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Artículo escrito a finales de mayo de 2011
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Algunas consideraciones
sobre el 15-M y las acampadas
Una mirada crítica sobre el movimiento de los indignados
Carles Masip
2
¿Nos encontramos ante un fenómeno social novedoso? ¿Cuáles son las raíces de este
movimiento? ¿Hacia dónde se dirige? ¿Cuál tiene qué ser la participación en este
movimiento? ¿Y en qué formas? Estas y muchas otras son algunas preguntas que surgen
alrededor del movimiento de acampadas iniciado el 15 de mayo y que han suscitado
amplios debates, no sólo en el seno –como cabía esperar- de las izquierdas, sino que nos
encontramos ante un debate que ha llegado a penetrar en los siempre tan estrechos
círculos informativos de los mass-media.
En primer lugar, cabe resaltar el aparente desconcierto que ha sufrido la sociedad en
general y algunos movimientos de izquierda en particular ante el surgimiento de las
acampadas, especialmente después de que estas adquirieran cierto carácter de masas en
las jornadas previas a las elecciones municipales y autonómicas del 22 de mayo. Este
desconcierto ante la supuesta “novedad” llegó a tal punto que una foto de la acampada
de la Puerta de Sol llegó a ser portada del The Washington Post, un acontecimiento
producido en escasas ocasiones en informaciones relativas a la actualidad española.
Antes este desconcierto por un “estallido social” de estas características, cabe situar
algunos elementos para comprender la probabilidad y la previsión de que hechos así
pudieran darse en nuestro país antes de pasar al análisis del origen y desarrollo del
propio movimiento del 15-M y las acampadas en sí mismo.
Las devastadoras consecuencias sociales de la crisis
Resulta paradigmática la extrañez con la que han respondido los medios de
comunicación y la sociedad en general ante los primeros pasos de este movimiento de
denuncia social. Es de imaginar –todo y el trabajo de termita ideológica del sistema- que
una crisis capitalista como la actual, que en términos mundiales está llevando al
capitalismo, empujado por un agotamiento sistémico, ha aumentar de forma sustancial
sus cuotas de explotación y expolio de la clase obrera y los pueblos hasta llegar a
límites desconocidos, y por otra parte está situando en una bancarrota sin precedentes
modernos a los países de la Unión Europea –entre los cuales se incluye España- que está
comportando las más severas medidas antipopulares y de recortes sociales y derechos
laborales vistas en muchos años, al dictado de la batuta del FMI y la Comisión Europea,
no podía desarrollarse sin mayores perturbaciones sociales que algunas movilizaciones
esporádicas.
En este escenario, en el cual por un lado, el gobierno del PSOE se postula como
auténtico campeón en la aplicación de “ajustes” económicos, es decir, de aumento de la
tasa de explotación y de recorte de derechos sociales con la reforma laboral, la reforma
de las pensiones o el próximo decreto sobre la negociación colectiva, y por el otro una
situación de empobrecimiento general de las condiciones de vida de la mayoría del
pueblo y la caída al abismo en la pobreza más extrema –exclusión social le llaman- de
otra gran parte de la población, parece hasta una broma de mal gusto el simple hecho de
insinuar que no existen condiciones para una amplia rebeldía popular que en un
momento u otro puedan estallar en forma de movilizaciones en la calles. Por tanto, y
como más adelante desarrollaremos, entendemos que el surgimiento de protestas de
carácter más o menos masivo eran no solo de esperar, sino que inevitables ante un
escenario como el actual.
Precedentes de movilización inmediatos
3
A lo mejor muchos no lo recuerdan –el frenesí informativo y el desarrollo de los
acontecimientos así lo dictan- pero en el transcurso del 2009 y con la crisis en su
primera etapa, el gobierno de Nicolás Sarkozy planteó el aumento de la jubilación –
finalmente aplicado- para la población francesa. Esta medida sacó automáticamente a la
calle a millones de personas, convirtiéndose estas movilizaciones en el centro de
atención de media Europa, con el desarrollo de numerosas huelgas generales, cortes de
carreteras, ocupaciones de fábricas y centros de trabajo (los más sonados los que se
perpetuaron en las refinerías petroleras) que situaron al gobierno entre la espada y la
pared por la paralización del país. Aquellas movilizaciones –con ausencia de glamour y
colores- ejercidas a la manera “tradicional”, es decir, a través de estructuras obreras,
sindicales y políticas, no consiguieron su objetivo principal que era bloquear el avance
de las medidas antisociales y en particular del aumento de la edad de jubilación, pero no
cabe duda que estuvieron mucho más cerca de conseguir sus objetivos que las
inofensivas acampadas con sus particulares reivindicaciones.
"Hay un riesgo revolucionario en Francia". Estas son palabras de Dominique Villepin
por aquellas fechas. El mismo ex primer ministro era así de claro ante aquellos
acontecimientos y las consecuencias de la crisis capitalista sobre los trabajadores. Los
gestores del capitalismo no son estúpidos, y son conscientes de las repercusiones
sociales que puede comportar una situación social y sobretodo económica como la
generada por una crisis como la actual. Pero lo que parece sorprendente es que los
trabajadores franceses en ningún momento plantearon en sus reivindicaciones medidas
de carácter revolucionario ni usaron la palabra revolución para referirse a su
movimiento, aunque algunos de los dirigentes de su país veían en la lucha obrera nacida
de la crisis capitalista un posible germen revolucionario; en cambio, los “indignados”
españoles califican desde sus primeros momentos a su movimiento como
revolucionario, y no solo eso, sino que proclaman el movimiento iniciado el 15-M como
la “#Spanish Revolution” –debe ser que hablar de revolución española o simplemente
revolución en lengua propia no es suficientemente glamoroso-.
Por otro lado, y con carácter más reciente, tenemos ante nosotros el precedente
inmediato de los movimientos surgidos en Túnez y Egipto –dejemos para otro debate si
hay que calificar estos movimientos como una revolución o no- que han conseguido
derrocar a los dos sátrapas –Ben Ali y Mubarak- que ostentaban la presidencia del país a
sangre y fuego con el beneplácito general del imperialismo.
Son muchos los apasionados debates que se han dado tanto en los medios como en las
tertulias callejeras sobre las similitudes que tenían estos dos movimientos –y los del
mundo árabe en general- con las protestas y acampadas que se están dando en España,
llegando al punto de entrar en escena la posibilidad que el movimiento español fuese
una prolongación y extensión mediterránea de estos movimientos, otorgando una
influencia y relación directa de unos movimientos sobre otros. En cualquier caso y sin
dar una respuesta directa –que no la hay- a una pregunta como esta, de general
simplificación, sí que podemos afirmar que existen numerosos elementos de análisis
que no se están teniendo en cuenta en el momento de plantear esta relación.
En primer lugar, resulta evidente que en la fase actual del capitalismo, el imperialismo,
las consecuencias sociales y el aumento de la pobreza ante una crisis de la magnitud
actual serían sin ningún lugar a dudas de carácter mundial, es decir, que afectarían en
4
mayor o menos medida todos los países del planeta, especialmente teniendo en cuenta
que son pocos –por no decir nulos- los países que gozan de una relación de
independencia y soberanía –sobretodo económica- con el entramado mundial del
sistema capitalista. De esta manera, no resultan sorprendentes los estallidos sociales y
las revueltas en diferentes puntos del planeta, sin necesidad de otorgar una pretendida
influencia subjetiva de unos sobre otros –que existe- pasando por encima de las
condiciones materiales que engendran estos estallidos sociales y revueltas populares.
En segundo lugar, y para terminar con la cuestión de la influencia árabe en el actual
movimiento que tiene lugar en España, tenemos que destacar algunos elementos
internos de los países árabes que propiciaron el levantamiento popular. Mucho se ha
hablado sobre las influencias –por no decir la supuesta relación directa y absoluta- entre
los movimientos de Túnez y sobretodo Egipto con las llamadas redes sociales. Desde
los medios de comunicación se ha propiciado un bombo incesante a este elemento
particular de las movilizaciones, llegando a afirmar de manera generalizada que la causa
directa de estas movilizaciones tenemos que buscarla en la utilización de estas nuevas
tecnologías, acuñando así el concepto de la revolución 2.0, que por norma ya no sigue
las leyes de la estructuración y organización social, sino que aparece solamente de la
“indignación” y de la organización virtual de estos “indignados”. No han faltado las
apariciones estelares en los medios de comunicación de estos nuevos gurús de la
revolución virtual que nos han dado a todos una espléndida lección didáctica de la
utilización de facebook y twiter para burlar la represión mubarakista o benalinista y
organizar la revolución de nuevo tipo a la que estamos asistiendo. Tal vez estos sabios
de la revolución virtual tendrían que dar unas clases teóricas a sus homólogos –
presumiblemente- chinos o cubanos, ya que a sus convocatorias no asistieron ni los
convocantes… ¡Al menos da qué pensar!
Dejemos ya de lado el tema de las redes sociales –sin despreciar su utilización, por
supuesto- y entremos ya directamente en las condiciones concretas y peculiares que se
dan en el mundo árabe y en especial en los dos países que por el momento han
conseguido derrocar a su presidente. Es importante recordar que tanto en Egipto como
en Túnez ha existido durante décadas un régimen autoritario encarnado en las figuras de
Mubarak y Ben Ali, ejerciendo su poder durante un larguísimo período. Los dos países
contaban con un sistema de partido único que convertía al régimen en lo que
llamaríamos comúnmente una dictadura política. En este primer elemento ya
encontramos una característica claramente diferenciadora de la situación política con
España, ya que en nuestro caso no nos encontramos ante una estructuración política del
mismo tipo –ya se encargaron en el 75 de corregir este aspecto- sino que nos
encontramos ante un sistema político –igualmente capitalista y depredador – distinto en
cuanto a sus formas, llamado democracia burguesa. Como comunistas, entendemos la
utilización de la dictadura como respuesta a un momento histórico en el cual el Estado,
necesitado de una recomposición ideológica perdida ante el avance de la ideología de
las clases subalternas, aplica una metodología de coerción excepcional para poder
restablecer de nuevo su preeminencia ideológica. Por tanto, esta coerción extrema
excepcional tiene un periodo de caducidad, en el cual el Estado necesita reconfigurar la
superestructura del sistema de dominación. Si entendemos que esta es la lógica de
recomposición política del Estado, fácilmente podemos llegar a la conclusión que
España y por ejemplo Egipto se encuentran en momentos históricos bien diferentes, ya
que la primera ya hace más de 30 años que realizó esta reconfiguración, en forma de
transición pacífica, por el contrario, el segundo hasta hace bien poco –a falta de ver el
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desarrollo de los acontecimientos- se regía claramente por los parámetros de una
dictadura política.
Otro elemento importante del análisis sobre las revoluciones árabes son por un lado las
condiciones materiales de vida –más allá del cansancio generalizado a la dictadura- de
la población de estos países, y por otro lado el desarrollo y la organización de la
revuelta. Sobre el primer aspecto no nos extenderemos más de lo necesario, ya que no
es el objeto del análisis de este escrito, pero sí es importante resaltar la situación de
pobreza que se da en la mayoría de países árabes –mucho más en Egipto que en Túnez,
por ejemplo- dónde su población aprecia claramente la apropiación de los beneficios de
los recursos nacionales por parte de la oligarquía y los burócratas del Estado sin que
ellos disfruten de este reparto. El segundo aspecto es sin embargo más interesante por
sus repercusiones políticas e ideológicas y las influencias que puedan ejercer sobre otros
movimientos –como el caso español- que pretendan cambiar el orden vigente de las
cosas. Muchas veces se ha repetido hasta la saciedad que las revueltas árabes son fruto
de la espontaneidad –conjugada con la aplicación de las redes sociales- y que en ningún
momento han sido fruto de una organización, una planificación, ni siquiera que tengan
sectores detrás, mucho menos clases sociales. Este elemento es en parte cierto, ya que
en ninguno de los dos casos nos encontramos ante un movimiento surgido de un análisis
de una organización o partido concreto, o de un partido u organización hegemónica en
el seno del movimiento. Esto es así, ninguna organización política –que las hay- ha
ejercido el liderazgo en la revuelta tunecina, como tampoco lo ha hecho ninguna en
Egipto –el hecho de los Hermanos Musulmanes, la mayor organización política del país,
se incorporara tardíamente a las movilizaciones así lo demuestra- pero eso no quita en
ningún momento la participación e influencia de fuerzas políticas y sociales en estas
movilizaciones.
Está claro que no estamos hablando de revoluciones organizadas como lo podrían ser la
revolución rusa o cubana; planificadas y dirigidas por los bolcheviques y el movimiento
26-J de Fidel Castro respectivamente. El hecho de usar las respectivas banderas
nacionales y quitar de en medio cualquier otro estandarte en el seno de las luchas ha
sido un elemento identificable del conflicto y que en parte puede ser un indicador de
fuerzas políticas hegemónicas detrás de la revuelta. Hasta aquí queda claro que no hay
organización política organizadora detrás del movimiento, ahora bien, hay un elemento
que olvidan los medios de comunicación y los análisis tendenciosos de muchas
organizaciones, y es el desarrollo de luchas en los diferentes países en cuestión; luchas
que han estado muy vinculadas a la clase obrera y a sus reivindicaciones económicas.
No es casual que la revuelta egipcia naciera al calor de importantes huelgas obreras
realizadas en los años y meses precedentes1. Es reseñable el hecho que las
movilizaciones que tumbaron a Mubarak tuvieron su punto de inflexión en la
incorporación organizada de la clase obrera a través de huelgas y el paro generalizado
del país2. Sería ridículo plantear estas dos revueltas como brotes verdes –sí, como los
del capitalismo- que nacen espontáneamente en medio del desierto.
Por tanto, y como conclusión, parece ridículo situar los movimientos árabes en los
mismo parámetros que el caso español, aunque a la vez se puede afirmar claramente que
las condiciones generales de explotación y de rapiña mundial del capitalismo pueden
1 http://www.rebelion.org/noticia.php?id=51554
2 http://mexico.cnn.com/mundo/2011/02/10/miles-de-egipcios-en-huelga-suman-presion-al-gobierno-de-
mubarak
6
situar a prácticamente cualquier país del mundo ante un aumento incontrolable de la
conflictividad social y una posible salida revolucionaria a la actual situación.
"El estado moderno no es sino un comité que administra los problemas comunes de la
clase burguesa”3. Una máxima que cualquier revolucionario moderno podría aceptar
como válida, por tanto, también podríamos llegar a la aceptación general que una
revolución es un cambio radical –generalmente violento- del estado de las cosas, es
decir, necesariamente tendría que socavar la dominación de una clase sobre otra, o al
menos –siendo elásticos- generar unas condiciones generales que permitan la
consolidación y la toma del poder – y la instauración de sus relaciones de todo tipo- de
una clase sobre otra. Podría parecer pura semántica, pero no lo es, muy al contrario, se
trata de una representación de la realidad que interpretan los elementos más activos del
movimiento de los indignados de España, que no tienen ningún problema en afirmar
que su movimiento es una revolución, como tampoco lo tienen en hablar de revolución
egipcia o islandesa. Es sobre esta última que queremos hacer una última referencia
sobre algunos hechos y acontecimientos recientes que tienen relación con el objeto de
análisis.
Encuentran los revolucionarios 2.0 en Islandia el paradigma – y referente- de la
moderna revolución pacífica de nuevo tipo, ya que en este país el desarrollo de la crisis
no se está dando por el momento en los mismos términos –aumento generalizado de la
explotación, recortes de derechos y sumisión significativa a los dictados del FMI y la
UE- que en el resto de países occidentales.
En resumidas cuentas, Islandia es, según la ONU 4el tercer país más desarrollado del
mundo, con una población que no llega a los 340 mil habitantes y cuya estructura
productiva poco o nada tiene que ver con la de España y muchos menos con la de los
países árabes. El caso es que este país sufrió un colapso financiero a causa de sus
deudas en fondos internacional –especialmente británicos- que llevó al país a una virtual
bancarrota. Después de ver el país las primeras movilizaciones de su historia, la
oposición ganó las elecciones y el posterior gobierno llevó a referéndum el pago de la
deuda contraída por el país, saliendo como resultado la paralización del pago de estas
deudas. ¡Muy bien! Nos encontramos delante un pueblo que es lo suficientemente
intrépido para votar una opción un tanto diferente a la anterior así como votar contra la
reducción de la capacidad adquisitiva de sí mismo. Ahora bien, ¿Qué tiene de
revolucionario cambiar un gobierno por otro que simplemente se limita a recomponer
los destrozos ocasionados por el capitalismo y negarse a pagar una deuda –que en estos
momentos ya se está renegociando- contraída? ¿Acaso este gobierno está planteando un
cambio de sistema social –cosa que nunca podrá plantear un gobierno- y de las
relaciones de producción, así como de su estructura política? Para nada, por el momento
no podemos hablar en ningún caso de revolución sino que solamente podemos hablar de
un cambio de estrategia política en el sistema capitalista de Islandia. ¿Están planteando
los islandeses un cambio de sistema, que hasta ahora los ha situado como uno de los
países con mayora calidad de vida? Para nada, los islandeses solamente están
planteando su descontento ante una bajada de su alto nivel de vida por culpa de unas
“malas prácticas” del sistema que les da de comer. Y en esa concepción extraída de la
experiencia islandesa de que el conflicto en la actual crisis radica en los excesos del
3 Karl Marx y Federico Engels, El Manifiesto Comunista (1848).
4 Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas (2009).
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sistema financiero o la avaricia de los mercados, agitada intencionadamente por los
voceros del sistema y recogida por el guante de los indignados es dónde reside gran
parte del problema actual, dónde los análisis pasan por encima de las leyes sociales
adquiriendo una proyección genuinamente socialdemócrata y idealista.
Después de repasar algunas de las experiencias más recientes derivadas o ocurridas en
el período reciente de crisis capitalista mundial, pasaremos a analizar algunos de los
elementos ideológicos y concepciones esgrimidas por el movimiento de los indignados
de España.
Stéphane Hessel o la canalización en parámetros aceptables del descontento popular
Indigneuz-vous!: Era el grito de guerra que esgrimía Stéphane Hessel como título de su
reciente libro que se ha convertido en top ventas en nuestro país. Resulta insultante que
un antiguo embajador de Francia en la ONU y miembro del Partido Socialista Francés
sea el paladín de la lucha contra la actual situación mundial. Ya no resulta insultante,
sino que resulta paradigmático que el movimiento pretendidamente revolucionario
iniciado con el 15-M recoja para sí mismo el nombre que propone Hessel y se proclame
como el movimiento de los indignados.
El libro de Hessel no merece de un gran comentario, ya que se trata de un breve relato
en términos autobiográficos –las batallitas del abuelo luchador inquebrantable- dónde
expone su estado de extrema indignación ante diferentes situaciones actuales como el
conflicto en Palestina –todos los diplomáticos del planeta son especialmente sensibles a
esta cuestión- o algunos recortes sociales en Francia. La gracia del libro suponemos que
no radica en su interesantísima biografía o su breve repaso a los conflictos que más le
indignan, sino que radica en su llamamiento y propuestas prácticas a la indignación.
A la pregunta sobre su afiliación al PSF –el actual, no el del Frente Popular- respondió:
“La conmoción del año 1995. No me imaginaba que los franceses fueran tan
imprudentes como para llevar a Jacques Chirac a la presidencia”5. En esta declaración
quedan al descubierto algunas de las concepciones de Hessel sobre la realidad y por
tanto de su programa para la indignación. Para él evidentemente la estructura social del
sistema no importa lo más mínimo, sino que el conflicto radica en la dureza de la
facción que ocupa los puestos de gestión del sistema capitalista; una lógica bien
conocida en España con la agitación constante por parte de la socialdemocracia de la
bandera del ¡Qué vienen los malos! Justificando así su participación y gestión del
capitalismo a través de gobiernos de coalición. Tampoco importan para él las
condiciones en las que se encuentran los trabajadores de un país, mucho menos importa
que estos piensen de tal o cual manera en función de la posición que ocupan en la
cadena social, y por supuesto ni se le pasaría por la cabeza tener en cuenta el elemento
de ideologización que ejerce el sistema sobre el pueblo a través de la cultura, la
educación y sobre todo los mass-media. Así pues, todo pasa por la imprudencia, y
evidentemente si la alienación de los franceses es fruto de la imprudencia, la respuesta
de estos a la actual situación no puede ser otra que la conversión de esta en indignación.
El mismo análisis del concepto indignado da algunas pistas del origen del movimiento y
de sus concepciones sobre la realidad. El concepto indignado conlleva en sí mismo un
5 Stéphane Hessel, ¡Indignaos! (2010)
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elemento de resignación y pasividad, ya que la indignación contrasta con la
organización, la actuación… ¡La revolución! Plantea solamente un estado de ánimo
subjetivo limitado al desacuerdo con algunas de las condiciones actuales, pero no una
propuesta en términos de concienciación y mucho menos de evolución. Es una posición
resignada a tomar una conciencia humanista absolutamente idealista, pero siempre
dentro los límites establecidos por el actual sistema de dominación, encontrando en este
solamente algunas taras y desviaciones, pero no una inviabilidad intrínseca propia. De
todos modos y en cualquier caso, no es este posiblemente el análisis que han hecho
muchos de los lectores de este libro; más bien la posición generalizada diría que
estamos delante de un libro contestatario, que pone en duda el capitalismo y plantea una
toma de conciencia por parte del pueblo. Pues bien, si eso es así ¿Cómo se entiende que
un libro de estas características sea top ventas y goce de una tan amplia promoción por
parte de los editores, los distribuidores y los medios de comunicación del capitalismo?
Una hipótesis podría encontrarse en que el capitalismo necesita canalizar el descontento
y el posible estallido revolucionario –absolutamente previsible en el contexto actual- en
cauces asumibles para él, y en esta tesitura promociona la difusión de salidas asumibles
como la propuesta por Hessel. Este es un elemento que recuperaremos más adelante
para analizar algunos aspectos del movimiento en España.
El club de la lucha o la incomprensión de la base material de la alienación
Como el protagonista de la célebre película, la mayoría de indignados y del pueblo en
general sufren de un estado de agotamiento asfixiante y de asco ante las posibilidades de
vida que le ofrece el sistema. Una gran parte del pueblo toma consciencia sobre su
estado de alienación e intenta salir de esta a través de diferentes métodos. En el caso de
la película el protagonista saldrá de esa alienación a través de la violencia como way of
life, de manera que rompe con el status quo que le plantea su condición social en busca
de un nuevo abanico de posibilidades para situarse en el mundo y de esta manera
confrontar con el capitalismo asfixiante. En el caso de los indignados la respuesta a esta
toma de conciencia frente a su propia alienación consiste en la generación de un micro-
mundo aparentemente alejado de las prácticas y relaciones burguesas en medio de los
bulliciosos centros urbanos del capitalismo. Pues bien, la diferencia entre el
protagonista cinematográfico y los protagonistas reales de esta historia reside en la
salida diferenciada que toman unos y otros ante el descubrimiento de su condición, pero
que tienen un elemento común claro: la revelación ante sí mismos de la alienación que
sufren, pero la total incomprensión de la base material que genera esa alienación. En el
primer caso el protagonista asume una vía activa que podríamos trasladar en el mundo
real en forma calificativa de izquierdismo –aislamiento del sistema productivo,
violencia como fin, hedonismo, individualismo- y en el segundo en una creación de
relaciones pretendidamente “nuevas” a las del sistema de dominación imperante.
Pues bien, como ya hemos comentado anteriormente, uno de los grandes problemas que
adolece al movimiento de los indignados resulta de la falta de capacidad de análisis y
comprensión de la base material que rige el sistema, es decir, comprenden la situación
de alienación que sufre el pueblo, pero no comprenden la base material de esta
alienación, que no es otra que el método de producción burgués, es decir: la
explotación.
“La dominación del capital ha creado en esta masa una situación común, intereses
comunes. Así, esta masa viene a ser ya una clase frente al capital, pero todavía no para
9
sí misma. (…) esta masa se reúne, constituyéndose en clase para sí misma”6. Pues bien,
como ya situaba Marx, la masa al tener intereses comunes como clase acaba tomando
conciencia como clase para sí; ahora bien, cuando Marx se refiere a la masa no se
refiere a un grupo amplio de gente indeterminada, sino que se refiere a la gran masa que
componía por aquellos días el proletariado industrial –los trabajadores- antes de la
evolución de la división del trabajo y el avance tecnológico actual. Ahora bien,
¿Estamos hablando en el caso de los indignados de una masa representante de una clase
social y con intereses comunes como clase social? Es evidente que no, y el mismo
movimiento utiliza esto como bandera. Entonces, ¿Cómo va a realizar un análisis
certero este movimiento sobre el capitalismo y la salida de este si ni siquiera representa
los intereses de ninguna clase social -siempre claro que cojamos este marco de
referencia para diseccionar la composición social del sistema-?
El movimiento de los indignados no puede reconocer la base material de la explotación
capitalista, y por eso enfoca su ataque y su práctica política –aunque estos no hagan
política- solamente hacia los elementos más chirriantes del capitalismo y sus
representaciones más icónicas. Es significativa la obsesión de cierto tipo de izquierda –
que evidentemente está influenciando el movimiento del 15-M- sobre solo algunas de
las ramas del actual sistema económico. Y nos estamos refiriendo sin ninguna duda al
sistema financiero. De esa concepción reformista del capitalismo que lleva a plantear
ridículamente la imposición de tasas “solidarias” a las transacciones financieras, a la
reducción de los sueldos de los ejecutivos, etc., se sustrae una desviación ideológica y
conceptual que sitúa la fase financiera del capital como la causante de todos los males,
sin tener en cuenta el resto del ciclo de rotación del capital. Resulta que es en esa etapa
de rotación del capital dónde surge la tara que nos ha llevado a la situación actual de
crisis capitalista. Pues bien, es a raíz de esa desviación conceptual que esta izquierda ha
declarado la guerra a Coca-Cola y Nike y se ha tirado frenéticamente a consumir Meca-
Cola y zapatillas ecológicas mientras se desloma en bici arriba y abajo, porqué
evidentemente la producción y distribución de marcas y productos que huyen de la
iconoclasta y abrumadora publicidad de las grandes firmas no está sometida a la leyes
sociales de la producción y la distribución capitalista…
Así pues, en ese afán de salir del capitalismo, esta izquierda intenta generar relaciones
de producción y distribución alternativas. Alternativas que por otra parte ya se revelaron
inútiles hace dos siglos –Saint-Simon, Fourier, Owen, Proudhon-, y que están calando
en el movimiento de los indignados. De esta manera podemos ver auténticas
performance en Plaza Catalunya o Puerta del Sol, con auténticos diseñadores de la
producción agrícola del futuro realizando huertos urbanos, sostenibles y alejados de las
malas prácticas del capitalismo. Actitudes como estas son las que sitúan a un
movimiento de masas en parámetros perfectamente aceptables para el sistema, ya que
este, a diferencia de los indignados, sabe perfectamente que pueden plantar 2 millones
de huertas que por ello ni saldrán del capitalismo ni acabaran con él, simplemente
conseguirán engrosar la larga lista de aislados sociales que no representan ningún
peligro para el sistema, con el –beneficioso- añadido que ellos creen estar construyendo
un mundo nuevo.
Sobre la revolución pacífica
6 Karl Marx, Miseria de la filosofía (1847)
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Sin entrar por el momento en algunas de las reivindicaciones concretas que ha
esgrimido este movimiento, una cosa queda clara, y es que sean cuales sean las
reivindicaciones, estas se conseguirán por métodos y actuaciones totalmente pacíficas.
De esta concepción pacifista –y pacificadora- del movimiento pasan cosas surrealistas
como la siguiente: las instituciones deciden desalojar la plaza –Catalunya- bajo la barata
excusa de una limpieza a fondo de esta que está siendo estorbada por sus nuevos
habitantes. Para ello envían a las fuerzas represivas a apalear sin piedad a los indefensos
e impasibles manifestantes para entrar. Ante estos hechos los manifestantes en vez de
ejercer resistencia o plantearse la posibilidad de la organización como elemento contra
la represión, deciden – en su frenesí mayoritariamente ultra-pacifista- a partir de ese día
limpiar insistentemente la plaza a mocho y fregona para demostrar que la plaza está
claramente impoluta y que su presencia hace más bien al erario público que su ausencia
y su “revolución” en ninguno de los casos supondrá una paralización del normal
desarrollo de la vida cotidiana de la tranquila ciudadanía.
En cualquier caso, y volviendo de nuevo a las concepciones sobre la revolución, vamos
a situar algunos elementos a tener en cuenta en cualquier revolución. Decía Lenin que
“salvo el poder, todo es ilusión”, pero parece que en las revoluciones de nuevo tipo
presumiblemente organizadas desde las redes sociales, la cuestión de la toma del poder
por los elementos –suponemos que antagónicos a los que a día de hoy ostentan este
poder- no está en el orden del día. La revoluciones que tenemos el placer de estar
viviendo en ningún momento plantean la cuestión del poder, simplemente se limitan en
algunos casos a pedir la cabeza nacional visible del –aparente- responsable de la actual
situación que vive el pueblo, y en otros o acompañados de estas, algunas
reivindicaciones de carácter reformista que ya hemos enumerado anteriormente
ocasionalmente acompañadas de algunas de tipo sensiblemente más rupturista. Lo que
entendemos que queda patente es la incapacidad del movimiento de los indignados para
analizar la cuestión del poder, y por tanto el nulo conocimiento –intencionado o no- del
funcionamiento y función del Estado. De hecho este no aparece por ningún lado en sus
análisis: todo radica en los mercados, los especuladores, los políticos corruptos y los
banqueros gordinflones y con gorro de copa.
Tal vez nos encontremos delante de la primera revolución política de la historia que por
un lado no encuentra en el conflicto entre dos clases –y por tanto proyectos sociales-
antagónicas su elemento detonante y por el otro no tiene como resolución la toma del
poder por parte de una de las clases en detrimento de la otra. Tal vez la revolución
francesa que acabó con el “ancienne régime” y colocó a la burguesía en el poder, o la
toma del poder por parte del proletariado a través de la revolución rusa que destruyó el
capitalismo en ese país, pasarán a la historia por su lógica social ante el avance de las
revoluciones de nuevo tipo.
Evidentemente, cuando se pasan por alto descaradamente detalles como las clases
sociales, el papel del Estado, etc., no es de extrañar que el movimiento de los
indignados vea revoluciones por todas partes. ¿Cuál es la clase social que ha arrebatado
el poder en Islandia a las antiguas clases en el poder causantes del abismo? ¿Qué
cambios en la estructura material del sistema se han producido –o hay previsión que se
produzcan- en Egipto? Entendemos que ninguno, sin en ningún momento minusvalorar
el triunfo evidente –solo fruto de la lucha- que suponen ciertas reformas de carácter
democrático, por ejemplo en el caso de Egipto, y que permitirán salir de la
11
clandestinidad a las organizaciones, partidos políticos, sindicatos, etc., así como
presumiblemente aumentará en términos de democracia burguesa la participación del
pueblo en las instituciones, pero en ninguno caso estamos hablando –de momento- de
ningún cambio fundamental en el sistema de dominación y en su estructura.
Hay diferentes ejemplos modernos que podemos coger como referente para estudiar el
fenómeno de los intentos pacíficos y democráticos de desarrollar una vía revolucionaria
–necesariamente hacia el socialismo- en un país. No es este el marco adecuado para
entrar de pleno en esta cuestión que apasionantes debates ha suscitado y sigue
suscitando, pero sí que es un tema que entra de lleno en el eterno problema del carácter
y el desarrollo de las revoluciones por vías pacíficas.
El precedente moderno más destacable de un intento democrático de construcción del
socialismo lo encontramos sin duda en el Chile de Salvador Allende. No es necesario
recordar el trágico final que sufrió la construcción socialista chilena por la vía
democrática. Sin entrar en el fondo del conflicto, es evidente que uno de los problemas
principales en los que se encontró Chile fue el de construir un sistema social cogiendo
como base las estructuras del Estado del sistema de dominación antagónico. Le decía
Kim Il Sung a Allende en una entrevista que mantuvieron, que ellos –los chilenos-
solamente controlaban el gobierno, pero no habían tomado el poder estatal. En ese
sentido Allende hablaba del mantenimiento de la “neutralidad” de las fuerzas armadas
chilenas y de la no necesidad de tomar el ejército por parte de los revolucionarios –o
podríamos añadir: convertir el pueblo en armas en ejército-. Pues bien, es perfectamente
conocida la reacción ante los acontecimientos de las “neutrales” fuerzas armadas
chilenas. En esta experiencia concreta de pacífica y democrática construcción socialista
queda patente la importancia de la cuestión del poder.
El otro precedente moderno de construcción –o pretensión- socialista por vías
exclusivamente democráticas lo encontramos en la actual Venezuela Bolivariana. Este
es un proceso vivo, y por tanto al tratarse de una realidad aún en desarrollo no
podríamos sacar conclusiones tan claras como en el caso chileno. En Venezuela como
en Chile, la llegada de las fuerzas revolucionarias al gobierno se dio a través de una
contienda electoral y en ningún caso se puede desligar esta victoria electoral de las
luchas de masas y populares que se desarrollaron en los años precedentes, encontrando
en el llamado caracazo su punto de inflexión. También en Venezuela como en Chile, el
golpe de estado patrocinado por el imperialismo no tardó en llegar, con la diferencia que
esta vez la movilización masiva de la población al rescate de su presidente Chávez, así
como la influencia de este sobre la fuerzas armadas –así como una composición de estas
particular, diferente a la de Chile- al ser él mismo militar de carrera, evitó esta vez la
destrucción a sangre y fuego del proceso que se vive en Venezuela.
Con estas breves reseñas a algunas de las reacciones que emprende el imperialismo
contra vías pacíficas y democráticas de construcción revolucionaria, y sin –ni intentar-
llegar a conclusiones determinantes, intentamos dar la importancia que le corresponde a
la cuestión del poder, así como constatar que la toma del poder no consiste en la simple
ocupación de unas carteras ministeriales por parte de elementos con conciencia social y
con voluntad de cambiar el estado de las cosas, sino que en la toma revolucionaria del
poder entran sin ningún lugar a dudad y de forma protagónica las clases sociales en
conflicto y las estructuras del Estado. Esta construcción revolucionaria en ningún caso –
12
y no se ha demostrado lo contrario- se puede realizar libremente sin socavar los
cimientos en los que se sustenta el sistema capitalista.
Posibles salidas a la crisis capitalista
Comenzaremos a entrar de lleno en la cuestión de las reivindicaciones concretas, así
como de las posibles salidas a la actual crisis capitalista. Vamos a centrarnos en este
apartado en algunas de las reivindicaciones concretas planteadas desde el movimiento
de los indignados y la posibilidad real o práctica de llevarlas a puerto.
“Estamos cambiando el mundo. Completamente. Mientras tanto los políticos que no
nos representan siguen allí, dando bandazos y legislando sobre nuestras vidas. Por eso
los escribimos aquí algunas medidas que puedan entender fácilmente y que queremos
que se apliquen ya. Alerta! Es un documento de mínimos. En realidad el que queremos
es mucho más grande, algo que posiblemente no entiendan nunca.”7
Pues bien, los indignados están cambiando el mundo completamente. De nuevo el
movimiento esgrime su incapacidad por comprender la estructura del sistema capitalista
y por eso entiende que mientras ellos cambian el mundo los políticos siguen dándo
bandazos y legislando sobre sus vidas, sin advertir en ningún momento que estos
políticos no son más que la representación superestructural de un sistema de
dominación que sustenta su existencia en unos cimientos mucho más hondos y
profundos. Los políticos no dan bandazos ni legislan sobre nuestras vidas sino que
aplican concienzudamente un programa de recomposición y reconfiguración del sistema
ante el agotamiento y el colapso de su actual estructuración. Por tanto, por mucho que
se emperre cierta izquierda en afirmar y repetir –sin menospreciar el atractivo del
slogan- que no somos mercancías… ¡y mucho menos en manos de políticos y
banqueros! ¿Entonces qué somos? ¿Somos individuos libres de las relaciones de
producción? Evidentemente que somos mercancías; lo somos en el mismo momento en
que formamos parte del sistema de producción capitalista. Esa es una de las leyes de
este sistema, así que para dejar de ser mercancías tendríamos dos posibilidades:
Aislarnos de las relaciones de producción y distribución capitalistas en un lugar
inhóspito alejado de cualquier perversión capitalista –¿Esto intentan los agricultores de
nuevo tipo de las acampadas?- o destruir el sistema capitalista e implantar otro nuevo
que no tenga esta “conflictividad” en su seno.
Los indignados exigen a los políticos la aplicación de sus demandas mínimas ya,
esperando de estos que dejen de dar bandazos y legislar sobre nosotros y se dispongan a
actuar. Para ello se les plantean una reivindicaciones bien sencillas para que ellos
puedan entenderlas –será que son imbéciles- fácilmente. Las reivindicaciones mayores
ya ni las plantean porqué evidentemente los políticos no las entenderían –de nuevo son
imbéciles-. Otra vez queda clara la incapacidad de cierta izquierda de comprender las
leyes que rigen el funcionamiento social. Si estos indignados pretenden aplicar alguna
de sus medidas pueden escoger dos caminos: comprender la razón de ser del poder
legislativo en un Estado capitalista o comenzar a votar alguna de las facciones
burguesas –partidos- que plantean en su programa reivindicaciones bien parecidas –
después ya veremos si las aplican o pueden aplicarlas- a las realizadas en la mayoría de
acampadas.
7 http://acampadabcn.wordpress.com/demandes/ (tomado el 9 de junio de 2011)
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Sobre el velo a las reivindicaciones máximas también podríamos sacar algunas
conclusiones. Podríamos llegar a la conclusión –no muy intrépida- que no existen
reivindicaciones de fondo máximas en el conjunto –general- de este movimiento, y que
por tanto que no las planteen no es el resultante de una recuperación de la lógica
masónica secreta, sino del simple hecho que estas sencillamente no existen, pero claro,
una revolución tiene que ser un movimiento de soñadores, una utopía… ¡Sous les pavés,
la plage! Otra posibilidad radicaría en la incapacidad de plantear un nuevo sistema
alternativo al capitalismo, y por tanto, la incapacidad de clarificar en qué consistiría este
post-capitalismo. Esta es una posibilidad bastante plausible. No tienen problema en
afirmar en petit comité algunas organizaciones trotskistas insertadas hasta la médula en
este movimiento, que ellos no plantean su alternativa real a las masas ya que el
planteamiento directo de esta podría alejarlas de la lucha… Entonces ¿Cómo los
trabajadores emprenden esa conciencia de clase para sí, si las mismas organizaciones
pretendidamente revolucionarias necesitan esconder sus alternativas al sistema? ¿Será
que no tienen ninguna alternativa real? En este sentido apareció recientemente un
artículo8 del KKE que plantea la manipulación y el engaño que resulta ponerse y
quitarse la gorra de la organización propia en función del lugar dónde se participa
políticamente.
No vamos a entrar a discutir una por una las reivindicaciones de mínimos que se están
planteando en las diferentes acampadas que se desarrollan a los largo del territorio
español, ahora bien, sí que resulta necesario clarificar las posibilidades reales de
aplicación de estas reivindicaciones. Podemos encontrar en las diferentes acampadas
múltiples reivindicaciones –de buena voluntad- más que necesarias para la superación
de la actual crisis. Ahora bien, ¿En qué marco se van a desarrollar estas medidas? ¿Hay
posibilidades reales de aplicarlas? De nuevo… ¿Son las clases en el poder las
encargadas de aplicar estas demandas? En cualquier caso en estas reivindicaciones
queda patente el estado de cansancio que padecen muchos sectores de la sociedad ante
los recortes sociales que se están aplicando. Evidentemente que es absolutamente
necesario defender las conquistas sociales –algunas de las reivindicaciones concretas-
adquiridas por largos años de lucha. Es absolutamente necesario defender el sistema
público de salud, el de pensiones, los derechos laborales, etc. Pongamos por caso un
hipotético escenario en el cual los políticos –espontáneamente- deciden comenzar a
aplicar algunas de las medidas planteadas en las acampadas. Supongamos que estos
políticos deciden empezar a legislar en favor del pueblo. ¿Tendría cabida en el actual
Estado esta posibilidad? ¿No surgirían resistencias ante estos movimientos? ¿Restarían
impasibles el resto de Estados capitalistas y la mismísima Unión Europea? ¿No
hundirían sus “mercados” económicamente al país? No llegamos a imaginar cómo
pueden llegar a plantearse salidas “de izquierda” a la crisis capitalista en el marco
estructural actual. El capitalismo no está ajustándose por un afán perverso de aumentar
la explotación y el saqueo de los pueblos simplemente por una desviación o una codicia
de sus dirigentes, sino que el capitalismo se encuentra en un callejón sin salida en el
cual necesita de esta adaptación. Las crisis cíclicas del capital no son ningún elemento
nuevo en esta escena y esta crisis no se sitúa en fondo ni forma alguna fuera de esta
lógica. Por tanto, el capitalismo, por un defecto intrínseco de nacimiento, se encuentra
en una fase de reconfiguración sin la cual su continuación no es posible. Por tanto, no
8 http://pcpe.es/internacional/item/313-%C2%BFfuera-partidos-y-sindicatos-o-con-el-kke-y-el-
movimento-con-orientaci%C3%B3n-de-clase?.html
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existe posible salida “de izquierda” a la crisis en el marco del capitalismo. El
imperialismo solo puede salir de esta crisis por dos vías: el aumento de la explotación y
saqueo de los recursos naturales del mundo para recomponer su tasa de ganancias
perdida con las necesarias medidas antisociales en aplicación y desarrollo, o la salida
revolucionaria de la crisis hacia otro sistema social diferente del capitalismo.
Tenemos el caso reciente –en una estructuración de la separación de poderes distinta de
la española- de Honduras, dónde el presidente del país decidió alejarse moderadamente
de los intereses del imperialismo –representado en la región por los EEUU- y plantear
un acercamiento ideológico con el bloque del ALBA así como la aplicación de algunas
medidas de carácter social. La reacción del imperialismo fue automática: patrocinio de
un golpe de estado, la expulsión del país del presidente y la configuración de una nueva
composición social en el gobierno con un cambio de rumbo en las medidas
emprendidas. ¡Esta es la lógica del imperialismo ante cualquier desviación del rumbo
trazado! Por eso el planteamiento de salidas a la crisis debe pasar necesariamente por un
análisis acertado y científico de la realidad para no caer en el utopismo y por tanto en el
fracaso del proyecto. En la experiencia empírica podemos encontrar innumerables casos
sobre la reacción y la intervención de otros Estados de regímenes anteriores –en
términos históricos y sociales- ante la aparición y implantación de modelos antagónicos
–desde la Santa Alianza contra el avance de la revolución burguesa hasta la intervención
militar de EEUU en Vietnam ante el avance del poder comunista, pasando por la
devastadora intervención multilateral contra la revolución rusa en sus inicios-.
La cuestión de la Unión Europea en un planteamiento revolucionario
Partimos de la premisa que es necesario plantear una alternativa a la actual situación de
crisis capitalista y sus flagrantes consecuencias sobre la clase trabajadora de España.
Pues para ello –así como para plantear cualquier cuestión- es necesario comprender la
actual fase de desarrollo capitalista del Estado así como su posición en la cadena
imperialista. Por tanto –y a la luz de la ofensiva que está ejerciendo esta- es
indispensable el análisis del papel de la Unión Europea así como su función histórica.
Después de la caída del campo socialista y especialmente de los países del socialismo
real de Europa oriental el imperialismo ha encontrado las puertas abiertas de par en par
para situarse como fuerza hegemónica mundial, pasando del llamado mundo bipolar o
multipolar a un escenario absolutamente unipolar. Es en este contexto en el que el
imperialismo encuentra las condiciones inmejorables –con la ruina ideológica y
organizativa del comunismo europeo- para potenciar y desarrollar la Unión Europea así
como incorporar a los países ex socialistas en esta.
Algunas concepciones de la “izquierda” plantean la Unión Europea como una especie
de bisagra de doble dirección. Esta izquierda no comprende la caracterización de la UE
como polo imperialista, con unos intereses de clase y con unos Estados muy
determinados detrás. La UE es una construcción que tiene sus cimientos en la necesidad
de apertura de nuevos mercados y de monopolización de la economía, así como del
dominio –a través de una alianza estratégica- de la región por parte de Francia y
Alemania, y evidentemente en este proceso ha necesitado de toda una construcción
ideológica y de intervención subjetiva en las mentalidades de las masas para justificar el
proyecto. Para ello se han explotado los pretendidos valores europeos como una
15
superación solidaria y colectiva frente a las constantes guerras en Europa y la amenaza
de los “regímenes totalitarios del nazismo y el comunismo”.
Análisis como el expuesto, desarrollado y recogido por parte de cierta “izquierda”
denotan un claro deterioro de la capacidad de análisis y de interpretación marxista de la
realidad, que traen consigo concepciones políticas tales como la neutralidad del Estado;
un error de análisis que puede trasladarse de forma más o menos mecánica a la
concepción que tiene esta “izquierda” de la construcción europea. En España no puede
entenderse esta realidad sin la aparición del eurocomunismo y las concepciones
esgrimidas en “Eurocomunsimo y Estado” de Santiago Carrillo, por mucho que el
mismo PCE haya renegado aparentemente de él y de su teoría.
Algunos se preguntarán ¿Y qué tiene que ver la Unión Europea en el movimiento del
15-M y las acampadas? Pues bien, no solo tienen relación sino que son elementos que
no pueden desligarse. Al igual que entendemos los fenómenos sociales como una
representación de la composición clasista y de sus contradicciones, también entendemos
por tanto que la realidad orgánica de España en el interior de la UE –como estructura
imperialista y clasista- es un elemento determinante para plantear cualquier salida a la
crisis.
No hay salida social –y mucho menos revolucionaria- posible en el marco de la Unión
Europea. Alternativas como las expuestas por cierta “izquierda” que claman por una
“Europa social y de los pueblos” no son factibles, de la misma manera que no es
factible ningún Estado social y de los pueblos partiendo de las estructuras de un sistema
social que es antagónico con la libertad de los pueblos y la justicia social. Por tanto,
¿Por qué no se plantean los impulsores de los indignados la salida de España de la
Unión Europea? Suponemos que cuando están hablando de construir un mundo nuevo
tienen en cuenta la necesidad de salir de las estructuras del imperialismo y por tanto
necesariamente de la UE… Podemos afirmar que la necesaria salida revolucionaria a la
actual situación de crisis capitalista pasa indefectiblemente por la salida de España de la
Unión Europea –así como por supuesto de otras estructuras imperialistas como la
OTAN, el FMI, etc.- y por tanto se convierte en una reivindicación de primer orden.
¿Por qué plantean “Referéndums obligatorios y vinculantes para las cuestiones de gran
envergadura (incluidas las directivas europeas)”9 en vez de plantear la confrontación
con esas directivas, o aun mejor, de plantear el problema de la autoridad que las realiza?
Por no decir de la ridiculez infantil democratista de organizar referéndums para cada
aprobación de una directriz europea –elemento además incompatible con la
participación del Estado español en la UE-.
Condiciones para el nacimiento de los indignados y las acampadas
La aparición de un tipo de movilización particular como son las acampadas no es
casualidad que se haya dado primeramente en un país como España, –de condiciones
similares o mejores que otros países de la UE como Grecia o Portugal- fruto de la
correlación de fuerzas en las que se encuentra el país, especialmente fruto del estado de
9 http://acampadabcn.wordpress.com/demandes/ (tomado el 9 de junio de 2011)
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descomposición ideológica y organizativa que sufren las fuerzas de izquierda en general
y el comunismo en particular.
La deriva revisionista del Partido Comunista de España conllevó por un lado la
reducción evidente de su capacidad organizativa y de su influencia sobre los
trabajadores y las masas en general, y por el otro la adaptación cada vez mayor de su
estructura política a las necesidades del sistema burgués con la creación –y defensa
anacrónica férrea- de la coalición –convertida en partido- Izquierda Unida. De esta
manera, la izquierda que había sido representada prácticamente en solitario por el PCE –
más como aglutinador antifranquista que como partido comunista -durante el período de
dictadura fascista comenzó su debacle general. Este espacio pretendidamente
revolucionario no supo recuperarse ni por parte de los propios comunistas en el seno del
PCE ni por parte de ninguna de las nuevas organizaciones –comunistas o no- que habían
surgido a la izquierda suya, sino que fue el PSOE el que progresivamente fue copando
todo el espacio de la izquierda –así como los movimientos sociales- hasta convertirse en
fuerza hegemónica y en referente de las clases subalternas del país.
La conversión de las valerosas Comisiones Obreras clandestinas del franquismo al
actual sindicato amarillo dirigido por Toxo –conjuntamente con la UGT- han
desarticulado –por el momento- cualquier tipo de sindicalismo de clase y de perspectiva
revolucionaria, con las honrosas excepciones de algunos sindicatos más o menos
minoritarios o de carácter regional, pero que a día de hoy ni suponen una alternativa
sindical real ni hay perspectivas de que se conviertan en ella.
Muy diferentes son por ejemplo los casos de Grecia o Portugal –dos de los países con
condiciones más parecidas a las de España- dónde el PCP y el KKE se mantuvieron
firmemente como partidos marxistas-leninistas y de vanguardia, sin sufrir –o llegar a
triunfar- la deriva ideológica que sufrió el PCE. Por eso no es de extrañar que en
Portugal la fuerza hegemónica de la izquierda siga siendo sin lugar a dudas el PCP o
que en Grecia estemos ante la decimoquinta huelga general de esta crisis. Por el
contrario, en España los sindicatos CCOO y UGT se limitaron a realizar una irrisoria
huelga general con ningún tipo de contenido y mal convocada para garantizar su
fracaso. Esta huelga general sólo tuvo éxito gracias al amplio esfuerzo de movilización
que ejercieron los trabajadores y especialmente las fuerzas de la izquierda combativa.
Tampoco estos sindicatos han tenido problema alguno en firmar conjuntamente con el
gobierno y la patronal el aumento de la edad de jubilación a los 67 años, que
recordemos que en Francia –que es más baja- movilizó a amplias masas de trabajadores
con la realización de varias huelgas generales.
Por tanto en España se dan las condiciones perfectas para la aparición de nuevos
modelos de movilización social al no existir ni partido comunista –ni ninguna
organización política revolucionaria hegemónica y fuerte-, ni sindicatos de clase, ni
mucho menos ningún tipo de estructura de contrapoder real.
En este contexto de ausencia absoluta de confrontación y alternativa real a las políticas
de recorte en derechos sociales y laborales del Estado es perfectamente entendible la
necesidad de las masas de buscar alternativas a unas instituciones sociales que han
quedado ampliamente desacreditadas y que a los ojos generales del pueblo no son más
que comparsas del sistema. Y es ahí donde cobra sentido el efecto llamada que han
tenido las acampadas y un movimiento aparentemente novedoso como el de los
17
indignados, al venderse a sí mismo como una ruptura de las tradicionales formaciones y
estructuraciones políticas y sindicales que ya nadie cree.
Suponemos que nadie debía pensar que los trabajadores y las masas empobrecidas –ya
sea económica o moralmente- de este país restarían impasibles ante todas las tropelías
antisociales del gobierno, con el beneplácito de los sindicatos y la nula organización –y
capacidad- de la movilización por parte de las organizaciones tradicionales de izquierda.
Así que el movimiento de los indignados –como movimiento de masas-, se genera
necesariamente ante la necesidad de una mayoría social con un hartazgo monumental
que necesita expresar su descontento con el estado de las cosas actual, aunque no tenga
idea alguna de cuál es la alternativa a ese estado de las cosas –cosa normal por otro lado
ante la escasa influencia y organización de las fuerzas revolucionarias-.
Origen y desarrollo de las acampadas en España
Aunque pueda parecer un elemento nuevo de movilización, la acampada es un recurso
que ya ha sido numerosas veces utilizado para reivindicaciones sociales y políticas en
España. No hace aún muchos años de las masivas acampadas en reivindicación del 0,7 o
las numerosas acampadas contra la guerra de Iraq y contra la participación de España en
esta. Así que por mucho que los paladines del sistema se emperren en repetir hasta la
saciedad a través de los mass-media la originalidad de la acampada como medio-
protesta, no nos encontramos ante un fenómeno organizativo desconocido. Ahora bien,
sí que cabe destacar un elemento diferenciador entre aquellas protestas y las actuales.
En el caso de las acampadas precedentes podemos afirmar que el objetivo era de tipo
reformista, es decir, el objetivo de las acampadas era aplicar o frenar una determinada
medida, y por tanto, con la retirada o aplicación de tal o cual medida los objetivos del
movimiento quedaban satisfechos y presuponemos que por tanto la acampada
finalizada. Por el contrario, el movimiento actual de acampadas no tiene unas
reivindicaciones concretas –aparentemente las tiene en sus demandas de mínimos, pero
es evidente que estas no pueden conseguirse a base de acampar- sino que tiene como
fondo un estado de saturación general ante el sistema y sus consecuencias en su
conjunto y por lo tanto plantea un cambio general de sistema. En resumidas cuentas y
para simplificar, los movimientos precedentes partían de necesidades concretas
limitadas y en el caso actual nos encontramos ante un planteamiento de revisión general
del sistema.
El movimiento de las acampadas surge después de la manifestación simultánea que se
realizo en diferentes ciudades del Estado a través de “¡Democracia Real Ya!” el día 15
de Marzo de 2011. Estas movilizaciones salvo en Madrid no gozaron de una asistencia
destacable en el resto de ciudades –o como mínimo mayor que en otros precedentes
similares como las de V de Vivienda- por el contrario, sí gozaron de una importante
difusión en los medios. También es destacable la ausencia y el desconocimiento de
líderes o caras visibles de esta plataforma en un contexto en el que la mayoría de
personas destacadas en los movimientos sociales y políticos nos conocemos, pero sin
embargo nadie puede identificar claramente a los impulsores de esta iniciativa. La
capacidad logística de esta iniciativa es si más no sospechosa, si entendemos como
punto de partida y como ellos mismos explican, que se trata de gente anónima,
absolutamente espontánea y sin ninguna vinculación con entidades políticas. Los
militantes políticos conocemos perfectamente las dificultades que entraña organizar y
desarrollar iniciativas por el estilo, y desde luego son capacidades que no se aprenden
18
de un día para otro, y menos con la capacidad que ha demostrado la plataforma
“¡Democracia Real Ya!”.
Independientemente del origen de esta plataforma y sin la intención de agitar la bandera
de la conspiración, está claro que los orígenes del movimiento y de la iniciativa de las
acampadas son extrañamente inciertos.
El movimiento desde sus inicios se proclamó como un movimiento “apolítico” y sin
ninguna vinculación con la política, por no recordar que evidentemente también se
trataba de un movimiento revolucionario. Entonces ¿Por qué el movimiento plantea un
pretendido pulso a los gobernantes precisamente ante un escenario electoral? Por
tratarse de un movimiento apolítico y sin ninguna confianza en el sistema político
tuvieron la suficiente visión política como para situar la movilización en una fecha muy
acertada por la capacidad de influencia política y la incapacidad de reacción de los
partidos gobernantes antes de una contienda electoral para cortar de raíz la situación
como acostumbran a hacer el resto del año. Además, el hecho de realizar estas
movilizaciones a las puertas de unas elecciones denota una cierta confianza subjetiva en
el sistema de representación parlamentaria, ya que si no fuera con intención de incidir
en los resultados electorales… ¿Por qué plantearían sus reivindicaciones en este marco?
Más aun si como hemos vistos anteriormente, este movimiento no tiene ningún proyecto
alternativo al sistema actual –ni por asomo una intención revolucionaria en términos de
poder-. También resulta significativa una de las reivindicaciones que más ha calado en
algunas de las diferentes acampadas, y nos referimos a la petición de reforma electoral.
Resulta paradigmático que una de las reivindicaciones primeras planteadas en las
acampadas fuera precisamente esta y no otra, cuando el movimiento precisamente
adolecía más de un supuesto sustrato apolítico y anti-partidos. ¿Cómo se entiende que
un movimiento que dice no mantener absolutamente ninguna confianza en los partidos
políticos y menos aun en el sistema, plantee una iniciativa de este tipo? Suponemos que
los impulsores de estas iniciativas son conscientes que una reforma de estas
características solamente tiene capacidad legal para tramitarla un partido con
representación en el Congreso de los Diputados, y por tanto, no existe, por ejemplo, la
posibilidad de realizar una Iniciativa Legislativa Popular. Tal vez nos encontremos de
nuevo con esos indignados de la gorra de quita y pon, que por la mañana se reúnen con
su partido u organización y por la tarde reniegan de esta militancia para no defraudar a
las masas con su programa político y revolucionario…
Posiblemente nunca sabremos como afectaron las movilizaciones al resultado electoral
si estas no se hubieran producido. En cualquier caso, sí que existen algunos datos
constatables de estos resultados. En primer lugar el derrumbe electoral –absolutamente
previsible- del PSOE en todas las circunscripciones. Lo que nunca sabremos es si esta
derrota quedó o no amortiguada por el desarrollo de las acampadas. En segundo un
aumento de los votos del PP, pero que en ningún caso se corresponde con un aumento
espectacular –con su particular frenesí mediático- de sus votos, ya que solamente
aumentó en medio millón de votos en todo el territorio estatal10
. Otro de los hechos
constatables de los resultados electorales fue el aumento exponencial del cómputo
global de votos a los llamados “partidos minoritarios”, es decir, sin representación
parlamentaria, así como un ligerísimo –en términos generales- aumento de los votos
totales a IU. La abstención incluso bajó. Es decir, en términos generales el resultado
10
http://elecciones.mir.es/resultados2011/99MU/DMU99999TO_L1.htm
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electoral se correspondió con las previsiones y los sondeos salvo quizá por el aumento
del números de votos de los partidos extraparlamentarios. ¿Cómo es posible que un
movimiento que llegó a ser portada del The Washington Post y que parecía situar al
sistema entre la espada y la pared no influyó lo más mínimo en los resultados electoral?
Después de unas semanas de acampada y la incapacidad patente del movimiento de
conseguir por una parte algún tipo de influencia –no deseada según ellos- en los
resultados electorales, y por la otra de no conseguir -por el momento- siquiera la entrada
de alguna de las reivindicaciones en el debate político, el movimiento se replantea su
futuro ante la imposibilidad de seguir en un estado de ostracismo eterno, ocupando las
plazas centrales de las grandes ciudades sin una estrategia concreta para la consecución
de los objetivos –en el caso de que estos estuvieran claramente definidos-. Por eso ahora
estamos en un momento de replanteamiento, de debate, de reconfiguración, dónde
entran en juego algunos de los elementos que vamos a desarrollar a continuación.
Futuro del movimiento
“Si no existe la organización, las ideas, después del primer momento de impulso, van
perdiendo eficacia.”11
Y esta es la lógica que hemos de tomar como punto de partida, y
que muchos de los paladines indignados de la anti-organización y de la espontaneidad
podrán estar experimentando en carne propia después de la experiencia y los resultados
de las acampadas.
Como ya hemos desarrollado anteriormente, la posibilidad de un estallido social era más
que previsible en un contexto de agresión mundial y particularmente en la situación que
sufre España. En ese sentido, la aparición del movimiento de los indignados, o más
bien, la incorporación de grandes masas con un genuino espíritu de rebeldía a algunas
de las movilizaciones que ha promocionado este movimiento constatan el comienzo de
un gran despertar de la ensoñación capitalista por parte de mucha gente. Ahora bien,
más allá de este despertar genuino y sincero por parte de una parte significativa de la
población, es decir, la entrada –en términos subjetivos- de esta a una posición activa de
concienciación sobre el agotamiento del sistema, se trata también de tener en cuenta
cual será la salida –de esta población- una vez acabe el movimiento tal y como lo
conocemos ahora mismo. Por mucho que algunos se entesten en decir lo contrario,
narcotizados por un cuestionamiento del sistema y una manifestación de rebeldía que
hacía años que no veíamos, el “movimiento por el movimiento” no significa
absolutamente nada en términos de avance revolucionario, más bien al contrario, existe
la posibilidad que este movimiento sea contraproducente y merme la capacidad del
movimiento revolucionario –que necesariamente tiene que ser organizado-. Es por
ejemplo interesante recordar la experiencia concreta del mayo del 68 francés, que al
finalizar no supuso ningún avance significativo de las fuerza revolucionarias en
términos de reforzamiento organizativo o aumento de la capacidad de intervención. Por
el contrario, la izquierda despertó del sueño con una debacle electoral en las siguientes
elecciones legislativas, debido a la asunción subjetiva de una mentalidad derrotista por
la incapacidad de la revolución de conseguir objetivos y la incorporación a esta
subjetividad de un desprecio por los partidos en general –sin distinción alguna, como se
hace ahora-, supuestamente incapaces de representar a nadie.
11
Ernesto “Che” Guevara
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Por lo tanto, el movimiento por el movimiento no garantiza ningún tipo de avance para
las fuerzas revolucionarias. En un escenario como el actual, con unos partidos
“mayoritarios” de izquierda completamente absorbidos por las dinámicas del sistema y
unos sindicatos oficiales atados de pies y manos por su servidumbre a los dictados del
capital, la rebeldía necesaria que surge por parte de amplias masas desorganizadas tiene
que canalizarse, y esa canalización puede darse en dos vertientes. Como siempre esas
dos vertientes representan el avance revolucionario o el reforzamiento del sistema; no
hay término medio en este aspecto.
Los peligros de una salida reforzada del sistema gracias a este movimiento son
evidentes. El sistema es perfectamente consciente de su necesidad de recomponer
ideológicamente una subjetividad de asunción del sistema -en términos generales- que
permita apaciguar una posible salida revolucionaria –necesariamente organizada- a la
actual crisis, y por tanto, conseguir salir de la crisis con un mayor aumento de la
explotación, a la espera de una recuperación del ciclo ascendente del capital. El sistema
también es consciente que la espontaneidad generalmente puede encauzarse por dos vías
clásicas: por un lado, una sensación de derrota mayoritaria por parte de la masa no
organizada previamente a la explosión movilizadora, y por el otro, la organización de
esta masa en el seno de las fuerzas revolucionarias y el aprovechamiento de estas para la
creación de estructuras superiores de contrapoder.
Por lo tanto, y como ya hemos insistido anteriormente, la negación y el rechazo a
cuestiones como el poder, la organización o la estrategia son sinónimo de derrota, y por
lo tanto, de un reflujo movilizador que devolverá a casa a esta gran masa en despertar
con el regusto de la derrota y la incapacidad de conseguir objetivos, con el añadido que,
ahora, esta vuelta a casa se realizará con el escepticismo anterior a los partidos del
sistema y ahora también a cualquier organización partidaria. Esta estrategia anti-
partidos es inteligentemente aprovechada por algunos colectivos, que todo y tener una
estructura evidentemente política y en muchos casos igual que la presumible a un
“partido” se guardan mucho de repetir constantemente que no son organizaciones
partidarias y pretendidamente acusan esta diferenciación para vetar la entrada a partidos
–comunistas- en ciertas estructuras de los movimientos sociales.
El objeto de este trabajo no es realizar por tanto una propuesta para la intervención en el
movimiento de los indignados, sino que es tarea de las fuerzas revolucionarias extraer
las conclusiones y el programa que puede –y debe- encauzar esta movilización en unos
términos que sitúen a estas fuerzas en unas condiciones cualitativamente superiores al
término de las movilizaciones tal y como las conocemos. Con este trabajo se pretende
solamente situar algunas claves para el debate sobre algunos puntos concretos y análisis
que se han desarrollado durante estos días en el seno del movimiento de los indignados
y que son de vital importancia para el futuro de este movimiento en particular como de
cualquier movimiento revolucionario en general.
¡Cada uno que saque sus propias conclusiones!
21