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Antologia Histórica de Poetas de Guanajuato

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Exiquisita seleccion de poemas de una gran diversidad de autores del Estado de Guanajuato

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

Primera edición, 2009

D.R. © Gobierno del Estado de GuanajuatoPaseo de la Presa No.103 zona centro C.P. 36000Guanajuato, Guanajuato, México.

Cuidado de la edición: Margarita Díaz Abrego y Benjamín Valdivia

Diseño editorial: Betsabé Lorelay Muñoz Arbaiza e Ileana Villanueva Gómez

ISBN: 978-607-7789-05-5

Impreso y hecho en México

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Índice

Prólogo 9

Magdaleno Andrés Osio y Ocampo 13

José Mariano Rodríguez del Castillo 14

José Victoriano Villaseñor 17

Francisco Eduardo Tresguerras 18

Ignacio Ramírez (“El Nigromante”) 24

Antonio Plaza 31

José Fernández 39

Juan Valle 50

Ignacio Montes de Oca y Obregón 57

Ramón Valle 61

Rubén M. Campos 69

Federico Escobedo 76

Rafael López 82

Esperanza Zambrano 91

Efrén Hernández 97

Efraín Huerta 105

Alberto Quintero Álvarez 132

José Cárdenas Peña 139

Emma Godoy 147

Margarita Paz Paredes 155

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PRÓLOGO

D esocupado lector: en tus manos está la Antología histórica de poetas de Guanajuato. Se denomina histórica en dos sentidos. Primero, porque se refiere a los principales de entre aquellos que a lo largo del tiempo ha prodigado esta tierra. Segundo, por tratarse de poetas ya desaparecidos, cuya obra ha terminado (a diferencia de los autores vivientes, de los cuales esperamos aún contribuciones para el acervo literario de Guanajuato, y que serían motivo de una recopilación diferente).

Esta reunión se concibe como aporte a las conmemoraciones por el centenario de la Revolución Mexicana y el bicentenario de la Independencia Nacional. Por ello es que inicia con autores nacidos a mediados del siglo XVIII, esos que tienen su madurez en los años en que se origina y desarrolla la gesta de la Independencia; y termina con poetas nacidos en los años finales de la Revolución.

El estado de Guanajuato ha sido un centro notable en todos los acontecimientos de la historia patria: cuna del alzamiento independentista, vigorosa fuerza en la etapa del liberalismo y la Reforma, privilegiado lugar cuando el porfiriato, sitio decisivo al final de la fase armada de la Revolución, sólido baluarte cristero hasta nuestros días. En fin, un estado que participa con intensidad de los vaivenes y contradicciones en los que se ha forjado nuestra nación.

Sus poetas han sabido situarse en la realidad del país y, con miras diversas, reflejar en palabras los sentimientos, sucesos y paisajes de su intimidad o de su entorno. Se notará, pues, cómo estos literatos asumen estilos, temas, visión del mundo conforme progresa la circunstancia social a la que pertenecen. Así, podemos

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encontrar la devoción guadalupana de Osio y Ocampo junto a la picardía de Tresguerras; la hondura de “El Nigromante” al lado de la emoción estética de José Fernández; la musicalidad de Juan Valle seguida de la precisión formal del obispo Montes de Oca y Obregón quien, por cierto, fue confesor de Maximiliano.

Debe destacarse que las letras guanajuatenses no contaban con participación femenina reconocida, la cual surgió sólo hasta la apertura cultural producida por la Revolución. A partir de los años veinte se distingue Esperanza Zambrano; y luego, en la generación siguiente, Margarita Paz Paredes y Emma Godoy. A partir de esas incursiones pioneras, las mujeres han tenido una presencia creciente en este medio.

Otra tendencia que se nota es el centralismo: casi la totalidad de los consignados en esta antología realizó su obra fuera del estado de Guanajuato, principalmente en la ciudad de México. Durante dos siglos el estado vio a sus escritores más talentosos abandonar el terruño. Algunos de ellos, desde luego, tuvieron resonancia nacional. Tal es el caso de Ignacio Ramírez, en el siglo XIX, o Efraín Huerta, en el XX. Otros, gozaron de popularidad muy extendida, como Rafael López, cuyo poema “La Bestia de Oro” fue ampliamente declamado en escuelas, plazas y reuniones sociales; o bien Antonio Plaza, del que se sigue publicando, con gran éxito hasta nuestros días, su libro Álbum del corazón. Aunque el centralismo prosigue como vehículo de fama y reconocimiento literario en México, las nuevas generaciones de autores guanajuatenses encuentran mejores escenarios para permanecer en la región y desplegar en ella sus aptitudes.

Otra mención necesaria es la relativa a la proveniencia de los materiales que aquí se presentan. La mayoría de ellos formaron parte de mi antología previa, El país de las siete luminarias,1 que incluyó escritores de tres siglos en los géneros de poesía, cuento y novela. En aquellas páginas se ubicó a Efrén Hernández dentro de la narrativa, por sus imprescindibles aportaciones a ese campo. Aquí lo tenemos como poeta, lo cual modifica y enriquece aquella compilación original.

1 El país de las siete luminarias. Antología literaria de Guanajuato. Selección, introducción y notas de Benjamín Valdivia. Gobierno del Estado. Guanajuato, 1994, 598 páginas.

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Veinte nombres conforman esta selección. A pesar de ser pocos en número, nos otorgan una gran variedad de matices y temas, adaptados por el carácter de cada cual y conforme al uso que, en la época de cada uno de ellos, se consideró de avanzada y novedad. En ese entendido, no es sólo una muestra de poemas sino, además, un recorrido por las distintas vías que configuran el espíritu de nuestra historia.

La “Comisión Estatal para la Organización de la Conmemoración del Bicentenario del inicio del movimiento de Independencia Nacional y del Centenario del inicio de la Revolución Mexicana”, que tiene entre sus funciones el rescate de las formas expresivas ligadas a los dos siglos que se involucran, ha considerado que un recuento de los héroes poéticos del Guanajuato histórico es un buen modo de compartir el orgullo de sabernos parte de una tradición tan señera y, por lo mismo, de un futuro prometedor.

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Magdaleno Andrés Osio y Ocampo2

SONETO

De Guadalupe aquella imagen bella

que México venera allá pintada,

de estrellas y de rayos adornada,

modesta y graciosísima doncella.

¿Qué imagen es? Divina copia es ella

de la Madre de Dios, que penetrada

de un dulce amor, al darse retratada,

estas voces parece que destella:

¡Indios queridos, ved en este encanto

la hermosa prenda de un amor materno

que a todo el orbe llenará de espanto!

¿Quién lo asegura así? Mi labio tierno.

¿Quién concibió el diseño? El amor santo.

¿Quién lo pintó después? El Dios eterno.

de: Gazeta de México

(11 de diciembre de 1805)

2 Magdaleno Andrés Osio y Ocampo (Guanajuato, 1746). Fue alumno del Colegio de San Ildefonso. Entró a la Compañía de Jesús, con la cual fue expulsado a Italia. Su conocido soneto fue traducido del italiano por Sartorio. Publicó en La Gazeta de México y en el Diario de México.

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José Mariano Rodríguez del Castillo3

ANACREÓNTICA II

Un goloso muchacho,

metido en una huerta,

alegre discurría

mirando con viveza

de una tendida parra

los racimos que cuelgan.

Pero no, ya se inclina

de las doradas peras,

hacia el durazno corre,

ya se vuelve a la higuera:

de aquesta el fruto corta,

pero apenas lo prueba.

Su gusto aún más provocan

encarnadas ciruelas,

los verdosos pepinos

y las moras sangrientas.3 José Mariano Rodríguez del Castillo (Guanajuato, ca. 1760) Poeta y prosista. Per-teneció al grupo fundador de la Arcadia Mexicana, dentro de la cual tuvo los nombres de Amintas y Tirsis. Escribió también bajo los nombres de Mostaza, J. M. R. C. y C. R. M. J. Publicó poemas en el Diario de México.

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Su ambición todo abarca,

todo le lisonjea,

come luego otra cosa,

y al fin todo lo deja.

Así yo entusiasmado

entre muchas bellezas,

quiero decir de todas

porque todas me alegran.

de: Diario de México

(17 de junio de 1808)

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ANACREÓNTICA III

Volaba por el prado

una mariposilla,

como el aire ligera,

bordada de mil pintas.

Diáfanas como el éter

sus alas peregrinas

y esmaltadas con oro,

al viento se tendían.

Ya en un florido mirto

su vuelo suspendía,

ya en el jazmín posaba,

ya en unas clavellinas.

No hay flor do no se pare,

y aunque ellas se retiran

con timidez donosa,

sus cálices las liba.

¡Oh feliz mariposa!

¡Quién tuviera tu dicha,

pues, gustándolas todas,

ninguna te cautiva!

de: Diario de México

(21 de junio de 1808)

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José Victoriano Villaseñor4

¡OH, NÍSIDA, MÁS BLANCA...

¡Oh, Nísida más blanca

que cándida azucena,

y mucho más graciosa

que alegre primavera!

¿Cuándo será el felice

instante en que te vea

menos dura a mis lloros,

más blanda a mis quejas?

¿Cuándo, bella enemiga,

tendrán premio mis penas,

y sentirá tu pecho

de amor las crudas flechas?

¿Cuándo...? Pero ¡ay! en vano

es amansar las fieras,

es correr tras los vientos,

y es el ablandar peñas.

de: Diario de México

(5 de enero de 1807)

4 José Victoriano Villaseñor (Guanajuato, ca. 1760) Fue miembro de la Arcadia Mexi-cana, en la que participaba bajo el nombre Delio. Se sabe que fue íntimo amigo de Rodríguez del Castillo y que murió entre 1809-1810. Escribía también con sus iniciales J. V. V. Publicó en el Diario de México.

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Francisco Eduardo Tresguerras5

A LESBIA DE CATULO Y A SU PAJARITO MUERTO

Tierna pintada avecilla

¿qué extraña, qué dura suerte

niega a Lesbia con tu muerte

la diversión más sencilla?

¿Sus ojos? No es maravilla:

ellos causan mi tormento.

Pues llore y su sentimiento

con mi desdicha se iguale:

sí: que ingrata sobresale,

sí: que burla mi lamento.

ROMANCE QUE ACOMPAÑÓ A UN DISEÑO DE LÁPIZ DE SEÑORA SANTA ANA, HECHO POR EL AUTOR PARA SU AMIGO DON MARIANO HERNÁNDEZ

Tresguerras aquel tu amigo

que en maniobras bien distintas

equivoca su incumbencia

porque a tantas se destina.

5 Francisco Eduardo Tresguerras (Celaya, 1759) Poeta, arquitecto, músico y pintor. Es representante típico del neoclásico arquitectónico, aunque en poesía se muestra prerromántico. Participó en diversos cargos públicos. Erigió templos y monumentos en la región. Hasta muy recientemente se conocieron sus obras poéticas con el título de Ocios literarios (UNAM, 1962).

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Ya entre palos y colores

emplastador y tracista,

ya de la visual pirámide

quien secciones imagina.

Mentiroso de hermosuras

sobre superficie lisa,

como mono del Creador

que a tanto con arte aspira.

Que lo aturde la expresión,

luego la verdad lo silba

lo atenacea el natural

y el dibujo lo pellizca.

El colorido se queja,

se le endurecen las tintas,

y sin que pueda evitarlo

ajenos ojos malquista.

Que si desprecia las leyes

de la justa simetría

en vano colores bellas

sobre otras terco liquida.

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Y si geómetra no advierte

las curvas y rectas líneas

de que los objetos constan,

todo el tiempo desperdicia.

Que en la noble Arquitectura

el módulo solicita

como que es la predilecta

e indispensable medida.

Riéndose de los Arquitetes

que por acá nos fabrican

sus desarreglos notando

sin que lo mueva la envidia.

También la turba fatal

de tanto motilón tallista

cuando su paciencia apuran

su desembarazo admira.

Que allá, cuando sus pinturas

quiere que relieve finjan,

de la óptica divergencias

con luz natural registra.

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Que tal vez (ni es rara cosa

en un natural artista)

o chifla una traveziera

o asierra al violín las tripas.

Y que ya ha habido ocasión

que con la píxide mida

por entre breñosas selvas

las figuras mixtilíneas.

Ni ha dejado por hacer

operaciones malditas,

extrayendo ya las aguas

o hallando su altura viva.

Que en pleitos lo han ingerido

con tan imparcial pericia

que por seguir la verdad

enemigos se concilia.

Que Grabador, Estatuario,

y otras varias baratijas

lo definen bellamente

por un oficial enigma.

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Que también si se le pone

rasguña una mala lira

y echa más ques en sus versos

que un comerciante mentiras.

Que... Pero ¿fue mi intento

hacer una grande lista

de los arrapiezos todos

que a este su amigo vistan?

¿O hacer un alarde vano

injerto con ruin malicia

fabricando sus elogios

sobre las ajenas ruinas?

No amigo: jamás podrá;

él se caracteriza,

de que de aprendiz no pasa;

sólo su invención estima.

Por tanto, en ese diseño

que de su caletre envía

más sobresale su afecto

que la ejecución prolija.

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Ese grupo representa

en Ana y su tierna Hija

el doble, el sagrado nombre,

que logras por grande dicha.

Perdóname pues, la oferta

y esa dulcísima Niña

con su respetuosa Madre

centro sea de tus delicias.

Esto sólo recompensa

será de oblación tan chica;

así lo ha creído Tresguerras

deseándote larga vida.

de: Ocios literarios

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Ignacio Ramírez (“El Nigromante”)6

A EZEQUIEL MONTES

(Enviándole un libro de Fr. Luis de León)

Dulce amigo, recibe con agrado

La obra de un fraile que pasó su vida

De lo noble y lo bello apasionado.

La fama lo siguió por la escondida

Senda del huerto donde su alma pura

Los palacios de jaspe y de oro olvida.

Delicias melancólicas apura

A la sombra del árbol rumuroso,

En el prado vestido de verdura,

Al lado del arroyo tortuoso,

De cuyas ondas y guirnalda el viento

Sale jugando fresco y oloroso.

6 Ignacio Ramírez, conocido como “El Nigromante” (San Miguel el Grande, 1818). Po-lítico y poeta. Perteneció a la Academia de Letrán. Fue abogado y promotor educativo. Ocupó diversos cargos públicos y participó en la aplicación de las Leyes de Reforma. Se ha impreso una recopilación de sus Obras (Editora Nacional, 1960, 2 tomos).

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Allí le place modular su acento

Pulsando diestro la amorosa lira,

Confidente de penas y contento;

Allí la majestad del cielo admira;

Y a descubrir la misteriosa huella

De la clara legión osado aspira.

Olvida luego amor, huerto y estrella;

A la patria dirige una mirada

Donde pesar, indignación destella.

Róbale al godo forzador su espada

La traición; y al dejar el torpe lecho,

Descubre a su nación encadenada.

Esto León cantaba. Pero estrecho

Era el Parnaso para tanta idea

Que amamantaba en su robusto pecho.

La docta antigüedad griega y hebrea

Le enseña los secretos de su idioma,

Y en pro de su país, él los emplea.

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Vuelo de águila, arrullo de paloma,

Un crimen son en quien el mundo pisa

Despedazado entre Madrid y Roma.

Tu inocencia en prisión sólo divisa,

Del Santo Oficio con la luz humosa,

De Felipe segundo la sonrisa.

¡Y no te amedrentaste! Y tu gloriosa

Misión supiste como vate y sabio,

Añadir a tu frente esplendorosa.

La corona de mártir no fue agravio:

De Sócrates la copa envenenada

Una gota guardó para tu labio.

Las almas fuertes celebrar me agrada

Hoy que mi excelsa patria se derrumba

Al peso de una turba degradada.

Escápese su elogio de mi tumba

Dando a los viles incesante susto.

Como un baldón en sus oídos zumba

El nombre de un varón constante y justo.

1876

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MI RETRATO

(En el Álbum de Rosario)

Cuando pasen los años, ¡oh Rosario!

Si no me encierras en perpetuo olvido,

Así dirás con aire distraído:

«Era de extravagancias un armario.

Penetrar de su pecho en el santuario,

Ni al astro del amor fue permitido;

Cayó a mis pies como amador rendido,

Ya próximo a envolverse en el sudario.

Como nació y vivió, murió desnudo;

Era en su amor, ya tigre, ya paloma;

Contra el dolor, la risa fue su escudo;

Sobre cantos, no sé de dónde toma

Una tarda lección, y cisne rudo

Le vi, a la muerte, murmurar la broma.»

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AL AMOR

¿Por qué, Amor, cuando espiro desarmado,

De mí te burlas? Llévate esa hermosa

Doncella tan ardiente y tan graciosa

Que por mi oscuro asilo has asomado.

En tiempo más feliz, yo supe osado

Extender mi palabra artificiosa

Como una red, y en ella, temblorosa,

Más de una de tus aves he cazado.

Hoy de mí mis rivales hacen juego,

Cobardes atacándome en gavilla,

Y libre yo mi presa al aire entrego;

Al inerme león el asno humilla...

Vuélveme, Amor, mi juventud, y luego

Tú mismo a mis rivales acaudilla.

1876

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DESPUÉS DE LOS ASESINATOS DE TACUBAYA

Guerra sin tregua ni descanso, guerra

A nuestros enemigos, hasta el día

En que su raza detestable, impía

No halle ni tumba en la indignada tierra.

Lanza sobre ellos, nebulosa sierra,

Tus fieras y torrente; tu armonía

Niégales, ave de la selva umbría;

Y de sus ojos, sol, tu luz destierra.

Y si impasible y ciega la natura

Sobre todos extiende un mismo velo

Y a todos nos prodiga su hermosura;

Anden la flor y el fruto por el suelo,

No les dejemos ni una fuente pura,

Si es posible ni estrellas en el cielo.

San Luis Potosí, 1859

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EL HADO Y LA CRUZ

Donde el teocalli tlaltelolca yace,

Humilde cruz de piedra se levanta;

Allí mi juventud sus penas canta,

Y en ver risueño el porvenir se place.

Eterno movimiento hace y deshace

Tantos horrores y belleza tanta

Donde el hombre ya tiembla, ya se espanta;

Donde el requiescat perderá su in pace.

¡Ay de mí! Desde entonces mil historias

En otros monumentos ha dejado

Escritas con mi sangre el Hado mío.

Hoy vuelvo aquí buscando mis memorias,

Y al verme solo entre la cruz y mi hado,

De mí, del hado y de la cruz me río.

1874

de: Obras, Tomo I.

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Antonio Plaza7

NO TE OLVIDO

¿Y temes que otro amor mi amor destruya?

¡Qué mal conoces lo que pasa en mí;

no tengo más que un alma, que es ya tuya,

y un solo corazón, que ya te dí!

¿Y temes que placeres borrascosos

arranquen ¡ay! del corazón la fe?

Para mí los placeres son odiosos;

en ti pensar es todo mi placer.

Aquí abundan mujeres deslumbrantes,

reinas que esclavas de la moda son,

y ataviadas de sedas y brillantes,

sus ojos queman, como quema el sol.

De esas bellas fascinan los hechizos,

néctar manan sus labios de carmín;

mas con su arte y su lujo y sus postizos,

ninguna puede compararse a ti.

7 Antonio Plaza (Apaseo, 1833). Perteneció al ejército liberal, en el que llegó a ser te-niente coronel. Colaboró para varios periódicos y boletines de la época. Escribió el libro Álbum del corazón (El libro español, 1899), el cual, luego de más de cien años, es una obra muy popular.

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32

A pesar de su grande poderío,

carecen de tus gracias y virtud,

y todas ellas juntas, ángel mío,

valer no pueden lo que vales tú.

Es tan ingente tu sin par pureza,

y tan ingente tu hermosura es,

que alzar puede su templo la belleza

con el polvo que oprimes con tu pie.

Con razón me consume negro hastío

desde que te hallas tú lejos de aquí,

y con razón el pensamiento mío

sólo tiene memoria para ti.

Yo pienso en ti con ardoroso empeño,

y siempre miro tu divina faz,

y pronuncio tu nombre cuando sueño,

y pronuncio tu nombre al despertar.

Si del vaivén del mundo me retiro,

y ávido de estudiar quiero leer,

entre las letras ¡ay! tu imagen miro,

tu linda imagen, de mi vida ser.

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33

Late por ti mi corazón de fuego,

te necesito como el alma a Dios;

eres la virgen que idolatro ciego;

eres la gloria con que sueño yo.

FLOR DE UN DÍA

Yo dí un eterno adiós a los placeres

cuando la pena doblegó mi frente,

y me soñé, mujer, indiferente

al estúpido amor de las mujeres.

En mi orgullo insensato yo creía

que estaba el mundo para mí desierto,

y que en lugar de corazón tenía

una insensible lápida de muerto.

Mas despertaste tú mis ilusiones

con embusteras frases de cariño,

y dejaron su tumba las pasiones,

y te entregue mi corazón de niño.

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34

No extraño que quisieras provocarme,

ni extraño que lograras encenderme;

porque fuiste capaz de sospecharme,

pero no eres capaz de comprenderme.

¿Me encendiste en amor con tus encantos,

porque nací con alma de coplero,

y buscaste el incienso de mis cantos?...

¿Me crees, por ventura, pebetero?

No esperes ya que tu piedad implore,

volviendo con mi amor a importunarte;

aunque rendido el corazón te adore,

el orgullo me ordena abandonarte.

Yo seguiré con mi penar impío

mientras que gozas envidiable calma;

tú me dejas la duda y el vacío,

y yo, en cambio, mujer, te dejo el alma.

Porque eterno será mi amor profundo

que en ti pienso constante y desgraciado

como piensa en la vida el moribundo,

como piensa en la gloria el condenado.

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CANCIÓN

Fantástica virgen,

visión ideal,

más linda que el cielo

es linda tu faz.

Yo sueño contigo

de amor un Edén,

que endulzan tus labios

del alma la hiel.

Tus labios más frescos

que rojo botón

de rosa, nacida

allá en Jericó.

Olvido las penas

que un tiempo sufrí,

si miro que al verte

me miras a mí.

¿Por qué al conocernos

temblaste y temblé?

¿Por qué sin hablarnos

me amaste y te amé?

¿Por qué nuestros ojos

cruzaron su luz?

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¿Por qué nuestras almas

se hablaron de tú?

Dios quiere, sin duda

llevarse hasta Él,

fundidos en uno

tu ser y mi ser.

Si te hago dichosa,

tú me haces feliz,

cual hiedra en el olmo

uniéndote a mí.

Tu amor es mi vida,

tu vida es mi amor;

y te amo cual ama

el campo a la flor.

Cual forman dos gotas

un solo cristal,

formamos nosotros

un alma no más.

Es tuya mi vida,

yo vivo por ti;

por eso abrazados

debemos morir.

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37

A BACO

Soneto

Salud, ¡oh Baco! Tu poder insólito,

es en la tierra talismán vivífico;

quien ha probado tu licor magnífico,

se vuelve siempre tu constante acólito.

Por ti, en las jaulas del glorioso Hipólito,

maldicen el idiota y el científico

al mundo artero, que sonríe pacífico

de sus pesares, con cinismo indólito;

pero tú en cambio con bondad magnánima

cuando enardeces mi cerebro escuálido,

haces vivir mi lacerada ánima,

haces crecer mi corazón inválido:

y juro, por san Juan y la Verónica,

pasar la vida en borrachera crónica.

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38

OTRA VIDA

Soneto

Es la vida un enjambre de ilusiones

en cuyo extremo están los desengaños,

pues plugo a Dios que el árbol de los años

produjera terribles decepciones.

Brújula del mortal son las pasiones;

el hombre es germen de sus propios daños,

y embriagado con fútiles engaños

busca felicidad, tiene aflicciones.

La pobre humanidad llora perdida

su esperanza. Sintiéndose impotente

en marasmo fatal cae rendida;

mas le dice una voz que nunca miente:

si es la tumba el Ocaso de la vida,

de otra vida la tumba es el Oriente.

de: Álbum del corazón

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José Fernández8

LAS BELLAS ARTES

Oda

Nunca la lira mía,

Nunca el sueño arrulló del poderoso;

Jamás canté al guerrero

Que con el rojo acero

Conquista entre cadáveres horribles

Y carros y corceles

Los sangrientos laureles

Con que ciñe sus sienes orgulloso.

Canté al Señor, al Santo,

Canté a Naturaleza, el amor mío;

La gloria ahora de las Artes canto.

Señora de la tierra, hija del cielo,

Hermosa virgen, sacra Poesía,

Tú que, bajando con ligero vuelo,

Allá en mi primer día,

Mecísteme en la cuna blandamente;

8 José Fernández (Silao, 1837). Residió en la Ciudad de México. Idealista y liberal, quemó la mayoría de sus composiciones, de las que se conservan cuatro publicadas en el volu-men Algunas poesías (De León y White, 1873).

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Tú que el fuego sagrado

Infundiste benévola en mi frente;

Tú que mi corazón latir hiciste

De entusiasmo divino; tú que fuiste

Mi amor, mi amor primero,

Y el último serás; tú, Deidad bella,

Escucha la voz mía que te llama;

Las alas de oro tiende

En el brillante azul del firmamento,

De nuevo a mí desciende;

Ven y mi mente inflama,

Despierta mi memoria,

Da elocuencia a mi labio,

Presta a mi acento fuerzas sobrehumanas,

Para cantar con la templada lira

Tu poder y tu gloria

Y la gloria y poder de tus hermanas.

¡Me siento trasportado!...

Tiendo la mano, y se descorre el velo

Con que los siglos cubren el pasado;

Vuelvo doquier la vista, y aparecen

Las antiguas ciudades:

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Del Egipto en las vastas soledades

Memphis, la altiva, asoma;

Y, de África dejando las arenas,

Veo en el Lacio la potente Roma,

Veo en la Grecia la soberbia Atenas.

Mirad... mirad sobre una blanca nube

Esas bellas Deidades....

Es su frente espaciosa,

Noble su rostro y su mirar sereno:

Una apoya graciosa

La lira de oro contra el blanco seno;

Lleva aquélla la flauta melodiosa;

Ésta la escuadra y el compás empuña;

Aquélla la paleta y los pinceles,

Y la otra el martillo y los cinceles.

Tú, Santa Poesía, tú inspiraste

Al sublime poeta

Que, durmiendo tranquilo

En su cuna de mimbres, condujeron

Las turbias aguas del sagrado Nilo.

Tú inspiraste a Moisés cuando el enojo

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

42

Cantó de Jehová grande y potente,

Que a Pharaón soberbio y a su gente

Sepultó en los abismos del Mar Rojo.

Tú, tú inspiraste a Homero

Cuando cantó la despedida triste

De Andrómaca y Astyánax y Héctor fiero.

Al percibir su voz, los dioses todos,

Apoyada la mano en la mejilla,

Atentos escuchaban,

Llenos de grato asombro y maravilla,

Y entre sí con asombro se miraban.

Tú a Virgilio inspiraste

Cuando cantara a la infelice Dido

Llanto amargo vertiendo,

Las prendas al mirar del fementido;

Su blanco pecho hiriendo

Con la querida espada,

Enviando al alto cielo una mirada,

Para buscar en él la luz postrera,

Gimiendo al verla, y, al gemir, muriendo.

A ti deben su gloria

Dante sublime y el Petrarca y Tasso;

A ti la debe Herrera,

A ti León y el tierno Garcilaso.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

43

Diosa de la armonía,

Música celestial, tu dulce idioma

La lengua universal es de Natura:

Lo hablan los campos al brillar el día

Tras de la noche oscura;

Las hojas, los insectos y los pájaros

Del monte en la espesura;

Lo hablan con sus bramidos

Las crespas olas de la mar bravía.

Lleno de inspiración, el tracio Orfeo

Allá en los bosques canta,

Y detienen los ríos su corriente,

Y sumisas las fieras

van siguiéndole y rugen blandamente.

Resuenan armoniosos

De Rossini y Bellini,

De Donizetti y Verdi los acentos;

Salvan las cumbres de la hermosa Italia;

Cual ruiseñor que en el vergel gorjea,

Los repiten los vientos,

Y, en éxtasis profundo,

Absorto calla y los escucha el mundo.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

44

¿Qué son esos gigantes

Que en el ardiente y arenoso suelo

Del Egipto se elevan arrogantes,

Desafiando al cielo?...

¿Qué son aquellas moles portentosas,

Y esos arcos soberbios y ese templo

Y esas inmensas ruinas

Que en la ciudad de Rómulo contemplo?...

Son tus obras, sublime Arquitectura;

Las pirámides son, son los sepulcros

Que altivos Pharaones levantaron;

¡Ay! ¡Y en ignotas tumbas descansaron!

Esos muros que veo

En la suntuosa Roma,

Los muros son del ancho Coliseo;

Esa orgullosa cúpula, que eleva

A las nubes su frente,

De Pedro el pescador los restos cubre.

Sublime Arquitectura,

Tú al hombre has enseñado

A ser digno rival de la Natura:

Alza ella la cúpula del cielo,

Cuya extensión espanta;

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

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Él bóvedas altísimas levanta:

Ella labra sus cedros y sus pinos;

Él columnas de mármol y alabastro:

Ella formó cavernas en las rocas;

Él las cavernas convirtió en caminos:

Ella elevó los montes gigantescos

Que limitan doquier los horizontes;

Él elevó pirámides y puentes

Que encadenan los montes con los montes.

Tú, Pintura divina, al hombre diste

Pinceles y colores,

Y sobre el tosco lienzo

Retrata el hombre los hermosos campos

Con sus rocas, sus árboles y flores.

De la naturaleza

El velo levantando, que la oculta

A los ojos profanos,

Fija el pintor en ella sus miradas

Y, sorprendiendo astuto sus arcanos,

Reproduce sus gracias y belleza:

Pinta Zeuxis los frutos del otoño,

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

46

Y las aves del cielo

A picarlos descienden engañadas.

Pinta Apeles la imagen de Alejandro;

El gallardo corcel de aquel guerrero

La mira, se adelanta,

Tasca el freno espumoso,

La cabeza levanta,

Relincha suavemente cariñoso,

Y el suelo escarba con la dura planta.

¡Rafael, Miguel Ángel! vuestras manos

Hoy polvo inerte son; mas vuestra gloria

El sepulcro no encierra:

Los siglos desparecen y ella vive,

Y viven vuestras obras para siempre,

Derramando su luz sobre la tierra.

Sucumben los tiranos,

Sucumben los guerreros,

Que en sangre lavan las sangrientas manos;

Muere el conquistador que osado quiere

Dominar sobre escombros, ambicioso;

Pero el genio no muere,

Eterno vive, grande y poderoso.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

47

Mirad a la Escultura,

Mirad allí sus portentosas obras,

Y miradla animar su propia hechura.

De Grecia y Roma los antiguos dioses

A la nada volvieron,

De su existencia sin dejar señales:

Phidias y Praxiteles

Dioses humanos fueron,

De mortales haciéndose inmortales.

Esa roca de mármol

En las entrañas de la tierra estaba

Informe y escondida;

De Vilar y Soriano los cinceles

Las bellas formas diéronle y la vida.

Mirad allí al apóstol,

Historiador sublime y elocuente;

Mirad cual brilla el genio

En la serena y despejada frente;

Ved su erguida cabeza,

La grave majestad de su semblante,

De su ademán la gracia y la nobleza:

Paréceme que veo, y ya vacilo

—Que el arte puede tanto—

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

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Paréceme que veo

Su muerto pecho respirar tranquilo

Y moverse la túnica y el manto

Y temblar en sus dedos el estilo.

Ven, artista, a mirar a tu criatura,

El Adán que de barro tú formaste;

Falta a tu obra, no más, aquel aliento

Que sólo darle puede

El que extendió en el aire el firmamento,

El que formó la luz con su mirada,

El que sacó a tu genio de la nada.

¡Artistas, adelante!

De la inmortalidad seguid la senda:

Son áridas y estrechas las pendientes

Que conducen al fin de la alta cumbre;

Pero el laurel allí de la victoria

Ceñirá vuestras frentes.

Verán allí los siglos venideros

Vuestros nombres gloriosos

Que con diamantes ornará la Historia.

Seguid, seguid hermanos,

Cumplid vuestro destino;

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

49

Otros antes os dieron el ejemplo.

Dejadme abandonado en el camino,

Subid vosotros al excelso templo.

de: Algunas poesías

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Juan Valle9

EL DESIERTO

A mi querido amigo Juan Aldaiturriaga

Grandioso es un extenso desierto americano;

Magnífica su eterna profunda soledad;

Allí clavó potente del Hacedor la mano,

La gigantesca palma y el pino secular.

Tal sitio es una parte del bello edén perdido:

Allí nos anonada con su grandeza Dios;

Que allí su templo tiene sublime y escondido;

Allí su faz vislumbra temblando el corazón.

Cual todos los encantos que nos oculta pura

Descubre en su retrete la púdica beldad,

Así en las soledades descubre la natura

Las gracias que en poblados oculta virginal.

9 Juan Valle (Guanajuato, 1838). Es considerado “el poeta de la Reforma” por su mi-litancia liberal. A pesar de ser ciego participó activamente con literatura política. Su obra está reunida en Poesías de Juan Valle (Imprenta de Cumplido, 1862).

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

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Allí el viajero encuentra florestas ignoradas,

Y oyendo sorprendidas el ruido de su pie,

La aparición extraña, las fieras asombradas

Contemplan desde lejos por la primera vez.

Encuentra allí lagunas de nadie conocidas,

Azules cual los cielos, inmensas como el mar;

Y la figura humana retratan sorprendidas

Las trasparentes aguas en húmedo cristal.

De pronto ve a natura quedar en honda calma;

El viento fatigado sus alas recogió;

Pero a la par las hojas del pino y de la palma

Se agitan sin embargo con lánguido rumor.

Los roncos gritos oye del pájaro salvaje

Que con espanto siente venir la tempestad,

Y ve a la torva fiera que busca entre el follaje

La entrada de su gruta con temeroso afán.

Contempla de repente que a la mitad del día

Anticipada noche su imperio roba al sol,

Y a su pesar entonces vacila su osadía

Y siente que su sangre se hiela de pavor.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

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Relámpagos ardientes el aire ve cruzando;

Al trueno y a las fieras escucha al par rugir:

Y ver se le figura mil rayos arrojando,

Entre encendidas nubes, al Dios de Sinaí.

Empujan con estruendo los ábregos pujantes

El carro de la ronca soberbia tempestad;

Y arrancan sin esfuerzos los árboles gigantes,

y los inmensos lagos sublevan al pasar.

Y el mísero viajero pasar el tiempo siente

Mirando de la parca la torva faz ante él,

Hasta que al fin el rayo del tibio sol poniente

El iris suspirando contempla aparecer.

Rojiza ve a lo lejos la hoguera del salvaje,

La luna ve encenderse cual faro salvador,

Y entonces admirando lo hermoso del paisaje,

Se postra de rodillas para adorar a Dios.

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SOLEDAD

Sentado de este río junto al cauce,

Vengo a pensar a solas en mi suerte;

Por acercarme al reino de la muerte,

Vengo a buscar la sombra de este sauce.

Mi ser ha trastornado la amargura;

Me está quemando el sol, y tengo frío;

Voy, refresco mis miembros en el río,

Y me siento abrasar en calentura.

Mas de estas flores el agreste aroma

Narcótico feliz a mi alma presta:

Por simpatía, a mi gemir contesta

El gemir de la huérfana paloma.

Del buey trabajador se oye el mugido,

Y en las espigas susurrar el viento,

Y en monótono son se escucha lento

De millares de insectos el zumbido.

Van siguiendo los perros familiares

Los pasos de los pobres labradores;

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

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La aldeana adornada va con flores,

Entonando estribillos populares.

A veces, a lo lejos, de un caballo

Se escuchan en la arena las pisadas,

Y se mezcla a las rústicas baladas

El cantar ronco del lejano gallo.

Este cuadro de paz y de inocencia,

Enmedio del placer grato sería;

Mas tiene algo de gran melancolía,

Visto a través del llanto de la ausencia.

Es verdad que a mis ojos aparece

Hermosa esta natura; pero hermosa

Con la hermosura de mujer llorosa,

¡Ay!, con esa hermosura que entristece.

Del paraíso de mi amor primero,

Donde mi cuna ayer se ha columpiado,

Con su espada de fuego me ha arrojado

De la guerra civil el ángel fiero.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

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Más infeliz que Adán, que, si el delito

Lo lanzó a él de su mansión primera,

Al menos lo siguió su compañera,

Y yo me encuentro aquí solo y proscrito.

Amo yo, Guanajuato, más tus montes,

Tu aire pesado y tus ruidosas calles,

Que el aura y el silencio de estos valles,

Y más que sus inmensos horizontes.

¡Con cuánta lentitud el tiempo pasa

Lejos de aquel lugar donde nacimos,

De allí donde lloramos y reímos,

De allí donde tenemos nuestra casa!

Lejos de aquel lugar donde respiran

Los seres que en el mundo más amamos.

Aquellos que, si ausentes suspiramos,

Por instinto, tal vez, también suspiran.

¿En dónde estás, Jesús? Matilde mía,

¿En dónde estás también? ¿Dónde, Eduwige?

En vano, entre la peña que me aflige,

Invoco vuestra dulce compañía.

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Toda vestida de sombrío luto,

La ausencia me persigue por doquiera,

Y con su tarda voz me desespera

Contándome minuto por minuto.

Tenaz, aun entre sueños, al oído,

Con frases de ironía mofadoras,

Me va contando las eternas horas,

De mi lado apartando al dulce olvido.

Se hace en mí, de dolor y de consuelo,

Al pensar en vosotras, fusión vaga,

Y a mi alma, en lucha tal, punza y halaga

Mezclada sensación de infierno y cielo.

Pedid a Dios que, compasivo, un día

Me vuelva mis domésticos placeres,

Y hablar de cerca a mis queridos seres

De nuevo pueda, como hablar solía.

de: Poesías de Juan Valle

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Ignacio Montes de Oca y Obregón10

INTRODUCCIÓN

Al Editor de Rosas y Espinas

Los años me han dejado casi ciego;

Leer no puedo, sin fervor medito;

Deshójase mi espíritu marchito

De fecundante estudio sin el riego.

Herido el corazón, perdió su fuego;

Sorda la mente, de mi musa al grito,

Ni con el estro punzador me agito,

Ni a benévolo numen me doblego.

¿De salir a cortar místicas rosas

Cómo pueden venir vanos antojos,

Ni espinas de rosales, olorosas?

10 Ignacio Montes de Oca y Obregón (Guanajuato, 1840). Traductor y poeta. Estudió en Inglaterra e Italia, ostentando tres doctorados a los 27 años. Fue capellán del emperador Maximiliano. En la Arcadia Romana fue conocido como Ipandro Acaico. Publicó varios títu-los de poemas: Ocios poéticos (1878), A orillas de los ríos (1916), Otros cien sonetos de Ipandro Acaico (1918), Nuevo centenar de sonetos (1921) y Sonetos jubilares (1921). Publicó además piezas oratorias, traducciones y obras religiosas. Sus obras poéticas fueron impresas por I. Escalante, México, 1915.

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Mas si queréis selváticos abrojos

De mi alma en las colinas pedregosas

Es fácil recogerlos a manojos.

EL NÁUFRAGO

¡Padre Guadalquivir! En tus orillas

Vengo a buscar a mi penar consuelo

Y el bienhechor olvido, porque anhelo,

A beber en tus aguas amarillas.

A la región en que cual oro brillas,

Fecundando a tu paso el verde suelo,

Llego arrastrando un corazón de hielo

Y de mi rota nave las astillas.

Todo perdí: doradas ilusiones

Al par que lisonjeras realidades;

Tesoros, esperanzas y blasones.

Quiero ver si en tus ricas heredades

Encuentro todavía inspiraciones

Y a recoger mi lira me persuades.

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TOBÍAS

¿Adónde vais, perversas golondrinas?

Cerrad los picos, detened el vuelo.

¡Ay! Esta vez no sois aves del cielo,

Mas de Satán alígeras vecinas.

A un justo las pupilas cristalinas

Habéis cegado con nefando velo.

Pobre y sin ojos, siéntase en el suelo

Quien padre fue de tribus peregrinas.

¿Quién al cautivo en su orfandad socorre?

¿Quién su cadáver en los hombros lleva?

¿Quién en su busca la ciudad recorre?

Al fiel Tobías, Dios clemente prueba.

Satán, en tanto, avergonzado corre,

Y de Job el ejemplo se renueva.

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LA MUJER DE PILATOS

¡Qué bella está, terriblemente hermosa

En su lecho de pieles y de grana,

Mal cobijada, la gentil Romana,

Del popular Pilatos fiel esposa!

Duermen sus ojos; pero no reposa

Su corazón, que por latir se afana;

Fatal visión oprímela inhumana

Y pesadilla trágica la acosa.

Ve, clavado a una cruz, un cuerpo inerte;

Un pecho abierto, un desangrado busto,

Y un Juez que, al fin, su propia sangre vierte.

Salta del lecho; y, presa de hondo susto,

¡Sálvalo (grita) de la inicua muerte;

Nada tengas que ver con ese Justo!

de: A orillas de los ríos

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Ramón Valle11

A MARÍA

Soneto

Ven, que ya nace el sol; ¡cómo destella

Al tiempo de nacer, su frente ufana!

Canta el ave, murmura la fontana,

Todo vive al morir la última estrella.

Ven, la naturaleza está muy bella,

Pues tú sabes que virgen y temprana

Es la naturaleza en la mañana,

Cual si acabara de nacer con ella.

Tus pasos no retardes, mi María,

Que ya impaciente me hallo de aguardarte;

Gocemos juntos tan hermoso día.

Mas no, no vengas, niña, hacia esta parte,

Que sol, aves y fuente olvidaría

Ocupado tan sólo de mirarte.

Guanajuato, octubre 6 de 1863.

11 Ramón Valle (Guanajuato, 1841). Militó en el ejército liberal. Perteneció a la Arcadia Mexicana, de la cual fue presidente perpetuo. Dirigió la revista El Plectro. Sus poemas se publi-caron con el título Obras poéticas del C. Ramón Valle (Imprenta de V. G. Torres, 1869).

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LA CAÍDA DE LA TARDE

Mirad cómo se oculta en Occidente

El sol ya fatigado:

La corona desciñe de su frente,

Se inclina lentamente

Y sus rayos recoge con cuidado.

Mil nubes forman su cortina bella

Bajo el azul y transparente techo;

Se oculta el sol con ella,

Tal como una doncella

Que las cortinas corre de su lecho.

Su carro, que fulgura,

Ya no mueve como antes; con presteza,

Deja triste a natura,

Y su andar no apresura,

Porque él también se aleja con tristeza.

Ve a la noche, ligera,

Que avanza con sus sombras, importuna;

Con dolor ve que avanza por doquiera

Cual si un monarca viera

Que pierde sus conquistas una a una.

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Las nubes, lejos ya de sus fulgores,

El ropaje se visten enlutado

De la noche, perdiendo sus colores,

Cual los aduladores

Que olvidan al monarca destronado.

¡Hora solemne! El universo calla;

El alma de tristeza se halla henchida:

Entre sombras y luz todo batalla,

Como una alma afligida

Que entre la fe y entre la duda se halla.

Hora de meditar. ¡Cuán dulcemente

Se eleva el alma a otra región bendita!

Un goce melancólico se siente;

Goce vago y ardiente...

Así una virgen en amor medita.

¡Cual goza el corazón con la tristeza

Al espirar el día!

El alma triste está. Naturaleza

A entristecerse empieza

Al ver que viene ya la noche umbría.

No sé qué simpatía poderosa

Entre natura y entre el hombre existe.

Nos da alegría una pradera hermosa.

La noche misteriosa

De misterios también la alma reviste.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

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Cuando duerme natura sosegada

También del alma el sueño se apodera;

Cuando despierta el mundo en la alborada

Despierta descansada,

Y ella gozar del sol también espera,

Pero se va; ya llega al Occidente;

Siguen las tristes sombras avanzando

Y sigue el sol marchando:

Busca el monte su luz resplandeciente,

Y del monte su luz se va apartando.

¡Qué triste luz envía

El astro que fue rey, desde la esfera!

Triste está el alma mía;

La noche se aproxima, muere el día,

¡Quién detuviera el tiempo en su carrera!

La sombra siempre crece,

Nuestra tristeza aumenta entretanto;

La luz ya desfallece.

El sol desaparece;

Como un monarca envuélvese en su manto.

Nahuatzen (Estado de Michoacán), 1859.

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LAS TINIEBLAS

Traducción de Lord Byron

Dedicada a la bohemia literaria

Soñé... no era un sueño. El sol rutilante

Habíase extinguido allá en las alturas,

Y en giro indecible, confuso y errante

Luceros y estrellas vagaban a oscuras.

La tierra flotaba cubierta de hielo,

Cual ebrio que ignora do tiende la mano.

La sombra reinaba, reinaba en el cielo,

Cubría los montes, pesaba en el llano.

La Luna apagada vagaba en la altura,

Se iba, y oscura la aurora venía,

Oscura pasaba e íbase oscura,

Tornó en la mañana, mas no trajo al día.

Los hombres temblaban inquietos, turbados.

Y al cielo de bronce las manos alzaban,

De amor, de pasiones, de todo olvidados,

La luz solamente, la luz imploraban.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

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Y nadie su muda plegaria, egoísta

Ni acá ni en la altura piadoso escuchaba,

Y luz deseando que diérales vista,

Palacios y chozas al fuego entregaban.

Rodeando sus casas que todas ardían,

Los hombres giraban al pie de la hoguera,

Y ansiosos entre ellos la vista tendían

Por verse a lo menos la vez postrimera.

También a las selvas que el tiempo eterniza,

Por verse un momento pegáronles fuego;

Mas todos los troncos se hicieron ceniza

Y todo a tinieblas tornábase luego.

De un tronco la flama que ya se apagaba,

Lanzaba temblando, relámpagos rojos;

La faz de los hombres así iluminaba,

Pero ellos al verse, cerraban los ojos.

Sus rostros, no de hombres, de espectros errantes,

De miedo y congoja se hallaban pintados;

Lloraban, gemían, o bien anhelantes,

Cebando la hoguera se hallaban sentados.

Un solo, terrible, tenaz pensamiento,

Llenaba de todos la mente y el alma.

Morir sin remedio; morir al momento,

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

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Sin lucha, sin gloria, inertes, con calma.

De sangre los campos se hallaban cubiertos,

Cadáveres negros los montes cubrían,

Y sobre los vivos y sobre los muertos,

Los cuervos graznando, las alas tendían.

El hambre cebaba sus uñas de acero,

En todas las presas que olvida la muerte.

Las fieras y el hombre, que se ha hecho más fiero

Disputan las presas que ofrece la suerte.

Un perro tan sólo, tendido en la arena,

Cuidaba un cadáver allí en el desierto;

Mas la hambre lo acosa, la sed lo envenena

Y muere lamiendo la mano del muerto.

No corren los ríos; los vientos no agitan

Las olas del Ponto, del monte las nieblas,

De nada las sombras al fin necesitan,

El mundo, el espacio, ya todo es tinieblas.

México, 14 de setiembre de 1869.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

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AUSENCIA

Soneto

Te dije adiós, y me alejé llorando.

Triste estaba la tarde. El rey del día

Poco a poco sus rayos recogía

Hacia el vecino monte caminando.

La luz, entre las nubes alumbrando

Derramaba doquier su melodía...

¡Cual se adunaba a la tristeza mía

El cielo, el sol, las sombras avanzando!

Alcé la vista y te busqué doliente.

Al no encontrarte el corazón se asombra

Y lloré con la pena del ausente.

Oí después mi acento que te nombra...

Ya no pude llorar; bajé la frente

Y apagóse el crepúsculo en la sombra.

de: Obras poéticas

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

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Rubén M. Campos12

TÄNNHAUSER

[ Tännhauser ha entreabierto —sonrisa de orto— sus ojos bellos;

el blanco y rubio arcángel caído en brazos de Calypigia,

es la metempsícosis del Musageta de sangre frigia,

Antínoo ojos azules, Adonis blondo de áureos cabellos.

Languidece de Wagner tras la gloriosa lucha sinfónica,

la música de violas de amor. Ardientes sirenas plañen:

«¡Venid! ...¡que vuestros miembros en dulce fuego de amor se bañen!»

y la gruta rosada se inunda en música polifónica.

Ninfas danzan y náyades, y en turbión sáfico bacantes locas

do las sirenas cantan, van poseídas de impura fiebre

a amar, yacentes presas de los efebos, antes que quiebre

el despertar su dicha, y apasionadas muerden sus bocas.

12 Rubén M. Campos (Valle de Santiago, 1871). Poeta, narrador y periodista. Fue discí-pulo de Ramón Valle, hacia 1882, en León. Perteneció al grupo fundador de la Revista Moder-na. Fue cónsul en Viena. Sus obras sobre el folklore (El folklore literario en México, El folklore y la música mexicana, El folklore de las ciudades, y La producción literaria de los aztecas) son ampliamen-te conocidas. También fue profesor de literatura, arte, historia y música. Serge Saïtzeff compiló el volumen: Rubén M. Campos. Obra literaria y lo publicó el Gobierno del estado de Guanajuato en 1983.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

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Tännhauser ha entreabierto sus bellos ojos semidormido;

cual centella el hastío desciende súbito y a su amor hiere,

y al arrancar su boca de la de Venus, el amor muere,

y sus dos pechos blancos besa arrobado y entristecido...

La conjunción dichosa de sus desnudos cuerpos, ¡es vana

resurrección de Hellas! Wagner homérida tras la rhapsodia

del amor y la vida, ¡deja que pase la caravana

de peregrinos tristes que al Cristo claman en su salmodia!

de: Revista Moderna

(Febrero de 1902)

EL COLLAR DE VENUS

Cuando Venus morena para el amor nacida

abrió los ojos bellos al beso de la vida,

en cruz de amor yacente sobre la madre-perla,

sobre la concha-nácar, Céfiro fue a mecerla.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

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Arrobado inclinóse hacia la linda diosa,

besó desde sus ojos hasta sus pies de rosa,

por ver si a la caricia la bella sonreía,

mas cerró ella los ojos... o soñaba o dormía...

Céfiro, con sus dedos de pétalo de flor,

acarició la tez de la rosa de amor,

extasiado y dichoso ante tanta blancura

de azucena cuajada en nieve casta y pura;

y porque sonriera dijo a su oído quedo:

«¡te amo, diosa!» —y fue inútil el suspiro tan ledo,

pues la diosa no abrió sus sedeñas pestañas,

quizá soñando en tiernas conjunciones extrañas,

cuando surgió en la concha al beso de la luz

en el fondo del mar, y fue perla de Ormuz.

Entristecido Céfiro, abrió las alas bellas

y abanicó a la diosa arrullándola en ellas,

mas la diosa soñaba en el beso de Febo

que la hizo Venus-perla... soñaba un dios efebo...

Céfiro arrancó entonces de su ala una pluma,

y audaz y palpitante y con ternura suma

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

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pasó el plumón, de Venus por el cuello pulposo,

una, dos y tres veces, mientras besaba ansioso

las mejillas blanquísimas en ardiente deseo;

y al sentir Anadiómena el suave cosquilleo,

plegó, abriendo los ojos, el cuello seductor,

dos hoyuelos sonrieron en su boca de flor...

y del plumón la huella dejada por el Numen

es el Collar de Venus que tú tienes, ¡oh Lumen!

de: Revista Moderna

(Julio de 1904)

SCHUMANN

En la tarde purpúrea, fugazmente, en la barca,

se levanta un murmurio trémulo y susurrante,

y un estudio sinfónico se despierta exultante

y mi espíritu vibra y mi dorso se enarca.

Es la canción de Circe que mi infortunio abarca

y que rinde a su hechizo mi libertad errante,

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

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entretanto que Schumann, humano y sollozante,

arrastra mis dolores a flor del agua zarca.

Es la canción, sirena, con que me encadenaste,

es la canción tremenda que jamás alma humana

hizo con más bravura en un tono menor;

es la canción piadosa en que te transformaste

para mi sed de amor, en la Samaritana,

¡y de beber me diste el arte y el amor!

de: Revista Moderna

(Mayo de 1907)

AUBADE

¡Qué desperezamiento tan voluptuoso y largo!

El lago está velado en vapores de sueño,

y despierta azorado mi espíritu zahareño

y se derrama un bálsamo en mi dolor amargo...

.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

74

En los montes abruptos las nubes en letargo

acuchilladas yacen, y fingen el diseño

de anillos de Saturno de un paisaje de ensueño

en un tibor de tintas negro y plata de sargo.

La alborada es blondina sobre un lago de azufre;

y del block pizarroso de las costas de Hungría

sueño ver el velamen del poeta Jockai

desprenderse cual flama que se quema y que sufre;

cuando el sol purpurino surge en la bruma umbría

y rubrica en un sello de múrice: Okusai.

Chapala, 1906.

de: Crónica (15 de abril de 1907)

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

75

LA FIESTA DE TLÁLOC

A Jesús E. Valenzuela

I

El lago. Verde y blondo las aguas muertas pliega

un sudario de suave tapiz de Cachemira,

el viento entre los gráciles huexotls tiembla y suspira

y el barquichuelo zarpa y en el lago se anega.

Mis ojos asombrados ven una dulce vega

donde las flores vuelan cual notas de una lira;

en zigzag el remero por los canales vira

y el panorama féerico su prodigio despliega.

Es una murmurante fascinación de ensueño

que en su esplendor me invade y en su albor me sumerge,

¡y vierte en mis pesares un amargo beleño...!

Y al ver que de las aguas la luna blanca emerge,

desligo mi alma errante de las cosas, ¡y vuelo

a la magia encantada de otro amor y otro cielo!

de: Revista Moderna, 1908.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

76

Federico Escobedo13

EL POETA

Al Sr. D. Abraham Sosa

Dios hizo en sus bondades al poeta;

de hermosa luz enriqueció su mente,

y en su alma colocó perenne fuente

de misteriosa inspiración secreta.

Él es del metro poderoso atleta,

canta al son de su lira lo que siente,

todo el orbe le escucha reverente,

y al imán de sus versos se sujeta.

Y si esta gloria viendo, te fascinas,

sepas, mi caro Fabio, que en congojas

funda el poeta glorias tan mezquinas.

Si apartas del laurel las verdes hojas

que coronan sus sienes, ¡sólo espinas

agudas mirarás, ya en sangre rojas!

13 Federico Escobedo (Salvatierra, 1874). Poeta y traductor. Estudió en el Colegio Pa-lafoxiano de Puebla e ingresó a la Compañía de Jesús. Con el nombre de Tamiro Miceneo perte-neció a la Arcadia Romana. Fue miembro de la Academia Española de la Lengua. Publicó los libros de poemas: Odas breves (1902), Madrigales marianos (1903), Carmina latina (1907), Cauces hondos (1918), Rapsodias bíblicas, Horacianas y soledades canoras (1923), Aromas de leyenda (1941) y La sombra de Virgilio.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

77

AMOR DIVINO

Corre el hombre en la tierra desolado,

persiguiendo fantasmas de ventura;

la copa del placer con ansia apura,

y gózase en amar y ser amado.

Mas al verse de bienes rodeado,

y con ellos no exento de amargura;

su pobre corazón se halla en tortura,

y en medio de la dicha es desdichado.

Y sufre el pobre... sufre; blandas flores

ya no le ciñen, no, mas cruel espino;

¿quién podrá consolarle en sus dolores?....

¡Sólo tu amor, Jesús, tu amor divino,

ese tu amor, amor de los amores

que hacer felices a los hombres vino!

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

78

AD AMICUM

Al Sr. Pbro. D. Ignacio Munguía

XI

En las alas del deseo,

volar quisiera a tu retiro amado

del fértil Jungapeo,

en donde, nuevo Orfeo,

«apacientas cantando tu ganado».

Tras dilatada ausencia,

¡qué diera por mirarte, dulce amigo!

Tal vez con tu presencia,

de mi alma la dolencia

remedio hallara y bienhechor abrigo.

¡Qué plácida alegría

reposar a la sombra de una palma,

estando en compañía

de aquel que con la mía

formó por el amor una sola alma!

De mis ojos el lloro

pararía, las notas escuchando

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

79

de tu rabel sonoro,

al que, en festivo coro,

calandrias mil están acompañando.

De tu «choza, escondida

de ceiba secular entre el ramaje»,

fuera feliz mi vida;

quedara defendida

ya para siempre de terreno ultraje.

¡Cuánto fuera dichoso

morando en esa tu mansión secreta,

albergue silencioso,

rincón donde el reposo

horas brinda sabrosas al poeta!

Entonces, ¡qué ventura!

cantáramos ingenuos, cual Virgilio,

las galas de Natura:

el monte, la espesura,

de la campiña el perdurable idilio.

Sí, remontar el vuelo

quisiera a ese tu Tíbur apacible

del michoacano suelo;

mas... ¡ay! que tal anhelo

no me es dado llenar... ¡es imposible!

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

80

¡Me encuentro muy distante!...

me retienen aquí sacros deberes;

tal vez más adelante

pueda, cantor amante,

a tu lado volar, como lo quieres.

En tanto, yo te envío

de mi constante amor tierno saludo

que a los céfiros fío;

él sirva, amigo mío,

para estrecharnos más con fuerte nudo.

de: Poesías

PODER DEL RECUERDO

En el fondo de oscura gaveta,

cubierto de polvo,

y del cuello el listón desteñido,

yace triste un pomo.

Ya no ostenta las cifras que un tiempo

prestáronle adorno!...

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

81

¡Del perfume agotado residuos

le quedan tan sólo!...

Mas no importa que el pomo, empañado

se mire y polvoso,

si aún del viejo perfume conserva

un resto en el fondo.

Ese resto podrá de perfume

dejar lleno todo

el ambiente, y hacer que su dueño

le mire con gozo,

y que vuelva a aspirar los efluvios

de suave heliotropo!

Aromando el ambiente de mi alma

conservo yo un pomo;

Inmortal es su esencia: ¡el recuerdo

que triunfa de todo!

de: Cauces hondos

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

82

Rafael López14

LA EMOCIÓN DE LAS FLORES

En las noches de estío las flores tiemblan como seres

sensitivos, y sueñan con abandono de mujeres.

Sufren como las almas que han inquietado los deseos

y evocan holocaustos, los misteriosos himeneos

donde van a morir. Las flores tienen el encanto

de las bellas pupilas enternecidas por el llanto.

Cual senos femeniles en los crespones del corpiño

laten las blancas rosas con la blancura de su armiño;

la noche es entreabierto corpiño lleno de esplendores

y de sombras en donde sueñan palpitantes las flores.

Y cuando algún insomne ruiseñor en la noche bruna

canta y muere por ellas bajo el hechizo de la luna,

es que ha visto sus senos de perfumados alabastros

locamente ofrecerse a la caricia de los astros.

14 Rafael López (Guanajuato, 1875) Fue retirado de la Academia de la Lengua sin haber pertenecido a ella. Dirigió el Archivo General de la Nación de 1920 a 1943. En 1957 se publicó su Obra Poética seleccionada por Alfonso Reyes para la Universidad de Guanajuato. Una edición de Con los ojos abiertos la hizo el Gobierno del estado de Guanajuato en 1977. Sus Crónicas escogi-das las editó el Fondo de Cultura Económica en 1970.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

83

TEJED EN GUIRNALDAS LAS ROSAS BELLAS...

La ruta es negra y breve... Medita, peregrino

que ambulas en los antros dantescos de las penas,

sobre la voz panida del dístico leonino,

y deja que en sus grupas te lleven las sirenas.

Ten matinal la risa y ten alegre el vino

para que grato encienda la sangre de tus venas.

Los néctares del beso te harán casi divino

cuando en tu boca estallen como las uvas plenas.

La ruta es negra... Rasga los tenebrosos duelos

que apagan la infinita sonrisa de los cielos.

Y sécate las lágrimas amargas y furtivas.

La ruta es breve... Tiende las manos presurosas,

y ciñe, con guirnaldas de entretejidas rosas,

los cuellos de las horas que pasan fugitivas.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

84

HUELEN TUS DIECIOCHO AÑOS...

Huelen tus dieciocho años a mejorana;

en las mejillas tienes rosas de abril,

y en tus labios untados de miel y grana

el engaño se oculta como un reptil.

Tus ojos, con la piedra de la obsidiana,

aguzan dos venablos en tu perfil.

Y eres blanda y jugosa como la anana,

y como el oro bella, preciosa y vil.

Al mirar el gusano tras de la vana

mariposa brillante de alas de añil,

más esclava que nunca, la bestia humana

avanza su monstruoso belfo febril,

a tus años, que huelen a mejorana,

a tus mejillas —frescas rosas de abril.

Page 86: Antologia Histórica de Poetas de Guanajuato

Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

85

MANUEL DE LA PARRA

Qué pocos aquí miran lo que tú ves, hermano

de un vago sueño ignoto, misterioso, profundo;

tal parece que traes de haber visto el arcano,

la sombra de tu extático gesto meditabundo.

Son tus versos abejas de algún panal lejano

que untan de mieles santas el labio sitibundo;

y sin saberlo llevas en la embrujada mano,

como un niño que fuera juglar, la flor del mundo.

Una celeste música suspira en tu salterio

de gratas cuerdas, hechas de amor y de misterio

y de secretas ansias, y de sueños errantes...

Con la cual enamoras a la princesa bella

que triste de esperarte, desde una blanca estrella

te envía sus sonrisas en las lunas menguantes.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

86

LA BESTIA DE ORO

La tierra a donde el Bóreas rugiente se encamina

y el indio mar engolfa sin tregua sus espumas

para besar un flanco de la morena ondina;

allí donde una máxima flor de esencia latina

fue regada con sangre de nobles Moctezumas;

la tierra que fue savia del viejo tronco azteca,

nodriza de Cuauhtémoc y Netzahualcoyótl,

la que heredó las artes ancestras del tolteca

e hiló en las patrias rocas —maravillosa rueca—

las rutas siderales de la Piedra del Sol;

la que entre dos océanos, cual náyade imprevista,

se levantó a los ojos ardientes de Cortés

y no tembló en sus fieras montañas de amatista

al ver pasar el rojo corcel de la conquista,

entre el mortal relámpago del español arnés;

la tierra de los montes azules, cuyos flancos

floridos se duplican en lagos de cristal;

la de las verdes selvas y los volcanes blancos;

la tierra que en la clara luz de sus cielos francos

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

87

pintó con el arco iris las plumas del quetzal;

ve allá, tras los pinares del Norte, la amenaza

que entre la polvareda de un bárbaro tropel,

hace la Bestia de Oro con su potente maza:

la poderosa Bestia signos funestos traza,

ebria de orgullo, desde su torre de Babel.

Ya llega hasta los Andes el estridente coro

de los pueblos que claman temblando de terror;

un crimen la vergüenza parece, y el decoro.

Hay que doblar la rótula frente a la Bestia de Oro

y que adorar al bíblico Nabucodonosor.

Codo con codo, inerme bajo su garra púnica,

el débil va a las horcas impías de su Ley:

la potestad del dollar es su Imperatrix única;

se secan las olivas más verdes en su túnica

y Shylock lanza trozos humanos a la grey.

En este gran crepúsculo del esplendor latino,

el águila del Anáhuac —símbolo de blasón—

ve moribunda a un cuervo color de su destino,

que clava en lambrequines grasientos de tocino

las prosapias impuras del riel y del carbón.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

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Time is money ulula su resoplar de toro

junto al sueño latino clavado en una cruz.

¡Oh síntesis grotesca del prócer refrán moro

que dijo bellamente: el tiempo es polvo de oro,

colmillos de elefante y plumas de avestruz!

¿Cómo la virgen criolla de fiera sangre hispana

que ve en su historia alzarse la sombra de Colón

podrá echar al olvido su estirpe soberana?

¿Irá, dioses crueles, como una cortesana,

a perfumar los rudos cabellos de Sansón?

¿Sólo con la protesta de vano gesto agónico

veremos a la Bestia chafar nuestro laurel

y derrumbar la estatua y el bello mármol jónico?

¿Colgadas en la fronda del sauce babilónico,

hará llorar el viento las liras de Israel?

Oh patria de Cuauhtémoc, insigne patria azteca

de los duros abuelos, en cuya tradición

hunden los férreos cascos Rocinante y Babieca,

antes que al viento ruedes cual débil hoja seca,

oh, Patria infortunada, oye mi imprecación:

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

89

Popocatépetl, cumbre paterna, que se rompa

tu frente en el fracaso de una explosión sin fin,

y la ciudad destruya, y el árbol, y la pompa

de nuestro valle espléndido como un vasto jardín.

Que el sol, en los caminos del cielo, se corrompa

sobre la tumba hollada de Hidalgo, el Paladín,

hurgue el chacal inmundo con su siniestra trompa

la tierra, brava madre del gran Cuauhtemotzín.

Que se vuelquen los mares, que estalle una de aquellas

catástrofes que avientan los montes de revés;

que abra los cielos una tempestad de centellas;

que cave hondos abismos la tierra a nuestros pies,

antes que ver las barras con las turbias estrellas

flotar sobre el antiguo palacio de Cortés.

de: Con los ojos abiertos

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

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Esperanza Zambrano15

NADA HAY DESPUÉS DE TI...

Nada hay después de ti, sino el otoño

y los años sin fin...

Tardes desiertas;

las noches que me ahogan,

solitarias,

con obscuro sopor de inexistencia,

¡Y un gran silencio en torno,

coagulando

mi vida, sin fervor ni sugerencia!

Nada hay después de ti...

Mis latitudes

no acogerán paisajes delirantes

de sol,

ni tendrán atributos generosos,

para el ensueño de los caminantes.

Sobre mi somnolencia,

algunas veces, en falsa insinuación

de primavera,

15 Esperanza Zambrano (Dolores Hidalgo, 1901). Hizo estudios en el Conservatorio. Recibió las Palmas Académicas de parte del gobierno francés en 1945. Fundadora del Ateneo Mexicano de Mujeres y de la Legión de Honor mexicana. Su obra ha sido reunida en Poesía completa (Gobierno del estado de Guanajuato, 1988).

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

91

me turbarán lisonjas de la brisa

o el albo cisne de la luna nueva.

Y pensaré en el vuelo —todavía—,

al cruzar mi horizonte

en vano augurio,

pájaros trashumantes que se pierden,

igual que tú, en las sendas del crepúsculo.

Y luego...

¡Nada más!...

Marea que baja,

el silencio de nuevo,

horas desiertas,

y noches que me ahogan,

espectrales,

con obscuro sopor de inexistencia.

Dentro y fuera de mí,

corolas lacias,

palabras sin sentido,

versos truncos...

Nada hay después de ti, sino el otoño,

copiándose en mis ojos taciturnos.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

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ANTÍPODAS

Somos dos extranjeros —Nuestro idioma, diverso,

nos hace inexpugnables uno al otro,

y en tanto que yo voy enjoyando mi emoción con un verso,

se desboca tu instinto, como arábigo potro.

Somos dos extranjeros —Desde rumbos lejanos

y antagónicos, ambos, por un raro capricho,

coincidimos un punto y estrechando las manos,

aunque ajenas, las almas nada se hubieran dicho.

Y tú me amas —acaso— y yo te amo a mi modo,

mas nunca alcanzaremos perfecta aleación...

Te esclaviza el deseo —gran fetiche de lodo—

y yo vivo posesa de una alucinación.

Somos seres antípodas —El reverso y anverso

de esta humana medalla que lo absurdo troquela,

y aunque a veces te finges a mi rito converso,

ni siquiera percibes mi caricia, que vuela.

Y en vano descendiera la políglota ciencia

como lenguas de fuego o cual rayo mirífico,

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

93

hallarás en mi ensueño incurable demencia,

y yo veré tu alma igual que un jeroglífico.

EL ENCANTO FURTIVO

¡Hemos hablado tanto,

que ya nunca tendremos

nada más que decirnos!...

Ansiosas de lo efímero,

nuestras lenguas rompieron

el encanto furtivo

de adivinarnos siempre,

de presentir el ritmo

de palabras suspensas

entre los labios vivos.

Como si fuera una

vulgar mercadería,

tasamos en quilates

nuestro oro subjetivo,

e inconscientes,

el oro en cobre convertimos.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

94

¡Hemos hablado tanto

de nuestro amor,

que acaso se haya tornado exiguo!

Inútil es que ahora,

engañándonos,

demos un falso colorido

a las voces que ocultan

nuestro interno vacío:

Inútil es que juntos,

crepiten un instante

de pasión,

los sentidos.

¡No habremos de entendernos

nunca más,

pues rompimos con nuestras torpes ansias

el encanto furtivo!...

Y —¡oh, tristeza!— por siglos,

en vano buscaremos,

a través de nosotros,

algo más que decirnos.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

95

ESPECTROS

Me atormenta el espectro de las cosas que fueron,

y que —tal vez— de inercia o cansancio murieron,

mientras, imperturbable, ha seguido mi paso,

por las nuevas veredas que le abriera el acaso.

Las imágenes viejas, los paisajes soñados,

se me han vuelto indelebles, y mis ojos violados

por ocultas visiones y un eterno estupor,

son turbias aguas, muertas para el mundo exterior.

Corroen mis entrañas los gérmenes malignos

de cosas no nacidas, los inéditos signos

de abscónditos anhelos y verbos nunca oídos,

que en vasos de silencio estuvieron vertidos.

Y luego —vagamente— desde limbos inciertos,

auscultándose, advierten que no estuvieron muertos,

y pululan en una microscópica angustia

de rasgar la inconsútil tela que los amustia.

...¡Y me obsesiona el eco de inacabables ruidos,

que en espiral, despiertan recónditos olvidos,

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

96

prendiéndose a mis miembros agudas inyecciones,

que enferman mi cerebro con alucinaciones!...

¡No vivo!... Estoy posesa de mi propio pasado

como de un mal oculto. Soy un cofre cerrado;

¡Soy caja de Pandora que incógnito fakir

llenó de almas y seres que no quieren morir!...

de: Poesía completa

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

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Efrén Hernández16

YO SOY AQUEL QUE RIENDO...

Yo soy aquel que riendo y sin espinas,

sin pensamiento casi,

con el semblante al alba, conociste.

Yo soy aquel que, riendo, iluminaba

con luz rosada el aire.

Aquel que, si miraba, su mirada

de un interior fanal nutrir sentía;

aquel que era, en uno, todo junto

consagrado a tu ser;

aquel que hacia ti sola, en una única

y hermanable tendencia,

no en mil, como un desastre, se partía.

Mas del atado haz, gavilla junta,

plural, perfecta, armónica,16 Efrén Hernández (León, 1904). Narrador y poeta. Estudió Derecho en la UNAM. Se dedicó al periodismo y la crítica. También escribió artículos sobre cine. Es un autor fundamen-tal en la introducción de las técnicas narrativas contemporáneas a nuestro país, así como por su influencia en la literatura de Juan Rulfo. Su obra está reunida en el volumen Obras (Fondo de Cultura Económica, 1987).

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

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aguda y viva vida emocionada

que iluminó mi rostro,

ya casi sólo soy el gesto solo,

solitario,

la distraída máscara caída,

fuera de foco, huyendo tras la cara.

De mi expresión abierta

y apiñada, como una extensa piña

de nuevas y anchas rosas,

los elementos íntimos, lo vivo,

la sal, el sol, las aguas

y el soplo de la gracia desertaron.

Y ya el concreto anhelo,

el estandarte cierto, el rico imán que enérgico y seguro

me demandaba a un punto y me guïaba

a una evidente estrella,

se desterraron todos; despobláronme.

Como un ferviente pino, su rocío,

sorbió la ardiente torre sus reflejos,

cerró el muro hacia el Norte sus ventanas,

creció polvo en redondo, y en mi espejo,

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

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falto de luz y azogue, el santo sello,

mi titular, mi fiel, mi tierna copia,

tu imagen se secó con ardentía.

Vuelvo hacia mí mis ojos, y los vuelvo

contra mi superficie, y los arrojo

también ojos adentro...

...mas ya no soy el mismo, no, ni saben

hallar ya en mí mis ojos

lo que encontraban antes.

Solamente en la arena un rastro hundiéndose,

translumbre de un fantasma,

fantasma de un ensueño,

mi risa, es ya un palacio, cuyos prismas

evaporó un suspiro.

Y adentro, muy adentro,

flota ya sin vapor y hecha ya sombra,

ya anochecida casa,

revuelo de menguantes herrumbrosos,

pájaro de hojarascas antiquísimas,

adentro, muy adentro, huyendo a ciegas,

ciega, en la más profunda de mis máscaras.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

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HONDO, INCOMUNICADO...

Hondo, incomunicado,

entre apagados muros,

hay un recinto hermético, cerrado, fidelísimo,

de libertad y paz,

en realidad y luz, siempre encendido.

(Eres como una esfera

vertiginosamente conturbada;

giras todo, te cambias,

vives en la tormenta, entre zozobras

y continuos naufragios,

centrífugas corrientes

te apartan largamente de tu centro;

pero en tu centro duras,

tienes un eje fijo en que no cambias.)

A esta región no aflige el movimiento;

no la oye el oído, pues no vibra,

el tacto no la tienta, pues no oprime,

no la halla el pensamiento,

porque jamás se torna, ni las ondas

de la pasión la alcanzan, porque es simple,

inaccesible y pura.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

101

De esta región no pueden

recibirse mensajes...

En vano el cavilar con oscilante

desvelo vence el sueño,

en vano vela y vaga, abre los ojos,

hace girar en torno sus fanales,

lanza a palpar sus manos inseguras,

baja por sus raíces,

penetra hecho gusano de la tierra

y entre las minas mismas

se pierde del subsuelo que socava.

Sin fruto el esqueleto arborescente

del árbol de los nervios

sus ramos encandece,

vanamente sus últimas,

sus más sutiles puntas,

sus más delgados hilos, la raíz

del árbol que la esencia anda buscando,

enclava y desmenuza por la carne,

y en vano la silueta de relámpagos,

el zigzagueante río

de su cabello eléctrico, esparcido

fosforece y discurre a través de las tinieblas.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

102

De esta región no pueden

recibirse mensajes...

de ella no cogemos

sino hálitos más vagos,

aún, que presentimientos.

PARA TU LUZ, MI CUERPO...

Para tu luz, mi cuerpo

se abrió como el cristal, para tu aliento

como la alcoba fui;

sin estorbarlo un punto,

mis muros a tu aliento fueron blandos

y en su trabada trama lo admitieron

con a un aroma el viento.

Toda es tuya la estancia de mi cuerpo;

por lo mucho que en todos mis lugares

te soy afín y propio,

todos los corredores,

todas las galerías,

todas las escaleras y caminos

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

103

de mi cuerpo, se llaman casa tuya.

Como el calor y el oro

somos entre nosotros;

como el calor al oro me has hallado

buen conductor de ti,

como al calor el oro, dócilmente,

con la perfecta inercia

del predio sin gravámenes ni dueño,

así te he aceptado.

Mi casa, cual sin puertas,

mi cuerpo, cual sin alma,

mi alma, cual sin Dios,

así te ha aceptado, y así entraste,

bienvenida invasora, y me ocupaste

a mí como al vacío.

Puedes ir y venir,

sumergirte o volar, estarte queda,

sobrepasar mi límite

con un cabello solo, o toda entera

hundirte en el dedal de un breve ensueño.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

104

Y yo, el que en este cuerpo estando solo,

sin ti y sin otro alguno, estuve estrecho

y me sentí cautivo,

con hospedarte a ti, no perdí el campo;

mas antes siento holgura,

sábesme a libertad, a vianda diáfana,

siento como que aspiro, comprendiéndolo,

lo inagotable azul,

en un solo suspiro;

y que mi cuerpo entra al rezumante

y cristalino mundo del rocío,

que alcanzo las montañas, que las dejo,

que atrás queda la cárcel,

entre caídas cosas

de peso y pesadumbre,

para siempre caída y olvidada.

de: Entre apagados muros

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

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Efraín Huerta17

LOS RUIDOS DEL ALBA

I

Te repito que descubrí el silencio

aquella lenta tarde de tu nombre mordido,

carbonizado y vivo

en la gran llama de oro de tus diecinueve años.

Mi amor se desligó de las auroras

para entregarse todo a tu murmullo,

a tu cristal murmullo de madera blanca incendiada.

Es una herida de alfiler sobre los labios tu recuerdo,

y hoy escribí leyendas de tu vida

sobre la superficie tierna de una manzana.

Y mientras todo eso,

mis impulsos permanecen inquietos,

esperando que se abra una ventana para seguirte

o estrellarse en el cemento doloroso de las banquetas.

17 Efraín Huerta (Silao, 1914). Poeta y periodista. Perteneció a la generación de Taller, y fue animador de los Cuadernos del Cocodrilo. Recibió las Palmas Académicas del gobierno francés en 1945 y el Premio Nacional de Artes en 1976. Escribió también crítica de cine. Su obra se reunió en Poesía completa (Fondo de Cultura Económica, 1988).

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

106

Pero de las montañas viene un ruido tan frío

que recordar es muerte y es agonía el sueño.

Y el silencio se aparta, temeroso

del cielo sin estrellas,

de la prisa de nuestras bocas

y de las camelias y claveles desfallecidos.

II

Expliquemos al viento nuestros besos.

Piensa que el alba nos entiende:

ella sabe lo bien que saboreamos

el rumor a limones de sus ojos,

el agua blanca de sus brazos.

(Parece que los dientes rasgan trozos de nieve.

El frío es grande y siempre adolescente.

El frío, el frío: ausencia sin olvido.)

Cantemos a las flores cerradas,

a las mujeres sin senos

y a los niños que no miran la luna.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

107

Cantemos sin mirarnos.

Mienten aquellos pájaros y esas cornisas.

Nosotros no nos amamos ya.

Realmente nunca nos amamos.

Llegamos con el deseo y seguimos con él.

Estamos en el ruido del alba,

en el umbral de la sabiduría,

en el seno de la locura.

Dos columnas en el atrio

donde mendigan las pasiones.

Perduramos, gozamos simplemente.

Expliquemos al viento nuestros besos

y el amargo sentido de lo que cantamos.

No es el amor de fuego ni de mármol.

El amor es la piedad que nos tenemos.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

108

LOS HOMBRES DEL ALBA

Y después, aquí, en el oscuro seno del río más oscuro,

en lo más hondo y verde de la vieja ciudad,

estos hombres tatuados: ojos como diamantes,

bruscas bocas de odio más insomnio,

algunas rosas o azucenas en las manos

y una desesperante ráfaga de sudor.

Son los que tienen en vez de corazón

un perro enloquecido

o una simple manzana luminosa

o un frasco con saliva y alcohol

o el murmullo de la una de la mañana

o un corazón como cualquiera otro.

Son los hombres del alba.

Los bandidos con la barba crecida

y el bendito cinismo endurecido,

los asesinos cautelosos

con la ferocidad sobre los hombros,

los maricas con fiebre en las orejas

y en los blandos riñones,

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

109

los violadores,

los profesionales del desprecio,

los del aguardiente en las arterias,

los que gritan, aúllan como lobos

con las patas heladas.

Los hombres más abandonados,

más locos, más valientes:

los más puros.

Ellos están caídos de sueño y esperanzas,

con los ojos en alto, la piel gris

y un eterno sollozo en la garganta.

Pero hablan. Al fin la noche es una misma

siempre, y siempre fugitiva:

es un dulce tormento, un consuelo sencillo,

una negra sonrisa de alegría,

un modo diferente de conspirar,

una corriente tibia temerosa

de conocer la vida un poco envenenada.

Ellos hablan del día. Del día,

que no les pertenece, en que no se pertenecen,

en que son más esclavos; del día,

en que no hay más camino

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

110

que un prolongado silencio

o una definitiva rebelión.

Pero yo sé que tienen miedo del alba.

Sé que aman la noche y sus lecciones escalofriantes.

Sé de la lluvia nocturna cayendo

como sobre cadáveres.

Sé que ellos construyen con sus huesos

un sereno monumento a la angustia.

Ellos y yo sabemos estas cosas:

que la gemidora metralla nocturna,

después de alborotar brazos y muertes,

después de oficiar apasionadamente

como madre del miedo,

se resuelve en rumor,

en penetrante ruido,

en cosa helada y acariciante,

en poderoso árbol con espinas plateadas,

en reseca alambrada:

en alba. En alba

con eficacia de pecho desafiante.

Entonces un dolor desnudo y terso

aparece en el mundo.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

111

Y los hombres son pedazos de alba,

son tigres en guardia,

son pájaros entre hebras de plata,

son escombros de voces.

Y el alba negrera se mete en todas partes:

en las raíces torturadas,

en las botellas estallantes de rabia,

en las orejas amoratadas,

en el húmedo desconsuelo de los asesinos,

en la boca de los niños dormidos.

Pero los hombres del alba se repiten

en forma clamorosa,

y ríen y mueren como guitarras pisoteadas,

con la cabeza limpia

y el corazón blindado.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

112

EL TAJÍN

A David Huerta

A Pepe Gelada

...el nombre de El Tajín le fue dado por los indígenas totonacas de la región por la frecuencia con que caían rayos sobre la pirámide...

1

Andar así es andar a ciegas,

andar inmóvil en el aire inmóvil,

andar pasos de arena, ardiente césped.

Dar pasos sobre agua, sobre nada

—el agua que no existe, la nada de una astilla—,

dar pasos sobre muertes,

sobre un suelo de cráneos calcinados.

Andar así no es andar sino quedarse

sordo, ser ala fatigada o fruto sin aroma;

porque el andar es lento y apagado,

porque nada está vivo

en esta soledad de tibios ataúdes.

Muertos estamos, muertos

en el instante, en la hora canicular,

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

113

cuando el ave es vencida

y una dulce serpiente se desploma.

Ni un aura fugitiva habita este recinto

despiadado. Nadie aquí, nadie en ninguna sombra.

Nada en la seca estela, nada en lo alto.

Todo se ha detenido, ciegamente,

como un fiero puñal de sacrificio.

Parece un mar de sangre

petrificada

a la mitad de su ascensión.

Sangre de mil heridas, sangre turbia,

sangre y cenizas en el aire inmóvil.

2

Todo es andar a ciegas, en la

fatiga del silencio, cuando ya nada nace

y nada vive y ya los muertos

dieron vida a sus muertos

y los vivos sepultura a los vivos.

Entonces cae una espada de este cielo metálico

y el paisaje se dora y endurece

o bien se ablanda como la miel

bajo un espeso sol de mariposas.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

114

No hay origen. Sólo los anchos y labrados ojos

y las columnas rotas y las plumas agónicas.

Todo aquí tiene rumores de aire prisionero,

algo de asesinato en el ámbito de todo silencio.

Todo aquí tiene la piel

de los silencios, la húmeda soledad

del tiempo disecado; todo es dolor.

No hay un imperio, no hay un reino.

Tan sólo el caminar sobre su propia sombra,

sobre el cadáver de uno mismo,

al tiempo que el tiempo se suspende

y una orquesta de fuego y aire herido

irrumpe en esta casa de los muertos

—y un ave solitaria y un puñal resucitan.

3

Entonces ellos —son mi hijo y mi amigo—

ascienden la colina

como en busca del trueno y el relámpago.

Yo descanso a la orilla del abismo,

al pie de un mar de vértigos, ahogado

en un inmenso río de helechos doloridos.

Puedo cortar el pensamiento con una espiga,

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

115

la voz con un sollozo, o una lágrima,

dormir un infinito dolor, pensar

un amor infinito, una tristeza divina;

mientras ellos, en la suave colina,

sólo encuentran

la dormida raíz de una columna rota

y el eco de un relámpago.

Oh Tajín, oh naufragio,

tormenta demolida,

piedra bajo la piedra;

cuando nadie sea nada y todo quede

mutilado, cuando ya nada sea

y sólo quedes tú, impuro templo desolado,

cuando el país-serpiente sea la ruina y el polvo,

la pequeña pirámide podrá cerrar los ojos

para siempre, asfixiada,

muerta en todas las muertes,

ciega en todas las vidas,

bajo todo el silencio universal

y en todos los abismos.

Tajín, el trueno, el mito, el sacrificio.

Y después, nada.

Junio de 1963.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

116

AMOR, PATRIA MÍA

En un lugar de tu vientre

de cuyo nombre no quiero acordarme,

deposité la seca perla de la demencia.

Como era natural,

ya había perdido todo lo deseable

y realizado trabajosamente

los más feroces estudios obscenográficos.

(Amó tanto, el pobre,

que ni perdón de Dios alcanzó.)

No hizo llorar a los muertos ni a los vivos

ni utilizó el cuchillito filoso que siempre cargaba

como si fuera el libro del más maldito amor.

Vio muertos y heridos pero a él nada le pasó.

Y en tu oreja derecha, que es mi biografía,

murmuré en desolada piedad:

¡Desnúdate, que yo te ayudaré!

Te desnudaste con sol y agua

y el siniestrado pudo escalar los muros

con sentido de río, árboles y luna.

Fue cuando me extravié en tu selva oscura

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

117

y hube de perder toda verde esperanza

pues no hay dulzura ni piedad para los afligidos.

Por eso tropecé entre los linderos de las mariposas.

(Hablé en mexicano, lloré en portugués y en chichimeca

y en mazahua y en otomí.

Me detuve a cavar mi fosa en San José Atlán,

al pie del sabino fieramente hendido por un rayo.

Callé las miserias de este mundo, las del otro,

las de siempre, las de toda la carne

y todo color y todo aroma.)

Ocurrió en medio del camino de la Poesía

a la hora en que me tropecé con doscientos cadáveres

de poetitas marxianos;

’tonces tomé mi quinto aire

cogí las curvas como un loco

y como loco me reí de aquellos

que llegaron a la estación de Finlandia

y se regresaron como peces embrutecidos.

(Era el tiempo del poeta que dijo:

Tú eres más deseable que la guerra de los cien años,

y luego se escuchó, como el primer eco del planeta:

Adoro tu pecho cercenado,

la mútila sonrisa de piadoso ardor,

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

118

porque eres bella, con la belleza total de ciertos asesinatos

la hermosura de los ahorcamientos,

el inminente vaso vacío del suicida

y la dulce entrega

sobre diamantes y musgo.)

Escribió su Poema del Bajío

(ah, su primer poema)

y en él estaba la tierra negra

y relampaguearon los ojos de Hidalgo.

Los ciclos finales de su larga vida

se los pasó causando lástimas

en las antesalas de los cardiólogos y otorrinos.

Olía a hospital de mala muerte

y a veces a persona mal educada

a poeta despaciosamente exterminado.

Su mujer y sus hijos lo cobijaron

como a una gallina mojada

o el último cisne con el cuello torcido.

Resulta pues

que el orgullosamente marginado,

el proscrito,

hubo de meterle mano a la Historia

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

119

y releer que un obispo

y decenas de frailes y tenientes

humillaron universalmente

al hombre de los ojos jade-jadeantes:

Anatema y excomunión

para el Padre frenético.

Tormento, despojo y entrega a Datán y Abirán.

Maldición para él en nombre de todas

—sin faltar una— las huestes celestiales.

Persecución total, santísima condenación

para el Padre alfarero

en donde quiera que esté,

ya sea en la casa, en el campo,

en el bosque, en el agua o en la iglesia.

(Era el 27 de septiembre de 1810.)

Sea maldito en vida y muerte.

Sea maldito en todas las facultades de su cuerpo.

Sea maldito comiendo y bebiendo, hambriento,

sediento, ayunando, durmiendo,

sentado, parado, trabajando o descansando y sangrando.

Sea maldito interior y exteriormente;

sea maldito en su pelo,

sea maldito en su cerebro y en sus vértebras;

en sus sienes, en sus hombros,

en sus manos y en sus dedos.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

120

(Dígote, amor mío,

que al cura párroco de Dolores

le siguieron dos capitanes

un bachiller cinco sargentos

un granadero tres presbíteros

dos serenos cuatro correos

un herrero cuatro músicos

y veinticinco vecinos, mi amor, tú que eres

adorable paloma como una patria.)

Pero espera —descansemos—: mis labios

no pueden más y tu piel toda es

una magnolia de dorada y celestial bendición.

Espera que te cuente

sobre alguien que una vez dijo:

Donde yo nací

fue el jardín de Nueva España

—y hablaba de Valladolid, la que hoy

tiene su nombre suave y varonil

como una fruta madura terracalenteña.

Te hablo del Señor Morelos, que bajaba

por Pátzcuaro, Santa Clara del Cobre,

llegaba y descansaba en un mesón

de Tacámbaro

y luego seguía por Loma Larga

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

121

y San Antonio de las Huertas

hasta sus terrenos de Nocupétaro

y Carácuaro.

En Nocupétaro verás un día un púlpito

hecho por él mismo con madera

del frondoso árbol llamado parota,

pues era hombre dedicado a la arriería

y fue maestro de primeras letras

a orillas del Cupatitzio y sus orquídeas

y era ingenioso arquitecto

y un minucioso tenedor de libros

hasta que un día en Carácuaro oyó decir

que su maestro de San Nicolás

el Padre Hidalgo

andaba metido en fiera lucha

contra los gachupines

y montó a caballo, cabalgó

hasta Valladolid

pero ya el Padre y sus hombres

iban rumbo al Monte de las Cruces.

El Señor Morelos corrió

alcanzándolo en Charo

y juntos anduvieron

hasta Indaparapeo.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

122

Aquí pues se despidieron

en un estrecho abrazo de Padre e Hijo

para no verse nunca más

pero ya el Señor Morelos llevaba

el noble nombramiento

de Lugarteniente Brigadier

y Jefe de las Operaciones Militares del Sur.

Ahora voy a poner, oh tú la mi dulzura,

miel y aroma, en líneas de manso prosaísmo

lo que fue y es poesía altamente heroica.

El 5 de diciembre de 1810

el Padre Hidalgo dictó lo siguiente:

Por el presente mando a los Jueces y Justicias

del distrito de esta capital

(el Padre estaba en Guadalajara)

que inmediatamente procedan a la

recaudación de las rentas vencidas

hasta el día por los arrendatarios de las

tierras pertenecientes

a las Comunidades de los Naturales, para que

enterándolas en la Caja Nacional,

se entreguen a los Naturales

las tierras para su cultivo,

para que en lo sucesivo [no]

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

123

puedan arrendarse,

pues es mi voluntad que su goce

sea únicamente de los Naturales

en sus respectivos pueblos.

Cuatro años más tarde, con mayor energía,

el Señor Morelos dijo lo que ahora escucharás:

Deben inutilizarse todas las haciendas grandes

cuyas tierras laborales pasen de dos leguas

cuando mucho, porque el beneficio

de la agricultura consiste

en que muchos se dediquen

con separación a beneficiar

un corto terreno que puedan asistir

con su trabajo e industria,

y no en que un solo particular

tenga mucha extensión de tierras infructíferas,

esclavizando a millares de gentes

para que cultiven por fuerza

en la clase de gañanes o esclavos,

cuando pueden hacerlo como

propietarios de un terreno limitado,

con libertad

y beneficio suyo

y del pueblo.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

124

(El Señor Morelos murió fusilado

en San Cristóbal Ecatepec

el 22 de diciembre de 1815.

Emiliano Zapata nació en 1873

en el pueblo de Anenecuilco

del estado de Morelos.)

Sigamos ahora con la pestilente

palabra de la excomunión del Padre:

Sea condenado en su boca,

en su pecho, en su corazón, en sus entrañas

y hasta en su mismo estómago.

Sea maldito en sus riñones,

en sus ingles, en sus muslos,

en sus genitales, en sus caderas,

en sus piernas, sus pies y sus uñas.

Sea maldito en todas sus coyunturas

y articulaciones de todos sus miembros;

desde la corona de su cabeza

hasta la planta de sus pies,

no tenga un puntito bueno...

(Y así llegó su aprehensión,

y en Monclova lo ataron a un nogal.)

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

125

Pero ahora recuerdo: déjame buscar

el texto de un sinsonte cubano

llamado José Martí. Aquí está, en su afamado

Discurso sobre México, de 1891, y haciendo

la dramática historia desde la Conquista:

Trescientos años después, un cura,

ayudado de una mujer y de unos cuantos locos,

citó su aldea a guerra contra los padres

que negaban la vida de alma a sus propios hijos;

era la hora del Sol, cuando clareaban

por entre las moreras las chozas de adobe

de la pobre indiada; ¡y nunca, aunque velado

cien veces por la sangre, ha dejado desde entonces

el sol de Hidalgo de lucir!

(Porque, amor mío, el ave a punto de morir

en la batalla, en su país, supo de nuestros

héroes, de todos los héroes.

Supo de sí mismo.)

Y así mira José Martí a Hidalgo, en

Dolores:

Vio maltratar a los indios,

que son tan mansos y generosos,

y se sentó entre ellos como un hermano viejo,

a enseñarles las artes finas que el indio aprende bien:

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

126

la música que consuela; la cría del gusano, que da la seda;

la cría de la abeja, que da miel. Tenía fuego en sí,

y le gustaba fabricar: creó hornos para cocer ladrillos.

Le veían lucir mucho de cuando en cuando

los ojos verdes...

Veo a Martí melancólico, escribiendo poemas,

manifiestos. ¿Puedes verlos a los dos, al sacerdote

que leía a los filósofos del siglo XVIII

y al poeta que amó y fue amado? Los junta

una palma real, una morera, un mezquite del Bajío

y un huizache para perfumar el ensangrentado paisaje.

Te decía pues que en Chihuahua,

un día de horrores... Pero no, si lo dejamos

atado a un nogal, comenzando a padecer.

Y en Chihuahua, un día horroroso,

lo sacaron de su celda para ser degradado.

Luego doce soldados lo condujeron a un corral.

Alguien dijo que el Padre Nuestro

llegó al cadalso como a un acto ordinario,

sin significación, como quien se dirige

a una ventana de su recámara

para ver si lloverá...

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

127

¡Pero si ya estaba destazado!

Si te cuento, dulce mía,

que disparó la primera fila y tres de las balas

le dieron en el vientre

y la otra en un brazo que le quebró.

El dolor lo hizo torcerse un poco el cuerpo,

por lo que le zafó la venda de la cabeza

y nos clavó aquellos sus hermosos ojos que tenía.

Las balas de la segunda fila

le dieron todas en el vientre...

Poco estremo hizo, sólo sí

le rodaron unas lágrimas muy gruesas.

Pero nada hizo desmerecer su hermosa vista.

La tercera fila de soldados lo despedazó.

... después se metió adentro,

le cortaron la cabeza, que se saló,

y el cuerpo se enterró en el camposanto.

No cuento más, porque es mucho el amor

y muchísima la resignación

y excesiva la pasión

y desbordada la demencia.

¿Termino? ¿Así lo quieres tú, encendida

y desnuda como el sol y su silencio?

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

128

Don Miguel Hidalgo y Costilla murió

a los cincuenta y ocho años dos meses

y veintidós días de edad y al cabo

de tres meses y siete días de prisión,

el día treinta de julio de 1811.

Luego, las cabezas de los héroes se apilaron,

fueron conservadas en sal para después...

Eran las cabezas de Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez.

Como cabezas asesinas, guardadas en unos cajones,

fueron escoltadas por los realistas de Chihuahua a Zacatecas,

de Zacatecas a Lagos,

de Lagos a León

y de León a Guanajuato,

hasta que al mediar el mes de octubre

aparecieron colocadas en los cuatro ángulos

de la Alhóndiga de Granaditas,

teatro de sus primeras expediciones y sanguinarios proyectos.

La proclama así decía:

Las cabezas: de Miguel Hidalgo,

Ignacio Allende, Juan Aldama

y Mariano Jiménez

—insignes facinerosos y primeros

caudillos de la revolución.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

129

Que saquearon y robaron

los bienes del culto de Dios

y del Real Erario. Derramaron

con la mayor atrocidad la inocente sangre

de sacerdotes fieles y magistrados justos

y fueron causa de todos los desastres,

desgracias y calamidades que experimentamos

y que afligen y deploran los habitantes todos

de esta parte tan integrante

de la Nación Española,

aquí clavadas por orden

del Sr. Brigadier

D. Félix María Calleja del Rey,

Ilustre vencedor

de Aculco, Guanajuato y Calderón

y restaurador de la paz de esta América.

Oh cómo arden esas cabezas, esos

garfios hoy solitarios: míralos

en este recio arte de subir y bajar,

bordear la siniestra Alhóndiga,

memorizar cabellos, frentes, ojos,

orejas, narices y bocas pendientes

del atrocísimo cielo de la real venganza.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

130

1810 ardió y 1811 fue la humareda final

de la insurgencia primera.

Ay, amor, oh tú, que llegaste como un aire

despacioso pero firme y oloroso a clavel:

ya parece que llego al final, a mi propio fin,

al definitivo hospital, a un quirófano

de olas amargas; acaso a un bosquecillo

como el que ahora beso en este sitio exacto

de tu vientre cuyo nombre he olvidado.

Mi amor por ti es una brizna purísima,

una luz interminable como la muerte,

como esta dolencia en toda mi cabeza y en mis uñas.

Te doy las gracias que no necesitas por comprender

el silencio que me rodea y mis sílabas apenas perceptibles.

Mil gracias pongo aquí, en tu pecho, en tu cabellera,

en el inminente adiós de tus resecos labios,

en la tibia humedad de tus ojos,

por cuanto has escuchado,

por la heroicidad y el martirio

y porque quiero que sepas, amor y oleaje,

que las cabezas de los héroes

permanecieron en Granaditas hasta 1821,

¡once años allí, cabecitas de patriotas,

mi Mariano Jiménez, mi Juan Aldama,

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

131

mi capitán Allende y mi padrecito

de las vides y del barro cocido

y de las moreras y la campanada a la hora precisa!

Once años, pues, hasta que fueron trasladadas

a la ermita de San Sebastián,

que no sé dónde está ni me importa,

porque más que la ceniza me importa la sangre,

y la sangre, oh limpitamente desnuda,

amada de todo mi corazón,

está más un poco más cerca

de esta milagrosa vida mía

que de la muerte de los míos

y la temerosa y vibrante

llanura de sombras que es

nuestra patria.

México-Tenochtitlan, 1973-1978.

de: Poesía completa

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

132

Alberto Quintero Álvarez18

LA SED QUE SE OLVIDA

I

Algo así como una lluvia ciega en mí descendía,

natal cascada, aniego, vertiente derramándose,

porque en el cenagal de mi sueño encarnaron

lirios, y mis riberas dieron secreto musgo.

¡Acaso de la verde peña me cayó el alma!

Desperté a ver aquella novedad de frescura

cuando el alba, creciente, su pupila nimbaba,

haciendo en brumas lento su rumoroso envío,

desnudando en alivios bautismales mis ojos.

Rostro, mirada inmensa, líquida impartidora,

nacimiento de noches en concilios vedadas,

fue ventana sedienta mi vigilia al mirarte,

porque vi tuyo el mundo que en mí soñaba, dentro.

18 Alberto Quintero Álvarez (Acámbaro, 1914). Estudió en Celaya y en la Universidad de Guadalajara. Residió en la ciudad de México. Perteneció a la generación de Taller. Su obra se ha reunido en: Poesía y Prosa (Gobierno del estado de Guanajuato, 1979). Antes publicó: Saludo del Alma (Diana, 1936) y Nuevos cantares y otros poemas (Ed. del autor, 1942).

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

133

¿Qué tengo yo del agua de tu colmada fuente

que cuando siento aniego te muestras anegada?

Mira mi lecho seco, apenas caluroso

para mi cuerpo inhúmido; su pequeña figura,

valle de mis costados, es ausencia de aromas.

Aquí alientan mis sueños la sed de tus amores,

y por ella en mis sueños amorosa me sacias:

al recordar me asombra mi viviente sequía

y es otra sed despierta la que apremia mi búsqueda.

Por eso salgo a verte, tembloroso y desnudo,

como el labriego que oye derramarse sus bordos

y, temiendo la ruina, presuroso se asoma,

mas mira los desagües suficientes brotando

y en plenitud la balsa que hará su regadío.

Tuya es la fuente, dueña, la plenitud es tuya:

mi balsa está en tus manos, tu tierra me la guarda,

tus nubes me la llenan, me la alumbran tus cielos;

mía sólo es la sed de tu fresca hermosura.

Mas con mi sed aún mi corazón se aviene...

¡él que a veces levántase limpio como collado!

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

134

Si en mis sueños me colmas por la sed de mis sueños,

por esta sed despierto me colmarás un día.

II

Quien tiene sed conoce del agua la dulzura,

quien tiene sed tiene agua para pedir aniego,

agua baja, silente, humedad, cieno oscuro,

sin la cual ya sus labios pegados estarían.

Mientras ésta persiste se hinche mi esperanza

y aún mi sed está fresca cual sauce ribereño.

Sólo la sed se acaba cuando la tierra muere;

conviértese en desierto, sécase la esperanza.

También muere la sed cuando el agua pequeña

por secreta se olvida, por sombreada y profunda.

Algo tengo del agua de tu colmada fuente,

cuando viviente llamo la dichosa abundancia;

si es de mi cuerpo el lecho valladal sin umbría,

adentro hay un humilde espejo para tu rostro.

Por esta agua callada que guardo sin olvido

tengo a la vez dolor con mi espera preñada;

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

135

por ella es mi ser árbol coronado de especias

y por ella desgájanme raíces tentadoras.

Hay tiempo en que revientan mis terrones cruelmente,

mas si yo la olvidara, ¿con qué te llamaría?

III

¡Agua, reserva, espejo, mi serenado aljibe!

Cuando tú la guardaste descendió de tus lluvias:

el patio estaba nuevo, prendido de naranjos,

soleado como un niño rubicundo y desnudo.

Siento aún los jilgueros trinar en las arcadas,

suenan a voz materna los claros corredores,

huelen verdes, mecidas, suspensas jardineras,

las altas buganvilias, el jazmín vespertino.

Aquí allegas aromas tiernos hoy todavía;

(aunque de aquellos nunca volverás a sembrarme)

mi humedad los alienta, mi amor los encarama,

cuando florecen juntos los exhalan mis labios.

¡Mira cómo el origen de mi sed fue mi aljibe

y su limpio descenso de lluvia mi bautismo!

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

136

Porque en estos aromas cifro la imagen tuya,

tu plenitud de yerbas, tus fecundas montañas,

tus barrancos de sombra donde beben los ciervos

y comienzan los ríos más anchos y olorosos.

Son del agua pequeña doméstico perfume;

cuando me paro en ellos son la miel de mis frutos,

el goce de mis días variable y fugitivo;

pero a veces tan dulces en la mortal caricia

que te miro allí espléndida, bañándome de gracias.

Oh, descenso inaudito por mis mansos amores,

ya tus aguas inundan mi trinidad lograda;

de beberlas mis cienos amorosos verdecen

y vuelvo a ser vertiente de la nube a la delta

y vapor a la nube por la esposa tornando.

Deténme en este vértice, circulación dulcísima...

(No me llaméis vosotros con voces desdichadas)

Porque el amante cierra los ojos y enmudece,

porque aun temo al recuerdo de mi sed vigilante,

porque al abrir los ojos las venas se acribillan,

¡ay! porque éste es un sueño de nuevo traicionado,

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

137

y tras él aparecen mis pies mudos de tiempo

para volver, con ellos y mi sed, en tu busca.

IV

Déjame que me adueñe de tus grandes aromas,

que yo saldré a buscarlos a las tierras calmadas.

Llevaré mis sentidos atentos al encuentro

y esperaré las aguas de tu plenario estío.

Cruzaré por veredas de las siembras la anchura,

sentiré el movimiento de los mares de espigas,

daré mi soledad al viento de las cañas.

Veré los grandes montes bajo el cenit suspenso

y en sus lentas laderas ondular los ganados.

Hallaré el escondite de la celada tórtola

cuyo silbos ocultos dan misterios al día.

¡Seré de tus criaturas vigilia esperanzada!

Pero aun así pendiente mis sentidos traiciónanme,

¡qué sinrazón llevarlos a un embargo tan puro!

El humo de las chozas dilatando la tarde,

su pequeña, olorosa memoria de la hoguera

donde se santifica la conversión del trigo.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

138

Si he de volver al breve goce de mis aromas,

donde se santifica la conversión del trigo,

habrán sido otro sueño la anchura de las siembras,

los misterios del día, las criaturas y el viento.

El precio de tu aniego lo tengo, dueña mía:

he de hacer de mi ayuno cilicio prolongado

amorosos dolores y ceñida esperanza,

hasta que caiga el árbol de mi sed florecido.

O aguardar renovándolo con agua de mis sueños

mientras haces desierta la tierra que lo encumbra

y mis aguas arrastras en anchos avatares...

¡Mas ya juntas, entonces, colmadas correrían!

de: Poesía y prosa

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

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José Cárdenas Peña19

LOS CONTADOS DÍAS

Este peregrinar a tientas

como paso entre ruinas;

este volver la cara al viento

sin que el viento responda;

esta frase instintiva de vivir y esperar

sin encontrar a nadie;

este clamor a Dios;

esta duda, este amor, esta blasfemia;

este horror de estar solo,

de morir sin morir...

duelen más que una herida,

más que la propia tierra,

más que el ala del ángel,

más que el crimen, más que la ausencia sorda...19 José Cárdenas Peña (San Diego de la Unión, 1918). Laboró permanentemente para la Secretaría de Relaciones Exteriores. Sus estudios los realizó en la Ciudad de México. Co-laboró en las revistas literarias Ínsula, de Madrid; Orígenes, de La Habana; Diario de Noticias, de Lisboa; Universidad de México y Estaciones. Publicó los siguientes libros de poesía: Sueño de sombra (Ángel Chapero, 1940), Llanto subterráneo (Letras de México, 1945), La ciudad de los pájaros (Universidad de La Plata, 1947), Conversación amorosa (Letras de México, 1950), Retama del olvido y otros poemas (1954), Adonis o la alegría del amor (1961), Canto a Dionisio (1961) y Los contados días (Fondo de Cultura Económica, 1964).

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140

Y, cuando más grito: «¡Aquí estoy!»,

se parte en dos mi corazón desnudo.

RETAMA DEL OLVIDO

A la memoria de Giacomo Leopardi

I

Mas no soy yo quien te recuerda

en este cementerio de la tierra;

te recordamos todos

aquellos hombres sin ventura

que, como yo, morimos cada instante,

¡oh doncella sin alba!,

¡retama del olvido!,

¡oh rosa de la muerte!

Mira mi paso herido y solitario

por los adioses perseguido;

pues sombra soy del paraíso amante

en la dolida noche desolada.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

141

Todos te amamos sin negarte;

corremos tras de ti,

envueltos en la luz de tu corriente

de enardecidas aguas,

sin conocer tu fin;

pero te amamos

izando en tus banderas

con señales de luto nuestros nombres

anónimos y errantes.

¡Oh muerte,

eres la más hermosa

entre todas las vírgenes desnudas,

y sólo en tu verdad se limpia el mundo!

Toda liberación es nada

ante tu eterna libertad.

Tu voz de trueno y de balanza

va midiendo con gozo inexplicable

nuestra sangre congénita en el polvo.

Las horas suspiradas

que pasan como sombras

de un tiempo desleído,

la farsa y la maroma

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

142

en el circo del hombre,

todo acaba en el sueño

de unos ojos sin órbita en la noche.

No ha de quedar memoria alguna

ni la señal precisa

de nuestro cuerpo inmerso.

Ausencia, sí, la ausencia

con su purísimo abandono

sepultará al recuerdo,

al epitafio amargo,

la fábula o la historia

del ser y el universo;

ausencia de esta tierra

donde somos nosotros los finados,

las ánimas errantes

de este perdido reino;

ausencia y soledad de todo,

en ese nunca más

que es litoral del sueño:

presencia de la muerte,

retama del olvido.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

143

III

Pasarán, pasaremos,

en procesión atónita;

sombra en danza de luz

el paso de los hombres,

caminando hacia allá

del más allá de nuestros ojos

en apretados ramos,

perdidos o anhelantes

por este valle del sollozo.

Y mientras tú, ¡oh muerte!,

nítida flor

entre todas las rosas elegida,

desde tu inmenso abismo

de verdad inmutable,

sientes huir la sombra de los hombres;

polvo que germinó a la vida

por amorosas ondas

de una creación extraña a la mirada,

a la razón y al tacto;

pero que ha de volver

al fin de su sinfín,

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144

cuando haya agotado

su anhelo o desengaño

en el placer,

en el amor y el odio

de un lento acopio

de su vivir transido.

Laberinto frenético del corazón humano,

de ser y no ser

en ese porque sí y porque no

que todo cambia y transfigura

hasta llegar a su decanto mismo,

y así encontrarse

con su incisión y pasmo

y doblemente abandonado:

solo, sin la palabra

o voz donde responda el eco;

desnudo, sí,

mas ciego y solitario

como paloma herida

y de apagada lengua

en esa soledad de nadie.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

145

Sobre la isla del olvido

por siempre inquebrantable,

limpio de llanto

y oscura imprecación:

no como un hombre de la tierra,

sino como un huésped del mundo,

amante y redimido.

IV

En vano es preguntar, oh rosa pura,

eso que habrá de impenetrable en tu silencio,

porque de sobra el pulso nos indica:

«lo que hay acá, hay más allá»;

y el mismo cántico cantamos

y sobre un mismo círculo

vivimos y morimos;

y esto que conocemos de la vida

es lo que conocemos de la muerte.

Inútil evasión de la palabra

por la que gira el hombre;

inútil evasión la de la sangre

dolorida y mudable

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que cae sobre sí misma

en su derrota estéril,

aunque a veces

logremos disfrutar del don del verbo,

y más con ello, ególatras estrechos,

queramos ser posibles inmortales.

de: Los contados días.

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Emma Godoy20

SINFONÍA LITÚRGICA

III

El altar de perfumes se fatiga de incienso,

las multitudes blancas

—todas arco— enmudecen.

En un aire de ámbar

ofrece la oblación Melquisedec.

Desciende Dios y toma la Hostia Santa.

Silencioso silencio —lago que está copiando

la eternidad—. Silencio en que se abrazan.

El que es por los siglos y el que pudo no ser.

Beso de Dios en boca de la amada.

Señor, si soy de arena;

Señor, si sobre el ara

20 Emma Godoy (Guanajuato, 1918). Poeta y novelista. Estudió filosofía y teología en el Instituto de Cultura Femenina, en la Normal Superior y en la UNAM. Obtuvo en los EE. UU. un premio por su novela Érase un hombre pentafásico (1961). Tiene publicados: Doctrinas hindúes (1967), Sombras de magia (1968), Que mis palabras te acompañen (1968). Su poesía está reunida en el volumen Del torrente / Pausas y arena (Jus, 1989). Escribió la obra teatral: Caín, el hombre (1951).

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

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no tengo una paloma;

mi frente no es de escarcha,

mi talle no es el cedro

del Cantar; soy la esclava

venida del desierto.

Señor, ¿por qué me amas?

IV

Allá vienen las vírgenes

—flautas en desbandada—.

Allá viene la nube y llega al monte

(¡cómo ríen las flautas!),

su niña desnudez la van cubriendo

con túnicas de oro los violines del alba.

Oh vírgenes, mirad las multitudes,

comienzan a bajar en olas blancas

del monte Sion con mantos

desceñidos —hermanas

vuestras, flores que aún viven en pétalos—,

hechas también un coro vertido en la mañana:

Nos sació con las mieles que las piedras destilan.

Nos sació con la flor de trigo, áurea.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

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Peldaño por peldaño, la cadencia

desciende la montaña.

Termina en una nota sostenida de arcángel

prematuro con boca enlucerada.

SEÑORA DE LA MUERTE

A Gabriela Mistral

Para llamarte, teponaztles áridos

y el canto del espino.

Coatlicue, te busqué

camino del oriente

por encontrar los ojos de mis muertos;

mas te hallé en Cihuatlampa

con mujeres robadas en el parto.

Un occidente eterno son tus manos vacías

que todo lo reciben y que todo lo dan.

De tus pechos de madre

brotó una calavera

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150

con las cuencas sin ríos,

con la boca sin hálitos.

Las espaldas vencidas —otro cráneo las vence—

me hablaron de la noche

y de ya no esperar.

Collar de Corazones, Señora de la Tierra,

¿qué te hiciste la risa?

De tanto dar a luz, Madre de Vida,

te has convertido en roca estéril.

Una noche de enero

cuando luna menguante

bajó hasta mis mejillas

la su boca de estatua.

(Cuatrocientas estrellas

afirman que no miento.)

Y llevo desde entonces sangre muerta.

Me rozó Cihuacóatl con su enagua

trenzada de serpientes;

y sus ojos venidos

de región amarilla me miraron

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

151

con la luz de la vida y de la muerte,

una noche de enero

por la luna menguada.

Pero ahora la pierdo,

y la busco, y la llamo.

¿Dónde estás, Cihuatéotl? ¿En el mar?

¿En el cielo? Te busco entre las piedras,

¡pero son tantas piedras!

Baja del gran secreto para construirte un templo

de tezontle y copal,

con cincuenta y dos cañas asidas en manojo,

y un altar, y una fiel.

Te daré mis cabellos y una flor de gardenia.

Te pondría en la falda corazón de verídica sangre.

Volveríame niña india como un cobre pequeño

por dar sol a tu estatua

y que pases la mano de cíhuatl amarilla

otra vez por mi frente.

Cihuacóatl, mi teponaztle roto

escucha sobre el mar.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

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LA CAÍDA

Vengo del sueño insomne y traigo ciencia

de espanto. Ya aprendí el escalofrío

en los exangües pechos del vacío,

en la nada sin nada de la ausencia.

Sólo un trazo de mí era presencia;

sólo un trazo de mí —raya de frío—

sobre un mapa borrado; como un río

del que la noche expugne la existencia.

¡Ay del alba pintada que a Dios viste!

Se arrancó la memoria de la Vida

en el país vaciado que no existe.

¿Por qué, Dueño de mí, te me dormiste?

La túnica del ser fue desprendida

y, ¡ay del cabello mío en que te heriste!

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

153

REGRESO

A mi ciudad natal

Ha llovido sobre esta tierra amarga.

Oigo crecer los ángeles que nacen de mis ojos

como jazmín en rama.

La ciudad, un recuerdo olvidado;

veo mi rostro de párvula en el fondo de su agua.

Baja un jardín de voces

rodando por las peñas

y el coro de mis muertos se anuda en mi garganta.

Esta noche será de noche plena.

Agua helada de sueños

lenta sobre las piedras lívidas;

una calleja húmeda

cabalgando en el techo

de mis ojos insomnes.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

154

HORA CIEGA

Inmensidad en gris,

mi ser con la mañana.

Hay un agrio rencor en toda cosa

que yace bajo el ala

del ángel triste de la niebla.

Mi címbalo de plata

se quebró en dos: silencio y ruido.

Censura a las especies escarlatas;

el páramo de cactus desvaídos

es un largo borrón sin cara,

en esta claridad que no es tiniebla,

pero tampoco es luz: un casi nada.

Y clamo: ¡Tempestades! ¡Fuego! ¡Vértigo!

Que no hay herida brava

por qué poder gritar;

que es amargura sorda y larga,

junto a la que es piedad cualquier dolor.

Ceguera de la hora. Atisbo de la nada.

de: Del Torrente. Pausas y arena.

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Margarita Paz Paredes21

CANCIÓN DE AMÉRICA

ENVÍO

Venid poetas,

traed a flor de tierra vuestro canto.

El mensaje de amor es como un niño

que siembra amaneceres en el campo.

¡Es aquí nuestro sitio!

Soltad la voz desnuda

y dejadla llorar a la intemperie.

Mañana ha de surgir, íntegra y pura

con el húmedo tallo florecido.

Venid, poetas, caminad conmigo

por esas noches lentas y terribles

en que seres proscritos de la aurora

agonizan sin pan y sin palabras.

21 Margarita Paz Paredes (San Felipe, 1922). Su nombre no literario es Margarita Ca-macho Baquedano. Estudió en la Universidad Obrera de México y en la UNAM. Viajó por varios países socialistas. Sus poemas se publicaron reunidos bajo el título: Litoral del tiempo (SEP, 1986).

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Venid, poetas,

purificad la estrofa y la conciencia.

Volved los pasos a la infancia.

Traed la voz más clara.

Caminemos descalzos por América,

y sea nuestro canto tan sencillo,

tan íntimo, tan hondo, tan sincero,

que lo entiendan los héroes y los niños

y estremezca de amor toda la tierra.

BÚSQUEDA

I

Ahora

que encamino mis pasos hacia el alto crepúsculo,

cadáveres de sueños siembran su cal inútil

a lo largo del día.

Mi devoción frustrada no acierta ni siquiera

a imaginar un súbito color entre la sombra.

¡Esta tarde, como todas las tardes,

he perdido una estrella!

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157

Apareció de pronto flotando sobre el río

y fue como nenúfar transitorio

su anunciación insólita.

Su nombre de rocío

dejó en mis labios avidez lacustre;

y al fin, celeste y evasiva,

se diluyó en derroche de iluminada espuma.

Vino después a mis hambrientas playas

y era un pez rutilante en mis redes de asombro;

pero sobre la arena se deshizo

su inusitada piel de azogue.

ELEGÍA DEL ROSTRO IMPOSIBLE

I

En la borrasca íntima del corazón rebelde

gobernaba su vida audaz rosa de fuego.

Embarcación la suya de dúctiles maderos:

agresivo timón y alucinado mástil

donde estrelló la muerte su brújula imperiosa.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

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Sembraba en el silencio espigas de aleluya,

inventaba luciérnagas en la noche insistente,

inquietos duendecillos para el alma sombría,

manos acariciantes para el amor dormido.

Convocaba sonrisas en horas de amargura,

en los desiertos brazos anudaba oropéndolas

y la vida era alegre y cálida y fecunda.

¡Cómo sentirse solos, si sabía

resolver los enigmas de la esfinge,

y librarnos de todos los augurios

que cercaban de sombras nuestras frentes!

ESTA CIUDAD QUE ALGUNA VEZ AMAMOS...

Ahora sólo la sombra y los rincones nebulosos

de una ciudad que amé,

porque fue mía y fue nuestra

en la violenta posesión de la victoria;

en los breves descansos

donde pudimos sembrar una semilla.

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159

¡Qué inútil el esfuerzo de la memoria!,

porque no es posible ya el recuerdo.

¿En qué apoyarnos?

Miramos la ciudad que alguna vez amamos

y es como un extraño mausoleo

donde el polvo ha borrado

fechas, inscripciones, nombres,

todo vestigio que pudiera llevarnos a una meta.

¡Imposible, imposible el recuerdo!

Debajo de la frente, allí está, sí, está,

pero petrificada, la memoria.

¿Cómo explicarlo?

¿En dónde la belleza, el amor, la rebeldía?

Tal vez una tormenta de rocas agresivas,

una ventisca de odio,

un ciego alud de sangre coagulada,

simún enloquecido que nos llenó los ojos

de arenas cegadoras

y nos dejó en el pecho

una desolación de insistente ceniza.

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Antología Histórica de Poetas de Guanajuato

160

Tal vez esa violencia

clausuró las ventanas del júbilo sonoro

y el silencio se hizo y la tiniebla.

Tal vez entonces perdimos la memoria,

porque todo es ajeno y distante

en esta ciudad que alguna vez amamos;

porque todo es hostil y a nuestro paso se cierran los caminos;

porque buscamos febrilmente aquello que ya no conocemos;

porque el sonido de las voces que intentamos grabar

en nuestro oído ya no nos dice nada o nos agrede;

porque los rostros más queridos tienen otro perfil desconocido;

porque ya se olvidaron las palabras que cotidianamente nos unían;

porque en verdad hasta el espejo que proyectaba

nuestra imagen se ha trizado en fragmentos de neblina.

Recorremos a diario las avenidas y las plazas

y tratamos de imaginar que en algún tiempo

—sepultado después con lava ignominiosa—

allí crecieron y maduraron repentinamente

espigas turbulentas

que contagiaron el aire con su temblor de espadas áureas

y su anuncio de pan, como una lluvia tibia

sobre los campos miserables.

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Hoy, el asfalto duro, la bóveda sombría,

las bocas silenciadas, los rostros impasibles

y el hombre tras un muro de miedo y cobardía.

Y las plazas desiertas,

nada más con el rastro de hierros implacables

y con su hedor de pólvora maldita;

corroyendo las tumbas anónimas,

las tempranas semillas que no fructificaron.

¡Ah!, si al menos esta vergüenza fuera colectiva,

si esta frágil memoria

saltara de la frente al pecho endurecido

y arrancara la costra del recuerdo;

si tanto amor a la ciudad que alguna vez fue nuestra

pudiera convertirse

en una catarata desbordada de odio;

entonces, sólo entonces,

derrumbados los muros absurdos del olvido,

estremecida la impotencia,

el grito liberado,

volvería a convocarnos

la maldición oculta

bajo la trampa de olivos traicioneros.

[...]

México, 10 de junio de 1971.

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PRESAGIO

Es noche de diciembre

y un presagio más agudo que el frío

de todos los inviernos

se aposenta de mi alma,

en mi alma, donde un fuego puntual

sigue licuando, lenta, pacientemente,

los granizos hostiles

del río congelado de los sueños.

Y el presagio es apenas

un lamento indeciso, que no logra,

integrarse en el llanto.

Mi sangre es un oleaje agresivo y demente,

en que navegan barcos fantasmas, sin piloto,

hacia innombrables puertos

donde atracan gaviotas de alas despedazadas

por cuchillo violentos.

Quiero saber mi historia,

mi ubicación, mi nombre,

mis pasos anhelantes por la tierra.

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163

Quiero tocar mis manos y mi frente,

sorprender un calor

sobre la estepa de mi piel dormida.

Pero ya nada sé, nada interrumpe

el enjambre tenaz de la vigilia.

Pegajoso silencio

se adhiere a las fronteras de mi sombra

y una mortal indiferencia invade

el espacio vacío.

¿Cómo, entonces, emprender un regreso

para encontrar la ruta

perdida entre la niebla?

¿Dónde la voz que se apagó en la tarde?

¿Por qué el amor, que junto a mí marchaba

con su diario prodigio

encendiendo cenizas en mi pecho,

salpicando de luz mis soledades,

abandonó su campanario

y acomodó su nido en la estrella más alta

donde toda mi búsqueda no toca

el aire luminoso que acompañó su vuelo?

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164

¿En dónde estás, poesía?

Capitana de ejércitos gloriosos,

zenzontle alucinado,

taumaturga divina.

Mi devoción amante ya no alcanza

a descubrir las huellas de tu imagen.

Lejos de mí, distante y muda

en orfandad inmensa me abandonas.

¿En dónde estás, poesía?

Sola, a mitad de la noche, yo te invoco.

Antes que muera

deja caer en mi silencio

una brizna sonora de tu salterio mágico,

porque será el encuentro

de todo lo anhelado:

el amor y el prodigio,

la esperanza y el sueño,

y en las manos heladas de la muerte

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un incendiado trigo de alegría.

Diciembre de 1979.

de: Litoral del tiempo

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