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1 El Biombo Del Infierno Ryunosuke Akutagawa CAPÍTULO PRIMERO Difícilmente habrá existido otra persona como el señor de Horikawa, ni existirá en el futuro. De él se decía que antes de su nacimiento, en los sueños de su señora madre había aparecido el Matatejas ¹, lo que prueba que desde el comienzo de su vida le estuvo concedido ser muy diferente al común de las personas. Cada uno de sus actos conquistaba de inmediato la admiración de todos. Por ejemplo, la arquitectura del palacio; no sé si llamarla imponente o suntuosa, pero tiene algo, realmente extraordinario, que escapa al criterio de gentes comunes como nosotros. Como es de suponer, hay quienes lo calumnian, calificando de deplorable la conducta del señor, y llegan a compararlo con el emperador de Ch'in, Shih Huang Ti ² o con Yang Kuang ³, de Sui; pero tales calumnias están muy lejos de la verdad. 1 Uno de los cinco Rajás, mensajero de la esotérica secta budista Shingon. Tiene seis cabezas, seis manos y seis piernas; destruye el mal y protege el bien. 2 259- 210a. C. Primer emperador de China. Ordenó la construcción de la famosa muralla e hizo quemar todos los libros anteriores a él. 3 569- 618d. C. Emperador de Sui, derrocado y muerto por el pueblo sublevado. Las intenciones del señor de Horikawa nunca fueron egoístas, ni tampoco aspiró a la gloria o a la fama. Se preocupaba por las cosas más insignificantes, y siendo hombre de gran carácter deseaba que todos pudieran gozar de la vida en la medida en que él la disfrutaba.

Akutagawa-El Biombo Del Infierno

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    El Biombo Del Infierno

    Ryunosuke Akutagawa

    CAPTULO PRIMERO

    Difcilmente habr existido otra persona como el seor de Horikawa, ni existir en el

    futuro. De l se deca que antes de su nacimiento, en los sueos de su seora madre haba

    aparecido el Matatejas , lo que prueba que desde el comienzo de su vida le estuvo

    concedido ser muy diferente al comn de las personas. Cada uno de sus actos conquistaba

    de inmediato la admiracin de todos. Por ejemplo, la arquitectura del palacio; no s si

    llamarla imponente o suntuosa, pero tiene algo, realmente extraordinario, que escapa al

    criterio de gentes comunes como nosotros. Como es de suponer, hay quienes lo calumnian,

    calificando de deplorable la conducta del seor, y llegan a compararlo con el emperador de

    Ch'in, Shih Huang Ti o con Yang Kuang , de Sui; pero tales calumnias estn muy lejos de

    la verdad.

    1 Uno de los cinco Rajs, mensajero de la esotrica secta budista Shingon. Tiene seis

    cabezas, seis manos y seis piernas; destruye el mal y protege el bien.

    2 259- 210a. C. Primer emperador de China. Orden la construccin de la famosa muralla e

    hizo quemar todos los libros anteriores a l.

    3 569- 618d. C. Emperador de Sui, derrocado y muerto por el pueblo sublevado.

    Las intenciones del seor de Horikawa nunca fueron egostas, ni tampoco aspir a la gloria

    o a la fama. Se preocupaba por las cosas ms insignificantes, y siendo hombre de gran

    carcter deseaba que todos pudieran gozar de la vida en la medida en que l la disfrutaba.

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    As, cuando sostuvo un incidente con los malhechores que merodeaban por el Tempo Nij,

    no dio muestras de alterarse en lo ms mnimo. Se dice que el espritu de Tru-no- Sadaijin

    , que se apareca por las noches en el Templo Kawahara (situado en la Avenida Higashi

    Sanj y famoso por el mural del paisaje Shiogama de la provincia de Michinoku),

    desapareci repentinamente al ser ahuyentado por el propio seor de Horikawa. Tales eran

    el carcter y el poder del hombre que gozaba de enorme popularidad en toda la capital,

    donde se lo veneraba como a la reencarnacin de un santo.

    Cierta vez, de regreso de la fiesta del ciruelo, soltse un toro de su carroza y embisti y

    derrib a un anciano que pasaba por el lugar; el anciano, lejos de protestar, junt las manos

    y bendijo la gracia del haber sido alcanzado por un toro de seor tan principal. Tan cierto es

    esto como otros muchos hechos que acontecieron a lo largo de su vida, dignos de perdurar

    en el recuerdo de la posteridad. Otro da, en ocasin de una gran fiesta realizada en la corte,

    el seor obsequi treinta caballos blancos; en otra ocasin se hizo extirpar una pstula del

    muslo por un sacerdote de Shintan . Referir todas sus ancdotas sera tarea interminable.

    Pero de todos los episodios, ninguno tan terrible como aquel que se refiere al" Biombo del

    Infierno", hoy uno de los tesoros artsticos que posea la secreta tcnica del Gatha ... En

    fin, noble familia. El seor de Horikawa, que de ordinario se mostraba imperturbable,

    pareci profundamente afectado por aquel incidente. Se explica, entonces, que quienes

    estbamos a su lado nos hayamos conmovido de verdad. Sobre todo yo, que le haba

    servido durante veinte aos, en los que nunca me haba tocado presenciar una escena

    parecida.

    Pero para narrar debidamente esta historia, es preciso que antes os haga conocer algunos

    detalles acerca del carcter de su protagonista, el pintor Yoshihide, autor del biombo que

    representa el Infierno.

    4 Personaje de la obra de teatro Noh, Tru, original de Zeami; Tru, noble de la Corte

    Imperial, hace reconstruir un famoso paisaje de la provincia Te Michinoku en Kyoto para

    gozar de l. Despus de su muerte, en las noches de luna llena apareca su fantasma y se

    repetan fiestas como en aos anteriores.

    5 Denominacin con que en el antiguo Japn se aluda a China.

    6 Poema budista que se refiere a la grandeza y poder del Buda e indica el camino del

    creyente. Kada, en japons.

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    CAPTULO SEGUNDO

    Al nombrarlo, es posible que algunos de vosotros lo recordis. Fue un clebre artista que en

    su tiempo no tuvo rival. Cuando ocurri el episodio que os voy a narrar, tendra ya unos

    cincuenta aos. Era un hombre bajo, delgado, con toda la apariencia de un ser perverso. Se

    presentaba en palacio vistiendo kariginu , estampado en color jirofl y tocado con el

    momieboshi ; pero todo su aspecto despeda cierto aire de bajeza, y los labios rosados y

    hmedos, en contraste con su edad, hacan que su presencia resultase particularmente

    desagradable. Algunos deducan que el color de los labios provena de tanto mojar los

    pinceles en la boca; pero personas peor intencionadas le bautizaron con el nombre de

    Saruhide , por su parecido con este animal.

    A propsito de este apodo hay una ancdota. Por ese entonces, la hija nica de Yoshihide,

    de quince aos, serva en palacio como konyobo ; era una joven muy afable que en nada

    se pareca a su padre. Como haba perdido a su madre siendo muy pequea, era una nia

    precoz, gentil y muy inteligente, que a pesar de su juventud cuidaba de su trabajo hasta en

    los ms mnimos detalles. Estas cualidades no tardaron en conquistar la simpata de la

    seora de Horkawa y de las dems nyobo .

    Cierto da, alguien obsequi al seor de Horikawa un mono amaestrado de la provincia de

    Tamba; el hijo del seor, que estaba en la edad de las travesuras, lo llam Yoshihide. Era

    un animal muy gracioso. Y al llevar tal nombre no faltaron en palacio quienes empezaron a

    burlarse del mono con doble intencin. Pero lo malo era que no contentos con burlarse,

    inventaban cargos contra l, acusndolo, por ejemplo, de haber subido al pino del jardn, o

    de haber ensuciado el piso de la habitacin de las doncellas, y se divertan maltratndolo.

    Un da en que la hija de Yoshihide, llevando una espuela en una rama de ciruelo, caminaba

    por un largo pasillo, se le apareci el mono por una de las puertas corredizas. Vena

    huyendo en direccin a ella, y al parecer lastimado, pues en lugar de trepar velozmente a las

    columnas como era su costumbre, se le acerc cojeando. Detrs del animal vena el hijo del

    seor de Horikawa, blandiendo una delgada rama y amenazndolo.

    7 Kimono antiguo que en su origen se us para la caza y luego se llev en la corte.

    8 Antiguo sombrero japons.

    9 "Saru" significa mono. Juego de palabras en lugar de Yoshi- hide, el "Mono- hide".

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    10 Doncella de la corte.

    11 Doncella de la corte. Categora superior akonyobo.

    - Ladrn de naranjas! Te castigar, te castigar!

    Y lo persegua por el corredor. La joven observaba indecisa, cuando en un instante el

    animal se prendi de su amplia falda, al tiempo que chillaba lastimosamente... Ella no pudo

    menos que compadecerse, y sosteniendo en una mano la rama de ciruelo, con la otra abri

    rpidamente la manga del uchigi de color violeta y lo acogi con cario; luego salud al

    nio con una profunda reverencia, a la vez que le deca con su voz suave y fresca:

    - Seor, es un pobre animal; os ruego le tengis compasin.

    Pero el nio, que estaba excitado y de mal humor, al or estas palabras se enardeci an

    ms y pate el suelo repetidas veces.

    - Por qu lo protegis?- protest-. Es un mono ladrn de naranjas.

    - Puesto que es un pobre animal... -repiti la muchacha, y agreg con sonrisa triste- y como

    lleva el nombre de Yoshihide, mi padre, me parece que lo castigis a l; no puedo

    soportarlo.

    Pronunci estas palabras con cierta dureza. El joven seor pareci ceder y dijo:

    - Bien, ya que lo peds en nombre de vuestro padre, lo perdono.

    Hizo esta concesin con visible contrariedad, y arrojando la rama al suelo volvi sobre sus

    pasos en direccin a la puerta corrediza.

    12 Especie de sacn que las damas de la corte llevaban sobre el kimono.

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    CAPTULO TERCERO

    Despus de este incidente, la hija de Yoshihide y el mono fueron grandes compaeros. La

    muchacha le colg al cuello un cascabel de oro atado con una cinta roja, y l no se apartaba

    por nada de su lado. Una vez en que ella se resfri y se vio obligada a guardar cama, el

    mono permaneci a su lado con cara compungida, mordindose las uas continuamente.

    Ante esta situacin, y aunque pueda parecer extrao, ya nadie se atrevi a maltratar al

    animal; por el contrario, todos empezaron a quererlo, y hasta el joven hijo del seor de

    Horikawa, no slo empez a darle kakis y castaas, sino que lleg a enfurecerse cuando

    supo que un samurai le haba hecho dao.

    Se cuenta tambin que el seor de Horikawa hizo comparecer a la joven juntamente con el

    mono, cuando tuvo conocimiento de la conducta de su hijo. Desde luego, no ignoraba la

    amistad que exista entre ella y el mono.

    - Sois fiel a vuestro padre- dijo el seor-; os recompensar.

    La muchacha recibi del seor de Horikawa un akome de color rojo vivo, en premio a su

    buen corazn.

    El propio mono puso una nota graciosa en esta escena cuando se adelant reverente a

    recibir la recompensa de su ama, hecho que dibuj el buen humor en el rostro del seor.

    Desde aquel da, el seor de Horikawa comenz a sentir una viva simpata por la

    muchacha, tanto por su actitud con el mono como por el amor filial que implicaba la

    defensa del animal, y nunca por motivos inconfesables, como murmuraba la gente. Aunque

    debo admitir que en realidad hubo ciertas cosas oscuras que pudieron dar lugar a tales

    murmuraciones; de ello me ocupar ms adelante. Aqu slo quiero aclarar que, por

    hermosa que ella fuera, un seor como mi amo no poda soar en correr ninguna aventura

    con la que era hija de un simple pintor a su servicio.

    Despus de haber sido honrada con esta audiencia, la muchacha, que era inteligente y

    modesta, no fue objeto de envidia por parte de las otras doncellas de la corte. Tanto ella

    como el mono, fueron desde entonces queridos por todos y en particular por la hija del

    seor, quien hizo de ella su compaera de todos los momentos, y la llevaba consigo

    siempre que sala en su carroza.

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    13 Ropa interior que llevaban las cortesanas, muy lujosa y profusamente bordada que se

    usaba para las fiestas.

    Pero dejar un poco a la hija para seguir ocupndome del padre. Todos simpatizaban con el

    mono, mas a Yoshihide, que era un ser humano, seguan desprecindolo, y no cesaban de

    burlarse de l y de llamarlo" Saruhide". Y esto no slo ocurra en palacio. El Szu de

    Yokawa lo detestaba con tanta vehemencia que a la sola mencin de su nombre se

    horrorizaba como si se tratase del mismo demonio.

    Aqu conviene sealar que esta aversin se atribua al hecho de que cierta vez Yoshihide

    haba hecho unas caricaturas alusivas a la conducta del sacerdote; pero, como

    comprenderis, son habladuras de la gente de la calle y no conviene otorgarles mayor

    crdito. Sea como fuere, la antipata que inspiraba Yoshihide era compartida en todas las

    castas sociales. Slo uno que otro pintor amigo y algunas personas ms, que lo conocan

    por su obra y no personalmente, se eximan de hablar mal de l.

    Pues aparte de su aspecto repulsivo, Yoshihide reuna otros defectos no menos importantes,

    de manera que el ser tenido como persona ingrata obedeca a su misma naturaleza.

    14 Categora de sacerdotes budistas que sigue al Shosci, el de ms alto cargo.

    CAPTULO CUARTO

    Era desvergonzado, haragn, avaro y codicioso, pero lo que ms irritaba en l eran su

    prepotencia y ese enfermizo orgullo de considerarse el mejor pintor del Japn, conviccin

    que l pregonaba como si llevase un cartel colgado de la nariz. Y como si esto fuera poco,

    se crea superior tambin en otros aspectos, y as se burlaba, por ejemplo, de las buenas

    costumbres y de la rectitud de los dems.

    Cierto da- as lo refiri un discpulo que trabaj varios aos en su taller-, cuando en el

    palacio de un noble un espritu vengativo que haba posedo a la famosa mdium de Higaki

    anunci que por intermedio de ella transmitira su terrible mensaje, Yoshihide tom

    tranquilamente el pincel y la tinta china que estaban a su alcance y empez a dibujar el

    rostro espantosamente transfigurado de la mdium, desentendindose por completo del

    mensaje. La venganza del espritu era para l una puerilidad.

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    A tal punto era perverso que a la sagrada Mahsri la pintaba con el rostro de una vulgar

    prostituta, y al Acalanatha lo mostraba como a un villano infame. Siempre adoptaba

    actitudes insolentes, y si alguien se lo reprochaba, l responda con sorna: "Dificulto que

    los dioses que pinto quieran vengarse de m".

    Al escuchar tales herejas de boca del maestro, los mismos discpulos quedaban pasmados,

    y algunos, temiendo un castigo divino, abandonaban el taller para siempre. En una palabra,

    se podra decir que era un hombre soberbio en extremo, que viva convencido de ser el ms

    genial pintor del universo.

    Dicho todo esto, se comprende fcilmente lo que Yoshihide pensaba de su posicin en el

    mundo pictrico. Su pintura era personalsima, tanto por el empleo del pincel como por la

    combinacin de los colores, y por esa causa sus colegas lo consideraban farsante. Ellos

    aducan que mientras se hablara de un Kawanari o un Kanaoka , u otro pintor clsico, se

    poda decir, por ejemplo, que en una noche de luna pareca percibirse el exquisito aroma de

    las flores de ciruelo junto a las persianas de madera, o escucharse las dulces melodas de la

    flauta del cortesano,

    15 Kitsush ten, en japons. Diosa de la fortuna. En Japn generalmente es representada

    como una hermosa mujer vestida ceremoniosamente, con una flor de loto en la mano

    izquierda.

    16 Acalanatha o Aryacalanatha. Fudo Myoo, en japons. El principal de los Cinco Reyes

    Iluminados( myoo), reverenciado especialmente por el budismo esotrico japons como

    protector de la fe.

    17 Kawanari y Kanaoka, famosos pintores de la poca Heian.

    en fin, que sugeran hermosas ideas y saban traducir bellos motivos; pero la obra de

    Yoshihide slo hablaba de cosas desagradables y sombras. En la poca en que ilustr el

    prtico del Templo Ryugaiji con el Crculo de los Cinco Destinos , se deca que quien

    pasaba a medianoche cerca del lugar poda escuchar los llantos y los lamentos de las figuras

    pintadas. Se contaba tambin que cuando ejecut por encargo del seor de Horikawa los

    retratos de varias cortesanas, las retratadas fallecieron en menos de tres aos vctimas de

    una extraa enfermedad. En opinin de personas malignas, esto se deba a que la pintura de

    Yoshihide era como l: irreverente y demonaca.

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    Como os iba diciendo, Yoshihide era un hombre poco comn, de modo que lejos de

    afligirse se jactaba de suscitar estos rumores. En cierta oportunidad, el mismo seor de

    Horikawa, bromeando, le dijo:

    - Entiendo que a vos slo os agradan las cosas feas. No es as, Yoshihide?

    A lo que l contest con inaudito descaro, y con una sonrisa sarcstica en sus labios

    colorados:

    - Exactamente. La belleza de lo feo es lo que no pueden comprender esos pintores

    ordinarios.

    Aunque fuese el primer pintor del Japn, no se justificaba la insolencia que haba gastado

    con el seor. El discpulo que os mencion antes, le puso el apodo de Chira Eiju para

    satirizar su insolencia y su vanidad; como sabris, Chira Eiju es un tengu que en una

    poca pasada vino desde la China. Pero este Yoshihide, este descarado Yoshihide tena, a

    pesar de todo, una virtud: la capacidad de amar humanamente.

    18 Motivo de origen budista en el que se representan en crculo los destinos que aguardan

    al hombre despus de su muerte segn la conducta observada en vida; son: el Paraso, el

    Hombre, el Infierno, la Bestia y el Demonio. En los templos budistas de la India se pintaba

    este crculo en los prticos.

    19 Genio mitolgico del Extremo Oriente, de larga nariz y famoso por su soberbia.

    CAPTULO QUINTO

    Yoshihide senta un cario entraable por su nica hija, joven bondadosa de temperamento

    sensible, que corresponda a ese amor de padre. Pero este cario del pintor por su hija

    exceda los lmites normales. Os parecer increble, pero cuando se trataba de comprarle

    kimonos o accesorios para su peinado, Yoshihide, que siempre haba negado hasta el ms

    pequeo bolo a los templos, gastaba su dinero con largueza.

    Quera y cuidaba celosamente de su hija, mas sin ningn propsito definido, como el de

    tener un buen yerno, por ejemplo, cosa en que no haba pensado ni en sueos. Si alguien

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    hubiese pretendido acercarse a ella con propsitos deshonestos, no habra vacilado en

    reunir a unos cuantos forajidos para que lo apalearan cualquier noche. Este desdn por el

    porvenir de la muchacha se puso de manifiesto cuando sta fue requerida por el seor de

    Horikawa para servir en palacio. El pintor no ocult su contrariedad, y aun despus de

    transcurrido un tiempo, cuando compareca ante el seor no poda disimular su disgusto. Al

    difundirse el rumor de que el seor de Horikawa haba llamado a la joven sugestionado por

    su belleza, y la haba llevado a pesar de la disconformidad del padre, la actitud de

    Yoshihide hacia el seor se torn ms suspicaz y desconfiada.

    Aunque el rumor careca de todo fundamento, lo cierto era que el pintor deseaba que su hija

    volviera a su lado cuanto antes. Por encargo de nuestro seor, Yoshihide pint el Majusri

    , atribuyndole el rostro de un joven favorito de aqul.

    Como el retrato resultara excelente, el seor de Horikawa le anunci:

    - Os recompensar por vuestro magnfico trabajo. Pedid lo que deseis.

    Qu os pensis que respondi el atrevido a tamaa generosidad? He aqu sus palabras:

    - Deseo que me devolvis a mi hija.

    Este deseo hubiera podido ser satisfecho de servir su hija en otro palacio que no fuera el del

    seor Horikawa; pero estando donde estaba, semejante irreverencia resultaba imperdonable.

    Ante este pedido, al buen seor, que era asimismo sumamente generoso, le asalt un acceso

    de mal humor, y despus de mirarlo un instante con expresin severa, le dijo secamente:

    20 Monju, en japons. Uno de los Bodhisattva, simboliza la Inteligencia.

    - Eso jams.

    Se levant y se retir disgustado. Hechos de esta naturaleza se produjeron repetidas veces.

    Recordndolo ahora, me viene a la memoria que a partir de entonces el seor empez a

    mirar a Yoshihide con creciente frialdad. Y conforme esta actitud se iba acentuando,

    aumentaba la afliccin de la hija, que pensaba en la suerte que poda correr su padre, y

    cuando se retiraba a su habitacin a menudo se la vea llorar, conteniendo los sollozos con

    la manga del kimono. Entonces empez a crecer el rumor de que el seor se haba

    enamorado de la joven. Algunos opinaran que la tragedia relacionada con el Biombo del

    Infierno habra ocurrido por negarse la hija del pintor a acceder a los requerimientos del

    seor. Pero es absurdo suponer que haya podido suceder tal cosa.

  • 10

    A nuestro parecer, el motivo de que el seor de Horikawa no quisiera restituir la joven a su

    hogar era justamente la conveniencia para ella de vivir en palacio sin ninguna

    preocupacin, en lugar de hacerlo al lado de un hombre tan siniestro. Por supuesto, nadie

    niega que el seor sintiera simpata Por esa muchacha de virtudes tan sealadas; mas os

    repito: no era porque la desease, como muchas personas mal intencionadas se empearon

    en sostener. Lo sensato es afirmar que fueron invenciones de las malas lenguas. Pero

    dejemos de lado estas habladuras y pasemos a referir lo que sucedi en el momento en que

    el seor se encontraba muy disgustado con Yoshihide. Repentinamente mand llamar al

    pintor a palacio, y le encomend la ejecucin de un biombo que representase el Infierno.

    CAPITULO SEXTO

    Al mencionar el Biombo del Infierno, vuelve a mis pupilas el violento colorido del cuadro

    tal como si lo tuviera delante de mis ojos.

    Aun tratndose del mismo motivo, el haber sido pintado por Yoshihide ya indica un trabajo

    totalmente distinto al de cualquier otro pintor. En uno de los ngulos del biombo

    hallbanse, en pequea escala, los Diez Reyes y los guardianes, y el resto del cuadro

    apareca cubierto en su totalidad por una hoguera infernal con llamaradas en remolino.

    Fuera de los puntos amarillos y azules de los kimonos al estilo T'ang de los mykan ,

    dominaba el rojo agresivo de las llamas, y mezcladas entre el vivo color resaltaban las

    manchas de la tinta china, del negro humo y del oro de las chispas, en un fuego que pareca

    danzar alocadamente.

    Slo esta furia del pincel habra bastado para asombrar a los espectadores, sin contar los

    condenados que sufran al ser pasto de las llamas, muy diferentes a los de los cuadros que

    uno sola ver. Eso se explicaba, ya que los condenados, desde los nobles ms eminentes

    hasta los ms mseros mendigos, haban sido tomados de la realidad. Nobles de la corte con

    sus kimonos de ceremonia, atrayentes cortesanas con sus itsutsu- ginu , sacerdotes orando

    con sus rosarios budistas, samuris, estudiantes en alta geta , doncellas ataviadas

    lujosamente, hechiceros con sus equipos mgicos... Enumerar los motivos pintados sera

    interminable. Personajes fustigados por carceleros con cabezas de toro o de caballo huan

    en desorden en medio de las llamas y del humo sofocante; la mujer a quien le arrancaba la

    cabellera con el sasumata podra ser una kamunagi ; en el hombre que tena atravesado

    el pecho por un tehoko y se precipita cabeza abajo como un murcilago, se reconocera a

    un joven funcionario del gobierno; adems los haba que eran azotados con ltigos de hierro

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    o aplastados por enormes piedras; algunos eran picoteados por extraas aves de rapia y

    otros mordidos por dragones venenosos... Se hallaba

    21 En el Ms All budista estn los Diez Reyes que interrogan a los espritus acerca de la

    conducta que han observado durante su vida; al sptimo da deben responder ante el

    primero, luego a los 27, 37, 47, y as sucesivamente hasta concluir con los diez, quienes

    determinan el lugar del infierno a donde deben ir.

    22 Dinasta china, 618- 906 d. C.

    23 Funcionarios del infierno.

    24 Kimono que usaban las seoras jvenes y que constaba de cinco atavos superpuestos.

    25 Calzado de madera similar a la sandalia.

    26 Arma antigua en forma de rastrillo para derribar o rapar al enemigo.

    27 Hombres o mujeres que servan en las ceremonias del shintosmo; siendo hombre,

    okamunagi, siendo mujer, mekamunagi.

    28 Arma antigua que en el extremo de un cabo de hierro llevaba una espada.

    tanta variedad en las formas de castigo como en las clases de condenados all registradas...

    Pero en medio de este heterogneo mundo de tortura, el cuadro ms impresionante y

    terrible era el que representaba un carruaje tirado por bueyes que caa del cielo, atravesando

    un extrao rbol cuyas ramas semejaban espadas, y en cuya copa se amontonaban los

    espritus condenados, todos con el cuerpo atravesado. La cortina de la carroza era agitada

    por el viento infernal, y en su interior se vea a una cortesana ataviada con un lujo propio de

    las nygo o de las ki , debatindose desesperadamente, con sus negros cabellos

    revueltos y un cuello de impresionante blancura entre el rojo de las llamas. Tanto la

    doncella como la carroza envuelta en ese denso fuego, reflejaban el atroz padecimiento y la

    terrorfica visin del Infierno. Me atrevo a deciros que todo el horror del cuadro estaba

    simbolizado en esa sola persona. Era tan magistral la ejecucin del Biombo que el que lo

    vea crea or las desgarradas voces de los condenados.

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    Pero temo haber alterado el orden de la historia en mi apresuramiento por hablaros del

    Biombo del Infierno. Seguir con Yoshihide, a partir del momento en que el seor de

    Horikawa le encarg la ejecucin de la referida obra.

    29 Doncellas de la categora ms elevada que servan en la corte.

    30 Doncella que serva en la corte, y que segua en jerarqua a las mygo.

    CAPTULO SPTIMO

    Durante cinco o seis meses consecutivos Yoshihide vivi encerrado en su taller sin visitar

    el palacio. Conducta extraa en aquel hombre que tanto amaba a su hija, cuando empez a

    trabajar se olvid inclusive de ella. El discpulo de quien os habl refera que, cuando

    Yoshhide empezaba a pintar, se abstraa totalmente y pareca iluminado por algn espritu

    superior o imbuido de algn encantamiento. Lo cierto es que en ese tiempo se comentaba

    que e1 secreto de su xito estaba en sus plegarias al Fukutok-no-karni con quien haba

    sellado un pacto. Esto sostenan quienes decan haberlo espiado mientras pintaba y haban

    visto a los fantasmas de varios zorros rondndolo. Segn he odo decir, cuando empezaba a

    pintar se olvidaba de todo; se encerraba en el taller da y noche y muy raramente lo

    abandonaba. Particularmente en el caso que nos ocupa pudo verse que su inspiracin y

    fervor artstico cobraban especial intensidad.

    Su aislamiento de todos lo llev a bajar las persianas en pleno da, preparar a la luz de la

    lmpara de aceite los colores que eran su secreto y vestir a los discpulos con diversos trajes

    para posar. Pero su febril inspiracin no se detena all. Aun sin tratarse del Biombo del

    Infierno, el solo hecho de pintar era suficiente para inspirarle rarezas, que l consideraba lo

    ms natural del mundo. Por ejemplo, cuando ejecut el Crculo de los Cinco Destinos del

    Templo Ryugai-ji, se coloc tranquilamente frente a los cadveres que encontr en el

    camino, de los que las personas comunes apartaban la vista horrorizadas y se dedic a

    dibujar detenidamente esos rostros y cuerpos putrefactos.

    Qu os quise decir cuando afirm que su fervor haba cobrado especial intensidad?

    Seguramente muchos lo encontrarn inexplicable. Pero aunque me faltara aqu el espacio

    para detallar todos los sucesos, os narrar los puntos principales. Los hechos fueron ms o

    menos los siguientes:

  • 13

    Cierto da el discpulo de quien ya os habl, estaba atareado en mezclar los colores, cuando

    se le present inesperadamente el maestro:

    - Pensaba hacer una siesta- dijo-, pero esto das duermo muy mal.

    Como no le pareci extrao que el maestro no pudiera dormir, el discpulo contest

    indiferentemente, sin interrumpir su labor:

    31 Dios de la Suerte y de la Fortuna.

    - De modo que no puede conciliar el sueo?

    Mas, cosa inslita, el maestro mostrse entristecido y continu:

    - Quiero pedirle que se quede a mi lado mientras yo est acostado.

    Pronunci estas palabras con visible timidez. Al discpulo le pareci extrao que el maestro

    se afligiera por los sueos, pero como nada le costaba complacerlo acept, diciendo que no

    tena ningn inconveniente, a lo que Yoshihide, an preocupado, le dijo titubeando:

    - Bueno; quiero que me acompae al cuarto interior. Y cuando vengan los dems

    discpulos, no les permita pasar.

    Esa habitacin era el estudio de Yoshihide. Como de costumbre, las persianas estaban

    cerradas, y a la dbil claridad de una lmpara poda verse el boceto del biombo hecho con

    yakifude y colocado en posicin vertical. El maestro se acost, y poco despus dormitaba

    con la cabeza apoyada sobre un brazo. Antes de una hora, el discpulo fue sorprendido por

    extraas e incomprensibles voces que provenan de la cabecera del lecho junto a la que se

    hallaba sentado velando el sueo de Yoshihide.

    32 Especie de carbonilla para dibujar en forma de pincel.

  • 14

    CAPITULO OCTAVO

    Al principio eran slo sonidos, pero al rato lleg a percibir palabras entrecortadas, como de

    alguien que se estuviera ahogando y pidiera auxilio dentro del agua. Finalmente

    comprendi algunas frases.

    - Qu? Que vaya yo?... Adnde?... Que vaya adnde? Al fin del mundo?... Que vaya

    al Infierno? Quin habla? Quin dice semejante cosa? Quin es? Ah! Con que eres t...

    El discpulo detuvo la mano que revolva la pintura y escrut el rostro del maestro, plido y

    cubierto por gruesas gotas de sudor, la boca abierta desdentada y los labios trmulos y

    arrugados. Dentro esa boca algo se mova como manejado por un hilo: era la lengua; de ella

    salan las palabras delirantes.

    - Con que eres t... T. Desde un principio supe que eras t. Qu? Que viniste a

    buscarme? Por eso quieres que vaya al Infierno, a ese Infierno... Qu? Que mi hija me

    espera all?

    En este punto el discpulo fue presa de tal terror que crey ver bajar una sombra misteriosa

    rozando la superficie del cuadro. Tom por la mano al Maestro. Y lo sacudi con fuerza,

    pero no consigui arrancarlo de su postracin y continu oyendo frases incoherentes. Le

    arroj entonces al rostro el agua que tena al lado para lavar los pinceles.

    - Que me ests esperando, y que suba a la carroza?... En esta carroza?... Al Infierno?...-

    prosegua delirante.

    Al decir estas ltimas palabras su voz se convirti en un lamento agudo, estrangulado. Por

    fin abri los ojos y se levant sobresaltado. Tena la mirada perdida y el semblante

    demudado, como si en el fondo de los ojos continuase viendo los fantasmas del sueo.

    Volvi en s, se levant y dijo speramente al discpulo:

    - Puede retirarse.

    ste se retir sin protestar porque saba que las rdenes del maestro no se discutan. Cuando

    vio la luz del da se pregunt si no acababa de vivir una pesadilla. Luego se tranquiliz.

    Pero puedo deciros que esto no fue nada. Un mes ms tarde, otro discpulo fue llamado al

    taller. El maestro lo recibi con la punta del pincel en la boca y orden:

    - Lo siento, pero tendr que desnudarse como la vez pasada.

  • 15

    Como ya anteriormente le haba pedido que posara desnudo, no le asombr la orden y se

    apresur a cumplirla. Cuando termin de desvestirse, Yoshihide le dirigi una mirada

    extraa y agreg:

    - Pero, esta vez quiero dibujarlo con cadenas de modo que aunque lo lamento mucho,

    tendr que hacer lo que le mando.

    Hablaba framente; no pareca lamentarlo mucho. El discpulo era un hombre robusto que

    se dira nacido para manejar la espada y no el pincel, pero las palabras del maestro lo

    dejaron tieso. Comentaba luego cada vez que recordaba ese momento: " Cre que haba

    enloquecido y que me matara".

    Un poco fastidiado por el aire irresoluto del discpulo, Yoshihide extrajo de no se sabe

    dnde una fina cadena de hierro, y hacindola sonar, se le abalanz por la espalda y lo

    maniat en un momento; rode su cuerpo con varias vueltas oprimindolo con brutalidad, y

    ajust con tanta violencia la punta de la cadena que el discpulo perdi el equilibrio

    cayendo ruidosamente sobre el piso.

    CAPTULO NOVENO

    Podra agregar que en tal estado el pobre discpulo tena la apariencia de un tonel,

    estrechamente atado de pies y manos. La nica parte del cuerpo que poda mover era el

    cuello. Adems, tratndose de un hombre robusto y sanguneo, el rostro, el torso y los

    muslos se le iban enrojeciendo por la intensa y persistente presin de las cadenas. A

    Yoshihide pareca importarle poco la situacin del discpulo, y no cesaba de dar vueltas en

    torno de l, dibujndolo detenidamente. No creo necesario describiros el suplicio del

    discpulo durante ese tiempo.

    Sin embargo, ese sufrimiento sera slo el comienzo. Por fortuna (aunque ms adecuado

    sera decir por desgracia) un momento despus, desde una tinaja colocada en un rincn del

    taller, parti serpenteando una mancha larga y angosta, como de aceite negro. Al principio

    se mova lentamente, como si fuera algo pegajoso, pero luego se desliz con suavidad,

    brillando con intermitencias, hasta llegar a las propias narices del discpulo. ste, al verla,

    grit, aterrado:

    - Una serpiente, una serpiente!

  • 16

    Como l mismo dira despus, sinti que se le helaba la sangre, y con sobrada razn.

    En ese momento la serpiente tendi la fra punta de su lengua haca la blanca piel del cuello

    que la cadena cea dolorosamente. Ante esta eventualidad, el mismo Yoshihide se

    precipit. Arroj el pincel, se agach y rpidamente tom el reptil por la cola y lo

    suspendi en el aire. La serpiente, retorciendo el cuerpo y alzando la cabeza, trataba en

    vano de alcanzar la mano que la aprisionaba.

    Diablos! -grit Yoshihide-. Me arruinaste un dibujo! Enfurecido, arroj la serpiente en la

    tinaja, desencaden de mala gana al discpulo y ni siquiera le dio las gracias ni lo consol,

    Era evidente que le preocupaba ms el dibujo fracasado que el peligro corrido por su

    discpulo. Debo deciros que la serpiente que haba aparecido tan importunamente era uno

    de los elementos de trabajo que el maestro acostumbraba manejar; de eso habra de

    enterarme tiempo despus.

    Con la sola mencin de estas locuras habris comprendido a qu grado de desenfreno

    llegaba el entusiasmo pictrico de Yoshihide. Pero antes de terminar, tengo que contaros

    una ancdota ms. Se refiere esta vez a un muchacho de trece o catorce aos, que por causa

    del Biombo sufri un accidente que casi le cuesta la vida.

    Una noche este discpulo, que tena cutis blanco como una mujer, fue llamado al taller del

    maestro. Yoshihide estaba junto a una lmpara, y en la palma de la mano tena un trozo de

    carne o algo parecido, que daba a comer a un ave rara, nunca vista por el muchacho. Su

    tamao poda ser el de un gato comn. Semejante a un gato? S; mirando con atencin, las

    plumas de la cabeza sobresalan como orejas y los ojos blancos, grandes y redondos eran

    como los de un gato.

    CAPTULO DCIMO

    Yoshihide era un hombre al que no le agradaba ver mezclados a los dems en sus asuntos.

    Entre otras cosas, nunca mostraba a sus discpulos lo que tena en el taller, un cmulo de

    objetos entre los que figuraba la serpiente que ya os mencion. A veces apareca una

    calavera sobre la mesa, o bien eran bolas de plata o algn takatsuki adornado con motivos

    demaki- e , que formaban parte de la extensa variedad de objetos extravagantes que,

    segn lo exiga el cuadro que pintaba, iban sirviendo como modelo. Lo raro era que no se

    supiera dnde guardaba todo ese arsenal de rarezas cuando no lo utilizaba. Es probable que

    la creencia de que Yoshihide tena un pacto con el Dios de la Suerte y de la Fortuna tuviera

  • 17

    su origen en misterios como ste. El discpulo observaba con temor el ave de orejas de gato,

    mientras tomaba el alimento, y pens que se la utilizara en la ilustracin del Biombo.

    Pregunt respetuosamente si deseaba algo, pero Yoshihide, como si no lo oyera, se lami

    los rojos labios y sealndole el ave con el mentn, le dijo: - Qu le parece? Verdad que

    est domesticado? - Qu clase de ave es?- pregunt el discpulo-. Es la primera vez que

    veo un pjaro semejante. El discpulo observaba con temor el ave de orejas de gato. Con

    sonrisa burlona, Yoshihide replic: - Cmo, dice que nunca lo vio? La gente de la ciudad

    no sabe nada. Esta ave se llama mimizuku ; me la trajo un cazador hace tres das de

    Kurama. Pero amaestrada como sta no debe haber muchas. Y diciendo esto, al ver que

    haba terminado de comer la carne, levant la mano lentamente y acarici el lomo del ave

    de abajo hacia arriba. Como si esto fuera una orden, el ave lanz un graznido corto y agudo,

    y alzando vuelo atac sorpresivamente al discpulo en el rostro. Si en ese momento el

    muchacho no se hubiese cubierto con la manga del kimono, es seguro que habra recibido

    ms de dos rasguos. Intent espantarla, pero sta, revoloteando y lanzando chillidos

    siniestros, renov el ataque... Olvidado de la presencia del maestro y atento tan slo a

    defenderse, el discpulo, levantando o agachando el cuerpo, corra despavorido por la

    pequea habitacin.

    El ave segua todos sus movimientos, acechndolo para atacarlo directamente a los ojos. En

    cada embestida bata las alas furiosamente; aquello tena algo de macabro que produca un

    malestar indefinible, como el olor de las hojas muertas o las salpicaduras de las cascadas, o

    como el agrio aroma del sarusake . Al decir del discpulo, crea hallarse sumergido en un

    valle solitario, y hasta la luz mortecina de la lmpara le pareci el plido reflejo de la luna.

    33 Especie de bandeja con cuatro patas cortas.

    34 Pintura sobre objetos de laca, que se realiza empleando polvo de oro y plata.

    35 Buho con cuernos.

    36 Licor que se produce por las frutas que guardan los monos en los huecos de los rboles.

    Pero, aunque horrorizado por el ataque del ave, lo que estremeci al muchacho fue ver

    cmo el maestro, con pasmosa tranquilidad, se deleitaba reproduciendo el terrible

    momento. Por un instante crey que morira en manos de Yoshihide.

  • 18

    CAPTULO DECIMOPRIMERO

    Era lgico suponer que el maestro podra ocasionar la muerte de su discpulo, puesto que lo

    haba llamado con la expresa intencin de pintar una escena framente planeada por l,

    adiestrando de antemano al pajarraco. Esto lo vio claramente el joven cuando comprendi

    su situacin, y volvi a cubrirse el rostro con las mangas del kimono para defenderse del

    asedio. Grit algo ininteligible y se acurruc en un rincn del cuarto al lado de la puerta

    corrediza. En ese momento, Yoshihide grit a su vez y pareci que se haba levantado,

    mientras el batir de alas se haca ms intenso, seguido de un estrpito de objetos rotos.

    Volvi a alarmarse el discpulo, y cuando trat de ver se encontr con el taller a oscuras y

    el maestro llamando furiosamente a los otros discpulos.

    Instantes despus se oy una voz y apareci alguien con una lmpara en la mano. A la luz

    intensa se vio un cuadro desastroso; el aceite de la otra lmpara se haba derramado por el

    piso, y el ave, con las plumas empapadas en el lquido, se debata afanosamente. Yoshihide

    contemplaba la escena con espanto desde el lado opuesto de la mesa, mientras mascullaba

    frases ininteligibles. No era para menos; una vbora negra se haba enroscado al ave,

    apresndole el cuello y una de las alas. Posiblemente el discpulo, al agacharse, haba

    volcado la tinaja donde estaba la serpiente, y cuando el ave quiso atraparla se haban

    trabado en lucha. Los dos discpulos se miraron estupefactos, y por un instante

    contemplaron asombrados el extrao espectculo, pero se apresuraron a saludar al maestro

    y a retirarse del taller. De cmo termin el duelo entre el ave y la serpiente, nadie supo

    decir nunca nada.

    Incidentes de esta especie continuaron sucedindose. Haba olvidado deciros que cuando

    fue encargada a Yoshihide la ejecucin del cuadro estbamos a principios de otoo, y como

    la extraa conducta del maestro dur hasta finalizar el invierno, durante este perodo los

    discpulos vivieron en un temor constante. Al fin del invierno, algo pareci dificultar la

    labor de Yoshihide. Se torn ms sombro y cada da hablaba con mayor irritacin. Al

    mismo tiempo, y cuando pareca concluido, el cuadro qued paralizado. No slo no haba

    adelantado el trabajo, sino que hasta pareca haber borrado algunas partes.

    Pero nadie saba qu parte de la obra era la que no poda terminar, ni nadie se preocup por

    saberlo. Los discpulos, hastiados ya de la conducta del maestro, no quisieron acercrsele;

    era como compartir la jaula con un tigre o un lobo.

  • 19

    CAPTULO DECIMOSEGUNDO

    En realidad, nada especial puedo contaros sobre lo que aconteci durante ese tiempo.

    Podra agregar, eso s, que el caprichoso anciano se haba vuelto muy sentimental, y cuando

    estaba solo lloraba silenciosamente. Cierto da, un discpulo deba llegar hasta el jardn, y

    all encontr al maestro con los ojos llenos de lgrimas, contemplando distradamente el

    cielo primaveral. Al verlo as, el discpulo se sinti inexplicablemente avergonzado y se

    alej rpidamente. No os parece sugestivo que ese arrogante artista, que para pintar el

    Crculo de los Cinco Destinos haba dibujado tranquilamente los cadveres del camino,

    empezara de pronto a llorar como un nio porque no consegua un efecto para el Biombo

    del Infierno?

    Mientras Yoshihide se entregaba con ardor a la creacin del Biombo, la hija se volva cada

    vez ms taciturna, a tal punto que nosotras mismas llegamos a ver huellas de lgrimas en

    sus ojos. En esa muchacha de rostro lnguido, de tez blanca y de aire modesto, el estar triste

    pareca tornar sus pestaas ms espesas sombrendole los ojos y acentuando aun ms su

    abatimiento. Al principio se pens que obedecera a una lgica preocupacin por su padre,

    a quien profesaba tanto cario, o bien que estara enamorada; pero con el tiempo la gente lo

    atribuy a que el seor de Horikawa le habra exigido que se le entregase. Cuando esta

    versin se generaliz, ya nadie habl ms de ella.

    En ese tiempo ocurri algo que pasar a referiros.

    Una noche, a hora muy avanzada iba yo por un corredor, cuando de algn lado salt

    sorpresivamente el mono Yoshihide, y empez a tirarme de la falda del kimono. Era una

    tibia noche de luna, en la que empezaba a insinuarse el aroma de los ciruelos en flor.

    Bajo la luz de la luna me asombr ver al mono chillar como enloquecido, arrugando la

    nariz y mostrando sus blancos dientes. Confieso que en ese momento sent algn miedo, y

    temerosa de que me rasgara el kimono nuevo, al principio pens darle un puntapi, pero me

    acord de aquel samurai que lo haba maltratado; por otra parte, la actitud del mono era

    bien extraa y me dej conducir unos pasos sin pensar en nada preciso.

    Al llegar a un ngulo del corredor desde donde se dominaba el amplio jardn con su fuente

    resplandeciente bajo la luz de la luna, vinieron a mis odos unos ruidos ligeros como de

    personas que lucharan en silencio. Hall inslito este ruido repentino en medio de aquella

    quietud, quebrada slo por el chasquido de los peces en la fuente. Me detuve, y al

    acercarme a la puerta corrediza de donde provena, escuch con atencin para ver si se

    trataba de ladrones, en cuyo caso pensaba enfrentarlos decididamente.

  • 20

    CAPTULO DECIMOTERCERO

    Al mono pareca resultarle demasiado lento mi proceder, y comenz a dar saltos a mi

    alrededor lanzando sus agudos chillidos. De pronto, se encaram en mis hombros. Quise

    evitarlo y apart instintivamente el cuello para eludir sus uas, pero l se me aferr a la

    manga del kimono para evitar su cada. Perd el equilibrio, y al trastabillar golpe con la

    espalda en la puerta corrediza. No quedaba otro recurso: me puse en accin.

    Abr rpidamente la puerta y me dispuse a penetrar en el oscuro recinto hasta donde no

    llegaba la luz de la luna. Pero en ese instante algo obstaculiz mi visin... Mejor dicho, me

    sorprendi una mujer que sala corriendo del cuarto y que en su precipitacin tropez con

    algo y cay de rodillas. Jadeante, me mir atemorizada, como si encontrara terrible mi

    presencia.

    Que esa persona era la hija de Yoshihide no creo necesario aclararlo; aunque esa noche la

    encontr totalmente distinta y convertida en una mujer atractiva. Tena un brillo particular

    en los ojos y el rostro se adivinaba encendido. El desorden en las faldas del kimono le

    confera una voluptuosidad contraria, a su modalidad casi infantil. Era sta la modesta y

    frgil muchacha de siempre?... Apoyndome en la puerta corrediza, y oyendo an los pasos

    nerviosos de alguien que se alejaba, observ a la hermosa muchacha a la claridad de la

    luna; mis ojos, al mirarla, le preguntaban quin era esa persona.

    La hija del pintor apret los labios y sacudi la cabeza en un gesto lleno de angustia. No me

    quedaba duda de que era presa de una gran contrariedad.

    Me acerqu a su odo y le pregunt en voz baja:

    - Quin es?

    Mas la joven hizo un signo negativo con la cabeza y no habl. Las lgrimas le humedecan

    las pestaas y un rictus de amargura se dibujaba en su boca.

    Comprenderis que soy de esas personas que nada comprenden fuera de lo que ven, de

    modo que tampoco en este caso pude deducir exactamente lo que haba sucedido. Nada

    poda decir a la joven puesto que ella callaba; por un largo rato permanec de pie, a su lado,

    como para escuchar mejor el acelerado latir de su corazn. Al mismo tiempo, tuve una

    sensacin de culpa y me arrepent de mi insistencia.

    No recuerdo exactamente el tiempo que haba transcurrido cuando atin a cerrar la puerta.

    Entonces me dirig con amabilidad a la muchacha, que ya estaba ms tranquila, y la inst a

  • 21

    que volviese a su habitacin. Regres por el corredor un poco avergonzada y con un peso

    en mi conciencia, al saber que haba sido testigo de algo que no me concerna, y me asalt

    un temor irracional. No haba andado diez pasos cuando sent que alguien tiraba

    tmidamente de mis faldas. Quin pensis que era? Nada menos que el mono, que

    haciendo gestos como si fuera una persona, inclinaba la cabeza repetidas veces haciendo

    sonar el cascabel de oro que llevaba al cuello.

    CAPITULO DECIMOCUARTO

    Unos quince das despus de aquella noche, Yoshihide se present en palacio y solicit una

    audiencia al seor de Horikawa. A pesar de pertenecer Yoshihide a una casta muy inferior,

    en razn de las circunstancias especiales que ya conocemos, el seor le concedi

    gustosamente una entrevista, si bien no tena por costumbre hacerlo, cualquiera fuese la

    persona que lo solicitara.

    El pintor vesta el kimono de siempre y un gastado sombrero; era evidente que estaba

    preocupado y de mal humor. Salud al seor con reverencia y dijo:

    - El Biombo del Infierno que me habis encargado ya se encuentra casi concluido pues he

    trabajado con sostenido empeo por espacio de muchos das.

    - Os congratulo por vuestro esfuerzo. Me siento satisfecho.

    No s por qu, la voz del seor me pareci dbil y poco entusiasta.

    - No merezco ninguna felicitacin- dijo el pintor, con la cabeza inclinada y gesto hosco-.

    Falta poco para que est terminado, pero hay una sola parte que no consigo lograr.

    - Cmo? Hay algo que no consegus pintar?

    - Os lo digo. En general me es difcil pintar lo que no veo. Y aunque llegase a pintarlo,

    nunca resultara bueno, lo cual equivale a decir que no lo puedo pintar.

    Al escuchar estas explicaciones, el seor de Horikawa sonri irnicamente.

    - Queris decir que para pintar el Infierno tendrais que estar viendo el mismo Infierno?

  • 22

    - Exactamente. El ao pasado pude presenciar un voraz incendio, cuyas violentas llamas

    eran comparables a las del Infierno; por eso me fue posible pintar el Yojiri-Fud . Vos ya

    conocis esa obra.

    - Pero cmo representaris las almas condenadas y los guardianes del Infierno?

    37 Uno de los Acalanatha, deidad budista especialmente reverenciada en el budismo

    esotrico japons como protectora de la fe.

    - Ya he visto, seor, a hombres atados con cadenas. Tambin tuve ocasin de pintar a una

    persona defendindose del ataque de un ave de rapia. Os puedo decir que ya conozco los

    tormentos de los condenados. Respecto de los guardianes... Yoshihide sonri

    maliciosamente -, a los guardianes los he visto varias veces en mis sueos. Algunos con

    cabeza de toro otros de caballo; los haba con tres cabezas, seis brazos y seis piernas. Esos

    demonios golpeaban las manos sin hacer ruido, abran la boca sin emitir sonido alguno y

    aparecan casi todas las noches para torturarme. Pero lo que yo deseo y no consigo es

    independiente de todo esto.

    El seor pareca sorprendido. Por un instante mir el rostro de Yoshihide con irritacin, y

    frunciendo el ceo le pregunt secamente:

    - Entonces, cul es el motivo que no podis pintar? CAPTULO DECIMOQUINTO

    - Tengo pensado, seor, pintar en el centro del biombo un biroge cayendo del cielo.

    Dicho esto, levant los ojos por primera vez y los detuvo en el seor. Se haba hablado con

    harta insistencia de que cuando se trataba de su arte los ojos de Yoshihide adquiran un

    brillo especial.

    En esa ocasin pude confirmarlo: su mirada era diablica. Prosigui:

    - En el interior de la carroza, habr una noble dama, con los cabellos revueltos y

    debatindose entre las llamas infernales. Tendr una expresin de terror, mirando el techo y

    procurando protegerse con la cortina para que no la alcancen las chispas. Alrededor de ella

    me gustara hacer revolotear diez o veinte pjaros fantsticos. Ay! Esta es la escena que

    no puedo lograr!...

  • 23

    Por algn motivo que no alcanc a comprender, el seor pareci entusiasmarse. Su

    enigmtica sonrisa incitaba al pintor a extenderse en sus visiones.

    Y ya con los labios temblorosos y como dominado por un fuego interior, prosigui

    ensimismado:

    - No puedo pintar eso...

    Repiti de nuevo lo que ya haba dicho y, sbitamente, exclam con vehemencia:

    - Os ruego, seor, hagis que se queme una carroza delante de mis ojos. Y si fuera posible,

    dentro de la carroza... - se interrumpi bruscamente.

    El seor de Horikawa sinti un estremecimiento y su noble rostro se ensombreci. De

    pronto estall en una carcajada, y sin dejar de rer, respondi:

    - Seris complacido en todos vuestros deseos. No os aflijis ms, os lo ruego.

    Al or estas palabras en boca del seor tuve el vago presentimiento de que algo funesto

    habra de ocurrir. Pareca haberse contagiado de la locura de Yoshihide. As lo cre al ver

    sus labios

    38 Carroza antigua que usaban en la corte los nobles de las ms altas jerarquas. Se

    adornaba con hojas de palmera.

    Tras un breve silencio, el seor lanz de nuevo una siniestra carcajada, como si algo le

    hubiera estallado adentro:

    - Pondr fuego a la carroza; tendris tambin a la bella dama vestida lujosamente en su

    interior; no dudo de que solamente siendo el mejor pintor del pas pudisteis pensar en pintar

    a esa mujer sufriendo entre llamas voraces y asfixiada por el negro humo... Os felicito, os

    felicito...

    Yoshihide empalideci sbitamente y comenz a mover los labios con nerviosidad; pero

    eso slo dur un instante. Luego inclin el rostro, y como si sus msculos se hubieran

    relajado repentinamente, dijo respetuoso y con voz apagada:

    - Os agradezco la merced.

  • 24

    Quiz Yoshihide comprendi lo horrible de su idea a travs de las palabras del seor, y eso

    habra hecho cambiar su actitud. Aquella fue la nica vez que sent alguna compasin por

    Yoshihide.

    CAPTULO DECIMOSEXTO

    Pasados tres das, el seor de Horikawa llam por la noche a Yoshihide y, fiel a su

    promesa, incendi una carroza en su presencia. Naturalmente, esto no poda hacerse en el

    palacio de los Horikawa; se eligi como escenario una antigua residencia que haba

    pertenecido a la hermana del seor, situada en las afueras de la ciudad.

    Hacia mucho tiempo que la vieja residencia haba sido abandonada, y era en el inmenso

    jardn donde resultaban ms visibles los estragos del tiempo. El aspecto abandonado haba

    dado origen a rumores sobre la aparicin del espritu de la difunta hermana del seor, y se

    deca que en las noches sin luna, vistiendo una extraa falda de color rojo encima del

    kimono, recorra los largos corredores sin rozar el piso...

    Os puedo asegurar que este rumor no era del todo inverosmil si se piensa que aun en pleno

    da el sitio es de los ms desolados de la regin, y cuando se pone el sol, el agua de la

    fuente suena lgubremente y las garzas que cruzan el espacio estrellado se parecen a

    sombras monstruosas.

    Era una noche oscura sin luna. A la luz de los faroles el seor, vistiendo el atavo de color

    amarillo plido que usa la alta nobleza, con el escudo violeta grabado en relieve sobre el

    kimono, ocupaba en la terraza un asiento especial, del que se destacaban los bordes del

    almohadn forrado en seda blanca. Creo innecesario aadir que en torno de l haba unas

    seis personas destinadas a su custodia. De un modo especial se destacaba la figura de un

    samurai, que despus de la batalla de Michinoku, en la que a causa del hambre se haba

    visto forzado a comer carne humana, haba adquirido tal fortaleza que poda quebrar las

    astas de un ciervo vivo. Tenla puesto al parecer el haramaki y llevaba la katana al modo

    kamomejiri, o sea con la punta hacia arriba. Permaneca sentado gravemente al lado del

    amo. Los circunstantes formaban un cuadro fantasmagrico, entrevisto slo fugazmente a

    la luz movediza de los faroles agitados por el viento.

  • 25

    La parte superior de la carroza que se encontraba en el jardn se perda en la oscuridad,

    tena las varas apoyadas en una especie de mesa, y sus ornamentos de oro refulgan como

    estrellas. El hecho de ser primavera no evitaba el escalofro que provocaba la escena.

    El carruaje luca una pesada cortina azul profusamente adornada, que no dejaba ver su

    interior, y prximos se hallaban, estratgicamente situados, los sirvientes con las antorchas

    39 Tela que envolva por debajo de las ropas la regin abdominal.

    Un poco ms apartado, sentado delante de la residencia, se vea a Yoshihide; vesta las

    ropas de costumbre, probablemente de color ocre, ajadas.

    Pareca ms pequeo e insignificante que nunca, como aplastado por el inmenso cielo

    estrellado.

    Detrs haba otro hombre tocado con momieboshi, sin duda un discpulo. Como ambos se

    hallaban en la penumbra y distantes de la terraza en que yo me encontraba, no poda

    distinguir el color de sus vestidos.

    CAPTULO DECIMOSPTIMO

    Se acercaba la medianoche. Las sombras que envolvan el jardn se hacan cada vez ms

    espesas y parecan sofocar la respiracin; oase el leve murmullo del viento trayendo el olor

    de la resina de las antorchas. El seor de Horikawa observ un instante ms el extrao

    cuadro y luego, adelantndose, grit con voz sonora:

    - Yoshihide!

    Este contest algo, pero slo fue una exclamacin.

    - Yoshihide! Esta noche incendiar la carroza, como me lo habis pedido.

  • 26

    Y mir de soslayo a los guardianes. Pudo ser una ilusin, pero me pareci ver que el seor

    y esos hombres cambiaban sonrisas de inteligencia.

    - Observad bien. Esta carroza, como sabis, es la que siempre acostumbro usar. Dentro de

    un instante ordenar que le prendan fuego, y os mostrar las llamas del Infierno.

    Dicho esto el seor mir de nuevo a los guardianes, y prosigui en tono spero.

    - Dentro de la carroza se ha atado a una mujer.

    Al arder el carruaje, esa mujer perecer, sufriendo los tormentos del Infierno. Se quemarn

    su carne y sus huesos: ser el modelo exacto que necesitis para terminar el Biombo. No

    perdis detalle cuando se derrita su carne, blanca como la nieve. Tampoco dejis de ver

    cmo los negros cabellos se transforman en chispas y se elevan hacia el cielo.

    El seor se interrumpi; una sonrisa silenciosa le sacuda los hombros.

    - Ser un espectculo nunca visto -dijo-. Yo tambin estar presente. Vosotros, apartad la

    cortina para que pueda verse a la mujer.

    Uno de los sirvientes se acerc a la carroza, y mientras con una mano sostena la antorcha

    levant con la otra la cortina. La antorcha, crepitando, pareci arder con ms fuerza en ese

    instante; y cuando ilumin el reducido interior de la carroza, se vio a una mujer que pareca

    atada en forma brutal. Esa mujer... Quin no la reconocera? Sobre el lujoso kimono de

    ceremonia de las damas de la corte, bordado con motivos de cerezos, caan sus largos

    brazos y negros cabellos adornados con sashi de oro que despeda intensos destellos. Esa

    mujer, que aquella noche luca atavos tan distinguidos y haba sido atada y amordazada,

    esa pequea mujer de perfil modesto y triste, era la hija de Yoshihide. Al reconocerla

    ahogu un grito.

    En ese momento, el samurai que tena adelante de m se levant rpidamente, y con la

    mano en la katana mir a Yoshihide. Sorprendida, mir a mi vez en esa direccin y vi cmo

    Yoshihide, seguramente sobrecogido de espanto por lo que acababa de ver, se haba

    levantado de un salto y agitando los brazos intentaba correr hacia el carruaje. No le vi

    ninguna expresin, debido a la oscuridad y a la distancia.

    Esta escena dur contados segundos. Un violento resplandor ilumin a Yoshihide -que

    pareca flotar atrado por una fuerza invisible-, y mostr la palidez mortal de su rostro.

  • 27

    La carroza ya era presa de las llamas cuando Yoshihide quiso correr en auxilio de su hija.

    El seor haba dado la orden, y los sirvientes haban arrojado las antorchas dentro de la

    carroza.

    40 Adorno de metal para el peinado.

    CAPTULO DECIMOOCTAVO

    El fuego se propag rpidamente. Los flecos violceos que bajaban del techo ardieron de

    un solo golpe, y por debajo de ellos sala un humo blanquecino, mientras las cortinas, las

    mangas del kimono y los adornos metlicos del cielorraso se consuman con increble

    rapidez. El espectculo era alucinante. Las llamas se alzaban al cielo y lo tean de rojo,

    semejantes a una bola de fuego que al caer estallara en mil fragmentos. Yo haba gritado un

    momento antes, pero viendo ahora el irreparable siniestro no hall otro consuelo que

    contemplarlo, aturdida y desconcertada.

    Pero ese padre, Yoshihide... No podr olvidar la expresin de su rostro. Su primer impulso

    fue precipitarse a la carroza, y al estallar el fuego qued paralizado, con las manos en alto.

    Con ojos despavoridos escrut la carroza en llamas; al resplandor del fuego pude ver hasta

    la raz de la barba en aquel rostro apergaminado y sombro. Los ojos desorbitados, los

    labios apretados y los msculos de la cara contrayndosele nerviosamente reflejaban su

    miedo, su infinita angustia y un inmenso estupor ante la espeluznante escena. Ni el reo

    cuando es decapitado, ni el asesino cuando comparece ante los Reyes del Infierno

    mostraran tanto horror y padecimiento. Hasta el famoso samurai que ya os cit, palideci a

    la vista de aquel hombre, y dirigi una tmida mirada al amo.

    Pero ste, a su vez con los labios apretados y sonriendo a intervalos con sarcasmo, no

    apartaba la vista del carruaje. Y en medio de las llamas... Ay! No tengo fuerzas para daros

    los detalles del suplicio. La blancura de su rostro ahogado por el humo, los largos cabellos

    en desorden arrebatados por las llamas y sus hermosas ropas ardiendo como una tea...

    Imposible concebir una visin ms despiadada. Sobre todo, cuando el viento ces por un

    instante, el humo se desplaz hacia el lado opuesto a donde nos hallbamos, y pudimos ver

    con verdadero horror cmo en medio de esa hoguera, que pareca despedir chispas de oro,

    agonizaba una bella criatura forcejeando dolorosamente por quitarse las cadenas de su

    cuerpo. El espectculo mostraba con elocuencia los tormentos del Infierno. Un

    estremecimiento nos sacudi a todos.

  • 28

    En ese momento, como si el viento hubiese renovado su intensidad, vimos un remolino en

    las copas de los rboles agitados de pronto por una rfaga o un ruido extrao. Sbitamente,

    una bola negra se desprendi del techo y volando, o corriendo, pero sin tocar el suelo, se

    arroj al carruaje en llamas. Salt por entre las rejas ardientes a los hombros de la joven,

    lanzando un agudo grito de desesperacin, y su eco dolorido se prolong como un lamento

    detrs de la humareda. Una exclamacin de espanto brot de todas las gargantas: era el

    mono, que haba quedado atado en el palacio de los Horikawa y que acaba de cruzar el

    cerco de fuego para prenderse a los hombros de la infeliz muchacha.

    CAPTULO DECIMONOVENO

    Pero slo fugazmente pudo verse el animal. El fuego estall en sonora lluvia de chispas, y

    el mono y la muchacha se perdieron en el seno de una negra nube. En medio del jardn, la

    carroza refulga devorada por las llamas crepitantes. Ms que una carroza ardiendo pareca

    una espiral de fuego evolucionando con estrpito hacia el cielo oscuro.

    Yoshihide se hallaba de pie ante la columna ardiente. Qu caso tan extrao! El mismo que

    momentos antes viramos sufrir como arrojado en el mismo Infierno, daba ahora muestras

    de un jbilo incontenible. Estaba fascinado, y sin reparar en la presencia del seor,

    contemplaba extasiado la macabra escena, ajeno al tormento de su hija. Pareca enajenado

    por la violenta llamarada y el suplicio de la desdichada.

    Pero lo extrao no resida en esta brbara actitud; por encima de ella se notaba que ese

    hombre insignificante haba adquirido un aire de soberbia y de poder semejante al que

    simbolizan los leones de los sueos . Quiz por eso las numerosas aves ahuyentadas por el

    fuego parecan evitar el sombrero de Yoshihide. Probablemente hasta los pjaros haban

    presentido esa extraa majestad que pareca ceirlo como en una aureola de inmortalidad, y

    se mostraban sobrecogidos por su actitud.

    Todos nosotros, conteniendo el aliento, sentamos el irresistible hechizo de esa alegra

    incontenible, y creamos estar en presencia de un Buda milagroso. No podamos dejar de

    mirarlo. Las llamas tiendo de rojo la negra espesura de la noche, Yoshihide en arrobada

    contemplacin. Era un cuadro solemne y excitante.

    El seor de Horikawa se haba transformado: intensamente plido, despeda espuma por la

    boca, apretaba fuertemente las rodillas bajo el vestido violeta, jadeaba como una bestia

    sedienta.

  • 29

    41 El len era considerado animal mitolgico por los antiguos japoneses. En los sueos

    simbolizaba el poder invencible.

    CAPTULO VIGSIMO

    Ignoro quin pudo lanzarla, lo cierto es que la noticia de que el seor haba quemado su

    carroza en los jardines de Yukige, se propag por toda la ciudad y dio origen a las ms

    variadas conjeturas. Lo primero que se preguntaban era el por qu de esa muerte tan

    horrible para la hija del pintor.

    La mayora opinaba que poda ser en venganza por no haber podido conquistar su amor.

    Creo, no obstante, que si el seor de Horikawa lleg a cometer esa enormidad, lo hizo con

    la expresa intencin de que sirviera a Yoshihide de ejemplar castigo. Esto lo escuch una

    vez de los propios labios del seor.

    Tambin se le criticaba a Yoshihide su alma endurecida, ya que pretenda continuar el

    Biombo pese a haber causado la muerte de su propia hija. No faltaban quienes lo

    maldecan, y no lo distinguan de una bestia, por haber confundido los alcances de su amor

    de padre. El Szu Yokawa se contaba entre los que as pensaban, y sola decir al respecto: "

    Aunque sea un gran artista, desde que olvida los cinco deberes del hombre, no merece otro

    destino que el Infierno eterno"

    Un mes despus el Biombo estuvo terminado. Yoshihide lo llev a palacio para someterlo

    al juicio del seor. Se hallaba presente el Szu Yokawa, quien al ver la obra qued

    estupefacto; todo el horror de una tempestad de fuego vibraba en la superficie con increble

    fidelidad. El Szu, que habitualmente menospreciaba a Yoshihide, frente al Biombo no

    pudo menos que exclamar: "Magnfico!" Estaba maravillado. Recuerdo tambin la amarga

    sonrisa del seor al escuchar el elogio.

    Desde que concluy el cuadro nadie, por lo menos en palacio, se atrevi a hablar mal de

    Yoshihide. Era comprensible que cuantos vean el Biombo, aunque sintieran aversin por el

    autor, se impresionaran por tan extremado realismo.

    Pero cuando su obra comenzaba a ser la admiracin de todos, Yoshihide dej de pertenecer

    a este mundo. A la noche siguiente de terminar el biombo se suicid en su propia

    habitacin, ahorcndose con una cuerda. Acaso le result insoportable sobrevivir a la hija

    que tanto haba amado.

  • 30

    42 Los cinco deberes consisten en respetar las relaciones entre soberano y sbdito, padre e

    hijo, marido y mujer, joven y anciano, y por ltimo, entre amigos. Tambin las cinco

    virtudes: caridad, honradez, gratitud, inteligencia y confianza.

    El cuerpo del pintor fue sepultado en los fondos de su casa. De la pequea tumba, azotada

    por el viento y las lluvias, ha de quedar una lpida borrosa sobre las piedras cubiertas de

    musgo.

    ( ESCRITO EN ABRIL DE 1918.)