Antecedentes Intelectuales de la Revolución Francesa

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  • 7/27/2019 Antecedentes Intelectuales de la Revolucin Francesa

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    A N T E C E D E N T E S I N T E L E C T U A L E SD E L A R E V O L U C I O N F R A N C E S A ( * )P O R

    J U A N A N T O N I O W I D O W

    ILa Revolucin francesa no puede sernos indiferente. Bastaobservar cmo se ha conmemorado su segundo centenario, paracomprobar que la indiferencia no existe. Para bien o para mal, loqueramos o no lo queramos, es un acontecimiento que determinadecisivamente la historia de Occidente, y del cual depende, enconsecuencia, nuestra realidad de hoy en prcticamente todos susaspectos: social, poltica, cultural y hasta religiosa.Es necesario conocer la propia historia. Es una verdad vlida,tanto para los individuos como para las sociedades, la de quecada cual es lo que ha sido. Condicin indispensable para asumir 'la propia realidad es, por consiguiente, el juicio recto sobre el pa-sado: es la nica base posible para una rectificacin o una rati-ficacin de intenciones y conductas, evitando las ilusiones y loscomplejos.No puede ser otra la actitud ante la Revolucin francesa questa, la del buen juicio. El conocimiento de su verdadera natura-leza, de sus causas y de sus efectos es, en estos momentos, unanecesidad comn para todos los que participamos de la civiliza-

    cin de Occidente, en el supuesto de que deseemos para nuestrassociedades el bien que, conforme a su vieja historia, les corres-ponde.(* ) Conferencia leda en la reunin de la Liga Europa, realizada enEferding, Austria, el 30 de septiembre de 1989.

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    No se trata, por esto, ni de ensalzar ni de vituperar por prin-cipio la Revolucin, pues los entusiasmos y las iras que campeanindependientemente son obstculos insalvables para el buen jui-cio. No es cuestin de tomar partido en forma retrospectiva. Sinembargo, esto no significa que el juicio deba resultar un prodigiode equilibrismo entre las clificaciones positivas-y las negativas,o que su nico objetivo vlido, haya de ser una neutralidad es-tricta en cuanto a la valoracin de los acontecimientos. La meraverificacin de los hechos y de sus concatenaciones es insuficientepara un conocimiento verdadero de la historia. Son acontecimien-tos humanos, y, por tanto, est comprometida en dios la volun-tad de sus agentes; comprenden y prolongan en el tiempo, parabien o para mal, cualidades morales positivas o negativas, quees lo que en definitiva nutre la vida humana, tanto individualcomo social.Pervierte el juirio histrico la interpretadn ideolgica delos hechos; stos son presentados de acuerdo a un criterio abs-tracto y a priori, que convierte a tales hechos, al ser relatados,h lo que deben ser. La ideologa es una espede de imperativocategrico del pasado. Durante la primera mitad del siglo xixapareci la que haba de ser la historia ofidal de la Revoludnfrancesa: aquella que la transform, bajo la direccin de JulesMichelet, en la epopeya de la democrada y de la libertad. Losrepetidores de esta versin han sido, desde que fue puesta endrculacin, innumerables, y aun hoy es la que, como verdadevanglica, se propaga mediante manuales y textos escolares dehistoria. Siguiendo la misma estela de la historia ofidal, y sinentrar en contradiccin con ella, ha recibido amplia divugadnla interpretadn del materialismo histrico, la cual, obviamente,goza de un sustento dogmtico por lo menos similar. Y, no falta,por ltimo, la interpretadn que da el liberalismo de aquellosacontecimientos: es una operacin moderadora de la historiareal, con el objeto de juzgarla segn las pautas de lo que debe-ra haber sido la Revoludn en Franda si quienes la hideronhubieran imitado la Revoludn inglesa del siglo anterior.Hay quienes, ingenuamente, se preguntan si es posible esca-312

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    par de los criterios ideolgicos para juzgar los acontecimientoshumanos. Desconfan en la posibilidad de un juicio que no es-conda una posicin ya tomada. Es una ingenuidad explicable,pues la presin que hoy ejerce la mentalidad ideolgica sobre elespritu de los hombres es enorme. Es claro que si pudisemosmirar el mundo slo desde dentro de. un espejo, nos sera impo-sible discernir lo real de lo que es slo imagen. Pero a Diosgracias podemos recurrir a la experiencia: a la propia y a la deotros que, por su posicin excepcional ante los hechos, puedenmerecer nuestra fe, Nuestro juicio sobre la Revolucin francesapuede sustentarse en la lectura de los innumerables documentosque sus protagonistas han dejado la mana por los escritos espropia de los revolucionarios, y tambin en los relatos y enlas reflexiones de algunos testigos extraordinarios de aquellosacontecimientos: pienso, sobre todo, en Edmund Burke y en An-toine de Rivarol.I I

    La primera y bsica cuestin que se plantea acerca de la Re-volucin francesa es la que atae a su verdadera naturaleza. Hayque discernir entre lo principal y lo secundario, lo sustancial ylo accesorio de aquellos acontecimientos. Hay que descubrir suintencin ms profunda: aquella que nunca falta en los grandeshechos histricos, aunque no necesariamente coincida con las in-tenciones particulares de muchos de sus protagonistas. Se tratade desbrozar esa maraa compleja y, bajo muchos aspecos, caticade acontecimientos, para saber cul va a ser el tronco del rbolque empieza a manifestarse.Una respuesta certera a cualquier otra interrogante relativaa la Revolucin, supone haber aclarado aquello. Una investiga-cin sobre sus causas, por ejemplo, slo tiene sentido si se partede una identificacin de los efectos, es decir, de un reconocimien-to de aquello en lo cual ha consistido, esencialmente, la Revolu-cin. Una vez claro cul fue su finalidad principal esa inten-cin ms profunda a la que me he referido, se pueden seguir,1313

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    con bastante seguridad, las huellas que nos lleven a sus fuentesintelectuales dando en este trmino su ms amplio sentido,a aquello que, ai la mente y en la voluntad de los hombres, laprepar y la hizo posible.A la Revolucin francesa se la simboliza con la toma de laBastilla. Esto no fue, sin embargo, un acto heroico, como lo hansido otros hechos histricos que, por el valor singular en ellosmanifestado, se constituyeron en smbolos paradigmticos paralos pueblos en que se protagonizaron: as fue la defensa de lasTermopilas para los griegos, o las hazaas del Gd Campeador enEspaa.Un periodista contemporneo de aquellos hechos, Antoine deRivarol, los comentaba de la siguiente manera en el Journal Po-litique-National del 28 de julio de 1789: Aunque el ministerioera culpable de no haber adoptado ninguna medida interior con-tra la agitacin, a pesar de haber sido ya tan enrgicamente ad-vertido, el marqus de Launay no dejaba por eso de merecerreproches por arriesgarse con un populacho furioso. Si se hubieseencerrado en la Bastilla, era inexpugnable. De cualquier manera,el malhadado gobernador recibi muy pronto el castigo de suimprudencia: el pueblo lo arrastr hasta la Place de Grve y lecort la cabeza, despus de colmarlo de golpes y de ultrajes. Sucabeza, paseada por las calles en la punta de una lanza, fue lle-vada al Palais-Royat. A esto se redujo la torna de la Bastilla, tancelebrada por el populacho de Pars. Poco riesgo y muchas atro-cidades de una parte, y una grosera falta de previsin de partedel marqus de Launay: eso fue todo; no hubo, en una palabra,ms que una toma de posesin (1).Los conquistador de la fortaleza de la Bastilla encontraronall siete presos: cuatro estafadores, un joven libertino, encerra-do por peticin de su familia, y dos locos. Los estafadores selargaron sin pedir explicacin. El discpulo del marqus de Sadefue recibido con gran pompa por las sociedades, donde pronun-

    ( 1 ) Journal Politique-National, primera serie, VII; edicin castellanade Gustavo A. Piemonte: A N T O I N E D E R I V A R O L , Escritos polticos, Ed. Dic-tio, Buenos Aires, 1980, pg. 61.1314

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    ci enternecedores discursos contra la tirana y el despotismo.Los dos locos, al comienzo aclamados con el mismo entusiasmo,fueron llevados al da siguiente al manicomio (2). En su caminohada d munidpio, despus del asalto a la Bastilla, la muchedum-bre encontr al seor de Flesselles, presidente de los comercian-tes (prvt des marchands): ah mismo fue descuartizado.Un pueblo enfureddo slo sabe asesinar, escriba Rivarol.La toma de la Bastilla, deda un distinguido profesor en una con-ferenda reciente, simboliza que por primera vez d pueblo, encuanto soberano, recurre a la fuerza en representadn de la na-cin francesa entera, y no como subdito (3). El contraste entrela realidad y el smbolo no existe para las mentes de la Revolu-dn. La poblada de Pars, enfurecida como siempre ocurre enestos casos por motivos simples y elementales, azuzada y ma-nejada por agitadores hbiles, como Camile Desmoulins, no sabehacer otra cosa que destruir. Si acaso es verdad que las conju-radones son tramadas a veces por gentes de talento deca elmismo Rivarol, son siempre ejecutadas por bestias feroces.El pueblo, cuando gusta la libertad, como una bebida fuerte,slo se embriaga y enfurece. Ay de aquellos que remueven lasheces de una nadn! No hay ningn siglo de las luces para elpopulacho; ste no es francs, ni ingls, ni espaol. El popula-cho es siempre y en cualquier pas el mismo, siempre canbal,siempre antropfago, y cuando se venga de sus magistrados,castiga crmenes no siempre comprobados con crmenes induda-bles (4).Una caracterstica comn a toda la simbologa revoludonaria,desde 1789 hasta nuestros das, es su abstracdn. La idea de lasoberana popular es autosufidente: no necesita de comprobado-nes concretas para que sea verificada. Es una idea que, como es-tableca d mismo Rousseau, no puede ser asumida si no es como

    ( 2 ) P I E R R E G A X O T T E , La Rvolution franaise, A . Fayard, Pars, 1 9 6 6 ,pg. 1 3 4 .(3) Prof. R I C A R D O K R E B S , segn El Mercurio de Valparaso, 5 de juliode 1989.(4) Ed. cit., pgs. 62 y 71.1315

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    un dogma que compromete por entero la fe del ciudadano, lafe civil, gracias a la cual ste se identifica con-los designios.dela voluntad general.- Por esto, esta idea, no requiere de una en-carnacin real, verdadera, para que all pueda ser reconocida yreverenciada por el pueblo. Esa misma realidad con la cual se lasimboliza la toma de la Bastilla en este caso pierde su pro-pia consistencia, para ser transfigurada por obra y gracia efe esamisma idea que debe representar. No es qu lo abstracto adquierasingular existencia en las acciones de los hombres; ocurre al re-vs: son estas acciones las que, perdiendo su consistencia origi-nal, se convierten en la forma abstracta de la idea. Esta opera-cin transfiguradora de la realidad, gracias a la cual la verdadhistrica ya no radica en los hechos/ sino en la idea, ha alcanzadocimas inigualables de perfeccin en las revoluciones posteriores,y particularmente en la bolchevique de 1917.La Revolucin tiene sus smbolos y sus mitos, que constitu-yen su sustancia. Sin embargo, la Revolucin no es una utopa,sino algo real. Aquellos smbolos y mitos deben alimentarse for-zosamente de algo existente. Ahora bien, como nada en el ordende la naturaleza les puede proporcionar alimento positivo, snutren de la destruccin de este orden. As, la idea-eje del mar-xismo, la dictadura del proletariado, puede tener realidad nica-mente en la medida en que exista el enemigo de clase, aqul alcual el proletariado debe aniquilar mediante su dictadura. LaRevolucin, de esta manera, al instalarse en el poder, necesaria-mente se hace permanente, pues vive, ella y sus ideas, gracias asus enemigos.La idea de la soberana del pueblo, en cuyo nombre se hizola Revolucin francesa, posee las caractersticas sealadas. Desdeluego, esta soberana nunca se ha manifestado directamente, ensu propia sustancia. Siempre ha requerido de representantes: par-tidos, idelogos, conductores carismticos. Cuando s la ha que-rido presentar sin mediaciones, no se ha encontrado para ellasujeto ms adecuado que el populacho liberado de toda autoridady ley. Aunque ste, para poder encarnar con mayor fidelidadaquella idea, haya debido ser preparado y guiado por los agita-1316

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    dores, personajes inseparables de toda Revolucin. Louis Blancseala la aparicin de viajeros desconocidos, que se vean ron-dar por las ciudades en vsperas de la Revolucin, y cuya pre-sencia, objetivo y fortuna constituan otros tantos enigmas (5).La soberana del pueblo no es la .anttesis del despotismo 0de la tirana, sino de la soberana representada, durante ocho si-glos en Francia, por la institucin monrquica. Esta soberana;con la cual se identificaron todas, las viejas dinastas europeas,es la que corresponde al principio enunciado por San Pablo: nonest potes tas nisi a D eo (Rom. 13, 1). .El monarca era represen-tante de la potestad divina. Poda ser fiel o infiel respecto deesta potestad que representaba, pero el principio no se pona enduda. Es un principio propio del orden natural de la sociedadde los hombres, pues expresa la razn de ser de la obediencia:en efecto, ningn hombre es, por spr quien es, superior a otro;;ningn individuo tiene, en cuanto tal, poder moral para exigirque otro le obedezca. La obediencia slo puede ser natural sicorresponde a algo superior a los hombres: de este modo se cons-tituye en virtud moral, y el mando su necesaria contraparteen el ejercicio de una potestad de la cual quien la ejerce ha dedar cuenta a su superior, que no puede ser otro que Dios.La soberana propia de la institucin monrquica era, por esto,inseparable de un sentido religioso del ejercicio de la potestad yde la obediencia. Este sentido impregnaba toda la vida de la so-ciedad. Se manifestaba con claridad, en las costumbres y en lasactitudes espontneas de las gentes que nacieron y crecieron bajoese antiguo rgimen, que lo que se reverenciaba en el monarcaera la soberana de Dios.La soberana del pueblo se plante, pues, como la anttesisde la soberana de Dios sobre la sociedad. Este es el aspectoesencial de la Revolucin. Por ello, la Iglesia, en cuanto institu-cin divina, se vislumbr muy pronto como el otro enemigo quehaba que aniquilar, adems de la monarqua. La guerra de La

    (5) Ct . por G . L E N O T R E , Robespierre, versin castellana de FedericoRevilla, Ed. Moretn, Bilbao, 1968, pg. 26.1317

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    Vende y el genocidio all cometido por la Revolucin son, deeste modo, las obras ms significativas y propias de sta.Luis XVI cedi a las exigencias de los revolucionarios todolo que poda cederles como persona. Pero, obviamente, no eraslo su persona lo que interesaba. No fue suficiente, por esto,que reconociese como Asamblea Nacional a la reunin de losEstados Generales, que jurase la Constitucin, que se prestase ala mascarada de su traslado libre a Pars, en una procesinpresidida por las cabezas de los jefes de sus guardias de corps,clavadas en sendas lanzas, que se adornase con la escarapela tri-color y se cubriese con el gorro frigio, que refrendase con sufirma los decretos mediante los cuales la Asamblea determinabala destruccin de la vieja Francia. La Asamblea tena a su servi-cio al rey, pero subsista la institucin monrquica en l repre-sentada. Por esto, la Revolucin tena necesariamente que llegara ese sacrificio ritual que se consum el 21 de enero de 1793, elasesinato del rey.Hay quienes sostienen que la Revolucin francesa habra sidodistinta si el poder hubiese permanecido en manos de los mo-derados. Quines eran estos moderados? Eran los constitu-cionalistas, despus fueron los girondinos: todos sucumbieronpor efecto de una aplicacin ms radical de los mismos principiosque ellos sostenan. Gomo dice Bainville, la derecha de hoy erala izquierda de la vspera (6). Cuando se alaba a los moderadosde las revoluciones, se olvida que la medida de la moderacinest siempre definida por los extremos. Los extremos en Franciaeran dos: uno activo, con poder e iniciativa, los jacobinos; elotro pasivo, reducido casi a un mero punto de referencia, la mo-narqua. Eran siempre aqullos, los jacobinos, y las posicionesque fueron asumiendo, los que definan qu era el centro yla moderacin. Es la dialctica propia de toda situacin revo-lucionaria. El principio que desencaden la Revolucin, el de lasoberana del pueblo, estaba ya presente en las mentes cuando

    ( 6 ) J A C Q U E S B A I N V I L L E , Historia de Francia, versin castellana deJ. Farrn y Mayoral, Ed. Iberia, Barcelona, 1950, pg. 255.1318

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    fue convocada la reunin del. Estados Generales: la obra del abateSiyes, Qu'est-ce que le Tiers-Etat?, escrita por encargo del du-que de Orlans, donde con absoluta claridad se explica y se pro-pone ese principio rousseauniano, haba sido publicada en enerode 1789. Ese principio fue el que inspir la exigencia de unarepresentacin de un cincuenta por ciento para ese tiers-tat enla reunin de los Estados, y fue tambin el que movi al primeracto formalmente revolucionario: la transformacin de los Esta-dos Generales en Asamblea Nacional. Constituyente el 17 de junio.Los moderados fueron las figuras principales de esta Asam-blea, y de ellos es obra la primera etapa de la Revolucin, quees la decisiva, pues durante ella se hizo todo lo esencial. Se pue-de decir que al terminar el ao 1789 estaba ya realizada la Re-volucin; lo que sigui despus fueron sus consecuencias.

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    Cundo comienza la Revolucin francesa? La secuencia delos hechos y de sus causas nos lleva a aquellos momentos ante-riores en que la calma apacible de la vida material esconde anun proceso que, no obstante, es ya como de aguas desbordadas.Augustin Cochin sita este comienzo en 1750, con la etapa delo que l llama la socializacin del pensamiento, cuya dura-cin es hasta 1789, en que empieza la socializacin de la per-sona. Bernard Fay, en Su Histoire de la grande Rvolution aadeal ttulo de la obra los aos de principio y de trmino: 1715-1815, desde la muerte de Luis XIV hasta la batalla de Waterloo;la primera parte de este siglo la ocupa la denominada revolu-cin filosfica. Paul Hazard, en su famosa obra La crisis de laconciencia europea, sita esta crisis entre los aos 1685 y 1715.Si continuamos mirando retrospectivamente, encontramos la Re-volucin inglesa de 1688, en la cual hay muchas races de aque-llas plantas que mostrarn sus frutos en la Francia de 1789. Yno hay que olvidar que John Locke, el doctrinario de la gloriosaRevolucin de los ingleses, va a ejercer, mediante sus escritos,

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    decisiva influencia en Jean-Jacques Rousseau, el ginebrino cuyapaternidad de la idea de la soberana del pueblo es reconocida.Y antes de 1688? Desde luego, la Revolucin inglesa no fuefruto de circunstancias. Es un proceso largo cuya culminacines el derrocamiento de Jacobo II y la instauracin del principiode la sucesin protestante: los comienzos de dicho proceso pue-den reconocerse en el cisma provocado por Enrique VIII y en laconsiguiente confiscacin de los bienes de. la Iglesia. Y todosaquellos sucesos del siglo xvi tuvieron un catalizador decisivo:la reforma de Lutero y de Calvino. Es en esa primera mitad delsiglo xvi cuando cambia el rumbo de la historia de Europa y deOccidente: es all donde hay que buscar la fuente de esa corrien-te que, rompiendo diques, ha de irrumpir violentamente en lasosegada vida del anden rgimeny de cuyas delicias dio nostlgicotestimonio Talleyrand.Hubo un proceso largo por el momento no hemos de preo-cuparnos de precisar su extensin de preparacin de la Revo-lucin. Y es claro que las fuerzas que concurrieron a ese procesono eran ciegas: la Revolucin no fue el resultado de una fatali-dad ajena a las voluntades y entendimiento de los hombres. Enotras palabras, es un hecho cierto que hubo una preparacin in-telectual o, para ser ms exactos, hubo una Revolucin intelec-tual, del espritu, previa a la Revolucin poltica y social.Hay, desde luego, una preparacin intelectual inmediata dela Revolucin. En los aos anteriores a 1789 bullen y se ponende moda ideas y un estilo de pensamiento que, habindose incu-bado en las mentes de los diputados de la Asamblea Constitu-yente, de la Legislativa o de la Convencin, se van a traduciren las leyes, los decretos y actos gubernativos de aquel perodoen que la Revolucin es ya una realidad fsica. Hay hombres dela Revolucin, de aquellos que pulularon n los clubes, en elPalais-Royal y en las asambleas, que fueron a la vez idelogos deella. El principal entre estos es, sin duda, Siyes. A este sacerdo-te, que hasta 1789 haba sido Vicario general del arzobispo deChartres, Robespierre lo llamaba el topo de la Revolucin, yRivarol e l. primer apstol de la democracia. Su actuacin re-1320

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    ANTECEDENTES INTELECTUALES DE LA REVOLUCION FRANCESA.volucionaria fue al mismo tiempo pblica y secreta: primer im-.pulsor de la transformacin de los Estados generales en Asam-blea Nacional, por otra, parte, aparece en informes de espasdirigidos al conde de Antraigues como uno de los principalesinstigadores del terror. Es uno de los pocos protagonistas, de laRevolucin que est en escena desde mayo de 1789 basta el Im-perio. Su obra decisiva fue, no obstante, la que realiz mediantesus escritos: el tercer estado es la nacin; mientras el tercer es-tado se encuenre subordinado SL los otros, los privilegiados, lanacin estar oprimida; la liberacin y la autonoma del tercerestado ser la liberacin de la nacin, y nicamente de sta, unavez liberada, puede emanar una Constiutcin. La nacin existeantes que todo, ella es el origen de todo. Su voluntad es siemprelegal, es la ley misma... El gobierno no ejerce n poder real,sino en la medida en que es constitucional: no es legal sino, enla medida en que s fiel a las leyes que le son impuestas. La vo-luntad nacional, por el contrario, no requiere ms que de surealidad para ser siempre legal, es el origen de toda legalidad...La nacin no solamente no est sometida a una constitucin, sinoque no puede estarlo, no debe estarlo, lo cual equivale a decirque no lo est... De cualquier manera que una nacin quiera,basta que quiera; todas las formas son buenas, y su voluntad essiempre la ley suprema (7).La doctrina de Siyes es una aplicacin de la doctrina deRousseau a las circunstancias concretas en que se gesta la Revo-lucin. Pero el ginebrino tambin est directamente presente enla gestin de los acontecimientos, inspirndola mediante sus es-critos. Robespierre lo cita continuamente. Una frase que repitecon insistencia es: La voluntad general es siempre recta y tiendesiempre a la utilidad pblica. Su personal identificacin con elpueblo la manifestaba a cada momento en sus discursos, y es im-posible no ver en su figura un primer intento de encarnacinhistrica del Legislador, de acuerdo a su descripcin en el Con-

    (7 ) Qu'est-ce que la Tiers Etat?, en Jacques Godechot; ha Pense Re-voluiiowire 1780-179% A. Coln, Pars , 1964, pgs . 74-89.

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    trato social: es desde todo punto de vista un hombre extraor-dinario en el Estado. Si debe serlo por su genio, no lo es menospor su funcin. Esta funcin no es de magistratura ni de sobera-na. Esta funcin, que constituye a la repblica, no entra en suconstitucin; es una fundn particular y superior que no tienenada en comn con el imperio humano (8).Juan Jacobo Rousseau publica Du contrat social el ao 1762.En esta obra aparecen combinados los tres tpicos principales dela filosofa de ese siglo: d romantidsmo del hombre naturalmen-te bueno, expresado en el mito del salvaje como ser superior alrivilizado; la condena de la sodedad, de la vieja sodedad, con suentramado de obligadones y servidumbres, como causa de lacorrupdn y de la esclavizadn de ios hombres, y el racionalismoexpresado en los proyectos de construccin de una nueva sode-dad a imagen y semajanza dd sistema de la naturaleza, cuyas le-yes universales y perfectas haba descubierto y formulado Newton.La de Rousseau es una concepdn en que se mezclan, sinacabar de unirse, un optimismo radical, manifestado en sus jui-cios sobre d mundo ideal que no existe --la bondad del hombreprimitivo, la perfeccin de la sodedad que est por construircon su pesimismo tambin radical, el de sus valoradones sobreel mundo real. En todo esto hay, latente, una idea bsica: la delhombre como ser individual autnomo; cada persona tiene supropio bien en s misma, no hay en ella partidpadn, en comncon las dems personas, de un bien ms alto. Por esto, el prin-dpio sobre el cual funda su proposidon. de redencin para loshombres, es que stos no han de obedecer ms que a s mismos.En esto consiste la libertad humana, y la acdn destinada a con-sumar tal autonoma es el proceso de liberadn de la humanidad.Entre las revoludones que actualmente sufre Franda es-cribe Edmund Burke hay que conceder un papel importante ala revoludn en sus ideas sobre la educadn (9). En efecto, el

    ( 8 ) J , J . R O U S S E A U , Du Contrat Social, libro II, cap. 7 .(9 ) Reflexiones sobre la Revolucin francesa, versin castellana deEnrique Tierno Galvn, Instituto de Estudios Polticos, Madrid, 1954,pg. 177.1322

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    Emile es el complemento necesario del Contrat social. Toda laeducacin tiene como finalidad reducir al hombre a un estadode espontaneidad pura. Es la primera aplicacin prctica, y ple-namente revolucionaria, del mito del buen salvaje. Todas las for-mas de vida cultivadas en el proceso de la civilizacin, todas lasvirtudes que se adquieren con la disciplina y la instruccin delos mayores, no solamente son excluidas de los objetivos de laeducacin, sino combatidas como lo que se opone directamentea lo que sta debe lograr.Es cierto que los filsofos que marcaban el tono de la modaintelectual en ese segunda mitad del siglo X V I I I miraban con nodisimulado disgusto las tesis de Rousseau. Pero las rechazabanno por falsas, sino por carentes de esprit de finesse. Cuando Vol-taire acusa recibo de su Discours sur l'origine et les fondementsde l'ingalit parmi les hommes, le dice que no se ha empleadonunca tanto espritu para querer convertirnos en bestias, danganas de ponerse a andar en cuatro patas cuando se lee vuestraobra. Sin embargo, como hace ya ms de sesenta aos que heperdido el hbito de ello, temo, lamentablemente, que me seaimposible retomarlo, y dejo este andar natural para aquellos quesean ms dignos de l que vos y que yo (10).Con ms elegancia y mayor acopio de sutilezas, otros soste-nan lo mismo que el ginebrino. El amor por s mismo que poseeel individuo autnomo es el principio de toda moralidad. Sinembargo, a pesar de esta independencia completa del hombresolo, la naturaleza ha. determinado que, actuando todos los hom-bres de acuerdo a ese principio, logren una armona entre ellos.La sociedad, en otras palabras, no es ms que la reproduccin,en la vida humana, del sistema universal del mundo fsico cuyoorden, segn la teora de Newton, es el resultado de la fuerza degravitacin de cada uno de los cuerpos. Si el universo fsicoescriba Helvetius est sometido a las leyes del movimiento,

    (10 ) Carta de Voltaire a Rousseau, del 30 de agosto de 1755 . EnG. Fraile, Historia de la Filosofa, III, Del H uma nismo a la Ilustracin,B.A.C., Madrid, 1966, pg. 932, nota 5.1323

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    el universo moral lo est a las del inters (11). Las leyes quehan de regir la nueva sociedad son, en consecuencia, el correlatode las leyes de la naturaleza; el Hbro que publicaba Morelly enAmsterdam, en 1755, llevaba precisamente por ttulo Code dela Nature, ou le vritable esprit de ses lois, de tout temps ngligou mconnu. Esa obra fue durante bastante tiempo atribuida a Di-derot, con cuyas ideas est en perfecta consonancia. Entre las cau-sas por las cuales la vieja sociedad ha corrompido esta armona na-tural, la decisiva es la propiedad: Donde no exista la propiedad,tmpoco se encontrarn sus perniciosas consecuencias (12). Elcomunismo de Morelly ha de influir especialmente en Babeuf yen el movimiento de los Iguales, cuya conspiracin de 1796 re-presenta, a pesar de su frustacin, el paso siguiente, despus dela dictadura jacobina> en la aplicacin fiel de los principios deaquella filosofa del xvm.Los ttulos de las obras ms notables publicadas durante esasegunda mitad del siglo, y cuyos temas son los de las conversa-ciones en los salones, son en general expresivos como el deMorelly d la perspectiva racionalista, clara y distinta, desdela cual es vista la exacta proporcin entre las leyes de la natu-raleza fsica y las que deben regir la sociedad de los hombres.Gabriel Bonnot de Mably, hermano mayor de otro de los inte-lectuales destacados de aquella poca, Etienne Bonnot de Con-dillac, publica en 1768 sus Doutes proposs au philosophes co-nomistes sur l'ordre naturel et essentiel des socits. Tambinatribuye a la propiedad privada de los bienes materiales la causade la corrupcin de los hombres, y propone su supresin comomedio necesario para que puedan volver a ser virtuosos. La vir-tud tiene, ciertamente, su matriz en el amor de s mismo, peroste debe encontrar el sistema que lo haga concordar perfecta-mente con la vida en sociedad: Todo el arte de esta sublimearquitectura escribe consiste en hacer leyes que sean lo bas-tante sabias y hbiles para conducir mi amor de m mismo por

    (11) De l'Esprit, II, 2.(12) Code de ta Nature, cit. por G. Fraile, op. cit., pg. 961.1324

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    A NT EC ED EN TE S IN TE LE CT UA LE S D E LA R E V O L U C I O N F R A N C E S A ,

    tal camino de manera: que yo mismo abandone, por as decir, misventajas particulares y con dio sentirme liberalmente recompen-sado por mi sacrifirio (13).La obra con que el barn de Holbach se agrega a este con-derto de las Luces se llama Le systeme de la nature ou des toisdu monde physique et moral, publicada, en 1770. Es d prindpalapstol del atesmo propio del siglo xvii. Las nodones religio-sas son la verdadera fuente de todos los males que afligen latierra, de los errores que la ciegan, de los virios que la atormen-tan, de los gobiernos que la oprimen. La religin tradidonaldebe ser reemplazada por el culto a la naturaleza, fuente univer-sal de todo, cuyas hijas son la virtud, la razn y la verdad. Elculto a la razn, estableado durante la Revoludn por inidativade los girondinos, es una clara consecuencia de las aclamadonesde Holbach: Oh naturaleza, soberana de todos los seres, yvosotras, virtud-razn-verdad, sed nuestra salvadn y sugeridnosd camino que debe recorrer d hombre para ser feliz! (14).Tal es el espritu de la endclopedia: la sabidura total de lahumanidad al fin poseda y organizada por unos hombres cuyasluces deban sealar con absoluta claridad el camino futuro.Su lenguaje, mezcla de piedad laica y de dentifismo, va a tenersu eco en los discursos de las asambleas revoludonarias.Las luces tienen, sin embargo, sus sombras. El entusiasmodespertado por la bondad natural de hombre y por la posibilidadde construir la sodedad en que ste ha de encontrar su feliddaddefinitiva, tiene su contraparte en d odio, a veces expresado enforma de irona vitrilica y a veces, tambin, de manera desataday sin el freno de los buenos modales, contra los fundamentos dela antigua sodedad: la Iglesia y la institudn monrquica. Unode los precursores en la manifestadn de este odio, que habade constituirse en la prindpal fuerza impulsora de la Revolu-dn, es el sacerdote Jean Meslier. Durante su vida fue un cura

    (13) G t. por J. L. Talmon, Los Orgenes de la democracia totalitaria,versin castellana de Manuel Cardenal Iracheta, Aguilar, Mxico, 1956,pg. 36,(14) Abrg du Code de la Nature, cit. por G. Fraile, op. cit., pg. 912.1325

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    prroco que desempe regular y rutinariamente sus deberes dedecir Misa y administrar los sacramentos: se suicida en 1733, yentre sus papeles se encuentra su Testamento, dirigido a susfeligreses. Mis queridos amigos -les escribe: como no seme habra permitido y habra sido demasiado peligroso para mideciros abiertamente, en vida, lo que pensaba de la conducta ydel gobierno de los hombres, de sus religiones y de sus costum-bres, he resuelto decroslo al menos despus de mi muerte...Como yo no he sido nunca tan imbcil como para dar crdito alas locuras de la religin, no he sentido jams necesidad de ha-cer ejercicios (espirituales), ni de hablar de ellos favorablementey con honor... Odiaba profundamente todas las vanas funcionesde mi ministerio y, especialmente, las idoltricas y supersticiosascelebraciones de misas, y esas intiles y ridiculas administracio-nes de sacramentos que estaba obligado a haceros. El llamadoa la Revolucin es explcito: Todo lo que vuestros sacerdotesy vuestros doctores os predican con tanta elocuencia sobre lagrandeza, la excelencia y la santidad de los misterios que os ha-cen adorar,... no son en el fondo ms que ilusiones, mentiras,ficciones e imposturas inventadas primero con fines polticos,continuadas luego por seductores e impostores y recibidas y cre-das ciegamente por pueblos ignorantes y groseros, y, finalmente,mantenidas por la autoridad de los grandes y de los soberanosde la tierra, que favorecen los abusos, los errores, las supersticio-nes y las imposturas, que autorizan con sus leyes, a fin de tenerlas riendas del comn de los hombres y hacer de ellos lo queles place. Meslier, entre invectivas y blasfemias, no ahorra co-mentarios que anticipan, en bosquejo, las furias desatadas de laplebe enardecida de la Revolucin: Me acuerdo, a este respecto,de un deseo que tena un hombre... Quera que todos los gran-des de la tierra y todos los nobles fuesen colgados y estrangula-dos con las tripas de los curas. Esta expresin parecer ruda,grosera y chocante, pero hay que confesar que es franca y sin-cera, corta y expresiva, puesto que expresa en pocas palabras todolo que esas gentes merecen (15).

    (1 5) Cit. por Igor Chafarevith, El fenmeno socialista, versin caste-1326

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    De este Testamento de Meslier fueron publicados, en la se-gunda mitad del siglo xvra, tres extractos. El primero por Vol-tare, en 1762, quien recomendaba su lectura en estos trminos:Tened, amigos mios, a buen recaudo ese libro; puede ser tilpara la enseanza de la juventud... Jean Meslier ha de conver-tir la tierra. Por qu su evangelio est en tan pocas manos? (16).Un segundo resumen fue realizado despus por Holbach y Nai-geon, y publicado en 1772; el tercero, redactado en forma decatecismo por Sylvain Marchal, sali a luz en el mismo ao dela Revolucin, 1789. Son numerosos los ex-seminaristas, sacerdo-tes y obispos que participan de lleno en la preparacin intelec-tual de la Revolucin y, luego, en los mismos acontecimientosde sta. Son, de hecho, continuadores de la obra de Meslier. En1793, uno de esos personajes extravagantes e inquietantesal decir de Bainville que pululaban en los centros de poder,Anacharsis Clootz, quien presidi durante un tiempo el club delos jacobinos, propuso que en el templo de la diosa Razn seerigiera un monumento recordatorio de el audaz, el magnnimo,el gran Jean Meslier, primer sacerdote que haba renegado delas tinieblas de la religin.

    IVEntre los aos 1750 y 1789, la actividad de las intelectualesno se reduce a exponer en libros sus ideas sobre la regeneracinde la humanidad y la nueva constitucin de la sociedad. Existaun ambiente, dentro del cual se movan todos estos hombres deletras, que ejerca permanente presin sobre ellos, al mismo tiem-po que era por ellos producido. Este ambiente determinaba losobjetos, el rumbo y el tono de los pensamientos; se daba en

    los salones, en los clubes, en la logias, en lo que, en suma, hasido denominado por Augustin Cochin sociedades de pensamien-llana de Joaqun Esteban Per ruca, E d. M agisterio Espaol, Madrid, 1978,pgs. 120-125.(16) Ibid.

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    to, socits de pense. En estas sociedades se creaba la opininpblica, primero como opinin de sus miembros, y luego comoopinin de masas, mediante una abundante produccin de pan-fletos, libelos, peridicos y toda clase de impresos que, medianteun lenguaje elemental y explotando ese recurso inagotable quees la pasin, expandan aquello que se fabricaba en los pequeoscrculos.D'Holbach y Helvetius fueron animadores permanentes deestos crculos. Las reuniones en casa del primero se realizabanlos jueves y los domingos. A ellas asistieron Diderot, D'Alembert,Grimm, Marmontel, Raynal, Condorcet, Helvetius, Buffon, Mer-cier, Condillac, Naigeon, Morellet, Rousseau, etc.: la enciclopediaprcticamente completa. Extranjeros como David Hume o Ben-jamn Franklin, cuando se hallaban en Pars, tambin asistanregularmente. Todos estos personajes, y otros que se agregaronposteriormente como Voltaire, al regresar a Pars despus deuna ausencia de ms de veinte aos, en 1778, constituyeronla logia de los intelectuales, dependiente del Gran Oriente deFrancia, la cual fue llamada de las Nueve Hermanas. A la obe-diencia de esta logia tambin ingresaron nobles destacados, artis-tas, cientficos, banqueros, y ms tarde ver en sus tenidas aSiyes, Brissot, Ption, Danton, Desmoulins, Rabaud de Saint-Etienne: aquellos que intentarn dar a la materia prima de lasociedad francesa las nuevas formas concebidas por el pensamien-to libre.Los filsofos de hoy escriba Rivarol en 1789 compo-nen en primer lugar, su repblica, como Platn, sobre una teorarigurosa; tienen un modelo ideal en mente que quieren siempreponer en lugar del mundo existente; prueban que los sacerdotesy los reyes son los mximos flagelos de la tierra, y cuando llegana dominar, hacen que los pueblos se rebelen primero contra lareligin y a continuacin contra la autoridad. Es el camino quehan seguido en Francia... Debemos observar, sin embargo, quelos libros de los filsofos no han hecho mal alguno por s solos,puesto que el pueblo no los lee nunca y no los entendera; perono menos cierto es que han causado dao por todos los libros1328

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    que han hecho escribir, y que el pueblo ha comprendido muybien. En otras pocas un libro que no pasaba de los cuartos dela servidumbre no era muy peligroso; y hoy en da son justamen-te los que no pasan de all los verdaderamente temibles. Al res-pecto merecen loa los filsofos que escriban con altura para co-rregir a los gobiernos, y no para derrocarlos, para ayudar a lospueblos, y no para sublevarlos (17). Debemos casi todo a lalibertad de prensa escribe el mismo Rivarol en otro lugar.Los filsofos ensearon al pueblo a burlarse de los sacerdotes,y los sacerdotes no estn ya en condiciones de hacer respetar alos reyes: causa palmaria de debilitamiento de los poderes. Laimprenta es la artillera del pensamiento. No es lcito hablar enpblico, pero es lcito escribir cualquier cosa; y si no se puedetener un ejrcito de oyentes, es posible tener un ejrcito de lec-tores (18).Qu es una sociedad de pensamiento? Una cosa es viviren sociedad en una familia, en una corporacin profesional, enuna nacin, manteniendo vnculos reales con los dems, de-terminados por ciertos fines y objetivos comunes: la subsistenciamaterial, el perfeccionamiento espiritual, al produccin de ciertosbienes, etc. Otra cosa muy distinta es pensar lo que debe ser unasociedad, y sobre la base de este pensamiento organizara con-cretamente. En sta, la organizacin, la unidad interna, la coinci-dencia de opiniones, son en s mismas una finalidad. En aqulla,en cambio, la unin se subordina a un fin distinto, que la justi-fica y da la medida de su importancia.La cohesin interna en una sociedad de pensamiento, al noestar determinada por la convergencia de las partes hacia el fincomn que de algn modo las trasciende, slo puede estar produ-cida por la comunidad de opinin o de pensamiento. Se piensapara estar unidos, y se est unidos para pensar. Augustin Cochin,cuyo estudio sobre este fenmeno sociolgico es ya clsico, diceque es una sociedad formada fuera de toda preocupacin por

    (17 ) Ed . cit., pgs. 84-85.(18,) Ibid., pg. 78.1329

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    una obra es para opinar, no para hacer, cooperacin de ideas,'unin por la verdad'. Se la puede definir: una asociacin fun-dada sin otro objeto que desarrollar mediante discusiones, fijarpor votaciones, difundir en una palabra, expresar simplemen-te la opinin comn de sus miembros. Es el rgano de opininreducido a su funcin de rgano, y constituido independiente-mente como tal (19). Para suscitar una opinin pblica agre-ga el mismo autor, estas sociedades crean una repblica idealal margen y a imagen de la verdadera, poseyendo su constitucin,sus magistrados, su pueblo, sus honores y sus luchas. Se estudianall los mismos problemas polticos, econmicos, etc., se habla deagricultura, de arte, de moral, de derecho. Se debaten los proble-mas de actualidad, se juzga a los hombres. En suma, este peque-o Estado es la imagen exacta del grande, con una sola diferen-cia: no es grande, y no.es real. Sus ciudadanos no tienen intersdirecto ni responsabilidad comprometida en los asuntos de losque hablan. Sus resoluciones no son ms que votos, sus luchasconversaciones, sus trabajos juegos. En esta ciudad de las nubes,s hace moral lejos de la accin, poltica lejos de los problemasconcretos; es la ciudad del pensamiento (20).

    Si el objetivo esencial de estas sociedades es lograr una co-munidad de pensamiento que se forme a partir de la misma ex-presin y discusin de las opiniones de los miembros, rechaza,por esta causa, cualquier verdad impuesta. Su aceptacin impli-cara negar su misma razn de ser. Ahora bien, las verdades quese imponen al conocimiento humano son las de experiencia y lasde fe. La evidencia de lo real y el dogma son, por tanto, exclui-dos por principio en cuanto causas de unidad del pensamiento,aunque se acepte que cada cual tenga tales evidencias y dogmascomo opiniones personales. Esto es la libertad del pensamiento.Sin embargo, como observa Cochin, cuando ninguna verdades principio y se erige, en cambio, como principio la toleranciade cualquier opinin acerca de cul sea la verdad, la misma to-(19) La Rvolution et la Libre-pense, Copernic, Pars, 1979, pg. 38.(20) Ibid., pg. 16.

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    lerancia se convierte en dogma, y el que la discute es condenado.Toda sociedad de pensamiento escribe Cochin es opresinintelectual por el mismo hecho de que denuncia en principio tododogma como una opresin. Pues no puede, sin dejar de existir,renunciar a toda unidad de opinin. Ahora bien, una disciplinaintelectual sin objeto que le corresponda, sin idea, es la definicinmisma de la opresin intelectual (21).La concepcin acerca de la sociedad humana expuesta porRousseau consiste en una sociedad de pensamiento propuestacomo modelo para constituir, a imagen suya, la sociedad real.Los ciudadanos, por haber celebrado el contrato social, se handesligado de todo vnculo, obediencia, responsabilidad, obligacinrespecto de las sociedades reales a las cuales haban pertenecido.Se ha constituido, en virtud del pacto, la sociedad pura, la nicasociedad libre. La renuncia a las voluntades particulares hace po-sible a los ciudadanos identificarse absolutamente con la voluntadgeneral, aceptar incodicionalmente como verdadero todo lo questa defina como tal, sin estar atenazados por las verdades quesu experencia o su fe les presentaban, en su vida anterior, comonecesarias. Es perfectamente claro, desde esta perspectiva fiel-mente rousseauniana, por qu, ni para el ginebrino ni para susmltiples seguidores, nunca result chocante o difcil de aceptaraquel famoso enunciado del Contrato social: aquel que rehseobedecer a la voluntad general, ser obligado a ello por todo elcuerpo; lo cual no significa otra cosa sino que se le forzar a serlibre (22).La voluntad general, la voluntad de ese nuevo yo colectivoque se ha constituido en virtud dl Contrato, es, desde que stetiene vigencia, la voluntad personal, propia, de cada uno de losciudadanos. Estos han renunciado a sus voluntades particulares,por consiguiente han renunciado a su misma capacidad para res-cindir el Contrato: desde el momento en que son ciudadanos,slo hacen su voluntad si hacen lo que quiere la voluntad gene-

    (21) Ibid., pg. 31.(22) Du Contrat Social, I, 7.1331

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    ral. Las voluntades particulares se encontraban siempre limitadaspor la exigencias de la sociedad real, por las obligaciones que atodo hombre impone su vida concreta de relacin con los otros.Al renunciar a sus voluntades particulares, los hombres no estnya cohibidos por estas limitaciones: son plenamente libres, puesla voluntad general no est obligada a nada; todo lo que ellaquiera, por quererlo es bueno. El soberano, por ser lo que es,es siempre lo que debe ser (23). El ciudadano, por consiguiente,slo es verdaderamente libre si lo es con la libertad propia dela voluntad general: todo lo dems es servidumbre. Felipe Buona-rotti, compaero de Babeuf en el movimiento de los Iguales ysobreviviente de la conspiracin de 1796, dice que la libertadreside en el poder del soberano, que es el cuerpo total del pue-blo, para llevar a cabo una distribucin imparcial de los bienesy los placeres (24).La libertad de cada hombre es solamente la libertad del todo.En las sociedades de pensamiento, el pensamiento libre es sloaquel que se identifica con la opinin comn. De estas socie-dades del siglo X V I I I escribe Cochin se va a desprender unaconcepcin nueva de las leyes, del poder y de los derechos,Rousseau ha hecho la teora de este rgimen. Las sociedades se-cretas lo haban practicado siempre en su recinto cerrado. Losjacobinos han ensayado su aplicacin al gobierno de una nacin.Este rgimen no es otro que la democracia pura, gobierno perso-nal y directo dl pueblo por s mismo. Es la opinin sumisa aeste rgimen lo que es llamado 'el pueblo' en 1793. Las socieda-des de pensamiento son el medio artificial en que germinar lanueva concepcin moral y poltica. Estamos ante la Repblica deJuan Jacobo... El desarrollo social de la idea de Rousseau coin-cide, pues, con el desarrollo poltico de las sociedades de pensa-miento ... Rousseau establece, con los otros filsofos de su tiem-po, a la sociedad de pensamiento como la nica forma regularde las sociedades humanas (25).

    (23) Ibid.(24 ) Cit. por J. L. Talmon, op. cit., pg. 199.( 2 5 ) Op. cit., pgs. 20-21.1332

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    ANTECEDENTES INTELECTUALES DE LA REVOLUCION FRA NC ES A,Quisieron los filsofos del X V I I I lo que haba luego de ocu-rrir en Francia? A la mayora de ellos el ser supremo, o la diosarazn, o el gran arquitecto, segn los casos, le ahorraron ver losacontecimientos revolucionarios, llevndola oportunamente a susrespectivos senos. Otros, como Condorcet, tuvieron que pasar porla guillotina. Los menos sobrevivieron. Uno de estos, Morellet,establece que los filsofos no quisieron hacer ni todo lo que sehizo, ni ejecutarlo por todos los medios que se emplearon, ni

    consumarlo en tan poco tiempo como el que se us. Faltaron,en suma, las matizadones; la cual, por derto, es muy desagrada-ble para un intelectual.Diderot, sin embargo, escriba en 1781 a la princesa Dashkoffque, una vez lanzado d ataque contra la religin, es imposibleya detenerse y ser necesario seguir addante para dedicarse a laconquista de la soberana de la tierra. Esta conquista haba deemprenderse mediante la Revoludn sodal, cuyo concreto obje-tivo lo expres bien Rabaud de Saint-Etienne, de quien dedaRivarol que nada ha podido detener su ardor republicano, ymuestra aun tanto fuego como si quedase algn propietario pordespojar (26): Para hacer al pueblo dichoso damaba Ra-baud, es preriso renovarlo, cambiar sus ideas, cambiar sus le-yes, cambiar las costumbres, cambiar los hombres, cambiar lascosas, cambiar las palabras: destruirlo todo! S! Destruirlotodo, porque todo ha de ser creado de nuevo! (27).

    VEntre las sodedades de pensamiento que ms poder tuvieronen la Franda pre-revoludonaria, sin duda la franc-masonera ocu-pa el primer lugar. El origen ingls de esta asodacin, por otra

    parte, permite ver algunos de los vnculos existentes entre la Re-voludn francesa y la inglesa que culmina en 1688.(26) Pequeo Diccionario de los grandes hombres de la Revolucin,cd. dt pg. 379.(27) G t. por Burke, op. cit., pg. 400, nota 1.

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    JUAN ANTONIO WIDOWEn 1789 haba ms de seiscientas logias dependientes delGran Oriente de Francia. Constituido ste en 1771, y siendo suprimer Gran Maestre Felipe de Orleans duque de Chartres,futuro Felipe-Igualdad- dio unidad a la m asonera francesa. Enel momento de su fundacin, haba ciento cuatro logias que de-pendan del Gran Oriente. El crecimiento extraordinario del n-mero de logias en slo dieciocho aos es un indicio de la direccinen que soplaban los vientos del espritu en esos tiempos de ple-

    nitud de las Luces.Los datos que aporta Bernard Fay sobre la distribucin y lacomposicin de las logias son interesantes: de aquellas seiscientas,sesenta y cinco funcionaban en Pars, cuatrocientas cuarenta ydos en provincias, treinta y nueve en las colonias, sesenta y nueveen los regimientos, y diecisiete en el extranjero (28). Veintisietelogias estaban dirigidas e integradas por sacerdotes; cuarenta yocho miembros de la alta nobleza son miembros de la franc-ma-sonera, cinco de ellos en Pars. Junto al duque de Orleans seencuentran varios representantes de la familia de Rohan, el du-que de La Rochefoucauld-Liancourt y el duque de La Rochefou-cauld-d'Einville, la mayor parte de los Noailles y los miembrosms notables de la familia de Polignac, hombres y mujeres, losBouillon, los Sgur, casi todo el cuerpo diplomtico acreditadoante la Corte de Francia. Los miembros de la nobleza que esca-pan a la influencia de la masonera son los menos brillantes yactivos (29).La masonera constitua una importante fuerza de opinin enInglaterra, aun antes de que se constituyera la Gran Logia el ao1717. Descendientes de las antiguas corporaciones de construc-tores, las logias masnicas inglesas conservaron, cuando ya habandejado de construir, la solidaridad interna de aqullas y el celopor sus secretos profesionales. Eran especies de clubes cerrados,que se reunan peridicamente en determinadas tabernas. Los

    (2 8 ) BERNARD FAY, La francmasonera y la revolucin intelectual de lsiglo XVIII, versin castellana de Jos Luis Muoz Azpiri, Ed. Huemul,Buenos Aires, 1963, pgs. 255-256.(29) Ibid., pg. 256.1334

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    ANTECEDENTES INTELECTUALES DE LA REVOLUCION FR AN CE SA ,temas de conversacin, al desaparecer la obra concreta, derivaronnaturalmente hacia la poltica, la religin, la economa, la moral,la filosofa. La ausencia de un objetivo concreto y comn parala asociacin hizo que sta tendiera a constituirse a s mismacomo fin, es decir, a convertirse en sociedad de pensamiento, deacuerdo a la definicin que de sta da Cochin.El gran auge y difusin que tuvieron durante el siglo xvnlas doctrinas y prcticas esotricas, sobre todo ai Alemania, hi-cieron que tambin en las logias se despertara el inters por lassabiduras ocultas y por sus ritos. Por otra parte, la masonerainglesa anterior a 1717, adems de la fuerza social que siempretuvo, adquiri importante fuerza poltica, debido a que se refu-giaron en ella los perdedores de 1688, los jacobitas o estuardis-tas, lo cual fue posible a causa del gran nmero de logias exis-tente en Escocia, cuna de los Estuardo. Precisamente este hechofue el que movi al gobierno ingls de la nueva dinasta a buscarapoyo para s en este importante centro de opinin, y dio im-pulso a la creacin de la Gran Logia de Inglaterra. Esta fue lresultado de la unin de cuatro logias de Londres, las cuales rom-pieron con la vieja masonera opertica, ligada a los antiguosgremios, y fundaron la masonera especulativa. En vez de unaprofesin, aunque fuera slo simblica, lo que una ahora a losmiembros de la nueva masonera era slo el pensamiento.El pensamiento comn de la franc-masonera fundada el dade San Juan de 1717 era coincidente con la doctrina de la Re-volucin inglesa de 1688. En lo religioso, promova la toleranciacomo principio, de acuerdo a lo que John Locke propona comoel rasgo esencial y distintivo de la verdadera Iglesia: el no tenerningn dogma (30). De esta manera, la masonera sostena lanecesidad de establecer una religin, comn para todos los hom-bres, que reuniese las cualidades de las religiones positivas perodejando a un lado lo que en ellas fuese dogmtico y excluyente.De esta manera, este ideal masnico tena muchos puntos encomn con el cristianismo reformado de Inglaterra, y de oposicin

    (30) Carta sobre la tolerancia, 1689.1 3 3 5

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    JUAN ANTONIO WIDOWcon la Iglesia catlica. Sin embargo, dentro de sta hubo impor-tantes sectores del clero que adheran a este objetivo, una especiede ecumenismo que haba de resultar de una eliminacin de lasdiferencias entre las diversas religiones: esta es la razn por lacual en Francia la masonera, aunque opuesta a la Iglesia catlica,no fue durante el siglo X V I I I anticlerical. Este carcter slo loadquiri en 1800, despus de que el clero francs hubo padecidola dolorosa depuracin operada por la Revolucin, y despus,tambin, de que la institucin masnica se rehiciera tras la crisisy la dispersin ocurridas durante el imperio de la Convencin.En materias sociales y polticas, las doctrinas de la nuevamasonera inglesa eran las que haban triunfado con la Revolu-cin de 1688, y que el mismo John Locke expuso en su Ensayosobre el Gobierno civil: el inters privado de las individuos esel bien ms alto, y es a garantizar la consecucin de ese intersa lo cual est ordenada la existencia del poder poltico. No exis-te, por consiguiente, un bien comn superior al cual deba subor-dinarse la conducta, tanto del gobierno como de los gobernados;tampoco, por lo mismo, existe un principio o norma Comunes,de ndole moral, a los cuales deban conformarse dichas conduc-tas. La libertad del individuo, entendida como libertad respectode fines y de normas, y no tanto como la ausencia de coaccionespor los agentes externos, es el principio en que ha de fundarsetodo el orden de la sociedad.Aunque la tesis del derecho divino de los reyes haba sidosostenida y defendida en Inglaterra, por Jacobo I, como designa-cin divina de una dinasta y de un monarca, luego l trminosirvi para significar el carcter comn que originalmente habantenido todas las monarquas europeas: el reconocimiento de supotestad como una delegacin, segn el orden natural de las po-testades y las obediencias, de Dios, de acuerdo al principio enun-ciado por San Pablo en la epstola a los romanos. De esta manera,la doctrina poltica explicada por Locke se contrapona al llama-do derecho divino de los reyes, no slo en el primer sentido deeste derecho, el de Jacobo I, sino sobre todo en el segundo,1336

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    ANTECEDENTES INTELECTUALES DE LA REVOLUCION FRA NC ES A,por reconocer a la potestad un origen distinto a la libre deter-minacin de los individuos. Al hacer suya esa doctrina que esla que posteriormente recibir el nombre de liberalismo, y alexpandirse por Europa, obviamente la masonera dependiente dela Gran Logia de Inglaterra habra de constituir la fuerza ms im-portante de oposicin contra las monarquas tradicionales delcontinente, al mismo tiempo que se identificaba con la nuevamonarqua inglesa y con su poltica. Esto era as a pesar de queen el curso del siglo X V I I I fueron iniciados en logias mosnicasd obediencia inglesa miembros destacados de las familias reinan-tes: Francisco de Habsburgo, emperador de Austria, Federico IIde Prusia, y en Francia el prncipe Luis de Borbn-Cond, condede Clermont, quien fue gran maestre desde 1743 hasta 1771,cuando se crea el Gran Oriente de Francia y le sucede en el cargoel duque de Chartres.

    La aristocracia y los intelectuales formaron, en Francia, loscuadros directivos de la franc-masonera. El clero y, sobre todo,el estado llano --abogados, mdicos, comerciantes, funcionarios,etctera proporcionaron el pblico que llen las logias, en lascuales la fraternidad y la igualdad establecidas como principiosdeshacan las diferencias de clases y rangos sociales.Fue un masn de categora escribe Fay--, el hermanoMontesquieu, quien por medio de su gran libro, El espritu delas leyes, impuso ti Europa, he hizo admitir por la Francia va-nidosa y frivola, la superioridad moral de los principios inglesesde gobierno. Sabemos cun intenso fue el triunfo de su propagan-da. Gracias al barn de Montesquieu, Inglaterra se transformen la obsesin de todos los legisladores del siglo X V I I I y la Sa-lento que acunara los sueos de la joven nobleza francesa. Des-pus de haber asegurado la unidad poltica de Inglaterra, la ma-sonera trabaj para difundir en el mundo la unidad de los prin-cipios y las prcticas polticas, preparando por doquier el caminodel parlamentarismo. En sus logias se enseaba a nobles y bur-gueses a discutir problemas y ejercitarse en el hbito parlamen-tario; el culto del parlamento ingls, el sueo de un parlamento

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    JUAN ANTONIO WIDOWuniversal, comenz, a partir de entonces, a anidar en los espri-tus (31).El papel desempeado por la masonera en el ambiente in-telectual, sodal y poltico de Francia previo al estallido de laRevolucin, da mayor claridad para el discernimiento de las res-ponsabilidades que cupieron, en sta, a los miembros de la altanobleza. Los historiadores citamos nuevamente a BernardFay que ven en la Revolucin el resultado fatal de los 'abusos'del antiguo rgimen se complacen en mostrar las razones que elpueblo, los campesinos y los obreros podan tener para sublevarsecontra el gobierno de Luis XVI; y para explicar tales fenmenosencuentran motivos econmicos, sociales y polticos que los satis-facen. Pero comnmente pasan de largo sobre el papel que cum-pli la alta nobleza, sin el cual, sin embargo, la Revolucin nohabr podido jams ponerse en movimiento. El impulso revolu-cionario, los fondos revolucionarios y los jefes revolucionarios,en los dos primeros aos de la Revolucin, provienen de lasclases privilegiadas. Si el duque de Orfeans, Mirabeau, La Fa-yette, la familia de Noailles, los La Rochefoucauld, Bouillon,Lameth y dems nobles liberales no hubiesen desertado de lasfilas de la aristocracia para servir la causa del estado llano y laRevolucin, habra faltado a los revolucionarios el apoyo que lespermiti triunfar desde un principio. Ahora bien, todos los no-bles que se Sumaron de golpe a la causa de las ideas nuevas,perdiendo con el tiempo sus fortunas, situacin, categora socialy la propia vida, todos eran francmasones, y no se podr ver entodo esto un juego del azar so pena de negar la evidencia (32).

    V IEdmund Burke, en sus Reflexiones sobre la Revolucin fran-

    cesa, defiende ardorosamente las diferencias esenciales que, segnl, separan a la gloriosa Revolucin de 1688 de la francesa de(3 1 ) BERNARD FAY, Ibid., pgs. 178-179.(32) Ibid., pgs. 274-273.

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    ANTECEDENTES INTELECTUALES DE LA REVOLUCION FR ANC ESA ,1789. Es claro que hay diferencias: la de Inglaterra no implicviolencia social, ni confiscaciones, ni persecuciones; ni guillotina,ni terror, ni distintos poderes que se fueran fagocitando sucesi-vamente. En este sentido, los parecidos entre revoluciones sonms visibles si se compara la francesa con la qu, en Inglaterra,culmin con la ejecucin de Carlos I en 1649.Lo que importa observar, sin embargo, no es tanto la seme-janza o la diferencia que se pueda llamar fsica entre las revolu-ciones, sino la vinculacin o parentesco entre las ideas en nom-bre de las cuales fueron realizadas. Por otra parte, es un errorcomparar lo que ocurri en Francia en el tiempo que va desdemayo de 1789 hasta noviembre de 1799 para fijar convencio-nalmente un trmino al perodo revolucionario en el 18 de Bru-mario, con los sucesos de 1688 en Inglaterra. La Revolucininglesa culmina con la expulsin de Jacobo II y la instauracinde la sucesin protestante, pero su proceso el del cambiodel sentido de la potestad poltica y social haba comenzadomucho antes, con el cisma religioso causado por el divorcio deEnrique VIII, la supresin de los monasterios y la confiscacin delos bienes eclesisticos; con la creacin, consiguiente, de una nue-va y rica clase terrateniente, la ctial consolid su poder recinadquirido mediante la introduccin en Inglaterra de la reformaprotestante. El ltimo signo de la potestad tradicional, contrariaal poder nuevo, era a finales del siglo X V I I la institucin monr-quica. Con su destruccin, y la creacin de otra monarqua, quehaba de ser smbolo visible y representante del nuevo poder,el proceso lleg a su trmino. Consisti, en sus aspectos esencia-les, en la subversin completa del antiguo orden fundado en elprincipio religioso en la soberana divina, el cual fue reem-plazado por otro cuyo principio es el de la libertad de los pro-pietarios de bienes materiales.

    La Revolucin inglesa, aunque en sus efectos supo de incer-tidumbres e inseguridad en la primera mitad del siglo xvni, apartir de 1750 se mostr al mundo como la raz y causa de laestabilidad del rgimen ingls y, sobre todo, de su poder, queen esos momentos estaba dando forma a un imperio. Es explica-1 3 3 9

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    JAN ANTONIO WIDOWble , por es to, que a lo s franceses -y a los europeos en generalsedujese, como ejemplo, para su reino la monarqua constitucionalinglesa. Y es explicable, tambin, que esta seduccin fuese acom-paada de una predispuesta actitud de simpata hacia las ideasy doctrinas mediante las que se daba justificacin a la Revolucininglesa.J. L. Talmon, en su obra ya clsica Los orgenes de la demo-cracia totalitaria, defiende, como Burke, la diferencia entre lossistemas a que dieron lugar las dos Revoluciones. La introduc-cin a esta obra comienza con estas palabras: Este libro es unintento para demostrar que, concurrentemente con el tipo de de-mocracia liberal, emerge en el siglo xvin, de las mismas premi-sas, una tendencia hacia lo que proponemos llamar tipo de de-mocracia totalitaria. Estas corrientes han existido una al lado dela otra desde el siglo X V I I I . La tensin entre ellas ha constituidoun importante captulo en la historia moderna, y ahora ha llegadoa ser la cuestin de ms vital importancia de nuestro tiempo.Y poco ms adelante agrega: Las dos escuelas afirman el supre-mo valor de la libertad, Pero mientras que la una encuentra laesencia de la libertad en la espontaneidad y en la ausencia decoercin, la otra cree que solamente se alcanzar en la prosecu-cin y en el logro de un propsito absolutamente colectivo (33).Ambas corrientes emergen de las mismas premisas. De estas,la mayor es el supremo valor de la libertad. La diferenciabsica entre las dos Revoluciones est en que la inglesa no serealiz a partir de una doctrina o de unos principios de pre-misas lgicamente asumidas, sino como una lucha de poderes,representados por el Parlamento y por la Corona, los cuales, entre1535 y 1688, se opusieron en forma latente o abierta hasta ter-minar, en este ultimo ao, con el triunfo completo de uno deellos, el Parlamento. La justificacin doctrinaria de la Revolucininglesa fue realizada a posteriori, como para serenar las concien-cias, y nunca fueron esas ideas las que inspiraran a los revolu-cionarios: stos tenan inspiraciones ms concretas. De este modo,

    ( 3 3 ) Op. cit., pgs. 1 -2 .1 3 4 0

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    ANTECEDENTES INTELECTUALES DE LA REVOLUCION FR AN CE SA ,paralelamente al proceso revolucionario, que supuso al final unamayor estabilidad fundada en el poder triunfante, se fue desarro-llando en Inglaterra una tendencia intelectual que, si furamosmarxistas, la podramos caracterizar como la superestructuragenerada por los cambios de poder econmico y social, y que,como no somos marxistas, preferimos explicarla como una veri-ficacin de la mxima: si no vives como piensas, terminarspensando como vives.

    Los franceses s adoptaron como premisa el valor supremode la libertad. Y siguieron las consecuencias, hasta llegar a laconclusin final, Rousseau, al hacer suyo el principio de la liber-tad del individuo, que haba ledo en Locke, lo tom seriamentecomo principio, es decir, que a partir de l more geomtrico,como haba enseado Descartes, construy un sistema en elcual, para gozar de la libertad absoluta que le brinda su identi-ficacin con la voluntad general, el individuo debe renunciar a lalimitada libertad permitida por los alcances de su voluntad par-ticular.De este modo, suele ocurrir que cuando sostenedores de am-bas corrientes la del liberalismo y la de la democracia totalita-ria se encuentran y se desenvuelven nicamente en el plano delas ideas y de su interna lgica, no hay entre ellos oposicin. In-cluso hay acuerdos y coincidencias, y cuando el liberal se entusias-ma con la lgica de las inferencias, se encuentra, quizs sin darsecuenta, en las mismas conclusiones totalitarias del seguidor deRousseau.Esta es, pues, la influencia ejercida por la Revolucin inglesasobre los que hicieron la francesa. La Revolucin misma, en sushechos y en sus efectos inmediatos, no fue para los franceses lacausa ejemplar de su propia accin, sino las ideas con que se lajustific. En stas se hallaba implicada una inversin completadel antiguo orden de la potestad: ya no es principio de ella Dios,como creador de la naturaleza humana, sino la voluntad libre delos hombres. Consistiendo esta libertad, adems, en la ausenciade fines comunes que obliguen a los hombres a actuar en re-ligin, en poltica, en economa, etc. de una manera determi-

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    JUAN ANTONIO WID0Wnada pata alcanzarlos. Los fines de la conducta slo pueden tenervalidez en el interior de la subjetividad de cada individuo, en elmbito de su particular opinin.Al romper el primer eslabn de un orden, no se puede exigirque, en concienciarse respeten los dems eslabones. En Ingla-terra no hubo una plebe que, azuzada por agitadores, hiciera suyos,pata rebelarse, los mismos principios en razn de los cuales losbeati possidentes se haban rebelado contra su rey. En Francia sla hubo, y los nobles y burgueses creyeron, ingenuamente, quesu propia rebelin poda realizarse simultneamente con la de laplebe. Las conclusiones de aquellas mismas premisas estaban yademasiado difundidas, lo mismo que el entusiasmo que habandespertado, como para que fuera posible, dentro del curso de laRevolucin, reprimir a esa plebe y reducirla al silencio, como ha-ban logrado hacer los prncipes alemanes, en 1525, despus queLutero les predicara la rebelin contra la autoridad del Pontficeromano y que los compesinos, escuchando los ecos de la mismaprdica, se rebelaran contra la autoridad de los prncipes.Talmon dice que la tensin entre las dos corrientes interpre-tativas de aqullas mismas premisas, la liberal y la demcratatotalitaria, ha constituido un importante captulo en la historiamoderna, y ahora ha llegado a ser la cuestin de ms vital im-portancia de nuestro tiempo. En efecto, la historia posterior ala Revolucin francesa ha sido, en buena parte, la de la oposi-cin entre ambas corrientes. Sin embargo, para tener una visinen profundidad de lo que ha acontecido en estos dos siglos, yno ver slo un cuadro en dos dimensiones, es preciso observarcmo entre ambas se ha desarrollado una relacin dialctica enel sentido hegeliano y marxista del trm ino y no una real luchaa muerte. Se han opuesto siempre en el muy delimitado planode las consecuencias de los mismos principios, nunca en el planode los principios mismos. Por esto, cuando se ha tratado de aplas-tar a quienes han desconocido dichos principios, o han represen-tado principios opuestos, han actuado juntas, fundidas en un solofrente, como ocurri en las dos grandes guerras civiles, ms1 3 4 2

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    ANTECEDENTES INTELECTUALES DE LA REVOLUCION FRA NC ES A,que entre naciones- que han asolado al mundo, y particular-mente a Europa, durante este siglo.Si el principio es el supremo valor de la libertad, su aplica-cin real nicamente en los individuos, como espontaneidad yausencia de coercin en su actuar, resulta mezquina. En efecto,la vida propia de la sociedad revela que son pocos los que puedendisfrutar de sus consecuencias; adems, si es un principio, y nouna cualidad que deba ser desarrollada o un bien del cual se pue-da gozar slo si se cumplen ciertas condiciones, no resulta claropor qu no haya de extenderse umversalmente su aplicacin, demanera que la colectividad completa lo vea consumado en s mis-ma, y no slo algunos individuos. Este es el tipo de argumenta-cin que han desplegado quienes, reconociendo, como los tericosdel liberalismo, que la libertad es el valor supremo para los hom-bres, exigen, por lo mismo, igualdad en la participacin de esevalor. De esta manera, la libertad no es un hecho preexistenteque hay que proteger escribe Georges Burdeau: es una fa-cultad que hay que conquistar. A la nocin de libertad se susti-tuye la espera de una liberacin. Y el mismo autor agrega acontinuacin: En esta nueva perspectiva, todo el orden social sepone en discusin, y con l el sentido de la democracia. De r-gimen poltico destinado a garantizar a los individuos el goce delibertades que poseen, se convierte en una organizacin del podergubernamental dirigido a asegurarles el ejercicio de las libertadesque an no poseen. La democracia era la forma de gestin de ununiverso libre. Se convierte en l instrumento de creacin de unmundo que ver la liberacin del hombre (34).Es as, pues, como la idea de Locke pasa a Rousseau. Para elingls, el estado natural de los hombres es un estado de com-pleta libertad para ordenar sus actos y para disponer de sus pro-piedades y de sus personas como mejor les parezca. De estemodo, la finalidad mxima y principal que buscan los hombresal reunirse en estados o comunidades, sometindose a un gobier-

    (3 4) GEORGES BURDEAU, Le democracia, versin castellana de AngelLatorre, Ed. Ariel, Barcelona, 1959, pg. 28.1 3 4 3

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    JUAN ANTONIO WID0Wno, es la de salvaguardar sus bienes. El estado o comunidad seconstituye, por consiguiente, mediante un pacto o convenio: aquelque celebran los propietarios entre s en razn del inters quecada Cual tiene en sus posesiones; dicha comunidad est desti-nada a permitirles una vida cmoda, segura y pacfica de irnoscon otros, en el disfrute tranquilo de sus bienes propios, y unasalvaguardia mayor contra el que no pertenezca a esa comunidad.Entiendo, pues, por poder poltico escribe Locke el dere-cho a hacer leyes que estn sancionadas con la pena capital y, enconsecuencia, de las que estn sacionadas con penas menos gra-ves, para la reglamentacin y proteccin de la propiedad (35).Tambin, para Rousseau, son las personas y sus posesiones loque debe salvaguardar la sociedad. Pero de todas las personas ysus posesiones, de manera que unas no generen la servidumbrede otras: lo cual, si el mayor bien de los hombres es su autono-ma o libertad en el disfrute de lo propio, est bien planteado.Por esto el convenio o contrato de Rousseau idea que tambintoma de Locke tiene como finalidad constituir una forma deasociacin que defienda y proteja con toda su fuerza comn lapersona y los bienes de cada asociado, y en virtud de la cual cadauno, al unirse a todos, no obedezca, sin embargo, ms que a smismo, y permanezca as tan libre como antes. En virtud delContrato social, dndose cada uno a todos, no se da a nadie;y como no hay ningn asociado sobre el cual no se adquiera elmismo derecho que se le cede sobre uno mismo, se gana el equi-valente de todo lo que se pierde y ms fuerza para conservar loque se tiene. Cada individuo renuncia a su voluntad particulary cede, con ello, sus intereses privados a la comunidad: sin em-bargo, lo que hay de singular en esta enajenacin es que, lejosla comunidad de despojar a los particulares de sus bienes al acep-tarlos, no hace ms que asegurarles su legtima posesin, cam-

    ( 3 5 ) J O H N L O C K E , An Essay concerning the true original extent andend of civil Government (o Second Treatise of civil Government) caps. 1,8 y 9 (pargrafos 3, 95 y 124).1 3 4 4

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    ANTECEDENTES INTELECTUALES DE LA REVOLUCION FR AN CE SA ,biando la usurpacin en verdadero derecho y el disfrute en pro-piedad (36).La conclusin es perfectamente lgica: si la libertad del in-dividuo para disponer y gozar de sus bienes es un principio, se-gn el cual debe ordenarse la sociedad, se sigue de l que el co-munismo, mediante la abolicin completa y radical de la propiedadprivada raz de limitaciones y servidumbres, el nico es-tado social en que todos pueden ser de esa manera libres. De lalibertad entendida como valor supremo y que consiste en ausen-cia de determinaciones extrnsecas u obligaciones que condicio-nen la disposicin y el goce de lo propio, se sigue como con-secuencia necesaria la igualdad. Quienes lo vieron claro e inten-taron llevarlo a la prctica fueron los primeros padres del comu-nismo moderno, que brota precisamente de estas races: Ya estiempo dice Babeuf de que el pueblo... defina la democraciacomo l la entiende, y tal como, segn los principios puros, elladebe existir, Ya es tiempo de que pruebe que la democracia esla obligacin de dar, por aquellos que tienen demasiado, todo loque falta a aquellos que no tienen suficiente! (37).

    V IIEsta libertad que anuncian los doctrinarios de la Revolucininglesa, y que los filsofos franceses asumen como la premisa dela cual derivan las conclusiones que, aplicadas en 1789 a la rea-lidad de Francia, han de subvertir todo el orden social y poltico,no es la misma libertad cuya nocin haba sido explicada por lostelogos y filsofos de la Cristiandad, y cuyos orgenes se remon-tan a Grecia y a Roma. Y no slo son concepciones diferentes delo que es la libertad propia del hombre, sino contrarias.Segn la doctrina tradicional sobre este tema, el hombre no

    (3 6) J . J . ROUSSEAU, Du Contrat Social, I , 6 .(3 7) GRACUS BABEUF, Manifeste des Plbienes, en J . Godechot, op. cit.,pg. 261.

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    JOAN ANTONIO WID0Wes libre para tener o no tener ciertos fines de su conducta, y paraque haya o no haya obligaciones y normas que, de manera co-mn por todos, deben ser cumplidas. Lo cual es as debido a quela naturaleza de los hombres es realmente la misma en todos, ya que la finalidad o perfeccin de esta naturaleza es, por lo mis-mo, comn. Por esto, los preceptos fundamentales de conductaconstituyen una ley natural, cuyo cumplimiento no es opcionalo materia de opinin personal, sino necesario. De manera anlo-ga, en el orden sobrenatural, tambin la verdad revelada es lamisma para todos, y el fin, la bienaventuranza eterna, implica,tambin para todos, las mismas exigencias. Esta necesidad, sinembargo, no anula el mrito o el demrito en la conducta de loshombres, pues para que el fin lo sea efectivamente respecto deesa conducta, debe ser conocido y querido, es decir, supone elacto voluntario.Por consiguiente, la necesidad del fin y necesidad significaque el fin lo es, para todos los hombres, de suyo, y no por libredeterminacin de stos supone la libertad de arbitrio. Arbitrioes el juicio por el cual el sujeto determina su propia conducta.Y que dicho arbitrio sea libre significa que su causa no es nin-gn factor externo al sujeto como los estmulos sensibles enel animal, por ejemplo, sino el mismo sujeto: es ste el que sedetermina en sus actos, siendo stos, por tanto, atribuibles a ly no a causas externas. En esto radica la responsabilidad que unhombre tiene de sus actos, y toda la imputabilidad moral y ju-rdica de los mismos a su agente. Si las causas de la conductahumana fueran externas a la persona, sera tanta la culpa de unhomicida, por ejemplo, cuanta la del arma que us para darmuerte a otro.En el siglo xiv, el franciscano ingls Guillermo de Ockhamneg que tuviera fundamento real la universalidad de los concep-tos. Es decir, neg que hubiese implicada alguna unidad real enlo significado por los trminos hombre o naturaleza humana: sonmeras palabras, flatus vocis, cuya unidad es slo la de la vozempleada en la locucin. Ningn universal escribe Ockham,a menos que lo sea por institucin voluntaria, es algo que tenga1 3 4 6

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    ANTECEDENTES INTELECTUALES DE LA REVOLUCION FR AN CE SA ,de algn modo existencia fuera de alma (38). No niega solamen-te que los universales tengan subsistencia propia, segn preten-dan Platn y los platnicos, sino tambin que tengan existenciaen los individuos: por esto, la afirmacin de que los hombrestienen una naturaleza comn es slo un decir impuesto por laconvencin del lenguaje.La tesis de Ockham, conocida despus como la tesis nomi-nalista, tiene varias conscuencias en el orden prctico de la moraly el derecho: por una parte, al no ex istir una naturaleza comnen los hombres, no hay nada objetivo y real que obligue a actuarcon ellos en razn de lo que son; es decir, que no hay diferenciaesencial entre la conducta que uno deba tener con un hombre yla que uno pueda tener con un perro, por ejemplo. Ambos, hom-bre y perro, son individuos, y esto s lo puedo aprehender; loque no puedo conocer es que sean de naturaleza diversa. Desapa-rece, en consecuencia, la ley natural como norma necesaria deconducta (de la cual el Declogo es de hecho una especie de co-dificacin garantizada por la Revelacin divina), y desaparece todaposibilidad de una fundamentacin real y objetiva, y por lo tantouniversal, de las normas y leyes humanas positivas. De este modo,por la otra parte, queda sujeta cualquier determinacin de unorden social o poltico a la voluntad pura, sin la razn; es decir,al poder puro, sin la prudencia que debe discenir qu es lo justo.En el siglo xvi, el agustino alemn Martn Lutero fue un fieldiscpulo de Guillermo de Ockham, de quien dice que es princepset ingeniosissimus scholasticorum el principal y el ms ingenio-so de los escolsticos, sosteniendo de s mismo que es de lafaccin de Ockham: sum ocamicae factionis. Siguiendo con mayorconsecuencia que su maestro la tesis nominalista, Lutero niegaque exista en el hombre libertad de arbitrio respecto de lo quele es superior, es decir, respecto de su perfeccin tanto naturalcomo sobrenatural, y de cmo alcanzarla, y por lo mismo niegatambin que los actos de los hombres posean en este orden m-rito o demrito: en lo que toca a Dios, o a las cosas que se re-

    (3 8) GUILLERMO DE OCKHAM, In I Sententiarum, 2, 8 .1 3 4 7

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    JUAN ANTONIO WIDOWlacionan a la salvacin o a la condenacin (el hombre), no tienelibre arbitrio, sino que est cautivo, sometido y esclavizado, seaa la voluntad de Dios, sea a la voluntad de Satans (39). Encontraste con la negacin de la libertad de juicio en lo que ataea la determinacin de la propia conducta, en cuanto sta seabuena o mala, Lutero sostiene la libertad del juicio del hombreespiritual que tiene la fepara interpretar la Sagrada Escri-tura. Es el juicio independiente de cada cristiano, atenindosenicamente a la claridad de la Palabra divina, el que puede dis-cernir el verdadero sentido de sta, sin que deba someterse aotra autoridad distinta a la de esa misma Escritura: Quienquieratenga la fe es un hombre espiritual; desde luego, l juzga de todaslas cosas, y no es juzgado por nadie. Sea la simple hija de unmolinero, o aun un nio de nueve aos, si tienen la fe y juzgande la doctrina segn el Evangelio, el papa, si verdaderamente escristiano, debe escucharlos y echarse a sus pies (40).Con Lutero se da, por consiguiente, una inversin del orden:el hombre es libre respecto de los fines o, lo que es lo mismo,estos no imponen a los hombres una necesidad comn; la verdadde la Revelacin es la que cada hombre, en virtud de la fe queinteriormente lo ilumina, puede descubrir, por s mismo, en laEscritura. Es slo lo que hay en la subjetividad de cada individuolo que puede iluminar la verdad y discernir el bien. Por otraparte, este mismo hombre es esclavo, en estricto sentido seade Dios o de Satans en lo que se refiere a la calidad, buenao mala, de sus actos: por tanto, no es responsable de ellos. Sitiene fe, sus actos son necesariamente buenos; si no la tiene, sonnecesariamente malos.Lutero, al dar su respaldo a los prncipes alemanes en la re-belin campesina de 1525, de hecho sostuvo el orden social sobreel principio de la potestad de dichos prncipes. Esta potestaddevena de este modo absoluta, pues se exclua la interpretacin

    (39) MARTN LUTERO, De servo arbitrio, en Werket Weimar, XVIII,pg. 638.(40) Werke, X, pa'g. 359.1348

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    ANTECEDENTES INTELECTUALES DE LA REVOLUCION FRAN CE SA ,tradicional del non est potestas nisi a Deo: se afirmaba tambinel origen divino de la potestad, pero no en cuanto procediese dela ley divina manifestada en la ley natural, sino de la voluntaddivina pura, que no se manifiesta en ley o norma, sino en poder.Calvino, en cambio, aplic con mayor consecuencia los principiosluteranos a su concepcin de la sociedad humana: si todo bienprocede de Dios actuando en la subjetividad del hombre por lafe, no hay orden social legtimo si no procede de la libre volun-tad de los elegidos. Con Calvino se afirma ya, formalmente, elprincipio de la voluntad del pueblo de los elegidos, del pueblode Dios como nica causa de la ley y del orden social: el go-bernante o el presidente de la asamblea slo puede actuarsi lo hace en representacin de ese pueblo.Guido de Ruggiero, en su Historia del liberalismo europeo,destaca la afluencia que tuvieron las ideas bsicas que surgieroncon la Reforma protestante, en el desarrollo posterior de la doc-trina liberal y de la concepcin democrtica de Rousseau. Lalibertad di ce es conciencia de s mismo, del propio e infinitovalor espiritual... Hay en este ncleo subjetivo de la libertaduna fuerza de difusin y de organizacin, que atraviesa gradual-mete a toda la vida social y poltica, para volver finalmente a sucentro, enriqueciendo su libertad inicial con la liberacin de todoun mundo. Tal es el verdadero desarrollo del liberalismo, esp-ritu a su vez de todos los dems desarrollos. Y contina luego:Veamos en qu consiste este espritu en su proceso evolutivo.'En la moderna civilizacin la primera vez que se manfiesta escon la Reforma protestante. El alzamiento contra una tradicinreligiosa milenaria, no surge entonces de necesidades o de impul-sos separados en cierto modo de la personalidad humana, sinode esta misma personalidad. No empuja a los reformados, en sulucha contra la Iglesia y contra su brazo secular, una esperanzahacia beneficios externos, sino el amor hacia aquello que es bue-no por s mismo. Son otras las fuerzas espirituales que sostieney estimula: la fe y el Ubre examen. La fe es confianza ilimitadaen Dios, pero es al mismo tiempo confianza en s mismos, comoministros del Dios verdadero. El libre examen, significa libre

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    JUAN ANTONIO WID0Winterpretacin de las Sagradas Escrituras, pero significa, a la vez,libre interpretacin de las propias facultades y aptitudes. Conuna y otro, los reformados se disponan a forjarse un mundo es-piritual completamente propio, despus de baber destruido el quehaban recibido de los antepasados. Ms adelante, De Ruggierodestaca tambin la aportacin especial de Calvino a la formacinde esta nueva mentalidad: El discpulo de Calvino cree en lapredestinacin ms fatalista, pero al probar su condicin de serpredestinado por la gracia divina, acta con energa y con pro-pio dominio... Niega toda la eficacia propiciatoria a las obras yslo confa en la fe, pero de la fe intensa surgen nuevas obrasque se consideran no medio y vehculo, sino signos y testimoniosde la gracia... Como ninguna investidura consagra desde lo altoa los ministros del culto, sino slo la eleccin de los de abajo,brese camino una nueva manera de considerar la autoridad y elgobierno... Se trata de toda una mentalidad democrtica en em-brin: pensando en un mstico Estado teocrtico, crase de hechoun Estado terreno, cimentado slo con la fuerza cohesiva de losindividuos. Cada uno de stos confiere, en efecto, a la totalidaduna suma de derechos propios e inalienables los que su propiaconciencia ha proclamado y con la igualdad de su posicin ju-rdica frente a la de los dems, logra que el pacto de unin seaperfectamente recproco. En estos primeros covenants de la co-munidad calvinista se halla en germen el Contrato social de Rous-seau; pero tambin se encuentra otra cosa, a saber: un sentimientoms vivo de los derechos de los individuos contratantes, que-constituye un anticipo de las Declaraciones americana y france-sa (41).Con estas consideraciones, hechas por un clarividente liberalde comienzos de nuestro siglo, se terminan de atar las relacionesde causas y efectos intelectuales que han de desembocar en el es-tallido revolucionario de 1789. Era inevitable, pues, introducirseen conceptos teolgicos y filosficos para dar una explicacin mscompleta de lo que ocurri en Francia a partir de ese 17 de junio

    (41) Op. cit., Introduccin, pgs. XVI-XXI.1 3 5 0

  • 7/27/2019 Antecedentes Intelectuales de la Revolucin Francesa

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    ANTECEDENTES INTELECTUALES DE LA REVOLUCION FRA NC ES A,en que los Estados Generales fueron transformados en AsambleaNacional Constituyente. La guillotina que cort la cabeza deLuis XVI no fue accionada slo por el verdugo Charles-HenriSanson celoso profesional de su arte-, sino tambin por Ock-ham, Lutero y Calvino. La historia siempre se ha hecho de estamanera.

    V I HNo se puede entender bien cules sean las consecuencias dela Revolucin francesa, si no se tiene en cuenta que las causasque la provocaron siguen actuando despus, en estos dos siglosque la han seguido, y que actan, adems, con el mismo impulsoque la Revolucin triunfante les ha dado. Las ideas que movie-ron a los revolucionarios el liberalismo, el sistema democrticototalitario, el comunismo se extendieron por Europa y Amricadel Sur. En Amrica del Norte ya haban triunfado, como reli-gin republicana y democrtica segn la llam Tocquevilleen 1776,El tratado de Viena dio una cierta seguridad y estabilidad alorden europeo, al reafirmar a las monarquas tradicionales. Sinembargo, desde entonces la historia de Europa empieza a desarro-llarse en dos planos perfectamente diferenciados y aparentementeindependientes: una es la historia ordinaria del gobierno interior,de la economa, de las relaciones internacionales, de los tratadosy las guerras. Otra es la historia, al comienzo subterrnea, peromuy pronto aflorando y condicionando los rumbos de aqulla, dela Revolucin que se ha hecho permanente.Desde la Revolucin francesa, todas las naciones de Occidentehan vivido internamente desgarradas por una guerra civil a veces

    sorda y oculta, otras veces declarada. Desde entonces, ha pene-trado en l