Algo de mí mismo

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    Algo de m mismo

    Rudyard Kipl ing

    Obrareprod

    ucidasinresponsabilidad

    editorial

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    CAPTULO 1

    UNA INFANCIA

    1865-1878

    D adme los seis pr imer os aos de la v ida

    de un n io y tendr is el resto

    Al mirar atrs desde stos mis setenta aotengo la impresin de que, en mi vida de escrtor, todas las cartas me han tocado de tal mod

    que no he tenido ms remedio que jugarlacomo venan. As pues, atribuyendo cualquiebuena fortuna a Al, de quien todo viene, docomienzo:

    Mi primer recuerdo es el de un amanecer, sluz y su color y el dorado y rojo de unas frutaa la altura de mi hombro. Debe de ser la memoria de los paseos matutinos por el mercado dfrutas de Bombay, con mi aya y despus con m

    hermana en su cochecito, y de nuestros regre

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    sos con todas las compras apiladas en stNuestra aya era portuguesa, catlica romanque le rezaba -conmigo al lado- a una Cruz de

    camino. Meeta, el criado hind, entraba a veceen pequeos templos hindes en los que a mque no tena an edad para entender de castame coga de la mano mientras me quedaba mrando a los dioses amigos, entrevistos en penumbra.

    A la cada de la tarde pasebamos junto mar a la sombra de unos palmerales que sllamaban, creo, los Bosques de Mhim. Cuand

    haca viento, se caan los grandes cocos y corramos -mi aya con el cochecito de mi hermany yo- a la seguridad de lo despejado. Siemphe sentido la amenaza de la oscuridad en loanocheceres tropicales, lo mismo que he amadel rumor de los vientos nocturnos entre lapalmas o las hojas de los pltanos, y la cancide las ranas de rbol.

    Haba barcos rabes que se iban muy lejo

    por las aguas color perla, y parsis ataviado

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    alegremente, que desembarcaban a adorar puesta de sol. Nunca supe nada de sus creencias, ni que cerca de nuestra pequea casa de

    Explanada estaban las Torres del Silencio, donde los muertos son expuestos a los buitres quesperan en los aleros de las torres; buitres quempezaban a andar y a desplegar las alas nadms ver abajo a los portadores del muerto. Nentend la pena de mi madre cuando encontr una mano de nio en el jardn de casa y mdijo que no hiciera preguntas sobre aquello. Yquera ver aquella mano de nio. Pero el ay

    me lo cont.En el calor de las tardes, antes de la siesta,

    ella o Meeta nos contaban historias y cancioneinfantiles indias que nunca he olvidado, y nomandaban al comedor una vez que nos habavestido con la advertencia de Ahora, a pap a mam, en ingls. As que uno hablaba ingls traducido con titubeos del idioma venculo en que uno pensaba y soaba. Mi madr

    cantaba maravillosas canciones al piano, u

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    piano negro, y despus sala a Grandes CenaUna vez volvi muy pronto, estaba yo an despierto, y me dijo que al gran Lord Sahib l

    haban asesinado y ya esa noche no iba a habeGran Cena. Se trataba de Lord Mayo, asesinadpor un indgena. Meeta nos explic despuque le haban clavado un cuchillo. Meeta msalvaba, sin saberlo l, de cualquier temor nocturno o del miedo a la oscuridad. El aya, pouna curiosa y servicial mezcla de cario dverdad y estrategia burda, me haba contadque la cabeza disecada de leopardo que hab

    en el cuarto de los nios estaba all para asegurarse de que me iba a la cama. Pero Meeta quit importancia a aquella cabeza de anmal, de la que yo me olvid como fetichebueno o malo, porque no era ms que un anmal sin especificar.

    Fuera de la casa y de los espacios verdes qula rodeaban haba un sitio estupendo, que olmucho a pintura y leo y con pegotes de barr

    con los que jugar. Era el taller de la Escuela d

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    Arte de mi padre. Y un ayudante suyo, el seoTerry Sahib, a quien mi hermana adorabera muy amigo nuestro. Una vez, al ir so

    hacia all, pas por el borde de un enorme barranco de dos palmos, en donde me atac umonstruo alado igual de grande que yo, y echa correr llorando. Mi padre me hizo un dibujde la tragedia, con unos versos debajo:

    Un nio de Bombayhuy de una gallina.Le dijeron mocoso.

    Y dijo: bueno, s,pero es que no me gustan.

    Me consol con eso y, desde entonces, siempre me han cado bien las gallinas.

    Despus pasaron aquellos das de luz clara de oscuridad, y hubo un tiempo en un barccon grandes semicrculos que tapaban la vistalos dos lados. (Debi de ser el viejo vapor R

    pon, de la P. & O.) Hubo un tren que atravesab

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    un desierto (an no se haba abierto el Canal dSuez) y un alto en la travesa, y una nia pequea envuelta en un chal en el asiento fren

    al mo, y cuya cara permanece. Hubo despuun pas oscuro y una habitacin fra y ms ocura en uno de cuyos muros una mujer blancpreparaba un fuego y yo llor de pnico. Nhaba visto nunca una chimenea.

    Vino luego otra casa pequea, que ola a sequedad y a vaco, y el adis de mi padre y dmi madre al amanecer, cuando me dijeron qutena que aprender pronto a leer y escribir par

    que me pudieran enviar cartas y libros.Pas en aquella casa cerca de seis aos. Era d

    una mujer que hospedaba a nios cuyos padreestaban en la India. Su marido era un viejo capitn de la Armada que haba sidguardiamarina en Navarino y despus habtenido un accidente con la cuerda del arpmientras pescaba ballenas: se enred y la cueda lo arrastr hasta que consigui desprenders

    de puro milagro. Pero la cicatriz se le qued e

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    el tobillo para toda la vida: una cicatriz negra seca, que yo sola mirar con tanto horror cominters.

    La casa estaba en los arrabales ltimos dSouthsea, cerca de un Portsmouth que no habcambiado mucho desde Trafalgar. Era ePortsmouth de jun to al cenador de Cel ia de SWalter Besant. Se amontonaba all madera pauna Armada cuyos acorazados, como el Inflexble, estaban todava en fase experimental. Lopequeos bergantines-escuela pasaban por delante del castillo de Southsea, y el fuerte d

    Portsmouth era como siempre haba sidoAparte de todo esto estaba la desolacin de isla de Hayling, el fuerte de Lumps, y la aisladaldea de Milton. Yo daba largos paseos con ecapitn, y una vez me llev a ver un barco llamado Alert (o D iscovery), a su vuelta de unaexploraciones rticas y con la cubierta llena dviejos trineos y troncos y con el timn de repuesto cortado a trozos para que se los llevara

    de recuerdo. Un marinero me dio un trozo

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    pero lo perd. Despus el viejo capitn muri yo lo sent mucho, porque era la nica personde aquella casa que me dirigi, que yo recue

    de, alguna palabra amable.Era una casa llevada con todo el vigor de Iglesia Evanglica revelada a aquella mujer. Ynunca haba odo hablar del infierno, as quall me adentraron en todos sus horrores; a m a cualquier pobre criada que hubiera en la cascuyo severo racionamiento la hubiera obligada robar comida. Vi una vez a la mujer pegarde tal modo a una nia, que sta estuvo a punt

    de defenderse con el atizador de la cocina ealto. Yo mismo me llevaba constantes palizaLa mujer tena un solo hijo, de doce o trece aoy tan religioso como ella. Yo era una especie djuguete para l, y cuando su madre me habdado la paliza diaria, l (dormamos en el mismo cuarto) me coga por su cuenta y me daba resto.

    Si se le pregunta a un nio de siete u och

    aos lo que ha hecho durante el da (sobre tod

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    cuando est deseando irse a dormir), incurrien bastantes contradicciones. Si cada contradiccin se considera una mentira y se le afea en e

    desayuno, la vida empieza a no ser fcil. Hconocido bastantes maneras de intimidar, peraquello era tortura premeditada, tan religioscomo cientfica. No obstante me sirvi padarme cuenta de las mentiras que muy prontme vi obligado a decir: es, supongo, el origede una vocacin l iteraria.

    Me salv mi ignorancia. Se me obligaba a leesin explicaciones bajo el frecuente miedo a

    castigo. Y lleg un da en que recuerdo que lectura aqulla ya no era haba un gatillo eun esterillo, sino el camino hacia algo quhabra de hacerme feliz. As empec a leer todlo que encontraba. Tan pronto como se supque esto me daba placer, la privacin de la lectura se aadi a los castigos. Fue entoncecuando empec a leer a escondidas y en serio.

    No haba muchos libros en aquella casa, per

    mi padre y mi madre, nada ms saber qu

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    haba aprendido a leer, empezaron a enviarmvolmenes magnficos. Hay uno que todavconservo, un ejemplar encuadernado del A u n

    Judy' s M agazin e de principios de los aos stenta, y que inclua el D e los seis a l os diecisaos de la seora Ewing. A ese cuento, en cuestin de circunloquios, le debo muchsimo. Llegu a sabrmelo, y todava me lo s, casi dmemoria. Se hablaba all de personas y cosas dverdad. Era mejor que los Cuentos de la hora dt de Knatchbull-Hugessen; mejor incluso quEl viejo Shikarri, con sus grabados de jabale

    que embestan y de tigres furiosos. De otra categora era una vieja revista donde vena eSub a la cumbre oscura del gran Helvellynde Scott. Nunca llegu a entenderlo, pero aquellas palabras tenan emocin y me gustaban. Lmismo me pasaba con fragmentos de poemade A. Tennyson.

    Un visitante, tambin, me regal un pequelibro de cubierta granate y contenido de mora

    muy severa titulado La esperanza de los Katze

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    kopfs, acerca de un nio malo que se volvbueno, pero que contena un poema que empezaba Adis, prodigios y recompensas y te

    minaba con una invitacin A rezar por la mollera de William Churne de StaffordshireEsto habra de dar fruto.

    Y, no recuerdo cmo, di con un cuento sobun cazador de leones en Sudfrica, que acabentre unos leones que eran todos de la masonera y con ellos form una confederacin contrunos monos perversos. Creo que tambin estse me qued aletargado hasta que empez

    surgir El l i bro de la selva.Aqu me viene a la cabeza la memoria de do

    libros de versos sobre la vida en la infancia cuyos ttulos he intentado recordar en vano. Ungrueso y azul, describa nueve lobos blancosque venan de las dunas y me conmova en ms hondo; y tambin ciertos salvajes qupensaban que el nombre de Inglaterra era uncosa que no poda arder.

    El otro libro -grueso y marrn- estaba llen

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    de hermosas historias en mtricas extraaUna nia se converta en rata de agua de modo natural; un muchacho le curaba la gota

    un viejo con una hoja fra de col y, no se sabcmo, cuarenta duendes malvados se colabaen el argumento; y un Encantamiento sala dlas tuberas de la casa con una escoba y tratabde barrer del cielo las estrellas. Debi de ser ulibro impropio de aquella edad, pero nunca hsido capaz de recordar su ttulo, como tampocla cancin que una niera me cantaba en la playa, en las puestas de sol de Littlehampto

    cuando yo an no haba cumplido los seis aoPero la impresin de maravilla, fascinacin miedo y las franjas rojas del sol poniente pemanecen, ms ntidos que nunca.

    Uno de los criados de la Casa de la Desolacin era de Cumnor, nombre que yo asociabala tristeza y a la soledad y a un cuervo que agtaba las alas. Aos despus identifiqu loversos: Y tres veces el cuervo agit el ala/ ce

    ca de las torres de Cumnor. Pero me resul

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    imposible precisar cmo y cundo o por prmera vez los versos que dan esa sombra. A nser que el cerebro retenga todo lo que roza lo

    sentidos y seamos nosotros los que no lo sabemos.Cuando mi padre me envi un Robinson Cr

    soe con ilustraciones, puse por mi cuenta unegocio de trata de esclavos (los captulos denaufragio no me interesaron nunca mucho), establec mi solitaria sede en un stano hmedo. Mi utillaje era una cscara de coco atadcon una cuerda roja, un cofre de lata y una ca

    de embalar que era la frontera con el resto demundo. As protegido, todo lo que quedabdentro de la cerca era verdadero, aunque smezclara con el olor de los aparadores mohosos. Si alguna tabla se caa, tena que reanudala magia. Despus he sabido, por nios qujuegan solos, que esta norma del constante vover a empezar en este tipo de juego fantasiosno es infrecuente. Por lo visto la magia resid

    en el cerco o refugio que uno se construye.

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    Recuerdo que una vez me llevaron a una ciudad que se llamaba Oxford y a una calle que sllamaba Holywell, donde me llevaron a ver

    un dios que, me dijeron, era el preboste dOriel; nunca lo entend, pero supuse que euna especie de dolo. Y fuimos dos o tres vecetodos nosotros, a pasar un da entero de visitacasa de un seor mayor que viva en el campcerca de Havant. All todo era maravilloso muy distinto de mi mundo, y l tena una hemana, tambin vieja, que era amable, y yo jugaba en el calor de los prados, que olan bien,

    coma cosas que nunca haba probado.Tras una de aquellas visitas, la seora y s

    hijo me sometieron al tercer grado preguntndome si yo haba dicho al seor mayor que yestaba ms orgulloso de l que el hijo de ellaDebi ser el final de alguna que otra intrigsrdida, pues el seor mayor era pariente daquella infeliz pareja. Pero me era imposibcomprender aquello. Lo nico que me hab

    preocupado era un carioso poni que hab

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    visto en la finca. No sirvieron de nada mis confusos intentos de aclarar el malentendido, una vez ms la alegra que me haban notad

    qued compensada con los castigos y la humllacin, sobre todo humillacin. Esa alternancera constante. No puedo sino admirar la laboriosidad infernal de aquellas tramas. Exempgratia. Un da, al salir de misa, sonre. El Muchacho Diablico me pregunt por qu. Cosinceridad de nio, le dije que no saba. l aadi que tena que saberlo. La gente no se re ponada. Sabe Dios qu explicacin improvis

    pero fue transmitida a la mujer como mentra. Resultado: toda la tarde en el piso de arriba aprenderme oraciones. Me aprend as la mayora de las oraciones y buena parte de la Bblia. El hi jo, tres o cuatro aos despus, entrtrabajar en un banco y a la vuelta sola estademasiado cansado para torturarme, salvcuando las cosas le haban ido mal. Empec saber qu iba a ocurrir por el ruido de sus pa

    sos al entrar en la casa.

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    Pero todos los aos, durante un mes, yo posa un paraso que sin duda fue lo que me salvPasaba todos los diciembres con mi ta Georgi

    hermana de mi madre que estaba casada coSir Edward Burne-Jones, en The Grange, eNorth End Road. Las primeras veces deb de acompaado, pero luego ya iba solo y, al llegaa la casa, alcanzaba de puntillas la campana dhierro labrado de la maravillosa puerta qudaba a la felicidad. Cuando de mayor tuve caspropia y The Grange ya no era lo mismorogu y consegu que me diesen para la puer

    aquel llamador, que puse con la esperanza dque otros nios seran tambin felices al hacerlsonar.

    En The Grange me daban todo el carique el ms exigente -y yo no era muy exigentehubiera podido desear. Haba un maravillosolor a pintura y a trementina que vena degran estudio del piso de arriba, donde mi tpintaba. Yo disfrutaba de la compaa de m

    dos primos y haba un rbol con moras, incl

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    nado, al que nos subamos para tramar juntoHaba, en el cuarto de juegos, un caballo que sbalanceaba y una mesa que, inclinada sobre do

    sillas, se converta en un magnfico tobogHaba cuadros, terminados o a medio terminade colores preciosos y, en los cuartos, sillas aparadores nicos en el mundo, porque Wlliam Morris -nuestro To Topsy adoptivoempezaba a fabricarlos por aquel entonceHaba un constante ir y venir de jvenes y mayores que siempre estaban dispuestos a jugacon nosotros, excepto un anciano llamad

    Browning, que inexplicablemente no prestaba atencin a las peleas que estaban ocurriendcuando entraba. Lo mejor de todo, sin comparacin, era cuando mi amada ta nos lea Epirata o Las mil y una noches, en tardes en quuno se tumbaba en los grandes sofs, tomabtofis y llamaba a los primos Eh, nene! o Hide mi to o Inocente.

    Ms de una tarde, el to, que tena una vo

    magnfica, jugaba con nosotros, aunque en rea

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    lidad lo que haca era dibujar en medio dnuestro alboroto. Nunca estaba inactivo. Hicmos que una silla del vestbulo, cubierta co

    una tela, le sirviera de asiento a Norma cambiante y le hacamos preguntas hasta quel to se meti debajo de la tela y empez a danos respuestas que nos emocionaban y nos daban escalofro, con la voz ms grave del mundo. Y una vez baj en plena jornada con utubo de pintura Mummy Brown en la manoy dijo haber descubierto que estaba hecha dfaraones muertos y que, como tal, tenamos qu

    enterrarla. As que todos salimos y le ayudamos, segn los ritos de Mizraim y Menfis, confo. Todava hoy yo podra ir con una pala errar muy poco el punto exacto donde aquel tubo seguir enterrado.

    A la hora de acostarnos corramos por los psillos, donde infinidad de bocetos se apoyabaen las paredes. El to sola pintar primero loojos y dejar el resto al carbn, lo que haca u

    efecto impresionante. De ah nuestra prisa e

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    subir hasta el rellano de la escalera, desde donde podamos asomarnos y or el ruido magradable del mundo: la risotada grave y un

    nime de los hombres durante la cena.Era una mezcla de delicias y emociones quculminaba cuando nos dejaban tocar el grargano del estudio para la buena de mi tamientras el to pintaba o To Topsy entrabcon mil pretextos sobre marcos de cuadros vidrios de colores o acusaciones generales. Eentonces difcil mantener bajo la raya de tiza pequea plomada, y si el rgano terminab

    desafinando la ta lo lamentaba. Nunca se enfadaba. Nunca.

    Por lo general Morris no se enteraba de nadque no tuviera en la cabeza en ese momentPero recuerdo una asombrosa excepcin. Mprima Margaret y yo, que tendramos entonceocho aos, estbamos en el cuarto de los niocomiendo pan negro con manteca de cerdo, ques un manjar de dioses, cuando omos a T

    Topsy que llamaba en el vestbulo, como sol

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    a Ned o a Georgie. Eso quedaba fuera dnuestro mundo. Por eso nos impresion ms que, al no encontrar a los mayores, entrara

    nos dijera que iba a contarnos un cuento. Nosentamos debajo de la mesa que solamos usade tobogn y, tan serio como siempre, se suba nuestro gran caballo de juguete. As, balancendose lentamente mientras el pobre animacruja, nos cont una historia fascinante y terrorfica, sobre un hombre que haba sido condenado a tener pesadillas. Una de ellas era la dun rabo de vaca que se mova desde un mont

    de pescado seco. Despus, el to se fue tan drepente como haba venido. Con los aocuando crec lo bastante para conocer las angustias del escritor, ca en la cuenta de quaquel da seguramente omos la saga de Njal eQuemado, que entonces lo ocupaba. A falta dadultos, y con la necesidad de decir la historen voz alta para clarificarla, recurri a nosotro

    Pero llegaba el da -uno intentaba no pensa

    en len que el maravilloso sueo terminaba,

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    haba que volver a la Casa de la Desolacin, all amanecer llorando los dos o tres das sguientes. Con la consecuencia de ms castigos

    interrogatorios.Muchas veces, con el tiempo, mi amada tme pregunt por qu nunca le haba contado nadie cmo me trataban. Los nios cuentan catan poco como los animales, y es que aceptan que les ocurre como algo eternamente establecido. Tambin es que los nios maltratados shacen una idea muy clara de lo que les puedocurrir si revelan los secretos de una crcel an

    tes de salir de ella.Para ser justos con aquella mujer, debo dec

    que me daban bien de comer. (Me acuerdo dun regalo que le hicieron, unas frutas rojallamadas tomates, que, despus de muchpensarlo, hirvi con azcar, y estaban asquerosos. La carne en conserva de aquellos das eternera australiana en una manteca que se cuateaba, y cordero asado, difcil de tragar.)

    aquella vida no era mala preparacin para e

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    futuro, en cuanto que requera constante cautela, la costumbre de observar, el reparar en nmos y humores, y en la frontera entre las pala

    bras y los hechos, una cierta reserva en la conducta, y la automtica sospecha sobre los favores repentinos. Fra Lippo Lippi descubri en spropia infancia, an ms dura,

    por qu, tan aguzada el alma como ejuicio,

    distingue la apariencia de las cosas,pero para aprender.

    Lo mismo me pasaba a m.Los problemas se me solucionaron a los poco

    aos. Se me estrope la vista y no poda leebien. Razn por la cual tuve que leer ms y comenos luz. La consecuencia fue que se resintmi trabajo en el pequeo y terrible colegio aque me haban enviado y las notas mensualeas lo demostraban. La supresin de tiempo d

    lectura fue el peor de mis castigos para casa

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    por el mal rendimiento escolar. Una de las notas fue tan mala que la tir y dije que no me haban llegado a dar. Pero este mundo es mu

    complicado para el mentiroso aficionado y trama de mis engaos fue rpidamente desvelada -al hijo, despus del trabajo en el banco, quedaba an tiempo para contribuir al auto dfe- y me volvieron a pegar y me enviaron acolegio por las calles de Southsea con un cartea la espalda que deca M en t i roso. A la largaestas cosas y muchas otras parecidas, me anularon toda capacidad de verdadero odio persona

    para el resto de mi vida. As de cerca estcualquier pasin, de las que llenan la vida, y contraria. Cmo le va preocupar el vidrio quien conoce el diamante?.

    Debi de venir despus algn tipo de crisnerviosa, porque yo crea ver sombras y cosaque no haba y que me preocupaban ms quaquella mujer. Mi pobre ta debi de enterarsevino un hombre a verme los ojos y concluy

    que estaba medio ciego. Esto tambin cay ba

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    sospecha de ser mentira y llegaron a separarme de mi hermana -otro castigo- como a unespecie de leproso moral. Entonces -no recue

    do que hubiera aviso previovolvi mi madre dla India. Con el tiempo me contara que la prmera vez que subi a mi cuarto a darme un beso de buenas noches, yo levant el brazo padefenderme del bofetn al que me tenan acostumbrado.

    Me sacaron enseguida de la Casa de la Desolacin. Durante meses corr a gusto por unpequea granja junto al bosque de Epping

    donde no haba motivos para acordarme de mpasado culpable. Salvo con las gafas, que eraalgo infrecuente en aquella poca, era all completamente feliz con mi madre y con la gentdel lugar, que inclua para m a un gitano llamado Saville que me contaba historias sobcmo vender caballos a los poco entendidos; mujer del granjero; su sobrina Patty, que hacla vista gorda en nuestras incursiones a la des

    pensa; el cartero, y los mozos de la granja. A

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    granjero no le pareca bien que yo enseara una de sus vacas a quedarse quieta para que ordeara en el campo. A mi madre no le gusta

    ba que viniera a comer con las botas rojas dhaber visto la matanza del cerdo, o negras despus de explorar los atractivos montones destircol. Eran las nicas restricciones que recuerdo.

    Un primo mo, que con el tiempo llegara ser primer ministro, sola venir de visita. Egranjero sostena que la influencia mutua nera buena, pero lo peor que recuerdo fue un

    guerra suicida, es decir, la esforzada guerra qumantuvimos contra un avispero, que estaba ela fangosa isleta de un lago todava ms fangoso. Nuestras nicas armas eran ramas de brezpero derrotamos al enemigo sin sufrir daoEn casa, lo nico que les preocupaba era el paradero de un enorme pastel de grosella, eforma de rollo, un brazo de gitano de medmetro. Nos lo habamos llevado para que no

    mantuviese con fuerzas en la batalla, y acerc

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    de l se oy ms de un comentario de Pattaquella noche.

    Entonces nos fuimos a Londres y pasamo

    varias semanas en una pequea casa de huspedes del barrio semirrural de Brompton Roadcasa que era cuidada por un ex-mayordomo dcara macilenta y con patillas como de lord y spaciente esposa. All por primera vez sufr insomnio. Me levant y estuve vagando alrededor de la casa hasta que amaneci y me met eel pequeo jardn cercado y vi salir el sol. Todhabra salido bien de no haber sido por Pluto

    un sapo que yo me haba trado del bosque dEpping y que viva en uno de mis bolsillos. Mpareci que igual tena sed y entr al cuarto dmi madre para darle agua de la jarra. Pero jarra se me resbal y se rompi, y se arm ugran revuelo. El ex-mayordomo no entendpor qu me haba pasado toda la noche despieto. Yo no saba entonces que un desvelo nocturno como aqul marcara el resto de mi vid

    ni que la hora de dormirme sera el amanece

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    cuando sale el sol y empieza a soplar brisa desuroeste.

    M i madre, muy preocupada, nos compr a m

    hermana y a m unos abonos para el museantiguo de South Kensington, que estaba nadms cruzar la calle. (En aquella poca no habque preocuparse del trfico.) Muy pronto ambos, de tanto visitarlo, porque ya haban empezado las lluvias, hicimos nuestro aquel sitioy sobre todo a uno de los policas. Cuandbamos con los mayores, nos saludaba musolemnemente. Recorramos el museo a nue

    tras anchas, desde el enorme Buda que tenuna pequea puerta en la espalda, hasta lograndes coches antiguos de oro viejo, y los carros labrados que haba en la oscuridad de lopasillos largos; incluso los lugares que estabasealados con el rtulo de Prohibido el pasdonde siempre estaban desempaquetando tesoros nuevos. Y nos repartamos los tesorocomo suelen hacer los nios. Haba instrumen

    tos musicales con incrustaciones de lapislzu

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    aguamarina y marfil; gloriosas espinetas y clavicordios con adornos de oro; el mecanismo dun gran reloj Glastonbury; muecos mecnico

    pistolas con culata de plata y acero; dagas arcabuces -los rtulos equivalan por s solos unos estudios-; y una coleccin de piedras preciosas y anillos -nos pelebamos por ellos-, y uenorme libro azulado que era el manuscrito duna de las novelas de Dickens. A m me parecque aquel hombre era muy descuidado al escrbir; se dejaba muchas cosas fuera y luego tenque apretujarlas entre lneas.

    Estas experiencias fueron una inmersin elos colores y los diseos y, por encima de todoel aroma del museo en s; y me han acompaado siempre. Hacia el final de aquella larga vacacin llegu a saber que mi madre haba escrto versos, que mi padre tambin escriba algoy que los libros y la pintura se encontraban entre los mayores acontecimientos del mundQue poda leer todo lo que quisiera y pregunta

    el significado de las cosas a cualquiera que y

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    conociese. Haba descubierto tambin que unpoda coger la pluma y poner por escrito lo quuno pensaba sin que nadie le acusara de men

    tir por eso. Le mucho: Sidonia la hechicera, lopoemas de Emerson, los cuentos de Bret Harty me aprenda todo tipo de poemas por el placer de repetrmelos mentalmente antes de domir.

    CAPTULO 2

    EL COLEGIO ANTES DE TIEMPO1878-1882

    Lleg entonces el momento de ir al colegien la otra punta de Inglaterra. El director era uhombre flaco, lento al hablar, barbudo, con aspecto de rabe y a quien enseguida reconocomo uno de mis tos adoptivos de The Grange: Cormell Price, o To Crom. M i madre,

    su vuelta a la India, nos dej a mi hermana y

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    m bajo el cuidado de tres damas encantadoraque vivan al final de Kensington High Streecerca de Addison Road, en una casa llena d

    libros, paz, amabilidad, paciencia y lo que hollamaramos cultura. Pero que all era la amsfera natural.

    Una de las seoras escriba novelas, con manuscrito en las rodillas, junto al fuego, sentada lo suficientemente al margen de conversacin, bajo dos pipas de porcelana atadas con un lazo negro, en las que alguna vehaba fumado Carlyle. Todas las personas a la

    que nos llevaban a visitar, si no escriban pintaban cuadros o, como en el caso de un matrimonio llamado Morgan, azulejos. Me dejaban jugar con aquella extraa pintura resbaladiza. Ealguna parte, como en segundo plano, habgente que se poda llamar Jean Ingelow o Chritina Rossetti, pero nunca tuve la suerte de vistar a aquellas sensibilidades especiales. En laestanteras de libros, haba de todo lo que a un

    le pudiera apetecer, desde el Firmi l ian a La pi

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    dra lunar y La dama de blanco y, no se saba cmo, los despachos de Wellington desde la India, que me encantaban.

    Fui descubriendo estos tesoros en aquelloprimeros aos. Mientras tanto -primavera de78-, despus de mi experiencia en Southsea, idea de ir al colegio no me atraa mucho. EUnited Services College era una especie de asociacin creada por funcionarios, oficiales modestos y as, para que la educacin de sus hijoles resultase asequible. Estaba en WestwarHo!, cerca de Bideford. Era bsicamente u

    colegio de casta. Ms del setenta por cienthabamos nacido fuera de Inglaterra y la mayora quera seguir la carrera de sus padres en eEjrcito. Cuando yo entr, no llevaba ms dcuatro o cinco aos fundado. Se haba inaugurado a instancias de Cormell Price, quien sinspir en Haileybury, cuyo modelo segua, yo creo que con bastantes casos difciles procedentes de otros colegios. La organizacin er

    incluso para aquella poca, bastante primitiv

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    y la comida hubiera provocado hoy un moten Dartmoor. No recuerdo ni un solo momenten que, una vez gastada la paga que nos daba

    en casa, no comiramos pan duro, si podamorobarlo de las bandejas que haba en el stanantes de la merienda. Pese a todo, slo hubque usar la enfermera para un accidente fortuto y no recuerdo que muriera ningn nio. Shubo una epidemia, de varicela. Aquella vez edirector nos reuni a todos y se condoli conosotros de tal modo que creamos que se iba cerrar inmediatamente el colegio y que empe

    zaramos a vitorearle. Pero lo que dijo fue quseguramente lo mejor era no hacerle demasiadcaso al incidente y que no apretaran muchodurante el resto del curso. As lo hicieron, y epidemia se pas enseguida.

    Como en cualquier colegio, en el de Wesward Ho! reinaba la natural violencia; peroaparte del repertorio de palabrotas que todnio tiene la obligacin de aprender para lueg

    olvidarlo hacia los diecisiete aos, era un cole

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    gio ms pulcro que todos los colegios de loque me han hablado luego. No recuerdo ningn caso de perversin, ni siquiera sospechad

    Tengo la teora de que, si los profesores no sospecharan tanto y no lo demostraran tanto, nhabra tanta maldad en otros colegios. Una veya fuera del colegio, hablando con Cormell Prce me confes al respecto que su nica proflaxis contra ciertos microbios inmundos eprocurar que nos acostsemos muy cansadosDe ah la libertad que disfrutbamos y que hiciese odos sordos ante nuestras peleas con

    tantes y ante las batallas entre los distintos pabellones.

    Al terminar el primer curso, que fue horroroso, mis padres no pudieron venir de vacacionea Inglaterra y tuve que pasarlas con unos chicomayores que estudiaban para el ingreso en eEjrcito y con los dems nios que tenan lejosla familia. Al principio me esper lo peor, percuando los supervientes nos quedamos all, e

    las aulas con eco, mientras los dems se iban

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    la estacin en un coche que les haban puestola vida empez de pronto a ser algo nuevogracias a Cormell Price.

    Los mayores, que haban estado tan distantese convirtieron en tolerantes hermanos mayoreque dejaban que los alevines anduvisemos nuestras anchas. Compartan con nosotros lagolosinas de su merienda e incluso se interesaban por nuestras aficiones. No haba muchtrabajo que hacer y nos divertamos mucho. Aempezar de nuevo el curso se cortaron de gope las sonrisas, como era lo lgico. A m m

    compensaron con unas vacaciones cuando mpadre vino a Inglaterra, y con l me fui a la Exposicin de Pars del 78, en la que l diriga ePabelln de la India. A mis doce aos me dejtotal libertad para conocer aquella ciudagrande y amable y para recorrer los espaciosedificios de la Exposicin. Aquello equivalpor s solo a unos estudios y sent la base de mamor a Francia para toda la vida. Tambin, a m

    padre le pareci que yo deba aprender franc

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    aunque slo fuese para distraerme, y me dio Julio Verne para empezar. En los colegios daquella poca el aprendizaje del francs no es

    taba muy bien visto y quien lo hablaba caa bajla sospecha de cierta tendencia a la inmoralidad. Por lo que a m respecta,

    Tengo por cierto lo que aqul canten meloda indita:que quien de joven en Pars despiertaya cerca del verano, despierta al Pa

    raso.

    Para quienes puedan estar interesados en estas cosas, escrib sobre esta parte de mi vida eunos Recuerdos de Fr ancia que tienen mucho quver con lo que viv en aquellos das.

    M i primer ao y medio de colegio no fue muagradable. El fanfarroneo ms pesado no etanto el de los chicos mayores, que se limitan dar una patada y seguir en lo suyo, como el d

    los pequeos diablos de catorce aos que s

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    ponen de acuerdo para arremeter contra unico objetivo. Por suerte para m, yo era fscamente grande para mi edad y gan ciert

    crdito al nadar en el mar o tirarme al agudesde el pen de Pebble. Jugaba al rugby, pero tambin en esto se me interpuso el problemde la vista. No llegu a jugar ni siquiera en esegundo equipo.

    Nadie se atrevi a meterse conmigo una veque, a los catorce aos, empec de pronto estar fuerte. Yo tampoco me meta con nadino s si por mi indolencia natural o por las ex

    periencias que haba sufrido. Por aquel entonces ya tena dos amigos con los que, medianun sistema de ayuda mutua muy bien organzado, pas dos aos de colegio protegido poprincipios de cooperacin. Nuestra unin, quest en el origen de mis personajes StalkM'Turk y Beetle, no recuerdo cmo empezpero lo cierto es que nuestra triple alianza eya muy slida antes de que tuviramos trec

    aos. Nos haba fastidiado mucho un chico alt

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    y fuerte que nos robaba lo que tenamos enuestras pobres taquillas. Hasta que fuimos por l, en una larga operacin conjunta de aco

    so y derribo casi de verdad. Al final ganamonosotros. Lo habamos rodeado y aplastadcomo las abejas bloquean a la reina, y no volva molestarnos nunca.

    Turkey haca gala de un perpetuo distanciamiento -mucho ms all de la mera insolenciahacia todo el mundo, y de una lengua quecuando se pona a hablar, pareca haberla mojado de algn cido irlands. Por lo dems, s

    refera sinceramente a los profesores comujieres, lo cual no dejaba de tener cierta gracia. Su actitud en general era la que, por aquelpoca, mantena Irlanda hacia todo lo ingls.

    En cuanto a nuestra capacidad de accin, a organizacin de ataques, represalias y retiradas, dependamos de Stalky, nuestro comandante y jefe de su propio Estado Mayor. Vende un hogar muy disciplinado y se entrenab

    supongo, en las vacaciones. Turkey nunca no

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    cont nada de sus orgenes. Distante, inescrutable, respondn, se incorporaba al curso generalmente uno o dos das tarde, en el paquebo

    de Irlanda. Se encarg de la decoracin dnuestro cuarto, porque l renda culto a un extrao dios llamado Ruskin. Discutamos entnosotros metdica y fielmente como esposospero cualquier deuda que tuviramos coquien fuese era no menos fielmente pagada polos tres.

    Nuestra socializacin de las oportunidadeeducativas nos permiti seguir a salvo en e

    colegio, hasta que quien sirvi de base para mpersonaje Little Hartopp, hacindome con demasiada insistencia determinada preguntlleg a la conclusin de que yo no saba lo quera un coseno y me compar con las bestias. Lense a Turkey lo poco de francs que lleg saber y l a su vez nos ense a Stalky y a malgo de latn. Mucho puede decirse en favor deste sistema, si se quiere que un nio aprend

    algo: siempre recordar lo que le venga de u

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    igual, mientras que las palabras del profesor sle olvidan. Del mismo modo, cuando Stalkcrey conveniente que yo ingresara en el coro

    me ense a canturrear Conozco yo a unguapa seorita dndome golpes en los rionemientras dbamos vueltas por el campo dcricket. (Pero algn pequeo problema relacionado con un trozo de mrmol que cay de faltriquera de una toga, escaleras del coro abajhasta el tejado de la nave lateral, acab con aventura.)

    Creo que era su increble frialdad lo que con

    dicionaba nuestras guerras y nuestras paceEra capaz no slo de vernos a nosotros, sintambin de verse a s mismo desde fuera, ycorrer los aos y encontrrmelo en la India o ecualquier otro sitio, no haba perdido esta capacidad. Al final, cuando con una escuadra ddudosos coches Ford y unas tropas muy heterogneas se marc un monumental farol contrlos bolcheviques en algn lugar de Armenia (

    cuenta en sus A ventur as de D unster for ce), casi

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    aniquilan, y escribi a las autoridades responsables. Le pregunt qu pas luego. Me dijeron que ya no requeran mis servicios. Natu

    ralmente le dije que lo senta. Tan equivocadcomo siempre, me aadi entonces el ex-jedel aula quinta. Si cualquier oficial a mis denes llega a escribir lo que le escrib al Ministerio de la Guerra, yo habra ordenado que hicieran pedazos. Esta ancdota resume bieal hombre, y al nio que haba sido nuestro jefCreo que hice bastante de amortiguador entsus impulsos, sus broncas verbales y las cam

    paas en que ramos una potencia, y el agrTurkey demoledor que, como he escrito luegoamaba destruir ilusiones y para ello vivaaunque a pesar de todo se esforzaba por perseguir la belleza. Me invadieron la mesa de vocacin literaria, irrumpieron en mis sueose burlaron de mis dioses; me robaron, arrasaron o vendieron las propiedades que yo tendescuidadas o a la intemperie. Y no poda pasa

    una semana sin ellos, ni ellos sin m.

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    Pero me vengu de sobra. He dicho que yera fisicamente precoz. Durante el ltimo cursen las clases desafi altivamente a C. Un d

    estall y me dijo que no poda soportar ms visin y me mand afeitarme. Me fui con estorden al director de la Residencia y ste, que yhaca tiempo que me tena por una cinaga diniquidad, barrunt la confirmacin de su sospecha y me escribi una recomendacin parque un barbero de Bideford me diese navaja todo lo dems. Amablemente invit a mis amgos a venir a ayudarme y luego, por el camino

    lament la pesadez que para m supona el afetado obligatorio. No hubo r ipostes. N o hubcomentarios de mal gusto. Pero no entiendcmo Stalky y Turkey no se cortaban la garganta con aquella herramienta.

    Volvamos a la vida salvaje en que lo comera ese tipo de sucesos prodigiosos.

    Fumbamos, por supuesto: pero el castigcuando nos descubran, era duro porque lo

    prefectos, que eran todos de la clase militar y s

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    estaban preparando para Sandhurst o para acceso a Woolwich, slo podan fumar en pipay con restricciones. Si uno del montn era so

    prendido fumando, deba comparecer ante loprefectos, no por razones morales, sino pohaber usurpado un privilegio de la casta domnante. La frase habitual era: Se cree usted uprefecto, no? Muy bien. Haga el favor de pasase por mi clase a las seis. Esto pareca dar mresultado que las lecturas religiosas y que, incluso, las expulsiones con las que algunas insttuciones afrontaban este terrible pecado.

    Lo curioso es que nadie esclavizaba a nadie, aunque la palabra esclavo se usaba bastante, como trmino despectivo, como signo dla subordinacin de los de secundaria. Si snecesitaba un lacayo para limpiar el cuarto para que hiciera recados, era motivo suficienpara una negociacin particular en la nicmoneda que tenamos: la comida. Algunas veces, el servicio le otorgaba proteccin a quien

    prestaba, por considerarse una insolencia qu

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    alguien molestase a un lacayo acreditado. Pomi poca capacidad de limpieza, nunca hice dtal; pero nuestro cuarto contaba de vez e

    cuando con alguno, al que explicbamos mubien nuestras obligaciones de amas de casPero sola ser Turkey quien lo ordenaba todcomo la solterona con que siempre lo comparbamos.

    Los deportes eran obligatorios, a menos quuno se excusara por escrito ante la autoridacompetente. El castigo por abandono voluntario era tres azotes con rama de fresno por part

    del delegado de deportes. Una de las cosas mdifciles de explicar a alguna gente es que uchico de diecisiete o dieciocho aos pudiepegarle a otro apenas un ao menor y que, trael castigo, se fueran a pasear juntos sin que ninguno de los dos le quedara orgullo ni rencor.

    En la guerra del 14 a algunos caballeros jvenes les costaba lo mismo entender que el ayu

    dante que durante la revista los insultaba fues

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    amable con ellos durante el rancho y que escambio de actitud no obedeciese a un deseo dcompensar la dureza previa.

    No recuerdo, salvo en un par de casos, haberecibido sermones o regainas de ndole moraNo siempre es conveniente estimular el sentmiento religioso de los adolescentes: parecclaro que los distintos grupos de nervios scomunican entre s, y quin sabe qu minapuede hacer estallar un sermn. Pero el accesa los dormitorios, en los que entraba el vientno eran puertas que se pudieran cerrar con lla

    ve, como tampoco las aulas tenan ningn tipde cerradura. Los profesores, con la excepcide uno que viva fuera, eran solteros. Los edifcios del colegio, que en su da haban sido casade alquiler baratas, estaban en fila frente a unladera, y en medio quedaba el espacio por eque se movan los muchachos. No habran etado mejor vigilados los internos de una crceaunque no nos dbamos cuenta. Por suert

    haba conciencia de poco ms que la inmedia

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    obligacin diaria y la necesidad de ingresar eel Ejrcito. Del mismo modo creo que, cuandtrabajbamos, trabajbamos ms que en la ma

    yora de los colegios.El director de mi residencia era extremadamente consciente y cuidadoso con su deber. Ns hasta dnde alcanzaran sus xitos. Sus errores lo eran por pura bondad excesiva. Siempsospechaba oscuramente de mis compaeros de m, que lo sabamos y que, pequeas bestiaque ramos, lo hacamos sudar a la menor provocacin.

    Quien ao tras ao me fue interesando mfue C., mi profesor de lengua y humanidaderemero de fsico portentoso, y erudito que vivcon la secreta esperanza de traducir dignamente a Tecrito. Tena mucho temperamento, cual no le impeda manejarse muy bien comuchachos acostumbrados al lenguaje directTena el don de un sarcasmo profesoral qupara l sera un desahogo y a m me parec

    una autntica maravilla. Era tambin un bue

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    director de residencia, de la que se senta orgulloso. Con l aprend, ya que me hizo el honode hablar mucho conmigo, que las palabra

    pueden ser un arma. Nuestras discusiones dclase, curso a curso, nos dieron mucho juego. Saprende ms de un erudito apasionado que dun montn de ganapanes de ardua brillantez. que en clase lo conviertan a uno en blanco dlos propios compaeros, no es mala preparacin para experiencias posteriores. Tengo entendido que este mtodo se desestima ahopor miedo a herirles la sensibilidad a los jve

    nes, pero en el fondo no era ms que el tintinede lata o la bengala con que se estimula a lopotros. No recuerdo haber sentido ms qualegra o envidia cuando C. me lanzaba suagudas invectivas.

    Intent dar plida cuenta de sus maneracuando se acaloraba, en un pasaje de uno de locuentos sobre Stalkie, Rgulo, pero ya hubiera querido yo retratar exactamente el entusias

    mo que pona al leer la gran Oda a Cleopatra

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    la nmero 27 del libro tercero. Lo exasper unvez mi psima interpretacin literal de los prmeros versos. Despus de aniquilarme, arras

    mi cadver al llevar a cabo una traduccin, inigualable en fuerza y comprensin, del resto dla Oda. Dej sin respiracin hasta a la clasmilitar.

    Debe de haber an profesores tan sincerocomo l, y la grabacin en disco de personaas, casi capaces de llegar a la blasfemia en slucha con una forma latina, sera mucho mtil para la educacin que montones de libro

    publicados. C. consigui que me pasase doaos odiando a Horacio, que luego lo tuviesveinte aos olvidado y que al final lo amarpara siempre y que me haya acompaado en npocas noches de insomnio.

    Fue despus del segundo ao de colegcuando me entr la fiebre de escribir. En lavacaciones, las tres seoras -y a m me bastabeso- me escuchaban cualquier cosa que tuvie

    que decir. Me inspiraba en los libros de su b

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    blioteca, desde La ciudad de la noche terribleque me conmovi hasta lo ms hondo de mtiernas entraas, a las Parbolas de la Naturale

    za de la seora Gatty, las cuales imitaba desdla conviccin de ser original. Y muchos otrolibros. Pocas atrocidades de forma o de mtricse me quedaron sin perpetrar, y con todas disfrutaba.

    Descubr tambin las posibilidades que ofrecan los pareados personales y satricos sobmis compaeros. En colaboracin con uno dnariz colorada y temperamento voluble, explo

    t la idea, no sin cierto revuelo. Despus vinmi hallazgo de que con la mtrica de Hiawathse ahorraba uno todas las complicaciones de rima. Y haba existido un hombre llamado Dante, que viva en un pueblecito italiano y siempre de pleito con sus vecinos, para muchos dlos cuales invent graves tormentos en un infierno de nueve crculos, donde los exhibi para la posteridad. Deca C.: Debi de hacers

    infernalmente impopular. Yo alternaba m

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    influencias.Me compr un gran cuaderno de los de tip

    americano, forrado de tela, y empec a escrib

    un Inferno en el que somet a la tortura correspondiente a todos mis amigos y a la mayora dlos profesores. El trabajo me cunda al no tenems que cantar la futura condena de vctimaque pasaban bajo la ventana del estudio de mdos compaeros y mo. Tennyson y AuroLeigh aparecieron del modo ms natural, durante unas vacaciones, y C., una vez, en claseme tir literalmente a la cabeza Hombres y mu

    jeres. Ah me encontr con El obispo ordenhacer su tumba, Amor entre las ruinas y eFra Lippo Lippi que es, me atrevo a pensaantecendente no demasiado remoto del mo.

    Deb de leer por primera vez los poemas dSwinburne en casa de la ta. No conmovieroespecialmente mi muy tierno espritu hasta qule Atalanta en Calydon y una estrofa escogidque se adaptaba con exactitud al ritmo de m

    natacin entre las grandes olas. Algo as:

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    Y quin te buscar y conseguirdevolverte tu da

    (m edi a ola)en el que la paloma hundi las alas ylos remos se abrieron su camino

    ( la

    ot ra m edia

    entre islas y estrechos blanqueados por laespuma

    (avan zar con la ol a)

    Si se recita el ltimo verso de modo que temine en forma de gran ola que nos rompa en cabeza, la cadencia es perfecta. Llegu a perdonar a Bret Harte, a quien deba mucho, el quadoptara en vano esta mtrica en su Chinos paganos. Pero nunca perdon a C. por ponerme econocimiento del hecho.

    Slo aos despus, al hablar un da con TCrom, supe que injusticias as no se comete

    sin intencin. En aquella poca haba que ac

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    tuar con mano dura, me deca despacio. C. tuvo contigo. S, dije yo, y tambin H., eprofesor casado al que todo el colegio tema.

    Me acuerdo, contest Crom. S, conmigtambin pas. Se refera a una redaccin titulada Un da de las vacaciones o algo as. Cera quien haba ordenado hacerla, pero tenque corregirla H. La redaccin me sali con unvariada pero absoluta mala calidad, supongque forjada en la lectura, en vacaciones, de uperidico llamado The Pink 'Un. Ni yo mismhaba escrito nada peor. Lo normal hubiera sid

    que H. le enviara sin comentario las notas a CEn esta ocasin, sin embargo (estaba yo en clasde latn), H. entr y pidi la palabra. C. se cedi de mala gana, y fue entonces cuando Hante el regocijo de mis compaeros, me puso eevidencia con su mejor estilo, cido y ofensivoConcluy con unas cuantas observaciones generales acerca del acabar siendo un periodisvulgar. (Y ahora pienso que seguramente H

    lea tambin el Pink 'Un. ) El tono, el argument

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    y la intencin de su discurso fueron de unbrutalidad premeditada, como la del tirn debocado que encabrita a un potro demasiad

    fogoso. C., a la salida de H., remat con un pade aadidos. (Pero quiso Al castigar a H. apasar los aos? Me lo encontr en Nueva Zelanda; diriga un colegio mixto en el que dabclases de latn a chicas. Y cuando miden malos versos, como usted sola hacer, me echamiraditas. Me acord de las madrugadas fraen que, de su implacable mano, yo estudiaba Nuevo Testamento en griego y la verdad es qu

    lo compadec hasta lo ms profundo de mi ama.)

    S, Crom y los suyos deban de acunarmemucho. Por eso, cuando me vio irremediablemente destinado al tintero, orden que yo fuesel director del peridico del colegio y que tuviera acceso a la biblioteca de su estudio. Supongo que tambin a eso se debi un permissimilar de C., quien me lo daba y quitaba seg

    las fluctuaciones de nuestra guerra particula

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    Tambin, la idea del director de que yo debaprender ruso con l (a lo ms que llegu fuesaberme algunos nmeros cardinales) y, m

    tarde, lo que l llamaba la escritura en estiprcis. Consista en la severa compresin dmaterial hasta su sequedad ltima, sin omitningn hecho esencial. Todo quedaba suavizado por el recuerdo de personas que Crom habconocido de joven y, con su hablar lento y grave y el humo de su invariable Vevey, aclarabel uso de las palabras. Que Dios me perdonpero yo pensaba que aquellos privilegios s

    deban a la trascendencia de mis mritos personales.

    Muchos queramos al director por lo quhaba hecho por nosotros, pero yo le deba mque todos mis compaeros juntos, y creo que quera ms que ellos. Un da me dijo que, tralas vacaciones, me iba a ir a la India, a trabajaen un peridico de Lahore, donde mis padrevivan, y que ganara nada menos que cien ru

    pias de plata al mes. Al final del curso organ

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    z, con evidente injusticia, un certamen poticcon el tema obligado de La Batalla de Assayey en el que, al no haber competidores, gan co

    un poema cuya mtrica me vena del ltimcontagio: Joaquin Miller. Y al entregarme elibro que se dio de premio, Competition Wallade Trevelyan, Crom Price dijo que, si yo seguadelante, algn da se hablara de m.

    Los ltimos das antes de embarcar los pascon mi querida ta, en la pequea granja que loBurne-Jones haban comprado para pasar lavacaciones en Rottingdean. Desde all contem

    plaba el prado de la aldea y el estanque de uncasa a la que daban nombre unos olmos y questaba tras un muro de piedra; tambin la iglesia que tena enfrente y -de haberlo sabido entonces- los restos de quienes estarn en lacasas de la Muerte y del Nacimiento.

    CAPTULO 3

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    SIETE AOS DIFCILES

    Soy, con la venia, el pobr e hermano L ippo.

    N o me acerqu is al r ost ro l as antor chas.Fra Lippo Lippi

    As pues, a los diecisis aos y nueve meseaunque aparentaba cuatro o cinco aos ms, con unas patillas que mi madre, escandalizadhizo desaparecer nada ms verlas, me encontraba en Bombay, donde haba nacido. Volva visiones y olores que me arrancaban frases ve

    nculas cuyo significado ignoraba. Otros muchachos nacidos en la India me han contadque alguna vez les pas igual.

    Me quedaban an tres o cuatro das de trehasta Lahore, donde estaban los mos. Y esodas iban a bastar para borrar mis aos ingleseque creo que nunca han vuelto del todo.

    Fue un feliz regreso a casa y es que, imagnaos, me reencontraba con un padre y una ma

    dre a los que haba visto muy poco desde lo

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    seis aos. Podra haberme ocurrido que mi madre no fuese la clase de mujer que a uno gusta, como en un caso terrible que conozco,

    que mi padre resultase inaguantable. Pero mmadre demostr ser ms encantadora de lo quyo hubiera podido imaginar o recordar; y mpadre no slo era una mina de sabidura y dvaliosa ayuda, sino tambin un compaero experto, tolerante y lleno de buen humor. Mdieron habitacin propia en la casa. El criadde mi padre, con toda la solemnidad de un contrato matrimonial, me cedi a su hijo para qu

    fuese criado mo. Dispuse tambin de caballocarruaje, mozo de cuadra, horario de oficinaresponsabilidades directas y, oh felicidad, umaletn propio, como el que mi padre llevabtodos los das al Museo de Lahore y a la Escuela de Arte. No recuerdo la menor friccin eningn detalle de nuestras vidas. Disfrutbamos ms en familia que en compaa de loextraos y cuando, algo despus, lleg mi he

    mana, la felicidad fue total. No slo ramos d

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    chosos, sino tambin conscientes de serlo.Pero el trabajo era difcil. Yo era el cincuen

    por ciento del equipo editorial del nico dia

    rio del Punjab, hermano pequeo del gran Pioneer de Allahabad, que era del mismo propietario. Y un diario sale todos los das aunque mitad de su equipo est con fiebre.

    M i jefe me llev, como quien dice, de la many, durante tres aos o as, lo odi. Tuvo quadiestrarme y yo no tena idea de nada. No shasta qu punto mi aprendizaje lo hizo sufripero todo lo objetivo que llegara yo a ser, tod

    el hbito que adquiriese en verificar fuentes en conseguir trabajar sin moverme del despacho, se lo debo a Stephen Wheeler.

    Nunca trabaj menos de diez horas al da, rara vez ms de quince al da. Como nuestrperidico era vespertino, slo vi la luz del medioda los domingos. Tambin tuve fiebrefrecuentes y tenaces, a las que se uni duranun tiempo una disentera crnica. De todos mo

    dos descubr que un hombre puede trabajar co

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    cuarenta de fiebre, aunque al da siguiente tenga que preguntar quin escribi su propio artculo. El encargado indgena de la seccin d

    noticias, Mian Rukn Din, caballero mahometano de buen corazn y de infinita paciencia, quien nunca vi excedido por una situacin, sconvirti en amigo mo para siempre. Desduna perspectiva moderna, supongo que aqulera una vida perra; pero mi mundo estaba llende muchachos que, con muy pocos aos mque yo, vivan solos y moran de fiebre tifoidea los veintipocos aos. En nuestra casa, si a

    guien tena que morir, estbamos los cuatrjuntos. Y lo dems se iba en el trabajo cotidiany el amor lo atenuaba todo.

    No haba libros, cuadros, obras de teatro, ms entretenimientos que los deportes qupermita el invierno. El transporte se limitaba los caballos y al ferrocarril que buenamenhaba. Esto significaba que el radio normal dviaje poda ser de unos diez kilmetros a

    redonda, y que hubieran hecho falta otros die

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    para volver a encontrar gente de raza blancLa muerte era siempre una compaera cercanaUna vez, en nuestra comunidad blanca de se

    tenta personas, se dieron once casos de unepidemia tifoidea. Como todava no existan laenfermeras profesionales, los hombres cuidaroa los hombres, y las mujeres a las mujeres. Murieron cuatro de nuestros pacientes y pensamoque habamos hecho lo que tenamos que hacePor lo dems, los hombres y las mujeres caaall donde estuviesen, de lo que se derivaba costumbre de ir en busca de cualquiera que n

    acudiese a las reuniones diarias.Nos acompaaban los difuntos de todos lo

    tiempos, en el gran cementerio musulmabandonado, que estaba cerca de la estacin donde, cualquier maana, el caballo poda psar fcilmente un cadver medio desenterradLos crneos y huesos afloraban entre los murode adobe del jardn. Las lluvias los volvan desenterrar y haba tumbas a cada paso. El lu

    gar de las meriendas campestres, igual que a

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    gunas de las oficinas pblicas, haba servido dmonumento a mujeres que en vida haban sidmuy deseadas, y Fort Lahore, donde descan

    saban las viudas de Runjit Singh, era un mausoleo de fantasmas.As era mi mundo. Y su centro, para m -soc

    a los diecisiete aos-, era el Club del Punjadonde hombres en su mayora solteros se reunan para degustar comidas de escaso mritentre hombres cuyos mritos eran bien conocdos. M i jefe, que estaba casado, no iba casi nunca, por lo que me corresponda a m escucha

    cada noche los defectos del peridico de aqueda, afeados en el lenguaje ms directo. Locajistas, que eran indgenas, no tenan ni idede ingls y transcriban palabra por palabracon lo que salan erratas memorables y a veceobscenas. Los correctores de pruebas, de loque llegamos a tener un par, beban, como eprevisible; pero su sistemtico y prolongaddelirium tremens me obligaba a compartir co

    ellos ms trabajo de la cuenta. En el club, y e

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    todas partes, no conoca ms que a hombremuy especializados en su trabajo -funcionariociviles, militares, de la enseanza, forestale

    ingenieros, de aguas, de ferrocarriles, mdicoabogados-, ejemplares de cada ramo que hablaban cada cual de su oficio. Fue as como demostracin de conocimientos tcnicos quluego se me ha reprochado me vino dada ahasta la saciedad.

    Tan pronto como el peridico pudo confiaun poco en m, que haba hecho bien el trabajrutinario, me envi primero a hacer informa

    ciones locales y, despus, a las carreras de caballos, donde pas tardes curiosas en el tenderede las apuestas. Vi una de esas tiendas ardeuna vez, cuando un propietario furioso le arroj una lmpara de petrleo a su rival, justo noche en que el propietario concurra a las eleciones del Club. Fue la primera y ltima ocasin en que vi cmo se gastaban todas las bolanegras disponibles y los socios pedan m

    Despus hice informaciones sobre la inaugura

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    cin de grandes puentes, lo que supona unnoche o dos con los ingenieros; o sobre inundciones en las vas frreas, y ah las noches

    eran bajo la lluvia con los equipos de auxilioInform sobre fiestas de aldea, con las inevitables epidemias de clera o viruela; sobre motnes populares a la sombra de la mezquita dWazir Khan, donde las pacientes tropas, tenddas en los parques o en las callejuelas lateraleesperaban la orden de cargar contra la multituy pegarle a la gente en los pies con la culata defusil (en aquella poca, la Administracin civ

    consideraba que matar equivala a reconocer ufracaso). Y as la ciudad vociferante, enfervorzada, ebria de sus propias convicciones, edominada sin derramamiento de sangre o cola comparecencia de un Virrey que gesticulabmucho. Relat tambin visitas de virreyes a loprncipes vecinos, junto al gran desierto de India, donde haba que lavarse las manos y cara con soda; revistas de ejrcitos dispuestas

    invadir Rusia a la semana siguiente; recepcio

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    nes de algn potentado afgano con el que eGobierno indio quera estar a bien (stas incluyeron un paseo hasta el Khyber, donde me a

    canz el disparo perdido de un bandido que naprobaba la poltica exterior de su Gobiernojuicios por asesinato o divorcio y -tarea bastante desagradable- una investigacin sobre eporcentaje de leprosos que haba entre los caniceros que surtan de vacuno y cordero a comunidad europea de Lahore. (Aqu aprendque la verdad desnuda de los hechos no sueestar bien vista por las autoridades responsa

    bles.) Era el mtodo de enseanza de Squeepero cmo me iba a proporcionar menos estmulo del que yo necesitaba? Me saturaba dmaterial y, si me faltaba algn detalle, el Cluse ocupaba del resto.

    Recib el primer intento de soborno a la edade diecinueve aos, cuando me encontraba eun Estado indgena donde, naturalmente, unde los afanes de la administracin era consegu

    ms salvas de honor para el representante of

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    cial en sus visitas a la India britnica, propsitpara el que poda ser til hasta la recomendacin de un corresponsal perdido. A esto se de

    bi que, en la dali o cesta de frutas que dejabaa diario en mi tienda, me encontrara una maana un billete de quinientas rupias y un chade Cachemira. Como el remitente era de casalta, le devolv el regalo mediante un barrendro, que era de una casta inferior. A partir deste momento mi criado, que se haca responsable de mi bienestar ante su padre y el mme dijo framente: Hasta que lleguemos a ca

    sa, come y bebe lo que yo te d. Y as lo hice.De vuelta al peridico, me encontr con qu

    el director estaba enfermo y tena que quedame al cargo. Entre la correspondencia editoriahaba una carta del mismo Estado indgena, ela que se daba cuenta de la visita de su repotero, un tal Kipling que, al parecer, haba violado uno por uno los diez mandamientos desdel rapto al robo. Les contest que acusaba rec

    bo de la queja en calidad de director interino

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    pero que deban comprender en m cierta pacialidad ya que la persona de la que se quejaban era yo mismo.

    Volv a visitar alguna vez aquel Estado y nada ensombreci ni por asomo nuestras relaciones. Yo tena ya prctica en el insulto a la manera oriental, que ellos entendan. Y me devovieron la pelota a la manera asitica, que yentenda, y asunto concluido.

    El segundo intento de soborno lleg cuandtrabajaba a las rdenes del sucesor de StepheWheeler, Kay Robinson, hermano del Phil Ro

    binson autor de En mi jar dn de la In dia. Con y gracias a como me haba adiestrado su predecesor, la relacin fue magnfica. Nos encontrbamos con el mismo problema de las salvas dhonor; y con la misma argucia de la cesta dfrutas, los chales y el dinero para ambos. Peresta vez cometieron el error de dejarlo impdcamente en la terraza de la redaccin. Kay y ydedicamos media hora bastante divertida

    rayar con alfiler en los billetes la frase Time

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    D anaos et dona fer en tes, mientras lamentbamono poder quedrnoslos, como tampoco los chales, y tener que hacer como si nada.

    El tercer y ms interesante intento de sobornfue cuando cubra un caso de divorcio en sociedad eurasitica. Una negra enorme macorral y me ofreci darme, si omita su nombre, los detalles ms ntimos. Lo cual empez hacer en ese mismo instante. Antes de cerrar etrato, le pregunt su nombre. Ah, soy la demandada. Por eso se lo pido. Es difcil infomar sobre algunos dramas si no hay Ofelia o

    no hay Hamlet. Pero me compens de la ira daquella mujer el momento en que el tribunal pregunt si alguna vez haba tenido ganas dbailar sobre la tumba de su marido. Ella, quhasta entonces lo haba negado todo, sise ulargo Sss y aadi: Y muy a gusto y mubien que lo hara.

    A un soldado al que yo conoca lo habacondenado a cadena perpetua por un asesinat

    que, segn pruebas no aducidas en el juicio

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    pareca claro que haba cometido. Lo vi despus en la crcel de Lahore, y estaba hacienduna tarea muy complicada a base de plumas d

    escribir con tinta de distintos colores y clavadaen una especie de lona que, puesta sobre upapel, decida cmo haba que rellenar los impresos de la declaracin de la renta. Aquelpareca tremendamente montono, pero el epritu humano es invencible. Con un milmetro que me equivocara al marcar estas lneaechara a perder todas las cuentas del A lto Punjab, deca.

    En cuanto a los lectores del peridico, eran amenos tan educados como la mitad de nuestrequipo de redaccin; y a fuerza de llevar vida que llevaban, no se escandalizaban ponada ni nada les conmova. No sabamos lo quera un titular grande o unos tipos de letra especiales, y me temo que la cantidad de espacio eblanco de los peridicos actuales nos habrparecido una vulgar estafa. Sin embargo, lo

    temas que solamos tratar les habran propo

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    cionado a los peridicos de hoy noticias sensacionales casi a diario.

    Mi verdadero puesto en el peridico era el d

    subdirector, lo que significaba un eterno extractar originales tediosos, como los discursos sobre cuestiones abstrusas relacionadas con loimpuestos y la Hacienda Pblica que enviabun importante y docto ciudadano, cuya caligrafa era la peor que nuestros cajistas haban visten su vida, o artculos literarios sobre Milton(Y cmo iba yo a saber que el autor era pariente de uno de los propietarios y que crea qu

    nuestro peridico exista para dar salida a suteoras?) En esto las enseanzas de Crom Pricsobre el estilo prcis me ayudaron mucho a distinguir el grano de la paja al leer aquellas pesadeces. Mantenamos intercambio con otros peridicos, desde Egipto a Hong Kong, a los quhaba que echar un vistazo casi todos los das yuna vez por semana, los peridicos ingleses dlos que se echaba mano en caso de necesidad.

    los corresponsales nacionales, de pueblos apa

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    tados, haba que leerlos con cuidado por si inocencia de sus alusiones disimulaba una dfamacin. No faltaban cartas de broma de a

    gn empleado, contra las que haba que estaprevenido (yo piqu un par de veces); quedabluego, por supuesto, la clasificacin de cablegramas, en la que ms vala no equivocarsyo los apuntaba al telfono, primitivo y misterioso poder cuyo operador indgena deca slaba a slaba todas las palabras. Uno de nuestroproblemas recurrentes era un maldito peridicmoscovita, el N ovoie V remya, escrito en franc

    y que estuvo mucho tiempo publicando, semanalmente, los diarios de guerra de Alikhanoff, general ruso que por aquella poca asolaba los dominios de los kanes de la Rusia central. Daba el nombre de todos los campamentoque haba asaltado, y contaba cmo sus tropase calentaban con hogueras de sax-aul, que supongo que deba de ser artemisa. Una semandespus de haber traducido la ltima entrega

    no recordaba yo ni un solo detalle de la serie.

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    Diez o doce aos despus, ca enfermo eNueva York y tuve un largo delirio que, podesgracia, recordaba luego, ya consciente: e

    una de sus fases mandaba un batalln montaden caballos rojos ensillados en cuero flamante,la luz de una luna verde y por estepas tan vastas que permitan adivinar la mismsima curvdel planeta. Descansbamos en uno de locampamentos nombrados por Alikhanoff en sdiario (yo vea el nombre escrito al lmite de Tierra), donde nos calentbamos con hoguerade sax-aul y donde, abrasado por un lado y he

    lado por el otro, me quedaba sentado hasta qumis infernales escuadrones seguan rumbo asiguiente alto previsto, y as toda la serie.

    A principios de los aos ochenta, lleg al poder un gobierno liberal que actuaba de acuerda los principios liberales, los cuales, hasdonde yo he podido observar, no es raro quacaben en derramamiento de sangre. Era entonces cuestin de principio que jueces ind

    genas juzgaran a las mujeres blancas. Indgen

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    en este caso, equivale directamente a hind; la idea que el hind tiene de la mujer no emuy elevada. Nadie haba solicitado aquel

    medida, y mucho menos la judicatura afectadPero los principios son los principios, caigquien caiga. Se molest mucho la comunidaeuropea, que lleg al extremo de la revuelta, edecir, a que incluso los funcionarios pblicos sus esposas dejaran de asistir a las recepcionedel entonces Virrey, hombre orondo y desorientado, preso de tendencias religiosas. Paapadrinar aquella ley se trajo a la India a u

    apacible caballero ingls llamado C. P. IlberMe parece que tambin l estaba un poco deorientado. Nuestro peridico, como la mayoparte de la prensa europea, empez por desaprobar enrgicamente la medida y publicmuchos comentarios e informaciones que hoseran, supongo, tachados de desleales.

    Una tarde, mientras cerraba la edicin, ech habitual vistazo al artculo de fondo. Era el tip

    de artculo desequilibrado, semijudicial, que s

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    haba prodigado en los peridicos ingleses elos aos 1832 y 1834 con motivo del DocumentBlanco de la India y, como todos ellos, expon

    con poco disimulo los mismos altos ideales deGobierno. Con el tiempo se aprenda a identficar mejor aquel estilo, pero en aquel momentme desconcertaba. Le pregunt a mi jefe qusignificaba. Me contest como yo lo hubiehecho en su lugar:

    Y a usted qu demonios le importa? como estaba casado, se march a casa. Yo ecambio acud al Club, que, no se olvide, e

    todo mi mundo exterior.Nada ms entrar al largo y destartalado co

    medor, en el que todos compartamos una somesa grande, estall una pitada unnime. Flo bastante ingenuo para preguntar: A qujuegan?, a quin le silban?. A usted, dijo hombre de mi lado. Su maldito periodicuchha traicionado el proyecto de ley.

    No es agradable seguir tranquilamente sen

    tado mientras a uno, a los veinte aos, todo s

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    universo le dedica una pitada. Entonces se levant un capitn, nuestro ayudante de Voluntarios, y dijo: Basta ya! El muchacho se limi

    a hacer aquello por lo que le pagan. Ces manifestacin, pero yo haba empezado a veclaro. El capitn haba dicho la pura verdad. Yera un mercenario y me pagaban para lo qume pagaban. No me encant la idea. Alguiedijo amablemente: Jovenzuelo, es usted taburro que ignora que su peridico tiene la contrata de prensa del Gobierno? No lo ignorabpero hasta aquel momento no me haba parad

    a relacionar.A los pocos meses, uno de los dos principale

    accionistas del peridico fue condecorado Caballero. Mucho empez a llamarme la atencila melosidad con que algunos funcionarios vean con buenos ojos la medida del Gobierno no se saba por qu, de pronto cambiaban ecalor por el mejor clima del cantn de SimiaGracias a astutos orientadores, a menudo ind

    genas, segu la trama sutil de maneras con qu

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    un gobierno presiona solapadamente a sus empleados, en una tierra donde todas las circunstancias y relaciones de la vida de un homb

    son de dominio pblico. Por eso, cuando importante e histrica Ley de la India se retomcincuenta aos despus, me sent como quievuelve a recorrer los tortuosos caminos de sjuventud. Uno reconoca las frases textuales, lamismas garantas de los viejos tiempos todaven buen uso y uno se esperaba, como en sueos, las frmulas con que se excusaban quieneabandonaban convicciones. Algo as: Pued

    servir de conciliador, ya sabe. En todo casoevito que entre en juego otro ms extremistaSera insensato oponerse a lo inevitable. todos los dems camuflajes que el Diablo facilta al pecador que no quiere quedar mal conadie.

    En el ao 1885, me hice masn por dispens(Logia Esperanza y Perseverancia 782 E.C.) shaber cumplido la edad preceptiva, porque

    Logia quera un buen secretario. No lo tuvo

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    pero ayud y aconsej al Maestro en la decoracin de las paredes vacas con telas, segn norma del templo salomnico. All conoc

    musulmanes, hindes, sijs, miembros del AySamaj y del Brahma Samaj y a un Gran Vigilante de la Logia que era sacerdote judo y carnicro en su pequea comunidad ciudadana.

    An se me abra, de este modo, otro mundque necesitaba.

    Mi madre y mi hermana pasaban la poca dcalor en la montaa, donde a su debido tiempse les una mi padre. A m me llegaban las va

    caciones cuando el peridico poda prescindde m. Por eso me pasaba mucho tiempo soen aquella casa tan grande, donde peda a gusto comida indgena, menos repugnante que loguisos de carne; incorporaba as el empacho mis posesiones ms ntimas.

    En aquellos meses -entre mediados de abril mediados de octubre-, haba que coger el caty andar de cuarto en cuarto hasta encontrar e

    de menos calor; o dormir en la azotea y que e

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    aguador le echara a uno de vez en cuando medio odre de agua por el cuerpo abrasado. As scogan fiebres, pero se evitaba el desmayo po

    el calor.Muchas noches las pasaba tan en vela comlas de la casa de Brompton Road, y vagaba hasta el amanecer por todo tipo de sitios curiosotabernas, garitos de juego y fumaderos de opique no son nada misteriosos; locales perifricode diversin, de tteres o de danzas indgenao me meta por las estrechas galeras que habajo la Mezquita de Wazir Khan por el pur

    gusto de mirar. Alguna vez la polica se macercaba, pero conoca a la mayora de los ofciales, y mucha gente de algunos barrios mconoca por ser hijo de mi padre, lo que eOriente es ms til que en ninguna otra partePor lo dems, bastaba con la palabra peridco, aunque al mo no le facilit mucha resede aquellos merodeos. Al salir el sol, volva una casa en algn carruaje noctmbulo de alqu

    ler, que heda a humo de narguile, a flores d

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    jazmn y a madera de sndalo; y, si el condutor tena ganas de charla, le contaba a uno umontn de cosas. En la India, buena parte de

    vida se hace en las noches de calor. Es la razde que la plantilla indgena de las oficinas nest para mucho a la maana siguiente. Todalas oficinas indgenas cierran como mnimentre mayo y septiembre. Los archivos y la correspondencia, del modo ms natural, se amontonan sin abrir en las esquinas para ser puestoal da o despachados cuando el tiempo refrescPero los ingleses que van a la metrpoli de va

    caciones, despus de haber impuesto a los hijode sus hijos las horas fijas de una jornada ndica de trabajo, se sorprenden de que la Indno trabaje como ellos. Es una de las razones polas que sera interesante que la India fuese autnoma.

    Y haba tambin noches hmedas, en eClub o en algn comedor militar, en las cualeuna mesa abarrotada de muchachos, med

    enloquecidos por el calor, pero con la cordu

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    necesaria para seguir con la cerveza y con unaentraas que raramente les traicionaban, bucaban diversin y la conseguan como fues

    Me acuerdo de una noche en que comimos hagis en lata, cuando haba clera en los cuartelepara ver qu pasaba; y otra en que a un caballo semental asalvajado, con el arns puesto, pusieron delante toda una pierna de corderojusto cuando iba a morder. En teora es un procedimiento para quitarles esa tendencia, pero que hizo fue volverlo an ms canbal.

    Llegu a conocer a los soldados de aquel

    poca en mis visitas a Fort Lahore y, en menomedida, a los acantonamientos de Mian M ir. Mprimer y ms querido batalln fue el Quinto dFusileros nmero 2, con quienes cen, en temeroso silencio, a las pocas semanas de serles presentado. Cuando se marcharon, segu con susucesores, el 30 de East Lancashire, otro regmiento de la parte norte del pas; y, finalmentecon el 31 de East Surrey, confederacin recluta

    da en Londres entre ladrones profesionale

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    algunos de los cuales se convirtieron en buenoy leales amigos mos. Haba, tambin, cenafantasmales con los alfreces encargados de

    destacamento de Infantera de Fort Lahordonde, entre estancias vacas, revestidas dmrmol, que haban pertenecido a reinas muetas, o bajo las cpulas de viejos panteones, lacomidas empezaban con treinta gramos de qunina en el jerez, tal como ordenaba el reglamento, y terminaban... como Al quera.

    Soy, por cierto, uno de los pocos civiles quhan hecho guardia con las tropas de Su Maje

    tad. Fue en una madrugada fra de inviernhacia las dos, en el fuerte, y aunque supongque me haban dicho la contrasea al irme decomedor, la olvid antes de llegar a la guardprincipal, y cuando me interpelaron me present solemnemente como visita de inspeccinEl revuelo de los hombres fue tal que le pregunt al sargento si haba visto en su vida ugrupo de sinvergenzas ms noble que aqu

    Esto me cost litros de cerveza, pero mereci

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    pena.Libre de un puesto militar concreto, y llevad

    por mi trabajo, poda andar a mis anchas por

    cuarta dimensin. Llegu a observar en todsu crudeza los horrores de la vida del soldadraso, y los tormentos innecesarios que tena qusoportar a cuenta de la doctrina cristiana, qusostiene que la muerte es el pago por el pecadSe consideraba impo que las prostitutas demercado pasaran control mdico, o que lohombres tomaran las precauciones elementaleen su trato con ellas. Esta virtud oficial le cost

    a nuestro Ejrcito de la India el que cada anueve mil soldados blancos, cuyo sostenimiento era caro, tuvieran que guardar campor enfermedades venreas. Las visitas a lohospitales especializados en stas me hicierodesear, tan sinceramente como lo deseo hodisponer de seiscientos sacerdotes -en especiobispos de la autoridad- y tratarlos durante semeses tal y como trataban a los soldados de m

    juventud.

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    Bien sabe Dios lo rpido que se mora de fiebres tifoideas, que parecan debidas al aguaunque no podamos asegurarlo; o del cler

    que era claramente una maldicin del Diabcapaz de matar a toda una seccin del dormitorio de tropa y dejar vivos a los dems; o de lafiebres de temporada; o de lo que llamabaintoxicacin de la sangre.

    Lord Roberts, en aquel tiempo comandanen jefe de la India, que conoca a mi familia, sinteres por los soldados y -yo haba escrito poaquel entonces un par de relatos sobre ellos- e

    mayor orgullo de mi juventud fue ir a caballosu lado hasta Simia Mall, l en su fogoso caballo rabe de siempre, mientras me preguntabqu pensaban aquellos hombres de su situacin, sus lugares de recreo y detalles por el estlo. Se lo cont y me dio las gracias tan gravemente como si yo hubiera sido todo un corone

    Mi mes de vacaciones en Simia, o en cuaquier otro lugar de montaa al que fuese m

    familia, era diversin pura, sin desperdiciar n

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    un instante. La vacacin tena un arranque incmodo y caluroso, en tren y por carreterCuando se llegaba, de noche ya haca fro

    cada cuarto tena su chimenea de lea, y a maana siguiente -con otras treinta por delante!-, una primera taza de t, trada por mi madre, y nuestras largas conversaciones, todojuntos de nuevo. Haba tiempo, tambin, pardedicarse a cualquier tarea que a uno se le ocurriera por gusto, y se nos ocurran muchas.

    Simia fue otro mundo nuevo para m. All vva la jerarqua y se vea y oa funcionar tal cu

    la maquinaria de la Administracin. Estabalos jefes del cuartel militar del Virrey, el estadmayor y sus ayudantes; y estaba, jugando a lacartas con los grandes, que le facilitaban noticias especiales, el corresponsal de nuestrhermano mayor en la prensa, el Pioneer, que erentonces una institucin en el pas.

    He olvidado las fechas, pero no las imgenede aquellas vacaciones. Hubo un momento e

    que nuestro mundo estuvo lleno de resonancia

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    de la teosofa que predicaba Madame Blavatska sus seguidores. Mi padre conoca a aqueldama, con quien discuta de asuntos totalment

    profanos y que le pareca uno de los impostorems interesantes y faltos de escrpulos quhaba visto jams. Esto, con las experiencias quhaba vivido mi padre, constitua un gran elogio. No tuve tanta suerte, si bien conoc a curiosos ancianos, un poco idos, que vivan en uclima constante de fenmenos manifestadoen sus casas. Lo cierto es que el momento auroral de la teosofa arras en el Pioneer , cuyo d

    rector se convirti en un devoto creyente y usaba el peridico como vehculo de propagandhasta un punto que crispaba los nervios no sde los lectores, sino tambin de un corrector dpruebas que una vez, a ltima hora, aderez uartculo muy exaltado sobre el asunto con siguiente frase entre corchetes: Q u se apuetan a que es una vulgar patraa? El director senfad de un modo muy poco teosfico.

    Durante uno de mis descansos en Simia

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    haba vuelto a tener disentera-, me mandaronrecuperarme al camino entre el Himalaya y eTbet, con un funcionario enfermo y su muje

    Mi compaa estaba formada por mi criado -eque me haba dado de comer en el Estado indgena del que ya he hablado-; Dorothea Dabishoff, alias Dolly Bobs, toda una yegua dtemperamento; y cuatro porteadores a los quhaba que atender o sustituir en las paradaConoca las estribaciones de las grandes montaas tanto desde Simia como desde Dalhousipero nunca me haba adentrado por ellas. Fue

    ron para m una revelacin de todo el podela majestad, el dominio y la energa, de ahora de siempre, tanto por el color como la forma la naturaleza indescriptible. Algo de todo que vi entonces habra de volver en Mm.

    El da de regreso a Simia -mis compaeroseguan camino-, mi criado se enzarz en unpelea con un nuevo cuarteto de porteadores le hiri el ojo a uno de ellos. A muchsima di

    tancia estbamos del hombre blanco ms cerca

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    no y no me apeteca nada que me llevaran analgn pequeo Raj de las montaas, sabiendcomo saba que los porteadores juraran todos

    una que el ataque lo haba ordenado yo. Asque pagu aquella sangre y me retir estratgcamente; la mayor parte del camino, a pie, poque a Dolly Bobs le mareaban todas las vistas casi todos los olores del paisaje. Tuve que dejaque los porteadores, que queran un puestmejor, como los polticos, fuesen delante de mpor el sendero de apenas metro y medio dancho. Y, como pasa siempre que uno est e

    apuros, empez a llover. Mi principal objetivera hacer el camino de tres das en uno, cosa dunos cuarenta kilmetros. Los porteadores quran escaparse a su pueblo para gastarse su maganada plata. Me toc la desoladora tarea ddirigir una retirada. No creo que aquel da recorrisemos mucho menos de sesenta kilmetromontes arriba y valles abajo. Pero me sentbien y me permiti tomar varias botellas de

    cerveza fuerte del Ejrcito al terminar el da e

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    el refugio. El ltimo da una tormenta quhaba estado tronando por debajo de nosotroalcanz la cumbre que estbamos atravesand

    y nos cay encima. Nos tir a todos al suelo ycuando pude volver a levantar la vista, observque medio tronco de un pino grande, sajadlongitudinalmente como una cerilla con ucortaplumas, caa pendiente abajo por su propio peso. Como el ruido de la tormenta lo invada todo, la cada del tronco pareca un espectculo de mimo. Y cuando empez a dar satos -tremendos saltos verticales- el efecto fue d

    puro del i r ium tr emens. De todos modos, los poteadores, a quienes sus antecesores les habacontado mis delitos, matizaron que, si los dioses locales haban fallado el fcil blanco que yles ofreca, despus de todo no deba considerarme desafortunado.

    Fue en este viaje donde vi una familia feliz dcuatro osos, que haban salido juntos de pasey charlaban entre ellos a gritos. Y tambin m

    pas un buen rato contemplando cmo u

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    aguila, unos metros por debajo de m y con ebrillo del sol en las alas, se cerna sobre el valen forma de mapa donde tena el nido.

    De vuelta a casa, entregu mi criado a su padre, quien fielmente le rega por haber puesten peligro al hijo del mo. Lo que no le dije fuque mi criado, musulmn del Punjab, en uprimer momento de pnico, se haba abrazada los pies del porteador montaero herido, quno era musulmn, y le pidi que se apiadaseUn criado, precisamente por serlo, tiene su izza-su honor- o, como dicen los chinos, su ro

    tro. Si preservis su honor, se os rendir. Nunca se le debe reir delante de otros criados, y sos sabe conscientes del significado de las palabras que le profers, hay palabras o frases quno deben emplearse. Pero a un joven recillegado de Inglaterra, o a un viejo a cuyo servcio ha envejecido, se les permite todo. En eprimer caso puede que el criado diga: Es mujoven. Esas palabrotas las ha aprendido de s

    novia. Y no perder la calma, incluso aunqu

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    el amo use la peor jerga de las mujeres. En esegundo caso, el anciano y consciente servidodir: No es nada. Pasamos la juventud junto

    Haba que orlo entonces!La recompensa de esta mnima consideracies un servicio de tal calibre que uno lo aceptabcomo la cosa ms natural... hasta que lo perdMi criado iba todos los meses al banco local recoger mi sueldo, en monedas, y lo llevaba casa oculto en el fajn, como todo el mercadsaba. Luego lo pona en un viejo armario, ddonde yo lo sacaba para mis gastos, hasta qu

    se agotaba.Sin embargo, para su honor profesional e

    importante presentarme todos los meses la listde los gastos que haba hecho a mi cuenta petrleo para los faroles de la calesa, cordonede zapatos, hilo para los calcetines, botones quhaba tenido que coser-, todo escrito en el ingldel mercado por el escritor de cartas de la esquina. El total coincida, por supuesto, con m

    sueldo, y de cada rupia de esta cuenta mi cria

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    do llevaba la comisin de Oriente: la decimosexta o la dcima parte de cada rupia.

    Por lo dems, nunca se me ocurra vestirm

    solo ni cerrar una puerta interior de la casa -iba decir cerrar con llave, pero la verdad es quno haba cerraduras-. M e tomaba, eso s, la molestia de meterme en la ropa que sostenan parm despus del bao, y de salir de ella cuandme ayudaban a desvestirme. Y -lujo con el qutodava sueo- me afeitaban antes de que mdespertase.

    Todo esto hay que contraponerlo al sabor d

    la fiebre en la boca; el zumbido de la quinina elos odos; el estado de nimo soliviantado poel calor hasta casi el lmite, pero slo hasta ahpara no volverse loco; la lenta llegada de noche en atardeceres insufribles; y, menos soportables todava, los amaneceres de un caloatroz y rancio, que eran as la mitad del ao.

    Cuando mi familia se iba a la montaa y mquedaba solo, el criado de mi padre se quedab

    al mando de la casa. En los detalles cotidiano

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    empezaba a notarse uno de los peligros de vida solitaria. Conforme el nmero de asistentes al Club disminua entre abril y mediados d

    septiembre, los hombres se volvan cada vems descuidados, hasta que por fin a nuestrsecretario le remorda la conciencia y, culpabl mismo, nos llamaba al orden a empellones nos prohiba cenar en camiseta y pantaln dmontar o poco ms.

    La tentacin era mayor en la propia casaaunque uno saba que, si rompa con el rituade vestirse para la ltima comida del da, pe

    da su tabla de salvacin. (Los caballeros jvenes de hoy, ms tolerantes, consideran esto dvestirse para la cena una afectacin comparaba la corbata del antiguo colegio. Dara msueldo de varios meses por el privilegio de deengaarlos.) De esto se ocupaba el mayordomPor el honor de la casa, debe darse una cenHace tiempo que el Sahib no invita a comer sus amigos. Yo pro