Antonio Gramsci, Seleccion De Escritos..pdf

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  • 1La guerra deposiciones

    propuesta

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    La Guerrade posiciones

    propuesta

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    ANTONIO GRAMSCI

    Seleccin y prlogo,Ariel Bignami

    Seleccin de escritos

    Filosofa de lapraxis

    El movimientorevolucionario

    de Turn

    Consejos deFbrica y

    sindicalismo

    LOrdineNuovo y la

    batallade las ideas

    Reflexiones

  • 2El nombre de Antonio Gramsci, sus ideas, su tra-

    gedia personal, los instrumentos que elabor -

    en condiciones terribles- para analizar y canm-

    biar la realidad, para terminar con el capitalismo y su

    squito de injusticias, han llegado a ser referente funda-

    mental e imprescindible para los revolucionarios del

    mundo entero: de su Italia originaria y toda Europa, al

    Tercer Mundo latinoamericano, africano y asitico.

    Esto no ha sucedido de la noche a la maana, ni sin

    dificultades. Como durante su vida, la obra de Gramsci y

    su ejemplo de militante en todos los planos han debido

    librar duras batallas para ocupar el lugar que hoy ocupa (y

    que es, sin duda alguna, el del revolucionario, el comunis-

    ta y el marxista, junto con el Che Guevara, ms conocido,

    ms querido y respetado en todo el mundo actual).

    Una sntesis biogrfica sobre Gramsci requerira un

    examen independiente. Otros lo han hecho con gran sol-

    vencia, en especial Giuseppe Fiori, cuyo estudio tuvo am-

    plia difusin. Recordemos solamente que Antonio Gra-

    msci naci en Cerdea en 1891, y que desde 1911 se ra-

    dic en Turn, donde se vincul con la izquierda revolu-

    cionaria del Partido Socialista. No tard en llegar a ser el

    dirigente socialista ms popular de Turn y lo era cuando

    la Revolucin Rusa y el liderazgo de Lenin determina-

    ron, para los socialistas, la inevitabilidad de optar entre

    reformismo conciliador y lucha revolucionaria por el

    poder.

    Gramsci particip en la fundacin del Partido Comu-

    nista, dirigido inicialmente por un sector doctrinario, dog-

    mtico y aislacionista, al que Gramsci y quienes lo se-

    cundaban lograron desalojar con el apoyo masivo de la

    base. En ese perodo Gramsci dirigi LOrdine Nuovo

    (en adelante LON), subtitulado resea de cultura socia-

    lista, y orient el movimiento de los comits de fbrica.

    Tras un perodo de ascenso revolucionario en que Italia

    estuvo al borde de una revolucin obrera y socialista, la

    derecha se reconstituy detrs del fascismo que logr

    derrotar al movimiento obrero e imponer un rgimen de

    terror. Gramsci, entonces diputado, fue uno de los diri-

    gentes que fueron enviados a la crcel, condenado a ms

    de veinte aos de encierro de los cuales cumpli nueve,

    pero no lleg a disfrutar de una libertad que en todo caso

    habra sido limitada, ya que falleci pocos das despus.

    Durante su encierro, Gramsci produjo la inmortal obra

    que es su propio monumento, los Cuadernos de la cr-

    cel, que han enriquecido a varias generaciones de mili-

    tantes y de estudiosos del marxismo en general.

    Sus ideas han tenido amplia difusin en nuestro pas,

    acompaada y complicada por no pocos intentos de uti-

    lizarlas, falsificndolas, para apuntalar el sentido comn

    dominante (esto ocurri, notoriamente, con las interpre-

    taciones que promovi J. C. Portantiero en funcin del

    proyecto alfonsinista). Las obras de Gramsci se conocie-

    ron entre nosotros a partir de la iniciativa de Hector Agos-

    ti, e inicialmente a travs de editoriales vinculadas con el

    Partido Comunista, aun con la renuencia de algunos diri-

    gentes.

    Creativamente, Gramsci rescat en algunos casos, ela-

    bor en otros, conceptos que son hoy herramientas indis-

    pensables no solo para conocer la realidad, sino para tras-

    formarla. En el uso que hace del trmino filosofa de la

    praxis hay no solo, y no principalmente, un ardid coyun-

    tural para confundir a los censores, sino sobre todo una

    definicin del marxismo, pasible de contraponer a otras

    definiciones. Es decir, Gramsci considera, y en nuestra

    opinin con acierto, que el marxismo es una filosofa de

    la praxis. Sita a la praxis como categora filosfica cen-

    tral porque lo que existe, existe como resultado de la ac-

    cin trasformadora de los hombres. Plantea la inexisten-

    cia de una realidad fija por s misma, sino solamente en

    relacin histrica con los hombres que la modifican. Com-

    prender el mundo y modificarlo son la misma cosa. La

    praxis, la historia que los mismos hombres hacen, aunque

    en condiciones histricas dadas y cambiantes, es lo que

    hacen y no simplemente las formas ideolgicas en las que

    adquieren conciencia de las contradicciones de la socie-

    dad. Para Gramsci la realidad no existe fuera del movi-

    miento de la praxis, que es el proceso por el cual los con-

    dicionamientos sociales y naturales son tomados a su car-

    go por los hombres.

    Gramsci toma de Lenin la idea de hegemona (y de lu-

    cha por la hegemona), sealando que la hegemona reali-

    za la sntesis entre la dimensin poltica y la cultural. La

    hegemona se vincula con el papel de direccin poltica y

    cultural que ejerce un grupo social sobre el conjunto de

    sus aliados y toda la sociedad, y que condiciona la con-

    quista, construccin y ejercicio del poder. El proceso de

    hegemona requiere que el grupo social en cuestin (como

    el proletariado en la poca de Gramsci y Lenin, y el suje-

    to-pueblo en la poca actual) alcance un grado importante

    de homogenidad superando la etapa de solidaridad profe-

    sional basada en el inters inmediato. La novedad del apor-

    te de Gramsci se apoya en la idea de que es posible y

    necesario obtener la hegemona antes de conquistar el

    poder, y que el socialismo deba basarse en el mximo

    consenso popular posible.

    Advierte sin embargo que el camino hacia la hegemo-

    na es particularmente dificultoso, ya que su historia es

    necesariamente disgregada y episdica. Los grupos sub-

    alternos padecen siempre la iniciativa de los grupos do-

    minantes, incluso cuando se rebelan y sublevan; solo la

    revolucin rompe, pero no de inmediato, la subordina-

    cin. Un paso decisivo en el logro de la hegemona resi-

    de en la constitucin de un bloque histrico alternativo,

    que expresa el vnculo entre el plano social y econmico

    de existencia de las clases y grupos sociales, y el plano

    tico , jurdico, ideolgico y cultural. La lucha de clases

    se expresa en el choque entre dos sistemas antagnicos de

    fuerzas. El bloque histrico dominante es enfrentado por

    alianzas que impulsan un bloque histrico donde la hege-

    mona ser ejercida por las clases y sectores hoy oposi-

    cionales.

    En las estrategias de la izquierda revolucionaria mun-

    dial, Gramsci diferencia entre la guerra de maniobras y la

    guerra de posiciones.

    La guerra de maniobras (o de movimientos) se basa en

    el ataque frontal y su xito ms importante (aunque en

    definitiva, temporario, ya que le puso fin la contrarrevo-

    lucin iniciada por Stalin y culminada por Gorbachov) es

    la Revolucin Rusa. Los intentos de reproducir esta me-

    todologa en esa poca terminaron en derrotas (Alema-

    nia, Hungra) por motivos diversos. Gramsci seal en-

    tonces que tras 1920 se ha dado un perodo de estanca-

    miento en el movimiento revolucionario mundial, tras

    las ocupaciones de fbricas en Italia y el avance del Ejr-

    cito Rojo sobre Varsovia, que sealaron el punto ms

    alto de la oleada revolucionaria, pero tambin la incapa-

    cidad y la impreparacin de los grupos revolucionarios

    para guiar a los grandes movimientos hacia el poder, su

    natural conclusin. Indicaba el final de este perodo y

    el inicio de una recuperacin que no tendr, ni podr

    tener, los mismos caracteres. Gramsci indicaba la ne-

    cesidad de pasar, por lo menos en Occidente, a una gue-

    rra de posiciones (o de asedio, afirma) en la que se exi-

    gen cualidades excepcionales de paciencia y de espritu

    de inventiva. En la poltica el asedio es recproco, pese

    a todas las apariencias. E insiste en que la guerra de

    posiciones la hacen grandes masas que solo con grandes

    reservas de fuerzas morales pueden resistir el desgaste

    y solo una habilsima direccin poltica puede impedir

    la disgregacin y la derrota. Las variantes que la lucha

    revolucionaria ha introducido o ha experimentado en los

    largos decenios trascurridos desde estas indicaciones de

    Gramsci, con importantes episodios de lucha inclusive

    armada, indican que la guerra de posiciones de ningn

    modo se compagina con tcticas apaciguadoras y que

    no implica el abandono total de la guerra de maniobras.

    Esta cuestin -qu es, en los primeros aos del 2000 y

    en Amrica Latina, la guerra de posiciones- merecera

    un examen detenido y serio, un debate que parcialmente

    se ha venido dando en distintos foros.

    Nuestra esperanza es que la seleccin que ofrecemos

    estimule a buscar el conocimiento del conjunto de la obra

    de Antonio Gramsci. Hemos elegido la crtica efectuada

    por Gramsci al intento de Ensayo Popular de Sociologa

    que, escrito por Nicols Bujarin, fue de hecho el primero

    de la interminable serie de manuales con que, ya muerto

    Lenin, la Unin Sovitica inund el mundo y que, preten-

    diendo contribuir a la difusin del marxismo, fueron de

    hecho su vulgarizacin, es decir, su ocultamiento. Com-

    pletamos la seleccin con una serie de artculos periods-

    ticos de Gramsci que ilustran sus posiciones dentro del

    movimiento revolucionario italiano.

    Para quien desee proseguir la lectura de los textos gra-

    mscianos, sugerimos algunos libros introductorios, entre

    ellos Leyendo a Gramsci, de Francisco Fernndez Buey,

    Introduccin al pensamiento de Gramsci, de Jos M. Las

    Prieto, e Introduccin a Gramsci, de Carlos Nelson

    Coutinho. Quien lo desee, y a su propio riesgo, puede

    utilizar tambin dos trabajos del autor de este prlogo,

    Antonio Gramsci. La conciencia de la revolucin, y El

    pensamiento de Gramsci. Una introduccin, as como di-

    versos artculos publicados en Propuesta . En el sitio de

    la Escuela Nacional de cuadros del Partido Comunista,

    alojado en www.pca.org.ar se puede acceder a una pagi-

    na de la Catedra Gramsci que contiene buena parte de su

    obra completa en espaol y numerosos articulos.

    Ariel Bignami

    El marxismo deGramsci

  • 3La guerra deposiciones

    propuesta

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    ediciones

    Primera parte

    El materialismo histrico

    y la filosofa de Benedetto

    Croce (Fragmentos)

    NOTAS CRITICAS SOBRE UNA

    TENTATIVA DE ENSAYO

    POPULAR DE SOCIOLOGIA

    PREMISA

    Un trabajo como el Ensayo popular, destinado esencialmen-

    te a una comunidad de lectores que no son intelectuales de pro-

    fesin, habra debido contener los elementos de un anlisis cr-

    tico de la filosofa del sentido comn, que es la filosofa de los

    no filsofos, o sea la concepcin del mundo absorbida acrti-

    camente de los varios ambientes culturales en medio de los cua-

    les se desarrolla la indi-vidualidad moral del hombre medio. El

    sentido comn no es una concepcin nica, idntica en el tiem-

    po y en el espacio: es el folclore de la filosofa, y, como el

    folclore, se presenta en formas innumerables; su rasgo ms fun-

    damental y ms caracterstico es el de ser una concepcin (in-

    cluso en cada cerebro) disgregada, inco-herente, incongruente,

    conforme a la posicin social y cultural de las multitudes, cuya

    filosofa es. Cuando en la historia se elabora un grupo social

    homogneo, se elabora tambin, contra el sentido co-mn, una

    filosofa homognea, es decir, coherente y sistemtica.

    El Ensayo popular se equivoca al partir (implcitamente) de

    la presuposicin de que a esta elaboracin de una filosofa origi-

    nal de las masas populares se oponen los grandes sistemas de las

    filosofas tradicionales y la religin del alto clero; es decir, la

    concepcin del mundo de los intelectuales y la alta cultura. En

    realidad, estos sistemas son ignorados por las masas y no tienen

    eficacia directa sobre su manera de pensar y de obrar. Cierta-

    mente, ello no signi-fica que carezcan de toda eficacia histrica,

    pero esta eficacia es de otro gnero. Estos sistemas influyen so-

    bre las masas populares como fuerza poltica externa, como ele-

    mento de fuerza cohesiva de las clases dirigentes, como elemen-

    to de subordinacin a una hege-mona exterior, que limita el

    pensamiento negativamente original de las masas populares, sin

    influir sobre l positivamente como fermento vital de transfor-

    macin ntima de lo que las masas piensan en forma embriona-

    ria y catica acerca del mundo y la vida. Los elementos princi-

    pales del sentido comn son provistos por las re-ligiones; por lo

    tanto, la relacin entre sentido comn y religin es mucho ms

    ntima que entre el sentido comn y los sistemas filosficos de

    los intelectuales. Pero tambin para la religin hay que distin-

    guir crticamente. Toda religin, tambin la Catlica (muy espe-

    cialmente la Catlica, precisamente debido a sus esfuerzos por

    mantenerse unitaria superficialmente para no disolverse en

    igle-sias nacionales y estratificaciones sociales), es en realidad

    una mul-tiplicidad de religiones distintas y a menudo contradic-

    torias. Hay un catolicismo de los campesinos, un catolicismo de

    los pequeos burgueses y obreros de la ciudad, un catolicismo

    de las mujeres y un catolicismo de los intelectuales, el cual es

    tambin abigarrado y desordenado. Pero sobre el sentido comn

    no solo influyen las formas ms rsticas y menos desarrolladas

    de estos varios catoli-cismos existentes actualmente; han influi-

    do tambin y son compo-nentes del actual sentido comn, las

    religiones precedentes al catolicismo actual, los movimientos

    herticos populares, las supersticiones cientficas ligadas a las

    religiones pasadas, etctera. En el sentido comn predominan

    los elementos realistas, materialistas, esto es, el producto in-

    mediato de la sensacin cruda, lo que, por otra parte, no est en

    contradiccin con el elemento religioso; muy al contrario. Pero

    estos elementos son supersticiosos, acrticos. He aqu, por lo

    tanto, un peligro representado por el Ensayo popular, el que a

    menudo confirma estos elementos acrticos, por los cuales el

    sentido comn sigue siendo tolemaico, antropomrfico,

    antropo-cntrico, en vez de criticarlos cientficamente.

    Lo que se ha dicho arriba a propsito del Ensayo popular,

    que crtica las filosofas sistemticas en vez de emprender la

    crtica del sentido comn, debe ser entendido como reprobacin

    metodolgica, dentro de ciertos lmites. Ciertamente, esto no

    quiere decir que deba descuidarse la crtica a las filosofas siste-

    mticas de los intelectuales. Cuando, en forma individual, un

    elemento de la masa supera crticamente el sentido comn, acepta,

    por este hecho mismo, una filosofa nueva. De ah la necesidad,

    en una exposicin de la filosofa de la praxis, de la polmica con

    las filosofas tradicionales. Precisamente por su carcter ten-

    dencial de filosofa de masas, la filosofa de la praxis no puede

    ser concebida sino en forma pol-mica, de perpetua lucha. Sin

    embargo, el punto de partida debe ser siempre el sentido co-

    mn, que espontneamente es la filosofa de las multitudes a las

    que se trata de tornar ideolgicamente homo-gneas.

    El sentido comn ha sido considerado de varias maneras:

    directamente, como base de la filosofa; o ha sido criticado des-

    de el punto de vista de otra filosofa. En realidad, en todos los

    casos, el resultado fue la superacin de un determinado sentido

    comn para crear otro ms adecuado a la concepcin del mundo

    de la clase dirigente.

    La actitud de Croce hacia el sentido comn no parece cla-

    ra. En Croce, la proposicin de que cada hombre es un filsofo

    pesa mucho sobre el juicio en torno del sentido comn. Parece

    que Croce a menudo se complace por el hecho de que determi-

    nadas proposiciones filosficas forman parte del sentido comn.

    Pero qu puede ello significar en concreto? El sentido comn

    es un agregado catico de concepciones dispares y en l se pue-

    de hallar lo que se quiera. Adems, esta actitud de

    Croce hacia el sentido comn no ha conducido a

    una concepcin de la cultura fecunda desde el punto

    de vista nacional-popular, o sea, a una concepcin

    ms concretamente historicista de la filosofa lo que,

    por otra parte, slo puede ocurrir con la filosofa de

    la praxis.

    Lo que se ha dicho no significa que en el sentido

    comn no haya verdades. Significa que el sentido

    comn es un concepto equvoco, contradictorio,

    multiforme, y que referirse al sentido comn como

    prueba de verdad es un contrasentido. Se podr de-

    cir con exactitud que cierta verdad se ha tornado

    sentido comn, para indicar que se ha difundido ms

    all del lmite de los grupos intelectuales; pero en

    ese caso no se hace otra cosa que una comprobacin

    de carcter hist-rico y una afirmacin de racionali-

    dad histrica. En ese sentido, y en la medida en que

    sea empleado con sobriedad, el argumento tiene su

    valor, precisamente porque el sentido comn es

    estrecha-mente misoneista y conservador, y el haber

    logrado hacer penetrar una verdad nueva es prueba

    de que tal verdad tiene una buena fuerza de expansi-

    vidad y evidencia.

    En Marx se encuentran a menudo alusiones al sentido co-

    mn y a la solidez de sus creencias. Pero se trata de referencias

    que no se dirigen a la validez del contenido de tales creencias,

    sino a su soli-dez formal y, por lo tanto, a su imperatividad cuando

    producen nor-mas de conducta. En las referencias se halla, ms

    bien, implcita la afirmacin de la necesidad de nuevas creen-

    cias populares, de un nuevo sentido comn y, por la tanto, de

    una nueva cultura y de una nueva filosofa que se arraiguen en

    la conciencia popular con la misma solidez e imperatividad de

    las creencias tradicionales.

    PROBLEMAS GENERALES

    Materialismo histricoy sociologa

    Una de las observaciones generales es esta: que el ttulo no

    corresponde al contenido del libro. Teora de la filosofa de la

    praxis debera significar sistematizacin lgica y coherente de

    los conceptos filosficos (y que son a menudo espurios, de deri-

    vacin extraa y, como tales, deben ser criticados y suprimi-

    dos). En los primeros captulos debe-ran ser tratados los si-

    guientes problemas: Qu es la filosofa? En qu sentido una

    concepcin del mundo puede llamarse filosofa? Cmo ha sido

    concebida la filosofa hasta ahora? La filosofa de la praxis

    renueva esta concepcin? Qu significa una filoso-fa especu-

    lativa? La filosofa de la praxis puede tener una forma especu-

    lativa? Qu relaciones existen entre las ideologas, las concep-

    ciones del mundo, las filosofas? Cules son o deben ser las

    relaciones entre la teora y la prctica? Cmo son concebidas

    estas relaciones por las filosofas tradicionales? , etctera. La

    respuesta a estas y otras preguntas constituye la teora de la

    filosofa de la praxis.

    En el Ensayo popular tampoco est justificada coherente-

    mente la premisa implcita en la exposicin y explcitamente

    esbozada en algn lugar: casualmente, la de que la verdadera

    filosofa es el materialismo filosfico y que la filosofa de la

    praxis es una pura sociologa. Qu significa realmente esta

    afirmacin? Significa que si fuera verdadera, la teora de la filo-

    sofa de la praxis sera el materialismo filosfico. Pero, en tal

    caso, qu significa que la filosofa de la praxis es una sociolo-

    ga? y qu sera esta sociolo-ga? Es una ciencia de la poltica

    y de la historiografa? O tal vez un conjunto sistematizado y

    clasificado segn un cierto orden, de observaciones puramente

    empricas sobre arte poltico y de c-nones exteriores de inves-

    tigacin emprica? Las respuestas a estas preguntas no se las

    halla en el libro, a pesar de que slo as se podra hablar de

    teora. As, no es justificado el nexo entre el ttulo general Teo-

    ra, etc., y el subttulo Ensayo popular. El subttulo sera el

    ttulo ms exacto, si al trmino sociologa se le diese un sig-

    nificado muy circunscrito. De hecho, se presenta el problema

    de qu es la sociologa. No es ella un intento de crear una

    lla-mada ciencia exacta ( o sea positivista) de los hechos socia-

    les, o sea de la poltica y de la historia? Por consiguiente, no es

    un embrin de filosofa? La sociologa no ha tratado de hacer

    algo semejante a la filosofa de la praxis? Pero hay que enten-

    derse: la filosofa de la praxis ha nacido por pura casualidad en

    forma de aforismos y de criterios prcticos, porque su fundador

    dedic sus esfuerzos intelectuales, en forma sistemtica, a otros

    problemas, especialmente econmicos; pero en estos criterios

    prcticos y en estos aforismos se halla implcita toda una con-

    cepcin del mundo, una filosofa. La sociologa ha sido un in-

    tento de crear un mtodo de la ciencia hstrico-poltica, de-

    pendiente de un sistema filosfico ya elaborado, el positivismo

    evolucionista, sobre el cual la sociologa ha reaccionado, pero

    slo parcialmente. La sociologa se ha tornado una tendencia

    en s, se ha convertido en la filosofa de los no fil-sofos, un

    intento de describir y clasificar esquemticamente hechos his-

    tricos y polticos, segn criterios construidos sobre el modelo

    de las ciencias naturales. La sociologa es, entonces, un intento

    de recabar experimentalmente las leyes de evolucin de la

    so-ciedad humana, a fin de prever el porvenir con la misma

    certeza con que se prev que de una bellota se desarrollar una

    encina. En la base de la sociologa se halla el evolucionismo

    vulgar, el cual no puede conocer el principio dialctico del paso

    de la cantidad a la calidad, paso que perturba toda evolucin y

    toda ley de uniformidad entendida en un sentido vulgarmente

    evolucionista. En todo caso, cada sociologa presupone una fi-

    losofa, una concepcin del mundo, de la cual es un fragmento

    subordinado. Es preciso no confundir con la teora general, o

    sea con la filosofa, la particular lgica interna de las diversas

    sociologas, lgica por la cual stas adquieren una mecnica

    coherencia. Esto no quiere decir, naturalmente, que la investi-

    gacin de las leyes de uniformidad no sea cosa til e intere-

    sante, y que no tenga su razn de ser en un tratado de

    obser-vaciones inmediatas de arte poltico. Pero hay que llamar

    pan al pan y presentar los tratados de ese gnero como son.

    Todos estos son problemas tericos; no los que el autor

    del ensayo presenta como tales. Los problemas que ste plantea

    son problemas de orden inmediato poltico, ideolgico, enten-

    dida la ideologa como fase intermedia entre la filosofa y la

    prctica coti-diana; son reflexiones sobre hechos histrico-po-

    lticos singulares, desvincularlos y casuales. Un problema te-

    rico se le presenta al autor desde el comienzo, cuando se refiere

    a una tendencia que niega la posibilidad de construir una socio-

    Primera plana de LOrdine Nuovo, que dirigi Antonio Gramsci

  • 4loga a partir de la filo-sofa de la praxis y sostiene que sta slo

    puede expresarse en trabajos histricos concretos. La objecin,

    que es importantsima, slo es resuelta por el autor mediante

    palabras. Ciertamente, la filosofa de la praxis se realiza en el

    estudio concreto de la historia pasada y en la actual actividad de

    creacin de nueva historia. Pero se puede hacer la teora de la

    historia y de la poltica, puesto que si los hechos son siempre

    individuales y mudables en el flujo del mo-vimiento histrico,

    los conceptos pueden ser teorizados. De otra manera, no se po-

    dra saber siquiera qu es el movimiento o la dia-lctica, y se

    caera en una nueva forma de nominalismo. (Y el no haber plan-

    teado con exactitud el problema de qu es la teora es lo que

    ha impedido plantear el problema de lo que es la religin y emi-

    tir un juicio histrico realista sobre las filosofas pasadas que

    son presentadas todas como delirio y locura).

    La reduccin de la filosofa de la praxis a una sociologa ha

    representado la cristalizacin de la tendencia vulgar ya criticada

    por Engels (en las cartas a dos estudiantes publicadas en el So-

    zial Aka-demiker) y consistente en reducir una concepcin del

    mundo a un formulario mecnico, que da la impresin de meter-

    se toda la historia en el bolsillo. Ella ha sido el mayor incentivo

    para las fciles improvisaciones periodsticas de los genialoi-

    des. La experiencia en que se basa la filosofa de la praxis no

    puede ser es-quematizada; es la historia misma en su infinita

    variedad y multiplicidad, cuyo estudio puede dar lugar al naci-

    miento de la filologa como mtodo de la erudicin, en la ve-

    rificacin de los hechos particulares, y al nacimiento de la filo-

    sofa, entendida como metodolo-ga general de la historia. Esto

    es, quiz, lo que quieren hacer los escritores que, como lo seala

    muy a la ligera el Ensayo en el primer captulo, niegan que se

    pueda construir una sociologa de la filosofa de la praxis, afir-

    mando que la filosofa de la praxis vive slo en los ensayos his-

    tricos particulares (la afirmacin, tan des-nuda y cruda, es cier-

    tamente errnea y sera una nueva y curiosa forma de nominalis-

    mo y de escepticismo filosfico) .

    Negar que se pueda construir una sociologa, entendida como

    ciencia de la sociedad, es decir, como ciencia de la historia y de

    la poltica, que no sea la misma filosofa de la praxis, no signifi-

    ca que no se pueda construir una nueva recopilacin emprica

    de ob-servaciones prcticas que ensanchen la esfera de la filolo-

    ga tal como sta es entendida tradicionalmente. Si la filologa

    es la ex-presin metodolgica de la importancia que tiene el que

    los hechos particulares sean verificados y precisados en su in-

    confundible in-dividualidad, no se puede excluir la utilidad

    prctica de identifi-car ciertas leyes de tendencia ms genera-

    les, que corresponden, en la poltica, a las leyes estadsticas o de

    los grandes nmeros, que han servido para hacer progresar al-

    gunas ciencias naturales. Pero no se ha puesto de relieve que la

    ley estadstica puede ser empleada en la ciencia y en el arte po-

    ltico solamente cuando las grandes masas de la poblacin per-

    manecen esencialmente pasivas -en relacin con los problemas

    que interesan al historiador o al poltico-, o se supone que per-

    manecen pasivas. Por otra parte, la extensin de la ley estadsti-

    ca a la ciencia y al arte poltico puede tener consecuencias muy

    graves en cuanto se parte de ellas para construir perspectivas y

    programas de accin; si en las ciencias naturales la ley puede

    solamente determinar despropsitos y errores garrafales, que

    podrn ser fcilmente corregidos por nuevas investigaciones y

    que, en todo caso, ponen en ridculo solamente al hombre de

    ciencia que ha usado a sta, en la ciencia y en el arte poltico

    puede traer como resultado verdaderas catstrofes y cuyos da-

    os secos no podrn ser resarcidos jams. Y realmente, en

    poltica la conside-racin de la ley estadstica como ley esencial,

    fcilmente operante, no slo es error cientfico, sino que se tor-

    na error prctico en acto; ello, adems, favorece la pereza men-

    tal y la superficialidad progra-mtica. Debe observarse que la

    accin poltica tiende a hacer salir a las multitudes de la pasivi-

    dad, esto es, a destruir la ley de los grandes nmeros. Cmo

    puede sta ser considerada ley sociolgi-ca? Si se reflexiona bien,

    se ver que la misma reivindicacin de una economa segn un

    plan o dirigida, se halla destinada a despedazar la ley estadstica

    mecnicamente entendida, esto es, produci-da por la reunin de

    infinitos actos arbitrarios individuales; si bien deber basarse en

    la estadstica, ello ya no significa la misma cosa. En realidad, la

    conciencia humana sustituye a la espontaneidad naturalista.

    Otro elemento que en el arte poltico conduce a la des-truccin

    de los viejos esquemas naturalistas es la sustitucin de los indi-

    viduos, de los jefes individuales ( o carismticos, como dice

    Michels), en la funcin directiva, por organismos colectivos (los

    par-tidos). En la extensin de los partidos de masa y su adhesin

    or-gnica a la vida ms ntima (econmico-productiva) de la masa

    misma, el proceso de estandarizacin de los sentimientos popu-

    lares, de mecnico y casual (o sea, producido por la existencia

    en el am-biente de condiciones y de presiones similares), se tor-

    na consciente y crtico. El conocimiento y el juicio de importan-

    cia de tales senti-mientos no se produce ya de parte de los jefes

    por intuicin apuntalada por la identificacin de leyes estadsti-

    cas, o sea, por va racional o intelectual, tan a menudo falaz -que

    el jefe traduce en ideas-fuerzas, en palabras fuerzas-, sino que se

    realiza de parte del organismo colectivo por coparticipacin

    activa y consciente, por copasionalidad, por experiencia de

    las particularidades inmediatas, por un sistema que se podra

    calificar de filologa viviente. As se crea un lazo estrecho en-

    tre gran masa, partido, grupo diri-gente, y todo el conjunto, bien

    articulado, puede moverse como un hombre colectivo.

    Nota 1. Las llamadas leyes sociolgicas, que son considera-

    das como causa -el hecho ocurre por tal ley, etctera-, carecen de

    toda significacin causal; son casi siempre tautologas y paralo-

    gismos. A menudo, son slo un duplicado del mismo hecho ob-

    servado. Se describe el hecho o una serie de hechos, con un

    proceso mecnico de generalizacin abstracta, se deriva una re-

    lacin de semejanza, y a ello se le llama ley y se le atribuye la

    funcin de causa. Pero en realidad, qu se ha hallado de nue-

    vo? De nuevo slo hay el nombre dado a una serie de pequeos

    hechos, pero los nombres no son una novedad.

    Las partes constitutivasde la filosofa de la praxis

    Un traba-jo sistemtico sobre la filosofa de la praxis no pue-

    de descuidar ninguna de las partes de la doctrina de su fundador.

    Pero, en qu sentido debe ello ser entendido? Dicho trabajo

    debe tratar de toda la parte filosfica general; debe desarrollar

    coherentemente, por lo tanto, todos los conceptos generales de

    una metodologa de la historia y de la poltica; y, adems, del

    arte, de la economa, de la tica, y en el nexo general debe hallar

    el lugar para una teora de las ciencias naturales. Una concep-

    cin muy difundida es que la filosofa de la praxis es una pura

    filosofa, la ciencia de la dialctica, y que las otras partes son la

    economa y la poltica, por lo que se dice que la doctrina est

    formada por tres partes consti-tutivas, que son al mismo tiempo

    la coronacin y la superacin del grado ms elevado que, hacia

    1848, haba alcanzado la ciencia de las naciones ms adelanta-

    das de Europa: la Filosofa clsica ale-mana, la Economa clsi-

    ca inglesa y la actividad y ciencia poltica francesa. Esta concep-

    cin, que es preferentemente una investiga-cin genrica de las

    fuentes y no una clasificacin que nazca de lo ntimo de la doc-

    trina, no puede contraponerse, como esquema definitivo, a toda

    otra organizacin de la doctrina que se halle ms cerca de la

    realidad. Se preguntar si la filosofa de la praxis no es especfi-

    came una teora de la historia, a lo que se con-testar que s, pero

    que por lo mismo no pueden separarse de la historia, la poltica

    y la economa, ni tampoco en sus fases especializadas de ciencia

    y arte de la poltica, y de la ciencia y pol-tica econmica. O sea:

    luego de haber realizado, en la parte filosfica general -que es

    propia y verdaderamente la filosofa de la praxis, la ciencia de la

    dialctica o gnoseologa, en la cual los conceptos generales de

    historia, de poltica, de economa, se anudan en unidad orgni-

    ca-, el objetivo principal, es til, en un ensayo popular, dar las

    nociones generales de cada momento o parte- constitutiva, tam-

    bin en cuanto ciencia independiente y distinta. Si se observa

    bien se ve que en el Ensayo popular todos estos puntos son por

    lo menos mencionados, pero en forma casual, no coherentemen-

    te, de modo catico e indistinto, porque falta un con-cepto claro

    y preciso respecto de lo que es la filosofa de la praxis.

    Estructura ymovimiento histrico

    No est tratado este punto fundamental: cmo nace el movi-

    miento histrico sobre la base de la estructura. No obstante, el

    problema se halla, por lo menos, planteado en los Problemas

    fundamentales de Plejnov, y se lo poda desenvolver. Este es,

    en definitiva, el punto crucial de todos los problemas en torno

    de la filosofa de la praxis, y sin haberlo resuelto no se puede

    resolver el otro, el de las relaciones entre la sociedad y la natu-

    raleza, al cual se dedica un captulo especial en el Ensayo.

    Los intelectualesDebera recopilarse un registro ponderado de los hombres

    de ciencia cuyas opiniones son citadas o combati-das con algu-

    na difusin, acompaando cada nombre con anotacio-nes sobre

    su significado y su importancia cientfica (y ello tambin para

    los sostenedores de la filosofa de la praxis, que son citados, no

    ciertamente en la medida de su originalidad y significado). En

    realidad las menciones de los grandes intelectuales son

    fugacsi-mas. Plantase el problema de si no era preciso, en cam-

    bio, referirse slo a los grandes intelectuales adversarios y dejar

    de lado a los secundarios, a los masticadores de frases hechas.

    Surge la impresin de que se querra combatir slo contra los

    ms dbiles, y muy especialmente contra las posiciones ms d-

    biles (o ms in-adecuadamente sostenidas por los ms dbiles)

    para obtener fci-les victorias verbales (puesto que no se pue-

    de hablar de victorias reales). Aqu hay la ilusin de que existe

    cierta semejanza (ade-ms de la formal y metafrica) entre un

    frente ideolgico y un frente poltico-militar. En la lucha pol-

    tica y militar puede con-venir la tctica de irrumpir en el punto

    de menor resistencia, para hallarse as en condiciones de em-

    bestir el punto ms fuerte con el mximo de fuerzas que han

    quedado disponibles por haber elimi-nado a los auxiliares ms

    dbiles, etctera. Las victorias polticas y militares, dentro de

    ciertos lmites, tienen un valor permanente y universal, y el fin

    estratgico puede ser alcanzado de modo decisivo con efectos

    generales para todos. En el frente ideolgico, en cam-bio, la

    derrota de los auxiliares y de los partidarios menores tiene una

    importancia casi insignificante; en l es preciso batir a los ms

    eminentes. De otro modo, se confunde el peridico con el libro,

    la pequea polmica cotidiana con el trabajo cientfico: los me-

    nores deben ser abandonados a la infinita casustica de la pol-

    mica de peridico.

    Una ciencia obtiene la prueba de su eficiencia y vitalidad

    cuando demuestra que sabe enfrentar a los grandes campeones

    de las tendencias opuestas, cuando resuelve con sus propios

    medios los problemas vitales que stos han planteado, o demues-

    tra perentoria-mente que tales problemas son falsos.

    Es verdad que una poca histrica y una determinada socie-

    dad son representadas, ms bien, por la media de los intelectua-

    les y, de ah, por los mediocres; pero la ideologa difusa, de masa,

    debe ser distinguida de las obras cientficas, de las grandes sn-

    tesis fi-losficas, que son, en definitiva, las verdaderas piedras

    angulares y que deben ser netamente superadas negativamente,

    demostran-do su carencia de fundamento, o positivamente, con-

    traponiendo sntesis filosficas de mayor importancia o signifi-

    cado. Leyendo el Ensayo se tiene la impresin de hallarse ante

    alguien que no puede dormirse porque le molesta la claridad de

    la luna y que se es-fuerza por matar la mayor cantidad posible de

    lucirnagas, con-vencido de que la claridad disminuir o des-

    aparecer.

    Antonio Gramsci -segundo desde la izquierda, en laprimera fila de parados- en el patio de la prisin, 1926.

  • 5La guerra deposiciones

    propuesta

    NUES

    TRA

    ediciones

    La DialcticaEl Ensayo carece de todo estudio de la dialctica. La dialc-

    tica es presupuesta muy superficialmente, no expuesta, cosa

    absurda en un manual, que debera contener los elementos esen-

    ciales de la doctrina examinada y cuyas referencias bibliogrfi-

    cas tendran que estar dirigidas a estimular el estudio para en-

    sanchar y profun-dizar en el tema y no sustituir el manual mis-

    mo. La ausencia del estudio de la dialctica puede tener dos

    orgenes; el primero puede provenir del hecho de que se supone

    que la filosofa de la praxis se halla dividida en dos elementos:

    una teora de la historia y de la poltica entendida como sociolo-

    ga, que debe ser construida segn los mtodos de las ciencias

    naturales (experimentales, en el sentido estrechamente positi-

    vista), y una filosofa propiamente dicha, que sera el materialis-

    mo filosfico, o metafsico o mecnico (vulgar).

    Aun despus de la gran discusin contra el mecanicismo, el

    autor del Ensayo no parece haber modificado mucho su concep-

    cin del problema filosfico.

    Contina sostenien-do que la filosofa de la praxis se halla

    siempre dividida en dos: la doctrina de la historia y de la polti-

    ca, y la filosofa, la cual, di-ce, es el materialismo dialctico, no

    el viejo materialismo filosfico. Planteado as el problema, no

    se comprende ya la importancia y el significado de la dialctica,

    que, de doctrina del conocimiento y sustancia medular de la his-

    toriografa, es degradada a una subes-pecie de la lgica formal,

    a una escolstica elemental. La funcin y el significado de la

    dialctica pueden ser concebidos en toda su fundamentalidad,

    slo si la filosofa de la praxis es concebida co-mo una filosofa

    integral y original que inicia una nueva fase en la historia y en el

    desarrollo mundial del conocimiento, en cuanto supera (y en

    cuanto superando incluye en s los elementos vitales) el idealis-

    mo y el materialismo tradicionales, expresiones de la vie-ja so-

    ciedad. Si la filosofa de la praxis slo es pensada como

    sub-ordinada a otra filosofa, no se puede concebir la nueva dia-

    lctica, en la cual, justamente, dicha superacin se efecta y se

    expresa.

    El segundo origen parece ser de carcter sicolgico. Se sien-

    te que la dialctica es cosa muy ardua y difcil, en cuanto el

    pensa-miento dialctico va contra el vulgar sentido comn, que

    es dog-mtico y vido de certidumbres perentorias, y que tiene

    como ex-presin a la lgica formal.

    Este motivo me parece ser un freno sicolgico para el autor

    del Ensayo; en verdad capitula entre el sentido comn y el

    pensa-miento vulgar, porque no se ha planteado el problema en

    los tr-minos tericos exactos. Por ello est prcticamente des-

    armado e impotente. El ambiente ineducado y rstico ha domi-

    nado al edu-cador, el vulgar sentido comn se ha impuesto a la

    ciencia, y no a la inversa. Si el ambiente es el educador, ste

    debe ser educado a su vez; pero el autor del Ensayo no entiende

    esta dialctica revo-lucionaria. La raz de todos los errores del

    Ensayo y de su autor consiste justamente en esta pretensin de

    dividir la filosofa de la praxis en dos partes: una sociologa y

    una filosofa sistemtica. Apartada de la teora de la historia y de

    la poltica, la filosofa slo puede ser metafsica; en tanto que la

    gran con-quista de la historia del pensamiento moderno, repre-

    sentada por la filosofa de la praxis, es justamente la historiza-

    cin concreta de la filosofa y su identificacin con la historia.

    Sobre la MetafsicaPuede recabarse del Ensayo popular una crtica de la

    metaf-sica y de la filosofa especulativa? Hay que decir que el

    autor rehuye el concepto mismo de metafsica, en cuanto se le

    escapan los conceptos de movimiento histrico, de devenir y,

    por consi-guiente, de la dialctica misma. Pensar una afirma-

    cin filosfica como verdadera en un determinado perodo his-

    trico esto es, como expresin necesaria e inseparable de una

    determinada accin his-trica, de una determinada praxis, pero

    superada y verificada en un perodo sucesivo, sin caer por ello

    en el escepticismo y el relativismo moral e ideolgico o sea:

    concebir la filosofa como historicidad, es una operacin mental

    un poco ardua y difcil. El autor, en cambio, cae en pleno dog-

    matismo y por ello en una for-ma, si bien ingenua, de metafsi-

    ca. Ello es claro desde el comienzo, por la ubicacin del proble-

    ma, por la voluntad de construir una sociologa sistemtica de

    la filosofa de la praxis; sociologa, en este caso, significa justa-

    mente metafsica ingenua. El autor no consigue elaborar el con-

    cepto de la filosofa de la praxis como metodologa histrica y

    sta como filosofa, la nica filosofa concreta.

    En cambio de una metodologa histrica, de una filosofa,

    construye una casustica de problemas particulares concebidos

    y resueltos dogmticamente, cuando no de modo puramente ver-

    bal, con paralogismos tan ingenuos como presuntuosos. Esta

    casustica, sin embargo, podra ser til e in-teresante si se pre-

    sentase como tal, sin otra pretensin que dar es-quemas aproxi-

    mativos de carcter emprico, tiles para la prctica inmediata.

    Por otra parte, se comprende que as deba ser, porque en el En-

    sayo popular la filosofa de la praxis no es autnoma y original,

    sino la sociologa del materialismo metafsico. Metaf-sica sig-

    nifica para l slo una determinada formulacin filosfica, la

    especulativa del idealismo, y no ya toda formulacin sistemtica

    que se considere verdad extrahistrica, como un universal

    abstrac-to fuera del tiempo y del espacio. -

    -La filosofa del Ensayo popular (implcita en l) puede ser

    llamada un aristotelismo positivista, una adaptacin de la lgica

    formal a los mtodos de las ciencias fsicas y naturales. La ley

    de causalidad, la bsqueda de la regularidad, normalidad,

    uniformi-dad, sustituyen a la dialctica histrica. Pero cmo

    de este modo de concebir puede deducirse la superacin, la sub-

    versin de la praxis? El efecto, mecnicamente, no puede ja-

    ms superar la cau-sa o el sistema de causas; de all que no pue-

    da tener otro desarro-llo que el chato y vulgar evolucionismo.

    Si el idealismo especulativo es la ciencia de las categoras

    y la sntesis a priori del espritu, es decir, una forma de abstrac-

    cin antihistrica, la filosofa implcita en el Ensayo popular es

    un idealismo al revs, en el sentido de que los conceptos y

    clasifica-ciones empricos sustituyen a las categoras especulati-

    vas, siendo tan abstractos y antihistricos como estas ltimas.

    Uno de los rasgos ms visibles de la vieja metafsica en el

    Ensayo popular es el intento de reducir todo a una causa, la

    causa ltima, la causa final. Se puede reconstruir la historia del

    problema de la causa nica y ltima, y demostrar que ella es una

    de las manifestaciones de la bsqueda de Dios. Contra este

    dogmatis-mo, recordar nuevamente las dos cartas de Engels pu-

    blicadas en el Sozial Akademilker.

    El concepto de cienciaEl planteo del problema como de una bsqueda de leyes,

    lneas constantes, regulares, uniformes, est vinculado a una exi-

    gencia, concebida de un modo un poco pueril e ingenua de re-

    solver pe-rentoriamente el problema prctico de la previsibili-

    dad de los he-chos histricos. Puesto que parece, por una ex-

    traa inversin de las perspectivas, que las ciencias naturales

    proporcionan la ca-pacidad de prever la evolucin de los proce-

    sos naturales, la meto-dologa histrica ha sido cientficamente

    concebida slo si y en cuanto habilita abstractamente para pre-

    ver el porvenir de la sociedad. De donde resulta la bsqueda de

    las causas esenciales o, mejor, de la causa primera, de la cau-

    sa de las causas. Pero las Tesis sobre Feuerbach ya haban cri-

    ticado anticipadamente esta concepcin simplista. En realidad,

    se puede prever cientfica-mente la lucha, pero no sus mo-

    mentos concretos, los cuales slo pueden ser el resultado de fuer-

    zas contrastantes, en continuo mo-vimiento, jams reductibles a

    cantidades fijas, puesto que en ellas la cantidad deviene calidad.

    Realmente se prev en la medida en que se obra, en que se

    aplica un esfuerzo voluntario y, por tanto, se contribuye concre-

    tamente a crear el resultado previsto. La previsin se revela,

    por consiguiente, no como un acto cientfico de conocimiento

    sino como la expresin abstracta del esfuerzo que se hace, el

    modo prctico de crear una voluntad colectiva.

    Cmo podra la previsin ser un acto de conocimiento? Se

    conoce lo que ha sido o lo que es, no lo que ser, que es un no

    existente y, por tanto, incognoscible por definicin. La

    previ-sin es, por ello, slo un acto prctico, que no puede, en

    cuanto no sea una futileza, una prdida de tiempo, tener otra

    explicacin que la expuesta ms arriba. Es necesario ubicar exac-

    tamente el problema de la previsibilidad de los acontecimientos

    histricos para estar en condiciones de criticar en forma exhaus-

    tiva la concep-cin del causalismo mecnico, para vaciarla de

    todo prestigio cien-tfico y reducirla a un puro mito, que quizs

    hubiese sido til en el pasado, en el perodo primitivo de desa-

    rrollo de ciertos grupos sociales subalternos.

    Pero el concepto de ciencia, como resulta del Ensayo po-

    pular, es el que hay que destruir crticamente; ste se halla total-

    mente prisionero de las ciencias naturales, como si stas fuesen

    las nicas ciencias o la ciencia por excelencia, segn el concep-

    to del positivis-mo. Pero en el Ensayo popular el trmino cien-

    cia es empleado con -muchos significados, algunos explcitos y

    otros sobreentendidos o apenas indicados. El sentido explcito

    es el que tiene ciencia en las investigaciones fsicas. Otras

    veces, en cambio, parece indicar el mtodo. Pero existe un

    mtodo en general? y si existe, qu otra cosa significa, sino la

    filosofa? Podra significar otras veces solamente la lgica for-

    mal. Pero se puede llamar a sta un mtodo y una ciencia? Es

    preciso fijar que cada investigacin tiene mtodo determinado y

    construye su ciencia determinada, y que el mtodo se ha desa-

    rrollado y elaborado junto con el desarrollo y la elaboracin de

    dicha investigacin y ciencia determinadas, for-mando un todo

    nico con ella. Creer que se puede hacer progre-sar una investi-

    gacin cientfica aplicando un mtodo tipo, elegido porque ha

    dado buenos resultados en otra investigacin con la que se halla

    consustanciada, es un extrao error que nada tiene que ver con la

    ciencia. Existen, sin embargo, criterios generales que, puede de-

    cirse, constituyen la conciencia crtica de cada hombre de cien-

    cia, cualquiera sea su especializacin, y que deben ser siem-pre

    vigilados espontneamente en su trabajo. As, se puede decir que

    no es hombre de ciencia aquel que demuestra poseer escasa se-

    guridad en sus criterios particulares, quien no tiene un pleno

    cono-cimiento de los conceptos que maneja, quien tiene escasa

    informa-cin e inteligencia del estado precedente de los proble-

    mas tratados, quien no es cauto en sus afirmaciones, quien no

    progresa de ma-nera necesaria, sino arbitraria y sin concatena-

    cin; quien no sabe tener en cuenta las lagunas existentes en los

    conocimientos alcan-zados y las soslaya, contentndose con so-

    luciones o nexos pura-mente verbales, en vez de declarar que se

    trata de posiciones provisionales que podrn ser retornadas y

    desarrolladas, etctera.

    No es muy cientfico, o ms simplemente, muy serio, ele-

    gir a los adversarios entre los ms mediocres y estpidos; y tam-

    poco, elegir de entre las opiniones de los adversarios las menos

    esenciales y las ms ocasionales, y presumir as de haber des-

    truido a todo el adversario porque se ha destruido una de sus

    opiniones secundarias e incidentales; o de haber destruido una

    ideologa o una doctrina porque se ha de-mostrado la insuficien-

    cia terica de sus defensores de tercero o cuarto orden. Sin em-

    bargo, es preciso ser justos con los adver-sarios, en el sentido

    de que es necesario esforzarse por compren-der lo que stos han

    querido decir realmente, y no detenerse ma-liciosamente en los

    significados superficiales e inmediatos de sus expresiones. Ello

    siempre que el fin sea elevar el tono y el nivel intelectual de los

    propios discpulos, y no el de hacer el vaco en torno de s con

    cualquier medio y de cualquier manera.

    Es de observarse que muchas deficiencias del Ensayo popu-

    lar estn vinculadas a la oratoria. En el Prefacio, el autor re-

    cuerda casi a ttulo de honor, el origen hablado de su obra.

    Pero, como lo ha observado Macaulay a propsito de las discu-

    siones orales entre los griegos, a las demostraciones orales y a

    la mentalidad de los oradores se vinculan precisamente las su-

    perficialidades lgicas y de argumentacin ms sorprendentes.

    Por lo dems, esto no disminuye la responsabilidad de los auto-

    res que no revisen, antes de imprimirlos, los trabajos de origen

    oratorio, a menudo improvisados, cuando la asociacin mecni-

    ca y casual de las ideas sustituye al vigor lgico. Lo peor ocurre

    cuando en esta prctica oratoria se solidifica la mentalidad faci-

    lista y los frenos crticos no funcionan ms.

    La llamada realidad delmundo externo

    Toda la polmica contra la concepcin subjetivista de la rea-

    lidad, con el terrible problema de la realidad del mundo ex-

    terno, est mal encarada, peor conducida y, en gran parte, es

    ftil y ociosa. Desde el punto de vista de un ensayo popular,

    dicha tarea res-ponde ms a un prurito de pedantera intelectual

    que a una necesi-dad lgica. El pblico popular no cree siquiera

    que pueda plantearse tal problema, el problema de si el mundo

    existe objetivamente. Basta enunciar as el problema, para or un

    irrefrenable y gargan-tuesco estallido de hilaridad. El pblico

    cree que el mundo ex-terno es objetivamente real. Pero aqu

    nace el problema. Cul es el origen de esta creencia? Qu

    valor crtico tiene objetiva-mente? Realmente, esta creencia

    tiene origen religioso, aunque de ella participen los indiferentes

    desde el punto de vista religioso. Puesto que todas las religiones

    han enseado y ensean que el mun-do, la naturaleza, el univer-

    so, han sido creados por Dios antes de la creacin del hombre y

    que por ello el hombre encontr el mundo ya listo, catalogado y

    definido de una vez para siempre, esta creen-cia se ha converti-

    do en un dato frreo del sentido comn, y vive con la misma

    solidez incluso cuando el sentimiento religioso est apagado y

    adormecido. He aqu, entonces, que fundarse en esta experiencia

    del sentido comn para destruir con la comicidad la concep-

    cin subjetivista, tiene un sentido ms bien reaccionario, de

    retorno implcito al sentimiento religioso. Realmente, los

    escri-tores y oradores catlicos recurren al mismo medio para

    obtener el mismo efecto de ridculo corrosivo. En la memoria

    presentada al Congreso de Londres, el autor del Ensayo popular

    responde im-plcitamente a este reproche (que es de carcter ex-

  • 6terno, si bien tiene su importancia) haciendo notar que Berkeley,

    al que se debe la primera enunciacin completa de la concep-

    cin subjetivista, era un arzobispo (de lo que parece deducir el

    origen religioso de la teora), y diciendo luego que slo un

    Adn, que se halla por pri-mera vez en el mundo, puede pen-

    sar que el mismo existe porque lo piensa (y tambin aqu se

    insina el origen religioso de la teora, pero sin ningn vigor de

    conviccin) .

    El problema, en cambio, parece ser el siguiente: Cmo pue-

    de explicarse que tal concepcin, que no es ciertamente una

    futileza, incluso para un filsofo de la praxis, hoy, expuesta al

    pblico, pueda provocar solamente la risa y la mofa? Me parece

    el caso ms tpico de la distancia que se ha venido establecien-

    do entre ciencia y vida, entre ciertos grupos de intelectuales

    que, sin embargo, se hallan en la direccin central de la alta

    cultura, y las grandes masas populares; y de la manera cmo el

    lenguaje de la filosofa ha ido convirtindose en una jerga que

    obtiene el mismo efecto que el de Arlequn. Pero si el sentido

    comn se divierte, el filsofo de la praxis debe igualmente

    buscar una explicacin del significado real que tiene la con-

    cepcin y del porqu, de su nacimiento y su difusin entre los

    intelectuales, y tambin de por qu hace rer al sentido comn.

    Es cierto que la concepcin subjetivista es propia de la filoso-

    fa moderna en su forma ms completa y avanzada, como que

    de ella y como superacin de ella ha nacido el materialismo

    histrico, el cual, en la teora de las superestructuras coloca en

    lenguaje realista e historicista lo que la filosofa tradi-cional

    expresaba en forma especulativa. La demostracin de este he-

    cho, que aqu se halla apenas esbozada, tendra el ms grande

    significado cultural, porque pondra fin a una serie de discu-

    siones tan intiles como ociosas y permitira el desarrollo or-

    gnico de la filosofa de la praxis, hasta transformarla en el

    exponente hegem-nico de la alta cultura. Asombra que no se

    haya afirmado y desarrollado jams convenientemente el nexo

    entre la afirmacin idea-lista de que la realidad del mundo es

    una creacin del espritu humano y la afirmacin de la histori-

    cidad y la caducidad de todas las ideologas por parte de la

    filosofa de la praxis, porque las ideologas son expresin de la

    estructura y se modifican al modificarse sta. --El problema

    est estrechamente vinculado -y ello se com-prende- al proble-

    ma del valor de las ciencias llamadas exactas o fsicas y a la

    posicin que han venido ocupando en el cuadro de la filosofa

    de la praxis: de un casi fetichismo, y aun, de la nica y verda-

    dera filosofa o conocimiento del mundo.

    Pero, qu deber entenderse por concepcin subjetivista

    de la realidad? Ser propia de cualquiera de las tantas teoras

    subjeti-vistas lucubradas por toda una serie de filsofos y pro-

    fesores, hasta las solipsistas? Es evidente que la filosofa de la

    praxis, en este caso, slo puede ser colocada en relacin con el

    hegelianismo, que representa la forma ms completa y genial

    de esta concepcin, y -que de todas las sucesivas teoras debe-

    rn tomarse en consideracin slo algunos aspectos parciales y

    los valores instrumentales. Y ser necesario investigar las for-

    mas caprichosas que la concepcin ha asumido, tanto entre los

    partidarios como entre los crticos ms o menos inteligentes.

    El reproche que debe hacerse al Ensayo popular es el haber

    presentado la concepcin subjetivista como aparece en la crti-

    ca del sentido comn y de haber acogido la concepcin de la

    realidad objetiva del mundo externo en su forma ms trivial y

    acrtica, sin siquiera sospechar que sta puede recibir la obje-

    cin de ser misticismo, como realmente ocurri.

    Pero analizando esta concepcin no resulta fcil luego justi-

    ficar un punto de vista de objetividad externa entendida tan me-

    cnicamente. Es posible que exista una objetividad extrahist-

    rica y extrahumana? Pero, quin juzgar de tal objetividad?

    Quin podr colocarse en esa suerte de punto de vista que es el

    cosmos en si? Qu significar tal punto de vista? Puede muy

    bien sostenerse que se trata de un residuo del concepto de Dios,

    y, ms justamente, en su concepcin mstica de un Dios ignoto.

    La formulacin de Engels de que la unidad del mundo consiste

    en su materialidad demostrada por el largo y laborioso desarro-

    llo de la filosofa y de las ciencias naturales contiene realmente

    el germen de la concepcin justa, porque se recurre a la historia y

    al hombre para demostrar la realidad objetiva. objetivo quiere de-

    cir siempre humanamente objetivo, lo que puede corresponder

    en forma exac-ta a histricamente subjetivo. O sea: que objeti-

    vo significara universalmente subjetivo. El hombre conoce ob-

    jetivamente en cuanto el conocimiento es real para todo el gnero

    humano hist-ricamente unificado en un sistema cultural unita-

    rio; pero este pro-ceso de unificacin unitaria adviene con la des-

    aparicin de las contradicciones internas que laceran a la sociedad

    humana, contradicciones que son la condicin de la formacin de

    los grupos y del nacimiento de las ideologas no universal-concre-

    tas y tornadas inmediatamente caducas debido al origen prctico

    de su sustancia. Existe, por consiguiente, una lucha por la objeti-

    vidad (por liberarse de las ideologas parciales y falaces), y esta

    lucha es la misma lucha por la unificacin del gnero humano.

    Por consiguiente, lo que los idealistas llaman espritu no es un

    punto de partida, sino de llegada, el conjunto de las superestruc-

    turas en devenir hacia la unificacin concreta y objetivamente

    universal, y no ya un presu-puesto unitario, etctera.

    La ciencia experimental ha ofrecido hasta ahora el terreno en

    el cual tal unidad cultural alcanz el mximo de extensin; ha

    sido el elemento de conocimiento que ms contribuy a unificar

    el esp-ritu, a tornarlo ms universal; es la subjetividad ms

    objetivizada y concretamente universalizada.

    El concepto de objetivo del materialismo metafsico pare-

    ce que quiere significar una objetividad que existe fuera del hom-

    bre; pero cuando se afirma que una realidad existira aun si no

    exis-tiese el hombre, se hace una metfora o se cae en una forma

    de misticismo. Conocemos la realidad slo en relacin con el

    hombre, y como el hombre es devenir histrico, tambin el co-

    nocimiento y la realidad son un devenir, tambin la objetividad

    es un devenir, etctera.

    La expresin de Engels, de que la materialidad del mundo

    est demostrada por el largo y laborioso desarrollo de la filoso-

    fa y de las ciencias naturales, debera ser analizada y precisa-

    da. Entin-dese por ciencia la actividad terica o la actividad

    prctico-experimental de los hombres de ciencia? O la sntesis

    de ambas activi-dades? Se podra decir que con ello se tendra el

    proceso unitario tpico de la realidad; en la actividad experi-

    mental del hombre de ciencia, que es el primer modelo de me-

    diacin dialctica entre el hombre y la naturaleza, la clula his-

    trica elemental por la cual, el hombre, ponindose en relacin

    con la naturaleza a travs de la tecnologa, la conoce y la domi-

    na. Es indudable que la afirmacin del mtodo experimental se-

    para dos mundos de la historia, dos pocas, e inicia el proceso

    de disolucin de la teologa y de la meta-fsica, y el desarrollo

    del pensamiento moderno, cuya coronacin se halla en la filoso-

    fa de la praxis. La experiencia cientfica es la primera clula del

    nuevo mtodo de produccin, de la nueva forma de unin activa

    entre el hombre y la naturaleza. El hombre de ciencia-experi-

    mentador es tambin un obrero, no un puro pensa-dor, y su pen-

    sar est continuamente fiscalizado por la prctica y viceversa,

    hasta que se forma la unidad perfecta de teora y prctica.

    Para entender exactamente los significados que puede tener

    el problema de la realidad del mundo externo, puede ser oportu-

    no desarrollar el ejemplo de las nociones de Oriente y Occi-

    dente, que no dejan de ser objetivamente reales, aun cuando,

    analizadas, demuestran ser solamente una construccin con-

    vencional, esto es, histrco-cultural (a menudo los trminos

    artificial y conven-cional indican hechos histricos, pro-

    ductos del desarrollo de la civilizacin y no construcciones ra-

    cionalmente arbitrarias o individualmente artificiosas).

    Se puede objetar que sin pensar la existencia del hombre no

    se puede pensar en pensar, no se puede pensar, en general, en

    ningn hecho o relacin que existe slo en cuanto existe el hom-

    bre. Qu significara norte-sur, este-oeste, sin el hombre? Estas

    son relaciones reales y, sin embargo, no existen sin el hombre y

    sin el desarrollo de la civilizacin. Es evidente que este y oeste

    son construcciones arbitrarias, convencionales, o sea, histri-

    cas, puesto que fuera de la historia real cada punto de la tierra es

    este y oeste al mismo tiempo. Esto se puede ver claramente en el

    hecho de que dichos trminos se han cristalizado, no desde el

    punto de vista de un hiptetico y melanclico hombre en gene-

    ral, sino desde el punto de vista de las clases cultas europeas, las

    cuales, a travs de su hegemona mundial, los han hecho aceptar

    por doquier. Sin embargo, estas referencias son reales, corres-

    ponden a hechos reales, permiten viajar por tierra y por mar y

    arribar justamente all donde se ha decidido arribar, prever el

    futuro, objetivar la realidad, comprender la objetividad del mundo

    externo. Racional y real se identifican.

    Parece que sin haber comprendido esta relacin no se puede

    comprender la filosofa de la praxis, su posicin frente al idea-

    lismo y al materialismo mecnico, la importancia y el significa-

    do de la doctrina de las superestructuras. No es exacto que en la

    filosofa de la praxis la idea hegeliana haya sido sustituida por

    el con-cepto de estructura, como lo afirma Croce. La idea

    hegeliana se halla resuelta tanto en la estructura como en las

    superestructu-ras, y todo el modo de comprender la filosofa ha

    sido historizada, esto es, ha comenzado a nacer un nuevo modo

    de filosofar, ms concreto e histrico que el precedente.

    Nota. Es de estudiarse la posicin del profesor Lukacz, ha-

    cia la filosofa de la praxis. Parece que Lukacz afirma que se

    puede hablar de dialctica slo para la historia de los hombres y

    no para la natura-leza. Puede estar equivocado y puede tener

    razn. Si su afirmacin presupone un dualismo entre la natura-

    leza y el hombre, est equivo-cado, porque cae en la concepcin

    de la naturaleza propia de la religin y de la filosofa grecocris-

    tiana; y tambin propia del idealis-mo, el cual, realmente, slo

    consigue unificar y poner en relacin al hombre y la naturaleza,

    en forma verbal. Pero si la historia humana debe concebirse tam-

    bin como historia de la naturaleza (tambin a travs de la histo-

    ria de la ciencia), cmo puede la dilectica ser separada de la

    naturaleza? Quiz por reaccin ante las teoras barrocas del En-

    sayo popular, Lukacz ha cado en el error opuesto, en una for-

    ma de idealismo.

    Juicio sobre lasfilosofas pasadas

    La superficial crtica del subjetivismo que se halla en el En-

    sayo popular forma parte de un problema ms general, que es

    el de la actitud hacia las filosofas y los filsofos del pasado.

    Juzgar todo pasado filosfico como un delirio y una locura no

    slo es un error antihistrico, porque contiene la pretensin ana-

    crnica de que en el pasado se deba pensar como hoy, sino que

    adems es un autntico residuo de metafsica, puesto que supo-

    ne un pensamiento dog-mtico vlido para todos los tiempos y

    todos los pases, a travs del cual se juzga todo el pasado. El

    antihistoricismo metdico no es sino metafsica. El hecho de

    que los sistemas filosficos hayan sido superados no excluye

    que fueran vlidos histricamente y hayan cumplido una fun-

    cin necesaria; su caducidad debe considerarse desde el punto

    de vista del desenvolvimiento histrico entero y de la dialctica

    real; el que fueran dignos de caer no es un juicio moral o de

    higiene del pensamiento emitido desde un punto de vista obje-

    tivo, sino un juicio dialctico-histrico. Se puede confrontar

    la presentacin hecha por Engels de la proposicin hegeliana

    de que todo lo que es racional es real y lo real es racional,

    proposicin que ser vlida tambin para el pasado.

    En el Ensayo se juzga el pasado como irracional y

    monstruo-so y la historia de la filosofa se convierte en un tra-

    tado histrico de teratologa, porque se parte de un punto de vista

    metafsico (En cambio, en el Manifiesto se halla contenido el

    ms alto elogio del mundo que va a morir). Si este modo de juz-

    gar el pasado es un error terico, una desviacin de la filosofa de

    la praxis, podr tener algn significado educativo, ser inspira-

    dor de energas? No lo parece, porque el problema se reducira a

    presumir de ser algo solamente porque se ha nacido en el presen-

    te y no en uno de los siglos pasados. Pero en cada poca ha habi-

    do un pasado y una contemporanidad, y ser contemporneo es

    un ttulo bueno solamente para las bromas.

    La inmanencia y lafilosofa de la praxis

    En el Ensayo se hace notar que en la filosofa de la praxis se

    usan los trminos inmanencia e inmanente, pero que

    evidentemen-te este uso es slo metafrico. Muy bien. Pero,

    se ha explicado as qu significan inmanencia e inmanente me-

    tafricamente? Por qu esos trminos continan siendo usa-

    dos y no han sido sustituidos? Slo por horror de crear nuevos

    vocablos? A menudo, cuan-do una nueva concepcin del mun-

    do sucede a una precedente, el lenguaje precedente contina

    siendo usado, pero en forma meta-frica. Todo el lenguaje es

    un continuo proceso de metforas, y la historia de la semntica

    es un aspecto de la historia de la cultura, el lenguaje es al mis-

    mo tiempo una cosa viviente y un museo de fsiles de la vida y

    de la civilizacin. Cuando adopto la palabra desastre, nadie pue-

    de acusarme de tener creencias astrolgicas; cuando digo por

    Baco, nadie puede creer que soy un adorador de las divinida-

    des paganas. Sin embargo, dichas expresiones son una prueba

    de que la civilizacin moderna es tambin un desarrollo del

    paganismo y de la astrologa. El trmino inmanencia tiene en

    la filosofa de la praxis un preciso significado que se esconde

    debajo de la metfora, y esto es lo que haba que definir y pre-

    cisar. En realidad, esta definicin habra sido verdadera teo-

    ra. La filosofa de la praxis contina a la filosofa de la inma-

    nencia, pero la depura de todo su aparato metafsico y la gua

    sobre el terreno concreto de la historia. El uso es metafrico

    slo en el sentido de que la vieja inmanencia es superada; ha

    sido superada y, sin embargo, es siem-pre supuesta como esla-

    bn del proceso del pensamiento del cual nace lo nuevo. Por

    otra parte, el nuevo concepto de inmanencia es completamen-

    te nuevo?

    El problema de las relaciones entre el lenguaje y las metfo-

    ras no es simple, muy por el contrario. El lenguaje, entretanto,

    es siempre metafrico. Si quiz no se puede decir exactamente

    que todo discurso es metafrico en relacin con el objeto mate-

    rial y sen-sible indicados (o con el concepto abstracto) para no

    ensanchar excesivamente el concepto de metfora, se puede decir

    que el lenguaje actual es metforico respecto de los significa-

    dos y del contenido ideolgico que las palabras han tenido en

    los precedentes perodos de civilizacin. Un tratado de semn-

    tica -el de Michel Breals, por ejemplo- puede dar un catlogo

    histrico y crticamente reconstruido de las mutaciones semn-

    ticas de determinados grupos de palabras. Por no tener en cuen-

    ta este hecho, o sea, por no tener un concepto crtico e histori-

  • 7La guerra deposiciones

    propuesta

    NUES

    TRA

    ediciones

    cista del fenmeno lingstico, derivan muchos errores, tanto en

    el campo de la ciencia como en el campo prctico:

    1) un error de carcter esttico que hoy va corrigindose cada

    vez ms, pero que en el pasado era una doctrina dominante, es la

    de considerar bellas en s ciertas expresiones, a diferencia de

    otras, en cuanto son metforas cristalizadas; los retricos y los

    gramticos se derriten por ciertas palabrejas en las que descu-

    bren quin sabe qu virtudes y esencialidades artsticas abstrac-

    tas. Se confunde la alegra libresca del fillogo enamora-do

    del resultado de algunos de sus anlisis etimolgicos y semnti-

    cos con el goce propiamente artstico.

    2) Un error prctico que tiene muchos adeptos es la utopa de

    las lenguas fijas y universales.

    Pero, es posible quitar al lenguaje sus significados metaf-

    ricos y extensivos? Es imposible. El lenguaje se transforma al

    transformarse toda la civilizacin, con el fin de aflorar de nue-

    vas clases a la cultura, por la hegemona ejercida por una lengua

    nacional sobre otras, etctera; y precisamente asume metafri-

    camente las palabras de las civilizaciones y culturas preceden-

    tes. Nadie piensa hoy que la palabra desastre est ligada a la

    astrologa, ni se induce en error sobre las opiniones de quien la

    usa; as, un ateo puede hablar de desgracia sin ser considerado

    partidario de la predestinacin, etc. El nuevo significado meta-

    frico se extiende con el extenderse de la nueva cultura, que,

    adems, crea palabras totalmente nuevas y las toma en prstamo

    de otras lenguas, con un significado preciso, o sea, sin el halo

    extensivo que tenan en la lengua original. As es probable que

    para muchos el trmino inmanencia sea conocido, compren-

    dido y usado por primera vez solo con el significado metafri-

    co que le ha sido dado por la filosofa de la praxis.

    Cuestiones de nomenclaturay de contenido

    Una de las caractersticas de los intelectuales como categora

    social cristalizada (esto es, que se concibe a s misma como con-

    tinuacin ininterrumpida de la historia y por lo tanto indepen-

    diente de la lucha de los grupos, y no como expresin de un

    proceso dialctico por el cual cada grupo social elabora su pro-

    pia categora de intelectuales) es la de vincularse, en la esfera

    ideolgica, a una categora intelectual precedente, a travs de

    una misma nomenclatura de conceptos. Cada nuevo organismo

    histrico (tipo de sociedad) crea una nueva superestructura, cu-

    yos representantes especializados y portaestandartes (los inte-

    lectuales) solo pueden ser concebidos como nuevos intelec-

    tuales, surgidos de la nueva situacin, y no como continuacin

    de la intelectualidad precedente. Si los nuevos intelectuales se

    consideran continuacin directa de la inteligentsia preceden-

    te, no son realmente nuevos, o sea, no estn ligados al nuevo

    grupo social que representa orgnicamente la nueva situacin

    histrica, sino que son un residuo conservador y fosilizado del

    grupo social superado histricamente (lo que equivale a decir

    que la nueva situacin histrica no ha alcanzado an el grado de

    desarrollo necesario como para tener la capacidad de crear nue-

    vas superestructuras, y que vive aun en la envoltura carcomida

    de la vieja historia).

    Y sin embargo hay que tener en cuenta que ninguna nueva

    situacin histrica, aun la debida al cambio ms radical, trans-

    forma completamente el lenguaje, por lo menos en su aspecto

    externo, formal. Pero el contenido del lenguaje debe modificar-

    se, aun si es difcil tener conciencia exacta, inmediatamente, de

    tal modificacin. El fenmeno es, adems, histricamente com-

    plejo y complicado por la existencia de diversas culturas tpicas

    en los diversos estratos del nuevo grupo social, algunas de las

    cuales, en el terreno ideolgico, estn an inmersas en la cultura

    de situaciones histricas anteriores quizs a la ms recientemen-

    te superada. Una clase, alguno de cuyos estratos permanezca en

    la concepcin tolema-ica del mundo, puede ser, sin embargo,

    representante de una situacin histrica muy avanzada. Atrasa-

    dos ideolgicamente (o por lo menos en algunos aspectos de la

    concepcin del mundo, que en ellos es an ingenua y disgrega-

    da), estos estratos son, sin em-bargo, prcticamente avanzadsi-

    mos, esto es, en su funcin econmica y poltica. Si la funcin

    de los intelectuales es la de determinar y organizar la reforma

    moral e intelectual, la de adecuar la cultura a la funcin prctica,

    es evidente que los intelectuales cristalizados son conserva-

    dores y reaccionarios. Porque mientras el nuevo grupo social

    siente por lo menos que se ha dividido y sepa-rado del prece-

    dente, aqullos no sienten siquiera tal distincin, sino que pien-

    san en enlazarse con el pasado.

    Por otra parte, no se ha dicho que toda la herencia debe ser

    rechazada; hay valores instrumentales que no pueden por me-

    nos de ser acogidos ntegramente a fin de continuar siendo ela-

    borados y refinados. Pero cmo distinguir el valor instrumen-

    tal del valor filosfico caduco, que es preciso rechazar sin ms?

    Ocurre a menudo que, porque se ha aceptado un valor filosfico

    caduco de una deter-minada tendencia pasada, se rechaza luego

    un valor instrumental de otra tendencia porque es contrastante

    con la primera, aunque tal valor filosfico instrumental sea til

    para expresar el nuevo contenido histrico cultural.

    As, se ha visto cmo el trmino materialismo es acogido

    con el contenido pasado y es rechazado, en cambio, el trmino

    inma-nencia porque en el pasado tena un determinado conte-

    nido histrico cultural. La dificultad de adecuar la expresin li-

    teraria al con-tenido conceptual, y la confusin de las cuestiones

    de terminologa con las de sustancia y viceversa, es caractersti-

    ca del diletantismo filosfico; de la falta de sentido histrico en

    la aprehensin de los diversos momentos de un proceso de desa-

    rrollo cultural; se trata de una concepcin antidialctica, dogm-

    tica, prisionera de los esquemas abstractos de la lgica formal.

    El trmino materialismo, en la primera mitad del siglo 19, es

    preciso entenderlo no slo en su significado estrechamente

    tc-nico-filosfico, sino en el significado ms extensivo que fue

    asumiendo polmicamente en las discusiones producidas en

    Europa con el sur-gimiento y desarrollo victorioso de la cultura

    moderna. Se llam materialismo a toda tendencia que excluyera

    la trascendencia del dominio del pensamiento y, por consiguien-

    te, no slo al pantesmo y al inmanentismo, sino a toda actitud

    prctica inspirada en el realismo poltico que se opusiera a cier-

    tas corrientes inferiores del romanticismo poltico, como las doc-

    trinas de Mazzini popularizadas, que slo hablaban de misio-

    nes, de ideales y otras vagas nebulosidades y abstracciones

    sentimentales por el estilo. Incluso en las , polmicas actuales de

    los catlicos, el trmino materialismo es usado , en ese sentido;

    materialismo es lo opuesto a espiritualismo en sen-tido estre-

    cho, o sea, a espiritualismo religioso, De ah que el pri-mero

    comprenda a todo el hegelianismo y, en general, a la Filosofa

    clsica alemana; adems, al sensualismo y al Iluminismo fran-

    cs. As, en los trminos del sentido comn, se llama materialis-

    mo a todo lo que tienda a hallar en esta tierra, y no en el paraso,

    el fin de la vida. Cada actividad econmica que se saliese de los

    lmites de la produccin medieval era materialismo porque

    pareca te-ner fin en s misma: la economa por la economa,

    la actividad por la actividad, as como hoy es materialista

    Amrica para el euro-peo medio, porque el empleo de las m-

    quinas y el volumen de las empresas y negocios excede el lmite

    de lo que al europeo le parece justo y compatible con la no

    mortificacin de las exigencias espirituales. De esta manera es

    apropiada por la cultura burguesa europea una retorsin polmi-

    ca de la cultura medieval contra la burguesa en desarrollo, utili-

    zada contra un capitalismo ms des-arrollado que el europeo, de

    una parte; y de la otra, contra la acti-vidad prctica de los grupos

    sociales subalternos, para los cuales, -inicialmente y durante toda

    una poca histrica, hasta tanto no hayan construido una econo-

    ma y estructura propias, su actividad slo puede ser predomi-

    nantemente econmica o, por lo menos, ex-presarse en trminos

    econmicos y de estructura. Huellas de esta concepcin del mate-

    rialismo hllanse en el lenguaje: en alemn geistlich significa

    tambin clerical, propio del clero, igual que en ruso, dujoviez.

    Y que sta es la predominante puede comprobarse en muchos

    escritores de la filosofa de la praxis para los cuales, justamente,

    la religin, el tesmo, etctera, son los puntos de referencia para

    reconocer a los materialistas consecuentes.

    Una de las razones, y quiz la fundamental, de la reduccin

    del materialismo histrico al materialismo metafsico tradicio-

    nal debe ser buscada en el hecho de que el materialismo histri-

    co no poda ser sino una fase prevalentemente crtica y polmica

    de la filosofa, en tanto que se tena necesidad de un sistema ya

    completo y perfecto. Pero los sistemas completos y perfectos

    son siempre obra de filsofos individuales y en ellos, junto a la

    parte histricamente actual, correspondiente a las condiciones

    de vida contemporneas, existe siempre una parte abstracta, ahis-

    trica, en el sentido de que se halla ligada a las filosofas prece-

    dentes y responde a necesidades exteriores y pedantescas de ar-

    quitectura del sistema, o se debe a idiosincrasias personales. Por

    ello la filosofa de una poca no puede ser ningn sistema indi-

    vidual o de tendencia; es el con-junto de todas las filosofas in-

    dividuales y de tendencia, ms las opiniones cientficas, ms la

    religin, ms el sentido comn. Puede formarse artificiosamente

    un sistema de tal gnero, por obra de individuos o de grupos? La

    actividad crtica es la nica posible, especialmente en el sentido

    de poder resolver en forma crtica los problemas que se presen-

    tan como expresin del desarrollo histrico. Pero el primero de

    estos problemas que es preciso encarar y comprender es el si-

    guiente: que la nueva filosofa no puede coincidir con ningn

    sistema del pasado, cualquiera sea su nombre. Identidad de tr-

    minos no significa identidad de conceptos.

    Es sabido, por otra parte, que el fundador de la filosofa de la

    praxis no ha llamado jams materialista a su concepcin y que

    hablando del materialismo francs lo critic, afirmando que la

    crtica debera ser an ms exhaustiva. As, no adopta nunca la

    frmula dialctica materialista, sino racional, en contrapo-

    sicin a mstica, lo que da al trmino racional un significa-

    do bien preciso.

    La ciencia y losinstrumentos cientficos

    Se afirma en el Ensayo popular que los progresos cientficos

    dependen, como el efecto de la causa, del desarrollo de los

    instru-mentos cientficos. Es ste un corolario del principio ge-

    neral ad-mitido en el Ensayo, de origen loriano, respecto de la

    funcin histrica del instrumento de produccin y de trabajo (

    que sustituye al conjunto de las relaciones sociales de produc-

    cin). Pero en la ciencia geolgica no se emplea otro instrumen-

    to que el martillo, y los progresos tcnicos del martillo no son

    parangonables a los progresos de la geologa. Si la historia de

    las ciencias puede re-ducirse, segn el Ensayo, a la historia de

    sus instrumentos particu-lares, cmo podr construir la histo-

    ria de la geologa? Tampoco se puede decir que la geologa se

    funda tambin sobre los pro-gresos de una serie de otras cien-

    cias y que, por ello, la historia de los instrumentos de stas sir-

    ven para indicar el desarrollo de la geologa, porque con esta

    escapatoria se terminara por decir una vaca generalidad y por

    acudir a movimientos siempre ms vastos, hasta las relaciones

    de produccin. Es justo que para la geologa el lema es: mente et

    malleo.

    Se puede decir, en general, que el progreso de las ciencias no

    puede ser documentado materialmente; la historia de las cien-

    cias slo puede ser revivida en el recuerdo, y no en todas, con la

    descripcin de la sucesiva perfeccin de los instrumentos que

    han sido uno de los medios del progreso, y con la descripcin de

    las mquinas, aplicacin de las ciencias mismas. Los principa-

    les instrumentos del progreso cientfico son de orden intelec-

    tual (y tambin poltico), metodolgico, y con entera justeza ha

    escrito Engels que los instrumentos intelectuales no surgieron

    de la nada, no son innatos en el hombre, sino que son adquiri-

    dos; se han desarrollado y se desarrollan histricamente.

    Otro problema es el siguiente: si fuese verdad la observacin

    del Ensayo, en qu se distinguira la historia de las ciencias de

    la historia de la tecnologa? En el desarrollo de los instrumentos

    materiales cientficos, que se inicia histricamente con el ad-

    venimiento del mtodo experimental, se ha desarrollado una cien-

    Italia ingresa a la guerra, 1915, crisis social: se radi-caliza la posicin de los trabajadores

  • 8cia particular, la de los instrumentos, estrechamente vinculada

    al desarrollo general de la produccin y de la tecnologa.

    Hasta que punto es superficial la afirmacin del Ensayo se

    puede ver en el ejemplo de la ciencia matemtica, que no tiene

    necesidad de instrumento material alguno (no creo que el desa-

    rrollo de la tabla de contar se pueda exhibir), siendo ellas mis-

    mas instrumento de todas las ciencias naturales.

    El instrumento tcnicoLa concepcin del instrumento tcnico es totalmente err-

    nea en el Ensayo popular. En el Prefacio a la Crtica de la eco-

    noma poltica se dice: En la produccin social de su vida los

    hombres contraen relaciones determinadas, necesarias e inde-

    pendientes de su voluntad, o sea, relaciones de produccin que

    corresponden a un determinado grado de desarrollo de las fuer-

    zas materiales de produccin. El conjunto de tales relaciones

    constituye la estructura econmica de la sociedad, o sea, la base

    real sobre la cual se eleva una superestructura poltica y jurdi-

    ca, y a las cuales corresponden determinadas formas sociales de

    la conciencia. En determinados momentos de su desarrollo las

    fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contra-

    diccin con las relaciones de produccin preexistentes (esto es,

    con las relaciones de propiedad, que es el equivalente jurdico

    de tal expresin) en cuyo interior se haban movido hasta enton-

    ces. De formas evolutivas de las fuerzas productivas que eran,

    estas relaciones se convierten en trabas de dichas fuerzas. En-

    tonces se abre una poca de revolucin social. El cambio que se

    ha producido en la base econmica trastorna ms o menos rpi-

    damente toda la colosal superestructura. Una forma social no

    perece hasta tanto no se hayan desarrollado todas las fuerzas

    productivas que pueda contener, y las nuevas relaciones de pro-

    duccin no se sustituyen jams en ella si antes las condiciones

    materiales de su existencia no han sido incubadas en el seno de

    la vieja sociedad.

    Croce agrega que en el Capital (vol. I, pg. 143 n. y 335-6

    n.) y en otras partes se pone de relieve la importancia de los

    inventos tcnicos y se invoca una historia de la tcnica, pero no

    existe ningn escrito en el cual el instrumento tcnico es cau-

    sa nica y suprema del desarrollo econmico.

    Debe hacerse notar que en el Ensayo Popular no se halla

    reproducido el mencionado pasaje, ni se lo menciona. Cosa bas-

    tante extraa, tratndose de la fuente autntica ms importante

    para la filosofa de la prxis.

    En el Ensayo no se comprende exactamente qu son la es-

    tructura, la superestructura, el instrumento tcnico; todos los

    conceptos generales son nebulosos y vagos. El instrumento tc-

    nico es concebido de manera tan genrica, que significa cual-

    quier arns o utensilio, los instrumentos que usan los hombres

    de ciencia en sus experimentos y los instrumentos musicales.

    Este modo de plantear la cuestin torna las cosas intilmente

    complicadas.

    Partiendo de este modo barroco de pensar, surge toda una

    serie de problemas barrocos. Por ejemplo: las bibliotecas son

    estructuras o superestructuras? y los gabinetes experimentales

    de los hombres de ciencia? Si se puede sostener que un arte o

    una ciencia se desarrollan debido al desarrollo de los respecti-

    vos instrumentos tcnicos por qu no podra sostenerse lo con-

    trario y, adems, que ciertas formas instrumentales son al mis-

    mo tiempo estructura y superestructura? Se podra decir que

    ciertas superestructuras tienen una estructura particular, aun sien-

    do superestructuras; as, el arte tipogrfico sera la estructura

    material de toda una serie y, ms an, de todas las ideologas, y

    bastara la existencia de la industria tipogrfica para justificar

    de manera materialista toda la historia. Quedara luego el caso

    de la matemtica pura, del lgebra, que como no tiene instru-

    mentos propios no podran desarrollarse. Es evidente que toda

    la teora sobre el instrumento tcnico del Ensayo es solo un

    abracadabra.

    Es cierto que todo ello es una desviacin infantil de la filo-

    sofa de la praxis, determinada por la barroca conviccin de

    que cuanto ms se recurre a objetos materiales, ms orto-

    doxo se es.

    Objecin al empirismoLa indagacin de una serie de hechos para hallar sus relacio-

    nes presupone un concepto que permita distinguir dicha serie

    de hechos de otras. Cmo se producir la eleccin de los hechos

    que es necesario aducir como prueba de la verdad de lo presu-

    mido, si no preexiste el criterio de eleccin? Pero qu ser este

    criterio de eleccin, sino algo superior a cada hecho indagado?

    Una intuicin, una concepcin, cuya h