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DR. JUAN ALVAREZ
ENSAYO SOBRE LA
HISTORIA
DE SANTA FE
Editado por Resolución Nº 220/09
CÁMARA DE DIPUTADOS
DE LA PROVINCIA DE SANTA FE
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
-- 2 --
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 3 --
PRÓLOGO:
¿POR QUÉ REEDITAR A ÁLVAREZ?
En el universo hiper-atomizado de las tecnologías de la información,
parece sencillo acceder a muy variadas obras representativas del devenir
de la historia y la cultura, pero, a pesar de los discursos y campañas de
“buena voluntad”, donde no hay electricidad, agua potable,
infraestructura para salud, difícilmente se pueda acceder a bibliotecas
virtuales.
Adem{s, el libro “de papel” sigue siendo el arma que m{s batallas ha
ganado en favor del conocimiento, la comprensión, la convivencia y la
paz. Gracias a la imprenta sabemos del pasado y del futuro, de las
diversas visiones del mundo, de mitologías e investigaciones. En este
derrotero, Juan Álvarez, con su incansable espíritu investigativo, rescató
documentos que le permitieron discernir leyendas, contar batallas,
reconocer culturas diezmadas y comprender, desde “su presente”, qué
hace un hombre cuando hace Historia.
Juan Álvarez nació en Gualeguaychú, Entre Ríos, el 3 de septiembre de
1878. Estudió en Paraná, Santa Fe y Rosario, y a los 20 años se doctoró en
Jurisprudencia. En 1902 inició su carrera judicial en los Tribunales de
Rosario: fue Secretario, Fiscal, Juez, Fiscal de Cámara y Camarista. Se
desempeñó como Procurador General de la Nación entre 1935 y 1946.
Fue un intelectual relevante y reconocido en su medio que, una vez
radicado en Rosario, desarrolló múltiples actividades, alternando su
accionar como hombre de letras preocupado por lo político y lo social con
su importante carrera judicial, destacándose en el campo de la cultura de
su época.
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
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“La producción de Álvarez se inaugura con el libro “Orígenes de la
Música Argentina” (1908), dedicado a combatir la ola de nacionalismo
telurista que empezaba a dominar en las vísperas del Centenario. Su
objetivo era demostrar cómo un elemento cultural como la música no era
susceptible de ser buscado desde el fondo de los tiempos, al igual que
tampoco las raíces de la nacionalidad, que era para él un elemento
momentáneo de la vida histórica. Por lo tanto no había que buscar en el
pasado la esencia de la nacionalidad sino en el futuro. Poco tiempo
después escribe el “Ensayo sobre la historia de Santa Fe”(1909), en el que
tiene la misma fe en el progreso, al punto que niega entidad a la historia
argentina antes de 1853”1
Escribió “Las guerras civiles argentinas”(1914), “Estudio sobre la paz
mundial”(1923) y “Estudio sobre la desigualdad y la paz”(1927). Los cambios
económicos disparados por la crisis del 30 lo motivaron a la reflexión, así
también, los producidos a partir de la ley Sáenz Peña que inauguró un
nuevo proceso político, cuya legitimidad sería dada por el voto y la
ampliación de la participación popular en la vida política. Frente a esto
desarrolló nuevas propuestas para la ingeniería institucional, y
programas educativos para la ciudadanía. Estos procesos inciden en él,
enriqueciendo su formación personal, que plasmará en su gran obra: la
“Historia de Rosario”(1943), cuidadosamente elaborada en esta ciudad, a la
que calificara como “hija de su propio esfuerzo”.
“Ensayo sobre la historia de Santa Fe”(1909), es un riquísimo trabajo
producto de una profunda investigación. Allí, Álvarez escribe: “No
obstante sus inconvenientes, las Historias Locales son útiles porque permiten
concentrar el estudio de ciertos problemas, sobre el país en que deben ser
resueltos. Lo mismo que ante el lente del microscopio basta que pase una pequeña
porción para estudiar todo un tejido, es posible, también, enfocar la Historia de
un extenso territorio, viéndola al través de una o varias de sus ciudades.
Describir a la Santa Fe de 1600, es pintar la vida de todos los españoles que
vivían en esa época próximos a indios no sometidos: la misma zozobra, la misma
rudeza, la misma miseria. En tal sentido la Historia de Santa Fe es, con pequeñas
variantes, la Historia del Río de la Plata, sin que las artificiales líneas de frontera
basten impedirlo.2
1 GLÜCK, Mario. Juan Álvarez, el intelectual que fundó la historia de la ciudad: A cincuenta años de
su muerte, la obra multifacética del autor de la "Historia de Rosario" se afirma con renovada
vigencia. Diario La Capital. domingo, 04 de abril de 2004. Señales. [Nota de tapa] 2 ÁLVAREZ, Juan. Ensayo sobre la historia de Santa Fe. Buenos Aires : Malena, 1810. P. 7.
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 5 --
Para poder apreciar el valor e importancia de esta Historia, cuya
reimpresión promovemos, lo expresado por el autor es por demás de
elocuente cuando nos dice: “No disponemos de archivos completos. La
Historia de Santa Fe debe estudiarse, parte sobre el terreno, parte en los archivos
de Buenos Aires, Córdoba y Asunción, parte en los archivos españoles. Algunos
documentos están en el Brasil, en el Perú y Bolivia; muchos se han perdido; otros
se conservan por simples particulares. Tan poca importancia se ha atribuido a la
materia, que en los últimos tiempos cantidad de documentos (240 cajones de un
metro cúbico cada uno) se deterioraron en la Aduana de Buenos Aires como
mercancías olvidadas; y en el archivo de Santa Fe es fama que los papeles viejos
sirvieron más de una vez para liar el tabaco que fumaban las tropas acuarteladas
en momentos de revolución. El año 1893 hiciéronse con ellos parapetos.3:<“De
lo que precede se deduce que no ha sido mi ánimo escribir una Historia
matemáticamente exacta; al agrupar hechos relativos al pasado de Santa Fe, sólo
he deseado producir una impresión de conjunto que se aproxime a la realidad
como se aproxima a ella un censo”4.
Resaltando la significación del trabajo realizado al escribir esta obra,
afirmaría Álvarez: “Este ensayo, producto de varios años de labor, representa,
pues, un esfuerzo incompleto, un simple esbozo de lo que podría hacerse para
obtener deducciones prácticas aproximando el pasado al presente, o mejor dicho,
utilizando al pasado para explicar el presente y no para desacreditarlo. No
pretendo haber agotado la materia, y desde luego espero que algunas de mis
aserciones serán rectificadas: tal es la suerte de todas las Historias que los
hombres escriben. En estos estudios que interesan a la colectividad, el nombre del
autor es un simple accidente destinado a desaparecer tan pronto como se creen
oficinas especiales, susceptibles de coleccionar para los hombres del porvenir
observaciones exactas y completas acerca de las dificultades de la vida en el
presente”5
Juan Álvarez falleció en Rosario, el 8 de abril de 1954.
El libro “Ensayo sobre la historia de Santa Fe”, que la Legislatura de la
Provincia de Santa Fe dispone reeditar gracias a la generosa autorización
de sus herederos, y cuya relectura proponemos, está cumpliendo sus
primeros 100 años de vida6 y de permanente vigencia.
3 ÁLVAREZ, J. Op. Cit. P. 9. 4 ÁLVAREZ J. Op. Cit. P 20. 5 ÁLVAREZ J. Op. Cit. P 21. 6 La 1ª edición corresponde a Editorial Malena, y es de 1910, pero al finalizar de escribir, Juan
Álvarez pone la fecha de su puño y letra, y reza: “Rosario de Santa Fe, 25 de Mayo de 1909”.
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
-- 6 --
Su invalorable aporte a la cultura y al pensamiento nacional han sido
ponderados por innumerables investigadores contemporáneos: “La obra
de Álvarez recibió múltiples lecturas, siendo reconocida tanto por la
historiografía liberal, revisionista, y las distintas corrientes de la historia
económica y social. Todos vieron sus trabajos o alguno de ellos en particular,
como punto de partida de sus propias hipótesis, sin preocuparse demasiado de su
obra como totalidad”7.
“Para los historiadores Juan Álvarez es un viejo conocido; especialmente
para los que desde hace ya bastante tiempo trabajamos sobre temas relacionados
con la historia de Rosario y su región. Tanto su Historia de Rosario como el
Ensayo de la Historia de Santa Fe son referentes constantes para los análisis
abordados por la historia local y regional, no importa la perspectiva desde la cual
se los intente realizar<introduce un elemento nuevo para la historiografía del
momento: el an{lisis de la ciudad como sujeto y objeto de estudio<una historia
de raíz local, pensada en términos de sí misma....”8
En síntesis, convencidos de que la reedición de esta obra constituye un
invalorable aporte para el estudio de la historia de nuestra Provincia, lo
hemos impulsado, para beneficio de las futuras generaciones.
Diputado Raúl Lamberto
Cámara de Diputados de la Provincia de Santa Fe
7 GLÜCK, M. Ob. Cit. 8Fernández, Sandra. Juan Álvarez y la ciudad que no pudo ser. Ensayo histórico y análisis
comparativo de la historia local y regional desde el texto Buenos Aires. En: Intelectuales rosarinos
entre dos siglos : Clemente, Serafín y Juan Álvarez: Identidad local y esfera pública. Rosario:
Prohistoria ; Manuel Suárez, 2000.
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 7 --
INTRODUCCION
«L´histoire n´est que le tableau des
crimes et des malheurs: la foule des
hommes innocents et paisibles
disparaît toujours sur ces vastes thetares.
VOLTAIRE
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
-- 8 --
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 9 --
Juan Bautista Alberdi, el profundo pensador argentino, dice
dolorosamente en alguna parte de sus Obras:
«El historiador, las más de las veces no es libre de leer los
documentos con sus propios ojos: tiene que leerlos con los
ojos del país. No es libre de entenderlos con su
entendimiento propio: tiene que entenderlos con la
inteligencia del común. En este sentido puede publicarlos;
pero no es libre de hacerles decir lo que dicen. La verdad
está prohibida implícita y tácitamente, como una brutalidad,
si es desagradable para el amor propio del país ó poco
favorable á la gloria de sus hombres. Contra la gloria
nacional, no hay derecho ni verdad que se tenga. El objeto
de tal Historia es la GLORIA, no la VERDAD. Es la Historia
convertida en negocio industrial.»
Cabe en efecto, amplificar la Historia haciéndola pedestal de un
orgullo nacional basado en la acumulación de prohombres, ó reducirla á
una simple estadística comentada. En el primer caso, es posible conservar
la agradable ficción del hombre-genio cuya providencial llegada salva al
país; en el segundo, las gentes resultan vivir según sus propios impulsos,
obedeciendo á factores múltiples y oscuros.
*
* *
De un tiempo á esta parte, nótase en los historiadores argentinos
marcada tendencia á empequeñecer á los hombres que se nos había
enseñado á venerar como orígenes de la libertad en el continente
americano. Sin duda procuran reducir á sus justos límites benévolas
exageraciones; pero con ello, demuestran que la gloria y el renombre –en
las personas como en los licores – con frecuencia estriban tan solo en una
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
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propaganda sistemática. Esos hombres, á quienes sus contemporáneos no
atribuyeron cualidades extraordinarias, habrían tomado á broma el
vaticinio de que con el tiempo serían reliquias sagradas los menudos
objetos de su uso personal; la aplicación de la fórmula POST HOC, ERGO
PROPTER HOC para conocer las causas de nuestro actual progreso, importa
á su respecto una simple hipótesis. Estudiada serenamente la situación,
cuesta resolver si en la vida moral y material de la Argentina las
máquinas agrícolas han influido ó no tan decisivamente como los
ejércitos libertadores.
Aproximándose un poco al terreno de los hechos y viendo su
complejidad, fácil es comprobar que una batalla ganada ó perdida influye
en la vida colectiva menos de lo que se cree generalmente. Pudo el
general Paz derrotar al general Quiroga, ó suceder lo contrario: en
cualquiera de ambos casos, es seguro que el grupo vencido no hubiera
tenido más remedio que hacer lo que hizo: seguir militando bajo esta ó
aquella divisa, supuesto que sus miembros carecían de otro oficio que les
diera de vivir. Un excedente de guerreros facilitó la guerra, como su
extinción posterior facilitó la paz. El negocio de los «condottieri» y de las
revoluciones surgió de circunstancias múltiples, como todos los negocios:
las pequeñas causas producen pequeños efectos9.
No obstante sus inconvenientes, las HISTORIAS LOCALES son útiles
porque permiten concentrar el estudio de ciertos problemas, sobre el país
en que deben ser resueltos. Lo mismo que ante el lente del microscopio
basta que pase una pequeña porción para estudiar todo un tejido, es
posible también enfocar la Historia de un extenso territorio, viéndola al
través de una ó varias de sus ciudades. Describir á la Santa Fe de 1600, es
pintar la vida de todos los españoles que vivían en esa época próximos á
indios no sometidos: la misma zozobra, la misma rudeza, la misma
miseria. En tal sentido la HISTORIA DE SANTA FE es con pequeñas variantes
la HISTORIA DEL RIO DE LA PLATA, sin que las artificiales líneas de frontera
basten á impedirlo.
Considero una paradoja sostener que cada generación vive sin conocer
sus propios actos, y que la Historia solo puede ser exacta en cuanto se
refiera á un pasado remoto. Los futuros historiadores, forzosamente
9 Aún para investigaciones más importantes conviene recordar que en muchos casos el
pasado carece de utilidad. Posiblemente los especuladores de 1910 tendrán en cuenta las
enseñanzas de la crisis de 1890; pero con toda seguridad no sacarán provecho de los
datos relativos á las alteraciones artificiales que en los precios produjo el bloqueo de
Buenos Aires en 1827. La experiencia de los vaqueanos que piloteaban viajes al través de
la pampa para nada servirá á nuestros conductores de ferrocarriles.
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 11 --
deberán valerse para estudiarnos, de los documentos que nosotros
dejemos y que es probable que el azar les trasmita en forma incompleta:
si esos documentos reflejan apasionamiento, más fácil será
contralorearlos ahora que dentro de cincuenta años.
Cabe sin duda en el presente, la posibilidad de errar. El error es
humano. No es difícil que un gobernador de Santa Fe sea juzgado por sus
contemporáneos de tres ó cuatro modos contradictorios en el curso de
otros tantos años; pero en definitiva, estos juicios personales solo
interesan á quienes se imaginan que la misión de la Historia es producir
apellidos ilustres. Nuestros tribunales fallan á diario todas las cuestiones
ACTUALES que se les presentan, y declaran inocentes ó culpables á los
procesados: que yo sepa, nadie ha emitido la opinión de que tales fallos
serían más justos si se dictaran con medio siglo de atraso. Entretanto, es
frecuente que historiadores de nota, absortos en el estudio del pasado,
ignoren detalles de la vida actual que les serían utilísimos como
elementos de comparación: por un error de concepto, les parece
despreciable averiguar cuanto vale hoy el trigo, ó como se carga, ó que
ventajas se obtienen usando máquinas segadoras en lugar de hoces.
Detenida la Historia de Santa Fe en 1850, p. ej., sería desesperante. Nos
mostraría como vivieron sobre la inhospitalaria región muchas
generaciones fatigándose ante la pérdida de una cosecha, y otra, y otra
más, ante la evidencia de que en diez, de que en doce años seguidos
hubiese sido imposible extraer una sola bolsa de trigo de la llanura
inmensa y áspera. Importaría conservar la tristísima convicción
trasmitida de padres á hijos, de hijos á nietos, de que eternamente habría
de ser inseguro el esfuerzo de los hombres dedicados á labrar la tierra, y
de que eternamente se ocultaría la miseria detrás de cualquier accidente
metereológico. Mediante la agregación de nuevos factores que obraron
con posterioridad á 1850, tal convicción es hoy errónea.
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1
Como la estadística es una ciencia moderna, esclarecer cualquier punto
relativo á un pasado lejano requiere extraordinaria labor: durante mucho
tiempo se consideró patriótico falsificar, magnificándolos, cuantos datos
se refiriesen al país. Los elementos de crítica á nuestro alcance solo
permiten obtener ideas aproximadas, y en ocasiones el argumento de Sir
Walter Raleigh se torna exacto.
Supongamos, por ejemplo, que se trata de establecer relaciones exactas
entre los precios del trigo en Santa Fe el año 1600 y él año 1900: imposible
averiguar lo relativo á 1600, como no sea por las transacciones aisladas
cuyo recuerdo se ha conservado, por el valor de los productos en
localidades vecinas, ó en años anteriores (que también se conocen
imperfectamente), ó por los precios que las autoridades solían fijar.
Ahora bien: ¿marcaron esas pocas transacciones el verdadero precio
corriente? ¿Fueron respetados los precios oficiales? ¿En qué relación de
calidad estaban los trigos de 1600 con los de 1900? Tan difícil es saberlo
con precisión absoluta, como esclarecer si en la primera fecha alguna
alteración accidental de la moneda ó del trueque modificó los valores
aparentes, ó si alguna aceración en la capacidad de la fanega modificó las
cantidades vendidas.
No disponemos de archivos completos. La Historia de Santa Fe debe
estudiarse, parte sobre el terreno, parte en los archivos de Buenos Aires,
Córdoba y Asunción, parte en los archivos españoles. Algunos
documentos están en el Brasil, en el Perú y Bolivia; muchos se han
perdido; otros se conservan por simples particulares. Tan poca
importancia se ha atribuido á la materia, que en los últimos tiempos
cantidad de documentos (240 cajones, de un metro cúbico cada, uno), se
deterioraron en la Aduana de Buenos Aires como mercancías olvidadas;
y en el archivo de Santa Fe es fama que los papeles viejos sirvieron más
de una vez para liar el tabaco que fumaban las tropas acuarteladas en
momentos de revolución. El año 1893 luciéronse con ellos parapetos.
Tomemos ahora como fuente de información topográfica los mapas de
un hombre que gozó de cierta, reputación entre los marinos de su tiempo:
Sebastián Gaboto, piloto mayor de la Casa de Contratación de Sevilla. Hé
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aquí como aparece la cuenca del Río de la Plata en el planisferio que se le
atribuye (1544)10:
Años antes, Diego Ribero pintaba así el mismo territorio (1529):
10 Para mayor claridad he suprimido los nombres, dejando sólo las líneas generales.
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Si ésta es la idea que del terreno formábanse los Almirantes, huelga en
verdad citar «mapas de la época» como elementos de precisión. Casi
todas nuestras actuales cuestiones de límites, reagravadas por la
costumbre de cambiar de nombre á las localidades, obedecen á errores
geográficos: reprodúcese el caso de Azara, buscando en vano sobre el
territorio al Río que sobre el mapa dividía á las posesiones portuguesas
de las españolas, en el corazón de la América del Sud.
*
* *
Dos premisas falsas contribuyen á dificultar el estudio de la vida
americana: el prestigio de que Europa ha rodeado á sus hombres y sus
cosas, y la fábula que España en particular mantiene acerca del «pasado
esplendor de su imperio». Siguiendo esas premisas –y haciendo de la
simple antigüedad un argumento – llégase á la conclusión de que vale
más el viejo que el joven, el muerto que el viejo, y á igualdad de muertos,
el más antiguo. Las sandalias de Scipión el Africano resultan así elemento
histórico muy superior al que representarían los botines de un prócer
actual: la Historia reviste aspectos de inventario de ropavejero. Por
análogas razones muchas personas que admiran al gran Aquiles
vistiéndose con los despojos de Héctor, desprecian á los gauchos de
Estanislao López que desvalijaron á su prisionero el general Paz en
condiciones menos crueles; y por ellas también –y á despecho de la
estadística – se resiste el espíritu á aceptar que las diez escuadras juntas
de la «Invencible Armada» de Felipe II, no reunieran más buques que los
traídos por Whitelocke en su expedición contra Buenos Aires.
Ese falso criterio produce erróneas concepciones de conjunto. En
verdad, la cabeza del caudillo Ramírez puesta en una jaula á principios
del siglo XIX para escarmiento de aventureros rapaces, parécese bastante
á las de los caudillos chinos enjauladas á principios del siglo XX por
ejércitos rusos y japoneses. La expulsión de los judíos bajo Felipe II, ó las
matanzas de la San Bartolomé, tienen puntos de contacto con los actuales
desórdenes antisemistas, la expulsión de las congregaciones ó las
barreras opuestas á la inmigración asiática. El reciente saqueo de Pekín
por tropas civilizadoras que amparaban á misioneros cristianos, recuerda
por desgracia la conducta de los heroicos vencedores de San Quintín. El
sistema de los oficiales belgas en el Congo no difiere gran cosa del usado
por los compañeros de Cortés y de Pizarro en los territorios americanos.
Los autos de fe celebrados con gran pompa en la plaza del Quemadero,
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
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asemejáronse sin duda á los sacrificios religiosos de los sacerdotes
aztecas. Mejoran los medios de producción y transporte; pero los
sentimientos humanos evolucionan apenas.
Sin duda es poco edificante que un general santafecino fuese
oficialmente declarado «Ilustre Protector de las Leyes» el año 1841,
«Infame desertor de la santa causa de la federación» el año 1843, «Jefe de
división del gran ejército libertador» en Enero de 1852, «Traidor
desterrado para siempre del territorio de Santa Fe meses después, y
finalmente «Gobernador de la Provincia» el año 1856, mereciendo que se
le conceptuara símbolo del orden, la justicia, la libertad, el valor y la gloria, en
esas circunstancias. Pero tan exagerados calificativos fueron simple copia
de los que en Europa recibían generales similares, sin excluir al conocido
«Héroe de ambos mundos» Giuseppe Garibaldi. La literatura oficial
resentíase de mal gusto, sencillamente. El «Caballero sin miedo y sin
tacha» ó el «Rey Sol», fueron creaciones tan humanas como el Emperador
«Hijo del cielo» y el coronel «Lanza Seca».
Hubo prisioneros degollados en las llanuras argentinas; pero ese
respeto á la tradición caballeresca, unido á la accidental escasez de
pólvora, no bastaría para pretender que tales ejecuciones exteriorizaron
más barbarie que la exhibida hacia la misma época por las tropas
inglesas, que atacaban en, la India sus prisioneros á las bocas de los
cañones. Aún hoy, la ejecución de prisioneros continúa cuando es posible
hacerles caer bajo la denominación de espías.
*
* *
En cuanto al «pasado esplendor de España», no resiste á un examen
detenido. Refiéresele habitualmente al período en que bandas de
guerreros españoles, sucios, desharrapados, analfabetos, llenos de
cicatrices y escapularios, alquilábanse á capitanes católicos, quienes
mediante contrata, asaltaban para los reyes, poblaciones no católicas y
susceptibles por lo tanto de ser saqueadas sin escrúpulo. Y como durante
ese período España explotó las minas de Méjico y el Perú, dedúcese que á
la fiereza de sus hijos unió el poder material del oro.
Ahora bien: á despecho de las colosales sumas que suponíanse
procedentes de América, chocó siempre á los historiadores el hecho
innegable de que los monarcas españoles atravesaran en plena bancarrota
ese pasado esplendoroso. Carlos V., con un déficit que apenas llegaba á
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
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3.000.000 de $ oro, vióse obligado á empeñar cada año las rentas del
siguiente, mientras sus tropas, atrasadas en catorce pagas, lanzábanse al
pillaje desnudas y hambrientas. Para coronarse en Italia, fuéle necesario
al Emperador hipotecar al Rey de Portugal en 350.000 ducados tan solo,
todas sus posesiones de las Molucas. Bajo Felipe II, creciendo el déficit á
pesar de que las rentas españolas eran apenas superiores á las que hoy
tiene Bolivia, dióse el caso de que la Contaduría Mayor no tuviese fondos
para atender una libranza de cuatrocientos reales. El monarca, buscando
hacerse de fondos, vendió empleos y títulos de nobleza y hasta
legitimaciones para hijos de clérigos. A su muerte crecieron los apuros y
disminuyeron las rentas: España declaróse en cesación de pagos, y Felipe
III tuvo que apoderarse, como recurso supremo, de 250.000 pesos que sus
súbditos traían de América. Bajo Felipe IV, no quedando ya nada que
empeñar, el Rey vendió á simples particulares sus propios vasallos y su
propia jurisdicción, enajenando así el derecho de nombrar empleados y
hasta la soberanía que según él, Dios en persona le había confiado. Carlos
II obligó á sus empleados á trabajar gratis durante un año, en tanto que
Felipe V, su sucesor, no pudiendo afrontar la desesperada situación,
llegaba hasta hacer devolver á los particulares las alhajas que reyes
anteriores les habían regalado ó vendido.
*
* *
En presencia de semejante pobreza comenzóse á investigar cual había
sido el rendimiento real de las fabulosas minas; y tras pacientes estudios
se ha comprobado, con la aproximación que la estadística permite, que
producían poco.
El cálculo de Humboldt, relativo al oro y á la plata sacados de América
durante tres siglos, arroja un promedio anual de trece millones de pesos
oro. De esta suma correspondía al Rey, un quinto (20 por ciento); y así,
Humboldt estima en poco más de 1.500.000 oro lo que producían al fisco
las minas de Perú y Bolivia (Méjico exclusive). Canga Arguelles, el
erudito autor del Diccionario de Hacienda, compilando documentos,
obtiene cifras parecidas. A estar á sus informes, todos los caudales que de
América ingresaron en el erario oscilaron alrededor de los guarismos
siguientes:
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
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Bajo Felipe II . . . . . 6.600.000 reales
Bajo Felipe III . . . . . 22.000.000 »
Bajo Felipe IV . . . . . 38.500.000 »
De ser ello exacto, resultaría que durante los años más ricos el rey en
cuyos dominios el sol no se ponía, con todas sus minas juntas no hubiera
podido costear el actual presupuesto de la municipalidad de Buenos
Aires.
La fábula resalta aún con mayor claridad si se compara el rendimiento
de las minas modernas con el de las que hace cuatro siglos llenaron de
ilusiones á los aventureros españoles. A fines del siglo XVII América
producía anualmente 7750 kilogramos de oro y esta cantidad apenas fué
superada hasta que á fines del siglo XVIII decayó la industria,
arruinándose por completo con el movimiento separatista de principios
del siglo XIX. Ahora bien: en 1906 la producción mundial de oro fué 78
veces mayor, correspondiendo á las minas del Transvaal 187.000
kilogramos.
En otro orden de ideas, corresponde al período de Carlos V y Felipe II
la triste gloria de haber castigado con la pena de muerte á quien leyese ó
tuviera en su poder libros heréticos, y con las penas de confiscación y
destierro á quien escribiera ó leyera sin permiso especial los restantes11.
No son vicios modernos el alfabetismo, la crueldad y la intolerancia
religiosa: en pleno «siglo de oro de la literatura española», acudían las
damas á la plaza para ver como ardían los herejes en la hoguera;
procesábase por la Inquisición á Bartolomé de las Casas, á Ignacio de
Loyola, á Fray Luis de León, á Fray Luis de Granada y á Santa Teresa de
Jesús; el tormento continuaba incorporado á las prácticas judiciales; las
ciudades solían carecer de cementerio; y la ciencia distaba poco de
aquella situación producida bajo Felipe IV, en la que una junta consultiva
de médicos resolvió que las frecuentes pulmonías comprobadas en
Madrid reconocían por causa la sutilidad del aire, y que el remedio
consistía en llenar las calles de basuras y residuos cuyas emanaciones
cargasen la delgada atmósfera.
*
* *
11 Novísima Recopilación, Libro VIII, Tít. 16 y 18.
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Ante la evidencia de las cifras citadas más arriba los adoradores del
pasado recurren á un argumento viejo ya. «Los que – dicen – la potencia
adquisitiva del dinero fué antes muy superior á la que le conocemos.
Hace tres siglos comprábase con un peso lo que hoy requiere diez.»
Este argumento –que va contra el hecho innegable de haber las
máquinas abaratado la producción – no puede apreciarse sin establecer
relaciones exactas entre los precios y las calidades de los productos. Para
ello faltan datos suficientemente amplios.
Circunstancias accidentales modifican ofertas y demandas: hacia 1552
valía una gallina en las minas de Potosí de cuatro á seis pesos, y tres
reales plata un huevo, precios bien distintos de los que en esa fecha
tenían tales productos corrientemente. Además complica la cuestión el
defectuoso sistema de pesas y medidas usado por los españoles en sus
posesiones americanas.
Pero á despecho de tales dificultades, fácil es deducir que en general no
eran las cosas las que valían menos, sino las personas las que vivían con
menos comodidades: la vida incómoda, resultaba naturalmente más
barata.
Es exacto que algunos artículos –la carne entre ellos – al transformarse
en productos exportables han aumentado de precio en América (de
acuerdo con los elevados precios que se pagan á quienes los llevan á
Europa) y que los operarios de hoy, trabajando con máquinas modernas
y métodos mejores, exigen con razón mayor jornal que el pagado á los
poco eficaces operarios del pasado. No es menos exacto que donde las
condiciones del trabajo han permanecido inalteradas los sueldos han
corrido parecida suerte. Un indio gana hoy en los obrajes del Chaco
cincuenta centavos papel, diarios: bajo Felipe III la Recopilación de Indias
le asignaba un real y medio plata12.
12 Cada peso plata valdría hoy en derredor de $ 1.81 papel, si se computaran los 8 reales á
razón de 80 centavos oro. Latzina saca una equivalencia de 2.47 papel (fines del siglo
XVI) mediante la siguiente fórmula:
X= 1 peso plata
1 peso plata= 1 onza de plata= 9 x 28.7 gramos
10
15 gramos plata= 1 gramo oro
9.1666 x 7.988 grms. oro= 1 £ esterlina= $ oro 5.004
1.000
De donde
15 x 9.1666 x 0.7988 X= 9 x 28.7 x 5.044
X= $ oro 1.09
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Un peón de estancia ganaba en el siglo XVIII de seis á ocho pesos plata
mensuales, esto es casi los catorce ó quince pesos papel que hasta hace
poco siguió ganando donde no se requerían conocimientos especiales
para tratar al ganado.
Los soldados, cuyas condiciones tampoco han sufrido gran alteración,
disponían de ocho pesos en aquel tiempo, y de cien un capitán de
dragones.
Siguiendo la escala, encuéntrase la misma semejanza entre los demás
sueldos tenida en cuenta la importancia de los servicios respectivos. El
año 1570 ganaba 4000 ducados el gobernador Ortiz de Zarate, suma que
rebajóse á 3000 al dividirse en dos la gobernación, hacia 1615. Si se
recuerda que todo el Río de la Plata era entonces muy inferior en
población é importancia á lo que es hoy nuestro territorio del Chaco, fácil
será comprobar que el gobernador actual de esa región goza un sueldo
equivalente al que gozara, don Diego de Góngora13. Don Pedro de
Ceballos, siglo y medio después, disfrutó de quince mil pesos plata
anuales por gobernar un país incomparablemente menos importante que
la actual provincia de Santa Fe.
De aquí puede deducirse á priori que los productos alimenticios no han
podido sufrir gran alza. El trigo valía normalmente de dos á tres pesos
plata en Santa Fe á fines del siglo XVI; hasta hace poco, ha ocurrido que
los chacareros tuvieran que cederlo á menor precio cuando la cosecha
resultaba abundante y no tenía salida. El alza actual parece imputable á
un conjunto de circunstancias extraordinarias.
Desde principios del siglo XVII hasta mucho después, valió el vino en
el Rio de la Plata tres veces más de lo que hoy cuesta: ni para decir misa
podía usarse. El azúcar fué artículo de lujo, abaratado hoy en siete veces
su valor pasado: debido á ello la población acostumbróse á beber amargo
el mate. La sal fué también escasa, oscilando en derredor de ocho pesos la
fanega, sin perjuicio de venderse hasta á cuarenta algunas veces. La
yerba, cuya explotación y cultivo no ha sufrido casi alteraciones, vale
como antes más ó menos14.
Es en la carne y en la tierra donde se nota el enorme aumento que
funda la opinión aludida. Pero si la tierra ha centuplicado su valor bueno
es recordar que ha centuplicado también su productividad. Cuando una
Habitualmente cada peso plata tuvo 8 reales, aunque en ocasiones llegó á tener solo 6. 13 Nombramiento de Góngora, Diciembre 16 de 1617. Archivo de Indias. 122-4-6. 14 Durante la primera mitad del siglo XVII, solo por excepción llegó á venderse el pan tan
barato como hoy.
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legua se cambiaba por un traje, solo producía lo que el traje costaba. Es lo
que hoy sigue notándose: las leguas improductivas y lejanas valen poco.
En la Buenos Aires de 500 habitantes, un solar de terreno valió lo que
vale hoy en cualquier colonia pobre y alejada del comercio. Lo mismo
ocurre con las casas: elévase su alquiler; pero de ningún modo pueden
ellas compararse á los ranchos de paja llenos de insectos, donde en medio
de yuyales vivieron los americanos, de Felipe II durante el «pasado
esplendoroso».
*
* *
De lo que precede se deduce que no ha sido mi ánimo escribir una
Historia matemáticamente exacta: al agrupar hechos relativos al pasado
de Santa Fe solo he deseado producir una impresión de conjunto que se
aproxime á la realidad como se aproxima á ella un censo, por ejemplo.
Solo mantengo, un orden cronológico riguroso cuando el
encadenamiento de los sucesos lo requiere: comparo épocas y no años
aislados. Para juzgar á los hombres, casi invariablemente utilizo una
fórmula humana: hicieron lo que pudieron. A veces, descendiendo al
detalle, con el exclusivo objeto de subrayar una situación determinada, he
seguido inspiraciones que podrán ser tachadas de subjetivas: como
espiritualmente lo recuerda Anatole France, no disponemos de regla que
permita distinguir cuándo un hecho merece por su importancia ser
incorporado á la Historia, y cuándo por su propia insignificancia debe
reputarse no histórico.
Este Ensayo, producto de varios años de labor, representa pues un
esfuerzo incompleto, un simple esbozo de lo que podría hacerse para
obtener deducciones prácticas aproximando el pasado al presente, ó
mejor dicho, utilizando al pasado para explicar el presente y no para
desacreditarlo. No pretendo haber agotado la materia, y desde luego
espero que algunas de mis aserciones serán rectificadas: tal es la suerte de
todas las Historias que los hombres escriben. En estos estudios que
interesan á la colectividad, el nombre del autor es un simple accidente
destinado á desaparecer tan pronto como se creen oficinas especiales,
susceptibles de coleccionar para los hombres del porvenir observaciones
exactas y completas acerca de las dificultades de la vida en el presente.
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EL primer hecho que salta á la vista en la Historia del Río de la Plata, es
la despoblación del territorio que los españoles iban á conquistar. Si se
considera el corto número de familias á quienes hoy sustenta la pesca y la
dificultad con que cazaban hombres que carecían de caballos y armas de
fuego, fácil es deducir que los veinticinco mil indios que Garay aseguró
haber repartido al fundar á Santa Fe15, ó no existieron, ó se congregaron
allí por un motivo accidental, viniendo desde largas distancias. Probable
es que «inflara» la cifra, para dar importancia al país y atraer colonos. Era
el único medio de propaganda disponible, atenta la carencia, de minas.
Esos veinticinco mil indios de 1573 no llegaban á seiscientos cuando en
1608 el Obispo invocaba la pobreza de la región para obtener subsidios16.
El año 1672, había escasamente mil en las cinco únicas reducciones
existentes sobre las cinco mil leguas cuadradas de la actual provincia, y
seis años después sólo ciento veinte pagaban tributo. Hacia la misma
fecha no llegaban á cuatrocientos los que en Buenos Aires tributaban y
casi lo mismo pasaba en Corrientes. Corrobora estos datos, el hecho de
que el colosal imperio jesuítico, favorable ensayo de población india
realizado pacientemente por más de un siglo, apenas excediera de cien
mil habitantes en sus mejores tiempos.
Aunque en esas cifras no se incluían los indios «bravos», las
expediciones militares llevadas contra ellos permiten colegir que también
eran pocos. Cuando en 1673 entró al Chaco el Gobernador de Tucumán,
recorrieron las armas españolas cien leguas sin encontrar más que 1.600
aborígenes, mujeres y niños inclusive. Poco después, el Gobernador
Robles de Buenos Aires, visitando su provincia no llegó á encontrar 8.000
sobre una superficie de mil leguas cuadradas. Y en todo tiempo
escasísimas guarniciones –á veces simples piquetes en fortines – bastaron
para detener sus avances.
Así y todo, constituían un problema complicado y era necesario
tenerles en cuenta. Con los llevados á España por Gaboto, resolvióse la
cuestión metiéndolos en un monasterio; pero con los de América no se
15 Dos siglos después, no existían aún 25.000 habitantes en la provincia. 16 Carta del Obispo del Paraguay al Rey. Santa Fe, 22 de Noviembre. Archivo de Indias, 74-6-47.
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podía hacer lo mismo. Tentando soluciones, el Rey declaró que eran
hombres libres; ordenó se les quitaran las armas y se les enseñase la
doctrina cristiana; acordóles el derecho de matrimonio; y finalmente,
dada su relativa incapacidad, resolvió ENCOMENDARLOS á los buenos
sentimientos de los colonos, quienes recibieron así una especie de
CURATELA DE INCAPACES parecida á la que hoy mantiene como
novedad el Código Civil de Holanda. En la práctica tal curatela tuvo todo
el aspecto de una transacción por la cual los indios pagaban al Rey como
libres y vivían en poder de los encomendaderos como esclavos. Y como el
monte y el desierto estaban próximos, escapáronse dejando en pié el
problema.
Tolerarlos no era posible, porque asaltaban á los pobladores blancos
destruyendo su obra. Reducidos, negábanse á trabajar ó lo hacían por
períodos cortos, en forma ineficaz, huyendo luego. Pensóse sujetarles en
pueblos, llegando los españoles hasta arar la tierra, darles la semilla,
sembrarla, y edificarles chozas mientras ellos contemplaban inactivos:
vano empeño. Los indios prefirieron desbandarse á trabajar. No estaban
obligados á hacerlo según las ORDENANZAS de Alfaro; y en tales
condiciones, agruparlos significaba complicar la cuestión sin objeto.
Fracasados así los sistemas de esclavitud, trabajo obligatorio, trabajo
libre y concentración, quedaba el último recurso: suprimirlos. Esto
mismo fué difícil porque se cometió el error de interesarles en las luchas
de los blancos, utilizándolos como soldados: aunque baratos, ofrecían
graves inconvenientes, no siendo el menor su falta de ánimo. Además, si
bien con la conquista habían perdido parte de la tierra, habían adquirido
en cambio caballos, lanzas y vacas que acrecieron su temibilidad.
Empero, el alcohol y las epidemias los fueron diezmando; y con el
perfeccionamiento de las armas de fuego fué posible dominarles
definitivamente en el último cuarto del siglo XIX. Hoy, salvo algunas
escuelas mantenidas por religiosos, y algunos grupos sueltos que bajan
del Chaco á trabajar por temporadas en los obrajes del Norte, puede
decirse que prácticamente no hay indios en el territorio de la provincia.
*
* *
Visto el fracaso de los aborígenes como elemento de trabajo –y ante la
insalvable necesidad de brazos – una compañía inglesa logró interesar al
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Rey de España en el negocio de vender en Buenos Aires negros cazados ó
comprados en la costa de África. Llovieron protestas, por que cada buque
negrero contrabandeaba á la ida y á la vuelta y obstaculizaba así el
monopolio de los comerciantes españoles; pero Su Magestad –que
llevaba una parte en las ganancias de la Campaña – hizo oídos de
mercader á semejantes reclamos.
Inhumano y brutal como el negocio era, parece comprobado que por
aquel entonces favoreció á los negros. Sujetos en su país á la crueldad de
reyezuelos feroces, la libertad resultaba para ellos un don bien penoso. La
Compañía facilitábales el medio de emigrar á comarcas donde bien
pronto halláronse á sus anchas; tanto, que ante el exhuberante desarrollo
de la raza en el Brasil y las Antillas, cabe preguntar si los blancos
conquistaron esas regiones para Europa ó para el África.
Transformados en mercancías, debieron los negros ser transportados y
alimentados con el cuidado que todo capital merece. El amo tuvo interés
en que el esclavo viviera mucho, curara sus dolencias y produjera la
mayor cantidad de hijos posible. La ley inspirada en ese interés, sólo fué
cruel para evitar la deserción. Alguna que otra vez, damas de fuste
pidieron á la justicia aplicase la ley 6, Título 5, Libro 7 de la Recopilación
de Indias, que prohibía á las negras y mulatas libres usar manto, alhajas ó
sedas; pero á parte de esa futileza y del derecho teórico de marcarles –
rara vez ejercitado, hasta que en 1784 se le derogó – los esclavos fueron
tratados con la lenidad que hoy sigue mereciendo el servicio doméstico
en las provincias interiores. Conservaron sus costumbres, su música, algo
de su idioma y hasta ciertas fórmulas políticas inofensivas. Las feroces
cacerías de «negros cimarrones» con perros, fueron desconocidas entre
nosotros.
Escasa fué la influencia de este elemento étnico en el Río de la Plata
porque debido á la pobreza del país entraban pocos esclavos
anualmente17. Los que no pasaban á Bolivia quedábanse en Buenos Aires
y Córdoba, trabajando en las pocas industrias posibles: el resto del país
casi no los conoció. Al producirse el movimiento separatista fueron
incorporados al ejército y en él dieron su sangre humildemente: nada
pedían, y en ocasiones lléveseles á las filas desde los doce años. Los claros
que abrió la guerra no pudieron llenarse porque suprimida la esclavitud
cesó para los africanos la posibilidad de emigrar á las llanuras
17 El precio de los negros fue variable. Tomados en conjunto los 13.129 introducidos desde
1588 hasta 1655, se saca un promedio de $ 113 plata por cabeza.
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americanas, y aislados así los pocos sobrevivientes han desaparecido casi,
disueltos en la enorme ola de inmigrantes blancos que Europa ha volcado
sobre el Rio de la Plata en los últimos cincuenta años. Esto, unido á la
falta de una población india suficientemente densa, ha hecho que la
República Argentina sea hoy la nación más blanca del continente.
*
* *
La noble figura del misionero, que fiado en su elocuencia y en su cruz
se lanza á civilizar el desierto sin disponer de armas, ni de capitales, ni de
preparación suficiente siquiera, bien que exagerada injustamente en otros
lugares de América, revistió algunas veces en Santa Fe contornos reales.
Empero el caso no fué general.
Ya Alvar Núñez, cuenta las dificultades que le acarreaban dos frailes
que iban delante de la tropa despojando á los indios de sus víveres18; ya
semejanza de é] muchos de los jefes posteriores anticipan las amargas
quejas que hacia 1672 arrancaba esa situación al Obispo de Buenos Aires:
«Holgárame tener en mi obispado clérigos y ministros de tanto
espíritu, y celo en las almas,, que se aplicaran á ir á todas estas
reduccioneis á doctrinar aquellos indios sin ningún interés
temporal. Pero nada de esto se halla por acá; sino que la primera
cosa que se asienta en tratando de enviar un ministro, ha de ser
asignarle el estipendio necesario para su sustento<»
Un siglo después (1784) era el Rey en persona quien haciéndose cargo
de la situación, encargaba á su Virrey el Marqués de Loreto, la remediase:
«Tengo entendido que cuando se piden religiosos para algunas
partes ó provincias de guerra ó frontera y TIERRAS POBRES, –y
se envían con tanta costa de mi real hacienda, como lo tendréis
advertido, luego que llegan á esos dominios fingen algunas causas
y escusas y se quedan en el paraje que mejor les parece, de manera
que por maravilla llega alguno á la parte donde vá consignado, y
así queda en pié la necesidad y mi hacienda gastada sin provecho y
los dichos religiosos llenan los conventos donde, no hacen ningún
fruto; y que la causa de esto es que cuando alguno quiere venir á
18 COMENTARIOS. Colecc. Rivadeneyra, XXII, 554.
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estos reinos á negocios que se le ofrecen, procura con sus prelados
que le den recaudos para pedir y llevar los religiosos, PORQUE, CON
ESTO ALLÁ LE DAN DINERO PARA QUE VENGA Y ACÁ PARA
RECOGER Y LLEVAR LOS RELIGIOSOS<»
Nada más humano que esta actitud de los inculpados. Atravesando un
período en que la religión era industria lucrativa, abandonaban los sitios
de poca producción. En las campañas del Rio de la Plata el diezmo era
escaso, no había escuelas que regentear, los indios que pagaban eran
poquísimos y los blancos casi no utilizaban el Registro Civil á causa de
las distancias: nacían, se casaban y morían sin haber visto el campanario
de una iglesia, ni sospechado que fuera necesario rezar credos ó costear
curas.
Hubo es cierto, hacia el trópico y fuera de los límites de Santa Fe, un
ensayo de colonización religiosa en grande escala: las MISIONES
JESUÍTICAS. Pero ese ensayo, salvo las eternas querellas entre los frailes,
no afectó á los pobladores blancos del Rio de la Plata bajo el punto de
vista de la religión: fué simplemente un TRUST de la yerba mate,
hábilmente dirigido por sacerdotes de diversas nacionalidades que en
muchos casos ni siquiera aprendían el idioma.
Aún los monarcas españoles llegaron á adaptar á la necesidad sus
convicciones religiosas
Carlos V, permitió que sus soldados saquearan á Roma asaltando
conventos; y él mismo, poniendo en práctica un sistema que hoy
reprueba el Código Penal, exigió al Papa 400.000 escudos de rescate por
dejarle en libertad con los cardenales prisioneros. El fanático Felipe II,
vendía legitimaciones para hijos de clérigo, sin perjuicio de invitar al
mismo tiempo á los Obispos á casar solteronas y obligar á los
Gobernadores á que exportasen á la Metrópoli cuantos maridos
anduvieran lejos de su consortes. Mientras los españoles se cubrían de
rosarios, Felipe V expulsaba al Nuncio de sus dominios y cerraba con
Roma toda comunicación oficial. Más tarde, cuando Carlos III, el Rey
liberal, se apoderó del dinero de los jesuitas desterrándolos de sus
dominios, vióse al Papa Clemente XIII negarse á admitirles y dejar á
aquellos hombres en la molesta situación que hoy aflige á los anarquistas
calificados. ¿Qué dirá el cielo? exclamaba el Pontífice, quejándose al Rey de
la expulsión; y á poco, el gobernador de Civita Vecchia recibía orden de
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cañonear á todo buque español que intentase desembarcar jesuitas en los
Estados Pontificios19.
Más que el ideal es la necesidad quien marca rumbos á la especie
humana. Tan pronto como la religión suministró medios de vida,
aprovéchesela para vivir: á la pobreza que el Rio de la Plata ofreció
durante siglos se debe el que no exista entre nosotros el problema
religioso. En determinada situación los. curas criollos fueron
importantísimo elemento separatista, actuando como consejeros letrados,
como congresales, como profesores: la serena figura del. Dr. Amenábar
no será fácilmente olvidada en Santa Fe. Posteriormente, el Gobierno
vióse obligado á desatender las necesidades del clero, ante las estrecheces
del tesoro público requerido por un exceso de partidarios más hábiles y
más temibles. Hoy, no existe en la Provincia un partido religioso
suficientemente fuerte; suele ocurrir que en las colonias no haya iglesia; y
la casta sacerdotal, que acepta inmigrantes extranjeros de dudosa
preparación, dista mucho de actuar como una potencia en los destinos
del país.
19 Lafuente, Historia de España.
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Esparcida por España la noticia de que al otro lado del Atlántico
existían países en los que era posible enriquecerse, algunos negociantes
españoles pidieron permiso al Rey para lanzarse á conquistarlos.
Cuando mediante el esfuerzo de esos negociantes S. M. se encontró con
títulos de posesión á un inmenso territorio, pensó en el acto explotar el
capital que la suerte ponía en sus manos. Como consecuencia, los
españoles de América viéronse sujetos á rigurosa expoliación por parte
de sus compatriotas de España. Prohibióse el comercio libre, apoderóse
el soberano de una buena parte de los productos que los particulares
sacaban de las minas del Perú y Méjico, creáronse trabas de todo género.
Y al lado de esta primera diferencia entre España y América, surgieron
diferencias y monopolios entre las diversas ciudades del nuevo mundo.
El Rey se decidió por Sevilla contra América y por el Perú contra
Buenos Aires. No pudo hacer otra cosa. Elevada la piratería al rango de
profesión ilustre, toda carga de valor tenía que ir escoltada por navíos de
guerra; y no disponiendo el Rey de dos escuadras sino apenas de una,
forzoso le fué dedicarla á proteger la vía del norte, que, sirviendo á
Méjico, las Antillas y el Perú, permitía el retorno seguro de los galeones
conductores del producto de las minas. Buenos Aires, en el sud,
constituía un camino más expedito para Bolivia; pero ni podía dar salida
á los productos de Méjico y Perú, ni su comercio local requirió más de
doscientas toneladas por año en los primeros tiempos. No costeaba una
escuadra, y forzoso fué conceptuarlo como menos importante que las
posesiones del norte. Sus habitantes viéronse pues obligados á surtirse
vía Panamá-Callao-Arica con los artículos de desecho que llegaban al Rio
de la Plata después de atravesar á mula las 600 leguas que mediaban
entre el puerto y el sitio de consumo.
Semejante situación no podía tolerarse por los habitantes del Rio de la
Plata estando como estaban en la posibilidad de comerciar con Europa
por el Océano Atlántico, sin trasbordo alguno. Buenos Aires carecía de
minas, no estaba muy poblado y no producía cosa apreciable; pero era un
puesto que guardaba la entrada del país contra piratas y extranjeros y
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que estaba en contacto con los otros puestos escalonados sobre el camino
de Chile (San Luis, Mendoza, San Juan), sobre el del Perú (Córdoba,
Santiago, Tucumán, Salta, Jujuy) y sobre la frontera del Chaco (Santa Fe,
Asunción). Necesario era atender sus reclamaciones. Y como la «Casa de
Contratación» negábase á arriesgar buques para un tráfico inseguro de
doscientas toneladas anuales, llegóse á una transacción ajustada á las
circunstancias: los habitantes del Rio de la Plata y Paraguay podrían
comerciar con España en lo sucesivo, vía Atlántico, siempre que lo
hicieran en buques propios, no exigiesen escolta, y no compitieran con el
comercio del norte llevando mercaderías al Perú. A este efecto creóse en
Córdoba, á principios del siglo XVII, una aduana destinada á impedir el
paso hacia el Perú á los productos desembarcados en Buenos Aires y
Santa Fe, –aduana, que, agrupando en su derredor una pequeña
guarnición y algunos representantes del negocio de la yerba, constituyó
un núcleo hacia el que convergieron ciertas industrias.
Un detalle no tenido en cuenta, vino á modificar substancialmente la
situación. Las pampas rioplatenses, desprovistas de piedra y de árboles,
producían pastos y permitían al ganado defenderse fácilmente contra sus
enemigos naturales. Poco á poco, –y al amparo de la despoblación del
territorio – esos ganados (vacas y caballos) fueron creciendo y
propagándose hasta el punto de constituir una riqueza é influir sobre las
costumbres de los escasos habitantes. La región empezó á producir
cueros y á exigir navíos, para negociarlos: cuando no vinieron buques
españoles, la fuerza de las cosas obligó á buscar embarcaciones
extranjeras y el contrabando quedó organizado como institución regular.
No teniendo el Rey escuadra para proteger eficazmente al comercio del
Rio de la Plata, tampoco la tuvo para perseguir el fraude: hasta dióse el
caso de que lo fomentara. Por otra parte, España ni siquiera producía lo
que pretendía monopolizar: compraba géneros á otros países y los
reexpedía luego, embolsándose una comisión arbitraria.
Comprar y vender directamente á Europa fué entonces el problema
vital del país. Potosí, teóricamente encargado de costear el «situado» de
Buenos Aires, hizo cuanto pudo por obligar á los porteños á buscar dinero
por otros medios: favorecer el contrabando era favorecerse á sí mismo.
Vióse pues á la guarnición de Buenos Aires seguir viviendo aunque se le
atrasaban DIEZ Y OCHO AÑOS de sueldo20; vióse á un jefe de la
escuadra real usar sus naves para introducir clandestinamente el hierro
20Cartas del Gobernador de Buenos Aires al Rey. Años 1715 y 1716. Arch. de Ind. 76-3-4 y 76-
1-30.
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que faltaba21; vióse á un empleado sustituir la palabra «buques» á la
palabra «pesos» y descargar toda una flota en lugar de la insignificante
suma que se le concedía; y vióse finalmente al mismísimo Virrey
contrabandear POR CUENTA DEL ESTADO, en cierto momento en que
necesitábase tabaco y lo había en las posesiones portuguesas, inmediatas.
21 Año 1738.
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Bajo la dominación real, gobernar era un negocio concedido por Dios á
sus hijos predilectos para que lo gozaran con toda su familia: si Dios
arruinaba de este modo á los súbditos la cosa era irremediable y quedaba
el camino de ir á entregar al cura los centavos restantes para asegurarse
mejor sitio en la otra vida. Teóricamente, este sistema especializaba el arte
de gobernar y ofrecía ciertas garantías de preparación en los
funcionarios; prácticamente, transformó al gobierno en una institución
incapaz de llenar sus dos fines primordiales: mantener orden y
administrar justicia.
De tarde en tarde, dábase en Europa el caso de que los nobles
obtuvieran garantías de los monarcas: la Carta Magna, por ejemplo. Pero
no se había dado el caso de que «el pueblo» las consiguiera eficazmente;
y así, cuando los habitantes de algunas ciudades de España se animaron
á seguir á sus caudillos contra el Rey, planteóse una cuestión que ofrecía
cierto aspecto de lucha entre el gobierno, y el pueblo. La batalla de
Villalar demostró que aun estaban lejanos para el pueblo los tiempos que
deseaba. Rodaron algunas docenas de cabezas y el Rey procuró tomar
precauciones para que su negocio no ofreciera entorpecimientos en el
futuro.
Si estas precauciones eran útiles en España, en América resultaban
indispensables ante la furia con que los conquistadores se destrozaban
por arrebatarse un gobierno que ningún pueblo les había confiado:
Francisco Pizarro, descubridor del Perú, unido á sus parientes, mató á su
socio Almagro; un hijo de este, mató á Pizarro; Vaca de Castro hizo
degollar al asesino; su sucesor fué muerto por otro Pizarro, quien á su
vez cayó degollado por un inspector real que iba á poner orden.
El Rey pensó entonces eliminar el nepotismo entre sus gobernados de
América. Fijó término á los oficios –bien que siguiera vendiéndolos con
algunas limitaciones – suspendió la concesión de Adelantaz-gos, prohibió
á sus Virreyes que llevasen á América hijos, yernos ó nueras, estableció
que en las elecciones de los Cabildos no se concedieran votos á parientes
y ordenó á sus Gobernadores y Corregidores se abstuvieran de efectuar
nombra-mientos similares. Pero en el Rio de la Plata tales restricciones no
podían cumplirse: había poquísimos pobladores, casi todos ellos
parientes inmediatos desde que los matrimonios enlazaban unas familias
con otras. El cuñado y el yerno representaron obstáculos insalvables. Bien
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es verdad que hasta mediados del siglo XVIII el actual territorio
argentino fué solitario asiento de unos cuantos puestos avanzados donde
nada tenía que hacer la entidad «pueblo soberano.»
*
* *
La administración real resentíase de muchos defectos, no siendo el
menor una extraordinaria desconfianza hacia sus subordinados.
Pululaban los empleados con escaso sueldo, preparación nula y funciones
incompletamente definidas, contribuí-yendo á fomentar el desorden, la
distancia, la falta de comunicaciones, el exceso de controles inútiles y el
hecho de que jamás un monarca español pisara tierra americana.
De tarde en tarde enviaban las ciudades diputados ó procuradores á la
Corte con reclamos de todo género dirigidos casi siempre á repetir la
vieja queja contra el Perú y su monopolio, á minar reputaciones con
chismes de vecindario, ó arruinar á las ciudades inmediatas; y tras
larguísimo expedienteo, –informes del Virrey salvando el Océano en
buques de vela, informes del Consejo de Indias, informes del Fiscal22–
solían quedar las cosas como estaban, ó porque se aburrían los
interesados ó porque el caso era irremediable ante la falta de recursos. La
pobreza más espantosa fué en todo tiempo característica del coloniaje
español en el Rio de la Plata: faltaba moneda circulante, faltaban colegios,
faltaban materiales de construcción, faltaba todo23.
En tales condiciones, los estancieros del Rio de la Plata no se resignaban
á ver perdida por los campos la carne de ganados que constituían su
única probabilidad de alcanzar riqueza. Es posible que los ganaderos
españoles tuviesen interés en evitar competencias, y que el Rey, de
acuerdo con la política de la época, entendiese que era justo considerar á
las colonias como simple fuente de recursos para los metropolitanos: otro
tanto hacía Inglaterra con sus posesiones del norte. Pero, si eso explicaba
la situación, no la remediaba.
22 Durante el siglo XVII salía producirse esta situación: el Gobernador de Buenos Aires
recibía orden de buscar y detener en su jurisdicción á un sujeto. Arrestábalo, y por
intermedio del Virrey del Perú –distante mil leguas que salvávanse á mula – preguntaba
á España qué se hacía con el preso. Un año después no había llegado la respuesta. 23 Hasta en las calles faltaban pavimentos porque ni había piedra, ni los habitantes habrían
tenido dinero para herrar sus caballos y sus rodados.
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Poco á poco se fué viendo claro en estos fenómenos y las clases
dirigentes se dividieron en dos partidos netamente contrarios: por una
parte, los propietarios de campos (estancieros, labradores) que deseaban
franquicias para la exportación á fin de elevar los precios de sus
productos llevándolos adonde valieran más, y al mismo tiempo querían
franquicias para la importación á fin de recibir baratas las mercaderías
extranjeras; por otra parte, los comerciantes importadores de Buenos
Aires, que tenían interés en estorbar el comercio libre y mantener bajo el
precio de los frutos del país que recibían en cambio de los artículos
importados. Los primeros tendían á encarecer la carne y la tierra (vacas y
alquileres) permitiendo á los criollos el consumo de artículos europeos
(tejidos, herra-mientas, productos alimenticios) y al gobierno un aumento de
renta en las aduanas; los segundos, manteniendo bajo el precio de la
carne, ofrecían á las clases pobres (gauchos) la seguridad de que la vida
continuaría siendo fácil y bárbara en el Rio de la Plata: bajo su monopolio
dióse el caso de que fueran rellenados con trigo los pantanos de Buenos
Aires. Con la baratura de las vacas el país continuó vegetando
oscuramente, sin ilustración, sin confianza en sus destinos, sin prensa
digna de tal nombre. España persistió en desechar el presagio de
Montesquieu (LES INDES SONT LE PRINCIPAL, L'ESPAGNE N'EST QUE
L'ACCESSOIRE), y cada vez se veía con más claridad que el negocio de
explotar estas regiones requería otro empresario.
*
* *
Aparte de otras muchas conveniencias de orden intelectual y político,
la independencia del Rio de la Plata ofrecía dos ventajas inmediatamente
utilizables: transformar en nación sin deudas, sin clases privilegiadas y
sin estrecheces territoriales, lo que hasta entonces fuera la última
provincia española de ultramar; y conceder algunas libertades, fáciles de
aplicar en el Virreynato. La comisión que España acostumbraba á cobrar
sobre los géneros europeos importados, bastaría para cubrir con exceso
los gastos del nuevo régimen. Se operaba sobre la aduana de Buenos
Aires, las vacas de la pampa, las minas de Potosí, la yerba de las Misiones
y el tabaco del Paraguay.
Desgraciadamente el grupo separatista era un tanto heterogéneo:
mientras en él algunos veían claras las ventajas de separar la industria
pastoril de las restantes y reducir la independencia al territorio hoy
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argentino, otros soñaban con seguir unidos al eterno enemigo (Perú), y
muchos más, limitábanse á buscar negocios inmediatos, grados militares
ó cargos elevados.
Siendo una de las bases del nuevo sistema las miradas de aduana, todas
las ciudades que tenían puerto entendieron que no había razón para que
el «comercio libre» solo pudiera hacerse libremente por Buenos Aires,
como los del gobierno provisorio lo pretendían desde el principio. En
realidad ambas partes tenían razón. Pero como no se llegara á un
acuerdo, y se perdieran con la guerra las minas, los yerbales y el tabaco,
surgieron gobiernos autónomos apoyados por las clases populares, que
perdido todo, querían por lo menos conservar sus vacas y tener carne
barata. La aduana decayó bien pronto: no había con que pagar los
artículos á importarse.
Cada una de las entidades autónomas así formadas –especie de
principados que recordarían la actual situación de las repúblicas de
Centro América si hubiesen tenido mayor importancia – fué dotada por
su jefe de una SALA DE REPRESENTANTES cuyo objeto exclusivo era dar
aspecto republicano á la monarquía que continuaba imperando, y poder
distribuir algunos puestos entre los partidarios políticos que de ese modo
pasaban á ser «honorables» ó «excelentísimos» sin el prestigio ni los
inconvenientes de los grados militares. En efecto, constituía un grave
problema el exceso de jefes surgidos durante la guerra contra la España y
las disputas locales. Hacia 1822 se procuró separarles de la carrera,
dándoles una indemnización parecida á la que votó el Congreso bajo la
presidencia Quintana hace pocos años; pero eran tantos los existentes,
que no fué posible pagar lo prometido. Once generales (entre los que
figuraban muchos de los que actuaron en el movimiento separatista:
Saavedra, Azcuénaga, Terrada, Balcarce, Pueyrredón, French), sesenta y
tres jefes y ciento ochenta oficiales, encontráronse fuera del escalafón. El
gobierno siguió careciendo de recursos para satisfacer á todos los que
hacían profesión de la política y de la guerra.
*
* *
Ante la ausencia de capitales y la falta real de entradas de aduana,
evidenciada casi á raíz del movimiento separatista, volvieron los criollos
sus ojos hacia el capital extranjero, y la solución de todos los males,
pareció radicar en un empréstito exterior garantido por el gobierno. Pero
al tentarlo, ocurrió una objección bien lógica: no era posible contratar con
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simples jefes militares que no se entendían entre sí, carecían de
estabilidad, habían escalado el poder por la fuerza, y en cierto modo eran
simples rebeldes contra la autoridad de España, no definitivamente
destruida aún en el continente. Exigían los futuros prestamistas alguna
garantía seria de que el país ó los jefes que derrocasen á los contratantes,
habían de considerarse solidariamente responsables de lo contratado. En
una palabra, hacía falta la PERSONERÍA JURÍDICA.
No bastó á ese efecto la declaración formal de la independencia de las
«Provincias Unidas del Rio de la Plata» – independencia que existía de
hecho: los prestamistas exigían la justificación de que todas las provincias
estaban unidas, y eso no era posible.
Varias – Santa Fe inclusive – no quisieron enviar representantes al
Congreso que declaró la independencia y hasta se negaron abiertamente
á obedecerle. Otras, como las del Alto Perú, permanecían semi-ocupadas
por las tropas españolas. Además, aún existiendo la unidad invocada,
hacía falta explicar cuales eran las condiciones en que ella se realizaba.
Más claro, requeríase la Constitución; y para redactarla no fué posible
obtener un acuerdo inmediato entre los jefes de grupo. Diversas
tentativas orientadas en tal sentido fracasaron, y las entidades autónomas
fueron consolidándose como resultado de la divergencia de opiniones y
de intereses.
Interín se llegaba al avenimiento impuesto por los prestamistas, las
aldeas despobladas que pretendían ser estados federales tuvieron que vivir sin
el dinero extranjero: solo Buenos Aires obtuvo un pequeño empréstito,
insuficiente á todas luces, el año 1824. Mientras, rodaba por el mundo la
sonora frase «América para los americanos» amparando esas evoluciones
de seiscientos mil habitantes distribuidos en trece estadas; y la región
tornábase inhabitable hasta el punto de que cuando hacia el año 1830
llegó el viajero inglés Head á la capital del estado autónomo de San Luis
preguntara á su guía donde estaba la ciudad. No le parecieron tal los
pocos ranchos que bordeaban la fangosa carretera.
*
* *
Las circunstancias en que se produjo la independencia del Rio de la
Plata, crearon una situación de fuerza que teóricamente podía definirse
así: no habiendo en el país libertades, un grupo de hombres selectos
tomaba á su cargo la misión de redimir á las muchedumbres
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embrutecidas por siglos de opresión y oprobio. Como consecuencia
inmediata, la MINORÍA libertadora tuvo el DERECHO de apoderarse del
gobierno por la fuerza y mantenerse en él hasta tanto el pueblo, libre de
sus tiranos y educado suficientemente, pudiera utilizar las libertades que
conquistaban algunos hombres generosos. Y como la causa era sagrada,
ningún respeto debía merecer la opinión de los contrarios á ella.
En otros términos: si los pueblos embrutecidos no querían la libertad
ofrecida, se les libertaría á tiros y sablazos, sin tolerar que una elección
libre y amplia, permitiera á las mayorías destruir con su voto la obra
regeneradora. Así, cuando grupos surgidos más tarde, entendieron que el
primitivo estaba en error, no hubo más solución que la violencia: el
DERECHO DE REVOLUCIÓN quedaba incorporado á la vida cívica argentina.
Al abrigo de ese derecho independizóse de España el Virreynato y el
Paraguay del Rio de la Plata. Cuando algunos habitantes del Uruguay
resolvieron anexar su territorio al imperio vecino, la diplomacia brasilera
esgrimió ese mismo derecho contra la argentina; y hace pocos años, esta
misma no ha vacilado en reconocer oficialmente que la provincia de
Panamá tuvo el derecho de disgregarse de la República de Colombia.
Por falta de límites precisos, el ejercicio de este derecho fué bastante
peligroso y ocasionó trastornos tan injustos, que en verdad la revolución
apareció algunas veces como un simple triunfo de los más fuertes ó de los
más sanguinarios, esto es, como una variante del DERECHO DE CONQUISTA.
Por una parte, era el propio grupo levantado en armas quien resolvía (en
conciliábulos secretos casi siempre) si mediaba ó no la conculcación de
libertades invocada para recurrir á la fuerza; por otra parte, habiendo
sido grupos pequeños los que espontáneamente OTORGARON al pueblo
algunas de esas libertades antes de que éste las reclamara en comicios
inatacables, cabía siempre la posibilidad de que nuevos grupos venidos
más tarde fueran los verdaderos intérpretes de la libertad. Los elementos
del pueblo que actuaban cómo soldados en defensa de los partidos
respectivos, iban á la guerra sin que su opinión personal pesara gran
cosa: sujetos á la ominosa ORDENANZA MILITAR, les estaba vedada toda
expresión de voluntad contraria á las órdenes del jefe. Librados á sus
propios impulsos, habrían considerado al caudillaje como la más genuina
expresión de la democracia. Nada más difícil que resolver si estaba en lo
cierto uno ú otro de los grupos que se hacían fuego bajo el entusiasmo de
la misma frase: ¡LIBERTAD, LIBERTAD, LIBERTAD!
El señor García Mérou, en su interesante HISTORIA DE LA DIPLOMACIA
AMERICANA, hace notar que uno de los argumentos invocados contra la
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república de Colombia por los Estados Unidos, para impedirle oponerse
á la independencia de la provincia de Panamá el año 1903, fué
precisamente el exagerado ejercicio que del derecho de revolución habían
hecho los colombianos durante la segunda mitad del siglo XIX. No es mi
ánimo establecer comparaciones insostenibles hoy; pero creo útil recordar
que en algunos casos se ha llevado la tolerancia entre nosotros, hasta
extremos, que permitieron transformar en delito político á un simple delito
común, tan pronto como se excusó el acto con el deseo de arrebatar á las
víctimas ó á sus amigos, determinados cargos públicos. He aquí un
ejemplo, que felizmente no constituye regla general24 :
El 17 de Noviembre de 1875 la policía de Buenos Aires descubrió un
complot urdido por veinticuatro sujetos que carecían de vinculaciones
sociales, financieras, militares ó políticas: proyectaban simplemente
asesinar al Presidente de la República y apoderarse del gobierno
derramando rios de sangre, á fin de que el terror supliera la falta de
popularidad. Difícilmente se encontraría un ejemplo en que el asesinato
trasparentase con más claridad propósitos de lucro personal: los
conjurados no encabezaban partido alguno (como no fuera su propio
complot) ni invocaban otro programa ni otra teoría social que su
ambición. Y bien: fué revocada por la Suprema Corte Nacional la
sentencia del Juez que los condenó como criminales vulgares, porque –
decía el Procurador General doctor Eduardo Costa –:
«<siempre resultará que no se proyectaban por semejante plan
delitos comunes, homicidios ni robos, sino simplemente LA
MUERTE DE ENEMIGOS POLÍTICOS EN COMBATE, Y RECOMPENSAS
PECUNIARIAS Á LOS AFILIADOS, en caso de éxito. Y de estos hechos
son culpables los conspiradores de todos los tiempos, sin que esto
desnaturalice el carácter del complot ni tenga por la Ley otra
agravación que la multa pecuniaria agregada al destierro».
Bien es verdad, que casi desde los comienzos de la independencia, los
anti revolucionarios, los partidarios de la monarquía caduca, esgrimían
una fórmula más absurda aún. Por boca de Metternich, la SANTA ALIANZA
–notable nombre para pacto tan indigno – condenaba la teoría libertaria
en Leybach, el 12 de Mayo de 1821:
«Los cambios útiles ó necesarios en la legislación y
administración de los Estados, no deben emanar sino de la
24 Adopto la versión consignada en el respectivo fallo de la Suprema Corte Nacional.
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voluntad libre, del impulso reflexivo é ilustrado DE AQUELLOS A
QUIENES DIOS HA HECHO RESPONSABLES DEL PODER<»
*
* *
Cuando después de ocho lustros de violencias y de miseria, el
descubrimiento de nuevas aplicaciones del vapor y la creciente necesidad
que Europa sentía de comerciar con América permitieron entrever la
posibilidad de un cambio radical en la vida económica del Rio de la Plata,
la conveniencia de vivir en paz y poblar el desierto quedó evidenciada.
Los jefes de grupo llegaron en 1852 á un avenimiento general entre cuyas
diversas bases contábanse las siguientes:
1ª Supresión de la pena de muerte por causas políticas.
2ª Duración limitada del P. Ejecutivo sin reelección inmediata.
3ª Independencia de cada jefe para distribuir los recursos locales.
4ª Supresión de aduanas interprovinciales y apertura de los ríos al
comercio mundial.
5ª Creación de un poder central con recursos propios (en el que
estuvieran representadas las 14 provincias contratantes) á quien se
confiarían en garantía de la fórmula, las relacionéis exteriores, el
comercio, la legislación general, la moneda, la administración de Justicia
á los extranjeros, el ejército y la solución de las controversias
interprovinciales.
Así nació la CONFEDERACIÓN ARGENTINA y se dictó en Santa Fe la
Constitución Nacional de 1853, aceptada siete años después por la única
provincia que al principio se negó á reconocerla, y que con su inclusión
posterior en el grupo dio origen á la actual República Argentina en 1860.
Con esta fórmula alejábase bastante la monarquía de derecho divino.
Poco á poco la prohibición de reelegir y la «infidencia del sucesor»
introdujeron nuevos elementos, y á su amparo evolucionó lentamente la
fórmula republicana representativa de gobierno que constituía el punto
de mira. Con la Constitución, el orden y la apertura de los ríos llegaron
los soñados empréstitos, los capitales y los brazos extranjeros que debían
suplir la falta de habitantes sobre las tierras incultas. Mediante la paz y
un buen sistema de comunicaciones, la llanura que los héroes
ensangrentaran en otrora, tornóse el refugio de todos los hombres de
buena voluntad que quisiesen fructificaría. Un desatentado abuso del
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crédito complementó la obra, coronada definitivamente por grandes
reducciones en los precios de costo de los cereales, mejoras en los
métodos agrícolas y el descubrimiento de que muchas tierras tenidas por
improductivas debido á la sequedad de su superficie, eran susceptibles
de producir. Los jornaleros europeos fertilizaron con su trabajo el
desierto inmenso, y quedó demostrado que precisamente el momento en
que los españoles sacaron más dinero de lo que fuera el Virreynato del
Rio de la Plata, llegó cuando el gobierno español no tuvo bajo su
jurisdicción una sola pulgada del territorio. Entretanto, como se elevó el
precio de la carne (regulado por los mercados exteriores) y se
encarecieron las tierras, el gaucho que vivía al abrigo de esos dos factores
se vio obligado á cambiar de hábitos ó desaparecer.
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5
Sin duda una Historia desprovista de genios y de héroes difiere
bastante de la que aprenden los niños en las escuelas. Carece de brillo y
de majestad, en cuanto permite á los sucesos seguir una marcha
accidentada entre las alternativas que la lucha por la existencia impone á
la conducta de los hombres; pero en cambio nos muestra á la vida, difícil
y estrecha mientras métodos de producción insuficientes exacerbaron la
codicia (temor al hambre de mañana), fácil y amplia conforme el pasado
se aleja con sus errores económicos y sus violencias. Al través de ella:
vemos que el presente es tan solo el pasado corregido, desprovisto de
algunos dolores inútiles.
Examinando á los hechos como simples consecuencias de las
NECESIDADES del momento, toda la guerra civil se explica sin esfuerzo.
Para luchar contra España, improvisáronse militares; y esos hombres, al
entrar á la carrera –reputada profesión noble – tuvieron el derecho de
creer que ascenderían por simple antigüedad y que su nuevo empleo era
de carácter vitalicio: siguen esas calidades caracterizando al gremio
militar.
Concluida la guerra, el gobierno les abandonó por falta de recursos:
debió amargarles tal ingratitud, surgida sin querer, de las circunstancias.
Sin duda se repartieron el país en 1820 y fusilaron en 1828 al gobernador
constitucional de Buenos Aires; pero hay que tener presente que la
distancia aproxima las fechas, y que no fueron tan seguidos los
movimientos del período anárquico, como hoy nos parecen tomados en
block: á veces transcurrieron años sin que en el territorio de una
provincia ocurriesen hechos de armas.
Con frecuencia los hombres del siglo pasado lucharon por conseguir
puestos públicos; pero al mismo tiempo concedieron libertad de
imprenta, separaron de España á la región, abolieron la esclavitud,
rompieron la tutela pontificia y encauzaron la opinión hacia la forma
republicana de gobierno. El móvil en este caso es secundario. Forzando la
argumentación, podrá demostrarse quizás, que los curas, criollos y la
prensa, hicieron falta para la propaganda contra el Rey; que los esclavos,
al ser declarados libres, fueron llevados gratis al ejército; que la libertad
de comercio no tuvo más objeto que aumentar, con las entradas de
aduana, el caudal partible; y que la independencia obedeció á motivos
egoístas. Pero toda esta demostración, caso de ser posible, no impediría
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probar también que al lado de los rapaces hubo honestos; que no fué
simple egoismo lo que hizo morir en campos de batalla ó en calabozos
españoles á muchos voluntarios que espontá-neamente abandonaban sus
hogares; que en algunos casos los hombres del gobierno renunciaron á
sus sueldos; que los esclavos, pasada la guerra, fueron iguales á los
demás hombres; y que jamás bajo el régimen caído hubiera la humanidad
podido acudir en masa, como hoy acude, á poblar y fecundar este pedazo
del continente americano que durante siglos fué el estéril albergue de las
escorias españolas. Tampoco impediría demostrar que en definitiva
salieron perdiendo quienes trocaron su modesta vida colonial por los
efímeros honores que la revolución les concedió; cesó para ellos la
seguridad personal y casi todos hubieron de sufrir en el destierro las
ásperas mordeduras de una miseria impuesta por sus propios paisanos.
Mirándolos sin odio y sin amor, es dable comprobar que se encontraron
en una situación difícil: sobre los seiscientos mil habitantes del
Virreynato, apenas algunas docenas dábanse cuenta de lo que pasaba.
Los restantes, verdaderas masas bárbaras, –apasionadas ó indiferentes –
para nada necesitaron prensa libre, clero nacional, independencia, ni
autonomía económica.
Así es que, al hablar de «democracia» ó de «autoridades constituidas»,
refiriéndolas á aquellas llanuras donde erraban gauchos que, como el
árabe, creían que donde entra el arado entra la vergüenza, se comete una
impropiedad. No había posibilidad de gobierno republicano, y sin duda
la guerra favoreció la dictadura: por eso, las frases de la nueva
propaganda escasamente tuvieron al principio otra aplicación que servir
de membrete al papel oficial en que se decretaba la violación de todas las
libertades públicas y privadas. Escribirlas fué útil: poco á poco, al amparo
de la paz las frases tornáronse realidades, confirmando la hermosa teoría
de Fouillée acerca de las IDEAS-FUERZAS.
*
* *
Admitido que los héroes desempeñen en la Historia el papel de
ficciones destinadas á cimentar la nacionalidad y servir de ejemplo á los
jóvenes, cabe una objección: ¿á qué remover sus cenizas aventando esa
gloria tranquila del sepulcro que aisla su recuerdo en una atmósfera de
cristalinas serenidades?
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Y bien, no se trata de eso. Un oscuro instinto nos hace venerar al
pasado: diríase que agradecemos á los hombres de ayer nuestra vida
actual, producto de dolores humanos acumulados. Por respeto á la vida,
es hermoso perdonar AL QUE HA VIVIDO. Pero por respeto á la salud de las
generaciones futuras, es bueno recordar también que con frecuencia ese
culto engendra odios injustos, y que divinizar las ruinas puede ser un
medio de preparar nuevas ruinas: pasada la necesidad que fomentó la
creación de modelos belicosos es hora ya de ir pensando en otros
modelos, de recordar que la violencia ha tenido solo un valor relativo en
la historia del mundo, y de evitar sobretodo, que las revoluciones futuras
se excusen con el brillo artificial de las revoluciones pasadas. En
cualquier caso, si la Historia ha de cumplir su misión de orientar á los
hombres mostrándoles con claridad el camino recorrido, necesario es que
se estudie metódicamente los fenómenos sociales y se esclarezca cómo
obró la violencia, qué resultados produjo, qué vinculaciones tuvo con la
libertad de sufragio, y qué influencia ejercieron al mismo tiempo sobre el
progreso institucional los hombres de trabajo, los hombres de estudio, y
hasta los propios accidentes de la naturaleza. Porque, –como lo decía el
convencional Zuviría ante el Congreso General Constituyente:
«Si no es justo que una nación rompa abiertamente con su
pasado, no es prudente que lo continúe con las mismas formas que
una larga experiencia ha probado que son disolventes y
perturbadoras25».
25 Sesión del 3 de Mayo.
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I
EL PAÍS A CONQUISTAR
Las cinco mil doscientas sesenta leguas cuadradas que ocupa hoy la
provincia de Santa Fe –dos veces el tamaño de la Grecia – teóricamente
debían constituir una de las regiones más aptas para la vida humana:
setecientos kilómetros de costa sobre el inmenso Paraná, abundante en
pescado y navegable siempre; dos grandes fajas regadas por el Salado y
el Carcarañá; espesos bosques en la región del norte; agua potable por
doquier, á 8 ó 10 metros de la superficie; capa de tierra vegetal de muchos
centímetros de espesor; falta de rocas, de arenales y de salinas;
temperatura templada; ausencia de paludismo ó de fiebres endémicas.
Representa sin duda un problema interesante y digno de estudio el hecho
de que tal territorio permaneciera casi despoblado no solo cuando los
indios lo ocupaban sino también durante los tres siglos que subsiguieron
á la llegada de los europeos.
Un examen atento permite comprobar que en ese territorio fértil, llano
y extenso, la naturaleza abandonada á sí misma no ofrecía facilidades
para la vida. Los bosques inmensos, hirvientes en mosquitos y jejenes,
frecuentados por animales feroces, carecían de árboles frutales: en medio
de la lujuriosa vegetación, el indio moría de hambre sino acumulaba en el
momento oportuno las coriáceas vainas del algarrobo. Siglos de
observación y de miseria no le permitieron sacar del monte más alimento
que la harina de esas vainas (patay), el zumo de algunas otras plantas, el
agua sucia conservada entre las hojas del caraguatá y la miel de las
avispas silvestres.
No vivía en toda la región un animal domesticable que pudiera
producir leche, arrastrar un arado ó un carro, ó soportar un jinete. No
había en ella metales ni piedras; de modo que fue necesario fabricar con
madera las armas y los utensilios. El barro, el cuero y el hueso,
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suministraron los restantes elementos de civilización haciendo casi
imposible la tarea de preparar la tierra y cavar pozos.
La uniformidad de la llanura, excelente para las modernas máquinas
agrícolas, era motivo de espantosas sequías al borde mismo de los
grandes ríos: mientras llegaba la idea humana de fabricar molinos y
elevar así el agua del subsuelo, el viento dificultó la vida vegetal
resecando la superficie y marchitando las hojas. Al sur del Carcarañá,
donde las barrancas del Paraná no prestaron su abrigo, solo un árbol
pudo sostenerse; y ese árbol, escasísimo, que no daba fruta ni producía
leña utilizable (ombú) apenas si sirvió como punto de referencia, como
accidente geográfico sobre la desolada llanura, antiguo lecho del mar.
Imposible conseguir sobre ella un tronco para hacer fuego.
Llovía con frecuencia, pero así y todo la sequía era inevitable. El sol
hiriendo á la tierra durante el día, evaporaba la humedad favorecido por
el viento; y los vapores emitidos no podían condensarse de noche,
porque á esa hora la irradiación del calor absorbido por la tierra
rarificaba la atmósfera.
El Paraná suministraba peces en abundancia, y en sus islas y riberas
hallábanse nutrias, carpinchos y aves acuáticas; pero ante la falta de
metales y de las herramientas correspondientes, los indios no podían
navegarle sino en troncos horadados á fuego ó en recipientes de cuero. La
gran densidad de las maderas hacíalas poco susceptibles de flotar y de
servir para balsas. Además, el río ensanchábase en su desembocadura,
resultando allí menos profundo y menos abordable desde el océano26.
Irrigar con él no era posible, por la misma falta de herramientas en
primer término y porque de un extremo á otro de los setecientos
kilómetros de la costa santafecina, la diferencia de nivel del agua no
llegaba –ni llega – á un metro por cada tres leguas. Á estas dificultades
debía agregarse otra más seria aún: periódicamente, de Octubre á Marzo,
el río desbordaba en todos aquellos sitios donde la barranca no fuese
superior á dos metros; y tal desborde inutilizaba –é inutiliza aún hoy –
inmensas zonas de terreno. De tarde en tarde, terribles crecientes
extraordinarias elevando cinco y seis metros el nivel de las aguas, cubrían
las islas barriéndolas durante meses con una furiosa corriente de tres y
cuatro millas por hora y arrancando enormes masas de camalotes, sobre
los que se refugiaba la fauna salvaje de la región –cocodrilos, serpientes,
26 El actual paso de Martín García.
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venados, tigres á veces – sin otra perspectiva que la de ir á perderse en el
Océano Atlántico27.
Abierta la llanura á todos los rumbos fue característico de su clima
sufrir la influencia de los vientos reinantes. Soplando el sur, temperatura
baja; soplando el norte, temperatura alta. Las heladas en primavera
resultaban tan posibles como el calor prematuro en invierno, que
haciendo brotar las plantas exponía su floración á los subsiguientes
descensos de temperatura.
La falta de montañas, debía teóricamente facilitar el transporte; pero ni
había animales que lo hicieran, ni el suelo, falto de consistencia, resistía
grandes pesos: la menor lluvia dejaba intransitables unos senderos que
no era posible pavimentar por la carencia de piedra.
Dos plagas bien temibles agregábanse para esterilizar el esfuerzo de los
indígenas: las hormigas, habitantes permanentes del territorio, y las
langostas que en nubes desvastadoras bajaban á depositar sus huevos
desde los bosques del trópico.
Del Carcarañá hacia el Norte, empezaba la vegetación natural á
elevarse con infinitas precauciones contra el viento, contra los mamíferos,
contra los insectos y contra las aves. Arbustos chatos y recios, con hojas
pequeñísimas rodeadas de monstruosas espinas donde los guanacos
dejaban girones de su lana, alzábanse retorcidos y achaparrados como
esos productos exóticos que artificialmente obtiene la fantasía japonesa,
formando matorrales en cuyo derredor crecían pastos duros como cerdas
y pululaban pequeños animales –zorros, vizcachas, perdices, armadillos –
en singular contraste con los ágiles avestruces y las esbeltas gamas. Al
amparo de esa primera valla la vegetación se iba alzando cada vez
mayor, cada vez más cerrada contra el viento, conservando siempre más
humedad bajo las copas, hasta que vencido el enemigo las espinas
disminuían y el bosque lujurioso del Chaco entrelazaba su espesísimo
ramaje.
*
* *
¿En qué fecha, llegó el hombre por primera vez al hoy territorio
santafecino? ¿De donde vino? Ambos problemas son tan insolubles por
ahora como el de si fueron ó no seres humanos quienes destruyeron en
27 Tal sigue siendo la situación.
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épocas prehistóricas á los enormes animales que vivían en la región y
cuyos restos suelen encontrarse á varios metros de profundidad, entre
capas geológicas manifiestamente ineptas para la vida actual. Ante la
absoluta carencia de datos, los sabios se colocan en ese movedizo terreno
en que las hipótesis científicas se asemejan á fantasmagorías religiosas. Se
ha sostenido por unos el origen asiático de los americanos; por otros, el
origen americano de los asiáticos, partiendo de la base de que el hombre
apareció en América; por otros, la posibilidad de que apareciera simultá-
neamente en diversas partes del planeta. En verdad, lo único que al
respecto cabe afirmar se encierra en la dolorosa confesión de Quatrefages:
Nous ne savons pas28.
Singulares dificultades se oponen á investigaciones de tal género en la
provincia de Santa Fe. No hay en toda ella un túmulo, un monumento,
una inscripción sobre muros en ruinas, que recuerde el pasado indio. Los
nombres de lugares llegan á nosotros al través de la deplorable é
insegura, ortografía de los cronistas españoles; las descripciones antiguas
abundan en imágenes maravillosas; la ubicación de los pueblos indios
cambia de un narrador á otro.
Tratándose de tribus errantes que no edificaban ciudades, la situación
que ocuparan en determinado momento significa poco y no permite sacar
deducciones. Los actuales representantes de la raza que los españoles
encontraron, no fabrican cacharros iguales á los que se encuentran en los
antiguos paraderos abandonados, ni usan las mismas armas, ni
conservan los nombres de tribu en la mayoría de los casos. Han
modificado su idioma y sus trajes y sus costumbres; han aprendido á
servirse de caballos y á usar armas de fuego; no conocen al guanaco,
animal desaparecido ya de Santa Fe; y no es raro verles viajar en tren y
expresarse por escrito.
Basándose en los nombres de lugares, el doctor Vicente Fidel López ha
intentado reconstituir sobre el mapa la marcha de una invasión
colonizadora de los indios del Perú en territorio santafecino. A su juicio,
toda la región norte de la provincia hasta Cayastá (Cay-astak, el puesto
extremo según traduce) exhibe nombres de lugares en idioma quichua,
que no pudieron ser puestos por los pobladores guaraníes que hablaban
un idioma diverso. Pero semejante hipótesis resulta poco fundada si se
recuerda que Cayastá, p. ej., ni era tal puesto extremo ni tenía tal nombre
28 El origen común de asiáticos y americanos, suele referirse á los americanos de las
altiplanicies: los de civilización inferior, (guaraníes, chaqueños) á los primitivos hindúes.
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-- 48 --
cuando llegaron los españoles. Ahuara puede significar en quichua el
tapir; pero la palabra que se encuentra en Santa Fe no es ahuara, sino
aguará29, y aguará significa en guaraní el zorro. Es muy probable que los
escasos nombres quichuas que hoy marcan lugares en Santa Fe, fueran
puestos después de la llegada de los europeos por los indios del Perú que
les servían de guías, ó que los mismos españoles los aplicaran á pueblos
fundados con indios traídos de regiones lejanas, como en el caso de
Quilmes en la provincia de Buenos Aires. Nada hay, en efecto, que apoye
la hipótesis del doctor López. No se encontró en toda la provincia una
sola fortaleza corno las que los quichuas acostumbraban levantar; no
hubo en ella las colonias militares, características de la invasión quichua;
no hubo caminos ni correos; no hay noticia de que se hallaran quippus30;
y, finalmente, no se cultivaba en ella la papa, profusamente cultivada por
los indios del Perú. Por otra parte, esos indios eran pocos á su vez y no es
probable que intentaran irse á producir maíz en las llanuras desoladas
del sur cuando en los valles de Bolivia obteníanlo excelente. El hombre de
las alturas se aclimata con mucha dificultad en las tierras bajas.
Restan aún dos datos que contribuyen á destruir la hipótesis del doctor
López. Ni el Inca ni Pizarro tuvieron en el Perú noticias de las
exploraciones de Gaboto á lo largo del Paraná, cosa inverosímil si hubiese
existido el presunto «puesto extremo» dado que la llegada de buques
europeos debió constituir una novedad extraordinaria para los
aborígenes. Y cuando más tarde quiso Almagro pasar á Chile, sus
compañeros quichuas le pidieron no afrontara el riesgo de los indios
pobladores de la quebrada de Humahuaca á los que temían y á quienes
no habían podido someter los soldados del Inca. Humahuaca es el paso
para bajar desde el Perú hasta los llanos de Santa Fe, evitando los casi
infranqueables bosques del Chaco.
No es, pues, posible precisar cuales fueron los primeros habitantes de la
región y cuales los que vinieron después31: apenas si podría admitirse la
posibilidad de una exploración llevada á cabo por las razas del Perú; y
29 Aguiá ara, que es un animal distinto del zorro de la Pampa.
30 Los «quippus» eran unos flecos con nudos puestos de cierta manera, que suplían en forma
rudimentaria á la escritura. Algo así como el «rosario» de los cristianos analfabetos: un
aparato para recordar ó llevar cuentas.
31 Puede darse por comprobado que las razas de la llanura recibieron el nombre de
«quirantis» (cisandinas), transformado luego por los españoles en el de quirandis,
quirandos ó querandíes: este último en el que hoy usamos.
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con ella, el problema del origen y emigraciones de los indios americanos
queda tan obscuro como el de los orígenes del hombre mismo. De
semejante exploración no se ha conservado dato alguno. Los indios no
sabían escribir. Con frecuencia, los españoles tampoco. En el mejor de los
casos, tardaban en dominar los idiomas locales, escribiéndolos mal por
no ser adaptables sus sonidos guturales á la ortografía castellana. Desde
la llegada de los europeos muchas tribus se han extinguido, otras se han
mezclado con blancos, con negros y con otros indios, y otras han
degenerado minadas por el alcohol y las enfermedades.
En la provincia de Santa Fe su clasificación no ofrece gran ventaja
desde que todas ellas, sufriendo la influencia del medio, vivieron de un
modo parecido á orillas del Paraná y sus afluentes. Debió ocurrirles lo que
hoy á los colonos de todas las nacionalidades conocidas que vienen á
establecerse en el país y dedicados á producir las mismas cosechas, viven
y visten de igual modo, concluyendo por entenderse en el mismo patois.
Toda tentativa de clasificación fracasaría, por lo demás, atentos los datos
incompletos, inexactos y contradictorios que han quedado á nuestro
alcance. Los Chiriguanos unas veces aparecen como raza especial, otras
como Guaraníes. Los Mbayás reciben el nombre de Guaycurúes y el de
Caduveos. Las palabras Charrúas, Yarros y Yaros, posiblemente han servido
para designar tribus análogas. Los Timbúes ó Atembúes ó Timbas, resultan
Mecoretáes según cierta versión del año 1573. Cayastás y Quiloazás, se
asemejan. No nos han llegado los sonidos sino las ortografías al través de
personas que carecían de ortografía segura y opinaban que visto un indio
estaban vistos todos.
Partiendo de la base de que algunas raíces expresaran profundos
conceptos filosóficos (de donde podrían derivarse conceptos afines), se ha
intentado establecer conexiones de raza fundadas en la filosofía de los
respectivos idiomas; pero aparte de la dificultad que en sí mismo ofrece
el problema de las razas, los ensayos orientados en tal sentido han
fracasado: al salir del campo de las hipótesis se comprobó que los indios
no daban á esas palabras el sentido abstracto que les atribuían los
investigadores. Ni siquiera eran capaces de tener ideas abstractas de
cierto género. Tales palabras fueron inventadas por los misioneros, en su
afán de traducir una filosofía que ellos mismos dominaban á medias.
Todo lo que puede hacerse en la materia –sin olvidar la observación de
Azara32 – es enumerar las diversas denominaciones que han recibido los
32 Viajes, Cap. X. – «Ni los conquistadores ni los misioneros han pensado jamás en hacer una
verdadera descripción de las diferentes naciones indianas, sino únicamente, los primeros
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
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primitivos habitantes de Santa Fe33, denominaciones que probablemente
no tuvieron más importancia para la vida de la especie humana que las
actuales de «porteños», «rosarinos», «coronderos». El hecho de que
algunos nombres de aves –Nazalaó, Caracará – designasen ríos ó lugares,
no debió significar más que nuestros actuales «Venado Tuerto», «Chañar
Ladeado», «Las Avispas».
*
* *
Sea cual fuere el origen de esas tribus, lo positivo es que eran pocas y
vivían miserablemente destruyéndose en contínuas guerras locales. No
pudieron dedicarse á la ganadería porque el guanaco era indomesticable:
cazaron y pescaron á lo largo de los ríos dejando deshabitado el interior
de la provincia falto de agua. El cultivo del maíz hubiera significado para
ellas decisivo progreso á no resultar tan aleatorias las cosechas: asado, ó
triturado en morteros de palo y hervido luego, constituía un alimento tan
aceptable como la carne que ponían al fuego sin quitarle el cuero. No
tenían arados: quemado un bosque y abonada la tierra con las cenizas,
esperábase á que la lluvia permitiera abrir con una estaca los hoyos en
que se echaba la semilla. Cuando por exceso de lluvias ó heladas
prematuras ó invasiones de langosta ó sequías prolongadas perdíase la
exigua plantación, fuerza era volver á cazar y pescar, utilizar la harina de
algarrobas para pan y consumir el poco pescado seco que se hubiese
conservado. Semejante vida hacía inútil la edificación de casas. A cada
instante necesitaba la tribu cambiar de ubicación en busca de mejores
sitios, ya que los animales muertos en la caza no resisten sin
descomponerse más de dos ó tres días de transporte, y este lo hacía el
propio cazador sobre sus espaldas. Siendo transitoria la ocupación de los
lugares no hubo propiedad de la tierra; y ante la falta de carros y bestias
de carga, tocó á las mujeres la penosa tarea de trasladar á hombro los
cueros y las estacas que constituían el hogar, vigilar los hijos y cuidar las
provisiones, en tanto que los varones avanzaban con sus armas prontas,
en realzar sus proezas y los segundos en ponderar sus trabajos. Con estas miras, han
aumentado infinitamente el número de los indios y de las naciones» (Revista Nacional, I.
124).
33 Avipones, mocovís (mbocovís), tobas, vilos, calchaquíes, tocagües, mocoretáes, calchines,
quiloazas, lulassas, corondas, timbúes, querandís, chandes, caracaráes, guaraníes y
guaycurúes.
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listos para saltar sobre la presa ó rechazar al enemigo. Con esos medios
de locomoción la tribu apenas si viajaba á razón de un kilómetro por día,
viéndose obligada á fabricar frecuentemente vasijas de barro para
abandonar las viejas, cuya fragilidad y peso significaban un acarreo
molesto.
Los habitantes de tan provisorios hogares poseían rudimentarias ideas
de belleza personal: la pintura del rostro y de los cacharros de cocina, y el
uso de collares hechos con despojos animales, ofrecían sin duda alguna
semejanza con las actuales prácticas de las mujeres europeas. Eran toscos,
sucios y sanguinarios; pero la imputación de canibalismo que se les hizo
no resulta probada al través de los cuatro siglos de lucha que contra los
blancos mantuvieron.
Políticamente, constituían pequeñas demo-cracias ambulantes. No
había en el territorio un «gobierno central» sino simplemente caudillos
que arrastraban á los cuarenta ó cincuenta guerreros de cada tribu: solo
en casos especialísimos un Parlamento de esos caudillos votaba la guerra ó
la paz y elegía general en jefe, telegrafiando con hogueras la ruptura de
hostilidades. Carecían de ejércitos permanentes y hasta de la posibilidad
de formarlos, ya que cada hombre comía lo que cazaba y guerreaba por
cuenta propia, á pié, con flechas, lanzas, garrotes y piedras redondeadas34
que lanzábanse á distancia por medio de una tira de cuero ó fibras
vegetales.
No había obras públicas que hacer, ni empleados que nombrar, ni
impuestos que votar: los «electores» en lugar de pagar sueldo á su
caudillo, dábanle una parte del botín de caza ó le suministraban el maíz
que necesitara para vivir holgando. Distaron mucho los indios de Santa
Fe de la pesada tiranía que afligía á los del Perú, más civilizados, quienes
entregaban anualmente el 66 % del producto de su trabajo al Inca y á los
sacerdotes del Sol, por partes iguales. Frente á los indisciplinados y
serviles súbditos de Felipe II, pudieron creerse hombres libres.
Este gobierno indio cuya tutela hereditaria manchábase con actos
feroces á impulsos de la embriaguez, no dictaba leyes puesto que para
nada hacían falta: cada individuo del grupo sabía tanto como sus vecinos,
y de cacique abajo fuerza era que todos se vistieran con cueros en
invierno, calzaran sandalias contra las espinas, y anduvieran medio
desnudos en verano. Apenas si de tarde en tarde la piel de algún animal
34 Importadas de otras regiones.
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raro produjo sobre los hombros del jefe cierta idea de majestad,
complementada con adjetivos sonoros equivalentes á los que se atribuían
entonces los reyes indios del Perú: «espléndido» (Tupac), «ilustre»
(Yupanqui), «rico» (Capac). Terminado el vínculo accidental de la guerra
disolvíase el parlamento y cada cacique continuaba sus fáciles tareas de
dirigir las relaciones exteriores del grupo, vigilar la educación espartana
de los jóvenes, hacer justicia en los poquísimos casos en que á ello le
llevaba algún interés y demostrar valor en todos los momentos. El
homicidio y el robo perpetrados contra extraños, sólo fueron delitos
cuando motivaban dificultades con los grupos vecinos.
Mentalmente, parecíanse los indios á nuestros actuales analfabetos:
carecían de escritura, contaban por los dedos hasta agotar manos y pies
(dos decenas), no conocían el dibujo, expresábanse por medio de idiomas
sencillos y aglutinantes, y vivían víctimas de todo género de
supersticiones conservando á pesar de ellas una dosis de buen sentido
que con frecuencia puso en aprietos á los misioneros españoles que
intentaron reducirles á la fe del Dios blanco importado entre alabardas,
capacetes y mozos de cordel. En materia de medicina, sus curanderos
usaban ventosas aplicadas con la boca, y también sebo, aislamiento y
palabras extrañas: cuando á despecho de esos remedios moría el enfermo,
en algunas tribus del sur se procuraba matar al médico. Lloraban
plañideras en los funerales y el luto practicábase con mutilaciones que
suplían la imposibilidad de evidenciarlo sobre los raídos cueros del traje.
No conociendo más sistema de iluminación que la hoguera, natural es
que al llegar la noche, entristecidos por la oscuridad y el silencio,
contemplaran el firmamento infinito y adquiriesen así las mismas
nociones astronómicas que nos recuerda la mitología infantil de los
griegos. Desde luego el trueno, el rayo y el viento, tornáronse en dioses
como todo lo inevitable y terrible. Para los mocovíes, el sol y la luna
constituían un matrimonio y por el cielo corría sin cesar un avestruz (la
constelación «Cruz del Sur») perseguido por perros en presencia del
quirquincho, la pava del monte y las perdices –nombres correspondientes
á otras tantas constelaciones. Ideas semejantes abrigaban las demás tribus
y teorías igualmente peregrinas explicaban el diluvio: unas veces, no
pudiendo el sol mantenerse en lo alto sin puntales, había dado en el río
colosal zabullida motivando la inundación; otras, cierto Noé guaraní –
Tamandaré – subiéndose á una palmera tan pronto como su amigo Dios
(Tupá) le avisa que ha proyectado transformar la tierra en un gran charco,
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evita la destrucción de la especie. Para los indios ribereños el cielo era un
lugar delicioso donde abundaba la pesca.
La constante emigración de las tribus impedía existieran iglesias
permanentes, bien que parece ser hubo entre los calchaquíes sepulcros
consagrados, y que fue práctica preparar con fines religiosos unos cañizos
que rociábanse con sangre de guanaco para dotarlos de propiedades
milagrosas. Lo evidente es que faltos de ídolos limitáronse á temer á los
diversos dioses que –dentro de su especialidad respectiva – se ocupaban
en la ingrata tarea de dañar á la humanidad india. Los guaycurúes
llevaron su arrojo hasta esgrimir exorcismos contra la tormenta y pelearla
con palos y flechas. Pero sino había templos, había sacerdotes que
explotaban los vagos terrores de la tribu, prestándole de paso positivos
servicios porque su sagacidad debió sin duda transformarles en fuente
perpetua de investigación y estudio sobre los vegetales y animales de la
región. Al amparo de su falsa investidura, ejercieron saludable influencia
como consejeros.
Tales eran los habitantes del territorio, que en el transcurso del siglo
diez y seis viéronse bruscamente en contacto con los hombres blancos
que venían del otro lado del océano en buques de cubierta, trayendo con
su codicia y su crueldad, armas de fuego, instrumentos de metal, semillas
de trigo, caballos, vacas, ovejas y arados.
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II
LOS PRIMEROS JALONES :
Sancti-Spíritus,
Corpus Christi - Buena Esperanza.
(1527-1572)
A primera vista sorprende que dos continentes próximos y poblados
permanecieran varios siglos sin conocerse ni sospechar cada uno que el
otro existiera. Entre tanto un examen más prolijo, permite deducir que el
«descubrimiento» de América no podía resolver para Europa ningún
problema económico mientras estuviese expedito el camino del
Mediterráneo por donde llegaban las mercaderías del Asia. Mucho más
cerca que América estaba el África, y es notorio que ninguna curiosidad
despertó su exploración. De tarde en tarde, buques extraviados tocaron
costas americanas; pero el hecho, ni se produjo en el Rio de la Plata (hacia
el cual no convergen corrientes marinas), ni tuvo consecuencias cuando
se produjo en otras partes: anotóse como una circunstancia rara, que en
ninguna forma podía interesar para futuras averiguaciones. En cuanto á
los viajes efectuados en América por los chinos, tampoco resulta que
interesaran gran cosa, ni hay constancia de que determinasen planes de
conquista y colonización: como los llevados á cabo por los normandos,
hállanse rodeados por un nimbo de vaguedades que excluye la
posibilidad de que se tratara de empresas serias y meditadas.
Fue á fines del siglo XV y principios del XVI, cuando las naciones de
Europa sintieron la necesidad urgente de buscar nuevos caminos para el
Asia. Las repetidas conquistas de los turcos interceptaron prácticamente
el comercio que hacía Europa por los puertos italianos del Mediterráneo,
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-- 55 --
vía Alejandría; y arruinados éstos, los hombres de negocios empezaron á
tomar en serio los datos traídos por Cristóbal Colón, quien aseguraba
haber llegado al Japón por el Atlántico, resolviendo así el problema de
encontrar una nueva ruta hacia los países productores de las especias con
que sazonaban los europeos sus toscos alimentos. Como Colón no las
había traído apesar de sus afirmaciones, efectuáronse nuevos viajes para
buscarlas; y con ese motivo recorrióse sin saberlo la costa americana, en
tanto que los puertos del Atlántico empezaban á tener un movimiento
antes desconocido.
En una de esas exploraciones ocurrida el año 15l6, el piloto mayor Dn.
Juan Díaz de Solís dio hacia los treinta y cinco grados de latitud Sud con
el anchuroso rio que hoy llamamos de la Plata; pero como tampoco en las
márgenes de ese rio se encontró cosa alguna susceptible de explotación
inmediata, la noticia produjo en España escaso interés. Tan escaso, que
transcurrieron diez largos años sin que ni el Rey ni los particulares se
ocuparan en comprobar si valía ó no la pena de explorarse la región
descubierta. En verdad no habían resultado mucho más explotables las
demás regiones encontradas; y así, al fallecer los Reyes Católicos
comenzaban ya á desvanecerse los sueños que Colón había engendrado.
Por su parte, los geógrafos –y entre ellos ORONTIUS FINAEUS (1531)35
siguieron enseñando que lo descubierto era una prolongación del Japón,
á despecho de las teorías emitidas por Leonardo da Vinci (1514), en cuya
opinión América era una isla:
35 The discovery of America.– John Fiske.
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(The discovery of America.– John Fiske.)
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(The discovery of America.– John Fiske.)
Fue recién en 1522, cuando una de las naves salidas con Magallanes
franqueó el estrecho que hoy lleva tal nombre y pudo volver á Europa
(vía Océano Pacífico), con las especias que habían arrebatado sus
tripulantes en el camino. Ante el provecho obtenido volvió el problema á
ponerse de actualidad y se dio á un navegante extranjero –Sebastián
Gabotto, ó Gaboto, ó Cabot, – el mando de otra expedición á las Molucas,
calculada bajo la base de que cada buque trajera dos cientos quintales de
especería, vendibles al precio corriente entonces de 80 á 90 ducados por
quintal. Ese navegante, sucesor de Solís en el cargo de piloto mayor de la
oficina organizada en Sevilla bajo el nombre de «Casa de Contratación»
para explotar el comercio de las nuevas regiones, se hizo á la vela con
cuatro buques y algo más de doscientos hombres; pero á poco de partir,
abandonó la emprendida ruta y entró al Rio de la Plata (1527). Quizás
influyeron en tal cambio la indisciplina de las tripulaciones y la
comprobada impericia del jefe36; quizás pesaron en el ánimo de éste
ciertos informes recogidos en el Brasil, de los que se desprendía que
remontando el rio citado era fácil hallar plata en abundancia; quizás
36 Actuaciones de prueba del pleito entre el capitán Francisco de Rojas y Sebastián Gaboto. –
Revista HISTORIA, tomo I
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temió los peligros del larguísimo viaje de circunnavegación proyectado,
viaje que ningún oficial de marina se animaría á efectuar hoy en aquellas
condiciones.
Los buques disponibles eran de poco tonelaje –simples lanchones á
veces – y navegaban pesadamente á causa de su defectuosa construcción,
influenciada aún por el viejo sistema de avanzar á remo. Anchos, dotados
de popas altas, con velamen insuficiente y mal distribuido, hallábanse
expuestos siempre á la temible acción de los teredos, por falta de forros
metálicos. Carecían de sitio bastante para almacenar las numerosas
provisiones exigidas por travesías de muchos meses, y esas provisiones,
reducidas á galleta y víveres secos, producían con frecuencia el escorbuto
entre las tripulaciones constantemente afligidas por la posibilidad de que
faltara el agua.
Tomábase el rumbo con la brújula, sin conocer ni corregir sus
desviaciones37. No había cartas marinas, y los mapas de la época –aún
aquellos levantados por geógrafos de nota como Mercator (1541)–
contienen tales errores que casi hubiera sido preferible prescindieran de
ellos los pilotos. No se conocía el cálculo de las mareas, ni la marcha de
los vientos, ni la existencia y dirección de las corrientes marinas. Salvo el
reloj de arena, no había abordo medio de medir con exactitud la
velocidad del navío: el loch, inventóse hacia 1550. Ignorábase el uso de
lentes y anteojos, y los cálculos de altura se hacían por medio del clásico
astrolabio, complicadísimo aparato que contenía á la vez un mapa del
cielo, un reloj de sol38, un compendio de tablas astronómicas, un
almanaque, un círculo graduado y una alidada de pínulas. Tomábase la
elevación del Sol recibiendo directamente en el ojo sus rayos al través
de los agujeros de las pínulas, sin que vidrios de colores amortiguaran el
hiriente resplandor. Leíase el ángulo en el círculo graduado; y mediante
hábiles operaciones complementarias (auxiliadas por una gran destreza)
podía conocerse con aproximación de ocho ó diez leguas bajo qué
paralelo se navegaba. No existiendo aparatos de reflexión ni
pudiendo sacarse partido del horizonte, se nivelaba al astrolabio
37 50 años después de los viajes de Colón, conceptuábase aún que las desviaciones anotadas
por éste constituían simples errores de observación. Recién Martín Cortez habla de ellas
en 1555; y únicamente á partir de 1576 empezóse á estudiarlas en forma (E. Dubois, Cours
de Navigation).
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colgándolo de un dedo para conservar el equilibrio durante los rolidos de
la embarcación.
Bastante más difícil era el cálculo de la longitud atenta la carencia de
relojes: aún en tierra, solían cometerse errores hasta de veinte leguas
midiendo distancias próximas. El astrolabio suministraba para cada día
el mapa del cielo en determinada ciudad, la que variaba según los
aparatos y venía á significar algo así como lo que hoy representa
Greenwich en otro orden de ideas. Observando eclipses cuando los había,
ó midiendo distancias entre el sol y la luna ó entre ésta y alguna estrella
conocida, obteníase la longitud tras penosos cálculos hechos sin el auxilio
de logaritmos ni fórmulas trigonométricas. Actualmente, con aparatos de
primer orden y correcciones de todo género –que antes no se conocían –
ese método de las distancias lunares39 suele dar errores de quince millas:
no es pues de extrañar que con sus rudos instrumentos Colón se creyese
en Asia cuando desembarcó en Guanahaní llevando en el bolsillo una
carta de los Reyes Católicos dirigida á un soberano de Catay cuya
dinastía había sido destronada cien años antes Harto hizo en navegar
sobre paralelos cambiando de latitud en ángulos rectos, esto es, con
rumbo Norte-Sud, cuando ello estuvo en su mano.
El hecho es que Gaboto por una razón ú otra entró al Rio de la Plata y
en una de sus islas encontró á cierto sobreviviente de la expedición Solís,
prisionero de los indios, quien confirmó el dato de que más hacia adentro
había minas de plata. Siguió pues Paraná arriba, sin otro panorama que el
de las invariables barrancas, las islas verdes y los indios que
sorprendidos miraban avanzar contra la corriente á la extraña
embarcación; y así llegó hasta la boca del Carcarañá, que es posible
confundiera con el rio que bajaba de las minas (Pilcomayo, 160 leguas más
al Norte). Los informes obtenidos procedían de personas que jamás
habían estado en ellas.
39 Fórmula de Borda.
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Elucidatio fabricae ususque astrolabii. Juan Stoflerino, 1594.
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O por mediar tal confusión ó porque las tripulaciones fatigadas
exigieran descanso, Gaboto decidió instalar un fortín en la confluencia
del Carcarañá y el brazo del Paraná que hoy se llama Rio Coronda. Había
allí caza, pesca, y leña suministrada por un bosque tupido. Obtúvose con
sus maderas una recia empalizada, y Sancti Spiritus –simple agrupación
de algunas chozas de barro – quedó fundado como habían sido fundados
poco antes por el mismo Gaboto otros dos fortines en la boca del rio
Uruguay.
Cuando hoy piensa uno en la situación de aquellos hombres encerrados
en un reducto de palo á pique á millares de leguas de su país, expuestos
al asalto de los indios ocultos en el cercano bosque, y creyendo
encontrarse próximos á maravillas de todo género, parece que se
estuviera asistiendo al desarrollo de uno de esos cuentos fantásticos con
que se adormece á los niños. Cierto es que lo maravilloso iba con ellos
mismos y que era vano buscarlo sobre la pampa sin confines.
Una vez en el fortín, nada hubo que hacer. El bosque ocupaba sólo
algunas hectáreas y detrás reaparecía la llanura, cuya exploración
convenció pronto á los viajeros de que ninguna mina podía esperarse por
ese lado. Como Gaboto había partido para cargar especias en las Molucas
y no para colonizar tierras nuevas, no traía mujeres, ni herramientas, ni
semillas: por casualidad encontráronse en las hendijas del buque algunos
granos de trigo40, y sembrados que fueron, la gente no tuvo otra
ocupación que limpiar las armas, jugar al truque y abusar de las indias.
Concluyéronse definitivamente las provisiones traídas de España,
deterioráronse las ropas, y á poco andar los blancos de Sancti Spiritus
fueron algo así como una nueva tribu agregada á las de los indios
cercanos.
Entretanto el Rey de España suponía á Gaboto en los mares de Oceanía
y otro navegante –Diego García – que había contratado la exploración del
Rio de la Plata, cruzaba el Atlántico. Llegado que hubo, encontróse con la
novedad de Sancti Spiritus y los otros fortines del Rio Uruguay. Era caso
de pleito fulminante; pero como los tribunales españoles estaban á dos
40 No acierto á explicarme como ha podido aceptarse por algunos historiadores el absurdo
dato de que cada uno de esos granos produjera mil en la primera cosecha.
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mil leguas, y por lo pronto Gaboto tenía más fuerzas á sus órdenes,
suspendióse provisoriamente la querella y ambos contendientes se
lanzaron al descubrimiento del país que producía la soñada plata. Tras
mucho viajar á lo largo del inmenso rio, vieron disiparse sus ilusiones: no
había metales en parte alguna. Mientras los gefes se desesperaban
recorriendo las barrancas, surgieron cuestiones en Sancti Spiritus entre
blancos é indios; y éstos, repuestos ya de la sorpresa sufrida en un
principio, cayeron sobre los tres fortines destruyéndolos uno tras otro y
apoderándose de corazas, ballestas, espadas y arcabuces.
Gaboto y García se volvieron á pleitear á España –donde esperaban al
primero cantidad de demandas promovidas por los parientes de los
muertos en la empresa – y dos años después de este primer ensayo de
conquista, no quedó otro vestigio de los españoles sobre las riberas del
Paraná que el derruído terraplén de Sancti Spiritus, algunos niños
mestizos, algunas armas de los vencidos, y uno que otro soldado cautivo
que quedóse maldiciendo de sus locos sueños y llorando la tierra natal
que jamás volvería á ver.
*
* *
Seis años transcurrieron lentamente sin que expedición alguna volviese
á turbar la miserable vida de los indios. Al cabo de ellos, Don Pedro de
Mendoza, comerciante guerrero que se había enriquecido saqueando la
Roma del Papa, intentó llegar á las minas, halladas por fin
(descubrimiento del Perú, 1531). En su ignorancia taimada, creía fácil
bajo pretexto de conquistar el Rio de la Plata, apoderarse de lo concedido
por el rey á otro aventurero (Pizarro) en el país del oro. No es verosímil
que intentara tan sólo la primera conquista, ya que los anteriores ensayos
habían sido poco alentadores: Juan Díaz de Solís, muerto por los indios á
la primera tentativa de desembarco; Gaboto y García, arruinados,
pleiteando furio-samente mientras en tierra santafecina la lluvia
desmoronaba los últimos restos del fortín que no supieron defender.
Entonces como ahora, «América» era para los cerebros europeos cierta
comarca lejana –Perú, Brasil, Méjico – de la que se podía volver con
dinero, con mucho dinero41. Puede asegurarse que D. Pedro de Mendoza
41 Desde el primer momento las expediciones evidenciaron un carácter mercantil ajeno á toda
experimentación científica. Colón, por ejemplo, exigió antes de embarcarse la concesión
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no sospechó que entre el Río de la Plata y las minas del Perú mediara casi
la misma distancia que entre España y la Judea.
Esta tercera expedición, que debió utilizar muchos marineros
extrangeros por no haberlos españoles, partió de la Península al amparo
de un original contrato (1534) que demuestra hasta qué punto el Rey
explotaba á sus súbditos. Carlos V, Emperador, suministraba:
a) Permiso para efectuar la expedición;
b) Títulos y denominaciones honoríficas;
Y á Don Pedro de Mendoza, empresario, correspondía:
c) Conquistar tierras donde esos títulos y honores pudieran hacerse
efectivos;
d) Pagar todos los gastos que la conquista irrogara, incluso sueldos
del ejército, equipo y mantenimiento de la escuadra y demás empleados
de la administración á implantarse.
Si la empresa daba pérdidas, las soportaría Don Pedro de Mendoza; si
daba utilidades, partiríanse entre ambos contratantes.
No hay que esforzarse mucho para reconocer que si el Perú – objetivo
oculto del viaje – no era abordable por distar ochocientas leguas del Rio
de la Plata, el empresario corría en derechura á la ruina. Pero ignorada
esta circunstancia, Don Pedro de Mendoza reunió algunos gefes, varias
familias de nobles, un buen ejército de aventureros, y hasta un
historiador. Y cuando después de las inevitables penurias del viaje
avistáronse con las desoladas márgenes del Plata los primeros
desengaños, necesario fue que en cualquier punto de la invariable llanura
principiara á edificarse – como irónicamente lo apunta el P. Guevara42 –
«para tantos mayorazgos y comendadores, para tantas matronas y
doncellas, una ciudad de pajizas chozuelas» al amparo del montecito de
espinillos que ocupaba parte del sitio donde hoy se levanta Buenos Aires
(1536). Una vez instalados, comprobóse que allí no había
aprovisionamiento permanente: las dos mil personas de la expedición
quedaban reducidas á vivir de lo que cazaran y pescaran, ínterim llegaba
el momento de cosechar lo sembrado. Bien pronto escasearon los víveres
de títulos de nobleza, el grado de Almirante, el cargo de Virrey y un buen porcentaje
sobre las rentas y el comercio de los países á explorar.
42 «Historia de la conquista del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán hasta fines del siglo
XVI»
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y fue preciso apelar al inmundo pescado seco que atesoraban los indios
próximos: defendiéronlo éstos, y con la guerra surgió el hambre entre
aquella desesperada muchedumbre de soñadores rapaces, cuyos delirios
de riqueza quedaban bruscamente circunscriptos al murallón de barro
endurecido que amparaba sus pobres ranchos. Iguanas y ratones llegaron
á parecer exquisitos en momentos en que la langosta, devorando los
plantíos, esterilizaba las tentativas de cosecha. Al año de haber llegado,
Mendoza enloquecido á disgustos volvióse á España abandonando los
sonoros títulos que trajera. En la travesía murió (de inanición, según
parece, por no haberse encontrado medio de abastecer convenientemente
sus buques en tierra americana).
Entretanto los mayorazgos y comendadores, arruinados también en el
negocio, nada tenían que hacer en España ni disponían siquiera de
provisiones para tentar el viaje de regreso. Casi la mitad de los llegados
murieron de hambre; y los restantes que escaparon á los indios, después
de comerse hasta las suelas de los zapatos, alcanzaron á recibir los cortos
auxilios que traía una expedición destacada por Mendoza en busca del
Perú, –expedición que retrocedió después de perder cantidad de
soldados.
O en esa ó en otras tentativas posteriores averiguóse que más hacia el
Norte había regiones en donde abundaban el maíz, las bananas y la
mandioca, con clima más suave y seguramente más próximas á las
deseadas minas, cuya visión43 obsesionaba aún á aquellos seres
harapientos reducidos á nutrirse con zorros y vizcachas en pleno
desierto. Como un punto de apoyo había fundado Ayolas (durante la
estadía de Mendoza) un nuevo fortín algo más arriba de las ruinas de
Sancti Spiritus, fortín al que se llamó Corpus Christi (año 1536),
cambiándose tal nombre por el de Buena Esperanza á raíz de una
traslación motivada por ser malo el primer emplazamiento. Pero esta
43 Aún durante muchos años después siguieron los colonos soñando con los países de LOS
CESARES Y TRAPALANDIA.
Aventuro la hipótesis de que ésta «Trapalandia» cuyas noticias procedían del Estrecho de
Magallanes, fuera simplemente «Rapa Land» ó «Rapa Island», el nombre inglés de la isla
de «Rapa» (hoy Pascua). Esa isla, en la que se han encontrado colosales monumentos que
los actuales naturales no han podido trabajar por falta de herramientas y metales,
constituye un misterio en medio del Océano Pacífico. No es difícil que marineros ingleses
la visitaran y dieran origen á las maravillosas versiones que circularon al respecto. Los
aludidos monumentos, tallados en bloques de piedra enormes, representan figuras
humanas de ocho y diez metros de altura, emplazadas en la cumbre de altos cerros y
están cubiertos de jeroglíficos no descifrados hasta ahora.
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
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nueva tentativa fracasó también. Un buen día, por cualquier motivo
surgieron choques y Corpus Christi fue destruído por los indios,
refugiándose los sobrevivientes de la guarnición en Buenos Aires, la aldea
primitiva. Ayolas, empeñado siempre en dar con el Perú, persistió en
remontar el rio, y después de instalar otro fortín – la Asunción (hoy
capital de la República del Paraguay) – cometió la imprudencia de
internarse en el Chaco donde fue ultimado con todos
[email protected] compañeros. Y como la langosta seguía
devastándolo todo, los pocos españoles que restaban en Buenos Aires
abandonaron sus hogares y plantíos para refugiarse en el único sitio
donde era fácil obtener comida. Así es que á mediados del siglo XVI no
quedó otra población castellana en esta parte de América, que el villorrio
de la Asunción (á trescientas leguas del Río de la Plata, aguas arriba)
habitado por seiscientas personas de ambos sexos.
Muerto Ayolas á manos de los indios ocurrió un suceso que marca el
nivel intelectual de aquellos hombres: trabóse cuestión acerca de si debía
gobernar al grupo el tercer oficial de Mendoza (segundo de Ayolas) ó un
inspector que el Rey envió cuando supo la desesperada situación de los
conquistadores. El primero estaba en posesión del gobierno en virtud de
elección hecha por sus subalternos, utilizando un permiso dado al efecto
por el monarca á fin de evitar pleitos en caso de acefalía44. Quedóse en el
cargo tras mucho discutir; y hoy es para nosotros un problema, saber qué
incentivos pudieran encontrar en el mando –simple jefatura militar –
aquellos hombres que con tal tesón se lo disputaban. El gobierno carecía
de rentas y constituía en perpetua, alarma á sus titulares, desprovistos
hasta de uniformes. Inútil era pensar en comerciar, ya que apenas se
obtenía lo indispensable para vivir. La jurisdicción de hecho reducíase á
los ranchos de la Asunción, cuyos habitantes habíanse distribuido todos
los bienes á su alcance: indios como esclavos, indias como concubinas,
tierras en propiedad y jurisdicción política. De tal modo, que un
Comisionado Real45 pudo informar á S. M. hacia 1548, que era bueno no
viniesen más españoles á América porque ya había bastantes y nada
quedaba por repartir entre los sucesivos.
44 La manía de pleitear parece haber sido característica de la época. Alvar Núñez, el
empresario que sucedió á Mendoza, obtuvo antes de salir de España que durante diez
años no se permitiera pasar abogados ni procuradores al Río de la Plata. Cierto es que él
mismo vióse demandado en la Península por los herederos de Mendoza y por los de
Ayolas, que respectivamente se creían dueños de la empresa y seguían en el error de
creer que el Perú estaba á un paso y que la herencia reclamada era valiosísima. 45 Licenciado La Gasca, al Consejo de Indias. Noviembre 23 de 1548.
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
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*
* *
Desde el abandono de Corpus Christi pasaron treinta y cuatro
larguísimos años – toda una generación – sin que español alguno se
avecindara en las cinco mil doscientas sesenta leguas cuadradas de la
actual Santa Fe46. El río Paraná siguió inundando las riberas, mangas de
langosta siguieron asolando al país, y los caciques indios, libres ya de la
obligación de alimentar á «los voraces blancos», volvieron á la tranquila
posesión de sus inmensos y estériles dominios sin sospechar que allá
lejos, en Roma, el Papa Paulo III hubiera declarado oficialmente que los
salvajes tenían alma.
Entretanto Felipe II guerreaba en Francia y en África y en Malta y en
Flandes, y el Consejo de Indias seguía limitando sus instrucciones
apropósito del gobierno americano á la sencilla fórmula «guárdese la tierra
para el Emperador, mi Señor, y gobiérnela el diablo». Quedaron pues librados
á sí mismos los pobres moradores de la Asunción, entre los que se
contaban bastantes mestizos por haber fallecido muchos de los primitivos
expedicionarios y proceder sus hijos de mujeres indias, atenta la escasez
de europeas.
Este abandono dio nacimiento á ciertas prácticas políticas que muy
luego se perpetuaron constituyendo un serio problema. No había
«electores» sino «soldados»; y de aquí resultó que las elecciones
populares fueran simples farsas y que el mando sólo se adquiriera por
uno de éstos cuatro medios:
a) Designación hecha por el Rey;
b) Sublevación del subalterno contra el jefe
c) Reemplazo del jefe fallecido, por su segundo en jerarquía;
d) Parentesco con el titular del gobierno.
Desde 1535 hasta 1591–más de cincuenta años- el gobierno se trasmitió
como sigue:
1°- Pedro de Mendoza, nombrado por el Rey.
2°- Ayolas, segundo de Mendoza, le reemplaza al renunciar éste.
Muerto Ayolas, entra
46 Algunas expediciones se dirigieron de España á la Asunción durante ese período.
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
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3°- Irala, su segundo.
4°- NOMBRAMIENTO REAL á favor de Alvar Núñez Cabeza de Vaca.
5°- Sublevación de Irala, quien derroca al anterior y consigue que el
Rey le confirme en el cargo. Muerto Irala, pasa el mando á su yerno, el
Teniente de Gobernador
6º- Gonzalo de Mendoza. Muerto éste, ocupa el cargo por «elección
popular», otro yerno de Irala
7º- Ortiz de Vergara; en cuyas circunstancias sucede el
8°- NOMBRAMIENTO REAL á favor de Ortiz de Zárate, con facultad para
designar sucesor. Designa como interino á su sobrino
9º- Mendieta, debiendo ser titular el que resultara su yerno. Resulta
serlo
10.- Don Juan Torres de Vera y Aragón; pero encarcelado éste por el
Virrey del Perú (quien recomendaba otro candidato á yerno) Vera y
Aragón encarga del gobierno al albacea de su extinto suegro. Entra así
11.- Don Juan de Garay, á quien sucede otro Vera.
12.- Don Alonso. Entretanto recupera su libertad el preso, y asume el
mando
13.- (Don Juan Torres de Vera y Aragón); y habiendo renunciado, se
procede á «elección popular», en la que resulta nombrado un yerno de
Garay,
14.- Don Hernando Arias de Saavedra47.
Sólo el Rey ó la revolución interrumpieron los gobiernos de familia ó
los gobiernos militares. Tres siglos después aun debía verse en el
Presidente ó la revolución un medio eficaz para combatirlos.
47 Creo útil agregar que los demás nombramientos otorgados por el Rey durante este período
no alteraron la enumeración precedente. Después de Alvar Núñez, fue nombrado Juan de
Sanabria (1547), quién murió antes de embarcarse. El viaje de su hijo Diego de Sanabria
fue embargado á consecuencia de pleitos y partió en su lugar Juan Salazar de Espinosa
(1552): en el camino surgió una sublevación y se apoderó del mando Hernando de Trejo.
Las tormentas obligaron á éste á recalar en el Brasil, donde fundó un pueblo que fue
preciso abandonar por falta de provisiones. Al dirigirse Trejo á la Asunción fue sometido
por Irala.
En 1558 trató el Rey con Jaime Rasquin. Tampoco llegó á su destino. Subleváronse las
tripulaciones y la armada se deshizo en las Antillas, destruyendo los temporales cuanto
respetaron los sublevados.
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III
PRIMERA FUNDACIÓN
DE SANTA FE :
fracaso del puerto proyectado por Garay
(1573-1660)
Cuando tras largas y penosas investigaciones convenciéronse los
hombres de la Asunción de que el Perú no era fácilmente abordable,
volvieron los, ojos al Rio de la Plata, que constituía la única vía de
comunicación directa con Europa. Alvar Núñez había logrado prescindir
de ella atravesando el Brasil á. lo largo del paralelo veinticinco, desde el
puerto de Santa Catharina; pero tales dificultades ofrecía esa ruta, que
hasta la fecha han sido inútiles todas las tentativas efectuadas para
aprovecharla de un modo regular.
Tampoco era cosa muy hacedera el viaje á Europa vía Rio de la Plata:
cuatro meses de travesía oceánica, y un par de meses más para llegar á la
Asunción, remontando los ríos Paraná y Paraguay contra corrientes de
tres y cuatro millas por hora que solo podían vencerse en los pesa, dos
buques de la época cuando soplaba el pampero (viento sud). Imposible
navegar de noche á causa de las islas y los bancos de arena. Imposible
surtirse de provisiones como no bajasen los marineros á cazar y colgaran
luego tiras de carne al través de las jarcias para que fueran secándose en
el trayecto. No había puertos intermedios. Crearlos, colonizando la
ribera, requería sin duda recursos y pobladores que no podían
suministrar los escasos vecinos de la Asunción.
Empero, forzoso fue ajustarse al estado de cosas; y así, Don Juan Garay,
empeñándose mucho, consiguió equipar á medias á siete españoles y
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algo más de sesenta criollos y mestizos, sin que alcanzaran para todos los
arcabuces y los caballos: algunas municiones y una fragua vieja fue
cuanto suministró para esa colosal empresa de colonización el arrumado
imperio «en cuyos límites el sol no se ponía48».
Con tales elementos fundó en 1573 la ciudad de Santa Fe (donde está
hoy el pueblito de Cayastá), sin darse bien cuenta de cómo podría
subsistir, ni tomarse el trabajo de elegir una buena ubicación. En efecto,
estaba lamentablemente emplazada: no podía servir como puerto de
escala para buques de gran calado porque se hallaba sobre un brazo
angosto del Paraná y no sobre el núcleo principal del rio. Como puerto
del interior, esto es de Tucumán, tampoco era utilizable porque
interceptaban el camino los rios Salado y Saladillo, desprovistos de
puentes. Sin resolver la cuestión, el viejo Sancti Spiritus llenaba mejor
ambos fines49.
Hallándose, pues, en presencia de sus andrajosos subalternos (tan
sucios andaban que los indios les llamaban los ahumados), terció Garay
el poncho y desenvainando su tizona tiró al aire las cuchilladas
reglamentarias como prueba de posesión, en medio de los yuyos y de los
pozos recientemente abiertos para sacar adobes. Faltaron sacerdotes para
santificar el acto, porque –habla el fundador - «no hubo uno que quisiese ir á
aquella miseria50». Solemnizóse la fiesta con un poco de vino paraguayo,
redactóse más tarde un acta, y desde entonces quedaron bajo la
jurisdicción de los setenta y tantos fundadores, los millares de leguas
cuadradas del territorio51. Previa designación de las autoridades instalóse
el Cabildo como pudo en un rancho de paja y barro y quedó incorporada
á la vida administrativa del Rio de la Plata una nueva «ciudad» distinta y
48 Carta de Garay al Rey, en 20 de Abril de 1582. Archivo de Indias, estante 74, cajón 4, legajo
26. 49 El hecho de que los primeros colonizadores españoles procedieran al tanteo y sin previo
estudio de los terrenos explica porqué elegían emplazamientos inadecuados para las
colonias que fundaban. Debido á esa falta de estudio fue preciso cambiar de ubicación á
Santa Fe, á Mendoza (LARRAIN, «El país de Cuyo») á Tucumán (GROUSSAC, «Memoria
descriptiva»), á Córdoba (P. JULIO RODRÍGUEZ, «Sinopsis histórica») y á otras ciudades. 50 Á esta ausencia de religiosos en el Rio de la Plata se refiere la cruda expresión del P.
RIVADENEYRA: «Si algún clérigo se dispone á ir, en diciéndole que no hay dinero, luego
hace ciaboga» (1581). 51 En realidad, el territorio adjudicado comprendió también la provincia de Entre Ríos.
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antagónica de la otras. Con Santa Fe, habíale nacido á la Asunción un
enemigo52.
52 ACTA DE FUNDACIÓN DE SANTA FE
(Ortografía moderna)
Yo, Juan de Garay, Capitán y Justicia Mayor en la conquista y población del Paraná y Río de
la Plata, digo: que en el nombre de la Santísima Trinidad y de la Virgen Santa María y de
la Universidad de todos los Santos y en nombre de la Real Magestad del Rey don Felipe
Nuestro Señor y del muy ilustre señor don Juan Ortiz de Zárate, «Gobernador y Capitán
General y Alguacil Mayor de todas las Provincias del dicho Río de la Plata, y por virtud
de los poderes que para ello tengo de don Martín Suárez de Toledo, Teniente de
Gobernador que al presente reside en la ciudad de Asunción, digo en el dicho nombre y
forma que tengo, fundo y asiento y nombro ésta ciudad de Santa Fe, en esta Provincia de
Calchines y Mocoretáes, por parecerme que en ella hay las partes y cosas que conviene
para la perpetuación de dicha ciudad, de aguas y leña y pastor que quiera, y casas, tierras
y estancias para los vecinos y moradores de ella, y repartirles como S. M. lo manda; y
asiéntola y puéblola con aditamento que todas las veces que pareciere ó se hallare otro
asiento más conveniente y provechoso para la perpetuidad, lo pueda hacer con acuerdo y
parecer del Cabildo y Justicia que en esta ciudad hubiere como pareciere que al servicio
de Dios y de S. M. más convenga. I por que S. M. manda á los Gobernadores y Capitanes
que así poblasen y fundasen nuevos pueblos ó ciudades, les da poder y comisión para
que puedan nombrar en su real nombre Alcaldes y Regidores para que tengan en justicia
y buen gobierno y policía las tales ciudades ó pueblos, –así yo, en nombre de S. M. y del
dicho señor Gobernador, nombro y señalo por Alcaldes á don Juan de Espinosa, y á
Orduño de Arbillo, y por Regidores á Benito de Morales y á Bernardo de Zalas y á Mateo
Gil y á Diego Ramírez y á Lázaro de Venialbo y á Justo de Santa Cruz, y así en nombre de
S. M. y del dicho señor Gobernador, les doy poder y facultad para que usen y ejerzan los
dichos oficios de Alcaldes y Regidores en aquellas causas y cosas convenientes y á ellos
tocantes, conforme á las ordenanzas que S. M. tiene hechas para las ciudades y pueblos
de las Indias, para que usen así de Alcaldes ordinarios como de la Hermandad en todo:
los negocios á ellos tocantes, no obstante que S. M, por sus reales prohibiciones manda
que sean cada añeros, y así cumpliendo yo sus reales mandamientos, por tales los
nombro y señalo; pero pareciéndome que la elección que se ha de acostumbrar hacer sea
en día señalado como es uso y costumbre en todas 1as ciudades y reinos de S. M. –DIGO:
que les doy poder y facultad en nombre de S. M. para que ejerzan y usen los dichos
oficios y cargos desde el día de la fecha de ésta, hasta el día de año nuevo que vendrá que
es el de 1575; y así mando por ordenanza que aquel día, antes de misa, todos los años,
tengan costumbre de juntarse en su Cabildo los Alcaldes y Regidores con el Escribano de
Cabildo y hacer su nombramiento y elección como Dios mejor les diera á entender á la
manera y forma que se acostumbra en todos los reinos del Perú. –Otro sí: mando á los
Alcaldes y Regidores, vayan conmigo y en el conmedio de la plaza de esta ciudad me
ayuden á alzar y enarbolar un palo para Rollo, para allí en nombre de S. M. y del señor
Gobernador Juan Ortiz de Zárate, se pueda ejecutar la justicia en los delincuentes
conforme á las leyes y ordenanzas reales. –Otro sí: nombro y señalo por jurisdicción de
esta ciudad, por la parte del camino del Paraguay hasta el cabo de los Anegadizos Chicos;
por el río abajo, de Sancti-Spiritus, y hacia las partes del Tucumán, cincuenta leguas á la
tierra adentro desde las barrancas de este río; y de la otra parte del Paraná otras
cincuenta.
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
-- 76 --
Entretanto, los españoles que entraron á la costa del Pacífico por el
istmo de Panamá sojuzgando al Perú, comenzaban á bajar hacia el sud
explorando la región y fundando aldeas de distancia en distancia. Poco á
poco se fueron alejando del punto de partida y necesitaron una vía más
corta para Europa, que la interminable de ochocientas leguas seguida
desde Lima hasta Tucumán; y así, tan pronto como el gobernador de
Córdoba supo que cincuenta leguas hacia el Este corría un río navegable
con salida al Atlántico, lanzóse á la empresa de fundar en él un puerto.
Pero ese puerto futuro, acababa de ser sujeto á la jurisdicción de Santa Fe:
y he aquí como don Juan de Garay jefe de los ribereños, y don Gerónimo
Luis de Cabrera, jefe de los mediterráneos, cometieron la torpeza de
ponerse á pleitear tan pronto como se avistaron. Llevado el juicio á la
Audiencia de Charcas, que era el tribunal más próximo (aunque distaba
de los litigantes tanto como Portugal de Grecia) tras larguísimo
expedienteo, se resolvió entregar á los contados habitantes de Santa Fe el
monopolio de una costa en la que fácilmente cabían cuarenta puertos.
Precisamente en ese pleito debe verse el origen de un curioso suceso
ocurrido hacia 1580, que se conoce habitualmente con el nombre de «la
primera revolución en Santa Fe»: unos cuantos vecinos, mestizos casi
todos, incitados por el gobernador de Tucumán, arrestaron á las
autoridades y exhibiendo propósitos vagamente separatistas se
adueñaron del pueblo y pretendieron expulsar á los que apoyaban la
política del litoral.
No podía ser muy temible una revolución llevada á efecto por tan poca
gente: fuerzas superiores volvieron las cosas á su estado anterior, y
dando muerte á varios de los revoltosos sometieron á los restantes. Como
ejemplo de las prácticas forenses de la época merece recordarse que el
proceso respectivo llegó á sumar 2200 fojas53.
Otro sí: mando que el asiento y repartimiento de los solares, casas de los vecinos de esta
ciudad, se edifiquen y asienten y se guarden conforme á la traza que tengo señalada en
un pergamino que es fechado en este asiento y ciudad de Santa Fe, hoy Domingo á
quince de Noviembre de mil quinientos y setenta y tres años. –Otro sí: en las tierras de
esta ciudad tengo señalados dos solares para Iglesia Mayor la cual nombro la
«Advocación de todos los Santos». –Testigos que á todo lo susodicho fueron presentes:
Francisco de Sierra Maestre de Campo de esta conquista, y Antonio Thomas y Hernán
Sánchez, fecha, día mes y año. –JUAN DE GARAY. –Por testigo: Francisco de Sierra. –Por
testigo: Antonio Thomas. Por testigo: Hernán Sánchez. –Por mandato del señor Capitán:
Pedro de Espinosa, Escribano nombrado por la Justicia.
53 Carta del Gobernador de Tucumán al Rey, Talavera, Septiembre 29 de 1581. Arch. de Ind.
74-4-11.
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-- 77 --
Puede sospecharse lo que serían Tucumán y las demás aldeas por aquel
tiempo.
«Aún para dar aviso á vuestras Reales Audiencias del estado de esta tierra –
escribía al Rey el gobernador Lerma en 1581 – no se puede dar sinó haciendo
armada y junta de gente bien apercibida; y no todas veces conviene, porque hay
falta de gente, y se ha de sustentar lo poblado». Pero así y todo, esas aldeas
vislumbraban que una comunicación directa con Europa por el Rio de la
Plata les daría grandes ventajas sin perjudicar á los ochocientos
pobladores desparramados sobre las quinientas leguas de costa existentes
entre Buenos Aires y las vertientes del Rio Paraguay. Perdido el pleito,
acudió Tucumán al Rey mismo, pidiendo se le anexaran Santa Fe y
Buenos Aires (fundada de nuevo por Garay en 1580) en vista de las
ventajas que resultarían para los fletes hasta lo que es hoy Bolivia, y en
vista también de que Buenos Aires y Santa Fe no podían subsistir por sí
solas, dada la pobreza de la tierra y la inseguridad de las cosechas. Pero
el Rey, ocupadísimo con sus eternas guerras - guerra en Portugal y en
Flandes y en Francia y en Inglaterra - dejó la cuestión sin resolver.
Que Santa Fe era un puesto de escasísima importancia, lo prueban las
cuentas de los oficiales reales54. En el período 1582-1587 el producto de
los impuestos al 10 por ciento no excedía de veinte pesos mensuales y
esta suma debía repartirse entre el Rey, el cura y la fábrica de la iglesia.
La agricultura estaba representada por algunas cuadras de trigo y maíz,
pequeños sembrados de porotos y ocho ó diez arrobas de algodón por
año. Los precios variaban: con mala cosecha, se sufría la explotación de
los vecinos; con buena, todos tenían los mismos productos y no había
transacciones locales. De un año á otro (1586-7) la fanega de maíz duplicó
de precio (de un peso plata á dos pesos); en tanto que el trigo, de seis
reales que valía en 1584, subió á 8 en 1586, y á 16 en 1587. Como no
existía en el país otro dinero que el traído por los propios conquistadores,
la «permuta» sustituyó á las ventas y el Cabildo fijó valores estables para
el cambio: un buey, tantas fanegas; una oveja, tantos huevos. No había
posibilidad de exportar porque si sobraba tierra faltaban brazos: segando
á hoces, requeríanse cantidad de hombres para pequeñas extensiones. En
España se obtenía el trigo á igualdad de precio que en Santa Fe, y más
barato; pero aún sin mediar tal circunstancia, la ausencia de buques y de
telégrafos hubiera bastado para impedir el negocio55: recién ocho meses
54 Rendición de cuentas de 1588. Archivo de Indias. Est. 74, caj. 4, leg. 12. 55 Recién en 1581 fue posible despachar un buque llevando á España la noticia de que Santa
Fe había sido fundada ocho años antes.
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
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después de pedidos habrían llegado á Europa los cereales del Rio de la
Plata. Al Brasil, que estaba más cerca, casi nada podía enviársele porque
casi nada se producía: toda la cosecha de un año era en la Santa Fe de
Garay, inferior á la que obtiene hoy una familia en una sola chacra. Ni
venían europeos á trabajar la tierra, ni había indios suficientes para
intentar grandes cultivos, ni los negros - introducidos para resolver el
problema - pudieron ser adquiridos por los míseros habitantes del
villorrio. Con todas las rentas municipales apenas se habría podido
comprar uno por año. Los esclavos iban á las minas del Perú, pretextando
un consumo que en el Río de la Plata sólo servía para ocultar buenos
negocios: baste recordar que en Potosí podían darse dos negros traídos
vía Buenos Aires, por lo que costaba uno traído vía Panamá. En esa
forma produjese por Buenos Aires un comercio que acarreaba algo
menos de doscientos negros anualmente.
No daba más la ganadería local. Cincuenta arrobas de lana á dos pesos
y medio la arroba; trescientos corderos; en derredor de ciento cincuenta
novillos; y un número proporcionado de cerdos y gallinas. Si tales eran
los productos, fácil es deducir que toda la existencia de ganado vacuno y
lanar no debió exceder de dos á tres mil cabezas, esto es, lo que pudo
sustentarse en dos ó tres leguas cuadradas. Había sin duda hacienda
alzada, pero en todo caso fue bien inferior en número á lo que la leyenda
refiere: la idea de enriquecerse con la exportación de cueros (á un real de
plata cada uno)56 fue una ilusión más, en reemplazo de las desvanecidas.
Parecían muchas las vacas porque los pobladores eran pocos y
tropezaban con ellas en la angosta faja ribereña adonde bajaba el ganado
á beber: en el interior no había agua donde pudiera abrevarse, y en los
montes del norte los indios y los tigres pronto hubieran dado cuenta de
lo que respetaran las epizootías.
Por lo demás, bien pronto surgieron á su respecto los inevitables
pleitos: aquellos que se decían herederos de los primitivos
conquistadores, sostuvieron ante los tribunales que las haciendas salvajes
les pertenecían, por constituir el producto natural de los animales
importados al principio de la conquista. Penoso es recordar que hasta los
gobernadores –y Hernandarias entre ellos – afiliáronse al partido de los
«herederos» produciendo informaciones más ó menos ficticias57,
56 En época muy posterior (1658) Ascarate du Biscay asigna como valor de cada cuero en el
puerto de Buenos Aires, de 7 á 8 reales plata. 57 Una de estas «Informaciones» levantada por Hernandarias en Buenos Aires el año 1628
para justificar su propiedad á los ganados de Entre Ríos (y no publicada aún) aparece en
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
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tendientes á gestionar del Rey se prohibiera matar vacas salvajes. Garay,
pidiendo se las declarase de común aprovechamiento, y después Don
Diego de Góngora revocando los decretos de Hernandarias, reflejaron los
deseos de aquellas pobres gentes que privadas del ganado vislumbraban
la muerte por hambre tan pronto como la langosta devorase los plantíos.
Por otra parte, como no había cercos ni peonadas suficientes, los
acaparadores no tenían medio de sujetar esos ganados y dejaban en pié el
peligro de que los cimarrones, aproximándose á los mansos, los alzaran.
El recurso de vender tierra á los europeos en grandes cantidades
tampoco fue viable: Juan Agustín García ha demostrado magistralmente
que durante el siglo XVI la tierra no tuvo otro valor en el Río de la Plata
que el del trabajo incorporado á ella por el hombre. Sobre la plaza de
Santa Fe, un solar comprábase por diez pesos. Puede suponerse lo que
sería el comercio en semejantes condiciones: con un pailebot de cien
toneladas cubríanse las necesidades de un año, y para cargar ese pailebot
en el viaje de retorno hacían falta de 6 á 7000 cueros que no podían
suministrar ni aún remotamente los escasos novillos del producto anual.
A despecho de cuanto en contrario se ha exagerado, hay prueba plena de
que durante muchos años los frutos de la tierra no suministraron más
que una cuarta parte de la carga á los navios de retorno y no costearon un
servicio marítimo regular, bien que en determinadas ocasiones á
consecuencia de buenas cosechas notaran los colonos una falta accidental
de buques58.
copia auténtica anexa á la carta del Gobernador: Vera Mujica al Rey, fechada en Santa Fe
el 18 de Marzo de 1686 (Arch. de Indias, 76-3-9). 58 Una de estas «Informaciones» levantada por Hernandarias en Buenos Aires el año 1628
para justificar su propiedad á los ganados de Entre Ríos (y no publicada aún) aparece en
copia auténtica anexa á la carta del Gobernador: Vera Mujica al Rey, fechada en Santa Fe
el 18 de Marzo de 1686 (Arch. de Indias, 76-3-9). 58 Tres datos corroboran indirectamente este aserto. El primero, es que desde 1600 á 1625, en
un cuarto de siglo, la totalidad de los cueros exportados por Buenos Aires apenas excedió
de 27.000, ó sea un promedio de poco más de mil anuales. El segundo, que las
mercaderías importadas, aún sin incluir los valores representados por el comercio de
negros, excedieron enormemente á las exportadas:
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
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Sin duda este pequeñísimo comercio tropezaba con dificultades creadas
por la ley, dificultades que agravaban los peligros emanados de la
naturaleza y de los corsarios acostumbrados á cubrirse de gloria
degollando tripulaciones mercantes y apoderándose de los buques59. Los
Reyes Católicos prohibieron hacia 1500 el comercio en buques
extranjeros, y ya en 1563 era tan estricta la aplicación de la regla que
impedía á los europeos ir á América sin permiso, que fue necesario
aclarar el punto de si acordada licencia á marido y mujer y fallecido uno
de ellos en el trayecto, podría el otro continuarlo60. El Rey sabía á qué
atenerse respecto de los desengaños que sufrían los que iban á Indias y
de los disturbios de todo género que esto producía. La verdad es que
despachar un buque constituía negocio serio y que era bueno que
interviniese el Estado para impedir un exceso de inmigración sin
capitales, que ningún problema podía resolver en América (donde lo que
se requería era gente de color que abaratase la obra) y que en cambio
perjudicaba á España, cuya población no era tan densa como hoy. Los
mismos consumidores españoles quejábanse en la Corte de que la
exportación de tejidos á las Indias encarecía los valores en la Península
afligiendo á las clases menesterosas.
Da pena reconstituir hoy aquella situación en que los buques
navegaban casi al azar, procurando ajustarse á las sabias prescripciones
de las leyes de Indias, producto de larguísima experiencia. «Que ningún
pasajero ni marino vaya sin armas» - ordenaba una (32, tit. 3, lib. 9)
detallando luego qué cantidad de picas y arcabuces, cuantas docenas de
dardos, lombardas, versos, falconetes y morriones debían constituir el
arsenal obligatorio de cada buque. «Que la quilla tenga tantos codos, tantos
la eslora y tantos el puntal», ordenaba otra. «Que las pólizas de seguros, al 5
por ciento, se ajusten á tal fórmula», establecía una tercera. «Que los buques se
hagan á la vela en tal mes y sigan tal derrota, si desean buen viaje» añadía una
cuarta. «Que antes de llegar á las islas de los Azores mande el general deshacer
los camarotes de los pasajeros y desembarazar los navíos de la jarcia y lo demás
que hiciere estorbo para pelear, poner sus jaretas, plantar la artilleria, etc., para
El tercero, que sumando los permisos para vaquear dados por el Cabildo de Buenos Aires
en 1609, no llegaron á 1.400 las reses distribuidas entre 37 vecinos. En 1612, para reunir el
mismo Cabildo 2.000 cueros que necesitaba para pagar á un representante enviado á
España, tuvo que suspender por dos años las licencias para vaquear. (Censo
Agropecuario, 1908, III). 59 Á tal punto llegó á ser «profesión» la piratería en Inglaterra, que Thorold Rogers afirma
fue ella ejercida por Paterson, fundador del Banco de Inglaterra y por Blackburn, futuro
arzobispo de York. (SENTIDO ECONÓMICO DE LA HISTORIA Pág. 125). 60 Ley XXVII, Lib. IX, T.t. 26, Recopilac. de Indias.
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que si encontraren corsarios, que ordinariamente son ciertos desde aquel paraje á
las costas de España, se puedan defender y los ofendan y castiguen< »
terminaba la ley 42, tít. 36, lib. 9, exhibiendo claramente la situación de
las pobres mujeres que encontrábanse á bordo sin camarote durante diez
días de navegación y rodeadas de sus hijos escudriñaban hora tras hora
el horizonte bajo la angustia de que una vela lejana significara la
deshonra, la esclavitud ó la muerte.
En realidad, el Rey no negó permisos para navegar al Rio de la Plata.
Lo que faltaba eran navíos: habitualmente, para cada permiso concedido
necesitábase construir el buquecillo correspondiente, con fuertísimos
gastos61.
La Casa de Contratación no veía ventajas en exponer los suyos á los
riegos del viaje, supuesto que se carecía de carga para retornar
directamente. Había que vender en el Brasil el sebo, la harina y el charqui
cargados en Buenos Aires, y comprar allí azúcar y maderas para Sevilla,
sin poder contar con la protección de la escuadra real en el trayecto.
Como los fletes subían á mucho, algunos comerciantes al menudeo
tentaron la empresa especulando sobre lo que clandestinamente podrían
introducir por tierra hasta Potosí. Otras veces, los vecinos del Rio de la
Plata comerciaron en buque propio: lo único que á esto se opuso fueron
los reclamos del Perú, desechados casi siempre. Así, aparte de una
amplísima tolerancia por las autoridades locales para con los navíos
extranjeros que simulando arribadas descargaban negros y mercaderías
en Buenos Aires con destino al interior, la estadística oficial (muy
incompleta) demuestra que se concedieron licencias en la forma
siguiente:
1602 á 1612: Permiso á los habitantes del Rio de la Plata para sacar al
Brasil y África, anualmente, en buques propios, y por el término de seis
años, algo más de cien toneladas de harina, veinticinco de sebo y otras
tantas de carne seca, (todo lo cual junto no valía 10.000 pesos)62 pudiendo
retornar hierro, ropas, calzados y lo demás que se necesitare.
1614: Permiso en el mismo sentido por tres años.
1615-1621: Permiso á veintinueve buques, de y para el Brasil: bien
entendido que lo importado no podría pasar al interior, á menos que
61 Un buque de 300 toneladas valía en derredor de 30.000 pesos 62 Menos de lo que hoy comercia el puertecillo de Formosa en las riberas del Chaco.
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pagase en la Aduana de Córdoba63 un 50 por ciento de recargo (la tarifa
de aduanas para Buenos Aires –almojarifazgo – subía solo al 7 y medio por
ciento, suma bien inferior á la que hoy se paga). Casi todos ellos
desembarcaron negros en Buenos Aires con destino á las minas del Perú.
1621-1646: Faltan datos.
1647: 2 buques salidos de Cádiz, llevando 480 toneladas por todo.
1652-1659: Tres buques, sumando novecientas toneladas64 .
No fue pues don Felipe III tan torpe en el manejo de los negocios
americanos como lo temía su augusto padre al quejarse de que Dios le
hubiera dado tantos dominios sin concederle un hijo capaz de
gobernarlos. Por el tratado de Londres (1604) estipulóse bajo su gobierno
la libertad de comercio con Inglaterra; se estimuló más tarde ese mismo
comercio en el Rio de la Plata; se dictó la primera «LEY DE LANGOSTA» que
entre nosotros se conoce, llevando sus disposiciones hasta obligar á los
sacerdotes á costear la persecusión del acridio65 –detalle que han
derogado las actuales leyes republicanas; y se mandó hacer experimentos
acerca de la aclimatación de cochinilla, grana, añil, clavo, pimienta, nuez
y canela66 en el Rio de la Plata, con gran sorpresa de sus pobladores que
estaban convencidos del inevitable fracaso de tales ensayos.
Aprovechando la oportunidad, uno de los Cabildos explicó á S. M. en el
crudo estilo de la época, cómo se vivía por aquí67.
63 Esta aduana separando legalmente al litoral del interior, ahondó las rivalidades creadas
por el pleito entre Garay y Cabrera. 64 Tomo el dato del «Informe del Fiscal de S. M. presentado á Consejo de las Indias en vista
de los memoriales que se acompañan de Don Diego de Villatoro, Procurador del
Consulado de Lima» –Madrid, Agosto 31 de 1690. –Arch. de Ind. 74-6-41. 65 EN ELVAS, Á 12 DE MAYO DE 1619:
«Porque en algunas provincias de las Indias es muy frecuente la plaga de langosta que
infecta y destruye los campos sembrados y conviene buscar la semilla que deja debajo de
la tierra, y que á esta diligencia y gastos acudan todos los de la provincia cuando y donde
la hubiere –
ORDENAMOS:
á los Gobernadores, Justicias y Regimientos de las ciudades, villas y poblaciones que hagan
repartimiento entre los interesados, eclesiásticos y seculares y nuestra Real Hacienda –
pues el beneficio es común y la causa pública – para que sean pagados los que acudiesen
al remedio. Y ENCARGAMOS Á LOS GOBERNADORES EL CUIDADO DE HACER CAVAR Ó ARAR LA
TIERRA, Ó ECHARLE GANADO DE CERDA, QUE DESCUBRA Y DESTRUYA LA SEMILLA ANTES QUE
SE AUMENTE EL DAÑO. 66 La fábula de la cochinilla, procedía del hallazgo de cierta planta tintórea de donde los
indios sacaban escasamente con qué colorear sus tejidos 67Octubre 22/621. INFORME DEL CABILDO DE CORRIENTES:
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El filántropo monarca insistió en que los curas no se apoderasen de
bienes de difuntos, en que se procurase casar bien á las hijas de los
conquistadores, y en que se hiciera un «recogimiento de doncellas»,
operación que dio motivo para que se disiparan las últimas dudas que S.
M. pudiese abrigar acerca de la acción de sus gobernadores.
«Hasta hoy no ha habido ni hay monasterio ni recogimiento de doncellas –
informaba el Cabildo de Santa Fe al gobernador Góngora y éste al Rey, en 1622–
ni la tierra tiene sustancia para poderlo sustentar.
«Lo que podemos decir es que Hernandarias de Saavedra, natural de estas
provincias y vecino de esta ciudad donde tiene su casa y hacienda, el año 1615
quiso introducir un recogimiento de doncellas en una casa que tiene y sus padres
y parientes no quisieron darlas ni tenerlas fuera de sus casas; y él, con la mano
poderosa de gobernador sacó algunas mozas doncellas en esta ciudad de casa de
sus padres y parientes y por fuerza las hizo llevar á la dicha casa donde
estuvieron algunos meses hilando lana y tejiendo sayal que él tenía. Y las puso
por maestra un hombre de treinta años nombrado Lorenzo Gutiérrez que las
enseñaba á tejer como si fueran esclavas. Y su sustento era maíz y vaca. Y la
comodidad y trato que tenían era rigoroso. Y porque alguna de ellas se volvió á
casa de su madre, la trajeron y azotaron y sucedieron otras cosas<
«Y que habiendo pasado algunos meses y querido traer de la ciudad de la
Asunción el dicho Hernandarias de Saavedra otra partida de doncellas para el
mismo efecto á esta ciudad, teniéndolas ya para embarcar, fue público que á ruego
de religiosos y por los clamores de ellas y de sus madres se las volvió y no las
trajo. Y entonces echó las que tenía hilando y tejiendo en esta ciudad y se fueron
á casa de sus padres y parientes. Y esto es lo que pasó».
La Corte y el Consejo de Indias estaban muy lejos y no podían
preocuparse gran cosa de los monasterios proyectados en una colonia de
«Fué embuste, engaño y quimera, porque el temple de esta tierra no es apropósito, respecto
á que es sujeta á hielo y vientos, y no hay gente, traza, ni comodidad, pues apenas se
pueden hacer las sementeras de maíz y trigo para comer; y es tanta la pobreza y miseria
que se padece, que así los vecinos y pobladores como sus mujeres é hijos é hijas acuden á
las dichas sementeras y el año estéril mueren de hambre porque no comen más que un
poco de vaca asada y cocida, muchas veces sin sal porque no la hay en esta tierra; y de
ordinario beben agua, porque no se coge vino en ella y para poder celebrar se trae de
Buenos Aires, Tucumán ó Chile á precio excesivo, pues ha llegado á valer una arroba de
vino más de cien pesos y muchos días hay que aún á este precio no se halla».
Anexo á la carta del gobernador Góngora á S. M. en Buenos Aires á 6 de Junio de 1622.-
Arch. de Ind. 74-4-12.
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aventureros perdida sobre las selvas del gran Chaco, casi en el corazón
de la inmensa América.
Muerto Felipe III, todo empeoró: aproximábase la liquidación de las
absurdas conquistas emprendidas por Carlos V y Felipe II. Guerras en
Italia y en Inglaterra, guerras en Flandes y en el Rosellón y en la India y
en Cataluña y en Portugal y en Francia y en Nápoles, sin que hubiese
soldados, ni jefes, ni buques, ni marinos, ni dinero para afrontarlas.
Felipe IV, ahogado por las deudas, vendió á los residentes ingleses el
derecho de comerciar, creó el nuevo impuesto de papel sellado (que sin
duda disminuyó en España la manía de pleitear), y finalmente, hacia
1625, concedió á los contratistas Octavio Centurión, Carlos Strata y
Vicente Squarta el derecho de cobrarse lo que se les adeudaba, vendiendo diez y
siete mil quinientos vasallos de cualesquiera villas, lugares y aldeas de los reinos,
á un precio variable entre 15 y 16.000 maravedís por vasallo, incluyendo la
jurisdicción civil y criminal, el mero y mixto imperio, las escribanías y las penas
de cámara.
Puede suponerse la atención que dedicaría á los insignificantes
problemas del Rio de la Plata, cuyas aldeas no tenían, más importancia
en el comercio mundial que la que tengan hoy los villorrios del
protectorado de Uganda. Poco después de 1640, debido á la rebelión de
Portugal cesó todo negocio con el Brasil, mientras los habitantes de la
Península, libres de la funesta privanza del conde duque de Olivares,
oían á los amigos de éste demostrar en público cómo Richelieu había
robado en Francia mucho más sin levantar tantas resistencias.
Santa Fe no tenía medio alguno de vida y puede imputarse
precisamente á su fundador haberle privado de ellos. Si fue un error crear
un puerto fuera de aguas hondas, mayor fue el de establecer un
competidor sobre el mismo rio (Buenos Aires): importaba deshacer la
obra. Y si en algún momento pensó Garay transformar á Santa Fe en
puerto del interior, toda su política se redujo á enemistarse con los
pobladores de ese interior, comenzando por el pleito con don Gerónimo
Luis de Cabrera. Mayor error aún fue ubicar la aldea en la proximidad de
los indios del Chaco, cuando no se contaba para defenderla con más
proyectiles que los de los pesados arcabuces. Sorprende que pudieran
influir tanto sobre los salvajes: aquellas macizas armas –de veinte
kilogramos á veces – no podían ser apuntadas sin un horquillón que se
lavaba en tierra mientras se armaba la rueda con una llave especial ó se
encendía con eslabón la mecha que debía incendiar la pólvora é impulsar
las piedras ó las balas de á onza que constituían el proyectil. Con
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
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frecuencia fallaban los tiros y toda tentativa de fuego rápido quedaba
eliminada. Las demás armas eran tan escasas por falta de hierro y
metales, que á los mozos de la Asunción –habla el P. Rivadeneira–
llamábanles mancebos de garrote, porque como no había espadas traían
unos varapalos terribles como medias lanzas»68. A las herrumbradas
corazas el calor las volvía insoportables.
No era posible en esas condiciones expedicionar con éxito contra los
salvajes, quienes día á día hacíanse más audaces: el mismo Garay había
muerto á sus manos. Alguna vez se fundaron fuertes avanzados que no
dieron resultado; otras, el gobernador de Buenos Aires, interesado en
mantener con Santa Fe un fortín sobre el Chaco, prestóle algunos
auxilios; otras más, los jesuitas armaron indios sometidos y persiguieron
á los montaraces. Pero todo ello resultó inútil y la vida en el villorrio se
fue tornando insostenible ante la alarma diaria y el agotamiento de las
tierras.
Cada tantos años, una epidemia cuyo recuerdo se ha conservado bajo el
nombre de «peste» llevaba al sepulcro á cantidad de moradores; la
langosta devoraba plantíos y frutales; y á tal punto llegó la miseria, que
ya hacia 1615 el gobernador Hernandarias explicaba al Rey que los
santafecinos no habían podido rematar la edificación del convento de San
Francisco porque en toda la población no se encontró un hacha
disponible69. Vana fue su tentativa de obligar á los habitantes de Córdoba
y Tucumán á que pasaran por Santa Fe al dirigirse á Buenos Aires: la
pampa, abierta á todos los rumbos, permitió eludir ese proyecto de
monopolio que ninguna sanción pudo hacer efectivo. No había ni
siquiera el medio de costear un diputado que fuese á España á pedir para
68RELACIÓN DE LAS PROVINCIAS DEL RÍO DE LA PLATA. Arch. de Ind. (papeles comprados por el
Ministerio de Ultramar, leg. 4). Año 1581 69 CERTIFICACIÓN dada en Buenos Aires el 5 de Agosto de 1615. Arch. de Indias, 74-6-21. –
Merece transcribirse el párrafo:
«<tan solamente hallé tres hachas en las estancias de los vecinos m{s poderosos, que los dos
eran uno Alcalde y otro regidor, y tan gastadas y malas< que para que conste de ello por
vista de ojos, las envío al procurador general que est{ en esa Corte<»
Siete años antes el Obispo del Paraguay describía así la situación: (Carta al Rey, desde
Santa Fe, el 22 de Noviembre de 1608. Arch. de Ind. 74, 6, 47)
«HALLÉ ESTE PUEBLO MUY AFLIGIDO, Y TODO LO DEMÁS DE LA MISMA SUERTE PORQUE NUESTRO
SEÑOR, POR MIS PECADOS NOS HA CASTIGADO, Y AGORA ACTUALMENTE CASTIGA, CUATRO
AÑOS HA. EL PRIMERO CON PESTE, QUE SE LLEVÓ CASI TODOS LOS NATURALES DE ESTE PUEBLO,
Y DE LOS DEMÁS LA MAYOR PARTE< LOS TRES SIGUIENTES, HA ENVIADO EL MISMO DIOS
TANTA LANGOSTA, QUE NOS HA COMIDO PANES, VIÑAS Y ÁRBOLES FRUTALES, Y HOY
PADECEMOS ESTA CALAMIDAD<»
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la aldea; y cuando años atrás se envió uno –Manuel de Frías – sólo
obtuvo que se partiera en dos la gobernación del Rio de la Plata y se le
concediera una de ellas. Salvo la carne y la yerba todos los artículos de
alimentación y vestido costaban más en Santa Fe que en la Península.
Intelectualmente vivíase en pleno atraso, si bien el Colegio de los
Jesuitas fundado en 1610 y la Universidad de Córdoba creada años
después significaran un poco más de cultura que la existente en 1531,
cuando encargado don Juan de Garay por el Rey para que observase un
eclipse, contestaba al soberano que nadie había allí capaz de efectuar
tales observaciones.
Carecíase de artesanos y casi hasta de autoridades: en la aldea solo
quedaban algunos vecinos empeñados en seguir habitando un sitio
inhabitable. I cuando después de la inundación de 1636 y de un terrible
período de langosta y sequía (1647-1653), ante el espectro del hambre
decidiéronse por fin los santafecinos á abandonar sus inhospitalarias
tierras, pudo verse al través de los varios años que duró la mudanza, la
lucha entre los que viejos ya, aferrábanse á aquellas tapias de barro sucio
que les recordaban una vida, los que jóvenes, partían alegres tejiendo
nuevas ilusiones, y los que insensibles á todo, embrutecidos por la ruda
realidad que pesara sobre ellos, permanecían indiferentes sirviendo de
estorbo.
En diez años los últimos ranchos cayéronse al suelo por la acción de las
lluvias y la «ciudad» abandonada fue sólo un montón de escombros del
que hoy no queda más vestigio que algún cimiento puesto al descubierto
por los derrumbes de la barranca en que debieron asentarse las
construcciones del soñado puerto. El proyecto de Juan de Garay había
fracasado después de esterilizar los esfuerzos de tres generaciones.
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IV
SEGUNDA FUNDACIÓN DE SANTA FE:
MONOPOLIO DEL RIO PARANÁ.
(1653-1779)
Al abandonar la derruída aldea, costó trabajo encontrar sitio donde
instalarse: aún incultas y desiertas, casi todas las tierras próximas tenían
dueño, y en las lejanas, ó había indios, ó faltaba leña hasta para armar los
ranchos. Sea que escasearan los medios de trasporte, que no se
encontraran tierras más á mano, ó bien que los vecinos prefiriesen ir
vigilando dia á dia las nuevas construcciones sin desatender las viejas, lo
positivo es que los emigrantes de la Santa Fe de Garay, instaláronse á
diez leguas al Sur del primitivo emplazamiento, en un lugar tan mal
elegido como el primero: bajo, arenoso, sujeto á las inundaciones del
Salado y del Paraná, ubicado sobre un riacho escasamente navegable, y
cerrado desde luego para todo buque de ultramar. Para la comunicación
con el interior, evitábase sin duda vadear el Saladillo y los pantanos de su
cuenca; pero seguía siendo indispensable atravesar el Rio Salado, con
cuya utilización como vía de trasporte, soñaron vanamente los
santafecinos. Tenía empero una atenuante: rodeada de agua por tres
lados, con un foso ó una trinchera se completaba su defensa.
En tales condiciones era de preverse que la nueva aldea correría el
mismo fin que su antecesora, si artificialmente no se le daba vida por
medio de protecciones y privilegios que significaran ventajas sobre las
aldeas rivales mejor situadas, y especialmente sobre Buenos Aires, que
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recibía el escaso comercio de España. Bien pronto los hechos eliminaron
cualquier duda que al respecto hubiesen tenido los míseros habitantes de
aquella población de
veinticinco ranchos,
que hacia 1658 parecía
el viajero Ascarate du
Biscay la más ínfima
del Plata y Tucumán».
Persistió la pobreza y
la falta de
herramientas y de
armas y de vestidos,
empeorando todo al
cerrar el Rey en 166170
el puerto de Buenos
Aires. Aislados del
mundo, en la
imposibilidad de
conseguir telas
procedentes de
fábricas montadas en
forma, los
rioplatenses cubrieron
sus carnes con pedazos de paño burdo, sin costura alguna, como los
tejidos indios. El poncho –una manta con un agujero para pasar la cabeza-,
complementó á otra manta que pasábase por debajo de las piernas á
guisa de pantalón, y quedaba sujeta con una tira de cuero, en la que se
enganchaban ó guardaban las pocas monedas de plata que constituían las
riqueza del propietario, imposibles de preservar en otra parte de aquel
traje sin bolsillos. Cráneos de vaca hicieron de sillas, omóplatos de vaca
suplieron á las azadas, cuernos de vaca sirvieron de vasos, cueros de vaca
utilizáronse para construir botes y cunas y cuerdas. Bebíase en calabazas
silvestres; y á falta de tenedores y cucharas forzoso fue servirse del
cuchillo como único cubierto para comer la carne de vaca, base del
alimento diario. No habiendo zapateros, los hombres usaban á guisa de
botas el cuero crudo arrancado á las patas de los caballos y adaptado
toscamente á sus piernas. Tal vino á ser con el tiempo el «traje nacional»,
70Los antecedentes aparecen en varias Reales Cédulas, coleccionadas en el Arch. de Indias.
(122-3-2, Lib. 7, fs. 94 á 124)
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conservado por la haraganería de aquellas gentes, que en la llanura
cuidaban sus ganados con solo mirarlos desde lejos. Como el filósofo
clásico, llevaban consigo cuanto poseían al montar á caballo con la
concubina en ancas y la guitarra á la espalda: todas las herramientas eran
el cuchillo, el lazo y las boleadoras; todos los utensilios, la «pava» atada á
los tientos; todos los muebles, el «recado de mentar», que constituía la
cama; toda la fortuna, las tropillas que galopaban al frente, y las piezas de
plata del tirador. Podían los indios asaltar el rancho, con la seguridad de
no encontrar en él otra cosa que algunos cueros secos, fácilmente
reemplazables. Poco á poco, fuese olvidando la costumbre europea de
viajar á pié, (imposible en Santa Fe á causa de las víboras y la aspereza de
los pastos) como habíanse olvidado ya los alimentos españoles:
garbanzos, cerdo, legumbres. La vaca y el caballo unidos á los otros
elementos naturales crearon nuevos hábito.
Las mujeres, olvidándose de hilar y tejer media, permanecieron
descalzas y ociosas chupando sendos mazos de cigarros, mientras los
hombres bebían, jugaban al truco y á la taba ó recorrían el campo
buscando animales que carnear ó desollar.
Tal era la vida de las clases pobres. Dentro de la aldea algunos
conservaron, con el traje europeo las exiguas comodidades posibles; pero
no pudo ser mucha la diferencia en materia de cultura, si se recuerda que
hacia 171471 al celebrarse la fiesta de San Gerónimo, patrón de la ciudad,
el busto del Santo se hallaba empeñado en una taberna. El detalle es
elocuente.
71 CERVERA – «Historia de la ciudad y provincia de Santa Fe.»
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El problema de los indios siguió siendo tan temible para los pobladores
de la nueva Santa Fe, como para los de la antigua: cada vez fue más
difícil mantenerles en «encomiendas» (ciento veinte por todo, existían en
1678, según carta del Gobernador de Buenos Aires á S. M.)72. A tal punto
que cuatro años después –1682– el Protector de Indios levantaba en Santa
Fe una información73 con el fin de detener á mil familias de indios que de
las Misiones Jesuíticas bajaban á poblar las soledades de Buenos Aires.
Demostró en ella, que toda vez que se habían intentado al Sud semejantes
poblaciones, los indios morían por insuficiencia de la alimentación,
imposibilidad de obtener otra leña que la poquísima producida por la
poda de los duraznos de las quintas, y dificultades para el vestido atentas
la falta de algodón y la escasez de ovejas motivada por los leones y los
perros cimarrones74. Los indios, obligados á vivir al servicio de los
blancos, moríanse ó huían; y Santa Fe, rodeada ahora por los bosques del
Salado, constituyó el sitio menos apropósito para obstaculizar su fuga.
Encontraban los salvajes más cómodo robar rebaños enteros, que
vivir de los azares de la caza, como sus antepasados; y habiendo
aprendido á montar á caballo, burlábanse de los «fortines» destacados
por los santafecinos sobre el Chaco. Aprovechando las sombras de la
noche pasaban lejos de ellos, y caían sobre la aldea. En esas condiciones,
representaron poca ventaja los fusiles de chispa y la guerra se redujo á
simples choques de caballería en los que triunfaron los más y los mejor
montados. Preparada una invasión por los indios y seleccionados
caballos al efecto, los blancos retrocedían; preparada una expedición por
los blancos y sorprendidos los indios, huían en derrota. La victoria dejaba
las cosas como antes para los indios, porque los blancos, viviendo en la
aldea, carecían de amplios radios de acción como sus enemigos, que al
ser rechazados de Santa Fe lanzábanse sobre el Tucumán, y vice-versa.
Propiamente, en el Rio de la Plata no había ejército. Los criollos rehuían
del servicio militar, que jamás fue obligatorio para ellos bajo España; y
cuando de tarde en tarde «enganchábanse», no era raro verles desertar,
alzándose con armas y equipos. Hacia 1699 se acusaba á los oficiales de
Buenos Aires, por tener boliches en los que se despachaban
72 Febrero 8 de 1678. Archivo de Indias, 76-3-9. 73 Febrero 8 de 1678. 74-6-40. «Información hecha por el protector de los naturales indios don
Baltasar de Santuchos ante el Alcalde Ordinario de Santa Fe». 74 La oveja «criolla» no era propiamente productora de lana: sólo la oveja «pampa», derivada
al parecer de la «churra», mereció la pena de ser esquilada.
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1PROVINCIA DE SANTA FE: CÁLCULO DE LO PRESUPUESTADO , Y SUMAS RECAUDADAS
DESDE 1875 HAS 1881
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bebidas; y las Ordenanzas vigentes, daban al Sargento Mayor de cada
regimiento el derecho de tener casa de juego y gozar de la coima, –bien
que debiera reducirse á hacerlo «dentro del cuerpo de guardia», como S.
M. lo declaró en 1695. Puede suponerse cual sería el estado de la
guarnición, si se recuerda que en 1711 los oficiales y cabos de Buenos
Aires enviaron al Consejo de Indias un representante para que gestionara
el pago de los trece años de situado que se les adeudaban; atraso que llegó
á diez y siete años en 1715, y á diez y ocho y medio en 1716, según lo hizo
presente al Rey el Gobernador.
Nada de particular tiene, pues, que hacia 1736 el Gobernador Salcedo
escribiera al Secretario de Estado, explicándole que ningún fundamento
había para tener por buenos soldados á los milicianos del Rio de la
Plata75, y que Don Pedro de Ceballos, años después, se quejase de que no
hubiera en Buenos Aires un solo oficial que supiera apuntar un cañón.
Los asaltos de los indios fueron siendo cada vez más repetidos76 sin que
los cuarenta ó cincuenta hombres que defendían á Santa Fe constituyeran
obstáculo serio. Poco á poco, la población de las campañas fue
concentrándose sobre la aldea, y se hizo necesario retirar los poquísimos
soldados que guarnecían los fortines: el enemigo estaba ya dispuesto al
asalto de Santa Fe, aunque su táctica de «raids» excluía la toma de
pueblos. Este avance importó para los blancos quedarse sin caballos, ó
sea no poder luchar; y entonces los indios entraron varias veces al
pueblito con lo cual se produjo una emigración de vecinos perfectamente
explicable, mientras los restantes veíanse obligados á vivir sobre las
armas en constante angustia ante la posibilidad de un repentino ataque.
A la hora del crepúsculo, todas las mujeres que vivían un poco apartadas
de la plaza, se refugiaban en los conventos buscando un auxilio que los
monjes no podían dar por falta de armas y municiones. La menor alarma
llenaba de terror á aquellas pobres gentes. Nada más expresivo á este
respecto que la declaración de uno de los defensores –el capitán
Calderón77:
75 Buenos Aires, 6 de Setiembre. (Arch. de Ind., 125-4-7). 76 Varias veces se hizo la paz; pero los caciques, al formalizarla, entendían obligarse
solamente á que «sus súbditos» cesaran en las hostilidades. No se responsabilizaban por
las correrías llevadas á cabo por indios «no súbditos». Con cuyo argumento los tratados
resultaban ilusorios. 77 Información hecha en Santa Fe, en Setiembre de 1720. Anexa á la «Representación del
Cabildo» á S. M., fecha Octubre 4 del mismo año. Arch. de Ind. 76-1-37.
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«todo desquadernado y rebuelto, sin que aiga hombre con hombre ni
cosa con cosa, estando esta pobre ciudad hecha un propio infierno… Es
menester para cualquier modo, gente y dinero; y pensar que esta vesindad
pueda dar lo uno ó lo otro, es aún más bana pretensión que el sacar jugo
de una piedra y umor de un tronco seco; por que las vidas y su sangre,
pondrán los pocos vesinos que an quedado, como lo han hecho y asen,
pero plata no hay que pedírsela por que no la tienen ni aún para el reparo
de sus propias y naturales necesidades;… porque Santa Fe en sí, no tiene
más que mucha mala agua y un pedazo de carne no buena y cara…»
La despoblación de Santa Fe era inminente, ya que los vecinos
podían hacer guardias un día que otro, pero no pasarse la vida como
soldados á título gratuito: la aldea no estaba en condiciones de pagarles,
ni aún siquiera de racionar á sus familias, con los cincuenta ó sesenta
pesos mensuales que constituían los recursos del municipio. Buenos
Aires, que estaba también sin guarnición digna de tal nombre, intentó
enviar hacia 1724, cincuenta hombres, pagándoles seis pesos mensuales y
la ración ordinaria de carne, yerba y tabaco;78 pero como se sublevaran,
apenas si logró suministrar veinticinco. Antes, se había intentado pedir á
España tropas, sin que prosperara la empresa, porque el estado de
España á fines del siglo XVII y principios del XVIII, era sencillamente
desesperante en materia de administración79. Seguían los autos de fe,
mientras el interior del reino estaba cubierto de bandas de salteadores
que dominaban como señores del territorio; barquichuelos
insignificantes, tripulados por foragidos de todas nacionalidades
apresaban las naves españolas; el ejército, reducido á 10 ó 15.000
hombres, era un cuerpo de mendigos que se repartía por las calles y por
los caminos exigiendo una limosna forzada de los transeúntes (W. Ch.
Weiss). Tampoco en España se pagaba { los soldados< En 1688, S. M.
falsificó moneda y dio al cobre un valor artificial; en 1689 vendió cartas
de ciudadanía española y el derecho de comerciar con las Indias, á
extranjeros que podían pagarlo; en 1690, volvió á falsificar moneda.
78 Informe { S. M. de la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz< sobre el miserable estado en
que se encontraba. 18 de Setiembre de 1724. Arch. de Ind., 76-3-51. 79 No podía esperarse gran cosa de las otras aldeas próximas á Santa Fe. El P. Gervassoni
describe así á Córdoba en 1729:
«La reputo la más miserable de cuantas ciudades hay en Europa y en América, porque
cuanto se vé aquí es por dem{s mezquino< Nuestro colegio es bello, y parte es de
ladrillo; pero como está sin bóveda se llueve por todas partes< El único capaz de fabricar
una bóveda es el italiano de que hablé, pero está ocupado en Buenos Aires». Carta
publicada en la REVISTA DE BUENOS AIRES, X 170.
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
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Madrid, la capital del reino, era entonces una ciudad cuya población,
como la del Rosario hoy, no llegaba á doscientos mil habitantes. No era
pues de esperarse que los santafecinos recibieran refuerzos en su pobre
villorrio americano; y menos aún, cuando hacia 1700, ocurrió uno de los
más extraordinarios y desconcertantes sucesos que en la historia de los
reyes se conozca: ¡SU MAJESTAD DON CARLOS II, ESTABA HECHIZADO é
inútiles fueron los esfuerzos del especialista en exorcismos –Fray Mauro
Tenda – que de Alemania se trajo para curarle! Concluido el
embrujamiento con la muerte del paciente, entró á gobernar Felipe V y
harto tuvo que hacer con la guerra de Sucesión y la de Portugal y las
revoluciones de Valencia y Cataluña y Aragón y Castilla: Europa seguía
entregada al desenfreno de los arrebatos de territorio á mano armada, y
en 1710, entraba victorioso en Madrid el Archiduque de Austria
pretendiente al trono.
*
* *
Cuando hacia 1724 se apaciguaron las guerras en que España estaba
envuelta (Tratado de Utrecht en 1713 y posterior Congreso de Cambray),
fue posible que el monarca se ocupara del Rio de la Plata en general y de
la afligente situación de Santa Fe en particular. Pero como no podía
enviar dinero, sin tocar á la cuestión del comercio libre con la metrópoli,
resolvió dotar de recursos á la ciudad para que se defendiera sola y
salvaguardase á Buenos Aires, contra los indios del Norte.
Ya en 1675, Don Gonzalo de Córdoba, Presidente de la Casa de
Contratación, hacía notar muy razonablemente que era útil fomentar el
comercio con Buenos Aires para dar facilidades á sus pobladores y tener
un punto de apoyo y defensa en caso necesario: que los cien mil pesos á
que montaba anualmente todo el tráfico rioplatense, entraran y saliesen
para Buenos Aires dejando de entrar y salir para Panamá, parecíale
indiferente. Pero como Lima persistió en su eterna queja, y como la
verdad es que más que cueros, lo que salía por Buenos Aires era plata de
contrabando traída desde Potosí, dejóse á las cosas como estaban,
mediante este argumento: si Tucumán y las provincias interiores podían
llevar al Perú mulas y vacas, nada les costaba adquirir allí mercaderías en
cambio. Otros hechos favorecían semejante razonamiento. Los
portugueses habían fundado en la isla de San Gabriel (pequeña, estéril é
inútil como posesión) un pueblo cuyo exclusivo objeto era contrabandear,
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defraudando á Lima. Contrabandeaban los Jesuitas, para importar y
exportar artículos de las Misiones. Contrabandeaban los particulares,
dirigiéndose á Tucumán por el camino de los Porongos que permitía
eludir la Aduana de Córdoba. Contrabandeaban todos, incluso los
Oficiales Reales encargados de perseguir el contrabando. El Rey se había
acostumbrado pues á la idea de que las peticiones de Buenos Aires
significaban simplemente el deseo de obtener aún mayores facilidades
para contrabandear, so pretexto de unos cueros que no se producían sino
escasamente, y que una vez producidos se deterioraban de un año para
otro por falta de preparación adecuada y por las inclemencias del clima.
Así es que daba licencias sueltas cuando le parecían necesarias, cobrando
un impuesto de veinte ducados por tonelada de registro: el flete de los
cueros y el sebo ascendió á 44 ducados, ó al 25% de su valor en España
(1680).
Por su parte los delegados del Rio de la Plata –y Don Gabriel de
Aldunate y Rada entre ellos (1694) – representando á los hacendados80 no
dejaban de esgrimir hábiles razones contra el monopolio:
a) El mineral de Potosí decaía, y con él, la importancia
económica del favorecido Perú;
b) Los indios, principales pobladores del Perú, no consumían tejidos
españoles;
c) La presencia de obreros europeos, determinaba en América una
producción de industrias locales que compitiendo con las españolas,
hacia ilusorio el monopolio;
d) Méjico enviaba subrepticiamente al Perú, vía Pacífico y sin
trasbordo, mercaderías más baratas que las enviadas por España, vía
Panamá.
Pero si Buenos Aires tuvo buenos defensores, también los tuvo el Perú;
y en consecuencia, S. M. que seguía sin escuadra para proteger el
comercio del Sud, limitóse á conceder una especie de monopolio interno,
declarando en Agosto de 1726 que ningún buque podría navegar el
80 «Memorial» presentado en el Consejo de Indias en 24 de Agosto de 1694. (Arch. de Ind. 74-
4-18). En 1667, se hizo una gestión parecida por la Audiencia de Buenos Aires (Carta del
Presidente y Oidores á S. M., Buenos Aires, 25 de Noviembre. Arch. de Ind., 47-6-32). El
derecho de petición se ejercitó siempre en forma amplísima ante el Rey por los
pobladores del Rio de la Plata, y abundaron «Representaciones de los hacendados», antes
de que Mariano Moreno redactara la suya en el siglo XIX. Merecen citarse las de 1697,
1750, y el expediente seguido por la ciudad de Santa Fe ante el Consejo, en 1716 (Arch. de
Ind., 76-1-37).
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
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Paraná sin entrar á Santa Fe, debiendo descargarse allí todo lo que del
Paraguay y las Misiones se destinara al interior y al Perú81. Allí también
debían ser pagados los derechos correspondientes, para costear con su
importe doscientos hombres de guarnición. Esto significaba alterar
fundamentalmente las condiciones financieras de Santa Fe, dando
nacimiento á varias industrias anexas al transporte, y permitiendo la
instalación de nuevas tabernas alimentadas por marineros, troperos,
soldados y conductores de carretas. Probablemente no fueron ajenos á la
concesión los Jesuitas, que producían y vendían la yerba, y que teniendo
en Santa Fe un Colegio, podían contralorear el tránsito é influir sobre las
autoridades locales82, sea para evitar trabas, sea para eludir impuestos.
En 1716 consiguieron se les encomendara doctrinar á los indios del
Chaco.
Hasta entonces, los franciscanos estuvieron en auge, y sobrellevaron
gran parte de las tareas que á los santafecinos deparó la suerte: tanto, que
por Real Cédula de 1679 (Setiembre 15) concedióseles los derechos de
romana y mojón por ocho años (en derredor de veinticinco pesos
mensuales), á fin de que edificaran la Iglesia de San Francisco; cosa que
no se llevó cumplidamente á efecto, porque con tan poco dinero
imposible fue hacer torre, ni corredor, ni sacristía, ni siquiera celdas
cómodas que reemplazaran á las primitivas de paja y barro83.
El monopolio del rio era sin duda importante porque con él toda la yerba
consumida en las posesiones españolas de América tenía necesariamente
que ser descargada en Santa Fe y conducida por carretas santafecinas.
Desgraciadamente, la ciudad carecía de buen puerto. Bien pronto ello
incitó á Buenos Aires (asiento del gobierno), á desviar con especiosas
interpretaciones el texto del decreto real. Sostuvo que bastaba con que el
impuesto á la yerba se pagara, en Buenos Aires, con el contralor de los
81 Ya en 1690, Charcas había pedido se hiciera de Santa Fe el puerto de Tucumán 82 La índole de este trabajo me impide establecer conexiones entre la marcha ascendente del
negocio que los jesuitas hacían vendiendo yerba, y la fundación de un colegio en Santa Fe
y una Universidad en Córdoba, situados el primero en el puerto más inmediato al
interior y el segundo en el asiento de la Aduana, esto es, ambos sobre el camino que la
yerba recorría. Anoto simplemente un dato que procede del «Informe del General
Mathías de Anglés y Gortari, á la Inquisición de Lima» (Mayo 10 de 1731): era el
Procurador de Misiones, quien vendía en el Colegio de Santa Fe la yerba y el lienzo de
algodón que enviaban los jesuitas desde sus posesiones del Norte, en buques propios. 83 «Carta de los Oficiales Reales del Río de la Plata á S. M.»– Arch. Ind., 74-4-24. (Buenos
Aires, 21 de Abril de 1693). Ese mismo año la ciudad «representó» al Rey la necesidad de
que se le concedieran por más tiempo los derechos de romana y mojón, contribución de
pulperías y venta de vino, con destino á obras públicas. (Arch. Ind., 74-3-39).
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santafecinos; y en consecuencia, intervino la Audiencia de Charcas,
fallándose el pleito á favor de Santa Fe en 1739: el Rey ratificó tal fallo en
1743, previa decisión del Consejo de Indias84. Quedó pues Buenos Aires
como puerto único para el exterior, y Santa Fe como entrada para el
interior85: un siglo más tarde debía revivir la cuestión, siendo el Rosario el
puerto favorecido por la legislación fiscal.
En realidad no significó gran cosa el primer privilegio. Llenos los mares
de corsarios, pocas naves atrevíanse á cruzar las dos mil leguas que
separaban á Buenos Aires de Cádiz, ciudad que había suplantado á
Sevilla en su rol de lugar único de exportación para América. En 1660,
Inglaterra con su célebre «Acta de navegación», perjudicó notablemente á
las marinas mercantes de Europa; y á poco, se hizo costumbre contratar
pilotos ingleses ú holandeses, atenta la poca práctica de los españoles
para tomar alturas y embocar debidamente el Rio de la Plata. El
comerciante iba en su buque como en los buenos tiempos del califa
Harum-al-Raschid, de que hablan las Mil y una noches: llegado á puerto y
trasmitida la noticia, los habitantes de la región salían á cuerear vacas y
juntar sebo para trocarlo por los productos llevados en la nave. Inútil era
almacenar los cueros porque se echaban á perder durante los dos ó tres
años que solían pasar sin que llegara buque alguno: tales andaban las
comunicaciones, que recién á los diez años de abandonada la primitiva
Santa Fe, llegó la noticia á la Reina86. Nada de particular tiene pues, que
el Gobernador de Buenos Aires ignorase hasta 1727 el fallecimiento del
Rey Don Luis I, acaecido en 1724. Hasta se dio el caso de que arribaran á
Montevideo buques salidos de España para Centro América.
84 «Expediente seguido en el Consejo de las Indias), 1743.– (Arch. de Ind., 76-3-51).
85 CERVERA, ob. cit., detalla como sigue las ventajas de comerciar por Santa Fe.
100 tercios de yerba (750 arrobas), costaban:
86 «Real Cédula» al Presidente de la Audiencia de Buenos Aires sobre la extrañeza que había
producido el haber mudado á otro sitio la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz. Madrid,
Mayo 6 de 1670 (Arch. de Ind., 122-3-3. Libr. 8, fs. 26 á 28). En la misma fecha se aprobó la
mudanza.
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En cambio el privilegio acordado á Santa Fe era efectivo y susceptible
de producir algunas ganancias. Mientras duró el impuesto de sisa sobre
la yerba, el comercio fue difícil; pero una vez abolido, tomó éste gran
incremento87. El Rey procuraba que el Rio de la Plata no gravitara en
absoluto sobre las demás provincias de la monarquía. Unas veces,
acordábase el impuesto para que los franciscanos hicieran templo; otras,
para que Buenos Aires costeara su guarnición; la última, para que Santa
Fe luchase contra los indios. Se interesaba así á una ciudad ó á una orden
religiosa, en el cobro.
La navegación del rio Paraná solía hacerse en tres clases de
embarcaciones:
a) Botes, barcos y lanchas, con calado de 7 á 10 pies, provistas de un palo,
susceptibles de cargar de 40 á 160 toneladas;
b) Garandumbas, ó sea bateas chatas, casi cuadradas, que medían hasta
20 metros de largo y calaban en derredor de 9 pies, navegando solo aguas
abajo, pues faltas de arboladura no podían subir al río (quemábanse
como leña en el puerto de destino);
c) Canoas rápidas, que en once ó doce días llegaban desde Asunción á
Buenos Aires.
A fines del siglo XVII, la yerba que los Jesuitas vendían alcanzó á doce
mil arrobas por año, y esta suma fue en aumento con el crecimiento de la
población. De tal modo, que hacia 1765 comentaba el P. Guevara:
«Es tan usual la bebida del caá (infusión de yerba) en estas provincias, que ni
el chocolate, té ni café han merecido en parte alguna tanta extensión. Desde el
bozal más negro hasta el caballero más noble, la usan. Si llega un huésped,
aunque sea á una vil choza ó rancho campestre, luego se le da mate. Si está
cansado, mate para descansar; si sudado, mate para desudar; si sediento, mate
para apagar la sed; si soñoliento, mate para despabilar el sueño; si con la cabeza
cargada, mate para descargarla; si con el estómago descompuesto, mate que lo
componga<»
Toda esta yerba pasaba por Santa Fe, trasformado en puerto ineludible,
ya que el proyecto de llegar desde el Paraguay á Tucumán y Bolivia por
87En 1720.- En 1714, explicaban los comerciantes como la sisa imposibilitaba el negocio:
Flete de Asunción { Santa Fe<4 { 6 reales arroba ; Sisa<4 reales arroba ; De ocho á diez
reales de gasto, sobre un producto que vendíase en Santa Fe á razón de 10 á 12 reales.
Quedaban 2 reales para costear la producción de yerba, su acarreo hasta Asunción y la
ganancia (Carta del Cabildo de la Asunción á S. M.), 16 de Julio de 1714. Arch. de Ind., 76-
1-37).
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el Chaco no resultó viable, aunque hacia 1760 el Gobernador Espinosa y
Dávalos comprobó que los indios tenían por allí un camino.
Desembarcada la yerba, forzoso era enviarla en carretas al interior, á
cuyo efecto, ya desde fines del siglo XVII habíase construido en Santa Fe
un almacén para la conservación de la que al Rey correspondía88. El
almacén, midió en total 20 varas de largo por 6 de ancho.
Cada carreta, fabricada con maderas y cueros sin que se echara mano
de una sola pieza de hierro, solía durar dos años en buen estado; esto es,
podía hacer tres viajes redondos de Santa Fe á Tucumán, cargando en
cada uno mil quinientos kilogramos y cobrando un flete equivalente al
doble más ó menos de lo que hoy cobran los ferrocarriles por su rápido
servicio de encomiendas. Llevaban pasajeros con tarifa mayor aún:
cuarenta pesos plata desde Buenos Aires á Córdoba, sin ninguna de las
comodidades que hoy ofrecen los sleeping-cars. Para defenderlas de los
indios, formábanse «tropas» de doce á catorce; y así unidas, avanzaban
pesadamente á razón de cuatro leguas diarias, bamboleándose al compás
del chirrido interminable de las ruedas. Atravesaban el desierto como
una escuadra que surcara los mares. Vivíase sobre la carreta, carneando
las vacas que acompañaban á la expedición y bebiendo el agua que se
llevara de reserva: en la carreta se nacía y en la carreta se moría. Formóse
una especie de aristocracia especial constituida por los comerciantes, que
despachando vehículos, daban vida al país y tenían á sus órdenes
cantidad de hombres hechos á la dura lucha diaria sobre la pampa
inmensa é inhospitalaria.
Bajo la concesión del «puerto preciso», los ingresos de Santa Fe
aumentaron bastante sin que llegaran á ser considerables. La entrada dio
un promedio de diez mil pesos plata anuales, esto es, más ó menos lo que
hoy recauda la Comisión de Fomento del pueblo San Lorenzo. No se
logró sin duda hacer más fértiles las tierras, ni evitar las langostas, las
sequías y las heladas; pero se consiguió transformar en troperos y
pulperos á unos hombres para quienes la agricultura estaba casi vedada y
88 Un 20 por ciento de la producida por los jesuítas, según decreto del Gobernador Vera
Mujica en 1686. («Carta á S. M.», desde Santa Fe de la Vera Cruz, el 18 de Marzo de 1686.
Arch. de Ind., 76-3-9). Cuatro años después, S. M. resolvió que mientras hubiese en los
almacenes mercaderías de propiedad fiscal, NO PUDIESEN LOS PARTICULARES ENVIAR AL
INTERIOR MERCADERÍAS SIMILARES; absurda decisión que duró hasta Felipe V, arruinando
al Rio de la Plata. Apropósito del comercio de yerba hacia esta época, traen detalles
interesantes la «Carta á S. M. del Definitorio de las Provincias de Tucumán, Paraguay y
Río de la Plata» (Santa Fe. Abril 20 de 1682, Arch. de Ind., 73-3-9), y la «Carta de los
Oficiales Reales» (Buenos Aires, 10 de Diciembre de 1686, Arch. de Ind., 74-4-24).
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
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la ganadería no era provechosa. Fué posible también aumentar la
guarnición de Santa Fe y ahuyentar á los indios, rechazándolos muchas
leguas hacia el Norte89. Con ello y la fundación de algunas reducciones,
consolidóse la campaña militar llevada á cabo por el Teniente de
Gobernador Echagüe y Andía. Finalmente se estableció un fortín al Sud,
sobre el Río Carcarañá, que unido á fortines similares colocados al Oeste,
crearon una nueva vía comercial protegida, que iba de Buenos Aires á
Córdoba atravesando la provincia de Santa Fe en tanto que otra seguía
hasta Córdoba por el Quebracho Herrado, y una tercera hasta. Tucumán
por los Sunchales. A raíz de 1743, cierta Real Cédula completó el
monopolio, estableciendo que en Santa Fe pagara toda carreta forastera
tres veces más de lo que pagaban las carretas santafecinas (1/2 y 1 y 1/2
reales, respectivamente).
En 1743, levantó el Gobernador Vera Mujica un censo de población90
del que resultaba haber:
a) En la ciudad de Santa Fe, 142 vecinos, inclusos jefes y
empleados; y 63 soldados;
b) En el Pago de los Arroyos (Rosario), 248 vecinos
españoles;
c) En San Javier, 33 vecinos indios;
d) En Paraná (Bajada), 184 vecinos españoles.
Si se calcula á razón de cinco personas por familia, esto es, por
«vecino», resultan para toda la provincia en derredor de dos mil personas
de color blanco ó trigueño, más un millar en el Paraná (hoy Provincia de
Entre Ríos). Los indios reducidos no llegaban á doscientos. En Santa Fe
seguía funcionando el colegio de los Jesuítas y había conventos de
franciscanos y de mercedarios y de domínicos; cosa que no debe extrañar,
si se recuerda que España contaba en esa fecha con ocho arzobispos y
cuarenta y dos obispos. Todo prosperaba menos Buenos Aires, que casi
nada tenía, que exportar91. En cuanto á la propiedad de la
89 «Carta á S.M. del Gobernador del Río de la Plata». Buenos Aires, Noviembre 30 de 1729.
Arch. de Ind., 763-51).
Y también, «Carta á S.M. del Gobernador del Río de la Plata don Domingo Ortíz de Rozas,
en que trata de las providencias que dieron sus antecesores en el Gobierno, para la
defensa de Santa Fe». Buenos Aires, Setiembre 7 de 1745. Arch. de Ind., 76-1-32. 90 «Carta á S.M., del Gobernador del Rio de la Plata». Buenos Aires, Octubre 29 de 1744.
(Arch. de Ind., 76-1-32). 91 La «Colonia del Sacramento» fundada por los portugueses de la Banda Oriental, arruinaba
á los hacendados de Buenos Aires y á su Cabildo, comprando á los cuatreros y forajidos
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que allí se asilaban, los cueros de los ganados que aquellos decían ser de propiedad
privada. El Uruguay y Entre ríos eran las regiones realmente ganaderas del Río de la
Plata. Además, por la colonia entraban y salían al país todos los que deseaban hacerlo sin
licencia ó contrabandeando, inclusive los jesuitas que llegaban á sus Misiones vía Río
Uruguay. Por ello, desde 1680 todos los esfuerzos de Buenos Aires y Santa Fe, tendieron á
eliminar ese foco; y si bien lograron destruirlo varias veces, las negociaciones generales
que hacíanse en Madrid restituían la plaza á Portugal.
En 1762 apoderóse de ella definitivamente don Pedro de Ceballos, y aconsejó el comercio
libre ya que el contrabando solo servía para arruinar al Rey. Mientras los contrabandistas
lucraban, los recursos fiscales no alcanzaban ni aún para reparar las goteras de los
edificios públicos: en 1752, desplomóse la catedral de Buenos Aires, de puro vieja.
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tierra constituía un problema casi insoluble, por el enorme expedienteo
anexo á cada concesión: siguieron pues baldíos los campos, y la
ganadería comenzó á constituir un renglón de riqueza, expuesto á
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muchos riesgos sin duda –secas, epizootías, inundaciones, incendio de
pastos – pero ajeno á toda pérdida de capital. Los ganados vivían y se
reproducían sin que nadie se preocupara de atenderlos. La agricultura
decayó, como consecuencia del abatimiento que en los campesinos
producían las reiteradas malas cosechas: dióse el caso de que en quince
años seguidos fuese imposible obtener una buena.
El sistema político adolecía de múltiples errores, muchos de los cuales
subsisten aún sin que se sepa por qué.
Así, la Administración de Justicia no tenía un fuero único para todos
los casos, y cantidad de inútiles apelaciones demoraban el procedimiento.
Había Tribunales eclesiásticos, Tribunales Administrativos, Tribunales
Ordinarios, Tribunales Militares y Tribunales Especiales92. La
administración de justicia en 1ª Instancia, estaba en manos de los
Cabildos, instituciones que al mismo tiempo tenían á su cargo todas las
funciones municipales y algunas de policía, estando bastante
desocupados á pesar de ello, desde que los servicios públicos casi no
existían: ni cloacas, ni aguas corrientes, ni pavimentos, ni limpieza, ni
tráfico complicado. Apenas si ensayóse en los últimos tiempos un mal
alumbrado de sebo. Una ley de Indias impedía modificaciones en la
edificación fijando tipos únicos. Del Alcalde de 1er. voto, apelábase á la
Audiencia de Buenos Aires: cuando ésta fue suprimida, se apeló á la de
Charcas, y de ahí al Consejo de Indias en España, previo viaje á vela y
emplazamiento de un año, contado desde que hubiese buque. Pero si
había poco trabajo, sobraban empleados: escribanos, oficiales de justicia
(alguaciles), depositarios, defensores, fieles ejecutores, receptores de
multas, toda una caterva de individuos mal remunerados, incompetentes
y de funciones no siempre necesarias.
El Poder Ejecutivo hallábase en manos del Virrey del Perú, quién tenía
como subalternos á los Gobernadores y á los Tenientes Gobernadores. El
Rey, como regla general concedía á los funcionarios amplias facultades
sobre las personas y escasas sobre la renta: con tal desconfianza les
trataba, que los Gobernadores tenían que hacer inventa-
92Seguimos conservando el fuero militar, el administrativo (Aduanas, Contaduría General),
el ordinario, y el especial para casos de juicio político. Hemos agregado el fuero federal y
suprimido el eclesiástico.
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rio de sus bienes antes de entrar en funciones, y jurar al aceptar el
cargo, que no cobrarían coima á sus subalternos por concederles
puestos93. No cabe suponer que en tales condiciones fuesen personajes
muy ceremoniosos.
Separábaseles con frecuencia de la percepción del impuesto, para lo
cual existían otros empleados especiales; y un funcionario puramente
decorativo, QUE GENERALMENTE ADQUIRÍA SU EMPLEO EN REMATE PÚBLICO,
–el Alférez Real – tenía á su cargo la custodia del estandarte de Su
Majestad, á quien representaba en las solemnidades.
Este sistema de venta al mejor postor, ideado por el Rey como una
fuente de recursos, exigió las precauciones que generalmente rodean á los
negocios, y fue escrupulosamente reglamentado á tal efecto. Que las
ventas «se hicieran al contado». Que una vez cerrado trato «no se
pudiera, alegar engaño.» Que si el comprador vendía á otro lo comprado,
no se defraudara al fisco simulando precio inferior al real para atenuar el
impuesto sobre la nueva transacción. Que ese impuesto se pagara aún
cuando el comprador tuviese otro empleo y lo devolviera al Rey. Que
para ser válida una venta ó traspaso de empleo, el comprador
sobreviviese en veinte días á la operación. Estas y otras vergonzosas
estipulaciones aparecen en el Libro 8, Título 20 de la Recopilación de
Indias, crudamente asentadas.
Desde luego no era posible que todos los oficios se vendiesen, so pena
de enagenar definitivamente el gobierno; y á esta circunstancia unióse en
el Rio de la Plata otra, surgida de la pobreza que le caracterizaba: no
había dinero para pagar los cargos, ni para arrendarlos, ni siquiera, para
comprar los uniformes, en muchos casos. Así, la Audiencia creada para
Buenos Aires en 1661, tuvo que ser suprimida poco después porque
jamás se logró integrar el número de sus Oidores: imposible conseguir los
abogados que habían de llevar el «alto copete», característico del
empleo94.
Poder Legislativo no existía, supuesto que el pueblo no tenía
representación teórica ni práctica en el Gobierno. Justo es consignar que
no hay constancia de que ese «pueblo» solicitara ejercitar derechos
políticos de un modo regular. De tarde en tarde los Cabildos ó las
Corporaciones enviaban á España un Diputado, costeado por ellas, en
93 RECOPILAC. DE INDIAS. Libro V, Ley 7, Título III.
94 Recién después de la creación del Virreynato se la pudo organizar.
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misión puramente privada. En las ciudades, las «personas decentes»
tomaban parte á veces en la elección de los miembros del Cabildo; pero
no parece que tal ejercicio de democracia produjera grandes ventajas ya
que jamás se distinguieron por su régimen municipal ni por su
administración de justicia las poblaciones españolas del Rio de la Plata.
La instrucción pública no mejoró gran cosa. Siguió el catecismo
sirviendo de texto de lectura, y siguióse aprendiendo á escribir con un
punzón sobre tablillas resinosas. En todo el Rio de la Plata no se editaba
un solo diario, y los únicos que tenían imprenta, dedicada á fines de
propaganda, eran los Jesuítas. Tampoco prosperaron las artes, reducidas
casi exclusivamente al baile: fabricábanse algunas toscas esculturas de
madera para las Iglesias, edificábase mal y en barro casi siempre. Los
americanos conservaron la vieja idea española de que las chimeneas solo
servían para dar dolor de cabeza, y de ahí los «ranchos» en donde la
gente se ahumaba antes que permitir en el techo un agujero de escape.
Verdad es que en España la cultura pública rayaba á tan bajo nivel, que
parece una ironía el que aquellos hombres creyeran en serio que estaban
civilizando el continente americano. Ocurrió, en efecto, que hacia 1766,
un ministro real –el Príncipe de Squilace – mientras colocaba fuentes
públicas en Madrid para acostumbrar á las gentes á lavarse la cara,
pretendió alumbrar las calles con candilejas de aceite, y obligar á los
transeúntes á usar capas cortas (ya que no limpias) y sombreros que
permitieran ver las fisonomías y distinguir á unas personas de otras. En
el acto, herido el honor nacional en su higiene privada, estalló, y el
pueblo lanzóse á la revuelta bajo unas bases que titulábanse «establecidas
en defensa de la patria por el amor español», y cuya esencia era obtener
la cabeza del audaz innovador. El Rey cedió, los candiles fueron
destruidos { garrotazos y Squilace abandonó su cargo<–
El «puerto preciso» no duró mucho. En 1767, decretó á Carlos III la
expulsión de los Jesuitas; y con ello, decayó en el acto la prosperidad de
los Misiones y el negocio de la yerba, porque no hubo empleados que
supiesen continuar la empresa en el mismo pié místico –comercial bajo el
que se constituyó y giraba. Desapareció también de ese modo el Colegio
de Santa Fe, pasando la instrucción pública á otras manos. Y como se
creara el VIRREYNATO DEL RIO DE LA PLATA poco después, abolióse el
privilegio de puerto preciso95, dejando á la ciudad entregada á sus propios
95 Real Orden de Junio 9 de 1779. – Los antecedentes relativos á la creación y extinción del
«puerto preciso» pueden estudiarse en el «Informe de la Contaduría del Consejo de las
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recursos. Con el Virreynato, se inició la LIBERTAD DE COMERCIO y la nueva
política ganadera en el Rio de la Plata.
Indias acerca de lo representado por la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz». Madrid,
Febrero 9 de 1784. (Arch. de Ind., 124-3-12).
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V
SANTA FE
BAJO EL VIRREYNATO DEL RIO DE LA PLATA.
CAMBIOS EN LA POLÍTICA COMERCIAL
(1776-1808)
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En 1776, explicaba el Gobernador de Buenos Aires al Secretario de
Estado Arriaga, cual había sido la situación económica de la provincia el
año anterior96:
ENTRADAS
Recursos ordinarios . . . . . . . $ 100.000
Subsidio pasado anualmente por Potosí . 600.000
Aumento del mismo, acordado en 1775 . 50.000
Giros extraordinarios admitidos por Potosí 200.000
$ 950.000
SALIDAS
Gastos ordinarios . . . . . . . . $1.303.382
DÉFICIT NORMAL . . . . . . . . 353.382
Déficit anterior procedente de atrasos de
sueldos á la tropa y empleados . . . . . $1.112.050
Para atender un millón trescientos mil pesos de gastos, el país solo
suministraba cien mil. El Alto Perú costeaba en parte los restantes.
Como al mismo tiempo mediaran otras circunstancias (decadencia de
los minerales peruanos, facilidades para la navegación por el Atlántico á
consecuencia de la policía naval de Inglaterra) decidió S. M. unir el tesoro
de Potosí con el puerto de Buenos Aires, creando una nueva entidad
política que permitiese prestar especial atención á los productos
rioplatenses. Nació así el VIRREYNATO DEL RÍO DE LA PLATA. Al principio
se le adjudicó un territorio exageradamente amplio, que luego fue
restringido á petición del Virrey del Perú: con el primer arreglo, ocurría
que algunas poblaciones –Chucuito y Puno, entre otras – separadas de
Buenos Aires por tres mil setecientos kilómetros eran disgregadas de
Lima aún cuando solo distaran de ella 1.300. Sucedía también, que los
productos europeos enviados á Chile vía Buenos Aires (Atlántico)
pagaban por concepto de aduana la mitad que los enviados vía Callao
(Pacífico). Con el tiempo corrigióse algo de esto97; pero la necesidad de
anexar á Potosí impidió detener al VIRREYNATO DEL RÍO DE LA PLATA en
96 Carta núm. 485 del Gobernador Vertiz. Montevideo, Enero 3 de 1776. (Arch. de Ind., 122-5-
9).
97 REPRESENTACIÓN hecha en 1789 por el Virrey del Perú (Informe del Secretario Porlier, en
Madrid, el 24 de Febrero de 1790. Arch. de Ind., 112-7-16).
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sus límites naturales: Jujuy y la altiplanicie98. Complementando la nueva
política, se declaró libre el comercio entre España y el Rio de la Plata,
fueron suprimidas las aduanas interprovinciales, y cesaron de tener un
apoyo en la legislación vigente los mezquinos conflictos que entre aldea y
aldea había promovido la explotación del comercio de tránsito. No
obstante, para proteger á las industrias españolas mantuvo el Rey
algunas de las viejas prohibiciones. Con la anexión de las entradas de
Potosí, el Rio de la Plata, fuente de pérdidas hasta entonces, comenzó á
mejorar sus productos y dar ganancias99.
98 He aquí el detalle de las distancias entre Buenos Aires y Potosí:
POTOSÍ Rosario 3 Punta del Monte 4,5
Chaquilla 6 Arenal 6 Río Segundo 4,5
Caisa 6 Pozo del Pescado 8 Impira 5
Sarapalca 6 Alurralde 7 C. del Gobernador 6
Quirve 6 La Tapia 8 Tio Pujio 6
Escara 6 TUCUMÁN 7 79 Esq de la herradura 6
Stgo. de Cotagaita 4 Tolacocha 8 Esq. de Medrano 4
La Ramada 8 Palmas 6 Fraile Muerto 6
Mochará 6 Viñará 6 Zanjón 4
Suipacha 8 Río Primero 5 La Barranca 4
Mojo 8 Mirandas 1 Esq. de Lobatón 7
QUIACA 8 72 Capilla de Giménez 5 Cabeza del Tigre 5
Cangrejos 9 SANTIAGO 9 40 Esq. de la Guardia 7
Colorados 6 Monogasta 8 Areco 4
La Cueva 6 Silípica 4 Desmochados 4
Humahuaca 8 Simbolar 7 C. de la Candelaria 6
Huacalera 6 Ayuncha 4 Manantiales 4
Hornillos 6 Remano 30 Arroyo de Pavón 10
Volcán 9 Portezuelo 8 Á. DE EN MEDIO 5 98
JUJUY 9 59 Pozo del Tigre 6 Arroyo de Ramayo 5
Río Blanco 8 Chañar 3 Fontezuelas 6
Caldera 6 Durazno 5 Arrecifes 4
SALTA 6 19 San Pedro 4 Chacras de Ayala 10
Cobos 9 C. de Barrancas 4 Areco 4
Ciénaga 7 San Antonio 5 Cañada de la Cruz 6
San Antonio 8 Totoral 5 Luján 8
Rodeo del Tala 8 Sinsacate 6 Cañada de Morón 7
Concha 8 Noria 5 BUENOS AIRES 6 56
CÓRDOBA 7 113 536 leg.
99 El comercio libre había sido proyectado años antes por el General Ceballos. Implantadas
las reformas teóricamente, tardóse algún tiempo en adoptarlas porque las aldeas se
quedaban sin sus viejos impuestos: apenas destruido el gobierno central, esto es la
sanción de tales reformas, reaparecieron las aduanas interprovinciales: recién en 1853
fueron eliminadas del todo. Por lo demás, aún declarado libre el comercio subsistían las
dificultades del flete elevado, la carestía de los acarreos y la falta de agua en el puerto de
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
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Por su pequeñez, Santa Fe no llegó á ser capital de Intendencia al
hacerse el nuevo arreglo: siguieron para ella las cosas como antes, salvo
los progresos del Rosario, pueblito de tres mil habitantes, que fundado en
el primer tercio del siglo XVIII por don Francisco de Godoy100 con
algunos calchaquíes101, explotaba su excelente puerto natural y la
circunstancia de hallarse protegido contra los indios por las guarniciones
del Norte y del Sud. Tocóle, pues un Teniente Gobernador dependiente
del Gobernador de Buenos Aires, ó sea lo mismo que antes de la erección
del Virreynato había tenido. Y conservando las viejas prácticas, ese
Teniente de Gobernador –que ganaba 160 pesos plata mensuales – fue
patriarcalmente mantenido en su cargo por larguísimas temporadas:
catorce años seguidos lo ejerció D. Prudencio M. de Gaztañaduy.
Buscando facilidades para la percepción de la renta, hízose de Santa Fe la
cabeza de un distrito administrativo del que dependían las receptorías de
Corrientes, Paraná y Misiones, y en el que radicaba un MINISTRO
TESORERO (CON $ 40 AL MES) Y UN MINISTRO CONTADOR (con $ 100): el Rey
compensaba lo escaso de la remuneración, con lo sonoro del título. En el
Rosario no hubo Cabildo, ni otra autoridad política102 que el mismo
Alcalde de la. Santa Hermandad existente desde los tiempos en que el
emplazamiento de la aldea se apellidaba Pago de los Arroyos.
Propiamente, pues, los habitantes de Santa Fe no hicieron vida política
durante este período. No hubo un solo diario103, un meeting; una
Buenos Aires, que deteniendo á los trasatlánticos en Montevideo, exigía trasbordos. En la
carta núm. 58 del Virrey de Buenos Aires al Secretario Valdés (Noviembre 20 de 1788,
ARCH. de IND. 122-7-3) se detalla así el costo de cada tonelada de lana enviada á España
por cuenta del fisco:
Carretillas y peones en Buenos Aires ($ papel actuales) 2,60
Flete de Buenos Aires á Montevideo 12,60
id de Montevideo á la Coruña 115 127,60
Total $ 130,20
Hoy, la misma tonelada enviada directamente en buques de vapor, cuesta en derredor de 16
pesos. 100 En realidad no se sabe cuál fue el origen del Rosario. No fue fundado, precisamente: á un
rancho se agregó otro, luego surgió la pulpería y más tarde la capilla. 101 Pocos años después, los vecinos de Santa Fe fundaron el Paraná, á la otra banda del río
del mismo nombre (1730).
102 Esta escasez de autoridades persistió para el Rosario, á pesar de la Revolución de Mayo,
de la independencia declarada en 1816, y aun de la política autónoma del Gobernador
López: recién en 1823 diósele el primer Alcalde Mayor. 103 Ni aun en Buenos Aires los hubo hasta principios del siglo XIX. El primero en aparecer
«Telégrafo Mercantil» costaba en derredor de 20 centavos oro por número: nueve veces
más que «La Nación» de hoy.
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manifestación cualquiera que trasparentase el deseo de obtener libertades
electorales. El Poder Ejecutivo, jefe de la defensa contra los salvajes,
siguió concentrando toda la idea de «gobierno»; bajo su éjida, la frontera
norte avanzó, considerablemente, llegando á establecerse fortines hasta
en el interior del Chaco (Cangallé). Con el aumento de los recursos, fue
posible crear nuevas reducciones, formar cuerpos de caballería irregular
(BLANDENGUES) destinados á cubrir los puestos extremos, y poblar los
caminos de Mendoza (vía Melincué), Córdoba (vía Quebracho Herrado),
y Tucumán (vía Sunchales). En cuanto á los habitantes de la campaña, no
cambiaron gran cosa sus hábitos de vida. Don Félix de Azara,
exagerando, sin duda, describíalos así, en 1801:
«Por supuesto, que las mujeres van descalzas, puercas y andrajosas, á
semejanza en todo á sus padres y maridos, sin coser ni hilar nada. Lo
común es dormir toda la familia en un mismo cuarto; y los hijos que no
oyen un reloj ni ven regla en nada, sino ríos, desiertos, y pocos hombres
desnudos y vagos, corriendo tras las fieras y toros, se acostumbran á lo
mismo y á la independencia: no conocen arreglo ni medida para nada. No
hacen alto en el pudor, ni en las comodidades y decencia, criándose sin
instrucción ni sujección; y son tan soeces y bárbaros, que se matan entre
sí algunas veces con la misma frialdad que si degollaran una vaca.
«La experiencia les hace ver que cualquier ladrón, contrabandista ó
indio infiel les roba la mujer y las hijas, y los mata á ellos mismos,
quemándoles las casas; sin embargo, son muy raros los que poseen un
arma de fuego para defenderse, y si la tienen es casi inservible, porque la
aborrecen, sin más motivo á mi ver, que el embarazo que les ocasionaría
llevarla para correr, que es todo su embeleso. En fin, por lo que hace á
instrucción, auxilios temporales y espirituales, en cuanto á vestidos –ó
más bien desnudez – y en cuanto á muebles, habitaciones y comodidades,
no llevan mucha ventaja á los infieles. Sus asquerosas habitaciones
están siempre rodeadas de montones de huesos y carne podrida, porque
desperdician cuadruplicado lo que aprovechan. La religión corresponde á
su estado, y sus vicios capitales son una inclinación á maltratar
animales y vacas con enorme desperdicio, jugar á los naipes, la
embriaguez y el robo.»104
Bajo el punto de vista intelectual y artístico, el Virreynato entero
estaba atrasadísimo. En Buenos Aires, de cada cien niños apenas cuarenta
104 Citado por Sarmiento. OBRAS, t. 15, pág. 172
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iban á la escuela105. No había una sola Biblioteca Pública, un teatro digno
de tal nombre: la llamada «Casa de Comedias», con las pocas guitarras
que constituían su orquesta, no sería hoy tolerada en la más pobre
colonia. Si esto pasaba en la capital, fácil es imaginar lo que pasaría en
Santa Fe, donde una población inferior á cuatro mil almas, mantenía
treinta y cuatro pulperías106.
Las calles polvorientas llenábanse de cáscaras de sandías, y en medio
de la pobreza, el calor y el aroma de los azahares, las gentes dormían
siestas reparadoras, sin temer ya á los indios lejanos. Muy de tarde en
tarde florecieron en los ranchos de la pampa las trovas sentimentales de
los payadores errantes. Las condiciones sanitarias continuaban en el mal
estado de costumbre: la viruela y el tifus hicieron estragos en 1778 y 1787
y 1789 y 1792 y 1794. La población total elevóse lentamente hasta llegar á
doce mil habitantes, máximum107 que alcanzara, bajo la dominación
española.
Ante la independencia de las colonias inglesas motivada por cuestiones
económicas, el gobierno español, que había fomentado imprudentemente
ese movimiento, comenzó á preocuparse en serio del Rio de la Plata108: la
105 Hoy van en el Rosario, 60 de cada 100 (1908). 106 Cervera, describe así la ciudad en 1795 (II, pág. 259):
«El pueblo estaba pobre, los edificios de cárcel y cabildo, iglesia matriz y parroquia de
naturales, en ruinas; la muchedumbre de los difuntos que se enterraban en las
parroquias, arrojaban pestíferos olores á la ciudad, principalmente en el verano; sin
hospital, con el mal de San Lázaro que se extendía, la ciudad llena de agua, con lagunas
inmensas y calles con pantanos». (Ob. cit.) Para que sea posible comprobar la carestía de
ciertos artículos y lo poco que podía comprar un hombre que dispusiera de cien vacas,
por ejemplo, copio estos precios del «Telégrafo Mercantil» (Abril de 1801): fanega de
trigo, 4 1/2 á 5 pesos plata: íd. de maíz, 2 1/2; íd. de sal, 5; vara de bayeta criolla $ 0.50
plata; vino de la tierra, 70 centavos plata el frasco. En 1809, quejábase Mariano Moreno de
que un par de botas bien trabajado costara 20 pesos plata. 107 El censo levantado por Pedro Tuella, daba para el Rosario (veinte leguas á la redonda
inclusive) la siguiente población, en 1802 (publicado en el «Telégrafo Mercantil, Rural,
Político, Económico é Historiógrafo del Rio de la Plata», números 15 y 16):
Blancos 4.934
De color (indios, pardos y morenos 945
Total 5.879 habitantes 108 «En Mayo de 1776, la Corte de Francia informaba al Rey de España, que había resuelto
«adelantar secretamente un millón de libras á los insurrectos de E. U., á cubierto de una
casa «comercial. El Rey Carlos III, después de vacilar un poco, entró en el plan, y con
muchas «precauciones para no ser descubierto, remitió á París una suma igual para ser
usada en la «misma forma». JUSTIN WINSOR, «Narrative and Critical History of
América», Vol. «VII (transcripto por M. García Merou, «Historia de la Diplomacia
Americana», tomo I, «pág. 16).
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formidable rebelión india encabezada por Tupac Amaru, y dominada en
gran parte con el auxilio de los propios criollos, debió influir en tal
sentido. El Virrey Vértiz109, dictó pues varios decretos encaminados á
fomentar el progreso del país y vincular á sus habitantes entre sí y con
España. Ensayó colonizar al Rio Negro, premió por igual á criollos y
europeos á raíz de la campaña aludida, obtuvo privilegios para el gremio
de impresores, y procuró por medio de hábiles medidas, recordar á los
criollos que no les estaba vedado el acceso á los puestos públicos, ni lo
había estado antes: el mismo Vértiz era americano. Corroborando esta
política, en 1785 el Rey concedió cuarenta plazas para niños americanos
en el Real Seminario de Madrid110; pero como en realidad el estado de
España era desesperante á fines del siglo XVIII111, y como S. M. dedicaba
gran parte de sus energías á la caza, el cuidado de los asuntos
rioplatenses no fue mucho más allá. A poco andar fueron suprimidas
«por inútiles» las escuelas de Náutica, Geometría y Bellas Artes, creadas
en Buenos Aires. Habiendo concedido el Rey cierta autonomía comercial
á los negociantes de Buenos Aires (TRIBUNAL DEL CONSULADO), estos se
negaron á aceptar el comercio con las colonias extranjeras112: librados á sí
mismos, tendían naturalmente al monopolio. Incurrieron así en el delito
de cerrar el Virreynato al comercio internacional, sin otra excusa, que la
costumbre adquirida de comprar en Europa los productos extranjeros
que luego contramarcaban como españoles, embolsándose una diferencia
que no podrían cobrar el dia en que comerciantes de otras procedencias,
«La casa giró bajo el nombre de «Roderigue, Hortalez & Cía.», en el Faubourg du Temple.
«Duró desde 1776 hasta 1783 y desembolsó más de 4.000.000 $ oro.
109 En 1783, el Conde de Aranda previó que las colonias españolas iban á perderse si
continuaban tan mal las comunicaciones. Proyectó hacer con ellas principados semi-
independientes, entregándolos á tres infantes de la familia real, y conservando sólo para
la corona, las Antillas. Temía que los Estados Unidos se hicieran con el tiempo una
potencia y se apoderaran de toda la América, empezando por la Florida (López. Nota I, T.
2).
110 En él estudió José de San Martín (salido del Río de la Plata á los ocho años de edad),
futuro general en jefe de los ejércitos que lucharon contra el Rey. 111 Calculábase que de cada veinte habitantes, uno vivía del presupuesto: sobre diez
millones de españoles, contábanse en derredor de diez mil escribanos, más de cuatro mil
abogados, y dos mil cuatrocientos conventos. Los ejércitos de Carlos IV fueron
derrotados en Francia, y guillotinado Luis XVI, el monarca español se sometió
servilmente á los deseos del Directorio. 112 Autorizado por el Rey en 1795; en Real Orden de Noviembre 18 de 1797, autorizóse
también el comercio bajo pabellón neutral. El comercio de carnes saladas y sebo con la
Metrópoli, fue concedido por Real Orden de Abril 10 de 1793.
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trajeran á Buenos Aires directamente sus mercaderías. La autonomía
comercial solo sirvió para entregar el país á la explotación de Buenos
Aires.
No fue gran cosa la riqueza ganadera de Santa Fe en este período: un
poco de lana de mala calidad y llena de abrojos, y veinticuatro mil cueros
anuales, que á medio real por pieza producían al municipio un impuesto
de mil quinientos pesos plata y á los particulares una entrada
correspondiente al precio de uno á dos pesos por cuero. Los cabildos
pasábanse la vida discutiendo á quien pertenecían los ganados salvajes
de Entre Rios y la Banda Oriental; y entretanto, grupos de gauchos
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ESTADO DE LA REAL CAJA DE SANTA FE DE LA VERA CRUZ POR EL AÑO DE 1807
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ESTADO DE LA REAL CAJA DE SANTA FE DE LA VERA CRUZ POR EL AÑO DE 1807
Santa Fe, 2 de Enero de 1908
Rafael Martinez Pedro Ant. De ceballos
armados de cañas con medias lunas de hierro, desjarretaban á las reses
discutidas y las desollaban por su cuenta sin que autoridad alguna
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pudiera impedirlo en aquellas inmensidades desoladas. Hacia 1805, los
precios llegaron en el Rosario, á113 :
Una vaca $ 1 y medio
Una ternera 4 reales.
Una oveja 1 id.
Un carnero 3/4 id.
Con la hacienda de propiedad privada formábanse ESTANCIAS, sin
más cerco que los rios y arroyos: de tarde en tarde, los peones rodeaban
en cualquier sitio del campo á los ganados, y del montón formado
artificialmente iban entresacando lo que había de ser marcado ó vendido
ó enviado á las estancias vecinas. Como nuestros actuales alambrados no
existían, el robo y el extravío de las vacas fue asunto diario é inevitable.
No faltaron tentativas para exportar carne salada. Vértiz trajo de
España toneleros (aunque no había envases ni quien los fabricara); el
113 Hijuela de Gregoria López. Archivo del Rosario, I, 222.
Nada demuestra con más claridad la pobreza ambiente, que la cifra de las entradas fiscales
en este período, uno de los más florecientes de la dominación española. En. 1803, el
Virreynato entero tenía:
ENTRADAS ($ plata de 0.80 cts.) 3.908.535
GASTOS íd. íd. íd. 3.093.588
SUPERAVIT 814.947
Con poco más de tres millones costeábase la administración de las que hoy son República
Argentina, Paraguay, Uruguay y Bolivia.
La exportación general de cueros, no excedió de un millón de piezas por año. Salían algunos
más por la frontera brasilera, de contrabando, vendidos por mil quinientos ó dos mil
gauchos que erraban por la Banda Oriental sin ley ni Rey, alternando esa tarea con la de
contrabandear tabaco, y ambas con la de robar caballos, sin respetar ni siquiera los del
ejército de S. M.
Un curiosísimo documento publicado en la «Revista de Buenos Aires» (T. 18) –el «Informe
muy reservado» que en 24 de Octubre pasaba el Virrey Arredondo – demuestra que hacia
1790, el Gobierno del Río de la Plata no desdeñó utilizar las aptitudes de esos gauchos.
Ocurría que el tabaco paraguayo vendido en los estancos comenzó á desmejorar por falta de
salida: la gente se estaba acostumbrando al tabaco brasilero que llegaba subrepticiamente.
La Dirección del Real Estanco creyó indispensable entonces batir al enemigo con sus
propias armas y dedicarse á violar las rígidas leyes portuguesas. Al efecto, contratóse con
Don Tomás Antonio Romero –quien probablemente era hombre práctico en esas cosas – la
introducción de 6 á 8.000 arrobas (Dic. 17/790) en condiciones verdaderamente
extraordinarias: el Fisco le tomaba á 11 1/2 pesos un tabaco que adquiría por 4 el vendedor,
y que el estanco revendía, desde 37 1/2 á 50 pesos.– Tropas de línea hábilmente dispuestas,
pusieron á cubierto de toda sorpresa á los carros contrabandistas, al través del inseguro
pasaje de la Banda Oriental, y la empresa inauguróse con florecientes perspectivas.
Por desgracia, habíase olvidado un detalle: el Fiscal de Su Majestad, ageno á tal operación. Y
este lamentable detalle, –que se tradujo en un pleito acto continuo– ha permitido conocer
hoy tan singular negociación.
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Conde Liniers intentó producir extractos; y el Rey, en Junio de 1788 liberó
al tasajo de derechos de exportación por diez años. Pero tampoco se fue
muy lejos por este camino (40.000 quintales desde 1792 á 1796, según
Azara), y la experiencia demostró que había mucho de quimérico en el
cálculo efectuado el año 1794 por los hacendados, que explicaban al
Ministro Gardoqui, cómo, con sebo, astas y carne, podrían exportarse en
derredor de cien mil toneladas anuales. Desde luego, escaseaba la sal114.
Los toneleros de Vértiz no hicieron escuela, á pesar de pagárseles un
jornal elevadísimo (dos pesos plata diarios). Los extractos del Conde de
Liniers, fracasaron. Faltaban marineros, y cada buque costaba de 70 á
75.000 pesos plata, ó sea el doble de lo que cuestan hoy veleros mucho
mejores: los transportes de guerra, puestos al servicio de los particulares
eran insuficientes. Y las haciendas, por su mala calidad, producían poca
carne, ocasionando ello un estéril recargo de faenas. En 1801, el quintal
de carne salada valía en Buenos Aires de 5 á 6 pesos: el precio de otras
tantas vacas115.
Santa Fe tenía además otra rama de comercio: la cría de mulas.
CONCOLORCORVO116 nos ha legado interesantísimos detalles acerca de
aquel tráfico, que partiendo de las llanuras del Paraná terminaba en el
corazón del Perú exigiendo en derredor de cuatro años para cada negocio
redondo. El tropero tenía que irse deteniendo por largas temporadas para
reponer á su cansada mercancía, engordarla, aclimatarla, prepararla para
la aspereza de la sierra y venderla finalmente, después de cuatro mil
kilómetros de marcha. Y una vez efectuada la venta, necesitaba esperar á
que los compradores tuvieran dinero, ó á que terminaran las frecuentes
demandas que se promovían por falta de pago, regresando por fin á su
hogar del que no había tenido una sola noticia en los cuarenta y ocho ó
cincuenta meses del viaje. Cada mula valía al salir de Santa Fe para el
Brasil ó el Perú, en derredor de tres pesos.
114 El Rey había concedido á Don Francisco de Medina la explotación de la sal en la costa
patagónica, y éste la vendía á pesos 38, cuando aun vendida á pesos 5 daba ganancias. El
abuso cesó en 1788. 115 «Telégrafo Mercantil», Abril 22 de 1801.
La carta núm. 223 del Virrey Marqués de Loreto al Secretario Valdés (Noviembre 25 de
1789.– Arch, de Ind. 122-7-7), trae interesantes detalles acerca de la influencia que
ejercieron sobre el comercio del Rio de, la Plata, los fletes pagados en la Habana á los
buques catalanes. Anota que la tarifa de seguros marítimos había bajado hasta 2 ó 2 1/2
por ciento. 116 «Lazarillo de ciegos caminantes».
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Arado de hierro ideado en 1778 por Don Fernando de Ulloa, para los campos del Plata
Enviábase también á Buenos Aires pescado salado, naranjas (unas
doscientas mil al año que se vendían allí á los precios actuales), algunos
limones y batatas y un poco de carbón de leña faenado en los bosques
próximos.
El problema de los cereales siguió en pié, supuesto que persistieron
todos los inconvenientes naturales (langostas, sequías, tormentas,
heladas) medianamente compensados con el hecho de que la tierra
virgen fuese en ciertas regiones del Rio de la Plata tres veces más fértil
que en los cansados campos de la Vega de Granada. Conceptuábase
regular el rinde de 15 por uno, que en España reducíase á 5 por 1, y á
cuatro tan solo en el Paraguay, sin duda á causa de la degeneración de
semillas y cultivos; pero para competir con los trigos españoles era
necesario calcular el flete, los gastos de acarreo, y sobre todo la demora
en el trasporte, que impedía hacer los envíos y recibir las órdenes
oportunamente. No existiendo telégrafos ni buques de vapor, imposible
resultaba remitir cargamentos «á recibir órdenes para donde se
necesitara» como hoy se hace. Llegados al puerto de destino, no había
ferrocarriles, y el viaje hasta el interior debía hacerse en carretas cuando
no á lomo de mula, al través de las serranías españolas.
Todo esto contribuyó á mantener precios bajos y permitir el consumo
de pan barato en el Rio de la Plata, así como las dificultades para exportar
carne, poníanla al alcance de las clases desheredadas. Tan pronto como
fuera posible obtener en el exterior mayores utilidades, los vendedores
llevarían allí sus productos obligando á los habitantes de la región á
pagar más, ó carecer del artículo. Rotos los diques artificiales, los precios
se nivelan solos al través de las fronteras. Entretanto, los agricultores,
esto es, las personas que deseaban efectuar ganancias sobre los artículos
de consumo, ponían el grito en el cielo, indignándose de que en Buenos
Aires se alegrara la gente cuando por medio real se daban dos panes117.
117 «Representación de los labradores», pidiendo fuese libre la exportación cuando el trigo
valiera en plaza menos de cuatro pesos plata por fanega, (año 1793). Bajo el gobierno del
Marqués de Loreto se había comenzado á estudiar metódicamente los problemas
agrícolas: el Rey recibía informes semestrales acerca del estado de las cosechas y las
variaciones atmosféricas.
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Varias veces se hizo el cálculo: vendida la fanega á menos de tres pesos
plata no resultaba negocio. Por falta de máquinas agrícolas, la recolección
costaba mucho.
Complicaba esta situación, el lamentable sistema fiscal que España
mantuvo en sus colonias y que nosotros hemos conservado en gran parte,
empeorándolo á veces. Múltiples é inútilmente variados eran los
impuestos clasificados en tres grandes grupos, que ofrecían alguna
semejanza con nuestra división en tesoro nacional, tesoro provincial y tesoro
municipal –bien que la segunda categoría fuese en realidad formada por
rentas que dentro de la «Hacienda Real» tenían asignado un destino
determinado. No había «tesoros provinciales», ni siquiera «tesoro del
Virreynato» El «tesoro nacional» era el caudal del Rey, formado con
entradas procedentes de todo el reino.
Las rentas generales, no imputables inmediatamente á servicio
determinado –rentas de REAL HACIENDA EN COMÚN – tenían muchos
puntos de contacto con las actuales de la Nación. El impuesto de patentes
llamábase entonces Contribución de pulperías118, y en lugar de gravar á
todo género de negocios gravaba solo á los almacenes, bien que las
restantes casas de comercio ó industria sufrieran asimismo un impuesto
directo sobre las ventas, –alcábala – que afectaba á todo género de
transacciones, al 4 por 100 de su valor, (excepción hecha de algunos
artículos)119. El impuesto de PAPEL SELLADO, conservóse desde 1640 con
tal nombre, y no ofrecía la dificultad actual de que además del timbre
nacional haya timbres provinciales y municipales, existía un tipo
uniforme, y en lugar de servir cada foja para el año de su emisión, valía
para dos. Era menos pesado que el nuestro, bien que por Real Orden de
Julio 17 de 1798 se duplicasen sus valores. En cambio la legislación, para
impedir el fraude, revestía caracteres feroces, burlados en la práctica á
causa de su misma severidad: NULIDAD DEL ACTO otorgado en papel
simple, multa elevadísima, y pena de los falsarios (con perdimiento de
oficio) para los funcionarios que lo admitiesen, reincidiendo. El
descuento que hoy se hace sobre el sueldo de los empleados con destino á
fondo de jubilaciones practicábase entonces bajo el nombre de media
ánnata, y gravaba no solo á los cargos, sino también á todas las mercedes,
118 La Ley fijaba el monto de ese impuesto en una cuota de 30 á 40 pesos anuales por
pulpería; pero redújose á pesos 18, por auto de la Junta Superior de Hacienda, en
Diciembre 18 de 1799. (Nota de los libros de Caja de Santa Fe, existentes en el Archivo de
Indias de Sevilla). 119 Real Cédula de Agosto 10 de 1776.
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-- 125 --
títulos, oficios y rentas, licencias inclusive120. A tal punto, que habiéndose
concedido á la ciudad de Buenos Aires el título de Muy noble y muy leal,
se hizo cuestión de si debía ó no pagar por ello121.
El Real tributo (suprimido después por los gobiernos criollos) pesaba
sobre todos los indios del Virreynato, produciendo una entrada elevada.
Ocupaban otro renglón (igualmente suprimido), los oficios vendibles ó sea
la compraventa de puestos públicos, mediante la cual, el estado no
pagaba más sueldo que los intereses del capital invertido por el
comprador. Otro recurso igualmente suprimido fue el que constituían los
Reales novenos122 y la Bula de cruzada, ó sea el derecho de vender
indulgencias, concedido por Julio II al Rey.
Por todos estos conceptos juntos, las Cajas Reales de Santa Fe,
recaudaban bien poca cosa: once mil pesos anuales. No existiendo aún la
contribución directa, no había en realidad impuestos sobre la propiedad
inmueble, salvo caso de enajenaciones. El diezmo (10 % sobre los
productos de la agricultura y la ganadería) era un impuesto semi-
religioso. Antes de la libertad de comercio con Inglaterra (concedida por
Cisneros) el verdadero renglón de entradas del Virreynato, formábanlo
las alcábalas y el tributo de indios, obtenido el último en el Alto Perú, casi
exclusivamente. En Santa Fe123, nada producían en 1807 los oficios
vendibles, ni la venta de tierras, ni los Reales Novenos: la partida de $ 66,
producto del tributo de indios, procedía de Corrientes. El papel sellado no
daba seiscientos pesos al año, y la media ánnata no llegaba á doscientos.
Por no ser puerto del comercio exterior, no se cobraban allí sino en
Buenos Aires los derechos de aduana (almojarifazgo). Justo es consignar
que tales derechos - apesar de cuanto se ha exagerado sobre el régimen
colonial- parecerían pequeñas cuotas, comparadas124 con nuestras
120 La «media ánnata», creada por Carlos II en 1631, tenía origen eclesiástico. El Papa, al
conceder nombramientos, exigía por vía de recompensa el primer año del beneficio: de ahí,
ÁNNATA. 121 Archivo de Indias, 76-1-38. Año 1718. 122 Un noveno sobre todos los diezmos religiosos, cedido por Pío VII al Rey para atender al
pago de las deudas de la Corona. 123 Vé el estado adjunto, sacado de los «Libros de Caja de Santa Fe», existentes en el Archivo de
Indias de Sevilla. Dichos libros, forrados en pergamino, cuidadosamente llevados
rubricados en forma, pueden presentarse, sin duda como un modelo. Al finalizar cada año,
aparece al pié de la última partida, la nota del Inspector Real, formulando reparos, de cuyo
cumplimiento da fe escribano público, á continuación. 124 En 1803, sobre 3.900.000 pesos de recursos con que contaba el Virreynato, solo
correspondían á la Aduana 168.000. Hoy, la Aduana suministra el más importante renglón
de las entradas. De aquí resulta que nuestra legislación fiscal es resistida por la población, y
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
-- 126 --
actuales tarifas, derogatorias en la práctica de una libertad de comercio
teórica. Los paños ingleses que hace un siglo entraban al Virreynato bajo
etiqueta española, pagando un derecho del 10 al 15%, pagan hoy tres
veces más. El azúcar extranjero, ha sufrido en 1906 un impuesto de 112
por ciento.
Al lado del almojarifazgo, figuraba un impuesto análogo al octroi,
llamado sisa, que importando una aduana disfrazada para el comercio
interior, afectaba, á la yerba, al vino y al aguardiente (hemos conservado
impuesto especial sobre los dos últimos artículos, elevando su tasa
exageradamente: en 1807, tan solo pagábase un peso por barril). Pero la
sisa entraba ya en el segundo renglón del sistema fiscal: Ramos reales
particulares. En el mismo renglón agrupábanse el indulto cuadragesimal
(permisos para comer carne, cedidos por el papa Pio VI en 1791), las
multas (penas de cámara), el montepío militar (que conservamos), las rentas
de algunas dignidades eclesiásticas aplicables á la corona mientras
estaban vacantes (vacantes mayores y menores), y finalmente el impuesto á
los naipes, ó mejor dicho, el producto de su venta: lo mismo que hoy el
estado vende loterías, antes monopolizaba la explotación del juego de
barajas125. Todo este segundo renglón producía á Santa Fe (fecha citada)
que para reprimir el contrabando haya sido necesario mantener el sistema inquisitorial del
Rey: violar las prescripciones aduaneras constituye delito cuya pena corporal supera en
mucho á las simples multas con que se castiga las transgresiones á las otras leyes fiscales
(Sellos, Patentes ó Contribución Directa). Sigue en pié el vetusto edificio de las delaciones,
de las confiscaciones, de los registros, y del espionaje administrativo.
Copio de un ejemplar del «Telégrafo Mercantil» (1801) el siguiente detalle de los diversos
impuestos recaudados por la. Aduana de Buenos Aires en 1800:
Almoxarifazgo de géneros de España al 3 % 8.084,4 1/4.
Id id id extranjeros al 7 % 30.986,7
Alcábala de comercio de España al 3 % 30.070,7 1/2
Id de entrada y reventa territorial 69.044,4 1/2
Id de salida 29.480,1 1/4.
Almoxarifazgo de salida 577,7 1/2
Guías y exlingage 5.078,3
Derecho de sisa 47.488,1 3/4
Id municipal de guerra 23.156,6 3/4
Id de estracción de negros 17.247,3 ¾
Ramos extraordinarios 80.528,5 1/4
Derechos de comisos de mar y tierra 4.700,3
125 Felipe II decretó el estanco para la venta de Indias, en Septiembre 13 de 1572 y en 1584. En
1807, cumplíase lo dispuesto por el art. 202 de la «Ordenanza de Intendentes.»
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-- 127 --
en derredor de nueve mil pesos anuales, correspondiendo más de dos
tercios de esa suma, á la sisa.
En el tercer renglón, figuraban los ramos agenos, constituidos
principalmente por los recursos municipales (arbitrios) que elevábanse á
unos cuarenta mil pesos de nuestra actual moneda de papel: más ó
menos la tercera parte de lo que hoy ingresa en el pequeño tesoro
municipal de Casilda. A los arbitrios se agregaban algunos ramos sin
excluir el relativo á redención de cautivos, que figuró en varios
presupuestos argentinos hasta el tercer cuarto del siglo XIX.
De tal manera, Santa Fe, aún sin el puerto preciso, siguió prosperando al
amparo de la policía de las fronteras y la seguridad de los caminos, que
significaban campos disponibles para la ganadería y facilidades para el
comercio de tránsito.
*
* *
Mientras los comerciantes de Buenos Aires disputaban con los
hacendados acerca de si debía ó no concederse el comercio libre con
Inglaterra evitando intermediarios españoles, un tercer interesado se
aprontaba á terciar en el debate: los Tendedores ingleses, á quienes no se
había oído. Ya en 1797 el gobernador de Trinidad declaró oficialmente
que el Ministro de Relaciones Exteriores de S. M. Británica, le había
autorizado para ayudar con armas, municiones y dinero, á los
revolucionarios de Caracas126.
Aniquilada la flota franco-española en Trafalgar el año 1805, llegó para
Inglaterra el momento esperado: una expedición, á cuyo frente figuraba
el general Miranda, pagada con los dineros del gabinete inglés,
expedicionó sin éxito sobre Venezuela. Y casi al mismo tiempo, otra
expedición (que ostensiblemente no tenía instrucciones en tal sentido)
compuesta de buques de guerra ingleses y de soldados con el uniforme
inglés, cayó bruscamente sobre Buenos Aires, apoderándose de la ciudad
con escaso esfuerzo el 27 de Junio de 1806. Mil seiscientos hombres
bastaron para la empresa. El Virrey del Rio de la Plata huyó
cobardemente, y los tesoros confiados á su custodia –que en verdad no
eran excesivos – cayeron en poder de los diestros asaltantes.
126 PROCLAMA, publicada por Carlos Calvo (Anales Históricos, 1808-11, pág. 9).
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El general vencedor, puesto en comunicación con gentes del país, dictó
en 4 de Agosto de 1806, un nuevo arancel, según el cual, las mercaderías
inglesas pagarían en la aduana doce y medio por ciento, y las extranjeras
quince y medio. Abolió el estanco del tabaco y de los naipes, y suprimió
los derechos de entrada á las mercaderías que bajaban por los ríos Paraná
y Uruguay127.
Pero como el pueblo del Virreynato odiaba á los extranjeros, toda esta
política comercial británica se derrumbó una semana después de puesta
en vigencia: el 12 de Agosto, cerca de dos mil hombres comandados por
un oficial francés al servicio del Rey de España –Don Santiago Liniers –
reconquistaron á la ciudad perdida, y dió fin la aventura.
Entretanto, visto en Inglaterra el buen éxito con que ella se había
presentado –y comprendiéndose por el gabinete inglés que la primera
expedición era muy débil – preparóse una segunda, poniéndola al mando
del general John Whitelocke, quien llegado á Montevideo en Mayo de
1807, se encontró al frente de tropas procedentes de diversas
expediciones reunidas allí en vista de la inesperada derrota de
Berresford. Whitelocke, continuó la política de conquista iniciada, á
despecho de las declaraciones que en Londres formulaba Lord
Castlereagh, apropósito de la inocencia de tales asaltos. Publicó un diario
(que llegó á tirar solo siete números), anexando á su redacción al hombre
que en otro tiempo redactara el «Telégrafo Mercantil»; y por todos los
medios á su alcance procuró desprestigiar al gobierno español y
evidenciar las ventajas de la dominación inglesa. Pero en cuanto
pretendió apoderarse de Buenos Aires, fue derrotado por el mismo
Liniers que derrotara á Berresford, y hecho prisionero. La aventura volvía
á concluir mal, á despecho de los doce mil hombres empleados en ella.
Preparada una tercera expedición por Inglaterra, no llegó á su destino,
á causa de los sucesos de Europa que exigían esfuerzos colosales contra
Napoleón I; y de este modo, librados á sí mismos, los habitantes del Plata
127 La tarifa Berresford, que valuaba en un peso cada cuero de vaca y en tres reales cada cuero
de caballo, fijó también derechos diferenciales para la exportación:
Exportados por ingleses Exportados por extranjeros
y para Inglaterra
Cueros 19% 29%
Lana, sebo y otros frutos 6 ½ 12 ½
Plata y oro ½ 4 ½
El mismo monopolio anterior, bajo frases sonoras de libertad.
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-- 129 --
(España, al ser requerida, contestó que se arreglasen como pudieran),
continuaron dependiendo del Rey Don Carlos IV, por la gracia de Dios.
Liniers sustituyó al anterior Virrey, varios criollos que habían ayudado á
los ingleses, pasaron á recibir una pensión de S. M. Británica, y Santa Fe,
–que no pudo ayudar gran cosa á la defensa de Buenos Aires – continuó
durmiendo sus interminables siestas, después de encargar una solemne
misa á San Gerónimo128.
128 Es posible que el Virrey Sobremonte al regresar de Córdoba alzara algunos hombres de
las estancias y fortines del Sur de la provincia. Cervera, (ob. cit.) anota además una
colecta de pesos 600 hecha entre las comunidades religiosas, en 1808, esto es después de
las invasiones. En el «Estado» correspondiente á 1807 é inserto en este capítulo, ninguna
erogación extraordinaria aparece por concepto de la guerra.
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-- 130 --
VI
ACEFALÍA DEL GOBIERNO ESPAÑOL:
LIBERTAD DE COMERCIO
Y CREACIÓN DE UN GOBIERNO PROVISORIO EN BUENOS AIRES.
REVOLUCIÓN DE MAYO.
(1808-1810)
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-- 131 --
No habían transcurrido cuatro meses desde la rendición de Whitelocke
en Buenos Aires, cuando el Rey Carlos IV vióse sometido en Madrid á
durísima prueba: su hijo Don Fernando (luego Fernando VII) fue
sorprendido tramando un complot para derrocarle y apoderarse del
trono, en complicidad con agentes de Napoleón I (Octubre de 1807).
Antes de que ese complot quedara desbaratado, un ejército francés
invadió á España, y el MOTÍN DE ARANJUEZ (Marzo 18 de 1808),
deteniendo á Carlos en su proyecto de huir al Rio de la Plata, le obligó á
ceder á Fernando el cetro. Pero como el emperador de los franceses
entendiese que la abdicación no era válida, padre é hijo se fueron á
pleitear ante Bonaparte y el gobierno quedó en manos de una Junta, que
rodeada por setenta mil soldados extranjeros iba á ejercer un poder bien
teórico.
La controversia real remató en tres convenios, mediante los cuales vino
el juez á quedarse con los bienes discutidos:
PRIMER CONVENIO.– Carlos cedía á Napoleón todos sus derechos al
trono de España y de las Indias; y Napoleón se obligaba:
1°) á respetar la religión de España, su carácter de nación
independiente, y sus fronteras;
2°) á pagar á Carlos, con el tesoro de Francia, una renta de 1.500,000 pesos
oro; otra de 80.000, á Fernando, su hijo; otra para su hijo Carlos; otra igual
para Francisco de Paula; y otra más para Antonio;
3°) á ceder á Carlos IV el palacio de Chambord con todas sus
dependencias129:
SEGUNDO CONVENIO130.– Fernando, (á cuyo favor había abdicado
Carlos) adhería al anterior convenio, siempre que Napoleón le diese:
a) el título de Príncipe Francés;
b) los palacios de Navarra con todos sus accesorios;
c) una prima especial (120.000 pesos oro de renta) sobre los 80.000
pesos convenidos para cada hijo de Carlos IV.
129 Tratado de Mayo 5/808, en Bayona. 130 Id. de 10 de Mayo de 1808.
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-- 132 --
TERCER CONVENIO131. –Napoleón I cedía á su hermano José todo lo
comprado, debiendo éste devolverle el trono de Nápoles y Sicilia, y
hacerse cargo de lo prometido á Carlos y su familia. El vendedor garantía
por un artículo secreto la tranquila posesión de las Indias vendidas,
siempre que se le concediera cierto negocio de importación de
mercaderías francesas.
Tres días antes de firmarse el primer contrato, Daoiz, Velarde y Ruiz,
habían promovido un tumulto en Madrid (2 de Mayo de 1808), bien
ajenos al entorpecimiento que ello ocasionaría á los tratos de su muy
amado soberano. Pero el tumulto fue dominado, y José Bonaparte entró á
España.
Fácil es suponer en qué confusión de espíritu se encontraron los
tranquilos habitantes del Virreynato de Buenos Aires, al recibir tales
noticias. No se sabía si era válida la primera abdicación de Carlos á favor
de Fernando, ó la segunda á favor de Napoleón I, traspasada á José. Y por
si la duda constituía pequeño enigma, embrollábala un tercer
pretendiente al gobierno de América, que no había figurado en los
arreglos detallados más arriba: Doña Carlota de Borbón, hermana de
Fernando132.
El cuarto pretendiente –Inglaterra – por el momento se mantenía
separado. Y bajo cuerda, un quinto pretendiente aprontábase al asalto de
los puestos públicos y de las renta del Virreynato: el comercio
importador de Buenos Aires, que veía revuelto el rio y auguraba pesca.
Don Santiago de Liniers, Virrey en ejercicio, optó por reconocer como
soberano auténtico á Fernando VII, y cumpliendo sus órdenes, Santa Fe
le juró obediencia en Agosto (1808), mientras los funcionarios públicos de
131 Id. de Julio 5 de 1808. 132 «La hermana mayor de Fernando VII solo tenía á la sazón treinta y tres años; pero,
desairada, prematuramente envejecida, achacosa, medio tísica, consumida de ambición y
lujuria, ofrecía el espectáculo tres veces repugnante del vicio femenino unido á la perfidia
y á la fealdad». GROUSSAC, Santiago de Liniers, pág. 258.
Tres páginas después agrega el mismo:
«Tal era el augusto mamarracho, mezcla de Mesalina y Maritornes, cuya candidatura
eventual para el gobierno ó la regencia interina de estas provincias, mereció la adhesión
entusiasta, no solo de los Padilla, Saturnino Rodríguez Peña, Contucci, Presas y demás
corredores de empresas intérlopes, sino también de patriotas tan sinceros ó socialmente
considerados como Belgrano, Passo, Moreno, Funes, Pueyrredon, etc., cuyo grupo ha
recibido y en parte merecido, seguramente por iniciativas políticas mejor acordadas, el
apelativo enfático de «Precursores de la Independencia».
Estos derechos de Doña Carlota no han podido esclarecerse definitivamente todavía:
constituyen, un problema análogo al de los derechos de Carlos de Borbón.
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 133 --
Madrid juraban obediencia á José Napoleón, en Julio. A Doña Carlota
habíasela descartado poco antes133 oficiando en forma categórica á su
esposo, el Príncipe Regente del Brasil; y Bonaparte, harto ocupado
hallábase con la sublevación de toda la Península para poder enviar
tropas al Rio de la Plata.
Por desgracia, el quinto pretendiente estaba en casa y esgrimía un
argumento terriblemente patriótico: el Virrey Liniers era francés! Al
amparo de ese argumento y de la sublevación de algunos cuerpos de
línea, los comerciantes españoles de Buenos Aires que lucraban con el
monopolio (y quizás habían barruntado algo del negocio de mercadería
francesa estipulado secretamente por Napoleón con su hermano),
hicieron el 1° de Enero de 1809 una revolución, que fracasó. En Santa Fe
se habló de posibles disturbios con este motivo, pero la cosa quedó en
simple rumor. Hasta entonces, salvo la propaganda inglesa de Berresford
133 CONTESTACIÓN DEL CABILDO DE BUENOS AIRES AL MINISTRO DE NEGOCIOS EXTRANJEROS, S. A. R.
EL PRINCIPE REGENTE DEL BRASIL.
Excelentísimo señor:
Siempre, y en todas ocasiones, la muy noble y muy leal ciudad de Buenos Aires he sabido
mantener y honrar aquel glorioso timbre que le fue conferido por la gratitud y
consideración de sus augustos soberanos.
Son notorias las pruebas que recientemente ha dado á estos de su lealtad y fidelidad al
resistir los ataques del poderoso aliado de su Alteza Real.
Su honor, su fama, sus privilegios, su felicidad, están todos vinculados en el mantenimiento
del dominio de su rey y señor, el mejor y más cariñoso de todos los monarcas.
La más mínima insinuación contra la realidad de estos sus principios fijos es una
acriminación á su lealtad y una intolerable ofensa para ellos.
Por estas razones, el Cabildo ha tenido que usar de mucha tolerancia al imponerse del
contenido de la nota confidencial de Vuestra Excelencia del 3 de Marzo último, por la que se
le incita por medio de proposiciones lisonjeras y seductoras á desligarse de un dominio que
prefieren á cualquiera otro de este mundo.
Quiera Vuestra Excelencia creer, poniéndolo en conocimiento de S. A. R. el Príncipe
Regente, que el Cabildo de Buenos Aires jamás olvidará semejante afrenta; y sobre todo,
puede estar seguro Vuestra Excelencia, como también el Príncipe Regente, que si estas
seductoras ofertas no pueden conmover la fidelidad del Sud América, mucho menos son
adecuadas para ello las amenazas, acostumbrados como están á arrostrar todos los peligros
y hacer toda clase de sacrificios en defensa de los sagrados derechos del más justo, más
piadoso y más benigno de los monarcas; si en otras ocasiones tan recientemente, este pueblo
ha dado ante el mundo pruebas inequívocas de lo que puede hacerse por medio del valor
exaltado por la lealtad y por el entusiasmo de una causa, de igual manera está pronto á
derramar hasta la última gota de su sangre, antes de permitir que la más mínima extensión
de estos vastos territorios sea usurpada á la corona de España. Los primeros en dar un
ejemplo de esto serán el Cabildo de Buenos Aires, encabezado por su distinguido General
Don Santiago Liniers, á fin de probar á toda costa su lealtad y decisión en continuar fieles á
su rey y señor.
Dios guarde á Vuestra Excelencia muchos años. Buenos Aires, Abril 29 de 1808.
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
-- 134 --
y Whitelocke, no se había producido en el Rio de la Plata movimiento
alguno separatista134. Los comerciantes de 1809 pedían cesara el Virrey y
se nombrase una Junta como las que había en España (y como la formada
por Elío en Montevideo) á fin de impedir los excesos de la propaganda
francesa, encaminada ya que no á conquistar las colonias, por lo menos á
sublevarlas para que no enviasen á la metrópoli fondos para la guerra
contra Bonaparte.
Esas Juntas (que no resulta produjeran gobierno eficaz en la Península)
pretendían tener á sus órdenes á las posesiones americanas, dándose el
caso de que la de Galicia nombrara un Virrey para el Rio de la Plata y la
de Sevilla otro. En tales condiciones, Liniers había optado por la de
Sevilla; y cuando á mediados de 1809 apareció Cisneros en Buenos Aires,
le cedió el puesto.
El nuevo Virrey procuró satisfacer á los antifranceses, alejando á
Liniers; favoreció á los estancieros y dueños de barracas, permitiendo por
su cuenta y riesgo el comercio libre con Inglaterra135; auspició la publicación
de un diario dirigido por Manuel Belgrano136; y promulgó una cédula,
halagadora para los criollos, en la que se declaraba que el Rio de la Plata
había dejado de ser posesión para transformarse en provincia integrante de
134 No pasó lo mismo en los otros Virreynatos aún cuando en realidad los movimientos
obedecían á motivos económicos. Calvo los enumera:
a) Sublevación de 1711, encabezada por el mulato Andresote, para erigirse en Rey de
Venezuela.
b) Conspiración en Caracas el año 1748, á propósito del monopolio del cacao.
c) Sublevación india encabezada por Tupac Amaru, en 1780.
d) Insurrección de Bogotá, en 1781.
e) Revolución promovida en Caracas por el gabinete inglés, con el propósito de
independizar á Tierra Firme (1797).
f) Invasión de Miranda á Venezuela (1806).
Las expediciones de Miranda respondieron á planes que hoy difícilmente podrían
conceptuarse patrióticos: invadir y conquistar el país al mando de tropas suministradas
por naciones extranjeras, á cambio de futuras ventajas (Estados Unidos, Inglaterra). En el
fondo eran simples invasiones comerciales, conducidas por hombres de acción á quienes
animaban ideales revolucionarios. 135 El expediente respectivo se inició con la REPRESENTACIÓN DE LOS HACENDADOS redactada
por Mariano Moreno. Como consecuencia del comercio libre, las rentas fiscales
aumentaron casi en dos millones (Groussac, loc. cit., 312).
Mitre (Historia de Belgrano) asegura que el Virrey concedió esa libertad violando las
instrucciones que traía de España. 136 «Correo del Comercio».
«Era tal la impaciencia de Cisneros por ver publicado el periódico, que quiso se diera á la
prensa para no perder tiempo, el prospecto de un periódico de Sevilla, mudándole el
título y la fecha» (Mitre, loc. cit.).
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 135 --
la monarquía. Pero con el comercio libre y con haberse hecho amigo de
varios abogados del país (Castelli, entre otros) dejó descontentos á los
comerciantes españoles interesados en monopolizar la plaza.
Muchos militares que apesar de la defensa de Buenos Aires contra los
ingleses no habían obtenido ascenso, y á quienes el nuevo Virrey no
mejoró de condición, quedaron también quejosos. Siguieron descontentos
los eclesiásticos, por causas muy arraigadas que tampoco pudieron
suprimirse137. Los hombres aficionados á estudiar quedaron descontentos
asimismo, porque subsistió la prohibición de leer y escribir libremente. El
aumento de los impuestos, exigido para hacer frente en España á la
guerra contra Bonaparte, motivó resistencias: Santa Fe vio elevarse en
cuatro mil pesos su cuota anual á pesar de que desde hacía años la
langosta arrasaba los escasos plantíos.
Como consecuencia de las innovaciones comerciales y de los sucesos
ocurridos desde 1806, vivíase en una atmósfera de desorden: invasiones
inglesas, destitución del Virrey Sobremonte por las restantes autoridades
de Buenos Aires138, conquista del territorio español por tropas francesas,
revolución de 1809 encabezada por jefes de línea y miembros del Cabildo
de Buenos Aires, revolución del mismo año en Chuquisaca (25 de Mayo)
dirigida por miembros de la Cámara de Apelaciones (Audiencia) so
pretexto de oposición á los planes de la Carlota, subsiguiente revolución
en La Paz reprimida en forma sangrienta por Cisneros. Todo ello, se unía
para constituir una situación anormal é incómoda.
De pronto cierta novedad importante vino á colmar la medida: la Junta
de Sevilla (á que Cisneros debía su nombramiento) fue bruscamente
disuelta por los soldados de Napoleón I, y al dispersarse lanzó un
manifiesto (Febrero 14 de 1810) invitando á los americanos á formar
Juntas Locales contra Bonaparte, y aun á declararse independientes antes
que rendirse. Partía de Sevilla el primer grito separatista.
Llegadas las noticias á Buenos Aires el 13 de Mayo de 1810, cinco días
después, el Virrey Cisneros (cuyos poderes caducaban con la
desaparición de aquella Junta), vióse obligado á lanzar otro manifiesto «á
137Veinticinco años antes, escribía el Rey al Marqués de Loreto, Virrey del Río de la Plata:
«He llegado á entender que los religiosos de las órdenes tienen discordias y pasiones entre
sí, porque los que allá toman hábito hacen su parte contraria á los que van de acá, y que
así se contradicen los unos á los otros».
138 Agosto 14 de 1806.
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-- 136 --
los leales y generosos pueblos del Virreynato»139 en el que comunicaba
algunas de las malas noticias recibidas, agregando que en caso de
producirse la ocupación total de España por fuerzas francesas nada haría
que no fuese previamente acordado con el Cabildo de Buenos Aires, al
que posteriormente debían reunirse representaciones de los Cabildos de
las Provincias.
Ahora bien: aún cuando oficialmente solo se confesara á medias, ese
caso se había producido ya. España era un país conquistado por Francia.
En consecuencia, el Cabildo de Buenos Aires, apoyado por los gefes de la
guarnición, pidió permiso á Cisneros para invitar á los notables de la
ciudad á una reunión y aunar opiniones en vista de la gravedad de los
sucesos. Acordólo el Virrey, ya que para ser lógico consigo mismo no
podía hacer otra cosa: por debajo del pedido, latía una imposición.
Así tuvo lugar el Cabildo Abierto del 22 de Mayo. Hasta ese momento (y
salvo la insinuación de las ex-autoridades de Sevilla), ninguna idea
habíase exteriorizado en el sentido de aprovechar la coyuntura para
independizarse de Fernando VII; pero, ante la acefalía real del gobierno,
se hacían trabajos contra Cisneros por algunos grupos de tendencias no
definidas del todo. Así, de un lado maniobraba el general español Ruiz
Huidobro, quien debió desempeñar el cargo de Virrey y no pudo, por
hallarse prisionero en Inglaterra. Maniobraba aparte un grupo de criollos
(cuyo reducido número ha hecho que se les siga designando con el
nombre de Sociedad de los Siete), con secretas aspiraciones separatistas,
que debían parecer irrealizables á sus propios autores, ya que siendo
muy pocos los afiliados, carecían por entonces de elementos para
imponer sus convicciones al millón y medio de habitantes del Virreynato.
Y maniobraba también el Cabildo, que en su carácter de autoridad no
emanada del Rey, tenía algún título para optar á la dirección de los
negocios públicos en casos de urgencia. Vacante el gobierno,
aprontábanse los candidatos.
139 Con ese manifiesto da comienzo el Registro Oficial de la Nación.
He aquí sus párrafos más importantes (R. O., tomo I, pág. I): «En el desgraciado caso de una
total pérdida de la Península, y falta del supremo gobierno, no tomará esta superioridad
determinación alguna que no sea previamente acordada en unión de todas las
representaciones de esta capital, á que posteriormente se reúnan las de sus provincias
dependientes, entre tanto que de acuerdo con los demás Virreynatos se establece una
representación de la soberanía del señor don Fernando VIL. Y yo os añado, con toda la
ingenuidad que profeso, que lejos de apetecer el mando, veréis entonces como toda mi
ambición se ciñe á la gloria de pelear entre vosotros por los sagrados derechos de nuestro
adorado monarca, por la libertad é independencia de toda dominación extranjera de estos
sus dominios, y por vuestra propia defensa si alguno la perturba».
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 137 --
Repartidas pues 450 invitaciones para ese Cabildo Abierto, parece ser
que el grupo de militares, que en parte seguía al general Ruiz Huidobro y
en parte al comandante criollo Saavedra, procuró eliminar de la reunión á
muchas personas adictas á Cisneros, que por no figurar en primera fila
podían ser detenidas por los centinelas sin gran escándalo. Con esto, y
con muchos que se abstuvieron para evitar compromisos, resultó que de
los 450 solo se presentaron 251. De ellos, votaron únicamente 224140: los
veintisiete restantes probablemente se escabulleron en una ú otra forma
(El escrutinio incompleto del Acta solo da como ausentes á 20, aunque
sumando á esos los 224, faltan 6 para 250). No resulta que se tomara en
cuenta la indicación hecha por tres de los asistentes, á propósito de la
falta de quorum: sobre 450 invitados, sufragaban menos de la mitad.
La votación se ajustó á dos cuestiones:
1ª. Si el Virrey continuaba ó no representando la autoridad de Fernando VII;
2ª. Quien debía representar esa autoridad no siendo el Virrey141.
Ninguna cuestión se planteó acerca de la necesidad de separarse de
España ó dejar de obedecer á Fernando VII, el rey prisionero de
Bonaparte, que había vendido sus derechos al trono por una pensión, los
palacios de Navarra y el título de Príncipe francés. Solo se trataba de
reemplazar á Cisneros en el mando.
Nada refleja con más exactitud la indecisión de los presentes y la falta
de un plan determinado, que el fraccionamiento de los votos. Aún los
miembros de la Sociedad de los Siete perdieron su cohesión, dividiéndose
en tres grupos: Castelli votó de un modo, Alberti de otro, y los cuatro
restantes (Rodríguez Peña, Passo, Donado y Vieytes) encabezados por
140 El acta de la sesión da como presentes á 250; pero apareciendo uno repetido (Domingo
López), solo eran en realidad 249, á los que se agregaron dos luego (Saturnino Sarasa y
José Santos Incháurregui) quienes votaron sin figurar en la enumeración del primer
momento. Total 251. (Registro Oficial de la Nación, I, pág. 4). De ellos, más de la mitad
eran empleados del Rey, eclesiásticos y militares. Y los 450 invitados no llegaban á
constituir el uno por ciento de la población de la ciudad. 141 He aquí el texto de ambas preguntas, redactadas con bastante oscuridad (acta citada):
1ª «Si se ha de subrogar otra autoridad á la superior que obtiene el Excmo. Sr. Virrey,
dependiente de la soberana que se ejerza legítimamente á nombre del Señor Don
Fernando VII».
2ª «¿En quién?»
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
-- 138 --
Belgrano, de otro142. Se obtuvo conformidad para que cesara el Virrey: no,
para resolver quien le sucedería.
El escrutinio arrojó para la 1a. cuestión:
a) POR LA SEPARACIÓN DEL VIRREY: . . . . . 154 votos
b) PORQUE CONTINUARA:
Solo . . . . . . . . . . 52
Asociado á otros . . . . . 17 69
c) DUDOSOS, ó vagamente enunciados: 1
Total 224
La segunda cuestión no llegó á resolverse con tanta claridad. Surgieron
proyectos diversos y contradictorios, absteniéndose de votar la mayoría
de los que habían expresado el deseo de que continuase el Virrey.
Deducidos de este modo 57, quedaron disponibles 167, distribuidos como
sigue143:
PRIMERA RAMA
QUE GOBIERNE EL CABILDO DE BUENOS AIRES: 4 4
SEGUNDA RAMA
142 Es realmente curioso seguir al través de la sesión (vé Acta) esta falta de acuerdo entre los
hombres que tres días después iban á ponerse al frente del gobierno formando la Primera
Junta:
Voto de Saavedra. – Que cese el Virrey, y el Cabildo nombre á la Junta que debe sustituirle.
Voto de Belgrano, Passo, Moreno y Matheu. – Idem; pero que tenga voto el Síndico del
Cabildo.
Voto de Azcuénaga. – Cese el Virrey y lo sustituya el Cabildo sin nombrar á nadie. Se
convoque á las provincias para que resuelvan, con voto del Síndico y del Alcalde de 1er.
voto.
Voto de Alberti.– Idem; pero sin voto del Síndico ni del Alcalde.
Voto de Castelli. – Como Belgrano; pero que la Junta se nombre por el pueblo de Buenos
Aires, en, Cabildo General, sin demora.
Larrea, no asistió á la reunión. 143 Para efectuar el escrutinio (como para interpretar otros hechos á que este capitulo se
refiere) me he ceñido estrictamente á los documentos insertos en el Registro Oficial de la
Nación. Pero como ese Registro es en definitiva una obra humana, conviene admitir la
posibilidad de que las Actas se redactaran en forma incompleta dado el apremio de la
enorme tarea. También es posible que á pesar de los cuidados que la impresión mereció,
nuestro Registro no concuerde matemáticamente con las Actas originales: con facilidad
puede un copista saltar algún nombre en las listas sin notarlo. Hasta ese punto es relativa
la verdad histórica. Por otra parte, el escrutinio en sí ofrece grandes dificultades: los votos
no son precisos en muchos casos, y con frecuencia, significando lo mismo, aparecen bajo
formas diversas.
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
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QUE GOBIERNE EL CABILDO, Y SEA ÉL QUIEN ELIJA LAS PERSONAS QUE HAN
DE FORMAR LA JUNTA PROVISORIA PARA EL VIRREYNATO:
a) Presidido por el Virrey 6
b) Con voto del Síndico 79
c) Sin voto del Síndico 20
d) Y que los miembros de la Junta sean vecinos 1
e) Que sean personas determinadas 1 107
TERCERA RAMA
QUE GOBIERNE EL CABILDO DE BUENOS AIRES MIENTRAS SE FORMA UN
GOBIERNO PROVISORIO CON INTERVENCIÓN DE TODO EL VIRREYNATO:
a) Con voto del Síndico 23
b) Sin voto del Síndico 29
c) Asociado a personas determinadas 1 53
CUARTA RAMA
VOTOS SUELTOS PARA QUE SUSTITUYAN AL
VIRREY PERSONAS DETERMINADAS: 3 3
Total 167
De esta manera, setenta y nueve votos decidieron la elección sobre 224
votantes y 450 electores. Con arreglo á la opinión de esas setenta y nueve
personas, debía suceder al Virrey el Cabildo de Buenos Aires (con voto
del Síndico) y designar á los que habían de constituir la Junta, que
gobernando al millón y medio de habitantes del Virreynato, conservase la
soberanía mientras Dn Fernando VII se ponía en estado de reasumirla.
Comunicada al Virrey la resolución, manifestó que aceptaba lo hecho,
pero que convenía oir á los gefes militares, ya que ellos eran la verdadera
clave del movimiento. Convocados, declararon que mientras no cesara en
su cargo el Virrey y le sucediese el Cabildo, el pueblo no se aquietaría. En
efecto, desde el día 18 notábase efervescencia en los ánimos y andaban
por las calles gentes armadas promoviendo desórdenes. En consecuencia,
el 23 de Mayo de 1810 publicóse por bando que el Cabildo era la única
autoridad existente, que Dn Baltasar Hidalgo de Cisneros había dejado
de ser Virrey, y que se procedería sin demora á designar los miembros de
la Junta, interina se congregaban los diputados de todas las Provincias y se
adoptaba una fórmula definitiva144.
144 Registro Oficial de la Nación, I, 16
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No se hizo esperar la designación. Al dia siguiente –24– resolvió el
Cabildo que formasen la Junta Saavedra, Castelli, Sola é Incháurregui (un
militar, un abogado, un comerciante y un eclesiástico) y que ella fuera
presidida por el Excmo Sr. Virrey Dn Baltasar Hidalgo de Cisneros. Esta
importaba falsificar la decisión del día anterior (cesantía del Virrey); pero
por una razón ú otra, el Cabildo confió en que los jefes militares
(representados en la Junta por Saavedra) apoyarían tal fraude. Y, en
efecto, convocados exclusivamente para ese objeto, Dn CORNELIO DE
SAAVEDRA (Comandante de Patricios), Dn JOSÉ IGNACIO DE LA QUINTANA
(Coronel de Dragones), Dn GERARDO ESTEVE Y LAC (Artilleros de la Unión),
Dn JUAN FLORENCIO TERRADA (Granaderos de Fernando VII), Dn FRANCISCO
ANTONIO ORTIZ DE OCAMPO (Arribeños), Dn MARTÍN RODRÍGUEZ (Húsares
del Rey), Dn PEDRO ANDRÉS GARCÍA (Montañeses), Dn MANUEL RUIZ
(Naturales), y Dn JOSÉ MERELO (Andaluces), contestes, expusieron que
aquel arbitrio era el único que podía adoptarse, y unánimemente
declararon que estaban aparejados y dispuestos á apoyar lo hecho145 .
Vista la conformidad de los que por su situación podían imponer
soluciones, se procedió á instalar á los miembros de la nueva Junta.
Habiendo comparecido Cisneros, Saavedra, Castelli, Sola é Incháurregui,
con gran ceremonial y en presencia de numerosos militares, empleados y
eclesiásticos, hincáronse de rodillas «y poniendo la mano derecha sobre los
Santos Evangelios, juraron desempeñar legalmente sus respectivos cargos,
CONSERVAR INTEGROS ESTOS DOMINIOS AL SR. DN FERNANDO VII Y SUS
LEGÍTIMOS SUCESORES, y guardar puntualmente las leyes del Reino»146. Arengó
Cisneros al pueblo, repicaron las campanas, tronaron los cañones sus
salvas oficiales, y el asunto del cambio de gobierno pareció terminado
por el momento.
No había terminado. En realidad, recién comenzaba. Durante la gestión
de los sucesos relatados, los diversos grupos que en ellos intervinieron
habían ido pensando en nuevas soluciones para la inesperada acefalía
comunicada el 18 de Mayo. Debió verse claro que si estaba en manos de
los jefes de regimiento la situación, era un error que esos jefes se
quedaran de nuevo á las órdenes de Cisneros, sin otro representante que
el vocal Saavedra. La «Sociedad de los Siete» entraba en la nueva Junta
con un voto contra cuatro (Castelli): contar con los futuros Diputados de
145 Acta de la sesión del 24 de Mayo de 1810. Registro Oficial, T. I, pág. 18. 146 Registro Oficial de la Nación, T. I, pág. 18.
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-- 141 --
las Provincias era ilusorio, ya que según todas las probabilidades
responderían á Cisneros y sus agentes.
Por estas razones ó por otras que sin duda hoy se nos escapan, horas
después de los festejos oficiales (noche del 24 de Mayo), en uno de los
cuarteles de Buenos Aires, un numeroso grupo de militares y civiles
buscó otra fórmula de gobierno más completa. No es posible al través del
tiempo y de la falta de datos conocer los argumentos ó los intereses que
pesaron en esa reunión; pero es prudente suponer que no se obró al azar
y que la conformidad acerca de las personas á nombrarse obedeció á
motivos fundados. En sus líneas generales, la nueva fórmula significaba:
a) Eliminación de Cisneros, Solá é Incháurregui;
b) Creación de una Junta más amplia (siete miembros y dos
secretarios, en lugar de los cinco miembros primitivos);
c) Expedición al interior para impedir ó contrarrestar la acción
de los elementos hostiles.
Esta modificación no se hizo ya en Cabildo Abierto ni para legalizarla
se llamó al pueblo á elecciones: surgió en un cuartel y se impuso por la
fuerza. La Junta primitiva (de que formaban parte Saavedra y Castelli)
renunció en masa, y el Cabildo recibió una solicitud firmada por cantidad
de vecinos, jefes y oficiales147, en la que se exigía la instalación de otra
Junta formada exclusivamente con personas determinadas. Llamados los
comandantes que el día anterior ofrecieran apoyar al Cabildo, se
comprobó que habían mudado de opinión: declararon que no podían
cumplir su promesa y que ni siquiera ampararían á los cabildantes contra
el desorden ambiente148.
Como parecía irregular deshacer lo hecho sin mayores formalidades, el
Cabildo pidió que por lo menos compareciesen los firmantes á ratificarse
en la plaza pública. Llovía. Al cabo de un largo intervalo de espera, el
Síndico Leiva –que tantos votos arrastrara el día 22– salió al balcón y en
vista de que casi nadie comparecía á ratificarse, preguntó irónicamente
147 Los cuales peticionaban por sí y «á nombre del pueblo».
La solicitud escrita subsiguió á un pedido verbal en el mismo sentido, que el Cabildo no
tomó en cuenta, exigiendo se llenaran las formas «sin causar el alboroto escandaloso que
se notaba» (R. Ó., I, 20). 148 Registro Oficial, T. I, pág. 20. Debe notarse que á esta reunión concurrieron dos militares
que no estuvieron el día 24 –los comandantes Orduña y Lecocq, de Artillería é Ingenieros
– y que esos nada dijeron (Textual, en el ACTA DEL 24 DE MAYO DE 1810). Asimismo
estuvo presente el comandante de Dragones don José Ignacio de la Quintana, y también
se calló. Los restantes y algunos oficiales subalternos, declaraban cuanto queda dicho.
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
-- 142 --
¿donde está EL PUEBLO?. Se le contestó con denuestos y con la amenaza
de lanzar sobre la ciudad á la soldadesca, abriendo los cuarteles149.
Entonces –y resistiendo siempre– el Cabildo dictó por su cuenta y riesgo
una especie de Constitución á la que deberían sujetarse lo nuevos gefes del
gobierno, y declaró que nombraba miembros de la Junta á todas las
personas que los solicitantes decían había elegido el pueblo: Manuel
Alberti, cura párroco de San Nicolás; Manuel Belgrano, Secretario del
Consulado; Juan José Castelli, abogado; Domingo Matheu y Juan Larrea,
comerciantes españoles; Miguel de Azcuénaga, Coronel de Milicias; y
Cornelio de Saavedra, Gefe del Regimiento de Patricios (Presidente de la
Junta y Comandante General de Armas) teniendo por Secretarios á los
abogados Passo y Moreno. Total: dos militares, un cura, dos comerciantes
y cuatro abogados. De los nueve, cinco estaban vinculados en una ú otra
forma á la administración real. Comparecieron todos ellos el 25 de Mayo
de 1810, y repitiendo Saavedra y Castelli su juramento del día anterior de
conservar íntegra esta parte de América á su «augusto soberano Dn
Fernando VII y sus legítimos sucesores»150, juraron por primera vez los
restantes, y quedó constituida la segunda Junta que el Cabildo de
Buenos Aires imponía al Virreynato, sin poder ya excusarse ni siquiera
con la libertad de sus deliberaciones.
No me explico bien para que se obligó á intervenir en la instalación de
las nuevas autoridades, á un Cabildo que carecía del derecho de hacerlo,
y que por su falseamiento de lo resuelto el día 22, mereció ser suprimido.
La Proclama151 y la subsiguiente Circular á las Provincias pasada por la
149 No me ha sido dable comprobar cuantos y cuales de los que actuaron el 25 de Mayo,
votaron en el Cabildo Abierto del 22. Es evidente que en la primera fecha se dejó sin
efecto la autorización dada al Cabildo para que nombrase Junta con personas de su
elección y con voto del Síndico. Es también evidente que la conmoción popular debió
influir para que las resoluciones no fuesen adoptadas con serenidad. 150 Todos nuestros historiadores admiten que esto fue simplemente una divisa astuta, y que
los hombres de Mayo prestaron juramento de fidelidad al Rey con el firme propósito de
violarlo tan pronto como las circunstancias les fuesen favorables.
Pienso que semejante hipótesis hace poco honor á la altivez de aquellos hombres, y que no
hay objeto en anticiparse á reconocer, sin plena prueba, que el falseamiento de la verdad
comenzara para las instituciones argentinas el 25 de Mayo de 1810. Como no es mi ánimo
decir cosas extraordinarias sino tan solo cosas aproximadamente exactas, acepto como
probada la otra versión, que se refleja al través de las páginas del Registro Oficial: el
movimiento se resintió de vaguedad, porque nadie tuvo planes fijos de independencia en
los primeros momentos. Con ligeras variantes, otro tanto ocurrió en diversas ciudades
americanas, á consecuencia de la inesperada acefalía del gobierno. El movimiento de
Buenos Aires no fue el primero. 151 BANDO – La Junta provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata, por el
Sr. D. Fernando VII –POR CUANTO: Ha tenido por conveniente esta Junta disponer y
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-- 143 --
Junta, inclinan el ánimo hacia la idea de que se procuró suavizar un poco
la violencia originaria, rodeándola de formulismos notariales. Entretanto,
desde su mismo origen, y por la fuerza de las circunstancias, alcanzaba al
nuevo gobierno una tacha que los documentos oficiales exhiben con
crudeza, y que sin duda tuvo en el espíritu público más atenuantes que
en las Actas: emanar de una elección en la que tropas de línea habían
jugado un rol decisivo.
determinar lo contenido en los artículos siguientes: I. Que todas las corporaciones, jefes y
vecindario asistan á la misa solemne que se celebrará en la Santa Iglesia Catedral el
miércoles 30 del corriente en acción de gracias por la instalación de esta Junta, y
terminación feliz que han tenido las agitaciones de este pueblo causadas por los
desgraciados sucesos de la Península. –II. Que siendo la base principal del orden,
felizmente restablecido, la confianza del pueblo en sus Magistrados, y el respeto y
puntual obediencia á sus determinaciones y mandatos, se ordena la subordinación á la
autoridad nuevamente establecida, en inteligencia que ésta usará de toda la energía
conveniente para sostener con dignidad el sagrado depósito que el pueblo le ha confiado,
castigando con rigor á cualquiera que siembre desconfianzas ó recelos. –III. Que será
castigado con igual rigor, cualquiera que vierta especies contrarias á la estrecha unión
que debe reinar entre todos los habitantes de estas Provincias, ó que concurra á la
división entre españoles europeos y españoles americanos, tan contraria á la tranquilidad
de los particulares y bien general del estado. –IV. Que todos los habitantes de este pueblo
guarden decoro y veneración á la respetable persona del Excmo. Sr. D. Baltasar Hidalgo
de Cisneros, dispensándole las consideraciones correspondientes á su carácter y al
distinguido patriotismo con que en favor de este país se ha ofrecido á repetir en cualquier
destino sus importantes servicios. –V. Que los Alcaldes de barrio celen el puntual
cumplimiento de las antedichas prevenciones avisando á los Señores Oidores de sus
respectivos cuarteles la menor inobservancia. –POR TANTO: y para que lo determinado
en los precedentes cinco artículos, llegue á noticia de todos los vecinos estantes y
habitantes de esta Capital, y que por los mismos se cumpla puntualmente, se publicarán
en ella por bando en la forma de estilo, fijándose ejemplares para su mayor notoriedad en
los parajes acostumbrados. – Hecho en Buenos Aires, á 26 de Mayo de 1810.– Cornelio
Saavedra –Manuel Belgrano – Manuel de Azcuénaga – Doctor Manuel Alberti – Juan
Larrea – Doctor Mariano Moreno, Secretario.
R. O. de la Nación, T. I, pág. 24 á 26.
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-- 144 --
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 145 --
VII *
PERÍODOS DE LUCHA Y DESORDEN:
CONQUISTA DE SANTA FE POR ARTIGAS. INDEPENDENCIA DE
LAS PROVINCIAS
UNIDAS DEL RÍO DE LA PLATA.
(1810-1817)
* Este capítulo se refiere, como el anterior, á cambios políticos operados en Buenos Aires, que
he creido conveniente analizar por la inmediata conexión que tienen con los capítulos
siguientes. No entiendo con ello apartarme del plan general (Historia de Santa Fe), ni
suministrar informes completos acerca de los sucesos del Rio de la Plata durante los años
1810-1817. Quien desee conocer todos los aspectos que esos sucesos ofrecieron, debe ocurrir
á otras fuentes.
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-- 146 --
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 147 --
La solución obtenida el 25 de Mayo, dejaba en pié varias dificultades.
Gefes de alta graduación, como Liniers, no fueron consultados; la
princesa Carlota (Brasil), persistía en sus pretensiones; Montevideo, el
Paraguay y el Perú –asiento de tropas españolas – significaban otras
tantas fuentes de oposición armada; é ignorábase qué opinarían los
diputados de las demás provincias, una vez electos y reunidos. Por ahí se
empezó: un ejército de 1000 hombres fue enviado al interior para hacer
observar el orden si se temiera que sin él no se harían libre y
honradamente las elecciones de vocales diputados, como decía la
Circular de la Junta152. Ese ejército, comandado por el Coronel Ortiz de
Ocampo, no encontró mejor medio de garantir el orden en las elecciones,
que fusilar al Gobernador de Córdoba y á los gefes de graduación que le
rodeaban, incluso Liniers153.
Santa Fe no dio lugar á conflictos: simple dependencia de Buenos Aires,
acató al nuevo gobierno. Previo un corto interinato, Gaztañaduy fue
sustituido por el Coronel Ruiz (Teniente Coronel en Mayo, ascendido,
como todos los jefes de cuerpo por decreto del 29 de ese mes) y Dn Juan
152 Mayo 27 de 1810.– Reg. Ofic. de la Nac., I, 26. 153 Autógrafo del Dr. Moreno
«RESERVADO –
«Los sagrados derechos del Rey y de la Patria, han armado el brazo de la justicia, y esta Junta,
ha fulminado sentencia contra los conspiradores de Córdoba, acusados por la notoriedad de
sus delitos y condenados por el voto general de todos los buenos. La Junta manda que sean
arcabuceados D. Santiago Liniers, D. Juan Gutiérrez de la Concha, el Obispo de Córdoba,
don Victorino Rodríguez, el Coronel Allende y el Oficial Real don Joaquín Moreno. En el
momento que todos ó cada uno de ellos sean pillados, sean cuales, fuesen las circunstancias,
se ejecutará esta resolución, sin dar lugar á minutos, que proporcionasen ruegos y
dilaciones capaces de comprometer el cumplimiento de esta orden y el honor de V. S. Este
escarmiento debe ser la base de la estabilidad del nuevo sistema, y una lección para los jefes
del Perú, que se avanzan á mil excesos por la esperanza de la impunidad; y es al mismo
tiempo la prueba fundamental de la utilidad y energía con que llena esta expedición los
importantes objetos á que se destina.
«Dios guarde á V. S. muchos años. Buenos Aires, 28 de Julio de 1810.
Á la Junta de Comisión de la Expedición á las Provincias interiores.
CORNELIO SAAVEDRA, DR. JUAN JOSÉ CASTELLI, MANUEL BELGRANO, MIGUEL DE
AZCUÉNAGA, DOMINGO MATHEU, JUAN LARREA, JUAN JOSÉ PASSO, Secretario,
DR. MARIANO MORENO, Secretario».
(Las elecciones tuvieron lugar el 17 de Agosto, fecha en la cual Liniers y sus compañeros
estaban ya presos. Se les arrestó once días antes. El fusilamiento se verificó el 26, nueve días
después de celebradas aquellas).
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-- 148 --
Francisco Tarragona, Alcalde de primer voto, resultó electo diputado.
Pero en cambio, Montevideo y el Paraguay, en uso de derechos
innegables, se resistieron y fue preciso recurrir á las armas para obtener
un acatamiento que no se prestaba de grado: otro ejército, bien pequeño
por cierto, fue destinado al Norte154, y su gefe al pasar por Santa Fe se
llevó los cañones allí existentes, los blandengues que la guarnecían,
diversos elementos de movilidad suministrados espontáneamente por los
vecinos, y algún dinero para los gastos. En compensación declaró muy
noble al Ayuntamiento, y siguió viaje sin preocuparse de que la ciudad
quedaba librada á los asaltos de los indios. El ex-Virrey Cisneros, había
sido ya deportado para evitar complicaciones.
Como ocurre siempre en casos tales, el estado de guerra llevó anexa
desde el principio la necesidad de un poder ejecutivo con facultades
amplias; y de este modo, la Junta de Buenos Aires se vio en el caso de
suprimir cuantas libertades pudiesen utilizarse contra ella. Por lo demás,
la verdad es que no había ofrecido libertades. Bajo el punto de vista legal
no era otra cosa que un gobierno provisorio destinado á cesar tan pronto
como los diputados de las provincias resolvieran, unidos á los de la
Capital, qué había de hacerse. Mantuvo pues la esclavitud que pesaba
sobre los negros, siguió usando el sello del Rey, conservó la bandera real
en los regimientos, recibió los honores que antes se tributaban al
Virrey155, ejerció funciones judiciales, prohibió se diera empleos á
enemigos políticos, destituyó á los miembros del Cabildo que habían
consentido en instalarla156, les nombró de oficio reemplazantes
(prescindiendo de su carácter municipal), y como el peligro arreciara,
llegó hasta ordenar que fuesen arcabuceados sumariamente cuantos
hablaren mal del gobierno, lo que sin duda contrastaba con el hermoso
lema de la GACETA oficial: «Rara temporum felicitate, ubi sentire quae velis,
et quae sentias, dicere licet»157. Al lado de estas medidas que correspondían
154 Montevideo y el Paraguay no estuvieron representados en el Cabildo Abierto del 22 de
Mayo. –No es fácil decidir porqué ese ejército fue puesto á las órdenes del vocal Belgrano,
en vez de serlo á las de un militar. Belgrano era abogado, ocupaba el cargo de secretario
del Tribunal de Comercio antes del 25 de Mayo, y hasta el momento en que se le hizo
general, no hay noticia de que tuviese especial competencia en asuntos militares. La
expedición al Paraguay fue derrotada. 155 Decreto de Mayo 28 de 1810, derogado en Diciembre del mismo año. R. O., I, 27. 156 Octubre 17 de 1810. Id., I, 79. 157 BANDO publicado el 1° de Agosto de 1810. Id. I, 58. Saavedra, el presidente de la Junta,
critica en sus MEMORIAS estos procederes y en tono dolorido hace á sus compañeros
algunas imputaciones que probablemente se resienten de exageración: (Rev. Historia, I,
204):
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-- 149 --
á una situación de fuerza, y de otras inspiradas en el sistema económico
de la época (prohibición de matar ganados cimarrones, que afligió á las
clases menesterosas; rigor en materia de aduanas), la Junta adoptó
diversas disposiciones encomiables; creación de un periódico (Gaceta) en
el que se hacía propaganda cívica; habilitación de un nuevo puerto de
ultramar en la Ensenada, que permitiese á Buenos Aires prescindir de
Montevideo; rebaja en los derechos de exportación de los frutos del país;
creación de una biblioteca pública; fomento de la instrucción;
levantamiento de un censo; supresión de cierto impuesto de consumo
que molestaba innecesariamente á los vecinos.
En su propio seno llevaba la Junta elementos, heterogéneos, y la
componían demasiadas personas. Cuando empezaron á llegar los
diputados de las provincias, Moreno opinó que no debían actuar
separadamente desde luego, sino como cuerpo colegiado una vez que
estuviesen todos reunidos en Buenos Aires. Saavedra optó por irlos
incorporando á la Junta conforme fuesen llegando, y su opinión encontró
eco en la mayoría158. De este modo, mediante agregaciones sucesivas,
«Los más de los dias llevábanse á la Junta listas de hombres que se decía eran contrarios
á «la causa y al Gobierno, solicitando su destierro ó separación de esta ciudad, y aún de
la «provincia. Como ellos eran apoyados por algunos individuos de la misma Junta, al
principio «surtieron los efectos que los delatores se habían propuesto; más eran tan
repetidas estas listas «que ya no me fue pasible dejar de manifestarme contrario á su
ejecución. No se sabía quiénes «eran los delatores, no se probaba ni acreditaba con
hechos ni documentos los intentos de «subversión del sistema, de que se acusaba á
aquellos hombres. No se les quería oir ni «convencer, como era justo. Eran, por otra
parte, padres de familia no pocos de los «comprendidos; otros, mercaderes y
negociantes; en fin, tenían un positivo derecho para no ser «removidos del seno de sus
familias sin previamente ser convencidos, de crímenes.»
158 Como consecuencia de ello y de otras divergencias anteriores se produjo la renuncia de
Moreno: poco después partió, á Europa con! una misión, y falleció en el camino, en
circunstancias que hicieron sospechar un envenenamiento. Su actuación en el gobierno
provisorio duró apenas siete meses.
Exprofeso no he mencionado entre las medidas de la Junta, el encargo de un PLAN DE
OPERACIONES á Mariano Moreno. Ese PLAN, que ha sido tachado de falso, fue publicado
en Buenos Aires por el Ateneo, con intervención de autoridades nacionales. No obstante
la tacha, cabe observar, que varias de las resoluciones de la Junta, insertas, en el Registro
Oficial de la Nación, coinciden con lo que en el PLAN se aconseja. Moreno debió darse)
cuenta de que los miembros del nuevo gobierno carecían de prestigio y de dinero
suficientes, y de que en consecuencia debían recurrir á la fuerza para mantenerse en sus
cargos y desarrollar seriamente algún programa. Es evidente que el elemento oficial no
constituía un punto de apoyo muy estable: muchos de los empleados que aceptaron la
autoridad de la Junta, habían jurado acatamiento años antes al general inglés Berresford.
Obedecían á quien mandase, sencillamente. Así el Obispo Lue, que después de alzarse
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-- 150 --
bien pronto el Poder Ejecutivo estuvo en manos de diez y nueve personas
(una de las cuales era Dn Juan Francisco Tarragona, el diputado electo
por Santa Fe)159 y los hombres de la Junta de Mayo quedaron en minoría.
Acentuóse esta, á raíz de un alboroto, callejero (promovido en Abril de
1811) que motivó la salida de Azcuénaga y Larrea160, sin forma de juicio y
con la complicidad de algunos de los miembros remanentes. Subsiguió
un Tribunal de Censura, creado para asegurar la libertad de imprenta (decreto
de Abril 20). Fallecidos Moreno y Alberti, y procesado Belgrano por su
derrota en el Paraguay, la dirección del gobierno provisorio estaba ya en
otras manos.
Poco después (Junio de 1811), Saavedra partió á hacerse cargo del
ejército derrotado en Huaqui, y sus compañeros aprovecharon la
oportunidad para modificar aquel original Poder Ejecutivo,
concentrándolo en tres miembros (Setiembre 23) y formando un Poder
Legislativo con los restantes diputados, independientemente del Poder
Judicial (Reglamento de 22 de Octubre). Acababa de firmarse un tratado
de paz con Montevideo, ciudad que recibía auxilios de la Carlota161. Pero
al mes justo de su nacimiento, el flamante Poder Ejecutivo opinó que no
estaba obligado á cumplir la decisión que le diera vida; é invocando las
airado contra los criollos en el Cabildo; Abierto del 22 de Mayo, ordenó se leyera la
«Gaceta» por los curas en todas las iglesias, tan pronto como hubo mayoría de criollos en
el gobierno provisorio. 159 No parece que esta representación de Santa Fe en los negocios públicos del Virreynato
produjera mayores ventajas. Tarragona intervino en la creación de JUNTAS PROVINCIALES,
lo que significaba alterar de nuevo la situación provisoria, ilegalmente, ya que tales
Juntas quedaban subordinadas á la de Buenos Aires y bajo la presidencia de jefes
enviados desde allí, antes de que la representación de las provincias se hallara integrada,
por completo. Como Santa Fe no era capital de provincia, tocóle una Junta de tres
miembros, elegibles dos de ellos por el pueblo, con una salvedad importante (Reg. Ofic.,
I, 103).
«Que para estas elecciones se ponga la mira en sujetos de las más recomendables calidades y
principalmente la de haber probado de un modo indeficiente pero razonable su decidida
adhesión al sistema actual; de manera que no podrá recaer en ninguno que hubiese sido
causado, que se halle ligado por alguna relación íntima con los que lo hayan sido, ni de
quien se pueda recelar alguna fundada sospecha».
Mantenía en vigencia el sistema de negar derechos electorales á los contrarios políticos.
Las Juntas cesaron en 1812. 160 También salieron del gobierno con ese motivo, Vieytes y Nicolás Peña.
161 La Junta por una parte y el gobierno de Montevideo por la otra, declararon de nuevo en
esta emergencia (Art. 1° del Tratado: «que protestaban solemnemente á la faz del
universo, que no reconocían ni reconocerían jamás otro soberano que el Sr. D. Fernando
VII y sus legítimos sucesores y descendientes». Octubre 21 de 1811. Reg. Ofic. de la Nac.
I, 123.
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 151 --
bien entendidas necesidades de la patria, por sí y ante sí162 resolvió
expulsar á todos los miembros del Poder Legislativo y organizar de
nuevo las cosas. De ese modo terminó, casi tan bruscamente como
naciera, la Junta Provisoria del 25 de Mayo; y de ese modo también, el
Diputado por Santa Fe, Dn Juan Francisco Tarragona, dejó de tener
participación en el gobierno general, antes de cumplirse el año.
La nueva reforma política –cuarta desde Mayo de 1810 (en diez y ocho
meses) se complicó á los quince días con la sublevación del regimiento de
patricios. El Congreso General de las provincias, que iba á resolver en
definitiva (acababa de ser disuelto, como queda dicho, el Congreso
provisorio), debía formarse ahora:
a) Con los miembros del Cabildo de Buenos Aires;
b) Con cien ciudadanos elegidos por el vecindario de Buenos Aires;
c) Con los Diputados que enviaran las demás ciudades.
No parecía dudoso en estas condiciones el predominio definitivo de los
hombres de Buenos Aires; pero así y todo, se creyó oportuno (19 de
Febrero de 1812) tomar nuevas precauciones: el Congreso solo sería
convocado por ocho dias cada seis meses siendo nulo cuanto actuara
pasado ese término, salvo prórroga del P. E.; y al reunirse, limitaría sus
decisiones á nombrar el Triunviro saliente (cada uno de ellos solo duraba
seis meses en el cargo) y tratar los asuntos que el Ejecutivo le sometiera163.
Todo, á nombre del Sr. Dn Fernando VII.
Tomada semejante decisión, sin duda el P. E. temió las complicaciones
que podrían surgir de esa elección de cien personas, porque 21 días
después volviendo sobre lo acordado, declaró que el futuro Congreso se
formaría simplemente con 33 Diputados, elegidos á la suerte por el Cabildo
de Buenos Aires: 22 para la ciudad, y 11 para representar á todos los demás
pueblos y provincias. Mayor previsión era imposible.
162En el MANIFIESTO correspondiente (Noviembre 22 de 1811), decían los Triunviros:
«Parece que la Junta de Diputados, cuando formó el Reglamento de 22 de Octubre tuvo
más presente su exaltación que la salud del Estado. Con el velo de la pública felicidad se
erigió en soberana, y rivalizando con los poderes que quiso dividir, no hizo más que
reasumirlos en grado eminente. Sujetando al Gobierno y á los magistrados á su autoridad
soberana, se constituyó por sí misma en Junta Conservadora, para perpetuarse en el
mando y arbitrar sin regla sobre el destino de los pueblos. Como si la soberanía fuese
divisible, se la atribuyó de un modo imperfecto y parcial – (R. O. de la Nación, I, 127).
163 Registro Oficial de la Nación, T. I, pág. 139.
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
-- 152 --
En el sorteo, tocó á Santa Fe ser representada por Dn José Alberto
Calzena y Echevarría, quien solo duró cuarenta y ocho horas en su cargo.
Reunidos los Diputados (sorteados por un Cabildo á quien ningún
vecindario había elegido), su primer acto fue declarar que en ellos residía
la suprema autoridad de las Provincias Unidas del Rio de la Plata.
Comunicáronlo al Ejecutivo, para su inteligencia. Y el mismo día, el
Ejecutivo disolvió á la Asamblea, por haber comprometido de un modo
criminal los intereses sagrados de la patria, según dijo (decreto de Abril
6/1812)164. Detrás de la habilidad, la fuerza.
Mientras Buenos Aires se entregaba á semejante gimnasia, la guerra
contra el Virrey del Perú había ido empeorando. La batalla de Suipacha,
ganada en Noviembre de 1810165, permitió á Castelli llegar en un
imprudente paseo militar de cuatrocientas leguas, hasta las márgenes del
lago Titicaca; pero allí fue derrotado (Huaqui, Junio de 1811) y retrocedió
dejando á Potosí y las minas en poder del enemigo166. Con ello
164 Id. pág. 162. La Asamblea había elegido triunviro suplente á Díaz Vélez, y el Ejecutivo
entendía corresponderle la suplencia á Rivadavia, Secretario del Triunvirato. 165 Tomo estos datos del parte enviado por Castelli, desde Tupiza (Noviembre 10):
Bajas del ejército triunfante: un muerto y doce heridos. Bajas del ejército derrotado: cuarenta
muertos y catorce heridos.
Y agrega Castelli: «La recolección de armas tiradas por los cerros y el despojo de los vencidos,
fue el cuidado de la tropa vencedora; de modo que vinieron cargados de armas, fornituras,
prendas, mulas, dinero y alhajas». CALVO, Anales históricos de la revolución. 1808-1811. 166 Esta retirada permitió comprobar á los jefes de Buenos Aires, que la población del
Virreynato no ponía grandes ideales en la guerra. Copio del parte de Puyrredón (en
Camposanto, Octubre 4 de 1811):
«A dos jornadas de Tanja para acá me alcanzó un expreso con un pliego de aquella Junta, en
que me comunicaba que aún no me hallaría á cinco leguas de distancia de la villa, cuando se
conmovió el pueblo y se hizo un Cabildo Abierto para tratar de quitarme los caudales».
En el mismo sentido escribía más tarde (Mayo 2 de 1812) el general Belgrano al gobierno de
Buenos Aires:
«Ni en mi camino al Rosario, ni en aquel triste pueblo, ni en la provincia de Córdoba y su
capital, ni en las ciudades de Santiago, Tucumán y Jujuy he observado aquel entusiasmo
que se manifestaba en los pueblos que recorrí cuando mi primer expedición al Paraguay;
por el contrario, quejas, lamentos, frialdad, total indiferencia, y diré más, odio mortal, que
casi estoy por asegurar que preferirían á Goyeneche cuando no fuese más que por variar de
situación y ver si mejoraban. Créame V. É.: el ejército no está en país amigo; no hay una sola
demostración que me lo indique; no se nota un solo hombre que se una; á él, no digo para
servirle, ni aún para ayudarle. Todo se hace á costa de gastos y sacrificios. Se nos trata como
á verdaderos enemigos». MITRE, Historia de Belgrano, II, 57.
Un sencillo cálculo permite deducir que la guerra no revistió caracteres de levantamiento
popular: basta dividir el número de soldados por el de habitantes. Apenas un dos por ciento
de la población estuvo sobre las armas, incluyendo en esa cifra los que ya eran soldados al
producirse el movimiento y los negros esclavos que fueron incorporados luego. Esta
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 153 --
disminuyeron los recursos, al tiempo que mermaban las entradas de
aduana en el Rio de la Plata, como consecuencia del alzamiento de
Montevideo que era el verdadero puerto de ultramar no obstante la
habilitación de la Ensenada.
Tras la derrota de Belgrano, segregóse el Paraguay y quedó suprimido
el impuesto de sisa que pagaba la yerba en Santa Fe; lo cual, abarató sin
duda ese artículo, pero castigó las rentas fiscales. Cesó también el estanco
del tabaco. Unidos estos factores de déficit y aumentados los gastos con
la guerra, no hubo otro camino que elevar los impuestos á pesar de la
impopularidad que ello significaba. Nada tiene de extraño pues, que á fin
de evitar complicaciones, el gobierno amonestase con severidad al
general Belgrano, por haber enarbolado en tierra santafecina el 27 de
Febrero de 1812 (baterías del Rosario), la bandera azul y blanca, que á
decir verdad no fue en sus principios tan altivamente arrebatada al cielo
como lo quiere la ficción poética. Sencillamente, se envió una bandera
española para que sustituyera á la enarbolada167.
Casi á los tres meses de disuelta la Asamblea por el P. E. (Julio de 1812),
un grupo de peninsulares fue descubierto en momentos en que iba á
lanzarse á la revolución para restablecer con claridad el poderío de
Fernando VII, un tanto mal parado por sus presuntos representantes.
Descubrióse la intentona y subsiguieron algunas ejecuciones; pero ni aún
este aviso de que existían peligros internos, sirvió para unificar la acción
de los criollos. Llegada á Buenos Aires, á principios de Octubre, la noticia
de que Belgrano había derrotado en Tucumán al ejército del Perú, pocos
días después estalló una nueva revolución, encabezada, como la de 1809,
y la de 1810, y la de 1811, por fuerzas de línea: esta vez, aparecían entre
los jefes sublevados contra el gobierno, Dn José de San Martín y Dn
Carlos M. de Alvear, oficiales del ejército español, recientemente venidos
de la metrópoli en la seguridad de que la guerra estallada en el Rio de la
Plata se dirigía á independizar al país y no á conservarlo íntegro para
Fernando VII. A semejanza de lo hecho en 1810 (é invocando lo resuelto
situación persistió hasta el momento de ser declarada la independencia de LAS Provincias
Unidas del Río de la Plata.
167 La nueva bandera importaba transformar en guerra de independencia lo que por entonces
parecía ser simplemente guerra contra las tropas del Perú. García Mérou (ob. cit.) hace notar
que se negó también el exequatur al cónsul inglés Staples por no ser estos países
independientes.
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en 22 de Mayo de ese año), el Cabildo de 1812 nombró otra Junta168 para
que gobernara ínterim se reunía el Congreso General definitivo.
Ese Congreso169 se reunió por fin el 31 de Enero de 1813 bajo la
presidencia de Dn Carlos M. de Alvear170 , é hizo honor al país por su
brillante actuación.
Declaró representar colectivamente á la Nación, y no, particularmente,
á las provincias; sancionó el principio de que los diputados eran inmunes
168 Los señores del Excmo. Cabildo, Justicia y Regimiento de esta Capital:
POR CUANTO: habiéndose enterado en acuerdo extraordinario del día de hoy, de una
representación que ha hecho al Excmo. Cabildo una gran parte del pueblo, protegido por
toda la fuerza armada de la capital, en que manifestándose resentidas todas las clases del
Estado de las públicas infracciones de los artículos del Estatuto Provisional de 23 de
Noviembre de 1811 y del Reglamento de 19 de Febrero de 1812, habiéndose procedido de
un modo ilegal y escandaloso á las elecciones de los dos vocales para el Gobierno,
excluyendo á los representantes de Salta y Jujuy, y frustrando el sufragio del Diputado
suplente del Tucumán, dando por impedido sin causa al de Mendoza, usando los
gobernantes la seducción é intriga para ganar los votos en la Asamblea á favor de la facción,
con otros hechos de no menor gravedad que se expresaban, pedían todos los subscriptos
que en el acto se suspendiese la dicha Asamblea y cesasen en sus funciones los individuos
depositarios del Poder Ejecutivo, reasumiento el Ayuntamiento la autoridad que le delegó
el pueblo congregado el 22 de Mayo de 1810, y creando desde luego un Poder Ejecutivo de
las personas más dignas del sufragio público, ligado precisamente á la indispensable
convocación de una asamblea general que decida de los grandes negocios de la comunidad,
porque esta era la manifiesta voluntad del pueblo, que esperaba, dispuesto á ofrecer el
último sacrificio á la libertad de la patria y juraba delante del eterno), no abandonar el lugar
que ocupaba hasta ver cumplidos sus votos; «HA DETERMINADO después de la meditación
que permitieron las circunstancias, de haber pido á los señores jefes militares de la fuerza
que ocupaba la plaza de la Victoria, don Francisco Ortiz de Ocampo, coronel del regimiento
núm. 2, don José de San Martín, comandante de los granaderos montados, don Manuel de
Pinto, comandante de la artillería volante, don Carlos Alvear, sargento mayor de los
granaderos montados, don Ramón Fernández, de igual clase del núm. 2, entre otras cosas,
que quedase suspensa la asamblea congregada el 6 del corriente y sin efecto sus
resoluciones; y proceder á la elección de los individuos que deben constituir el gobierno
provisorio, –y la ha realizado en las personas de los señores Dr. Juan J. de Passo, don
Nicolás de la Peña y Dr. Don Antonio Alvarez de Jonte, –que fue aprobada á pluralidad de
votos por el inmenso pueblo que ocupaba los corredores y galerías, de las Casas
Consistoriales, deposit{ndoles la autoridad bajo las condiciones siguientes:<».–(Reg Ofic.
de la Nac., I, 182) 169Como la guerra continuaba, fue indispensable excluir de las nuevas elecciones de diputados
á todos los enemigos políticos. Por eso el decreto de convocatoria (Reg. Of. de la Nac., I,
186) estableció que los alcaldes de barrio solo citaran á los vecinos libres y patriotas,
prohibiendo fuesen electores. á diputados aquellas personas cuya adhesión á la justa causa
de la América pareciere dudosa. De este modo las circunstancias fueron acostumbrando al
pueblo á excluir de los atrios á los contrarios. 170El mismo día en que el comandante militar del Rosario rompía un fuego inofensivo sobre la
escuadrilla española de Montevideo.
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-- 155 --
(extremándolo hasta impedir se les demandara por deudas civiles);
proclamó la libertad de vientres171 y la de todo esclavo que entrara al país
(lo que más tarde se derogó respecto del Brasil); abolió la Inquisición, la
mita172, los títulos de nobleza, los mayorazgos, y el tormento en los
procedimientos judiciales; permitió la libre exportación de harinas y
granos; desconoció toda dependencia hacia el papado; ordenó un censo;
y aceptó como nacional la bandera enarbolada por Belgrano, y como
himno de la patria, la canción de Vicente López, vibrante de entusiasmos
desde su primera frase:
Oíd mortales el grito sagrado
¡Libertad, libertad, libertad!173
Con ello se arrojaba francamente el guante al rostro del Rey y los
criollos se aprontaban á formar una nueva nación.
Al lado de estas disposiciones encomiables, dictóla Asamblea otras, que
sin duda la guerra hacía necesarias, pero que revistieron aspectos de
crueldad excesiva. Prohibió comerciaran los españoles europeos
(volviendo así del revés la legislación de Felipe II) y ordenó se les
internara en el país á fin de evitar que mantuviesen relaciones con los
realistas del exterior. Rebaños de hombres que no habían cometido otro
delito que nacer en España, se vieron arrancados de sus hogares, y á pié,
171 Dos años después (1815) el Congreso de Viena procurando favorecer á las industrias
portuguesas del Brasil, manejadas con esclavos, declaró permitida la trata de negros al Sud
del Ecuador. 172 Cuatro meses antes había sido suprimida desde España por decreto de Noviembre 9 de
1812. 173 Una vez más, me veo en el caso de comprobar que el estado de guerra modificó hasta para
los mismos criollos los buenos deseos expresados en las estrofas del himno. Por vía de
ejemplo, transcribo algunos artículos del REGLAMENTO MILITAR dictado por el general
San Martín para el Ejército Libertador de Chile, en 1816 (Reg. Ofic. de la Nac., I, 401),
Reglamento, que seguramente fue suavizado en la práctica:
1º. Todo el que blasfemare del santo nombre de Dios ó de su adorable Madre é
insultare la religión, por primera vez sufrirá 4 horas de mordaza atado á un palo, en
público, por el término de ocho días; y por segunda vez, será atravesada su lengua
con un hierro ardiente y arrojado del cuerpo.
10º. El sargento, cabo ó soldado que no obedezca á los oficiales en asuntos del
servicio, será pasado por las armas.
14º. Al que levantare la mano á sus superiores, en cualquier lugar que sea, se le
cortará la mano.
16º. El que desertare por primera vez en tiempo de paz, ocho años de recargo; por
segunda, tres carreras de baqueta por 200 hombres; por tercera, muerte.
39º. El que pida gracia por un condenado á muerte, morirá.
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-- 156 --
en grupos de cincuenta, comenzaron á marchar penosamente desde
Buenos Aires hasta San Luis, via San José de la Esquina y Cruz Alta, sin
que valieran recursos ni súplicas. La batalla de Salta ganada en 1813,
permitió reconquistar á Potosí dando nuevos alientos á los separatistas;
pero en Setiembre del mismo año se produjo la derrota de Vilcapujio y en
Noviembre la de Ayohuma: ese mismo mes la Asamblea se declaró en
receso y terminó, prácticamente, en su carácter de representante de la
nación. Ocupados Bolivia y el Uruguay por tropas españolas, una tercera
parte de los diputados cesó en su mandato174; y de este modo, una vez
más, el Congreso General que debía resolver acerca de la forma de
gobierno, se disolvió sin establecer cosa alguna definitiva á este respecto.
Tan solo unificó al Poder Ejecutivo, sustituyendo al Triunvirato por un
Director (Enero de 1814): nombró para tal cargo á un tío de Dn Carlos M.
de Alvear. El gobierno seguía en poder de la logia que hizo la revolución
de 1812, á la que pertenecían casi todos los miembros de la Asamblea, lo
que no era sin duda un gran elemento de democracia175 ni un medio de
evitar los gobiernos de familia, pero permitía cierta cohesión.
174 Cinco pertenecían al Alto Perú y tres á la Banda Oriental, sobre un total de 23 diputados. La
Asamblea volvió á reunirse accidentalmente, sin celebrar más que veinte sesiones durante
los catorce meses corridos desde el 18 de Noviembre de 1813 (fecha del receso) hasta el 26
de Enero de 1815, fecha de la disolución. 175 «El primer trabajo de San Martín y Alvear al llegar á su patria, fue el establecimiento de la
famosa, logia conocida en la Historia con el título de «Lautaro», la que debía ejercer una
misteriosa influencia en los destinos de la revolución. Con el fin de gobernarla, sometieron á
sus directores á la disciplina de las sociedades secretas, preparando misteriosamente entre
pocos lo que debía aparecer en público como el resultado de la voluntad de todos».–
HISTORIA DE BELGRANO, Ed. de «La Nación», T. 2, pág. 214. El mismo, agrega:
«El puesto de Director Supremo halagaba la prematura é inexperta ambición de Alvear; pero
sin bastante prestigio aún, sin un partido que lo apoyara fuera de la logia, sin títulos para
mandar á los demás, hizo que los legistas –que eran al mismo tiempo los diputados que
debían efectuar la elección– se fijasen en su tío Gervasio Posadas, preparándose así el
camino del poder para más tarde».
Y el Dr. José M. Estrada, en sus «Lecciones sobre la Historia de la República Argentina» deja
entrever que el sistema de la logia importaba negar todo derecho, incluso el de la vida, á los
enemigos políticos. Transcribe la conversación que tenía lugar al principio de cada sesión
entre el presidente y dos de los afiliados (Tomo 2, pág. 53) :
«–¿Á quien debemos imitar nosotros?–preguntaba el presidente.
–Al valiente Lautaro.
–¿Qué hizo Lautaro?
–Morir por la defensa de su patria.
–¿Cual era su patria?
–La nuestra.
–¿Y sabéis que todos los caballeros que están presentes se hallan reunidos á imitarlo?
–No solo los presentes sino todos los que cubren la superficie de la tierra< (!).
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-- 157 --
Entre tanto, la situación variaba fundamentalmente en Europa.
Fernando VII, libre de su cautiverio á consecuencia de las derrotas
sufridas por Bonaparte, preparóse á enviar quince mil hombres al Rio de
la Plata, comenzando por celebrar con Inglaterra un tratado, para
asegurarse su neutralidad. Y casi al mismo tiempo, uno de los oficiales
que habían luchado á favor del gobierno de Buenos Aires contra el de la
Banda Oriental (Artigas), se sublevó contra el director Posadas176,
decidido á campar por sus respetos. Puesta á precio su cabeza y
ordenado el fusilamiento de cuantos le siguieran, no fue fácil dar
cumplimiento á la orden: Artigas derrotó á sus perseguidores. Como
consecuencia de estas dos nuevas complicaciones, y de la destrucción del
ejército de Belgrano en Ayohuma, los hombres de la logia no encontraron
más solución al problema, que deshacer parte de lo hecho y entregar
nuevamente estos dominios á Carlos IV (el padre de Fernando VII,
destronado seis años antes) ó á alguno de sus hijos que no fuera
Fernando. América debería transformarse en una monarquía
constitucional. Con este propósito –tan contrario á la índole de las de las
deliberaciones de 1813– la Asamblea facultó á Posadas para entrar en
tratos, y partieron á Europa, Belgrano, Rivadavia y Sarratea177.
Montevideo había caído en poder de Alvear.
–¿ Porqué lo sabéis ?
–Porque así lo han jurado y prometido. (!).
–Y si por una de aquellas casualidades que suceden en el mundo faltase alguno á su
promesa, ¿que haríamos con él?
–Asesinarlo». 176 Seis mil pesos fueron ofrecidos (Reg. Ofic. de la Nac., I, 262). En Agosto del mismo año
(1814) se le rehabilitó, ofreciéndole $ 4.000 anuales en concepto de sueldo de coronel. En
1810, al servicio del Rey, era teniente. 177 El Dr. Adolfo Saldías, uno de los escritores que con más. sinceridad ha estudiado la
conducta de los primeros gobiernos argentinos, publica en «La Evolución Republicana» los
dos interesantes documentos que reproduzco. Al través del primero aparece el mismo
Carlos IV de 1808, cuidadoso ante todo de su asignación personal. Et segundo, es el
proyecto de constitución, ideado para la monarquía americana, proyecto que solo copio en
lo substancial:
«Don Manuel de Sarratea, D. Bernardino Rivadavia y D. Manuel Belgrano, plenamente
facultados por el Superior Gobierno de las Provincias del Rio de la Plata para tratar con el
Rey Nuestro Señor Dn. Carlos Cuarto (que Dios guarde) á fin de conseguir del Justo y
Piadoso Animo de S. M. la institución de un Reyno en aquellas Provincias, y cesión de él al
Serenísimo Señor Infante Don Francisco de Paula, en toda y la más necesaria forma:
PROMETEMOS Y juramos por nosotros y á nombre de nuestros comitentes, queden el caso
que la Corte de Madrid resentida por tan justa medida, retire ó suspenda en parte, ó en todo
las asignaciones que están acordadas al Rey Nuestro Señor Don Carlos Cuarto, será
inmediatamente asistido con la suma igual que se le hubiese negado ó suspendido, en
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
-- 158 --
dinero efectivo, por todo el tiempo que durase la suspensión ó resistencia de la nominada
Corte á cumplir en esta parte sus obligaciones.
En igual forma nos obligamos á que en caso de fallecimiento del Rey Nuestro Señor Don Carlos
Cuarto (que Dios no permita) se sufragará á la Reyna Nuestra Señora Doña María Luisa de
Borbón, las mismas asignaciones por vía de viudedad, durante toda su vida. Y á fin de que
la prefixada obligación sea reconocida por el Gobierno y representación de las Provincias
del Rio de la Plata y el Príncipe que en ellas sea constituido, extendemos cuatro ejemplares
del mismo tenor, tres de las cuales se remitirán á nuestro Rey y Señor, para que dignándose
admitir este testimonio de nuestro reconocimiento, quiera devolvernos dos de ellos con su
real aceptación para los fines indicados; quedando el cuarto en nuestro Archivo firmados y
sellados con el sello de las Provincias del Rio de la Plata, en Londres á diez y seis de Mayo
de mil ochocientos y quince.»
Manuel de Sarratea. – Bernardino Rivadavia. – Manuel Belgrano.
PROYECTO DE CONSTITUCIÓN
1° La Nueva Monarquía de la América del Sud, tendrá por denominación el Reino Unido del
Rio de la Plata, Perú, y Chile; sus armas serán un escudo que estará dividido en campo azul
y plata: en el azul que ocupará la parte superior se colocará la imagen del Sol, y en el plata,
dos brazos con sus manos que sostendrán las tres flores de los distintivos de mi Real
Familia, llevará la Corona Real y se apoyará sobre un Tigre y una Vicuña: su pabellón será
blanco y azul celeste.
2° La Corona será hereditaria por orden de proximidad en las líneas de agnación y cognación.
3º Si, lo que Dios no permita, el Rey actual falleciese sin sucesión, retrovertirán á Mi sus
derechos para que con acuerdo y consentimiento del Cuerpo Legislativo elija otro Soberano
de mi Real Familia; pero si yo ya no existiera, dichas Salas tendrán la facultad de elegir por
su Rey á uno de los Príncipes de mi Real Sangre.
4º La Persona del Rey es inviolable y sagrada. Sus ministros son responsables. El Rey mandará
las fuerzas de mar y tierra; declarará la guerra, hará la paz; tratados de alianza y comercio;
distribuirá todos los empleos; estará á su cargo la Administración Pública, la ejecución de
las leyes y seguridad del Estado, á cuyos objetos dará las órdenes y reglamentos necesarios.
5° El Rey nombrará toda la nobleza; dará todas las dignidades, podrá variarlas y concederlas
por vida ó hacerlas hereditarias. El Rey podrá perdonar las ofensas, conmutar las penas ó
dispensarlas en los casos que la ley le conceda.
6° La nobleza será hereditaria en los propios términos que la Corona; se distinguirá
precisamente en tres grados y no podrá extenderse á más; el primer grado será el de Duque,
el segundo el de Conde, y el tercero el de Marqués; los nobles serán juzgados por solo los de
su clase; tendrán parte en la formación de las leyes, podrán ser diputados de los Pueblos y
gozarán de los honores y privilegios que la ley ó el Rey les acuerde; pero no podrán ser
exceptuados de los cargos y servicios del Estado. Todo individuo del Estado de cualquier
clase y condición que sea podrá optar á la nobleza por sus servicios, por sus talentos ó por
sus virtudes; el primer número de la nobleza será acordado por el Rey y Representantes y
cualquier otro, por el Cuerpo Legislativo.
DEL CUERPO LEGISLATIVO
7º El Cuerpo Legislativo será integrado por el Rey, por la Nobleza y Representación del
Común.
La Alta Sala la formarán todos los Duqaes, cuyo derecho se declara inseparable de su dignidad;
la tercera parte de los Condes por elección entre ellos, presidida de un Comisionado del
Rey; por la cuarta parte de los Marqueses elegidos en los propios términos; y por la tercera
parte de los Obispos del Reyno, elegidos la primera vez por el Rey, siendo de cargo de Él y
de la otra Sala fijar para lo sucesivo las bases de la elección de este cuerpo.
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 159 --
Pero tal cambio de frente era imposible. Desde hacía muchos meses el
gobierno de Buenos Aires, levantaba contra el Rey á los esclavos, á los
gauchos, á cuantos hombres podía utilizar en la empresa, desparramando
al efecto grados militares y comisando bienes de españoles europeos.
Aquellas, gentes no entendían de fórmulas complicadas: un jefe contra
otro jefe, un gobierno contra otro gobierno, una bandera contra otra
bandera. Se les había convencido de que los autores de todos sus males
eran el Rey, en primer término, y los españoles, en segundo; ponerse á las
órdenes de un Rey español equivalía á traicionar la causa.
8º La Segunda Sala la compondrán los Diputados de los Pueblos, los que serán elegidos por la
primera vez en los términos acostumbrados que menos juego permitan á los partidos y
consulten la mejor opinión; siendo de indispensable cargo al Cuerpo Legislativo establecer
para las segundas las. leyes más adecuadas y precisas.
9° La facultad de proponer la ley será común al Rey y ambas Salas; el orden de la proposición
será del Rey á la primer Sala y de ésta al Rey, y de la segunda á la primera; en caso que una
propuesta no sea admitida por su inmediata! no podrá pasar á la tercera ni repetirse hasta
otra sesión. Todas ley será el resultado de la pluralidad de ambas Salas y del accésit del Rey:
la sanción y promulgación de la ley será privativamente suya.
10º La designación de la renta del Rey, su Real Casa y Familia, de los gastos de su Ministerio y
Gabinete, la lista civil, la militar y gastos extraordinarios serán exclusivamente acordadas
por ambas Salas, á que en igual forma pertenece el arreglo é imposición de derechos y
contribuciones.
11º Los electos de la nobleza, clero y común durarán seis años, empezando á conocerse los
primeramente electos por mitad cada tres años. Los Diputados del Común no podrán ser
ejecutados, perseguidos ó juzgados durante su comisión, sino en los casos que la ley
designa y por la propia Sala á que pertenecen.
DEL MINISTERIO
12º Ninguna orden del Rey sin autorización de su Ministro correspondiente será cumplida; los
Ministros tendrán la facultad de proponer á ambas Cámaras lo que crean conveniente, y
entrar á cualquiera de ellas á informar lo que estimen oportuno: los Ministros serán
indispensablemente miembros de la Alta Sala, y solo por ella podrán ser juzgados. Los
Ministros no podrán ser acusados sino por traición ó extorsión; la acusación no será
admisible si no es hecha por la pluralidad de una ú otra Sala. El Ministro de Hacienda
presentará á ambas Salas para su conocimiento y aprobación, las cuentas del año anterior.
DEL PODER JUDICIAL
13º Los Jueces serán nombrados por el Rey; serán perpetuos é independientes en su
administración; sólo en el caso de injusticia notoria ó colusión podrán ser acusados ante la
Alta Sala, quien los juzgará con independencia del Rey, el que protegerá y ejecutará en esta
parte sus decisiones; se establecerán los jueces del hecho llamados Jurados, en la forma más
adoptable á la situación de los Pueblos.
DEL COMÚN DE LA NACIÓN
14º Á más del reparto proporcionado y uniforme de todos los cargos y servicios del Estado, de
la opción de todos á la nobleza, empleos y dignidades y del común concurso y sujeción á la
ley, la Nación gozará, con derecho de propiedad inalienable, la libertad de culto y
conciencia, la libertad de imprenta, la inviolabilidad de las propiedades y seguridad
individual en los términos que clara y precisamente acuerde el poder legislativo.
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
-- 160 --
Artigas comenzó por apoderarse de Entre Ríos y Corrientes,
asegurando así á los gauchos que le seguían, ganado en abundancia.
Siguió el ejército del Norte, que en Diciembre se sublevó, negándose á
recibir las nuevas banderas españolas que enviaban de Buenos Aires para
sustituir á las argentinas repartidas el año antes. Alvear, decidido á
afrontar la situación, aceptó el cargo de Director en reemplazo de su tío
Posadas, y bien pronto se convenció de que un hombre solo, puede poco:
disolvióse definitivamente la Asamblea lanzando un ambiguo manifiesto,
Artigas se apoderó de Montevideo y de Santa Fe, y el jefe enviado para
detenerle, sublevóse y derrocó á Alvear reemplazándole en el mando
(fórmula Rondeau-Alvarez Thomas). De este modo Santa Fe dejó de ser
una dependencia de Buenos Aires y Dn Francisco Antonio Candioti pudo
por fin ocupar la gobernación de su provincia natal178, mientras Artigas,
«gefe de bandidos», según la proclama del 5 de Abril, pasaba á ser
«ilustre y benemérito», el 30. El Cabildo de Buenos Aires, autor de ambos
calificativos, declaró INFAME PROCLAMA á la que contenía el
primero179 . Y con estos equilibrios, coincidió un hecho que había de tener
sólida influencia en los futuros progresos del país: la instalación del
primer saladero en grande escala, en la provincia de Buenos Aires
(Quilmes).
En Agosto, un ejército enviado por el nuevo gobierno de Buenos Aires
reconquistó á Santa Fe y llamó á elecciones: Candioti acababa de fallecer.
De esas elecciones, celebradas en la aldea ante mil seiscientos soldados
invasores, surgió Dn Juan Francisco Tarragona, el mismo que terminara
violentamente su diputación en 1811. Pero, á poco esos soldados hicieron
falta en el Norte (los criollos volvían á ser derrotados en Sipe Sipe), y
Artigas se apoderó nuevamente de la ciudad. Habiéndose declarado
178 Sublevación de Alvarez Thomas, en Fontezuelas. Don Francisco Á. Candioti era un
acaudalado estanciero de Santa Fe. Cuando cesó en el cargo Don Prudencio de Gaztañaduy,
los vecinos pidieron á la Junta de Buenos Aires nombrase á Candioti, solicitud que fue
desestimada; no obstante lo cual, éste suministró á Belgrano caballadas y haciendas para su
expedición al Paraguay. Previo el interinato de Echagüe (hasta Agosto de 1810) entró á
ejercer la gobernación el coronel Ruiz (hasta Enero de 1812), sucediéndole el teniente
coronel Juan Antonio Pereyra (hasta Noviembre del mismo año), el teniente coronel Beruti
(hasta Junio de 1813), el coronel Montes de Oca (hasta Febrero de 1814), el coronel Ignacio
Alvarez (hasta Marzo del mismo año), y el coronel Díaz Vélez (hasta Marzo de 1815). Total,
siete Tenientes de Gobernador en cinco años. Á esa altura se produjo la conquista de
Artigas. Candioti murió cuatro meses después. 179 Registro Oficial de la Nación, I, 310. Da una idea de las prácticas anteriores, el decreto de
Mayo 20 de 1815, que declara abolida la ceremonia de incensar la persona del Director.
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 161 --
notoria la caducidad de los poderes de Tarragona, entró á ejercer el
mando Dn Mariano Vera.
Mientras tan lamentables sucesos ocurrían, se intentó una vez más
constituir el país –que hasta ese momento ni era independiente ni dejaba
de serlo– y terminar los eternos interinatos. Los partidarios de Carlos IV
y la monarquía americana no estaban ya en el gobierno180. Con ese objeto
fue convocado otro Congreso General, que solo resultó parcial porque
Artigas no consintió en que enviasen diputados Entre Rios, Santa Fe,
Misiones, Corrientes y la Banda Oriental, en tanto que el Paraguay
continuaba aislado y las provincias del Alto Perú en poder de las tropas
españolas. Animado por propósitos de unión, dicho Congreso cometió el
error de querer someter por la fuerza á los disidentes: reconquistada
Santa Fe por el ejército de Díaz Vélez, fue vuelta á tomar por los jefes
artiguistas, no sin que los invasores porteños saquearan el pueblo al
retirarse.
Mariano Vera siguió así al frente del gobierno, y en Buenos Aires no se
encontró mejor medio de sujetar á Artigas, que llamar contra él á un
ejército portugués. Diez mil hombres invadieron á la Banda Oriental, y
Montevideo fue ocupado por tropas, lusitanas á principios de 1817, –un
mes antes de que el general San Martín, atravesando los Andes, derrotara
al ejército español de Chile en la Cuesta de Chacabuco. Pero ya los
soldados argentinos luchaban por un ideal definido é inconfundible: en
Julio de 1816, el Congreso aludido, prescindiendo de los peligros de su
situación, y de las provincias que no quisieron ó no pudieron enviar
diputados, había proclamado valiente y altivamente la independencia de
las Provincias Unidas del Rio de la Plata.
Se ha enrostrado á Santa Fe el que prestase poco auxilio á los ejércitos
criollos durante el período 1810-1817. El cargo es injusto. En medio de su
pobreza y su insignificancia, Santa Fe ayudó á Belgrano en la campaña
del Paraguay; fue la base de operaciones durante la guerra contra la
Banda Oriental; contribuyó á fortificar el Rosario y el Diamante,
defendiendo el rio Paraná contra la escuadrilla española; y en todos los
momentos aceptó gustosa la obligación de suministrar carretas y troperos
para la administración militar: como consecuencia del tráfico de la yerba,
180 En la sesión inicial de dicho Congreso (Marzo 24 de 1816), se reconoció que el movimiento
separatista había sido iniciado sin planes meditados, sin cálculos acerca de su marcha y sin
una previsión prudente en sus fines. trabajos legislativos DE LAS PRIMERAS ASAMBLEAS
ARGENTINAS, I, 106. Cito el dato, porque corrobora la hipótesis sentada anteriormente.
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
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los santafecinos eran hombres expertos en materia de transportes á largas
distancias181.
Fue el Rosario quién facilitó á los granaderos de San Martín los caballos
de refresco que se utilizaron en el encuentro de San Lorenzo, el 3 de
Febrero de 1813182. Y coincidiendo con estos esfuerzos, el gobierno de
Buenos Aires no perdió ocasión de perjudicar á Santa Fe; por el tratado
de Octubre 12 de 1811, liberó al Paraguay del pago de la sisa sobre la
yerba, que tanto había influido en el desarrollo local; disminuyó el
territorio explotable, formando una provincia nueva con Entre Rios;
desguarneció á la ciudad, dejándola expuesta al avance de los indios; y
no le permitió elegir sus autoridades. La situación fue pues desfavorable,
y sin duda no pasó de un buen deseo y un hermoso decreto, el proyecto
de fomentar la agricultura, esbozado por el Alcalde del Rosario ante el
Supremo Director, en 1814.
Disminuyeron los habitantes183 con las levas, la emigración y la
pobreza. Empeoraron las comunicaciones184. Santa Fe se volvió el nudo
de la lucha contra Artigas, y sus habitantes –que no eran artiguistas ni
directoriales, sino simplemente santafecinos– sufrieron las contingencias
de esa oscura guerra que no aportaba ni libertades ni brillo. Mariano
181 Por eso le fue dable al Teniente Gobernador Montes de Oca comprar en Santa Fe á 3 pesos
los ejes que valían 10 ó 14 en Buenos Aires (ARCH. GENERAL DE LA NACIÓN, Secretarías
de Gobierno, Julio 3 de 1813). Si en Junio de ese año, Candioti y otros estancieros no
suministraron las cinco mil cabezas de ganado que se les pedían, el hecho se debió á la
terrible sequía reinante y al destrozo que los indios causaban en las estancias. (Of. 482 del
Teniente Gobernador Beruti, loc. cit.). 182 Se ha magnificado innecesariamente este encuentro de San Lorenzo, en que doscientos
cincuenta soldados españoles que acababan de desembarcar con ánimo de apoderarse de un
monasterio situado á trescientos metros de la costa, fueron sorprendidos por ciento veinte
ginetes criollos que estaban ocultos en el interior del edificio. El choque duró quince
minutos y no llegó á producir cien bajas al destacamento derrotado: ganaron sus buques los
españoles, y eso fue todo. Importa sin duda deprimir el valor real de la guerra de la
independencia americana, atribuir resultados decisivos á tan insignificante hecho de armas.
Se explica la propaganda del primer momento, porque la escuadrilla de Buenos Aires había
sido deshecha por los españoles, y convenía borrar esta impresión; pero hoy, los vencedores
de Ayacucho no necesitan mantener tal propaganda.
Sin embargo, aún los historiadores repiten que los ginetes triunfantes en San Lorenzo (que no
disponían de un solo cañón, ni de un solo bote, y que no lograron apoderarse de ningún
buque español) aseguraron él dominio del rio. 183 En 1801, el Rosario y su jurisdicción contaban 5.879 habitantes; en 1816, quince años
después, solo 5115. 184 Llevar una carta de Santa Fe á Buenos Aires, costaba diez centavos plata: cinco veces más
que hoy. Y ni aún con esa tarifa se costeaba al empleado que atendía el servicio. Las cartas
simples para Europa, costaban cincuenta centavos plata.
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 163 --
Vera, digno sucesor de los gobernantes militares que le precedieron,
elevó su cargo al grado de Gobernador (antes era solo Teniente), desterró
á quién le pareció oportuno, decretó multa para todo el que entrara ó
saliera sin su permiso, ordenó cárcel para los que cuereasen vacas
orejanas, y concluyó por asignarse 1.800 pesos de sueldo sobre un
presupuesto de 5.500 más ó menos. En medio de la espantosa miseria
reinante el trigo llegó á valer doce pesos arroba (1817) y se vivió en Santa
Fe como en una plaza sitiada. Los indios avanzaron hasta las chacras
mismas de la ciudad destruyendo la obra útil de tres generaciones, y la
población menesterosa, no tuvo otro recurso que acudir á los sábalos y
armados que se pescaban en el riacho.
LA REPRESENTACIÓN EN EL CONGRESO DE TUCUMÁN
(9 DE JULIO DE 1816)
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VIII
Reacción local contra el desorden:
ESTANISLAO LÓPEZ.
Santa Fe, estado autónomo.
(1818-1829)
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-- 168 --
Ocho años después de cesar el Virrey Cisneros en el mando, la unidad
política y económica del antiguo Virreynato estaba deshecha, sin que
bastaran á impedirlo las dianas de la victoria de Maipú: el puerto de
ultramar – Montevideo – en poder de los portugueses; las minas de
Potosí, en poder del Perú, como antes de 1776; el comercio de tabaco y
yerba en buques de cabotaje, imposibilitado casi por la escuadrilla de
Artigas que pirateaba por los rios. Tentando una solución, el clérigo
Francia –jefe de los paraguayos – reemplazó la antigua vía comercial
(Santa Fe-Buenos Aires), por otra nueva (Itapuá, via Brasil por el Alto
Paraná). Mientras, las tropas requeridas por la guerra desguarnecían las
fronteras. Un avance general de indios redujo el territorio explotable; las
vacas de las estancias fueron siendo devoradas por los ejércitos que
luchaban á favor ó en contra de Artigas; y por encima de estas
calamidades imputables á los hombres, la naturaleza continuó inexorable
su ciega tarea de asolar la región con sequías y langostas y heladas y
epidemias185.
Es lógico que esta situación provocase en Santa Fe un movimiento de
resistencia local. Ya no era cuestión de sistemas políticos ó de afinidades
personales: era cuestión de hambre. Enviar más soldados en ayuda de
Buenos Aires ó del Uruguay, significaba perecer á manos de los indios,
cuyos alaridos resonaban hasta en las chacras de la ciudad. En ocho años,
casi todas las estancias del norte, formadas durante la paz, habían sido
destruidas: la provincia se reducía para los pobladores blancos, á una faja
de diez ó doce leguas, paralela al rio Paraná, desde el Rincón al Arroyo
del Medio, –esto es, ni la décima parte de lo que fuera. No quedaba quien
labrase los campos ni segara las cosechas. Todos los varones disponibles
estaban sobre las armas.
Como suele ocurrir en las situaciones difíciles, un hombre simbolizó
entonces las aspiraciones del grupo: Estanislao López, caudillo militar186
entrado al gobierno á raiz de una revolución que impidió se perpetuase
Vera en el mando. Los ejércitos portugueses facilitaron la obra,
derrotando á Artigas en la Banda Oriental. No era López hombre de
185 Hubo langosta constantemente, desde 1816 á 1822. En 1825, creciente extraordinaria del rio
Paraná, que ocasionó la muerte á muchos ganados. Terribles sequías en 1819-20 y 1828-32. 186 Uno de los pocos militares de aquella época cuya carrera aparece hecha paso á paso y de un
modo regular desde alférez (1812) hasta general (1823).
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-- 169 --
estudio: en aquellas circunstancias, más que títulos académicos
requeríase energía, intenciones honestas y buen sentido. A botes de lanza
se abrían y cerraban los rios al comercio libre: solo á botes de lanza era
posible que los habitantes hicieran respetar sus hogares y sus vacas. Tal
fue la base real del ensayo de autonomía. Si la política de Buenos Aires y
la de Artigas mataban á Santa Fe, como simple defensa personal convenía
desligarse de ambas y vivir razonablemente. Sin representar los
campesinos cultura, tendían instintivamente á las soluciones naturales:
abaratamiento de la vida y tranquilidad para el trabajo. Se quedaban sin
sus ganados y sus tierras; veían subir de precio á la carne; la harina
tornábase para ellos artículo de lujo187. Procuraban defenderse. El
desorden ambiente no surgía de ellos, sino de la falta de planes, y de
prestigio, y de capitales, y de capacidad intelectual, que afligía al
inseguro y violento gobierno de Buenos Aires. En plena discusión sobre
preeminencias y sistemas y constituciones, los pueblos notaron que se
estaban muriendo de hambre. La anarquía fue un sálvese quien pueda,
entendido claramente por todos los habitantes, incluso los jefes militares
y las bandas que les seguían sin posibilidad de comer fuera del
campamento.
Reapareció el pasado lejano. Volvieron las aduanas interprovinciales, y
los derechos de tránsito, y volvieron los municipios á odiarse como se
habían odiado en los primeros tiempos del coloniaje: no pudiendo vivir
del tráfico exterior, fuerza era volver á la explotación mutua.
Prácticamente, el comercio con Europa vía Buenos Aires quedó para
Santa Fe tan dificultado como bajo Felipe II. Debió popularizar á Artigas
187 La política porteña (favorecer la exportación de carnes, impidiendo de paso que las
mercaderías extranjeras entrasen por otro puerto que el de Buenos Aires), significaba
encarecer los precios locales de la carne, sin abaratar los de los productos europeos. Sin
duda era preferible que encarecieran los precios con tal de que el país contase con nuevas
fuentes de riqueza; pero la transición hirió de lleno á las clases menesterosas.
Con la faena de los saladeros, los novillos llegaron á valer en Buenos Aires de 5 1/2 á 7 pesos
plata, y los bueyes de 12 á 14. Bajaron los precios cuando el Director Pueyrredón suprimió
esa industria, en Mayo de 1817; pero jamás volvió la carne á valer como en tiempos del
Virreynato, si bien la prohibición de exportarla, en 1819 (Agosto 16), marcó un descenso
considerable.
Desde 1821 á 1823, mantúvose el precio en derredor de 4 pesos plata cada vaca. En 1828, como
consecuencia de la guerra del Brasil, bajó desde 10, ,12 y 17 pesos, á 2 ó 2 1/2. Pueden
establecerse comparaciones entre los productos del país y los importados, recordando que
un sombrero extranjero valía en Buenos Aires de 10 á 12 pesos plata el año 1824 (fecha en
que recién se inauguró un servicio regular, á vela de y para Inglaterra).
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-- 170 --
su decisión de comerciar con Inglaterra, vía Banda Oriental (Tratado de
Agosto de 1817)188.
El repetido aplauso que los actos de Estanislao López merecieron,
demuestra que interpretó los deseos de Santa Fe. Comenzó por lo más
urgente: los indios. Acallados estos, defendióse como pudo contra el
ejército de Buenos Aires (Balcarce) que tomó á Santa Fe é incendió al
Rosario dando pruebas de una ferocidad digna de pieles rojas.
La necesidad aguzaba el ingenio. Aquellos rudos campesinos ajenos á
tácticas militares complicadas, (ya habían ensayado con éxito el proyecto
de enlazar en el riacho los buquecillos porteños) idearon el sistema de
infanterías montadas, muy móviles, sistema que, auxiliado por la
baratura de los caballos ($ 2 ó 3 cada uno), encuadraba bien en sus
188 Convenio celebrado entre el Jefe de los orientales y Protector de los pueblos libres,
ciudadano José Artigas, y el señor Comandante de las fuerzas de S. M. británica en estas
Américas, Teniente de navío don Eduardo Franklin, relativo á la recíproca seguridad de un
libre comercio entre los vasallos de S. M. B. y puertos (de la Banda Oriental del Río de la
Plata.
Art. 1° –El Jefe de los Orientales, por su parte, admite á un libre comercio todo comerciante
inglés. Por este artículo queda dicho Jefe comprometido á respetar y hará respetar en todos
los puertos de su mando la seguridad en sus personas y propiedades, con tal que al
presentarse cualquiera de dichos comerciantes en nuestros puertos, presenten el pasaporte
del Sr. Comandante Inglés ó de quien lo represente.
Art. 2° –Los señores comerciantes serán obligados á pagar en nuestros puertos los derechos de
introducción y extracción establecidos y acostumbrados en las Receptorías, según los
reglamentos generales.
Art. 3° –Los señores del comercio inglés no serán gravados en ninguna otra contribución ó
pecho extraordinario.
Art. 4° –Los señores del comercio inglés podrán girar su comercio solamente en los puertos,
pudiendo allí fijarse y recibir allí los efectos que más les acomode.
Art. 5° –El Señor Comandante Inglés franqueará por su parte, con los gobiernos neutrales ó
amigos, que dicho tráfico no sea impedido ni incomodado.
Art. 6º –El Señor Comandante Inglés, ó quien lo represente, no podrá franquear su pasaporte á
ningún comerciante inglés que vaya ó venga de aquellos puertos con quienes nos hallamos
actualmente en guerra.
Y para que dichos artículos tengan todo el valor debido, se firmarán dos de un tenor por el
Señor Comandante de las fuerzas navales de S. M. B. y el Jefe de los Orientales, quedando
ambos (en caso de ratificarse) en ser responsables cada uno por su parte á su más exacto
cumplimiento. Convenido en la Purificación, á 8 de Agosto de 1817.
RATIFICAMOS los precedentes artículos del convenio así reformados sobre el original, con fecha
como arriba se expresa; para que conste, firmamos éste en Buenos Aires, á 20 de Agosto de
1817.– GUILLERMO BOWLES, Jefe de las fuerzas navales de S. M. B. en estas Américas. –
ROBERTO STAPLES, Cónsul da S. M. B.
SON RATIFICADOS por mí los precedentes artículos del convenio. –JOSÉ ARTIGAS. Purificación,
20 de Agosto de 1817.
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 171 --
costumbres de pastores ginetes, aunque pareciese una herejía militar ante
las máximas de la ciencia vigente entonces. La carestía de la pólvora y de
las armas de fuego, dio preferencia á las armas blancas (un fusil valía 20
$, un sable solo 10, y obteníase una lanza atando media tijera de esquilar
á una caña tacuara).
Los toscos gauchos de Santa Fe hicieron así frente á ejércitos de línea,
formados con infanterías á pié, artillerías pesadas, furgones
interminables, que tropezaban con los arroyos sin puentes, los caminos
fangosos, la imposibilidad de encontrar leña y la esterilidad del desierto,
rápidamente atravesado en todos sentidos por los adversarios. Ramírez,
que puso orden en sus tropas, acabó por ser batido.
Hoy, á noventa años de distancia, se reconoce que los gauchos tenían
razón189 y que los hombres de escuela los militares de línea, se
equivocaban, empeñados en copiar servilmente las cosas de Europa. Uno
de los más distinguidos jefes de aquella época describe así la táctica de
los montoneros:
«…lo que llamaban infantería, consistía en unos hombres armados de
fusil y bayoneta que venían montados habitualmente y que solo echaban
pié á tierra en ciertas circunstancias del momento. Cuando estaban
desmontados, nunca formaban en orden unido, y siempre iban dispersos
como cazadores; formaban parejas, y para ello hacían servir sus
amistades y relaciones personales, de manera que tenían ese miembro
más para protegerse mutuamente y no abandonarse en el conflicto. Á
presencia del enemigo, y sin desmontar, se desplegaban en guerrillas, y
cuando habían llegado á la distancia conveniente echaban pié á tierra
quedando uno con los dos caballos y avanzándose el compañero de
algunos pasos para hacer fuego, el que continuaba hasta que se creía
conveniente. Algunas veces se conservaba á caballo el uno teniendo de la
rienda al animal del que había desmontado. Si eran cargados y se veían
precisados á perder terreno, saltaban en sus caballos con rara destreza y
antes de un minuto habían desaparecido; si por el contrario, huía el
enemigo, montaban con igual velocidad, para perseguirlo, y entonces
operaban como caballería, por más que sus armas no fuesen las más
adecuadas… Es por demás decir que esta operación de su infantería era
sostenida por cuerpos de caballería que conservaban generalmente á su
189 Casi todas las tácticas militares recomiendan para ciertos casos un sistema parecido al de los
gauchos de 1820. Por no haberlo aprovechado, fueron abatidos repetidas veces los ejércitos
de Buenos Aires y llegaron hasta dejar su artillería en manos de los indios de la pampa.
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inmediación190… Téngase presente que los santafecinos, como tropas de
puro entusiasmo, eran excelentes en ese combate individual á que ellos
llamaban entrevero, que resulta del desorden de las líneas que han roto
su formación, ya sea en ataque ó en retirada»191.
Después de reñidas las batallas, no cabía otra solución que la paz, y
felizmente ella se obtuvo en 1819 (Convenio de San Lorenzo) mediante la
sensata intervención del general Belgrano. Estipulóse al mismo tiempo
algo que que valía para la especie humana más que muchas victorias
juntas: la libre navegación del Paraná.
Acallados los enemigos del Norte, el Sud y el Oeste, D. Estanislao, que
mantenía relaciones amistosas con los vecinos del Este (Entre Rios)
procuró dar forma política al grupo que en derredor suyo formaban los
santafecinos á lo largo de la costa. Poco significaba esa forma en un país
donde no se conocía ni necesitaba otro gobierno que la jefatura militar,
con pocos impuestos; pero así y todo, el Estatuto de 1819 importó un
progreso. Baste recordar que la organización de Artigas mereció de
Teodorico Bland, (uno de los comisionados enviados por los E. U. para
informar acerca de la independencia que gestionaban las Provincias
Unidas) el siguiente juicio (1818):
«El Gobierno del pueblo de la Banda Oriental y Entre Ríos, desde su
alianza han estado ambos en las manos de Artigas, quien campea por sus
propios respetos como un monarca absoluto, sin esperar ayuda, ó como
un cacique indígena. No se exhibe ninguna forma de constitución ni se
pretende que exista. La justicia se hace voluntariamente ó es
administrada de acuerdo con los mandatos del jefe.»
El Estatuto, que deja traslucir la pluma de colaboradores letrados,
dividíase en 9 secciones. Por la primera, quien ofendiese á la religión
católica sería reputado enemigo del país. Por la segunda, eran ciudadanos
todos los sudamericanos, sin perjuicio de suspendérseles tal derecho
cuando no fuesen amigos políticos, esto es, amigos de la causa americana ó
de la provincia. La tercera, creaba un Poder Legislativo incipiente
(Representación Provincial) constituido por 12 Comisarios elegibles
190 Memorias postumas del general José María Paz, T. I, pág. 328. 191 En una de esas atropelladas, don Estanislao se apoderó de cierta banda de música, que
destinada al general San Martín, atravesaba la provincia por el camino del Sud; y á Santa Fe
fueran á parar profesores é instrumentos, con notable regocijo de los habitantes y ventaja
para la educación artística del grupo.
Tomo el dato del doctor Ramón J. Lassaga (Historia de López, pág. 118), mi ex-profesor de
Historia en la Escuela Normal de Santa Fe.
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directamente por el pueblo, cada dos años, y desprovistos de toda
inmunidad. Tales comisarios debían nombrar á los miembros del
Cabildo192; y en lo restante sus funciones eran un tanto vagas. Por toda
explicación, decía el artículo 9: expedirán las funciones que designen los
artículos; y los artículos ninguna otra designaban, agregando el décimo,
que evacuadas las diligencias expresadas en el art. 9. fenecía el ejercicio de la
representación.
Esta especie de Cámara se reunió con bastante regularidad y sus
miembros gozaron de sueldo ($ 100). Pero distaba mucho de ser un
verdadero Poder Legislativo193. Ocurrió á veces que el gobernador
arrestara diputados; y en cierto momento llegó á ocurrir también que
fuese integrada la representación con el Ministro de Gobierno
(gobernador sustituto) quien asistía á la formación de las leyes en ese
doble carácter, y luego, como Supremo Tribunal de Apelación, intervenía
en los fallos judiciales de acuerdo con el art. 29 194.
192 Lo cual no impidió que en 1821 el Gobernador dictase el REGLAMENTO DEL CABILDO.
Continuaban los viejos cargos: Alcaldes de 1° y 2° voto, Regidor Defensor General, Juez de
Policía, Fiel Ejecutor, Alguacil Mayor, Procurador de la Ciudad. Solo el Alférez Real se
adoptó al nuevo orden de cosas, llamándose Alférez Provincial. 193 Tan mal delimitadas estaban las funciones de esta Legislatura, que á poco, en 1821, (Sesión
de la R. P., Enero 12), los Diputados Crespo y Soto, aparecen manifestando no tener
autoridad sobre los fondos públicos, para votar aumento de sueldos. (R. O. de la Provincia,
T. I, pág. 58).
El conflicto se originó porque el Cabildo entendía que la Junta se había excedido al dotar con
50 $ extra á los Alcaldes. Sometida la cuestión á don Estanislao, resolvió que los D. D.
manejaran los dineros públicos en lo que á sus dietas se refiriese y á los gastos de alguna
función de gracias en celebración de la patria. (Id., pág. 6o).
En la sesión de Febrero 27/1822 se empató la votación acerca de si podía violarse el art. 28 del
Estatuto: tratábase de ascender á Brigadier á don Estanislao, con $ 2.424 de sueldo, y el
grado máximo en la carrera, era el de Coronel, con $ 2.000. Para resolver, los Señores
Diputados «acordaron oficiar al Gobierno que expresase si estaba el citado Reglamento en
su vigor y fuerza, ó si debía reputarse por nulo en todas sus partes.» (R. O. de Santa Fe, T. I,
pág. 79). 194Id, T. I, pág. 107-108.
Don Pascual de Echagüe, Ministro de Gobierno, resultó electo Diputado por el Rosario, y en la
Sesión del 9 de Febrero de 1824 se discutió su diploma. Dividióse la votación en la forma
siguiente:
El Diputado del Rincon: que prescindiéndose de si eran ó no compatibles ambos cargos, se le
recibiese.
El de Coronda: que era incompatible.
El del Rosario: que se le recibiese para fijar la armonía entre las autoridades y no chocar en las
deliberaciones.
El del cuartel 40: que era incompatible.
El del nº 30: que se consultase al Gobierno. El del nº 2°: que se le recibiese para no chocar, como
lo expresaba el del Rosario.
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-- 175 --
La sección cuarta, se refería Gobierno (Poder Ejecutivo) desempeñado
por un Gobernador que duraba dos años, con el sueldo de $ 2.000
anuales, elegido por los ciudadanos; porque, decía ingenuamente el art.
19, uno de los actos más esenciales de la libertad del hombre es el nombramiento
de su caudillo. No obstante, la Asamblea de R. R. sustituyó al pueblo en
esa función, y por su cuenta y riesgo reeligió á D. Estanislao hasta hacer
del cargo un puesto vitalicio, aún cuando el Estatuto no autorizaba
reelecciones y hasta las excluía tácitamente al
obligar al Gobernador á rendir cuentas ante su sucesor (art. 17). Si es
que era susceptible de usurpación una facultad concedida por el mismo
Gobernador en un Estatuto que ningún pueblo le había encomendado
dictar195. Los artículos 16, 32 y 33 establecían, como resabio de la anterior
legislación, que en caso de ausencia ó muerte del gobernador le
reemplazaría el Cabildo; disposición que rara vez cumplió D. Estanislao,
prefiriendo designar reemplazantes provisorios.
El Gobernador votaba el Presupuesto y nombraba y removía
empleados anualmente, siendo responsable de su mala versación, según la
platónica fórmula del art. 26, que olvidaba decir ante quien se haría
efectiva esa responsabilidad. Acordaba todos los títulos militares hasta el
último, que era el de coronel. Y finalmente, fallaba en última instancia
todas las causas civiles y militares de valor superior á 50 $. La Junta de
Hacienda, creada (Sección VII) para exigir del ministerio del ramo
rendiciones trimestrales de cuentas, era presidida también por el
gobernador.
Al lado de tan absorbentes disposiciones, el Estatuto acordaba ciertos
derechos y garantías á los simples particulares: abolición de la tortura,
tiempo limitado para la incomunicación de los presos, nombramiento de
defensores á los mismos, inviolabilidad de la correspondencia, y habeas
corpus. A semejanza de lo que hizo Rómulo en Roma, creaba también (art.
49) un asilo para delincuentes, estableciendo que nadie podría ser
El Presidente: que era incompatible.
Con fecha 13 se le recibió juramento (no renunció al Ministerio) y el mismo año, habiéndose
ausentado López á San Javier, quedó de Gobernador.
Ó se tuvo por afirmativo, el dudoso del cuartel 3°, ó –lo que es probable– en el intervalo se
consultó á López.
Leiva, el Presidente, aparece arrestado junto con don Benito Pújalo (Diputado del Rincón) en
Octubre 4/824, por el crimen de conspiración contra el gobierno. (Id., I, pág. 110). 195Fue reelecto en 1820, 1822, 1824, 1826, 1828, 1830, 1832, 1834 y 1836. Murió en 1838, sin
terminar el último período; de modo que gobernó como 20 años seguidos.
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compelido á abandonar el territorio, ni reclamado por autoridades de
otros países á no ser por delitos cometidos en la provincia196.
196 ESTATUTO
PROVISORIO DE LA PROVINCIA DE SANTA FE
SECCIÓN I
RELIGIÓN DEL PAÍS
Art. 1º.– La Provincia sostiene exclusivamente la Religión Católica, Apostólica, Romana. Su
conservación será de la primera inspección de los Magistrados, y todo habitante del
territorio debe abstenerse de la menor ofensa á su culto,
Art. 2°.– El que contraviniere el art. 1° será reputado enemigo del país, por la violación de sus
primeros fundamentos.
SECCIÓN II
DE LA CIUDADANÍA
Art. 3°.– Todo americano, es ciudadano;– más debe estar suspenso de este ejercicio, siempre
que se halle en la actitud que especifican los artículos siguientes:
Art. 4°. –El deudor al fondo público que está ejecutado, y el acusado de algún crimen con
prueba aún semiplena, se hallan suspensos de la prerrogativa de ciudadanos.
Art. 5°.– Cualquiera que por su opinión pública sea enemigo de la causa general de la América,
ó especial de la Provincia, se hallará en igual suspensión, hasta que abjurando con hechos
sus errores, abrace la del territorio.
SECCIÓN III
REPRESENTACIÓN DE LA PROVINCIA
Art. 6°.– Residiendo originalmente la soberanía en el pueblo, éste expedirá su voz por el
órgano de su representación.
Art. 7°.– El modo de formarla, será nombrando ocho Comisarios por la Capital, en el orden
acostumbrado: dos, por el pueblo y campaña del Rosario; uno, por el de Coronda, y otro,
por el partido de San José del Rincón.
Art. 8°.– Al fin de cada bienio se elegirán dichos Comisarios por sus Departamentos
respectivos, y se hallarán reunidos en esta Capital el 1° de Enero de cada año.
Art. 9°.– Su objeto será nombrar la Corporación del Cabildo por el término acostumbrado, y
expedir las funciones que designen los artículos.
Art. 10.– Evacuadas las diligencias que expresa el artículo anterior, fenece el ejercicio de la
representación.
SECCIÓN IV
CAPITULO I
DEL GOBIERNO
Art. 11.– El Gobierno de la Provincia será expedido por aquel ciudadano que sea elevado al
mando por el voto de aquella.
Art. 12.– Ninguno podrá serlo antes de haber cumplido los treinta años.
Art. 13.– En la recepción del Gobierno deberá éste prestar ante la Asamblea y en manos de su
Presidente, el juramento siguiente: «Juro por Dios N. S. y estos Santos Evangelios que
desempeñaré con fidelidad el cargo de Gobernador; defenderé la causa general que
defiende la América del Sud y la independencia de la provincia; que observaré y haré
cumplir el Estatuto provisorio».
Art. 14.– Durará en el Gobierno dos años, al fin de los que se procederá á nueva elección por la
Provincia.
Art. 15. – Su sueldo será: el de 2.000 pesos anuales, sin que por otra parte pueda gozar de más
emolumentos.
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Art. 16.– En caso de ausencia ó muerte del Gobernador, se observarán los artículos que indica
el Estatuto.
Art. 17.– Concluido su Gobierno, dará cuenta de su administración ante su sucesor.
CAPITULO II
FORMA DE SU ELECCIÓN
Art. 18.– Para la elección de Gobernador, se reunirán los ciudadanos en la cabeza de sus
Departamentos en campaña, presididos por sus Comandantes respectivos, y en la Capital,
en sus cuarteles, por un individuo del Cabildo, 2 Alcaldes de barrio, en su defecto.
Art. 19.– Siendo uno de los actos más esenciales de la libertad del hombre el nombramiento de
su caudillo, reunidos en el orden que expresa el artículo anterior, elegirán personalmente al
que deba emplearse en el Gobierno, firmando acta suscrita por sí mismos, ú otros, no
sabiéndolo hacer.
Art. 20. –Acto continuo, procederán á elegir Comisarios, que quedarán investidos de las
facultades que expresa este Reglamento, y á quienes entregarán las actas firmadas, con sus
credenciales, para que incorporados á la Asamblea, se haga por ésta el escrutinio y se dé
posesión del mando al que saliese electo.
Art. 21. –Si formado el escrutinio saliese equilibrada la votación en dos ó más ciudadanos, se
ocurrirá á la suerte, siendo privativo de la Asamblea hacer dicho sorteo.
CAPITULO III
FACULTADES DEL GOBIERNO
Art. 22.– El Gobierno de la Provincia puede convocar la representación en los casos que estime
conveniente á la salud del país.
Art. 23.– Es de inspección del gobernante, hacer ajustes de paz con cualquier Estado ó
Provincia enemiga, bajo las bases que se le hayan prescripto.
Art. 24. – Declarar la guerra con previo acuerdo de la Junta Electoral, de la que deberá reunirse
para este acto á lo menos dos terceras partes.
Art. 25. – Hacer establecimientos ó reformas, siendo ellas en beneficio público.
Art. 26.– Nombrar y remover los empleados públicos, siendo responsable de su mala
versación; debiendo atender en lo primero al mérito del que deba obtenerlos, y no á la
escala á que se encuentren.
Art. 27.– Revocar las sentencias de pena capital cuando algún raro acontecimiento en favor de
la Patria, haga plausible el indulto, sin que éste sea extensivo cuando el delincuente lo es
por traición á la Patria.
Art. 28. – Arreglar los sueldos de los empleados, disminuyendo los que halle excesivos de los
empleados civiles y reformando los de los militares en proporción del de 2.000 pesos que se
le ha asignado, que será el mismo de Coronel, si lo hubiese en servicio, sin distinción de
cuerpos, siendo este grado el último de la carrera de las armas.
Art. 29. – Sentenciar, revocar ó confirmar en apelación, todas las causas civiles y criminales, á
excepción de aquellas que son de su privativo conocimiento.
SECCIÓN V
DEL CABILDO
Art. 30. – La Corporación del muy noble é ilustre Cabildo, será nombrada por la Provincia,
según se prescribe en los artículos.
Art. 31.– Queda sin mengua ó aumento en el uso conocido de sus funciones, y ordenado por las
leyes, á no ser en los casos que reasuma la autoridad del Gobierno.
Art. 32. – Obtendrá el mando de la Provincia por ausencia del Gobernador.
Art. 33. – En caso de muerte, gozará de igual prerrogativa, debiendo en el término de doce días
pasar las órdenes correspondientes al territorio para la elección del que deba reemplazarle.
SECCIÓN VI
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ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA
Art. 34. – La Administración de Justicia continuará en lo sucesivo en el mismo orden que se ha
guardado hasta el presente.
Art. 35. – Queda abolida para siempre la tortura.
Art. 36. – En las causas criminales podrá el reo nombrar por su elección, padrino que autorice
en persona su confesión, la deposición de testigos, y haga en su auxilio cuanto sea
concedido á sus esfuerzos; debiendo además, en lo posible, precederse en favor del reo,
según la determinación de las leyes.
Art. 37. – Queda entablado el juramento en toda causa, sin ser extensivo al reo en la propia.
Art. 38. – Las causas de cualquier calidad que sean, deben establecerse ante los Jueces á que
correspondan, llevándose por apelación ante el Gobernador, en los casos que pueda
concederse.
Art. 39. – No deberán admitirse por escrito las demandas que se entablen en materia de
intereses, no excediendo el valor de 50 pesos.
Art. 40. – Las demandas civiles que no excedan la cantidad que expresa el artículo anterior, no
podrán elevarse en apelación al Gobierno.
Art. 41. –. Los Alcaldes de la Hermandad y Pedáneos, podrán conocer en demandas de igual
cantidad, debiendo éstos dar, á pedimento de las partes que lo exijan, un certificado que
acredite el fallo y motivos de su fundamento, con el que se admitirá la apelación que se
interponga ante el Juzgado á que pertenece.
Art. 42. – Los Alcaldes de barrio pueden igualmente decidir las demandas que no excedan de
25 pesos, sin obligación de dar certificados á las partes, sino por orden del Juez ante quien
se introduzca la apelación de su sentencia.
SECCIÓN VII
JUNTA DE HACIENDA
Art. 43. – Habrá una Junta de Hacienda presidida por el el Gobernador de la Provincia y
compuesta del Alcalde de primer voto, el Procurador de la Ciudad y el Fiscal de Hacienda,
habiéndolo.
Art. 44. – Deberá dicha Junta exigir del Ministerio del ramo, cada trimestre, un estado
específico de los ingresos, inversiones y existencia de los intereses que administra, y recibirá
del mismo la cuenta anual documentada.
Art. 45. – Presentará al publico los estados que obtenga del Ministerio, por medio de copias
fijadas en lugares donde puedan ser observadas por los ciudadanos, para acreditar el orden
é integridad con que se administran los intereses del Estado.
SECCIÓN VIII
SEGURIDAD INDIVIDUAL
Art. 46. – Todo habitante en la Provincia debe ser protegido por las leyes, y solo por ellas
castigado.
Art. 47. – De cualquier cantidad que sean éstas, abrazan proporcionalmente á todos y favorecen
con igualdad, sin distinción de clases.
Art. 48. – Ninguno podrá ser reputado delincuente, sino por infringir las leyes, ni compelido á
más que lo que ellas determinan.
Art. 49. – Ninguno puede ser compelido á abandonar el territorio, ni aún reclamado por las
autoridades de otros pueblos, á no ser en pena de los crímenes que haya cometido en la
Provincia.
Art. 50. – Las correspondencias y papeles de cualquier individuo, no serán requeridos por
ningún Magistrado, sin declarada necesidad que justifique la orden; dejándose esta al
interesado por escrito.
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
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En cuanto á libertad de imprenta, nada decía el Estatuto, ni hacía falta
por entonces, ya que no hubo en Santa Fe imprenta alguna hasta que en
1819 pasó accidentalmente por allí la Imprenta Federal Ambulante que
llevaba tras sí el caudillo Carrera en sus correrías (y publicó durante
algún tiempo la «Gaceta Federal».) Toda propaganda política era inútil,
dada la popularidad del gobierno y el procedimiento sumario que se
usaba contra los opositores. Dn Estanislao conocía personalmente á casi
todos sus gobernados, y era amigo personal ó compadre de la mayoría.
En cuanto á noticias, no habiendo telégrafo, todos los habitantes podían
conocerlas casi al mismo tiempo: tan pequeña era la ciudad, que para
orientarse bastaba mencionar frente á lo del gallego rico, ó á la vuelta de lo de
Dn Juan el calafate, ó junto al viejo Machengo. Insignificante debía parecer al
comisionado Rodney, (enviado en 1818 por los Estados Unidos,
apropósito del reconocimiento de la independencia de estos territorios),
quien ni siquiera menciona á Santa Fe al indicar la población de cada
Art. 51. – Así en el caso del anterior artículo, como en el de apoderamiento ó embargo de
bienes, deberá formarse un inventario, presenciado y suscrito por el reo, á quien se dejará
de él un tanto interesado.
Art. 52. – Por ausencia del reo, inhabilitación á apoderarse el embargo y nombrar su
apoderado, lo hará el Juez por el reo en la persona que le sea de más inmediación por los
vínculos de sangre ó amistad.
Art. 53. – Ninguno puede ser apresado sin prueba, á lo menos semiplena de crimen, ó
vehementes indicios que le condenen; en una y otro caso, se hará saber al reo en el término
de tras días, y habiendo causa grave que lo impida, el de ocho,
Art. 54. – Después de la confesión de cualquier reo, se le alzará la incomunicación, sin poderlo
detener en ella más de doce días, á no ser por motivos que le deban notoriar.
Art. 55. – Siendo inviolables las determinaciones de los artículos precedentes, podrá cualquier
reo ofendido por algún Magistrado en la infracción de ellos, ocurrir hasta la última
autoridad del país, para el más pronto remedio.
Art. 56. – Cualquiera del pueblo tiene facultad de reclamar contra la violación de uno, ó todos
los artículos que afianzan la seguridad individual, aunque no sea infringido dicho artículo
en su persona.
SECCIÓN IX
CAPÍTULO ÚLTIMO
Art. 57. – El presente Reglamento será conocido en toda la Provincia y jurado por las
autoridades y corporaciones, el día que sea designado por el Gobierno.
Art. 58.– Todo el que en lo sucesivo fuere promovido á los empleos, no podrá ejercerlos sin
haber prestado el mismo juramento.
Art. 59.– Quedan en vigor todas las leyes, disposiciones y prácticas que hayan regido la
Administración, en cuanto no estén en oposición al presente Estatuto.
Dado en Santa. Fe, á 26 de Agosto de 1819.
ESTANISLAO LÓPEZ.
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-- 180 --
provincia, aunque da el dato respecto de núcleos tan pequeños como
Jujuy y la Rioja. Probablemente englobó á los santafecinos en los 80.000
habitantes que atribuía á Entre Rios y la Banda Oriental. Buenos Aires
mismo, algunos años después, parecía al viajero Head «una ciudad de
casas mal construidas y de media agua, que bordeaban calles ni
empedradas, ni barridas, ni alumbrada<»
La fortuna estaba en los ganados; y tan bajo era su precio, que para
contar con 10,000 pesos hacía falta ser un fuerte estanciero. Las vacas
valían de 2 á cuatro pesos, los caballos de 2 á 3, y las ovejas en derredor
de cuatro reales197. Por un peso, adquiríase un potro.
Así, el gobernador López se encontró gefe de un estado autónomo
constituído por doce mil habitantes, dotados de bandera propia, y
rodeados por los indios y el desierto198. Santa Fe estaba arruinada. No
podía comerciar con el exterior, porque Buenos Aires cerraba la boca del
río Paraná cada vez que le parecía oportuno; no podía comerciar con el
Paraguay, porque la escuadrilla de Corrientes –autónoma también– había
puesto al gobierno paraguayo en el dilema de cerrar sus puertos ó dejar
saquear los buques que pasaban aguas abajo.
Desangrado el país en contínua guerra interna y externa, los indios
volvieron á conquistar sus perdidos territorios, haciéndose indispensable
pactar con ellos y colmarles de regalos: el Director Rondeau, en 1819 (Oct.
11) proclamaba oficialmente á los señores caciques, titulándolos
compatriotas y amigos. Tarde llegaba el remedio: no había ganados
suficientes. Una espantosa sequía, unida á la langosta, hizo del verano
1819-1820, uno de los más terribles que sufriera la provincia.
Recrudecieron los viejos rencores. Estanislao López, con su ejército de
gauchos, lanzóse á buscar vacas sobre los campos de la provincia de
Buenos Aires, auxiliado por el ejército de Entre Rios; y derrotando en la
Cañada de Cepeda al ejército de Buenos Aires, logró celebrar el Tratado del
Pilar, que tanta influencia tuvo en nuestra actual organización. Por él se
estipulaba y reconocía entre las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y
Entre Rios (Febrero de 1820):
197 Año 1820. Hijuela de Nicolás Medina (Archivo del Rosario, I, 430). 198 Los caminos de Córdoba y Santiago, vía Santa Fe, quedaron cortados. Por el Sud, los puestos
del camino de Chile, vía Melincué, continuaron resguardados con espesos cercos de tunas
(Cactus cereus) y empalizadas.
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 181 --
a) Paz y amnistía general, dejando librado al eterno Congreso General,
la decisión del arreglo definitivo del sistema á adoptarse y la fijación de
límites interprovinciales;
b) Libre navegación del Paraná y el Uruguay á todos los buques de las
provincias amigas y ribereñas;
c) Alianza para el caso de sufrir una invasión brasilera.
La batalla de Cepeda disolvió al Congreso de 1816, que había
arrastrado su vida lánguidamente hasta principios de 1820. Y con el
Congreso, cesaron de golpe todas las tramitaciones iniciadas desde
Buenos Aires para implantar en el Rio de la Plata una monarquía
constitucional, tramitaciones que en forma reservada y contraria á todo
principio de democracia, fueron ofreciendo á estas provincias, de trono
en trono, sin excluir al del minúsculo Príncipe de Lucca199. Tocó á los
199 En Diciembre de 1820, los hombres de Buenos Aires, arrastrados por el «sálvese quien
pueda», entraban en tratos MUY RESERVADOS con una comisión enviada por el Rey de
España como paso previo al embarque de las tropas que debían reconquistar al Río de la
Plata. Felizmente ese ejército se sublevó en Cádiz. Copio del doctor Saldías («La evolución
republicana», pág. 447):
MUY RESERVADA
Al disponer la Junta la contestación pública que debía darse á la respetable nota de (V. S. del 4
del corriente, que tenemos el honor de incluir en este pliego, y reunidos privadamente en
sesión secreta extraordinaria los miembros principales de ella, con exclusión de algunos
pocos á quienes no pueden revelarse por ahora los planes de la administración, se ha
acordado prevenir á V. S. por separado, y con toda la reserva que demanda la gravedad del
asunto, el mejor éxito de su Comisión, y la seguridad de los derechos del Monarca que
jamás han perdido de vista los individuos que suscriben, como ni los demás Señores de su
asociación; y que á fin de darle á aquella respuesta más importancia, lo mismo que á las
Gacetas y papeles públicos que dirigen hombres de nuestra entera confianza, y en la
necesidad en que por desgracia nos vemos de contemporizar en lo público con el espíritu de
libertad que en diez años de desorden han inspirado los demagogos en la multitud, tengan
V. S. la bondad de esperar una entrevista personal que va á tener hoy mismo con V. S. el Sr.
D. Félix Alzaga, por cuyo conducto recibirán V. S. la verdadera expresión de nuestros
sentimientos y de la parte sana, ilustrada y pudiente del vecindario con las instrucciones y
propuestas más análogas al logro de todos los importantes objetos de su comisión.
El referido Sr. Alzaga, que ha sido en su familia é intereses una de las primeras víctimas del
furor anárquico, y de cuyos sentimientos en, favor de la causa del Rey tiene V. S. y toda la
Nación multiplicados conocimientos, entregará á V. S. personalmente la verdadera
contestación de su nota, y la Junta espera que V. S. se persuadirán de la necesidad) de
adoptar los medios políticos que en ella proponemos para llegar al fin que tanto deseamos,
y por el que hemos trabajado siete años arrostrando los mayores riesgos para sacar las
riendas de la administración de las manos de los furiosos y dar á la revolución un curso
capaz de hacer retrogradar los ánimos á la legítima obediencia de las Leyes y del Monarca.
La Junta se lisonjea de que este paso decisivo inspirará á V. S. toda la confianza necesaria en
las sanas disposiciones que nos animan y que transmitiéndolas á S. M. lo más pronto
posible V. S. se servirán adoptar entre tanto el plan indicado de operaciones, esperando de
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
-- 182 --
rudos ginetes del litoral aventar esas especulaciones enfermizas y
resolver al mismo tiempo el importantísimo problema de los ríos: á
despecho de las libertades que venían proclamándose desde hacía diez
años, Buenos Aires persistía en ser puerto único sobre las cuatrocientas
leguas de costas bañadas por el Uruguay y el Paraná; y persistía en serlo,
aún cuando por su falta de agua era casi inabordable. Los porteños, eran
precisamente los habitantes del peor puerto.
Entretanto, el resto del Virreynato atravesaba por una situación
desesperante. Antes de Cepeda, Buenos Aires ordenó á los ejércitos que
combatían contra España al mando de San Martín y Belgrano, que
abandonaran su puesto y viniesen á luchar contra los habitantes del
litoral; negóse el primera á hacerlo, y continuó la guerra como pudo. El
ejército del segundo, se sublevó en territorio santafecino, entregándose
sus gefes al asalto de las provincias interiores, de cuyo mando se
apoderaron: Bustos en Córdoba, Ibarra en Santiago, Corro y Mendizabal
en Cuyo, sublevando dos batallones de San Martín. Por el Norte, Aráoz
resultó Presidente de la República Tucumana, estado independiente
también. En pocos años el mapa del Virreynato habíase alterado hasta
quedar incognoscible. A la República Tucumana agregóse la República de
Entre Rios, entidad que ni siquiera como provincia figuraba en 1810.
Por desgracia, seguia faltando el capital necesario para repoblar las
estancias destruídas.
A los pocos meses de Cepeda, volvió el general López á Buenos Aires
en tren de guerra; y vencedor de nuevo, exigió muchos miles de cabezas
de ganado200. –Era la base indispensable para trabajar. Sin duda al
ellas y del empeño con que se trabaja por esta parte, el éxito que sería difícil lograr por otros
medios más abiertos.
Al comunicar á V. S. ese acuerdo, tenemos el honor de repetirle la alta consideración que
tributamos á sus personas y á su carácter. Dios guarde á V. S. muchos años. –Buenos Aires,
6 de Diciembre de 1820.
Martín Rodríguez –Santiago Rivadavia –Esteban Agustín Gascón –Victorio García de Zúñiga –
Juan José Anchorena – Félix Alzaga –Manuel Pinto – Ambrosio Lezica – Pedro Andrés
García –Ignacio Alvarez –Juan Ramón Balcarce –Vicente Anastasio Echavarría.
Señores de la Comisión Regia de S. M. C. 200 Artículo separado al Tratado solemne, definitivo y perpetuo de paz entre Santa Fe y Buenos
Aires, en fecha 24 de Noviembre de 1820.
El Coronel don Juan Manuel Rosas, penetrado de la generosa comportación de la honorable
Diputación de Santa Fe y su Gobierno, como de la general ruina en que han quedado sus
habitantes, por los horrores y desolación de tan larga guerra intestina, sensible á los
sentimientos de mi corazón, he determinado aliviarlos del modo que he creído más
conveniente á sus ventajas. En esta virtud, por mi, y prestando voz por todos los
ciudadanos y hacendados amantes de la paz, de cuya honradez no dudo contribuirán por
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 183 --
exigirla interpretó los deseos de sus subordinados, porque poco después,
en la sesión de la Honorable Sala de Representantes celebrada el 17 de
Enero de 1821, apropósito de una nota del gobernador de Buenos Aires
sobre protestas de amistad, se resolvió201 :
«Es indispensable que ese Gobierno conozca sus verdaderos intereses y no
mezquine algunas demostraciones de generosidad que será el mejor garante que
decida de corazón la multitud, que no se afecta sino por la materialidad de sus
ojos».
Corrían tiempos duros. Lo dice Crespo, en sus Memorias202. Lo decía
el mismo López, oficiando el Cabildo de Buenos Aires (Setiembre 14 de
1820)203: «La provincia de Santa Fe ya no tiene qué perder< Nos han privado de
nuestras casas porque las han quemado; de nuestras propiedades porque las han
robado; de nuestras familias porque las han muerto por furor ó por hambre< Mi
ejército no pudo comer en los tres días que estuvo en el Arroyo del Medio». Y
como la expedición había sido de carácter popular, en 1822 (sesión del 27
su parte á llenar tan digna promesa, quedo obligado solemnemente por el presente
instrumento garantido por la Comisión mediadora, en contribuir á la Provincia de Santa Fe
con veinticinco mil cabezas de ganado de toda edad, no bajando de un año, puesto en el
Arroyo del Medio al plazo de un año, para que mediante su gobierno se distribuya en los
vecinos que sufrieron quebrantos por distintas vías y demás objetos benéficos al común de
nuestros hermanos, con quienes hemos sellado en este glorioso día en los anales de Sud
América la dulce paz y eterna amistad, que hará florecer con rapidez ambos territorios. –Lo
que principiaré á cumplir de hoy en tres meses hasta el entero (al término referido) ó más.
que mi íntimo deseo y actividad pudiese recaudar para darles una prueba inequívoca de la
buena fe y rectas intenciones que me animan en su común obsequio.
Y para constancia, firmo el presente en San Nicolás de los Arroyos, á 24 de Noviembre de
1820. (Firmado)–Juan Manuel de Rosas–Dr. José Saturnino Allende–Lorenzo Villegas.
RECIBO.–Santa Fe, Abril 10 de 1823.
Queda cancelado el presente documento en que el benemérito Coronel D. Juan Manuel de
Rosas llenó el compromiso de su contesto con el exceso de cinco mil ciento cuarenta y seis
cabezas más, según los respectivos, y legítimos de data prestados, en que ha brillado á
competencia el honor y hombría de bien con la más distinguida generosidad, amor á la paz
y al orden, cuya comportación honorífica reclama un fino y perpetuo reconocimiento del
Gobierno y Provincia de Santa Fe, como justamente le han demostrado sus representantes, y
para su satisfacción, resguardo y constancia firmo el presente, autorizada por mi Secretario,
de que se le comunicará un duplicado al referido, como una copia autorizada de este
decreto al Exmo. Gobierno de Córdoba para la garantía prestada por la Comisión
mediadora, y que ha dejado tan airoso el principal, á esfuerzos de incesantes fatigas,
quebrantos y compromisos personales.–(Firmado) ESTANISLAO LÓPEZ.–Juan Francisco
Seguí. 201 R. O. de la P., T. I, páginas 58-59 202 Lassaga, I, 250. 203 Urbano de Iriondo, Apuntes.
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de Febrero), un Diputado se quejó á H. Sala de R. R. de que la Junta no
tuviese noticias ni del recibo ni del reparto de las 25.000 cabezas ofrecidas.
Faltaban dos detalles todavía para el arreglo exterior: la yerba del
Paraguay y la piratería de los rios. Hacia el mes de Agosto se convino con
Buenos Aires en forzar á Entre Rios á vivir razonablemente. Y en efecto,
el jefe de los entrerrianos, que hacía poco se había librado de su superior
(Artigas)204, fue derrotado.
Como consecuencia de tales y tantas victorias, en 4 de Julio de 1822, el
Poder Legislativo de Santa Fe dio por derogado para este caso
excepcional al art. 28 del Estatuto. Ascendió á López á Brigadier General
de la Provincia con $ 2.500 de sueldo y ordenó acuñar para él una
medalla que debía llevar las siguientes inscripciones (R. O. de la Provincia,
I. p. 85):
Circunferencia (en iniciales): «La provincia grata al héroe Estanislao,
siempre victorioso en su defensa.»
Anverso (diseño de la Fortuna). «Sus triunfos inmortales me fijaron. Sea
eterna su memoria».
204 Artigas había destruido en 1818 la escuadrilla de Francia. Desgraciadamente, un año
después, López se apoderó de un cargamento de armas destinado al Paraguay, y ello
motivó terribles represalias: el clérigo Francia arrestó en Asunción á cantidad de
santafecinos, y muchos de ellos murieron en la cárcel. El comercio con el Paraguay hubiera
significado ventajas que se perdieron estérilmente. La conducta de López, procedía de un
error: creyó que los paraguayos, comerciando con el Brasil, impedirían la reconquista de la
Banda Oriental.
Derrotado Artigas por sus ex-subalternos, procuró refugiarse en el Paraguay. Allí fue
admitido, confinándosele en Curuguaty. El Dr. Francia, le pasó una pensión oficial
correspondiente al grado de teniente, por sus despachos de oficial español: desconoció el
generalato posterior.
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Reverso (el Dios Marte). «Eclipsó mi gloria su valor heroico.» (La Fama):
«El eco de mi clarín la imprimió en ambos polos.»
Quizá hubiera sido más sencillo y más exacto escribir: Ante Estanislao
López retrocede el hambre
El régimen fiscal de Santa Fe, en 1821 (Decreto de Febrero 8 (R. O. de la
P. I, 61), ofrecía algunas particularidades dignas de ser recordadas:
ADUANAS -
a) DERECHOS DE ENTRADA
Artículos Unidad Derechos
Aforo Tanto
$ / Reales $/ Reales %
Cueros vacunos (macho) uno --- 1 --- 12 8.3
Cueros vacunos (hembra) uno --- 1 --- 8 12.5
Cueros caballo ó yegua uno --- ½ --- 3 16.6
Curtido de bagual uno --- ½ --- 12 ---
Curtido de becerro uno --- ½ 4 --- ---
Suelas uno --- 1 5 --- ---
Yerba tercio --- 12 --- --- ---
Tabaco del Paraguay arroba --- 10 --- --- ---
Tabaco negro ó ultramarino arroba 2 --- --- --- ---
Cigarros arroba 2 --- --- --- ---
Aguardiente de la tierra barril 2 4 --- --- ---
Vino de la tierra barril 1 4 --- --- ---
Barajas juego --- 1 --- --- ---
b) DERECHOS DE SALIDA
Artículos Unidad Impuesto
$ / Reales
Yerba tercio --- 14
Cueros vacunos c/u --- 1
Cueros de caballo, etc. c/u --- ½
Curtidos de bagual ó becerro c/u --- ½
Suelas c/u --- 1½
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
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Tabaco del Paraguay arroba --- 10
Cigarros del Paraguay arroba 1 --
-
Aguardiente barril --- 10
Vino barril --- 6
ALCÁBALA (que involucraba en parte los impuestos de sellos y patentes)
TARIFA GENERAL
a) Efectos de ultramar (incluso aguardientes, Tinos y licores) 10%
b) Id procedentes de puertos nacionales
8%
c) Id americanos 4%
DERECHOS MUNICIPALES, accesorios de los anteriores casi siempre. A
veces acumulábanse, y podía ocurrir que un artículo de cuero, p. ej.,
pagase: por derecho de entrada, 12 %; id. municipal, 6; id alcábala, 16%.
Total: 28 por 100.
Se procuraba fomentar una pequeña industria local: el tabaco
paraguayo pagaba impuesto si salía no elaborado, pero si salía en forma
de cigarros hechos en la provincia, no pagaba.
La recaudación de la renta no podía ser más sencilla. Cobrábase la
alcábala por trimestres vencidos, al finalizar los cuales el Ministro del
ramo pasaba á las pulperías una esquelita á cuyo pié quedaba constancia
de la notificación de los deudores. Tres días después, á falta de pago
debía darse fianza, ejecutable á los quince días. Los derechos de aduana
se abonaban á dos meses de presentación de las guías, so pena de multa.
Hubo también una especie de draw back: cuando las cargas volvían al
lugar de su procedencia, no abonaban derechos de salida, bien que
tampoco se les devolviera el de entrada. Una reglamentación especial fijó
la forma en que debía percibir los impuestos municipales el Recaudador
de propios.
Apesar del impuesto de aduana que involucraba la antigua sisa, la
situación financiera fue inferior á lo que había sido bajo el Virreynato.
Conserváronse algunas de las viejas denominaciones: diezmos,
contribución de pulperías, alcábala, sellos, guías, desapareciendo otras con los
gravámenes que las motivaban. Pero, en general, teniendo los habitantes
que costear desembolsos más crecidos, correspondientes al ejercito, á la
legislatura á los diputados al Congreso, y al extraordinario aumento de
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
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sueldo del Gobernador (desde $ 800 en 1807, llegó á 2.500 en 1822)205,
necesario fue elevar los impuestos. Si se comparan los recursos de 1807
con los obtenidos por López durante el período 1818-25 ($ 90,049.3
114)206, resulta que la renta disminuyó considerablemente, quedando
reducida á menos de trece mil pesos anuales207 –no embargante la
elevación de impuestos, la suma que Buenos Aires devolvía á Santa Fe
por concepto de arbitrios cobrados indebidamente bajo el Virreynato, y
todo lo demás adquirido por «medios industriales y extraordinarios»,
como decía D. Estanislao en su pintoresca literatura. La provincia se
encontraba en condiciones de manifiesta inferioridad, no solo respecto de
Buenos Aires, lo que era lógico208, sino también respecto de Corrientes209,
su antigua dependencia administrativa.
Obtenido ganado, faltaba moneda: el Gobierno la creó, emitiendo en
derredor de cinco mil pesos en billetes de curso forzoso (Agosto 25 de
1823). Buenos Aires había dado el ejemplo, con su Banco de la Provincia, el
empréstito de un millón de esterlinas gestionado en Inglaterra, y diversas
medidas destinadas á pacificar el país y fomentar las industrias. En 1824,
las batallas de Ayacucho y Junín alejaron definitivamente el temor de una
reconquista por España y consolidaron el reconocimiento de la
independencia hecho anteriormente por el Portugal (1821), los Estados
Unidos (1822) y la Gran Bretaña (1823).
Hasta empezaron á diseñarse vastos planes de política americana:
Bolívar, repitiendo la Aduana de 1615, creó un derecho de 20 por 100
sobre lo que entrasen Bolivia, vía Salta (1825); y en 1826, invitó á la
205 Para honor del Rio de la Plata, bueno es consignar que Amado Bomplando ganaba en su
cátedra pesos 3.300, en 1821, y que la Universidad de Buenos Aires insumía más de 20.000
pesos anuales: casi el doble que la administración santafecina. 206 Rendición de cuentas de Enero 31/826. R. O. DE LA P. I, 133. 207Cervera da algo más de 18.000 pesos para 1824; pero hay que compensar la cifra con las de
años anteriores. 208 Entradas de Buenos Aires:
Año 1822 – Pesos fuertes 2.519.095
Año 1823 – » 2.869.266
» 1824 – » 2.648.845
» 1825 – » 3.196.430 209 Entradas de Corrientes:
Año 1825 – Pesos 67.449,4
» 1826 – » 106.215,3
» 1827 – » 88.189,1 1/4
» 1828 – » 79.044,1
» 1829 – » 115.878,6
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 189 --
Argentina á enviar diputados á la Gran Dieta de Panamá, que debía
resolver sobre la confederación de los antiguos
Virreynatos, desde Méjico á Buenos Aires. La invitación fue
razonablemente desoída. Acababa de costar un triunfo la unión de las
provincias del litoral y no era cuerdo pensar en alianzas más
complicadas.
Harto significó haber conseguido en Diciembre de 1824 la reunión del
primer Congreso General en que tuvieron representación todas las
entidades que hoy forman la República Argentina. Bajo la presión de un
peligro exterior –avances absorbentes del Brasil – fue necesario adquirir
cierta cohesión, volver á formar un ejército nacional, y tratar de nuevo el
acuerdo definitivo que desde 1810 se buscaba en vano. Así el Congreso
parcial de 1816 tuvo un continuador; y Bernardino Rivadavia ensayó por
primera vez la Presidencia de la República. Fue también por entonces
cuando efectuóse en el Rio de la Plata el primer ensayo de navegación á
vapor, y cuando Fr. Francisco de Paula Castañeda representó al
gobernador de Santa Fe acerca de la conveniencia de ampliar la
instrucción general.
Desgraciadamente la paz no podía mantenerse, porque un 10% de la
población había perdido todo hábito de trabajo. Terminada la guerra con
Buenos Aires, surgió el negocio de guerrear á favor de los que intentaban
sacudir el yugo brasilero210 . A poco, transformados en ofensivos los
210 Artículos reservados, del Tratado ajustado el 13 de Marzo de 1823 entre Estanislao López y
el Cabildo de Montevideo (R. O. de la P., I, pág. 91), (que no se llevó á efecto por entonces).
En la muy noble é ilustre Capital (Santa Fe) referida en el tratado público celebrado el 13 de
Marzo del corriente año, acordaron los mismos señores Diputados que firmaron dicho
tratado, los artículos reservados que se puntualizan:
Art.1º.– Serán gratificadas las provincias concurrentes en proporción á sus auxilios, en
términos para el pago que se estipularán en el silencio de la paz, gozando la de Santa Fe un
duplo proporcional por el mérito contraído en ser la primera en decidirse, y consiguientes
mayores trabajos, como que encabeza la empresa sufriendo la incomodidad de sus
multiplicados pormenores.
Art. 2°.– Con el fin de obviar discusiones odiosas, conseguido el que se proponen los
contratantes, queda arreglada la gratificación á tres mil pesos por cada cien hombres;
soldados de los auxiliantes, con sus oficiales, y á seis con los de Santa Fe, rebajando
solamente los desertores.
Art. 3º.– Los jefes de cada División Provincial serán gratificados con la suma de mil quinientos
pesos, y con tres mil el de la de Santa Fe, que mande en jefe el Ejército, no siendo el señor
Gobernador de la Provincia.
Juan Francisco Seguí.– Luis E. Pérez.– Domingo Cullen.– Ramón
de Acha.
Ratificado.– ESTANISLAO LÓPEZ.
Santa Fe, Marzo 14 de 1823.
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propósitos de defensa, lanzáronse todas las provincias á la reconquista
del antiguo puerto del Virreynato (Montevideo): estalló la guerra contra el
Brasil, que prácticamente duró más de dos años, y que en definitiva no
produjo otro resultado que perder para siempre el puerto buscado, dar
nacimiento á la minúscula República del Uruguay, y aumentar con unos
cuantos generales el escalafón militar211. Interim, el oro que había estado
á la par subió hasta 400%, y todos los artículos importados elevaron
desmesuradamente sus precios, mientras la naturaleza, perfectamente
agena á las glorias de los ejércitos, asolaba al país con una espantosa
sequía, digno complemento de la inundación de 1825212.
Terminada la guerra del Brasil, el ejército victorioso en Ituzaingó,
sublevándose en Buenos Aires, fusiló al gobernador local, y dedicóse á
conquistar los puestos y los dineros públicos. El Congreso de 1821, el
eterno Congreso que desde 1810 debía constituir al país, habíase disuelto
una vez más ante el rechazo de la Constitución Unitaria que proyectó, y
que las provincias no aceptaron. Y de este modo, Estanislao López y sus
guerreros santafecinos se encontraron de nuevo con los campos incultos
y los hogares vacíos, haciendo frente al desorden que partía de Buenos
Aires, y amparando en Santa Fe á los restos de aquel Congreso que ya no
debía volver á reunirse hasta un cuarto de siglo después, y que durante
su breve estadía en la pequeña ciudad congregó á muchos hombres de
talento, y permitió la efímera aparición de varios periódicos213. El general
211 Sarmiento, «Memoria biográfica del General Paz». –Con el bloqueo de Buenos Aires en
1828, los acopiadores de esa ciudad hicieron su agosto.
El comandante Baldrich en su «Historia de la guerra del Brasil» deja entrever que ciertos
detalles de la campaña importaron, más que operaciones guerreras, simples arreos de
hacienda, en los que aparecían interesados Santa Fe y Entre Ríos. No he podido comprobar
ni rectificar el dato, si bien es exacto que el general López expedicionó con éxito sobre las
Misiones brasileras. Saldías ha publicado dos cartas, que prima facie corroboran lo
aseverado por Baldrich: una de Dorrego y la otra de Balcarce. Sin duda fue imposible evitar
excesos, tales como el de que á fines de 1825 se pagara veinte pesos por cada novillo
destinado al ejército de la línea del Uruguay. (Declaraciones del Ministro de la Guerra en la
sesión de Noviembre 21. Congreso Nacional). 212 Cuenta Iriondo, loc. cit., que un tigre traído por los camalotes se metió al convento de San
Francisco en esa oportunidad.
213 Merecen anotarse entre ellos los siguientes, publicados, por la Imprenta de la Convención:
1828 «El Argentino», dirigido por Baldomero García
«El Domingo 4 de Mayo en Buenos Aires», por Vicente Á. de Echeverría.
» «El Espíritu de la Federación Republicana». » «El Satélite», por V. Á. Echeverría.
» «Vete portugués que aquí no es», por el P. Castañeda.
» «Ven acá portugués que aquí es», por el P. Castañeda.
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Lavalle invadió á la Provincia y se apoderó del Rosario, mientras el
interior ardía en plena guerra civil; el oro llegó al 800 por 100 y una
nueva oleada de atraso demostró que era absurdo destruir en un país
donde todo estaba por hacerse y en el que el dificilísimo problema de
poblar las campañas se dejaba por completo entregado á las pobres
mujeres que iban dando á luz hijos de soldados transeúntes,
abandonadas á su miseria en los inhospitalarios ranchos de la inmensa
pampa.
1829 «Buenos Aires cautiva y la nación argentina decapitada á, nombre y por orden
del nuevo Catilina, Juan Lavalle».
» «Al arma, al arma ciudadanos». » «El Federal», por Baldomero García.
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IX
Nuevo ensayo de reconstrucción:
puerto único en Buenos Aires para el comercio de
ultramar, carne barata, liga de gobernadores. Santa Fe
parate integrante de la «Confederación Argentina».
(1829-1851)
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
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ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
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A despecho de las desviaciones que en pleno Congreso de Tucumán,
permitían al diputado Castro recomendar el sistema monárquico
constitucional por haber sido el que dio el Señor á su antiguo pueblo y el que
Jesucristo instituyó en su Iglesia214, cinco constituciones republicanas
habíanse proyectado desde 1810 hasta 1829: una federal (1815), y cuatro
unitarias (1811215, 1818, 1819 y 1826). El Congreso encargado de resolver
sobre la forma definitiva á adoptarse –según el modus vivendi de 1810– no
lograba hacerlo; y entretanto, los gobiernos provisorios tornábanse
permanentes.
Trece años después de declarada la independencia, seguía oculto tras
las divisas «unitarismo» y «federación» un problema rebelde á la acción
de los pensadores, de los ejércitos y de la prensa, que obligaba á chocar
entre sí á seiscientos mil habitantes distribuidos sobre ciento veinte mil
leguas cuadradas. Si solo se hubiese tratado de meras fórmulas, nuestra
actual solución habría parecido satisfactoria: dejar bajo el sistema federal
algunas provincias y bajo el unitario las restantes, como hoy viven las
gobernaciones nacionales que ocupan la mitad del territorio.
Escapa á la índole de este trabajo estudiar los diversos aspectos que esa
cuestión revistió, supuesto que para Santa Fe la fórmula federal había
surgido de las circunstancias, como queda dicho. Convino mantenerla,
porque resolvía el problema de conseguir carne barata, sea trayendo
vacas á viva fuerza, sea impidiendo que subieran los precios. Convenía
también al gefe; y por eso, cuando Estanislao López sustituyó la
Constitución Nacional unitaria de 1819 por el Estatuto Provincial del
mismo año, recordó ingenuamente á sus paisanos cierto inconveniente,
que entre otros muchos, ofrecía aquel sistema:
«Veréis á vuestro Gobierno reducido á una insignificante autoridad, y sin más
eficacia en la promoción del beneficio, que la que es concedida al último
habitante»216.
214Sesión del 31 de Julio de 1816. 215 No siendo Santa Fe cabeza de provincia, su Junta Local dependía de Buenos Aires. Las
Juntas de las otras provincias tampoco eran en realidad autónomas.
216HISTORIA DE LÓPEZ. Ramón J. Lassaga, pág. 454.
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
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Es interesante comprobar cómo el general Mitre, defensor del partido
unitario, concuerda con el Dr. Saldías, defensor del partido federal, en
cuanto al alcance de la controversia. Dice el primero:
(Historia de Belgrano, III, 257, 5ª. edic.)–
«No era una idea la que impulsaba á los pueblos á lanzarse en este
camino; era un instinto ciego en las masas y una ambición bastarda en sus
directores. Seducidos por el ejemplo del Paraguay y de la Banda Oriental,
que se habían declarado independientes y proclamado un sistema de
federación semi-bárbaro, de que no se daban cuenta clara, á lo que
aspiraban era á hacer una manifestación de su autonomía; á rehuir los sacrificios
comunes en favor de la lucha exterior, limitando su defensa tal circulo de la
localidad; ya elevar sin condiciones, sin ley, sin regla alguna, á los caudillos que
debían representarlos, esto es, cuando no aceptaban los procónsules
impuestos por el protector, como sucedía en Entre Ríos y Corrientes».
Y el segundo – (Historia de la Confederación Argentina, I, 279).
«La convención de Santa Fe (1828), convocada con el objeto de dar una
constitución federal á la República, demostró que no era el régimen de gobierno
lo que daba ser á los dos partidos intransigentes, sino las aspiraciones de algunos
hombres y el sentimiento localista de los gefes de provincia, los cuales querían
asegurarse su modus vivendi, á lo cual llamaban federación».
Las bases de la controversia parecen haberse referido principalmente á
la aduana exterior (respecto de Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe, que
tenían puertos en competencia con Buenos Aires), y al modo de distribuir
los puestos públicos de las provincias. Buenos Aires sostenía que bajo el
Virreynato le correspondieron ambas regalías, y que careciendo las
provincias de recursos y hasta de los letrados necesarios para dictar leyes
y administrar justicia217, los pretendidos gobiernos autónomos no podían
Por la constitución nacional unitaria de 1826, se intentó asegurar á las provincias sus recursos,
olvidando asegurar á los gobernadores sus puestos. Ese detalle fue salvado en la
constitución de 1853.
217 Poco después de disuelto el congreso de Rivadavia, pudo haberse ampliado el mismo
argumento. Uno de los diputados que nombró Santa Fe para la Convención de 1828,
preguntó á la Sala de Representantes local quien le pagaría sus dietas ($ 1.500 anuales); y la
Sala resolvió recabar del gobierno de Buenos Aires, en calidad de préstamo, los fondos
necesarios, «porque en caso de no ser asequible esta solicitud tendría la Provincia que
segregarse con toda sensibilidad de las demás de la unión, hasta tanto que pudiera
proporcionarse los fondos necesarios al efecto.» (Sesiones de la Junta de Representantes, 20
de Junio, 2 de Agosto y 5 de Agosto de 1828. Registro Oficial de Santa Fe, I, pág. 171 á 173).
La misma falta se había sentido para enviar diputados al Congreso de 1826 que votó la
constitución unitaria. Amenábar, designado desde el principio en su carácter de hombre
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
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existir. Las provincias alegaban, que destruido el Virreynato, era
indispensable que la nueva organización surgiera de la voluntad de los
Cabildos y los pueblos que no fueron oídos el 25 de Mayo de 1810.
En 1820 el mismo Cabildo de Buenos Aires reconoció este derecho218,
ratificado después por la Ley Fundamental de 23 de Enero de 1825, que
ordenó someter á la aprobación de las provincias la constitución que
votara el Congreso, instituyendo así una fórmula republicana más
avanzada que la actualmente en vigencia, por la que los mandatarios
están obligados á aceptar cuanto hagan los mandantes, aún en violación
de las instrucciones recibidas219.
cultísimo, se excusó. Nombrado Larrechea, se excusó á su vez. Vuelto á ser designado
Amenábar –quien actuó brillantemente – renunció el 25 de Febrero de 1826; y esta vez, en
lugar de uno surgieron tres diputados, aunque la provincia no tenía derecho á tantos:
Anchorena y Latorre, porteños, y Galisteo, santafecino. Pero he aquí que dada la carencia de
hombres, Anchorena resultó también diputado por Corrientes. Nombróse en su lugar á
Zapiola, quien renunció, subsiguiendo el nombramiento de Mateo Vidal –quién á su vez era
diputado por la Banda Oriental. 218 Reg. Of. de la Nación, I, 542.
«1400. –Reasunción de facultades por parte de las Provincias. Por los adjuntos «documentos
se instruirá V. E. de la situación á que los últimos acontecimientos políticos «han reducido á
esta Provincia. Todas las de la Unión están en estado de hacer por sí «mismas lo que más
convenga á sus intereses, y régimen interior. Esto es lo que por toda «respuesta puede
decirse á V. E. en contestación á su nota de 10 de Enero último, en que «dio cuenta haber
reasumido el mando de esa Provincia á consecuencia, de la dimisión del «Coronel D.
Toribio de Luzuriaga.– Dios guarde á V. S. muchos años.– Sala Capitular «de Buenos Aires,
Febrero 12 de 1820.– Juan Pedro Aguirre.– Esteban Romero.– José «Julián Arrióla.–
Francisco Delgado.– Marcelino Rodríguez.– Pedro José Echegaray.– «Juan Ángel Vega.–
Juan Pablo Sáenz Valiente.– Fermín Irigoyen.– Benito Lynch.– Miguel de Belgrano.» 219 Es oportuno recordar que esa fórmula pudo aplicarse inmediatamente. Consultadas las
provincias, habían votado (Buenos Aires exclusive):
Por la federación, 6: Entre Ríos, Santa Fe, Santiago, San Juan, Córdoba y Mendoza.
Por la unidad, 4: Tucumán, Salta, Jujuy y la Rioja.
Por lo que el Congreso resolviera, 6: Corrientes, Misiones, Montevideo, Catamarca, San Luis y
Tarija.
Había, pues, mayoría federal: 12 votos (6 expresos, y otros 6, resultado de esa misma mayoría)
contra 4. Pero, los diputados de dos provincias federales, contrariando el mandato recibido,
adhirieron á los partidarios de la unidad y así quedó derrotada la fórmula primera. Con
crudeza denunciaban lo que creían causas de ese resultado, los diputados santafecinos
oficiando reservadamente á la Junta de Representantes de la Provincia el 1 de Junio de 1826.
«La opinión de los Diputados (al Congreso Nacional) es tan varia cuanta «es más ó menos
su dignidad y fortaleza por sus deberes, bajo los terribles halagos y destinos «públicos con
que el ejecutivo titulado Nacional ha procurado ganarlos, derramándolos al «intento, á
términos de tener parte considerable del Congreso ocupada en ellos. Sólo los que «suscriben
tienen la satisfacción de no haber entrado en tan desagradables planes, auque «algo se ha
hecho por conseguirlo,»
(R. O. de la Provincia, I, 143.)
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Estudiados serenamente los antecedentes, resulta que la unidad
político administrativa del Virreynato había durado solo 34 años, y
quedó rota á poco de estallar la revolución (para Santa Fe, en 1815, con la
conquista de Artigas). El territorio, distaba mucho de ser una entidad
inseparable: el Uruguay, Entre Rios, Corrientes, el Paraguay y Misiones,
flanqueadas por ríos, eran inabordables por tierra desde Buenos Aires;
entre Jujuy y las provincias bolivianas, la altiplanicie oponía su barrera
de piedra; sobre la llanura desierta, incomunicaban á las pequeñas
ciudades los indios y las travesías. Económicamente, el interior, con sus
viñas y sus tejidos, tenía intereses opuestos á los del litoral, que
importaba productos europeos similares. El vínculo del idioma no era tal
en algunas provincias donde el pueblo prefería hablar lenguajes indios.
Unidad de origen jamás existió: los descendientes de padre y madre
española eran pocos, y el resto procedía de varias razas de indios, de
negros, de mezclas entre blancos é indios, negros y blancos, negros é
indios. Y muchos extrangeros aportaban también su sangre á la
incoherente masa étnica: Liniers (el Virrey), francés; hijo de francés el
Director Puyrredón; natural de Italia, el padre del general Belgrano;
irlandés, el almirante Brown, gefe de la escuadra argentina220.
Seis meses después, suscribían la constitución unitaria (Diciembre 24 de 1826) dos diputados
por Santa Fe: Francisco de la Torre y Pedro Pablo Vidal. (Reg. Of. de la Nación, II, 162).
Tal constitución fe rechazada por la Provincia, en 8 de Mayo de 1827.
220Antes del Virreynato, existía la entidad «provincias independientes de Buenos Aires», bien
que Santa Fe no gozara de tal prerrogativa. Desde 1815 comenzó esa entidad á adquirir
nuevo relieve y ha persistido hasta la fecha. Como simple antecedente, recuerdo algunos
hechos que comprueban el reiterado ejercicio que las provincias hicieron de su soberanía.
SANTA FE se declaró independiente en 1819 (art. 13 del ESTATUTO) y en 1841 (art. 1º de la
CONSTITUCIÓN de ese año.
ENTRE RÍOS, hizo otro tanto en 1822 (ESTATUTO Provisorio Constitucional). Reasumió su
soberanía en 1827, como las demás provincias, al rechazar la Constitución de 1826. Celebró
tratados con el Brasil, como entidad autónoma.
CORRIENTES, declaró su independencia en 1° de Julio de 1827. Celebró tratados con el Paraguay.
CATAMARCA, se proclamó independiente en 1821.
TUCUMÁN, actuó como «República Federal de Tucumán» en 1820.
JUJUY, declaró ser independiente en 18 de Noviembre de 1834.
SAN LUIS, MENDOZA y SAN JUAN, constituyeron una especie de estado autónomo en Abril 1° de
1827, por el tratado de Huanacache.
BUENOS AIRES, en todo tiempo se consideró autónoma, puntualizando tal carácter desde 1853 á
1860, en que actuó frente á la «Confederación Argentina» formada por las 13 provincias
restantes.
CÓRDOBA, se declaró libre y en ejercicio de su soberanía, por la Constitución de 1847.
En cuanto al Paraguay, la Banda Oriental y las provincias del Alto Perú, mantienen hasta hoy
su carácter de estados independientes.
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
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Rechazada la Constitución de 1826 y disuelto el Congreso, quedadan
las cosas como al principio, bajo el punto de vista del sistema á
adoptarse. En esas circunstancias, las cuatro provincias litorales (Buenos
Aires, Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes), resolvieron unirse sin perjuicio
de que las restantes se fueren uniendo cuando gustaren: fracasados los
congresos generales, ensayábanse congresos parciales. Así nació la
«Comisión Representativa de los Gobiernos de las Provincias Litorales de la
República Argentina», cuyos poderes se reducían casi exclusivamente á
dirigir ad referendum las relaciones exteriores y la guerra, y servir de
pedestal á la agrupación de todas las provincias, bajo la base de
autonomías locales y libre navegación de los ríos. Los cuatro
contratantes, formando provisoriamente una especie de estado nuevo,
mantuvieron los impuestos de tránsito y renunciaron al derecho de asilo
para el futuro (Tratado Cuadrilátero, Enero 4-Setiembre 25 de 1831). Tocó
á Estanislao López ser nombrado General en jefe del ejército del nuevo
estado, con 6.000 pesos de sueldo; y antes de los tres meses, sus soldados,
á boleadora limpia, se apoderaron del general Paz, gefe de otra liga
unitaria que habían formado las provincias restantes. Cesó así por algún
tiempo la anarquía de que se aprovechaban los indios para tentar
avances221.
*
* *
Puede complementarse esta enumeración con cantidad de tratados y recíprocos
reconocimientos de libertad é independencia.
En 1861-62, esto es, después de la Constitución de 1853 y la reforma de 1860, casi todas las
provincias volvieron á reasumir su soberanía. La presidencia Mitre consolidó tal situación 221 Llegaron hasta la ciudad de Santa Fe en 1832.
Marcadísima es la influencia de los indios durante este período. Amparaban en sus tolderías á
los soldados unitarios derrotados quienes una vez allí, «trabajaban» auxiliando á los
salvajes en sus expediciones contra las poblaciones blancas. Varios caciques disfrutaron de
grados militares en el ejército argentino. El «territorio indio del Sud», llegó á tener una
especie de capital, y sus jefes mantuvieron correspondencia con las autoridades nacionales
tratándolas de poder á poder, usando sellos de gobierno, uniformes, fusiles y hasta un
principio de artillería de cuero. Conservaron la esclavitud hasta el último tercio del siglo
XIX (fecha en que fueron dispersados) ejerciéndola sobre los cautivos blancos. El Dr.
Estanislao S. Zeballos, ha publicado interesantes documentos á este respecto.
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
-- 200 --
Nada tenía que ganar la forma republicana representativa de gobierno,
con esta guerra iniciada el año 1829 con el fusilamiento del gobernador
de Buenos Aires, por orden de un gefe sublevado.
Coincidió con ello una sequía espantosa. Montones de osamentas
obstruyeron el lecho de los arroyos, y con la pérdida de los ganados
reapareció el hambre.
Hacía falta disciplina. Necesario fue volver á los ejecutivos fuertes. En
Julio de 1832, la Junta de Representantes, confirió á Dn Estanislao López
–electo Gobernador por octava vez – facultades extraordinarias, sin
término. Insensiblemente, reaparecía la monarquía; y ocho años después,
los notables de Buenos Aires debían animarse hasta pedir al gobernador
Rozas que hiciera hereditario su mandato, permitiendo le sucediera su
hija Manuelita –petición, que para honor del país, fue rechazada.
Esta restauración de las facultades omnímodas del Poder Ejecutivo,
produjo buenos resultados. Prestóse atención al inevitable problema de
los indios, llevando contra ellos expediciones bien equipadas. Suprimióse
al Cabildo en Santa Fe, reorganizando al Poder Judicial222 con dos Jueces
de primera instancia, ocho de paz y un Juez de policía, cuyas múltiples
funciones alcanzaban hasta hacer zanjear y limpiar las calles con los
presos, atender á un incipiente alumbrado público, asistir á remates,
embargos y mensuras, y aprehender á las personas decentes con orden
escrita de los jueces. Cuya justicia, solo duraba un año en los cargos y
costaba al fisco bien barata: menos de mil pesos anuales. Varios de los
funcionarios carecían de asignación, y el mejor rentado percibía lo que un
teniente del ejército.
A propósito de una nueva rendición de cuentas presentada por el
gobernador López en 1834, vale la pena recordar que se cruzaron en la
Junta de Representantes opiniones que distaban mucho de transparentar
servilismo223.
222 Reglamento de 1833. –Por la ley de Febrero 23 de 1826, tentando una separación de poderes,
se había creado un Tribunal de Alzada (apelación) provisto de tres miembros rentados,
destituibles por el Gobernador «cada vez que lo considerase útil al público.»
223En 1° de Marzo, ofició el P. E. á la Junta pidiéndole revisara las cuentas. Proyectóse nombrar
una comisión al efecto; pero un diputado se opuso pidiendo la aprobación á libro cerrado.
Esto motivó un interesante debate. El D. José Echagüe, opinó que así se dejaría en lo
sucesivo un campo abierto á la irresponsabilidad. Otro diputado, agregó «que siendo el
«mismo Sr. Gobernador quien pedía con instancia que la H. Junta tomara conocimiento y
«examinase el manejo y distribución de las sumas negociadas por él mismo, no debía
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 201 --
El «Reglamento» de dicha Junta aclaró en ese mismo año las funciones
del P. Legislativo, lo que no fue obstáculo para que el P. E. creara nuevos
impuestos por simple decreto: en esta forma, las carretas vinieron á pagar
por derecho de tránsito en 1835, casi el triple de lo que pagaran bajo el
puerto preciso, noventa y dos años antes, en 1743 (4 y 1 1/2 reales,
respectivamente).
El gobierno se preocupaba de obtener rentas por todos los medios á su
alcance, patentizando el inesperado fenómeno de que cuanto menos
limitaciones se imponían al P. E. tanto mejor andaba la administración.
En 1835 exhoneróse del pago de diezmos á los pobladores de la frontera,
mantúvose con sueldo de $ 300 á los catedráticos de filosofía y de latín,
creóse un colegio de segunda enseñanza en el convento de la Merced; y á
esta altura, en momentos en que el P. Legislativo declaraba á Dn
Estanislao benemérito en grado heroico y Restaurador del Norte, ocurrió en
Córdoba el asesinato del general Facundo Quiroga, prestigioso gefe de
los federales. Los gobernadores dejaron para mejor ocasión al eterno
Congreso, y como fórmula aceptable, convinieron con Rozas en otro
modus vivendi, por el cual quedaban las cosas como estaban, y el primero,
en su carácter de gobernador de Buenos Aires, se encargaba de las
relaciones exteriores y la guerra. Subsistieron pues las aduanas
interprovinciales, los gobernadores autónomos y los derechos de tránsito.
En cuanto á la libre navegación de los ríos, ganada á costa de tantos
esfuerzos, suprimiósela, pasando Buenos Aires un subsidio á las
provincias perjudicadas, (excepto Corrientes, que no entró en el arreglo.)
Así nació la «Confederación Argentina», entidad que no tenía más
poderes nacionales que el Ejecutivo, y solo comerciaba con el exterior por
el lamentable puerto de Buenos Aires224.
dejarse «de dar este paso tan honroso al mismo Gobierno, como digno de la H. Legislatura;
que lo «demás, era impropio, era irregular, y por lo tanto no estaba por ellos».
Como insistiera el autor del proyecto en la aprobación á libro cerrado, replicóle el D. Puig, «que
bastaba saber que los fondos negociados por el señor Gobernador eran para esta «provincia,
para que la H. Legislatura debiese tener un conocimiento de las sumas á que «ascendían y
de su inversión». –Por seis votos contra uno, se nombró la comisión proyectada al principio,
y previo dictamen, fueron aprobadas las cuentas.
224Por falta de agua, el embarque y desembarque hacíase en Buenos Aires usando carretillas ó
carros tirados á la cincha. Del carro se pasaba al bote, y del bote á! buque de ultramar. Así se
efectuó durante dos siglos. La travesía á Montevideo, con viento favorable, requería 14 ó 16
horas y costaba 16 pesos. Con viento contrario duraba días.
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
-- 202 --
Mantener este statu quo, fue empresa á la que se dedicó una propaganda
llevada á los últimos extremos. No bastó la prédica en los diarios
federales, su lectura en los templos, en las escuelas y en los cuarteles. Fue
necesaria una divisa federal, un color federal, y hasta unas patillas federales,
mientras la prensa de ambos bandos, enfureciendo á las masas,
recomendaba el asesinato político como arma legítima.
Los ciudadanos debían tener ante su vista, en cintas, letreros, medallas
ó escritos, un Viva la Federación! A partir de 1836, decretóse lema para
los documentos oficiales, que desde entonces comenzaron con la misma
fórmula extraña, cada vez más larga y complicada:
«Viva la Confederación Argentina!
«Mueran los salvajes unitarios!
Santa Fe, Diciembre 20 de 1842.
Año 33 de la Libertad, 27 de la Independencia y 13 de la Confederación
Argentina».
En el fondo todas estas frases, sumas y cálculos venían á significar: Viva
el General Rozas!
Los contrarios siguieron careciendo de derechos, exactamente como en
tiempos de la guerra de la independencia. El año 1840 se les empadronó
como á criminales, y –curioso es consignarlo – ese mismo año el general
Rozas firmó con Inglaterra un tratado que ponía término á la esclavitud
de los negros. No hubo pues libertad de sufragio. Vigorosamente lo
asentaba la Constitución de la Provincia de Córdoba, en 1847225:
«Ningún salvaje unitario podrá obtener empleo alguno».
Descansa el espíritu leyendo algunas de las hermosas y teóricas
prescripciones de la segunda constitución de Santa Fe, promulgada bajo
este desborde partidista, el 18 de Julio de 1841. Empañábalas sin
embargo, la prohibición de todo culto público ó privado que no fuese el
católico, apostólico, romano. Deslindando claramente los tres poderes,
permitía al Legislativo, (compuesto de federales, va sans dire), reunirse
cuando lo creyese oportuno; prohibía á sus miembros ser empleados á
225Sección VIII, Cap. XIX, art. 1°. –No era menos explícito el artículo 2°:
«Todos los jefes de los cuerpos militares y superiores de los establecimientos públicos, que
«propusieren ó nombraren subalternos para dichos cuerpos y establecimientos, que no
«tuviesen la calidad de ser federales netos, serán responsables ante la patria.»
(Leyes y decretos de Córdoba, 1810-70.–T. I, pág. 513.)
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 203 --
sueldo del gobierno, á no mediar autorización al efecto; puso en sus
manos el nombramiento de un Gobernador (de reconocido patriotismo
federal, desde luego) y la aprobación del presupuesto, sentando un
principio de estabilidad olvidado por las subsiguientes constituciones:
ninguna ley podría ser revocada sin el voto de dos tercios de todos los
miembros de la Cámara. En cuanto al Ejecutivo, introdujo otra mejora:
tres años de duración en el cargo, é imposibilidad de reelección por más
de una vez. Las elecciones debían hacerse por circunscripción. En punto á
ciudadanía –y manteniendo siempre la necesidad de ser católico para
votar– consagraba otro brillante principio, que por desgracia hemos
perdido antes de que se aplicara una sola vez: prohibición de voto á los
que entrados al goce de la ciudadanía después de 1850, no supieran leer y
escribir.
Por fin, en el art. 88 sentaba el precepto de que la Provincia, al delegar
facultades en los tres poderes, se reservaba el derecho de ejercer el poder
censorio por medio de la prensa.
En la práctica, una circunstancia inesperada hizo inútiles todas estas
declaraciones. Juan Pablo López (a) Mascarilla, hermano de Dn Estanislao
y sucesor de Cúllen226 en el gobierno, dejó de ser ciudadano de
reconocido patriotismo federal, y se embanderó con los unitarios, al año
de dictarse la constitución aludida. Rozas envió contra él un ejército, y
previa la batalla de Colastiné, el general Dn Pascual Echagüe, federal
neto é «Ilustre restaurador del sosiego público»227, ocupó la gobernación
226 Cúllen sucedió á don Estanislao, pero sólo se mantuvo unos meses en el gobierno. Acuado
de traición al país y connivencia con los enemigos extranjeros, renunció y fue fusilado.
Iriondo, loc. cit., explica detenidamente cómo fue disputada la sucesión del general López. 227El general Echagüe tuvo el buen gusto de hacer suprimir ese dictado. Eran ya muchos los
«ilustres».– El difunto don Estanislao, «Restaurador del Norte»; don Juan Pablo López,
«Ilustre protector de las leyes»; el general Rozas, «Ilustre restaurador de las leyes». He aquí
el decreto:
¡FEDERACIÓN O MUERTE!
Santa Fe, Noviembre 30 de 1843. Año 34 de la Libertad, 28 de la Independencia y 14
de la Confederación Argentina.
Intimamente persuadido el Gobierno que en el sistema federal republicano que ha proclamado
la República, la sola estimación de los patriotas es harto honrosa y condigna compensación
á sus más relevantes esclarecidos servicios, y consecuente á secundar en todos sus actos las
marchas eminentemente americanas del Exmo. Sr. Gobernador y Capitán General de la
Provincia de Buenos Aires, Encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación
Argentina, Brigadier General D. Juan Manuel de Rosas, ha acordado y
DECRETA
Art.1º.– En toda solicitud, documentos ú actos oficiales, queda prohibido darle al ciudadano
Brigadier D. Pascual Echagüe el título de ilustre Restaurador del Sosiego Público, ni otro
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con los 5.000 pesos de sueldo correspondientes. Obtuvo la suma del
poder público en 1843; y en 1845, la legislatura de Santa Fe, mediante una
sanción suscrita por seis diputados (de los cuales tres llevaban el mismo
apellido que el gobernador), resolvió:
«Art. 1°.—Se suspende por ahora, y hasta mejor oportunidad, la elección en
propiedad de Gobernador y Capitán General de la Provincia.
Art. 2°.—El actual Gobernador deberá continuar en el mando hasta que se
reciba el que haya de sucederle, con arreglo á lo prescripto en el art. 4°. de la ley
fundamental de elección». (R. O. de Santa Fe, I, 423).
Y así duró Dn. Pascual en el cargo hasta 1851, esto es, nueve años.
Sin duda, tales violencias políticas tuvieron un justificativo en la actitud
del partido unitario, que no vaciló en crear á Rozas complicaciones de
todo género.
El degüello de prisioneros fue ante todo un medio de suprimir
guerreros desocupados y atemorizar á los restantes; pero no dio los
resultados necesarios, porque á lo largo de todas las fronteras, y en el
seno de las tribus indias, era fácil conseguir asilo. Los gefes unitarios
instalados en Montevideo, disponían así de soldados en espectativa, á los
que siempre podían agregarse guerreros europeos sin contrata, gefes de
Rozas que se sublevaban, y paisanos de las campañas que eran arreados á
las filas ó se incorporaban por amor á la guerra ó á la divisa.
Rozas, tenía á su favor tres grandes elementos: el ejército permanente,
la propaganda encarnizada en pro del sistema federal, y la popularidad
que emergía de la carne barata y las facilidades consiguientes para la
vida de los gauchos. Pero la carne barata significaba estancamiento.
En 1829 había ocurrido un serio incidente de carácter internacional.
Cuando Rozas y López avanzaron al frente de los federales para sofocar
la sublevación del ejército de Lavalle y castigar el fusilamiento del
gobernador Dorrego, los extrangeros de Buenos Aires fueron llamados á
alguno que no sea el que actualmente le corresponde como Gobernador y Capitán General
de la Provincia ó su rango de Brigadier.
Art. 2°. – No se admitirá en las oficinas públicas nota, solicitud ó documento que no esté
conforme con lo convenido en el artículo anterior.
Art. 3°.– Comuníquese á quienes corresponda, publíquese y dése al Registro Oficial.
ECHAGÜE.
De orden de S. É.
José Ruperto Pérez,
Oficial 1º.
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-- 205 --
prestar servicio militar en contra de aquellos, por las autoridades
locales228. Parecido llamamiento habíase hecho en 1814 y en 1816; pero
esta vez reclamaron los interesados, y después de cruzarse argumentos
por ambas partes, una escuadra francesa se apoderó de la argentina.
Arreglado el asunto poco después, no hubo complicaciones con el
extranjero hasta 1837, fecha del comienzo de la guerra con Perú y Bolivia,
que casi no afectó al litoral.
En 1838, una escuadra francesa bloqueó al Río de la Plata, so pretexto
de ciertas reclamaciones hechas por subditos franceses. Esa escuadra se
apoderó de la isla de Martín García y pirateó por las costas, trasladando
de paso al ejército del general unitario Lavalle. Parece ser que algunas
provincias –Santa Fe entre ellas – proyectaron pactar á fin de que el
bloqueo se fuera levantando respecto de las conformes con el reclamo.
Manifiestamente lo apoyaba la provincia de Corrientes.
Al frente de ese extraño Ejército Libertador, costeado en gran parte
por agentes del gobierno francés, Lavalle se apoderó de Santa Fe el año
1840229. La campaña terminó desastrosamente, á los dos meses.
Solucionadas las dificultades diplomáticas por el tratado Mackau,
Buenos Aires continuó su querella con Montevideo, el resto del país
quedó en paz, y los ochocientos cadáveres de Pago Largo, demostraron á
Corrientes que no era tan fácil salir de la Confederación como entrar á
ella.
Surgía entretanto un nuevo plan, que era en realidad el mismo
ensayado ya por Artigas: aprovechando la barrera natural del Paraná,
formar con la base del puerto de Montevideo, un nuevo estado
compuesto por la Banda Oriental, Entre Rios, Corrientes, Misiones y
parte del Brasil. Ese plan, que significaba disgregar la Confederación
separándole dos de sus provincias más ricas y mejor situadas, parece que
fue también apoyado por el partido unitario, que desde su derrota de
1820 no había podido ocupar los puestos públicos ni aun mediante la
228«Para defender la ciudad contra una horda de bandidos que asociados á toda clase de
criminales y lo que es peor, con indios salvajes, trataban de destruir las fortunas y trastornar
el orden social», según la literatura oficial de Buenos Aires. (Nota de Abril 7 de 1829,
dirigida por el Ministro de Relaciones Exteriores al Agente de los Estados Unidos, Forbes). –
Palomeque, Orígenes de la diplomacia argentina.
229 En esta expedición, es fama que perdió cantidad de caballos por haber acampado sobre un
terreno donde abundaba el mío mío, planta venenosa (Baccharis coridifolia). El Dr. Saldías
(IV, 87) publica el detalle de lo suministrado por los agentes franceses á la Comisión
argentina unitaria (pesos fuertes 254.750).
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sublevación del ejercito vencedor del Brasil el año 1829 y la campaña de
Lavalle diez años más tarde. Lo positivo es que Francia e Inglaterra se
manifestaron decididas á abrir los rios Paraná y Uruguay, cerrados por la
Confederación, y comerciar directamente con las provincias ribereñas que
disponían de buenos puertos.
Probablemente Dn Juan Pablo López debió entender que ello le
convenía, desde que abandonando á los federales, plegóse á los unitarios.
Á esto debió ser reemplazado en el gobierno por Dn Pascual Echagüe,
según queda explicado
La escuadra inglesa se apoderó de la argentina (que rindió su Jefe)230, y
en 1845, Dn Juan Pablo López entró vencedor en Santa Fe, al frente de
una parte del nuevo «Ejército Libertador», que lanzaban los unitarios,
apoyados en navios de guerra extranjeros. Vencido López un mes
después, volvió Echagüe á hacerse cargo del gobierno.
La intervención extrangera, si no justificable ante el derecho vigente
entonces, era de esperarse. Buenos Aires persistía en bloquear á
Montevideo y cerrar los rios, so pretexto de que navegados era acto de
cabotaje, aún cuando tuviesen agua suficiente para el comercio de
ultramar. Continuaba la vieja querella entre el puerto del Virreynato y el
puerto de la independencia. Pero tal intervención resultó inútil: á lo largo
de la costa de Buenos Aires y Santa Fe, podían los astilleros de la
Confederación cañonear fácilmente á los buques extrangeros que
pretendieran comerciar sin permiso.
Imposible abrir el río sin conquistar sus márgenes. Por otra parte, las
escuadras combinadas obraron bajo el interés de una compañía
extrangera231 que había arrendado la aduana de Montevideo, y que según
parece, pensaba también hacer un negocio de trueque: armas por cueros.
No es posible avanzar afirmaciones categóricas á este respecto. Lo cierto
es que ambas escuadras acompañaron á gran número de buques
mercantes, aguas arriba, hasta el río Paraguay; que de regreso
acompañaron á un número aún mayor, con carga de cueros y productos
del país; y que á la ida y á la vuelta fueron hostilizadas con bizarría por
230«Mr. Brown, subdito británico» según la irónica denominación del comodoro inglés. 231 Saldías (IV, 284), ha publicado ciertos documentos, de los que se desprende que los
ministros de Francia é Inglaterra en el Plata llevaban interés personal en ese negocio
Además el bloqueo de Buenos Aires, solo tuvo lugar respecto de aquellos buques que se
negaban á pasar primero por Montevideo y pagar allí derechos. Los que pagaban,
quedaban en libertad de forzar el bloqueo.
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tropas que hacían fuego sobre esos buques desde la costa (combates de
Obligado, San Lorenzo y El Quebracho). Sea que el negocio concluyera
satisfactoriamente, sea que diera mal resultado y no alentase para futuras
ampliaciones, sea finalmente que el nuevo ministerio inglés (Palmerston)
careciera de vinculaciones con la compañía arrendataria, lo positivo es
que puesto en salvo el aludido convoy las cosas comenzaron á
encauzarse, y una gestión diplomática dio por resultado la proclamación
del derecho de la Confederación á cerrar sus ríos. Con la batalla de
Vences (1847), Corrientes volvió á incorporarse á las otras provincias, y
hubo paz hasta 1851: cuatro años por todo.
*
* *
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Salvo estas agitaciones de carácter sangriento y algunas medidas
radicales adoptadas por Rozas apropósito del carnaval y de los jesuitas232
la vida en Santa Fe siguió tan monótona como de costumbre. Por falta de
capitales y de brazos no había negocios nuevos, ni empresas que tentar,
ni líneas regulares de vapores, ni telégrafos, ni ferrocarriles, ni bolsa de
comercio, ni club social, ni otro sitio donde hacer tertulia que las
pulperías de la plaza donde se jugaba al billar, ó la casa del gobernador.
Las mismas diligencias, los mismos fusiles de chispa, los mismos
alimentos. Siempre langostas y sequías, heladas é inundaciones.
Siempre la tierra barata é inculta, el río cerrado y los indios bravos en
los montes cercanos, azuzados una vez que otra por los blancos en su
odio partidista. El país entero siguió viviendo del papel moneda y
comiendo sus propios productos porque con la depreciación del medio
circulante, los artículos europeos adquirían un valor fabuloso. El oro, que
en 1838 llegó al 1.000 %, saltó al 3.200 en 1840, y desde entonces hasta
1850, la cotización osciló en derredor del 2.000: cada cien centavos
valieron cinco, sin que pudiese saberse cada día cuales serian los precios
al siguiente. Llegaron á producirse variaciones de 400 puntos en un mes.
De aquí una reconcentración de la nacionalidad y un odio al extranjero,
que se asemejaba bastante al infiltrado por España durante el coloniaje,
procedente de causas similares: cierre de los ríos y desvalorización de los
frutos del país. A tal punto llegó la semejanza que se vieron decretos
prohibiendo sacar oro y plata, e impidiendo la introducción de libros
contrarios á la religión católica, apostólica, romana. Revivió la edad del
cuero, con su carne barata y su aristocracia de propietarios de ganado.
El pulpero comprador de cueros, fue entonces personaje tan importante
como lo fuera más tarde el abogado, cuando valorizadas las tierras,
transformóse el territorio colonizable en un semillero de pleitos. Renacían
los viejos precios: una vaca, doce reales233; una vara de frente, sobre el río
con un fondo que á veces llegaba á treinta leguas, (frontera de Córdoba)
232 Suprimióse el primero; y en 1848, fue decretada la expulsión de los segundos. 233 Sucesión de Juan Gómez Recio Testamentaría de Tello y Ríos
é Isabel Monzón. –Año 1740 . –Año 1841
1 buey 5 pesos 1 buey 5 pesos
1 yegua 6 reales 1 yegua 6 reales
1 caballo 2 pesos 1 caballo 2 pesos
1 oveja 2 reales 1 oveja 2 reales
1 potro 2 á 12 reales 1 potrillo 2 reales
(Archivo del Rosario)
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dos reales. Reapareció la influencia decisiva que la vaca y el caballo
tuvieron sobre la vida humana cuando los primitivos conquistadores
viéronse aislados del resto del mundo. Hasta los mendigos pedían
limosna á caballo. Solo que esta vez, ante los reiterados fracasos de la
agricultura y la inseguridad que la guerra aportaba, el trigo subió
enormemente de precio y fue necesario importarlo del exterior ó permitir
la entradas de harinas norteamericanas, como en tiempos de Rivadavia
(1824). La fanega de trigo llegó á valer 50 pesos papel y el pan volvióse
artículo de lujo234. Las costumbres del pueblo continuaron siendo
groseras y la dejadez fue en aumento: por no tomarse el trabajo de
ordeñar, los gauchos, rodeados de vacas, no bebían leche. Jugaban á la
taba, embriagábanse con caña, no sabían leer ni escribir, y de tarde en
tarde, cuando algún cura acertaba á pasar por los ranchos de la pampa,
las parejas santificaban sus uniones y bautizaban á los muchachos235. En
Santa Fe deslizóse la existencia orejeando naipes, rasgueando guitarras al
claro de la luna en las veredas, comentando chismes de vecindario ó
hechos de armas. El que tuvo dinero procuró ocultarlo, y vivió como los
demás. Algunos faroles de sebo servían de pretexto al alumbrado
público, los servicios de barrido y limpieza quedaban relegados al hueco
vecino ó á los fondos de las casas, y larguísimas siestas desafiaban al
234 «La Gaceta Mercantil», Buenos Aires, Enero 17 de 1850. El interior del país sufría males semejantes.
235 Refiriéndose á viñetas de 1830, Juan Agustín García no vacila en declarar: («El Régimen
Colonial»)–
«El gaucho con su gorro estilo jacobino, su blusa, medio desnudo, da una impresión de
animalidad más intensa que su caballo ó la vaca que degüella.»
Esteban Echeverría ha descrito magistralmente el matadero de Buenos Aires, durante el
período á que este capítulo se refiere:
«La perspectiva del matadero á la distancia, era grotesca y llena de animación. Cuarenta y
nueve reses estaban tendidas sobre sus cueros y cerca de doscientas personas hollaban
aquel suelo de lodo regado con la sangre de sus arterias. En torno de cada res resaltaba un
grupo de figuras humanas de tez y razas distintas. La figura más prominente de cada grupo
era el carnicero con el cuchillo en mano, brazos y pecho desnudos, cabello largo y revuelto,
camisa y chiripá y rostro embadurnado de sangre. Á sus espaldas se rebullían caracoleando
y siguiendo los movimientos una comparsa de muchachos, de negras y mulatas
achuradoras, cuya fealdad trasuntaba las harpías de la fábula; y entremezclados con ellas,
algunos enormes mastines olfateaban, gruñían ó se daban de tarascones por la presa.
Cuarenta y tantas carretas toldadas con negruzco y pelado cuero se escalonaban
irregularmente á lo largo de la plaza y algunos ginetes con poncho calado y el lazo
prendido al tiento, cruzaban por entre ellas al tranco ó reclinados sobre el pescuezo de los
caballos echaban ojo indolente sobre uno de aquellos animados grupos, al paso que más
arriba, en el aire, un enjambre de gaviotas blanquiazules revoloteaban cubriendo con su
resonante graznido todos los ruidos y voces del matadero y proyectando una sombra clara
sobre aquel campo de horrible carnicería.»
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adoquinado ausente. El aguatero llevaba á domicilio las turbias aguas del
riacho y el perfume de los azahares, flotando por encima de todo,
envolvía con su poética frescura á las espaciosas e incómodas moradas,
calcinadas por el sol y llenas de polvo al menor soplo de viento.
Evidenciando la eterna alternativa que agita á los hombres, Dn. Pascual
Echagüe, el conquistador de la provincia, dictó durante su
administración una serie de medidas civilizadoras. Adoptó el sistema de
Lancáster para las poquísimas escuelas existentes, habilitó el puerto de
Coronda, suprimió algunos derechos de tránsito, rebajó otros236, fomentó
los astilleros y la marina nacional ordenando se ocupase en ellos con
preferencia á argentinos, creó una biblioteca pública con los libros de los
extinguidos mercedarios, favoreció la explotación de bosques y carbón, y
finalmente vio abrir en Santa Fe un teatrito. Buenos Aires había tendido
ya el primer cerco de alambre en los potreros de sus estancias (1844).
El sistema rentístico de la provincia ofrecía algunas novedades hacia
1847, especialmente en las tarifas de aduana, por ciertas especificaciones
que no tenian antes y eran consecuencias del desarrollo del comercio de
cabotaje, único permitido237. Subsistieron el anclaje, y la alcábala, y los
sellos, y las patentes, y los diezmos, y el impuesto de tránsito sobre las
carretas ($ 3 por cada una) y las haciendas; pero en materia de harinas y
cereales se adoptó una escala móvil, cuyas principales enunciaciones
transcribo:
PRECIOS DE VENTA DEL TRIGO DERECHOS
Entrada Salida
De 4 á 6 $ fanega 6 reales -----
De 6 á 8 $ fanega 4 « 4 reales
De 8 á 12 $ fanega 3 « 6 «
De 12 á 18 $ fanega 2 « 10 «
De 18 $ arriba ------- 16 «
PRECIOS DE VENTA DEL MAÍZ DESGRANADO DERECHOS
236 Decreto de enero 17 de 1850. (R. Ó. de la provincia)
Tarifa anterior Tarifa rebajada
Vacas, mulas y yeguas (por cabeza) $0.20 oro 0.15 oro
Ovejas 2 % 1.5 %
Arrias y carretas (c/u) $2.40 oro $ 1.80 237 El derecho de anclaje favorecía á la marina nacional, aumentándose para los buques
construidos fuera de la provincia. 24 pesos anuales pagaba cada bote de la carrera del
Paraná.
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Entrada Salida
2 $ fanega 8 reales 4 reales
De 2 á 4½ 4 « 12 «
De 4½ á 6 2 « 16 «
De 6 $ arriba -------- 24 «
Pero por debajo de estas pequeñas mejoras materiales, vivíase en un
estado de depresión política desconocido en el Rio de la Plata cuando el
gobierno dependía del Rey. El 17 de Octubre de 1851 á Legislatura
Provincial evidenciaba tan penosa situación, apropósito de la sublevación
del general Urquiza, Jefe del quinto «Ejército Libertador» que pisara las
llanuras santafecinas. Decía esa ley, cuyo estilo no exige comentarios:
«La H. Representación de la provincia, reunida plenamente en sesión de hoy,
y CONSIDERANDO: que el pérfido gobierno del Brasil, aliado torpemente con el
loco traidor, salvaje unitario Justo José de Urquiza y del bando salvaje que éste
acaudilla, ha provocado á la Confederación Argentina á una guerra suscitada con
inaudita violación de toda justicia y palmariamente atroz y bárbara, sin causa,
sin declaración y sin miramiento alguno á la independencia, libertad y honor de
un Estado soberano; que en esta agresión horrenda del extranjero ha tenido el
loco traidor Urquiza y demás salvajes unitarios la negra infamia de aliarse
contra su patria á un poder extraño y atentatorio á los derechos de la
Confederación Argentina, dando así un escándalo «monstruoso de la alevosía y
barbarie con que los salvajes traidores unitarios se comportaron siempre contra
nuestras instituciones, contra la paz y el orden público de los pueblos; y
últimamente, considerando: que hoy es llegado el caso en que todo país digno, y
señor de sus derechos, impenda con heroísmo y gloria todo su poder y sus
virtudes, sus propiedades y sus hijos en sostén de la sagrada causa que defienden
los que integran la Confederación Argentina, y que cada uno se apresure á llenar
tan santa y americana obligación, bajo la sabia y poderosa dirección del supremo
Jefe de la Nación, el eminente y esclarecido general D. Juan Manuel de Rozas,
con el cual debemos triunfar ó morir según la más evidente justicia y nuestros
públicos juramentos: en uso de las facultades ordinarias y extraordinarias que
competen á la soberanía del pueblo de Santa Fe y de acuerdo con el sentimiento
uniforme y profundo de sus habitantes, acuerda y sanciona con valor y fuerza de
ley, lo siguiente:
«ART. 1° Se faculta plena y omnímodamente sin limitación ni excepción
ninguna, al Poder Ejecutivo de la provincia para que sin dar más orden ni
autorización ninguna disponga de toda la provincia, de sus hijos, propiedades y
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de cuanto sea útil en la defensa de la santa causa federal y ponga desde luego en
ejecución vigorosa todas las providencias que á este fin conduzcan.
«ART. 2° Conforme á los sagrados objetos que la ley se propone, queda
autorizado el mismo P. E. desempeñado por el ilustre brigadier don Pascual
Echagüe, para castigar con la pena de muerte y sin sujeción á proceso ó
tramitación alguna, á todo aquel que directa ó indirectamente se oponga, frustre
ó cruce en manera alguna, ya sea de obra ó consejo, cuanto se mande ú ordene
por dicho P. E., ó cualquiera de sus providencias.
«ART. 3° La presente ley será firmada por todos los señores Representantes y
comunicada al P. E. en el acto siguiente al de su sanción, con copia autorizada
para su publicación en toda la provincia, y para que se dé conocimiento de todo
ello al Jefe supremo del Estado, ilustre y esclarecido señor Brigadier General don
Juan Manuel de Rozas.»
Sala de Sesiones, 17 de Octubre de 1851.
(R. O. de Santa Fe).
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
-- 214 --
X
Cambio de sistema:
nueva organización política, apertura de los ríos,
protección fiscal al Rosario. Guerra del Paraguay.
(1852-1871)
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 215 --
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
-- 216 --
A raíz de la sequía de 1850-51, otro ejército compuesto de tropas
argentinas, emigrados unitarios y algunos regimientos extrangeros
(brasileros y orientales), atravesó la provincia de Santa Fe en tren de
guerra. De nuevo cumplíase la ley histórica: al frente de ese ejército
marchaba un general sublevado238.
La batalla de Caseros (1852), demostró que Rozas era el más débil; y,
previo un principio de saqueo llevado á efecto en Buenos Aires, por las
tropas libertadoras, Dn. Justo José de Urquiza sucedió al «Ilustre
restaurador de las leyes» en la dirección general de los negocios de la
Confederación Argentina.
Resultado de este cambio fue la apertura de los ríos, que absurdamente
persistió en cerrar el gobierno anterior; pero como esa restricción no
procedía del error sino del interés de los importadores de Buenos Aires
que lucraban con el monopolio (manteniendo un partido político local
que disfrutaba de las entradas del puerto único), bien pronto la ciudad en
masa se levantó contra el jefe triunfante, cuyos proyectos resultaban
peligrosos para la estabilidad económica de las familias porteñas. Este
levantamiento (revolución de Setiembre 11/1852) –que respetaron los
vencedores– si importaba la segregación de una provincia, no podía ya
cerrar los ríos, cuya libre navegación estaba garantida por un ejército
considerable, y por tratados hechos con una potencia extrangera (Brasil).
Resultado de la caída de Rozas fue también el convenio hecho por los
gobernadores de las provincias en San Nicolás, (Marzo de 1852) que
importó en el fondo una confederación de partidos locales bastante más
amplia que la anterior. El propio Urquiza intervino como jefe del P. E. de
Entre Rios y mandatario de Catamarca. Once provincias estuvieron
representadas así por cinco generales e igual número de gobernadores
civiles239, algunos de los cuales, apesar de haber sido electos y reelectos
238 El aspecto legal de la sublevación, fue correcto Entre Rios y Corrientes manifestaron que
aceptaban la renuncia hecha por Rozas (pro fórmula) y que reasumían el derecho de
entenderse directamente con las potencias extranjeras. Su independencia estaba reconocida
por el tratado de Enero 4/1831.
239 El doctor Rodolfo Rivarola, en sus interesantísimos estudios sobre política argentina ha
hecho notar que de los 5 generales firmantes, Urquiza estaba gobernando á Entre Ríos
desde 1841; Virasoro á Corrientes, desde 1847; Gutiérrez á Tucumán, desde 1841; Benavídez
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 217 --
bajo la administración de Rozas, esto es, bajo la tiranía, continuaron
tranquilamente sus funciones bajo la libertad.
Del mismo modo siguieron en sus puestos los veteranos, que después
de servir á las órdenes de San Martín, sirvieron á las de Oribe. Nadie
molestó á quienes –como la Legislatura de Santa Fe – abjuraron en
Febrero, de los errores cometidos en Octubre240: amplia amnistía mitigó
á San Juan, desde 1836 con la interrupción de unos meses en 1841; Lucero á San; Luis, desde
1841. 240 ¡VIVA LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA!
Sala de Sesiones de Santa Fe, Febrero 28 de 1852. La Honorable Junta de Representantes de la
Provincia
CONSIDERANDO:
1°. Que el pronunciamiento de 1° de Mayo de 1851, celebrado en el cuartel general de San José,
provincia de Entre ríos, por el Exmo. señor Gobernador y Capitán General de la misma
provincia, Brigadier D. Justo José de Urquiza, es un acto público de tendencias
eminentemente nacionales y de verdadero patriotismo federal, en el que cargó sobre su
responsabilidad personal y sobre su patria natal las consecuencias que pudieran acarrearle;
2°. Que los esfuerzos y fatigas que para llevarlo á cabo ha emprendido con admirable
constancia y desinterés el ilustre campeón, autor y ejecutor de aquel pensamiento, lo
recomiendan altamente á la gratitud y estimación de sus compatriotas;
3°. Que en la inmortal batalla del 3 del presente en Caseros, venciendo completamente el
ejército aliado al déspota sangriento don Juan Manuel Rosas, se conquistaron los preciosos
y sagrados derechos de soberanía y libertad de los pueblos de la Confederación Argentina,
que impía y bárbamente había usurpado aquel hijo desnaturalizado de la Patria;
4°. Que la provincia de Santa Fe, por su localidad geográfica, es la más favorecida en el nuevo
orden de cosas que debe establecerse, de conformidad á los derechos soberanos de cada
pueblo, para el desenvolvimiento de sus medios de progreso y prosperidad;
5º. Que la adquisición de tan grandes bienes para la Patria y para esta provincia es debida al
heroísmo, constancia, patriotismo y valor del invicto General D. Justo José de Urquiza: –en
uso de las facultades que inviste ha sancionado, en sesión, de hoy, el siguiente–
DECRETO
Art. 1°. La Provincia de Santa Fe declara al Excmo. Señor Gobernador y Capitán General de la
de Entre Ríos, General en jefe del Ejército aliado de operaciones de vanguardia, Don Justo
José de Urquiza, libertador de los pueblos de la Confederación Argentina y benemérito en
grado heroico.
Art. 2° La provincia de Santa Fe acuerda un voto de reconocimiento y gratitud al libertador
benemérito General Don Justo José de Urquiza y en su persona á los poderes de la grande
Alianza Americana, Jefes, Oficiales y tropas del Ejército aliado de operaciones de
vanguardia.
Art. 3°. El Poder Ejecutivo de la Provincia nombrará una comisión, para que apersonándose
ante el libertador de la Confederación, ponga en sus manos la presente sanción y lo felicite á
nombre del pueblo santafecino, de sus representantes, y del gobierno, por la espléndida
victoria del 3 del presente.
Art. 4°. El presente decreto será firmado por todos los Señores Representantes de la Honorable
Junta.
Art. 5°. Comuníquese al P. E. y publíquese con la solemnidad que corresponde.
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
-- 218 --
los viejos rencores. Todos esos jefes, pues, declararon que las provincias
de su mando gozaban de plena libertad y tranquilidad, y que había
llegado el momento de unirlas para formar una nación bajo la base del
tratado de 1831 en que tanta parte cupo á Santa Fe. Nombraron á Urquiza
Director Provisorio, y poniendo bajo sus órdenes al ejército victorioso de
que ya era jefe, se comprometieron á reunir una vez más al Congreso que
desde 1810 estaba por constituir al país. Previo asentimiento de las tres
provincias no representadas en el Acuerdo de San Nicolás, y ratificación de
las legislaturas locales, reunióse en efecto el Congreso, y dictó la
CONSTITUCIÓN de 1853, que, rechazada por Buenos Aires, sirvió al
principio para las trece provincias restantes, ó sea para la «Confederación
Argentina». Subsistía el nombre usado bajo la administración Rozas.
Tal Constitución no alteró gran cosa las atribuciones del Poder
Ejecutivo ni pudo ejercer sobre los hábitos políticos una influencia
inmediata: probablemente por eso ha durado más de medio siglo sin
sufrir modificaciones de importancia241. Ni estableció claramente el
sufragio universal, ni reprodujo las disposiciones de las viejas leyes
españolas que prohibían nombrar parientes para los cargos públicos.
Dejó librado á las provincias el régimen municipal, y en sus lineamientos
generales creó un organismo nacional que se parecía al que más tarde
surgió en Europa (1871), bajo el nombre de «Imperio Alemán», ó mejor
dicho, «Confederación Germánica»242. Pero significaba una
241 Tres son las reformas que se le han hecho desde 1853 hasta 1908. Por la de 1860
(incorporación de Buenos Aires), se prohibió la creación de «puertos precisos» y «derechos
diferenciales», perjudicando al Rosario que gozaba del último privilegio, como Santa Fe
gozara del primero en el siglo XVIII; concediéronse á la Nación los derechos de aduana, tan
solo hasta 1866; exigióse residencia en la provincia á quienes la representaran ante el
Congreso; quitóse á éste la facultad de revisar constituciones provinciales, enjuiciar
gobernadores y legislar sobre libertad de imprenta; substituyóse por otra á la primitiva
Suprema Corte de 9 jueces y 2 fiscales, quitándole el derecho de actuar en los conflictos
internos de cada provincia. Al Ejecutivo se le impidió declarar por sí el estado de sitio
estando reunido el Congreso. Y, previas otras modificaciones de redacción, substituyóse por
el hombre oficial de «Nación Argentina» al anterior de «Confederación Argentina.»
La segunda reforma (1866), concedió definitivamente á 1a nación los derechos de aduana. Y
por la tercera (1898), se crearon ocho ministerios en lugar de los cinco existentes (Guerra,
Marina, Hacienda, Relaciones Exteriores, Interior, Agricultura, Obras Públicas, Justicia é
Instrucción Pública). Disminuyóse al mismo tiempo el número de miembros del Congreso,
que el aumento de población habría hecho excesivo, y se mantuvo la prohibición de crear
puertos favorecidos.
242 No pretendo establecer semejanzas entre la vida política, de los súbditos alemanes y la de
los ciudadanos argentinos. Deseo tan solo evidenciar que el sistema que nos rige, dista
mucho de ser, teóricamente, un modelo de democracia. Es un error creer que nuestra forma
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 219 --
importantísima mejora bajo el punto de vista económico, con la apertura
de los ríos y la abolición de aduanas Ínter-provinciales y derechos de
tránsito, al mismo tiempo que llamaba á los extrangeros con las hermosas
declaraciones del Prólogo, evocadoras de propósitos amplios y generosos:
asegurar los beneficios de la libertad para todos los hombres del mundo
que quisieran habitar el territorio argentino.
Lejos de reducir los poderes nacionales al ejecutivo –como bajo el
gobierno de Rozas – la Constitución creó los otros dos poderes
proyectados bajo Rivadavia (legislativo y judicial), reconociendo en toda
su amplitud los derechos de las provincias.
Como era de esperarse, el deslinde de atribuciones resultó un tanto
confuso. Al Ejecutivo se le prohibía ejercer funciones judiciales; pero al
mismo tiempo se le acordaba el derecho de indulto (anulación de los fallos
de los jueces, en materia criminal), tenía bajo sus órdenes á los tribunales
militares, y en casos extraordinarios podía suspender las garantías
individuales puestas al amparo de la justicia. En materia legislativa,
dábasele el derecho de proponer leyes, vetar las dictadas por el Congreso,
y presidir el Senado (atribución especial del Vice-Presidente de la
Confederación). Por último, la pureza del sufragio –origen del Poder
Legislativo– solo estaba garantida por las tropas y los empleados del P. E.
Así y todo, fueron incorporadas al sistema varias limitaciones
importantes:
a)Ejecutivo sin inmunidades, con mandato á plazo fijo, no reelegible
inmediatamente;
b)Legislativo inviolable, no permanente, con mandato á plazo fijo,
reelegible;
c)Judicial inviolable, de duración ilimitada.
Otros dos principios humanitarios figuraban al lado de tales bases:
abolición de la pena de muerte por causas políticas, y supresión de las
ejecuciones á lanza y cuchillo. Después, seguía la enumeración de
libertades, derechos y garantías, que desde las primeras constituciones
venían siendo escritas y violadas243.
de gobierno se deba á una copia de las instituciones americanas: los constituyentes de 1853
no conocían á la república del Norte, ni hablaban inglés, ni adoptaron el sistema federal por
vía de ensayo. Queda explicado cómo se luchó antes de arribar á esa conclusión, impuesta
por las circunstancias.
243 A los cincuenta y cinco años de abolido teóricamente el tormento, ha sido necesario que el
gobierno de Santa Fe prohibiera el uso de la barra en las comisarías de campaña. Cuando en
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
-- 220 --
Por la nueva fórmula, el gobierno nacional tomaba á su cargo la gestión
de aquellos poderes que correspondían á los virreyes antes de 1810, con
más, la representación exterior; y las provincias conservaban algunos
impuestos, gobierno propio y una administración de justicia local
coexistente con la justicia nacional, –dualidad inútil que aún persiste.
Para el caso de conflictos pacíficos entre diversas provincias ó entre las
provincias y la Nación, serviría de juez la Suprema Corte Federal; para el
caso de conflictos violentos –revolución local ó agresión extrangera,
inclusive – el Ejecutivo nacional, sólo ó unido al Legislativo. Y como el
poder encargado de intervenir, era al mismo tiempo quién resolvía acerca
de la necesidad de intervención, tal recurso concluyó por poner á los
gobiernos provinciales bajo la tutela del presidente de la
Confederación244.
Á semejanza de las viejas residencias, manteníase el juicio político de los
gobernadores ante el gobierno nacional. El Poder Legislativo debía
componerse de 54 diputados (de los cuales solo 2 tocaban á Santa Fe) y 30
senadores (2 por cada provincia y 2 por la Capital); pero como Buenos
Aires rechazó la Constitución, redújose el número á 42 diputados y 26
senadores245.
Las provincias obtuvieron ventajas. Desde luego, se les reconocía el
carácter de partes contratantes en el pacto que daba origen á la nación, y de
aquí, el que conservasen todos los derechos que no cedían á la nueva
entidad. Siguieron pues en posesión de los ríos, las costas y los puertos, y
dispusieron de amplísima autonomía económica: no solo para manejar
sus rentas y votar sus impuestos, sino aún para contraer empréstitos en el
extranjero. Teóricamente, tales empréstitos no obligaban á la nación, pero
de hecho, la comprometían246. Además, esta se obligaba á pasar subsidios
á aquellas provincias que por escasez de recursos no pudiesen costear sus
propios empleados. Dichas ventajas fueron ampliadas con la
1860 se discutía en Buenos Aires la constitución federal, tuvo lugar un animado debate
apropósito de la pena de azotes: algunos convencionales eran partidarios de ella, y daban
como razón, que suprimiéndola sería necesario fusilar soldados cada paso. El ejército se
componía de gente cruda. 244 Sesenta y cuatro intervenciones han tenido lugar desde 1853 hasta 1903, correspondiendo
cinco á la provincia de Santa Fe (1857, 1859, 1861, 1867, 1893). Casi todas dieron por
resultado el cese de las autoridades anteriores. 245 Elegíanse no solo titulares (como hoy), sino también suplentes.
246 La práctica posterior ha demostrado que como regla casi invariable, la nación, para salvar su
propio crédito, ha tenido que hacerse cargo de lo que adeudaban las provincias á los
banqueros europeos.
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 221 --
interpretación que en los primeros momentos dio el gobierno nacional á
sus nuevas atribuciones. Casi todos los generales provinciales fueron
incorporados al escalafón del ejército nacional, y en 1856247, el Ministro de
la Guerra de la Confederación, oficiaba á los gobernadores, haciéndoles
saber que ellos eran los jefes directos e inmediatos de cualquier tropa
nacional existente en sus respectivas provincias.
Para Santa Fe importó un progreso el hecho de que la Capital Federal
se estableciera en Paraná, sobre la ribera opuesta del río. Lo cual no fue
obstáculo para que empleara tres años en dictar su Constitución (tercera
de las promulgadas)248, que pareciéndose bastante á la actual difería de
ella esencialmente:
a) en que el P. E. nombraba á los jueces sin requerir acuerdo de la
Legislatura, ni darle aviso siquiera (como lo exigió la de 1841),
b) en que el mismo P. E. era elegido por la Legislatura y no por un
colegio electoral;
c) en la ausencia de Vice-Gobernador y de la facultad acordada al
Gobernador para nombrar delegados;
d) en restricciones al veto, que hoy es amplísimo.
Esta Constitución de 1856249 creó en la provincia el régimen municipal,
borró la prohibición de votar, impuesta á los analfabetos en 1841, e hizo
accesible el P. E. á todos los ciudadanos, federales ó no, con tal que
fueran católicos. Y –vale la pena recordarlo – fue violada por los propios
convencionales que la dictaron. Establecido que no sería reformable antes
de seis años, resultó que en ella se había omitido el derecho de gracia: para,
salvar la omisión, después de promulgada y jurada, se dictó una ley
especial que se bautizó con el nombre de «fundamental» (sesión de
Setiembre 1°. de 1856).
Las prácticas administrativas siguieron sufriendo la influencia del
pasado y de la pobreza ambiente: catorce reales había encontrado en caja
el gobernador Crespo250. Sobre un presupuesto de 181.376 pesos (año
1856) dedicábase á Instrucción Pública poco más del 5 %, y á Justicia
menos del 7 %. Casi como á las bandas de música.
247 Mayo 16. Reg. Of. de la Nación. 248El cuatro de Mayo de 1856. Aprobada por el Congreso de la Confederación tres meses
después, con algunas modificaciones.
249 Reformada en 1863 y 1872 y 1883 y 1890 y 1900 y 1907. 250 Iriondo, loc. cit.
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
-- 222 --
Siguieron las mismas angustias del tesoro, el mismo déficit, la misma
preponderancia del ejecutivo sobre los otros dos poderes que debían
servirle de contrapeso. Y así, cuando en Marzo de 1855 la H. Asamblea
Constituyente resolvió tomar en serio la rendición de cuentas presentada
por el gobernador saliente, surgió un conflicto que demostró bien á las
claras hasta qué punto esa rendición se había ofrecido pro-forma251 . En
1854, el presidente de la Legislatura era administrador de la aduana
nacional, y dos años después, un diputado era jefe de Policía, otro
Colector de Hacienda, otro Juez de 1a. Instancia y otro Comisario de
Guerra. Todos dependientes del P. E.
Los gobernadores aumentaban ese entrecruzamiento de poderes,
delegando el cargo en personas tan ajenas al Ejecutivo como los
miembros de la Cámara de Justicia, por ejemplo, ó los diputados al
Congreso Nacional.
251 Período terminado en 1º de Enero de 1855. No es mi ánimo insinuar que fuera atacable esa
rendición de cuentas: precisamente constituye para la provincia un timbre de honor, el
hecho innegable de que casi todos sus gobernadores, hayan sido honestos, no obstante las
amplísimas facultades de que gozaban. Deseo solo evidenciar los tropiezos que sufrió desde
sus comienzos, la fórmula del equilibrio de los poderes. He aquí el caso.
El 8 de Marzo de 1855 intimó la Asamblea á la persona que había desempeñado el gobierno
durante el último período, rindiera cuentas dentro de seis días en vista de que el término
legal para hacerlo había vencido: sesenta y seis días antes había oficiado aquel, diciendo
estar pronto á efectuar la rendición. Vencidos también los seis días, establecióse
solemnemente (sesión de Abril 10/55), que el ex-gobernador había faltado á su deber. Se le
apercibió, dándole un último plazo de cuatro meses, vencidos los cuales, sería ejecutado
ante los tribunales ordinarios.
A esta altura el gobernador Cullen salió en apoyo de su antecesor, pidiendo reconsideración:
las cuentas no estaban ni preparadas siquiera, y para organizarías hacía falta aumentar el
personal de Contaduría. La Asamblea desconoció al Ejecutivo el derecho de pedir tal
reconsideración, devolvió sin más trámite el Mensaje respectivo (sesión del 18 de Abril), y el
debate producido con tal motivo, exhibió algunos detalles del mecanismo interno,
verdaderamente lamentables: establecióse en él, que uno de los Diputados, siendo asesor
del Juez de 1ª. Instancia, había enviado expedientes al Gobernador para que los fallara; y
también, que el pueblo continuaba en la inacción en que había estado siempre para nombrar
sus representantes (hecho reconocido nuevamente el 4 de Setiembre de 1856, al poner en
posesión al gobernador López el Presidente de la Asamblea).
Derrotado el Ejecutivo, insistió amenazando. La Asamblea, heroicamente, devolvió la nota, y se
declaró en receso hasta tanto se resolviera el conflicto, que, por desgracia, se resolvió en
forma desagradable para los representantes del pueblo. En 7 de Mayo, pidió licencia el
presidente. El 8, un. diputado. El. 21, otro. Siguieron renuncias y alejamientos y por fin, el
13 de Junio la Asamblea reconsidera el decreto de Abril 10 y presentó excusas al P.
Ejecutivo.
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
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Desde 1856 á 1862 pudo notarse un recrudecimiento en materia de
desorden político. El antiguo «Ilustre protector de las leyes», que había
fracasado en su tentativa de conquistar el gobierno en 1852, ensayó una
nueva revolución en 1856, y esta vez consiguió que el ejecutivo nacional
le nombrara Interventor de la provincia que él mismo había
convulsionado. Fué asi electo gobernador bajo su propio interinato; y en
ese carácter, el Excmo Sr. Brigadier General Dn Juan Pablo López
comprobó la firmeza de su pulso al poner el cúmplase (Noviembre 1°. de
1857) á una sanción legislativa, que derogaba tardíamente á aquella ley
de Agosto 28 de 1852, traspapelada quien sabe cómo, por la que fue
confinado para siempre de la provincia el anarquista Dn Juan Pablo López<252.
Al año siguiente fueron aprobadas las cuentas de 1842, 45 y 52,
reconociéndose un saldo á favor del Gobernador por $ 19.094; ordenóse
erigir una estatua á Dn Estanislao (el difunto hermano de Dn Juan Pablo)
y ubicáronse veinte leguas cuadradas de los mejores campos fiscales,
regalo del gobierno de la provincia al Presidente de la Confederación,
general Urquiza. En Noviembre de 1859, el sucesor de López promulgó
una ley mandando erigir otra estatua en el Rosario al mismo Urquiza,
once años antes de que falleciera. En verdad, desde 1818 á 1858, durante
ocho lustros de vida autónoma, el Poder Ejecutivo había exhibido una
monotonía de apellidos poco alentadora:
1818-1838.– Estanislao López, entrado al gobierno á raíz de una
revolución y reelecto nueve veces, hasta morir en el cargo. Le sucede su
ministro,
1838.– Domingo Cullen, quien á los tres meses renuncia y es fusilado.
Previo un cortísimo interinato de José Elías Galisteo (ministro de Cúllen),
entra
1838-42.– Juan Pablo López. Le derriba, al frente de un ejército,
1842-45.– Pascual Echagüe. Violentamente vuelve á apoderarse del
mando, 1845.– Juan Pablo López; y vuelve á ser desalojado por
1845.– Pascual Echagüe. Producida la revolución contra Rozas, es
derrocado Echagüe y entra al gobierno un nuevo elemento,
1851-54.– Domingo Crespo, á quien sucede, (previa una revolución de
Juan Pablo López),
1855-56.– José Ma. Cúllen; y previa otra revolución, vuelve
1856-9.– Juan Pablo López.
252 R. Of. de la Prov. II, 399.
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
-- 224 --
Sería un error deducir de ahí que todo fue malo y que el gobierno
estuvo lejos de cumplir su misión. No hubo paz, entre otras razones
porque la campaña contra Rozas había llenado á Santa Fe de elementos
militares que carecían de ocupación actual, y que encontraban temibles
competidores para los puestos públicos en los entrerrianos que desde el
Paraná recomendaba el presidente Urquiza. De aquí la facilidad para
reunir hombres de armas en las revoluciones de 1852, 1856 (dos en un
año), 1857 y 1859253. Se vivía en perpetua defensa contra los indios y los
enemigos políticos. En 1857, un 40 por 100 del presupuesto de la
Confederación se dedicaba á gastos de carácter militar, y en 1864
figuraban veinticinco generales y sesenta coroneles (con goce de sueldo)
en el escalafón nacional. Dos años antes de Pavón, la batalla de Cepeda
ensangrentó los campos santafecinos; cuatro años después, la terrible
guerra del Paraguay exigía un nuevo tributo de sangre (período 1865-1870)
que no fue obstáculo á que estallaran en Santa Fe revoluciones locales.
Á despecho de todo ello, la administración mejoró visiblemente
siguiendo el vigoroso impulso recibido bajo el gobierno de Crespo. Poco
á poco fue posible obtener abogados para los tribunales de justicia;
concedióse á los municipios el derecho de proponer ternas para los
juzgados de paz (1860), y á los comerciantes el de elegir á los miembros
del Tribunal de Comercio (que se componía de un prior, dos cónsules y
un síndico). Al mismo tiempo se dio organización al régimen
municipal254, á los registros parroquiales, á la inscripción de títulos de
propiedad, á la enagenación de tierras públicas; se impulsó la
colonización; mejoraron las comunicaciones; y poco después de instalarse
253Peor aún había sido la situación de Buenos Aires. Á fines de 1852, un coronel se sublevó sin
otro propósito conocido que el de guerrear por cuenta propia: puso sitio á la ciudad y
comenzó á matar vacas ajenas y vender los cueros Buenos Aires mantuvo la guerra
fabricando papel moneda. Depreciado éste á consecuencia del abuso, y mermadas las vacas,
tendió á normalizarse la situación con el consiguiente desbande del ejército sitiador. Los
jefes y oficiales sublevados refugiáronse en Santa Fe, dispuestos á regresar en la primera
oportunidad. Volvieron en efecto; y como su presencia molestaba á ambos vecinos, se les
desterró á la República Oriental. Como de allí volvieran una vez más, fue preciso fusilar sin
forma de juicio á los cabecillas.
254 Organización que no significaba precisamente «autonomía» de los municipios. El 12 de
Febrero de 1860 quedó instalada en el Rosario la primera Municipalidad, bajo la presidencia
del jefe político (gobierno de Fraga), incluyéndose entre sus atribuciones velar por las
cárceles, las escuelas y el Registro de propiedades. Concediósele un 50 % de la contribución
directa.
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 225 --
en Buenos Aires la primera usina de gas (1855)255, un vaporcito
reemplazó á los viejos botes de la carrera entre Santa Fe y el Paraná.
Entre los hechos nuevos que caracterizan al período 1852-1871, reviste
singular importancia para la vida de la República Argentina el
surgimiento del Rosario como puerto de ultramar. Hasta entonces
Buenos Aires había explotado exclusivamente el derecho de comerciar
con Europa. Cuando al negarse á aceptar la constitución formó estado
aparte (1853-60), las trece provincias confederadas tuvieron que habilitar
varios puertos, cuya situación era relativamente desfavorable por
hallarse sobre los afluentes del Plata y no sobre este mismo. Obvióse la
dificultad creando tarifas diferenciales que favorecían al mayor de ellos
(Rosario) permitiendo entrar por allí más barata la mercadería llegada
directamente del extranjero, que la llegada vía Buenos Aires. El ensayo
hecho por Rozas para arruinar á Montevideo, formaba precedente.
Comenzaron así á llegar brazos, capitales y mercaderías extranjeras, y la
pequeña aldea de 1851 transformóse en puerto oficial del territorio256.
Con esto y con celebrar la Confederación varios tratados de comercio con
potencias extranjeras, Buenos Aires recibió dos golpes certeros. Su
política de alejamiento tenía por base un argumento económico: la
principal fuente de recursos era la aduana; conservarla sin costear los
gastos de las 13 provincias restantes, resultaba más lucrativo que cargar
también con los gastos. Pero si disminuían las entradas, si Buenos Aires
dejaba de ser el puerto de la Confederación, fallaba el argumento y era
inútil mantener en pié los trastornos resultantes de estar dividida la
actual república en dos estados, con aduanas terrestres sobre el Arroyo
del Medio y con fronteras infestadas por cuatreros y criminales de todo
género á quienes favorecía la falta de población, de alambrados y de
autoridades. Además, Buenos Aires no tenía ejército bastante para
defenderse contra los indios, que llegaron hasta derrotarle tropas
provistas de artillería: ni siquiera podía impedir el desborde de sus
255 Para comprender lo que significó este solo detalle, basta recordar que en el presupuesto de
gastos para el Congreso General de 1825, aparecen representados los correspondientes á
iluminación:
Para alumbrado de esperma en la sala, y de sebo en las galerías
y piezas interiores. $ 600.–
El alumbrado á petróleo recién se usó en las calles de Buenos Aires el año 1865.
256 Por la ley de 1856, las mercaderías que viniesen de Buenos Aires ó por buques que tocasen
en Buenos Aires, pagarían el duplo del derecho ordinario; y un 30% de recargo si estuviesen
aforadas ad valorem.
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-- 226 --
partidos internos, (chupandinos y pandilleros, según los motes que
respectivamente se propinaban).
Por su parte, la Confederación carecía de capitales. Creó un Banco y
fabricó papel moneda con la promesa de rescatarlo cuando el país
prosperase; pero como las gentes dudaban de esa prosperidad futura, fue
necesario imponer un curso forzoso tan violento (Julio 22-1854) que se
llegó hasta prohibir el ejercicio de la industria y el comercio á quienes se
negasen á recibir billetes por su valor escrito. Podía descontarse el fracaso
de semejante medida. Dos meses después, la emisión de seis millones
proyectada, reducíase á 600.000 pesos, que el propio gobierno de la
Confederación se negó á recibir (Setiembre 26-1854). De ese modo
murieron las sucursales del Banco en Santa Fe y Rosario.
No hacía falta, en verdad, crear complicaciones monetarias al comercio.
El oro de la Rioja (provincia minera) tomábase en Buenos Aires con
quebranto del 3 por 100, y por todo el país circulaban medios pesos
bolivianos que contenían un tercio de cobre. El medio real riojano valía
en unos casos 0,30 francos y en otros 0.33, en tanto que el de Córdoba
equivalía solo á 0.28. Dificultábase el el problema con la extracción de
plata, producto de la prima obtenida por ese metal á raíz de la enorme
producción aurífera de Australia y California.
De tal modo, solo circulaban oro y papel moneda257; y el primero
llegaba casi totalmente amonedado del exterior con tipos diversos
correspondientes á las nacionalidades respectivas. Los cambios eran un
maremagnum que enriquecía á los cambistas: pesos columnarios
anteriores á 1772, pesos posteriores, reales cortados cordobeses y
bolivianos –groseramente adulterados estos últimos, hasta el punto de
que en el Rosario la onza equivaliera á 19 pesos de Bolivia. Como faltaba
moneda menuda, cortábanse las de 4 reales bolivianos.
Había tipos diversos de leguas y de varas258; y como rara vez se
expresaba cual era el usado, surgían á cada paso conflictos de títulos.
Otro tanto sucedía con las pesas y medidas: cada fanega del Paraná
equivalía á 1.63 fanegas de Buenos Aires, y 1.20 de Salta. El almud de
257 Desde 1850 á 1859, el papel moneda de Buenos Aires osciló muchísimo: el promedio fue más
ó menos de dos mil por ciento. 258 Vara castellana 0.848 metros
Id. usada en Santa Fe 0,836 »
Id. de la provincia de Buenos Aires 0,866 »
Id. rosarina 0,862 »
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 227 --
Santa Fe era un tercio mayor que los restantes en uso. Las cuarterolas
pipas y barriles para líquidos, ofrecían también desemejanzas.
Habíase conservado el viejo sistema de subdividir la propiedad
inmueble en lonjas con salida al río Paraná ó á alguna aguada, á fin de
que todo propietario pudiese dar de beber á sus haciendas: y de aquí
resultó que en virtud de subdivisiones sucesivas llegaron á existir predios
absurdos de pocas varas de frente por leguas de fondo, que era difícil de
ubicar bien por falta de agrimensores. En el Rosario, donde la propiedad
comenzaba á valorizarse, sucedió que los primitivos dueños se habían
ubicado midiendo á rumbos verdaderos, en tanto que los posteriores lo
hicieron á rumbos magnéticos: entrecruzáronse todos con tal suma de
conflictos, que en 1855 el Jefe Político se vio obligado á convocar á los
propietarios é invitarles á rehacer sus títulos con arreglo á una línea
arbitraria, previo resarcimiento de los perjuicios que resultaren. Tal fue el
«Convenio de las lonjas» (Noviembre 17 de 1855).
La guerra de Crimea, cerrando los mercados rusos por algún tiempo,
mejoró el comercio rioplatense; pero como la situación no podía
prolongarse, en 1860 Buenos Aires ingresó á la Confederación y desde
entonces los rumbos políticos de la República Argentina quedaron
definitivamente trazados, bien que dos años después, algunas provincias,
y Santa Fe entre ellas, reasumieran de nuevo su soberanía, declarando
caducas á las autoridades nacionales, á fin de que pudiera precederse á
nuevas elecciones bajo la garantía del ejército de Buenos Aires, vencedor
en Pavón259. Empero, quedó sin resolver la cuestión de donde había de
259 La H. Asamblea Legislativa de la Provincia, sanciona con fuerza de
LEY
ART. 1º. Declárase que las autoridades de la nación han caducado de hecho y de derecho.
Art. 2º. La Provincia de Santa Fe reasume su soberanía en la parte que estaba delegada á los
Poderes Nacionales, quedando desde luego retirados los Diputados y Senadores que la
representaban en el Congreso reunido en el Paraná.
Art. 3º. Se autoriza al Brigadier General D. Bartolomé Mitre, Gobernador de la provincia de
Buenos Aires, para convocar y hacer efectiva la reunión de un nuevo Congreso con arreglo
á la Constitución reformada, en el tiempo y lugar que él designe.
Art. 4º. Mientras se reúne el Congreso Federal, se confieren al expresado Brigadier General D.
Bartolomé Mitre, en la parte que corresponde á la provincia de Santa Fe, las facultades que
la Constitución acuerda al P. E. Nacional, siendo responsable del uso que haga de ellas ante
aquel.
Art. 5º. La Asamblea dirigirá á las demás provincias un manifiesto expresando los motivos que
ha tenido para sancionar la presente ley.
Art. 6º. Comuníquese, etc.
Santa Fe, Febrero 25 de 1862.
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
-- 228 --
ubicarse á la capital de la República: cuando Buenos Aires se separó, lo
había sido el Paraná; luego, fue federalizada toda la provincia de Entre
Ríos; al ser electo Derqui presidente (1852), se la desfederalizó
subsistiendo como capital el Paraná; en 1862, se la estableció
provisoriamente en Buenos Aires.
Con toda claridad marcan las estadísticas la influencia ejercida sobre la
población santafecina por las tarifas diferenciales, la proximidad de la
capital (Paraná) y la guerra exterior. En 1851 tenía el Rosario tres mil
habitantes; en 1857, quince mil. Elegido como punto de embarque para
las tropas y suministros que se remitían á la guerra del Paraguay, llegó á
contar la provincia cerca de 90 mil habitantes260 distribuidos sobre las dos
mil leguas á que los indios redujeron el primitivo territorio. Una nueva
preferencia había hecho del Rosario el punto de arranque del ferrocarril á
Córdoba –inaugurado por el Presidente Mitre en persona – primera y
grandiosa tentativa de guerra al desierto261, apoyada en concesiones
colosales á la empresa que se animó á contratarla. Por entonces, las
Mensajerías Nacionales (cuya administración general instalóse desde 1856,
también en el Rosario) trasportaban pasajeros en jornadas máximas de 25
leguas, á razón de un franco ($0.20) oro por legua262: el doble de lo que
hoy cuesta en trenes rápidos.
Cúmplase, comuníquese á quienes corresponda, publíquese y dése al R. O. –Cullen. –Joaquín
Granel. 260 Censo Nacional.
261 En 1857 se inauguró en Buenos Aires el minúsculo Ferrocarril del Oeste, que apenas pasaba
de los suburbios. 262 Itinerario de las postas:
B. Aires al Rosario. Leguas Rosario á Córdoba. Leguas
San Martín 4 Posta de Saladas 4
Posta de Morales 4 Carcarañá 6
Arroyo de Pinazo 4 Totoras 4
Cerrillos 5 Cañada Pareja 4
Exaltación de la Cruz 5 Tortugas 6
Puntas de Pesquería 4 Espinillos 4
San Antonio de Areco 7 Leones 4
Cañada Honda 4 Cheras 4
Puntas de la id 2 Caseros 4
Pasatiempo 9 Palmas 4
Puntas del Arroyo del Tala 7 Águila 5
Arroyo de las Hermanas 8 Cuchicorral 5
San Nicolás 4 Pino 2
Posta de las Piedras 2½ Arroyito 4
Aguirre 5 Bella Vista 3
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 229 --
La presidencia Mitre, secundada más tarde por la de Sarmiento, trabajó
activamente. En Santa Fe, bajo el progresista gobierno de Oroño –el
Rivadavia chico – (que había sucedido á P. Cullen) llegóse hasta implantar
el Registro Civil, medida que fue aprovechada por los enemigos políticos
y produjo, con la revolución de 1867263, una intervención nacional. Dos
años más tarde inauguróse el telégrafo entre Buenos Aires y el Rosario;
mejoró la instrucción pública; destináronse diez becas para Santa Fe en el
Colegio del Uruguay; surgieron diarios é imprentas; y los buques de
vapor que llegaban del extranjero, contribuyeron sin sospecharlo á la
popularidad de los gobernantes, á quienes se imputó el progreso como en
otro tiempo se les imputara la miseria. No eran muchos por lo demás,
esos buques; apenas dos por mes, en el Rosario, el año 1864. Pero les
favorecía una política aduanera liberal264 tendiente á obtener mercaderías
en abundancia. Faltaba capital: el interés llegó al 24 y al 30 % en las
ciudades, y cotizábase á real por peso (10 cts s/cada 80, al mes) en la
campaña.
Mientras el Rosario vivía de su puerto, de las tarifas, del ferrocarril
Central Argentino en construcción, y de la guerra con el Paraguay, Santa
Fe permanecía casi abandonada, absorta en el insoluble problema de
comunicarse con las provincias del Norte por Río Salado. Afligíanla como
siempre las epidemias, que en 1858 se complicaron con una espantosa
creciente del río. La industria del carbón de leña daba ocupación á 800
operarios escasos: el resto de la exportación redujóse á cueros, naranjas y
algún otro producto agrícola.
Como no mejoraban las tierras, ni cesaban las langostas, las sequías y
las heladas, persistió la pobreza. Siguió siendo un problema en todo el
Frías 3 Impira 5
Rosario 2½ Río 2º 5
80 Bosque 5
Córdoba 6
84
G. de la Esquina al Rosario San José 4
Posta de Arequito 4 Acacia 3
Desmochados 5 Rosario 2½
Retiro 5 23 ½
263 Durante esa revolución vióse á grupos armados recorrer las calles gritando: ¡Viva Dios!
¡Abajo los masones! 264 Hasta 1876, fecha en que la presidencia Avellaneda creó tarifas de proteccionismo.
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
-- 230 --
país adquirir telas baratas: con bayeta amarilla se habían presentado
algunas tropas del presidente Derqui en la batalla de Pavón. Entregadas
las aduanas al gobierno nacional, fue preciso crear un nuevo impuesto
sobre los capitales, que se llamó Contribución Directa, y gravó á los
ganados, los edificios y las casas de comercio ó industria, desde el 2 hasta
el 5 por mil. El viejo derecho de tránsito, abolido por la nueva
Constitución, persistió disfrazado bajo el nombre de derecho de piso265,
como persistió la vieja alcábala unida á impuestos que hoy nos parecerían
netamente nacionales (patentes de navegación de cabotaje, p. ej.). Subieron
de precio las haciendas: en 1865 un cuero de vaca vendíase en el Rosario
á pesos 2.50 oro, y á un peso los de potro. No llegaron á 50.000 los salidos
ese año, ni excedieron de 20.000 los quintales de lana exportados por la
provincia. La aduana del Rosario daba estas cifras:
Importación $ F 800.000
Exportación » » 600.000
La guerra del Paraguay depreció las propiedades y encareció los
jornales, destinando al ejército cantidad de brazos. Ello, y el hecho de
haber cerrado los Estados Unidos sus puertas á las lanas argentinas,
produjo serios trastornos á la ganadería266, cuyos cultores comenzaron á
convencerse de que era necesario abandonar los métodos de pastoreo
salvaje y emprender nuevas rutas267. En 1867, cada legua cuadrada daba
apenas un producto bruto de 700 pesos oro; y el mejor novillo,
escasamente seis pesos. La exportación de cueros por Buenos Aires
arrojaba casi las mismas cifras que en 1809. Complicóse la situación con el
cólera que hizo estragos en aquellas ciudades desprovistas de servicios
265 A despecho de cincuenta y cinco años de ejercicio constitucional, aún se conserva en las
municipalidades santafecinas ese impuesto abolido en 1853. Ha reaparecido con la vieja
denominación española: «sisa». 266 Anoto las siguientes leyes apropósito de títulos de deuda interna de Santa Fe durante el
período 1865-1870:
Octubre 5 de 1865 – $ F. 99.915
Junio 8 de 1867 –45.648.
Setiembre 21 de 1867 – 7.669.
Noviembre 21 de 1868 – 14.198.
Setiembre 3 de 1870 – 6.495.
Se transparentan los apuros del erario por debajo de estas cifras. (Agote, Crédito Público.) 267 El período 1855-1860, marcó grandes innovaciones, en la provincia de Buenos Aires sobre
todo. Importáronse ovejas finas y la industria de salar carnes ó conservarlas en otra forma,
fue objeto de privilegios oficiales. Basta comparar las cifras:
exportación de carne salada (en toda la República) el año 1854, quintales 293.965. Id. id. en el
año 1866, 430.781.
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 231 --
sanitarios y de agua potable, verdaderas ciudades asiáticas bajo el punto
de vista de la higiene. Vencido ese obstáculo, surgió en 1870 la revolución
de Entre Rios, que por un instante absorbió á los condottieri de Santa Fe,
para devolverlos luego en forma de fugitivos y desertores. Concluida la
revuelta (1871), la fiebre amarilla hirió á cantidad de hogares, levantando
nuevos y dolorosos entorpecimientos.
Constituye otra característica del período la fundación de colonias
agrícolas con labradores europeos traídos ex-profeso. Anteriormente
habíase ensayado formarlas, fracasando las diversas tentativas porque ni
el país creía en el éxito de la agricultura, ni la proximidad de los indios
alentaba para incorporar demasiado trabajo á los campos incultos. En
1864, pagaba sueldo la Nación á 76 jefes y oficiales indígenas (amén de
422 subalternos). Los jefes de frontera, que tan doloroso recuerdo dejaron
en las campañas argentinas, eran impotentes para mantener la paz.
Correspondió á Santa Fe el mérito de dar cima á la empresa, abriendo
los primeros surcos á través de tal serie de contratiempos, que en verdad
no se sabe si admirar más á los conquistadores del siglo XV ó á los
colonizadores del XIX.
En 1853, Dn Aarón Castellanos celebró con el gobierno provincial un
convenio cuyas principales estipulaciones eran las siguientes:
Obligaciones de la Provincia (que debía garantir la Confederación):
a) suministro de la tierra necesaria para implantar la colonia;
b) adelanto de capitales, en forma de casas para los colonos,
semillas, animales de labor y alimentos;
c) exoneración de impuestos durante un cierto plazo.
Obligaciones del empresario:
a) a)conducción de mil familias de agricultores europeos hasta el
territorio provincial;
b) instalación de las mismas, en la colonia.
Contrista el ánimo reconocer que ninguna de las dos partes cumplió
fielmente lo que ofreciera. La primera dificultad –y la más grave – fue
que el emplazamiento elegido carecía de las más elementales condiciones
agrícolas: coincidió con el escogido por Garay en 1573 (proximidades de
Cayastá). Fue preciso buscar otro; y ya por falta de tierra más á mano, ya
por mediar diversas causas, lo positivo es que la nueva colonia se instaló
bajo el simbólico nombre de Esperanza (1856) á varias leguas de la costa,
esto es, de la vía comercial para exportar productos. Recién diez años
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
-- 232 --
más tarde dictó la provincia una ley de expropiación para integrar lo
prometido á los colonos. Algunos de ellos habían fallecido otros se
habían marchado268; y esa ley tampoco pudo cumplirse por entonces, á
causa de la falta de recursos. La llanura se valorizaba rápidamente, y
adquirir tierras fue un problema para el fisco.
Los labradores europeos que llegaron llenos de ilusiones, se
encontraron pues, con que en lugar de las casas, y las semillas y los
animales ofrecidos, les esperaban tan solo el desierto y los indios269.
Acomodáronse como pudieron, el gobierno les prestó alguna ayuda, y
mediante los productos de la ganadería, fue el ensayo agrícola
defendiéndose contra los eternos enemigos naturales (langostas, sequías,
heladas), mientras la Confederación indemnizaba á Dn Aarón
Castellanos.
Á raíz de esta tentativa, surgieron otras. Subsiguió la fundación de
nuevas colonias, y una vez más los hombres de negocio evidenciaron
hasta qué punto incita á soñar la fiebre de riquezas. Colosales proyectos
de inmigración, empresas fantásticas se levantaron sobre bases de arcilla.
Entretanto las cifras oficiales270 demuestran que la realidad no
correspondió al entusiasmo de los agiotistas. El año 1864, esta era la
situación:
268 «Cuando el colono sabe lo que es desierto, se resiste á permanecer allí», decía el senador
Iriondo al discutirse en Setiembre de 1874 1a ley que iba por fin á crear los recursos
necesarios para cumplir el contrato celebrado veinte años antes y las expropiaciones
ordenadas en 1866 (Diario de sesiones de la Cámara de Senadores de la Nación).
269 CERVERA (Colonización Argentina, 64) pinta con vividos colores la penosa situación de los
colonos que, como en tiempos de don Pedro de Mendoza, llegaban con el propósito de
hacer fortunas rápidas sobre las llanuras americanas:
«La colonia Esperanza vino á fundarse más allá de la frontera Oeste, en pleno monte, y
«expuesta á las invasiones de los indios. Los colonos, desde el primer día de su instalación,
«hubieron de rechazar los ataques de los indios, arar las tierras llevando las armas
«terciadas á la espalda, prontos para cualquier asalto; patrullar de noche velando sobre los
«que descansaban, cortar los montes, y desplegar una energía porfiada, no sólo contra los
«salvajes, sino contra la seca, la peste y las plagas de langosta< Los indios en sus ataques
«llevaron algunos cautivos<» 270 Registro Estadístico, 1865.
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 233 --
Y el área útilmente explotada arrojaba como renglones más
importantes:
Colonias Fanegas de trigo Fanegas de maíz Vacas
sembradas sembradas existentes
-S. Carlos 613 377 3266
-S. Gerónimo 120 30 1000
-Esperanza 520 58 7324
1253 465 11590
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-- 235 --
XI
Afianzamiento de la política agrícola:
definitiva dispersión de los indios é instalación de la
Capital Federal en Buenos Aires.
(1871-1880)
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La guerra del Paraguay dejó como sedimento á cantidad de ex-
soldados, desprovistos de recursos y habituados á la holganza, que
constituyeron un nuevo obstáculo para la vida normal de la provincia. El
ferrocarril Central Argentino daba á la ciudad del Rosario cierto impulso
como puerto de importación; pero no acarreaba grandes cosechas porque
no las había. La población criolla no cifró por entonces esperanzas en el
éxito de la agricultura: en persistente lucha contra lo inevitable había ido
cediendo poco á poco ante las plagas naturales, impregnándose cada vez
más de fatalismo y abandono. Inútil plantar frutales271 si los devoraban
las langostas. Inútil sembrar maíz ó trigo, si había de destruirlos la
sequía. Se siguió viviendo á base de carne y mate, en ranchos plantados
al azar sobre la tierra desierta é inculta: ni cercos, ni alambrados, ni otro
árbol que el ombú acostumbrado á defenderse solo en la áspera lucha por
la vida. En tres siglos de evolución natural habíanse adaptado también
las vacas á la vida silvestre, mediante un aumento de la armazón ósea, el
desarrollo exagerado de las astas y una reducción proporcional en carnes
y estatura.
Continuaban los aborígenes siendo una plaga temible. En pequeñas
masas errantes, como simples emanaciones del desierto, seis mil indios
de pelea mantenían constante alarma sobre centenares de leguas, sin que
bastaran á impedirlo las tropas argentinas. Guerra de recursos, de
movilidad extrema, en la que triunfaba el mejor montado y el que con
más certeza conocía las aguadas y los pastos.
Carrasco272, marcando el camino de la reconquista, asigna para los
pobladores blancos las siguientes líneas de frontera, sobre el territorio
que vanamente puso Garay bajo la jurisdicción de sus compañeros, los
primitivos fundadores de Santa Fe, en pleno siglo XVI:
Año 1819 (Gobernador López) 12.000 ks.
» 1858 ( » Fraga) 24.000 »
271 Esta indiferencia hacia el árbol ha persistido en muchos lugares de la República. «Cuando el
paisano se ocupa de los árboles, es para destruirlos como á enemigos. La construcción de un
corral ó de una cerca cuesta la vida á centenares de plantas; para obtener una rama se hacha
un árbol.»– (Del Rio y Achával, Geografía de la Provincia de Córdoba).
272 Primer Censo Provincial, 1887.
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» 1865 ( » Cabal) 57.000 »273
Precisamente á causa de los
indios del Chaco, no había
líneas netas de frontera, y de
ello resultó que Santa Fe por
una parte, y Santiago y Córdoba
por la otra, fueron vendiendo
tierras sobre la zona peligrosa,
sin estar seguros de que tales
ventas pudieran ubicarse dentro
de los límites, un tanto vagos,
del tiempo de la conquista.
Un semillero de pleitos surgió
más tarde como consecuencia
de semejante situación.
A los trastornos existentes,
agregóse el de la inseguridad en
los títulos de propiedad.
Por el Sud, la proximidad de
Buenos Aires había permitido
mantener líneas regulares de fortines sobre el camino á Córdoba y
Mendoza, vía Melincué; pero así y todo, podían temerse invasiones sobre
una gran superficie. El problema era, más que local, nacional, y afligía á
la mitad del territorio. Fue preciso pactar con los indios (tratado Lavalle-
Catriel, Setiembre de 1875)274, pagar sueldos de jefes y oficiales á sus
273 Recién bajo la generación actual ha obtenido la provincia una superficie libre de indios, que
coincida con la superficie teórica asignada en 1886, al fijarse definitivamente los límites
interprovinciales (gobierno de Gálvez).
274Convenio celebrado entre el Comandante en jefe de la frontera Sud, en representación del
Excmo. Gobierno Nacional, y el Cacique general de la tribu amiga, Juan José Catriel.
El Comandante en jefe de la frontera Sud, Coronel don Nicolás Levalle, plenamente autorizado
y en representación del Excmo. Gobierno Nacional, y Juan José Catriel, Jefe de la tribu
amiga en su representación, á primero de Setiembre de mil ochocientos setenta y cinco,
reunidos en el «Fuerte Lavalle» por mutuo convenio y teniendo á la vista las bases
estipuladas por S. E. el Sr. Ministro de la Guerra, á fin de celebrar este convenio, han
convenido en lo siguiente: Art. 1° –Juan José Catriel con su tribu, desde este momento se
pone á las órdenes del Excmo. Gobierno Nacional en la condición de Guardia Nacional
movilizada, él y su tribu, quedando en consecuencia sujetos á las leyes militares y á las
órdenes de los jefes que les sean dictadas por el Gobierno sin restricción alguna. Art. 2°–
Juan José Catriel, desde el momento de firmar el presente convenio, gozará de su haber
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 239 --
como jefe de la tribu, así como cada uno de los de ella gozará el que le corresponda según
su clase, con arreglo á lo que está presupuestadlo para los demás cuerpos del ejército. Art.
3°–Juan José Catriel y su tribu, debiendo uniformarse y entrando á ser desde hoy fuerza
regular á las órdenes del Gobierno, y debiendo en consecuencia usar uniforme, éste ha
quedado acordado de la manera siguiente: para jefes y oficiales bombacha grana ó chiripá y
blusa ó camiseta con las insignias de su clase; y para la tropa, chiripá azul, camiseta,
poncho, sombrero con una divisa que indicará la superioridad, y bota. En cuanto al
racionamiento, por el momento seguirán recibiendo las raciones de la manera que las han
recibido hasta aquí, ó serán racionados diariamente como las demás tropas del gobierno;
según lo exijan la mejor manera de alimentarse, ó como mejor convenga según lo exijan las
necesidades del servicio. Art. 4°.–El Gobierno pondrá á disposición del Cacique general
Catriel: 1) agrimensores para medir y delinear los campos, á donde situarse su tribu; 2)
instrumentos de labranza y semillas ; 3) y todos los demás elementos necesarios para
construir alojamientos en su nuevo campamento. El Gobierno Nacional por sí ó de acuerdo
con el de la provincia, hará extender á nombre del Cacique general, de los jefes de familia ó
caciques, la escritura de terrenos ó campos cuya propiedad les será reconocida. Art. 5º.El
cacique Juan José Catriel tan pronto como el jefe de la frontera Sud ponga á su disposición
los elementos necesarios para trasladarse al nuevo campamento, lo hará. Art. 6°.–El
presente convenio será duradero y para siempre; y en fe de lo cual firmaron el comandante
en jefe de la frontera en representación del Excmo. Gobierno Nacional, y Juan José Catriel,
Cacique general de la tribu amiga, por sí y en su representación, obligándose de la maneta
más seria, al fiel cumplimiento de este convenio, en el Fuerte Lavalle, á primero de
Setiembre de mil ochocientos setenta y cinco. NICOLÁS LEVALLE. Por autorización del
caciqe general Juan José Catriel, por no saber firmar, NAZARIO IRANZO.
Departamento de Guerra y Marina –Buenos Aires, Setiembre 20 de 1875. –Estando ajustado el
anterior tratado á las instrucciones que por este ministerio fueron dadas al Gefe de la
frontera sud, Coronel don Nicolás Levalle, apruébase en todas sus partes, debiendo éste
desde el primero de Enero próximo, remitir las listas de revista según la organización
militar que haya dado á la tribu, de acuerdo con el Cacique general de ésta. Expídase el
decreto respectivo para la mensura y delineación del pueblo. Diríjase al Gobernador de la
Provincia la nota acordada, comuníquese á la Comandancia con transcripción del texto del
tratada, avísese á la Comisaría, pase á Contaduría y publíquese. –AVELLANEDA. –A. Alsina.
Ministerio de Guerra y Marina. – Buenos Aires, Setiembre 20 de 1875. –A. S. E. el señor
Gobernador de la Provincia. –Como á V. E. le consta, hace 15 años que la tribu amiga de
Catriel conserva su campamento general, en las inmediaciones del pueblo Azul, y, no
distante de Tapalqué, dando esto lugar á que la tierra pública adyacente no tenga el valor
que debería tener, porque los pobladores repugnan la ocupación á título oneroso, de tierras
con una vecindad que es una amenaza constante para sus intereses y un inconveniente para
la posesión tranquila que apetecen. Además, muchas de las suertes llamadas del Azul, se
encuentran detentadas por los indios, habiendo sido inútiles hasta hoy todas las tentativas
hechas para obtener su desalojo. Fuera de estas dos consideraciones hay otras de carácter
análogo que han influido poderosamente en el ánimo del Gobierno Nacional, para tomar
con empeño la tarea de concluir con la tribu mencionada un tratado cuya base fuese su
desalojamiento de los lugares que hoy ocupa:
1°, que la vecindad de los indios con hábitos inherentes á la vida salvaje, fomenta de una
manera sensible, el comercio ilícito que si bien enriquece á unos pocos, no da por resultado
á buen seguro, ni la riqueza ni el bienestar de la comunidad;
2º, que situadps los indios donde hoy están, no se encuentran en situación conveniente para
ayudar á la defensa de la frontera, ya sea haciendo el servicio ordinario de guarnición, ya
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
-- 240 --
caciques y capitanejos, y suministrar ganado y provisiones á las tribus
para evitar lo robaran con el inútil estrago que acompañaba á los
malones275. Por lo demás esos pactos fueron violados sin que ninguna de
las partes pudiera jactarse de haberles dado cumplimiento en forma: la
guerra prosiguió, hasta que en 1879, el general Roca, oponiendo á los
indios una táctica parecida á la que ellos usaban, logró dispersarles para
siempre, sin necesidad de insistir en la construcción de la inmensa zanja
proyectada bajo el gobierno de Alsina, que á modo de muralla al revés
debía ir uniendo los fortines al través de casi un centenar de leguas.
No era, pues, muy halagüeña la situación de la provincia de Santa Fe,
cuando en Abril de 1871 entró al Gobierno el Dr. Simón de Iriondo,
primer abogado á quien se discernía tal honor276. Pero ya por entonces,
cooperando á rechazar y castigar las invasiones que se realicen. Teniendo presente las
consideraciones expuestas, y otras muchas que omito, el Gobierno encargó al Coronel
Levalle que negociase con la tribu de Catriel un tratado, según instrucciones que le diera,
sobre estas dos bases: primera, alejamiento de los indios; segunda, su organización militar
como guardia nacional. Según verá V. E. por el tratado que en copia autorizada, se
acompaña, la negociación ha tenido un éxito feliz, sus resultados inmediatos, tanto locales
como conducentes á la mejor seguirdad de la frontera, se han de palpar tan pronto como lo
estipulado se ejecute. Aprobado el convenio, el Gobierno ha adoptado entre otras medidas,
la de comisionar al ingeniero don Alfredo Evellot para que se traslade á los campos
intermedios entre la Blanca Grande y Sanquiles, á fin de hacer la ubicación de las tierras y la
delineación del pueblo, bien entendido que aquella ha de practicarse á la altura de la línea
actual ó al exterior de ella. Para que el ingeniero designado pueda llevar á cabo la operación
que se le confía, se servirá V. É. disponer que el departamento topográfico le proporcione
todos los antecedentes que para ello necesite. Expuestas estas consideraciones x patentizada
la conveniencia para la misma Provincia de que el tratado se cumpla, tengo encargo especial
del Presidente de la República, para manifestar á V. E. que la ubicación de un pueblo sobre
la línea de fronteras y la distribución de las tierras no importa en manera alguna resolver en
cuanto á la zona que se ocupa, una cuestión de propiedad ó de jurisdicción. La defensa de
las fronteras, además es un interés común: V. É. sabe bien por una experiencia dolorosa,
cuanto cuesta á su prosperidad y su riqueza la ineficacia de los sistemas ensayados hasta el
presente. Dios gde. á V. S. – ADOLFO ALSINA.
275 La presencia de numerosos blancos entre las tribus indias del Sud, facilitó á éstas la defensa.
Conforme la vida de los gauchos se hacía más difícil, más atractivos encontraban en las
tolderías. El indio era libre y gozaba del producto de sus rapiñas; el soldado blanco, sujeto á
los vejámenes de la disciplina militar, solía estar impago dos y tres años.
276 Como todos los de la época, el partido político á que Iriondo pertenecía utilizó la violencia
para escalar el poder. Antes de ser Gobernador, el Dr. Iriondo había ejercido diversos
cargos públicos que lo habilitaban para sus nuevas funciones: Juez de 1a. Instancia,
Diputado, Juez de Alzada, Ministro de Gobierno. Era hombre de gran talento y arrogante
figura, á quien Alberdi complacíase en comparar con Lord Byron.
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 241 --
todos los hombres de pensamiento veían con claridad algo que la
Historia enseñaba desde siglos atrás y que había inspirado las viejas
representaciones de los colonos al Rey: las grandes extensiones de tierra
susceptibles de producir cosecha, solo constituirían riqueza cuando
produjeran y se comerciase con sus productos. La cuestión quedaba
definitivamente planteada: incorporar al país brazos y capitales.
De aquí, la llegada de inmigrantes extranjeros, atraídos por medio de
ventajas efectivas y una propaganda eficacísima. De aquí también, el
impulso dado á las empresas, las primas y garantías prestadas á los
capitales, características del período y de los subsiguientes hasta hoy.
Sin embargo, no fue fácil esta sustitución de unos elementos étnicos por
otros. El territorio libre de indios, aún inculto, estaba ocupado por
pobladores criollos, que si bien carecían de títulos en forma se oponían á
la entrada de los nuevos colonos. Hubo algo así como una defensa de los
hogares viejos, una exacerbación del sentimiento de la nacionalidad. El
hijo del país, cuya indolencia perjudicaba á su propia patria, fue en los
primeros tiempos acérrimo enemigo del europeo recien llegado, que
ignorante de las cosas del desierto y lleno de ideas erróneas, comenzaba
por desalojar á los antiguos pobladores, protegido por los tribunales, el
gobierno y los grandes propietarios. El colono, confiando en su trabajo,
valorizaba la tierra; el gaucho, desconfiando de la naturaleza, no sabía
hacerlo.
Bien á las claras pinta la literatura de la época esta invasión pacífica de
los europeos: para el inmigrante, apoyo oficial y consular, y tierras
fértiles; para los criollos, medallas de cobre como premio al valor militar,
y de tarde en tarde donaciones de lotes pequeños é inexplotables sobre la
zona peligrosa. Tocábanles siempre más sacrificios que recompensas, más
glorias que arados. Con amarga exactitud pudo formular Martin Fierro
su conocida queja dentro en todos los barullos, pero en las listas no dentro.
Tan hiriente llegó á ser la desproporción, que el gobierno santafecino
decretó la formación de colonias con familias argentinas, en parajes
fértiles277, si bien esas colonias produjeron escaso resultado porque á cada
277 La Cámara de Representantes de la Provincia de Santa, Fe, sanciona con fuerza de ley:
ART. 1º.– Autorízase al P. E. para establecer una colonia agrícola argentina en el lugar
denominado Romero.
ART. 2º.– El número de familias no bajará de veinte por lo menos, y será compuesta cada
familia de tres personas el mínimun.
ART. 3º.– El Gobierno mandará delinear un pueblo dándole á cada familia un cuarto solar en el
pueblo y una suerte de chacra de veinte cuadras cuadradas.
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
-- 242 --
instante se exigía de los gauchos la prestación de sangre, el tributo á la
violencia. Arreados año tras año para la luchas civiles, convocados como
guardia nacional á quien nadie pagaba ni vestía, siguieron siendo más
aptos para la guerra ó la ganadería primitiva en campo abierto con vacas
y caballos semi-salvajes, que para cultivar tranquilamente parcelas de
terreno.
A la resistencia de los viejos pobladores, unióse la intemperancia de los
nuevos. Los extranjeros que no gozaban de derechos electorales, bien
pronto, debido á lucha contra los indios, tuvieron que armarse y se
sintieron fuertes. Detrás de ellos estaban los respectivos cónsules: seguían
siendo súbditos de soberanos extranjeros. Como ignoraban el idioma del
país, había que discernir entre los propios colonos los cargos públicos
locales, y esas autoridades que no conocían las leyes argentinas,
contribuían á formar grupos hostiles al gobierno. Con dolorosa franqueza
analizaba el gobernador en su mensaje de 1878, cual había sido la
verdadera situación en materia de ensayos agrícolas:
«Hace diez años, la Provincia creía haberlo hecho todo en esta materia, porque
encontraba al fin establecidas en ella las colonias Esperanza, San Carlos y
Helvecia, con dos ó tres más en formación. Muchas leyes y decretos que no se
cumplían, ni se esperaba llevar á efecto, servían para ilusionar al nacional y al
extranjero en este punto. Nuestros adelantos eran mezquinos y nuestros
progresos antes imaginarios y de espectación, que reales y positivos. Convenía
dejar esa política de ruidosa y estéril celebridad, y trabajar activa y eficazmente
en el desarrollo de la inmigración y de la colonización europea; y ya lo veis: los
cinco ó seis mil colonos que entonces trabajaban nuestra tierra forman hoy un
ejército de treinta mil hombres que combaten el desierto y la barbarie, arrojando
al indio de nuestro territorio, conquistado así para el trabajo, la religión, la
riqueza y la civilización en sus múltiples manifestaciones.
ART. 4º.– Dará igualmente á cada una de ellas, dos bueyes, dos lecheras, un caballo, un arado,
una pala, una azada y veinte pesos fuertes para la construcción de un rancho de seis varas
de largo y cuatro y media de ancho.
ART. 5º.– Queda autorizado el P. É. para hacer los gastos que demande la presente ley.
ART. 6º.– Comuníquese.
Sala de Sesiones, Santa Fe, Agosto 24 de 1871.
MARIANO CASAS. P. EUFRASIO MENDOZA.
Presidente. Pro-Secretario interino.
Santa Fe, Agosto 29 de 1871.
Cúmplase, comuníquese y dése al R. O.
IRIONDO. Aureliano Argento.
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 243 --
«En la primera época, la situación del colono entre nosotros era precaria por
falta de recursos; las cuestiones religiosas, con frecuencia suscitaban entre ellos
disturbios graves y perniciosos que obligaban al gobierno á intervenir repetidas
veces con fuerza armada, en sus querellas; por falta de escuelas apropiadas; por la
inseguridad de vías de comunicación y de transporte que pusieran al colono en
contacto con las ciudades y pueblos de la provincia y con el resto del mundo,
facilitando la exportación de sus escasos productos; por todo en fin, pues todo era
embrionario y estaba por hacerse.»
Como consecuencia de la mala cosecha, en 1877 un grupo de colonos
extranjeros se alzó en armas, acompañando á los revolucionarios criollos:
poco después, en Buenos Aires, otro grupo de residentes italianos debía
proyectar cierta autonomía política, que reprimida á tiempo no tuvo
mayores consecuencias278.
Tampoco faltaron conflictos con el capital extranjero. El año 1876, como
el Banco de Londres y Río de la Plata (sucursal Rosario) se negase á
cumplir la ley que ordenaba convertir á oro las emisiones de papel
moneda, el gobierno provincial decretó su inmediata liquidación,
dictando al propio tiempo algunas medidas para impedir que se
extrajeran del país las cantidades de oro que el Banco tenía en sus
arcas279. El gerente pidió protección al representante diplomático de la
278En la Boca del Riachuelo. –Más tarde, á raíz He malas cosechas reiteradas, numerosos
colonos extranjeros volvieron á enrolarse en las luchas civiles (revolución de 1893) y un
grupo entró á Santa Fe enarbolando banderas suizas. 279 Santa Fe, Mayo 19 de 1876.
CONSIDERANDO – Que la sociedad anónima denominada Banco de Londres y Rio de la Plata,
autorizada por decreto de gobierno, de 1865, se ha convertido en una institución ruinosa á
los intereses públicos, hostil y peligrosa en las actuales circunstancias al crédito interior y
exterior de la provincia; y que, á pesar de las perturbaciones momentáneas que debe
producir la cesación inmediata de las operaciones del expresado Banco, es hoy más que
nunca un deber imprescindible del gobierno, prevenir y evitar desastres mayores de
carácter permanente é irreparables –
El Poder Ejecutivo, en uso de sus atribuciones constitucionales y de las que le corresponden en
virtud de los artículos 405 y 422 del Código de Comercio–
ACUERDA Y DECRETA:
ART. 1º.– Cesa desde el día de la fecha, la autorización concedida á la sociedad anónima Banco
de Londres y Río de la Plata, para su establecimiento en la provincia.
ART. 2º.– Precédase inmediatamente á su liquidación en los términos de sus propios estatutos y
de las disposiciones del Código de Comercio.
ART. 3º.– Comuníquese á la Jefatura Política del Rosario y demás á quienes corresponda para
su ejecución y cumplimiento, publíquese y dése al R. O.
BAYO.
M. Pizarro.
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-- 244 --
Gran Bretaña en Buenos Aires, quien formuló un reclamo ante el
gobierno argentino y dispuso que un buque de guerra inglés se
trasladase al Rosario para extraer y custodiar á bordo los caudales del
Banco. Felizmente la orden fue revocada y triunfó el principio de que las
sociedades anónimas, como simples personas jurídicas, deben su
existencia tan solo á las leyes de los paises que las autorizan y no son
acreedoras á protección diplomática por el hecho de que en determinado
momento pertenezcan á determinada nacionalidad los tenedores de las
acciones. El Banco arregló directamente sus divergencias con el gobierno
provincial y el decreto de liquidación quedó derogado en Setiembre 16 de
1876, no sin que antes se estampara en una nota oficial dirigida al
ministro británico, la enérgica declaración del Ministro de Relaciones
Exteriores, doctor Irigoyen: «los capitales del Banco de Londres no estarán
más seguros abordo de un navío de guerra inglés, que en cualquier lugar del
territorio argentino, bajo « la guarda de las autoridades nacionales.
Por desgracia el pasado estaba demasiado próximo y fue preciso sufrir
sus efectos: la atmósfera de valentía personal creada por las guerras y
revueltas, incitaba al desorden. Cada atrio era un campo de batalla al que
acudían los electores con el deliberado propósito de morir y matar, por
simple afecto al caudillo unas veces, por precio – en el que se incluía la
daga – otras. Debido á una desviación de las ideas, estás batallas, simple
aplicación del derecho de conquista reputábanse utilísimas para la
educación cívica del pueblo, bien que á despecho de las violencias
reiteradas desde 1810 la situación hubiera variado poco en materia de
libertad electoral. Solo en las Municipalidades de Rosario y Santa Fe
hubo de tarde en tarde excepciones á la regla.
La pobreza, la eterna pobreza, reagravada con la suplantación de los
criollos por extranjeros, seguía influyendo sobre la vida colectiva:
concluido el tiroteo electoral, quedaban disponibles los soldados
sobrevivientes, cuyo medio normal de vida era ir guerreando de
provincia en provincia. Así, hubo una asonada en Coronda el año 1871,
como consecuencia de la revolución encabezada por López Jordán en el
vecino Entre Ríos; revoluciones en Abril, Julio y Octubre de 1872; nueva
revolución de López Jordán en Entre Ríos y convocatoria de la guardia
nacional en Santa Fe, en 1873; guerra civil en toda la república
(provocada por los partidarios del ex-presidente Mitre con motivo de la
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 245 --
elección del presidente Avellaneda) (en 1874; nueva revuelta de López
Jordán, en 1876; revolución en Santa Fe en Marzo, y tumultos en el
Rosario en Abril y Diciembre de 1877; nueva revolución en Santa Fe y
tentativa de asesinato del gobernador en 1878; alarma general en toda la
república por la posibilidad de una guerra con Chile apropósito de la
posesión de la Patagonia, en 1879; nueva guerra civil en la nación, con
motivo del cambio de presidente, en 1880. La violencia seguía devorando
á sus creaciones280.
Como el mal venía de lejos no hubo otro remedio que transigir:
imposible exterminar á los hombres de acción sin echar mano de nuevos
hombres de acción que continuasen el estado de cosas. El gobierno optó
por utilizar sus servicios á fin de impedir los utilizaran los partidos
políticos opositores. Fue algo así como una reglamentación impuesta por
la necesidad. Distribuyóseles en la policía, en un pequeño ejército
provincial mantenido bajo el nombre de «Piquete para custodia de
cárceles»281, y en el escalafón de la guardia nacional, cuyos grados, si no
280 Debo al Sr. Domingo G. Silva, actual Rector del Colegio Nacional de Santa Fe, el
interesantísimo párrafo que sigue, apropósito de la vida política de la provincia durante
este período:
«Al lado de los jefes de la oposición figuraban algunos oscuros caudillejos rurales, hombres de
lanza, que sentían el goce de los malones, y más allá, los jefes nacionales de la frontera, que
los tutelaban. La campaña santafecina carecía de poblaciones sedentarias y de intereses
conservadores. Los estancieros preferían ponerse de acuerdo con los «montoneros»,
dándole; de buen grado medios de movilidad, á exponerse á sus ven ganzas africanas. Así
se formaba la nube en cualquier parte, bastando un caudillo y diez malevos para núcleo de
la montonera: ésta se engrosaba en el camino con los peones de estancia y caía sobre las
poblaciones, conmoviendo á la capital. Algunas veces provenía el núcleo de Entre Ríos ó
Corrientes (lugares de refugio en la hora inevitable de la derrota) arrastrando elementos
hetereogéneos y llegando hasta la ciudad capital
En pocos años (Bayo-Iriondo) hubo así, cantidad de revoluciones beduinescas: atropellaban, se
las tiroteaba y se disolvían< Costaba m{s preparar una elección que una revolución, y la
oposición contaba con abnegaciones personales, no con dineros. Al «montonero» no se le
pagaba: con darle yerba y tabaco estaba todo hecho. Las reses, las tomaban de las estancias
adversarias sin pagarlas. Así, para la grande «atropellada» del 14 de Abril de 1878, en la que
intervinieron cerca de 600 hombres opositores haciendo lujo de valentía en las calles de
Santa Fe, el jefe militar solo recibió 200 pesos bolivianos en calidad de subsidio. En la
derrota tuvo que vender hasta sus espuelas de plata para socorrer á los que le
acompañaban».
(Enquête promovida por el autor, Marzo, 1909). 281 Ya en 1868, el jefe político del Rosario escribía al Ministro de Gobierno (Octubre 18): «Está
tan desacreditada la policía que las personas decentes no quieren ser comisarios». Aún en
las filas del ejército nacional era de práctica aceptar criminales, que cumplían su condena de
trabajos forzados sirviendo gratis á la patria.
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
-- 246 --
daban derecho á sueldo en tiempo de paz, constituían timbre de orgullo.
Hubo así cantidad de jefes, especie de categoría intermedia entre
militares y civiles, que carecían de cuartel, no usaban uniforme, y solo
mandaban fuerzas en caso de convocatoria: la provincia, acosada siempre
por los indios, siguió siendo un núcleo organizado militarmente, en el
que la democracia no podía revestir otra forma que la del caudillo
popular, jefe único.
Esta militarización, ó mejor dicho, esta aptitud para militarizarse, unida
al rol preponderante que jugó el Dr. Iriondo en el orden nacional
(Ministro del Interior, primero, senador, más tarde), dieron á Santa Fe un
lugar de primera fila en la política argentina, aún cuando por la
exigüidad de su población solo pesaba con cuatro diputados en un
Congreso compuesto por 86 (42 del litoral, 44 del interior). No más
intervenciones federales desde 1868. En 1874, tropas santafecinas
luchaban en Corrientes y en Buenos Aires; y todavía pudo el jefe político
del Rosario ofrecer mil seiscientos guardias nacionales al Presidente de la
República. Volvíase á obtener la cohesión que en tiempos de Estanislao
López transformó al territorio en una especie de mar Rojo cuyas olas
podían cerrarse ó abrirse ante los ejércitos que pasaban de Buenos Aires
al interior. Prácticamente, durante los doce años corridos desde 1871
hasta 1883282, pudo repetirse con verdad: Santa Fe es Iriondo.
Los cuatro departamentos de la provincia solo eran dos, de hecho: –los
tres del Norte (Santa Fe, San José, San Gerónimo) formaban en la legislatura
un bloque de amigos personales y parientes. Frente á ellos, el Rosario, el
grupa comercial semi-extranjero, que daba neutralizado políticamente.
Esta situación hizo que al desaparecer el caudillo, los hombres del Sud
intentaran una segregación de la provincia en dos entidades distintas:
desde el mismo momento la influencia política de Santa Fe en la vida
nacional decayó por completo.
Sea por respeto á la tradición de olvido que comenzó por el Acuerdo de
San Nicolás en 1852, sea por ese espíritu de benevolencia que ha sido y es
característico de los argentinos, sea porque la violencia estuviese
desacreditada, lo evidente es que en plena lucha con el desierto y los
indios y la pobreza, el gobierno amnistiaba á los revolucionarios que
destruían lo poco que había logrado hacerse, y que agregaban un nuevo
obstáculo á la vida económica reduciendo las entradas fiscales.
282 Fecha del fallecimiento del caudillo.
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-- 247 --
Durante el período 1878-1881, los balances de caja dan estos datos:
Recaudado (en 4 años) 1.824.451,87
Pagado por gastos generales (id.) 1.769.059,84
Saldo aparente en caja 55.392,03
Gastos de la revolución de 1878 195.839,70
» de la revolución nacional de 1880 192.126,06
387.965,76
55.392,03
Déficit ocasionado por la guerra 332.673,73
Y este déficit se agregaba al de administraciones anteriores y á los
atrasos en los pagos presupuestados, hasta hacer angustiosa la situación
del erario. A ese respecto el Sr. Pedro Agote ha publicado en sus
«Informes del Crédito Público» el cuadro que á continuación agrego, en
el que se pueden apreciar las modificaciones introducidas al antiguo
sistema de impuestos y las dificultades con que debía tropezarse para
conseguir capitales extranjeros en forma de empréstitos sobre el crédito
de la provincia, utilizado siempre hasta el máximum283.
283 Por ejemplo, el año 1875, sobre un presupuesto real de 656.591 $ votábanse 335.542 para
servicios de la deuda pública:
a) Intereses al 7 por ciento del empréstito inglés de 1874 (300.000 lb.), amortización al 2
1/2 % y comisiones de pago 141.465.45
b) Deuda interior (fondos públicos para Banco Provincial, al 7 °/ó), intereses y
amortización al 2 1/2 %, pesos fuertes 250.000 9500.–
c) Deuda consolidada (Leyes Oct. 5/65, Jun. 5/67, Set. 21/67, Nov. 21/68, Set. 3/70) al 5 %.
11.471.71,
d) Deuda al Banco Mauá y Cia. (contrato En. 10/74) 43.070.97
e) » » Argentino (Contrato Jun. 19/66) 90.317.58
f) Empréstito Guerra (Contrato Abril 27/74) 39.717.01
Dos años antes, había llegado la Legislatura hasta autorizar un empréstito de $ 250.000 al
usurario tipo de 15 % de interés á fin de pagar sueldos atrasados. Fue característico de la
época un exceso de papel moneda inconvertible y la aparición de bancos sin capitales
efectivos, que contaban con la futura valorización de las tierras para rescatar sus valores
ficticios. De aquí, curso forzoso, agio y el malestar consiguiente á la instatabilidad de los
cambios, fomentado por monedas de procedencias diversas y ley dudosa: tales los
«Melgarejos». Las oscilaciones del oro respecto del papel moneda, siguieron más ó menos
esta escala:
Años 1870 – 75 2.500 %
» 1876 3.083 »
» 1877 3.037 »
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-- 248 --
La popularidad del poder ejecutivo, permitió intentar algunos
interesantes ensayos sobre autonomía de las ciudades y de los pequeños
núcleos rurales. Así como la entidad provincia se había afianzado durante
el gobierno de Estanislao López, bajo Iriondo adquirió caracteres precisos
y definidos la. entidad municipio, cuya existencia teórica venía
consagrándose en las leyes desde años atrás. Los viejos cabildos españoles,
fueron suprimidos en el primer tercio del siglo XIX, como queda dicho.
También la pobreza afligió á este aspecto del progreso institucional. Era
anticiparse, conceder autonomía á aquellos municipios faltos de dinero
para costear aun los servicios públicos más rudimentarios, sin cloacas, sin
aguas corrientes, sin pavimentos, sin árboles siquiera á lo largo de las
calles. Así y todo, el gobierno insistió en llevar adelante su espiritual
ensayo de democracia municipal. En 1871-72, los presupuestos locales
arrojaban estas cifras:
Municipalidad del Rosario.
Gastos $166.434
Recursos » 81.063
Déficit » 85.371
Municipalidad de Santa Fe.
Gastos $ 25.224
Recursos » 11.750
Déficit » 13.474
Municipalidad de Villa Constitución.
Gastos $ 1.047
Recursos » 360284
Déficit » 687
De parecido modo vivían las restantes: á la de San Lorenzo habíasela
autorizado para emitir títulos de crédito al 15 %, por 5.000 pesos. (Ley
Ag. 25/871).
» 1878 3.197 »
» 1879 3.230 »
» 1880 3.017 »
284 Apenas lo necesario para pagar el sueldo del secretario, el alquiler de casa y los útiles de
escritorio.
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
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En esta situación dictóse la ley de Noviembre 8 de 1872, declarando que
todas las autoridades municipales serían elegidas por el pueblo de los
respectivos municipios sin ingerencia alguna del gobierno provincial. Se
consideraban municipios aquellos núcleos cuya población llegase á 1.500
habitantes (aparte de las colonias que por su contrato de fundación
gozaran del mismo beneficio). Dotóseles de recursos propios, entre los
que figuraba la antigua sisa285. Dióse á los extranjeros el derecho de votar.
En caso de conflicto entre las municipalidades y el P. Ejecutivo de la
Provincia, debía dirimir la contienda el Poder Judicial. Por ley de
Diciembre 2 del mismo año, amplióse la autonomía, encomendando á las
municipalidades nombrar los Jurados que debían conocer en los delitos
de imprenta. El pueblo elegía á los Jueces de Paz: á partir de 1874 (Ag. 13)
la ley de Educación Primaria encargó al pueblo también la elección de las
Comisiones Locales que debían nombrar á los preceptores, construir las
escuelas y manejar los recursos dedicados á instrucción pública. Los
médicos locales eligieron en cada ciudad el respectivo Consejo de
Higiene.
Bien pronto la práctica hizo recordar que los hombres viven más por
sus necesidades que por sus leyes. Los propietarios que al principio
esperaban ver valorizarse las tierras urbanas con el nuevo sistema, bien
pronto se desengañaron: el primer efecto de la municipalidad fue
aumentar los impuestos. El maestro costeado por los vecinos –
analfabetos en su mayoría – significó perjudicar á los vecindarios pobres,
que ni podían costearlo ni sabían elegirlo. El edificio escolar, librado á la
potencia económica del villorrio, no pudo construirse.
La designación de autoridades motivó un sin número de conflictos y
enemistades, sin aportar ventajas positivas á los vecinos, ya que era
posible que el gobierno eligiese candidatos en una esfera más amplia que
la de los villorrios de campaña. A los diez meses de concedida la
autonomía escolar, se hizo necesario entregar de nuevo al P. E. el
gobierno y la administración de las escuelas de la provincia. (Ley de
Junio 28/875). Con harta elocuencia hablan los documentos oficiales de la
época.
El P. E. tuvo que volver á nombrar Jueces de Paz, y en 10 de Octubre de
1877, una ley especial suprimió la Municipalidad de la colonia Bernstad.
285Los impuestos municipales seguían siendo casi los mismos que bajo el virreynato. Gravaban
los artículos da consumo y edificación, principalmente.
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
-- 250 --
Los vecinos de San Gerónimo llegaron hasta solicitar se les librara de su
autonomía. En San Carlos, pasó algo peor:
Santa Fe, Setiembre 23, de 1878.
El Gobierno de la Provincia.
CONSIDERANDO:
1.º Que la Municipalidad de la Colonia San Carlos está acéfala desde el 1.° de
Enero del corriente año en que terminó el mandato de los miembros que
componen la Corporación sin que haya podido hacerse nueva elección,
por la oposición de sus vecinos que han representado al Gobierno en
diversas ocasiones, contra los abusas de la Corporación Municipal.
2.º Que el Juzgado de Paz se encuentra en las mismas condiciones por haber
terminado su período el elegido por el municipio en la misma fecha.
3.° Que es indispensable proveer á la colonia de las autoridades
indispensables para el mantenimiento del orden, y del régimen
municipal.
4.° Que la razón principal aducida por los colonos para oponerse á la
práctica de nuevas elecciones, es la de los exagerados impuestos que se
hacen pesar sobre el vecindario y el del destino de estos recursos al
mantenimiento de un excesivo número de empleados en vez de obras
públicas y otras de beneficio común.
5.° Que el servicio municipal puede hacerse con gran economía por los
empleados de la autoridad política del lugar, sin gravar con estos gastos á
los habitantes del municipio.
DECRETA:
Art. 1. Hasta tanto se pueda reorganizar la Municipalidad de San Carlos,
ejercerá sus funciones una comisión compuesta del Sub-delegado Político
del lugar, como Presidente, y los señores D. Miguel Taberna, D. Isidoro
Fabre y D. Federico Sigel, debiendo el primero hacer el servicio
municipal con los empleados de la Sub-delegación.
Art. 2. La Comisión solo recaudará el 50 % de los impuestos según las
Ordenanzas Vigentes, por cuanto el otro 50 % se empleaba en gastos de la
Administración Municipal.
Art. 3. La Comisión propondrá al Gobierno el empleo que debe hacerse
de esta renta, sin que pueda ser destinada á objetos que no sean en
beneficio común del municipio.
ஐ ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE SANTA FE (1909) ஐ
-- 251 --
Art. 4. La Comisión manifestará al Gobierno cuando sea posible
proceder, por nuevas elecciones á la reorganización, de la Municipalidad
por el voto popular y someter á su aprobación los reglamentos y
ordenanzas que crea conveniente adoptar en su administración
provisoria.
Art. 5. Mientras no sea nombrado un Juez de Paz por el Municipio,
desempeñará sus funciones el Sub-delegado de la colonia, D. Francisco
Zucchi, con el sueldo señalado por las Ordenanzas Municipales.
Art. 6. Queda la Comisión autorizada para nombrar un. secretario,
cuyo sueldo determinará, y será pagado de las rentas municipales.
La intensa agricolización del territorio disponible –ensayada con más
ahinco que recursos – trasparentaba una idea de Tácito: eficacia de los
labradores como elemento de orden. Por medio de inmigrantes, la
población se elevó de 90.000 á 135.000 habitantes en seis años (1869-1875),
sin que ello significara disminuir los inconvenientes de la naturaleza.
Poco ó nada podía hacerse contra las sequías, las heladas y las lluvias á
destiempo. Nada, contra la inundación que en 1878 arrasó las riberas.
Pero cupo al gobierno el honor de dictar la segunda ley sobre extinción
de la langosta que se aplicó en la provincia: desde la rudimentaria
tentativa de Felipe III en 1619, nada serio se había llevado á efecto, ya por
falta de brazos, ya porque los estancieros considerasen al acridio como un
abono llovido del cielo. La ley de Noviembre 10 de 1877 impuso á todos
los varones útiles el servicio personal obligatorio, permitiendo rescatar
con dinero esa obligación286. Por fin se combatía al secular enemigo, cuya
invasión asumió terribles proporciones en 1874 y produjo serios
perjuicios en 1875, permitiendo la venta de harinas de Chile en la plaza
del Rosario mientras el país entero se agitaba en dolorosa crisis.
Las oscilaciones bruscas en los precios transformaban á la agricultura
en un juego de azar: en 1872, la fanega de trigo287 valía ocho pesos; en
derredor de doce, el año 1875; más de diez y seis, en 1877; algo menos de
seis, á principios de 1882. Imposible formular cálculos, siquiera
286 Tres años más tarde, (Set. 18/880), una segunda ley autorizó al P. E. para compeler á los
vecinos á extinguir el acridio bajo pena de multa. Y el 2 de Octubre subsiguiente, una nueva
ley nombraba comisiones á ese efecto, recomendando como medios de destrucción la trilla
con yeguas, el incendio de campos, la construcción de zanjas y el arado en los desoves.
287 De quince arrobas.
ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
-- 252 --
aproximados de lo que rendirían las cosechas. A veces se traía trigo
desde Santiago del Estero, en carretas, y competía con el de Santa Fe288.
Trillábase á yegua, porque las primeras máquinas, muy imperfectas,
encarecían los precios en un 10 % (1878): el trigo maquinado era objeto de
cotizaciones especiales. El maíz valía tan poco que rara vez costeaba los
gastos de recolección: en ocasiones se le usó como combustible, por falta
de salida. Hacia 1875-6 los precios subieron de $ 5.50 á 7 los cien
kilogramos, para volver muy luego el tipo normal de 2.50 á 3$. En 1878,
descendieron hasta 1.80. Al año siguiente (1879), fue posible por primera
vez enviar cereales á Europa una vez cubierto el consumo local, y tocó á
los colonos de Santa Fe dar una nota de verdad en el cuadro de ficciones
que cimentaba á la República entera, desbordando en torrentes de
oratoria en los parlamentos.
Por su parte la ganadería siguió una marcha ascendente. Cuando en
1875 la Sociedad Rural comenzó sus exposiciones en Buenos Aires,
calculábase que vivían en los campos de Santa Fe:
Cabezas de ganado vacuno 1.100.000
» » » lanar 4.500.000
» » » equino 255.700
Si el problema de producir tropezaba con dificultades, no era más
sencillo resolver el de los transportes. Hacia el Oeste la colonización
había llegado hasta Pilar, á 13 leguas de la costa. Más allá, el flete
consumía los productos. No había caminos, y fuera de la zona servida
por el ferrocarril Central Argentino, el transporte terrestre hacíase como
en el siglo XVIII. Las tarifas eran bastante más elevadas que hoy289, el
telégrafo un lujo290, caro y malo el correo.
Tan evidente resultaba la ventaja del ferrocarril, veíase tan claro que él
mataría al desierto y al indio, que todos los hombres de empresa
auspiciaron en aquella época la construcción de nuevas líneas férreas.
Cuando hoy se piensa en que toda la provincia carecía de recursos para
288 Por el camino de los Sunchales, guarnecido á medias contra los indios.
289 En 1871, costaban los pasajes:
De Rosario á Buenos Aires, 12 á 16 patacones, por el río.
De Rosario á Santa Fe, 8 patacones. 290 Tarifas del F. C. C. A:
Las 10 primeras palabras, $ 1.50.
Cada 10 siguientes, $ 0.75.
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-- 253 --
costear un presupuesto de cincuenta mil pesos mensuales, sorprende en
verdad la juvenil confianza con que aquellos fríos negociantes tomaban
en serio sus propias ilusiones. En 1880, no había en Santa Fe más
ferrocarriles en explotación que los existentes diez años antes, al
inagurarse el Central Argentino: salvo Tucumán, Córdoba y Buenos
Aires ninguna capital de provincia era abordable por tren.
Y sin embargo, florecieron desde 1870 á 1880 tales y tantos proyectos,
que diríase á la provincia entera presa de la fiebre de los transportes:
alambres-carriles á vapor; ferrocarriles del Rosario á Buenos Aires (Ley
Febrero 7, 1872); ferrocarriles de Santa Fe al Oeste, construibles con los
recursos de la provincia y por medio de empréstitos (ley 20 Junio-72);
tranvía á vapor del Rosario á San Lorenzo; colonización con tres mil
familias mediante otro ferrocarril concedido por 99 años (Aarón
Castellanos, 7 Sbre.-72); nuevo ferrocarril al Oeste (Enrique
Zinmermann); nuevo proyecto de colonización con 4.000 personas (De la
Fuente, ley Dic. 7-72); ley de concesión de garantías al F. C. del Oeste
(Julio 28-73); ferrocarril de San Carlos á Córdoba (Octubre 18-73);
ferrocarril de Rosario á Esperanza, Salavina y Santiago (Oroño, 1873);
restauración del viejo camino español de Reconquista al Bracho (Iriondo,
1870); ferrocarril á las colonias (Septiembre 10-75); ferrocarril de Santa Fe
al Rosario (Septiembre 10-78).
Tocó á otros hombres y otros gobiernos inaugurar estas líneas, que
marcando en sus primitivos autores tan solo un buen deseo,
exteriorizaban también casi todos una idea práctica: construir
ferrocarriles perpendiculares al río. –Después vinieron los absurdos
ferrocarriles paralelos al rio, que obligaron á la mercadería á salir por
determinado puerto, pagando enormes acarreos.
La instrucción pública siguió sufriendo los efectos de la pobreza
ambiente, á despecho del vigoroso impulso dado por los hombres del
gobierno. Tres presidentes (Mitre, Sarmiento, Avellaneda,) agotaron sus
esfuerzos difundiéndola.
En 1872, sobre las dos mil leguas del territorio efectivo de Santa Fe,
apenas existían 40 escuelas. Dos años más tarde, el 60 % de los niños de
las colonias eran analfabetos. En 1876, la ley provincial de Instrucción
Pública, sentó el principio de que todo padre ó tutor que no enviase sus
hijos ó pupilos á la escuela, sería pasible de multa ó prisión hasta dos
meses; pero no habiendo escuelas bastantes, ni maestros, ni dinero para
costearlos, ni locales apropiados, esa disposición fue una bella frase
agregada á las abundantes de la literatura oficial. La nación, que
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-- 254 --
teóricamente pasaba subsidios con fines educativos, solía cumplir sus
promesas con un año de atraso, y más: en tales condiciones, solo
pudieron ser maestros de escuela, ú hombres abnegados que disponían
de recursos propios, ó personas de preparación dudosa cuya indigencia
les obligaba á aceptar el puesto. Así y todo desde 1872 á 1878 fundáronse
en derredor de noventa escuelas, lo que sin duda hace honor á quienes
las auspiciaron.
Diversas medidas de carácter administrativo complementaron la obra,
cimentada en el orden nacional, por la vigencia del Código Civil que
destruyó las viejas trabas opuestas á la subdivisión de la propiedad
(1871). Publicación mensual de las cuentas, promoción de bibliotecas
populares, nacionalización de los estudios jurídicos hechos en el colegio
de los Jesuitas, reforma de la constitución, obligación de hacer
cementerios en todos los centros poblados, nueva creación de los
antiguos depositarios judiciales, caminos, puentes, construcción del
colegio nacional del Rosario, censo de población, Código de
Procedimientos, agentes de inmigración, fomento de mensajerías,
prohibición de explotar montes fiscales, adopción del metro como unidad
de medida, caja de jubilaciones para empleados, telégrafos, proyecto de
penitenciaría interprovincial, (para Santa Fe, Entre Rios y Corrientes),
creación del Banco Provincial, circunscripción judicial en Coronda.
Dos hechos de resonancia nacional, cerraron el período: la definitiva
derrota de los indios llevada á cabo por un ejército á las órdenes del
coronel Roca (elevado á la presidencia de la República poco después) –y
la resolución del viejo problema de la ubicación de la Capital Federal,
pendiente en realidad desde 1810. A partir de 1862, en que se la
estableció provisoriamente en Buenos Aires (donde existía también la
capital de la provincia del mismo nombre) el tema fue revistiendo
actualidad en diversas épocas. Durante muchos años pareció que había
de ubicársela en algún punto de la provincia de Santa Fe: los diversos
proyectos no pasaron, quedó sin aceptarse la oferta de tierras hecha por
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ஐ Álvarez, Juan (1878-1954) ஐ
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el gobierno santafecino, y desvaneciéronse las especulaciones
intentadas en el Rosario con tal motivo291.
En 1867, el gobierno nacional entregó al provincial de Buenos Aires la
jurisdicción de la ciudad, quedándose en ella de simple huésped; y esta
incómoda situación resolvióse recién en 1880292 por la fuerza de las
armas, no sin que tropas santafecinas intervinieran también entonces en
la solución del conflicto. Desde el campo de la Chacarita, telegrafiaba con
justicia el presidente de la República al Gobernador Iriondo (Junio
13/880):
«Santa Fe produce á la verdad labradores y soldados. Son las tierras
feraces que dan por año dos cosechas……
Nicolás Avellaneda.»
291 En 1867 la provincia dictó una ley cediendo á la nación las tierras necesarias para instalar la
Capital Federal; y en el mismo año, la Cámara de Diputados resolvió ubicarla en el Rosario,
sin que el proyecto llegara á ser ley, hasta 1873 (Set. 16), fecha en que ambas Cámaras
nacionales lo aprobaron como sigue (Ley N° 620):
Art. 1°.–Desígnase para Capital de la República la ciudad del Rosario, con el espacio
comprendido entre los arroyos Saladillo y Ludueña, con dos leguas de fondo desde el Río
Paraná al Oeste.
Art.2°.–Serán nacionales todos los establecimientos públicos ubicados dentro del territorio
designado por el artículo anterior.
Art. 3°.–Los artículos 1° y 2° de esta ley serán ratificados por la Legislatura de Santa Fe, de
acuerdo con la cesión que hizo por la ley de 28 de Julio de 1867.
Art. 4°.–El día 1º de Enero de 1877, las autoridades nacionales fijarán su residencia en la Capital
de la Nación.
Art. 5º.– La jurisdicción y los derechos que establece la Constitución en el territorio de la
Capital de la República, se ejercerán desde la traslación de las autoridades federales á la
ciudad del Rosario.
Art. 6º.– El P. E. invertirá de rentas generales, quinientos mil pesos anuales en la ejecución de
esta ley.
La sanción no pasó por haberla vetado el presidente Sarmiento (Setiembre 20). No hubo en el
Senado mayoría suficiente para insistir.
292 En 1882, la fundación de la ciudad de La Plata, permitió separar á la capital de la República
de la capital de la provincia de Buenos Aires.
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XII
Factores de progreso durante
los últimos veintisiete años.
(1881-1908)
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Tan distinto es hoy el país de lo que fuera en 1880, que en realidad
sorprende cómo haya podido operarse en tan poco tiempo semejante
transformación. Desaparecidas, como ante la varita mágica de un genio,
la pobreza y la miseria293. Desaparecidas ó sometidas para siempre las
tribus indias; ampliado el territorio á ciento treinta y dos mil kilómetros
cuadrados; elevada la población á 800.000 habitantes, á 580 las escuelas, á
1474 los maestros. LA FIESTA DEL ÁRBOL, sustituye al vieodio al árbol.
Estaciones telegráficas comunican á los bosques del Chaco, con las
ciudades del mundo entero. La educación es laica. No existen ya, el
laberinto en materia de pesas y medidas, la confusión en los cambios, la
inseguridad de los títulos de propiedad, las fluctuaciones del oro.
Universidad bibliotecas públicas, colegios de segunda enseñanza,
escuelas agrícolas é industriales, mejoras en la administración de justicia,
servicios sanitarios en las ciudades, pavimentos, puentes, caminos,
ferrocarriles, puertos. Disminuido el coste de los fletes y pasajes, y la
tarifa de correos. Centuplicado el valor de la tierra. Elevada á un millón
de toneladas la cosecha anual de trigo, á cerca de millón y medio la de
maíz, á tres millones y medio el colosal rebaño de las vacas, más un
millón de ovejas y otro millón de cabezas de ganado equino.
¿Es absolutamente imputable esta transformación al movimiento
político ocurrido en la ciudad de Buenos Aires el 25 de Mayo de 1810 y á
las declaraciones hechas por el Congreso de Tucumán el 9 de Julio de
1816? La contestación parece fácil: con ó sin la guerra de la
independencia, hubieran actuado los factores de progreso
independientes de ella, como actuaron en Cuba, que permaneció siendo
colonia española hasta fines del siglo XIX, y como obran en muchas otras
regiones gobernadas por monarcas absolutos ó conquistadas á viva
fuerza y privadas de su independencia primitiva. Eliminar al gobierno
293 En diversas partes de este libro, he utilizado como término de comparación con la provincia
de Santa Fe, á la provincia de Corrientes. He aquí la forma en que la primera ha prosperado
respecto de la segunda:
Años Corrientes Santa Fe
1825 53.600 10.400
1861 117.545 56.272
1907 1.699.786 9.418.363
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español significó eliminar un obstáculo. No era el único ni el mayor de
los que se oponían al progreso del Río de la Plata; y por eso, cincuenta
años después de la independencia el estado del país no revelaba gran
florecimiento. Conviene recordar que la libertad de comercio, para
producir resultados, requiere dos partes interesadas cuando menos. Así,
obtenido por medio de la guerra el derecho de comprar y vender á
Inglaterra que España nos negara, hace pocos años, en plena paz,
Inglaterra cerró sus puertos á los ganados argentinos, porque convino á
sus intereses. Algo parecido puede argumentarse apropósito del
progreso intelectual: la Universidad de Córdoba fue fundada bajo el
imperio de un absolutismo que no admitía réplicas; el Colegio Nacional
del Uruguay debió su nacimiento á un gefe militar cuya voluntad
primaba sin control. No es mi ánimo forzar el argumento; pero creo que
nada expresa con más claridad lo que deseo decir, que el ejemplo de don
Juan Manuel de Rozas aboliendo la esclavitud y el tráfico de negros. Las
leyes se orientan hacia el ideal, los hechos responden á ineludibles
necesidades.
Cada generación ha dejado huellas profundas de su paso, y puede
repartirse justicieramente entre todas el honor de haber alcanzado el
puesto que ocupamos entre las naciones civilizadas. La independencia
dejó cerrados los ríos: preciso fue que hombres venidos después, los
abrieran. La revolución de Mayo distó cuarenta y tres años de la
Constitución, la Constitución estuvo lejos del momento en que fue
posible suprimir al desierto y al indio.
Después, pasaron años antes de conseguirse el actual progreso.
La heráldica local pinta bien las etapas del
camino y permite dar á cada cual lo suyo.
Primero, en el escudo de la provincia, la
lanza, del ginete blanco dominando á las
flechas del indio.
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-- 262 --
Luego, en el Rosario, el brazo
que hace flamear por primera vez la
bandera argentina, el nuevo
puerto, los útiles rudimentarios
de la agricultura294.
En Esperanza, el ancla simbólica sobre
dos gavillas de trigo: la confianza en el
trabajo, alentando á hombres venidos de
tierras lejanas.
294 Doy un facsímil del escudo usado actualmente por la
Municipalidad del Rosario. Parece ser no obstante, que el primitivo escudo difería en algo.
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-- 263 --
En la ciudad de Santa Fe, la madre
vieja, el doloroso recuerdo de todas las
Convenciones, de todos los
ensayos hasta la Constitución
definitiva, nimbados de laureles
entre la primera tentativa separatista del
siglo XVI (1580) y la fecha inicial de la
independencia en el siglo XIX
(1810).
Por último, en Casilda, la ciudad nueva,
el triunfo del ferrocarril sobre el desierto, la
locomotora cruzando triunfante por entre
las espigas doradas por el sol.
Entre los factores independientes de la
violencia, la religión y la guerra, pienso que se destacan con relieves
inconfundibles los siguientes:
AUMENTO DE LA SUPERFICIE EXPLOTABLE.
Expulsados los indios que ocupaban el territorio sin sacar de él más
partido que la cría de algunos ganados, ha sido posible aumentar la
cantidad de cereales, aún cuando no aumentase la potencia productiva
de cada hectárea sembrada (el abono artificial y el riego no han sido
ensayados ni se aplican en los campos de la provincia constituyen una
reserva para el futuro)295. Esa misma extensión defiende contra los riesgos
295 En el último tercio del siglo diez y nueve –precisamente cuando estaba en todo su apogeo el
esfuerzo colonizador – algunos sabios, estudiando la composición de las pampas
argentinas, dedujeron que la llanura no produciría cereales. Formulaban esta ley: «No se
debe dedicar á agricultura luna tierra nueva, sino á condición de reemplazar la vegetación
existente por otra inferior». Y sin precisar bien qué era «vegetación inferior», parecían
aconsejar que se eligiese para los cultivos, las tierras boscosas del Norte, –ó sea las que peor
resultado dan en materia de cereales. Los miles de labradores que desoyendo á Burmeister
sembraron trigo y maíz, han probado hasta qué punto puede ser perjudicial esa ciencia que
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-- 264 --
naturales de la agricultura. Cuando el territorio explotable se reducía á
pocas leguas, podía darse el caso de que mangas de langosta las
invadieran por completo, ó las azotase una helada, ó se vieran totalmente
perjudicadas por la sequía ó las lluvias excesivas. Es evidente que tal
posibilidad se aleja aumentando la zona cultivada y variando los cultivos
en forma que las invasiones de langosta, susceptibles de dañar el trigo,
lleguen á destiempo para el maíz.
POBLACIÓN DE ESA SUPERFICIE POR INMIGRANTES
EUROPEOS
Librada á sí misma la población criolla, aún en las mejores condiciones
de vitalidad el país hubiera seguido despoblado. Los doce ó quince mil
habitantes de 1810 no hubieran podido producir ocho cientos mil un siglo
después, so pena de que los nacimientos fueran tales que duplicase la
población cada quince años, esto es, en proporción no alcanzada jamás
por nación alguna. Del mismo modo era imposible que los 200.000
pobladores del año 1880 se encontrasen cuadruplicados á los veinticuatro
años. Han sido los extranjeros quienes poblaron la región, como se
demuestra por los censos y las tablas demográficas: los niños son
argentinos por nacer en territorio argentino; pero muchos de ellos
proceden de padre y madre extranjeros. Es curioso como esos hijos de
extranjeros resultan más apegados al país que los propios hijos de
argentinos, y cómo éstos se sienten lastimados al comprobar que se ha
vuelto una realidad el bello gesto de los constituyentes de 1853, que
abrían el territorio á todos los hombres de buena vuluntad que quisieran
fecundarlo. Se diría que no dan á esta invitación más alcance que el de
una fórmula cortés, y que los recién llegados han hecho mal en
considerarse iguales á los venidos antes. De aquí nace el vago anhelo de
que los argentinos con progenitores criollos constituyan una especie de
aristocracia que prime sobre los procedentes de padres extranjeros; y de
aquí también la utopia de constituir una nacionalidad argentina, á base
de piel morena y antepasados ilustres.
La asimilación comenzada hace medio siglo puede imputarse á los
últimos treinta años: cada día disminuye más el choque entre los hijos de
la tierra que se sienten orgullosos de ser descendientes de aquellos
extranjeros que el siglo XVI fundaban aldeas mezclando su sangre con
mujeres indias y formando hogares con hijos mestizos, y los hijos de los
se declara vencida á priori. Cerca de ochocientas colonias agrícolas, prosperan hoy sobre la
pampa, declarada estéril por el cientificismo.
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extranjeros llegados en el siglo XIX, que á su vez sienten el orgullo de
haber construido con sus propios brazos las ciudades nuevas. Esos
extranjeros se adaptan al país y en él se arraigan para no volver á sus
patrias de origen, donde casi siempre jugaban un rol social y financiero
inferior al que en Santa Fe se han conquistado.
Es sensible que la mayoría de los inmigantes actuales pertenezca á
clases cuya cultura general es inferior á la de los braceros argentinos296,
porque así se complica enormemente el problema de la instrucción y la
higiene pública. Cada buque cargado de inmigrantes significa un
aumento los analfabetos en la provincia y un nuevo obstáculo para la
limpieza de las ciudades. Debido á ello la edificación de las campañas
sigue ofreciendo aspectos desagradables, y las escuelas, apesar de
aumentar año tras año, resultan siempre insuficientes. Los recien llegados
ó sus hijos las utilizan y no las costean. En muchas partes, los gauchos
semi-salvajes han sido sustituidos por europeos igualmente toscos. Sobre
el territorio florecen colonias, pero no obras de arte: la cultura no recibe
más impulso que el que le da el gobierno297. De este modo, el simple
aumento de la población basta para hacerla retroceder intelectualmente,
y el pais no puede cumplir debidamente su misión de educar á las turbas
que Europa mantiene embrutecidas, sin solución alguna para su
ignorancia y su miseria. Entretanto, como ningún elemento deja de pesar
en la vida de los pueblos, nuevas costumbres sustituyen á las antiguas. El
foot ball se torna juego popular la destreza en el manejo del caballo deja
de ser característica, el uso del lazo se pierde. Junto con los europeos que
compensan su ignorancia con el esfuerzo muscular que ofrecen, llegan
los europeos cultos, los hombres de empresa. Y llegan también los que
para nada sirven, los elementos perjudiciales. Existen hasta invasiones
periódicas, cuyo objeto es simplemente recolectar la cosecha.
Quizá conviniera no perder de vista la circunstancia de que la provincia
de Santa Fe es hoy uno de los lugares más ricos del planeta, porque los
beneficios de un máximum de producción se reparten entre un mínimun
296 Un libro recientemente editado por Mario Carrara y Paola Lombroso explica en qué estado
de barbarie viven los campesinos de ciertas regiones de Italia 297 Hasta ahora el gobierno tropieza con serias dificultades para hacer pagar al inmigrante ó al
colono, la justicia y la instrucción pública que les presta en forma rudimentaria. Por lo
general el impuesto grava al dueño del campo y al comerciante de la campaña, quienes
explotando al labrador vienen á ser algo así como intermediarios en la cobranza. Es exacto
que los capitalistas se han apoderado de la tierra; pero no es menos exacto que quien
valoriza á la tierra es el trabajo. «Capital» viene á significar en las llanuras argentinas
«trabajo acumulado», No resulta pues fácil gravar al capital sin afectar al trabajo.
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de productores. Es evidente que si no se encuentra el medio de hacer
rendir más á la tierra, ó de ampliar la superficie explotable, la llegada de
nuevos elementos disminuirá la parte que á cada uno corresponda.
Desde luego esa parte se distribuye hoy con dudosa equivalencia: el que
llegó antes, (propietario arrendatario primitivo) explota al que llega
después y no tiene otro capital que sus brazos, seguro de que por mucho
que le explote aún la víctima saldrá ganando con haberse establecido en
el país. Este es un resultado de la libertad de transaciones, que en la
forma en que hoy la entendemos, se parece bastante á la libertad de
ratificarse que se concedía á los torturados en el tormento durante el siglo
XVI: de no ratificarse, volvían á la tortura. El momento actual parece
desfavorable para todo lo que importe dar al estado facultad es para
intervenir en los contratos leoninos.
INFLUENCIA DEL FERROCARRIL
El camino de hierro no solo ha aproximado á los pobladores de parajes
distantes, si no que ha hecho posible la venta internacional (exportación)
de productos que antes no podían utilizarse más que en el consumo local.
El transporte en carretas tiradas por bueyes ó caballos, era
incomparablemente más caro que el transporte en tren: aún para
distancias relativamente cortas, equivalía á gran parte del producto
acarreado. En trayectos largos, absorbía por completo su valor,
impidiendo toda competencia. Así298, acarrear en el año 1883 mil
kilogramos desde Candelaria á Rosario, en carros (54 kilómetros), costaba
4.20 $ oro. En Julio de 1908, el mismo transporte en tren, costaba solo
1.29299. Hoy un maquinista, un foguista y un guarda, pueden conducir en
un solo día lo que acarreaban en un año todas las carretas santafecinas
juntas, con sus rebaños de bueyes y su ejército de conductores. Este
abaratamiento puede apreciarse con toda claridad en aquellos puntos en
que el ferrocarril entra bruscamente en contacto con los elementos
primitivos de trasporte. Así, salvar la distancia que separa á Bolivia de
Buenos Aires cuesta hoy (para pasajeros) tres veces menos que recorrer
en territorio boliviano, en diligencia, los sesenta kilómetros inmediatos.
De este modo, el ferrocarril permitió sembrar trigo en San José de la
Esquina primero, en la frontera Oeste más tarde, y en la provincia de
Córdoba actualmente. Sobre el mapa de Santa Fe puede comprobarse la
influencia pobladora del ferrocarril: las aldeas, las colonias, las villas,
298 El dato procede de los libros de cuentas de don Carlos Casado. 299 Más un centavo y medio papel, por tonelada, en concepto de arrastre hasta el puerto.
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nacen y se agrupan á lo largo del riel, como simples prolongaciones de la
estación y del hilo telegráfico anexo. Es el ferrocarril quien ha permitido
explotar las riquezas forestales de los bosques del Norte, é incorporar el
quebracho á la industria mundial.
No ha desaparecido en absoluto el inútil gasto del carro. En muchos
casos la vía férrea dista varias leguas del sitio de producción, y fuerza es
salvar el intérvalo por medio de tracción á sangre. Pero no está lejano el
momento en que los cereales, vayan directamente de la chacra á la
bodega del vapor, eliminando braceros y envases. Además, un nuevo
elemento de baratura interviene: al lado de los ferrocarriles primitivos
surgen vías nuevas, angostas y económicas, que no tienen necesidad de
resarcirse de las pérdidas sufridas en años anteriores, cuando el desierto
aún existía.
INFLUENCIA DE LA PAZ
Desde 1880, ninguna guerra nacional ha estallado. La paz solo ha sido
seriamente alterada en dos ocasiones (1890, 1893) por revoluciones de
carácter nacional: la tentativa de 1905 apenas influyó una semana en la
vida ordinaria de la nación. Ninguna revolución de carácter local se ha
producido en la provincia durante ese largo período y todos sus
gobernadores han sido hombres civiles, letrados en su mayoría300. La falta
de guerras significa obras públicas, confianza, llegada de capitales y
rebaja del interés. Del 12 por ciento ha descendido casi á la mitad.
LAS MÁQUINAS AGRÍCOLAS
Constituyen, sin duda, una de las claves del actual estado de cosas, y
demuestran el error de creer que nuestros sistemas de cultivo sean muy
atrasados: mediante las máquinas, un mínimun de productores obtiene
un máximum de producción. Para sembrar y segar á brazo el territorio
santafecino, y trillar á yegua el millón de toneladas de trigo, hubiese sido
necesaria una población tan densa como la que hoy vive en los lugares de
300 He aquí la nómina de los gobernadores de Santa Fe desde 1880 hasta hoy. En 28 años no
figura en ella un solo militar, No hubo otro clérigo que el Dr. Zavalla.
Bajo la presidencia Roca (1880-86): Dr. Simón de Iriondo (reelecto); Dr. José M. Zavalla; Dr. José
Gálvez.
Bajo la presidencia Juárez Celman y vice-presidencia Pellegrini (1886-92): Dr. Juan M.
Cafferata.
Bajo la presidencia Sáenz Peña y vice-presidencia Uriburu (1892-98): Luciano Leiva.
Bajo la segunda presidencia Roca (1898-1904): Juan B. Iturraspe; Dr. Rodolfo Freyre.
Bajo la presidencia Quintana y vice-presidencia Figueroa Alcorta (1904-1910): Dr. Pedro Á.
Echagüe.
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Europa en que así se trabaja. La pobreza hubiera sido su natural
corolario. Una familia puede explotar mediante el uso de máquinas, cien
hectáreas anuales y embolsarse la parte de esas hectáreas que el
propietario del campo le conceda por el contrato. De no existir máquinas,
es seguro que la misma familia no podría cultivar diez hectáreas301.
INFLUENCIA DE LOS CAPITALES EXTRANJEROS
Demostrado que las llanuras de Santa Fe producían, una oleada de
capitales ha llegado espontáneamente al país, valorizando las tierras y
fomentando el abuso del crédito, que es una de nuestras palancas
propulsoras.
SUBDIVISIÓN DE LA PROPIEDAD
Exceptuando la región boscosa del Norte de la provincia –donde
todavía se mantienen los latifundios y donde el señor del campo vive
poco más ó menos como los encomenderos españoles– el territorio está
ya fraccionado. Cerca de veinticuatro mil lotes de cultivo señala el último
censo (1908). Esos lotes, que pertenecen indistintamente á extranjeros y
argentinos, están libres de todas las viejas trabas creadas por España:
hipotecas tácitas, enfitéusis, mayorazgos. El Código Civil las barrió.
Antes de que la ley diera forma eficaz á las subdivisiones, la industria
privada había resuelto el arduo problema de separar unos fundos de
otros, en un país sin árboles, donde la llanura no presentaba accidentes
utilizables. El cerco de alambre, ha ejercido una influencia imposible de
olvidar en la explotación de la pampa. Alejó á los ganados de la tierra
301 El Dr. Juan B. Justo en, su «Teoría y práctica de la Historia», inserta algunos interesantes
datos tomados de una investigación llevada á cabo en 1895 por el Departamento de Trabajo
de los Estados Unidos. Helos aquí: Para obtener cuarenta bushels de maíz amarillo,
desgranado, trabajando sobre un acre, se necesita:
con arado y rastra simples, aporcador para marcar los surcos, sembrando á mano, cubriendo la
semilla con la azada, carpiendo con el aporcador, cortando las plantas con cuchillo,
deschalando con clavija, desgranando y dividiendo el forraje á mano (año 1855), 236 horas y
49 minutos de trabajo humano (secundado por la acción del caballo);
con arado múltiple, rastra de discos tirada por cuatro caballos, máquina sembradora, carpidor
de dos caballos, máquina segadora, máquina para deschalar y picar la chala,y desgranadora
á vapor (año 1894), 75 horas y 16 minutos.
El mismo doctor Justo hace notar que los métodos primitivos para la trilla del trigo exigen 32
veces más tiempo que la trilladora moderna y dejan en la paja hasta un 20 % del grano.
Hace notar asimismo que usando elevadores, la carga de 1.000 bushels de trigo, requiere
menos de nueve horas, en tanto que son necesarias treinta y siete, efectuando el trabajo á
hombro.Y transcribe el cálculo de Engel, según el cual, el costo de transporte horizontal de
una tonelada ( á un kilómetro de distancia) era (año 1880) de 0.4 centésimos de marco con
locomotoras á y por; de 11.7 con caballos; y de 52.5 con la sola fuerza muscular del hombre.
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sembrada, eliminando al pastor. Impidió que unas haciendas se
mezclaran con otras y esterilizaran los ensayos de cruza y refinamiento
de sangres. Evitó cantidad de conflictos entre vecinos, opuso una valla
casi infranqueable al ladrón de ganados, permitió mantener prados de
reserva, é hizo inútil toda tentativa de fuga de las tropillas302.
Al principio, como el alambre era caro y los postes baratos, los cercos se
hacían con muchos postes ó uniendo con dos ó tres hilos, los troncos de
paraíso que bordeaban las propiedades. Una zanja complementaba la
defensa. Después, con el aumento de la riqueza y la baratura de los
alambres, fue disminuyendo el número de postes y aumentaron los hilos,
haciendo innecesaria la zanja.
LOS MOLINOS DE VIENTO
Han ejercido también una influencia considerable supliendo á los
arroyos. En el interior de la provincia el agua era escasa y sacarla de los
pozos por medio de caballos resultaba difícil. Sin agua, era inútil el
alambrado é imposible la explotación ganadera lejos de la costa del rio.
Una idea humana puso la fuerza del viento, del terrible viento de la
pampa, en contacto con las aguas que corrían á pocos metros de
profundidad sin ser utilizadas. Y de ese modo, uno de los enemigos más
encarnizados quedó vencido303.
No era eso todo. Había que dar agua á los pastos. Otra idea humana vio
en la alfalfa el vegetal que hundiendo sus raices en el subsuelo, podría
aprovechar las aguas subterráneas. Y así, arrancado el viejo pasto puna
mediante oleadas de sudor, fué sustituído por el nuevo forraje
susceptible de ser almacenado. En trece años, desde 1895 á 1908, han
llegado á 758.000 las 133.000 hectáreas primitivas. Más de trescientas
leguas cuadradas sembradas de tal suerte, matizan la vieja aspereza del
paisaje con los tonos claros y alegres del nuevo vegetal. Para la
ganadería, el problema de la sequía está casi resuelto. Es de suponer que
un sistema de irrigación que aproveche la masa de los grandes ríos lo
resuelva también para la agricultura.
INSTITUCIÓN DE LA DEFENSA AGRÍCOLA Y GANADERA
302 Desde 1876 hasta 1907 han entrado al país más de un millón de toneladas de alambre para
cercos.
303 Debido á la falta de pozos, en tiempo de sequía, acumulábase la hacienda, en los campos de
la costa. El año 1858 fue preciso prohibir que se echase más de 2.500 vacas por legua.
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La convicción de que el país lo debe todo á su aptitud para producir
carne, pan y cereales, ha incitado al gobierno á preocuparse de problemas
que durante muchos años parecieron secundarios. Se ha organizado
oficialmente la destrucción de la langosta, de las garrapatas y de todos los
pequeños organismos que afectan á la agricultura y la ganadería,
existiendo ya escuelas é institutos especiales destinados á difundir
conocimientos útiles á los labradores y productores de ganados. El país
puede jactarse de haber visto á su ejército nacional ocupado en la
matanza sistemática de las mangas de langosta.
SISTEMA DE PUERTOS
Después de no pocos esfuerzos, han sido corregidos los errores de Dn
Juan de Garay, y hoy tienen puerto Buenos Aires y Santa Fe. A lo largo
de las barrancas del Paraná se escalonan pequeñas instalaciones,
económicas y prácticas, que bastan para el embarque de cereales y evitan
á las cargas mayores recorridos en tren. Una idea humana tendió planos
inclinados desde las barrancas hasta las bodegas, y por esos planos se
deslizan interminables chorros de bolsas á todo lo largo del río. El
Rosario, el viejo puerto natural de la Confederación Argentina, ha sido
dotado de instalaciones de primer orden. Á esto se agregan dos nuevos
factores de riqueza: la rebaja en los fletes de transporte marítimo (como
consecuencia de los adelantos de la náutica), y la existencia de cables
eléctricos que permiten comunicación instantánea con los mercados
europeos, trasmitiendo día á día sus precios y sus necesidades. En 1861,
cada habitante de la república importaba por valor de $16,3 y exportaba
por valor de $10,4 En 1908, las cifras se han trocado: 18,2 y 23,4;
respectivamente.
ALZA EN LOS PRECIOS DE LOS PRODUCTOS
EXPORTABLES
Tan pronto como fue posible exportar, los precios sufrieron una
revolución favorable al país304. En efecto, por sus prados naturales y por
la uniformidad de la llanura, que admite máquinas agrícolas, Santa Fe
puede producir cereales y ganados más fácilmente que otras regiones del
planeta, donde escasea el terreno ó es áspero y quebrado. Mientras no se
exportó, los precios se regularon por el consumo local: en cuanto
304 Desde 1897 á 1907, los ganados argentinos han aumentado su valor en un 50 % .–(Censo
agropecuario, III, 385).
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sobrevino la exportación, se regularon por los del mercado más
favorable. De ese modo, el maíz que antes no se cosechaba porque no
tenía salida, hoy produce enormes ganancias y atrae la atención de
cantidad de agricultores. Otro tanto ocurre con las carnes: por una parte
ha aumentado el consumo local, á consecuencia del aumento de la
población agrícola; por otra, Europa admite ganados en pié, carnes
heladas ó enfriadas, y carnes en conserva. Y el alza de los precios se
traduce en bienestar para los productores. Sin duda, antes de ser posible
la exportación, existieron cotizaciones locales superiores á los precios
actuales; pero esas cotizaciones se referían á los pequeños lotes del
consumo y estaban influenciadas por las plagas naturales que destruían ó
afectaban las pequeñas extensiones sembradas. De tal modo, sin que
hayan variado gran cosa los precios del trigo en Liverpool durante los
últimos veinticinco años, cada vez va siendo mayor el margen de
ganancia que obtienen los agricultores santafecinos, como consecuencia
del ahorro en los transportes y en la producción. Es exacto que una rebaja
de esos precios en el exterior, la noticia del maíz á tres pesos, por
ejemplo, perjudicaría á la región; pero ni es probable que por ahora se
produzca tal baja ni ella lograría arrancar las vías férreas, destruir los
edificios, cortar los alambrados, cerrar los bañaderos de ganado, cegar los
pozos. El país tiene ya tal suma de capitales y de trabajo incorporados,
que está en condiciones de ensayar nuevos cultivos cuando los actuales
desmerezcan.
*
* *
No ha sido tan grande la transformación del país bajo el punto de vista
de su organización política, y ello se explica fácilmente: no han actuado
en esa materia los mismos factores que en el progreso material. Ni el
capital británico, ni el trabajo italiano. Por desgracia, el sistema
institucional vincula al presente con el pasado.
A despecho de constituciones y decretos podemos lamentar que la
independencia declarada en 1816 no haya modificado gran cosa las
atribuciones reales del poder ejecutivo. La riqueza ha permitido costear
una administración más completa, suavizando el encarnizamiento de las
luchas partidistas; pero hemos prosperado poco en ese sentido, y queda
siempre en pié la posibilidad (comprobada en 1893) de que malas
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cosechas produzcan convulsiones políticas parecidas á las que produjo la
sequía en 1820 y en 1829.
Los extranjeros no votan. Políticamente, apenas si aportan otra cosa,
que ideas monárquicas bien definidas, forman una masa neutra que
dificulta los movimientos de la minoría electora (50.000 votantes sobre
800.000 habitantes). En cuanto á los argentinos acuden á votar algunas
veces, pero sin la convicción del que ejercita un derecho propio. La
mayoría vota porque así lo ordena el caudillo ó la junta de caudillos que
dirige al partido: no son los electores, sinó los jefes quienes designan
candidato y quienes resuelven sin apelación. Si el caudillo ordena
abstenerse de votar, los electores aceptan pasivamente la orden. Si ordena
alzarse en armas, se lanzan á la revolución. El voto es entre nosotros una
modalidad del caudillaje, y se utiliza con igual indiferencia por
gubernistas y opositores.
Sin embargo ya estamos lejos de aquellos tiempos en que se
consideraba inherente á las libertades ciudadanas dar una cuchillada al
primer transeúnte que se negara á prorrumpir en vivas al candidato, más
ó menos como Don Quijote exigía lanza en ristre confesiones favorables á
su Dulcinea. La masa del pueblo no se acostumbra á la idea de que pueda
existir otro gobierno que el poder ejecutivo: en el fondo, sigue siendo
monárquica, supuesto que el caudillo es la monarquía. La policía sigue
pareciéndose á un pequeño ejército en el que encuentran refugio los
criollos de temperamento belicoso. La legislatura continúa formándose
con representantes á quienes se exime de la obligación de rendir cuentas
de su gestión y cuyo mandato es irrevocable: no pasarán muchos años sin
que se convenzan las gentes de que ambas prerrogativas son tan injustas
como las que ejercía el Rey so pretexto de que solo á Dios debía cuenta de
sus actos. Entretanto, los partidos políticos consideran patriótico luchar
porque se cumpla una Constitución que autoriza tales excesos, que no
prohibe el nepotismo, que entrega al jefe del Poder Ejecutivo el derecho
de repartir sin contralor y sin responsabilidades todos los puestos de la
administración pública, transformándole en un distribuidor de la renta.
Felizmente la crueldad de las luchas pasadas ha producido entre nosotros
un ambiente de piedad y los rencores duran poco: el empleado cesante,
esa terrible institución de otros países, no existe aquí, como no existe el
militarismo, á despecho del culto á la revolución. Fuerza es reconocer que
van atenuándose los factores que en el siglo XVI contribuían á la
transmisión del gobierno: el presidente ya no es el rey, el interventor
nacional difiere del comisionado real que iba á poner orden. Las viejas
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autonomías defendidas por el desierto, las distancias y las lanzas del
caudillo local, retroceden conforme desaparecen el desierto, las distancias
y las lanzas, y conforme el presupuesto nacional va ofreciendo á cada
partido local más recursos que los producidos por todas las rentas del
presupuesto provincial juntas. Las provincias no aciertan á confederarse
contra el poder central; y como el presupuesto de la nación es manejado
en definitiva por el presidente, la influencia de los parlamentos ha ido
cediendo también, y dejando cada vez menos campo á la labor de las
legislaturas provinciales.
El derecho de petición se abre camino conforme se torna difícil la vida
de los matones y los condottieri: no hay país alguno que pueda jactarse
de una libertad de imprenta más amplia que la que gozamos. Este
derecho de presionar el amor propio de los gobernantes sin incurrir en
responsabilidades, ha producido junto con muchos inconvenientes, no
pocas ventajas. El cuarto poder no figura en el presupuesto y á él se debe
que vayan siendo verdad muchas de las libertades que se consignaban en
las leyes y que recién van existiendo. Hemos eliminado el asesinato
político, y es enorme el progreso obtenido en cuanto se refiere al respeto
á la vida, si se tiene en cuenta que el gobierno constituye una pequeña
minoría obligada á sujetar por medio de la cárcel y el ejército á las masas
analfabetas, suministrándoles una administración de justicia y una
educación que ellas no sabrían darse.
Bajo el punto de vista del sistema impositivo, es también notorio el
progreso, bien que subsistan las aduanas nacionales, con todos sus
inconvenientes. Por eso el contrabando, la violación de la aduana que
encarece los artículos de consumo, sigue viéndose como un acto lícito de
defensa: la libertad de comercio ha sido una de las tantas libertades de
dudoso alcance. Como lo decía el ilustre general Mitre: estamos en la
república posible305. Entretanto, como el presupuesto del gobierno solo
absorbe una pequeña parte de las rentas de los habitantes, –el
indiferentismo en materia política tiene su razón de ser económica.
Aún distamos de realizar los ideales políticos con que se complacían en
tejer sueños aquellos hombres que hace cincuenta años forjaban frases
para la Historia, sin darles otro alcance que el que pueda dar un niño á
las pompas de jabón que fabrica para que brillen un instante y se
desvanezcan luego; pero ya hay mucho hecho. Ya no es el mismo el
305 Carta al autor, apropósito de la TESIS presentada en 1898 á la Facultad de Derecho y Ciencias
Sociales de Buenos Aires. Julio 4 de 1898.
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territorio, y la naturaleza no pesa sobre nosotros como pesó sobre
nuestros abuelos con toda la desolación de su pobreza. Y si aún no está
vencido el enemigo, si aún los labradores santafecinos escudriñan con
angustia el horizonte en espera de la lluvia, si aún las langostas heridas
por el sol marcan con sus alas puntos luminosos en el espacio, si aún el
río inunda y las heladas destruyen, podemos ya confiar en que esos
males difícilmente alcanzarán á un tiempo á todo el territorio, á todos los
plantíos y á todos los ganados. Con los millones de toneladas que
produce un año bueno y que se almacenan á lo largo de los rieles y los
puertos en líneas de colinas huecas, es posible ya esperar tranquilamente
á los años malos; praderas y arroyos artificiales defienden á las
haciendas; ejércitos de máquinas esperan un impulso para ayudar al
hombre; y ochocientos mil habitantes pueden ya jactarse de que sobre la
pampa domada han dejado de imperar sin contralor los insectos y los
vientos que sobre ella imperaron en otro tiempo como señores absolutos.
Rosario de Santa Fe, 25 de Mayo de 1909.
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Índice
Introducción. . . . . . . . . . . . . . . . . .
I – El país á Conquistar. . . . . .
II – Los primeros jalones: Sancti Espiritus, Corpus Cristi, Buena Esperanza (1527-1572).
III – Primera fundación de Santa Fe. – Fracaso del Puerto proyectado por Garay, (1573-1660). . . .
. . . . . . . . . . . .
IV– Segunda fundación – Monopolio del Rio Paraná, (1653-1779) . .
V – Santa Fe bajo el Virreinato del Rio de la Plata. Cambios de la Política comercial (1776-1808).
VI – Acefalía del Gobierno Español – Libertad de Comercio y Creación de un Gobierno Provisorio en
Buenos Aires – Revolución de Mayo (1808-1810) . . . . . . . . . . . . . . . . . .
VII – Períodos de lucha y desorden – Conquista de Santa Fe por Artigas – Independencia de las
Provincias Unidas del Rio de la Plata (1810-1817) . . . . . . . . . .
VIII – Reacción local contra el desorden: Estanislao Lopez – Santa Fe, estado autónomo : Puerto único en
Buenos Aires para el comercio de ultramar, carne barata, liga de gobernadores, Santa Fe parte integrante
de la Confederación Argentina (1829-1851) . . . . . . . . . . . . . . . . . .
X – Cambio de sistema: Nueva organización política, apertura de los rios, protección fiscal al Rosario,
Guerra del Paraguay (1852-1871)
XI – Afianzamiento de la política agrícola, definitiva dispersión de los indios é instalación de la Capital
Federal en Buenos Aires (1871-1880)
XII – Factoresde progreso durante los últimos veintisiete años (1881-1908
Índice