ANÁLISIS DE LA PELÍCULA

UN BUEN AÑO

Rosario E. Camacho M.

Max, un niño muy astuto y ambicioso pasa los veranos en casa de su tío en la zona rural de Francia. Tras pasar largos años, la infancia, los juegos y el recuerdo de los veranos compartiendo con su tío en el viñedo quedaron en el olvido. Maximillian Skinner se había convertido en un exitoso, pero frío, corredor de bolsa en Londres.

La trama se desarrolla en dos locaciones muy contrastantes, una en el centro corporativo de Londres, rodeada de imponentes edificios en altura y calles muy transitadas, donde la vida pasa muy rápido y la razón de ser del hombre es su trabajo. La otra cara de la moneda está en Francia, en una pequeña ciudad de calles angostas y una vida rural pausada y tranquila.

Es cuando muere su tío, que Max se ve obligado a volver a la viña después de tantos años para recibir la hacienda como herencia, aunque su propósito es venderla. Sin embargo, cuando comienza a recorrerla recuerda su niñez y cómo disfrutaba en aquella época de la compañía y los saberes de su tío Henry, así como de la casa antigua y su entorno natural bellamente ajardinado y rodeado de las plantaciones de uvas paralelamente dispuestas.

Hoy en día no muchos tienen la posibilidad de tener un acercamiento a la naturaleza y la vida rural desde la infancia, la vida cotidiana para la mayoría se desarrolla en las urbes. La vida de ciudad en nuestro país es muchas veces muy ajena a la naturaleza, los espacios verdes son muy reducidos y las parroquias rurales comienzan a ser invadidas por la extensión de la ciudad y su arquitectura. A pesar de ello en Tungurahua contamos con una infraestructura vial que facilita el acercamiento a estos entornos ajenos poco conocidos.

Para quienes de alguna manera hemos tenido el privilegio de crecer muy cerca de ellos, en épocas de cosecha, compartiendo con los campesinos y disfrutando aventuras infantiles en esos parajes lejanos llenos de escondites, alejados del ensordecedor ruido de la ciudad, ajenos al tiempo y los problemas citadinos; el entorno rural es un tesoro digno de ser valorado y atendido.

El hombre necesita de esos espacios, y de hecho vive gracias a la producción de alimentos que se generan en las parroquias rurales, menospreciadas por los mismos campesinos que por ignorancia y por carencia de oportunidades e incentivos, migran a la ciudad en busca de una mejor calidad de vida. Es menester que los gobiernos provinciales, cantonales y parroquiales unan esfuerzos y desarrollen estrategias para mejorar sus condiciones, reducir la contaminación de los ríos que las abastecen, evitar la erosión del suelo por la minería, y educar a sus pobladores.

A pesar de sus deseos de vender la propiedad, Max cede ante el arraigo a la vida que recuerda y nuevamente encuentra, pues la compara con su actual ritmo de vida y se da cuenta de que al final no vale la pena, y decide no venderla y compartirla con su prima, a quien acabó de conocer. Eso es finalmente lo que nos queda de la película, la revalorización de lo que es el hombre y cuáles son en realidad sus necesidades. La ciudad no debe ser un conjunto de aglomeraciones demográficas y vehiculares, si se planifican respondiendo a los requerimientos ambientales, sociales y territoriales, la ciudad puede ser un sistema ordenado y digno para la vida, con una integración del espacio público con el privado, sin

segregaciones urbanas, dotando a la sociedad de herramientas y oportunidades que la motiven a ser parte de él y contribuir a su desarrollo.