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Anonimo - El Libro de Aladino [20493] (r1.0)

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El cuento en su versión auténtica.

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  • La historia puede parecer sobradamente conocida: el hallazgo de una lmpara permitecumplir los deseos de un joven de casarse con una bella princesa. Sin embargo, ya desdeel siglo XVIII, y sobre todo en el XX con las versiones Disney, el cuento ha sufrido tal cantidadde manipulaciones y arreglos que se ha desvirtuado por completo su sentido y, lo que espeor, se ha desvanecido su carcter de antecedente del realismo mgico que sin dudatiene.

    En su excelente prlogo, Khawam no solo pone los puntos sobre las es en cuanto a lahistoria del texto, sino que lleva a cabo una brillantsima interpretacin de la importanciaque tiene El libro de Aladino en la historia de la literatura.

    Cuando Ren R. Khawam public la que hoy conocemos como la edicin definitiva ycannica de Las mil y una noches, algunos lectores se sintieron decepcionados aldescubrir que no pertenecan a este libro algunos de los relatos tradicionalmente asociadosa l, como, por ejemplo, el de Aladino. Como explica Khawam en la introduccin a El librode Aladino, lo que Antoine Galland bautiz como Historia de Aladino y su lmparamaravillosa fue incorporado a Las mil y una noches muy tardamente, despus de que enmayo de 1709 el ilustre orientalista oyera una versin del relato en boca del narrador sirioHanna Diap.

    Por ello, Khawam decidi que, como hiciera con Las mil y una noches, haba queremontarse a las fuentes originales, que no podan ser unas ediciones rabes queedulcoraban los relatos, sino solo las diversas copias manuscritas existentes. Esta es,pues, la primera edicin completa, sin arbitrarios cortes ni fantasiosos arreglos, de lahistoria de Aladino, en la que, en palabras del propio Khawam, ms all del cuentomoralizante [], se perfila una obra de ambicin mucho ms firme: una suerte de novela deaprendizaje con la que nace un nuevo tipo de realismo literario.

    Pese a su brevedad y a la menor complejidad, El libro de Aladino se nos descubre comoun libro tan importante o ms que Las mil y una noches, y su pblico potencial es elmismo.

  • Annimo

    El libro de AladinoePub r1.0

    Titivillus 5.5.15

  • Ttulo original: Le Roman dAladinAnnimo, s. XITraduccin: Manuel Serrat CrespoDiseo de cubierta: Titivillus

    Editor digital: TitivillusePub base r1.2

  • REN R. KHAWAM, ED.

    EL LIBRODE ALADINO

    Texto establecido a partirde los manuscritos originales

    Traduccin de Manuel Serrat Crespo

  • Introduccin

    Algunos lectores se extraaron, y nos hicieron llegar incluso cierta decepcin, al no encontrar elfamoso texto de Aladino y la lmpara maravillosa en nuestra reciente edicin ntegra de Las mil yuna noches (ditions Phbus, 1986-1987, 4 vols.)[1]. Su extraeza habra cedido por s misma sihubieran ledo atentamente la explicacin que damos de esta laguna en nuestra Introduccin a Lasnoches: Aladino nada tiene que hacer en esa antologa, donde solo fue introducido muy tarde y de unmodo muy infiel. Por lo que se refiere a su decepcin, no habr durado mucho, puesto que aqu estya el Aladino de sus sueos: publicado ahora por primera vez en su versin completa, sin arbitrarioscortes ni fantasiosos arreglos, una versin establecida insistamos en ello tambin esta vez, no apartir de las ediciones rabes, que estn a su vez muy edulcoradas, sino a partir de los manuscritos ysolo de ellos.

    La Historia de Aladino y la lmpara maravillosa adoptando el ttulo de Galland estausente en el ms antiguo manuscrito de las Noches (ms. A, el cual se conserva en la BibliothqueNationale de Francia), que el propio Galland hizo traer de Oriente. Puede entonces extraar ver queel relato figura en la edicin que el simptico orientalista hizo de las Noches a comienzos del sigloXVIII. De hecho, al parecer Galland solo conoci las aventuras de Aladino a travs del relato oralque le hizo en su propia casa, en mayo de 1709, el narrador sirio Hanna Diap, por aquel entonces devisita en Pars. Por lo dems, es preciso aguardar al siglo XVIII para ver como el Relato de Aladinose introduce en el texto rabe de las Noches: as ocurre en los manuscritos C y D de la BibliothqueNationale. Todo parece indicar, pues, que estamos ante un aadido, y un aadido tardo. Pero esaintrusin intempestiva acabar imponindose, al hilo de las mutilaciones y divagaciones decostumbre, y Aladino ser a su vez (como el infortunado Simbad) convertido en noches por lasnecesidades de la causa (por nuestra parte hemos decidido organizar el texto en captulos,basndonos en la articulacin natural del relato).

    Era pues importante regresar a la versin ms digna de confianza: la de los dos manuscritosexistentes, que hemos comparado entre s detalladamente antes de decidirnos por la mejor leccinposible. Dicha leccin, y se advierte de entrada, difiere amplsimamente del texto que da Galland ensu traduccin, algo que nada tiene de sorprendente si sabemos que la traduccin cuestionada no esotra cosa que la adaptacin del discurso de un narrador, captado al vuelo Y, verosmilmente,tributario de los caprichos de la memoria. Dicho esto, la versin Galland, tras casi tres siglos,seduce todava por su elegancia y su naturalidad, por muy naturalizada que sea. Ms ajenas y, endefinitiva, menos defendibles nos parecen las libertades que se tom la traduccin del doctorMardrus, a finales del siglo XIX. Est claro aqu que Mardrus (que trabaja, como sabemos, a partir dela muy errnea e infiel edicin rabe de Bulaq, de 1835), confiando poco en sus propias fuentes,intenta arreglar las cosas a su modo Si es necesario corriendo el riesgo de ser ms oriental quesu modelo, lo que le arrastra a muchos efectos discutibles. Y eso nos lleva a plantear la preguntaesperada, la misma que nos vena ya a la pluma con respecto al Simbad: se ha ledo Aladino? Lapublicacin de la presente obra, o eso queremos creer, la responder suficientemente.

  • No entremos intilmente en detalles. Observemos solo que, en su conjunto, la edicin rabe deBulaq y la edicin Mardrus muy a su pesar permiten que se filtre entre las lneas del discurso unmoralismo que no aparece en la leccin de los ms antiguos manuscritos. El Aladino de los editoresde Bulaq (sin duda venerables jeques, que oficiaban, lamentablemente, a la sombra de los puntillososminaretes de la universidad cairota) es un muchacho extraviado que echa a perder su juventudvagabundeando por las calles en compaa de los peores bribones y cuya primera falta esdesobedecer a su venerable padre. Las aventuras que le caen encima sern presentadas como otrostantos castigos. Ah, si hubiera obedecido! En resumen, la autoridad de los padres se consideraimportante, lo cual se demuestra. El texto de los manuscritos, en este punto, es ms sencillo, msdirecto y, en definitiva, ms cercano a la vida. Ciertamente, Aladino se porta al principio como ungolfo: hace solo lo que quiere y se complace, por muy poco que sea, en la negacin de la autoridad.Pero el autor annimo del texto no lo critica en exceso Bien hay que vivir la juventud. Para l, esevidente que nos las estamos viendo con un buen muchacho algo descarriado: no con un depravadoni, menos an, con un vicioso. Eso cambia por completo la ptica del relato e introduce en ella unadimensin de libertad que el islam rigorista de finales del siglo XVIII solo poda intentar reducir.

    Por ello, ms all del cuento moralizante, de miras demasiado cortas a nuestro entender, seperfila una obra de ambicin mucho ms firme: una suerte de novela de aprendizaje, si se quiere,donde el recurso a la magia no dispensa al hroe de afirmar sus propias cualidades, y con tantomayor mrito cuanto al comienzo de su vida se ha mostrado abiertamente bribn. Novela,acabamos de escribir casi sin pensar en ello. Y, precisamente, no es el genio del desconocido autordel texto haber forzado el gnero inmemorial del cuento, y del cuento mgico por aadidura, aaventurarse por nuevos caminos, a correr el riesgo capital de la fidelidad a lo real? Algo que,apresurmonos a decirlo, no nos priva en absoluto de la poesa, cosa que el lector advertir por ssolo.

    Fechar histricamente esta pequea revolucin literaria no es en verdad asunto sencillo. Elautor se refiere, aqu y all, a los preceptos de un islam singularmente primitivo (como la prohibicindel beneficio pecuniario sobre los metales preciosos: los platos de plata que vende Aladino). Loshabitantes del frica interior (Mauritania y Sudn) son representados por l como imposentregados an a las supersticiones de la antigua magia; ahora bien, el islam se extiende entre estaspoblaciones a partir del siglo XI. Al mismo tiempo, en China, que es la patria de Aladino, la religindel Profeta brilla sin restricciones en la corte de los reyes. Sabemos que la Edad Media rabeentiende a menudo por China esa porcin de la Ruta de la Seda que, desde la estepa kirguiza hastael actual Sinkiang, se abre resueltamente al islam a fines del siglo XI. Los indicios de esta suerte noabundan en el texto. Permiten sin embargo, por su concordancia, situar el Aladino en una fechabastante anterior a la de las Noches (que debieron de componerse hacia finales del siglo XIII).Aventuremos la hiptesis de una redaccin del texto en la segunda mitad del siglo XI y sin duda noestaremos muy lejos de la verdad.

    Hablando con claridad, nos encontramos aqu, aproximadamente, a mitad de camino de esos dospolos extremos del cuento rabe clsico que encarnan, con medio milenio de separacin, lasemblemticas figuras de Simbad (finales del siglo VIII) y de Sherezade, la Tejedora de las Noches.Y, de hecho, entre el relato lineal del clebre Marino y el arte laberntico de la hermosa narradora,

  • Aladino representa un punto de equilibrio bastante raro: donde la panoplia mgica tradicional solo seutiliza, dirase, con una suerte de reticencia

    Recuerda, lector, qu hombre hemos conocido, y en qu miserable estado; considera luego,ahora, la floreciente situacin de nuestro hroe. As se expresa, poco ms o menos, en ciertomomento de su relato, nuestro enigmtico autor, un astuto espritu sin duda y versado en retrica, quequiere cuidar sus efectos y poner de relieve una inaudita metamorfosis. Pero una metamorfosis quenunca sabremos a qu atribuir: en nuestro ritual narrativo, nosotros, los occidentales, tenderamos aimputarlo al determinismo de los hechos, a algn encadenamiento psicolgico, por muy improbableque fuese, pero el elegido no sera lo que es si estuviera sometido a la ley comn. As pues, esaquello en lo que se ha convertido, de una vez y definitivamente.

    Sin embargo, al decirlo, el narrador juega hbilmente en otro tablero: si objetis, pareceavisarnos, lo maravilloso del asunto, y no queris seguirme porque eso solo existe en los cuentosdonde os la quieren dar con queso, os responder entonces, hombres de poca fe, que la Providenciano tiene por qu desvelarnos las vueltas y revueltas que dan sus designios, nos basta con observar loque construye. S, pero y los dems, los que estn convencidos de antemano de que la tesis quedaclara y la Gloria de Aquel que est lleno de Habilidad y Eficacia puede muy bien prescindir de estapobre demostracin de Su Grandeza? Pues bien, es conveniente responder a stos que no han vistoan lo ms hermoso. El relato se reaviva a cada instante y, de igual modo que otros relatos son deviaje por el vasto mundo, ste es un itinerario donde se alternan subidas y bajadas al albur de undestino que unas veces nos reserva algo bueno y otras algo malo.

    En el fondo, encontramos el realismo absoluto, dicho sea sin paradoja. Pues cul es esesorprendente estatuto de lo maravilloso que, utilizado a diestro y siniestro, hubiera podido conferir acualquiera la omnipotencia? Pues bien, basta con frotar el engarce de un anillo, o el pico de unalmpara, y las riquezas del mundo estn a tus pies, abolidas las distancias, colmada la separacin delos niveles sociales, que te convierten en humilde sbdito ante un sultn. Pero, todos los lectoresestarn de acuerdo, el hroe usa solo con parsimonia esas armas mgicas, y solo en los momentoscrticos. Ved cmo economiza los vveres que le son generosamente entregados, tan generosamenteque podra hacer que se aprovecharan de ellos todos los compaeros de barrio, pobres como l, ytoda China por lo dems. Pero a nuestro hroe no le preocupa: Dnde estara la aventura si todo sele ofreciera segn su deseo? De eso depende su cualificacin, un poco como en la cancin de gesta,donde las pruebas y solo las pruebas cuentan, de modo que la bravura debe forzosamente encontrarsus lmites. Aqu la especie del apremio es idntica: es necesario que las magnficas fuentes quecontenan el alimento sean objeto de una transaccin, que esos platos de plata se vendan en elmercado a una cotizacin del metal adecuada (de paso se suelta un sopapo al mercader judo, pues seaprovecha del ingenuo) cuando puede tenerlos a manos llenas

    Realismo, s, pero el del oyente. Debemos pensar en esos mercaderes que escuchanboquiabiertos esa circulacin de los bienes contando mentalmente el legtimo beneficio que de ellospuede obtener un experto. Ah empieza y termina la identificacin, esa especie de tica capaz deborrar lo arbitrario; en suma, lo que nuestros economistas de hoy denominaran un estudio demercado. Esa intrusin del realismo en lo fantstico no procede tanto de la voluntad del mismonarrador cuanto de la representacin que el narrador se hace de su pblico. Explotado sin gracia y

  • sistemticamente, el recurso a lo maravilloso no hubiera tenido, sin duda, el encanto que ofrece,precisamente, un incierto y mesurado abandono a los encantos. Los especialistas en teologa dirn sinduda lo que estaba permitido en este recurso y qu lmites de buena ley poda tolerar un islam que seinfringe. Pero el lector ordinario sabe que la imaginacin detesta meter ambos pies en el mismozapato y que el todo-magia como nico resorte un poco como la energa rechaza hoy el todo-petrleo es un riesgo que no puede correr ninguna palabra digna de fe.

    As pues, Dios tiene algo que decir. A la madre no le gustan los djinns, y convocarlos para que secumplan nuestros pobres deseos humanos es transgredir la ley. Se cubre ella el rostro, dejando que suhijo se las arregle con el pecado. Pero, mirndolo bien, quin ha perturbado el orden del mundo? Elhechicero. Por muy seguro que estuviese de no poder disfrutar solo los goces de la fortuna, no supopactar con ese espritu de mesura, practic el hybris, ese defecto mortal para los griegos y, tal vez,para toda la cuenca mediterrnea. La habilidad de Aladino consistir, con la ingenuidad que lecaracteriza, a l, a ese pobre de espritu congnito, en responder, pues habr sido agredido una vezpor todas. Solo podr vendar esa irreparable herida en la cima de la gloria, habindose tomado larevancha del simple. Haber sido ayudado por los instrumentos de lo maravilloso ni siquiera le hadispensado, lo advertimos en el rincn de un prrafo, de convertirse en un caballero consumado. Vedqu lmites se impone la Lmpara, habra ayudado hasta el fin a un patn?

    En resumen, no es una maravilla que la lmpara haga maravillas. En este cuento maravilloso haymoraleja, como en una fbula. Un hombre ha merecido su destino: sus propias aventuras loconvierten en un iniciado. Y esa iniciacin nos colma, pues resulta que el beneficiario de tantosdones supo utilizar del mejor modo lo que le haba sido ofrecido.

    Lo que supone decir que, en el momento en que esta pequea obra maestra fue redactada, laliteratura de ficcin est a punto de descubrir lo siguiente: que el arte de la composicin consiste,precisamente, en componer con los extremos o, si se prefiere, aadir un poco de agua al puro vinode nuestros sueos, no para hacerlo mejor sino, sencillamente, consumible. Aladino, girando su llavemgica, acaba de abrir de par en par la puerta de las ambigedades.

    Ren R. KhawamSuresnes, 4 de septiembre de 1987

  • Captulo IUn to inesperado

    rase una vez, en una de las numerosas ciudades de China, un hombre, sastre de profesin y queviva en una gran pobreza. Le haba nacido un hijo a quien haba puesto por nombre Aladino. Ahorabien, ese hijo, desde su ms tierna edad haba mostrado un carcter muy recalcitrante: no tard as enverle merodeando por las calles. Tena diez aos cuando a su padre se le meti en la cabeza hacerleaprender un oficio, pero nuestro pobre sastre careca tanto de recursos que, para l, no se trataba deasumir ms gastos poniendo a su hijo como aprendiz o, peor an, aguardar a que hiciera estudios yacabar viendo cmo se converta, aunque muchos aos ms tarde, en maestro-artesano. La solucinera tenerlo a su lado, en la tienda, e intentar convertirle en un sastre como l. Pero eso supona nocontar con la indocilidad de un joven acostumbrado a la calle, que por toda disciplina solo conocala libertad de jugar fuera con sus compaeros. Result pues imposible tenerlo encerrado aunque solofuera un da en el taller paterno. Apenas el sastre haba vuelto la espalda, si tena que ausentarse parahacer algn encargo o visitar a algn cliente, el bribn de su hijo pona pies en polvorosa e iba areunirse con sus congneres para pasear en su compaa por los parques de la ciudad. As viva, sinprestar la menor atencin a lo que sus padres le ordenaban. Cmo ejercer asiduamente, en estascondiciones, un trabajo cualquiera?

    El padre no poda ms: su hijo le causaba demasiadas pesadumbres con sus rebelionescotidianas. Fatigado, cay enfermo y, luego, desapareci dejando a Aladino en su triste situacin,mientras la madre, vindose viuda y con un chiquillo callejero a su cargo, con un intil por todosostn familiar, solo pudo vender la tienda, con lo poco que contena, para comenzar a hilar algodny vivir de su trabajo: al menos, aunque tuviera que soportar sus penas, el vagabundo de su hijotendra algo que comer.

    l, por su lado, se sinti librado de una vez por todas de los cotidianos reproches que su padre lediriga: as podra entregarse ms fcilmente a sus queridos paseos, sin tener que escuchar ya nohagas eso, no hagas aquello. Y esta vida dur para l hasta los quince aos de edad.

    Pero he aqu que, un buen da, el grupito que formaba jugando en las calles del barrio con suscompaeros de ordinario, tan tunos como l, atrajo precisamente la atencin de un viandante que sedetuvo y contempl largo rato la escena, luego acab concentrando su atencin en Aladinoexaminando sus rasgos: visiblemente era el nico que le interesaba. El hombre era, en realidad, unextranjero, un viajero procedente de lo ms profundo de los parajes del Poniente[2]. Se trataba de unmago, como dijo un reputado historiador, que lo consideraba capaz de ordenar a una montaa quefuera a colocarse cabeza abajo sobre otra. Mirando simplemente a la gente, poda saber lo que lesaguardaba, tan experto era en signos inscritos sobre el rostro.

    Tras haber contemplado bien a Aladino, el hombre se dijo:ste es, en efecto, el joven que busco, para encontrarlo abandon mi pas y he recorrido el

    vasto mundo.

  • Primero tom aparte a uno de los nios, que arranc del grupo para interrogarlo sobre Aladino,preguntndole de quin era hijo y obteniendo as todas las informaciones que necesitaba; tras ello, sedirigi hacia Aladino y lo abord en estos trminos:

    No eres t el hijo de Fulano, sastre de profesin?En efecto respondi Aladino, pero hace ya algn tiempo que muri mi padre.Al or estas palabras, el hombre del Poniente, el mago, se lanz sobre el nio, lo tom llorando

    en sus brazos mientras le daba numerosos besos. Sus mejillas chorreaban lgrimas, lo que no dej desumir a Aladino en la estupefaccin y le hizo formular esta pregunta:

    Cuntos gemidos! De qu conocas t a mi padre?El otro, con la voz quebrada por la emocin, le respondi tristemente:Cmo puedes hacerme semejante pregunta, oh, hijo mo? No acabas de comunicarme la

    muerte de tu padre, es decir de mi hermano? Eso es! Tu padre no era sino mi hermano Y yo que,regresando al pas tras aos pasados fuera, me alegraba de poder ver a mi hermano, el hombre que,solo con el encanto de su presencia, iba a consolarme de todo lo que he padecido, resulta que mecomunicas su muerte No, no, la voz de la sangre no haba mentido: estaba en efecto ante misobrino. S, te haba reconocido entre todos los nios que forman ese grupo y, sin embargo, cuandome march a ese viaje, mi hermano, tu padre, ni siquiera se haba casado an. Ahora he perdido elconsuelo que de l poda llegarme, debo renunciar a esa inmensa alegra que me preparaba a sentirvindolo, a ese hermano cuyo rostro, tras el exilio, esperaba contemplar antes de morir. Pero no: laseparacin ha engendrado mi desgracia; acaso no me ha privado de l? Cmo evitar lo que seproduce cuando nuestra voluntad no es su causa? Ninguna industria est en nuestras manos cuandoDios el Altsimo permite que algo suceda.

    Prosigui, arrastrando tras l a Aladino:Hijo mo, estoy privado de todo consuelo, salvo aquel que en adelante encontrar junto a ti. T

    ocupars el lugar de tu padre, puesto que has nacido de l, pues vive quien perdura en sus hijos.Al decirlo, meta la mano en el escote de su tnica y sacaba diez monedas de oro. Las tendi al

    muchacho y acompa su gesto con una pregunta:Hijo, en qu lugar vivs, t y tu madre, la mujer de mi hermano?El nio se embols primero las monedas, luego inform al hombre, dicindole dnde se hallaba

    la casa.Estas monedas son para tu madre, y si el Seor de misericordia lo quiere, maana pasar a

    veros; saludar as a tu madre, podr contemplar el lugar donde viva mi hermano y acudir al parajedonde ahora reposa.

    Aladino, por su parte, lleno de jbilo, corri hacia su madre: no era su hora habitual, pues solovolva a su casa para que lo alimentara. Pero se acerc a ella y, con el rostro radiante, le dijo estaspalabras:

    Madre ma, tengo una buena noticia. Mi to paterno ha regresado al pas y me ha encargadotransmitirte su saludo.

    Hijo mo replic ella de inmediato, creo que ests burlndote de m. Quin es esehombre que pretende ser tu to? No s que tu padre tuviera hermano alguno que siga siendo de estemundo.

  • Pero bueno, madre, cmo puedes decir eso cuando este hombre me ha estrechado en susbrazos, entre gemidos y lgrimas que regaban sus mejillas? Acaso no ha sido l quien, sin saberlo,me ha reconocido como su sobrino, hablndome de toda la familia? Y, para acabar de convencerte,bastar con que eches una ojeada ah, s, a esas diez monedas de oro que me ha entregado diciendo:Dselas a tu madre!. Y maana, si tiene tiempo, vendr a visitarte.

    Hijo mo reflexion la madre, es un hecho que tuviste un to paterno. Pero muri y nopuedo decir si tienes otro.

    El hombre del Poniente, cuando apunt el da, fue en busca del joven Aladino, cuya separacin lohaca languidecer, y dio con l recorriendo las calles en su busca: como de costumbre, jugaba fueracon los bribones de su especie. El hombre se acerc, tom de la mano al muchacho, lo estrech ensus brazos y le dio algunos besos. Tras ello, tom dos monedas de oro ms de su bolsa y se lasentreg con este mensaje para su madre:

    Hijo mo, dale esto a tu madre y advirtela con estas palabras: Mi to paterno desea hacer connosotros dos su comida vespertina; he aqu dos monedas que te servirn para cubrir lospreparativos. Pero, antes de separarte de m, repteme cmo se va a vuestra casa.

    Sin duda obedeci Aladino. Hazme el honor de seguirme.Lo gui, de modo que el otro estuvo por completo al corriente del camino; se separaron entonces,

    el adulto regres a sus asuntos mientras que el adolescente volva a su casa, junto a su madre. Le diolas dos monedas de oro y la enter del asunto:

    Mi to desea hacer hoy su comida vespertina en nuestra casa.La madre sali de inmediato a hacer las compras y regres con todas las provisiones necesarias

    para la comida, comenz luego a prepararla no sin haber pedido a sus vecinas que le prestaran losplatos y dems utensilios necesarios.

    Lleg pronto la hora de la cena y, entonces, dijo al muchacho:Hijo mo, todo est dispuesto. Es posible que a tu to le cueste encontrar el camino hasta

    nuestra casa; haras bien saliendo a su encuentro.Apenas haba asentido el muchacho cuando alguien golpeaba la puerta: era el mago del Poniente,

    acompaado por un criado que llevaba vino y fruta. Aladino lo hace entrar; el servidor se retira trashaber depositado su carga, mientras el visitante saluda a la madre de Aladino y le pregunta, conlgrimas en los ojos:

    Dnde sola colocarse mi hermano?En cuanto ella se lo dice, brinca l hacia aquel lugar y lo besa arrodillado, gritando:Ay! Qu contraria me es la fortuna! Por qu te he perdido, a ti que eras mi alegra y mi

    consuelo? Ah, hermano mo! Cuntas lgrimas haces acudir a mis ojos!En efecto, el llanto flua, abundante, mientras l se deshaca en elogios al difunto. Para la madre

    era cosa segura: trataba en efecto con el hermano de su marido. Cmo dudarlo, vindolo perder casila conciencia a fuerza de lamentarse? La compasin la condujo hacia el infeliz, a quien ayud alevantarse y dirigi estas palabras:

    Para qu afligirse de ese modo? Quieres perjudicar tu salud, poner en peligro tu vida?Luego, tras haber hecho que se sentara, comenz a consolarlo; l, aprovechando esos instantes en

    los que estaban frente a frente sin que la mesa que deba poner la requiriese an, le explic entonces:

  • Oh, esposa de mi hermano comenz, no debes preguntarme cmo es posible que durantetodos esos aos en los que viviste al lado de nuestro querido desaparecido no me hayas visto, nisiquiera el tiempo necesario para conocernos. Abandon este pas hace ahora cuarenta aos, cuarentaaos que me retuvieron lejos de mi patria. Recorr las regiones de la India, del Sind[3], estuve entodas partes donde viven los rabes. Me vieron en Egipto, donde viv por algn tiempo en la GranCiudad, esa maravilla del mundo[4]. Por fin, fui a los pases del Poniente y del frica interior, que mealbergaron durante catorce aos.

    All, cierto da en el que no tena nada que hacer salvo descansar tranquilamente, oh, cuadama!, comenc a pensar en mi hermano, en mi pas, en mi suelo natal. El deseo que naci entonces enm de ver de nuevo a ese hermano no hizo ms que crecer, hasta el punto que, entre llantos y sollozos,comenc a sentirme desolado ante el inmenso espacio que nos separaba y a maldecir ese alejamiento.Estaba decidido: tomara el camino de la patria, del pas que me haba visto nacer, vera a mihermano. Me entregu a estas amargas reflexiones: Eh! T que vives desde hace tan largos aos enel exilio, has pensado en tu hermano, en tu nico hermano? Vamos, en marcha, regresa a tu casa yendulza tus ltimos aos con la contemplacin de ese amado rostro. Si t, muchacho, recibiste deDios, gracias le sean dadas!, grandes riquezas, tal vez tengas un hermano que viva con apuros oincluso en la necesidad. Ve a verlo, aunque solo sea por si tienes que acudir en su ayuda.

    Lo haba pensado bien, solo me quedaba ya entregarme a los preparativos para el viaje, recitarel captulo preliminar del Corn y asistir a la solemne oracin del viernes. Lo hice y, tras ello, monten mi mula y emprend el camino. No mencionar las dificultades, los peligros, los malos tragos detoda suerte que tuve que afrontar, en resumen, llegu a esta ciudad con la proteccin del Seor,exaltado y glorificado sea!, e hice mi entrada en ella. Anteayer, durante uno de mis paseos, descubra tu hijo que jugaba en la calle con otros nios. Creme, oh mujer de mi hermano, te lo afirmo por elDios Grandsimo, apenas lo haba divisado cuando mi corazn se parti en dos. La sangre noreconoce sin conmoverse una sangre que le es idntica: esta emocin me hizo adivinar que estabaante el hijo de mi hermano. Olvidando todas mis fatigas y las penas que me haban abrumado, le vi yestuve a punto de volar de jbilo. Sin embargo, cuando me comunic que su padre haba muerto, lamelancola cay sobre m y fui presa de las lgrimas, como has debido de saber por su propia boca.Pero tengo ahora un motivo de consuelo, viendo que Aladino va a perpetuar el linaje familiar, puesno ha muerto por completo quien perdura en sus hijos.

    La madre se deshizo a su vez en lgrimas y, para intentar que la viuda olvidara el cruel recuerdoque ese discurso remova, el hombre se dirigi al hijo. Ella interpret el gesto como una mayorsimpata hacia ella pero, en realidad, aquel extranjero haba reanudado la conversacin solo paracompletar su astucia:

    Hijo mo le pregunt a Aladino, qu oficio has aprendido? Cmo te ganas la vida? Hasadquirido alguna habilidad que te permita cubrir tus necesidades y tambin las de tu madre?

    El joven se ruborizaba de confusin ante esas preguntas. Se limitaba a clavar, agachando lacabeza, sus ojos en el suelo. Pero fue la madre quien respondi.

    Cmo va a traer dinero aqu? Por Dios, no sabe hacer algo distinto a lo que has visto con tuspropios ojos! Correr todo el da por las calles con tunantes como l, ah! Eso s que sabe hacerlo!Su padre muri, qu tristeza cuando pienso en ello!, por ese mal crnico que se lo llev, la conducta

  • de su hijo. Y cul no ser, as, mi miseria! Hilo algodn, dejo en ello, da y noche, la salud, y todopor dos panes redondos, uno para l y otro para m. He aqu, oh, hermano mo, cmo es tu sobrino.Solo vuelve a casa para sentarse a la mesa. Por lo dems, en adelante, cerrar la puerta con llave,palabra, lo dejar fuera y se ver obligado a marcharse y buscar un trabajo que le permita comer. Soydemasiado vieja, no puedo afrontar una doble fatiga por una segunda boca que alimentar, por unhombre, Dios mo, no por un nio. No, no, las cosas no debieran ser as: que se gane su vida y la ma,pero yo trabajo por los dos!

    Al or estas palabras, el husped se volvi hacia Aladino:Por qu, oh, hijo de mi hermano lo reprendi, sigues entregndote a esos vagabundeos?

    Te deshonra, y no parece una conducta acorde con tus cualidades, pues no eres tonto, hijo mo, y lafamilia de la que procedes es conocida en el bien. Para ti es una vergenza dejar que te alimente tumadre, una mujer de edad, y viuda por aadidura. Ahora que eres ya mayor, debes asegurar tusubsistencia con total independencia. Abre los ojos al mundo, oh, hijo: gracias a Dios, esta ciudadabunda en maestros capaces de ensear variados oficios. Consulta tus inclinaciones y elige laactividad que te permita, cuando seas adulto, ganar t mismo, al menos, la hogaza de cada da. Esposible que no sientas aficin alguna por la profesin que ejerca tu padre; no importa, dime lo que tegustara y har todo lo que est en mi mano para ayudarte.

    El muchacho guardaba silencio: hubirase dicho que tena dificultades para pronunciar laspalabras, tan mudo permaneca. Por esa obstinada negacin a abrir la boca, el viajero comprendique Aladino no quera or hablar de oficio alguno y que lo nico que le interesaba era seguircorriendo por las calles.

    Oh, hijo de mi hermano prosigui, exprsate sin rodeos y sin turbacin. Si no quieresaprender ningn oficio, encontrar dinero para instalarte en una tienda, de la que sers el dueo ydonde solo tendrs que vender las ms valiosas telas.

    Esta proposicin agradaba ms a Aladino: que su to lo estableciera en ese gremio le convena,pues se vea ya con un vestido nuevo, segn la moda de los mercaderes elegantes. Sostuvo entoncesla mirada del hombre, sus rasgos se relajaron y el movimiento que acababa de hacer poda tomarsepor una seal de acuerdo.

    El mago comprendi entonces, por la mmica de Aladino, lo bien que pensaba el nio de laprofesin de mercader. Prosigui:

    Puesto que aceptas que te instale por tu cuenta en una tienda abierta a mi cargo, bastar con quete muestres un hombre, oh, sobrino mo. Maana, si Dios lo permite, te llevar conmigo al mercado yte comprar lo necesario para vestirte como es debido en tu nuevo estado. Tras ello, nos pondremosa buscar el local donde ejercers tu actividad. Cuenta conmigo y con mi firme apoyo en esteproyecto.

    Estas ltimas palabras terminaron definitivamente con las dudas de la madre, insegura an: perocmo no creer que fuera su cuado cuando se comprometa a ensear a su propio hijo la profesinde mercader, a proporcionarle el capital inicial, sin mencionar las pequeas ventajas que lefacilitaba por aadidura? No, no, decididamente un extrao no actuara as con Aladino. Solo lequedaba pues prodigar sus consejos al nio, convencerlo de que arrancara de su espritu lasinconsistentes quimeras que haba dejado que poblasen sus pensamientos y de que viviera por fin de

  • acuerdo con las reglas de su edad, obedeciendo en adelante a su to paterno, que remplazaba a supadre: haba que recuperar el tiempo perdido, esos das pasados en balde con sus bribonescongneres.

    Era el momento de sentarse a la mesa: la madre coloc los manjares que haba preparado para lacena y los tres comensales, acomodndose, comenzaron a hacerle los honores. La conversacin entreel adulto y el muchacho vers sobre todo lo que se refera al negocio, as como a las actividadesanexas que le estn vinculadas. Aladino senta una alegra que le daba alas. La noche estaba ya en sumitad; entonces, el extranjero se levant para despedirse, no sin haber prometido que regresara a lamaana siguiente para ver a sus anfitriones y que pasara a recoger a Aladino para ir a vestirlo deacuerdo con su nueva situacin. Dejo que se imagine la felicidad que arrobaba al nio y le impidipegar ojo en toda la noche.

    Por la maana, el hombre de los pases del Poniente fue a llamar a la puerta. Cuando la madre lehubo abierto, declin la invitacin a entrar, limitndose a pedir permiso para recoger al nio yllevarlo al mercado. ste se present de inmediato y salud a su to, que, tomndolo de la mano, lollev enseguida a casa de los mercaderes especializados: una tienda estaba especialmente, a su modode ver, del todo aprovisionada de ropajes de toda suerte y el hombre solicit all, para su sobrino,ver un atavo de mercader, pero cortado en los ms valiosos paos. Le ensearon varios, que no soloestaban completos sino que, adems, se enriquecan con todos los accesorios cmodos.

    Elige, hijo mo dijo a Aladino, el que de aqu quieras.El sobrino apreci mucho la libertad que su to le daba. Tom pues, de lo que se extenda ante l,

    aquello hacia lo que su gusto lo conduca y que el otro pag a tocateja, antes de llevar a Aladino alos baos pblicos. Ambos se lavaron all y, luego, al salir del establecimiento, se sentaron pararelajarse y tomar una bebida refrescante. Entonces el nio se acerc a su to, le dio las gracias y lebes la mano. Llevando los vestidos nuevos que se haba puesto para la circunstancia, aquel atavode mercader por lo tanto, acompa a su to al mercado y se hizo explicar por su propia boca elmodo como se hacan las operaciones de compra y de venta.

    Hijo mo dijo el to, debes tratar con esa clase de gente que aqu ves, y en especial conlos mercaderes al por mayor, para aprender de ellos cmo llevar tus asuntos, pues hete aqu miembrode esta profesin.

    Ambos continuaron su paseo con la visita a varios barrios de la ciudad, con tantas mezquitascomo lugares de ocio, de modo que al final de su recorrido entraron en un restaurante, donde sehicieron servir un almuerzo en platos de plata. Tras haber comido y bebido segn sus necesidades,salieron saciados y el adulto inici la visita a las curiosidades de la ciudad, monumentos grandiososo simples lugares agradables a la vista: as entraron en el palacio del sultn, donde Aladino,conducido por su gua, admir todo lo que tena cierto inters. Luego, fue introducido en elcaravanserrallo de los mercaderes extranjeros, pues all se haba alojado el to: cenaron con algunosde ellos, precisamente con sus vecinos de yacija, a quienes Aladino fue presentado como su sobrino.Tras la comida, tras el descanso que le sigui y, puesto que era ya de noche, el hombre del Ponienteacompa a su sobrino hasta su casa, y con sus propias manos lo entreg a su madre.

    Apenas vio sta a su hijo ataviado de mercader cuando crey perder el sentido de alegra.Dirigi a su cuado los ms clidos agradecimientos por los beneficios con los que haba colmado al

  • nio.Existen, oh, cuado mo exclam, palabras lo bastante elocuentes como para expresarte

    un agradecimiento que durar mientras dure mi vida? Sabr alabar bastante la gracia que concedes ami hijo? Y pensar que no merece en absoluto todas las atenciones que le prodigas!

    Oh, mujer de mi hermano respondi el viajero, nada he hecho de extraordinario: acasoese nio no es mi hijo, y no es mi deber ocupar junto a l el lugar de mi hermano difunto? Vamos, note preocupes en absoluto.

    Pido a Dios, en nombre de la gloria adquirida por los ms ancianos y los ms recientes de Susservidores exclam la mujer que te tome bajo Su custodia, oh, cuado mo, que te mantenga enbuena salud y aumente el nmero de tus aos, para que seas siempre como dos alas que ayuden avolar a este infeliz huerfanito. Que permanezca siempre bajo tu autoridad, que solo ante ti responda yque solo acte de acuerdo con tus rdenes.

    No tienes que preocuparte por eso repuso el hombre. Aladino es un nio que no carece deinteligencia y, adems, la naturaleza lo ha puesto en el grupo de quienes tienen buen fondo. Esperoque sea para ti una inagotable fuente de alegra, que asuma dignamente la sucesin de su padre y quetus ojos, solo con verle, se vuelvan ms claros. Pero me parece difcil abrirle una tienda maana, unviernes, da en el que todos los que estn en el comercio aguardan que termine la oracin solemne demedioda para ir a los parques y a los lugares de ocio. Pero con el permiso del Altsimo, cerraremosel negocio el sbado, un da despus. Entretanto, pasar maana por aqu a buscar a Aladino, e ir aensearle las delicias de los parques y los lugares de ocio, de los barrios esta vez. Quiz sea para lun paseo nuevo. En todo caso, podr ver all a los mercaderes y personajes importantes que suelenacudir y nada le impedir conocer a unos y otros presentndose a cada cual.

    Tras haber hablado as, el hombre de los pases del Poniente volvi a pasar la noche en suhospedera y, a la maana siguiente, volvi a llamar a la puerta del sastre. Aladino, embargado anpor la alegre excitacin en que lo haba puesto la jornada de la vspera, no haba podido dormir entoda la noche. Imaginadlo: vestidos nuevos y coquetos, los beneficios del bao, de la comida, de labebida, gente de toda suerte conocida, la promesa de que su to pasara de nuevo a recogerlo, al dasiguiente, para llevarlo de paseo por los parques de los arrabales, todo aquello llevaba al colmo sufelicidad, y apenas poda creer que pronto se levantara el da. As pues, en cuanto oy quegolpeaban la puerta, corri para abrirla, rpido como una llama que brota. Era su to, que lo tom ensus brazos y le solt sus besos, antes de llevarlo lejos de la casa.

    Mientras andaban uno al lado del otro, el hombre dijo al sobrino:Oh, hijo de mi hermano, hoy vas a deleitar tus ojos con un espectculo que en toda tu vida no

    has tenido ocasin de ver.Tras ese prembulo, la conversacin se entabl amablemente entre ambos sobre los ms diversos

    temas, hecha de palabras suaves y muestras de amistad, entrecortadas por francas carcajadas.Abandonaron la ciudad por la puerta mayor y deambularon por los jardines de los alrededores,

    magnficos lugares de ocio, realzados por pabellones de refinada arquitectura: el hombre locomentaba todo, abundantemente, para su joven compaero. A cada macizo, a cada pabelln, a cadapalacio que atraa sus pasos y sus miradas, el to preguntaba al sobrino:

    Oh, Aladino, hijo mo, te gusta eso?

  • Pero ste brincaba de jbilo, tan nuevo para l era lo que vea. Tanto y tan bien dur el paseoque, al final, ambos compaeros estaban fatigados. Se hallaban entonces en un inmenso jardn cuyacontemplacin reposaba el alma y haca que todas las cosas fueran ms claras de ver. Todo eransurtidores de agua que brotaban entre flores, haces lquidos saliendo de las fauces de leones de unamarillento cobre, estatuas brillantes como el oro. Entonces, ambos paseantes se sentaron al borde deun estanque para tomar cierto reposo. Aladino, lleno de alegres sensaciones, saboreaba una granfelicidad y comenz a hablar al viajero con toda familiaridad, confiado como si se dirigiera a suverdadero to. ste, por su lado, sacaba ya del chal enrollado que le serva de cinturn un paqueteque contena comida, como fruta y otras provisiones semejantes.

    Debes de estar hambriento, oh, hijo de mi hermano dijo a Aladino. Acrcate y toma lo quedesees.

    El nio lo hizo y ambos comenzaron a comer. Se alegraban de alimentarse y recuperaron as susfuerzas.

    Oh, hijo de mi hermano prosigui el hombre, ahora que has descansado bien, podemosproseguir nuestro camino.

    El nio se levant y, juntos, pasaron de un jardn a otro. No dejaron de andar de ese modo ypronto llegaron al pie de una alta montaa.

  • Captulo IIUn tesoro en un escondrijo

    Aladino nunca haba abandonado la ciudad donde viva y, con ms razn an, nunca se haba alejadotanto. Aquella jornada de marcha era la primera en la que recorra tan largo camino.

    To pregunt, adnde nos llevan nuestros pasos? Hace mucho tiempo ya que hemosdejado atrs los jardines de los arrabales y ahora estamos al pie de una alta montaa. Si quedatodava mucho que recorrer para llegar al objetivo, te aseguro que no tendr las fuerzas necesarias,pues me siento muy fatigado. No veo, por muy lejos que alcance mi mirada, ni el menor jardn dondedescansar. Desandemos lo andado, si te parece.

    No, oh, hijo de mi hermano respondi el otro. Estamos en el buen camino y quedan anjardines por ver. Uno de ellos, que no tiene igual entre los reyes, podrs admirarlo y te dars cuentade que hasta ahora nada has visto. Rene tus fuerzas y no tengas pusilnime el corazn, pues eres,gracias sean dadas a Dios, un hombre en pleno sentido del trmino.

    Prosigui as distrayendo al nio con buenas palabras, que entremezclaba con extraas historiasdel pasado, legendarias o autnticas, lo que los llev hasta el verdadero objetivo que el mago delPoniente se haba fijado, aquel lugar que se propona alcanzar desde que sali de frica hasta quelleg a China.

    En un momento dado, dijo al muchacho:Oh, hijo de mi hermano, sintate ahora y recupera tus fuerzas. Estamos en el lugar preciso al

    que nos dirigamos. Ahora, si Dios lo permite, tendrs ocasin de contemplar algo extraordinario, ynadie, no, nadie en el mundo ha tenido ocasin de alegrar su vista con el espectculo que te hechizarel alma. Descansa primero y, luego, irs a buscar algunos trozos de lea seca y algunas ramitas, conlo que encenderemos fuego. Entonces, y sin que te cueste nada, asistirs a un espectculomaravilloso.

    Aquel discurso azuz de inmediato la curiosidad de Aladino, que, muy interesado por lo que suto le haba prometido, olvid su fatiga y brinc en busca de lea y pequeas ramitas. Recogimuchas y muchas, de modo que su to no pudo evitar detenerlo con un:

    Ya basta, oh, hijo de mi hermano.El mago, sin ms espera, sac de su tnica una caja, la abri y extrajo de ella un encendedor. Lo

    golpe y, con su chispa, encendi una vela, luego aguard a que el muchacho hubiese colocado elmontn de lea sobre las ramitas para prenderles fuego. Muy pronto las llamas dejaron de elevarse yse convirtieron en brasas; fue entonces cuando el hombre tom de otra caja la cantidad de inciensoque consider necesaria y, cuando el humo de ese incienso se elev, pronunci unas frmulasmgicas, conminando, en un incomprensible abracadabra, a los poderes misteriosos a queintervinieran.

    Las tinieblas invadieron de inmediato el lugar. Los relmpagos perforaban la oscuridad mientrasruga el trueno. Tembl el suelo, luego la tierra se abri ante ambos viajeros: el ms joven, presa de

  • pnico, vio cmo sus miembros se agitaban convulsivamente e intent tomar impulso para huir, peroel de ms edad lo retuvo, como posedo por una violenta clera. En efecto, sin Aladino, el proyectoque alimentaba abortara y ni siquiera sus procedimientos mgicos le serviran de nada: en aquelasunto, el muchacho era la abeja obrera, y el tesoro que era preciso descubrir no se revelara si ldesfalleca. De modo que el adulto levant la mano y propin al nio un bofetn tan fuerte que estuvoa punto de arrancar de raz las muelas de la infeliz vctima: Aladino cay desvanecido y permaneciunos instantes en el suelo, sin conocimiento, tiempo bastante para que el mago movilizase su arte, quele puso de nuevo en pie, aunque llorando.

    To pregunt, qu he hecho pues para merecer de ti esa sevicia?Como respuesta, el mago procur calmarlo con palabras benevolentes, y le dio esta leccin:Hijo mo, no tengo para m otro objetivo que convertirte en un hombre digno de admiracin.

    No me desobedezcas, pues soy tu to, el que sustituye a tu padre. Escucha todas mis rdenes y notendrs que lamentarlo, pues no tardars en olvidar tu dolor y el llanto que has derramado: te bastarcon ver las maravillas que te prometo.

    La tierra que se haba abierto ante el mago dejaba ver una losa de mrmol provista de una anillade cobre que se hunda por completo en la arena. El hombre de los pases del Poniente se volvientonces hacia el muchacho:

    Oh, Aladino le dijo, si actas puntualmente como voy a pedirte, sers ms rico que todoslos reyes de la tierra reunidos. Sabes ahora por qu te he golpeado, oh, hijo mo, y he impedido quehuyeras. Aqu hay un tesoro marcado con tu nombre. Y t queras apartarte de l, a toda la velocidadde tus piernas! Pero ahora presta mucha atencin: recuerda cmo he abierto el suelo con la ayuda demis hechizos y mis conminaciones, y sabe que esta losa que estamos viendo indica dnde seencuentra el tesoro del que te he hablado. Debes agarrar la anilla y levantar la losa, pues nadie entrelos humanos puede hacerlo salvo t. Asimismo, eres el nico que puede hollar la va subterrnea quelleva a ese tesoro secreto, pues est custodiado bajo el signo de tu nombre. Escucha pues con lamayor atencin las palabras que voy a pronunciar, no dejes escapar ni una sola, solo podrsfelicitarte por ello, oh, hijo mo. No tienes ni idea de la importancia de este tesoro; suma todo lo queposeen los reyes de la tierra y estars lejos an de la cuenta; pues bien, sabe que todo eso es para tiy para m!

    Esas palabras hicieron desaparecer de inmediato la fatiga de Aladino, el recuerdo del bofetnrecibido, el dolor infligido y las lgrimas derramadas. Aunque algo perplejo ante las palabras queacababa de or en boca del hombre del Poniente, se alegr al saber que todo aquel montn deriquezas iba a caer en sus manos y que as superara en fortuna a los reyes de la tierra.

    Oh, to mo exclam, ordena y te obedecer al punto. Basta con que hables y lo har.Ah, hijo mo! le dijo a su vez el extranjero, siento por ti el mismo afecto que si yo mismo

    fuese tu padre. Qu digo? Mis sentimientos son ms profundos an. Ya no tengo a nadie salvo a ti. Yt eres mi heredero, t me suceders en la tierra.

    Se interrumpi con un clido abrazo y prosigui:Todas estas fatigas las he padecido por ti. He soportado durante tanto tiempo la miseria para

    convertirte en un hombre rico. As pues, no te negars a actuar de acuerdo con lo que te dicte: agarraentonces esta anilla y tira hacia ti, como te he dicho que hicieras.

  • To replic el nio, piensa en el peso de esta losa y contempla mi edad. Nunca loconseguir solo, tienes que ayudarme.

    Hijo mo afirm el otro, en este caso preciso de nada sirve unirse y la idea de asociarnuestras fuerzas para obtener un mejor resultado no es de recibo. T debes agarrar la anilla con tuspropios dedos, t debes levantar la losa. Recurdalo: nadie salvo t puede tocarla. Por el contrario,apenas hayas hecho presa en ella, por muy leve que sea, te bastar con pronunciar el nombre de tupadre, el de tu madre, los de tu abuelo y el ancestro epnimo de tu tribu, para ver como la piedra selevanta, sin que sientas en absoluto su peso o su resistencia.

    Aladino fortaleci pues su valor y, reuniendo sus fuerzas, se entreg valientemente a la sucesinde gestos que el hombre le haba indicado, mientras pronunciaba los nombres que deba. La losacedi por s misma, como si no pesara nada, y le bast arrojarla a un lado para divisar la entrada deun subterrneo. Se acceda a l por una abertura cimbrada que daba a una escalera que deba detener, como mximo, una docena de peldaos.

    Oh, Aladino le recomend entonces el gua, a partir de ah, aguza tu atencin y no dejesde actuar escrupulosamente segn mis directrices. Todo tiene su importancia.

    En primer lugar, se trata de movilizar toda tu prudencia al bajar por los peldaos que llevan alsubterrneo. Al final de la escalera, podrs divisar una sala dividida en cuatro. En las tres primeraspartes, podrs ver jarras, en nmero de cuatro, tambin, por almacn. Esas jarras contienen oro yplata en distintas formas, como monedas o lingotes. Gurdate mucho de tocarlas y, con ms raznan, de tomar para ti el menor pice. Cuando digo tocar, quiero decir que no debes meter ah lasmanos, claro est, pero cuando las flanquees para dejarlas atrs, cuida bien, asimismo, de que tusvestiduras o el vuelo de tu tnica no las roce. La misma precaucin vale tambin para los muros, almenos hasta que hayas llegado a la cuarta estancia.

    Es tambin conveniente que vayas directamente y sin detenerte ni un solo segundo, sin lo queseras convertido de inmediato en un bloque de piedra negra. Una vez en el cuarto almacn,encontrars una puerta. Tendrs que abrirla pronunciando los nombres que te he dicho hace un rato,los mismos que te han servido para levantar la losa. Estars entonces en un jardn, un vergel porcompleto plantado de rboles cargados de frutas, lo recorre una avenida por la que debers seguirdurante unos cincuenta codos. All, un arco por encima del suelo forma una abertura que da a unaescalera de treinta peldaos. Al final de esta nueva escalera est suspendida una lmpara.

    Tendrs que tomar esa lmpara, apagarla y, luego, arrojar el aceite que alimentaba la mecha.Envolvers entonces el objeto en tu tnica y nada temas por tus ropas, no sufrirn dao alguno, puesno se trata de verdadero aceite. Ya solo tendrs que volver sobre tus pasos para regresar a la entradadel subterrneo, y si te tienta la fruta que crece en el jardn que has atravesado a la ida, puedes tomarla que quieras, pues todo ello es de tu propiedad mientras conserves contigo la lmpara.

    El hombre haba terminado con sus recomendaciones sobre el itinerario. Entonces se quit deldedo un anillo y lo entreg a Aladino con las siguientes palabras:

    Toma, hijo mo, este talismn que va a salvaguardarte si algo enojoso te sucede, pero que solocumplir su papel si sigues escrupulosamente mis directrices. Ahora, ve, rene tu coraje, s valientey baja: nada tienes que temer y, adems, eres un hombre o un nio? No deber pasar mucho tiempotras este inicio para que te encuentres poseedor de grandes riquezas y superes, y yo contigo, a los

  • ms acaudalados de los mortales.Aladino baj. Dio con la sala compartimentada, con sus jarras llenas de oro, y atraves aquel

    espacio muy cautamente, multiplicando sus esfuerzos para no cometer tonteras, como le habandicho. Una vez en el jardn, lleg al otro extremo y se dirigi a la bveda por debajo de la que seascenda por una escalera hasta la galera. Subi los peldaos: all estaba, en efecto, la lmpara; laapag, la libr de su aceite y la meti bajo su tnica. Solo en aquel momento, al pasar de nuevo porel jardn, se regal la mirada con el espectculo de los magnficos rboles que all crecan y dondetrinaban miles de pjaros, cantando al nico Omnipotente, al Creador glorioso. No haba miradonada de todo aquello al pasar por primera vez. Poda ahora admirar los frutos, que en realidad eranpiedras, aunque piedras preciosas de gran valor. Lo que distingua a los rboles era el color de lasfrutas en cuestin: unas eran verdes, otras amarillas o rojas, otras ms de distintos colores.Translcidas, eran como el cristal y, por su brillo, el sol alto ya en el horizonte hubiera podidoenvidiarlas. Por lo que a su tamao se refiere, no tena equivalente alguno con nada que puedacontarse: y es decir poco porque el mayor de los reyes del mundo jams haba tenido en su tesoro unapiedra de semejante tamao, y la ms importante que hubiese posedo era muy inferior, an, a lamenor de aquellas que Aladino estaba viendo. As pues, ste se detena ante cada rbol, con los ojosdesorbitados, admirado, con la mirada fija y el espritu como entumecido: qu espectculo!Imaginad frutas hechas de diamantes, perlas o piedras tan preciosas como la esmeralda, el jacinto yotras muchas.

    Nuestro hroe, que nunca haba tenido la ocasin de contemplar semejantes materias, sin contarcon que, a su edad, no se conoce su precio ni la sed que de ellas tiene la gente, pens que estaba anteunos abalorios de vidrio y comenz a buscar una higuera o una cepa de via que le ofrecieseverdaderos higos o uva. Al no encontrarlos, se limit a recoger un poco de lo que pudo agarrar,cuidando de tomar una muestra de las distintas especies: al menos aquello hara muy buen efecto encasa, y su madre podra adornar con ello el interior

    Su preciosa cosecha hinchaba ya su tnica, que haba llenado por todas sus rendijas; entonces,desprendi una franja de su vestido para convertirla en una especie de paoln, donde amonton losdems especmenes, y que enroll alrededor de sus riones, como si fuera un cinturn. Iba muycargado, pero aquello no le impidi correr hacia el paso que le haba llevado al subterrneo: estabaimpaciente por salir antes de que su to, el extranjero, inquieto por su tardanza, se encolerizara contral. Volvi a atravesar pues los cuatro almacenes de jarras, sin ni siquiera lanzar una mirada al oroque desbordaba de los recipientes, aunque pudiese tomar de ellos a su antojo.

    Una vez llegado al pie de los peldaos de la entrada, se apresur a subirlos, hasta el penltimo almenos, pues el ltimo peldao era ms alto que los dems y, cargado como iba, Aladino se sentaincapaz de subirlo sin ayuda. Pidi al hombre que haba permanecido fuera:

    To, te lo ruego, dame la mano y tira de m, sin ello no podr subir solo este peldao.Querido hijo respondi el otro, bastar con que me entregues la lmpara que llevas y que

    te hace considerablemente pesado. Creo que es el peso de esta lmpara lo que te molesta.En absoluto repuso el muchacho, esa lmpara no me causa molestia alguna. Tindeme la

    mano y, cuando haya salido, te dar la lmpara.El otro insista: se habr comprendido ya que no tena ms objetivo que apoderarse de la

  • lmpara, y quera ante todo que el muchacho se la entregara. Ahora bien, ste, como recordaremos,haba metido primero la lmpara por el escote de su tnica y, encima, los valiosos minerales quehaba recogido, de los cuales, los ms recientemente obtenidos estaban envueltos con esmeroalrededor de su cuerpo. Le habra sido necesario desempaquetar todo el cargamento antes de poderechar mano a la lmpara, y por mucho que el hombre, fuera, ahuecara la voz y echara sapos yculebras, el adolescente no estaba dispuesto a satisfacer su deseo. Decididamente, era demasiadodifcil sacar la lmpara.

    Entonces mont el hombre en violenta clera: tomaba conciencia, pura y simplemente, de suincapacidad para convencer al chiquillo y echar mano al objeto de su codicia. Sin embargo, lehubiera bastado con aguardar: Aladino le prometa esa lmpara pero, con toda buena fe, sin darpruebas de astucia ni de maldad, quera primero salir del subterrneo.

    Hinchado por la clera en la que le arrojaba su fracaso, el mago perdi la paciencia y, en surabia, pronunci sus hechizos y sortilegios: cuando hubo derramado incienso en las brasas, la losa,obedeciendo los procedimientos y el arte del maligno brujo, se movi por s sola y acab cerrando elpaso hacia el aire libre.

    He aqu a nuestro Aladino prisionero en las entraas de la tierra: no poda salir de un lugar tanbien cerrado como lo estaba cuando ambos llegaron. Por lo que al hombre se refiere, escomprensible que actuara as: qu le importaba a l esa familia, ante la que se haba presentadousurpando un ttulo de to paterno, l, que nicamente deseaba una cosa, aduearse de una lmparahasta la que solo Aladino poda llevarle? Recordaremos, en efecto, que nadie poda actuar en vez delnio si se deseaba ver abierto el escondrijo del tesoro. As pues, el hombre de los pases delPoniente, habiendo llevado a cabo lo que haba llevado a cabo, dej all al muchacho, que notardara en morir de hambre en su prisin, y se march para atender otros asuntos que lo aguardaban.

    * * *

    Era un hombre natural de frica y, ms concretamente, del Magreb interior, donde haban vivido suspadres. Desde su ms tierna infancia, se haba hecho iniciar en la tcnica de la magia, ciencia en laque frica es excelente. Muy pronto domin sus elementos, a fuerza de estudios y prctica, y eraincluso de gran competencia, pues haba explorado y perfeccionado todos los procedimientos. Trascuarenta aos de trabajo, su arte era tan grande, tanto en materia de encantamientos o hechizos comoen el del conocimiento de los grimorios, que acab descubriendo un secreto: en una de las ciudadesde lo ms profundo de China, una ciudad llamada Qalgas[5], exista un gran tesoro, tan grande queninguno de los reyes del mundo haba posedo otro semejante. Lo ms extrao era que en aquel tesorohaba tambin una lmpara maravillosa que daba a quien la poseyera el poder de convertirse en tanrico y poderoso que superara a cualquier mortal que viviera en la superficie de la tierra. Ningn rey,ningn emperador podra igualarlo.

    Pero el mago supo al mismo tiempo que l no poda acceder a ese tesoro. Se entreg entonces auna operacin de geomancia: extendiendo arena en el suelo, tom la caja que serva para los

  • conjuros, arroj incienso al fuego, pronunci las frmulas sacramentales y descubri que aquellalmpara y aquel tesoro se revelaran en presencia de un nio, de un tal Aladino, el vstago de unafamilia pobre que viva en la misma ciudad donde se encontraba el escondrijo. Supo al mismotiempo que no debera afrontar ningn obstculo insuperable, ni siquiera dificultad alguna, lo que ledecidi a preparar la partida hacia China sin tardanza, como ya sabemos, y, como sabemos tambin,lo condujo a entablar aquella relacin con Aladino.

    ste, en su nimo, deba ser la simple pasarela que lo condujera a la posesin del tesoro. Seimaginar la decepcin del mago cuando advirti que sus esfuerzos haban sido vanos e intilestodas las penalidades que haba soportado. No tena pues ms deseo que matar a Aladino, que lohaba decepcionado en su proyecto, y he aqu por qu lo haba encerrado en el subterrneo, dondepensaba que iban a acabar sus das. Por lo dems, no existe vida alguna que, en su recorrido, noafronte una u otra causa de muerte. La lmpara, es cierto, no aparecera en la superficie de la tierra,pero tampoco Aladino a fin de cuentas. En ese estado de nimo, a la vez llevando el luto de susilusiones y corrodo por la melancola, el mago, pensativo, se puso en camino hacia frica, de la quenunca hubiera debido salir.

    Eso por lo que se refiere al mago.

    * * *

    Del lado de Aladino, encerrado bajo su techo de tierra y de piedra, qu ocurra ahora? Lanzabagritos pidiendo ayuda a aquel a quien crea su to, pidindole que le diera la mano para salir de all.Pero, por mucho que gritara, nadie le responda. En aquel momento se hizo la luz en su espritu: habasido engaado y por lo tanto aquel extranjero, que finga ser su to paterno, sencillamente le habamentido. Perdi la esperanza de salir vivo de aquella empresa; jams vera de nuevo la superficie dela tierra Esos tristes pensamientos lo sumieron primero en lgrimas y gemidos. Luego, tras unosinstantes de abatimiento, se le ocurri la idea de bajar otra vez la escalera a la que estabaencaramado an, para ver si Dios, con alguna intervencin providencial, le facilitaba la liberacin.Todo estaba oscuro; las cuatro paredes que lo rodeaban se haban cerrado sobre l. Era otra astuciadel mago, que haba pronunciado los hechizos necesarios para cerrar todas las puertas, incluso la deljardn que el joven haba recorrido poco tiempo antes. Puesto que no se le ofreca salida alguna, sumuerte iba a ser ms rpida. El llanto de Aladino se multiplic y su mortal angustia aument ante latotal oscuridad que reinaba en aquel lugar cerrado, donde se le negaba la nica salida hacia la luz, ladel acogedor jardn, aquel parque que hubiera podido cambiarle las ideas. Sus lgubres sensacionesse transformaron entonces en un terrible grito, el que brota del hombre que ha perdido toda esperanzade conservar la vida; el prisionero regres hacia la escalera de entrada y, sentado en sus peldaos,empez a lamentarse por su desgracia

    Pero el Creador de todas las cosas glorificado sea!, Aquel que conoce los desrdenes quesuceden en todo tiempo, tanto en el presente como en el pasado y el porvenir, no haba dejado deprever las condiciones que facilitaran la liberacin del cautivo. Haba preparado una va que le

  • permitiera escapar de la angustia y los golpes de la suerte que caeran sobre l.Recordaremos que el mago, cuando haba insistido en que Aladino bajara hasta el subterrneo, se

    haba quitado del dedo un anillo que haba puesto en el del adolescente, dicindole: Este talismn tesalvaguardar de todo lo enojoso que te suceda, alejar de ti los accidentes y te ser un escudo, estsdonde ests. Ahora bien, mientras Aladino, sentado en los peldaos, lloraba y gema, seguro de quela muerte iba a llevrselo, un miedo enloquecido se apoder de l; en la intensidad de su angustia,comenz a frotarse las manos, una contra otra, como alguien presa de una violenta pesadumbre.Adems, acompaaba ese gesto con una splica, uniendo esta vez las manos, levantndolas al cielo yrecitando la frmula:

    No hay ms Dios que el Dios nico, el Muy Grande, el Omnipotente, que tiene poder sobretodas las cosas, que suscita las necesidades y las satisface, deshace las intrigas, resuelve lasdificultades y concede la liberacin.

    As imploraba a Dios, sin dejar de frotarse, una contra otra, las manos, en un gesto al que loobligaba la gran pesadumbre que abata su alma. De pronto, aquellos movimientos hicieron que dieravuelta al anillo que llevaba al dedo.

    Y he aqu que un esclavo, del todo parecido a los que estaban al servicio de nuestro seorSalomn, se irgui ante l y le hizo esta declaracin:

    Heme aqu! Ante ti est tu servidor! Manda lo que quieras, pues estoy al servicio de quienlleve el anillo y quien lleva el anillo es mi dueo.

    Aladino lanz una mirada al personaje: vio a un individuo de faz rebelde, alguien que no hubieradesentonado entre los djinns que antao mandaba nuestro seor Salomn. El repelente personajeestaba all, muy cerca: Aladino solo haba visto, primero, su fisonoma de hombre irascible, y habasentido miedo. Sin embargo, apenas oy brotar de su boca aquel discurso amistoso, del que sededuca que estaba tratando con un servidor, con un servidor que solo esperaba obedecer sus rdenesporque el anillo de Salomn estaba en su dedo, recuper entonces el valor. Record: probablementeeso era el anillo que el mago le haba dado explicndole sus virtudes! Sinti una inmensa alegra, seenardeci y pidi:

    Oh, esclavo del dueo de este anillo, quisiera de ti, siempre que te sea posible, que me hagassalir de aqu y respirar de nuevo el aire de fuera.

    No haba ter minado Aladino de expresar su deseo cuando la tierra se entreabri y se encontr deinmediato al aire libre, ante la puerta del escondrijo del tesoro, precisamente aquella que el magohaba hecho abrir desde el exterior. Estaba libre, pero deslumbrado: despus de tres jornadas en lastinieblas de aquel subterrneo, no poda soportar la luz del da, los rayos del sol lo obligaban acerrar los ojos, no poda ver nada de los objetos que lo rodeaban. Intentndolo, sin embargo, advirtique el tiempo durante el que poda entreabrir los prpados iba aumentando un poco cada vez, de talmodo que se acostumbr al cambio y la luz se le hizo soportable; entonces las cosas recuperaron susformas ante sus ojos y las tinieblas se disiparon.

    Le maravill descubrir primero que se encontraba justo sobre la puerta del escondrijo del tesoro,como si hubiera regresado al antiguo momento en que el mago no lo haba abierto an, puesto que allestaba, ante l, cerrado y sin presentar ya rastro alguno de la abertura. Todo careca tanto deverosimilitud que por unos instantes supuso que se trataba de otro lugar, que sencillamente haba sido

  • transportado a otra parte. Pero no! Estaban an all los restos del fuego encendido con las ramitas yla lea que l mismo haba recogido. Haba que rendirse a la evidencia: realmente era all donde elmago haba quemado el incienso y pronunciado las frmulas del hechizo.

    Aladino mir a su alrededor, se orient a lo lejos gracias a los jardines que haba atravesado alvenir, acompaado por aquel hombre, y se fij el itinerario de regreso. Antes de ponerse en camino,se cuid de dar las gracias al Creador glorificado sea! que lo haba hecho volver al aire libre ylo haba salvado de la muerte, en la ms que crtica situacin en que se encontraba. Se dirigi pueshacia la ciudad y no tom descanso alguno antes de haber llegado a ella. Fue directamente a casa.Pero al divisar a su madre, la intensa alegra que senta por saberse definitivamente salvado,aadindose al hambre que lo debilitaba, lo hizo caer al suelo sin conocimiento.

    Por su parte, la madre, desde el viernes en que su hijo la haba abandonado, se encontraba en lams profunda afliccin y desolada por haber perdido a su hijo. Tras una vana espera, se habaentregado a las lgrimas y a los gemidos. Pero cuando vio a Aladino regresando a casa, cul no fuesu felicidad! Sin embargo, esa alegra se tea de angustiada inquietud al ver al muchacho tan dbilque se haba desvanecido. As pues, sin perder un solo instante, se apresur a rociarle el rostro conagua y corri a procurarse, en casa de los vecinos, aromas y potentes especias que le hizo respirar.

  • Captulo IIIHace su aparicin la lmpara maravillosa

    En cuanto hubo vuelto un poco en s, Aladino murmur:Madre, te lo ruego, dame algo que comer pues hace tres das que no he tomado alimento

    alguno.La madre corri a tomar una bandeja en la que dispuso lo que tena a mano y la present a su

    hijo, recomendndole:Acrcate, hijo mo, y come, pero hazlo sin excesiva precipitacin, para evitar mal alguno.

    Luego, cuando hayas descansado un rato, me contars lo que ha ocurrido y qu desgracias te hanalcanzado. Esperar, para saberlo, a que ests menos fatigado.

    Aladino comenz a comer, aunque sin precipitacin, como le haba aconsejado su madre. Trasello, descans un poco, eso lo fortaleci, y comenz para ella:

    Ay, madre ma! Qu dao me hiciste al dejar que siguiera a aquel hombre maldito que solobuscaba mi perdicin y solo quera mi muerte. Sabe que el fatal desenlace era seguro y que no tenaposibilidad alguna de sobrevivir en manos de aquel individuo, al que creste mi to paterno. Por lodems, comet tantos errores como t: me enga, pero cmo resistir sus promesas de ayuda, susmanifestaciones de amistad para conmigo? Entrate ahora: era un mago, un mentiroso, un vilsobornador, un impostor, un hipcrita. No creo que los satanes que viven bajo tierra puedan llegarleal tobillo en maldad. Que Dios lo maldiga en todo Libro revelado, como maldijo a Asmodeo y supandilla!

    Escucha, madre, de qu modo actu conmigo. Todo lo que voy a decirte es un relato fiel de laverdad y procede de un nimo sincero. Me prometi hacerme todo el bien deseable, pero esasmentirosas frases solo enmascaraban su verdadero objetivo, que era matarme.

    Aladino cont toda la historia de aquellos das, empezando por el momento en que la habaabandonado, para acabar con su regreso a casa: su recorrido por la montaa conducido por elextranjero, que lo llevaba al tesoro, las frmulas del mago, su incienso

    Imagina mi miedo cuando vi que la montaa se entreabra y la tierra se agrietaba. Mi pnicoaument con el trueno que comenz a rugir, seguido por aquella invasin del mundo por las tinieblas.Solo tena un deseo: huir! Pero l me insult y me lo impidi con violencia, hasta el punto de queperd el conocimiento bajo sus golpes. La magia le haba hecho saber que el famoso tesoro solo iba arevelarse en mi presencia y que el contenido del escondrijo me perteneca.

    Cuando el subterrneo se abri, l saba que no le era posible acceder a l personalmente.Necesitaba un intermediario y ese intermediario era yo, yo, a quien estaba destinado aquel montn deriquezas. As, tras haberme golpeado, no tena ms remedio que reconciliarse conmigo, sin lo que yono hubiera descendido al fabuloso subterrneo cuyo paso estaba ahora abierto, y l se vera obligadoa llevar luto por esas riquezas.

    Cuando puse all los pies, me dio un anillo y me lo puso en el dedo. Una vez abajo, encontr una

  • gran sala distribuida en cuatro ms pequeas, atestadas de oro y de plata. Pero todo aquello no eranada y el maldito me haba recomendado que no lo tocara. De all pas a un gran jardn plantado conrboles, cuyos frutos llenaban el nimo de estupefaccin, por su materia, cristal, y sus colores, todosdistintos. Llegado al lugar donde se encontraba la lmpara de la que me haba hablado, la tom y lalibr de su aceite.

    En aquel momento de su relato, Aladino fue a buscar en su tnica la lmpara y la mostr a sumadre. Lo aprovech tambin para hacerle admirar los joyeles que haba recogido de las ramas delos rboles del jardn, aquellas piedras preciosas del agua ms hermosa y de tan magnfico tamaoque no era posible ver algo semejante en casa de rey alguno en todo el mundo, aunque unas piedraspreciosas que Aladino, en su ignorancia, consideraba vulgar vidrio que se hubiera modelado, cristal,como l deca.

    Prosigui:Tom pues la lmpara y, regresando a la entrada por la que haba bajado a aquel lugar secreto,

    llam a aquel maldito, mi to segn deca, pidindole que me tendiese la mano para ayudarme a subirel ltimo peldao de la escalera. En efecto, llevaba conmigo un pesado fardo que me impeda subirsolo aquel escaln. Pero l no quiso or nada y solo me repeta: Entrgame la lmpara que llevascontigo y, luego, te tender la mano para ayudarte a salir. Por mi lado yo, que advertaperfectamente que los paquetes de frutas de cristal que haba recogido y envuelto me impediranmeter el brazo en la tnica y buscar, hundida como estaba, la lmpara en cuestin, respond: Tomo, no puedo entregarte la lmpara, pero te la dar en cuanto haya salido del subterrneo. l estabadecidido a no hacer nada para ayudarme a salir: ante todo quera la lmpara. Como comprenders, suintencin era provocar que el suelo se cerrara sobre m (de hecho, es lo que acab haciendo a fin decuentas) y dejarme morir all.

    Aladino cont cmo y luego estall en injurias contra el hombre del Poniente. Estaba ebrio defuror y su corazn se haba inflamado.

    Ah! Cuntos tormentos he tenido que soportar por parte de ese maldito, de ese mago inmundo,de ese sanguinario tirano. Qu hombre ms desprovisto de humanidad, qu hipcrita, qu impostor, yqu inaccesible es a la misericordia! gritaba.

    Esta historia oda de labios de su hijo, la infeliz vctima del hombre de los pases del Poniente yde su perniciosa magia, daba que pensar a la madre:

    Pues s, hijo mo concluy, ese hombre no solo era una cucaracha inmunda, era un infiel,un traidor que se alegra haciendo perecer con su magia al hombre, un hermano de Satn y de susmalficos soldados. Pero el mrito de tu liberacin corresponde a Dios, oh, hijo mo. l te hasalvado de las redes tejidas por el nimo de engao y de astucia de ese malvado. Por mi parte, mehaba convencido y realmente lo tom por tu to paterno.

    Aladino, que no haba probado el sueo durante tres das enteros, senta necesidad de dormir.Anunci a su madre que iba a tenderse un poco, fue a su cama y se adormeci all. Su madre lo imit.Por lo que al hijo se refiere, obtuvo as un merecido reposo que lo dej en total inconsciencia hastael da siguiente, y solo despert a media jornada.

    Apenas hubo abierto los ojos cuando sinti hambre; pero tras pedir a su madre algo parasatisfacer sus deseos de comer un poco, oy que le responda:

  • Hijo mo, no hay ya nada en casa que pueda ofrecerte para que des un bocado, pues todas lasprovisiones que hice las terminaste ayer. Pero si puedes esperar, sabe que he hilado un poco dealgodn, que lo llevar enseguida al mercado y, con lo que obtenga de su venta, te comprar algopara comer.

    Madre replic el adolescente, guarda ese hilado de algodn. Es intil venderlo. Mejorpsame la lmpara que traje de mi expedicin: ir a venderla y lo que pueda obtener de ella nosalimentar a ambos. A mi entender, debe de valer un buen precio, ms, a fin de cuentas, que tu hiladode algodn.

    La madre, sin tardanza, entreg la lmpara a su hijo. Pero le pareci muy sucia.Aqu est le dijo a Aladino, pero mira en qu estado se encuentra. Estoy segura de que

    limpia y como nueva, tendra un mejor precio.Uni el gesto a la palabra y tom en la palma de su mano algo de arena con la que empez a

    frotar el objeto. No tuvo tiempo de avanzar mucho en su operacin, pues apenas la haba iniciadocuando un djinn de cierta especie se le apareci de pronto, de alta estatura y con los rasgos severos.Tal vez fuera incluso de la raza de los gigantes. En todo caso, dijo estas palabras:

    Manda lo que desees de m. Heme aqu, soy tu servidor como lo soy de toda persona que tengaen sus manos la lmpara. No solo yo, sino todos los servidores de la lmpara maravillosa que en estemomento posees.

    Es imaginable el espanto de la madre de Aladino. Era un miedo pnico que le anudaba la lenguaviendo tan austera figura. Sin poder responder nada a aquella invitacin es necesario precisar queno estaba muy acostumbrada a ver apariciones de ese tipo?, se encontr, en menos tiempo delnecesario para decirlo, abrumada por el miedo. Aladino, en el momento en que ella se desvaneca,no estaba cerca, pero l, a quien el anillo haba instruido cuando, hacindolo girar en el subterrneodel tesoro, haba hecho acudir a los djinns, no se conmovi en absoluto. Muy al contrario, en cuantohubo odo lo que el espritu deca a su madre, acudi, tom en sus manos la lmpara y orden:

    Oh, servidor de la lmpara, me muero de hambre. Mi deseo es que me traigas algo que comer,pero algo bueno y cuyo sabor sobrepase en delicias todo lo que la imaginacin puede concebir.

    El djinn desapareci y, en un relmpago, regres con una mesa bien servida, perfectamentepuesta, construida ella misma en madera preciosa y soportando bandejas de plata maciza llenas deviandas variadas. Adems, dos copas, de plata tambin, acompaaban dos frascos de un cristaloscuro que contenan un vino lmpido y venerable; finalmente, el pan era blanco como la nieve. Todofue dispuesto ante Aladino y, luego, el servidor se esfum.

    Solo en aquel momento el hijo levant del suelo a la madre desvanecida, reanimndola con lassales que le hizo respirar y el agua con la que roci su rostro. Cuando hubo ella recuperado elsentido, la invit en esos trminos:

    Madre, acrcate a la mesa y comamos estas viandas que Dios nos ha permitido adquirir sin quenos costase nada.

    Pero ella, viendo aquella magnfica mesa donde dominaba la plata maciza, no dejaba deextraarse:

    Hijo mo pregunt, quin es el alma generosa, quin es el corazn liberal que ha sabidoque estbamos hambrientos y ramos demasiado pobres para satisfacer nuestra hambre? Tal vez sea

  • el sultn que se ha enterado de la indigencia en que nos encontrbamos y ha querido remediarnuestras necesidades enviando esa bien provista mesa

    Madre, tenemos ahora mejores cosas que hacer que estar preguntndonoslo interrumpiAladino. Emprendmosla con esa comida, que nos viene al pelo, pues grande es nuestra hambre.

    Madre e hijo se sentaron pues a la mesa y empezaron a comer. Incluso ella, al llevarse a la bocaaquel alimento que tan nuevo le resultaba, olvid sus principios y solo atendi a su hambre, que era,ms que apetito, voracidad. Eran viandas reales. Pero, tambin entonces, esa pobre gente que nisiquiera haba imaginado semejantes manjares era capaz de evaluar su precio, que, sin duda,sobrepasaba los medios ordinarios. Quedaron, al cabo de un instante, saciados, y no pudiendo yatocar nada ms, advirtieron con satisfaccin que haba todava en la mesa bastante para sustentarseno solo por la noche sino tambin todo el da siguiente.

    Tras haberse lavado las manos, iniciaron la conversacin, que la madre comenz as:Hijo mo, cuntame ahora, cuando estamos saciados, lo que ocurri con ese servidor llegado

    del mundo de los djinns para aparecer ante mis ojos aterrorizados. Y no pretextes que estshambriento para evitar mis preguntas!

    Aladino le hizo el relato de los instantes que haban transcurrido mientras ella estaba sinconocimiento. La mujer iba de asombro en asombro:

    Hijo mo, no discuto que los hijos de Adn vean de vez en cuando a los djinns. Pero yo,durante todo el tiempo que he vivido, no los he visto, y menos an odo. Sin duda es el mismo que eldel subterrneo, el que te salv la vida all.

    No atinas, madre prosigui el adolescente. ste es de una especie muy distinta a la delque estaba en el escondrijo del tesoro, cuyo dueo era el anillo, mientras que t has visto al servidorde la lmpara que tenas en la mano.

    No comprendo nada, hijo moVeamos: ambos son dos djinns distintos.As pues exclam ella, el maldito que se me ha aparecido y ha estado a punto de hacerme

    morir de miedo es el servidor de la lmpara. Eso es!Eso es, en efecto se burl amablemente Aladino.En estas condiciones, hijo mo prosigui la madre, en nombre de la leche que de nio

    tomaste de mis mamas, te suplico que te deshagas de esta lmpara, que la arrojes lejos y hagas lomismo con el anillo. No quiero ver ms por aqu esos dos objetos, suscitarn en nosotros espantosque no podremos soportar y que nos llevarn directamente a la tumba, en todo caso a m, a quien unsegundo episodio del mismo estilo matara de golpe. Por lo dems, no debemos tratar con los djinns:no nos pone en guardia el profeta, que la bendicin de Dios sea sobre l!, contra sus maleficios?

    Madre respondi el joven, ya sabes que tus palabras son para m ms valiosas que micabeza y mis ojos. Sin embargo, comprenders que no me sea posible vender ni dejar que se pierdanla lmpara y el anillo. Acaso no has visto t misma qu favor nos ha hecho la lmpara, cuandotenamos hambre? Quieres otra prueba de su valor? Pues bien, sabe que aquel maldito, aquelhombre de los pases del Poniente versado en brujera, cuando baj al escondrijo del tesoro, no mepidi que le llevara nada de aquellos montones de oro y plata que adornaban profusamente los trescompartimentos de la gran sala subterrnea. No, quera otra cosa, anhelaba que volviese con la

  • lmpara, deseaba arrebatarme esta lmpara, porque conoca sus mritos. Crees que de no habersabido que era tan poderosa habra soportado tantas penalidades y tormentos y habra llegado tanlejos de su pas, hasta nuestros parajes, para procurrsela? Crees que habra cerrado sobre m lalosa del subterrneo si mi obstinada negativa a darle el nico objeto al que aspiraba no lo hubieseempujado a ello?

    No, no, madre. Por el contrario, debemos velar atentamente por la lmpara y rodearla de todosnuestros cuidados, pues de ella depende nuestra subsistencia. Adems, nadie sabr que la tenemos ynos guardaremos muy mucho de ensersela a nadie.

    Lo mismo haremos por lo que al anillo se refiere. No querrs, a fin de cuentas, que quite de midedo el anillo gracias al que has podido volver a verme vivo, el anillo sin el que habra perecidoasfixiado en el escondrijo del tesoro? Quin podra imaginar que voy a separar me de l, quin seralo bastante loco para garantizarme, en adelante, una vida sin celadas, al abrigo de pasos en falso, delos golpes del destino, de todos los accidentes ms o menos perjudiciales que forman una existencia?En todo lo malhadado que yo pueda conocer, el anillo me salvar

    Sin embargo, por consideracin a lo que me pides, guardar conmigo la lmpara y procurar noinfligirte nunca ms, otra vez, el terrorfico espectculo que ha afectado tus sentidos.

    Aquellas palabras hicieron reflexionar a la madre. Comprendi su alcance y, finalmente, encontrque su hijo no estaba equivocado.

    Aladino, hijo mo concluy, haz lo que quieras. Por mi parte, no quiero en absoluto lalmpara ni el anillo, me limito a desear no volver a ver jams lo que he visto. Era demasiadohorrendo!

    Transcurrieron dos das tras aquella conversacin, durante los que la madre y el hijo vivieron delas provisiones que el djinn haba dejado. Al cabo de ese tiempo, el joven advirti que habanacabado con todo. Entonces, tom con l una de las fuentes que adornaban la mesa puesta por elservidor de la lmpara (se trataba de vajilla de plata pero, naturalmente, Aladino no lo saba) y sedirigi al mercado para venderla. Dio all con cierto mercader judo, ms malicioso que todos lossatanes reunidos.

    El adolescente le mostr la fuente. Apenas el hombre le echa una mirada cuando lleva aparte aAladino, por miedo a que los sorprendan hablando juntos. El mercader, en efecto, ha comprendido dequ materia es el objeto que le ofrece, pero ignora si el vendedor est al corriente del valor de lamercanca. Se inicia entonces el siguiente dilogo:

    Cunto pides, oh, seor, por esa bandeja?T mismo sabes el precio responde evasivamente Aladino.El judo se senta molesto al negociar esa compra, pues adverta que su interlocutor tena el

    ingenio ms gil an que l. Finalmente, crey que deba ofrecer una mdica cifra: si suba ms, solodesvelaba al ingenuo cunto valor tena su plato, pues segua dicindose que haba muchasposibilidades de que no lo conociera.

    Acab sacando de todos modos, por la abertura de su tnica, una moneda de oro que entreg aAladino. ste, vindose poseedor de la pequea fortuna, se larg sin pedir el cambio y dej la fuenteen manos del comprador. El otro se senta desilusionado: seguro ahora de habrselas visto con unignorante, lament haberse permitido semejante generosidad. Hubiera podido ofrecer sesenta veces

  • menos del precio real que, a fin de cuentas, haba aceptado ofrecerAladino no remolone y sigui su idea: para tener moneda suelta, se detuvo en casa del panadero,

    donde compr pan y, tras ello, se dirigi a su casa y entreg a su madre, con el pan, el cambio de lamoneda, recomendndole que comprara lo necesario.

    Fue ella por lo tanto al mercado para comprar provisiones. Ambos pudieron comer como esdebido y se sintieron bien. Aladino, a partir de entonces, se entreg al mismo jueguecito en cuantolos vveres comenzaban a faltar en su casa: con un plato en el cesto, iba a ver al judo y se lo vendaal mismo precio que la primera vez. Ciertamente, ste de buena gana le habra ofrecido menos pero,temiendo que si regateaba demasiado aquel joven se dirigiera a un competidor, le pareca preferibleasentir y no renunciar, de este modo, al sustancioso beneficio que aquella transaccin le aseguraba encualquier caso.

    Aladino no dej de recurrir a su lote de vajilla hasta que no qued ya ni un solo plato. Ahora lequedaba la mesa. Pero, puesto que era grande y pesada, prefiri llamar al mercader judo ms quellevrsela. ste acudi en efecto y, viendo las respetables dimensiones del mueble, ofreci por ldiez monedas de oro. Aladino las acept y el judo hizo que se llevaran el objeto. Por lo que a lasdiez monedas se refiere, la madre y el hijo las gastaron en su alimento cotidiano, hasta que ya no lesqued nada.

    Cuando hubieron agotado sus disponibilidades, Aladino, viendo que no les quedaba ya ni uncntimo, tom la lmpara y la frot. Ante l apareci el mismo servidor que la primera vez.

    Ordena, oh, dueo, lo que quieras de m. Soy tu servidor, como soy el servidor de cualquieraque tenga la lmpara en sus manos.

    Mi intencin respondi Aladino es obtener de ti una mesa puesta y servida como la ltimavez, pues tengo hambre. Quiero que haya en esta mesa doce platos llenos de delicados manjares.Quiero tambin dos botellas de vino clarete y, finalmente, pan fresco y blanco.

    Su madre haba tenido la precaucin de salir de casa en cuanto comprendi que su hijo iba arecurrir a la lmpara: no quera ser vctima, otra vez, de la horrible visin. Cuando regres, pues,descubri la mesa cubierta de fuentes de plata y sinti el delicioso olorcillo de los vveres queperfumaban su casa. Era, como antao, sede de entremezclados sentimientos en los que el asombro secodeaba con la alegra.

    Mira lo que hemos recibido le dijo Aladino. Y entonces, sigues queriendo que tire estalmpara? Esta lmpara que es la causa de todo eso?

    Quiera Dios aumentar sus dones, oh, hijo mo! replic. Pero sigo sin querer ver la cara aese servidor

    Tras aquel dilogo, pasaron a la mesa, comieron y bebieron hasta saciarse y dejaron a un lado losrestos para ms tarde. Y el da en que no qued ya nada que consumir, Aladino tom uno de losplatos de plata de la mesa que haban puesto para l y fue de nuevo al encuentro del judo paraofrecrselo.

    Pero el destino haba decidido otra cosa: Aladino pas ante la tienda de un orfebre, un hombre deescrupulosa moralidad, un anciano lleno de sabidura que, al verlo caminar de aquella suerte, lepregunt qu buscaba:

    Hijo mo prosigui, ms de una vez te he visto por esta calle, conversando con cierto

  • judo a quien observ, incluso, que le entregabas algo. Hoy me parece ver tambin que llevas contigoun objeto que, si no me equivoco, le est destinado. Acaso ignoras la regla que los judos se handado, en general, por la que no les est prohibido obtener beneficio de los bienes de los musulmanesfieles al Dios nico[6]? A veces es incluso su oficio, como sucede con ese maldito en cuyas manoshas cado. Si llevas contigo, como creo, algo de lo que deseas deshacerte, mustramelo y no temas demi parte malversacin alguna: te indicar su precio segn la ley de Dios.

    Aladino mostr pues la fuente al anciano, que la tom y la pes en sus balanzas. Tras ello,pregunt al adolescente:

    Vendiste al judo un plato como ste?S, por completo igual.Y cunto te dio para adquirirlo?Una moneda de oro por cada uno.Cuando el anciano oy que el judo realizaba la compra a tan escasa cotizacin, no pudo

    impedirse gritar:Es una abominacin que ese maldito pueda engaar as a los servidores de Dios!Luego mir a Aladino a la cara y le dijo:Hijo mo, has sido victima de ese salteador de caminos. Te ha engaado, pues esto es un plato

    de plata maciza. Solo su peso indica que vale setenta monedas de oro. Si las quieres, puedes cobrarde inmediato ese precio.

    Aladino dio su conformidad al anciano, que cont las setenta monedas de oro. Le dio las graciaspor su bondad, como se agradece a alguien que te haya abierto los ojos. A partir de entonces acudi al cada vez que necesitaba dinero y quera deshacerse de otra fuente.

    De este modo, la madre y el hijo vieron como se redondeaba su patrimonio, sin dejar de vivir, noobstante, del modo ms ordinario, al abrigo de gastos excesivos y de la prodigalidad. Pero elbeneficio esencial de todo aquello fue el cambio que se produjo en Aladino, que rompi con susantiguas y dudosas relaciones y abandon el vagabundeo para tratar con hombres maduros y sensatos.Acuda diariamente al mercado mayorista, conversaba con los negociantes ms importantes y tambincon los de rango ms modesto. Se interesaba por el ritmo en que salan las existencias, por lascotizaciones, por todo lo que forma el comercio. De all, pasaba al mercado de los orfebres y losjoyeros. En todos los lugares que frecuentaba, se lo vea sentarse en los duros bancos que bordeanlas tiendas, observando con inters las transacciones referentes a las piedras preciosas, de acuerdocon sus cualidades y sus defectos. Aprendi all, entre otras cosas, que las hermosas variedades quehaba recogido y sacado del subterrneo del tesoro eran verdaderos joyeles y no simples bolas decristal, como hasta entonces haba credo. Tom conciencia de la fortuna que posea y que todos losreyes de su poca hubieran podido, con razn, envidiarle. Por mucho que observara las piedrasexpuestas en los escaparates de los joyeros, la mayor de las que se mostraban no consegua igualaren tamao la ms pequea de las suyas.

    Entonces, a partir de aquel momento, no dej de acudir al mercado de los joyeros, de entablaramistad con la gente, de demostrar su inters, de hacerles preguntas sobre la compra y la venta dejoyas, sobre la posibilidad de cambiarlas, sobre las cotizaciones que se utilizaban, desde la ms altaa la ms baja.

  • Captulo IVEn Aladino se enciende una loca pasin

    Un buen da, Aladino se levant muy de maana, se visti y, como tena ahora costumbre de hacer, sedirigi al mercado de los joyeros. Entraba precisamente en l cuando oy al pregonero que haca esteanuncio: Escuchad la orden del sultn, dispensador de beneficios y rey del tiempo, que acta a suvoluntad sobre la poca y el siglo. Se requiere a cada cual que cierre su tienda o su almacn y serefugie en su casa, mientras la Dama Luna-de-las-Lunas, la hija del sultn, haga su trayecto hasta elestablecimiento de baos. El transgresor sufrir la muerte. No era necesario nada ms para queAladino sintiera, de inmediato, el deseo de contemplar el rostro de la princesa. Se deca: Es unabelleza legendaria entre los habitantes de la ciudad. El rumor de su perfeccin fsica llena lasconversaciones. Por mi parte, debo verla.

    Pero cmo hacerlo y qu medio poner en prctica para posar su mirada en la hija del sultn,Dama Luna-de-las-Lunas?, sa era la pregunta a la que Aladino daba vueltas y ms vueltas en sucabeza.

    A fuerza de pensar en ello, acab dicindose que no haba mejor procedimiento que colocarsetras el batiente de la puerta del establecimiento de baos y estar all cuando se abriera para dar pasoa la princesa que entraba en el edificio. S, cuanto ms pensaba en ello ms le pareca que era elnico modo de ver los rasgos de la muchacha.

    Se d