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POESÍA DE LA SEMANA SANTA Manuel Gahete reflexiona sobre la temática cofrade de Córdoba en la composición lírica ANTONIO FIGUERAS DE GABRIEL BIOGRAFÍA: ‘LA PATRIA DE OTROS’, DE CONCHA DE MARCO. NOVELA: ‘EL ÚLTIMO BARCO’, DE DOMINGO VILLAR; ‘EL LIBRO DE LOS SILENCIOS’, DE FRANCISCO SILVERA. POESÍA: ‘COSECHA NEGRA’, DE FEDERICO ABAD; ‘TODAS LAS LLUVIAS SON LA MISMA TORMENTA’, DE JAVIER BOZALONGO; ‘POESÍA COMPLETA’, DE JUAN J. LEÓN. Libros Juana Vázquez conversa con José María Merino sobre su última recopi- lación de relatos, titulada ‘Cuentos de la naturaleza’. Merino es uno de los más destacados cuentistas de la actualidad en la literatura española, destacando por su imaginación y su compromiso. JOSÉ MARÍA MERINO PREMIO NACIONAL DE FOMENTO DE LA LECTURA SUPLEMENTO CULTURAL DE DIARIO CÓRDOBA DIRECTOR: FRANCISCO LUIS CÓRDOBA BERJILLOS COORDINADOR DEL SUPLEMENTO: FRANCISCO EXPÓSITO EXTREMERA AÑO XXXIII. NÚMERO 1.300 SÁBADO, 13 DE ABRIL DEL 2019

ANTONIO FIGUERAS DE GABRIELJuana Vázquez J osé María Merino (1941), miembro de la RAE y de muchas otras insti-tuciones, no es conocido, principal-mente, por eso, sino por ser uno

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Page 1: ANTONIO FIGUERAS DE GABRIELJuana Vázquez J osé María Merino (1941), miembro de la RAE y de muchas otras insti-tuciones, no es conocido, principal-mente, por eso, sino por ser uno

POESÍA DE LA SEMANA SANTAManuel Gahete reflexiona sobre la temática cofrade de Córdoba en la composición lírica

ANTONIO FIGUERAS DE GABRIEL

BIOGRAFÍA: ‘LA PATRIA DE OTROS’, DE CONCHA DE MARCO. NOVELA: ‘EL ÚLTIMO

BARCO’, DE DOMINGO VILLAR; ‘EL LIBRO DE LOS SILENCIOS’, DE FRANCISCO SILVERA.

POESÍA: ‘COSECHA NEGRA’, DE FEDERICO ABAD; ‘TODAS LAS LLUVIAS SON LA MISMA

TORMENTA’, DE JAVIER BOZALONGO; ‘POESÍA COMPLETA’, DE JUAN J. LEÓN.

LibrosJuana Vázquez conversa con José María Merino sobre su última recopi-lación de relatos, titulada ‘Cuentos de la naturaleza’. Merino es uno de los más destacados cuentistas de la actualidad en la literatura española, destacando por su imaginación y su compromiso.

JOSÉ MARÍA MERINO

PREMIO NACIONAL DE FOMENTO DE LA LECTURA

SUPLEMENTO CULTURAL DE DIARIO CÓRDOBA

DIRECTOR: FRANCISCO LUIS CÓRDOBA BERJILLOS

COORDINADOR DEL SUPLEMENTO: FRANCISCO EXPÓSITO EXTREMERA

AÑO XXXIII. NÚMERO 1.300

SÁBADO, 13 DE ABRIL DEL 2019

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CARTAs DEL NORTE

Primo Levi y BukowskiDel holocausto al realismo sucio en dos libros

si alguien quería acercar-se a la literatura del Ho-locausto le era recomen-dada la Trilogía de Aus-

chwitz de Primo Levi, uno de los autores que por su condición de deportado a dicho campo de ex-terminio, daría lugar a uno de los testimonios literarios más brillantes y a la par, más deso-ladores del siglo XX sobre el Ho-locausto. Pero lo que era menos conocido de Primo Levi (1919-1987) fue su condición de parti-sano en la Italia fascista de Mus-solini. El libro de igual título, Partisanos, de sergio Luzzato, in-tenta, por una parte, contar una historia, la de unos hombres y mujeres valientes que se enfren-taron con lo que tenían a mano a un poderoso ejército, y gana-ron, sí, con la inestimable ayu-da aliada.

Pero, por otra parte, viene a llenar una laguna, a contar los años de maquis de Primo Levi, concretamente durante el otoño de 1943). Inexplicablemente, Le-vi después de su captura y depor-tación a Auschwitz, correría un tupido velo sobre «esa actividad» y sobre «un desagradable secreto ocurrido en el valle de Aosta». Pero lo cierto, es que la vida y la muerte de Primo Levi siempre ha sido un misterio, romántico, sí, pero un misterio nunca aclarado del todo.

Ahora la Editorial Península publica Yo, quien os habla, de Gio-vanni Tesio, un libro supuesta-mente inédito en donde sale a la luz una conversación mantenida por Levi con Giovanni hace más de treinta años con el objetivo de convertirse en su «autorizada bio-grafía». Un intenso dialogo que es un recuerdo a la parte más os-

Luis Santillán

ño, pero que sin embargo se pro-fesaban respeto mutuo, algo que dice mucho de ambos genios.

«Para mí -opinó Crumb sobre Bukowski- dice las cosas como hay que decirlas».

«En la gente que él dibuja -dijo Bukowski sobre Crumb- hay ener-gía y resplandor».

Es difícil valorar si es mejor el huevo o la gallina, es decir, si son mejores los tres relatos de Tráeme el amor de Bukowski o las ilustra-ciones de Crumb. Porque a su manera ambos son narradores, ambos son ilustradores, y ambos perciben la realidad de idéntica manera. Eso les hace únicos e irrepetibles.

Y es que, como dice Charles Bukowski, en el relato No funcio-na el negocio, «Recesión es cuando tu mujer se escapa con alguien. Depresión es cuando alguien te la trae de vuelta».

Tres relatos en los que las más bajas pasiones confluyen con la Gran Depresión y el toque carac-terístico de Crumb.

cura de esta Europa que vemos hoy en día cómo se desmorona lentamente sin que nadie, polí-ticos, financieros, medios de co-municación, todos aquellos que ostentan el poder real, hacen na-da por evitarlo.

Primo Levi fue un testigo de excepción de uno de los perio-dos históricos más deleznables del pasado siglo, y desde su ata-laya de observador de la vida diaria de los prisioneros de Aus-chwitz, muestra su cara amarga más amable a la vez que la más irónica.

sus relatos están plagados de personajes a quienes les sobra ternura y amor y, por qué no, heroísmo subyacente, que les hacía levantarse cada mañana sin saber si esa sería la última. Conviene no olvidarlo cuando lo leamos.

¿Quién mejor que Robert Crumb para ilustrar las historias de Charles Bukowski? se sabe que tan solo se habían visto una sola vez, lo cual puede parecer extra-

AMANECEREs

RozalénMaría Ángeles Pérez

Escuché por

primera vez

a Rozalén

cantando

Berlín, tema

principal de

la película

Perdiendo el Norte. Algo ha

llovido desde entonces. Hoy

memorizo la letra de cada

una de sus canciones con

entusiasmo y emoción. He

cumplido mi sueño de verla

actuar en directo y confieso

abiertamente mi admiración

por ella. Por suerte cae en

mis manos su libro Cerrando

puntos suspensivos. Con

él sigo indagando en las

profundas reflexiones y en la

justificación de la mayoría

de sus temas, como el amor,

la amistad, la valentía, los

sueños.

Compromiso, pasión y

sentimiento he descubierto

en las letras de Rozalén.

Y, convendría saber,

recordando tus canciones.

que casi todos tenemos

una puerta violeta por

abrir, un amor prohibido,

furtivo y murmurado, un

tío atravesado por una bala

en aquella maldita guerra

y, ante todo, gracias a ti y

a Marwan, nos convendría

saber que incluso entre la

noche más oscura siempre

viene el amanecer.

EL zAGUáN

álvaroValverdeAlejandro López Andrada

Percibir la

elegancia

sublime

del silencio

tallado de

luz dentro

de un poema.

Respirar el destello feliz

de los cerezos cubriendo

la tarde de ternura y

nieve. Adentrarse sin prisa

en Las aguas detenidas o

Ensayando círculos, dos libros

memorables, es tocar la

poesía de álvaro Valverde

con los ojos en vilo. Nadie

ha conseguido urdir con

dos o tres versos mágicos,

esenciales, el vuelo de un

mirlo en la brisa azul de

mayo o escribir la inocencia

de un bosque deshojado del

modo que lo hace álvaro

Valverde.

El poeta extremeño

ahonda en el misterio y

en la melancolía a través

de la reflexión. En su libro

reciente, El cuarto del Siroco,

hay piezas sublimes, de un

lirismo hipnotizante: «Allí

donde se roza/el misterio del

cielo».

Los versos de álvaro son

ánades que alzan la luz

reflexiva y honda de la tarde

en sus alas de cuarzo. Uno

entra en su poesía y sale

bañado de serenidad.

ENsAYO

Reedición de un clásico contempo-ráneo. Las armas y las letras forma par-te por derecho de ese pequeño grupo de libros llamados a perdurar las tur-bulentas y proce-

losas aguas de la literatura contemporánea. Muchos lectores descubrirán por primera vez testimonios des-conocidos, otros se reencontrarán con viejos amigos olvidados en la trastienda de la memoria. Chaves No-gales, Carlos Morla, Francisco Camba, Max Aub, Mercé Rodoreda, amante de Andreu Nin, el líder del POUM asesinado por los estalinistas, Miguel Hernández... En definitiva, posiblemente el libro más completo sobre los autores y las obras del periodo de la guerra civil. Un libro que debería ser de obligada lectura y estudio en nuestros institutos y universidades.

‘Las armas y las letras’. Autor: Andrés Trapiello. Editorial: Destino. Barcelona, 2019.

BIOGRAFíA

Una de las claves para entender por qué fue posible que en Centroeuropa se diera un hecho tan deleznable co-mo el Holocausto judío es intentar comprender cómo

fue posible que un pueblo enérgico, inteligente y tra-bajador como el alemán, se viera arrastrado a una gue-rra sangrienta como la II Guerra Mundial. Ahí está la clave de todo. Y lo que resulta más inquietante, cómo se explica que una figura aparentemente menor como la de Hitler, despierte hoy en día tanto interés, y no histórico, precisamente. Hitler, la biografía definitiva in-tenta aportar las claves para «interpretar» el periodo comprendido entre la llegada del Führer al poder, y el fin de la guerra en 1945, con el descubrimiento de los campos de exterminio.

‘Hitler, la biografía definitiva’. Autor: Ian Kershaw. Editorial: Península. Barcelona, 2019.

EPíGRAFE

40 años de entrevis-tas. 40 años de pre-guntas y respuestas. 40 años contemplan a Rosa Montero, probablemente la «entrevistadora feti-che» de este país. Y Debate ha sabido se-

leccionar en este volumen, El arte de la entrevista, lo mejor de ella misma. De ella y de sus entrevistados. Por sus pági-nas y su pluma, recordaremos entrevistados que habrían de marcar un antes y un después tanto en la política na-cional e internacional, como en las vivencias de la pro-pia escritora. Julio Cortázar, Jomeini, Josep Tarradellas, Javier Marías, Yasir Arafat, Indira Gandhi, Pedro Almo-dóvar... Una colección de entrevistas nada usuales en las que prima la intuición periodística, el arte de encontrar-se ante un género denostado a veces. Un libro llamado a ser libro de cabecera para futuros periodistas.

‘El arte de la entrevista’. Autora: Rosa Montero. Editorial: Debate. Madrid, 2019.

2 Cuadernos del Sur AA Agenda Diario CÓRDOBASÁBADO13 DE ABRIL DEL 2019

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Juana Vázquez

José María Merino (1941), miembro de la RAE y de muchas otras insti-tuciones, no es conocido, principal-mente, por eso, sino por ser uno de

los más grandes fabuladores de la lite-ratura contemporánea en lengua espa-ñola, sobre todo en el género del cuen-to. Decir Merino es recrear con placer en nuestra imaginación su mundo, en don-de destaca lo fantástico y la ficción cien-tífica. Pero su riqueza de temas y regis-tros es de tal grado que todavía no ha si-do acotado por los muchos estudios de sus relatos.-Su último libro, ‘Cuentos de la naturale-za’, ¿cómo nace?-La idea, la estructura y el prólogo pertene-cen exclusivamente a la profesora Natalia Álvarez Méndez. Ella tuvo la idea, seleccio-nó los textos, ordenó las diferentes partes del libro... Podemos decir que yo he puesto los ladrillos, pero que ella ha construido la casa. Claro que cuando me lo propuso, la idea me sedujo. No podía imaginarme que yo hubiera escrito tanta ficción bre-ve sobre la naturaleza y que, además, per-mitiese un panorama tan extenso, desde perspectivas diferentes... Cuando un autor se encuentra con algo así, la verdad es que se siente reconfortado, al descubrir en la propia obra los muchos significados que puede alcanzar la ficción.

-Es un autor con una gran imaginación, pero, aunque parezca que no se relacio-nan entre sí la escritura imaginativa y el compromiso, es también un escritor comprometido. ¿Es así?-¿Por qué la escritura menos realista tie-ne que estar lejos de eso que llamamos el compromiso? A mi juicio, precisamente, tal tipo de escritura, por muchas de sus perspectivas, digamos simbólicas, puede afrontar muy certeramente lo que llama-mos realidad. Ahora mismo pienso en La metamorfosis, de Kafka, tan aguda para ma-nifestar el sentido humano de la soledad y la marginación... O en ciertas estupen-das aportaciones distópicas de la ciencia-ficción, que nos advierten de los oscuros derroteros que puede llevar el devenir hu-mano. A la realidad nos podemos aproxi-mar críticamente con muchas miradas. Y no digamos a nuestra relación con la na-turaleza, que no se puede decir que, por nuestra parte, sea digna de aplauso, pre-cisamente...

-Leyendo sus cuentos, una se pregunta. ¿Que es la realidad? ¿Existe como la per-cibimos?-Con la experiencia que me ha dado la edad, yo pienso que creemos que la rea-lidad es un espacio lógico, sin considerar las infinitas y azarosas combinaciones ge-

SuS libroS y loS premioS Son incontableS. en Su narrativa deStacan ‘la

orilla oScura’, ‘laS viSioneS de lucrecia’, ‘el lugar Sin culpa’ o ‘el río

del edén’. joSé maría merino eS un maeStro en el género del cuento

José M. Merino

pretende demostrar que somos los «reyes de la creación», perfectamente individua-lizados, y cada quien con responsabilida-des, premios o castigos en cierto trasmun-do; pero yo, la verdad, me permito dudar de esas afirmaciones tan rotundas. Creo que somos un primate que, por razones que no conocemos, un día comenzó a te-ner ese «pensamiento simbólico», y desde entonces, siempre reproduciéndonos me-diante combinaciones genéticas tan azaro-sas estadísticamente que cada uno de no-sotros hubiera tenido más probabilidades de no existir que de existir, se encontró viviendo en este lugar y en este momento. Un mero producto de casualidades bio-lógicas...

-Hay cuentos donde los fantasmas y lo irreal es la base del texto. Sin embargo, hay otros donde lo científico se hace pre-sente en la historia. Una amplia variedad de temas. ¿Es consciente de esta extensa y rica temática de sus cuentos? -La antología recoge 32 años de cuentos, desde 1982 hasta 2018, porque en ella se incluyen algunos inéditos, escritos el año pasado. 32 son muchos años, y a lo largo de ellos he ido abordando aspectos diferentes, tanto en la extensión -cuento y minicuento- como en la perspectiva: lo fantástico, lo simbólico, lo onírico, la ciencia-ficción, lo realista... Me gusta ex-perimentar nuevos planteamientos, tanto técnicos como de contenido, y la verdad es que el cuento propicia una flexibilidad, así material como estética, inigualable en el mundo de lo literario. En tal sentido, estoy muy satisfecho con las diferentes partes en que Natalia Álvarez ha organi-zado el libro. La primera, «La naturaleza como amenaza y otredad intemporal»; la segunda, «Artificio frente a naturaleza»; la tercera, «Metamorfosis, paisaje con al-ma, integración en lo natural»; la cuarta, «Conciencia ecológica», y la quinta y últi-ma, «Apéndice distópico y realista».

-A veces, entrelazada con la naturaleza está la poesía, una poesía de gran liris-mo. Leo ahora el final de un pequeño cuento: «Y sigue recorriendo las restin-gas, acompañado por el pez de ojos tris-tes, mientras anochece una y otra vez». ¿Es José María poeta?-Antes de entrar en la narrativa, escribí poesía, aunque era una poesía que conta-ba cosas, el camino natural hacia lo que acabaría escribiendo. A mí la poesía me ha enseñado a valorar las palabras de un modo especial. No soy poeta, sino narra-dor, pero leer poesía sigue gustándome mucho, por su capacidad de suscitar intui-ciones misteriosas y de poder concentrar la expresión casi de modo mágico.

-¿Por qué escribe José María Merino?-Para intentar entender mejor la realidad y entenderme mejor a mí mismo. Y por-que no puedo evitarlo: disfruto mucho haciéndolo. Mientras se me ocurran co-sas, no dejaré de escribir, aunque no las publique...

-¿Qué significa la literatura para José Ma-ría Merino?-El perfeccionamiento de esa ficción que está en nuestra sustancia como homo sa-piens. Un artilugio simbólico, mental, ma-terializado mediante la escritura y la im-prenta, que nos ha ido explicando cómo somos. Sin la literatura, cada generación tendría que aprender lo que es el amor, el odio, la envidia, el heroísmo, la traición... o para qué sirven los sueños. Porque en la literatura podemos entrar en lo profundo del corazón humano.

la complejidad del ser, de las facetas de que está compuesto.-Yo estoy seguro de que, dentro del pen-samiento simbólico que nos caracteriza a los seres humanos, la ficción fue el primer instrumento que intentó descifrar lo que era la realidad a la que pertenecíamos y el mundo que nos rodeaba, algo tan in-compresible y misterioso. Por mucho que nos empeñemos, no podemos simplificar lo que somos, y esa idea está presente de continuo en mí...

-Un tema que sale mucho en sus cuentos, junto a la naturaleza, es el de la identi-dad. Y la verdad es que la lectura de mu-chos de ellos te llevan al absurdo -re-cuerdo ahora el cuento de «Revelación» o «Selvático profundo»- pues derivan, a veces, hacia la pregunta: ¿quiénes somos los humanos?-Esa es la cuestión. Ya hay un gran esque-ma teórico, procedente de muchas fuen-tes -metafísicas, psicológicas, sociales- que

José María Merino.

ELISA ARROYO

néticas que desde hace por lo menos 600 millones de años, desde aquellos seres leja-nísimos llamados primeros cordados, han permitido que cada uno de los seres vivos exista, y que nosotros, por ejemplo, sea-mos mamíferos, de esa peculiar especie lla-mada homo sapiens, y no cerdos, o perros, o peces, o moscas... A mí me gusta decir que la realidad no necesita ser verosímil. Pero creemos que es algo lógico, y además permitimos que en ella prosperen el ham-bre, la enfermedad y la miseria de muchos congéneres, y además tratamos a nuestros primos animales con la misma crueldad. Para nosotros, el planeta está resultando un objeto de «usar y tirar». La realidad, la vida, es un producto casual en todos los sentidos, y deberíamos estar en ella en un estado de continua maravilla, consideran-do lo circunstancial y efímero de nuestra existencia, y creando un entorno lo más fe-liz posible para todos los seres vivos.

-Muchos de sus cuentos son metáforas de

Cuadernos del Sur AA Entrevista Diario CÓRDOBASÁBADO13 DE ABRIL DEL 2019 3

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Reflexiones de una mujer libreEdiciones Cálamo recupera el testamento vital de la escritora Concha de Marco

Alberto Monterroso

MEMoRias

José María Martínez Laseca (soria 1955), filólogo, profe-sor, investigador y escritor, ha tenido el acierto de edi-

tar un volumen interesantísimo que recoge los seis cuadernos ho-lógrafos en los que Concha de Marco escribió las memorias de su vida. Lo ha titulado La patria de otros, precisamente el nombre de uno de esos seis cuadernos que son un testimonio descarnado de las dificultades e injusticias que sufrió tanto ella como su marido Juan antonio Gaya Nuño, duran-te los largos años de la posgue-rra. De su esposo, eminente crí-tico de arte e historiador, conta-rá una terrible historia. sufrió la crueldad de los que se quedaron, el desprecio de los que se fueron y la envidia de todos ellos por su talento: «Un intelectual, que, de-rrotado, ignorado, silenciado, re-chazado, haya salido adelante por su propio esfuerzo y en con-tra de todos» (pág. 332).

Concha de Marco (soria, 1916- Madrid, 1989) fue poeta, narrado-ra, traductora y ensayista. Publicó entre los años 1966 y 1974 siete li-bros de poesía, tradujo al español importantes monografías de arte y escribió ensayos como La mujer española en el romanticismo (1969)

Concha de Marco.

CÓRDOBA

y Guía de Soria (1970). su libro es una autobiografía que incluye también el testimonio vital de su marido, la guerra, el cautive-rio, el hambre, el desprecio hacia aquellos intelectuales atenazados por la dictadura, «os contaré có-mo fueron nuestros cautiverios, el suyo dentro de la cárcel, el mío dentro de la vida» (pág. 184).

son memorias escritas con ur-gencia y sin velos, confesiones narradas a pecho descubierto, de

tremenda actualidad, como cuan-do arremete contra el franquis-mo, destapa la hipocresía de los separatistas catalanes, se queja de su marginación por su condición de mujer, denuncia el arribismo del mundillo artístico, político y literario o censura el egoísmo de quienes se aprovecharon de su cultura y nada agradecieron. Res-pecto a la obra de su marido La pintura española del siglo XX, dice: «allí están glorificados alrededor

de 250 pintores. ¿sabes cuántos le dieron las gracias? No lo creerás: catorce. Ni uno más» (pág. 100).

Y también hay lugar para el do-lor, la muerte, el amor y el sexo. siempre bajo la tragedia de la guerra, primero, y de la dictadu-ra, después, con la pena de su embarazo frustrado y de la eter-na herida de no haber podido en-gendrar hijos.

Y, hasta en esa tortura que la corroe, se observa el valor y la fortaleza de aquella mujer libre y valiente, que responde con rabia: «No soy una hembra estéril./si no gesté criaturas de carne/bajo la redonda concha de mi vientre/la fuerza genesiaca se me sube al ce-rebro./Tengo hijos,/todos del mis-mo padre,/sin dolor alguno les di a luz,/los fui pensando en horas trascendidas,/de ansia creadora/en feliz armonía con el mundo/... y estos hijos nunca abandonan a la madre,/ni la olvidan/ni otra mujer puede apropiarse de ellos./Envidiándome matronas/yo soy madre de seres que no mueren» (págs. 79-80).

El libro incluye también el rela-to ameno y sorprendente de una larga serie de artistas e intelec-tuales con quienes la pareja trabó amistad o llegó a conocer en una intimidad claramente reveladora y expresada descarnadamente y sin tapujos. son, a veces, demole-

dores los testimonios de persona-jes del mundo del arte y de las le-tras que Concha conoció: Cossío, Miró, Cirlot, Julián Marías, alber-ti, Gerardo Diego, Francisco aya-la, amorós, azcoaga, aleixandre, Max aub, Tierno Galván, Dionisio Ridruejo, Luis Rosales, Cela, Pepe Hierro o Buero Vallejo, por poner los ejemplos más conocidos.

Estas memorias póstumas han sido rescatadas por Martínez La-seca en un cuidado volumen de quinientas páginas, con prólogo, introducción, estudio de Concha de Marco y su tiempo, bibliogra-fía e incluso índice onomástico de intelectuales y artistas citados. ofrece al lector el testimonio vivo y sincero de una escritora valien-te, mujer luchadora, intelectual feminista, que cuenta, a corazón abierto, los entresijos de una de las épocas más tristes de nuestra historia reciente. Desde el dolor y la rebeldía escuchamos, tam-bién, la voz cálida y valiente de una mujer que nunca se dio por vencida.

‘La patria de otros’. Autora: Concha de Marco. Edición de José María Martínez Laseca. Editorial: Ediciones Cálamo. Palencia, 2018.

El magnetismo azul de la ternura

Deambular por la literatura de Juan Cruz, adentrarse en sus li-bros de prosa diamantina, es co-mo pasear sin prisa por un ame-

no lugar lleno de árboles y caminos de sol que llevan siempre a la niñez o a los si-tios más cálidos de nuestra edad más pu-ra. Dentro de su escritura uno percibe un oleaje de pájaros y espumas, de playas in-teriores, y el dulce crepitar de la luz tras-pasando con su aliento maternal rincones y espacios donde nos reconocemos, aun-que no hayamos estado en esos sitios nun-ca. Desde que hace ya años, dos décadas quizá, leyera extasiado, La foto de los suecos, un libro poético en su esencialidad, me acabé convirtiendo en un lector fiel de su obra y sentí que la voz narrativa de Juan Cruz tenía esa sustancia magnética y ce-leste que solo poseen los escritores magos que narran con el corazón puesto de pie y la mirada impregnada de poesía. En to-dos los libros del escritor canario (Teneri-fe, 1948) hay un raro temblor humanísi-mo, sereno, que convierte el dolor, las pér-didas y la ausencia de los seres queridos

escritores importantes (Günter Gras, Gar-cía Márquez, José saramago, John Berger, Muñoz Molina, Juan Marsé) y escritoras magníficas (almudena Grandes, Rosa Mon-tero, Dulce Chacón) con quienes Juan Cruz ha tenido un trato cálido o ha mantenido una amistad auténtica. De entre todos esos retratos impresionistas, delicados y poéti-cos, podríamos resaltar los que el autor de-dica, por ejemplo, a Dulce Chacón, orhan Pamuk, Ángel González, y, sobre todo, Ma-nuel Rivas: «Lo recuerdo, triste, leyendo en silencio, lo que escribió para su hermana María, y lo veo partir el pan que le llevaba su madre a sus encuentros poéticos» (pág. 263). De nuevo la madre, la ternura y la poesía, como símbolos que amalgaman la belleza de este genuino volumen literario, que uno debe leer y releer lleno de gozo, impregnado por ese magnetismo azul que desprende el aliento de las obras intempo-rales, esas que, igual que este libro, son lu-ciérnagas grabando un destello indeleble en nuestras almas.

respira un lirismo que conmueve, la deli-cadeza de un estilo literario donde lo pe-riodístico se ayunta a lo poético y, a partes iguales, también a lo narrativo, sin caer en ningún momento en lo prosaico. Él extrae del dolor una luz que viene de la infancia, pues Juan Cruz, en el fondo, a la hora de escribir es aquel niño asmático, sensible e intuitivo, que firmaba en el cole con un nombre singular, Juan azul-grana, lo que demostraba ya la calidez poética de su es-píritu. Y cuando nos habla al comienzo del volumen de su madre aún muy joven nos recorre un calambrazo de nieve y azúcar la columna vertebral, volviéndose espuma y ceniza en nuestras sienes: «Mira, Juanillo, -le decía su madre-, he visto un pájaro con el pecho encarnadito, encarnadito», y, luego él prosigue: «Repetía el color de sus descu-brimientos como para fijarlo en el aire. En-carnadito. Ya no me pude olvidar del color tan definido de ese pájaro que yo mismo no vi nunca» (pág. 17). Todo ese primer capítu-lo hermosísimo -titulado «Para empezar a escribir»-, donde evoca el autor la casa de la infancia, es una de las piezas más bellas que uno ha leído en muchos años.

sostenidos por un hermoso aliento líri-co, van desfilando por las páginas del libro

en una brisa vespertina que aleja las nu-bes más frías del crepúsculo convirtiendo lo oscuro en sustancia cristalina, en póci-ma suave que endulza las ausencias.

De toda su inmensa obra literaria, uno destacaría títulos imprescindibles como El sueño de Oslo (1988), Serena (1994) -del cual me ocupé en este mismo suplemento-, Re-trato de un hombre desnudo (2005) y El niño descalzo (2015). En todos ellos confluyen cualidades como la serenidad, el misterio, la poesía y ese magnetismo azul de la ter-nura que deshace las sombras y sutura las heridas que el tiempo nos va dejando en las entrañas. aquí, en esta obra, el nuevo libro de Juan Cruz, Primeras personas, ese magnetismo azul que produce en nosotros la ternura de su estilo alcanza momentos de una singular belleza, como cuando di-buja al maestro García Márquez: «Y aunque hablara, Gabo tenía en su cabeza, incluso en su aparente altanería, una habitación llena de silencio» (Pág. 100). Y unas pági-nas más adelante, en la 106, refiriéndose a la inolvidable «mamá grande», nos dice: «Esta es Carmen Balcells, con ella me en-cuentro. Ella está a punto de venir, vestida de blanco nube o niebla de mar». En todas las páginas y rincones de este libro bulle y

Alejandro López Andrada

‘Primeras personas. Autor: Juan Cruz Ruiz. Editorial: Alfaguara. Madrid, 2018.

MEMoRias

4 Cuadernos del Sur AA Libros Diario CÓRDOBASÁBADO13 DE ABRIL DEL 2019

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Con la publicación, en 2006, de Ojos de agua, irrumpe en el pano-rama literario español una figu-ra de primer orden: Domingo Vi-

llar. El escritor gallego (Vigo, 1970) gana con su primera novela premios tan pres-tigiosos como el Sintagma o el Novelpol. Inmediatamente, se suceden las traduc-ciones a los idiomas más importantes y comienza a ser conocido en Europa. Su consagración definitiva como uno de los grandes cultivadores de novela negra lle-ga en 2009 con La playa de los ahogados, lle-vada al cine, seis años después, por Gerar-do Herrero y protagonizada por Carmelo Gómez y Antonio Garrido en los papeles protagonistas. Han tenido que pasar diez años para que vea la luz su tercera y an-siada obra: El último barco, publicada nue-vamente por Siruela.

La novela inicia su andadura con la des-aparición de una mujer de treinta y tres años. Todo parece indicar que se trata de una huida voluntaria que no requiere una investigación policial, pero el padre de la joven, el doctor Víctor Andrade, un pres-tigioso cirujano que operó de urgencia a la esposa del comisario Soto y le salvó la vida, ejerce sobre este el suficiente predi-camento como para obligarlo a darle prio-ridad al caso. Soto, agobiado por la deuda contraída con el cardiólogo, le encarga la investigación al inspector Leo Caldas, que comienza, con la profesionalidad y con la paciencia que lo caracterizan, a indagar en las causas que pudieron llevar a la joven a desaparecer misteriosamente. La búsque-da de su rastro lo llevará a visitar la Escue-la de Artes y Oficios de Vigo y a trasladarse a Moaña y a Tirán, pequeñas poblaciones situadas en la otra margen de la ría, donde había situado su domicilio la hija del doc-tor, huyendo de un pasado tormentoso. Pronto surgen las primeras dificultades y los puntos oscuros que alumbran la posi-bilidad de que la desaparición de Mónica Andrade, que es como se llama la joven, quizás no fue tan voluntaria como Caldas presuponía en un principio. Al tiempo que la investigación avanza, siempre bajo la atenta mirada del comisario y las presio-nes del todopoderoso cirujano, aparecen varios sospechosos y escollos sin cuento que dirigen las pesquisas hacia callejones sin salida mientras nuevos sucesos abren una línea de investigación inesperada. Tras setecientas páginas de lectura absor-bente, de jugar con el lector al gato y al ratón, de una trama que se asemeja a las callejas estrechas y laberínticas de Moaña, el inspector hallará la solución de un ca-so extraño que pondrá en riesgo su propia vida y la de seres queridos, y a prueba su competencia profesional.

Sin duda alguna, uno de los puntos fuer-tes de la narrativa de Domingo Villar es la construcción de personajes y El último bar-co no es ninguna excepción. De entre to-dos ellos, brilla con luz propia Leo Caldas, protagonista de sus anteriores novelas. El inspector es un hombre atípico en el ac-tual panorama del género negro. Es cier-

sus páginas: la pertinaz lluvia, las bateas de mejillones, los berberechos con y sin li-món, los platos de pulpo, el albariño, el va-por que cruza la ría, las supersticiones, los curanderos, el olor inconfundible del mar, los paseos por las calles solitarias, el rece-lo y las respuestas ambiguas conforman un universo que trasciende lo meramente geográfico y cultural para convertirse en mítico. A ello contribuye la preocupación del autor por la descripción de oficios tra-dicionales que han formado parte de la cultura gallega y que se encuentran, irre-mediablemente, en vías de extinción.

Si en La playa de los ahogados era la pesca artesanal, en El último barco hay un hermo-so canto del cisne al alfarero y al lutier, el constructor de instrumentos tradicio-nales como la gaita o la zanfona. Porque la mirada de Domingo Villar, como la de Leo Caldas, está empañada de nostalgia, de morriña por una hermosa Galicia que agoniza.

sario Montalbano. Su contrapunto cómico y necesario (como Sancho Panza lo era de don Quijote, como el doctor Watson lo era de Sherlock Holmes, como el capitán Has-tings lo era de Hercule Poirot) es el agente Rafael Estévez, un aragonés grande y rudo, con unos modales y unos comportamien-tos no muy ortodoxos, y con una relación conflictiva con los perros, que resulta un amigo fiel que sacará de apuros a Caldas en los momentos más delicados o cuando está en juego su vida. Los acompañan unos secundarios bien perfilados y solventes: el voluble comisario Soto; Santiago Losada, un locutor de radio fatuo y engreído; los eficientes agentes Ferro y Clara Barcia o su padre, propietario de una pequeña bodega de vino como el progenitor de Salvo Man-talbano, que actúa de consejero en la som-bra. Además, en esta última entrega hay personajes de la grandeza de Napoleón, un mendigo que imparte lecciones magistra-les de latín, y varios profesores de la Escue-la de Artes y Oficios, personas reales que hacen un cameo como sospechosos para otorgar mayor verosimilitud a la trama.

Otros de los atractivos del autor vigués es la incorporación a su narrativa de una atmósfera única y fácilmente reconocible, que tiene mucho que ver con su patria de origen. Las novelas de Domingo Villar rezuman Galicia por todas y cada una de

«Sin duda, uno de los puntos fuertes de la narrativa de Domingo Villar es la construcción de personajes y ‘El último barco’ no es ninguna excepción»

Bienvenido, inspector Leo CaldasNOVELA

Domingo Villar publica ‘El último barco’ diez años después de su anterior historia policíaca

Félix Ángel Moreno Ruiz

Domingo Villar.

EFE

‘El último barco’. Autor: Domingo Villar. Editorial: Siruela. Madrid, 2019.

to que arrastra el trauma de un divorcio reciente, del que no se ha recuperado (los recuerdos de su exesposa van y vienen con-tinuamente, aunque en esta ocasión ini-ciará una nueva relación que le aportará algo de ilusión y romperá la monotonía de su vida), pero no intenta remediarlo con un carácter agrio, con el trato despectivo a sus subordinados o refugiándose en la bebida, como suele ser habitual en la na-rrativa anglosajona. Caldas es un hombre tranquilo y escéptico, amante de la buena mesa y del albariño (sin llegar al sibaritis-mo de Pepe Carvalho), fumador empeder-nido y concienzudo detective como el co-misario Maigret, y avispado sabueso que se deja llevar por su intuición como el comi-

UN LIBRO MUY ESPERADOTras el indiscutible éxito de ‘La

playa de los ahogados’, los lectores

esperábamos con avidez una nueva

entrega del inspector Leo Caldas

y de su segundo, el agente Rafael

Estévez. Esta pareció llegar en 2013.

Se titulaba ‘Cruces de piedra’, pero

nunca consiguió materializarse en

un libro. A partir de ese momento,

comenzó a pasar el tiempo y, con él,

aparecieron los más diversos rumores

sobre el autor y sobre su obra fantasma.

Mientras tanto, Domingo Villar

seguía a lo suyo: escribir, reescribir,

corregir una y otra vez, traducir al

gallego una extensa novela repleta de

personajes, de historias que se bifurcan

y convergen, de giros, de vueltas de

tuerca, de pequeños matices que,

como los engranajes de un reloj, deben

encajar a la perfección para atrapar

al lector durante 700 páginas y para

llevarlo hasta un final sorprendente e

impactante. Por fin, ha visto la luz con

un sugerente título: ‘El último barco’. A

tenor de los resultados, la larga espera

ha merecido la pena.

Cuadernos del Sur AA Libros Diario CÓRDOBASÁBADO13 DE ABRIL DEL 2019 5

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La primavera se allega a nuestros la-bios impregnada de olores a incien-so y azahares. Dulce primavera en la que Mario López evocaba la vie-

ja Semana Santa bursabolense, «florecien-do en las rojas corolas de los cirios (...) al paso de los Cristos, sangrando por calles de crepúsculo». Frente a la fertilidad de la naturaleza, un antiguo pesar empapa las calles de los pueblos de España inflamán-dolas de trémulos candelabros, tapices de flores y saetas desgarradas. Los asuntos concernientes a la pasión, muerte y re-surrección de Jesucristo retornan desde el silencio de las iglesias al clamor grega-rio de las oraciones, reviviendo en lágri-mas y vítores una ancestral tradición que ha empapado de contrita belleza y fruiti-vo quebranto las letras y las artes. Cristo renace de nuevo para recordarnos la his-toria repetida, la memoria viva de Dios encarnado que sufrió por la redención de nuestros pecados el escarnio, la trai-ción, el martirio y la muerte. Contados ar-tistas y poetas se han resistido a expresar esta declaración suprema de la generosi-dad, el acto más sublime del amor por los otros. Y así la creación poética ha perma-necido vinculada a la experiencia religio-sa en su ascendente gradación humana, ascética y mística. Aunque el catedrático de Lingüística de la Universidad de Cór-doba, Feliciano Delgado, afirmaba que la poesía cordobesa nunca se había sentido especialmente proclive al sentir religioso, el tema de la Semana Santa ha sido y si-gue siendo fecundo en la plasmación poé-tica de lo que habría de ser la gesta por antonomasia del amor y el heroísmo.

Desde la entrada en Jerusalén, el Do-mingo de Ramos, hasta la crucifixión en el Gólgota y su Resurrección triunfante, la figura de Cristo ha sido objeto de las más diversas manifestaciones líricas. Será Julio Aumente, poeta de Cántico, quien procla-me la acogida en Jerusalén «entre cantos y niños». Pablo García Baena nos ha llevado con su palabra deslumbrante a «la oscura noche del huerto» de Getsemaní; el som-brío olivar -en la voz plena de José de Mi-guel- «bajo el celaje turquí del cielo», don-de Pedro -como Leopoldo de Luis recuer-da- niega conocerlo hasta tres veces «para que el tiempo al fin me crucifique». Y «en la espesura de olivos plateados» se inicia el sacrificio con un beso, lo que expresa lúci-do en sus versos Juan Morales Rojas. El dul-ce cuerpo de Jesús se rompe en la columna bajo el látigo cruel que lo descuaja. Ricar-do Molina se pregunta, contemplando a Cristo en el madero, cómo es posible que brinde vida eterna a quienes le «ofrecimos la amargura, la hiel, los clavos, el dolor, la muerte»; y Manuel de César, en este mis-mo estado, reclama la misericordia de los hombres, duros e indolentes frente al Ec-ce Homo que los salva. Fernando Serrano transita la empinada calle hacia el calvario entre las lágrimas de las mujeres y el des-precio de quienes un día, no muy lejano, lo aclamaron con palmas; una senda de dolor por donde asciende con similar pesa-

El tema de María, la amorosa y dolien-te madre de Jesús, alcanza en profusión e intensidad al del propio Jesucristo. Pablo García Baena siente un especial fervor por la figura de la apesadumbrada madre que tuvo que someterse a la prueba más inso-portable, al dolor más amargo, la inmola-ción y muerte de su único Hijo: «Desolada del mundo, Dama de la tristeza». Su de-voción por la Quinta Angustia -María co-bijando entre sus brazos el cuerpo inerte de Cristo- es especialmente significativa: «Pegujal sean mis brazos para tu sepultu-ra...». Esta predilección de Pablo por María se extiende a otras figuras femeninas de los relatos evangélicos como Verónica y las santas mujeres.

Pero son muchos otros los que han de-clarado en sus versos este pesar inconso-lable, ese infinito ardor del desconsuelo en sus advocaciones capitales: Virgen de los Dolores (Guillermo Belmonte Müller, Ricardo de Montis, Ricardo Molina, Mario López, Ginés Liébana, Pablo García Baena, Francisco Carrasco, Antonio Capdevila, Manuel Gahete), de las Angustias (Miguel Salcedo Hierro, Pablo García Baena), de la Piedad (Jacinto Mañas, Antonio Capdevila) y de la Soledad (José de Miguel, Francisco Carrasco, José Capdevila, Manuel Gahete).

También ha sido motivo de creación líri-ca el contexto global de la Semana Santa. «Un océano es poca materia», nos dirá Ri-cardo Molina para expresar el espectáculo de pasos procesionales, cultos y ritos litúr-gicos, andas brocadas de flores y dorados, saetas en el silencio de la noche, nazarenos como espadañas alineadas sobre las calles, bandas romanizadas de trompetas y tam-bores, revoleteo de banderas, repicoteo de campanas, fuegos artificiales, la filigrana de los altares, el rudo encargo de los cos-taleros y toda la parafernalia en torno al escenario más aglutinador de beneplácitos y emociones, sea cual sea la razón, más o menos sacra, que una desde los fieles más adeptos a los más esquivos congregados. Recordemos el «Homenaje a un costale-ro» de Luis Jiménez Martos: «Tu oración es sudor corriendo por la espalda», agonista que Fernández Dueñas convierte en «costa-leros, forzados de Amor».

Siendo el fin, con la Resurrección se ini-cia el acto capital para el cristiano. No po-demos olvidar que solo en el milagro de la Resurrección todo cobra sentido. Sin esta esperanza posible no existe el mañana. No queda más que un oscuro vacío donde to-do esfuerzo sucumbe, las llagas de la en-fermedad, las palabras nobles, las acciones heroicas; un abismo ciego donde el amor se extingue porque la muerte impera. Y así lo expresa Julio Aumente, con su ma-gistral elocución lírica: «Cristo resucitó. La madrugada -áspid mortal de sueño- en los jardines cuaja diamantes con su luz dora-da». O quien escribe este texto celebrando que la vida renace y que siempre, sobre to-da tristeza, alumbra el poder de la alegría: «Porque nunca más, nunca, nunca enmu-decerá la primavera. No importa que tu-viera un nudo en la garganta o un cadáver de besos o un dolor clandestino, otra voz generosa de pomelos y espumas desde un río sin fondo logró resucitarme».

dumbre Ángel Fernández Dueñas y Pablo García Baena describe con su peculiar orfe-brería. El Nazareno soporta la vía dolorosa camino de la muerte. Cómo no recordar el lancinante poema de Luis de Góngora que se inicia con estos versos estremecedores: «Pender de un leño, traspasado el pecho y de espinas clavadas ambas sienes». Ricar-do Molina contempla «la cruz, la áspera cruz, sola y erguida, y un Dios muriendo en ella solitario». La crucifixión de Cristo es una de las escenas evangélicas más pro-fusamente recreada por los poetas de Cór-doba: Guillermo Belmonte Müller, Concha Lagos, Mario López, Pablo García Baena, Antonio Gala, Ángel Fernández Dueñas, Jacinto Mañas, Francisco Carrasco, Carlos Clementson, Francisco Benítez, Ángel Ma-ría Varo Pineda, Antonio Capdevila, Ma-nuel Gahete, una extensa nómina para no dejarnos olvidar tan heroico hecho y esa distancia inmensa entre Dios y el hombre, como afirmaba sin ambages el ínclito ra-cionero.

«Contados artistas y poetas se han resistido a expresar esta declaración suprema de la generosidad, el acto más sublime del amor por los otros»

La Semana Santa cordobesa en la poesíaENSAYO

Recorrido lírico a través de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo

Manuel Gahete

Cristo de Ánimas, en la Mezquita-Catedral.

MIGUEL ÁNGEL SALAS

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Relatos y microrrelatosMorales Lomas muestra la diversidad del corazón humano

Antonio Moreno Ayora

naRRativa

De la prolífica creativi-dad de Francisco Mo-rales Lomas nadie puede dudar. narra-

dor, poeta, dramaturgo y ensa-yista reconocido en las cuatro facetas por diversas circunstan-cias, ha presentado en los últi-mos meses diversos títulos, en-tre ellos El hilo de Ariadna, Emi-lio Prados: Ser y tiempo (Antología poética) y el libro de relatos, que ahora comentamos, El viento en-tre los lirios, conformado por 145 páginas y un total de cuarenta y cinco capítulos muy breves, al-gunos tanto que son microrre-latos de dos, cuatro u ocho ren-glones. Son textos que en bue-na parte muestran fidelidad a la trayectoria de Monterroso, Cor-tázar y Borges, a los que consi-dera sus maestros, según se ad-vierte en la contraportada de la edición.

De estas historias, las dos más extensas son las que inician la serie: «Jaimito en Bilbao» y «En algún lugar del corazón». En la primera, que transcurre en Ma-rruecos («Marruecos es grande y el lujo convive con la miseria»), es la amarga realidad y los sue-ños truncados de un niño huér-fano y desgraciado lo que se im-pone en una prosa ágil y bien es-tructurada para enfrentarse a la

Francisco Morales Lomas.

CÓRDOBA

buena conciencia del lector. En la segunda, la narración exhibe un estilo clásico y cuidado por reproducir de modo imaginario una supuesta historia de amor de Cervantes contada por él mismo

en una también ficticia estancia en Salobreña, texto del que ade-más se desprende una ejemplar moraleja: «El amor limpia cual-quier malandanza y los hombres siempre lo tienen en la más alta

estima». La muestra de la dos his-torias precedentes es signo de la variedad de asuntos, de registros y de realidades atendidas que-riendo comparar precisamente la diversidad de experiencias vitales que nos rodean y que a veces ni siquiera percibimos hasta que no se nos plantean con la desnudez que lo hacen estos relatos.

Son esos diferentes plantea-mientos los que, tratados unas veces con ironía, surrealismo, sorpresa, lascivia o humor, hacen de este libro un conjunto con el que se disfruta, se piensa y se re-conoce la coexistencia de estilos, la diferencia de argumentos o la eficacia del microrrelato, como el titulado «La caníbal», de solo dos líneas: «Comenzó a sonreír cuando le dijo que era caníbal pero pronto cambió de parecer cuando ella acabó con su oreja derecha».

Y junto a este no se olvidarán otros textos del libro como, por ejemplo, los titulados «El farma-céutico y su prima de riesgo», «asperger», «La rata» o «El pene curvo».

‘El viento entre los lirios’. Autor: Francisco Morales Lomas. Edita: En Huida. Sevilla, 2019.

Una radiografía de la soledad

La doctora en Filología y catedráti-ca de Literatura Juana vázquez ha escrito una nueva novela, después de su larga trayectoria de poeta,

con ocho poemarios, y sus dos obras na-rrativas anteriores: Con olor a naftalina y Tú serás Virginia Woolf. también ha culti-vado el ensayo, centrado principalmente en el siglo Xviii, de cuyo siglo hizo la te-sis El costumbrismo español del siglo XVIII. En el campo del ensayo hay que destacar El Madrid cotidiano del siglo XVIII, que va ya por la tercera edición.

En Personajes de invierno, su última nove-la, publicada por Sapere aude, encontra-mos esa melancolía que anida en las no-velas de Juana. En esta obra, esa mirada al mundo, viene a través de dos personas, virginia y thais, que se conocen en un bar del extrarradio de Madrid: Murgo (alrede-dor del cual gira la novela), y donde las soledades se proyectan y se viven intensa-mente.

Este hombre y esta mujer, jóvenes aún,

La novela transcurre como si navegase en un océano hondo, sin apenas algas, so-lo con agua que no deja ver la transparen-cia ni la luz del día, hasta que desemboca en un final no esperado, y se hace la luz del drama que arrastraba thais y que, por contraste, nos deja en una oscuridad lle-na de sombras misterios y enigmas. Una historia solo transitada por sugerencias y sospechas, por misterios y anhelos.

Juana vázquez ha escrito un libro que es, en algunas ocasiones, poético, y, en otras, apegado a la realidad diaria de unos seres derrotados por la rutina y por un do-lor antiguo que los persigue.

Una novela que nos hiere con su prosa y con unos personajes que podemos encon-trar en la noche, purgando penas y bus-cando en una copa la felicidad perdida. Una obra que nos hace meditar sobre los sinsabores de la vida y su complejidad in-quietudes y traumas.

son seres a la deriva, erráticos y desnorta-dos, que buscan una salida a sus traumas vitales a través de la atracción amorosa.

Conviven en la novela dos universos, el de virginia, una profesora de periodismo, un ser fracasado perdido en sus amargos recuerdos, que no ha encontrado su lugar, y vive envuelta en espejismos y deseos no cumplidos, y otro universo paralelo es el de thais, un holandés, introspectivo, ex-traño, hermético, solitario y triste.

AIRE DE TRISTEZACon esos mimbres, la novela avanza a tra-vés de cierto aire de tristeza y deseo de de-jar atrás el ayer y renacer a una vida nue-va. Hay en la obra un poso de enigmas y silencio. virginia se refugia en la soledad del bar, que es todo un lugar para perde-dores. thais arrastra recuerdos traumáti-cos de su pasado sucio e inquietante y bus-ca el calor de virginia para poder olvidar y vivir en el presente. Los pasados inquie-tantes de los dos hacen muy compleja la relación amorosa.

La prosa de Juana avanza como si estu-viera en un túnel, buscando una salida,

Pedro García Cueto

‘Personajes de invierno’. Autora: Juana Vázquez. Editorial: Sapere Aude. Oviedo, 2018.

anhelando ventanas que dejen ver la luz en la oscuridad que se filtra entre las luces de neón de los bares, donde el alcohol ha-ce estragos, para huir de la amarga y des-concertante realidad: «Ya instalada en la otra esquina de la barra, virginia saca un libro del bolso, mientras va bebiendo poco a poco sorbos de cerveza haciendo que lee. Desde allí, en un espacio más oscuro, pues da la sombra de la lámpara que proyecta su luz en los pinchos variados del bar, pue-de ver aquella cara apagada del extranjero que se parece a cuando las luces de un co-che están mucho tiempo encendidas y se va agotando la batería» (pag. 47).

SERES PECULIARESLate en el libro la respiración de los seres peculiares e inquietantes que se percibe en la prosa de Juana. Seres perseguidos por el luto y el maltrato. vive virginia ese dolor, esa sombra de mujeres lorquianas que se encierran en la casa o, en el caso de la protagonista, se va al bar como un santuario para huir de la vida. Eso es para virginia el bar Murgo, lugar de consuelo y de olvido.

naRRativa

HiStORia

‘Librería Luque.Cien años de cultura en Córdoba’. Autor: Varios autores. Edita: Librería Luque. Córdoba, 2019.

interesante libro que permite conocer la historia de la libre-ría Luque y la historia cultu-ral de Córdoba al cumplirse cien años de su creación por iniciativa de Rogelio Luque. En la publicación colaboran antonio Barragán Moriana, Manuel García Parody, Paco Puche, Francisco Solano Már-quez, José Manuel Cuenca to-ribio, José Mariscal Campos, Juana Castro, José Luis Rey y Joaquín Pérez azaústre.

nOvELa

La editorial nocturna ha pu-blicado la novela Un guiso de lentejas, de Mary Cholmonde-ley, que define como una his-toria «protofeminista» sobre la emancipación de la mujer en la inglaterra de 1899. La narración se desarrolla en la inglaterra posvictoriana, cuando causó un escándalo por plantear cuestiones como la emancipación de la mujer.

‘Un guiso de lentejas’. Autora: Mary Cholmondeley. Editorial: Nocturna. Madrid, 2019.

8 Cuadernos del Sur AA Libros Diario CÓRDOBASÁBADO13 DE ABRIL DEL 2019

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Caminar el silencio

El taller no se entorna/se entorna la puer-ta», dice Jacinto Lara (Fernán Núñez, 1953) en uno de sus poemas, sabedor de que quien se adentre en las páginas de es-

te libro, lo estará haciendo también en su espa-cio más íntimo, donde conviven lienzos, pinceles y una manera de mirar sensible y comprometida. Y es que Los dragones fractales, primer poemario de este artista plástico, llega tras décadas de dedica-ción y entrega al arte de traducir las luces y som-bras que habitan entre el lienzo y el pincel, que son las mismas en las que reside la poesía, al me-nos «la que invita al encuentro interior, al despo-jamiento de la propia existencia desde la humil-dad de la duda», como subraya el texto de la con-traportada.

Los dragones de Jacinto Lara responden unas ve-ces a un paisaje que se duele cuando anochece, a la llama de la energía creativa o a ese punto en

J. García Obrero

‘Los dragones fractales.El olvido de la memoria’. Autor: Jacinto Lara. Edita: Cántico. Córdoba, 2018.

el horizonte en el que confluyen vida y muerte. Como todo fractal, sus formas apenas varían con independencia de la escala («un Dragón puede es-tar contenido en un píxel/en una montaña,/en una

cueva...»), pues su importancia radica en lo que de ellos nos cuenta aquel que los cobija. El artista, el poeta, deposita sus interrogantes tras una obser-vación minuciosa y paciente, fruto de un transitar en diálogo consigo mismo y con lo que le rodea. No deben extrañarnos las constantes referencias al caminar, ya que es el desplazamiento que per-mite percibir el mensaje de un entorno también mudable y fugaz.

Por ello, otro lugar destacado lo ocupa en estos versos el silencio, tan necesario para escuchar un enjambre de abejas como la propia la voz. Aunque nada tiene el protagonismo de las manos, como deja de manifiesto en estos versos: «Estoy escri-biendo/como reconocimiento/a lo amanuense,/a lo manual/a lo artesano,/al oficio en definitiva/que permite ir de las manos/al corazón». A modo de envoltura, una atmósfera serena, fruto de la incli-nación por lo oriental, da lugar a reflexiones que cristalizan en bellos haikus.

Los dragones fractales es un trabajo bien moldea-do, hecho de huellas y olvido, oficio y silencio.

PoEsíA

Jacinto Lara.

Cosecha negra, último poemario de Federico Abad, se presenta como un libro de horas, manuscritos que se popularizaron en la Baja

Edad Media. En ellos, junto a las ilustra-ciones en miniatura, se disponía un tex-to para las horas litúrgicas de la jornada. Aunque lo que aquí nos propone el autor es un recorrido por cada una de las horas reales del día, es decir, a lo largo de vein-ticuatro poemas. Federico Abad, que ade-más de escritor es músico y profesor, ex-trae del viejo formato la atmósfera tras-cendente, en ocasiones fúnebre, con la que envuelve estos frutos. También elabo-ra, con su conocimiento humanista, unas imágenes que engasta cuidadosamente en cada verso «tan poderosas como oscuras» -como afirma la contraportada- y con las que deja un testimonio sobre la existencia desprovisto de cualquier tentación de ar-tificiosidad. Algunas de las claves de este libro las encontrábamos ya en Es el aire, su anterior trabajo, donde afirmaba: «Es de noche y todos duermen, pero en mi cuar-to/hace sol», para acabar advirtiendo: «Per-míteme un consejo:/vigila las fronteras de tu lecho».

Estos conceptos son importantes hiper-vínculos en tanto que en ambos casos todo sucede en el espacio privado de quien es-cribe: su casa, su estudio y, finalmente, en el más íntimo recinto: su imaginación, lu-gar donde el poeta experimenta ese estado propicio a la creación, casi febril, que es el duermevela («Corto el tiempo y revolotea el cráneo/con su masa encefálica dentro/ soñando», escribe). Un duermevela que es también guiño y deuda con el maestro y amigo Eduardo García, cuya cita abre el libro.

Este horizonte fronterizo, límite entre

sentenciar: «si fueran seres vivos su sangre correría,/mas solo son paisaje o escenario». Una penumbra que lejos de ser encuentro amable de los elementos, avanza y retroce-de en una violenta fricción, es batalla des-carnada, aunque el resultado solo pueda conducir hacia la inexorable derrota. Pero hasta que llegue el punto final del último poema, las emociones y pensamientos irán fluyendo para conducir al lector a los te-mas que el poeta aborda en cada texto: la soledad, el fin del amor, los celos, la muer-te de un ser querido o la búsqueda del otro ante el dolor. Una expresividad que no se deja arrastrar por la improvisación y que evidencia un importante trabajo de cince-lado en cada composición, destacando, de una manera palpable, su marcado ritmo y musicalidad. Música, que al igual que su-cedía en libros anteriores, lo impregna to-do, asomando unas veces en títulos como «Ansia de días mejores en un interludio del estudio», o erigiéndose con el papel prota-gonista en versos dedicados a Beethoven, en el poema central del libro, donde dice del alemán: «Tú, siempre tú,/único tú, Zeus Germánico,/hombre, hombre».

El poeta, en definitiva, no desdeña nin-gún registro para llevar el mensaje a su destino. Así, junto el soneto al ángel caído -gesto de complicidad con Cobo Wilkins- representación por antonomasia del pri-mer rebelde, del artista, nos encontramos versos que remiten a Hernández («te digo padre y amor te digo»), al Lorca irraciona-lista, como sucede en «seda», o presentan la argumentación de corte científico con la que se construye «Enunciado sobre un fenómeno interno».

Federico Abad nos ofrece una propuesta exigente, esta Cosecha negra que recoge tras una dura siembra, para que el lector pon-ga nombre a algunas de las sombras que a todos nos acechan, para que busque las manos de otros seres donde asirse, aunque sea, como dice: «para gritar con ellos».

je. Una estructura que recuerda, salvando las distancias, al periplo emprendido por Leopold Bloom, pues además de coincidir en duración (un día), y al igual que suce-día en los capítulos del Ulises, los poemas se pliegan a menudo sobre su propio tema, tono y voz. será la atmósfera, la modula-ción dentro de esta de la luz y la sombra, la constante, el eje que vertebrará las ho-ras: «la noche y el día,/el aire y la piedra/de-baten su furor a dentelladas», afirma para

Los frutos de lo efímeroPoEsíA

‘Cosecha negra’, el nuevo libro de poemas de Federico Abad

José García Obrero

Federico Abad.

FRANCISCO GONZÁLEZ

‘Cosecha negra’. Autor: Federico Abad. Edita: Ars Poética. Oviedo, 2018.

sueño y razón, entre luces y sombras, va a quedar definido desde los primeros versos: «Carne de Finisterre:/eso mismo es lo que soy». También la certeza de que el univer-so por el que está abriéndose paso el lector sucede «en las populosas calles/de mi pen-samiento», es decir, bajo los párpados de quien escribe, esas puertas, parafraseando a Valente, que cierran y abren mundos. De cada una de las horas, por tanto, pende el gozne que inaugura y clausura un mensa-

Cuadernos del Sur AA Libros Diario CÓRDOBASÁBADO13 DE ABRIL DEL 2019 9

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GeografíasBozalongo consiguió el premio Blas de Otero con ‘Todas las lluvias son la misma tormenta’

Carmen Canet

POESÍA

Javier Bozalongo nos convo-ca con su último poemario Todas las lluvias son la misma tormenta, que ha recibido

el XXVIII Premio de Poesía Blas de Otero. Es un relato donde su poesía de la experiencia queda expuesta para los lectores. Es-cribe sobre la geografía de la vi-da, en donde nos entrega nau-fragios con sueños. Es un poeta que hace de su vida y de la escri-tura mundos paralelos que via-jan con paraguas en mano por-que llueve suave pero empapa. Y así es la poesía que él alumbra con las personas que le rodean y las cosas cotidianas que le pro-vocan. Expresa de forma conci-sa, con un lenguaje sobrio e in-timista sus inquietudes. Habla de lo que le ocurre y ocurre a su alrededor, tratando siempre de protegerse, de cubrirse con ese paraguas rojo tan significativo de la cubierta de este libro pu-blicado en la editorial cántabra Libros del aire.

Javier Bozalongo (Tarragona, 1961), pero afincado en Grana-da, ha publicado los poemarios Líquida nostalgia (2001), Hasta lle-gar aquí (2005), Viaje improbable (2008, Premio Surcos de poesía) y La casa a oscura (2009, accésit del Premio Jaime Gil de Biedma). Este editor ha publicado antolo-gías de su obra poética en Costa Rica, México, Ecuador y Argenti-na. En 2016 publica su primer li-bro de relatos, Todos estaban vivos, y, en 2017, el libro de aforismos Prismáticos.

El poemario está dividido en dos partes. La primera, titulada

Javier Bozalongo.

CÓRDOBA

«Temporal», y la segunda, «El res-to de mi vida». La primera es más intimista, con tintes del pasado, con nostalgias, y un reincidir so-bre heridas que parecen no estar cicatrizadas. El tema del amor y el tiempo están abrazados en ca-si todos los poemas. Con esta ci-ta de Blas de Otero comienza la segunda parte: «Aquí tenéis mi voz zarpando hacia el futuro», y

con estos versos se inicia: «Yo so-ñé ser avión,/-no pasajero de pri-mera clase,/piloto o sobrecargo-,/ sino ser avión/y poderme volar a cualquier parte». Así, Bozalongo nos transporta a Nueva York, a Venecia, a Berlín, a Dublín, a El Salvador, a China, a Buenos Aires para aterrizar al final en Grana-da. Es un libro que está dispues-to a contarnos todo: la vida como lucha, con huidas y búsquedas y con toda la esperanza.

Con una aparente sencillez y un lenguaje fragmentario y re-flexivo nos escribe de la compli-cación de la vida, de verdades pa-sadas que están en la memoria. Utiliza para expresarlo un jue-go simbólico, usando un léxico meteorológico para hablarnos de las inclemencias del tiempo y de la existencia: «De cualquier arco iris/se puede deducir una tormenta»; «Más allá de la lluvia te esperan los abrazos»; «Siempre escampa pero mientras en la vida llueve» o «Estabas avisado,/como avisan las nubes/de que lo próxi-mo será la lluvia». Las dos partes en las que estructura el volumen son fragmentos de interior y frag-mentos de exterior, que en reali-dad son viajes por la vida y por las ciudades que rememora. Pero hay más unidad entre las dos par-tes de lo que parece, entremezcla pasado y presente en ambas. Es una poesía confesional y conver-sacional que nos lleva paseando por la vida con sus aguaceros y esa bondad que tiene también la lluvia, que transmite melancolía pero quita la sed de la tristeza. Comparte con nosotros esa bio-grafía emocional que tenemos to-dos y que desnuda a modo de diá-logo abierto, utilizando recursos

literarios sugerentes y necesarios como el silencio, la suspensión y la elipsis.

Por eso el tiempo, la familia, la amistad, los viajes son temas re-currentes de la literatura y de su literatura. El volumen tiene dos poemas memorables: «Silencio» y «Nueva York». Y citas signifi-cativas con ecos de poetas que considera sus maestros: Ángel González y Jaime Gil de Biedma, entre otros.

Javier Bozalongo es un poeta de ciudad, urbano, cosmopoli-ta que le gusta la compañía, la amistad, no le es ajeno el mun-do que le rodea. En este relato la tristeza está mezclada de ilusión. Es una poesía inmediata que no pregunta ni responde, que con una escritura de lluvia nos inter-preta con un lenguaje unas veces nublado y otras, despejado. Con versos de esperanza va trazando cicatrices con el convencimiento de que se cierran. Es un libro de viajes, de rutas, en donde entre sus experiencias cotidianas se en-cuentran sus lecturas. Pese a que Bozalongo termine diciendo en la última estrofa del último poe-ma que cierra este libro: «Alguien entró en silencio/y salió de su cuarto apagando la luz,/cerrando el libro. Proponemos mejor que encendamos la luz y lo abramos y entremos en estas geografías de la existencia».

«Escribe sobre la geografía de la vida, en donde nos entrega naufragios con sueños»

‘Todas las lluvias son la misma tormenta’. Autor:Javier Bozalongo. Editorial: Libros del Aire. Santander, 2018.

La vieja aspiración

Hacer que moleste, que duela al roce, que remueva las con-ciencias, que las zarandee y que aún así, siempre haya un

poso de ternura, un espacio para la me-ditación y la insistencia. En torno a esa carencia -el mal de nuestro siglo, la fal-ta de empleo- el sujeto construye toda una poética de la soledad y la resisten-cia, pero sin lloros ni plañiderías va-nas, con la decisión firme de no cejar ante una realidad que, a veces, no pare-ce contar con dicha presencia para se-guir. La conciencia de ocupar un lugar que se desvanece a cada paso, en una so-ciedad que fomenta las posiciones, los

La negación de los otros, la negación del ascenso, la negación de la suerte, todo parece convertirse en una teoría del fra-caso, un fracaso al que nos acostumbra-mos en este trayecto, bajo un lenguaje sencillo y sin concesiones, que acaba por envolvernos y atraernos hacia esa zona de luz intermedia, en la que las sombras y lo luminoso se necesitan para seguir avanzando.

lugares en los que situar al individuo, y ella, una voz fuerte, poderosa, feme-nina, que se reconstruye a cada instan-te sobre sus propias cenizas, como si ca-da pequeño fracaso solo fuera la semi-lla de una nueva lucha, un camino que se rehace.

El tono de fondo es una cadencia que insiste, en casi todos los poemas, en des-glosar lo más genérico para acabar en el detalle, en ese punto cuya pequeñez no impide el punzamiento, la obligada pa-rada para la reflexión. Nada que perder cuando todo parece perdido, cuando la esperanza es una letanía de fondo que ni la voz parece creerse, pero que aún así resuena: «Cómo esperar algo que no sabemos nombrar/esa oscuridad/algo que leímos alguna vez/sobre ser otros».

Antonio Luis Ginés

‘Aspiraciones de la clase media’. Autora: Brenda Ríos. Editorial: Ediciones Liliputienses. Trujillo, 2018.Brenda Ríos.

POESÍA

10 Cuadernos del Sur AA Libros Diario CÓRDOBASÁBADO13 DE ABRIL DEL 2019

Page 11: ANTONIO FIGUERAS DE GABRIELJuana Vázquez J osé María Merino (1941), miembro de la RAE y de muchas otras insti-tuciones, no es conocido, principal-mente, por eso, sino por ser uno

La obra completa de Juan J. LeónLa editorial Port Royal recupera la creación lírica del escritor granadino

José Antonio Sáez

POESÍA

La editorial granadina Port Royal, dirigida por Ángel Moyano, ha publicado la Poesía completa de Juan J.

León (Granada, 1946-2008), en una edición a cargo del profesor universitario y dramaturgo An-tonio César Morón. León fue pro-fesor de Secundaria y fundador de la colección Zumaya de poe-sía de la universidad granadina, además de miembro de la Acade-mia de Buenas Letras de su ciu-dad. Autor de títulos como Espero la caída del pájaro más triste (1974), Del corazón y la experiencia (1988), recopilación de su obra escrita entre 1970-1988, Poemas satíricos (1973-1993) (1995) o Del corazón y la experiencia (2004), que en esta ocasión recoge su producción lí-rica en el período 1989-2002, así como Antología poética de la amis-tad (2009), además de otros títu-los de narrativa y ensayo.

La producción lírica del grana-dino posee una honda raíz clási-ca, especialmente vinculada con el Renacimiento, el Barroco y el Modernismo, tanto en las formas como en el fondo. No obstante, su obra expresa una fuerte impron-ta personal, un sello inconfundi-ble que lo delata, un estilo que lo singulariza con propiedad. Juan J. León es un poeta que posee un alto sentido de la amistad y por eso en sus textos y dedicatorias

Juan J. León.

CÓRDOBA

no repara en sacarlo a relucir, como los poetas Javier Egea, Enri-que Morón, Fernando de Villena, José Lupiáñez o Antonio Enrique; estos cuatro últimos, miembros de grupo Ánade de poesía, al cual pertenece.

El profesor Morón destaca la vinculación del poeta granadino con el momento histórico que le tocó vivir, en especial con el mayo francés del 68, el declive del fran-

quismo y los años de la transición democrática, vividos con intensi-dad en los ambientes universita-rios granadinos; al tiempo que hace referencia a la influencia marcadamente dirigista del PCE, de la que puede que participara en su juventud, pero de la que se aleja después en su afán por escribir una poesía en libertad, de cuidado lenguaje, en la que el amor, la libertad, la naturaleza y

la sátira se convierten en puntos temáticos determinantes. Su ta-lento brilla singularmente en el cultivo de la poesía satírica, no exenta, en ocasiones, de un rele-vante erotismo.

El responsable de la edición dedica algunos de los apartados de su introducción a la reflexión poética de Juan J. León como «constructo ideológico» a través de la belleza lingüística; así como al éxito que, por aquellos años, alcanzó el «constructo ideológi-co-estético fabricado por los inte-lectuales del PCE», en referencia a la consideración de la literatu-ra que, como producto ideológi-co de la burguesía, defendían el profesor Juan Carlos Rodríguez y sus discípulos desde las aulas de la Universidad de Granada. Del mismo modo, dedica un aparta-do a establecer las diferencias en-tre la postura ideológica de Juan J. León y «el esquematismo estable-cido por el ideario del PCE». Mo-rón estima oportuno estructurar el volumen siguiendo unos cri-terios accesibilidad y la primera parte del volumen comprende la poesía lírica de Juan J. León, con los títulos principales de su pro-ducción a partir del libro Espero la caída del pájaro más triste, publica-do en la colección Zumaya de la Universidad de Granada en 1974, título que consideró realmente el primero entre los suyos, hasta el poemario inédito Testimonios de un siglo ajeno (ocho títulos en to-

‘Poesía completa’. Autor: Juan León.Edición de Antonio César Morón. Editorial: Ediciones Port Royal. Granada, 2018.

tal). Una segunda parte integra su poesía satírica, quizás la más atractiva y original para el lector actual por su amenidad, brillan-tez, agudeza intelectual y perspi-cacia, junto a la ironía y el erotis-mo inteligentemente tratados. En estos poemas se nos muestra a un poeta ingenioso y audaz, feliz no-tario de la vida social, académica, política y cultural de su ciudad natal, de la España del declive del franquismo y la transición demo-crática.

Los textos se muestran agrupa-dos en dos recopilaciones: Poemas satíricos (1973-1993) y Poemas satíri-cos (1994-2006). Se nos aparece aquí el poeta más quevedesco y perso-nal; pues la sátira significa, para el poeta granadino, un antídoto contra el desencanto y forma par-te, al mismo tiempo, de su perso-nalidad combativa, provocadora y jocosa.

Finalmente, en esta Poesía com-pleta se incluye un «Apéndice» con los primeros poemarios del autor, aquellos que publicó en su más temprana juventud y que consideraba como esbozos de su escritura más personal.

Palabras periféricas

Hace ya ocho años que José Ma-ría Cumbreño (Cáceres, 1972), pese a saber que los poetas no son gente de fiar, fundó Edicio-

nes Liliputienses, una modesta editorial independiente que, por encima de etique-tas fáciles y acomodaticias, apuesta por la calidad y la autenticidad de la palabra ex-céntrica, que hace de la frontera un ho-rizonte. Dentro de sus múltiples frentes, destaca la labor llevada a cabo en la difu-sión de la poesía escrita en la otra orilla de un océano que nos une a través de una lengua y de una tradición común y diver-sa al mismo tiempo.

Algunos de los más recientes autores pre-sentados por la editorial cacereña son Ro-berto Valdivia (Lima, Perú, 1995), Raquel Cané (Santa Fe, Argentina, 1974), Kevin Castro (Lima, Perú, 1993), María Floren-cia Rua (Argentina, 1992), Valentina Varas (Buenos Aires, Argentina, 1991) y Paula Gi-glio (Córdoba, Argentina, 1988), ganadora del I Premio Centrifugados de poesía joven con La risa loca de los ángeles.

blemente femenino. Por último, París es el escenario donde se desarrolla el itinerario sentimental de La risa loca de los ángeles, el cuarto poemario de Paula Giglio, tras Ella, muerta (2012), En el cuerpo (2016) y Un lugar para mis piernas largas (2018). En estos vein-ticinco poemas sin título, que actúan a modo de fotogramas de una relación casi evanescente, un «tú» intenta reconstruir, a través de la memoria, los vínculos con un «vos», a pesar del océano que los separa. La delicada y sugestiva intensidad del libro se mantiene gracias a la parquedad léxica, a la delicadeza de las imágenes, al ritmo sutil de los metros breves y a un léxico co-tidiano, sugerente y preciso que busca la emoción a partir de la anécdota.

Cumbreño, pues, nos ofrece cinco voces distintas que comparten ángulos y aristas; cinco voces que prefieren indagar en algu-nas de las preguntas que dan sentido al universo, conscientes de la imposibilidad de encontrar las respuestas; cinco voces que saben que la poesía nace de destellos fugaces escondidos en lo cotidiano; cinco voces que plantean una hoja de ruta defini-da con exactitud; seis voces que consiguen no dejar indiferente al lector.

co, que responden a tres momentos distin-tos de un camino de autoconocimiento a través del lenguaje.

Norcorea es el segundo poemario de Kevin Castro, tras Los tiempos jurásicos. La intensi-dad tonal del conjunto viene marcada por el rotundo poema que lo abre, una bofeta-da descarada que nos advierte que la lec-tura ha de ser una travesía desasosegante e incierta, que debe desubicarnos y hacer que nuestras convicciones y nuestra forma de relacionarnos con el mundo se tamba-leen. Para conseguirlo emplea un léxico co-tidiano, incisivo y contundente, de aristas pulidas, y experimenta con la puntuación y con la disposición de los versos, multi-plicando la capacidad significativa de las palabras.

El sugerente título del sólido debut de María Florencia Rua es Luces mal usadas, cu-ya arquitectura se sustenta en la palabra incisiva, directa y desencantada, nacida de las pequeñas fallas cotidianas por las que el mundo se desangra. La hostilidad del entorno, los miedos más íntimos, las pér-didas, el dolor y el cansancio son las caras de un discurso escéptico que ahonda en las contradicciones de un yo irrenuncia-

E.P. (Poemas de Salinger), de Roberto Val-divia, quien antes había publicado el poe-mario [MP3] y el proyecto visual Salinger, aborda temas como la incomunicación, la identidad, la temporalidad, la desestruc-turación de una sociedad globalizada o la insatisfacción a través de una poesía narra-tiva, nacida de lo inmediato, estructurada a través de un versículo ágil, cuya cadencia se sostiene en las múltiples repeticiones sintácticas, léxicas y semánticas, y en un lenguaje directo y descarnado, que busca sacar al lector de la zona de confort donde está instalado.

Raquel Cané, quien ha publicado varios libros álbum para niños, debuta en la poe-sía con Cartas a H. El aprendizaje, dos obras independientes que, aunque correspon-den a un mismo estado anímico, plantean líneas de fuga muy diferentes. Cartas a H está compuesto por veintitrés poemas en prosa que, a modo de teselas, abordan el tema del alejamiento emocional a partir de la distancia física entre un yo y un tú enigmático que existe tan solo como mo-tivo para la introspección. El aprendizaje, en cambio, está compuesto por cuarenta y dos poemas breves, de tono más metafísi-

Francisco Onieva

Cuadernos del Sur AA Libros Diario CÓRDOBASÁBADO13 DE ABRIL DEL 2019 11

Page 12: ANTONIO FIGUERAS DE GABRIELJuana Vázquez J osé María Merino (1941), miembro de la RAE y de muchas otras insti-tuciones, no es conocido, principal-mente, por eso, sino por ser uno

Recientemente el escritor ma-lagueño José Infante ha publi-cado su última obra, Solo que-da una sombra, en la colección

emblemática Signos, de Huerga y Fie-rro Editorial. Un conjunto de treinta y nueve poemas que llevan por subtítu-lo Nuevos poemas de la casa vacía, en alu-sión a uno de sus poemarios anterio-res, La casa vacía (2005), con el que ob-tuvo el Premio Andalucía de la Crítica de poesía de ese año. De aquel libro de-cíamos por entonces que, junto al paso del tiempo y la íntima soledad en su lí-rica, existía un ámbito familiar que ha-bía estado muy presente en su memo-ria y adquiere una disposición elegíaca y vivencial de profunda raíz sensitiva. Estos nuevos poemas de la casa vacía se sumergen en un simbolismo preci-so: la sombra, como emblema que to-do lo ocupa. Una casa vacía cuya repre-sentación había sido tomada de Vicen-te Núñez: «La casa está vacía. Quizás no vine en vano./Alguien llama a la puer-ta: vida y muerte, es lo mismo».

Con un lenguaje, directo, claro y franco, el poeta se sumerge en su ínti-ma soledad, en su espejo privativo, y permite un desdoblamiento vital en el que transfiere sus sensaciones ante ese recogimiento o quietismo personal. Y, aunque desde el espejo llegue la vida en su declive, siempre resulta un trasfon-do de sombra que lo conduce hacia la nada. Incluso desde el principio la som-bra llega a ser identificada con él mismo ocupando todo el espacio que el espejo nos ofrece para contemplar la emoción nihilista del poeta. Así dirá: «Que solo existe si existo yo/ y le doy consistencia». Esta identificación supone la asunción de una ocupación y la rendición ante es-ta especie de invasión de la que se con-sidera ya cautivo, como en el relato de Cortázar, La casa tomada: la desaparición definitiva de aquel joven que un día fue mientras existe una persistente nostal-gia de un Sur buscado o perdido con el que de tarde en tarde se siente salvado, como cuando se refiere a los efectos de la música en su alma denostada.

Cada uno de esos treinta y nueve poe-mas será una detención en los matices de la sombra y en su espacio propio a través de las sinuosidades del tiempo y la memoria o de los crepúsculos del mo-mento actual. En ese recorrido el poeta hace un recuento de su vida, una simu-lación finalista en un eje axiológico que le permite adentrarse en los matices del tiempo y crear desenlaces: «Solo queda una sombra de lo que fue la vida/cuan-do la inaugurabas y esta ciudad era su paraíso». Náusea, injusticia, desolación son palabras que adquieren su relevan-cia manifiesta cuando la memoria se apodera del poema y se hace balance vi-tal y se consuma el desarraigo del poeta, la podredumbre y la desgana del vivir. Incluso como en el poema «Venecia en tu corazón», que rememora nostálgica-mente una época surcada por el amor,

Nihilismo y sombras‘Solo queda una sombra’, el último poemario de José Infante

Francisco Morales Lomas

José Infante.

al final deviene la sombra y con un aire neorromántico, muy querido para Don Álvaro o la fuerza del sino del duque de Rivas, teme asistir a su propio entierro al doblar una esquina.

En ese recorrido por las sombras del pasado la presencia de la madre ocu-pa un lugar solemne, único; y los bo-rrachuelos de Navidad y la inesperada muerte de su padre, y la nieve sucia, porque la vida, en lugar de despuntar, emborrona, mancha los sueños, los vuelve fementidos. Y renace la basura del hombre, lo más abyecto y engañoso. Pero aunque la voz de Infante es elegía-ca se muestra directa y rotunda en su fortaleza. No lo amilana la vida sino que le hace frente y lucha por revelarla, por descifrarla, por penetrar en su raíz de miseria y podredumbre. Infante es enér-gico y brioso; a pesar de ese espíritu ni-hilista no se amilana y lucha: «convertí mi vida en una lucha desigual/contra el destino y la adversidad». Al mismo tiempo que necesita nadar en una per-manente búsqueda de la ansiada luz y la caída de nuevo en las sombras, aun-que exista siempre en su lírica un deseo renacido, una luz que sigue un camino a pesar de todos los abatimientos, aun-que presiente esa cercanía de la muerte y por momentos un alejamiento de la lucha: «No quieres ya más lucha/ ni otra casa que intentara salvarte. Este calva-rio ha sido suficiente».

Pero en el recuento concluyente en que se convierte por momentos el libro, como si estuviera al final de su jornada, deplora «trabajos inútiles» y «pasiones

fugaces»; y la pérdida inútil de la juven-tud; y las palabras que lo han marcado como tiempo, muerte, melancolía, des-gracia, desasosiego, desamor, desencan-to: «Son más fuertes que yo./Me utilizan. Y me dejan exhausto». Y nos anuncia su «muerte» («hay señales que dicen que la muerte está cerca/y los años te vencen con toda la violencia/de un enemigo fuerte, cruel y despiadado») para la que está completamente preparado con un espíritu senequista que comprende las etapas de la existencia. En el poema más extenso y explícito del libro, «Casa suce-siva», hace un recorrido por la memo-ria y el amor, los espacios habitados, la alegría de vivir, el paso del tiempo pero también las ilusiones perdidas y la cruel realidad, los cuadros, los libros, el amor de madurez… y el cáncer, el regreso de una muerte: «Solo quieres la muerte/ co-mo un lento descanso».

Pero hacia el final del libro renace de nuevo la esperanza, los tímidos rayos de sol, la felicidad de vivir en el Sur, los de-seos, los anhelos y una cierta templan-za consentida y la detención en lo bello que encierra el corazón, el deseo carnal de los cuerpos en la noche de San Juan, ese canto al despertar de la vida.

JUAN ALGAR

‘Solo queda una sombra’. Autor: José Infante. Editorial: Huerga y Fierro Editorial. Madrid, 2019.

LAS gUARDAS

BambúJavier Sánchez Menéndez

Escribía george Santayana

en Los reinos del ser (1942)

que «la fantasía poética,

creativa y original, no es

una forma secundaria de

la sensibilidad, sino su

primera y única forma».

Y añadía, además: «Las bellas artes son,

pues, más antiguas que el trabajo servil,

y la cualidad poética de la experiencia

es más fundamental que su valor

científico».

Confirmado, ya hay más escritores que

lectores. Y también asegurado, ya hay

más editoriales que lectores. Estamos en

una época provechosa. O mejor dicho,

ajena al provecho, porque la mayoría de

lo que se publica no tiene ningún interés

literario. Los escritores y las editoriales

crecen como el bambú en las zonas

húmedas. El escritor tiene necesidad

de publicar, y las nuevas editoriales (y

muchas de las antiguas), el único filtro

que poseen en la actualidad es el de la

venta. Si algo vende, da igual que no sea

literatura, se publica.

Una editorial debe seguir siendo un

filtro, pero un filtro literario, ajeno

a las modas y al marketing de la venta

fácil. Sin ese filtro, que debe ser ajeno

igualmente a los gustos, el bambú se

convierte en humo. Los lectores, que

siempre deben tener la razón, aunque

nos pese en algunos casos, ayudan poco.

Pero deben recibir verdadera literatura

para poder jugar y emitir un juicio.

Para esto el lector debe disponer de un

criterio. Filtro y criterio son dos términos

fundamentales que hoy día escasean. Y el

resultado lo pueden comprobar, bambú,

solo bambú, que pertenece a la familia

de las poáceas o gramíneas, y estamos

ya atacados por la alergia. Las mesas de

novedades se llenan de basura alérgica.

Pueden o no pueden estar de acuerdo con

estas palabras. Pero Santayana apostilla:

«Si cada uno se declara competente y

próspero en su propio mundo, nada

sabría del mundo de sus vecinos».

«Una editorial debeseguir siendo un filtro,pero un filtro literario, ajeno a las modas y al marketing de la venta fácil»