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Análisis de textos sobre la influencia de rousseau

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UNIVERSIDAD DE CASTILLA-LA MANCHA

Análisis de textos sobre la influencia de Rousseau

Tendencias Contemporáneas de la Educación

Óscar Gómez Jiménez

2º de Grado en Maestro de Educación Primaria B Facultad de Educación

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Análisis de textos sobre la influencia de Rousseau

Óscar Gómez Jiménez

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TRIBUNA: PEDRO SCHWARTZ

Tímida ministra PEDRO SCHWARTZ 21/06/1997

El profesor Gary Becker, premiado con el Nobel de economía de 1992, nos

recordó la semana pasada la importancia para el crecimiento económico

de mejorar el capital humano de una sociedad a través de la enseñanza.

En este punto falla señaladamente el gobierno del PP: no por falta de

atención a la escuela pública, como dice la descabezada oposición

socialista, sino por su inoperancia en la aplicación de su cacareado

programa de calidad y libertad educativa. Para descanso del defensor del

lector de EL PAN, confesaré que en materia de educación no soy eunuco

indiferente, sino catedrático de Universidad. Miro con lupa todo lo que

pueda reducir mis privilegios corporativos, mi tranquilidad profesional, mi

autonomía pedagógica. Lo que voy a decir, pues, está coloreado por el

cristal de mis intereses.

Hace poco oí el discurso de doña Esperanza Aguirre, la ministra de

Educación y Cultura, en el Club Siglo XXI. Todo eran impecables

sentimientos y buenas intenciones. Nada puedo objetar a su crítica de las

doctrinas educativas de Rousseau, quien mientras escribía el Émile, esa

biblia de la espontaneidad pedagógica, enviaba a sus seis hijos a la inclusa

(aunque los eruditos creen ahora que en materia de hijos habidos, mentía

Rousseau como un Tierno Galván cualquiera, pues un doloroso

impedimento físico seguramente le cerraba el camino de la paternidad).

Para la ministra era el filósofo ginebrino el símbolo de una pedagogía "en

la que nada cuentan valores como el mérito individual, el esfuerzo o el

afán de superación". También subrayó doña Esperanza que, lejos de

disminuir, el presupuesto en educación había aumentado en el primer año

de su mandato por encima de la inflación y aún del PIB. Prometió por fin

que, durante el curso 1998-99, el ministerio destinaría a la educación

pública durante los próximos cinco años 230.000 millones más que los ya

previstos en los presupuestos generales.

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Nada malo hay en todo eso, pero es evidente que no basta. El viejo

programa de la educación no selectiva, universal, gratuita y laica de la

izquierda anticlerical ha fracasado estrepitosamente en todos los países

que lo han aplicado, pero no ha sido sustituido en España por otro basado

en la libertad de enseñanza que reconoce la Constitución.

Me explico. La única forma de conseguir que las instituciones de

enseñanza, tanto pública como privada, se esfuercen por ofrecer una

educación de mejor calidad es que tengan que competir entre sí y que

tanto padres como alumnos puedan elegir libremente el establecimiento

preferido. Mientras las familias no tengan en la práctica otro remedio que

acudir a las escuelas e institutos de la vecindad; mientras los candidatos a

las universidades se vean atados al distrito universitario de su domicilio;

mientras profesores y administradores se perpetúen en su puesto aunque

falte a sus egresados la formación que exige la sociedad para emplearlos;

en resumen, mientras el sistema no se ponga plenamente al servicio de

los consumidores, no tendrán los españoles la formación que necesitan

para competir en un mundo abierto.

Una manera hay de combinar la subvención pública de la enseñanza con la

libertad de elección y por tanto con la calidad pedagógica: el bono escolar.

Las familias con fortuna, especialmente si se trata de las de antiguos

ministros socialistas, tienen la libertad de elegir que les presta su

patrimonio: pueden enviar a sus hijos a un colegio bilingüe, y luego a una

universidad extranjera. Pero los más pobres no pueden ejercer su libertad

si la subvención pública no se les entrega a ellos en forma de un bono que

puedan gastar en el establecimiento que prefieran, público o privado. Ya

verían cómo se fijaban los directores y enseñantes de los establecimientos

preteridos para mejorar su oferta. Las organizaciones de maestros,

profesores y catedráticos mantienen que la subvención pública tiene que

entregarse a las instituciones y no a las familias. La señora ministra tiene

demasiado miedo de quienes quieren defender su comodidad frente a la

posible competencia y la soberanía del consumidor.

http://www.elpais.com/articulo/economia/MINISTERIO_DE_EDUCACION_Y_CULTURA/PRESIDENCIA_DE

L_GOBIERNO_1996-2000/PODER_EJECUTIVO/_GOBIERNO_PP_/1996-

2000/Timida/ministra/elpepieco/19970621elpepieco_9/Tes

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Tarea 3 (individual). Controversia sobre la influencia roussoniana en la legislación democrática

a partir de la publicación de la LOGSE (1990). Analiza el siguiente texto.

El siguiente artículo, datado del 21 de Junio de 1997 cuyo autor es Pedro Schwartz, se titula

“Tímida ministra”.

En este artículo, el autor comienza citando al profesor Gary Becker (Nobel de economía de

1992), el cual cree que la mejora del capital humano se produce a través de la enseñanza. A

partir de esto comienza su artículo. Este se centra en el gobierno popular y “programa de

calidad y libertad educativa”.

El autor, catedrático de Historia de las Doctrinas Económicas de la Universidad San Pablo-CEU

de Madrid, al comienzo de su tribuna destaca el discurso de, la entonces, Ministra de

Educación y Cultura, Doña Esperanza Aguirre en el Club Siglo XXI. De este discurso destaca los

impecables sentimientos y las buenas intenciones de esta conferencia y la crítica especial que

hizo Esperanza Aguirre a las doctrinas educativas de Rousseau (el cual, según la ministra,

“abandonó a sus cinco hijos en manos de una institución de caridad”) afirmando que el filósofo

ginebrino es el símbolo de una pedagogía “en la que nada cuentan valores como el mérito

individual, el esfuerzo o al afán de superación”. Pedro Schwartz destaca, también, que Doña

Esperanza Aguirre prometió (durante el curso 1998-1999 y los cinco años siguientes) destinar

230.000 millones más de los ya previstos en los presupuestos generales.

El autor expone que “el viejo programa de educación no selectiva, universal, gratuita y laica de

la izquierda anticlerical ha fracasado estrepitosamente” y la única forma de que las entidades

educativas (tanto públicas como privadas) ofrezcan una educación de calidad es la

competición. Es decir, que los padres puedan elegir el sitio donde quieren que sus hijos sean

educados. A estas palabras añade que mientras que el sistema no se ponga plenamente al

servicio de los consumidores, no españoles no tendrán la formación necesaria para competir

en un mundo abierto.

Consciente de sus propias palabras, el catedrático de Historia de las Doctrinas Económicas,

ofrece una solución acorde con sus palabras: el bono escolar. Para él, la subvención pública

deberías recibirla las familias (dado que no todo el mundo, como las familias con fortuna o los

antiguos ministros socialistas tiene dinero para poder pagar un colegio bilingüe), a través de un

bono, para que pudiesen elegir el colegio que ellos deseasen y así los colegios e instituciones

mejorarían su oferta, al ver una posible disminución de sus ingresos.

Pedro Schwartz termina su tribuna diciendo que “la señora ministra tiene demasiado miedo de

quienes quieren defender su comodidad frente a la posible competencia y la soberanía del

consumidor”.

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En esta tribuna de Pedro Schwartz, podemos comprobar cómo simpatiza (por decirlo de alguna

forma) con el pensamiento de Rousseau, el cuál cree que es necesario llevar a cabo para poder

ofrecer una mejor educación.

A través de sus propios argumentos, hace una crítica sutil a los comentarios de la, entonces,

ministra de Educación y Cultura Esperanza Aguirre Gil de Biedma en su discurso en el Club Siglo

XXI y, tras mencionar la decadente situación en la que se encuentra la educación española,

ofrece una alternativa (cuando menos curiosa) para sobrevenir este problema: el bono escolar.

Su idea es la siguiente: la subvención pública deberían recibirla las familias a través de un bono

para que ellos pudieran elegir el colegio al que quieren que asistan sus hijos y así crear

competitividad entre los diferentes centros para que ofrezcan una mejor calidad de educación.

A través de (posibles) buenas ideas, argumentos convincentes y don de palabra (demostrando

en todo momento su historial profesional) nos enseña sus ideas respecto a la educación desde

un punto de vista crítico, dado que él es catedrático, y positivista.

Sobre el autor.

Pedro Schwartz, economista, politólogo, consultor de empresas, formador de opinión, tiene una larga trayectoria de defensor de la libertad individual, la democracia política, y la libre competencia económica. A sus actividades universitarias ha unido siempre las políticas y empresariales. Nacido en una familia de diplomáticos, fue un estudiante de Derecho muy activo en la defensa de las libertades, por lo que el régimen de Franco le impidió la entrada en la diplomacia pese a haber superado la oposición correspondiente. Marchó a Londres y en la London School of Economics estudió ciencia política hasta conseguir el doctorado con una tesis sobre el gran pensador liberal John Stuart Mill: entre sus profesores destacaron Lionel Robbins y Karl Popper, cuyo pensamiento contribuyó a introducir en España.

De vuelta a Madrid, entró por oposición en el Servicio de Estudios del Banco de España. También comenzó a enseñar la Historia de las Doctrinas Económicas en la Universidad Complutense de Madrid, donde permanecería durante un cuarto de siglo. Tras su confinamiento por el Gobierno en el pueblo albaceteño de Lezuza, obtuvo la correspondiente cátedra en 1969. Otra estancia en Londres le permitió obtener un Máster en Economía en la misma London School. Llegada la democracia, creó con la ayuda de Joaquín Garrigues el Instituto de Economía de Mercado. Fue diputado por Unión Liberal durante la legislatura de 1982 a 86 y contribuyó a formar la Coalición Popular, de cuyo seno iba a salir el Partido Popular. De vuelta a la cátedra, la combinó con su actividad en Bolsa, la consultoría en el campo económico o de la distribución comercial, la presidencia de centros de investigación como FUNDESCO de Telefónica, o la presidencia de fundaciones como la Fundación DMR. Pedro Schwartz es presidente del Tribunal de Defensa de la Competencia de la Comunidad de Madrid. También es Profesor extraordinario de la Universidad San Pablo CEU, donde enseña Historia del Pensamiento Económico, dirige el Centro de Economía Política y Regulación y coordina las enseñanzas económicas en la Facultad de Ciencias Políticas. Escribe semanalmente en el periódico Expansión de Madrid. También publica en el diario ABC de Madrid y habla con frecuencia del escenario financiero y corporativo español para la BBC y escribe para el Financial Times.

En 2005, entró a formar parte de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas como académico de número. En 2003 recibió el galardón del Premio Rey Jaime I para la Economía. Durante veintitrés años fue miembro de la Comisión Trilateral y durante tres años ha pertenecido al Panel de Expertos de la Comisión de Asuntos Económicos y Monetarios del Parlamento Europeo. Su último libro es En busca de Montesquieu: la democracia en peligro (Ediciones Encuentro, 2007) por el que ha sido galardonado con el Premio José Ortega y Gasset de Ensayos y Humanidades, Villa de Madrid. En 2009 ha publicado la segunda edición de este libro.