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ALBERTO TENENTI – DE LAS REVUELTAS A LAS REVOLUCIONES (Entre tumultos y disturbios) Basado en comentario de Miguel Ángel Gallo 1 El Fin de la Edad Media y el principio de la Edad Moderna estuvo marcado por una serie de turbulencias, “más o menos extensivas y agudas”; que si bien se enmarcan dentro de una multicausalidad, se produjeron más bien en respuesta a los cambios que se estaban produciendo que por un motivo “revolucionario”. “Alberto Tenenti plantea desde el principio de su obra la cuestión de la terminología; y lo hace en forma diáfana cuando afirma que como sucede siempre en la historia, no está permitido que una noción sea válida para cualquier época, y muchas veces ni siquiera se admite que sea adecuada a todos los aspectos que pretenda designar en un periodo determinado. En la historia, sigue diciendo el autor, no hay definiciones que puedan aplicarse a contextos diversos, a menos que sea una analogía. Por ello hay que precisar los significados, que se configuran de acuerdo a las situaciones y circunstancias a las que se pretende reconducirlos”. “Se puede entender por revolución en sentido histórico una agitación colectiva que tiende y consigue pervertir un orden secular, modificarlo y cambiarlo de forma duradera, extensa y profunda, con la conciencia de que su impulso no hay que atribuirlo a factores sobrenaturales, sino sobre todo a los hombres que fueron sus protagonistas. Una sublevación, aunque sea de notables proporciones, una revuelta, por mucho que se prolongue, una guerra civil como las que tuvieron lugar en los siglos XV, XVI y XVII, no lograron en general resultados revolucionarios porque no sacudieron los cimientos del sistema dominante o no hicieron que evolucionara hacia resultados innovadores” El autor enmarca su análisis en la teoría de la multicausalidad, propia de la Escuela de los Annales, donde, “el conjunto determinante de los procesos históricos es múltiple; en él intervienen infinidad de elementos de todo tipo: económico, político, social y cultural, con sus relaciones específicas, su «peso» en el todo incluso su «velocidad», distinta de uno a otro factor. Una revolución, por ejemplo, tiene muchas «causas», y no podemos señalar una de ellas como la que la provoca; debemos, en cambio, analizarlas en sus relaciones específicas y así destacar las más importantes.” “La cuestión que hay que abordar es la de reconocer si efectivamente entre los siglos XV y XVII se produjo por lo menos una especie de tránsito de las revueltas a las revoluciones. Esto significa que nuestro objetivo principal consiste en examinar y poner de relieve los modos y las vías por los que, de revueltas más o menos consistentes y 1 http://www.cch.unam.mx/planesyprogramas/JAVIER/historiagenda/5/contenido/st3.htm

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ALBERTO TENENTI – DE LAS REVUELTAS A LAS REVOLUCIONES(Entre tumultos y disturbios)

Basado en comentario de Miguel Ángel Gallo1

El Fin de la Edad Media y el principio de la Edad Moderna estuvo marcado por una serie de turbulencias, “más o menos extensivas y agudas”; que si bien se enmarcan dentro de una multicausalidad, se produjeron más bien en respuesta a los cambios que se estaban produciendo que por un motivo “revolucionario”.

“Alberto Tenenti plantea desde el principio de su obra la cuestión de la terminología; y lo hace en forma diáfana cuando afirma que como sucede siempre en la historia, no está permitido que una noción sea válida para cualquier época, y muchas veces ni siquiera se admite que sea adecuada a todos los aspectos que pretenda designar en un periodo determinado. En la historia, sigue diciendo el autor, no hay definiciones que puedan aplicarse a contextos diversos, a menos que sea una analogía. Por ello hay que precisar los significados, que se configuran de acuerdo a las situaciones y circunstancias a las que se pretende reconducirlos”.

“Se puede entender por revolución en sentido histórico una agitación colectiva que tiende y consigue pervertir un orden secular, modificarlo y cambiarlo de forma duradera, extensa y profunda, con la conciencia de que su impulso no hay que atribuirlo a factores sobrenaturales, sino sobre todo a los hombres que fueron sus protagonistas. Una sublevación, aunque sea de notables proporciones, una revuelta, por mucho que se prolongue, una guerra civil como las que tuvieron lugar en los siglos XV, XVI y XVII, no lograron en general resultados revolucionarios porque no sacudieron los cimientos del sistema dominante o no hicieron que evolucionara hacia resultados innovadores”

El autor enmarca su análisis en la teoría de la multicausalidad, propia de la Escuela de los Annales, donde, “el conjunto determinante de los procesos históricos es múltiple; en él intervienen infinidad de elementos de todo tipo: económico, político, social y cultural, con sus relaciones específicas, su «peso» en el todo incluso su «velocidad», distinta de uno a otro factor. Una revolución, por ejemplo, tiene muchas «causas», y no podemos señalar una de ellas como la que la provoca; debemos, en cambio, analizarlas en sus relaciones específicas y así destacar las más importantes.”

“La cuestión que hay que abordar es la de reconocer si efectivamente entre los siglos XV y XVII se produjo por lo menos una especie de tránsito de las revueltas a las revoluciones. Esto significa que nuestro objetivo principal consiste en examinar y poner de relieve los modos y las vías por los que, de revueltas más o menos consistentes y constructivas, se pasó a movimientos y procesos que desembocaron en sistemas nuevos y duraderos, tanto estatales como institucionales.”

Afirma Tenenti que no es casualidad que los estados vencedores de los procesos revolucionarios (revolución de las Provincias Unidas y Revolución inglesa del siglo XVII) fueran precisamente los que resultaron más profundamente convulsionados por las corrientes de la reforma protestante, se vieron involucrados en las luchas por el dominio del comercio mundial. El conflicto entre España y Portugal, países católicos, y las Provincias Unidas e Inglaterra, protestantes, asevera Tenenti, no sólo tuvo una vertiente europea sino que estuvo vinculado a una vertiente intercontinental.

El periodo entre los siglos XIV y XVII está caracterizado en Europa por un grado importante de «turbulencias» (término del autor), señal evidente de un cambio profundo de estructuras religiosas, políticas y económicas. Por lo tanto:

“Sería, pues, cuando menos arbitrario disociar claramente los sucesos ocurridos en los Países Bajos e Inglaterra durante el periodo 1550-1700 de los multiformes alborotos que fueron contemporáneos o anteriores a escala continental.”

1 http://www.cch.unam.mx/planesyprogramas/JAVIER/historiagenda/5/contenido/st3.htm

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En el capítulo 1, titulado «Entre tumultos y disturbios» Alberto Tenenti precisa que en cierto sentido, el objetivo del trabajo será caracterizar con la mayor adecuación posible los disturbios colectivos producidos en los Países Bajos e Inglaterra entre lo años ya mencionados reiteradamente. «La diversidad de su resultado es uno de los principales criterios.»

Bien, pero ¿qué movimientos sociales y con base en qué fueron elegidos por el autor para su estudio?

Explica el historiador italiano que la elección efectuada entre la larga lista de turbulencias europeas ha sido dictada en parte significativa por una exigencia tipológica, o sea por la oportunidad de evocar la variedad de formas que adoptaron tales movimientos. Además subraya que la otra cara del cambio estructural entre Edad Media y modernidad la constituyó la inestabilidad o la debilidad de los poderes monárquicos y estatales, que al no disponer de los medios necesarios para dominar los desórdenes, permitieron que sediciones y revueltas se iniciaran y estallaran en distintos planos y contextos. Pero fueron precisamente estos poderes centrales los que antes o después acabaron en general por imponerse, reduciendo o eliminando los focos de los desórdenes y de las rebeliones.

Tanto los motivos como los orígenes de los distintos movimientos de agitación europeos fueron múltiples: de las pugnas político-sociales a las aspiraciones religiosas, de las dificultades económicas a las de abastecimiento, además de los conflictos entre las autonomías locales y las exigencias o las pretensiones de las autoridades principescas. Estos factores casi nunca aparecieron aislados y en general fueron varios los que contribuyeron a la gestación de las distintas revueltas.

Los husitas, los taboritas y los campesinos alemanes (1525) se levantaron en armas contra las respectivas autoridades, principalmente con motivaciones religiosas, que tenían que ver con utopías. Los dos primeros movimientos se inscribían en lo que podemos denominar pre-reforma, en cambio el de los campesinos alemanes es ya, plenamente reformista. Se dio en la tierra de Lutero quien, dicho sea de paso, se manifestó en contra de los campesinos, pese a que ellos fundamentaban sus luchas en la Biblia, traducida por el reformador alemán.

Tenenti, cuando analiza las rebeliones catalano-aragonesas, hace una afirmación interesante: mientras más corporativa o sectorial sea una revuelta, tanto menores serán sus posibilidades de triunfo. Y afirma más adelante que debido a que las insurrecciones de base social restringida tenían mayores posibilidades de fracasar, el elemento capaz de unir y movilizar comunidades más amplias y numerosas eran las motivaciones religiosas y étnicas. Dichas motivaciones ya se habían combinado tanto en el movimiento husita como en el taborita.

Pero el historiador italiano se percata (¡cómo no hacerlo, por otra parte!), de que estos fenómenos hay que verlos en amplitud. Así lo hace cuando afirma que las insurrecciones se vieron obstaculizadas o favorecidas por la configuración general de la sociedad europea de los siglos XV y XVI. Y una de las características sociales más interesantes, en lo que nos ocupa, era el antagonismo entre las fuerzas centralizadoras de las monarquías y las ambiciones de los estados, por una parte, y el apego de los grupos sociales a sus privilegios o a sus autonomías. En el plano político, afirma Tenenti, en esta época fueron desembocando las primeras formas de sentimiento nacional.

Vayamos por partes. Es sabido que en el nivel político, asistimos en estos siglos XV-XVIII a la formación y consolidación de los Estados nacionales en Europa occidental, que a su vez, asumieron la forma política de Monarquías absolutas.

El Estado nacional (moderno) tiene como características generales: a) Un ejército nacional; b) Burocracia; c) Derecho codificado; d) Mercado unificado. Para poder establecerse y desarrollarse correctamente el Estado nacional necesitaba de tres elementos: a) Unión territorial; b) Debilitamiento de los señores feudales y c) Pérdida de poder de la Iglesia.

Podemos ver claramente cómo varios de estos elementos están involucrados en los movimientos que analiza con tanta brillantez Tenenti en el libro que estamos analizando.

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Afirma Tenenti que muchas de las revueltas de este periodo se basaron en la defensa de las tradiciones históricas, tanto como de libertades y costumbres que venían de tiempo atrás. Es el caso de la revuelta de los Comuneros, que en España enfrentó a muchas comunidades con su rey, Carlos V y que fue derrotada en 1522. De alguna manera las rebeliones de Cataluña y Aragón se pueden ubicar como parte de estos movimientos en defensa de autonomía o conservación de ciertos privilegios ancestrales.

La turbulencia social y la relativa facilidad con que se originaban las revueltas fueron características de la historia de Europa entre los siglos XIV y XVII.

La estructura compartimentada de la sociedad y la débil interdependencia que existía entre los distintos países europeos fueron un freno al crecimiento y propagación de las revueltas. En cambio podía favorecerlas el hecho de que las exigencias de reforma eclesiástico-religiosa desembocaban en el terreno político-social.