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Año 1 - Número 01

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1era página Blanca

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Carmen Teresa García y Oswaldo Jiménez

2da página Blanca

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El Mercado Principal de Mérida (1886-1987). A 20 años de su quema

Boletín del Centro de

Investigaciones y Estudios

en Literatura y Artes

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4ta página Blanca

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El Mercado Principal de Mérida (1886-1987). A 20 años de su quema

Boletín del Centro de

Investigaciones y Estudios

en Literatura y Artes

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Boletín del Centro de Investigaciones y Estudios en

Literatura y Artes

Año I, Nº 12007

Comité EditorialRoger Vilain

Álvaro Molina D’JesúsDiego Rojas Ajmad

Rosix Rincones

Comité de ArbitrajeGregory Zambrano

Juan AstorgaBelford Moré

Carlos PachecoJosé Luis Da’ SilvaCarlos Sandoval

Dirección Ciela: Universidad Nacional Experimental

de Guayana. Coordinación General de Investigación y Postgrado. Urb. Chilemex. Puerto Ordaz, Estado Bolívar, Venezuela.

Tlf.: 0058-286-9230838. email: [email protected]

Depósito Legal:ISSN:

Rosix Rincones, Roger Vilain, Diego Rojas Ajmad y Alvaro Molina D’Jesús

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El Centro de Investigaciones

y Estudios en Literatura y Artes

nació el 25 de enero 1995

bajo el nombre de Centro de

Estudios Literarios, adscrito a la

Coordinación General de Cultura

y Extensión de la Universidad

Nacional Exper imental de

Guayana. En sus inicios hicieron

vida académica profesores de

reconocido prestigio como

Milagros Mata Gil y Juan Guerrero,

siendo éstos quienes dieron

los primeros pasos en cuanto

a la producción y difusión de

conocimientos.

En lo que pudiéramos

vislumbrar como una segunda

etapa, el Centro de Estudios

Literarios pasa a denominarse

Centro de Investigaciones y

Estudios en Literatura y Artes

Presentac ión

Rosix Rincones,

Roger Vilain,

Diego Rojas Ajmad,

Alvaro Molina D’Jesús.

Investigadores adscritos al CIELA

Presentación

8

(CIELA), dependiendo desde entonces del Consejo de Investigación y

Postgrado de nuestra Universidad.

En la actualidad el Centro agrupa un conjunto de cuatro investigadores

de planta y un investigador colaborador, pertenecientes al personal

académico de la UNEG, los cuales desde diversas perspectivas abordan los

problemas de estudio e investigación en el amplio campo de las ciencias

humanas, haciendo énfasis en los tópicos relacionados con la producción

cultural de la región Guayana y del país.

Producto de esta actividad de investigación y extensión, el centro

arroja en su corta vida de adscripción formal a la Coordinación General

de Investigación y Postgrado resultados que se reflejan en las diversas

publicaciones, ponencias y reconocimientos de sus miembros.

Con la intención de realizar la difusión de parte de los ejes centrales

de las líneas de investigación desarrolladas por los integrantes del

centro, surge la idea de editar, a partir del año dos mil siete, el Boletín

del Centro de Investigaciones y Estudios en Literatura y Artes, el cual

tendrá una frecuencia anual y contendrá avances de los resultados de las

investigaciones adscritas a las diversas líneas del centro.

Este Boletín abre la reflexión sobre la tradición cultural en la región

Guayana con la conferencia magistral La literatura regional en el contexto

de la globalización, dictada por el Dr. Gregory Zambrano en el marco del

Coloquio de Literatura Regional en homenaje a Abraham Salloum Bitar,

el cual fue organizado por el Centro en Ciudad Guayana entre mayo y

junio de 2007, con el objeto de abrir un espacio para la reflexión sobre

el problema del hacer cultural en las regiones y la confrontación de esta

noción con la pretensión de universalidad del arte. Es en este sentido que

las palabras del Dr. Zambrano se convierten en un acto fundacional de las

intenciones que guiarán el accionar del Centro y que se verán reflejadas en

Rosix Rincones, Roger Vilain, Diego Rojas Ajmad y Alvaro Molina D’Jesús

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los productos de la investigación en éste desarrollada. Le siguen en orden

de aparición los avances de los proyectos de investigación desarrollados

en la actualidad por los miembros del CIELA.

Esperamos que este Boletín se convierta en un aporte y referencia

para la reflexión sobre la investigación en el campo de las Ciencias

Humanas, fortaleciendo las prácticas de producción, estudio, difusión,

conservación y consumo cultural, en la región y el país.

Ciudad Guayana, 14 de noviembre de 2007

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Gregory Zambrano

11

Entre los múltiples sentidos

que la literatura propone como

espacio plur isemántico, se

impone el de la perspectiva.

La profundidad y riqueza de la

aproximación dependerá, en

buena medida, del capital cultural

del lector, pero también de su

habilidad para conciliar no sólo

los elementos estructuradores

del discurso creativo, sino su

potencial estrategia para vincular

un texto concreto a una tradición,

a una familia de discursos. De igual

manera debe tenerse en cuenta

una posición clara respecto a

la significación del impacto de

esa obra en el momento de su

aparición como hecho cultural,

lo cual lo sitúa frente a la historia.

Así mismo, la aproximación crítica,

La literatura regional en el

contexto de la globalización

Gregory ZambranoUniversidad de Los Andes

Mérida-Venezuela [email protected]

La literatura regional en el contexto de la globalización

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debe ser explicativa e interpretativa, lo que dará cuenta del valor de esa

obra, y de sus posibles alcances. Por ello siempre se impone un reto, que

no lo puede determinar un lector solamente, sino la voz de un colectivo

que legitima ese hecho de lenguaje con el ejercicio aprehensivo mediado

por el criterio y el sentido de proximidad. De allí que ese objeto de cultura

que denominamos obra literaria, que pertenece a un espacio tiempo

determinado, pueda romper los límites de ese espacio tiempo y alcanzar

otros niveles donde no solamente operen las fronteras del idioma sino

sus valores inherentes, que legitimen su condición de obra de arte, y que

se proyecte en lo que Mijaíl Bajtín llamó “el gran tiempo”, al proponer el

sentido de trascendencia.

En el estudio de las literaturas regionales están funcionando como

condicionantes aspectos relacionados con los valores de un colectivo que

se reflejan en ellas pero que no pueden circunscribirse a sus límites. Se trata

de comprender que una obra literaria alcanza su estatura de arte cuando

se conecta con valores universales, que si bien atañen a rasgos culturales

y discursivos específicos, deben procurar su relación con elementos

de mayor alcance, estos adheridos a la comprensión de la complejidad

del ser humano. Si nos situamos del lado de quien interpreta, estamos

asumiendo una perspectiva que debe necesariamente vincular aspectos

epistemológicos, pero también metodológicos, para conciliar una axiología

que sitúe a la obra concreta en un espacio pertinente, que conlleve a su

valoración y que limite los extremos, la hipérbole o la negación a ultranza.

Aquí no pueden perderse de vista los elementos que funcionan articulando

un saber jerarquizado por la teoría. En ese sentido, es importante tener en

cuenta que todo saber está condicionado por los elementos de la cultura

y que éste posee ciertos principios, asume determinado métodos, que se

aproxima, o se distancia explícitamente de alguna teoría subyacente y que

aplica algunas técnicas. Pero va mucho más allá. Es necesario plantearse

algunos interrogantes que permitan dilucidar las especificidades de lo local

Gregory Zambrano

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frente a lo nacional, de lo nacional frente a lo continental, y así ir ampliando

el horizonte de impacto. Quizás este aspecto se ha planteado con mayor

profusión desde los estudios históricos, más que desde la perspectiva de los

estudios literarios . Sin embargo, el auge de los estudios de interpretación

académica, ensaya métodos, conceptos, análisis que pudieran coadyuvar

para definir, aunque sea temporalmente, el sentido de espacialidad

geográfica vinculada a la producción de discursos literarios. En un sentido

histórico, hay que acudir al proceso de formación de las ciudades como

entidades determinadas por una acotación imaginaria que denominamos

límites y que circunscriben elementos que particularizan formas y usos

del habla, incorporación de rasgos culturales diversos, utilización de

imaginarios que dan cierta coherencia a los rasgos identitarios, entre otros.

Como escribió Italo Calvino: “Las ciudades son un conjunto de muchas

cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares de trueque,

como explican todos los libros de historia de la economía, pero estos

trueques no lo son sólo de mercancías, son también trueques de palabras,

de deseos, de recuerdos”.

En ese sentido, el espacio aparece fragmentado en formaciones

político territoriales, que van delimitando el sentido de región. Esto podría

comprenderse como un aspecto pedagógico que ayudaría a conocer de

manera más precisa los alcances de una literatura producida en un espacio

circunscrito con la pretensión de fortalecer un sentido de pertenencia,

una forma de identidad sustentada en la conciencia histórica y finalmente

propiciar una perspectiva de identidad que una lo local con lo nacional,

en términos de identidad y pertenencia. Sin embargo, como señala el

historiador Armando Martínez Garnica: “la ambigüedad que siempre ha

rodeado al concepto de región es legendaria entre los científicos sociales”.

Es necesario tener en cuenta que los criterios de lo local/regional pueden

ser un punto de inflexión frente a los rasgos homogeneizadores que

impone la globalización y la influencia de los medios de comunicación

La literatura regional en el contexto de la globalización

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en ese proceso, donde pareciera privilegiarse la estética del no-lugar,

la tendencia al desarraigo y el solapamiento de la memoria histórica

circunscrita a determinada región por imponer algo así como una totalidad,

la región del aire. En este sentido hay que considerar el poder de las nuevas

tecnologías comunicacionales de la globalización, las cuales, así como

hasta suponen la desaparición del autor, imponen las fusiones, las síntesis,

los préstamos textuales, el plagio, las reescrituras, sobre todo auspiciado

por el diálogo expansivo de los blogs, la literatura en CD-room, etc., para

pulverizar literalmente las fronteras que marcan en la conceptualización

tradicional el sentido de lo regional.

El concepto de «región» como espacialidad, implica una serie de

paradigmas que deben considerarse a la hora de establecer variables. Éstas

abarcan no sólo geografías, sino también sustratos culturales, lenguas,

usos y costumbres. Pensar en «regiones» desde América Latina supone un

conocimiento detallado, menudo, de las diversas realidades enmarcadas

que siempre están renovándose, enriqueciéndose y complejizándose.

Por supuesto que esta consideración va más allá de la noción de

paisaje. Ésta se establece como una resignificación que va de lo objetivo

hacia lo intuitivo, nutriéndose de una carga que es afectiva, sensorial e

intelectiva. La misma se ubica en una dimensión que no es sólo espacio-

temporal, sino simbólica o alegórica. El paisaje se sitúa en el punto de

convergencia entre lo real y lo imaginario, en esa zanja indefinible donde

es posible la duda, la sorpresa, la pregunta, el estremecimiento, en fin, el

lugar donde se percibe, en el sentido más amplio del término, la belleza

de la creación.

Fronteras, mapas, territoriosLos primeros referentes de la espacialidad, de la geografía y la

naturaleza de lo que hoy en día es Venezuela, se remontan al relato

contenido en la Carta de Relación del Tercer Viaje de Cristóbal Colón,

Gregory Zambrano

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1498, escrita a los Reyes Católicos. En ella se da cuenta del impacto que

el “ánimo” del almirante sintió frente al paisaje. En ella describía por vez

primera, en la lengua que sería dominante, el golfo y la península de

Paria; y lo que creyó que era un mar de aguas dulces, ignorando que se

encontraba ante el Orinoco, uno de los más grandes ríos de lo que luego

se llamó América. Con un relato occidentalizado, escrito en una lengua

que no era la originaria del cronista comenzó una fábula, una mitología,

una leyenda y también una historia.

Este relato significó también en términos de constitución discursiva,

la creación del Nuevo Mundo. En la mentalidad de Colón se hace evidente

que su situación presente se contrasta con lo aprendido. Un río de gran

magnitud que impacta fuertemente en su encuentro con el mar no existía

en Asia según lo aprendido de la descripción geográfica de Ptolomeo.

Entonces, relata Arturo Uslar Pietri, “en su mentalidad de hombre de la

Edad Media lo que se le ocurre pensar es que aquél debe ser uno de los

cuatro ríos que salen del Paraíso Terrenal, a donde no podía llegar nadie

salvo por voluntad divina, pero tenía entendido que el Paraíso estaba en

Asia y esto no concuerda con la noción del inmenso territorio se encontraba

al Sur, según le informaron algunos pobladores a sus marineros. Menos

aún se corresponde con la idea de que a esa altura haya río semejante en

el continente asiático, según lo que ellos sabían. Por eso, intuitivamente,

escribe que seguramente está en presencia de una nueva tierra, de otro

mundo.

Pero mucho antes de que los españoles bogaran por las “tierras

descubiertas”, existían las amplísimas zonas del territorio un esplendoroso

desarrollo cultural. Por ejemplo, la cultura mexica y mesoamericana hacia

el Norte, y hacia el Sur se hallaba el imperio incaico y su avanzado sistema

de aprovechamiento de la tierra; había monumentos arquitectónicos y

un importante desarrollo social. También en otras porciones del territorio

La literatura regional en el contexto de la globalización

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ignoto había otras culturas que se quedaron circunscritas a desarrollos más

discretos, conformadas por pobladores nómadas y audaces navegantes.

En esas formas de “periferias” se desarrolló la llamada cultura de la

orinoquia. Esta se encuentra circunscrita originalmente a una espacialidad

no convencional que pudiéramos comprender en dos textos fundacionales,

uno mítico que fija las raíces de una cultura arraigada en la preexistencia

de la referencialidad discursiva occidentalizada. El otro que, circunscrito

al mismo espacio y a idénticos referentes culturales, funda un imaginario

que inserta el sentido de lo histórico cuyo eje también está moldeado por

la necesidad de verosimilitud. Ambos son relatos fundacionales que se

articulan, con sus diferencias, en el sentido verificable de una mito-historia

primigenia de lo americano y también fija coordenadas espacio-temporales

que problematizan el concepto mismo de región. Veamos como ejemplo:

Un mito fundacionalEl mito de Amalivaca (o Amalivacá) atraviesa la impronta del

encuentro de 1492. Éste ha tenido diversas manifestaciones en la oralidad,

en la literatura, y en el arte plástico. Sin duda que se trata de un antiguo

vestigio del mundo indígena de la antigüedad prehispánica. El mito recrea

la figura de un viajero, navegante de ríos y mares, “era un fundador de

pueblos. Un ser superior, lleno de sabiduría, con la misión de enseñar, de

proporcionar conocimientos para domeñar a la naturaleza para proteger

a los hombres […] De allí su relieve en la vida cultural de estos hombres, y

explicable que el relato haya quedado grabado en algunas piedras, en las

figuras de los petroglifos, aún todavía sin descifrar, y en toda la oralidad, es

decir, en la memoria colectiva de la mayoría de los indígenas de Guayana”

. Por supuesto, se trata de redimensionar un relato de profunda raíz

americana, cuyo valor se universalizó en la escritura de diversos viajeros

europeos, que ha sido retomado y puesto en diálogo cultural con otros

relatos para realzar su valor universal.

Gregory Zambrano

17

La historia fabuladaAsí como la fábula está enraizada con el mito fundacional de América, en

toda su geografía, la escritura fue cimentando un relato que por su poder de

convicción estableció una verdad histórica y jurídica que trataba de desplazar

a la verdad ficcional, esto es, al relato oral cuya transmisión y permanencia

se sustenta en su condición verosímil. Desde el siglo XVIII, el relato sobre las

andanzas de Amalivaca, un ser dotado de poderes sobrenaturales, impactó

la escritura de algunos viajeros y cronistas, como Filippo Salvatore Gilij

(1721-1789) quien residió entre los aborígenes el alto Orinoco por más de

dos décadas y dejó una extensa obra titulada Saggio di Storia Americana

(1780). Gilij, al referirse al mito de aquel héroe fundador impone el dogma

del origen del hombre contra el relato antropogónico de los tamanacos. Al

respecto escribió: “De Amalivaca los Tamanacos hablan como de un hombre

que estuvo con ellos en Maita, dicen que andaba vestido, que era blanco, y

cosas semejantes no convenientes a quien los creó, sino a quien los llevó el

primero a aquellos lugares. Por lo contrario, la formación del mundo, la de

ellos mismos, y del Orinoco, etc., son proezas de divinidad”.

Igualmente, el sabio alemán Alejandro de Humboldt, también dedicó

sendas páginas a resaltar la presencia del héroe y lo dejó registrado en su

Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Mundo (1799), donde señaló:

“Los pueblos de raza tamanaca […] tienen una mitología local relacionada

con unas piedras pintadas donde Amalivaca, el padre de los tamanacos,

es decir, el creador del género humano […] llegó en un barco al momento

de la gran inundación que llaman la edad del agua, cuando las oleadas

del océano se estrellaban, en el interior de las tierras, contra las montañas

de La Encaramada. Todos los hombres –continúa Humboldt– o por decir

mejor, todos los Tamanacos se ahogaron, con la excepción de un hombre

y de una mujer quienes se salvaron sobre las montañas cerca de las orillas

de Asiveru…Amalivaca viajando en un barco, grabó las figuras de la luna y

del sol sobre la Roca Pintada (Tepeumereme) de La Encaramada”.

La literatura regional en el contexto de la globalización

18

En el siglo XIX se incorpora el mito en un libro pionero sobre las

leyendas de Venezuela. Se titula “La leyenda del moriche” y fue recogido

por Arístides Rojas en su libro Leyendas históricas de Venezuela (1890). Y ya

en el siglo XX se estabilizó el mito vinculado en primera instancia al papel

de un héroe salvador. Cuando se produjo el diluvio universal y estaban

los tamanacos a punto de morir: “vieron de pronto una extraña canoa que

avanzaba por encima del oleaje, manejada por un hombre alto y fuerte, de

agudos ojos brillantes como la luz. Era Amalivaca, padre de las gentes que

nacerían después, el cual traía con él en la canoa a su hermano Vochy y a

sus dos hijas” . Este hecho se relaciona con el fin de un período y el inicio

de otro, y determina el hilo mismo de la relación mítica y el comienzo de

un ciclo civilizatorio. Amalivaca expande el fruto de la palma moriche del

cual habría de nacer una humanidad nueva.

También Alejo Carpentier, quien vivió en Venezuela entre 1945 y 1959,

da cuenta del mito en diversos registros. En su novela Los pasos perdidos

(1953) resignifica la presencia de Amalivaca, cuyos poderes mágicos

estaban vinculados a la grandeza de la misma geografía, impregnada

del poder mágico del inmenso río. Luego, de manera específica trae el

recurso para explicar una versión americana del diluvio universal, donde

interactúan bajo el mismo rol actancial de ser “salvadores de la humanidad”,

figuras como Noe, El hombre de Sin, Deucalión, Out-Napishtim y Amalivaca.

Este encuentro y diálogo de las culturas, representadas en el intercambio

de alimentos y utensilios, y la transmisión de detalles sobre sus formas de

vida en una larga noche, son los recursos dialógicos que estructuran su

relato “Los advertidos”, incluido en su libro Guerra del tiempo (1967).

En una conferencia pronunciada en la Universidad Central de

Venezuela, Carpentier volvió a recontar la historia de su encuentro con

la amazonía venezolana y el impacto que causó en él al sobrevolar a baja

altura el río Orinoco, ver unas enormes formaciones rocosas, llamadas

Gregory Zambrano

19

“tepui”, que han sido consideradas como las formaciones más antiguas

de la Tierra: “desde Ciudad Bolívar a Puerto Ayacucho, siguiendo el centro

del cauce del río. Así, al pasar por la Sierra de La Encaramada, por ejemplo,

pasamos al nivel de las tres grandes piedras, las tres grandes rocas paradas

que se llaman los “tambores de Amalivaca”.

Las implicaciones extraliterarias del relato de Carpentier han

suscitado diversas interpretaciones en las cuales subyace la presencia

de ese elemento ancestral americano pero desde una perspectiva

universalizadora, tal y como por ejemplo, lo propone el ensayista Víctor

Bravo: “En ‘Los Advertidos’, a través del mito del diluvio universal se indaga

sobre un hecho que es hoy tema central de la antropología contemporánea:

la confluencia de mitologías. Más allá de la diferencia de procedimientos

y fines, las escuelas de Lévy-Strauss y de Mircea Eliade, y desde el campo

de la psicología, la escuela de Jung, han demostrado la presencia de

constantes universales en los mitos. En ‘Los advertidos’, esa confluencia

se vive desde el interior mismo de la visión mítica, provocando –no desde

la perspectiva del descreimiento sino en el interior de la fe misma– el

desencanto de lo divino” . Y más aún, en lo que respecta al encuentro

mismo, se trata de considerar la repercusión de aquello que Mijaíl Bajtín

denominó el “encuentro dialógico” en la cual “Las dos culturas no se funden

ni se mezclan, cada una conserva su unidad y su totalidad ‘abierta’, pero

ambas se enriquecen mutuamente”.

En 1931 Enrique Bernardo Núñez publicó Cubagua, una novela que

durante un buen tiempo estuvo olvidada por la historiografía, conocida

por unos pocos lectores y que en los últimos años se ha redimensionado

como una novela que problematiza la construcción discursiva de la historia.

Su eje narrativo se centra en el “secreto de la tierra”. El hilo conductor de

su historicidad se adentra en sus orígenes míticos llevados de la mano de

una mujer enigmática, Nila Cálice

La literatura regional en el contexto de la globalización

20

En esta novela se recrea el mito fundacional de la orinoquia. Amalivaca

y su hermano Vocchy, también navegante, constituyen el pretexto que

rompe la linealidad en el tiempo para situarnos en una transposición entre

lo histórico verificable y lo mítico, sólo creíble por el poder de la fantasía

que atribuye al mito una fuerte carga de lirismo y poesía. En este punto

hay una traslación de la espacialidad originaria del mito y se ubica en una

pequeña isla del oriente venezolano, muy cerca de Margarita, por lo cual, en

ese contexto abarca también el ámbito caribeño. El motivo mito-histórico

de Amalivaca funciona como un hipotexto, que es transpuesto sin que

aparentemente opere una transformación real que trasciende sus fines

más bien históricos que antropológicos o ideológicos.

Volviendo al punto de partida, consideramos como relatos definitorios

los dos textos fundacionales: el mito de Amalivaca y la carta del tercer

viaje de Cristóbal Colón: “Ambos constituirían dos relatos de orígenes,

representativos de dos complejos imaginarios que parecen insoslayables

en nuestra contemporaneidad pues, confrontados desde las perspectivas

de hoy, ambos convergen luminosamente desde momentos distintos

y, de modos diferentes, en los inicios de nuestra cultura, compartiendo

parcialmente el mismo escenario, a pesar de haber sido elaborados

en lenguas bien diferenciadas, por sujetos diferentes y en condiciones

distintas”.

La carta de Colón funda un relato que nombra por primera vez un

universo complejo de lo que luego se llamará Venezuela; “es el primer

documento colonial que da cuenta de la existencia de unas culturas

indígenas y de una geografía que con el tiempo constituiría la parte más

oriental del país” . Pero también instituye una realidad otra que puede

ser prevista como un principio de dialécticas sólo comprensibles como

alteridad. Colón “se erigió –a través de la escritura del texto– en figura

protagónica de las mismas con el agregado de representarse bajo la

Gregory Zambrano

21

condición de elegido de Dios, como sujeto divino, y de enviado de los

Reyes, como sujeto político” .Por otra parte, el mito de Amalivaca puede

considerarse como un motivo de aparición recurrente dentro de la

constitución imaginaria de algunos textos literarios. Se ha ido valorando

y rehaciendo a través del tiempo con múltiples variantes y con funciones

distintas. Sin duda alguna éste es uno de los mitos más fabulosos e

interesantes de cuantos se heredaron de la tradición cultural indígena

cuya riqueza provee elementos que sustentan una valoración persistente

y genuina de lo ancestral americano.

Podríamos hablar de regiones en el estricto sentido de la geografía,

aparentemente diferenciadas, o podríamos advertir otros sectores

más vastos que marcan lo regional como zonas de tradición cultural

específica, espaciamiento geográfico o imperio lingüístico. Pongamos

por caso, la vasta geografía hispanohablante, producto de la sumatoria

de países diferenciados, frente a la concentrada geografía luso hablante

que se condensa en el territorio brasilero, considerado a su vez como

un subcontinente; pero deberíamos tener muy en cuenta también los

espacios de toda la franja caribeña donde coexisten culturas y lenguas de

ascendencia europea y africana, que tiene sus propias formas de expresión

y representación.

La perspectiva centralista priva sobre el reconocimiento de lo periférico.

Así el centro, la capital, o las capitales, determinan el ordenamiento y el

sentido de autoridad que se pretende imponer como lo nacional. Esto es

evidente en todos los órdenes de la representación. Y en ellos se habla la

misma lengua, con sus variantes, pero dentro de una normatividad que

permite el entendimiento desde cualquier punto desde el que se mire. No

sólo tiene que ver con las variantes dialectales, sino con los modos como se

expresan y manifiestan las formas de representación del mundo a través de

los discursos de creación. Y en ello no priva la incorporación de localismos,

La literatura regional en el contexto de la globalización

22

pues muchas veces aluden a lugares intransferibles. De lo que se trata es

de universalizar lo regional. Ya lo decía Alfonso Reyes en un lúcido texto

de 1926: “La cultura americana es la única que podrá ignorar, en principio,

las murallas nacionales y étnicas [...] Las naciones americanas no son, entre

sí tan extranjeras como las naciones de otros continentes”.

En conclusión, el sentido de lo regional no puede circunscribirse

únicamente a la decantación de valores circunscritos a la pequeña comarca.

Si el lenguaje está en la base del arte literario, éste debería tender hacia

lo universal. Entonces, más que literatura regional se debe apuntalar

a una literatura cuyo valor no esté asociado a la pertenencia espacial

específica sino al patrimonio de la lengua y la cultura. Quizás en ello sea

más ingente propiciar una perspectiva comparatística. Si la obra literaria

parte de una propuesta de representación, bien sea de una porción de

territorio, o un pequeño mapa de la geografía, sus valores universales

deberían prevalecer más allá de esas fronteras. Así lo comprendieron en el

siglo XIX autores como Andrés Bello, quien con sus empresas periodísticas

londinenses, la Biblioteca Americana y el Repertorio Americano, fijó –sin

complejos- un espacio de creación para divulgar en el contexto europeo

lo que de valor literario se producía en América. Otro tanto hizo Rufino

Blanco Fombona con su Editorial América que desde España irradió a

los autores hispanoamericanos más destacado de fines del siglo XIX y

comienzos del XX.

Pero también en ese sentido de hacer trascender lo regional se han

instaurado en el corazón de la cultura de masas los pequeños relatos

de grandes hechos humanos, históricos o fabulados que están en el

centro de la cultura literaria latinoamericana. Pongamos como ejemplo

de los primeros, los imaginarios, a la Comala de Juan Rulfo, al Macondo

garciamarquiano, a la Santa María de Juan Carlos Onetti, a la Cacodelphia

de Leopoldo Marechal. Entre los segundos, los históricos, al Vichada de

Gregory Zambrano

23

José Eustacio Rivera, al Chimbote de José María Arguedas o al Canudos

de Mario Vargas Llosa. Se trata, en todo caso, de comprender que entre

la ficción y la realidad existe un “imaginario territorial”, que está definido

por “la producción de imágenes y fantasías, que localizan los contenidos

culturales en el espacio produciendo recorridos territoriales y discursivos

con sentido y valor”.

Estos dan otro sentido al concepto de región, instauran una

perspectiva crítica y a la vez creativa, potenciada por la imaginación que sin

dejar de ser expresión de un espacio tiempo circunscrito a un mapa, ocupan

un lugar privilegiado en la mentalidad colectiva, a veces cosmopolita, sin

dejar de ser al mismo tiempo raigalmente regionalista.

Quisiera culminar con un poema de Gonzalo Fragui,titulado

“Fábula”

A Enrique Mujica

En un país cada vez más lejano

Un crítico decidió declarar a un amigo suyo

El poeta más importante de ese país

Pero otros poetas de ese país protestaron

Hubo entonces que declararlo

El poeta más importante de la ciudad

Pero otros poetas de esa ciudad protestaron

Fue declarado entonces el poeta más importante

Del pueblito más lejano de ese país

Pero otros poetas de ese pueblito protestaron

Así se le declaró el poeta más importante de la

Aldea más lejana de ese pueblitoPero otros poetas

de esa aldea protestaron

La literatura regional en el contexto de la globalización

24

Fue declarado finalmente

El poeta más importante de la cabaña de la colina

Más distante de aquél cada vez más lejano país

Pero en esa cabaña

Había un perro que le ladraba a la luna .

Gregory Zambrano

25

Bibliografía

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•Medina Rubio, Arístides (comp.), Lecturas de la historia regional y local, Caracas, Casa Nacional de la Letras “Andrés Bello”, 2002.

•Rodríguez C., Alberto, “Sujeto y narración en la Carta del tercer Viaje (1498)”, en Alí López Bohórquez, El descubrimiento y la invención de Tierra Firme, Cumaná, Comisión Presidencial V Centenario de Venezuela, 1998. pp. 37-45

•Rodríguez C., Alberto, Sueños imaginarios, Mérida, Ediciones Mucuglifo, 2001. Rojas, Arístides, Leyendas históricas de Venezuela, Caracas, Oficina Central de Información, 1984.

•Serrano Álvarez, Pablo, “Historiografía local y regional en América Latina. Balance, evolución y perspectivas”, Actual (Mérida), núm 23, 1992, pp. 171-185.

•Tedesco, Ítalo (Selecc.), “Mito tamanaco. Amalivaca”. En: Literatura indígena de Venezuela. Caracas, Kapelusz, 1971

•Uslar Pietri, Arturo, La creación del Nuevo Mundo, Caracas, Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, 1990.

•Zambrano, Gregory, “Alejo Carpentier: los diálogos y la advertencia”, en Los verbos plurales, Mérida, Ediciones Solar, 1993, pp. 101-123.

•Zambrano, Gregory, “Amalivaca, un mito que nos funda” en Actual (Mérida), núm. 30, 1995, pp. 167-180.

Roger Vilain

27

Resumen¿Puede alguien ajeno a una

cultura en particular señalarla

o juzgarla? ¿No haría falta un

conocimiento profundo de ella,

e incluso pertenecer a ella? Hay

quienes sostienen que no. Lo

moral en este caso permanece

restringido al ámbito de la aldea,

de la comunidad, del grupo

particular, porque los valores

morales difieren en estricta

dependencia de las comunidades

que los poseen.

No obstante, ¿es posible

apelar a una ética universal,

a aquella capaz de ver en los

Derechos Humanos, por ejemplo,

un arma extraordinaria cuando

Ética universal y

derechos humanos

Roger VilainCentro de Investigaciones

y Estudios en Literatura y Artes Universidad Nacional

Experimental de Guayana

[email protected]

Ética universal y derechos humanos

28

se trata de introducir en la discusión regímenes totalitarios, genocidios,

crímenes de guerra o contra la humanidad?

La ética se fortalece cuando se piensa constantemente a sí misma, lo

cual no excluye el hecho de reconsiderar las morales relativas, su objeto

de reflexión por antonomasia. En este trabajo pretendemos contribuir

al debate acerca de la ética universal considerada en relación con los

Derechos Humanos, vista como una que trasciende las culturas, que vale

para todos los hombres.

Palabras clave: Ética, moral, Derechos Humanos, cultura.

Es cierto que a lo largo y ancho del planeta el hombre, en su afán de

socialización, ha creado culturas, códigos distintos, maneras diferentes de

percibir el mundo, relativizándolo. Así, la sujeción a patrones determinados

de comportamiento, a esquemas de funcionamiento social muchas veces

incompatibles los unos con los otros, aparece sin duda como muestra de

la casi infinita “variedad expresiva” que nuestras sociedades fraguaron

durante milenios. Y está bien que así sea. Nada peor que la uniformidad

mortecina, nada más alejado del crisol cultural representado por el

mundo contemporáneo que esa máscara mortuoria relativa a la “pureza”.

En nombre de ella se han producido los peores crímenes, estimulados y

justificados por una supuesta “pureza racial”, o “pureza cultural”, sólo por

dar dos ejemplos.

Somos Hombres (así, con mayúscula), lo cual implica que constituimos

un abanico de creencias, costumbres y lenguajes. Lenguajes, claro está,

en sus múltiples acepciones: sociales, políticos, amorosos, religiosos,

musicales, culinarios. Pero asimismo somos también uno, es decir,

damos cabida (y éste es el punto que profundizaremos en el trabajo que

Roger Vilain

29

desarrollamos) a cuando menos ciertos elementos que compartimos,

comunes denominadores válidos para reconocernos en ellos sin importar,

ahora sí, la relatividad de las culturas o el distanciamiento geográfico. Me

refiero, para decirlo de una vez, a los Derechos Humanos.

Cabría aquí hacerse las preguntas: ¿lo moral, o sea, los valores

morales, cobran sentido únicamente en función del relativismo aludido

anteriormente? ¿Puede, en consecuencia, alguien ajeno a una cultura en

particular señalarla o juzgarla? ¿No haría falta un conocimiento profundo

de ella? Hay quienes sostienen que no. Lo moral en este caso permanece

restringido al ámbito de la aldea, de la comunidad, del grupo particular,

porque los valores morales difieren en estricta dependencia de las

comunidades que los poseen.

No obstante, es posible apelar a una ética universal, a aquella capaz de

ver en los Derechos Humanos, por ejemplo, un arma extraordinaria cuando

se trata de introducir en la discusión regímenes totalitarios, genocidios,

crímenes de guerra o contra la humanidad. La ética, como afirma Fernando

Savater, se fortalece en pensarse constantemente a sí misma, lo cual

no excluye el hecho de reconsiderar las morales relativas, su objeto de

reflexión por antonomasia. Al respecto, leamos lo que el filósofo escribe:

“La función de la ética es reflexionar sobre los valores y las costumbres y

ponerlos en duda, poner en duda que necesariamente los seres humanos

tengan que ser de uno u otro modo”. (Savater: 1999,240-241). Cierto, no

somos de una misma manera, pero a su vez existen lazos que nos unen,

utilizables además desde la perspectiva del Derecho.

En tal sentido vale la pena recordar lo atinente al Derecho Natural

y los Derechos Humanos, asunto nada desdeñable a la hora de intentar

una aproximación a las preguntas que nos hiciéramos en el tercer párrafo.

Hablar de Derechos Humanos equivale a considerar derechos inalienables

Ética universal y derechos humanos

30

de todo hombre, lo que desde esta perspectiva abre el horizonte en

cuanto a la posibilidad de intervención de un grupo humano en relación

con otro, haciendo a un lado la inexorable (y muchas veces gran excusa)

relativización cultural.

En el contexto histórico-espiritual de nuestro tiempo (sostiene Luis

María Olaso) decir que existen derechos “humanos” equivale a afirmar

que existen derechos fundamentales que el hombre posee por su propia

naturaleza y dignidad (...) son los “Derechos Naturales” que le son inherentes

y que lejos de nacer de una concesión de la sociedad política, han de ser

por ésta consagrados y garantizados. (Olaso:2001,362).

Si partimos de tal condición resulta necesario, como es de suponer,

interrogarse acerca de las formas, del “cómo”, del “qué hacer”, en función

de la actuación que bien podría llevarse a cabo contra regímenes o

individualidades a quienes los Derechos Humanos son poco menos que

letra muerta o, como mínimo, formalidades internacionales merecedoras

sólo de un simple saludo a la bandera. Aryeh Neier, un pensador

contemporáneo, ha escrito lo siguiente:

No existe justificación posible para crímenes como la tortura, la

violación, el bombardeo de civiles o el exterminio de una raza,

que entran en la definición de crímenes contra la humanidad,

genocidio o crímenes de guerra. Un tribunal es el organismo

apropiado para juzgar tales asuntos. (Neier:2004,14).

Así, notemos cómo la ruta se enmarca hacia la conformación de

un tribunal internacional que dé cuenta de delitos graves, violatorios

de los derechos del hombre. Por encima de las culturas, más allá del

círculo cerrado de una u otra comunidad fraguada durante siglos, llama

la atención aquí el que, además del respeto exigido hacia los Derechos

Roger Vilain

31

Humanos, se abogue a su vez por un paso al frente lleno de practicidad:

el Tribunal Internacional. Thomas Fleiner, por su parte, apunta a una

dirección parecida cuando, respondiendo a la cuestión de si los Derechos

Humanos son resguardados con más celo por el hombre bueno o, en su

defecto, por las instituciones, alude a una “concepción de los Derechos

Humanos que confía estos derechos a las instituciones y no a las

personas”, concluyendo que “los Derechos humanos están protegidos

cuando son confiados a las instituciones judiciales, a los tribunales”.

(Fleiner:1999,49-50).

Siguiendo esta idea, vale decir entonces que se justificaría la

intervención militar en países que perpetran crímenes cuya naturaleza

hemos considerado aquí hasta cierto punto. Como ejemplo, existe un

antecedente que vale la pena traer a colación: en 1999 la OTAN intervino

para poner fin en la antigua República Federal de Yugoslavia (caso

Kosovo) a la “limpieza étnica” que de manera impune intentaba llevar a

cabo Milosevic. Como sabemos hoy, el genocida estuvo a la orden de la

justicia, lo cual fue posible en buena parte gracias a dicha intervención

y a los efectos de un Tribunal Internacional que llevó el caso. “Tal vez la

perspectiva de un castigo reduzca el número de tales crímenes (de lesa

humanidad y de guerra). Ésa es la meta por la que bien vale la pena contar

con una Corte Penal Internacional”. (Neier:2004,16).

Respetar la dignidad humana, pensar en los valores morales sobre la

base de una ética universal, pasa por el cedazo de darle paso al derecho,

es decir, lograr mecanismos jurídicos para actuar supeditados a éstos, lo

cual es sin lugar a dudas una tarea ciclópea pero necesaria. Por supuesto,

“darle cabida al derecho” implica aquí tomar esa frase en su sentido más

amplio, equivalente a sostener que lo jurídico debe cubrirnos a todos,

erigiéndose en representación de nuestro interés por la paz, la justicia y

el orden legal. Y cuando usamos el término “todos”, significa repercusión

Ética universal y derechos humanos

32

sobre los hombres con independencia del lugar de origen. El juez Baltazar

Garzón, en entrevista concedida a Luis Bonilla, manifiesta que

Por fin se abrió un nuevo rayo de esperanza para el derecho frente

a la barbarie. A estas iniciativas se sumaron otras desarrolladas

en España, Bélgica y otros países contra los crímenes de

dictaduras militares en Argentina, Chile o Guatemala. Y vino

entonces la creación de la Corte Penal Internacional, y las

sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos,

como también el desarrollo de la doctrina científica favorable

y la acción de las organizaciones no gubernamentales, que

hicieron que la solución de conflictos por medio del derecho,

al menos en su aspecto reparador –aunque sin olvidar el efecto

preventivo innegable- nos permitiera atisbar la esperanza de

que por fin habíamos encontrado el camino de la no violencia

y de la ley. (Garzón:2004,22).

Y de eso se trata, de evitar el conflicto violento, hasta donde

sea posible, y en su lugar entronizar el imperio de la ley, ante lo que

se evidenciaría como argumento muy flojo la triste justificación, por

ejemplo, de la “guerra preventiva”, unilateralmente desarrollada por

Estados Unidos luego de los ataques del 11S. No se trata de que una

potencia, sustentada en la fuerza coercitiva de su aparato bélico, lleve a

cabo el producto de decisiones a destajo de un espíritu de cuerpo, sino

todo lo contrario, o sea, construir un sistema universal, jurídicamente

viable, lo suficientemente sólido como para condenar (y hacer que se

cumpla la condena) a aquellos que burlan los Derechos Humanos. Enrique

Krauze va más allá, y llega a decir que “La ONU podría organizar misiones

de pacificación y resolución de conflictos mediante la contratación de

fuerzas o coaliciones que impongan la voluntad colectiva (como ocurrió

con la OTAN y los Estados Unidos en Kosovo)”.(Krauze:2004,35). Pero

Roger Vilain

33

él mismo reconoce llegar aún más lejos al citar a Gabriel Zaid, quien

afirma que “Las Naciones Unidas pueden ser el embrión de un gobierno

mundial”.

Aunque luce lejana la idea de Zaid, hay que reconocer en ella la

filiación con el hecho práctico relativo a la organización internacional

para perseguir y castigar crímenes contra la humanidad. Del mismo Zaid,

ahondando un poco en su discurso, dice Krauze que

propone empezar con una intervención directa en Oriente

Medio, y apunta incluso la posible destrucción global de las

armas de destrucción masiva bajo la autoridad y vigilancia

permanente de la ONU. Detrás de sus ideas está nada menos que

la “Federación de Estados Libres” prevista por Emmanuel kant en

su famoso ensayo sobre “La paz perpetua”. (Krauze:2004,35).

Hemos construido un mundo de intercambios consuetudinarios, de

filiaciones políticas cada vez más estrechas. Los grandes bloques de países

como la Unión Europea, sólo por mencionar el más emblemático, requieren

de la comunión justa y equitativa entre pares. La globalización, fenómeno

ampliamente debatido en la actualidad, sobre todo por sus intríngulis y

consecuencias económicas, es un proceso que resulta casi imposible de

echar atrás. Ésta, por supuesto, crea una tupida red de interconexiones

(económicas, sí, pero también culturales, en el más amplio sentido de lo

que esta palabra significa) entre naciones ante lo cual hacerse a un lado

implica perder un sinnúmero de oportunidades.

Mientras la globalización avanza, no resulta descabellado suponer

que ciertos valores comunes sin duda servirán de mucha ayuda en lo

tocante a las complejas interrelaciones que le son propias. Los Derechos

Humanos juegan papel preponderante aquí, pues constituyen el piso

Ética universal y derechos humanos

34

sólido y además compartido por buena parte de quienes pueblan este

mundo. Tantos miles de millones de ciudadanos habitando un mundo

profundamente interconectado no pueden existir cada uno en un islote

donde prevalecen rasgos particulares y solamente eso. Si bien nadie discute

(todo lo contrario) la variedad, la pluralidad cultural y el diálogo fructífero

entre los hombres, es necesario encontrar lenguajes más o menos comunes

para relacionarse, para compartir, para mercadear, para entenderse mejor,

para sancionar aquellos crímenes condenables por la humanidad toda, en

una sistematización que insuflaría al concepto de civilización un hecho

práctico que pudiera cambiar su realidad.

Para aproximarse a este punto, claro, es importante recordar lo que

escribió Savater, relativo a la sensación de cultura que rompe esquemas y

deja siempre abierta una puerta por donde crear, inventar y continuar en

las búsquedas de aquello que permita una coexistencia más rica cuando de

conglomerados humanos se trata. El punto neurálgico del asunto radica en lo

que el filósofo nos cuenta acerca de lo que entiende por “civilización”. “Ésta es,

precisamente, el deseo de romper el techo de las culturas, no de despreciar

o abandonar la cultura, sino de romper ese techo que la convierte en una

especie de burbuja dentro de la cual hay que vivir”.(Savater:1999,245). Así,

notamos el hecho crucial: hablar de “culturas” trasciende la rígida imagen de

una “burbuja” aséptica, especie de camisa de fuerza social que nos encierra

en un marco perpetuo de modos de entender la realidad y de intercambiar

con ella. Las culturas son vistas aquí como crisoles, unidades en la diversidad,

sí, pero con el añadido (jamás tomado en cuenta por regímenes despóticos,

personalistas, autoritarios) de que permanecen abiertas para vincularse entre

sí y de que, en consecuencia, es posible aceptar valores comunes (y tener

conciencia de ellos) que faciliten ese vínculo.

Tales valores no solamente se circunscriben al ámbito de lo ético,

lo que es ya mucho decir. En los espacios políticos y jurídicos es entonces

Roger Vilain

35

urgente la constitución, el robustecimiento de estos valores, igualmente

comunes para todos, a favor de lo cual la existencia de la Corte Penal

Internacional, por ejemplo, es ícono y muestra palpable de que no es

utópico vislumbrar instituciones de carácter supranacional, aun cuando

muchos eleven sus voces de protesta cobijados bajo el manto de los

nacionalismos, de la relatividad cultural esclerotizada, de la soberanía y

autodeterminación de los pueblos.

Rafael Arráiz Lucca, en su libro Qué es la globalización, manifiesta

una opinión que por su importancia, transcribimos a continuación:

Si observamos con objetividad los acontecimientos históricos

del siglo XX hallaremos que surgieron instituciones cada vez

más universales. Es el caso de la Sociedad de las Naciones,

primero, y de las Naciones Unidas, después. Pero también es el

caso de una de las experiencias históricas más asombrosas: La

Comunidad Económica Europea. También sumamos a la lista

de ejemplos el Tratado de Libre Comercio entre Canadá, USA y

México, que ha producido resultados asombrosos (...) Y también

los grandes avances que ha dado el Tribunal Internacional de

La Haya, en cuanto a la universalización de algunos delitos

vinculados con la humanidad. Todos estos avances señalan

un camino: un paulatino acuerdo acerca de algunos temas

comunes para la sociedad internacional y que, razonablemente,

nos llevan a pensar que este proceso lejos de detenerse seguirá

acelerándose. (Arráiz Lucca: 2002,59).

De eso se trata, de hallar el piso común, ético, político y jurídico

(donde los Derechos Humanos, como hemos sostenido ya, juegan un

rol de importancia capital) para romper la “burbuja” cultural referida por

Savater. La ética, en tanto reflexión que compete a cada quien acerca de la

Ética universal y derechos humanos

36

libertad y acerca de las relaciones que mantiene con los demás, se erige en

herramienta de primera mano entre otras razones por las connotaciones

que trae aparejado el hecho de saber que estamos entre iguales, que un

individuo griego, lituano o habitante de la selva amazónica posee derechos

inalienables en su lugar de origen o en cualquier punto de la geografía

global, y que el abrazo de instituciones supranacionales tiene el poder de

alcanzarlo, bien sea para su defensa o para su castigo.

La apuesta es por una ética universal que trascienda las culturas, y

como consecuencia la esperanza de que ciertos valores políticos y jurídicos,

además, continúen su universalización. La experiencia de la Corte Penal

Internacional es un ejemplo que bien merece exaltación y aplauso. Vale

la pena continuar ese camino.

Bibliografía

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•Bonilla, Luis. “Entrevista con Baltazar Garzón”. En: Letras Libres. México: VI, 62, 2004.

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•Olaso, Luis María. Curso de introducción al Derecho. Caracas: UCAB, 2001.

•Savater, Fernando. Ética y ciudadanía. Caracas: Monte Ávila, 1999.

Alvaro Molina D´Jesús

37

Resumen:Investigación enmarcada

en el área de la filosofía política

desde la cual se busca abordar

un aspecto muy relevante de

la interacción social. Partiendo

desde la teor ía thymót ica

esbozada por G.F.W. Hegel en su

Fenomenología del Espíritu, y los

posteriores desarrollos que sobre

esta teoría realiza el filósofo y

teórico de la contemporaneidad,

Francys Fukuyama, se establece

la re levancia que t iene e l

reconocimiento del otro como

interlocutor válido en el ámbito de

las relaciones de poder y dominio,

buscando establecer cuál es la

importancia que tiene este factor

La necesidad

de reconocimiento: ¿motor de la acción política?

Alvaro Molina D’JesúsUniversidad Nacional

Experimental de Guayana

[email protected]

La necesidad de reconocimiento: ¿motor de la acción política?

38

en el devenir político de las sociedades humanas. Para lograr una mayor

comprensión de la definición de la noción Thymos se contraponen a los

autores ya mencionados, los postulados sobre el tema del reconocimiento

de diversos pensadores de la tradición filosófica occidental, entre los que

destacan Platón, Aristóteles, Hobbes, Locke y Nietzsche.

Bajo esta perspectiva nos preguntamos ¿cuál ha sido el rol que ha

tenido la necesidad de reconocimiento como factor determinante en la

acción política humana?

Partiendo de la siguiente hipótesis: la incidencia del factor thymótico

resulta capital para comprender la situación socio-política de una sociedad

dada, con las diversas relaciones de poder y elementos de tensión que en

ésta se entretejen.

Esta investigación responde a la concepción de metodología

cualitativa. Utilizando para tal efecto un método hermenéutico que

parte de la interpretación de las teorías citadas buscando aproximarse

a su horizonte epistemológico y de ponerlo en diálogo con el del propio

investigador, surgiendo de esta dialéctica una interpretación y comprensión

del hombre en su interacción social.

Palabras Clave: Filosofía Política, Reconocimiento, Razón.

IntroducciónEsta investigación se desarrolla a partir de la importancia que le

asigna Francis Fukuyama (1992) al Thymos o necesidad de reconocimiento

de los seres humanos, como eje fundamental en la construcción del modelo

filosófico que constituye el desarrollo de la noción de Estado en la Filosofía

de la Historia de Hegel. Basados en la tesis de Fukuyama según la cual

el Estado democrático liberal contemporáneo correspondería al Estado

Alvaro Molina D´Jesús

39

como plena realización del Espíritu objetivo, vale decir, como la forma

más elevada de la ética objetiva, la plenitud de la idea moral y la realización

de la libertad objetiva. El Estado es el universal concreto planteado por Hegel

(Ferrater, 2004:1581).

De acuerdo a esta tesis, la necesidad thymica o de reconocimiento

es el motor que mueve el accionar político de los hombres y que conduce

en el avance histórico, o dialéctica del Espíritu universal, a la constitución

del modelo de Estado democrático liberal moderno.

El marco filosófico sobre el que se fundamenta esta indagación es la

tesis esbozada por Fukuyama (1992) sobre el Thymos, o la necesidad de

reconocimiento del hombre, que actúa como motor de su accionar político.

A partir de los planteamientos de Fukuyama se realizarán breve revisiones

y contrastes con el pensamiento de otros filósofos de la antigüedad y de la

modernidad como Platón, Aristóteles, Machiavelo, Hobbes, Locke, Rosseau

y Nietzsche, algunos de los cuales sirven al autor principal para delimitar

los elementos que constituyen su teoría.

1. El Thymos, la voluntad irracional del poderFukuyama en su libro El Fin de la historia y el último hombre (1992)

plantea que el modelo político y económico liberal contemporáneo es la

forma más racional de organización que haya alcanzado el hombre, esto

sería producto del avance histórico de la racionalidad occidental y que por

lo tanto éste sería el fin de la historia misma y de la filosofía, pues no existe

un modelo que satisfaga mejor las necesidades materiales y espirituales

del hombre.

Estas afirmaciones las hace partiendo de las tesis sobre la filosofía

de la historia de Hegel y la interpretación que de éstas realiza Alexander

La necesidad de reconocimiento: ¿motor de la acción política?

40

Kojeve, en las cuales se explica como el Estado liberal (materializado a

partir de las revoluciones norteamericana y francesa) representa el modelo

político más racional y perfecto posible, pues resuelve las necesidades de

participación y reconocimiento de los hombres, a la vez que permite dirimir

los conflictos de intereses de sociedades complejas dándole participación

política a los diferentes miembros de las mismas.

Sin embargo, Fukuyama, despliega una explicación que hace recaer

la necesidad histórica de la democracia liberal en condicionamientos de

orden emocional, o irracionales si se quiere, de la condición humana;

pues atribuye el surgimiento del modelo democrático a la necesidad de

crear un sistema racional que satisfaga la necesidad de reconocimiento

(Thymos) del ser humano.

La necesidad de reconocimiento o Thymos es una condición

emocional propia del hombre1 que según la tesis hegeliana., en épocas

históricas anteriores a la moderna se habría resuelto de forma irracional,

siendo éste el origen de la desigualdad entre los hombres

Fukuyama establece que a partir de la constitución de la razón como

ente rector de la acción humana se da como consecuencia necesaria el

surgimiento de la ciencia moderna, y que ésta a su vez habría servido como

fundamento para el desarrollo tecnológico que transformaría los medios

de producción material que necesariamente conlleva el establecimiento

de un modelo económico liberal, capitalista y de consumo que se traduce

en la realidad que es la sociedad post-industrial, hiper-tecnológica y

globalizada contemporánea.

1 Para profundizar el tema del Thymos es posible revisar el artículo de Ivanovic-Zuvic, F. (2004). Consideraciones epistemológicas sobre la medicina y las enfermedades mentales en la antigua Grecia.

Alvaro Molina D´Jesús

41

Sin embargo, y aunque pareciera que un modelo económico liberal como

el capitalista y un modelo político liberal como el democrático deberían estar

casados, Fukuyama reconoce que esto no es así, y que es posible (y de hecho

cita ejemplos como el de China y el de las dictaduras autoritarias de derecha en

Suramérica) la existencia de sociedades en las que un modelo económico liberal

se da bajo regímenes autoritarios que no permiten libertades políticas.

Por esta razón Fukuyama plantea la necesidad de indagar sobre

el origen y fundamentación del modelo de estado democrático liberal,

para ello contrapone el pensamiento de los padres de la tradición liberal

occidental, Hobbes y Locke con el modelo de estado hegeliano, ya que

los primeros proponen un modelo que satisface las necesidades de

autodeterminación del hombre, o dicho en palabras de Fukuyama: el

liberalismo hobbesiano y lockeano puede interpretarse como la búsqueda

del interés propio racional (1998: 277).

En el modelo de estado liberal de Hegel se introduce un elemento

más allá de la satisfacción de las necesidades materiales del hombre, esto

es la satisfacción de la necesidad de reconocimiento o el aspecto thymico

de la condición humana, de tal modo que la autodeterminación del hombre

y la garantía al derecho a la propiedad se convierten en una objetivación

del valor del hombre en sus logros materiales y morales lo cual redunda

en el reconocimiento de su condición por parte de sus iguales.

Así, la necesidad de reconocimiento se convierte en uno de los

elementos fundamentales en el modelo político de estado hegeliano, pues

solamente es posible la superación de la dialéctica del amo y del esclavo

a partir de un modelo político racional que introduzca el principio de

igualdad en los miembros de la sociedad, el reconocimiento de la condición

humana (derechos civiles, políticos y económicos) para todos sus miembros

(satisfaciendo así una condición irracional del hombre).

La necesidad de reconocimiento: ¿motor de la acción política?

42

El Thymos sería el motor principal del accionar político desde la

antigüedad.

El devenir histórico de la acción política tiene su punto culminante

en el desarrollo y constitución del estado democrático liberal moderno,

pues es éste, el modelo político más perfecto ya que garantiza a todos sus

miembros la posibilidad de participación política, estableciendo un sistema

de pesos y contrapesos institucionales que permiten la satisfacción de las

necesidades de mayorías y minorías de ver sus intereses representados

y, por lo tanto, reconoce la condición de hombres libres que inciden

en la toma de decisiones colectivas, satisfaciendo las necesidades de

autodeterminación.

Esta breve esquematización del modelo de Fukuyama, basado en

Hegel, demuestra la importancia que se le asigna en esta tradición de

pensamiento a la necesidad de reconocimiento del hombre como motor

del accionar político, afirmación que compartimos y que pareciera verse

reforzada por la demostración histórica.

Ciertamente encontramos muchas veces la necesidad de

reconocimiento como principal factor que mueve a la acción política a

diversos grupos sociales, aún más allá de la carencia de las condiciones

materiales de supervivencia básicas.

Repasemos de forma sucinta como Hegel (y luego Fukuyama) logran

explicar el Thymos como impulso de la acción política e incluso bélica

en todas las sociedades humanas, occidentales o no, pues éste es un

componente del hombre que está asociado a la emotividad del hombre

(pathos).

Hegel razona de la siguiente manera, en la búsqueda de reconocimiento

Alvaro Molina D´Jesús

43

el hombre arriesga su vida al combatir con otros hombres, el desprecio

al natural miedo a la muerte y su condición de vencedor le asegurarán el

prestigio ante los otros y el sometimiento por parte de éstos. El hombre

que así actúa logra vencer no sólo a sus oponentes sino su instinto más

humano y primario, el de conservación de la vida; esta situación lo convierte

en un ser verdaderamente libre y le permite remontarse sobre sus instintos

para alcanzar la condición de humanidad constituida sobre el sentido de

dignidad y valor.

Para Hegel, la lucha por la dignidad es el primer acto humano que se

realiza en el camino de la razón hacia la libertad. Y de manera contradictoria

con la tesis hegeliana de la razón como espíritu universal y de la historia

como el despliegue de ésta en su camino hacia la libertad humana, para

Fukuyama (1992: 321-332) es en el carácter thymico (irracional) de lucha

por la dignidad sobre el cual descansa la libertad humana, pero que

paradójicamente es la que puede poner en peligro el éxito de la aplicación

del modelo en la práctica.

La primera lucha por el reconocimiento la identifica Fukuyama

como la megalothymia, o bien la satisfacción del Thymos a partir del

sometimiento del otro. Y sería el principio que justifica y sustenta las

sociedades aristocráticas, en las que se ejerce un gobierno de castas

guerreras.

Pero no son exclusivamente Hegel y Fukuyama quienes han

reconocido este principio de la megalothymia en la base de las sociedades

aristocráticas, Platón ya habría enfrentado el problema de la legitimidad

del principio o derecho al poder del más fuerte en su diálogo Gorgias.

Partiendo del discurrir dialéctico de su maestro Sócrates sobre el

bien común y la virtud, se construye este diálogo que gira entorno al tema

La necesidad de reconocimiento: ¿motor de la acción política?

44

de la retórica y su valor como tecné. Haciendo una división del diálogo

de acuerdo a los interlocutores de Sócrates, se puede decir que es en la

tercera parte del diálogo (Platón, Gorgias, 481c y ss.), en la que alternan

Sócrates y un sofista y rethor llamado Calícles2, donde se plantea con

precisión la tesis del derecho, o ley natural, del más fuerte3; colocándose

este principio o basamento del poder como opuesto al principio moral

pregonado por Sócrates, en el que el poder recae sobre el derecho de

todos al bien común, y éste sólo puede lograrse a través de quien sabe lo

que es el bien: el filósofo.

Es pues en la razón del más sabio en la que debe recaer el poder

de gobernar. Sócrates-Platón inaugura la tradición de pensamiento que

establece que la razón debe ser la base del poder, y éste debe tender hacia

el bienestar común, hacia la virtud.

Hoy día, la tesis platónica del sustrato del poder en la razón nos

parece algo natural en occidente, por ser una creencia propia de la

modernidad. Sin embargo, según Ignacio Pajón (2004) ésta chocaba con

los valores del horizonte moral helénico, pues era la virtud conocida como

andreia la que se aceptaba como valor moral común.

2 Jaeger, W. (1962: 522) caracteriza el personaje de Calicles como: “un retórico consumado, que además dispone de cierta cultura filosófica y tiene alguna experiencia práctica como político. Desde el punto de vista personal, descuella también sobre los dos representantes de la escuela retórica,...” Más adelante Jaeger afirma: “Siempre se ha sospechado que detrás de Calícles se ocultaba un determinado personaje histórico de la alta sociedad ateniense de aquél tiempo. Esta hipótesis es muy verosímil y encierra incluso cierta probabilidad psicológica”. (1962: 525) este comentario se debe a la hipótesis que maneja Jaeger sobre la atracción que en el fondo sentía Platón hacia el vitalismo y la voluntad de poder del ethos propio de Calícles.

3 En relación con la teoría del derecho del más fuerte se puede consultar la monografía de Adolf Menzel (1964) Calicles, contribución a la historia de la teoría del derecho del más fuerte. (La edición original en alemán es de 1922).

Alvaro Molina D´Jesús

45

La andreia en su sentido tradicional, consistía en: procurar

competitivamente el bien de los amigos, dañar a los enemigos, ser capaz de

protegerse uno mismo y triunfar en la lucha por el poder.(Pajón, I. 2004: 168).

Como se puede apreciar existe un aire de familia entre las nociones de

andreia griega con la megalothymia planteada por Hegel y Fukuyama; de

hecho, el mismo Pajón, indica que Platón, a través de Sócrates, se ve forzado

a redefinir la noción de andreia saliéndose de la tradición aristocrática

helénica para hacerla compatible con su teoría sobre la virtud y el bien:

...Sócrates tendrá que defender un nuevo sentido de andréia

basado en uno de los rasgos presentes en el sentido tradicional:

la valentía no sólo puede dirigirse hacia el exterior, sino que,

en algunos contextos, puede adquirir una cierta orientación

interior y ejercerse, en lugar de contra enemigos, contra el

propio miedo u otros sentimientos que se producen en el

interior de uno mismo, como el dolor o el sufrimiento.

El nuevo sentido socrático-platónico de la andréia, al centrarse en

este rasgo y acentuarlo más allá de lo que originariamente alcanzaba en la

concepción griega tradicional, extiende y amplía su ámbito de aplicación

hacia todas las pasiones, deseos y placeres... (Pajón, I. 2004: 170)

De acuerdo a esto la virtud aristocrática helénica de la andréia,

o megalothymia, dejará de ser en Platón (Sócrates) la satisfacción

de la necesidad de reconocimiento para convertirse en moderación

(sophosyne), acercándose así a la noción de isothymia que corresponde

a la racionalización del Thymos a través del modelo democrático de

Fukuyama, aunque Platón sólo reconoce esta virtud en el filósofo Rey,

quien sería para él, el único digno de gobernar de acuerdo a lo planteado

en la República.

La necesidad de reconocimiento: ¿motor de la acción política?

46

Por su parte, Aristóteles en la Política, no reconoce la igualdad, ni la

libertad como condiciones inherentes al hombre, es sólo a los griegos a

quienes corresponde esta condición:

La naturaleza, teniendo en cuenta la necesidad de la

conservación, ha creado a unos seres para mandar y a otros para

obedecer. Ha querido que el ser dotado de razón y de previsión

mande como dueño, así como también que el ser capaz por sus

facultades corporales de ejecutar las órdenes, obedezca como

esclavo, y de esta suerte el interés del señor y el del esclavo se

confunden. (Aristóteles, Política, Libro Primero, Capítulo I).

Esta es su versión de la dialéctica del amo y del esclavo, pues al

analizar los diversos tipos humanos justifica la condición de los griegos

como hombres libres por naturaleza, al igual que la de los bárbaros (todos

aquellos que no hablaban griego) como esclavos por naturaleza, unos

hechos para gobernar y otros para obedecer, pero cuyos intereses se

complementan, estando así plenamente justificado el rol que cada uno

desempeña en la sociedad.

Aristóteles rechaza de este modo la necesidad de reconocimiento

como una condición inherente a todos los hombres, digamos que los

griegos poseen un Thymos natural propio de su condición de hombres

racionales y libres, mientras que en el esclavo y en la mujer sólo existe

voluntad de dominio, excluyendo a estos seres de cualquier posibilidad

de participación en la acción política.

Entre los bárbaros, la mujer y el esclavo están en una misma

línea, y la razón es muy clara; la naturaleza no ha creado entre

ellos un ser destinado a mandar, y realmente no cabe entre los

mismos otra unión que la de esclavo con esclava, y los poetas

Alvaro Molina D´Jesús

47

no se engañan cuando dicen:

«Sí, el griego tiene derecho a mandar al bárbaro,»

puesto que la naturaleza ha querido que bárbaro y esclavo

fuesen una misma cosa. (Aristóteles, Política, Libro Primero,

Capítulo I).

Esta noción aristotélica, propia de las sociedades aristocráticas

se encontraba presente en la constitución moral de buena parte de

las clases dominantes que han detentado el poder en las sociedades

latinoamericanas desde mediados del siglo XVIII (final de las gestas de

independencia e inicios de las repúblicas) hasta hoy día. Lo cual puede

darnos un indicio del por qué han fallado los modelos de gobierno

propuestos en el subcontinente, en lograr sociedades abiertas e igualitarias

bajo los principios aparentes de la democracia liberal.

En el análisis que realiza en el Capítulo II sobre el modelo de Estado

propuesto por Platón en la República, critica la comunidad de bienes por

éste propuesta y la rechaza, pues considera que ésta amenaza el amor

propio de los hombres, el cual vincula directamente a la posibilidad de

poseer propiedad exclusiva, estableciendo un principio que será uno

de los fundamentos del pensamiento liberal y que Fukuyama destaca

en su libro en el capítulo 21 como el origen thymótico del trabajo (1992:

305-320), esto es, el amor propio del individuo se asocia a la propiedad

privada, el interés particular y la búsqueda del beneficio propio lo llevan

a esforzarse, la economía crece y beneficia no sólo al propietario sino a la

comunidad4:

4 Estos principios reaparecerán en el pensamiento clásico liberal como el de Adam Smith, y es un componente muy importante de la moral de países liberales y que como demostró Weber tiene una relación directa con la ética protestante.

La necesidad de reconocimiento: ¿motor de la acción política?

48

Además de este primer inconveniente, la comunidad de bienes

tiene otros todavía mayores. Yo prefiero, y mucho, el sistema

actual, completado por las costumbres públicas y sostenido por

buenas leyes. Reúne las ventajas de los otros dos; quiero decir,

de la mancomunidad y de la posesión exclusiva. La propiedad

en este caso se hace común en cierta manera, permaneciendo

al mismo tiempo particular; las explotaciones, estando todas

ellas separadas, no darán origen a contiendas; prosperarán

más, porque cada uno las mirará como asunto de interés

personal, y la virtud de los ciudadanos arreglará su aplicación,

de conformidad con el proverbio

La constitución del Estado como forma de organización, Aristóteles

establece que la condición humana es la de un ser social y político por

naturaleza, por lo tanto de allí surgen las asociaciones entre hombres, de la

cual el Estado es la más completa, y aun cuando el principio de asociación

es muy diferente al de la doctrina liberal de Hobbes y Locke (quienes ven en

la asociación humana un mal necesario para superar el estado de naturaleza

en disputa) su finalidad es la misma: satisfacer las necesidades de vida de

sus miembros (es decir cubrir las necesidades básicas de supervivencia,

propiedad y preservación de la vida en última instancia):

La asociación de muchos pueblos forma un Estado completo,

que llega, si puede decirse así, a bastarse absolutamente a

sí mismo, teniendo por origen las necesidades de la vida, y

debiendo su subsistencia al hecho de ser éstas satisfechas.

Así el Estado procede siempre de la naturaleza, lo mismo que las

primeras asociaciones, cuyo fin último es aquél; porque la naturaleza

de una cosa es precisamente su fin... (Aristóteles, Política, Libro Primero,

Capítulo I).

Alvaro Molina D´Jesús

49

Finalmente, el motor de la acción política, la satisfacción de la

voluntad de poder por parte de aquellos miembros de la sociedad que son

aptos para el ejercicio del gobierno, reside según Aristóteles en el ejercicio

de la virtud, pues en la medida en que un hombre puede proporcionar un

bien a la colectividad al mismo tiempo que a sí mismo, éste será un hombre

virtuoso; por lo tanto su voluntad de poder responde a una necesidad de

reconocimiento, aunque el hombre aristotélico es un hombre moral, por

tanto aspira al reconocimiento de su condición moral y no de su valor

instintivo; sigue privando una noción de la razón como guía de la acción

política que persigue como fin el bien, la virtud moral.

Ya en la modernidad la teoría política soportada sobre la tesis

racionalista helénica irá configurándose hacia lo que se conocerá como

el pensamiento liberal. Sin embargo, es necesario hacer la salvedad del

pensador italiano y padre de la ciencia política Machiavelli, quien en su

visión rescatará la tradición conocida como el derecho del más fuerte, o

ley natural que se encontraba como fundamento del valor de la andreia

helénica.

En el Príncipe, Machiavelli promueve una postura que ha sido

considerada amoral, o al menos de una moral sui generis acomodada a

los valores o principios de aquél que es movido por su voluntad de poder,

sus principios morales serán los de los valores y virtudes de la fuerza

física y espiritual del que se encuentra destinado al gobierno, la gloria

(megalothymia) y el ejercicio de su voluntad. En este sentido Capelletti,

A. (1994: 38) afirma:

La política es, por tanto, el arte de príncipe o gobernante en

cuanto tal. Y el príncipe, en cuanto conquistador y dueño del

poder, en cuanto encarnación del Estado, está por principio (y

no por accidente) exento de toda norma moral. Lo importante

La necesidad de reconocimiento: ¿motor de la acción política?

50

es que tenga las condiciones naturales como para asegurar la

conquista y posesión del poder, que sea astuto como la zorra

y fuerte como el león.

Como vemos esta postura amoral promueve el derecho

del príncipe como encarnación del Estado, encarnación del

poder.

La teoría de Machiavelli se enlaza con la tradición del derecho natural,

y con la visión aristrocrática del mundo heleno, la virtud de la andreia en

el Capítulo XVIII del Príncipe podemos leer:

Por tanto, debéis saber que hay dos formas de combatir: una con

las leyes, la otra con la fuerza. La primera es propia del hombre;

la segunda, de los animales. Pero, como la mayoría de las veces

la primera no es suficiente conviene recurrir a la segunda. Por

tanto, a un príncipe le es necesario saber utilizar correctamente

el animal y el hombre. Esto se lo enseñaron a los príncipes

de forma velada los antiguos escritores, que cuentan cómo

Aquiles y muchos otros príncipes antiguos fueron entregados al

centauro Quirón para que los alimentara y los custodiase baso

su disciplina. El hecho de tener como preceptor a alguien mitad

animal y mitad hombre significa que el príncipe le es necesario

saber utilizar cualquiera de las dos naturalezas, y que la una sin

la otra no aguanta. (El Príncipe, Capítulo XVIII). (Machiavelli, N.,

2003:94-95)

La tradición que se inicia en las sociedades aristocráticas antiguas,

que es presentada en el Gorgias por Platón en la voz de Calicles y que fue

expresada claramente por Machiavelli, será retomada y defendida también

por Nietzsche, pero sobre este particular ampliaremos más adelante.

Alvaro Molina D´Jesús

51

En cuanto al padre del pensamiento liberal moderno, Thomas Hobbes,

encontramos que también identifica la necesidad de reconocimiento

como parte de la condición humana. En el Leviatán (CAPITULO XIII De la

CONDICIÓN NATURAL del Género Humano, en lo que concierne a su Felicidad

y su Miseria) Hobbes, reconoce el carácter thymótico del hombre en

estado de naturaleza. Al primer hombre, u hombre en estado naturaleza,

le atribuye la condición de igualdad física e intelectual. Sin embargo, y a

despecho de esta condición, los primeros hombres en estado de naturaleza

parecieran reclamar por un poder superior que les someta (este sería una

voluntad de dominio innata en el hombre):

Además, los hombres no experimentan placer ninguno (sino,

por el contrario, un gran desagrado) reuniéndose, cuando no

existe un poder capaz de imponerse a todos ellos. . (Hobbes,

1972)

Al no existir tal poder surge la lucha por el reconocimiento, el cual

consiste en que los otros reconozcan en el hombre la misma valoración

que éste tiene de sí mismo, al no lograr este reconocimiento se entabla la

lucha por el de seo de gloria (reconocimiento de su propia estima), y que

en conjunto con la competencia y la desconfianza conformarían las tres

causas naturales de discordia entre los hombres:

En efecto, cada hombre considera que su compañero debe

valorarlo del mismo modo que él se valora a sí mismo. Y en

presencia de todos los signos de desprecio o subestimación,

procura naturalmente, en la medida en que puede atreverse a

ello (lo que entre quienes no reconocen ningún poder común

que los sujete, es suficiente para hacer que se destruyan uno

a otro), arrancar una mayor estimación de sus contendientes,

inflingiéndoles algún daño, y de los demás por el ejemplo.

La necesidad de reconocimiento: ¿motor de la acción política?

52

Así hallamos en la naturaleza del hombre tres causas principales de

discordia. Primera, la competencia; segunda, la desconfianza; tercera, la

gloria. (Hobbes, 1972)

Hobbes establece que el hombre ante la ausencia de un poder

superior que lo unifique (iguale y reconozca su condición isothymica) entra

en combate por el reconocimiento, pero no es ésta tampoco la única causa

de la discordia y de la disputa entre los hombres, también entran en juego

la competencia por un bien (derecho a la propiedad), y la desconfianza

(miedo a la muerte).

De tal modo que si la voluntad de dominio es, al igual que la

necesidad de reconocimiento, una condición natural del hombre, no puede

ser el Thymos el motor de la acción política (voluntad de poder), pues

es inherente al hombre su voluntad de dominio ante un poder superior

(hipothymia).

Esta es la diferencia sustancial con la tesis de Hegel y de Fukuyama.

Lo que conlleva a que Hobbes, de manera coherente con su

tesis establezca que es la necesidad de superar el estado de disputa

(competencia, temor y deseo de gloria) lo que mueve al hombre a pactar

y ceder parte de su libertad natural, siendo de este modo la acción política

(la voluntad de poder) un medio y no un fin en sí mismo. Un medio para

alcanzar el derecho a la preservación de la vida, a la propiedad y el

reconocimiento de igualdad, características que componen en el caso de

Hobbes la libertad más allá del estado de naturaleza.

Como mencionamos, a pesar de la importancia y trascendencia

que la tradición racionalista ha ejercido sobre el pensamiento político

occidental, ésta no ha sido una línea de pensamiento exclusiva, en

Nietzsche volvemos a encontrar los reclamos hacia la ley natural y el

Alvaro Molina D´Jesús

53

derecho del más fuerte presentados como un argumento antitético de

la tradición moderna liberal.

Es Nietzsche, el gran filólogo y helenista quien rescatará el principio

de la andreia en el pensamiento filosófico moderno.

Nietzsche, desarrolla su visión megalothymica del poder la cual

contrasta hondamente con la visión liberal hegeliana, la cual, para

Nietzsche, representa el conformismo de una sociedad atrofiada,

dominada por los más débiles y que se enfrenta contra su verdadera

condición natural, pues ve en la isothymia una degradación de la

condición humana, la cual se conforma y regodea en la protección de

los vencidos y los débiles, el ánimo aristocrático y vitalista de Nietzsche

defenderá en primera instancia un visión de la teoría de la ley del más

fuerte, pero que sin embargo, es contrapuesta a la visión socrática,

expresada a través de Calicles.

Este filósofo alemán en sus textos desvelará lo que para él es

la mascarada que representa la presunción de isothymia de la visión

racionalista de la modernidad fundada en la tradición platónica.

Afirmará que el principio de igualdad, el derecho de todos, la

aspiración del bien común, es una forma acomodada y pretendidamente

igualitaria de domesticar la voluntad de dominio propia de los espíritus

burgueses modernos a los que considera débiles y sumisos.

Adolf Menzel en su monografía Calicles, contribución a la historia de la

teoría del derecho del más fuerte (1964: 104-110) dedica un largo apartado

a comprobar la hipótesis de que el filósofo alemán se inspiró en el Calicles

platónico para elaborar su concepción moral.

La necesidad de reconocimiento: ¿motor de la acción política?

54

Según Menzel los puntos en los que los principios del Calicles

platónico coinciden con los de la teoría moral nietzscheana son los

siguientes5:

1.- La aceptación de una ley natural que sirve de base al derecho

del más fuete y que se manifiesta en el mundo de los animales

y en las guerras entre los pueblos.

2.- La declaración de que esa ley natural se viola en las

comunidades humanas.

3.- La creencia en la formación de un concepto moral falso, la

“moral de los esclavos”, determinado por la influencia de los

débiles.

4.- La afirmación de la necesidad de que se reconozcan derechos

privilegiados a favor de los más fuertes, en oposición de la

igualdad artificial reinante.

5.- La exaltación del tirano.

6.- El desconocimiento del concepto corriente de virtud, en

especial de la moderación y la justicia.

7.- La preferencia de las decisiones de la voluntad sobre el

intelecto, y el poco aprecio por la ciencia.

8.- El desprecio por la democracia y por el humanismo.

(1964:106).

Si revisamos algunos aspectos de la concepción nietzscheana

sobre la moral y la voluntad de poder, veremos como

5 Sobre este punto en particular Pajón Leyra (2004:175) discrepa, argumentando que en realidad aunque existe cierta coincidencia aparente entre ambos postulados morales, en realidad son mayores las diferencias, pues en el caso de Calicles, éste termina sometido a la voluntad de las masas a las cuales desprecia, pues es ante la asamblea que hace sus discursos, les dice lo que ellos quieren oír, con esto piensa dominarlos, pero a la final se somete al gobierno de la asamblea en su aspiración por el poder, son las masas el amo y él el esclavo como una anticipación de Hegel. Por su parte argumenta que Nietzsche si tiene el valor suficiente para vociferar su desprecio por las masas, su Zarathustra no desea seguidores sino compañeros de camino.

Alvaro Molina D´Jesús

55

efectivamente rechaza la preponderancia de la razón como

ente conductor de la historia, no acepta la noción de la historia

como progreso, ni deposita fe alguna en las posibilidades de

la ciencia y la técnica como bases de la redención humana,

esto quiere decir que rechaza por completo los valores de la

modernidad.

Su moral vitalista promueve el derecho del más fuerte, pero su noción

de fortaleza se opone a la reelaboración que en la tradición filosófica

occidental ha existido a partir del reacomodo de la virtud helénica de la

andreia por parte de Platón, y promueve el valor de la visión tradicional

helénica de andreia como una fuerza vital, una voluntad de vida que

necesariamente siempre será voluntad de poder.

Para Nietzsche toda voluntad es voluntad de poder, pues el ser vivo

desea, pero además necesita ejercer su voluntad:

Algo vivo quiere, antes que nada, dar libre curso a su fuerza –La

vida misma es voluntad de poder–: la autoconservación es tan

sólo una de las consecuencias indirectas y más frecuentes de

esto. (Nietzsche, 1983:34)

En estas líneas vemos como el vitalista alemán, en principio niega la

posibilidad de una voluntad de dominación en algún hombre, pues para

él todo impulso vital es en principio únicamente voluntad de poder.

Del mismo modo niega el instinto de autoconservación, pues la

conservación de la propia vida es sólo una consecuencia de la voluntad

de poder. El hombre debe demostrar con su fuerza el derecho que tiene

a la vida y a su libertad.

La necesidad de reconocimiento: ¿motor de la acción política?

56

Más adelante leemos:

Y así como hemos de admitir que el sentir, y desde luego un

sentir múltiple, es un ingrediente de la voluntad, así debemos

admitir también, en segundo término, el pensar: en todo acto

de voluntad hay un pensamiento que manda; - ¡y no se crea

que es posible separar ese pensamiento de la “volición”, como

si entonces ya sólo quedase voluntad! En tercer término,

la voluntad no es sólo un complejo de sentir y pensar, sino

sobre todo, además, un afecto: y, desde luego, el mencionado

afecto del mando. Lo que se llama “libertad de la voluntad” es

esencialmente el afecto de superioridad con respecto a quien

tiene que obedecer: “yo soy libre, él tiene que obedecer” en

toda voluntad se esconde esa consciencia... (Nietzsche, F.,

1983: 39)

La voluntad de poder como podemos apreciar no es para Nietzsche

un producto exclusivo de la razón humana, sino un principio intrínseco

de la vida. La voluntad implica no sólo el pensar, el cual reconoce como

un elemento necesario, así como el sentir; sino que también y por encima

de los otros dos elementos, la voluntad es afecto (deseo en la tradición de

Descartes y Espinoza), afecto del mando (voluntad de poder).

La Libertad, para Nietzsche, es el afecto de superioridad, la libertad

de la voluntad6 siempre tiene implícito la necesidad de la satisfacción de

las voliciones y esto sólo se puede lograr mediante el reconocimiento y el

sometimiento de otros a la voluntad de uno:

6 Como se puede apreciar esta noción de libertad está muy lejos de la concepción hegeliana de libertad como autoconciencia del hombre de la condición de ser racional con sus posibilidades y limitaciones.

Alvaro Molina D´Jesús

57

...ocurre aquí lo que en toda colectividad bien estructurada y

feliz, que la clase gobernante se identifica con los éxitos de la

colectividad. Toda volición consiste sencillamente en mandar y

obedecer, sobre la base, como hemos dicho, de una estructura

social de muchas “almas”. (Nietzsche, F., 1983: 41).

Como vemos para Nietzsche todos los sistemas de gobierno,

incluyendo los modernos, son el ejercicio de la voluntad de mando de

aquellos que se sienten superiores y logran ser reconocidos como tales.

La consecuencia de la visión nietzscheana, inspirada en la de Calicles,

de la voluntad de poder en los hombres, será que para él los sistemas de

gobierno modernos que pretenden racionalizar el problema de la voluntad

de poder buscando salidas hacia la isothymia son en consecuencia una

fachada, una mascarada.

El gobierno de todos, el valor de la igualdad de la democracia liberal,

entendido por Nietzsche al modo de Calicles como el reconocimiento de

los débiles –valores que tienen su origen en la tradición socrático-platónica

de la razón como fuente del poder orientado hacia el bien común– es

en realidad un sofisma que suprime la voluntad de los mejores espíritus,

creando una moral artificial basada en la compasión, el dolor y la igualdad

-el derecho de todos, el bien común-.

En la visión de Nietzsche, la visión de Calicles, el bien común –el

derecho de todos- no puede existir realmente:

¡Y cómo podría existir un “bien común”! La expresión se

contradice a sí misma: lo que puede ser común tiene poco valor.

En última instancia, las cosas tienen que ser tal como son y tal

como han sido siempre: las grandes coas están reservadas para

los grandes, ... ((Nietzsche, F., 1983: 67)

La necesidad de reconocimiento: ¿motor de la acción política?

58

2. Racionalidad e irracionalidad de la voluntad de poderEn este breve esbozo realizado a partir de las tesis de Fukuyama sobre

la necesidad histórica del desarrollo, avance e imposición de los sistemas

políticos y económicos liberales, producto de la racionalidad occidental,

en la cual este filósofo contemporáneo reedita las tesis de Hegel sobre

la filosofía de la historia, hemos podido apreciar que efectivamente el

elemento thymótico, o bien, la necesidad de reconocimiento del hombre es

un factor que se encuentra presente en toda la tradición del pensamiento

occidental.

En este sentido hemos visto como este componente de la naturaleza,

carácter o condición del hombre que se puede entender como un

elemento irracional, emotivo, afectivo o propio de su pathos, a ejercido

una notable influencia en el accionar político del hombre, bien en las

sociedades aristocráticas primitivas, como en las sociedades modernas

de corte democrático.

De esta influencia se desprende el interés que los diversos pensadores

antiguos y modernos le han dedicado al estudio del mismo, bien sea

llamándolo Thymos, deseo de reconocimiento, amor propio, gloria

personal u otro nombre utilizado para recalcar esta característica propia

del hombre.

También hemos podido, aunque sea sólo un esbozo, trazar la línea

o eje que ha conducido la principal tradición del pensamiento occidental

que busca sustentar la voluntad y el ejercicio del poder en la racionalidad

humana, como vía para domar el instinto hacia el poder de orden irracional,

pretendiendo en algunos casos ignorar u obviar la condición del hombre

como ser emotivo; o al menos de domesticar esta condición logrando un

reconocimiento igualitario para todos.

Alvaro Molina D´Jesús

59

Esta es la tradición que ve en la razón el principio regulador de

la voluntad de poder que la orienta hacia el bien común o la virtud,

dependiendo estos valores de los diversos pensadores.

Hasta dónde hemos podido apreciar esta tradición del pensamiento

occidental se inicia en la filosofía helena, particularmente en la filosofía

socrático-platónica, la cual va a determinar la concepción sobre el poder

de occidente, inclusive hasta estructurarse en el idealismo alemán en la

figura de G.F.W. Hegel, quien encontrará en estos fundamentos el principio

que mueve la historia y la acción humana, siendo éste principio el de la

razón.

Hasta llegar a Francis Fukuyama para quien las tesis de Hegel han

sido acertadas, y el reacomodo que de ellas hizo el materialismo histórico

en la versión marxista es un error de interpretación, siendo que el deseo

de reconocimiento, piensa Fukuyama, es fundamentalmente "la parte de

la personalidad humana más específicamente política" en la medida que

impulsa al hombre a afirmarse a sí mismo en la " isothymia ", que es el

deseo de ser reconocido como igual a los demás.

Finalmente podemos afirmar que así como existe la tradición

racionalista en el pensamiento occidental, siempre ha permanecido un

remanente del principio o ley natural del derecho del más fuerte, que

no es otra cosa que el valor y orgullo de la aristocrática sociedad griega

representado en la andreia, conel cual se enfrentó Platón en su diálogo

Gorgias y que reaparece con constancia en el pensamiento polítoco

occidental, como en Machiavelo y particularmente en la modernidad

reciente en Nietzsche.

La filosofía de Nietzsche rescata para el pensamiento moderno el

vitalismo aristocrático y naturalista de la postura esbozada por el mismo

La necesidad de reconocimiento: ¿motor de la acción política?

60

Platón en la figura de Calicles. El alemán entra en una diatriba atemporal

con Sócrates, y se empeña en demostrar cómo la fe de la modernidad en la

razón (y la secularización de la moral cristiana a través del modelo hegeliano

y sus consecuentes derivaciones en el positivismo y el marxismo) son en

realidad el ejercicio de la voluntad de dominio por parte de unos, aquellos

que en nuestro mundo resultan los más fuertes, sin ser necesariamente

los mejores.

Estos valores morales aristocráticos, que eran propios del mundo

heleno, que Platón señala con temor y como una amenaza al ejercicio

racional del poder, se encuentran presentes también en el fino pensamiento

aristocrático de Aristóteles, Machiavelo los reencuentra y los convierte en

los fundamentos de la acción política del principe moderno; finalmente

Nietzsche los retomará y los elevará como fundamentos morales de lo que

él entendía por lo mejores y más elevados espíritus.

Alvaro Molina D´Jesús

61

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La necesidad de reconocimiento: ¿motor de la acción política?

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•VIDELA, J. (2000). Contra Fukuyama: Modernidad, globalización y fin de la historia. Ponencia leída en el I Congreso Internacional de Filosofía de la Historia: Buenos Aires.

Diego Rojas Ajmad

63

ResumenEn la presente investigación

se discute y problematiza el perfil

del licenciado en Letras egresado

de las universidades venezolanas

para entender la adecuación del

mismo con los cambios que ha

sufrido la noción de “literatura”

y las transformaciones que a su

vez ha experimentado la sociedad

venezolana contemporánea.

En ese sentido, se parte de un

análisis comparativo de los

distintos planes de estudios de las

universidades venezolanas donde

se imparten estudios de Letras

(UCV, ULA, LUZ, UCAB), para de

allí emprender una reflexión con

un enfoque cultural y sociológico

De cómo el Licenciado en Letras, siendo y no siendo, constituye una prueba para

demostrar la existencia del limbo(Aproximación a su perfil axiológico y teleológico)

Diego Rojas AjmadUniversidad Nacional

Experimental de GuayanaCentro de Investigaciones

y Estudios en Literatura y ArtesPuerto Ordaz-Estado Bolívar

[email protected]

De cómo el Licenciado en Letras, siendo y no siendo, constituye una prueba...

64

que permita plasmar la evolución del Licenciado en Letras y su sentido en

la sociedad actual.

El “Letrado”, como tipología de las figuras de poder en las sociedades

occidentales de base escrituraria, desempeñó un rol fundamental en

la configuración, preservación y difusión del saber escrito, creando al

mismo tiempo diferenciaciones y exclusiones en el campo cultural. Con el

advenimiento de las nuevas tecnologías y el cambio sufrido en la noción

de “literatura”, cambio que reconfiguraba los límites de autor, lector, texto,

canon, crítico, entre otras, se dio un vuelco al estatus y sentido primigenio

del “Letrado”, llegando al extremo de considerarlo hoy como profesional

sin sentido ni lugar en el mercado de trabajo, mero oficio de pasatiempo.

Profesional formado para una realidad inexistente.

La actualidad demanda del Licenciado en Letras un pleno conocedor

de los procesos de creación de las sociedades y de cómo estas creaciones

ayudan a entender a la sociedad misma. Que el Licenciado en Letras sea

un animador cultural y permita canalizar las inquietudes de expresión de

los individuos. Que el Licenciado en Letras haga suya la perentoria tarea

de fomentar la lectura. Que, en definitiva, el Licenciado en Letras sea un

investigador activo de la cultura.

Palabras clave: estudios literarios, currículo, Venezuela.

El miércoles 28 de junio del pasado año 2006 escuché, por casualidad,

al presidente de Fundayacucho decir una frase que me hizo reflexionar

por horas. Por televisión, en una entrevista matutina, el moderador

preguntaba a Jorge Arreaza acerca de la posibilidad de realizar estudios

de postgrado en el exterior en las áreas humanísticas. El entrevistado

respondió sin ambages: “el estado financia estudios en áreas prioritarias...

Petróleo, ingeniería, comunicaciones... Venezuela no necesita de literatura”.

Diego Rojas Ajmad

65

Palabras más, palabras menos, el presidente de Fundayacucho despachaba

en esa sola frase una tradición cultural que, desde la oralidad indígena

hasta nuestros días, ha sido alma y nervio de las sociedades.

Esa imagen de menosprecio e inutilidad que se tiene hoy día de la

literatura y del investigador cultural es de reciente data y supone una crítica

utilitaria al saber, fomentada por la visión tecnológica y desarrollista que

nos arropa desde la segunda mitad del siglo XX. El “letrado”, como tipología

de las figuras de poder en las sociedades occidentales de base escrituraria,

desempeñó un rol fundamental en la configuración, preservación y difusión

del saber escrito, creando al mismo tiempo diferenciaciones y exclusiones

en el campo cultural.

En un principio era el verbo, la “oralidad”; pero ésta dejó de reinar y

le cedió el paso a la escritura. Toda nuestra civilización occidental confió

entonces su cultura a la escritura y, hasta el día de hoy, lo escrito es reino

sagrado del saber e instrumento para el poder. La escritura es cultura

y la oralidad quedó refugiada en los pliegues de lo “popular”. Lo oral

versus lo escrito llevó así a configurar un paradigma cultural que hacía

ver en lo escrito la verdad y en lo oral el carnaval de lo pasajero. Ángel

Rama, en un concienzudo trabajo que lleva por título La ciudad letrada

(1984), menciona al respecto la idea de una "diglosia" característica de la

sociedad latinoamericana. Esta diglosia está representada por dos lenguas

conformadoras y delimitadoras del poder:

Una fue la pública y de aparato, que resultó fuertemente

impregnada por la norma cortesana procedente de la península,

la cual fue extremada sin tasa cristalizando en formas expresivas

barrocas de sin igual duración temporal. Sirvió para la oratoria

religiosa, las ceremonias civiles, las relaciones protocolares de

los miembros de la ciudad letrada y fundamentalmente para

De cómo el Licenciado en Letras, siendo y no siendo, constituye una prueba...

66

la escritura, ya que sólo esta lengua pública llegaba al registro

escrito. La otra fue la popular y cotidiana utilizada por los

hispano y lusohablantes en su vida privada y en sus relaciones

sociales dentro del mismo estrato bajo (Rama, 1984: 43-44).

En definitiva, la oposición voz/escritura, más allá de una inocente

categorización, encubría una dictadura del canon, que, levantada de

manera programática, se asumía como modelo privilegiado por sobre

todas las otras manifestaciones culturales. Es decir, la letra, lo escrito, el

letrado, eran símbolo de poder y prestigio.

Ejemplo de ello lo evidencia el aumento de la burocracia del

funcionarato peninsular en tierras americanas durante el periodo de

colonización. Entre 1776 y 1793 se creó, en Venezuela, por poner un

ejemplo, un entramado de aparato de control político y administrativo que

aseguró la relación económica con la metrópoli. El 8 de diciembre de 1776

se creó la Intendencia de Caracas con el objeto de velar por el régimen fiscal,

la administración y el fomento de la economía; el 8 de septiembre de 1777

se fundó la Capitanía General de Venezuela, que significó la integración

político-territorial y la centralización del gobierno; la Real Audiencia

de Caracas, considerada como el máximo tribunal colonial con amplia

jurisdicción, fue creada el 6 de julio de 1786; finalmente, se establece el

Real Consulado de Caracas el 3 de junio de 1793, con el propósito de dar

curso a las causas mercantiles y velar y fomentar el comercio. Todo este

intrincado recurso burocrático y escriturario buscaba ejercer control más

firme sobre el funcionamiento colonial.

Así, con el correr de los años, el letrado colonial, quien ejercía en

sus ratos de ocio la creación artística siguiendo modelos europeos, llegó

a convertirse, impelido por la aparición de la sociedad consumista en el

segundo decenio del XX, con el desarrollo de la industria petrolera y el

Diego Rojas Ajmad

67

fomento de las nuevas profesiones liberales, en un “profesional” de la letra y

la cultura (Sosa, 1987). Ya el intelectual venezolano no se aísla en inmensas

bibliotecas de caoba, ni asiste a tertulias, ni se reúne en palaciegos salones

en los que recitará odas laudatorias al gobernante de turno. Ahora debe

ganarse el sustento en las salas de redacción, llevando de manera breve

(porque el espacio es dinero) y de manera clara (porque mientras más

entiendan más compran) la cotidianidad del mundo al papel entintado.

Con el advenimiento de las nuevas tecnologías y el cambio sufrido

en la noción de “literatura”, cambio que reconfiguraba los límites de autor,

lector, texto, canon, crítico, entre otras, se dio un vuelco al estatus y sentido

primigenio del “Letrado”, llegando al extremo de considerarlo hoy como

profesional sin sentido ni lugar en el mercado de trabajo, mero oficio de

pasatiempo. Profesional formado para una realidad inexistente. Los nuevos

paradigmas de la política, la tecnología y la sociedad han hecho que, al

decir de Alvin Kernan:

La literatura en los últimos treinta años, más o menos, haya

vivido una época de disturbios radicales que han puesto de

cabeza a la institución y sus valores más fundamentales. En

la década del sesenta se empezó a hablar de la muerte de la

literatura, con una clara alusión al anuncio nietzscheano de

la muerte de dios, y ya en 1982 Leslie Fiedler, un defensor de

la literatura pop al que no le pesa nada la desaparición de la

literatura de la alta cultura, podía titular alegremente un libro

“¿Qué era la literatura?” (Kernan, 1996: 9)

Quizás a este arquetipo del letrado como ser inútil contribuya la

misma universidad, con su empeño por fosilizar la idea del intelectual

ajeno al mundo y por ofrecer en sus planes de estudio un perfil axiológico

y teleológico del Licenciado en Letras desfasado con los nuevos tiempos y

De cómo el Licenciado en Letras, siendo y no siendo, constituye una prueba...

68

paradigmas. Las instituciones de educación superior se constituyen como

uno de los últimos reductos de la cultura escrita y la figura del letrado. En

ellas, el conocimiento lógico, sistemático y racional es el único válido en

la positivista visión del mundo que impera en los claustros, haciendo de la

terminología científica una barrera que crea grupos de poder y excluyentes

comunidades hermenéuticas que hacen mantener con vida la virtual

supremacía del intelectual-letrado.

En el caso específico de los estudios literarios, en Venezuela existen

ofertas de licenciaturas en Letras en las cuatro principales universidades

del país. Desde mediados del siglo XX, la Universidad Central de Venezuela

(Caracas), la Universidad de Los Andes (Mérida), La Universidad del Zulia

(Maracaibo) y últimamente la Universidad Católica Andrés Bello (Caracas),

ofrecen a la sociedad venezolana la formación de un individuo especialista

en lengua y literatura. En todos esos casos en donde se oferta la Licenciatura

en Letras, se expresa como perfil teleológico del egresado, es decir su

sentido de formación, el ejercer la actividad docente y de investigación.

En el ejercicio comparativo emprendido en esta investigación, se

percibió en todos los planes de estudios de la Licenciatura en Letras, en

los programas de las asignaturas y en sus prácticas pedagógicas, algunos

aspectos fundamentales que son necesarios esbozar:

1.- Los estudios literarios están centrados en el objeto y no en

el método: El acento en la formación del Licenciado en Letras debe estar

en el aprendizaje de “métodos”, “tipos de análisis”, “formas de lectura” y no

en el mero conocimiento de las obras literarias existentes en una región

o época en particular. Con el uso de las nuevas tecnologías, la posibilidad

del acceso a la información no es exclusivo de ciertas comunidades. Ahora

la enseñanza debe enfocarse, por lo tanto, más que en el contenido, en

dar herramientas para crear conocimiento. Aquello es información; esto,

Diego Rojas Ajmad

69

formación. Por lo tanto, las menciones de la Licenciatura no deberían

estar distribuidas en “lengua y literatura hispanoamericana y venezolana”

o en “letras hispánicas”, sino que éstas deberían ser excusa para el estudio

profundo de los métodos. En ese sentido, no conozco en Ingeniería una

mención “Cable” ni en Medicina una mención “Bisturí” o “Gasa”.

2.- En las Escuelas de Letras reina el prurito hacia la especialización:

Es tal el amorfismo y variedad de los planes de estudio que su diversidad

lo torna inoperante, resultando entonces contradictoria la oferta de la

carrera al describir como perfil axiológico del licenciado en Letras a un

especialista en lengua y literatura, docente, investigador, editor, corrector,

gerente y promotor cultural, cuando la realidad de la práctica pedagógica

evidencia ausencia, en algunos casos más que otros, de materias que

orienten la formación de esas profesiones. Mientras no se tenga claro el

oficio del Licenciado en Letras nunca se realizará a conciencia una reforma

sustanciosa del pensum.

3.- Predomina el análisis histórico por sobre el teórico y el crítico:

Entendiendo la consabida conformación de la literatura en teoría, historia

y crítica literarias, ámbitos que se entrelazan para definir así a la ciencia

literaria, en los planes de estudio de la Licenciatura en Letras se evidencia un

predominio por la historia, ocupando gran parte del ejercicio de enseñanza

aprendizaje en el conocimiento de las literaturas nacionales y regionales

(Literatura venezolana I y II; Literatura hispanoamericana I, II y III), relegando

a la teoría y a la crítica como meros añadidos. En la mayoría de los casos, una

asignatura llamada “Teoría Literaria”, presentada en uno o dos niveles, sin

conexión evidente con el resto de las asignaturas, ofrece las herramientas

para tan crucial conocimiento. Debe entenderse al estudiante universitario

como un investigador, como un generador de conocimiento, y no como

un repetidor de información digerida con anterioridad en manuales. De

la misma manera, desde la reforma universitaria de 1969, los planes de

De cómo el Licenciado en Letras, siendo y no siendo, constituye una prueba...

70

estudio de Letras han obviado el estudio de la métrica, retórica y recursos

estilísticos, despojando de las herramientas para valorar y diferenciar las

formas literarias.

Una recomendación apremiante, luego de esbozado algunos puntos

en esta investigación, es que las Escuelas de Letras del país deben formar

una red de discusión permanente acerca del sentido de estudiar literatura

en la Venezuela de hoy. Que de esta discusión se entienda que el fluir

constante del mundo no debe reñir ni estar ajeno a los planes de estudio

y que éstos deben, en perpetuo movimiento, seguir los vaivenes de la

realidad. Que se transformen los planes de estudio pero, más allá, que el

mismo quehacer dentro de las aulas cambie radicalmente.

Ya Ángel Rama había dado la misma voz de alarma en 1978, cuando

expresaba en una entrevista:

La Escuela de Letras debe preparar profesionales para un

determinado medio que es la Venezuela de hoy, para las

necesidades de Venezuela hoy en materia de profesionales de

Letras. Este es el problema de la Escuela que hay que contemplar,

y yo creo que no se lo ha planteado la Escuela seriamente. A

partir del momento en que lo planteamos, empezamos

entonces a darnos cuenta de los errores que tiene el pensum, de

los errores que tiene el sistema de estudio, porque el problema

es si este profesional sirve o no sirve a la sociedad, qué es lo

que necesita darles; porque hay una experiencia que tiene la

mayoría de los que egresan: egresan y no tienen instrumentos

para luchar en la vida, egresan y no saben cómo actuar, cómo

desarrollarse, dónde ir, dónde trabajarlas herramientas (Rama,

1989:145).

Diego Rojas Ajmad

71

La actualidad demanda del Licenciado en Letras un pleno conocedor

de los procesos de creación de las sociedades y de cómo estas creaciones

ayudan a entender a la sociedad misma. Que el Licenciado en Letras sea

un animador cultural y permita canalizar las inquietudes de expresión de

los individuos. Que el Licenciado en Letras haga suya la perentoria tarea de

fomentar la lectura. Un escrutador de los resortes ocultos de la existencia

de las comunidades. Que, en definitiva, el Licenciado en Letras sea un

investigador activo de la cultura.

En definitiva, y con esto termino, que el estudio de la literatura no sea

esa actividad inútil que nos relata magistralmente Pío Baroja:

Cuando terminé yo el bachillerato, el bueno de mi padre me

miró muy serio y me dijo:

-Has estudiado una porción de cosas que no te servirán para

nada. Piensa en lo que te puede gustar, explora tus inclinaciones.

Vas a venir conmigo durante unos días, y ya me dirás lo que te

agrada más de lo que vayas viendo.

El primer día fuimos a una fundición, vimos una máquina de

vapor con unas bolas que giraban rápidamente, unos hornos,

una correa sin fin que se deslizaba cerca del techo silbando...

-¿Te gustaría estar aquí? –me preguntó mi padre.

-No, papá, no me gustaría nada –le contesté yo.

A los dos o tres días, mi padre me llevó a San Carlos, vi la sala de

disección con sus mesas blancas de mármol, sobre las cuales

había piernas y brazos de persona. Aquello me dio frío. Luego

fuimos a un laboratorio en donde había un señor muy delgado,

muy negro, de muy mal humor, revolviendo con una varilla de

cristal en una especie de cacerola, que Dios me perdone si no

creo que estaba llena de gargajos.

De cómo el Licenciado en Letras, siendo y no siendo, constituye una prueba...

72

-Esto me gusta menos –dije, medio mareado.

Los días posteriores vimos una serrería, varios almacenes, y toda

clase de fábricas y de establecimientos.

Viendo que no me gustaba lo que veía, mi padre dijo con tono

fúnebre:

-Mira, ya que no sirves para nada, estudia para abogado.

Lo hice así y, gracias a las recomendaciones de mi tío el ex

ministro, pude ir saliendo adelante en los exámenes. Tomé el

título y en la primera defensa que hice comprendí que no servía

para el Foro; se me secaba la garganta y no podía vociferar lo

necesario para que los señores de las sayas y del birrete se

interesasen en lo que les decía.

Pensando y pensando entonces en lo triste que es no tener

dinero y no servir, además, para nada, se me figuró que sirviera para literato.-¿Qué te parece, papá?-Bien -contestó mi padre, encogiéndose de hombros-. Es, indudablemente, la profesión donde hay más idiotas. Por poco listo que seas, yo creo que algo harás. Siempre es más fácil hacer una mala novela o un mal drama que una mala cerradura. (Pío

Baroja, 1977: 5).

Referencias Bibliográficas•Kernan, Alvin (1996) La muerte de la literatura. Caracas: Monte Ávila.

•Pío Baroja (1977) La busca. Madrid: Salvat.

•Rama, Ángel (1984) La ciudad letrada. Hannover: Ediciones del Norte.

•Rama, Ángel (1989) “Entrevista a Ángel Rama: sobre creación, crítica y estudios literarios”. En: Voz y Escritura (2-3), III. (Mérida):141-146.

•Sosa, Arturo y otros (1987) Gómez, gomecismo y antigomecismo. Caracas: Universidad Central de Venezuela.

Centro de Investigaciones y Estudios en Literatura y Arte (CIELA)

73

Centro de Investigaciones y Estudios en Literatura

y Arte (CIELA)

Coordinador: Prof. Roger Vilain.

Descripción del centro: El CIELA agrupa un conjunto de investigadores especializados

en el campo de las Ciencias Humanas (las cuales comprenden:

teoría, historia y crítica del arte y la literatura, historia, filosofía,

filología y lingüística). Se encuentra adscrito a la Coordinación

General de Investigación y Postgrado de la Universidad Nacional

Experimental de Guayana, Estado Bolívar-Venezuela. Su

función es rescatar, conservar, sistematizar, estudiar y difundir

el patrimonio cultural de la región y el país.

Misión: Identificar, estudiar, conservar y difundir el patrimonio cultural

de la región Guayana y del país.

Visión: Consolidarse como un Centro de referencia y prestigio académico

nacional e internacional en el campo de la investigación en las

Ciencias Humanas, estimulando la producción, distribución y

consumo de cultural en la región y el país.

Centro de Investigaciones y Estudios en Literatura y Arte (CIELA)

74

Organigrama:

Fecha de creación: 25 de enero de 1995, según resolución

S- 01-13-428, bajo el nombre de Centro de Estudios Literarios,

siendo adscrito a la Coordinación General de Investigación

y Postgrado en el año 2005 bajo el nombre de Centro de

Investigación y Estudios en Literatura y Artes.

Correos:[email protected]

[email protected]

[email protected]

Teléfono: 0058-286-9230838

Fax: 0058-286-9234786

Centro de Investigaciones y Estudios en Literatura y Arte (CIELA)

75

Objetivos del Centro:

Objetivo General:

Investigar nuestro patrimonio cultural.

Objetivos Específicos

Recolectar, clasificar, estudiar, conservar y difundir la producción,

el consumo y la distribución cultural en el ámbito de la región

Guayana y del país.

Estimular la creación, apreciación cultural en el ámbito de la

región Guayana.

Promover la creación de redes de investigación en el campo

de las ciencias humanas con otros centros e instituciones

académicas nacionales e internacionales.

Formar investigadores en el campo de las ciencias humanas.

Promover y desarrollar estudios de pregrado y postgrado en el

área de las ciencias humanas.

Líneas de Investigación:Historia de la producción cultural.

Teoría y filosofía de las ciencias humanas

Crítica cultural

Proyectos de Investigación:Aprobados:

Las ciudades imaginarias en la literatura regional. (Profa. Rosix

Rincones).

Revista Horizontes: prensa y sociedad en la Guayana del Siglo

XIX. (Prof. Diego Rojas)

Centro de Investigaciones y Estudios en Literatura y Arte (CIELA)

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Ideas proyecto (2008):Indagaciones Filosóficas Sobre Las Nociones De Representación

Y Reconocimiento En La Filosofía Hermenéutica. (Prof. Alvaro

Molina D’Jesús).

Historia de la literatura regional (Prof. Diego Rojas).

Estudio crítico de Leyendas del Caroní (Prof. Roger Vilain).

Investigadores Adscritos: Profa. Rosix Rincones

Prof. Roger Vilain.

Prof. Diego Rojas

Prof. Alvaro Molina D’Jesús

Investigador colaborador:Profa. Diana Gámez

Centro de Investigaciones y Estudios en Literatura y Arte (CIELA)

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7Presentación

Rosix Rincones, Roger Vilain, Diego Rojas Ajmady Alvaro Molina D’Jesús.

11La literatura regional en el contexto de la globalización

Gregory Zambrano

27Ética universal y derechos humanos

Roger Vilain

37La necesidad de reconocimiento: ¿motor de la acción política?

Alvaro Molina D’Jesús

63De cómo el Licenciado en Letras, siendo y no siendo, constituye una

prueba para demostrar la existencia del limbo(Aproximación a su perfil axiológico y teleológico)

Diego Rojas Ajmad

73Centro de Investigaciones y Estudios en Literatura y Arte (CIELA)

Índice

Centro de Investigaciones y Estudios en Literatura y Arte (CIELA)

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Este boletín: Centro de Investigaciones y Estudios en Literatura y Arte (CIELA) de Rosix Rincones, Roger Vilain, Diego Rojas Ajmady Alvaro Molina D’Jesús. fue impreso en los talleres de Gráficas El Portatítulo, Mérida, estado Mérida, Venezuela, en el mes de noviembre de 2007. La edición consta de 500 ejemplares y para su elaboración se utilizó la fuente Myriam. Se utilizó papel cremy para la tripa y sulfato para la portada.