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DIRECTOR: CARLO S RAMÍREZ SEGUNDA ÉPOCA No. 19 $10,00 ABRIL, 2018 indicadorpolitico.mx Carlos Ramírez Anaya: ambición por el poder Nuevo libro de Carlos Ramírez: La silla endiablada de venta en puestos de periódicos de CdMx , vía correo electrónico para que le informemos cómo realizar el depósito bancario para recibirlo a domicilio: [email protected] Costo del ejemplar $50.00 más gastos de envío. La silla endiablada · Meade: neoliberalismo · Anaya: ambición · López Obrador: caudillismo Versión Actualizada Carlos Ramírez Da click aqui

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DirectorioMtro. Carlos Ramírez

Presidente y Director [email protected]

Lic. Armando Reyes ViguerasDirector Gerente

[email protected]

Lic. José Luis RojasCoordinador General Editorial

[email protected]

Mtro. Carlos Loeza ManzaneroCoordinador de Análisis Económico

Mauricio Montes de OcaRelaciones Institucionales y ventas

[email protected]

Dr. Rafael Abascal y MacíasCoordinador de Análisis Político

Wendy Coss y LeónCoordinadora de Relaciones Públicas

Samuel SchmidtCoordinador de Relaciones Internacionales

Ana Karina SánchezCoordinadora [email protected]

Lic. Alejandra Sánchez AragónDiseño

Raúl UrbinaAsistente de la dirección general

Revista Mexicana La Crisis es una publicación editada por el Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad, S.A. de C.V. Editor responsable:

Carlos Javier Ramírez Hernández. Reserva de derechos de Autor: 04-2016-071312561600-102. Demás registros en trámite. Todos los artículos son de

responsabilidad de sus autores. Oficinas: Durango 223, Col. Roma, Delegación Cuauhtémoc, C. P. 06700, México D.F.

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Editorial

Índice

Anaya y el fin del PANAl terminar las elecciones legislativas de 2015, el PAN estaba perfilando su participación en las elecciones presidenciales

en dos tiempos: definición del candidato y diseño de su propuesta de gobierno. Pero al asumir por segunda ocasión la presi-dencia del partido, Ricardo Anaya Cortés modificó el escenario.

Anaya se apareció como un político joven, de nervio, de objetivos concretos y dispuesto a todo para alcanzarlos. En el 2007 irrumpió en la burocracia federal como subsecretario de Turismo y de la política local en Querétaro saltó en el 2012 a la policía nacional como diputado, presidente de la Cámara y luego presidente del partido. Desde 2015 utilizó su cargo de presidente de Acción Nacional para operar la designación del candidato en su propia figura fracturando, debilitando y deslavando al PAN.

Así, el PAN se perfila para las elecciones presidenciales con un nuevo rostro: ya no es el partido que ideo Manuel Gómez Morin en lapso 1915-1926 y fundó en 1939. Ahora el PAN tiene tres nuevas características: es Anaya, enterró su ideología conservadora y se alió al PRD populista.

Pase lo que pase en las elecciones, Anaya habrá liquidado el viejo PAN; si gana, podrá reinventarlo; si pierde, sus compa-ñeros lo echarán para tratar de rearmarlo.

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Anaya: ambición por el poderPor Carlos Ramírez

1.- El lado ético de la Revolución

F undado en 1939, el PAN nació realmente en 1926 sobre la visión pesimista del país que tenía Manuel Gómez Morín en 1915. Las fechas son importantes para fijar el itinerario histórico y político del nuevo partido.

En 1915 el país se encontraba en el centro de la disputa por el poder, después del aciago año de 1914 en el que México tuvo hacia finales del año tres presidentes en fun-ciones, muchas facciones en lucha y confrontaciones titánicas entre liderazgos. En julio de 1914 el usurpador Victoriano Huerta había sido derrotado y su renuncia a la pre-sidencia desató una verdadera batalla de grupos por el poder presidencial. Derrotados los convencionistas de Aguascalientes, Carranza se quedó con la titularidad provisional del poder ejecutivo y en septiembre de 1916 convocó a un congreso constituyente para aprobar una nueva Constitución.

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El año de 1915 fue caótico, violento y de confrontaciones. Pero, sobre todo, fue un año de definiciones dobles: de un lado, apareció un grupo de intelectuales que fijaron el rumbo de las nuevas ideas, la que Manuel Gómez Morín, miembro de ese gru-po, llamó la “generación eje”; de otro lado, ocurrió el primer llamado de atención a los jefes revolucionarios que habían caído en las tentaciones del poder absolutista y sobre todo en “una grave corrupción moral”.

La percepción de Gómez Morín sobre 1915 y escrita en 1926 prefiguró el escenario de nacimiento del PAN como un partido para rescatar los valores morales de la Revolución Mexicana. De 1910 a 1915 el movimiento revolucionario perdió a su figura emblemática —Francisco I. Madero— y en su lugar llegaron los políticos, los gobernantes, los operadores. Era imposible restau-rar el porfirismo, Huerta derrocó a Madero para recuperar parte de lo perdido y Carranza emergió como la figura más importante de las nuevas élites, alguien que se había forjado en el porfirismo pero que entendió la nueva dinámica social de la Revolución. De principios de 1913 a finales de 1916 la lucha por el poder en-frentó a revolucionarios contra revolucionarios y dejó ver el vicio que ahogaría al sistema posrevolucionario: la corrupción, el pa-trimonialismo del poder como sucedáneo de las instituciones re-publicanas apenas pensadas y de una democracia como coartada.

Gómez Morín —en su ensayo 1915— delineó en pocas pa-labras la descomposición política interna del movimiento revo-lucionario, pero al mismo tiempo perfiló el desafío de la genera-ción de intelectuales universitarios que podrían salvar al país de la caída definitiva:

“Y en el año de 1915, cuando más seguro parece el fracaso revolucionario, cuando con mayor estrepito se manifestaban los más penosos y ocultos defectos mexicanos y los hombres de la Revolución vacilaban y perdían la fe, cuando la lucha parecía estar inspirada nomás por bajos apetitos personales, empezó a

señalarse una nueva orientación”.En 1926 ya se prefiguraban los vicios del sistema caudillista:

Obregón le disputó a Carranza la presidencia en 1917 y perdió las elecciones, pero lo derrocó en 1920 cuando Carranza puso de candidato al civil Bonillas sin preocuparse por Obregón; el sonorense llegó al poder para quedarse: en 1924 dispuso que Plutarco Elías Calles fuera su sucesor, le dio la tarea de modificar la Constitución para permitir una reelección presidencial —con la sombra de Díaz todavía asustando a los revolucionarios— des-pués de un periodo intermedio —el modelo Díaz-Manuel Gon-zález-Díaz—, configurando el patrón de caudillismo por encima de las instituciones y de las reglas democráticas fijadas —aunque incumplidas— por la Revolución.

Gómez Morín oteó en el horizonte la maniobra de Obregón, con quien había trabajado en el sector financiero público. El en-sayo 1915 de Gómez Morín se difundió en febrero de 1926; Elías Calles preparaba la modificación en el Congreso del artículo 83 Constitucional para permitir la reelección con un periodo inter-medio, según decreto publicado en el Diario Oficial el sábado 22 de enero de 1927. El texto de Gómez Morín establecía la misión de jóvenes profesionales para evitar el hundimiento del país. En 1928, Obregón lanzó su candidatura presidencial, pero previo el ajuste de cuentas con dos revolucionarios que le disputaban el poder: los generales Francisco J, Serrano y Arnulfo R. Gómez, el primero ajusticiado en el camino de Cuernavaca en octubre de 1927 y el segundo en noviembre. Lo hechos le estaban dando la razón a las preocupaciones de Gómez Morín.

El segundo escenario que precipitó el nacimiento del PAN fue la radicalización del presidente Lázaro Cárdenas para enca-minar a México por los caminos de un socialismo basado en la doctrina marxista, aunque eludiendo el autoritarismo leninista. El 13 de diciembre de 1934, a escasas dos semanas de haber tomado posesión, Cárdenas reformó el artículo 3º Constitucio-

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nal para dictaminar que “la educación será socialista” y decretó también que “sólo” el Estado “impartirá la educación primaria, secundaria y normal”, con lo que convirtió a la educación en un aparato ideológico del Estado (modelo Louis Althusser) revolu-cionario.

El 18 de diciembre de 1937, antes del desafío político de la expropiación petrolera, Cárdenas reorganizó el Partido Na-cional Revolucionario terminando con la aportación obligatoria de cuotas vía descuento de nómina manejado por Hacienda de funcionarios públicos y creando el modelo fascistoide de corpo-raciones sociales aglutinadoras de militantes y no militantes y convirtiéndolo en un partido del Estado, aunque con dominio de los obreros porque asumió al PNR como un “partido de tra-bajadores”.

El 30 de marzo de 1938, menos de dos semanas después del acto político de la expropiación petrolera, Cárdenas le dio un giro al PNR y lo convirtió en el Partido de la Revolución Mexicana, apropiándose del movimiento social histórico y sobre todo del pensamiento histórico de la nación en un proceso den-tro del Estado y excluyente de otras fuerzas o pensamientos: la educación, el partido y la organización corporativa de las clases tomaron el modelo fascistoide de los partidos fascista de Italia y Alemania. La única variante que eludió el modelo soviético fue el hecho de que el modelo de partido obrero no se dio con el ascenso de los trabajadores al poder, sino en la asunción de los obreros como masa y no como clase, bajo la conducción de la burocracia revolucionaria.

En este escenario histórico el PAN nació de todos los grupos contrarios a la Revolución en su fase cardenista, a los cardenistas, a los corporativismos, al pragmatismo ideológico y a los grupos sociales que hacia 1939 tenían claro que la Revolución Mexica-na como ideal había sido vencida por la Revolución Mexicana como un aparato de poder y de dominación absolutista. En este sentido, el PAN nació del seno de la sociedad de la Revolución Mexicana, conservadora por conservar, de ideología nacional y no nacionalista, con tres objetivos claros (Soledad Loaeza): bien común (contrario al patrimonialismo revolucionario), principio de subsidiaridad (Estado temporal, no permanente ni un poder absoluto en sí mismo propio de sociedades socialistas) y solida-rismo (eludiendo la lucha de clases por la riqueza).

El perfil social de los promotores estaba lejos del exclusivismo de clase y tenía claro que el problema más importante del país era la corrupción a favor de una casta gobernante. El poder había pasado a formar parte de ese patrimonio de los gobernantes, des-prestigiando al régimen salido de la Revolución de 1910. Como Gómez Morían tenía claro que la corrupción estaba asociada al ejercicio del poder, en su discurso de inauguración de la asam-blea constituyente del partido dejó abierta la decisión de partici-par o no en la lucha por el poder por la vía electoral.

El PAN nació en 1939 y participó en elecciones presiden-ciales en 1952, casi tres lustros de diferencia. Y tardó cuarenta y ocho años en llegar a la presidencia. Aunque la falta de un proyecto de nación, de Estado y de poder, su estancia en la pre-sidencia duró apenas dos periodos de gobierno de los quince que hubo hasta el 2000, apenas el 13% de tiempo político. A nivel legislativo ganó su primera curul electa en 1946.

Gómez Morin calificó a la generación de 1915 como la “ge-neración eje”, un punto axial. La intención fue la de llevar la sabiduría al ejercicio del poder, pero en el fondo Gómez Morin

parecía entender que sabiduría y poder no se llevan, a pesar de la posición idealista de Platón y su propuesta del rey filósofo. El PAN jugó el papel de oposición leal hasta las elecciones pre-sidenciales de 1988 en que se fijó ya la meta de la alternancia partidista en la presidencia de la república. De 1939 a 1988 par-ticipó en acuerdos, dio su voto a legitimaciones secundarias a cambio de reformas políticas, electorales y sociales Y de 1988 al 2000 le apostó a ganar la presidencia, la ganó en el 2000 y el 2006, la perdió en el 2012 y logró la candidatura presidencial aliancista PAN-PRD-MC para el 2018.

Lo que queda es el hecho de que el PAN es un partido sisté-mico, del sistema político priísta y su meta es incidir sobre las metas del gobierno, sin que su propuesta de cambio de régimen modifique el modelo de sistema/régimen/Estado priísta.

2.- De la oposición sistémica a la alternancia dentro del sistema

A lo largo de su historia, el PAN ha tenido dos ciclos cla-ros: su papel como oposición moral, leal, sistémica, funcional en el escenario del sistema/régimen/Estado priísta y sus objetivos como oposición de alternancia, de cambio de gobernantes den-tro del mismo modelo de desarrollo/proyecto de nación/repúbli-ca priísta. Cada una de esas etapas fue producto de determinadas correlaciones de fuerzas internas que modificaron contenido, propuestas y liderazgos.

El PAN se mantuvo como oposición formal hasta 1982.Los tres eventos que lo llevaron a la radicalización y la definición de la alternancia fueron, como en 1939, de radicalización priísta: el gobierno populista con mayor intervencionismo de Estado de Luis Echeverría, la expropiación de la banca por López Portillo en 1982 y la severa crisis económica de 1995 que empobreció a todos los mexicanos. A partir de 1982 el PAN adquirió com-petitividad electoral: las elecciones presidenciales de ese año, en medio de las devaluaciones y aún sin expropiación bancaria, le dieron al PAN 3 millones 700 mil votos, el 15.7% de los votos, a pesar de la candidatura nada atractiva de Pablo Emilio Madero.

El punto de inflexión del PAN como partido competitivo arrancó en 1994 con la candidatura de Diego Fernández de Ce-vallos en el conflictivo año que registró un alzamiento guerrille-ro para derrocar al gobierno que tuvo enorme apoyo popular, el asesinato del candidato presidencial del PRI y un clima de violencia criminal por secuestros de empresarios. El candidato priísta sustituto Ernesto Zedillo Ponce de León tardó en arrancar y al panista Fernández de Cevallos lo catapultó su extraordinaria presencia en el debate televisado de candidatos. Al final, el PAN logró 9 millones de votos (26%), el triple del alcanzado en las dos elecciones anteriores, insuficientes para ganarle a Zedillo que acumuló 17.2 millones de votos (48.6%) y arriba del deteriorado Cuauhtémoc Cárdenas que apenas pudo lograr 5.8 millones de votos (16%). Los porcentajes variaron porque en 1988 apenas fue a las urnas el 52% de los electores registrados, en tanto que en 1994 hubo un 50% más para fijar la asistencia en 77.1%.

El salto cualitativo del PAN se dio en 1972 con la presidencia panista de José Angel Conchello Dávila, un abogado empresarial

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bastante radical. Las políticas económica, exterior y bilateral con los EU inclinaron el péndulo político del PRI hacia el progre-sismo, sobre todo por los conflictos con Washington y la alian-za de México con Cuba y Chile, dos experiencias socialistas. El discurso económico de Echeverría movió el punto de equilibrio económico hacia el Estado, quitándole espacios al sector privado ya consolidado en el PAN: aumento de gasto público y sobre todo un discurso internacionalista a favor de un nuevo orden económico internacional.

El PAN entro en una severa crisis de reorganización interna. Las pugnas estimuladas por Conchello por la política echeverris-ta llevaron a la alianza del PAN con grupos empresariales, pero a costa de fracturas internas: el PAN no pudo conciliar una can-didatura presidencial en 1976 y dejó en solitario al PRI. El costo político fue doble: negativo porque hizo perder tiempo al PAN, pero positivo porque alentó a los grupos nuevos en el PAN. La presidencia de Miguel de la Madrid, a pesar de ser conservadora y hasta correctiva del populismo Echeverría-López Portillo e in-cluso privatizadora con la banca, de todos modos sirvió al PAN para avanzar electoralmente en espacios municipales.

La polarización política e ideológica de los sexenios de Eche-verría y López Portillo ayudó a dinamizar el ingreso del PAN y su discurso conservador. El modelo neoliberal de Miguel de la Madrid acercó más las propuestas ideológicas del PRI y el PAN: la política económica de estabilidad de De la Madrid llevó a dis-minuir el gasto público, comenzar a vender empresas del Estado y darle dinamismo al mercado, buena parte de las propuestas del PAN. En lo político, De la Madrid rompió con el modelo priísta de ganar todo a toda costa y distensionó la estructura electoral, lo que llevó a que el PAN avanzara en posiciones municipales. El relevo de cuadros en el Estado y el PRI disminuyó a los profe-sionales y nuevas figuras sin experiencia política llegaron a can-didaturas.

La crisis al interior de la coalición priísta en los relevos presi-denciales de 1976 y 1982 decantaron a los militantes. Echeverría decidió a su sucesor al margen de los escalafones tradicionales de la clase política y López Portillo optó por el mismo camino de marginación de la vieja clase política. La crisis en la coalición po-lítica al interior del PRI estalló en 1987: Cuauhtémoc Cárdenas aprovechó el peso político de su apellido para exigir una elección abierta de candidatos, pero ya la élite financiera que ascendió al poder priista en 1977 se había apoderado del PRI. La exclusión de políticos obligó a nuevos realineamientos.

Se trató, por lo demás, de una redefinición triple: de clase gobernante (tecnócratas por políticos), de modelo de desarrollo (mercado y no Estado) y de objetivos sociales (atender sólo la pobreza y no políticas sociales que garantizaban lealtades socia-les mayoritarias). El viejo Estado priísta que ataba los votos a políticas sociales mayoritarias hubo de dedicarse nada más a los más pobres. Así, los grupos empresariales afectados por el Estado de Echeverría y la expropiación lopezportillista de la banca emi-graron al PAN y las bases dependientes del gasto social fueron jaladas a partir de 1989 por el PRD construido por la Corriente Democrática cardenista del PRI. Ahí el PAN y el PRD dieron las pruebas de que eran partidos de oposición, pero dentro del sistema político priísta.

Sin los dogmatismos históricos e ideológicos del PRI, el re-acomodo de los electores fue sin sobresaltos: se trataba de op-ciones y de alternancia, no de alternativas. Las gubernaturas del

PAN en Baja California, Guanajuato y Chihuahua fueron sisté-micas, respetando los factores de poder del priísmo, sometidos al voluntarismo presidencialista y aceptando la dependencia fiscal y de inversiones federales. Antes de la victoria presidencial del 2000, el PAN ganó otras gubernaturas: Aguascalientes, Jalisco, Nayarit, Nuevo León y Querétaro, sin mostrar alguna diferencia con los priístas. El PRD, a su vez, también tuvo gubernaturas antes de la alternancia del 2000: Distrito Federal, Tlaxcala, Baja California Sur, Zacatecas; y también en este caso no hubo nin-guna reestructuración sistémica porque los gobernadores perre-distas cumplieron con las reglas del juego priísta.

El electorado encontró con tranquilidad que la alternancia permitía la circulación de nuevas élites, pero sin romper con las prácticas tradicionales del PRI. Lo malo, sin embargo, fue que la sociedad estaba necesitada de nuevas formas de gobernar y de equilibrios del poder. Pero no hubo ninguna rebelión; inclusive, el radical López Obrador gobernó el DF del 2000 al 2005 y no modificó los protocolos del poder, ni siquiera en 2004 cuando el gobierno panista de Vicente Fox quiso inhabilitarlo con una des-titución por desacato a un amparo; ahí Lope Obrador demostró que es sistémico hasta en las peores crisis: utilizó la movilización en las calles como respuesta de presión, pero no reventó el sis-tema; y luego vino la crisis poselectoral presidencial del 2006 porque López Obrador perdió las elecciones por medio punto porcentual y su máxima rebelión fue instalar un plantón de tien-das de campaña en el corredor Zócalo-Periférico y luego creo un “gobierno legítimo” paralelo, pero sin romper la ley.

La institucionalización de los partidos ha llegado al punto de hacer permanente el sistema/régimen/Estado del PRI, sin que el electorado note algún cambio de prácticas políticas. El sistema vigente gira en torno al presidente de la república y su autoridad absolutista y su poder apoyado en el PRI primero como partido mayoritario y ahora como primera minoría. El PAN ha sido el más institucional en materia de política económica y modelo de desarrollo porque los dos sexenios panistas tuvieron a titulares de la Secretaría de Hacienda a personajes clave del pensamien-to neoliberal priísta: Francisco Gil Díaz, considerado el jefe de los Chicago boys mexicanos del monetarismo salinista, y Agustín Carstens que llegó a Hacienda con Calderón procedente de la subgerencia general del Fondo Monetario Internacional, la insti-tución garante del neoliberalismo.

El PAN ha sido alternancia en gobiernos federales, estata-les y municipales, pero no alternativa; es decir, no ha propuesto nuevo sistema, nuevo régimen y nuevo Estado. El candidato del PAN-PRD-MC para el 2018 asumió la propuesta de cambio de régimen, pero su oferta no es más que una variante del viejo presidencialismo absolutista por uno bifronte con jefe de gobier-no o jefe de gabinete; las propuestas no modifican la estructura absolutista del presidencialismo.

Los pruritos de Gómez Morin en 1939 sobre la participación electoral del PAN en competencia por posiciones electorales su-periores se basaban en las experiencias conservadores de que el poder corrompe y que la conservación del poder —temporal, por los relevos electorales— implica la concesión de principios en aras de mantener esos espacios. Su crítica en 1926 hacía un análisis en la forma en que los gobiernos de la Revolución Mexi-cana se habían corrompido sólo para mantenerse en el poder.

El PAN en gubernaturas y la presidencia careció de una propuesta alternativa, diferente. En 1988 el candidato panista

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Manuel J Clouthier se quejó que el candidato priísta Carlos Sa-linas de Gortari había “pirateado” sus propuestas de gobierno; el asunto era más de fondo: De la Madrid y Salinas introdujeron en el PRI las doctrinas neoliberales conservadoras desde 1979; y si bien había una coincidencia, en realidad las propuestas econó-micas de De la Madrid y Salinas eran más radicales hacia el con-servadurismo que las del PAN. En todo caso, Las candidaturas y presidencias de De la Madrid y Salinas rebasaron al PAN por la derecha. Por eso el PAN pudo ganar la presidencia en el 2000 y el 2006: su propuesta de gobierno era priísta sin priístas.

3.- 2000-2012: corto sueño

3.1.- Razones

Una serie de eventos inesperados permitió la victoria del PAN en las elecciones presidenciales del 2000 para terminar con setenta y un años de dominio del grupo político que hizo y heredó la Revolución Mexicana, primero como élite revolucionaria, lue-go como partido desde el Estado y finalmente como burocracia gobernante. Sin embargo, la derrota presidencial del PAN en el 2012 ha obligado a encontrar algunas explicaciones sobre la duración efímera del PAN en la presidencia: doce años, apenas el 17% de tiempo sobre el que tuvo el PRI de casi tres cuartos

de siglo, dos gobiernos contra quince del régimen de la Revolu-ción de Obregón a Zedillo. En este sentido, la explicación del fracaso del PAN en el poder presidencial podría plantearse de la siguiente manera:

El PAN acudió a las elecciones presidenciales del 2000 con

el ánimo político de derrotar al PRI en una alternancia de éli-tes, pero no de proyecto político ni de proyecto de desarrollo. La propuesta de gobierno del PAN y de su candidato a la presiden-cia de la república fue de continuidad del modelo de desarrollo económico del PRI implementado a partir de 1979 por la élite tecnocrática del PRI liderada por Carlos Salinas de Gortari: la economía de mercado.

La derrota del PAN en las elecciones presidenciales del 2012 y el regreso del PRI a la presidencia de la república obedeció a la misma lógica política de las élites dominantes: el PAN se olvidó del proyecto económico de mercado para darle prioridad a la lucha contra los cárteles del crimen organizado, en tanto que el candidato del PRI, con un perfil mediático como el que tuvo Vicente Fox Quesada en el 2000, enarboló una propuesta de desarrollo económico y empleo frente a un panismo atrapado en la espiral de la violencia criminal.

La definición del PAN de Gómez Morin fue la de un partido dentro del régimen de la Revolución, sólo que con una clase más ética y más social, con el objetivo de cumplir con los ideales his-tóricos de la Revolución en cuanto a bienestar, desarrollo y justi-cia social; es decir, cumplir con lo que el PRI no había cumplido.

La dicotomía PAN-PRI (PRM en 1939) se basa en la tesis

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histórica de Edmundo O´Gorman que señala que la confronta-ción ideológica en el siglo XIX entre liberales y conservadores de cara a la modernización derivó en un intercambio de enfoques: ante el pasado español y el futuro al estilo estadunidense, los liberales fueron conservadores al buscar el cambio manteniendo el modo de ser colonial y los conservadores tuvieron que dejar de mirar atrás y enfocar hacia EE.UU. La alternancia PRI-PAN-PRI del periodo 2000-2012 se hizo en ese escenario.

A pesar de que el PAN nunca pensó en más transición que el respeto al voto, la lógica del desarrollo político se ajustó al itinerario del modelo Morlino1: desarrollo y estabilidad-crisis autoritaria-transición política-instauración democrática-desa-rrollo-crisis. Inclusive, la oferta de Vicente Fox al candidato pe-rredista de tres posiciones importantes en el gabinete presiden-cial2 no obedeció a un acuerdo de programa común a la francesa de 19723 o de compromesso storico a la italiana de 19794, sino sólo a la tendencia en las encuestas que le daban preferencia al candidato panista para derrotar al PRI en las urnas.

En este contexto, el PAN llegó a las elecciones con un posi-cionamiento ventajoso en las tendencias de votos y con el com-promiso del presidente Ernesto Zedillo Ponce de León de respe-tar el sufragio, con un candidato presidencial priísta —Francisco Labastida Ochoa— bastante debilitado por la fractura interna en el PRI5 y con una propuesta de programa de gobierno que, a decir de los panistas, era la misma que había aplicado Carlos Sa-linas de Gortari durante la segunda mitad del sexenio de López Portillo (1979-1982), a lo largo del sexenio de Miguel de la Ma-drid Hurtado (1982-1988), durante su propio sexenio (1988-1994) y continuado en el gobierno zedillista (1994-2000). En la campaña presidencial de 1988 el candidato panista se quejó que Salinas, candidato priísta, le había “robado” su proyecto econó-mico panista con el modelo neoliberal6.

La explicación de la victoria del PAN en el 2000 y de su derrota en el 2012 debe localizarse, así, en el enfoque político —teórico y práctico— del PAN respecto al desarrollo político de México y su propuesta como partido.

3.2.- La modernización posterior a la lucha armada

La indagación sobre la tesis de que el PAN no buscó la transición ni la alternancia en el modelo Morlino —pasar de un régimen autoritario a uno democrático—, sino sólo el relevo tradicional en la élite gobernante —entre liderazgos no rupturistas— lleva al proceso histórico de cincelado de PAN a partir de la figura do-

minante de Manuel Gómez Morin (1897-1972) como el pivote y alma del partido. Nacido en Batopilas, Chihuahua, estudió de-recho en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, formó parte del Grupo de la Generación de 1915 conocido también como el de Los Siete Sabios, laboró en la banca privada, fundó el Banco de México y redactó la Ley de Crédito Agrícola, colaboró en la Ley Constitutiva del Banco Único de Emisión (Banco de México), fue subsecretario de Hacienda del gobierno de Obregón, presidente del consejo de administración del Banco de México, y del consejo de Banobras y aportó ideas para el Seguro Social. En 1933 fue rector de la UNAM pero renunció por el rechazo a su propuesta de involucrar a la comunidad universitaria en el funcionamiento de la casa de estudios. En 1939 se separó de todas sus actividades públicas y privadas y fundó el PAN y lo dirigió de 1939 a 1949.

Gómez Morin fue un modernizador forjado en el régimen de la Revolución Mexicana de Obregón. Así, el PAN “fue una respuesta a los problemas de su tiempo”7. Y en el fondo, el enfrentamien-to político e ideológico de Gómez Morin con Lázaro Cárdenas del Río después de la expropiación del petróleo, del discurso de fortalecimiento del Estado y de la reorganización corporativa del partido Nacional Revolucionario para convertirlo en Partido de la Revolución mexicana con sus cuatro pilares —obrero, campesino, popular, militar— fue más importante en el enfrentamiento de proyectos de modernización: el Estado o la sociedad8. Ni Cárdenas quería avanzar al modelo socialista-comunista al estilo soviético, ni Gómez Morin quería regresar al conservadurismo del siglo XIX; en la tesis de O´Gorman los liberales aceptaron el conservaduris-mo y los conservadores avanzaron hacia el liberalismo.

Si el PRI nació desde el seno del Estado en 1928 como una forma de garantizar el dominio del poder por parte de los so-brevivientes de la lucha de facciones revolucionarias después de la renuncia de Porfirio Díaz en 1911 y sobre todo como conse-cuencia del asesinato del candidato triunfador en las elecciones presidenciales de julio de 1928 —general Álvaro Obregón—, el PAN debe analizarse en función de la misma lógica: la dinámica del sistema político forjado por los funcionarios que ejercieron el poder en nombre de la Revolución Mexicana, y el PAN como una variante de la Revolución Mexicana, no contra ella sino para cumplir sus objetivos históricos.

La clave para entender el papel del PAN como oposición la dio el propio Gómez Morin en su respuesta al discurso pronunciado por el presidente Lázaro Cárdenas el 20 de febrero de 19409, poco menos de dos años después de la expropiación petrolera y de la fundación del Partido de la Revolución Mexicana con sus cuatro sectores corporativos y siete meses después de fundado el PAN. En un documento titulado Informe a la Nación10, Gómez Morin

1 Morlino, Leonardo (1985), Cómo cambian los regímenes políticos, Centro de Estudios Constitucionales, España, págs. 116-117.2 La Jornada y El Universal, 24 de mayo de 2000.3 dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/666876.pdf.4 http://www.cieplan.org/media/publicaciones/archivos/17/Capitulo_3.pdf5 La XVII asamblea del PRI de 1996 colocó candados a la elección de candidato presidencial y dejó a Zedillo sin poder colocar como candidatos a Guillermo Ortiz Martínez o José Angel Gurría Treviño; en 1999 se abrió la candidatura y hubo tres figuras dominantes; Labastida, Manuel Bartlett Díaz y Roberto Madrazo Pintad; Zedillo optó por Labastida.6 Muñoz Ledo, Porfirio, La Jornada, 26 de mayo de 2014.7 Loaeza, Soledad (1996), Los orígenes de la propuesta modernizadora de Manuel Gómez Morín, revista Historia Mexicana, volumen XLVI No. 2, págs. 426-427. Y Campos López, Xóchitl Patricia, y Velázquez Caballero, Diego Martín (2013), La visión modernizadora de Manuel Gómez Morín, Popocatépetl Editores, México, págs. 166-172.8 Campos y Velázquez, ibíd., págs. 146-163.9 Cárdenas, Lázaro (1940), Mensaje ante el congreso estatal de Guerrero, 20 de febrero, http://www.memoriapoliticademexico.org/Textos/6Revolucion/1940MPR.html.10 Castillo, antología de Manuel Gómez Morín, pág. 143.

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11 Ibíd., pág. 150.12 Fuentes Díaz, Vicente (1977), Ascenso y descenso de los revolucionarios bajo Cárdenas, Editorial Altiplano, México, págs. 75-77.13 Velázquez Caballero, Diego Martín (2014), La influencia de Plutarco Elías Calles en la Fundación del PAN, eBook del Centro de Estudios Políticos y de Seguridad Na-cional, Proyecto México Contemporáneo 1070-20120, en http://noticiastransicion.mx, México.14 Cárdenas 1940, pág. 6.15 Castillo, pág. 150.16 Ibíd., pág. 151.17 Ibíd., pág. 153.18 Ibíd., pág. 153.19 Loaeza (1974), El Partido Acción Nacional: la oposición leal en México, en La vida política en México 1970-1973, Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México, México, págs. 108-110.20 Ortiz Mena, Antonio (1998), El desarrollo estabilizador: reflexiones sobre una época, Fondo de Cultura Económica, México, pág. 365.21 Unda Gutiérrez, Mónica 2003), Compendio de política económica de México 1980-2000, Coedición ITESO y COECYT, México, págs. 170-185.

establece lo que llamó “el sentido de la oposición”11; no fue una definición estricta de oposición, sino una caracterización del pa-pel que debería jugar la oposición: confrontación de agendas y proyectos pero dentro del proceso de la Revolución Mexicana; se trató, así, de un decantamiento de posiciones de cara a la Revo-lución, no contra ella ni menos como una propuesta alternativa a la Revolución Mexicana.

El discurso de Cárdenas en Chilpancingo en febrero debe leer-se en el escenario de la campaña presidencial para las votaciones del 7 de julio de 1940. Agobiado por la crisis, Cárdenas había tenido que optar por una sucesión conservadora, sacrificando la radicalización de su proyecto en aras de la estabilidad; la crisis económica, política, social y sobre todo de expectativas había sido producto de las contradicciones entre una estrategia de radicaliza-ción ideológica frente a un asentamiento conservador de la socie-dad12. Fracturado el grupo cardenista por la marginación de los radicales, sin poder imponer al general Francisco J. Mújica como su sucesor, abandonando a su asesor Jesús Silva Herzog, dividido el grupo revolucionario por la candidatura independiente de Juan Andrew Almazán y el callismo impulsando fuerzas hacia el PAN13, Cárdenas no quería sorpresas electorales. Por ello su discurso rea-firmó la línea revolucionaria de principios y élites e hizo un severo ataque contra el conservadurismo —contra el PAN pero sin men-cionarlo— por sus críticas hacia los gobernantes de la Revolución Mexicana14, aunque con el conservadurismo de Elías Calles como su segundo pensamiento. De ahí la respuesta casi inmediata de Gómez Morín fechada el 28 de febrero.

Además de usar la oportunidad para reafirmar los valores de su propuesta de partido, Gómez Morin le respondió a Cárdenas con un razonamiento de su crítica: no era para destruir ni para desplazar, sino para definir los objetivos del programa ideológico, político, social y económico del PAN. En sus argumentaciones Gómez Morín dejó en claro la caracterización de su oposición:

Las críticas contra el régimen, cuando lo son de verdad contra él, no cuando se trata de disputas entre los miembros del régimen que están en el poder y los que están fuera del poder y quieren adueñarse de él15.

Así, Gómez Morin eludía la profundidad del concepto de la alternancia y sólo dejaba fijado el criterio de opción. En este largo párrafo, el fundador del PAN estableció los parámetros de su propuesta bajo el criterio de “el sentido de la oposición” en un juego de conceptos dialécticos: no es oposición al régimen quien no opone un nuevo modelo sino que busca sólo cumplir con las promesas incumplidas del régimen y su burocracia revoluciona-ria, ya por entonces contaminada por la corrupción; es decir, como propuesta ideal el régimen de Cárdenas tenía los mismos

objetivos de la propuesta ideal de Gómez Morin y el PAN; por eso el panista decía que no es oposición al régimen quien desde fuera buscaba cumplir los ideales del régimen en curso16. Y para que no hubiera duda de que el PAN no proponía la ruptura del rumbo de la nación, Gómez Morin aclaró el hecho de que el rumbo de la Revolución Mexicana era el único:

No hay en México quien piense ya en una regresión, en la que algunos llamarían regresión social y política17.

El problema era de funcionalidad:

El régimen ha sido y es inepto, contradictorio, no sólo in-capaz de dar realidad a los altos propósitos que dice perseguir y que son queridos por la nación18.

Gómez Morin dijo que el PAN buscaba los mismos ideales que Cárdenas había planteado en su discurso de Chilpancingo. Por tan-to, la oposición panista no era de relevo de proyecto, de cambio de ideología o de nueva correlación de clases, sino que los dos busca-ban cristalizar los objetivos de la Revolución Mexicana. El panista definió esos “ideales” de la Revolución Mexicana como “luminosos, progresistas y revolucionarios”. No hubo, pues, en el nacimiento del PAN ninguna doctrina de alternancia de proyecto ideológico.

3.3.- PAN: de la lealtad a la alternancia

El proyecto de Gómez Morin y el PAN se movió en un espacio limitado por dos vertientes: entre la Revolución Mexicana como metas de justicia social pero sin lucha de clases y el modelo de mercado sobre el dominio inconmensurable del Estado. El PAN fue oposición leal19 en el periodo de acomodamiento del régimen de la Revolución Mexicana en el centro como economía mixta —Estado y mercado complementándose— durante el periodo poscardenista de Manuel Ávila Camacho (1940) a finales del se-xenio de Gustavo Díaz Ordaz (1970), mejor conocido como mo-delo económico de desarrollo estabilizador20: Estado promotor de la inversión privada, empresarios compartiendo espacios con el Estado, Estado de bienestar social, política social del Estado basado en una política fiscal no agresiva contra los empresarios y política económica basada en el ancla inflacionaria para mante-ner el tipo de cambio estable, fijo y bajo.

El PAN pasó a la confrontación en los años del populismo 1971-1982 como respuesta a las agresivas inversiones del Estado en empresas que fueron desplazando a las privadas y consolidan-do un importante sector público y paraestatal21 —más de mil

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quinientas empresas— a la expropiación de la banca privada. La preocupación del PAN enfatizaba el avance del Estado, el desplazamiento del sector privado y el déficit presupuestal por el aumento en el gasto sin aumento en los ingresos. En estos doce años el PAN transitó de la lealtad como factor de equilibrio y estabilidad a la demanda de alternancia y desarrolló esa estrate-gia en el lapso 1983-2000. La alternancia se convirtió en meta del PAN después de la expropiación de la banca privada en sep-tiembre de 1982 por varias razones: el avance mayor del Estado, la incorporación al Estado del poder financiero como factor de gasto y los banqueros y empresarios accionistas bancarios que militaban y controlaban el PAN. La candidatura del empresario Manuel J. Clouthier en 1988 nació de su lucha contra la expro-piación bancaria.

La composición de grupos y élites del PAN también hubo de caminar hacia la conformación y reaglutinamiento de nue-vas fuerzas internas: justo con el inicio del ciclo populista del régimen hubo una reorganización de élites; hacia 1972 llegó a la dirección nacional del PAN el político regiomontano José Angel Conchello, vinculado a poderosos empresarios; y con él inició el PAN la carrera hacia la alternancia. El segundo paso fue en 1988 con la candidatura presidencial panista del empresario Manuel J. Clouthier, dirigente de las cúpulas empresariales en el año de 1982 y por tanto un opositor y combatiente de la expropiación de la banca privada. En 1988 el PAN buscó seriamente consoli-dar su línea de alternancia en la presidencia de la república. En el ciclo 1972-1988, el PAN se fortaleció con dos estrategias: la incorporación de empresarios de la zona norte del país22 —la más desarrollada y por tanto con una mayor autonomía relativa del sistema político— y la alianza con la fracción dirigente del gobierno de los Estados Unidos en el gobierno de Reagan vía el embajador John Gavin y su iniciativa de articular un frente na-cional de panistas-jerarquía católica conservadora-empresarios-Casa Blanca23.

El quiebre en la tradición liberal-conservadora del PAN coin-cidió con la quiebra del tránsito revolucionario en la élite gober-nante al arribo al gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado en 1979 como secretario de Programación y Presupuesto. Asignado a la tarea de redactar un plan de desarrollo funcional a los inte-reses populistas, el equipo de De la Madrid —comandado por el joven economista Carlos Salinas de Gortari— redactó el Plan Global de Desarrollo 1980-1982 en el que fijó algunos de los cambios en la orientación histórica e ideológica del régimen de la Revolución Mexicana24, iniciando el periodo de reorganización conservadora del Estado. El PGD llevó a De la Madrid a la presi-dencia de la república y con él arribo Salinas de Gortari a la SPP; la reforma económica de De la Madrid en diciembre de 1982 fue teorizada por Salinas de Gortari como la de la declaración de la autonomía relativa del Estado respecto de las clases, un giro de 180 grados de la representación social-corporativa del Estado en el régimen priísta25.

El avance electoral del PAN no hubiera sido posible sin la presencia del grupo conservador de De la Madrid en la conduc-

ción del gobierno. El aflojamiento del estatismo político contri-buyó a la conquista de gobiernos municipales a partir de 1984 para culminar con la primera gubernatura en 1989 en Baja Ca-lifornia. En el periodo 1983-1988, el Estado comenzó a vender empresas públicas y la cobertura del gasto público redujo su uni-verso pasando de una política social a una de atención sólo a los más vulnerables. En el PAN se dieron tres direcciones compro-metidas con la alternancia, inclusive confrontando al Estado en repliegue: Abel Vicencio Tovar (1978-1984), Pablo Emilio Ma-dero (1984-1987) y Luis H. Alvarez (1987-1993), éste último operador del arribo al PAN de empresarios del norte, un grupo conocido como el de los “Bárbaros del Norte”. El repliegue del Estado dinamizó el activismo electoral de alternancia del PAN.

En 1988 se dieron dos candidaturas presidenciales polarizan-tes, aunque con el mismo proyecto económico: el empresario Clouthier que había radicalizado el discurso del PAN a partir de la expropiación de la banca y el neoliberal de Salinas de Gortari en la lógica de la desestatización y la colocación del mercado como el pivote del desarrollo. El cruce fue sin duda el eje del fortalecimiento del PAN: en la campaña electoral, el panista Clouthier acusó al candidato priísta Salinas de Gortari de “ro-barle” el proyecto económico. El dato es básico para entender la forma en que el PAN pasó de partido de oposición conservadora a un partido de coincidencia de proyectos con el del régimen de la Revolución Mexicana en fase de corrimiento al centro-dere-cha26. Como catalizador de ese cruce de caminos entre el PRI y el PAN actuó la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano en 1988, hijo del general Cárdenas cuyo proyecto aceleró la fun-dación del PAN, como abanderado del rescate del proyecto neo-cardenista de la Revolución Mexicana. El saldo electoral colocó a Cárdenas en segundo sitio pero no por su proyecto neopopulista sino por la significación de su bandera de democratización.

Las elecciones presidenciales de 1988 jugaron el papel de ca-talizador de nuevas definiciones políticas: el PRI expulsó a los cardenistas e históricos para poder establecer la línea de conti-nuidad del grupo tecnócrata de De la Madrid-Salinas, el PAN perfiló a Clouthier como abanderado de la nueva corriente de empresarios llegados del norte desarrollado del país y Cárdenas logró conjuntar una coalición de izquierda basado en el Partido Comunista Mexicano menos marxista y la Corriente Democráti-ca neocardenista del mismo PRI. Las tres candidaturas se movie-ron en el escenario del régimen de la Revolución Mexicana: Sa-linas de Gortari con una modernización de mercado, Clouthier a través de su proyecto de Estado de empresarios y Cárdenas tratando de revivir el proyecto social cardenista pero dentro de los márgenes de apoyo al sector privado aunque con un Estado comprometido con el bienestar social. En los hechos, se revivía en el PAN de 1988 el escenario de Gómez Morín de 1940 de oposición al régimen en cuanto a la funcionalidad, pero sin sa-lirse del espacio político de la Revolución Mexicana.

SI el régimen de la Revolución había coqueteado formal-mente —en declaraciones, aunque no en los hechos— con el socialismo en los gobiernos de Elías Calles y Cárdenas, con Sa-

22 Bátiz, Bernardo (2014), Las etapas del PAN, La Jornada, 6 de octubre de 2014.23 Ramírez, Carlos (1987), Operación Gavin. México en la diplomacia de Reagan, Libros de El Día, México, págs. 73-78.24 Ramírez Carlos (1978 y 1979), La economía mexicana, programada como deseo, revista Proceso, 6 de noviembre de 1978; y Plan Global 1980-1982. Fortalecimiento del capital; las cargas, a los trabajadores; revista Proceso, 15 de octubre de 1979. 25 Ramírez, Carlos (2010), El regreso del PRI (y de Carlos Salinas de Gortari), Editorial Planeta, México, págs. 71-76.26 Ramírez 2010, págs. 78-80.

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linas había ingresado al capitalismo puro de mercado, con un Estado declinante. En marzo de 1992 Salinas de Gortari excluyó a la Revolución Mexicana de la ideologías del PRI e introdujo el concepto de “liberalismo social”27 que quiso ser juarista pero se quedó sólo en la vertiente de Juárez que fundó el capitalismo mexicano28. En los lados polares de la Revolución Mexicana se habían colocado el PAN —a la derecha— y el PRI —a la izquier-da—, aunque más por posicionamientos que realmente por de-finiciones doctrinarias. El salto cualitativo de Salinas de Gortari llevó al PAN y al PRD al centro ideológico.

Lo importante fue el hecho de que efectivamente Salinas de Gortari definió su proyecto de modernización del desarrollo apropiándose del proyecto panista que giraba en torno a tres principios básicos: el bien común, el Estado subsidiario y el so-lidarismo; Salinas de Gortari perfiló su proyecto en torno a la riqueza repartible sin lucha de clases, la disminución del Estado en aras del mercado y del sector privado y la transformación de la política social del Estado sólo en programas asistencialistas para los más pobres en el Programa Nacional de Solidaridad. El programa de Salinas de Gortari fue una victoria conceptual, política e histórica del PAN frente al PRI, aunque en los hechos no ayudo a algún reposicionamiento político del panismo; en el salinismo el PAN ganó tres gubernaturas, dos —Baja California y Guanajuato— por la vía de las negociaciones políticas con el presidente Salinas de Gortari y una —Chihuahua— por elec-ción. Pero más por el número, lo importante fue el paso más del PAN hacia la institucionalización.

El PAN fue el beneficiario político de la crisis ideológica del PRI, de la crisis política de la segunda mitad de 1993 y todo 1994 y de la crisis económica heredada por Salinas de Gortari a Zedillo vía una devaluación inevitable y el programa de ajuste que aplicó Zedillo con el efecto brutal de las tasas de interés ban-carias y la pérdida de casas y automóviles por parte de deudores. Pero lo que realmente ayudó a las posibilidades presidenciales del PAN encauzando además los efectos sociales de las crisis fue la reforma política que Zedillo se vio obligado a pactar con el PAN y con el PRD para aceptar el aumento del IVA y la protección de los bancos; y dentro de esa reforma, la parte fundamental fue la autonomía total del Instituto Federal Electoral, hasta entonces operando sólo con consejeros ciudadanos pero con funcionarios de Gobernación en la presidencia del organismo; la reforma sol-tó por completo el aparato de organización y conteo de votos, la sociedad le otorgó la confianza al IFE y las elecciones del 2000 estuvieron determinadas por el respeto a los sufragios.

3.4.- Zedillo, el Aleksandr Kérenski de la derecha

Luego de 1994, el país enfrentó en el 2000 de nueva cuenta las posibilidades de la alternancia partidista en la presidencia de la

república. El colapso de 1994, iniciado en mayo de 1993 con el asesinato del cardenal católico Juan Jesús Posadas Ocampo en Guadalajara y seguido por el alzamiento guerrillero del EZLN y el asesinato del candidato presidencial priísta, reveló a un país fracturado29. Ante el escenario de una crisis electoral que se de-finió con la metáfora de “choque de trenes”30, organizaciones ciudadanas se unieron para abrir posibilidades de acuerdos de-mocráticos y los candidatos firmaron compromisos de reformas democratizadoras si ganaban las elecciones31. Dominada la socie-dad por el miedo azuzado por la guerrilla zapatista en Chiapas y el ambiente de crimen y delincuencia, el PRI ganó las elecciones con una cómoda ventaja de 22 puntos porcentuales sobre el PAN como segundo lugar. Y la reforma democrática impulsada por Zedillo en 1995 —el Acuerdo Político Nacional32— fue pro-ducto de la necesidad del voto de la oposición para el programa anticrisis y no tanto por los compromisos firmados.

La leyenda urbana señala a Zedillo como el Aleksandr Ke-rénski que desde el sistema zarista abrió el espacio para la entrada de los bolcheviques leninistas al poder33, quién estuvo decidido a impulsar la alternancia por su desafecto al PRI y por presuntos acuerdos secretos con el presidente Bill Clinton. Ante la crisis de 1994-1995 por el vaciamiento de las reservas, la devaluación y el alza de las tasas de interés bancarias a niveles superiores de 100%, el rescate con financiamiento de emergencia vino de Washington: al margen del congreso, Clinton prestó a México 55 mil millones de dólares, aunque embargó la factura petrolera. Ese dinero tuvo un acuerdo político que llevó a Clinton a Mé-xico en mayo de 1997: fortalecer democracia y derechos huma-nos34. Ahí se forjó la tesis de que Zedillo se había comprometido a impulsar la alternancia en México hacia el PAN.

Sin embargo, se dieron también dos hechos al interior del PRI: Zedillo fue candidato suplente ante el asesinato de Colosio en marzo de 1994, tuvo muchos vetos en el PRI que Salinas tuvo que vencer para consolidarlo y en su campaña Zedillo trató de colocarse como candidato ciudadano. En el foro nacional de la democracia, de agosto de 1994, días antes de las elecciones, Ze-dillo hizo la declaración que fue popularizada como la de la “sana distancia del presidente respecto del PRI”. La declaración textual fue importante porque el compromiso directo no fue establecer la sana distancia sino mantener “diáfana la distancia”, es decir, “clara, limpia”, como señala el Diccionario de la Real Academia:

Creo firmemente en que la democracia exige una sana dis-tancia entre mi partido y el gobierno. La Constitución señala con precisión el espacio que a cada uno corresponde y mi compro-miso será mantener diáfana la distancia que debe separarlos. Lo he dicho y hoy lo reitero: los priístas no queremos un Estado que se apropie del partido ni un partido que se apropie del Estado35.

La otra decisión fue de Zedillo: la XVII asamblea nacional

27 http://www.memoriapoliticademexico.org/Textos/7CRumbo/1992-D-CSG-L.html28 Scholes, Walter V. (1976), Política mexicana durante el régimen de Juárez 1855-1872, Fondo de Cultura Económica, pág. 3929 Ramírez, Carlos (), Cuando pudimos no quisimos, Editorial Océano, México, Introducción.30 http://www.memoriapoliticademexico.org/Efemerides/6/09061994-Gpr.SA.html 31 http://www.memoriapoliticademexico.org/Textos/7CRumbo/1994-GSA-P.html 32 http://zedillo.presidencia.gob.mx/pages/disc/ene95/17ene95.html 33 Kerénski, Aleksandr (1967), Memorias, Luis de Caralt Editor, España, págs. 252-254.34 La Jornada, 8 de mayo de 1997.35 Zedillo Ponce de León, Ernesto (1994), Ernesto Zedillo. Propuestas y compromisos, Noriega Editores, México, pág. 30.

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del PRI puso la condición de que los candidatos a la presidencia debieran tener un cargo previo de elección popular. Echeverría, López Portillo, De la Madrid, Salinas y Zedillo habían llegado a la presidencia desde la burocracia del primer círculo del poder. Las figuras que Zedillo parecía estar impulsando para la candida-tura priísta de 2000 eran Ortiz Martínez y Gurría Treviño, dos economistas sin cargo de elección popular. Sin fuerza en 1996 para imponerse sobre los priístas que seguían cargando con el asesinato de Colosio, Zedillo tuvo que ceder y quedarse sin can-didato propio. En la competencia por la candidatura a finales de 1999, los priístas le quisieron ganar la candidatura a Zedillo, pero éste apoyó a Labastida y frenó las posibilidades de Madrazo y Bartlett. A pesar de ser candidato de Zedillo, Labastida no tuvo demasiado apoyo presidencial.

El círculo se cerró con la reforma electoral de 1996: la inde-pendencia absoluta del IFE respecto del gobierno provocó que en las elecciones de 1997 el PRI perdiera el gobierno del DF y la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, como indicios de la debacle. En el PRI hubo una rebelión y la XVII asamblea nacional de 1996 colocó candados a la candidatura presidencial como respuesta política al presidente de la “sana distancia.

El ambiente político del 2000 previo a las elecciones era más abierto que en 1994. Labastida había perdido las alianzas tradi-cionales del sistema, los medios fueron más plurales y organiza-ciones ciudadanas pugnaban por la transición. Ciertamente que esa parte de la sociedad pensaba en una transición tipo Morlino: con reforma sistémica y construcción democrática. En los meses finales de la campaña, Fox dio dos pasos audaces: dos desplega-dos que fijaron la transición justamente en la reforma estructural del viejo régimen: Ni un voto más al PRI. Por una plataforma y go-bierno de transición y el documento Compromisos por un gobierno de transición democrática36; sin embargo, el propio Fox no tenía un razonamiento cabal de lo que representaba una transición a la democracia; para él, en términos del modelo de Gómez Morín, era sólo la victoria de un partido de oposición sin modificar las bases del régimen político: la sola alternancia de otro partido pero en el mismo sistema y el mismo régimen, es decir: cambiar a la élite gobernante para mejorar la calidad del gobierno pero dentro del mismo sistema político.

La sociedad, sin embargo, quería más: en el segundo trimes-tre del 2000 hubo un cambio estratégico en el voto de centro-izquierda hacia Fox, dentro de la percepción de que Cárdenas —candidato por tercera ocasión— ya no representaba las posi-bilidades del cambio; así, la izquierda se corrió al centro y signó varios compromisos con Fox para impulsar la construcción de un nuevo sistema político y de una democracia más funcional.

3.5.- PAN: ¿con qué se come la transición?

Si el PAN como partido político entendía lo que representaba una transición, su candidato presidencial Fox no se había pre-ocupado por tratar de comprender los alcances del tránsito de una estructura partidista dominante a un juego democrático de partidos a través de la alternancia. En una conversación con el

autor de este ensayo antes de las elecciones de julio del 2000, Fox quería saber del tema porque en su equipo de asesores políticos no panistas había quienes hablaban de ello, sobre todo Jorge G. Castañeda y Adolfo Aguilar Zinser; además de que grupos de izquierda habían iniciado conversaciones en el escenario de tran-sitar a un régimen democrático.

En varios textos publicados desde 1994, Castañeda era uno de los principales pivotes de impulsar a Fox como la figura me-diática capaz de derrotar al PRI y construir un camino a la demo-cracia. Al iniciar la campaña presidencial, Castañeda y Aguilar Zinser crearon grupos de intelectuales plurales —antes vincula-dos al PRI— para debatir los espacios de la democratización. No se trataba sólo de derrotar al PRI, sino de pasar a la gran reforma del régimen priísta que iba a quedar funcionando después de la derrota del PRI; en ese espacio político Fox pudo tener acuerdos políticos con grupos de la izquierda, de manera significativa el del hijo de Heberto Castillo Martínez, una figura emblemática de la izquierda que había luchado al lado de Cuauhtémoc Cárde-nas37. Las tendencias electorales perfilaban una disputa presiden-cial PRI-PAN, con Cárdenas y la segunda elección presidencial del PRD como partido organizado.

Luego de la victoria, Fox se vio a sí mismo sin margen de maniobra: el PRI quedó con 36% de los votos pero con datos de ventaja: en las dos cámaras el PRI ganó el 37%, con el 38.2% del PAN aliado al Verde, lo que significaba que el PAN por sí mismo carecía de base política sólida. De ahí el dilema estable-cido por Castañeda: aliarse con el PRI, trabajar con el PRD o caminar en solitario38. En la segunda mitad de la campaña Fox y el PAN se percataron que era imposible mantener acuerdos con Cárdenas por el radicalismo de la línea dura del perredismo; en la víspera de las elecciones, Fox propuso que Cárdenas declinara y se sumara a la candidatura panista, a cambio de tres secretarias del gabinete; la negativa cardenista fue radical. Cárdenas quería que Fox y el PAN aplicaran el proyecto neocardenista del PRD. En cambio, Fox encontró en el PRI al aliado ideal: colaborador, con programas más o menos comunes porque los dos venían de la reforma económica modernizadora de Salinas.

Ahí se decidió el futuro de la transición: sólo relevo electoral, sin instauración democrática y manteniendo el mismo régimen político. La historia de la transición-instauración frustrada se contó en la columna Indicador Político en El Financiero:

Seis meses después de haber tomado posesión de la pre-sidencia con Fox, un grupo de asesores del nuevo gobierno pidió una reunión de emergencia con Vicente Fox en su ran-cho de San Cristóbal. El tema era delicado: la prometida “re-volución del siglo XXI” se estaba hundiendo. En esa reunión Adolfo Aguilar Zinser le dijo a Fox:

—Usted no está haciendo el trabajo; usted está abandonán-donos.

La historia la contó el propio Aguilar Zinser —un mes antes de su muerte— a los corresponsales Kevin Sullivan y Mary Jordan, del The Washington Post, y fue publicada en la primera plana de ese diario el pasado lunes 27 de junio de 2005. Para Aguilar Zinser “la revolución de Fox se murió en

36 Castañeda, 2014, págs. 377-378.37 Castillo, Héctor, et. al. (2001), Voces de la izquierda que llamaron a votar por Vicente Fox, Raúl Juárez Carro Editorial, México.38 Revista Newsweek, julio de 2000.

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la transición”.El reporte de los periodistas norteamericanos tuvo mu-

chas revelaciones sobre la decisión de Fox de no convertir su victoria en una transición a otro sistema político y sobre la determinación de Fox de “perdonar” al PRI y negociar con ese partido. “Fox no supo que hacer con el PRI”, dijo la se-nadora Dulce María Sauri, presidenta del PRI en el 2000. “Durante la campaña fue muy útil pintar al PRI como el diablo. Pero para gobernar eso no era suficiente”.

La historia contada en el The Washington Post reveló que la decisión más importante de Fox al interior de su equipo de trabajo fue decidir qué hacer con el PRI. “Los asistentes de Fox le dijeron que estaba siendo demasiado suave con el PRI y que los priístas estaban estrangulando las reformas impor-tantes en el Congreso”.

En este escenario, los asesores de Fox dijeron que “era tiempo de jugar rudo y propusieron un plan: escrutar las fi-nanzas de cien altos funcionarios priístas y amenazarlos con exponerlos como corruptos”. Aguilar Zinser reveló lo que le dijo a Fox: “démosles opciones: abandonen el país o van a la cárcel”. Pero Fox, cuenta la historia del Post, “agitó la cabeza y dijo: yo no soy Dios”. Jorge G. Castañeda recordó otra frase de Fox: “¿quién soy yo para hacer esa lista?” Castañeda le respondió: “esto no va a funcionar. Estamos perdiendo de-masiadas batallas”.

Por tanto, no hubo transición política ni de gobierno, algo que Fox insiste en que sí y que utilizará como argumento en el mitin de mañana sábado en el Angel de la Independen-cia para celebrar cinco años de la derrota del PRI. Y no la hubo porque Fox se negó a cambios de fondo. Aguilar Zinser recordó en su entrevista con el Post que Fox se sorprendió cuando vio un mapa de la estructura burocrática del gobier-no, en los meses posteriores a la victoria y antes de la toma de posesión.

Aguilar Zinser recordó una reunión en Cocoyoc durante la preparación de la ceremonia de toma de posesión. Ahí esta-ba un Fox alarmado por el tamaño del desorden burocrático. Y sólo pudo decir: “¿esto es lo que tengo que manejar?” Fox no se asumía como gobernante sino como un “nuevo produc-to”: “el producto era un bigote, un sombrero, un cinturón, las botas y una marca de refresco”, delineó Aguilar Zinser. “Todo se identificaba con una botella, con una botella de Coca Cola. Y Fox se sentía muy a gusto siendo una botella”.

Pero como todo producto, Fox tuvo que enfrentar la rea-lidad. Aguilar Zinser recordó que como gobernante Fox pare-cía no tener claro su papel y era incapaz de asir el poder de la presidencia. “Nosotros no quisimos reconocerlo al principio, pero cuando mirábamos dentro de la botella decíamos: Dios mío, está vacía”.

Los intelectuales no fueron los únicos que apresuraron a Fox a definir una política de respuesta al PRI. Los correspon-sales del The Washington Post hablaron también con Carlos Rojas Magnon, uno de los promotores más entusiastas de la carrera política de Fox. La relación es tan cercana a pesar de conflictos como el de las toallas, que Rojas terminó la en-trevista con el diario norteamericano con un “yo amo a este

hombre (Fox)”.Rojas le contó al Post historias de la vida cotidiana al co-

menzar el sexenio. Una de ellas tuvo que ver con la lista de sobornos mensuales que otorgaba la presidencia de la repú-blica “a periodistas y medios de comunicación”, una larga tradición, escribió el diario estadunidense, que ayudó al PRI a defender de la crítica a las decisiones de gobierno. Fox tomó la decisión de cancelar esa lista y la entrega de sobornos.

Otra historia sonó a queja: Fox prefirió condescender con el PRI, a pesar de todas las agresiones de los priístas contra la oposición, Fox y los foxistas. El Post recogió la anécdo-ta de una vez en que Rojas fue encarcelado por priístas por hacer pintas contra el PRI en una pared. Y también Aguilar Zinser contó la ocasión en que fue secuestrado por priístas al comienzo de los ochenta y encerrado en su oficina donde fue vejado, vendado y torturado metiéndole la cabeza en el retrete. Por cierto, muchos de los después opositores eran priístas en esos años.

La queja de muchos foxistas fue en el sentido de que Fox llegó al poder y le dio empleo a priístas. “Rojas dijo que él no podía creerlo”. Rojas recordó que un miembro del equipo de transición le reclamó a Fox: “qué diablos estamos haciendo con esos tipos del PRI en el gobierno”. Pero Fox, a decir de Rojas, habló sobre la necesidad de un acuerdo con los priís-tas. Para Rojas, Fox tomó decisiones equivocadas.

Así que mañana en el Angel de la Independencia deba recordar Fox lo que publicó el Post el lunes pasado: su pacto secreto con el PRI y sus corporaciones, un hecho que anula cualquier criterio de transición. De acuerdo con el diario es-tadunidense, Fox acordó secretamente con empresarios que financiaron su campaña no atacar al PRI para evitar una crisis que ahuyentara las inversiones o afectara la bolsa.

El problema fue que Fox perdonó al PRI y le permitió rehacerse. Rojas asumió eso como un error porque hay que destruir al adversario cuando se le gana. “Y no puede dársele diez minutos de recuperación”. Ahí falló Fox y ahí se colapsó la transición39.

La transición ser topó con un presidente sin horizonte histó-rico, con un PAN encerrado sobre sí mismo, con un proyecto de gobierno de corto alcance y sin fuerzas políticas potenciadoras.

3.6.- PAN 2000-2012: de oposición leal a alternancia cómplice

El ambiente festivo por la victoria de Fox fijó los parámetros de tres condicionales: esperanza, expectativas y resultados. En el mitin de la victoria en el Angel de la Independencia la noche del 2 de julio resaltó un grito que se convertiría en factor de evalua-ción social: “¡¡¡no nos falles, Vicente!!!” Pero los cuatro meses de espera entre las elecciones y la toma de posesión fueron un inte-rregno que Fox no supo manejar por las dificultades para armar el gabinete y definir el programa de gobierno. Y luego en su toma de posesión en el Palacio Legislativo Fox rompió el protocolo al abrir su discurso dirigiéndose a sus hijas y no al congreso.

39 Ramírez, Carlos, El Financiero, 1 de julio de 2005.

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Con Calderón el escenario fue diferente: la victoria apretada, el conflicto poselectoral de López Obrador y la crisis magisterial en Oaxaca también operarían como factor anticlimático en las expectativas sociales, de suyo enfriadas por los saldos del foxis-mo. La polarización política llevó a la sociedad a los escenarios no de la esperanza sino tan sólo de la confrontación de los estilos institucionales con los insurreccionales de López Obrador. Para el 2006 ya no se hablaba de transición o de fundación sistémica sino de reactivación económica y de demandas de empleo.

Las expectativas de transición y fundación democrática dis-minuyeron en los primeros meses del 2001 por el descuido de Fox, por su relación con Marta Sahagún y por las dificultades para asumir la conducción del gobierno central con un congreso de mayoría opositora. Ante el escenario de minoría, Fox enfrentó los tres escenarios que resumió Castañeda en un texto: aliarse con el PRD, pactar con el PRI o ir en solitario. Cerrados los caminos para las opciones 1 y 3, Fox y Calderón optaron no por una alianza o pacto con el PRI sino con un entendimiento de circunstancias. Si el PAN fue visto como la solución a las tres he-rencias del régimen priísta —corrupción, represión y pobreza—, al final la expectativa se deflactó sólo a disminuir las tensiones en esas tres variables.

Frente al desafío de la victoria presidencial en el 2000 y en el 2006, el PAN tuvo que optar entre tres posibilidades de más largo alcance y de carácter sistémico:

1.- La instauración de un nuevo régimen democrático o la vía Morlino.

2.- La alternancia de élites basada en la eficiencia o la vía Gómez Morín.

3.- La continuidad priísta con reformas de superficie o la vía Elías Calles.

Las prioridades de cada sexenio panista fueron determinadas por la coyuntura: Fox apeló a la reforma fiscal pero sin éxito y Calderón le apostó a la lucha frontal contra el crimen organizado y reformas de procedimiento en materia de ingresos y energía. Las tres variables fundamentales de caracterización de un régimen sirven para evaluar el periodo panista 2000-2012: el crecimiento económico, la distribución de la riqueza y la estabilidad social.

El problema más fuerte fue la imposibilidad de encontrar un espacio de acuerdo de reformas con el PRI, sobre todo porque el PAN con Fox y Calderón eludió la reforma del sistema y del régimen y se quedó en reformas parciales, a pesar de que en al-gunas hubiera podido haber más coincidencias. Pero a pesar de las indefiniciones de proyecto, las reformas fiscal, energética y laboral tuvieron apoyos parciales del PRI. Al final de cuentas, el PAN sólo estaba pensando en el modelo Gómez Morín: hacer funcionar el modelo de desarrollo priísta. Y en medio de ello, el PRD también cooperó con la desviación del camino de la instau-ración democrática porque sus propuestas no fueron más que las de viejo PRI corporativo, populista, cardenista.

En este escenario, la trayectoria de transición democrática-elec-toral rumbo a la instauración democrática de un nuevo sistema y un nuevo régimen careció de mentalidades políticas de trayecto largo.

La victoria electoral del PAN en el 2000 para empujar una

alternancia de partidos en la presidencia de la república fue sa-ludada como un avance de México hacia una democracia real, dejando atrás la democracia formal autoritaria del PRI. Los dos documentos firmados por Fox y el intento de acuerdo con Cár-denas para una coalición política electoral habían abierto las ex-pectativas. Sin embargo, la realidad de nueva cuenta limitó las posibilidades: a nivel legislativo, en el 2000 el PAN consiguió sólo el 41.4% de las curules en la cámara de diputados y cayó estrepitosamente a 29.6% en el 2003, contra el 41.6% de curu-les para el PRI en los diputados en 2000 y 40.6% en el 2003. a mediados del sexenio de Fox. En el 2000 el Senado el PRI tuvo el 46% de las curules, contra el 36.7% para el PAN.

Sin el brazo legislativo, el presidencialismo quedaba manco o discapacitado. A lo largo de su sexenio Fox sí pudo avanzar algu-nas reformas, pero hubieron de ser limitadas por el dominio del PRI. Por ejemplo, la reforma fiscal salió trunca porque el PRI se fracturó en el tema del impuesto a IVA en alimentos y medicinas, la bancada priísta de Elba Esther Gordillo lo apoyó pero la banca-da priísta de Manlio Fabio Beltrones la frenó. Eso sí, PAN y PRI avanzaron juntos en el proceso de desafuero de Andrés Manuel López Obrador por desacato al negarse a cumplir un amparo40.

Si en su equipo de campaña Fox había sumado a una pluralidad de personalidades y hacia finales de la campaña había obtenido el voto útil de varias formaciones de izquierda, el sentido de la tran-sición no encontró un proyecto en el presidente de la república. La alternancia como transición para una nueva instauración democrá-tica no tuvo a su favor ni una propuesta de gobierno ni una corre-lación de fuerzas sociales. En varios artículos publicados en medios impresos, Jorge G. Castañeda dio cuenta que Fox ni quería ni podía avanzar en las grandes reformas. Cuando se hicieron las cuentas de los espacios de maniobra, Fox se encontró —a decir de Castañeda— ante tres caminos ciegos: caminar en solitario pero sin clase política ni mayoría en el congreso y con pocos gobernadores, pactar con el PRD se veía imposible por la intolerancia de Cárdenas y de López Obrador como sucesor en el caudillaje o aliarse con el PRI; no hubo mucho que pensarle: Fox buscó acuerdos con el PRI, aunque a costa de muchas concesiones exigidas por los priístas, además de las frac-turas internas en el aparato político del partido y sobre todo de la bancada de diputados tricolores41.

Las posibilidades de los acuerdos fueron pesimistas porque el saldo electoral no daba para el optimismo. Lo escribió Castañeda:

Si bien la presión ejercida por la sociedad civil o los medios de comunicación es importante, en general, el carácter de los procesos de transición democrática depende de la correlación de fuerzas en cada nación y de que estas fuerzas guarden entre sí una relación propicia para el cambio. Aun en esta circunstancia, una transición pacífica tiene un precio ineludible: el estableci-miento de un pacto, ya sea implícito o explícito, por el cual los opresores acuerdan el fin de su dominio, al tiempo que los oprimidos utilizan la oportunidad no sólo para evitar derrama-miento de sangre y sufrimiento, sino también para sentar bases más sólidas para la vida democrática por venir42.

40 Ramírez, Carlos, El Financiero, miércoles 12 de mayo de 2004.41 Aguilar, Rubén, y Castañeda, Jorge G.(2007), La diferencia. Radiografía de un sexenio, Editorial Grijalbo, México, pág. 129.42 Castañeda, 11 de mayo de 2001.

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Al final, Fox hizo un gobierno panista parecido al del PRI y con acuerdos con el PRI.

Su sucesor Felipe Calderón llegó en peores condiciones. Fox compitió contra Labastida, Zedillo no autorizó el fraude y la ventaja de Fox sobre Labastida fue de 6.4 puntos porcentuales y 2.4 millones de votos; en cambio, Calderón apenas registró una ventaja de 0.56 puntos porcentuales y 243 mil votos. A ello se debe agregar la protesta poselectoral de López Obrador descalifi-cando a las autoridades electorales y a sus cifras y ejerciendo pre-sión con un plantón de militantes a lo largo del corredor del zó-calo al periférico, sobre todo de la avenida Paseo de la Reforma.

De nueva cuenta, el PAN había ganado la presidencia de la república pero sin obtener el control del congreso: el PAN logró el 41% de la cámara de diputados y el 40% en el Senado; con ello, el PAN no tenía por sí mismo la mayoría absoluta de 51% y menos la mayoría calificada de 334 diputados o el 67% de las curules. Por segunda ocasión, el PAN tuvo que acordar con el PRI las reformas por la intransigencia del PRD.

Si el voto del 2000 y del 2006 fue por mantener la transición o el cambio, el PAN pactó con el PRI a cambio del mantenimiento del rumbo económico, político y social. La agenda del PAN se movió históricamente sobre tres pivotes: Estado subsidiario (rela-ción decreciente Estado-sociedad), bien común (no lucha de clases sino mecanismos de distribución formal de la riqueza) y solida-rismo con los marginados (asistencialismo social). Pero estos tres pivotes funcionaron de cara al Estado de la Revolución Mexicana 1917-1992 y sus características históricas: Estado hegemónico y activo, lucha por la riqueza y política social basada en el ascenso de clases vía políticas publicas, con la fase socialista de Elías Calles y Cárdenas y estatista de Echeverría y López Portillo.

El modelo de modernización capitalista como continuidad acotada del Estado de bienestar del priísmo social fue diseñado por el equipo de Salinas de Gortari en 1979 con el Plan Global de Desarrollo 1980-1982 y llegó como tal hasta finales del gobierno de Zedillo en el 2000. Salinas de Gortari, en efecto, delineó un modelo de desarrollo más funcional a los principios panistas: la disminución del tamaño del Estado y de su intervención en la economía, disminución de las políticas públicas de redistribución de la riqueza bajo el concepto de “aumento productivo del nivel de vida”43 —aumentar la explotación y utilidades para obtener be-neficios— y Programa Nacional de Solidaridad para diluir el com-promiso de una política de bienestar social del Estado que facili-taba el ascenso social y sólo atendía las necesidades básicas de los más pobres44, tales como letrinas, pavimentación de calles y pisos de cemento. La política insignia del Estado priísta de bienestar era el salario real positivo —aumentos por encima de la inflación—, el cual se terminó por la modificación del criterio de definición del salario: de instrumento de justicia a ancla antiinflacionaria.

En este contexto el PAN ganó las elecciones presidenciales en el 2000 y en el 2006 y no tuvo una política alternativa. De ahí que sólo le haya dado continuidad a la política económica de Salinas de Gortari. Lo malo fue que la estrategia panista no

se encontró con la disciplina priísta que tuvieron De la Madrid, Salinas de Gortari y Zedillo: los priístas que llegaron a votar cambios sin objetar nuevas definiciones ideológicas comenzaron a regresar al populismo ya sin Salinas ni Zedillo en la presiden-cia. La reforma fiscal, la reforma energética y la reforma del Esta-do que el PAN propuso en el periodo 2000-2012 enfrentaron a priístas dispuestos a desandar algunas de las veredas del neolibe-ralismo. Y sin una mayoría absoluta en las Cámaras, el PAN tuvo que limarle astillas a sus iniciativas de reforma para conseguir el voto del PRI.

Ciertamente, el PAN no propuso la radicalización neoliberal del modelo de desarrollo ni de la política económica sino tan solo algunas medidas un poco más extremas, como por ejemplo la reforma del IVA. Y los priístas tampoco pugnaron por el regreso del estatismo del pasado populista, sino tan sólo la posibilidad de que el Estado aumentara sus mecanismos reguladores sobre el funcionamiento de la economía y el mantenimiento de programas sociales asistencialistas.

El saldo económico y social del periodo 2000-2012 no tuvo variaciones sustanciales a los que había dejado el PRI en el 2000:

• El PRI dejó la pobreza de patrimonio de 53.6% de la pobla-ción y el PAN la bajó a 42.9% en 2006 pero la volvió a subir a 52.3% en 2012. Así, este rubro tuvo apenas una mejora de apenas 1.3 puntos porcentuales.• La pobreza de capacidades bajó de 31.8% en el 2000 a 28% en el 2012.• Y la pobreza alimentaria pasó de afectar al 24.1% de los mexi-canos a 19.7% en el 2012.

En estos tres rubros el efecto de la política de desarrollo de los gobiernos panistas fue menor al esperado. Lo mismo ocurrió en otras cifras básicas, como para fundamentar la apreciación de que las dos administraciones panistas 2000-2006 y 2006-2012 no modificaron los niveles de bienestar de los mexicanos ni hubo una nueva política de desarrollo46:

• Crecimiento económico: el PIB promedio anual en los dos sexenios panistas fue de 2.1%, contra 3% de los gobiernos de Salinas de Gortari y Zedillo. Ni aumentó más el PIB ni la cali-dad del desarrollo.• El empleo producido se mantuvo por debajo de las necesida-des de crear 1.2 millones de nuevos empleos anuales promedio para la nueva fuerza de trabajo anual. El PIB de 2.1·% apenas crearon un tercio de los empleos requeridos, dejando dos tercios de los demandantes de empleo en el sector informal. En cifras de asegurados en el Seguro Social, en doce años hubo un aumento de 280 mil trabajadores anuales en el registro de asegurados.• La tasa de desocupación pasó de 2.8% en el 2001 a 5.0% en el 2012.• En términos de salarios, Fox y Calderón mantuvieron el prin-cipio salinista del salario como ancla inflacionaria, una tesis de Friedman de que la inflación es producto del dinero circulante47.

43 Secretaría de Programación y Presupuesto (1992), Antología de la planeación en México. 22. La planeación del desarrollo en la década de los noventa, Fondo de Cultura Económica, México, págs. 129-130.44 Consejo Consultivo de Pronasol (1994), El Programa Nacional de Solidaridad, Fondo de Cultura Económica, México, págs. 9-1345 http://www.coneval.gob.mx/Medicion/Paginas/Informe-de-Pobreza-2012.aspx 46http://www3.diputados.gob.mx/camara/001_diputados/006_centros_de_estudio/02_centro_de_estudios_de_finanzas_publicas__1/005_indicadores_y_estadisticas/01_historicas/01_ind_macroeconomicos_1980_2012.47 Friedman, Milton (1992), La economía monetarista, Gedisa Editorial, España, pág. 29

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Así, el salario monetario aumentó 61.7% en doce años o apenas 23.18 pesos o magros 2 pesos al año, contra una inflación pro-medio anual de 4.5%. Eso sí, el salario aumento menos de un punto porcentual por encima de la inflación, lo que no permitió una recuperación de poder de compra ni de nivel de vida.

3.7.- PAN: las opciones frustradas

Los escenarios del PAN 2000-2012 fueron desafiantes pero el panismo careció de mentalidades reformistas; inclusive, el PAN intelectual nunca pudo pronunciarse con claridad respecto a la transición y a las reformas del sistema y del régimen; así, los dilemas en realidad enredaron las posibilidades del PAN para proyectar hacia las reformas la victoria electoral del 2000:

1.- Alternancia con transición e instauración democrática o continuidad del modelo de desarrollo neoliberal del priísmo y su correlativo sistema político.

2.- El modelo de Gómez Morín de relevo ético y funcional de la élite gobernante o cambio de modelo de desarrollo y por tanto de sistema político y de pacto constitucional.

3.- Sacar al PRI de Los Pinos no sólo en las personas de los gobernantes sino del proyecto nacional o pactar con los priís-tas en los espacios de coincidencia neoliberal pero sin modificar los pilares del proyecto priísta: Estado, sistema político y marco constitucional.

En el 2012 el PAN careció de dinamismo en su propuesta, la prioridad de lucha contra el crimen organizado provocó un saldo de 60 mil muertos que se convirtieron en tema de de-bate nacional y la fractura en el partido en la designación del candidato presidencial debilitaron al PAN. Frente a ello, el PRI reconstruyó sus posibilidades después de que la candidatura de Roberto Madrazo Pintado en el 2006 había llevado al PRI al ter-cer sitio electoral con apenas el 25% de los votos contra un tercio para el PAN y otro tanto para el PRD. Desde la segunda mitad del sexenio calderonista el entonces gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, se posicionó del primer sitio en las encuestas de tendencias electorales y el PRI comenzó a vender su experiencia para gobernar. En saldo electoral le dio la victoria en el 2012 al PRI con 38.2% de los votos, contra 31.6% del pe-rredista López Obrador y el PAN en el tercer sitio con 25.4%48, en el nivel logrado en 1994 y similar al de Madrazo en el 2006.

3.8.- Las sinrazones

El PAN perdió la oportunidad de encabezar el cambio. Las ra-zones fueron tres:

Carecer de un enfoque estratégico sobre la transición como cambio o reforma integral del sistema político, el Estado y el pacto constitucional. En el PAN no hubo un pensamiento polí-tico sobre la transición en el modelo Morlino.

No entender el modelo de las transiciones modernas y asu-mir que el camino del desarrollo era el señalado por Salinas de

Gortari y su coincidencia con el proyecto del PAN, sin hacer una evaluación crítica de los saldos reales del salinismo para corregir y profundizar estrategias.

El PAN se conformó con el modelo de alternancia política de Manuel Gómez Morín: relevo electoral de élites bajo los cri-terios de compromiso social, honestidad y eficacia, sin atender al agotamiento y disfuncionalidad de la estructura de poder que generó la Revolución Mexicana como sistema político.

Y si el asunto fue, en realidad, de pensamiento político, al PAN le tocó la suerte política de organizar desde el poder la conmemoración del bicentenario del inicio de la Independen-cia y el centenario del inicio de la Revolución Mexicana en el 2010. Esas celebraciones representaron la gran oportunidad para desmontar uno de los instrumentos de cohesión política e ideo-lógica del PRI: el pensamiento histórico oficial, la cultura única del sistema, la ideología como aparato de control ideológico del Estado49. Las luchas históricas fueron apropiadas por el régimen priísta para sustentar el dominio no sólo político e ideológi-co sino educativo. En su campaña electoral a la presidencia en 1970, el candidato priísta Luis Echeverría Alvarez afirmó que su propuesta de gobierno era la Constitución de la República. En los hechos, la ideología del PRI reproducía en las grandes haza-ñas históricas la lógica de la dialéctica liberales-conservadores: todos aquellos que combatieran al régimen institucional eran conservadores porque el pensamiento histórico le otorgaba al sistema la propiedad histórica del liberalismo.

Desde el poder, el PAN pudo haber conducido a una nueva re-flexión del pensamiento histórico para revisar las grandes hazañas en su dimensión más realista; sin embargo, Fox decidió no salirse del pensamiento histórico y designó en 2006 nada menos que a Cuau-htémoc Cárdenas como coordinador de la comisión de organización de la celebración del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución, justamente el Cárdenas del modelo histórico del populismo de su padre el general Lázaro Cárdenas del Río, uno de los padres del pensamiento histórico. Ahí el PAN mandó el mensaje de inmovilidad del pensamiento histórico que beneficiaba al PRI.

Al final, Fox, Calderón y el PAN desde el poder, el PRI como oposición preparando su regreso y el PRD como el here-dero de la ideología populista asistencialista del Estado priísta del viejo régimen se movieron en el escenario ideológico de la continuidad histórica y no de la dinámica transición electoral-instauración democrática, a pesar de que el viejo PCM que le dio su registro al PRD y cuyos militantes se volvieron perredistas tuvieron la oportunidad de retomar el viejo debate comunista respecto a la Revolución Mexicana50 y no lo hicieron, quedando atrapados en la carga histórica del proceso revolucionario.

El PAN se quedó en el modelo de Gómez Morín: la viabili-dad de la Revolución Mexicana con el gobierno federal bajo el control panista. Nadie podría explicar mejor la propuesta panis-ta que un ex priísta ahora militante del PAN —la confluencia de las ideologías del PRI y el PAN—: Juan José Rodríguez Prats escribió un artículo para recordar el centenario de la Revolución Mexicana a partir del enfoque panista. Así, enlistó los seis puntos de propuesta panista como rescatadora de la Revolución Mexi-cana que son casi los mismos que el PRI neoliberal (1979-2012)

48 http://siceef.ife.org.mx/pef2012/SICEEF2012.html#49 www.infoamerica.org/documentos_pdf/althusser1.pdf50 Mesa redonda de los marxistas mexicanos 1947, Edición del Centro de Estudios Filosóficos Políticos y Sociales Vicente Lombardo Toledano, México.

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ha aplicado en México:

• La transición a la democracia.• El fin del reparto de la tierra.• El fortalecimiento de la economía social de mercado.• La modificación de la Constitución para permitir la educa-ción religiosa en recintos particulares, que corresponde a una lucha del PAN por la libertad de enseñanza.• La separación de la Iglesia-Estado y respeto a ambas institu-ciones.• Las reformas económicas realizadas en los últimos años para permitir una mayor participación de la sociedad en la economía.• La vigorización de la democracia en el respeto a los ciuda-danos y a sus derechos51.

Y cierra el círculo la afirmación de Luis Felipe Bravo Mena, ex-presidente del partido y exsecretario particular de Calderón en Los Pinos: “Peña Nieto concretó el programa histórico del PAN”52, aunque sin dejar claro que una cosa es que el PAN no haya podido concretar su programa histórico desde la presidencia y otra que el PRI haya aplicado su proyecto de gobierno en función del modelo de desarrollo de mercado. Los dos, Rodríguez Prats y Bravo Mena, en todo caso, sólo confirmaron la validez en el PAN del proyecto político de Gómez Morín: no fue de alternancia al proyecto polí-tico de gobierno del PRI sino de perfeccionamiento.

Lo malo para las demandas de transición-alternancia-nuevo régimen político radicó en el hecho de que en el largo periodo 1929-2012 no hubo en realidad ninguna fuerza política domi-nante que buscara el cambio de régimen porque PRI, PAN y PRD han sido hijos de un mismo proceso histórico dominan-te. En este sentido, al proceso de transición mexicana le faltó el enfoque marxista que José Revueltas aplicó en 1958: en qué momento puede disputársele el poder al sistema político priísta:

La única clase llamada a hacerle al “gobierno revolucio-nario” una concurrencia política, es aquélla que también viene a ser la única que puede hacerle la concurrencia económica a las clase poseyentes que el gobierno y su partido de Estado representan.53

Como el PRI, el PAN —y en el mismo análisis el PRD neo-cardenista e inclusive el nuevo partido-movimiento de López Obrador— sólo pensó en la transición como el relevo electoral en las élites, no en una transición de régimen-sistema y menos en una transición-instauración ideológica y de clase. Esta limitación explica por qué el PAN ganó las elecciones presidenciales en el 2000 y por qué las perdió en el 2012.

4.- La autoderrota de 2012

A veces se suelen hacer esfuerzos de fondo para explicar sucesos

sencillos. La explicación de la derrota presidencial panista de ju-lio de 2012 —que permitió el regreso del PRI a la presidencia de la república— podría resumirse en cinco puntos:

1.- El PAN decepcionó porque no hubo cambio político.2.- Felipe Calderón careció de un proyecto político real.3.- La élite panista se dividió ante la nominación del candi-

dato panista.4.- Calderón quiso operar la candidatura presidencial del

2012 como si estuviera en el régimen priísta.5.- Cuando Josefina Vásquez Mota le arrebató la candidatura

presidencial a Calderón en votación interna —igual a como se la había quitado el propio Calderón al presidente Vicente Fox en el 2006— el presidente saliente decidió no apoyarla.

Pero la culpa no fue totalmente de Calderón. En el fondo, el PAN se pasmó en el poder: Fox y Calderón carecieron de un proyecto de alternativa política, económica y social. Un poco por carecer de fuerza legislativa, pero bastante por indefinición de un proyecto presidencial panista. La clave, de todos modos, se localizó en los juegos y definiciones de poder: el PAN en Los Pinos creyó haber liquidado al PRI en dos elecciones, supuso el fin histórico priísta con el hundimiento del PRI a tercer sitio (22% de votos) con Madrazo en el 2006 y López Obrador se había ahogado en su propio radicalismo.

El asunto fue más complejo: las grandes definiciones políticas son producto de la correlación de fuerzas sociales y productivas y esa correlación se determina con el modo de producción. El PAN se conformó con administrar las relaciones políticas y pac-tar con el PRI legislativo reformas que le convenían al PRI y en-tender que no había —ni siquiera en el PRD cardenista-lopezo-bradorista— una alternativa al modelo de desarrollo neoliberal. Los grupos de poder empresariales trabajaron cómodamente con el PRI neoliberal salinista y con el PAN foxista y calderonista; eso sí, habían dicho que nunca trabajarían con el PRD populista de López Obrador.

El PAN nunca enarboló una alternativa al proyecto de nación del PRI y, casi toda, del PRD. Para tranquilizar a los empre-sarios y a la comunidad financiera internacional, Fox designó como secretario de Hacienda a Francisco Gil Díaz, un econo-mista neoliberal formado con Milton Friedman en la Escuela de Chicago, y Calderón puso en Hacienda a Agustín Carstens, traído directamente del cargo de subgerente general —número dos en la jerarquía— del Fondo Monetario Internacional, el or-ganismo supervisor de las políticas económicas de México. Con Gil y Carstens, el PAN dejó claro que no variaría el rumbo de los compromisos financieros mexicanos con la comunidad finan-ciera internacional. Y así resultó en la realidad: los dos sexenios panistas reafirmaron el rumbo de la estabilidad macroeconómica de control inflacionario de la economía como ancla, pero mane-jando sólo tres instrumentos: control salarial, control del gasto social y PIB medio bajo. Los saldos sociales negativos se fueron acumulando, con tal de mantener la estabilidad macro.

El PAN ganó dos veces la presidencia porque el PRI terminó de hundirse en los jaloneos entre sus élites. En el 2000 Zedillo prefirió entregarle la presidencia a Fox y al PAN por la garantía de continuidad del modelo de desarrollo neoliberal, en tanto

51 Rodríguez Prats, Juan José (2011), El PAN y la Revolución Mexicana, revista Bien Común del PAN, No. 193, enero, págs. 39 y 40.52 Bravo Mena, Luis Felipe (2014), revista Proceso, 31 de agosto de 2014, págs. 25-27.53 Revueltas, José (1983), México: una democracia bárbara, Obras Completas 16, Editorial Era, México, pág. 58.

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que el candidato priísta Francisco Labastida había ido quedando enredado entre los hilos sueltos de los priístas populistas Roberto Madrazo, Manuel Bartlett y Emilio Gamboa. En plena campaña Zedillo recibió información que Gil Díaz —que había sido su jefe en el Banco de México— estaba apuntado para la Secretaría de Hacienda de Fox.

La segunda alternancia del 2012 se definió en la configura-ción del modelo de bloques de poder: grupos dominantes en las estructuras económica y política. Vázquez Mota carecía de redes de poder, su paso por la política había sido por las éli-tes legislativas y de gabinete y no había logrado configurar una imagen de gobierno clara y precisa. En cambio, el entonces go-bernador mexiquense Enrique Peña Nieto paulatinamente había construido alianzas con los grupos de decisión nacional; y a ello había agregado el padrinazgo del ex presidente Carlos Salinas de Gortari para otorgarle la herencia de las relaciones con los grupos empresariales y financieros nacionales e internacionales, para finalmente construir un bloque de poder con la élite de la clase dominante.

Mientras Peña Nieto ofrecía un gobierno de una nueva gene-ración de reformas estructurales, Vázquez Mota se fue ahogando en las disputas en su entorno y en el vacío de una propuesta real de proyecto de desarrollo. En este sentido, la derrota de Vázquez Mota no se puede entender sólo por la falta de apoyo de Calde-rón, la escasez de recursos y la fractura en el PAN; buena parte se debió a que el bloque de poder neoliberal no encontró en la candidata panista una idea real para el modelo de desarrollo neo-

liberal. La política económica estabilizadora se había mantenido, pero sin potenciar el desarrollo. La impericia discursiva del PAN no pudo articular una respuesta a los importantes sectores mexi-canos cada vez más marginados de los beneficios del desarrollo.

El gobierno de Calderón dejó pasar la oportunidad de con-solidar al PAN en el poder: en el 2006 la bancada del PRI en la Cámara de Diputados fue de 24.2% (41.6% del PAN), de 30.4% en el Senado (40.6% del PAN) y de 22% de votación presidencial (35.9% del PAN). En el 2009, casi como plebis-cito, el PRI se había reconstruido ya sin Madrazo: 47.4% en la Cámara de Diputados, contra 28.6% del PAN. El responsable operativo de la derrota electoral del PAN en 2009 fue Germán Martínez Cázares como presidente del partido, por lo que tuvo que renunciar al cargo y armar su salida del PAN; en febrero de 2018 Martínez Cázares se incorporó con López Obrador a cargo de una comisión de vigilancia electoral.

La segunda parte de la administración de Calderón mostró a un PAN sin rumbo. La prioridad oficial fue la de apuntalar el programa económico para 2010, discutido en el congreso en el último trimestre de 2009. Se trató de una propuesta de alza generalizada de impuestos. Pero con la bancada del PAN en se-gundo lugar y el PRI como primera minoría, hubo necesidad de un acuerdo cupular. Este acuerdo marcó una de las derrotas políticas más importantes del PAN de Calderón, un reapuntala-miento del PRI con Enrique Peña Nieto y los dos configurando con anticipación la derrota presidencial del PAN en el 2012.

El apoyo del PRI en la cámara fue condicionado a un acuerdo

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por escrito en el que el PAN se comprometía (cláusula cuarta) a no aliarse con el PRD. El texto dice textualmente: “las partes (PAN y PRI) se abstendrán de hacer coaliciones electorales con otros partidos cuya ideología y principios sean contrarios a los es-tablecidos en sus respectivas declaraciones de principios”. El texto fue publicado por el periódico El Universal y en él aparecen las firmas de Beatriz Paredes, presidenta del PRI, y César Nava Váz-quez, presidente del PAN, con la firma de dos testigos de honor: Fernando Gómez Mont, entonces secretario de Gobernación, y Luis Enrique Miranda Nava, secretario general del gobierno del Estado de México, entonces a cargo de Peña Nieto. El convenio exhibido llevó al PRD a denunciar el caso en el IFE, pero el con-sejo general desechó la demanda.

La economía era prioridad para Calderón. La crisis finan-ciera en los EE.UU. en el 2008 había provocado en México un desplome del PIB de -5.3% en el 2009 (más 2 puntos positivos que se esperaban sin crisis) que amenazaba con extenderse un par de años más. En el 2008 el gobierno de Calderón esperaba una media anual de 3.6% de PIB en el lapso 2008-2013. Pero la crisis de las consultorías en el 2008 dibujó un sexenio colapsado. Con el paquete económico de 2010 que implicó alzas generales de impuestos y servicios, la economía levantó cabeza y logró un promedio de 4.2% en 2009-2012. Por eso fue necesaria la hu-millación de firmar un pacto para que el PAN no se aliara con el PRI en la elección de gobernador en el Estado de México, meta fundamental para que Peña Nieto lograra la candidatura presi-dencial priísta en el 2012. Al final, la elección mexiquense del 2011 benefició al PRI (61.9%), contra 12.2% del PAN y 21% del PRD.

Sin embargo, con la crisis económica, el costo social acrecen-tado y el papel cómplice del PAN en la elección mexiquense, el escenario presidencial del PAN para el 2012 era de derrota.

5.- El factor Anaya

El PAN entró en la desorganización interna en el periodo 2009-2014, aunque había quedado lastimado a finales del 2007 cuan-do el presidente Calderón propició el despido de Manuel Espino Barrientos como presidente panista vinculado a Fox. En el fon-do, Calderón no supo qué quería del PAN. En diciembre del 2012 entregó la presidencia al PRI y ese mismo mes firmó el Pacto por México sobre la definición de una agenda legislativa de todas las fuerzas políticas nacionales. Por el PAN firmó el Pacto Gustavo Madero. Pero al arrancar el gobierno de Peña Nieto había ya un PAN sin rumbo, sin liderazgos, sin proyecto: tercer lugar en las elecciones presidenciales con 25% de los votos, 29% de senadores y 22.8% de diputados. En enero de 2013 el pre-sidente panista Madero hizo una reorganización del padrón de militantes y la cifra cayó de un millón 868 mil a apenas 368 mil, apenas una quinta parte. En el 2014 se reeligió y en el 2015 se fue de jefe de la bancada panista.

Madero fue dirigente, no líder. En el 2013 emergió la figura del joven queretano Ricardo Anaya Cortés, quien fue impulsado por el PAN como presidente de la Cámara que avaló y aprobó las reformas estructurales de Peña Nieto. En el 2015 Madero dejó a Anaya como encargado de la presidencia, pero el nuevo

líder panista maniobró para quedarse con el cargo atropellando a Madero. No se trató de la emergencia de un líder, sino del encumbramiento de un burócrata de partido que supo escalar posiciones con rapidez.

Nacido en 1979 —en el nuevo ciclo político por la reforma de 1979 que modificó y democratizó el sistema de partidos—, co-menzó su carrera política apenas al despuntar la mayoría de edad.

—En el 2000, ya con el PAN en la presidencia de la repúbli-ca, fue candidato a diputado local.

—De 2003 a 2006 fue secretario particular del gobernador Francisco Garrido Patrón.

—De 2008 a 2009 fue coordinador de Desarrollo Humano estatal.

—De 2009 a 2011: diputado local y coordinador del grupo parlamentario.

—De 2010 a 2012 fue presidente estatal del PAN en Querétaro.—2011: subsecretario de Planeación Turística de la Secreta-

ría de Turismo del gobierno federal.—2012-2015: diputado federal plurinominal; 2013-2015:

presidente de la Cámara.—2014: presidente interino del PAN.—2015: presidente electo del PAN, ganándole a Javier Corral.Político de tiempo completo, Anaya fija sus metas y destina

todas sus fuerzas a ese objetivo. Su consolidación en la políti-ca nacional se logró con el apoyo de Madero, aunque luego lo traicionó para quedarse con el partido. Sus alianzas fuertes con panistas de diverso cuño, de Santiago Creel Miranda a Marco Antonio Adame. Más que la configuración de una nueva élite pa-nista, Anaya es más bien la figura dominante y los demás pululan a su alrededor. Su fuerza es personal y carece de alianzas con gru-pos de poder, lo que al final de cuentas hace endeble su posición. Desde que irrumpió en la política nacional se fijó la meta de ser presidente de la república lo más rápido posible.

Su formación académica es sólida; licenciatura, maestría y doctorado, habla inglés y francés. Sin embargo, su juventud le ha limitado relaciones internacionales sólidas. Su pensamiento po-lítico es pragmático, ajeno a las ideas tradicionalistas y conserva-doras del PAN; ello le permitió armar alianzas electorales con el PRD para ganar gubernaturas en el 2016. Y si ese pragmatismo le ayuda a asociarse con el PRD, la rapidez de la alianza ha difi-cultado el tejido de compromisos de fondo. A su favor corrió el hecho de que el PRD de Los Chuchos andaba por la misma línea de desideologización. Sin embargo, la falta de ideas-fuerza ha ido retrasando la definición del proyecto de gobierno de la coalición conservadora-progresista, debido a que el PAN no es de derecha ni el PRD de izquierda.

El modelo de cambio de régimen no fue novedad de Anaya o el PRD; en realidad, fue propuesta original del entonces di-putado priísta Manlio Fabio Beltrones Rivera. El concepto de gobierno de coalición se metió en la Constitución en febrero de 2014, pero hasta la fecha carece de ley reglamentaria. La alianza PAN-PRD, en teoría con formas conservadora y progresista de la política, buscaría un paquete de reformas de la manera de gobierno para buscar un régimen mixto ejecutivo-legislativo. El origen de esta propuesta radicó en el hecho de que desde 1988 ningún partido por sí solo ha ganado cuando menos la mayoría absoluta de 51% en elecciones presidenciales y desde 1994 tam-poco ningún partido ha logrado más del 50% de las elecciones. Sin embargo, en los hechos el PRI como primera minoría —con

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excepción de la legislatura 2006-2009— ha consolidado alian-zas para alcanzar la mayoría absoluta que le permite aprobar o cambiar leyes.

El gobierno de coalición implicaría una alianza más formal para formar gobierno. El PRI ha ido retrasando el modelo de coalición porque implicaría una formalización de acuerdos no coyunturales que lo obligarían a deslavar más su rostro social y político; no es lo mismo aliarse en una votación legislativa por una ley, que firmar un acuerdo de coalición electoral que im-plique la cesión de espacios de poder general. Los gobiernos de coalición en sistemas presidencialistas son difíciles de conducir porque implicaría una reforma de la ideología de los partidos. Y si la coalición entre partidos de un segmento más o menos homogéneo de las ideas y las propuestas, una coalición entre dos partidos antagónicos exigiría una refundación ideológica total o concesiones de fondo.

A nivel internacional la coalición alemana —socialdemocra-cia con democracia cristiana, partidos históricamente antagóni-cos desde la segunda guerra mundial— fue posible ante el avance de la ultraderecha. Y en una alianza entre posiciones conserva-doras y liberales, la única viabilidad radica en que la conduzca el sector conservador. Pero en coaliciones mayores —Italia y Brasil, por ejemplo—, las coaliciones implican más de cinco partidos —diez en Brasil—, lo que impide un programa de gobierno co-herente. Más que una propuesta de proyecto de nación, las coali-ciones de más de cinco partidos se agotan en acuerdos sólo para mantener el poder.

La carrera de Anaya para alcanzar la presidencia ha estado llena de sobresaltos, producto de su carencia de compromisos con el sistema. Instituciones del gobierno federal lo han estado exhibiendo. En noviembre de 2016 el periódico El Universal re-veló viajes de fin de semana de Anaya a Atlanta, Georgia, duran-te meses porque ahí vivieron muchos meses su esposa y sus tres hijos. En octubre de 2017 el mismo El Universal publicó una investigación de triangulación de venta de inmuebles en Queré-taro pasando por presuntas irregularidades. Y en febrero de 2018 volvieron a la carga las revelaciones ahora de una indagatoria fiscal contra una presunta empresa fantasma intermediaria.

Pero en política mexicana lo que no te mata te hace más fuerte. En una fuga hacia delante Anaya ha estado litigando en medios y en redes cibernéticas y con ello, cuando menos, ha ganado más tiempo político. Su protesta como candidato pre-sidencial ocurrió la segunda semana de febrero, sin que hasta ese momento la investigación de irregularidades haya derivado en procedimientos penales. Y en apariciones públicas, Anaya se ha declarado víctima de la persecución gubernamental porque —dice su razonamiento— el modelo electoral del gobierno y del PRI es quitarlo del segundo sitio antes del inicio formal de las campañas el primero de abril y llevar la competencia polarizada Morena-PRI, un esquema que funcionó en el pasado: Fox-La-bastida en el 2000, Calderón-López Obrador en el 2006 y Peña Nieto-López Obrador en el 2012.

Por los tiempos electorales, la ofensiva oficial no logró sacar a Anaya de la competencia y en algunas encuestas salió fortalecido.

Pero el asunto de fondo no es la juventud de Anaya, la pérdi-das de identidad del PAN o la capacidad de resistencia del can-didato frente a la ofensiva gubernamental, sino asumir el hecho de que se trata de una candidatura producto de una ambición personal, de una alianza PAN-PRD sin propuesta coherente de

reconstrucción del sistema/régimen/Estado y de la ausencia de un diagnóstico de la crisis nacional que suponga una nueva al-ternancia presidencial.

La ausencia de proyecto se deriva de la juventud de Anaya, pero se complica por el apoyo institucional del PAN —parti-do de centro-derecha de origen católico— y del PRD —partido neocardenista nacido de las cenizas del Partido Comunista Mexi-cano y construido por priístas—, pero ellos frente a una crisis nacional que requiere más que voluntarismos, discursos agresi-vos y propuestas distópicas.

6.- Anaya y el fin del PAN

Gane o pierda las elecciones Ricardo Anaya Cortés, el PAN ha-brá cerrado en julio de 2018 su ciclo histórico iniciado en 1939, hace setenta y nueva años. Gane o pierda su candidato presi-dencial, el PAN estará obligado a una reorganización histórica refundacional. Gane o pierda, el PAN tendrá que buscar nuevas bases, nueva ideología y nueva propuesta de gobierno.

Los puntos de inflexión del PAN son variados, revelan los aspectos agotados del viejo PAN y exhiben los nuevos desafíos:

1.- Proyecto ideológico conservador. Los temas centrales de Gómez Morin en su ensayo 1915 fueron el deterioro moral, la dispersión social y el subdesarrollo. A pesar de las fuentes cató-licas conservadoras de su pensamiento, el PAN en 1939 nació como partido político sistémico. Los problemas del PAN comen-zaron en 1973 cuando se puso la meta de acceder al poder. La fase de incorporación de empresarios consolidó un modelo nacional de mercado. Los dos sexenios en la presidencia distorsionaron los enfoques panistas y el PAN se llenó de funcionarios de coyuntu-ra. La disputa por el poder en las presidenciales del 2000, 2006 y 2012 quebraron las ideas de cohesión. La ambición de Anaya de quedarse con la presidencia provocó otro éxodo de militantes. Y la alianza con el PRD liquidó al PAN tradicional.

2.- La nueva sociología de México ha sido un desafío: nuevas generaciones, nuevas clases, nueva mentalidad de funcionarios, nuevos electores y el fin de la dominación del pensamiento histó-rico de la Revolución Mexicana. La lobotomía de la Revolución Mexicana y el PRI afectó, de rebota, al PAN porque su existencia era equidistante con las otras dos. Desde 1988 el PAN dejó de manejar, en los discursos de sus candidatos presidenciales, las ideas históricas del PAN; Fox pidió el voto para sacar al PRI a patadas de Los Pinos, Calderón para no perder el poder y Váz-quez Mota para evitar a López Obrador. Las ideas —no ideolo-gía— del PAN se perdió en los pasillos del poder.

3.- Agotamiento del sistema/régimen/Estado/modelo de desa-rrollo/Constitución del PRI y el fracaso del populismo cardenista-perredista-morenista se aparecen como un desafío a los partidos. El modelo neoliberal de mercado, reforzado con el Tratado de Co-mercio Libre de América del Norte, ha quedado en un esquema de decisiones de apertura comercial, pero los efectos sociales de la reorganización productiva dejaron a las clases sociales en los refe-rentes salariales y de lucha por el bienestar; las ideas de equidad y justicia desaparecieron de los partidos. Desde 1982 el PAN se ha quejado que su propuesta de país se la “robó” el PRI, pero no

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la ha renovado para corregir los errores del PRI. Sin una nueva propuesta de país, el PAN será un partido electorero.

4.- Las nuevas formas de comunicación han disminuido la sociedad de la epistemología por la sociedad de la acumulación de datos útiles/inútiles. Los electores votan por pasión, no por la razón. Sin embargo, los gobiernos funcionan por la razón, no por la pasión. La organización de las campañas diluyó el debate de ideas y redujo la competencia al spot. Los ciudadanos han ido retirándose del periódico y la revista impresas para reducir su conocimiento del mundo a través del dispositivo móvil que por sus características acorta la posibilidad de lectura. Por eso los discursos de campaña se han reducido a la frase. Y los debates quedaron disminuidos a 140 caracteres del Twitter. La prisa sus-tituyó la reflexión.

5.- La alianza del PAN con el PRD obligó a un ajuste re-duccionista a su programa ideológico tradicional. La propuesta original era trabajar en el modelo de gobierno de coalición: dos partidos con identidad reunidos en un programa común; las po-siciones específicas de puntos originales en cada partido habrán de borrarse por un tiempo. Pero el PAN se basa en el idealismo de las sociedades humanas, en tanto que el PRD en el materialis-mo de los bienes inmediatos. A pesar de la inmediatez del poder, el poder necesita una justificación con ideas. ¿Cuál será el cuerpo teórico del PAN después de las elecciones de julio del 2018? El PAN nació con el contrapunto del radicalismo cardenista, el ma-terialismo socialista y el estatismo revolucionario.

El PAN se acerca a su fin histórico. Si Anaya gana la presiden-cia, sus compromisos con el PRD lo obligarán a un pragmatismo de gobierno con el PRD; si pierde, su alianza tendrá que desha-cerse y entonces el PAN habrá que reconstruirse sobre nuevas bases. El hecho es que la campaña presidencial, con todo y sus

limitaciones, habría terminado de liquidar los viejos consensos del PAN y los nuevos votantes tendrán que encontrar en el par-tido algún aliciente de propuestas para mantener ciertos grados mínimos de lealtad.

El viejo México de la Revolución Mexicana duró hasta 1988, hace treinta años. El PRI modificó sus raíces ideológicas en 1980 con el Plan Global de Desarrollo y en 1983 el PRI retomó el proyecto neoliberal de gobierno. La ruptura de 1987 en el PRI no fue producto de la presunta ambición personal de Cárdenas para ser candidato presidencial por elección interna dentro del partido. La Corriente Democrática obligó a un realineamiento dentro del PRI de formaciones ideológicas: Salinas fue la conti-nuidad del neoliberalismo delamadridista que él había ayudado a construir. Al ser derrotado dentro del PRI, Cárdenas se salió y de paso se llevó la ideología del nacionalismo revolucionario.

En 1982 el PAN acudió a la competencia presidencial con la candidatura de Manuel J. Clouthier, un empresario conserva-dor que decidió abrazar el pensamiento panista empresarial. La nominación de Clouthier fue producto de su férrea oposición, como líder empresarial, a la expropiación de la banca privada en septiembre de 1976 por el presidente López Portillo, más como acción desesperada ante la especulación de divisas en las venta-nillas bancarias y como medida de discurso populista que como estrategia de reconstrucción y fortalecimiento de una economía de Estado con la propiedad del sector financiero y crediticio. Así, el PAN fue copado de 1977 a 1982 por los empresarios del sector financiero lastimados por el Estado, sin haber mostrado antes alguna filiación ideológica conservadora. En 1982 el PAN era ya el brazo político del empresariado radical.

Luego de la profundización del modelo económico neolibe-ral el gobierno priísta de Salinas de Gortari, incluyendo la pri-

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vatización de la banca, el sector empresarial reanudó su alianza estratégica con el PRI y el PAN se quedó de nueva cuenta sólo en el escenario político de la denuncia contra la corrupción, la po-breza y el abuso del gobierno. La candidatura de Diego Fernán-dez de Cevallos en 1994 respondió a la reorganización de la vieja élite de abogados que había sido desplazada por los empresarios. La candidatura de Vicente Fox Quezada en el 2000 respondió a una operación mediática que encontró una sociedad harta del PRI y un PRI fracturado. La candidatura de Felipe Calderón Hinojosa fue producto de la lucha de posiciones dentro de los consejeros del PAN. La candidatura de Vázquez Mota fue con-secuencia de la disputa en el gabinete presidencial y el rechazo a la imposición de Ernesto Cordero Arroyo como candidato por dedazo presidencial. Y la candidatura de Anaya fue construida desde el manejo autoritario de la presidencia del partido exclu-yendo cualquier posibilidad de competencia.

Ninguna de las candidaturas presidenciales del PAN —1982, 1988, 1994, 2000, 2006, 2012 y 2018— respondió a las coor-denadas ideológicas originales del PAN. El PAN siempre fue un partido de votos de no panistas sino de simpatizantes, a diferen-cia del voto corporativo del PRI. La victoria del PAN en el 2000 y el 2006 respondió a un deterioro y desarticulación interna en el PRI y la derrota panista del 2012 encontró un PAN dividido y un PRI cohesionado.

La disputa electoral del 2018 no será entre militantes de par-tidos, sino entre simpatizantes de los candidatos. Ricardo Anaya Cortés leyó con astucia política el escenario: PRI unido, López Obrador fuerte; por tanto, la única posibilidad del PAN para

mantener su competitividad era una alianza de largo plazo con una oferta de reconstrucción del régimen político de gobierno. Sin embargo, la intensidad del caótico calendario electoral del INE no le ha permitido explicitar a fondo su propuesta y la di-mensión de la alianza con el PRD, equiparable con el compro-miso histórico del Partido Comunista Italiano y la Democracia Cristiana. El agobio cotidiano de los golpes políticos ha afectado el debate de ideas, propuestas y argumentaciones.

Anaya Cortés será el último candidato del PAN. Gane o pier-da, el PAN está obligado a una reconstrucción total. La profun-didad de la crisis terminal del sistema/régimen/Estado/modelo de desarrollo/Constitución del PRI obligará a los partidos a co-menzar de nuevo. La gran duda es saber el punto de partida del PAN: ¿rescatará algo de sus orígenes gomezmorinistas, seguirá en el espacio ideológico de la democracia cristiana como corriente o como ideas aisladas vigentes o replanteará una nueva propuesta ideológica que lo lleve a refundarse como nuevo partido, con otras siglas y con otros colores?

Las posibilidades del PAN se definirán por el efecto de la victoria, la profundidad de la derrota y sobre todo por el número de votos en cualquiera de las dos posibilidades. Lo único claro es que el PAN de Gómez Morin terminó su tiempo histórico en 1970 y desde entonces vive en un limbo que le dio votos pero que no le garantiza sobrevivencia.

[email protected]

@carlosramirezh

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La silla endiablada· Meade: neoliberalismo / · Anaya: ambición

· López Obrador: caudillismo

Un libro polémico sobre el tapado, salido de la pluma de Carlos Ramírez

La silla endiablada

· Meade: neoliberalismo· Anaya: ambición

· López Obrador: caudillismo

Versión Actualizada

Carlos Ramírez· En puestos de periódicos

de CdMx y La Torre de Papel