AL13648 La guitarra azul Int - · PDF fileyo —ten la impresión de que todo mundo ... bajo es lo único ... con una potente retaguardia —imaginad la curvada y agra-_La guitarra

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  • La guitarra azul

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  • ALFAG

    UA

    RA John Banville

    La guitarra azulTraduccin del ingls de Nuria Barrios

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  • Ttulo original: "e Blue Guitar

    Primera edicin en castellano: enero de 2016

    John Banville, 2015

    2016, de la presente edicin en castellano para todo el mundo:

    Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. U.

    Travessera de Grcia, 47-49. 08021 Barcelona

    2016, Nuria Barrios, por la traduccin

    Los editores agradecen la ayuda econmica delIreland Literature Exchange (fondos para la traduccin), Dubln, Irlanda

    [email protected]

    Diseo: Proyecto de Enric Satu

    Imagen de cubierta: David et Myrtille

    Penguin Random House Grupo Editorial apoya la proteccin del copyright.

    El copyright estimula la creatividad, de*ende la diversidad en el mbito de las ideas y el conocimiento,

    promueve la libre expresin y favorece una cultura viva. Gracias por comprar una edicin autorizada

    de este libro y por respetar las leyes del copyright al no reproducir, escanear ni distribuir ninguna

    parte de esta obra por ningn medio sin permiso. Al hacerlo est respaldando a los autores

    y permitiendo que PRHGE contine publicando libros para todos los lectores.

    Dirjase a CEDRO (Centro Espaol de Derechos Reprogr*cos, http://www.cedro.org)

    si necesita fotocopiar o escanear algn fragmento de esta obra.

    Printed in Spain Impreso en Espaa

    ISBN: 978-84-204-1364-8

    Depsito legal: B-21639-2015

    Impreso en Unigraf, S. L., Mstoles (Madrid)

    A L 1 3 6 4 8

    El papel utilizado para la impresin de este libro ha sido fabricado a partir de madera procedente

    de bosques y plantaciones gestionadas con los ms altos estndares ambientales, garantizando

    una explotacin de los recursos sostenible con el medio ambiente y bene*ciosa para las personas.

    Por este motivo, Greenpeace acredita que este libro cumple los requisitos ambientales y sociales

    necesarios para ser considerado un libro amigo de los bosques. El proyecto Libros amigos

    de los bosques promueve la conservacin y el uso sostenible de los bosques,

    en especial de los Bosques Primarios, los ltimos bosques vrgenes del planeta.

    Papel certi*cado por el Forest Stewardship Council

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  • Las cosas como soncambian en la guitarra azul.

    Wallace Stevens

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  • I

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  • Llamadme Autlico. Bueno, no, mejor no. Aun-que, al igual que ese triste payaso, sea un recolector de bagatelas. Que es una manera elegante de decir que robo. Siempre lo he hecho, hasta donde alcanza mi memoria. Puedo asegurar con justicia que fui un nio prodigio en el bello arte del hurto. Es mi vergonzoso secreto, uno ms de mis vergonzosos secretos, de los que no me siento, sin em-bargo, tan avergonzado como debera. No robo por lucro. Los objetos, las cosas de las que me apropio ese es un bonito verbo, formal y remilgado son por lo general de escaso valor. A menudo sus dueos ni siquiera los echan en falta. Eso me molesta, me suscita dudas. No pretendo decir que deseara ser descubierto, pero s que la prdida fuera notoria; es importante que sea as. Importante para m, quiero decir, y para la magnitud y legitimidad de... cmo decirlo? De la proeza. El esfuerzo. El acto. Os pre-gunto: qu sentido tiene robar si nadie percibe que algo ha sido robado?

    En otro tiempo pintaba. Esa era mi otra pasin, mi otra inclinacin. En otro tiempo fui artista.

    Ja! La palabra que he escrito primero no ha sido artista, sino carterista. Un lapsus. Un desliz. Acertado en cualquier caso. Fui artista y ahora soy ladrn. Ja.

    Debera detenerme antes de que sea demasiado tarde. Pero ya es demasiado tarde.

    Orme. Ese es mi nombre. A algunos de vosotros, amantes del arte, enemigos del arte, tal vez os suene de tiempos pasados. Oliver Orme. Oliver Otway Orme, para

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    ser precisos. OOO. Un disparate. Podran colgarlo sobre la puerta de una casa de empeos*. Otway, por cierto, en honor a la calle anodina donde mis padres iniciaron su vida como pareja cuando eran jvenes y donde muy pro-bablemente me concibieron. Orme es un buen nombre para un pintor, no es cierto? Un nombre de artista. Que-daba bien en la esquina inferior derecha del lienzo, discre-tamente diminuto pero sin que fuese posible no advertir-lo: la O, el ojo de un bho; la r, con un aire art nouveau y ms similar a la tau griega; la m, unos hombros conto-nendose con alegre regocijo; la e como... Buf, no s como qu. O s, s lo s: como el asa de un orinal. Ah me tenis. Orme, el magistral pintor que ya no pinta nada.

    Lo que quiero contar es

    Hoy hay tormenta, los elementos andan enfureci-dos. Violentas rfagas de aire golpean la casa, hacen estreme-cer sus antiguas vigas. Por qu razn ese tiempo me recuer-da siempre mi infancia? Por qu me hace sentir como si hubiese regresado al pasado, el pelo rapado, los pantalones cortos, un calcetn cado? Se supone que la infancia es una poca dorada, pero la ma parece haber sido un largo oto-o con el temporal zarandeando las grandes hayas que se levantan en la parte trasera de esta vieja casa del guarda, igual que sucede ahora mismo, los grajos sobrevolando las hayas en azarosos crculos, como fragmentos carbonizados de una hoguera, y el ltimo y clido destello del ocaso en el horizonte. Es ms, estoy harto del pasado, de desear estar all y no aqu. Cuando me encontraba all, no vea el mo-mento de escapar de mis grilletes. Estoy cerca de los cin-cuenta y me siento como si tuviera cien, cargado de aos.

    * El smbolo de las casas de empeos en numerosos pases son tres esferas col-gadas de una barra curva. (N. de la T.)

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    Lo que quiero contar es lo siguiente: he tomado una decisin, estoy resuelto a capear el temporal. El inte-rior. No me encuentro bien, est claro. Me siento como un despertador al que un durmiente enfurecido, alguien en-furecido porque le han sacado de su sueo, hubiese propi-nado tal golpe que todos los resortes y ruedecillas se hubie-ran soltado. Estoy totalmente desvencijado. Debera ir a Marcus Pettit para que me reparara. Ja, ja, ja.

    Ya se habrn dado cuenta de mi ausencia al otro lado del estuario. Se estarn preguntando dnde he ido a parar eso mismo me pregunto yo, sin imaginar lo cer-ca que me encuentro. Polly se hallar en un estado deplo-rable, sin nadie con quien poder hablar y en quien confiar, sin nadie a quien acudir en busca de consuelo excepto Marcus, cuyo consuelo es dudoso que pida, dada la situa-cin. Ya la echo de menos. Por qu me fui? Porque no po-da quedarme. La imagino en su diminuto saln sobre el taller de Marcus, acurrucada frente a la chimenea en la turbia luz de esta tarde de finales de septiembre, las rodi-llas brillantes por las llamas y las espinillas moteadas de fi-guras romboidales. Estar mordisquendose inquieta la comisura de la boca con esos pequeos y afilados dientes que siempre me recuerdan trocitos de brillante azcar en el pudin de Navidad. Ella es, fue, mi adorado pudin. Y me planteo una vez ms: por qu me march? Menuda pre-gunta. S por qu me fui, s muy bien por qu y debera abandonar esta farsa de que no lo s.

    Marcus estar en el taller, en su banco. Tambin me lo imagino a l: con su chaleco de cuero, concentrado y res-pirando apenas, la lente de joyero encajada en la cuenca del ojo, manejando sus diminutos instrumentos, que en mi fantasa se convierten en un escalpelo y un frceps de acero, diseccionando un Patek Philippe. Aunque es ms joven que yo tengo la impresin de que todo el mundo es ms jo-ven que yo, su pelo ha empezado a clarear y a encanecer

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    y, veis, ahora le cae en livianos mechones a ambos lados del estrecho y virtuoso rostro inclinado, agitndose con cada espiracin suya, agitndose leve, muy levemente. Hay algo en l que recuerda al Durero del andrgino autorre-trato de tres cuartos con los tirabuzones leonados, la boca como un capullo de rosa y esa desconcertante mirada se-ductora. En el futuro, tal vez recuerde a uno de los Cristos dolientes de Grnewald.

    El trabajo, Olly me dijo con tristeza, el tra-bajo es lo nico que me distrae de mi agona.

    Esa es la palabra que utiliz: agona. Me son ex-trao incluso en aquellas terribles circunstancias, ms una pose que una palabra. Pero el dolor atrae la elocuencia... Miradme a m, escuchadme a m.

    La nia tambin est all, en alguna parte, la Pe-quea Pip, como la llaman siempre, nunca Pip a secas, siempre la Pequea Pip. Es verdad que es bastante diminu-ta, pero y si se convierte en una amazona cuando crezca? La Pequea Pip, la Dulce Giganta. No debera burlarme, lo s, es el cosquilleo de los celos, los celos y una triste amar-gura. Gloria y yo tuvimos un beb, aunque por muy poco tiempo.

    Gloria! Hasta este momento se me haba ido su nombre de la cabeza. Tambin ella estar preguntndose dnde diablos me encuentro. Dnde diablos.

    Maldita sea, por qu todo tiene que ser tan difcil.

    Voy a rememorar la noche en que me enamor fi-nalmente de Polly; finalmente y por primera vez, quiero decir. Lo que sea para evitar pensar, aunque pensar en el amor es lo que debera evitar, teniendo en cuenta el em-brollo en que el amor me ha metido. Sucedi en la cena anual de la Asoc