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EL MUNDO. MIÉRCOLES 6 / NOV / 2013 EM2 «Aún es incómodo para el poder» Su hija Catherine defiende la vigencia del autor a los 100 años de su nacimiento ALBERT CAMUS LIDO PHOTOGRAPHE «Albert Camus sigue siendo una figura incómoda para el poder», explica su hija Catherine, días antes de que se cumplan 100 años del nacimiento del filósofo. «Papá nunca quiso afiliarse a nada ni se dejó manejar por los políticos. Decía que, si alguna vez ingresaba en un partido, sería el de la gente que no está segura de tener razón», recuerda a EL MUNDO la gestora de su legado. «Parece que esa independencia todavía molesta medio siglo después de su muerte». Mañana se celebra en todo el mundo el centenario del autor de El extranjero 1942 a través de exposiciones conmemorativas, coloquios y reediciones de su obra. En Francia, sin embargo, su onomástica no tendrá el debido homenaje gubernamental. JUAN MANUEL BELLVER / París / Corresponsal Impreso por Feliciano Martinez Ruiz. Prohibida su reproducción.

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EL MUNDO. MIÉRCOLES 6 / NOV / 2013

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«Aún es incómodo para el poder»

Su hija Catherine defiende la vigencia del autor a los 100 años de su nacimiento

ALBERT CAMUS

LIDO PHOTOGRAPHE

«Albert Camus sigue siendo una figura incómoda para el poder», explica su hija Catherine, días antes de que se cumplan 100 años del nacimiento del filósofo. «Papá nunca quiso afiliarse a nada ni se dejó manejar por los políticos. Decía que, si alguna vez ingresaba en un partido, sería el de la gente que no está segura de tener razón», recuerda a EL MUNDO la gestora de su legado. «Parece que esa independencia todavía molesta medio siglo después de su muerte». Mañana se celebra en todo el mundo el centenario del autor de El extranjero 1942 a través de exposiciones conmemorativas, coloquios y reediciones de su obra. En Francia, sin embargo, su onomástica no tendrá el debido homenaje gubernamental.

JUAN MANUEL BELLVER / París / Corresponsal

Impreso por Feliciano Martinez Ruiz. Prohibida su reproducción.

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EM2 / CULTURA

Cuando Albert Camus murió en un accidente de coche en enero de 1960, con 46 años, era un gran escritor (reciente Premio Nobel) y un intelectual debatido. Tras su paso por el existencialismo, rechazaba el avance comunista y la independencia de Argelia, donde había nacido. Para algunos era un intelectual involucionista o atrasado –frente a Sartre– pese a la calidad de algunas de sus novelas y obras de teatro. Pero, en realidad, Camus –un tanto contra ese tiempo exacto– buscaba, como siempre lo había hecho, la libertad absoluta y mayor del individuo, anteponiendo como es razón, la libertad individual, los derechos individuales, a la libertad colectiva, pues ésta resulta de la individual y no a la inversa. Hablamos de «derechos del hombre» y traducimos mal al decir «derechos humanos». Entre los siempre lúcidos y hermosos ensayos de Camus, ninguno mejor (a mi entender) que El hombre rebelde (1951) donde avanza en el terreno de la libertad desde la rebelión a lo estatuido, porque todo debe discutirse y no hay otro dogma que la libertad misma. Curiosamente (no era voluntario) Camus venía a ser el gran heredero de André Gide (que murió el año de la publicación de El hombre rebelde) porque Gide, desde su famosa «disponibilidad» a aceptarlo todo y discutirlo todo, fue el primero en denunciar el estalinismo. Gide (como creo haber demostrado en mi estudio editado en Cabaret Voltaire) es el primer gran intelectual moderno del siglo XX, y el primero que puede aceptar ejemplarmente el XXI. A parigual título, lo propio sucede con Camus, por su insobornable afán de ser lúcido y libre e incluso desesperado. Mientras que, ahora, vemos a Sartre como un noble producto del siglo XX, ya pasado, sentimos, al contra-

rio, que Gide y Camus, abiertos a todo, deseosos de toda libertad libre, son ejemplos de lo que debiera ser el futuro, aunque no estemos seguros de que llegue a serlo. ¿Y el asunto de la independencia de Argelia, que llegó en 1962? Camus creyó en la posibilidad, a lo mejor quimérica (otra cultura y otro continente) de que colonia y metrópolis se integraran y se pudiese ser francés y argelino. La sangre hablaba por él. Pero si ese tema aún puede debatirse -en la teoría- su calidad literaria nueva y su omnímodo afán de libertad, son su triunfo. Al fin, Camus no es el hermano menor de Sartre, sino (muy lejos) el hijo predilecto de André Gide.

Intelectual futuroLUIS ANTONIO DE VILLENA

La polémica institucional ha empa-ñado la solitaria muestra Camus, ciudadano del mundo, inaugurada el pasado 5 de octubre en la Cité du Livre de Aix-en-Provence (Bouches-du-Rhône). «Originalmente, la expo-sición iba a formar parte del progra-ma de Marsella Capital Cultural Eu-ropea 2013, pero la dimensión política que alcanzó estuvo a punto de dar al traste con el proyecto y ha reducido considerablemente su for-mato», comenta Catherine Camus, de 67 años, que reside en la casa de campo paterna de Lourmarin, un pueblecito provenzal al norte de Aix donde está enterrado el Premio No-bel de Literatura 1957.

El Ministerio de Cultura francés había reservado 400.000 euros para financiar una gran exhibición con-sagrada al escritor que tendría una parte en Aix y otra en Marsella, pe-ro la alcaldesa conservadora de es-ta primera ciudad, Maryse Jois-sains-Masin, provocó la dimisión del comisario de la expo, Benjamin Stora, historiador especialista en el Magreb que se proponía ahondar en el origen pied noir del personaje, hijo de expatriados franceses naci-do en Mondovi (Argelia), y en aque-

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«No le perdona la ‘gauche divine’ que fuera enemigo de los dogmas»

ALBERT CAMUS lla postura suya en favor de una so-lución pacífica al conflicto colonial argelino que le valió en su día el odio de los dos bandos.

Tras el bloqueo oficial a una exhi-bición que habría abierto las heridas mal curadas de la descolonización, precisamente en una ciudad a la que vinieron de refugiarse miles de pieds noirs contrarios a la independencia, el filósofo Michel Onfray –a la sazón, biógrafo de Camus– accedió a reali-zar una propuesta alternativa. Pero terminó renunciando ante el cariz que había tomado el asunto. Mien-tras, la titular socialista de Cultura, Aurélie Filipetti, decidió anular la subvención antes de que el tema ter-minase estallándole en las manos.

Al final, la expo ha sido modestí-sima y reducida a unas pocas salas de la Cité du Livre. «Por lo menos, tiene el mérito de existir, porque el Estado no ha puesto un euro y la han pagado los ciudadanos de Aix», apunta Catherine. «La capitalidad cultural de Marsella se logró, en parte, gracias a una programación que incluía numerosas manifesta-ciones dedicadas al centenario de Camus. Luego todo fue anulado y

aún no logro entender por qué». Y ahora a Camus, que sigue sien-

do el autor francés más vendido en el extranjero, la gauche divine no le perdona que fuera un libertario ene-migo de cualquier dogma, ni su re-nuncia al comunismo, ni su enfren-tamiento con Jean-Paul Sartre tras denunciar los crímenes del estalinis-mo. De ahí que la Biblioteca Nacio-nal François Mitterrand (BNF), que en los últimos tiempos ha honrado la vida y obra de Leroux, Vian, Casano-va o el propio Sartre, haya preferido pasar por alto su centenario.

«Es un verdadero misterio», seña-la el editor Antoine Gallimard. «He-mos propuesto en varias ocasiones la idea, sin recibir respuesta ni de la BNF ni del Centro Pompidou ni del Ministerio de Cultura. Parece como si hubiera algún problema con él. Y eso que se ha llegado a hablar de trasladar sus restos al Panteón. Pero algo pasa con Camus y nadie se atre-ve decirlo». «Lo que yo no me espe-raba, a estas alturas, es que la figura de mi padre siguiera molestando tanto», apunta Catherine.

Aunque los políticos miren aún con recelo al insobornable autor de

Y AUTOR TEATRAL

Montaje de ‘Calígula’

en el teatro Hébertot

de París en octubre de

1950. / AFP

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CULTURA / EM2

ELMUNDO. MIÉRCOLES 6 DE NOVIEMBRE DE 2013

No existe el amor a la vida sin de-sesperación. Lo escribió Albert Camus, un hombre que convirtió la búsqueda de la verdad en la úni-ca categoría absoluta de su exis-tencia. Pero Camus cometió un error imperdonable: tener razón antes de tiempo. Han tenido que pasar más de 50 años de su falleci-miento para que la sociedad fran-cesa reivindique el legado de un escritor que siempre fue extranje-ro en su patria. Veo su figura familiar con una gabardina gris cuyo cuello alzado le llega a las orejas. Está apurando un cigarrillo, sonríe y mira al mun-do con esa frente despejada de quien no tiene nada que ocultar. La foto está tomada en 1943 y Ca-mus es entonces miembro de la Resistencia y director del periódi-co clandestino Combat. Nunca le faltó valor para asumir riesgos porque sabía que al final la vida es un conjunto de apuestas. Las suyas le llevaron a la soledad intelectual, a un aislamiento que-rido y buscado desde el que nunca renunció a asumir el riesgo de equivocarse. Utilizando sus pro-pias palabras para definir a Meursault, el protagonista de El extranjero, Camus fue un ser hu-mano que, sin ningún heroísmo, acepta morir por la verdad. Nada de lo que hizo y escribió se puede entender sin la referencia a su Argelia natal, la tierra que él siempre amó por encima de todo porque Camus fue un pied noir que soñaba con el mar y los vastos es-pacios del desierto africano. Por eso, la guerra colonial le provocó una tremenda herida que jamás lo-gró cicatrizar. Huérfano al cumplir unos pocos meses, aprendió los secretos de la naturaleza humana en la penuria de sus primeros años y la lucha por la supervi-vencia. Él mis-mo dijo que la pobreza nunca le pareció una desgracia sino una condición que le impulsó a tomar con-ciencia de la de-sigualdad. Criado en un taller de tonelero por su tío y una madre que reve-renciaba, Albert Camus nunca se arrodilló ante nadie, jamás rindió pleitesía a los poderosos, no se prestó a justificar los crímenes por la razón de Estado ni por los inte-reses de partido. Es unos de los po-cos intelectuales del siglo pasado –quizás el único– que no escribió ni una sola línea que no creyera. Sartre interpretaba el mundo a partir de sus ideas y Camus llega-

ba a las ideas a través de la obser-vación del mundo. Por eso estaban condenados a no entenderse. El autor de El ser y la nada jamás comprendió la ruptura de Camus con el comunismo y, por eso, le re-prochó que su rebeldía era pura-mente estética. Pero no lo era. Na-cía de su incapacidad de aceptar la miseria de lo real, de su íntimo compromiso con la verdad. Sartre quería entrar en el Pan-teón a través de su obra. Era un fi-lósofo con vocación de totalidad. Camus, que conocía los entresijos del periodismo, se rebelaba contra los hechos sin tratar de confor-marlos. Mientras Sartre cosecha-

ba público y seguidores, Camus se obstinaba en caminar solo hacia un prematuro final. Siempre pensó y actuó contra corriente, sin esperanza de re-compensa ni de un reconocimien-to que le llegó inesperadamente con el Nobel. Y fue un ser gene-roso. Por eso, no dudó en firmar la petición de clemencia para que le fuera conmutada la pena de muerte a Robert Brasillach, un colaboracionista que detestaba. Fue entonces cuando escribió es-ta frase que me conmueve: «no tengo ni idea de si el azar deter-mina nuestras opiniones políti-cas. Pero lo que sí sé es que no

escogemos por azar aquello que nos deshonra». Por ello no pudo asumir los ho-rrores del estalinismo, ni las atroci-dades del Ejército en Argelia, ni la carrera de armamentos de la Gue-rra Fría, ni el sectarismo de los in-telectuales franceses. Estaba con-denado a ser solidario y solitario, como le definió su hija Catherine. Me quedo con otra de sus refle-xiones que me ha iluminado y que me reconcilia con el prójimo: «la verdadera generosidad con el por-venir es darlo todo en el presente». Camus es y será siempre ese pre-sente que se desvanece y brilla en la eternidad.

El mito de Sísifo, el mercado edi-torial galo sigue haciendo caja con su firma. De ahí que, en los últimos meses, se hayan reedi-tado sus obras completas, así como la famosa biografía de Oliver Todd Camus: una vida, y se han pu-blicado ensayos nuevos entre los que destaca El orden libertario: La vida filosófica de Camus, del citado Onfray. Incluso la propia Catherine anuncia un nuevo libro en el que habrá páginas dedicadas al vínculo de su padre con España –era hijo de una menorquina sorda y analfabe-ta–, que viene a sumarse a su ante-rior entrega, Camus, solitario y soli-dario, publicada en 2009.

¿Qué tienen previsto hacer maña-na la heredera y su hermano mellizo Jean para celebrar los 100 años de su progenitor? «Nada especial», res-ponde. «Mi relación con mi padre no se limita a una fecha concreta, sino que es de todos los días, ya que me ocupo de su legado desde que mu-rió». Así que no habrá comida fami-liar ni visita al cementerio de Lour-marin ni nada parecido.

Quien sí acudirá a presentar sus respetos y poner unas flores en la se-pultura de Lourmarin será Aurélie Filipetti. Acaso la ministra sea cons-ciente de que su Gobierno alberga una deuda moral hacia este insobor-nable humanista, cuyos plantea-mientos sobre lo absurdo de la exis-tencia están impresos en el ADN de varias generaciones de franceses y al cual, sin embargo, la patria niega hoy el justo reconocimiento.

SU ÍNTIMO ENEMIGO

Jean Paul Sartre, con

quien Camus tuvo una gran

polémica, en mayo de 1968

en París. BRUNO BARBEY/

MAGNUM / CONTACT

POLÍTICO LÚCIDO

El ejército francés dispersa una manifestación en Argel en 1960 en la que murieron 120 personas. / AFP

La vida, la ética y SartrePEDRO G. CUARTANGO

Impreso por Feliciano Martinez Ruiz. Prohibida su reproducción.