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INSTITUTO DE ESTUDIOS POLÍTICOS Y ESTRATÉGICOS rO- g g Lf6 ESTUDIOS EVENTUALES LA ALIANZA PERVERSA: DROGAS, CORRUPCIÓN Y MIlAITARES DURANTE LA , ADMINISTRACION DE FUJIMORI Philip Mauceri y Maxwell A. Cameron Octubre 2002

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rO- g g Lf6 ESTUDIOS EVENTUALES INSTITUTO DE ESTUDIOS POLÍTICOS Y ESTRATÉGICOS Philip Mauceri y Maxwell A. Cameron Octubre 2002 ,

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INSTITUTO DE ESTUDIOS POLÍTICOS Y ESTRATÉGICOS

rO-ggLf6

ESTUDIOS EVENTUALES

LA ALIANZA PERVERSA: DROGAS, CORRUPCIÓN Y MIlAITARES DURANTE LA ,

ADMINISTRACION DE FUJIMORI

Philip Mauceri y Maxwell A. Cameron

Octubre 2002

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La alianza perversa: drogas, corrupción y militares durante la administración de Fujimori

LA ALIANZA PERVERSA: DROGAS, CORRUPCIÓN Y MILITARES DURANTE LA ADMINISTRACIÓN DE FU]IMORI

Philip Mauceri y Maxwell A. Cameron

Introducción

LoS militares peruanos nunca marcharon al mismo paso con sus colegas de la región Latinoamericana. En los años 70, cuando los gobiernos militares en Ar­

gentina, Brasil, Chile y Uruguay usaban medios de represión brutal y una virulenta ideología anti-comunista en una lucha por restaurar la estabilidad política en me­dio de las demandas por cambios políticos y económicos, el Perú estuvo gobernado por un grupo de oficiales reformistas que propugnaba un " tercer camino" entre el capitalismo y el socialismo, implementaba reformas sociales radicales, y se negaba a alinearse con Moscú o Washington. (1) Dos décadas después, en los años 90, las instituciones militares latinoamericanas veían erosionarse su poder político en muchas partes de la región, y luchaban por redefinir sus misiones para hacerlas consistentes con los gobiernos civiles y con una disminución del temor al comunis­mo internacional. Sin embargo, el Perú parecía encontrarse nuevamente fuera de paso con el resto de los países en la región. (2) El poder político de las Fuerzas Armadas peruanas se expandió de manera dramática, y aquellos débiles mecanis­mos de rendición de cuentas y supremacía civil que habían sobrevivido hasta los años 80 disminuyeron.

En otro nivel, el Perú ha servido a menudo como una ilustración de ciertas ten­dencias ampliamente observadas a lo largo del subcontinente. Por ejemplo, el am­pliamente citado concepto de Guillermo O'Donnell de la "democracia delegativa" fue desarrollado claramente teniendo en cuenta al Perú ( así como a Argentina y un número de otros casos). Cuando ciertos autores debaten los problemas de la demo­cracia no liberal, los abusos del poder ejecutivo, o el problema de "los dominios reservados" de los militares", el Perú es frecuentemente un sujeto de análisis. (3) Mucho de la fascinación que hay con el caso peruano se deriva del autogolpe de 1992.

(1) Ver: Abraham ELowenthal, ed ., TIle Peruvial1 Expcriment: Confinll ity and Change ut/der Military Rule (Princeton: Princeton University Press, 1975); también: Alfred Stepan, S fate (/lid SocieM;: Peru i11 Cornpara tivc Perspective (Princeton: Princeton University Press, 1978) y Frederick M. Nun, "Profesional Militarism in Twentieth Cen tury Peru: Historical and TbeoreticaJ Background to the Golpe de Es tado of 1968", H ispanic Americall H isforíca/ Review, vol. 59 (1979) No. 3, pp. 391-417.

(2) Ver: Wendy Hunter, "Continuily orChange? Civil Military Relations in Democratic Argentina, Chile and Peru :' PoliticnJ Scicftü' Quartcrly, Vol J J 2 (1997) No. 3, pp. 453-475.

(3) Ver: Robert D . Kaplan, "Was Democracy Jus t a Momen/?" Atlnntic Monthly, December 1997, pp.55-80; Patrice J. MeSherry, "The Argenhne Military Securi ty Forces in the Era of Globaliza tion," ponencia p reparada para el XX ·Congres5 of the Canadian Associa tion (or Latin American and Caribbean Studies-CALACS, Vancouvet;. Marzo de 1998; Guillermo O'Donnel, "Delegati ve Democracy", ¡oumn/ 01 Del1locmcy" 5 (Enero de 1994), pp.55-69; Y Fareed Zakaria, "The Rise of !Iliberal Democracy," Forógll Affairs VoJ.76(noviembre-dic iembre de 1977): pp.22-43.

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El5 de abril de 1992, el presidente Alberto Fujimori cerró el Congreso, suspendió la Constitución, y gobernó por decretos hasta que un Congreso interino fue elegido para re-escribir la constitución a fin de expandir los poderes del ejecutivo. (4) Des­de aquel entonces, el poder político se concentró en un triunvirato compuesto por el presidente, su consejero informal de seguridad, Vladimiro Montesinos, y el presi­dente del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas (quien, entre 1991 y 1998 fue el General Nicolás Hermoza Ríos). (5) Este proceso transformó las Fuerzas Arma­das, reemplazando los antiguos acuerdos institucionales por redes y fidelidades personalistas. Esto alteró las relaciones entre las autoridades civiles y militares, dando a los militares un ámbito amplio para el uso abusivo del poder; esto afectó perjudicialmente las perspectivas de la democratización debilitando los mecanis­mos de rendición de cuentas y los límites legales del poder ejecutivo.

Este artículo busca examinar la naturaleza del triunvirato formado por el Presi­dente, las fuerzas de seguridad, y las Fuerzas Armadas, y evalúa su duración y legalidad. Sirve como una historia aleccionadora del grado en el que puede coexis­tir un poder abusivo e incontrolado dentro del marco de una democracia electoral­o lo que Dahl denomina" Poliarquía". (6) ¿Cuánto poder militar está de acuerdo con la preservación de la democracia electoral? Bajo Fujimori, el sistema político peruano se transformó en un sistema híbrido. Por un lado, la popularidad del presidente le pernútía a este adquirir legitimidad a través de los procedimientos electorales; por otro lado, una alianza cívico-núlitar apuntaló al régimen que busca­ba inmunizarse contra el escrutinio público, la crítica, o la rendición de cuentas. Estos aspectos contradictorios del sistema político fueron una fuente crucial de sus tensiones internas y de su dinámica.

La administración fujimorista basada en el personalismo y la centralización de la autoridad, tuvo un impacto importante en la institución militar. Las prerrogativas institucionales desarrolladas por décadas fueron reemplazadas por una red de rela­ciones interpersonales que relacionaban a Fujimori, Hermoza Ríos, y Montesinos. Como resultado, las normas internas, la organización y las acciones de las Fuerzas Armadas en los años 90 reflejaron de manera amplia, los intereses, el poder y la dinámica de este triunvirato. La autonomía institucional de los militares fue por lo tanto severamente recortada. Sin embargo, esto no significó que las instituciones civiles hubiesen obtenido el control necesario para ejercer la autoridad democrática sobre las Fuerzas Armadas. La rendición de cuentas democrática disminuyó, en la medida en que este triunvirato debilitó el control de los actores institucionales o de la sociedad en su conjunto. Como era de esperarse, las tensiones y los conflictos

(~) Ver: Cynthia McClintock," Peesidents, Messiahs and Conshtutional Breakdowns in Peru," en Juan Linz y Arturo Vale nzuela, eds. The FaiJllre ofPresidetl tiaf Democracy (BaJtimore: Johns Hopkins Uni.vers~~ p~ss, 1 ~94); C~~rles Ke~~y "¿Po~ qué. el autogolp~: FUJ~o~1 y el congreso, 1990-1992," en Fernando Tuesta, eds.w Polftica BaJO FIIJI,.,.,on: PartIdos PobtlcoS y Opm16n Pub/¡ca (LIma: Fund aClon Fned.nch Ebeet, 1996). .

(~) Ver: MaxweU A. Cameron (a), "Self-Coups: Peru, Guatemala and Russia", Joumal ol Democracy, Vol. 9 (1998), No.1, pp.125-39; y (b) "Latín i\mericanAuto-Golpes: dangerous undertows in Ihe third wave 01 democratizabon", Third World Qllarterly. VoL19 (1998), No 2,pp.219-239. '[hmbién:Philip Maueen, "Retum 01 Ihe Caudillo: autocrahc democracy in Peru," Third World Quarterly, Vol.18 (1997), No 5, pp.899-911.

(lo) V"r: Robeet Dahl, Polyarchy; Participation and Oppositioll (New Haven: Ya le Univers ity Press, 1971).

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entre estas tres poderosas personalidades se manifestaron como importantes crisis en las fuerzas de seguridad, y continuaron teniendo hasta la caída del régimen de Fujimori el potencial para socavar la cohesión, no solamente de las Fuerzas Arma­das sino también para socavar las oportunidades de institucionalización del régi­men político del país.

La crisis de la democracia peruana: 1979-1990

. Es importante explorar las relaciones entre los militares y el extenso medio polí­tIco -tanto nacional como internacional- en el cual operan. Los gobiernos civiles no han COIil.ducido a los militares a apartarse de la política. Mas bien en su lugar las i~stituciones milita:es continuaron proyectando su sombra sobre los novatos go­bIernos representatIvos de la región. Además, los militares continuaron siendo una fuerza dominante al apuntalar acuerdos sociales excluyentes.

Los altos mandos de las Fuerzas Armadas peruanas que estuvieron de acuerdo c?n una transición negociada al gobierno civil a finales de los años 70 fueron explí­CItos acerca del hecho de que ellos estaban abandonan do el gobierno pero no el poder, (7) La decisión de retorna r el poder a las autoridades civiles surgió de la combinación de los poderosos movimien tos sociales que lucharon con tra la autori­dad de las Fuerzas Armadas y de las divisiones internas dentro de los militares, que amenazaban la integridad institucional de las Fuerzas Armadas como un cuer­po profesional. La división dentro de las Fuerzas Armadas puede deberse en parte a la naturaleza extraordinaria del liderazgo y de la alianza que llevó al golpe.

Cuando el general Juan Velasco Alvarado depuso al Presidente Constitucional del Perú Fernando Belaúnde Terry, en octubre de 1968, inmediatamente quedó cla­ro que se trataba de un golpe diferente al de otros en la historia del Perú. En su pronunciamiento original, los líderes del golpe esbozaron un programa de transfor­maciones radicales de la sociedad peruana que conduciría finalmente a una masiva reforma agraria, a la formación de nuevas comunidades industriales y cooperativas campesinas, al ejercicio de un rol amplio del Estado para promocionar la industria­lización y el desarrollo económico, y a un intento por solucionar los mayores pro­blemas sociales que enfrentaba la nación (pobreza, migración urbano-rural, la cons­trucción de nuevos asentamientos urbanos) a través de instituciones organizadas y controladas por los militares. (8)

Con el tiempo, conforme las contradicciones e inconsistencias de la visión de la transformación social de los militares fueron más aparentes, las divisiones internas

(7) Ver: JlllioCotlel~. "Military l nterve~~on.s <Uld 'Tmn,~ fer of Power to Civili;ms' in Pecu" ,en Gu j)krmo O'Donnell, Philippe C.Schmitter. y Lawrence Whl.t~~ead, eds. Tran5If/~11 frOn! Autllontnritm Rule: LnHrJ Amt'rica (Baltimore: JOM llopkins Univers ity Prr-ss, 1986); Nicolás Lyn~h, ,Ln Tral./SI~/()Il" Col1servadorn (LIma: Zorro de Abajo, 1992); Philip Mauceri, "The Transition to ' Democracy' and tbe Failures of Jnslltul JOn ~UI~ding , en Max",:e ll A. Cam: ron .y Philip Mauceri, eds. Thc Peruvial1 { (Ibyn"nth: Polih), Socirdy, ECOflOl1Iy (University Park, Pcnnsylvanlél: 1 he P('nnsy lvarua State Uruverslty ,Press, 1997), pp.l3-~n \

(8) Henry Dielz, Urball Poverhj, Political Participatio", ."d tlle S/n/e: Li"", 1~70-1 990 (Pittsburg: Universily of Pitlsburg Pn:ss, 1998),

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entre ellos aparecieron. El gobierno de Velasco buscó reconocer más sindicatos en un esfuerzo por socavar el poder del partido Alianza Popular Revolucionaria Ame­ricana (APRA), sin embargo, de manera inadvertida promocionó el surgimiento de uno de los movimientos sindicales comunistas más poderosos de la región; buscó modernizar y transformar la agricultura a través de la reforma de la tierra, sin em­bargo, causó un colapso virtual en la producción agrícola debido a que las reformas no se realizaron con inversiones en entrenamiento, crédito, mercadotecnia, y tecno­logía; y se esperanzó en promover la expansión económica y la industrialización a través de nuevas inversiones en la industria, sin embargo, las demostraciones y la oposición política del sector privado condujo a la paralización y al colapso de las inversiones privadas. Estas tensiones internas dentro del modelo de las reformas propulsados por los militares contribuyeron a un proceso extraordinario de movili­zación social y protesta a mediados de los años 70 que culminó a finales de la déca­da en movimientos regionales ampliamente difundidos, huelgas nacionales que paralizaron la producción, y el surgimiento de una izquierda cada vez más firme en las universidades, en los sindicatos y en las asociaciones. (9)

Enfrentados con una creciente protesta social, los militares se movieron repenti­namente hacia la derecha. Un Velasco cada vez más enfermo fue depuesto por un golpe interno y el General Francisco Morales Bermúdez, un oficial institucionalista menos carismático y más conservador, lo reemplazó en el gobierno. Morales fue duro en su manejo de las protestas, pero también convocó a la elección de una Asamblea Constituyente, llevada a cabo en 1978, y en 1979 se redactó una nueva Constitución. En las elecciones de 1978, la izquierda emergió por primera vez como una 'gran fuerza política, capturando aproximadamente un tercio de los votos. Sin embargo, cuando se convocó a elecciones presidenciales en 1980, los votantes, en un acto colectivo de justicia poética, devolvieron el poder al presidente que fuera destituido en octubre de 1968-Belaúnde Terry.

La segunda administración de Belaúnde hizo retrocesos en muchas de las inicia­tivas del periodo de Velasco, especialmente en el área de la reforma agraria y de las comunidades industriales, pero también administró mallas obligaciones de la deu­da internacional heredada del periodo del gobierno militar. El cambio hacia las reformas neoliberales combinado con un gusto por el desarrollo de la infraestructu­ra y una serie de desastres naturales, exacerbaron los problemas económicos del Perú. A finales de esta administración había una creciente sensación de ingobernabilidad y de malestar en el país. (10) Una organización insurgente que originalmente estuvo limitada a Ayacucho, Sendero Luminoso, comenzó a expan­dirse fuera de su lugar de origen hacia las áreas circundantes. (11) Tomó ventaja del hecho de que para 1980 los militares peruanos estaban ansiosos por apartarse del perfil alto que tenían en los roles políticos para lanzar su estrategia de "guerra po-

('1) Ilenry Pease Garda, El Ocaso del Poder Oligárquico (Lima: DESeO 1977) ( 111) José Malos Mar, Desborde Popular y Crisis del Es tado (Lima: lEP 1985) ( 11) David Seo!t Palmer, ed, Tlle Shining Pallt ofP.,,, (New York: St, Martins Press, 1992),

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pular prolongada" ese mismo año. En el p lazo de un par de años, los militares se encontraron luchando contra Sendero Luminoso en Ayacucho, y perdiendo.

La elección en 1983 de un alcalde marxista en Lima, proporcionó algo de espe­ranza a los votantes urbanos más radicales, sin embargo, la mayoría de los votantes querían más cambios en una forma menos atemorizadora. Alan García se presentó a las elecciones de 1985 ofreciendo un gobierno en beneficio de los peruanos exclui­dos, que era el 75 por ciento del país que operaba fuera de la economía y de las instituciones formales. Prometió trabajo, renegociar la deuda, y cambios estructura­les dirigidos a las necesidades de la mayoría de la naciÓn. Su programa económico fue el típ ico populismo: estimular la demanda doméstica, y rechazar al Fondo Mo­netario Internacional en el campo internacional. Se basaba en la fórmula de que el gasto traería crecimiento, y el control de los precios prevendría la inflación. La fór­mula tuvo éxito inicialmente, conduciendo a la expansión en el periodo comprendi­do· entre 1985 y 1986, pero estuvo seguido, después de 1987, como era de esperarse, por una aguda contracción e hiperinflación. (12)

A fines del periodo de García, las posibilidades del Perú de prosperidad econó­mica y apertura política parecían limitadas. La nación fue sitiada por la intensifica­ción de la violencia conducida por un Sendero Luminoso cada vez más sofisticado y envalentonado, y asfixiada por fuerzas inflacionarias implacables y aparentemen­te indetenibles. A pesar de que los sectores populares fueron golpeados fuertemen­te por la crisis económica, la reacción política más fuerte vino inicialmente de la clase media y de los comerciantes, que se movilizaron en 1987 contra el desespera­do esfuerzo de García p~r nacionalizar los bancos. (13) Mario Vargas Llosa surgió como el líder natural de esta movilización, y jun to a una coalición de líderes de los partidos tradicionales y la voz de nuevos intelectuales de la derecha como Hernando de Soto y su Instituto Libertad y Democracia, articularon una agenda neoliberal como el camino para salir de la crisis.

Los sectores populares no compraron el mensaje de Vargas Llosa, sin embargo también rechazaron ampliamente tanto al APRA como a la izquierda (que una vez más se hallaba dividida en fracciones). Buscando alternativas, el electorado se en­contró con un desconocido candidato de fuera del sistema político: Albedo Fujimori. Fujimori, para sorpresa de todos incluido él mismo, ganó la presidencia después de una votación en segunda vuelta. (14) Una vez elegido, Fujimori confrontó un serio problema: ¿cómo gobernarsin una base confiable de apoyo, sin un programa polí­tico, y sin experiencia ejecutiva? Además, enfrentaba la inminente amenaza de un

(12) Carol Wi.se, "Democrati zation, Crisis, and APR/\'s Modernizdnon Project jn Peru," en Barbara Stnllings y Robert Kaufman , ed s, Debf and Democmcy in L(/!in Anit:ricn (BouJder, Colorado: Westview Press, 1989).

(13) FranrucoDurand, Busil1 ess and Politics in Peru, TITe State alld the National BOllrgeO/sie (Bouldel~ Colorado: Westv iew Press, 1994), (14) Carlos lván De Gregoti y Romeo Gromponc, Elecciones 1990~ Demonios y Redentores: Una Tragedia en dos Vueltas. (Lima: lEP, 1991); Greg

U. Sdlmidt,"fujimori ':-; 1990 Upset Victory in Peru : Electoral Rules, Contingencies, and Adaptative SlTategies," en Comparative PoJilics, VoU8, no. 3, pp.32l -354.

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t gCi~?e. (~5) P~ra evitar u~ final perentoric ~el meteór~co inicio de su carrera pol~tica, FUJImon uso a Montesrnos para reorgaruzar a las t'Gerzas Armadas y asunur su

...mntrol.

La situación a la que se enfrentaba fujimori evocaba la descripción de Marx de la Francia de mediados del siglo XIX, una situación que capturó en la famosa frase "Bonapartismo". (16) La característica distintiva del Bonapartismo es que el Estado, bajo un líder militar, puede alcanzar un elevao8 nivel de autonomía d'2 ~as fuerzas sociales en momentos de crisis en donde existe una amenaza mayer al orden social que las clases tradicionalmente dominantes no pueden prevenir, pero en donde la amenaza no es aún lo suficientemente fuerte como para derrocar la existente cons­telación de clases dominantes y poder estatal. Marx enfatizaba que tal régimen po­día tener el apoyo de una clase social- él señalaba a los campesinos, pero los obser­vadores de Fujimori han puesto énfasis en el sector informal, tanto urbano como rural, como su base de clase inicial- pero su apoyo serfa desorganizado e incapaz de actuar colectivamente alrededor de un proyecto coherente. Entonces, mientras que los primeros teóricos de los militares en política, como José N un, han enfatizado la base de clase de ciertas coaliciones golpistas, nosotros creemos que en el Perú es necesario un análisis más acorde con la noción de Marx sobre "Bonapartismo". No es necesario decir, que el Bonapartismo no es un modelo de dominación política que fomente el desarrollo de las instituciones democráticas, como lo mostraremos al regresar a nuestra historia.

Las Prerrogativas Institucionales bajo el Gobierno Personalista

La reorganización de las Fuerzas Armadas comenzó aún antes que el presi­dente Fujimori tomara el poder. Después de las elecciones de 1990, el presidente· electo Fujimori se transladó a una base militar donde desarrolló una estrategia con Vladimiro Montesinos, hasta entonces un abogado_ privado con un cuestio­nable pasado, (17) para purgar a las Fuerzas Armadas de posibles opositores y sentar las bases para un control más estrecho del alto mando. Al tomar el poder, ·1 Comando Conjunto y el alto mando de las fuerzas policiales fueron purgados de la mayoría de sus altos oficiales. (18) Esto fue, sin embargo, solamente el primer paso de los esfuerzos del gobierno para reestructurar las fuerzas de se­guridad.

(1 ' 1) l .,os documentos expuestos posteriormente mostraron que el planearoiento del golpe estaba en ejecución desde 1989, y que los planes de contingencia eran actu3 lizados de manera regular en preparación para la remoción del presidente electo en el día o untes de su juramentación. Vea: Oiga, 12 de julio de 1993,pp.21-35; Fernando Rospigliosi," Las Fuerzas Armadas y el S de abril: La percepción de la amenaza subversiva como lUla moti vación golpista", Lima: IEP, documento de trabajo, n073, 1996.

(Jh) Ver Ralph Miliband, "Bonapartism", en Tom Bottomore, ed. Dictionaryoj Mnrx;st Thought, 2da edición. Cambridge, Massachussels: 11l.lckwell, pp.55-56. Para su aplicación al Perú, ver MaxweJl A. Carneron, "PoJi tical and Economic Origíns of Regime Change in l'i'I' lI: The Eighteenth Brumaire of Alberto Fujimori", en Maxwell A. Cameron y Philip Mauceci, eds. Tlle Peruvian Labyritllh: Polity, ,'-iufil'ly, Ecollomy (University Pack, PennsylVémia: The Pénssylvania State University Press, 1997), pp.37-69.

(1 '1) ( :u:ilavo Gorriti, ":t;lIj¡mori ~s svengaJi", CoverlAclion, no.49, Verano de 199~, 4-59. (lB) .Vl'r:Philip Mauceri, "Sta te Reform, Coalitions and fhe Neolilx'ral Autogolpe in Peru," 1.ati" American Research RroIW, VoJ.30

( 1" '1 ), No.l , pp.7-37.

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Pronto se hizo aparente que la figura más poderosa en asuntos de seguridad era la cabeza de facto de la inteligencia, Vladimiro Montesinos. Los nuevos nombra­mientos en los altos mandos de las Fuerzas Armadas se-hicieron directamente por Montesinos, quien como resultado inspiraba tanto temor como lealtad dentro de las Fuerzas Armadas. Utilizando los recursos del principal servicio de inteligencia del país -el Servicio de Inteligencia nacional (SIN)- Montesinos continuó siguiendo y pur ando a posibles oponentes dentro de las Fuerzas Armadas. Un importante momento en a con GaCiOn del poder de Montesinos llego atines de 1991 con el nombramiento del General de Ejército Nicolás de Bari Hermoza Ríos como Presi­dente del Comando Conjunto. El General Hermosa era un partidario importante de Montesinos (a pesar de que los dos finalmente se distanciaron después de que

~Hermoza Ríos comenzara a establecer su propia base de poder independiente en las Fuerzas Armadas) y aseguró que el Ejercito apoyaría firmemente el esfuerzo del equipo Fujimori/Montesinos para reformar la estructura de seguridad del país.

El periodo 1991-92, también fue testigo de cambios significativos en las regula­ciones institucionales para reforzar los cambios del personal llevados a cabo por la administración Fujimori. Estos cambios inEi,titucionales transformaron radicalmen­te las Fuerzas Armadas reduciendo efectivamente la importancia de los criterios profesionales en los ascensos y en los nombramientos. Las Fuerzas Armadas perua­nas habían adoptado la mayoría de estos criterios en los años 50 para balancear la influencia del caudillismo personalista del dictador Manuel Odría (1948-1956). Si­guiendo la ola de profesionalizaciones militares que tuvo lugar a lo largo de Améri­ca Latina, las Fuerzas Armadas peruanas desarrollaron escuelas superiores y un sistema de ascensos fuertemente ligado al entrenamiento académico, la experien­cia, y la antigüedad. Los comandantes generales, jefes del Estado Mayor y coman­dantes regionales debían haber ocupado el quinto superior de su clase de gradua­dos en la Escuela Superior de Guerra (ESG). Muchos habían también estudiado en el Centro de Altos Estudios Militares (CAEM), así como fuera del país en escuelas militares del extranjero, especialmente en los Estados Unidos o en Francia. (19) Para prevenir la posibilidad de que los oficiales creasen bases de poder independientes dentro de sus ramas de servicio, las asignaciones por servicio generalmente se res­tringían a un año. Estos límites incluían también a los comandantes generales y a los presidentes del Comando Conjunto, y este último cargo era rotativo entre las diferentes ramas del servicio.

Una serie de decretos legislativos dados por el ejecutivo y de normas internas dadas entre 1991-1992 revertieron la mayoría de las anteriores regulaciones respec­to a los ascensos y sentaron las bases para la desprofesionalización y politización de las Fuerzas Armadas peruanas en los años 90. Por ejemplo, l()s ascensos_)~fUlO_esiu­vieron li ados al nivel académico. El General Hermoza no se encontraba en el uin­to su erior d~~sei-e-ccron;-como la mayoría del alto mando esde 1991, se

(19) Ver: Al/red Stepar>- nota 1.

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basó solamente en su lealtad a Fujimori y Montesinos. Además, el decreto legislati­vo N6752 dado en noviembre de 1991 permitía a los Comandantes Generales de los diferentes institutos, permanecer en sus cargos indefinidamente, a petición del Pre­sidente. El General Hermoza permaneció en su posición dual de Comandante Ge­neral del Ejército y Presidente del Comando Conjunto entre 1991 y 1998.

1 La obvia p-olitización de las Fuerzas Armadas ~y-erpoder ejercido por V adimiro Montesinos en el proceso de ascensos fue una fuente de continuo des­contento,~specialmente entre los oficiales de rango medio, quienes veían su pro­moción a los altos rangos obstruida por un cuadro semi permanente de oficiales conectados políticamente. El hecho de que muchos de ellos se consideraran igualo mejor calificados para esas posiciones que los ocupantes de entonces, fue un factor adicional en mantener vivos los resentimientos durante la mayor parte de la déca­da. Las organizaciones secretas de oficiales disidentes, algunas ligadas a los oficia­les retirados quienes rechazaban los cambios en la estructura del comando, estuvie­ron bastante activas. Grupos como "León Dormido" filtraron información respecto a la corrupción y a la violación de derechos humanos que resultaron embarazosas para el régimen. U~tintento de "contra-golpe" que involucró a oficiales militares en retiro en noviembre de 1992 y los repetidos rumores de posibles conspiraciones sugieren la profundidad de estos resentimientos.

A pesar del disgusto y del resentimiento que muchos oficiales pudieron ~a­ber sentido hacia el régimen, no hubo amenazas significativas contra el orden interno de las Fuerzas Armadas desde 1992. Tres factores explican esta falta de disidencia organizada. Primero, dado el control estricto y la vigilancia ejercida por Montesinos, la capacidad para organizar un cuestionamiento contra el alto mando era limitada. Segundo, el respeto por la estructura de comando y el fuer­te sentido de disciplina y obediencia que permanecían como parte del entrena­miento militar en el Perú, sirvieron como factores importantes de inhibición de la transformación de los resenti:r:nientos en acciones que de manera abierta cues­t ionaran la autoridad del alto mando. Finalmente, el éxito de los militares en derrotar la amenaza de la insurgencia de los años 80, creó una renuente admira­dón por el alto mando, aún entre algunos a los que les disgustaba la politización que había tenido lugar.

Los oficiales que habían cuestionado abiertamente al régimen habían tenido l"lgá~opOrer ... Q:J:I General Rodolfo Robles fue orzado al exilio des­pll ~s de revelar información acerca de escuadrones militares de la muerte. Robles v io a su hijo ser expulsado de una promisoria carrera en las Fuerzas Armadas, per­di6 su pensión y fue llamado "traidor" a la institución. Después de regresar del ,·" ilio al Perú tuvo que enfrentar continuas intimidaciones verbales y físicas. La I". " ión para otros oficiales que contemplaban la posibilidad de retar las políticas ¡'lI l.lblecidas quedó clara.

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La alianza cívico-militar-que incluía a Fujimori, Montesinos y Hermoza-desa­fió los conceptos tradicionales y los modelos predominantes de las relaciones cívi­co-militares en América Latina durante los años 90. El grupo que dominó la esfera de seguridad nacional incluyó tanto a civiles como a militares en actividad y por lo tanto trascendió los dominios estrictamente separados de militares y civiles que usualmente predominaban en este campo. Como resultado, las disputas relaciona­das con autonomía militar y prerrogativas institucionales, que habían sido fuente de crisis en países como Chile y Argentina, no fueron temas de importancia en el Perú durante la administración de Fujimori. Las prerrogativas tanto de las institu­ciones civiles como de los militares eran disminuidas si estas impedían los intere­ses de la alianza cívico-militar dominante. Las reglas, las regulaciones, y los proce· dimientos estándares eran percibidos como obstáculos a ser superados en vez de estructuras efectivas del orden institucional, y las instituciones mismas, fueran civi­les o militares, eran vistas como herramientas para favorecer los intereses del triun­virato y de sus seguidores. Por lo tanto, las reformas introducidas en 1991-1992 relacionadas a los ascensos y nombramientos eran claras violaciones de la tradicio­nal autonomía que los militares habían tenido frente a las instituciones civiles en asuntos relacionados con las regulaciones internas, y sin embargo fueron implementadas con la aprobación del alto mando militar debido a que s~rvían a los intereses particulares de este último.

A la luz de todo esto la cuestión de la amnistía para los violadores de los derechos humanos añadió nuevas dimensiones. La amnistía promulgada en junio de 1995 debería verse no tanto como un ejemplo de los militares ejerciendo su autonomía frente a la justicia civil, sino más como una acción coordinada entre Fujimori, Montesinos y Hermoza para proteger a sus leales. A diferencia de las amnistías adoptadas en otros países sudamericanos durante los años 80, la amnistía peruana no era una respuesta institucional a las condiciones de la transición política. Mas bien, la amnistía fue empujada por el ejecutivo, y aprobada en el Congreso a pesar de las protestas publicas, para terminar tanto con las investigaciones de los medios como con las del poder judicial respecto a las relaciones entre las operaciones de los escuadrones de la muerte y los servicios de in teligencia . Si esos lazos hubieran sido ventilados en la esfera pública, hubieran implicado a personalidades oficiales al nivel más elevado del poder ejecutivo y a oficiales militares de alto rango.

Triunfo' y Competencia por el Poder

Uno de los factores claves responsables del mantenimiento de la alianza entre Fujimori, Montesinos y Hermoza y su habilidad para dominar las Fuerzas Arma­das sin que hayan tenido ninguna oposición exitosa fué la victoria que el Perú obtu­vo en los años 90 en combatir las insurgencias de Sendero Luminoso y el Movi-

iento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). Aún los críticos del'régimen aceptan que las políticas contra-insurgentes seguidas durante la administración Fujimori fueron responsables del declive de la actividad insurgente, El uso de grupos de

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defensa civil (o rondas campesinas), las leyes de amnistía para terroristas" arrepen­tidos", y una mayor dependencia en la información de inteligencia para seguir las huellas de los líderes de esas organizaciones, han sido políticas ampliamente reco­mendadas por muchos para enfrentar a los movimientos insurgentes, pero solo fue­ron implementadas de manera amplia por la administración Fujimori. La captura del líder de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, y la temprana captura de los altos líderes del MRTA, parecían vindicar estas estrategias.

Ni el régimen ni los partidarios de éste fueron capaces de contener su triunfalis­mo en esta área. ~l General Hermo~a llegó tan lejos como para publicar un libro nada modesto reclamando para si la responsabilidad por haber desarrollado la es­trategia que" ganó la guerra contra el terrorismo". (20) Este sentimiento de victoria fue profundamente sometido a prueba en diciembre de 1996 cuando miembros del MRTA audazmente tomaron la Embajada japonesa, reteniendo más de 500 rehenes. El ataque subrayó la fragilidad de la aclamada victoria del gobierno y la laxitud en seguridad que se había desarrollado como resultado, Después de un tenso estanca­miento de más de cuatro meses, las tropas peruanas tomaron por asalto la embaja­da. El éxito de la "Operación Chavín de Huántar", que terminó con la muerte de todos los secuestradores, permitió al gobierno aparecer triunfante una vez más frente al terrorismo. Poco después del ataque, Fujimori y Montesinos visitaron los terre­nos de la Embajada, y el último hizo saber a través de la prensa que la responsabili­dad del éxito de la ,operación debería atribuírsel~ aJos servicios de inteligencia y su jefe de facto.

El apuro en tomar el crédito ilustró que detrás del triunfalismo de Fujimori, Montesinos y Hermoza, la lucha por el control del poder permanecía fuerte. Este l'nfrentamiento erupcionaría otra vez a fines de 1997. A inicios de la administración fujimorista, el General Hermoza Ríos estaba en una posición sumamente débil. Ha­hiendo sido seleccionado por su lealtad y sus cercanas conexiones con Montesinos, no jugó un papel central en la planificación del "autogolpe" de 1992. Dentro de las I :uerzas Armadas él fue el blanco de muchos de los resentimientos contra Montesinos y Fujimori, y era tenido en baja estima. En.l2.93,.la oposición filtró información res-I JI 'cto a los vínculos entre un grupo secreto paramilitar ("Grupo Colina"), y el alto 1 nando. El grupo fue responsable de varias notables masacres, incluyendo la tortura y lI1uerte de estudiantes universitarios de la Cantuta. (21) Hermoza reaccionó ordenan-do a una división de tanques que transitar por las calles de Lima. En los próximos ,1111 )s, He QZa... creó una base de poder independiente dentro de las Fuerzas Armadas disputándo~~: ... ~~E!ªJ:Qr..CQ~obre el e roceso de nombramientos a Montesinos y 11', 'istiendo varios intentos del presidente Fujimori de retirarlo del cargo. Además, fue~ 1111 vocero que atacó públicamente a los críticos del accionar de las Fuerzas"7\rmadas "11 ,í reas como violaciones de los derechos humanos, corrupción, e involucramiento

r I1II 11. 'rmoza Ríos, 1996. r ' 11 ~ )IIIII HICI, 1996:p.35.

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La alianza perversa: drogas, corrupción y militares durante la administración de Fujimori

en el tráfico de drogas. De esta manera el General Hermoza ganó apoyo dentro de los militares por su rol público como defensor del honor, heroísmo y valores patrióticos de las Fuerzas Armadas peruanas. En 1998 fue finalmente forzado a retirarse después de una prolongada lucha con el presidente y con Montesinos.

El más serio traspié de las Fuerzas Armadas peruanas durante los años 90 fue el conflicto militar con el Ecuador. La confrontación más reciente en esta larga disputa fronteriza ocurrió a irtB os de 1995 ando las tropas ecuatorianas establecieron posiciones permanen1esen territono disputado y se negaron a retirarse. Las Fuer­zas Armadas peruanas se desempeñaron pobremente en el conflicto que siguió, perdiendo 9 aeronaves y sufriendo más de 100 bajas. A pesar de que las Fuerzas Armadas peruanas se atribuyeron la remoción de las tropas ecuatorianas del Valle del Alto Cenepa, por lo menos una posición tomada por el Ecuador justo antes de que se iniciara la lucha permaneció bajo el control ecuatoriano. La aparente derrota tuvo el potencial de debilitar no solamente al General Hermoza sino también al Presidente Fujimori, quien se encontraba en medio de su campaña reeleccionista. Sin embargo, Fujimori y Hermoza tomaron ventaja del conflicto incitando senti­mientos de patriotismo y acusando a los críticos del desempeño de los militares de deslealtad. Este esfuerzo fue ayudado por la falta de información independiente de los eventos que ocurrían en el Valle del Alto Cenepa. Muchos de los medios, que de manera abierta simpatizaban con la administración de Fujimori, confiaban sin criti­car en los reportes militares oficiales sobre las acciones que tenían lugar en la lejíma región amazónica.

El conflicto con el Ecuador no solamente sirvió para fortalecer la posición dé Hermoza dentro de las Fuerzas Armadas, sino también para reforzar la posición de las Fuerzas Armadas dentro del gobierno. Los gastos militares en 199§.. yJ. 92?..§..t.!:­bieron de 2% a 3% del Producto Nacional Br uto cori1orme los militares iniciaban Gna serie de nuevas y costosas adqUIsiciones de armas.La más notable de estas fue la compra de cazas MIG pioveníéñtes de los países del bloque oriental. (22) Confor­me las negociaciones para una solución final de la disputa fronteriza entre Perú­Ecuador continuaba, los militares en ambos países se embarcaban en una nueva carrera armamentista regional.

Drogas y Corrupción

Las drogas significaron para los militares peruanos una nueva misión así como con un nuevo factor que socavaba el profesionalismo. Durante los años 90, las fuer­zas de seguridad se habían involucrado de manera creciente en la guerra contra las drogas. Al mismo tiempo, la corrupción que venía unida al tráfico de drogas se había convertido en un problema mayor, con acusaciones que involucran a un am­plio rango de oficiales así como a personal reclutado.

(22) Barandiarán, 1997:p.49.

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La elección de Fujimori en 1990 coincidió con una preocupación creciente en los Estados Unidos por el tráfico de drogas. Conforme la política de Estados Unidos cambió a una estrategia anti-drogas dirigida contra la oferta que favorecía la acción militar, se ejerció presión sobre los militares de los países andinos para hacer de la lucha contra las drogas una parte de su misión. (23) Por el lado norteamericano los esfuerzos para incrementar la ayuda militar al Perú encontraron dificultades en el Congreso debido al pobre desempeño del Perú en el tema de los derechos humanos y debido a la preocupación que creaba la presencia de Sendero Luminoso en las zonas de producción de la droga tal como el Valle del Alto Huallaga. (24)

En el Perú inicialmente hubo renuencia a "militarizar"la guerra contra las dro­gas, Para los militares peruanos, la misión principal era la derrota de Sendero Lumi­noso y la guerra contra las drogas sería una distracción o aún sería contraproducen­te. Uno de los oponentes más radicales de la erradicación de los cultivos de coca y de otras políticas de control de la oferta promocionadas por los Estados Unidos fue el General Alberto Arciniega, un ex Jefe Político Militar del Valle del Alto Huallaga, quien sostenía que los ataques contra los campesinos que cultivaban coca los forza­rían a apoyar a Sendero Luminoso. (25) El presidente Fujimori fue también un críti­co temprano de la visión norteamericana, sosteniendo que debía proveerse una mayor ayuda económica y cultivos alternativos para el desarrollo de las regiones donde crece la coca. Sin embargo, a mediados de 1991, el gobierno peruano logró un acuerdo con la administración Bush que permitía a los Estados Unidos aumen­tar de manera substancial su asistencia militar para las operaciones anti-drogas en Perú. A pesar de que mucha de esta ayuda fue bloqueada por el Congreso durante la administración Bush y reducida durante la administración Clinton, el enfoque de lil política estadounidense ha permanecido en las operaciones militares y de inteli­gencia para seguir el tráfico de drogas en países fuentes como el Perú.

Desde el aumento dramático del comercio de cocaína a mediados de los 80, la d raga ha favorecido la corrupción entre las fuerzas de seguridad en el Perú así como ('n los países vecinos. Para los reclutas mal pagados o sus oficiales estacionados en las zonas de droga, la tentación de "dinero fácil" por no ver nada o aún ayudar ,Ictivamente en el tráfico, era muy grande. Sin embargo, los años 90 habían sido I"stigos de un cambio tanto en la escala como en el modelo de corrupción inducida 11( >r la droga. Oficiales a los altos niveles de las Fuerzas Armadas así como el asesor l'I'('sidencial Vladimiro Montesinos habían sido acusados de tener vínculos con los Il'oIficantes de drogas. La escala creciente de tales acusaciones había estado acom-1 ', II;(lda por la virtual impunidad de la que aquellos que habían sido acusados goza­I'd ll 'n el sistema judicial. Ningún alto oficial de las Fuerzas Armadas fue procesa-

t I 1, 1\ 11,1 ,\'[11) & Sh¿¡ rpe, 1992. . I ' 1I V' l' : Kcnneth Roberts y Mark Peceny. "Human Rights and Un ited Sta tes Policy Towards Peru," en Cameron y Maucen, eds. r il e

" ,'''lIIiwl l ilbyrillth (University Pack, Pennsylvarua: The Pennsylvania University Sta tc Press, 1997) p.214. . • ~ I .'1 : l. (;()I)za les, "Guerrillas and Coca in the Alto HuaJJaga Va lley" en SeoN Palmee, ed ., Shining Pnlh o/ Peru (New York: St. Marhns

"', 'IIJ, ItJ92).

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do por corrupción relacionada con las drogas en cortes civiles, aunque oficiales de baja graduación había recibido cargos en cortes militares.

/ .~ En años recientes, cargamentos de droga habían sido encontrados en barcos de la ( Marina, a bordo de aviones militares y aún en un avión ocasionalmente utilizado

por el presidente, cuya seguridad estaba claramente restringida al personal militar .Como ha ocurrido en otras partes de América Latina, los militares han sido acusa­dos de tener vínculos cercanos con los traficantes de drogas y de proporcionarles una alerta temprana de las posibles inspecciones de la policía que iba acompañada por agentes norteamericanos de la DEA. Los reportes de la prensa han incluso suge­rido que los oficiales pagaban un soborno para ser asignados al área del Huallaga y tener fácil acceso al dinero de la droga. (26)

La creciente influencia de las dtogas en los militares fue estimulada por varios factores. El involucramiento de los militares en operaciones anti-drogas, a petición del gobierno de los Estados Unidos, fue el factor p rimario en exponer a las Fuerzas Armadas a la corrupción generada por la droga. Los constantes bajos sueldos de los oficiales y el conocimiento de la existencia de una virtual impunidad cre? incen~­vos adicionales. Finalmente, el colapso del poder de los carteles colombIanos dIO lugar al surgimiento de pequeños narcotraficantes locales, quienes priorizaron la colusión de las autoridades con sus operaciones, influenciando a los oficiales mili­tares locales en formas que antes eran poco comunes.

" Por lejos, los cargos ~ás serios de corrupción por drogas fueron hechos contra uno de los pilares de la alianza de seguridad de Fujimori - Vladimiro Montesinos. Los supuestos vínculos de Montesinos al narcotráfico datan de inicios de los años 80, cuando se desempeñaba como abogado privado de varios narcotraficantes. A pesar de que hubieron acusaciones a lo largo de los a~os 90, ~o fue ,sino hasta mediados de 1996 que las evidencias comenzaron a surgir de pOSibles vmculos en­tre el más alto jefe del servicio de inteligencia de Fujimori y los narcotraficantes. La evidencia surgió con el testimonio de uno de los líderes peruanos del narcotráfico, Demetrio Chávez Peñaherrera (" El Vaticano") quien testificó que a través de oficia­les militares, a Montesinos se le pagaban 50,000 dólares mensuales por protección. El dinero aseguraba que El Vaticano pudiera continuar sus operaciones sin la inter­ferencia del gobierno. Por lo tanto, cuando El V.aticano fue detenido brevemente por la policía e 1992) fue misteriosameI\te liberado a pesar de que existía una or­den para su arresto. (27)

A pesar de que las acusaciones fueron serias, no hubo una investigación judicial de los cargos. Ni el juez ni el fiscal del caso siguieron los cargos. Chávez Peñaherrera quedó incomunicado, se le prohibió hablar con los periodistas e importantes políti­cos fujimoristas defendieron públicamente a Montesinos.

(26) Ver: La Rep,íblica, 1996: p.9. (27) Ver: Cnretas, 1996: pp.16-19.

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La Remoción de Hermoza Ríos y la Consolidación del Poder de Montesinos

Una implicancia de nuestro argumento es que las reglas internas, la organiz.ac~ó~, y las acciones de las Fuerzas Armadas reflejaban 10s intereses, el poder, y la dmamlca del triunvirato a tal grado que la red de relaciones interpersonales que ligaban a Fujimori, Montesinos, y Hermoza Ríos no podía ser cambiada sin causar una grave amenaza a la estabilidad de todo el régimen político. La dificultad de remover a Hermoza Ríos del poder y el enfrentamiento que ocasionó entre el personal civil y militar ilustra el grado en el que las Fuerzas Armadas se habían convertido en parte de un estado profundamente politizado.

En diciembre de 1997, la estabilidad del triunvirato fue puesta a prueba. La crisis comenzó inofensivamente con un libro lanzadoJ>-O..LHermoza RíolU!_fQ..mienzos de diciembre de 1997. Su publicación, titulada Operativo Chavín de Huantar, d2scribía la operación de rescate e ,los rehenes en la residencia del embajador japonés, dando énfasis a su propio liderazgo . e implicaD_dp...!lD.....l2! ~e~o~~ivo para el Presidente. Fujimori declinó la invitación para asistir al lanzamiento del libro y, el17 de dicien:­bre, exactamente un año después que los comandos TUpiK Amaru tomaran la reSI­dencia del embajador del Japón, dio una entrevista al decano de la prensa peruana, El Comercio, en la que manifestó que Hermoza Ríos no había participado ni en el diseño ni en la estrategia del rescate sino, solamente en la ejecución de la operación.

ontraria a la versión de los eventos de Hermoza Ríos,í~i declaró que ~ diseñó el plan en colaboración con Vladimiro Montesinos. Al mismo tiempo, se negó a desmentir las especulaciones acerca de la posibilidad de que Hermoza Ríos dejaría su puesto de Presidente del Comando Conjunto.

Dos días más tarde, el 19 de diciembre, tuvo lugar una ceremonia militar en la I ':scuela de Comandos del Ejercito en Chorrillos, en honor de Hermoza Ríos en la víspera de su cumpleaños. La reunión había sido preparada con ~astant~ ~nteriori­liad a la entrevista de Fujimori, e incluyó a todos los jefes de reglOnes rruhtares del 1',lis, altos oficiales de la Fuerza Armada, los ministros de defensa y del interior y 1'1)1' último pero no menos importante a Vladimiro Montesinos. El p~to cumbre. ~e l.) eremonia llegó cuando el General Carlos Bergamino, Jefe de la Pnmera ReglOn Militar, en palabras que difícilmente podían ser mal interpretadas como otra cosa I JI 11 ' no fuera una crítica directa a Fujimori, declaró: "La verticalidad de las institu- I I illlles militares determina que usted, mi General, como miembro más alto de la \ I' ""lJ"quía, personifica y representa al ejercito del Perú. Por lo tant.o, cualquier inten-I,1 de desacreditar los méritos que usted ha logrado, debIdo a su elevado ¡t,'of 'sionalismo y virtudes personales, lo sentimos como una ofensa que afecta a '11I1'stra institución por entero."

: ;iguiendo este pronunciamiento, el jefe de los comandos que había asaltado la \I' 'iII II'ncia de la embajada rindió tributo a Hermoza Ríos. El tributo, y la oratoria

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incendiaria de Bergarnino, se convirtió en materia de registro por la oficina de relacio­nes públicas del ejército, que pasó un video a los medios de comunicación. Casi de manera inmediata, los rumores de un golpe comenzaron a circular. A pesar de que no se movilizaron los tanques en ningún momento, ni se impidieron los movimientos del Presidente, sus ministros o altos funcionarios una tensa espera se desarrolló du­rante el fin de semana durante la cual el barómetro politico continuó subiendo.

Una reunión de todos los Jefes de Regiones Militares en la casa de Hermoza Ríos en el complejo militar de Chorrillos, el sábado 20 de diciembre, se convirtió en el punto central de la confrontación. La congregación de los altos mandos militares en la residencia de Hermoza Ríos, luego de una ceremonia que fue ampliamente inter­pretada como un reto a la autoridad de Fujimori que lindaba con la desobediencia, condujo a Fujimori a invocar a su título de Presidente de la República y Jefe Supre­mo de las Fuerzas Armadas, y emitir una orden escrita a los jefes de regiones mili­tares instruyéndolos para que, en sus palabras: "Vuelvan inmediatamente a sus res­pectivos puestos de comando y a las responsabilidades a las que fueron asignados." La orden fue emitida por el Ministro de Defensa, César Saucedo Sánchez, y hecha pública por la Secretaría de Prensa del Presidente. Enfrentado a una orden presi­dencial directa, Hermoza Ríos emitió una enigmática respuesta a Fujimori en la que liberaba a sus comandantes los que rápidamente volvieron a sus puestos. Los miem­bros de la mayoría del Congreso, que habían permanecido en silencio durante ia crisis, proporcionaron tardías garantías de que las Fuerzas Armadas en el Perú no eran una institución delibera ,üe.

(

Una crisis que comenzó con el aparentemente inocuo lanzamiento de un libro ter­minó en un anticlímax, pero en un año, a finales de agosto de 1998, Hennoza Ríos se retiró con poca fanfarria y fue reemplazado por el Ministro de Defensa, César Saucedo. (28) La causa inmediata de su retiro fue el conflicto con el Ecuador. Hermoza Ríos era un duro que favorecía las acciones contra el Ecuador para recuperarse de la derrota de 1995. Esto lo puso en oposición no solo al Presidente Fujimori, quien estaba ansioso de lograr un acuerdo de paz con el presidente ecuatoriano, sino tam­bién con la comunidad internacional- Estados Unidos, Brasil y otras naciones sud­americanas- quienes estaban buscando lograr que se establezca una solución nego­ciada entre los beligerantes.

Sin embargo, los conflictos entre Fujimori y Hermoza Ríos eran anteriores a esta coyuntura. En realidad, Fujimori había estado tratando de remover a Hermoza Ríos desde hacía varios años. Según Enrique Obando, "Fujimori quería reemplazar a Hermoza desde 1994 y lo que quedó en claro es que no tenía el poder para hacer­lo." Obando continuó observando que "lo que normalmente se haría frente a un acto de desobediencia de esa naturaleza, que prácticamente era un desafió para Fujimori, sería reemplazar al comandante general, pero Fujimori no podía hacerlo."

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(28) Ver : LA ReplÍbliCJI, 21 de agos to de 1998: p.l.

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Otro respetable analista de .los militares, Fernando Rospigliosi dijo que Fujimori envió un mensajero a Hermoza en 1994 para decirle que había sido nombrado mi­nistro de defensa y para felicitarlo: " Hermoza se sonrió y rechazó el puesto. El mejor que nadie sabía que el ministro de defensa no tiene poder y que el jefe de las Fuerzas Annadas S! lo tiene." (29)

Los años anteriores a la disputa sobre quién era el talento estratégico detrás de la operación Chavín de Huantar estuvieron jalonados por una serie de conflictos que involucraron a los militares que dañaron políticamente a la administración fujimorista. En diciembre de 1996, Rodolfo Robles fue secuestrado y llevado a jui­cio, forzando a Fujimori a dar una amnistía; a mitad de la crisi~e J9S rehenes se desató un enfrentamiento de proporciones entre Hennoza y Montesinos; y la deci­sión del ministro del interior (que estaba bajo el control de las -Fuerzas Armadas) para despojar de su nacionalidad a uno de los socios del Canal 2 después de que este dio una cobertura en que criticaba a las Fuerzas Armadas oscureció interna e internacionalmente la imagen de Fujimori. Como resultado, la remoción de Hermoza Ríos sería un gran paso hacia la limpieza de la imagen del presidente como antici­pación a su controversial reelección.

En resumen, Fujimori necesitaba desesperaciamente remover a Hermoza Ríos. Una vez más, él reveló su estilo personalista y de confrontación. El enfrentamiento de diciembre le fue contraproducente porque, según la revista Caretas, al atribuir el (~ xito de la operación Chavín de Huántar a dos civiles - Fujimori y Montesinos, y llegarse a reconocer al General y a su libro, despertó el espíritu corporativo de las I,'uerzas Armadas. Es más, el retiro de H ermoza debió haber sido motivo de gran-11('5 honores y felicitaciones, no una fría retirada. Este, despliés de todo, fue el hom-1 Ill' que había sido el rostro más visible de las Fuerzas Armadas desde el autogolpe l' representa el lado militar de un régimen cívico-militar.

J\ pesar de las dificultades para remover a Hennoza Ríos, el poder de Montesinos , IIlItinuó creciendo. Los nuevos nombramientos en las Fuerzas Annadas aumenta-1( 111 el poder de Montesinos; muchos de los nombrados eran oficiales que se habían ¡'. I,.duado en la clase de Montesinos en 1966, o conocidos por su lealtad a su patrón: I '"hlo Correa de la clase de Montesinos de J 966, Y Luis Delgado de la Paz también , 1" 1,) clase de 1966 fueron colocados como jefes de la Primera Región Militar (Piura) \ l.. Segunda Región Militar (Lima) respectivamente; Raúl Suárez, incondicional de I\ llIntcsinos, se le colocó para encargarse del Estado Mayor General del Ejército; y 1 "lilas Marky Montero fue hecho comandante de la Tercera Región Militar

I I" quipa). Marky era un nombramiento especialmente problemático debido a que ,,1,1'1' él pesaban acusaciones de corrupción y encubrimiento. Fue acusado de ha-

1" , I ' (' robado un millón de dólares en dinero proveniente det narcotráfico tomada "l llolllle una operación anti-narcóticos en Ayacucho. El acusador, un joven oficial,

11 \ , "*,ndlllcd PreS5, 22 de diciembre de 1997.

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La alianza perversa: drogas, corrupción y militares durante la administración de Fujimori

fue hospitalizado donde fue someti~o a" abus~ psic?lógico .Y tratado con drogas que, según una fuente militar en re tifO, lo dejaron IncapaCItado para hablar con claridad o para evocar eventos del pasado." (30)

Mientras los oficiales que tenían razones para ser leales a Montesinos eran p.ro­movidos los leales a Hermoza Ríos perdían terreno. Más notable, Carlos Bergammo Cruz -qu'ien hablara con tal convicción en defensa de Hermoza Ríos~ ~e traslada­do a la Secretaria de Defensa Nacional, considerado un lugar para ofiCIales que no estaban retirados pero que tampoco eran prominentes.

Cuando Hermoza Ríos finalmente se retiró en agosto de 1998, se ofrecieron diver­sas interpretaciones, con implicaciones bastante diferentes para entender el f~tu~o de las relaciones cívico-militares en el Perú. Un observador notable del establecl1rue~to de la seguridad en el Perú, Gustavo Gorriti sugirió que mientras que ~:rmoza Rí~s estuvo en el poder,"hubo un tipo de equilibrio, y una cl~~e de cooperac~o~ y c~mpli­cidad" dentro del triunvirato entre el Presidente, los nuhtares y el serVICIO de mteli~ gencia bajo Montesinos. " Pero como suce?e en los ~iunviratos, un elem,ento empezo a crecer y ocupar más espacio, hubo conflictos, el mas notable de los cuales fue sobre la autoría de la operación Chavín de Huantar." (31)

Otros dieron la bienvenida a la remoción de Hermoza Ríos, sugiriencio que ofre­cía la oportunidad para superar el personalismo dentro de las Fuerzas Armadas y volver a una rotación más frecuente de los altos mandos, lo que sería bueno para los militares, porque disminuiría el descontento entre los ofici.ales que en el pas~do habían sido excluidos de los altos puestos debido al largo penodo de Herm~za Rlo~. Aún los miembros de la propia coalición legislativa de Fujimo.ri die:on la blenveru­da al retiro de Hermoza Ríos y buscaron el retomo a los cambIOS mas frecuentes en los altos mandos. (32)

Nuestro punto de vista es que el retiro de ~ermoza ~os c~ntribuyó a una ma'y0r concentración del poder en manos de Montesmos y FUJlmon. Nuestro razonamIen­to para esbozar esta conclusión es que quedaron muy po.cos b~l~nces y che~ueos en el régimen político peruano bajo Fujimori. El esfuerzo slstematlco del presI.dent: y su asescr de seguridad para concentrar el poder en las ma~os de la rama ejecutiva del gobierno obedecía a una lógica política que era esenCIal ~ara co.mpren~er la naturaleza del poder en el Perú de entonces: la estabilidad del ~lstema r~qu~na que los altos funcionarios civiles y el alto mando militar permaneCIeran protegIdos del escrutinio público y de la necesidad de rendir cuentas.

El problema de la sucesión, es el talón de Aquiles, de c~alqu~er siste~a b~sado en un gobierno personalista. La duradera popularidad de FUJimon proporaono la clave

(30) EntreVIsta en L,ma, 2 de agosto de 1995. (31) Ver Ln ReplÍbJICI1, 23 de agos to de 1998 (32) Ver: Expreso, 1 de septIembre de J Q98.

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J' 11 , 1 J.II 'slabilidad del régimen creado después de 1992. Esto llevaría a las elecciones , J, 'J ' 1)( lO Y al fraude electoral que dio lugar al inicio del tercer gobierno de Fujimori. J lo ' pt'riódo duró, sin embargo, muy poco. El descubrimiento de que Montesinos 1, 111 ,1 110 sólo vínculos con el narcotráfico, sino que se dedicaba también af tráfico de IIlIloIS hacia las FAR~_colombianas lo puso en la mira del gobierno americano, lo que

I1 ,Ij\, como consecuencia no sólo su caída sino la de todo el régimen fujimorista.

'ONCLUSIONES

N uestro análisis de la concentración del poder en las manos del Presidente y su asesor de inteligencia no proporciona evidencia de un modelo de relaciones

, 1 v il'o-militares estable o institucionalizado en el Perú durante el régimen de Fujimori. I,' J Il('rsonalismo y la confrontación perpetua, dos de las características que definie-111 11 la administración fujimorista son, casi por definición, imposibles de ser 111' :1 ilucionalizadas. Al mismo tiempo, las fuerzas nacionales e internacionales des­,d"lIlaron el golpe. El fuerte crecimiento económico y una gran dependencia de la Illvl' rsión extranjera hizo que cualquier acercamiento a la posibilidad de un gobier-11" lIIilitar fuera no aconsejable, especialmente en un medio internacional que es 'I,·, 'il'ntemente intolerante a las dictaduras.

1 ~ I estado de las relaciones cívico~militares durante el gobierno de Fujimori nos 11,11 ' serias lecciones sobre los peligros de alejarse de un gobierno democrático, no 11I1)'orta cuan transitoriamente. Además, revela el grado sorprendente en que la , I"ll lllcracia puede ser subvertida desde dentro por un líder popular, aunque auto-111.1 dll.

I'J esbozo de una agenda para el cambio es fácil de bosquejar: el establecimiento ,J" 1.1 rendición de cuentas, la supremacía civil, y el estado de derecho requieren de 1I Inrrnas de largo alcance. Cualquier proyecto serio de reforma tendrá que: 1) 11 IIJl roducir el profesionalismo y la meritocracia en las promociones militares; (2) l' ,,1 i I'Inar la Constitución sobre el gobierno de las Fuerzas Armadas (y modificar la 1 111 1':1 itución para eliminar el sistema de cortes militares separadas); (3) fortalecer J 1 1'. unas judicial y legislativa del gobierno y reducir los poderes de la presidencia; 1I l 1 I 'orientar a los militares hacia la defensa externa y colocar nuevamente el cum­loI llIdl'l1Ío de la ley y el mantenimiento del orden público en las manos de unas IIII 'I I.,IS policiales ampliamente profesionales y bien financiadas.

Notá del Autor Maxwell A. C~meron 'está agradecido al Concilio de 4tvestiga- ' ciones dé Humanidades y Ciencias Sociales por financiar su invesngación en el Peni. Los autores son los ürucos responsa~ . bIes de la interpretación, así como de,cualquiera errores o in- . exactitudes, presentadas en este artículo. .