—Diría algo así... Dormiré contigo después de que me enseñes a desaparecer

y reaparecer.

Miró hacia mí, y por primera vez en mucho tiempo, me pareció ver una

sonrisa de verdad en su cara.

—¿Es una promesa? Porque con ese tipo de motivación, estoy seguro de que

podríamos tenerlo por hecho para la próxima puesta de sol.

—Eres ridículo —dije—. Pero si te estás ofreciendo...

De inmediato se incorporó y se alisó la camisa.

—Tiene que haber algún lugar en este sitio donde podamos practicar sin ser

regañados.

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Empecé a sugerir volver al Inframundo, pero estábamos tan atrapados aquí

como había estado en la isla. Si dejáramos el Olimpo, por cualquier motivo,

sólo sería cuestión de tiempo antes que Calliope y Cronos descubrieran que

Henry estaba vivo. Habíamos tenido suerte en África y Grecia, y no

podíamos permitirnos el lujo de correr el riesgo una segunda vez.

—¿Crees que lo veremos otra vez? —dije, y la sonrisa de Henry se

desvaneció.

—¿A Milo? —dijo, y yo asentí—. Sí. Lo veremos en cualquier momento que

quieras.

—Sabes lo que quiero decir.

Me atrajo hacia él de nuevo, con los brazos apretando alrededor de mí.

Había sido una idiota para pensar alguna vez que no me quería sólo porque

él no lo dijo. Me lo decía cien veces al día sin tener que decir una palabra. —

Te prometí que encontraríamos una manera de traerlo de vuelta, y lo

haremos. Lo que sea necesario.

—Excepto que mueras —dije con firmeza, envolviendo los dedos alrededor

del dobladillo de su camisa negra—. Lo digo en serio.

Henry me besó en la frente.

—Así que tienes permitido ofrecerte a Cronos por toda la eternidad para

sacar a Milo de allí, ¿pero yo no estoy autorizado a ofrecer mi vida para

hacer lo mismo?

—Yo todavía estaría viva —dije—. Y encontraría una manera de salir de allí

eventualmente.

—Admiro tu valentía, pero James tiene razón. Debes encontrar una

solución a este complejo de mártir tuyo.

Le di una mirada a medias.

—No te quejabas cuando mi complejo de mártir te dio una segunda

oportunidad.

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—Pero ha llegado el momento de luchar no sólo por las vidas de tus seres

queridos, sino por ti misma, también —dijo—. Si tan sólo fuera así, no

lastimarías a esas mismas personas dejándolas de la forma que estás

asustada de que te dejen.

Eso no fue justo y él lo sabía. Si alguien tenía que morir, me gustaría mucho

más que fuera yo, a sufrir ese tipo de pérdida. Henry, mi madre, Milo, no

podía salir de eso y aún ser yo.

—Voy a hacer mi mejor esfuerzo —le dije.

—Prométemelo.

Pero no podía, y tampoco podía él. Ambos haríamos lo que tuviéramos que

hacer con el fin de proteger a los demás, y ninguna promesa en el mundo

podría detener a cualquiera de nosotros.

Para el momento en que el Olimpo una vez más se cernió sobre Grecia y el

Consejo partió para otro minuto de larga batalla contra Cronos, me las

arreglé para desaparecer de un lado del salón del trono y reaparecer en el

otro. Con la cantidad de concentración que tomaba, no tuve oportunidad de

preocuparme por mi madre y el resto del Consejo. Y estaba demasiado

agotada para estar molesta porque este debía haber sido el plan de Henry

desde el principio.

—¿Por qué no me enseñaste esto antes? —dije, tirando de mi cabello en una

cola de caballo—. Esto habría venido muy bien hace nueve meses, ya sabes.

—No tomaba ningún esfuerzo físico en absoluto, pero la cantidad de fuerza

de voluntad que requería me mareaba cada vez que cruzaba la habitación.

¿Cómo viajaba Henry a través de todo el Inframundo de esta manera?

—No tuvimos la oportunidad —dijo él—. Ahora trata de entrar en el

dormitorio. Te encontraré allí.

Le di un vistazo.

—Te lo dije, no quiero hacer eso hasta que…

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—¿Eso es lo único que piensas? —dijo con una leve sonrisa antes de

desaparecer, y resoplé. Totalmente injusto.

Cerré los ojos y me concentré en el aire a mi alrededor. En el salón del

trono, aún era quieto y cálido, pero no insoportable. Lentamente,

dolorosamente así, reconstruí una imagen de la habitación en mi mente. La

cama plana, el tocador, el armario, la puerta blanca, el piso de la puesta del

sol y el techo de color azul celeste exactamente igual que el salón del trono.

Reuniéndome a mí misma, sintiendo cada centímetro de mi cuerpo desde la

punta de la nariz hasta el fondo de mis talones, exhalé.

Y entonces abrí los ojos.

—Muy bien —dijo Henry, de pie peligrosamente cerca de mí—. Fuiste más

rápido esta vez. Menos de treinta segundos.

Era difícil aceptar un cumplido de alguien que podría hacerlo en un abrir y

cerrar de ojos.

—¿Y si aparecemos en el mismo espacio?

—Eso no va a suceder —dijo Henry—. Las leyes del universo no lo

permitirán.

Oh. Bueno, eso fue bueno saberlo. Me apoyé en el poste de la cama y metí

las manos en mis bolsillos.

—Una vez que tenga esto controlado, ¿podrías enseñarme a luchar?

—Se necesitan siglos para aprender a luchar de la manera que haría alguna

diferencia en las batallas —dijo él. Maldita sea. Así que James no había

estado mintiendo—. Esto, aprender cómo viajar, es tu mejor apuesta.

—¿Cómo puede ayudar esto? —dije, y él se encogió de hombros.

—Cualquier número de maneras, de verdad. Nunca subestimes el valor de

ser capaz de ir donde quieras con un solo pensamiento. Eso, junto con tus

visiones... bueno, podrías ser un oponente formidable en efecto.

—Solo lo dices para tratar de hacerme sentir mejor.

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—Tal vez. —Él concedió con una sonrisa—. Pero eso no lo hace menos

cierto. Ahora, antes de llegues a una idea equivocada de mí, te encontraré de

nuevo en el salón del trono.

Una vez más, desapareció, y yo suspiré. Si todavía fuera mortal, estaba

segura de que tendría un terrible dolor de cabeza a esta altura. Cerrando los

ojos, repetí el proceso, esta vez tratando de concentrarme más rápido y

ganar un segundo o dos de mi tiempo. Tenía que mejorar, y sólo tenía un

limitado espacio de tiempo para aprender cómo.

Reaparecí en el cuarto del trono veintidós segundos más tarde y sonreí.

—La próxima vez que juguemos a la mancha, yo voy a ser la que persiga —

dije, y mis ojos se abrieron con un aleteo.

Walter estaba parado a cinco centímetros frente a mí, tan cerca que mi

nariz casi estaba presionada contra su pecho.

—Mientras que es admirable que hayas encontrado el tiempo para jugar

durante un período tan complicado, debo pedirte que ahora te sientes.

Retrocedí a tropezones y golpeé a alguien más. James. Él apoyó la mano en

mi hombro para afirmarme.

—Regresamos —dijo.

—No lo había adivinado —murmuré antes de moverme torpemente hacia

mi trono. Henry estaba de pie junto al suyo, y extendió la mano. La tomé.

El resto del Consejo también estaba de pie junto a sus tronos, e hice una

rápida cuenta mental. Todos lucían cansados, la piel de mi madre estaba

enfermizamente pálida, un doloroso recordatorio de sus últimos días en

Edén, pero todos habían regresado.

Nadie habló. Sus expresiones iban desde la profunda tristeza hasta la

inexplicable ira, y me tomó todo lo que tenía no hundirme en una visión y

asegurarme de que Milo estaba bien.

—¿Qué sucedió? —dije temblorosamente, demasiado asustada para esperar a

que Walter hablara primero.

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—El alcance de Cronos se está extendiendo. Envió otra ola gigante —dijo

Walter—. Alejandría casi ha desaparecido, y El Cairo está medio ahogado.

—Pero… —Intenté imaginar el mapa de Egipto. Había pasado una eternidad

desde que había visto uno—. El Cairo no está en la costa.

—Con el poder de un Titán detrás de ella, no hubo nada para evitar que la

ola alcanzara los territorios internos —dijo Phillip, y respiró

temblorosamente—. Lo lamento. He hecho todo lo que puedo para hacerle

frente, pero…

—Tienes un límite —dijo Sofía suavemente, sus ojos bordeados de rojo—.

Nadie te culpa, Phillip.

Por la forma en que inclinó la cabeza, era obvio que Phillip se culpaba a sí

mismo. Metí mis dedos temblorosos entre las rodillas. Dos ciudades esta

vez, y todo entre medio.

—¿Cuántas muertes? —dije.

—Millones —dijo Walter—. Varias veces la cantidad de la destrucción de

Atenas.

Todo el aire abandonó mis pulmones. ¿Por qué no habían aceptado el trato

de Cronos? Quizá sólo habría dado un poco más de tiempo para

prepararnos, pero aun así era algo. Cronos iba a escapar con o sin su

permiso, y no pasaría mucho tiempo antes de que devastara Europa y

África. Y luego, ¿dónde golpearía? ¿Asia? ¿Australia? ¿Norte y Sudamérica?

¿Cuánto tiempo pasaría hasta que destruyera todo?

Al menos Calliope me atacó por una razón. Pero Cronos, ¿lo estaba

haciendo solo para herir al Consejo? ¿Para probar que era más fuerte y que

no había nada que pudieran hacer para detenerlo? Ellos ya lo sabían, incluso

si Walter era demasiado terco para admitir que no era el bastardo más

grande y más malvado en el universo.

Abrí la boca para demandar que Walter hiciera algo; lo que fuera, no me

importaba, mientras detuviera el ataque. Sin embargo, Henry me tomó la

mano, acariciando mis nudillos con la almohadilla de su pulgar, y me quedé

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en silencio. Para Walter, yo no era más que un incompetente fastidio.

Debido a eso, sin importar lo que dijera, sin importar cuánta lógica y razón

usara, no me escucharía. Nadie excepto mi madre, James y Henry lo

harían, y el Consejo no podía permitirse estar más dividido de lo que ya

estaba.

—Kate, puedes irte —dijo Walter, y dejé mi trono sin protestar. Podría

haber sido joven e inexperta, pero eso no me convertía en una idiota. Y si

ellos no lo arreglaban, entonces yo lo haría.

Las sombras bailaban en los muros de la guardería de Milo cuando se

materializó alrededor de mí, y Cronos se erguía sobre su cuna. Lucía más

pálido de lo usual, pero sus ojos se arremolinaban con niebla, y una ligera

aura de poder lo rodeaba.

—He estado esperándote. —Apoyó una mano en la parte baja de mi espalda,

y yo retrocedí.

—Eres un monstruo —gruñí, tomando a mi hijo—. ¿Te das cuenta de

cuánta gente acabas de…?

Como siempre, mi mano encontró el aire, pero esta vez fue diferente.

Entrecerré los ojos para mirar el desorden de mantas, y me congelé. Milo no

estaba ahí.

—¿Qué le hiciste? —dije, y mi voz se quebró—. ¿Dónde demonios está mi

hijo?

Cronos hizo un gesto hacia detrás de mí, y me volví rápidamente. Ava

estaba sentada en una mecedora que no había estado ahí el día anterior, y

tenía a Milo en brazos.

—Apenas lo ha dejado desde que te fuiste —dijo Cronos.

Me apresuré hacia ella, y Ava levantó la mirada. Por un horrible momento,

pensé que ella podía verme, pero en su lugar miró a través de mí.

—No funcionará —le dijo a Cronos—. No importa cuántas veces lo

intentes. Kate no está aquí, e incluso si estuviera, no serías capaz de verla.

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Todavía la negación, entonces. Por ahora, no importaba; observé a Milo

succionar felizmente la punta de su dedo meñique, y mi corazón se derritió.

Abriendo los ojos, él me miró a mí, y podría haber jurado que sonrió

alrededor del dedo.

—Hola, bebé —susurré, arrodillándome junto a Ava. La hoja de la mecedora

rebanó mi muslo insustancial—. Mírate.

Sus ojos estaban brillantes, sus mejillas rosadas y él movió las manos hacia

mí con más entusiasmo que antes. Lucía como un saludable niño de diez

días. Lo que fuera que Ava le estuviera dando, funcionaba.

—¿Por qué luce tan saludable? —le dije a Cronos, y él repitió la pregunta.

Ava, que no debe haberse dado cuenta de que él una vez más estaba

hablando por mí, se encogió de hombros.

—Todos saben que los recién nacidos necesitan ser tenidos en brazos, y no

caminando por un vacío de emoción tampoco. Un poco de amor les hace

maravillas.

Y ahora mismo, ella era la única que podía darle eso. Me mordí la parte

interna de la mejilla y me concentré en Milo. Era tan hermoso que dolía

mirarlo, pero no podía apartarme.

—¿Por qué atacaste a esa gente? —le dije a Cronos.

—Por la misma razón que ataqué a Atenas —dijo él—. Para enseñarle una

lección al Consejo.

—¿Y qué lección se supone que sea esa? —estallé—. Cuanto más los

lastimes, menos probable es que estén de acuerdo con tu tregua.

—Ambos sabemos que eso no sucederá —dijo Cronos, y en la mecedora, el

ceño de Ava se frunció con confusión.

—Detente —dijo ella, su asidero sobre Milo apretándose—. Ella no está

aquí.

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—Dile que mentiste ayer —dije. Ava estaba haciendo algo que nadie más

podría o haría por Milo en este momento, y si Cronos decía lo peor, no

podía arriesgar que Ava dejara al bebé solo una vez más. Lo último que él

necesitaba era perder a alguien que lo amaba.

Cronos suspiró y dijo con voz molesta.

—Mis palabras de ayer eran puramente mías, no un reflejo de lo que Kate

expresó. Mis más sinceras disculpas.

Ava sonrió triunfalmente.

—Lo sabía. Eres una porquería.

—Eso me han dicho —dijo Cronos con sorprendente facilidad—. Mi querida

Kate, el hecho es que todos sabemos que una tregua no tendrá lugar, no

mientras Walter esté a cargo del Consejo.

—No está en mí poder convencerlos de derrocar a Walter, e incluso si

pudiera, no lo haría —dije.

—Entonces conoces las consecuencias —dijo Cronos—. El tiempo de la

inacción terminó. Le he dado al Consejo lo suficiente para rendirse, y ahora

que han elegido no hacerlo, haré lo que deba para ponerlos en su lugar.

Mi estómago cayó.

—Por favor —dije—. Dales un poco más de tiempo. Dame un poco más de

tiempo.

—No hará diferencia. El solsticio de invierno está a menos de tres meses de

distancia. Los lazos del Consejo ya no me contendrán en ese momento.

—Lo sé.

—Entonces, ¿por qué viniste? —dijo Cronos—. No me digas que fue

meramente para ver a tu hijo.

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Hubiera pasado una eternidad encerrada en una habitación con Calliope si

eso significaba pasar cinco minutos con Milo. Pero no lo dije, porque

Cronos tenía razón. Siempre tenía razón.

—Sabes por qué estoy aquí.

Sus pasos hicieron eco detrás de mí, acercándose hasta que se arrodilló

junto a mí y pasó su brazo alrededor de mi cintura. Ava se alejó de él. No la

culpaba.

—¿Kate? —dijo ella, su voz temblando mientras buscaba en el espacio en el

que estaba. La ignoré. Ahora no era el momento.

—Quiero oírlo de ti —dijo Cronos roncamente, y a pesar de que sus labios

se mantuvieron cerca de mi oreja, él ya no tenía aliento. Ni tibio, ni frío;

nada.

Apreté las manos hasta formar puños y me concentré en los ojos azules de

Milo. Henry entendería. Tenía que hacerlo.

—Estoy aquí para hacer un intercambio.

—¿En verdad esta vez? —dijo Cronos.

—Sí —susurré—. En verdad.

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Capítulo 11 HORIZONTE

Traducido por Rihano y Akanet

Corregido por La BoHeMiK

ronos me dio siete días con Henry y mi madre antes de que

atacara de nuevo.

No fue por la bondad de su corazón. Sin embargo, yo no tenía

manera de llegar a la isla por mi cuenta, y no podía pedirle a

nadie que me acompañara. Además, cuanta más gente involucrara, mayor

sería la oportunidad de que esto se le regresara a Henry.

Así que tuve que aprender a llegar por mí misma. Apenas podía viajar a

través de la habitación sin la ayuda de Henry; aprender cómo cruzar la

mitad de un océano en una semana parecía imposible, pero tenía que

hacerlo.

Mientras mi mente regresaba al Olimpo, me volví consciente de dos cosas:

primero, yo estaba llorando. Y segundo, Henry estaba a mi lado, sus ojos

fijos en los míos.

—¿Estás bien?

Él rozó su pulgar contra mi mejilla, capturando una lágrima perdida. El

impulso de decirle todo lo que me abrumaba, hacía difícil respirar, pero no

C

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pude. Esto era por Milo. Si uno de nosotros tenía que hacerlo, yo era la

mejor opción. Cronos ya le había emitido un ultimátum a Calliope, no

podía dañar Milo o a mí; Henry no tendría la misma seguridad, y él era

demasiado importante, demasiado poderoso, demasiado necesario para

sacrificarse. Encontraría un camino de regreso tan pronto como pudiera.

Tal vez si pudiera aprender a viajar apropiadamente, me gustaría ser capaz

de tomar a Milo y escapar. No era mucho, pero era algo, y no podía tener a

Henry arriesgándose en el ínterin.

—Te quiero tanto —le dije, cerrando la distancia entre nosotros y

envolviéndome alrededor de él—. No importa lo que pase, no importa cómo

resulte esta guerra. Te amo, por siempre y para siempre.

Henry se quedó callado por un largo rato, y yo conté los segundos, tomando

consuelo en cada respiración que él tomaba. Por fin bajó sus labios a los

míos, besándome con dolorosa ternura.

—Tú eres mi vida. —Aunque sus palabras fueron apenas un susurro,

parecieron hacer eco desde algún lugar profundo dentro de él, envolviendo

mi cuerpo e infundiéndome con algo inquebrantable—. No hay nada que no

haría para hacerte feliz. Antes de conocerte, mi mundo era una serie de días

que eran grises y vacíos. Yo no tenía nada que esperar, y no puedo decirte

como era encarar la eternidad solo. Cada día he deseado por ti. Cada día me

aferré a la esperanza de que con el tiempo nos encontraríamos. Y cuando

por fin te encontré...

Se inclinó y me besó de nuevo, con tanta ternura como antes. Su mano se

deslizó por debajo de mi camisa, extendiéndose a través de mi estómago,

pero el toque no era sexual. Era como si estuviera tratando de

memorizarme, al igual que yo estaba tratando de memorizarlo.

—Existí durante más eones de los que recuerdo. He visto salir el sol y caer

tantas veces, que los días perdieron todo significado. Por mucho tiempo, me

pasó en un borrón. Pero esa noche nos encontramos en el río, la noche que

te ofreciste a ti misma con el fin de salvar a un virtual extraño, mi corazón

empezó a latir de nuevo.

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Él tomó mi mano apretándola contra su pecho, y allí estaba, el fuerte y

hermoso pum, pum, pum, pum. Hubiera dado cualquier cosa por mantener los

latidos de su corazón. El negro abismo en el que se había convertido mi

mundo en esas horas que pensé que él estaba muerto, se había desvanecido,

pero era una cicatriz que siempre llevaría. No podía volver a eso. Incluso si

tuviera a Milo, nunca tendría a otro Henry.

—Ahora veo la salida del sol —dijo—. Debido a ti, los días tienen color. La

eternidad tiene sentido una vez más. Encontraste cada pieza rota de mí y

me juntaste de nuevo, a pesar de que te lastimé tantas veces como para no

merecerte. Eres el pegamento que me mantiene unido. Si te pierdo, será mi

final.

Un nudo se formó en mi garganta.

—Nunca me perderás —le dije con voz rota.

—Promételo. —Su mirada buscó la mía mientras pasaba el dedo por mi

columna vertebral.

—Te lo prometo. —Cerré la brecha minúscula entre nosotros una vez más,

capturando sus labios y tratando de mostrarle lo mucho que lo decía en

serio—. Te quiero. Me encanta nuestra familia. Me encanta nuestra vida en

común, y no puedo esperar al día cuando estemos de vuelta en casa, sólo

nosotros tres, y toda esta guerra termine. Te juro que eso va a pasar. Ese

será nuestro futuro.

Él acunó la parte posterior de mi cabeza y sentí su palma ardiente contra mi

piel.

—He esperado una eternidad por este amor. No voy a permitir que nadie,

Titán o no, lo aleje de nosotros.

—¿Lo prometes? —le dije, y esta vez fue el turno de Henry de besarme.

—Lo prometo.

—Entonces hazme un favor.

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—Lo que sea.

Me volteé sobre mi espalda, haciéndolo rodar conmigo. Su cuerpo apretado

contra el mío, en todos los lugares correctos, y levanté mi cabeza lo

suficientemente alta para descansar mi frente contra la suya.

—Vive este amor ahora —le susurré—. Y nunca pares.

* * * En esos siete días, pasé cada momento que pude con Henry. Walter decidió

que a pesar de que Henry estaba mayormente curado, permanecería en el

Olimpo hasta el último momento posible, para darle al Consejo el elemento

sorpresa. Aunque Henry tenía una tendencia a pasear alrededor

murmurando cosas sobre su hermano con las que estaba demasiado

dispuesta a ponerme de acuerdo, eso nos dio más tiempo para estar juntos.

Cuando no estábamos jugando a nuestro nuevo juego de “corre que te

atrapo” a lo largo del palacio bañado por el sol, nos habríamos paso a través

de las arenas movedizas de mis visiones para ver a Milo. Cronos siempre

estaba allí, un recordatorio silencioso del poco tiempo que me quedaba con

mi familia, pero ahora Ava también se había convertido en un elemento

permanente.

Mientras más feliz y saludable se volvía Milo, más delgada y pálida se

ponía Ava, como si él estuviera drenando todo lo que tenía dentro de ella.

Tal vez lo estaba. Tal vez ella era lo único que lo mantenía vivo. Sin

embargo, cuando le expresé eso a Henry un día después de regresar al

Olimpo, él negó con la cabeza.

—Los dos somos inmortales, y Milo también lo es.

—¿Qué? —Me detuve en medio de la abandonada sala del trono, el único

lugar al que podíamos ir que no se sentía mal ventilada. El sol brillaba un

poco más radiante aquí, y la puesta de sol a nuestros pies parecía más

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profunda, de alguna manera más real—. Pero pensé que todos tenían que

hacer las pruebas.

—Los miembros del Consejo lo hacen —dijo Henry—. Los semidioses que

intentan ganarse la inmortalidad por lo general tienen que probarse a sí

mismos de alguna manera. Y también los miembros de la realeza toman la

prueba. Si Walter decide tomar otra reina, independientemente de su

mortalidad, ella tendrá que pasar las mismas pruebas que tú hiciste para

ganarse su posición. Si Milo alguna vez me reemplazara como rey del

Inframundo…

—¿Por qué lo haría?

—Sólo hipotéticamente —dijo Henry, y sus dedos bailaban por la curva de

mi espalda—. Si él me sustituyera, también tendría que hacer la prueba.

Sin embargo, no era sólo hipotéticamente. ¿Estaba pensando él lo mismo

que yo estaba… sacrificarse a sí mismo para regresar a Milo de alguna

manera?

No, no me haría eso, no después de todo por lo que habíamos pasado,

hacerlo lo haría todo más difícil para él. Sin embargo, yo encontraría una

manera de volver a él, no importaba lo que hiciera falta. Apoyé la cabeza en

su hombro. La cicatriz plateada del primer ataque de Cronos asomaba por

debajo de su cuello, y la tracé con un toque ligero como una pluma.

—Ven —murmuró—. Quiero mostrarte algo.

Antes de que pudiera decir una palabra, la ya familiar sensación de

desaparecer se apoderó de mí, y la sala del trono se desvaneció. Sin

embargo, una habitación similar la reemplazó, con el cielo que se extendía

interminablemente ante nosotros.

Sin embargo, había algo diferente acerca de esto. Antes había sido fácil

establecer la diferencia entre el techo y el suelo, pero aquí se mezclaban

juntos, como si se tratara de algo real. A menos que…

Parpadeé. La cosa era real.

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—No se supone que te traiga aquí, o incluso estar aquí yo mismo —admitió

Henry—. Este es el balcón de las habitaciones privadas de Walter. Es el

pináculo de su dominio, y él es muy protector de esto. Pero no hay nada

más bello en el mundo, y yo quería que lo vieras.

Él me llevó a una barandilla de cristal, y yo miré a través del infinito cielo.

Atrapados entre el día y el atardecer, los colores se arremolinaban como si

fueran líquidos, y las llamas parecían bailar en las nubes.

—Esto es increíble —le dije, aturdida.

Nos quedamos allí durante un buen rato, y al fin envolvió su brazo

alrededor de mí, jalándome más cerca.

—Tú puedes decirme cualquier cosa, ya sabes.

—Lo sé —dije en voz baja.

—Entonces dime lo que te ha estado molestando.

Me concentré en el horizonte. No podía mentirle. Yo no quería, y aunque

lo intentara, él lo sabría.

—Estamos en medio de una guerra, y ambos estamos siendo utilizados

como peones de formas que no entendemos.

—Eso no es atípico para mi hermano —dijo Henry con un toque de alegría.

—Eso no es lo que quiero decir. Estamos todos en un gran tablero de

ajedrez, ¿no es así? Cronos está por un lado y Walter está en el otro, usando

a todo el mundo como piezas de ajedrez. Excepto que yo ni siquiera soy un

peón en el equipo de Walter.

Henry abrió la boca, pero lo interrumpí antes de que tuviera la oportunidad

de hablar.

—No me digas que estoy equivocada. Los dos sabemos que no lo estoy. Soy

inútil para Walter. He tratado de darle información, de actuar como un

enviado, incluso aprender a luchar así puedo ayudar a todos, pero él no lo

está reconociendo. Sin embargo, Cronos, me está moviendo alrededor como

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si yo fuera una maldita pieza del rey. Un paso a la vez en cualquier

dirección que él quiera, pero nunca puedo aventurarme demasiado lejos por

mi cuenta, porque si lo hago, si él me pierde...

—Él no va a perder la guerra si se queda sin ti, si eso es lo que estás

pensando. —Henry se giró para estar frente a mí, y me sostuvo la mirada.

Había algo ferviente y ansioso en sus ojos, como si estuviera desesperado

por hacerme entender—. Para él tú no eres una pieza del rey. Si tú eres algo,

es un peón. Algo pequeño e inofensivo, fácil de pasar por alto, nada más que

carne. Aunque, si él te lleva a donde quiere, tan profundamente en

territorio enemigo que ni siquiera sabremos que estás ahí, entonces te

volverás más como él. Pero sólo por el papel que juegas, no por quien eres.

A pesar de la ilusión que él te está ofreciendo, no serás nada más que otra

pieza del juego para él. ¿Entiendes?

Tomé una profunda respiración y la solté lentamente. No había ninguna

buena solución para todo esto.

—Cronos me quiere. Cualquiera que sea la impía razón que tiene para esto

o lo que sea que él piensa de mí, tenerme significa algo para él. No puedo

ignorar eso.

—Te lo estoy pidiendo —dijo Henry—. Te estoy pidiendo que pienses en

mí, pienses en Milo, y que te des cuenta de que no es bueno para ninguno

de los dos si él te tiene. No puedes confiar en un Titán.

—Ahora estás empezando a sonar como Walter —murmuré.

—Él tiene un punto acerca de Cronos. La única persona que puede detenerlo

de incumplir un acuerdo es Rhea, y ella ya ha dejado claro su posición en

esta guerra. Mientras tanto, no vale la pena el riesgo. Milo está seguro. Ava

está cuidando de él, y ella no va a dejar que le pase nada.

—Sin embargo, ya dejó que algo le pasara a él —le dije—. ¿Y cómo sé que a

la primera oportunidad que tenga, no lo va a lanzar al océano?

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—Si lo hace, entonces debemos considerarnos afortunados —dijo Henry,

tirando de mí en otro abrazo—. Phillip lo encontraría, y lo tendríamos de

vuelta otra vez.

—¿Pero que si Calliope decide matar a Milo, después de todo? Ella tiene la

daga. Tiene a Cronos. Podría hacerlo. Cronos podría hacerlo si me niego a

ir a él…

—Si Cronos o Calliope amenazan con matar a nuestro hijo, voy a

despedazarlos con mis propias manos —dijo Henry—. No estás sola en esta

lucha, Kate. No olvides eso. Ya te he fallado más veces de las que puedo

contar, y no voy a hacerlo de nuevo.

—Tú no lo has… —Las palabras quedaron atrapadas en mi garganta—. No

me has fallado.

—Tú moriste en mi guardia —dijo—. Y mis sentimientos por Perséfone…

—Historia antigua. No me has fallado, ¿entendido? Y no voy a dejar que te

atormentes así por tu cuenta.

Él se pasó los dedos por el cabello.

—Tampoco voy a permitirte que lo hagas. Estamos en esto juntos pase lo

que pase. No voy a cometer el error de dejarte atrás otra vez. Todo lo que

pido es que hagas lo mismo por mí también.

Un terror frío me golpeó. Él lo sabía. De alguna manera o algún modo, él

sabía lo que estaba planeando, y en lugar de reconocerlo y forzarme a

detenerme, estaba tratando de razonar conmigo. Me estaba dando una

opción.

Pero también había dejado dolorosamente claro las consecuencias de que yo

tomara la decisión equivocada. Si iba por mi cuenta al tratar de proteger a

Milo y poner fin a esta guerra, él también lo haría. Y los dos sabíamos que

sus intentos serían malditamente mucho más sangrientos que los míos.

Incliné mi cabeza hacia arriba para capturar sus labios, besándolo con cada

onza de pasión, frustración y culpa en mi interior. Él tenía que entender.

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—Te amo, y siempre voy a ser tuya.

—Y yo tuyo. Vamos a tener nuestro futuro —susurró Henry. A pesar de

todo lo que estaba pasando a nuestro alrededor, a pesar de las decisiones

desgarradoras a que nos enfrentábamos, yo creía en él completamente.

En mi último día antes de rendirme a Cronos, mi madre me localizó. Había

estado practicando por siglos, y Henry hacía tiempo que se cansó de

perseguirme por todo el Olimpo. A pesar de las horas que registré

desapareciendo y reapareciendo en lugares al azar a lo largo del palacio,

todavía no había visto todo el Olimpo. Ahora nunca lo haría, pero era una

estupidez tener ese lamento, considerando todas las cosas.

—Tenemos que hablar —dijo mi madre cuando volví a aparecer en el salón

del trono.

—¿A cerca de qué? —le dije, forzando mi voz para que permaneciera firme.

No solía darle ninguna razón para pensar que estaba haciendo algo, pero si

alguien podía descifrarme, era mi madre. A menos que Henry ya se lo

hubiera dicho.

—Has estado ansiosa últimamente —dijo, y yo juré por dentro.

—Todos hemos estado en el borde.

Ella no podía discutir con eso. En cambio mi madre apretó los labios.

—¿Quieres hablar de eso?

Sí. Quería arrastrarme a su regazo como lo hacía cuando era una niña y

admitir todo lo estúpido que había hecho y cada cosa estúpida a la que había

accedido. Quería que me dijera que todo iba a estar bien, y que ya no tenía

que preocuparme, porque ella lo arreglaría.

Sin embargo, esto no era algo que podría resolver con un gesto de la mano o

unas palabras amables; y por primera vez en mi vida, empecé a entender

que ella no era la madre todopoderosa que siempre había pensado que era.

Ella era una humana, o al menos tan cercana a un humano como un

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miembro del Consejo podría serlo. También cometía errores y no siempre

tenía las respuestas.

—No puedo —murmuré, y me hizo un gesto para que me uniera a ella. Y

sin pensarlo dos veces me acurruqué en su regazo. ¿Por qué las cosas no

podían ser simples otra vez?

Sin embargo, no había sido simple en años, no desde que tenía catorce y mi

madre había sido diagnosticada. Y mientras había tenido la ilusión de la

simplicidad en los años antes de eso, nunca habían sido realmente fáciles,

¿verdad? Ella tuvo que educarme sabiendo lo que venía. El Consejo siempre

se había cernido sobre mí, esperando hasta que tuviera la edad suficiente

para hacerme pasar por una prueba a la que ninguna chica antes que yo,

había sobrevivido. Mi madre había conocido los riesgos. Había sabido como

lucía lo inevitable, sin embargo, siempre había estado allí y siempre me

había amado con todo lo que tenía. Ahora era mi turno para hacer lo mismo

con Milo.

—Eres una buena chica, Kate —murmuró, sosteniéndome cerca—. Haz lo

que tengas que hacer para proteger a tu familia.

La abracé con fuerza. Así que después de todo Henry le había dicho. ¿Acaso

ahora todo el Consejo lo sabía? ¿Acaso importaba, siempre y cuando no

estuvieran tratando de detenerme?

—Te amo —le dije, aferrándome a ella.

—También te quiero, cariño. —Frotó mi espalda en círculos lentos—. Todo

estará bien al final. El mal nunca dura para siempre, y tampoco lo hará esto.

A pesar de que sabía que ella tenía razón, a pesar de que dijo las palabras

exactas que había necesitado oír, ella no podía predecir lo que sucedería en

el intermedio. Nadie podía. Y de eso era de lo que realmente tenía miedo.

Más tarde, en nuestro dormitorio, Henry y yo no hablamos. Nos perdimos

en el otro, una silenciosa despedida que ninguno de nosotros podría

soportar decir. Si no hubiera estado segura antes, lo estaba ahora, él me

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estaba dejando ir, y sólo sería cuestión de tiempo antes de que descubriera el

precio que ambos tendríamos que pagar por ello.

Mientras mi tiempo se redujo a menos de media hora antes de que debiera

de rendirme a Cronos, todavía no me atrevía a decir adiós. Esperé hasta que

el pecho de Henry se levantó y cayó en el ritmo regular del sueño, pero él

no me engañaba. Estaba despierto, y dándonos un último momento de

fingir, me alejé en silencio.

James me estaba esperando en el pasillo, apoyado contra la pared con una

mueca en su rostro.

—¿Vas a algún lado?

—Yo… —Me detuve—. No puedes detenerme.

—No hay duda sobre eso —dijo, tomando mi mano y llevándome hacia la

sala del trono. Tanto como quería apartarme, no podía. No cuando esta

podría ser la última vez que lo vería—. ¿Estás segura de esto?

—Si estuvieras en mi lugar, ¿qué harías?

—Me habría ido hace mucho tiempo.

Al menos lo entendía, pero yo no tenía tiempo para esto. Si no estaba en el

palacio de Calliope en veinte minutos, Cronos mataría a más millones de

personas.

—Si no estás tratando de detenerme, entonces, ¿para qué estás aquí?

—¿Todos recibieron una despedida, menos yo? —dijo, y medio le di un

abrazo.

—Lo siento. Quise decírtelo.

—Eso es una mentira, pero gracias por ese pensamiento —dijo James sin

una pizca de enojo—. Así que, ¿cuál es el plan?

Yo no hablé. No era de su incumbencia, y si se lo dijera, corría el riesgo de

que tratara de interferir y arruinarlo todo. Confiaba en James, pero también

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había confiado en Ava. Había confiado en Calliope. Cada vez que algo

terrible sucedía, esa confianza me mordía el trasero. Si este plan tenía

alguna posibilidad de éxito, tenía que mantener la boca cerrada.

James no insistió en el asunto hasta que llegamos a la vacía sala del trono.

Deteniéndose en el centro, buscó en mi cara algo que, obviamente, no pudo

encontrar.

—Puedes confiar en mí —dijo—. Quiero ayudar.

—En el momento que te lo diga, vas a hacer todo lo que esté en tu poder

para detenerme —le dije sin ira, ni acusación. Era la verdad, y ambos lo

sabíamos.

—Te juro que sólo ayudaré —dijo, trazando una X sobre su pecho—.

Palabra de honor, cruza mi corazón o inserta una aguja... —Hizo una

mueca—. En realidad, no, no esa última parte. Ni siquiera rima

adecuadamente.

Le golpeé ligeramente en el brazo.

—¿Y cómo planeas ayudar? ¿Corriendo a donde Walter y diciéndole todo

para que pueda detenerme?

James se burló.

—¿Es eso lo que piensas de mí? Estás yéndote a escondidas para vivir en

pecado con un asesino en masa y ¿el malo aquí soy yo?

Cualquier pequeña cantidad de diversión que había conseguido en esos

pocos minutos con él se evaporó.

—Sabes que no tengo otra opción.

—Tienes una opción —respondió—. Ya la acabas de tomar, eso es todo.

—¿Qué más quieres que haga?

Él se encogió de hombros.

—No podría decirlo. Yo haría exactamente lo mismo.

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Mi ira se desinfló.

—Entonces dame un abrazo de despedida y déjame ir. Puede ser que sea un

bebé en comparación con el resto de ustedes, pero eso no me hace una

idiota.

—La mayor parte del tiempo —dijo James, y nuevamente le di un puñetazo

en el brazo. Sin decir palabra, él me agarró y enterró su cara en mi cabello—

. Se suponía que yo fuera tu primera aventura.

Un nudo se formó en mi garganta, y lo abracé con fuerza.

—No creo que cuente como un amorío si la idea de estar con Cronos me

revuelve el estómago.

—Así que después de todo, todavía hay esperanza para mí.

Medio sonreí, medio sollocé.

—Eres un idiota.

—Corre en la familia. —Él me dejó ir—. Ten cuidado, Kate. Lo digo en

serio. Si mueres, Henry va a…

—… destruir el mundo entero con sus propias manos —le dije—. Sí, lo sé.

También, lo creas o no, realmente quiero permanecer con vida.

—A pesar de que todo evidencia lo contrario. —Él sonrió débilmente y

toqué su codo.

—Hazme un favor. Encuentra a alguien para ti, ¿de acuerdo? No una

aventura o una mortal para casarte durante cincuenta años antes de que ella

muera, sino alguien con quien realmente establecerte. ¿Tienes, qué, varios

miles de años? ¿No crees que sea hora?

Su sonrisa vaciló por un segundo.

—Me habría establecido contigo, pero entonces tenías que ir y casarte con

mi tío. Sabes, eres una pequeña rompecorazones.

Rodé mis ojos.

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—Eres terrible. Lo digo en serio. Te mereces a alguien… alguien que no esté

comprometido ya. Sal y encuéntrala. O a él. Simplemente encuentra a

alguien. —Me levante a toda mi altura—. Voy a estar enojada contigo hasta

que lo hagas.

—A Henry le tomó miles años encontrarte —dijo James—. ¿Realmente

crees que podrías estar molesta conmigo por tanto tiempo?

—Henry no sale mucho. Tú si lo haces. —Lo besé en la mejilla—. Lo digo

en serio. Tiene que haber una diosa menor en alguna parte allí afuera que

esté absolutamente loca por ti.

—A quién no haya desflorado ya… ¡Ay! —James se frotó el hombro, donde

lo había golpeado por tercera vez—. Hoy estás muy violenta.

—Y tú estás muy grosero.

Él me capturó en otro abrazo.

—Es una lástima que no tuvieras una hija.

—Si lo hubiera hecho, le habría dicho que permaneciera malditamente lejos

de ti.

—¿Incluso como recién nacida?

—Nunca puedes empezar demasiado temprano.

Besando la parte superior de mi cabeza, deslizó su mano en la mía.

—Me parece muy justo. Ahora, ¿qué dices de salir de aquí?

Otra vez volvimos a eso. Suspiré.

—No necesito tu ayuda, James. Estoy bien por mi cuenta. Ya lo tengo todo

resuelto.

—¿En serio? —lo dijo con la ceja levantada—. Entonces dime… ¿cómo

planeas bajar del Olimpo? ¿Usando las escaleras?

Dudé.

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—¿Puedo?

—Esta no es una canción de Led Zeppelin, cariño. No hay escaleras al cielo.

—Hizo un gesto hacia el suelo del atardecer—. En estos momentos Walter

tiene bloqueado este lugar, lo que significa que sólo hay una manera de salir

de aquí, y eso es teniendo a un Olímpico acompañándote. ¿Lista?

Lo miré, buscando alguna señal de que estaba a punto de salir corriendo

hacia Walter. Pero el tiempo se estaba escapando, y no tenía muchas

opciones.

—Si te dejo, ¿juras que solo estás ayudando?

—Todo eso es correcto —dijo. ¿Cómo era posible que pudiera hacerme

sonreír, incluso, en medio de la cosa más difícil que jamás había tenido que

hacer?

Debido a que era James, y porque simplemente podría haberlo amado si ya

no amara a Henry. Sin embargo, tenía a Henry, y nunca lo engañaría.

James lo sabía, yo lo sabía, la única persona que no lo sabía era el propio

Henry.

Parándome de puntillas, besé la comisura de su boca, manteniéndolo

durante más tiempo de lo estrictamente necesario.

—Primera aventura, te lo prometo —le susurré—. Ahora vamos a hacer

esto.

James sonrió.

—Creí que nunca lo dirías.

Llegamos precisamente al centro de la intersección más ocupada que alguna

vez hubiera visto. Cientos de personas se trasladaban juntas en diferentes

direcciones, corrientes que se cruzaban y se fusionaban como el tráfico real.

Entrecerré mis ojos hacia arriba con la esperanza de conseguir orientarme.

Nubes de color rosa y púrpura adornaban el cielo, que era apenas visible a

través del espeso bosque de rascacielos que nos rodeaban.

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Sin embargo, quedarse quieto en el caos, no era una opción; y terminé

intercalada entre dos hombres de negocios japoneses que vestían trajes

negros, ambos llevaban maletines y charlaban en un idioma que no conocía.

Sin embargo, como en África y Grecia, a pesar de que no conocía las

palabras, las entendía de todas formas.

—... la reunión de la mañana con el ejecutivo de San Francisco?

—Por supuesto, pero no dirías…

—¡James! —grité, luchando contra el flujo de la multitud, pero era inútil.

Con menos de diez minutos restantes antes de la fecha límite de Cronos, no

podía encontrar a James en ningún lugar.

Los hombres de negocios a ambos lados de mí me dieron una sucia mirada,

como si sólo ahora se hubieran dado cuenta de que estaba allí, y se

movieron hasta que estuve detrás de ellos. Por mí estaba bien.

—¡James! —grité de nuevo mientras llegaba a la acera. Dando codazos para

abrirme paso entre la multitud, alcancé la fachada de vidrio de un edificio y

me apoyé contra ella, directamente debajo de una señal de neón

promocionando electrónicos. Esto era una locura. ¿Cómo podría ser posible

que hubiera tanta gente en un solo lugar a la vez?

—¿Primera vez en Tokio? —dijo una divertida voz a mi lado. James se

inclinó casualmente contra la pared, y sostenía un plato de fideos con la

mano derecha mientras maniobraba un par de palillos con la izquierda.

—Muy gracioso. Ahora me voy. —Cerré mis ojos y empecé a desaparecer,

pero la mano de James en mi hombro me detuvo.

—Lo haré —dijo con la boca llena de fideos—. Encontraré a alguien, siempre

y cuando tú me prometas que esto no es para siempre.

Toqué su mano.

—Te lo prometo. James, te veré en el otro lado de esta guerra.

—Y tal vez con un poco de suerte, ambos estaremos vivos.

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Besé su mejilla una vez más y di un paso atrás, dándome espacio suficiente

para irme. Éste no era el final. Si no pudiera asegurarme de eso, entonces

James lo haría.

—Espera —dijo de nuevo, y con un gesto de su mano, sus fideos

desaparecieron—. ¿Cómo piensas conseguir que Milo vuelva con Henry?

Me quedé mirándolo. ¿Con qué más me iba a salir para conseguir que me lo

llevara conmigo? Sin embargo, independientemente de cuan idiota o

manipulador hubiera decidido ser de repente, él tenía un punto. Había dado

por sentado que Cronos me dejaría llevar a Milo al Olimpo por mí misma,

o que lo enviaría al Olimpo, pero Cronos no tenía forma de llegar hasta allí,

y una vez que yo aterrizara en la isla, estaba segura de que nunca sería

capaz de salir. Al menos no hasta que esta guerra hubiese terminado.

—Eres exasperante —dije, tendiéndole la mano. Con una mirada de

suficiencia, James la tomó—. No sé cómo traerte conmigo.

—Lo descifrarás —dijo—. Confío en ti.

—Confiar en mí no tiene nada que ver con lo que puedo y no puedo hacer.

—Haz exactamente lo mismo que hiciste cuando me llevaste a ver a Milo y

Cronos —dijo—. Ni siquiera pienses en ello.

Era más fácil decirlo que hacerlo. La cacofonía de ruido que nos rodeaba

hacía difícil concentrarse, pero si no lo hacía, entonces no habría forma de

decir lo que Cronos haría si llegara a pensar que me retracté de nuestro

trato. Así que tenía que hacerlo. No se permitían los rodeos.

Me concentré en mi cuerpo, volviéndome consciente de cada centímetro de

ello, y extendí mi alcance hacia James tanto como pude. Se sentía forzado,

como si no estuviera haciendo nada más que imaginarlo, pero James sabía

lo que estaba en juego. Si él estaba dispuesto a correr el riesgo, entonces yo

estaba dispuesta a intentarlo.

El ruido de Tokio se canalizó a nuestro alrededor, una pared de vibraciones

que sonaban a todo y nada en absoluto. El rugido se hizo más fuerte hasta

que, finalmente, se apoderó de mí por completo, y luego…

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Me estaba ahogando.

El agua llenaba mis pulmones mientras luchaba por hacer lo humanamente

posible y respirar. Probé la sal y me sacudí, mi mano todavía sostenía la de

James, pero eso no ayudaba. Era tan pesado como yo lo era, y juntos nos

hundíamos más y más profundamente en el tono negro del océano.

Íbamos a morir. O por lo menos, estaríamos atrapados en el fondo del mar

durante el resto de la eternidad. Las algas se envolverían alrededor de

nuestras extremidades, manteniéndonos abajo hasta que el mar estuviera

listo para jalarnos más lejos en sus profundidades. Para el momento en que

lográramos escapar, el tiempo se habría terminado, y Cronos creería que lo

había abandonado por completo. Millones de personas más estarían

muertas, y nada de lo que dijera o hiciera convencería a Cronos de

detenerse.

Nada.

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Capítulo 12 AHOGÁNDOME

Traducido por LizC, Nelshia y Aylinachan

Corregido por Val_mar

brí la boca para gritar pidiendo ayuda, pero no tenía más aliento

en mí. No podía ver la superficie. Todo mezclado junto en una

pesadilla de oscuridad, y el terror se apoderó de mí tan

completamente que no podía ni pensar.

Esto era todo. Este era el final.

Realmente debí dejar que Ava me enseñara a nadar.

—¿Tienes problemas? —dijo una voz ronca a mi lado, tan claro como si

estuviéramos hablando sobre la superficie. Me di la vuelta y casi me

desmayo de alivio.

Phillip, Señor de los Océanos, flotando a nuestro lado, pareciendo como si

estuviera caminando en tierra firme. No me importó que él pudiera haber

sabido lo que estábamos haciendo o lo que yo había planeado; me daba igual

si lo sabía, Walter debía saber, también. Mientras yo no pasara el resto de la

eternidad en el fondo del mar, todo valdría la pena.

Ayúdanos, murmuré, señalando a la mano que sostenía la de James. El agua

estaba tan oscura que ya no podía verlo más.

A

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—Por supuesto —dijo Phillip, y miró en la dirección que debe haber estado

asomando. Una fuerte corriente nos capturó a los tres, llevándonos hacia la

superficie a una velocidad formidable. Tan pronto como el azul del cielo se

hizo visible a través del agua, la corriente nos arrastró hacia un lado, y me

abrí paso arrastra hacia la superficie. Sólo unos centímetros más.

—Tu parada, supongo —dijo Phillip—. Cuídate.

Asentí y murmuré mi agradecimiento. Pude ver a James a través del agua

ahora, y él estaba sonriendo a su tío y dándole una estúpida despedida con

su mano. Imagínense. Casi nos habíamos ahogado, y él sonreía.

Finalmente emergimos a la superficie, y escupí una cantidad imposible de

agua de mar. De alguna manera mis pies tocaron la arena movediza, y me

quedé de pie temblando, mis rodillas chocando entre sí. Pero estábamos

fuera del océano y aún tenía unos cuantos minutos antes de encontrarme

con Cronos. Eso era lo importante.

Algo brilló en el borde de mi visión, por lo que miré alrededor

salvajemente, mi corazón golpeando fuertemente. Por un segundo, me

pareció ver una figura de pelo oscuro asomarse en los acantilados, pero

parpadeé y se había ido.

Respiré profundo. Estábamos fuera del océano, y ya no tenía nada para

entrar en pánico. A menos que contara a un Titán eternamente empeñado

en destruir todo lo que yo quería.

Frías olas rozaban mis espinillas, y James permanecía de pie a mi lado,

temblando como una hoja.

—Muy bien —dijo con voz áspera—. Tengo que admitir que… que pedirte

hacer eso sin practicar primero, fue un… un error.

—No me digas —dije con una voz que temblaba tanto como la de él. Nos

pusimos de pie a unos metros de la costa de la isla de Cronos, y el palacio se

alzaba por encima de nosotros, una sombra gigante contra el cielo

brillante—. ¿Estás bien?

—Viviré —dijo con ironía—. Por lo menos hasta que estemos dentro.

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—¿Cómo vamos a pasar a través de la barrera? —No podía verla, pero podía

sentirla, zumbando en mis huesos como un campo de fuerza. Si Cronos no

podía penetrar en ella, al menos no lo suficiente como para salir, aunque su

alcance se extendía ahora hasta El Cairo, entonces, ¿cómo se suponía que

nosotros lo hiciéramos?

—Caminando —dijo James—. La barrera está destinada a mantener a

Cronos atrapado, no a nosotros. Walter incluso insistió en que no la

modificáramos para incluir a Calliope. Hasta que nos dimos cuenta de que

te tenía, por supuesto.

—¿Quieres decir…? —vacilé. Debería haber intentado con más ahínco

escapar. De alguna manera podría haber encontrado una forma. Phillip

podría haberme recogido en el océano y haberme llevado a un lugar seguro,

o…

Me armé de valor contra el aluvión de posibilidades que inundaron mi

mente. Jugar al “qué pasaría si” no cambiaría nada. Había tratado de

escapar. Había hecho todo lo que podía. Y en este momento, lo único en

que podía concentrarme era en cómo hacer que las cosas finalmente saliera

a mi manera.

—Quiero decir, ¿qué? —dijo James, y yo negué con la cabeza.

—No importa. Vamos.

Con la mano todavía en la suya y el sabor de la sal en mi lengua, clavé los

talones en la arena y me empujé hacia adelante, caminando fuera del océano

para cumplir mi destino.

Un innatural silencio se apoderó de la isla. Los acantilados con vistas a la

costa se alzaban altos e inflexibles, pero a pesar de su imponente altura,

James pasó uno de los pocos preciosos minutos que nos quedaban tratando

de encontrar la forma más rápida para subir.

—No va a funcionar —le dije, molesta. Estábamos perdiendo demasiado

tiempo—. Simplemente vamos a rodearlo.

—Serían kilómetros fuera de nuestro camino —dijo James.

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—Entonces dame tu brazo y yo nos llevaré hasta allí.

Resopló. —¿De verdad crees que voy a someterme a eso otra vez?

—¿De verdad tienes opción? —Me tambaleé por la playa, la arena cediendo

a cada paso que daba—. Caminar o reaparecer, James. No me importa. Me

voy en diez segundos con o sin ti.

Murmurando algo entre dientes que no entendí bien, corrió hacia mí.

—Si terminamos en el océano una vez más, me voy.

—Tú eres el que insistió en que tenía que traerte a todo esto en primer lugar

—dije—. Además, deja de fingir que no te gusta nadar. Te vi sonreír.

—Sí, vergonzosamente. Phillip nunca va a dejarme olvidar eso.

Si ambos terminaban vivos al final de esta guerra. Tomando su mano, cerré

los ojos.

—Nada de agua esta vez —le prometí.

El aire alrededor cambió, la brisa cálida del océano sustituido por el olor

rancio de la antigua roca. Suspiré con alivio. Estábamos en la habitación en

la que Calliope me había mantenido por nueve meses, y no había una gota

de agua a la vista.

—Mucho mejor —susurró James.

Busqué por la puerta. Estaba cerrada.

—Maldita sea —murmuré, pero antes de que pudiera quejarme o sugerir

otro viaje a través de la nada, James tocó la manija, y oí un leve chasquido.

—Inténtalo de nuevo.

Esta vez, la puerta se abrió sin obstáculos. Levanté una ceja, y se encogió de

hombros.

—Tengo un par de trucos bajo la manga.

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Nos escabullimos fuera por el pasillo abandonado. No era tan decadente

como el que estaba afuera de la habitación de niños, y miré alrededor con

inquietud. No tenía ni idea de cómo llegar allí desde aquí.

Cada extremo del pasillo parecía idéntico. Izquierda o derecha, no

importaba, pero Ava me había jalado a la derecha cuando Henry había

atacado el palacio. Un lugar suficientemente bueno para empezar.

—Por aquí —dije, arrastrándome en la oscuridad, y James siguió unos pasos

detrás de mí. Alguien debió haber arreglado el daño que Henry había hecho

al castillo, dejando el pasillo despejado.

—¿Está segura? —dijo dubitativo.

—¿No se supone que debes saber siempre dónde vas?

—No en el territorio Titán. ¿Estás segura que no hay otro camino?

Lo ignoré. Tenían que tener alguna forma de moverse de un piso a otro.

Traté de imaginar mentalmente las partes del palacio que conocía, pero no

podía recordar haber visto nunca una escalera.

—Kate —dijo James con un toque de desesperación en su voz—. Creo que

vamos en el cam…

Un choque de metal contra metal atravesó el aire, y un hombre gritó. En un

instante, James me tiró atrás, de modo que los dos estábamos apoyados

contra la pared.

—¿Qué…? —comencé, pero apretó su mano contra mi boca. Una risita fría

hizo eco por el pasillo, y volví mi cabeza lo suficiente para detectar a

Calliope saliendo de una habitación al final del pasillo.

Tarareando para sí misma, salió por otra puerta y desapareció, seguida

rápidamente por una figura encorvada que no podría haber sido otro más

que Ava. ¿Dónde estaba Cronos? ¿Y quién estaba dentro de esa habitación?

—Nicholas —susurró James—. Él está vivo.

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Mi conciencia me trajo hacia Nicholas, pero yo había venido aquí por una

razón y una razón solamente. Por mucho que me mataba escabullirme

dejando su celda, si quería una oportunidad real de salvar a mi hijo, tenía

que hacerlo.

—Regresaremos por él —le dije, la mitad de la promesa para mí y mitad de

la promesa por James. No tendríamos la oportunidad de volver por

Nicholas, sin embargo, y los dos lo sabíamos.

James lideró el camino esta vez, y a pesar de mis protestas entre dientes,

abrió la puerta por la que había desaparecido Calliope. Contuve la

respiración, segura de que estaría esperándonos del otro lado, plenamente

consciente de que estábamos allí, pero en lugar de eso…

—Supongo que realmente hay una escalera al cielo, después de todo —dijo

James con una sonrisa, y si no estuviera ya sobre el borde, me habría reído

de su estúpida broma. Nos apresuramos a subir las escaleras en silencio.

Dos niveles más arriba, asentí con la cabeza hacia la puerta y la abrió lo

suficiente para que uno de nosotros pasará a través de ella.

—Yo primero —le dije. Si Cronos estaba esperando en el otro lado, no me

atacaría. James, por otra parte, no había sido invitado precisamente.

Deslizándome a través de la puerta que daba al vacío pasillo azul pavo real

y dorado, esperé el espacio de tres latidos antes de hacer señas para que

siguiera—. ¿Cuál es la habitación de Milo? —No había pasado tiempo fuera

de la guardería, pero en mi visión, James lo había hecho.

—El cuarto uno, abajo —dijo—. Kate, si algo sale mal…

—Hola ahí.

La voz de Cronos, frígido y carente de compasión, se deslizó por mi

columna. Giré sobre mis talones, pasando automáticamente frente a James

para escudarlo, pero fue un gesto vacío. Si Cronos quería matar a James, no

necesitaría mi permiso.

—Te dije que iba a venir —le dije con frialdad, pero no tenía comparación

con la forma en que Cronos habló. Él podría congelar el sol si quería.

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—Sí, pero no recuerdo dar mi consentimiento para un invitado.

—No puedo muy bien regresar al Olimpo con Milo. James va a llevarlo por

mí.

—¿Es así? —dijo Cronos y James asintió con la cabeza. Tenía los ojos

demasiado brillantes y su mandíbula rígida, pero levantó la barbilla y miró

a Cronos.

El terror se apoderó de mí. Cronos no me haría daño por muy insolente que

fuera, no mientras pensara que iba a ser suya. Pero James era prescindible,

meramente algo más de Cronos que los millones de personas con las que ya

había acabado con un solo pensamiento.

—Sí —dijo James—. Ahora, si no te importa, voy a hacer lo que vine a

hacer aquí.

—Por supuesto. —Una extraña sonrisa se extendió en los labios demasiado

perfectos de Cronos, y se hizo a un lado con una reverencia.

¿A qué estaba jugando Cronos? James se adelantó, y fui con él. Si se trataba

de algún tipo de trampa, si Cronos había sabido y sólo estaba poniendo a

James…

Cronos no trató de detenerme, sin embargo. James y yo nos apresuramos

hacia la guardería, y mi corazón latía con fuerza. ¿Estaba Milo todavía aquí?

¿Le había hecho Cronos algo? James y yo alcanzamos la manija, al mismo

tiempo, pero antes de que alguno de los dos tocara el accesorio del metal, la

puerta se abrió de golpe.

Calliope.

Al principio sus ojos rodaron con consternación, pero después de un latido,

sonrió burlonamente. Parecía como si fuera mi madre con la edad de Sofía

ahora, muy apropiado para uno de los seis originales, pero no hizo nada que

me distrajera del hecho de que acunaba a Milo en sus brazos.

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—Kate —ronroneó—. Qué bueno que te unas a nosotros. Aquí estaba

pensando que eras lo suficientemente inteligente como para estar lejos.

Tonta de mí.

—¿Kate? —dijo una débil voz detrás de ella, y Ava apareció en el umbral—.

Oh, Dios mío. ¡Kate! Cronos dijo que estabas viva, pero yo no creí…

—Silencio —dijo Calliope. Ava inmediatamente se calmó, pero sus mejillas

se sonrojaron y sus ojos brillaron con la luz. Por primera vez en casi dos

años, parecía viva. Calliope se aclaró la garganta y se volvió hacia James

con una sonrisa bobalicona—. Querido, ha pasado demasiado tiempo.

—Yo no soy tu querido. Dame al bebé —dijo James, extendiendo los brazos.

—¿Por qué haría algo así? —dijo con un resoplido—. Callum es mi hijo.

Quería hundir mis uñas en esa carita bonita suya y sacarle los ojos a

arañazos.

—Es mi hijo, no el tuyo —gruñí—. Cronos y yo hicimos un trato. Estoy

aquí y Milo sale con James.

—Ah, ¿sí? —Calliope me miró por encima del hombro—. ¿Por qué no era

yo parte de ese acuerdo, padre?

—No tienes nada que ver con ese acuerdo —dijo Cronos—. Harás lo que yo

diga y mantendré mi palabra.

—¿Qué palabra es esa? —dijo Calliope maliciosamente, apretando su brazo

alrededor de mi hijo.

—El niño será devuelto a la familia de Kate y ella se quedará aquí conmigo.

Dos manchas rojas aparecieron en las mejillas de Calliope y se sacudió de

manera extraña, como si estuviera luchando contra algún tipo de

compulsión.

—¿Y si no lo hago?

—Entonces ya no te necesito para nada.

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Ella siseó.

—Después de todo lo que he hecho por ti, después de todo lo que he

sacrificado…

La furia salió de ella en oleadas y tuve que esforzarme para no dar un paso

atrás. Estaba tan cerca de Milo que todo lo que tenía que hacer era extender

la mano y tocarlo. No podía irme de nuevo.

—¿Es esa tu última decisión? —dijo Cronos—. ¿Apartar la lealtad por el

bien de mantener a un niño que no es tuyo?

—Él debe ser mío. —Calliope fue hacia la guardería, pero Ava le bloqueó el

camino, una luz magenta emanaba de su cuerpo—. No me hagas hacer esto,

padre.

Un destello metálico al lado de Milo llamó mi atención. Calliope tiró de la

manta y, antes de que cualquiera de nosotros pudiera reaccionar, apretó la

daga que Nicholas había forjado, la única que podía matar a un inmortal,

contra la garganta de Milo.

—No voy a dejar que se vaya —dijo Calliope, más tranquila ahora que el

miedo llenaba el aire como el veneno—. Has regalado algo que no es tuyo,

Padre.

Detrás de mí, Cronos suspiró como si se tratara de una niña caprichosa. Era

un asesino que no tenía problema en matar de nuevo.

—No voy a pedirlo una segunda vez. Devuelve el niño o enfréntate a la ira

del Rey de los Titanes.

—¿La ira de la Reina de los Dioses no significa nada entonces? —dijo

Calliope. Paralizada por el miedo, no podía quitarle los ojos a mi hijo. No

me importaba un partido de meadas entre ellos, lo único que quería era que

Calliope moviera esa daga lejos del cuello de Milo.

—Calliope, no quieres hacer eso —dijo Ava, cada vez más cerca. Calliope

dio la vuelta, con los dientes al descubierto mientras aferraba contra su

pecho a Milo.

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—No te atrevas a usar tus poderes contra mí —gruñó. Levantó el mango de

la daga, apretando la punta contra el pecho de Milo—. ¿Qué vas a hacer,

Padre? ¿Tu trato o mi lealtad?

Milo dejó escapar un suave gemido y me lancé hacia delante. Pero antes de

poder alcanzarlo, Cronos agarró mi hombro y me apretó contra su pecho y

no importó cuanto me esforcé, no se movió.

—No voy a faltarle mi palabra a Kate —dijo Cronos sin emoción y le di un

codazo fuerte en el estómago. Nada—. Haz lo que debas, pero sin cometer

errores. Nuestra alianza gira en torno a la vida de ese bebé.

Me pareció ver un destello de dolor en el rostro de Calliope, pero duró sólo

una fracción de segundo.

—Así que has elegido a Kate sobre mí —dijo, casi escupiendo mi nombre—.

Entonces, poco importa lo que haga, ¿verdad? Tu lealtad nunca será mía y

la mía ya no será tuya.

Ella levantó la daga y un grito desgarrador salió de mí e hizo eco por todo el

palacio. No podía verlo, pero tampoco podía mirar hacia otro lado en los

últimos segundos de la corta vida de Milo. No podía abandonarlo.

El mundo se oscureció en los bordes y por un maravilloso momento pensé

que me estaba muriendo. Mi cuerpo se entumeció, mi mente se quedó en

silencio, y ese segundo quedó colgando entre nosotros, congelado. Me

gustaría vivir con este miedo para siempre si eso significaba que ese

momento nunca terminaría, si Calliope no movía la hoja más cerca, si Milo

nunca moría, si todos nos quedábamos así para toda la eternidad.

Un destello de luz blanca me cegó y la oscuridad que crepitó con el poder

nos envolvió.

—Calliope —tronó una voz demasiado familiar—. Pon el arma en el suelo y

dame a mi hijo.

Henry.

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No debería haber sido posible para mí estar más asustada de lo que ya

estaba, pero ahora, viendo a Henry flotar por el pasillo con la nube negra a

su alrededor, un gran terror se agarró a mi cuello y se negó a dejarme ir.

Iba a perderlos a ambos.

Esta vez Calliope no trató de ocultar su sorpresa. Su boca se abrió, pero

también bajó la daga.

—Henry —dijo—. Qué inesperada sorpresa. Y aquí Padre me decía que

estabas muerto.

Ella miró a Cronos y sus brazos se apretaron a mi alrededor hasta que

estuvo a un milímetro de aplastarme los huesos hasta convertirlos en polvo.

—Me mentiste —susurró en mi oído y su maldad vibró en el aire que nos

rodeaba—. Después de todo lo que hice por ti, así es como me lo pagas. Con

el engaño y la burla.

Tragué saliva. No más secretos ahora. Las cartas estaban sobre la mesa y

ahora lo único que podíamos hacer era jugar.

—Dame a mi hijo —repitió Henry. Estaba a menos de treinta centímetros

de mí, pero no me evitó un vistazo.

—¿Y que gano yo con este acuerdo? —dijo Calliope, mirándolo con avidez.

—A mí —dijo Henry en voz baja—. Dame a mi hijo, jura por el Río Estigia

que nunca le harás daño y permitirás que algo le haga daño de alguna

manera o forma y me tendrás a mí.

—Henry, no —jadeé y Cronos apretó la mano sobre mi boca. No, no, no.

Henry tenía que quedarse con Milo y mantenerlo a salvo. Yo no podía, no

de la manera que podía él. Tenía que ser yo. Tenía que ser yo la que se

alejara. Traté de protestar, gimiendo, gritando y agitándome contra Cronos,

pero Henry me ignoró por completo.

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—Eso cumplirá los términos de nuestro acuerdo —dijo Cronos y se detuvo

en seco—. El bebé será criado por su familia, como Kate ha exigido y yo la

tendré.

No, ese no era el trato. Ni siquiera se acercaba. Se suponía que Milo estaría

seguro en el Olimpo con Henry, mi madre y James, no aquí con Calliope y

Cronos. Yo no podía hablar bien y nadie estaba prestándome atención.

Henry asintió con la cabeza y en ese segundo mi corazón se rompió.

—Muy bien —dijo Calliope, pero a pesar de que había conseguido todo lo

que siempre había deseado, había un filo en su voz, una dureza que no

entendí. Ella debería estar celebrándolo. Yo estaba rota. No tenía nada y

ella lo tenía todo ahora—. Lo juro por el Río Estigia que no le voy a hacer

daño al bebé, ni permitiré que nadie le haga daño, siempre y cuando te

quedes conmigo.

—Que así sea —tronó la suave voz de Henry y mi visión se emborronó.

Tenía que haber una forma de salir de esa, no podía ser lo que Henry había

previsto. Él no me dejaría así.

¿Pero no había estado yo dispuesta a dejarlo?

—Perfecto —dijo Calliope y sin apartar la mirada de la Henry, le dijo a

Ava—. Hazlo.

—Pero… —dijo Ava, su coraje anterior había desaparecido.

—Hazlo.

¿Hacer qué?

No pasó mucho tiempo hasta que conseguí una respuesta. El aura magenta

creció alrededor de Ava hasta tocar a Henry y como un rayo, golpeó a

Calliope. En vez de gritar, sin embargo, su sonrisa de suficiencia sólo se

expandió.

—No —dijo Ava, con voz temblorosa—. Ahora deja a Kate y al bebé irse.

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—Has escuchado a Padre —dijo Calliope—. El bebé se queda con Henry.

Pero si insistes, voy a darle una oportunidad. Henry, querido. —Dio un

paso hacia él y mi corazón palió con fuerza—. ¿Con quién te quieres

quedar? ¿Conmigo o con Kate?

¿Era esto una especie de broma? Por supuesto que Henry quería quedarse

conmigo, sobre todo cuando todos podríamos ser una familia. Henry se

acercó a Calliope sin embargo y mis ojos se abrieron. Puso la mano en la

mejilla de ella, de la manera tan familiar como siempre me había tocado a

mí y luego…

Sus ojos se cerraron y se inclinó para besarla.

¿Qué había hecho Ava?

Pregunta estúpida. Sabía exactamente lo que había hecho. Y no importaba

cuáles eran sus razones, no importaba lo que Calliope sostenía sobre su

cabeza, no importaba cuantas veces acunara a mi hijo llorando, nunca le

perdonaría por hacer que Henry se enamorara de Calliope.

Cronos se movió hacia atrás y me llevó consigo. El pánico se apoderó de mí,

sin dejar espacio para la racionalidad y arañé sus manos, desesperada

porque las soltara. No podía salir, no ahora. No cuando mi marido pensaba

que estaba enamorado de otra persona.

Apartándose de Henry, Calliope me miró con disgusto.

—No, no te vayas todavía —dijo con una voz majestuosa como la que había

tenido Cronos hiriéndola dos minutos antes.

—¿Y por qué? —dijo Cronos.

Calliope sonrió dulcemente.

—Porque no he terminado todavía con ella.

Sin manos que la guiaran, la daga se elevó en el aire entre nosotros hasta

que se alineó con mi garganta. Y en una mancha de plata y acero, voló

directamente hacia mí.

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Capítulo 13 JUEGOS PERVERSOS

Traducido por Aria, Maru Belikov y LizC

Corregido por BrendaCarpio

o tenía tiempo para pensar o respirar o preocuparme sobre si

Milo recordaría este momento o no. Todo lo que hice fue

cerrar los ojos. Se supone que el tiempo se ralentiza en los

segundos antes de la muerte —y realmente moriría ahora, sin

que el Inframundo me atrapara y sin que Henry me salvara— pero no

cambió nada.

Esto era todo.

Un gran crujido de metal contra metal resonó por todo el palacio, y por un

horrible segundo pensé que Henry o incluso James había sido lo suficiente

estúpido como para saltar delante de mí. Mis ojos se abrieron, pero ambos

estaban a varios metros de distancia a cada lado de la puerta.

Y flotando delante de mí, a medio centímetro de mi cuello, estaba la daga.

—Creo que mientras obligabas al Señor del Inframundo a una alianza

contigo, has olvidado un hecho importante —dijo Cronos con una voz

mortal que parecía estar en todas partes a la vez—. Tu destino está ligado al

de Kate. Si ella muere, tú también. Claramente no estás lista para

desvanecerte, mi querida hija.

N

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Los brazos de Calliope temblaron tanto que temí que dejara caer a Milo.

Henry suavemente lo tomó de ella, y por un momento estuve segura de que

ella lucharía. Él podía desaparecer tan pronto como tocara al bebé; todo lo

que tomaría sería un parpadeo, y Henry se habría ido, a salvo de vuelta en

el Olimpo con nuestro hijo. Pero ella lo dejó ir de buena gana.

Contuve la respiración, esperando a que Henry se fuera. Se quedó, puso una

sonrisa extraña en su rostro mientras miraba hacia abajo a Milo. Mi

corazón se hundió. Ella tenía a Henry ahora. Realmente, verdaderamente lo

tenía.

Pero la forma en que él miraba al bebé, la forma en que sus brazos se

relajaron cuando lo sostuvo. Henry amaba a Milo. Ava no le había quitado

eso, lo que significaba que una pequeña parte de él, sin importar lo

enterrada que estuviera, todavía me amaba, también.

—Aquí estoy yo, pensando que ya no tenías interés en la pequeña perra

traidora —le dijo Calliope a Cronos, sus palabras se ahogaron con furia—.

Qué estúpido de mí pensar que no caerías presa de las emociones humanas.

—Soy el Rey de los Titanes —dijo Cronos fríamente, y se irguió en toda su

estatura, llevándome con él por lo que mis pies apenas rozaban el suelo—.

No he caído presa de nada.

—Aun así aquí estás, protegiendo una mera diosa, y una nueva —dijo

Calliope. La miré con furia. No muy formidable, pero era lo mejor que

podía hacer dadas las circunstancias—. ¿Qué ha hecho ella para merecer tu

lealtad? ¿Ella fue la que te liberó? ¿La que estuvo a tu lado mientras los

dioses se unían para luchar contra ti? Todo este tiempo, ha estado

trabajando para el enemigo, hablando de los secretos que has compartido,

planeando una defensa basada en las estrategias que tan de buena fe le has

enseñado.

Estupendo. Ahora estaba intentando que él me matara. Calliope estaba

equivocada sin embargo. Cronos era el que me había engañado durante

mucho tiempo. Él era el que consiguió que escupiera los secretos del

Consejo haciéndome creer que era Henry. Y sin darse cuenta, ella estaba

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confirmando lo que sus argumentos ya habían implicado: Cronos no se

preocupaba por ella. Ella era un peón, exactamente como el resto de

nosotros. Cualquier que fueran sus planes, no los estaba compartiendo con

ella.

A diferencia del Consejo, Cronos y Calliope no eran compañeros. Apenas

eran aliados. En la desesperación de Calliope por escapar de Walter, se las

arregló para tropezar con el único ser en el universo que la trataba incluso

peor de lo que él lo hacía. Y juzgando por la mirada en su rostro, finalmente

estaba empezando a darse cuenta.

Cronos estuvo callado por un largo momento, y la oscuridad llenó el pasillo

hasta que no pude ver a un centímetro delante de mí.

—No le he mostrado, ni dicho nada.

—No hay otra explicación —dijo Calliope—. Las batallas que hemos

luchado, siempre van a dos pasos por delante de nosotros, eludiendo mis

trampas y planes, y ellos no podían saber estas cosas si no le estuvieras

contando a Kate todos nuestros movimientos.

Él no lo estaba haciéndolo, sin embargo, lo que significaba que había un

traidor en la casa de Calliope. Miré en la oscuridad a donde estaba Ava.

No era posible.

—Silencio —dijo Cronos, y me dejó caer. Me tambaleé, y su mano atrapó

mi muñeca—. No escucharé más de esto. Si ha habido alguna filtración, no

es de mí. Por lo tanto sólo puedo asumir que eres tú la traidora, hija mía. Y

no tolero la traición.

Tiró de mi mano hasta que mis dedos tocaron otra, la de James. No había

nadie más en esa dirección.

—He terminado con este debate sin sentido. Tienes lo que quieres, y mi

pacto con Kate se ha cumplido. Sin embargo, ya que no puedo garantizar su

seguridad, no puedo permitirle quedarse.

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Al final Cronos dejó ir mi muñeca, y lo entendí. Las oscuras nubes, su

discusión con Calliope, quería que me fuera. No podía, sin embargo, no

cuando Henry y Milo estaban en peligro. No podía abandonarlos otra vez.

El aire crujió con un tipo diferente de poder, pero la oscuridad que nos

rodeaba lo silenció, y Calliope dejó escapar un grito de frustración.

—¡No puedes hacerme esto a mí! Ella no es nada…

—Entonces dime —dijo Cronos—. Si no es nada, ¿por qué te importa?

Calliope rugió, y James agarró mi mano tan fuerte que pensé que mis dedos

se caerían. Si tenía alguna oportunidad de sacarlo de aquí con vida,

teníamos que irnos ahora. No podía ser responsable de que algo le pasara,

pero tampoco podía irme.

Y entonces, en el vacío, una voz de medianoche me rodeó.

Vete.

Las lágrimas escocían en mis ojos. Henry. No había nada que yo pudiera

hacer y él lo sabía. Si me quedaba, Calliope me mataría. Como nuestro

picnic en el bosque cuando ella misma había revelado ser la traidora, era

demasiado emocional, demasiado irracional para depender de que pensara

con claridad. Había sabido entonces que se revelaría como una asesina a

todo el Consejo, y no le había importado. No tenía garantías de que no

fuera a retar a Cronos ahora.

Concentré toca mi energía en Henry y envié mis pensamientos hacia él. Te

amo. Nunca olvides eso.

Sin darme la oportunidad de cambiar de opinión, agarré la mano de James y

desaparecí.

Aterrizamos en una playa abandonada cuando el sol se hundía en el océano.

Me senté en la arena, y James me recogió, dejándome llorar en su hombro

sin quejarse.

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Los dejé. Juré que nunca abandonaría a Henry, y a la primera oportunidad,

lo hice de todos modos. Si hubiese hablado con él antes de la fecha límite de

Cronos, habríamos ideado un plan, juntos. No necesitábamos el permiso del

Consejo para actuar, y yo salté sin pensarlo una vez más. Esta vez me costó

mi familia.

—Nunca los voy a ver otra vez, ¿cierto? —dije. La corriente subiendo a unos

centímetros de nuestros pies, y no teníamos más que unos pocos minutos

antes de que perdiéramos nuestra ventana para regresar al Olimpo. El

pensamiento de regresar sin Henry y Milo consumía todo de mí hasta que

no había más que piel y hueso. Walter y Dylan tenían razón. Todo el

Consejo tenía razón. Yo no estaba lista para ayudarlos, y mientras más

hacía, peor se ponían las cosas.

—¿Qué pasó contigo? —dijo James.

—¿Qué quieres decir?

Él retrocedió lo suficiente para mirarme, sus ojos buscando los míos.

—No eres la misma chica que conocí en Edén. Ella no se derrumbaba en

lágrimas cada vez que algo no salía a su manera.

—No estoy… —empecé, pero entonces otra lágrima rodo por mi rostro—.

Mi familia se ha ido. Nadie me deja ayudar, y cada vez que lo intento,

empeoro las cosas.

Él enlazó sus dedos a través de los míos.

—¿Desde cuándo necesitas el permiso de alguien?

Limpió mis mejillas y entornó los ojos hacia la puesta de sol.

—¿Entonces qué más se supone que haga? Ya he intentado todo. Mi trato

con Cronos fracasó, e incluso si no lo hubiese hecho, todo lo que haría sería

asegurar a Milo. No hubiera cambiado nada en el asunto mayor, y la única

manera en que los vea otra vez es si ganamos esta guerra.

—Entonces ayúdanos a ganar.

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Resoplé.

—¿Cómo?

—Piensa —dijo él—. Conoces las debilidades de Cronos mejor que

cualquiera de nosotros. Conoces sus fortalezas. Lo conoces.

—Esas son tonterías. Los seis originales pelearon contra él por una década.

Yo nunca he hecho tanto como luchar a mano con él.

—No —concordó James—. Pero eres la única que lo ha hecho detenerse.

Ese momento en el Inframundo, mientras Cronos nos había perseguido a

través del desierto. Había pensado que también moriría. ¿Habría hecho algo

de esto más fácil?

No, no la haría, porque los seis originales jamás habrían escapado de esa

cueva en el Tártaro. Ellos todavía estarían aquí, inconscientes y muriendo

lentamente mientras Cronos y Calliope averiguaban una forma de escapar.

Todo sería diferente.

Pero incluso mi único acto de coraje había sido un acto supremo de

estupidez. Cronos estaba libre porque caminé a través de su cueva cuando

Perséfone específicamente me había dicho que no lo hiciera, y le di a

Calliope la ventaja que necesitaba para conseguir que Henry abriera la reja.

—Piensa —dijo James—. ¿Por qué Cronos no te mató entonces?

—Porque no me conocía. Porque yo…

—Porque fuiste amable con él cuando el resto de nosotros estábamos

haciendo lo posible por mantenerlo encadenado.

—Porque le prometí que abriría la reja.

—Sí —dijo James—. Y él se detuvo porque confió en ti.

—Mira donde nos metió eso —dije con desdén.

—Sí. Y mira donde tu terquedad y negación a rendirnos nos ha traído.

Ahora tenemos una oportunidad de pelear. No fue de la manera en que lo

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imaginamos, pero Calliope eventualmente habría descubierto una manera

de liberar a Cronos. Tenía una maldita eternidad para hacerlo, justo como el

resto de nosotros.

Arrastré mis rodillas hasta mi pecho.

—¿Qué pasa si Cronos destruye toda la humanidad y todos ustedes pierden

sus propósitos?

James vaciló, y miedo destelló entre nosotros. Y me atrajo más cerca.

—No lo sé.

—Quizá no te desvanecerás —dije—. Quiero decir, siempre va a haber

amor, viajes, música, y jardines, y… todo. Quizá….

—Kate. —La voz de James se alzó por encima de las olas del océano, y

quedé en silencio—. No te preocupes sobre el peor escenario. Averigua una

manera para que eso nunca pase. Enfócate en hacer lo que haces mejor y

pelea por las personas que amas.

Él se levantó, y yo lo hice con él, mis rodillas temblando.

—Sin presiones ni nada. —Y a pesar de todo, me dio una sonrisa infantil—.

Por el contrario, eres un diamante. Brillas bajo presión.

Medio me reí, medio me ahogué.

—Y tú eres un bloque oloroso de queso. Llévame de vuelta antes de que el

sol se oculte por completo.

James apretó sus manos en las mías, su agarre firme y decidido.

—Prométeme que lucharás. Sin importar cuán difíciles las cosas se vuelvan,

no te derrumbarás y dejarás que Cronos o Calliope ganen.

Sacudí apenas mi cabeza. No podía prometer eso. Lucharía tanto como

pudiera, pero Calliope tenía a mi familia, y después de dos acuerdos

fallidos, Cronos sin duda alguna se empeñaría en destruir a la humanidad y

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todo lo que alguna vez había sido familiar para mí. ¿Cuánto tiempo tendría

antes que mi madre se desvaneciera? ¿James? ¿Todo el Consejo?

No podía luchar si no tenía nada más por qué hacerlo.

Entonces no dejes que eso pase.

La voz de Henry hizo eco a través de mi mente, y miré alrededor

salvajemente, buscando por cualquier señal de él. Aunque, por supuesto que

no estaba allí. Ahora era el prisionero de Calliope, un dispuesto prisionero

que no sabía que cuando la besaba, cuando la acariciaba, realmente no sentía

nada de eso. Él no sabía que era un truco, pero yo sí, y no podía dejarlo

sufrir a través de una eternidad sus juegos enfermos.

No lo haré, pensé en regreso, esperando como loca que le llegará.

—Prométemelo, Kate —dijo James, y yo parpadeé—. Prométeme que no vas

renunciar a tu familia.

Acero lentamente se envolvió alrededor de mi espina. Él tenía razón.

Henry me necesitaba. Milo me necesitaba. Lo que sea que tomara, no había

ninguna forma de que fuera a dejar que Calliope ganara.

—Bien. Lo prometo. Ahora vayamos a convencer a Walter que deje de ser

un bastardo egoísta.

James resopló.

—Tus palabras, no las mías.

Arribamos en el centro de la habitación de trono. No estaba segura que

había esperado, pero todo el Consejo —a excepción de Calliope, Henry y

Nicholas—, estaba.

Todo el mundo estaba allí, incluso Ella con su brazo de plata. Su rostro

estaba plasmado como si oliera algo desagradable, y miraba fijamente en el

centro de la sala del trono, donde James y yo estábamos de pie.

—¿Qué está pasando? —dije, volviendo a Walter. También él se quedó

mirando fijamente en el centro del círculo con una expresión pétrea, pero

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James me llevó a un lado, y la mirada de Walter no vaciló. Él no estaba

mirándonos a nosotros.

En cambio, exactamente donde habíamos estado de pie, estaba Ava. O por

lo menos una versión de Ava. Su figura parecía sustancial, pero sólo unos

segundos antes, habíamos ocupado el mismo espacio. Ella no estaba

realmente allí.

James me soltó y se sentó, y yo seguí su ejemplo, tratando de ignorar el

dolor en mi pecho cuando vi el trono vacío de Henry. Cuando me instalé en

el mío, mi madre me tomó de la mano.

—Lo siento —dijo Ava con voz ahogada, tan clara como si estuviera

realmente allí de pie. Luz dorada fluía de cuatro de los tronos; los hermanos

originales restantes, incluyendo a mi madre. Cada una corría hacia el centro

del círculo, reuniéndose en donde estaba Ava. El Consejo estaba haciendo

algo que hacía posible que ella estuviera allí—. Quiero volver a casa.

—No puedes volver a casa —dijo Walter con voz dolorosamente neutral.

Tenía buenas razones para no querer hablar con ella de nuevo, y después de

lo que le había hecho a Henry, aquel odio punzante ante la visión de ella

regresó a mí, y esta vez estaba segura que Calliope no tenía nada que ver

con eso. Sin embargo, Walter era su padre, y ella era su favorita. ¿Por qué a

él no le importaba?

—No puedo seguir con esto —rompió la voz de Ava, y se volvió para mirar

a cada miembro del Consejo a los ojos. Cuando los nuestros se encontraron,

ella respingó, y yo sostuve su mirada.

—¿Ya no puedes seguir con qué? —No era mi lugar de hablar, pero no podía

evitarlo—. ¿No puedes ayudar a un asesino de masas en salirse con la suya?

¿No puedes lavar la ropa de alguien que roba bebés inocentes?

Su labio inferior tembló, y yo clavé las uñas contra mi trono. Había tenido

que arriesgar mi vida, mi familia, todo para ganarme un lugar en el

Consejo, para demostrar que era digna de gobernar sobre el Inframundo con

Henry. Sin embargo, a ellos se les permitía hacer daño a tantas personas

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como ellos quisieran mientras tanto eso significara que ellos se salieran con

la suya. Estaba harta de eso.

—Por favor —rogó, le temblaban las manos mientras se acercaba a mí, pero

la luz dorada no la abrazaría, y ella se vio obligada a volver al centro—.

Kate, te quiero… Calliope me hizo… Entiende por favor, yo nunca quise

nada de esto…

—Llega un momento en tu vida cuando tienes que tomar una decisión —

dije—. Puedes seguir adelante por el camino fácil, no importa a dónde te

lleve, todo el mundo será condenado, o puedes luchar por lo que tú crees.

—¡Estoy luchando! —explotó—. Estoy haciendo esto por Nicholas y Milo, y

Henry y todos ustedes… ¿no entiendes eso? ¿Crees que yo quería alejarme

de mi familia así? Tengo un hijo, también, Kate. Yo sé lo que es amar a

alguien tanto como tú amas a Milo. ¿Crees que si tuviera otra opción…?

—Basta. —La voz de Walter, baja y para nada neutral ahora, se hizo eco a

través de la sala del trono—. Has dicho tu parte, hija, y ahora tienes que

permitir que el Consejo…

—A la mierda el Consejo. —Ava apenas echó un vistazo a su padre, y si

hubiera sido más que una ilusión, no tenía dudas que la habitación hubiera

crepitado con poder. Como siempre, nadie se atrevió a hablar. Incluso

Walter pareció como si ella le hubiera dado una bofetada en la cara—.

Quiero que me escuches, Katherine Winter —dijo ella—. Todo lo que he

hecho, cada palabra, cada mirada, cada traición, ha sido para ayudar a

nuestra familia. Hacer lo correcto no siempre significa actuar como un

santo. A veces significa ensuciarse las manos y hacer lo que más odias para

que otras personas puedan tener un tiempo más fácil con eso. Para que otras

personas puedan quizá no morir.

—Si esa es tu excusa, entonces, ¿cómo justificas arrastrar a Milo en esto? —

le espeté.

—Se supone que nunca iba a ser parte de esto. Se supone que nunca iba a

existir.

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—Pero lo hace. Él está aquí, y ahora Calliope tiene a Henry, también. Todo

por culpa tuya.

El Consejo se mantuvo en silencio, y ni siquiera mi madre reaccionó. Así

que yo tenía razón. Todos sabían exactamente lo que él había planeado

hacer, y ninguno de ellos lo habían detenido.

Ava respiró hondo.

—Lo siento —dijo ella con una voz medida, y fue tal cambio de segundo

antes que me tomó un momento comprender que era sincera. Algo feo

surgió dentro de mí. Yo no quería que se disculpara. Quería que luchara—.

Nada de esto debería haber ocurrido. No importa los errores estúpidos que

he hecho… los lamento, Kate. Lamento a todos ustedes por dejarte. Nunca

quise hacerlo, pero como he dicho, no tenía elección…

—Ava. —La voz de Walter retumbó en la sala del trono.

—Ya has hecho bastante, papá. Ahora es mi turno de hablar —dijo con

tranquilidad inhumana—. Lo siento por todo. Los quiero a todos, e hice lo

que pensé que tenía que hacer. Pero Henry está aquí para proteger al bebé

ahora, y yo no puedo hacer nada más para ayudar a Nicholas.

Alrededor del círculo, varios miembros del Consejo miraron al vacío trono

de cobre de Nicholas.

—¿Estás dispuesta a abandonarlo, a sabiendas de que puede significar su

muerte? —dijo Walter.

—Soy más bien un peligro para él si me quedo y doy a Calliope la

oportunidad de utilizarlo para mantener el control sobre mí —dijo Ava—.

Él quiere que me vaya, y la única manera en que puedo ayudar a salvarlo es

volver al Olimpo. Cronos ha decidido que va a escapar de la isla en el

solsticio de invierno, y teniendo en cuenta lo que ha demostrado ser capaz

de hacer, yo le creo. Quiero ayudar.

En ese momento, ella no sonaba como la Ava que conocía: la egoísta, y

superficial diosa del amor que no podía dar prioridad a lo que otros

necesitan antes de lo que ella quería. Sonaba adulta. Atormentada. Al igual

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que los otros miembros del Consejo cuando estaban tan profundamente

enfrascados planificando que dejaban caer sus máscaras. Era un

recordatorio más de quiénes y qué eran… antiguos. Poderosos. Más sabios

de lo que podía imaginar, pero miopes y estrechos de mentes, también.

Aislados del mundo real, de la humanidad por la que luchaban defender.

Obstinados y tan apasionados por la protección de sus propios intereses

mientras trataban de hacer su trabajo.

Esa era Ava. Obstinada y apasionada, y ahora perdida para mí tan

completamente como nuestro padre.

—Lo siento, hija —dijo Walter, pero él no sonaba arrepentido en absoluto—.

No podemos pretender conocer las intenciones de Calliope, y debemos

actuar con cautela. Es posible que Nicholas permanezca vivo sólo porque

Calliope cree que él es la clave para controlarte. Si la abandonas, no se sabe

lo que podría hacer con él.

Un murmullo se elevó desde los demás miembros del Consejo, pero nadie

se opuso. Yo no los culpé. Por mucho que me doliera admitirlo, Walter

tenía razón.

—Vas a permanecer con Calliope hasta que recibas nuevas instrucciones —

dijo Walter—. Vas a continuar como siempre, sin sabotajes o actos de mala

voluntad hacia ella. Ella debe creer que tus intenciones son puras.

—¡Pero ni siquiera han hablado de ello! —exclamó Ava, y Walter levantó la

mano, interrumpiéndola.

—No hay ninguna necesidad. Dos de los nuestros están ahora a merced de

Calliope y Cronos, y no podemos alterar el equilibrio hasta que estemos

listos para una pelea. Vamos a prestar atención a la fecha límite de Cronos,

aunque ya lo esperábamos. Cualquier información adicional que adquieras

será útil para nosotros, pero no a riesgo de los prisioneros.

—¿Yo no cuento como prisionero? —dijo ella, sus ojos llorosos—. Porque yo

no peleo como tú lo haces, ¿no soy digna de ser salvada?

Por una fracción de segundo, la expresión de Walter se suavizó.

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—Mi querida, por supuesto que lo eres.

—He hecho todo lo que me pediste —dijo Ava—. He arriesgado mi vida, mi

integridad, mis amigos, todo por falsas promesas. Resulta que eres tan malo

como lo es Calliope, papá. Pero al menos ella no pretende ser algo que no es.

Silencio atónito. ¿Estaba diciendo ella la verdad? ¿Realmente él le había

pedido que hiciera todas esas cosas? Walter palideció, pero no discutió, y

eso solo era una admisión de culpabilidad.

Así que no fue del todo culpa de Ava, después de todo. Ella no tenía culpa,

no por un tiro largo, pero ella no estaba sola en esto tampoco. Henry tenía

razón. Walter sabía que yo estaba embarazada. Él había sabido dónde

estaba y lo que estaba sucediendo. Él había sabido, y no había hecho

absolutamente nada para detenerlo.

Y las cosas que le había hecho a Ava hacer, sabiendo cómo eso afectaría

todo, sabiendo cómo el resto del Consejo la vería… ¿cómo podría lastimar a

su propia hija de esa manera?

—Acordaré regresar a Calliope bajo tus términos, siempre y cuando te

comprometas a cumplir con uno de los míos —dijo Ava—. Quiero hablar

con Kate. A solas.

Un murmullo se levantó de los demás miembros del Consejo, y mis cejas se

alzaron.

—Sabes que eso no es posible —dijo Walter—. Está agotando suficiente de

nosotros mantener esta forma de comunicación sin Calliope y Henry.

—Entonces ella puede venir a mí —dijo Ava.

—Fuera de cuestión. —La voz de mi madre se levantó por encima de los

demás, y ellos se quedaron en silencio—. No voy a hacer que se arriesgue a

sí misma de nuevo. Es un milagro que lograra salir de allí en primer lugar.

—Sé cómo funcionan sus visiones —dijo Ava—. Sé que ella puede ver y oír

todo lo que digo. No la necesito para hablarme de vuelta. Sólo necesito que

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escuche. Y no voy a estar de acuerdo con tus términos hasta que Kate esté

de acuerdo a los míos.

Sea lo que sea que ella quería hablar conmigo, no podía decirlo delante de

los demás. Lo que significaba que pensaba que no podía confiar en ellos… o

al menos no podía confiar en su padre.

¿Algo sobre Henry? ¿Sobre Milo? ¿Había encontrado una manera de

pasarlo de contrabando hasta mí?

La esperanza me rodeó, tan frágil y delicada que una sola palabra podía

haberla destrozado en pedazos. Era posible, y porque era posible, yo lo

haría.

Asentí una vez, y Ava exhaló, como si hubiera agotado todo lo que tenía

para llegar a ese momento.

—Mañana al atardecer —dijo—. En la guardería. Confío en que estés allí.

No tenía forma de saber si estaría, pero era lo suficientemente inteligente

como para saber que me había enganchado, y yo no me lo perdería.

—Los amo —dijo, y esta vez no iba dirigido a una sola persona. En cambio,

las palabras fueron susurradas a través del Consejo, tocándonos a cada uno

de nosotros al pasar—. Adiós, por ahora. —La luz dorada en el suelo

iluminado por el sol parpadeó, y ella se había ido.

Durante casi un minuto, nadie habló. Nadie habló de Ava, nadie nos

preguntó a James y a mí lo que había pasado en la isla, nada. Finalmente

Ella y Theo se levantaron.

—Tenemos que volver —dijo Theo—. Gracias por incluirnos, Padre.

Walter asintió, y la confusión se apoderó de mí. ¿No estaban aquí para

luchar?

—¿Qué hay de la guerra? —solté—. Pensé…

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—Estamos haciendo lo que podemos en la tierra —dijo Theo—. Hemos

hecho propuestas a muchos de los dioses menores, pero ni siquiera Nike va

a apoyarnos, no sin Henry.

—¿Y los gemelos? —dijo Walter—. Pensé que estaban haciendo progresos

con ellos.

Ella frunció el ceño.

—Lux fue receptivo hasta que rechazaste sus términos. Ahora han

desaparecido de nuevo, y fue bastante difícil rastrearlos la primera vez. No

voy a pasar por eso otra vez.

La expresión de James se volvió distante.

—Están en París.

—No importa ahora —dijo Theo—. No podemos obligarlos a ayudar.

Incluso las Parcas han pasado a la clandestinidad. Todo el mundo tiene

miedo, y nada de lo que digamos o hagamos puede suavizar las cosas. Están

convencidos de que si no nos ayudan, Cronos podría evitarles.

—Tontos —masculló Walter—. Muy bien. Quiero ser informado como sea

posible.

Theo y Ella asintieron al unísono. Una fracción de segundo antes de

desaparecer, sus ojos encontraron los míos, y juro que vi lástima.

—Vamos —dijo mi madre, y las dos nos pusimos de pie—. Has tenido un

día largo, y me temo que no va a ponerse más fácil. Necesitas descansar.

—Tú también —dije, tomando su mano. Mientras caminábamos por el

pasillo, sus hombros cayeron, y ella palideció con el esfuerzo que le tomó en

llegar a su habitación. Envolví mi brazo alrededor de ella con seguridad.

Después de todo lo que habíamos pasado juntas, después de todo con que

nos las arreglamos para sobrevivir, ¿cuánto tiempo pasaría antes de que

Cronos me la quitara también?

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Capítulo 14 CADENAS DE NIEBLA

Traducido por Vanehz y Wicca_82

Corregido por La BoHeMiK

e dije a mi madre lo que había pasado en el palacio con Calliope,

y a pesar de que ella no confirmó mis miedos, sabía que estaba en

lo cierto. Ella estaba al tanto sobre el plan de Henry; quizás

incluso le ayudara. Y por la forma en que seguía tocando mi

rostro, era fácil decir que estaba feliz de que fuera él y no yo, el que Calliope

se había llevado.

—Lo arreglaremos —murmuró mientras nos acurrucábamos juntas en su

cama—. Hemos llegado hasta este punto, después de todo.

No estaba segura de a quién se refería. ¿A ella y a mí? ¿Al Consejo?

¿Siquiera importaba? Todo esto terminaría de una forma u otra, y nadie, ni

siquiera mi madre, podía asegurarme que todo estaría bien. No esta vez.

Me tomó años quedarme dormida, y cuando lo hice, soñé con Henry

susurrándome palabras que no entendía. Docenas de preguntas

envolviéndose a través de mi mente sin descanso, pero esa voz no ofrecía

respuestas. ¿Por qué había seguido con esto, sabiendo lo que significaba?

¿Había hecho esto únicamente para proteger a Milo? Más o menos lo tenía

cubierto, ya que no había previsto la interrupción de Calliope, pero

probablemente Henry tampoco lo hubiera sabido.

L

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Él debió de haberse quedado atrás. Hubiera sido mucho más útil como un

arma de la que, ni Cronos o Calliope no tuvieran conocimiento. Él podría

haber sido el peso que inclinara la balanza en contra de ellos y hacia el lado

del Consejo. Y Henry les había dado esa ventaja entregándose a Calliope.

Quería estar molesta. Quería estar furiosa, para desgarrar la habitación

hasta que no quedara nada. Sin embargo eso no lograría nada, y lo mejor

que podía hacer era exactamente lo que James me había pedido: que

enfocara mis esfuerzos en pensar en algo que el Consejo hubiera pasado por

alto.

Bien. ¿No era el orgullo lo que me había llevado a casi perder a Henry, mi

madre y la inmortalidad en primer lugar?

Pero los miembros del Consejo tampoco eran exactamente ángeles. Podían

hacer lo que malditamente bien les vinera en gana, y si ellos podían hacer

trampa, yo también podía. Entonces fue el orgullo, junto con un toque de

ira una buena combinación. Si había alguna manera de salir de esto, la

encontraría.

Después de una noche sin descanso e incluso un día más inquieto, el sol se

puso en Grecia, y finalmente había llegado el momento. Mientras el

Consejo desaparecía de la sala del trono para batallar contra un enemigo que

ya no tenía una plegaria de derrota, cerré los ojos y me deslicé en mi visión.

Ava estaba esperándome para cuidarme, exactamente donde le dije que

estaría. Sin embargo Milo no estaba en su cuna. Los brazos de Ava estaban

vacíos, y Cronos no estaba en las sombras arrullándolo. Henry debía de

tenerlo entonces.

Espiando ansiosamente por la puerta, Ava presionó sus labios juntándolos,

olvidando que la estaba esperando. Miré sobre su hombro y seguí su mirada

por la ventana que daba al pasillo. A través de ella vi media docena de

pequeñas formas atacando una niebla opaca. La batalla de la tarde había

comenzado.

—¿Kate? —dijo Ava, girándose tan repentinamente que no tuve tiempo para

moverme fuera de su camino. Pasando a través de mí—. ¿Estás aquí?

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Ni siquiera me molesté en responder. No sería capaz de oírme, así que no

serviría.

Ella miró la guardería vacía, y sus hombros se hundieron.

—Lo siento. Sé que no quieres oírlo pero es verdad. Te juro que no sabía lo

que Calliope estaba planeando.

¿Eso era? ¿Otra ronda de disculpas? Bufé y cerré mis ojos, lista para regresar

al Olimpo. Vine. Escuché. Ya no iba a malgastar mi tiempo con esto.

—Sé que lo último que quieres es creerme. —La voz de Ava hizo eco

mientras me deslizaba de regreso al Olimpo—. Pero necesito mostrarte

algo.

Bruscamente me di la vuelta a la guardería, hambrienta de esperanza.

Mirando alrededor como si no estuviera segura de que estaba allí, Ava salió

del cuarto; y la seguí pisándole los talones. Me condujo hacia abajo por el

pasillo y la estrecha escalera que usé el día anterior. Nos detuvimos en el

mismo nivel que contenía mi prisión, y mi estómago explotó con

mariposas. ¿Adónde me estaba llevando Ava? No había posibilidad de que

Calliope estuviera reteniendo a Henry allí abajo, ¿o sí?

Ava se detuvo en la puerta. Era la habitación de Nicholas. El sonido de

metal contra metal rasgó a través del silencio, mezclándose con sus gritos.

Me estremecí, pero Ava abrió la puerta empujándola y entró

precipitadamente. Me apresuré tras ella.

—Juraste que te detendrías —dijo ella, y me tomó un momento darme

cuenta de que no me hablaba a mí—. Hice lo que me dijiste. Ahora mantén

tu parte del trato.

Calliope se paró en medio de una húmeda habitación con estantes y mesas

de trabajo en el borde. Restos desechados de metal y docenas de armas;

algunas brillando débilmente y otras nada más que trozos de acero,

apoyadas en cada superficie.

La herrería de Nicholas. Fue aquí donde hizo la maldita daga.

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Justo al lado del fuego que se extinguía en el centro de la habitación, alguien

había soldado una silla de metal al piso con la niebla opaca. Nicholas se

desplomó contra ella, ensangrentado y destrozado en todas las formas en

que un Dios podía estarlo. Estaba medio consciente, su rostro cortado y con

marcas púrpura; su cuerpo era un lío de cortes y moretones.

—Tu lado de nuestro trato no ha terminado aún —dijo Calliope—. Kate aún

está viva.

Ava frunció el ceño.

—Eso no tiene nada que ver con…

—No me importa. —La voz de Calliope cortó a través del aire como una

cuchilla—. Harás lo que te diga, o mataré a Nicholas. Eso es todo lo que hay

que hacer.

Él gimió, sus globos oculares moviéndose bajo sus morados párpados, y Ava

se estiró para alcanzarlo. Calliope caminó entre ellos.

—No lo creo —dijo con deleite infantil—. Sabes qué pasaría si lo tocas.

—Ya no me importa. —Ava esquivó a Calliope y se arrodilló junto a la

silla—. ¿Nicholas? Estoy aquí. Lo siento, bebé.

Nicholas trató de murmurar algo a través de sus partidos labios y su

mandíbula quebrada, pero era ininteligible, al menos para mí. Los ojos de

Ava se llenaron de lágrimas, y gentilmente tomó su mano. Cuando su piel

tocó la suya, un sonido sibilante llenó la diminuta prisión, y Ava parpadeó.

Pero no fue hasta que Nicholas gruñó que ella lo dejó ir. Donde ella lo tocó,

su palma se volvió escarlata, como si le hubiera puesto brasas.

—Lo soltaré una vez haya ganado la guerra —dijo Calliope—. No antes.

El rostro de Ava se contorsionó con rabia apenas contenida, y cambió su

postura como si estuviera a punto de estrangularla. Calliope debió haberlo

notado también, porque en un parpadeo, la daga apareció en su mano, y la

sostuvo delicadamente contra la garganta de Nicholas.

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—Yo no lo haría si fuera tú, querida —ronroneó.

Fue una lástima que yo fuera insustancial, de lo contrario, felizmente la

hubiera dejado inconsciente. Ava apretó sus puños, aparentemente estaba

teniendo la misma idea, pero ella no hizo ningún movimiento hacía

Calliope.

—Eres un monstruo —siseó—. Él es tu hijo.

—Todos hacemos sacrificios. Seguro que tú de entre todos debes entender

eso.

La habitación se sacudió, y al igual que hizo la noche anterior, Ava

comenzó a resplandecer en magenta.

—No me extraña que Papá nunca te haya querido. No hay nada honorable

en ti. Todo este tiempo pensé que él estaba equivocado, tratándote del modo

en que lo hacía, pero te lo mereces. Tú perviertes el amor y la familia hasta

que son irreconocibles, todo para tu propio retorcido sentido de la

satisfacción. Nadie, ni siquiera Cronos, se merece arder en el Tártaro más

que te lo mereces tú.

—¿Es así? —dijo Calliope en una peligrosa voz—. Debe ser una pena para ti

entonces, sabiendo que nosotros ganaremos y que ustedes nunca escaparan

de mí.

—Oh, lo haré —dijo Ava—. En la primera oportunidad que tenga, estoy

saliendo de este infierno de aquí y…

—¿Qué está pasando aquí?

Henry se paró en el marco de la puerta, sosteniendo a Milo. Me moví hacia

ellos tan rápido, que podría haber jurado que creé una brisa, pero Henry

miró a través de mí, enfocándose en Calliope.

Un cuchillo se retorció en la boca de mi estómago, pero él no podía verme.

No tenía ni idea de que yo estaba ahí. Incluso si lo supiera, él seguiría

mirando aún a Calliope como si ella fuera la cosa más hermosa del mundo.

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—Hola, cariño —dijo Calliope—. Justamente estaba a punto de ir a verte.

¿Cómo está el bebé?

—Está bien. —Henry miró con curiosidad a Ava, y ella desvió sus ojos, su

mano cerniéndose un centímetro más cerca de Nicholas—. ¿Qué está

pasando?

—Aquí Ava parece creer que a pesar de sus crímenes contra nosotros,

Nicholas tiene derecho de salir ahora —dijo Calliope y se rió—. Como si

nos pudiéramos permitir correr ese riesgo. Ahora, no podemos dejar que

Nicholas se vaya corriendo con nuestros secretos, ¿verdad?

Henry miró a Nicholas de la manera en que él había mirado a Calliope

después de que sus hermanos la hubieran capturado en el Inframundo y la

ataran con cadenas. Mi estómago dio un vuelco. El Henry que yo conocía y

amaba tenía que estar ahí en algún sitio, pero ahora mismo, este no era él.

No importaba cuánto doliera, tenía que recordarlo. Ya fuera por la

influencia de Ava o por el poder de Calliope, que hicieron cortar los lazos

de lealtad entre Henry y el resto del Consejo, no importaba. Él era el

enemigo ahora.

No, no el enemigo. Más bien un prisionero como Nicholas y Milo.

—Por supuesto, mi querido amor —dijo Henry, y yo sentí arcadas—.

Haremos lo que tengamos que hacer para asegurarnos la victoria.

Cruzando la habitación, le dio a Calliope un sensual beso. Cerré los ojos y

fruncí el ceño. Pero apesar de mis esfuerzos para ignorarlos, no me podía

resistir a echar un vistazo, y entonces fue cuando lo vi.

Los ojos de Henry estaban abiertos, y estaba mirando directamente hacia

Ava.

En sus brazos, Milo se movió e intentó alcanzarme. Él sabía que yo estaba

allí. ¿También lo sabía Henry? Él no era Cronos. Calliope no le hubiera

besado de esa forma si lo fuera. Pero, ¿él podría sentirme?

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Para mi asombro, Ava asintió una vez, tan ligeramente que al principio no

estaba segura de sí había visto bien. Henry cerró sus ojos de nuevo, sin

embargo, y yo estaba segura. Henry y Ava estaban trabajando juntos.

¿Contra Calliope? ¿Para Calliope? ¿Para salvar a Milo? O, ¿le había dicho

ella a Henry que yo estaría aquí escuchando todo lo que estaba pasando?

No podía estar segura hasta que Ava me lo contara, y ya sea o no que

Henry supiera que yo estaba ahí, él todavía estaba besando a Calliope.

Quizá él tenía que hacerlo. Quizá él quería hacerlo. No tenía las respuestas,

pero no importaban. Si fuera por él no habría estado besándola, y yo tenía

que aferrarme a eso.

Al final Calliope le apartó y se tocó sus hinchados labios.

—Quizá deberíamos retirarnos al dormitorio.

Oh, Dios. ¿Estaban durmiendo juntos? La náusea me inundó. Sabiendo que

él había estado con Perséfone hace eones era una cosa, pero esto era

demasiado. Él era mi marido. Mi Henry, no el de ella.

—Sí —dijo Henry en voz baja—. Permíteme que cuide al bebé, y luego me

uniré a ti.

Con una risita, Calliope lo besó de nuevo y se deslizó fuera de la habitación.

Por una fracción de segundo, Henry se desinfló, sus brazos se apretaron

alrededor de Milo protectoramente, y de nuevo se encontró con la mirada

de Ava. Ninguno habló. Al final Henry se dio la vuelta y salió de la

habitación, dejando a Nicholas atado en la silla.

Cerré mis ojos. Este no era él, y si teníamos una oportunidad de pasar todo

esto sin que nuestra relación saliera irreparablemente dañada, tenía que

recordar esto. Justo como yo me había ofrecido a Cronos a cambio de la

seguridad de Milo, Henry había hecho lo mismo con Calliope. No tenía

ningún derecho a estar enfadada con él. Sí con Calliope, Ava y con

cualquier miembro del Consejo quienes le habían dejado a él hacer esto.

Pero no con Henry.

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—Kate —dijo Ava una vez que él se fue. Abrí mis ojos. Nicholas estaba

inconsciente ahora, su pecho subía y bajaba superficialmente, y Ava se

mantenía en pie a su lado—. ¿Ahora lo entiendes?

Lo entendía. No excusaba nada de esto, y no arreglaba nuestra amistad.

Pero lo entendía.

—Henry aún te ama, lo sabes. No te lo he quitado de esa manera. No lo

haría nunca.

Sin embargo, ella había hecho que él se enamorara de Calliope. Artificial o

no, era todavía amor, y no borraría lo que pasaba en ese dormitorio. Me

estremecí. Tenía que parar de pensar en esto. Había visto suficiente. Ava se

había disculpado tantas veces que sus palabras no tenían sentido ahora, y yo

tenía que irme antes de que el dolor se adentrará tan profundo dentro de mí

que no pudiera sacarlo nunca.

Estaba a medio camino de irme cuando Ava me habló.

—Cronos se va a escapar en el solsticio de invierno.

Sin embargo, ella ya le había dicho esto al Consejo y sabía que yo había

estado justo allí con ellos. Me hundí más en el olvido, ya al borde de

finalizar esta visión.

—Y —dijo Ava, su voz tan lejana que era poco más que un susurro—. El

primer lugar que va a atacar es la ciudad de Nueva York.

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Capítulo 15 PUNTO DE QUIEBRE

Traducido por Maru Belikov y Aylinachan

Corregido por Aldebarán

artí de regreso a la isla tan rápido que la habitación dio vueltas

alrededor de mí. Mareada, esperé por Ava a que terminara,

pero la explicación nunca vino. Ella se arrodilló al lado de

Nicholas otra vez, murmurando palabras que sólo tenían

sentido para él, y me giré.

Sólo había una razón para que Cronos atacara la ciudad de New York

cuando tantas otras, Londres, St. Petersburgo, e incluso Beijing, tenían que

estar más cerca. Y esa razón era yo.

Esta vez cuando me desvanecí de la cámara de tortura de Nicholas, no

reaparecí en el Olimpo. En lugar de eso, cuando abrí mis ojos, estaba en el

cuarto de Milo otra vez.

Cronos se encontraba en una esquina oscura, como si estuviese esperando

por mí. Si no había estado segura por algún tipo de conexión entre nosotros,

ahora lo estaba. Él seguía mi pista. Observándome de la manera en que

únicamente un Titán podía.

—Tú, bastardo. —Lo empujé tan fuerte como pude, pero por supuesto no

hizo ningún bien.

P

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Él miró abajo hacia mí, su barbilla alzada y sus ojos estrechos.

—¿Qué he hecho para merecer esas palabras tan duras? ¿No te he ofrecido

todo, y aun así construiste mentira tras mentira?

Apreté mis dientes.

—Fuiste tras mi hogar.

—Tu hogar es el Inframundo, y te aseguro que no tengo ninguna intención

de removerte de mi camino de la manera que lo haré con el resto del

Consejo. Tendrás la eternidad para permanecer allí con las millones de

almas que morirán a mi mano. Quizá, si te comportas, permitiré que te

unas a mí en la superficie por un tiempo. Muy parecido al arreglo que

actualmente tengo con tu muy vivo esposo.

Gélido terror se estableció sobre mí.

—¿Por qué estás haciendo esto? Vine a ti. Iba a mantener hasta el final el

trato. No sabía…

—¿No sabías qué? —dijo Cronos con la peligrosa neutralidad que era

infinitamente más atemorizante que la ira—. ¿Que tu querido Henry estaba

vivo?

—No sabía que él me seguiría —dije—. No sabía que tenía un plan. Lo

siento.

Cronos inclinó la cabeza.

—No, no lo sientes. Sientes haber perdido aquello que pensaste podías

mantener oculto. Lamentas no ser la única que estaba dispuesta a

sacrificarse por los que ama. Lamentas ser forzada a permanecer viva

después de que yo destroce a todos los que te importan. Lamentas haber

perdido a tu hijo. Pero no lamentas haber mentido.

Un peso invisible se instaló en mi pecho.

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—Tienes razón —dije temblorosamente—. No lamento haber mentido. Pero

si lo siento por todas esas personas que van a morir. Y si no hubieses ido

tan lejos, también sentiría haberte mentido.

Cronos tocó mi mejilla con el fantasma de afecto.

—Pensé que eras diferente, Kate Winter. Pensé que entendías.

—Lo hago. Más de lo que tú alguna vez me entenderías a mí. —Un nudo se

formó en mi garganta, pero las lágrimas no vinieron. Pedir y rogar no

harían ningún bien, pero tenía que haber una manera de arreglar esto. De

hacerlo entender—. No mereces esta clase de dolor, pero entonces, tampoco

yo. Y menos el Consejo. Y ninguna de las millones de vidas que vas a

destruir. La única diferencia entre nosotros y los humanos es la muerte.

Incluso ahora, contigo aquí, no hay ninguna diferencia. ¿Puedes

imaginarlo? ¿Un final? ¿Un momento cuando dejes de existir? Y las

personas que te aman, por lo que ellos pasarán…

—Suficiente —dijo él. Busqué en su rostro por algún destello de emoción,

pero no encontré ninguna—. He tomado mi decisión. No te mostraré

compasión cuando tú no me has mostrado ninguna. La guerra continuará, y

no me rendiré o aceptaré una tregua. He tratado de extender la mano de paz

al Consejo, y ellos escupieron en mi rostro. Confié en la única persona que

creí me entendía, y resultaste ser la más mentirosa de todas. No tenemos

nada más que discutir.

Antes de que pudiera protestar, Cronos desapareció, y mis manos tocaron

nada más que aire. Él se había ido, junto con la única esperanza que tenía de

preservar a mi familia.

Me quedé en blanco mirando al espacio vacío. Tan pronto como Cronos

escapara en el solsticio, esto dejaría de ser una guerra. Sería un baño de

sangre.

Tenía que haber algo que no estaba viendo, algo que pudiera hacer para

conseguir que cambiara de opinión. ¿Pero qué podía darle ahora que no

confiaba en mí? ¿Qué palabras podía decir para arreglar esto?

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Un suave borboteo llamó mi atención, y me giré a tiempo para ver a Henry

caminar hacia el cuarto del bebé con Milo en sus brazos. Él definitivamente

se había tomado su tiempo para llegar aquí. ¿Se había desviado? Debía

haberlo hecho. Silenciosamente recé que no fuera para ver a Calliope.

—Aquí vamos —dijo Henry gentilmente—. Estás a salvo aquí.

Él caminó a mi lado tan lentamente que parecía estar moviéndose a través

de melaza. Con razón le tomó tanto tiempo. Una tortuga podía caminar

más rápido que él. Tras verme, Milo se agitó en sus brazos, y manejé una

llorosa sonrisa.

—Hola, bebé. ¿Divirtiéndote con tu papi?

Él borboteó, y Henry sonrió.

—Desearía poder quedarme aquí, también, pero estaré de regreso antes de

que la luna desaparezca de tu ventana. Mientras tanto, estoy seguro que tu

tía Ava estará aquí pronto para hacerte compañía.

Con un movimiento de su mano, la cuna se movió unos centímetros,

probablemente a una posición donde Milo pudiese ver la luna. Un sollozo

quedó atrapado en mi garganta.

Henry presionó sus labios en la frente del bebé por un largo rato antes de

enderezarse.

—Sé bueno —murmuro él, y miro directo hacia mí—. Tu madre y yo te

amamos.

Me congelé. ¿Él sabía? ¿Esto era una coincidencia? ¿Otro truco de Cronos?

Y te amo a ti. Aunque sus labios no se movieron, el susurro de su voz

atravesó mi mente, y contuve el aliento. Justo como Milo, él sabía que

estaba aquí. Ava no había mentido; no quitó ese amor de él.

Sé lo que estás haciendo. Empujé las palabras hacia él, y se giró para ver hacia

la cuna de Milo. Y espero que puedas pelear contra lo que Ava te está haciendo

sentir, porque una vez que esto termine, nunca te voy a dejar ir otra vez.

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Pudo haber sido mi imaginación, pero podría jurar que lo vi sonreír. Esto

terminará, y estaremos juntos otra vez. Mis pensamientos ahora eran firmes e

implacables. Solo quédate conmigo. No dejes que Calliope te convenza de ser

alguien quien no eres, y todo estará bien. Me aseguraré de ello.

Sin mirar hacia mí, Henry caminó hacia la puerta de la habitación de bebé.

Pero mientras se movía cerca de mí, su mano pasó a través de la mía, y esta

vez supe que no era un accidente. También yo.

* * * Cuando regresé al Olimpo, el Consejo estaba esperando por mí. Todos

lucían cansados y sobrepasado su punto de quiebre, con manchas oscuras

debajo de los ojos y la piel pálida que parecía extenderse con demasiado

fuerza sobre sus rostros.

—Kate —dijo Walter. Incluso él lucía agotado—. ¿Tienes noticias?

¿Ahora ellos querían escuchar lo que tenía para decir? Me tragué una

amarga respuesta. Ellos había pasado por suficiente esa noche sin tener que

lidiar con mi cargado sentido de injusticia, también.

—Calliope realmente está torturando a Nicholas para mantener a Ava en

línea. Ella tiene una habitación llena de armas que creo hizo él, algunas de

ellas lucen como armas de prueba antes de que finalmente perfeccionara la

daga, y bastantes de ellas están infundidas con los poderes de Cronos por lo

que si podemos conseguir llegar lo suficientemente cerca, quizá haya una

oportunidad de usarlas y…

Walter alzó una pesada mano, y por una vez me quedé en silencio.

—Si somos lo suficientemente afortunados para conseguir traspasar las

defensas de Cronos, significa que ya hemos ganado. —La nota de

inevitabilidad que siempre usaba cuando sea que hablaba de ganar la guerra

había desaparecido.

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—¿Qué ocurrió durante la batalla de hoy? —dije, y la mitad de ellos miraron

a otro lado.

—Cronos estaba más… Concentrado de lo usual —dijo mi madre—.

Tuvimos suerte de que ninguno salió herido.

—Él está luchando más fuerte debido a mí —dije, y a través del círculo,

Dylan bufó.

—¿Siempre es debido a ti, no es así? ¿No podría ser que se está volviendo

más fuerte a medida que nos acercamos más al solsticio de invierno, cierto?

—Quizá —admití—. Pero no creo que sea una coincidencia que esto pasara

el día después que descubrió que le había estado mintiendo sobre Henry.

Dylan frunció el ceño, pero no dijo más nada.

—¿Cómo está Henry? —dijo Sofía—. ¿Lo viste?

Asentí. ¿Qué harían ellos si supieran que Calliope de alguna manera

convenció a Henry para que peleara por ella? ¿Lo tratarían como un

enemigo también? Él quizá todavía me amara, pero el amor no era

suficiente para convencer al Consejo de que el pelearía contra ellos si

Calliope se lo ordenará.

—Él está luchando —dije. Una verdad a medias en el mejor de los casos que

una mentira que resultara peor—. No hay mucho que pueda hacer sin

delatarse, pero él todavía está allí.

—Bien —dijo Sofía, acomodándose de regreso en su trono—. Ella no lo

conoce como nos conoce al resto de nosotros. Le da menos oportunidad de

explotar sus debilidades y usarlas en contra de él.

Eso era exactamente lo que estaba haciendo, sin embargo. Conocía sus

debilidades, sabía que él haría cualquier cosa por protegerme a mí y a Milo.

Tal vez incluso había pedido a Ava que no le hiciera olvidar su amor por mí

para poder acordarse de por qué estaba haciendo esto. O tal vez lo había

hecho sólo para poder sentir angustia cuando la besaba y se acordara que

suponía realmente el amor.

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Perra sádica.

—¿Qué dijo Ava de lo que quería hablar? —dijo Walter.

—Quería disculparme de nuevo y tratar de explicarlo. —Era la verdad, en

su mayor porte—. Ella dijo que Cronos va atacar Nueva York, una vez se

escape.

Un murmullo recorrió el resto de los miembros del Consejo y James le dijo

a Dylan:

—¿Necesitamos más pruebas de que él está haciendo todo esto por Kate?

—Cállate —murmuró Dylan y James le dedicó una sonrisa de satisfacción.

Él podría haber querido frotar la nariz de su hermano, pero yo hubiera dado

cualquier cosa porque Dylan hiciera lo correcto.

—Muy bien, vamos a prepararnos para ese resultado entonces —dijo

Walter, y parpadeó.

—¿Qué pasa si Ava está mintiéndome? —le dije, y Walter se encogió de

hombros con cansancio.

—Entonces estamos perdidos. —Se puso de pie con las piernas

temblorosas—. Vayan a descansar y a recuperarse. No vamos a atacar

mañana o cualquier otro día hasta el solsticio de invierno.

Dylan se levantó con lo que debía pensar él que era indignación, pero se

parecía más a un anciano levantándose de un sillón demasiado bajo para sus

piernas.

—¿Estamos abandonando?

—Estamos ahorrando nuestras energías y estrategias —corrigió Walter—.

Hemos agotado nuestras posibilidades como ellos, con Cronos usando los

escudos de la isla en contra de nosotros. Ahora tenemos que planear un

enfoque diferente. —Asintió con la cabeza hacia mí—. Kate, me gustaría

que te unieras a nosotros.

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—¿Yo? —dije, sorprendida, y mi madre dio palmaditas con las manos—. No

sé nada sobre la planificación de una guerra.

—Pero has pasado mucho tiempo en presencia de Cronos desde que se fugó

y ya no se puede ignorar la validez de tus reclamos —dijo—. Recopilarás la

información que puedas durante el día y el Consejo se reunirá cada noche

para recibirlo. A menos que alguien tenga alguna otra idea —dijo, mirando

directamente a Dylan.

Dylan se encogió de hombros y no dijo nada.

—Muy bien. Consejo terminado —dijo Walter, y con un enorme esfuerzo

que demostró en cada paso que daba, se dirigió hacia un pasillo que yo

nunca había visto.

Los otros miembros del Consejo fueron saliendo de la sala del trono hasta

que sólo quedamos James, mi madre y yo. A pesar de verse a punto de

desfallecer, James cruzó el círculo hacia nosotras, llevando una sonrisa de

agotamiento.

—Parece que finalmente lo conseguiste —dijo, pasando el brazo alrededor

de mis hombros—. Ahora es tu oportunidad de probarte a ti misma.

—Ese es el problema —le dije—. No sé cómo.

Mi madre me acarició los nudillos con el pulgar.

—Lo averiguarás. Mantén tus ojos y oídos abiertos y encontrarás algo.

A pesar de lo reconfortante de su consuelo, ella se olvidaba de una cosa.

Cronos me podía ver y, ahora que no confiaba en mí, no tenía ninguna

posibilidad de conseguir información de él en el infierno.

* * *

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Cada día, durante las tres últimas semanas del mes de octubre, me zambullí

en mis visiones, con la esperanza de encontrar la más mínima pista que

pudiera ayudar en la defensa del concilio. Mis esfuerzos en su mayoría eran

pérdidas de tiempo, sin embargo. Calliope pasaba la mayor parte de su

tiempo a solas, mirando una imagen holográfica de la isla y cualquier

estrategia de ella y de Cronos eran un misterio para mí. Pocas veces

coincidían en la misma habitación y cuando Cronos hacía aparición en

algún lugar cerca de Calliope, ella se apresuraba en buscar una excusa para

irse.

Al principio pensé que ella estaba enfadada, por la cortante forma de

hablarle. Sin embargo, cuanto más los veía juntos, más cuenta me daba de

otras cosas. La forma en que su postura se deslizaba cuando estaba cerca. La

forma de su voz y el enfoque vacío. No estaba enfadada. Estaba

aterrorizada de él.

No la culpo. Sin nadie que se enfrentara a su ambición y determinación,

Cronos se hacía más fuerte cada día que pasaba hasta que ni siquiera su

forma humana era capaz de sostenerse. Crepitaba en los alrededores y en

todos los lugares a los que se acercaba, dejando huellas negras de su estela.

A pesar de que me vio, nunca me reconoció. Lo prefería así.

Informaba al Consejo todas las noches hasta que finalmente Dylan dijo

exactamente lo que temía.

—Está haciéndose más fuerte de lo que esperábamos. Nuestras barreras no

aguantarán hasta el solsticio.

Nadie en el Consejo lo cuestionó. Todos sabían que nos estábamos

quedando sin tiempo y sin información, estaban dando tumbos a ciegas.

Tendrían que adivinar las vías que Cronos usaría para llegar a Nueva York,

las formas que podría tener de destruir la ciudad en la que me había criado.

Tenían un plan para cada una.

Estaban terriblemente superados en número, sin embargo, Ella y Theo

decían que los dioses menores estaban buscando por todo el mundo para

traer refuerzos. James a menudo se unía a ellos, ayudándoles a encontrar los

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escondidos de la ira de Walter, dejándome sola con mi madre y un puñado

de dioses estirados hasta el límite. Me mantuve en mí misma, y pronto mis

visiones no eran solamente misiones de espionaje. Eran otra manera de

evitar el Consejo también.

No me importaban cuantas veces veía a Henry en el palacio de Calliope,

nunca volvió a revelar que él sabía que yo estaba allí. Cuanto más tiempo

pasaba, más dudaba de ese momento en la guardería, y cuanto más tiempo

pasaba Calliope con Henry, más parecía hundirse en su hechizo. Cualquier

indicio de su desafío se había ido. Él hacía lo que ella decía, pero Milo

estaba siempre con él, y yo me aferraba a eso con todo lo que tenía. Él

estaba en alguna parte y a pesar de que sería una batalla para él liberarse

cuando llegara el momento, tenía una oportunidad.

A principios de noviembre, cuando Henry mecía a Milo para que se

durmiera a la hora de la siesta por la tarde, Calliope se apresuró a entrar en

la guardería.

—Algo anda mal con Cronos.

En lugar de poner a Milo en su cuna, Henry lo cogió y siguió a Calliope.

Corrí tras ellos y a través de las ventanas vi una tormenta sobre la isla.

Negras nubes se arremolinaban en medio del aire caliente del océano,

tapando el cielo azul y truenos retumbaban en el mar, una advertencia del

peligro por venir.

Calliope subió corriendo las escaleras y atravesó una degradada puerta que

daba a la azotea. Henry sostuvo a Milo cerca protegiéndolo de los fuertes

vientos, pero a pesar de los gritos de Milo, no entró.

En el momento en el que vi a Cronos en mitad del techo, lo entendí. Esa

tormenta no era natural. Su forma ya no podía retenerlo y Cronos era ahora

nada más que una esfera brillante de energía.

Repleto de más rayos que nada natural podría producir, la niebla opaca de

Cronos se arremolinaba en el centro de la tormenta, como un embudo negro

expandiéndose hacia el cielo. Una advertencia. Un mensaje. Una orden.

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Ven y pelea.

Instintivamente agarré a Henry. En lugar de reflejar el miedo que Calliope

mostraba tan abiertamente, su boca formaba una línea sombría y él tenía el

ceño fruncido con determinación. Cualquier cosa que fuera lo que iba a

venir, estaba preparado para ello.

—Ve —dijo, y se volvió para mirarme directamente a los ojos. Te quiero.

Advierte a los otros que ha comenzado.

Abrí y cerré la boca dos veces. ¿Qué pasa contigo y con Milo?

Me aseguraré de que esté a salvo. Sólo ve.

A través del aullido del viento, llegué a él, puse mis dedos a un centímetro

de su mejilla. Te amo, también. No olvides quien eres.

A pesar de la masa negra de la muerte que se arremolinaba a menos de

veinte metros de distancia, Henry consiguió esbozar una sonrisa. Te diría lo

mismo a ti. Se valiente y haz lo que debes.

Mis ojos ardían en el viento, pero mientras me desvanecía en la azotea, no

podía apartar la mirada de él. Por favor, no hagas nada estúpido.

Antes de que pudiera responder, la tormenta desapareció reemplazándose

por mi habitación en el Olimpo.

Corrí por el pasillo, olvidándome por un momento de mi capacidad de estar

donde tenía que estar siempre que tenía que estar allí. Tenía que correr.

Necesitaba gritar, pero no tenía ni voz para otra cosa que las palabras que

había estado temiendo.

Irrumpiendo en la sala del trono, me lancé hacia el centro del círculo,

ignorando el silencio de la conversación rota. Lo que sea que el Consejo

había estado discutiendo, no importaba.

—Es Cronos —dije sin aliento—. Está escapando. Hay una tormenta

alrededor de la isla y…

—Lo sabemos —dijo Dylan, y yo negué con la cabeza. Él no lo entendía.

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—La batalla definitiva… ha empezado.

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Capítulo 16 LA ÚLTIMA HORA

Traducido por LizC, Jessy y Val_mar

Corregido por Flochi

alter tuvo que gritar cuatro veces y romper un rayo antes

que el Consejo retomara el orden. Todo el mundo estuvo

de pie, incluyendo a mi madre, y la energía en la sala

saltaba entre nerviosa y agresiva.

—Nos hemos estado preparando para este momento por un año —dijo

Walter una vez que el estruendo se desvaneció—. Puede que ya no

tengamos los aliados en los que confiábamos, pero nos tenemos entre sí, y

juntos somos fuertes.

Nadie dijo una palabra. Incluso Dylan no podía reunir un grito de guerra.

Este bien sería el día en que finalmente enviarían a Cronos de vuelta al

Tártaro, o sería el día en que el Consejo cayera. Para mañana a esta hora, yo

tendría una familia o estaría sola, sujeta a los caprichos y placeres más

oscuros de Cronos.

Preferiría cortarme el cuello con esa maldita daga yo misma antes que eso.

—Estamos preparados. Estamos juntos. Y vamos a luchar hasta que

ganemos o ya no existamos más —continuó Walter—. Tomen una hora

para hacer lo que deban, y nos encontraremos de nuevo aquí entonces.

W

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Uno por uno, el Consejo salió, algunos en parejas, otros solos. Perdida en

mis pensamientos, permanecí quieta. ¿Qué se supone que debía hacer?

Había sido bastante difícil verlos a todos ir a la guerra el último solsticio de

invierno, pero esta vez…

Esta vez, sería la batalla más grande que el mundo vería desde la primera

guerra de Titanes, y toda mi familia estaría al frente y en el centro.

—Quiero pelear —dije una vez que la sala se había vaciado de todo el

mundo, excepto mi madre y James—. Dijeron que podía.

—Oh, cariño. —Ella me sacó de mi asiento y me llevó a un abrazo—. Has

luchado, de maneras que el resto de nosotros no podía. Luchar no siempre

significa ir a la batalla con una espada y un escudo. Ya has hecho más que

suficiente, y ahora es momento de que tú permanezcas a salvo. Por el bien

de Milo.

—Milo es exactamente la razón por la que tengo que luchar. Sé que no soy

lo suficientemente fuerte para darles ningún apoyo real, pero tal vez podría

distraer a Cronos o Calliope o… O algo así. Cualquier cosa.

Sus brazos se apretaron a mi alrededor, y hundió la cara en el hueco de mi

cuello, su mejilla cálida contra mi piel. Cerré los ojos con fuerza y traté de

memorizar este momento. Tenía que volver. Y si ella no lo hacía…

No, no podía pensar de esa manera. Había sobrevivido a batallas hasta

ahora, y sobreviviría esta, también. Mi madre no iba a morir hoy. Nadie lo

haría.

—Ven —murmuró—. No tenemos mucho tiempo, y hay algo que me

gustaría hacer antes de entonces. ¿James?

James se acercó y tocó nuestros hombros.

—Esto no va a ser divertido —dijo, y antes de que pudiera preguntarle a

dónde íbamos, la sala estalló con luz a medida que caíamos a la tierra.

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Mis ojos se humedecieron. Pasar del Olimpo a la superficie no era nada

nuevo. Por qué James había sentido la necesidad de advertirme, yo no lo

sabía. Hasta…

Hasta que el cielo azul desapareció, reemplazado por rocas.

Habría vomitado si hubiera podido. Incluso con mi madre a mi lado, las

capas opresivas de la tierra presionaron hacia abajo en mí, haciendo que mi

corazón se agitara con pánico a medida que aceleramos hacia abajo. Traté de

forzar mis ojos cerrados, pero estaban pegados abiertos por el terror, y lo

mejor que pude hacer fue abrazar a mi madre con fuerza y esperar como el

infierno que acabara pronto.

Al final aterrizamos en la caverna rocosa fuera del palacio de obsidiana de

Henry. Mis rodillas entrechocaban juntas, y toda la sangre corrió de mi

cabeza, haciendo girar las paredes.

—Hijo de puta. —Le pegué a James en el brazo tan fuerte como pude. No es

como si le doliera—. ¿Por qué me sigues haciendo esto?

Sonrió.

—Debido a que la expresión de tu cara no tiene precio. Honestamente,

Kate, ¿qué crees que voy a hacer? ¿Dejarte en la roca?

Me estremecí.

—No lo harías.

—No podría —me corrigió—. Una vez que aprendas a utilizar los portales,

no serás capaz de hacerlo tampoco.

Abrí la boca para replicar, pero el murmullo de voces bajas me llamó la

atención, y me volví hacia el palacio. En las sombras, una multitud se había

formado, pululando el jardín y el río en el otro lado de la caverna.

—¿Qué es eso? ¿Quiénes son?

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—Los muertos —dijo James—. Las almas perdidas, aquellos que necesitan

orientación. Nadie está aquí para ayudar, así que están atrapados hasta que

tú y Henry regresen.

Me quedé mirando. Tenía que haber miles de ellos. Esperaría algunos,

sabiendo que Henry no estaba aquí para ayudar, pero no esto.

Sin embargo, por supuesto que había muchos. Con los números que Cronos

había matado, me habría sorprendido que no hubiera más.

—Tenemos que ayudarlos.

—Ahora no, cariño —dijo mi madre, frotando mi espalda—. Ellos tienen la

eternidad. Tenemos un lugar al que ir.

—¿Y dónde está eso? —dije.

—Vamos a visitar a tu hermana —dijo ella, y toda mi indignación se

desvaneció. Ella había pasado años sin ver a Perséfone antes de enfrentarse

a ella el año anterior. Otra visita tan pronto sólo podía significar una cosa:

estaba despidiéndose.

—Mamá —me ahogué al decir, mi voz agrietándose—. No me puedes dejar.

Lo prometiste.

—¿Quién ha dicho algo de dejarte, cariño? —dijo, apartando mi cabello de

mis ojos. Sin embargo, ambas sabíamos la verdad. No importa cuántas

palabras de ánimo dio Walter, no importa cuántas veces ella me aseguró

que no iba a ninguna parte, ella sabía que era una posibilidad. Y esta vez no

habría ningún retorno milagroso.

Apreté su mano.

—Podríamos quedarnos aquí abajo mientras los demás luchan. No te van a

echar de menos. Y podemos pensar en otra manera de ayudarlos.

Ella me dio una sonrisa triste.

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—Cariño, sabes que el Consejo necesita a todos los que puedan conseguir en

estos momentos. Tengo una responsabilidad hacia ellos, y no puedo

alejarme.

—¿Qué pasa con tu responsabilidad hacia mí? —Mis mejillas se pusieron

calientes a medida que mis ojos ardían por las lágrimas—. Me prometiste

que nunca me dejarías otra vez.

—No lo haré. Estoy luchando por lo que creo —dijo—. No tengo ninguna

intención de morir hoy, Kate.

—Pero podrías.

—Sí, podría —concedió—. Como dijo Walter, Cronos es un enemigo

formidable, y hay poco que podamos hacer para combatirlo directamente.

Sin embargo, tienes que recordar que tenemos miles y miles de años de

experiencia detrás de nosotros, y vamos a poner hasta el último segundo de

eso en buen uso. Haré cuanto esté en mi considerable poder para asegurar

que yo vuelva a ti. Para asegurarme de que todos lo hagamos.

Ella me podía prometer la luna, pero estaba eligiendo olvidar un hecho muy

importante: Cronos no era vencible. Con considerable poder o no, no había

nada en el arsenal del Consejo que pudiera derribarlo y ganar. Juntos tenían

una oportunidad, pero sin Henry, sin Calliope, muy bien podrían haberse

rendido. Tendrían una mayor esperanza de vida de esa manera.

Tenía que haber algo. Las dagas —las armas repartidas en la cámara de

tortura de Nicholas— esas eran las ventajas que podrían ser nuestras, pero,

¿cómo?

—Ahora ven —murmuró mi madre—. Llévanos a ver a tu hermana.

Me habría demorado si pensara que podría funcionar, pero si mi madre

moría hoy, no podría vivir con la culpa de negarle su último deseo de ver a

su otra hija. Y Perséfone se merecía la oportunidad de decir adiós, también.

Le tendí mi mano libre a James, y él la tomó sin decir palabra. Para todas

las bromas que surgían de esa gran boca de él, también sabía cuándo

mantenerla cerrada. Si él tampoco lo lograba…

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No. Nadie moriría hoy. Ni mi madre, ni James, ni Henry, nadie.

Después de una última mirada a los muertos que rodeaban el palacio, cerré

los ojos. Una cálida brisa cosquilleó mi cuello, y cuando los abrí, estábamos

de pie en medio de un campo lleno de flores. Y tres metros más allá había

una cabaña cubierta de vides, y a pesar de que estábamos en el Inframundo,

el sol —o al menos la versión del sol de Perséfone— brillaba sobre nosotros.

—¡Oigan! —gritó Perséfone, y me volví a tiempo de ver sus rizos rubios

rebotando en el viento—. ¡Salgan de ahí!

—Qué… —empecé, y luego miré hacia abajo. Estábamos de pie en medio de

los tulipanes de mi hermana. Uups.

Mi madre se echó a reír y dio un paso lejos de mí, yo me moví con ella,

negándome a abandonar su lado.

—Lo siento, cariño. Kate es bastante nueva en este método particular de

transporte.

Perséfone irrumpió hacia nosotros, con los pies evitando automáticamente

los parches de flores, como si supiera exactamente dónde estaba cada flor.

Después de pasar un millar de años en este campo, probablemente lo sabía.

—Esa no es excusa para pisotear mis tulipanes —se quejó.

—Lo siento. —A pesar de la razón por la que estábamos aquí, la expresión

de su cara me hizo sonreír. Perséfone no era mi persona favorita, no por un

largo tiempo, y tener la oportunidad de molestarla era una pequeña victoria

en un día de otra manera horrible—. La próxima vez voy a tratar de apuntar

al sendero.

—Más te vale. —Ella se arrodilló junto a la cama de flores y tocó los

tulipanes triturados—. ¿Qué hacen aquí? He pasado siglos sin tener que

tratar con invitados, ¿y ahora han decido visitarme dos veces en un año?

¿Estás realmente tan desesperada por Consejos matrimoniales?

Parpadeé.

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—¿Qué? No, por supuesto que no…

—Si él está pasando por una de sus disputas, simplemente déjalo en paz y

no lo molestes hasta que se acabe —dijo Perséfone—. Él va a venir a ti

entonces.

—No es por eso que estamos aquí —dijo mi madre, y se arrodilló junto a mi

hermana y tocó los tulipanes. Brillaban dorados en la luz del sol, y poco a

poco se enderezaron de nuevo en perfectas condiciones—. Ya está. Todo

arreglado.

—No necesito tu ayuda —murmuró Perséfone, sentada sobre los talones—.

Lo que necesito es que ustedes no pisen mis flores en primer lugar.

Abrí la boca para decirle exactamente dónde podía empujar sus flores, pero

James se me adelantó.

—Por el amor de lo que te parezca santo, Perséfone, ¿podrías callarte

durante dos segundos y dejarnos hablar?

Los tres lo miramos fijamente, y él se cuadró de hombros, claramente

haciendo todo lo posible para verse respetuoso y piadoso. Pero con su mata

de pelo rubio y las orejas que sobresalían como una caricatura, él parecía tan

piadoso como Mickey Mouse.

—Está bien. ¿Qué está pasando? —dijo Perséfone, y aunque el filo se

mantuvo en su voz, su expresión se suavizó.

—Cronos está a punto de liberarse de la isla —dijo mi madre—. La batalla

comenzará dentro de una hora, y esperaba que pudieras estar dispuesta a

cuidar de Kate hasta que se haya terminado.

Mi boca y la de Perséfone cayeron abiertas al mismo tiempo.

—¿Me vas a dejar aquí? —chillé.

—¿Me estás haciendo niñera? —dijo Perséfone con voz igualmente

horrorizada.

Mi madre se centró en mí primero.

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—Kate, cariño, sé que quieres ayudar, pero ayudarás más al permanecer a

salvo, para así yo no tener que preocuparme por tu bienestar.

—Pero… —empecé, y aunque ella levantó la mano, seguí adelante—. Mamá,

por favor. No puedes seguir mimándome de esta manera.

—Sabes que no tienes la capacidad de luchar de una manera que sea útil

para el resto de nosotros —dijo mi madre sin rodeos.

—Eso no es mi culpa —dije—. Tú eres la que prometió entrenarme. Podría

haber aprendido.

—No en menos de dos meses. Ya todos hemos llevado al máximo nuestros

límites, e incluso si lo hubiéramos hecho, no eres unos de los seis originales.

Simplemente no eres lo suficientemente poderosa para ayudar a cambiar el

curso de la batalla peleando cara a cara así. —Tocó mi mejilla—. Por favor,

concédenos nuestra mayor posibilidad de éxito. Permanece a salvo.

Enterré mis uñas en las palmas de mis manos.

—No puedes obligarme a quedarme aquí.

—Lo sé, pero confío en que tomarás la decisión correcta. Milo necesita una

madre, y no puede tener eso si tú te has ido. Cuando llegue el momento, va

a necesitarte. Y tú vas a necesitarlo.

—¿Así que quieres que esconda mi cabeza en la tierra hasta se termine? —

dije con voz ronca—. ¿Cómo puedes decir eso? Tú eres la que me mostró

como ser una luchadora en primer lugar.

Me recogió y me fundió en un abrazo.

—A veces pelear significa sobrevivir ante insuperables adversidades. Eso es

lo que necesito que hagas. Que seas la sobreviviente que sé que eres.

Hipé en su hombro, y mis dedos se apretaron alrededor de su manga.

—Por favor, quédate conmigo.

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—Si pudiera, lo haría. No hay otro lugar en el que preferiría estar que aquí

con ustedes dos.

Tendiendo su mano para Perséfone, ella esperó, y finalmente mi hermana

aceptó el abrazo.

—Primera vez que vienes a verme en cientos de años, y quieres que haga de

niñera —murmuró ella, y mamá besó su frente.

—Lo siento, cariño. Me aseguraré de visitarte más a menudo.

Esa no era una promesa que podía mantener si estaba muerta, y Perséfone

se estremeció junto a mí. ¿Está era la última vez que estaríamos juntas así?

No podía ser. No lo permitiría. Tenía que haber algo.

—Prometo quedarme aquí con Perséfone si tú prometes no arriesgar tu vida

—dije. No era mucho, pero hasta que pudiera encontrar un plan sólido,

tendría que servir.

—Oh, Kate. —Mi madre besó mi cabello—. También podrías pedirme no ir

en absoluto. No he dejado que Cronos tenga lo mejor de mí todavía, y no

tengo la intención de comenzar ahora, eso te lo juro. Ten un poco de fe.

Fácil para ella decirlo. Era la que corría a pelear.

—Te amo —murmuré. ¿Cuántas veces más diríamos estas interminables

despedidas antes de que realmente fuera la última vez?

—También te amo. Recuerda a Milo. —Se apartó y me miró directamente a

los ojos—. ¿Puedes hacer eso por mí?

Asentí, un fuerte entumecimiento se asentó sobre mí mientras ella se daba

la vuelta para despedirse de Perséfone. En vez de abrazos y lágrimas,

inclinaron sus cabezas y comenzaron a susurrar.

—Déjame ir contigo —dijo Perséfone—. Cronos y Calliope no pueden

herirme, y podría ser de ayuda.

Mi madre sacudió la cabeza.

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—Te necesito aquí con Kate, para asegurarte de que no haga nada estúpido.

Perséfone puso los ojos en blanco.

—Por supuesto que va hacer algo estúpido. Es Kate.

—Cuento contigo para no dejar que eso suceda.

Después de un rápido apretón de su mano y la advertencia de mi madre de

ser buena, sus despedidas habían terminado. Los ojos de Perséfone estaban

secos. ¿Cómo puede ser esto tan condenadamente fácil para ella?

James tocó mis hombros, y me di la vuelta para abrazarlo.

—Si mueres, voy a estar muy enojada contigo —dije.

—Entonces esperemos que eso no suceda. Si te pasas por la batalla, voy a

estar muy enojado contigo —dijo James.

—Entonces esperemos que eso no suceda —lo imité—. ¿Necesitas un

aventón al Olimpo?

Él resopló.

—Buen intento. Tu madre lo tiene cubierto. —Vacilante, presionó sus

labios en la esquina de mi boca. Un casi beso lleno de preguntas que no

podía responder y promesas que ninguno de nosotros podía mantener—. No

olvides… Tengo que ser tu primera aventura, me aseguraré de eso.

—Más te vale —dije, y con eso, me dejó ir para un último abrazo con mi

madre. El nudo en mi garganta se hizo insoportable, pero me negué a llorar.

No quería que los últimos momentos que teníamos estuvieran llenos de

balbuceantes sollozos.

Ni ella, ni James, dijeron nada. Sonrieron, sin rastro de miedo o ansiedad

en cualquiera de sus rostros sin edad, y James le ofreció a mi madre su

brazo. Ella lo tomó en silencio, y juntos se desvanecieron hasta que no

quedaba nada más que el viento.

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—Vamos, vayamos a conseguirte un poco de té antes de que colapses —dijo

Perséfone. Tomó mi codo, y no discutí. Si Cronos mataba a todos los que

amaba, Perséfone sería la única familia que me quedaba. No exactamente

un satisfactorio premio de consolación, pero no quería darle una razón para

odiarme.

Tanto como quería tranquilizarme para volver a asegurarme que no llegaría

a eso siendo solo nosotras dos, no podía. No dependía de mí, y no podía

cambiar el resultado de la batalla por simple voluntad y pensamiento. Podía

hacer algo para ayudar, sin embargo, si pudiera solo pensar algo que pudiera

valer la pena el riesgo.

Algo que Perséfone había dicho llamaba mi atención en el fondo de mi

mente, pero antes de que pudiera concentrarme completamente en ello, ella

empujó la puerta para abrirla.

—¡Adonis! ¿Qué dije sobre alimentar al perro con mantequilla de maní?

Adonis, el novio de Perséfone, ¿esposo?, se levantó del suelo, y miré

boquiabierta al cachorrito a sus pies.

—¿Pogo? —Me arrodillé, y el perro blanco y negro que Henry me había

dado dejó salir un ladrido amortiguado por la boca llena de mantequilla de

maní casera. Viajando sobre todos su cuerpo, corrió a través de la casa y

brincó a mis brazos. Una lamida en la mejilla, y ya no pude contener las

compuertas.

Perséfone caminó alrededor de mí mientras me aferraba a Pogo y lloraba.

Ella podía darme todas las miradas de repugnancia que quisiera; ella había

abandonado a su familia un eón atrás. Yo apenas había comenzado a

conocer a la mía.

Para el momento que mis sollozos finalizaron, ella tenía una taza de té

esperando por mí en la mesita de la cocina. Se sentó en la silla frente a la

mía, y Adonis permaneció cerca, apoyado contra la pared y arrastrando sus

pies. Mientras sorbía mi té con Pogo en mi regazo, ninguno de ellos dijo

nada.

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Varios minutos pasaron, y no pude soportar más el silencio.

—¿No estás asustada de lo que vaya a pasar? —dije, mi voz áspera después

de mi ataque de llanto.

Perséfone se encogió de hombros.

—Han estado en guerra con los Titanes antes.

—Pero esta vez es diferente. No tienen a Calliope, y a Henry…

—¿Qué hay sobre Henry? ¿Qué pasa con él?

Con un suspiro, me adentré en todo lo que había sucedido desde que ella

había dejado el palacio después de la primera batalla. El complot de Calliope

para secuestrarme, los nueve meses que había pasado como su prisionera,

Milo, mi conexión con Cronos, lo que le había prometido y lo que me había

prometido a cambio, los ataques en Atenas y Egipto, la pelea de Henry para

sobrevivir, su sacrificio para mantener a Milo y a mí a salvo. Todo.

—Y ahora están dentro de la batalla más grande en la historia sin dos de sus

dos peleadores más fuertes sin ninguna esperanza real de éxito. —Abracé a

Pogo, y él lamió la curva de mi brazo.

Perséfone tamborileó sus dedos contra la mesa de madera, su expresión

distante.

—¿Y tú vas a pasar todo el tiempo aquí, sin siquiera tratar de ayudarlos?

—La única cosa que posiblemente puedo hacer es distraer a Cronos y

Calliope, y escuchaste a mamá. Ella no quiere eso.

—Si yo fuera tú, estaría peleando como el infierno para conservar cada cosa

buena que tenía en mi vida —dijo Perséfone—. No todos nosotros tuvimos

esa oportunidad. La relación que tienes con madre, con Henry, ustedes me

hicieron tía, y estás sentada aquí como un bulto en lugar de hacer todo lo

que puedas para traerlos de vuelta.

—¿Crees que quiero sentarme aquí? Si hubiera algo que pudiera hacer para

ayudar, lo estaría haciendo, pero no puedo…

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—Como el infierno que puedes. —Entrecerró sus ojos—. Piensa, Kate. Solo

detente y piensa. Eres la chica que caminó a través de la mitad del

Inframundo para contactarme sobre la remota posibilidad de que podría

saber dónde encontrar a Cronos, ¿y estás dándote por vencida ahora? No

pienso así.

¿Estaban ella y James conspirando para hacerme sentir como un total

fracaso? Abrí mi boca para protestar de nuevo, pero ella alzó su mano.

—Siempre hay una manera para tratar un problema, y tienes media hora

para averiguarlo antes de que la batalla inicie. Así que dime, Kate, después

de todo lo que has pasado y todo lo que has visto, ¿te vas a sentar ahí, o vas

a pelear?

Respiré hondo. Perséfone tenía razón; siempre había una solución. Siempre

había una forma para arreglar algo, incluso si era difícil. Incluso si era casi

imposible.

Todo es posible si le das una oportunidad.

La voz de Henry. Las palabras de Henry. Él creía en mí, incluso pensaba

que había pasado mucho desde que dejé de creer en mí misma.

Piensa. Piensa. Las armas. El trato con Cronos. La disposición del palacio.

Nicholas. Perséfone.

Mis ojos volaron abiertos, y las piezas del rompecabezas encajaron en su

lugar.

—Sé lo que hay que hacer.

Ella sonrió.

—Ya era hora.

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Capítulo 17 LA ÚLTIMA RESISTENCIA

Traducido por Akanet y Flochi

Corregido por Nanis

legamos tomadas del brazo al bosque de Perséfone. En el

momento en que el suelo bajo nuestros pies se movió, me soltó,

pero no me importaba. Por primera vez en mucho tiempo, sabía

exactamente lo que estaba haciendo.

Agarrando su mano, arrastré a Perséfone entre los árboles, hacia una chica

pelirroja rodeada por los animales más mansos que alguna vez había visto.

Un ciervo bebé descansaba a su lado, un petirrojo cantando instalado en su

hombro y en su regazo acurrucaba una camada de conejos del tamaño de mi

puño.

Perséfone entrecerró los ojos.

—¿Quién es?

—Sólo déjame hablar a mí —le dije, y una vez que nos acercamos lo

suficiente, dije en voz alta—: Hola, Ingrid.

—¿Ingrid? ¿Te refieres a la primera chica demasiado estúpida para

encontrar la manera de vivir? —dijo Perséfone, y le di un codazo en el

costado.

L

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—¡Kate! —El chillido de Ingrid hizo eco, haciendo la pared de roca en el

borde de su vida en el más allá obvia—. ¡De verdad viniste! ¡Pensé que solo

estabas tratando de ser amable, pero realmente estás aquí!

—Sí, realmente estoy aquí. —Cuando me arrodillé a su lado para acariciar al

cervatillo domesticado, el bosque de Perséfone se fundió en la pradera de

dulces flores de Ingrid—. Por desgracia, no es para ponernos al día.

El rostro de Ingrid cayó, pero antes de que pudiera enojarse demasiado,

Perséfone habló detrás de mí.

—Por casualidad no sabes cómo manejar un cuchillo, ¿verdad?

Ella tiró nerviosamente de un mechón de cabello.

—¿Por qué?

—Debido a que Cronos está a punto de destruir el mundo, y el Consejo no

tiene mucha oportunidad contra él —le dije—. Necesitan ayuda. Los

muertos son los únicos a los que Calliope y Cronos no pueden hacer daño, y

los del Consejo han conseguido toda una habitación llena de armas que

podrían acabar con ellos. —O por lo menos con Calliope. Si esto no

funciona con Cronos...

Valía la pena intentarlo. Era nuestra única oportunidad.

—¿Y quieren que los ayude? —dijo Ingrid.

—Queremos que todas las chicas nos ayuden —le dije—. Perséfone no sabe

quiénes son, pero esperábamos que tú pudieras hacerlo.

Ingrid bajó los conejos y se levantó, sacudiéndose la suciedad del vestido

blanco que debe haber estado a la altura de la moda ocasional en los años

1920.

—Como suele suceder, no sólo sé quiénes son, sino que mientras Henry

estaba tratando de averiguar quién estaba detrás de los asesinatos, incluso

me dejó conocerlas. Es una caminata algo larga, pero te puedo llevar allí.

Por fin, un poco de suerte.

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—No tenemos tiempo para ir a pie. La batalla está por comenzar —le dije—.

Tengo una manera más rápida de viajar, sin embargo.

Con la ayuda de Ingrid, reunimos ocho de las otras diez chicas. Dos de ellas

no habían estado en las secciones del Inframundo que Henry había

asignado para ellas, y se nos acababa el tiempo. Ocho tendría que ser

suficientes por ahora.

Me paré delante de ellas, arrastrando mi pie con nerviosismo. Debido a que

Ingrid se quedó a mi lado, vi el prado frente a mí, pero cada vez que una de

las chicas se acercaba, el fondo cambiaba a su vida en el más allá en su

lugar. Bosques, una playa de arena blanca, un parque de tema vacío, era

extraño, pero me obligué a ignorarlo. Siempre y cuando las otras chicas me

pudieran ver y verse entre sí, eso era todo lo que importaba.

—Soy Kate —les dije—. La esposa de Henry.

La palabra se sentía extraña en mi lengua, pero obtuvo una reacción

inmediata de las chicas. Un murmullo recorrió el grupo, y las que estaban

en la parte de atrás empujaron buscando una mejor posición.

—Eso es imposible. ¿En realidad pasaste las pruebas? —dijo una chica con el

cabello rizado castaño rojizo—. Como, ¿sobrevivir y todo eso?

Me mordí la lengua. Por supuesto que pensaban que era una locura.

Calliope las había matado a todas y cada una de ellas. Después de un

tiempo, incluso Henry había pensado que sería imposible que alguien

pudiera hacerlo.

—Apenas —les dije—. Tuve suerte.

—No puedo creer que fuera Calliope —dijo la misma chica—. La perra me

apuñaló por la espalda y me tiró en el río. Pensé que era James.

—Sí, bueno, resulta que no eres tan inteligente, después de todo, Anna —

dijo una chica de cabello negro en el otro lado del grupo. La parte superior

de su cabeza apenas me llegaba a la barbilla.

La primera chica, Anna, bufó.

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—Como si tú fuera mejor, Emmy, insistiendo en que Ava estaba detrás de

esto.

—Ella se acostó con todos los otros Dioses —dijo Emmy—. No veo por qué

no iba a ir tras Henry, también.

—Ya es suficiente —dijo Perséfone—. Dejen hablar a Kate.

Por tercera vez en una hora, expliqué todo lo que estaba sucediendo. Nadie

me interrumpió.

—La batalla está a punto de empezar, y nuestros números están

disminuyendo —añadí al final—. No le preguntaría esto a ninguna de

ustedes si no estuviéramos desesperados, pero lo estamos. Necesitamos

luchadores.

—No sé cómo luchar —dijo Emmy, y las otras chicas murmuraron su

acuerdo. Anna, sin embargo, hizo sonar sus nudillos y se adelantó. El fondo

cambió a un jardín que ponía a Versalles en vergüenza.

—¿Una oportunidad para una puñalada a Calliope? Cuenten conmigo.

Uno menos, siete restantes.

—Puedo meternos en el castillo sin ser detectadas —les dije—. Calliope y

Cronos no pueden hacerles daño.

—¿Estás segura? —dijo una voz desde el fondo.

—No seas idiota, Bethany —dijo Anna—. Por supuesto que está segura.

—Lo estoy —dije rápidamente—. Se los juro, si hacen esto, no estarán en

peligro.

—Es cierto —dijo Perséfone—. Me enfrenté a Cronos y Calliope hace un

año. Ellos hicieron todo lo posible, pero todavía estoy aquí. Sin un rasguño

en mí.

Otro murmullo recorrió el grupo.

—¿También estás segura de que las armas funcionarán? —dijo Emmy.

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Dudé. No, no estaba segura. Incluso si una de nosotras se las arreglaba para

acabar con Calliope, no tenía ni idea de si esto funcionaría en Cronos. ¿Y

qué pasaba si ellas no fueran corpóreas en la superficie? ¿Y si fueran

fantasmas, como yo lo era en mis visiones?

—Tenemos que intentarlo —les dije—. Por lo menos, tenemos que

distraerlos el tiempo suficiente para sacar a Henry de allí. Lo necesitamos

de nuestro lado. El Consejo está fuertemente superado, y si no encontramos

una manera de ayudar, caerán. Tal vez no hoy, tal vez no mañana, pero con

el tiempo Cronos obtendrá lo mejor de ellos. De nosotros —añadí—. Y

Henry morirá con ellos.

Silencio. Cambié mi concentración de un rostro a otro, en busca de

cualquier señal de que estarían de acuerdo, pero ninguna de ellas se

encontró con mi mirada. Antes de que pudiera dar a convencerlas una

última oportunidad, sin embargo, Bethany dijo desde la parte de atrás:

—Cuenten conmigo.

—Yo también —dijo Emmy, y una por una, las otras también se ofrecieron

de voluntarias.

—Gracias —le dije—. No puedo decirles lo que esto significa para…

Crash.

La tierra a nuestro alrededor tembló, y varias de las chicas gritaron. Ingrid

agarró mi brazo, y todas levantamos la vista hacia el cielo por encima de

nosotras. La mayoría de las almas no tenían idea de dónde estaban y

pensaban que su vida en el más allá era real, pero las chicas de Henry sabían

la diferencia. Sabían que el calor del sol era una ilusión, y que más allá de

las nubes esponjosas estaba el techo de una enorme caverna. Y ese era el por

qué ellas eran las únicas que nos podían ayudar.

El temblor disminuyó, pero no importaba. La batalla se propagaba por

encima de nosotras, y no teníamos tiempo que perder.

—Necesito una pizarra y un marcador —les dije, y varias de ellas me

miraron sin comprender—. Una pizarra y una tiza entonces.

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Nueve de ellas aparecieron a mi alrededor. Ilusión o no, estar muertos tenía

sus ventajas.

Dibujé el diseño del castillo de Calliope lo mejor que pude, marcando cada

ubicación importante, la celda de Nicholas, la guardería, la habitación

Calliope, con la mayor precisión que pude. En tres minutos, teníamos un

plan. Funcionara o no, por lo menos le daría a los otros una oportunidad.

Llevarlas a la superficie sería difícil, pero el enorme agujero en la caverna

por donde Cronos había escapado la primera vez seguía allí. Él estaba

atrapado en la isla, pero probé la salida dos veces. Podía entrar y salir sin

ningún problema.

—Tú primero —le dije a Perséfone. Ella miró mi mano tendida como si

estuviera hecha de ácido.

—¿Cómo puedo estar realmente segura de que sabes cómo controlarlo?

Pisoteaste mis tulipanes.

Rodé mis ojos y agarré su muñeca. El Inframundo se disolvió, sustituido

por las paredes blancas de mi habitación en el castillo de Calliope.

—¿Feliz ahora? Quédate aquí.

Perséfone me miró con furia, pero desaparecí antes de que me pudiera

insultar más allá de eso.

Llevé de dos chicas a la vez, y en cuestión de un minuto, todas estábamos

agrupadas en la sala. Las chicas inquietas, y más de un par de ojos estaban

agrandados de miedo mientras un maremoto se estrellaba contra los

acantilados protegiendo el castillo.

—Solo apéguense al plan —dije—. Y hagan lo que hagan, no olviden que

nadie puede hacerles daño. Ni Calliope, ni Cronos, nadie.

—¿Ellos pueden lastimarte? —emitió la voz de Emmy.

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—Si hacemos esto, estaré bien —mentí. Nadie podía prometer nada, pero

ellas necesitaban escucharlo, y no era mi trabajo decirles la verdad ahora

mismo—. No tenemos más tiempo. Confíen en mí. Confíen en sí mismas.

Empujé la puerta para abrirla y me asomé en el corredor, seguida por varios

pares de pasos vacilantes. No volví la vista para asegurarme de que todos

nos estaban siguiendo. Habían venido; lo mejor que podía esperar ahora era

que su valor no le fallara.

El corredor entre mi habitación y la de Nicholas estaba sospechosamente

vacío. ¿Calliope creía que nadie irrumpiría en el Castillo, o tontamente no

le importaba? Me arrastré hacia adelante, preparada para cualquier tipo de

trampa que ella o Cronos pudo haber puesto, pero llegamos a la habitación

de Nicholas sin interrupción. La puerta, sin embargo, estaba cerrada con

llave.

—Tengo que entrar y conseguir las armas —dije, pero Emmy se abrió paso

entre las chicas dando codazos.

—Permíteme.

Sacándose un pasador de su cabello, se arrodilló junto a la perilla de la

puerta. Escuché por cualquier señal de que alguien se acercaba, pero cinco

segundos más tarde, la cerradura hizo clic al destrabarse.

—Pan comido —dijo Emmy con una sonrisa, y le lancé una sonrisa

agradecida. Empujando la puerta, irrumpí en la habitación, esperando que

Calliope me estuviera esperando. En cambio Nicholas estaba sentado

encadenado a la silla, rodeado por su taller de armas.

—¿Kate? —dijo, entrecerrando la mirada a través de unos ojos negros. La

sangre goteaba por un costado de su rostro de una desagradable herida en su

frente. Calliope debe haberlo herido recientemente—. ¿Perséfone?

—Hola a ti también, hermano —dijo Perséfone. Detrás de ella, las otras se

vertieron en el interior del taller, sus ojos agrandándose ante la vista de

Nicholas y el arsenal de armas.

Me arrodillé junto a su silla e inspeccioné las cadenas brillantes.

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—No puedo tocarlas —dije con tono de disculpa.

—Lo sé —dijo él—. No te preocupes por mí. Ve y encárgate de Cronos.

—No voy a dejarte atrás. Emmy, ¿puedes abrir esta cerradura?

Emmy se separó de los otros y se unió a mí, Perséfone pisando sus talones.

—Esa es más complicada —dijo—. Pero creo que puedo hacerlo.

—Inténtalo.

—Ella lo logrará —dijo Perséfone—. Vayan sin nosotras. Sacaremos a

Nicholas de aquí.

—Gracias —dije, y Perséfone desechó mi gratitud.

—También son mi familia. Ahora ve.

Un choque de metal contra metal sacudió el mismo aire alrededor de

nosotros, y las otras chicas se quedaron en silencio. Respiré hondo. Tiempo

de ser una líder.

—Todas saben lo que se supone que hay que hacer —dije con tanta

confianza como pude reunir—. Agarren un arma infundida con niebla y

vamos a darles un infierno.

Anna soltó un chillido y, empuñando una maza, salió como un rayo de la

habitación y subió la estrecha escalera que llevaba al resto del castillo. Una

por una, las otras chica la siguieron, agarrando espadas, varas y otras armas

que no pude identificar. Esperé junto a la puerta hasta que sus gritos

disminuyeron. Las posibilidades de que ellas tuvieran éxito eran escasas,

pero mientras su distracción me diera tiempo suficiente para rescatar a

Milo y a Henry, entonces al menos nuestros esfuerzos no serían en vano.

—Parece como que están disfrutando —dijo Nicholas pesadamente. Sonrió.

Le faltaban varios dientes—. Abre esa cerradura. Quiero unirme a ellas.

—Sí, cierto —dije, y tomé un cuchillo brillante con dientes ganchudos de las

armas restantes—. Eres afortunado de estar con vida.

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Perséfone me miró.

—Tiene derecho a pelear por su familia, al igual que tú. Ahora deja de

mangonear y ve por tu hijo.

Reprimiendo una respuesta, asentí, y un segundo más tarde la guardería de

Milo reemplazó el taller a mi alrededor. El trueno retumbó a través del aire.

El Consejo tenía que estar cerca.

—Milo —dije entrecortadamente, apresurándome hacia la cuna. Estaba

vacía. Henry no lo dejaría fuera de su vista durante la batalla, pero algo

dentro de mí se apagó. Había esperado sacar a Milo de allí y dejarlo a salvo

con Adonis antes de encontrar a Henry, pero eso claramente no iba a

suceder.

Me di la vuelta para marcharme a pie, pero en cambio choqué de frente con

un cuerpo caliente y me tambaleé al suelo. Mi maldito corazón casi se paró.

¿Calliope había esperado esto? ¿Había estado yaciendo aquí a la espera

mientras Cronos distraía a todo el mundo? Sujeté el cuchillo con dientes

apretados, completamente preparada para usarlo.

—¿Kate?

No era Calliope. Ava.

—¿Dónde está él? —dije, luchando por ponerme de pie. Bloqueó mi salida,

sus mejillas pálidas y sus ojos agrandados. Claramente no me esperaba.

Bien. Eso significaba que Calliope probablemente tampoco.

—¿Milo? —dijo—. Está con Henry.

—¿Y dónde es exactamente eso?

Ava se mordió el labio.

—No puedo decirte. Calliope te matará.

—No si los saco antes de que sepa que estoy aquí —dije—. A menos que

decidas decirle.

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—¿Qué? Por supuesto que no —dijo, sorprendida—. Estoy de tu lado.

—Entonces dime dónde están Henry y Milo.

Ella tragó saliva, sus ojos rojos y brillando con lágrimas.

—Nos matará a todos. A mí, a ti, a Henry, a Milo, a Nicholas…

—Perséfone y Emmy lo están liberando mientras hablamos —dije—. Él

estará bien.

—¿Emmy? ¿Te refieres a la de Henry…?

—Es una larga historia.

Ava vaciló, y al final su expresión se endureció.

—Ven. Te llevaré.

Campanas de alarma sonaron en mi mente.

—¿Por qué debo confiar en ti?

—Porque una vez fuimos amigas —dijo—. Y porque me gustaría que

alguien me ayudara a proteger a mi hijo si nuestras posiciones se

invirtieran.

Correcto. Había mencionado a su hijo antes, y mientras yo le creyera,

parecía muy conveniente que lo trajera a colación ahora.

—Nunca me contaste acerca de él.

—La eternidad es un largo tiempo para cubrirlo entre clases —dijo—. Su

nombre es Eros… Eric ahora, supongo. ¿Vienes?

Buscar en el castillo entero cuarto por cuarto tomaría demasiado tiempo, y

por todo lo que sabía Henry y Milo estaban refugiados en un lugar donde

nunca sería capaz de encontrarlos por mi cuenta. Así que antes de darme

tiempo para pensarlo, asentí.

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Corrimos a través de pasillos, e intenté ignorar las nubes negras girando a

través de las ventanas y el terrible choque de agua contra roca. El Consejo

se estaba acercando. Quizá tendríamos una oportunidad, después de todo.

—¿Dónde están? —grité por encima del rugido, y Ava corrió escaleras

arriba, llevándome junto a ella. El cuchillo ganchudo casi se deslizó de mi

mano, pero lo abracé contra mi pecho. No podía perderlo.

—En el techo con Calliope y Cronos —dijo Ava.

Mi corazón dio un vuelco. Perséfone debía cubrir esa zona, pero ella estaba

indudablemente aún con Nicholas. Si ninguna de las otras chicas lograba

subir hasta allí luego de limpiar sus secciones del castillo, estaríamos solas.

No importaba. Milo y Henry estaban en ese techo, y habría subido allí tan

desnuda y mortal como el día que nací si eso significara una oportunidad de

salvarlos.

Seguí a Ava sin cuestionarlo. Ella podría estar llevándome hacia mi muerte,

pero quería creer desesperadamente que la Ava que conocía y amaba estaba

en alguna parte, dispuesta a darlo todo y arriesgar su vida por el bien

común. Ella no me habría llevado por el camino equivocado, y tenía que

creer que esta Ava tampoco.

La puerta del techo apareció, e inhalé. Lo sabría pronto, de una manera u

otra.

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Capítulo 18 MATANZA

Traducido por Nanami27 y Simoriah

Corregido por Flochi

rrumpimos al aire libre, el cielo de la tarde más negro que la noche. El

ciclón que había sido Cronos había desaparecido, regado por el cielo y

luchando contra puntos de luz que parecían estrellas. El Consejo.

Agaché la cabeza. Si mi madre me veía y se distraía…

Ese tenía que ser un riesgo que estaba dispuesta a tomar. Mi madre era

fuerte. No dejaría que Cronos obtuviera lo mejor de ella. Si tenía alguna

posibilidad de atravesar por todo esto, no podía dudar de ella. No podía

dudar de mí misma.

Calliope estaba de pie en el borde del techo, con el pelo batido en el viento y

la cabeza inclinada hacia arriba, hacia el corazón de la batalla. Henry estaba

a su lado, con los brazos protegiendo un montón de mantas blancas de los

granos de arena que cortaban el aire como balas. ¿Qué estaba haciendo,

trayendo a Milo hasta aquí?

Empujé a un lado mis protestas. Milo era inmortal, y no había ningún lugar

seguro para él que con Henry. No podía distraerme.

—Calliope —grité. Mi voz estuvo a punto de perderse en el viento, pero ella

me miró, con las cejas arqueadas por la sorpresa.

I

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258

—Así que realmente eres tan estúpida como pensaba que eras —dijo

mientras caminaba hacia mí, dejando a Henry y Milo atrás—. ¿Vienes a

morir?

—No del todo. —Agarré el cuchillo enganchado. Tenía que ser tan bueno

como su daga—. Deja a Henry y Milo irse. Esto es entre tú y yo.

Los ojos de Calliope se abrieron inocentemente.

—Henry es libre de irse cuando quiera. No es mi culpa que me eligiera por

sobre ti.

Mi sangre hirvió.

—¿Cómo se siente saber que tu realidad no es más que una fantasía que has

inventado y chantajeado para que suceda? Nadie te ama. Ni tu marido, ni

tus hijos, ni tus hermanos o tus hermanas… nadie.

El aire alrededor de ella crujió de enojo.

—¿Crees que me importa? Yo gano, Kate. Tengo todo lo que siempre has

querido, y pronto todas las personas que amas estarán muertas. Vas a pasar

la eternidad sola, y nadie va a estar ahí para salvarte nunca más.

—No se trata de ganar. —Di un paso hacia ella—. Incluso si nunca dejas ir

Henry, en algún lugar dentro de él, siempre va a amarme porque quiere

hacerlo, porque estamos bien juntos. No porque Ava le obligó a ello. Y no

importa qué tan sola esté, siempre tendré la tranquilidad de saber que al

menos alguien en el mundo me ama porque quiere. Pero tú… no eres nada

más que una perra atroz, solitaria y sin amor, y eso es todo lo que siempre

vas a ser.

Calliope chilló y arremetió hacia mí. En los pocos segundos que teníamos,

Ava trató de empujarme detrás de ella, pero la esquivé y corrí hacia

Calliope, agarrando la curva del cuchillo. Tenía una oportunidad, y estaba

malditamente segura de que iba a tomarla.

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Chocamos, inmortal contra inmortal, y la fuerza de eso casi me mandó a

volar. Sus uñas rascaron mi rostro, sus gritos de furia resonaron en mis

oídos, pero sus manos estaban vacías. Las mías no lo estaban.

—Voy a arruinar tu cara bonita a golpes —gruñó Calliope—. Una vez que

haya terminado, voy a hacer que tu hijo mire mientras te saco los ojos y

pelo la piel de tu cuerpo. Y tal vez, una vez que no seas nada más que un

trozo de carne temblorosa, podría dejarte…

Sus ojos se abrieron, sus palabras se hicieron cortas mientras hundía la

curva del cuchillo en su costado.

—¿Tú podrías qué? —dije—. ¿Podrías dejarme morir?

Calliope cayó encima de mí, su ceño fruncido por la confusión. Se quedó

mirando el cuchillo clavado en su costado.

—¿Cómo lo hiciste…?

—Las armas que Nicholas forjó —dije—. Tú no eres la única que tiene

cerebro, ya sabes.

Tiró el cuchillo, haciendo una mueca cuando la curva arrancó su piel en

dos, haciendo más daño al salir de lo que había hecho al entrar. Sangre

empapaba su vestido azul pálido, y dejó caer la hoja en el suelo con un

estrépito.

—Pero...

Sus ojos se quedaron en blanco, y sin decir una palabra, ella se derrumbó.

Me quedé mirando su cuerpo, y la forma en que mis manos temblaban no

tenía nada que ver con el amargo viento. Después de dos años y medio de

lucha para mantenerme con vida a su paso, eso era todo. Lo había hecho.

Se sentía demasiado fácil. Le di una patada a su cuerpo para estar segura, y

cuando ella se dejó caer como un pez muerto, me tambaleé hacia atrás. Yo

la había matado. Realmente, realmente la había matado.

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Era una asesina. Se justificaba, pero ella no había tenido la daga. Podría

haberle dado una opción, y en lugar de eso la había matado a sangre fría.

¿Cómo eso me hacía mejor que ella?

No lo era, ya no.

Apretando la mandíbula, me di la vuelta. Tendría tiempo para odiarme a mí

misma más tarde. Calliope podría haber muerto, pero la nube giratoria de

destrucción no se había detenido.

—¡Henry! —grité. Abandonando el cuerpo de Calliope, corrí hacia él a

través de las ráfagas violentas—. Necesitas tomar Milo y salir de aquí.

Miró hacia el cielo, y al principio pensé que no me había oído. Cuando abrí

mi boca para repetir las cosas, sin embargo, se volvió hacia mí, con los ojos

de luna que brillaban intensamente. Por un momento me pareció ver un

destello de algo detrás de ellos, pero se desvaneció.

—Vete, Kate —dijo, su voz sonaba como mil dioses hablando todos al

mismo tiempo.

Lo miré boquiabierta de horror.

—¿Estás… estás ayudando a Cronos?

—No deberías haber venido.

—¿Sí? ¿Cuándo me detuvo eso? —Extendí la mano a Milo—. Si no lo

llevarás a un lugar seguro, entonces yo lo haré.

Llevó al bebé lejos de mí, y un nudo se formó en mi garganta. Esto no podía

estar pasando. Henry debería haber estado allí en alguna parte, esperando

por esto, esperando el momento en que al fin pudiera liberarse. Pero sólo vi

la cara en blanco de una poderosa deidad. No a Henry. No a mi familia.

—¡Ava! ¡Lo que sea que le estés haciendo a Henry, detenlo! —grité por

encima del rugido ensordecedor. No hubo respuesta. Miré por encima del

hombro. Ava me miraba fijamente, con la boca abierta y los ojos muy

abiertos por el miedo, y me tomó un momento averiguar por qué.

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El cuerpo de Calliope se había ido.

Una risita femenina hizo eco a través de la tormenta, se mezclaba con el

viento chirriante y el choque de las olas cada vez más alto. Me quedé

helada. ¿Cómo era posible? La había visto morir.

—Lo curioso de estas armas —dijo Calliope, y se dio la vuelta de nuevo. Se

puso de pie al lado de Henry, el brazo de él alrededor de sus hombros de la

forma en que siempre me sostenía. Su daga flotaba en el espacio entre

nosotros—. Ellas fueron descartadas porque no funcionaban.

Detrás de mí, alguien gritó, y la hoja resplandeciente se precipitó hacia mí.

Giré hacia atrás con la esperanza de que volaría más allá de mí, pero siguió

mis movimientos sin perder el ritmo.

Mi espalda golpeó algo sólido. El borde del techo. La daga apretada contra

mi garganta, y me incliné hacia atrás lo más que pude sin caer.

—Henry —me ahogaba—. Por favor.

—No le hagas caso, Henry —dijo Calliope en voz empalagosa—. Ella es el

enemigo, ¿recuerdas? Eres leal a mí.

—Sólo porque está utilizando sus poderes contra ti. —Tragué saliva en el

aire áspero—. Vamos, Henry, eres más fuerte que esto.

—Sí, Henry —gritó una voz desde el otro extremo del techo. Perséfone. Por

el rabillo de mi ojo, vi como las otras chicas se unieron a ella—. Pensé que

eras mejor que esto.

—¿Perséfone? —Henry frunció el ceño—. ¿Qué estás…?

—No le hagas caso —dijo Calliope—. Me tienes a mí ahora.

Henry la quitó de encima, y se acercó a Perséfone y la pandilla de chicas.

—¿Qué están haciendo aquí?

—Rescatar tu penoso trasero —dijo Anna, balanceando su maza—. Y

derrocar a esta perra.

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Ella dejó escapar un grito de guerra, y las chicas se fueron por el techo,

dirigiéndose directamente a Calliope y Henry… y Milo.

—¡Alto! —grité. Mis gritos cayeron en saco roto, sin embargo, y sólo

aceleraron—. ¡Henry, sal de aquí! ¡Toma a Milo y vete!

Él me ignoró y miró a las chicas como si nunca hubiera visto nada tan

extraño en su vida. A su lado, Calliope agitó la mano y la daga voló de mi

cuello para posicionarse directamente sobre mi corazón. La punta de la hoja

clavada en mi piel, y me estremecí cuando una gota de sangre empapó mi

camiseta.

—Por favor —le supliqué—. Sólo vete.

El sonido de metal retorciéndose ahogaba mis súplicas, y media docena de

voces confundidas se elevaron por encima de la conmoción. A pesar de que

estaba luchando una batalla muy por encima de nosotros, la niebla que era

Cronos había creado una barrera frente a Calliope, protegiéndola. Perséfone

y las otras chicas empujaron contra ella, rugiendo de ira. Sus armas

golpearon la niebla una y otra vez en vano.

—Rodeen —comandó Perséfone, y las demás se dispersaron. No importa

dónde se movían sin embargo, no podían acercarse ni un poco.

Calliope sonrió.

—Este es el trato, Henry. —Puso su mano sobre su brazo, y él se apartó.

¿Estaba de regreso ahora? ¿Había vuelto a sus sentidos?—. Vas a enviar a

todos estas pequeñas y bonitas fastidiosas de vuelta por donde vinieron, y

tal vez no mataré a Kate.

La hoja excavó en mi pecho, ampliando la herida, y jadeé mientras el fuego

de un Titán se extendía a través de mí. Henry se puso tenso, pero tan

pronto como había llegado, su miedo fue reemplazado por la máscara de

impasibilidad que llevaba cuando estaba sufriendo más. Él estaba allí. ¿Lo

sabía Calliope? ¿Ella lo había dejado ir a propósito?

—¿Qué será, Henry? —dijo—. No me detendría a pensar demasiado en las

opciones si fuera tú.

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Más profundo ahora, a través del cartílago y el hueso hasta que estaba la

mitad de un milímetro lejos de perforar mi corazón. Luz explotó en frente

de mí, y el sudor corrió por mi cara mientras la niebla se propagaba a través

de mí, consiguiendo un asimiento de estrangulación en lo que quedaba de

mi vida.

Lo siento. Henry hizo un gesto con la mano, y Perséfone y las demás

desaparecieron, sus armas inútiles cayendo al suelo en un estruendo.

La sangre corría por mi pecho ahora, y no podía apartar la mirada de

Henry. No importaba que Calliope hubiera roto su lealtad a mí, ella no

había roto la mía.

—Hazlo —gruñí, evocando lo último de mis fuerzas. Complejo de mártir o

no, tal vez esto sería suficiente para que Henry pusiera a Milo bajo

seguridad—. Te desafío.

Un grito rasgó el aullido del viento. Nicholas entró por la puerta de la

azotea, y Ava se abalanzó sobre él, besando sus mejillas púrpuras y

capturándolo en un abrazo. Incluso si ninguna otra parte de mi plan hubiera

funcionado, por lo menos había liberado a Nicholas. Por lo menos dimos a

Ava una razón para luchar con nosotros.

—Qué lindo —dijo Calliope—. Una reunión antes de que Cronos envíe a

todos al olvido.

Nicholas se enderezó y sostuvo Ava protectoramente.

—Nunca vas a ganar —dijo—. Cronos podría matarnos a todos, y solo

seguirías siendo la segunda.

Calliope gruñó, e inmediatamente vi el efecto que sus palabras tenían sobre

ella. Sus puños se apretaron, su mandíbula se apretó, y sus mejillas se

sonrojaron. En su distracción, la daga se deslizó de mi pecho. Mirando la

hoja, me moví lentamente hacia un lado, con la esperanza de que ella no se

diera cuenta.

—Ser mi hijo sólo te comprará una cantidad de indulgencia —dijo—. ¿Es así

como quieres gastarla?

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—¿Indulgencia? ¿Así es como llamas a lo que le hiciste? —Ava se quitó el

brazo de Nicholas y fue hecha una furia hacia Calliope. Sin ella, Nicholas

se hundió y se desplomó contra la pared, sus piernas temblaban tanto que

era un milagro que pudiera estar de pie al menos.

Calliope la encontró en el medio del techo, nariz a nariz.

—Estás tan metida en esto como yo. Olvídate de lo que le hiciste a Kate…

Has estado traicionando al Consejo desde el principio. ¿Piensas que estarán

tan dispuestos a perdonarte por eso? —dijo, un brillo malicioso en sus ojos—

. Estás muerta de todos modos.

Ava sonrió malvadamente.

—Estoy aquí porque papi me pidió que viniera. Ha estado al tanto de esto

todo el tiempo. Y en lo que respecta a por qué te ayudé con Kate… —Su

sonrisa se desvaneció, y ella me miró—. Es porque papi sabía que no

podíamos ganar la guerra sin Henry. Incluso tu esposo está en tu contra.

Calliope siseó, el aura dorada alrededor de ella casi cegadora ahora.

—¿Crees que me importa por qué lo hiciste? Sucedió. Terminó. Por ti, yo

gano. Henry me ama a mí, no a ella. Ya no.

—Esa es la mejor parte —dijo Ava—. Henry no te ama, tonta. Nunca lo ha

hecho. Ha estado fingiendo todo el tiempo.

Inhalé con fuerza, y Calliope se giró rápidamente para mirarlo.

—¿Es verdad? —demandó. Los labios de Henry formaron una delgada línea,

y él le dio una mirada de reprimenda a Ava. Esa fue toda la confirmación

que necesitaba.

Calliope no me lo había robado, después de todo. Todavía era mi Henry.

Ve. Empujé el pensamiento con tanta fuerza como pude hacia él. Si no lo

haces ahora, ella va a matar a Milo. Yo estaré bien.

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Él vaciló. Calliope le estaba gritando, pero sus palabras se convirtieron en

nada excepto ruido de fondo mientras su voz me rodeaba. Necesitas venir con

nosotros.

No puedo.

Sí, puedes. En el momento en que me vaya, Calliope va intentar matarte. No me iré

hasta que sepa que estás segura.

Miré alrededor de techo. Ava todavía estaba ahí. Nicholas todavía se

apoyaba impotentemente contra la pared, apenas consciente y golpeado casi

hasta perder la vida. No podía abandonarlos, pero Henry tenía razón; no

había nada que evitara que Calliope me matara ahora, no con Cronos en

batalla. De acuerdo.

Henry exhaló. Reúnete conmigo en la habitación en Olimpo.

Lo haré.

Una pausa. Ava está diciendo la verdad.

Las palabras me envolvieron, un bálsamo contra el dolor que Cronos y

Calliope me habían causado. Que nos habían causado a ambos. Lo sé.

Tenemos que irnos.

Tú primero.

Cerré los ojos, y un segundo después, esa sensación conocida me atravesó.

Cuando los abrí, estaba en el cuarto del atardecer que había compartido con

Henry, y contuve la respiración. Él tenía que venir. No rompería su

promesa así, no con la seguridad de Milo en…

Un feo chillido hizo eco a través de los cielos. Calliope. El pánico se

apoderó de mí, pero antes de que tuviera tiempo de asentarse, Henry y Milo

aparecieron. Los envolví con los brazos, casi sollozando de alivio.

—Están a salvo.

—Como tú. —Henry presionó los labios contra mi frente, pero nuestra

reunión no duró más de unos pocos segundos—. Debo regresar.

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—Tú… ¿qué?

Henry me ofreció a Milo, y me helé. Los ojos azules del bebé estaban bien

abiertos, y movió sus puñitos, observándome. Esperando que finalmente lo

tomara. Dolía de deseos de sostenerlo, pero en el momento en que lo toqué,

supe que nunca más sería capaz de abandonarlo. Y teníamos que ganar una

guerra.

—Hazlo —dijo Henry en voz baja, y sacudí la cabeza, apretando las manos

detrás de la espalda—. Él te necesita.

—También a ti —dije espesamente. Negar a mi hijo era la cosa más difícil

que había hecho jamás, pero tenía que hacerlo—. No voy a tomarlo, Henry.

Nos miramos, y me negué a retroceder. Bien quisiéramos admitirlo o no, él

sabía cómo iba a terminar esto. Y no teníamos tiempo para discutir.

Finalmente Henry suspiró, y una cuna apareció entre nosotros. Sin apartar

la vista de mí, suavemente ubicó al bebé dentro, envolviéndolo con la

manta.

Una vez que Henry se enderezó, arrebaté su mano, sosteniéndola en un

asidero aplastante.

—Voy contigo.

Henry hizo una mueca. El ensordecedor chasquido de la batalla resonó

debajo de nosotros, y cada segundo que él no estaba ahí era otro segundo

que podíamos perder.

—Kate, debo hacerlo.

—Si tú vas, yo voy.

—No puedo arriesgarte.

—Y yo no puedo arriesgarte a ti. Somos un equipo. Trabajamos juntos.

Desde ahora, nadie se queda atrás, y nadie hace algo estúpido sin consultar

al otro antes.

Un músculo en su mandíbula se agitó.

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—Si regresas, Calliope hará lo que pueda para matarte.

—Lo sé. —Cuadré los hombros y reuní cada gramo de valentía que me

quedaba—. Nací mortal. Siempre supe que iba a morir, y no le temo. Pero

temo perderte. Me aterra una eternidad sin ti.

—Y a mí —dijo quedamente—. Milo…

—Si algo me sucede, entonces tú regresarás para cuidarlo —dije con

firmeza—. Y si algo te sucede a ti, yo haré lo mismo. Lo prometo. No estará

solo.

Henry vaciló, y los sonidos de la batalla se hicieron más altos. No teníamos

tiempo para esto.

—Henry, te amo. No te estoy pidiendo permiso. Estoy pidiéndote que me

digas qué puedo hacer para ayudar. —Él abrió la boca, pero antes de que él

pudiera decir algo, lo interrumpí una vez más—. Excepto quedarme aquí.

Él se las arregló para esbozar una débil sonrisa ante eso.

—Somos un equipo, ¿dices?

—Un equipo. —Toqué su mejilla—. Desde ahora hasta el final. Ya sea hoy

o en un millón de años, estamos en estos juntos.

Un largo momento pasó. Sus ojos se fijaron en los míos, y el aire pareció

aquietarse alrededor de nosotros. En su cuna, Milo emitió un suave sonido,

y Henry se desinfló.

—Hay una cosa que podrías hacer para ayudar.

—Lo que sea.

Él posó una mano sobre la mía, y yo solté mi asidero de su muñeca antes de

pasar mis dedos a través de los suyos.

—¿Viste la forma en que Cronos vaciló cuando las chicas lo atacaron?

Sacudí la cabeza.

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—No puedo ver qué está haciendo en esa niebla.

—Él estaba distraído. Suficiente para que nosotros nos acerquemos. —Me

apretó la mano—. Necesito que saques a las chicas de la guardería y que

hagas lo que sea para distraer la atención de él hacia el techo. Si haces eso,

podríamos tener una oportunidad.

Una sonrisa se esparció en mi rostro.

—¿No las mandaste de vuelta al Inframundo?

—Por supuesto que no. Fue una idea brillante. —Se inclinó para rozar mis

labios con los suyos—. Ahora vayamos a ganar esta guerra.

Le devolví el beso.

—Juntos.

—Juntos.

* * *

Llegué sola al corredor color pavo real y dorado fuera de la guardería.

Henry presumiblemente apareció en el techo, pero aunque esforcé mis

oídos, no oí ninguna señal de que la marea de la batalla hubiera cambiado.

—Era hora —dijo Perséfone cuando abrí la puerta de la guardería. Las otras

chicas se arremolinaban detrás de ella.

—Lo lamento —dije—. Necesitábamos…

—Lo sabemos —dijo Ingrid, dándose un golpecito en la sien—. Henry ya

nos informó.

Cierto.

—Entonces vayamos a jugar a las gallinas con un Titán.

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Corrimos hacia el techo, y yo tomé los escalones de a dos a la vez, cada

hueso de mi cuerpo atraído hacia Henry como si fuéramos imanes. Cuando

salimos bruscamente por la puerta, sin embargo, resbalé hasta detenerme.

Ava y Calliope estaban de pie en el centro, a sólo centímetros de distancia.

Ava brillaba con un color magenta, Calliope dorada y Cronos se

arremolinaba detrás de ellas, un enorme torbellino de puro poder. Henry no

estaba ahí.

¿Se había quedado en el Olimpo? No, yo no era tan afortunada. Miré hacia

arriba. Los hilos de luz eran más débiles que antes. El Consejo estaba

perdiendo. Pero otro apareció, más brillante que los otros, y la niebla

pareció abrirse para darle paso. Henry se había unido a la batalla.

—¡Vayan! —grité, y las chicas se lanzaron hacia adelante, tomando sus

armas cuando llegaban a ellas. Podrían no ser mortales, pero donde fuera

que conectaban con la niebla, esta brillaba, y una lluvia de chispas estallaba

a través de la oscuridad.

—Te mataré. —La voz de Calliope parecía magnificada, más fuerte que el

trueno—. Una vez que haya ganado, te despellejaré viva y observaré como

sangras.

La risa como campana de viento de Ava se filtró a través del aire.

—Ni siquiera ganarás. Mereces algo peor que desvanecerte. Mereces que tu

nombre sea borrado de la historia, y voy a asegurarme de que suceda. Ahora

eres patética, pero sólo espera… una vez que termine, serás nada.

Con todos distraídos, rodeé las diosas brillantes, buscando la daga. No

estaba en manos de Calliope, lo que significaba que tenía que estar ahí por

algún lado. Quizá la escondía en el bolsillo, pero con la forma en que Ava y

ella se enfrentaban, la hubiera apuñalado si la hubiera tenido cerca.

Vamos, vamos, tenía que estar por ahí en alguna parte…

Ahí. Divisé la brillante daga en el suelo cerca del borde del techo, donde

había estado parada sólo minutos antes. Recogiéndola, me volví hacia

Calliope. Era ahora o nunca.

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Atravesé corriendo el techo, sosteniendo la daga como un punzón para el

hielo. Calliope estaba tan concentrada en su discusión con Ava que no me

vio venir, y me lancé contra ella. El brillo dorado desapareció cuando cayó

debajo de mí, golpeando el suelo con fuerza.

La inmovilicé con las rodillas. Por un eterno momento, nos miramos, mi

sombría satisfacción reflejándose en el horror en sus ojos. Levanté la daga.

Esta vez, no dudaría.

—¡Padre! —gritó ella en el instante en que lancé el arma hacia su cuello.

Incluso mientras la palabra abandonaba sus labios, una voluta de niebla

apareció, y el tiempo pareció ralentizarse alrededor de nosotras. Cuanto

más me acercaba, más difícil era moverse, y la daga se detuvo

completamente a un centímetro de su garganta. Sin importar cuánto

intentara, no cedía.

—Buen intento, Kate —dijo Calliope con desdén—. Es una lástima que eso

sea todo de lo que eres capaz.

Una ráfaga de viento me golpeó, arrancándome la hoja de la mano. Con un

chillido, volé por el aire y aterricé con fuerza sobre la espalda, agrietando el

piso de piedra debajo de mí. La niebla se metió por la herida en mi pecho, y

gemí.

—Así que de esta manera es como termina —dijo Calliope, y levantó la

daga—. Diría algo ingenioso, pero no vales la pena.

Cerré los ojos con fuerza, y un grito enfurecido llenó el aire, mezclándose

con el estallido del océano hasta que ya no pude distinguir uno de otro. Eso

era todo. Este era el final.

Un segundo. Dos segundos.

El dolor nunca vino.

Un jadeo colectivo hizo eco por el techo y a través del cielo, como si todo el

mundo hubiera contenido la respiración al mismo tiempo. Finalmente tuve

que mirar. Calliope estaba de pie cerca de mí, pero su mano estaba vacía; el

cuchillo se había ido.

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Y entre nosotras estaba Ava en cuclillas, el mango de la daga enterrado

directamente sobre su corazón.

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Capítulo 19 LUZ

Traducido por Lalaemk, Otravaga y LizC

Corregido por Flochi

etrás de mí, Nicholas gritó, y su pena se elevó por encima del

viento. Los puntos de luz en el negro cielo antinatural

hicieron eco de su dolor, y al fin entendí.

—¿Ava? —Mientras se hundía en el suelo, me arrastré hacia

ella. Mi mano se cernía sobre la herida. Era profunda, demasiado profunda

para no ser fatal, a menos que sacara la daga antes de que la niebla pudiera

penetrar su corazón. ¿Podría hacerlo sin empeorarlo? No era mucho una

elección. Si no lo hacía, ella moriría con seguridad. Agarré el mango—. Esto

va a doler.

Poco a poco la saqué, y sus gritos destrozaron el clamor de la batalla. Tan

pronto como la hoja estaba libre de su pecho, apreté mi mano contra la

herida, deseando que la sangre dejara de fluir. Ella no podía morir. No

después de todo esto.

—Lo siento —jadeó ella, sus ojos enrojecidos—. Pensé… pensé que era lo

mejor, pensé…

—No hiciste nada malo. —Su rostro nadó en frente de mí, y parpadeé

rápidamente—. Gracias. Siento siquiera haber dudado de ti.

D

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273

—Tú… ¿me perdonas? —susurró.

—Por supuesto. —Apreté mis labios en su frente—. Te amo.

Un hilo de sangre escapó de la comisura de su boca.

—Termina esto —dijo, apenas audible. Por un horrible momento pensé que

quería que la matara, pero envolvió sus dedos fríos sobre mi puño, el que

sostenía la daga, y entendí.

Miré por encima de mí hombro. Calliope miró Ava, y a pesar de toda su

postura, un shock innegable se extendió por su cara. ¿Por qué? ¿No era esto

exactamente lo que había querido hacer?

No, esto fue un accidente. No había estado apuntando a Ava. Había estado

apuntando hacia mí. De cualquier manera, no podía permitirme el lujo de

darle la oportunidad de construir sus defensas. En un instante, fui hacia su

tobillo, y la sombría satisfacción me llenó mientras la hoja atravesaba la piel

y el hueso.

Colapsando en el suelo, gritó, un horrible, desgarrador sonido resonó a

través de cada célula de mi cuerpo. Con fuerza sobrehumana, agarró mi

mano, luchando para sacar la daga.

—Se acabó, Kate. Déjalo ir.

Mientras trataba de quitarme la hoja de la espada, cortó sus palmas en

cintas, y su sangre fluía libremente por mi brazo. Sus dedos se hundieron

debajo de los míos, y comenzó a extraer la daga de mi mano.

—En realidad no sabes cuándo parar, ¿verdad? —dijo con esa voz de niña.

Sólo unos segundos más, y ella la tendría. Grité mientras el mango

comenzaba a deslizarse de mis manos con sangre y lágrimas de frustración

corrían por mi cara—. Voy a tener a Henry de vuelta, y Callum será mío.

Es mi hijo, no el tuyo, y no hay nada que puedas hacer al respecto. Me

aseguraré de que cada vez que oiga tu nombre, sepa que lo abandonaste. Me

aseguraré de que sepa que nunca lo amaste. Me aseguraré de que te odie más

de lo que odia a alguien en el…

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Grité, medio ciega de rabia. Mi mano se deslizó junto a la de ella, y entre

nosotras, algo hizo un sonido húmedo repugnante. Se dobló en dos y se

puso rígida, sus ojos redondos con shock.

Respirando con dificultad, traté de empujarla fuera de mí, mi puño todavía

envuelto alrededor del mango de la daga. Sin embargo, algo estaba mal…

Cuando traté de quitarla, la daga se resistió, y Calliope dobló su cuerpo

alrededor de mi brazo.

Sus gritos se volvieron gorjeos, y empujó mi codo con la poca fuerza que le

quedaba. El arma se deslizó de mis manos, y ella cayó, inclinándose sobre

su pecho.

Me deslicé rápidamente hacia atrás. El mango de plata sobresalía de su

pecho en un ángulo de lado, a través de su esternón y apuntando

directamente a su corazón. La sangre manaba de la herida, y se convulsionó,

el aura dorada a su alrededor desvaneciéndose hasta que no quedó nada.

—Tú… —Se las arregló para decir, pero el resto de sus palabras murieron

con ella. Su cuerpo quedó inmóvil y sus ojos se quedaron mirándome,

vacíos y sin ver.

—No —susurré—. Tú te lo hiciste a ti misma.

De repente, el cielo estalló, y la luz blanca explotó a través de la oscuridad.

El estruendo de la guerra dio paso a un coro de las voces más bellas que

jamás había oído, y debajo de mí, el cuerpo de Calliope comenzó a brillar de

nuevo. Me apresuré a regresar al lado de Ava y le tomé la mano. Nicholas

se unió a nosotras, y a pesar de las gruesas lágrimas rodando por sus

mejillas, estaba sonriendo.

Nubes negras se reformaron en un embudo, y se hicieron más pequeñas y

más concentradas hasta que la oscuridad formó a un hombre. Cronos.

—¡Rhea! —dijo con un estruendo, su voz en todas partes a la vez. La luz

blanca también tomó forma, y Rhea descendió del cielo. Todavía llevaba la

forma de la niña que había estado en África, pero a pesar de su estatura,

irradiaba poder.

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275

Moviéndose al lado de Cronos como si ni siquiera estuviera ahí, Rhea se

arrodilló junto al cuerpo vacío de Calliope.

—Mi hija —susurró. Ante su contacto, la sangre desapareció, y el cuchillo

cayó al suelo, sordo y falto de la energía del Titán—. ¿Qué te ha pasado?

Me limpié los ojos, la sangre corría por mi cara. El peso abrumador de lo

que había hecho me golpeó, y mi cuerpo se hundía bajo la presión. Había

matado a su hija. Todo lo que había temido que Calliope le hiciera a Milo,

yo se lo había hecho a Rhea. Realmente era una asesina.

Sin embargo, no había tenido intención de hacerlo, sólo me había protegido

a mí misma. Calliope era quien no se había dado por vencida. Ella había

sido quien había ido por mí. Ella era la que había comenzado todo esto.

Si hubiera tenido la oportunidad de hacerlo de nuevo, sin embargo, lo

habría hecho.

—Lo siento —dije con voz ronca—. No tenía otra opción.

Una lágrima de plata rodó por la mejilla de Rea.

—No, supongo que no.

Uno por uno, los otros dioses se unieron a nosotros en el techo, no más

obstaculizados por Cronos. Sin embargo, no fueron con Calliope y Rhea,

aunque, en su lugar aparecieron en un círculo alrededor de Ava, Nicholas y

yo.

Walter llegó primero, y se sentó en el techo agrietado a mi lado, atrayendo

la cabeza de ella en su regazo. Él acarició su pelo, susurrando palabras que

no pude oír, y Ava sonrió débilmente. Una extraña luz emanaba de las

manos de él, y supe sin preguntar que de alguna manera él la mantenía con

vida.

—Por favor, madre —dijo Walter, con la voz ahogada. Nunca lo había visto

llorar antes—. No puedes salvar a tu hija, pero puedes salvar a mía.

Rhea se quedó inmóvil.

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—Lo hecho, hecho está. Mi hija eligió este camino, así como la tuya

también lo hizo.

El mundo a mi alrededor se redujo hasta que todo lo que pude sentir era la

mano de Ava en la mía, haciéndose cada vez más fría a cada segundo. No.

No. Estaba completamente en el poder de Rhea salvar Ava. Tenía que

hacerlo.

—No puedes dejar que muera. —Luché para ponerme de pie, pero alguien

puso sus manos sobre mis hombros, manteniéndome abajo. Henry—. Todo

lo que ella estaba tratando de hacer era detener a Cronos. Ella estaba

haciendo lo tú no harías.

Rhea no dijo nada. Cronos se arrodilló a su lado, y aunque su expresión era

impasible, tocó la cara de Calliope.

—Por favor, Cronos —supliqué—. Ava no tiene que morir.

Me miró, y en ese momento, me permití tener esperanza. Tal vez después

de todo este tiempo, él había ganado un gramo de humanidad. Sin una

palabra, hizo un gesto hacia nosotros, y una ola de agradable

adormecimiento pasó a través de mi cuerpo. El fuego en mi interior se

enfrió. Me había sanado. Él entendía, después de todo.

Estreché la mano de Ava y bajé la mirada hacia ella, pero en lugar de

detenerse, la sangre fluía de su pecho con cada latido de su debilitado

corazón.

—Pero... —Miré hacia arriba, y Walter inclinó la cabeza.

—Ella no tiene que morir, pero lo hará —dijo Cronos—. Considéranos libres

de deuda.

Los bordes de mi visión se oscurecieron, y el cielo del atardecer parecía girar

hasta que todo fue un borrón.

—¿Libres de deuda? —susurré, y como si cada gota de dolor y desesperación

y culpa saliera de mí al mismo tiempo, grité—: ¿Estás dejándola morir de

modo que estaremos libres de deuda?

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Luché contra el agarre de Henry, pero él envolvió sus brazos alrededor de

mí con tanta fuerza que apenas podía moverse.

—Kate, cálmate —dijo, su aliento cálido en mi oído, pero era inútil.

—¡La está matando! —grité, y James se arrodilló junto a Henry. Mi

indignación ahogó el alivio que venía de saber que él estaba bien—. No es

mi culpa... ¡No puedes hacer que esto sea mi culpa!

Está bien, susurró la voz de Ava, y sus dedos se cerraron alrededor de los

míos. Tienes razón. No es tu culpa.

Me aferré a la mano. Lo siento. Lo siento mucho. No debería ser así.

Pero lo es. Estoy lista.

Un ruidoso sollozo hipando escapó de mí. Encontraremos una forma de evitar

esto, lo prometo. Encontraré una manera de arreglarte.

Una leve sonrisa apareció en los labios manchados de sangre de Ava. No

esta vez, Kate. Te quiero. Todos lo hacemos, incluso si algunos de nosotros a veces

no somos muy buenos demostrándolo. Sus ojos azules, drenándose rápidamente

de vida, se voltearon hacia Henry. No olvides eso. O a mí, ¿de acuerdo? Nunca

desapareceré por completo, siempre y cuando alguien esté aquí para recordarme.

No podía respirar. Sollozo tras sollozo rasgaban a través de mí, y era lo

único que podía hacer para hablar.

—No lo haré.

Uno a uno, los miembros del Consejo se unieron a Ava para decir

silenciosamente sus despedidas. Todo el mundo, incluso Dylan, lloraba sin

palabras. Tan destruida como estaba, tenía que ser nada en comparación

con lo que ellos estaban pasando, y me obligué a guardar silencio. Pero a

pesar de que era egoísta, no podía soltar su mano. Walter tampoco dejó de

acariciarle el cabello, sus dedos brillando con la única cosa que la mantenía

con vida. En esos preciosos pocos minutos, él envejeció mil años.

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Por fin, cuando el sol se hundió bajo el horizonte, la luz en las manos de

Walter murió. Y así, Ava se había ido.

El mundo se quedó en silencio. Incluso el océano quedó inmóvil, y el

violeta del crepúsculo colgó en el cielo mucho más tiempo de lo debido.

Nadie habló. Nadie se movió. Nadie dio ese paso de antes a después, y

todos permanecimos en ese momento eterno.

Nunca debería haber terminado, pero el Consejo no podía negar el tiempo

para siempre. Finalmente Henry puso su mano en mi espalda, y aunque era

gentil, separó mis dedos de los fríos de Ava. La separación me atravesó,

pero no había nada que pudiera hacer. Ella estaba muerta.

Walter se aclaró la garganta y puso la cabeza de ella en la azotea. Parándose

sobre piernas temblorosas, se esforzó por levantarse en toda su estatura,

claramente debilitado.

—Ojo por ojo —dijo—. Que no vuelva a ocurrir. ¿Te irás pacíficamente,

padre?

—No —dijo Cronos, y antes de que la furia pudiera superar el poco sentido

de auto-preservación que me quedaba, Henry frotó mi espalda,

su toque calmando el fuego en mí.

—Lo harás —dijo Rhea—. Se ha terminado. No voy a permitir que

continúes este ciclo de destrucción. Se han llevado a uno de los nuestros, y

nos hemos llevado a uno de los suyos. Ese es el fin.

La forma de Cronos comenzó a desdibujarse en una niebla negra, pero tan

pronto como empezó, una luz blanca lo encerró, y él gruñó.

—Déjame ir, Rhea.

—No lo haré —dijo con tranquila determinación—. Tampoco lo hará el

Consejo. Este es su mundo ahora, y has demostrado que no tienes lugar en

él. Sólo voy a repetir a nuestro hijo una vez más: ¿te irás pacíficamente?

Silencio.

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—Entonces no me dejas otra opción —dijo Rhea, y la luz en torno a Cronos

creció cegadoramente. Miré hacia otro lado, y Cronos gritó, el primer

sonido real de dolor que jamás había oído de él.

Bien. Se lo merecía.

—¡Basta! Me... iré pacíficamente —alcanzó a decir, y la luz disminuyó.

—Muy bien. ¿Mi hijo? —dijo Rea, y Henry me soltó.

—Volveré en breve —dijo, besando mi cabello—. James, cuida de ella.

Mientras se levantaba, los brazos de James reemplazaron los de Henry, y

por primera vez, le di un buen vistazo al Consejo. Todo el mundo estaba

allí, incluso Ella y Theo. Todo el mundo excepto...

—¿Dónde está mi madre? —Toda la sangre se drenó de mi rostro cuando el

mundo comenzó a girar una vez más—. James, ¿dónde está?

—Ella está bien —dijo él rápidamente—. Lo prometo. Está con Milo.

—Quiero verla —dije, y él asintió, pasándome los dedos por el cabello como

Walter había hecho por Ava. Tal vez pensaba que ayudaría, pero el vacío

dentro de mí no disminuyó. No estaba segura de si alguna vez lo haría.

Rhea tocó el codo de Cronos, y Henry la tomó de la mano. Mis ojos

encontraron los suyos, y él asintió con la cabeza una vez antes de que los

tres desaparecieran, sin duda de vuelta al Tártaro. Lo último que quería era

dejarlo fuera de mi vista, y el familiar temor se agrupó en mi estómago.

¿Qué pasaría si algo salía mal y nunca lo volvía a ver?

Antes de que mi temor pudiera convertirse en cualquier cosa sustancial,

James me recogió y me ayudó a ponerme de pie. Sus mejillas brillaban, y

rocé la yema de mi pulgar sobre su piel húmeda.

—Lo siento. —No podría decirlo lo suficiente.

James sacudió la cabeza, moviendo los labios mientras luchaba por

encontrar su voz. Lo abracé, y él se aferró a mí, necesitándome tanto como

yo lo necesitaba.

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—Vamos —dije—. Vamos a casa.

* * *

Mi madre nos estaba esperando en el Olimpo, meciendo la cuna de Milo

mientras dormía. Aliviada, me tambaleé hacia ella, apenas capaz de ver

bien.

—Oh, mi amor, estás bien —gritó ella, lanzando sus brazos alrededor de mí.

Por un momento no pude respirar, pero no me importó. Ella estaba bien,

Milo estaba bien, Henry estaba bien...

Pero Ava no lo estaba.

De pronto, lo que quedaba de mi fuerza interior se derrumbó.

—Ava está muerta —susurré, atragantándome con las palabras.

Mi madre se puso tensa, y desde la puerta, James se aclaró la garganta.

—Calliope, también —dijo él con voz ronca—. Rhea y Henry están

escoltando a Cronos de vuelta al Tártaro ahora.

—Una pequeña victoria —dijo mi madre mientras sus ojos se llenaban de

lágrimas—. Al menos… al menos…

No terminó la frase. Por primera vez en mi vida, mi madre se derrumbó.

Sus rodillas cedieron, y se dejó caer sobre el borde de la cama. A pesar de

que quería desesperadamente ir a Milo, me acurruqué con ella, tratando de

aguantar mientras ella lloraba. Había pasado años vertiendo su fuerza en mí

y ocultando su dolor para que el mío no empeorara. Ahora era mi turno.

—La forma en que la tratamos este año pasado… —Mi madre creó un

pañuelo y se secó los ojos—. No debería haber estado allí. Deberíamos haber

dejado que viniera cuando ella lo pidió.

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—No es tu culpa —le dije. Walter había sido el encargado de tomar la

decisión—. Trató de decirme por qué lo hacía tantas veces, y nunca escuché.

Cronos… —Mi voz se quebró—. No iba a salvarla. Él me sanó, y podría

haberla sanado, también, pero por mi culpa… por mi culpa, él se negó.

Mi madre apoyó su cabeza contra la mía y me llevó entre sus brazos.

—No es tu culpa tampoco —dijo con voz ronca, pero había convicción en

ella—. Cronos nunca la habría salvado, incluso si hubieras estado al lado de

él y cumplido con tus promesas a él. El honor no significa nada para él. Él

se define por el poder que tiene, y todo lo que hiciste fue herir su ego. Tú no

cambiarías quién es él o quién decidió ser.

Hipé.

—La odiaba tanto. Pensé… Yo la culpé de todo, y todo lo que estaba

tratando de hacer era ayudarme, o cuidar de Milo, o salvar la vida de

Nicholas. Y Walter…

—Walter hizo lo que tenía que hacer para ganar la guerra. —Mi madre

colocó un mechón de pelo detrás de mi oreja—. Él tiene sus propios

demonios para hacer frente a este momento.

Mi barbilla tembló.

—Debería haber hecho algo. Debí haber escuchado o… o luchado por ella o

haberla perdonado o… cualquier cosa.

—Lo hiciste —dijo James—. Has hecho todas esas cosas. Tu madre tiene

razón. No es tu culpa, no es culpa suya, no es… no es culpa de Ava. Es de

Calliope. Y ahora ella se ha ido. No hay nada más que podamos hacer, más

que recordar a Ava y seguir amándola.

Asentí con fuerza. Le podía dar eso, y lo haría. Todos lo haríamos.

En la cuna, Milo dejó escapar un suave chillido.

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—Parece que alguien está ansioso por verte de nuevo —dijo mi madre. A

pesar de sus ojos enrojecidos, ella esbozó una sonrisa cuando lo cargó—.

¿Quieres cargarlo?

Más que nada en el mundo. Al llegar a él, sin embargo, vacilé. Unos

centímetros más, y lo sentiría. Él estaba realmente allí. Una barrera

invisible llena de preguntas y dudas me retuvo, y bajé mis manos en mi

regazo.

—¿Qué pasa si no puedo hacer esto? ¿Qué pasa si no puedo ser su madre?

—Ya lo eres —dijo ella, y yo negué con la cabeza.

—No soy tan buena en esto o… o tan fuerte como tú.

Ella apoyó la cabeza contra la mía de nuevo, y su pelo me hizo cosquillas en

el cuello.

—Sí, lo eres. En muchos sentidos, eres más fuerte de lo que yo jamás he

sido. La tristeza no es igual a debilidad, cariño. En todo caso, demuestra el

amor que tienes dentro de ti, y no existe nada más fuerte en este mundo.

Ava lo sabía mejor que todos nosotros.

Una sombra se movió en la puerta.

—Tu madre tiene razón, sabes —dijo Henry—. La mejor manera de honrar

a Ava es amando a la gente en nuestras vidas tanto como nos sea posible.

Eso es todo lo que ella hubiera querido. —Sentándose en el colchón junto a

mí, le dio a mi madre una sonrisa—. Veo que has conocido a mi hijo.

—Es hermoso —dijo mi madre, y Milo soltó otro gemido suave—. Él te

quiere, Kate.

Limpiando mis mejillas con mis mangas sangrientas, asentí. Mi madre puso

a Milo en mis brazos, y él se acomodó en mi contra, encajando

perfectamente. Él estaba más cálido de lo que esperaba, y más pesado,

también. Volvió la cabeza hacia mí, acarició mi pecho, y mi corazón casi

estalló.

Tan Bello Henry *.* <3
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—Justo así —murmuró mi madre, ajustando mi codo para que así estuviera

apoyando su cabeza—. Eso es.

—Mira eso —dijo James—. Eres natural.

Cuando Milo se calmó, me miró con sus grandes ojos azules. Cualquiera

que sea la conexión que habíamos logrado forjar antes se intensificó, y en

ese momento, mi mundo cambió. Era tan hermoso e inocente, y podría

pasar la eternidad asegurándome que tuviera la oportunidad de permanecer

de esa manera. Nunca sabría de la guerra o el odio o la agonía de la derrota.

Nunca pasaría sus días contando los últimos de un ser querido. Él nunca se

sentiría solo o indigno o no amado. Sabría de la felicidad. Conocería la paz.

Sabría de la familia. Y siempre me tendría a mí y a Henry.

Una lágrima resbaló por mi barbilla, cayendo y golpeando a Milo en la

nariz. Él hizo una mueca, y Henry se echó a reír.

Mi madre se puso de pie.

—Voy a dejar que ustedes tres se pongan al día —dijo, y aunque ella estaba

sonriendo, el dolor no se había ido de su voz. No estaba segura de que

alguna vez lo hiciera por completo. Juntos, ella y James salieron de la

habitación, cerrando la puerta detrás de ellos.

—Se parece mucho a ti —murmuró Henry—. Cada vez que lo sostuve, lo

único que podía ver era tu rostro. Te extrañé, Kate.

Rocé mis nudillos suavemente contra la mejilla de Milo. Él puede haber

tenido mis ojos, pero tenía el pelo oscuro de Henry. Y sus orejas.

—Sea lo que sea que sucedió en la isla entre tú y Calliope…

Él se puso tenso.

—Kate, yo…

—No importa. —Yo lo miré—. Hiciste lo que tenías que hacer para proteger

a Milo. Sé eso.

Su mano se deslizó por mi espalda, y él me apretó el hombro.

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—No pasó nada. Ava nunca usó sus poderes en mí. Yo estaba fingiendo

todo el tiempo.

Me incliné y lo besé. Sus labios fueron dulces contra los míos, y yo no lo

dejé ir hasta que Milo gimió entre nosotros. Los dos sabíamos que fingir

significaba que de alguna manera había tenido que convencerla de que la

amaba. Una parte de mí ardía con la necesidad de escucharlo todo, pero

nada de eso importaba, y yo no iba a dejar que Calliope nos hiciera daño

desde la tumba. Lo que Henry había soportado, conseguiríamos pasar a

través de ello juntos. Algún día, si él quería hablar de ello, escucharía. Pero

hasta entonces, fingiría que le creía. Para proteger y amarlo de la forma en

que me protegió y me amó.

Éramos una familia, y nadie, ni Calliope, ni Cronos, ni siquiera la muerte

misma, podía arrebatarnos eso de nosotros.

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Capítulo 20 ETERNO

Traducido por Flochi y Lalaemk

Corregido por BrendaCarpio

n algún momento durante la noche me desenmarañé de Henry

y me deslicé fuera de la cama. Él dormía profundamente,

claramente agotado luego de la batalla, pero no importaba

cuánto yo intentara, no podía dormirme.

Alcanzando la cuna, toqué la frente de Milo para asegurarme de que seguía

allí. Tranquilizada por la subida y bajada de su pecho, caminé suavemente

fuera de la habitación, cerrando la puerta detrás de mí. Incluso en la

oscuridad de la noche, el techo brillaba de un brillante azul, y la magnífica

puesta de sol se arremolinaba por debajo de mí.

No decidí conscientemente a dónde ir. Un minuto estaba parada en el

pasillo y al siguiente mis pies me llevaron a la sala del trono en busca de

alguien más. Luego de la noche que habíamos tenido, las posibilidades eran

escasas de que alguien más estuviera despierto, pero valía la pena el intento.

En la entrada, me detuve en seco. El cielo no era azul aquí; en cambio el

techo estaba tan oscuro como la noche, y las estrellas brillaban por encima

de nosotros. Los tronos se habían ido, y en su lugar descansaba un féretro

de vidrio sobre una plataforma elevada. Dentro, vestida con un vestido

blanco con rosas en su cabello, yacía Ava.

E

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Sin pensarlo, crucé la habitación y presioné mi palma contra el vidrio. Sus

labios eran del color de las cerezas, y en la tenue luz, casi pude verla sonreír.

Un nudo se formó en mi garganta. Abrí la boca para decir algo, para

disculparme, para prometerle que nunca la olvidaría, por perdonarla una y

otra vez hasta que el universo no tuviera otra opción más que creerme, pero

no pude forzar a las palabras para que salieran. Ella de todas maneras no

podría escucharlas, y yo lo había dicho todo en sus últimos minutos. Ella ya

lo sabía.

—Ella no está realmente ahí.

Fruncí el ceño.

—Déjame en paz.

Un susurro de tela y suaves pasos y Walter estaba de pie a mi lado,

luciendo toda su vejez como lo había hecho en la azotea.

—Es una especie de reflejo, pero más realista que una simple imagen.

Retiré mi mano del cristal y me moví medio paso lejos de él.

—¿Dónde está el cuerpo?

—Se ha ido —dijo—. De regreso al universo.

—Entonces, ¿por qué está este… este holograma de aquí? —El trono vacío, la

habitación vacía, el agujero vacío en nuestras vidas donde ella había estado

una vez, como si todo eso no fuera suficiente para recordarnos de que ella se

había ido.

Walter inhaló profundamente, y mientras exhalaba, un débil trueno

retumbó en la sala del trono.

—Vivió mucho tiempo, y su vida tocó la de muchos otros. Aquellos que

deseen hacer sus despedidas tendrán la oportunidad de hacerlo.

—Aun así no harás lo mismo por Calliope.

Hizo un gesto de dolor.

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—Mi esposa escogió su camino. Escogió separarse del Consejo, Ava no.

—No, ella no —dije—. Lo escogiste por ella. Tú eres la razón de que ella

muriera.

Walter miró fijamente el féretro.

—He cometido muchos errores…

—¿Errores? —Mi gruñido se hizo eco en la habitación de un extremo al

otro—. Ava está muerta, ¿y todo lo que puedes decir es que cometiste

algunos errores?

Walter vaciló. Aunque intentó enderezarse en su altura completa, las

lágrimas se derramaron por su rostro, derrotando cualquier intención que

tuviera de intimidarme.

—No es el lugar para que digas… posiblemente no puedes saber las

circunstancias…

—Sé que Ava está muerta. Sé que solo se unió a Calliope porque tú se lo

dijiste.

—Por Nicholas —dijo—. Por el bien mayor.

—¿Esto vale que sea por un bien mayor? —Señalé el féretro—. ¿Vale saber

que si no hubiera sido por ti, Ava seguiría con vida?

—Ella no estaría viva —dijo con voz ronca—. Ninguno de nosotros lo

estaría. Henry nunca se habría unido a la batalla, y Cronos habría ganado.

Es tan simple como eso.

—Rhea ganó la guerra, no Henry. Él ni siquiera estuvo en nuestro lado la

mayor parte de la batalla.

—Sí, lo estuvo —dijo Walter—. En la azotea, él estaba contrarrestando las

habilidades de Calliope. Algo difícil de hacer para cualquiera de nosotros,

incluso más difícil sin ser descubierto, pero él lo logró. Cuando vino a

nosotros con tus planes de entregarte a Cronos, sabíamos lo que él iba a

intentar hacer, y con Ava consciente de que Calliope quería tomar a Henry

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también, creamos el ardid. Todo el tiempo, él nos estuvo proveyendo

información de las tácticas de ella y Cronos. Nunca hubiéramos mantenido

una oportunidad de pelear sin su ayuda. O sin la de Ava. Ella es la razón…

Tú eres la razón de que él accediera a pelear.

—Tenía que haber otra manera de mantener a Ava fuera de eso. Siempre

hay otra manera.

—Si la hubiera, ¿crees que la habría puesto en peligro? —dijo Walter—.

¿Realmente crees que si hubiera tenido otras alternativas factibles de atraer

a Henry a la guerra sin ella…?

—Pudiste haber preguntado. Pudiste haberle dado tiempo. No tuviste que

haber jugado el juego de Calliope y arriesgar las vidas de todos. —

Finalmente lo miré a la cara—. No somos piezas de un tablero de ajedrez,

pero así es cómo nos trataste, y ahora lo estás pagando. Todos lo pagamos.

Por lo tanto espero que las mentiras que te has dicho te mantengan cálido a

la noche, porque nadie en su sano juicio va a molestarse contigo una vez

que todo el mundo sepa lo que hiciste.

Tocó el féretro, y toda la lucha se drenó de él, dejando la cáscara de un

hombre donde el Rey de los Dioses se había erguido momento antes.

—Sé lo que merezco. No necesito que nadie, tú o las Parcas o el universo

mismo, me detalle los errores que he cometido. Estoy pagándolo ahora, y lo

pagaré por el resto de mi existencia eterna. Si ese no es el infierno que

deseas para mí, entonces no sé cuánto más posiblemente podría lastimarme

para satisfacer tu deseo de venganza, hija.

—No soy tu hija.

Walter inclinó la cabeza. Cada instinto que tenía me gritó que me fuera

antes de que se vengara de alguna manera: emocionalmente, físicamente, no

importaba, pero mis pies se negaron a moverse. Esta era la conversación

más larga que jamás había tenido con el hombre que supuestamente era mi

padre, y a esto era a lo que había venido.

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—Eres mi hija, con tanta certeza como lo fue Ava —dijo en voz baja—. Ella

fue la única de mis hijos que jamás se molestó en verme por quien

realmente soy. Los otros siempre vieron solamente el poder. Calliope solo

vio un mujeriego. Pero Ava entendió el amor que tenía por todos ustedes.

Ella entendió que un hombre puede sentir cosas que no expresa, y esa falta

de expresión no disminuye el amor.

—Eso lo entiendo. —Ella había sido la que insistió en que Henry me amaba

sin importar qué—. ¿Te das cuenta de que si nunca hubieras sido infiel,

nada de esto habría pasado?

—Si nunca hubiera sido infiel, nunca habrías nacido. —Me miró con

relámpagos en los ojos, y le sostuve la mirada—. James nunca hubiera

nacido. Ella y Theo, Irene, Perséfone; amé a mi esposa. Mis fechorías no se

debieron a ella. Pero no me voy a disculpar, con ella ni con cualquier otro,

por traer a mis hijos a este mundo. Incluyéndote.

—Entonces no eres mejor que ella. El amor no te da un pase libre para

hacerle daño a tu familia. Recuerdas lo que es una familia, ¿cierto?

Inclinó la cabeza.

—¿Y a lo que quieres llegar con eso es a…?

—Nunca viniste a verme. —Me clavé las uñas en las palmas. Si pudiera

sacarme sangre, entonces quizá la furia intentando clavarse en mí habría

tenido alguna liberación—. Sabía lo que tuve que pasar luego de que mamá

fuera diagnosticada, pero no te importó.

—Tengo muchos hijos mortales —dijo lentamente—. No había ninguna

garantía de que pasarías la prueba, y no quise correr el riesgo de forjar una

conexión contigo en caso de que no la pasaras.

—¿Por qué, porque estabas preocupado de que tu precioso secreto fuera

revelado?

—Porque luego de todo lo que tu madre me dijo de ti, supe que si te veía, te

habría querido al instante. El dolor de perder hijos que nunca he conocido es

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290

lo bastante duro. Pero perder a uno que amo… —Acarició el borde del

féretro de cristal.

Mis hombros temblaron con sollozos silenciosos.

—Te necesitaba. Necesitaba que alguien me dijera que todo estaría bien.

Necesitaba saber que no estaba sola, ¿y no pudiste molestarte en conocerme

porque tenías miedo de amarme?

—El Consejo te ha observado desde el principio, desempeñando papeles en

tu vida. Amándote y protegiéndote como lo hicimos en Edén. Nunca

estuviste sola, Kate, incluso en tus días más oscuros.

—Pero yo no lo sabía —estallé—. No hace ninguna diferencia si nunca lo

hubiera sabido.

—Lo siento. —Su voz se rompió—. Lamento nunca haber sido el padre que

necesitaste. Lamento no ser el rey que mi pueblo se merece. Y lamento

haber permitido que mi hija hiciera el sacrificio final. No espero que tú o

alguien más en este mundo me perdone ahora que ella se ha ido, pero espero

que un día, debido a Ava, me permitas ser tu familia. Ser tu padre, como

debería haberlo sido cuando estabas creciendo. Es lo que Ava hubiera

querido para ambos.

Quise escupirle la cara, decirle que se fuera a la mierda y que encontrara

otra hija que estuviera dispuesta a amar a un desgraciado tan manipulador,

pero la verdad de lo que dijo me dejó inmóvil en el lugar. Tenía razón. Esto

era lo que Ava habría querido. No solo porque yo necesitaba un padre, sino

porque Walter necesitaba una hija que lo amara a pesar de sus defectos, que

lo entendiera y le diera una oportunidad. Me esforcé por mostrarles a todos,

incluso a Calliope y a Cronos, esa compasión y comprensión. Ava habría

querido que hiciera lo mismo por él. No fallarle a Walter como yo le había

fallado a ella.

—Me estás pidiendo más de lo que sé cómo dar —dije en voz baja, y toda la

lucha en mí se fue drenando. Me concentré en la imagen del rostro de Ava

nuevamente—. Me hiciste daño. Lastimaste a mamá, y a nuestra familia.

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Puso una mano vacilante en mi hombro.

—Lo sé. Y pasaré toda la eternidad haciendo lo que pueda para

compensarte. No puedo prometer mucho, pero prometo que siempre me

tendrás, siempre nos tendrás a todos. Como debería haber sido desde el

principio.

Presionando mis labios hinchados, asentí. Luego de todo el dolor que él

había causado, no podía perdonarlo mientras estábamos allí lado a lado,

pero algún día lo intentaría. Por Ava.

* * *

El féretro de cristal permaneció en la sala del trono por tres días, y la

imagen de Ava nunca estuvo sola. Al principio, solo los miembros del

Consejo vinieron a verla, cada uno de nosotros queriendo estar a solas con

ella. Luego de que cada uno había tenido su turno, Walter abrió el portal al

Olimpo, permitiendo que los otros lo atravesaran sin ayuda.

A medida que las horas pasaban y las noticias de su muerte se difundía,

dioses que no había visto nunca aparecieron en el Olimpo para presentar

sus respetos. Algunos de los nombres eran familiares, pero nada me preparó

para el número total que Ava había tocado en su vida. La sala del trono

siempre estuvo llena esos tres días de luto, y el velo de tristeza solo se hizo

más pesado con cada cara nueva.

Un muchacho de rizos rubios mantuvo vigilia junto al féretro, sin nunca

decir una palabra. Tanto Nicholas como Dylan se unieron a él en diferentes

momentos, y mientras que se sentaba rígidamente al lado de Dylan, el chico

parecía relajarse en la presencia de Nicholas.

—Eros. Ahora Eric —dijo Henry cuando nos quedamos cerca del corredor y

observábamos—. Su hijo mayor.

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Mi visión se tornó borrosa, y tuve que excusarme. Sabía la profundidad con

la que Ava había tocado al resto del Consejo, pero ver los caminos que en su

larga vida había forjado, la familia que había formado en los milenios en

que vivió, solo reabrió las heridas que estaba segura que nunca sanarían

completamente.

Al tercer día, el amanecer se deslizó sobre el techo estrellado. Walter nos

juntó a todos, y nos quedamos de pie formando un círculo con los otros

dioses, observando como el féretro de cristal se llenaba de luz. Al final,

mientras la salida del sol fundía los últimos vestigios de la noche, el féretro

desapareció.

A medida que el resto de los dioses terrenales se iba uno a uno, Eros se

quedó. Los tronos regresaron, formando un círculo alrededor del lugar

donde el reflejo de Ava había estado solo momento antes, y cada uno de

nosotros se instaló en su propio lugar. Acuné a Milo, mientras dormía

profundamente, e intenté ignorar los asientos vacíos a ambos lados de

Walter. Nicholas, el más deteriorado pero sanando, colocó su mano en el

apoyabrazos del trono de concha marina que había sido el de Ava. En tanto

se limpiaba las lágrimas de sus mejillas, aparté mi mirada.

—Hermanos y hermanas, hijos e hijas —dijo Walter en el silencio—.

Aunque siempre lamentaremos la pérdida de los nuestros, ha llegado el

momento de reconocer que sus posiciones entre nosotros deben ser llenadas.

Miré a mi madre. Que reemplazara a Calliope tenía sentido, como Henry

no podía gobernar el Inframundo él solo, seguro que lo mismo sucedía con

Walter y su reino. ¿Pero Ava?

Ella me palmeó la mano. Todo a su debido momento.

—Yo me encargaré del remplazo de mi reina —dijo Walter—. Mientras

tanto, pido que Diana tome el rol temporalmente y me ayude cuando sea

necesario.

—Por supuesto —dijo mi madre—. Cualquier cosa que pueda hacer para

ayudar.

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Walter inclinó su cabeza.

—Gracias. En cuanto al lugar de Ava, una vez más debemos recorrer el

mundo para encontrar uno que sea digno. No será una tarea fácil. Ava era...

—Hizo una pausa—. Ella era irremplazable. No podemos pretender otra

cosa, pero tenemos que seguir adelante. Kate.

—¿Sí? —le dije, y la mano de mi madre se apretó alrededor de la mía.

—Creo que es apropiado que tú tomes el lugar de Ava. Temporalmente —

agregó—. Hasta que encontremos a alguien capaz de llenar su papel.

—¿Qué hay de sus deberes en el mundo terrenal? —dijo Henry antes de que

pudiera protestar—. Yo la necesito a mi lado, sobre todo ahora, con el reino

dejado sin atención durante tanto tiempo.

—No estoy pidiendo un gran compromiso de su parte —dijo Walter—. Sólo

lo suficiente para sostenernos hasta que hayamos encontrado una nueva

diosa. Ella puede manejarlo durante sus meses de verano lejos.

Negué con la cabeza.

—Ahora voy a quedarme en el Inframundo durante el verano. No quiero

dejar a Milo. —O Henry, pero que no era el tipo de excusa que Walter

entendería.

—No sería una gran cosa que pudieras centrarte en ayudarnos con las tareas

de Ava mientras tanto —dijo Walter—. De todos nosotros, tú eres la más

adecuada para encajar en el papel, al menos por un corto período de tiempo.

Un corto período de tiempo para Walter podría haber sido fácilmente un

centenar de años.

—No puedo —le dije—. Lo siento, pero no puedo sustituirla, y no puedo

dejar a mi familia.

—Yo lo haré —dijo Eros/Eric. A pesar de que su voz era alta y juvenil,

había destacado en algunos de los mitos que yo había aprendido, lo que

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significaba que no podía ser tan joven, después de todo—. Es lo que mi

madre hubiera querido.

—Por lo generosa que sea la oferta —dijo Walter—. No eres miembro del

Consejo. No tienes la capacidad.

El rostro de Eric cayó, y ver su decepción sobre su dolor era un puñetazo en

el estómago.

—Yo lo ayudaré —espeté—. Puede reportarme, y voy a asegurarme de que

todo va según lo previsto. Con tal de que no tenga que salir del inframundo

durante largos períodos de tiempo.

Walter se volvió hacia Henry, quien asintió.

—Eso es aceptable para mí, siempre y cuando Kate no esté forzada en

cualquier posición para la que no se sienta preparada.

—Muy bien —dijo Walter—. Además, pido que Kate y Eric se encarguen de

encontrar un candidato adecuado para un papel más permanente.

Una diosa. Él quería que encontráramos otra diosa. O un mortal para tomar

la prueba y ganara la inmortalidad de la forma en que había hecho yo.

—¿Cómo?

Él se encogió de hombros.

—Particularmente no me importa cómo lo manejes, solo que se haga.

Henry está familiarizado con el proceso. Él te puede ayudar.

Henry murmuró su acuerdo, y así como así, dependía de mí, y el hijo de

Ava encontrar a alguien que pudiera hacerse cargo de su papel en el

Consejo, alguien que no podría existir.

Por otra parte, Henry debía haber pensado lo mismo cuando comenzó su

búsqueda de una nueva reina. Si él pudo superar sus miedos y dudas, yo

podría hacer lo mismo.

—Está bien —dije en voz baja—. Voy a intentarlo.

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—Sé que lo harás —dijo Walter—. Y que lo harás de maravilla.

Eso podía extenderlo, pero le haría justicia a Ava. Se merecía todo eso. Al

otro lado del círculo, James me sonrió, y me las arreglé para devolverle una

pequeña a cambio. Aunque no estaba a la altura, él estaría allí en cada paso

del camino. Todos ellos lo estarían.

El Consejo no era perfecto, no por mucho. Probablemente nunca le

agradaría a Dylan. Siempre se darían miradas conocedoras que yo nunca

entendería. Walter y yo probablemente pasaríamos la mayor parte con

fricciones, por lo que sería un largo tiempo antes de que él me viera como

un igual. Pero a pesar de las peleas, a pesar de las mentiras, a pesar de la

frustración y secretos y eones de la historia en las que nunca me pondría al

día, ellos eran mi familia. Y no los iba a dejar que se fueran por nada.

* * *

Henry, Milo y yo regresamos al Inframundo la mañana siguiente. A pesar

de la oscuridad de las cavernas, no había ningún otro lugar en el que hubiera

preferido estar. Estábamos en casa.

Cuando entramos en nuestra habitación de color rojo y oro, me detuve en la

puerta y miré a su alrededor, tragando el nudo en la garganta. Ava la había

decorado antes de que yo hubiera llegado el año anterior. ¿Cuánto tiempo

pasaría antes de que todo me recordara a ella?

Nunca, esperaba. Mantendría mi promesa de recordarla siempre, aunque la

culpa y el dolor me mataran.

Henry bajó la cabeza hasta que su cara estaba a centímetros de la mía.

—Va a ser más fácil.

—¿Me lo prometes? —dije.

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—Sí. —Él presionó sus labios en mi frente—. No puedo decir que nunca va

a desaparecer, pero el dolor es parte de ti. Es parte de todos nosotros. Y

como sabemos, porque hemos tenido que sobrevivir a ello, vamos a hacer lo

que debamos para asegurarnos de que nunca tendremos que experimentarlo

de nuevo.

Exhalé.

—La extraño. No sé cómo Walter espera que la sustituyamos de esa

manera.

—Nunca pensé que iba a encontrar un reemplazo para Perséfone tampoco

—dijo en voz baja—. Y como suele suceder, no lo hice. He encontrado algo

aún mejor. Te encontré a ti.

Mi mano se posó sobre su corazón, y no dije nada. Las palabras no podrían

haber descrito posiblemente lo mucho que lo amaba en ese momento.

Enterrando su nariz en mi pelo, Henry me sostuvo mientras nos

balanceábamos en un ritmo silencioso.

—Nunca encontrarás a alguien para reemplazar a Ava porque esa persona

no existe —murmuró—. Pero vas a encontrar a alguien que entienda el

amor como lo hizo Ava. Que lo personifique. Quien tiene, sin lugar a

dudas, heredada la pasión y la devoción que la definía. Y un día, tal vez

dentro de unos años, tal vez muchos siglos a partir de ahora, te detendrás en

medio de lo que sea que estés haciendo y mirarás alrededor, y te darás

cuenta que las cosas están bien otra vez. Tal vez nunca completamente del

todo, porque nada puede llenar ese vacío de la pérdida. Sin embargo, los

componentes que la rodean crecerán. Amarás. Serás feliz. Te vas a reír de

nuevo. Y ese día será mejor que hoy. Lo prometo.

Con el bebé entre nosotros, lo abracé, hundiendo la nariz en el hueco de su

cuello.

—Te amo —le susurré—. Gracias por elegirme. Gracias por dejarme entrar.

—Yo soy el que debería agradecerte. —Sus labios rozaron mi pelo, y sus

dedos se enredaron en los extremos mientras extendía su mano por mi

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espalda—. Y lo haré, por el resto de la eternidad. Me has salvado la vida,

Kate. Me diste todo. No hay nada que prefiera hacer que estar contigo por

siempre.

—Lo estarás —murmuré en su pecho—. Nunca te voy a dejar ir otra vez.

Él se apartó lo suficiente para tocar sus labios con los míos.

—Bien.

Lo capturé en otro beso, esta vez más profundo y lleno de todo lo que no

pude decir. Cuánto lo amaba, lo agradecida que estaba no solo por él, sino

por la familia que teníamos juntos, todo ello. Pude haber salvado su vida,

pero él había salvado la mía, también. Ninguno de nosotros jamás tenía que

pasar por esa soledad oscura de nuevo.

Entre nosotros, Milo hizo un pequeño sonido, y rompí el beso para mirarlo.

Él balbuceó y agitó sus puños diminutos.

—Sí, está bien, un beso para ti también —dije, con una sonrisa, dejé caer

uno sobre su frente—. Un pequeño niño exigente.

—El personal armó un cuarto para Milo en la habitación contigua a la

nuestra —dijo Henry—. Tiene todo lo que necesita.

—Sí, lo tiene. —Miré a Henry una vez más—. ¿Me puedes hacer un favor?

—Por supuesto —dijo. Dudé, y un momento después me lancé a la pregunta

más difícil que jamás le había preguntado.

A favor de Henry, él no discutió. No le gustaba, pero a mí tampoco. Eso no

cambiaba nada. Y era lo correcto por hacer. Me tomó la mano, y poco a

poco la habitación que nos rodea se desvaneció, reemplazado por rocas

negras y una caverna monstruosa.

La entrada al Tártaro.

—Cerré el camino en la pared —dijo Henry—. Sólo podemos llegar a él

ahora.

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Asentí. Sin necesidad de correr ningún riesgo. Sin decir palabra alguna,

besé a Milo de nuevo y se lo entregué a Henry. Mis brazos se sentían vacíos

sin él, pero había estado en bastante peligro por una vida de eterna

duración. Él estaría a salvo con Henry sin importar lo que pasara.

Lentamente me dirigí a la puerta. Las barras, una vez talladas en la misma

roca negra, ahora brillaban con luz blanca. Rhea. Me puse de pie lo más

recto que pude.

—Cronos, quiero hablar contigo.

Durante varios segundos, no pasó nada. No es que yo esperara que viniera

corriendo al momento en que llamara, pero él no tenía que hacer esto difícil.

—Por favor —le dije, la palabra agria en mi lengua—. No voy a esperar para

siempre.

Por fin una niebla opaca se deslizó por el suelo, pero no llegó a las barras. A

diferencia de antes, cuando había tenido bastante alcance para causar

estragos en el mundo terrenal, Cronos estaba completamente atrapado

ahora.

La niebla se solidificó en la silueta de un hombre, y Cronos se acercó a la

puerta, tan alto y orgulloso como siempre.

—Kate, querida, yo sabía que regresarías por mí.

—No estoy aquí para liberarte —le dije—. Estoy aquí para estar contigo.

—¿Oh? —dijo Cronos, ceja levantada. Se centró en algo detrás de mí, y me

frunció el ceño. No tenía derecho a ver Henry y Milo después de todo lo

que había hecho—. ¿De qué manera?

—Como tu amiga. Y si no es así, entonces te haré compañía. —Incluso si

hubiera preferido quemarme en un lago de fuego—. Nadie debería estar solo

así por toda la eternidad.

La expresión de Cronos se quedó pensativa.

—No sabía que te importaba.

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—No lo hago —dije fríamente—. Te odio por lo que le hiciste a mi familia.

Te odio por no curar a Ava. Te odio por ser un megalómano que no puede

ver más allá de sus propios deseos. Pero salvaste la vida de mi hijo el día en

que nació, y nunca lo olvidaré. —Hice una pausa—. Sé lo que se siente al

mirar hacia un futuro negro con nadie en tu vida, y nadie merece eso. Así

que voy a venir a verte. No todos los días, pero lo suficiente para asegurarse

de que alguien te está mirando. Lo suficiente como para asegurarse de que

no estás solo.

Él entrecerró los ojos.

—¿Y si no quiero que vengas?

—Malditamente mal. Así es como va a ser, te guste o no, por lo que

también podrías acostumbrarte.

Pasó un largo momento, y por fin Cronos asintió.

—Muy bien. Hasta entonces.

Él desapareció en la niebla, y los tentáculos se desviaron hacia atrás hasta

que la oscuridad los tragó por completo. Tomé una respiración temblorosa,

tratando de calmar mi corazón acelerado, y Henry puso su mano en mi

espalda.

—Te amo —murmuró. Esas dos palabras nunca perderían su magia—.

Incluso si a veces eres frustrantemente buena.

Cepillé mis dedos contra la mejilla de Milo, tranquilizándome a mí misma

por enésima vez de que él todavía estaba allí.

—Alguien en el Consejo tiene que serlo —le dije, y Henry se rió entre

dientes.

—Sí, supongo que tienes razón. Ahora ven. —Me tomó la mano, su toque

un recordatorio de todo lo relacionado con este mundo que amaba—.

Vamos a casa.

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La roca negra a nuestro alrededor se desvaneció, dejando sólo restos

persistentes de la guerra y la angustia que habíamos luchado. Henry tenía

razón, mejoraría con el tiempo, al igual que todas las cosas. Por mucho que

la pérdida nos había definido, también lo hacía nuestra capacidad de

esperanza.

Y de aquí en adelante, no importaba lo que el futuro tuviera reservado para

nosotros, lo enfrentaríamos juntos. Siempre.

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Guía de Dioses

ZEUS — WALTER

HERA — CALLIOPE

POSEIDON — PHILLIP

DEMÉTER — DIANA

HADES — HENRY

HESTIA — SOFIA

ARES — DYLAN

AFRODITA — AVA

HERMES — JAMES

ATENAS — IRENE

APOLO — THEO

ARTEMISA — ELLA

HEFESTO — NICHOLAS

DIONISIO — XANDER

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Sobre la autora

AIMÉE CARTER

Aimée Carter nació y creció en Michigan (1986) donde reside actualmente. Comenzó a

escribir fan fiction a los once años. Cuatro años más tarde escribió su historia original, y

no ha dejado de escribir desde entonces. Aimée se graduó de la Universidad de Michigan

con un título en Artes y Culturas. Aimée también obtuvo un primer título de Cinturón

Negro de Tae Kwon Do en el Progreso de las Artes Marciales. En 2011 Harlequin

publicó su primera novela The Goddess Test.

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Agradecimientos MODERADORA

FLOCHI

STAFF DE TRADUCCIÓN

AKANET

ARIA

AYLINACHAN

FLOCHI

JESSY

LALAEMK

LIZC

MARU BELIKOV

NANAMI27

NELSHIA

OTRAVAGA

RIHANO

SHADOWY

SIMORIAH

VAL_MAR

VANEHZ

WICCA_82

STAFF DE CORRECCIÓN

ALDEBARÁN

BRENDACARPIO

FLOCHI

LA BOHEMIK

NANIS

VAL_MAR

RECOPILACIÓN Y REVISIÓN

BRENDACARPIO

DISEÑO

PAULAMAYFAIR

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