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Coleccion nexos y diferencias Estudios culturales latinoamericanos I^nfrentada a los desafios de la globalizacion y a los acelerados procesos de transformation de sus sociedades, pero con una creativa capacidad de asimilaci6n, sincretismo y mestizaje de la que sus multiples expresiones artisticas son su mejor prueba, los estudios culturales sobre America Latina necesitan de renovadas aproxi- maciones criticas. Una renovation capaz de superar las tradicionales dicotomias con que se representan los paradigmas del continente: civilizacion-barbarie, campo-ciudad, centro-periferia y las mas recientes que oponen norte-sur y el discurso hegemonico al sub- ordinado. La realidad cultural latinoamericana mas compleja, polimorfa, inte- grada por identidades multiples en constante mutation e in- evitablemente abiertas a los nuevos imaginarios planetarios y a los procesos interculturales que conllevan, invita a proponer nuevos espacios de mediacion critica. Espacios de mediation que, sin olvidar los nexos que historica y culturalmente han unido las naciones entre si, tengan en cuenta la diversidad que las diferencian y las que existen en el propio seno de sus sociedades multiculturales y de sus originales reductos identitarios, no siempre debidamente reconocidos y protegidos. La Coleccion nexos y diferencias se propone, a traves de la publication de estudios sobre los aspectos mas polemicos y apasionantes de este ineludible debate, contribuir a la apertura de nuevas fronteras criticas en el campo de los estudios culturales latinoamericanos. Directores Fernando Ainsa Lucia Costigan Frauke Gewecke Margo Glantz Beatriz Gonzalez-Stephan Jesus Martin-Barbero Sonia Mattalia Kemy Oyarziin Andrea Pagni. Mary Louise Pratt Beatriz Rizk Consejo asesor Jens Andermann Santiago Castro-Gomez Nuria Girona Esperanza Lopez Parada Kirsten Nigro Sylvia Sai'tta FICCIONES Y SILENCIOS FUNDACIONALES Literaturas y cultiiras poscoloniales en America Latina (siglo xix) Friedhelm Schmidt-Welle (ed.) Iberoamericaria • Vervuert • 2003

andermann - Fronteras

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  • C o l e c c i o n n e x o s y d i f e r e n c i a s Estudios culturales latinoamericanos

    I^nfrentada a los desafios de la globalizacion y a los acelerados procesos de transformation de sus sociedades, pero con una creativa capacidad de asimilaci6n, sincretismo y mestizaje de la que sus multiples expresiones artisticas son su mejor prueba, los estudios culturales sobre America Latina necesitan de renovadas aproxi-maciones criticas. Una renovation capaz de superar las tradicionales dicotomias con que se representan los paradigmas del continente: civilizacion-barbarie, campo-ciudad, centro-periferia y las mas recientes que oponen norte-sur y el discurso hegemonico al sub-ordinado.

    La realidad cultural latinoamericana mas compleja, polimorfa, inte-grada por identidades multiples en constante mutation e in-evitablemente abiertas a los nuevos imaginarios planetarios y a los procesos interculturales que conllevan, invita a proponer nuevos espacios de mediacion critica. Espacios de mediation que, sin olvidar los nexos que historica y culturalmente han unido las naciones entre si, tengan en cuenta la diversidad que las diferencian y las que existen en el propio seno de sus sociedades multiculturales y de sus originales reductos identitarios, no siempre debidamente reconocidos y protegidos.

    La Coleccion nexos y diferencias se propone, a traves de la publication de estudios sobre los aspectos mas polemicos y apasionantes de este ineludible debate, contribuir a la apertura de nuevas fronteras criticas en el campo de los estudios culturales latinoamericanos.

    Directores

    Fernando Ainsa Lucia Costigan Frauke Gewecke Margo Glantz Beatriz Gonzalez-Stephan Jesus Martin-Barbero Sonia Mattalia Kemy Oyarziin Andrea Pagni. Mary Louise Pratt Beatriz Rizk

    Consejo asesor

    Jens Andermann Santiago Castro-Gomez Nuria Girona Esperanza Lopez Parada Kirsten Nigro Sylvia Sai'tta

    F I C C I O N E S Y S I L E N C I O S

    F U N D A C I O N A L E S

    L i t e r a t u r a s y c u l t i i r a s p o s c o l o n i a l e s e n A m e r i c a L a t i n a ( s i g l o x i x )

    F r i e d h e l m S c h m i d t - W e l l e ( e d . )

    Iberoamericaria Vervuer t 2003

  • 116 Janett Reinstadler

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    Jens Andermann Birkbeck College, University of London

    F r o n t e r a s : la c o n q u i s t a d e l d e s i e r t o

    y l a e c o n o m i a d e l a v i o l e n c i a

    On ecrit I'histoire, mais on I'a toujours ecrite du point de vue des sedentaires, et au nom

    v d'un appareil unitaire d'Etat, au moinspossi-ble meme quand on parlait de nomades. Ce qui manque, c'est une Nomadohgie, le con-traire d'une histoire. (Gilles'Deleuze/Felix Guattari: Milleplateaux)

    Ir hacia el Sur -escribe Martin Caparros en un ensayo que acompana las fotografias impactantes de Dani Yako reunidas en un volumen con el sugestivo titulo Extincion: ultimas imageries del trabajo en la Ar-gentina- "fue la ultima forma posible del movimiento que formo la Argentina, la marcha mas alia, el viaje que empuja una frontera, la emigration a lo desconocido"; el rumbo, tambien, que habian tornado ulos generates Rosas y Roca cuando hicieron campana para convertir la tierra india en un desierto" (Caparros 2001: s.p.). El texto (y la serie de fotos que acompana) se llama "Televisores" y registra con la mira-da del etnografo o del naturalista viajero las ultimas convulsiones de una especie destinada a la extincion, la planta constructor "Aurora-Grundig" en Ushuaia, Tierra del Fuego, autogestionada mediante cre-ditos del.propio personal desde 1997 pero cerrada en 2000 dejando cesantes a 400 obreros endeudados. La frase - y el relato que preludia-, al descubrir un segundo sentido subyacente en el eufemismo militar 'campana del desierto', me parecia articular, al leerla d'espues de haber vuelto a estudiar los textos de la conquista del Sur tan conspfcuamente ausentes del canon literario argentino, un malestar que desde hacia rato sentia con lecturas excesivamente Hterales de la formation del Estado argentino como proceso inequivoco de consolidation,, proceso que supuestamente culminaba en la coincidencia temporal entre la autonornizacion de un aparato de Estado y la conquista territorial, o (_/

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    sea entre la normalization o estriacion, al mismo tiempo, de espacio de poder y espacio fisico.

    Me preocupa, en otras palabras, la debilidad de los relatos 'fou-caultianos'1 a la altura de enfrentar una coyuntura politica que parece hoy signada por una suerte de desertification en segundo grado; una re fragmentation del conjunto estatal de aparatos de vigilancia en 'ma-quinas de guerra' y de su unidad territorial en pequenos conglomera-dos 'civicos' diseminados por junglas y desiertos virtuales fuera del alcance de cualquier violencia supuestamente impartial, monopoliza-da por el Estado, como en los mapas arcaicos que adornan a Cruz diablo, el folletin gauchesco-futurista de Eduardo Blaustein (1997). ^Sefa, quizas, que las narrativas producidas en los ultimos veinte alios sobre la formation del Estado disciplinario en la Argentina, hayan caido en un fetichismo que solo reflejaba aquel de los relatos apolo-geticos producidos desde adentro de ese Estado, al dejar de lado la separaci6n entre las retoricas y gestos estatales y un conjunto de prac-1 ticas nunca meramente contiguas con aquellas? Mas concretamente, me preocupa que significaria, frente al derrumbe del ultimo espejismo del Estado liberal argentino, pensar el modo en que, a posteriores de 1879, el desierto comenzaba a inhabitar el Estado, no en termihos ue incrustation de lo que previamente yacia a su exterior y que afiora sobreviviria, como un cuerpo extrano, en las entranas del organismo national, sino como la emergencia simultanea, como dos fenomenos complementarios y radicalmente modernos, del Estado y del desierto (desierto que empezaba a esbozarse en los textos fundacionales de Echeverria y Sarmiento, pero que recien se cohvirtio en un hecho real a partir del 'avance sobre la tierra india' del general'Julio Argentino

    Asi designa Horacio Gonzalez, en un reciente y sugerente (si bien altamente problematico) trabajo, a los relatos sobre cultura y Estado en la Argentina surgi-dos en los ochenta y noventa, y que, segun el critico, corren el riesgo de dejar "toda la materia social, la actividad publica y el espesor historico en manos de una categoria de poder que alude a las ciases dominantes letradas y a su volunta-ria capacidad de producir homogeneidades sociales [...] Abolir el pensar histo-rico tiene siempre su precio, y este puede implicar la introduccion, como unica idea de'la historia, una historia de los dispositivos estatales, convertidos en pen-samiento inconsciente en ek interior de la literatura y de las biografias" (1999: 119). Se vera que mis propias criticas al 'modelo foucaultiano' corren mas bien por un rumbo inverse

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    Roca). Admito; desde principios, que la pregunta me supera y que apenas podre senalar algunas entradas al problema.

    Las dos lecturas modernas que trataron de entender la frontera como clave de un diagnostico cultural y politico del-Estado y la socie-dad argentinos, Muerte y transfiguracion de Martin Fierro de Eze-quiel-JVlartinez Estrada, e Indios, ejercito y frontera de David Vifias, seguian pensando 'desierto' y 'Estado' en terminos de sucesion y con-tagio, como problema (si bien desde opticas a veces radicalmente opuestas) de una modernidad inconclusa o falljda. Publicados en 1948 y 1983, respectivamente, y escritos sobre el trasfondo de situaciones politicas traumaticas, los ecos psicoanaliticos enambos interrogatorios no son casuales. Son legionjas frases del voluminoso trabajo de Mart tinez Estrada que respiran una vocation terapeutica por curar el ata-vismo politico que representa el peronismo, regresando a su vez al texto" de Hernandez que el critico lee como el suefio (o la pesadilla) de la sociedad argentina. Sarmiento reencarnado en Freud, el analista termina la sesion recitando (como este ultimo en Totem y Tabu) la verdad antropologica de los origenes. La frontera se ha incrustado en el inconsciente nacional, como un contenido latente y desfigurado; es la escena primaria reprjrnida que retorna de manera siniestra en el presente de la ciudad masificada:

    Ante's, el gaucho sirvio en las filas de la tirania y en la guerra contra el indio, sin proferir una palabra contra su patron, el estanciero; ahora sirve a la misma tirania, combate contra el patron y esta de la parte de lo indi-gena de una organization militar y gubernamental de'caciques. El prole-tariado campesino vuelve a constituir el fermento de la montonera y la mazorca, y sus lemas de revindication tornados de la jerga oficial en-cuehtran en la reciproca adecuacion de barbarie americana y fascismo una promesa de feliz regreso a la 'epoca del cuero' (Martinez Estrada 1948: 684).

    La Argentina como revenant de-lo que ella misma ha pretendido ex-pulsar en su escena fundacional: en muchas zonas de Muerte y trans-figuracion, esa especie de entonacion criolla de la Dialectica del Ilu-minismo, estan desplegados los materiales para una gran teoria argen-tina de la transferencia, resultado no de proyecciones al vacio de una exterioridad inabarcable sino, por el contrario, de una alteridad im-plantada en el acto simultaneo de erradicacion de la otredad externa y

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    de disciplinamiento de la otredad interna.2 Sin embargo, una vez hechas las debidas condolencias (al indio', Martinez Estrada lo vuelve a desechar como emblema 'de barbarie americana y fascismo'. Los indios, bien que mal, han quedado en el pasado; hacia ellos no hay vuelta que no sea al mismo tiempo regresion. La frontera, en ese lapso iconspicuo, pasa de un horde oblicuo en las entranas de la tierra a un cerco que rodea la ciudad letrada, y a cuyo otro lado se encuentra nue-vamente, como en Sarmiento, una masa anomica e indiferenciada de 'barbaros' que acechan al sujeto de la escritura y del saber. En cam-bio, para Vinas el espacio fronterizo medido y negociado en el Martin Fierro indica el limite entre lo decible y lo indecible, entre la nega-tion de la 'barbarie' y la negatividad del 'salvajismo':

    Ahi residia lo diverso que va de un 'matrero' a un 'barbaro' y de un gau-cho montonero a un indio infiel: el primero sobrevive en infraction epi-sodica, el segundo vive en la concurrencia de un paraiaje de conflicto

    ipermanente. [...] La palabra clave de Martin Fierro radica en el 'pero', la del indio es 'no'. [...] Se trata, bien visto, del espacio que seabre entre el codigo penal y la guerra:-al gaucho jamas se lo conquista, se lo somete a la leva; el indio, en cambio, esta condenado al genocidio (Vinas 1983: 159-160).

    Tal vez habria que objetar que guerra y genocidio pretisarriente no son sinonimos hasta la reconceptualizacion de la primera como 'expe-riencia total'', en postrimerias de la primera guerra mundial, por artis-tas como Marinetti y Jiinger, o por militares como el prusiano Luden-dorff. Hasta entonces la violencia exterminadora solia permanecer

    2 Sobre la transferencia como implantation, vease Laplanche (1999). Aqui hay que

    reconocer, ademas, que la importancia del trabajo de. Martinez Estrada, mas alia de sus rellejos antipopulistas, consiste no solo en la -a veces bastante metaforica, pero sumamente productiva- apropiaci6n de la terminologia freudiana como mo-delo de'an&Iisis' de la historia argentin'a, y por lo tanto de una notion de identi-dad constituida recien por la represion, sino ademas en la localization historica de ese momento formativo en la decada que precedio a la campana de 1879. Mar-tin Fierro -y ahi hay uh gesto de lectura que intentara imitar la nuestra- seria ejemplar' de esta represion doble, no porque la haya denunciado sino, por el con-trario, por encarnarla: "El Martin Fierro es un poema evasivo en que la intenci6n de cantar la verdad es reprimida, y en que una censura de magnitud nacional es-trangula la voz. [...] No habl6 Martin Fierro de las guerras civiles, ni de los des-pojos en gran escala que practicaba el gobierno, entreteni6idose en las minucias de la rateria y en algun crimen de boliche. Es claro que esos pequeflos males lo-calizados permitian la impunidad a los grandes males generalizados" (Martinez Estrada 1948:722).

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    lejos, en "los lugares oscuros de la tierra",. como.bien dice el marinero Marlow en Corazon de las tinieblas, zonas en donde tanto el codigo de la ley como el de la guerra quedaban suspendidos frente a un "otro" que no era ni.un enemigo ni un criminal,(es decir: ni siquiera un ene-migo o un criminal)..En la figura del salvaje se superponian lo delic-tivo del criminal con la. exterioridad .del enemigo, resultando en la suspension de las reglas que legislaban el ejercicio de la violencia en contra de cada uno. Si bien uno de. los,grandes logros del relato de Vinas consiste precisamente en haber buscado en la foundation geno-cida del Estado liberal el.origen del Estado terrorista y desaparecedor, a menudo corre.el peligro de repetir con signos jnvertidos la generali-zation de Martinez Estrada y de volver indiferentes los usos de la violencia estatal en contra de indios, gauchos, movimientos obreros y

    'militantes revolutionaries..Lo que se pierde de vista en tales series, es el gradp en que el desprecio racial no solo proporciono 'un modelo' a sucesiyas formaciones dictatoriales y terroristas de Estado, sino que sigue permeando como tal, las constelaciones subsiguientes, como si a las palabras del presidente Avellaneda, pronunciadas en 1875, las habria que iriterpretar menos como diagnostico coyuntural que como anticipation del futuro al que recien daria lugar la 'solution final': "La cuestion fronteras es la primera cuestion de todas, y hablamos incesantemente de ella aunque no la nombremos. Es el principio y el fin, el alfa y el omega" (Avellaneda 1910, t. 5: 181).

    Decir que el.lenguaje de la literatura de frontera es violento, sin embargo, no es del todo cofrecto: es un lenguaje capaz de la conmo^ cion, y donde caben hasta los colores tiemos. "Tratarlos con dulzura y justicia era indispensable para borrar los sangrientos recuerdos de los horrores pasados", escribe de los indios el coronel Alvaro FJarros en Fronteras y territorios federales delas Pampas del Sur (1872), para proseguir solo dos paginas mas adelante:

    La resistencia de los indios asiladosen el desierto desconocido aun para nosotros: he ahi las dificultades que hay que veneer. Como primer termi-* no del plan hay que elegir entre dos que se^presentan: 1 Encerrar a los indios en el desierto cortando todas sus comunicaciones al otro lado del Rio Negro. 2 Entrar a persegiiirlos en el desierto sin dar tregua ni cuartel hasta exterrhiriarlos, rendirlos, u obligarlos a buscar un refugio al sud del Rio Negro, y entonces establecer alii la frontera (81-82).

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    Y es que esta aceleracion briisca, ese avance- repentino, por no decir compulsivo, del discurso de la "guerra defensiva" y de la "civilization clemente" al d e l a "guerra ofensiva" y del exterminio, es tal vez el rasgo mas distintivo de esa literatura. Porque si el ciclo de la frontera viene a reemplazar a la literatura del desierto, topico romantico desde, por lo menos, las Cartas a un amigo de Echeverria, escritas en 1822, lo hace subordinandose por entero a los imperativos de lo militar.-Menos de una decada media entre losplanes'y \osplanos, los^proyec-tos del avance de la frontera y la ratificaci6n cartografica de sus resul-tados que son transcriptos a los nuevos mapas nacionales como "acci-dentes" de una geografia positivizada: "antiguas tolderias" pasara a ser, en las planchas patagonicas del Atlas Geogrdjico de la Republica Argentina de Paz Soldan, publicado en 1887, un mero indicador geo-grafico, un punto de orientation en la inmensidad de una "tierra vir-gen".

    ^Existen lineas de fuga en este corpus? Borges, desde las orillas de la ciudad cuya mitologia inventa en el Evaristo Carriego, cita como "el moniento mas patetico de la historia" dos estfofas al final de La Ida donde Cruz y Fierro, desertores-y fugitivos, dejan atras el campo y se internan en el desierto (Borges 1990: 131). Llama la atencion, sin embargo, que un lector de la perspicacia de Borges no haya reparado en la compleja y contradictoria tension que reina en estas estrofas finales del poema que, al mismo tiempo que narran la infraction abso-luta - la desertion de la ciudadania y del Estado-nacion para buscar refugio en la negatividad, en ese exterior llamado "Tierra Adentro" -ya estan, ellas mismas, fuera de la patria en tanto espacio performativo del canto. Porque si, como ha sugerido Josefina Ludmer, la patria esta en el canto mismo, en su vocation totalizadora y teatral por abarcar un universo significativo que ya no se contenta apenas con la posicion~de una poesia menor, ese canto ya ha recorrido su circulo entero y ha llegado a su desenlace final -e l silencio, romper la guitarra- cuando aun falta esa ultima toma de jinetes que se alejan rumbo al horizonte, piano reerifocado obstinadamente, desde entonces,- por los interpretes consagrados del poema desde Quesada y Lugones hasta Borges y Giii-raldes (Ludmer 1988: 159; Jitrik 1983). Cuando los.subalternos deci-den, finalmente, sustraerse de la tutela de las instancias superpuestas de poder que, hasta ese momento, se habian encargado de vigilar y explotar sus cuerpos (el juez, la policia, el ejercito), su voz es secues-

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    trada por una voz impersonal, una perspectiva elevada que observa esa partida quedandose atras, en los confines del estado.3 "Un fragmento que tiende hacia La vuelta, un comiehzo de otra -historia mas que un fin'.', como observo Martinez Estrada (1948: 183), estas ultimas estro-fas anuncian la segunda parte porque reescriben como situacion irre-suelta aquello que la voz (y el silencio) de. Fierro habia consignado como tin final..irrevocable.

    Los siete anos qucperdurara esta situacion, entre La ida y La vuel-ta, o entre 1872 y 1879, y en los que el cuerpo desmembrado de Fierro (ese cuerpo puro que;se aleja al desierto dejando atras la voz que se le ha arrebatado) encarna la..frontera en cuanto estado de tension, coinci-de Ilamativamente con el momento en que culmina la violencia fronte-riza. Es el periodoque media entre la ultima, invasion bajo el cacicaz-go de Calfucura, muerto en 1873, y la puesta en escena de la "solution final" por el ministro Julio Argentino Roca en las orillas del Rio Ne-gro. Hay que leer La Vuelta sobre ese fondo de una guerra moderna de exterminio, de quemas de cadaveres, viruela, marchas de hambre y deportaciones.en Irenes y vapores; para valorizar el esfuerzo mitopoe-tico con que Hernandez, al volver a reunir la voz y el cuerpo de su antiguo heroe, reescribe esa violencia sorda y. masificada como vio-lencia purificadora e iniciatica.4 Porque para poder pasar. a la dimen-

    Mi uso del concepto de 'subalternidad' remitea la discusi6n inaugurada por Ranajit Guha en sus ya clasicos trabajos sobre insurrecciones campesinas en la India (Guha etal. 1982); para una revision sagaz Homi K. Bhabha (1994). El problema sefialado por Guha consiste en la incapacidad de una historiografia 'sujetivista' por abarcar lo que 61 llama una 'conciencia rebelde*, la cual en lugar de una agencia politica diferente es representada o bien como irruption de pura espontaneidad, o bien como instante precoz en una serie-acumulativa'de con-ciencia de las clases oprimidas (es decir, como 'hefencia*, 'patrimonio'). Gayatri Spivak, en un articulo que demasiailas veces ha sido reducido a la pregunta que lleva por titulo, ha denunciado las reminiscencias esencialista's en el pensamiento de Guha, proponiendo que la negatividad es la condiciin misma de la subalterni-dad, eso es, la falta de autoridad para enunciar, o mismo para oponerse a, conte-nidos positivos (1985). Siguiendo esta ultima propuesta, podria arguirse que Fierro no es subalterno sino que esta en una position de subalternidad en el instante preciso al que nos referimos arriba: cuando, tras haber destruido sii instrumento (o sea, su position elocutiva de sujeto popular disidente contenida en el fonhato generico desafiante), abjura de la patria. El momento de maxima nega-tividad en el relato coincide con el despojo de la voz: una vez que esta atraviesa 1 los limites de una alianza, es hablada desde una posici6n impersonal. Poster!ormente a la campafia de 1879, ella misma apenas la terminaci6n de un periodo de hostigamiento sistematico (de 'malones blancos') que ya habia empe-

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    sion panoramica del genocidio -"Las tribus estan deshechas,/ los caci-ques mas altivosy privados de toda esperanza,7 y de. la chusma y de lanza,/ ya muy pocos quedanrvivos" (Hernandez 1872-1879: V, 2989-2994)- hay que contarla primero en terminos de una venganza perso-nal y de un;segundo nacimiento, un "despertar moral" del personaje i("viene uno como dormido,/ cuando vuelve del desierto"): matar a un indio es expurgar las propias culpas al restablecer el orden de la fami-lia y del trabajo honrado. Con este nuevo comienzo, las dos partes del .poema vienen a componer una suerte de rito de pasaje, esto es,marran comoproceso iniciatico la transition de la estancia vieja (que:LaJda

    ;recuerda como una Edad Dorada) a la estancia nueva (que.La vuelta proyecta en los consejos de Fierro a sus hijos). La frontera, lugar del no-trabajo y de la no-propiedad, afiorada en La Ida como lugar de maxima libertad y condenada en La vuelta como lugar de monstruosi-dad moral, como "infierno", es precisamente el espacio liminal donde estar transition se opera mediante el sacrifitio ritual de los "otros" demonizados.5

    En Hernandez, entonces, la frontera es el escenario de metamorfo-sis de su personaje, proceso en que le es sustraida su voz que solo lograra recuperar una vez superado el estado liminal, cuando. ha ingre-sado en. la comunidad de los hombres trabajadores. En las antipodas

    zado antes de asumir Roca la cartera de Guerra, a principios de 1881, tres briga-das a las ordenes de los coroneles Villegas, Ortega y Vintter, marchan sobre los ultimos araucanos, ranqueles y tehuelches refugiados en las actuales provincias de Neuquen y Rio Negro. Una contraofensiva desesperada de. los indigehas de Saihueque y Reunque Cura al fuerte General Roca en enero es rechazada y los cadaveres son quemados en pilas. Hacia fines del afio, la frontera se ha extendida a todo eLNeuquen, con varios centenares de indigenas muertos y mas de 1.700 prisioneros. Los caciques acorralados intentan en vano montar una defensa conjunta: el 24 de marzo de.1884, es obligado a rendirse el araucanoNamuncura, inmediatamente despues Vintter, designado gobernador de la Patagonia, dispone el ataque final sobre Saihueque e Inacayal,. cuya rendici6n se produce el 1 de enero de 1885. Sus tribus son deportadas a Buenos Aires tras marchas forzadas de los Andes al embarcadero de Carmen de Patagones, muchas veces para perma-necer detenidas o sometidas a trabajo forzado (vase Martinez Sarasola 1992).

    5 La teoria antropologica del ritual, siguiendo al trabajo clasico de Arnold van

    Gennep, considera como estado liminal la fase intermedia de los ritos de pasaje, caracterizada rmiichas veces por la expulsion simbdlica de los neofitos de la comunidad a zonas selvaticas o deserticas, la privaci6n de bienes y de vestimenta (u otros signos indicativosdel sexo), y el sometimiento a pruebas eh las cuales, muchas veces, les son revelados los secretos culticos (van Gennep 1909); vease, para una version mas contemporanea (Turner .1967, 1969).

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    de ese silencio iniciatico que vela sobre la conversion del gaucho en peon, se ubica el concierto de voces que componen el mas caleidosco-pico de los relatos argentinos de viaje, Una excursion a los indios ranqueles de Mansilla, texto escrito dos afios antes de El gaucho Mar-tin Fierro. A diferencia de La vuelta, que.cuentaJa "solution final" como recuerdo individual de un disidente arrepentido, en Excursion es profetizada por los indios que descreen de las promesas de la civiliza-tion que Mansilla pronuncia en el Gran Parlamento, donde negocia con ellos la paz. La violencia es revelada en la voz del otro aun antes de culminar, una voz que llega hasta nosotros desmintiendo el discur-so conciliatorio y apostando a una politica del recuerdo de algo que ya vislumbra como un pasado futuro. Que sea en Mansilla, precisamente, donde estas voces disidentes se oyen y perduran, no es casual: Excur-sion es tal vez el texto mas radical en construir la frontera como un espacio de saber, un lugar de elocution desde donde observar y juzgar la patria. El hombre observador, punto de vista arquetipicd del discur-so colonizador que contempla un mundo objetivizado como paso pre-vio a la toma de posesion, al llegar a las tolderias se convierte en un hombre escuchador. Su propia disidencia interna en el espacio del poder pone a Mansilla (como raras veces ha ocurrido en la historia argentina) en condiciones de escuchar la voz del otro: "oyendo a los paisanos referir sus aventuras", -escribe- "he sabido como se admi-nistra la justicia, que piensan nuestros criollos de nuestros mandatarios y de nuestras leyes" (1870: 260; subrayados mios). Esa actitud no se limita a los cristianos refugiados en los toldos, tambien a los indios Mansilla-les presta'oidos (algunos se revelan oradores sutiles): la fron-tera es una position-epistemologica, un punto de vista privilegiado sobre la realidad del pais, porque en ella se superponen voces y pers-pectivas contradictorias. Entre el;silencio de Fierro y la polifonia de Mansilla, entonces, textos; que tambien se pueden leer como intentos de captar el momento de su.spert.s'OMnmediatamente anterior a4a clau-sura violenta, los textos del ciclo de la frontera marcan sobre todo un avance linear, un intento de ocupar y llenar el "vacio". No obstante, mas que una mera extension, la literatura de frontera es \a fiction anti-cipada del Estado; recien en la reterritorializacion del desierto como espacio de la ley emerge un orden disciplinario y "biopolitico" cuya arena son los "teatros naturales" del sur de los que los oficiales vuel-ven para hacerse cargo del Estado.

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    Recapitulemos': la violencia se incrusta.en la literaturade frontera no solamente, tal.vez ni siquiera en-primer lugar, porque ella anticipa, promueve y relatala erradicacion de los indios sino mas bien porque ratifica, celebra y. finalmente "olvida" esta "solution", erradicando a la violencia. Eh apenas diez anos eh escenario militar. de los ultimos proyectos estrategicos -La guerra contra los indios (1877) de Alvaro Barros y La conquista de quince mil leguas (1878) de Estanislao S. Cevallos- se habra convertido en el ameno teatro natural de "Nuestra tierra a vuelo de pajaro" (1889) de Eduardo L. Holmberg, un texto que reescribe la vision pan6ptica de la "fisonomia" national del primer capitulo de Facundo a la Iuz de las ultimas campanas militares, des-plegando ante sus lectores un inmenso jardin botanico poblado de hombres de la ciencia:

    [...]'hay formas humanas que se mueven en aquellas imponentes soleda-des. No pregunteis quienes son porque-Ias mismas rocas y las montanas, las formas extinguidas y los ventisqueros, las plantas y los rios, los ani-males que ahora viven, y las lluvias y los tempanos, los musgos y los volcanes, van a deciros sus nombres. Sus armas son el sextante y el ba-rometro, el cihcel y la brujula, la polvora y el cuchillo de monte, el cro-nometro.y la cadena, el term6metro, la*sonda, y la corredera (Holmberg 1889: 178).

    Las armas no son tales, sino instrumentos de mediciori de una natura-leza pura cuyos habitantes 'nativos' son ahora los cientificos:'como pensar esta violencia, con sus ecos en el tientificismo de las decadas siguientes, mas que aquella mas obvia y visible de los planes e infor-

    rmes militares, es el- desafio critico que me interesa aqui. El paisaje, registro que predominant en las expedicion.es a la Patagonia realizadas despues de 1880, es un cuadro final, el pUnto de llegada en una suce-sion de generos que acompana el avance de las tropas: del plan (o proyecto militar) de los afios sesenta y los primeros setenta, pasando por las cronicas de frontera, episodios de la lucha redactados al paso de los eventos, y las historias que empiezan a escribirse inmediata-mente despues de la expedition al no Negro, comprobando y cele-brahdo el desenlace, hasta llegar a los mapas que entierran inclusoa estas memorias apologeticas en una superficie de puro espacio que los paisajes'deX fin de siglo estetizaran en tonos sublimes. Escrito con un proposito claramente panfletario, Callvucurd y la dinastia de los pie-dra (1884) de Zeballos, el primero de una serie de "romances indige-

    Fronteras: la conquista del desierto y la economia de la violencia 127

    nas", resume en-unas pocas frases ese paso del masacre a la fertiliza-tion de la tierra:

    Levalle y Freyre despedazan a Namuncura y lo arrojan a Chile; Villegas desaloja'a los temidos y'valerosos indios de Pincen y presenta a este en Buenos Aires, prisionero, en medio del asombro general; Racedo no deja un salvaje en el pais ranquelinp, y su mejor trofeo ofrecido al Gobierno es el cacique general de la tribu, Epugner y su farhilia; y hasta los cra-

    -neos de Callvucurd y de Mariano Rosas, los dos grandes generates de Tierra Adentro, exhumados- solemnemente por Levalle y Racedo, vienen a formar parte de mi coleccion historica [...] jViene al fin el cacique a reconocer nuestro dominio sobre las cuarenta mil leguas de su derruido imperio! Territorio fertil y exuberante en los dones de una naturaleza que triunfa con el vigor y con la economia misma de sus especies de.la falaz y derrochadora naturaleza de los tropicos [...] Territorio que encierra las comarcas mas lozanas de cuantas la bandera de la patria sombrea en las regiones meridionales, sustituyendo la sombria tolderia del salvaje con sus colores que simbolizan: Virtud, Civilization y Esperanza (Zeballos 1884,11:90-92)/

    La de Zeballos, presidente por entonces del Instituto Geografico Ar-gentino, es la prosa del tecnocrata quien, mientras transcribe al mapa "La ultima jofnada en el avance de la frontera" -titulo de un ensayo de 1880, fantasea de "sableadas felices" y "hazanas gallardas" de oficia-les con apellido ilustre. Menos romancescos, pero igualmente apura-dos y sumarios eran los borradores de la decada anterior, como aquel donde Barros (en las formas verbales habitualmente utilizadas para caricaturar el habia de los indios) proyectaba el avance'final: "dejando e! ferro-carril a su espalda y avanzando por la zona exterior, [...] ocu-pando luego los puntos estrategicos que, respondiendo al objeto de reducir el espacio y estrechar al enemigo, fuesen a la vez nuestros centres de operaciones'[...]" (Barros 1877: 39). Mientras que, tanto en los proyectos como en las historias, la violencia de la "operation" desaparece por debajo de frases hechas y de formulas sumarias, es en las cronicas donde esta se hace visible con s6rdida plasticidad.

    Lo que Mansilla revela en 1870 -el hambre, las levas, la viruela-en los anos del avance final emerge en las paginas escritas por un in-geniero frances, Alfred Ebelot, contratado en 1875 por el ministro Adolfo Alsina para dirigir.los trabajos de la zanja limitrofe. Mas que un intento, tragicamente fracasado, de 'pacification gradual ^como

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    sugiefe, en un ensayo apologetico, Juan Jose,Saer6- el proyecto de la zanja apurttaba a una distincion nitida e inequivoca entre 'civilizados' y 'salvajes' por medio de un borde fisico que deberia servir, tanto o mas que de obstaculo a las 'invasiones', para contener las lineas de fuga de'una poblacion movil e inclinada a sustraerse, como to advier-ten con voz de alarma las cronicas de la epoca, de la aiitoridad del Estado. Como ha demostrado Andrea Pagni, esta doble funcion de la zanja se repite en el lenguaje de los textos de Ebelot donde se produce una gradation de tipos civilizados y barbaros, en cuya cima, claro esta, queda ubicado el propio frances saintsimoniano (1999). Los in-dios, en cambiq, aparecen vistos de cerca por el lente del fisiologista, vision mediada por un prisma denigrante que traduce de inmediato diferencia en inferioridad:

    Catriel Ilego acompanado de un estado mayor heterogeneo, en las filas del cual se podia hacer un estudio comparado de los matices de la fealdad indigena. A caballo, todo ese mundo hacia buena figure, pues manejaban con habilidadhermosos animales, cuyos arneses estaban adomados de plata. Pero, a pie eran otros hombres. Las piernas arqueadas, horhbros caidos, su marcha torpe, trabada por espuelas congrandes rodajas, que arrastraban por el suelo con ruido de hierro viejo, todo en ellos erasin gratia y vulgar (Ebelot 1876: 53).

    Loque, no obstante, distingue esa prosa del laborioso gigantismo de un escritor del Estado como Estanisjao Zeballos, es la agudeza del detalle, ese "ruido de hierro viejo" que nos asalta con esa inmediatez, que Roland Barthes, en sus meditaciones, sobre fotografia, ha descrito como punctum; un pinchazo, Un agudo y minusculo dolor en cuyo, lapso fugaz nos alcanza el aliento del instante-pas'ado (Barthes 1980). Curiosamente, ademas, antes de desensillar, en tanto jinetes, los indios son enfocados por una mirada aventurera en la que hay respeto y hasta

    Saer lo llega a retratar a EbeJot como un 'personaje kafkiano', cuya fe ciega en el progreso lo embarca en un proyecto utopico que queda desmentido por una suerte de.fatalidad telurica: "ineficaz, inacabado, tratando de'abrirse paso a duras penas entre ambiciones y violencias, el foso representaba, mejor que las ilusiones posi-tivistas, la verdadera imagen del pais por venir" (1997). El error principal de Saer, y que lo lleva a una suerte de ontologia sarmientina del *mal de la exten-si6n', a mi entender consiste en suponer que el proyecto de Alsina y Ebelot cons-tituia una alternativa 'humanitaria' a la guerra ofensiva propagada por Roca, en ,lugar de ver en ambas posturas agenciamientos sucesivos y contingentes del apa-rato de Estado para someter a la maquina de guerra que lo desafiaba desde la frontera.

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    envidia, mas aun si se la compara con el rencor que le inspira a Ebelot el ruinoso mantenimiento de los caballos estatales. La caballeria, y no la "santisima trinidad" de ferrocarril, telegrafo y fusiles Remington, debe resolver la guerra de fronteras: es por eso que, en el momento del combate, de los cercos, persecuciones y rechazos de ataques indige-nas, la narrativa de Ebelot adquiere un fervor epico y sencillo, un tono de plenitud, inmediatez, y hasta de goce; una erotica de la violencia en la que, por momentos, civilizados y salvajes se confunden.

    Aqui conviene recordar el papel clave que Deleuze y Guattari, en Mil mesetas, le adscriben al ingeniero como encargado de ordenar y normalizar la materia fluida en los bordes entre espacios estriados y espacios lisos: su tarea es la de convertir los segundos en vias de co-municacion entre los primeros, de canalizar lo fluido en circuitos energeticos productivos. El ingeniero, en otras palabras, es un tecnico de fronteras que transforma la exterioridad en un recurso para mante-ner el regimen atemplado del espacio interior. Para poder lograr su objetivo, tiene que empatizarse en lo posible con la exterioridad, aun-que solamente en funcion de lograr mejor su reconversion (que aqui sigue, en escala menor, el modelo urbanistico-terapeutico practicado por Haussmann despues del sometimiento de la Comuna parisina): primero zanjar,^ despues construir "ciudades nuevas, rodeadas de gran-jas y pequefias chacras" para asentar alii y someter a una propedeutica civilizatoria, a los aborigenes dominados: "se trata [...] de suprimir el comunismo esterilizante en el cual vegetan bajo el despotismo patriar-cal de los caciques; en otras palabras, dar a cada uno, con la propiedad de su campo y dexsu casa, el sentimiento de"su independencia como hombre [...]" (Ebelot 1876: 31).

    Esta bella vision, sin embargo, se arruina cuando la violencia (que Ebelot acepta como elemento pedagogico y como concurso caballe-resco) la desborda desde adentro, cuando la barbarie estalla desde el seno de la civilization:

    El ultimo recuerdo que me queda de este dia es el de la ejecucion de 2 indios que habian sido tornados prisioneros. Los veo aun, pequefios, re-chonchos, impasibles, en la torpe actividad del indio a pie, parados delante del estado mayor y respondiendo invariablemente: "Yo no se'," a todas las preguntas que les dirigia el interprete [...-]iBasta! dijo simple-mente el comandante. [...] Los dos hombres, las manos atadas sobre la espalda, corrian, tropezaban, gritando a cada golpe: iSenor! jSefior! Era todo lo que sabian de espanol. Uno de ellos, viendo ante si un pozo sin

    1

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    brocal abandonado, se precipito de cabeza y desaparecio. Su agonia al menos fue corta, pero el espectaculo no dejaba de ser repugnante; mientraTsus verdugos, chasqueados, registraban el agua con sus lanzas, una multitud de sapos espantados formaron sobre la pared de ese agujero abierto, inmundas guirnaldas. Me volvi con horror y mis ojos encontra-ron afotro indio, extendido y agonizante. Un oficial tiivo piedad de el y lo hizb degollar, pero como esto no fue suficiente, y los estertores eran cada vez mas horribles, le clavaron un cuchillo en el corazon (74-75).

    "Ya es un rasgo de humanidad fusilarlos", Ebelot anota mas adelante. sobre los masacres multitudinarios que, insiste, ejercen una violencia en exceso, extrana a la empresa civilizadora en cuyo nombre es ejecu-tada. En la ausencia de los fetiches monetarios de reciprocidad, la violencia circula como moneda de intercambio entre Estado y pobla-ciones fronterizas sostehiendo un poder que, lejos de las metropolis, ha vuelto a tomar los rasgos de lo que Foucault llamaria soberano.1 En una de sus ultimas, cronicas de frontera, "El soldado de linea", Eduar-do Gutierrez escribe: ,,

    El soldado de linea ingresa a nuestro ejercito por dos caminos: engan-chado 6 condenado al servitio de las armas. [...] El cepo y las estacas, el colombiano y los palos han levantado el grito de la venganza en su corazon hidalgo, haciendole esperar el dia de la batalla para tomar un desquite que lo deje satisfecho. Pero el dia de la batalla llega, la baridera azul y blanca flamea entre el humo del combate, y el soldado olvida entonces sus rencores y todas sus venganzas. [...] Es que el soldado se ha sobrepuesto al hombre: la voz de la patria habia a su corazon-mas alto que la de todo otro sentimiento (1896: 281-281).

    En una description sorprendentemente exacta del proceso de forma-tion de una hegemonia, consentida por aquellos que, 'objetivamente', habrian de considerarse sus victimas, Gutierrez muestra tambien la importancia del limite para viabilizar la production hegemonica. Solo

    En una lectura aguda de los relatos y las actas dejadas por la investigation parlamentaria de los masacres cometidos a principios del siglo XX por las compafiias caucheras en el Putumayo colombiano, Michael Taussig arguye que en esta frontera selvatica del capitalismo expandiente, en ausencia de los poderes coercitivos del fetichismo de la mercancia sobre comunidades que desconocfan hasta el concepto de propiedad, la violencia y el terror se convirtieron en instrumentos de comunicacion y control, en los lenguajes de un 'espacio de la muerte' en el que convivian victimas y victimarios. Las torturas, los masacres y las violaciones, sostiene, no fueron simples 'excesos' disfuncionales de la violencia colonial sino, por el contrario, los contenidos productivos de un relato hegemonico "que.tenia la funcion de crear.por medio del realismo magico una cultura del terror que dominaba tanto a blancos como a indios" (Taussig 1987: 121).

    Fronteras: la conquista del desierto y la economia de la violencia 131

    la certeza de que mas alia de los limites del Estado yace una exteriori-dad cuya amenaza excede la violencia sufrida a su interior, hace que la voz de la patria, en el corazon del gaucho, ahogue el deseo por ven-garse violentamente dcsus victimarios. Estos, la literatura gauchesca nos ensena, componen una suerte de cadena metonimica de represen-tantes de un Estado portador de rasgos patriarcales totemicos: los jue-ces de paz (en el Martin Fierro o los tenientes-alcaldes en Juan Mo-reira donde los jueces de paz son los 'buenos' patrones mitristas) y los comandantes de frontera coinciden en una actitud de codicia sexual hacia las mujeres campesinas, y de sometimiento de maridos e hijos a regimenes atroces de trabajo y servitio militar. O sea, el Estado mo-dernizador autoritario es identificado como usurpador de la masculini-dad subalterna, porque su nuevo regimen acumulativo destruye los lazos familiares y 'de honor' del orden rural tradicional (que tambien son un orden familiar, de compadres y comadres). Por eso, cuando Ebelot dice que los indios "saben perfectamente [...] que los lazos de farnijia son el verdadero medio de fijarlos [a los cristianos fugitivos] entre ellos; por eso les hacen realizar casamientos brillantes" (1876: 150), esta advirtiendo sobre el peligro de un modelo alternativo que, mientras que la frontera permanezca porosa y no se vuelva un limite infranqueable, hasta podria servir de refugio a esa sociabilidad rural tradicional. Y por eso, tambien, es necesario que el otro, identificado como tal, se convierta en la amenaza mas letal para ese mismo orden (cuya crisis la literatura gauchesca identifica con una masculinidad subalterna ofendida): amenaza no solo de desposeerlo al gaucho de su lugar legitimo sino, ademas, de destruirlo radicalmente en tanto hom-bre. El salvaje, por eso, no solo roba las mujeres sino que tambien mata a los hijos criollos y los reemplaza por sus propios hijos: asi el momento de maximo horror en el genero gauchesco, es cuando Martin Fierro encuentra, en el desierto, a una cautiva atada por un indio con las tripas de su hijo recien nacido, que este acaba de aplastar.

    Ante esa vision traumatica de castration (que sera y no sera una 'proyeccion' de aquella sufrida en los limites del Estado) el paisano criollo no puede sino combatir la exterioridad a las ordenes de los agentes patriarcales del Estado totemico, de quienes efectivamente recibira, en retribution, una mujer 'suplente' (inferior a la 'criollita' codiciada por los tenientes-alcaldes) para dedicarse con ella a la re-

    K O&Jttf'

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    production de la subalternidad. Despues de enviar a Carhue las'sobre-vivientes de la masacre de Treyco, cuenta Ebelot,

    [l]as Divisiones casaron alii sus ultimos hombres celibes. Las indias sa-lierbri, sin duda, ganando con el cambio. Es mas facilamar y servir a los maridos del segundo matrimonio que a los del primero, y en cuanto a los soldados, no salieron perdiendo: si sus nuevas companeras tienen la piel algo osc'ura y la marcha pesada, dificilmente las encuentreh mas valientes

    1 y abnegadas (1876: 207-208).

    Reemplazo, pues, de una economia de la violencia por la distribution centralizada de cuerpos serviles (y no cuerpos eroticos como los codi-ciados por 'las autoridades'): en otras palabras, la masculinidad ofen-dida delpaisano criollo es vengada sin que el Estado tenga por eso que renunciar a sus poderes 'totemicos'; de hecho, estos salen fortale-cidos de esta operation cabalmente biopolitica, ya que desde ahora el Estado no sera solamente quien da la muerte sino tambien quien da la vida.

    La muerte, sin embargo, tambien requiere ser reproducida y repre-sentada. Es por eso que, en Viaje al pais de los araucanos (1881), Estanislao Zeballos regresa pocos meses despues a los campos de batalla, a disecar los cadaveres aun frescos pero fosilizados ya desde el; punto de vista del evolucionista, conyertidos precozmente en 'des-pojos' de epocas pasadas. La antropologia argentina nace aqui como una ciencia de rapina, una suerte de confirmation experimental del poder absoluto sobre la vida y la muerte que acaba de atribuirse la nueva elite. Porque la distincion cientifica de los ejercicios anatomicos de Zeballos, en realidad, proviene exclusivamente del contraste entre su propia actitud altiva y la 'superstition' impotente de su baqueano indigena:

    Era de ver al indio Carriqueo. Me miraba de lejos con ojos de tigra hirca-na herida en su prole. Hablaba en su lengua rapidamente y casi a gritos, accionaba senalandome con el dedo, parecia desesperado de no poder blandir la lanza y agregar mi cadaver al de sus hermanos; y bajando de repente el tono de sus peroratas, suplicaba con voz de sollozos. Todo lo entendia yo; pero finjia ignorarlo todo (Zeballos 1881: 243).

    Ese quiasmo final resume una actitud nueva y comprueba la desapari'-cion de la frontera en tanto desafio: todo se entiende, ha desaparecido el enigma de la otredad, por lo tanto, ya nada de lo que dicen los "otros" importa. Me parece que la escena es emblematica del papel de los saberes modernos en la Argentina (y quizas en Latinoamerica): su

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    vinculo con el Estado no consiste (como los estudios poscoloniales han sospechado respecto de la antropologia y geografia europeas) en una funcion de espionaje previo al sometimiento militar, ya que el saber 'positivo' se adquiere recien despues de este y lo confirma y reproduce. Es la misma operation que se repetira en los mapas que inscriben en el espacio los nombres de coroneles y los nombres indi-genas que (argumentara el coronel Olascoaga, jefe de la Oficina Topo-grafica Militar) "son siempre descriptivos de la topografia u otros accidentes importantes de los lugares a que se apliquen" (Olascoaga 1880), convirtiendo la superficie sincronica del territorio en un vasto memorial" de la conquista y ocupacion militar. O en los museos antro-pologicos como el de La Plata donde la coleccion anatomica de Zeba-llos eventualmente llegara a parar, vigilada por prisioneros indigenas de la Campana del Desierto quienes al morir seran a su vez converti,-dos en objetos anatomicos de exhibition. La ciencia actua, pues, como monumentalizaci6n de un Estado biopolitico plenipotenciario que se arroja el poder sobre la vida y la muerte gracias a la posesion de un saber (y en esta asociacion entre poder y saber -saber cuyo mecanis-mo magico de producir objetos mimeticos desconocen aquellos que los contemplan, arguye Michael Taussig- radica precisamente la di-mension fetichista de la forma estatal).

    Para terminar, solo quisiera indicar algunas preguntas: es la for-ma biopolitica que asume en las periferias el saber moderno, con su afan por emancipar la especie humana de las limitaciones impuestas por 'la naturaleza', el equivaliente necesario de una 'acumulacion primitiva' caracterizada por una violencia 'desbordante', y que reposa, a su vez, sobre'la distinguibilidad mimetica entre objetos exterioriza-dos y sujetos observadores? i,Y como nos articulan aun estos saberes antropologicos, historicos y geograficos que naturalizan y "fetichi-zan", en los 'objetos' que exponen a nuestra mirada, su propia pro-duction mimetica? ^No seria, finalmente, !a denuncia 'foucaultiana' de esta violencia inscripta en la mimesis cientifico-estatal apenas un primer paso, pero que habria que reinstalar en la coristelacion de una economia de la violencia donde la del otro no fuese apenas una pro-yeccion hacia afuera de actos de represion interna, sino una fuerza surgida al mismo tiempo que esta, y que por tanto origina a, tal y co-mo es originada por, las operaciones de represion -desplazamiento y desfiguration- al interior del Estado-naci6n? ^Como decir, con las

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    palabras del saber, una constelacion agonal de la que forma parte el saber? Es este el reto que, me parece, formulan las fronteras del siglo XIX a las del XXI.

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