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Antonio Cornejo Polar en su “edad de piedra”: la construcción de un arte de la lectura (1963-1971) Por Rafael MONDRAGÓN * C ON EL PASAR DE LOS AÑOS la obra de Antonio Cornejo Polar se ha revelado como una de las más sólidas contribuciones al latinoamericanismo literario. Sin embargo, la cada vez mayor visibilidad de dicha obra en espacios académicos ha terminado por crear algunos lugares comunes, que por ejemplo reducen sus aportaciones a la famosa “heterogeneidad”, llevan rápidamente sus planteamientos a la crítica posmoderna de la nación y el sujeto o convierten en receta su complejo análisis de la novela indigenista. El presente artículo señala elementos de dicha obra que no tienen cabida en esa rápida caracterización. Tales elementos nos permiten reconocer en Cornejo Polar a un filólogo con vocación ciudadana, comprometido con la construcción del socialismo y ubicado en un lugar problemático con respecto a los discursos de especialización de las ciencias sociales y humanas en esta América Latina nuestra. Para ello intentaré un acercamiento arqueológico que dé cuenta de algunos elementos que estimo fundamentales en la formación de su pensamiento crítico en un periodo comprendido entre 1963 y 1971. Revisaré la relación que mantiene con la esti- lística, que da una especial profundidad a la pregunta por el tipo de experiencia social refigurada en los textos que comenta. Mostraré su construcción del “arte de la lectura” y la especial relación que dicho arte establece con los legados de la literatura española del Siglo de Oro, en donde el filólogo peruano entrenará la mirada que * Investigador del Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México; e-mail: <[email protected]>. Una versión previa de este trabajo fue leída en el Primer Congreso Internacional de Teorías, Crítica e Historias Literarias Latinoamericanas “Antonio Cornejo Polar”, realizado en Lima entre el 6 y el 8 de julio de 2015, organizado por el Centro de Estudios Literarios Antonio Cornejo Polar, la Casa de la Literatura Peruana y la Universidad Nacio- nal Mayor de San Marcos. Mi texto se ha beneficiado de los trabajos que allí presentaron Carlos García Bedoya, Romina Pistacchio y Gonzalo Espino. Agradezco a Gonzalo Cornejo Soto por su esfuerzo para la construcción de un espacio tan generoso como ese Congreso, en donde la profundidad y el rigor de las reflexiones presentadas fueron de la mano de un hondo sentido ético, a tono con el tipo de enseñanza que ofreció el maestro.

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Antonio Cornejo Polar en su “edad de piedra”: la construcción

de un arte de la lectura (1963-1971)Por Rafael Mondragón*

Con el pasar de los años la obra de Antonio Cornejo Polar se ha revelado como una de las más sólidas contribuciones

al latinoamericanismo literario. Sin embargo, la cada vez mayor visibilidad de dicha obra en espacios académicos ha terminado por crear algunos lugares comunes, que por ejemplo reducen sus aportaciones a la famosa “heterogeneidad”, llevan rápidamente sus planteamientos a la crítica posmoderna de la nación y el sujeto o convierten en receta su complejo análisis de la novela indigenista.

El presente artículo señala elementos de dicha obra que no tienen cabida en esa rápida caracterización. Tales elementos nos permiten reconocer en Cornejo Polar a un filólogo con vocación ciudadana, comprometido con la construcción del socialismo y ubicado en un lugar problemático con respecto a los discursos de especialización de las ciencias sociales y humanas en esta América Latina nuestra. Para ello intentaré un acercamiento arqueológico que dé cuenta de algunos elementos que estimo fundamentales en la formación de su pensamiento crítico en un periodo comprendido entre 1963 y 1971. Revisaré la relación que mantiene con la esti-lística, que da una especial profundidad a la pregunta por el tipo de experiencia social refigurada en los textos que comenta. Mostraré su construcción del “arte de la lectura” y la especial relación que dicho arte establece con los legados de la literatura española del Siglo de Oro, en donde el filólogo peruano entrenará la mirada que

* Investigador del Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México; e-mail: <[email protected]>.

Una versión previa de este trabajo fue leída en el Primer Congreso Internacional de Teorías, Crítica e Historias Literarias Latinoamericanas “Antonio Cornejo Polar”, realizado en Lima entre el 6 y el 8 de julio de 2015, organizado por el Centro de Estudios Literarios Antonio Cornejo Polar, la Casa de la Literatura Peruana y la Universidad Nacio-nal Mayor de San Marcos. Mi texto se ha beneficiado de los trabajos que allí presentaron Carlos García Bedoya, Romina Pistacchio y Gonzalo Espino. Agradezco a Gonzalo Cornejo Soto por su esfuerzo para la construcción de un espacio tan generoso como ese Congreso, en donde la profundidad y el rigor de las reflexiones presentadas fueron de la mano de un hondo sentido ético, a tono con el tipo de enseñanza que ofreció el maestro.

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le permitirá trabajar poco tiempo después con la literatura peruana y latinoamericana.1

Una novela familiar

Todos los que hemos leído Escribir en el aire sabemos hasta qué punto su autor es un maestro en el arte de la lectura: sus textos no son sólo grandes muestras del mejor pensamiento crítico desa-rrollado en América Latina, sino también escenificaciones de un proceso. En lugar de ofrecer sus conclusiones terminadas, en sus mejores textos Cornejo Polar invita a sus lectores a leer junto a él: ofrece fragmentos de texto que luego comenta morosamente; enseña a pesar las palabras, sentir el ritmo y la puntuación de los textos… En muy buena medida, de allí viene la fecundidad de muchos de sus textos mayores. Uno aprende a leer junto a Cornejo Polar. Sus textos invitan a sus lectores a la elaboración práctica de una sensibilidad hacia el lenguaje, que es también una sensibilidad hacia la historia.2

Antonio Cornejo Polar nació en Lima en 1936, en una familia de músicos, escritores y académicos y pasó su vida temprana en Arequipa. Su padre, Salvador Cornejo Polar Cuadros, fue pro-fesor de literatura española en la Universidad de San Agustín durante más de cuarenta años, en donde ocupó el cargo de deán de la Facultad de Letras. Su abuelo, el admirado poeta, maestro y filósofo Jorge Polar Vargas, fue profesor en esa Universidad y rector de la misma durante cinco periodos. Jorge Cornejo Polar,

1 El presente artículo se nutre de las observaciones sobre los textos juveniles de Cor-nejo Polar elaboradas por Raúl Bueno, Antonio Cornejo Polar y los avatares de la cultura latinoamericana, Lima, unMsM, 2004, pp. 85-87. También hay importantes observaciones sobre la etapa juvenil de Cornejo Polar en José Antonio Mazzotti, “Heterogeneidad cultural y estudios coloniales: la prefiguración y la práctica de una ruptura epistémica”, en Friedhelm Schmidt-Welle, ed., Antonio Cornejo Polar y los estudios latinoamerica-nos, Pittsburgh, iili, 2002, pp. 37-44. Las presentes observaciones se complementarán en un próximo artículo, en donde trato cómo dicha pregunta por la experiencia social se profundiza a través del acercamiento de Cornejo Polar al marxismo heterodoxo, que se revela en la asunción creativa de expresiones de la teoría de la dependencia, en su lectura programática de la obra de Mariátegui y en una particular manera de plantear el problema de la “cultura nacional”.

2 Sobre la historia del saber filológico latinoamericano y su relación con una cierta educación de la sensibilidad, véase mi ensayo “Nuestra filología, entre dos silencios (notas sobre la historia del saber filológico latinoamericano y sobre su responsabilidad ciudadana)”, en Ottmar Ette y Sergio Ugalde Quintana, coords., La filología como ciencia de vida, México, uia, 2015, pp. 119-138.

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hermano mayor de Antonio, recordaría la profunda influencia que sobre el crítico literario tuvo ese ambiente familiar, con la madre y la tía de ambos recordando continuamente los dichos y hechos de Jorge Polar Vargas; el hermano mayor también recordaría a Antonio asistiendo a las clases de su padre en los auditorios de San Agustín.3 En una entrevista concedida a finales de la década de 1970, Antonio Cornejo Polar evocaría en términos similares la biblioteca familiar formada por los libros de su abuelo, su padre y su hermano mayor, quien —según confesión de Antonio— habría sido su mejor maestro.4

Ese ambiente conformó el inicio de una vocación. Entre los rasgos fundamentales de la misma podemos destacar los que si-guen: la participación de una cierta “universidad familiar”, cuya biblioteca se nutre de las redes latinoamericanas del hispanismo, con centros en la Ciudad de México, Buenos Aires y Santiago de Chile, además de las obras clásicas de la escuela de Ramón Me-néndez Pidal editadas en España; una cierta vocación pública de la filología que se manifiesta en una manera militante de combinar la crítica con la enseñanza de la literatura; 5 cierto autodidactismo, que en los recuerdos personales de Cornejo Polar se manifiesta negativamente cuando el filólogo recuerda la precariedad de las aulas de San Agustín, y positivamente cuando habla de la posibi-lidad de saltar de una clase a otra —aunque no se tratara de clases de literatura—, pero también de un texto a otro, más allá de las disciplinas y las prácticas de la universidad.6

3 Véase Jorge Cornejo Polar, “Family portrait and background”, en Antonio Cornejo Polar: 1936-1997. Tribute and bibliography, Lima/Berkeley, celap/Latinoamericana, 2000, pp. 17-18.

4 Véase la entrevista realizada por Carlos García Barrón, “Antonio Cornejo Polar”, en id., Diálogos literarios [Lima], Studium [1977], p. 58.

5 Como decía Cornejo Polar en la entrevista citada, su vocación “comenzó muy pronto, en relación a la crítica y a la enseñanza de la literatura […] Creo que condicionado por este ambiente familiar opté por estudiar Letras, y dentro de este campo dedicarme a la Literatura […] En todo caso, así me explico que iniciara mi carrera en la docencia universitaria casi como si fuera cosa natural […] La enseñanza es un hermoso vicio del que no se escapa fácilmente”, en ibid., pp. 57-58. Las cursivas son mías.

6 En la entrevista que hemos citado, a la hora de preguntarle por los maestros de San Agustín que habrían influido su formación, Cornejo Polar responde que en aquel tiempo la Universidad atravesaba por una crisis muy profunda, pero recuerda la influencia del filósofo Miguel Ángel Rodríguez Rivas, cuya huella quizá sea perceptible en el in-terés filosófico que se observa en Cornejo Polar desde sus primeros textos. Similar es su recuerdo de la Universidad Complutense de Madrid, que Cornejo Polar visitó en el marco de sus estudios de doctorado: la visita le permitió hacer el trabajo de archivo necesario

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Los textos autobiográficos que reflexionan sobre esta época refiguran en términos positivos un problema vivido angustiosamen-te por muchas personas de aquella generación (y también de las que siguen): la dificultad de dedicarse únicamente a una de estas actividades, y la consiguiente necesidad de entenderlas más como una “vocación” que como una “profesión” que puede ejercerse de manera “normal”.7 Ángel Rama quizás pensaba en ellas cuando hablaba de las urgencias del tiempo y de “un arte de escribir en el tiempo, con el constante llover —dramático o manso— de ese tiempo vivo en que el hombre se construye a sí mismo al construir un arte”.8 Se trata de condiciones que no sólo son privativas de Perú, sino que subsisten en vastas regiones de América Latina, en donde —como dijo el mismo Cornejo Polar, en una reflexión

para su edición del Discurso en loor de la poesía, a pesar de que “la Universidad me resultó muy poco estimulante y los cursos de Literatura Española, que en ese momento me interesaba enormemente, fueron realmente muy decepcionantes”, en ibid., pp. 58 y 60.

7 Evoco aquí nociones elaboradas por Francisco Romero para pensar el proble-ma de la normalización de los estudios filosóficos en el continente, véase la entrada “Normalización”, en Horacio Cerutti, dir., Diccionario de Filosofía Latinoamericana, Toluca, uaeM, 2000.

8 Ángel Rama, “Diez problemas para el novelista latinoamericano”, en id., Crítica literaria y utopía en América Latina, selección y prólogo de Carlos Sánchez Lozano, Medellín, Universidad de Antioquia, 2006, p. 3. Para entender mejor dicha posición puede servir el establecimiento de un punto de comparación. En una entrevista de 2002, Peter Elmore reflexionaba sobre lo que para él había significado vivir en Estados Uni-dos. Aunque Elmore pertenezca a una generación posterior a la de Cornejo Polar, vale la pena citar sus palabras, pues ellas reflexionan con sinceridad sobre algunos aspectos relacionados con las condiciones materiales del ejercicio filológico en Perú y otras re-giones de América Latina: “Sigo creyendo que el ser social determina la conciencia. Hay ciertos límites, ciertas características del medio en el que estás que condicionan tu manera de producir, de trabajar. No me hubiera podido expresar en el formato del ensayo largo, de la novela, si me hubiera quedado en el Perú. Mi formato hubiera sido el de la clase, de la conferencia y del artículo. Mi trabajo de profesor universitario hubiera sido, como el de muchos, no un trabajo de investigación sino de enseñanza, y mi trabajo intelectual se hubiera tenido que dar a través de periódicos o revistas. Vivir en los Estados Unidos supuso para mí una apropiación importante de mi tiempo, un tiempo que yo podía controlar”, Abelardo Sánchez León y Martín Paredes, “Perú, literatos sin literatura”, entrevista a Peter Elmore, Quehacer (Lima), núm. 138 (septiembre-octubre de 2002), en de: <http://www.desco.org.pe/node/3517>. Consultada el 13-xii-2015. Como explica el mismo Elmore, la escasez de universidades en donde trabajar, de editoriales en las cuales publicar y la baja paga de los salarios, obligaba (y obliga) a los investigadores a ser, al mismo tiempo, profesores, promotores culturales y periodistas. Ello dificulta trabajar en ciertos formatos (“el ensayo largo”, la novela), y obliga a hacer filología “a través de periódicos y revistas”. Como diría también Rama, ello obliga a una especial relación con el tiempo.

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retrospectiva no exenta de sentido del humor— “la división del trabajo es, digamos, menos rigurosa”.9

La estilística como arqueología de la experiencia social

La lectura del sistema de notas, citas y referencias de los primeros textos académicos del joven Cornejo Polar, publicados a inicios de la década de 1960, dan cuenta de la movilización de una cierta biblioteca interior, en donde la retórica grecolatina y las poéticas virreinales y del Siglo de Oro se dan cita con el hispanismo de Menéndez Pidal y sus secuelas hispanoamericanas, así como con los proyectos editoriales de Fondo de Cultura Económica, Espasa-Calpe y Losada.

Como corresponde a una zona intelectualmente conservadora, Cornejo Polar exhibe un conocimiento exhaustivo de la poética y la retórica clásicas. En los usos de dicha tradición pueden reconstruir-se prácticas de lectura autodidacta que se basan en la apropiación de legados culturales editados en distintos lugares: si Horacio y Cicerón son manejados de memoria (y con soltura), la poética aristotélica es citada a través de la heterodoxa edición bilingüe del filósofo transterrado Juan David García Bacca, publicada por la Universidad Nacional Autónoma de México.10 Al mismo tiempo, la reflexión poética y retórica se construye a partir de la lectura hecha por Cornejo Polar de los libros que sobre este tema editó la sección de Lengua y Estudios Literarios del Fondo de Cultura

9 Intervención de Cornejo Polar en Julio Ortega, Françoise Perus, Saúl Sosnowski y Hernán Vidal, “Las revistas literarias en América Latina y los márgenes de su libertad”, Texto Crítico (Universidad Veracruzana), núm. 20 (1981), p. 149. En ese ambiente Cornejo Polar inició sus primeros proyectos de militancia cultural: siendo estudiante participó en la revista Alpha y fundó el Grupo Cultural Perú, dedicado a promover el estudio y la investigación de diferentes tópicos de la realidad peruana. Y sin embargo, el interés de Cornejo Polar por América Latina y Perú comienza a tomar forma escrita sólo a finales de los años sesenta. En los años que estamos reseñando Cornejo Polar estudia Perú, pero aún no escribe sobre él. Sin embargo, en esa etapa el autor comienza a elaborar el punto de vista que después le permitirá acercarse a dicho tema, véase Cornejo Polar, “Family portrait and background” [n. 3], p. 18.

10 Sobre el uso de García Bacca, véanse Antonio Cornejo Polar, “Palabras y cosas: algunos tiempos de la estética literaria”, Humanitas (Arequipa), núm. 1 (octubre-diciembre de 1963), n. 1; y del mismo autor, “Lope de Vega: de la sumisión a la rebeldía. Notas sobre el Arte nuevo de hacer comedias”, Letras (Lima), núm. 68-69 (1962), p. 26.

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Económica gracias al impulso de Raimundo Lida.11 En los primeros textos de nuestra serie se exhibe, además, un conocimiento minu-cioso de las poéticas coloniales y del Siglo de Oro, que Cornejo Polar debió haber estudiado para preparar la edición del Discurso en loor de la poesía.12

Al mismo tiempo, hay otros textos que no están citados explí-citamente, pero son aludidos constantemente. Mimesis de Erich Auerbach, traducido en 1950 por consejo de Lida para inaugurar la colección Lengua y Estudios Literarios, es el interlocutor silencioso de “Palabras y cosas: algunos tiempos de la estética literaria” (1963), texto en que el joven Cornejo Polar enuncia por primera vez lo que sería fundamental a partir de sus primeras aproximaciones a la obra de Arguedas, es decir, el problema de cómo la literatura es un espacio para la construcción de valor respecto de la realidad en que vivimos: de revelación de un fragmento marginado de la experiencia social, y no meramente de reflejo o reproducción de la misma.13

11 En cuanto a la herencia intelectual del Fondo, Cornejo Polar se refiere seña-ladamente a dos libros cuya traducción y adaptación al castellano fueron proyectos especialmente queridos por Lida: La tradición clásica de Gilbert Highet y Literatura europea y Edad Media latina de Ernst R. Curtius. Como es sabido, la traducción de Highet a cargo de Antonio Alatorre incluye, además, una adaptación y ampliación del texto original, a través de la adición de nuevos ejemplos propios de la tradición española y la adaptación de algunos otros que estaban en el libro original. Algo similar ocurre en el libro de Curtius: a pesar de que la traducción está firmada por Margit Frenk y Antonio Alatorre, en realidad el libro fue traducido del alemán por Margit Frenk, pues en aquel tiempo Alatorre no sabía alemán; él sólo se encargó de verter las abundantes citas en griego y en latín, que se tradujeron directamente de las lenguas originales o se citaron utilizando las que, según el criterio de Alatorre, eran las traducciones más logradas de cada uno de los autores clásicos utilizados por Curtius. De esta manera, el libro se vuelve un muestrario de los traductores españoles e hispanohablantes más importantes del mundo clásico. Sobre la historia de la colección Lengua y Estudios Literarios, véase Víctor Díaz Arciniega, Historia de la casa Fondo de Cultura Económica, 1934-1996, 2ª ed., México, fce, 1996, pp. 114-115. Para reseñar la historia de la traducción de Curtius me he basado en conversaciones personales con Margit Frenk. Sobre el uso de estos libros en Cornejo Polar, véanse “Palabras y cosas: algunos tiempos” [n. 10], n. 3; y “Lope de Vega: de la sumisión a la rebeldía” [n. 10], p. 27.

12 La edición de ese texto elaborada por Cornejo Polar aparece por primera vez como un largo artículo en la revista Letras (Perú, unMsM), en el mismo núm. 68-69, en que se publica su texto sobre Lope de Vega. Posteriormente, en 1964, aparecerá como libro, con idéntica paginación al artículo de Letras.

13 Décadas después, el propio Cornejo Polar recordará de la siguiente manera su lectura de esta obra: “Recuerdo que en la década de 1960 me impactó mucho Mimesis (1946), de Erich Auerbach, libro sobre la representación de la realidad en literatura. Un clásico que me sigue siendo útil hasta hoy”, “Nos conocemos mal”, entrevista a Antonio Cornejo Polar en el suplemento Domingo, del diario La República (Lima), 18-ix-1994, pp. 25-27, en de: <http://jcoaguila.blogspot.mx/2013/01/entrevista-antonio-cornejo-pola.html>. Consultada el 10-xii-2015.

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14 Cornejo Polar, “Lope de Vega: de la sumisión a la rebeldía” [n. 10], pp. 25, 33 y 30. Para el Cornejo Polar de este texto, la literatura permite construir una perspectiva sobre el mundo y la experiencia, y la transformación de los principios que la organizan es, en realidad, transformación de las relaciones sociales que permiten valorar deter-minados aspectos de esa realidad vivida. Por ello, el joven crítico peruano se opone a la retórica preceptiva que postula la existencia de principios estéticos universalmente válidos. Si en determinado momento Lope de Vega puede comenzar a hablar del valor que tiene la experiencia del pueblo, ello ocurre porque la realidad social está cambiando: ese pueblo comienza a aparecer como sujeto activo, y ello permite que, de pronto, pueda hablarse del valor de su experiencia. En lugar de la retórica preceptiva, que presupone la existencia de figuras, valores y patrones idénticos en todas las épocas y sociedades, Cornejo Polar plantea una poética histórica, cuyas transformaciones se ofrecen como clave para acceder a la transformación de las relaciones sociales que sirven de sustento a los modos de expresión de lo real. La lectura del Arte nuevo de hacer comedias permite, así, acceder a la realidad social, cuyos principios de organización aparecen mediados por la realidad textual.

15 Entre las ediciones utilizadas se encuentra la Flor nueva de romances viejos editada por Menéndez Pidal; el Libro de Buen Amor editado por Julio Cejador; los Milagros de nuestra señora editados por Antonio G. Solalinde; las Obras de Garcilaso editadas por Tomás Navarro Tomás; y las Soledades de Luis de Góngora editadas por Dámaso Alonso. Hay además un intento de afiliarse a la hispanística latinoamericana a través de la referencia a la edición de El Conde Lucanor de don Juan Manuel realizada por el chileno Juan Loveluck, cuya obra después sería objeto de fuertes críticas por parte de Cornejo Polar; la de los Poemas y sonetos de Góngora realizada por Pedro Henríquez Ureña; el uso del libro de la puertorriqueña Margot Arce dedicado a la poesía de Garcilaso, y la invocación del estudio estilístico sobre el diminutivo de Amado Alonso, véase Cornejo Polar, “Palabras y cosas: algunos tiempos” [n. 10], n. 2, 4, 6, 11, 13, 16, 19, 22 y 25.

“Lope de Vega: de la sumisión a la rebeldía. Notas sobre El arte nuevo de hacer comedias” (1962), publicado un año antes, es un ejercicio de lectura cuidadosa en donde el trabajo con el estilo ayuda a caracterizar los “acallados gestos de rebeldía” que conforman “una poética invisible”, “que no se ve porque se está gestando”, y le dan a dicha obra un carácter político; al mismo tiempo el joven Cornejo Polar esboza allí un programa de trabajo que se volcaría al análisis histórico de los “principios socio-estéticos” que organizan las relaciones de determinada época y permiten expresar ciertos aspectos de la realidad vivida por la gente.14

La biblioteca interior desde la cual el joven Cornejo Polar ensaya sus primeras reflexiones tiene un componente importante en la escuela de Menéndez Pidal y sus discípulos, cuyas ediciones críticas son manejadas con pericia en “Palabras y cosas: algunos tiempos de la estética literaria” (1963).15 Puede observarse en “Descripciones en La vida del Lazarillo de Tormes” (1964) un intento importante por formar una mirada propiamente filológica,

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cuya interrogación del sentido de los textos culturales hace uso de datos que provienen de la historia de la lengua.16

En estos primeros textos, además, somos testigos de la cons-trucción de un tono, que debe mucho a la filología confesional de Dámaso Alonso y a las propuestas interpretativas de vasto alcance de los poetas del exilio español, siempre preocupados por relacionar la cultura del Siglo de Oro con las crisis del tiempo presente a través de un conjunto de atrevidas tesis que son asumidas y continuadas por el joven Cornejo Polar. Los ensayos sobre el Siglo de Oro ela-borados por estos poetas son constantemente citados como materia de inspiración intelectual, ofrecen un modelo ensayístico e invitan a jugar con las palabras, a trabajar la sutileza de la expresión, que enriquecen enormemente la fluidez oral de estos textos hablados del joven profesor que investiga.

Sin embargo, el maestro del tono en estos primeros textos es indudablemente Dámaso Alonso, quien es, por mucho, el autor más citado. De él se imita conscientemente el tono íntimo, lírico y confesional, que convierte a los textos filológicos en ensayos. Muchas de las caídas de estilo en estos textos juveniles, incluso, tienen su origen en el estilo de Alonso.17

El joven autor es, ante todo, un estilista. Creo que, en el fondo, nunca dejará de serlo. Pasa con él de manera parecida a como pasó con José Carlos Mariátegui, quien hablaba irónicamente de su “edad

16 Puede señalarse como ejemplo la reflexión sobre el uso del vocablo “pico”, que Cornejo Polar apoya en los datos reunidos por Corominas, véase Antonio Cornejo Po-lar, “Descripciones en la Vida del Lazarillo de Tormes”, Humanitas (Arequipa), núm. 2 (1964), n. 6.

17 Como luego veremos, la interpretación “realista” que hace Cornejo Polar de la poesía medieval se inspira explícitamente en las tesis de Jorge Guillén, véase Cornejo Polar, “Palabras y cosas: algunos tiempos” [n. 10], n. 15. Pedro Salinas es importante en la interpretación que hace Cornejo Polar de la novela picaresca (“Descripciones en la Vida del Lazarillo” [n. 16], p. 133 y n. 18), pero sobre todo aparece a través de sus lecturas sobre el sentido del barroco en cuanto movimiento histórico (sus tesis son aludidas en “Palabras y cosas: algunos tiempos”, p. 119, y se recuperan explícitamente en el mismo texto, n. 24 y p. 121, así como en “Lope de Vega: de la sumisión a la rebeldía” [n. 10], p. 36). En cuanto a Dámaso Alonso, no sólo se trata del autor más ampliamente citado por Cornejo Polar sino que, como se dijo arriba, su tono es copiado conscientemente por el joven filólogo, lo que a veces da pie a algunas expresiones poco afortunadas (por ejemplo, aludir al Génesis en la frase “sobre las aguas que se retiran de la deshumanizada tierra del teatro antiguo, aletea el espíritu de Lope”, o decir del mismo autor que “su descen-dencia, como la de los justos, fue pronta, próspera y nutrida”, véase “Lope de Vega: de la sumisión a la rebeldía”, pp. 29 y 33. Las cursivas son mías. No hay que olvidar que estamos trabajando con textos de formación, de un autor muy joven que está haciendo experimentos para encontrar un estilo propio.

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de piedra” para referirse a los escritos juveniles anteriores a su viaje a Europa en 1919: el impulso juvenil de aquellos textos queda reso-nando en su obra de madurez y nos invita a mirar de forma distinta las relaciones entre arte y política (en el caso de Mariátegui, pero también de Cornejo Polar), y entre lectura y teoría (en el caso de Cornejo Polar, pero también de Mariátegui).

Lo que puede definir a la estilística respecto de otras formas de construcción del saber humanístico es su reflexión sobre el carácter de la experiencia. Dicha reflexión tiene su origen en el problema de la vivencia, que había adquirido carta de naturalización en el mundo hispánico a partir de 1944, cuando Eugenio Ímaz comenzó a pu-blicar sus traducciones de la obra de Dilthey. La pregunta sobre un hecho del espíritu es, ante todo, una pregunta por su sentido, tal y como fue vivido por las personas que participaron de ese hecho; la única manera de acceder a ese sentido es revivirlo en la propia estructura. Los filólogos alemanes traducidos en Argentina y Espa-ña llevan este planteamiento —enriquecido por la mediación de la fenomenología— a una pregunta por las condiciones materiales de la vivencia en determinados textos, así el análisis cuidadoso de la forma se liga con la pregunta por la configuración del sentido más allá de la literatura. Como explicaban Alonso y Lida en su prólogo a la Introducción a la estilística romance editada por Losada en 1932, a través de un recuento sutil de palabras, frases, tonos y mú-sicas, el comentarista trata de reconstruir las condiciones textuales que hicieron posible en el lector la aparición de una vivencia.18 Al trabajar sobre ella trabajamos sobre nosotros. Por ello, como ya señaló Antonio Candido en un admirado comentario de 1965 a la traducción castellana de Mimesis, la experiencia es al tiempo una experiencia individual y una experiencia social.19

De esta forma, en el joven Cornejo Polar, la reflexión sobre los “principios socio-estéticos” se vuelve una ventana para una primera

18 Véanse Amado Alonso, “Propósito de la colección”, en Karl Vossler, Leo Spitzer y Helmut Hatzfeld, Introducción a la estilística romance, traducción y notas de Amado Alonso y Raimundo Lida, 2ª ed., Buenos Aires, uba/Instituto de Filología, 1942, pp. 7-9; y mi comentario en “Nuestra filología, entre dos silencios” [n. 2], pp. 128-130.

19 A decir de Candido, el comentario de Auerbach, que pone en relación sistemáti-camente los procedimientos estilísticos con los métodos histórico-sociológicos, permite que “la intimidad de la expresión” se vuelva espacio de síntesis de una experiencia social, “deshaciendo la dicotomía tradicional entre los factores externos e internos, que aún sirve para suplir la carencia de criterios adecuados”, Antonio Candido, Literatura y sociedad: estudios de teoría e historia literaria, traducción de Jorge Ruedas de la Serna, México, unaM, 2007, p. 40.

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aproximación al problema del sujeto y a las maneras en que éste elabora su experiencia y su mundo, construyéndose a sí mismo en el proceso. Conviene recordar que estamos en plena época de la recuperación del problema del sujeto por parte del marxismo crí-tico latinoamericano, y que las posteriores incursiones de Cornejo Polar en este tema son compañeras de generación de las de otros autores (todos, lectores de los Manuscritos de 1844), como José Revueltas, Adolfo Sánchez Vázquez y el Che Guevara.20

La lectura como astucia

Si quisiéramos definir el gesto de lectura fundamental en estos primeros textos, probablemente podríamos decir que se trata de un gesto astuto. Dicha astucia se revela en una cierta capacidad para identificar, en textos mayores, un “núcleo vital interno” que ilumina toda la obra y se concreta en un párrafo cuyo análisis tiene pretensión de totalidad respecto de un conjunto mayor.21 También se revela en la forma de extraer de dichos párrafos una cierta tonalidad (en el doble sentido de entonación y coloración); algo que no puede reducirse a los contenidos del mismo y que permite descubrir en el texto elementos críticos que no han sido asumidos por la tradición de comentaristas ligados a él. En esos gestos silenciosos del texto es posible una lectura política que vaya más allá de la distinción horaciana entre forma y contenido, que, a decir del joven Cornejo Polar, ha sido heredada por autores como Mao Tse-Tung.22

20 Un análisis más detallado de este último asunto debería tomar en cuenta la difusión de esa discusión en canales como la revista Casa de las Américas, en donde aparecieron los primeros adelantos de los análisis de Sánchez Vázquez de los Manuscritos del joven Marx.

21 Véase Cornejo Polar, “Lope de Vega: de la sumisión a la rebeldía” [n. 10], p. 30; y del mismo, “Descripciones en la Vida del Lazarillo” [n. 16], n. 15. Allí Cornejo Polar invoca explícitamente los nombres de Leo Spitzer y Dámaso Alonso.

22 No deja de sorprender la lectura que Cornejo Polar hace de un texto de Mao, y la manera en que el líder comunista chino es reivindicado por su capacidad de pensar la literatura en términos unitarios más allá de la dualidad forma-contenido, pero también criticado ¡por sus presupuestos horacianos! Seguramente este comentario puso incó-modos tanto a maoístas como a horacianos, véase Antonio Cornejo Polar, “Novelas y cuentos completos de César Vallejo”, Amaru. Revista de Artes y Ciencias (Lima), núm. 3 (julio-septiembre de 1967), p. 88. El gesto de tomar militantemente un texto antiguo o considerado como poco importante para una discusión (aquí, poética), para luego citarlo y elaborar un comentario que enriquece y asombra, es una constante en Cornejo Polar. Lo que aquí hace con Mao, lo hará en Escribir en el aire con M. H. Abrams y Erich Auerbach, que para aquellos entonces eran vistos como filólogos pasados de moda, véase Carlos García-Bedoya, El capital simbólico de San Marcos, estudios literarios: figuras representativas, Lima, Pakarina/unMsM, 2016, p. 66. Desde el punto de vista

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A través de ese estilo de comentario, Cornejo Polar puede construir cierta relación con el pasado del que rescata elementos revolucionarios. Dicha relación guarda semejanzas con la estable-cida por Mariátegui en sus textos de entre 1924 y 1927 dedicados al problema de la tradición y el comentario de la poesía medieval española, que, como ya señaló Antonio Melis, llevan al Amauta a elaborar una teoría revolucionaria del pasado.23 En Reivindicación de Jorge Manrique, Mariátegui había dicho: “Con su poesía tiene que ver la tradición, pero no los tradicionalistas. Porque la tradición es, contra lo que desean los tradicionalistas, viva y móvil. La crean los que la niegan para renovarla y enriquecerla. La matan los que la quieren muerta y fija, prolongación de un pasado en un presente sin fuerzas, para incorporar en ella su espíritu y para meter en ella su sangre”.24

En Heterodoxia de la tradición, por las mismas razones, Ma-riátegui había propuesto definir a la tradición como una fuerza revolucionaria, “heterogénea y contradictoria en sus componentes”, cuya “resistencia a dejarse aprehender en una fórmula hermética” encarna la fuerza de la historia como depósito de contenidos no realizados que guardan valor de futuro.25 Por eso en La imaginación y el progreso, Mariátegui había hablado de “la entraña obscura de la historia”, en donde “maduran” fuerzas sociales capaces de construir proyectos radicales de transformación del mundo:26 para descubrir y activar dichas fuerzas es necesaria la imaginación, facultad humana que le da historicidad al ser humano y se erige como fundamento de la política radical.27

Hay algo de Mariátegui en el gesto lector del joven Cornejo Po-lar, que se distingue por su capacidad para recuperar los elementos subversivos de ciertos textos que parecían ya haber sido leídos. A

estilístico, este gesto es también común en Mariátegui, y es posible que Cornejo Polar lo haya aprendido de él, véase de mi autoría, “Imaginación estética e imaginación política: estilo y pensamiento en un ensayo de Mariátegui”, en Liliana Weinberg, ed., El ensayo en diálogo, México, cialc-unaM, en prensa.

23 Véase Antonio Melis, “Tradición y modernidad en el pensamiento de Mariátegui”, en id., Leyendo Mariátegui, 1967-1998, Lima, Biblioteca Amauta, 1999, pp. 191-200.

24 José Carlos Mariátegui, “Reivindicación de Jorge Manrique”, en id., Literatura y estética, presentación, selección y notas de Mirla Alcibíades, Caracas, Biblioteca Aya-cucho, 2006, p. 113. Al citar corrijo una errata de la edición de Ayacucho.

25 José Carlos Mariátegui, “Heterodoxia de la tradición”, en ibid., p.116.26 José Carlos Mariátegui, “La imaginación y el progreso”, en ibid., p. 79.27 He desarrollado a mayor profundidad este aspecto del pensamiento de Mariátegui

en mi ensayo “Imaginación estética e imaginación política” [n. 22].

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través de dicho gesto, Cornejo Polar hace emerger fragmentos de la experiencia social que no son estrictamente contemporáneos de nuestro presente, lo que los hace subversivos.

La realidad valiosa

“Palabras y cosas: algunos tiempos de la estética literaria” es el más personal de los textos que hemos reseñado hasta ahora. Al mismo tiempo, es un texto que se conecta con las preocupaciones sobre Perú y su literatura, tema que Cornejo Polar comenzará a explorar a partir de 1965, el año final de sus labores en la Casa de la Cultura de Arequipa (1962-1965).28 En 1963, dichas preocupa-ciones aún no son enunciadas con la claridad política que tienen en 1965: aún son gestos de callada rebeldía, que asumen la forma de una peculiar relectura de la historia literaria española.

En “Palabras y cosas”, la convencional separación entre Edad Media, Renacimiento y Barroco es reinterpretada desde la pers-pectiva de cómo las sociedades han construido valor respecto de la realidad vivida elaborando la experiencia de dicha realidad de ma-neras diferenciadas. La separación convencional entre “palabras” (verba) y “cosas” (res), instituida por la retórica clásica, es reinter-pretada por Cornejo Polar en términos de la caracterización de las cambiantes relaciones entre experiencia y lenguaje. La literatura, por ello, es más que mero entretenimiento: ella enseña a vivir de cierta manera, nos ayuda a elaborar nuestra experiencia. Éste es el valor ético fundamental de la tradición “realista”, que hunde sus raíces en la Edad Media y que, por cierto, había sido el interés de Auerbach en sus primeros trabajos.29

Las analogías entre el tratamiento de Dante por parte de Auerbach y las de la Edad Media por parte de Cornejo Polar no paran ahí. En el caso del filólogo peruano, la puerta de acceso a estos proble-mas está constituida por las tesis de los poetas del exilio español. A partir de las ideas de Jorge Guillén, Cornejo Polar elabora una interpretación “realista” de la poesía medieval, a contrapelo de las

28 Sobre el valor de esta experiencia, que merece una investigación detallada, vale la pena recordar las reflexiones de Raúl Bueno, “Antonio Cornejo Polar and popular culture: his experience on ‘la Casa de la Cultura’ de Arequipa”, en Antonio Cornejo Polar: 1936-1997 [n. 3], pp. 21-22. Hay una versión diferente de este mismo texto en Bueno, Antonio Cornejo Polar y los avatares de la cultura latinoamericana [n. 1].

29 Me refiero al primer libro de Erich Auerbach, Dante: poet of the secular world (1929), Ralph Manheim, trad., Nueva York, New York Review of Books, 2007.

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visiones convencionales de dicha poesía, que habían resaltado su carácter alegórico y propuesto una lectura de la misma basada en los tratados de preceptiva. Lo fundamental para los poetas medievales —dice Cornejo Polar, citando a Guillén— está en la sensación de que “la realidad así sentida es maravillosa”. Y añade el peruano: “el poeta se extravía en ella como descubridor, y quiere decirla a otros, a sus oyentes, para comulgar con ellos en la presencia verbal de las cosas, que a veces es la presencia misma de Dios”.30 Así, la transparencia se instituye como el valor estético fundamental de la poesía medieval española. La manera privilegiada para acceder a dicho principio socio-estético, que organiza al tiempo una deter-minada sociedad y un determinado régimen de expresión, consiste en el análisis detallado de una cita. Así, al analizar una descripción del Arcipreste de Hita, Cornejo Polar señala que

las cosas mentadas son, ciertamente, hermosas: cabello rubio, dientes blan-cos, labios rojos; al menos, son cualidades que tradicionalmente embellecen a la mujer. Pero el Arcipreste se ha limitado a decirlas con bien conven-cionales palabras, pues no le interesa que éstas causen efecto, sino que las cosas dichas, su realidad, se prenda de la retina del lector. En determinado sentido puede decirse que su lenguaje es “realista”: se ciñe al objeto y si tal es hermoso la palabra deja traslucir su belleza.31

Desde esta perspectiva, el Renacimiento parece ser pensado por Cor-nejo Polar como un fenómeno político conservador. Él presupone un primer alejamiento respecto de la maravilla de la vida. En su análisis de la forma en que la belleza de una mujer es descrita en ciertos fragmentos de la Égloga i, Cornejo Polar señala que “hasta cierto punto la realidad es decepcionante para Garcilaso [por]que ya pesa sobre él un caudal de cultura en forma de exquisitez y refinamien-to”.32 Cornejo Polar recoge un conjunto de expresiones en que Garcilaso fuerza la comparación entre el cabello de la amada y el oro, y señala que “Garcilaso ya no encuentra una mención directa que lo satisfaga”, y que en ese juego de “sobre-nombre”, en el que la realidad es constantemente invocada a partir de comparaciones que provienen del campo de la literatura, “se intenta alzar una realidad de su nivel de cosa a la altura de su ideal estético”. El poeta ha descubierto la delicia de la palabra, cuyo juego ofrece un

30 Cornejo Polar, “Palabras y cosas: algunos tiempos” [n. 10], pp. 114-115.31 Ibid., pp. 112-113.32 Ibid., p. 117.

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placer que la vida desnuda no puede provocar. La literatura se ha vuelto un modelo para la vida, al tiempo que la vida comienza a no tener valor pleno por sí misma.33

En el Barroco —dice el peruano, citando a Pedro Salinas— se ha descubierto de manera radical “la insuficiencia poética de la realidad”.34 El proceso de desvaloración de la experiencia cotidiana ha alcanzado allí su momento más alto. Al poeta barroco sólo le quedan las palabras, y por ello se embarca en un juego en el que las palabras hablan de palabras y los códigos, de códigos. Pero la insuficiencia poética de la realidad es correlativa de una progresiva desconfianza en el poder mentador del arte. En Góngora, la delicia del nombrar se ha trastocado en carrera “desenfrenada, angustiosa, agónica”.35 Hay en el poeta barroco una radical desconfianza res-pecto de sus propias posibilidades de “decir”. En esta descripción de los “tres tiempos” de la cambiante relación entre palabras y cosas parece haber escondido un reproche: ¿en qué momento la literatura dejó de hacerse cargo de lo que era su responsabilidad: el descubrimiento y valoración de una experiencia de vida rica y profunda?

Sorprende encontrar estos mismos temas en el discurso que Cornejo Polar dio en 1965 para inaugurar el Primer Encuentro de Narradores Peruanos en la Casa de la Cultura de Arequipa:

no es gentileza circunstancial el afirmar ahora la coincidencia de la voz de la novela peruana con la del Perú total; es no más que una comprobación que significa sobre todo un reto abrumador […] reto que en estos días habrán de enfrentar los narradores del Perú, reunidos aquí, en esta ciudad donde el país hace crisis, para debatir la apasionante problemática de su creación, no sólo dentro de su específico círculo estético, sino también en sus correlaciones múltiples con la realidad de la nación. Cierto que esta correlación puede parecer confusa y desorbitada, tal vez hasta inexistente, porque el concepto mismo de novela está teñido del de diversión o pasatiempo. “La intención de entretener constituye aún hoy

33 Ibid. 34 Ibid., p. 121.35 Ibid., p. 119. Hay contactos entre la interpretación que Cornejo Polar hace del

Barroco y la elaborada por el cubano José Lezama Lima, quien hablaba de la “tensión” que anima el arte barroco, marcado por “un impulso volcado hacia la forma en busca de la finalidad de su símbolo”, José Lezama Lima, La expresión americana, edición crítica de Irlemar Chiampi, México, fce, 1993, pp. 82-83. Por ello, los símbolos se multiplican, elaborando y elaborando el decir, diciendo de diversos modos, inventando nuevas formas sin llenar su finalidad.

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la misión esencial del novelista”, afirma Karl Vossler, por ejemplo. Si esto fuera así, entonces la novela se diluiría entre las actividades hedonistas, incluso en inferioridad de condiciones. No puede dudarse, es claro, que la creación y lectura de novelas poseen cierta dimensión placentera, correlativa más a la satisfacción de la necesidad fabuladora que todo hombre siente, que a lo que comúnmente denominamos “agradable”. Pero es también notorio que dicha dimensión no agota las posibilidades de la novela, cuya estructura estratificada se proyecta sobre valores diversos a través de funciones varias, una de las cuales —tal vez la más importante— es la de esclarecer en hondura la naturaleza y dinámica del mundo real.36

El tema de la valoración de la realidad regresa aquí y es replanteado desde la experiencia de “esta ciudad donde el país hace crisis”. Dicha crisis obliga al primer ajuste de cuentas de Cornejo Polar con sus maestros españoles, que aparecen indirectamente a través de la figura de Vossler y la tesis del arte como entretenimiento, que es calificada como hedonista por el crítico peruano. Frente a ella aparece el arte como esclarecimiento de “la naturaleza y di-námica del mundo real”. Por primera vez, Cornejo Polar enuncia explícitamente sus tesis sobre la ética del arte y la responsabilidad de la ficción.

La crisis del país ha entrado con fuerza en el espacio crítico del autor. Ha modificado sus referentes: la crítica a Vossler citada en los párrafos de arriba va de la mano de una fuerte censura a la teoría de la novela de Kayser, así como a un esfuerzo consciente de hacer acopio de herramientas de la crítica literaria latinoameri-cana.37 Alfonso Reyes es invocado para explicar la relación entre

36 “Discurso del señor director de la Casa de la Cultura de Arequipa, doctor Antonio Cornejo Polar”, en Primer Encuentro de Narradores Peruanos, 2ª ed., Lima, Latino-americana, 1989, pp. 20-21.

37 A través de Kayser, Cornejo Polar quiere censurar a los artistas y críticos de Perú que acusan a la novela de su país de atraso respecto de la evolución de la novela europea, que se suponía como un movimiento progresivo de la épica colectiva a la inquisición problematizadora del mundo individual. “Sostiene Kayser, a este respecto, que el paso de la epopeya a la novela es el de la representación del ‘mundo total’ al de la representación del ‘mundo privado’” (ibid., p. 22). Pero el camino de la novela peruana ha sido otro: a través de situaciones y personajes típicos, de símbolos que podrían parecer “ingenuos y demasiado rígidos”, inicia una tradición que “se define por su decisión de ser algo más que un documento de la peripecia individual del hombre, aunque éste tenga calidad representativa”; y abunda el autor: “nuestra novelística, siguiendo el camino inverso de la europea, aprehende con vertiginosa, con alucinante autenticidad, grandes ámbitos del mundo peruano; superando por igual los postulados de la novela psicológi-ca y de la novela objetiva, en favor de un realismo superior, abarcador de dimensiones

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la ficción y la realidad histórica que la circunda; Mariátegui es aludido cuando Cornejo Polar presenta su reflexión como un in-tento de contar “el proceso de nuestra novela”; con las menciones a Luis Alberto Sánchez, Alberto Escobar y Mario Castro Urioste aparecen las primeras referencias a críticos literarios peruanos en la obra de Cornejo Polar.

A partir del año siguiente (1966), el filólogo comenzará a publicar reseñas de las obras más importantes de los críticos de su país, al tiempo que aplicará su oficio filológico al estudio de clásicos perua-nos como César Vallejo y Mariano Melgar. Ellos son sus maestros en una nueva concepción del arte.38 Al tiempo, sus textos sobre ambos son antecedente del gran libro que Cornejo Polar comienza a preparar sobre Arguedas.

Teoría y alabanza del arte de la lectura

En diálogo con Cristina Soto, Romina Pistacchio ha hablado de un “giro político” en la obra de Cornejo Polar a partir de 1966. Según los recuerdos de Soto, en ese año, cuando la pareja se traslada a Lima, Cornejo Polar arriba a un nuevo contexto en donde sus preocupacio-nes sociales pueden traspasar las fronteras de su vida personal.39 Para nuestros efectos, es importante señalar que dicho giro ocurre en un contexto de aula, y que algunos de sus más preciados testimonios están en el conjunto de textos en que Cornejo Polar reflexiona sobre el valor político de la lectura. Aquí nos referiremos ante todo al

cada vez mayores del Perú, de su problemática más oscura, de su fuerza de siglos, de su momentáneo rostro y de su significado permanente. Parecería que nuestra novelística se enraizara en la secular tradición comunitaria de nuestro pueblo, donde el ayllu es casi una persona y donde un destino suele serlo en tanto participa de sus semejantes”, en ibid., p. 26. Sólo al final de su discurso Cornejo Polar hace explícito el problema político que sostiene su valoración: la lucha contra el colonialismo cultural y la necesidad de pensar nuestras tradiciones culturales en sus propios términos, “bajo el patrón de la evolución europea, ese carácter significaría —y hay quien así lo piensa— un retardo cuantiosísimo, como si nuestra novela no hubiera llegado a la meta supuestamente necesaria de la novela individualizada; mas resulta que aquí, como en tantos otros campos, nuestra dinámica es distinta y diversos son también nuestros caminos”, en ibid.

38 Aludo aquí a los trabajos de Cornejo Polar, “Novelas y cuentos completos de César Vallejo” [n. 22]; “La poesía tradicional y el yaraví”, Letras (Lima), núm. 76-77 (1966); y “Sobre Paco Yunque”, en Washington Delgado y Carlos Milla Batres, eds., Homenaje internacional a César Vallejo, Lima, Visión del Perú, 1969. Las investigaciones sobre Melgar en este periodo merecen un análisis aparte.

39 Véase Romina Pistacchio, “Formación de la voz enunciativa”, en id., La aporía descolonial: una historia de la tradición crítica de la crítica literaria latinoamericana, Nueva York, New York University, 2015, p. 72, tesis doctoral.

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Curso de introducción a la literatura dictado por Cornejo Polar en Lima y recogido por Raúl Bueno, dejando para otra ocasión el análisis detallado de otros textos fundamentales del periodo.40

Nos centraremos explícitamente en el capítulo tres de dicho curso, pues en él Cornejo Polar hace explícitas el conjunto de reflexiones sobre el acto de leer que hemos ido persiguiendo a lo largo de estas páginas. El primer inciso de dicho capítulo es una defensa de la lectura y de las personas que leen, sin las cuales no existe la literatura:

sólo en la lectura, cuando se enciende el espíritu de un hombre, la obra puede reputarse completa, viva, vigente [...] la obra literaria cumple su destino y es realmente tal en el momento en que el lector la recibe. Antes es pura posibilidad. El lector la realiza, la completa y le da vida. Por lo demás, la obra literaria no leída es un incognoscible y, estrictamente hablando, no se podría sostener siquiera si es o no literaria.41

Los libros no nacen en primer término para ser analizados, sino para ser leídos, y la lectura de un texto literario “compromete la totalidad de nuestro ser”, obligándonos a una respuesta que no es sólo racional.42 La exégesis de los textos literarios se justifica en la medida en que ayuda a comprender mejor el tipo de compromiso que dichos textos exigen. En alusión a La experiencia literaria de Reyes, Cornejo Polar se afilia a las tesis del mexicano que postu-lan a la literatura como un enriquecimiento de la experiencia de la propia vida.

Pero los tiempos han cambiado, y Reyes, que había apareci-do como uno de los autores que en 1965 enriquecían la mirada latinoamericanista, ahora se da la mano con Sartre, que ayuda a Cornejo Polar a explicar por qué ese compromiso de la totalidad

40 Tal curso guarda estrecha relación con la tesis doctoral de Cornejo Polar, Estudios sobre el habla poética, de 1960, en donde los problemas allí vistos aparecen planteados con mayor hondura, pero con menor libertad respecto de los textos estilísticos, que en el curso aparecen mirados con mayor distancia crítica. Al mismo tiempo, las reflexio-nes sobre la lectura de este curso, que reseñaremos en los párrafos que siguen, deben leerse en el contexto de un conjunto de entrevistas, intervenciones públicas y textos de circunstancia que Cornejo Polar publica a lo largo de toda la década de los setenta y se dedican a reflexionar sobre la ética de la lectura y el papel de las humanidades en el mundo contemporáneo. Reservaremos para otra ocasión la oportunidad de comentar esos textos, que culminan en la importante actuación de Cornejo Polar como rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

41 Antonio Cornejo Polar, Curso de introducción a la literatura, 2ª ed., Arequipa, s.l., 1970, pp. 32-33. Las cursivas son del autor.

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de nuestro ser, cuando es genuino, deriva en un compromiso hacia la vida real que la literatura descubre. De esa manera, Cornejo Polar puede separarse explícitamente de las tesis sobre la lectura como evasión y sustitución de la vida (y por cierto, de esa manera también el peruano obliga a Sartre a decir lo que él mismo llevaba algunos años diciendo):

La lectura no es, pues, un sustituto de la vida; es, por el contrario, una profundización, intensificación y enriquecimiento de la vida del lector. Una experiencia que no está al margen de la vida del lector, sino dentro de su vida, integrándola definitivamente. De esta manera el lector se compromete en la lectura. Pero el término “compromiso” tiene una significación especial, la postulada por Jean-Paul Sartre. Con respecto a la lectura, Sartre sostiene, en síntesis, lo siguiente: la obra literaria revela, muestra o hace patente el mundo, su problemática, y revela también al hombre y su condición profunda. Esta revelación del hombre y del mundo la recibe el lector y, al recibirla, se obliga a tomar una posición ante lo que acaba de revelársele.43

A la manera de Reyes, para Cornejo Polar la exégesis no es rup-tura respecto de la lectura, sino su continuación por otros medios: explicitación de los procedimientos del lenguaje que permiten la aparición de una experiencia que compromete el ser entero del lector y redunda en una profundización, intensificación y enri-quecimiento de su propia vida. Lejos del mero entretenimiento, la lectura se revela como un espacio que permite elaborar una pers-pectiva sobre la realidad que vivimos: en ella se asiste al proceso de revelación y crítica de esa realidad tal y como es vivida en el día a día, y por ello podemos hablar de una ética de la ficción y una responsabilidad de la literatura. La revelación del mundo obliga al lector a tomar posición ante su propia experiencia, y por ello puede decirse que la literatura nos invita a transformar la realidad. Leer mejor ayudará a profundizar en el sentido de dicha invitación. Como dirá Cornejo Polar poco tiempo después, en una de sus in-tervenciones públicas, por esa razón “es a través del conocimiento que ofrecen las humanidades, que el alumno podrá entenderse a sí mismo como ser humano y como parte de una sociedad que se

42 Ibid., p. 35. La expresión viene de Dámaso Alonso. 43 Ibid., p. 37. Las cursivas son del autor.

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procesa en la historia. Bien entendidas, las humanidades pueden y deben ser los instrumentos del alumno para evitar su alienación”.44

A manera de conclusión: heterogeneidad estructural y cultura nacional

¿Qué significa elaborar la arqueología de una experiencia social? Dicha experiencia, ¿es necesariamente coherente? Su densidad, su riqueza, ¿es necesariamente correlativa a su coherencia? Cornejo Polar comienza a elaborar una respuesta negativa a estas preguntas a partir de 1971, cuando lee en voz alta una ponencia que es el borrador del libro que será publicado tres años más tarde con el título Los uni-versos narrativos de José María Arguedas. La realidad es compleja justo porque no es completamente coherente. La densidad, la pro-fundidad de la misma, está ligada a la densidad y profundidad del tiempo histórico, su conflictividad que es apertura hacia el futuro; una densidad en donde, como ya dijo Mariátegui, conviven historias y ritmos distintos. Y ello ocurre especialmente en la realidad descrita por Arguedas, “situación esencialmente compleja, confusa y que-bradiza, el bilingüismo cultural de la zona andina, situación que representa el clímax de un estado común a toda Hispanoamérica”.45 Al iniciar su comentario sobre Arguedas, la formación estilística de Cornejo Polar se vuelve fundamental: ella permite mostrar los movimientos que dan sentido a ese proceso continuo de revelación de una realidad que es, ella misma, inestable.

1971 ofrece el primer fruto maduro de un cambio de pers-pectiva, que marca la salida de una “edad de piedra”. El tema de la heterogeneidad comienza a perfilarse poco antes, en los textos sobre Melgar y Vallejo, aunque la palabra tarde en aparecer y el universo problemático en que adquiere sentido nos remita a un mundo intelectual que se conoce poco en los estudios literarios actuales. Fue Aníbal Quijano, en un artículo de homenaje, quien recordó que los planteamientos de Cornejo Polar sobre la hetero-geneidad cultural formaban parte de una tradición conceptual que

44 Reportaje de Gladys Pardo, “Diagnóstico de la enseñanza de la literatura”, Aula Abierta (Lima), vol. i, núm. 3 (diciembre de 1977), p. 6.

45 Antonio Cornejo Polar, “José María Arguedas, revelador de una realidad cam-biante”, en Literatura de la emancipación americana y otros ensayos. Memoria del XV Congreso del Instituto de Literatura Hispanoamericana, 2ª sesión en Lima (9-14 de agosto de 1971), Lima, unMsM, 1972, p. 211.

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se remonta a las discusiones sobre la formación social andina en la obra de Mariátegui,46 y los posteriores replanteamientos de dicho problema en la teoría de la dependencia.47 Frente a posturas que, por ejemplo, querrían decir que la heterogeneidad es una categoría fundamental de nuestra teoría literaria o que ella sirve para carac-terizar la literatura latinoamericana, el señalamiento de Quijano lleva la discusión hacia la descripción de una realidad que no es sólo literaria ni cultural, y que tampoco es sólo latinoamericana. El verdadero problema es el de la organización de la reproducción de la vida en las periferias del mundo. Queda pendiente la revisión de este problema a la luz de las reflexiones sobre las relaciones entre experiencia individual y experiencia social expuestas en las páginas precedentes.

Quisiera terminar con el recuento de algunos elementos de la filología comprometida que nos ha legado Antonio Cornejo Polar. Ella asume el valor de la lectura en la construcción de una conciencia crítica sobre la experiencia social; plantea la dimensión fundamentalmente política de nuestras vivencias y de los suje-tos que ellas construyen; participa de una concepción temporal compleja, que asume la potencia revolucionaria del pasado y la necesidad consiguiente del comentario que libera esa potencia; interviene políticamente por medio de la enseñanza, la difusión de la cultura y la filología, intentando iluminar y fortalecer el proceso de construcción de una “cultura nacional”; analiza los procesos de construcción de valor de realidades negadas. Invita a preguntar por el tipo de compromiso con el presente exigido por nuestra literatura. La de Cornejo Polar es una filología ciudadana que se construye en, por y a pesar de la precaridad. Ojalá que esta celebración de las posibilidades descubiertas en la precariedad pueda ayudar a pensar nuestro quehacer con esperanza, más allá de la miseria de algunas culturas académicas actuales.

46 Cornejo Polar había aludido a las tesis de Mariátegui desde 1969, fecha en que publicó un interesante comentario estilístico acerca de Paco Yunque de César Vallejo, véase Antonio Cornejo Polar, “Sobre Paco Yunque”, en Delgado y Milla Batres, eds., Homenaje internacional [n. 38], p. 324.

47 Aníbal Quijano, “El silencio y la escritura”, Quehacer (Lima), núm. 107 (1997), pp. 79-81. Véanse a este respecto los apuntes de Carlos García Bedoya, “Categorías latino-americanas para una mundialización intercultural”, en id., Indagaciones heterogéneas: estudios sobre literatura y cultura, Lima, Pakarina, 2012, pp. 41-42.

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resuMen

Se analiza la relación que la obra de juventud de Antonio Cornejo Polar tiene con la tradición estilística y se hacen algunos señalamientos de la caracterización que el crítico peruano hizo de la literatura española de la Edad Media y el Siglo de Oro. A través de estos elementos se atestigua el nacimiento de un “arte de la lectura” caracterizado por la atención hacia la vivencia, que recompone la experiencia social refigurada por el texto literario e intenta elaborar una “lectura revolucionaria de la tradición” a la manera deseada por José Carlos Mariátegui. Se recuperan además las reflexiones de Cornejo Polar sobre la lectura en cuanto práctica liberadora y se presentan algunos planteamientos sobre la práctica de la filología en contextos precarios, como el de América Latina.

Palabras clave: Antonio Cornejo Polar (1936-1997), estilística latinoamericana, historia de la teoría literaria latinoamericana.

abstract

This paper examines the early work of Antonio Cornejo Polar and its relationship with the stylistic tradition, and makes some remarks on the Peruvian critic’s readings of Spanish Medieval and Renaissance Literature. On the basis of these elements, we testify to the beginnings of an “Art of Reading” characterized by attention to the problem of lived experience. This art reconstructs social experience refigured in literary texts and aims to develop a “revolutionary reading of tradition” in the sense indicated by José Carlos Mariátegui. We also refer to Cornejo Polar’s thoughts on reading as a liberating practice and present some reflections on the practice of philology in precarious situations, such as that of Latin America.

Key words: Antonio Cornejo Polar (1936-1997), Latin American stylistics, History of Latin American literary theory.